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COMPRENDIENDO LA DEPRESIÓN: ENTRE LA TRISTEZA Y EL TRASTORNO

"La tristeza es el resultado de la incapacidad de entender o aceptar la paradoja de la


existencia." - Søren Kierkegaard

La tristeza es una emoción humana común, algo con lo que todos nos hemos enfrentado en
algún momento de nuestras vidas. Cuando experimentamos pérdidas significativas, las cosas no
salen como nos gustaría o no encontramos significado en nuestra vida es normal sentirse tristes,
desmotivados o agotados. Coloquialmente está muy extendida la expresión “estar deprimido”,
que se suele asociar a este estado de tristeza del que hablamos, sin embargo, ¿qué sucede
cuando esta tristeza se convierte en algo más profundo y persistente?

La tristeza natural e inherente en la existencia, pero cuando se convierte en un estado constante


y abrumador que nos impide disfrutar de la vida y seguir adelante, podemos estar ante un
trastorno mental: la depresión clínica.

La delgada línea entre tristeza y depresión clínica

Es esencial diferenciar entre un estado depresivo transitorio y la depresión clínica. La depresión


es una enfermedad mental que afecta profundamente la vida de quienes la padecen. Sentirse
triste y experimentar emociones negativas es normal y, hasta cierto punto incluso saludable,
como después de una pérdida significativa, durante momentos de estrés o tras una ruptura
sentimental, por ejemplo. Sin embargo, si este estado persiste y domina la vida cotidiana, es
posible que estemos enfrentando una depresión clínica. En este sentido la depresión es un
trastorno psicológico complejo de tratar, que no remite por sí solo y que impide a la persona
disfrutar y ser feliz, hasta tal extremo que, en ocasiones, la conduce a personas a no querer
seguir viviendo e intentar acabar con su vida o a experimentar la existencia misma como un
castigo o sufrimiento ineludible. Dado la importancia de estas consecuencias es vital la
actuación de profesionales expertos para abordar el problema, que sepan cómo actuar para
ayudar a estas personas a recuperar su vida y la ilusión por vivirla.

La complejidad de la depresión clínica

La depresión se incluye dentro de los trastornos del estado de ánimo, donde se diferencian
varios tipos de trastornos depresivos y trastornos bipolares. Dentro de los trastornos depresivos,
el trastorno depresivo mayor es el más representativo y estudiado, y es lo que más
habitualmente se relaciona con la depresión clínica.

La depresión no tiene una causa única y evidente, en su origen, intervienen diversos factores
biológicos, conductuales, cognitivos y sociales. Además, cada persona es única y responde de
manera diferente a las situaciones de la vida, lo que significa que la depresión puede
manifestarse de manera diferente en cada individuo.

Ahora bien, ¿Cuándo nos encontramos con una depresión clínica? para poder hablar de un
Trastorno Depresivo Mayor es necesario que la persona que lo padece se encuentre con un
ánimo triste de forma continuada la mayor parte de los días y/o experimente una incapacidad
persistente para disfrutar de actividades que antes le resultaban placenteras. Además, se
presentan otros síntomas que pueden variar de una persona a otra como falta de energía,
dificultad para concentrarse, alteraciones del sueño y el apetito, pensamientos recurrentes sobre
la muerte o el suicidio, irritabilidad y sentimientos de inutilidad y culpa desproporcionados. Es
importante tener esto en cuenta, porque por ejemplo en algunas personas pueden aparecer
pensamientos de suicidio, insomnio y falta de apetito, mientras que en otras predomina un
estado de falta de energía y letargo, pasándose gran parte del día durmiendo, y en otros casos la
persona se encuentra agitada, nerviosa y come de forma compulsiva. Además, hay que tener en
cuenta la duración y la intensidad de estos síntomas. Actualmente se considera que para
diagnosticar un Trastorno Depresivo Mayor la sintomatología debe estar presente durante al
menos dos semanas y ser lo suficientemente intensa y evidente. Esto nos permite diferenciar
entre un estado depresivo normal, que eventualmente cualquiera puede atravesar y la depresión
como un trastorno psicológico. Asimismo, es crucial descartar que estos síntomas sean
consecuencia directa del consumo de drogas o fármacos, o de otras enfermedades físicas o
mentales.

Estos ejemplos nos sirven para entender que se trata de un trastorno complejo y que su
evaluación y tratamiento requieren una formación especializada y experiencia clínica.

El papel de la psicología en la depresión

El abordaje de la depresión clínica requiere la intervención de profesionales de la salud mental.


