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Espiritualidad
Introducción
1. Benito, E.; Barbero, J.; Dones, M.; Gómez, J. «Modelo de acompañamiento espiritual. Propuesta
del Grupo de Trabajo sobre Espiritualidad SECPAL». En: Benito, E.; Barbero, J.; Dones, M. (ed.).
«Espiritualidad en clínica. Una propuesta de evaluación y acompañamiento espiritual en cuida-
dos paliativos». Monografías SECPAL, n.º 6. Madrid: Sociedad Española de Cuidados Paliativos,
2014, p. 271-279.
2. Benito, E.; Barbero, J.; Dones, M. (ed.). «Espiritualidad en clínica. Una propuesta de evalua-
ción y acompañamiento espiritual en cuidados paliativos». Monografías SECPAL, n.º 6. Madrid:
Sociedad Española de Cuidados Paliativos, 2014.
9. Nolan, S.; Saltmarsh, P.; Leget, C. «Spiritual care in palliative care: Working towards an EAPC
Task Force». Eur J Palliat Care 2011;18:86-89.
10. Puchalski, C. M.; Vitillo, R.; Hull, S. K.; Reller, N. «Improving the Spiritual Dimension of Whole
Person Care: Reaching National and International Consensus». J Pall Med 2014;17(6):1-15.
11. Benito, E.; Barbero, J.; Payás, A. El acompañamiento espiritual en cuidados paliativos. Una in-
troducción y una propuesta. Madrid: Arán Ediciones, 2008.
1. Nivel intrapersonal
a) Coherencia con los propios valores y armonía entre lo que se anhela, se
piensa, se siente, se dice y se hace.
b) Sentido de la propia existencia.
2. Nivel interpersonal
a) Conexión: amar y ser amado.
b) Necesidad de perdón y reconciliación: cuando falta armonía en la relación
con las personas significativas.
3. Nivel transpersonal
a) Pertenencia a una realidad superior, de la que formamos parte, que nos
abarca, nos sostiene y nos trasciende, y en la que nos podemos abandonar,
sea cual sea el nombre que le demos.
b) Trascendencia como la capacidad de expandir el ser más allá de los confines
comunes de las experiencias cotidianas, de abrirse a nuevas perspectivas
desde unos criterios distintos a la lógica racional, que permiten aventurarse
12. Mount, B. «Existencial suffering and the determinants of healing». Europ J Palliat Care 2003;10(2):
40-42.
13. Reed, P. G. «An emerging paradigm for the investigation of spirituality in nursing». Res Nurs
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14. Benito, E.; Oliver, A.; Galiana, L.; Barreto, P.; Pascual, A.; Gomis, C.; Barbero, J. «Development
and validation of a new tool for the assessment and spiritual care of palliative care patients».
J Pain Symptom Manage 2014;47:1008-1018.
Los maestros espirituales nos recuerdan que la muerte es una ilusión.18 Hasta
los propios evangelios repiten frecuentemente la expresión «No temáis». Sin
embargo, el enfermo de hoy se enfrenta en esta etapa a un viaje por un territo-
rio desconocido para él, lleno de incertidumbre, en el que se siente amenazado
y a veces abandonado en la soledad y el miedo. En este contexto, el cuidado o
acompañamiento espiritual debe entenderse como un acercamiento profesio-
nal y ético a esta oportunidad que se ofrece para, recordándole su verdadera
naturaleza, su dimensión trascendente y eterna, facilitar la sanación.
19. Mount, B. M.; Boston, P. H.; Cohen, S. R. «Healing connections: on moving from suffering to a
sense of well-being». J Pain Symptom Manage 2007;33:372-388.
20. Egnew, R. T. «El significado de sanar: trascendiendo el sufrimiento». Ann Fam Med 2005;3:
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22. Lutz, A.; Greischar, L. L.; Perlman, D.; Davidson, R. J. «Bold signal in insula is differentially re-
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24. Lutz, A.; Greischar, L. L.; Rawlings, N. B.; Ricard, M.; Davidson, R. J. «Long-term meditators
self-induce highamplitude gamma synchrony during mental practice». Proc Natl Acad Sci USA
2004;101:16369-16373.
25. Pace, T. W.; Negi, L. T.; Adame, D. D. et al. «Effect of compassion meditation on neuroendocrine,
innate immune and behavioral responses to psychosocial stress». Psychoneuroendocrinology
2009;34:87-98.
¿Cuántas veces hemos oído que morir no es un problema, porque los proble-
mas tienen solución? Decimos que morir es un misterio. En la medida en que
el morir no pertenece a la categoría de lo problemático, sino a la de la realidad
determinada por nuestra condición humana, el acompañamiento espiritual en
cuidados paliativos no puede enfocarse únicamente como algo a solucionar o
a conseguir, sino como un proceso a cuidar.
