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LOCKE

UNA NOVELA

LOS CHICOS DE ROSEWOOD HIGH


TRACY LORRAINE
ÍNDICE

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Epílogo

Acerca del Autor


Copyright © 2022 por Tracy Lorraine
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Editado por My Brother’s Editor
Traducido por Sirena Audiobooks Production LLC.
CAPÍTULO UNO
ALYSSA

C on un rápido abrazo a Lisa y Cami, me dirijo hacia mi auto lista para


mi último regreso a casa desde la escuela por un tiempo, si no es que
para siempre.
Ninguno de nosotros lo vio venir, y está lejos de ser el final del último
año que todos habíamos imaginado, pero no hay mucho que podamos hacer
al respecto ahora. El mundo se está desmoronando y si la única forma de
proceder que tenemos es quedarnos en casa para ayudar, eso es lo que haré.
Puedo ponerme al día con todo el trabajo que tengo atrasado, ver
algunas clases en línea desde la comodidad de mi cama y chatear por
videollamada con mis amigos como si todo fuera normal.
Será fácil.
—Hola, cariño. ¿Qué tal tu último día? —pregunta mamá cuando entro
a la cocina y la encuentro preparando la cena.
—Bien. Raro. ¿Crees que podremos volver?
—No lo sé. Tenemos que confiar en que los que dirigen este país saben
lo que hacen.
—Supongo que sí. —Me acerco a la sartén que está revolviendo y me
asomo—. ¿Estás cocinando para una multitud?
Sé que hay gente loca haciendo compras de pánico como si el
apocalipsis estuviera realmente sobre nosotros, aunque cocinar mucha
comida parece un poco extremo. En el mejor de los casos tenemos la
despensa llena de alimentos gracias a la adicción de mamá a los cupones.
Estoy segura de que no pasaremos hambre en unos cuantos años.
—Tu hermano está de camino a casa desde la universidad.
—¿Sí? —Esto no es una sorpresa. Me lo dijo hace dos días, cuando se
anunció que todas las escuelas y universidades cerrarían debido a esta
pandemia.
—Emerson viene con él. —Con tan solo escuchar su nombre, mi
corazón casi se detiene.
—¿Por qué no va a su casa?
—Su padre se niega a dejarlo entrar.
—Qué amable de su parte —murmuro. Emerson es un cretino, así que
no me sorprende que sus padres no lo quieran tener confinado con ellos.
—No tienen otra elección, Alyssa. Están preocupados por el estado de
salud de su madre.
Siento un gran pesar en el estómago. Debería haberme dado cuenta.
—¿Qué es lo que tiene?
—Fibrosis quística.
—Sé que eso la vuelve de alto riesgo, pero ¿por qué no puede ir a casa?
—Se han tomado muy en serio todas las recomendaciones y se niegan a
que entre cualquier cosa que pueda estar contaminada.
—¿Y eso incluye a su hijo, que no tiene a dónde ir?
—Creen que es un riesgo demasiado grande.
—Entonces, ¿dónde se qued...? ¡Oh, no, no, no! Mamá, ¡por favor dime
que no es cierto!
—¿Qué se supone que debía hacer, Lys? Han sido nuestros vecinos
desde que nos mudamos aquí hace más de veinte años y él ha sido el mejor
amigo de tu hermano desde que estaban en pañales. No podía negarme en
un momento así.
—¿Así que estás de acuerdo con que venga y nos infecte?
—No es un riesgo más grande para nuestra familia que tú, yo, tu padre o
tu hermano. Todos tenemos que unirnos en un momento como este.
—Lo entiendo, mamá. Estaba totalmente preparada para estudiar a
distancia y ver a mis amigos solamente a través de una pantalla. Sin
embargo, ¿de verdad tiene que quedarse aquí? ¿No tiene una tía o un tío o
algo así? ¿Qué hay de sus hermanos y hermanas mayores?
—No lo sé, Lys. No pregunté. Simplemente me ofrecí a acogerlo
cuando Fred llamó y expresó su preocupación.
—Bueno, eso fue muy generoso de tu parte. —Abro el refrigerador de
un jalón y busco una lata de refresco.
—Sé que las cosas están muy tensas ahora, pero todo saldrá bien. Estará
en la habitación de huéspedes o con tu hermano. Podrás ignorarlo. Además,
un pajarito me dijo cuánto trabajo tienes que hacer, así que usted, señorita,
estará demasiado ocupada para preocuparse por lo que él esté haciendo. —
Entrecierra los ojos hacia mí, decepcionada.
—¿Te llamó la señorita Richards? —pregunto con una mueca de
disgusto.
—Claro que lo hizo. Sugirió que nos sentemos y elaboremos un
itinerario para que puedas aprovechar al máximo este tiempo porque podría
jugar a tu favor en lo que respecta a la graduación.
—Jesucristo, no estoy tan atrasada —murmuro.
—¿En serio?
—De verdad. Sé lo que estoy haciendo, mamá. Lo tengo bajo control.
—Pues más te vale porque Maddison no te aceptará si repruebas. Esa
oferta que te dieron depende de que te gradúes.
—Lo sé, lo sé.
Su ceja se levanta en señal de advertencia, sin embargo, no dice nada
más. Eso no significa que ignore que esto no será lo último que me diga.
—¿Cuánto falta para cenar?
—Levi dijo que tardarían como una hora en llegar.
—Genial —digo por lo bajo, sin mucho entusiasmo—. Entonces iré a
hacer algo de tarea mientras espero.
—Comienza a hacer las cosas de una manera distinta para conseguir un
cambio positivo en tu vida, Lys.
Pronuncio palabras asintiendo mientras me alejo, pero en realidad lo
único que siento es es pánico. Pasar semanas encerrada en esta casa con
ellos atormentándome a cada momento es lo último que necesito.
CAPÍTULO DOS
EMERSON

—L o entiendo. De verdad. Pero aún así, ¿no crees que es un poco


jodido? Podrían desnudarte y rociarte con desinfectante.
—Claro, porque eso es menos jodido —agrego, mirando
por la ventana del asiento del pasajero de Levi a nuestro paisaje familiar
mientras nos dirigimos a casa.
No me importó cuando nos dijeron que la universidad iba a cerrar y que
nos enviarían a todos a casa. Pensé que simplemente volvería a mi
habitación de la infancia y esperaría a que pasaran las próximas semanas
mientras evitaba pelearme con mi padre y practicaba baloncesto en la
entrada, como en los viejos tiempos. Lo que no esperaba era la llamada de
mi madre, hecha un mar de lágrimas, diciéndome que no podía regresar.
Sabía que estaba en riesgo, no soy estúpido. He vivido con su
enfermedad toda mi vida. Estamos haciendo esto para proteger a los más
vulnerables y ella es sin duda uno de ellos. Simplemente no pensé que el
autoaislamiento en el que se pusieron cuando se anunciaron los primeros
casos a principios de la semana pasada se extendería a no permitirme entrar
a la casa con ellos.
Me dijo que mis hermanos y mi hermana se habían ofrecido a recibirme,
pero, mierda, yo no quiero meterme en medio de sus familias en
crecimiento. Por ser el más joven, con bastantes años de diferencia, nunca
he tenido una buena relación con ninguno de ellos. Siempre hemos estado
en etapas totalmente diferentes de nuestras vidas y ahora no es diferente.
Parece que todos ellos tienen tantos hijos como yo encesto canastas, y no
tengo ningún deseo de convertirme en la niñera de ninguno de ellos.
Por suerte, cuando la madre de Levi se enteró de lo que estaba pasando,
no tardó en exigirle que me invitara a quedarme con ellos.
Se lo agradecí, claro que sí. Prefería quedarme con Levi que con mis
hermanos. No obstante, mudarme a casa de los Perkins venía con un
problema que realmente no necesitaba mientras estuviéramos todos
encerrados como un montón de presos disfuncionales.
Su hermana.
Alyssa Perkins ha estado bajo mi piel desde el momento en que mis
hormonas empezaron a acelerarse, y pase lo que pase, me acueste con quien
me acueste, ella siempre está ahí, carajo. Sus grandes e inocentes ojos
azules, sus curvas pecaminosas y su boca mordaz. Ella me llama la atención
de la manera exacta en que no debería.
Me las he arreglado para alejarme de ella a lo largo de los años. Le he
contestado bruscamente, la he menospreciado, le he dicho que es joven y
estúpida, lo cual es absurdo si tenemos en cuenta que apenas nos separan
unos cuantos meses. He hecho todo lo posible para que me odie con la
esperanza de que se vuelva menos tentadora. Sin embargo, mientras estoy
aquí sentado, acercándome a la casa, no puedo evitar que mi polla se hinche
de excitación al saber que ella estará a mi alcance durante semanas, si no es
que meses, si esto se desarrolla como dicen los expertos.
Está mal. Tan jodidamente mal. Levi me mataría si supiera que he
estado deseándola todos estos años. Pero demonios. La deseo.
Mis ojos se posan en mi propia casa en el momento en que Levi gira el
auto hacia nuestra calle. Me pregunto cómo estarán sobrellevando la
situación las dos personas que están adentro. Papá siempre ha protegido a
mamá como si fuera una muñeca de trapo. No puedo imaginarme cómo
estará ahora. Una parte de mí se alegra de no estar a punto de averiguarlo,
pero luego la culpa se encarga de disiparla. Hasta que Levi detiene el
vehículo junto a su casa y un movimiento en la ventana de arriba llama mi
atención.
Es su sitio de costumbre en el asiento de la ventana. El que da
directamente a mi habitación y tiene una gran vista a la cancha de Levi.
Suelto un largo suspiro. No necesito verla para saber que me está
mirando. Puedo sentirlo.
—Sé que esto apesta, amigo. Pero tenemos que sacar lo mejor de la
situación. Puedes gritarles a través de la ventana desde una cierta distancia,
tal vez.
—Está bien. Hablaremos por teléfono. Están haciendo lo correcto. —No
quiero que piense que es otra cosa lo que me molesta, así que finjo estar
furioso con mis padres. En realidad, lo entiendo, y si se me hubiera ocurrido
a mí primero, probablemente me habría ofrecido a ir a otro lugar para
proteger a mamá yo mismo. Aunque no tuve la oportunidad.
—Vamos pues. Mamá está cocinando su especialidad. —Pensar en el
chili casero de Leah hace que me ruja el estómago.
El aroma me invade en cuanto sigo a Levi por la puerta trasera y entro
directamente a la cocina. Será la primera comida casera que coma en meses.
Vivir en dormitorios con un montón de otros chicos que lo único que
quieren es jugar a la balón, beber o coger no se presta mucho a la
experimentación culinaria.
—Ya llegaste —expresa Leah, abalanzándose sobre Levi y abrazándolo
—. Emerson, me alegro mucho de verte —dice por encima de su hombro
cuando me encuentra parado un tanto incómodo en la puerta.
Esta casa ha sido como un segundo hogar para mí. Siempre me he
sentido relajado aquí, pero, por otra parte, nunca antes había estado
confinado en su interior durante un tiempo indefinido.
—Muchas gracias por recibirme.
—No seas tonto. Eres casi tan miembro de esta casa como este. —Le
revuelve el cabello a Levi, para su disgusto, antes de volver a la cocina—.
Te preparé la habitación de huéspedes. ¿Por qué no dejas tus cosas allí? —
me dice, luego se dirige a Levi—: La cena estará lista en diez minutos. Tu
padre acaba de llegar del trabajo y está aseándose.
—Me parece bien, mamá.
Levi se agacha para recoger sus maletas antes de dirigirse al pasillo. Yo
me dispongo a hacer lo mismo, pero Leah me detiene.
—Ambos están bien allí, ¿sabes? He estado haciendo sus compras y
dejándoselas en el porche. Hacen lo que les parece mejor.
—Lo sé. Es lo más prudente. De ahora en adelante puedo encargarme de
hacer sus compras. No necesitas más trabajo.
—No es ningún problema.
Le sonrío. Sé que está mintiendo. Tanto ella como Gary van a trabajar
desde casa a partir de ahora, así que lo último que necesita es recorrer la
ciudad intentando encontrar papel higiénico para dos familias.
—Quiero ayudar mientras esté aquí. Dime lo que necesites y ponme a
trabajar. A Levi también.
—Eso sería genial. Gracias. Ahora sal de aquí mientras preparo la
comida.
Asiento con la cabeza y recojo mis cosas antes de subir las escaleras
hacia donde sé que está ella.
Al abrir la puerta de la habitación de huéspedes, me vienen recuerdos de
mi infancia. Esta solía ser la habitación de Levi hasta que utilizó su
estrategia de soy el mayor, así que me quedo con la mejor habitación y se
mudó al otro lado del pasillo, a la habitación con baño privado. No puedo
culparlo, pero ahora mismo me vendría muy bien no tener que quedarme en
la habitación con el baño conectado a la de Alyssa. Como si la tentación no
fuera suficiente, ella está a una puerta de distancia.
Las imágenes de entrar a nuestro baño compartido y encontrarla de pie
bajo la ducha, con sus curvas a la vista para mi deleite, llenan mi mente y
mi polla se hincha una vez más. ¿Qué haría ella? ¿Gritaría y se aseguraría
de que Levi pusiera fin a la situación con sus puños?, ¿o me permitiría
unirme a ella?
Estoy perdido en mis pensamientos obscenos cuando tocan la puerta y
Levi asoma la cabeza, acabando eficazmente con mi semierección con una
sola mirada.
—Locke, ¿vienes?
Salto de la cama y lo sigo fuera de la habitación. Estoy más que listo
para verla en persona por primera vez en meses.
CAPÍTULO TRES
ALYSSA