Los psicólogos juegan un papel fundamental, por una parte, evaluando si se trata de un estado
depresivo normal, una depresión clínica u otro trastorno y por otra, ayudando a las personas a
enfrentar tanto la tristeza común como los trastornos depresivos. A través de terapias y técnicas
específicas, se busca comprender las causas subyacentes de la depresión y brindar herramientas
para afrontarla de manera exitosa.

La comprensión del problema y el apoyo profesional son fundamentales para quienes enfrentan
esta enfermedad, y la psicología ofrece recursos valiosos para superarla y recuperar el bienestar
emocional. Si tú o alguien que conoces está experimentando síntomas de depresión, no dudes en
buscar ayuda y orientación profesional para encontrar el camino hacia una vida más saludable y
plena.

Identificando la depresión

Al tratarse de una problemática con tanta complejidad, la depresión merece una atención
individualizada que permita desentrañar su intrincado tejido. Este trastorno requiere una
comprensión holística, teniendo en cuenta los síntomas que manifiesta cada persona, así como
las circunstancias personales, sociales y familiares. El objetivo es brindar el mejor tratamiento
posible y aliviar el sufrimiento.
Cuando decides buscar ayuda de un profesional de la psicología, comienza un camino hacia la
comprensión de uno mismo y la curación. El primer paso es una entrevista inicial con el
psicólogo. Esta conversación tiene dos propósitos: comprender tu motivo para buscar ayuda y
explorar la historia detrás de tu malestar. Además, esta interacción marca el inicio de una
relación de apoyo, basada en la confianza y el respeto, entre tú y el psicólogo.
Durante esta entrevista, también es importante sondear cómo es tu entorno familiar, laboral y
personal, ya que estos elementos pueden estar influyendo en tus desafíos actuales. El psicólogo
desarrollará las primeras hipótesis sobre tu situación y te preguntará sobre tus expectativas para
ajustarlas a la realidad tratando de conocer también tus motivaciones y metas.
Según va avanzando la evaluación se irá haciendo más minuciosa, con el objetivo de tener una
visión lo más precisa posible sobre el problema y cómo te está afectando. Esto incluye
entrevistas más específicas, cuestionarios, test e incluso tareas para hacer en casa. Estos
elementos permiten al psicólogo realizar un diagnóstico completo, evaluar la gravedad del
problema y entender sus particularidades en tu caso.
Algunas de estas pruebas incluyen el Inventario de Depresión de Beck (BDI), la Escala de
Hamilton para la Depresión (HRSD), la Lista de Adjetivos Depresivos (DACL), el Cuestionario
de Pensamientos Automáticos (ATQ), la Escala de Desesperanza (ED), la Escala de
Pensamientos Suicidas, el Cuestionario de Distorsiones Cognitivas (CBQ), la Escala de Sucesos
Placenteros (PES) y la Escala de Sucesos Aversivos (UES).
Una vez concluida la evaluación, el psicólogo se reunirá contigo para explicarte el diagnóstico y
las conclusiones. Este encuentro, supone una ocasión perfecta para resolver tus dudas e
inquietudes, y servirá también para presentarte las diversas opciones de tratamiento en tu caso.
Tu opinión y preferencias son primordiales, y el profesional buscará acordar contigo la mejor
opción para ti.
Recuerda que este proceso es un paso importante hacia tu bienestar emocional. Nuestro equipo
está aquí para apoyarte en tu camino hacia la recuperación.

¿Cómo nos puede ayudar el psicólogo?

Aunque la depresión tiene un profundo impacto en la vida de las personas y muchas veces
piensan que no pueden salir de ese pozo de oscuridad, existe esperanza: el Trastorno Depresivo
Mayor (TDM) es tratable y un camino hacia una mejor calidad de vida puede ser recorrido con
la guía adecuada.
El abordaje del TDM normalmente involucra un enfoque diverso que combina terapia y, en
ciertos casos, medicación. Veamos las estrategias clave en este proceso:

1. Terapia cognitivo-conductual: Uno de los enfoques más eficaces y comunes en el


tratamiento de la depresión es la terapia cognitivo-conductual (TCC). Aquí, se
identifican y transforman patrones de pensamiento negativos y comportamientos poco
saludables. Además, la terapia ayuda a desarrollar estrategias para enfrentar desafíos
emocionales. A menudo, la depresión arrastra a una inercia negativa donde la
inactividad elimina incentivos para disfrutar la vida. Desde la TCC, se busca romper
esta inercia, reviviendo actividades que antes eran gratificantes. Este enfoque también
trabaja en cambiar la visión distorsionada de la realidad, el futuro y uno mismo. En la
mayoría de los casos, la TCC es la elección preferida debido a su eficacia, eficiencia y
efectos duraderos. Además, no se han observado efectos secundarios adversos.

