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Annabeth Albert Bailado juntos

1 Serie Calor de Portland 6


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Portland, Oregón, es una de las ciudades más calientes de América.


Pregúntale a todos los hombres trabajadores que sudan detrás de los
mostradores de los restaurantes, boutiques y cafés de toda la ciudad...

Recién limpio y sobrio, Todd se ha lucido en su trabajo en la panadería


más famosa de Portland. No sólo se trata de los deliciosos postres que venden,
sino de los sabrosos manjares que siguen entrando por la puerta. Eso
ciertamente incluye a Kendall Rose, un organizador de bodas con ojos del
color del azúcar moreno y la piel a juego. Todd no trata de ocultar su atracción
por la elegante confianza y el estilo único de Kendall, incluso cuando le
preocupa exponer los secretos de su pasado.

Para Kendall, la atención es sólo una parte de todo lo que le gusta de


Portland. Pero sigue buscando a ese alguien especial que lo abarque todo,
incluyendo su fluidez de género. Así que se arriesga y le pide a Todd que sea
su pareja en una clase de baile para una recaudación de fondos. Cuando la
música comienza y toma a Todd en sus brazos, Kendall se sorprende de lo
bien que se siente. Resulta que tomar el liderazgo por una vez no es un error.
De hecho, podría ser el momento de dar el siguiente paso y seguir su corazón...

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—¿Estamos listas para tener nuestro pastel y comerlo también? —


bromeaba mientras mis clientes, María y Leah, caminaban por la acera frente
a la panadería. Ambas se rieron, lo cual era mi intención.

—Estoy tan nerviosa —confesó María, lanzando su largo y negro pelo


sobre un hombro—. Nunca he pedido algo tan elegante.

Ambas eran propensas a ataques de ansiedad por su boda, y era mi


trabajo tranquilizarlas y hacer que todo funcionara sin problemas. Me
enorgullecía de cuidar bien de mis clientes, así que puse mi sonrisa más
tranquilizadora.

—Se supone que esto es divertido. Tu pastel debería ser la menor de


tus preocupaciones y Vic va a cuidar muy bien de ti. —Quité su carpeta de
mi bolso verde Alexander McQueen1. Dentro de la carpeta, tenía todos los
detalles para su gran día el próximo mes, así como un montón de fotos
inspiradas en el diseño de sus vestidos, pastel y decoración. Podrían estar
trabajando con una agenda apretada, pero estas dos tenían ideas definitivas
sobre cómo debería ser su boda.

Mantuve abierta la puerta de la panadería. Era un pequeño y soleado


edificio en el sudeste de Portland, un lugar muy frecuentado en este
vecindario, y recientemente estaba bajo una nueva dirección, ya que Vic, el
panadero con el que solía trabajar, se había convertido en socio del negocio.
Pero el hombre no se veía por ninguna parte cuando entramos en la tienda.

1 Lee Alexander McQueen fue un diseñador de moda inglés. Es conocido por haber trabajado
como diseñador jefe en Givenchy desde 1996 a 2001 y por fundar su propio sello, Alexander
McQueen.

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En cambio, el repartidor que había acompañado a Vic en las últimas


bodas que había planeado trabajaba en el mostrador. Un chico rubio y guapo,
le había crecido la barba desde la última vez que lo vi. Anteriormente había
asumido que era un adolescente, pero la barba lo hacía parecer mayor. Y más
delicioso. Me sentía culpable por haberlo acosado antes, pero ahora podía ver
que tenía más bien veintiuno, quizás veintidós o tres si entrecerraba los ojos
con fuerza. Todavía más joven que yo, pero una persona puede mirar sin
vergüenza.

—Hola, Todd —lo saludé. Me esfuerzo por aprender los nombres de


todos los asociados a una boda, incluso del personal auxiliar. Ayuda el hecho
que soy bueno con los nombres, siempre lo he sido. Eso y disfruto de la mirada
de sorpresa y placer en la cara de alguien cuando recuerdas su nombre. Las
cejas de Todd se levantaron y su boca se torció—. Estoy aquí con la boda
Ramos-Vienne. ¿Puedes decirle a Vic que llegamos?

—Seguro. —Sacó una gran carpeta brillante de detrás del mostrador—.


Pueden mirar esto mientras esperan. —Tenía un poco de acento sureño y una
forma de hablar lenta que hacía que uno prestara atención a sus palabras,
como si cada una de ellas fuera extra-importante. No es que Todd fuera muy
hablador, en nuestras pocas interacciones anteriores, siempre dejaba que Vic
se encargara de las cosas.

Así, me sorprendió cuando unos minutos después que nos instalamos


en una de las mesas que estaban en la zona de la ventana, Todd volvió con
Vic y tomó una de las sillas libres de la mesa.

—Hola, Kendall. —Me saludó Vic con un fuerte apretón de manos.


Presenté a María y a Leah, que también recibieron un saludo—. Le pedí a
Todd que se uniera a nosotros porque lo estoy entrenando en cosas
relacionadas con el mostrador. Quiero que sepa cómo manejamos la consulta
de una boda, en caso que tenga que hacerla en un apuro. —Vic hizo un gesto
hacia Todd, quien le dio una sonrisa nerviosa que se acercaba más a una

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mueca. Tenía un cuaderno de espiral y un bolígrafo con él, y su expresión me


recordó a algunos de mis amigos ante un examen para el que no habían
estudiado.

Vic habló con María y Leah sobre su boda, una pequeña aventura
íntima en el Benson, y lo que buscaban en un pastel.

—Impresionante y elegante —dije, sacando las fotos que habíamos


recogido para inspirarnos. Les gustaban las flores de azúcar, que era algo en
lo que Vic se especializaba, pero también les gustaban los pasteles complejos
pero modernos. No podía esperar a ver lo que Vic imaginaba para ellas.
Empezó a garabatear en su cuaderno de bocetos, añadiendo y tachando cosas
mientras hablábamos y hojeaba las fotos.

—Memorable —añadió María.

—Y sabroso. —Leah se rió.

—Bueno, tenemos una sabrosa cobertura. Todd, ¿podrías traer los


pasteles de degustación de la caja?

—Seguro. —Todd se puso de pie, y luego vaciló, arrugando la frente.


Lucia distraídamente adorable, incluso confundido—. Oye, Kendall, tengo
una jarra de agua y vasos listos para nosotros. ¿Podrías echarme una mano?

Se mordisqueó la comisura del labio y tuve la fuerte sensación que tenía


algo más que agua para darme. Tenía esa mirada... la que tiene la gente
cuando están tratando de decirme algo. Sin embargo, asentí y lo seguí hasta
la zona del mostrador.

—¿Qué tienes en mente? —pregunté en voz baja una vez que estuvimos
fuera del alcance de los otros, que seguían mirando fotos de pasteles. No tenía
sentido fingir que no quería hablar conmigo por alguna razón.

—Trabajamos en muchas bodas con ustedes. —Sacó dos placas de


muestras de la caja refrigerada y las puso en el mostrador—. Y yo sólo... —Se

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encogió de hombros.

Una comezón me subió por la columna vertebral. Esto podría ponerse


incómodo rápidamente, pero incluso cuando sentí que mis escudos se
elevaban, le di el beneficio de la duda y asentí rígidamente.

—¿Sí?

—Quiero asegurarme que te trato con respeto —susurró—. Ya sabes,


cuando pienso en ti y esas cosas.

—¿Piensas en mí? —A pesar de mí, mi voz tomó un tono coqueto, en


parte para ver si podía ponerlo tan incómodo como lo estaba yo.

—Umm. —Se tiró de la oreja izquierda, un delicioso rubor rosado


manchó sus mejillas. Sí, pensaba en mí, probablemente en formas que
preferiría no hacerlo.

—Quiero decir, he oído a Vic recomendarte a la gente que busca un


planificador.

Asentí. Le dejé fingir que era eso.

—Quiero asegurarme que estoy usando tus pronombres preferidos,


¿sabes? Nunca sé qué usar cuando pienso en ti.

Bueno, no tan adorable. Esperaba algo más contundente, en la línea de


lo que se suele preguntar. ¿Eres un chico o una chica? Pero Todd se veía tan
comprometido, de pie, masticando su labio. Sus ojos eran serios, como si
realmente le importara hacer esto bien.

—Los pronombres son unos bastardos complicados, pero puedes usar


'él' —dije—. Así es como me identifico un gay de género fluido 2 . —Se lo
expliqué todo, en parte porque la gente que se tomaba el tiempo de hacer

2 Las personas de género no binario o fluido son aquellos cuyas identidades de género no
encajan entre la variedad de géneros binarios (masculino y femenino).

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preguntas siempre quería saberlo todo, incluyendo cosas que no eran de su


incumbencia, como cuando me había abrazado por primera vez a mi género,
o si me identificaba como hombre y mujer o ninguno de los dos. Más de una
persona había preguntado por porcentajes, como si yo hiciera algunas
matemáticas complejas cada mañana al vestirme. Pero también quería jugar
con esa pequeña llamarada de interés que había visto cuando Todd dijo que
pensaba en mí. ¿Pensaba en mí porque me había leído como una mujer? No
sería la primera vez. Especialmente cuando me dejaba el pelo suelto para que
los rizos me rozaran el cuello, recibía más respuestas de "sí, señora" y miradas
curiosas. Francamente, me encantaba balancear mi presentación andrógina,
aunque a veces me llevaba a conversaciones incómodas como esta.

La cara de Todd no delató mucho, con sus ojos permaneciendo serios,


pero sus orejas se sonrojaron en un tono más oscuro de rosa.

—Es bueno saberlo —murmuró, sin encontrarse con mis ojos.

Esa pequeña evasión hizo que mi columna vertebral se pusiera rígida y


que mi voz se endureciera.

—¿Y qué hay de ti? ¿Tienes alguna etiqueta que deba conocer?

—Pensé que ya me habías descubierto. —Volvió su brazo para mí,


revelando un tatuaje en la parte inferior de su antebrazo. Hoy había subido
las mangas de su chaqueta blanca de panadería, pero tenía la sensación que
estaban bajas las otras veces que lo había visto, ya que habría recordado
totalmente ese tatuaje... era un diseño tribal con un sol en el centro, pero el
sol era del color del arco iris.

—Bonito. —Había planeado la boda de Vic con su marido, Robin, y


sabía que le gustaba contratar a gente de todo el espectro de QUILTBAG3,
pero a diferencia de la suposición de Todd, no había sido capaz de leerlo. ¿Por

3 Q - Queer and Questioning / U – Unidentified / I – Intersex / L – Lesbian / T - Transgender,


Transexual / B – Bisexual / A – Asexual / G - Gay, Genderqueer

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qué iba a...?

…Cuando pienso en ti. Oh... Tal vez esta no era la simple investigación
con la que los curiosos me golpeaban todo el tiempo. Tal vez...

—¿Cómo va el pastel? —Vic levantó su voz jovial.

—¡Ya voy! —Todd recogió los platos del pastel, dejándome llevar el agua
y con un montón de preguntas.

Cuando volví a la mesa, Vic había dibujado un hermoso pastel: base


cuadrada, centro redondo y pisos superiores con una cascada de flores como
orquídeas a los lados.

—Queremos glaseado de crema de mantequilla, no fondant —dijo María


mientras me acomodaba—. Eso ya lo sé.

—Su crema de mantequilla es divina. Pruébala en el pastel con infusión


de café expreso. —Señalé una muestra en su plato—. Y recuerda, este es tu
día. Ve con lo que encuentres absolutamente delicioso para ambas.

—¿Quieres un trozo de algo, Kendall? —preguntó Vic—. Todo lo que


quieras de la caja principal, por cuenta de la casa, Todd puede conseguirlo.

Vic siempre se ofrecía y yo solía declinar cuando traía a mis clientes,


pero algún diablillo me hizo mirar directamente a Todd.

—Creo que dejaré que mis novias se encarguen del pastel. ¿Qué me
recomiendas? —No pestañeé, pero mi tono fue bastante coqueto.

—Yo... eh...

—Todd no come mucha azúcar —explicó Vic, dándome una severa


mirada de 'no te metas con mi asistente'. Lo que sea. Nos conocíamos lo
suficiente como para que me diera un poco de margen.

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—Me gustan las nuevas magdalenas paleo 4 . —Todd se ruborizó. Su


acento sureño se hacía más pronunciado cuando se ponía nervioso—. Sin
azúcar refinada.

—Puedes traerme una, si no es mucha molestia —dije.

—No es ninguna molestia. —Sus largas zancadas lo llevaron de vuelta


a la vitrina. Se agachó detrás de ella para tomar un panecillo y ponerlo en un
plato. Su chaqueta de panadero era demasiado holgada para que yo pudiera
ver su trasero, lo cual era una lástima. Mientras me deslizaba el plato, sus
ojos se posaron en mi suéter. Era amarillo mantequilla, con un tejido suelto
y una V que se hundía por delante y por detrás. Era una de esas piezas de mi
armario que me hacía sentir invencible. Y sexy. Las puntas de las orejas de
Todd se sonrojaron cuando se sentó de nuevo. Sí, él había notado la parte
sexy.

Intenté devolver mi atención a Leah y María y qué sabores


complementarían mejor el resto de la comida de la recepción, pero todavía era
consciente de Todd, de una manera que no lo había estado en mucho tiempo.

***

Durante las siguientes semanas pensé en Todd y sus preguntas más


dulces que la mantequilla más de lo que me hubiera gustado, pero el trabajo
me mantuvo ocupado y lejos de la panadería hasta un raro sábado perezoso
con mi mejor amiga.

—No quiero café —dijo Freya una vez que ya nos alejábamos de nuestro
edificio.

—¿Qué? ¿Te sientes bien? —Me acerqué y le toqué la frente. Ahora que
lo pensaba, había estado actuando un poco raro los últimos días—. Esto es
lo que hacemos. Tomamos café.

4 https://dietapaleo.org/magdalenas-paleo/

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Y por café, me refería a las elegantes bebidas de nuestro barrio, que nos
permite observar a la gente junto con capuchinos de origen único.

—Lo sé, pero tengo hambre. He estado haciendo esa cosa baja en
carbohidratos de nuevo, y todo lo que puedo pensar es en carbohidratos.
Que no puedo tomar.

—¿Estás haciendo lo del paleo5 como la mitad de la ciudad? —Sacudí


la cabeza, haciendo que mi pelo me hiciera cosquillas en la nuca. Era un día
de descanso para mí, así que dejé mi cabello natural y no intenté domar los
rizos con producto. Freya no necesitaba perder peso en mi opinión, pero
estaba convencida que tenía demasiados trastos en el maletero.

—Esa misma. Extraño el pan.

—Cariño, eres perfecta, exactamente como eres. No tienes que morirte


de hambre.

—Gracias. —Me dio una pequeña sonrisa.

—Bueno, al menos, vamos a encontrarte algo que puedas comer. La


panadería que maneja la mayoría de mis clientes tiene un nuevo panecillo de
paleo. Sin granos, sin azúcares refinados. No está mal. —Las magdalenas de
Todd me vinieron a la mente inmediatamente, tenía más posibilidades de
animarla, y de darme un empujón con un posible vistazo de él en la panadería
en lugar de ir a nuestra cafetería habitual.

—Llévame allí. Ahora.

—Todo lo que tienen es café corriente.

5 La dieta Paleo es un plan nutricional basado en consumir únicamente alimentos similares


a los que se ingerían en el Paleolítico, es decir, los que estaban disponibles hace más de
10.000 años. Esta pauta nutricional se caracteriza por el consumo de carnes, pescados,
frutas, verduras, frutos secos y semillas, o lo que es lo mismo, alimentos que se podían cazar
o recolectar en esta época. Por su parte, se excluyen principalmente los productos lácteos,
las legumbres y los cereales, alimentos que incorporamos en nuestra alimentación tras la
irrupción de la agricultura y la ganadería.

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—No me importa. Quiero panecillos.

—De acuerdo, de acuerdo. —Vivía en la parte más nueva del sudeste de


Portland, pero no muy lejos del antiguo barrio que albergaba la panadería de
Vic―. Tendremos que tomar mi coche.

Freya ya había dado la vuelta y se dirigía al estacionamiento


subterráneo de nuestro edificio. Había algo en ella que parecía diferente, y no
lo pensaba simplemente por su repentino anhelo de carbohidratos. Me lamí
los labios, un hábito nervioso terrible, e inmediatamente saqué mi brillo
transparente para arreglar el daño que había hecho antes de seguirla.

***

Una vez que encontramos estacionamiento en una calle lateral cerca de


la panadería, mi estómago hizo este extraño ruido. No de hambre. Tampoco
inquietud por lo que sea que estuviera pasando con Freya de lo que no me
había hablado. No, los temblores eran todo anticipación, algo que no había
sentido desde mucho antes de Lewis, mi ex. No estaba seguro de si quería que
Todd estuviese trabajando en el frente o no. No lo había visto en las tres
semanas desde nuestra conversación en la sesión de planificación de Ramos-
Vienne. No tenía espacio para muchas distracciones en mi vida, y necesitaba
una buena relación con la panadería de Vic, no un extraño e incómodo
revoltijo con su asistente. Pero mi incertidumbre no importaba porque Todd
estaba trabajando en el frente.

—Hola, Todd —dije cuando nos acercamos al mostrador.

—¡Kendall! No hay consulta hoy, ¿verdad? —Todd se veía... bueno, era


el tipo de hombre que no parecía ansioso por nada en la vida, pero sus ojos
azules se iluminaron y las comisuras de su boca se elevaron en una sonrisa
agradable. La barba le daba un aire muy pícaro y también hacía aún más
difícil leer sus emociones.

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—No, le estaba contando a Freya sobre tus nuevos muffins de paleo y


nos gustaría dos, y dos cafés con espacio para la crema.

—¿Para aquí o para llevar?

—Aquí. —Saqué mi cartera para pagar.

—Eso es bonito —dijo Todd, señalando el cuero en relieve rosa. Su


cuello, no sus orejas, se sonrojaron esta vez. No podría decir si se sentía
incómodo alabando a un hombre que llevaba un bolso y una cartera rosa o si
se sentía incómodo consigo mismo por gustarle dicha cartera.

De todas formas, no era mi problema.

—Gracias —dije y acepté nuestros cafés, pasando uno a Freya. Todd


puso nuestros panecillos en lindos platitos con flores rojas.

Nos dirigimos a una de las mesas del frente.

—Avísenme si necesitan que ajuste las persianas —dijo Todd en seguida.

Resoplé. Sólo en el noroeste nos preocupamos por qué hacer con esa
extraña esfera brillante en el cielo.

Parte de la luz de los ojos de Todd vaciló.

—Quiero decir... hazme saber si hay... bueno, cualquier cosa que pueda
hacer.

—Lo haremos, cariño. —Freya alcanzó el mostrador para acariciar su


bíceps. Ella conseguía salirse con la suya con cosas como esas. A mí no me
gustaba que invadieran mi espacio personal, así que tenía cuidado de no
hacérselo a otras personas, siendo Freya una notable excepción. Nos
conocíamos desde hace un millón de años, y teníamos el tipo de amistad
confortable que no debería haberla tenido moviéndose, jugando con su
teléfono y no encontrándose con mis ojos.

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Esperé hasta que estuvimos sentadas en una mesa para decir:

—Sácalo.

—Al tipo de la panadería le gustas.

—No es eso —dije, aunque hizo que mis mejillas se calentaran—. Y Todd
es simplemente un buen chico.

—Es tal vez cinco años más joven. Puedes pescar en esa piscina.

—Basta de hablar de él, o te escuchará —susurré, resistiendo el


impulso de mirar el mostrador y ver lo que Todd estaba haciendo—. Ahora
saca lo que sea que te esté molestando.

Necesitaba que me lo dijera para que pudiéramos resolver el problema.


Era lo que yo hacía bien, ayudar a mis amigos a superar las crisis mayores y
menores. Sabía que podía hacer que volviera a estar de mejor humor.

—Está bien. —Freya revolvió su café con mucho vigor—. Este es el


asunto, no puedo tomar las clases de baile contigo.

—¿Qué quieres decir? Las clases empiezan en dos semanas. —Freya y


yo habíamos planeado durante meses tomar clases de baile de West Coast
Swing6 para preparar una cena de caridad de los cuarenta a la que no tenía
más remedio que asistir.

El evento de caridad para el refugio de los sin techo era patrocinado en


parte por la firma de abogados de mi madre, para la que trabajaban Freya y
mi ex-novio, Freya como asistente de administración, Lewis como asociado
junior. Tenía que hacer una aparición, y había estado planeando mostrar
algunas nuevas habilidades de baile. Bueno, más exactamente, quería no

6 El west coast swing procede de California (USA) y es la variante más moderna del swing
(aunque nació del lindy hop se separó ya hace mucho). Es un baile divertido, desenfadado,
que potencia la improvisación y usa las canciones que estamos acostumbrados a escuchar
en la radio y discotecas.

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caerme de bruces o terminar solo, ambas cosas parecían probables ahora.


Había tenido la visión de mostrarle a Lewis exactamente lo que se perdía y no
conseguía recuperar, pero eso no iba a suceder si tenía que languidecer como
una solterona victoriana sin pareja de baile.

—Keyla, ya sabes, mi hermana en Tacoma, su marido sigue


desplegado, y acaba de ser puesta en reposo en cama con su embarazo.
Cobraré todas mis vacaciones en el trabajo, y me tomaré tres semanas para
estar con ella hasta que su marido regrese. Me voy mañana.

—Eso tiene sentido —suspiré. De ninguna manera podía competir con


una hermana pequeña necesitada—. Dale mis saludos a Kayla. ¿Necesitas
algo para el viaje?

—Estoy bien. —Freya me dio una sonrisa tentativa—. ¿No estás


realmente enojado?

—Por supuesto que no. —Dejé de lado esa idea con un movimiento de
muñeca—. Pero, ¿qué se supone que debo hacer ahora?

—Ya pagaste por un registro de parejas, ¿verdad? Llama por teléfono.


Estoy segura que uno de nuestros amigos bailará contigo. O nunca se sabe.
Tal vez conozcas a alguien. —Sus ojos se deslizaron al área del mostrador
donde Todd estaba descargando una bandeja de bocadillos de crema en la
vitrina.

—No —dije firmemente—. Haré algunas llamadas. —Pero incluso


cuando lo dije, mi cerebro dijo: Tal vez... Y mi corazón se aceleró, sólo un poco,
lo que fue un recordatorio de que cualquier cosa con Todd sería una idea
épicamente mala. El recuerdo de Lewis aún perduraba, más amargo que el
café negro y necesitaba ser inteligente si quería evitar ese tipo de dolor otra
vez.

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En cuanto llegué al trabajo el sábado supe que Vic me iba a decir algo
que no me iba a gustar. Tenía esa mirada cuando se retrasaba o cuando las
cosas no le salían bien, me recordaba a un caimán enojado en Florida, donde
crecí. Y últimamente, desde que se hizo cargo de una parte de la propiedad,
había tenido esa mirada la mayoría de las veces.

—Oye, Todd, necesito que hagas la entrega de Ramos-Vienne por tu


cuenta —dijo Vic—. Estoy atrasado con el pastel de bodas Mitchell-Abrams y
el bautizo de Bellmont.

Vic era la clase de fanático del control que necesita hacer las bodas de
forma personal. No estaba seguro de cómo me sentía porque confiara en que
hiciera una por mi cuenta. Pero, él era el jefe, así que asentí.

—¿Necesitan que les empaque la canasta del desayuno de la mañana


siguiente? —Eso era algo que a Vic le encantaba hacer, un pequeño regalo
para la pareja. Me imaginé que podría ser útil mientras me preocupaba por
todo lo que podría salir mal en la entrega.

—Eso ayudaría. Entonces tendremos el pastel cargado. —Vic me dio


una caja y empecé a llenarla con panecillos y pasteles. No siempre había sido
tan bueno en mantener un trabajo. Vic, me había hecho un gran favor al
contratarme, pero yo siempre estaba nervioso que me despidieran. No sería
fácil para un tipo como yo encontrar un nuevo trabajo.

—Kendall estará allí si tienes problemas. Te ayudará a colocar el pastel


en la mesa —dijo Vic mientras regresaba al pastel en el que estaba trabajando,
unas bonitas capas de color verde azulado con intrincadas líneas de caída.

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Ah. Ahí estaba. La verdadera razón por la que mi pelo se había erizado
toda la mañana. No era de los que marcaban los días en el calendario, pero
en la parte de atrás de mi cabeza, sí, sabía que vería a Kendall de nuevo.

Kendall… sí, era bonito como un pastel... todo elegancia colorida. Y me


inquietaba, porque siempre sentía que estaba a dos palabras de enamorarme.
Como la semana pasada, cuando vino con su amiga, pensé en intentarlo un
poco, pero mi juego de coqueteo es una mierda, y él se había ido con cara de
cabreo. No pude decir si fue por la amiga o por mí, pero había pensado en ese
intercambio mucho más de lo que debería.

Y volví a pensar en él mientras conducía hacia el hotel. Sabía que era


gay desde siempre, pero Kendall no era mi tipo habitual. En absoluto. Sin
embargo, algo en él me había intrigado desde nuestro primer encuentro. Lo
hacía por mí de una manera que nadie lo había hecho en un par de años. Por
lo que me imaginé, tuvo que haber notado que lo miraba. Repetidamente.
Pero entonces, tal vez estaba acostumbrado a todo tipo de ojos sobre él.

Estacioné la camioneta en el área de entrega del hotel y me dirigí al


salón de banquetes, donde el caos me saludó. A diferencia de la mayoría de
las bodas que hacíamos, la habitación no estaba preparada todavía. En su
lugar, los trabajadores corrían por ahí, acomodando las sillas y colocando los
manteles.

—¡Todd! Gracias a Dios que estás aquí. —Kendall cruzó la habitación,


atravesando el caos como un jefe de Chieftain7 en un ataque. Me gustaba
cómo se vestía siempre para las bodas, sofisticado, en trajes perfectamente
adaptados pero con pequeños detalles como una camisa con volantes o un
pañuelo de bolsillo de encaje o pendientes colgantes que mostraban una
confianza total en sus gustos. Esa clase de confianza era más intoxicante que

7El FV 4201 Chieftain fue el carro de combate principal del Reino Unido en las décadas de
1960 y 1970.

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una quinta parte de Jack8 y hacía que las cosas que había imaginado se
revolvieran dentro de mí.

Hoy llevaba un traje que estaba entre crema, rosa y marrón, una blusa
de aspecto sedoso con el cuello erizado y una banda dorada que sujetaba su
pelo rizado. La belleza de su traje contrastaba con la seguridad de sus pasos
y el firme apretón de manos que me dio y hacía. Todo el conjunto me hizo
sentir algo, hizo que mi pulso zumbara.

—Hubo una desastrosa falta de comunicación con el hotel. —Kendall


se las arregló para parecer sumamente irritado y en control al mismo tiempo.
No era una persona propensa a la histeria, y eso me gustaba de él—. Están
arreglando las cosas, pero va a pasar un minuto antes que la mesa del pastel
esté lista. ¿Te importa esperar?

Me importaba, un poco, porque eso retrasaría mis otras tareas, pero


sabía lo que Vic diría. Si Kendall necesitaba que fuéramos los responsables
de organizar el pastel, así es como se haría.

—No hay problema.

—Gracias. —La amplia sonrisa que Kendall me disparó hizo que todo
valiera la pena. Tenía ojos del color del azúcar moreno, y cuando sonreía,
brillaban como un caramelo caliente—. ¿Qué tal si tú y el pastel esperan allí?
—señaló un pequeño rincón fuera del camino de todo el tráfico peatonal.

—Seguro. —Llevé el pastel hasta allí y saqué mi teléfono para matar el


tiempo. Tenía un nuevo mensaje de la abuela.

¿Estarás en casa a tiempo para la cena de esta noche? Pastel de


pollo. Te mantendré un poco caliente si vas a hacer una reunión

8 La expresión una quinta parte de Jack en realidad es una quinta parte de un galón (EE.
UU.) Y fue el tamaño de botella estándar hasta 1980. Hoy en día, equivale a una botella de
licor de 750 ml. Entonces, cuando alguien dice que va a beber una quinta parte de whisky,
se va a beber una botella entera.

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después del trabajo.

Mi estómago se quejó un poco, recordándome todas las horas desde el


desayuno. La tarta de pollo de la abuela sonaba increíble, pero supuse que lo
que realmente quería era asegurarse que no me saltara las reuniones.

Atrasado en el trabajo, le envié. Guárdame un trozo o dos. Y sí,


señora, estoy yendo a la reunión regular del sábado en el centro. No me
esperes levantada.

No podría culparla por preocuparse. Me resfrié hace unas semanas,


me salté un par de reuniones y me desanimé hasta que volví a mi rutina. Y
por todo lo que me cuidó, la mimé de vuelta, asegurándome que descansara.
La mujer estaba más ocupada que un congresista, con todas sus causas. No
necesitaba que se agotara por mí también.

Al otro lado de la habitación, el DJ estaba preparando, probando el


sistema de sonido. Una pequeña banda de jazz sonó en el sistema de sonido.
Lo reconocí al instante como uno que habíamos usado cuando yo... oh, debía
tener unos diez años. Tal vez once. Pero de repente estaba allí, con los nervios
previos a la competición de baile recorriéndome. Y a diferencia de algunos
recuerdos, esta canción en particular no era amarga para mí. Maldición,
había sido bueno en el salón de baile ese año.

Paso. Gira. No estaba bailando, pero me balanceaba en el lugar,


recordando la rutina, sin poder resistir la música que me rodeaba.