Cuando identificamos nuestra realidad personal exclusivamente con un
organismo más o menos vulnerable y olvidamos quiénes somos realmente
desde nuestra condición espiritual, solo desde esa ignorancia podemos creer
que nuestra persona —y no nuestro personaje— muere debido a enfermeda-
des, y que debemos centrar nuestro esfuerzo únicamente en luchar contra la
muerte.
Si recordamos que somos «impermanentes» y trascendentes, frágiles y vul-
nerables, pero al mismo tiempo parte de una realidad superior que nos con-
tiene y trasciende, si reconocemos nuestra naturaleza espiritual, aceptaremos
la realidad: que morimos por haber nacido, que la enfermedad es solo la cir-
cunstancia que nos acompaña al cierre de nuestra existencia, y que luchar con-
tra el proceso de morir, cuando es irremediable, frecuentemente solo amplifica
el sufrimiento producido por la amnesia de quiénes somos.
Cuando nos escondemos de la muerte, huyendo o negándola, nuestra vida
limita su profundidad, perdemos la posibilidad de conocer quiénes somos más
allá de nuestro nombre y forma, y la dimensión trascendente desaparece de
nuestras vidas, porque la muerte es una apertura a esa dimensión.
Nuestra condición trascendente encuentra, en el momento de la proximidad
de la muerte, una ocasión excepcionalmente favorable para el despertar de la
conciencia espiritual. Quienes cuidamos y acompañamos a los que nos dejan,
debemos ser conscientes del privilegio de habitar por algunos instantes una
tierra sagrada, un espacio donde la realidad emerge por encima de la cotidiana
superficialidad, donde el misterio abre oportunidades de transformación.
Con nuestras actitudes y actuaciones, quienes acompañamos podemos
facilitar o entorpecer ese alumbramiento que se da en cada proceso.
Introducción
Más allá de la minoría de personas que desarrollan una neurosis, todos los seres
humanos de nuestra época se encuentran ante el reto de realizar su búsqueda
de sentido individual. Aquí coincide Frankl con Sartre al centrarse en los con-
ceptos de libertad y responsabilidad. Se concibe que el ser humano es, en cada
circunstancia de su vida, libre de elegir la actitud con la que va a enfrentarse
a su situación. Esta es la última de las libertades humanas, aunque esa misma
libertad represente una fuente de angustia, dado que la otra cara de la libertad
es la responsabilidad. Al poder elegir libremente sus conductas y actitudes, la
4. Thompson, L. A. La ansiedad ante la muerte y el propósito en la vida en fin de vida. Tesis doc-
toral sin publicar. Bilbao: Universidad de Deusto, 1996, p. 59.
5. Crumbaugh, J. C.; Maholick, L. T. «An experimental study in existentialism: the psychometric
approach to Frankl’s noogenic neurosis». J Clin Psychol 1964;20(2):200-207. (Versión traduci-
da en español en: Thompson, L. A. La ansiedad ante la muerte y el propósito en la vida en fin
de vida. Tesis doctoral sin publicar. Bilbao: Universidad de Deusto, 1996).
15.2.2. El sufrimiento
El caso de Rosa
Hace muchos años, recién inaugurada la Unidad de Cuidados Paliativos,
tuvimos un caso que nunca olvidaré. Era una mujer de unos 68 años,
que podemos llamar Rosa. Era viuda, sin hijos, poco acompañada en
su enfermedad y con unas creencias religiosas muy arraigadas. Cono-
cía su diagnóstico y su pronóstico, y verbalmente expresaba que lo
aceptaba. Sin embargo, a medida que empeoraba físicamente empezó
a pasar cada vez más tiempo rezando en voz alta con o sin su rosario
en mano. Le ofrecimos atención religiosa con el capellán, y fue visitada
por mí, la psicóloga de la unidad. En mis sesiones con ella, llegué a
vislumbrar que podría tener un sentimiento muy intenso de culpa que
le producía una angustia existencial tremenda de cara a la muerte y el
juicio divino. Sin embargo, no pudo hablarme directamente de ello, ni se
confesaba con el cura. Con el deterioro, el comportamiento de la ora-
ción llegó a constituir una conducta completamente obsesiva-compul-
siva y angustiosa, tanto para ella como para cualquier persona que se le
acercara. Y ocupaba cada minuto de su tiempo de vigilia. Cuando llegó
el momento de la sedación, que ella verbalmente solicitaba, recuerdo la
inmensa dificultad en lograr calmar su angustia con la medicación y en
que se quedara tranquilamente dormida. Su angustia pudo más que las
grandes dosis de fármacos.
Rosa enseñó a nuestro equipo novato de cuidados paliativos en qué
consistía la angustia existencial en su estado más puro.
Si en los momentos de mayor sufrimiento es cuando más tienden a surgir las
preguntas existenciales, es lógico que la búsqueda de sentido aparezca a
menudo entre los pacientes con enfermedades avanzadas y sus familiares. Por
lo tanto, en nuestra labor de reducir el malestar emocional, social y espiritual,
necesitamos estar atentos a la angustia, que se expresa de forma individua-
lizada en cada caso, y procurar intervenir para aliviarla en la medida de lo
posible.