2. Medicación: En ciertos casos, se recetan antidepresivos para aliviar los síntomas del
TDM. Estos medicamentos actúan en los neurotransmisores cerebrales, como la
serotonina y la noradrenalina, mejorando el estado de ánimo. Los antidepresivos pueden
llevar tiempo para surtir efecto y deben ajustarse bajo supervisión médica. Esta opción
se reserva para casos en los que el paciente lo prefiere o para depresiones más graves
donde la terapia necesita este respaldo farmacológico inicial. Por otra parte, es
necesario tener en cuenta que el tratamiento con fármacos actúa únicamente sobre los
síntomas, pero si no va acompañado de una terapia psicológica adecuada, no se estará
atacando los cimientos sobre los que se edifica el trastorno, por lo que es habitual que
tras dejar la medicación se produzcan recaídas.

3. Terapia Interpersonal: Centrada en mejorar las relaciones y comunicación con los


demás. A menudo, la depresión resulta de patrones disfuncionales en las relaciones.
Este enfoque aborda los problemas interpersonales detrás del trastorno, mejorando la
satisfacción en las relaciones, que actúa como palanca para mejorar el estado de ánimo
y la satisfacción en general.

4. Estilo de Vida Saludable: Adoptar un estilo de vida saludable puede impactar en la


recuperación, especialmente en casos leves. Mantener una dieta equilibrada, hacer
ejercicio regularmente y dormir adecuadamente son esenciales. El ejercicio, en
particular, libera endorfinas y produce una serie de cambios fisiológicos que
contribuyen a mejorar el ánimo.

5. Apoyo Social: La ayuda de amigos, familiares y grupos es vital. Un sólido sistema de


apoyo ofrece un espacio seguro para expresar emociones y recibir aliento. Sin embargo,
el apoyo no radica en la cantidad de relaciones, sino en la percepción y calidad de dicho
apoyo. En este sentido, es conveniente recordar que podemos sentirnos solos aunque
estemos rodeados de gente.

Es importante entender que el tratamiento de la depresión es altamente individualizado. Lo que


funciona para uno, puede no ser óptimo para otro. Buscar ayuda profesional y la colaboración
estrecha con médicos y terapeutas es esencial para crear un plan adecuado a cada individuo.
La travesía para salir de la depresión puede ser desafiante, pero la recuperación es posible. Con
el apoyo adecuado, compromiso personal y un enfoque integral, es posible hallar un camino
hacia la salud mental y el bienestar.

Entrevista específica Depresión

1. En las últimas semanas ¿te has sentido triste, con el ánimo bajo, de forma
continua la mayoría de los días?
2. ¿Cuánto tiempo llevas sintiéndote así?
3. ¿Has adelgazado o ganado mucho peso en las últimas semanas? ¿Cuántos kilos?
4. ¿Duermes más de lo habitual?, o por el contrario ¿te cuesta conciliar el sueño o
te despiertas antes de lo habitual por las mañanas?
5. ¿Has perdido el apetito o comes de manera impulsiva en las últimas semanas?
6. ¿Qué piensas del futuro?
7. ¿Disfrutas de las cosas de la misma forma que siempre?
8. ¿has abandonado actividades o aficiones que antes realizabas de forma habitual?
¿por ejemplo?
9. ¿pasas mucho tiempo en la cama o tumbado en el sofá sin hacer ninguna
actividad?
10. ¿Te cuesta disfrutar de la compañía de tus amigos o familiares?
11. ¿Sientes que tienes la culpa de tu situación o te sientes culpable de lo que te
sucede habitualmente?
12. ¿Lloras frecuentemente? ¿Con qué frecuencia?
13. ¿Te vienen a la cabeza ideas o pensamientos sobre la muerte?
14. ¿Te has planteado alguna vez el suicidio como una opción o lo has intentado
alguna vez?
15. ¿sientes que te faltan las fuerzas y te cuesta más hacer las actividades diarias?
16. ¿tienes dificultades para tomar decisiones o concentrarte? ¿Has notado que se te
olvidan las cosas más de lo habitual?
ENTENDIENDO EL TRASTORNO DE PÁNICO: CARACTERÍSTICAS,
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO

Introducción
La ansiedad es el motivo más común por el que las personas acuden al psicólogo. Es
fundamental entender que la ansiedad en sí misma no es un trastorno, y la mayoría de las
personas pueden manejarla en su día a día con éxito. No obstante, en algunas ocasiones, puede
volverse un problema si comienza a afectar nuestra capacidad para trabajar, estudiar o
relacionarnos con la familia, amigos o pareja. Esto sucede cuando esta ansiedad se vuelve
excesivamente intensa, persistente y disruptiva en relación con la verdadera amenaza que la
desencadena o, en otras palabras, se trata de una ansiedad excesiva e irracional. En este caso es
probable que nos encontremos ante un tipo de trastornos conocidos como Trastornos de
Ansiedad, que incluyen diferentes trastornos que tienen en común esta ansiedad patológica.
Existen muchos conceptos relacionados con la ansiedad que suelen utilizarse como
intercambiables, pero que tienen algunos matices distintivos: miedo, pánico, estrés o fobia son
algunos de ellos. En esta ocasión vamos a detenernos a explicar en qué consiste el pánico, ya
que es crucial entenderlo correctamente para comprender el Trastorno de Pánico.

