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FACULTAD DE ENFERMERÍA
ESCUELA PROFESIONAL DE ENFERMERÍA
DOCENTE:
▪ Mg. Adita Rocío Medina Quispe
ESTUDIANTES:
▪ Mondragòn Còrdova Iris
▪ Crisanta Pedraza Abigail.
▪ Santìn Rojas Sara.
▪ Segura Segura Alejandra.
▪ Velasco Suyón Sofia.
▪ Vilela Espinoza Antuanet.
CICLO:
▪ VIII
SEMESTRE:
▪ 2022 – I
LAMBAYEQUE – 2022
Introducción
Los cuidados que en la actualidad mayormente reciben las personas que se encuentran con
enfermedades terminales se basan en intentar no perder la vida en todas las formas, mediante
una sobrecarga asistencial, los mismos que causan sufrimiento en la persona y deja de lado la
espiritualidad, es decir la cultura que mayormente rodea a nuestra sociedad es de escasez
espiritual.
Asimismo, la persona vive refugiada en aquel aspecto tangible que es el cuerpo, cuando este
se siente amenazado en su integridad es importante cuidar también del estado interior que le
permita tener una muerte en paz.
Gracias al desarrollo de los cuidados paliativos junto con los avances médicos recientes se ha
mejorado al cuidado encaminado a lo más humanizado, albergando las condiciones personales
que orientan dando valor y sentido a la vida de cada uno.
Es por ello que, en los últimos años, los procesos biomédicos han contribuido enormemente al
bienestar de la humanidad, pero han creado nuevos riesgos para la integridad e identidad del
ser humano. La bioética nos enseña a respetar el mundo de los valores y derechos de los
pacientes y profesionales sanitarios. El cuidado que se realiza a una persona debe seguir unos
principios básicos tanto éticos como legales que resulten aceptables de modo universal, sea
cual fuere la referencia cultural, moral y ética de cada individuo.
En la presente exposición vamos a dar a conocer sobre el privilegio de cuidar acompañando en
el último viaje y los aspectos éticos y legales en los cuidados paliativos, de esta manera aportar
teóricamente en su aprendizaje, esperamos su atención y participación activa de cada una de
ustedes.
1. El privilegio de cuidar acompañando en el último viaje
1.1 CUIDADO ESPIRITUAL EN EL ÚLTIMO VIAJE DE LA VIDA
Consiste en brindar una adecuada e integrada respuesta al sufrimiento con la certeza de que
hasta el final de su vida el ser humano pueda realizarse en el proceso de alcanzar su potencial.
Pues en diversas investigaciones, que posteriormente mis compañeras también mencionarán se
ha demostrado que existe una relación de proporcionalidad directa entre el cuidado ala
necesidades espirituales y la capacidad para recuperarse de una enfermedad y ala vez
sobrellevar el sufrimiento (1).
En este cuidado todas las actividades deben centrarse en la persona enfocados a respetar su
autonomía, elección individualizada, etc. Los mismos que deben ser abordados bajo un equipo
multidisciplinario que debe identificar, valorar y evaluar las necesidades espirituales de la
persona en etapa terminal, estableciendo su tratamiento, adecuando el nivel de intervención de
acuerdo a sus necesidades (1).
1.2. DIFERENCIAS ENTRE ESPIRITUALIDAD Y ESPÍRITU (1):
Espiritualidad y espíritu no son los mismos.
Espiritualidad Espíritu
Los diagnósticos enfermeros relacionados con las necesidades espirituales pueden ser los
siguientes: afrontamiento inefectivo, ansiedad ante la muerte, desesperanza, riesgo de
compromiso de la dignidad humana, riesgo de sufrimiento espiritual y sufrimiento espiritual.
Incluyen datos más objetivos como filiación religiosa o prácticas espirituales, mientras que
abordan aspectos más profundos y subjetivos.
La atención a la dimensión espiritual del enfermo y de quienes le cuidan tiene sus propias
particularidades que hemos de reconocer porque la situación de cada persona es única e
irrepetible y como tal debe ser tratada; en este sentido, deberemos:
Se emplea para preparar a los profesionales a reconocer y apoyar las necesidades espirituales
de la persona al final de su vida. Identifica cuatro niveles de competencia definidos según el
tipo y el nivel de contacto con el paciente.
