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Moderadora
Aria

Traductoras Correctoras

Aria
Sttefanye
Curitiba
Nanis
AuRose
Francatemartu
Mona
Magiih
Nelly Vanessa
Curitiba
Susanauribe
Dennars
Vettina 3
Shadowy
Bluedelacour
Nayelii
Dark Killer
Mir
Akanet
Steffanie
Clarkxs

Recopilación y Revisión

Sttefanye & Nanis

Diseño

MaryJane♥
Sinopsis Quince
Uno Dieciséis
Dos Diecisiete
Tres Dieciocho
Cuatro Diecinueve
Cinco Veinte
Seis Veintiuno
Siete Veintidós 4
Ocho Epílogo
Nueve Pov Ryan Reacciona
Diez Ryan conoce a Gretchen
Once Pov Ryan La escena de los
Doce Video Juegos
Trece Carta de la Autora
Catorce Sobre el autor
B
rooke Wright sólo tiene dos objetivos su último año en la Escuela
Charity Run High: mantenerse fuera de problemas y aprender a
perdonarse a sí misma por el pasado. El perdón resulta ser difícil,
y los problemas le encuentran a pesar de todo cuando descubre un club
secreto en la escuela conectado con la muerte de su mejor amiga.
Descubre que los miembros del equipo de natación participan en una “Liga
de Fantasía de Zorras”, anotando puntos por sus actos sexuales con
chicas ignorantes.
Brooke, atormentada por la culpa por la muerte de su amiga, decide
infiltrarse en la liga convirtiéndose en una de las “chicas ignorantes”, y
vengarse de los chicos que se llevaron a su mejor amiga. Un romance
inesperado complica sus planes, y su tenaz búsqueda de la justicia la
vuelve imprudente ya que subestima lo lejos que irían los chicos para
mantener en secreto su club de sexo.
5
(Este es un libro de ficción New Adult con temas para adultos. Contiene
sexo explícito y lenguaje y descripción de violencia sexual.)
Traducido por Aria
Corregido por sttefanye

—E
ste vestido es una mierda —dije, observándome en el
espejo de cuerpo entero unido a la puerta del armario.

Estaba envuelta en un vestido pegado de forma


cuadrada hasta las rodillas que compré en el T.J. Maxx. Era dos tallas
demasiado grandes y estaba colgado en la sección de “Ropa de Mujer
Activa”. Lo sabía mejor. También sabía que no iba a encontrar nada
apropiado en la sección “Junior”. No para donde iba.
Caminé junto a los modernos tops escotados y los pantalones vaqueros
de diseño y me dirigí a un grupo de mujeres de cuarenta y algo años
congregadas alrededor de un estante circular de vestidos con descuento.
Perfecto, pensé, y empecé a rebuscar rápidamente, con miedo de que las
mujeres me arrebataran el vestido antes de que pudiera poner mis manos
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en él. Recibí un par de miradas extrañas que se volvieron hostiles cuando
me concentré en mi objetivo y chillé triunfante:
—¡Infiernos sí! —No podía ser más perfecto. Un vestido horrible para una
ocasión horrible.
Mis ojos se posaron en los zapatos negros que tomé prestados de mi
madre. Estaban de moda para una abogada de alto cargo de treinta y cinco
años, pero yo era una estudiante de dieciochos años de último curso.
Daban la impresión equivocada, la cual temía. Gritaban: “¡Soy una
persona increíble!” y pensé que no debería usarlos dentro de la iglesia. ¿No
era apropiado ser humilde, o al menos dar la ilusión de ser humilde, en la
casa de Dios? Pero no poseía zapatos de punta cerrada. No sé cómo había
conseguido llegar a la edad de dieciocho años sin poseer un par de zapatos
de punta cerrada, sobre todo porque me consideraba una fashionista. Pero
allí estaba. A la merced de los zapatos de mi madre.
—Estos zapatos son una mierda. —Decidí, arrugando mi rostro con
frustración.
Me volví a un lado y miré mi largo y liso cabello rubio fijado en un moño
desordenado en mi nuca. Unos mechones colgaban sueltos, pero no
intencionalmente. No como si los hubiera sacado de mi moño para
enmarcar mi rostro. No, habían sido sacados de un tirón tras un paseo de
treinta segundos para recoger el correo. El viento era terrible hoy, y
consideré trenzar mi cabello en una trenza francesa, aunque sabía que me
haría parecer una niña de diez años.
—Mi cabello es una mierda.
Me miré a mí misma, imaginando a Beth riéndose de mí.
—¿Brooke, dónde has conseguido ese horrible vestido? —diría.
—Lo sé, ¿verdad? En el último minuto, y no tuve opción —contestaría.
—¿Y de quién son esos zapatos? —preguntaría—. Todas las veces que he
intentado que compraras zapatos, y te negaste. Ahora mira lo que tienes que
ponerte.
—Lo sé, Beth. Como he dicho, no tuve opción.
—No, no. Siempre tienes opción. Encuentra otra cosa. No puedo ser vista
en público contigo viéndote así —contestaría.
—Beth, no tengo tiempo. Se me ha acabado.
—Todavía hay tiempo, Brooke. Siempre hay tiempo para hacer lo correcto. 7
—No, Beth. No hay tiempo —dije en voz alta, atragantándome con las
palabras.
Mis ojos se pusieron vidriosos. Y entonces me hundí en el suelo y lloré
quitando todo el estúpido maquillaje que acababa de ponerme, el estúpido
rímel en mis estúpidas pestañas y el estúpido colorete en mis estúpidas
mejillas. Lloré por las estúpidas horquillas clavadas en mi cabello que
tiraban dolorosamente de mi cuero cabelludo. Lloré por las cosas que
debería estar haciendo hoy. Los sitios a los que debería estar yendo. Lloré
por mi triste vestimenta y mi triste corazón que lo complementaba. Pero
sobre todo lloré por Beth.
Lloré por Beth.

0
Me entretuve alrededor de las puertas del santuario de la iglesia. No podía
atreverme a entrar. No podía enfrentarme a nadie. Mis ojos estaban
hinchados por llorar constantemente. Mi cuerpo hinchado por el calor
externo. Mi cabello un desastre azotado por el viento. Me sentí
avergonzada. Ni siquiera podía verme bien para Beth.
—Cariño, tenemos que entrar ahora. —Oí decir a mi madre. Envolvió mi
mano con la suya y la apretó ligeramente. Sabía que quería que fuera
tranquilizador, pero en vez de eso me hizo entrar en pánico. Mi pulso se
aceleró, y estaba segura de que mi corazón explotaría. No quería
enfrentarme a Beth. ¿Y si su ataúd estaba abierto? No podía soportar el
pensamiento de que me viera así. Un absoluto desastre, como si ni
siquiera pudiera tomarme un tiempo para arreglar mis problemas. No le
haría eso a ella, hacerle pensar que no me importaba.
—Necesito un minuto. Tengo que ir a arreglar mi cabello.
Mamá asintió.
—Esperaré.
Me tambaleé sobre mis tacones todo el camino hasta el cuarto de baño.
Empujé la puerta para abrirla y me caí en el primer lavabo,
agarrándome a la porcelana y colgando mi cabeza baja, sintiendo la
necesidad de vomitar. Mi boca se llenó de saliva al instante, y entonces
vomité. Sabía que no iba a salir nada; no había comido en tres días. Mis 8
piernas temblaron violentamente, y me di cuenta de que no era quién para
llevar tacones. Estaba débil y preocupada de que me cayera de bruces.
Vomité otra vez, esta vez produciendo un poco de bilis desde las
profundidades de mi estómago que quemó mi garganta en el camino. Abrí
el grifo y ahuequé una mano bajo el agua corriente, llevándola a mis
labios. El agua fue suficiente para calmar el ardor de mi garganta pero no
para borrar el asqueroso sabor de mi boca.
Me levanté y metí una mano temblorosa en mi bolso en busca de un bote
de pastillas de menta. Lo encontré y metí un caramelo de menta en mi
boca. Luego empecé la tarea de arreglar el maquillaje de mis ojos. Fui lo
suficientemente sabia como para empacar lo esencial en mi bolso. Volví a
trazar el párpado superior e inferior de mis ojos con delineador negro,
frotando un dedo sobre las líneas para difuminarlas, suavizarlas. Re
apliqué la máscara de pestañas y repasé mis labios con brillo de labios de
color rosa.
Suspiré fuertemente cuando llegó el momento de arreglar el daño de mi
cabello. Saqué un peine de dientes anchos de mi bolso y quité todas las
horquillas de mi cabeza. Fue un alivio instantáneo, y me quedé
masajeando mi cuero cabelludo durante unos pocos segundos antes de
pasar el peine por mis cabellos enredados. Dolía, y tardé una eternidad.
Recogí mi cabello en una coleta baja. Era demasiado tarde para fijarlo.
Pude ver a Beth asintiendo con aprobación ahora que me veía presentable
otra vez. Di otro vistazo al espejo, vislumbrando la cadena de oro de
imitación reflejando la luz del techo en mi pálido cuello. Alcancé la parte
delantera de mi vestido y saqué la mitad de un corazón, la mitad que decía
“ores gas”1 y sonreí ante el recuerdo de mi octavo cumpleaños. Me dio mi
mitad del colgante, me hizo jurar que siempre lo llevaría, y lo hice hasta
que el metal empezó a volverse verde y nos hicimos mayores. Años
después, descubrimos un día que ya no queríamos llevar joyas de la otra.
Queríamos llevar joyas de los chicos en su lugar. Sentí un pinchazo en el
corazón recordando el día que guardé el collar para siempre. Hasta ahora.
Salí del baño de prisa, girando la esquina hacia las puertas del vestíbulo y
estrellándome contra él. La fuerza del impacto fue tan grande que me
tambaleé hacia atrás, casi cayéndome sobre mi trasero si no hubiera sido
por su mano extendida. La agarré antes de irme abajo y me tambaleé en
mis tacones demasiado altos, agarrándome antes mientras trabajaba
para recuperar el equilibrio.
—¡Dios, lo siento! —exclamó él. 9
Le miré al rostro entonces, no preparada para ver algo tan hermoso. Creo
que jadeé. Y luego aparté los ojos por pura vergüenza.
—Realmente debería ver por dónde voy —dijo.
Todavía sostenía mi mano, y le dejé. No podía recordar quién era o a dónde
estaba yendo. No podía recordar dónde acababa de estar. Sólo sabía que
un chico muy mono… no, era más que mono. Era precioso. Este chico
muy precioso estaba sosteniendo mi mano, y sólo tenía un pensamiento.
Quería convertir nuestras manos tomadas en algo más íntimo. Quería
entrelazar mis dedos con los suyos.
—Creo que yo debería —mascullé.
Me atreví a mirar hacia él otra vez. Hice un esfuerzo consciente por no
jadear mientras asimilaba sus ojos azules. Nunca había visto ojos de ese
color. Jared Leto no podía competir con los ojos de este chico, y los ojos de
Jared eran del color del Mediterráneo. No, los ojos a los que estaba
mirando ahora eran de un azul tan claro que parecían translúcidos. Pensé
que si miraba un poco más podría ver directamente el interior de su
1 ores gas: es la pieza que dice la otra parte de la palabra “mejores amigas”.
cabeza, su cerebro, y no sé por qué eso me ponía tanto. Quería ser testigo
del funcionamiento de su mente, los disparos de las sinapsis, la
información viajando de forma segura dentro de las neuronas a las
diferentes partes de su cuerpo. Algunos llegaron a su mano, y debieron de
haberle dicho que siguiera sosteniendo la mía porque no la soltaba.
Me quedé mirando descaradamente, lamiendo mis labios en un punto. Me
devolvió la mirada igual de audaz. Quería que le gustara lo que veía.
Quería que pensara que era sexy. Quería que sintiera la misma atracción
instantánea que yo sentía. Nunca antes la había sentido. No realmente. Ni
siquiera con Finn. Era inquietante, y me pregunté cómo funcionaba la
gente después de ser golpeada en la cabeza con ella. Instantáneo. Físico.
Químico.
Primitivo.
Simplemente arráncame la ropa, pensé. ¡Simplemente arráncame la ropa y
házmelo aquí mismo en el pasillo!
Sonrió y liberó mi mano. Pensé que lo hizo a regañadientes, como si su
mente se lo hubiera ordenado y finalmente lo consintió. Le devolví la
sonrisa, una sonrisa coqueta. Puse mi coleta hacia delante encima del
hombro y jugué con los mechones. Mordí mi labio inferior. Y entonces la
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realidad colisionó como una granizada, grandes masas de hielo golpeando
mi cabeza y gritándome al unisonó.
¡ESTÁS EN UN FUNERAL!
Miré al precioso chico, y mi rostro palideció.
—Oh Dios mío —susurré.
Me miró por un momento antes de decir:
—¿Estás bien?
Negué con la cabeza y empecé a ir hacia las puertas del santuario. Me
siguió por detrás.
—Soy horrible, soy horrible, soy horrible —susurré una y otra vez. No me
importaba si podía oírlo.
¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Intentando flirtear con un chico en el
funeral de mi mejor amiga? ¿Cómo podía siquiera olvidar por un segundo
que estaba en un funeral? Se suponía que tenía que estar llevando
conmigo dolor negro y pesado para conjuntar con mi vestido negro y mi
corazón negro, no batiendo las pestañas y fantaseando sobre sexo con un
extraño. ¿Era tan ridícula que un chico caliente podía hacerme olvidar
tener algún tipo de decencia? ¿O vergüenza?
Giré en la esquina y vi a mi madre esperándome. Y luego corrí hacia ella,
me lancé a sus brazos, y estallé en un ataque de llanto.
—Brooklyn —susurró, sosteniéndome en un fuerte abrazo—. Está bien —
susurró mientras me acariciaba el cabello.
—¡Soy una amiga horrible! —gemí. Vi la silueta borrosa de un chico
caminando junto a nosotros tentativamente hacia las puertas.
—No, no lo eres —replicó mi madre.
—¡Sí, lo soy! ¡Ni siquiera sé por qué estoy aquí! ¡Beth me odiaba! ¡No me
habló en todo el verano!
—Brooke —dijo mamá—. Quiero que te calmes. Ahora, hemos hablado
sobre esto. Sabías que iba a ser duro, pero fue tu mejor amiga durante
todos esos años. ¿Crees que no te habría querido aquí?
—¡No, no lo creo! —grité.
—Sí, lo habría querido —dijo mamá—. Ahora tenemos que entrar.
—¡No puedo! 11
—Brooke, Beth era tu mejor amiga —dijo mamá, tratando de ser paciente.
—¡No, no lo era! ¡No después de lo que hice! ¡Lo arruiné todo! ¡Soy una
jodida zorra! —sollocé, negando con la cabeza de lado a lado.
—Querida, no digas palabras como “jodida” y “zorra” en una iglesia —
replicó mamá.
Simplemente sollocé más fuerte.
—Puedes hacer esto —me animó mamá.
Me mantuve firme, negando con la cabeza violentamente, negándome a
entrar.
—¡Brooklyn Wright! —siseó mamá, alejándome y agarrando la parte
superior de mi brazo. Apretó demasiado fuerte, y chillé por la
incomodidad. Ya no había ternura en su voz—. Recomponte. Esto no es
sobre ti. Así que deja de hacerlo sobre ti. Vas a entrar a ese santuario y
vas a presentar tus respetos por tu amiga, y vas a hacerlo sobre Beth. ¿Me
entiendes?
Tragué saliva fuerte y me limpié el rostro.
—¿Me entiendes? —repitió.
Asentí de mala gana, y tomó mi mano, llevándome hacia las puertas.
El santuario olía a dolor y culpa. Imaginé a todo el mundo como si fueran
responsables de alguna manera de la muerte de una chica de dieciocho
años. Me sentía culpable, pero mi culpa venía de un sitio completamente
diferente. No conduje a mi mejor amiga al suicidio, pero tampoco estuve
ahí para ella cuando me necesitó. Estaba demasiado envuelta en mis
propios deseos egoístas, deseos por su novio, Finn. Escabulléndome a
escondidas. Mintiéndole. Lentamente destruyendo una amistad que era
fuerte desde que teníamos cinco años. Fui una amiga deplorable, y lo
descubrió. Luego intenté hacer lo correcto diciéndole a Finn que habíamos
terminado, explicando que no podía traicionar a mí amiga, y él quería
saber qué pensaba que le estaba haciendo a él. ¿No era la misma cosa?
¿Traición?
Me escabullí en un banco en la parte trasera de la iglesia explorando la
multitud en busca de Finn. Sabía que estaría aquí, y pensé que tenía
mucho valor. Había engañado a Beth. Rompió su corazón. La peor parte
era que fui su cómplice. Destruyó mi amistad, y le dejé. Y él no sentía
ninguna culpa por ello. El corazón quiere lo que el corazón quiere. Eso es lo 12
que me dijo una vez. Creo que lo robó de alguna película de mierda.
No puedo creer que me colara por él. No puedo creer que estuviera sentada
aquí culpándolo por todo. Que perdedora más patética. No él. Yo. Froté
mis dedos bajo mis ojos, sin duda corriendo mi máscara aplicada
recientemente. Seguí explorando a los feligreses en busca de Finn, pero no
pude encontrarlo. Fue una decepción desesperada porque necesitaba
encontrarlo. Necesitaba mirarle a la cara. Verlo agravaría la angustia que
tan justamente merecía sentir. Necesitaba que me ayudara a castigarme
más a mí misma por el dolor que le causé a Beth.
Respiré largo y lentamente, exhalando igual de lento, y vi al chico
hermoso. Ahí. Eso es, y respiré profundamente sintiendo que mi corazón
se contraía, sintiendo que dolía de vergüenza por mi comportamiento. No
necesitaba a Finn para hacerme sentir como la mierda. Este chico podía.
Le miré, concentrándome en mi culpa, silenciosamente pidiendo perdón
una y otra vez a la chica al frente en la caja de madera.
Lo siento, Beth. Lo siento mucho. Por favor no me odies.
Y entonces mis ojos se llenaron de lágrimas frescas cuando el pastor tomó
su lugar al lado del ataúd.
Traducido por Vettina
Corregido por Nanis

—¿Q
ué demonios, Brooke? —dijo Gretchen—. Lo conociste
en el funeral de Beth?
Gruñí al teléfono.
—¿Un funeral? —enfatizó.
—¡Lo sé, está bien! —le dije―. Soy una mierda como amiga.
—¿Tú crees?
—No pude evitar que chocara contra mí —argumenté.
—Oh mi Dios —dijo Gretchen—. Esto es exactamente como ese episodio
de Sexo en la Ciudad2.
Aquí vamos de nuevo, pensé. Gretchen tenía una irritante manera de 13
comparar todas las experiencias de mi vida con episodios de Sexo en la
Ciudad. Ya sabía qué episodio iba a describir antes de que comenzara
porque me hizo mirar cada uno de los episodios con ella. Múltiples veces.
—Y el sombrero de Charlotte vuela sobre la tumba del chico —escuché
decir a Gretchen.
—Lo sé. Lo recuerdo.
—Y es totalmente patético y no puedes salir con él —dijo.
—No estoy saliendo con él. Apenas hablamos —respondí—. Nosotros como
que solo nos miramos por un minuto. —Hice una mueca ante mis
pensamientos.
—¿Se miraron el uno al otro?
—Um, algo así —admití.
—Está bien. Extraño.
—Bueno eso es lo que paso —dije a la defensiva. Me senté en mi cama
rodeada de cajas llenas con mis pertenencias. En unas pocas horas,
2Sexo en la Ciudad: Sex and the City; fue una serie estadounidense de televisión por
cable basada en el libro del mismo nombre escrito por Candace Bushnell.
estarían empacadas en el auto y dirigiéndose a la casa de mi papá. Mi
nueva residencia.
—Realmente eres una perra —dijo Gretchen.
—¿Qué demonios?
—Me abandonas mi último año y luego tratas de ligar con un chico en el
funeral de Beth.
—Espera un momento. No tuvo opción sobre dejarte. No puedo evitar si mi
mamá está mudándose al otro lado del país. ¿Preferirías que viviera en
California?
Gretchen hizo pucheros al otro lado de la línea.
―¿Por qué no puede tu papá solo mudarse a este distrito escolar?
—Ha vivido en esa casa por trece años. Y no tienes idea de lo que está
pasando ahora con el mercado de viviendas. ¿Crees que podría vender su
casa? —Me avergoncé por el pensamiento del piso de su cocina de
linóleo amarillo y papel tapiz floral. La casa necesitaba una renovación
total interior.
—Oh, cállate, Brooke. Como si tuvieras idea. Siempre estas tratando de 14
sonar inteligente acerca de las noticias.
—Como sea. Soy inteligente sobre las noticias. En verdad las veo —
respondo y entonces agregué mi mejor impresión de voz de chica del
Valle—: Soy, como, jodidamente inteligente.
Gretchen rió. Y entonces me reí porque era imposible no reírse cuando
Gretchen lo hacía. Me deleité con el sonido hasta que mi corazón se
apretó, señalando comportamiento inapropiado tan pronto después de la
muerte de Beth.
—Y no digas que estaba intentando ligar con un chico en el funeral de
Beth, ¿está bien? Eso está mal —dije en voz baja.
Gretchen estuvo en silencio por un momento.
—Debí haber ido contigo —dice finalmente—. Solo no pude. Soy una
gallina. ¿Qué puedo decir? ¿Me odias?
Niego con mi cabeza pero no digo nada, sintiendo el nudo instantáneo en
mi garganta. Vino de la nada, palpitando dolorosamente, especialmente
cuando trato de tragar.
—¿Estás ahí? —dijo Gretchen.
Asentí, sintiendo las primeras lágrimas calientes deslizarse por mis
parpados inferiores para detenerse en mis pestañas.
—Brookey —dijo. Salió sonando desesperado y calmante y dulce.
El sollozo se atrapó rápido y duro en mi pecho, más fuerte de lo que
esperé, un violento temblor que no pude suprimir. Gemí, sabiendo que
podía escucharme tan loca y miserable como quería, y a Gretchen no le
importaría.
—¿Qué está mal conmigo? —Otro sollozo. Incluso más fuerte.
—No hay nada malo contigo —susurró mi amiga.
—¿Por qué actué de esa manera? ¿Por qué intenté coquetear con ese
chico? —lloré—. Soy tan patética. —Las lágrimas se derramaron, corriendo
por los lados de mi cara y mojando mi teléfono celular.
—No eres patética, Brooke —dijo Gretchen, y luego trató algo ligero—: No
puedes llorar todo el tiempo o de lo contrario tendríamos que admitirte
en Dorothea Dix.
—Han cerrado —contesté, sollozando y limpiando mi nariz con el dorso
de mi mano.
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—Bueno, como sea —dijo, sin inmutarse—. El punto es que continuas
castigándote, Brooke, y eso no es saludable.
—¡Mi mejor amiga se ahorcó! —grité en el teléfono.
—¡Y eso no fue tu culpa! —respondió Gretchen—. ¿Por qué crees que lo es?
—La engañé con su novio, Gretchen. ¿Lo olvidaste? —balbuceé.
—¿Entonces eso te convierte en asesina?
La pregunta me impresionó. Abrí mi boca para responder pero no podía
pensar en algo que decir. ¿Por qué pensé que mi traición llevaría a Beth a
cometer suicido? Lo sabía. Sabía la verdadera razón. Aun así, la culpa
colgaba pesada sobre mi corazón, y no podía deshacerme de ella.
—Eres una persona normal, Brooke. No puedes llorar por siempre. Tienes
que ser capaz de funcionar.
—¡¿Así coquetee con un chico en el funeral de Beth?! Eso no es normal o
funcional. Eso está mal —dije.
—Bueno, no se mucho de psicología, pero apuesto a que muchos doctores
dirían que eso es normal.
Resoplé.
—No, en serio. Las personas hacen cosas locas cuando están bajo mucho
estrés —explicó Gretchen.
Me encogí de hombros.
—Deja de castigarte—dijo—. Finn no tuvo nada que ver con eso.
—Detente ahí —demandé—. Primero, no menciones ese nombre de nuevo.
—Lo siento.
—Segundo, deja de intentar hacerme sentir mejor por actuar como una
completa idiota en el funeral de mi mejor amiga.
—No estoy tratando de hacerte sentir mejor. Solo estoy diciendo lo que veo.
Ya te encerraste por días. Has llorado más que nadie a quien conozca. Le
has dado a Beth cada parte de tu dolor. Tienes que seguir adelante —dijo
Gretchen.
—¿Seguir adelante? —pregunté, desconcertada.
—No quise decir que te olvides de ella —dijo suavemente—. Quiero decir
que dejes de lastimarte. Oye, quizás este chico del funeral puede ayudar.
¿Va a tu nueva escuela? 16
—Oh mi Dios —dije—. ¿Cómo lo sabría? ¿Y no eras tú quien estaba
diciendo que no podía involucrarme con él porque sería totalmente tonto?
¿Sin mencionar inapropiado?
Gretchen ignoró mi pregunta.
―Él estaba en el funeral de Beth. ¿Cómo la conoce? ¿Eran amigos?
—No lo sé. —Tomé un pañuelo de la mesa de noche y soné mi nariz.
—Asqueroso. Aleja el teléfono de tu cara cuando hagas eso —dijo
Gretchen.
Me reí a pesar de mi dolor.
Y entonces escuché el familiar quejido. Era el mismo quejido que Gretchen
usaba con su padre cuando quería ropas nuevas. Era molesto pero dulce.
—¡Brookey, mejórate!
Me reí de nuevo. No pude evitarlo. Gretchen era la amiga más ridícula que
tenía. E ingenua también. Pensaba que podía hacer que las cosas
sucedieran solo por decirlas. Descontaba el esfuerzo como un factor en
alcanzar las metas.
—¡Obtendré un diez en este examen de historia hoy! —exclamó el año
pasado. Pero no estudió y se ganó un seis en su lugar. La parte más
frustrante de todo era su inhabilidad para entender por qué declarando
algo en voz alta no lo hacía realidad.
—Gretchen, no estudiaste —le expliqué.
—Pero lo dije —respondió ella—. Lo declaré.
Quería decirle que la vida real no era un seminario motivacional donde se
te lava el cerebro para qué creas que escribir afirmaciones diarias y
cantarlas una y otra vez las hacen volverse verdad.
—¿Estás escuchándome? —preguntó Gretchen, y fui llevada de vuelta al
presente—. ¡Dije mejórate!
—¿Y cómo propones que haga eso? —pregunté.
—Ve a follar a ese chico del funeral —sugirió—. Incluso si está
completamente en mal estado.
—Oh mi Dios. Estás enferma —respondí.
—No estoy enferma. Te estoy ayudando. Necesitas seguir adelante de
Finn y Beth y todo el desastre —dijo Gretchen. 17
—Primero, no…
—… digas su nombre de nuevo. Sí, sí, lo sé —respondió.
—Segundo, no estoy interesada en involucrarme con nadie este año.
Especialmente no con un chico que conocí en un funeral. Numero Uno…
—Espera, estoy confundida. ¿Primero, segundo, número uno? —dijo
Gretchen molestando. Le gustaba burlarse de la manera en que enlistaba
cosas en voz alta en forma de esquema. Títulos y subtítulos. A veces se
volvía un poco confuso, especialmente cuando lanzaba letras minúsculas.
Era lo mío, sin embargo, y me ayudaba a mantener mis pensamientos
organizados.
—Cállate y solo escucha.
—Sí señora.
—Bien, entonces Número Uno, soy de último año en la secundaria quien
planea asistir a una muy prestigiosa universidad cuando me gradué. No
tengo tiempo para chicos.
—Cierto. ¿Estamos hablando de UNC-Asheville3?
—¿Cuál es tu problema con los artistas? —pregunté.
—Solo estoy diciendo que no es Princeton. Y realmente no me gustan las
escenas con hippies o hipsters o cualquier otro grupo de personas con
“hip” en sus nombres. Es como, chica, ve a depilar tus axilas ya. ¿Sabes lo
que digo?
—Como sea. Número Dos. Creo que sería realmente raro salir con un chico
que de hecho, literalmente tropecé en un funeral. No podría admitir
realmente a las personas como nos conocimos.
—Verdad. —Vino la respuesta de Gretchen.
—Además…
—No, Brooke. No hay “además”. Esa ni siquiera es una etiqueta para un
esquema de cualquier forma, y no me importa —dijo Gretchen—. Esta
conversación se está poniendo aburrida.
—Oh mi Dios, ¿y yo soy la perra? —pregunté.
Ella se rió.
—Quiero que me digas todo sobre el registro de clases. Cómo son las 18
bellezas. Quiero saber, ¡maldita sea!
—¿No escuchaste una sola palabra de lo que dije?
—Como sea. Quizás no quieras estar en una relación, pero eso no va a
prevenir que mires. Te conozco, Brooklyn.
Reía al teléfono, y se sintió delicioso y equivocado. Supongo que Gretchen
tenía razón en que no podía estar deprimida para siempre. Solo no
esperaba reírme tan pronto después de la muerte de Beth, o coquetear, de
cualquier manera sin éxito, con un chico en su funeral. El coqueteo
definitivamente estuvo mal, pero quizás reírme con mi amiga no lo estaba.
¿Cuál era la psicología detrás de eso? ¿Qué dirían los doctores acerca de
mi comportamiento? Gretchen pensó que era normal, y al instante recordé
la actuación de Scott Peterson en cámara riéndose durante la vigilia de
velas de su fallecida esposa. La esposa de la cual después fue encontrado
culpable de matar. Era un maldito sociópata. Oh mi Dios. ¿Era una
sociópata, también?
—¿Estas escuchándome? —resopló Gretchen.

3UNC: Universidad de Carolina del Norte en Asheville.


Sacudí mi cabeza para alejar el pensamiento.
—Nunca —bromeé—. Nunca escucho una palabra de lo que dices.
—Perra. Total —dijo—. Besos. ¡Tengo que irme! —Y colgó antes de que
pudiera lanzarle un insulto.
Gretchen Stevens era la única chica en el planeta que tenía permitido
llamarme perra. Sé que otras chicas lo hacían, pero ella era la única que
tenía permiso. Era la única que amaba por eso. Era honesta conmigo,
brutalmente honesta, especialmente cuando lo arruiné con Beth. Me hizo
pasar un infierno por eso, pero nunca me rechazó. Seguía siendo mi amiga
a través de todo, incluso cuando me hundí en depresión y comencé
sesiones de terapia otra vez. Gretchen relacionó todo el incidente del
engaño al episodio de Sexo en la Ciudad donde Carrie admite su amorío
con Big a Samantha. Carrie esperó que Samantha la juzgara, pero
Samantha no lo hizo.
—Así que es como si yo fuera Samantha —había dicho Gretchen.
—Excepto que tú me has juzgado —contesté.
—Sí, pero eso es porque lo que hiciste fue de mierda. Aún voy a ser tu
amiga, sin embargo —dijo Gretchen, y luego me abrazó hasta que dejé de 19
llorar—. Siempre seré tu amiga Brookey. Tenemos permitido un enorme
error en nuestras vidas.
—¿Solo uno? —balbuceé.
—Solo uno —dijo ella.
Acostada en mi cama miro el techo pensando en las palabras de Gretchen.
Tenemos permitido un gran error. Desearía haber guardado el mío para
después en la vida. Dieciocho se sentía una edad demasiado joven para
haberlo usado ya. No pensé que fuera justo, y luego me pregunté por qué
seguí culpando a todos y todo a mi alrededor por mis malas decisiones.
Culpaba a Finn por la desintegración de mi amistad como si no hubiera
tenido nada que ver. Como si me hubiera forzado a esconderme con él y
tener sexo y encontrar excusas para salir con Beth para poder verlo. En
realidad me encontré culpando a Beth en algún punto: si ella no hubiera
estado tan deprimida todo el tiempo, ¡habría querido pasar más tiempo
con ella! Convenientemente olvidé su confesión como la razón de su
profunda depresión. A veces me pregunto por el tamaño de mi corazón, si
siquiera tengo uno en absoluto.
Culpé a mi madre por el hecho de no tener ningún zapato cerrado y tener
que usar los suyos para el funeral de Beth. No era siquiera importante,
pero de alguna manera lo hice un asunto grande. Si no hubiera estado
usando esos tacones, no me hubiera casi caído en el pasillo de la iglesia
obligándome a sujetar la mano del Chico del Funeral para evitar caerme.
Fui tan lejos como convencerme que era todo culpa de mi mamá. Ella era
la razón por la que coqueteé.
¿Cómo una chica genuinamente inteligente es tan jodidamente idiota?
Me sentía tan cansada, pero me resistía a dormir. Tenía miedo de soñar
sobre cosas desagradables. Sabía que estaba mal, pero cerré mis ojos y
evoqué la cara del Chico del Funeral, imaginado las cosas que su iris azul
me decían. Creo que eres hermosa, decían. Creo que te amo. Y fui a la
deriva a un sueño egocéntrico que eventualmente me traicionó,
convocando fantasmas de mi pasado en favor del chico con los ojos
translucidos.
—¿Por qué no traes ese sexi trasero aquí? —dijo Finn juguetón. Alcanzó mi
pierna, pero estaba de pie demasiado lejos.
—Tu novia estará aquí en cualquier minuto —contesté, riéndome.
20
Decidimos encontrarnos en la casa de Beth para viajar juntos a mi
competencia de porristas estelar. Beth llegaba tarde, dejándonos a Finn y a
mí solos en su habitación.
—No me importa —dijo Finn. Se levantó de la silla del escritorio y me sujetó
antes de que pudiera escapar al otro lado de la habitación. Me atrapó en sus
brazos y plantó una serie de besos en mi cuello.
—A mí me importa, Finn —dije sin aliento, sintiendo mi cuerpo rendirse a su
boca.
—No lo haces —murmuró en mi cuello, llevándome a la cama de Beth. Se
sentó en el borde y tiro de a mí a su regazo, sus manos descansando en mi
trasero debajo de mi falda de porrista—. Ahora, tengo una buena idea, pero
quiero que me digas de cualquier manera —dijo él—. ¿Por qué son estas
pequeñas cosas llamadas spankies? —Apretó mi trasero, y yo chillé.
—No se llaman spankies ya —corregí—. Se llaman calzoncillos de porrista.
Finn arrugó su nariz.
—Asqueroso. Me gusta mucho más spankies.
Solté una risita y acaricié con mi nariz su cuello.
—Nunca respondiste mi pregunta —bromeó él. Su índice trazo la pretina de
mis spankies luego se hundió debajo de la tela. Me retorcí.
—No lo sé —dije, sintiendo mi cara sonrojarse.
—Bueno, creo que lo sé —dijo Finn en voz baja—. ¿Fuiste una niña buena en
la escuela hoy? —preguntó, sus labios rozando mi oreja, y palmeando mi
trasero.
—Siempre soy buena —logré decir. Me sentía cada vez más mojada, y no
tenía tiempo de sentirme caliente y mojada.
—Eso no es lo que escuché —continuó Finn. Me levantó de su regazo y me
acostó en la cama. Traté de levantarme, pero me mantuvo quieta, moviendo
sus cejas antes de girarme sobre mi estómago.
—No te atrevas —advertí, sintiendo mi falda levantarse.
—Demonios, Brooke —dijo él—. Tienes un buen trasero. —Se inclinó sobre
mí y susurró en mi oído de nuevo—. Y estoy a punto de enseñarte una
lección. —Se sentó a horcajadas sobre mi espalda enfrentado mis pies y
recorrió sus manos sobre mi trasero.
—¡Finn! —chillé cuando su mano cayó sobre mí, ligeramente golpeando mi
trasero. Me apretó y lo hizo otra vez. Y otra vez hasta que estaba
21
agitándome salvajemente tratando de sacudirlo fuera de mí. No me di
cuenta que estaba riendo tan fuerte hasta que él lo mencionó.
—Estas en problemas, jovencita —dijo Finn, tratando de sonar serio—. ¿Por
qué estas riéndote?
—¡Fuera! —grité entre respiraciones.
—De ninguna manera —respondió Finn—. No has aprendido tu lección aún.
—Y me dio una palmada de nuevo. Esta vez un poco más fuerte.
Mi cabeza se alzó y casi grité: ¡No!, pero eso no habría estado bien porque
quería que lo hiciera de nuevo. Arqueé mi espalda alzando mi trasero y
escuché su aguda respiración. Me dio una nalgada de nuevo, pero me
mantuve callada.
—¿No vas a gritar siquiera un poco para mí? —preguntó Finn. Me dio una
nalgada otra vez. Más fuerte. Y dejé escapar un pequeño gemido.
Se bajó de mí y me giró, sujetando mis spankies antes de que pudiera
protestar. Las bajo por mis piernas junto con mis bragas pero estaba
demasiado impaciente para sacarlas por mis tenis. En su lugar, las dejo
descansar sobre mis tobillos cuando levantó mis muslos arriba y sobre sus
hombros. Estaba un poco angustiada en esta posición, la mayoría de mi
peso estaba descansando en mi cuello y mis hombros.
—¡Finn! —grité completamente expuesta para él. Me había hecho esto antes,
muchas veces, pero siempre en la oscuridad. Justo ahora la luz del día fluía
a través de las tiras de las persianas de la ventana dándole una perfecta
visión de todo lo que me gustaba mantener escondido.
—Soy el tipo más suertudo del mundo —dijo Finn, y entonces recorrió su
lengua sobre mí.
Gemí y giré mi cuerpo, pero era inútil. Me mantuvo quieta, sus musculosos
antebrazos presionando mi abdomen bajo. Lamió suavemente, provocando
chillidos y gritos ocasionales hasta que pensé que quería morir. Se sentía
demasiado bien, y sabía que no lo merecía. Hice puños de las sábanas a
cada lado de mí y supliqué que se detuviera.
—Lo haré —dijo, sus labios aún en mí—. Cuando te haga llegar.
—No, no —dije con poco entusiasmo—. Tengo una competencia. Beth.
Beth estará aquí en cualquier minuto.
Me ignoró y continuó con su suave asalto. Su lengua sobre mí. Sus besos
ligeros. Quería correrme y sabía que lo haría más fuerte de lo que lo había 22
hecho en el pasado. No sabía por qué era tan poderoso esta vez. Quizás
porque estábamos siendo tan imprudentes, demasiado peligrosos, y la
descarga era poderosa, adictiva intoxicante.
Pero debí haber prestado atención al inquietante sentimiento profundo
dentro de mi corazón. Era una campana de alerta con una gran luz roja.
Podía escuchar la suave, calmada voz femenina en el sistema de
intercomunicación, esa de todas las películas de ciencia ficción: Atención.
Diez segundos para la detonación. Y entonces la nave explotaba, y mi
cuerpo junto con ella. Gritaba en el espacio, sentía el oxígeno ser sacado de
mí, las estrellas explotando una por una detrás de mis ojos, dentro de mi
corazón, a través de mis piernas.
—¿Qué demonios es esto?
Me quedé allí saciada, congelada. No quería girar mi cabeza, pero me obliga
hacerlo. Beth estaba de pie en la entrada. Su rostro tan blanco, y en mi
estado estupefacto, quería decirle que, que había algo mal con su cara. Y
luego de alguna manera reaccioné, y me di cuenta cómo lucía. Acostada en
su cama con la cara de su novio entre mis piernas. Finn me levantó de sus
hombros y me apresuré a subir mis spankies.
—¡¿Qué mierda están haciendo?! —gritó Beth.
—¡Beth, oh mi Dios, no lo sé! —dije. Estaba parada al otro lado de su cama,
atrapada como un animal asustado.
—¡¿No sabes?! —gritó—. ¡Mi novio estaba comiéndote, Brooke! ¿Y tú no
sabes?
Abrí mi boca para responder, pero no había palabras.
—¡Contéstame, maldita perra!
—Beth, detente —dijo Finn.
—¿Estas bromeando? ¿”Detente”? ¿Qué estabas haciendo? ¿Cómo pudiste
hacerme esto a mí? ¡Mi novio!
—Beth, tú y yo sabemos que esto se ha terminado. Ha terminado —dijo
Finn—. Ni siquiera me gustas.
—¡Tienes razón en eso maldito idiota! —gritó Beth. Se giró en mi dirección—.
Eras mi mejor amiga, Brooke.
El dolor en sus ojos me rompió desde adentro. Me ahogué con un sollozo.
Me atraganté con su palabra. Eras. “Eras mi mejor amiga”.
—¿Por qué estas llorando? —preguntó Beth—. ¿Porque te atraparon? ¿O
23
porque de repente te sientes culpable? ¡¿Cuánto tiempo ha estado pasando
esto?!
Negué con mi cabeza.
—Vas a decirme —demandó Beth. Avanzó hacia mí unos cuantos pasos
antes de cambiar de idea y quedarse quieta.
—Unos meses, Beth —respondió Finn, y quería golpearlo.
Beth jadeó.
—¡¿Unos meses?!
—Y nos amamos. Siento lastimarte —dijo Finn. Sonaba como un completo
idiota. ¿Y de qué demonios estaba hablando? ¿Amor? Nunca dijimos nada
sobre amarnos.
Beth se rió con sorna.
—Guau. Amor. Está bien. —Por su cara corrían lágrimas. Observé cómo una
colgaba de su mandíbula antes de caer al suelo.
—Beth, por favor —susurré.
—Sal de mi casa —dijo ella—. Ahora.
No me moví.
—¡Ahora!
Finn sujetó mi mano y me guió fuera. Pensé que Beth se lanzaría a mí
cuando pasara, pero se mantuvo estoica, mirándome como si fuera una
extraña. Y después escuché cerrarse la puerta, y mi mundo completo cambió
en un instante.