—¡Oh-mi-dios! Puedes bailar, ¿verdad? —La voz de Kendall me asustó,


y me detuve a mitad del movimiento, lo que me hizo perder el equilibrio sólo
por un segundo, pero un segundo fue todo lo que se necesitó para empujar el
carro con el pastel.

—Mierda —maldije, moviéndome rápido para mantener el pastel firme.


Kendall también se acercó, pero ambos llegamos demasiado tarde para evitar

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que dos flores se soltaran y que se manchara el glaseado de la parte inferior.


Di un paso atrás para examinar los daños—. Vic me va a matar. Y luego
quemará mi cadáver.

—No se va a despedir a nadie. —La voz de Kendall era firme. Esa era
una de las cosas que me gustaban de él, su voz era un tenor seguro y firme,
la voz de una persona que podía hacer las cosas—. Ni a ti, ni a mí. ¿Vic envió
su kit de reparación?

Asentí. Nunca había sido yo quien hacía dichas reparaciones, pero


había escarcha de repuesto y algunas herramientas en el estante inferior de
mi carro. Había visto a Vic hacer una o dos reparaciones, pero yo era el
repartidor, no el panadero. Y a diferencia de esos otros arreglos, este percance
era directamente mío.

—Tan jodidamente torpe —murmuré.

—No sé, me pareció que te veías muy elegante —dijo Kendall con una
risa—. Esto es culpa mía por haberte asustado. La mesa ya está lista. ¿Qué
te parece si ponemos el pastel en la mesa, y vemos qué magia necesitamos
trabajar?

Magia. Sí, claro. Dejé de creer en la magia hace tanto tiempo que mi
cerebro olvidó lo que se sentía, y no tenía ni de cerca la fe de Kendall en mi
capacidad para arreglar las cosas. Dios sabía que ya había arruinado bastante
mi vida. Pero aún así seguí a Kendall a la mesa y trabajé con él para, con
mucho cuidado, transferir el pastel al centro de la mesa. Kendall lo giró de un
lado a otro hasta que la parte remendada quedara mirando hacia atrás.

—Ahora sólo tenemos que pegar las flores. —El aire de Kendall de tengo
esto funcionó para calmar a los caballos galopantes en mi pecho.

Respiré profundamente, visualicé lo que Vic haría. Trabajaba mejor


siguiendo los pasos, así que lo pensé durante varios segundos antes de

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Annabeth Albert Bailado juntos

recoger una de las flores. Sentí como si estuviera haciendo una cirugía, y mis
manos temblaban, pero conseguí que volvieran a su sitio. Casi perfecto. Sabía
que no era exactamente como lo hacía Vic, pero tal vez los demás no lo
notarían. No importaba. Todavía me sentía mal, estropeando su trabajo.

—Y la mancha. —Si yo era el cirujano nervioso, Kendall era mi


enfermera de quirófano mandona, manteniéndonos en el camino. Esta parte
era más difícil y necesitaba una mano hábil.

—Tal vez deberías hacerlo —murmuré.

—Lo tienes. Creo que Vic se está preparando para entrenarte en la


próxima decoración.

—La única razón por la que me tiene trabajando al frente de la tienda


es porque Danielle está de baja por maternidad. —Eso y que le daba lástima,
pero dejé esa parte fuera. Sin duda, Robin había presionado mucho para
conseguirme horas extras. Robin no sólo era el marido de Vic, también era mi
amigo. Pero eso sólo me servía hasta cierto punto… nadie me entrenaba para
las cosas elegantes.

Igual que con las flores, visualicé la mancha que estaba reparando,
pensé en cómo necesitaba que quedara y luego trabajé con el glaseado extra.

—Perfecto —dijo Kendall. No lo era, no realmente, pero fue amable de


su parte decirlo.

—Si se quejan...

—No lo harán. Y si lo hacen, le diré a la gente que fue mi culpa.

—¿Harías eso por mí? —No me pareció que tuviera ninguna razón para
cubrirme las espaldas, no cuando también tenía su reputación en juego.

—Claro. Y realmente, el arreglo funcionó, Todd, lo hiciste muy bien.

Asentí, no estaba seguro de qué hacer con ese elogio.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—Aquí. —Saqué las cosas para el desayuno de la estantería del carro—.


Esto es para su desayuno de mañana. Un regalo de la panadería.

—Me encanta como siempre hacen eso. —Kendall se llevó la caja—.


Aquí, déjame acompañarte a la salida.

—Puedo encontrar mi camino de regreso, seguro que tienes mucho que


hacer.

Un ceño fruncido cruzó la cara de Kendall. Pareció erguirse más,


levantando los hombros.

—No hay problema y tengo algo de lo que quiero hablarte.

Oh, diablos. Aquí venía, un sermón sobre no mirarle fijamente. O tal vez
no había formulado la pregunta sobre sus pronombres de la mejor manera.
Lo seguí hacia el pasillo de servicio, con el corazón latiendo a toda velocidad.

—No quise asustarte antes —dijo una vez que estuvimos solos en el
pasillo.

—Está bien.

—¿Puedes bailar? Parecía que podías.

Hice una pausa. Me lamí los labios. No estaba seguro de cómo


responder.

—Hace toda una vida, sí —dije finalmente.

—¿Toda una vida? —Kendall se rió—. ¿Tienes qué, veinte años?

—Veintidós. —Apenas.

—De acuerdo, pero en serio, ¿cuántas experiencias podrías haber


vivido?

No tenía ni idea todo lo que había vivido. Ninguna. No es que fuera a

23 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

iluminarlo.

—Empecé con el claqué y el baile de jazz cuando era pequeño. Luego,


hice competencias de salón para jóvenes...

—Oh, Dios mío, eres perfecto. —La cara de Kendall se iluminó con la
sonrisa más amplia que había visto en él.

—No es gran cosa, no he bailado realmente en años.

—Está bien. ¿Conoces el West Coast Swing? — Kendall no quería dejar


pasar esto.

—No. East Coast9, pero sólo un poco. Competí más en el salón de baile
clásico, foxtrot y ese tipo de cosas.

—Este es el trato. —Kendall miró el reloj de oro que llevaba en la


muñeca. Sin duda, tenía cosas más importantes que hacer que hablar de baile
con el repartidor—. Mi amiga y yo nos inscribimos en las clases de West Coast
Swing para parejas gay que empiezan la semana que viene, pero ella tuvo que
cancelarlas. ¿Estarías interesado en tomarlas conmigo?

Bueno, eso era inesperado. ¿Podría volver a bailar después de todo este
tiempo? ¿Quería hacerlo? Me había alejado un millón de kilómetros y ocho
años de esa vida, de esa persona que había existido para la danza.

—¿Por qué quieres aprender? —le pregunté.

—Hay una recaudación de fondos para el refugio de Burnside, el que la


panadería de Vic apoya con tantas donaciones. Probablemente lo conozcas.

Me salvó la maldita vida. Pero sólo asentí, manteniendo mis músculos


relajados como si no estuviera allí dos veces a la semana para las reuniones.

9En East Coast Swing, el patrón de danza suele ser circular en movimiento. En West Coast
Swing, el patrón de danza suele ser lineal en movimiento.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—De todos modos, es la caridad de mi madre para su bufete de


abogados este año, y están teniendo una gran cena y baile temático de los
cuarenta. No tendrías que comprometerte con la recaudación de fondos
todavía, pero es una gran causa.

Cualquier otra causa y probablemente le habría dicho que siguiera su


camino. Pero el refugio era especial.

—¿Y realmente necesitas a alguien con quien bailar? —Lo miré de


arriba a abajo. Dios, era precioso, y no sería muy difícil imaginármelo en mis
brazos. Pero una persona como él no era para mí. —Me parece que podrías
elegir.

Kendall se rió.

—Eres un encanto, pero estamos sobre la fecha, y muchos de mis


amigos ya están asistiendo a la recaudación de fondos con sus parejas. —
Suspiró fuertemente, y señor, conocía esa sensación de que parecía que todo
el mundo estaba emparejado.

Arrastré los pies, pensando. No me precipitaba en casi nada, y menos


en estos días. No era un hombre de acción como Kendall.

—Escucha, ¿puedo darte mi tarjeta? Tengo que volver a la preparación,


pero me encantaría que lo pensaras. —Sostuvo una tarjeta en relieve con un
pastel de bodas y copas de champán en ella. Y su número. Ahora tenía el
número de Kendall Rose. Una parte de mí dio un pequeño salto al respecto,
pero sabía que no debía dejar que esa especie de esperanza bailara alrededor.

—Te enviaré un mensaje de texto más tarde —dije—. De cualquier


manera, puede que tenga que revisar mi agenda del trabajo...

—Está bien. —Kendall sonrió. Sabía lo cerca que estaba de un sí—.


Envíame un mensaje de texto con cualquier pregunta, estaré despierto hasta
tarde esta noche. Siempre me lleva una eternidad desconectar de una boda.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Sabía mucho sobre el insomnio, pero las palabras de Kendall sonaron...


íntimas. Como una pequeña cosa que ahora sabía de él y que quizás el mundo
no conocía.

—Lo haré. —Las sonrisas no me resultaban tan fáciles como a Kendall,


que bañaba el mundo con su sol, pero lo intenté—. Lo pensaré. —Pensaré en
ti, es lo que realmente quería decir.

***

—Has vuelto pronto —dijo la abuela cuando entré—. Deja que te ponga
la cena en el microondas.

—Puedo hacerlo. —Agarré el paquete bien envuelto de la nevera—.


¿Nadie sale a tomar café en estos días?

—No. —Me encogí de hombros. El café no era realmente lo mío. Había


ido con algunos de los chicos después de una reunión un par de veces, pero
no era lo mío—. La mayoría es gente que sale a fumar, y como yo lo dejé, es
más fácil volver a casa. El hecho que tuvieras un pastel de pollo esperando,
hizo que me decidiera. —Le di un beso en la mejilla de camino al microondas.

—Me alegro que dejarás ese desagradable hábito. —Se estremeció, lo


cual fue gracioso ya que ambos sabíamos que la nicotina estaba lejos de ser
el peor hábito que había tenido que dejar—. Estás mucho más saludable
ahora. Tu color es bueno y tu peso ha subido de nuevo.

Bueno, más saludable era muy discutible y me acobardé un poco con


el comentario del peso. Mi gordinflón interior de trece años nunca iba a estar
bien con mi peso. Y aunque no pesaba tanto, me costaba hacer ejercicio, con
el aumento de mis horas en la panadería y todo eso, lo que me hacía sentir
fuera de forma. El microondas sonó, saqué el plato y me senté en la mesa. La
abuela tomó su té y se unió a mí.

—Sólo desearía que tuvieras algunos amigos de tu edad. Fuera de las

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Annabeth Albert Bailado juntos

reuniones, quiero decir.

—Me gustan las reuniones.

—Sé que sí. —Me dio una palmadita en la mano—. Y son buenas e
importantes para ti. Pero eres demasiado joven para volver a casa con una
anciana...

—No eres vieja, abuela. —Y volvía a casa con ella por todos los años que
debí hacerlo y no lo hice. Pero no era bueno para expresar esas cosas, así que
lo que dije fue—: Voy a ver si consigo algunos amigos. Lo prometo.

Sin ser invitado, una imagen de Kendall se deslizó en mi cabeza. Por


supuesto, la mayoría de lo que quería hacer con él era más que estrictamente
amistoso, pero el baile podía acercarme y tranquilizar la mente de la abuela.

Más tarde, estirado en mi cama, le envié un mensaje a Kendall sobre el


día y la hora de las clases.

Gracias. Espero que el resto de la boda no haya sido un desastre,


le respondí cuando me dijo que las clases eran los jueves a las siete.

No lo fue. Y no se dieron cuenta del pastel, lo prometo. Estaban


en su propio capullo de amor.

Capullo de amor. ¿No sonaba eso muy acogedor? Y exactamente como


algo que nunca conseguiría. Un dolor floreció justo detrás de mis costillas.

Me alegro que sean felices. ¿Cuánto cuestan las clases?

Ya he pagado :) Todo lo que necesito es que te presentes el jueves ;)

El juego de emoji de Kendall estaba en su punto, y ese guiño hizo cosas


extrañas en mis entrañas, tomó ese dolor y lo extendió como mantequilla
caliente. Tal vez no pueda conseguir ese capullo de amor, ni ahora ni nunca,
pero una versión en persona de ese guiño no era mucho pedir al universo.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Estaré allí.

Mi corazón dio un fuerte golpe al pulsar Enviar. No estaba realmente


seguro de lo que estaba haciendo, abriéndome a bailar de nuevo, dejando que
esas viejas heridas se acercaran peligrosamente a la superficie. Todo lo que
sabía era que estaba dispuesto a arriesgarme por más tiempo con Kendall.

28 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Estaba solo en mi apartamento cuando Todd me envió un mensaje


diciendo que haría la clase y yo literalmente grité tan fuerte que perturbé a
Rococo, mi mezcla de terrier Chihuahua/Jack Russell, que estaba en su lugar
al final del sofá. Me gruñó suavemente antes de volver a instalarse. Puede que
yo tuviera dos pies izquierdos, pero había visto a Todd antes, tenía un ritmo
innato. Del tipo que me faltaba, y que anhelaba mucho. Tenía el tipo de
postura por la que había trabajado durante años con Pilates y yoga, pero
todas las clases del mundo no podían enseñar el tipo de porte tranquilo que
él tenía. Cuando dijo que había bailado de niño, pude verlo totalmente. Habría
sido un pequeño querubín rubio con una sonrisa tímida y un dominio
absoluto de sus pasos.

Todavía estaba triste porque Freya me canceló, pero honestamente, esto


podría funcionar mejor para todos: tendría tiempo con su hermana, y yo
tendría a Todd, que pondría a Lewis mucho más celoso que unas cuantas
vueltas por la pista con mi mejor amiga. Por supuesto, aún existía la
posibilidad que la amistad con Todd complicara las cosas en la panadería,
pero cuanto más tiempo pasaba alrededor del chico, menos me importaba eso.
Mientras mantuviéramos las cosas informales, estaríamos bien. Lewis me
había curado de cualquier impulso de algo más serio. Lo serio simplemente
no estaba en las cartas para mí.

Revisé mis otros mensajes. Estaba cansado y lo único que quería era
ver Shameless10 y disfrutar de la euforia posterior al evento, exhausto pero

10 Los Gallagher son una familia disfuncional: Frank, padre soltero y alcohólico y sus seis
hijos liderados por Fiona, la mayor. Los chicos tratan de sobrevivir por sí solos bajo estas
circunstancias, y deben actuar en ocasiones como sus padres.

29 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

triunfante, pero mis clientes y amigos eran lo primero. Me ocupé de algunas


preguntas sobre el catering, de otra pareja que quería cambiar sus colores y
de un cliente potencial que quería saber si era posible una temática circense.
Por supuesto que lo era. Yo misma trabajaría en el trapecio para un evento
de alto presupuesto que superase los límites de las bodas típicas.

Volvió a zumbar. Oh, no más preguntas. Parecía que nunca tendría mi


bandeja de entrada completamente limpia. Pero me iluminé cuando vi que era
de Todd.

Odio preguntar esto, pero ¿podrías llevarme a casa después de la


clase de baile? Vivo en el noreste. Estoy revisando el autobús para esa
hora de la noche y es complicado. Aunque puedo hacer que funcione si
tú no puedes.

Sonreí. ¿Más tiempo con Todd? Absolutamente sin problema. Pero estar
solos en mi coche... eso sonaba como una puerta de entrada a lugares que
podrían desafiar mi resolución de mantener las cosas informales. Mi pulso
vibró. Allá vamos.

***

Casi llegué tarde a la primera clase de baile porque tenía una prueba
de novia que se convirtió en un confesionario lloroso y necesitaba controlar el
daño emocional. Dejé a mi novia manchada y llorosa, pero al menos parecía
estar bien con su vestido y su pareja. Luego, de camino al auto, recibí un
mensaje de la pareja del circo. Querían contratarme, así que eso necesitaba
una respuesta inmediata. Estaban "abiertos a los animales como
entretenimiento", así que podría ser interesante. La mayoría de mis clientes
agitaban la bandera del arco iris de una forma u otra, pero a medida que el
boca a boca se extendía, iba recibiendo más parejas de casados como el dúo
del circo. Si lograba su evento, podía contar con la expansión de ese mercado.

Si todo iba bien, podría contratar un asistente el año que viene. Tal vez

30 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

incluso robar a Freya de mi madre.

Cuando llegué al estudio de baile, tuve que dar vueltas por todo el lugar,
buscando un sitio donde no me remolcaran. Finalmente, me apresuré a entrar
al estudio a las 19:01. Montones de parejas estaban alrededor de la pista de
baile hablando en grupos de dos y cuatro. Todd estaba solo contra la pared
más lejana. La sonrisa que me dio cuando me vio fue casi suficiente para que
quisiera hacerlo esperar más a menudo. La mirada en sus ojos azules era en
parte alivio, en parte placer, pero su boca se curvaba más de lo que había
visto antes.

—¡Kendall! Lo lograste. —Todd se acercó a mí. No lo había visto antes


sin su uniforme de panadero de chaqueta blanca y jeans desteñidos, y eso era
una maldita pena porque se había arreglado bien. Se veía listo para un
servicio religioso sureño: pelo rubio bien peinado, barba recién cortada, y
zapatos de vestir con pantalones negros y una camisa gris abotonada.

—Te ves muy bien —le dije.

—Sí, bueno, sabía que querrían zapatos con tacón, y se sentía raro
llevar estos con jeans. —Me dio otra rara sonrisa, esta vez más tímida—. Tú
también te ves... increíble.

Me estaba acostumbrando al habla más lenta de Todd y a las pausas


en la conversación, pero aún así deseaba que no actuara como si me estuviera
descifrando como un cubo de Rubik. Y me veía bien. También leí la parte de
la página web sobre los zapatos con tacón, así que emparejé botas de tacón
junto a unos vaqueros ajustados bastante estrechos y un jersey naranja.

Un hombre mayor con una cola de caballo gris, que reconocí de la


página web, aplaudió. Se presentó como Chuck y su compañero y asistente
como Ted. Traté de imaginarme trabajando regularmente con una pareja y
tuve que reprimir una risa, nunca fue mi caso. Chuck anunció que
empezaríamos con el paso inicial para la primera parte de la clase.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—Ahora, a la mayoría de la gente en mis clases les gusta aprender tanto


el papel de guía como el de acompañante, así que cambiaremos a la mitad de
este segmento.

Le eché un vistazo a Todd. Tenía la sensación que sólo había dirigido


antes, y no tenía ni idea de cómo se tomaría el dejar que alguien como yo
dirigiera. Incluso con mis botas de tacón, todavía era unos centímetros más
bajo que él. Los chicos conformes con su género, como él, a menudo tenían
opiniones decididas sobre los hombres afeminados y sus roles, lo cual era una
razón importante por la que no tenía más historial de citas.

Y fiel a mis expectativas, se lamió los labios.

—¿Te importa si te llevo al principio? Es a lo que estoy acostumbrado.

—Por supuesto. —Si estaba decepcionado, no dejé que mi voz lo


mostrara.

Chuck y Ted demostraron el paso inicial, que era un patrón de seis


tiempos. Todd asintió como si estuviera memorizando su movimiento
mientras lo demostraban.

—No es tan diferente de un básico East Coast Swing —me dijo en voz
baja cuando llegó el momento de intentarlo—. Así que son dos pasos triples
seguidos de un paso atrás11. ¿Estás listo?

Todavía estaba aprendiendo lo que eran los chassés 12 y los pasos


triples y los pasos atrás, pero asentí. Cuando nuestras manos se encontraron
por primera vez y él puso su gran mano en mi cintura, un pequeño escalofrío
involuntario me atravesó. Su toque era cálido y su agarre seguro. Yo era más
torpe que una cabra borracha, pero él tenía una fluidez natural en sus

11
https://youtu.be/86ER-w0dkjg
12 Es un paso de danza utilizado en muchos bailes en muchas variaciones. Todas las
variaciones son patrones de tres pasos de carácter deslizantes en un patrón de "pasos juntos".
La palabra proviene de la terminología del ballet .

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Annabeth Albert Bailado juntos

movimientos.

Chuck contó los pasos y Todd repitió la cuenta en voz baja.

—Eras uno de esos molestos estudiantes perfectos en la escuela, ¿no?


—bromeé mientras lo intentábamos de nuevo.

Todd resopló.

—Apenas. Lo intentaba con fuerza, claro, pero la escuela y yo... fue


complicado.

Me puse serio, recordándome a mí mismo que el aprendizaje no era algo


natural para todo el mundo.

—Lo entiendo, pero, ¿bailar? ¿Eras bueno en ello al instante?

—Era tan pequeño cuando empecé, que ni siquiera lo sé. Empecé a


competir y a conseguir medallas, así que mamá siguió pagando por más
lecciones.

—Eso es... oops. —Me tropecé de nuevo.

—Esto funciona mejor si me dejas dirigir —dijo Todd mientras Chuck


llamaba nuestra atención al centro de la sala para aprender a seguir el paso
inicial con lo que él llamaba una transición.

—Lo siento —siseé mientras miraba a Chuck y Ted. La transición


sonaba como un movimiento temerario del patinaje artístico, del cual yo era
un gran fan, pero en realidad era una especie de giro sutil con Todd soltando
la mano de mi espalda y llevándome a un cuarto de vuelta, terminando con
nosotros tomados de la mano, uno frente al otro.

—¡Muy bien, ahora inténtalo tú! —dijo Chuck—. Paso inicial y luego
transición.

Todd comenzó y yo me equivoqué totalmente. Fue tan duro como tenía

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Annabeth Albert Bailado juntos

que ser el baile sobre hielo. Más duro, de hecho. Al menos podía hacer un
deslizamiento básico en el patinaje.

—Tienes que confiar en mí para liderar, te llevaré a donde necesitas


estar. —La voz de Todd era más seria que seductora, pero mi cuerpo
inmediatamente llevó sus palabras a un lugar sucio. Dejar que otros me
guiaran no era mi modus operandi habitual, ni en la cama ni fuera de ella,
pero los serios ojos azules de Todd hacían que pareciera la perspectiva más
deliciosa de la historia.

Lo intentamos de nuevo y me concentré en dejarlo guiar, relajando


conscientemente mis brazos tensos. Ese intento salió mejor, aunque todavía
le pisaba el pie.

Chuck se estaba acercando, dando consejos individuales a las parejas.


Cuando llegó a nosotros, tenía una gran sonrisa para Todd.

—Eres absolutamente natural.

—Gracias. —Todd se sonrojó y miró sus brillantes zapatos.

—Y tú... —Chuck se volvió hacia mí, con la preocupación mostrada en


su cara arrugada—. Sigue practicando. Escucha a tu compañero. Vigila sus
señales. Confía en él.

Todd asintió, dándome una mirada aguda. Oye, no era mi culpa que la
confianza no se me hiciera fácil. El mundo necesitaba ganarse mi devoción.
Volvimos a repasar el movimiento antes que Chuck y Ted volvieran a
prestarnos atención.

—Ahora, haremos un cambio de liderazgo. Ted dirigirá y yo lo seguiré y


si quieren, pueden cambiar de guía con sus compañeros también.

—No tenemos que hacerlo —le susurré a Todd mientras Chuck y Ted lo
demostraban.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—¿Estás bromeando? —Todd levantó las cejas—. Sigues tratando de


liderar de todos modos. Tenemos que ver si te sientes más cómodo dirigiendo.

Quería señalar que el tema no era con lo que me sentiría más cómodo,
pero antes que pudiera protestar más, Todd se puso en la posición de seguidor.
Todavía contaba en voz baja, pero en lugar de la postura firme que había
tenido como guía, se volvió más flexible en mis brazos. ¿Y no era esa una
sensación embriagadora? ¿Este chico tipo leñador barbudo me estaba dando
el control? Quiero más de eso, sí, por favor.

Hice lo mejor que pude para guiarnos a través del paso inicial, y
sorprendentemente, fue más suave, sobre todo porque Todd era tan bueno
que cubrió un poco mis tropiezos. Cuando intentamos la transición, se deslizó
dentro y fuera de la curva, dándome una sonrisa cuando terminamos.

—Te lo dije. Sólo te gusta liderar. —Me guiñó un ojo—. Y eso está bien.

—¿No te importa?

—No. Cambiar las cosas mantiene todo interesante. Puede que no haya
sido mucho el que sigue, pero es divertido. ¿Lo intentamos de nuevo?

No estaba del todo seguro de si sólo estábamos hablando de baile. Su


voz era más ligera de lo que había oído antes, y ese guiño hizo que mis
entrañas temblaran. Asentí y repetimos el movimiento. Tenía más confianza
ahora, y Todd florecía mientras parecía abrazar este papel. Diablos, eso era
sexy.

Practicamos unas cuantas veces más mientras Chuck se abría paso por
la habitación de nuevo. Esta vez tenía una sonrisa para los dos.

—Mucho mejor. Tal vez... ¿mantén el giro en la delantera cuando


hagamos el siguiente pase bajo el brazo?

—Kendall lo prefiere —dijo Todd antes que yo pudiera. A pesar que Todd
parecía inseguro a veces al tratar conmigo, fue suave y confiado al corregir a

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Annabeth Albert Bailado juntos

Chuck.

—Por supuesto. —Chuck asintió. No era la única persona en la


habitación que se saltaba la línea no binaria, y Chuck parecía perfectamente
dispuesto a acomodarse a mis preferencias. Eso me gustó. Al otro lado de la
habitación, un individuo barbudo con una falda larga bailaba con una
persona más baja con chaqueta y corbata, y Chuck también los había tratado
con hábil respeto—. Ahora, Kendall, cuando lleves a Todd a la abertura,
siéntete libre de aflojar en tu triple paso de anclaje. Se supone que esto es
divertido.

Guie a Todd a través del patrón de nuevo y esta vez fue divertido, y
ambos nos reímos mientras terminábamos. Chuck nos enseñó a seguir la
transición con un pase bajo el brazo.

—Paso inicial, transición, pase bajo el brazo —repitió Todd mientras


asumíamos la posición conmigo liderando de nuevo—. Ahora soy más alto que
tú, así que asegúrate de tener el brazo bien alto. No estamos bailando en
cuadrado.

—Tal vez deberías...

—Me gustan mis pies intactos. Tú eres el líder, no me estrangules en el


pase. —Todd se rió de nuevo. Me encantó cómo la clase pareció aflojarlo,
sacarlo del tranquilo caparazón en el que siempre parecía estar en la
panadería.

Hicimos los tres pasos juntos, y aunque levantar el brazo fue un desafío,
fue uno que abracé por la mirada de alegría en la cara de Todd mientras giraba.

—Hace años que no pienso en mi antiguo profesor de baile —dijo con


una risa melancólica. —Pero le enviaré un mensaje para decirle que me perdí.
Muchas más vueltas en este papel.

—Tú... giras bien. —No pude evitarlo, mi voz se volvió más coqueta

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Annabeth Albert Bailado juntos

cuanto más nos divertíamos.

Chuck hizo que la clase hiciera un cambio de liderazgo, y yo traté de


ser suelto y fácil como Todd, traté de bordear los giros, pero aún así me
tropecé con los movimientos.

—Ahora, antes de nuestro descanso, vamos a bailar un poco al ritmo


de la música. Sientan la música. Paso inicial, paso de transición debajo del
brazo, paso de transición debajo del brazo y repitan.

—Tú diriges —dijo Todd.

Era raro, yo dirigía, pero él tenía el control del baile, haciéndonos


parecer más elegantes y decididos con su ritmo natural. Cuando giraba, el
movimiento de sus caderas y su trasero era más que una pequeña distracción.

—Te estás volviendo bueno —me elogió en un pase—. Tendrás que usar
esas botas de nuevo la semana que viene... compensan muy bien la diferencia
de altura.

—O mis tacones —dije distraídamente.

—Oh, eso también. ¿Zapatos de tacón alto? Sólo no uses nada abierto
todavía.

Podría haberle besado en ese momento por esa reacción. No se puso


como un loco ante la perspectiva de ser guiado por alguien con tacones altos
o se avergonzó que yo tuviera dichos zapatos.

—¿Puedo preguntar algo? —dijo después de unas cuantas vueltas más.


Tenía esa mirada seria de nuevo, pero había sido tan genial hasta ahora, que
estaba más que dispuesto a arriesgarme a que me molestara.

—Claro.

—Tus labios... son tan brillantes... Te pones un brillo, ¿verdad? ¿Alguna


vez te has puesto algo de color? —Sus ojos estaban en realidad fijos justo en

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Annabeth Albert Bailado juntos

mi boca. Me emocioné un poco sabiendo que pensaba en ella.

—Se me ha conocido por ello. —En este punto, habían pasado


suficientes años como para no disculparme por el contenido de mi estuche de
maquillaje. Pero a diferencia de cuando mucha gente me preguntaba sobre
ello, no me puse a la defensiva con Todd, que parecía más... pensativo en su
curiosidad que algunos—. ¿Por qué? ¿Te gustaría eso la próxima semana?

Estuvo en silencio un largo momento, royendo su propio labio. Iba a


tener que darle un poco de bálsamo por la forma en que abusaba de los pobres.

—Sí, creo que lo haría. —Sonaba un poco sorprendido de sí mismo,


dándome una tímida sonrisa.

En el descanso, me trajo un agua, pasando sin esfuerzo de dejarme


guiar a tomar el mando de nuevo, insistiendo en que tomara una silla. Estaba
tan acostumbrado a hacer esas pequeñas cosas para otras personas que se
sentía un poco raro dejar que las hiciera por mí.