● Nivel 1
Orientado a profesionales y voluntarios que mantienen contacto esporádico con pacientes y
familiares. Implica ser capaces de entender que todos tenemos necesidades espirituales y
distinguir entre las necesidades espirituales y las religiosas. Potencia habilidades básicas.
Desempeña un papel primordial mantener las relaciones.
● Nivel 2
Orientado a los profesionales en contacto continuado con pacientes y sus familiares-
cuidadores. Implica desarrollar las competencias ganadas en el nivel I. Habrá mayor percepción
de las necesidades espirituales y religiosas y cómo pueden ser identificadas. Debería
conseguirse también la habilidad de identificar las necesidades personales de aprendizaje del
otro. Desempeña un papel relevante la comunicación efectiva.
● Nivel 3
Orientado a profesionales miembros del equipo multidisciplinario.
Potencia y desarrolla las habilidades ya ganadas. Valoración de las necesidades espi rituales y
religiosas, desarrollando un plan de cuidados y reconociendo cuestiones éticas, religiosas y
espirituales.
● Nivel 4
Enfocado a los profesionales cuya responsabilidad principal es la atención espiritual y/o
religiosa de los pacientes y profesionales. Deben ser capaces de manejar y facilitar una
respuesta adecuada para las necesidades espirituales y religiosas de los pacientes,
familiares/cuidadores, profesionales y voluntarios. Es de gran importancia aquí la clara
comprensión de las propias creencias personales y los recursos de otros miembros del equipo.
El valor terapéutico del acompañamiento se basa en la importancia de «estar ahí», como una
presencia compasiva hacia la persona que se acerca al final de su vida. Este modelo ve la vida
como un viaje y el morir el final de ese camino. La máxima de este modelo es empezar donde
está la otra persona. Viajar con el otro, dejarse guiar por él y permitirles que marquen el camino
(1).
Estadio I. Unirse («caer en la cuenta» en un plano espiritual): En primer lugar, hay que
conectar con la persona en el punto en que se encuentra y reconocer las preocupaciones
espirituales que le causan problemas.
Estadio II. Escuchar (sensibilidad): Estar lo suficientemente en sintonía con la otra persona
para captar lo que está diciendo y para saber recoger las «entradas» que le está facilitando.
Algunos profesionales pueden sentir que sólo pueden acompañar al otro en su viaje espiritual
hasta este punto.
Estadio III. Comprensión (empatía espiritual): Pudiera ser difícil para un profesional entrar
en este estadio si no ha reflexionado de antemano sobre su propia vida espiritual, así como
entender cómo pueden utilizarse los recursos espirituales.
4. Los pacientes están mejor cuando se les escucha que cuando se les dan cosas. Es
tremendamente importante entender la espiritualidad del enfermo como parte de la provisión
del apoyo apropiado, en especial en enfermería capacitada (1).
-El profesional comprometido desarrolla sus capacidades en todos los aspectos de la atención
paliativa, que incluyen:
1. Ser capaz de conseguir el silencio y la paz de la mente propia. Esto contribuye a facilitar
espacios seguros para él mismo.
2. Desarrollar optimismo ante los desafíos, duelo y «dejar ir», ser despegado sabiendo que él
es un instrumento más en el arsenal de apoyo al enfermo.
2. Considere su documentación como parte del plan integral de valoración, y que los de carácter
confidencial se documenten únicamente cuando afecten de manera directa a los cuidados
clínicos del paciente y sea crucial su conocimiento por parte de los demás miembros del equipo.
3. Tenga en cuenta las consideraciones éticas. Los enfermos a menudo sienten que poseen poco
control sobre sus vidas. Existe un profundo sentido de intimidad en relación con los aspectos
espirituales de la vida de una persona. Todo el poder y el control pueden ser percibidos como
dominio del profesional sanitario, quien jamás debe explotar la debilidad o vulnerabilidad del
paciente. Aquel a quien es permitido el acceso debe mostrar cuidado, reserva y
confidencialidad.
4. Aplique la mejora de calidad a los cuidados espirituales. Para adentrarnos en este terreno
iremos al mundo de lo cualitativo y lo subjetivo; la intuición y los sentimientos. La mejora de
la calidad de los cuidados espirituales requerirá aproximaciones cuantitativas y cualitativas,
para captar los aspectos consustanciales de los cuidados espirituales (1).