24
Traducido por Shadowy y Mir
Corregido por francatemartu

M
i padre se paraba en el medio de la habitación viéndose
nervioso.
—Bueno, ¿qué piensas? —preguntó. Me miró por un
momento, y luego se volvió hacia la ventana.
—¿Sobre qué? —respondí.
—La habitación —dijo—. ¿Está bien?
—Sí, es genial. —Mentí. Parecía una habitación que le pertenecía a una
chica de 10 años enamorada de Justin Bieber y el color morado. Lo
cambiaría de inmediato.
—Eso es bueno —respondió papá, con alivio evidente en su voz.
Sonreí. Era imposiblemente incómodo estar parados juntos en la
25
habitación, pero ninguno de los dos hizo un movimiento para irse.
—¿Estás de humor para pizza esta noche? —preguntó después de un
momento—. Hay un restaurante realmente bueno en el camino. De
propiedad familiar.
—Suena bien —dije. Me dejé caer en la cama.
—Por lo general cocino —prosiguió—. Pero no sabía qué te gusta comer. —
Se rascó la nuca.
—Como cualquier cosa —respondí. No iba a ponérselo demasiado fácil.
Suspiró.
—Lo haces, ¿eh?
Sonreí hacia él, y se rió entre dientes. Y entonces se relajó, y yo hice lo
mismo.
—¿Papá?
—¿Hmm?
—¿Dónde conseguiste estos afiches de Justin Bieber?
—Wal-Mart —respondió—. ¿Por qué? ¿No te gusta? La señora de la tienda
dijo…
—Está bien, papá.
Se movió hacia las cortinas enmarcando la única ventana en la habitación
y tiró de ellas.
—Probablemente tampoco te gustan estas, ¿verdad? —preguntó.
Sonreí de nuevo, y él negó con la cabeza.
—No voy a escuchar más a esas mujeres en la oficina —dijo con irritación,
pero había humor corriendo bajo las palabras.
—Bueno, podemos arreglar cualquier cosa con los recibos —ofrecí, y él
asintió—. ¿Papá?
—¿Hmm?
—Sé que tú realmente no querías esto, y lo siento —dije. Pensé que era
mejor simplemente ser honesta.
Era una situación rara para todos nosotros. Mamá estaba al otro lado
del país a esta hora. Papá seguía viviendo en el pasado en la misma casa
que olía a veranos cuando yo tenía nueve años y organizaba las mejores 26
pijamadas con Beth en la historia de las pijamadas. Todo se veía igual,
pero era el olor el que hacía que mi corazón doliera. Y también estaba en
un lugar nuevo. Sabía que él no entendía por qué le pedí vivir con él. Yo
realmente no lo entendía, excepto que me sentí obligada a asistir a la
escuela secundaria de Beth en mi último año.
—No te disculpes —dijo—. Te quiero aquí. Realmente lo quiero.
Simplemente no he sido padre a tiempo completo en un tiempo, eso es
todo.
—Bueno, no tienes que preocuparte —dije—. Soy bastante fácil e
independiente. Acabo de conseguir un empleo en ese restaurante al que tú
solías llevarnos. No tendrás que preocuparte por darme dinero. —No
debería haber dicho esa última parte.
—¿Por qué piensas que tendría un problema dándote dinero? —preguntó
papá. Sacó su billetera.
—No, sólo quería decir que no quiero que pienses que tienes que cambiar
toda tu vida ahora que estoy aquí. Puedo cuidar de mí misma. No seré un
estorbo —dije, y vi el dolor en sus ojos.
—¿Qué vida? —preguntó en voz baja. No sabía qué decir.
Miró por la ventana mientras trazaba el estampado de guepardo en mi
edredón. No tenía ni idea de que papá me quería aquí. Viviendo con él.
Miré alrededor de la habitación entonces. Realmente miré, y lo vi. El
tiempo y el detalle que puso en todo. Los brillantes cojines morados en la
cama que acentuaban el edredón. El espejo de cuerpo entero pegado a la
puerta de mi armario que alardeaba con un marco grueso pintado con
flores moradas y blancas. Las lámparas de mesa de noche ribeteadas con
peluche. Morado también. Mis viejos pompones pegados en la parte
superior de la cómoda. Incluso encontró mis viejos My Little Ponies y los
alineó en la cima de la cómoda. Quería llorar por lo mal que se veía y lo
bien que se sentía. No cambiaría nada, decidí. Bueno, los afiches se irían.
—¿Tienes algún interés en ir conmigo a inscribirme para las clases? —
pregunté. Sabía que sería la única estudiante de último año allí con un
padre, pero no me importaba. Quería empezar de nuevo, verme dulce e
inocente y pensé que papá acompañándome daría esa impresión
perfectamente. Dios sabe que necesitaba una nueva identidad.
—Bueno, no quiero ser un estorbo —respondió papá.
—¿Cómo serías un estorbo? —pregunté, levantándome de un salto de la
cama—. Vamos. Después puedes llevarme a comprar los útiles escolares. 27
—Si quería darme cosas, ¿quién era yo para negarme?
—Está bien —dijo papá, con una nota de emoción subrayando la palabra.

0
Sabes cuando alguien está mirándote fijamente. Lo sientes. Los pelos en tu
cuello se levantan si es una sensación extraña, si no estás muy seguro de
que te gusta. Si la persona te pone incómoda, incluso si no lo has visto
todavía. O podrías sentir la ola de calor estrellarse contigo empezando en
tu cabeza y moviéndose por tu cuerpo hasta tus pies. Si te gusta. Si es una
buena sensación, incluso si no lo has visto todavía.
Sentí los pelos en mi cuello levantarse porque sabía quién era. Y no me
gustaba eso. O él.
Miré mi atuendo. No sé por qué me importaba, pero estaba empezando de
nuevo en una nueva escuela, y quería que la primera impresión fuera la
correcta. Pantalones cortos oscuros con una camisa holgada transparente.
Llevaba una camisola debajo de la camisa y dejé que colgara de un
hombro. Mis pies lucían sandalias enjoyadas. Usaba sólo un poco de
maquillaje. Sobre todo me centré en acentuar mis ojos azules oscuros.
Tonos dorados para hacerlos resaltar. Rímel grueso en mis pestañas
superiores. Mantuve mis pestañas inferiores desnudas. Me gustaba el
contraste. Incluso ricé mi cabello y dejé mis rizos sueltos, cayendo por mi
espalda en suaves ondas rubias.
Esto era tan importante, las primeras impresiones. Estaba tratando de
empezar de nuevo. Estaba segura de que la mayoría de estudiantes en
Charity Run no sabían quién era, porque mi antigua secundaria no era un
rival. Ellos no conocerían mi historia con Beth, mi historia como una
amiga terrible. Tenía una oportunidad de una transformación real. Sería
una chica buena en mi último año. Caminaría por los pasillos cada día y
sentiría el fantasma de Beth—un recordatorio constante de mi traición—y
le daría la bienvenida al dolor. Sería el castigo que merecía. Y si tenía
suerte, con el tiempo me reformaría.
Papá se puso a conversar con el profesor, ayudándome, así que decidí que
era hora de girar mi rostro, de dejar que mi inspector me viera totalmente.
Salté cuando lo vi. Creí que él estaría en algún lugar al otro lado del
gimnasio, pero estaba parado justo detrás de mí. El calor se estrelló
sobre mí entonces, pero no el buen calor. Estaba nerviosa, y mi piel
quemaba con ello. 28
Él me sonrió. Se la devolví, tímida e incierta.
—¿Eres de último año? —preguntó casualmente.
Se alzaba sobre mí, con cabello castaño muy corto, ojos color chocolate
oscuro y ominoso. Sus brazos eran gruesos por años de natación
competitiva, y por una fracción de segundo, me imaginé a Beth atrapada
por ellos, incapaz de moverse, de escapar mientras él tomaba lo que quería
de ella. Una violación de la naturaleza más personal. Demasiado
devastadora para que Beth lo superara, así que se suicidó en el armario de
su habitación en su lugar.
Una ira justificada se encendió en mí de inmediato, y sólo así, descubrí un
propósito. Mi propósito. Me inundó al instante, una gran ola estrellándose
contra mi mente y mi corazón, llevando con ella el coraje y la convicción de
mi nuevo plan formado. Sabía cómo disculparme. Sabía cómo hacer las
cosas bien con Beth. Era una guerrera en ese momento, y me iba a la
batalla en nombre de mi amiga. Enterraré jodidamente a este tipo, Beth.
Lo haré. Sólo mírame hacerlo. Y me transformé en el depredador.
Simplemente él no lo sabía aún. Pensaba que yo era la presa, y lo dejaría.
Tragué.
—Sí —dije, pasando mis dedos por mi cabello. Quería que pareciera un
dulce y pequeño hábito nervioso. Incliné mi cabeza juguetonamente
mientras lo miraba.
—Eso tiene que ser difícil. Cambiarte a una nueva escuela en tu último
año —respondió.
—No realmente —dije—. Mi vieja escuela daba asco.
Vi como sus ojos recorrían mi cuerpo. Era disimulado al respecto, pero yo
no era ciega. Mi piel se puso de gallina y sentí una imperiosa necesidad de
atacarlo. No estaría a la par, lo sabía, pero quizá podría sacarle los ojos
antes de que él me estrellara en el suelo, dejándome inconsciente.
—Bueno, espero que te guste más esta escuela —dijo después de terminar
su evaluación.
—Supongo que no importa de cualquier manera —dije—. Es nuestro
último año.
—Es cierto —respondió—. Pero planeo hacerlo bueno.
Sí, apuesto a que lo haces, maldito imbécil.
—Oh, yo también —dije un poco demasiado entusiasta. A él pareció 29
gustarle.
—Soy Cal, por cierto —dijo, extendiendo la mano.
La tomé tentativamente. No quería hacerlo. La adrenalina estaba
bombeando horas extras, y tenía miedo de apretar su mano tan fuerte que
la arrancaría.
—Brooklyn —respondí—. Pero todo el mundo me llama Brooke.
—Es un placer conocerte, Brooklyn —dijo, curvando sus labios en una
sonrisa agradable. Apretó mi mano antes de soltarla.
Hmm, así que no tenía planes de llamarme «Brooke». Al menos no todavía.
¿A qué estaba jugando? Tal vez no quería que pensara que había llamado
su atención. Quizá no quería que pensara que seríamos siquiera amigos.
Él era, después de todo, uno de esos chicos populares. Yo, por otra parte,
no tenía estatus social y no tenía ninguna ambición de ser popular.
—Es un placer conocerte, también, uh… ¿cuál era tu nombre? —Luché
con todas mis fuerzas para reprimir la sonrisa. ¿No quieres llamarme
«Brooke»? Está bien, entonces. Ni siquiera te daré un nombre.
Él se rió entre dientes.
—Cal.
—Eso es —dije—. Cal. ¿Es Cal abreviatura de algo?
Sonrió y miró por encima de su hombro antes de volverse de nuevo hacia
mí.
—Sí. Calvin. Pero todo el mundo me llama Cal.
—Bueno, es un placer conocerte, Calvin —dije. Incliné mi cabeza hacia un
lado y sonreí.
—Hmm —respondió, y me imaginé que estaba pensando en el tipo de
bragas que llevaba.
Papá tocó mi hombro en el momento perfecto. Tenía que alejarme de este
tipo. Quería estrangularlo, sabiendo lo que le hizo a mi amiga, y estaba
embriagada por el plan desarrollándose aún en mi cerebro. Y francamente,
estaba asustada del tamaño físico de Cal.
—¿Lista? —preguntó papá.
Respiré profundo, y luego pensé en la respuesta perfecta.
—Sí, papi, —Y él me miró extrañado. Observé la reacción de Cal a mis
palabras, segura de su excitación—. Adiós, Calvin. —Levanté mi mano en 30
un pequeño saludo.
—Oye, espera —dijo apresuradamente. Extendió la mano por mi tarjeta de
registro—. ¿Puedo ver tu horario de clases?
—Claro —dije, entregándole la tarjeta—. ¿Alguna razón en particular de
por qué?
—Uh, bueno, puedo decirte sobre los profesores —dijo.
Y una mierda. Quería saber qué clases podía tomar conmigo. Te atrapé,
hijo de puta, y la imagen de un gran atún gordo retorciéndose en un
pequeño gancho vino a mi mente. Una muerte lenta y tortuosa, y sonreí,
imaginando el último salto desesperado.
—Como la Sra. Walker. Te tendrá haciendo todo tipo de presentaciones en
clase. Es bueno si te gusta hablar en público, pero creo que la mayoría de
nosotros malditamente lo odiamos —dijo.
Asentí.
—Y el Sr. Hatchet4…

Mr. Hatchet en el original, en español quiere decir Sr. Hacha.


4
—Caramba, ese es un nombre aterrador.
—No es broma. Es un idiota. Sólo para que lo sepas. No trates de ganarlo
con tus encantos femeninos. No funciona con él. Ni siquiera aceptará
excusas legítimas por faltar a clase. Ni siquiera notas médicas.
—Suena como un idiota. —Le hice eco.
—Um, el resto están bien. ¿Veo que vas a hacer el Anuario? Yo también
estaba planeando eso —dijo Cal.
¿Lo estabas, Cal? ¿Realmente estabas planeando hacer el Anuario? Dame
un respiro.
—Bueno, si lo haces, tal vez podamos trabajar juntos. Ya sabes, tomar
fotos juntos o lo que sea —ofrecí. Enfermamente dulce. Buena chica.
—Sí, quizá —dijo, y me entregó mi tarjeta—. Te veré luego.
—Está bien. Nos vemos la semana que viene, Calvin —dije mientras se
alejaba.
—Haciendo amigos ya, ¿eh? —preguntó papá mientras hicimos nuestro
camino fuera del gimnasio a la vieja camioneta de papá.
—Difícilmente —respondí—. Aunque parecía lo suficientemente agradable. 31
La mentira se sintió pesada en mi boca. Él no era lo suficientemente
agradable. No era agradable en absoluto, y yo lo sabía.

0
Hazle pagar.
Eso estaba establecido. Le haría pagar. Simplemente no sabía si lo haría
llevando un bate de béisbol a sus bolas, poniendo un 9 mm en su cabeza y
apretando el gatillo, o algo más subversivo. La idea se me ocurrió en el
gimnasio, y me entretenía ahora. La idea de dejar que él me tuviera.
Seducirlo sin que lo supiera, dándole la oportunidad perfecta para tomar
ventaja de mí, entonces hacerle pagar por ello después. ¿Podría realmente
llevarlo a cabo? ¿Podría renunciar a mi cuerpo como un sacrificio para
buscar venganza? ¿Era lo suficientemente fuerte? ¿Lo suficientemente
loca?
Nunca podría hacerlo si fuera virgen, pero yo no era virgen. No es que eso
hiciera que ser violada fuera menos doloroso o traumático. Aun así,
pensaba que tener mi virginidad fuera del camino lo hacía menos
devastador de vida. Y, ¿sería realmente ser violada, de todos modos, si lo
tentaba a hacerlo?
Nunca había sido asaltada sexualmente, no tenía absolutamente ninguna
idea de cómo afectaba eso a una mujer, y me sentí un poco avergonzada
por pensar que podría manejarlo. Como si tuviera una idea de la realidad.
Mi arrogancia no conocía límites, y me convencí de que el impacto
emocional sería minúsculo porque yo era lo suficientemente fuerte para
manejarlo. Honestamente, sin embargo. ¿Podría realmente testificar en la
corte, ir a través de todo eso, sin la certeza de que él fuera tras las rejas?
¿Podría arriesgarme a ser empujada en el ojo público? No todos los estados
protegían las identidades de las víctimas de violación, una vez que iban a
la policía. ¿Lo hacía California del Norte? Tendría que investigarlo.
Dios mío. Mi mente estaba girando, entretejiendo grandes ideas de
venganza. Quería esto para Beth. Quería esto para mí. Tal vez eso
enterraría mi culpa y la pena para siempre. Consideré el tipo de hombre
que era Cal. ¿Y si había violado a otras chicas? ¿Era mi deber buscar
venganza? Sentí en ese momento decidido que no tenía otra opción, que
toda mi existencia estaba definida por este plan loco. Hay algo realmente
desquiciado sobre ti, Brooke, me oí decir. Quizá. Pero se sentía bien. No
me había sentido así sobre nada en mucho tiempo.
32
Me acosté en mi cama, mi cerebro inundado con pregunta tras pregunta.
Estaba trabajando horas extras, y no podía seguirle el ritmo. Tal vez me
estaba volviendo loca. Tal vez despertaría mañana y cancelaría todo el
plan. Pero, ¿a quién engañaba? La ira que sentí en el gimnasio cuando me
paré ante ese depredador era demasiado real, demasiado poderosa y
correcta para ignorar. Hay ira, y luego está la ira justificada. Sentía la ira
justificada, y sabía que tenía que actuar en consecuencia. Purificaría mi
corazón al convertirme en impura.
Me dormí sabiendo que eventos antiguos resurgirían, metiéndose en la
vanguardia de mi mente desde mi subconsciente, haciéndome revivir el
dolor de nuevo para solidificar mi decisión. Despertaría determinada
porque no tenía elección. Y si lo luchaba, los sueños seguirían
persiguiéndome hasta que me rindiera a mi destino.
—Tienes que decirme qué pasa —supliqué.
Beth sollozaba en sus manos, meciéndose hacia adelante y atrás como
alguien al borde de un colapso nervioso. No quería que tuviera un colapso.
No sabía qué hacer si ella lo tenía.
—Beth, por favor —urgí, envolviendo mis brazos a su alrededor y
atrayéndola hacia mí. Ella apoyó la cabeza en mi hombro.
—Él me violo —susurró.
Pensé inmediatamente en Finn, y mi corazón se hundió. No podría ser Finn.
Nunca haría tal cosa. No podría creerlo, no lo creería, porque yo estaba
acostándome con él. Había perdido la cabeza por él.
—¿Quién? —dije con voz ronca. Mi pulso se aceleró mientras agarraba a mi
mejor amiga.
—No lo conoces —respondió Beth—. Él va a mi escuela. Su nombre es Cal.
Me aparté y tomé las manos de Beth.
—Beth, tienes que decirme qué pasó.
Beth tembló con una nueva ola de sollozos mientras asentía a
regañadientes.
—Fui a una fiesta. La fiesta sobre la que te conté —comenzó.
Me encogí. Era la fiesta a la que no asistí. Ella quería que lo hiciera, pero
inventé alguna mentira repugnante sobre pasar tiempo con mi madre
cuando, de hecho, iba a ver a Finn. 33
Me sentí como una mierda.
—Creo que él drogó mi bebida —continuó Beth—. Empecé a sentirme
realmente mal. Mareada, supongo. Me llevó a su cuarto para que pudiera
acostarme. Yo no quería hacerlo. ¡Seguía diciéndole que no quería hacerlo!
Rompió en llanto, con largos sollozos irregulares que sonaban dolorosos en
su pecho.
—Está bien —dije, acariciando su espalda. Todo lo que podía pensar era
que no estuve allí. Si hubiera estado, esto no habría sucedido. Mi culpa. Mi
culpa.
—Me quitó la ropa —dijo—. Le dije que no. Traté de gritar, pero mi lengua se
sentía tan enorme. Como si estuviera hinchada. Me dijo que yo lo quería y
que sólo era una calientapollas.
—No tienes que contarme más —susurré. No podía soportar oírlo.
—¡No! ¡Tienes que hacerlo! ¡Tengo que sacarlo! —gritó, y yo asentí.
Respiró profundo, tratando de calmar el obstáculo en su pecho.
—Lloré, y él lamió mi cara. Creo que estaba lamiendo mis lágrimas. Y luego
tuvo sexo conmigo mientras cubría mi boca, y me dijo que no le dijera a
nadie porque nadie me creería. Sabía que no era virgen. Sabía que me había
acostado con chicos en el equipo de natación. Esos idiotas deben alardear
de ello o algo así.
Mi cabeza daba vueltas con una mezcla de culpa: culpa por no ir a la fiesta
con Beth, culpa por su ataque, culpa por estar a escondidas con su novio,
culpa por mentirle.
—Tiene razón, Brooke —dijo Beth. Su voz temblaba incontrolablemente—.
Nadie me creería. Él es el típico americano campeón del equipo de natación.
Yo soy la chica que jodió con tres chicos en la escuela. Nadie me creería.
—Eso no es cierto —argumenté—. Tienes que ir a la policía, Beth. No puedes
dejar que se salga con la suya.
—¿Estás loca? —chilló. Salió más severo de lo que creo que ella esperaba.
Me encogí lejos de ella, confundida—. Dios, Brooke, ¿siquiera sabes lo que
me estás pidiendo?
Odiaba el primer día de clases. Y lo hacía monstruosamente peor el
hecho de que no conocía a nadie. Sí, la posibilidad de comenzar con una 34
pizarra en blanco era atractiva, pero siendo como era mi último año, no
sabía si quería o me importaba poner la energía en hacer amigos nuevos.
Parecía demasiado trabajo y además ya tenía decidido poner todo mi
tiempo y energía en destruir la vida de Cal. No estaba segura de cómo un
nuevo amigo o grupo de amigos cabría en esa foto.
Caminé por el pasillo principal en busca del Pasillo D. Rápidamente
descubrí lo complicada que era la distribución de la escuela, reflejando esa
mansión embrujada en el oeste, cuyo propietario tenía trabajadores de la
construcción sobre ella todos los días hasta que murió. Curvas y contra
curvas que parecían conducir a ninguna parte, una suerte de azarosa
arquitectura sin ton ni son. Una persona podría perderse aquí, y me
preguntaba si había sido diseñado con ese propósito. Imaginé a los
maestros riéndose en la sala de profesores viendo los videos de vigilancias
de estudiantes corriendo confundidos como ratas tratando de localizar a
sus aulas. Tal vez era un gran experimento psicológico.
No sé cómo, pero al final me encontré con el Pasillo D. Por supuesto, no
tenía ni idea de cómo llegar a mi primera clase aquí, pero me preocuparía
por eso cuando la campana sonara. Ahora mismo escaneaba los casilleros
ubicados a un lado del pasillo hasta que localicé el mío. Guardé unas
carpetas y cuadernos que traje conmigo y coloqué un espejo magnético en
el interior de la puerta del casillero. Eso fue todo. Estaba lista. Cerré la
puerta y miré a mí alrededor.
Algunas chicas me miraron al pasar. Decidí sonreír, pero siguieron
caminando, ya sea ajenas a mi gesto amable o decididas a mantenerme
fuera del redil. Lo que sea. No buscaba hacer amigos. Yo estaba buscando
aniquilar a Cal, y lo observé caminando hacia mí. Me puse tensa, sintiendo
dudas sobre el atuendo que elegí para usar. Por lo general sólo era
consciente de mí misma en torno a chicos que me atraían. Desde luego, no
me sentía atraída a Cal, pero me encontré queriendo impresionar.
Necesitaba impresionarlo. Ese era todo el punto. Si él me encontraba poco
atractiva o poco interesante, no tendría ninguna posibilidad. Todo mi plan
se echaría a perder como fruta pasada.
—Eres Brooklyn, ¿cierto? —preguntó, llegando despreocupadamente a mi
lado.
—Ajá —le contesté y observé mientras desaparecía por el pasillo
flanqueado con sus perdedores amigos.
¿Qué demonios fue eso? Y entonces me di cuenta exactamente lo que
fue. Él no iba a hacer esto fácil para mí. Iba a hacerme trabajar por ello,
35
trabajar para ganar mi lugar en el grupo de personas populares. Trabajar
para ganar el lugar justo a su lado.
Imbécil.
Está bien. Haría lo que fuera necesario para lograr mi objetivo. Me tragaría
mi orgullo si eso significaba que se hiciera justicia. Tomé una respiración
profunda y serpenteé por el pasillo, buscando las puertas de las aulas, la
1A. Finalmente la encontré y estaba satisfecha de mí misma por ganarle a
la última campana. Entré para encontrar la mayoría de los asientos ya
ocupados y me puse irritada al instante.
Me gustaba estar en las afueras de la sala de clase. No, eso no era del todo
correcto. Tenía que sentarme en las afueras de la sala de clase. Pero los
únicos asientos disponibles estaban directamente en el centro de la
habitación. De mala gana me ubiqué en una fila a cuatro asientos de la
parte delantera y me esforcé por apartar al instante la ansiedad.
Luchaba con la intensa claustrofobia durante tanto tiempo como puedo
recordar. Nunca tomaba ascensores, tenía que estar completamente
sedada en los aviones y siempre conducía en el carril lento. Tenía acceso a
la banquina de esa manera. Tenía una salida. Ahora estaba sentada con
los estudiantes rodeándome y por un breve momento, cerré los ojos,
imaginando que estaba en medio de un gran campo, el espacio vacío se
extendía hasta donde yo podía ver, en todas direcciones. Logré frenar mi
corazón acelerado.
Aprendí este truco en terapia, descubriendo su eficacia en determinadas
situaciones. Pero no funcionaba en ascensores. Aprendí eso de la manera
más dura después de tratar de acelerar mi progreso, sintiéndome bastante
confiada después de haber volado con éxito en un avión a través de cinco
estados sin un sedante. Pensé que podía manejar totalmente un ascensor,
pero pronto me encontré acurrucada en el suelo gritando y respirando
dentro de una bolsa de papel.
Miré a mi derecha, porque vi algo hermoso en mi visión periférica. Allí
estaba él, el Chico Funeral, sentado en el borde de la sala contra la
ventana más lejana, mirando al frente a nada en particular. Empecé a
temblar y cerré los ojos de nuevo, imaginando el campo. El problema era
que él estaba allí, caminando hacia mí, y antes de que pudiera
reaccionar, me tomó en sus brazos y me besó bruscamente. Dios mío,
me estaba haciendo daño ¡y yo quería que lo hiciera! Le devolví el beso
tan febrilmente, y luego sentí que sus manos iban al botón de mis jeans.
No pidió permiso, sino que empezó a desvestirme, como si yo no tuviera
36
otra opción.
Mis ojos se abrieron de golpe y me removí en mi asiento. Esto era
increíblemente incómodo. Sí, una pequeña parte de mí sospechaba que
iba a esta escuela. ¿Por qué si no iba a estar en el funeral de Beth? Pero no
estaba preparada para verlo en ninguna de mis clases. Y sabía que no
podía involucrarme con él. Por un lado, no tenía ni idea de si incluso se
sentía atraído por mí. Segundo, no podía perseguirlo muy bien cuando
estaba tratando de llamar la atención de Cal. Tercero, había renunciado a
los chicos, a pesar de Cal.
Estúpido Cal. Ya estaba arruinando mi vida, y mi plan ni siquiera había
empezado a llegar a buen término. Miré a Chico Funeral de nuevo. Estaba
mirando directamente hacia mí y mi codo se sacudió involuntariamente,
golpeando mi cuaderno fuera de mi escritorio. Me agaché para recogerlo y
golpeé mi frente con el lado de la mesa.
—Hijo de puta —susurré, y oí un pequeño grito de asombro a mi lado.
—¿Estás bien? —preguntó una chica.
Me froté la cabeza dolorida y me senté.
—¿Se ve mal? —Moví mi mano para que la chica pudiera obtener una
buena mirada.
—Está sólo un poco rojo —dijo ella, sonriendo.
Puse los ojos en blanco ante la risita que siguió detrás de mí.
—Me encanta ser la fuente de la broma —le dije, señalando con el pulgar
hacia el fondo de la sala.
La chica se dio la vuelta en dirección a la risa, su sonrisa desapareció al
instante, y observé como su cara se llenaba de algo inquietante. No estaba
completamente segura, pero me pareció que era miedo. Ella giró la cabeza
de nuevo.
—No te preocupes por ellos —dijo en voz baja, jugueteando con su pluma.
—No lo hago —contesté, un poco ofendida que asumiera que me importaba
tanto lo que pensaban los estudiantes sobre mí.
Me di la vuelta para mirarlos. No tenía ni idea de cuándo Cal había
entrado en la habitación, pero sentí que mi cara se calentaba al
instante. Me sonrió y saludó con la mano. Puse mi mano sobre mi frente
y me encogí de hombros, rodando los ojos. Él se encogió de hombros
también, y el gesto amistoso me desconcertó. No quería que fuera tan
37
condenadamente amable, pero, ¿no era esa la forma de actuar de los
depredadores? Si se acercaran intimidantes o aterradores, nunca tendrían
la oportunidad de atacar.
Me di la vuelta. Mi frente aún latía.
—Soy Brooke, por cierto —dije, dirigiéndome a la chica.
—Lucy.
—Encantada de conocerte.
Lucy sonrió, pero no dijo nada. Era una bonita y pequeña rubia con
grandes ojos color avellana. Me recordaba a un pájaro: huesos pequeños y
cuerpo frágil. Pensé que podría soportar comer más, pero entonces tal vez
ella comía como un caballo y nunca ganaba peso. La vi abrir su cuaderno
cuando oyó que la puerta del aula se abría. El profesor entró, y traté de
prestar atención, aunque era difícil con el Chico Funeral a mi derecha y
Cal a mi espalda. La idea de Cal sentado detrás de mí, observándome
cuando yo era incapaz de moverme, realmente me molestaba. Estoy segura
que lo disfrutaba. Estoy segura que él iba a disfrutar cada uno de los
cincuenta minutos de ello y cerré los ojos otra vez, tratando de conjurar el
campo.

0
Tenía que estar en el trabajo en una hora, dándome el tiempo justo para
hacer un poco de investigación.
Lucy.
Algo no estaba bien con ella, no porque pareciera una mala persona, sino
porque parecía realmente asustada de Cal y sus compinches de la clase
esta mañana. Quería saber quién era ella. Una pequeña parte de mí
sospechaba lo peor, pero no quería llegar a ninguna conclusión. Quería
que mi intuición estuviera equivocada mientras abría el anuario de primer
año de Beth que su madre me había dado.
Encontré a Lucy en la tercera página —Reunión de ex alumnos— y era
la princesa de estudiantes de primer año. La estudié. Estaba posando en
un saludo, reconociendo los aplausos en erupción desde las gradas del
estadio. Parecía feliz agarrando el brazo de su acompañante. Pasé a
través de varias páginas más antes de ubicarla en el equipo universitario 38
de porristas. Allí estaba, sonriendo alegremente, suspendida en el aire en
un movimiento de porristas llamado La Libertad. Conocía el movimiento
porque solía ser lanzada en el aire para hacer lo mismo. Su forma era
perfecta y sentí un poco de celos. Era una estupidez, pero estaba allí de
todos modos.
Seguí explorando, encontrándola en un montón de otras páginas: anuario
del club, coro, vóleibol. Me quedé helada cuando aterricé en la página del
baile de graduación. Lucy estaba allí, bailando con Cal, con los brazos bien
envueltos alrededor de su pequeña cintura, abrazándola protectoramente.
No, posesivamente. Mi mente empezó a correr. ¿Cal era su cita? ¿Él la llevó
a su casa? ¿La violó antes de llevarla a su casa?
Abrí el anuario de segundo año de Beth. Recorrí todas las actividades
deportivas y las páginas sociales, pero no encontré fotos de Lucy. Aparecía
sólo en la foto de la clase de segundo año. Me quedé mirando su foto, pero
no vi nada en sus ojos o en la forma en que sonreía que evocara la feliz y
social estudiante de primer año. Había algo vacío sobre esa sonrisa, como
si ella no la creyera y no esperase que nadie más lo hiciera.
Hojeé el anuario de tercer año de Beth. Nada de Lucy. En ningún lugar.
Incluso faltaba su imagen en la clase de tercer año, había un «No hay foto
disponible» en su lugar.
Mi corazón se encogió y me pregunté cómo podía doler por una persona
que no conocía. Sospeché de otras víctimas, pero no quería descubrirlas.
Complicaría mi plan. Quería justicia para Beth. Era responsable por ella.
Estaba dispuesta a sacrificarme por ella, pero no quería ser responsable
por nadie más. Y no quería que el conocimiento de otras violaciones
convirtiera a Cal en un monstruo horrible que me aterrorizara. No podría
hacerle nada si le tenía miedo.
Arrojé el anuario a un lado y miré el reloj. Era hora de irse y estaba
agradecida por la distracción, agarrando mi delantal que colgaba de la silla
del escritorio y corriendo fuera de la casa.

0
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté mientras me acercaba a
Gretchen.
—¿Lo que la gente hace normalmente en los restaurantes? —respondió. 39
Sonreí y tomé el lápiz detrás de mi oreja.
—Te dije que te llamaría cuando llegara a casa —le dije, volteando una
hoja nueva en mi cuaderno de pedidos.
—Sí, pero no podía esperar tanto tiempo —confesó.
—Esta noche estoy ocupada, Gretchen. No puedo pasar el rato y charlar —
le dije. Eché un vistazo a mis otras mesas. No necesitaban recargas. Nadie
me miraba para llamar mi atención. Bien hasta ahora.
—Lo sé, Brooke. Voy a pasar el rato hasta que la multitud se calme.
—¿Vas a pasar el rato en una de mis mesas toda la noche? —le pregunté—
. Será mejor que me dejes un infierno de propina. Estoy tratando de hacer
dinero aquí.
—Relájate —dijo Gretchen—. Haz bien tu trabajo y yo cuidaré de ti. —
Guiñó un ojo y yo le fruncí el ceño.
—Hilarante. Realmente —murmuré—. ¿Qué quieres?
—Esta cosa de ensalada y una Coca-Cola Light —respondió, señalando el
menú.
—Bien. —Y me dirigí a la estación de órdenes. Pinché la orden de Gretchen
y luego fui a servirle la Coca-Cola Light.
Comencé mi trabajo de camarera al día siguiente que me fui a vivir con mi
papá. Me dieron el trabajo porque mentí sobre tener experiencia sirviendo
mesas y el gerente estaba tan agradecido que no tendría que entrenar a
alguien. Él repitió ese sentimiento alrededor de diez veces durante la
entrevista y casi confesé mi falta de experiencia por pura culpa. Y miedo.
¿No habría formación alguna?
Era buena con las boberías, pero las mesas eran difíciles. Tenías que ser
rápido. Tenías que recordar todo. Tenías que intentar por todos los medios
no enojar a nadie, sobre todo a tus clientes. Y a las anfitrionas. Ellas no
sentarían a nadie en tu sección si las cabreabas. La verdad era que no
tenía idea de lo que estaba haciendo, pero aprendí rápidamente después
que un cocinero, un lavaplatos y un expedidor me gritaron la primera
noche.
—¡Pon la maldita orden en el maldito ordenador, Wright! —Terry, el chef
principal, había gritado después de que le pregunté por qué no estaba
mi pedido de la Mesa 12.
—Lo escribí para ti —le dije, señalando mi formulario de orden escrito a
40
mano sobre el mostrador junto a su parrilla.
—Malditos adolescentes —murmuró mientras levantaba la hoja, la hacía
pedazos y la arrojaba a las llamas.
—¡Oye! ¿Qué demonios? —Lloré.
Él señaló la computadora.
—Quemaste mi pedido —dije furiosa.
—¿No lo tenías memorizado? —preguntó.
Di la vuelta y salí de la cocina, disculpándome profusamente con la Mesa
12 por tener que volver a tomar su orden. Afortunadamente, ellos fueron
muy amables al respecto y me preguntaron si era mi primer día en el
trabajo. No esperaba una buena propina y me sorprendió cuando me
dejaron un poco extra. Era el cambio, lástima, pero lo tomé todo de todos
modos.
Fui atrapada con la guardia baja cuando me acerqué a Gretchen, una vez
más con su bebida. Ella se quedó mirando paralizada y seguí su mirada a
una familia que acababa de sentarse. Estuve a punto de hacer caer el
vaso, pero me negaba a apartar los ojos de la familia. O mejor dicho, de él.
El Chico Funeral. De nuevo. ¿Sabía que trabajaba aquí? Cuan ridículo y
completamente egoísta. Tuve que recordarme que el mundo, de hecho, no
giraba a mi alrededor.
—¡Maldita sea, Brooke! —exclamó Gretchen—. ¡Derramaste toda la Coca-
Cola encima de mí!
Arranqué mis ojos del Chico Funeral para mirar la camisa de Gretchen.
Había dos pequeñas manchas oscuras justo a la izquierda de su pecho.
Puse los ojos en blanco.
—Todo encima, ¿eh?
—Se trata de Bebe5, perra —respondió ella.
Sonreí.
—No sé lo que eso significa.
—Sí. Claro que no. Es mejor que empieces a apartar tus propinas si esta
mierda no se lava.
—Oh, Gretchy —le dije.
—No me llames así —advirtió y luego su tono cambió en un instante—.
Ahora, echa un vistazo a ese bombón de ahí. —Señaló al Chico Funeral. Mi 41
bombón. Ya decidí reclamarlo.
Me moría de ganas de ver su reacción.
—Gretchen, ese es Chico Funeral.
—¡No puede ser! —chilló y una pareja con tres niños pequeños sentados
cerca de ella se volvió en su dirección y frunció el ceño.
—Este es un restaurante familiar —gritó la madre.
—No me diga —respondió Gretchen, con desconcierto fingido pintado en
toda su cara.
—Gretchen —dije en voz baja.
La madre resopló y se volvió hacia su marido. Les oí murmurar y me
preguntaba cuánto tiempo tomaría que el gerente se enterara de su queja y
echara a Gretchen. ¿Por qué no podía mantener su boca cerrada?
—¿Ese es el tipo con el que te topaste en el funeral? —preguntó.
Asentí.

5Bebe: Marca de ropa femenina.