Chuck anunció que en la segunda mitad estaríamos aprendiendo el


paso sugar-push, que se suponía que era un patrón básico repetible.

Todd tenía esa mirada seria de tomar notas mentales de nuevo, así que
le di un codazo.

—Sugar push, ¿eh? Eso suena más como una droga de diseño de club
que como un paso de baile.

Para mi sorpresa, frunció el ceño.

—Lo siento. Sólo quería ser gracioso.

—¿Haces esas cosas? —preguntó mientras se ponía en posición para


seguirme—. ¿Drogas de club?

Me reí.

38 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

—No, he intentado con E 13 , pero fueron un par de horas bastante


horribles para mí. Soy demasiado fanático del control como para meterme de
verdad en esas cosas.

Una extraña mirada pasó por la cara de Todd, una que no pude
identificar.

—Bien. —Practicamos nuestro Sugar push, pero Todd no parecía tan


alegre como antes—. ¿Podemos añadir un pase bajo el brazo a este patrón?
—le pregunté a Chuck cuando vino.

—Vas a por un crédito extra, ¿eh? —Me dio una palmadita en la


espalda—. Claro que sí. —Nunca había sido el tipo de estudiante que buscaba
créditos extra, mucho más preocupado por hacer tantas actividades
extracurriculares como fuera posible. Mi pregunta era menos sobre querer
impresionar a Chuck y más sobre hacer sonreír a Todd de nuevo y parecía
que le encantaba hacer pases. Así que cuando Chuck encendió una selección
más larga de música para que practicáramos tanto el Sugar Push y la
secuencia de pasos iniciales como queríamos, me aseguré de llevar a Todd a
través de un montón de giros, hasta que finalmente me recompensó con una
sonrisa.

—¿Intentas marearme?

—Tal vez me gusta verte girar —dije descaradamente.

—Bueno, sigue así. —Me guiñó un ojo—. Me estás dando toda clase de
vueltas.

Quizás, o ciertamente, se refería a la pista de baile, pero por un segundo,


no pude evitar desear que se encaprichara de mí como yo me estaba
encaprichando rápidamente de él.

13 Éxtasis.

39 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

—¿Quieres tomar una copa o comer algo o ambas cosas antes que te
lleve a casa? —pregunté al final de la clase.

Todd estuvo callado tanto tiempo que temí haber sobrepasado algún
límite.

—Podría comer, pero... —Dudó—. Yo no bebo. En absoluto.

—Ah. —Lo alejé de los otros estudiantes que salían de la clase y le


pregunté en voz baja—: ¿Recuperación?

Me hizo un gesto de asentimiento que decía que no íbamos a hablar


más de ello.

—Pero me gustaría comer unas hamburguesas o algo así.

Había planeado sugerir HUB, la cervecería urbana Hopworks, u otro


lugar con cerveza local, pero si él no estaba bebiendo, yo tampoco.

—¿Grain and Gristle funcionaría para ti? Está en el noreste.


Hamburguesas fabulosas y aros de cebolla. Sirven, pero no beberé.

Una pequeña sonrisa brotó de los bordes de la boca de Todd pero no


llegó a sus ojos.

—Eres uno de esos comedores que conoce todos los lugares, ¿no?
Estaría igual de feliz con Burgerville, pero claro, trae las hamburguesas de
lujo.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Seguí a Kendall a su coche, un BMW negro antiguo.

—Bonito coche —dije mientras entraba por el lado del pasajero.

—Gracias, es una herencia de mi madre. —Me sonrió y luego puso el


coche en marcha. Hay que amar a una persona que puede manejar una
palanca con facilidad.

—Linda mamá. —Mis entrañas se sentían como si aún estuviéramos


bailando, dando vueltas y vueltas. Podría ser el único con barba y tatuajes,
pero Kendall era un total hipster del noroeste, llevándome a uno de esos
lugares que probablemente ponían las fuentes de la carne y las patatas en
sus menús y hacían todas esas extrañas coberturas. Cuando estaba con Jake,
a él le gustaban los sitios como ese. Yo estaba igual de feliz con una
hamburguesa caliente y papas fritas de una cadena. Mucha gente da por
sentado lo agradable que es la comida caliente y sencilla. Por eso apreciaba
tanto la cocina de la abuela. Puede que sea sencilla, pero era muy sabrosa. Y
calentaba el cuerpo.

Kendall esperó hasta que estuvimos en MLK 14 dirigiéndose al norte


antes de hablar. También me gustaba eso de él, que no necesitaba llenar un
silencio con charlas sin sentido. Era bueno para dejar hablar a los demás,
como los clientes de su boda en la panadería.

—Así que... —Sus dedos tocaron el volante—. Sólo quiero asegurarme


de no decir o hacer algo malo...

14 Boulevard Martin Luther King Jr.

41 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Tuve que reírme. Constantemente me sentía así a su alrededor. Únete


al club.

—Um... ok... ¿Qué tan nueva es la sobriedad para ti? Podemos ir a


algún sitio que no tenga nada en el menú, si lo necesitas.

Él sonaba todo nervioso, como yo me sentía, me tranquilizó un poco,


me facilitó la respuesta.

—Dos años y un mes. Y estoy bien con el restaurante, de verdad. No


bebo, pero el alcohol nunca fue mi gran problema. Las drogas lo fueron.

—Felicidades por haber cumplido dos años. Mi hermana, Lyndsey,


acaba de cumplir seis años sobria también. Ella se metió en algunas cosas
malas en la universidad.

No me gustaba mucho intercambiar historias de guerra, pero asentí


cortésmente.

—Eso es genial para ella.

—La conocerás si vas a la recaudación de fondos conmigo. Le encantará


la forma en que bailas.

El hombre guapo con su ropa bonita y su coche bonito y su comida


bonita no me presentaría a su familia en ningún universo, al menos no de esa
forma, pero mi corazón todavía tartamudeó unos cuantos latidos.

—¿Será la recaudación de fondos una fiesta elegante? —pregunté,


dejando de lado el comentario sobre la familia como si estuviera
desechándolo—. Esta ropa es lo más presentable que tengo.

—Oh, por favor di que me dejarás llevarte de compras. Por favor.


Conozco algunas grandes tiendas vintage. —Kendall me hizo ojitos de
cachorrito mientras daba vueltas alrededor de Prescott buscando
aparcamiento—. Estarías bien en cualquier cosa en la que te sientas cómodo,

42 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

pero, hombre, te verías increíble en un traje.

Ese tipo de cumplido, podría subirse a la cabeza de un tipo.


Especialmente cuando van acompañados de un par de hoyuelos asesinos
como los que Kendall me mostró.

—Ya veremos. Tiene que ser uno de los lugares más baratos, sin
embargo. Algunas tiendas de segunda mano 'vintage' cobran el doble de lo
que se consigue en las nuevas.

—Soy la reina de la compra con rebajas, confía en mí. —Kendall se


estacionó hábilmente en paralelo. Hombre, había algo tan jodidamente sexy
sobre un conductor capaz.

—¿Qué te pondrás para la cosa?

—¿Lo preguntas para prepararte para un vestido? —preguntó Kendall


cuando salimos. Sus palabras tenían un toque de mordacidad, como si
alguien le hubiera molestado por la ropa que usaba.

—Como me dijiste, en lo que te sientas cómodo. —Me encogí de


hombros—. Sólo iba a decirte que pienses en zapatos con un buen tacón para
eso. Si practicamos estas lecciones contigo con esos. —Señalé sus botas, que
tenían un tacón de seis u ocho centímetros, al menos—. No quiero que
aparezcas con zapatos planos, o toda la práctica se perderá.

Además, no quería llamarlo bajito, pero él con zapatos planos y yo con


mis zapatos de vestir no iba a funcionar si él iba a dirigir. Y si fuéramos a la
recaudación de fondos, estaría bien cambiar. Me sorprendió un poco lo mucho
que me había gustado tomar el papel de la dama, o más bien el de seguidor.
Me encantó que Chuck lo llamara así. Lo hacía mucho más simple. Resultó
que me gustaba seguir. Me gustaba girar y moverme y no preocuparme por
mantener todo firme por unos minutos.

El restaurante era un edificio rojo con el logo pintado en el lateral.

43 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Dentro había vigas de madera expuestas en el techo y brillantes maderas


duras en todas partes. Como lo había predicho, un ambiente muy hipster,
muy retro. Ya era bastante tarde para tener una mesa a lo largo de la pared
fácilmente. Algunas personas a nuestro lado estaban comiendo lo que
parecían almejas con papas fritas encima. A cada uno lo suyo y todo eso.

Pedí un té helado y Kendall hizo lo mismo. Los dos pedimos la


hamburguesa con aros de cebolla, la mía con queso, la suya con un huevo
frito, porque oye, es Portland.

—Tuve que aprender a que me gustara el té puro de aquí —confesé.

—Oh, es cierto, ¿eres del sur?

—Alabama. —Pequeño pueblo justo en la frontera de Florida. Y sí,


bebíamos toneladas de té dulce. —Me reí mientras exprimía mi limón en el
té—. Mi abuela, es la hereje que bebe su té caliente. Me burlo de ella diciéndole
que la sacaron del Sur a las patadas y la trajeron aquí.

—¿Vive en Portland?

Bien podría extender mis cartas sobre la mesa. No es que me


avergüence de mi vida.

—Vivo con ella, en realidad, se mudó aquí por un trabajo en el PCC15,


pero ahora está retirada de la enseñanza.

—Ah. —Kendall agitó su té con su pajita—. Vivo en el sudeste, por mi


cuenta. Compré un condominio el año pasado.

Los músculos de mi espalda se tensaron. ¿Por qué decía que vivía solo,
probablemente en algún edificio de lujo? No era como si esto fuera una cita y
tuviera que señalarme que tenía un lugar con privacidad. Espera... ¿Esto era
una cita? Habíamos terminado de bailar. Seguro que me vestí de puta madre

15 Portland Community College.

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Annabeth Albert Bailado juntos

para él. También me duché. No sabía bien qué era esto y eso me inquietaba,
me hizo jugar con mi servilleta.

A la mierda. La gente a nuestro lado no dejaba de mirar a Kendall de


forma extraña. Demonios, esto era Portland. Seguramente habían visto tipos
cargando bolsos antes, no había necesidad que lo miraran como si
perteneciera a la jaula de los elefantes del zoológico. Y no tenía ni idea de en
qué lado de la tienda16 compró ese suéter naranja, pero se veía muy bien en
él. Les lancé la mejor mirada amenazadora que tenía. Aunque no tenía
intención de seguir con la intimidación, sirvió a mi propósito y los hizo mirar
hacia su comida.

—Realmente no te molesta, ¿verdad? —preguntó Kendall.

No me hice el tonto, los dos sabíamos de qué estaba hablando.

—No. Lo sabes. Me gustas. Bastante, si me preguntas.

—Gracias. —Los ojos de Kendall eran todos suaves—. Has... eh... tenido
otros amigos de género fluido... antes, ¿supongo?

Tuve que pensar en mi respuesta un minuto, para tener claro en mi


cabeza cómo responderle sin ofender.

—Hay algunas personas que vienen a las reuniones en el refugio y todo


eso.

—Pero no... ¿amigos cercanos? ¿Parejas?

Resoplé con eso.

—Nunca he tenido a alguien a quien valga la pena llamar pareja. Y...


no, no porque estuviera... evitándolo. —Dios, esperaba no estar haciendo un
desastre de esto. Nadie y me refiero a nadie, me había intrigado como Kendall.
No había pensado mucho en los individuos de género fluido antes de él, pero

16 Hace referencia a las tiendas que tienen zona de mujeres y hombres por separado.

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Annabeth Albert Bailado juntos

no era la etiqueta lo que me hacía vibrar el pulso, sino él y todos los pequeños
detalles que parecían tan... correctos. Necesitaba pensar más en por qué
exactamente lo hacía por mí, pero nuestra comida llegó en ese momento.

—Esto es bueno —dije después de algunos bocados. La hamburguesa


tenía una especie de salsa que yo no habría añadido, pero le daba un buen
sabor y la carne estaba bien cocida—. Agradable y caliente también.

Kendall se rió.

—Lo devolvería si lo enviaran frío. —Algo en mi cara debe haberme


delatado porque él borró esa sonrisa—. Lo siento, yo... eh... olvido que no todo
el mundo tiene acceso a una buena comida.

—Al crecer, tuvimos que valernos un poco por nosotros mismos. Nos
hartamos de las cosas que no necesitaban ser cocinadas. Y entonces... —Hice
una pausa, no estaba seguro de qué compartir. No es que me avergonzara de
mi historia, pero tendía a incomodar a los demás.

—¿Si? —La cara de Kendall estaba relajada, no tan dura y tensa, más
bien esperaba a que yo se lo explicara, mientras yo encontraba las palabras.

—Estuve un poco en la calle, cuando me drogaba. La comida era...


aprendí a no ser demasiado exigente, eso es todo. Y ahora, me gusta la comida
caliente. Fresca, ¿sabes?

—Lo entiendo. Por eso mi madre es tan partidaria del refugio y de los
servicios que ofrecen. Las comidas calientes pueden marcar la diferencia.

Asentí, con la garganta apretada.

—Me salvó la vida. Aún no tengo dinero de verdad para donar, pero si
bailar puede ayudarles a recaudar dinero, bueno, haré lo que pueda.

Kendall se acercó a la mesa y me apretó la mano. No era una persona


susceptible, así que el hecho de que me tocara me puso la garganta aún más

46 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

estrecha. Nos sentamos así unos momentos, tranquilos, tomados de la mano,


sus ojos llenos de emoción, ninguno de los dos necesitaba hablar para
comunicarse.

Cuando llegó la cuenta, dije:

—¿Dividimos? —Y saqué mi dinero, aunque sabía que Kendall iba a


intentar pagar. Puede que no tuviera mucho, pero pagaría mi parte.

Kendall me estudió mientras consideraba la posibilidad de presionar el


tema, pero tomó mi efectivo y lo puso con su tarjeta.

—¿Menta? —ofreció, sacando una pequeña lata de su bolso. Eran de


esas que saben a hierba, pero tomé una por cortesía.

En el coche, le di las indicaciones para llegar a mi casa. Me miró con


curiosidad antes de poner el coche en marcha, una mirada que me calentó
hasta los pies. Me había dejado crecer la barba en parte porque estaba
cansado que la gente me tratara como si tuviera quince años, pero la mirada
penetrante de Kendall me hizo sentirme adulto.

Charlamos sobre la comida de camino a mi casa, como se hace después


de una comida realmente abundante, y seguimos hablando unos minutos
después que se parara al lado de la acera. No tenía ninguna prisa por dar las
buenas noches, y parecía que él tampoco.

—Oye, tienes una migaja en la barba. —Kendall se inclinó y antes que


me diera cuenta, su cara estaba ahí mientras me arrancaba lo que fuera de
mi barba. No se echó atrás, como yo esperaba. En cambio sus ojos se fijaron
en los míos, el calor se propagó entre nosotros.

Tenía una idea de lo que él quería, pero no me aparté. Había pasado


tanto tiempo. Una eternidad. Y en un segundo, iba a tener que pronunciar las
palabras que le harían no querer más momentos como este, pero iba a
disfrutar de este único beso. Sus labios se deslizaron sobre los míos, frescos,

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Annabeth Albert Bailado juntos

firmes y fugaces.

—Buenas noches —susurró.

—Buenas noches —susurré, pero fui codicioso, y me incliné para otro


beso, dejándole dictar el ritmo, imitando sus esfuerzos. Me trazó los labios
con su lengua, así que le hice lo mismo, y cuando me chupó el labio inferior,
jadeé, acercándolo. Lo besé como si fuera mi último beso. Y podría serlo. Como
mínimo, era el último, así que puse todo mi deseo en él, hasta que nos
separamos, ambos respirando con fuerza.

—No tengo ninguna boda mañana por la noche —dijo Kendall—.


¿Quieres... uh... venir? Podríamos practicar...

—No puedo —dije, lamentando tener que encajar cada sílaba.

—Oh, está bien. —Kendall se enderezó el suéter, sin mirarme a los


ojos—. ¿En otro momento, entonces?

—Kendall... —Oh, diablos. Tuve que decir las palabras antes, pero
nunca resultaron más difíciles—. Soy seropositivo, debería habértelo dicho...
—Pero necesitaba saber a qué sabes. Necesitaba saber exactamente lo que no
podía tener. Ahora yo era el que miraba hacia otro lado—. Todavía podemos
bailar —murmuré cuando no dijo nada. Por favor, no me quites eso.

—Por supuesto que podemos. —Kendall me dio una palmadita en la


rodilla—. Es bueno saberlo. Y no has... ¿salido con nadie desde entonces?

—En realidad, no. Tenía un amigo de mis reuniones, Jake también era
positivo. Nos enrollamos un poco, pero... — Me encogí de hombros. Jake había
sido tóxico para mí, queriendo cuidarme, controlando todo en el momento
exacto en que tenía que valerme por mí mismo. Antes de Jake, había pensado
que me limitaría a otros chicos positivos, pero después de él, evitar todo el lío
de los ligues parecía el plan más inteligente. Mantenerme sobrio era mucho
más importante que excitarme.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—La mayoría de los chicos no quieren salir con un chico positivo... y


los que lo hacen pueden ser un poco... —Busqué una palabra amable para
raro— rebeldes. Es más fácil no meterse con esas cosas.

—Ya lo veo. —Su voz normalmente expresiva era bastante plana.

—Sí —dije con firmeza. Hombre, no quería tener esta conversación, no


con Kendall transformándose de un amigo potencial a un trabajador social
que me entrevistara sobre mi estilo de vida y factores de riesgo—. Debería
entrar.

―Todd. ―Kendall me detuvo con una mano en mi brazo—. Realmente


aprecio que me lo hayas dicho. Y por si sirve de algo, aún así hubiera querido
darte un beso de buenas noches. Sólo digo.

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Annabeth Albert Bailado juntos

No diré que me fui a casa y busqué alegremente en Google los riesgos


de transmisión del VIH en función de determinados actos sexuales. No, mi
mente estaba mucho más confusa que saltar alegremente a la lección de baile
de la próxima semana. Había dejado las cosas en lo que creía que era una
buena nota con Todd, pero todavía tenía que pensar. Además, tenía que sacar
a pasear al perro y luego revisar los mensajes de mis clientes. Vic me había
dado una información sobre la boda de unos amigos suyos, así que le envié
un mensaje de agradecimiento, sin mencionar que hacía menos de media hora
había estado hablando con su asistente. O que me había enterado en el
espacio de unas pocas horas de que dicho asistente resultaba ser un adicto
en recuperación que había pasado un tiempo en las calles y era VIH positivo.
Joder. ¿Sabía Vic algo de eso?

Tenía que saberlo, ¿no? ¿Se estaba arriesgando con un empleado


seropositivo? Me toqué los labios, recordando el sabor de Todd. Me había
quedado un poco helado y tenso después que me lo dijo. Sabía muy poco
sobre los riesgos del VIH, más allá de entender que la mayoría de la gente ya
no moría por ello, gracias a los nuevos medicamentos que mantenían bajas
las cargas virales. No había tenido muchas parejas y siempre había utilizado
preservativos. Me hacía la prueba en mi examen médico cada año y eso era
todo. O eso había sido todo.

Con Rococo en mi regazo, me instalé en el sofá con mi tableta, tirando


una manta de lana a nuestro alrededor. Parecía una buena noche para un
fuerte de mantas. Una rápida búsqueda me mostró que no, la panadería no
se arriesgaba al tenerlo en plantilla. Una búsqueda más exhaustiva reveló que
besarlo estaba bien, era la actividad de menor riesgo que se podía encontrar.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Y había muchas listas de otras cosas que podíamos hacer. Pero Google no
tenía respuestas a las otras preguntas que se agitaban en mis entrañas. El
primer chico en el que me había interesado en meses, y venía con un carro
lleno de problemas. No era justo pensar así: Todd había superado
admirablemente muchas cosas en su vida. Pero yo tenía muchas preguntas
de ¿qué significa esto para mí?

Ping. Mi teléfono sonó con un nuevo mensaje. Era de Todd.

Está bien si no quieres bailar la semana que viene.

Sacudí la cabeza, distanciándome de mi fiesta de lástima. Realmente


podía ser un capullo egoísta a veces. Ni siquiera había repetido mi invitación
para mañana por la noche después que me lo dijera. Y realmente me gustaba
andar alrededor del tipo, bailar con él era divertido, verlo comer era
prácticamente pornográfico con el placer que le daba la comida simple, y
hablar con él era fácil y relajado. ¿Por qué demonios querría huir de eso?

Tú lo haces. Me gustas. La voz de Todd resonó en mis oídos mientras


intentaba decidir cómo redactar mi respuesta. Todd parecía aceptarme, sin
juzgarme. Tal vez no tenía la mayor experiencia con otras personas de género
fluido, pero había sido casi entrañable ver cómo intentaba sortear con tanto
cuidado mi pesquisa sobre su historia. Era obvio que no quería ofenderme,
pero yo no le había devuelto el favor.

Sí, había necesitado un minuto para entender su diagnóstico. Sin


embargo, a la hora de la verdad, estaba más preocupado por el riesgo que
representaba para mi corazón que por el riesgo que representaba para mi
cuerpo. Mantenlo casual y divertido, me recordé a mí mismo antes de escribir
una respuesta. Podríamos ser amigos, quizás con una parte de beneficios. Eso
me vendría bien. Después de Lewis, no tenía ganas de nada más serio, pero
el celibato era condenadamente aburrido. Tal vez Todd era el punto medio que
necesitaba.

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Annabeth Albert Bailado juntos

¡Claro que quiero bailar! ¿Quieres practicar antes de la próxima


semana, podemos quitar el sofá del camino y hacerlo en mi casa? Y no,
no estaba ofreciendo mi casa porque sería más fácil besar a Todd aquí. No, en
absoluto.

Su respuesta tardó unos minutos.

Tengo una reunión mañana por la noche. ¿El lunes después del
trabajo?

Es una cita :)

Es curioso cómo el simple hecho de teclear calmó la inquietud con la


que había llegado a casa. Volví a mi búsqueda en Internet, menos disperso y
más centrado en lo que pasaría si pudiera conseguir que Todd me besara de
nuevo.

***

Resolvimos que Todd tomaría el autobús desde la panadería hasta mi


barrio y luego yo lo llevaría a casa después de comer y practicar el baile. Había
puesto en marcha varias listas de reproducción de swing y empujé mi sofá
contra la pared, dejando al descubierto el centro del espacio tipo loft para que
practicáramos. Rococo siguió girando en círculos, buscando el sofá que
faltaba. Cuando llegó Todd, se volvió loco tratando de salir de mis brazos para
saludarlo cuando abrí la puerta.

—Debí imaginarte como una persona de perros —dijo Todd,


extendiendo una mano para que Rococo la oliera—. La abuela tiene dos viejos
bulldogs rescatados. Probablemente tu perro los huele en mí.

Quería bromear que olía delicioso y que el perro y yo teníamos el mismo


gusto por los hombres, pero Todd parecía bastante cauteloso sin que yo lo
empeorara. Dejé a Rococo en el suelo y dejé que me siguieran sintiéndose el
uno al otro.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—¿Comer primero? —Como ese día tenía un horario liviano con muchas
llamadas telefónicas, me ofrecí a cocinar.

Todd asintió y levantó una bolsa.

—Huele increíble, traje un pan de nuestra panadería.

—Lo pondré a calentar ahora mientras saco el asado. —Me encantaba


entretener y cocinar a los demás, ya fuera una persona o diez. Me di cuenta
en nuestra conversación de la semana pasada que a Todd le gustaba la
comida clásica, así que cociné un lomo de cerdo glaseado con arce y manzana
con verduras asadas mientras estaba en espera con algunos vendedores.

Principalmente, sólo quería una excusa para ver a Todd comer. Admiró
mi mesa y sillas antiguas, admiró mis platos, me encantaba cómo se fijaba en
las cosas, ya fuera en mi ropa o en la decoración de mi casa, antes de prestar
atención a la comida.

—¿Hiciste esto para mí? —Su voz era suave mientras señalaba la
comida. Me dio la impresión que no dejaba que mucha gente lo cuidara y que
no muchos lo habían intentado.

—No fue un problema. Algo que hacer con mis manos mientras estaba
en espera en el teléfono, en realidad. —Quería decirle que valía la pena más
problemas. La forma en que saboreaba su comida con los ojos abiertos y
pequeños ruidos felices me hizo querer cocinar para él mucho más. Eso y
quería ver qué más le hacía hacer esa expresión de satisfacción.

Después de la cena, insistió en lavar los platos. Yo no era de los que


dejaban el fregadero toda la semana o algo así, pero tampoco era de los que
se levantaban justo después de comer, con un trapo en la mano. Todd, sin
embargo, claramente lo era, incluso limpió mis mostradores y estufa mientras
charlábamos. Conseguí que me contara algunas historias bonitas de
concursos de baile. Me dio la impresión que su madre había sido importante

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Annabeth Albert Bailado juntos

en la escena, y que no sonaba muy cercano a ninguno de sus padres, pero


todo su comportamiento cambió cuando habló de la danza.

—Así que tuvimos una vecina que empezó a tomar clases de baile básico
en el lugar donde yo tomaba de jazz y claqué. Mi madre era la mejor amiga de
su madre, y empezaron a hablar de lo lindo que sería competir juntos. Resultó
que no éramos tan malos, así que Hailey y yo, hicimos concursos y
actuaciones en Disney...

—Espera. ¿Actuaste en Disney?

—Sólo unas pocas veces, con grupos de otros niños bailarines. No fue
gran cosa. —Todd no levantó la vista del fregadero.

—Creo que sí.

—Cuando estás bailando en el calor de julio en Florida, es menos que


divertido, créeme. —Todd lavó mi asador y me lo dio a secar—. Y fue mucha
práctica. Igual que cualquier otra cosa.

—¿Tuviste que perderte mucho de la escuela? Yo sigo el patinaje


artístico y muchos terminan educados en casa o con un tutor.

—Sí, también fue difícil porque el baile era fácil. Matemáticas, eso podía
hacerlo, pero leer, hombre, eso era lo difícil. Era más fácil concentrarse en el
baile. Mamá intentó lo de la educación en casa por un tiempo. —Puso una
cara fastidiosa diciendo que no le había ido bien—. Pero entonces mis padres
se separaron y todo se fue al infierno.

—Lo siento, mis padres se divorciaron cuando era tan pequeño que no
recuerdo a mi padre.

—Las relaciones son una mierda total. —Todd sacudió la cabeza.

—En eso podemos estar de acuerdo.

—¡Pero tú ayudas a la gente a casarse! —Todd sonó como si hubiera

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Annabeth Albert Bailado juntos

confesado ser el conejo de Pascua.

—Uh-huh. Este año, planearé la tercera boda para uno de mis primeros
clientes. Ya he tenido un par de otros clientes que repiten también. Me
encantan los eventos especiales, me encanta darle a la gente un día mágico,
pero créeme, no espero un "felices para siempre".

—Amén de no necesitar ninguno de esos adornos, pero lo has clavado


en dar a la gente un momento mágico, eso es lo que necesitas llevar al baile.
La idea que estás creando un momento mágico para el público. Y si tienes
suerte, algo del polvo de hadas se te pega.

—¿Vamos, entonces? —Subí el volumen de los altavoces con la suave


música de fondo que había puesto mientras comíamos. Me alegró que
pareciera que compartíamos una visión cínica similar de las relaciones a largo
plazo. Hizo que mis planes de besos fueran más fáciles—. Después de todo,
llevo los zapatos para ello.

Llevaba mi par favorito de tacones: cuero negro, punta cerrada con un


tacón de aguja. El resto de mí eran unos vaqueros ajustados bastante
informales y un suéter gris, pero me había puesto los zapatos para él.

—Así es. —Todd me sonrió antes de tomar el control remoto—. ¿Qué


tal si no es Perry Como?

Revisó la lista de reproducción antes de aterrizar en algo que parecía


gustarle.

—Empecemos con un pequeño vals para calentar, luego podemos


repasar las cosas de la clase.

Ya había bailado el vals antes, aunque bastante mal, pero me puse en


la posición de seguidor. Todd hizo una expresión de dolor e invirtió nuestras
posiciones.

—Tú diriges. Yo te guiaré a través de los pasos.

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Annabeth Albert Bailado juntos

—¿En serio? —Estaba seguro que nadie me había dejado guiar un vals
antes, incluyendo a mi hermana cuando me enseñó. Y el par de veces que
bailé con alguien como Lewis en un evento, la otra persona siempre me guió—.
No estamos en clase. No tenemos que cambiar...

—Me gusta que dirijas —dijo Todd con firmeza—. Eres bueno en eso.
Sólo lo suficientemente insistente. Siempre luché por ser... cómo se dice...
decido, a menos que tuviera una rutina coreografiada, pero tú tienes eso.

—¿La prepotencia? —Levanté una ceja.

—De la mejor manera. —Me guiñó un ojo y empezamos el vals, yo


dirigiendo y él dando consejos.

La siguiente canción fue más movida.

—Bien, ahora Sugar Push.

—Deberías ser profesor de baile —bromeé.

—¿Qué tal si terminamos una canción sin que uno de nosotros se


tropiece antes de hacer declaraciones como esa?

—Aguafiestas. —Le saqué la lengua y su risa se deslizó sobre mí, suave


como la trompeta de la orquesta de la gran banda que tocaba en mis altavoces.
Riendo, hicimos una canción completa haciendo el sugar push.

—¿Listo para algunos giros? —Sus ojos brillaban.