El pánico es un estado de intensa activación en el que aparecen una serie de manifestaciones


corporales, cognitivas y emocionales que normalmente se experimentan ante una situación que
nos produce un inmenso terror o angustia. Cuando este estado llega a su máxima expresión
estamos hablando de un ataque de pánico. Durante un ataque de pánico, la persona experimenta
de forma brusca una oleada de tremendo malestar, una sensación de peligro inminente que va en
aumento, llegando al máximo en unos diez minutos desde que comienza, y que le lleva a querer
escapar de la situación o el lugar donde lo esta sufriendo. En este estado suelen presentarse una
serie de signos y síntomas característicos: palpitaciones, sudoración profusa, temblores,
escalofríos, sensación de que nos falta el aire o nos atragantamos, opresión en el pecho, náuseas
o malestar en el estómago, mareo o incluso desmayo, entumecimiento de las manos o las
piernas, sensación de que lo que se está viviendo no es real, que es como un sueño y miedo a
morir o volverse loco.

Aunque se trate de una parte esencial y necesaria para el diagnóstico del trastorno de pánico, el
ataque de pánico no es exclusivo de este trastorno, pudiendo aparecer en otros trastornos de
ansiedad o de otro tipo como una reacción habitual, entonces.
¿Qué es el Trastorno de Pánico?

El Trastorno de Pánico es una trastorno psicológico que se caracteriza por la presencia de


ataques de pánico que asaltan habitualmente a la persona de forma inesperada y que producen
en ella una preocupación constante ante la posibilidad de volver a experimentarlos en el futuro y
las posibles consecuencias que estos pueden producirle, que debe persistir durante al menos un
mes. En estas personas puede incluso desarrollarse lo que se conoce como fobofobia, o miedo al
experimentar sensaciones de miedo, a consecuencia de la propia enfermedad. Este temor o
preocupación constante ante la posibilidad de un nuevo ataque de pánico merma notablemente
la calidad de vida de quienes sufren el trastorno, ya que evitan actividades que puedan aumentar
su activación y que eventualmente puedan iniciar un nuevo ataque de pánico, como por ejemplo
hacer ejercicio, subir escaleras, participar en ciertas actividades o consumir ciertas sustancias
como la cafeína u otros estimulantes. Estas restricciones en los casos más severos pueden llevar
a las personas al aislamiento, la depresión, las obsesiones, el deterioro en sus relaciones, la
adicción a ciertas drogas y fármacos y, en los casos más dramáticos, incluso al suicidio. El
componente psicológico cobra una especial relevancia en el desarrollo del trastorno. Se plantea
que las personas con trastorno de pánico se ven envueltas en una espiral de pánico en la que
ante la presencia de ciertas sensaciones físicas (palpitaciones, sudoración, etc) empiezan a
realizar interpretaciones catastróficas sobre el significado u origen de estas (voy a tener un
infarto, me voy a desmayar…), lo que aumenta su ansiedad, y esta a su vez, aumenta la
intensidad y variedad de manifestaciones físicas completando este círculo vicioso.

En resumen, lo que caracteriza al trastorno de pánico es:

1. Ataques de Pánico Inesperados: Los ataques de pánico son la piedra angular de este
trastorno. Pueden ocurrir en cualquier momento, durante actividades aparentemente
normales o incluso durante el sueño. Aunque el tipo de ataques propios del trastorno
son los de tipo inesperado, es frecuente que también se produzcan ataques de pánico en
situaciones que el paciente espera o incluso está seguro de que pueden darse.

2. Ansiedad Anticipatoria: Las personas con Trastorno de Pánico a menudo viven con
una ansiedad constante por la posibilidad de tener otro ataque. Esta anticipación ansiosa
puede afectar negativamente su calidad de vida y llevarles al aislamiento.