—Y está en dos de mis clases.
—Te odio completamente —dijo Gretchen—. La vida es tan injusta.
Me encogí de hombros.
—¿Está sentado en tu sección? —preguntó.
—¡No, gracias a Dios! Probablemente diría o haría algo totalmente
vergonzoso —le dije—. Me golpeé la frente con el lado de mi escritorio hoy.
Él lo vio. Sucedió porque me estaba mirando.
Gretchen hizo una mueca.
—No lo entiendo. ¿Su belleza te hizo convulsionar o algo así?
Me eché a reír.
—No. Me hizo tirar mi cuaderno y cuando me agaché para conseguirlo, me
golpeé la cabeza.
—Qué vergüenza —dijo Gretchen.
—Sí, me parece que tengo una habilidad especial para hacer cosas
vergonzosas cuando él está cerca. No sé por qué me hace tan
atolondrada y estúpida. 42
—Porque quieres dormir con él. ¿Hola? —respondió Gretchen—. Y ahora
entiendo totalmente por qué. —Ella se volvió hacia él—. Es mald…
—¡Bleh! —grité—. ¡No digas esa palabra aquí!
—Oh Dios mío —dijo Gretchen—. Lo que sea. Es condenadamente caliente.
¿Feliz? Ahora ve allí y habla con él.
—Realmente eres ingenua —le contesté y me fui a la cocina.
Terry y yo habíamos reparado ya nuestra frágil relación. Se disculpó la
misma noche en que me gritó y quemó mi pedido. Y por decirle al gerente
que me despidiera. Después del trabajo esa noche, se ofreció a comprarme
un trago y cuando le dije que sólo tenía dieciocho años, me preguntó:
—¿Y qué?
—No lo sé —le había respondido—. Tal vez sea ilegal o algo así.
—Sólo es ilegal si te pillan —explicó y yo sabía que era malas noticias. Me
mantendría alejada de él y sus diez tatuajes.
—¡Wright! —gritó Terry mientras caminaba a través de la puerta de la
cocina—. ¡Mete tu culo flaco aquí y recoge tus malditas órdenes! ¡Estás
ocupando todo el espacio en las estanterías!
Lo saludé y agarré una bandeja, apilando cuidadosamente todas mis
órdenes para tres mesas, incluida la de Gretchen.
Me abrí paso a través de mi sección, sirviendo la comida a la gente que
parecía genuinamente sorprendida y encantada. Me preguntaba si yo
actuaba de esa manera en los restaurantes sin saberlo: sorprendida y
encantada de ver un plato viniendo hacia mí, como si no supiera qué
esperar. Estaba en un maldito restaurante, después de todo. La gente era
tan estúpida.
—Su nombre es Ryan —dijo Gretchen cuando me acerqué a ella con su
ensalada.
—Lo sé. Toman la asistencia en clase. Pero, ¿cómo lo sabes?
—He oído a su hermanita decir su nombre —respondió ella, sonriendo.
—Gretchen, déjalo tranquilo —le dije.
Gretchen agarró el tenedor y lo empujó tentativamente a través de su
ensalada. Esperé. Cuando terminó su evaluación, le pregunté qué más
necesitaba.
—El teléfono de Ryan —dijo.
43
Le di una mirada plana.
—Bueno, si no vas a tomar la oportunidad, entonces yo lo haré.
—No lo creo —le contesté y miré hacia Ryan. Él me vio y lo vi dándome
una recorrida completa con sus ojos. No me sentí ordinaria o vulgar como
cuando Cal lo hizo. Ryan lo hizo abiertamente, como si quisiera que yo lo
viera y yo no sabía qué hacer con eso. Yo era una mujer progresista
viviendo en un mundo progresista. ¿No debería sentirme ofendida? ¡No soy
un objeto, amigo!
Pero no podía pretender estar ofendida. Me sentía halagada y le sonreí,
aunque sabía que sería un error. Él me devolvió la sonrisa y empezaron los
problemas. Justo ahí, en ese momento. Debería haber girado y alejarme.
Pero no lo hice. Sonreí y en ese instante, mi plan simple de seguir a Cal,
hacer que me hiciera daño para luego hacerlo pagar por ello, se convirtió
en cualquier cosa menos simple.
Traducido por Mir
Corregido por maggiih

E
l resto de la semana escolar pasó en un instante. Hice pocos
avances con Cal y menos aún con Lucy. Pensé que podría ser
amiga de ella, pero permanecía distante, cerrada. Era bastante
agradable en clase, siempre me saludaba y me preguntaba cómo iba en el
trabajo, pero eran sutilezas superficiales pretendiendo mantenerme a
distancia. Para el viernes, me di cuenta que ella albergaba secretos
horribles. No sé por qué necesitaba o quería, conocerlos. Me dije que no
me involucraría con los problemas de los demás. Tenía un trabajo lo
suficientemente grande con uno. No podía ser el héroe de todo un grupo
de víctimas.
Cal era frustrante. Por mucho que trabajé en dar la impresión de ser
encantadora y dulce, no mordió el anzuelo. Él me mantuvo a distancia, 44
también, sorprendiéndome de vez en cuando en el pasillo entre las clases
con un “Hola” o “Linda camiseta, Brooklyn”. Sabía que lo estaba haciendo
a propósito, haciéndome pensar que tenía una oportunidad, para que
siguiera trabajando para estar cerca de él. Estaba convencida de que me
quería cerca de él. Lo atrapé en clase un par de veces mirándome. Era la
mirada de un depredador y trataba de reclamarme.
Cada vez que uno se esfuerza en evitar ser involucrado en algo, eso te
encuentra, te obliga a enfrentar la situación, y no tienes más remedio que
actuar con un sentido de responsabilidad moral porque en el fondo de tu
corazón eres bueno, y deseas hacer el bien. Mi deseo desesperado de hacer
el bien llegaba más de un abrumador sentimiento de culpa por mi pasado
que de mi brújula moral. Sabía que con el tiempo tendría que decir algo o
hacer algo que me hiciera sentir incómoda porque cuando estás tratando
de ser bueno, ¿qué opción tienes?
Era viernes, y apenas llegué al cuarto de baño cuando sonó la campana
del almuerzo. Sostuve mi pis toda la mañana, incapaz de encontrar
descanso en ninguna de mis clases para excusarme. En realidad, eso no es
cierto. Hubo un recreo entre los períodos cuarto y quinto, pero sucede que
Cal se acercó a mi casillero durante ese momento y no me perdería la
oportunidad de hablar con él. Tendría una infección en la vejiga antes de
alejarme de Cal.
Me preguntó si quería tomar fotos con él del partido de vóleibol femenino
de la tarde. Sí, él había decidido tomar Anuario después de todo, y había
estado esperando por esta oportunidad para llegar a conocerlo mejor.
Descubrir cómo se mueve. Sus gustos y disgustos. Toda la información
que necesitaría para almacenar en mi arsenal para uso futuro cuando la
batalla realmente se calentara. Estuve de acuerdo en reunirme con él en el
gimnasio a las cuatro, y se fue, dándome el tiempo justo para llegar a clase
antes de la última campana.
Volé a un puesto y casi me arranco mis pantalones cortos, hundiéndome
en el asiento del inodoro porque no podía ponerme en cuclillas. Tenía
demasiadas ganas de usar el baño. Normalmente siempre me ponía en
cuclillas sobre los asientos del inodoro, y probablemente debería haberlo
hecho ahora porque estoy bastante segura de sentir pequeñas gotas en el
dorso de los muslos.
—Qué asco —murmuré—. Estoy sentada en la orina de alguien.
Pero el alivio fue un pequeño pedazo de cielo, y me senté en la felicidad
del inodoro, deleitándome con la sensación de una vejiga vacía, sonriendo
45
estúpidamente mientras leía las obscenidades escritas en la puerta del
puesto.
Jamie H. es una sucia puta.
Me preguntaba quién era Jamie H.
Carolyn se folló al equipo de fútbol.
Vaya, pensé. Eso es un montón de sexo.
Lucy se la chupa a los chicos por dinero.
¿Eh?
Me incliné y releí la frase. No podían estar hablando de mi Lucy. Sí, al
igual que Ryan, decidí reclamarla como mía. Fue una posesión inmediata
porque pensaba que era dulce y amable, y no iba a dejar que cualquier
perra hablara pestes de ella. Por supuesto, tal vez era otra Lucy, pero
“Lucy” no era un nombre popular. La Lucy que conocí no parecía ser el
tipo de chica descrita en esa oración. ¿Por qué alguien escribiría eso de
ella?
Volví a pensar en las pocas veces que la vi fuera del aula. Nunca caminaba
o hablaba con nadie. Siempre estaba sola, luciendo malhumorada en el
peor de los casos, vacía en el mejor. No tenía amigos. Pero, ¿por qué?
Pensé en el primer día de clase cuando me golpeé la cabeza. Ella se dirigió
a mí entonces. ¿Por qué hizo eso? Y entonces me di cuenta de que era
porque yo era nueva. Yo no la conocía. Era seguro hablarme. Tal vez, sólo
tal vez, estaba tratando de hacer amistad conmigo. En ese momento
estaba llena con una especie de sensibilidad generalmente reservada
exclusivamente para mi madre y mi padre. Era una ternura familiar, pero
la sentí por esta chica. Quería adoptarla como mi hermana, protegerla,
hacerla sonreír.
Me quedé helada cuando escuché que la puerta del baño se abría. Pies
arrastrándose, alguien sorbiendo por la nariz y luego un angustiante
sollozo. No sabía qué hacer. ¿Debería hacer conocer mi presencia tosiendo
o aclarando mi garganta? Era obvio que la chica pensaba que estaba sola.
¿Quién no mira debajo de las puertas para estar seguro de ello?
El llanto continuó durante unos momentos antes de detenerse
abruptamente. Estaba segura de que todavía estaba en el cuarto de
baño. No oí la puerta abrirse de nuevo. Me di cuenta de que podría estar
atrapada aquí para siempre y pensé que era mejor simplemente salir. Ella
46
estaría mortificada o enojada, pero tenía que correr ese riesgo.
Tiré de la cadena y salí. La chica se dio la vuelta hacia mí, con una
expresión de horror en su rostro.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Me miró por un momento. No la reconocí. Parecía demasiado joven para
ser de último año y nunca la vi en el Pasillo D, el pasillo de los de último
año.
Dio un paso hacia la puerta, pero la bloqueé.
—¿Puedo ayudarte de alguna forma? —le pregunté.
Me miró con sus grandes ojos verdes inundados de lágrimas frescas. Era
tan bonita y estaba asustada. ¿Qué demonios? Esta era la segunda chica
linda y asustada que había encontrado en mi primera semana de clases.
¿Cuántas eran?
Sabía que la haría temblar hasta la médula, forzarla a revivir un
acontecimiento doloroso otra vez, pero tuve que preguntar:
—¿Algo malo te sucedió?
Me empujó fuera del camino y salió del cuarto de baño, pero no antes de
contestarme. Asintió. Fue apenas perceptible, pero asintió.
Salí del baño después de lavarme las manos, sacudida y sorprendida. De
repente, mis ojos estaban por todas partes absorbiendo la escena, mirando
a los tímidos que colgaban en las sombras, envueltos en secretos
inconfesables. Sabía que estaban aquí.
Me salté el almuerzo y dejé el pasillo de último año para ir a otro. Paseé
por el pasillo de primer año en busca de cualquier cosa sospechosa o
extraña. Pensé que la vi, merodeando una puerta de clase, reuniendo el
coraje de entrar. Y otra, de pie junto a su casillero, lanzando miradas
furtivas de un lado a otro, en busca de un depredador. Y otra,
deslizándose por el pasillo en silencio para evitar ser vista. Y otra,
desapareciendo en el baño para llorar su dolor.
Oh, Dios mío. ¡Me estaba volviendo loca! Agarré la pared, respirando
profundamente. Miré por el pasillo. Se distorsionaba, los estudiantes se
estiraban y retorcían en un patrón circular al pasar junto mí. Como si
hubiera tomado un alucinógeno y estuviera teniendo una mala reacción.
No sabía si mis pies seguían plantados en el suelo o si estaba colgando
del techo. 47
Cerré los ojos y traté de concentrarme en el campo. Pero no podía
convocarlo. Respiré profundamente, sintiendo alfileres en mi pecho que me
pinchaban más fuerte cuanto más intentaba succionar oxígeno. Abrí los
ojos y me encontré con parches de oscuridad. ¡Me estoy quedando ciega!
grité, pero nadie escuchó. Mi boca no se movió. Oí un lejano “¿Estás bien?”
antes dejarme llevar por la oscuridad hacia un olvido silencioso.

0
—¿Sufres de ataques de pánico? —preguntó la enfermera de la escuela.
Era vieja, probablemente estaba en mitad de los cincuenta, y se cernía
sobre mí, mirándome un ojo y luego el otro.
—Tengo claustrofobia —le respondí. Mi voz tembló. Todo mi cuerpo se
sacudió, y la enfermera lo vio. Ella agarró una manta para envolverla
alrededor de mí, pero protesté.
—Está limpia —dijo, y decidí creerle porque me estaba congelando. Y
estaba en shock.
Tiré de la manta con fuerza alrededor de mi cuerpo, acurrucándome en
ella para protegerme.
—¿Sabes lo que provoca tu claustrofobia? —preguntó la enfermera.
Y esa pregunta me dijo todo lo que necesitaba saber sobre las enfermeras
escolares.
La miré con las cejas levantadas. ¿Era idiota o estaba ignorando
deliberadamente la sarcástica expresión en mi cara?
—No lo sé —dije con ligereza—. Lugares estrechos. Eso es por lo general lo
que desencadena la claustrofobia.
—Pero tú no estabas en un lugar estrecho —respondió ella—. Estabas en
un pasillo abierto.
Salió petulante, como si estuviera lista para atraparme. Al igual que sabía
que yo pensaba que era idiota por hacerme una pregunta tan estúpida sólo
para demostrar que no lo era. Quería golpearla en la cara.
—Supongo que me sentí encerrada —murmuré. Estaba enojada por la
forma en que me hizo sentir como si no tuviera una excusa legítima para
desmayarme ya que estaba en un pasillo grande y abierto. Como si fuera
mi culpa.
48
—Ya veo. ¿Alguna vez has tenido un ataque en cualquier otro espacio
abierto? —preguntó.
Pensé por un momento. Y luego el recuerdo inundó mi mente. No tenía
nada que ver con los espacios abiertos. Tenía que ver con un viejo patio de
juegos en McDonald, particularmente con una pieza del equipo de juegos:
la cárcel del Oficial Big Mac. Tenía siete años, y estábamos de vacaciones,
viajando por Texas. Paramos para almorzar y pedí jugar en el patio porque
ninguno de los McDonald’s de casa tenía un patio como ese. Todos los
nuestros eran de plástico y seguros. Este era de metal brillante y peligroso
en el sol caliente y me llamaba.
Vi a unos niños jugando en la cárcel del Oficial Big Mac, y quise unirme a
ellos. Era un largo tubo de metal que alojaba una escalera. La parte
superior de la cárcel era una enorme esfera achatada con la forma de una
hamburguesa, los panecillos superiores e inferiores estaban separados por
postes metálicos para parecerse a una celda de cárcel.
Tuve mi primer ataque de pánico de claustrofobia ese día mientras subía
la escalera hacia la hamburguesa. El interior era lo suficientemente grande
como para arrastrarse cómodamente, pero no podía estar de pie. Y no
podía levantar mi cabeza para llegar a ver delante de mí. Me arrastré una
vez dentro de todo el asunto, y decidí que no me sentía bien. Quería salir.
Pero la escalera estaba bloqueada. Más niños estaban subiendo, así que
no tuve más remedio que encogerme y esperar a que entraran antes de
hacer mi camino hacia abajo. Pero no dejaban de entrar, moviéndose hacia
la izquierda y la derecha, capturándome contra las barras de metal.
Entré en pánico. Traté de moverme alrededor de un niño flaco, pero él me
gritó. Sentí las lágrimas calientes rodando por mis mejillas mientras
miraba más allá de las barras a mis padres sentados en una mesa abajo.
Estaban inmersos en una conversación. No me veían. No se dieron cuenta
que estaba atrapada. Grité por ayuda, y finalmente miraron hacia arriba.
Me saludaron y sonrieron, pensando que estaba jugando. ¡No, no! pensé,
sacudiendo la cabeza tan fuerte que aflojé mis broches. ¡No estoy jugando!
¡Ayúdenme!
No podía respirar. Sabía que tendría que matar a alguien para salir.
Incluso en los siete años pensé, ¿quién construye un parque como este?
Me volví hacia los niños apiñados dentro de la cárcel y grité a todo
pulmón:
—¡¡Sáquenme de aquí!!
49
Sus ojos se agrandaron. Debía parecer un loca. Mi cabello estaba saliendo
por todas partes. Mi cara surcada de lágrimas. Los niños se empujaban
unos a otros hacia un lado, creando un poco de espacio para que pudiera
gatear alrededor de ellos hacia la escalera. Una vez que mi pie golpeó el
primer escalón, sentí que el pánico se desplomaba. Miré hacia abajo del
tubo, a una chica que acababa de entrar y estaba agarrando los lados de
la escalera.
—¡Fuera de mi camino! —le grité.
La chica levantó la mirada por un segundo, su labio inferior tembló y
entonces salió corriendo llorando.
Me deslicé por la escalera en mi prisa por estar tan lejos de la cárcel del
Oficial Big Mac como fuera posible. Corrí hacia mis padres, arrojándome
encima de mi padre, que me llevó a su regazo y me preguntó qué estaba
mal. Lloré con fuerza en su pecho, tan fuerte que no podía respirar. Una
empleada de la tienda me vio y fue por una bolsa de papel. Ella volvió y me
dijo que respirara en ella. Obedecí porque era un adulto, y
automáticamente confié en ella.
Miré al adulto de pie sobre mí ahora.
—¿Estás bien? —preguntó la enfermera en voz baja.
No tenía idea de que estaba llorando.
—¡Todo es culpa del Oficial Big Mac! —lloré.
Uno de los lados de la boca de la enfermera se arqueó.
—Yo también odiaba esa maldita cárcel.

0
Merodeé fuera del gimnasio esperando a Cal. Era tarde, y creo que lo hizo
a propósito. Estoy segura de que le gustaba hacerme esperar por él. Miré
el reloj. Cuatro y cuarto. Pensé en irme. No me quedaría y dejaría que me
hiciera sentir estúpida. Ya me sentía bastante ridícula después de mi
ataque de pánico más temprano.
Afortunadamente, los únicos testigos de mi ataque fueron estudiantes
de primer y segundo año. Los mayores estaban en el almuerzo. Estoy
segura que los estudiantes harían chismes sobre ello, pero me pareció
que a los de último año no les importaría. Me di cuenta en mi primera 50
semana que los de último año se mantenían separados del resto del
alumnado. Esnobs, por cierto. Cada tanto los veía charlando con chicas de
primer año o de segundo año. Objetivo fácil, supuse.
Unos minutos más pasaron, y decidí irme. Por supuesto, allí fue
exactamente cuándo Cal apareció, de la nada, paseando hasta mí con una
especie de cómoda indiferencia que me puso enojada al instante.
—Siento llegar tarde —dijo—. Algo ocurrió.
—Tienes suerte —le contesté—. Estaba a punto de irme.
—¿En serio? —preguntó, como si no creyera una palabra de eso. Como si
esperara que me quedara frente al gimnasio durante toda la noche para él.
Asentí y volví la cara. No quería que viera lo irritada que estaba. Me acordé
de que estaba tratando de atraerlo, no alejarlo.
—Esos pendientes son bonitos —dijo, observando el diamante en mi oreja
izquierda.
Sonreí. No pude evitarlo. Así que este era su juego. Actuar como un idiota
y luego decir algo dulce. A él no podrían importarle menos mis pendientes,
y en ese momento, mi corazón se contrajo y mi sonrisa se desvaneció.
Eran los pendientes de mi madre. Eran los pendientes de su boda. Me los
dio cuando cumplí dieciocho años. Eran especiales, y él los halagó de
manera desinteresada y barata. Haciéndome sentir barata.
—¿Estás lista? —preguntó levantando la cámara del anuario.
Asentí y le seguí hasta el gimnasio. Abrió la puerta para mí como un
caballero, guiándome hasta las gradas con la mano en la parte baja de mi
espalda. Traté de caminar más rápido para alejarme de su toque, pero
mantuvo el paso con el mío, sin apartar la mano. De hecho, se mantuvo
allí una vez que nos acomodamos en la primera fila.
Me retorcí.
—¿Algún problema? —preguntó.
Me retorcí de nuevo, y apretó su mano en mi espalda baja antes de
sacarla. Sé que él quería que dijera algo al respecto, pero no lo haría.
—Tomaré el primer juego. Tú toma el segundo —dijo, preparando la
cámara y tomando algunas fotos de práctica.
Las chicas ya estaban en la cancha, haciendo ejercicios de
calentamiento. Nunca presté atención a voleibol en mi vieja escuela,
nunca fui a un juego. Pensé que sería terriblemente aburrido, pero una vez
51
que el primer partido comenzó, me encontré gritando y alentando más
fuerte que cualquier otra persona en las gradas. Era un juego emocionante
y sentí un respeto profundo por las chicas que clavaban con fuerza la
pelota en la red. Me gustaría ser tan fuerte.
Era apenas consciente de Cal moviéndose en los márgenes tomando fotos,
pero en un momento, me di cuenta que él estaba en la línea de fuego.
Bueno, eso si el jugador disparaba el balón fuera de los límites. Esperaba
que lo hicieran. Esperaba que le golpearan en la cara.
Pero la jugadora era demasiado talentosa y el lanzamiento aterrizó justo en
la esquina trasera de la cancha dentro de las líneas. Un “Ace”, me dijo más
tarde. Y Cal, por supuesto, sacó la imagen perfecta de la pelota yendo en
su dirección con la jugadora en el fondo un poco fuera de foco, todavía
tensa en el aire con su mano arriba. Me la mostró en la pantalla de la
cámara durante un receso. Era una foto hermosa, tenía que admitir.
—Tal vez deberías tomar todas las fotos —dije—. No soy buena con una
cámara.
—¿Por qué te uniste al anuario entonces? —preguntó.
—Bueno, soy una escritora decente —le contesté—. Me imaginé que iba a
escribir todos los títulos, resúmenes de página y esas cosas.
Asintió.
Pensé que era hora de comenzar con las preguntas. Tenía que asegurarme
de no abrumarlo, sin embargo, o hacerle sospechoso. Quería que pensara
que estaba realmente interesada en su sórdida vida.
—Entonces, ¿en qué cosas estás involucrado en la escuela? —le pregunté.
—Bueno, en Anuario primero —respondió.
Sonreí dulcemente.
—Y estoy en el equipo de natación —dijo.
—Oh, eso da cuenta de tus brazos —le dije.
Le gustó ese comentario. Sabía que lo haría. Su cuerpo se hinchaba ante
los halagos.
—Sí, nado mucho. Nado cuando no tengo que hacerlo.
Sea lo que eso signifique.
—¿Es, como, una cosa terapéutica? —pregunté. 52
—No lo sé —dijo—. Creo que nunca realmente pensé en eso. Hablando de
terapia, ¿qué te pasó hoy en el pasillo? Oí a alguien decir que te
desmayaste.
Me sonrojé de un rojo profundo y aparté los ojos.
—Nada —murmuré.
—Desmayarse no es “nada”. —Presionó—. ¿Tienes una condición médica o
algo así?
Estaba más allá de vergüenza. La pregunta sonó áspera y acusatoria. No
había preocupación en su tono, pero luego miré su cara. Estaba llena de
preocupación, o tal vez era simplemente muy bueno fingiendo.
No sabía si debía admitirlo ante él. Me haría ver débil. Y entonces pensé
que podría jugar a mi favor. De una forma retorcida y enferma, a él podría
gustarle saber sobre eso, fingir preocupación mientras me atrae hacia su
confianza. No podía saber ahora cómo iba a usar esa información en el
futuro.
—Tengo ataques de pánico de vez en cuando —admití.
Se quedó en silencio por un momento y me moví incómoda en mi asiento.
—¿Por qué? —preguntó.
—Tengo un mal caso de claustrofobia —le expliqué—. Y sí, sé que estaba
en un pasillo. No es exactamente un armario o algo así. Pero tuve un
ataque de todos modos. Realmente no sé lo que lo disparó.
Eso era una mentira. Me asusté de todas las chicas bonitas y asustadas
que vi. O imaginé. No podía recordar. Sólo sabía que algo silencioso y
malvado estaba ocurriendo en esta escuela, y mi cuerpo se apagó a causa
de ello.
Cal contuvo el aliento.
—Así que supongo que no haces eso de besarse en los asientos traseros de
los autos.
Lo miré, sorprendida.
—Oh Dios, sólo estaba bromeando —dijo rápidamente—. Se supone que es
una broma.
No sabía qué decir, así que simplemente respondí:
—Voy a comprar una bebida.
Agarró mi brazo cuando me puse de pie. 53
—Brooke, lo siento. Fue una mierda lo que dije.
Ignoré sus disculpas a favor de centrarme en el hecho de que me llamó
“Brooke”. Por primera vez. Se había dirigido a mí docenas de veces en el
pasillo. Siempre “Brooklyn”. Ahora era “Brooke”. Él sabía que se había
equivocado y tuvo que acelerar sus planes. Por un breve momento, pensé
que no habría más juegos. No más hacerme trabajar para entrar en su
pequeño club. Él no quería dejar pasar la oportunidad de reclamarme,
especialmente si él pudiera ser testigo de un ataque de pánico como
resultado.
—Está bien —le dije—. Pero realmente tengo sed.
Cal se levantó y empujó la cámara en mis manos.
—Yo voy. Tú quédate aquí —dijo—. ¿Qué te gustaría?
—Sólo agua —le contesté, mirando a la cámara. Tenía la esperanza de que
no esperara que tomara fotos mientras estaba fuera. Ni siquiera sabía
cómo usar esta monstruosidad.
—Está bien —dijo, y corrió a la mesa de entrada.
Metí mi rostro contra la cámara tímidamente y miré a través de la lente.
Probé el botón grande en el lado derecho y tomé una foto del piso del
gimnasio. Alejé la cámara para estudiar mi foto. Era un borrón de un débil
color amarillo. Lo intenté de nuevo, empujando mi cara contra la cámara y
moviéndola hacia arriba y abajo de las gradas. No podía creer que la gente
se presentara a ver un partido de voleibol. No había tanta gente como un
juego de baloncesto, pero seguía siendo un buen número. El equipo de las
chicas debía estar orgulloso, pensé.
Casi puse la cámara hacia abajo cuando vi a Ryan sentado en la parte
superior de las gradas. Me vio mirarlo a través de la lente, con el ceño
fruncido. No parecía feliz. Traté de enfocar la lente, y tuve éxito en
conseguir una visión un poco más clara de él. Su cabello era un desastre
alborotado y sexy, como el estilo de los ’60 tan popular con los chicos
ahora. Me alegró de que el flequillo no ocultara sus penetrantes ojos, sin
embargo. Nada debería cubrir esos ojos.
Tenía la mandíbula apretada, y me pregunté por qué estaba enojado.
Pensé absurdamente que estaba enojado conmigo y no podía entender lo
que había hecho mal. Me quedé paralizada, incapaz de apartar la
cámara de él. Se negaba a desviar la mirada. Casi pensé que estaba
tratando de decirme algo, pero era demasiado estúpida para entenderlo.
54
—¿Qué estás haciendo? —Cal se dirigió a mí por detrás.
Me di la vuelta para mirarlo, asomándome por detrás de la cámara.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
Cal me miró y luego a las gradas.
—No quieres tener nada que ver con ese tipo —advirtió—. Es uno de esos
locos solitarios. Creo que está bajo los efectos de medicamentos o algo así.
Una bomba de tiempo.
Bajé la cámara.
—No sé de qué estás hablando —le dije—. Estaba tomando fotos de los
fans.
Cal me arrebató la cámara y buscó las fotos recientes.
—¿Ah, sí? —preguntó, al no encontrar fotos en absoluto.
Mi rostro se encendió de nuevo.
—Bueno, estaba tratando de todas formas.
—Lo digo en serio, Brooke —dijo Cal, entregándome una botella de agua—.
Sólo quiero que estés segura.
Tomé la bebida, pensando que “segura” no tenía nada que ver con eso. Lo
que realmente escuché entre líneas en la advertencia de Cal fue:
—Involúcrate con ese tipo, y puedes olvidarte de mí. —Estaba metida en
medio de otra situación injusta. Karma, tal vez, por mis errores del
pasado. Estaba innegablemente atraída por Ryan. Y sentía una atracción
en su extremo. Pero no podía hacer nada al respecto. No podía ni siquiera
hablar con el tipo, al menos no en la escuela. No podía arriesgarme a que
Cal me viera.
—¿Me escuchaste? —preguntó Cal—. Quiero que estés segura, Brooke.
Asentí, mirándolo. Me miró con la mayor preocupación, y me olvidé de que
era un mal tipo. No sonaba como uno ahora. Sonaba como si quisiera
protegerme, cuidarme, y casi le creí.
Casi.

55
56
Traducido por Vettina
Corregido por maggiih

L
as escaleras al final del pasillo D se curvaban tanto que era
imposible estar parado en el rellano superior y ver a alguien en el
primer escalón. Incluso si cuelgas tu cuerpo sobre el borde y
forzabas tu cuello. A la escalera se puede acceder por una puerta en los
pisos superior e inferior. Escondido, e imaginaba parejas metiéndose bajo
las escaleras para una rápida sesión de besos entre clases. La escalera era
escalofriante cuando te encontrabas sola en ella, siempre un poco más
oscura que el resto de la escuela, como si los intendentes reservaran los
bombillos que quedaban, de baja calidad por esta sección del edificio.
Estaba en el último escalón dirigiéndome al pasillo del primer piso
cuando escuché la puerta del piso superior abrirse y un coro de voces
muy bajas hablando en urgentes susurros. Mi instinto era moverme 57
rápido y silenciosamente debajo de las escaleras, así que eso es lo que
hice.
Escuché una profunda voz masculina.
—¿Hay alguien aquí?
Permanecí callada.
Hubo una breve pausa antes de que la silenciosa conversación continuara.
—Hombre, podemos confiar en él completamente. Quiere entrar —dijo la
misma voz profunda.
—¿Cómo es que se enteró siquiera? —otra preguntó—. Yo no le dije.
¿Están hablando de más?
—No, hombre. Él encontró ese papelito con tu nombre.
—¿Qué demonios? Te dije que no deberíamos escribir nombres en la
escuela.
No podía definir cuantos chicos había, pero sonaban como tres.
Posiblemente cuatro.
—Hombre, era conveniente. Nadie podía reunirse fuera de la escuela —dijo
el primer chico.
Una nueva voz intervino.
—¿Cuándo vas a enviarnos la hoja de puntuación?
—A la mierda la hoja de puntuación. No vamos a hablar de esa hoja de
puntaje ahora. Quiero saber qué sabe Aaron —dijo el segundo chico.
—Solo le dije que es un club secreto, y que tenía que discutir su iniciación
—respondió el primer chico.
—Bueno, si tiene tantas ganas de entrar, puede ir y follarse a esa virgen de
segundo año en el equipo de porristas. Entonces hablaremos.
Algunas risas.
—Hombre, su trasero es tan redondo y perfecto. Ella es caliente.
—¿Cómo sabes que es virgen?
—Tengo una espía. Como sea, tendré que pensar en ello. No sé sobre
Aaron. Hay algo de él que no me gusta.
—¿Tal vez el hecho de que su tiempo de nado es mejor que el tuyo? 58
—Jódete, hombre.
—Solo estoy bromeando. Mira, sé que todos están preocupados acerca de
que las personas se enteren, pero no soy estúpido. No lo traería a colación
si no pensara que podemos confiar en él.
—Es Cameron, ¿cierto? ¿Ella es tu espía?
—Hombre, cállate.
—Parker, ¿cuándo vas a enviar la hoja de puntuación? Tengo una cita este
fin de semana.
—Hombre, deja de eliminar cosas de tu correo. Lo enviaré cuando lo envíe.
—Lo enviaré —dijo el primer chico.
—Entonces es Cameron, ¿cierto?
—¡Cállate! ¡Todos cierren la maldita boca! Déjenme aclarar esto. —Sonaba
como la voz de Parker—. Saben, realmente me molestó cuando Cal me
puso a cargo de toda esta mierda.
Escuché cuando caminaron escaleras abajo y arrastraron los pies hasta el
pasillo del primer piso. Tomé un respiro profundo. Club secreto. Hoja de
puntuación. Iniciación. Sexo con una virgen. ¿Qué demonios estaba
pasando? ¿Y con quién podía hablar de eso?
Salí de debajo de las escaleras y empujé abriendo la puerta guiando al
pasillo del primer piso.
—¡Parker, toma el mío, también!
Choqué contra Parker, quien se dirigía de vuelta a la escalera, y me
fulminó con la mirada, en shock. Entonces su cara cambio de shock a
agitación y sospecha. Mierda. ¡Creo que no deje suficiente tiempo entre
nuestras salidas!
Empujó pasándome y se dirigió arriba por las escaleras, dejándome
preguntando si me había descubierto y si mi plan acababa de ser
desbaratado.

0
Si creía que podía pasar el resto de mi vida sin ver a Finn de nuevo,
estaba viviendo en un mundo de fantasía. Asistía a mi antigua escuela
secundaria, así que al menos no tenía que verlo diariamente. Pero
trabajaba en un restaurante bastante popular frecuentado por gente de
59
toda la ciudad. Él fue lo suficientemente discreto para mantenerse alejado
de mi casa, pero sabía que eventualmente se enteraría de dónde trabajaba
y se presentaría, todo bajo el pretexto de simplemente querer comer.
Era un lento martes por la noche, y estaba a punto de preguntarle a mi
jefe si podía ir a casa. Amanda, otra camarera, quería mi sección para
tratar de hacer un poco más de dinero, y yo estaba feliz de complacerla.
Estaba demasiado distraída de todos modos. Todo lo que pude pensar en
toda la noche fue la conversación que escuché en la escalera. Club Secreto.
Hoja de puntuación. Iniciación. Sexo con una virgen. Continuaba repitiendo
esas palabras como un mantra, porque no quería olvidarlas. También
pensaba que algo se revelaría mágicamente si continuaba diciéndolas una
y otra vez. Ansiaba hablar con alguien sobre eso, pero no sabía en quién
podía confiar.
Amaba a Gretchen con todo mi corazón, pero no podía confiar en ella con
esto. Ella no sabía sobre la violación de Beth, y pretendía mantenerlo así.
Beth me confió esa información, y juré no decirle a nadie. Ni siquiera a sus
padres, aunque me dolía cada vez que veía a su madre. Además, conocía a
Gretchen. Comenzaría una cruzada, casi como estaba haciendo yo,
excepto que la mía era una cruzada para uno. Ella querría involucrar a
todo el mundo, y no estaba preparada para ir ahí. Quería ser silenciosa y
sabía sobre eso. Explotaría todo con su escandalosa boca.
—Tienes a alguien en la mesa dos —dijo Amanda.
Eché un vistazo a mi mesa e instintivamente apreté mis manos en puños.
Amanda vio.
—¿Quieres que lo tome? —preguntó ella.
Sacudí mi cabeza.
—Puedes tener el resto, pero tengo que tomar este. No vino aquí a comer.
—Y ella entendió completamente.
Caminé hacia Finn y me quedé callada, esperando. Miró hacia mí y sonrió.
—Te ves linda en tu uniforme —dijo él.
No respondí.
—Jesús, Brooke —dijo él—. ¿Qué quieres que diga?
—¿Por qué estás aquí? —pregunté.
—Quería verte. No tuve la oportunidad de hablar contigo en el funeral.
—¿Crees que hubiese sido sabio hablarme en el funeral? —pregunté.
60
Finn sacudió su cabeza.
—No, no lo creo. Pero tú solo desapareciste. Me tomó mucho averiguar que
no te habías ido a California. ¿Por qué no me dijiste?
Agité mi cabeza en incredulidad.
—No tengo que decirte más sobre mi vida, Finn. Hemos terminado.
—Mira, nosotros juntos no tuvimos nada que ver con el suicidio de Beth —
dijo bruscamente.
—Cierra tu boca sobre eso —siseé.
—Me amas, Brooke, pero te sientes culpable —dijo Finn.
Dejé caer mi cabeza. Hubo un tiempo en el que pensé que podía amar a
Finn. Nunca lo dijimos, y me hizo enojar cuando lo trajo a colación con
Beth la tarde que nos encontró. Pero sabía que nunca podría amarlo
ahora. Había demasiado dolor. Demasiada culpa, y no podía seguir
haciéndome eso.
Lo miré, absorbiendo su suave cabello rubio y ojos marrones. Era lindo,
siempre sería lindo. Solo tendría que ser lindo para alguna otra chica.
—No puedo tomar tu orden, Finn —dije finalmente.
—No quiero comida. Te quiero a ti —dijo en voz baja.
—Por favor no digas cosas así —supliqué.
—Ven a casa conmigo, Brooke. Solo hablaremos. Eso es todo lo que
haremos.
Sentí la atracción por una fracción de segundo, mi cuerpo inclinándose
hacia él recordando su boca, sus manos, todas las maneras en que me
tocaba bien. Pero eso es todo lo que siempre fue, solo tocar. Fue una
revelación instantánea. No amor. Solo tocarse, y fue fácil alejarse.
—No, Finn.
Me miró con ojos tristes.
—Rompes mi corazón, Brooke.
Me encogí de hombros y caminé a la cocina, pasando a Amanda.
—Es tuyo —dije, pero Finn ya había dejado la mesa.
No sé por qué no arrastré mis pies para volver a casa. Me quedé
alrededor de los platos sucios en su lugar, mirando a Gregory llenar la
maquina con vasos y platos. Gregory era un estudiante en la Universidad
61
Comunitaria Técnica Wake con ambiciones de ser una estrella de rock.
Tocaba la batería, y por lo que había escuchado, apestaba. Él era el
lavaplatos que me gritó mi primera noche, y a diferencia de Terry, nunca
se disculpó. Pensé que era un idiota, y entonces me di cuenta que un
idiota era exactamente la clase de chico con quien necesitaba hablar.
Podía confiarle la información porque no le importaría.
—¿Qué quieres? —preguntó Gregory, sin mirarme. Continuó metiendo
platos en la lavadora.
—Tengo una pregunta para ti —contesté.
—Bueno, puede que tenga o no una respuesta —dijo él.
Lo miré. Bien, tenía algunas preguntas para él.
—¿Por qué no te gusto? —pregunté.
Se rió.
—¿Por qué las chicas son tan egocéntricas? No es que no me gustes. No
pienso nada de ti en absoluto. —Me miró, su expresión facial preguntando:
¿Qué más?
Parpadeé, luego sonreí.
—¿Fueron malas contigo las chicas populares en la secundaria? —Debí
haber guardado esa pregunta para mí cuando vi que Gregory cargaba un
montón de cuchillos en el lavavajillas.
Se detuvo e inclinó su cabeza, considerándome. Entonces su boca se volvió
una sonrisa que igualaba la mía.
—En realidad no. Me follé a cada una de ellas.
Descarté la idea rodando los ojos.
—Bien, como sea. Sí hubieras escuchado a un montón de chicos hablando
sobre un club secreto y hojas de puntuación y tener sexo con vírgenes,
¿qué pensarías de eso?
Arrugó su cara pensando.
—Solo una pregunta hipotética —agregué.
—Bueno, creo que estás hablando de alguna clase de club sexual —dijo.
—Eso entendí —contesté—. ¿Pero hojas de puntuación?
—Tal vez ellos califican a las chicas. ¿Cómo sabría? 62
—Quieres decir como, ¿qué tan buenas son en la cama?
—Sí. Tal vez califican a las chicas por sus actos sexuales.
—¿Alguna vez has escuchado de algo como esto? —pregunté.
—No, pero de nuevo, no me sumerjo en la pervertida cultura sexual en la
que aparentemente tú lo haces —se burló.
—Púdrete. Era una pregunta.
—Vete, Brooklyn. Tengo trabajo que hacer.
—Si, como sea. Gracias por tu ayuda.
En mi camino afuera, me despedí de Terry, quien preguntó por qué no me
quedaba después del trabajo y bebía con él. Me dirigí al estacionamiento.
Fue irritación instantánea, viendo a Finn. Pensé que se había ido a casa,
pero aparentemente estaba esperándome. ¿Qué si tenía que trabajar toda
la noche? ¿Planeaba quedarse alrededor de mi auto por horas?
Caminé hacia él.
—Finn.
Me interrumpió con un beso. Mi instinto fue alejarme y darle una
cachetada. Pero no lo hice. Y no sentí ninguna de las cosas que debí
sentir: indignación, sorpresa, vergüenza. En su lugar, lo dejé besarme, de
pie ahí como una estatua, tratando de permanecer emocionalmente
desconectada. Eso no duro mucho, y ahí es cuando debí alejarme.
Presioné mis labios más fuertes, y él tomó la silenciosa invitación para
abrir mi boca con su lengua. Era todo tan familiar, sensual y aterrador. No
me gustó como Finn podía hacer a mi cuerpo responder tan fácil a él, que
podía perder toda resolución de ser una mejor persona con su beso. Sentí
sus brazos envolverse alrededor de mi cintura, acercándome a él, caí
contra él, dejándolo sostenerme mientras su boca continuaba explorando
la mía. Chispas familiares viajaron por los nervios arriba y debajo de mis
piernas. Estallaron ocasionalmente en varios lugares a lo largo de mis
muslos, debajo de mis pies, y temía perder la fuerza para mantenerme de
pie.
¡Quítate, quítate! grité por dentro. Y entonces la cara de Beth destelló
dentro de mi cerebro, y mi resolución resurgió, luchando con el deseo
sexual. Gracias a Dios la resolución ganó.
Empujé a Finn. 63
—No podemos. —Respiré.
—Brooke.
—¡Somos personas horribles! —grité.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Finn.
¿Era realmente estúpido o solo se engañaba completamente a sí mismo?
—Tratamos a Beth como mierda, ¡Finn! ¡Nos escondimos! ¡Le mentimos!
—Tienes razón —respondió Finn—. Debí haber roto con ella antes de que
nos juntáramos.
—¿Por qué no lo hiciste? —pregunté. Nunca le había preguntado antes.
—No lo sé —admitió—. Comenzó a deprimirse bastante. No sé por qué,
pero parecía mal romper con ella cuando estaba así.
Sabía exactamente de qué estaba halando, y sabía exactamente por qué
Beth estaba tan mal. La parte más pesada de mi culpa yacía en el hecho
que Beth me reveló su violación, me confió información, confió en mí con
su vulnerabilidad, y yo continúe durmiendo con Finn a sus espaldas.
—Pero no fue justo para ti que siguiera saliendo con ella —continuó Finn.
Miré hacia arriba bruscamente. ¿Justo para mí? Tenía mucho valor.
Reconocí mi culpa, le di la bienvenida, y él no iba a quitármela.
—Lo que hice estuvo mal, lastimé a mi mejor amiga. Ningún chico vale eso
—dije.
Miré a Finn tensarse. No quise ser insultante, pero no conocía otra manera
de llegar a él.
—¿Entonces te alejas de mí a causa de Beth? —preguntó—. Ella está
muerta, Brooke.
—¿Qué estás diciendo? ¿Qué igual podríamos estar juntos porque Beth no
está aquí para verlo? ¿Qué demonios está mal contigo?
—Mira, no voy a esperar por siempre, Brooke —dijo Finn.
—No espero que lo hagas.
—¿Estas tratando de decirme que no sentiste nada cuando te besé?
—Seguro, sentí algo. Me sentí excitada. Eso es todo —dije
bruscamente—. No te amo, Finn. No puedo estar contigo. Está mal de
tantas maneras.
—¡¿Continuaras luchando con tu atracción hacia mí por una chica 64
muerta?!
Fue automático. Levanté mi mano con todas mis fuerzas, haciendo
contacto con el lado de la cara de Finn. Fue un golpe descuidado, en algún
lugar entre una cachetada y un puñetazo, pero fue efectivo. Gruñó y frotó
su sien.
—¡¿Qué demonios?!
—¡Eres un pedazo de mierda sin corazón! —grité—. ¡Ella no es alguna
“chica muerta”! ¡Era mi mejor amiga!
Se quedó en silencio por un momento, frotando su cabeza.
—Siento lastima por ti, Brooke —dijo—. Arruinarás tu vida porque no
puedes superar tu culpa.
—¡Ha! ¿Y supongo que arruinando mi vida quiere decir vivir sin ti?
—pregunté—. No te preocupes, Finn. No tengo planes de dejarte arruinar
mi vida.
—Lo lamentaras, Brooke.
—¿Qué significa eso siquiera?
—Hemos terminado. Eso es lo que quiere decir —respondió, y caminó
hacia su auto estacionado a unos cuantos espacios.
—Aleluya —murmuré, mirándolo alejarse.

0
—Tengo al chico perfecto para ti —dije en una voz cantarina.
—Oh diablos —respondió Beth—. Brooke, es tiempo que enfrentes la verdad.
No eres la mejor casamentera.
—Está bien, Kevin estaba mal, admito —dije.
—Y Jason —dijo Beth.
Me encogí de hombros.
—Y Andrew e Ian.
—Oh mi Dios. ¡Ya está bien!
Beth rió.
—Te estoy diciendo que este chico es el indicado.
Beth suspiró.
65
—Describe.
—Está bien. Su nombre es Finn, y va a mi escuela, y es realmente alto y
juega lacrosse.
—¿Cómo se ve? —preguntó Beth.
—Estoy llegando a eso. Cálmate —dije—. Tiene cabello rubio y ojos
marrones.
Beth arrugó su nariz.
—No sé sí me gusta esa combinación.
—¿De qué estás hablando? ¿Cabello color arena y ojos oscuros? Es
totalmente caliente —argumenté.
—Como sea —dijo ella—. Continúa.
—Y va a la iglesia —dije.
—¿Y qué? ¿Eso lo hace un chico bueno o algo?
—No lo sé. Tal vez —dije.
—Espera. ¿Por qué dirías lo de la iglesia?
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
La cara de Beth se iluminó con comprensión.
—¡Crees que soy una zorra!
—¡¿Qué?!
—¡Quieres que salga con este chico de la iglesia porque crees que soy una
zorra!
—Oh mi Dios, Beth. ¿Qué has estado fumando? —pregunté.
Se rió y sacudió su cabeza.
—¿Entonces qué? ¿Él va a convertirme o algo? ¿Hacerme una chica buena
de nuevo? Creo recordar que fuiste tú la primera en perder su virginidad a
los quince. No yo. Al menos esperé hasta el año pasado.
Me enfurecí. Primero, nunca perdí mi virginidad a los quince. Mentí sobre eso
porque estaba cansada de ser la única virgen que Beth y yo conocíamos. Sí,
hay tanta presión para que una chica la pierda como para un chico.
Segundo, Beth tenía mucho valor comparando mi pasado sexual con ella.
Quizás esperó hasta que tuvo diecisiete, pero en esos diez meses desde
que había perdido su virginidad, había dormido con cuatro chicos. 66
—Adelante y dilo —dijo Beth—. Puedo verlo escrito en tu rostro de cualquier
manera.
—Estas durmiendo con muchos chicos, Beth —dije rápidamente—. No… se
ve bien. —Alejé mi mirada.
Beth estuvo callada por un momento.
—¿Por qué puede un chico dormir y le da una increíble reputación, pero
cuando una chica lo hace, es una maldita zorra? —preguntó finalmente.
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Es el mundo en el que vivimos supongo. Algunas cosas nunca
serán justas. —Miré a Beth, tratando de encontrar el coraje de preguntar.
Estaba sentada en el borde de la cama, mirando sus palmas abiertas, y me
pregunté si estaba tratando de leerlas—. ¿Por qué has dormido con cuatro
chicos, Beth? —pregunté, y agregué entonces rápidamente—. Y no estoy
tratando de sonar juiciosa.
—¿Qué si te dijera que solo me gusta tener sexo? —preguntó.
Sonreí.
—¿Esa es la razón real?
—Sí, esa es la razón real —respondió Beth—. Y entonces supongo que eso
me hace una zorra.
—Deja de llamarte una zorra. No eres una zorra —respondí.
—Sabes, es gracioso —dijo Beth—. Los chicos quieren una “chica buena”
que sea pura y dulce e inexperimentada, pero espera que ella sea esta
estrella de rock en la cama. Es totalmente jodido. Es un estándar al que
ninguna chica puede vivir.
—¿A quién le importa lo que piensen los chicos?
—A ti —contestó Beth—. Y a mí, también.
No me gustaba esa respuesta. No me gustaba porque era verdad. Sí me
importaba lo que los chicos pensaran de mí. Es por eso que trabajaba duro
para ser bonita, tener una personalidad divertida, parecer virginal —porque
lo era de cualquier modo— y dulce y amable. Especialmente amable, y
especialmente amable con otras chicas. Nunca quise ser esa chica perra
que trataba a las otras chicas como mierda. No pensaba que a la mayoría
de los chicos les gustara eso de todas formas. Ellos querían a alguien con
un corazón amable, e incluso si tenía que fingir, encontraría a mi novio 67
perfecto. No lo había encontrado aún, pero sabía que estaba ahí afuera.
—¿Le diste mi numero? —preguntó Beth.
—¿Quién?
—Este chico Finn. ¿Le diste mi número?
—¿Estarías enojada si lo hubiera hecho? —pregunté.
—Supongo que no —contestó Beth. Caminó hacia su armario y comenzó a
rebuscar a través de su ropa—. Supongo que debo usar algo conservador en
nuestra cita, ¿eh? Ya que es un chico de la iglesia y todo.
Rodé mis ojos.
—Dije que iba a la iglesia. No dije que era un pastor juvenil.
—Estoy sintiéndome un poco nerviosa sobre esto —admitió Beth—. ¿Qué si
parezco toda una prostituta como en Proverbios con sábanas picantes?
—¿Eso es lo que recuerdas del grupo juvenil? —pregunté.
—Como sea.
—Beth, él es un buen chico. Lo siento si traje a colación la cosa de la iglesia.
Estas volviéndote loca con eso —dije.
Estuvimos en silencio por un momento.
—¿Es mi culpa? —pregunté en voz baja—. ¿Te hice sentir mal por dormir con
cuatro chicos? No lo dije en serio, Beth.
—No —dijo—. No, Brooke. No eres tú. Es solo el mundo en el que vivimos,
¿cierto? —Su boca se elevó en una sonrisa.
Sonreí de vuelta.
—Confía en mí. Lo vas a amar.