—Sí —dije mientras empezaba la nueva canción—. El paso inicial


primero, ¿no?

—Sí, cuéntalo si es necesario. —Trabajamos en el paso inicial y en el


pase de transición y bajo el brazo otra vez.

—Mantén tus rodillas más suaves, sube la mano más alto. Justo en mi
omóplato —dijo Todd. A medida que me sentía más confiado, las sugerencias

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Annabeth Albert Bailado juntos

fueron disminuyendo y él comenzó a agregar pequeños adornos a sus giros,


como pequeñas patadas y movimientos de manos.

—Tienes que enviarle un mensaje a Hailey y decirle que ella estaba


acaparando toda la diversión. —Me reí mientras lo hacía girar de nuevo,
amando lo encantado que parecía.

Una expresión graciosa cruzó la cara de Todd.

—Tal vez lo haga.

Hicieron falta otros cuantos giros antes de que su sonrisa volviera a


aparecer junto con su torrente de consejos.

—Relaja tus codos y sonríe.

Un pensamiento infeliz revoloteó por mi cerebro y se negó a salir.

—¿Sonríes porque te diviertes de verdad conmigo, o sonríes porque te


enseñaron a hacerlo para el público?

Los labios de Todd se fruncieron.

—¿Ambos? Quiero decir, hubo muchas veces en la competencia cuando


sonreí aunque quería vomitar, pero, contigo... es diferente. No estoy seguro
de por qué, pero esto se siente... más libre.

—Sí. —En cierto modo entendía lo que quería decir. Nada me había
hecho sentir así tampoco. Poderoso. En control. Y... equilibrado. Lo cual era
algo cursi, ya que siempre estaba a un paso de tropezar, pero era cierto.
Llevaba mis mejores tacones y lideraba, y eso me hacía sentir bien de una
manera que pocas cosas lo hacían.

Era similar a como mi ropa favorita me hacía sentir: capaz de


enfrentarme al mundo, maravillosamente. Ese sentimiento de invencibilidad
me mantenía alcanzando ciertos artículos de mi armario, incluso cuando
sabía que todos los ojos estarían sobre mí. Tal vez especialmente entonces. Y

57 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Todd me hacía sentir de la misma manera, me hacía apreciarme a mí mismo,


a quien era y el espacio que me daba.

La música cambió de nuevo, esta vez a una canción de Sinatra, y la


sonrisa de Todd se volvió más melancólica.

—Sólo he hecho foxtrot con esta pieza. Hombre, me encantaba el foxtrot.


Era probablemente mi favorito de los bailes de salón.

—Muéstrame —insistí, invirtiendo nuestras manos—. Dirige para


demostrarme, entonces quiero intentarlo.

—Agresivo, agresivo —dijo, riéndose—. Vale, voy a enseñarte un foxtrot


básico.

Me guió a través de lo básico.

—Lento, lento, rápido, rápido. Ahora trata de liderar.

—Esto no es muy elegante —observé mientras nos guiaba por la


habitación—. Apuesto a que puedes hacer todos los trucos, ¿verdad?

—Puedo hacer un poco de eso. —Una sonrisa que significaba que podía
hacer todo tipo de cosas se burlaban de la esquina de su boca.

—¡Eh! —Se me ocurrió una idea—. Si te busco en Google, ¿encontraré


todo tipo de vídeos bonitos de ti bailando de niño?

—No. Creo que la mayor parte de eso fue pre-Tube, gracias a Dios.

—Apuesto a que podría encontrar algo.

—No me busques. —Todd dejó caer la fijación del baile, ahuecando mi


cara para mantenerme quieto—. Hablo en serio, si quieres ver un baile
elegante, te enviaré algunos enlaces a demostraciones.

—He visto demostraciones, sólo quiero verte pavonearte haciendo lo


tuyo.

58 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

—Supongo que la abuela probablemente tiene algún video de mí en


algún lugar. Puedo revisar sus DVDs y archivos. Encontrar algo que pueda
compartir...

—No tienes que hacerlo. —Le lamí el pulgar, tratando de aliviar algo de
esta tensión.

—Tal vez quiero hacerlo. —No parecía muy seguro, pero mantuvo los
ojos fijos en mi cara, con la mirada fija en mi boca. El momento cambió, se
cargó con algo mucho más potente.

Le lamí el pulgar de nuevo, esta vez más deliberadamente. Su aliento


se aceleró. Al chuparle el pulgar, giré mi lengua alrededor de él, chupando
con fuerza mientras mostraba que, aunque pudiera estar descoordinado con
los pies, no tenía esos problemas con mi boca.

—Joder. Kendall… —Todd gimió suavemente y golpeó sus caderas hacia


adelante—. Sí. —Le hice un sucio guiño antes de soltar el pulgar. Empecé a
arrodillarme, pero su mano me detuvo.

—¿No? —Nunca antes me habían rechazado una mamada.

—¿Realmente quieres? —La incredulidad coloreó las palabras de


Todd—. Me imaginé que tú... es decir, pensé que no querrías nada con...

Lo detuve a mitad del camino.

—Quiero hacerlo.

Todd se lamió los labios, asintiendo, aunque sus ojos fueran cautelosos.

—¿Te vas a reír si digo que quiero esperar? ¿Si digo no por esta noche?

—No me estoy riendo —le aseguré, extendiendo una mano para


acariciar su barba. —Pero... ¿no esta noche? —No estaba seguro de si era un
rechazo o no.

59 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

—Mi cerebro necesita alcanzar a mi polla. Todavía estoy... pensando en


cosas. No soy tan rápido para pensar como tú. —Su cuello se sonrojó.

Realmente era un capullo egoísta. Todo este tiempo pensé que como
había premeditado bien las cosas: busqué en Google, compré algunos condones
nuevos, y había superado mis temores, entonces se acercaba el tiempo del
sexo. No me había parado a pensar que Todd podría tener sus propias
reservas.

—Está bien —dije y era verdad—. Sin presión.

—Quiero hacerlo, es sólo que... —Se encogió de hombros—. Va a sonar


estúpido…

—No para mí. —Continué acariciando su mandíbula rizada y con la otra


mano le froté su hombro tenso.

—Todo es diferente contigo. Bailar, claro, pero incluso comer juntos y


cosas así. Nunca tuve eso antes. Antes de ti, había renunciado a buscar
algo así.

—¿Esto? Esto es sólo dos nuevos amigos bailando y tal vez un poco más.
—Le di una mirada significativa. Por muy dulce que fuera, necesitaba que no
hiciera de esto algo más. Mi resolución de mantener las cosas informales y
sin complicaciones podría estar vacilando, pero el recuerdo de lo rápido que
las cosas pasaron de lo dulce a lo amargo con Lewis aún perduraba.

—Lo sé. Pero todavía está muy lejos de la clase de encuentros que he
tenido en el pasado. Quiero ir despacio, ver lo que me he estado perdiendo.
Tomarme mi tiempo y hacerlo... especial.

Mi pecho se contrajo. Nunca pensé en eso tampoco, por lo poco que


comentó, sus años de adolescencia habían sido cualquier cosa menos
normales. La mía tampoco había sido exactamente perfecta, pero al menos
había tenido citas y amigos. No podría darle a Todd todo lo que necesitaba,

60 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

pero podría darle la exploración más lenta que parecía ansiar.

—Podemos hacerlo. —Masajeé algunos de los nudos de sus hombros y


cuello—. ¿Y te da más tiempo para pensar? —Adiviné.

—Sí, eso también. —Se veía tan preocupado que me incliné y le di un


beso en la boca—. Siempre me imaginé que me quedaría con los otros chicos
positivos. Más fácil. No quiero lastimarte o ponerte en riesgo.

—No lo harás. —Y como eso sonaba un poco simplista, añadí—: Y


podemos hablar de riesgos y cosas así cuando sea el momento adecuado.

—Será pronto. —Todd se rió. Su sonrisa era suave y se sentía como un


secreto compartido—. Señor todopoderoso... tu boca. ¿Pero no es eso lo
divertido?

—¿Divertido?

—Sí, saber que nos volveremos a ver el jueves, pero sin saber qué
haremos...

—¿Anticipación, quieres decir?

—Sí. Esa es la palabra que estaba buscando. Quiero anticipación


contigo.

Estaba bastante seguro que nadie más se había tomado el tiempo de ir


despacio con él y mi garganta se puso gruesa y apretada. Tuve que forzar una
broma antes de ponerme demasiado emocional.

—¿Puedes anticipar que nos besaremos por un tiempo cuando te deje


en casa?

—Cuento con ello. —Me besó entonces, suave y seguro. La anticipación


podría ser exactamente lo que Todd necesitaba, pero podría matarme.

61 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Besarme con Kendall frente a la casa de mi abuela me hizo


replantearme mi petición de ir despacio. Me había sorprendido que estuviera
dispuesto a arrodillarse por mí. Normalmente era al revés, pero sin la cena
elegante y el baile primero. No estaba mintiendo, nunca había tenido a nadie
como Kendall. No creía que pudiera durar, pero quería disfrutar de esta
dulzura. Quería ver cómo funcionaba para otras personas y quería
distanciarme de un pasado del que no estaba tan orgulloso.

Y principalmente quería memorizar el sabor de Kendall, la textura de


su lengua contra la mía, la sensación de su aliento contra mi mejilla. Pasé los
siguientes días en una agradable neblina, recordando esos besos.

Ayudó que Kendall me enviara algunos mensajes de texto en el período


previo al jueves. Cosas tontas como:

Estoy bailando con mi fregona. La práctica hace la perfección,


¿verdad?

Mis pies te lo agradecen ;) Le respondí con un enlace para que pudiera


imprimir y cortar huellas para su piso.

Entonces lo hizo y me envió una foto del perro masticando una de las
huellas.

¿Necesitas que te lleve a bailar? Kendall me envió un mensaje de


texto el jueves. La panadería no está muy lejos de mi camino.

Había estado planeando ir en autobús, pero no iba a rechazar el viaje.

Claro. Tengo mi ropa conmigo.

62 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Después que Marcie y yo cerramos el frente, fui al baño en la parte


trasera de la panadería con mi pequeño saco de ropa y zapatos de vestir. No
iba a salir corriendo a hacer compras con Kendall, pero pude ver el atractivo
de tener un buen bolso. Decía que respetabas tus pertenencias. Eso es algo
que me gustaba mucho de él: sus acciones parecían tan cuidadas. Como que
se preocupaba por su mesa, preparándola elegantemente para nuestra
pequeña cena, y también por sí mismo, estando siempre tan bien arreglado.
Me mojé el pelo, intentando parecer menos un espantapájaros sureño para
Kendall. La misma ropa de la semana pasada, pero había añadido un viejo
chaleco de traje del abuelo. Me lo puse porque parecía el tipo de look que le
gustaría a Kendall.

Cuando salí del baño, Vic estaba en el pasillo, colgando su delantal.

―Mírate ―dijo―. ¿A dónde te diriges?

Esa era una pregunta difícil. ¿A Kendall le gustaría que se lo dijera? No


estaba muy seguro. Pero era Vic, y no quería mentirle, hacerle creer que
estaba en el ruedo o algo así.

―Lecciones de baile.

―¿Baile? ―Vic lucia como si hubiera dicho que pateaba duendecillos.

―Sí. Bailar swing. Kendall también lo hace ―dije a la defensiva. No


quería meterlo en esto, pero el hecho de que Vic estuviera tan sorprendido me
puso nervioso.

―Oh, eso es... genial. Que salgas y todo eso. ―Vic se frotó su cabeza
afeitada―. Pero, eh... Todd... deberías tener... cuidado... con Kendall.

―Se lo dije ―murmuré a la pared sobre el hombro de Vic―. Todo. De


acuerdo. Y sólo estamos bailando. Nada serio.

―No, no, eso no es lo que quise decir. ―Vic levantó las manos―. Quise
decir que te cuidaras. Kendall está saliendo de una mala ruptura, y no sé si

63 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

es la persona más estable.

―Estaré bien. ―Crucé los brazos sobre el pecho. Kendall había dejado
claro que no buscaba nada serio, pero yo tampoco. De hecho, todavía estaba
resolviendo exactamente lo que estaba haciendo, tomando el tipo de riesgos
que había jurado no tomar. No necesitaba la advertencia de Vic para proteger
mi corazón, porque planeaba encerrar a ese imbécil bien fuerte.

―Estoy seguro que lo estarás. ―Vic no parecía convencido, y eso me


molestó. Dímelo directamente, ¿bien? Yo admiraba a Vic. No en un sentido
de enamoramiento o adoración de héroe, más bien como si tuviera sus cosas
tan claras que no podía dejar de respetarlas. Y me dolió un poco que no me
apoyara más.

―Tengo que irme.

―¿Todd? ―Vic me detuvo cuando quise pasar por delante de él―. Buena
suerte. De verdad. Te mereces algo que disfrutes, espero que el baile pueda
ser eso para ti.

Asentí bruscamente, pero aún estaba un poco enojado cuando me metí


en el coche de Kendall.

―Te ves increíble. ―Kendall me sonrió―. De verdad. Tenemos que ir de


compras para la beneficencia. Llevas muy bien el vintage.

―Gracias. ―Todavía estaba enfadado, pero recordé mis modales―. Tú


también te ves muy bien.

Llevaba una especie de pintalabios rosado rojizo, le hacía lucir muy


sexys esos labios exquisitos llenos de pecado. Llevaba una especie de túnica
sobre los pantalones ajustados, y todo el paquete, especialmente junto con su
competente conducción, me sacó de mi mal humor en un abrir y cerrar de
ojos.

En la clase, Chuck nos hizo empezar con el sugar push y una revisión

64 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

del paso inicial.

―Han estado practicando ―dijo mientras pasaba, ofreciendo consejos.

―Lo hemos hecho. ―Kendall me dio una mirada significativa, una que
parecía prometer más besos. Un pequeño escalofrío caliente subió por mi
columna vertebral. Sí, por favor.

―Muy bien, ahora vamos a aprender el whip17, y algunas variaciones. Y


no me refiero al tipo de Cincuenta Sombras18. ―Chuck se rió de su propia
broma. Pero me hizo preguntarme, ¿estaba reprimiendo a Kendall, queriendo
ir despacio? ¿Le gustaban más las cosas rebuscadas? ¿Los látigos y los
arneses? Yo nunca había necesitado accesorios para el sexo, pero tal vez
Kendall...

―Psst. Es hora que practiquemos. ―Kendall me dio un codazo―.


¿Adónde te fuiste?

Asumí la posición del seguidor antes de responder.

―Sólo pensando... en... cosas. ―Sabía que me estaba sonrojando.

―Oh, dilo. ―Kendall dejó caer su voz. Me llevó al patrón de ocho, pero
por una vez fui yo el que mandó todo al infierno.

―Bien. ¿Te gusta... lo que dijo Chuck? ―susurré mientras lo


intentábamos de nuevo―. ¿Látigos?

Las cejas de Kendall se dispararon como cohetes gemelos.

―Uh. No. Mucho no. ¿Tú?

17 Un básico de ocho cuentas con muchas variaciones. En un azote básico, el seguidor es


llevado más allá del líder y luego redirigido (o «azotado») hacia el final de la ranura desde la
que ella (o él si un hombre está siguiendo) comenzó. El trabajo de pies básico para un azote
extiende el patrón de seis conteos al insertar un par de pasos para caminar entre los pasos
triples. Al desplegarse adquiere la forma en la que se despliega un látigo.
18 Whip en inglés significa látigo.

65 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―No. Me gustan las cosas... simples.

―Lo simple es bueno. ―El calor en los ojos de Kendall cubrió mi


vergüenza―. Muy bueno, en realidad.

―Kendall, ¡codos arriba! Intenta arrastrar menos a Todd ―dijo Chuck


al pasar―. Y, Todd, al dar tu triple paso adelante, lleva tu pie derecho más
adelante.

Tosí porque no había hecho nada cercano a los pasos coaster,


demasiado distraído por Kendall y nuestra conversación. Intentamos el
movimiento de nuevo mientras Chuck miraba y esta vez, lo conseguí. Hombre,
nunca me iba a cansar de que Kendall me diera la vuelta.

―Cambio de liderazgo. ―Chuck anunció unos minutos después―. Y si


lo deseas, puedes cambiar con la pareja más cercana a ti. ¡Has nuevos amigos!

El único del que quería ser amigo era Kendall, pero miré
obedientemente a la pareja de la izquierda, dos hombres con caquis y camisas
de vestir casi idénticos. Fingían no vernos, pero los ojos del tipo más alto se
deslizaban hacia Kendall con una expresión de disgusto. Eso fue inesperado,
pero bueno, más Kendall para mí.

―Puedes seguir liderando, cariño. Eres muy bueno en eso ―dije en voz
alta para que lo oyeran los imbéciles críticos.

―Eres incluso mejor protector que Rococo. ―Kendall se rió―. Abajo,


muchacho. Soy un gusto adquirido. Muchos piensan que la gente como yo da
a los gays un mal nombre.

―¿Qué? ―Pestañeé―. ¿Por ser demasiado bonito y seguro de ti mismo?


Eso es una tontería. Que se jodan los odiosos.

―Eres un tesoro. ―Los ojos de Kendall se volvieron suaves cuando me


llevó al giro.

66 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―No lo soy. ―Esperé hasta que estuvimos cerca para susurrar―:


Muchos tipos dicen las mismas cosas desagradables de los positivos como yo.
Como si estuviéramos confirmando estereotipos.

―Que se jodan los que odian ―dijo Kendall con firmeza.

Chuck nos mostró cómo añadir algunos giros al whip básico.

No pude evitar reírme cuando practicamos el movimiento porque se


sentía muy bien y correcto. A la mierda con Vic y sus advertencias. Que se
joda la pareja prejuiciosa. Al diablo con las normas que dicen que debo dirigir.
Que se jodan los odiosos, hombre. Esto era simplemente demasiado bueno
como para perderlo.

―Sabes, estás haciendo que quiera intentar seguirte otra vez. ―Kendall
me sonrió con indulgencia―. Haces que parezca muy divertido.

―Lo es.

―Bien, bien, déjame intentarlo ―dijo Kendall cuando Chuck anunció


otro intercambio―. Gira.

El whip era lo suficientemente similar a otros movimientos que sabía


que capté el patrón lo suficientemente rápido para liderar, facilitando el giro
de Kendall.

―Eso es todo. Confía en el movimiento. Confía en tus pies ―aconsejé.


Confía en mí. Todavía me encantaba seguir, pero ese momento en el que
Kendall confió en mí lo suficiente como para moverse con fluidez dentro y
fuera del giro, fue muy dulce. Hizo que mi pecho se hinchara con sentimientos
desconocidos.

Hicimos un descanso para tomar agua y café, y le di a mi chico un vaso


de agua. Y sí, sabía que era algo temporal, pero aún así se sentía
condenadamente bien, tener una persona a la que atender, a la que cuidar.

67 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Tras el descanso, practicamos más variaciones del whip. Me encantaba


ver a Kendall cobrar vida como líder. Sus movimientos se volvían más firmes,
su postura aún más segura.

―Es un placer verlos ―alabó Chuck―. Trabajan su ranura19 con tanta


gracia.

Kendall esperó hasta que Chuck se alejó y luego resopló.

―Sí, bueno, quiero hacerle cosas muy sucias a tu ranura.

―Shhh. ―Sentí que me ardían las orejas, incluso mientras me


emocionaba con las palabras.

―Así que, ¿quieres ir a comer después? ¿Estaba pensando que tal vez
podríamos conseguir comida india para llevar, y volver a mi casa?

Mi nariz se arrugó.

―No.

―Oh, bien. ―La cara de Kendall cayó.

―Quise decir no al curry. No me gusta. ―Me sentí como un paleto


confesando eso―. Pero puedes conseguirlo para ti. Me preocuparé de mí
mismo más tarde.

―No seas tonto. ¿Te gusta la pizza? Podríamos pedir la mitad con lo que
quieras y la otra mitad con espinacas, alcachofas y sin queso para mí. Me
encanta ese combo. Y podemos recogerla de camino para saber que está
caliente.

―Gracias. ―Los músculos de mi pecho se apretaron hasta que el pulso

19 West Coast Swing es un baile ranurado. La ranura es un área imaginaria, larga y delgada,
de ocho o nueve pies de largo si se baila a un tempo muy lento, pero más corta si la música
tiene un tempo más rápido. El seguidor va de ida y vuelta en la ranura bailando directamente
a través de la correa.

68 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

de mi corazón fue demasiado pesado―. La pizza es genial.

Recogimos la comida en el camino de vuelta a su casa y mi pulso se


estremeció mientras sostenía la caja caliente en mi regazo, sabiendo que
probablemente nos besaríamos antes que pasara mucho más tiempo.

Kendall y yo tomamos el ascensor hasta su apartamento del noveno


piso. Me dejó entrar, luego recogió al perro, que empezó a ladrar.

―Será mejor que lo lleve a dar una vuelta rápida a la manzana. Sírvete
cualquier cosa para beber de la nevera, y los platos están en el armario de
arriba a la derecha.

Todavía estaba disfrutando de la vista nocturna de la ciudad a través


de sus enormes ventanas, pero asentí y me dirigí a la cocina.

La cocina ocupaba toda la pared trasera del condominio, y como el resto


del lugar, era una mezcla de la era espacial contemporánea con vidrio y acero
inoxidable brillante, y clásica con gabinetes de madera de cerezo. La barra de
desayuno estaba abierta al resto del espacio del loft, pero Kendall parecía
estar a favor de comer en el pequeño rincón que había creado con una mesa
y sillas antiguas y una alfombra circular.

En lugar de comer la pizza como estaba medio tentado, la puse en el


centro de su mesa, y luego saqué dos platos y tenedores para la ensalada que
habíamos conseguido de acompañamiento. Tenía la sensación que Kendall
intentaba colarme más verduras, lo que me hizo sonreír, que cuidara de mí
de esa manera. Nos preparé a los dos vasos de agua helada. No era tan bonito
como lo haría Kendall, pero se veía todo lindo y hogareño así dispuesto y la
sonrisa que me dio cuando entró confirmó que había sido la decisión correcta.

―Gracias. ―Me besó la mejilla antes de sentarse. Su pizza se veía toda


desnuda con sólo las verduras, pero me gustó que nos acomodáramos tan
fácilmente.

69 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Mientras masticaba, me preocupaba cómo preguntarle sobre el ex que


Vic había mencionado. Quería saber más, pero no se me daban bien las
preguntas de entrada.

―¿Todo bien? ¿La pizza está lo suficientemente caliente? ―preguntó


Kendall.

―Es genial. ―Tomé un sorbo de agua―. Entonces... ¿alguna vez has


bailado con alguien más?

Kendall se quejó.

―¿Quién te habló de Lewis? ¿Vic?

Asentí.

―Lo siento. Dejaré de ser entrometido.

―No, está bien. ―Kendall me disculpó con un movimiento de su muñeca.


Sus uñas cortas habían sido pintadas de negro la semana pasada, pero ahora
coincidían con sus labios―. Probablemente lo conocerás en la beneficencia.
Trabaja para mi madre, se supone que seguimos siendo amigos. Es todo muy
civilizado.

―Lo civilizado apesta. ―Tomé un pedazo de tomate de mi ensalada, lo


dejé a un lado―. Mira, si rompes, se supone que tienes que desahogarte.
Odiarles durante un tiempo. Es más saludable que esta mierda de 'podemos
ser amigos'.

―¿Sigues siendo amigo del tipo que mencionaste la otra noche?

―¿Jake? Era un amigo que se convirtió en una conexión que volvió a


ser una especie de amigo. Es complicado, pero nunca fuimos novios ni nada
de eso.

―Una especie de amigo nos define a Lewis y a mí. Fuimos juntos a la


universidad en Reed, andábamos en el mismo grupo. Él fue a la facultad de

70 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

derecho en Willamette, pero seguimos siendo amigos. Luego empezó a


trabajar para mi madre y nos enredamos. Y ahora todo es un poco complicado.

―¿Era él...? ¿Cómo se sentía sobre...? ―Me esforcé en encontrar las


palabras adecuadas para preguntar lo que quería saber.

Kendall se apiadó de mí misericordiosamente.

―Está bien. Puedes decir género fluido, ¿sabes? ¿Y tienes curiosidad


por saber si eso era un problema entre nosotros?

Asentí.

―Lo era y no. Siempre supe que no encajaba exactamente en una


pequeña caja predeterminada, pero cuando me uní al grupo LGBTQ del
campus, conocí a otros que se identificaban como "género fluido" y fue como...
si se encendiera una luz. Le dio un nombre a todo lo que había estado
sintiendo durante años, y al estar alrededor de esas personas, me sentí más
cómodo expresándome, especialmente mi lado femenino. Creo que Lewis
pensó que era una fase al principio, no entendió realmente que este soy yo.

―Por supuesto que sí. ―No podía ver a Kendall de otra manera. Su
género era tan parte de él como su sonrisa o su personalidad generosa.

―Eres dulce. ―Me dio una de esas sonrisas de un millón de vatios―.


Pero después de un tiempo, especialmente cuando empezamos a salir en
público, Lewis me pedía que bajara el tono.

Sacudí la cabeza.

―Idiota. Debió estar orgulloso de ser visto con una persona como tú. No
te merecía.

―Tristemente, la mayoría de la gente parece pensar que es al revés.


―Kendall suspiró―. Incluyendo mi madre. Ella trata, realmente lo hace, de
aceptar mi identidad de género, pero no estoy seguro que lo entienda del todo

71 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

y ciertamente estaba... decepcionada cuando Lewis y yo rompimos.

―No era lo suficientemente bueno para ti. ―Arranqué un trozo de


corteza de pizza con más fuerza de la necesaria―. ¿Crees que Lewis tendrá
una... cita en la beneficencia?

―Oh, por supuesto. ―Kendall suspiró―. Lo vi hace poco con un tipo,


algún entrenador personal bronceado y tonificado. Pero si preguntas si habrá
otras parejas queers bailando en la beneficencia, sí, debería haber muchas.
No destacaremos.

―Siempre destacas ―bromeé―. En el buen sentido. ¿Esperas ponerlo


celoso con tus habilidades de baile?

―Y con mi cita caliente. ―Kendall me guiñó un ojo―. Fue un poco idiota


conmigo la última vez que hablamos. Sé que es mezquino y voy a tener que
seguir tratando con él por mi madre, pero sí, me encantaría ponerle celoso.

No era nada para sentirse tan orgulloso. Supongo que me veía lo


suficientemente pasable, pero no era especial. No como Kendall y sus amigos
elegantes. Sin embargo, podía bailar.

―Tal vez deberíamos practicar más.

―No tienes que estar nervioso. Pero sí, deberíamos. ―Fue por el mando
a distancia de su estéreo y yo empecé a limpiar la mesa. El sofá todavía seguía
empujado hacia atrás como la otra noche, lo que nos dio un rectángulo de
buen tamaño de madera dura brillante para trabajar.

―¡No tienes que lavar los platos! ―Kendall intentó quitármelos, pero no
se lo permití.

―No tiene sentido dejarlos. ―Hice un rápido trabajo de meter los platos
en la lavadora y aplastar la caja de la pizza para que cupiera en su basura.

―¿Menta? ―Kendall me ofreció una de su lata.

72 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―¿Es esta tu manera de decir que nos besaremos más tarde? ―Tomé
una, resolviendo conseguir mi propia caja de mentas no herbales si esto era
algo que le gustaba.

―Tal vez. ―Me guiñó un ojo y empezó la música. Había bajado las luces,
lo que creó un suave resplandor alrededor de la larga y abierta habitación.

Durante unas pocas canciones trabajamos el sugar push, el whip, y sus


variaciones con los giros, pero cuando la lista de reproducción se deslizó en
algo sensual y bluesero, tire a Kendall más cerca.

―No practiquemos para una canción. Sólo baila despacio conmigo.

―Puedo hacerlo. ―Me rodeó el cuello con sus brazos. Supongo que yo
estaba guiando, pero se sentía más como si estuviéramos compartiendo por
igual... no, entregados, parados allí balanceándonos. Llevaba botas gruesas
con un tacón más bajo que sus zapatos, que ponían sus labios justo contra
mi cuello. No era realmente un beso, pero sí una distracción. Su pelo me
rozaba la cara, y me encantaba como siempre hacía cosas tan diferentes con
él. Hoy lo había alisado un poco y le colgaba suelto en la cara en suaves capas.
No pude resistirme a tocarle la nuca, donde su pelo le rozaba el cuello. Suave.

No era mi intención, pero el movimiento de mi mano acercó sus labios


a milímetros de los míos. Y no pude no besarlo. Fue uno de esos momentos
perfectos, de los que suelen ocurrir a otras personas. Todavía al ritmo de
Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, nos besamos, los labios se rozaron
mientras nuestros cuerpos cantaban como la trompeta de la canción. Una
canción se mezclaba con otra y seguíamos besándonos.

Sentí como si hubiera estado esperando toda mi vida por ese único beso,
ese único momento con esa persona que me envolvió con su magia. Kendall
sabía a menta, brillo de labios y alegría pura. Había probado la pasión antes,
y el sexo en abundancia, y unas cuantas veces había alcanzado el borde de la
seducción, pero esta era la primera vez que probaba la felicidad y la alegría.

73 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Quería que el momento se prolongara para siempre.

Pero finalmente, mi cuerpo se volvió un poco más agresivo. Parecía que


a mi polla no le divertía que mis labios tuvieran toda la acción, y mis caderas
empezaron a mecerse contra las de Kendall, buscando alguna recompensa.
Gimió y nos hizo caer de espaldas en su sofá, aterrizando encima de mí.