Caso clínico
Mujer de 77 años diagnosticada desde hace 3 años de cáncer de mama en estadio IIIB, y recibió
tratamiento con radioterapia y quimioterapia. Actualmente presenta metástasis ósea. Precisa
cuidados paliativos en domicilio por empeoramiento de su enfermedad.
– Antecedentes personales: hipercolesterolemia y diabetes mellitus.
– Medicación actual: parches de fentanilo 1c/72h. Desde hace 2 días no tolera medicación vía
oral (estaba en tratamiento con analgésicos orales y omeprazol 20mg).
– Exploración física: Estado confuso. Desorientada. Piel íntegra, pálida, leve deshidratación.
Norton: 7. Pupilas isocóricas, hiporreactivas. Encamada, dependiente para las actividades
básicas de la vida diaria. Incontinencia tanto urinaria como fecal. Presenta nerviosismo,
intranquilidad. Edemas en extremidades inferiores.
– Signos vitales: Tensión arterial: 81/49. Frecuencia cardíaca: 62 pulsaciones x min.
Temperatura: 37,1ºC. Saturación oxígeno: 95%.
1.10.1. Diagnóstico:
Intervenciones dependientes:
● Iniciar tratamiento paliativo subcutáneo
● Vigilar las actividades básicas diarias
● Reducir el nerviosismo y la intranquilidad
Intervenciones interdependientes:
● Radioterapia
● Quimioterapia
Intervenciones dependientes:
● Utilizar la comunicación terapéutica para establecer confianza y una asistencia
empática
● Tratar al individuo con dignidad y respeto
● Proporcionar privacidad y momentos de tranquilidad para actividades espirituales
● Estar abierto a las expresiones de preocupación del individuo
● Fomentar el uso de recursos espirituales, si desea
● Estar dispuesto a escuchar los sentimientos del individuo
● Asegurar al individuo que el cuidador estará disponible para apoyarle en los momentos
de sufrimiento
● Ayudar al individuo a expresar y liberar la ira de forma adecuada
La vida no es un bien extrínseco a la persona humana, sino un valor fundamental del que
derivan los derechos humanos. El deber de respetar y promover la vida es, por tanto, el primer
imperativo ético del hombre para consigo mismo y para con los demás. La vida corporal es
condición necesaria para el ejercicio de cualquier otro derecho. En el debate bioético
contemporáneo sobre el final de la vida humana, se suele afirmar que nadie tiene derecho a
imponer la obligación de seguir viviendo a una persona que, en razón de un sufrimiento
extremo, ya no lo desea. Basándose en una peculiar concepción del respeto a la libertad
individual (autonomía) del paciente, se propone entender el “derecho a una muerte digna” como
el derecho a disponer de la propia vida mediante la eutanasia o el suicidio médicamente
asistido. De acuerdo con esta línea de pensamiento, en situaciones verdaderamente extremas,
la eutanasia y la asistencia al suicidio representarían actos de compasión (beneficencia);
negarse a su realización podría suponer una forma de maleficiencia.
Asimismo tenemos que en el informe del Comité de expertos de la OMS establece que entre
los objetivos específicos de los cuidados paliativos están el “reafirmar la importancia de la
vida, considerando a la muerte como un proceso normal” y “establecer un proceso que no
acelere la llegada de la muerte ni tampoco la posponga.” Estos objetivos corresponden a una
concepción del derecho a morir con dignidad no como un derecho a morir, sino como un
derecho a una forma de morir. La idea fundamental es que el ser humano agonizante plantea
una serie de exigencias éticas tanto a los profesionales de la salud como a la sociedad. Los
objetivos que se plantean los cuidados paliativos son una respuesta activa y concreta frente a
estas exigencias éticas del morir humano
Parte integrante del imperativo ético de respetar y promover la vida humana es el deber moral
de poner los medios necesarios para cuidar la salud, propia y ajena. Pero es evidente que nadie
está obligado a utilizar todas las medidas médicas actualmente disponibles, sino solo aquellas
que le ofrezcan una razonable probabilidad de beneficio.
Este principio sostiene que existe la obligación moral de implementar solo aquellas medidas
terapéuticas que guarden una relación de debida proporción entre los medios empleados y el
resultado previsible. Aquellas intervenciones en las que esta relación de proporción no se
cumple, se consideran “desproporcionadas” y no son moralmente obligatorias. Por tanto, para
determinar si en un caso particular una intervención médica es o no moralmente obligatoria, se
debe realizar un juicio de proporcionalidad. La relevancia moral de este juicio estriba en la
ilicitud moral de omitir aquellas intervenciones que puedan reportar beneficios para el paciente
particular, pues ello representaría una forma de eutanasia (por omisión).
