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Se han propuesto una serie de razones por las que la gente no inicia relaciones con

otras personas. Algunas de ellas son las siguientes:

1. Falta de información sobre las relaciones sociales. Las relaciones sociales de


una persona pueden ser poco satisfactorias simplemente porque le falta información
sobre la naturaleza de las relaciones sociales. Gambrill y Richey (1985) presentan
algunas creencias falsas que la gente suele tener sobre las relaciones sociales:
a. Las amistades se forman al azar, sin requerir esfuerzos de su parte;

b. La mayoría de las personas con que nos encontramos están dispuestas para la
formación de nuevas relaciones;
c. Las relaciones se desarrollan rápidamente;

d. No se puede aprender gran cosa sobre el hacer amigos/as;

e. Todo es cuestión de sentimientos; / No se puede hacer gran cosa para hacer las
relaciones más profundas; y
g. No se puede hacer gran cosa para mantener los/as amigos/as y las relaciones
íntimas.

El no estar familiarizado con las formas habituales de iniciar relaciones y con


las variaciones que suelen darse en dichas relaciones, constituye algo que
elimina toda posibilidad de profundizar en la amistad. Algunas personas
temen el simple hecho de que les dirijan la palabra. No están seguras de a
dónde llevaría una respuesta por su parte. No están seguras de cuáles son
los motivos de la otra persona para dirigirles la palabra, por muy correcta que
sea. Temen ser manipuladas, engañadas, utilizadas e inducidas a
situaciones que pueden llegar a ser embarazosas. No están familiarizadas
con las reglas de este ritual de la relación, ni con las variedades de los
intercambios sociales. Los contextos sociales nuevos o poco habituales
aumentan el temor y la ansiedad, hasta el punto de que predominan las
relaciones defensivas sobre las manifestaciones auténticas.

Un aspecto importante relativo a hacer nuevos/as amigos/as consiste en


saber dónde conocer gente nueva. Esta información suele faltar en muchas
personas con pocos/as amigos/as. Se pueden aprovechar las situaciones en
las que nos vemos envueltos cada día o podemos buscar lugares nuevos
donde conocer a nuevas personas. Una de las razones más frecuentes por la
que la gente no disfruta de contactos sociales agradables es que no saca
provecho de las situaciones sociales que tiene disponibles (Gambrill y
Richey, 1985). También se puede ir solo/a a toda una serie de lugares como
museos, bibliotecas, conciertos, clases, etc. «Si te preocupas por lo que los
demás vayan a pensar de ti, toma en cuenta la posibilidad de aprender la
manera de reducir tu sensibilidad ante sus reacciones y el modo de reforzar
tu confianza en las decisiones que tomes. No dejes que el temor a la crítica
limite tus oportunidades» (Gambrill y Richey, 1985, p. 99).

Estos autores describen un Inventario de Actividades que ofrecen la


posibilidad de conocer a gente. Algunas de estas actividades son:
Visitar a otras personas,

Ir a fiestas,

Ir a bares y pubs,

Asistir a acontecimientos culturales,

Visitar museos,

Juntarse con grupos de trabajo voluntario, y

Hacerse miembro de organizaciones temáticas.


Sin embargo, ir a un pub o a una discoteca es lo peor que puede hacer una persona
poco habilidosa que quiera adquirir mayor confianza en sí misma. La confianza en
uno mismo tiene dos orígenes: la creencia de que se posee la capacidad de
relacionarse con habilidad y soltura, y la oportunidad de practicar repetidamente esa
capacidad. Ninguna de estas dos cosas se ve favorecida en el ambiente de bares o
discotecas. Se puede ir a esos lugares y divertirse, pero no se le debe ocurrir juzgarse
a sí mismo según el papel que haga en ellos.