E l sonido intenso de sus voces resuena en toda la casa en cuanto entran


y se me revuelve el estómago al darme cuenta de que mamá no estaba
mintiendo. No es que creyera que lo hacía, pero una chica puede tener
una esperanza.
Mientras caminaba hacia mi habitación, vi que el cuarto de huéspedes,
el que está junto a la mía, estaba listo para recibir a nuestra visita. Lo
primero que hice al llegar a mi espacio personal fue girar la cerradura que le
permitía entrar al baño contiguo. Ni de broma iba a compartir mi espacio
privado con él.
—¿Pudiste hacer algo de trabajo? —cuestiona mamá esperanzada
cuando entro a la sala. No le quito los ojos de encima mientras coloca las
cucharas de servir en la enorme sartén que hay en el centro de la mesa. Me
niego a prestarle un poco de atención a él a pesar de que sus ojos
prácticamente me queman la piel.
—Claro que sí —miento. En realidad, me senté en el banco de mi
ventana y recordé todas las tonterías que él y mi hermano me han hecho a lo
largo de los años. Dejarme afuera de mi habitación; maldita sea, incluso de
mi casa en una ocasión. Leer mi diario cuando estaba en clase de danza y
contarle a toda la escuela quién me gustaba. Robarme mis juguetes, cortarle
el cabello a mis muñecas. La lista de travesuras estúpidas era interminable.
Nunca iba a ganarles, por mucho que lo intentara. Eran dos leyendas del
equipo de baloncesto; nadie podía tocarlos. ¿Y yo? Yo solamente era la
hermana pequeña. La hermana menor que no era buena en los deportes y
que, sobre todo, no tenía coordinación. Mis habilidades residen en el
departamento de arte, y mientras ellos dos gobernaban la escuela junto con
el equipo de fútbol americano, yo estaba más que encantada de esconderme
detrás de un lienzo.
Me siento en la silla vacía al otro extremo de la mesa y tomo una
cucharada de arroz.
—Me alegro de verte, hermanita —comenta Levi con lo que supongo
que sería un gesto de desaprobación si levantara la vista.
—Lo mismo digo.
Quiero a mi hermano, de verdad. Pero normalmente cuando está solo.
Nunca es el mismo cuando tiene compañía, ya sea Emerson o cualquier otra
persona.
—Muchas gracias por recibirme, Gary. Se lo agradezco mucho. —Su
voz profunda y retumbante vibra a través de mí y mi mano se detiene de
camino hacia la cuchara de chili. Mis ojos me desafían, y me encuentro
mirando hacia arriba y directamente hacia él.
Puede que le haya hablado a mi padre, que está sentado a mi lado, pero
sus ojos están fijos en mí.
Se me seca la boca y lucho por tragar saliva.
—No hay problema, hijo —murmura papá entre dientes.
—¿Cómo estás, Lys? ¿Te va bien en la escuela? —inquiere, aunque no
puedo imaginar que realmente le importe un comino.
—Estupendamente. —Le dedico una sonrisa falsa y aparto los ojos de
su intensa mirada azul claro.
Siento mariposas en el estómago cuando me mira fijamente. Puede que
lo odie por todas las estupideces que ha hecho a lo largo de los años, pero lo
cierto es que es guapísimo y el único chico que me ha interesado de verdad.
Solía pasarme horas sentada en el banco de mi ventana viendo cómo
lanzaban canastas en la entrada de la casa, o mantenía apagada mi luz y
miraba directamente a través de las cortinas hacia su habitación cuando se
olvidaba de cerrar las suyas.
Hay dos buenas razones por las que las chicas de Rosewood High solían
perseguirlo como cachorritas perdidas: sus abdominales y las líneas V que
he tenido el placer de recorrer con la mirada en muchas ocasiones.
Mi temperatura empieza a subir al imaginármelo trotando por la entrada
sin camiseta, con la piel reluciente de sudor.
«Maldita sea, Alyssa». Fantasear con él mientras vive en la habitación
de al lado es lo último que necesito hacer.
—Así que, ¿cómo estuvo su última semana en la universidad? —
pregunta mamá, desviando toda la atención de mí. Tanto Levi como
Emerson charlan sobre lo que han estado haciendo y el trabajo que les
espera mientras están aquí. Apenas escucho lo que dicen. En lugar de eso,
me como mi cena y pongo como excusa que tengo trabajo que hacer para
poder escaparme.
—Lys, tienes semanas para hacer todo eso. ¿Por qué no pasas la noche
con nosotros? Podemos ver una película o algo así —sugiere papá,
deteniendo mi huida.
—Sí —responde mamá entusiasmada—. Compré palomitas y helado.
Será como en los viejos tiempos.
La emoción en su rostro significa que no tengo muchas opciones.
—Me parece estupendo. Voy a cambiarme y bajo en un rato. No dejen
que Levi escoja la película —advierto, conociendo su adicción a las
películas de terror.
Todos se ríen, aunque nadie acepta. Son un montón de raritos; a todos
les encanta que los asusten. Yo, sin embargo, prefiero poder dormir después
de ver una película y no quedarme sentada en medio de la cama con la luz
encendida, muerta de miedo.

Para cuando regreso, los cuatro están sentados en los sofás, las cortinas
están cerradas y hay tazones de bocadillos adornando la mesa de centro, a
pesar de que todos acabamos de comer todo nuestro peso en el chili de
mamá.
Echo un vistazo a mis opciones. Mamá y papá están en el sofá de
siempre y Levi parece haberse apoderado del sillón en el que suelo
acurrucarme.
Frunzo los labios enfadada y me abalanzo sobre él.
—¡Quítate de mi asiento, idiota!
—Um... —Se mueve ligeramente como si realmente fuera a hacer lo
que le digo, y comienzo a preguntarme si el infierno se congeló. Sin
embargo, antes de que su trasero abandone el asiento, me mira y se ríe—.
No. Siéntate allá. —Mueve la cabeza por encima de mi hombro hacia el
sofá en el que Emerson está sentado solo.
—No. Es tu amigo. Siéntate tú con él. —Mis manos se posan en mis
caderas mientras espero.
—Este es mi asiento. Era mío antes de irme a la universidad y ahora que
regresé, vuelve a ser mío. Así que te aguantas, maldición.
—Levi —reprende mamá.
—¿Hablas en serio?
—Totalmente. Ahora siéntate; la película que escogí está a punto de
empezar.
—Te odio, maldita sea —reviro en voz baja, lo bastante bajo como para
que nuestros padres no me escuchen.
—Aw, también me alegro de pasar tiempo contigo, hermanita.
Irritada, me dejo caer en el otro extremo del sofá en el que Emerson se
ha acomodado, manteniendo el mayor espacio posible entre nosotros. No es
tan sencillo, ya que es el más pequeño de los dos sofás y él es muy grande.
Me siento completamente derecha cuando empieza la película. Apenas
ha comenzado y seguimos a una figura a través de una habitación oscura.
La música es espeluznante e inmediatamente me pongo nerviosa.
A pesar de saber que me voy a morir de miedo, no puedo apartar los
ojos de la pantalla.
—¡ARGH, Dios mío! —grito cuando algo salta de entre las sombras y se
lanza contra la persona que sostiene la cámara.
Mi hermano suelta una carcajada mientras yo levanto los pies sobre el
sofá, colocando un cojín sobre mi regazo para abrazarlo como si pudiera
protegerme.
—Eres una maldita cobarde.
—Levi, ese lenguaje.
Apenas han pasado unas horas y Levi ya parece estar listo para volver a
la universidad. Ignora a nuestros padres y vuelve a centrar su atención en la
TV.
—A mí también me asustó mucho —dice suavemente a mi lado.
—No hace falta que intentes hacerme sentir mejor.
—No lo hago.
De repente, la película se detiene y Levi se levanta de mi asiento.
—Necesito una cerveza. Por favor, díganme que tienen cerveza.
—Por supuesto —responde papá como si fuera la pregunta más ridícula
del mundo.
—¿Locke?
—Sí, por favor.
Levi está en la puerta antes de que me aclare la garganta.
—¿Qué? —pregunta, volteándose de mala gana hacia mí.
—Yo también quiero una, por favor.
—No puedes, eres demasiado joven.
—Tengo dieciocho años. ¡Tú tienes diecinueve! —bramó para
molestarlo.
—Exacto. O sea que soy mayor que tú.
—Dale una —ordena papá, para mi satisfacción.
—¿Todavía estás seguro de que quieres quedarte aquí? —le pregunta
mamá a Emerson.
Él se ríe entre dientes.
—Sí. Podría ser divertido.
Me burlo, logrando que sus ojos se dirijan a mí.
—¿Qué? —grito, girándome para verlo. Sus ojos se apartan de los míos
y miran mi pecho. Tengo puesta una camiseta de tirantes con soporte
integrado, así que cuando me mira fijamente y mis pezones se ponen duros
por su atención, es obvio al instante.
—Emerson —susurro—, mis ojos están aquí arriba.
—Huh. Sí, lo sé. Te ves muy bien últimamente, Lys.
—Tienes que estar bromeando. ¿Realmente me estás coqueteando
mientras Levi está en la cocina? Oh, Dios.
—¿Qué? No. Simplemente estaba comentando que ser de último año te
favorece.
—Como sea —digo, volteándome hacia la TV que realmente no quiero
ver. Pero su mirada me provoca cosas. Las mariposas estallan en mi
estómago más rápido de lo que puedo controlar y no quiero que sepa que
sus palabras me afectan de alguna manera.
CAPÍTULO CUATRO
EMERSON

