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Mercurio y el leñador

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Cuento Mercurio y el leñador: adaptación de la fábula de Esopo.

Había una vez un leñador que cada mañana acudía a trabajar a un


bosque cerca de su hogar.

Por allí pasaba un río que estaba dedicado al dios Mercurio. En sus
aguas cristalinas, el hombre solía refrescarse los días de mucho calor.

Cierto día de verano, el bochorno era tan fuerte que, sudoroso, se


acercó a la orilla para mojarse las manos y la cabeza. En un descuido,
el hacha que utilizaba para partir la leña se deslizó de su cinturón y
cayó sin remedio al agua.

Desgraciadamente para él, la corriente arrastró la vieja herramienta y


desapareció de su vista.
El infortunado leñador comenzó a llorar. Era pobre y el hacha, su
único medio de vida.

– ¡Oh, no, qué mala suerte! ¿Qué voy a hacer ahora?

El dios Mercurio,  que a menudo paseaba por allí, le vio tan


compungido que sintió mucha pena por él. Se acercó despacito para no
asustarle y se interesó por la causa de su tristeza.

– ¿Qué te sucede, buen hombre? ¿Por qué estás tan apenado?

– El río se ha tragado mi hacha. Ya no podré trabajar más cortando


troncos porque no tengo dinero para comprar una nueva. ¿Qué va a ser
de mí?

Mercurio le mostró entonces un hacha de oro.

– ¿Es el hacha que has perdido?

 No, señor, no lo es.

El dios cogió un hacha de plata y lo puso ante los ojos llorosos del
leñador.

– ¿Es el hacha que has perdido?

– No, señor, tampoco lo es.

De nuevo tomó Mercurio un hacha de hierro, viejo y oxidado.

– ¿Es el hacha que has perdido?

– ¡Sí, muchas gracias, señor, qué alegría!

El hombre estaba feliz y agradecido, pero el dios lo estaba todavía más


después de comprobar que el corazón del humilde leñador rebosaba
bondad. Le había ofrecido dos hachas muy valiosas y el leñador no se
había dejado llevar por la codicia ni por la mentira. ¡Era una buena
persona que decía la verdad!

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