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UNA NOVELA
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Epílogo
Para cuando regreso, los cuatro están sentados en los sofás, las cortinas
están cerradas y hay tazones de bocadillos adornando la mesa de centro, a
pesar de que todos acabamos de comer todo nuestro peso en el chili de
mamá.
Echo un vistazo a mis opciones. Mamá y papá están en el sofá de
siempre y Levi parece haberse apoderado del sillón en el que suelo
acurrucarme.
Frunzo los labios enfadada y me abalanzo sobre él.
—¡Quítate de mi asiento, idiota!
—Um... —Se mueve ligeramente como si realmente fuera a hacer lo
que le digo, y comienzo a preguntarme si el infierno se congeló. Sin
embargo, antes de que su trasero abandone el asiento, me mira y se ríe—.
No. Siéntate allá. —Mueve la cabeza por encima de mi hombro hacia el
sofá en el que Emerson está sentado solo.
—No. Es tu amigo. Siéntate tú con él. —Mis manos se posan en mis
caderas mientras espero.
—Este es mi asiento. Era mío antes de irme a la universidad y ahora que
regresé, vuelve a ser mío. Así que te aguantas, maldición.
—Levi —reprende mamá.
—¿Hablas en serio?
—Totalmente. Ahora siéntate; la película que escogí está a punto de
empezar.
—Te odio, maldita sea —reviro en voz baja, lo bastante bajo como para
que nuestros padres no me escuchen.
—Aw, también me alegro de pasar tiempo contigo, hermanita.
Irritada, me dejo caer en el otro extremo del sofá en el que Emerson se
ha acomodado, manteniendo el mayor espacio posible entre nosotros. No es
tan sencillo, ya que es el más pequeño de los dos sofás y él es muy grande.
Me siento completamente derecha cuando empieza la película. Apenas
ha comenzado y seguimos a una figura a través de una habitación oscura.
La música es espeluznante e inmediatamente me pongo nerviosa.
A pesar de saber que me voy a morir de miedo, no puedo apartar los
ojos de la pantalla.
—¡ARGH, Dios mío! —grito cuando algo salta de entre las sombras y se
lanza contra la persona que sostiene la cámara.
Mi hermano suelta una carcajada mientras yo levanto los pies sobre el
sofá, colocando un cojín sobre mi regazo para abrazarlo como si pudiera
protegerme.
—Eres una maldita cobarde.
—Levi, ese lenguaje.
Apenas han pasado unas horas y Levi ya parece estar listo para volver a
la universidad. Ignora a nuestros padres y vuelve a centrar su atención en la
TV.
—A mí también me asustó mucho —dice suavemente a mi lado.
—No hace falta que intentes hacerme sentir mejor.
—No lo hago.
De repente, la película se detiene y Levi se levanta de mi asiento.
—Necesito una cerveza. Por favor, díganme que tienen cerveza.
—Por supuesto —responde papá como si fuera la pregunta más ridícula
del mundo.
—¿Locke?
—Sí, por favor.
Levi está en la puerta antes de que me aclare la garganta.
—¿Qué? —pregunta, volteándose de mala gana hacia mí.
—Yo también quiero una, por favor.
—No puedes, eres demasiado joven.
—Tengo dieciocho años. ¡Tú tienes diecinueve! —bramó para
molestarlo.
—Exacto. O sea que soy mayor que tú.
—Dale una —ordena papá, para mi satisfacción.
—¿Todavía estás seguro de que quieres quedarte aquí? —le pregunta
mamá a Emerson.
Él se ríe entre dientes.
—Sí. Podría ser divertido.
Me burlo, logrando que sus ojos se dirijan a mí.
—¿Qué? —grito, girándome para verlo. Sus ojos se apartan de los míos
y miran mi pecho. Tengo puesta una camiseta de tirantes con soporte
integrado, así que cuando me mira fijamente y mis pezones se ponen duros
por su atención, es obvio al instante.
—Emerson —susurro—, mis ojos están aquí arriba.
—Huh. Sí, lo sé. Te ves muy bien últimamente, Lys.
—Tienes que estar bromeando. ¿Realmente me estás coqueteando
mientras Levi está en la cocina? Oh, Dios.
—¿Qué? No. Simplemente estaba comentando que ser de último año te
favorece.
—Como sea —digo, volteándome hacia la TV que realmente no quiero
ver. Pero su mirada me provoca cosas. Las mariposas estallan en mi
estómago más rápido de lo que puedo controlar y no quiero que sepa que
sus palabras me afectan de alguna manera.
CAPÍTULO CUATRO
EMERSON
L a película estuvo horrible. Se supone que tenía que dar miedo, pero se
quedó un poco corta, al menos para mí. Para Alyssa fue todo lo
contrario, ya que se sobresaltaba con cada ruido fuerte, por no hablar
de cualquier cosa que pretendiera ser mínimamente aterradora.
Estaba más pendiente de ella que de la película. Su camiseta de tirantes
rosa le apretaba las tetas y, cuando abrazó el cojín contra su estómago, se
las levantó de una forma increíble. Lo único en lo que podía pensar era en
acercar mis labios a ellas y comprobar si su sabor era tan dulce como
siempre había imaginado.
Cuando se tomó su cuarta cerveza, que logró beber a escondidas
después de que sus padres la obligaran a parar después de beber dos,
comenzó a relajarse. Acurrucó sus piernas debajo de ella y a medida que
pasaba el tiempo, parecía acercarse más a mí y la tentación de estirar mi
mano para tocarla era todo en lo que podía pensar.
—¿Quién quiere ver otra? —interroga Levi cuando empiezan a rodar
los créditos de la película.