L a película estuvo horrible. Se supone que tenía que dar miedo, pero se
quedó un poco corta, al menos para mí. Para Alyssa fue todo lo
contrario, ya que se sobresaltaba con cada ruido fuerte, por no hablar
de cualquier cosa que pretendiera ser mínimamente aterradora.
Estaba más pendiente de ella que de la película. Su camiseta de tirantes
rosa le apretaba las tetas y, cuando abrazó el cojín contra su estómago, se
las levantó de una forma increíble. Lo único en lo que podía pensar era en
acercar mis labios a ellas y comprobar si su sabor era tan dulce como
siempre había imaginado.
Cuando se tomó su cuarta cerveza, que logró beber a escondidas
después de que sus padres la obligaran a parar después de beber dos,
comenzó a relajarse. Acurrucó sus piernas debajo de ella y a medida que
pasaba el tiempo, parecía acercarse más a mí y la tentación de estirar mi
mano para tocarla era todo en lo que podía pensar.
—¿Quién quiere ver otra? —interroga Levi cuando empiezan a rodar
los créditos de la película.
—Creo que es hora de dormir para nosotros, los viejos —señala Leah,
levantándose del sofá y recogiendo los vasos y botellas vacíos. Cuando
recoge cuatro al lado de Alyssa, la mira con dureza, pero en lugar de
reprenderla, se limita a susurrarle—: No dejes que tu papá se entere.
Riéndose y guiñando un ojo, nos deja solos.
—Si crees que me voy a sentar a ver otra de esas, debes de ser aún más
estúpido de lo que pensaba —le revira Alyssa a Levi, que inocentemente
selecciona la sección de terror y empieza a buscar entre las opciones—. No
tengo idea de cómo se supone que voy a aguantarte todo este tiempo.
Se levanta del sofá, pero, para mi sorpresa, utiliza mi muslo para
apoyarse. Mis músculos se tensan cuando sus dedos me agarran
ligeramente.
—Estoy harta. —Me mira a mí y luego a mi nueva botella de cerveza
que está sobre la mesita—. No te importa, ¿verdad? —No tengo
oportunidad de responderle porque se la lleva a los labios, bebe un largo
trago antes de mirarme por última vez y desaparecer, no sin antes ver su
trasero en pantalones de yoga.
—¿Ya terminaste? —pregunta Levi, dándose cuenta de lo que captó mi
atención.
—¿Qué? —inquiero inocentemente. Lo sorprendí mirando a mi
hermana en más de una ocasión antes de que se mudara y se casara. Está
claro que no tenía ni la más remota posibilidad de acostarse con ella, ya que
la diferencia de edad es de seis años, pero aun así.
Me obliga a soportar otra película que no da nada de miedo antes de dar
por terminada la noche y subir a mi nueva habitación.
En cuanto pongo un pie en la recámara, sé que sigue despierta porque se
filtra el sonido de una música suave procedente de su cuarto y hay una luz
que sale del hueco bajo la puerta del baño.
Cierro la puerta, me quito la camiseta y los pantalones. Los tiro en la
silla que hay en un rincón de la habitación, junto a mi pequeña maleta,
diciéndome a mí mismo que la desempacaré mañana.
Me acerco a la puerta del baño, me detengo y escucho para ver si está
adentro, pero no oigo nada por encima del ritmo de su música, así que,
probando suerte, empujo la manija hacia abajo.
Cerrado.
Encuentro algo con que forzar la cerradura, la abro lo más
silenciosamente posible y vuelvo a empujar la manija, pero esta vez la
puerta se abre.
La encuentro de pie junto al lavabo, con el cepillo de dientes en la mano
y, para mi deleite, únicamente viste una camiseta de tirantes y unas bragas
diminutas.
—Pensé que había cerrado con llave.
—Lo hiciste.
Deja de mirarme en el espejo y pasa su mirada por encima del hombro,
pero sus ojos no se quedan sobre los míos, sino que bajan por mi torso
desnudo, se detienen en mis abdominales antes de descender hasta mi polla,
que amenaza con levantarse.
—Bueno, entonces deberías haber captado la indirecta de que no te
quiero aquí. Hay un baño en perfectas condiciones que puedes usar al final
del pasillo.
—Pero quería usar este.
—¿Por qué? —Una mano se posa en su cadera y su espalda se endereza.
Creo que pretende ser un gesto de desafío, sin embargo, lo único que noto
es cómo se le levantan los pechos y se le endurecen los pezones detrás de la
tela delgada.
—Porque tiene algo que quiero.
—Ah, sí, ¿qué es? ¿Mi gel de ducha para chicas?
—Por mucho que me guste ese olor dulce, no era eso lo que tenía en
mente.
—¿Oh?
Doy un paso hacia ella y se le corta la respiración.
—¿Emerson? —pregunta, con la voz entrecortada cuando me acerco a
su cuerpo.
Me detengo justo delante de ella. Su pecho se agita, sus senos se
hinchan aún más con su excitación. Mierda, me encantaría saber qué tan
mojada está por mí en este momento.
—Sí. Parece que olvidé mi cepillo de dientes. ¿Te importa? —Antes de
que pueda responder, le arrebato el cepillo rosa de la mano y me lo meto en
la boca.
—Ew, hay algo jodidamente mal contigo. Lo sabes, ¿verdad? —Me
encojo de hombros—. Ugh, eres exasperante. ¿Qué hace falta para que me
dejes en paz?
Termino de cepillarme y enjuago su cepillo antes de dejarlo caer en el
pequeño vaso al que supongo que pertenece.
Giro hacia ella y me acerco. Se tambalea un poco hacia atrás, pero no
llega muy lejos porque choca contra la puerta de su habitación.
—Oh, nena. No te librarás de mí tan fácilmente. —Levanto una mano y
deslizo un dedo por el tirante de su camiseta antes de pasar por la parte
delantera, disfrutando de la suavidad de la curva de sus pechos.
Jadea cuando la toco y sus pezones luchan contra la tela.
—Y no creo que quieras que te deje en paz. —Me inclino hacia adelante
apoyando una mano en la pared junto a ella para susurrarle al oído mis
siguientes palabras—: Podría hacerte venir mucho mejor de lo que lo harías
sola.
—Lo dudo mucho. Cualquiera con un ego del tamaño del tuyo está
claro que esconde algo. Quizá sea tu polla increíblemente pequeña.
Tomo su muñeca y acerco su mano a mi verga completamente erecta.
—¡Mierda! —Jadea, pero para mi deleite no se aparta inmediatamente.
En lugar de eso, sus dedos me rodean ligeramente.
—Mmm —gimo en su oído. Se estremece cuando mi aliento le hace
cosquillas en la piel—. No niegues lo que realmente quieres, Lys. Cuando
estés lista para admitirlo, estaré allí mismo, en esa habitación. Y ni siquiera
cerraré la puerta con llave.
—Bueno, ten por seguro que yo pondré una barricada en la mía.
—Sabes que no lo dices en serio. —Le suelto la muñeca a regañadientes
y ella la aparta casi de inmediato. Echo de menos su tacto al instante.
Me retiro y la miro a los ojos. El azul oscuro de siempre está casi negro
de deseo. Le rozo las caderas con la palma de mi mano y luego empujo la
tela de su camiseta hacia arriba para que quedemos piel con piel, hasta que
me apoyo en su cintura.
Busco en sus ojos si hay alguna parte de ella que se oponga a esto. Por
suerte, no hay nada. Puede que esta vez se resista, pero es solo el comienzo,
porque antes de que acabe mi tiempo aquí, estará retorciéndose debajo de
mí y gritando mi nombre.
La suelto y salgo de la habitación. Pero en ningún momento aparto mis
ojos de los suyos.
—Solo recuerda, estaré al otro lado de la puerta cuando seas incapaz de
autosatisfacerte en unos minutos.
—Estás desvariando.
—¿Qué? ¿Crees que no sé que ahora mismo estás mojada por mí? —
Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso, demostrándome lo que ya sabía—.
Exacto. Buenas noches, nena.
Me doy la vuelta, engancho mis pulgares en la cintura de mis bóxers y
empujo la tela hacia abajo hasta que llegan a mis tobillos. Los pateo, dejo la
puerta abierta de par en par y miro hacia atrás por encima de mi hombro
antes de meterme en mi cama temporal. Sigue donde la dejé, con los labios
entreabiertos y el pecho agitado.
CAPÍTULO CINCO
ALYSSA

«D ios mío. Dios mío. ¡Oh, Dios mío!».


La cabeza me da vueltas y el corazón me late en el pecho casi
tanto como mi clítoris entre las piernas.
Eso no era lo que me esperaba cuando me enteré hace un rato de la
noticia de nuestro nuevo huésped. Sinceramente, pensé que me ignoraría,
aparte de lanzarme algunos insultos bien calculados. Así es como suelen ser
las cosas cuando Levi y Emerson están juntos. Y supongo que así fue
cuando estábamos abajo. Pero cuando estuvimos solos... diablos.
Intento recordar algún momento en el que nos hubiéramos quedado
solos, pero no me viene nada a la cabeza.
Enfadada conmigo misma porque básicamente me tenía comiendo de la
palma de sus manos, doy un paso adelante y cierro con un portazo,
poniendo fin a nuestro pequeño momento de... lo que sea que fuera eso.
Siento un cosquilleo en la piel al recordar lo que sentí al tener sus dedos
sobre mí. Cómo reaccioné inmediatamente a su caricia, y cómo tiene toda la
razón. Estoy tan mojada por él que ni siquiera es gracioso.