68
Traducido por AuRose
Corregido por Curitiba

—E
ntonces, ¿qué piensas? —preguntó Gretchen.
—¿Sobre qué? —repliqué.
Estábamos sentadas en la feria de comida del
Centro Comercial Crabtree Valley bebiendo batidos
de fresa de Orange Julius.
—¡La fiesta de esta noche! Dios, a veces eres tan despistada.
—No quiero ir a una fiesta —dije.
—Brooke, estas empezando a ponerme nerviosa —dijo Gretchen—. Toda
tu vida se está convirtiendo en escuela y trabajo. No tienes más amigos
además de mí. No tienes novio porque eres demasiado gallina como para
69
hablarle a ese hermoso chico Ryan. Prefieres ir a cenar esta noche con tu
padre que venir conmigo a una fiesta increíble.
Forcé una sonrisa.
—Dios, tú realmente tienes una manera de hacer que una chica se sienta
bien consigo misma. —Tomé un sorbo de mi bebida.
—¡Brooke! ¡No quiero ir sola!
—Entonces no vayas —le dije—. Mira, le prometí a mi papá que iríamos a
cenar esta noche. No he vivido con mi padre en años. Diablos, ni siquiera
conozco a ese hombre. ¿Está bien para ti que me pase un poco de tiempo
con él? Por Dios, que egoísta eres, Beth.
Gretchen levantó la cabeza bruscamente.
—¿Qué dijiste?
—Dije que eres egoísta —repliqué.
—No, no, después de eso —dijo Gretchen.
—¿Ah?
—Me llamaste “Beth”.
—No, no lo hice.
—Sí, lo hiciste, Brooke. Me llamaste “Beth” —dijo Gretchen mirándome
con recelo.
No recuerdo haber llamado a Gretchen, Beth. Pero lo tuve que haber
hecho. La cara de Gretchen me lo dijo.
—¿Qué está pasando? —preguntó—. ¿Es por esto qué tu vida está dando
vuelta en estos momentos? ¿Todavía te sientes culpable, entonces crees
que no mereces tener amigos o novio o salir y divertirte?
—No —repliqué. De pronto me sentí a la defensiva.
—Bueno, así es como se ve para mí —dijo Gretchen. Y luego se iluminó
cuando la comprensión golpeó su cara—. ¿Estás soñando con Beth?
—No. —Mentí. No le iba a decir que cada vez que cerraba los ojos, soñaba
sobre Beth y Finn. No le iba a decir que mayormente en las mañanas me
levantaba cubierta en sudor. Desde luego no le diría que mi pesadilla
anoche fue tan intensa que me caí de la cama.
Gretchen intentó con paciencia.
—Beth se ha ido. 70
—¡Lo sé! —le espeté.
No me resistí cuando Gretchen me tomó de la mano.
—No trataba de ser mala cuando dije eso. Pero, se ha ido, Brooke. Y ella no
quisiera que tú vivieras así. Castigándote a ti misma.
—No me estoy castigando —argumenté.
—Cuando no te permites tener una vida, eso es castigarte —dijo Gretchen.
—Tengo una vida —dije—. Sólo que no puedo hablarte de ella.
Maldita sea. ¿Por qué dije eso?
—¿De qué estás hablando? —preguntó Gretchen. Se veía preocupada.
—Nada. No sé por qué dije eso.
—¡Mentira! No juegues conmigo, Brooke. ¿Qué se supone que no debo
saber?
Miré la cara de Gretchen en forma de corazón enmarcada por su cabello
castaño oscuro. Sus ojos marrones se clavaron en mí, y casi cedí. La chica
dentro de mí quería confesar todo en ese mismo momento. Contarle sobre
la violación de Beth. Contarle sobre Cal y mis planes de exponerlo por el
monstruo que era. La chica dentro de mí quería confesar por qué estaba
torturada por guardar secretos, y a las chicas les gusta hablar. No soy la
excepción. Pero la diminuta mujer dentro de mí sabía que eso sería un
terrible error. La sabia mujer dijo: “Brooke, Gretchen le da rienda suelta a
su boca”.
—Está bien, tal vez estoy teniendo un pequeño mal momento —dije—.
Todavía me siento culpable sobre Beth. Y Finn vino a verme en la cena la
otra noche y terminamos besándonos.
Los ojos de Gretchen se agrandaron.
—¿Estás bromeando conmigo?
—¡Lo sé! —dije—. Pero lo detuve. Y luego lo golpeé y le dije que era un
pedazo de mierda y que ya habíamos terminado.
El cuerpo de Gretchen se llenó con orgullo. Lo pude ver salirse por sus
ojos y su enorme sonrisa.
—¡Eres una pateadora de traseros! —chilló.
—Gracias —contesté.
—¿Planeabas contarme esto? —preguntó Gretchen. 71
—Lo estoy haciendo ahora —dije.
—Sí, pero eso es porque te atrapé.
—Te iba contar —dije—. Sólo estaba avergonzada por la parte del beso.
—Él es un idiota. ¿Por qué demonios iba a pensar que tú querías estar con
él?
—Ni idea —dije, terminando mi trago.
—Bueno, me alegra que terminaste con él —dijo Gretchen—. Este es un
buen paso en el proceso de tu recuperación, Brookey.
Sonreí.
—Me imagino que serás una buena psicóloga algún día.
—Se realista. Absolutamente seré maquilladora de celebridades —replicó
Gretchen.
Me reí.
—Y lamento darte un mal rato por lo de estar saliendo con tu papá. Eso no
estaba bien.
—No es gran cosa —respondí.
—Pero si cambias de opinión sobre la fiesta, creo que algunos chicos de tu
escuela estarán ahí. No sé si los conoces, pero creo que están en el equipo
de natación o algo.
Mi corazón inmediatamente se encogió.
—¿Quién?
—No sé sus nombres —dijo Gretchen—. Sólo sé que tienen una reputación
de ser bastante calientes.
Eso significa que Gretchen iría en línea recta hacia ellos, coquetear y
posiblemente dejar que alguno de ellos pusiera sus manos encima. Ella era
muy generosa con su busto, y la cantidad de chicos que los habían visto y
tocado estaba en una cifra de dos dígitos. No puedo dejar que ese número
suba, no cuando sospecho lo peor de los miembros del equipo de natación.
—¿A qué hora es la fiesta? —pregunté.
Gretchen ladeó la cabeza.
—Entonces, ¿ahora quieres ir? Hace cinco minutos estabas hablando
sobre pasar tiempo de calidad con tu papá, y, ¿ahora quieres ir? ¿Qué? 72
¿Tienes un flechazo con alguno de ellos?
—No, no tengo un flechazo. Sólo estaba curiosa sobre a qué hora era la
fiesta —dije.
—No lo sé. No planeo estar ahí antes de las once o algo así —replicó
Gretchen.
—No vayas sin mí —le espeté. Salió como una advertencia.
—¿Qué es lo que pasa contigo? —preguntó Gretchen.
—Sólo quiero ir, ¿está bien? —dije—. Tienes razón. Tengo que dejar de
estar abatida y ser antisocial y todo eso. Sólo prométeme que me
esperaras. Iré contigo después de que cene con mi papá.
—Eso está bien —dijo Gretchen—. Pero sigo pensando que tienes un
flechazo que no me estas contando.

0
Me convenzo de que Cal no es el único depredador, no después de oír la
conversación en las escaleras. El equipo de natación estaba tramando
algo. Tal vez no todos, pero algunos estaban tramando un juego retorcido.
Un club de sexo, dijo Gregory. Y la pequeña parte paranoica de mí pensó
que ellos iban a aparecer en esta fiesta para buscar chicas. Víctimas. Y no
había manera que dejara ir a Gretchen sola. Cometí ese error con Beth y
pagué el precio más alto
Me senté en el restaurante sintiéndome ansiosa e irritada.
—Así que Pam dice que los clientes esperan una solución mañana, y me
gustaría saber quién cree ella que irá a la oficina un sábado en la mañana
—dijo papá—. Si los clientes no hubieran dañado el dispositivo después de
que nosotros le dijéramos específicamente que no lo activaran hasta que
los ingenieros le dieran el visto bueno, no habría ningún problema. —
Empujó la pizza a su boca.
Asentí, no teniendo idea de lo que estaba hablando. Mi mente estaba en
otras cosas. Corría con pensamientos de miembros del equipo de natación
escurriéndose a través de la fiesta llena de gente, rozando a través de las
chicas y dejando que sus manos rocen las partes íntimas de sus
cuerpos.
—¿Te estoy aburriendo? —Oí a mi papá preguntar.
—No. —Mentí—. Estoy plenamente escuchando. 73
Papá se rió entre dientes.
—¿Por qué?
Me reí.
—Porque estás pagando por la cena.
—Lindo —replicó—. Sabes, obtuviste ese sabelotodo sentido del humor de
tu madre.
Me encogí de hombros y miré cómo la cara de papá caía. Cada vez que
alguno de nosotros mencionaba a mamá, se volvía sombrío o serio. No
quería ir ahí con él esta noche. Estábamos en una pizzería, después de
todo.
—Papá, ¿cuándo fue la última vez que tuviste una cita? —pregunté.
Levantó la cabeza, mirándome.
—Guau, sólo era una pregunta —le dije. Di otro mordisco a mi calzone.
Vi a sus ojos ablandarse y cómo una sonrisa se asomaba en su boca.
—Cinco años.
—¡Santa mierda, papá! ¿Cinco años?
—Brooklyn, ¿debe saberlo todo el restaurante?
—Lo siento. Sólo, guau. Cinco años. Uff. —Bebí un sorbo de mi Coca-Cola,
los ojos bien abiertos, las cejas alzadas con incredulidad.
—¿Vas a quitar esa mirada de tu cara? —preguntó—. No hay nadie ahí
afuera. ¿Qué quieres de mí? Y de todos modos, soy tu padre. No
deberíamos de estar discutiendo esto.
—¿Qué tiene que ver el hecho de que seas mi padre con esto? —pregunté—
. Ahora, mi profesora de inglés está soltera. Y es linda. —Mordí mi calzone
y seguí con mi boca llena—. Y sorprendentemente no es una idiota.
—¿La mayoría de tus profesores son idiotas?
—Sí.
Papá se rió entre dientes.
—Es bueno saber que mis impuestos contribuyen a salarios merecidos.
—Oh, papá —le dije sin importancia—. No vamos con toda esa política,
hablemos de la señora Manning.
—Mejor no —objetó papá.
74
Lo ignoré.
—Ella está en sus tempranos cuarenta, creo, pero parece totalmente estar
en los treinta. Linda piel y cabello. Siempre se ve bastante profesional.
Vestida de punta en blanco. Sus zapatos son fabulosos.
—Brooke…
—Y es ávida corredora. Me dijo que corre unos 6 kilómetros por día y que
trata de dar una larga corrida de unos doce todos los sábados —continué.
—Brooke, por favor.
—Y competirá en su primer medio-maratón este noviembre.
—¡Brooke! —me interrumpió papá—. Tengo barriga, ¿está bien? No voy
salir con una corredora.
Apreté los labios y observe a papá pasar su mano a través de su cabello
castaño.
—Papá, apenas tienes barriga. Y eres bastante apuesto. Es tiempo de que
vuelvas otra vez al terreno —dije.
Papá se echó a reír.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada —resopló papá—. Sólo amo la manera en la que me haces
cumplidos, eso es todo.
Sonreí.
—Bueno, es verdad. Apenas tienes. —Reí—. Sal en una cita con la Sra.
Manning y comienza a correr con ella, y se te quitará en una semana. Por
Dios, es tan injusto. ¡Los hombres pueden perder peso así! —dije
chasqueando mis dedos.
—¡Oh! No pueden —refutó papá.
—Bueno, como sea. ¿Podrías sólo prometerme que vas a mantener una
mente abierta y empezarás a buscar? —Debí haberlo dejado ahí, pero no
pude—. Mamá se fue.
—Mmm —respondió papá. Se frotó la frente y me miró—. Algo así como
Beth se ha ido.
Me tensé.
—¿Qué estás diciendo? 75
—Querida, no haces nada más que ir al colegio y al trabajo y salir con
Gretchen. No soy ciego.
—Como hecho contante, voy a una fiesta esta noche.
Las cejas de papá se elevaron.
—¡Oh! ¿En serio? ¿Dónde es y quién la está haciendo?
—No lo sé ―dije—. Algún chico rico cuyos padres están fuera por el fin de
semana. —Le guiñé un ojo.
—Muy gracioso, Brooke —replicó papá—. ¿Dónde es y quién la está
haciendo?
Suspiré.
—Una amiga de Gretchen, Olivia. Es totalmente increíble. Quiero decir,
estoy segura de que algunas personas llevarán alcohol, pero papá. Vamos.
Tú me conoces.
En realidad, mi papá no me conoce para nada, y pensé que lo diría en voz
alta. Pero eso nos hubiera avergonzado a ambos, así que optó por algo
más.
—¿Y qué si la fiesta es embestidas por policías y eres arrestada por estar
ahí con alcohol?
—Papá, ellos no me arrestarían. Sólo te llamarían.
—¡Oh! ¿En serio? ¿Sabes esto por una experiencia pasada? Y de todos
modos, tienes dieciocho. Legalmente una adulta. Ellos no me llamarían
para ir a recogerte.
Resoplé.
—Papá.
—Brooke.
Nos quedamos mirándonos por unos segundos.
—No dejaré que Gretchen vaya a esta fiesta por su cuenta —dije.
—¿Alguna razón en particular?
—Um, sí. ¿Has conocido a Gretchen? Es ridícula —me expliqué.
Papá se rió.
—Está bien, pero ella no beberá tampoco.
—Papá, ella ni siquiera toca eso. Cero calorías —dije, terminando mi
76
calzone. Miré el segundo pedazo de la pizza de papá.
—Ni siquiera lo pienses —dijo, recogiendo el pedazo y dando un gran
mordisco.
Lo consideraba mientras comía.
—¿Crees que deberíamos de haber hecho esto hace unos años atrás?
—¿Hacer qué? —preguntó con la boca llena.
—Vivir juntos.
Papá tragó. Sonó como que dolió en el camino.
—¿No estabas contenta con tú mamá?
—No, no estoy diciendo eso. Sólo, ¿por qué usualmente es la mamá la que
se queda con el niño?
Papá se me quedó mirando.
—Quiero decir, ¿por qué no tuve opción?
—¿Querías vivir conmigo? —preguntó tentativamente.
—No lo sé. Podía haber sido divertido —dije.
Papá observó su plato. Sentí una gran necesidad de abrazarlo, pero pensé
que era un mal momento.
—Bueno, supongo que tenemos que recuperar el tiempo perdido —dije.
Papá me miró y sonrió.
—No se atreva a venir borracha a la casa, señorita.
—Nunca.

0
—¡Estoy totalmente emocionada! —chilló Gretchen mientras
caminábamos, con los brazos entrelazados, por la acera de la casa de
Tanner.
Sí, me sentía culpable por mentirle a mi papá. No era la casa de Olivia. No
hay ninguna Olivia de todas maneras. Pero pensé que sonaría mejor si la
fiesta era de una chica y no de un inmaduro chico. Tanner era sólo eso.
Un molesto, controlador jugador de fútbol de mi antiguo colegio, que
insistía en ser popular lo quisiera la gente o no. Creo que él sólo era
aceptado en el club porque tenía padres que viajaban mucho, abriendo 77
su casa para fiestas de lo más exageradas con brebajes-de-alcohol y sexo-
enloquecido en la ciudad. Me asombraba que ninguno de ellos había sido
arrestado por los policías.
—¿Qué hay ahí para estar emocionada? —pregunté—. Estas fiestas son
repulsivas.
—Como sea, Brooke. Tú las amabas el año pasado.
—Sí, eso fue el año pasado —dije—. Dios, sé que no quiero correr hacia
una persona que conozca.
Atravesamos la puerta principal y nos tropezamos con Stephanie.
—¡Oh por Dios! —gritó, tirando sus brazos alrededor de mi cuello,
sofocándome.
—Steph. —Sé que no soné muy entusiasmada, pero sólo no podía
pretender por más tiempo.
—¡Estaba tan esperanzada de que vinieras esta noche! —replicó,
alejándome un poco y mirándome de arriba abajo—. ¡Te ves tan linda!
Sí lucia linda. Vestía unos jeans azul oscuro con un top de lentejuelas gris
y con unas zapatillas de piel de cocodrilo. Mi primer par de tacones con
punta cerrada. Los compré inmediatamente después del funeral de Beth, y
me aseguré de que no hubiera nada triste en ellos. Ni una pizca de negro.
Eran púrpura en su lugar. Llevaba el cabello recogido en un moño
desordenado en la nuca de mi cuello para mostrar los pendientes de boda
de mi madre, los broches de diamantes. Me sentía confiada y sexy.
—Gracias, me encanta tu vestido —dije—. Es realmente lindo.
Stephanie miró a su atuendo.
—¡Lo es! ¿Cierto? —Agarró mi mano y me llevó a la sala de estar—. ¡Todos,
miren quién está aquí!
—No, no —dije, meneando mi cabeza y alejando la mano de ella—. Nadie
necesita saber.
Sonreí nerviosa y miré alrededor. Agradecida de que nadie escuchó a
Stephanie o no les importaba. La música estaba encendida hasta el
máximo, y la mitad de la fiesta ya había pasado. Había una energía
inquietante rebotando en la habitación, como si una pelea fuera a
suceder en cualquier momento. No me gustaba, o mejor dicho, a mi
espíritu no le gustaba. Lo pude notar porque mi corazón se aceleró y
golpeaba más fuerte, y no al ritmo de la canción. 78
Me volteé asumiendo que Gretchen me había seguido hasta la sala de
estar. Había asumido mal.
Mierda. ¿Por qué no agarré su mano cuando Stephanie me llevó sola?
Maniobré a través de los bailarines, maldiciendo cuando sentí que un pie
aterrizó en mis zapatillas púrpuras, deslizándome a la cocina. Era el lugar
más concurrido de la casa. Naturalmente, botellas de licor y varios jugos
lideraban las encimeras y lleno de gente alrededor. La puerta de la nevera
estaba abierta. Los chicos compitiendo por las cervezas importadas en vez
de las nacionales. Esto era este tipo de fiesta.
Escaneé el grupo por Gretchen pero no la pude localizar. Traté de no
entrar en pánico. Acabábamos de llegar. Dudaba de que algo lascivo le
hubiera pasado en diez minutos.
Me empujé a través de la concurrida cocina a un pasillo igual de
concurrido. Cal caminaba hacia mí.
—¡Oye, Brooke! —gritó mientras se aproximaba.
Sabía que debía de esperarlo aquí, pero de todas formas pegué un salto.
Esperaba que no lo hubiera visto.
—Hola —le dije.
Me apoyé contra la pared, para dar espacio a un grupo de chicas que
pasaban, chillando de lo mal que tenían que hacer pis. Aparentemente
estábamos en su camino.
—Te ves realmente linda esta noche —dijo revisando mi cuerpo con sus
ojos. Mantuvo la mirada baja cuando llegó a mis pies—. ¡Sexy zapatos!
¿Qué tipo de chico dice eso? ¿Qué chico le hace cumplidos sobre zapatos a
una chica?
—¿Gracias? —Sabía que había salido como una pregunta. Me refería a eso
también.
Se rió entre dientes.
—¿Qué? ¿No puedo tener un buen sentido de la moda?
—No lo sé —repliqué, sonriendo. Miré hacia mis zapatos—. Son sexys, ¿eh?
—Mucho —contestó, e inclinándose besó mi mejilla. Pude oler el alcohol
en él—. ¿Está eso bien?
Estaba más que segura que no estaba bien. ¿Quién rayos se creía este
chico? Entonces qué iba a dejarle hacerme. Eso no iba a pasar esta noche, 79
no cuando no lo conocía. Este jodido tenía que conocerme primero antes
de actuar tan insolente.
Asentí, inclinando mi cabeza y girando sobre mi eje.
—Así que, ¿conoces a Tanner? —preguntó Cal.
Me debatía sobre qué tanto decirle. No creía que él supiera que había ido el
año pasado al colegio con Tanner, pero ahí otra vez, ¿por qué estaría aquí?
¿El caso era, por qué estaba él aquí?
—¿Y tú? —pregunté.
Me miró extrañado, luego sacudió la cabeza.
—No, pero Parker sí.
Permanecí estoica aunque por dentro gritaba. ¡Genial! ¡Sencillamente
genial! Ya tenía los pelos de punta por este tipo, y ahora él tenía una
conexión con mi pasado. No quería que descubriera mis lazos con Beth.
Arruinaría todo.
—¿Quién es Parker? —pregunté—. Dijiste su nombre como si supiera
quién es él.
—¡Oh! Cierto. Me olvidé que eras nueva en la escuela —contestó Cal—.
Parker es mi mejor amigo. Está en el equipo de natación conmigo. Todos
en el colegio lo conocen.
—Guau, eso es mucha gente —dije.
—No es un trabajo fácil ser popular, eso es seguro.
Quería vomitar.
—De todos modos, nunca respondiste mi pregunta —dijo Cal—. ¿Conoces
a Tanner?
Abrí mi boca para decir una gran y gorda mentira, cuando Stephanie
tropezó en mi camino.
—¡Oh por Dios! ¡¿A dónde te fuiste?! —gritó, tambaleándose sobre sus
sandalias de tiras de cuatro centímetros, mientras sostenía en lo alto un
vaso de plástico rojo.
—Aquí, tomaré esto —dije, agarrando el vaso de su mano antes de que
pudiera protestar.
Tropezó con Cal, y murmuró una media disculpa.
—¡Vamos a bailar! —gritó Stephanie—. ¡Como los viejos tiempos! 80
—¿Viejos tiempos? —preguntó Cal. Otra vez, me miró extrañamente.
—Es una amiga de hace mucho tiempo —expliqué—. Y está borracha.
—Puedes apostar tu trasero a que estoy borracha —dijo Stephanie—.
¡Estoy taaaaan borracha!
—Y yo estoy taaaaaan llevándote al baño ahora —contesté, dándole el vaso
medio vació a Cal y excusándome.
—¡Ven a buscarme luego! —llamó.
Sí, voy a ir directo a eso. Luego inmediatamente sacudí mi cabeza. No,
Brooke. Necesitas buscarlo después. Se supone que tienes que encontrarlo
más adelante, ¿recuerdas? ¡Deja de pensar como una perra y empieza a
pensar como una asesina!
—Brookey, ¡te extrañamos! —dijo Stephanie, aferrándose a mí mientras la
ayudaba a pasar la puerta del baño.
—Trata de vomitar —dije—. Y no salgas de este baño hasta que regrese. Iré
a buscar a Gretchen.
—Sé dónde está —dijo Stephanie arrastrando las palabras.
—¿Dónde?
—Está en el sótano hablando cosas sucias con algún chico lindo.
Me eché a reír.
—¿”Hablando cosas sucias”? ¿Ella está “hablando cosas sucias” con algún
chico lindo? ¿Sabes qué tan repulsivo es eso?
Stephanie frunció el ceño.
—No lo entiendo.
—No importa —dije, dirigiéndome hacia la puerta. Después de esta noche,
no más jugar de mamá con mis amigos borrachos. Todos eran grandes.
Podía hacer eso después de todo. Era la mamá.
Forcé mi camino al sótano, medio escuchando a un montón de chicas
escupir insultos hacía mí por empujarlas a un lado. Cuando vi a Gretchen,
mi corazón se fue a mis pies. Estaba parada en la esquina con Parker. Mi
instinto era correr y saltar sobre él, hundir mis uñas en él y sacarle la
sangre. Tal vez haciéndolo desangrarse. En cambio, me apresuré donde
mi amiga alegremente, tratando de ocultar mi miedo.
—¡Ahí estás! 81
Parker se dio la vuelta y me miró. Estaba claramente enojado. Interrumpí
su juego.
—¡Brookey! —exclamó Gretchen—. Oh por Dios, ¡te he estado buscando
por todos lados!
—¿Lo has hecho? —pregunté. No pude ocultar el sarcasmo, incluso con el
riesgo de que Parker escuchara.
—Este es Parker —dijo Gretchen, ignorando mi pregunta—. Está en el
equipo de natación de tu colegio.
—Hola —dije.
Él asintió.
—¿Cómo ustedes dos se conocen?
—¡Somos las mejores amigas! —dijo Gretchen—. Brookey estaba…
—Oye, Gretchen, creo que tenemos que revisar a Stephanie. —La
interrumpí—. Está vomitando sus tripas arriba.
—Asqueroso —contestó Gretchen—. ¿Por qué no vas tú a lidiar con ella?
Me vuelve loca.
—Está preguntando por ti —dije, mientras agarraba el brazo de Gretchen.
—Oye, deja a Gretchen quedarse —dijo Parker. Empujando mi mano
lejos—. Nos estamos conociendo.
Quería estrangularlo. ¡Cómo se atreve a empujar mi mano! Otro bastardo
insolente. ¿Era eso una personalidad necesaria para estar en el equipo de
natación?
—A lo mejor en otro momento —dije.
—No —contestó Parker—. A lo mejor ahora.
Nos quedamos mirando uno al otro. Aprendí todo lo que necesitaba saber
de él en ese momento que nos quedamos mirando. Siempre conseguía lo
que quería, y se creía superior a los demás. El problema estaba en que me
subestimaba. Y eso era un error.
—Gretchen ven conmigo ahora —dije, envolviendo mi mano en su muñeca.
Tampoco iba a dejarla ir. Tendría que tomar mi brazo ahora—. Muévete.
Lo empujé a un lado, tal vez más fuerte de lo que quería, pero él agarró
el punto. Vio como arrastré a Gretchen detrás de mí, ignorando sus
protestas de quedarse en el sótano.
82
—¡Tú no te quedaras en el sótano! —le susurré—. Así que supéralo.
Me atreví a mirar atrás a Parker. Se quedó ahí con las manos en los
bolsillos, mirándome, decidiendo cómo lidiaría conmigo en el futuro. Estoy
bastante segura de que estaba planeándolo desde que su juguete sexual de
esta noche había sido robado.
Stephanie hizo lo que se le dijo. Seguía en el baño cuando Gretchen y yo
subimos.
—He tenido a un montón de gente enojada conmigo —dijo, mientras la
ayudaba a lavarse la cara y las manos. Exitosamente había vomitado
varias veces. Observé, pero no mucho, mientras limpiaba. Al menos ya no
arrastraba las palabras y estaba más coherente, o tan coherente como
podía ser.
—Hay quinientos baños en esta casa —contesté—. Ellos lo superaran.
Justo entonces, Gretchen decidió que necesitaba enfermarse también, y
apenas fui capaz de agarrar su cabello marrón alejándolo de su cara justo
en el momento en que vomitó en el inodoro.
—Realmente estoy molesta contigo, Brookey —dijo después de la primera
ronda. No me miró cuando lo dijo. Era lo suficientemente sabia para
mantener la cabeza en el inodoro.
—No hables —ordené—. Sólo sigue.
Estaba enojada, naturalmente, a pesar de que podía recordarla haciendo
lo mismo por mí, en muchas ocasiones. No puedo creer que solía
divertirme así. No puedo creer que incluso lo quisiera. ¿Cuál era el punto?
Gastaba todo el día siguiente en la cama con una bolsa de frijoles
congelados pegada en la frente, rodeada de botellas de Gatorade. Y si la
resaca era monstruosa, lloraba, lo que lo hacía peor. Toda una pérdida de
tiempo. Una pérdida de vida.
—Era lindo —continuó Gretchen después de la segunda ola—. Quería
besarlo.
—Sé que querías —contesté—. Pero es un idiota.
—¿Quién es un idiota? —preguntó Stephanie. Estaba sentada en el
contenedor del inodoro, su ya corto vestido se subió hasta sus caderas,
sus piernas largas separadas a cada lado.
Volteé y la miré. 83
—¿No te sientas así en público, verdad?
Se encogió de hombros.
—¿Quién es un idiota?
—Sólo un chico nadador de mi colegio —repliqué.
—¡No es un idiota! —dijo Gretchen, y luego exhaló de nuevo.
—Por Dios Gretchen, ¿qué tanto bebiste?
Esperé pacientemente a que las oleadas cesaran. Se limpió la boca con
papel higiénico y se dirigió a mí.
—¿Cómo voy a saberlo?
Rodé los ojos.
—¿Estaba él recargándote las bebidas toda la noche?
—Es un caballero —respondió.
—¿Qué diablos significa eso? —pregunté.
—Él fue a buscar mis bebidas ―dijo ella. Incapaz de permanecer de pie, se
cayó en el piso del baño. Podía haberla agarrado del brazo para impedir
que se fuera abajo, pero no lo hice.
—Sí, apuesto a que lo hizo —dije—. Aléjate de ese chico, Gretchen. Lo digo
en serio.
—No eres taaaaaaaaaaaaaaaaaaan divertida esta noche. —Gretchen hizo
un puchero.
Cierto. No estaba siendo nada divertida. El único punto de venir a la fiesta
esta noche era para hacer un poco de trabajo detectivesco. Bueno, y alejar
a Gretchen de ser violada. Tuve éxito en lo segundo, pero no en lo primero.
No supe nada de lo que espera ver o escuchar, nada en absoluto. Pero
sabía en mi interior que Parker y Cal estaban tramando algo. Si
estuvieran, de hecho, formando parte de un lascivo club de sexo, estaba
segura que ellos estaban buscando parejas. Una desprevenida pareja.
Había hecho mi misión de encontrar eso, pero me di cuenta de que
tendría que investigar otra noche. Mi primera prioridad era mantener un
ojo en mis amigas. Nunca sacrificaría su seguridad para descubrir más
pistas de Parker y Cal.
Caminé con mis cansadas, y deshidratadas amigas fuera del baño y a
84
través de la puerta principal. Stephanie no podía recordar cómo había
llegado a la fiesta, entonces decidí llevarla a casa. En nuestro camino
hacia afuera, vi a Cal y a Parker hablar. Estaban charlando en una
esquina del vestíbulo susurrando. Capturé la mirada de Cal, y se despidió
de mí con la mano. Le devolví el saludo, mirando a Parker ceñudo. Trató
de conseguir la atención de Cal otra vez, pero estaba más interesado en
verme partir.
Incluso cuando me volví de espaldas a él, sabía que seguía observándome.
Era la misma sensación que tuve cuando me estaba registrando, los pelos
de punta en la parte de atrás de mi cuello. No me gustó entonces, y
todavía no lo hacía. Era peor ahora porque lo conocía. Sabía lo que quería
de mí, y sabía que eventualmente tendría que dárselo.
Traducido por Susanauribe
Corregido por Dennars

L
a primera vez que en verdad tuve una conversación con Ryan Foster
fue poco después de nuestro pequeño juego de espionaje. Estaba
limpiando la sala el sábado por la mañana y abrí las cortinas que
usualmente estaban colgadas sobre la enorme ventana que daba hacia la
calle, necesitaba sol. Me di cuenta de que parte del problema de mi papá
era que había pasado demasiados años sin sol.
Vivía en una pequeña caja encerrada con gruesas telas que prohibían que
el mundo exterior echara un vistazo. No me importaba quién mirara
mientras pudiera sentir la luz del sol en el rostro cuando me sentara a
leer en el sofá. Viví en mi vieja casa un total de diecinueve horas antes
de abrir todo, arrancando polvo y duro aislamiento. Podía notar que mi
papá estaba nervioso pero no dijo nada, me complacería con cualquier 85
cosa que quisiera.
Cuidadosamente maniobraba con la aspiradora por debajo de la mesa de
café cuando lo vi con mi visión periférica. Miré por la ventana y estaba
montando su patineta en la acera. No se veía como un skater, excepto por
el pelo. No estaba vestido con ropa de skater. Tenía jeans de corte recto
con una ajustada camiseta azul. Tenía brazos fuertes pero no me parecía
el tipo de chico que hacía pesas. Sin embargo, nadie estaba simplemente
bendecido con esos músculos tonificados. Imaginé que cortaba madera. Me
gustó esa imagen. Inclusive, mejor sin camisa.
Se detuvo frente a mi casa y miró a la puerta de entrada. Me asombró y
supe que después sus ojos se moverían a la ventana abierta, así que desvié
los míos y continué limpiando, tratando de lucir hermosa y desentendida.
Pero, ¿cómo alguien se puede ver hermosa mientras limpia con una
aspiradora?
Traté de inclinar la cabeza hacia un lado y sonreír pero me sentí tan
estúpida que lo dejé. Puse la mano libre en la cadera pero eso me hizo
sentir como una de esas modelos de Descúbrele el Precio. Me rendí y
apagué la aspiradora. Cuando me atreví a mirar por la ventana ya se había
ido y la decepción se manifestó como un apretón en mi pecho. No me gustó
lo que sentí. No debería sentirme de esa manera en absoluto respecto a
una persona que no conocía. Gruñí y dejé a un lado la aspiradora.
Cuando regresé a la sala, lo vi de nuevo. Estaba montando en dirección
opuesta. Se detuvo de nuevo frente a mi casa y de nuevo desvié la mirada.
Miré hacia el retrato familiar todavía colgado encima del sofá. Hice una
mueca, luego lo pensé dos veces. Las muecas son feas. Así que traté de
sonreír. Una sonrisa dulce. Pero parecía falsa. Perdí la sonrisa y traté de
verme pensativa. ¿Qué demonios?
Miré por la ventana pero había desaparecido de nuevo. Caminé hacia la
ventana y miré en la dirección en que se había ido. Estaba a solo unas
casas de distancia, un pie en su patineta como si estuviera a punto de
salir en dirección a mi casa. Lo vi decidir, silenciosamente rogándole que
volviera a mí.
Lo que debería haber hecho era cerrar las cortinas. Lo sabía. Pero se
deslizó por mi casa una tercera vez y decidí revisar el correo. Se movió
hacia mí cuando llegué al buzón y lo miré.
—Oye, Brooke. Estaba preguntándome cuándo decidirías salir y decirme
“Hola” —dijo deteniéndose en seco y moviendo su patineta hacia su
mano. Bastardo engreído. Me ruboricé y miré al correo. De repente era
86
todo tan interesante: cuentas y una revista de manualidades. ¿Una revista
de manualidades?
Lo sentí mirándome y dejé de rebuscar en el correo.
—¿Me viste? —pregunté, todavía sin mirarlo.
—Me gustó especialmente la mirada de la mano en la cadera —respondió.
Y me encogí.
—Oh Dios mío. Tengo que irme.
—Por favor no —dijo él y atrapó mi brazo—. Solo estoy bromeando.
Finalmente reuní el coraje para mirarlo y me soltó el brazo.
—¿Por qué no tocaste mi puerta? —pregunté—. Te vi pasar, como tres
veces.
Se encogió de hombros y masajeó la parte posterior de su cuello.
—Está bien. Eso no es una respuesta —dije.
—Te veías ocupada. Aspirando.—Sonrió.
Lo consideré por un momento.
—¿Vives en este vecindario?
—Justo al final de la calle.
Bueno, eso era inconveniente. Todo sobre este chico era así, desde su
increíble rostro sexy y ojos y cabello y cuerpo, hasta el hecho de que iba a
mi escuela, ahora resultaba que vivía en mi vecindario. ¿Cómo es que no lo
había notado hasta hoy?
—Pero nunca te he visto —dijo él—. ¿Te acabas de mudar?
—Bueno, mi papá ha vivido un tiempo aquí. Vine a vivir con él cuando mi
mamá se mudó a California —expliqué.
Me miró como si esperara más explicación. No sé por qué quise dársela.
Era presuntuoso de su parte, pero por alguna razón no me molestó.
—Mis padres se divorciaron cuando estaba en primaria —dije.
—Dios, ¿no podían haber escogido un mejor momento? —preguntó él.
—Es cierto. Ya era un desastre, con frizz, un rostro lleno de barros y piel
grasosa. Pensarás que tendrían la decencia de esperar hasta la
secundaria o algo así, cuando las cosas se nivelaran.
Él sonrió. 87
—De todas formas, fui a Hanover High hasta el año pasado —dije—. Pero
no quería moverme al otro lado del país en mi último año, así que, aquí
estoy.
—Pero sigue siendo una nueva escuela de todos modos —señaló Ryan.
—Es cierto, pero al menos el área es familiar y tengo una buena amiga de
mi secundaria anterior con la cual todavía salgo —dije.
Asintió.
—Entonces, ¿cuál es tu historia? —pregunté—. Nunca te veo con alguien
en la escuela.
Se tensó de inmediato, apretando su mandíbula de la misma manera que
cuando lo atrapé en las gradas con una cámara en el juego de volibol.
—No tengo ninguna historia —dijo.
Me moví inquieta, sin saber qué decir. Era obvio que había tocado un
nervio y pensé que mejor no presionaba más. Sin embargo, una pequeña
indignación se manifestó. Después de todo, él claramente había esperado
que yo compartiera, pero no estaba dispuesto a hacer lo mismo. Nunca me
habían gustado las cosas de un solo lado, especialmente las amistades.
—Entoncessss, ¿dónde es tu casa? —pregunté, intentando algo neutral.
—Está a seis de la tuya —respondió—. En el mismo lado de la calle.
—Entonces somos prácticamente vecinos —respondí y él asintió, dejando
caer su patineta en la calle.
—Mejor me voy —dijo.
Sentí la decepción instantáneamente. Acabábamos de empezar a hablar y
había tanto que quería preguntarle y saber de él. ¿Por qué estaba en el
funeral de Beth? ¿Por qué era un solitario en la escuela? Era sexy como el
infierno así que sabía que eso no tenía nada que ver. ¿Por qué me miraba
todo el tiempo? ¿Por qué se veía enojado en el juego de volibol? ¿Por qué
Cal me dijo que me alejara de él? ¿Por qué me habló justamente ahora,
pareciendo feliz hasta que le pregunté su historia? Dios, ¡no podía soportar
no saber! Y verlo deslizarse por la acera lejos de mí, mientras tenía la
boca llena de preguntas me puso de un humor terrible el resto del día.

0 88
—¿Puedes creer que solía ser porrista? —le pregunté a Lucy mientras nos
sentábamos en nuestros lugares.
Ella ni siquiera supo qué responder. Estoy segura de que se preguntó por
qué lo mencioné. Era algo extraño.
—Quiero decir, no soy del estereotipo de porrista, ¿verdad? —Lucy se
encogió de hombros y me dirigió una sonrisa sin compromisos.
Seguí intentando.
—Era un flyer —continué—. Podía hacer Baskettosses6 todo el día pero la
Liberty7 era la más difícil para mí.
Lucy se movió incómoda en su asiento.
—¿Las porristas tienen un prototipo?
Me quedé sorprendida y un poco alentada.
—Claro que sí. Son dulces, sonrientes y extrovertidas.

6Baskettosses: Lanzamientos especializados de las porristas.