—Creo que es hora de dormir para nosotros, los viejos —señala Leah,
levantándose del sofá y recogiendo los vasos y botellas vacíos. Cuando
recoge cuatro al lado de Alyssa, la mira con dureza, pero en lugar de
reprenderla, se limita a susurrarle—: No dejes que tu papá se entere.
Riéndose y guiñando un ojo, nos deja solos.
—Si crees que me voy a sentar a ver otra de esas, debes de ser aún más
estúpido de lo que pensaba —le revira Alyssa a Levi, que inocentemente
selecciona la sección de terror y empieza a buscar entre las opciones—. No
tengo idea de cómo se supone que voy a aguantarte todo este tiempo.
Se levanta del sofá, pero, para mi sorpresa, utiliza mi muslo para
apoyarse. Mis músculos se tensan cuando sus dedos me agarran
ligeramente.
—Estoy harta. —Me mira a mí y luego a mi nueva botella de cerveza
que está sobre la mesita—. No te importa, ¿verdad? —No tengo
oportunidad de responderle porque se la lleva a los labios, bebe un largo
trago antes de mirarme por última vez y desaparecer, no sin antes ver su
trasero en pantalones de yoga.
—¿Ya terminaste? —pregunta Levi, dándose cuenta de lo que captó mi
atención.
—¿Qué? —inquiero inocentemente. Lo sorprendí mirando a mi
hermana en más de una ocasión antes de que se mudara y se casara. Está
claro que no tenía ni la más remota posibilidad de acostarse con ella, ya que
la diferencia de edad es de seis años, pero aun así.
Me obliga a soportar otra película que no da nada de miedo antes de dar
por terminada la noche y subir a mi nueva habitación.
En cuanto pongo un pie en la recámara, sé que sigue despierta porque se
filtra el sonido de una música suave procedente de su cuarto y hay una luz
que sale del hueco bajo la puerta del baño.
Cierro la puerta, me quito la camiseta y los pantalones. Los tiro en la
silla que hay en un rincón de la habitación, junto a mi pequeña maleta,
diciéndome a mí mismo que la desempacaré mañana.
Me acerco a la puerta del baño, me detengo y escucho para ver si está
adentro, pero no oigo nada por encima del ritmo de su música, así que,
probando suerte, empujo la manija hacia abajo.
Cerrado.
Encuentro algo con que forzar la cerradura, la abro lo más
silenciosamente posible y vuelvo a empujar la manija, pero esta vez la
puerta se abre.
La encuentro de pie junto al lavabo, con el cepillo de dientes en la mano
y, para mi deleite, únicamente viste una camiseta de tirantes y unas bragas
diminutas.
—Pensé que había cerrado con llave.
—Lo hiciste.
Deja de mirarme en el espejo y pasa su mirada por encima del hombro,
pero sus ojos no se quedan sobre los míos, sino que bajan por mi torso
desnudo, se detienen en mis abdominales antes de descender hasta mi polla,
que amenaza con levantarse.
—Bueno, entonces deberías haber captado la indirecta de que no te
quiero aquí. Hay un baño en perfectas condiciones que puedes usar al final
del pasillo.
—Pero quería usar este.
—¿Por qué? —Una mano se posa en su cadera y su espalda se endereza.
Creo que pretende ser un gesto de desafío, sin embargo, lo único que noto
es cómo se le levantan los pechos y se le endurecen los pezones detrás de la
tela delgada.
—Porque tiene algo que quiero.
—Ah, sí, ¿qué es? ¿Mi gel de ducha para chicas?
—Por mucho que me guste ese olor dulce, no era eso lo que tenía en
mente.
—¿Oh?
Doy un paso hacia ella y se le corta la respiración.
—¿Emerson? —pregunta, con la voz entrecortada cuando me acerco a
su cuerpo.
Me detengo justo delante de ella. Su pecho se agita, sus senos se
hinchan aún más con su excitación. Mierda, me encantaría saber qué tan
mojada está por mí en este momento.
—Sí. Parece que olvidé mi cepillo de dientes. ¿Te importa? —Antes de
que pueda responder, le arrebato el cepillo rosa de la mano y me lo meto en
la boca.
—Ew, hay algo jodidamente mal contigo. Lo sabes, ¿verdad? —Me
encojo de hombros—. Ugh, eres exasperante. ¿Qué hace falta para que me
dejes en paz?
Termino de cepillarme y enjuago su cepillo antes de dejarlo caer en el
pequeño vaso al que supongo que pertenece.
Giro hacia ella y me acerco. Se tambalea un poco hacia atrás, pero no
llega muy lejos porque choca contra la puerta de su habitación.
—Oh, nena. No te librarás de mí tan fácilmente. —Levanto una mano y
deslizo un dedo por el tirante de su camiseta antes de pasar por la parte
delantera, disfrutando de la suavidad de la curva de sus pechos.
Jadea cuando la toco y sus pezones luchan contra la tela.
—Y no creo que quieras que te deje en paz. —Me inclino hacia adelante
apoyando una mano en la pared junto a ella para susurrarle al oído mis
siguientes palabras—: Podría hacerte venir mucho mejor de lo que lo harías
sola.
—Lo dudo mucho. Cualquiera con un ego del tamaño del tuyo está
claro que esconde algo. Quizá sea tu polla increíblemente pequeña.
Tomo su muñeca y acerco su mano a mi verga completamente erecta.
—¡Mierda! —Jadea, pero para mi deleite no se aparta inmediatamente.
En lugar de eso, sus dedos me rodean ligeramente.
—Mmm —gimo en su oído. Se estremece cuando mi aliento le hace
cosquillas en la piel—. No niegues lo que realmente quieres, Lys. Cuando
estés lista para admitirlo, estaré allí mismo, en esa habitación. Y ni siquiera
cerraré la puerta con llave.
—Bueno, ten por seguro que yo pondré una barricada en la mía.