Uso el retrete antes de cerrar la puerta de mi habitación, con la
esperanza de que el hecho de que haya dos entre nosotros ayude a bloquear
los recuerdos de lo que acaba de ocurrir.
A pesar de estar agotada, doy vueltas en la cama durante horas, incapaz
de quitarme de la cabeza las imágenes de él acostado, justo al otro lado del
baño. ¿Se estará tocando y pensando en mí? ¿O todo eso fue una broma?
Cuando me despierto a la mañana siguiente, el sol se filtra a través de
mis cortinas demasiado delgadas y el sonido de una balón rebotando fuera
de mi ventana me hace volver atrás uno o dos años. Casi lo echaba de
menos cuando Levi se mudó a la universidad. Pero mientras estoy aquí
acostada escuchando el incesante golpeteo, recuerdo lo molesto que es.
Quitándome las sábanas, me levanto de la cama y me acerco a la
ventana. Abro las cortinas y miro hacia la entrada, esperando encontrar a mi
hermano practicando sus ya impresionantes habilidades. Por algo le dieron
una beca completa en Maddison. Sin embargo, no encuentro a Levi
encestando una canasta tras otra. En su lugar, veo a Emerson moviéndose
alrededor de nuestra improvisada cancha de baloncesto vistiendo
únicamente unos pantalones cortos y sus zapatos deportivos. Después de
hacer varios pases con el balón durante unos segundos encesta. Apenas
levanta la vista. Ahh, hacer que algo parezca tan fácil.
Fascinada viendo su cuerpo moverse con tanta elegancia y el sol
reflejándose en su piel húmeda de sudor, tomo asiento y me deleito con él.
Pierdo la noción del tiempo mientras lo observo, pero finalmente, como
si supiera que estoy aquí, me mira directamente, con una sonrisa arrogante
en los labios. Levanta una mano, se quita la gorra de la cabeza y se la
vuelve a poner después de echarse el cabello hacia atrás.
Siento la tentación de abrir la ventana y decirle algo, sin embargo, como
no quiero que parezca que me está afectando, me levanto y me alejo. Me
duele hacerlo, sobre todo cuando el sonido del balón rebotando resuena por
toda la habitación.
Después de ir al baño y de volver a cerrar su puerta por dentro… no es
que eso lo vaya a detener, aunque espero hacerlo enojar un poco… me
pongo mis pantalones de yoga y bajo a tomar el café que tanto necesito.
Veo a mamá y a papá sentados en el columpio del jardín. Por algunas de
las conversaciones que he escuchado recientemente, están planeando
agregar nuevos arbustos, masetas de flores y poner una terraza al fondo del
jardín o algo así. Observo cómo papá señala hacia el patio mientras la
cafetera hace lo suyo. Agradezco que se lleven tan bien, incluso después de
todos sus años juntos. No puedo imaginarme lo que debe ser estar encerrado
en casa en este momento con unos padres que se pelean.
Tomo un croissant de la bolsa que hay en la encimera y me lo llevo
junto con mi café a mi habitación. Puede que tenga mucha de tarea que
hacer, sin embargo, pienso pasar el día trabajando en mi proyecto de arte.
Probablemente debería dejarlo para el final como una especie de
recompensa por haberme puesto al corriente, pero distraerme pintando,
sobre todo después de los acontecimientos de anoche, es demasiado
tentador.
No miro por la ventana al pasar, pero me doy cuenta de que el continuo
rebote del balón en el exterior ha cesado. Dejo la taza y el plato y luego me
dirijo al baño para ducharme mientras se enfría el café.
Voy tan distraída quitándome la camiseta por encima de la cabeza que
no me doy cuenta de que hay alguien parado en medio de la habitación con
solo una toalla alrededor de la cintura.
—Y pensar que creí que me lo ibas a poner más difícil para conseguir lo
que quiero.
Mi boca se abre y se cierra, como la de un pez, mientras aprieto la
camiseta contra mi cuerpo, ocultándole mis senos mientras mis ojos cobran
vida propia y se posan en su pecho aún húmedo por la ducha.
—Yo... eh...
—No quedaste satisfecha con el pequeño espectáculo que estabas
viendo afuera, ¿eh? ¿Quieres verlo más de cerca?
—¿Qué? No. No sabía que estabas aquí.
—¿En serio? No me estaba escondiendo, nena. —Vuelvo a sentir una
sensación de calidez cuando utiliza ese apodo.
—De verdad. No me interesa... eso. —Señalo su cuerpo y se ríe.
—Eres muy mala para mentir, ¿lo sabías?
Me enfurezco, frunzo los labios de frustración, la ira empieza a
devorarme por dentro y a mezclarse con el deseo que intento ignorar.
—¿Puedes salir de mi baño, por favor?
—¿Te refieres a nuestro baño?
—No. Me refiero al mío. Ya te dije que hay uno en perfectas
condiciones al final del pasillo para que lo uses. No hay razón para que
estés aquí.
—No estoy de acuerdo. Tengo una razón muy grande para estar aquí. —
Se acerca y el aroma de su gel de baño llena mi nariz y hace que se me haga
agua la boca.
Levanta una mano. Casi espero que me arranque el top del cuerpo, pero
para mi sorpresa, en lugar de eso, pasa suavemente un mechón de mi
cabello por detrás de la oreja. Sus dedos me producen cosquillas en la piel y
no puedo hacer otra cosa más que estremecerme ante su tacto.
—Sé que hoy no fue la primera vez que me observaste desde tu ventana.
He sentido tu mirada cada vez que lo has hecho. Siempre sé cuando me
estás mirando. Igual que yo sé que tú sabes cuando yo te miro. Siempre ha
habido algo aquí, Lys. No puedes decirme que no lo has sentido.
Me deja con la boca abierta.
—Pero no te caigo bien. —Odio parecer vulnerable. No necesito verlo a
la cara para darme cuenta de que he revelado demasiado con esa
afirmación.
Se ríe y el sonido me golpea justo en el pecho.
—Solo me mentía a mí mismo, nena.
Jadeo y él aprovecha mi reacción.
Sus labios rozan tan suavemente los míos que mis manos casi se olvidan
de cubrirme en mi necesidad de agarrarlo y atraerlo contra mí.
Sus dedos, que seguían posados en mi cuello, se deslizan por mi cabello
mientras profundiza el beso. Un gemido retumba en su garganta y es mi
perdición.
Suelto la tela a la que se aferran mis manos, pero no cae; nuestros
cuerpos están demasiado apretados.
Encuentro la piel húmeda de su espalda mientras su lengua se desliza
entre mis labios.
Me empuja hacia atrás y choco contra la pared. Él sigue avanzando
hasta que nos tocamos por todos lados. La dureza de su longitud me
presiona el estómago y una oleada de calor recorre mi cuerpo al saber que
lo excito de esta manera.
Sus labios se separan de los míos y recorren mi mandíbula y mi cuello.
Me chupa y me muerde la piel sensible y gimo de placer.
—Emerson, ¿es esto una broma?
Se queda quieto y me preocupa haber dado en el clavo. Aún no tiene
aquí veinticuatro horas y ya me ha llevado a esto. ¿Es una apuesta? ¿Soy un
desafío? ¿Pensó que podría entretenerse durante unas semanas para ver si
podía seducirme? Bueno, eso fracasó porque aparentemente soy fácil
cuando se trata del chico que me gusta desde que tengo memoria.
Se aparta y me mira. Me mira de verdad.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Porque nunca te habías acercado a mí. No obstante, un día aquí y...
bueno. —Hago un gesto hacia nuestra posición actual y me río.
—Me he imaginado haciendo esto un millón de veces, Lys. Ya llegó el
momento. No puedo seguir ignorándolo. —Mi ceño se frunce—. ¿No me
crees?
—¿Por qué iba a hacerlo? Llevas años haciendo todo lo posible para
que se sepa que no me soportas.
—Tenía que hacerlo.
—¿Por qué?
—¿Crees que a Levi le gustará esto?
—No parece que te moleste en este momento, mientras vives en la
misma casa que él.
—Tal vez decidí que vale la pena el riesgo.
—¿Y si te echa? ¿Y si se aleja de ti?
—Entonces es su decisión. No puedo influir en lo que siente. Lo único
que puedo hacer es actuar según lo yo que siento, y ahora mismo, estoy
harto de fingir. Estoy harto de hacerle creer que pienso que eres su molesta
hermanita, cuando en realidad me paso la mayor parte de las noches
deseando que estuvieras a mi lado.
Sin palabras, el silencio resuena entre nosotros.
—Demuéstramelo.
Sus dedos me rodean las muñecas y me aparta las manos de él para
volver a colocarlas sobre la tela que me cubre el pecho. Luego da un
enorme paso hacia atrás.
Su miembro está haciendo un bulto en la toalla y mis dedos se agitan
por arrancarla de su cintura y sentirlo entero. Llevo años viéndolo correr sin
camiseta, pero aún no he descubierto lo que esconde ahí abajo.
—¿Q… qué estás haciendo?
—Demostrándolo. Me alejaré. Voy a mostrarte que significas más para
mí que una cogida rápida para pasar el rato.
—Pero...
—Sin peros. Podría follarte ahora mismo, duro y rápido contra esa
pared, y lo sabes. Sin embargo, esto no se trata de eso. Te quiero a ti, Lys.
No solamente tu cuerpo para mi placer. Yo. Solo. Te. Quiero. A. Ti. —Con
esas últimas palabras, sale del baño y cierra la puerta detrás de él.
«¡Santo cielos!».
CAPÍTULO SEIS
ALYSSA