―¿Esto está bien? ―preguntó, con los ojos buscando en mi cara en la


penumbra.

―Sí. ―Enterré ambas manos en la suave masa de su pelo, tirando de él


hacia abajo para otro beso. Kendall ligeramente encima de mí estaba bien.
Más que bien, necesario. Necesitaba su cálido peso presionando sobre mí,
necesitaba sus beso. Oxígeno. Agua. Kendall. Y podría estar dispuesto a
cambiar el agua por más de Kendall.

En el estéreo, la parte más suave de la lista de reproducción continuó,


y mientras Louis Armstrong cantaba, yo flotaba, dejando que Kendall dirigiera,
con seguridad, como si estuviéramos bailando. Me desabrochó los primeros
botones de la camisa para besarme la clavícula antes de volver a mi cuello y
mis oídos. Incluso mis párpados fueron bendecidos con pequeños besos.

Estábamos meciéndonos juntos, ambos duros, pero no era el tipo de


molienda de club intencionada en la que todo el mundo sabe hacia dónde van
las cosas. Por lo que sentía de él, Kendall estaba seriamente dotado, y
mientras mi cuerpo tenía varias ideas de qué hacer con ese conocimiento, mi
cerebro se contentó con dejar que nos llevara a más besos vertiginosos.

Finalmente, se separó, con los labios hinchados y la cara sonrojada.

―¿Te llevo a casa?

Mi polla palpitaba y me dolía, pero asentí.

―Joder. ―Kendall se sentó, con la cabeza apoyada en el sofá―. Me vas


a matar.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Lo siento. Quieres que...

―No. ―Kendall me echó una mano para que yo también pudiera


sentarme―. Esto es una tortura, pero qué manera de hacerlo.

―Síp. ―Le sonreí.

―Será mejor que te limpies el brillo de labios de la cara antes que te


lleve a casa. ―Kendall se rió―. Y por favor, dime que no tengo que esperar
hasta el jueves para volver a verte.

―No lo haces. ―Me incliné para un beso rápido.

―¿Qué haces el domingo por la tarde? ¿Podríamos ir de compras?

Yo no pensaba que ir de compras fuera algo relajante, pero lo mencionó


muchas veces. Sabía que era importante para él.

―Sí, puedes arreglarme para la beneficencia.

―Vas a estar perfecto. ―Me sonrió, pero no estaba tan seguro de eso.

75 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Salir con Todd iba a matarme en serio. Estaba bastante seguro que
nadie había muerto de una erección, lo que significaba que yo sería el primero.
Estaba acostumbrado a ser único en mi clase. También podría ser un misterio
médico. La otra noche estuve peligrosamente cerca de llegar en mis
pantalones cuando nos besamos durante lo que parecieron horas en mi sofá,
y luego nos besamos mucho tiempo en el coche también. Nos habíamos
mandado mensajes de texto sobre nada más tarde esa noche, como niños que
odiaban quedarse dormidos solos.

El domingo tuve una consulta de boda durante el brunch, así que


estaba un poco elegante cuando fui a recoger a Todd, pero tampoco esperaba
que su abuela abriera la puerta.

Una mujer bajita con una larga trenza gris y una camiseta que
anunciaba a un candidato presidencial del que nunca había oído hablar,
parpadeó varias veces, ya fuera por el sol o por mi suéter blanco y mi pulsera
de perlas, no estaba segura.

―¿Kendall? ―preguntó, con los ojos aún más estrechos de lo que me


gustaba.

―Sí. ―Le di una sonrisa de todos modos―. ¿Está Todd por aquí?

―Aquí. ―Sosteniendo sus zapatos, Todd entró en el salón delantero en


jeans y una camiseta con una franela encima. El tipo hacía que lo esencial de
Portland pareciera sexy. Diablos, incluso sus pies descalzos me excitaban.

―Oye, entra un segundo. La abuela encontró algo que te va a gustar.

76 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

La abuela no parecía que le gustara, pero los seguí a los dos a una sala
de estar agradablemente desordenada.

―¿Quieres un café, Kendall? ―La abuela de Todd preguntó―. Acabo de


hacer una jarra fresca.

―Acabo de tomar una tina en el brunch. Más y me iré flotando. Gracias.

―Cualquier amigo de Todd es bienvenido aquí. Y ha sido tan feliz desde


que empezó las clases de baile contigo.

―Las clases son muy divertidas. ―Le envié a Todd una mirada que decía
que lo que pasaba después de la clase era más interesante para mí.

―Y me hizo pensar en algunas de las fotos de baile de Todd cuando era


pequeño. ―Abrió la carpeta para mostrar un querubín sonriente con un traje
brillante y zapatos de tap. Me dio la carpeta. Todd se quedó en el brazo del
sofá como si no pudiera decidir si meterse a mi lado o huir de las fotos de
niños.

―¡Qué lindo! ―Hojeé las fotos, viéndolo crecer a través de varios malos
cortes de pelo. En las primeras fotos de baile, la chica, Hailey, era más alta
que Todd, así que me burlé de él por eso. Luego llegó a los incómodos primeros
años de la adolescencia, llenos de relleno y acné, pero con la misma sonrisa
sincera, hasta la última foto, donde tenía unos catorce o quince años y unos
círculos tristes y profundos bajo los ojos y la piel pálida, que quise alcanzar a
través de la carpeta y darle un abrazo.

―De todos modos, son sólo fotos. ―Todd la cerró y se la devolvió a su


abuela.

―Gracias por compartirlo conmigo ―le dije, deseando realmente poder


abrazarlo en ese momento, borrar el dolor de sus ojos. Siempre estuvo tan
dispuesto a luchar por mí, pero yo habría tomado con gusto una espada
contra su pasado.

77 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Probablemente deberíamos irnos, ¿verdad? ―Todd se puso los zapatos.

―Sí, fue un placer conocerte ―le dije a la abuela.

―¿Volverás para la cena? Kendall, tú también eres bienvenido. Tengo


una reunión de la Liga de Mujeres Votantes esta tarde, pero no debería estar
fuera hasta muy tarde.

—Nosotros... ―Todd se rascó la nuca―. Probablemente comeremos en


casa de Kendall.

―Ah. ¿No te espero despierta? ―Se rió de una manera que alivió mi
tensión hacia ella pero hizo que Todd se pusiera de color rojo brillante.

―No. ―Me uní a la risa y saqué a Todd de allí antes que su cara
literalmente se incendiara.

***

Mi plan era que llegáramos a varias de mis tiendas vintage favoritas:


Red Light, Avalon y Hollywood Vintage, además de otras si teníamos tiempo.
Empezamos en Red Light porque era la más cercana a la casa de Todd, donde,
no es una sorpresa, encontró un estante con un montón de camisas escocesas
Pendleton. Él sostuvo dos, una roja y negra y otra azul y blanca con una fina
raya púrpura.

―Esa. ―Señalé la azul―. A menos que el púrpura te desanime.

―Es un color, no una preferencia política o un vegetal. ―Todd se rió y


se metió la camisa azul bajo el brazo―. Ahora, he estado pensando que
necesito un bolso de algún tipo. Como una mochila pero más cool. ¿Qué
sugieres?

Lo estudié tan cuidadosamente como a uno de mis clientes. Me


encantaba ayudar a la gente a encontrar su estilo personal.

―Lo tengo ―dije y lo llevé a las bolsas, donde busqué y clasifiqué hasta

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Annabeth Albert Bailado juntos

encontrar un bolso de mensajero de cuero maltratado―. Algo así.

Todd asintió.

―Como un explorador, me gusta. Llevará bien mis zapatos para la clase


de baile.

―Ahora vamos a construir sobre el aspecto que llevaste a clase el jueves,


¿un look más relajado tal vez?

―Ha pasado tanto tiempo desde que estuve así. Tal vez nunca. ―Todd
parecía un poco abrumado cuando le mostré diferentes opciones.

―¿Deberíamos parar? ―No había pensado mucho en el presupuesto y


debería haberlo hecho.

―No. Tengo efectivo. ―Todd se encogió de hombros―. Ahorro la mayor


parte de mi dinero en la panadería, aparte de lo que va para mis médicos y
medicinas y luego a la abuela para la comida. La abuela me llama tacaño,
pero cuando no lo has tenido...

―Lo entiendo. No dejes que te presione para que gastes demasiado.

―No lo harás. Sólo quería... ―Dejó caer su voz mientras tocaba una
corbata―. Es como con los besos. Muéstrame lo que me he estado perdiendo.
Me hace querer vivir un poco más.

Me ardían las fosas nasales y no fue por la ropa mohosa.

―Tendrás más de eso después ―advertí.

―Dámelo.

―Oh, Dios mío, me encanta tu pulsera. ¿Compraste eso aquí? ―Una


joven con el pelo color pastel que me recordaba al algodón de azúcar me
agarró del brazo.

―No. Nordies. ―Le di una sonrisa, aunque prefería centrarme en Todd―.

79 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

¿Puedo tomarte una foto para mi cuenta de Instagram @gentedeportland? Me


encanta todo tu conjunto.

―Seguro. ―Agarré a un Todd de aspecto muy rojo y lo rodeé con mis


brazos antes que ella tomara la foto. Iría a buscar su Instagram más tarde.
Sería bueno tener un recuerdo del día.

―¿Eso te pasa mucho? ¿Extraños queriendo fotos? ―preguntó Todd en


voz baja una vez que ella se fue.

―Algunos. Es Portland. ―Me encogí de hombros―. La mayoría de la


gente es genial. Algunos turistas parecen pensar que soy parte de la
experiencia local, pero tomaré la curiosidad y los cumplidos por encima de la
grosería como esa pareja en nuestra clase de baile. ―Había estado en esto los
suficientes años como para haber corrido la gama de reacciones de la gente,
y ya no me molestaba. Vivir aquí, la mayoría de las veces, era una experiencia
positiva y eso era todo lo que realmente me importaba.

Donde Red Light había tenido más cosas para el día a día de Todd, los
trajes vintage de Hollywood y Avalon eran perfectos para el baile. También
encontré algunas piezas para mí en nuestras diferentes paradas, pero mi
principal objetivo era Todd. Encontramos una chaqueta de traje de lana gris
con el tono adecuado en un lugar, luego la emparejamos con tirantes y
pantalones grises más oscuros de otro y una camisa del color del papel viejo
de un tercero. Yo estaba consciente de su presupuesto limitado y realmente
trabajé para encontrarle gangas que se vieran increíbles pero que no
rompieran su fondo.

―Eres bueno ―dijo Todd cuando íbamos del garaje al ascensor de mi


casa―. La forma en que juntas las cosas. No puedo esperar a ver cómo se verá
todo.

―Oh, me vas a dar un desfile de moda en mi casa mientras cocino. ―Ya


me había ofrecido como voluntario para hacernos pasta.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―No soy un... ―Todd se sonrojó y miró sus zapatillas.

―¿Hipster barbudo y caliente tatuado que se ve fóllable en vintage?


Cariño, no estoy seguro de dónde has estado, pero hay cuentas enteras de
Instagram y Tumblr dedicadas a tipos como tú.

―¿Fóllable? ―Me dio una pequeña sonrisa―. ¿Eso significa que me


besarán más tarde? ―Sacó algo de su bolsillo―. Traje mis propias mentas y
todo.

―Tú vas a recibir muchos besos. ―Lo perseguí hasta el ascensor. Lo


habría perseguido hasta el dormitorio, pero Rococo nos recibió con muchos
ladridos y un baile de "necesito salir". Todd se rió y dejó nuestras bolsas
mientras yo agarraba la correa.

―Yo también iré ―dijo.

Traté de apurar al perro mientras dábamos la vuelta a la manzana más


rápida de la historia.

―¿Tienes prisa? ―preguntó Todd mientras hacía sonar la correa,


lanzándome una mirada acalorada que decía que no le habría importado mi
impulso de seguir a la habitación.

―¿Por ti? Soy la Reina de la Paciencia. ―Le disparé lo que esperaba que
fuera una sonrisa beata.

―Y se aprecia. ―Todd miró alrededor de la calle y luego se inclinó―.


¿Has pensado en...? es decir... si lo hacemos, hay... riesgos

Lo salvé de sus divagaciones con un beso rápido. Es curioso lo


incómodo que podía estar con otros en mi espacio y lo cómodo que estaba con
Todd.

―Sí, he pensado en eso. Mucho. Pero estás tomando las nuevas


medicinas con un bajo conteo viral, ¿verdad?

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Annabeth Albert Bailado juntos

Asintió.

―Entonces pienso que los condones son para cualquier cosa que
implique penetración, pero no me voy a preocupar demasiado por cosas de
bajo riesgo. Prometo que no voy a enloquecer si recibo tu semen o algo así.
―Supuse que eso había sido parte de lo que lo retenía la otra noche.

Todd se ruborizó tanto que su barba casi cambió de color, y asintió. Lo


agarré de la mano y apreté y nos quedamos así con una especie de silenciosa
calidez entre nosotros mientras caminábamos de regreso al condominio. Todd
tenía razón, realmente había algo delicioso en la anticipación.

Por lo tanto, no lo asalté en el momento en que la puerta se cerró, dejé


que Rococo se soltara la correa, y en su lugar dije:

―¿Desfile de moda? Veamos cómo se ve todo y si algo va a necesitar


ajustes personales.

―¿Ajustes ? ―Todd parpadeó.

―No es una palabra sucia20. Es cómo haces que la ropa se vea mejor.

―Así que, ¿cómo es que siempre te ves tan lindo como el infierno?
¿Ajustes?

Ahora me tocaba a mí ruborizarme.

―Si los pantalones necesitan dobladillo o algo así, lo haré por ti. Hago
la mayoría de mis propias alteraciones.

―Sin alfileres ―dijo Todd.

Ah. Estaba preocupado por los riesgos de nuevo. Qué bien. Asentí.

―No, tengo tiza. Ahora ve a cambiarte mientras tomó la tiza y mi cinta

20 Se pierde el sentido en la traducción pero uno de los usos vulgares de la palabra Tailoring
(sastrería, confección, hacer a medida, etc) es succionar el pene.

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Annabeth Albert Bailado juntos

de medir.

―¿Aquí mismo? ―chirrió mientras señalaba el banco de ventanas.

―Estamos en el noveno piso. Nadie puede ver, pero si estás realmente


incómodo, podemos ir al dormitorio. ―Tomé uno de los sacos y me dirigí hacia
allí―. Creo que sólo quieres un tour por mi habitación.

―Tal vez. ―Todd se acercó sigilosamente para abrazarme por detrás.

Tomé mis artículos de costura del armario del pasillo y fui a posarme
al final de mi cama.

―Uh. ― Todd se detuvo a mitad de camino desabrochándose la franela―.


¿Vas a mirar?

―Oops. ―Recogí mis cosas―. Puedo esperar en la sala de estar.

―No, está bien... sólo que nunca antes le había dado a alguien un
espectáculo. ―La parte de atrás de su cuello era de un rosa oscuro y sus ojos
estudiaban la alfombra peluda debajo de mi cama.

―Aquí. Me probaré mis nuevos pantalones también. ―Agarré un par de


pantalones de pitillo de mi bolso―. Así no eres el único que se desnuda.

―Y ahora no voy a ser capaz de concentrarme. ―Los ojos de Todd fueron


a mi ingle―. Pero sí, eso funciona. Sólo que no estaba tan seguro de tener una
audiencia.

―Está bien. ―Le di un beso en la mejilla. Luego, dejándome el suéter


puesto, hice un rápido trabajo con mis pantalones.

―¿Usas bóxer? ―Todd sonó sorprendido. Había llegado hasta el punto


de quitarse la camisa. Y hombre, era sabroso, piel pálida salpicada de pecas
doradas y una cantidad decente de vello rubio en sus pectorales. Pezones
rosados de varios tonos más oscuros que sus labios asomados por el vello, lo
que me dio ganas de tocar y probar.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Normalmente. ―Me encogí de hombros y recogí el par de pantalones―.


Son los más cómodos. ¿Por qué? ¿Esperabas unas bragas?

―No estaba seguro. Parecen un poco voluminosos para tus pantalones


ajustados. ―Las manos de Todd se quedaron en la hebilla de su cinturón―.
Lo que sea cómodo, ¿sabes?

―Si te excita, se te permite hacer peticiones especiales. Tuve un amante


con ese fetiche, antes de Lewis y no me importó comprar algunas cosas
bonitas para volverlo loco.

―No estoy seguro. ―Un rubor pálido se deslizó por el cuello de Todd y
sus ojos se abrieron mucho al mirarme con un calor apenas disimulado. Sí,
le gustaba la idea.

―Puede que tenga que hacer más compras. ―Le guiñé el ojo mientras
me ponía los pantalones―. Mierda. Demasiado apretado, sabía que debí
probarlo en el lugar.

―¿Puedes devolverlo?

―Sí. ―Asentí aunque era tan probable que terminara donándolo como
que lo devolviera. Lo volví a deslizar hacia abajo y dirigí mi atención de nuevo
a Todd, que finalmente se había quitado los pantalones, revelando unos
prácticos bóxer negros. Impresionante bulto, pero no dejé que mis ojos se
quedaran ahí porque no quería hacerlo sentir incómodo.

Se puso los pantalones de vestir, la camisa y la chaqueta. No importaba


que no tuviéramos ningún lugar donde estar: había algo mágico en ver a otra
persona vestirse. Eso era parte de lo que me gustaba de mi trabajo, aunque
ver a mis clientes transformarse nunca me excitó tanto como ver a Todd
ponerse elegante.

Incluso con algunos arreglos necesarios, parecía totalmente un hipster


porno.

84 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Los pantalones están un poco flojos. ―Tiró de la cintura.

―Se supone que van con tirantes, pero déjame ver. ―Agarré mi tiza y
cinta métrica y me puse en modo sastre, comprobando la longitud de los
dobladillos de su pantalón y el ajuste de la cintura y la chaqueta.

―¿Kendall?

―¿Sí? ―Le tiré de la manga.

―Esto es una tortura. ―Sus ojos se habían cerrado, y una rápida mirada
hacia abajo reveló que sus pantalones estaban decididamente más ajustados
de lo que estaban hace tres minutos. Huh. Supuse que mis manos habían
estado sobre él. Sonriendo, tomé la última medida que necesitaba para las
mangas de la chaqueta, y luego muy deliberadamente pasé mis dedos contra
la piel de su muñeca.

―¿Algún problema? ―dije en tono casual.

―Eres malvado ―se retiró.

―Sí. ―Le quité la chaqueta de los hombros―. No queremos que esto se


arrugue.

―Por supuesto que no. ―Su voz era ronca―. Mejor quitaré la camisa
también antes que sude en ella.

―Déjame. ―Podría haber hecho un trabajo rápido con los botones, pero
en vez de eso los tomé uno a la vez, acariciando y burlándome de cada
centímetro de piel expuesta hasta que la camisa se abrió y Todd respiró con
dificultad.

Le quité la camisa y los tirantes de los hombros y me tomé mi tiempo


para doblar la camisa y la chaqueta en la silla lateral de mi habitación, más
para hacerlo esperar que por cualquier otra cosa. Cuando volví a su lado, mis
dedos rodearon su cintura, dándole tiempo suficiente para decir no antes de

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Annabeth Albert Bailado juntos

ir a su bragueta. Me encantaba cómo se rendía totalmente a mis atenciones,


pero tampoco quería empujarlo demasiado lejos o muy rápido.

Le bajé los pantalones lentamente, alcanzando alrededor para acariciar


la curva de su trasero. Se quitó los pantalones y nos quedamos en calzoncillos,
con los cuerpos casi tocándose, pero no del todo. Agarrando el dobladillo de
mi suéter, me susurró:

―¿Tú también?

Asentí, me quité el suéter y dejé mi brazalete en la cómoda. Agarrando


su mano, lo llevé a la cama.

―Sólo quiero sentir tu piel. No tenemos que hacer nada que no estés
dispuesto, pero me encantaría acostarme aquí y besarte un rato.

Asintió, con los dientes clavados en su labio inferior, y luego se estiró a


mi lado sobre mi edredón. Se sintió... casi sagrado, ese momento en que
nuestra piel desnuda se tocó por primera vez, el rápido aliento que tomó
cuando su pecho velloso se encontró con el mío más suave. Finalmente, mis
labios se encontraron con los suyos, y se sintió como un regreso a casa, como
si yo perteneciera a este momento con este hombre.

Los dos estábamos duros, pero me mantuve fiel a mi palabra y no dejé


que mis manos se aventuraran por debajo de su cintura, en cambio barrí mi
toque por los músculos de su espalda mientras nos besábamos y besábamos.
Me besó más hambriento que antes, haciendo esos gruñidos necesitados que
hacían palpitar mi polla. Poco a poco, pasamos de estar acostados de lado a
estar yo a medias sobre él, aún besándonos y tocándonos, sus manos
recorriendo mi espalda y mis costados.

Descubrió lo sensible que era a lo largo de mis costillas, y descubrí que


el pequeño trozo de piel desnuda justo debajo de su oreja le hacía temblar.
Cuando mis labios volvieron a los suyos, fue más agresivo, chupando con

86 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

fuerza mi lengua. Sus manos encontraron mi culo, maniobrando hasta que


yo estaba entre sus piernas, nuestras pollas moliendo a través de nuestros
bóxer.

―Joder, te sientes bien ―me quejé.

―Sí. ―La voz de Todd estaba tensa, los músculos de su cuello apretados
mientras me tiraba con más fuerza contra él―. Necesito... Joder... Necesito
piel, quiero sentirte.

―Oh, sí. ―Alargando la mano, me quité los calzoncillos y rodé para que
él pudiera hacer lo mismo. Esperaba que me empujara el resto del camino
hacia abajo y que subiera sobre mí, así que me asusté un poco cuando me
tiró de nuevo sobre él.

―Ahhh ―gimió cuando me acomodé entre sus piernas, con nuestras


pollas alineadas.

―Joder. ―Moví mis caderas instintivamente y él levantó sus rodillas


alrededor de mis caderas.

―Bésame ―me exigió.

Reclamé su boca un poco bruscamente, el deseo haciéndome torpe.


Pero parecía que mi falta de delicadeza sólo lograba inflamarlo y que se
sacudiera debajo de mí. Su polla se estrelló contra mi estómago.

―Kendall ―jadeó―. Dios, Kendall, estoy cerca.

―Sí, eso es, cariño, ve por ello. ―Mis labios encontraron el parche detrás
de su oreja que lo hizo gemir.

―Nunca antes me había venido así, pero Dios, besarte es tan bueno.

―Vamos. ―Me balanceé más fuerte contra él, poniendo una mano en su
cadera para acercarlo a mí―. Así es. Vente por mí.

87 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Kendall, Kendall, Kendall ―cantó mientras todo su cuerpo temblaba―.


Bésame. Dios, por favor bésame.

Mis labios encontraron los suyos de nuevo, mi lengua follando con su


boca, lo que pareció provocar más gemidos de él.

―Ung. ―Jadeando, apartó su boca justo cuando un chorro de calor


golpeó mi estómago. Estaba tan concentrado en Todd que no me di cuenta de
lo cerca que estaba hasta que lo vi venirse. El poder, que sólo había sentido
unas pocas veces, surgió a través de mí. Yo estaba haciendo esto, que tomara
el mando causó este placer en él y él era todo mío, al menos por este momento.
Quería memorizar cómo dijo mi nombre, cómo sus ojos se pusieron en blanco
mientras se venía, cómo sus manos se clavaron en mi espalda y en mi culo.

Mis pelotas se levantaron, y follé fuerte en el surco entre su muslo y su


cadera por unos cuantos empujones, luego yo también fui catapultado a un
orgasmo jadeante y quejumbroso.

―Joder. ―Me di la vuelta―. ¿Estás bien? No quería que las cosas fueran
tan rápidas.

―Oh, estaba justo ahí contigo. ―Se rió cohibido―. No quiero ser un
aguafiestas, pero probablemente deberíamos ducharnos, ¿no?

―Te dije que no iba a enloquecer si tu semen me tocaba. ―Me incliné y


besé su boca suavemente―. Dame un segundo y luego sí, podemos ducharnos
antes que cocine para ti.

―¿Ya has echado un polvo y sigues cocinando para mí? ―bromeó Todd,
pero sus ojos eran cautelosos.

Oh, cariño, vales mucho más de lo que la gente te dijo que valías. Mi
corazón se rompió un poco por él, y le acaricié la mandíbula, mi garganta
demasiado apretada para hacer más que asentir. No quería sentir esta ternura
por él, no tan rápido, no cuando se suponía que todavía era temporal, pero al

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diablo si podía detener el latido de mi corazón.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Kendall tenía una ducha muy bonita, una de esas que tiene una bañera
separada con pequeñas luces encima y luego un gran compartimento con una
gran puerta de cristal. Mucho espacio para dos. Si no estuviera tan
deshuesado por haberme venido, podríamos habernos divertido mucho ahí
dentro. Tal vez, permanecer allí y besarnos después de lavarnos, hasta que el
agua se enfriase y mi polla empezase a interesarse de nuevo por todo.

Pero podía esperar, ya que todavía estaba decidiendo cómo me sentía


al haberme corrido con Kendall, al haberme abierto de esa manera. Nunca lo
había hecho antes, el roce y el beso, y me sorprendí a mí mismo de lo mucho
que deseaba exactamente eso de nuevo. Kendall me hizo probar todo tipo de
cosas que no sabía que me gustaban.

Como el pesto. Después de ducharnos, Kendall se puso unos


pantalones suaves y nada más, así que seguí su ejemplo y me puse los
vaqueros. Era muy acogedor, sentarse en su barra de desayuno mientras él
cortaba y trabajaba en la cena.

―Dame algo que hacer ―dije, odiando que hiciera todo el trabajo.

―¿Puedes cortar una cebolla en dados? ―Me pasó una tabla de cortar,
un cuchillo y una gran cebolla roja.

―Sí. ¿Qué es eso? ―Le hice un gesto al puré verde brillante que se movía
en su procesador de alimentos de alta tecnología.

―¿Nunca has probado el pesto? Es delicioso con tomates asados y


cebollas en esta salsa sobre fusilli.

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Annabeth Albert Bailado juntos

Me imaginé que el fusilli eran unos fideos lujosos. Tomates asados, esos
también eran elegantes.

―No, pero lo probaré.

―Te gustará, lo prometo. Y no es demasiado picante.

―Gracias. Perdón por ser un debilucho con la comida. Es que cuando


crecimos siempre tuvimos alimentos muy simples. Nunca tuve el gusto por
las cosas elegantes.

―¿Tu madre no cocinaba?

―No. ―Sacudí la cabeza. Intenté cortar la cebolla en pequeños cubos


perfectos, como lo haría Kendall―. Ella trabajaba como camarera. Siempre
dijo que lo último que quería hacer era estar en la cocina de su casa.

―¿Cómo te permitías el lujo de bailar? ―Kendall se puso la mano en la


boca en cuanto terminó la pregunta―. Lo siento, ignora eso. Necesito un filtro.

―No, está bien. ―Otros se preguntaban lo mismo, e incluso sus abuelos


hablaban de cómo el dinero debería haber ido a otras cosas―. Mi padre era
un vendedor de coches. Dinero decente, así que el dinero de mamá pagaba
las clases de baile y las competiciones y esas cosas, hasta que se separaron y
entonces ya no hubo dinero para las clases.

―¿Se separaron cuando eras un adolescente? ―Los ojos de Kendall se


entrecerraron. Tenía la sensación que pensaba en cómo me había
transformado en las últimas fotos del álbum de la abuela. Maldita sea, odiaba
esas fotos. Me veía... vacío y saber que me había visto de esa manera me
revolvía el estómago a pesar de los maravillosos olores de la comida.

―Sí. Las cosas empezaron a ir mal cuando tenía doce años más o menos
y para cuando tenía quince se separaron y el dinero se fue.

―¿Fue... ah... cuando...? ―Kendall hizo un vago gesto al añadir la

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Annabeth Albert Bailado juntos

cebolla que yo había picado a su chisporroteante sartén.

―¿Me metí en las drogas...? Está bien, puedes preguntar. ―Me encogí
de hombros mientras tomaba una toalla de papel del rollo de su mostrador,
limpié donde un poco de jugo de cebolla se había escapado de la tabla de
cortar―. Sí. Verás, empecé a tener más peso. Hailey y los otros chicos en el
baile se burlaron de mí.

―Eso es horrible. ―Kendall sonaba listo para golpear a Hailey con la


cuchara de madera con la que estaba removiendo.

―Uh. Éramos niños, ¿sabes? De todos modos, Hailey me dijo que su


madre tenía un secreto para mantenerse delgada. Me dio estas píldoras. Me
hicieron sentir como si estuviera volando. Ese fue el comienzo, eventualmente,
no pudo seguir tomando del alijo de su madre, así que recurrí a un chico
mayor para que me consiguiera algo de eso. Dijo que tenía algo aún mejor.

Se me revolvió el estómago al recordar aquellos años, el lento e


inevitable deslizamiento hacia drogas cada vez más duras mientras pasaba
de estar despierto todo el tiempo a necesitar algo para dormir y a no saber
quién era sin las drogas.

Kendall sacudió la cabeza.

―Quiero gritarles a esos niños. De verdad que sí. ¿Cómo terminaste


aquí, lejos de tus padres?

―Una historia bastante común, en realidad. Mis padres estaban tan


preocupados por el divorcio que no querían tratar conmigo y mis problemas.
Me enviaron aquí, con la esperanza que si me alejaba de la gente mala me
desintoxicaría. Pero no lo hice. Dios, hice pasar a la abuela, y también al
abuelo cuando aún vivía, por muchas dificultades.