7Liberty: Igual que el anterior.
—Tan estereotípico. —Sonrió.
—¿De dónde crees que salen los estereotipos?—Me reí.
Se rió y luego se quedó callada.
—No todas son dulces —susurró.
—Oh, estás hablando de las chicas pesadas —dije.
Me sentí terrible. Sabía que la conversación era dolorosa para ella. Sabía
que estaba excavando recuerdos que prefería mantener enterrados pero
tenía que saber qué le había sucedido.
Después de la fiesta, decidí que haría de mártir si tenía que hacerlo, por
todas y cada una de esas chicas. Pero necesitaba más información.
Simplemente ya no era solo Cal. Probablemente podía ponerme en
situaciones comprometedoras con él en cualquier momento. No, era más
que eso. Había otras cosas y no estaría feliz con solo destruir la vida de
Cal. Iba a destruirlos a todos.
Lucy asintió. Se veía como si estuviera decidiendo, debatiendo cuánto
compartir conmigo. Comenzó a hablar pero rápidamente cerró la boca
cuando Cal se acercó a la mesa.
89
—Oye, Brooke —dijo él dirigiéndole una mirada de soslayo a Lucy. La vi
temblar. Temblar.
—Hola, Cal —respondí.
—Hubiera deseado que te quedaras más tiempo en la fiesta —dijo—.
Quería pasar más tiempo contigo.
—Bueno, el deber llamaba —respondí—. Tenía que llevar a mis amigas a
casa.
—Sí, se veían muy borrachas —dijo Cal—. Una de ellas estaba encima de
Parker.
—Creo recordar que él estaba encima de ella —corregí.
—Oh, es cierto —dijo Cal moviéndola cabeza. Luego se rió—. En verdad lo
enojaste. Interrumpiste su juego.
—Perdón —susurró Lucy y desapareció del salón.
Cal la vio irse y se volteó hacia mí.
—Oye, escucha, probablemente no quieres involucrarte con ella.
—¿Ah sí? ¿Por qué? —pregunté.
—Ella está un poco chiflada, si sabes lo que quiero decir —explicó—. Creo
que su padre se suicidó o algo así y ha estado lunática desde entonces.
Odiaba a Cal. Y odiaba sus agallas. Si tuviera una daga en mi bolso, la
sacaría en este instante y se la metería en el corazón. Luego le cortaría la
lengua por ser un jodido mentiroso. El padre de Lucy estaba vivo y estaba
bien, me había enterado la semana pasada cuando había mencionado algo
sobre su trabajo. La única persona que podría convertirla en lunática,
incluso si ya lo estaba, era el mismo Cal. También la violó. Lo sabía.
De repente vi a Ryan. ¿Qué le había pasado? Obviamente tenía algo que
ver con Cal. Mi mente se activó en ese momento, recordando a su hermana
en el restaurante. Debería estar en la secundaria pero nunca la había
visto. Tal vez simplemente no estaba prestando atención. ¿Y si algo le
había pasado? ¿Si ella era otra víctima y Ryan era incapaz de hacer algo al
respecto? Las violaciones eran mucho más difíciles de procesar si no había
evidencia física. Dudé que alguna de estas chicas hubiera ido al hospital
después de sus ataques. Dudé que la hermana de Ryan lo hubiera
hecho, siendo tan joven y temerosa. Y avergonzada.
Mi mente estaba volando en este momento y me tomó mucho tiempo
escuchar la voz de Cal en la distancia tratando de llamar mi atención. 90
—¡Brooke! —decía—. Demonios chica, ¿a dónde fuiste?
—Tengo un examen importante en física. Lo siento. Me distraje.
Volví la cabeza para ver a Lucy afuera del salón, rehusándose a entrar
hasta que Cal estuviera sentado en la parte de atrás.
—Bueno, piensa lo que acabo de decir. Simplemente estoy tratando de
ayudarte. Porque eres nueva y todo eso —dijo Cal.
Caminó hacia la parte trasera del salón y entonces Lucy entró. Se deslizó
sin hacer ruido en su lugar y no reconoció mi presencia.

0
—¡Digan “Mejores Amigas”! —exclamó mamá desde detrás de la cámara.
—¡Mejores Amigas! —gritamos, estirando nuestros collares para que las
piezas separadas se unieran y formaran todo el corazón, que decía “Mejores
amigas.”
Era mi regalo de cumpleaños favorito dado por mi persona favorita. Beth se
quedó después de que todos los invitados de la fiesta se fueron. Iba a pasar
la noche en mi casa y teníamos grandes planes, los cuales incluían pizza,
películas, maquillaje y chismes. No pensaba que ninguno de mis
cumpleaños subsecuentes se igualara a este. Decidí que los ocho años eran
la edad perfecta y quise congelar el tiempo, con esa hermosa pieza de
joyería que mi mejor amiga había escogido cuidadosamente para mí y nunca
pasar de este momento.
—¿Prometes no quitártela? —preguntó Beth, sentándose conmigo en la mesa
de la cocina.
—Nunca —dije, pensando que no podía esperar para mostrársela el lunes
por la mañana a esas chicas que no me agradaban en la escuela.
Beth sonrió de oreja a oreja mirándome tocar el collar de corazón.
—Quería el “mejami” pero sabía que tú lo querías —dijo ella.
Es cierto. Me gustaba el “mejami” más que el “ores gas” pero estaba
dispuesta a cambiarlo. Si eso hacía feliz a Beth, sin importar que fuera mi
cumpleaños, estaba dispuesta a cambiar.
—¿Quieres cambiar? —pregunté.
—No, no —respondió—. Ahora me gusta mi mitad. Simplemente decía que
cuando la vi, me gustó la tuya.
91
—¿Quieres un poco?—le dije sonriendo mientras tomaba otro plato de
pastel.
—Mmhmm —respondió Beth, tomando el tenedor de plástico.
—¿Crees que seremos mejores amigas por siempre? —pregunté, metiendo
un trozo muy grande de pastel en mi boca.
—¿Por qué no? —respondió ella.
—Exactamente. ¿Por qué no?—Me las arreglé para reírme con la boca llena.
—Mientras no resultes mala como Courtney —dijo Beth.
—¡Nunca actuaría como ella! —respondí.
—Lo sé Brooke. —Pasó el brazo izquierdo por mi hombro de manera
casual—. Feliz cumpleaños.
Se inclinó para besar mi mejilla. Las migas de pastel de sus labios se
pegaron a mi cachete.
Y no me importó.
Me desperté llorando. Me agarré el estómago meciéndome adelante y atrás,
adelante y atrás, sintiendo la amenaza de un ataque de pánico y la
incapacidad de detenerlo. Escuché la voz de Beth diciendo una y otra vez:
¿Prometes no quitártelo?
No pude respirar cuando la siguiente ronda de sollozos me envolvió. Me
puse la mano en la boca pero no camufló nada. Estaba acostumbrada a
sentirme culpable constantemente pero esto era diferente. Esto era más
pesado, más aterrador. Y temí que estuviera atrapada para siempre
incapaz de seguir adelante, por la forma cómo la había tratado.
—¡Lo prometo! —grité antes de que me diera cuenta de que lo había dicho
en voz alta.
Papá entró volando a la habitación.
—Brooke ¿qué pasa? —preguntó sentándose junto a mí y tomándome en
sus brazos.
Lloré más fuerte, enterrando mi rostro en su hombro, la humedad de
mis ojos y nariz cayendo sobre su camisa.
—Fui una mala amiga —lloré.
Mi papá acarició mi cabello.
92
—Eso es imposible.
Pero papá no sabe lo que hice. No sabía los pecados de los que tenía que
arrepentirme, la enfermedad de mi mente que me hacía escuchar a Beth
todo el tiempo. Hablándome. Rogándome. Maldiciéndome. Llorándome.
Me alejé y me limpié la nariz.
—Sí papá, lo fui.
—¿Qué quieres decir, Brooke?
—Pensarías terriblemente mal de mí si te lo dijera —dije.
Mi voz temblaba incontrolablemente.
—Nunca haría tal cosa —respondió él.
—Salí con el novio de Beth antes de que ella muriera —le dije suspirando.
Papá se quedó en silencio.
—Ella se enteró —dije—. No creo que por eso ella… lo haya hecho, pero me
siento tan culpable. Nunca tuve oportunidad de enmendar las cosas.
Nuevas lágrimas bajaron, resbalando una por una por mis brazos y pecho.
—¿Sigues con su novio? —preguntó papá.
—¡No! —respondí—. ¡Dios mío, no!
—Entonces hiciste lo correcto —dijo él. Puso su brazo alrededor de mí y
descansé la cabeza en su hombro.
—No creo que eso sea suficiente —susurré.
—¿Te disculpaste antes de que muriera? —preguntó él.
—Sí. Quiero decir, ella no me hablaba en persona así que tuve que dejarle
mensajes en el celular, pero sí. Intenté. Por meses. Todo el verano.
—¿Entonces cariño? Eso es todo lo que podías hacer —dijo papá. Besó la
cima de mi cabeza.
Pero sabía que no era todo. Siempre había una forma en la que podía
expiarse. Tenía que hacerlo o Beth me embrujaría por siempre. Imaginé mi
cerebro deteriorándose, volviéndose negro con la enfermedad de la culpa.
No pude soportar ese pensamiento y le rogué a mi padre que se quedara
conmigo. Estaba demasiado asustada por volver a dormir, de ver el
rostro de Beth, así que fuimos abajo. Me hizo té y nos sentamos lado a
lado conversando en las tempranas horas mientras el televisor sonaba
de fondo.
93
0
Me quedé mirando el lienzo en blanco, blanco brillante y lleno de
promesas. Tenía las pinturas en la cabeza y una idea en mente. Estaba
afuera en el patio. Nunca pintaba adentro, incluso con iluminación
aceptable.
No. Tenía que tener sol si iba a crear algo bueno. El sol se sentía cálido y
delicioso en mi cabeza, más suave que el sol del verano pero no agresivo
como el de invierno. Las estaciones estaban cambiando y observé el primer
cambio de hojas en mi patio. Esa era mi idea: una pintura de hojas. Metí el
pincel en una gotita de pintura de óleo mezclada. Nunca pintaba con
acrílicos. Mamá me preguntó una vez que por qué no podía ser una
pintora “barata”, notando la enorme diferencia de precios entre el acrílico y
las pinturas a base de óleo. ¿Qué podía decir? No la podía hacer
comprender la diferencia, de cómo el acrílico se secaba casi
inmediatamente en el lienzo. Imposible de manipular. Obstinado e
implacable si cometías un error. No tenías más opción que pintar encima
de tu desastre. Y luego se quedaba ahí, escondido entre la pintura, pero
siempre sabías que estaba ahí.
Pero las pinturas a base de óleo eran diferentes. Te perdonaban cuando te
equivocabas, secándose lentamente para darte tiempo de arreglar errores,
hacer las cosas bien. En muchas ocasiones, podía dejar mis pinturas por
días, regresar y manipular los colores como si estuviera recién pintado. No
podía hacer que mi madre entendiera la riqueza de las pinturas a base de
óleo.
—Oh, ¡sé todo sobre su riqueza! —dijo mamá cuando lo tomé como un
hobby—, y será mejor que no te aburras más adelante.
Nunca me había aburrido pintando. El caso es que trabajaba cada año
para volverme mejor. Aprendiendo nuevas técnicas, descubriendo mis
puntos fuertes. Pero sobre todo, la pintura me permitía escapar. No tenía
que ser la Brooke popular. La Brooke divertida. La Brooke sexy. La Brooke
ingeniosa. Podía ser tan vulnerable y extraña como quisiera y mis
amigos me perdonarían porque era arte.
Y estaban impresionados.
El primer contacto de un pincel con el lienzo es una cosa intoxicante. 94
Creo que es la promesa de algo maravilloso, hermoso. Puedes ver el
producto terminado en el ojo de tu mente pero nunca resulta como lo
esperabas.
Siempre es mejor, o al menos en mi experiencia. Y ahí entra la embriaguez.
Crees que sabes qué esperar. Crees que lo tienes todo planeado. Pero algo
en ti siempre te sorprende y es una corriente que te mantiene en silencio
averiguando cuándo estará lista una pintura.
Comencé, sintiendo la adrenalina mientras mi pincel golpea el lienzo por
primera vez. Trabajé toda la mañana creando cada hoja, mezclando los
colores cuidadosamente, pensé que evocaría este último empujón de vida:
piedras de colores ricos: rojos, cafés dorados y naranjas salvajes. Pero no
pude hacer que mis colores fueran suficientemente brillantes. Se veían
brillantes en la paleta pero una vez los trasladaba al lienzo, se convertían
en tonos apagados y aburridos.
Pensé que mis ojos me estaban engañando. Miré el brazo donde acunaba
la paleta.
Los colores me gritaron. Miré mi pintura. Gruñó antes de quedarse en
silencio. Un simple nada. Pero no antes de reírse un poco. La escuché
reírse. Escuché su risa.
Mi latido se aceleró. Sentí rabia, un odio más allá de lo normal. Era odio
que salió flotando de mí como adrenalina retorcida. De la clase con la que
no deberías actuar, pero si no lo haces, explotarás. No quería atraer la
atención de los vecinos, así que mantuve la furia silenciosa.
Miré mi pintura sin vida y murmuré:
—Beth, eres una jodida perra.

95
Traducido por Aria
Corregido por Nanis

R
yan estuvo notablemente callado después de nuestra conversación
hace algunas semanas. No me reconocía en clase, y nunca le veía
montando su patineta por la acera. A veces me sentaba en la sala
de estar con las cortinas retiradas y estaba pendiente de él. Era descarado
y desesperado, y no me importaba. Sabía que me había visto hablando con
Cal en algunas ocasiones en la escuela, y me pregunté si eso representaba
su falta de interés. De cualquier manera, mis sentimientos estaban
heridos, y junto con ellos, mi orgullo. ¿No debería él intentar luchar por
mis afectos o algo? ¿No era esa la cosa masculina que se hacía?
Decidí hacerle una visita en vez de esperarle. Era un frío sábado de
octubre por la tarde, así que tomé una chaqueta ligera y me dirigí por la
acera, contando seis casas desde la mía. Caminé por el camino de piedra 96
a la puerta delantera sintiendo el rápido latido de mi corazón. Era esa
sensación de nervios buena, una expectativa de algo maravilloso mezclado
con el temor de que no saldría como esperaba. Pero la esperanza me hizo
tocar la puerta de todos modos.
Una chica joven contestó.
—¿Sí?
La reconocí del restaurante como la hermana de Ryan. Tenía el mismo
color de cabello que Ryan, los mismos ojos azules, aunque los suyos eran
un poco menos transparentes.
—Soy Brooke. Vivo justo abajo en la calle —dije—. Soy una amiga de tu
hermano.
—Mi hermano no tiene amigos —respondió la chica—. Pero te dejaré entrar
de todos modos.
Me sobresalté. Qué cosa para decir, y la forma en la que lo dijo. Como
constatando un hecho. No insolente o cruel. Sólo una cuestión de hecho.
Espeté lo que sabía que no debía.
—¿Cómo puede no tener amigos? Es tan guapo.
Estúpida. Sólo estúpida.
—Asqueroso —dijo la chica. Ladeó la cabeza y me observó. Era muy
bonita, y me pregunté por qué nunca la había visto en la escuela—. ¿Te
gusta?
No sabía cómo responder. Ella apretó los labios en una sonrisa y se hizo a
un lado, invitándome a entrar.
—¡Ryan! —llamó—. ¡Tu novia está aquí!
—Agradable —le contesté, y se rió—. ¿Cómo es que no te he visto en la
escuela?
—No estoy en el instituto todavía —respondió—. Estoy en octavo grado.
—Lo tengo. —Miré por las escaleras, con el corazón desbocado, cuando oí
el andar de unos pies pesados. Ryan apareció, vestido con pantalón de
pijama a cuadros, el cabello despeinado, bajando las escaleras con la
camiseta a medio poner. Tuve un vistazo de su vientre, con los músculos
bien definidos, antes de que se pusiera la camisa. Estaba más sexy de lo
que nunca lo había visto.
—Hola —dijo, dirigiéndose a mí. Estaba confundido.
97
—Hola —le respondí, igual de confundida. ¿Por qué había venido aquí?
—¿Ryan, dónde has conseguido una novia? —preguntó su hermana.
—Ella no es mi novia, Kaylen —respondió Ryan—. Vete.
Sabía que era estúpido, pero los latidos de mi corazón se detuvieron por
completo con el sonido de esas palabras: “Ella no es mi novia”. Un
pinchazo tomó su lugar, y traté de ignorarlo.
Kaylen se encogió de hombros y salió de la habitación. Ya no estaba
interesada una vez que supo que el estatus de la relación de su hermano
no había cambiado.
—Tu hermana es linda —observé.
—Mi hermana es molesta —respondió él, empujando una mano en su
cabello revuelto.
—¿Te acabas de despertar? —pregunté, señalando su ropa.
—No —respondió.
—Aaasí que, ¿por qué ese pijama? Son como las cuatro.
Me miró por un segundo.
—¿Por qué estás aquí?
Odiaba cuando la gente hacía eso: responder una pregunta con otra
pregunta. Era exasperante.
—Simplemente no he hablado contigo por semanas —dije—. Pensé venir y
decir hola.
—¿En serio? —sonó sinceramente sorprendido.
—Bueno, sí. Pensé que tal vez podíamos pasar el rato —ofrecí.
La verdad era que quería que me persiguiera. Creo que es de por sí
femenino querer que te persigan. Y creo que Ryan lo quería inicialmente,
pero yo o él o alguien más lo estropeó. Así que me tragué mi orgullo y di a
conocer mi interés, esperando que lo retomara donde empezamos hace
varias semanas frente a mi casa. Sabía que yo no era quién para hacerlo.
¿Cómo se me ocurrió que podía hacer malabares con Ryan y Cal? Todos
íbamos juntos a la escuela, por amor de Dios. Pero en este momento, no
me importaba. Él estaba frente a mí con un cabello por el que estaba
ansiosa por pasar mis dedos, y un vientre que quería sentir presionado
contra el mío.
Admito mi vulnerabilidad. La había sentido todo el día, intentando 98
mantenerme ocupada para evitar enfrentarme a ella. Papá se había ido a la
oficina, así que me quedé sola. Beth entró silenciosamente al frente de mi
mente, preguntándome por qué no me movía más rápido, por qué no
estaba trabajando más duro en vengarla, y no podía silenciarla. Lo intenté
usando el collar del corazón roto que me había dado. Pensé que eso la
calmaría, pero sólo alentó su incesante interrogatorio. Tenía que salir de la
casa. Ryan sería la distracción perfecta.
—Quieres pasar el rato. —No lo planteó como una pregunta. Lo dijo con
sarcasmo, y eso me molestó.
—Bueno, si estás ocupado puedo irme —dije, volviéndome para irme.
—No —dijo, y tomó mi mano—. Sólo estoy confundido.
—¿Sobre qué? —pregunté, volviéndome para darle la cara. Dejó caer mi
mano.
—No sé por qué quieres pasar el rato.
Me miró con esos ojos como océanos, sus cejas fruncidas, perdido en sus
pensamientos, y decidí en ese momento que no quería pasar el rato.
Quería hacerlo. Duro.
—Ryan, me has prometido que me llevarías a casa de Lindsay —se quejó
Kaylen desde el rellano de la escalera. Tenía una bolsa de mano en el
hombro.
Ryan no me quitó los ojos de encima.
—¿Te interesa conducir a casa de Lindsay para dejar a mi hermana?
Sonreí y asentí.
—Está bien. Espera aquí. —Y desapareció hacia arriba por las escaleras.
Mientras él se estaba cambiado, Kaylen me acribilló a preguntas,
extrayéndome con éxito toda la información importante antes de que su
hermano volviera a la planta baja: mi edad, grado, situación familiar,
estatus social en la escuela. Le dije que era la chica más popular de mi
clase. No me creyó, y así me lo dijo, pero creo que le gusté de todas formas.
Unos minutos más tarde, Ryan vino abajo vestido con pantalones vaqueros
y una chaqueta verde oscura. Se veía como un chico de poster de
Bannana Republic, y me gustó cada pedacito de él.
—Tal vez Ryan dejaría de ser un perdedor deprimido en la escuela si
empiezas a salir con él —dijo Kaylen mientras Ryan tomaba las llaves
del auto de la mesa del vestíbulo.
99
—Tal vez —respondió él, y ella le sonrió.
El viaje a casa de Lindsay estuvo lleno de la cháchara de Kaylen. Disfruté
escuchándola. Era graciosa y dulce, rápida con las ocurrencias, y no había
nada en su actitud que sugiriera que le hubiera pasado algo terrible. Era
brillante y locuaz. Feliz.
Me di cuenta de que salté a conclusiones en mi momento de pánico,
considerando lo peor porque Cal fue tan insistente en que me mantuviera
alejada de Ryan. Instintivamente asumí que Cal le hizo algo horrible a
Kaylen y no quería que se descubriera. Pensé que me estaba volviendo
paranoica.
Una vez que dejamos a Kaylen, volvimos a la casa de Ryan. Él me invitó a
su habitación, y fui un poco demasiado rápida en seguirle. No dejé de
decirme a mí misma que no me abalanzara sobre él, pero fue difícil cuando
lo hizo muy atractivo al cerrar la puerta de su habitación. Me sentí como
un chico. Completamente excitada con ningún otro pensamiento que no
fuera sexo.
—No tenía que trabajar hoy —dijo, dejándose caer en su cama—. Es por
eso que todavía estaba con mi pijama. Terminé mis deberes y luego jugué
videojuegos todo el día.
—¿Hiciste tus deberes primero? —pregunté, y solté una risita.
—Tengo una buena ética de trabajo —respondió Ryan, sonriendo.
—Y tanto. —Me dejé caer en la cama junto a él. No tenía sentido intentar
ser tímida al respecto. Me prometí a mí misma que sólo respondería a un
beso, no lo iniciaría—. ¿Así que dónde trabajas?
—En una tienda de juegos —dijo.
—¿Como videojuegos?
—Sip.
—¿Así que juegas mucho a videojuegos?
—Sip.
—No me pareces un friki —dije, luego inmediatamente me arrepentí.
Ryan se rió.
—No creo que tengas que ser un friki para que te gusten los juegos. 100
Sonreí avergonzada.
—Oh.
—Sí, me gusta la mecánica detrás de ellos, sin embargo —dijo Ryan—. Así
que ahí puede ser donde entra el factor friki.
Sonreí y me acerqué un poco más.
—¿Así que qué tal está tu madre en California? —preguntó Ryan. Se
deslizó un poco lejos de mí. Supongo que le hice sentir incómodo. Tendría
que haberme sentado en la silla de su escritorio en su lugar, pero se vería
raro si me movía ahora.
—Está bien —respondí—. Hablo con ella una vez a la semana.
—Apuesto a que te echa mucho de menos —ofreció Ryan.
Asentí.
—Aunque me alegro de haberme quedado aquí. Estoy conociendo a mi
papá otra vez, y es divertido. Probablemente paso el rato con él mucho más
que la mayoría de las chicas adolescentes.
Ryan asintió.
—La verdad es que me gusta. No sabía que nos volveríamos tan cercanos
tan rápido. Es casi como si no hubiera esos años en medio cuando no
vivimos juntos.
Ryan asintió otra vez.
Nos quedamos en un silencio incómodo, y ya que Ryan no parecía tener
ganas de decir nada, hablé.
—¿Así que planeas decirme algo sobre ti mismo aparte de que te gusta
jugar a los videojuegos?
—¿Qué quieres saber? —preguntó.
—Bueno, para empezar, ¿cuánto tiempo hace que vives aquí? —pregunté.
Pasé la mano hacia atrás y hacia adelante sobre su edredón.
—Toda mi vida.
—¿Así que has estado yendo a Charity Run desde noveno grado?
—Mmhmm.
—¿Tienes algún otro hermano?
—No. 101
—¿Y cuáles son tus hobbies?
—Siento como si me estuvieran haciendo una entrevista —dijo.
Sonreí.
—Bueno, no ofreces nada. Tengo que preguntar.
—Brooke, ¿por qué no hablas sobre ti misma en su lugar? Pareces mucho
más interesante.
Empecé a sentirme frustrada.
—Estoy segura de que eso no es verdad. ¿Por qué eres tan misterioso? —
Intenté sonar despreocupada, pero creo que en vez de eso salió como una
acusación.
Ryan estuvo callado por un momento.
—Mira, probablemente no quieres ser asociada conmigo en la escuela,
¿está bien?
¿Qué demonios significaba eso?
—Supongo que soy un poco paria. Y no me importa. Simplemente no
quiero arrastrarte.
Le miré, estupefacta.
—Bien. Acabas de aumentar el factor misterioso a un trillón.
Se rió. Sonó sincero, oscuro y rico, esa risa masculina era tan
malditamente sexy.
Me acerqué un poco más, y esta vez no se movió.
—Es tu último año, y deberías conocer gente y hacer amigos y divertirte —
dijo.
—Te estoy conociendo a ti —ofrecí. Sonó coqueto y sensual.
Ryan se rió entre dientes.
—Vas a ser mi problema este año, ¿no? —preguntó suavemente.
Infiernos si lo iba a ser.
Le miré y me dejé perder en esos ojos translúcidos. No me importaba si
contenían un montón de secretos que no estaba dispuesto a compartir.
Sólo sabía que estaba hambrienta por ser tocada, y ser tocada por
alguien a quien deseaba.
—Ni siquiera te conozco —dijo. Levantó su mano a la parte posterior de
mi cuello, acariciándome suavemente con los dedos.
102
—Lo mismo va por ti —respondí. Acaricié su cuello con mis manos, de la
misma manera.
Era increíblemente íntimo, sentarse ahí, acariciando el cuello del otro, con
las frentes presionadas juntas por lo que nuestros labios estaban a pocos
centímetros de distancia. Pensé que podría ser más íntimo que el sexo, y
no sabía lo que estaba haciendo. La parte racional de mi cerebro gritaba
que esto era mucho tan pronto. La parte sexual me animaba. La parte
vengativa me regañaba por seducir a la persona equivocada.
—Creo que estás llena de secretos —susurró Ryan.
—Sé que tú lo estás —le susurré.
—Está bien entonces. Cada uno podemos compartir uno. Pero sólo uno —
dijo él.
—¿Podemos preguntar el uno al otro?
Ryan se tensó por un momento, la mano congelada en la parte posterior de
mi cuello.
—Supongo.
—¿Por qué estabas en el funeral de Beth? —pregunté. Ni siquiera tuve que
pensar en ello.
—La conocía. Ella iba a nuestro instituto. Oí lo que pasó y simplemente
sentí que tenía que ir.
Sentí las lágrimas instantáneas e inquietantes en la parte trasera de mis
ojos amenazando con surgir sobre mis párpados y arruinar este momento
íntimo.
—¿Por qué estabas tú en el funeral de Beth? —preguntó Ryan.
Tragué saliva.
—Era mi mejor amiga.
Ryan se apartó de mí. Sabía que lo haría.
—¿Sabes… sabes por qué lo hizo?
Ese era un secreto que no estaba dispuesta a compartir. Negué con la
cabeza, bajando la vista. Sentí que sus brazos se ponían alrededor de
mí, y dejé de pensar en Beth. Había pasado todo el día pensando en
Beth. Ahora mismo quería pensar en Ryan y en todas las cosas que
había planeado para mí en esta cama. Sabía que era demasiado pronto, 103
pero no me importaba. Sentí su mano en mi barbilla cuando inclinó mi
boca a la suya. Él dudó por un segundo antes de presionar sus labios
contra los míos.
Siempre se describe como derretirse, y finalmente entendí por qué. Pensé
que mi cuerpo se estaba convirtiendo en líquido. Podía sentir mis huesos
traicionándome, amenazando con disolverse y dejarme en un gran charco
de baba. Sus labios eran increíbles, suaves y flexibles, dejando pequeños
picos en los míos hasta que temblé y gruñí —sí, realmente gruñí— de
frustración.
—¿Qué quieres Brooke? —preguntó en mi boca.
Gemí una respuesta, y me besó más fuerte, dándome su lengua
finalmente. Eso era lo que quería. Uní la mía con la suya, sintiendo un
fuerte dolor en lo profundo de mi vientre que casi hería. Pensé que este era
el chico que siempre quise besar, que todos antes que él no contaban para
nada.
Ryan se apartó.
—Quería hacer eso desde que me encontré contigo en el funeral.
—¿Por qué te detienes? —pregunté juguetonamente.
Ryan sonrió con cansancio.
—Brooke, no creo que pueda estar con alguien ahora mismo, y no puedo
decirte por qué. No tiene nada que ver contigo personalmente. Eres
preciosa. Es sólo…
—Para —dije—. Vamos a preocuparnos de tus problemas más tarde. Por
favor, ¿puedes simplemente besarme otra vez?
Tal vez sonaba patético. Tal vez era totalmente patética. No era quién para
volverme física con un chico al que apenas conocía. Oh, ¿a quién quería
engañar? ¡No le conocía para nada! Pero estaba conociendo sus labios, y
eso es algo. ¿No?
Un lado de su boca se arqueó hacia arriba, y lo tomé como una invitación.
Me abalancé sobre él, aplastándolo contra la cama y besándolo con avidez.
Sí, estaba siendo agresiva. ¿Y qué? A él no parecía importarle. Envolvió
sus brazos alrededor de mi cintura y apretó. Me dejó sin aliento
momentáneamente, y chillé.
—Lo siento —murmuró en mi boca, aflojando su agarre.
Le besé más fuerte, y antes de que lo registrara, yo estaba sobre mi
espalda siendo presionada sobre el edredón por su peso. Movió sus labios 104
a mi cuello, chupando y mordisqueando, provocándome gemidos y gritos y
otros sonidos. Me di cuenta de que los dos estábamos yendo por ello como
si no lo hubiéramos hecho en mucho tiempo. Para mí eran cinco meses.
Me pregunté sobre mi chico misterioso.
Empujé contra él, y soltó mi cuello. Me miró.
—¿He hecho algo mal? —preguntó.
—No —respondí—. Es sólo, ¿cuándo fue la última vez que lo hiciste con
una chica?
Su rostro enrojeció.
—¿Estoy oxidado?
—¡No, no! —dije—. Sólo me lo preguntaba.
Ryan pensó por un momento.
—No lo sé. ¿Un año?
—¡¿Qué?!
Se sentó, apoyándose sobre los talones y empujando una mano por el
cabello.
—No quería decirlo así —dije. Me sentí como una idiota.
—No pasa nada —respondió. Salió de la cama y se dirigió a la puerta de la
habitación—. Estaba planeando salir en un rato.
Le miré.
—Bueno, como ahora —dijo.
—Oh. ¿Quieres que me vaya?
—Bueno, sería raro si mis padres vienen a casa y encuentran alguna chica
en mi habitación —respondió.
Me sentí humillada. Era sólo “alguna” chica, tanto si él había querido que
sonara de esa forma como si no. No era quién para venir aquí. Quién para
besarme con él. Quién para hacerle sentir vergüenza. Era una idiota.
Pensaba que sólo los chicos podían tener ese título, pero me di cuenta de
que las chicas podían también.
Me levanté y le seguí a la puerta delantera. Nos quedamos en un silencio
incómodo antes de que me fuera. No dijo adiós, y yo tampoco.

0 105
—¿Por qué te reíste de él? —preguntó Gretchen.
Acepté pasar la noche con ella, pero sólo si no nos hacía ir a otra fiesta.
—No me reí de él —dije—. O por lo menos no tenía la intención de hacerlo.
—¿Él era horrible?
—Lejos de eso. Toda la cosa era caliente hasta que abrí mi estúpida boca
—me quejé.
—¿Por qué lo hiciste?
—¡Un año, Gretchen! ¿Qué demonios? Quiero decir, podría entenderlo si
fuera feo o algo, ¡pero el chico es guapísimo! No podía ocultar mi sorpresa.
¿Qué quieres de mí?
Gretchen arrojó una lima de uñas en mi dirección y empezó con sus uñas.
—Así que, ¿es como si ustedes dos tuvieran esta incontrolable energía
sexual alrededor del otro? —preguntó Gretchen.
—Obviamente. Ni siquiera nos conocemos. Me lancé sobre él como una
maldita adicta —dije.
—Oh, Brooke. Para de castigarte por ello. Las sesiones de besos pueden
ser agradables.
—Quiero más que sesiones de besos con él —dije, limándome las uñas.
—Así que, esto va más allá de una cosa de atracción sexual —confirmó
Gretchen.
Asentí hoscamente. Me sentía como un jarro de agua fría en su divertida
noche de sábado. No sé por qué me había invitado a pasar la noche. Oyó la
forma en que había sonado al teléfono antes. Abatida. Un poco perra.
—Bueno, sabes lo que tienes que hacer —dijo Gretchen—. Vuelve y pide
perdón.
—¡Ni siquiera sé por qué estoy pidiendo perdón! —argumenté.
—Estás pidiendo perdón por hacerle sentir como un perdedor por no haber
besado a una chica en un año. Por eso —dijo Gretchen.
—Bien.
—Brookey, deshazte de esa actitud, ¿bien? Esta noche es sobre uñas y
repeticiones de Sexo en la Ciudad y Bacardí. —Metió la mano en su
bolso y sacó varias botellas de avión. 106
—¿Dónde has conseguido esas? —pregunté. No estaba de humor para
cuidar de Gretchen esta noche.
—¿Por qué importa? —respondió, sosteniendo las botellas en miniatura de
ron.
—No voy a repetir esa noche del viernes contigo, Gretchen —le advertí.
—Oh, relájate. No voy a beber. Tú lo vas a hacer —dijo ella.
—De ninguna manera.
—Uh, sí lo vas a hacer. Necesitas dejarte llevar y dejar de preocuparte por
Ryan y divertirte un poco esta noche —dijo Gretchen—. No vamos a ir a
ninguna parte. Vamos a quedarnos aquí mismo en mi habitación. Este es
mi “gracias” por cuidar de mí después de la fiesta de Tanner.
—No puedo beber licor puro.
—Hola, Brooke. Soy totalmente consciente. Actúas como si no tuviera ni
idea de quién eres —resopló Gretchen, y señaló la botella de Coca Cola que
estaba en su escritorio.
0
Treinta minutos más tarde estaba borracha.
—Y yo, como, ¿qué? ¿Qué? ¿Qué? ¿Un año? Eso es como completamente
imposible porque él es taaaaaan malditamente caliente —dije, tendida en
el suelo del dormitorio de Gretchen vestida sólo con sujetador y bragas. No
tenía ni idea de lo que le había pasado a mi ropa.
—¿Quieres terminar de cambiarte a tu pijama? —dijo Gretchen riendo.
Oh. Así que eso es lo que le ha pasado a mi ropa.
Negué con la cabeza de lado a lado.
—Oye, no hagas eso demasiado fuerte. No quiero que vomites en mi
alfombra —dijo Gretchen.
—Sólo quería decir, “Ryan, ¿por qué eres tan guapo y raro? ¿Cuáles son
tus secretos? Tus secretos, Ryan. Tengo que saberlos.” —Rodé sobre mi
estómago—. ¡Dios, puedes simplemente contármelos! —supliqué.
Gretchen rió.
—¿Gretchy? —pregunté.
107
—No me llames así —respondió ella.
—Estaba dispuesta a hacérselo. No estoy bromeando para nada ahora —
dije—. Quería hacerle cosas.
Me arrastré hacia mi amiga que estaba sentada frente a mí apoyada contra
la cama.
—¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Quería hacer cosas. Muchas cosas
—dije, a centímetros de su cara.
—¿Como chupársela? —preguntó ella.
—Hacerle. Volar. Por los aires —respondí, y Gretchen cayó al suelo
riendo—. ¿Qué? —pregunté, riendo también, porque la risa de Gretchen
era contagiosa.
—Te quiero —dijo entre risas—. Cuéntame más.
—Quiero nadar en sus ojos —dije soñadoramente.
—Oh Dios.
—Y casarme con él y tener sus bebés —finalicé.
—Y chupársela también, ¿no?
—Hasta Marte —suspiré, apoyándome contra la cama. Gretchen se sentó y
se unió a mí—. Todo el camino hasta Marte.
Miré a mi amiga. Ella me miraba, sonriendo.
—¿Puedo llamarle? —pregunté.
—No.
—Sólo quiero desearle las buenas noches —dije.
—No.
—Pero necesito decirle un par de cosas.
—No, no lo necesitas.
—Pero le prometí que le llamaría esta noche.
—No, no lo hiciste.
—Pero le quiero.
—Lo sé, Brookey.
—Le quiero tanto. Nunca he querido a nadie tanto como le quiero a él. 108
Gretchen puso su brazo a mi alrededor, y descansé mi cabeza en su
hombro.
—Lo sé, Brooke.
—¿Crees que me quiere?
—Creo que está locamente enamorado de ti.
Chillé.
—¿Puedo tomar otro trago?
—Te lo has bebido todo —dijo Gretchen.
Gruñí y miré la televisión.
—¡Charlotte sólo quería tener un maldito bebé, gente! ¿Es eso mucho
pedir?
—Lo sé —dijo Gretchen—. Le han dado una historia dura.
—Tan malditamente injusto —dije, e hipé.
De pronto me quedé dormida en el hombro de Gretchen, mi cabeza
subiendo y bajando en pequeñas hondas. Escuché la voz de mi amiga en
la distancia antes de quedarme dormida.
—Vas a tener el peor dolor de cabeza mañana.

109
Traducido por Shadowy
Corregido por Nanis

H
ijo. De. Perra.
Desperté en la cama de Gretchen con un intenso dolor de
cabeza. Ella salió del baño, con el cabello envuelto en una
toalla, una sonrisa plasmada en su rostro, viéndose animada.
—Hola, rayito de sol —dijo, dirigiéndose a su cómoda.
—Te odio —murmuré.
—Oye. No te obligué a beberlo todo, Brooke —dijo.
—Todavía te odio.
Gretchen hizo un puchero.
—Sabes que te divertiste. 110
Mis labios se curvaron en una sonrisa dolorosa.
—¿Cuán estúpida me puse?
—Bueno, tuve que luchar por quitarte tu teléfono —dijo Gretchen.
—¡De ninguna manera! Recuerdo dormirme en tu hombro —repliqué.
—Mmhmm. Y luego despertaste y quisiste hablar con tu papá y luego con
tu mamá. Finn y luego Ryan —dijo Gretchen—. Especialmente Ryan.
Puse mis manos sobre mi cara.
—Soy una idiota.
—No lo eres —dijo Gretchen, desenvolviendo su cabello y recogiéndolo en
un moño húmedo—. Fue diversión inofensiva. Te pusiste tonta, y luego te
llevé a la cama. Sólo prométeme que nunca beberás sola.
—Nunca voy a beber de nuevo, punto —murmuré.
Gretchen suspiró.
—Eso es lo que todos dicen.
Rodé en mi costado y casi grité de agonía. El palpitar en mi cabeza pulsó
cercano a una explosión antes de establecerse una vez más en un dolor
castigador.
—Voy por desayuno. ¿Qué quieres?
El pensamiento de comida me hizo querer vomitar. Cerré mis ojos y tragué
con fuerza.
—No deberías salir con el cabello húmedo. Hace frío —dije.
—Está bien. Y voy a hacerte comer algo —dijo Gretchen—. Quédate aquí.
Ya vuelvo.
No tenía planes de dejar su cama. Nunca.

0
Cuando llegué a casa alrededor de las tres, colapsé en mi propia cama. El
día ya estaba perdido, y no quería nada más que dormir mi dolor de
cabeza. Me convencí de que no soñaría esta vez porque mi cerebro no
estaba funcionando bien. ¿Cómo podía posiblemente convocar los
eventos de mi pasado cuando no podía recordar el día de la semana? 111
—Está bien, tenías razón —admitió Beth—. Creo que estoy enamorada de él.
—¿Oh? —Me retorcí en el asiento del pasajero.
—Sí. Y nunca me he sentido de esta forma por nadie —dijo Beth—. A riesgo
de sonar súper cursi, gracias a ti.
Miró en mi dirección por un segundo antes de volverse hacia el camino.
—¿Gracias a mí por qué? —pregunté.
—¡Por engancharme con él! ¿Hola? —Me miró de nuevo—. ¿Qué pasa contigo
hoy?
—Nada —mentí.
No podía quitarme el recuerdo de Finn inclinándose y besándome. Había
ocurrido anoche. Salimos, los tres ya que yo había fracasado en otra cita a
ciegas, y llevamos a Beth a casa primero. Eso me dejó para el final, y él me
besó antes de que pudiera encontrar la manija de la puerta y salir del auto.
No vino exactamente de la nada. Él había estado coqueteando conmigo
durante la semana pasada, siempre encubierto y siempre en ausencia de
Beth. Cuando reuní el coraje para preguntarle qué diablos estaba haciendo,
me besó. Y le devolví el beso.
—¿Brooke?
—¿Huh?
—¿Quieres decirme qué está pasando? —preguntó Beth, entrando en el
estacionamiento del centro comercial.
—Nada —dije—. Lo juro.
—¿Segura? —Presionó.
—Positivo.
Beth hizo una pausa por el más breve segundo.
—Está bien, entonces. ¿Podemos seguir hablando de mí?
Sonreí.
—Claro.
Nos apresuramos en el centro comercial. Ninguna de las dos traía un
paraguas, y una lluvia ligera de Abril amenazaba con arruinar el cabello
perfectamente estilizado de Beth. Mi cabello, sin embargo, se veía como la
mierda, y estaba más que feliz de pararme en la lluvia si esta me derretía
a nada. Era la culpa la que me hacía querer desaparecer. 112
—Finn me invitó a salir esta noche —dijo Beth.
—Lo sé.
—Y creo que va a decirme algo.
Mi corazón se apretó.
—¿Oh sí?
—Bueno, va a llevarme a ese restaurante elegante en Glenwood Avenue.
Eso sólo puede significar una cosa.
—¿Él va a hacer la pregunta? —pregunté en broma.
Beth se rió.
—¡Ponte seria! Pero ahora que dijiste eso, hace que decir “Te amo” no sea ni
de cerca tan bueno.
—Él te ama —susurré, en algún lugar entre una pregunta y una declaración.
—Eso creo —respondió Beth—. Pero si estoy totalmente equivocada, olvida
que tuvimos esta conversación.
La ama. Eso es todo en lo que podía pensar mientras deambulábamos de
tienda en tienda tomando nota de las últimas tendencias de moda.
Normalmente, me encantaba hacer eso. Me encantaba la ropa, poner
accesorios en los conjuntos, encontrar los zapatos perfectos. Pero hoy
parecía tan vacío y sin sentido.
Consideré decirle a Beth justo allí, pero no podía soportar la idea de su
reacción. En realidad la temía. Temía que se molestara conmigo, aunque
nunca seduje a Finn. Nunca le di ninguna razón para creer que quería ser
más que amigos. ¡Él estaba saliendo con mi mejor amiga, por el amor de
Dios! Pero tampoco podía negar mi atracción física por él. Empezó a crecer
hace casi un mes, pero traté con cada gramo de lucha en mí para enterrarla.
Me convencí de que sólo estaba celosa de Finn y Beth. Ellos tenían el tipo de
relación que yo quería. Seguramente esa era lo único que representaba mi
lujuria.