H an pasado cinco días desde que me hizo esa promesa en el baño y


cinco largos días desde que hemos estado solos juntos. Cada mañana
me despierto con el sonido de él afuera con una balón mientras yo
permanezco encerrada en mi habitación intentando hacer lo que dije que
haría y ponerme al corriente con mi tarea de la escuela, además de hacer
todas las cosas nuevas que mis profesores están poniendo en línea.
Eso no quiere decir que me haya permitido olvidar esos dos momentos
que tuvimos. Cada vez que pasa a mi lado, me recorre la piel con la punta
de sus dedos. Ya sea en la parte baja de mi espalda o entrelazando
brevemente nuestros dedos, me hace saber que no ha olvidado su promesa.
Anoche, cuando volvimos a ver una película en familia, incluso logró
sostenerme la mano detrás del cojín que estaba abrazando. Fue de lo más
tierno y me hizo pensar que tal vez era el principio de algo más. No
obstante, cuando me levanté para irme a la cama, no me acompañó, y no fue
hasta horas más tarde cuando lo escuché llegar a su habitación.
Me está volviendo loca saber que está ahí todas las noches, pero aún no
estoy tan desesperada como para entrar durante la madrugada.
Alguien toca suavemente mi puerta. Me quito los audífonos y le digo a
quienquiera que sea que entre. Quiero que sea él, mas sé que no habría
tocado, sino que habría entrado a la fuerza.
—Hola, cielo. Llevas aquí todo el día. ¿Por qué no vienes a tomar un
poco de aire fresco conmigo? Hice unos licuados —dice mi mamá.
—Claro. —Pongo mi laptop en la cama y me levanto.
—¿Cómo te está yendo?
—Bastante bien. No voy a reprobar, mamá. Si eso es lo que te preocupa.
—Sé que no ocurrirá. Eres demasiado testaruda para permitirlo. Lo que
pasa es que a veces me pones nerviosa.
La sigo hasta el patio y tomamos asiento en la mesa donde ha colocado
el licuado que me prometió y un enorme tazón de fruta. Sin embargo, esa no
es la vista más increíble. Al final del jardín, papá, Levi y, lo que es más
importante, Emerson, están sin camiseta y cavando el nuevo macetero de
mamá.
—No está nada mal la vista desde aquí, ¿eh? —pregunta mirándolos.
Puede que papá tenga unos cuantos años más que Levi y Emerson, pero
como fisioterapeuta sigue estando muy en forma.
—Ew, mamá. Uno es mi padre y el otro mi hermano. —Hago una
mueca.
—Hay un tercero, ¿sabes? —Algo en su tono hace que voltee a mirarla.
—¿Qué?
—No creas que no sé que está pasando algo ahí.
Se me cae la barbilla.
—Mamá, no sé qué...
—Vi cómo sostenía tu mano anoche.
Me sonrojo y desvío la mirada hacia el patio, demasiado avergonzada
para encontrarme con sus ojos.
—Oh.
—Así que, ¿desde cuándo está pasando algo?
—No está pasando nada —respondo, casi con sinceridad. En ese
momento, él me mira por encima de su hombro y la sonrisa que ilumina su
rostro al verme hace que me derrita.
—Sí, claro que no pasa nada. —Mamá se ríe entre dientes—. Esa no es
la mirada de un chico que no está interesado, Lys.
—¡Mamá! —chillo. No me entusiasma el tema de la conversación.
—¿Qué? Solo digo.
—Sí, pues no lo hagas.
—¿Por qué estás tan preocupada?
La miro fijamente. ¿De verdad está animándome a esto?
—Um... todo. Para empezar, Levi. El hecho de que nos hayamos visto
forzados a aislarnos juntos. Tú y papá.
—Levi quiere que ustedes dos sean felices. Si él tiene un problema con
eso, entonces tendrá que superarlo. Tu padre y yo no tenemos ningún
inconveniente mientras sean discretos y sensatos. —Me guiña un ojo y
quiero que me trague la tierra—. Nuestra casa no es un motel, ¿sabes?
Gruño.
—En serio, mamá.
—Lo digo en serio. Creo que en verdad le gustas. Todos estamos en una
situación horrible en este momento, especialmente Emerson preocupado por
su mamá. No creo que algo positivo que surja de todo esto sea malo.
Además, quién sabe a dónde podría llevarlos. Un día podría ser parte oficial
de esta familia.
Dejo caer mi cabeza entre mis manos. Apenas nos hemos dado un beso
y mamá ya está aquí hablando de matrimonio.
—Es un buen chico, Lys. Podrías conseguir algo mucho peor, es lo
único que digo.
—Si escucharas algunas de las historias que yo escuché, tendrías una
opinión diferente de él.
—Los chicos siempre serán chicos. Tu padre también fue uno de esos
en su época, así que sé exactamente cómo son.
Tomo mi licuado, me reclino y apoyo mis pies en la pata de la mesa
mientras bebo un sorbo y vuelvo a mirar a Emerson. El clima es magnífico.
El sol se refleja en su piel cubierta de sudor y sus músculos se tensan
mientras hunde la pala en el montón de lodo que está removiendo. Me
muerdo el labio inferior, recordando su sabor cuando su lengua jugueteaba
con la mía.
—Oh, estás loca por él —bromea mamá, para mi horror.
—¿Qué? No. No estoy...
—Ah, vamos. Dale una oportunidad. Nunca se sabe lo que podría pasar.
«¿Arrepentimientos y un corazón roto?».
Me las arreglo para contener las palabras, pero no puedo evitar sentir su
peso presionándome. Él está en la universidad y yo no soy más que una
estudiante de preparatoria, por no mencionar que soy la hermana menor de
su mejor amigo. Es receta para un desastre.
—Voy a trabajar un poco. Disfruta el paisaje —expresa con un guiño, y
tras recoger lo que queda de su licuado, desaparece adentro.
Saco mi teléfono del bolsillo, lo levanto y enfoco a Emerson. Tomo una
foto y la envío inmediatamente al chat de grupo que tengo con las chicas.
Yo: ¿Están celosas?

