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Portada

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Índice
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Sinopsis
¡El hombre adecuado, el momento equivocado!

La joven madre Bronwyn Reynolds está dedicada a su pequeño hijo Theo, pero está casada
con un marido ¡no tan devoto! Haciendo malabarismo entre dos trabajos para llegar a fin de mes,
la autoestima de Bronwyn está en su punto más bajo.
Aparece Harrison Baxter.
Harrison es seguro, coqueto e impresionantemente guapo; ¡y es todo lo que el marido de
Bronwyn no es! Lo que es peor, ella sabe que cada pensamiento sexy sobre él está prohibido, lo que
hace que él sea aún más tentador.
La única mujer que el mujeriego Harrison siempre ha querido es una que nunca podrá tener.
Bronwyn ha dejado su huella en él, y no puede sacarla de su mente ¡no importa cuánto lo intente!
Bronwyn y Harrison tienen todas las razones para no enamorarse, pero ¿son lo
suficientemente valientes como para romper todas las reglas?
Agradecimientos
En primer lugar, un enorme agradecimiento a Anna Baggaley, mi editora en CarinaUK por

creer en mí desde el comienzo de mi carrera. Nunca sabrás lo mucho que significa esa fe para mí.
En segundo lugar, para el equipo de CarinaUK por hacer todo este proceso tan fácil. Y en tercer
lugar, a todo el mundo que me ha seguido y continúa leyendo mi obra. Todos ustedes estremecen
mi mundo, así que gracias.
Dedicatoria
Para tres personas a las que no conozco, pero considero amigos queridos: Irvana, Hilda y

Rebecca. Para Irvana, por su apoyo y ánimo sin fin; para Hilda, por su hermosa alma; y para
Rebeca, que todavía sonríe a través de la adversidad y es una de las mujeres más fuertes que
conozco. Las amo.
Bronwyn
Junio 2006

Retorciendo mis dedos, dejé que mi barata playera blanca cayera, tratando de aliviar el

dolor que estaba empeorando en mi talón. Mis ojos revoloteaban cerrados y los sonidos del café
ocupado me inundaban. El olor del tocino frito permanecía en el aire mientras me tumbaba en la
esquina a la espera de Dave, el cocinero, a que terminara de emplatar la orden para la mesa siete.
Podría haber no trabajado hoy, si era honesta. Había estado atendiendo de barman en mi pub local
hasta justo antes de medianoche, así que despertarme a las cinco para venir y servir comida a los
hambrientos comensales no era lo que necesitaba. Justo ahora era media mañana de correr para el
almuerzo con las grasientas cucharas con las que trabajaba, por lo que tenía otras tres horas de
trabajo antes de poder irme a casa y lavar el olor a fritura de mi cabello. Mi cansancio solo iba
empeorando a medida que pasaba el día. La cosa era, como madre de un niño de cinco años, mis
tareas no terminaban hasta las once en punto.
—Orden lista —anunció Dave, poniendo cuatro platos en la esquinera de servicio.
Sin hablar, deslicé mis pies en mis zapatos de nuevo y recogí las órdenes, balanceando los
cuatro platos en mis brazos. Suspiré profundamente, alejándome a mí misma de la esquinera y
haciéndome camino a través del café lleno hacia la mesa. Mientras estaba a medio camino, un
pellizco detrás de mí me hizo jadear y girar consternada, casi tirando la comida de los comensales
al suelo.
—Estamos listos para ordenar cuando tú lo estés cariño —ronroneó Rex, guiñándome.
Me forcé a sonreír cordialmente incluso aunque quería estampar la grasosa fritura que
estaba sosteniendo en su cara. Rex era cliente regular; casi dejaba una buena propina, así que no
podía permitirme ser grosera con él.
—Seguro, ya regreso —respondí, caminando de costado alejando cuidadosamente sus
manos de mi trasero.
Él sonrió con una sonrisa predadora y traté de no apretar los dientes, permanentemente
manchados de amarillo por tanto café y cigarrillo. Antes de que pudiera decir algo más o flirtear
conmigo de nuevo, me giré en mis talones y llevé la comida a la familia esperando en mi sección.
Después de una ronda de cumplidos y de decirles que si necesitaban algo me llamaran, me
dirigí hacia la mesa de Rex tratando de no actuar como si fuera a palear heces de caballo. Rex
estaba con su hermano y su amigo hoy, todos con las mismas sonrisas de flirteo sobre sus caras
mientras me detenía en su mesa y sacaba mi anotador de órdenes.
—¿Qué puedo traerles hoy? —pregunté, tratando de no dejar que la frustración se notara
en mi voz. Sonreí, pretendiendo no estar ofendida esperando mesas en un uniforme rosado hecho
de rasposo polyester barato, y que no pensaba haber estado gastando mi vida.
Instantáneamente, bajé en el pabellón junto a Rex y su fuerte brazo envolvió mi hombro
mientras me sonrió.
—¿Cuándo aceptarás mi oferta de salir, Bronwyn?
Me reí y secretamente traté de no imaginarme agarrando su cara y estrellándola contra la
mesa.
—Soy casada, Rex. No voy a aceptar pronto. ¿Quizás deberías dejar de preguntar? —
sugerí.
Él sonrió y sacudió su cabeza con confianza.
—Nah, un día voy a preguntarte y vas a decir que sí.
¡Sí, el día que a los cerdos les crezcan alas y vuelen!
—Entonces, ¿qué quieren hoy muchachos? —repetí, quitando su brazo de mí, parándome,
y enderezando mi horrible uniforme rosa.
Rex suspiró, los chicos con los que él estaba vacilaron para hacer sus órdenes a tiempo.
Realmente no estaba de humor ese día. Ni siquiera debí haber trabajado, los viernes eran mis días
libres en el café porque trabajaba en el pub miércoles y jueves por la noche, pero cambié el horario
esta mañana y necesitaba el dinero demasiado como para rechazarlo.
Después de darle sus órdenes al cocinero, sonreí a Marina y moví mi cabeza, iba a tomar mi
descanso. En el camino hacia al salón trasero, me serví un café negro fuerte y entonces caí
incómodamente en las sillas de hierro porque estaba exhausta. Simplemente parecía nunca acabar;
los días eran tan largos que cuando llegaba a casa lo único que quería era ir a la cama. Aunque eso
no podía ser, tenía responsabilidades después de todo. Nadie me dijo que se suponía que la vida
sería tan dura; incluso si lo hubieran hecho seguro habría creído que estaban exagerando.
Mientras sorbía mi café, mi teléfono vibró en el bolsillo de mi delantal. Fruncí el ceño y lo
saqué, esperando que no fuera Finn, mi marido, diciéndome que estaba yendo a apostar con sus
amigos esta noche, de nuevo. Estaba honradamente sorprendida de ver la foto de mi mamá en la
pantalla.
—¿Todo bien, mamá? —saludé, tomando otro trago de mi taza, dejando que la cafeína
entrara en mi sistema.
—Bronwyn, ¡¿Adivina qué?! —pió sin siquiera decir hola.
Levanté una ceja, curiosa acerca de que era lo que la había puesto de tan buen humor.
—¿Qué?
—¡Eres tía! —prácticamente gritó ella.
Mi cuerpo se inclinó mientras mi corazón golpeó mi pecho. Un leve chillido escapó de mis
labios ante la noticia de que mi hermana mayor parió.
—¡Oh, Dios mío! ¿Qué tuvo? ¿Cuándo? ¿Skye está bien? ¿De qué tiempo, peso? —Salté de
mi asiento, sonriendo de oreja a oreja. Era muy pronto para eso, Skye estaba embarazada solo de
ocho meses, pero le habían dicho que lo estaba llevando bajo la última vez que fue a su cita con la
obstetra.
—Una niña. Entró en trabajo de parto a tempranas horas de la mañana, pero hubo
algunas complicaciones, por lo que tuvo que ir a cesárea de emergencia. Ella es una ricura; apenas
dos kilos y setecientos setenta y nueve gramos. La llamaron Evie Lou. Skye ya está despierta y
riendo por lo que todo está demasiado bien.
Un feliz suspiro escapó de mis labios ante la nueva noticia.
—Evie Lou Hanklin —probé el nombre—. ¡Me encanta!
Mi madre rió como una niñita.
—¡Lo sé, es perfecto! —añadió ella—. ¿Entonces cuando vienes? Van a estar en el hospital
por unos días al menos. ¿Por qué no vienen todos y se quedan conmigo un par de días? No te he
visto, ni a Theo por meses.
Mi mente ya estaba girando pensando sobre eso. Tenía que ir tan pronto como fuera posible,
visitar al bebé y darle a mi hermana mayor un abrazo. Pero eso significaba mañana a la salida del
café. Aunque debía ser difícil, después de todo, eran circunstancias extenuantes. No todos los días
tu hermana tenía un bebé que había estado buscando por cinco años.
—Eso suena genial. Definitivamente iré esta noche. ¿Cuál es el horario de visita? —Apenas
podía esperar. Mi corazón dolía con excitación y felicidad. Ser tía era algo que estaba pateando mi
trasero de seguro. Amaba a los niños.
—De siete a nueve.
Asentí, perpetrándolo en mi memoria.
—¡Estoy tan emocionada que apenas puedo entenderlo aún! —Reí de mí misma y mordí
mi labio inferior—. Mejor llamaré a Finn y prepararé las cosas. Te llamo luego y te veo esta noche
en el hospital. —Ignoré el desagradable sonido que hizo la garganta de mi madre ante la mención
del nombre de mi marido.
—Adiós, Bronwyn, te veo luego.
Mi café y el muy necesitado impulso de cafeína fueron olvidados mientras salté fuera de mi
silla para hablar con Dave. Iba a necesitar batir un poco mis pestañas para conseguir tener libre
mañana.
Mientras me inclinaba en la esquinera y le sonreía, él levantó la vista hacia mí y alzó una ceja
con confusión.
—¿Por qué me estás dando esa dulce sonrisa? No puedes tener otro adelanto de tu salario;
ya te adelanté dos semanas. Lo siento, Bron —dijo él, sacudiendo su cabeza disculpándose.
Sonreí felizmente, nada iba a llevarse mi buen humor justo ahora.
—No, no, no quiero un adelanto —le aseguré— Mi madre me ha llamado. ¡Skye tuvo a su
bebé! —gorjeé excitada. Él sonrió también—. Realmente necesito ir allí. Se supone que trabaje el
turno de la mañana, mañana. ¿Hay algún modo de que pueda tener mi día libre mañana, así
puedo quedarme allí con mi mamá? —pregunté, rogado con mis ojos. Dave era un poco suave, así
que rogaba que empezara a funcionar.
Él suspiró y restregó su nuca.
—Necesito una mesera.
Guiñé.
—¿Qué si le pido a alguien que me cubra? —rogué.
Él frunció el ceño y luego rodó sus ojos.
—Tan pronto como consiga una mesera, no me importará quien venga y quien no.
Entonces lo arreglarán entre ustedes, ¿cierto?
Chillé y asentí, inmediatamente agarrando mi móvil para llamar a Karen y preguntarle si
podía cambiar los turnos conmigo, mañana en lugar del sábado. Me tomó un poco convencerla,
pero finalmente aceptó, por lo que ahora estaba libre para ir.
Lo siguiente fue llamar a Finn y contarle las buenas noticias.
—Hola, botón de oro —saludó mientras respondía. Los sonidos del video juego en el fondo
significaban una cosa, que él estaba en la casa de su amigo Doug. Suspiré. A veces Finn era como
un inmaduro adolescente.
—Oye, ¿dónde estás? —inquirí, inclinándome contra la pared del salón de empleados.
Él rió.
—¿Me estás etiquetando de nuevo? Iré a casa más tarde, no te preocupes —respondió,
hábilmente evitando mi pregunta.
Suspiré y cerré los ojos. Odio mi vida. Era muy difícil no ofender a Finn, realmente lo era.
Estaba conservando dos trabajos, de pie todos los días prácticamente a diario, y aún él estaba
“buscando un nuevo trabajo” después de tomar un descanso hace un par de meses. Sabía que era
difícil encontrar trabajo, sabía que él lo intentaba, pero eso no evitaba que me enfureciera con él
que estaba sentado en la casa de su amigo tonteando en lugar de hacer algo productivo. Incluso
algo pequeño como pasar la aspiradora por nuestro pequeño y viejo apartamento lo que me
quitaría algo de presión. Pero no, cosas como esas no pasaban.
—Skye tuvo su bebé. Una niñita. La llamó Evie —anuncié.
Finn, como esperaba, no estaba demasiado interesado por el sonido de su respuesta.
—Eso es lindo. —Él aún estaba jugando video juegos en el fondo. Podía oír armas
tronando y a Doug disparando a la TV.
Fruncí el ceño, tratando de no dejar que él arruinara mi buen humor.
—Sí. Así que, ¿puedes ir a casa y empacar algunas cosas para pasar la noche para nosotros
tres? Eso ganaría tiempo. Termino de trabajar a las dos y media así que recogeré a Theo de la
escuela, y puedes unírtenos en el portón de la escuela. Conseguiré algo de comida para comer en el
auto. No debería tomar más de una hora y media llegar allí.
—¿Qué, auto, de qué hablas? —preguntó él, ahora obviamente sintonizado con lo que yo
estaba diciendo.
Suspiré profundamente.
—El horario de visita comienza a las siete esta noche. Mamá dice que podemos quedarnos
con ella un par de días, pero he cambiado turnos con Karen por lo que debo estar aquí de nuevo el
domingo por la mañana. Aunque podemos quedarnos allí esta noche y después conducir de
regreso por la mañana o algo —expliqué.
—Suena como un plan genial —respondió Finn. Sonreí y asentí, pero la sonrisa cayó de mi
cara en cuanto él continuó—. Pero he estado bebiendo por lo que no puedo conducir.
Mi corazón se hundió.
—¿Has estado bebiendo? ¿En serio? ¡Ni siquiera es la hora del almuerzo! —manifesté de
manera incrédula.
—He tomado solo dos cervezas, pero estaré sobre el límite. No puedo conducir. Además,
tengo planes para esta noche de todos modos —respondió él.
Fruncí el ceño al piso ante la palabra "planes." No necesitaba que él dijera cuales eran sus
"planes," había pagado cheques la última semana que lo involucraban con la bebida, perder dinero
en las cartas, y si estaba lo suficientemente borracho, dormía con alguna zorra que pasara por
delante. Traté de mantener mi frescura y no gritarle. Estaba acostumbrada a cosas como esta; él me
había estado engañando con cualquier cosa que se moviera por los últimos cuatro años. A este
punto, genuinamente no me importaba. Estaba con él porque no quería estar sola y porque Theo
merecía un padre.
Por supuesto, había roto con esto una vez. Hace tres años tenía metido en mi cabeza que no
merecía ser tratada así y lo había dejado. Fui fuerte por un tiempo, Theo y yo salimos adelante solo
por un mes. Entonces lo impensable sucedió. Una noche, mientras Theo dormía, un hombre
irrumpió en el diminuto apartamento donde vivíamos. Me desperté para encontrarlo revolviendo
mi sala de estar, buscando dinero o algo que pudiera vender para comprar drogas. Él no nos hirió;
realmente había empezado a buscar, tan pronto como lo había oído le lancé mi bolso de mano y la
figurilla china de mi madre en las manos. Él salió corriendo tan rápido como sus piernas pudieron
llevarlo, apenas consiguiendo alejarse con algo, pero ese encuentro había instalado terror profundo
en mi corazón porque sabía, profundamente, que si él hubiera querido herirnos lo hubiera hecho.
Si herirnos hubiera sido su intención, hubiese sido incapaz de detenerlo. No dormí bien los días
siguientes; pesadillas de ser incapaz de proteger a mi indefenso niñito plagaron mi mente. Fue ahí
cuando tomé la decisión de la cual me arrepiento a diario, y acepté a Finn de regreso. Pero,
verdaderamente, tener un hombre ahí en la noche me daba la sensación de seguridad que
necesitaba tan desesperadamente después de ver a alguien irrumpiendo en mi casa. Tener a Finn
ahí me mantenía a salvo y a mi hijo, y dejé de preocuparme por cosas que habían jugado en mi
mente otras veces.
El amor entre nosotros no duró mucho; demonios, incluso apenas nos tolerábamos el uno al
otro a veces. A veces incluso me encogía de hombros al recordar en lo que le había visto en primer
lugar. Generalmente, me convencía a mí misma de que había sido su aspecto por lo que me había
enamorado, aunque incluso eso había perdido su atractivo para mí porque sabía que él prefería
salir y dormir con otras chicas que conmigo. Estábamos en un matrimonio por conveniencia,
incluso aunque era inconveniente la mayoría del tiempo. Otra de las razones por la que estaba era
porque no tenía la energía de encontrar alguien más. Era joven cuando nos juntamos, apenas
diecisiete, y sabía que la escena de la cita había cambiado bastante rápido desde que estaba en la
última parte de ella. En mi opinión, era demasiado grande para ser soltera de nuevo, por lo que
tenía que sufrir, sonreír y soportar esto. Muchas mujeres atravesaron en su vida por un matrimonio
infeliz. Yo no era diferente a cualquiera de ellas. No todas encuentran a su Sr. Darcy 1y viven felices