—Sabes que no lo dices en serio. —Le suelto la muñeca a regañadientes
y ella la aparta casi de inmediato. Echo de menos su tacto al instante.
Me retiro y la miro a los ojos. El azul oscuro de siempre está casi negro
de deseo. Le rozo las caderas con la palma de mi mano y luego empujo la
tela de su camiseta hacia arriba para que quedemos piel con piel, hasta que
me apoyo en su cintura.
Busco en sus ojos si hay alguna parte de ella que se oponga a esto. Por
suerte, no hay nada. Puede que esta vez se resista, pero es solo el comienzo,
porque antes de que acabe mi tiempo aquí, estará retorciéndose debajo de
mí y gritando mi nombre.
La suelto y salgo de la habitación. Pero en ningún momento aparto mis
ojos de los suyos.
—Solo recuerda, estaré al otro lado de la puerta cuando seas incapaz de
autosatisfacerte en unos minutos.
—Estás desvariando.
—¿Qué? ¿Crees que no sé que ahora mismo estás mojada por mí? —
Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso, demostrándome lo que ya sabía—.
Exacto. Buenas noches, nena.
Me doy la vuelta, engancho mis pulgares en la cintura de mis bóxers y
empujo la tela hacia abajo hasta que llegan a mis tobillos. Los pateo, dejo la
puerta abierta de par en par y miro hacia atrás por encima de mi hombro
antes de meterme en mi cama temporal. Sigue donde la dejé, con los labios
entreabiertos y el pecho agitado.
CAPÍTULO CINCO
ALYSSA
Les conté que se iba a quedar aquí por un tiempo cuando tuvimos una
videoconferencia la otra noche, pero no les mencioné nada de lo que estaba
pasando.
Me devuelven una serie de gifs de miraditas y babeando antes de que
Lisa me pida otra de mi hermano.
Sacudiendo la cabeza y sonriendo, bebo un sorbo de mi bebida cuando
una sombra cae sobre mí.
—¿Algo gracioso?
—Sí, acabo de enviarle una foto tuya a mis amigas.
—¿Y por qué eso es gracioso?
—Porque en realidad lo único que quieren es una foto de Levi. —Una
sonrisa burlona se dibuja en mis labios cuando su ceño se frunce.
—Bien. —Mis ojos se abren de par en par de asombro, pensé que eso lo
golpearía en su enorme ego—. Eso significa que soy todo tuyo.
—Um...
—¿Estás ocupada después de cenar? —inquiere, sus ojos azules
brillando de entusiasmo.
—Oh... déjame pensar. Iba a pasar un rato en la sala y después tal vez
dar una vuelta por el jardín, antes de visitar mi habitación.
—Sabelotodo. Eres mía después de cenar, así que cancela todos esos
planes alocados.
Cada músculo al sur de mi cintura se aprieta de deseo.
—De… de acuerdo.
Desaparece tan rápido como llegó y, cuando levanto la vista, descubro
que papá y Levi también se han esfumado.
Me siento un rato más a tomar el sol mensajeándome con las chicas y
cuando escucho que mamá empieza a preparar la cena me dirijo al interior
para ayudar.
—¿Qué hay en el menú de esta noche?
—Enchiladas. —Mi estómago ruge con solo pensarlo.
—Genial, entonces ponme a trabajar.
Mamá me pone a cortar verduras y rallar el queso. Es casi suficiente
para distraerme de las voces de Levi y Emerson que se filtran desde la sala
donde están pasando el rato, pero no puedo evitar esforzarme para escuchar
de qué están hablando.
—Creo que ya está bien, Lys —señala mamá riendo. Cuando miro hacia
abajo, me doy cuenta de que la cebolla está cortada tan fina que pronto
podría considerarse pasta.
—Dijiste fina —murmuro encogiéndome de hombros.
—Está perfecta. Toma, ¿quieres preparar una jarra de margaritas para
acompañar?
—¡Sí! —exclamo demasiado entusiasmada.
—Pero no muy fuerte.
Busco una receta en mi teléfono y sigo las instrucciones.
—Voy a poner esto en la mesa y revisar rápidamente mis correos
electrónicos. A las enchiladas les faltan diez minutos. ¿Podrías sacarlas por
mí?
—Por supuesto.
Mamá desaparece, dejándome en la cocina vacía. Me inclino, apoyando
mis codos en el mostrador, y miro fijamente mi celular. Estoy navegando
por Instagram, mirando varias fotos de mis amigas de la escuela en sus
patios, disfrutando del sol mientras se broncean o chapotean en sus piscinas.
Vivir en Florida ahora mismo tiene sus ventajas. Pienso brevemente en la
gente que está encerrada en casa porque afuera hace frío y llueve. Todo esto
debe de ser mucho más difícil de sobrellevar.
Tenemos suerte; aparte de que hayan cancelado las clases y de estar
atrapados en casa, no han cambiado muchas cosas para mí. Mamá puede
seguir trabajando, papá está haciendo sesiones virtuales de fisioterapia con
sus clientes y, aparte de la mamá y el papá de Emerson, de los que estamos
al pendiente, no tenemos otros parientes de qué preocuparnos. Perdimos a
todos nuestros abuelos en los últimos diez años, y los hermanos de mamá y
papá viven sus propias vidas en diferentes estados.
Me sobresalta algo que me hace cosquillas en la parte posterior del
muslo y, cuando me doy la vuelta, encuentro a Emerson mirándome con
una sonrisa.
—Tremendo espectáculo. Tienes un buen trasero, nena.
Se me calientan las mejillas y me pongo de puntitas para mirar por
encima de su hombro y asegurarme de que nadie está mirando.
—Está arriba. Ahora estamos solos tú y yo. —Me muerdo el labio
inferior, pero no se queda ahí cuando Emerson levanta el pulgar y lo libera
—. Mía —susurra, rozando sus labios contra los míos.