Les conté que se iba a quedar aquí por un tiempo cuando tuvimos una
videoconferencia la otra noche, pero no les mencioné nada de lo que estaba
pasando.
Me devuelven una serie de gifs de miraditas y babeando antes de que
Lisa me pida otra de mi hermano.
Sacudiendo la cabeza y sonriendo, bebo un sorbo de mi bebida cuando
una sombra cae sobre mí.
—¿Algo gracioso?
—Sí, acabo de enviarle una foto tuya a mis amigas.
—¿Y por qué eso es gracioso?
—Porque en realidad lo único que quieren es una foto de Levi. —Una
sonrisa burlona se dibuja en mis labios cuando su ceño se frunce.
—Bien. —Mis ojos se abren de par en par de asombro, pensé que eso lo
golpearía en su enorme ego—. Eso significa que soy todo tuyo.
—Um...
—¿Estás ocupada después de cenar? —inquiere, sus ojos azules
brillando de entusiasmo.
—Oh... déjame pensar. Iba a pasar un rato en la sala y después tal vez
dar una vuelta por el jardín, antes de visitar mi habitación.
—Sabelotodo. Eres mía después de cenar, así que cancela todos esos
planes alocados.
Cada músculo al sur de mi cintura se aprieta de deseo.
—De… de acuerdo.
Desaparece tan rápido como llegó y, cuando levanto la vista, descubro
que papá y Levi también se han esfumado.
Me siento un rato más a tomar el sol mensajeándome con las chicas y
cuando escucho que mamá empieza a preparar la cena me dirijo al interior
para ayudar.
—¿Qué hay en el menú de esta noche?
—Enchiladas. —Mi estómago ruge con solo pensarlo.
—Genial, entonces ponme a trabajar.
Mamá me pone a cortar verduras y rallar el queso. Es casi suficiente
para distraerme de las voces de Levi y Emerson que se filtran desde la sala
donde están pasando el rato, pero no puedo evitar esforzarme para escuchar
de qué están hablando.
—Creo que ya está bien, Lys —señala mamá riendo. Cuando miro hacia
abajo, me doy cuenta de que la cebolla está cortada tan fina que pronto
podría considerarse pasta.
—Dijiste fina —murmuro encogiéndome de hombros.
—Está perfecta. Toma, ¿quieres preparar una jarra de margaritas para
acompañar?
—¡Sí! —exclamo demasiado entusiasmada.
—Pero no muy fuerte.
Busco una receta en mi teléfono y sigo las instrucciones.
—Voy a poner esto en la mesa y revisar rápidamente mis correos
electrónicos. A las enchiladas les faltan diez minutos. ¿Podrías sacarlas por
mí?
—Por supuesto.
Mamá desaparece, dejándome en la cocina vacía. Me inclino, apoyando
mis codos en el mostrador, y miro fijamente mi celular. Estoy navegando
por Instagram, mirando varias fotos de mis amigas de la escuela en sus
patios, disfrutando del sol mientras se broncean o chapotean en sus piscinas.
Vivir en Florida ahora mismo tiene sus ventajas. Pienso brevemente en la
gente que está encerrada en casa porque afuera hace frío y llueve. Todo esto
debe de ser mucho más difícil de sobrellevar.
Tenemos suerte; aparte de que hayan cancelado las clases y de estar
atrapados en casa, no han cambiado muchas cosas para mí. Mamá puede
seguir trabajando, papá está haciendo sesiones virtuales de fisioterapia con
sus clientes y, aparte de la mamá y el papá de Emerson, de los que estamos
al pendiente, no tenemos otros parientes de qué preocuparnos. Perdimos a
todos nuestros abuelos en los últimos diez años, y los hermanos de mamá y
papá viven sus propias vidas en diferentes estados.
Me sobresalta algo que me hace cosquillas en la parte posterior del
muslo y, cuando me doy la vuelta, encuentro a Emerson mirándome con
una sonrisa.
—Tremendo espectáculo. Tienes un buen trasero, nena.
Se me calientan las mejillas y me pongo de puntitas para mirar por
encima de su hombro y asegurarme de que nadie está mirando.
—Está arriba. Ahora estamos solos tú y yo. —Me muerdo el labio
inferior, pero no se queda ahí cuando Emerson levanta el pulgar y lo libera
—. Mía —susurra, rozando sus labios contra los míos.
—No podemos. Cualquiera podría... —No alcanzo a decir nada más
cuando me presiona contra la encimera y me roba un dulce beso.
Se aleja justo a tiempo cuando mamá entra a la habitación.
—¿Todo bien por aquí? —Nos mira divertida.
—Uh... s… sí. Iba a tomar...
—No pasa nada. Yo me encargo. Ustedes dos vayan a sentarse.
Estirando la mano, Emerson entrelaza nuestros dedos y me saca de la
habitación.
—Gracias, mamá —le digo, aunque no estoy segura de si le estoy dando
las gracias por la cena o por tener tan buenas vibras con esto.
La cena es, como mínimo, una tortura. Emerson se asegura de sentarse
justo a mi lado, y tan cerca que su muslo descansa contra el mío durante
toda la comida. Cada vez que no está comiendo, sus dedos me hacen
cosquillas y me acarician la piel que no cubre mi falda de mezclilla. Un par
de veces llegó tan arriba que pensé que iba a llegar hasta el final delante de
toda mi familia, pero justo cuando me quedaba sin aliento, volvía a bajar los
dedos.
Me negué a mirarlo, pero eso no significaba que no percibiera su
entretenimiento. Hablaba con mis padres y mi hermano como si todo fuera
normal, pero estoy segura de que pensarían de otra manera si supieran lo
que estaba ocurriendo a unos pasos de ellos.
—Ve a la puerta del patio en treinta minutos.
—No podemos. No podemos salir.
—No vamos a salir. Confía en mí.
Subo corriendo a mi habitación y me paso los treinta minutos
peinándome y maquillándome mientras debato qué debo ponerme.
Al final me dejo la falda y la camiseta, pero cambio la ropa interior que
llevo debajo por algo un poco más sexy. No sé si tiene intención de verla,
pero quiero estar preparada por si acaso.
Me pongo mis zapatos deportivos, guardo mi teléfono en mi bolsillo y
respiro profundamente. Las mariposas revolotean en mi estómago al no
saber qué habrá planeado, aunque confío plenamente en él.
No veo a nadie mientras salgo de la casa y se me encoge el corazón
cuando llego a la puerta trasera y veo que no está.
Estoy a punto de entrar corriendo y esconderme en mi habitación para
fingir que no había venido cuando escucho pasos al otro lado.
De repente, la puerta se abre y en su lugar aparece Emerson. Está
vestido igual que antes, con un pantalón deportivo gris y su camiseta de
baloncesto de Maddison.
—Hola —saludo tímidamente.
Estira la mano y me jala a través del hueco antes de cerrar la puerta
como si nunca hubiéramos estado allí.
Mi pecho se aprieta contra el suyo y su brazo me rodea la cintura. Me
estrecha aún más contra él. Su calor se filtra en mi interior y los nervios y la
expectativa que han recorrido mi cuerpo los últimos días se calman de
inmediato.
—¿Estás lista para tu salida nocturna?
Lo miro fijamente, el mismo rostro hermoso que he mirado casi toda mi
vida, pero viéndolo por primera vez. Sus nervios son evidentes, algo que
nunca había visto en él, y me hace preguntarme si el Emerson que he
conocido antes ha sido solo una farsa.
—Sí —musito al final, recordando que me hizo una pregunta.
Me toma de la mano y me lleva hacia los árboles que hay detrás de
nuestra casa. De niños pasábamos horas aquí, haciendo guaridas y jugando
a las escondidas. Era nuestro lugar.
Sonrío mientras nos abrimos paso, con el crujido de las ramas bajo
nuestros pies y el susurro de las hojas viejas.
—¿A dónde vamos? —Conozco estos bosques como la palma de mi
mano, pero mientras nos conduce a un lugar desconocido, parece que no
soy la única, porque está claro que tiene un destino en mente.
Una luz brilla entre los árboles y entrecierro los ojos para ver qué puede
ser. Sin embargo, a medida que nos acercamos y veo lo que ha hecho por
primera vez, me doy cuenta de que no hay manera de que lo haya
imaginado.
De algún modo, ha atado una sábana entre unos árboles para que
parezca una tienda de campaña. Hay pequeñas luces por todas partes y el
suelo está cubierto de lo que parecen ser cientos de velas.
—Emerson —suspiro, sin poder apartar la mirada del pequeño pedazo
de paraíso que creó en el bosque—. ¿Tú hiciste todo esto?
—Sí y no. Tuve un poco de ayuda —admite.
Estoy a punto de preguntar de quién, cuando me doy cuenta.
—Mi mamá.
—Ella me proporcionó todo el material. Yo solo hice el trabajo manual.
—Es increíble.
—¿Quieres entrar? —pregunta, extendiendo su mano y caminando
hacia nuestra tienda improvisada.
Dejo que me meta en la tienda antes de arrodillarme y arrastrarme para
tumbarme a su lado.
—No… no puedo creer todo esto.
—¿Sabes cuántas veces me he imaginado escabulléndome contigo aquí
para hacer contigo lo que nos dé la gana?
—No, la verdad es que no.
—Hmmm —dice, inclinándose hacia mí y rozando su nariz con la mía
—. Entonces quizá debería mostrártelo.
Se acerca aún más hasta que caigo de espaldas sobre las mantas que
colocó aquí debajo. Me agarra la mejilla con una mano antes de acercar sus
labios a los míos.
Empieza lento, dulce, tierno, pero por muy agradable que sea, necesito
más. Necesito al hombre que me acorraló en el baño la otra noche. Necesito
tanto al chico malo como al dulce que nos preparó una pequeña guarida.
Estiro la mano, busco el dobladillo de su jersey y empujo la tela hacia
arriba para poder pasarla por su espalda desnuda. Se le eriza la piel y no
puedo evitar sonreír mientras continuamos besándonos.
Deslizo ligeramente las uñas por su espalda y él gruñe, animándome a
seguir.
—Quítatela —murmuro contra sus labios.
Me arrepiento en cuanto separa sus labios de los míos, aunque es solo
un instante, mientras la tela pasa entre nosotros, porque luego vuelve. Su
lengua entra en mi boca y su mano sube desde mi cintura hasta tocarme el
pecho. Mi espalda se arquea, intentando que me toque más.
Se mueve sobre mí y deja caer una rodilla entre mis muslos, pero no
está lo bastante cerca como para que pueda sentir la fricción que necesito.
—Emerson —gimo cuando aparta sus labios de los míos para ponerlos
en mi cuello.
—¿Sí, nena?
—Necesito... —Mis palabras se interrumpen, sin saber realmente qué es
lo que necesito.
—Dímelo. Y es tuyo.
—Más. Necesito más.
—Será un placer —dice riéndose.
Sus dedos se deslizan por debajo de mi camiseta y la tela me sube por el
estómago hasta por encima de mi sostén. Siento los senos pesados e
hinchados dentro de la prenda y casi le suplico que me lo quite.
Me mira. Sus ojos, normalmente azules, están oscuros de deseo.
—Si necesitas que pare, solo tienes que decirlo. —Asiento con la
cabeza, incapaz de decir algo. Estoy demasiado perdida en su mirada oscura
—. Levanta los brazos. —Hago lo que me dice y en un instante mi camiseta
está en el suelo y su beso roza la curva de mis pechos—. Tan dulce —
murmura, besando más abajo y a lo largo del encaje de cada copa.
Mis dedos se enredan en su cabello y lo sujetan mientras sus labios me
vuelven loca.
Sus ojos encuentran los míos. Sus párpados están cargados de lujuria y
siento que me recorre un rayo de electricidad al saber que yo la provoqué.
Me hace cosquillas con los dedos en el tirante de mi sostén y me dice:
—¿Está bien? —Antes de que me levante lo suficiente para que pueda
desabrocharlo.
Quiero suspirar de alivio cuando me quita la prenda, no obstante, la
mirada de pura adoración que Emerson me dirige desde su posición me
distrae de todo lo que no sea este momento entre nosotros.
—Eres tan hermosa —susurra, y la emoción de su voz me golpea justo
en el pecho.
No tengo oportunidad de responderle, porque en cuanto lo dice, vuelve
a inclinarse hacia adelante. Rodea uno de mis pezones con la lengua y mi
espalda se arquea de placer sobre la manta.
—¡Ay, mierda! —gimo mientras él sube la apuesta y lo succiona dentro
de su boca caliente. —Se mueve hacia el otro lado y le da el mismo
tratamiento hasta que gimo y me retuerzo bajo él—. ¡Emerson! —Jadeo,
tirando de su cabello con una fuerza imposible cuando se aleja.
—¿Alguien te había hecho eso antes?
Se me calientan las mejillas, pero dudo que me vea, porque estoy
ruborizada de pies a cabeza. Niego con la cabeza y una enorme sonrisa se
dibuja en sus labios.
—¿Seré yo quien te dará tus primeras veces?
Lo miro sentado a horcajadas sobre mis muslos, con su pecho agitado,
su increíble torso a la vista y el enorme bulto en su pantalón deportivo más
que evidente.
Yo le provoco eso. Yo. La hermanita molesta de su amigo, a la que
siempre creí que odiaba.
—S… sí —admito.
—No me merezco esto, carajo.
—¿Quién lo dice?
—Mucha gente. La mayoría de las cuales espero que nunca conozcas —
replica riendo—. Ahora, ¿dónde estábamos? —Baja un poco por mi cuerpo,
dándome dulces besos en el estómago hasta que llega a mi falda. Espero
que me desabroche el botón y me la baje por las piernas, pero cuando
levanto las caderas, simplemente me la sube—. Maldita sea —gime
mirándome la ropa interior de encaje blanco—. ¿Podrías ser más perfecta?
—No lo sé. Supongo que será mejor que lo averigües. —Las palabras
me sorprenden. Pensé que estaría nerviosa en esta situación, pero estando
aquí con Emerson, estoy totalmente relajada por lo que está a punto de
ocurrir. Solo siento emoción, con tal vez un poco de aprensión. Sin
embargo, no estoy para nada asustada o preocupada por lo que está por
venir. Sé que me tratará bien.
Sus dedos rozan la parte exterior de mis muslos antes de envolver los
bordes delgados de mis bragas y jalármelas.
Los nervios me recorren la espalda, pero en cuanto me separa las
rodillas, baja la mirada hacia mi centro y se lame los labios, me olvido de
mi falta de experiencia y me concentro en la lección práctica que estoy a
punto de recibir.
—Dios, qué ganas tengo de probarte. —Su voz es áspera y profunda y
saca de mi interior cosas que no sabía que existían.
—Hazlo.
Apenas logro pronunciar las palabras y ya está boca abajo, deslizando
sus manos bajo mi trasero y acariciando mi sexo con la punta de su lengua.
—¡Emerson! ¡Maldición! ¡Mierda!
—Oh, nena. Eso no es nada todavía. —Su voz vibra, haciendo que mi
coño se agite de necesidad.
—¡Ay, diablos! —chillo mientras aprieta su lengua contra mi clítoris.
Me acaricia, hace círculos, pellizca y chupa, y me vuelve completamente
loca. Levanto las caderas porque necesito más, pero él no cesa. Ni una sola
vez.
Cuando siento que mi cuerpo está a punto de estallar en mil pedazos,
aminora el ritmo, baja un poco más y empuja suavemente su lengua hacia el
interior.
—Oh. Oh. Oh —repito mientras hace círculos lentamente antes de
dirigirse de nuevo a mi clítoris. Un instante después, su mano abandona mi
trasero y sus dedos se introducen en mi interior. Su sensación es increíble.
Mi coño se convulsiona e intenta succionarlo más profundamente.
—Eso es tan ardiente, nena. No puedo esperar a que succiones mi polla
así.
La imagen de él moviéndose dentro de mí es la última pieza del
rompecabezas que necesitaba para llevarme al límite.
—¡Emerson! —grito mientras aparecen luces detrás de mis ojos y mi
cuerpo cobra vida propia mientras me agito completamente consumida por
el placer.
Cuando vuelvo en mí, lo encuentro sentado entre mis piernas con una
enorme sonrisa.
—¿Estás orgulloso de ti mismo?
—No sabes cuánto, nena. —Se inclina sobre mí, desliza su mano bajo
mi nuca y coloca sus labios sobre los míos. Su lengua entra en mi boca, y
mi sabor se mezcla con el suyo y provoca réplicas de placer en mi cuerpo
—. ¿Ves lo dulce que sabes?
Lo único que puedo hacer es sonreír. Parece que se me va a quedar
grabada en la cara. Lo será, desde luego, si piensa hacérmelo a menudo.
—Toma —dice, pasándome mi ropa abandonada—. Deberíamos volver.
—Uh ... ¿qué?
—No queremos que Levi venga a buscarnos. —Miro mi cuerpo casi
desnudo y me doy cuenta de que probablemente tenga razón.
—Pero... —Mis ojos se posan en el bulto bajo su pantalón deportivo.
—Tenemos todo el tiempo del mundo, nena. Esto era para ti.
Se me acelera el corazón.
—¿Siempre has sido así de cariñoso?
—Lo escondo bien.
—No me digas. Pensaba que eras algo imbécil.
—Pensé que te gustaba —bromea.
—¿No sabes lo que dicen de los chicos malos? —pregunto, moviendo
las cejas.
—Sí, dan los mejores orgasmos.
Suelto una carcajada.
—Dios, tenía razón en una cosa.
Su ceja se levanta.
—Tu ego no tiene límites.
—Nena, cuando gritas así, ¿cómo no hacerlo? —Suspiro—. No hagas
pucheros, no te queda bien.
—Me siento mal.
—¿Por qué?
—Porque no pude devolverte el favor.
—¿Ves?, por eso es que te amo. Yo… —Sus ojos se abren de par en par
al darse cuenta de lo que acaba de decir—. Quiero decir... uh...
Me siento, le rodeo la nuca con las manos y atraigo sus labios hacia los
míos. Esta noche ha sido perfecta. Lo último que quiero es que lo arruine
arrepintiéndose de lo que acaba de decir.
CAPÍTULO SIETE
EMERSON