1
Sr. Darcy: Hace referencia al galán de Bridgette Jones.
por siempre y para siempre, algunas personas solo deben tomar lo que pueden conseguir y estar
agradecidas. Claramente yo era una de esas personas.
—Pero necesito ir allí esta noche. Esa es mi hermana y mi sobrina —gruñí, pateando la
punta de mi zapato, furiosa contra la pared.
Finn suspiró dramáticamente.
—Si realmente tienes que ir esta noche, entonces toma el tren o algo. Es un gasto
innecesario solo por hacer lo que tú quieres. Supongo que puedo cancelar mis planes y tener a Theo.
Retrocedí, shockeada ante sus palabras. Normalmente, él jamás haría algo por mí, pero
ahora ¿él estaba ofreciendo cancelar sus planes y quedarse en casa con nuestro hijo?
—¿En serio? —No había considerado el tren, pero podía hacerlo fácilmente.
—Sí, lo que sea. Has estado molestando con esa niña por meses. Honestamente no puedo
aguantar el enfado y lloriqueo que vas a hacer si no consigues ir. Voy a ser culpado toda la noche
por haber tomado un par de cervezas para relajarme.
Sonreí débilmente. Entonces él no estaba sugiriendo que iría por mí, él estaba sugiriendo que
iría porque habría estado reclamando y culpándolo si no lo hacía. Típico de Finn, algo que lo
beneficiaba de nuevo.
—¿Vas a venir mañana y me recogerás? ¿Traerás a Theo así puede ver a mi mamá? —
pregunté esperanzada. Mi madre estaría triste si no ve a su nieto también.
Él gruñó fuertemente.
—¿No puedes simplemente comprar un boleto de regreso?
—Finn, ¿por favor? —supliqué—. Mi madre adoraría vernos a los dos. —Eso no era
estrictamente cierto, ella probablemente preferiría no ver a Finn—. ¿Por favor? ¿Si vas y me
recoges en la mañana podemos pasar el día allí o algo? —La relación de Finn con mi familia no
exactamente una buena, ellos fueron lo suficientemente amistosos, pero eso es una cordialidad que
ellos mantienen, Mis padres jamás pensaron que él fuera bueno para mí después de que
accidentalmente me embaracé a los diecisiete. Cuando mi padre murió hace dos años de cáncer,
Finn ni siquiera se interesó por ir y dar el adiós final, y había estado borracho en su funeral. Eso no
fue bueno, y probablemente nunca sería olvidado.
—¡Ugh, bien! Voy a pasar tres horas en auto mañana, solo para ver a tu molesta familia,
¿eso te hace feliz?
Apreté mis dientes con frustración.
—Sí, en realidad —admití—. Gracias. —El silencio resonó mientras luchaba por
encontrar algo que decir que disipara la tensión. Mi buen humor se había ido—. Mejor voy a ver lo
del boleto de autobús o algo. Asegúrate de recoger a Theo de la escuela a las tres y media porque no
estaré aquí para hacerlo. —Fruncí el ceño rogando que no olvidara recoger a nuestro hijo—. Y no
bebas más si vas a estar a cargo de él —añadí como una ocurrencia tardía.
—Estaré allí. Llámame luego. —Él colgó antes de que consiguiera responder y resonar en él
cuán importante era que llegara a la escuela a tiempo. En lo profundo, sabía que Finn estaría allí a
tiempo, aunque era un terrible esposo, realmente no era un mal padre.
Para el momento en que terminé mi turno, limpié mi sección después de que un grupo de
adolescentes particularmente alborotados estuvieron en ella, y marqué la salida, pasadas las tres de
la tarde. Ahora estaba llegando tarde. El tren que necesitaba tomar a Bath se había ido justo media
hora antes, y yo aún no había empacado.
Después de una loca corrida a casa, lancé algunas cosas en mi mochila y luego garabateé una
nota para decirle a Finn que había puesto algunos bifes a la cacerola en el freezer para la cena de
ellos. Después de escribir la nota, prácticamente arranqué mi uniforme de trabajo y lo cambié por
un par de vaqueros y una camiseta ajustada negra. Antes de dejar mi apartamento, me dirigí a la
alacena, de puntillas alcancé la parte de atrás. Mi mano se acercó al frasco de dinero que mantengo
allí. Tan pronto como lo cogí y oí el diminuto tintinear del cambio en el fondo del frasco, supe que
algo no andaba bien. Cuando estuvo a la vista, gruñí. Se suponía que iba a ser para una emergencia
económica, algo que ponía cada semana de mi salario en caso de que algo saliera mal. Lucía como si
Finn hubiera atravesado algunas emergencias y hubiera desatendido el decírmelo.
Después de desenroscar la tapa volqué el escaso contenido en el mostrador de la cocina, y
conté treinta y siete libras y setenta y dos peniques. Ya le había dicho al teléfono que eran cuarenta
dos libras del boleto de tren fuera de la hora pico de Paddington a Bath. Rechiné mis dientes,
recogiendo las notas arrugadas y el cambio, metiéndolos en mi billetera, antes de meterme en el
sofá y empujar mi mano en la parte trasera de los cojines, buscando cualquier cosa que pudiera
haber caído de un bolsillo por accidente. Necesitaba otras cinco libras para el boleto de tren. El reloj
de pared repentinamente atrapó mis ojos y jadeé. Si no dejaba esto en ese segundo, no iba a tener
que preocuparme por estar corta de dinero porque habría perdido el tren.
Después de balancear mi mochila de viaje sobre mi hombro recogí mi bolso de mano, y me
apresuré todo el camino a la estación. Sudor goteaba en mi espalda para el momento en que llegué.
Todo el tiempo que había estado corriendo, mantuve mis ojos puestos en el suelo, buscando dinero
o cambio que accidentalmente hubiese dejado caer. Aunque sólo para mi suerte, las calles parecían
estar limpias de él por una vez.
Una vez que llegué a la estación Paddington, en la fila para comprar el boleto una persona
real era preferible que una máquina automatizada. Mi boca estaba seca mientras trataba lo mejor
para llegar con una excusa porque no tenía el dinero suficiente para pagar. Esto iba a ser
vergonzoso, por decir lo mínimo. Tragué mientras llegaba al frente, la arrogante mujer me miraba
expectante mientras me acercaba. Como esperaba, cuando ella remarcó que el precio del pasaje
eran exactamente cuarenta y dos libras. No tenía suficiente.
Tiempo de traer la mala acción...
Abrí mi billetera, sacando todo el dinero que tenía, y luego jadeé, pretendiendo estar
shockeada.
—Demonios, juraría que tenía otros diez aquí —mentí, sacudiendo mi cabeza y abriendo
todas las secciones.
—¿Señora quiere el boleto o no? —preguntó ella sin compasión en su voz en absoluto.
Probablemente ella había pasado por esto millones de veces.
Asentí con impaciencia.
—Sí. Realmente necesito el boleto. Mi hermana acaba de tener un bebé y necesito ir a verlos.
No los veo muy a menudo; necesito llegar al tren. ¿Hay algún modo de que pueda dejarme ir con
cinco libras de menos? —pregunté, mirándola con súplica.
Ella suspiró y negó con la cabeza.
—No funciona así. Mi caja puede estar mal al final del día; necesito todo el dinero en la
cuenta para eso. Si le hago el descuento en su boleto deberé descontarle a todos en la fila —dijo
ella, señalando detrás de mí para darle un efecto más dramático.
—¿Por favor? Realmente necesito tomar ese tren. ¿Quizás pueda dejar otras seis libras
mañana por la noche cuando regrese? —sugerí. Lo haría, no era una mentirosa.
Ella levantó una ceja como si mi sugerencia fuera algo ridículo, y sentí mi corazón hundirse
mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Desesperadamente quería ver a mi hermana y a mi
sobrina esta noche. No quería ser la última en conocerla.
—¿Bronwyn?
Me giré con curiosidad, preguntándome quien había llamado mi nombre. Rex estaba
parado allí con su uniforme negro de guardia de seguridad con su placa dorada brillando en el
bolsillo de su pecho. Sonreí débilmente.
—Hola, Rex. —Había olvidado que él una vez me había dicho que trabajaba como guardia
de seguridad en la estación.
—¿Algo anda mal? —preguntó él, acercándose a mi lado, mirando desde la mujer a mí.
—Ella no tiene dinero suficiente para pagar el precio del boleto —dijo la descorazonada
mujer.
El calor golpeó mi cuello y mis orejas porque alguien que conocía estaba presenciando mi
penosa intención de mendigar mi viaje en tren.
—Creí que tenía otros diez en mi billetera, pero Finn debe haberlos tomado o algo. Me
faltan cinco libras. —murmuré, chasqueando el broche de mi cartera para cerrarlo furiosamente.
Tendría que ir mañana por la mañana con Finn en el auto; no tenía alternativa porque no
conducía, por lo que no había otro modo.
Rex sonrió y metió su mano en su bolsillo antes de sacar diez libras para mí.
—Ten, llámalo tu propina por las próximas semanas, ¿sí? —ofreció él.
Mi corazón golpeó mi pecho ante el gesto.
—¿En serio? —jadeé mientras él ponía el dinero en mi mano.
Él asintió y sonrió.
—En serio —confirmó.
Mis hombros se relajaron mientras sonreía agradecida, girando y dándole todo completo a la
mujer en la cabina de boletos.
—Oh, Dios, muchas gracias, Rex. De verdad, de verdad aprecio esto —farfullé. ¡Quizás él
no era tan mal tipo después de todo!
Él rió y sacó un set de llaves, desbloqueando la puerta de la boletería.
—No te preocupes. Quizás la próxima vez que te pida salir, vas a considerarlo por un
segundo antes de rechazarme —bromeó él. Reí, sabiendo que no pasaría porque estaba casada.
Me guiñó juguetonamente antes de dirigirse a la boletería y sentarse en una silla.
—¡Rex eres una estrella! El postre correrá por mi cuenta la próxima vez que vayas al café,
¿bien? —Sonreí felizmente mientras la mujer me daba mi boleto—. Gracias de nuevo. ¡Te veo la
próxima semana! —grité sobre mi hombro mientras me dirigía a mi plataforma.
El viaje en tren fue largo, pero afortunadamente había encontrado una revista en un asiento
vacío, así que me la quedé y la leí atentamente. Para mantenerme ocupada llamé a Finn,
chequeando que hubiera recogido a Theo y que lo hubiera alimentado y bañado antes de ir a la
cama. Él accedió a dejar Londres la siguiente mañana temprano, por lo que estaría en casa de mi
madre un poco después de la diez de la mañana. Lo que le daría a Theo algunas horas con su
abuela.
Finalmente cuando el tren se detuvo, no podía quitar la sonrisa emocionada de mi cara. Se
sentía bien estar en casa. Bath era donde crecí cuando era niña. Todos nos mudamos cuando tenía
diez, pero en los últimos años mi hermana y mi madre habían regresado para estar cerca de los
otros miembros de la familia. Yo había elegido quedarme en Londres con Finn. Mientras bajaba del
tren a la plataforma con la mochila de viaje en mi espalda, no esperaba ver a mi madre parada allí
con una enorme sonrisa en su cara. Mi corazón cayó en mi garganta y mis ojos se inundaron con
lágrimas de emoción. Había pasado mucho tiempo desde que había visto esa sonrisa.
Un chillido escapó de mis labios mientras me apresuraba los cinco pasos a ella. La atrapé en
un enorme abrazo, estaba segura de que había enterrado mis costillas en sus pulmones, pero ella
me abrazaba con la misma intensidad. El olor de su cabello inundó mis fosas, y el sentimiento de
ser niña de nuevo me inundó haciendo que mi estómago se contrajera mientras el aire contenido
escapaba de mis labios.
—Oh, mamá, ha sido un viaje muy largo —grazné mientras la emoción se volcaba.
Hablaba con ella a menudo, por supuesto, pero no era lo mismo.
—Ciertamente lo fue. Te extrañé. —Ella se alejó, sonriéndome mientras me acarició el
cabello, sus ojos suaves y cariñosos—. Vamos, vayamos al hospital. Las visitas empezaron hace diez
minutos —sugirió, envolvió su brazo alrededor del mío y tiró de mí hacia el estacionamiento.
—¿He perdido diez minutos de abrazar a la bebé? —jadeé, aparentando indignación. Ella
rió y comenzó a hablar efusivamente acerca de Evie y cuán hermosa era. De hecho, ella no paró en
todo el camino.
Cuando llegamos al hospital y nos guió a la sala de maternidad donde Skye estaba, la
arrogante enfermera caminó frente a nosotros y sacudió la cabeza.
—Lo siento, pero el límite son tres visitas a la vez. Una de ustedes deberá esperar fuera y
podrá ingresar más tarde —dijo ella firmemente.
Fruncí el ceño. Recordando el reglamento en horas de visitas cuando estaba en el hospital
teniendo a Theo, pero adoré a mi partera, y ella nos permitía romper las reglas siempre y cuando
estuviéramos en silencio. Parecía como si la sala de Skye fuera diferente a la en la que yo había
parido. Mamá gruñó y asintió, moviendo la mano hacia la puerta.
—Entra tú, aún no la has conocido. Dile a quienquiera que sea que esté allí que estoy
esperando aquí fuera y vamos a tomar turnos, cambiando cada diez minutos o algo —sugirió ella,
dándome un empujoncito hacia la puerta.
No iba a discutir con eso, podía apenas esperar otro segundo para ver a mi hermana y mi
sobrina. Mientras atravesaba la puerta de la habitación, miré alrededor vacilante. La habitación
tenía seis camas, todas ocupadas. A primera vista no pude ver a Skye o a su marido Brandon, así
que entré, echando vistazos en las cortinas, esperando la correcta, murmurando una disculpa a
cada madre cuando ellas levantaban la vista para ver quién era yo. Cuando llegué a la última
cortina, mi corazón comenzó a golpear en mi pecho. El sonido de la tintineante risa de mi hermana
atrapó mi atención. Mientras caminaba hacia el rincón, ella levantó la vista y una enorme sonrisa
nació en sus labios.
—¡Bronny! —sollozó felizmente.
Ni siquiera me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento mientras sigilosamente me
introducía en los momento más íntimos de alguien más, pero ver a mi hermana por primera vez en
tres meses, y sabiendo que mi hermana mayor ahora tenía una de las cosas con las que siempre
soñó, hacía que el aire se apresurara de mis pulmones.
De algún modo, mis piernas me llevaron al otro lado de la habitación junto a su cama y la
envolví en un abrazo. Estaba tan feliz por ella que ni siquiera sentí la necesidad de regañarla por
llamarme Bronny incluso aunque ella sabía que lo odiaba. Estaba tan contenta por ella que era un
poco arrollador.
—Felicitaciones —susurré, besando su cabeza mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
—¡Gracias! —trinó ella. Lucía tan emocionada de ser mamá que prácticamente emanaba
por cada poro—. ¿Quieres sostenerla?
Asentí, alejándome y limpiando mis lágrimas rápidamente.
—¡Demonios, sí! ¿Dónde está? —Me giré y estuve cara a cara con mi cuñado, Brandon—.
¡Hola, papá! —saludé, abrazándolo también, palmeando su espalda con fuerza.
—¡Hola, tía! —respondió él.
Reí emocionada y me alejé, inmediatamente viendo la pequeña cuna transparente que estaba
al otro lado de la cama de Skye. Caminé derecho sin ni siquiera notarla. Mientras caminaba al otro
lado de su cuna, podía prácticamente sentir el “instinto maternal” construyéndose dentro de mí. El
pequeño bulto allí hizo que mis ojos se abrieran más mientras masticaba mi labio y miraba sobre el
borde de la cuna. Evie era hermosa, deslumbrante incluso, y adoré integrarla a mi pecho tanto que
creí que la rompería. Iba a ser definitivamente una tía patea traseros, lo juro.
Las lágrimas estaban corriendo bajo mi cara ahora mientras miraba ese bulto perfecto. Ella
estaba durmiendo placenteramente y aún tenía una suave coloración en su cara de haber estado
dentro del útero por tanto tiempo. Deslizando mis manos debajo de su cuerpo, la recogí,
cuidadosamente doblando mis brazos. Ella ni siquiera se movió. A través del cuerpo de la bebé,
podía sentir su pequeño corazón bombeando contra mi mano. Estaba perdida en la belleza de esta
bebé recién nacida. Era tan hermosa que me hacía querer llorar, y era tan afortunada también
porque iba a crecer con unos padres maravillosos.
Sentí la felizmente tonta sonrisa atravesar mi cara mientras la miraba.
—Hola, hermosura —saludé.
—Hola a ti. —Era una voz masculina, y venía detrás de mí. Fruncí el ceño y miré sobre mi
hombro para ver un hombre con cabello castaño oscuro y oscuros ojos café. Era tan guapo que
quitaba el aliento. Su mandíbula estaba definida con una corta barba de varios días, su cabello
estaba más largo de lo que normalmente me gustaba en un chico y curvado suavemente en la nuca
de su cuello donde necesitaba un recorte y un arreglo, pero extrañamente, era apropiado para él.
Vestía un traje gris que le quedaba perfectamente, mostrando sus fuertes hombros y su pequeña
cintura. Lo había combinado con una camisa blanca debajo y una corbata roja, que colgaba
alrededor de su cuello. Mientras sus ojos color chocolate se encontraban con los míos, una sonrisa
torció las esquinas de sus gruesos labios.
Una bola se formó en mi garganta por alguna razón, pero no supe por qué.
Skye aclaró su garganta dramáticamente.
—Ehhh, Harrison, ni siquiera pienses en anotar con mi hermana menor —advirtió ella—.
Además, está casada —añadió con suficiencia.
Parpadeé un par de veces, tratando de regresar a la realidad porque mirarlo me había hecho
sentir un poco extraña por dentro. Harrison. He oído sobre este chico. Él era uno de los que estaba
en los negocios con Brandon. Los dos habían sido despedidos de sus respectivos trabajos el año
pasado y decidieron entrar en un negocio juntos además de buscar otro trabajo. Skye y Brandon se
habían convertido en extremadamente buenos amigos de este tipo el año pasado, según lo que oí.
No lo había conocido personalmente, pero ahora sabía quién era, y sabía que debía alejarme.
Harrison Baxter era un mujeriego y se había imaginado a sí mismo como la respuesta de Bath de
James Bond, aparentemente.
Uno de esos maravillosos extraños de cejas levantadas.
—¿Casada, de verdad? Demonios, todas las chicas candentes están comprometidas o son
gay. ¿Por qué crees que sea eso? —meditó, golpeando un costado de su cabeza juguetonamente.
Su voz provocaba diversión en mi interior. Estaba perdida entre las palabras. Nada salió de
mi boca, por lo que simplemente volví la vista a Evie, que estaba acurrucada cómodamente en mis
brazos.
—¿Felizmente casada? —probó él, dando un paso hacia mí. El calor que emanaba desde
su cuerpo hacia el mío me estaba haciendo sentir un poco nerviosa y aún no podía ponerme de pie.
No, no en absoluto. Tragué y asentí en respuesta a su pregunta, tratando de ignorar las
sensaciones de deseo y necesidad que estaban batallando dentro de mí. Era difícil para mí sentirme
así. Sabía lo que era. Estaba casada y aunque Finn me engañaba ocasionalmente, jamás haría lo
mismo.
—Felizmente casa y con un hijo —confirmé, asintiendo. Sólo una parte de esa oración era
mentira. De hecho, tenía un hijo, y jamás estuve felizmente casada. La mentira venía fácilmente,
siempre lo hacía frente a mi familia. Jamás les conté cuán difíciles eran las cosas para mí, nadie
sabía lo que era mi vida en realidad. Para afuera, jugaba el rol de esposa perfecta y amorosa, ni
siquiera mi hermana sabía acerca de Finn y lo que pasaba entre nosotros. Ellos sabían que Finn me
había engañado una vez, hace tres años atrás cuando lo dejé, pero nadie sabía que continuó
haciéndolo cuando regresamos. A menudo me preguntaba cómo hubiera sido mi vida si no nos
hubiéramos reconciliado, pero la respuesta era siempre la misma, mi vida hubiera sido
exactamente como era ahora, simplemente me hubiera metido en una cama fría todas las noches y
no hubiera tenido a nadie para despertar cuando me asusta un estúpido ruido en medio de la
noche.
Harrison sorbió el aire a través de sus dientes blancos perla.
—Mierda. Oh bueno. No importa entonces —respondió él, alzando una mano y
corriéndola en su ya enredado cabello.
Volviendo la atención a mi sobrina, sonreí. Aún podía recordar a Theo así de pequeño. Era
casi como si él hubiera nacido ayer. Eran tantas las ganas de tener otro hijo que era irreal. Supe que
querría otro bebé semanas antes de esto.
Después de quince minutos de abrazar al pequeño bulto y hablar con Skye acerca del parto,
la cortina se abrió y alguien asomó la cabeza.
—Lamento interrumpir, pero tienes dos visitantes más fuera muriéndose de ganas de
entrar. ¿Puedes quizás intercambiar tus visitantes así sólo tendrías dos a la vez? —preguntó la
enfermera.
Hice una mueca de dolor. Había viajado mucho y por un momento olvidé que mi mamá
estaba fuera. Se suponía que cambiaríamos así ella también podría abrazarla.
—¡Oops, mamá va a matarme! Se suponía que cambiaríamos después de diez minutos. —
Reí con culpa y agaché mi cabeza, plantando un suave beso en la frente de Evie antes de pasársela a
Skye—. Volveré a entrar con mamá de nuevo en un rato —prometí. No quería irme pero con la
restricción de visitantes, sólo dos personas estaban permitidas además del papá del bebé.
Harrison se paró frente a la silla que estaba junto a la cama.
—Debo irme de todos modos. Llámame cuando llegues a casa, e iré para una larga visita
entonces. Sólo vine a traer mi regalo —dijo, sonriendo.
Skye hizo una media tos en su garganta y sacudió su cabeza.
—Sí, gracias por eso. Al menos su atuendo de Halloween está listo.
—¿Atuendo de Halloween? Eso es un atuendo de llegada a casa si he visto alguno. —
respondió Harrison con una parodia de dolor.
Fruncí el ceño, preguntándome qué era su presente, hasta que mis ojos se posaron en el
atuendo de Yoda para bebé que estaba colgado contra el respaldar de la silla. Incluso había un
suave sable luminoso cosido en el cinturón. Jadeé.
—¡Oh, Dios es asombroso! ¿Tú lo conseguiste? ¡Lo adoro! —triné, riendo. Era una enorme
fan de Star Wars.
Harrison sonrió y asintió orgulloso.
—Sip. Lo vi y tuve que tenerlo.
La enfermera aclaró su garganta dramáticamente detrás de nosotros, señalándonos para
que nos movamos. Sonreí ante el atuendo de nuevo, preguntándome dónde lo consiguió y si podía
conseguir uno de la talla de Theo.
—Mejor me voy. Te veo en un rato. —Me giré y caminé hacia la cortina, sabiendo que mi
mamá estaría probablemente comiéndose las uñas para que me apresure a salir. Detrás de mí,
pude oír a Harrison diciendo adiós.
—¡Justo a tiempo! —anunció mamá mientras yo salía. La madre de Brandon estaba
parada junto a ella, ambas luciendo tan entusiasmadas por tomar mi lugar. Ninguna de ellas
perdió el tiempo, corrieron a toda velocidad tan pronto como salí de la habitación.
Miré el reloj. Ni siquiera eran las siete y media aún, por lo que tendría bastante tiempo más
para abrazar a la bebé antes de que las horas de visita terminaran. En lugar de irse, como supuse
que haría, Harrison se detuvo a mi lado.
—Entonces, ¿Qué edad tiene tu hijo o hija?
—Él tiene casi seis. —Sonreí ante el pensamiento de Theo; él fue lo único bueno que salió
del semen de su padre.
—Skye habla mucho de ti. Vives en Londres, ¿cierto? —Asentí en respuesta a su
pregunta—. ¿Conducirás a casa esta noche o…?
—No. Me quedaré de mi mamá, y luego mi marido y mi pequeño vendrán mañana a ver a
Evie.
—Eso es lindo. Tú, eh, ¿quieres un café o algo mientras esperas que llegue tu turno de
nuevo? —ofreció, asintiendo hacia la puerta de la sala de maternidad.
Ante la mención de café, mi boca se hizo agua. No había comido o bebido nada en las
últimas horas, realmente estaba hambrienta.
—Seguro —agregué, siguiéndolo a lo largo del corredor y fuera de la sala—. ¿No tienes
algo por lo que apresurarte a casa?
Él se encogió de hombros.
—Sólo es noche de Hollyoaks2 pero la grabé así que está todo muy bien —bromeó,
guiñándome.
—Entonces ¿eres un fanático de Star Wars? —pregunté, recordando el atuendo de Yoda.
Una sonrisa cruzó su cara, Para el momento en que estuvimos en la cafetería del hospital,
estábamos absortos en un debate acerca de qué era lo mejor de la película de Star Wars. Aún
inmersos en el argumento, tomé mi sándwich de mi bandeja mientras él hacía dos cafés. Cuando
llegamos a la caja, él pagó antes de que siquiera tuviera oportunidad de sacar mi billetera de mi
bolso. Se limitó a mover su mano ante mi protesta y ofreció pagar lo mío. Sonreí ante lo dulce que
era él.
Elegimos el asiento en la cafetería llena, cambiando a hablar sobre su trabajo y cómo había
conocido a Brandon y Skye. Sorpresivamente, la conversación fue fácil y fluida. Era

2
Hollyoaks: Telenovela Británica.
extremadamente fácil estar con él, e increíblemente divertido también. Pude ver por qué le caía bien
a mi hermana y mi cuñado, lo conocía hacía alrededor de una hora y media, y en ese tiempo ya me
tenía bajo su hechizo también. Era genuinamente un buen tipo, ¡y además candente!
Cuando accidentalmente su pierna rozó la mía mientras él cambiaba su asiento, mi mente
estaba de nuevo corriendo sin control. Realmente no tenía idea de lo que estaba sucediendo dentro
de mí. Nunca estuve atraída por otro hombre, ni siquiera había contemplado la idea, pero el calor
emanando de su muslo hizo que mi estómago se contrajera y la piel de mis brazos se erizara.
Tomé una mordida de mi sándwich, notando que él estaba observando cada movimiento.
—Entonces, ¿cuánto me va a costar convencerte de que te quedes en mi casa esta noche en
lugar de en la de tu madre? —preguntó, levantando una ceja mientras sorbía su café.
Reí ante su intento. Una involuntaria sonrisa se formó en la esquina de mi boca. Realmente
no quería encontrar a este tipo divertido, pero simplemente no podía evitarlo.
—Abundantes montones de alcohol, baile y un kebab3. —Bromeé.
—Hecho —acordó—, Vas a tener el momento de tu vida. —Sonrió de lado hacia mí, y
mis pulmones se contrajeron ante la promesa en su voz. Había pasado increíblemente tanto tiempo
desde que alguien me miró del modo en que él me estaba mirando. Por supuesto, Finn y yo aún
teníamos una vida sexual activa porque una chica lo necesita pero él no me miraba del modo en
que Harrison lo hacía, ni siquiera de algún modo. El pequeño brillo en sus ojos estaba provocando
mariposas en picada en mi estómago, y si no estuviera casada, y si no tuviera un niño de cinco años
esperándome en casa, dos trabajos y un alquiler que pagar, lo hubiera tirado en el frío piso de
baldosas y devastado su cuerpo hasta que rogara piedad.
Fruncí el ceño y engullí el deseo que estaba empezando a construirse dentro de mí. Cuando
su mirada revoloteó sobre mi cuerpo, me puse tiesa ante la latente pasión que estaba
construyéndose en sus ojos. No había habido nadie que me mirara y me hubiera hecho sentir así
jamás. Esa mirada era suficiente para darme noches de insomnio. Si fuera a casa esta noche en
lugar de quedarme de mi madre, seguramente hubiera usado el cuerpo de Finn para mi propia
satisfacción.