3. Agorafobia: Algunas personas con Trastorno de Pánico también desarrollan


agorafobia, que es el miedo intenso a los lugares o situaciones en los que escapar o
recibir ayuda podría ser difícil o embarazoso. Esto puede llevar a evitar ciertos lugares o
situaciones, lo que restringe aún más su vida diaria. Aunque la agorafobia puede
constituir un trastorno separado del trastorno de pánico, es habitual que se presenten de
forma conjunta ambos trastornos, lo que complica aún más su evolución y tratamiento.
De hecho, esta presentación combinada se considera el trastorno de ansiedad más
incapacitante.
¿Cómo sabemos que estamos ante un Trastorno de Pánico?

El diagnóstico del Trastorno de Pánico requiere una evaluación exhaustiva realizada por
profesionales en psicología. Esta evaluación abarca varios aspectos necesarios para un
diagnóstico preciso y un tratamiento efectivo. Aquí te mostramos el proceso:

- Identificar la presencia, naturaleza y frecuencia de ataques de pánico y determinar el tipo, es


decir si son inesperados, o si determinadas situaciones predisponen o incluso determinan su
aparición.
- Indagar, identificar y cuantificar si existe ansiedad anticipatoria, pensamientos
distorsionados relacionados con el pánico o sensaciones corporales y conductas de
evitación, ya sean evidentes como evitar ciertos lugares o actividades o más sutiles como
llevar consigo siempre medicación o amuletos de algún tipo.
- Examinar el foco del miedo durante los ataques de pánico, con el objetivo de diferenciar si
está dirigido hacia las sensaciones corporales propias del ataque o hacia algún elemento de
la situación, como el lugar, las interacciones u otro tipo de estímulos.
- Analizar las razones de la evitación de determinadas situaciones, lugares o actividades.
- Evaluar el consumo de sustancias para comprobar si se evitan los estimulantes o se abusa de
los depresores del sistema nervioso, como el alcohol o las benzodiazepinas.
- Descartar que el trastorno esté asociado a determinadas condiciones médicas.
- Analizar la evolución del trastorno, para esclarecer si ha habido etapas en las que aumentan
o disminuyen los ataques de pánico o el malestar asociado a estos.
- Explorar la historia personal y familiar del paciente, con el objetivo de esclarecer si el
trastorno viene precedido por ciertas patologías en la infancia, como el trastorno de
ansiedad por la separación o si en la familia existe historia de trastorno de pánico u otros
trastornos mentales.

La evaluación comienza con una entrevista inicial donde se aborda el motivo de consulta, la
historia y los síntomas. Luego se realiza una entrevista clínica estructurada para evaluar otros
trastornos o descartarlos. Esta puede incluir el uso de herramientas como la Entrevista para los
Trastornos de Ansiedad (ADIS-IV) o la Entrevista Clínica Estructurada para el DSM-IV (SCID-
IV).
Una vez establecido el diagnóstico, se emplean cuestionarios y escalas para medir la severidad y
frecuencia de los ataques de pánico y sus síntomas. Algunos ejemplos de estos instrumentos
pueden ser: Inventario de Cogniciones Agorafóbicas (ACQ) y Sensaciones Corporales (BSQ) de
Chambless., Cuestionario de Ataques de Pánico (Bados), Escala de Autovaloración del Cambio
(Bados), Inventario de Movilidad Para la Agorafobia de Chambless, Escala de Autoeficacia
para la Agorafobia (SESA) de Williams y Cuestionario de Miedos de Marks y Mathews.
También es habitual emplear un diario del pánico donde la persona pueda registrar situaciones,
niveles de ansiedad, pensamientos y tipos de ataques. Además, durante la consulta, se puede
realizar un test de evitación conductual para observar directamente las conductas de evitación y
síntomas.
Este proceso minucioso permite un diagnóstico certero y un plan de tratamiento efectivo,
proporcionando un camino hacia la recuperación.

Tratamiento

El Trastorno de Pánico cuenta con varias opciones de tratamiento que se encuentran


empíricamente validadas y son eficaces. El tratamiento de elección es la terapia cognitivo-
conductual, que ha demostrado ampliamente ser la más eficaz entre las diversas modalidades de
tratamiento.

1. Programas de Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): La TCC es una terapia basada


en la evidencia que se centra en identificar y cambiar patrones de pensamiento y
comportamientos negativos. En el caso del Trastorno de Pánico, la TCC puede ayudar a
las personas a aprender a manejar la ansiedad y enfrentar gradualmente las situaciones
temidas. Los componentes que estos programas deben incluir necesariamente son:

- Psicoeducación sobre la ansiedad, el pánico y la evitación agorafóbica.

- Procedimientos de reestructuración cognitiva y entrenamiento para reducir la


sensibilidad a la ansiedad y el miedo a las sensaciones corporales.

- Estrategias y técnicas para el manejo de los síntomas fisiológicos. Se suelen


emplear técnicas de relajación y control de la respiración con este fin.