Para verificar si esta relación de “debida proporción” se cumple o no en determinada situación,
es necesario confrontar el tipo de terapia -su grado de dificultad, riegos, costos y posibilidades
de implementación -con los resultados esperables. Es decir, los elementos que deben tenerse
en cuenta a la hora de juzgar la proporcionalidad de una intervención médica son, entre otros:
La utilidad o inutilidad de la medida. Las alternativas de acción, con sus respectivos riesgos y
beneficios.
El uso de opioides y otras drogas que pueden alterar el estado de vigilia del paciente es habitual
en Medicina Paliativa. No es infrecuente que el recurso a este tipo de terapias genere dudas en
la familia y/o en el equipo de salud. Se teme que los efectos adversos de estas drogas -como
hipotensión, depresión respiratoria, etc. —podrían representar una forma de eutanasia.
Ante esta inquietud cabe recordar, en primer lugar, que cuando se utilizan en forma adecuada,
los efectos secundarios de estas drogas no son tan frecuentes como se solía afirmar en el pasado.
Sin embargo, aun cuando en algún caso se pueda prever la ocurrencia de ciertos efectos
adversos, ello no significa que usar estas terapias sea moralmente reprobable.
Se aplica aquí el clásico principio ético conocido como doble efecto (o voluntario indirecto).
Este principio señala algunas condiciones que deben darse para que un acto que tiene dos
efectos –uno bueno y uno malo– sea moralmente lícito. Las condiciones del doble efecto son:
que la acción sea por sí misma buena o al menos indiferente, que el efecto malo previsible no
sea directamente querido, sino tolerado, que el efecto bueno no sea causado inmediata y
necesariamente por el malo y que el bien buscado sea proporcional al eventual daño producido.
Si aplicamos este principio, por ejemplo, al tratamiento analgésico con dosis altas de opioides,
vemos que se busca directamente aliviar el dolor (efecto bueno) luego de haber agotado otras
terapias que carecen de efectos negativos, no habría inconvenientes éticos en administrar
opioides, siempre y cuando los efectos adversos como una eventual hipotensión, depresión del
centro respiratorio y/o sedación no sean directamente buscados, sino solo tolerados dado que
no se dispone de otras alternativas eficaces de tratamiento. En estas condiciones, esta forma de
terapia representaría el mayor bien posible para ese paciente.
Dado que las facultades superiores se consideran un bien objetivo de la persona, no sería lícito
privar a nadie de su conciencia, sin una razón justificada. Para que sea moralmente lícita, esta
privación de conciencia tiene que obedecer a un motivo terapéutico justificado y no debe ser
directamente deseada, sino solo tolerada.
4 Principio de veracidad
Sin embargo, en la práctica hay situaciones en las que el manejo de la información genera
especial dificultad para los médicos. Ello ocurre especialmente cuando se trata de comunicar
malas noticias, como son el diagnóstico de enfermedades progresivas e incurables o el
pronóstico de una muerte próxima inevitable. En estas circunstancias, no es inusual –
especialmente en Latinoamérica– optar por una actitud paternalista, que lleva a ocultar la
verdad al paciente. Ello podría suponer caer en la “conspiración del silencio” que, además de
representar nuevas fuentes de sufrimiento para el paciente, puede suponer una injusticia, pues
priva al paciente del derecho a ejercer su autonomía. Sin embargo, no revelar toda la verdad
acerca del diagnóstico o pronóstico a un paciente determinado no siempre significa violar su
autonomía. Sabemos que existen diferencias culturales en los estilos o modelos de toma de
decisión.
Por tanto, dependiendo del caso, se debe respetar el deseo del paciente de optar por un modelo
familiar de toma de decisiones puede representar justamente la forma concreta de respetar su
autonomía. Por otro lado, existen circunstancias en las que podría ser prudente postergar la
entrega de la información a un paciente determinado en atención al principio de no
maleficencia. Este podría ser, por ej., el caso de pacientes con una depresión severa aún no
adecuadamente tratada. Es asi que, la comunicación de la verdad médica debe ir brindada con
una cuidadosa reflexión sobre el qué, cómo, cuándo, cuánto, quién y a quién se debe informar.