—No podemos. Cualquiera podría... —No alcanzo a decir nada más
cuando me presiona contra la encimera y me roba un dulce beso.
Se aleja justo a tiempo cuando mamá entra a la habitación.
—¿Todo bien por aquí? —Nos mira divertida.
—Uh... s… sí. Iba a tomar...
—No pasa nada. Yo me encargo. Ustedes dos vayan a sentarse.
Estirando la mano, Emerson entrelaza nuestros dedos y me saca de la
habitación.
—Gracias, mamá —le digo, aunque no estoy segura de si le estoy dando
las gracias por la cena o por tener tan buenas vibras con esto.
La cena es, como mínimo, una tortura. Emerson se asegura de sentarse
justo a mi lado, y tan cerca que su muslo descansa contra el mío durante
toda la comida. Cada vez que no está comiendo, sus dedos me hacen
cosquillas y me acarician la piel que no cubre mi falda de mezclilla. Un par
de veces llegó tan arriba que pensé que iba a llegar hasta el final delante de
toda mi familia, pero justo cuando me quedaba sin aliento, volvía a bajar los
dedos.
Me negué a mirarlo, pero eso no significaba que no percibiera su
entretenimiento. Hablaba con mis padres y mi hermano como si todo fuera
normal, pero estoy segura de que pensarían de otra manera si supieran lo
que estaba ocurriendo a unos pasos de ellos.
—Ve a la puerta del patio en treinta minutos.
—No podemos. No podemos salir.
—No vamos a salir. Confía en mí.
Subo corriendo a mi habitación y me paso los treinta minutos
peinándome y maquillándome mientras debato qué debo ponerme.
Al final me dejo la falda y la camiseta, pero cambio la ropa interior que
llevo debajo por algo un poco más sexy. No sé si tiene intención de verla,
pero quiero estar preparada por si acaso.
Me pongo mis zapatos deportivos, guardo mi teléfono en mi bolsillo y
respiro profundamente. Las mariposas revolotean en mi estómago al no
saber qué habrá planeado, aunque confío plenamente en él.
No veo a nadie mientras salgo de la casa y se me encoge el corazón
cuando llego a la puerta trasera y veo que no está.
Estoy a punto de entrar corriendo y esconderme en mi habitación para
fingir que no había venido cuando escucho pasos al otro lado.
De repente, la puerta se abre y en su lugar aparece Emerson. Está
vestido igual que antes, con un pantalón deportivo gris y su camiseta de
baloncesto de Maddison.
—Hola —saludo tímidamente.
Estira la mano y me jala a través del hueco antes de cerrar la puerta
como si nunca hubiéramos estado allí.
Mi pecho se aprieta contra el suyo y su brazo me rodea la cintura. Me
estrecha aún más contra él. Su calor se filtra en mi interior y los nervios y la
expectativa que han recorrido mi cuerpo los últimos días se calman de
inmediato.
—¿Estás lista para tu salida nocturna?
Lo miro fijamente, el mismo rostro hermoso que he mirado casi toda mi
vida, pero viéndolo por primera vez. Sus nervios son evidentes, algo que
nunca había visto en él, y me hace preguntarme si el Emerson que he
conocido antes ha sido solo una farsa.
—Sí —musito al final, recordando que me hizo una pregunta.
Me toma de la mano y me lleva hacia los árboles que hay detrás de
nuestra casa. De niños pasábamos horas aquí, haciendo guaridas y jugando
a las escondidas. Era nuestro lugar.
Sonrío mientras nos abrimos paso, con el crujido de las ramas bajo
nuestros pies y el susurro de las hojas viejas.
—¿A dónde vamos? —Conozco estos bosques como la palma de mi
mano, pero mientras nos conduce a un lugar desconocido, parece que no
soy la única, porque está claro que tiene un destino en mente.
Una luz brilla entre los árboles y entrecierro los ojos para ver qué puede
ser. Sin embargo, a medida que nos acercamos y veo lo que ha hecho por
primera vez, me doy cuenta de que no hay manera de que lo haya
imaginado.
De algún modo, ha atado una sábana entre unos árboles para que
parezca una tienda de campaña. Hay pequeñas luces por todas partes y el
suelo está cubierto de lo que parecen ser cientos de velas.
—Emerson —suspiro, sin poder apartar la mirada del pequeño pedazo
de paraíso que creó en el bosque—. ¿Tú hiciste todo esto?
—Sí y no. Tuve un poco de ayuda —admite.
Estoy a punto de preguntar de quién, cuando me doy cuenta.
—Mi mamá.
—Ella me proporcionó todo el material. Yo solo hice el trabajo manual.
—Es increíble.
—¿Quieres entrar? —pregunta, extendiendo su mano y caminando
hacia nuestra tienda improvisada.
Dejo que me meta en la tienda antes de arrodillarme y arrastrarme para
tumbarme a su lado.
—No… no puedo creer todo esto.
—¿Sabes cuántas veces me he imaginado escabulléndome contigo aquí
para hacer contigo lo que nos dé la gana?
—No, la verdad es que no.
—Hmmm —dice, inclinándose hacia mí y rozando su nariz con la mía
—. Entonces quizá debería mostrártelo.
Se acerca aún más hasta que caigo de espaldas sobre las mantas que
colocó aquí debajo. Me agarra la mejilla con una mano antes de acercar sus
labios a los míos.
Empieza lento, dulce, tierno, pero por muy agradable que sea, necesito
más. Necesito al hombre que me acorraló en el baño la otra noche. Necesito
tanto al chico malo como al dulce que nos preparó una pequeña guarida.