- Terapia de exposición tanto a las situaciones temidas como a las propias


sensaciones corporales (interoceptiva) mediante la inducción deliberada de
estas.

2. Terapia de Exposición: Se trata de un componente de los programas descritos que se


puede aplicar por separado y también resulta eficaz. Con esta técnica se persigue
aumentar la sensación de control y la eficacia en el afrontamiento de los ataques de
pánico y reducir el temor que estos provocan en la persona mediante la habituación a la
sensaciones coroporales y la extinción de las conductas de evitación, permitiéndoles
experimentar la ansiedad de manera controlada y aprender a manejarla.

3. Medicación: Los medicamentos antidepresivos y ansiolíticos pueden ser recetados por


un profesional de la salud mental para reducir los síntomas del Trastorno de Pánico.
Siempre es importante discutir los posibles efectos secundarios y beneficios con un
médico antes de comenzar cualquier tratamiento farmacológico. Además, es importante
tener en cuenta que la medicación aborda únicamente las manifestaciones ansiógenas
que se observan en el trastorno, pero no incide en las conductas de evitación ni en la
interpretación que la persona realiza sobre las sensaciones corporales.
Entrevista específica Trastorno de Pánico

1. ¿Puedes explicar qué sentiste la última vez que tuviste una crisis de ansiedad?
2. ¿Empezó de forma brusca e inesperada o por el contrario había algo que te
hiciera pensar que podía ocurrir?
3. De la siguiente lista, ¿qué síntomas sentiste durante tu crisis? (listado de los
síntomas del DSM-5 palpitaciones, aumento de la frecuencia cardíaca o latidos cardíacos
fuertes, sudoración excesiva, temblores o sacudidas, sensación de falta de aire o asfixia,
sensación de ahogo, dolor o malestar en el pecho, náuseas o molestias abdominales,
sensación de mareo, desequilibrio o desmayo, escalofríos o sofocos, entumecimiento o
sensaciones de hormigueo, sensación de irrealidad o estar desconectado de uno mismo
(despersonalización), miedo a perder el control o volverse loco. miedo a morir, sensación de
estar fuera de control.)
4. ¿Sientes miedo cuando experimentas estos síntomas? ¿De 0 a 10 cuánto miedo
sientes?
5. ¿Con qué frecuencia te suceden estos ataques?
6. ¿Cuándo comenzaron?
7. ¿Te sientes preocupado o temes que pueda volver a ocurrirte un ataque de
ansiedad?
8. ¿Has cambiado algo en tu vida por esta preocupación? Es decir, ¿evitas alguna
actividad, lugar o situación por el temor de que te vuelva a ocurrir? ¿Haces algo
para prevenir que sucedan?
9. ¿Qué es lo que piensas que te podría ocurrir en el peor caso cuando tienes un
ataque de ansiedad?
10. ¿Desde que empezaron los ataques prestas más atención que antes a las
sensaciones de tu cuerpo?
11. ¿Piensas que es más probable que te ocurra un ataque en determinados lugares?
¿Qué lugares?
DESCIFRANDO LA FOBIA SOCIAL

Relacionarnos con otras personas es una parte esencial de la vida, tanto es así que se considera
una necesidad humana, que de no ser satisfecha puede llevar a las personas a experimentar
malestar y tristeza. Sin embargo, para quienes padecen fobia social, estas interacciones pueden
desencadenar un intenso temor y ansiedad, por lo que evitan estas situaciones o en caso de que
sean ineludibles las afrontan con un gran malestar. En este artículo, exploraremos en qué
consiste este trastorno, cómo se diagnostica, cuáles son sus características clínicas y cómo se
puede abordar con éxito a través de la evaluación y el tratamiento adecuados.

¿Qué es la Fobia Social?

La fobia social es un trastorno de ansiedad en el que las personas experimentan un miedo


abrumador a situaciones sociales en las que pueden ser observadas o evaluadas por los demás.
Estas situaciones pueden ser muy variadas, desde las que implican la interacción directa con
otras personas, como conocer gente nueva, hablar con personas con autoridad, interactuar con
personas del sexo opuesto o hacer y recibir cumplidos, hasta otras en la que la interacción no es
directa, como comer o hablar en público, utilizar un urinario en un bar o entrar en una sala
cuando todos los demás están ya sentados. El miedo a ser juzgado, humillado o avergonzado
puede ser tan intenso que las personas con fobia social tienden a evitar estas situaciones a toda
costa y este patrón de comportamiento persiste en el tiempo y se enquista en la vida de la
persona que lo sufre, llevándolo a la insatisfacción consigo mismo y en los peores casos a un
aislamiento social que no desean.