2. Falta de habilidades interpersonales. Una persona puede no tomar la iniciativa


para conocer gente porque no sabe cómo acercarse a ella —no sabe cómo empezar la
interacción, sobre qué temas hablar, cómo vérselas con una respuesta negativa.
Gambrill y Richey (1985) señalan que normalmente se puede saber si le atraemos a
alguien por lo que hace y por lo que no hace. A veces la gente no sabe que está
comunicando desinterés o neutralidad, en vez de interés. El saber reconocer señales
de interés nos ayudará a tomar decisiones más precisas sobre quien está o no está
interesado/a en nosotros. De la misma manera, nosotros podemos enviar señales de
interés hacia una persona que nos agrada, de forma que le sea más fácil ponerse en
contacto con nosotros. En el capítulo dedicado a los elementos no verbales podemos
encontrar toda una serie de conductas que tienen una serie de significados
compartidos. Entre las conductas interpretadas como cálidas (de receptividad) y frías
(de rechazo) se pueden encontrar las siguientes (Gambrill y Richey, 1986):
Conductas cálidas: mirar a los ojos, tocarle la mano, inclinarse hacia él/ella, sonreír
con frecuencia, revisarle con la mirada de la cabeza a los pies, expresión facial alegre,
sentarse enfrente de él/ella, asentir con la cabeza, lamerse los labios, levantar las
cejas, ojos muy abiertos, gestos muy expresivos con las manos, miradas rápidas.
Conductas frías: bostezar sin ganas, fruncir el ceño, apartarse de él/ella, mirar al
techo, hurgarse los dientes, negar con la cabeza, limpiarse las uñas, mirar hacia otro
lado, chasquear los dedos, recorrer la habitación con la mirada, agarrarse las manos,
jugar con las puntas del pelo, olerse el pelo.
Pero no sólo es suficiente tener información sobre la naturaleza de las relaciones
sociales. También es importante poseer las habilidades sociales necesarias para
establecer una interacción con otras personas. Más adelante nos detendremos en
procedimientos útiles para iniciar y mantener conversaciones como las preguntas con
final abierto, la libre información, la autorrevelación y la escucha activa.

3. Falta de habilidades para cambiar. A veces la gente no se decide a cambiar su


vida social por diversos motivos. Algunas de las excusas ofrecidas para ello son las
siguientes (Gambrill y Richey, 1985):
a. «No me gusta ir a los sitios solo/a». Algunas personas se quedan en casa porque no
quieren que les vean solos en público o porque piensan que no se van a divertir si
salen solos. En el caso improbable de que salgan solos, se sienten excesivamente
conscientes de sí mismos (si han ido a comer lo hacen muy deprisa o si han ido al
cine se sienten aliviados cuando se apagan las luces y ya no se encuentran visibles
para los demás). No saben cómo disfrutar de su propia compañía en lugares públicos.
Esto limita notablemente su libertad. Es importante que uno pueda disfrutar de su
propia compañía.

b. «Estoy demasiado ocupado/a». Algunas personas dicen que están demasiado


ocupadas para conocer gente. Sin embargo, lo que sucede es que,

Hacer una observación o una pregunta casuales sobre lo que está haciendo alguien.

4. Preguntar si puede unirse a otra persona o pedir a otra persona que se una a él/ella.

5. Pedir ayuda, consejo, opinión o información a otra persona.

6. Ofrecer algo a alguien.

7. Compartir las experiencias, sentimientos u opiniones personales.

8. Saludar a la otra persona y presentarse.


Antes de empezar una interacción es importante atender a los elementos no verbales
que manifiesta la persona a quien queremos dirigirnos. En las primeras páginas de
este libro se describen toda una serie de interpretaciones sobre las conductas no
verbales que podemos tener en cuenta. Una vez que hemos decidido conocer a
alguien, el paso siguiente es establecer contacto ocular y hablar. Aunque mucha gente
busca desesperadamente la expresión «perfecta» de acercamiento, la verdad es que lo
que se dice tiene realmente poca importancia (haciendo la salvedad de que no sea una
expresión negativa). Los comentarios ordinarios están bien, pero acompañados sobre
todo por una conducta no verbal de interés y de agrado. Si la otra persona está
interesada, es probable que proporcione libre información que ayude a encontrar
intereses comunes y más personales. Garner (1981) señala que al hablar de
expresiones de acercamiento, se tienen tres temas para escoger, «la situación», «la
otra persona» y «uno mismo» y principalmente tres maneras de empezar, «Hacer una
pregunta», «Dar una opinión» y «Señalar un hecho». Garner señala que el hablar
sobre la situación es quizá la mejor manera de empezar una conversación (para ello
nos podemos fijar en cosas del contexto que nos interesen o nos llamen la atención y
que probablemente suceda lo mismo a la otra persona). Gambrill y Richey (1985, pp.
113-115) sugieren una serie de reglas básicas para la iniciación de conversaciones:

a. Ser positivo,
b. Ser directo,
c. Cultivar una
perspectiva
doble,
d. Anticipar una
reacción
positiva,
e. Sacar
provecho del
humor,
f. Utilizar frases
iniciales
cortas,
& Preguntarse a
uno mismo
cómo
respondería,
h. Hacer
preguntas con
final abierto,
i. Sacar
provecho de
la libre
información,
j- Acercarse a la
gente que
parece libre
para empezar
una conversa
ción,
k. Insistir,

Acercarse a la gente que parece amigable,


Cultivar la curiosidad,
Seleccionar objetivos alcanzables,
Sacar provecho del estilo propio.
Sonreír y mirar a la gente,
No intimidar,
Recompensarse los esfuerzos.