«M alditaAcepto
sea, ¿acabo de decir eso?».
su beso cuando aprieta sus labios contra los míos, pero
por dentro estoy volviéndome loco. ¿De verdad acabo de decirle que la
amo? ¿La amo?
Mierda.
—Gracias por esta noche. Ha sido más que perfecta.
—Me alegra que te haya gustado.
—¿Podemos dejarlo así y quizás volver otra vez?
—Claro.
La ayudo a ponerse la ropa y con nuestras manos entrelazadas volvemos
a la casa. Puede que Leah sepa a dónde fuimos, pero Gary y Levi no lo
saben y no quiero que ninguno de los dos sospeche nada. Al menos todavía
no.
Sé que en un futuro cercano voy a tener que confesar lo que siento por
Alyssa, aunque no me importa posponerlo un poco más mientras disfruto de
nuestro pequeño secreto.
La atraigo hacia mí cuando llegamos a la puerta y le doy un dulce beso
para que pase la noche. Lo que más deseo es seguirla hasta su habitación y
subir con ella, pero me preocupa ir demasiado rápido. Ella confesó esta
noche que son sus primeras experiencias, así que debo dejar que tome la
iniciativa, por mucho que me cueste hacerlo.
Cuando finalmente nos separamos, mi polla sigue amenazando con
salirse de mi pantalón deportivo.
—Tú ve, yo necesito unos minutos.
Echa un vistazo a mi no tan pequeño problema y sonríe. Por mucho que
me gustaría que se arrodillara frente a mí para terminar lo que habíamos
empezado, la sonrisita inocente que me dedica mientras cruza la puerta es
casi igual de buena.
Maldita sea, ¿cuándo me volví adicto a ella?
Hago memoria y recuerdo el momento en que entré al patio trasero de
los Perkins, cuando yo tenía quince años y Alyssa catorce. Estaba tomando
el sol en el traje de baño más diminuto. Estoy bastante seguro de que fue en
ese momento cuando me arruinó para cualquier otra persona. Intenté por
todos los medios sacarla de mi sistema, pero fue inútil. Es la única chica
que realmente tiene mi corazón en sus manos, aunque ella no lo sepa.
Después de volver a nuestro pequeño escondite y apagar todas las luces
de batería, es lo suficientemente seguro para que pueda caminar por la casa
sin parecer un maníaco hambriento de sexo.
—Hola, amigo. ¿Dónde has estado? —indaga Levi cuando asomo la
cabeza en su habitación y lo encuentro jugando con su Xbox.
—Hablando con mis padres —miento. La culpa me asalta al instante.
Están aquí al lado y, sin embargo, desde que llegué, apenas he hablado con
ellos un par de veces. El otro día acompañé a Leah a la tienda para hacer
sus compras. Eso al menos me hizo sentir que los estaba apoyando de
alguna manera.
—¿Están bien?
—Sí, o eso dicen. —Menos mal que eso no es mentira. Tanto mamá
como papá me aseguraron que estaban bien y que aún no se estaban
volviendo locos encerrados en su casa como prisioneros.
—¿Dos jugadores? —pregunta, señalando con la cabeza el videojuego
que está jugando.
—Claro.
Prepara el juego y emprendemos a jugar. Como siempre, él lleva la
delantera, pero después de todos estos años, sé leer su plan de juego como
la palma de mi mano. Hemos jugado juntos, tanto virtualmente como en la
cancha física, desde que teníamos edad para rebotar un balón. Sé cómo
funciona su mente.
—Echo de menos la cancha, maldición.
—No tanto como el sexo —murmura, dando un paso adelante para
lanzar.
—Eso también. —Estoy de acuerdo, aunque no puedo evitar que una
pequeña esperanza burbujee en mi interior y me diga que puede que no lo
eche de menos por mucho tiempo. Si el entusiasmo de Alyssa por
devolverme el favor antes sirve de algo, entonces debería tener algún tipo
de acción muy pronto.
—Hijo de puta. ¿Cómo hiciste eso? —Levi se queja cuando gano otro
juego.
—Juegos mentales. Sé cómo operas, Perkins.
—Vete a la mierda, Locke. ¡Lárgate de mi habitación!
—Ya me voy, ya me voy. —Levanto las manos en señal de rendición y
retrocedo hacia la puerta. Pongo cara de enfado, pero en realidad estoy más
que contento de que me mande a mi recámara. Así estoy más cerca de ella,
aunque duerma al otro lado del baño que compartimos.
Me desvisto hasta quedarme en bóxers, retiro las sábanas y me meto en
la cama.
Me acuesto en silencio intentando desesperadamente escuchar si está
despierta y moviéndose en la habitación de al lado, pero lo único que puedo
escuchar es mi propia respiración.
Mientras espero a que el sueño me reclame, repaso lo que vivimos en el
bosque. Imagino cómo se veía su cuerpo debajo de mí. Lo duros que se le
ponían los pezones cuando la tocaba. La dulzura que sentía en mi lengua.
Demonios, apenas la he probado una vez y ya soy adicto.
No tengo idea de cuánto tiempo permanezco allí tumbado con la polla
otra vez dura como una roca y su imagen en mi cabeza, pero finalmente un
clic rompe el silencio y una rendija de luz ilumina mi habitación.
Apoyándome en un codo, tengo que mirar dos veces la imagen que
tengo ante mí.
Alyssa está de pie con la luz de su habitación a sus espaldas. Brilla a su
alrededor y parece un ángel, maldición. Tiene puesto un camisón blanco tan
transparente que bien podría no tener nada encima.
—Lys. Carajo.
—Me sentía sola. —Se muerde el labio inferior como si no estuviera
segura de sí misma y eso hace que mi verga palpite. Necesito tanto sentirla
a mi alrededor.
Da un paso dentro de mi habitación. Balancea sus caderas, sus tetas
rebotan y se me hace agua la boca.
—Así que pensé que tal vez... ¿podrías hacerme compañía?
Me siento, las sábanas se amontonan en mi cintura y sus ojos se posan
en mi pecho. Hace años que sé lo que piensa de mi cuerpo. Siempre me he
asegurado de estar sin camiseta lo más posible para poder ver lo que le
provocaba. Ansiaba saber que seguía interesada, mas me aterraba
igualmente que un día no me devolviera ni una mirada.
Sonríe tímidamente cuando se detiene junto a mi cama. Mis ojos se
posan en sus pies descalzos y recorren lentamente sus piernas torneadas, la
curva de sus caderas, su cintura esbelta y sus enormes tetas con pezones
rosados. Su suave cuello está a la vista, su cabello se amontona
desordenadamente sobre su cabeza.
Se ve absolutamente impresionante.
—Ven aquí —murmuro, extendiendo mi mano hacia ella.
No se mueve inmediatamente y empiezo a preguntarme si se arrepiente
de haber venido. Pero entonces sus manos se dirigen a la parte inferior de la
falda de tela transparente y la levanta por encima de su increíble cuerpo, y
es entonces cuando toma mi mano y sube a mi regazo.
Sus piernas me rodean la cintura y mi polla se alinea perfectamente con
su centro.
—Hola —dice, deslizando los brazos por mis hombros y hundiendo sus
dedos en mi cabello.
—Hola a ti también. Qué agradable sorpresa.
—¿Agradable? Almorzar con tu abuelita es agradable, Locke —se
burla.
—No, no es nada parecido. Es jodidamente increíble. —Rozo sus labios
con los míos, aunque me retiro cuando intenta profundizar el beso.
—¿Sí? —Odio que se cuestione a sí misma en este momento.
Paso mis manos desde su trasero y subo por su espalda desnuda,
deleitándome con la sensación de sus músculos tensándose mientras me
muevo.
—Sí. Ahora dime ¿qué quieres?
—A… a ti.
—¿Qué parte de mí? ¿Mis labios? —pregunto, rozándolos por su
clavícula.
—Sí.
—¿Mis manos? —Las deslizo hasta su frente y tomo sus pechos con
firmeza.
—Sí. —Jadea.
—¿Mi polla? —cuestiono descaradamente al oído, empujándola contra
su coño.
—Sí. Todo, Emerson. Dámelo todo.
Chilla cuando la pongo boca arriba. Aprovecho para meterle la lengua
en la boca y animo a la suya a unirse mientras mis manos recorren su
cuerpo.
Pellizco sus pezones y acaricio sus senos, haciéndola gemir y arquear su
espalda sobre la cama, antes de que mis dedos recorran su vientre en busca
de mi premio final. La separo y la encuentro húmeda y lista para mí.
—Alyssa. —Jadeo en su oído, deslizo dos dedos en su interior y
empiezo a calentarla para lo que está por venir—. ¿Estás segura de que
quieres que sea yo?
—Muy segura. Nunca he querido que sea otro —confiesa con
sinceridad, seguido de un grito ahogado cuando las puntas de mis dedos
encuentran su punto G.
—¿Así de bien?
—Mmm —gime mientras sigo acariciándola—. Tan bien.
Presiono su clítoris con mi pulgar mientras sigo acariciando su punto
más sensible, desesperado por sentir cómo aprieta mis dedos de nuevo
mientras la llevo al límite.
—¡Dios mío, Emerson! —gimotea fuerte. Demasiado fuerte teniendo en
cuenta que estamos en casa de sus padres, con ellos y su hermano al final
del pasillo.
Sello mis labios sobre los suyos, tragándome sus súplicas de más y sus
gritos de placer cuando finalmente se deja caer.
—¿Todavía estás segura? —repito mi pregunta una vez que vuelve a
bajar. Estoy desesperado por más, sin embargo, soy consciente de no
presionarla. No quiero que piense que es lo único que quiero en esta etapa
tan temprana de lo que espero que sea el comienzo de nuestra relación.
Se incorpora y, con valentía, mete su mano por debajo de mi bóxer y
envuelve mi miembro con sus delicados dedos. Mi miembro se retuerce
violentamente al contacto con ella y un gemido retumba en mi garganta.
—Mierda, Lys.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en un costado de su boca.
Con su mano aún sujetándome, me levanto y empujo la tela hacia abajo
por encima de mis caderas para liberarme por completo. Sus ojos se posan
en mi piel recién expuesta. Me mira fijamente durante unos largos segundos
y, si no fuera por la expresión de asombro de su rostro, podría preocuparme.
—Supongo que me equivoqué, ¿eh?
—¿En qué?
—Mi suposición de que tienes una polla diminuta.
—Mi ego está totalmente justificado, nena.
—Ugh, por favor. —Pone los ojos en blanco y se ríe—. Entonces, ¿me
vas a enseñar lo que haces con ella?
—Claro que sí, carajo. —Me levanto de la cama lamentando la pérdida
de su mano, busco un condón en mi maleta y me quito la última prenda de
ropa que me queda.
Cuando me doy la vuelta, Alyssa está recostada sobre mi almohada. Su
cabello oscuro se abre en abanico sobre las sábanas de flores claras, su
pecho se agita y su centro aún está mojado por su orgasmo anterior.
Mi verga se estremece ante la anticipación de estar dentro de ella, pero
la intensidad de sus ojos me obliga a quedarme donde estoy para que ella
pueda saciarse.
—¿Ves algo que te guste?
—Vuelve aquí.
Abre las piernas para que me acomode entre ellas y yo abro
rápidamente el pequeño paquete plateado y deslizo el condón sobre mi
longitud.
—Puedes decirme que pare cuando quieras.
—No lo haré, pero gracias.
Beso su cuerpo y vuelvo a meter mis dedos dentro de ella,
asegurándome de que esté lo más preparada posible para cuando la penetre.
Finalmente, llego a sus labios. La beso profundamente, saco mis dedos
de su cuerpo y le acaricio el coño con la punta de mi polla. Al principio se
pone tensa, pero pronto empieza a relajarse.
Encuentro su entrada y lentamente introduzco la punta. Sus piernas se
ponen rígidas hasta que encuentro su clítoris y empiezo a rodearlo con la
punta del dedo, ayudándola a relajarse y a permitirme penetrarla más.
—Lo siento mucho —susurro contra sus labios, sabiendo que lo que
viene a continuación le va a doler.
—Hazlo. Estoy lista.
Espero que tenga razón, no obstante, temo que esté mintiendo.
Empujo mis caderas hacia adelante y aprieto los dientes mientras su
centro apretado y caliente me envuelve. Mierda, tengo tantas ganas de
moverme, aunque me obligo a quedarme quieto hasta saber que está bien.
Sus gemidos suenan como gritos en mis oídos y odio haberle causado
dolor.
La beso con ternura mientras continúo acariciándole el clítoris con la
esperanza de que eso provoque algo de placer que ayude a calmar el dolor.
—No pasa nada. Estoy bien —musita contra mis labios.
Flexiono mi cadera para ver si dice la verdad y la sensación me vuela la
puta cabeza. Está tan apretada.
—Qué bien te sientes, Lys.
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios.
—Demuéstramelo.
Hago lo que me dice y la saco lentamente antes de volver a meterla.
—Mierda. Esto no va a durar mucho.
—Tenemos todo el tiempo del mundo para volver a hacerlo —señala,
robándome las palabras que dije hace un rato.
—Así es, demonios.
Tras unas cuantas embestidas lentas, sé que mis palabras anteriores eran
correctas. Mi orgasmo comienza a sentirse en la base de mi espalda mucho
antes de que esté preparado para ello.
—¡Emerson! —gime Alyssa, mientras me inclino sobre ella y aprieto
sus labios contra los míos.
Mi gruñido de placer retumba en mi garganta mientras mi polla se
retuerce y libero todo lo que tengo dentro de ella.
—Oh, Dios —murmura, mi propio orgasmo acercándola al suyo.
La próxima vez que la tome, haré que se venga con mi pene. Pero esta
noche, mientras está adolorida por su primera vez, me conformo con
hacerla gritar de nuevo con mi lengua. Y eso es exactamente lo que hago en
cuanto me quito el condón.
Cuando finalmente nos dormimos, es con ella envuelta en mis brazos y
apretada contra mi cuerpo. Exactamente donde pertenece.
CAPÍTULO OCHO
ALYSSA