3
Kebab: Comida en pinchos originarias de Medio Oriente.
Agradecidamente, mi celular sonó salvándome de pensar en el ingenioso bloqueo de su
sugestión. Bajé la mirada a la pantalla, viendo el número de mi madre destellando en ella.
—Hola, mamá —respondí, poniéndolo en mi oído de nuevo.
—Estoy afuera. Es tu turno de regresar dentro —dijo antes de colgar, probablemente
porque los celulares estaban prohibidos en las salas.
Sin necesitar que lo diga dos veces, me paré y puse mi teléfono en mi bolso de mano.
—Era mi mamá, es mi turno de entrar de nuevo y ver a Evie. ¿Entrarás de nuevo también?
—pregunté, recogiendo mi sándwich y tomando un par de enormes y extremadamente poco
refinadas mordidas.
Harrison sacudió su cabeza y se sentó de nuevo en su silla.
—Nah, voy a dejar a la familia de visita hoy. Voy a verlos cuando les den el alta.
Suspiré.
—Afortunado. —Fruncí el ceño, deseando vivir cerca. Harrison probablemente vería a mi
sobrina diez veces más de lo que lo haría yo, Tomando el último bocado de mi sándwich, lancé el
envoltorio en el contenedor junto a nuestro asiento—. Un gusto conocerte. Gracias por el sándwich
y el café.
Una encantadora sonrisa atravesó su cara mientras él se paró.
—Un gusto conocerte también. Supongo que tenemos un vale por un baile y un kebab.
Para el momento en que salimos del hospital junto a la malhumorada enfermera, estaba tan
cansada que apenas podía mantener mis ojos abiertos. Eran apenas pasadas las nueve, pero estaba
despierta desde las cinco de la mañana trabajando en el café, por lo que ya había sido un día largo
para mí.
Después de llamar a Finn para asegurarme de que todo estuviera preparado para el día
siguiente, subí a la cama y me recosté contra las almohadas. Mis ojos revolotearon cerrados
mientras pensaba en la pequeña Evie. Mi mano inconscientemente fue a mi estómago mientras
pensaba acerca de un recién nacido siendo mío. Mastiqué mi labio mientras el instinto maternal
crecía aún más, mientras me imaginaba el bebé teniendo cabello rubio oscuro y desordenado, justo
como el de Harrison. Sacudí mi cabeza borrando la fantasía antes de suspirar dramáticamente.
—Simplemente deja de pensar en él, Bronwyn, Te ves ridícula —murmuré en La
oscuridad.
Incluso aunque mi cuerpo estaba cansado, mi mente giraba, así que me tumbé allí despierta
por casi una hora. Para el momento en que finalmente me quedé dormida, estaba bastante
convencida de que Finn y yo debíamos tener otro bebé.
Finn llegó un poco después de las dos de la tarde, incluso aunque había prometido llegar por
la mañana. Theo, por supuesto, fue bienvenido con los brazos abiertos y mi madre fue a arrullarlo
con los ojos llenos de lágrimas mientras lo abrazaba. Finn, por otro lado, saludó con una ajustada
sonrisa y asintió con la cabeza. La atmósfera entre ellos era tan tensa que podrías cortar el aire con
un cuchillo. Intenté una y otra vez que ellos hicieran las paces por años, pero a mi mamá realmente
nunca le iba a agradar él. Ella simplemente lo toleró para mi beneficio.
Durante la tarde fui al hospital, aparentemente Finn no estaba de humor para socializar.
Todo el tiempo se quedó parado en un rincón, hablando sólo cuando le hablaban, y sin sostener a
Evie. Lucía como si estuviera aburrido. Conociéndolo, probablemente estaba planeando escapar y
así poder volver a casa y salir con sus amigos.
Una vez que el horario de visitas terminó, mi mamá nos llevó a todos a cenar fuera y no
estuvo satisfecha hasta que Theo se comió prácticamente un kilo de helado. Ella estaba en su salsa
con su nieto, mucho más de lo que parecía por su sonrisa y sus ojos brillantes. Después de la cena,
pasamos otra hora en la casa de mamá, con nosotras dos chismorreando mientras se sentó en el
piso a jugar con Theo y sus nuevos autos que ella le había comprado. Finn no dijo mucho,
simplemente se sentó allí a jugar con los juegos de su celular, póker en línea, supongo.
Mi despedida con mamá fue triste. Odié irme, e iba a extrañarla terriblemente. Cada vez que
la veía y luego me iba de nuevo, esto siempre me resultaba muy difícil. Ambas prometimos
esforzarnos más, y conseguir visitar a la otra más a menudo. Nos invitó a los tres a pasar las
Navidades con ella en casa. A Finn no parecía gustarle la idea en absoluto, sólo se había encogido
de hombros y le dijo a ella que lo intentaríamos.
Aunque sabía que eso no pasaría porque "intentar" era una palabra que él usaba a menudo;
era una palabra vacía, sólo la decía para mantenerla tranquila.
Para el momento en que llegamos a casa, Theo estaba dormido. Ni siquiera se movió
mientras Finn desbloqueaba el cinturón de seguridad y lo sacaba en brazos fuera del auto. Sonreí
ante la vista y caminé hacia las oxidadas escaleras de metal. Una vez que abrí la puerta, escolté a
Finn y luego me apresuré a la habitación de Theo, corriendo las mantas y observando a Finn
colocar a mi bebé en su cama.
El instinto maternal dentro de mí aún sonaba, amenazando con hacer ebullición. Ver a Evie
me produjo este instinto, pero recordar a Theo tan pequeño, sus primeras sonrisas y la forma en
que reía cuando lo secaba después de una ducha, hacía que mi útero y mi cuerpo se contraigan,
tanto que era casi doloroso.
Mientras Finn dejó a Theo en su habitación, lo seguí por detrás, mi mente aún estaba llena
de pensamientos acerca de bebés chiquitos y suaves juguetes. Cuando Finn se giró hacia mí, sonreí
seductoramente, preguntándome cómo mencionar el tema acerca de otro bebé incluso aunque
nosotros apenas podíamos permitirnos vivir y él no tenía trabajo en este momento.
—Voy a la cama, ¿vienes? —preguntó él, asintiendo hacia nuestra habitación.
Mordí mi labio ante la oferta, preguntándome si quizás embarazarme accidentalmente
funcionaría mejor. Regañándome a mí misma de inmediato porque jamás haría algo como eso a
propósito. Theo fue un accidente y, aunque lo amaba más que a nada en el mundo, si pudiera elegir
las circunstancias y el momento de quedar embarazada de él, seguramente no lo haría con el
malparido del padre que había elegido, ni a los diecisiete como elección de momento.
—Seguro —accedí—. Evie era hermosa, ¿no lo crees? Había olvidado como era sostener
un recién nacido. —Me encogí de dolor ante lo estúpida que sonaba. Él se encogió de hombros en
respuesta y caminó hacia la habitación en la parte trasera del apartamento. Lo seguí allí,
decidiendo continuar intentando—. ¿Recuerdas cuando Theo era pequeño?
Él suspiró dramáticamente.
—Sabía que esto pasaría —murmuró.
—¿Sabías que qué pasaría? —Saqué mi camisa sobre mi cabeza y la lancé en la silla antes
de quitar el botón de mis vaqueros, quitándomelos también.
—Tú y los bebés —respondió él, como si eso lo aclarara todo.
Silenciosamente me pregunté si había sido descubierta. Él probablemente se preguntaba
dónde había ido yo con mis pequeños recordatorios, e incluso sonaba como si estuviera esperando
que sucedieran.
—¿Quieres otro bebé, cierto? —preguntó, quitándose su ropa y deslizándose en la cama en
sus boxers.
Reí tranquilamente, sonrojándome,
—¿De dónde en la tierra sacaste esa idea? Simplemente estaba preguntándote si
recordabas cuando Theo era pequeño, y… —Su expresión me dijo que él no estaba cayendo ni en lo
más mínimo, por lo que decidí rendirme. La mirada conocedora que él me disparaba era lo
suficientemente fácil de ver. Gateé sobre la cama sólo en ropa interior, sentándome a horcajadas
sobre sus caderas.
—ESTÁ BIEN, si estaba pensando en eso. ¿Qué crees? —pregunté, bajando mi cuerpo
sobre la cima de él, tratando de lucir seductora. Si había otra cosa que conocía sobre Finn Reynolds
era que jamás rechazaría el sexo.
Él suspiró y acunó mi trasero en sus manos, mirándome directo a los ojos.
—Creo que son muy caros. Pienso que no voy a trabajar por ahora. Creo que tú y yo no
estamos en estado de pensar acerca de nada como eso en este momento.
Tragué e hice puchero, tratando de conseguir mi objetivo. Aunque sabía que no funcionaría.
Finn y yo estábamos casados, pero no eran sentimientos reales ni nada, quizás jamás lo fueron.
Nunca pude poner mi dedo en el punto donde puedo decir que estaba totalmente enamorada de él
o quizás uno del otro y apenas fuimos amigos. Sexo y pagar cuentas, eso era todo lo que
compartíamos en realidad. Simplemente estábamos compartiendo nuestras vidas como pareja
porque era más fácil que comenzar solos, no porque ninguno de nosotros realmente quería estar en
esta relación destructiva.
Él lamió sus labios y me acercó de un tirón.
—Te digo una cosa. En un año estaremos en mejor posición y hablaremos de esto entonces,
¿qué te parece?
Suspiré y asentí tratando de no sentirme decepcionada. Estaba siendo irracional; mis
hormonas estaban manejándome porque había estado acunando a Evie. Realmente no podíamos
permitirnos otra boca que alimentar. Finn tenía razón, el siguiente año estaríamos mejor.
—ESTÁ BIEN —accedí.
Me sonrió, y sus ojos se deslizaron a mi pecho. Extrañamente, estaba recordando el modo en
que Harrison me miraba de esa misma manera ayer, pero esta mirada de Finn ni siquiera lograba
que mis sentidos se excitaran ni la mitad tanto como la sonrisa adulante en la cara de Harrison.
Su lengua corrió a toda velocidad sobre su labio inferior mientras me acercaba a tirones
hacia él.
—¿Qué tal si sólo practicamos esta noche? —sugirió Finn. Sus dedos trazando mi espalda,
enganchados debajo de la traba de mi sostén, quitándolo suavemente. Asentí y agaché mi cabeza
para besarlo, ignorando el sabor a cigarrillos en su lengua y con la decepción posándose en mi
estómago. Cerré mis ojos y aunque me sentía terrible haciéndolo, me imaginé las manos de
Harrison en mi cuerpo en lugar de las de Finn. Imaginé a Harrison besando mi cuello y quitando
mis bragas. Pensar acerca de Harrison Baxter de ese modo hacía que mi cuerpo se excite más de lo
que había estado en años.
Junio 2012

Incliné la cabeza hacia atrás y cerré mis ojos, dejando que la luz tardía del sol de Junio

caliente mi cara. Los sonidos de la risa y la música infantil me rodeaban. El feliz y luminoso
ambiente era muy agradable en comparación con lo que normalmente estaría rodeada en un
sábado por la tarde; la prisa para almorzar en la cafetería y los grosero y exigentes clientes.
Por desgracia, no había cambiado mucho en los últimos seis años. Todavía trabajaba duro,
demasiado a veces, pero eso no se podía evitar. Finn había logrado encontrarse a sí mismo un
trabajo, incluso a pesar de que estaba actualmente pendiendo de un hilo y en período de prueba,
por lo que su salario se llevó algunas de la presiones de encima de mí; bien, cuando no estaba
bebiendo o apostándolo a la basura cosa que hacía de todos modos. Theo tenía ahora once años y
estaba en su primer año en la escuela secundaria. Estaba creciendo demasiado rápido para mi
gusto. Yo todavía no había convencido a Finn de que teníamos que hacer un segundo bebé, el
momento nunca parecía correcto; tal vez nunca lo sería. Mi vida continuó sintiéndose como una
larga, interminable, lucha cuesta arriba. Vivía días como éste en los que podía relajarme, respirar, y
dejar que mis problemas desaparecieran. De vuelta a casa en Bath siempre me hizo sentir así y no
había sido capaz de contener mi sonrisa desde que llegamos la noche anterior.
Hoy fue el sexto cumpleaños de Evie, así que por supuesto, Skye y Brandon la estaban
llevando a una fiesta confeccionada para una princesa, con un castillo inflable rosa y un payaso con
la nariz roja que parecía algo que había vagado directamente de mis pesadillas infantiles.
Para asegurarme de que he estado tan lejos del pelirrojo, grande-pierna cosa, me nominé a
mí misma jefa restauradora de la mesa de bufé. Me estaba manteniendo ocupada porque la
veintena o algo de niños que Skye actualmente tenía corriendo por su jardín había descendido
sobre él como langostas tan pronto como el papel de aluminio se removió de los platos.
Por el momento, a un lado del gran jardín trasero de Skye, Brandon y su muy reacio
ayudante, Theo, estaban poniendo en marcha una competencia de golpes musicales, y yo no podía
dejar de reír ante la expresión contrariada de Theo porque él probablemente preferiría estar en la
habitación de Evie jugando con la Nintendo 3DS que obtuvo por su cumpleaños de sus padres.
—Creo que tenemos más dedos de chocolate en la cocina; iré por ellos —dijo Skye,
quejándose y sacando los platos vacíos.
—Skye, tienes suficiente comida aquí. En serio, deja de estresarte —la regañé, sonriendo y
sacudiendo la cabeza.
Skye quería todo perfecto para el cumpleaños de su niña. Pude entender por qué, por
supuesto; ella era su única hija, ellos no tienen otro porque lo que habían pasado tanto mal con el
tratamiento de Fertilización in vitro sólo para hacer a mi adorable sobrina. Como resultado, ellos
mimaron a Evie lo más que pudieron y atesoraron cada momento de su infancia.
Skye suspiró y se mordió el labio.
—Sí, probablemente tienes razón, pero creo que voy a ir a buscarlos, por si acaso. —Ella
asintió con la cabeza a sí misma y levantó la mirada, su expresión cambiando a una sonrisa
mientras miraba por encima de mi hombro—. Hola, Harrison, elegantemente tarde, ¿eh?
La mera mención de su nombre hace que los músculos de mi cuerpo se contraigan.
—Ya sabes cuánto me gusta hacer una entrada —respondió en broma.
Estaba un poco reacia a darme vuelta. Harrison Baxter hizo cosas divertidas para mi
interior, cosas que realmente no debería permitirme sentir, pero no tenía control sobre ellas.
—Vaya, ¿qué te pasó a ti de todos modos? —preguntó Skye, frunciendo el ceño.
Incapaz de resistir por más tiempo, me di la vuelta para ver a Harrison de pie justo detrás de
mí. La camiseta blanca que llevaba estaba arrugada y cubierta de suciedad y de lo que parecía
grasa, su pelo rubio estaba más desordenado que de costumbre, y tenía una mancha negra en la
mejilla derecha justo debajo su ojo. De alguna manera, su aspecto desaliñado y sucio le hacía
parecer aún más atractivo. Realmente necesitaba conseguir sostenerme a mí misma y rápidamente,
porque mi marido estaba aquí conmigo por un cambio hoy, así que no podía dejar que este chico
me afecte como usualmente hacía.
Él se encogió de hombros, mirando hacia abajo a sí mismo.
—El maldito neumático estalló en el camino hacia aquí. Tuve que detenerme y cambiarlo
—explicó.
—¿No tienes AA o RAC4? —preguntó Skye, chasqueando su la lengua en señal de
desaprobación.
Harrison asintió en respuesta, tirando de un rectangular y mal envuelto regalo de una bolsa
de juguetería y poniéndolo entre los otros regalos en la mesa.
—Lo tengo, sí, pero si los llamaba habría estado sentado allí esperando años para que
aparezcan. Simplemente lo cambié yo mismo, porque era más rápido. No quería perderme
demasiado de la fiesta, ¡podría haberme perdido la torta! —dijo con fingido horror.
Skye suspiró, recogiendo un par de platos vacíos.
—Voy a llevar estos dentro y entonces voy a encontrarte una de las camisas de Brandon o
algo para que te pongas. Te ves hecho un desastre. —Se rió, sacudiendo la cabeza—. Esto es lo
que te pasa por comprar un viejo coche clásico en lugar de algo fiable.
—Ahh, yo sabía que iba a encontrar una excusa para golpear el coche de nuevo. —
Harrison sonrió, tomando un rollo de salchicha y metiéndolo en su totalidad dentro de su boca.
Mientras se Skye iba, la atención de Harrison se volvió hacia mí—. Cuánto tiempo sin verte,
Bronwyn, ¿cómo estás?
La forma en que dijo mi nombre hizo que mi pulso se acelerara, la forma en que su lengua
jugaba con él y lo acariciaba tenía a mis rodillas debilitadas y a mis mejillas amenazantemente
pálidas. Tragué saliva, con la esperanza de poder mantener la lujuria fuera de mi voz.
—Estoy bien. ¿Cómo estás tú, aparte de poner un pobre hombre de asistencia en carretera
fuera de su trabajo? —bromeé, con la esperanza de parecer distante.
Se acercó a mi lado y tomó un plato de papel.
—No está mal. He estado trabajando mucho más de lo que normalmente haría, sin tanto
tiempo libre como me gustaría debido a la reciente expansión de la empresa, pero aparte de eso,
estoy bien —respondió, mirando a la mesa del buffet con interés—. Entonces, ¿me perdí toda la
diversión?
Sonreí y me encogí de hombros.

4
AA/RAC: Servicios de asistencia automovilística.
—Te perdiste “pasa el paquete” y el escondite —contesté, antes de asentir hacia el payaso
que estaba llamando a todos los niños a sentarse en el césped frente a él—. Parece como si
estuvieras justo a tiempo para un poco de magia, sin embargo.
Harrison miró en la dirección que yo asentí con la cabeza, y sus ojos se abrieron en aparente
horror.
—¡Oh, mierda, es como Pennywise de IT! 5 —Él retrocedió visiblemente antes de inclinarse
para poder susurrar en mi oído—. ¿Por qué alguien lo contrataría para la fiesta de cumpleaños de
un niño? ¿No han visto la película? Mofo va a volverse loco y pronto empezará a matar gente.
Me eché a reír y sacudí la cabeza.
—¿Quieres tu barco, Georgie? —le contesté, utilizando una línea del libro que en realidad
era uno de mis favoritos; y la razón por la que no me gustaban los payasos hasta este día. Le di un
codazo y asentí con la cabeza hacia el aterrador payaso idiota—. Ve a preguntarle si sus globos
flotan —lo desafié.
Harrison se rió, una risa guturalmente profunda, sus ojos centellaron.
—Me olvidé de lo divertida que eres, Bronwyn.
Sonreí, un poco perpleja por su comentario. Harrison siempre dijo que yo era divertida; pero
me confundía porque Finn nunca parecía entender mi humor en absoluto. Tal vez era porque
Harrison y yo parecíamos tener tanto en común y nos llevamos tan bien. No lo había visto desde
hace casi un año, sin embargo, acaba de entrar y ya nos estábamos riendo y hablando como si
hubiésemos hablado ayer. Era agradable, y una de las razones por las que esperaba con interés
venir a visitar a la familia cada vez.
—¿No comes? —preguntó Harrison, cargando su plato con comida.
Sonreí. En realidad no había comido todavía, estaba demasiado ocupada asegurándose de
que todos los niños comieran primero y que Finn había alineado su estómago para absorber parte
del alcohol que había estado consumiendo desde las once de esta mañana.
—Sí. —Tome un plato, y justo mientras extendía la mano hacia el último sándwich de
queso normal en la bandeja, mi mano chocó con la de Harrison que estaba llegando por el al
mismo tiempo. Sonreí, alejando mi mano, asintiendo con la cabeza para que él lo tome.