―Pero conseguiste ayuda. Y parecen cercanos ahora. ―Kendall era lindo,


todo dispuesto a correr en mi defensa.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Sí, lo somos. Un amigo mío murió y decidí que no quería ser yo, con
la abuela llorando por mí. Me metió en rehabilitación una vez que empecé a
ir a las reuniones, me dejó volver a mudarme una vez que estuve limpio. Ella
es... ―Mi garganta se llenó de pelotas de golf mientras pensaba en lo mucho
que ella significaba para mí.

Kendall cruzó la isla, me apretó el brazo.

―Me alegro que hayas recibido ayuda.

―Yo también. ―Y lo estaba. Me alegraba de estar allí con él, comiendo


su elegante comida, e incluso me alegraba de haberle contado más cosas
sobre mí. Se sentía bien, ser honesto con él. También se sentía como algo
que no podía durar. La charla fue un buen recordatorio de eso: no podía tener
una participación en algo que pudiera empujarme de vuelta a ese lugar
desesperado si se terminaba, y eventualmente, Kendall vería suficiente de
estas partes feas de mí y daría la vuelta y correría. Tenía que estar preparado.

***

El jueves fue nuestra tercera clase y la estuve esperando todo el día.


Había visto a Kendall por poco tiempo el martes, lo suficiente para cenar tarde,
practicar y luego frotarnos juntos en su gran y suave cama como lo hicimos
por segunda vez el domingo por la noche antes que me llevara a casa. Tenía
la sensación que a Kendall no le importaría hacer algo diferente, pero en
cuanto a mí, me encantaba la novedad de frotarse, lo cerca que me sentía de
él y lo sencillo y bueno que era.

Pero antes de poder llegar a las partes buenas de mi día, tenía que pasar
por el trabajo.

―Tenemos una gran boda el sábado ―me recordó Vic al final del día―.
Estaré trabajando en ese pastel todo el día de mañana, pero necesitaré que
hagas la entrega porque Robin y yo somos invitados.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Lo recuerdo. Es tu amigo Robby de ese carrito de café del centro,


¿verdad? ―Lo conocía de mis entregas.

―Cierto. Kendall es el planificador para él y su prometido, David, pero


tú no quieres... ―Vic hizo un vago gesto con su gran mano.

―Vic. ¿Tratas de decir que no joda el trabajo? Sabes que no lo haría,


¿verdad? ―Me puse más tenso con él que nunca.

―Lo sé. ―Vic sonaba un poco molesto―. Sólo intento ayudarte.


Mantente profesional y todo eso. Y hablando de eso, si te vistes con esa ropa
de baile para la entrega, podrías quedarte para la comida de la recepción,
Robby me dijo que te extendiera la invitación. Dice que eres su repartidor
favorito.

―Estaré elegante. Aunque no estoy seguro de si me quedaré, no quiero


entrometerme. ―O sacar a Kendall de su juego, pero no le estaba dando a Vic
más material para su sermón del profesionalismo.

―¿Quieres ayudar con los pasteles? Van a ser dos, así que hay que
poner todas las manos en la masa. Puedo enseñarte cómo hacer una capa de
migas21 ―ofreció Vic.

―Tal vez ―dije. Lo último que necesitaba era fastidiar su gran pedido.
Vic se había ofrecido a enseñarme antes algunas cosas de decoración, pero
yo siempre encontraba algo que hacer o un pedido para entregar. No había
resuelto en mi cabeza si era lo suficientemente buena para ayudarlo. Esa voz
en mi cabeza, la misma que me decía que Kendall y yo no podíamos durar,
decía que yo no valía nada y que en cuanto Vic se diera cuenta, volvería a
estar de patitas en la calle. Mejor mantener la cabeza baja, no apuntar a
cosas por encima de mí, como siempre decía mi padre.

21 La traducción literal de crumb coat es cubrir migas, la finalidad de esta técnica es sellar
las migas del bizcocho para que éstas no interfieran cuando se extienda el glaseado,
quedando bien cubiertas, sin mezclarse con la crema de cobertura.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Piénsalo ―dijo Vic―. Y... disfruta de tu clase esta noche. ―Parecía que
tenía algo que añadir sobre Kendall y yo, pero Marcie entró, me necesitaba y
me hizo señas para que fuera.

Después del trabajo llegué a la clase de baile minutos antes que


empezara. Me había asegurado de usar algo de mi ropa nueva. Por una vez
Kendall se me había adelantado y estaba hablando con la pareja que tenía
barba y le gustaban los vestidos. Les di a todos una bonita sonrisa. Aunque
quería a Kendall para mí solo, era agradable verle cautivar a los demás
también.

―Micky y Danny están pensando en una boda de otoño ―dijo Kendall


cuando me acerqué por detrás de él―. Les estaba contando lo de la panadería.

―Vic hace pasteles muy bonitos ―dije―. Deberían ir y probar algunas


muestras.

―Deberías pensar en hacer algo de decoración ―dijo Kendall―. Tienes


una mano firme y un buen ojo para los detalles.

No tú también. Ya estaba harto de que la gente me hiciera parecer más


de lo que era, pero me sonrojé y bajé la mirada a mis zapato.

―Creo que me has confundido contigo. Tú eres el que hace que todo sea
bonito.

―Son una pareja tan linda ―dijo el barbudo, con voz más alta de lo que
esperaba.

―¿Cuánto tiempo llevan juntos?

―Oh, acabamos de empezar a tomar esta clase juntos. ―Kendall hizo


un gesto desenfadado que me puso de los nervios. Era la verdad, pero aún así
hizo que los músculos de mi espalda se tensaran. No es que pudiera o debiera
esperar más, pero aún así una parte de mí quería ser reclamado por él.

95 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

No tuve mucha oportunidad de pensar en eso porque Chuck y Ted


llamaron nuestra atención al frente de la habitación.

―Trabajaremos en más variaciones del whip esta semana con el whip


inverso, el whip de canasta y algunos otros, pero primero repasemos.

Kendall llevaba de nuevo sus zapatos de tacón, pero los había


combinado con unos pantalones finos y un gran jersey peludo que me hacía
desear abrazarlo estrechamente. A pesar que mi cuerpo corría al galope para
llegar al final de la clase, traté de mantener la cabeza fría, dejando que él me
guiara a través del paso inicial y el de transición. Trabajamos el Sugar Push
y el whip antes que Chuck demostrara el whip de canasta, que tenía un
componente de brazo cruzado con el que Kendall luchaba.

―Paso paso triple paso paso paso triple paso ―contó Chuck.

―Argh ―me atraganté cuando Kendall me pilló justo a contrapie con


nuestras manos unidas.

―¿Puedo? ―Chuck se acercó a nosotros―. Déjame guiar a Todd y


mostrarte.

Fue un poco raro bailar con alguien que no era Kendall y dejarle guiar.
Parecía que mi cuerpo sólo disfrutaba de seguirlo. Aún así, traté de ser un
buen compañero para Chuck, dejándolo pasar a la posición de canasta con
los brazos cruzados y volver a salir.

Cuando Kendall me recuperó, sentí que me sostenía un poco más firme.


Me gustó eso, ese pequeño toque de celos y competitividad. Esta vez, cuando
me pasó a la posición de brazos cruzados, lo hizo con confianza.

―¿Vienes conmigo después de clase? ―preguntó, con los ojos llenos de


sucias promesas.

―¿Me alimentaras? ―Es curioso lo mucho que me gustaba eso, la forma


en que no era sólo sexo para Kendall, la forma en que podíamos comer y

96 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

hablar. Nunca me sentía barato a su lado y no siempre había sido así con
conexiones previas.

―Por supuesto. Dejé algunas vainas rellenas en la nevera para


calentarlas cuando lleguemos.

Fingí pensar en ello.

―¿Italiano? Sí, iré.

―Te haré comer ensalada también ―advirtió Kendall.

―Igual iré. ―Me reí y le guiñé el ojo en el siguiente pase de baile.

***

En su casa, después de pasear al perro, descubrí que Kendall había


puesto la mesa muy bonita con flores frescas y platos azules. Me dolía el pecho,
por la forma en que se tomaba tantas molestias por mí.

Metió una cazuela envuelta en papel de aluminio en el horno.

―Ahora debemos practicar durante otros cuarenta y cinco minutos o


algo así... o...

―O. ―Lo empujé hacia mí.

Kendall me rodeó el cuello con sus brazos.

―Esperaba que eligieras eso. ―Empezó a tirar de mí hacia el sofá, pero


yo sacudí la cabeza. Todavía no había hecho las paces con esas ventanas
suyas.

―¿Dormitorio?

―Me encanta tu dormitorio ―dije y era verdad. Me encantaba el color


lavanda claro de la pared, y el morado oscuro detrás de la cama, así como la
cama y el armario de madera blanca, y por supuesto, la gran cama mullida

97 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

que me recordaba a un hotel de lujo con su grueso edredón blanco y muchas


almohadas. Pero sobre todo me encantaba la forma en que Kendall hacía caer
las sábanas y las almohadas al suelo antes de empujarme, con una intención
clara en sus ojos.

Como en la pista de baile, se volvía más confiado y mandón con cada


encuentro y me gustaba su actitud de hacerse cargo.

Me dejó allí, tendido en su cama, mientras se paraba frente a mí y se


desnudaba. A diferencia de mí, Kendall no tenía problemas para dar un
espectáculo, como lo demostraba la pequeña sonrisa traviesa burlándose en
su boca. Subió y bajó el dobladillo de su jersey varias veces, dándome
destellos de piel.

―El tiempo pasa ―refunfuñé.

Kendall se rió y se quitó el suéter, milímetro a milímetro hasta que


finalmente dio un pequeño golpe y lo dejó caer hasta el suelo. Con los ojos
clavados en los míos, deslizó su cremallera, y vi la razón de este pequeño
espectáculo.

―Joder ―dije mientras revelaba el encaje negro que delineaba su dura


polla. Supongo que lo llamaría bóxer cortos, pero eran más bajos y cortos que
cualquier otro bóxer que haya visto y la forma en que abrazaban su polla era
obscena.

―Pensé que te gustaría esto. ―Kendall se rió―. Quería algo que fuera
todavía cómodo pero un poco... más bonito.

―Te quiero totalmente bonito ―gruñí, y rodé hacia él para poder tocarle
el culo y acercarlo a mi ansiosa boca.

Lo lamí a través del encaje, haciéndolo jadear. Nunca habíamos hecho


esto, pero ahora, quería hacerlo por él, no porque yo era bueno en ello, no
porque me alimentara y cuidara, sino porque quería conocer el sabor y el peso

98 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

de él en mi lengua y quería darle placer a mi chico. Y ese bóxer... Dios mío,


me volví más que un poco loco mientras le acariciaba las pelotas y la polla a
través de la tela.

―¿Me la vas a chupar? ―La voz de Kendall estaba llena de autoridad,


sin cuestionar mi voluntad.

―Demonios, sí, lo haré. ―Le bajé la cintura de su ropa interior para que
la cabeza de su polla se soltara. Empecé a inclinarme para lamerlo, y luego
recordé―. ¿Quieres un condón para esto? No tengo heridas o cortes en la boca,
pero lo que te haga sentir más cómodo…

―Estoy bien... ―jadeó mientras mi lengua hacía contacto con su eje.

Me reí antes de lamer toda la cabeza de su polla, lamiendo a lo largo de


la cintura de su ropa interior también, empujándola hacia abajo con mi boca,
hasta que la mayor parte quedó expuesta para provocar. Su polla era de un
precioso tono rosa oscuro, más oscuro cerca de la raíz y las pelotas, más
rosado cerca de la punta sin circuncidar.

―Basta de provocaciones. ―Kendall me golpeó la cara con su polla,


mensaje claro.

―¿Quieres algo? ―pregunté inocentemente.

―Sabes que sí. Chúpala. ―Kendall me ordenó con una voz firme que
sentí hasta en mis propias pelotas.

Cumpliendo, cerré mi boca alrededor de su polla y me deslicé hacia


adelante hasta que me lo tragué hasta la base.

―Joder. Estás lleno de trucos, ¿verdad?

No estaba necesariamente orgulloso de mi habilidad para chupar la


polla, pero me alegré de ello en ese momento porque le hizo gemir y jadear
mientras lo tomaba. Lo ordeñé con mi lengua mientras empezaba un lento y

99 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

profundo deslizamiento. Había estado prestando atención a Kendall, y no era


la velocidad lo que normalmente lo hacía correrse. Más bien parecía gustarle
un ritmo más lento con mucha estimulación, así que traté de darle eso, metí
los dedos por debajo de la ropa interior hasta sus bolas, trabajé la parte
inferior de su polla con la lengua y le froté el culo con la otra mano.

Algo pacífico y seductor se apoderó de mí, me hizo sentir como si


hubiera bebido a sorbos alguna bebida potente que hacía que cada
movimiento fuera placentero, me hizo sentir cada aliento suyo, cada gemido,
y amplificó su sabor hasta que estuve gimiendo junto con él, desesperado por
más.

―Sí, así, ¿no? ―Kendall movía sus caderas como si buscara algo y no
llegara a conseguirlo. Yo sabía lo que quería y le solté la polla antes de
ponerme sobre mi espalda con la cabeza sobre el borde del colchón.

Me abrí la bragueta, le di a mi polla un poco de espacio para respirar


antes de hacerle un gesto.

―Joder, sí. Hazte una paja mientras yo te jodo la boca. ―La voz de
Kendall era áspera y necesitada.

No precise que me lo pidiera dos veces. Empecé a tirar fuerte mientras


él se deslizaba de nuevo en mi boca y ponía mi mano libre en su cadera para
poder sentir su ritmo. Lenta, dura y profunda, la respiración de Kendall se
aceleró y ambos gemimos. Chupé fuerte en el golpe ascendente, tratando de
mantenerlo en mi boca por más tiempo, jugando con mi cabeza para contener
mi respiración por más tiempo. Era mi propia clase de subidón, entregándome
a la jodida, viendo cuán profundo y duro podía dejarlo ir.

―Justo ahí. Oh, maldición. Sí, me voy a venir.

Gemí en respuesta, acelerando la mano. Sus piernas empezaron a


temblar y él hizo pequeños gemidos y quejidos justo antes de disparar en mi

100 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

garganta. Chupé fuerte, dejando que su sabor me llevara por el borde hasta
que yo también me corría, gimiendo alrededor de su polla mientras llegaba
por todo mi vientre.

―Oh, Dios mío. ―Kendall se tumbó en la cama a mi lado―. Oh. Dios


mío. Creo que me has roto el cerebro.

―Me alegro. ―Mi voz sonaba como si hubiera rebotado en una


mezcladora de cemento.

―Oh, demonios. Entre esto y casi estrangularte mientras bailas,


realmente te debo un helado o algo así, ¿no? ―Se rió.

―Lo tomaré.

Se dio la vuelta, dejando caer un beso perezoso contra la pierna de mi


pantalón.

―La próxima corre por mi cuenta.

A pesar que acababa de venirme duro, mi cuerpo seguía temblando.


Con más anticipación.

―Cuento con ello.

101 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Todd se dio una ducha rápida mientras yo sacaba la comida del horno
y la ponía en los platos.

―¿Quieres un chándal? ―grité mientras la ducha se cerraba. Tenía la


sensación de que se había manchado los pantalones de vestir y sabía que era
meticuloso con esas cosas.

―No. Tengo mis pantalones de trabajo. ―Salió con una toalla en el pelo,
con los pantalones bajos a la cadera. Sin camisa. Hizo una mueca y señaló el
reloj del microondas―. Cielos, se hizo tarde, ¿no?

Había estado tramando un plan mientras se duchaba.

―No tengo una cita temprana mañana. Podría llevarte al trabajo si


quieres quedarte a dormir.

―El viernes es un largo día para nosotros. Tenemos que llegar temprano.
―Todd se sentó en la mesa, inhalando profundamente mientras sonreía a la
comida. Dios, me encantaba la forma en que apreciaba las cosas que hacía
por él.

―No me importa. Me da una excusa para tomar un café de lujo antes


de ir a trabajar en vez de dormir hasta tarde. ―En realidad, yo era más bien
un búho nocturno, pero realmente quería dormir junto a Todd por razones
que no quería examinar demasiado de cerca.

―Está bien. ―Asintió solemnemente y sacó su teléfono del bolsillo―.


Déjame enviarle un mensaje a la abuela, para asegurarme que no necesita
ayuda esta noche.

102 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Se sonrojó mientras escribía, lo que fue jodidamente adorable.

―Me siento como un niño escabulléndose ―murmuró.

―Será mejor que hagamos que valga la pena. ―Le guiñé un ojo. Y
diablos, realmente se lo debía después de esa épica mamada. Nunca había
tenido a nadie que pudiera hacer una garganta profunda con tanta facilidad,
o con tanto entusiasmo. Su teléfono sonó y se puso más rojo.

―Ella dijo diviértete.

―Ella acepta de manera notable que seas gay. ¿Siempre fue así?

Todd levantó la cara, haciendo una pausa con el tenedor en el aire.

―Sólo porque la gente sea del sur no significa que todos sean
conservadores. Ella fue profesora de ciencias políticas liberales. Mi padre no
se tomó muy bien lo de ser gay y culpó a mamá y al baile, pero la abuela
siempre ha sido muy buena en eso. ―Su acento sureño siempre se hacía más
fuerte cuando se ponía nervioso por algo.

―Lo siento. No quise insinuar nada. Y créeme, lo sé todo sobre la gente


y las suposiciones.

Todd extendió la mano a través de la mesa, me dio una palmadita en la


muñeca.

―Sé que lo sabes. Y eso es lo am… lo que me gusta de ti. Sabes que la
gente te va a juzgar, y de todas formas, eres tú mismo. Eres fuerte. Me gusta
eso.

Este lapsus linguae me calentó por completo. Aunque me decía a mí


mismo que era algo casual, ya estaba más que enamorado de él, como cuando
caminas por la playa en la costa de Oregón: los edificios se hacen cada vez
más pequeños y los riesgos cada vez más grandes. Y me gustaba que me viera
fuerte. No siempre me veía así y significaba que él veía el yo que tanto me

103 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

esforzaba por ser.

―Gracias.

―En serio. Sabes lo que quieres hacer con tu vida. Como si tuvieras...
un propósito.

Hubo un tono melancólico en su voz que me arrancó el corazón.

―No siempre quise hacer esto —admití―. Y mi madre sigue molesta


porque no conseguí un título seguro, como derecho o un MBA, un trabajo
'real'. Pero me metí en la planificación de eventos con grupos en la universidad,
y luego mis amigos empezaron a casarse. ―Me encogí de hombros―. Resultó
que era bueno en eso, y soy el tipo de persona... que necesito trabajar por mi
cuenta.

Lo que realmente quería decir era que no estaba dispuesto a lidiar con
jefes con opiniones sobre mi fluidez de género. En mi línea de trabajo, la gente
me veía como "excéntrico", no me veían como una amenaza, como alguien que
alejaría a su compañero elegido, que era un arma de doble filo. Yo era un
personaje para ellos, no siempre una persona. Me gustaba cómo Todd siempre
parecía ver a la persona, lo había hecho desde el principio.

―Ojalá supiera lo que quiero o necesito. La abuela quiere que vuelva a


la escuela, que obtenga mi GED22, que piense en la universidad, pero diablos,
ese no soy yo. ―Todd persiguió su comida con su tenedor.

―¿Qué harías si pudieras hacer cualquier cosa en el mundo?

―Supongo que no lo sé. ―Sonaba tan triste por eso que le apreté la
mano―. Me gusta hacer sonreír a la gente. Hacer algo bonito por ellos, pero
eso no es realmente una carrera.

22 El GED o General Educational Development Test es una certificación para el estudiante


que haya aprendido los requisitos necesarios del nivel de escuela preparatoria
estadounidense o canadiense.

104 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Es un comienzo. ¿Por qué no dejas que Vic te enseñe algunas de las
cosas de decoración? Eso hace que la gente sonría. Y un buen servicio al
cliente es una elección de carrera válida. No necesitas trajes elegantes para
que valga la pena.

―No deja de insistir en que aprenda, pero Kendall, ¿y si soy pésimo en


eso? ―La voz de Todd era poco más que un suspiro.

―No te va a despedir ―le dije con firmeza―. ¿Y si resulta que la


decoración de pasteles es lo que se te da bien? ¿Si ese es tu propósito?

―También tengo miedo de eso ―le dijo a su plato.

―Oye ―señalé con mi tenedor― nada de eso. Eres genial para seguir
instrucciones. Lo harás muy bien.

Sus ojos eran grandes piscinas azules de emoción.

―Eso significa algo. Qué tu creas en mí.

―Lo hago. ―Apreté su mano otra vez, y nuestros ojos se encontraron y


se sostuvieron. Se sentía como si camináramos en esa playa desconocida,
como si dejáramos un rastro detrás de nosotros de pequeños momentos como
éste, sólo esperando que no estar a punto de ser arrastrados al mar. Pero si
lo estábamos, estaba seguro que iba a admirar el paisaje tanto como pudiera.

―¿Quieres ver una película en mi cama para dormirte? ―pregunté


mientras llevábamos los platos al lavabo.

―Quiero verte a ti. ―Respondió como yo esperaba que lo hiciera, e


hicimos un rápido trabajo en la cocina, porque insistió, antes de correr a la
cama, dejando un rastro de besos y ropa a nuestro paso.

Como si lleváramos haciéndolo una docena de años, nos acurrucamos


desnudos bajo las sábanas, besándonos y tocándonos con desenfado. Olía a
mi champú y jabón, algo que me parecía extrañamente sexy, y sabía a las

105 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

mentas que le gustaba llevar.

Lo giré para poder besarle la nuca y la parte superior de sus hombros


pecosos. Mi mano serpenteó para acariciar su polla.

―¿Qué es lo que quieres? ―susurré―. Lo que sea.

Él se rió suavemente.

―Esto es muy bonito justo así. Me encanta estar rodeado de ti.

―¿Está bien si hago que mi mano resbale? ―busqué mi lubricante en


la mesilla de noche.

―Sí... podemos... si quieres... ―Golpeó las caderas hacia atrás, pero sus
divagaciones nerviosas me dijeron que no estaba listo para eso.

―Ya llegaremos a eso. ―Le besé los hombros otra vez―. Ahora mismo,
sólo quiero apoyarme en tu espalda mientras te masturbo. ¿Eso suena bien?

―Oh, sí.

Usando el lubricante, nos puse resbaladizos, y luego me acosté cerca


de él, con la polla en la parte superior de su grieta...

―Joder, qué bien se siente ―gimió―. Bésame más el cuello.

―Sí, eso es. Dime lo que necesitas. ―Nunca me cansaba de lo mucho


que le gustaba que le besaran, tocaran y abrazaran. Al igual que con el baile,
se sentía como si algo se deslizara en su lugar, un equilibrio que no sabía que
necesitaba. Necesitaba a alguien como él para que lo abrazara y lo cuidara
así.

Me encantaba sentirlo en mi mano, caliente y pesado, y me encantaban


los sonidos necesitados que hacía cuando me apoyaba en su espalda.
Escuché sus pequeños ruegos y gemidos, aprendiendo cómo le gustaba mi
agarre apretado alrededor del eje, más suelto sobre su cabeza, y con mucha

106 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

velocidad.

―Cerca. Dios, Kendall, estoy cerca. Por favor.

―Sí, eso es. Vente por mí. ―Aceleré mis caderas contra su espalda,
sosteniéndolo fuerte, con los labios contra la base de su cuello.

―Abrázame. Dios, abrázame. ―Se estremeció, su voz se quebró al llegar.


Lo acaricié a través de ello, y unos cuantos empujones más y me uní a él,
jadeando su nombre, el orgasmo me inundó en ondas más suaves que antes.
Le besé la espalda y los hombros una y otra vez mientras me alejaba de la
niebla.

Necesitábamos desesperadamente una toalla, pero no quería dejarlo ir.

―Hombre, eso fue... intenso. ―Todd se acurrucó contra mí en vez de su


salto habitual para ducharse―. Me sentí tan cerca de ti.

―Yo también. ―Me moví para poder darle a su boca un beso incómodo―.
Yo también.

Y demonios si sabía qué hacer con ese sentimiento de cercanía, esta


necesidad que se había abierto dentro de mí por este hombre, por esta
conexión que teníamos.

***

Dejé a Todd temprano, sin intención de volver a verlo hasta el sábado


cuando dejara el pastel para la boda de mis clientes, David y Robby, pero
terminamos con una emergencia que nos envió a David y a mí a la panadería
a primera hora de la tarde.

Todd estaba cargando croissants en la bandeja delantera cuando


entramos.

―¡Kendall! ―Sus ojos se abrieron mucho y su boca se torció, como si no


estuviera seguro de qué hacer a continuación y yo compartí su indecisión. No

107 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

estaba muy seguro de cómo saludarlo en su lugar de trabajo. Con un amigo


cercano como Freya, esperaría un abrazo. Con un novio, asumiría que habría
algún tipo de afecto, pero la repentina energía incómoda entre nosotros
subrayaba el extraño limbo en el que estábamos. Después de anoche, ya no
estaba tan seguro de querer o poder hacerlo de manera casual, pero me abrí
a admitir que me había preocupado por el tráfico esta mañana cuando lo dejé,
sin hablar de mis sentimientos.

―¿Está Vic? ―Nos ahorré a ambos la incomodidad de mirarnos


fijamente―. Le dejé mensajes, pero estábamos en la zona y pensamos en
pasarnos. Tenemos en un pequeño dilema.

―Vic salió corriendo a buscar una ensalada para su almuerzo. Pero el


pastel tiene un aspecto increíble. Va muy bien.

―Es un alivio. ―David se movió a mi lado, con una energía inquieta―.


Pero eso no es lo que nos preocupa. Acabo de enterarme que mi hermana y
sus hijos han renunciado a todo el gluten, y me preocupa que no tengan nada
de postre cuando cortemos el pastel. Esperaba que Vic tuviera una idea. No
quiero que los niños se sientan excluidos.

―Hmm. ―Todd asintió, considerándolo―. Hemos hecho un pastel sin


gluten antes, pero es un pedido especial. No estoy seguro que pueda hacer
uno con poca antelación, tenemos un par de bodas este fin de semana y no
estoy seguro de lo que hay a mano.

―Oh, bueno, tal vez podamos conseguir algo en New Seasons.

―Espera. ―Los ojos de Todd se entrecerraron―. ¿Todavía comen algo de


azúcar? ¿Como con glaseado? Porque tengo una idea.

―Son niños. Estoy bastante seguro que comerán glaseado ―dijo David.

Todd tomó un plato y un panecillo de paleo de la caja.

―¿Qué tal si los convertimos en mini-pastelitos decorados para que

108 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

hagan juego con el gran pastel? ―Cortando la parte superior de la magdalena,


la puso al revés en el plato―. ¿Ves? Puedo ver si Vic tiene tiempo para
decorarlo con tus colores.

―Eso es brillante ―le dije a Todd.

―Y creo que deberías ayudar. Puedes cubrir con migas los mini-pasteles
por mí. ―Vic salió de la parte de atrás, con una gran sonrisa en su rostro
mientras se dirigía a Todd―. Tengo más mezcla de paleo, y podemos hacerlo
un poco más dulce que los panecillos, sin las bayas y las nueces.

―Sabía que lo lograrías ―dije.

―Nuestro objetivo es complacer. ―Vic se rió―. ¿Quieres echar un vistazo


a la tarta principal? Estoy muy contento con la forma en que está saliendo.

―Claro ―dijo David, y seguimos a Vic y Todd. Noté que Todd cojeaba un
poco.

Tiré de su manga, deteniéndolo.

―¿Qué te ha pasado?

Se encogió de hombros y puso una cara.

―Me caí del muelle de carga. No te preocupes, estaré bien para bailar
la semana que viene.

No había preguntado por eso y abrí la boca para explicarlo, pero Vic nos
hizo señas para que avanzáramos, David exclamaba felizmente sobre el pastel
y el momento pasó. Todd se alejó de mí, y se fue al otro lado. Maldición. Si
estaba teniendo un día de mierda, quería oírlo, darle un abrazo, pero si quería
distancia, no tenía derecho a empujar. Y si quería que fuéramos un secreto,
¿podía culparlo, cuando no le había dado ninguna razón para pensar que
éramos más que follamigos amistosos?

Necesitaba concentrarme en la boda de David y Robby, pero incluso

109 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

cuando pasé por todas las otras tareas de último minuto, mis pensamientos
seguían estando con Todd y la forma en que se había alejado de mí. Tal vez
fue para mejor que no hubiera hablado. Mi historia me había enseñado que
necesitar a alguien de la forma en que lo necesitaba a él sólo conducía al
desastre. Tal vez era hora de retroceder antes que uno de nosotros saliera
herido.

110 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

En cuanto me resbalé del muelle de carga y me torcí el tobillo, lo


primero que pensé fue en lo decepcionado que estaría Kendall si no podía
bailar. ¿Querría siquiera salir si no podía bailar en la gala benéfica? ¿Qué
otro valor tenía yo para un tipo como él?

Esos pensamientos me pusieron de mal humor y me acompañaron en


el trabajo durante todo el viernes. Vic hizo que uno de los otros asistentes
hiciera la masa de los pastelitos paleo para el cliente de Kendall, pero fiel a
su palabra, me hizo ayudar.

―Eres preciso. Serías bueno manejando la mezcla en un apuro ―dijo


mientras me ponía a vigilar la masa―. Y el revestimiento de migas es algo con
lo que siempre necesitamos una mano.