0
El lunes en la mañana fue doloroso. No quería ver a Ryan y me colé en el
primer periodo, caminando de puntillas a mi escritorio como un ladrón.
Debería haber llevado mi bolso de libros como esos personajes de
dibujos animados cargando el saco de dinero, ceñida a lo alto con mis
dos manos presionadas cerca de mi pecho. Todo lo que necesitaba era un
113
traje a rayas y un gran signo de dólar en mi bolso.
Él ya estaba en su asiento, mirando por la ventana, y esperé que no se
diera la vuelta. Decidí no entablar una conversación con Lucy. Pensé que
si él no escuchaba mi voz, se olvidaría de que siquiera existía.
—¿Tuviste un buen fin de semana? —preguntó Lucy, mientras abría mi
cuaderno. Ryan se dio la vuelta y me miró. Bueno, tanto para eso.
—Sí. ¿Tú?
—Estuvo bien. Fui a esta feria de artesanías antiguas en las montañas con
mi mamá —dijo Lucy—. Pensé que sería realmente patético, pero en
realidad fue divertido.
—Ajá.
—Creo que me está gustando totalmente el look desgastado elegante. Creo
que cuando tenga mi propio lugar, lo decoraré de esa forma —continuó
Lucy.
¿Quién era esta chica?, pensé. Sólo había estado tratando de hacer que me
hablara desde el primer día de escuela. Ahora cuando ella decidía ser una
charlatana, quería que jodidamente se callara.
—Terminamos quedándonos en este lindo bed and breakfast8 mientras
estábamos allí. No estaba planeado ni nada. Sólo surgió en el momento.
Me gusta eso de mi mamá.
Asentí y miré en la dirección de Ryan. Estaba de nuevo en ello, mirando
por la ventana, y deseé saber qué estaba pensando. Estaba muriendo por
hablarle, pero no sabía qué decir. Dejamos las cosas en una nota tan rara,
ni siquiera molestándonos en decirle adiós al otro. Eso fue grosero e
inmaduro por ambas partes. O tal vez no me di cuenta de lo mucho que lo
había avergonzado.
—Mencionaste ser animadora el otro día —dijo Lucy, y giré mi cabeza tan
rápido que mi cuello sonó. Ella lo escuchó—. ¿Estás bien?
—Sí, sí. Bien. ¿Qué pasa sobre ser animadora? —pregunté, masajeando mi
cuello.
—Oh, bueno, tú mencionaste que solías animar. Yo también lo hacía —
dijo.
Mis cejas se dispararon hacia arriba, y luego las bajé con la misma
rapidez. ¿Debía hacer todo tan obvio?
—¿Cuándo? —pregunté—. ¿Dónde? 114
—Aquí en el noveno grado. Lo dejé, sin embargo. Obviamente.
—¿Por qué? —presioné.
Lucy jugueteó por un momento con los botones de su blusa.
―Simplemente no funcionó.
No podía dejarlo así.
—¿Tuviste una pelea con una de las chicas o algo así?
Lucy negó con la cabeza.
—Sólo me desinteresé, supongo.
Sí, como todo lo demás en su vida. La chica no hacía nada en la escuela
ahora, pero en noveno grado, estaba involucrada en todo.
—¿Alguna razón en particular de por qué? —pregunté.
—Supongo que no me gustaba ser una flyer9 —dijo.

8Bed and Breakfast: o "B&B" es un alojamiento que ofrece “cama y desayuno” (tal como
se traduce del inglés) por un precio moderado.
Y una mierda. Esas fotos que vi decían lo contrario, a menos de que fuera
realmente buena fingiéndolo, y Lucy no parecía el tipo de chica que era
buena en fingir nada. Por eso es que me agradaba.
—La Libertad era mi especialidad, sin embargo —dijo—. Sé que dijiste que
eras buena en lanzamientos de baloncesto y no tanto en la Libertad. —
Pensó por un momento y luego susurró—:Era buena en la Libertad.
Vi el dolor y la rabia en lo profundo de sus ojos, una herida que es sólo
sentida por alguien que ha sufrido una gran indignidad. Y no estoy
hablando de ser llamada por un nombre desagradable o tener un rumor
difundido sobre ti. No estoy hablando de tener tus sentimientos heridos
porque alguien o algo no estuvieron a la altura de tus expectativas. Estoy
hablando de la clase de indignidad que te cambia como persona, te hace
retirar, esconderte del mundo porque de repente se ha convertido en algo
aterrador, lleno de rincones oscuros y monstruos.
—¿Quieres pasar el rato después de la escuela? —pregunté—. No tengo
que trabajar.
Lucy me miró confundida.
—Ya sabes. Venir a mi casa. Ver un poco de TV o lo que sea —dije. Ojalá 115
no hubiera añadido el “lo que sea” al final. Me hacía sonar indecisa, y no
era una persona indecisa.
—Supongo —dijo ella, insegura.
—No será tan malo —dije, y le hice un guiño. Ella se rió.
—Suena divertido —dijo Lucy, y el dolor se desvaneció de sus ojos al
instante.

0
Quería tanto invadir la privacidad de Lucy. Necesitaba saber sobre Cal.
Necesitaba saber si ella deseaba hacer algo sobre él o enterrar su dolor
para siempre. Pero Gretchen apareció sin previo aviso, así que todas mis
bien-planeadas preguntas tenían que esperar.
—Me encanta totalmente tu nombre —le dijo Gretchen a Lucy—. Es
adorable.
Lucy se encogió de hombros.

9Flyer:También conocida como Voladora o Aviadora. Son las chicas que son levantadas y
lanzadas.
—Yo lo odio, en realidad. Todo el mundo me llama la chica de Narnia. Es
tan estúpido.
—Lo que sea —dijo Gretchen—. Ella también era adorable.
—¿Cómo conoces a Brooke? —preguntó Lucy.
—Oh, solía ir a mi secundaria —dijo Gretchen, y me moví incómodamente
en mi cama. No estaba segura de cuánto quería que Lucy supiera.
—¿En serio? —preguntó Lucy, dirigiendo la pregunta a mí.
Asentí.
—Entonces, ¿por qué vas a Charity Run? —preguntó Lucy.
—Mi mamá se mudó a California. Era ir a vivir en San Francisco o
mudarme con mi papá —dije.
—Bueno, puedes haber hecho la elección correcta. Eres un éxito con
algunos chicos en la escuela —dijo Lucy—. Al menos eso es lo que oí.
—Espera —dijo Gretchen—. ¿De qué va todo esto?
Lucy sonrió.
—Hay algunos chicos en la escuela a los que le gusta Brooke. Y son los 116
buenos.
—¿Qué quieres decir? —Salté sobre ese comentario.
—Sólo que no todos los chicos en la escuela son buenos. Pero a los que oí
que le gustas lo son —clarificó Lucy.
—¿Qué chicos no son buenos? —pregunté. Sabía que sonaba demasiado
agresiva, y traté de aligerarlo un poco—. Quiero decir, así puedo
mantenerme lejos de ellos.
Lucy pensó por un momento.
—Bueno, Cal para empezar. No deberías estar pasando el rato con él. Ni
siquiera deberías hablarle, Brooke.
Campanas de alarma de dispararon en mi cerebro. “¡No lo arruines! ¡No lo
arruines!”, gritaban, y traté de sacárselo suavemente. Deseé que Gretchen
no estuviera aquí, pero no podía dejar pasar la oportunidad.
—Cal parece inofensivo para mí —dije. Observé el rostro de Lucy con
cuidado.
—Sí, él parece un montón de cosas. Buen estudiante. Buen chico —dijo. Y
luego se quedó mirando en la dirección de mi armario.
Gretchen me miró como diciendo: “¿Qué pasa con ella?” y negué con mi
cabeza.
Intenté con ligereza.
—Lucy, ¿hay algo que quieras decirme sobre Cal?
Lucy continuó mirando fijamente la puerta del armario.
—¿Lucy?
Sin respuesta.
—¡Lucy!
Sacudió la cabeza y me miró.
—¿Huh?
—Dije que si hay algo que quieras decirme sobre Cal.
Su mirada penetró la mía.
—Sí. Mantente lejos de él.

0 117
Me paré cerca del puesto de concesión inspeccionando las gradas del
equipo local. El viento azotaba mi cabello y causaba que mis ojos se
aguaran, haciendo difícil verlo. Ni siquiera estaba segura de que él estaría
en el juego, pero supuse que los estudiantes populares no se perdían la
Bienvenida.
La Bienvenida. Gradas llenas. Fanáticos salvajes. Algunos pintados. Negro
y rojo y blanco por todo el lugar. Nosotros éramos los Cruzados. No me
preguntes cómo una escuela secundaria podía salirse con la suya con esa
mascota, considerando toda la cosa de la separación de la iglesia y el
estado. Pero nadie parecía tener un problema con eso, evidentemente,
porque nuestra mascota salió demoliendo el campo antes del juego, con
una espada plástica en una mano, un escudo plástico en la otra, gritando
sobre la justa retribución con una gran cruz roja pegada a su pecho. Eso
pasaba en cada juego. Cada año. Lo vi darle la vuelta al campo ahora,
pensando absurdamente que yo encajaba en esta escuela, aunque no tenía
planes de tomar mi justa retribución de los jugadores de fútbol. Estaba
más interesada en el equipo de natación y exponer su club secreto de sexo.
Sabía que sería difícil ver a Cal en medio de los fans. El fútbol en el sur era
una gran cosa. Todo el mundo estaba aquí, incluso gente como yo a la que
no podía importarle menos el juego. Algo sobre la tradición atrae incluso a
los observadores más reticentes, y sospechaba que si no asistían al juego,
lo verían en el canal de TV local.
Mis ojos se movieron arriba y abajo por las gradas metódicamente hasta
que lo encontré. Estaba sentado con un grupo de amigos, Parker entre
ellos, y casi grité ante mi buena fortuna. No porque Parker estuviera allí,
sino porque había un asiento vacío unos espacios por debajo de ellos, y si
me movía ahora, podría ser mío.
Subí las gradas y me dirigí a su fila. Mi plan era fingir tropezar con Cal,
aterrizando en su regazo. Era hora de ensuciarme las manos. Era hora de
tocarlo y ver cómo reaccionaba. Me imaginé que podría sellar mi destino
con un poquito de torpeza y encanto de chica buena.
Las cosas no salieron muy de acuerdo al plan, sin embargo. Mientras me
abría paso más allá de Parker, sentí un pie salir, atrapando mi tobillo, y
enviándome de cabeza en el regazo de Cal. Agarré sus muslos por
instinto, golpeando mi cabeza contra su entrepierna. Mi rodilla derecha
golpeó las gradas de metal con un soberbio crujido, y grité de dolor. No
era la forma en que quería tropezar. Quería ser linda al respecto. Esto
era incómodo y embarazoso. 118
—Guau, ¿estás bien? —preguntó Cal, ahogando una carcajada. Me ayudó
a salir de su regazo, sosteniendo mi mano hasta que estuve sentada
seguramente en el espacio a su lado.
Me froté la frente.
—No me di cuenta de lo áspera que era la tela de jeans.
—Ven, déjame mirar —dijo Cal, y empujó mi mano lejos de mi rostro. Puso
mi cabello a un lado y estudió mi frente—. Está un poco rojo, pero creo
que vivirás.
—Genial —murmuré.
—Esa es la segunda vez que te he visto golpear tu rostro, Brooke —dijo
Cal—. Mejor ten cuidado. No quiero que estropees toda esa belleza que
tienes.
Me reí.
—¿Tu rodilla está bien? —preguntó, al notarme masajeándola.
—Creo que sí—respondí, y me incliné hacia delante para mirar por la fila a
Parker.
Él me sonrió, una sonrisa de suficiencia que encendió un fuego sagrado.
Correcto, pensé, y deseé ser el Cruzado pero con una armadura real y una
espada real. ¿Qué haría con la espada? Simple. La pasaría a través de
Parker. O si me sentía especialmente generosa, tal vez sólo le daría unas
laceraciones aquí y allá. Me senté hacia atrás y sacudí la cabeza. ¿Qué
pasaba con estos chicos que me ponían tan violenta?
—¿Estás aquí sola?
—Sí. Soy nueva, ¿recuerdas? —dije a la ligera.
—Sí, pero es, como, mediados de octubre. ¿No has hecho ningún amigo
aún? —preguntó Cal.
Odiaba la forma en que me hablaba. Siempre había una nota subyacente
de acusación en sus palabras. Al igual que cuando me preguntó meses
atrás si tenía una condición médica. Mi culpa que me desmayara. Mi culpa
que no tuviera amigos.
Al parecer, se le había olvidado que sí tenía amigas, que las llevé a casa
después de la fiesta de Tanner hace meses. Jugué a su olvido.
—Es difícil hacer amigos cuando eres un estudiante de último año y eres
nuevo —dije. 119
Cal se encogió de hombros.
—¿No viniste con tu papá?
Así que recordaba a mi papá. Interesante. Tal vez hice una impresión más
grande en él en el registro de lo que pensé originalmente. Tuve una idea.
—Él trabaja mucho, lo cual me deja sola mucho. No soy tan cercana a él.
—Lo hice sonar sólo un poquito lamentable. Pensé que no podría lastimar
darle la impresión de que era una chica solitaria, sin conexiones reales a
nadie. Tal vez eso me haría un blanco más atractivo. Él podría violarme
pensando que no tenía a nadie a quien correr después.
Deslizó su mano alrededor de mi cintura, y salté. Su confianza me
enervaba. ¿Por qué pensaba que tenía permiso para tocarme tan
casualmente?
—Bueno, seré tu amigo, Brooke —dijo, jalándome hacia él—. Todo el
mundo debería tener al menos un amigo.
—Eres muy generoso —dije, tratando de esconder el sarcasmo, pero él lo
escuchó.
—No estoy tratando de ser divertido —respondió—. Realmente quiero ser
tu amigo.
Sus palabras, su comportamiento, toda la cosa se sentía extraña. De
repente, quería estar en casa con mi papá, viendo mala televisión y
hablando con él sobre su inexistente vida amorosa.
—Está bien —fue lo único que se me ocurrió decir—. Entonces, ¿quiénes
son tus amigos?
Cal miró hacia los chicos sentados en una larga línea ocupando la mayoría
de la fila.
—Bueno, ya conoces a Parker allí. Y eses es Mike, Tim, Hunter, y este aquí
es Aaron —dijo Cal, señalando al chico sentado a su lado.
—Hola —dije, dirigiéndome a Aaron.
—¿Qué pasa?
—¿Están todos en el equipo de natación? —pregunté.
—Sí —respondió Aaron—. ¿Cómo lo sabes?
—Oh, sólo hice una suposición. Sé que Cal nada. Y también Parker —
dije. 120
—Sin embargo ninguno es tan bueno como yo —dijo Aaron, y Cal negó con
la cabeza.
—Lo que sea, hombre.
Caímos en una conversación fácil, Aaron farfullando en la mayoría de ella.
No parecía un depredador, pero entonces, había mucho sobre Cal que
sugería que no lo era. Me di cuenta que necesitaba mirar la maldad con
una luz totalmente diferente. La mayoría de los chicos malos no estaban
caminando por ahí con los ojos desorbitados. La mayoría de los chicos
malos no parecían fenómenos y aterradores, escondiéndose en los rincones
sombríos con sonrisas locas estampadas en sus rostros. La mayoría de los
chicos malos eran chicos normales y cotidianos, moviéndose a través de la
vida como cualquier otro. Iban a la escuela. Iban a trabajar. Incluso iban a
la iglesia. Eran difíciles de detectar, y eso es lo que los hace tan buenos
siendo malos. Eran escurridizos. Podían salirse con la suya, y lo sabían.
Cal me compró un chocolate caliente y me acompañó a través del juego
mientras nuestro equipo aplastaba a la competencia. Intenté hacerle
preguntas aquí y allá, pero evitó la mayoría. No estaba interesado en
hablar de sí mismo. Estaba interesado en el fútbol. Por desgracia, aprendí
más sobre esa noche que de Cal. Me di cuenta que tendría que obtener la
información de otras maneras, pero no estaba segura de cómo.

0
Estaba limpiando mi estación por la noche cuando Terry se acercó a mí.
—Oye, ¿quieres enrollarte en el asiento trasero de mi auto cuando
termines? —preguntó, deslizándose en una silla.
Sonreí.
—La fantasía de cada chica —dije, llenando la última de mis botellas de
salsa de tomate—. ¿Cuántos años tienes, de todos modos? ¿Cincuenta?
—Tengo treinta y seis —respondió Terry.
—Asqueroso.
Se rió.
—En serio, ¿qué vas a hacer después?
—Son las once. Voy a casa. A la cama. —Limpié debajo de las botellas y
las puse en la caja. 121
—Eres tan aburrida, Wright —dijo Terry—. ¿Por qué no te diviertes un
poco?
—Oh, me divertí. Hace unas semanas cuando tuve que cuidar de mis
amigas borrachas —dije—. ¿Moverías tus pies, por favor?
Terry las levantó mientras barría debajo de él.
—No estoy hablando de ir a una fiesta o algo así. Y no tendrás que cuidar
de nadie —dijo.
—Olvídalo —respondí.
—Bueno, vas a perderte un gran momento —dijo Terry—. Soy la persona
más divertida con la que pasar el rato.
—Eso sería “más divertido”10. Eres el más divertido con quien pasar el rato
—corregí, poniendo la escoba a un lado.
Sonrió.
—No voy a la universidad por un título de español, Wright.

10Terry le dice que es la persona "funnest," y Brooke lo corrige diciéndole que la expresión
correcta sería "mostfun.".
—¿Vas a la universidad? —pregunté. Estaba sorprendida. Pensaba que
Terry había hecho de ser jefe de cocina en el restaurante de Patricia su
carrera de elección. Tenía treinta y seis, después de todo.
—Eres una mocosa. Voy a la escuela de programación de computadoras —
respondió—. ¿Qué? ¿Pensabas que tenía planes de trabajar en un
restaurante por el resto de mi vida?
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Haces un infierno de tarta.
—Lo que sea. No necesito este lugar. Una vez que termine la escuela,
estaré rodando en la pasta11. —Se rió de su propio juego de palabras.
De repente tuve una idea.
—Así que supongo que eres bastante listo con las computadoras y todo.
—Duh.
—¿Y estoy asumiendo que la mayoría de tus compañeros de clase
también son bastante listos?
—La mayoría de la gente que va a la universidad es porque son buenos
—respondió Terry pacientemente. 122
Intenté con informalidad.
—¿Conoces a algún hacker?
—¿Huh?
Lo pensé mejor.
—Um, no importa. —Y volví a limpiar la mesa.
—No, nada de “no importa”. ¿Por qué necesitas un hacker? —Se inclinó en
la mesa, sus ojos brillando con travesura—. Así que hay una pequeña
chica mala en ti después de todo.
Mi cara enrojeció, y él lo vio.
—Está bien, Wright. Escúpelo. ¿A quién quieres espiar?
—Nadie.
—Y una mierda. ¿Y si te digo que sí conozco un hacker?
—¿Estás jugando conmigo? —pregunté.

11Juego de palabras con pasta refiriéndose a dinero, y a las habilidades culinarias de


Terry
—No.
—Está bien, ¿quién es?
Terry se inclinó hacia atrás en su silla y puso su manos detrás de su
cabeza. Miró hacia el techo.
—Tu servidor.
—Y una. Mierda.
—Hablo en serio. ¿Por qué no me crees? ¿Crees que soy estúpido o algo?
—No creo que seas estúpido, pero vamos. ¿Cuáles son las probabilidades
de que te hubiera preguntado por un hacker y tú seas uno?
—Bueno, tienes suerte. Ahora, ¿de qué se trata todo esto?
No podía creer que estaba a punto de dejar entrar a Terry en uno de mis
secretos. Sin embargo, no tenía opción. No si quería saber más sobre esa
conversación que escuché en la escalera. Lo necesitaba.
—¿Wright?
—Tienes que jurar por tu vida que no le dirás a nadie —dije.
—¿Qué? ¿Crees que voy por ahí parloteando sobre hacer hackeos para la 123
gente?
—Sólo júralo.
—Lo juro —dijo, poniendo los ojos en blanco.
Respiré profundo y me instalé en el asiento frente a él.
—Creo que hay algo sospechoso pasando en mi escuela.
—Oh, Dios. Bueno, Veronica Mars.
—Cállate. Hablo en serio —dije, pero no pude evitar reír.
Estábamos sentados solos bajo una de las pocas luces todavía encendidas
en el restaurante. Parecía una escena de alguna cursi película de
detectives. Todo lo que necesitábamos era el humo de nuestros cigarrillos
curvándose en su camino al techo, destacando el estribillo de jazz sonando
en el fondo.
—Muy bien. ¿Qué crees que está pasando?
—Escuché una conversación en la escalera el otro día.
Terry se llevó una mano a la boca para ahogar una carcajada.
—¿Sabes qué? Olvídalo —espeté.
—¡No, no! Lo siento. Mira, simplemente no conocía tu segundo empleo
como Nancy Drew en tu tiempo libre.
—¿Cuántas más tienes?
—Bueno, esas son las únicas dos… ¡espera! ¡Jessica Fletcher de Murder,
She Wrote!12
—Ni siquiera sé quién es esa.
—Los niños de estos días —se lamentó Terry, negando con la cabeza.
—Lo que sea. ¿Vas a dejar de burlarte de mí y dejarme continuar?
—Adelante.
Respiré profundo.
—Así que escuché esta conversación…
—¿Puedo preguntar cómo?
—Estaba escondida bajo las escaleras —expliqué.
Terry estalló en carcajadas. Me levanté de mi asiento y agarré la caja de
condimentos.
—¡Oye! ¡Alto ahí! —ordenó Terry, agarrando mi brazo—. Deja de ser
124
malhumorada. Ahora, se me permite reír un poco porque es jodidamente
divertido, ¿de acuerdo? Supérate y vuelve a sentarte.
Golpeé la caja sobre la mesa.
—¡Esa es la cosa, idiota! En realidad no es divertido. ¡Creo que algunos
chicos están violando chicas como parte de un juego enfermizo!
Eso llamó su atención. Me volví a sentar, observando su cara mientras
procesaba la información.
—Muy bien. Bromas aparte, dime lo que escuchaste —dijo Terry.
—Oí a estos chicos hablando sobre un club secreto y cómo este otro chico
quería unirse. Alguien mencionó que la única forma en que podía unirse
era si dormía con una virgen. Hubo una mención de una hoja de
puntuación o algo así.
—¿Esto es todo lo que escuchaste?
—Más o menos.

12Veronica Mars, Nancy Drew y Jessica Fletcher son personajes de series o libros de
detectives.
—¿Y cómo sabes que están violando chicas? Podría ser consensual —
argumentó Terry.
—Conozco a uno de los chicos que está involucrado en este club. Bueno, si
es un club. Sé que él violó a alguien. Creo que los otros también están
haciéndolo. Tal vez no todos, pero sí algunos.
—¿Cómo sabes que este chico violó a alguien?
—Simplemente lo hago —dije.
—Vas a tener que hacerlo mejor que eso si esperas que me involucre en
esto —dijo Terry.
Miré a los ojos castaños de Terry. Era la primera y única vez que alguna
vez lo haría. Tenía que asegurarme de que podía confiar en él. Los busqué,
pero sólo me dijeron que era honesto, siempre me diría la verdad, incluso
si terminaba hiriendo mis sentimientos.
—Él violó a mi mejor amiga —dije—. Ella se suicidó por ello.
Terry estuvo en silencio por unos minutos.
—¿Por qué no fue a la policía? —preguntó finalmente.
—Ella… tenía un poco de historia sexual —dije—. Pensó que nadie le 125
creería.
—Hmmm.
Me froté la frente.
—Nadie sabe de eso excepto por ti.
—¿Ella nunca le dijo a sus padres?
—¿Crees que ese imbécil todavía estaría en la escuela si lo hubiera hecho?
—Entonces, ¿por qué necesitas mi ayuda? —preguntó Terry.
—Quiero que hackees una de sus computadoras. Quiero saber sobre este
club. Quiero averiguar si más de estos chicos están obligando a las chicas
a tener sexo con ellos —dije—. ¿Quién sabe? Puede ser solo Cal, pero este
tipo, Parker, que conocí realmente me da mala vibra. Creo que también es
un depredador.
—¿Crees que van a mantener una lista de las chicas que han violado en
sus computadoras? Ponte seria, Wright —dijo Terry.
—No, pero ellos se envían por correo esas hojas de puntuación. Sólo sé
eso. Tal vez las hojas de puntuación me dirán algo.
Terry negó con la cabeza.
—¿Estás buscando venganza?
—Apuesta a que lo estoy.
Terry respiró profundamente.
—Bueno, necesitaré un poco más de información antes de que rompamos
la ley.

126
Traducido por Bluedelacour
Corregido por francatemartu

O
btener el correo electrónico de Parker Duncan fue fácil. Estaba
justo en su página del Facebook. Una vez que lo envié a Terry, la
verdadera diversión comenzó. Terry explicó sus planes. Le
mandaría un mensaje a Parker y lo haría lucir como un mensaje de Cal.
En el correo estaría una imagen para Parker en el cual deberá hacer clic.
Terry me preguntó qué imagen debería ser, y ofrecí la idea de una chica
desnuda.
—Divertido para mí—había dicho y reí.
Sin el conocimiento de Parker que sería un «Troyano», un tipo de virus
informático, escondido dentro de la imagen. Una vez que Parker haga
clic en la imagen, autorizaría el troyano, permitiendo así acceso ilimitado
a Terry a cada movimiento de Parker: los sitios que visitó, las contraseñas 127
que escribe en sus diversas cuentas en línea, la posibilidad de ver sus
archivos y carpetas. Terry estaba seguro de que tendría noticias para mí al
día siguiente.
Él me llevó a un lado en el trabajo durante la noche.
—Conseguí un montón de basura para ti —dijo.
—¿Sí?
—Ven a mi casa después del trabajo —dijo.
—Estás loco —respondí.
—Cálmate, Wright—dijo—. ¿Quieres saber que he descubierto o no?
Gruñí.
—Bien. Pero si tratas algo conmigo, te destruiré.
—Por favor. Yate olvidé —dijo Terry y reí.
Estaba tan sorprendida cuando entré al departamento de Terry. Asumí
que se vería como la casa de una fraternidad: muebles que no combinan,
con roturas y manchas de cerveza, cajas de alimentos viejos y cajas de
pizza que cubrían las superficies de las mesas, el olor de algo rancio y
amargo. Terry no me parecía que sea el tipo de persona que tenía su
mierda junta. Debería haberlo sabido mejor cuando él me dijo que iba a la
escuela de informática. Debería haber sabido esperar algo limpio, una casa
ordenada. Programadores. Nerds totales.
Sus muebles de cuero marrón combinaban. Había mesas con lámparas en
ellas. Lindas lámparas que combinaban y equilibraban el espacio. La
cocina estaba impecable. Había unos malditos manteles de cocina que
colgaban de las mangas del horno y del lavavajillas. Me eché a reír ante las
revistas desplegadas sobre la mesa de té, que yacía junto a las velas
perfumadas.
—¿Quién eres? —pregunté, caminando por la sala.
—Soy muchas cosas, Wright —dijo.
Puse mis ojos en blanco.
—¿Puedo usar tu baño antes de empezar?
—Al fondo del pasillo a la derecha.
Caminé por el pasillo sin prisa. Estaba más intrigada con las fotos en las
paredes.
128
Se veían como la familia de Terry, y supuse que el niño que tenía la misma
nariz y boca de mi amigo hacker era su hermano. Descubrí en una foto
que Terry surfeó, y pensé que debería tratar algo nuevo: no estereotipar a
la gente al segundo de conocerlos.
Realmente pedí usar el baño para investigar un poco. Quería ver si estaba
tan limpio como en resto de la casa de Terry. Tenía algunos plug-in que
perfumaban el lugar. Era vainilla mezclado con lavanda, creo. Levanté con
cautela el asiento del inodoro, esperando ver las manchas de pis y Dios
sabe qué más, pero estaba limpio. Extraordinariamente limpio. Yo no
podía entender a este hombre. Él era un idiota en el trabajo, rudo y
ruidoso y lleno de malas palabras. Por un lado, pensé que era propietario
de una Harley y salía a los bares en los fines de semana.
—No, voy a los laboratorios en el fin de semana, mocosa —dijo cuando
regresé a la sala y pregunté—. Eres muy joven para ser tan prejuiciosa.
Estaba echado en su sofá, buscando canales en la televisión.
—De hecho, los adolescentes tienen la mente más cerrada. No dejes que
toda nuestra habladuría de la aceptación te engañe —dije.
—Oh, no estoy siendo engañado. He trabajado con suficiente número de
ustedes para saber cómo actúan. Es patético —Terry respondió, llegando a
Comedy Central—. Las más ardientes son las peores. Sigo diciéndole a
Francis que deje de contratar a dieciseisañeras.
—¿A cuántas has hecho llorar?—pregunté, sonriendo.
—Tres.
—¿Te metiste en problemas por ello?
—¿Qué crees?
Reí.
—Eres un idiota.
—No te hice llorar, ¿no? —preguntó.
Sacudí mi cabeza.
—Bien —dijo—. Eso es bueno. Nunca quiero verte llorar, Wright. —Sus
ojos se quedaron pegados a la televisión. No sé por qué lo dijo, pero se
veía que lo decía en serio. Sonó protector, pero no en una forma
romántica. En ese momento pensé que podía tener a un hermano
mayor. Incluso casi le preguntó si quería ser el mío. 129
—Muy bien. Viniste por información, y la he conseguido. ¿Lista para ver?
—Terry preguntó, abriendo su laptop.
Asentí y me dejé caer en un sillón.
—Ven aquí para que puedas ver la pantalla.
Me moví cerca de Terry en el sofá, y sacó un documento.
—Observa la Prueba A. Tu hoja de notas —dijo.
Miré a ello, mi corazón latiendo a prisa con adrenalina por el
descubrimiento de que lo que estaba haciendo estaba mal. Sin embargo,
no me importaba. Pensé que era una situación más grande, así que los
derechos individuales de Parker tenían que ser violados. Oh Dios, pensé. Si
mi conservador padre me escuchara decir las palabras «bien mayor» él me
desconocería.
La hoja de puntuación listaba varios actos sexuales y cómo se puntuó
cada acto. Besar ganaba la menor cantidad de puntos. Mamadas tenían
una puntuación alta. El sexo estaba en la parte superior. Sin embargo, las
puntuaciones se descomponían incluso más que eso en función del tipo de
las chicas. Una mamada de una virgen lograba un número considerable, la
puntuación más grande se otorgaba si ella llegaba al final. Las chicas que
ya se consideraban objetivos promiscuos y fáciles daban puntajes
menores, incluso si tenían relaciones sexuales con el chico. Era confuso al
principio, pero entendí todo con bastante rapidez.
—Encontré esta hoja de puntuación en una carpeta de archivos con la
etiqueta «FSL»—dijo Terry—. No me tomó mucho tiempo para averiguar lo
que quería decir.
—¿Qué significa? —pregunté, quitando mis ojos de la hoja de puntuación.
—Déjame mostrarte primero esto, y serás capaz de darte cuenta —dijo.
Sacó la Prueba B, etiquetada como «Juego 2». Era una hoja de cálculo de
Excel con los nombres de seis chicos en la lista.
Debajo de sus nombres había 4 nombres de chicas listadas. Algunas
chicas ya tenían un número al lado de sus nombres.
Otras no.
—¿Qué rayos?
—Son equipos, ¿ves? —dijo—. Cada uno de estos chicos tiene un equipo
de chicas. Como en Fantasía de Fútbol. 130
—¿Fantasía de Fútbol?—pregunté.
—Jesús, Wright. Sigue el programa. Fantasía de Fútbol —dijo Terry.
Me encogí de hombros, esperando una explicación.
—Dios, eres una chica —dijo—. Fantasía de Fútbol. Juegas contra
personas en una liga. Dibujas nombres para decidir quién va a escoger
primero. Puedes elegir cualquier jugador de fútbol profesional que quieras
para tu equipo, y luego llevar la cuenta de su desempeño en sus juegos.
Tratas de ganar, ¿ves? Al tener la puntuación más alta.
Asentí.
—Parece que juegan cuatro juegos al año. Bueno, de acuerdo a los
antiguos documentos que encontré.
—¿Solo cuatro? —pregunté.
—Bueno, piensa en ello, Brooke. Si ellos trabajan en equipos de cuatro
chicas, ellos tienen que darles tiempo suficiente para tener citas y atraer a
cada uno de ellos.
—Bien. Eso tiene sentido —digo—. ¿Ellos juegan durante el año académico
o el año completo?
—Parece que también lo hacen durante el verano —dijo—. Y me aventuraré
a decir que estas chicas no tienen ni idea de lo que está sucediendo.
—Qué tira de idiotas —dije con demasiada indignación femenina. Podía
actuar para ocultar mi fascinación total y absoluta.
Él sacó otro documento.
—Aquí ellos han ranqueado a cada chica desde el inicio. Tienes cuatro
categorías para la referencia cruzada con el acta. Hay Virgen que da
puntuaciones más altas en todo lo que hace. Una Virgen se clasifica como
cualquier chica que no ha hecho nada, excepto besarse. Una Buena Chica
obtiene las segundas mejores puntuaciones.
—¿Qué define a una Buena Chica?—pregunté.
—Déjame mostrarte la Prueba D —dijo—. Este es un documento que
define las cuatro categorías.
Cada miembro de la liga lo firmó. Supongo que para que no haya
ninguna disputa. Supongo que todos ellos decidieron la categoría en que
cada chica estaría. Muy democrático.
131
—Muy jodido —dije.
Terry sonrió.
—Así que una Buena Chica es aquella que ha hecho algo más que besar.
Ligeras caricias. Nada oral, sin embargo.
—Cielos. —Escaneó el documento buscando por explicaciones de las
últimas dos categorías.
Estaba la categoría Chica Mala para las damas conocidas por haber
participado en todo tipo de actos incluso el coito. Pero ellos no podían
haber tenido sexo con más de una persona. En la categoría Zorra estaban
todas las chicas quienes habían estado con múltiples chicos.
Me reí con desdén, sacudiendo la cabeza.
—Esto es una barbaridad.
—Esto es lo que querías saber —respondió Terry.
Lo ignoré.
—Muéstrame la hoja de cálculo con los equipos de nuevo.
Terry tiró de él, y me di cuenta de letras al lado de cada nombre de las
chicas.
—¿Cómo es posible saber si estas chicas son vírgenes? —pregunté.
—Espiando, supongo.
—¿Quieres decir que otras chicas los ayudan?
—No lo sé. Quizás.
Estaba mortificada. Seguí leyendo la hoja. Las letras al lado de cada
nombre eran V, BC, CM, o Z.
Había una Z listada para el Juego 2. Su nombre era Krista Campbell
—¿Por qué ellos escogerían una zorra si ella no da mucho puntaje?—
pregunté.
—No creo que ellos puedan elegir cualquier chica que quieran. Tienen que
escoger de una lista. Cambian de chicas en cada juego —explicó Terry—.
Ninguna chica juega seguido.
—Ya veo. No quieres que estas chicas se sientan como mujerzuelas —
dije.
—No, solo etiquetadas como tales —respondió Terry.
132
Me senté y vi al techo.
—Así que, ¿qué significa «FSL»?
—Bueno, tienes tu Liga de Fantasía de Fútbol.
—Uh huh.
—Y…
Miré a Terry.
—¿Liga de Fantasía de Sexo?
—Cerca —dijo—. Liga de Fantasía de Zorras.
Solté un bufido.
—¿Así que ahora todas son zorras? ¿Qué pasa con la cosa de las vírgenes?
—Creo que todo el punto es hacerlas zorras—dijo Terry.
—¿Cómo sabes que es la Liga de Fantasía de Zorras?
—Lo vi en un email. No puedo tomar el crédito de averiguarlo solo —dijo—.
Estás programada para el Juego 3.
Casi me cago en mis pantalones.
—¡¿Disculpa?!
—Encontré la lista de chicas para el Juego 3. Eres una de las escogidas.
Mi pulso se aceleró tan rápido que temía que tendría un ataque de pánico.
Cerré los ojos. Los campos, campos, campos. ¿Dónde estaban los malditos
campos?
—¿Mi categoría? —respiré, mis ojos seguían cerrados. Realmente no quería
preguntar, pero tenía que hacerlo. ¿Cómo lo sabrían estos chicos de
cualquier manera? Entonces pensé en Tanner. Oh Dios. ¿Y si Parker le
preguntó a Tanner por mí? ¿Qué pasa si Tanner soltó la lengua acerca de
Finn? Él sabía de Finn. No me preguntes cómo, pero el chico sabía.
—Buena Chica —respondió.
Yo arqueé las cejas y fruncí los labios.
—¿Cómo lo saben?
—Espías, Wright. La pregunta es, ¿lo eres?
—Eso no es de tu incumbencia, Viejo sucio —escupí.
No fue exacto, sin embargo. Una Buena Chica significaba que no había
133
tenido relaciones sexuales, lo que no era preciso, ni un poco.
—¿Cuándo empieza el Juego 3? —pregunté.
—No en muchos meses, pero no te preocupes. Yo te haré saber cuando
hayan redactado sus selecciones —dijo Terry.
Me quedé mirándolo. Debía parecer asustada porque él negó con la cabeza.
—Nada va a pasar —dijo Terry—. Te lo prometo.
Asentí.
—Pero tienes que ser lista con esto, Wright —continuó—. No vayas
poniéndote en una posición comprometedora solo para conseguir mayor
información de este chico Cal. Entiendo por qué quieres atraparlo, pero
debes jugar seguro.
Asentí.
—Quiero decir, sé que ella fue tu mejor amiga y todo…
—Entiendo, Terry.
—Pero esto podría ser realmente una mierda grave. Y creo que sería
mejor…
—¿Terry? Entiendo.
Terry cerró la boca. Mordí la mía por algo que hacer mientras pensaba.
—Déjame ver la hoja de cálculo de nuevo —digo. Lo exploré—. ¿Dónde está
el nombre de Cal? Veo Parker, Mike, Hunter, Tim, y Aaron, ¿pero dónde
está Cal?
Terry miró el documento.
—Él debe estar fuera de esto.
—Sí, pero ¿por qué?