5
IT: Protagonista de la novela de horror de Stephen King, famosa también por su adaptación al cine.
—Lo siento, quédatelo.
Él sonrió, tomando el bocadillo. En lugar de ponerlo en su plato, sin embargo, lo puso en el
mío.
—Tú quédatelo. Sé que no te gusta la mayoría de estas otras cosas —respondió,
encogiéndose de hombros.
Fruncí el ceño, preguntándome cómo iba a saber eso.
—¿Cómo sabes eso?
Se apartó de mí, cargando su plato con una variedad de los alimentos que Skye, mi madre y
yo habíamos estado trabajando como burros en su fabricación toda la mañana.
—Lo creas o no, he estado en varias de estas fiestas contigo en los últimos años, y sé que eres
exigente con la comida, simplemente de verte seleccionar la comida del buffet. Sólo comes
sándwiches de queso, sin pepinillos —afirmó como si fuera obvio—. Y pizza de queso, pero dejas
la corteza. Aunque parece que toda la pizza se fue.
Sonreí, perpleja de que él hubiera notado mis hábitos alimenticios.
—Cierto. Bueno, gracias. —Tomé el bocadillo, dándole un bocado, reflexionando sobre
cómo era diferente Harrison a mi desinteresado y descortés marido. Harrison, sin duda, sería un
gran novio o esposo de alguien algún día, cuando la chica afortunada finalmente logre captar su
mirada y hacerle sentar cabeza.
—¿Estás por tu cuenta hoy, no hay una cita? —pregunté. Nunca realmente lo vi con una
cita. Sabía que él jugueteaba mucho porque Skye me lo había dicho, pero nunca lo había visto traer
alguien o nadie.
Él se encogió de hombros.
—Nah. No puedo coquetear contigo si traigo una cita, ¿verdad? —bromeó. Un lado de su
boca se detuvo en una sonrisa juguetona, y traté muy duro de no notar de cuán atractivo le hacía
parecer. En lugar de ello, me centré en la mancha negra en su rostro.
—Tienes algo en tu mejilla —murmuré, sin saber cómo responder a su flirteo.
Inmediatamente, se abofeteó en la mejilla equivocada. Sonreí y señalé a la marca, pero mientras él
la frotó, sólo se manchaba aún más y crecía. Me reí y tomé una servilleta, sumergiéndola en mi vino
blanco con el que había estado ocupada durante la última hora.
—Aquí, déjame.
Caminando más cerca de él, traté de no inhalar la esencia de después de afeitarse que
llevaba, porque el olor de él hizo que el pelo en mis brazos picara con entusiasmo. Siempre había
causado esta reacción en mí; era como si me convertía en una niña atolondrada sólo con una de sus
juveniles sonrisas sin preocupaciones. Incluso con mi marido de pie a menos de diez metros de mí,
aun así no podía frenar la atracción que sentía por el socio de trabajo de mi cuñado. Mis fantasías e
imaginación de las cosas que me gustaría hacerle a su cuerpo bordeaban lo obsceno por unos pocos
días después de haber visto a Harrison. Finn tendría una buena noche de esta noche, porque la
lujuria se estaba construyendo dentro de mí en niveles absurdos.
Tragué saliva mientras terminaba la limpieza de la mancha y retrocedí. Una pequeña
sonrisa sexy tiró de la comisura de su boca.
—Gracias.
—No hay problema —murmuré en respuesta, sintiendo rubor en mis mejillas mientras
trataba de no dejar que mis pensamientos sucios se muestren en mi cara.
—Ten —dijo Skye justo a mi lado, haciéndome casi saltar de mi piel porque había estado
tan inapropiadamente perdida en el momento con Harrison. Ambos nos volvimos y miramos,
viéndola sostener una camisa limpia azul pálida.
—Debe entrarte, tú y Brandon son aproximadamente del mismo tamaño.
Harrison sonrió agradecido y la tomó, tirando de inmediato su propia camiseta por la
cabeza. Mis ojos se abrieron cuando cogí mi primer atisbo de su pecho bronceado dorado salpicado
de pelo rubio fino en la base de su estómago, el rastro del tesoro que llevaba a las cosas buenas. Mis
pensamientos sucios estaban de vuelta en abundancia.
Sabiendo que estaba mal que devorara su cuerpo con mis ojos delante de todos, volví la
cabeza hacia otro lado. Cuando me volví, vi a Finn. Estaba exactamente donde lo vi por última vez,
apoyado en la mesa de licores. Excepto que ahora él no estaba solo bebiendo lejos sus penas; en
cambio, una chica con la que solía ir a la escuela estaba parada allí hablando con él. Mis ojos se
estrecharon cuando me di cuenta de quién era ella, Morgan Henshall. Era una de las amigas de
Skye, así que un par de años mayor que yo, pero me acordé de ella por ser una ladrona de novios en
serie. Si mi memoria no me fallaba, se enorgullecía de ser capaz de robar hasta el más
comprometido de los novios; era como una especie de juego para ella en la escuela.
Se estaban riendo juntos; ella estaba de pie demasiado cerca de él para mi gusto. Sabía que él
estaba borracho, me di cuenta por el desequilibrio de su sonrisa y la forma en que su hombro
izquierdo estaba ligeramente inferior al derecho, esto siempre lo delataba. No me sorprendió que
estuviera borracho, había tenido su primera cerveza a las once así que había estado bebiendo ya por
unas seis horas enteras. Cuando él, en raras ocasiones, me acompañó a una reunión familiar,
siempre parecía ahogar sus penas en alcohol. Fue una de las razones por las que no le pedí que
viniera conmigo a menudo, y creo que una de las razones por la qué lo hizo. Fruncí el ceño ante la
pareja, apretando los dientes con frustración.
―Voy a ir a decir feliz cumpleaños a Evie.― La mano de Harrison tocó la parte baja de mi
espalda por un segundo y volví mi atención hacia él y lejos de mi marido, que estaba coqueteando
con claridad con otra persona mientras que la fiesta de cumpleaños de mi sobrina estaba en pie en
el jardín de mi hermana―. Vigila la comida para mí, ¿eh? Asegúrate de que ningún niño pequeño
venga del césped y robe mis nuggets de pollo. ―Él me guiñó un ojo juguetonamente y, así no más,
la tensión dentro de mí se difundió momentáneamente.
―Eres un niño a veces ―bromeé, haciendo rodar mis ojos mientras se alejaba hacia el
payaso de aspecto aterrador que estaba sacando flores artificiales demasiado grandes, de la manga.
Cuando Harrison se volvió a sonreírme, tomé uno de sus nuggets de pollo y me lo comí solo para
herirle. Sus ojos se estrecharon cuando frunció los labios en silencioso regaño, antes de dejarse caer
sobre la hierba al lado de Evie y unirse a la diversión.
Mi mirada viajó de nuevo a Finn mientras bebía mi vino. Seguía hablando con Morgan; que
actualmente se estaba riendo de algo que había dicho. La cólera estaba haciendo a mis pies moverse
nerviosamente, y deseaba ir allí y tirar mi vino en sus ojos y sonreír mientras le escocía. En su lugar,
me quedé atrás, observando, orando porque ella se alejase antes de que otras personas se dieran
cuenta de que mi, supuestamente amoroso, marido estaba haciendo todo lo posible para entrar en
los pantalones de alguna muchacha, más bonita, más alta y más delgada.
No quería hacer una escena; tampoco quería que la gente me mirara con ese comprensivo
“Aww,¿no podía aferrarse a su hombre? Pobre” en sus ojos que me miraban como la última vez que
le dije a mi familia que me había engañado. Pero cuando Morgan puso su mano sobre el brazo de
Finn y se inclinó, dándole esa sonrisa, vi rojo.
Bruscamente dejé mi vino sobre la mesa, sin importarme que se derramase sobre los lados y
en mi mano, atropellé en su dirección. Cuando llegué a ellos, Morgan levantó la vista y sus ojos se
abrieron por la sorpresa antes de que una sonrisa apareciera en sus labios.
―¿Bronwyn? ¡Han pasado años desde que te vi! ¿Cómo estás? ―aventuró demasiado
efusiva, tomando discretamente un paso de mi marido y dejando caer la mano de su brazo.
Forcé una sonrisa a cambio.
―He estado bien, gracias. Veo que has conocido a Finn, mi marido ―le contesté, poniendo
mucho énfasis en la última palabra cuando deslicé mi mano en la suya y levanté la barbilla.
Su mirada se lanzó hacia él y uno de sus ojos se contrajo como si esto fuera una nueva
revelación. Tal vez no había notado el anillo que llevaba en el dedo... o tal vez lo había visto, pero
simplemente no se había dado cuenta que estaba casado con la hermana menor de su amiga.
―Oh, sí, ya nos conocimos. Finn me estaba ayudando a abrir mi vino ―mintió ella,
cogiendo su copa como prueba de su acto servicial―. Me pondré al día contigo pronto, Bronwyn.
―Sin esperar respuesta, paseó rápidamente, acercándose a un grupo de amigos de Skye y
sumergiéndose en la conversación, discretamente comprobándonos sobre su hombro.
Finn apretó mi mano.
―Uh oh, ¿alguien está celosa?
¿Celosa? Eso tenía que ser una broma. Dejando caer su mano, me volví hacia él, mirándolo
directamente a los ojos.
―¿Celosa? No estoy celosa de una puta así. ¡Pero estoy sangrientamente furiosa de que me
faltes al respeto delante de toda mi familia para acertar con una de las amigas de mi hermana en
una fiesta de cumpleaños! ―le susurré, inclinándome para que nadie sospechara que estuvimos a
punto de tener uno de nuestros famosos líos ardientes―.¿Qué sucede contigo? ¿En serio?
Él se encogió de hombros, extendiendo la mano y tocando mi cara torpemente con su
coordinación de borracho así que en vez del gesto afectuoso para el cual iba, fue más como aplastar
mi mejilla bruscamente.
―Era inofensiva ―respondió―. Sólo estoy matando el tiempo antes de que podamos
volver a casa. Esta maldita cosa es aburrida como siempre.
Apreté los dientes mientras mis manos se apretaron en puños. Quería golpearlo, muy duro,
justo en el centro de su cara insinuante, borracha.
―¡Una cosa es hacer esta clase de mierda en secreto y que yo no lo vea o sepa de ello, y otra
muy distinta es tenerte desfilando en torno a la fiesta de cumpleaños de mi sobrina pegándote a
mis amigas de la infancia y ni siquiera parecer preocupado de que mi familia te pueda ver!
Él se rió sombríamente.
―No estoy desfilando. Sólo estoy esperando que esta maldita cosa se termine para que
podamos irnos. Las fiestas infantiles, no son lo mío, lo sabes.
―Sí, lo tuyo es emborracharse y apostar nuestro dinero del alquiler ―le espeté, golpeando
lejos su mano cuando iba a tocar mi cara otra vez―. No me toques. En serio, estoy muy enfadada
contigo que quiero... a... ―Ni siquiera sabía lo que quería hacer.
Una sonrisa adornaba sus labios mientras se inclinaba. Su aliento a cerveza soplaba en mi
cara, y me preguntaba silenciosamente la cantidad exacta de alcohol que había ingerido. Mi
conjetura sería, mucho.
―¿Quieres ir desahogarte y tener sexo enojada? ―ofreció, guiñándome un ojo.
Casi me atraganté con la burla.
―Que te jodan ―murmuré.
Su sonrisa creció.
―Eso es lo que te ofrecí ―contestó, hipó antes de dejar escapar un gran eructo que hizo
que la gente cerca de nosotros levantara sus narices en disgusto.
Sacudí la cabeza en señal de frustración.
―¿Por qué te molestas en venir conmigo a fiestas familiares? ¡En serio, todo lo que haces es
quejarte sobre el deseo de volver a casa, emborracharte, avergonzarme y luego sentarte con tu
teléfono a jugar al póquer en línea utilizando el Internet de mi madre!
Sus ojos se estrecharon mientras bebía lo último de su cerveza antes de golpear la botella
sobre la mesa.
―¡Vengo porque me haces venir! ―replicó él.
―No te hago venir ―protesté, apretando los dientes.
Hizo rodar los ojos como si hubiera dicho algo absurdo.
―Sí, lo haces, botón de oro. Si no vengo contigo, entonces te pones de mal humor y no me
hablas durante días, y cuando regresas haces comentarios sarcásticos sobre cómo todo el mundo
me extrañó y te preguntó acerca de mí, tratando de hacerme sentir culpable.
―No lo hago para hacerte sentir culpable; lo digo porque la gente siempre pregunta dónde
estás. ―Rechinando los dientes con frustración, sacudí la cabeza. Para ser honesta, era más fácil
para mí cuando él no estaba aquí. Por lo menos entonces no tenía que vigilarlo todo el tiempo,
asegurándome de que no estaba demasiado borracho y yendo a vomitar en algún lugar, o decir
algo inapropiado, o acertar con las amigas de mi hermana. Ni siquiera estaba segura de por qué
siempre le pedí que me acompañara a las reuniones familiares, tal vez era porque secretamente
esperaba que un día realmente quisiera ser aceptado como parte de mi familia y que apreciara el
esfuerzo por incluirle. Pero no, estaba claro que nunca sucedería. Finn no estaba interesado en ser
aceptado por nadie―. Sabes qué, simplemente no vuelvas más. No vengas a las fiestas de tu
sobrina, no le desees feliz cumpleaños, no vengas a quedarte en casa de mi madre entonces.
―Tu sobrina, no la mía ―me corrigió.
Mi mano se moría de ganas de abofetear su rostro. Biológicamente sí, ella era mi sobrina,
pero él la había conocido desde su nacimiento, ¿no contaba como familia a sus ojos?
―Lo que sea, sólo no vengas a más eventos familiares entonces, iré por mi cuenta con Theo.
―Gracias al maldito Dios por los pequeños favores ―murmuró con sarcasmo.
Frustrada y enojada aún más, negué con la cabeza sabiendo que tenía que alejarme de él. Si
me hubiera quedado allí mucho más, entonces empezaría a gritar, y gritar, y luego empezaría a
tirar cosas, y esto nunca terminaría bien.
―Sólo tienes que ir arriba y despejarte, he terminado de hablar contigo. ―Atropellé de
nuevo para regresar a la mesa donde había dejado mi vino, cogiéndolo y bebiendo medio vaso en
dos tragos.
Mirándome con preocupación, mi madre se excusó de sus amigos y se acercó a mí.
―¿Todo bien? ―me preguntó.
Asentí, forzando una sonrisa para que ella no supiera que estaba a meros momentos de
estallar en lágrimas de frustración.
―Todo está bien. ¿Debo ir a buscar las cerillas para el pastel? ―ofrecí, tratando de
cambiar de tema. Por el rabillo del ojo, vi a Finn atropellar dentro de la casa con una cerveza en
cada mano. No tenía ninguna duda en mi mente que pasaría el resto de la fiesta en la casa jugando
juegos en su teléfono y luego volveríamos a ignorarnos mutuamente por el resto de la noche antes
de fingir que nada había ocurrido en la mañana, una vez que estuviera sobrio.
Mamá asintió. Su ceño fruncido me dijo que no creía que estuviera bien, pero que no quería
sondear. Yo la amaba aún más por no tocar el tema porque no quería admitir que ella había tenido
razón acerca de Finn todo el tiempo, que no era bueno para mí, y que me haría daño a largo plazo.
Inclinándome, planté un beso en su mejilla antes de dirigirme a la casa para encontrar los fósforos
y fingir que no me sentía como un montón de mierda de perro sin valor.
Todo lo que quería, todo lo que realmente había querido nunca, era que Finn me amara
como se debería de hacer y llevar una vida normal y feliz juntos. ¿Era realmente demasiado pedir?
Al parecer lo era.
Agosto 2013

El año después de la fiesta de cumpleaños fue difícil para mí y para Finn. El dinero faltaba

porque Finn había dañado el auto en un accidente, por lo que tuvimos que comprar uno nuevo,
bueno, uno nuevo viejo. Como resultado de pagar por un auto nuevo, el dinero extra era poco y
nada frecuente, lo cual significaba que había que ceder ante algunas cosas.
Estaba trabajando turnos extra cuando era posible, y Finn tuvo que recortar la bebida. Con
él no bebiendo tanto, se quedaba en casa más a menudo por las noches, pero en lo que eso
resultaba era en que peleamos más. Al pasar más tiempo juntos, se volvía más notable que éramos
total y completamente incompatibles. Yo lo había sabido mucho antes, por supuesto, pero de
alguna forma nuestra relación funcionaba porque era casi como si viviéramos vidas distintas y
solamente compartíamos una cama y una cuenta bancaria. Pero con nosotros pasando más tiempo
juntos, noté que realmente ya no me gustaba Finn. Cada pequeña cosa sobre él me irritaba, a veces
incluso la forma en que respiraba.
El año había sido largo y doloroso, pero habíamos llegado al punto en el que ya ni
peleábamos más. Era como si fuera demasiado esfuerzo, demasiado contacto con el otro. Incluso las
cosas físicas entre nosotros se estaban desvaneciendo. Finn ni siquiera intentaba instigar nada
conmigo. De hecho, nos acercábamos a nuestro quinto mes sin sexo. Tenía una horrible sensación
de hundimiento en el estómago de que él se estaba involucrando con otras chicas, pero tenía
demasiado miedo como para preguntarle.
Caí en una tristeza eterna. Mi confianza y autoestima cayeron, y lo único que me quedó era
inseguridad y un odio por mi propio cuerpo, porque claramente ya ni siquiera le atraía a Finn de
esa forma. Si era honesta, tendría que admitir que me odiaba. Me odiaba por no tener el coraje de
salir de esa destructiva relación, me odiaba por dejarlo tratarme de esa forma y me odiaba por
pensar que no merecía nada mejor.
La última gota llegó un día que no lo esperaba. Recordé el momento exacto en que mi vida
finalmente pareció volver a caer en lugar y el momento exacto en que creé una columna y me
levanté por mí misma. Eran la 1:13 de la tarde de un martes la primera semana de agosto.
Acababa de terminar de trabajar en el restaurante. Dave, el cocinero, había programado dos
meseras en lugar de una, pensando que sería un día ocupado. Pero la carrera del almuerzo parecía
no llegar nunca, por lo que Karen y yo lanzamos una moneda y la ganadora, yo, se podía ir a casa
una hora antes.
Mientras me acercaba a mi apartamento, supe que algo no estaba bien.
El auto de Finn estaba estacionado en uno de los espacios para nuestro edificio. Él debía
haber estado trabajando hasta las cuatro. Fruncí el ceño, luchando contra mis llaves, dudando
porque parte de mí ya sabía lo que encontraría dentro. Me detuve con la llave a milímetros de la
cerradura, insegura de si quería entrar. Mi parte solitaria y necesitada quería girarse y alejarse,
pasar una hora en algún otro lugar y regresar a la hora normal. Parte de mí estaba aterrada. Pero
también había otra parte de mí esa vez, solo una pequeña chispa de la vieja Bronwyn, la que mi
papá había criado para ser una mujer fuerte y confiada que sabía su valor y lugar en el mundo. Por
un largo tiempo pensé que esa chica se había desvanecido, pero ella apareció en mi cabeza en ese
momento, demandando que entrara al apartamento y viera lo que sabía que estaba sucediendo.
De alguna forma inconsciente, mi mano abrió la puerta y mis piernas me llevaron por el
umbral, cerrando la puerta detrás de mí silenciosamente. Todo se veía normal dentro, justo como lo
había dejado al irme esa mañana. La única cosa que era diferente eran las tres latas vacías de
cerveza en la mesa y la copa a medio beber de vino con la marca roja de labial en el borde.
Mi espalda se tensó. Un ligero gemido dejó mis labios mientras mis miedos eran
confirmados. Finn había llevado a alguien a nuestra casa para tener sexo. Por suerte, Theo pasaría
esa noche con un amigo, por lo que no me tenía que preocupar por él.
Un golpe y una risita femenina vinieron desde mi dormitorio, y cerré mis ojos, respirando
hondo un par de veces preparándome para lo que estaba por ver. Mis piernas temblaron mientras
recorría los veintiocho pasos a la puerta de mi habitación. Mientras mi mano se cerraba a la perilla,
los pude escuchar en el interior, respiraciones profundas y ella gimiendo el nombre de mi esposo.
Mi corazón estaba en mi garganta mientras giraba la perilla y abría la puerta.
Ahí estaban, Finn y una linda chica rubia que apenas parecía tener la edad legal, presionada
contra la pared de mi cuarto en un apasionado abrazo. Su blusa no estaba, exponiendo una
tonificada y esculpida figura que yo nunca tendría, incluso antes de dar a luz. Sus manos estaban
en el trasero de ella, y las de ella en el botón de sus pantalones. Juzgando por las expresiones de
sorpresa y horror en sus rostros, ellos no me habían escuchado entrar.
Aunque sabía lo que iba a ver, la sorpresa de enfrentar a Finn con otra chica realmente hizo
que mi boca se abriera y el aire saliera de mis pulmones a la vez. Nunca lo había atrapado
engañándome, nunca lo había visto con mis ojos, solo la evidencia después o los rumores. Verlo era
peor de lo que creí que sería. Y la falta de respeto de que lo hicieran en nuestra casa, en nuestro
dormitorio, dolía más de lo que había imaginado. Era como una bofetada ver cuán bajo había caído
y cuán poco le importaba.
Finn inmediatamente retrocedió tropezándose y sacudió la cabeza, levantando sus manos
inocentemente.
—Esto no es lo que parece —protestó, su voz tensa y asustada.
Tragué a pesar de las emociones que parecían estar atrapadas en mi garganta. Me gustaría
decir que estaba enfadada o angustiada por atrapar a mi esposo poco antes de follar a alguien
contra la pared, pero realmente no estaba enojada de que estaba a punto de engañarme. Como una
tonta, me había acostumbrado a sus formas de engaño, no esperaba mucho más de él. Lo que me
molestaba era que tenía el coraje para hacerlo en nuestra casa. Esa falta de respeto cortó
profundamente y sabía tan amargo en mi boca que realmente quise escupir para librarme de eso.
—¿Quién es ella? —preguntó la chica, viendo entre Finn y yo. Claramente él había evitado
decirle que estaba casado.
Finn negó con la cabeza rápidamente.
—Todo esto es un malentendido. Solo le estaba mostrando… ahm… —Señaló a la molesta
chica y frunció el ceño como si intentara recordar su nombre—. Ahm…
—¡Cheryl! —siseó, tomando su blusa del suelo y pasándola por su cabeza.
Finn asintió rápidamente.
—Cheryl, cierto —murmuró—. Yo solo estaba… —Se atragantó, claramente sin ninguna
mentira a la mano para enmendarlo. Se giró hacia mí—. No es lo que parece.
—¿Quién es ella? —preguntó Cheryl de nuevo, más enojada esa vez.
—Soy su esposa. ¿Él no te dijo que estaba casado y que tenía un hijo? —pregunté.
Su rostro perdió el color.
—Pero dijiste que eras viudo. —Miró a Finn incrédula.
Mantuve mi mirada pegada a Finn mientras hundía mis dientes en mi mejilla. Él le había
dicho que yo estaba muerta. El dolor era insoportable. Él se encogió, sacudiendo la cabeza, sus
labios moviéndose mientras intentaba inventar una mentira para salirse de esa situación. Cuando
fue aparente que no tenía nada que decir, se giró hacia la chica.
—Vete a casa. —Eso era lo único que podía pensar para decirle a ella. No podía estar
enfadada con ella por haber sido engañada, de hecho, realmente sentía algo de lástima.
Ella parpadeó un par de veces y luego asintió, enderezó su ropa mientras prácticamente
corría fuera de la habitación con lágrimas en los ojos. Me giré hacia Finn, no sabía ni qué decir.
Tenía un millón de cosas corriendo por mi mente, mil cosas que quería gritarle: qué era una
escoria, cuánto lo odiaba, cuán inútil era como esposo y cuán bajo me hacía sentir porque no era
suficiente para él y que él necesitara la atención física de otras chicas.
Pero en su lugar no dije nada. Como era usual, mantuve todo guardado, en parte porque
temía que en cuanto dijera esas cosas tendría que reconocer la verdad y hacer algo sobre eso, y en
parte porque temía las consecuencias de admitir que estábamos más allá del reparo.
—¿Cómo pudiste hacer esto de nuevo? —susurré finalmente. Pero mientras hablaba, mi
furia pareció construirse como una tormenta dentro de mí, todo el dolor acumulándose por los
años de ser tratada como tierra en sus manos y por no ser apreciada por todo lo que había hecho
por él. ¿Qué si no hubiese sido yo la entraba? ¿Qué si hubiera sido Theo quien hubiese llegado
temprano y atrapado a su padre acostándose con una chica contra la pared? Ira. Dominó todo,
coloreó mi visión, quemó mi garganta—. ¡Eres un inútil pedazo de mierda, Finn Reynolds!
Él asintió, hacía una mueca como si mis palabras dolieran.
—Lo sé, lo sé. Lo siento.
—¿Siento? ¿Lo sientes? ¡Eso no es lo suficientemente bueno! —solté—. ¿Incluso era legal?
¡Ella parecía una maldita chica!
Sus cejas se arrugaron.
—Tiene dieciocho —contestó suavemente.
Asentí ausentemente.
—Ese será por qué sus tetas parecían malditas rocas, ¿uh? —murmuré—. ¡Estoy harta de
esta mierda! —Mis ojos se llenaron de lágrimas, causando que todo se nublara.
Finn se acercó, tocó mis mejillas e inclinó mi cabeza para que lo viera. Sus ojos verdes pálidos
eran tristes y afligidos, iguales que cuando lo había confrontado sobre una de sus aventuras. Él
tragó con fuerza, y el silencio se estiró, casi hasta que se tornó doloroso mientras ambos nos
quedábamos ahí y luchábamos contra lo que sabía que debíamos hacer.
—Te amo —susurró.
Esas palabras ya no significaban nada para mí, eran solo palabras vacías y sin significado
que se unían y lanzaban por efecto.
—No puedes hacerlo. Si lo hicieras, no harías esto —repliqué débilmente, poniendo mi
mano en su pecho y apartándolo de mí.
—Pero lo hago —protestó—. Lo lamento. Lo lamento, cariño. No sé lo que estaba
pensando. No sé por qué hago esto. Lo siento.
Respiré hondo al notar algo que ya sabía, muy profundo en mí. Yo era mejor que esto. Era
mejor que este hombre que estaba frente a mí que tenía parte de mí a su disposición, pero aun así
me faltaba el respeto tan fácilmente por una aventura casual con una chica linda. Merecía algo
mejor que su trato. Me puse a mí misma en esto una y otra vez porque creía que eso cambiaría, tal
vez dejaría de mirar a otras chicas, tal vez, algún día, sería suficiente para él y luego nos
enamoraríamos de nuevo y tendríamos la vida que soñaba cuando era niña.
—Estoy cansada de esto, estoy cansada de que me engañes, estoy cansada de sentirme en
segundo lugar y esta es mi culpa de alguna forma. Merezco algo mejor —murmuré, sacudiendo
mi cabeza y bajando la mirada a mi anillo de bodas en el tercer dedo de mi mano izquierda—.
Nunca me anoté para esto. Odio la forma en que me haces sentir como si no tuviera valor todo el
tiempo, Finn. Ya no puedo hacer esto.
Él hizo un sonido ahogado en el fondo de la garganta mientras se acercaba a mí, sujetando
mis brazos.
—¿Qué? Bronwn, no digas eso, no hagas esto. Te amo y lo lamento. Esto nunca pasará de
nuevo. Te amo. Eres mi vida; tú y Theo son lo único importante para mí. Nunca haré esto de nuevo,
lo juro. Lo siento tanto. Puedo cambiar. Voy a cambiar. Por favor, perdóname. Sí mereces algo
mejor, y yo seré mejor. Por favor, cariño, ¿por favor? —Su voz era desesperada, incluso temerosa.
Podía escuchar la vulnerabilidad en su tono mientras sus dedos se hundían en mis brazos,
manteniéndome en lugar. Sus palabras eran las mismas que cuando descubrí sobre sus engaños. Él
siempre prometía cambiar, se disculpaba hasta que estaba azul, y soltaba cuánto me amaba. Pero
no era suficiente, no esta vez—. Estaría perdido sin ti, lo sabes. Esto nunca sucederá de nuevo.
Somos tú y yo, por siempre. Solo tú y yo, nadie más.
Cerré mis ojos, luchando contra la humillación que causaba que mi corazón se apretara
dolorosamente en mi pecho.
—Finn, nosotros no funcionamos.
—¡Lo hacemos! —protestó—. No quieres estar por tu cuenta más que yo. Nos
necesitamos. Y no podemos solo terminar, imagina lo que le haría a Theo.
Fruncí el ceño, sabiendo que estaba lanzando cualquier herramienta emocional que tenía y
me hizo no decir las palabras en la punta de mi lengua. Lo odiaba por decir esas cosas, pero esas
eran las razones que yo me había puesto todo ese tiempo, porque no quería quitarle a Theo a su
papá y porque tenía miedo. Miedo de estar por mi cuenta, miedo de ser una madre soltera, miedo
de caminar hacia mi madre y decirle que había tenido razón sobre Finn todo el tiempo. ¿Cómo la
vería a los ojos después de saber que debía haberla escuchado todos esos años, cuando ella vio que
él no era bueno?
—Por favor, cariño. Lo lamento. Déjame enmendarlo. Lo intentaré con más fuerza; seré
mejor, lo juro. —Mientras hablaba su aliento apestoso a alcohol chocaba contra mi rostro—. Tal
vez podemos ir a terapia o algo. Podría aprender cómo ser un mejor esposo. Solo no te rindas, no
me dejes arruinar esto, por favor. —Sus manos se deslizaron por mis brazos, descansaron en mi
cuello, sus pulgares masajeando mi mandíbula suavemente—. Haré lo que sea. Déjame
enmendarlo. ¿Solo una oportunidad más? ¿Podemos empezar de nuevo, arreglarlo? ¿Por favor?
Aunque ya había tomado mi decisión y sin importar cuánto rogara, cuánto me mirara a los
ojos, cuán suavemente tocara mi rostro, no podía cambiar de opinión, no esta vez. Me sentí
diferente por dentro. Empezando era asustada y aterrada, pero mi orgullo había sido herido
irrevocablemente al ver lo que había encontrado. No podía pretender más.
Mis palabras dejaron mis labios antes de poder pensar bien las consecuencias.
—¡Quita tus sucias manos mentirosas de mí, y lárgate de este apartamento! —siseé,
elevando mi barbilla con confianza—. Ya no puedo más. Se acabó. —Respiré hondo antes de
decir la última parte—. Quiero el divorcio.
Las palabras no dolieron tanto como pensé que lo harían, de hecho, casi era un alivio decirlo,
y quitaron algo del peso de mis hombros que no sabía que había llevado por los últimos doce años y
medio desde que dije la palabra “acepto”. La finalidad de la palabra divorcio colgó en el aire y, en
esa milésima de segundo, realmente me sentí orgullosa de mí misma. Finalmente me estaba
defendiendo y creía que lo valía y que merecía más, incluso si más significaba estar por mi cuenta y
empezar una vida de nuevo. Había tomado la decisión correcta.
Abril 2014

—¿Y estas segura de que estás realmente bien? —preguntó Skye por centésima vez.