En el manejo de la información en Medicina Paliativa se han de aplicar con prudencia los cuatro
principios básicos de la ética clínica: no-maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia.
5 Principio de prevención
Prever las posibles complicaciones o los síntomas que con mayor frecuencia se presentan en la
evolución de una determinada condición clínica, es parte de la responsabilidad médica (deber
de previsibilidad). Se deben de implementar todas las medidas necesarias para prever las
posibles complicaciones o los síntomas que con mayor frecuencia se presentan en la evolución
de determinada condición clínica y aconsejar oportunamente sobre las mejores terapéuticas a
seguir en caso de que ellas se presenten; esto facilita el no involucrarse precipitadamente en
intervenciones desproporcionadas que puedan afectar al paciente
.6 Principio de no abandono
1. Principio de beneficencia
. Es la obligación de hacer o buscar el bien del enfermo. Se basa en que los procedimientos
diagnósticos y terapéuticos que se apliquen deben beneficiar al paciente, ser seguros y
efectivos.
2. Principio de no maleficencia
En cualquier acto médico hay un riesgo de hacer daño. El balance entre los beneficios y los
riesgos de cualquier actuación médica debe ser siempre a favor de los beneficios.
3. Principio de autonomía
Tiene en cuenta la libertad y la responsabilidad del paciente que es quien decide lo que es bueno
para él.
4. Principio de justicia
❖ Se intenta dar una solución integral a sus problemas, tanto físicos como
psicoemocionales, sociales y espirituales (principio de beneficencia).
❖ No se le daña de forma innecesaria utilizando procedimientos terapéuticos o
diagnósticos que se hayan demostrado inútiles, fútiles, o que sean considerados
desproporcionados (principio de no maleficencia).
❖ Se le informa adecuadamente de su situación, si así lo desea, y decide lo que es
mejor para él (principio de autonomía).
❖ El Sistema de Salud cubre sus necesidades independientemente de cualquier
circunstancia y no le discrimina por ningún motivo (principio de justicia).
Cuando en una situación concreta hay conflictos entre los principios, surge el problema ético.
Generalmente varias soluciones son posibles para un mismo problema, lo que convierte
una decisión en éticamente correcta no es la solución en sí misma sino la adecuada
realización del proceso de deliberación , entendiendo como tal el análisis del problemas en
toda su complejidad, ponderando tanto los principios y valores implicados como las
circunstancias particulares del caso y consecuencias de cada curso de acción.
Aunque en un principio no se consideró que hubiera ningún tipo de prioridad entre los 4
principios, Gracia señala que en caso de conflicto suelen tener prioridad los principios que
constituyen la «ética de mínimos» (no maleficencia y justicia) sobre los de la «ética de
máximos» (beneficencia y autonomía). Es frecuente el conflicto entre beneficencia y
autonomía, principios del mismo nivel. La prioridad está marcada por influencias culturales,
en países anglosajones prevalece la autonomía y en los latinos, la beneficencia, aunque esta
situación tiende a cambiar.
El proceso del final de la vida constituye un ámbito especialmente complejo en las sociedades
tecnológicamente desarrolladas. La gestión de dicho proceso genera una urdimbre de dilemas
éticos que requieren de una mirada atenta y respetuosa con la dignidad de la persona. Con
frecuencia se plantean situaciones de gran complejidad tecnológica y gravedad emocional que
requieren del discernimiento de órganos de deliberación interdisciplinar, como los comités de
ética asistencial.
Procurar una muerte pacífica teniendo en cuenta el sistema de valores y de creencias del
paciente constituye un imperativo ético de primer orden. Sin embargo, este deber profesional
abre un abanico de interpretaciones y de prácticas en virtud de los contextos, de los actores
implicados y del sistema de creencias y de valores del profesional, del paciente y de su familia.
La expresión «acompañar a morir dignamente» constituye un desiderátum que alberga
prácticas y decisiones de muy distinta naturaleza y que, en ocasiones, legitima acciones que se
ubican en planos opuestos.
Además de una obligación legal (Ley 41/2002), informar de un modo veraz, inteligible y
adecuado al paciente sobre cuál es su diagnóstico y su pronóstico constituye un deber ético y
deontológico. La gestión de la información en el proceso del final de la vida contrae unas
dificultades extraordinarias por el impacto emocional que pueden acarrear ciertos mensajes.