Estiro la mano, busco el dobladillo de su jersey y empujo la tela hacia
arriba para poder pasarla por su espalda desnuda. Se le eriza la piel y no
puedo evitar sonreír mientras continuamos besándonos.
Deslizo ligeramente las uñas por su espalda y él gruñe, animándome a
seguir.
—Quítatela —murmuro contra sus labios.
Me arrepiento en cuanto separa sus labios de los míos, aunque es solo
un instante, mientras la tela pasa entre nosotros, porque luego vuelve. Su
lengua entra en mi boca y su mano sube desde mi cintura hasta tocarme el
pecho. Mi espalda se arquea, intentando que me toque más.
Se mueve sobre mí y deja caer una rodilla entre mis muslos, pero no
está lo bastante cerca como para que pueda sentir la fricción que necesito.
—Emerson —gimo cuando aparta sus labios de los míos para ponerlos
en mi cuello.
—¿Sí, nena?
—Necesito... —Mis palabras se interrumpen, sin saber realmente qué es
lo que necesito.
—Dímelo. Y es tuyo.
—Más. Necesito más.
—Será un placer —dice riéndose.
Sus dedos se deslizan por debajo de mi camiseta y la tela me sube por el
estómago hasta por encima de mi sostén. Siento los senos pesados e
hinchados dentro de la prenda y casi le suplico que me lo quite.
Me mira. Sus ojos, normalmente azules, están oscuros de deseo.
—Si necesitas que pare, solo tienes que decirlo. —Asiento con la
cabeza, incapaz de decir algo. Estoy demasiado perdida en su mirada oscura
—. Levanta los brazos. —Hago lo que me dice y en un instante mi camiseta
está en el suelo y su beso roza la curva de mis pechos—. Tan dulce —
murmura, besando más abajo y a lo largo del encaje de cada copa.
Mis dedos se enredan en su cabello y lo sujetan mientras sus labios me
vuelven loca.
Sus ojos encuentran los míos. Sus párpados están cargados de lujuria y
siento que me recorre un rayo de electricidad al saber que yo la provoqué.
Me hace cosquillas con los dedos en el tirante de mi sostén y me dice:
—¿Está bien? —Antes de que me levante lo suficiente para que pueda
desabrocharlo.
Quiero suspirar de alivio cuando me quita la prenda, no obstante, la
mirada de pura adoración que Emerson me dirige desde su posición me
distrae de todo lo que no sea este momento entre nosotros.
—Eres tan hermosa —susurra, y la emoción de su voz me golpea justo
en el pecho.
No tengo oportunidad de responderle, porque en cuanto lo dice, vuelve
a inclinarse hacia adelante. Rodea uno de mis pezones con la lengua y mi
espalda se arquea de placer sobre la manta.
—¡Ay, mierda! —gimo mientras él sube la apuesta y lo succiona dentro
de su boca caliente. —Se mueve hacia el otro lado y le da el mismo
tratamiento hasta que gimo y me retuerzo bajo él—. ¡Emerson! —Jadeo,
tirando de su cabello con una fuerza imposible cuando se aleja.
—¿Alguien te había hecho eso antes?
Se me calientan las mejillas, pero dudo que me vea, porque estoy
ruborizada de pies a cabeza. Niego con la cabeza y una enorme sonrisa se
dibuja en sus labios.
—¿Seré yo quien te dará tus primeras veces?
Lo miro sentado a horcajadas sobre mis muslos, con su pecho agitado,
su increíble torso a la vista y el enorme bulto en su pantalón deportivo más
que evidente.
Yo le provoco eso. Yo. La hermanita molesta de su amigo, a la que
siempre creí que odiaba.
—S… sí —admito.
—No me merezco esto, carajo.
—¿Quién lo dice?
—Mucha gente. La mayoría de las cuales espero que nunca conozcas —
replica riendo—. Ahora, ¿dónde estábamos? —Baja un poco por mi cuerpo,
dándome dulces besos en el estómago hasta que llega a mi falda. Espero
que me desabroche el botón y me la baje por las piernas, pero cuando
levanto las caderas, simplemente me la sube—. Maldita sea —gime
mirándome la ropa interior de encaje blanco—. ¿Podrías ser más perfecta?
—No lo sé. Supongo que será mejor que lo averigües. —Las palabras
me sorprenden. Pensé que estaría nerviosa en esta situación, pero estando
aquí con Emerson, estoy totalmente relajada por lo que está a punto de
ocurrir. Solo siento emoción, con tal vez un poco de aprensión. Sin
embargo, no estoy para nada asustada o preocupada por lo que está por
venir. Sé que me tratará bien.
Sus dedos rozan la parte exterior de mis muslos antes de envolver los
bordes delgados de mis bragas y jalármelas.
Los nervios me recorren la espalda, pero en cuanto me separa las
rodillas, baja la mirada hacia mi centro y se lame los labios, me olvido de
mi falta de experiencia y me concentro en la lección práctica que estoy a
punto de recibir.
—Dios, qué ganas tengo de probarte. —Su voz es áspera y profunda y
saca de mi interior cosas que no sabía que existían.
—Hazlo.
Apenas logro pronunciar las palabras y ya está boca abajo, deslizando
sus manos bajo mi trasero y acariciando mi sexo con la punta de su lengua.
—¡Emerson! ¡Maldición! ¡Mierda!
—Oh, nena. Eso no es nada todavía. —Su voz vibra, haciendo que mi
coño se agite de necesidad.
—¡Ay, diablos! —chillo mientras aprieta su lengua contra mi clítoris.
Me acaricia, hace círculos, pellizca y chupa, y me vuelve completamente
loca. Levanto las caderas porque necesito más, pero él no cesa. Ni una sola
vez.
Cuando siento que mi cuerpo está a punto de estallar en mil pedazos,
aminora el ritmo, baja un poco más y empuja suavemente su lengua hacia el
interior.