Suspiré y asentí en confirmación.


—Claro que lo estoy. ¿Podrías dejar de preocuparte por mí? Esto ha estado pasando por un
largo tiempo. Para ser honesta, estoy agradecida de que haya acabado —admití, encogiéndome de
hombros.
Ella me dio una mirada significativa y tomó el cepillo de mi mano, sosteniéndome por los
hombros y girándome en mi asiento.
—Déjame arreglar tu cabello.
Le sonreí agradecida. Sabía que no era solo para eso; esto era un gesto de apoyo porque ella
pensaba que yo iba a enloquecer. Yo no lo pensaba. Justo como acababa de asegurarle, estaba
totalmente bien y esto ha estado pasando por un largo tiempo. Deberían haber pasado hace años y
entonces, tal vez, habría tenido un poco más de confianza en mí misma y en mi autoestima.
Finn y yo tuvimos nuestro divorcio finalizado hoy, y una hermosa copia de mi decreto
absoluto me había sido traída esta mañana en un rígido envoltorio marrón. Había tomado un
montón de argumento llegar finalmente a este punto. Por alguna razón, Finn no había querido
hacer nuestra separación permanente y había peleado por el divorcio en cada posible etapa. Por
qué quería mantener nuestra destructiva relación, no tenía ni idea. Nunca fuimos realmente
buenos para el otro. Los dos lo sabíamos, solo nos había tomado alrededor de catorce años juntos el
admitirlo finalmente. Pero tuve que dar el salto y hacer este cambio porque no podía seguir
actuando por más tiempo. No podía seguir fingiendo que era feliz cuando, en realidad, me sentía
miserable. Pero, finalmente, hoy, ocho meses después de que pronuncié las palabras “Quiero el
divorcio”, mi deseo fue finalmente concedido, y no podría estar más revivida al respecto.
Coincidentemente, Brandon estaba haciendo una fiesta bastante grande debido a que su
negocio estaba celebrando un contrato de publicidad monumental de tres años que su compañía
acababa de conseguir. El momento de la fiesta era perfecto, y sería la excusa perfecta para que
consiguiera mi cara de borracha sin que se vea como si tuviera algo que ver con mi divorcio.
Además, había tenido un fin de semana sin niños, también, porque Theo se estaba quedando con
los padres de Finn por el fin de semana.
Mi hijo había tomado la separación mucho mejor de lo que pensé que lo haría. En el fondo él
probablemente sabía que esto venía de mucho tiempo, también. Tenía casi catorce años ahora, por
lo que ya no era exactamente un niño; él sabía cómo funcionaban las cosas. Me había atrapado
llorando en más de una ocasión durante los años en los que dejé que las escapadas de Finn me
deprimieran. Nunca hablé a Theo sobre las formas de engaño de Finn, pero parecía que él lo sabía
de todos modos, de alguna manera. A pesar de que siempre había sido un padre decente, Theo aún
tenía mucho resentimiento hacia su padre por hacerme daño, y estaban actualmente pasando por
un particular parche rocoso que yo esperaba que se remediara pronto.
Sonreí mientras mi hermana estilaba mi cabello, y envolví mi brazo alrededor del hombro de
Evie.
Mi sobrina ahora tenía ocho años. Ella era hermosa, y la imagen perfecta de su madre;
excepto que no tenía el espíritu batallador de Skye, era más relajada y retraída como su papá.
—Tía Bronwyn, ¿por qué no viene Theo de nuevo? —preguntó, haciendo un mohín.
Sonreí burlonamente. Evie tenía una debilidad real por mi hijo adolescente, a pesar de que
en realidad a él no le gustaba salir con una niña de ocho años de edad.
—Él está con su abuela por el fin de semana. Ella lo necesitaba para ayudarla con algunas
cosas —mentí. La verdad sea dicha, Theo había sido invitado a la fiesta también, pero yo
simplemente había necesitado un poco de descanso de él. Se estaba convirtiendo en un pequeño
gruñón, y nos enfrentábamos todos los días por el momento. Él definitivamente carecía de una
fuerte presencia masculina en su vida. La que tenía no era precisamente un gran modelo a seguir,
por lo que Theo estaba pasando el rato en las calles, pulverizando las paredes y era un dolor
general en el culo. La semana pasada había sido traído a casa en un auto de la policía porque tiró
una bolsa de excrementos de perros a una patrulla. Ayer mismo había golpeado a otro chico en la
cara porque el otro chico se había reído del viejo teléfono móvil pasado de moda de Theo. Yo estaba
luchando, luchando en serio, y este fin de semana se suponía que debía darme un descanso.
—Aww, echo de menos a Theo —se quejó Evie.
Le di unas palmaditas en la cabeza.
—Ven a quedarte en mi casa por un par de semanas y voy a hacerlo jugar contigo durante
todo el fin de semana —le sugerí, mirando a Skye en el espejo para asegurarme de que estaba bien,
porque podía dar marcha atrás rápidamente si no lo estaba.
Ella asintió con la cabeza e Evie chilló felizmente, aplaudiendo con entusiasmo. Sonreí con
malicia. Ese fue el castigo y medio para mi pequeño rompedor de reglas; que iba a odiarme por eso.
Después de que Skye terminó, mi cabello se veía muy lindo en un pequeño rodete, me
maquillé un poco e hice un giro.
—¿Cómo me veo? —pregunté. Ya sabía la respuesta. Me veía como una mamá sola
estresada, con exceso de trabajo y sin dinero. En una palabra, me veía exactamente como me sentía
por dentro: una mierda.
Skye sonrió y juntó las manos.
—Te ves hermosa, Bronwyn. Aquí, déjame encontrar el collar que se vería perfecto con ese
vestido —aventuró, demasiado efusiva, inclinándose sobre la cómoda y sacó una caja de joyas,
plantándola con el ceño fruncido.
Me reí, incómoda.
—Skye, no puedo usar tu joyería también. Ya te pedí prestado este vestido —protesté,
rozando mis dedos por el vestido de seda de marca cara que llevaba. Nunca había tenido nada tan
lujoso o caro envuelto alrededor de mí. No podía sacar provecho de mi hermana más de lo que ya
estaba haciendo.
Ella agitó su mano con desdén.
—Oh, sólo cállate ya —ordenó, sacando un collar de oro delicado con un hermoso colgante
de flor en el centro. La había visto usarlo y siempre había sido mi favorito de los de ella, y ella lo
sabía.
—Este sería perfecto —dijo con entusiasmo, dejando la caja abajo—. Date la vuelta y lo
pondré sobre ti.
Gemí en protesta, pero giré como me instruyeron, a sabiendas de que sólo se quejaría y
gimotearía hasta que cediera de todos modos. Cuando ella puso la cosa hermosa alrededor de mi
cuello, me miré a mí misma en el espejo y mordí mi labio. Skye entrelazó su brazo con el mío y
sonrió. Mi corazón se hundió. Me sentí tan llana, fea y despreciable de pie junto a Skye. Ella era
preciosa, más aún por el aspecto destacado y caro de su cabello, las extensiones de pestañas y la
manicura. Ella y Brandon habían estado siempre en el lado opuesto de mi miseria. Skye
probablemente nunca había trabajado un día difícil en su vida. Yo, por otro lado... pude ver las
arrugas formarse alrededor de mis ojos, donde tuve estrés y las preocupaciones que me
mantuvieron despierta hasta bien entrada la noche. Mis uñas no estaban perfectamente largas y
formadas como las suyas; en su lugar, eran cortas y rotas debido a demasiada vajilla en la cocina de
la cafetería y el lavado de los edificios de oficinas. Lucía como que estaba jugando a disfrazarme en
su aspecto caro de vestir. De hecho, me detestaba a mí misma.
Mis ojos nadaban en lágrimas, así que desvié la mirada a Evie.
—¿Qué contigo, entonces, pastelito, ya estás totalmente vestida para la fiesta de papá? —le
pregunté, mirando hacia abajo a ella en su pijamas.
Ella asintió con la cabeza y agarró mi mano, prácticamente arrastrándome fuera de la
habitación de Skye. En el pasillo, me encontré cara a cara con Brandon. Él sonrió cálidamente
mientras me miró por encima de mi ropa prestada.
—Vaya, Bronwyn, te ves increíble —me elogió. No fue un comentario coqueto
espeluznante, sin embargo, él no me veía de esa forma, desde luego siempre me trató como su
hermana pequeña también. De hecho, nunca había visto a Brandon mirar a alguien que no sea su
esposa; a diferencia de mi infiel ex marido. Skye nunca tuvo ningún problema en mantener la
atención de su hombre. No se desvió ni una vez; él todavía estaba tan enamorado de ella hoy como
lo había estado cuando por primera vez estuvieron juntos todos esos años atrás. Sabía que era
porque Skye era una persona especial, y yo era sólo... Bronwyn Reynolds, que pronto sería Bronwyn
Johnson de nuevo. Tan pronto como firmara el formulario de cambio de nombre.
—Gracias. Será mejor ir a buscar el vestido de Evie. Tenemos que salir pronto, supongo —
contesté, encogiéndome de hombros.
Él asintió con la cabeza.
—Sí, en una media hora más o menos.
La fiesta se celebraba en un salón de actos en el más grande y más magnífico hotel justo a las
afueras de Bath. Tan pronto como entramos en la habitación, me quería ir. Estaba increíblemente
fuera de mi profundidad entre estas personas. Había conocido a algunos de ellos antes en otros
eventos, pero la forma en que se sostenían a ellos mismos me hizo temblar por dentro porque sabía
que nunca volveríamos a mezclarnos.
Cuando una joven y bonita camarera pasó por delante de mí con una bandeja de canapés de
aspecto caro, inmediatamente me sentí como una gorda y fea espantaja. Su cuerpo, aunque
cubierto por un inteligente uniforme, era largo y delgado; todo lo contrario al mío. Ella habría sido
el tipo de chica que Finn olfatearía si hubiese venido conmigo esta noche.
Respiré profundo y me obligué a dejar de pensar en Finn. ¡Esta noche no cruzará más el
nombre de ese idiota en mi cabeza! Me prometí. Decidí que cada vez que pensara su nombre,
tomaría un chupito; uno que queme mi garganta y me haga dar arcadas.
De la nada, una cabeza rubia oscura apareció al lado de Brandon. Mi respiración se trabó en
mi garganta como lo hacía cada vez que lo veía. Harrison Baxter. El que me hacía mojar mis bragas
cada vez que me sonreía. Lo miré y traté de no desmayarme. Llevaba pantalones de traje negro,
unas cortas y sexys botas negras y una camisa gris que llevaba un poco desabotonada, dejando al
descubierto la parte superior de su pecho. Mi lengua humedeció mis labios mientras me imaginaba
besando ese pedazo de pecho expuesto, pasando mis labios por su cuerpo y tal vez mordiéndolo un
poco.
Sus ojos se movieron hacia mí, y una pequeña sonrisa cruzó su rostro. Oh Dios. Era hermoso;
siempre lo había pensado, desde la primera vez que me lo encontré cuando nació Evie. Cada vez
que veía a este hombre hacía temblar a mis rodillas y mi mano picaba por acariciar su cara y lamer
sus labios deliciosos. De alguna manera, se las arregló para verse mejor cuanto más viejo se ponía.
No tenía idea de cómo, a los treinta y siete años, todavía era soltero.
—Hola, Bronwyn. —Me dio una cálida bienvenida, dando un paso más cerca de mí.
Le devolví la sonrisa, tratando de no arrasarlo con los ojos.
—Hola. ¿Estás bien? —pregunté cortésmente. Mis ojos se posaron en el bar y yo sabía que
necesitaba una bebida si quería sobrevivir a esta fiesta.
—Sí, estoy bien. No sabía que ibas a venir esta noche. Te ves genial.
¿Genial? Mentiroso. No me veo genial. Forcé una sonrisa y Skye desapareció con Evie para
encontrar a mi mamá que estaba al parecer en algún lugar.
—Gracias. Bonita fiesta.
Afortunadamente, él y Brandon empezaron a hablar de trabajo, entonces, me escabullí.
Intentando pasar desapercibida, me dirigí a la barra, apoyándome con fuerza. Cuando alguien se
inclinó a mi lado, me di vuelta y sonreí educadamente hasta que me di cuenta de que era el chico
del nuevo anuncio de Hugo Boss para después del afeitado. Mis ojos se abrieron de inmediato y de
alguna manera, era como si hubiese desarrollado un caso repentino del síndrome de Tourette6.
—¡Oh mierda! ¡Tú eres... mierda... oh mierda! —grité emocionada, antes de abofetear mi
mano sobre mi boca y sonrojarme profusamente.
El chico retrocedió, y una débil sonrisa adornaba sus labios mientras me miraba como si yo
fuera una de las pequeñas fanáticas que probablemente le siguen a diario.
—Er... Hola. ¿Puedo conseguir una bebida para ti? —ofreció, claramente incómodo con
mi mirada fija psicótica que no podía dejar de hacer.
Negué con la cabeza. Mis ojos estaban todavía amplios y mi garganta estaba en el proceso de
cerrarse porque era una celebridad.
—No, gracias —grazné. Retrocedí y prácticamente corrí hacía Brandon, agarrando su
brazo y tratando de no saltar en el lugar.
—Oh Dios, el chico de la publicidad de Hugo Boss está aquí. ¡Ese modelo, el caliente que
tiene el sexy hoyuelo en la barbilla! —Me quedé sin aliento.
Brandon se rió y asintió con la cabeza.
—Sí, ¿por qué?
—¿Sí, por qué? ¿Cómo, por qué? ¿Estás bromeando? Él es... oh mi Dios, dónde en el
infierno está Skye, esta conversación es, obviamente, una perdida para ti —me quejé, mirando a su
alrededor por ella.