Esta tarea no resulta nada fácil. En determinadas situaciones no existe consenso entre los
miembros de la familia y se dan posturas antagónicas. El profesional de la salud tiene la
obligación de informar adecuadamente y ayudar a mediar y a deliberar junto con la familia,
cuál es la mejor opción, sin vulnerar su espacio de autonomía y respetando, en todo momento,
su proceso de discernimiento.
El cuidado de la intimidad
El paciente que asume con plena consciencia el final de su vida, porque ha sido correctamente
informado de ello, tiene derecho a compartir en la privacidad el ritual de despedida con los
seres más allegados, debe poder comunicarse con las personas que considere oportunas y
adecuadas, lo cual significa que tiene que disponer de unos espacios idóneos para ello, en un
marco de intimidad y de privacidad.
El derecho a la equidad
La limitación del esfuerzo terapéutico constituye una figura ética aceptada por la gran mayoría
de los especialistas europeos en bioética y en bioderecho. Frente a la obstinación terapéutica y
al peligro de la distanasia, es esencial reivindicar la limitación del esfuerzo terapéutico,
teniendo en cuenta la voluntad del paciente, su diagnóstico y su pronóstico, y simultáneamente,
el sufrimiento que pudiera acarrearle una intervención médica.
El principio de no maleficencia exige velar, en todo momento, por no causar un mal. Ello se
traduce en la voluntad de mitigar y de paliar el sufrimiento, incluso si tal empeño tiene como
consecuencia la aceleración del proceso de muerte. El paciente puede decidir cómo desea que
se gestione el tramo final de su vida. Si está médicamente indicada, podrá optar por la sedación
paliativa, asumiendo las consecuencias que ello acarrea. La perspectiva de la familia debe ser
respetuosa con la voluntad del paciente y, en ningún caso, debe someter al paciente a una
coacción o a una coerción de tipo emocional.
El paciente debe ser atendido y acompañado en el proceso final de su vida por los elementos
simbólicos y rituales propios de su tradición espiritual y religiosa, siempre y cuando no cause
perjuicios a terceros. El derecho a la libertad de expresión y de creencias debe ser especialmente
contemplado en el proceso final de vida, con lo cual las instituciones sanitarias y asistenciales,
independientemente de su visión, misión y valores corporativos, deben velar para que esta
asistencia pueda tener lugar en dichas instituciones, en un marco de libertad y de respeto a la
pluralidad axiológica y espiritual
Los Cuidados Paliativos consideran que la fase final de la vida para un enfermo puede ser un
período útil, no sólo para conseguir el alivio de sus molestias, reducir la sensación de amenaza
que éstas significan para su vida, sino también para ayudar, si es posible, a su propia realización
personal y a la satisfacción de otras necesidades.
1) Dar atención global al paciente, con una actitud activa y positiva de los cuidados, superando
el “no hay nada más que hacer”.
6) Considerar siempre las necesidades globales de los enfermos, evitar su aislamiento a través
de seguridad, del no abandono y mantener siempre una comunicación adecuada.
7) Reconocer las preocupaciones del cuidador primario y apoyarle en sus necesidades mediante
diversos servicios de soporte.
● CONVENIO DE OVIEDO
-Suscrito el 4 de abril de 1997
-Establece en su artículo 5 que a fin de poder llevar a cabo una intervención en el ámbito de la
salud, resulta indispensable que las personas afectadas den libremente y sin lugar a dudas su
consentimiento previo.
-Toda persona o paciente tiene derecho a recibir información veraz sobre su proceso y
enfermedad, a rechazar un tratamiento, a la limitación del esfuerzo terapéutico y a elegir entre
las opciones disponibles.
-El principio de autonomía del paciente en el proceso de morir puede articularse mediante una
toma de decisiones informada.
● DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
-Proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948.
-Artículo 25: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como
a su familia, la salud y el bienestar…asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene
asimismo derecho a los seguros en caso.. de enfermedad, invalidez, vejez y otros casos de
pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
● CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS
Fue suscrita, tras la Conferencia Especializada Interamericana de Derechos Humanos, el 22 de
noviembre de 1969 en la ciudad de San José en Costa Rica y entró en vigencia el 18 de julio
de 1978.
● CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO
-Fue aprobada como tratado internacional de derechos humanos el 20 de noviembre de 1989.
-Artículo 24: Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al disfrute del más alto nivel
posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la
salud…se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de
esos servicios sanitarios.