0
Por lo menos no soy una puta. Eso es todo lo que podía pensar mientras
estaba sentada en el sofá viendo a mi padre leer.
—Llegas tarde. ¿El trabajo duro tanto? —preguntó, sin levantar la vista
de su Reader’s Digest.
134
—Esta pareja no se iba —le dije. No había manera de que le dijera a papá
que fui a la casa de un hombre de treinta y seis años de edad, para
descubrir los detalles de una liga de fantasía de zorras.
Él asintió, preocupado.
De repente quise hablar con mi padre. De nada en particular. Realmente
quería que me hiciera reír. Necesitaba una distracción de toda la
información que obtuve.
—¿Cómo fue crecer en el noreste? —le pregunté.
Papá miró por encima de su revista.
—¿En serio?
Asentí.
—Frío.
Incliné mi cabeza hacia él y levanté mis cejas.
—No es muy agradable —dijo.
—Hazlo mejor —le dije.
Papá tomó aire.
—¿Por qué estás interesada en todo esto de repente? ¿No hay un programa
en la televisión que debes ver en este momento?
—Papá, es la medianoche.
—Exactamente. ¿No deberías estar en la cama?
—¿No deberías estar en la cama? Eres la persona más vieja aquí.
—Lindo.
Guiñé un ojo. Él devolvió el guiño. Era lo nuestro. Recordé que lo hacía
desde siempre ya que me enseñó cómo hacerlo desde que tenía cuatro
años. No me di cuenta de lo mucho que echaba de menos cuando vivíamos
separados.
—Solo dime —le dije.
—Muy bien. Vivía en una casa en fila. ¿Sabes lo que es eso?
—¿Esas casas que están unidas entre sí como casas adosadas?
—Sip. El espacio en el norte es difícil de encontrar a menos que tengas
un montón de dinero. La mayoría de las casas están aplastadas juntas.
—Así que no hay patio de atrás —le pregunté. 135
—Um, uno pequeño. Como del tamaño de la sala de estar —respondió
papá.
Miré a mi alrededor.
—Eso es triste.
—Era lo que era.
—¿Por qué no era amigable?
—Estoy seguro de lo que era—dijo—. Solo diferente comparado a Raleigh.
Estaba a punto de comentar cuando oí un golpe ligero sobre la puerta
principal.
—Quédate aquí —ordenó mientras saltó de su silla. Agarró su Colt 45
cargada escondida en el cajón de una mesita. Oí amartillarla.
—Estoy segura que solo…
—Silencio, Brooklyn.
Obedecí. Cada vez que mi padre se ponía así, lo escuchaba. No escuchar
hubiera sido desastroso. He aprendido de experiencias pasadas.
Papá miró por la mirilla y suspiró. Giró para verme.
—¿Conoces a un chico con una patineta?
Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta.
—¡Sí!
—¿Qué demonios? Es medianoche, Brooke.
—En viernes —discutí.
Papá gruñó y volvió a su silla.
—¿En serio, papá? ¿Te vas a sentar ahí cuando abra la puerta?
—¡Por supuesto que lo haré! Con mi pistola aquí en mi regazo, también.
Puse mis ojos en blanco y abrí la puerta.
Ryan estaba en la puerta mirándome. No se me ocurría nada que decir, así
que sólo le devolví la mirada. Finalmente rompió el silencio.
—Lo siento mucho—dijo—. Por aparecer aquí tarde y por lo del otro
día…
—Vamos a hablar afuera —le dije.
—Es medianoche, Brooke —dijo mi padre desde la sala.
136
Oh mi Dios.
—¿Quizás debería conocer a tu amigo antes de que salgas? —dijo.
Tenía un presentimiento, sabía lo que pasaría, pero no tenía opción.
—¿Entrarías por un minuto? —preguntó, y Ryan asintió.
—Él es mi padre, el Sr. Wright —digo.
Vi a mi padre pararse, la pistola clavada en su mano izquierda apuntando
hacia abajo mientras él extendía su mano derecha. Ryan la tomó y la
estrechó con lo que parecía temor mezclado con un intento desesperado de
confianza.
—Un gusto conocerte, hijo —dijo papá—. Ahora, ¿qué rayos estás haciendo
al tocar mi puerta a medianoche? —Vio su reloj de mano después de soltar
la mano de Ryan—. Corrección. Doce y media.
—Realmente lo siento, señor —dijo Ryan—. Completamente inapropiado, lo
sé.
—Lo entendiste. ¿Pensabas que estaba fuera de la ciudad o algo? ¿Acaso
Brooklyn te dijo que viajo por mi trabajo algunas veces? ¿Pensabas verla a
solas en mi casa?
Oh. Mi. Dios.
—¡No señor! —dijo Ryan—. No, no, ¡sabía que estabas aquí! Te vi en la
ventana.
—¿Así que nos estabas espiando ahora? —Papá golpeó la pistola a lado de
su muslo.
—¡No, Sr. Wright! Estaba montando mi patineta por la calle…
—¿A las 12:30 de la noche? ¿Eres algún tipo de matón? ¿Quiénes son tus
padres?
—¡PAPÁ!—lloré.
Mi padre se volvió hacia mí. Había un toque de humor en sus ojos y en sus
labios. Dudaba que Ryan pudiera verlo, pero yo podía porque conocía a mi
papá. Y quería estrangularlo.
Papá volvió su atención de nuevo a Ryan.
—¿Cuáles son tus intenciones con mi hija?
Puse los ojos en blanco.
—¿Hablar con ella afuera por unos minutos? —ofreció Ryan. 137
—En el frente. Dejas ese lugar y yo iré a encontrarte. ¿Entiendes lo que
quiero decir Ryan? —Papá volvió a sentarse en su sillón y apoyó la pistola
en su regazo.
—Sí, señor.
Me olvidé completamente de sentirme incómoda cerca de Ryan después de
nuestros besos. Tomé su mano como si fuéramos viejos amigos y lo llevé
afuera, casi cerrando la puerta por la frustración y la humillación total.
—Oh Dios mío —le dije—. Estoy mortificada. Lo siento mucho. Mi papá es
tan…
El rostro de Ryan estalló en una amplia sonrisa.
—¿Qué?—le pregunté.
—Tu papá es impresionante —dijo.
Estaba completamente confundida. ¿Impresionante? Mi padre era un loco
y sinvergüenza.
No sabía qué decir.
—Así es como se supone que un padre debe cuidar de su hija—dijo
después de un momento—. Espero cuidar de mi hija de esa manera.
No lo entendí. No entendía a Ryan. Pero era tan sexy como yo lo recordaba
en la escuela el día de hoy, y ahora estaba de pie frente a mi puerta,
aparentemente queriendo arreglar las cosas entre nosotros.
—Lo siento —le dije—. Por todo. No era mi intención hacerte sentir
vergüenza por estar tanto tiempo sin hacer las paces. Como si fuese una
gran maldita cosa hacerlo.
—Es una gran maldita cosa —dijo—. Con la persona adecuada.
Arrastré mis pies.
—Bueno, lo sé. Pero no me refiero a actuar tan conmocionada al respecto.
Es sólo que eres tan lindo. —Me sonrojé, pero era de noche, así que sabía
que no iba a ver. De hecho, fue fácil para mí ser honesta con él aquí en el
porche tan tarde por la noche porque estaba oscuro. Al igual que un
confesionario.
Podría liberar todo en mi corazón, pensé, y no estar avergonzada.
—Bueno, no sé nada de lo lindo, pero hay razones por las que me he
abstenido, si lo hicieras.
138
Dios, me encantaba oírle hablar. ¿Qué tipo dice: Si lo hicieras? Sonaba tan
inteligente, y yo quería saltar sobre él. Y aquí vamos de nuevo. ¿No había
fin a mi deseo sexual fuera de control por este tipo? ¿Hola, Brooklyn? Tu
padre está adentro.
—Lo siento he actuado como un idiota —dijo Ryan—. No debería haber
hecho eso. Yo ni siquiera tengo ningún lugar a donde ir. Estaba
avergonzado. Pensé que te besé de mala forma. —Él bajó la cabeza.
—¿Me estás tomando el pelo? —le pregunté—. Casi me vengo.
Soy la mayor idiota del planeta. ¿Por qué dije eso?
—Quiero decir, yo casi no me vengo. Yo… Yo no sé por qué dije eso. Oh,
Dios mío. Estoy tan avergonzada. Yo no soy así. Nunca me he venido en mi
vida. Quiero decir, soy una buena chica.—No tenía idea de qué estaba
parloteando—. Creo que eres un tipo muy especial.
Brooke, gira y vuelve dentro.
—Sólo quería decir que fue muy agradable —terminé sin convicción.
—¿Nunca te has venido antes en tu vida? —preguntó Ryan en voz baja—.
Es una lástima.
El calor se apoderó de mí en una ola furiosa. Fue la vergüenza y la lujuria
y el vértigo derrumbándome de repente. Yo quería ahogarme en ello.
—Bueno, no lo sé —le dije tan suavemente. Ni siquiera sabía lo que eso
significaba. Por supuesto que había tenido orgasmos en el pasado, pero me
di cuenta de que ninguno de ellos contaba porque no estaba con Ryan. Y
entonces me acordé de que mi padre estaba en el interior, y estábamos
hablando de orgasmos.
—Creo que es tarde —le dije—. Y creo que estoy cansada de hoy. Escuela.
Trabajar. —Espía del equipo de natación.
Ryan asintió.
—¿Puedo verte el mañana?
—¿Quieres decir el día de hoy? —le pregunté.
Ryan asintió con paciencia.
—Tengo que trabajar en el turno del almuerzo en el restaurante—le dije.
—¿Podría venir para el almuerzo? 139
Sonreí.
—Sí.
—Muy bien entonces, Brooklyn —dijo Ryan, y me gustó. No me gustaba
cuando Cal me llamaba «Brooklyn» porque lo hacía para mantener una
cierta distancia. Y para ser un imbécil. Pero Ryan no estaba tratando de
mantenerme a distancia en absoluto. Dijo mi primer nombre completo, y al
instante me atrajo hacia él.
—Nos vemos—dije, mirándolo caminar en la oscuridad de la mañana.
Traducido por Vettina
Corregido por maggiih

N
o tenía responsabilidad de arreglarme para Ryan. Se suponía que
debía estar enfocada en Cal, pero de alguna manera él se convirtió
en solo un chico al fondo, fuera de foco y sin importancia en mi
vida. Pensé escuchar a Beth gritar desde algún lugar lejano,
preguntándome que infiernos estaba haciendo, pero la ignoré. No podía
controlar mi vida. Llegaría a Cal cuando lo hiciera. Ella tenía que entender
eso.
Me estudié a mí misma en el espejo de cuerpo entero. Nunca había lucido
más bonita para trabajar. Pensé que me veía como una muñeca Barbie,
mi pelo atado en una cola de caballo alta, mechones rizados y cayendo
en coquetas ondas desde la banda elástica. Aumenté el factor ojo con
pesada mascara para pestañas. Quería ir por una apariencia de Edie 140
Sedwick, todo al glamur de los 60’s. Incluso planché mi uniforme, un
típico uniforme de mesera de restaurante. Vestido azul que llegaba justo
arriba de mis rodillas. Me puse mis Keds y tomé mi mandil.
Planeaba impresionarlo.
Ryan se presentó a la una. Asumí que era para evitar las prisas del
almuerzo, pero vino en medio de él. La anfitriona trató de sentarlo en el
bar. Estaba solo, después de todo, y ella no quería desperdiciar una mesa
en él. Normalmente nosotras las meseras apreciábamos esto. Grupo más
grande significaba una cuenta más grande lo que con suerte significaría
una gran propina. No siempre funcionaba de esa manera. Había los típicos
clientes tacaños siempre buscando encontrar algo mal con el servicio o
comida, de este modo justificando una pobre propina o sin propina en
absoluto.
Especialmente amaba a los que me llevaban a la muerte y luego me
estiraban. Normalmente me hacían ir a la cocina al menos diez veces a lo
largo del curso de sus comidas necesitando rellenar sus bebidas cuando
estaban tres cuartos lleno. Necesitando salsas cuando sus comidas no
venían con ellas. Necesitando una ensalada fresca porque habían
encontrado una hoja de lechuga marchita. Y si no estaba merodeándolos,
se quejaban de ser olvidados, y entonces sin duda “olvidaban” dejar una
propina.
—Tengo una mesa abierta —le dije a Kimberly, observando a Ryan
merodeando por el área del bar—. Solo ponlo conmigo.
—Pero la tuya es de cuatro lugares —discutió ella.
—No importa —dije.
—Sí importa. Tengo que sentar a una familia contigo. Ellos no pueden
sentarse en el bar.
—Kimberly —dije pacientemente—. Siéntalo conmigo. Ahora.
—Como sea. Es tu propina —dijo, y llevó a Ryan a mi mesa.
Me acerqué después de contar veinte. No quería parecer demasiado
emocionada.
—Hola —dije. Me sentí brillante y burbujeante y en la cima del mundo.
—Hola.
Coloqué mi mano en mi cadera y la hice destacar.
—¿Vienes aquí seguido? —No pude resistirme. 141
—Una vez. La mesera era linda, pero no tiene nada contra ti —dijo Ryan.
Jodidamente que no la tiene. Me volví Edie Sedwick por ti, amigo.
—Dios, te ves hermosa —dijo él.
Oh, esas palpitaciones. Quería sentir esas palpitaciones de nuevo.
—Estoy en un uniforme feo —dije, mirando abajo a mi vestimenta. Alisé mi
mandil en mi estómago.
—Nada feo en absoluto. Más como sexy.
Me sonrojé, y esta vez él lo vio. No pude ocultarlo bajo el brillo de las luces
del restaurante.
—¿Tienes hambre? —pregunté, y saqué mi bloc de notas para órdenes.
—¿Qué recomendarías?
—¿Honestamente? Solo he comido el sándwich de pavo. Está bien —
confesé.
—¿No puedes comer gratis? —preguntó Ryan.
—¿Estas bromeando? Un poco de descuento, seguro, pero nada gratis —
dije—. Y de cualquier forma, estoy tan cansada después del trabajo, que
no quiero quedarme alrededor y comer. Quiero ir a casa.
—Puedo entender eso —dijo él. Miró el menú—. Bueno, supongo que
probaré este sándwich de bistec.
—Un hombre que come carne —dije—. Me gusta.
—Carne masculina, ¿eh? —preguntó riéndose.
—Seguro. ¿No sabías que el bistec es la carne más masculina?
—Tomo nota de ello —dijo Ryan.
Asentí.
—¿Y para beber?
—Una Coca-Cola Cherry —dijo.
—Ahora eso es un poco femenino, pero lo dejaré pasar.
—Bueno, la ordené para ti —dijo Ryan—. Ves, pensé que podrías traerla
junto con dos pajillas. Podrías sentarte frente a mí, y podríamos beberla
juntos. 142
Estaba decidido. Iba a dejar que Ryan Foster me lo hiciera. No tenía idea
de cuándo pasaría, pero era inevitable. Si continuaba siendo así de lindo,
era inevitable.
—No puedo tomar descansos para Coca-Cola Cherry en medio de mi turno
—dije.
—Que mal —respondió Ryan—. Solo dame una Coca regular entonces.
Asentí y me alejé, captando un vistazo de cuatro chicos entrando. Cal.
Parker. Alguien. Y otro alguien.
Suspiré profundamente. La vida era injusta a veces. ¿Por qué no podía
coquetear con Ryan en público sin ser interrumpida? Y entonces me di
cuenta que una mesa en mi sección justo se había desocupado. Y era de
cuatro clientes. No, no, no. Y observé sin poder hacer algo mientras
Kimberly guiaba a los cuatro chicos a mi sección, sentándolos en la mesa
a unos metros de Ryan.
Podía sentir el sudor instantáneo saliendo debajo de mis brazos. No era
tanto Cal quien me ponía nerviosa, aunque debería. Parker era realmente
la persona quien me ponía incomoda. No le gustaba; eso era evidente. Y no
sabía que tenía él planeado hacer acerca de eso. Una parte de mí pensaba
que no tenía planes en absoluto, pero no me parecía esa clase de chico. Me
parecía como el chico calculador, vengativo quien siempre se vengaba de
sus enemigos. Involuntariamente me había convertido en un enemigo
cuando choqué con él en el pasillo. Él sabía que había escuchado su
conversación en la escalera. Estaba convencida de eso. Y entonces aterricé
justo en lo más alto de su lista de personas a eliminar cuando alejé a
Gretchen de sus codiciosas garras en la fiesta de Tanner.
Mientras servía la Coca de Ryan, a escondidas observé a los cuatro chicos,
sintiendo mi ira elevarse, esa honesta ira que no había sentido en
semanas. Creo que escuché a Beth suspirar de alivio. Tomé un respiro
profundo, tratando de controlar mis nervios, antes de llevar a Ryan su
Coca.
El comportamiento de Ryan cambió completamente. No estaba
abiertamente coqueteando, evitando mi mirada había dicho “gracias”
cuando coloqué su Coca frente a él. Estaba bien con eso. No quería que
Cal nos viera coquetear de cualquier manera. Era tonto de mi parte:
perseguir a un chico que estaba fuera de los límites. Contemplé la idea
de ser amiga secreta de Ryan, y luego me regañé por ser tan superficial y
egoísta. No quería que fuéramos amigos secretos, pero arruinaría todo.
¿Podría Beth perdonarme si elegía seguir adelante en lugar de vengarme?
143
Reacia caminé hacia los cuatro chicos.
—Hola chicos —dije.
—Hola Brooke —dijo Cal. Lucía feliz. Creo que porque tenía que servirle.
Los otros chicos murmuraron “hola”.
—¿Decidieron? —pregunté, alistando mi bolígrafo.
—¿Tienes que escribir nuestras ordenes? —preguntó Parker—. ¿No puedes
solo recordarlas? No es difícil. Solo somos cuatro.
Consideré cuál sería la respuesta apropiada, pero no había una. Así que
solo repetí mi pregunta.
—¿Decidieron?
Parker resopló y pidió agua Evian.
—No tenemos agua Evian —dije—. Tenemos agua del grifo.
—Pepsi entonces —dijo él.
—Nop. Coca aquí —contesté.
—Estamos en Carolina del Norte. Un estado de Pepsi —argumentó.
—Hay un Bojangles por el camino.
Parker me llamó una perra con sus ojos, pero me mantuve estoica,
rehusándome a darle la reacción que quería. Me pregunté por qué Cal no
estaba diciendo algo. Era obvia, la abierta hostilidad entre Parker y yo.
Sentí como si este almuerzo fuera una gran prueba. No estaba segura qué
estaba pasando, y más alarmante, no sabía por qué me importaba.
—Lo que sea. Dame un Sprite —dijo Parker—. Y este sándwich de pavo.
—Lo tienes. —Imbécil.
—¿Y para ustedes chicos?
—Lo mismo que Parker —uno de ellos dijo. Parasito. Cuán patético.
—Coca y una hamburguesa —dijo el otro.
—¿Cómo te gustaría cocida? —pregunté.
—Uh, como sea —respondió.
No había nada más molesto e interactivo que un chico sin confianza.
¿Quién no sabe cómo le gusta que su hamburguesa esté cocida? Ten un
poco de valor.
144
—¿Media está bien? ¿Ligeramente rosa en el centro? —pregunté.
—Asqueroso.
—Bueno. ¿Bien cocida entonces? —pregunté. Hice una nota mental de
decirle a Terry que la cocinara hasta que fuera goma.
—Sí.
—¿Y para ti? —pregunté, girándome hacia Cal.
—Salva lo mejor para el final —dijo, tirando del dobladillo de mi vestido.
Casi vomité en mi boca, pero forcé una sonrisa en su lugar. Recuerda
Brooke. Juguetona. Dulce. Buena chica.
—Exactamente —dije, nunca quitando mis ojos de Cal.
—Quiero una hamburguesa, medio cocida —dijo mirando a su amigo con
desprecio—. Y una Coca.
—Suena bien —dije, colocando mi bolígrafo sin usar detrás de mi oreja.
Caminé dentro de la cocina para usar la computadora. No quería usar la
que estaba en el piso. Necesitaba alejarme de esos chicos, separarme por
una puerta, y una por la que no tenían permitido pasar.
Parada en la computadora presionando y golpeando, murmurando por lo
bajo.
—¡Wright! ¡Tómalo despacio con esa pantalla! ¿Quieres romperla? —gritó
Terry detrás de la parrilla.
—Déjame sola —dije bruscamente.
—No te enojes conmigo o tus clientes estarán esperando un laaargo tiempo
por su comida —dijo Terry.
Dios, odiaba trabajar en un restaurante. Los camareros estaban a la
merced de todos: los anfitriones que decidían qué clientes eran sentados
en sus secciones. Los clientes mismos que culpaban todo al camarero
incluso si esas cosas estaban fuera del control de los camareros. El equipo
de la cocina que decidía cuán rápido y cuán bien las comidas eran
preparadas.
Pisoteé hacia Terry.
—Asegúrate de que cocines el infierno de mi hamburguesa bien cocinada
145
—dije.
—¿Problema? —preguntó Terry.
—Es solo un poco lame botas —dije.
Terry se rió.
—¿Lame botas?
—Sí. Tú sabes. Lame botas. Parte del grupo pero no el líder. Nunca podría
ser el líder porque es una pequeña perra —expliqué—. Lame botas.
—Entendido.
—Y escupe en la comida de todos los demás —dije.
—Haré lo mejor que pueda —respondió Terry—. Tu sándwich de bistec
está listo.
Tomé el almuerzo de Ryan junto con las bebidas de los chicos, y me dirigí
fuera por la puerta de la cocina.
Entregué las bebidas primero. No dije nada mientras los chicos charlaban,
ignorándome. El recuerdo del Juego 3 saltó en mi cabeza. Estaba en la
lista. ¿Quién me elegiría?
Terry y yo habíamos encontrado otro documento de elecciones de Juego 2.
Había más chicas listadas que las que lograban entrar. Suponía que a los
chicos les gustaba tener sus opciones abiertas. Pensé cuán afortunadas
eran esas chicas que no eran elegidas. ¿Las que sí lo eran? Bueno, decidí
que tenía que hablar con algunas de ellas.
—¿Cómo se ve? —pregunté a Ryan, colocando su sándwich frente a él.
—Bien —respondió—. Gracias. —Me miró entonces, y sonrió.
Bueno, esto era completamente diferente de hace unos minutos. Hace
unos minutos actuó como si fuera una completa extraña. ¿Por qué el
cambio?
No pude evitarlo. Tenía que girarme. Atrapé un vistazo de Cal fulminando
con la mirada a Ryan. ¿Por qué la hostilidad? ¿Por qué estaba Cal tan
fuera de sí por llegar a este chico? Ryan nunca hablaba con nadie en la
escuela. Era callado. Se mantenía fuera del camino. ¿Cuál era el gran
asunto? 146
Me giré hacia Ryan. Él estaba mirando a Cal. Y entonces sus labios se
curvaron en una astuta sonrisa como si estuviera pasando un mensaje
secreto a un enemigo mortal. Decía, “Adelante e intenta mantenerme
alejado de ella, hijo de puta. No voy a ningún lugar”. Y ahí pensé que Cal
tenía a Ryan bajo su pulgar. Tal vez en el pasado, pero se veía como que
Ryan estaba decidiendo pelar. Sentí un cálido liquido exudando a través de
mis brazos y piernas al darme cuenta que él estaba eligiendo pelear por
mí.
Me incliné y susurré en el oído de Ryan.
—¿Quieres kétchup con tus papas fritas?
Escuché un ruido sordo profundo en su garganta.
—No.
—¿Te gustaría algo más? —pregunté, los labios casi pegados a su oreja.
—Si —dijo él, y entendí perfectamente.
Me levanté, y Ryan atrapó mi brazo.
—¿Brooke?
—¿Hmm?
—¿Me harías un favor?
—Seguro.
—No estés alrededor de él —dijo Ryan.
Me tensé inmediatamente.
—¿Estar alrededor de quién?
—Cal. Esos chicos. No salgas con ellos. Son problema —explicó Ryan.
—¿Cómo lo sabes? —Sentí el rápido aumento de mi pulso. ¿Qué sabia
Ryan sobre Cal?
—He ido a la escuela con él desde el noveno grado, Brooke —dijo Ryan—.
Sé que es un imbécil. Un matón.
Asentí.
—Por favor solo escúchame cuando digo que necesitas mantenerte
alejada de él. Quiero decir, sé que los dos trabajan en cosas del anuario
juntos. Sé que no puedes evitarlo completamente. Pero por favor
mantente alejada de él tanto como puedas —dijo él. 147
—¿Sabes algo de él que no me estás diciendo? —pregunté.
Ryan hizo una pausa por el segundo más breve y luego sacudió su cabeza.
—Estoy celoso por ti.
Mi corazón dio un vuelco y se asentó en un ritmo irregular. Le supliqué
silenciosamente que dijera esas palabras de nuevo, y leyó mi mente.
—Estoy celoso por ti, y él es un idiota.
—Está bien —respondí, sonreí.
Cuando traje a los chicos su almuerzo, me aseguré de servirles en mi
mejor personificación de estoy-siendo-una-mesera-y-trabajando-en-un-
restaurante. Todos parecían satisfechos excepto Cal, quien estaba furioso
por el desafío de Ryan. Decidí soplar la llama. ¿Qué tanto me quería Cal?
—¿Cal, está todo bien? —le pregunté. Era muy dulce y desagradable, todo
en uno.
Cal asintió.
—¿Qué haces esta noche?
Eso me atrapó con la guardia baja.
—Bueno, yo... um...
—¿Quieres ir al cine? —preguntó Cal.
Está bien. Sí, pensaba que a Cal le gustaba un poco. Creo que me veía
como una gran conquista que sería más difícil que otras, y le gustaba el
desafío. No era aduladora como la mayoría de las chicas. Creo que lo veía
como parte de mi encanto. No era estrategia de mi parte. A decir verdad,
no dejaba de distraerme. Y eso era sobre todo por culpa de Ryan. Pensaba
que debería hacer que mi padre me hiciera hacer la prueba de ADD13
aunque sabía que él no creía que esos trastornos existieran. Este tipo era
ridículo, sin embargo. Al segundo que temía competencia, estaba listo para
salir conmigo.
—Tengo planes en realidad —le dije. No, no estaba perdiendo una
oportunidad de oro. Estaba tomando otra en su lugar. No dejaría pasar la
oportunidad de pasar una noche con Ryan. Y sabía que si Cal sospechaba
que Ryan y yo teníamos planes, se pondría furioso. ¿Estaba usando a
Ryan? Por supuesto que no, pero no podía negar la ventaja que nuestra
cita me daría sobre Cal. Pensé en ese loco momento que podría tener a
ambos chicos: Ryan, con el que me veía realmente enamorada y Cal, el
que me usaría y luego lamentaría. 148
—¿Qué planes? —preguntó Cal, mirando a Ryan.
—Sólo planes —dije—. Pero tal vez el próximo fin de semana.
Cal gruñó.
Parker intervino.
—Bueno, todo parece estar bien. —Su tono contenía una nota de
confusión mezclada con sorpresa, como si esperara que me equivocara con
las órdenes. Sonreí dulcemente.
—Y ni siquiera tuve que escribirlas —le dije, y luego volví la espalda hacia
ellos y me alejé.

0
—Me siento superficial —admití, sin mirarlo. Estaba sentada en la cama
de Ryan esa tarde después del trabajo.
—¿Por qué?

13ADD: En inglés, Attention Deficit Disorder. En español, Trastorno de déficit de la


atención.
—Porque estoy tan atraída por ti y realmente no sé nada de ti. ¿Es sólo tu
apariencia? —pregunté.
—¿Lo es?
Negué con la cabeza.
—No, no lo creo. Creo que hay mucho más, pero que no me lo estás
diciendo.
Ryan se frotó la mandíbula.
—Soy un Gran Hermano —ofreció después de un momento.
—Ya lo sé. He conocido a Kaylen.
—No. —Se rió—. Del Club de Chicos y Chicas.
—Ohhh. ¿Toman gente tan joven? —pregunté.
—Bueno, por lo general no, pero fui bastante insistente. Eso, y tiré de
algunos hilos.
—¿Por qué? —pregunté.
Sacudió la cabeza y sonrió.
—Porque estoy tratando de ser una mejor persona, Brooke.
149
Yo también. Casi lo dije en voz alta, pero no quería que me preguntara
cómo ni por qué estaba tratando de ser mejor.
—¿Qué? ¿Tienes pecados que expiar? —pregunté a la ligera.
—¿No los tiene todo el mundo?
—La mayoría de la gente simplemente reza —le dije—. No toma tanto
esfuerzo como el trabajo voluntario.
Ryan se rió de mi irreverencia.
—Orar sólo llega hasta cierto punto, creo yo. —Reí entre dientes.
—Así que háblame de tu hermano pequeño —le dije y di unas palmaditas
en la cama, invitándolo a unirse a mí.
—Su nombre es Chester —contestó Ryan sentándose.
—Bueno, eso no es un nombre —le dije.
Ryan se echó a reír.
—Bueno, para este chico lo es.
Asentí, esperando que continuara.
—Había sido considerado el típico hijo, basura blanca. Diez años de edad.
Vida familiar regular. Le enseñé y lo llevé a comer pizza. Le encanta la
pizza. Quiere unirse a los Marines cuando crezca, y le pregunté por qué los
Marines, y no otra rama de las fuerzas armadas.
—¿Y?
—Su padre era un Marine —dijo Ryan—. Murió hace unos años.
—Oh.
—Es un buen chico. Me llevo bien con él, sin embargo, hasta cuando
descubrí que se metió en una pelea en la escuela. —Suena como si
realmente te gustara hacer esto —le dije.
—Me gusta. Es decir, puede ser agotador, a veces no quiero pasar el rato,
pero estoy tan contento cuando lo hago porque parece realmente feliz de
verme. Su actividad favorita es jugar al fútbol. Quiere jugar en la escuela
secundaria —dijo Ryan.
—¿Tú juegas al fútbol?
—Solía. Me rompí la pierna muy mal el año pasado, así que lo dejé. Los
médicos dijeron que estaba bien para jugar, pero no quería arriesgarme
a dañarla más.
150
—¿No te fías de los médicos?
—No confío en nadie, en realidad —dijo.
—¿Confías en mí? —le pregunté.
—No te conozco —dijo.
—Lo sé. —Mi rostro se ensombreció, y pensé que era una reacción
estúpida. Por supuesto que no me conocía. ¿Esperaba que confiara en una
persona que no conocía?
Sí.
—Pero sí. Lo hago. No sé por qué, pero confío en ti —dijo Ryan.
Mi rostro se iluminó. Podía sentirlo, y de repente no quería hablar más. No
creía que Ryan tampoco quisiera. Quería sentir su boca en la mía, y quería
que me besara durante todo el tiempo que quisiera.
Envolví mis brazos alrededor de sus hombros y enterré mi cara en su
cuello. Fue inesperado. Tuve toda la intención de ir a los labios, pero un
repentino impulso de abrazarlo dominó mi deseo de un beso.
Aspiré su olor, era profundo olor masculino de jabón mezclado con... algo.
Su esencia, tal vez. Lo respiré como el oxígeno, una leve dulzura que me
daba ganas de lamerlo. Eso me impactó. Quería lamer su cuello. No pude
evitarlo. Deslicé mi lengua fuera muy ligeramente, sólo la punta, y lo
probé.
Me eché hacia atrás y lo miré, avergonzada.
—No sé por qué hice eso.
—¿Hacer qué? —preguntó—. ¿Abrazarme?
—No, lo otro.
—¿Qué otro?
Estaba confundida.
—¿No lo sentiste?
—¿Sentir qué?
—Nada —le dije rápidamente.
—Oh, no, no lo hagas —dijo Ryan—. ¿De qué estás hablando?
Me sonrojé y miré a mi regazo. 151
—Como que te lamí el cuello.
—¿Como que me lamiste el cuello? —preguntó Ryan, sonriendo.
—¿Eso me hace rara? —le dije.
—No, en absoluto. —Y se inclinó, enterrando su cara en mi cuello, y pasó
la lengua lentamente todo el camino desde la base hasta justo detrás de mi
oreja.
Chillé.
—¿Chillido bueno o chillido malo? —preguntó, con la boca apretada contra
mi oído.
—Chillido bueno. —Ni siquiera sé cómo logré sacar las palabras. Estaba
sin aliento por la sorpresa.
Ryan se apartó y me miró.
—Creo que necesitamos…
¡Cualquier cosa!, grité por dentro. ¡Haré cualquier cosa que quieras!
—… jugar algunos juegos de video —dijo.
¿Perdón?
Mi cara debe haberlo dicho todo porque Ryan se echó a reír.
—No eres jugadora —preguntó.
—Ni siquiera sé cómo sostener el control —le contesté. ¡Sólo bésame!
—Te voy a enseñar —se ofreció, y se levantó de la cama para encender su
TV y Playstation.
No sabía lo que estaba haciendo. Sentí la energía sexual que lo recorría
cuando su lengua hizo contacto con mi cuello. No estoy segura de por qué
estaba tratando de luchar contra ello, si eso es lo que estaba haciendo.
¿Qué tenía de malo besarse, de todos modos? Nosotros ya lo habíamos
hecho.
—Ven aquí —dijo Ryan, y me escabullí de la cama sin ganas de sentarme a
su lado en el suelo—. No, no allí. Aquí —dijo, señalando el espacio entre
sus piernas.
Oh, eso es lo que estaba haciendo.
Me acurruqué entre sus piernas, apoyada en su pecho mientras él se
inclinaba contra las patas de su cama. Me dio el control, luego colocó sus 152
manos sobre las mías, así que estaba atrapada en lo que más tarde le
había dicho a Gretchen que era el Abrazo de los Jugadores. Me guió a
través de cada botón y sobre cómo y cuándo usarlos. Luego me preguntó si
estaba interesada en matar algunos chicos malos.
—Tengo la sensación de que voy a ser realmente mala en esto —dije,
sintiendo el aumento de los latidos de mi corazón. Era ridículo, pero
estaba nerviosa, y no porque estaba sentada en una posición tan íntima
con Ryan. Estaba asustada del maldito juego.
—Lo harás muy bien —dijo, y apretó la X en el control. El juego comenzó, y
chillé.
—Te gusta chillar —observó Ryan, viéndome morir en los primeros
segundos.
—¿Qué es este juego?
—Oh, Brooke. Eres una niña —dijo Ryan, y al instante pensé en Terry
diciendo esas mismas palabras cuando me describió Fantasy Football. Me
retorcí—. Se trata de Call of Duty. Un juego malditamente increíble.
—Da miedo —le dije—. No creo que…
—Lo estás haciendo muy bien —me tranquilizó Ryan.
No pensaba que lo estaba haciendo “muy bien” en absoluto. Creo que
apestaba. En grande. ¿Cómo podría un pintor no tener coordinación entre
su mano y la vista? Creo que en un momento hice que mi hombre
caminara sobre el techo.
Me reí cuando morí de nuevo. Pero tenía que admitir que me estaba
empezando a enganchar. Ni siquiera me tomó mucho tiempo. Sí, todavía
tenía miedo de los malos. No me gustaba doblar las esquinas, pero cada
vez que me moría, estaba decidida a intentarlo de nuevo. Y empezaba a
llevarme mejor con el control. De repente se convirtió en una extensión de
mis manos, al igual que mi pincel.
—¡Así es, perra! —grité cuando maté a mi primer enemigo.
Ryan se echó a reír. No me había dado cuenta de sus manos en la parte
superior de mis muslos cuando empezamos, pero definitivamente las había
notado cuando me abrieron las piernas ligeramente. ¿Mencioné que
todavía estaba vestida con mi uniforme de trabajo?
Dejé el control de inmediato, y morí en dos segundos.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Ryan en mi cuello. Dejó caer pequeños 153
besos dulces por toda mi piel de gallina.
—No me puedo concentrar —suspiré, cerrando los ojos.
Apartó su boca, y quería gritarle que me besara de nuevo.
—Recoge el control, Brooke —dijo—. Y juega tu juego. —Mientras tanto,
voy a jugar el mío, es lo que estoy segura de haber oído debajo de sus
palabras.
Hice lo que me dijo, pero mi corazón no estaba en ello. No me importaba
matar a los malos cuando sentía que las manos de Ryan se deslizaban a lo
largo de mis muslos, empujando mi vestido alrededor de mis caderas.
Sabía que podía ver mis bragas, pero por alguna razón no creí que debía
decirlo. Pensé que tenía sólo una tarea que me había dado, y era que
siguiera jugando mi juego.
Inspiré bruscamente cuando sentí sus dedos serpenteando alrededor de mi
muslo derecho y entre mis piernas. Los pasó suavemente sobre mi ropa
interior, todo el tiempo mirando la pantalla del televisor. Sabía que él
estaba viendo porque me dio algunos consejos y algunas advertencias de
enemigos ocultos en lugares oscuros.
Cuando deslizó sus dedos bajo la tela de mi ropa interior, morí. Fusilada
por una lluvia de disparos. Mi jugador no tuvo oportunidad.
—Inténtalo de nuevo —susurró Ryan en mi oído. Me acarició con suavidad,
evitando deslizar su dedo dentro de mí.
—No quiero —me quejé en voz baja.
—Brooklyn, inténtalo de nuevo —ordenó, y pulsó la X en el control.
Traté de concentrarme. Pensaba que eso era lo que él quería que hiciera,
para ver cuánto tiempo podría seguir antes de perderme por completo por
su contacto. Estábamos jugando dos partidos, compitiendo el uno contra
el otro, y yo sabía que iba a perder.
Grité cuando deslizó un dedo dentro de mí, duré sólo cinco segundos más
hasta que fui volada en pedazos.
—Soy realmente mala en esto —dije. No reconocí mi voz. Era profunda y
sensual.
—No, no lo eres —susurró Ryan, acariciándome profundamente hasta
que me quejé y mi cabeza cayó hacia atrás sobre su hombro—. No,
Brooklyn. Levanta el control y vuelve a intentarlo.
154
—¡Ryan! —Estaba más que frustrada y grité esa frustración cuando él
apartó la mano.
—Juega tu juego, Brooklyn —insistió, moviéndose detrás de mí. Sólo
entonces me di cuenta de su erección. Me estremecí con anticipación.
De mala gana comencé otro partido, y casi de inmediato, la mano de Ryan
estaba entre mis piernas una vez más, tocando, explorando, probando. Me
dolía la liberación, y él lo sabía. Cuanto más tiempo jugaba con mi cuerpo,
peor me volvía en el estúpido video juego. Sentí el placer arremolinándose
en torno al interior de mis muslos y mi estómago. Sabía que estaba
viniendo. Pero también sabía que iba a flotar en el borde de mi orgasmo
indefinidamente si no me concentraba en el toque de Ryan. Mi cerebro no
podía permanecer dividido en dos, entre su mano y mi juego.
La explosión estaba casi allí, así que me concentré en lo que estaba
pasando entre las piernas en lugar de la pantalla del televisor. Cuando por
fin me soltó, grité algo entre placer y dolor, con mi dedo presionado
fuertemente el botón que hizo mi chico lanzara incesantes disparos hasta
que su munición se acabó y se rindió al enemigo.
Me recosté contra el pecho de Ryan, con mi cabeza pesada sobre su
hombro. Estaba sudando y temblando por las consecuencias. Nunca me
había corrido así. No sabía qué decir. No estaba segura de cómo soné
cuando me llevó al límite, y de repente me sentí cohibida.
—Eres lo más hermoso que he visto en mi vida —dijo Ryan. Se llevó sus
dedos a la boca y mientras que no podía verlo, supe que me estaba
probando. Mi autoconciencia se multiplicó por diez. ¿Le gustaba?
—Estoy avergonzada —admití.
—¿Por qué?
—Porque creo que soné como una loca —le dije.
—No. No loca. Perfecta. —Plantó un suave beso en mi mejilla—. Y sabes
deliciosa, por cierto. Exquisita, realmente.
Y así, mi autoconciencia desapareció. Me senté y me di la vuelta, tirando
de las piernas en alto debajo de mí.
—¿Exquisita, dices?
Ryan, sus ojos azules estaban sumisos y vidriosos. Satisfechos.
—Creo que me gusta jugar juegos de video —le dije. 155
—Oh, lo haces, ¿eh? —preguntó.
Asentí, mirando hacia abajo a su regazo y luego de vuelta a su cara.
—Creo que deberías jugar la próxima ronda —sugerí. Mis manos fueron a
la hebilla de su cinturón.
Negó con la cabeza. Fruncí mis cejas, confundida.
—Tú eres nueva en los juegos de video, Brooke —dijo Ryan—. Vayamos
poco a poco.
Pensé por un momento.
—Sí, ¿pero la práctica no hace a la perfección? —le pregunté.
—En pequeñas dosis.
Traducido por Curitiba
Corregido por Dennars

—¡M
ierda santa! —gritó Gretchen en el teléfono.
Sonreí, tumbada en mi cama en estado de en sueño y
mirando al techo. Mi techo de palomitas de maíz. Pensé
que era el más hermoso del mundo.
—Brooke, ¿por qué demonios ustedes no tuvieron sexo? —preguntó.
—Dijo que no estábamos preparados —le contesté, la sonrisa tonta todavía
pegada en la cara.
—¿Qué? ¿Piensa que eres virgen o algo así?
—No lo sé. Y no me importa —contesté. Había estado en un continuo
estado de euforia desde ayer por la tarde. Mi padre se dio cuenta anoche
durante la cena y me preguntó si estaba saliendo con Ryan. 156
—¿Cómo sabes que me gusta? —le pregunté.
—Es dolorosamente obvio Brooke —respondió papá—. ¿Crees que soy un
idiota?
Sonreí.
—¿Estás de acuerdo con que salga con él? Bueno, no hemos hablado nada
aún.
—Sí —contestó papá y esa palabra acentuó más mi éxtasis.
Escuché mientras Gretchen me acribillaba a preguntas.
—¿Van a salir? —preguntó.
—No.
—¿Quieres hacerlo?
—Espero.
—¿Cuándo puedo conocerlo?
—Pronto.
—¿Es mejor que Finn?
Silencio.
—Oh Dios, Brooke, lo siento —dijo Gretchen—. Eso que dije fue realmente
estúpido.
Mi euforia comenzó a flaquear y ahora estaba enojada.
—¿Brookey? —preguntó Gretchen tentativamente.
—No es para nada como Finn —le dije.
—Lo sé. No debería haber preguntado. Se me escapó. Ya sabes que a veces
no pienso antes de hablar.
Gruñí y me senté en la cama.
—¿Estás muy enojada? —preguntó.
—No.
Gretchen no me creyó. Me di cuenta por su siguiente comentario.
—¿Quieres hablar más tarde? —Se moría de ganas de colgar el teléfono.
—Sí —le contesté. Colgó antes de que intercambiáramos despedidas.
Tiré el teléfono a un lado y me rasqué la cabeza.
157
Estaba muy bien hace un minuto. En realidad, estaba muy emocionada
ante la perspectiva de alguien nuevo. Alguien que me pudiera hacer
delirantemente feliz. De hecho, me convencí a mí misma por un segundo
que merecía ser feliz. No sé por qué. No estoy segura de haber hecho algo
para merecerlo y Gretchen me lo recordó con la mención del nombre de
Finn. Ahora los recuerdos llegaron de golpe. Nuestras citas secretas. El
olvidarme de Beth. Su violación. No haber podido evitarlo. ¿Por qué no fui
a la fiesta con ella?
Mi mayor temor era la posibilidad de nunca dejar ir la culpa, que me
torciera y me convirtiera en algo horrible. Mi madre nunca me enseñó a
encontrar la felicidad ni la autoestima en otra persona y me esforcé en
seguir ese consejo, pero no podía negar lo que sentí cuando estuve con
Ryan. Era como un salvador para mí. Cuando estaba con él, todo el dolor y
la culpa desaparecían. Tenía la capacidad de reparar todo lo roto. Tal vez
eso no es progresista. No va de acuerdo con eso de ser mujer liberada. Pero
me importa una mierda. Quería pasar cada uno de mis momentos
despierta con él, porque cuando estaba junto a mí, me sentía segura.
Pero la guerrera en mí estaba firme en su compromiso con Beth, seguía en
guerra con la chica que quería esconderse detrás de Ryan. Me di cuenta de
que, al final, no podían ganar ambas. Sin embargo, aunque no sabía cómo
lo haría funcionar, estaba decidida a tener las dos cosas. A ser ambas
cosas. Era codiciosa y egoísta y, en mi petulante estado, pensé que Beth
tendría que irse al infierno con todo.