6
Tourette: El Síndrome de Tourette es una forma grave y crónica de tics múltiples que se repiten irregularmente y aumentan con las
situaciones de estrés
Harrison dio un paso adelante, entrecerrando los ojos a través de la multitud para ver el
tipo.
—Déjame adivinar, es una celebridad caliente, y si no estuvieras casada estarías tratando de
meterte en su cama —declaró, riendo con malicia.
Sonreí.
—No estoy más casada, pero no voy a tratar de meterme en su cama, eso solo sería
vergonzoso. Pero maldita sea que está bien. En serio, podría desmayarme en cualquier momento
por lo que estén preparados para atraparme —le contesté, ni siquiera un poco de broma.
La mirada de Harrison se fijó a la mía mientras sus ojos se estrechaban.
—¿No estás casada? ¿Desde cuándo?
—Desde hoy. —Me encogí de hombros.
Parecía un poco sorprendido cuando sus ojos se posaron en Brandon. Mi cuñado asintió con
la cabeza como si tuvieran algún tipo de conversación en secreto, y luego Harrison se volvió a mí
con una sonrisa que era tan sexy que hizo incluso el chico de Hugo Boss deje mi mente.
—¿Así que estás divorciada? —preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado.
Asentí con la cabeza.
—Sí. —Mi garganta estaba seca todavía, recordándome que no había bebido aún debido a
la entera huida de esa celebridad caliente antes.
—Quiero una copa. ¿Quieres una? —le pregunté esperanzada. Aparte de mi madre y Skye,
que estaban probablemente alrededor en alguna parte, Harrison era la única persona en la
habitación con la que sabía que podría ser yo misma.
—Sí, vamos. Vamos a beber la barra libre hasta secarla. Siento venir un juego de bebidas —
sugirió, sonriendo con complicidad.
Mi nariz se sentía un poco entumecida mientras me sentaba en el taburete del bar,
chapoteando otra bebida mientras jugábamos Verdad o Consecuencia. Ya estaba borracha, por lo
que este juego estaba mejorando y mejorando a cada segundo.
—Está bien, así que te reto a… —Miré a mi alrededor, tratando de pensar en algo bueno—
. Ve a decirle a ese chico de ahí que eres gay y que deseas comprarle una bebida —instruí, riendo.
Harrison se quedó sin aliento y me miró como si estuviera loca.
—¿Eric? ¡Ni siquiera es gay! Trabajo con ese tipo —protestó.
Sonreí, asintiendo con la cabeza.
—Lo sé. —Me reí maliciosamente—. Si quieres ser un flojo... —Levanté una ceja
burlonamente, a sabiendas de que nunca se echaría atrás; es sólo que no estaba en su naturaleza.
Él gimió en señal de frustración.
—Estoy empezando a odiar este juego —murmuró, empujándose a sí mismo fuera del
taburete, frunciendo el ceño hacia mí.
—¡Y estoy empezando a pensar que este es el mejor juego jamás inventado! —repliqué,
espantándolo con la mano y riendo.
Vi como él se acercó a su compañero de trabajo y empezó a hablarle. Puso su mano sobre el
brazo de Eric mientras se inclinaba, mirándolo directamente a los ojos. Debo admitir, que estaba
jugando su parte mejor de lo que pensé que lo haría. Cuando los ojos de Eric se ampliaron y sus
hombros se pusieron rígidos, me eché a reír mientras movía su brazo, dejando la mano de Harrison
en su codo. Fue un claro rechazo, y ahora Harrison estaba dando marcha atrás, levantando sus
manos en señal de protesta, mientras señalaba hacia mí en explicación. Me reí con malicia e hice un
saludo en su dirección. Por último, los hombros de Eric se aflojaron y los dos se echaron a reír antes
de que Harrison le diera una palmada en el hombro y se pavoneara de vuelta a mí.
Cuando llegó, bebió su bebida antes de tomar la mía de mi mano y beberla también. Hizo un
gesto hacia el barman.
—Otra ronda, dobles esta vez —pidió antes de volverse hacia mí—. ¡Hijo de puta,
realmente creía que yo era gay! ¿Puedes creer eso? Pensé que iba a ver a través de mí de inmediato,
pero el hijo de puta realmente pensó que estaba coqueteando con él —se quejó, sacudiendo la
cabeza.
Me atraganté con el aire fresco cuando me eché a reír.
—¿Pensaba que eras gay? —prácticamente grité a través de mis risas.
Su mano dio una palmada sobre mi boca mientras me miraba suplicante.
—¡Sólo cállate! —dijo entre dientes. Lamí la palma de su mano y me soltó, cerrando los
ojos y poniendo su cabeza sobre la barra, gimiendo—. Quiero morir.
Froté la parte posterior de su cabeza con dulzura, pero no podía dejar de reír, lo cual
realmente no parecía ayudarle mucho.
—Pobre bebé. Tal vez deberías ir a decirle con cuántas chicas te has enrollado con los años.
¿Eso ayudará a tu ego masculino? —bromeé, inclinándome hacia delante y apoyando mi cabeza
en su espalda. Suspiré mientras su olor llenaba mis pulmones. Literalmente olía lo suficientemente
bueno para ser comestible. Era tan cómodo que me quería ir a dormir en él.
Se movió, así que me eché hacia atrás y me apoyé en la barra fuertemente. Mi cabeza daba
vueltas por el alcohol que había consumido.
—Te pagaré lo que quieras si nunca mencionas esto a nadie, especialmente a Skye —
declaró, luciendo como si rogara.
Sonreí y di unas palmaditas en su mejilla.
—Ni siquiera creo que vaya a recordar esto en la mañana, así que estás a salvo —bromeé,
guiñándole un ojo.
Él se rió y se recostó sobre su taburete, mirándome con los labios fruncidos.
—Vamos a continuar con el juego. ¿Verdad o reto?
—Verdad —dije arrastrando las palabras.
—¿Por qué no me llamaste y me dijiste que estabas divorciándote? —preguntó
inmediatamente.
Me reí de eso.
—Pensé que eras gay —bromeé.
—Ni siquiera un poco divertido —dijo, mirándome con advertencia.
Me reí y pensé en la respuesta verdadera a esta pregunta.
—Bueno, vamos a ver. En primer lugar, ¿por qué diablos lo haría? No es algo en lo que
estarías interesado. Y en segundo lugar, no tengo tu número —le contesté, hipando.
Él frunció el ceño y suspiró.
—Reto —dijo después de un minuto de silencio.
Me mordí el labio tratando de pensar en algo que probablemente haría que se sintiera mejor
después de lo de salir del armario con su amigo.
—Te reto a besar a una mujer en esta sala. No le pidas permiso, simplemente camina en
línea recta hacia ella y planta un beso grande y jugoso justo en sus labios —sugerí, cruzando los
brazos sobre mi pecho y mirando a su alrededor para ver quién iba a elegir.
—Reto aceptado.
Antes de que pudiera comprender lo que estaba a punto de suceder, había ahuecado mi cara
entre las manos y sus labios suaves con los que había estado en secreto fantaseando los últimos
ocho años cubrieron los míos. Chillé por la conmoción, sin saber qué hacer. No retrocedí. No era
sólo un beso en los labios; este era un apasionado beso lleno. Tenía los ojos cerrados y todo.
Su olor me rodeaba mientras sus labios se movían contra los míos, una de sus manos se
deslizó hacia el lado de mi cuello. Su pulgar acarició a lo largo del borde de mi mandíbula, y la
pasión que se apoderó de mí casi me tiró del taburete en el que estaba.
Mis párpados se cerraron mientras le devolvía el beso. Mis manos se dirigieron hacia el
costado de su camisa, acercándolo más a mí para que sus piernas rozaran los lados de las mías.
Mi mente daba vueltas tan rápido que me estaba mareando. Le estoy besando. ¡Estoy
besando a Harrison Baxter ahora mismo!
Cuando su lengua tocó mi labio, casi me morí y fui al cielo justo ahí mientras mil mariposas
parecían volar en mi estómago. Le permití profundizar el beso, gimiendo en su boca cuando su
sabor llenó todos mis sentidos. No me había sentido así en muchos años, tal vez nunca. Todo mi
cuerpo estaba prácticamente dolorido, y no quería nada más que aplastarme contra él y fundirme
en su piel para que pudiera vivir allí para siempre. Esto era puro lujo, felicidad pura sin adulterar y
nunca quería que terminara. Por desgracia, todas las cosas buenas tienen que llegar a su fin, así
era, de acuerdo con Skye de todos modos.
—¿Qué diablos están haciendo ustedes dos? —dijo entre dientes al lado mío.
Harrison rompió el beso, pero yo no podía abrir los ojos. Estaba perdida en el lujo de lo
hermoso que era su beso. Nunca me habían besado así en mi vida. Fue poético y me hizo sentir
como si estuviera flotando.
Cuando mis ojos se abrieron por fin vi que estaba sonriendo hacia mí. Sus manos todavía
estaban ahuecadas en mi cara mientras sus ojos marrones de chocolate se clavaban en los míos,
brillando con excitación y lujuria. Tragué saliva y traté de concentrarme en lo que estaba diciendo
Skye, pero no podía distinguir las palabras. Ella estaba, obviamente, hablando conmigo, o más
bien, a mí, pero mi cerebro se negaba a reconocer cualquier cosa menos el trozo de metro ochenta y
tres de perfección que estaba frente a mí.
Lamí mis labios, mi cerebro sin pensar en otra cosa que sexo, rápido, duro, sexo
desagradable con él.
—Harrison Baxter, las cosas que quiero hacerle a tu cuerpo te harían sonrojar por la
mañana —susurré, sonriendo hacia él sugestivamente.
Algo tiró de mi mano así que miré hacia abajo para ver una mano tomando mi bebida. Skye
levantó la copa a su nariz y la olió.
—Oh, hombre, ¿whisky? ¿En serio, Bronwyn? Harrison, ¿por qué la dejaste beber eso? —
gimió Skye, sacudiendo la cabeza—. Bronwyn, debes dejar de beber ahora, ya sabes que el whisky
te pone coqueta —regañó Skye.
Harrison se rió y tomó la bebida de la barra cuando Skye la puso allí.
—Creo que debería continuar bebiendo whisky. Me encantaría continuar esta conversación
—dijo, guiñándome un ojo.
Me reí y agarré la parte delantera de su camisa, tirando de él hacia mí, lo que hizo que sus
ojos se iluminaran.
—Oh, ¿es así?
Skye suspiró profundamente.
—En serio, Bronwyn, esta es una idea terrible. ¿Recuerdas que una vez hicimos un pacto
para decirnos si pensábamos que el otro estaba cometiendo un error que iban a lamentar en la
mañana? Bueno, este es el tuyo, cariño. Estoy haciendo una intervención —dijo ella, enredando su
brazo con el mío y tirando de mí sobre mis pies. Me tambaleé ligeramente y le hice un puchero.
Amaba a mi hermana, pero en realidad no había tenido relaciones sexuales en lo que parecía una
eternidad, porque Finn y yo habíamos pasado por una etapa extremadamente áspera antes de que
finalmente nos diéramos por terminados y nos separáramos. Si no estaba borracha, no habría
manera de que fuera a hacer sugerencias a nadie, porque no quiero que la gente vea mi cuerpo,
pero el alcohol me estaba estimulando. Tal vez podría finalmente aliviar algo de esta tensión sexual
que había acumulado en mi interior.
—¿Intervención? Eso es una mierda —me quejé.
Ella asintió antes de señalar a Harrison en tono acusador.
—Mal, Harrison. No coquetear con mi hermana, conoces las reglas —reprendió, golpeando
su pecho juguetonamente. Permití que me arrastrara a los cuartos de baño y traté de ajustar los
ojos a la luz brillante, pero no sirvió de nada, todo era un poco borroso por el alcohol—. Bronwyn,
creo que deberíamos conseguirte un poco de café. ¿Harrison Baxter, en serio? —dijo con
sarcasmo, levantando una ceja.
Me encogí de hombros y me dejé caer en el sofá de terciopelo rojo de peluche que parecía
extrañamente fuera de lugar en un baño de hotel.
—Es tan irresistible —le contesté como si eso fuera una excusa legítima—. Además, él me
dio un beso, no al revés.
Ella se echó a reír y se dejó caer a mi lado.
—Por lo que vi, estabas haciendo tu parte justa de besos también —respondió.
Suspiré y puse mi cabeza en su hombro. Las lágrimas estaban construyéndose en mis ojos.
Probablemente era sólo el alcohol o algo así, pero no podía evitar la sensación de que cuando
Harrison me besó me sentía hermosa. Para que alguien como Harrison Baxter mostrara el más
mínimo interés en mí, me sentía como una ganadora. Pero ahora me estrellaba regreso a la tierra
con un golpe.
—¿Qué hay de malo en mí, Skye? —pregunté, tragando el nudo en mi garganta.
Ella se echó hacia atrás y acarició el costado de mi cara.
—Nada. Eres una persona hermosa por dentro y por fuera. Sólo estás vulnerable en este
momento con el divorcio y todo. Sólo date tiempo. Una aventura con Harrison no es la respuesta a
tus preguntas. Para él no sería más que un rollo de una noche, nada más. Te podrías despertar
mañana sintiéndote usada y sucia. Ustedes dos son geniales, no lo arruinen por un rollo rápido,
¿está bien? —Ella me miró suplicante.
Asentí en acuerdo. Por supuesto, sabía que ella tenía razón. Sí éramos geniales, y aunque
nada hubiera pasado, sería torpe la próxima vez que lo viera en una fiesta de cumpleaños o algo
así. Pero en la parte de atrás de mi cabeza, una aventura de una noche sonaba tan increíblemente
atractiva. Una noche de sentirme especial, una noche de ser querida, una noche de no sentirme la
segunda mejor por otra chica. Quería tanto eso.
Skye suspiró y me abrazó con fuerza.
—Tengo que volver por ahí. Ellos van a hacer los discursos en un minuto, creo. ¿Por qué no
tomas un taxi a casa? Estás destrozada.
Sonreí y asentí. Volver a casa era probablemente una buena idea en este momento. No
necesitaba exactamente más bebida, no quería convertirme en una borracha emocional y arruinar
su noche.
—Sí, creo que voy a ir. ¿Estás segura de que a Brandon no le importará que me vaya antes
de tiempo? —pregunté, haciendo una mueca.
—Por supuesto que no. —Ella negó con la cabeza—. Si vas a la recepción del hotel y les
dices que estás con Baxter y Hanklin Consultorías, van a poner el taxi en la cuenta de la empresa.
Brandon tiene unos pocos taxis esta noche en espera en caso de que sus clientes se aprovechen de la
barra libre. —Ella tomó mis manos y me dio un tirón para ponerme de pie.
—Espero no haber arruinado tu noche —dije en voz baja.
Ella chasqueó la lengua y sacudió la cabeza firmemente.
—No lo hiciste, no te preocupes. Ahora vete a casa antes de vomitar —instruyó, tirándome
en un abrazo.
Sonreí.
—Está bien, gracias. Y hazme un favor, asegúrate de divertirte esta noche, ¿de acuerdo?
Entonces podré vivir mi vida sexual indirectamente a través de ti, ya que la mía es inexistente. —
Le guiñé un ojo en broma.
Ella se echó a reír y me saludó.
—Prometo hacer mi mejor esfuerzo —prometió—. ¿Tienes llave? —Asentí en respuesta,
señalando a mi pequeña bolsa que colgaba flojamente de mi muñeca.
Vi como ella se dirigía de vuelta a la sala de actos antes de que yo, borracha, me acercara a la
recepción del hotel y les pidiera un taxi para que me llevara a la casa de Skye. Al menos de un par
de minutos pasaron antes de que la recepcionista me dijera que un taxi estaba esperando por el
frente. Sacándome mis zapatos, porque estaba tambaleándome borracha en mis delgados tacones,
me dirigí a la puerta principal. Justo cuando llegué allí, una mano se envolvió alrededor de mi codo
y me detuvo. Me di la vuelta, demasiado borracha para tener miedo de ser asaltada o abusada. Por
suerte, o tal vez desafortunadamente, dependiendo de cómo se vea, era Harrison.
Él sonrió socarronamente.
—¿A dónde vas?
—A la casa de Skye. Ya he tenido suficiente emoción por un día —respondí, encogiéndome
de hombros.
Él se echó a reír, y un pequeño escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras daba un paso
más cerca de mí.
—Eso no está bien. No creo que hayas tenido suficiente emoción en absoluto —ronroneó
antes de cerrar la distancia entre nosotros y presionar esos labios oh, tan suaves contra mí, por
segunda vez.
La puerta se abrió detrás de mí.
—Disculpe, ¿usted pidió un taxi? —preguntó una voz masculina.
Harrison se retiró del beso y me miró suplicante.
—Vayamos a tomar un café —sugirió—. Me aseguraré de que llegues a la cama con
seguridad, lo juro con mi corazón —prometió, cruzando un dedo sobre el pecho.
Miré entre los dos hombres, indecisa. Todo mi ser estaba gritando: Harrison, Harrison,
Harrison. Pero las palabras de Skye resonaban alrededor de mi mente, una noche, usada y sucia.
No tenía ni idea de qué hacer.
—Vamos, puedes confiar en mí para llegar a casa a salvo. Te lo juro —susurró Harrison en
mi oído. Su aliento soplaba a través de mis hombros desnudos, por lo que me incliné contra su duro
cuerpo inconscientemente.
Miré de nuevo al taxista.
—Voy a tomar un poco de café. Lo siento por perder su tiempo —le dije, sonriendo en tono
de disculpa. Él se encogió de hombros y se marchó sin decir nada más. Probablemente estaba
agradecido de ir a sentarse en su auto durante un par de horas antes de que uno de los invitados lo
necesitara de nuevo. Me volví a Harrison y sonreí—. No quiero café. Pero podría tomar otra
bebida, sin embargo —sugerí. Él sonrió y colgó su brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí
apretadamente contra su costado mientras abría la puerta, manteniéndola abierta para mí.
—Entonces, ¿cómo fue la intervención? —bromeó.
—Fue una delicia. No me siento atraída por ti en lo más mínimo —mentí, rastrillando mis
ojos por su cuerpo, masticando mi labio.
Él se rió y dio un paso más cerca de mí.
—No me siento atraído por ti en lo más mínimo, tampoco —susurró, besándome con
fuerza.
Algo dentro de mí se rompió. Eran años de ser poco apreciada, de sentirme lo segundo
mejor, de no sentirme querida. Sin saber muy bien lo que estaba haciendo, lo agarré y lo arrastré
literalmente en la oscuridad del callejón al lado del hotel. No podía pensar en otra cosa más que en
él empujándome contra la pared. Sus manos se apoderaron de mi cintura, sosteniéndome en mi
lugar mientras nuestras lenguas se enredaban juntas. Gemí en su boca, rodeando mis brazos
alrededor de su cuello, agarrando la parte de atrás de su cabello mientras el beso se volvía un poco
animal. Nunca me había sentido así antes. Me sentía libre, necesitada y muy, muy sexy. La forma
en que sus manos se arrastraban por mi cuerpo era casi como él adorara mi figura o algo así.
Cuando él empujó sus caderas contra las mías y pude sentir lo emocionado que estaba por este
beso, gemí con necesidad y envolví una de mis piernas alrededor de él, atrapándolo contra mí.
No podía creer las palabras que iba a decir. Creo que tenía ocho años de fantasías con él
saliendo todas de una sola vez, las palabras cayendo de mi boca antes de que pudiera detenerlas,
pero quería decir todas y cada una de ellas.
—Harrison, fóllame, justo contra este muro. En este momento —gruñí con fuerza.
Él asintió rápidamente. Sus manos se deslizaron por mi culo mientras levantaba mis pies.
Instintivamente, mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura mientras mi espalda raspaba
contra el ladrillo áspero de la pared detrás de mí. Salió del beso y me miró con curiosidad.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? Estás borracha, ¿no estaré tomando ventaja?
—preguntó con preocupación.
Le sonreí con malicia.
—Confía en mí, si no te aprovechas de mí en los próximos cinco segundos, te tiraré en el
suelo y me aprovecharé yo en tu lugar —le contesté sin aliento mientras besaba y chupaba mi
cuello.
Él se rió de eso.
—Nunca imaginé que hablaras toda pervertida y sucia.
—Cinco segundos... cuatro segundos —conté.
Se quedó sin aliento y sacudió la cabeza, buscando a tientas el botón de sus pantalones,
tratando desesperadamente de desabrocharlo. Me reí con entusiasmo y presioné mis labios contra
los suyos.
Ahora estaba en el suelo del dormitorio de Harrison. Después del sexo salvaje en el callejón,
detuvo un taxi y llegamos a su casa, sólo para empezar todo de nuevo, y otra vez. Estaba
empezando a recuperar la sobriedad ahora, pero no del todo como para llegar al punto en que
estuviera sonrojada y con la necesidad de irme porque me había dejado llevar la noche anterior y
me había puesto un poco fuera de control.
Hice una mueca mientras miraba alrededor de su dormitorio. Su lámpara estaba de lado con
el vestido de Skye descuidadamente echado sobre ella. Las cosas de su armario estaban por todo el
suelo donde él las había empujado por si fuera poco así me podía follar en los cajones también. La
cama fue despojada de sus cubiertas, ya que nos habíamos enredado en las sábanas y caído al
suelo. Había un rastro de ropa saliendo del otro lado de la puerta; uno de sus zapatos había
aterrizado en su pecera en la pared cuando él lo había pateado fuera, y mi sujetador colgaba de la
esquina de su televisor de pantalla plana. Con todo, se veía como si un torbellino hubiera soplado a
través de su habitación. Me sentía un poco como si un torbellino hubiera soplado a través de mí
también. Todo mi cuerpo estaba débil, dolorido, pero inmensamente satisfecho.
Cuando lamí mis labios todavía lo podía saborear. El olor de la habitación hizo que el pelo en
la parte posterior de mi cuello cosquilleara de emoción. El olor del sexo, mezclado con el olor simple
de Harrison Baxter, era hermoso y embriagador. Esa experiencia con él era todo lo que siempre
había soñado que sería y más, mucho, mucho más. Me acurruqué a su lado, besando su pecho.
Podía oír su corazón latiendo constantemente a medida que su mano hacía movimientos largos por
mi cuerpo, comenzando en la parte superior de mi cabeza y yendo todo el camino hacia mi culo
antes de hacer el mismo barrido de nuevo.
Cuando besó la parte superior de mi cabeza, miré hacia él y sonreí. Él sonrió.
—Me he estado preguntando a qué sabes como desde la primera vez que te conocí. Eres
demasiado embriagadora para mi salud mental, Bronwyn Reynolds —susurró, presionando su
frente contra la mía.
Sonreí ante eso.
—Bronwyn Johnson. Divorciada, ¿recuerdas? —bromeé, dibujando pequeños patrones en
su pecho sudoroso con mi dedo.
Él sonrió.
—Johnson te va mejor —Su mano se movió a mi lado antes de trazar por encima de mi
estómago.
Me encogí, cogiendo su mano en la mía. Odiaba mi cuerpo en el mejor de los tiempos, pero
desnuda me disgustaba a mí misma. Ahora que estaba fuera del momento, de repente me empecé a
sentir cohibida y realmente no podía creer que estaba acostada desnuda con un hombre.
Especialmente un hombre tan apetecible y precioso como Harrison. Cogí las sábanas con mis pies,
tirando de ellas hacia arriba y rápidamente utilizándolas para cubrir mi cuerpo.
Sus cejas se fruncieron juntas mientras su mirada se redujo a la sábana que estaba
agarrando contra mi pecho.
—No uses las sábanas ahora, ya he visto todo —bromeó, agarrando el borde de la sábana y
tratando de empujarla hacia abajo de nuevo.
Un rubor se apoderó de mi cara mientras la sostenía con fuerza.
—Sí, pero... —Sacudí mi cabeza, no teniendo las palabras para explicarme. Él tenía que
saber de lo que estaba hablando de todos modos.
—Pero, ¿qué? Por cierto, no eres una mojigata, no después de lo salvaje que acabas de ser,
tú, pequeña descarada sucia. —Él me sonrió, presionando su cuerpo contra el mío—. ¿No eres
una de las que abrazan desnuda después del sexo?
Me reí, sacudiendo la cabeza.
—Finn nunca estuvo muy metido en abrazos. En realidad, nunca estuvo realmente en mí y
punto. Prefería dormir con otras chicas que conmigo. Más bonitas que no tienen rollitos o estrías
por el parto. No lo puedo culpar realmente. —Me mordí el labio, al instante deseando no haber
dicho nada.
Una de sus cejas se levantó en cuestión.
—¿El tipo te engañó? —preguntó, pareciendo sorprendido al respecto. Asentí con la
cabeza, mirando a otro lado y centrándome en el pescado que estaba nervioso navegando por el
zapato que estaba colocado en el fondo de su tanque—. ¡Qué imbécil! —gruñó. Me reí y asentí en
acuerdo—. Espera, no me digas que eres tímida acerca de tu cuerpo debido a ese pensamiento —
dijo, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Abrí la boca pero la cerré de nuevo cuando no salió
nada. Harrison gruñó—. Estás jodida en tu cabeza, Bronwyn. Eres preciosa. ¿Seriamente estaría
mirándote como lo estoy haciendo ahora si no pensara que eres sexy como el infierno? —Sus ojos
se clavaron en los míos mientras su cuerpo se apretó contra el mío y su mano se deslizó hacia abajo,
ahuecando mis pechos antes de deslizarse hacia abajo aún más hasta palmear mi estómago
redondeado—. Mira todas estas deliciosas curvas. Eres caliente como el pecado, créeme. No puedo
pensar otra cosa que no sea la cabecita a tu alrededor.
Su boca se cerró sobre la mía, y mientras él estaba repartiendo atención en mí y su cuerpo
desnudo estaba presionado contra el mío, yo en realidad comencé a creerle. Con la atención de
alguien como Harrison Baxter firmemente fija en mí, ya no sentía la necesidad de mantener la
sábana sobre mi pecho. Se dio la vuelta para que yo estuviera encima de él, con los brazos
enrollados alrededor de mí, sosteniéndome contra él con fuerza mientras el aire de la habitación
parecía hacerse más y más caliente, o tal vez esa era la pasión dentro de mí construyéndose.
Sus labios rozaron los míos mientras hablaba.
—Simplemente no puedo tener suficiente de ti. He descansado lo suficiente, ¿quieres ir de
nuevo? —ofreció, sonriendo con malicia.
Me reí y asentí con entusiasmo. Este era sin duda era el mejor momento que había tenido
nunca con un hombre, jamás.
Me desperté con un dolor en mi cabeza que era tan severo, gemí y apreté mis puños en mis
ojos para evitar que se cayeran de sus órbitas. Mi estómago se apretó mientras luchaba para
combatir el mareo que estaba rodando sobre mí. Entonces me di cuenta de que no estaba mareada,
era una resaca. Una auto-infligida, demasiado whisky y risas, resaca. Me había hecho esto a mí
misma.
Gemí y volví la cabeza hacia un lado, preguntándome qué estaba causando la presión a
través de la parte baja de mi espalda. A medida que entrecerré los ojos y traté de conseguir mi
visión clara, el rostro de Harrison entró en foco. Mi boca se abrió en shock mientras los recuerdos
de la noche pasada inundaron mi cerebro. Me acordé de todo aparentemente a la vez: el coqueteo,
el callejón, volviendo a casa con él, la conversación, el sexo, más sexo y por último quedarme
dormida en sus brazos.
—Oh Dios —dije en voz baja, mirándolo con los ojos muy abiertos.
¿Qué demonios he hecho? Inmediatamente me estaba regañando mí misma por ignorar la
intervención de Skye. Ella estaba totalmente en lo correcto, esto iba a hacer las cosas incómodas
entre él y yo cuando lo viera las próximas veces. No me atrevía a arrepentirme sin embargo. Mi
cuerpo dolía de una manera deliciosamente satisfactoria como no me había dolido en años. No,
definitivamente no me arrepentía. Pero tenía la necesidad de salir antes de que esto se pusiera muy
incómodo.
Él estaba tumbado sobre su estómago, su brazo colgaba casualmente sobre la parte baja de
mi espalda. Su hermoso rostro estaba a centímetros del mío. Se veía increíble cuando estaba
durmiendo, tan inocente, joven y tranquilo. Su cabello era un desastre, sobresaliendo en todos los
ángulos. Barrí mis ojos por su espalda, viendo pequeñas huellas de uñas allí. En su hombro había
una marca de una mordida que parecía dolorosa. Hice una mueca, no recordando morder lo
suficientemente fuerte como para dejar una marca así, pero, de nuevo, él se veía excepcionalmente
susceptible de poderse morder, así que estaba bastante segura de que lo había hecho bien en esa
fantasía en particular también.
Me di la vuelta lentamente, tratando de no despertarlo. No quería que exactamente
presenciara mi caminata de la vergüenza. Empujándome a mí misma fuera de la cama, fui de
puntillas alrededor de su habitación, recogiendo mi ropa y luego en silencio me dirigí hacia la sala
de estar mientras me las ponía.
Tomé un par de respiraciones profundas mientras trataba de calmar mis nervios. No me
sentía sucia o usada, todo lo contrario en realidad, ya que, por una noche, había tenido la
perfección de Harrison Baxter toda para mí. Había sido su objeto de afecto por la noche. De alguna
manera extraña, me sentía un poco especial porque me las arreglé para ganar el interés de un tipo
como él. Esa noche había impulsado mi confianza por diez, y pensé que tal vez, sólo tal vez, había
estado equivocada todos estos años. Tal vez no era completamente la bestia fea que me devolvía la
mirada cuando me miraba en el espejo. Harrison ciertamente había derrochado atención en mi
cuerpo la noche anterior, así que no podía ser tan desagradable para todos los hombres, tal vez era
sólo a Finn.
Agarré mi bolso y salí de su casa sin mirar atrás. Mantuve mi cabeza en alto mientras estaba
en la acera fuera del hermoso barrio georgiano de grado dos donde él era propietario de un
apartamento en dúplex, y paré un taxi negro. A medida que me deslizaba en el asiento de atrás, no
podía mantener la sonrisa fuera de mi cara. Iba a recordar esa noche perfecta para el resto de mis
días.
Cuando regresé a la casa de Skye, mi feliz burbuja estalló de inmediato. Ella estaba sentada
en el sofá, con los brazos cruzados sobre su pecho, una mirada de enojo en su rostro.
Oh mierda.
—Hola —murmuré, deseando poder esconderme en alguna parte.
—No me molestaré en preguntar dónde has estado —dijo, sus ojos vagando por mi cuerpo
con una mirada de complicidad en su rostro.
Hice una mueca.
—Er... bien.
Ella rodó sus ojos.
—No estaba preocupada por ti, sin embargo, porque Harrison desapareció misteriosamente
antes de los discursos también, así que pensé que él te estaba viendo ir a casa con seguridad —Ella
levantó una ceja—. Por lo tanto, ¿valió la pena?
No podía mentirle, ella iba a ver a través de mí inmediatamente. En su lugar, un pequeño
suspiro de ensueño escapó de mis labios mientras asentí.
—Totalmente.
Echó a reír y sacudió su cabeza antes de que su expresión se tornara un poco preocupada.
—Bronwyn, vas a salir lastimada. Él no está en los compromisos en absoluto.
Me dejé caer en el sofá junto a ella.
—Bien, porque realmente no necesito otro hombre en mi vida. No quiero una relación, por
lo que una aventura de una noche fue perfecta. Y condenadamente caliente fue perfecto. —Me
arrullé, suspirando en sueños otra vez.
—Apuesto a que lo fue. Así que, dame detalles entonces —susurró ella, volviéndose en su
asiento y mirándome con emoción.
Antes de que pudiera soltar la sopa sobre mi noche de pasión, Evie se precipitó en la
habitación y saltó en el sofá junto a mí.
—¡Tía Bronwyn, te extrañé! —gorjeó ella.
Sonreí y asentí, besando la parte superior de su cabeza.
—Yo también te extrañé, caramelito —suspiré y sabía que era hora de volver a casa.
Técnicamente, debía permanecer aquí hasta esta noche, pero después de ayer por la noche y yendo
a casa con Harrison, tuve el impulso fuerte por esconderme así que la torpeza puede morir
rápidamente. Sonreí a Skye—. Creo que voy a coger el tren temprano e ir a ver si Theo ha estado
comportándose bien —mentí.
Ella no lo compró todo y asintió en comprensión.
—¡Ah, la evasión y el arrepentimiento comienzan! —bromeó.
Me reí y sacudí la cabeza.
—No me arrepiento en absoluto, confía en mí. Ni siquiera lo veré hasta el próximo evento
grande de Hanklin, así que estoy segura hasta que el próximo cumpleaños llegue o algo y tengas
una reunión —le contesté. No podía mantener la sonrisa de mi cara mientras besaba la parte
superior de la cabeza de Evie y asentí hacia la escalera—. ¿Quieres ayudarme a empacar,
caramelito? —Ella asintió con impaciencia, y subió las escaleras hacia la habitación en la que se
suponía que debía haber dormido la noche anterior.
Una hora más tarde, ya había terminado de empacar, y acababa de terminar de comer un
desayuno tardío. El teléfono de Brandon comenzó a sonar, por lo que él respondió en la mesa.
—¿Muy bien, compañero? —Sus ojos se movieron hacia mí mientras asentía—. Sí, ella
está aquí. —Al instante supe que era Harrison. Sacudí mi cabeza e hice una mueca, pronunciando
que no quería hablar con él—. Sí, voy a pasarte a ella —dijo Brandon, sosteniendo el teléfono y
sonriéndome—. ¿Adivina quién?
Me quejé y tomé el teléfono, empujándome fuera de la mesa. Maldita sea. Si tan sólo no
hubiera dejado que Skye me convenciera de comer primero, ya habría estado en la estación ahora y
entonces no tendría que hablar con él hasta la próxima vez que viniera a visitar.
—Hola —murmuré en el teléfono, entrando en el salón y cerrando la puerta del comedor
para poder conseguir un poco de intimidad.
—Así que supongo que puedo dejar de preocuparme de que fuiste secuestrada por
extraterrestres o algo después de que me quedé dormido. —Rió Harrison.
Sonreí y cerré los ojos.
—Lo siento. Sólo tenía que volver a empacar y esas cosas —mentí.
—¿Empacar? ¿Ya te estás yendo? ¿Pensé que habías dicho que no te ibas hasta esta noche?
—respondió, sonando un poco confundido.
—Theo emergencia —mentí.
—¿Ah sí? ¿Todo bien?
Suspiré y me hubiera gustado haber tenido una excusa diferente.
—Sí. Solo estoy tomando un tren antes.
Me dejé caer en el sofá y miré hacia el techo. El sonido de su voz estaba trayendo de vuelta
pequeños recuerdos de la noche anterior. Su voz era ronca y gruesa todo con el sueño y estaba muy
cerca del sonido de la voz que ronroneaba cosas sucias para mí ayer por la noche mientras llevaba
mi cuerpo a lugares que apenas si había pensado en los últimos años.
—Así que, si vas a ir a casa temprano entonces tal vez podríamos reunirnos el próximo fin
de semana o algo así —sugirió.
La confusión se apoderó de mí. ¿Encontrarnos?
—¿Eh?
Se aclaró la garganta.
—Sí. No he estado en Londres durante años. ¿Tú, eh, tienes buenos restaurantes cerca o
cualquier otra cosa?
—Harrison, ¿de qué estás hablando? —murmuré, sacudiendo la cabeza.
—Espera… ¿no quieres volver a verme? —preguntó con incredulidad.
No podía dejar de reír ante el shock que resonó en su tono. Obviamente, él nunca había
tenido una niña cepillándolo a la mañana después.
—Harrison, tan divertido como fue anoche, los dos sabemos que era una cosa de una noche.
No pretendamos que esto va a ir a ninguna parte. ¿Por qué no simplemente lo dejamos como una
gran noche, y la próxima vez que nos veamos sólo podemos fingir que nunca sucedió? —sugerí,
encogiéndome de hombros con facilidad.
—Oh. Claro, bien... er... —tartamudeó. Fruncí el ceño, preguntándome por qué parecía tan
sorprendido al respecto; tal vez había estado esperando que fuera toda pegajosa esta mañana—.
Claro, suena bien entonces. Supongo que voy a estar viéndote alrededor en algún momento —
continuó.
—Sip. Gracias por una gran noche. —Hice una mueca cuando lo dije. Esa línea me hizo
sonar como una puta de primera clase. En realidad, me sentía así un poco. No quería una relación
con él, pero simplemente lo había necesitado la noche anterior. Ambos nos usamos el uno al otro
para conseguir lo que queríamos, así que no había nada de malo en admitir este hecho. Los dos
éramos adultos, después de todo.
—Sí, fue divertido —respondió—. Mejor me voy y ordeno mi habitación —dijo, riendo.
Me reí y mordí el labio.
—Adiós, Harrison. —Desconecté la llamada y sonreí. Eso había sido más suave de lo que
esperaba. Con suerte no habría ninguna incomodidad entre nosotros después de esto. Realmente
no lo vería de un año a otro, por lo que probablemente lo habría olvidado para el tiempo en que
volviera aquí la próxima vez de todos modos.
Cuando me detuve en el escalón de la casa de los padres de Finn, ya podía oír el argumento
calentado pasando dentro. Suspiré y me apoyé contra la pared. ¡Mucho para mi descanso del
adolescente gruñón! Después de tomar un par de respiraciones profundas, abrí la puerta sin
molestarme en llamar. La casa de los padres de Finn era como mi segunda casa porque los
veníamos a visitar a menudo. Al abrirse la puerta, cogí el final del discurso en el que Nina, la madre
de Finn estaba gritando.
—Cuando ella se entere, no va a ser feliz en absoluto. ¡Tú sabes que está pasando lo
suficiente sin esto encima! ¡Deberías estar pensando en ella en este momento, Theo, no en ti mismo!
—gritó aireadamente Nina.
—No se lo digas entonces y no hay problema —respondió Theo igual de enfadado.
Mi estómago se hundió mientras me dirigía a la sala y dejé caer mi bolsa de viaje abajo sobre
el piso.
—No decirme, ¿qué? —le pregunté, mirándolo acusadoramente.
Inmediatamente los ojos de Theo se abrieron antes de que moviera sus pies tímidamente.
—Nada. ¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó, obviamente, tratando de cambiar de
tema. Levanté una ceja y esperé a que me dijera lo que había pasado. Por mucho que mi hijo podría
ser un dolor de culo a veces, aun así teníamos una gran relación. Él no me mentía, y yo lo respetaba
por eso. Él sabía que se metía en más problemas por mentir que por lo que en realidad hizo en
primer lugar. Suspiró dramáticamente y miró hacia el techo.
—Me cole anoche y tuve un par de copas en una fiesta. Dormí en lo de Rochelle —indicó.
Miré a Nina en tono de disculpa.
—Me lo llevo de aquí. Gracias, Nina. —Ella levantó las manos con exasperación y salió de
la habitación. No parecía capaz de manejar sus años de adolescencia, así como yo—. ¿Quieres
sentarte? —le ofrecí una vez que estábamos solos, dejándome caer en el sofá y asintiendo en el
lugar junto a mí.
Theo rodó sus ojos.
—No, pero supongo que no era realmente una pregunta sino más de una petición con un
signo de interrogación al final —contestó sarcásticamente, dejándose caer a mi lado y cruzando
los brazos sobre su pecho defensivamente.
Sonreí porque podía recordar un momento en que tuve ese coraje en mí, pero Finn había
perseguido eso fuera dejándome demasiado tímida de ser así nunca más.
—Bebé —comencé, pero él levantó una mano para cortarme.
—No soy un bebé —gruñó.
Suspiré y apoyé la cabeza hacia atrás en el sofá.
—Siempre serás mi bebé, no importa la edad que tengas —Lo miré por encima, su cabello
necesitaba un corte adecuado, se estaba poniendo largo en la parte delantera y tenía que seguir
empujándolo hacia fuera de sus ojos, al parecer, se suponía que era así sin embargo. No podía
mantenerme al día con la moda adolescente, así que mantenía mi opinión en estos días—.
¿Tuviste un buen rato en la fiesta? —le pregunté.
Giró su cabeza, sus profundos ojos marrones mirándome mientras asentía.
—¿Tú y Rochelle aún son solo amigos? —le pregunté, esperando que la respuesta fuera un
sí. Ellos eran grandes amigos y habían crecido juntos, pero tenía la sensación de que tenía un
enamoramiento secreto con ella. Tenía la esperanza de que no se unieran hasta en un par de años,
sin embargo, porque una vez que lo hicieran probablemente se volvería pesado rápidamente.
Él asintió y chupó sus dientes con la lengua.
—No necesito esta conferencia, tengo resaca —gruñó.
—Yo también —admití. Él me sonrió entonces y me desplacé para que pudiera poner mi
cabeza en su hombro—. Hazme un favor. Discúlpate con tu abuela por escabullirte anoche.
Probablemente estaba preocupada por ti —le supliqué.
Él frunció el ceño, pero asintió.
—Está bien.
—Bien. —Estuve de acuerdo. Suspiré y miré hacia él.
—¿Estás bien, sin embargo, aparte de eso?
Su rostro se suavizó ligeramente cuando miró hacia mí. Obviamente, sabía que yo estaba
preguntando acerca de mí y su papá divorciándose.
—Sí, estoy bien. ¿Estás bien?
Sonreí y asentí.
—Estoy bien también —confirmé con honestidad. Él se inclinó hacia delante y me besó en
la frente suavemente por una fracción de segundo antes de empujarse a sí mismo fuera del sofá. Le
sonreí con malicia—. Estoy diciéndole a tus amigos que hiciste eso —bromeé.
Él se rió y sacudió su cabeza.
—Hazlo, no te creerían de todos modos. —Sacó la lengua hacia mí antes de salir por la
puerta, con suerte para encontrar a su abuela y disculparse.
Junio 2014