Características Clínicas

Las personas con fobia social pueden experimentar síntomas emocionales, cognitivos y físicos.
Estos pueden incluir ansiedad intensa, ruborización, sudoración excesiva, temblores, taquicardia
y dificultad para hablar. Además, pueden sentirse muy conscientes de sí mismos y preocupados
por ser el centro de atención. A menudo, el miedo anticipatorio antes de enfrentar una situación
social puede ser igual de perturbador que la situación misma. A continuación revisamos algunas
características propias del trastorno:

1. Temor irracional y abundante: La característica central de la fobia social es un temor


abrumador e irracional a situaciones sociales. A diferencia de la ansiedad social común, este
temor es desproporcionado en relación con la situación y puede persistir incluso en contextos
que otros considerarían normales. En ocasiones puede haber una cierta carencia en cuanto a la
habilidad para relacionarse socialmente que puede explicar en parte este temor, pero en otros
casos este temor no se fundamenta en una falta de habilidad, aunque en ambos casos es habitual
que estas personas infravaloren su actuación social y valoren de forma excesivamente negativa
cómo se relacionan en comparación con la percepción de su actuación por parte de terceros.

2. Evitación y angustia extrema: Las personas con fobia social tienden a evitar las situaciones
que desencadenan su ansiedad, en un intento de evitar la incomodidad y el temor intenso que
sienten. La anticipación de enfrentar estas situaciones puede causar una elevada angustia,
llegando incluso a sufrir un ataque pánico, y la evitación puede tener un impacto negativo en
diversas áreas de sus vidas, como el trabajo, las relaciones y el bienestar emocional. Además,
esta evitación contribuye a mantener el problema en el tiempo.

3. Preocupación por el juicio y la humillación: El temor fundamental en la fobia social gira en


torno a ser juzgado negativamente, humillado o avergonzado en situaciones sociales. Las
personas con este trastorno pueden temer que otros noten su ansiedad o que los critiquen por su
comportamiento.

4. Impacto en la autoestima y la confianza: La fobia social puede erosionar


significativamente la autoestima y la confianza de una persona. Las experiencias repetidas de
ansiedad y evitación pueden hacer que las personas se sientan inadecuadas o inferiores a los
demás, lo que a su vez alimenta el ciclo de ansiedad.

5. Síntomas físicos Las manifestaciones físicas de la fobia social pueden ser intensas e incluyen
ruborización, sudoración excesiva, temblores, palpitaciones, tartamudeo y sequedad en la boca,
entre otras.

6. Síntomas cognitivos: como preocupación constante, autoevaluación negativa de sí mismos y


su capacidad, dificultad para concentrarse, excesiva atención a ciertos detalles del ambiente, de
su actuación o de la evaluación de los demás, patrón patológico de atribución de las causas de
sus éxitos y fracasos sociales y sobreestimación de la problabilidad de que le ocurran sucesos
sociales desagradables.

7. Dificultad en distintos contextos: La fobia social puede no limitarse a un solo tipo de


situación social. Puede manifestarse en una variedad de contextos, como hablar en público,
interactuar con extraños, asistir a eventos sociales o incluso mantener una conversación
informal. En el caso de los niños es importante tener en cuenta que estas dificultades no se
limiten solo a la interacción con adultos no familiares, lo que no resulta algo patológico.

8. Reconocimiento del irracionalismo: A menudo, las personas con fobia social son
conscientes de que sus temores son irracionales, pero aún así encuentran difícil controlar su
ansiedad y evitar las situaciones que los desencadenan.

9. Interferencia en la vida diaria: Una de las características distintivas de la fobia social es


cómo interfiere en la vida diaria de las personas. Puede afectar su capacidad para alcanzar
metas, desarrollar relaciones significativas y disfrutar de actividades sociales y recreativas.

Evaluación y diagnóstico

El diagnóstico de la fobia social se basa en la duración, la intensidad y la interferencia en la vida


cotidiana de los síntomas. Es importante distinguir entre la ansiedad social típica y la fobia
social clínica. Un profesional de la salud mental puede realizar una evaluación exhaustiva para
determinar si los síntomas cumplen con los criterios de diagnóstico. El análisis funcional es la
herramienta fundamental para el diagnóstico de la fobia social. El empleo de entrevistas,
autoinformes, observación, autorregistros y medidas fisiológicas pueden ser de utilidad para el
establecimiento de las variables relevantes en el desarrollo y mantenimiento del problema.
Algunas entrevistas de las más utilizadas son la entrevista Diagnóstica (DIS), la entrevista
Clínica Estructurada para los Trastornos del Eje I del DSM-IV (SCID-CV) o la entrevista para
los trastornos de ansiedad (ADIS- IV). Como medidas de autoinforme es habitual el uso en
consulta del Inventario de Ansidad y Fobia Social (SPAI), la escala de Fobia Social (SPS), la
escala de ansiedad en la interacción social (SIAS) o el inventarios de fobia social (SPIN)