—Oh. Oh. Oh —repito mientras hace círculos lentamente antes de
dirigirse de nuevo a mi clítoris. Un instante después, su mano abandona mi
trasero y sus dedos se introducen en mi interior. Su sensación es increíble.
Mi coño se convulsiona e intenta succionarlo más profundamente.
—Eso es tan ardiente, nena. No puedo esperar a que succiones mi polla
así.
La imagen de él moviéndose dentro de mí es la última pieza del
rompecabezas que necesitaba para llevarme al límite.
—¡Emerson! —grito mientras aparecen luces detrás de mis ojos y mi
cuerpo cobra vida propia mientras me agito completamente consumida por
el placer.
Cuando vuelvo en mí, lo encuentro sentado entre mis piernas con una
enorme sonrisa.
—¿Estás orgulloso de ti mismo?
—No sabes cuánto, nena. —Se inclina sobre mí, desliza su mano bajo
mi nuca y coloca sus labios sobre los míos. Su lengua entra en mi boca, y
mi sabor se mezcla con el suyo y provoca réplicas de placer en mi cuerpo
—. ¿Ves lo dulce que sabes?
Lo único que puedo hacer es sonreír. Parece que se me va a quedar
grabada en la cara. Lo será, desde luego, si piensa hacérmelo a menudo.
—Toma —dice, pasándome mi ropa abandonada—. Deberíamos volver.
—Uh ... ¿qué?
—No queremos que Levi venga a buscarnos. —Miro mi cuerpo casi
desnudo y me doy cuenta de que probablemente tenga razón.
—Pero... —Mis ojos se posan en el bulto bajo su pantalón deportivo.
—Tenemos todo el tiempo del mundo, nena. Esto era para ti.
Se me acelera el corazón.
—¿Siempre has sido así de cariñoso?
—Lo escondo bien.
—No me digas. Pensaba que eras algo imbécil.
—Pensé que te gustaba —bromea.
—¿No sabes lo que dicen de los chicos malos? —pregunto, moviendo
las cejas.
—Sí, dan los mejores orgasmos.
Suelto una carcajada.
—Dios, tenía razón en una cosa.
Su ceja se levanta.
—Tu ego no tiene límites.
—Nena, cuando gritas así, ¿cómo no hacerlo? —Suspiro—. No hagas
pucheros, no te queda bien.
—Me siento mal.
—¿Por qué?
—Porque no pude devolverte el favor.
—¿Ves?, por eso es que te amo. Yo… —Sus ojos se abren de par en par
al darse cuenta de lo que acaba de decir—. Quiero decir... uh...
Me siento, le rodeo la nuca con las manos y atraigo sus labios hacia los
míos. Esta noche ha sido perfecta. Lo último que quiero es que lo arruine
arrepintiéndose de lo que acaba de decir.
CAPÍTULO SIETE
EMERSON
«M alditaAcepto
sea, ¿acabo de decir eso?».
su beso cuando aprieta sus labios contra los míos, pero
por dentro estoy volviéndome loco. ¿De verdad acabo de decirle que la
amo? ¿La amo?
Mierda.
—Gracias por esta noche. Ha sido más que perfecta.
—Me alegra que te haya gustado.
—¿Podemos dejarlo así y quizás volver otra vez?
—Claro.
La ayudo a ponerse la ropa y con nuestras manos entrelazadas volvemos
a la casa. Puede que Leah sepa a dónde fuimos, pero Gary y Levi no lo
saben y no quiero que ninguno de los dos sospeche nada. Al menos todavía
no.
Sé que en un futuro cercano voy a tener que confesar lo que siento por
Alyssa, aunque no me importa posponerlo un poco más mientras disfruto de
nuestro pequeño secreto.
La atraigo hacia mí cuando llegamos a la puerta y le doy un dulce beso
para que pase la noche. Lo que más deseo es seguirla hasta su habitación y
subir con ella, pero me preocupa ir demasiado rápido. Ella confesó esta
noche que son sus primeras experiencias, así que debo dejar que tome la
iniciativa, por mucho que me cueste hacerlo.
Cuando finalmente nos separamos, mi polla sigue amenazando con
salirse de mi pantalón deportivo.
—Tú ve, yo necesito unos minutos.
Echa un vistazo a mi no tan pequeño problema y sonríe. Por mucho que
me gustaría que se arrodillara frente a mí para terminar lo que habíamos
empezado, la sonrisita inocente que me dedica mientras cruza la puerta es
casi igual de buena.
Maldita sea, ¿cuándo me volví adicto a ella?
Hago memoria y recuerdo el momento en que entré al patio trasero de
los Perkins, cuando yo tenía quince años y Alyssa catorce. Estaba tomando
el sol en el traje de baño más diminuto. Estoy bastante seguro de que fue en
ese momento cuando me arruinó para cualquier otra persona. Intenté por
todos los medios sacarla de mi sistema, pero fue inútil. Es la única chica
que realmente tiene mi corazón en sus manos, aunque ella no lo sepa.
Después de volver a nuestro pequeño escondite y apagar todas las luces
de batería, es lo suficientemente seguro para que pueda caminar por la casa
sin parecer un maníaco hambriento de sexo.
—Hola, amigo. ¿Dónde has estado? —indaga Levi cuando asomo la
cabeza en su habitación y lo encuentro jugando con su Xbox.
—Hablando con mis padres —miento. La culpa me asalta al instante.
Están aquí al lado y, sin embargo, desde que llegué, apenas he hablado con
ellos un par de veces. El otro día acompañé a Leah a la tienda para hacer
sus compras. Eso al menos me hizo sentir que los estaba apoyando de
alguna manera.
—¿Están bien?