El caso de Jesús
La biografía de Jesús era la de un hombre sumamente solitario. Durante
su estancia en la Unidad de Cuidados Paliativos, tuve la ocasión de desa-
rrollar paulatinamente una relación terapéutica con él. De algún modo,
Jesús aprovechó la crisis y el sufrimiento de encontrarse al final de su
vida para atreverse a dejar que otra persona se acercase a él y lo cono-
ciera más que ninguna otra antes. Y eso mismo ayudó a dar sentido a la
etapa terminal en que se encontraba. Él se había amoldado a la soledad
de joven, al inmigrar a Estados Unidos como pastor de ovejas y vivir
durante años sin apenas toparse con otros seres humanos. A su regreso
a casa, al caserío familiar, no se sentía capaz de compartirlo con sus her-
manos, y optaba por vivir en una autocaravana aparcada fuera de la casa.
Sin embargo, durante su estancia en la unidad pudo abrirse algo a sus
hermanos y expresarles su agradecimiento por sus cuidados y su pacien-
cia con él. Yo había acompañado a Jesús en un repaso a su vida anterior,
y parecía aceptar con bastante serenidad que su vida llegaba a su fin.
Pero fue muy llamativo lo ocurrido el día en que empezó la sedación.
Entré en la habitación unos minutos después de la dosis que iba a empe-
zar a sedarlo, y me informaron de que Jesús ya estaría profundamente
dormido. Sin embargo, cuando me acerqué a la cama me sorprendió al
abrir los ojos y empezar a hablarme. Habló y habló y habló. Una vez
más, Jesús necesitaba hacer repaso de su propia biografía, haciendo
un balance de sentido y buscando la paz. En un momento dado, me
dijo: «He vivido demasiado solo. Tenía que haber estado más con los
demás». Yo estaba muy cerca en ese momento, agachada al lado de la
cama. Ni siquiera había cogido una silla, ya que la larga exposición me
había cogido desprevenida. «Sí, has vivido muy solo, pero también has
vivido una vida llena de aventuras, una vida distinta de otras, a tu propia
manera, y con material como para llenar un libro.» Jesús sonrió y asintió.
14. Pickerel, J. «Tell me your story: using life review in counselling the terminally ill». Death Studies
1989;13:127-135.
15.2.4. Intervención
El caso de José
José era un hombre joven, separado de su mujer y con dos hijos al final
de la adolescencia. El adjetivo que mejor definía a José era hermético.
Era una persona muy reservada, que hablaba poco y, desde luego, nunca
de sentimientos. Curiosamente, fue él quien dio el primer paso para esta-
blecer una relación terapéutica conmigo. José me conocía de mis visitas
a su compañero de habitación. Y un día, cuando ya me iba, me paró para
enseñarme unas fotos de obras suyas, fruto de su trabajo. Resulta que
José se dedicaba a trabajar la piedra en obras de albañilería, y provenía
de toda una familia que había trabajado la piedra durante generaciones.
Recientemente, su propio hijo se había iniciado en ese mismo trabajo,
primero con él y luego, al ponerse enfermo, con su tío.
15. «Señor, dame la fuerza para cambiar lo que pueda cambiar, la serenidad de aceptar lo que no
puedo cambiar, y la sabiduría de distinguir una cosa de la otra.»
Premisas básicas
La experiencia religiosa puede ser un elemento más que integra la vivencia
personal en la enfermedad avanzada, con repercusiones concretas posibles en
cogniciones, sentimientos y conductas.
1. Cella, D. F.; Tulsky, D. S.; Gray, G.; Sarafian, B.; Linn, E.; Bonomi, A. et al. «The Functional
Assessment of Cancer Therapy (FACT) scale: Development and validation of the general mea-
sure». J Clin Oncol 1993;11(3):570-579.
Intervenciones recomendadas
• Realizar una exploración.
• Desvelar en qué momento de la historia del paciente la dimensión religiosa
fue utilizada como un recurso importante, con la posibilidad de ser reto-
mada.
• Comprender significados: personalización y proceso de counselling cen-
trado en la persona.
• Interesarse por las asociaciones de las creencias con las conductas y para-
digmas interpretativos de la enfermedad, las implicaciones cognitivas y
comportamentales.
• Identificar la posible necesidad de algún representante de la religión que
facilite la celebración de ritos, medie en hábitos religiosos (oración, por
ejemplo), vincule con otros miembros de la comunidad creyente, refuerce
dinamismos solidarios, etc.
• Confrontar posibles dinamismos no adaptativos a nivel psicoespiritual pro-
cedentes de interpretaciones fundamentalistas o no purificadas de algunos
aspectos de la religión (las religiones son propuestas y experiencias huma-
nizadoras en sí mismas).
• Controlar posibles contratransferencias y prejuicios del terapeuta no naci-
dos de la competencia cultural, espiritual y religiosa adecuada a la interven-
ción.