Tratamiento:

Afortunadamente, existen enfoques efectivos para tratar la fobia social:

1. Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Este enfoque terapéutico se centra en enseñar


a las personas en que consiste la fobia social y cuáles son los mecanismos que influyen
en que se mantenga en el tiempo, para después identificar y cambiar patrones de
pensamiento negativos, las contingencias y los comportamientos evitativos mediante
técnicas de reestructuración cognitiva. En esta terapia resulta imprescindible exponerse
gradualmente a las situaciones temidas, primeramente en situaciones simuladas en
consulta, para más adelante ir planteando situaciones en contextos reales, ayudándoles a
desarrollar habilidades de afrontamiento y reduciendo la ansiedad asociada.

2. Terapia de Exposición: Esta forma de terapia implica enfrentar gradualmente las


situaciones sociales temidas, permitiendo que la persona experimente la ansiedad y
aprenda que disminuirá con el tiempo. A medida que la exposición se repite, la ansiedad
disminuye.

3. Entrenamiento en Habilidades Sociales: Aprender habilidades sociales efectivas


puede aumentar la confianza y reducir la ansiedad en situaciones sociales. Esto puede
incluir aprender a iniciar y mantener conversaciones, así como a enfrentar el miedo al
rechazo. En este caso resulta vital distinguir entre las personas que cuentan con
habilidades sociales de las que no son habilidosas, pues es en estás ultimas donde
resulta más beneficioso este entrenamiento.

4. Medicación: En algunos casos, los antidepresivos o los ansiolíticos pueden ser


recetados por un médico para ayudar a reducir los síntomas de ansiedad. Sin embargo,
estos deben ser combinados con terapia para un tratamiento completo y efectivo del
problema.

5. Terapia de grupo: Participar en terapias grupales con personas que comparten este
trastorno puede proporcionar un espacio seguro para compartir y aprender estrategias
para enfrentar la fobia social, además de suponer un estímulo social que en sí mismo
puede ser beneficioso al permitir situaciones de interacción social genuinas a las que
exponerse.

Como hemos visto la fobia social no tiene por qué ser una barrera insuperable. Con enfoques
terapéuticos efectivos, determinación de superar el problema y la ayuda profesional adecuada,
podemos liberarnos de su influencia y construir una autoestima más fuerte y una forma de
relacionarnos con el mundo y con nuestros miedos que nos conduzca a la superación.

Entrevista específica fobia social

1. ¿En qué situaciones sociales sueles experimentar ansiedad? (con esta pregunta
se pretende identificar la situación que más afecta a la vida del paciente)
2. ¿Desde cuando sientes esta ansiedad?
3. ¿Ocurre siempre en estas situaciones?
4. ¿Qué te ocurre cuando estás en estas situaciones y sientes esta ansiedad?
(preguntar por síntomas físicos como ruborizarse, palpitaciones, boca seca o
sudar en exceso; cognitivos, como pensamientos catastrofistas, sentimientos de
ineficacia personal; emocionales)
5. ¿Temes o te resulta embarazoso que los demás noten que estás ansioso?
6. ¿Te preocupa lo que los demás puedan pensar cuando estás ansioso en estas
situaciones?
7. ¿Esta ansiedad que sientes es solo con personas desconocidas o también con
conocidos, como tu familia o amigos? (con esta pregunta se pretende explorar
otras situaciones típicas de la fobia social)
8. ¿Te pones nervioso cuando tienes que hablar con figuras de autoridad, como un
policía, un médico o un juez, por ejemplo? (con esta pregunta se pretende
explorar otras situaciones típicas de la fobia social)
9. ¿Sientes vergüenza o nerviosismo cuando tienes que hacer alguna actividad en
presencia de los demás, como comer o escribir delante de otras personas, entrar
en una habitación donde están todos ya sentados, por ejemplo? (con esta
pregunta se pretende explorar otras situaciones típicas de la fobia social pero
concretamente con situaciones de tipo no interactivo, se puede utilizar un listado
de situaciones que habitualmente se relacionan con la ansiedad social)
10. ¿Te sientes incómodo cuando crees ser el centro de atención?
11. ¿Crees que el temor o la ansiedad que sientes es excesiva o irracional?
12. ¿Piensas que eres torpe o que no se te da bien relacionarte con los demás?
13. ¿Haces algo para evitar que los demás noten que estas nervioso?
14. ¿Evitas ciertas situaciones para no pasar por este estado de ansiedad?
15. ¿Te afecta en el trabajo o escuela o en tu rutina diaria?

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