Dos meses pasaron rápidamente. Todo estaba funcionando muy bien, en realidad. Theo y

yo estábamos asentándonos en una agradable rutina por nuestra cuenta en el piso. Apenas había
visto a Finn; lo que era impresionante en mi libro. Claro, para mí la vida era dura ya de por sí, ser
una madre soltera me aterrorizaba, pero todavía estaba contenta de finalmente haber tomado una
postura y haber pedido el divorcio. Ya no tenía que fingir que era feliz. Ya no tenía que tratar de
fingir que no lo odiaba. Ya no tenía que soportar sentirme como la segunda mejor opción de cada
chica que él podía encantar para llevar a la cama. En definitiva, todo era perfecto; a excepción de
una pequeñísima, pequeña cosa. No había tenido el período.
La caja sin abrir parecía estar mirándome fijamente mientras yacía sentada en el piso del
baño. No importa cuántas veces recogí la caja, simplemente no tenía el valor para tomar realmente
el palito y orinar en él. Tenía miedo de lo que pasaría si lo hiciera.
Cuando me había faltado el primer período, me había convencido a mí misma de que era
porque estaba estresada, debido a todo lo que estaba sucediendo. Me habían faltado períodos
anteriormente cuando estaba estresada, así que no estaba demasiado preocupada por eso. Pero este
era el segundo que me faltaba. Aun así, había intentado decirme a mí misma que todo estaba bien,
que mis pechos habían aumentado un poco de tamaño y eran más sensibles porque estaba
comiendo los alimentos equivocados. Traté de decirme a mí misma que ya no me gustaba el olor a
grasa, porque en el trabajo había estado alrededor de este demasiado. Traté de fingir que me había
dejado de gustar el sabor del té porque era una fase. Pero esta mañana, no podía negar el hecho de
que me desperté y apenas conseguí llegar al cuarto de baño antes de que vaciara mi estómago.
No había expresado mis preocupaciones a nadie. Había ido a trabajar con normalidad,
trabajado en mi trabajo de limpieza al amanecer, luego terminar mi turno de la hora del almuerzo
en la cafetería, y en el camino a casa había hecho una parada en la farmacia para comprar el palito
que bien me iba a detener de seguir preocupándome, o a enviar mi vida en una espiral de mierda.
Escuché goznes chirriando un segundo antes de que la puerta me golpeara directamente en
la espalda.
—Oh, mierda. Lo siento, mamá. —se disculpó Theo. Miré hacia arriba, observándolo
escabullirse por el hueco y mirándome con preocupación—. ¿Qué demonios? ¿Qué ha pasado?
—exclamó, cayendo de rodillas junto a mí.
Tragué saliva, sin tener idea de qué decir. Le había inculcado a él una y otra vez acerca de ser
cuidadoso con las chicas, sobre el uso de protección y no meterse en la misma situación que en la
que me había metido cuando era una adolescente. Parecía que debería haber estado escuchando mi
propio consejo.
—No pasa nada, solo... —Luché por inventar algo que responder que no fuera la verdad.
Mi mente estaba totalmente en blanco, aparte de repetir de nuevo mi única noche con Harrison
una y otra vez. Todavía podía imaginarla perfectamente; las caricias, los besos y las palabras
susurradas. La única cosa que no podía llevar a la parte delantera de mi mente era si se puso un
condón o no. En el ojo de mi mente, no podía verle hacerlo en absoluto. Lo que significaba que
probablemente habíamos tenido relaciones sexuales sin protección por lo menos cuatro veces esa
noche.
—¿Por qué estás sentada en el suelo? ¿Te resbalaste o algo así? —interrogó Theo.
Negué con la cabeza, aun aferrando con fuerza la pequeña caja en mi mano. Él frunció el
ceño y miró hacia mi regazo, sus ojos fijándose en la prueba.
Se quedó sin aliento y sacudió la cabeza.
—Eso no es mío, no tengo ni idea de quien es —afirmó rápidamente con los ojos muy
abiertos—. Eso no tiene nada que ver conmigo, lo juro por Dios, ni siquiera he... ¡No es mío! —
prometió.
Me entraron ganas de reír porque se veía aterrorizado, como si pensara que iba a atacarlo en
cualquier momento o algo así.
—Lo sé —le susurré.
Él tragó saliva mientras la comprensión cruzaba su rostro.
—Oh, no. Por favor, dime que no estás embarazada —gimió, sacudiendo la cabeza.
Me lamí los labios y me encogí de hombros.
—No la he hecho aún.
Cerró los ojos, y su mandíbula se apretó con rabia.
—Bueno, esto es jodidamente genial. Dime que esto sucedió antes de que te divorciaras; por
favor dime que ustedes dos no están juntos de nuevo o algo así —despotricó.
Fruncí el ceño, un poco confundida por esa declaración. ¿Él piensa que el bebé es de Finn?
—No estamos juntos —confirmé, sacudiendo la cabeza con fuerza. Eso nunca ocurriría en
un millón de años; preferiría meter mi mano en un balde de ácido que aceptarlo a él de vuelta otra
vez.
—Bien, porque no es lo suficientemente bueno para ti. Él es un hijo de puta mentiroso, ¡Y si
te dejó embarazada para después follar con alguna puta lo voy a matar! —escupió con rabia.
—¡El lenguaje, Theo! —lo regañé, sorprendida por su arrebato.
Él se burló.
—En serio, no empieces a darme lecciones en estos momentos. ¡Estoy sentado en el suelo
con mi madre que está preocupada de que estar embarazada de un hombre del que acaba de
divorciarse porque se la metió a todas las chicas de la ciudad! —respondió groseramente.
Tragué saliva y negué con la cabeza.
—No tiene nada que ver con Finn —le dije rápidamente, deseando sofocar su ira—. Mira,
ni siquiera me la he hecho aún. Por qué no hago esto y luego hablo contigo, ¿de acuerdo? —sugerí,
tratando de sonar más valiente de lo que me sentía. Theo frunció el ceño antes de ponerse de pie y
salir a grandes zancadas del cuarto de baño, cerrando la puerta con fuerza detrás de él,
murmurando algo acerca de la irresponsabilidad y el mal ejemplo.
Tomé un par de respiraciones profundas y me forcé a enderezarme e ir hacia el inodoro,
luego oriné en el palillo como decían las instrucciones. Me tomé mi tiempo para lavarme las manos,
luego me dirigí a la sala para ver a mi único hijo sentado en el sofá, justo en el borde de su asiento,
con las manos en puños apretados.
—Se necesita esperar un par de minutos —le dije, encogiéndome de hombros, algo
incómoda. Esta tenía que ser la cosa más incómoda que me había sucedido en mi vida. Estar
sentada en la sala con mi hijo de trece años, a la espera de saber si estaba embarazada de una
aventura de una noche. Mal ejemplo e irresponsable ni siquiera cubrían esta situación.
No podía permitirme pensar en lo que pasaría si diera positivo. No creía en el aborto, y sabía
que nunca sería capaz de dar al bebé en adopción porque eso me mataría por dentro. Pero, ¿cómo
diablos íbamos a sobrevivir? Era la única que proveía dinero a la casa, y apenas podía costear que
nosotros viviéramos como lo hacíamos. El dinero de Finn de la manutención infantil era lo único
que nos mantenía en el lado derecho de la línea de deudas. Otra boca que alimentar sería
imposible.
—Entonces, ¿quién es el hombre si no es mi padre? —preguntó Theo, rompiendo el
silencio incómodo.
—Lo has visto un par de veces. Es amigo del tío Brandon, Harrison —respondí, haciendo
una mueca.
Theo frunció el ceño con disgusto.
—¿Ese idiota arrogante que siempre coquetea contigo cuando vamos a las fiestas de
cumpleaños?
Me reí sin humor y asentí. Eso resumía a Harrison, sí.
—Es él.
Theo se burló de nuevo, arrugando su nariz.
—¿Cuánto tiempo han estado juntos y por qué no me dijiste que estabas saliendo con
alguien? —Su tono era acusador. Era evidente que estaba enojado conmigo.
—No estamos juntos. De hecho, fue sólo una vez —admití débilmente.
Él resopló ante ese comentario.
—Que elegante. Preñada por una aventura de una noche. Eso es muy bonito, madre —
afirmó sarcásticamente.
Mi barbilla tembló mientras mis ojos se ponían vidriosos. Todo el mundo iba a pensar lo
mismo; que yo era una especie de puta sucia que se daba revolcones y se metía en problemas. En
realidad, había estado sólo con tres chicos en toda mi vida. El tipo con el que perdí mi virginidad,
Finn, y Harrison. Eso no importaría sin embargo; la gente igualmente pensaría que era algún tipo
de facilona que la ponía como las putas. Iba a ser la chica que, a los treinta y un años, tenía dos
hijos con dos papás diferentes y que no se las había arreglado para aferrarse a ninguno de ellos.
Cerré los ojos, y Theo suspiró profundamente. Oí movimiento y luego el sofá se hundió a mi
lado. Cuando abrí los ojos, vi que se había movido a mi lado. Su brazo se enrolló alrededor de mis
hombros, tiró de mí en su contra con fuerza mientras sonreía de forma tranquilizadora.
—Todo está bien, mamá. Aún me tienes, y vamos a salir de esto. Yo te ayudaré —susurró.
Asentí con la cabeza y sorbí—. Además, podría no ser positivo aún —dijo, casi un poco
esperanzado.
Tragué saliva y miré el reloj, comprobando cuánto tiempo había pasado.
—Vamos a ver —dije con voz ronca, inclinándome hacia delante y recogiéndolo.
A medida que mi mano se cerraba sobre el palito de plástico, me imaginé los dos resultados
posibles.
Resultado uno: negativo. Tenía que sonreír y dejar esto atrás, nunca tener una aventura de
una noche de nuevo. Tendría que machacar en Theo lo terrible que era eso y cómo nunca querría
verlo en esa situación.
Resultado dos: positivo. Tendría que decirle a Harrison Baxter, jugador y mujeriego, que iba
a ser padre. Tendría que luchar para llegar a fin de mes. Probablemente volveríamos a tener que
mudarnos con mi madre porque no sería capaz de vivir por mi cuenta. Todo sería casi imposible de
manejar. Pero en el lado positivo, tendría otro bebé, que había estado anhelando durante años. Era
un poco irónico que le hubiera estado suplicando a Finn otro bebé durante tanto tiempo y que
siempre fuera: “El año que viene, capullito”, pero entonces en el momento en que me divorcié existía
la posibilidad de un bebé. Supe al instante que no había manera de que diera al bebé en adopción
si estaba embarazada. Si Harrison no quería tener nada que ver con él, entonces sobreviviría por mi
cuenta.
La prueba parecía que pesaba cincuenta kilos. No podía obligarme a mirarla y ver el
resultado. No podía hablar. Apenas podía respirar. Me sentía un poco entumecida, como si no
pudiera centrarme por completo en el asunto entre mis manos. No tenía ni idea de lo que sentía en
ese momento exacto. Estaba sentada allí con el corazón en la garganta, a la espera de que ese palito
blanco me dijera cuál era mi futuro. Ese palito blanco tenía el poder de cambiar mi vida
completamente, y realmente no estaba segura de lo que quería que dijera.
Parpadeé en dirección a Theo en busca de apoyo. Él sonrió como si supiera lo que estaba
pensando y lo tomó de mi mano, girándolo y leyéndolo. Suspiró profundamente y sus ojos se
encontraron con los míos.
—Es positivo —confirmó.
Oh Dios.
Harrison

—En serio, solo sal y emborráchate esta noche —se quejó Steven por centésima vez—. Has

estado trabajando demasiado últimamente, necesitas relajarte.