Por otro lado, también hay documentos que han alcanzado el con-senso internacional en el
ámbito de las Naciones Unidas, referidos especialmente a la Bioética, como la Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos.
● DECLARACIÓN UNIVERSAL SOBRE BIOÉTICA Y DERECHOS HUMANOS
-En octubre de 2005, la Conferencia General de la UNESCO aprobó por aclamación la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos.
- La Declaración reconoce la interrelación existente entre la ética y los derechos humanos
en el terreno concreto de la bioética.
NORMAS NACIONALES:
Ley que establece los derechos de las personas usuarias de los servicios de salud.
Artículo 15: Todas las personas tienen derecho a:
15.1 Acceso a los servicios de salud.
● A elegir libremente al médico o establecimiento de salud según disponibilidad y
estructura de este. Excepto en emergencia.
● A solicitar la opinión de otro médico distinto al que el establecimiento ofrece, en
cualquier momento o etapa de la atención o tratamiento.
● A obtener servicios, medicamentos y productos sanitarios adecuados y necesarios para
prevenir, promover, conservar y restablecer la salud, según lo requiera el usuario.
15.2 Acceso a la información.
● A ser informada adecuadamente y oportunamente de los derechos que tiene el paciente
y de cómo ejercerlos.
● A conocer el nombre de médico responsable de su tratamiento
● A recibir información necesaria sobre los servicios de salud a los que puede acceder y
los requisitos necesarios para su uso.
● A recibir la información completa sobre algún traslado que se realice dentro y fuera del
establecimiento de salud.
15.3 Atención y recuperación de salud.
● A ser atendida con pleno respeto a su dignidad e intimidad sin discriminación.
● A recibir tratamientos cuya eficacia o mecanismos de acción cuyos mecanismos hayan
sido científicamente comprobados.
● A su seguridad personal y a no ser perturbada o puesta en peligro por personas ajenas
al establecimiento y a ella.
● A autorizar la presencia durante un examen o intervención médica de quienes no están
directamente implicados en la atención médica.
● A se que respete el proceso natural de su muerte como consecuencia del estado terminal
de la enfermedad.
15.4 Consentimiento informado.
● A otorgar su consentimiento informado de manera libre y voluntario, sin que haya
ningún mecanismo que vicie su voluntad.
● A que su consentimiento conste por escrito cuando sea objeto de experimentación para
la aplicación de medicamentos o tratamientos.
Artículo 23: La vulneración de los derechos en los servicios de salud como el régimen de
sanciones a los profesionales se rige por las normas, el código de ética y deontología.
Artículo 29: El establecimiento de salud queda obligado a proporcionar copia de la historia
clínica al paciente en caso de que este o su representante lo solicite.
El paciente asume el costo del pedido.
Artículo 37: Los establecimientos de salud deben aprobar normas y reglamentos del
funcionamiento interno, asimismo, el ente rector establece los estándares de atención de salud
de las personas a través de protocolos.
Declaración de principios
1) La ética de la enfermera se basa en preceptos de carácter moral que, aplicados con
honestidad, aseguran la práctica legal, la conducta honorable, justa, solidaria y competente de
la enfermera. La deontología de la profesión de Enfermería regula los deberes de la enfermera
en el ámbito de sus labores profesionales.
2) La enfermera aplica en su ejercicio profesional principios bioéticos: autonomía, justicia,
beneficencia, -no maleficencia-, que constituyen las normas fundamentales que gobiernan su
conducta, proporcionándole una base para el razonamiento y la orientación de sus acciones.
3) La conducta ética es el comportamiento que evidencia un sistema de valores y principios
ético-morales en el quehacer diario de la enfermera, asimismo se refleja en las relaciones
humanas que conserva con la persona y la sociedad.
4) El respeto, la disciplina, la responsabilidad, la veracidad, la lealtad, la solidaridad, la
honestidad, la justicia y la probidad son componentes primordiales que guían su proceder en el
cumplimiento de sus funciones.
5) El derecho a la salud se establece en los principios de equidad, solidaridad, universalidad e
integridad de la atención.
6) La enfermera mantiene buenas relaciones fundadas en la confianza, el respeto mutuo, la
cortesía, la lealtad, la fraternidad y la solidaridad con sus colegas, y propicia una convivencia
pacífica, armoniosa y tolerante.
7) La enfermera reconoce que la libertad y la igualdad son derechos fundamentales de los seres
humanos.