T odo lo que ha ocurrido desde el momento en que abrí la puerta de su


habitación y entré ha sido increíble.
A la mañana siguiente, ambos acordamos mantener en secreto lo
que estaba ocurriendo. Los dos sabemos que mamá sabe que está pasando
algo, pero para nosotros era importante poder embarcarnos en nuestra
relación sin las opiniones de los demás, con los que estamos obligados a
convivir diariamente por ahora.
No es la forma ideal de empezar una relación, pero a la vez, andar a
escondidas con la esperanza de que no nos descubran es bastante excitante.
A medida que pasan los días, más nos arriesgamos. Los pequeños roces
y las miradas entre nosotros se hacen más evidentes. Mamá nota la mayoría,
pero por lo que sabemos, papá y Levi siguen sin enterarse.
Durante el día seguimos como siempre. Yo paso la mayor parte del
tiempo en mi habitación haciendo la tarea o hablando con las chicas, y él
está jugando baloncesto con Levi o trabajando duro en el jardín con mi
padre. He descubierto que si me meto en su cuarto, que da al patio trasero,
puedo seguir trabajando mientras veo cómo se pone a sudar con la pala.
La vida es bastante perfecta a pesar del desastre que es el mundo
exterior en estos momentos.
Cuanto más tiempo estamos atrapados en casa, más ganas tengo de salir
de estas cuatro paredes. Me muero de ganas de poder salir y hacer algo tan
sencillo como disfrutar de una comida como una pareja normal, o incluso
un largo paseo por la playa acompañado de una malteada en Aces. Quiero ir
a una fiesta en casa de Ethan y llevar a Emerson conmigo para presentárselo
a mis amigos como es debido. Todos lo conocen. Todos en Rosewood lo
conocen a él y a mi hermano. Juntos llevaron al equipo de baloncesto a las
finales estatales el año pasado. Su reputación los precede. Mas quiero que
lo conozcan como mi novio, no solamente como una leyenda en la cancha.
—Mmm... No puedo esperar a que llegue la hora de dormir —me
murmura al oído mientras saco los platos para la cena. Mamá acaba de
sacar la comida dándonos unos segundos de privacidad antes de volver en
busca de los vasos que están a un lado.
—Yo tampoco.
Todo en la cena es normal, como nos hemos acostumbrado. Después de
comer, Emerson sale a hablar con sus padres. Han pasado de hablar por
teléfono a gritarse a través de nuestras dos entradas. Sé que es una parte del
día que siempre espera con impaciencia, sabiendo y viendo con sus propios
ojos que ambos están bien.
Todos miramos las noticias del día con una sensación de angustia en el
estómago. No tenemos ni la menor idea de cuánto va a durar esto, pero
teniendo a Emerson, esa incógnita me preocupa cada día menos. Mientras
lo tenga a mi lado, estoy segura de que superaremos casi sin problemas este
extraño momento.
Después de irme a mi habitación no mucho después de que mis padres
nos dejen solos, me quito la ropa y me dirijo a la ducha. Ha sido un día
caluroso y húmedo y estoy casi tan desesperada por refrescarme como
emocionada porque Emerson me encuentre aquí.
Apenas han pasado diez minutos cuando la puerta de su habitación se
cierra y una sombra aparece en la puerta del baño.
—Podría acostumbrarme a esto —dice, mientras sus ojos recorren mi
cuerpo desnudo y mojado.
—¿Qué estás esperando?
—Absolutamente nada, maldición.
En un abrir y cerrar de ojos, se quita la ropa y se pone un condón. Me
levanta para que mi espalda se apoye en la pared y me sujeta con las
caderas mientras sus manos se deslizan por mi cabello que ya está mojado.
—Llevo todo el día esperando esto. —No tengo oportunidad de
contestar porque sus labios encuentran los míos.
Seguimos besándonos, desesperados por reconectar después de pasar el
día con la familia y trabajando, cuando coloca su polla en mi entrada y me
baja sobre ella.
Gemimos de placer, pero ambos son absorbidos por el otro y por el
sonido del chorro de agua. Cada vez que estamos juntos me preocupa que
hagamos tanto ruido que despertemos sospechas, aunque hasta ahora todo
ha salido bien. Sé que cada vez que estamos juntos nos encontramos más
cerca de que nos descubran. Esto no puede durar mucho si estamos
encerrados en una casa con otras tres personas.
—¿Tu cama o la mía? —pregunta Emerson mientras me pasa una toalla
para que me seque después de haberme dado dos orgasmos satisfactorios en
casi el mismo número de minutos.
El sonido de Levi acostándose se escucha claramente ahora que la
ducha está cerrada y ya no nos distraemos el uno con el otro.
—La mía. Siempre me despierto preguntándome dónde estoy cuando
me quedo contigo.
—Ugh, eso significa que tengo que empacar —bromea, colgando su
propia toalla en el gancho y caminando desnudo hasta mi habitación. Le
miro descaradamente el trasero mientras camina.
—Puedo sentir que me estás mirando.
—Bien —respondo, mientras saco el cepillo de dientes del vaso y lo
cubro con pasta dental.
Me doy cuenta de que olvidé traer una botella de agua, tomo la camiseta
de Emerson del suelo, me la pongo por encima de la cabeza y me reúno con
él en mi habitación.
Me queda enorme. Me llega casi hasta las rodillas y muestra más de mis
pechos de lo que me gustaría, no obstante sé lo mucho que le gusta verme
vestida con su nombre y su número.
—Por muy sexy que estés, te prefiero desnuda.
—Solo iré a buscar algo de beber.
—¿Vestida así?
—Está bien. Todo el mundo está acostado.
—De acuerdo. Date prisa.
Salgo de la habitación y bajo rápidamente las escaleras. No enciendo
ninguna luz; no necesito hacerlo. He vivido aquí toda mi vida. Puedo
navegar en la oscuridad sin dudarlo.
Estoy sacando una botella del refrigerador cuando la luz sobre mí
ilumina la habitación.
—¿Qué demonios tienes puesto? —grita Levi. Me giro, el impacto de la
luz cegadora junto con su voz me impide pensar en las consecuencias—.
¡Maldita sea, Alyssa! —Se tapa los ojos y yo cubro rápidamente el exceso
de pechos que estoy enseñando—. ¿Por qué carajo estás...? Oh, no. ¡Oh,
no!, ¡maldición! Dime que no estás. Dime que él no está...
Antes de que pueda decir nada, se marcha.
—¡Levi, regresa! —exclamo, corriendo tras él. Nuestros pasos
retumban escaleras arriba. Confío en que seamos lo bastante ruidosos como
para alertar a Emerson de lo que se le viene encima.
Levi atraviesa la puerta de mi habitación segundos antes que yo. Soy
demasiado lenta. Para cuando entro en la recámara, ya está sacando a
Emerson desnudo de mi cama. Su hombro choca con la pared cuando Levi
lo lanza contra ella.
—¿Qué diablos estás haciendo? —brama, levantando el brazo y
golpeando con su puño la cara de Emerson.
—Levi, detente. Por favor, déjalo.
Me abalanzo sobre él, tratando de impedir que lance otro puñetazo, pero
es demasiado fuerte para mí. Así que en lugar de intentar detenerlo, me
interpongo entre ambos, esperando que a mi hermano aún le quede
suficiente cordura como para no golpearme.
—Lys, ¿qué demonios...? ¡Oh, mierda! —gruñe papá, entrando
corriendo en la habitación con la bata peluda rosa de mamá. Rodea la
cintura de Levi con los brazos y consigue apartarlo.
Volteo hacia Emerson, que ya tiene la cara hinchada y un hilillo de
sangre le corre por el labio cortado.
—Toma —me dice al oído la suave voz de mamá mientras me echa mi
propia bata al hombro.
La uso rápidamente para cubrir a Emerson antes de voltear hacia mi
hermano.
—¿Qué demonios, Levi?
—¿Qué? —refunfuña—. No te hagas la inocente. Estaba en tu puta
cama. Desnudo.
—Sí, lo sé.
Intenta zafarse de papá, pero no lo consigue. En vez de eso, se queda ahí
de pie con el pecho agitado y enseñando los dientes con rabia.
—Te voy a matar por haberla tocado —revira a su mejor amigo por
encima de mi hombro antes de darse la vuelta y soltarse de los brazos de
papá y salir de mi habitación.
Papá nos mira a los tres antes de dirigirse a mamá.
—Lo sabías, ¿verdad?
Ella se encoge de hombros.
—Yo solo les permití explorar lo que hay entre ellos en paz.
—¿Y qué tal te funcionó?
—De acuerdo. No hay necesidad de eso. Tienes que ir a calmar a tu
hijo. Yo me ocuparé de las cosas aquí.
—Estoy bien —comenta por lo bajo Emerson desde su posición
desplomada en el suelo de mi habitación.
Papá desaparece, haciendo lo que le ordenaron.
—Lys, ve a buscar el botiquín de primeros auxilios al baño.
Salgo corriendo de la habitación mientras ella se agacha para revisar las
heridas de Emerson.
—Espero que haya valido la pena —agrega en voz baja.
—Cada momento. —Es la respuesta de Emerson.
Con una sonrisa en la cara, me dirijo al pasillo para traerle lo que
necesita. El sonido de los gritos de mi hermano viene de algún lugar del
piso de abajo, sin embargo, lo ignoro. Está exagerando.
Mamá y yo limpiamos la cara de Emerson antes de que nos deje solos.
Se detiene en la puerta y nos mira a ambos, que seguimos en el suelo.
—Dale tiempo. No se lo restriegues en la cara. Te diría que quizás
Emerson debería volver a su habitación, pero sé que caerá en oídos sordos.
Así que... sean discretos, ¿sí?
—Pensé que lo éramos —expongo mientras ella desaparece, cerrando la
puerta detrás de ella.
—Anda, vamos a la cama.
Ayudo a Emerson a levantarse del suelo y, después de quitarme su
camiseta, me meto en la cama a su lado y me acurruco en su costado.
—Lo siento —susurro, besándole la parte inferior de la mandíbula.
—No es culpa tuya, nena. Sabía que pasaría tarde o temprano.
—¿Fue en serio lo que le dijiste a mi mamá?
Se queda en silencio unos segundos mientras piensa.
—¿Escuchaste eso, eh? —Asiento con la cabeza—. Sí, lo dije
totalmente en serio. Puede hacerme sufrir todo lo que quiera, no hará que
me arrepienta de esto. —Sus brazos me rodean con más fuerza y sus labios
presionan mi cabeza.
Me quedo acostada durante un buen rato, repasando una y otra vez los
acontecimientos de la noche. Fue culpa mía. Si me hubiera puesto la bata
para bajar, Levi nunca se habría enterado.
Volvió a subir a su habitación hace unos momentos. Cada músculo de
mi cuerpo se tensó cuando sus pasos se detuvieron frente a mi puerta
durante unos segundos de más. Lo último que necesitamos ahora mismo es
que entre y nos encuentre juntos.
Cuando estoy segura de que Emerson está dormido, me desprendo de
sus brazos, me pongo la bata y salgo de la habitación en silencio.
Me dirijo a la habitación de Levi y toco.
—¿Sí? —revira, y yo abro la puerta de un empujón y entro.
Me quedo junto a la puerta con mis dedos alrededor de la manija, en
caso de que necesite salir rápidamente.
—Lo siento.
—¿Lo sientes? —Está sentado al otro lado de la cama, de espaldas a mí
y con la cabeza colgando entre sus hombros.
—Por supuesto.
—¿Sientes haberlo tocado o sientes que te descubrieran?
—Ninguno de los dos —confieso con sinceridad—. Siento no habértelo
dicho.
—Lys. —Respira, poniéndose de pie y girando hacia mí. Tarda un
momento, pero al final sus ojos se posan en los míos—. Yo también lo
siento. Me puse histérico.
—Un poco.
—Es que... tú eres mi hermanita y él es...
—Tu mejor amigo.
—Iba a decir que es un perro, pero sí, eso también.
El silencio desciende entre nosotros.
—¿Es... es serio?
—Tan serio como creo que puede ser en este momento.
—Oh Dios. —Mira al techo—. Estás enamorada de él, ¿verdad?
—Sí, creo que lo estoy.
—Maldita sea, Lys. De todos los chicos.
—Lo sé. Aunque siempre ha sido él, Levi.
—Bueno entonces, supongo que así es como tiene que ser. Pero, por
favor, no me hagan verlo.
—Haremos lo que podamos.
—Ahora sal de aquí y ve a cuidar a tu... novio. —La forma en que dice
esa palabra me hace reír.
Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla.
—Gracias, hermano.
—En serio, de verdad no me lo agradezcas.
Me río mientras salgo de su habitación, sin embargo, me detengo
bruscamente cuando encuentro a Emerson recargado en la pared afuera de
la habitación de Levi con una amplia sonrisa en su rostro.
—¿Qué? —pregunto titubeando.
—Dilo otra vez. —Frunzo el ceño—. Quiero que me mires cuando lo
digas esta vez.
—Qué... oh. —Me acerco a él y paso mis manos por su pecho hasta
enlazar mis dedos detrás de su cuello. Es tan alto que acabo poniéndome de
puntitas con todo mi cuerpo pegado al suyo. Miro fijamente sus ojos azules
y me trago la emoción que amenaza con obstruirme la garganta—. Te amo,
Emerson Locke.
—Yo también te amo, nena. —Sus brazos me rodean y suspiro de
felicidad, hasta que escucho la voz de mi hermano.
—¿En serio? Justo frente a mi puerta. ¡Váyanse a la mierda!
Los dos soltamos una carcajada mientras nos disculpamos y nos
dirigimos a mi habitación para pasar la noche sin hacer ruido demostrando
exactamente lo que sentimos.
EPÍLOGO
ALYSSA

Seis meses después...

—N o puedo creer que no me lleven a la universidad —les digo a


mis padres mientras estamos en la entrada de la casa. El auto
de Emerson está estacionado detrás de nosotros, cargado con
todas mis cosas listas para emprender el viaje a la Universidad de Maddison
Kings.
—Alguien puede ser muy persuasivo —explica mamá, levantando la
vista y sonriéndole a Emerson, que está esperando a que me despida. Es una
locura, la universidad no está tan lejos y ya planeamos volver el fin de
semana que viene para el cumpleaños de papá. No es como si me fuera a
mudar al otro lado del país.
—Los quiero a ambos.
—Nosotros también te queremos. —Dos pares de brazos me envuelven
y las lágrimas queman mis ojos.
—Tengo que irme.
Mamá solloza, demostrando que no soy la única que intenta no
derrumbarse en este momento.
—Llámanos cuando llegues.
—Lo haré. —Subo al asiento del pasajero de Emerson sin mirar atrás—.
Bueno, vámonos.
—No pasa nada si lloras, ¿sabes?
—Lo sé. Es que me siento ridícula poniéndome sentimental por esto.
—Es normal. Estás dejando el único lugar que has conocido para
embarcarte en una nueva vida.
—No me estás ayudando.
—Lo siento —murmura divertido mientras se aleja de la casa en la que
hemos pasado tanto tiempo en los últimos meses.
Tan pronto como se levantó el aislamiento después de que las
aterradoras cifras del virus empezaran a disminuir, pasamos lo que quedaba
del verano disfrutando de tiempo a solas como pareja. Pasamos horas
paseando por la playa, charlando sobre lo que nos depararía la vida
universitaria. Me las arreglé para entregar todo lo que necesitaba hacer y mi
oferta para ir a Maddison a estudiar arte fue aceptada. Todo estaba a punto
de cambiar, pero las cosas parecían mucho más fáciles sabiendo que él iba a
estar allí.
No era la única que iría a Maddison. Tenía muchos amigos que irían a la
misma universidad, así que sabía que tendría apoyo.
Emerson charla sobre qué me espera en mis primeras semanas como
estudiante universitaria. Habla de las fiestas, las borracheras y se refiere
brevemente a las clases.
—Emerson, ¿los dormitorios no están por allí? —pregunto cuando pasa
de largo lo que yo creía que era la entrada a mi nuevo hogar.
—Sí, pero no vamos a ir allá.
—¿Por qué no?
—Tengo una sorpresa para ti.
Diez minutos después, entramos a un pequeño estacionamiento detrás
de lo que parece un edificio de apartamentos.
—¿Qué es este lugar?
—Solo espera. Vamos.
Se baja del coche y mi curiosidad hace que lo siga.
Saca unas llaves de su bolsillo, abre la puerta principal y me lleva hacia
unas escaleras para subir al piso superior.
—Aquí —indica, deteniéndose ante una puerta—. Cierra los ojos.
—¿Qué?
—Ugh, bien. —Su enorme mano envuelve mi cara, impidiéndome ver.
—Emerson, ¿qué demonios es esto?
El sonido de la puerta abriéndose llena mis oídos antes de que me
empuje hacia adelante.
—Bienvenida a casa, nena. —Retira su mano de mi rostro y, tras
parpadear un par de veces, aparece a la vista una sala completamente
amueblada.
—¿Qué demonios?
—¡Sorpresa!
—¿Qué...?
Doy vueltas en el mismo lugar, asimilándolo todo. Sin embargo, no es
hasta que veo un par de fotos de nosotros dos en una repisa que empiezo a
darme cuenta.
—¿Es esta nuestra casa?
—Así es, nena.
—¿Y los dormitorios? —Se encoge de hombros—. ¿Y mis padres?
—Están de acuerdo.
Se me escapa una risa.
—Así que... ¿aquí es donde voy a vivir? ¿Contigo? ¿Solo nosotros dos?
—Si me aceptas.
—Dios mío, esto es increíble, Emerson. Gracias. —Me lanzo hacia él y
choco mis labios contra los suyos, y allí mismo, en medio de nuestra nueva
sala nos lanzamos a nuestro futuro juntos como pareja. Puedo ver unos
cuantos días más de confinamiento juntos en nuestro futuro.

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ACERCA DEL AUTOR

Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.

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