—Sí, o eso dicen. —Menos mal que eso no es mentira. Tanto mamá
como papá me aseguraron que estaban bien y que aún no se estaban
volviendo locos encerrados en su casa como prisioneros.
—¿Dos jugadores? —pregunta, señalando con la cabeza el videojuego
que está jugando.
—Claro.
Prepara el juego y emprendemos a jugar. Como siempre, él lleva la
delantera, pero después de todos estos años, sé leer su plan de juego como
la palma de mi mano. Hemos jugado juntos, tanto virtualmente como en la
cancha física, desde que teníamos edad para rebotar un balón. Sé cómo
funciona su mente.
—Echo de menos la cancha, maldición.
—No tanto como el sexo —murmura, dando un paso adelante para
lanzar.
—Eso también. —Estoy de acuerdo, aunque no puedo evitar que una
pequeña esperanza burbujee en mi interior y me diga que puede que no lo
eche de menos por mucho tiempo. Si el entusiasmo de Alyssa por
devolverme el favor antes sirve de algo, entonces debería tener algún tipo
de acción muy pronto.
—Hijo de puta. ¿Cómo hiciste eso? —Levi se queja cuando gano otro
juego.
—Juegos mentales. Sé cómo operas, Perkins.
—Vete a la mierda, Locke. ¡Lárgate de mi habitación!
—Ya me voy, ya me voy. —Levanto las manos en señal de rendición y
retrocedo hacia la puerta. Pongo cara de enfado, pero en realidad estoy más
que contento de que me mande a mi recámara. Así estoy más cerca de ella,
aunque duerma al otro lado del baño que compartimos.
Me desvisto hasta quedarme en bóxers, retiro las sábanas y me meto en
la cama.
Me acuesto en silencio intentando desesperadamente escuchar si está
despierta y moviéndose en la habitación de al lado, pero lo único que puedo
escuchar es mi propia respiración.
Mientras espero a que el sueño me reclame, repaso lo que vivimos en el
bosque. Imagino cómo se veía su cuerpo debajo de mí. Lo duros que se le
ponían los pezones cuando la tocaba. La dulzura que sentía en mi lengua.
Demonios, apenas la he probado una vez y ya soy adicto.
No tengo idea de cuánto tiempo permanezco allí tumbado con la polla
otra vez dura como una roca y su imagen en mi cabeza, pero finalmente un
clic rompe el silencio y una rendija de luz ilumina mi habitación.
Apoyándome en un codo, tengo que mirar dos veces la imagen que
tengo ante mí.
Alyssa está de pie con la luz de su habitación a sus espaldas. Brilla a su
alrededor y parece un ángel, maldición. Tiene puesto un camisón blanco tan
transparente que bien podría no tener nada encima.
—Lys. Carajo.
—Me sentía sola. —Se muerde el labio inferior como si no estuviera
segura de sí misma y eso hace que mi verga palpite. Necesito tanto sentirla
a mi alrededor.
Da un paso dentro de mi habitación. Balancea sus caderas, sus tetas
rebotan y se me hace agua la boca.
—Así que pensé que tal vez... ¿podrías hacerme compañía?
Me siento, las sábanas se amontonan en mi cintura y sus ojos se posan
en mi pecho. Hace años que sé lo que piensa de mi cuerpo. Siempre me he
asegurado de estar sin camiseta lo más posible para poder ver lo que le
provocaba. Ansiaba saber que seguía interesada, mas me aterraba
igualmente que un día no me devolviera ni una mirada.
Sonríe tímidamente cuando se detiene junto a mi cama. Mis ojos se
posan en sus pies descalzos y recorren lentamente sus piernas torneadas, la
curva de sus caderas, su cintura esbelta y sus enormes tetas con pezones
rosados. Su suave cuello está a la vista, su cabello se amontona
desordenadamente sobre su cabeza.
Se ve absolutamente impresionante.
—Ven aquí —murmuro, extendiendo mi mano hacia ella.
No se mueve inmediatamente y empiezo a preguntarme si se arrepiente
de haber venido. Pero entonces sus manos se dirigen a la parte inferior de la
falda de tela transparente y la levanta por encima de su increíble cuerpo, y
es entonces cuando toma mi mano y sube a mi regazo.
Sus piernas me rodean la cintura y mi polla se alinea perfectamente con
su centro.
—Hola —dice, deslizando los brazos por mis hombros y hundiendo sus
dedos en mi cabello.
—Hola a ti también. Qué agradable sorpresa.
—¿Agradable? Almorzar con tu abuelita es agradable, Locke —se
burla.
—No, no es nada parecido. Es jodidamente increíble. —Rozo sus labios
con los míos, aunque me retiro cuando intenta profundizar el beso.
—¿Sí? —Odio que se cuestione a sí misma en este momento.
Paso mis manos desde su trasero y subo por su espalda desnuda,
deleitándome con la sensación de sus músculos tensándose mientras me
muevo.
—Sí. Ahora dime ¿qué quieres?
—A… a ti.
—¿Qué parte de mí? ¿Mis labios? —pregunto, rozándolos por su
clavícula.
—Sí.
—¿Mis manos? —Las deslizo hasta su frente y tomo sus pechos con
firmeza.
—Sí. —Jadea.
—¿Mi polla? —cuestiono descaradamente al oído, empujándola contra
su coño.
—Sí. Todo, Emerson. Dámelo todo.
Chilla cuando la pongo boca arriba. Aprovecho para meterle la lengua
en la boca y animo a la suya a unirse mientras mis manos recorren su
cuerpo.
Pellizco sus pezones y acaricio sus senos, haciéndola gemir y arquear su
espalda sobre la cama, antes de que mis dedos recorran su vientre en busca
de mi premio final. La separo y la encuentro húmeda y lista para mí.