También hay que tener en cuenta que ser rechazado no es el fin del mundo. El
comentario puede haber sido apropiado y aun así recibir una respuesta mínima o
negativa. Es posible que la otra persona esté de mal humor y rechazaría de todas
formas cualquier acercamiento. O bien interpretó mal los comentarios. O cualquier
otra razón, incluida la de que no quiera responder a una aproximación de otra
persona. Lógicamente no podemos caer bien a todo el mundo. Pero lo importante es
haberlo intentado, recompensarnos por ello y seguir intentándolo.
Con frecuencia, no sólo querremos iniciar una conversación, sino mantenerla. Una
vez que se ha establecido un tema común, hay varias maneras de mantener una
conversación. Una de ellas es decir algo y luego preguntar a la otra persona su punto
de vista sobre el tema. Otra forma es revelar información personal, como los gustos,
las actitudes, etcétera (autorrevelación). Sin embargo, hay que tener en cuenta que
lo que se revele sea importante para el tema y que no sea tan personal que esté fuera
de lugar. La mayoría de la gente no divulga sus secretos más profundos a completos
extraños. La idea es hacer los comentarios cada vez un poco más personales, de modo
que la conversación llegue a ser más significativa. Otro procedimiento consiste en no
contestar a las preguntas con un simple «sí» o «no», sino explicar un poco más el
propio punto de vista, de modo que la otra persona tenga algo a lo que responder
(libre información). También es útil el hacer preguntas que requieran más que un
simple «sí» o «no» (preguntas con final abierto). Otras veces será conveniente
cambiar el contenido o los temas específicos de la conversación. El hacer esto
proporcionará un aire refrescante a cualquier conversación, incluso entre viejos
amigos. Algunas áreas para hablar pueden ser las siguientes:
a. Discusión de sentimientos, suposiciones o impresiones mutuas;
b. Compartir pensamientos y opiniones personales sobre un tema;
c. Intercambio mutuo de hechos, compartir información objetiva sobre un tema;
d. Compartir fantasías, sueños, imágenes, metas o deseos;
e. Compartir actividades recientes; / Compartir actividades pasadas; y
g. Compartir hechos graciosos, contar historias divertidas, reírse de uno mismo.

Además de cambiar el área de contenido de una conversación para mantener un intercambio


agradable, se pueden introducir temas nuevos. Se puede cambiar el tema de conversación
sin modificar el contenido general de un intercambio. Por ejemplo, si el contenido general
implica el compartir actividades recientes, podrían incluirse temas específicos como lo que
se hizo el pasado fin de semana, el último disco comprado, etc. Hay varias manera de
introducir temas nuevos. Una ocasión ideal para introducir un tema nuevo es generalmente
durante una breve pausa de la con-versación, que sirve como una pausa natural entre un
tema y el siguiente. Se podría decir: «Esta mañana oí por la radio que ...», «Me han contado
que ...». A veces la relación entre varios temas existe solamente porque la mención de uno
de ellos recuerda por casualidad al otro. Se podría decir: «A propósito de ...», «Hablando
de ...». Otra manera de cambiar el tema de conversación es simplemente decir que a uno le
gustaría discutir sobre otra cosa.
Las conversaciones tienen un límite temporal, y una habilidad necesaria en las interacciones
sociales implica el terminar las conversaciones y la planificación de posibles futuros
encuentros. Para disfrutar de las conversaciones es importante aprender a terminar con
aquellas que no nos gustan, prolongar aquellas que nos resultan agradables, saber arreglar
futuros contactos con quienes quisiéramos volver a ver y rechazar peticiones de encuentros
posteriores que no nos interesen. La manera apropiada de terminar una conversación
depende de si las dos personas permanecen en un mismo lugar (p. ej, en una fiesta) o no (p.
ej, una conversación en la calle). En el primer caso, podemos ver a alguna otra persona con
la que nos gustaría hablar y decir: «Perdona, pero estoy viendo a alguien a quien me
gustaría saludar»; en el segundo caso, además de empezar a marcharnos podríamos decir:
«Perdona, pero tengo que irme. Me alegra haberte visto». Si hemos invitado gente a casa y
creemos que ya es hora de finalizar el encuentro a causa del cansancio u otros compromisos,
podríamos expresar nuestra intención junto con el «haber disfrutado de la velada».
Podríamos decir algo así como: «He disfrutado mucho de esta velada; me gustaría que nos
volviésemos a reunir pronto». Si quisiéramos arreglar un futuro contacto, podríamos
expresar cuánto disfrutamos con la conversación, manifestar que nos gustaría volver a verla
y pedir el número de teléfono a la otra persona. A veces, el ofrecer nuestro número de
teléfono previamente nos proporcionará más fuerza para poder pedir a la otra persona su
número.
Para que una conversación funcione, los participantes deben estar interesados en, por lo
menos, discutir sobre los mismos temas. Pero, además, podemos contar con una serie de
estrategias que ayuden a mantener una conversación. Esas estrategias se describen en el
siguiente apartado.

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