Suspiré y cerré mis ojos, simplemente contemplando ir porque ya no podía discutir sobre
esto. Estaba malditamente cansado para estar soportando toda esta mierda ahora mismo. Era solo
la hora de almuerzo, pero sabía que estaba lejos de terminar con mi lista de cosas por hacer en el
día. No había duda que estaría llevando el trabajo a casa conmigo otra vez esta noche, y elaborando
ideas para la nueva campaña publicitaria bien entrada la noche. Mis ojos ardían de cansancio, y lo
que realmente quería hacer esta noche era dormir temprano, no tomar para relajarme. Incluso si
tenía la energía para salir, tomar y buscar chicas que podría llevar a casa conmigo había perdido su
atractivo últimamente. Todo era diferente ahora. Incluso las chicas de las que generalmente me
enamoraba y con las que había pasado un buen tiempo, simplemente no podían mantener mi
atención en este momento.
Cierta morenita con poca confianza había dejado su marca en mí, y no podía sacar a la chica
de mi cabeza, sin importar cuánto lo intentara.
—Steve, no tengo la energía —respondí, encogiéndome de hombros.
Hizo un puchero, de hecho me hizo un puchero como un niño.
—Vamos, la amiga con la que salgo tiene una amiga… —persuadió.
Negué con la cabeza enérgicamente.
—No esta noche. Mañana a la noche, tal vez.
Gimió de frustración pero por suerte en ese momento aparqué fuera de su oficina, así que
tuvo que salir. Me lanzó una mirada acusadora mientras sacaba su teléfono móvil y empezaba a
llamar a gente para ver si alguien saldría con él en una cita doble esta noche así podría anotar con
la bailarina exótica que deseaba.
Una vez solo, alcé el volumen a la música y manejé hacia mi oficina. Hoy ya había sido un
largo y difícil día lleno de reuniones, directores generales engreídos y diseñadores gráficos
descontentos, y estaba a solo la mitad. Esta tarde estaría llena de la misma mierda, estaba seguro
de ello.
Deslizando mi auto en mi espacio asignado del estacionamiento subterráneo, me obligué a
salir y me dirigí al edificio que era hogar para varias compañías, incluyendo la Consultoría de
Baxter and Hanklin. Mis oficinas, comprendidas de veintitrés empleados en total, estaban en el
quinto piso. Mientras salía del elevador en mi piso y caminaba a través de la oficina de planta
abierta, una sonrisa cortés estaba pegada a mis labios mientras un grupo de chicas me saludaba y
preguntaba si había tenido un almuerzo agradable con mi amigo. No queriendo verme inmerso en
una larga conversación con nadie, me excusé rápidamente y caminé a mi oficina al final del pasillo.
Mientras entraba al umbral, Jennifer, mi secretaria, se puso de pie y sonrió cálidamente,
barajando a través de un pequeño montón de papeles.
—Señor Baxter, tiene tres nuevos mensajes, uno que es bastante urgente. Mitch de Diseño
llamó y preguntó si podrías bajar en algún momento y comprobar los bocetos preliminares que
pediste, y Tracy de Mint llamó para cancelar la reunión de mañana. La he reprogramado para la
próxima semana.
Suspiré y asentí, tomando las notas de su mano.
—Gracias, Jennifer. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas hacerme un café negro fuerte?
—Le hice un puchero, tratando de poner la cara de cachorro de la que siempre me acusaba de
usar.
Sonrió y puso los ojos en blanco, asintiendo.
—Supongo que podría manejar eso. Por cierto, tiene un visitante. Le dije que estaba
ocupado y que necesitaba una cita, pero insistió en esperar y dijo que esperaría hasta que estés
libre.
Fruncí el ceño, girando para ver quién era. Al otro lado de mi gran oficina, la vi sentada allí
leyendo un libro. Instantáneamente, mis ojos estaban pegados a ella como pegamento mientras me
daba cuenta de quién era. La chica que tomó mis bolas y me dejó comparando a todas con ella.
Bronwyn maldita Reynolds.
Mis ojos la recorrieron mientras se encontraba sentada allí, al parecer completamente
inconsciente de que estaba a seis metros de ella. Usaba vaqueros desteñidos, una camiseta negra
sin mangas y una camisa a cuadros encima, doblada hasta los codos. Su largo cabello castaño, que
todavía podía imaginar entre mis dedos, recogido en un moño desordenado con trozos escapado
alrededor de su rostro. Se veía absorta en su novela, distraídamente retorciendo uno de sus
mechones sueltos alrededor de su dedo.
No había levantado la vista hacia mí y tuve la urgente necesidad de retroceder, salir
corriendo de mi oficina hasta mi auto y manejar tan lejos de ella como pudiera, porque esa chica
era una maldita rompecorazones en un cuerpo de ángel. Despertar solo después que habíamos
dormido juntos hizo que mi corazón se hundiera. Había estado esperando años para poner mis
manos en ella y finalmente estaba disponible, pero sin embargo ni siquiera me quería. Esa era la
historia de mi vida, la única a la que alguna vez había querido, y no podía tenerla porque estaba
casada y con un niño.
Antes de la fiesta un par de meses atrás, la había superado. Sabía que no podía tenerla
porque estaba atada, y había aceptado ese hecho. Pero luego tuvo que ir, divorciarse y poner la
opción de nuevo para que me enamorara de ella.
Realmente no quería verla ahora mismo, porque me había tomado mucho tiempo desde esa
noche olvidar cómo sabía cuando la besaba, olvidar el sonido de su risa mientras tonteábamos en
mi cama. Otras chicas, y sí hubo un par desde ella, no habían estado a la altura que Bronwyn había
establecido esa única noche. Durante el último mes, ni siquiera me molestaba en acostarme con
cualquiera porque sabía que apenas me excitaba. Me había arruinado con una noche de pasión.
¿Pero por qué estaba aquí?
Brandon no me había dicho que estaba viniendo a la ciudad. Usualmente me diría de
antemano si ella estaba aquí, pero cuando hablé con él esta mañana en el trabajo no había
mencionado nada.
La curiosidad me superó.
—Gracias, Jennifer. Atiende mis llamadas por un rato más, ¿sí?
—¿Quién es? ¿La conoce? —me preguntó en voz baja.
Asentí.
—Es la cuñada de Brandon. —Cerré la distancia a su lado, todavía preguntándome por
qué estaba aquí. Estaba tan absorta en su libro que ni siquiera notó cuando mi sombra cayó sobre
ella—. ¿Bronwyn?
Saltó y me miró, su boca abriéndose antes que una sonrisa cruzara su rostro. Lucía hermosa
a pesar de que no llevaba maquillaje. Sentí la sonrisa tirar de mis labios también.
—Hola —dijo sin aliento.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Mordió su labio antes de responder.
—Vine a verte —respondió, pareciendo un poco nerviosa por ello.
No pude evitar la sonrisa burlona que se deslizó en mi cara.
—¿Viniste para otra noche de pasión? —bromeé. No sabía cuál quería que fuera su
respuesta. Por un lado, me cortaría la pierna izquierda por poner mis manos en su cuerpo de nuevo
porque esa última noche con ella fue espectacular. Por el otro, seguramente otra noche con ella y
luego nada viniendo de esta solo empeorarían las cosas para mí.
Se rió en voz baja.
—De hecho, no. Lo siento por reventar tu burbuja.
Así que si no está detrás de sexo, ¿cuál es la razón de su visita entonces?
—No sabía que estabas viniendo a la ciudad. —La miré con curiosidad. Lucía un poco más
pálida que de costumbre, y fruncí el ceño, preguntándome si estaba bien o si había algún tipo de
problema con el que necesitaba ayuda.
Suspiró y asintió.
—Lo sé. No le dije a Skye que venía. Quería hablar contigo primero. —Sus ojos estaban fijos
en los míos y empecé a ponerme un poco nervioso, pero no tenía idea de por qué.
—Está bien, ¿qué sucede?
Se levantó del sofá, empujando su libro dentro de la bolsa de compras que tenía entre sus
piernas.
—¿Tal vez podríamos ir a tu oficina? —Sutilmente miró sobre mi hombro así que supe que
Jennifer estaría mirando cada uno de nuestros movimientos.
Asentí, estando de acuerdo y caminé hasta la puerta de mi oficina, abriéndola y dando un
paso al costado así ella podría entrar primero. Mientras pasaba junto a mí, su aroma atacó mis
sentidos, y traté de no inclinarme y respirarla. Olía comestible, como fresas y crema, mezclado con
madreselva. Era embriagador, y sabía por esa noche que sabía tan increíble como olía.
Mordió su labio inferior mientras bajaba al suelo su cartera y la bolsa de compras que tenía
junto a la silla. Fruncí el ceño, viendo el contenido de la bolsa, una envoltura de sándwich vacía y
media botella de jugo de naranja.
—¿Has estado esperando mucho tiempo? —pregunté, frunciendo hacia la bolsa.
Se encogió de hombros.
—Un poco. No tenía tu número, así que no sabía cuánto tiempo tardarías —respondió
casualmente.
—Oh. —No sabía realmente qué más decir. Entré a la oficina y dejé que la puerta se
cerrara detrás de mí—. ¿Quieres una bebida? Puedo pedirle a Jennifer que haga algo, o tengo
algunas latas en mi heladera aquí —ofrecí, de repente deseando que mi oficina estuviera un poco
más ordenada. No esperando que nadie entrara a mi oficina esta tarde, había dejado todo afuera
mientras iba a almorzar con Steve. Mi escritorio estaba cubierto de papeles, ideas, bolígrafos, y
envolturas vacías de pepitas de chocolate.
—Claro. Cualquier cosa, solo no té. —Hizo una pequeña mueca mientras decía la palabra
té.
Asentí, caminando hacia mi pequeña heladera.
—¿No te gusta el té? —pregunté. No sabía eso sobre ella.
—No por el momento, no.
Tomando dos latas de Coca Cola, me di la vuelta y la sostuve, ofreciéndola.
—¿Está bien esto?
—Genial, gracias. —Asintió y tomó la lata de mí, mirándola fijamente como si estuviera
tratando de pensar en algo que decir.
—Así que, ¿qué sucede? —pregunté, caminado hacia el sofá de cuero negro que tenía en
mi oficina y sentándome, mirándola con curiosidad.
Dejó escapar un gran suspiro y dejó su bebida en mi escritorio.
—No tengo idea de cómo decir esto, así que solo voy soltarlo de una vez —dijo. Asentí para
que continúe—. Estoy embarazada.
—Vaya. Felicidades. —No estaba seguro de por qué dije eso; fue simplemente lo primero
que salió de mi boca.
Sonrió débilmente.
—Es tuyo, Harrison.
Una inconsciente risa dejó mis labios mientras sacudía mi cabeza, rechazándolo. Usamos
protección. Siempre usaba protección con las chicas, siempre.
—Usamos un condón —dije, sacudiendo mi cabeza, sonriendo en disculpa. Solo tendría
que encontrar al otro chico, no podía ser mío.
—¿Lo hicimos? —cuestionó, levantando una ceja en desafío.
Asentí con confianza.
—Siempre lo hago. Lo siento, pero debe ser de alguien más. —Me encogí de hombros.
—¿Realmente te recuerdas poniéndote uno?
Asentí de nuevo.
—Sí, claro, estábamos en el callejón y empezaste a contar y yo… —Pero entonces me detuve
en seco, imaginándome el momento en mi cabeza. Ella había empezado a contar y me estaba
apresurando. Claramente recordaba que abrí mi bragueta, tiré de su ropa interior hacia un lado y
empujé dentro. Pero en ningún momento mi mano fue a mi bolsillo para conseguir un condón de
mi billetera, en ningún momento abrí un paquete o me puse uno. Y no había sacado…
Habíamos tenido sexo sin protección en el callejón. ¿Pero me había siquiera puesto uno
cuando estábamos en mi casa? Me devané el seso tratando de pensar, pero en ningún momento
pude recordarme poniendo uno durante toda la noche.
Y ahora me estaba diciendo que estaba embarazada.
Y que era mío.
Que iba a ser papá.
Mis ojos cayeron a su estómago como si de alguna manera pudiera ver si era verdad. No
pude apartar la mirada mientras luchaba por respirar. Mis manos empezaron a sudar mientras mi
garganta parecía cerrarse.
—Así que, sí —murmuró, cambiando el peso de una pierna a otra.
Todo lo que salió de mi boca fue un gorgoteo estrangulado mientras mis ojos seguían
pegados a su estómago. Ella tiene un bebé creciendo allí... mi bebé. ¿Voy a tener un bebé?
Podía sentir el ataque de pánico construyéndose mientras mi corazón comenzaba a
estrellarse en mis oídos.
—Pero… nah… es… tú… voy a… —No podía pensar en qué estaba tratando de decir, así que
mis palabras solo estaban saliendo como un lío de nada.
—Harrison, deja de mirar, me estás asustando —murmuró incómoda, cambiando el peso
de su pierna de nuevo. No podía apartar la mirada de su estómago mientras trataba de distinguir
algún indicio de que estaba embarazada—. Harrison, por el amor de Dios no puedes verlo. ¡Deja
de mirar!
―No puedo ―admití.
Se rió y cruzó los brazos sobre su estómago, deteniendo mi fija mirada psicótica. Finalmente,
pude apartar los ojos y alzarlos hasta su rostro. Estaba masticando su labio con tanta fuerza que
parecía que iba a morderlo por la mitad.
―Me siento mareado ―murmuré mientras mi cabeza empezaba a nadar.
Necesitaba acostarme. ¿Tal vez iba a entrar en shock? ¿Podría realmente entrar en shock de,
bueno, un shock? No sabía la respuesta.
―¿En serio? ―preguntó, acercándose a mí y poniendo su mano en mi frente.
Eso no ayudó en lo más mínimo, porque ahora sus brazos se habían movido y su estómago
descubierto estaba a la altura de mi cara. No podría detener mi mano de extenderse y empujar
hacia arriba la parte superior de su camiseta y así poder ver su barriga. La mirada fija estaba de
vuelta otra vez. Me quedé asombrado porque había hecho un bebé, ella tenía a mi bebé allí dentro,
pero aún no había señales del todo.
―… Embarazada… yo… nosotros…
Suspiró y empujó su blusa hacia abajo, dejándose caer en el sofá junto a mí.
―No empieces con la cosa loca otra vez. Solo tenemos que hablar de ello como dos adultos
―dijo con severidad.
―No creo que sea un adulto ―admití, haciendo una mueca.
Se rió y rodó los ojos.
―Harrison, se serio. ―Tragó saliva y jugueteó con sus dedos mientras hablaba―. Ya he
decidido tenerlo porque no creo en el aborto. No quiero nada de ti en absoluto. Si quieres estar allí
para el bebé, entonces genial. Si no, entonces todavía lo haré por mi cuenta. No tienes que hacer
nada, pero quise contártelo.
Me zumbaban los oídos, mis labios se habían secado y no importaba cuántas veces los lamía,
simplemente no sostendrían la humedad. No tenía ni idea de qué decir. ¿Qué había que decir en
esta situación?
―Yo… umm… no… ―Sacudí mi cabeza distraídamente, tratando de formar una frase
coherente.
Su rostro decayó y sus hombros se hundieron, pero rápidamente se recuperó, y una cortés
sonrisa de labios finos se extendía por su rostro.
―Eso está bien. No esperaba que quisieras tener nada que ver con el bebé. Siento haberte
hecho perder el tiempo. No te preocupes, me encargaré de ello ―dijo, encogiéndose de hombros y
levantándose. Recogió su bebida sin abrir de mi escritorio y sonrió débilmente―. Voy a tomar esta
para llevar.
Espera, ¿se iba a ir? ¿Qué demonios acababa de pasar? No me pude mover mientras
agarraba su bolso del suelo y se pavoneaba al salir de mi oficina, dejando que la puerta se cerrara
detrás de ella. Mi mente daba vueltas. No tenía ni idea de por qué se había ido; ni siquiera
habíamos tenido tiempo de hablar. Entonces el entendimiento me golpeó, asumió que no quería
tener nada que ver con el bebé porque no había dicho lo contrario. ¡Oh, hombre, tengo que resolver
esto rápidamente! ¡Levántate Harrison, atrápala! Mis piernas no funcionaban correctamente. ¿Por
qué no podía levantarme?¡Levántate, maldición, Harrison!
Finalmente, me pareció ganar algo de control de mí mismo y salté del sofá, corriendo tras
ella, haciendo caso omiso de Jennifer cuando me llamó preguntando si todo estaba bien y a donde
iba. Mientras me lanzaba a través de la oficina, vi a Bronwyn entrar al ascensor y las puertas
chirriaron al cerrarse. Mis ojos se abrieron como platos. Era demasiado tarde. Había leído mal mis
reacciones, y ahora se estaba yendo Dios sabe dónde, y no tenía forma de comunicarme con ella sin
rogarle a su hermana que me diera su número.
No estaba listo para darme por vencido, sin embargo, corrí por las escaleras. No tenía ni idea
de lo que quería decir si la atrapaba, lo único que sabía era que tenía que detenerla antes de que se
fuera.
Salté la mayor parte del primer tramo de escaleras, corriendo tan rápido como pude,
deseando que ser más rápido. Cuando alcancé el último tramo de escaleras, salté la barandilla y
aterricé en la punta de mis pies con un fuerte golpe que resonó en el hueco de la escalera vacía.
Estaba sin aliento, no era solo el esfuerzo físico, era por la conmoción. Iba a ser papá. Yo, un papá.
Eso era una locura, pero no algo que odiara totalmente. Me imaginé a Evie como un bebé. Viéndola
crecer, viendo a Brandon hablar con entusiasmo de su hija orgullosamente cuando le había
dibujado una imagen o ganado un premio en equitación… no, definitivamente no odio la idea de
ser papá.
Me obligué a moverme y corrí hacia el vestíbulo del edificio, mirando a la pequeña luz sobre
el elevador que señalaba en cual piso estaba. Parecía que la suerte estaba de mi lado hoy, ya que
todavía estaba en el dos.
Apenas tuve tiempo de recuperar el aliento antes de que la campana sonara y las puertas se
abrieran. Dos personas salieron, charlando animadamente sobre algún cliente con el que habían
tenido problemas al teléfono esta mañana. No les hice caso, mirando más allá de ellos, viendo a
Bronwyn apoyada contra la pared. Sus hombros estaban desplomados; sus ojos estaban fijos en el
suelo mientras se masticaba la uña.
―Bronwyn ―murmuré, pasándome una mano por el cabello, tratando de no hacer un
tonto de mí mismo.
Jadeó; su mano voló a su corazón mientras sus ojos se sobresaltaron disparándose hasta
encontrarse con los míos.
―¿Harrison? Qué… ―Sacudió su cabeza, claramente confundida en cuanto a cómo había
llegado antes que ella aquí.
Levanté un dedo, indicándole que esperara mientras trataba de averiguar lo que quería
decir. Cuando el tiempo de las puertas se agotó y comenzaron a cerrarse en un deslizamiento, salté
al interior con ella, dejando que las puertas se cerraran detrás de mí para que pudiéramos tener un
poco de intimidad.
Respiré hondo y traté de no mirar a su estómago en caso de que me distrajera de nuevo.
―Está bien, mira, no soy bueno con las palabras, así que ten paciencia conmigo aquí ―le
pedí. Me acerqué y ella dio un paso atrás, chocando con la pared detrás suyo―. La primera vez
que puse los ojos en ti, te deseé. Te he deseado desde hace mucho tiempo Bronwyn, pero estabas
casada, y no destruyo hogares, así que lo dejé. —La miré para calibrar su reacción. Me miraba con
los ojos muy abiertos, con una pequeña expresión de asombro en su rostro, y en ese momento supe
que ella no tenía ni idea de que me gustaba. Brandon me había prometido que no volvería a decirle
a Skye que yo estaba loco por su hermana; su reacción de sorpresa me mostró claramente que él
había sido fiel a su palabra. Cada vez que había visto a Bronwyn Reynolds a lo largo de los años
había acelerado mi corazón y mis manos habían ansiando rozar su cabello, colocarlo detrás de su
oreja y acariciarle el rostro. Habían pasado ocho extremadamente largos años en los que había sido
mi sueño de chica inalcanzable, sin embargo, aquí estaba ella, embarazada de mi hijo, y soltera.
―Ahora estás divorciada, y no tengo que preocuparme de romper una familia, así que
puedo decirte lo que siento. Estoy loco por ti, Bronwyn Reynolds, lo he estado durante mucho,
mucho tiempo ―continué.
Tragó saliva.
―Johnson.
La miré, confuso.
―¿Huh?
―Bronwyn Johnson, no Reynolds, me llamaste Reynolds ―murmuró, sacudiendo la
cabeza.
―¿Realmente importa cómo te llamé? ¿Fue el nombre incorrecto lo único que escuchaste de
mi discurso completamente vergonzoso? ―le pregunté con incredulidad.
Negó con la cabeza, luciendo como un ciervo atrapado por los faros.
―Escuché cada palabra. Es solo que no sé cómo se supone que debo responder a eso.
Sonreí y me acerqué a ella de nuevo, al mismo tiempo la puerta detrás de nosotros sonó así
que me volví para ver a la señora Sanders dar un paso al interior. Era la señora mayor que limpiaba
el edificio de oficinas; habíamos tenido muchas charlas cuando estaba trabajando hasta tarde y era
el único en la oficina. Todavía estábamos en el vestíbulo porque ninguno de nosotros había pulsado
el botón para hacer que se moviera.
Levanté una mano para detenerla y negué con la cabeza, mirándola suplicante.
―Señora Sanders, acabo de dar un discurso que cambiara la vida de esta chica por la que
he estado loco desde siempre. Realmente solo necesito un poco de intimidad, ¿hay alguna manera
de que pueda conseguir el próximo? ―le pregunté, rogándole con mis ojos.
―Eres un buen chico, Harrison. Espero que funcione para ti ―dijo, guiñándome un ojo.
Las puertas se cerraron, así que me volví hacia Bronwyn.
―Esa noche contigo fue lo mejor que alguna vez me ha pasado. Nunca me he sentido así
con una chica antes. Fue increíble, y no quería que terminara. Cuando me dijiste por teléfono que
era una aventura de una noche, estaba aplastado. No solo quería una noche. Nunca lo hice, no
contigo. He estado suspirando por ti por los últimos dos meses.
Estaba mirándome, inmóvil.
Tragué el nudo que se estaba formando rápidamente en mi garganta.
―Bronwyn, seriamente tienes que decir algo antes de que me desmaye ―la instruí,
pasándome una mano temblorosa por el cabello.
Parpadeó un par de veces.
―Eres una persona increíble, siempre me has gustado, pero nunca realmente me permití
pensar en ti de esa forma porque estaba casada. Para ser honesta, no creía que alguien como tu
podría incluso mirar dos veces a alguien como yo. ―Frunció el ceño, pareciendo confundida
mientras sacudía su cabeza.
―¿Eso significa? ―pregunté, con la esperanza de que continuara porque esto estaba
empezando a sonar como un rechazo.
Dejó escapar un gran suspiro.
―No he venido hoy aquí esperando esto. Solo quería decirte lo del bebé. De hecho, me
esperaba que corrieras una milla, no persiguiéndome por las escaleras ―dijo, mirándome como si
estuviera loco.
Tan pronto como mencionó al bebé luché por contener mis ojos de vagar por allí de nuevo.
Tenía que mantener la concentración y no convertirme en una especie de imbécil que se queda
mirando la piel deseando tener visión de rayos X.
―Me gustas, pero… ―Hizo una mueca, claramente incómoda.
―Está bien, mira, esto se está poniendo demasiado complicado. Solo has esto por mí, finge
que no estás embarazada por un segundo. De hecho, pretendamos que ni siquiera hemos dormido
juntos. Hagamos de cuenta que no acabo de decir todas esas cosas locas ―sugerí, agitando mi
mano con desdén. Me miró con curiosidad, obviamente preguntándose dónde iba con esa idea.
Iba a alguna parte con eso, por lo menos, eso pensaba―. ¿Quieres salir a una cita conmigo?
―pregunté, ladeando la cabeza―. Una cita. Vamos a ver cómo va, tomar las cosas con calma. Solo
una cita ―le pedí, mirándola esperanzadamente.
Una sonrisa tiró de las comisuras de su boca.
―¿Una cita?
Asentí.
―Película y cena. Tal vez una bebida después… jugo de naranja para ti, por supuesto.
Se echó a reír, bajando su mirada a sus pies, mordiéndose el labio. Sus ojos se alzaron para
encontrarse con los míos.
―¿Y qué esperas ganar de una cita, Harrison Baxter? ―preguntó en broma.
Me acerqué un poco más a ella, dejando mi mano rozar su costado ligeramente.
―Una novia ―respondí con honestidad.
Levantó su mano, poniéndola en mi pecho, acariciando suavemente, haciendo que el cabello
en la parte de atrás de mi cuello cosquilleara.
―De hecho, he estado ansiando tacos con extra crema agria.
Sonreí y envolví mis brazos alrededor de ella.
―Comida mexicana entonces.
Sonrió y envolvió sus brazos en torno a mi cuello, tirándome más cerca de ella, aplastando su
cuerpo contra el mío.
―Una cita suena muy bien ―susurró.
Asentí y rocé mi nariz con la suya.
―Voy a hacer que te enamores de mí para cuando nazca nuestro bebé ―le prometí,
envolviéndola firmemente en mis brazos antes de besarla suavemente. Sentí su sonrisa contra mis
labios.
Menos de un segundo después, las puertas del ascensor sonaron a mis espaldas. Oí un fuerte
suspiro, pero no rompí el beso con Bronwyn, no podía romper el beso, quería fundirme con ella y
nunca dejarla ir.
―Se supone que tienes que pulsar el botón de tu piso ¿sabes?, no quedarte ahí besándose
―nos regañó la señora Sanders. Suspiró de nuevo―. Oh, tocaré el botón para ti, ¿de acuerdo?
―bromeó. Buscó a tientas detrás de mí, obviamente, presionando mi piso por mí. Justo cuando las
puertas se cerraron, se echó a reír―. Oh, ser joven y enamorado ―reflexionó.
Bronwyn se rió contra mis labios y enredó sus manos en mi pelo, tirando de mí más cerca de
ella mientras el ascensor se sacudió hacia arriba. No hay duda de que esto sería un proceso largo y
difícil. Habría un montón de cosas que superar, ella viviendo a dos horas de distancia era una de
ellas. Oficialmente conocer a su hijo era otra. Decirle a Skye que había embarazado a su pequeña
hermana por accidente. Hacer que Bronwyn se enamore de mí. Había sin duda un montón de cosas
que hacer en las próximas semanas y meses. Pero solo tenía que comenzar con una oportunidad;
solo una oportunidad era todo lo que necesitábamos.

Fin

… ¿O no? ¿Una historia de amor verdaderamente termina alguna vez? En este caso, el fin es
en realidad solo el mismo comienzo…
Sobre la autora

Kirsty Moseley vive en Norfolk, Inglaterra con su esposo e

hijo. Kirsty ha sido una apasionada lectora desde que era una niña,
devorando libros durante la noche, apenas durmiendo y pagando
por ello en la escuela al día siguiente. Primero comenzó a escribir
después de tropezarse con un sitio de escritura aficionada donde los
escritores podían compartir su trabajo y obtener inmediata
retroalimentación de los lectores. Finalmente armándose de coraje,
compartió su primera historia. Siete millones de lecturas más tarde,
decidió probar suerte en la auto-publicación y nunca ha mirado atrás. Para su deleite, lo que
alguna vez comenzó como un hobby ahora provee para su familia.
Si tuviera que resumirme en una palabra, probablemente sería 'soñadora', pero a diferencia
de la mayoría de sus profesores de escuela, no significa necesariamente que lo vea como algo malo.
Después de todo, leyó en alguna parte una vez que los libros son como soñar despierto...
www.kirstymoseley.com
https://www.facebook.com/pages/Kirsty-Moseley/165726786914674?fref=ts
Twitter: @KirstyEMoseley

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