—Alyssa. —Jadeo en su oído, deslizo dos dedos en su interior y
empiezo a calentarla para lo que está por venir—. ¿Estás segura de que
quieres que sea yo?
—Muy segura. Nunca he querido que sea otro —confiesa con
sinceridad, seguido de un grito ahogado cuando las puntas de mis dedos
encuentran su punto G.
—¿Así de bien?
—Mmm —gime mientras sigo acariciándola—. Tan bien.
Presiono su clítoris con mi pulgar mientras sigo acariciando su punto
más sensible, desesperado por sentir cómo aprieta mis dedos de nuevo
mientras la llevo al límite.
—¡Dios mío, Emerson! —gimotea fuerte. Demasiado fuerte teniendo en
cuenta que estamos en casa de sus padres, con ellos y su hermano al final
del pasillo.
Sello mis labios sobre los suyos, tragándome sus súplicas de más y sus
gritos de placer cuando finalmente se deja caer.
—¿Todavía estás segura? —repito mi pregunta una vez que vuelve a
bajar. Estoy desesperado por más, sin embargo, soy consciente de no
presionarla. No quiero que piense que es lo único que quiero en esta etapa
tan temprana de lo que espero que sea el comienzo de nuestra relación.
Se incorpora y, con valentía, mete su mano por debajo de mi bóxer y
envuelve mi miembro con sus delicados dedos. Mi miembro se retuerce
violentamente al contacto con ella y un gemido retumba en mi garganta.
—Mierda, Lys.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en un costado de su boca.
Con su mano aún sujetándome, me levanto y empujo la tela hacia abajo
por encima de mis caderas para liberarme por completo. Sus ojos se posan
en mi piel recién expuesta. Me mira fijamente durante unos largos segundos
y, si no fuera por la expresión de asombro de su rostro, podría preocuparme.
—Supongo que me equivoqué, ¿eh?
—¿En qué?
—Mi suposición de que tienes una polla diminuta.
—Mi ego está totalmente justificado, nena.
—Ugh, por favor. —Pone los ojos en blanco y se ríe—. Entonces, ¿me
vas a enseñar lo que haces con ella?
—Claro que sí, carajo. —Me levanto de la cama lamentando la pérdida
de su mano, busco un condón en mi maleta y me quito la última prenda de
ropa que me queda.
Cuando me doy la vuelta, Alyssa está recostada sobre mi almohada. Su
cabello oscuro se abre en abanico sobre las sábanas de flores claras, su
pecho se agita y su centro aún está mojado por su orgasmo anterior.
Mi verga se estremece ante la anticipación de estar dentro de ella, pero
la intensidad de sus ojos me obliga a quedarme donde estoy para que ella
pueda saciarse.
—¿Ves algo que te guste?
—Vuelve aquí.
Abre las piernas para que me acomode entre ellas y yo abro
rápidamente el pequeño paquete plateado y deslizo el condón sobre mi
longitud.
—Puedes decirme que pare cuando quieras.
—No lo haré, pero gracias.
Beso su cuerpo y vuelvo a meter mis dedos dentro de ella,
asegurándome de que esté lo más preparada posible para cuando la penetre.
Finalmente, llego a sus labios. La beso profundamente, saco mis dedos
de su cuerpo y le acaricio el coño con la punta de mi polla. Al principio se
pone tensa, pero pronto empieza a relajarse.
Encuentro su entrada y lentamente introduzco la punta. Sus piernas se
ponen rígidas hasta que encuentro su clítoris y empiezo a rodearlo con la
punta del dedo, ayudándola a relajarse y a permitirme penetrarla más.
—Lo siento mucho —susurro contra sus labios, sabiendo que lo que
viene a continuación le va a doler.
—Hazlo. Estoy lista.
Espero que tenga razón, no obstante, temo que esté mintiendo.
Empujo mis caderas hacia adelante y aprieto los dientes mientras su
centro apretado y caliente me envuelve. Mierda, tengo tantas ganas de
moverme, aunque me obligo a quedarme quieto hasta saber que está bien.
Sus gemidos suenan como gritos en mis oídos y odio haberle causado
dolor.
La beso con ternura mientras continúo acariciándole el clítoris con la
esperanza de que eso provoque algo de placer que ayude a calmar el dolor.
—No pasa nada. Estoy bien —musita contra mis labios.
Flexiono mi cadera para ver si dice la verdad y la sensación me vuela la
puta cabeza. Está tan apretada.
—Qué bien te sientes, Lys.
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios.
—Demuéstramelo.
Hago lo que me dice y la saco lentamente antes de volver a meterla.
—Mierda. Esto no va a durar mucho.
—Tenemos todo el tiempo del mundo para volver a hacerlo —señala,
robándome las palabras que dije hace un rato.
—Así es, demonios.
Tras unas cuantas embestidas lentas, sé que mis palabras anteriores eran
correctas. Mi orgasmo comienza a sentirse en la base de mi espalda mucho
antes de que esté preparado para ello.
—¡Emerson! —gime Alyssa, mientras me inclino sobre ella y aprieto
sus labios contra los míos.
Mi gruñido de placer retumba en mi garganta mientras mi polla se
retuerce y libero todo lo que tengo dentro de ella.
—Oh, Dios —murmura, mi propio orgasmo acercándola al suyo.
La próxima vez que la tome, haré que se venga con mi pene. Pero esta
noche, mientras está adolorida por su primera vez, me conformo con
hacerla gritar de nuevo con mi lengua. Y eso es exactamente lo que hago en
cuanto me quito el condón.
Cuando finalmente nos dormimos, es con ella envuelta en mis brazos y
apretada contra mi cuerpo. Exactamente donde pertenece.
CAPÍTULO OCHO
ALYSSA
Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.
Si quieres saber lo que estoy haciendo, ver avances y fragmentos en los que estoy trabajando,
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