Quería ser útil, de verdad, pero tampoco podía evitar sentir que Vic me
estaba preparando para una prueba que no podría pasar. Decepcionarlo sería
casi tan malo como decepcionar a Kendall. Me quedé pensativo mientras Vic
hacía su magia en los mini-pasteles de paleo, y mi meditación continuó
durante mi reunión del viernes por la noche.

―¿Estás bien? ―preguntó Robin, el marido de Vic, mientras


guardábamos las sillas después de la reunión. Aunque era mi padrino, no
podía contarle mi miedo a fracasar en la panadería. Me había defendido para
conseguir el trabajo de reparto. No era necesario hacer tambalear su fe en mí
también.

―Sí. Estoy bien. Me lastimé el tobillo antes y me tiene malhumorado.

―Conozco una gran clínica de medicina deportiva. ¿Quieres que te

111 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

consiga su información para que te revisen?

―No. Sólo lo doblé, eso es todo.

―¿Vas a quedarte para la comida en la recepción mañana? Vic


mencionó que Robby dijo que eras bienvenido a quedarte después de entregar
el pastel, ¿verdad?

―Sí. ―No dije que probablemente no lo haría.

―Estoy seguro que Kendall se alegrará de verte. ―Robin estaba


claramente en una expedición de pesca pero yo no mordí el anzuelo.

―Ya veremos ―dije. Kendall necesitaba concentrarse en su trabajo. No


necesitaba mi distracción, no cuando no estaba seguro de poder darle la única
cosa para la que me necesitaba.

***

Cuando fui a entregar el pastel el sábado, todavía estaba de mal humor.


El tobillo estaba más rígido y dolorido de lo que esperaba y Kendall no me
había enviado un mensaje de buenas noches como solía hacerlo. Sabía que
estaba ocupado, pero seguía sintiéndome mal incluso mientras cargaba la
tarta.

La banda estaba calentando cuando llegué al salón de la azotea y al


centro de conferencias en el noroeste de Portland que David y Robby habían
elegido para su recepción, pero no iba a cometer el mismo error que la última
vez y ceder al ritmo, aunque mi tobillo hubiera estado mejor. La vista del
horizonte del noroeste a través del gran banco de ventanas creaba un buen
equilibrio para las decoraciones de color crema y verde claro. A lo largo de
una pared había una elaborada barra de café y bebidas, un guiño al trabajo
de Robby dirigiendo una cafetería en el centro de Portland.

La mesa de la tarta estaba flanqueada por plantas frescas y un


ingenioso tejido arrugado. Al dejar el pastel, busqué a Kendall, pero no lo vi.

112 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Uno de los empleados del catering se acercó para echarme una mano
deslizando el pastel.

Estaba a punto de darme por vencido y dejar la caja de golosinas del


desayuno con uno de los del catering cuando Kendall apareció, con el novio a
cuestas.

―¡Mira nuestro pastel! ―Robby, el más bajo de los dos hombres, el que
no había estado en la panadería, corrió a la mesa del pastel―. Y mira, David,
los pastelitos para la familia de tu hermana son adorables.

―Resultaron geniales. ―David me ofreció su mano, así que la estreché―.


Buen trabajo.

―Todo fue Vic, pero se ven muy bonitos. ―Agarré la caja del fondo del
carro―. Y esto también es de él, para tu desayuno de mañana.

―Muchas gracias ―dijo Robby entusiasmado―. ¿Ahora te vas a quitar


esa chaqueta? ¿Tomar un café y algo de comida? Los otros invitados llegarán
en cualquier momento.

―No puedo creer que la ceremonia se haya desarrollado sin problemas.


―El alivio tiñó la voz de David. Y la forma en que miraba a su nuevo marido...
hombre, todo el mundo debería tener esa mirada al menos una vez en la vida.

―Por supuesto que sí ―dijo Kendall―. Y tú deberías quedarte, Todd. Hay


mucha comida en el buffet, y puedes mezclarte con Vic y Robin.

Algo de cómo dijo mi nombre me puso nervioso. Era como si hubiera


puesto una valla que bloqueaba nuestra amistad del mundo exterior, y eso no
me gustaba nada.

―No. ―Me encogí de hombros―. Tengo que recuperar el camión y todo


eso. Que pasen una gran noche. Felicidades.

Ver cómo se sonreían el uno al otro era una especie de tortura. No había

113 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

conseguido ese tipo de conexión en mi vida, y por primera vez realmente sentía
esa pérdida, quería compartir ese vínculo con alguien. Lo deseaba con Kendall,
si era sincero, y eso hizo que mis tripas se apretaran alrededor del vacío que
había en mi interior.

***

Vi a Kendall un par de veces en los siguientes días, pero esa distancia


entre nosotros parecía estar empeorando, no mejorando. Terminó de arreglar
mi nueva ropa de vestir para la gala benéfica, lo que me puso inquieto por el
evento de la semana siguiente. Las viejas preocupaciones me perseguían: Tal
vez Kendall se había asustado por el VIH o tal vez estaba teniendo dudas sobre
estar con alguien con mi tipo de equipaje. Una persona más valiente que yo
habría hablado con él, pero no pude encontrar las palabras, ni siquiera para
enviarle un texto. No quería parecer tan necesitado.

El jueves fue la siguiente lección de baile y gracias a Dios mi tobillo se


sintió lo suficientemente fuerte para ir. Llegué antes que Kendall, con un par
de pantalones que me había hecho el dobladillo. Me dio una extraña emoción,
él cuidando de mí y yo deseaba poder disfrutarlo más.

Hablé un poco con Micky y Danny, que habían decidido contratar a


Kendall para su boda. Me sorprendí a mí mismo hablando de pasteles con
ellos, de lo apasionado que me puse con el fondant frente a la crema de
mantequilla. Describí, con todo tipo de detalles el pastel de boda blanco sobre
blanco de la boda de David y Robby. Supongo que Vic y la panadería me
estaban cambiando más de lo que pensaba.

Chuck entró sin Ted y se dirigió directamente a donde estábamos


hablando.

―Todd, ¿puedo pedirte un favor? ―dijo.

―Claro ―dije con recelo.

114 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Ted está resfriado y se ha quedado en casa esta noche. ¿Podría usarte


para hacer una demostración? Estamos haciendo el Texas Tommy23. Tu whip
se veía tan bien la semana pasada que creo que lo aprenderás rápido.

―Sí, puedo hacerlo ―dije, pero por dentro gemí. Es curioso cómo las
cosas habían cambiado para mí. Cuando era más joven, me encantaba
lucirme ante la profesora, ser su asistente especial, saber que era bueno en
las cosas. Pero, bailar era diferente con Kendall. Con él, era pura diversión,
seguirlo, bailar juntos.

No estaba seguro de estar listo para que el baile volviera a ser un trabajo.

―Kendall puede bailar con Danny mientras tú haces la demostración.


No me importa mirar. ―Micky, el más bajo de los dos, se ajustó su chaleco
dorado antes de agarrar una de las sillas a un lado.

Kendall entró en ese momento, y pareció un poco molesto por el plan,


lo que me hizo extrañamente feliz. Bien. Yo también prefería bailar con él.

Chuck me llevó a través del Texas Tommy varias veces para mostrar el
cambio de mano y el giro. Él era más fuerte que Kendall, y yo seguí
sobregirando, lo que hizo difícil demostrar el paso de rock que vino después.
Me concentré tanto en mis movimientos que casi me pierdo a Kendall riéndose
de algo que dijo Danny.

Danny llevaba un vestido negro largo, y los dos hacían una bonita
imagen, bailando juntos. Kendall parecía venir de una de sus reuniones de
clientes. Traje color crema, sin corbata pero con un sutil encaje en la camisa.
Muy bonito.

Danny siguió fácilmente a Kendall, y debería haber estado orgulloso de


él por haberlo captado tan fácilmente, pero en cambio yo estaba más molesto

23Se dice del Texas Tommy que fue el primer baile de swing. Es un vigoroso baile social para
parejas que se originó en San Francisco a principios del siglo XX.

115 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

que un caimán en invierno, viendo a alguien más ganarse sus sonrisas y risas.
Lo cual era una locura, lo sabía.

― Vale, ¿por qué no lo intentas con Micky? ―sugirió Chuck mientras me


liberaba para poder ir por la habitación y dar consejos.

Lo que realmente quería era volver con Kendall, pero asentí y me


acerqué a Micky.

―¿Te importa si te guío? ―le pregunté mientras le tendía una mano para
ayudarlo a levantarse.

―Oh, normalmente lo hago ―dijo Micky y fácilmente asumió la posición


de líder. Demonios, podría estar dispuesto a seguir a Kendall a cualquier parte,
pero no me gustaba que me pasaran por encima así. Micky tenía un estilo
agresivo, uno que esperaba que Danny apreciara porque yo seguro que no lo
hacía.

Atrapé la mirada de Kendall en un giro. Sálvame.

―¿Te diviertes? ―preguntó.

No.

―Oh, claro. ¿Tú?

―Danny y yo tenemos zapatos a juego. ―Kendall se rió como si fueran


las mejores noticias de la semana. Por supuesto, no tenía ni idea de los
nervios que había tenido durante toda la semana. Habla con él, me sermoneé
a mí mismo. Dile lo enredado que estás.

Finalmente, Chuck pidió un intercambio en las pistas y volvimos a


cambiar.

―Lideraré ―dije, todo irritado.

―Bien ―dijo Kendall, con las cejas fruncidas.

116 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Yo fui demasiado firme, demasiado dominante mientras guiaba a


Kendall, tirando y empujándolo más de lo necesario.

―Ay ―dijo Kendall y soltó su muñeca. Mis tripas se agitaron. No había


querido lastimar a mi compañero.

―Lo siento ―dije y le agarré la mano para frotársela, pero Kendall no la


cedió, sino que me lanzó una mirada herida que me clavó justo en las partes
blandas.

Chuck necesitaba que le demostrara las variaciones cerradas y abiertas


del Texas Tommy, mostrando cómo salir de él con un whip invertido, trayendo
lo que habíamos aprendido la semana pasada. Todo el tiempo estuve
sufriendo por arreglar las cosas con Kendall y prácticamente corrí hacia él
después que Chuck me liberara.

―Puedes liderar ―dije, mi voz llena de tanta disculpa como pude meter
en dos palabras.

―De acuerdo. ―Kendall liberó a Danny, y luego tomó el mando conmigo,


llevándome con gracia a la entrada y salida del giro―. ¿Qué te pasa? No has
sido tú mismo en toda la semana.

―No estoy seguro ―dije sinceramente―. Sólo me siento mal.

―Sé lo que necesitas.

A ti. Sólo te necesito a ti. Asentí.

―Pho. Un gran tazón de sopa te ayudará a reiniciar. Siempre me ayuda


y hay un lugar en el noreste, no lejos de la casa de tu abuela.

Ah. Supuse que no íbamos a tener ninguna fiesta de pijamas esta noche.
Y no estaba muy seguro que la sopa de fideos me ayudaría. Ya la había tomado
antes, y me gustaba la carne y el caldo, pero no estaba tan entusiasmado con
ella como parecía que lo estaba la mitad de la ciudad. Aún así, necesitaba

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Annabeth Albert Bailado juntos

arreglar las cosas con Kendall.

―Eso suena bien.

Traté de seguirlo muy de cerca el resto de la clase, rechazando los


intercambios, y revoloteando sobre él con una botella de agua en el descanso.
Pero le gustaba más hablar de planes de boda con Danny y Micky, lo que era
comprensible ya que era su negocio.

Aún así, cuando estábamos en el coche yendo a cenar, estaba más


nervioso de lo que había estado en meses. Maldición, necesitaba la reunión
de mañana. Eso sería más un reajuste que la sopa. Odiaba estar tan alterado
con Kendall.

Dilo en voz alta. Dile cómo te sientes. Sabía que eso era lo que tenía que
hacer, pero no podía hacer que mi lengua funcionara. Lo que sabía era que
no podíamos continuar así, estar tan nervioso era una pendiente resbaladiza
para mi sobriedad, y ninguna reunión podría arreglar la forma en que Kendall
me había dado la vuelta. Esto era exactamente por lo que no había querido el
riesgo de una relación.

El restaurante que había escogido, Pho Oregón, era popular entre una
parte de la gente hipster a pesar de lo discreto del exterior. Ya había estado
allí antes con Jake. Pedí lo que había tomado antes: sopa de carne y rollitos
primavera, que eran como rollitos de huevo con una salsa demasiado dulce.

―¿Quieres venir a practicar mañana? ―preguntó Kendall mientras


esperábamos la comida.

Mi pecho se aflojó un poco. Al menos aún quería bailar. Eso era algo.

―Sí. ―Intenté no parecer patéticamente agradecido y me salvé con la


llegada de la comida.

―Trae algo de ropa y puedo llevarte al trabajo antes de tomar un café


con Freya el sábado.

118 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Eso puedo hacerlo. ―No pude contener la sonrisa.

―Ahí está esa sonrisa. Ves, te dije que la sopa ayudaría. ―Kendall me
sonrió.

No le dije que era la perspectiva de dormir toda la noche a su lado lo


que me hacía más feliz, no la comida. Una señal más de que teníamos que
hablar. Me estaba enamorando de él, exactamente el tipo de riesgo que había
jurado evitar, y no podía soportar la forma en que hacía que mis emociones
se balancearan como el péndulo del viejo reloj de la abuela.

Pho era un reto para comer, así que nos quedamos callados un rato, lo
que me vino bien a mí y a mi inestable estado de ánimo. Estábamos
terminando y a punto de pagar cuando entraron Jake y otros chicos que
conocía de las reuniones.

―¡Todd! ―Jake era alto, más alto que yo por varios centímetros, y
prácticamente me levantó de mi asiento con un gran apretón de manos
carnoso. Llevaba una camiseta que anunciaba la campaña local de
recaudación de fondos para el SIDA que ayudaba a coordinar cada año. No le
dio a Kendall más de media mirada. Típico de Jake.

―¿Cómo te va, amigo?

―Jake, cuánto tiempo sin verte. ―Nunca me di cuenta que me gustaba


ir a las reuniones a propósito cuando sabía que él no iría.

―Demasiado tiempo, hombre. Escucha, mañana tengo una reunión en


mi casa. Deberías venir, habrá parrillada.

―Tengo planes, con Kendall. ―Hice un gesto hacia él, ya que Jake
parecía muy decidido a no notarlo.

―Kendall, ¿eh? ―Jake le ofreció lo que parecía un apretón de manos


que aplastaba los huesos―. Ustedes dos...

119 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Sólo somos amigos ―dijo Kendall rápidamente y se me partió el


corazón en dos.

―No hagas esperar a tus amigos por nosotros ―le dije a Jake, con la voz
más dura que la tabla de planchar de la abuela―. Tenemos que irnos.

Me quedé callado mientras cada uno pagaba su parte, y luego me


escabullí hasta el coche de Kendall. Estaba medio tentado de caminar, pero
no tenía el toque de diva en mí. Además, no ventilaría mi ropa sucia donde
Jake pudiera verlo.

―¿Así que era tu ex? ―dijo Kendall mientras ponía el coche en marcha.

Hice un sonido poco comprometido en respuesta.

―¿Cuál es tu problema? Has estado de mal humor toda la semana.


¿Está todo bien?

―¿Por qué te importa? ―La mordaz pregunta salió antes que pudiera
retirarla.

―Porque somos am...

―Amigos. Sí, recibí ese memorándum, gracias.

―¿No quieres que seamos amigos?

Me encogí de hombros e hice un ruido frustrado. Dios, no quería tener


esta conversación. No, no quería ser amigo de Kendall, ¿y por qué demonios
no podía ver eso? Amigos era demasiado peligroso para mí y si él no se sentía
de la misma manera que yo, entonces tenía que largarme ahora.

120 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Algo estaba terriblemente mal con Todd y no estaba seguro de qué. Y


tampoco estaba exactamente hablando.

―¿Estás enfadado porque le dije a tu ex que somos amigos? ―Estaba


en un semáforo en rojo y miré a Todd a tiempo para verlo asentir casi
imperceptiblemente.

En realidad, había visto al ex de Todd y supe inmediatamente que todo


lo que podíamos ser era amigos. Nada más. Jake era su verdadero, alto y
ancho de hombros con manos del tamaño de un jamón, y una voz y presencia
de macho. Era un claro perro alfa. Y era VIH positivo, algo que Todd había
dicho más de una vez era importante para él. No había planeado salir con
chicos negativos, y esa era otra razón por la que no podíamos funcionar.

Aunque, tal vez Jake no era el tipo exacto que Todd necesitaba, ya que
también parecía ser un gran idiota, pero eventualmente volvería a ese tipo de
chico. Lewis había corrido tan rápido de vuelta a la gente del gimnasio y las
camisetas que me sorprendió que no se hubiera torcido algo. Por eso había
retrocedido toda la semana. En el fondo sabía que no podía ser lo que Todd
necesitaba en una relación.

Así que en lugar de tranquilizarlo o reclamar un estatus que sólo podía


ser muy temporal, opté por la autopreservación.

―Me imaginé que no querrías que anunciara que nos acostamos.

―Por supuesto que no ―dijo en voz baja cuando me detuve cerca de la


casa de su abuela.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Exactamente ―dije, sintiendo mi garganta en carne viva y ardiendo.


Justo como yo―. Somos buenos amigos con beneficios, ¿verdad? No tiene
sentido hacer que esto sea más de lo que es.

―No puedo hacer esto. ―La voz de Todd sonó tensa, como si estuviera
tratando de contener un río, como yo. Alcancé su mano pero la alejó―. No soy
elegante como tú, no encajo en tu mundo distinguido y no puedo dejar que
esto me destruya. No lo haré. ―Los puños de Todd estaban muy apretados―.
Así que no, no puedo ser tu amigo, lo siento.

Con eso, estaba fuera del coche, corriendo por el camino.

Pude haber ido tras él, pero sabía en el fondo de mi corazón que estaba
haciendo lo correcto dejándolo ir. Así que en vez de eso me senté ahí por
mucho tiempo, con los ojos ardiendo, las manos temblando, la cabeza
nadando. Escuché el portazo desde dentro de la casa. Sus dolorosas palabras
habían dejado claro que pensaba que de alguna manera no era lo
suficientemente bueno para mí, cuando en realidad era todo lo contrario.
Deseaba tranquilizarlo. Mi mano se dirigió hacia mi teléfono antes que la
retirara. No quería ser herido, y eso era todo lo que podía ofrecer a cualquiera
de los dos. Era mejor que termináramos las cosas ahora.

***

En un momento poco oportuno, tuve una consulta de boda con la pareja


del circo a la mañana siguiente. Bailey, la novia y yo teníamos programado
visitar algunos lugares, y luego una lluvia de ideas durante el almuerzo. No
había tiempo para deprimirse, tenía que ser Kendall, el gurú de los felices para
siempre. Dios, a veces odiaba mi vida. Sin embargo, no pude hacer nada más
que preocuparme por el café, recogerme el pelo en un moño a medias y llevar
un pantalón de vestir gris y una camisa blanca sólo porque aparecer en
chándal no era una opción.

Bailey se presentó en el Museo de Arte de Portland con dos de sus

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Annabeth Albert Bailado juntos

amigas.

Saqué su carpeta de mi bolso.

―Nos programé aquí primero, porque realmente creo que esta va a ser
la mejor opción para el tipo de evento que quieres ―le dije a Bailey―. ¿A quién
has traído para que te ayude a elegir?

―Estas son mis amigas, Gina y Louise. ―Bailey hizo las


presentaciones―. Pero estoy triste. Les conté todo sobre ti y del carisma que
tienes, y apareces todo... simple. ―Ella fingió hacer pucheros como los que las
chicas de veintidós años han perfeccionado.

Pestañeé. No era la primera vez que me llamaban carismático, pero no


había dormido mucho la noche anterior, dando vueltas y echando de menos
a Todd, y estaba simplemente... agotado. La culpa por esa mirada de dolor en
la cara de Todd me perseguía a cada paso.

Estaba muy cansado.

―¿Querías un vestido? ―levanté una ceja. Una ceja sin depilar. No


estaba exactamente de humor para el maquillaje, tampoco me había afeitado
y casi nunca me saltaba eso.

Las chicas se rieron. Sí, querían un vestido.

―Sólo queremos una experiencia de boda súper divertida ―explicó


Bailey.

―Tendrán un gran día. ―Tuve que trabajar duro para sonar medio
sincero.

―Te estaba imaginando con un traje llamativo de circo. Ya sabes, algo


corto, alegre y fabuloso. ―Bailey terminó con una floritura de mano que hizo
reír a sus amigas y me dio un calambre en el estómago. No estaba equipado
para manejar esto hoy.

123 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Soy un planificador de bodas. No un animador. ―Mantuve mi voz a


nivel pero firme.

―Awww. ―La amiga de Bailey puso mala cara.

―¿Es extra que te vistas como una drag? ―Bailey tocó su teléfono―.
Había asumido que era parte del paquete...

―No soy una drag queen. No es un disfraz conmigo. Llevo lo que quiero
llevar y lo que me hace sentir bien ese día en particular. ―Me dolía el pecho,
recordando lo fácil que Todd había entendido esa distinción―. Y mi... novio
rompió conmigo anoche y la ropa era lo último que tenía en mente esta
mañana. No puedo garantizar lo que llevaré en tu boda y si lo necesitas, quizás
no sea el planificador para ti.

Me sentí raro llamando a Todd mi novio cuando estaba tan en contra de


definirnos de esa manera, pero no podía negar que me sentía vulnerable post-
rompimiento.

―Oh, Dios mío. Lo siento mucho. ―Una de las amigas me dio una
palmadita en el brazo―. ¿Rompió contigo? ¿Por qué?

Porque soy el mayor idiota del planeta.

―No íbamos a funcionar. ―Me encogí de hombros, tratando de creerlo.

―Bueno, tampoco estoy segura que lo hagamos. ―Bailey tenía esa


mirada vidriosa que yo conocía muy bien. Tenía una visión para su boda y se
trataba de una divertida y feliz caricatura gay, y no se le iba a negar eso.

―No conozco a ningún organizador de bodas que haga drags, pero


puedo conseguirte el número de algunos artistas drags, si esa es la dirección
que quieres tomar. ―Finalmente dejé que cada gramo de cansancio entrara
en mi voz.

―¡Sí! Una función drag como parte del circo. Si puedes arreglar eso,

124 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

puedes quedarte.

Necesitaba este trabajo y sus grandes honorarios y sus potenciales


referencias. Pero no podía soportar meses de ser un accesorio. Hoy no.

―No ―dije―. Te conseguiré una lista de otros posibles planificadores.


Pero primero, ¿te gustaría que me quedara lo suficiente para presentarte a la
gente del museo?

Me morí un poco por dentro, forzando esa cantidad de profesionalismo


y todo mi cuerpo tembló con alivio cuando Bailey sacudió su cabeza.

―No te molestes.

Me alejé del museo, no estaba seguro de adónde me dirigía, sólo que


necesitaba apartarme de todo. Todd nunca me había mirado como lo hacían
Bailey y sus amigas, como si yo fuera una rareza, algo que perteneciera a una
exposición, no una persona con pensamientos y sentimientos reales.
Serpenteé por los bloques del parque, pasando a las familias y a otros
peatones que disfrutaban del suave clima primaveral.

¿Había cometido un gran error? Mi teléfono sonó en mi bolsillo. Todd.


Por favor, que esto sea una señal del universo.

Pero no lo era. Era Micky de la clase de baile, que también era mi nuevo
cliente.

¿Puedes POR FAVOR decirle a Danny que puede usar un vestido de


novia si eso es lo que quiere?

Escribí rápidamente en respuesta.

Por supuesto que sí. Conozco a los vendedores para llevarlos a


ambos. No te preocupes. Los haremos lucir a ambos fabulosos.

Sin embargo, por dentro, me desmoroné un poco más. Danny y Micky


eran una gran pareja, y se amaban exactamente como eran. Este era el tipo

125 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

de boda que me encantaba hacer, pero hoy, por primera vez, tenía serias
dudas sobre ¿por qué no yo?

Al otro lado del camino, un niño pequeño estaba parado en otro banco
mientras su madre le tomaba una foto. Después de tomarla, extendió sus
brazos y el niño saltó a ellos, sin miedo.

Un salto. Eso era lo que tenía que hacer, o de lo contrario estaría aquí
dentro de diez años, todavía suspirando en secreto por romances como el de
Micky y Danny. Dejando que mi dolor por Lewis me impidiera ser realmente
feliz. Quería una señal del universo, pero el universo no iba a darme mi final
feliz, si tal cosa existía. Lewis y mis otros pocos amantes no habían valido la
pena saltar al vacío, me querían demasiado o no lo suficiente, pero ¿y si Todd
era diferente?

Sabes que lo es. Eso es lo que te asusta. Si él valía la pena la caída, tal
vez era hora que me salieran alas.

126 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

Kendall me estaba esperando cuando terminé el trabajo. No sé por qué,


pero me lo esperaba. No es que significara que quisiera verlo o que mi corazón
realizara un pequeño baile. No. Nada de eso. Sólo que me imaginaba que
no podía dejar las cosas como están.

Estaba parado junto a su auto cuando salí de la parte de atrás de la


panadería. Sacudí la cabeza y seguí caminando, dirigiéndome a la parada del
autobús.

―Espera. ―Me siguió. Tenía un aspecto infernal, francamente. El pelo


todo revuelto y la cara y la ropa simple. Me dolió verlo con el aspecto como
me sentía por dentro―. ¿Podemos hablar?

―Es un país libre. ―Me encogí de hombros pero seguí caminando―.


Tengo que tomar un autobús.

―¿Podría llevarte a casa? Realmente quiero hablar contigo,


disculparme...

―No. ―Me detuve y me giré para enfrentarlo―. No tienes que hacer eso.

―Sí, tengo que hacerlo.

―Mira, anoche pensé mucho. Y de la forma en que lo veo, puede que no


sea el mejor partido, pero valgo algo. Tengo que creerlo. No puedo volver a
sentirme como basura y sin valor todo el tiempo. Demasiado riesgo para mi
recuperación. Me merezco a alguien que no se avergüence de estar conmigo.

Casi me dieron ganas de vomitar, escupiendo todo eso, pero había


pasado la mitad de la noche allí, desgarrado entre la rabia y el deseo de una

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Annabeth Albert Bailado juntos

dosis, y la nostalgia y más rabia. Finalmente la ira ganó porque no iba a dejar
que esto fuera lo que deshiciera los últimos dos años de sobriedad para mí.
Tal vez Kendall no quería reclamarme, pero alguien lo haría. Yo valía eso. Las
últimas semanas me habían mostrado que tenía más para dar de lo que
pensaba.

―Yo no… ―Kendall me abrazó―. No lo hago... Pensé... Pensé que era al


revés. Necesitas algo... más en una relación. Algo que no podía darte.

Pestañeé. No se me había ocurrido que quizá estuviera tan confundido


como yo.

―¿Por qué ibas a pensar eso?

―Yo no soy como Jake. En absoluto.

―Y eso es algo bueno. Puede que sea guapo, pero es un prejuicioso, y


controlador a veces. No quise tener nada que ver con eso cuando nos
enrollamos y no lo quiero ahora.

―Es la parte de guapo la que me ha hecho perder la cabeza. No soy...


No soy tu tipo habitual, ¿verdad? ―La voz de Kendall era suave y pequeña y
querría abrazarlo si no estuviera tan enfadado con él.

―No. Pero tú eres como el pesto.

―¿Pesto? ―Ahora Kendall era el que parpadeaba.

―Sí. Nunca pensé que me gustara esa cosa antes de ti. Pasé junto a ella
en el supermercado cientos de veces. Pero luego me lo preparaste y desde
entonces se me antoja. Quiero probarlo de todas las maneras posibles.

―Ves, eso es lo que me preocupa. ―El agarre de Kendall en mi brazo


todavía era tenso. Mi explicación no parecía haber funcionado―. No quiero ser
una novedad para ti. El sabor de la semana.

―No lo eres. Es más bien... eres lo que no sabía que me faltaba. Lo que

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Annabeth Albert Bailado juntos

necesito. Como volver a bailar y el pesto y la ensalada y tú. Pero... ―y esta


siguiente parte casi me mata decirlo, pero forcé las palabras―. No quiero jugar.
O confías en que esto es auténtico, o no puedes y seguimos adelante. No
puedo tener la suficiente confianza por ambos.

No era tan fuerte para cargar con esto si no iba a ser capaz de confiar
en mí.

―No quiero jugar ―dijo Kendall, pero sus ojos seguían muy inquietos―.
Es que... eres tan perfecto...

Resoplé porque ambos sabíamos que yo no era todo eso.

―Perfecto para mí ―insistió―. Me dejas guiar, te comes mi comida. Me


haces sentir... que me necesitas. Creo que me asusté de que algo tan bueno
no pueda durar.

―No durará si nos metes en cajas, tratando de no salir lastimado.


―Todavía me molestaba la forma en que me había tratado de amigo delante
de Jake.

―Me parece justo. ―El agarre de Kendall se relajó en algo más cercano
a una caricia―. Siento haberte hecho daño. No puedo prometer que no volveré
a ser un idiota de otra manera o que no lo arruinaré, pero no nos negaré.
Quiero esto. Te quiero a ti.

Asentí, muy consciente que estábamos en la calle y quería terminar de


hablar.

―Sí.

―¿Sí?

―Sí, puedes llevarme. ―Di la vuelta y me dirigí hacia su coche.

―Espera, ¿qué? ―Kendall luchó por alcanzarme―. ¿Es eso un sí,


podemos intentarlo de nuevo?

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Eso es un sí, puedes llevarme a tu casa. Un paso a la vez. Todavía


estoy trabajando en cómo me siento.

Todo lo que sabía era que ahora estaba aún más confundido de lo que
había estado todo el día, algo que no creía posible y necesitaba tocar a Kendall
de la peor manera.

***

Sabía que volver a casa de Kendall significaba que íbamos a follar.


Había demasiada tensión entre nosotros para no hacerlo, y lo que no podía
decir con palabras tenía que decirlo con los labios, las manos y los cuerpos.
Lo besé en el momento en que su puerta se cerró, empujándolo contra la
puerta. Normalmente, dejaba que él se encargara de guiarme, pero no me
apetecía mucho seguirle en ese momento.

Grrrr. El perro de Kendall tenía sus propias ideas, abriéndose camino


entre nosotros, gruñendo.

―¿Caminata rápida? ―Kendall se apartó de mi boca.

―Relámpago ―ordené, agarrando la correa del gancho junto a la puerta


y lanzándosela a Kendall.

Las últimas veces que habíamos paseado al perro, me había sentido


como una pareja, hablando, tomándonos de las manos, y compartiendo
sonrisas secretas, pero esta vez las cosas seguían siendo raras entre nosotros
y la distancia que nos separaba no era algo que las manos enlazadas pudieran
curar. Kendall apuró al perro y nos quedamos en silencio en el ascensor de
vuelta a su condominio.

―Ahora, ¿dónde estábamos? ―Kendall me rodeó el cuello con sus


brazos y me acercó. Estaba bastante claro que no estaba tan conflictuado
como yo y eso me enfadó más. ¿Cómo es que llegó a herirme anoche y hoy
vuelve todo arrepentido? No, a la mierda con ese asunto. Lo besé

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Annabeth Albert Bailado juntos

agresivamente, con los labios firmes y las manos apretadas.

―Me vuelves loco ―susurré contra su boca mientras lo llevaba al


dormitorio―. No sé qué rumbo tomar.

―¿Ayuda si digo que me siento de la misma manera? ―Una vez en el


dormitorio, Kendall trabajó los botones de mi camisa de franela.

―No ―dije, en serio.

―Lo siento. ―Me besó el cuello por debajo de la barba, me besó la


clavícula, los labios bajando sobre el pecho―. Lo siento mucho.

Kendall me tocó el cuello y los hombros mientras empujaba mi camisa


el resto del camino, dejando caer pequeños besos aquí y allá antes de caer de
rodillas.

―¿Está bien?

Asentí.

―¿Quieres un condón? ― Busqué mi cartera, pero Kendall me apartó la


mano.

―No. Estamos bien. ―Me sonrió, haciendo que mi interior se


estremeciera. Sabía que los riesgos eran casi nulos, pero aún así significaba
algo, que él estuviera dispuesto a hacer esto.

Desabrochándome la bragueta, Kendall sacó mi polla. A ella no le


importaba lo conflictivas que fueran mis emociones… estaba dura y lista. Sí,
puede que no estuviera muy de acuerdo, pero lo necesitaba, lo necesitaba de
rodillas para mí, lo necesitaba mirándome con esos grandes ojos oscuros,
necesitaba su boca caliente y ansiosa.

Kendall no se burló, simplemente me tragó, con las manos agarrando


mis caderas para acercarme. Mis pantalones y bóxer cayeron hasta mis
rodillas, pero me importaban un carajo.

131 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Mmmm. ―Hizo ruiditos felices alrededor de mi polla, gimiendo


mientras su nariz me hacía cosquillas en el pubis. Joder, me encantaba eso,
él ansioso por mi polla.

―Sí ―me quejé―. Tómalo.

Chupó fuerte en respuesta, estableciendo un ritmo exigente que me


tenía demasiado cerca, demasiado rápido. Su lengua hizo algo en la parte
inferior de mi polla que me hizo jadear.

―Cerca. Demasiado cerca ―murmuré, queriendo que esto durara, pero


mi cuerpo se adelantó.

―Vente para mí. ―Kendall me instó con una mano en mi trasero.

Tal vez él necesitaba esto tanto como yo. Me gustó ese pensamiento, y
me acercó más al borde. Sus dedos trazaron mi grieta y yo me incliné al tacto.

Se rió alrededor de mi polla, probablemente por lo mucho que


necesitaba eso. Por supuesto, tan pronto como sus dedos rodearon mi borde
mientras chupó con fuerza, llegué. Mis rodillas casi se doblaron y mi visión
se hundió como una lancha a motor que se estrelló contra mí, dejándome en
su estela.

Tropecé con la cama cuando me soltó y pateé los pantalones el resto del
camino. Kendall respiró hondo y estremecido mientras se paraba y se
despojaba de su ropa con manos temblorosas. Joder, eso sí que era excitante,
estaba tan deshecho.

―Fóllame ―dije, asintiendo a su polla que se movía.

―¿En serio? ―Kendall levantó una ceja mientras buscaba en su cajón


un condón y lubricante, que tiró en la cama.

Sé que a algunos chicos no les gusta que les follen una vez que se han
corrido, pero a mí me gusta... es una sensación agradable, porque ya me he

132 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

corrido, y la sensación de hipersensibilidad interior me enciende, a menudo


me anima a una segunda ronda, e incluso si no lo hace, me gusta disfrutar
de las sensaciones, ver cómo se corre la otra persona, sabiendo que se ha
preocupado lo suficiente como para ocuparse de mí primero. Tal vez eso me
convierte en un egoísta, no estoy seguro; sólo sé que me he quedado con ganas
suficientes veces como para preferirlo de esta manera.

―Dame. ―Extendí mi mano por el lubricante. Esta parte me gustaba


hacerla yo mismo, y lo deje todo resbaladizo, metiendo los dedos, mientras él
se ponía el condón.

Su mano seguía temblando y su voz no era mucho más firme.

―Yo... eh...no he estado mucho arriba. La gente no suele querer eso de


mí...

―Creí que habíamos establecido que no soy la mayoría de la gente.

―No lo eres. Y me encanta eso. ―Kendall me dio una sonrisa tentativa


que fue una buena manera de calmar mi temperamento―. Sólo quería decir...
dime lo que te gusta. Ayúdame a que esto sea bueno para ti.

―Me gusta así. ―Me eché hacia atrás, apoyándome en las almohadas,
dejando que mis piernas se abrieran y las arrastré hacia atrás―. Cara a cara.
¿Puedes besarme?

―Con mucho gusto. ―Kendall se estiró sobre mí, pero no trató de


empujar todavía, sino que capturó mi boca en un beso ardiente que hizo que
mi polla se pusiera dura otra vez. Levantándome, le tiré del pelo, enterré mis
manos en la masa gruesa y rizada, tirando de él aún más cerca.

Me folló con la lengua, algo que ya sabía que me volvía loco y lo trabajó
hasta que me moví debajo de él.

―Joder ―jadeé―. Ahora, por favor, ahora.

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Annabeth Albert Bailado juntos

―Sí. ―Kendall se levantó lo suficiente para poner una mano en su polla,


presionando suavemente hacia adelante.

―Vamos, vamos. ―Incliné mis caderas, empujando hacia él.

―Oh, mierda. Te sientes increíble ―jadeó Kendall. Sus pelotas rozaron


mi culo, y gemí por lo bien que se sentía totalmente dentro. Puede que no
estuviera mucho en la parte de arriba, pero tenía un buen instinto natural
para llegar a mi punto mientras movía lentamente sus caderas.

―Bésame ―le exigí, estirándome para llegar a su boca.

Ya había follado bastante en mi vida, pero rara vez así con besos, toques
y elogios susurrados mientras me decía lo bien que me sentía. Cada beso me
hacía sentir como si estuviera volando, colocado con esta hermosa droga.
Enrollando mis piernas alrededor de su espalda, lo abracé con toda mi fuerza.

Kendall rompió el beso lo suficiente para quitarme el pelo de la cara.

―Eres increíble ―susurró, con el asombro brillando en sus ojos. Justo


ahí, en ese momento, le creí. El sexo cambió, se convirtió en otra cosa
mientras me permitía creerle, creer en nosotros. Creer en esto.

Esperé una eternidad para sentirme así mientras follaba, seguro y


cuidado. Claro, estaba jodidamente excitado y totalmente duro otra vez, con
la polla apretada entre nuestros estómagos, pero era secundario respecto a lo
que sentía. El calor y la ternura de los ojos de Kendall me deshicieron más
que la follada más dura, me acercaron más a la meta que un puño en la polla.
Podía ahogarme felizmente en las sensaciones, y sostuve su mirada,
permitiéndome hundirme en ella.

La respiración de Kendall se entrecortó y gimió.

―Dime que estás cerca. Por favor.

―¿Vas a venirte por mí?

134 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―Dios, sí. Quiero hacerlo. Tan cerca. ―Sus caderas se aceleraron,


golpeando mi glándula con cada empujón, haciendo que un rayo explotara
detrás de mis ojos. Coloqué una mano entre nosotros, le di a mi polla un poco
más de presión. No se necesitó mucho más que eso para tenerme al límite.

Él gruñó, y no sé qué fue lo que pasó con ese sonido, o tal vez fue su
expresión feroz o el duro agarre en mi muslo, pero Kendall aumentó la
agresividad, y todo mi cuerpo se puso en marcha, todo se tensó, y en el
siguiente golpe fuerte, me corrí, esta vez una acumulación más lenta que
pareció llegar a su punto máximo una y otra vez.

―Kendall. Jesús. Kendall. ―Mi cuerpo tembló con las réplicas. Me llevó
un segundo darme cuenta que él también se venía. Se desplomó sobre mi
pecho, respirando con dificultad. Me besó una y otra vez en la frente, en los
pómulos y en la oreja. Pequeños besos. Nunca había tenido eso después del
sexo y quería quedarme aquí para siempre.

No habíamos dicho muchas cosas que necesitaban ser dichas, pero


estaba más en paz de lo que había estado en semanas, y me acurruqué en su
abrazo, dejando ir lo último de mi ira. Y no era por la follada, tan buena como
había sido. Era la mirada en sus ojos, incluso ahora, medio dormido. Me veía,
me veía de verdad, y no estaba corriendo.

―Quédate conmigo ―susurró―. Quédate esta noche.

―Sí ―dije, mi boca encontró la suya porque incluso ahora no me


cansaba de su sabor―. Me quedaré.

135 Serie Calor de Portland 6


Annabeth Albert Bailado juntos

―¿Estás listo? ―llamó Todd a través de la puerta de mi baño, esperando


que me preparara para la beneficencia. Había estado listo desde cinco
minutos después de nuestra ducha compartida.

―En un minuto ―dije.

Las cosas con Todd habían sido... frágiles toda la semana. Ni mal, ni
tensas, pero tampoco tan relajadas y fáciles como habían sido antes de
nuestra discusión. O más precisamente, antes que yo fuera un tonto. Él
parecía aceptar muy rápidamente, un poco demasiado alegre ante mis
sugerencias, ya fuera para tener sexo o para comer o para practicar el baile.

El baile era el punto cumbre. Siempre que practicábamos para la


beneficencia, todo lo demás parecía alejarse, todas las preguntas sobre el
futuro, todos mis pasos en falso y errores, toda su cautela. Todo se desvanecía
hasta que éramos simplemente nosotros, mi mezcla de música swing, y la
creciente facilidad que teníamos para movernos juntos. Nos turnábamos para
dirigir, igual que en clase, pero como en la cama, la mayoría de las veces yo
tomaba las riendas y eso estaba bien para los dos.

Estaba trabajando en la confianza de que esto era lo que Todd


realmente quería y necesitaba: una oportunidad para dejarse llevar. Al igual
que con el baile, el liderazgo parecía aportar una extraña y maravillosa
sensación de equilibrio en mi interior. Nadie había visto más allá de mi amor
por las cosas bonitas y mi identidad de género para dejarme experimentar
mucho, pero Todd hacía que pareciera tan natural como que yo lo guiara por
el Texas Tommy. A mí me gustaba estar arriba, a él le gustaba estar abajo.
Era así de sencillo. O, al menos, podría serlo cuando lograra hacer mi propio

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camino.

Me di una última mirada crítica en el espejo. Probablemente mi madre


pondría los ojos en blanco ante mi conjunto antes de suspirar de resignación,
pero yo estaba más preocupado si le gustaría a Todd.

Me había rizado el cabello al estilo clásico de los años cuarenta y me


había maquillado un poco, especialmente el color de labios que parecía que le
gustaba, pero había combinado el cabello y el maquillaje con un traje de
pantalón, porque eran más fáciles para bailar, tacones porque necesitaba la
altura y una chaqueta con un corte un poco más femenino. Un lazo en lugar
de una corbata fue el toque final.

―Vaya ―dijo Todd cuando abrí la puerta del baño.

―¿Te gusta? ―Me acicalé y le di una vuelta.

―Me encanta. Es muy tú. ―Sonrió con complacencia. Con cualquier


otro, tomaría el comentario "es muy tú" como una minimización o una
indirecta, pero con Todd, se sentía más como un cumplido. Él entendía mi
género de una manera que pocos lo hacían.

―¿Estás nervioso? ―le pregunté. Se estaba moviendo, tirando de las


mangas.

―No por el baile. ―Me sonrió, sin duda para que dejara de presionarlo.

―¿Entonces? ―No iba a distraerme.

―Es el resto... te ves tan elegante y yo, sólo soy mi yo desaliñado…

―Y malditamente sexy ―interrumpí―. Y te quitaré ese traje con los


dientes cuando volvamos aquí, lo prometo.

Se volvió más rosado que mi brillo de labios.

―Tal vez. Pero todavía estoy muy nervioso por conocer a tu familia y

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Annabeth Albert Bailado juntos

todo eso. ¿Y si te decepciono?

―¿Es por eso que has estado tan tenso toda la semana? ―Lo rodeé con
mis brazos, lo abracé para que se viera obligado a mirarme a los ojos, para
ver lo poco que me preocupaba.

―Bueno, sí. ―Estaba tieso en mis brazos, con los ojos desviados―.
Podrías tener alguien mejor que yo. ¿Y si todos ven eso?

―Entonces son idiotas. ―Mi voz fue firme―. Y les diré eso porque tú eres
exactamente lo que quiero.

―¿En serio? ―Se agarró de mi brazo, pero sentí como si mi corazón se


estuviera apretando―. Todos los demás van a tener títulos de lujo...

―Mira, no voy a negar que el dinero de mi madre me ha ayudado. ―Hice


un gesto para abarcar el condominio―. Pero no soy yo. Y estoy orgulloso de ti.
Trabajas duro en un lugar honesto y estás intentando averiguar qué es lo que
sigue para ti. No hay nada de lo que avergonzarse.

―Dejé que Vic me enseñara algunas cosas el otro día ―admitió―. Me


gustó más de lo que pensaba.

―Ahí lo tienes. ―Le sonreí.

―Si... si la panadería es todo lo que quiero, ¿aún así te vas a quedar?

―Te seguiré amando sin importar cómo ganes tu dinero. Si encontraras


tu pasión en el tie-dye24 en el Saturday Market, o recogiendo basura en la I-
5, no me importaría. Y creo que estar con un panadero es algo genial, de
hecho.

Él tomó un aliento y me di cuenta que no había dicho la palabra con

24 El tie-dye, es una técnica que tiene siglos de historia, pero con ese nombre se conoce desde
1920. Es un proceso en el que se anudan o atan los tejidos y posteriormente se tiñen. Este
proceso se suele hacer con algodón, pero para que la tinta tome bien siempre debes usar
Fibra natural.

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Annabeth Albert Bailado juntos

"A" en voz alta todavía. Había estado en mi corazón con cada beso, cada baile
y cada comida compartida, pero no había logrado decirla hasta que salió.

―¿Me amas? ―preguntó tan tímidamente que estaba claro que esperaba
que me retractara.

―Sí. ―Lo besé profundamente, al diablo con el lápiz labial―. Sí. De


alguna manera fue creciendo hasta que es lo único en lo que pienso cuando
te veo.

―Creo que yo también me estoy enamorando de ti ―dijo Todd en voz


baja―. Nunca me había sentido así antes. Nunca. Es...

―Aterrador ―terminé por él.

―Sí. Eso y bastante genial al mismo tiempo. Como si no quisiera dejar


de sentirme así, aunque me duela al final.

―No lo hará. ―Le toqué la cara―. Lo prometo. No quiero que esto


termine, ni ahora, ni nunca. No importa lo que pase esta noche, incluso si no
bailamos un paso o mi familia es horrible, sigo en esto, ¿bien?

Asintió y finalmente, finalmente, la tensión en sus músculos pareció


disminuir. Me besó más tiernamente de lo que yo creía posible. Incluso con
reverencia. Si así era como se sentía el amor, podría acostumbrarme a él
rápidamente.

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Annabeth Albert Bailado juntos

La beneficencia se celebraba en el Hilton, un lugar donde una vez hice


una entrega con Vic para una boda, pero nunca había visto el gran salón de
baile tan arreglado. Una orquesta de swing estaba instalada en una
plataforma en la cabecera de la sala, con una pista de baile de madera delante.
La música de swing se extendía por todo el espacio. Me recordó un poco a los
lugares donde había estado para las competiciones de baile cuando era niño.
Las mesas alineadas en la parte trasera para lo que Kendall llamaba una
subasta silenciosa. Parecía que había premios en juego si alguien escribía su
precio en un pequeño portapapeles dorado. Nada estaba ni remotamente
dentro de mi rango de precios, pero Kendall pujó por una escapada a la costa.

―¿Crees que Vic te dejaría tener un día libre si lo gano? ―preguntó.

―Sí. Probablemente podría resolver eso. ―Lo seguí lejos de las mesas de
subasta, un poco nervioso, porque tenía un novio que quería llevarme de viaje.

Las mesas doradas y negras del centro tenían pequeñas tarjetas que
decían quién había patrocinado esa mesa. Probablemente costaba más de lo
que ganaba en una semana comprar una mesa entera. Realmente no quería
saberlo. A pesar de lo que le había dicho a Kendall, todavía estaba muy
nervioso. Realmente no encajaba aquí.

Él era bastante obvio al tratar de hacerme sentir como si lo hiciera. No


dejaba de señalar a otros tipos con barba y a gente con tatuajes. También
parecía haber un buen porcentaje de gente QUILTBAG representando,
incluyendo varias personas no conformes con su género. Kendall conocía a
mucha de la gente con la que nos cruzamos, y las caras se convirtieron
rápidamente en algo borroso para mí: esta pareja eran antiguos clientes, esa

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Annabeth Albert Bailado juntos

persona fue a la universidad con él, etc. También reconocimos algunas caras
de la clase de baile, incluida la pareja estirada que no quiso cambiar de pareja
con nosotros. A ellos no nos acercamos a saludar..

Cuando me presentó, me rodeó con un brazo y me llamó su novio. Odié


que hubiera sido necesaria una discusión para llegar a eso, pero me
emocionaba un poco ser reclamado tan públicamente por un tipo como
Kendall. Eso, junto con las palabras que había dicho en el apartamento, me
hicieron sentir muy confiado sobre nosotros.

Vic me había dicho a principios de semana que Robin y él estarían allí,


así que revisé la habitación buscándolos. Los vi hablando con otra gente del
refugio. Vic era la única persona en la habitación que parecía más incómoda
con traje que yo, pero Robin parecía algo salido de una revista con un
esmoquin elegante. Los saludé con la mano.

―¡Kendall! ¡Aquí está nuestra mesa! ―Una mujer que tenía que ser su
madre nos llamó desde varias mesas más allá. Tenía el mismo pelo que él,
pero el suyo estaba muy recogido, con sus mismos ojos oscuros. Su vestido
rojo parecía algo que una vieja estrella de cine usaría. Sus ojos se abrieron de
par en par al ver el traje de Kendall, y mamá o no, estaba dispuesto a decirle
dónde podía metérselo si se atrevía a decir una palabra en contra de su
apariencia candente.

Pero ella sólo suspiró, una fuerte exhalación que decía que estaba
tolerando a Kendall pero no estaba precisamente emocionada por ello. Eso no
estaba bien para mí, pero antes que pudiera decidir si hablar, Kendall la
abrazaba, y también a la mujer que estaba a su lado con un vestido halter
azul.

―Te ves maravilloso ―dijo la mujer del vestido azul. Tenía suficiente
parecido familiar en sus ojos que imaginé era su hermana, Lindsay. Y me
gustó enseguida, y no sólo porque felicitó a Kendall. Tenía una gran sonrisa

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fácil y un tono de voz burlón que hacía difícil mantener el rencor por mucho
tiempo.

―Así que este es el nuevo novio, ¿eh?

―Sí ―dijo Kendall e hizo las presentaciones.

―¿Entonces puedo robarte para bailar? ―preguntó Lindsay.

―Kendall es el mejor líder ―dije, dándole una pequeña sonrisa sólo para
nosotros dos, porque hombre, siempre me encantaba cuando lideraba.

―¿Leal y sexy? Kendall, creo que tienes ganador. ―Ella se rió―. ¿Por
qué los guapos nunca juegan en mi equipo?

―Más tarde te presentaré a algunos hombres solteros de la empresa de


contabilidad que mencioné ―dijo la madre, riéndose también. A mí me dijo―:
Lo siento por estos dos. Es un placer conocerte.

Hicimos la pequeña charla que había estado temiendo sobre dónde


trabajaba, que me gustaba, pero fue mejor de lo que pensaba, ya que ambas
habían oído hablar de la panadería y ninguna parecía pensar que yo no era
digno de Kendall. Entonces un tipo elegante se pavoneó. Tenía que ser Lewis,
el ex. Podía adivinarlo por cómo se comportaba y cómo miraba a Kendall, en
parte posesivo, en parte disgustado.

Me acerqué un poco más, y puse un brazo alrededor de Kendall. Este


tipo, definitivamente tenía la mirada de "no eres digno" antes que Kendall
hablara para presentarnos.

―Kendall, me alegro de verte aquí ―dijo en un altivo tono de la costa


este―. Y este debe ser tu... repartidor. Escuché un rumor de que estabas con
alguien. ―Su mirada me desestimó de un solo vistazo, pero me sorprendí a mí
mismo y me mantuve firme.

―Soy el novio, sí ―le dije con una mirada propia que decía que yo tenía

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lo que él no. Tal vez no tendría su preciado título o su vida sofisticada, pero
tenía algo mejor, Kendall. Que me había dicho que me amaba y parecía que
lo decía en serio. Podía contar con eso. Lewis el perdedor no tenía nada tan
bueno.

―El mío está por aquí en alguna parte. ―Hizo un movimiento casual
con la muñeca―. Probablemente ya esté esperando a que baile.

Kendall me sonrió. Yo le sonreí a él.

―¿Vamos? ―dijo.

―Por supuesto.

―Lo siento, Lewis, nos encanta esta canción. ―La sonrisa de Kendall se
amplió cuando se volvió hacia su madre―. Mamá, volveremos en unos
minutos. No nos esperes para cenar.

Adiós, Lewis. No lo miré de reojo mientras íbamos a la pista de baile. El


trompetista era muy bueno, y a nuestro alrededor había gente de varios
niveles de habilidad probando sus movimientos. Estábamos listos.

―¿Sugar push? ―preguntó Kendall mientras asumía el liderazgo.

―Hagamos esto. ―Empezamos despacio, pero cuando el trompetista se


puso manos a la obra, hicimos algunos de los movimientos más elegantes que
habíamos practicado. Y justo ahí, mientras Kendall me hacía girar, supe que
nunca había sido más feliz. Diría que Kendall me devolvió el baile, pero en
realidad me devolvió a mí mismo, al yo que había estado esperando este
momento con esta persona.

***

―Están listos ―pronunció Vic, escudriñando mis pastelillos desde todos

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Annabeth Albert Bailado juntos

los ángulos. Había estado practicando la decoración de nuestras famosas


magdalenas durante semanas, pero esta era la primera orden de la que me
había encargado de principio a fin.

―Más vale que lo estén. ―Aún no dominaba el hilado de mariposas de


azúcar y flores como Vic, pero mis habilidades de ribeteo mejoraban día a día.
Resultó que tenía razón y yo tenía una mano firme para este tipo de trabajo.

―¿A qué hora es la fiesta? ―preguntó Vic.

―A las siete ―dije mientras empacábamos cuidadosamente los


pastelillos terminados―. La madre de Kendall llega tarde a cenar.

No hace falta decir que todavía estaba un poco nervioso, yendo a su


condominio de Pearl District que era más grande que las casas de la mayoría
de la gente. Doblemente, ya que era el cumpleaños de Kendall. Su amiga Freya
estaría allí, junto con otros amigos y familiares. La comida estaba siendo
servida porque su madre bromeaba que su gran habilidad en la cocina era
saber ordenar, pero tendríamos mis pastelitos de postre.

―Sabes, Robin me ha estado insistiendo en que venda mi coche y me


compre un camión para facilitar todos los viajes a Home Depot. ¿Crees que
podrías estar interesado el otoño que viene? Podría hacerte un buen negocio.

Me reí.

―Sólo estás celoso que no te ves tan bien en una bicicleta como yo.
―Había descubierto una buena ruta en bicicleta desde el condominio de
Kendall hasta la panadería. Conseguir que me desprendiera del dinero para
una bicicleta urbana había sido bastante difícil. Vic iba a tener una ardua
batalla para convencerme de que le quitara su chatarra de las manos.

―Sin embargo, hoy te va a recoger, ¿verdad? ―Vic estudió la caja de


pastelillos como si yo estuviera considerando seriamente atarla a mi rejilla
trasera.

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―Sí. ―Revisé mi teléfono y cuidadosamente levanté las cajas rosas de la


panadería.

―Debería estar ahí fuera ahora, en realidad.

Por supuesto, Kendall estaba cerca de su coche cuando salí,


moviéndose para abrir el maletero para mí.

―Siento que necesitamos un cinturón de seguridad para esto ―bromeó


mientras cargábamos las cajas de pastelillos.

―No es una mala idea ―dije, pegando las cosas alrededor de las cajas
para que no se deslicen tanto.

Kendall me rodeó con sus brazos mientras me enderezaba. Se veía


fabuloso con una camisa metalizada, pantalones entallados y botas gruesas.
Yo iba a necesitar cada segundo de la ducha rápida que estaba planeando en
nuestra casa. Nuestra. Todavía me emocionaba un poco al pensar eso. Los
últimos meses, cada vez que le entregué a Kendall un cheque por mi parte de
los gastos, me sentí muy orgulloso. Tal vez no era algo muy importante, pero
encontré mi propósito al contribuir a una vida compartida con Kendall. Era
más que suficiente, tanto que a veces pensaba que mi corazón no podía
soportarlo todo.

―Estoy seguro que son geniales. ―Miró las cajas antes de cerrar el
maletero.

―Lo son. ―Estaba trabajando para tener más confianza en mi trabajo―.


Tres sabores también, porque uno nunca es suficiente para ti.

―Oh, delicioso. ―Me robó un beso―. Hay algo para ti en tu asiento.

―¿Qué es? ―fingí estar enfadado―. Es tu cumpleaños. No puedes ir a


buscarme cosas.

―Es mi regalo para mí. ―Su sonrisa no era de disculpa. Fui al asiento

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del pasajero y descubrí un papel con un lazo.

―¿Recibo para más clases de baile? ―leí en voz alta mientras me


sentaba―. ¿Swing avanzado?

―Nos estamos oxidando, solos en nuestra sala de estar. Pensé que sería
divertido. ―Se deslizó hacia el lado del conductor.

―Lo será. ―Ahora estaba un poco molesto porque no había pensado en


eso como un regalo para él. Se me debe haber notado el mohín porque me tiró
para otro beso más largo.

―El único regalo que realmente necesito está aquí ―dijo cuando volvió
a tomar aire.

―Te estás poniendo sentimental en tu vejez. ―Miré hacia otro lado,


como si eso pudiera ayudar a disfrazar mi rubor. Sin embargo, tenía una
sorpresa adicional para él esperando en casa en un sobre propio. No había
ganado la escapada a la costa en la subasta silenciosa, pero yo había sacado
un montón de horas extra para conseguirnos una noche en Seaside. Lo
envolví todo con un par de gafas de natación para la piscina.

―Lo digo en serio. ―Kendall me apretó la mano―. Tú. Más baile.


Pastelitos. Soy ridículamente feliz.

―Te amo. ―Las palabras prácticamente salieron volando de mi boca. No


lo decía tanto como él, pero a veces las palabras burbujeaban como si mi
pecho se cansara de retenerlas.

―Eso. Es el mejor regalo de todos los tiempos.

―Se supone que debes decirlo de vuelta. ―Le di un codazo.

―Yo también te amo. ―Se rió y lo arrastré para darle un beso más. No
me importaba si Vic o alguien más nos veía besándonos en el estacionamiento.
Este era nuestro momento, y lo iba a saborear, añadirlo a mi pequeña pila de

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recuerdos que habíamos hecho estos últimos meses, cada momento era un
paso más en la hermosa danza que íbamos creando sobre la marcha.

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Annabeth Albert creció escondiendo novelas románticas bajo las


sábanas. Ahora devora todos los subgéneros del romance en el exterior, sin
necesidad de linternas. Cuando no está añadiendo a su estantería, es una
escritora de novelas románticas del noroeste del Pacífico con múltiples
publicaciones. Historias emocionalmente complejas, sexys y divertidas son
sus favoritas tanto para leer como para escribir. A Annabeth le encanta
encontrar finales felices para una variedad de parejas y es una apasionada
defensora de los derechos de los gays. Entre la búsqueda de héroes oscuros
para redimirse, trabaja en un trabajo gratificante y se pelea con dos niños
pequeños.

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