0
—Estás fuera —dijo Terry después del trabajo. Estaba expectante junto a
él mientras limpiaba las parrillas porque me dijo que tenía noticias.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté.
—Salir. Fuera de la lista. Cortada.
Sabía que había un gran problema con mi psique, que realmente estaba
loca por eso. Loca.
—¿Por qué? —le pregunté.
—No lo sé. Pero no lo tomaría como algo personal —respondió Terry—
,estoy seguro de que no tiene nada que ver con la forma como te ves.
Le fruncí el ceño y me hizo una mueca.
—Uff. Sigue haciendo caras así y tal vez tendría algo que ver con tu
158
mirada.
Lo pellizqué en el brazo.
—¡Ay!
—¿Está Cal programado para jugar? —le pregunté.
—No.
—Bueno, tal vez sea por eso —dije más para mí misma.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Terry.
—Creo que le gusto —dije—. Después de todo, tal vez no quiera que sea
elegida para el equipo de otra persona. Tal vez en un principio no le
importaba. ¿Ahora? bueno, es obvio que le importa.
Terry me miró con severidad.
—Será mejor que tengas cuidado.
—Estoy teniéndolo —le dije tomando el dinero de las propinas de mi
delantal y organizando las cuentas.
—¿Qué vas a hacer con la información que te di? —preguntó Terry.
—Planeo hablar con algunas de esas chicas —le dije.
—¿Y qué te hace pensar que van a hablar? —indagó Terry.
—Bueno, no sé sí lo harán. Pero tengo que intentarlo —le dije.
La verdad es que no tengo idea de lo que voy a hacer. Parte de mi
curiosidad se debía a la pura fascinación por la Liga de Fantasía de Zorras,
¿cómo podía estar pasando y que nadie supiera al respecto? No tenía
ningún sentido. ¿Y cómo estos chicos podían catalogar a las chicas?
Alguien estaba pasando la información y, ese alguien tenía que ser una
chica. No es como si las niñas fueran a admitir su nivel de actividad sexual
con un chico. Pero sí hablarían con otra chica al respecto. ¿Quién era esta
otra chica? ¿Y por qué iba a participar en algo tan inmoral?
—¿Me das un poco del dinero de tus propinas como pago? —preguntó
Terry.
Lo miré sorprendida. Y luego me dio vergüenza. Lo sentí en mis mejillas,
quemando al rojo como luces de un Árbol de Navidad.
—¡Solo estoy bromeando Wright! Jesús, cálmate —dijo.
—¿Quieres que te pague? —le pregunté. No había pensado en ello hasta
ahora. No sé si Terry hacía este tipo de trabajo para otras personas, pero
159
estoy segura de que si lo hiciera, le pagarían por ello.
—Eres una camarera Wright —dijo Terry—. Déjalo.
Rodé los ojos.
—Y de todas formas no me sentiría bien tomando el dinero de ustedes —
continuó—. No por esta razón.
Asentí.
—Oye, ¿trajiste el Juego 1 impreso?
Terry metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una hoja de papel
doblada.
—¿Qué estás planeando hacer con esto?
—Lo sabrás cuando lo descubra.
Esa noche me senté en la cama cruzando las referencias de los nombres
de esas chicas con sus fotografías en el anuario del año pasado. Encontré
dos con las que inmediatamente quise hablar. Ambas tenían buenas
probabilidades de llegar hasta el final y fueron etiquetadas como “Buenas
Chicas”. Básicamente, quería averiguar si el sexo fue consensual. Esto no
eliminaría a Hunter y a Tim como sospechosos pero me pareció un buen
comienzo. Tendría que volver con Terry, cavar hondo y encontrar los
juegos más antiguos para estar segura.
Melissa y Tara. Las dos eran novatas. Sería difícil encontrar una razón
para hablar con ellas y, además, no podía llegar y preguntarles
directamente si habían tenido relaciones sexuales consentidas con Hunter
y Tim. Tenía que encontrar una manera de extraer la información con
cautela y no me especializaba en ser discreta. Pensé en mi estrepitoso
fracaso con Lucy, simplemente había tenido suerte de que brindara la
información, aunque fuera vaga, sobre las porristas y Cal.
Dios debió haber estado riéndose de mí porque al día siguiente en la
escuela vi a Melissa caminando por el pasillo hacia mí. No tenía un plan.
Traté de idear uno la noche anterior, pero no se me ocurrió nada. Mientras
más se acercaba más me asustaba, hasta que tomé una decisión de último
momento y empecé a correr, chocando contra ella. Fue una colisión
frontal. No ayudó que llevara zapatos de tacón y se cayera hacia atrás,
aterrizando en el suelo con un golpe seco antes de que pudiera
agarrarla. La cabeza golpeó los azulejos y gimió. Dios, en realidad la
lastimé. Mal. Me apresuré a ayudarla. 160
—¡Oh Dios mío! ¡Lo siento mucho! —Y no era una disculpa falsa. Lo dije en
serio—. Deja que te ayude.
—Estoy mareada —murmuró, intentando en vano alcanzar su mochila a
unos metros de distancia.
—Recogeré tus cosas. Solo deja que te ayude. Creo que necesitas ir a la
enfermería —le dije.
Asintió sin decir nada y me permitió tirar hacia una posición sentada. Se
frotó la parte posterior de la cabeza y me miró extrañada.
—Estoy mareada —repitió, como si estuviera diciéndolo por primera vez.
Oh, Dios mío. Si esta chica tenía una conmoción cerebral nunca me lo
perdonaría. La puse de pie y dejé que se apoyara en mí. Nos dirigimos a la
enfermería.
La enfermera me obligó a esperar a Melissa afuera, lo que realmente me
molestó. De hecho, quería sentarme con ella y tomarla de la mano. Me
sentía horrible.
No tenía idea de cuánto tiempo me quedé sentada en el pasillo antes de
que Melissa saliera. Se veía mejor, aunque magullada. No podía ver el
moretón de la cabeza, pero ahí estaba, en sus gestos. Todavía no estaba
muy repuesta, parecía sedada y un poco despistada. Cuando me disculpé
con ella otra vez, me miró cómo preguntando, ¿quién eres?
—Melissa, te la debo en grande. Déjame hacer algo para poder quedar bien
contigo. Me siento horrible por llegar corriendo y que te cayeras —le dije.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó, caminando conmigo por el pasillo.
—Uhm… ¿no lo saben todos? —le pregunté—. Es decir ¿no eres una
animadora?
—No.
Mierda. Esa debía ser Tara.
—Bueno, lo he oído en alguna parte —le dije.
No pareció gustarle.
—¿Quién eres tú? —preguntó.
—Soy Brooke —dije—. Escucha, solamente estaba distraída ahí afuera.
Mi mente ha estado un poco loca últimamente y no puse atención por
dónde iba.
—Está bien —dijo Melissa.
161
—Bueno, me siento muy mal —continué—. Estoy en este lugar extraño,
¿sabes?, y hay un tipo que me gusta, pero él está ejerciendo presión sobre
mí para hacerlo. Es decir, no es que te importe ni nada, pero no tengo
amigas con quien hablar de eso. Soy nueva aquí, por cierto, lo que explica
la cosa de no amigas.
Me oí hablar como si estuviera fuera del cuerpo y observara la escena muy
interesada.
—No quieres ningún consejo de mí en este momento —dijo Melissa—. Creo
que no estoy en ese caso todavía.
Solté un gruñido.
—Una vez más, lo siento. No sé por qué estoy abriendo la boca contigo.
Eres una completa desconocida. Supongo que estoy muriendo por un
consejo femenino. Es decir, realmente estoy volviéndome loca.
Era flojo, pero estaba orando para que funcionara.
—Bueno, no debes tener relaciones sexuales hasta que estés lista. Si no se
siente bien, no lo hagas —dijo Melissa, frotando la parte posterior de la
cabeza.
La miré con cuidado.
—¿Así que nunca ha sido presionada o algo?
—¿La verdad? Solo he tenido relaciones sexuales una vez. Y lo hice porque
quería acabar de una vez con el tema y el chico parecía más que dispuesto.
Quizás no fue la mejor manera de perder mi virginidad, pero no me
presionó ni nada. Fue mi decisión. —Se echó a reír y luego hizo una
mueca—. En realidad, creo que se sorprendió cuando le dije lo que quería.
Síp, él no esperaba un resultado tan fulminante.
Estudié el rostro de Melissa. No había ni rastro de secretos enterrados. No
parecía asustada o herida. Le creí, y una vez que tomé la decisión sentí en
mis huesos que tenía razón.
Charlamos agradablemente todo el camino a su coche.
—¿Estás segura de que estás bien para conducir a casa? —le pregunté.
—La enfermera me dio el permiso, así que si algo me pasa es culpa de ella. 162
No es cierto —dijo sonriendo.
Gracias a Dios.
Saludé con la mano mientras me alejaba, pensando que Hunter podría
estar limpio.

0
Sabía el riesgo que estaba tomando al hablar con Ryan en la escuela.
Sabía que podía perder a Cal para siempre y nunca ver mi plan
materializado, pero era un riesgo que estaba dispuesta a tomar.
Simplemente no podía mantenerme alejada de Ryan. Mi cuerpo no podía.
Mi mente no podía. Él me quería, eso era evidente, pero fue el modo en que
me obligó a calmarme, la forma en que me obligó a tomar un aliento lo que
me enganchó. No quería precipitarse en nada, un concepto totalmente
extraño para mí. Nunca tuve eso con Finn. Tuvimos relaciones sexuales
casi de inmediato cuando empezamos a encontrarnos a escondidas. Ese
era el punto central de nuestros encuentros furtivos. Me di cuenta de que
no quería saltar a las relaciones sexuales con Ryan. Inicialmente pensé
que por mi parte había una excesiva atracción física, pero me pareció
mucho más sexy esperar. Y arder por eso.
Me acerqué a la mesa de Ryan el viernes.
—¿Por qué no has dicho “hola” en toda la semana? —le pregunté haciendo
un mohín.
Sonrió.
—Pensé que tendría que jugar duro para conseguirlo.
—Así que, ¿todas esas sonrisas secretas y guiños coquetos eran solo un
juego? —le pregunté.
—¿Te hice guiños coquetos?
—Una tonelada —contesté.
Se lamió los labios.
—No fue un juego. Y hoy iba a ceder de todos modos. Me ganaste la
partida.
—Bueno, por suerte para ti no he perdido el interés —bromeé.
—Hmm. No estoy muy preocupado por eso. Tengo un Playstation y tú no. 163
Tarde o temprano estarías arrastrándote hasta mi casa suplicando para
jugar.
Me eché a reír.
—Eres taaaan arrogante.
Sacudió la cabeza.
—No soy arrogante. Pero te conozco Brooke. Y tú me conoces también. Es
inevitable.
—¿Qué es inevitable? —pregunté, sonrojándome.
Respondió con una sonrisa.
—¿Eso es todo? —indagué.
Ryan suspiró.
—Desearía que no tuviéramos asientos asignados.
—Eres imposible —resoplé y me dirigí a mi pupitre.
Eché un vistazo a Cal que se me quedó mirando. Supongo que vio todo el
intercambio. Parecía confundido y rechazado. Era casi cómico, como si
simplemente no pudiera entender cómo una chica elegiría a otro tipo por
encima de él. Estaba jugando un juego peligroso y recé para salir
ganadora.
Le sonreí y tomé asiento. Oí un ruido detrás de mí y antes de darme
cuenta, Cal estaba ahí.
—¿Estás ocupada esta noche? —me preguntó.
—Estaré trabajando —contesté.
—¿Y mañana por la noche?
—Um…
—Quería llevarte a los bolos —sugirió Cal.
—¿Bolos?
—¿Qué? ¿No es divertido? Podríamos hacer algo más —ofreció.
Miré a Ryan. Él estaba ocupado sacando libros de su mochila.
—¿Por qué hablas con él? —susurró Cal—. Pensé que te había dicho que
te mantuvieras alejada.
Vaya. Campanas de alarma. Aumento de la frecuencia cardíaca. Pánico
leve. 164
—No quise decir eso —dijo Cal rápidamente—. Es que ese chico no es
bueno Brooke. Sé que eres amable y todo. Eres una chica dulce, pero esto
también puede hacerte ingenua.
Vete a la mierda.
—No lo quise decir así —dijo Cal, sacudiendo la cabeza. Estaba frustrado,
sabiendo que estaba diciendo todo las cosas equivocadas—. Es decir, me
sentiría muy mal si te ocurriera algo.
¿De verdad?
—No estoy tratando de decirte cómo vivir tu vida. Puedes ser amiga de
quien quieras, solo era un comentario. Algunas personas únicamente te
arrastrarán hacia abajo.
Lucy se sentó a mi lado escuchando las palabras de Cal y me pregunté qué
estaría pensando. Recordé sus palabras: Mantente alejada de él ¿Qué
pensaría Lucy si accediera a salir con él? ¿Sería el último recurso? Dejaría
de ser amable o me confesaría lo que le habían hecho, a modo de
advertencia. Me arriesgué.
—Creo que podríamos jugar a los bolos —le dije.
Cal me miró sorprendido.
—¿En serio?
Asentí. Tenía miedo de que Ryan pudiera oír, pero el salón de clases
estaba bastante ruidoso así que lo dudé.
—¿Te recojo mañana por la noche a las siete? —me preguntó.
Asentí otra vez. Comenzó a moverse hacia su escritorio y le agarré del
brazo.
—No te he dicho donde vivo —señalé.
—Oh, sé dónde vives —respondió.
No me gustó ni un poquito, pero me abstuve de preguntarle cómo.
Después de que Cal se alejó, Lucy se volvió hacia mí con una expresión
traicionada en su rostro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó entre dientes.
—¿Qué quieres decir? —indagué haciéndome la tonta.
—Te dije que te mantuvieras alejada de él.
—¿Por qué?
165
Lucy se movió en su asiento. Estaba furiosa.
—¿Por qué Lucy?
Me ignoró cuando el maestro llegó.
—¿Por qué? —insistí.
Se tapó los oídos con las manos.
¿En serio?
Iba a hacerla hablar. Así tuviera que jugar a los bolos, salir a comer e ir al
cine, o estar con el hijo de puta delante de ella, lo haría para que me lo
dijera.

0
Tara demostró ser mucho más difícil de encontrar que Melissa. Durante
una semana no la vi por ninguna parte y temía que ya no regresara a
Charity Run. En realidad, asistí a otro partido de fútbol pensando que la
descubriría en el campo con el uniforme de porrista. Después de todo, ella
había sido animadora el año pasado según la imagen que vi en el anuario.
Pero no tuve suerte. No la vi en el campo y rápidamente me marché antes
del final del primer tiempo.
La descubrí el viernes por la tarde caminando por el hall de juniors vestida
de negro, luciendo el cabello negro, labios negros y Dr. Martens negras. De
repente volvíamos a 1994 y me había perdido el memo. ¿Qué demonios? El
año pasado esta chica tenía el pelo rubio rojizo, llevaba uniforme de
porrista y lucía labios de color rosa brillante. Inmediatamente temí lo peor.
Nadie cambia tan drásticamente a menos que algo terrible le suceda. Me
tomó un minuto recordar que era del equipo de Tim.
¿Cómo diablos voy ser capaz de hablar con ella? No soy exactamente el
tipo de chica con quien haría amistad y mucho menos hablaría. Tendría
que haber otro accidente como el de Melissa. Pero sabía que no podría ir
corriendo y abrir la boca sobre un novio que me estaba presionando a
tener relaciones sexuales. Simplemente, con ella no iba a funcionar.
Probablemente tendría que espiarla pero, ¿cómo? No soy detective. No sé
por dónde empezar y no estoy segura de lo que estoy buscando.
La observé furtivamente en su casillero. Estaba sola cambiando sus
libros. De repente tuve una idea.
Me acerqué y me presenté.
166
—Hola, soy Brooke —dije extendiendo mi mano.
Me miró la cara y luego la mano y volvió a la cara otra vez.
—Estoy en el periódico de la escuela y quería saber si podía entrevistarte
acerca de la comida de la cafetería. —Así, una excusa increíblemente
lamentable.
—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó.
—Lo sé. Es totalmente estúpido pero soy nueva aquí, así que te asignan
las historias estúpidas —le dije riendo.
—Pues no la hagas —ofreció.
—Oh —le contesté—, supongo que nunca pensé en eso. Pero entonces se
vería afectada mi calificación.
—¿A quién le importa?
Correcto. Esto no sería nada fácil.
—Bueno, a mí —le dije—, quiero sacar buenas notas.
Me miró de arriba abajo.
—Sí, te ves como ellos.
—¿Qué quieres decir?
—Que eres una santurrona. —Comenzó a caminar por el pasillo y la seguí.
—¿Lo soy? —le pregunté.
Por un segundo olvidé mi misión. Estaba intrigada. ¿Era una santurrona?
Tara pensaba así y no me conocía. No pude evitar sentirme un poco
orgullosa. Después de todo, había estado trabajando el culo durante meses
tratando de verme de esa manera. Tal vez por eso me dieron un “Buena
Chica” en la clasificación de la Liga de Fantasía de Zorras. No tuvieron que
espiarme. Era absolutamente obvia mi condición sexual. Virginal. Dulce.
Ingenua.
Me hinché como un maldito pavo real.
—Sí —resopló—. Pero no dejes que la gente equivocada sepa lo buena que
eres.
Enigmática. Traicionada. Esta chica era una perra.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté, pero ya lo sabía.
Se detuvo en seco y se dio la vuelta para mirarme. Casi choqué con ella. 167
—La gente se aprovecha de los buenos. Eso es lo que quiero decir. Así que
no seas tonta.
—¿Alguien se aprovechó de ti? —solté.
—Vete a la mierda —espetó y se dirigió al pasillo una vez más.
Bueno, eso lo resolvía. Alguien hizo su número con ella. Pero todavía no
podía catalogar a Tim en la pila de “violadores”. Tendría que seguir
cavando.
Traducido SOS por Clarksx, Vettina y Akanet
Corregido por Curitiba

N
ecesitaba una solución a lo de Ryan antes de mi cita con Cal. Me
sentía tan culpable de ir, y tenía un montón de pensamientos
nerviosos de que Ryan no se enterara, pero Cal no me parecía el
tipo de chico que andaba presumiendo de sus citas. Por lo menos no de
una manera alta, camino a lo desagradable. Tal vez le dijo a sus amigos
cercanos, pero sospechaba que era sólo si recibía una gratificación sexual
de las chicas. Además, Ryan y yo no habíamos establecido nada.
Técnicamente no estábamos saliendo, así que siempre podía decir que
no estaba segura de lo que estaba pasando entre nosotros.
Papá estaría trabajando la noche del viernes. Me llamó para hacérmelo
saber, y tan pronto como bajé el teléfono y colgué, llamé a Ryan para 168
invitarlo. Estaba en mi puerta en quince minutos.
—Hubiera venido antes, pero me atrapaste en mitad de una tarea —dijo.
Agarré la parte delantera de su chaqueta y lo metí en la casa.
—Tú y tus tareas —le dije, plantando mis labios en los suyos—. Que nerd
—le dije contra su boca.
Envolvió sus brazos alrededor de mí y me besó más fuerte. Y luego me
empujó contra la puerta que acabábamos de cerrar, pasando su boca por
mi mejilla hasta mi cuello. Grité cuando sentí sus dientes en mi piel.
—¿Demasiado? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—¿Quieres ver mi cuarto?
—Sí —dijo Ryan en mi cuello, y cuando se alejó, me dio un largo y
satisfactorio trago de aire. Tuve que recordar respirar a su alrededor.
Tomé su mano y lo llevé escaleras arriba. No tenía ninguna intención de
tener relaciones sexuales. Estaba segura de que me dijo que no estábamos
listos, y estaba sorprendentemente contenta con eso. He olvidado lo
satisfactorio que podría ser besar, aunque debo admitir que cuando me
tocó el otro día, se encendió un peligroso deseo para el sexo. Sexo duro. Me
preguntaba lo que Gretchen y los psicólogos dirían a eso.
Abrí la puerta de mi habitación.
—Oh Dios mío —dijo Ryan, caminando aturdido. Recorrió todo el espacio
del suelo al techo, luego se giró hacia mí.
Sonreí.
—¿Te gusta?
—¿Tienes dieciocho? —preguntó—. Por favor no me digas que eres una de
esas niñas genios que se saltaron un montón de años, y sólo parecen más
viejas de lo que realmente son.
Me acerqué a él y envolví mis brazos alrededor de su cintura.
—Tengo doce años —le dije, y luego besé su cuello—. ¿Te parece bien?
—No es gracioso, Brooke. Inquietante más bien. ¿Qué clase de sitio es
este?
Me reí y me fui a la cama.
—Mi papá, ¿de acuerdo? Decoró mi habitación para mí antes de que me
169
mudara y no tuve el corazón para cambiarlo. Además, es una forma de
crecer para mí.
Ryan suspiro de alivio y luego frunció el ceño.
—¿No sabe que tienes dieciocho años?
Negué con la cabeza y sonreí.
—Él es mi padre. No sabe lo que les gusta a las chicas de dieciocho años
de edad. La última vez que viví con él, mi habitación se veía así. Está
atascado en el pasado, supongo.
Ryan se sentó a mi lado en la cama.
—Este edredón púrpura de guepardo hace una declaración —dijo, pasando
su mano sobre la cama.
—Mis favoritos son los cojines a juego —le contesté.
—Oh, sí. Coincidencia de almohadas —observó.
Nos miramos el uno al otro por un momento.
—¡Oh, solo tírame sobre las almohadas ya! —chille y reí. Ryan me empujó
a la cama y me besó bruscamente.
—Quiero hacerlo tan duro —le dije en su boca. Como de costumbre, no
pensé antes de hablar. Nunca hice algo alrededor de Ryan y pensé que
estaba bien. Parecía disfrutar de ello, y no me podía ayudar de todos
modos. Enterró su cara en mi cuello, riendo.
—¿Qué? —le pregunté—. Bésame otra vez.
—Oh, Brooke —dijo Ryan—. Estoy pensando en besarte toda la tarde.
Me gustaba el sonido de eso y no protesté cuando sentí su mano deslizarse
hasta la parte delantera de la camisa para acariciar mi pecho. Y luego mi
camisa estaba fuera por completo, junto con mi sujetador. No había nada
de práctica al respecto, y me ha gustado mucho. Ryan miró mi desnudez,
como si me estudiara. Pensé que se estaba quemando la imagen en su
cerebro.
—Estoy pensando en besarte aquí —dijo, y me dio un beso en los
labios—. Y aquí. —Plantó un suave beso en la mejilla—. Y aquí. —
Mordisqueó mi lóbulo de la oreja—. Y aquí. —Me besó en el cuello—. Y
aquí. —Me besó entre mis pechos—. Y aquí. —Besó la curva de mi 170
pecho—.Y aquí.
Agarró mi pezón, y gemí. En realidad, había estado gimiendo todo el
tiempo, pero salió más profundo y más pleno cuando se metió mi pezón en
la boca. Arqueé mi cuerpo hasta él, sus labios me invitaban a que me
besara y me chupara más. No lo haría, sin embargo. Mantuvo su asalto
suave hasta que le estaba pidiendo hacer el amor conmigo.
—No, Brooklyn —dijo—. No estamos listos.
—¡Al infierno que no estamos! —lloré y lo empujé lejos de mí y me di la
vuelta. Me senté encima de él, a horcajadas sobre sus caderas. Contuvo el
aliento, con los ojos clavados en mis pechos.
—¿Qué estas tratando de hacerme? —preguntó.
—Estoy tratando de obligarte a tener relaciones sexuales conmigo —le
contesté—. Y está claro que quieres —le dije, moviendo las caderas de lado
a lado sobre él.
Gruñó.
—Tú estabas más que feliz de esperar antes.
—Sí. ¡Eso fue antes de quitarme mi blusa y jugar con mis pechos!
Ryan se echó a reír.
—Quiero... —Pero no podía decirlo en voz alta. Sentí que mi cara se
ruborizaba de un rojo profundo.
—¿Quieres qué?
—Es sólo que has hecho cosas por mí —le dije—. Y pensé que tal vez
debería…
—¿Qué? ¿Qué se supone que significa todo eso? —preguntó Ryan.
Negué con la cabeza.
—No, sólo quiero decir que quiero hacer cosas para ti. No porque crea que
tengo que hacerlo, sino porque quiero.
Estudió mi cara rosada, como si estuviera tomando una decisión acerca de
algo. Luego sacudió la cabeza.
—No estás lista, Brooklyn —dijo él.
—¿Qué?
—Dije que no estás lista.
Resoplé: 171
—No soy virgen, sabes. Quiero decir, no soy experta en esa área, pero lo he
hecho antes.
Ryan sonrió con poca energía.
—No dije que tenía algo que ver con ser un experto.
—Bien, ¿entonces cuál es el problema?
Antes de que pudiera discutir, me giró de nuevo, sujetándome en la cama.
—Ahora, hay algunas cosas para las que estás lista —dijo deslizando su
mano arriba por mi estómago y a mi pecho. Giró su pulgar sobre mi pezón
obteniendo gritos entrecortados—. Como esto. —Me observó retorcerme,
arqueando mi espalda, empujando mi pecho en su mano.
Quitó su mano abajo del frente de mi cuerpo, deslizándola debajo de mis
pantalones de yoga hasta que sus dedos estaban entre mis piernas.
Respiré bruscamente.
—Y esto.
Me frotó suavemente, observando mi cara mientras sus dedos exploraban
mi sensible piel. Torcí mi cuerpo, moviendo mis caderas, pidiéndole
silenciosamente que deslizaras sus dedos dentro de mí. Parecía saberlo, y
se contenía, jugando un juego conmigo que no estaba segura que me
gustaba. Giré mi cara a un lado, determinada a no suplicarle.
—Mírame, Brooklyn —dijo. Sus dedos continuaban provocándome sin
piedad. Anhelaba y quería gritar por ello.
—No.
—¿Por qué no?
Me retorcí, luchando contra su mano. No estaba segura, pero la
frustración sexual estaba comenzando a convertirme en una perra.
¡Necesitaba que dejara de jugar conmigo y seguir con el programa!
—¿Por favor? —preguntó Ryan suavemente.
—No.
Se rió ante mi petulancia, introduciendo sus dedos dentro de mí mientras
gemía de alivio por finalmente obtener lo que quería. Giré mi cara hacia
él una vez más, y me besó profundamente, sofocando mis gritos, girando
su lengua con la mía mientras sus dedos hacían algo bastante similar
abajo. Me resistí.
172
—Quédate quieta —ordenó.
Estaba pidiéndome lo imposible. Sacudí mi cabeza.
—No puedo —argumenté.
—Quiero que te quedes quieta, Brooklyn —dijo, dejando quieta su mano
hasta que obedeciera—. Y cuando te haga llegar, quiero que te quedes
quieta.
—¡No puedo!
—Inténtalo —dijo él, y besó mis labios una vez más, tocándome, y
frotándome tiernamente hasta que sentí lo inevitable crecer, una
embarazosa bola de electricidad, una en cada uno de mis tobillos,
lanzando esporádicas chispas arriba por mis piernas.
—No puedo, no puedo, no puedo —grité, tratando desesperadamente de
mantenerme quieta mientras las chispas seguían viniendo. Más de ellas y
más rápido.
—Sí puedes —dijo Ryan, mirándome intensamente mientras continuaba
su incesante contacto.
Estaba dividida en dos. Paralizada. No podía moverme si trataba. Abrí mi
boca para hacer sonido, pero incluso mis cuerdas vocales estaban
paralizadas. Al menos por la primera explosión. La segunda me tuvo
gritando hasta que mi garganta estaba en carne viva. La tercera me tenía
suplicándole que se detuviera. Las explosiones pronto disminuyeron hasta
que quedé acostada entumida en un estado de semi conciencia, aturdida y
estúpida.
—¿Qué fue eso? —pregunté. Mi garganta doliendo, y las palabras salieron
chirriantes como papel de lija.
—Esa fuiste tú teniendo un orgasmo —respondió Ryan. Era tan verdad
que me hizo reír.
—¿Cómo me hiciste eso? ¿Qué? ¿Eres alguna clase de experto o algo? —
pregunté. Necesitaba agua.
—Apenas.
—Apenas, mi trasero. Creo que todo el vecindario me escuchó.
—Creo que sólo eres tú —dijo él, y se inclinó para besar mi mejilla —.
¿Es tan cursi?
No. No cursi. Demasiado caliente para palabras.
173
Sonreí y sacudí mi cabeza.
—¿Necesitas agua o algo? —preguntó Ryan—. Estabas gritando como una
loca.
Golpeé su brazo. Y luego asentí.
Ryan se movió para levantarse, pero atrapé su brazo.
—Ryan, porque estás haciendo todas estas cosas increíbles para mí, ¿pero
no me dejas hacer cosas por ti? Y no digas que no estoy lista aún.
Ryan pensó por un momento.
—¿Crees que las cosas que te hago son sólo para tu placer? —preguntó.
Estaba perpleja.
—No estoy buscando que las cosas estén parejas entre nosotros, Brooke —
dijo Ryan después de un momento—. Busco que estén bien.
No pensé que entendiera la definición de falta de egoísmo hasta ese
momento. Era demasiado celestial. Nadie era así de bueno. Y por primera
vez, me pregunto acerca de los pecados secretos de Ryan.
0
No quería que Cal me recogiera en mi casa. No quería que mi padre me
viera. No quería que Ryan pasando por la acera en su patineta viera. Ni
siquiera estaba segura porqué iba a esta cita. Después de mi última tarde
con Ryan, pensé que mi mundo entero había cambiado. Mi propósito
completo. No me importaba más la venganza y la culpa y las víctimas. Me
importaba estar con un chico quien era bueno para mí, que me trataba
como si fuera la persona más importante en su vida. Un chico que me
hacía reír, hablar demasiado, decir tontas cosas embarazosas, hacerme
llegar como una estrella explotando.
Incluso aunque podía pintar de nuevo, no había levantado mi brocha
desde que traté de pintar las hojas de otoño. Pero pensé que podía hacerlo
ahora. Y pensé que podía ser lo suficientemente bueno para estar colgado
en una galería y venderse por miles de dólares. Decidí este fin de
semana pasar tiempo con Ryan, para sentir su bondad, y para pintar.
Quería reunirme con Cal en la bolera. Le conté sobre el cambio de
planes en la escuela, y esperé hasta el final del día para hacerlo. Él no
estaba feliz por ello. Me dijo que los chicos tenían que recoger a las chicas
174
para las citas.
—¿En serio? —le pregunté—. ¿Dónde oirías eso?
—Es de conocimiento común, Brooke —dijo Cal, perdiéndose por completo
mi sarcasmo—. Ni siquiera puedo tomarme esta cita en serio si no dejas
que te recoja.
—Simplemente preferiría hacerlo más informal la primera vez —le dije,
sintiéndome siendo acorralada en una esquina. Él era insistente.
—No —respondió Cal—. Mira, no soy un tipo de textos o un tipo de los que
creen que cada uno debe pagar. No soy el tipo de chico de “Nos
encontraremos allí”. Soy de la vieja escuela, Brooke. Recojo a una chica. La
invito a salir. Pago en la cita. Y luego la llamó al día siguiente, no le envío
un mensaje de texto. La llamo para ver si la pasó bien.
De repente era príncipe azul.
Me removí incómoda.
—Deja de moverte nerviosamente, Brooke —dijo Cal—. Eres una mujer
adulta. Empieza a actuar como tal y déjame recogerte.
—¡Estoy actuando como una! —grité.
—Bueno. Entonces estaré en tu puerta a las siete.
Me quedé en la sala de estar mirando por la ventana cada tres segundos.
Tan pronto como viera a Cal estacionar, abriría la puerta antes de que
pudiera atravesar el sendero del jardín. Debería haberle explicado a papá
que iba a salir en unas citas con diferentes chicos para ver cuál
"encajaba". De esa manera no se preguntaría acerca de Ryan. Pero sonaba
como algo que una chica de universidad haría. Los estudiantes de
secundaria no salían con varias personas. Estábamos en relaciones
comprometidas, aunque sólo duraran dos semanas a la vez.
—¡Brooke! ¡Entra aquí! —me llamó papá desde la cocina.
—Estoy esperando a quien me va a llevar, papá —le respondí.
—¡Ven aquí ahora mismo!
No había oído a mi padre hablarme así desde que dejé salir a nuestro perro
a la calle para ir al baño sin correa. Tenía diez años de edad. Pensé que
Poppy podía manejarlo. Siempre fue muy buena. Con buen
comportamiento. Además, estaba a la mitad de pintarme las uñas. No
podía correr el riesgo de echarme a perder la pintura, poniéndole su
correa. Bueno, huyó y nunca regresó. Papá me regañó y me dijo que 175
podía olvidarme de alguna vez tener otro perro porque estaba demasiado
absorta en mí misma. Lloré durante una semana.
Me resistía a dejar la ventana, pero lo sabía mejor como para mantener a
papá esperando. Corrí a la cocina.
—¿Sí, papi? —pregunté.
—No me digas “papi” —espetó—. ¿Qué demonios es esto? —preguntó
sosteniendo una factura.
—No lo sé —le contesté.
—Es nuestra factura de teléfono celular —dijo—. Ahora, ¿quieres decirme
a que corresponden todos estos cobros?
—¿Qué cobros?
—¡Dios, Brooklyn! ¡Esta es una factura de quinientos dólares! ¿Con quién
diablos has estado hablando? ¿Cuántos datos puedes posiblemente
utilizar en un mes? ¿Tienes tu GPS permanentemente encendido? ¿Estás
enviando mensajes de texto mientras conduces? ¿Navegando por internet
en clase?
—Papá, tómalo con calma —dije—. Casi no uso mi teléfono. —Fue la
mentira más estúpida que alguna vez había dicho, y la factura lo
demostraba.
Papá me miró como si hubiera perdido la cabeza.
—Dámelo.
—¿Eh?
—Tu teléfono, Brooke. Dámelo.
—¡Papá!
—Lo digo en serio. Has terminado. ¡No hay teléfono por... un mes!
—Qué dem…
—Adelante, dilo —me advirtió papá—. Y lo haré por un año.
—¡Papá! ¡Estás siendo irracional! Y de todos modos, tengo una cita esta
noche. ¡Lo necesito para estar en contacto contigo!
—¿Una cita? ¿Con Ryan? No lo creo. Hablas lo suficiente con él por
teléfono —dijo, agitando la factura en mi cara.
—No es con Ryan —le dije—. Es con otro chico. 176
—¿Qué pasó con Ryan? Pensé que estabas enamorada de Ryan —dijo
papá.
—¡Definitivamente no voy a discutir esto contigo!
—Bueno, ¿adivina qué, señorita? Soy el padre aquí. Tengo que saber lo
que estás haciendo, a dónde vas, y con quién vas. Así que supongo que
definitivamente vas a discutir esto conmigo. Ahora entrégamelo.
—¡No!
—Brooklyn, entrégame ese maldito teléfono.
—Papá, no puedo vivir sin mi teléfono celular. Por favor. No lo entiendes.
Lo necesito.
—¿Qué demonios está pasando con los niños en estos días? —se lamentó
papá.
—Papá, por favor. Pagaré la factura del teléfono celular. Tengo lo suficiente
para pagarlo. Más que suficiente —le supliqué.
Papá me miró y suspiró.
—No quiero que uses todo tu dinero para pagar esta cuenta, Brooke.
Quiero que seas responsable. ¿Alguna vez oíste de eso? ¿Responsabilidad?
Asentí vigorosamente.
—Quiero que guardes tu dinero —continuó papá—. Y deja de enviar
mensajes de texto en una cantidad tan malditamente exagerada.
—¿Realmente envié tantos mensajes de texto? —le pregunté, agarrando la
factura y revisando los cobros.
—¡Sí!
—Lo siento mucho, papá. En serio. Tal vez tengo que cambiar mi plan.
—Tal vez necesitas dejar de usar esa cosa como un salvavidas. Ve a hacer
tus pinturas o algo así. Lee un libro, Brooke. Ve al parque. Desconéctate
por el amor de Cristo.
—Tienes razón, papá. Por supuesto. Te escucho un cien por ciento.
—Oh, deja de seguirme la corriente. Eso es más exasperante que esta
factura. —Papá se frotó la frente—. Ahora dime quién es este chico.
—Asqueroso. ¿De verdad quieres saberlo? —le pregunté.
—Si vas a pasar la noche con él, y te está llevando, apuesta a que lo hago
177
—respondió papá.
Tomé una respiración profunda.
—Está bien, pero tengo que decírtelo muy rápido debido a que estará aquí
en cualquier momento.
Papá asintió.
—Es un chico de la escuela que sabe que le gusto a Ryan y está tratando
de conseguir que me guste, por lo que pidió que saliera con él en una cita,
y acepté sólo para acabar con eso de una vez. Me parece que después de
esta noche ya no estará demasiado interesado en mí.
—Qué, ¿piensas arruinar la cita? —preguntó papá.
—Más o menos —le contesté. Esa era otra mentira. No tenía planes para
arruinar esta cita. Iba a estar en mi modo de chica encantadora, dulce y
buena. Iba a hacer a Cal quemar de celos después de esta noche.
—¿Sabe Ryan que vas a una cita con este tipo? —preguntó papá.
—No, y no quiero que lo sepa nunca. Sólo lo estoy haciendo para que este
chico deje de molestarme. ¿Entiendes?
—¿Crees que es una buena idea? Sólo puedes decirle a quién quiera que
sea que no estás interesada. Puedes decirlo mientras estoy sosteniendo mi
arma —ofreció papá.
—¡No! No, papá. Puedo manejarlo. Sólo por favor no le digas a Ryan de
nada de esto.
—Creo que este tipo de engaño te metió en problemas en el pasado,
Brooke.
Una bala al corazón, y papá ni siquiera estaba sosteniendo su arma.
—No te estoy juzgando. Sólo estoy diciendo que pareces llevar mucha
culpa. Quiero decir, ¿es esta la única manera de mostrarle a este tipo que
no estás interesada en él? ¿Acaso no entienden que “no” significa “no”?
¿Cómo podría explicarle a mi padre que en realidad estaba haciendo esto
por Beth? ¿Que lo estaba haciendo para arrepentirme por mis pecados,
para borrar la culpa? Me di cuenta de que la cita parecía retorcida para
papá, pero nunca podría ni en un millón de años decirle la verdadera
razón. Si lo hiciera, Cal estaría muerto en un charco de sangre en
nuestro porche delantero.
—Confía en mí, papá. ¿Ya sabes cómo la gente aprende de manera 178
diferente? ¿Algunos son estudiantes visuales? ¿Algunos son estudiantes
auditivos? ¿Algunos son prácticos?
Papá asintió, el lado de su boca subiendo en una sonrisa.
—Bueno, este tipo Cal, definitivamente no es un aprendiz auditivo. Es por
eso que “no” no funciona. Es un tipo de la clase práctica. Así que voy a
dejar que me lleve a los bolos, y luego verá por qué soy la última persona
en el mundo con la que quiere salir.
El rostro de papá lucía una sonrisa completa ahora. Creo que lo hice sentir
orgulloso en ese momento.
—No vas a dejar que ponga sus manos sobre ti, ¿verdad?
—Asqueroso, papá.
—Bueno, me estás diciendo que es un tipo poner manos a la obra. Pone
sus manos en ti y está muerto.
—Papá, relájate. No quería decir "poner manos a la obra " de esa manera
—le dije.
Gruñó y arrojó la factura del teléfono celular en la mesa de la cocina.
Justo en ese momento sonó el timbre, y le di un beso de despedida.
—¿No puedo conocerlo? —preguntó papá.
—No —dije—. Voy a llevar mi teléfono celular. Y te llamaré antes de venir
para la casa.
—Tienes un toque de queda, ya lo sabes —dijo papá.
—¿Lo tengo? Esto es nuevo.
El timbre sonó de nuevo.
—Sí, lo tienes. Ahora, ¿cuál es el toque de queda estándar para una chica
de tu edad? —preguntó papá.
—¿Estás hablando en serio? Sabes, no creí ni por un segundo que
realmente me harías entregarte mi teléfono celular —le dije, caminando
hacia la puerta delantera.
—¡Dame una hora, Brooke! —dijo papá, todavía de pie en la cocina.
—¡La una! —respondí.
—¡No! ¡Inténtalo de nuevo!
—Oh, por el amor de Dios —murmuré, tratando de alcanzar la manilla
de la puerta—. ¡No llegué a casa de esa fiesta con Gretchen hasta la una! 179
—¡Sí, y esa fue la última vez para eso!
Rodé los ojos.
—¡Medianoche!
—¡Todavía no estoy feliz!
—Papá, ¡oh Dios mío! —dije, abriendo la puerta—. ¡Once!
—¡Está mejor! ¡Te quiero! ¡Cuídate!
—¡También te amo! —dije, empujando a Cal fuera del camino.
—No debería conocer a tu padre o lo que sea —preguntó, siguiéndome por
el sendero del jardín.
—En otra ocasión —dije.

0
Oh. Dios. Mío.
No me dijeron acerca de la cita doble, y tampoco a Gretchen
evidentemente. Nos miramos la una a la otra sorprendidas, y luego nos
disculpamos para ir al baño.
—¿Qué estás haciendo aquí con Parker? —le siseé.
—¿Qué estás haciendo aquí con ese tipo? —replicó ella—. ¿Qué pasó con
Ryan?
Odiaba mentirle a Gretchen. Siempre podía ver a través de las mentiras,
pero nunca me gritaba por ellas. Esperaba hasta que finalmente cediera y
le dijera la verdad. Creo que era satisfactorio para ella, mirándome
retorcerme por minutos o días o el tiempo que me tomara antes de que
finalmente confesara.
—No puedo decirte, Gretchen, pero no me gusta Cal, y creo que me estoy
enamorando completamente de Ryan y si me arruinas esto yo…
—Relájate —dijo Gretchen—. Pero tienes que hacerlo mejor que eso. No
vamos a dejar este cuarto de baño hasta que me digas por qué estás en
una cita con él.
—¿Yo? ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estás en una cita con Parker? Te dije
que es un idiota. 180
—¿Sí? Bueno, quería averiguarlo por mí misma. Fue realmente agradable
en la fiesta, y quiero llegar a conocerlo mejor.
¿Cómo diablos podría decirle a Gretchen que pensaba que Parker era un
violador? ¿Cómo podía decirle que sabía que Cal lo era? Estaba atrapada.
Era tan simple como eso. Tenía que confesar. Tuve que decirle lo que
estaba haciendo.
—¿Está bien, Gretchen? Te diré todo lo que está pasando. Juro por Dios
que lo haré. Pero tenemos que conseguir superar esta cita primero.
Gretchen asintió.
—Lo que significa que tenemos que salir de este cuarto de baño actuando
normal —le expliqué.
—Por supuesto.
—Ahora, vas a verme coquetear con Cal y actuar como una pequeña niña
buena, ¿de acuerdo? —le dije—. Sólo sopórtalo. No menciones nada acerca
de mí yendo a Hanover High el año pasado. No menciones nada sobre
nadie de mi pasado. Y sobre todo no menciones a Beth.
—¿Eh? —Gretchen de inmediato parecía preocupada.
—Por favor, Gretchen. Te lo ruego. Sólo tienes que permitir mi coqueteo y
personalidad de dulce niña y no mencionar nada acerca de mi pasado.
—¿Y si lo preguntan?
—Sólo decimos que nos conocemos del ballet. Solíamos tomar clases de
ballet juntas y seguimos siendo amigas.
Gretchen asintió.
—Me siento súper rara ahora.
—No, no lo haces —le dije. No podía ocultar el pánico en mi voz—. No te
sientes extraña en absoluto. Vamos a jugar bolos. Todo va a estar bien. Y
nos conocemos por el ballet.
—Lo entiendo. Ballet.
Salimos del baño riendo porque dije que lo necesitábamos y nos acercamos
a los muchachos que nos esperaban.
—Tenemos los zapatos y las bolas —dijo Cal, y Gretchen se echó a reír.
No pude evitar sonreír.
—Eso es lo que esperamos —dijo Gretchen, y la cara de Parker estalló en
una sonrisa también. 181
Cal sonrió y me dio mis zapatos talla 6 y la bola de diez libras que pedí.
—Ahora, ¿cómo debemos hacer esto? —le preguntó al grupo mientras nos
dirigíamos a la pista 7.
—¿Te refieres a los equipos? —le pregunté—. Pensé que estaría contigo. —
Me senté junto a Gretchen mientras nos poníamos nuestros zapatos de
bolos.
Cal se encogió de hombros.
—No lo sé. Pensé que sería divertido cambiar de pareja.
Oh no. No, no, no. No había manera en el infierno en que fuera a ser
pareja del chico que me puso zancadilla a propósito en las gradas. ¿Por
qué haría esto Cal?
Estaba furiosa. Esta no era la cita que había previsto. Quería a Cal para
mí sola. Quería coquetear y ser linda y tenerlo comiendo de mi mano a las
once de esta noche. Y pensaba que él quería algo más uno a uno también.
Después de todo, ¿qué era toda esa mierda sobre recogerme y esto siendo
una cita "real"? Insistió en traerme cuando quise que nos encontráramos
aquí. Quería que esto fuera casual, amigable, y a él no le gustó eso ni un
poco. ¿Y ahora me estaba dando el tratamiento "amigable"?
—¿Ustedes dos arreglaron esto? —le pregunté. Quería saberlo.
—Más o menos —respondió Cal—. Fue algo de último minuto. Parker me
dijo que iba a salir con Gretchen, así que simplemente me imaginé que
podíamos hacer algo todos juntos. Dado que querías que nuestra primera
cita fuera más casual. —Me guiñó un ojo y yo quería sacarle un ojo.
Miré a Parker, que no me había dirigido dos palabras desde que llegamos.
Este era el tipo que pensaba que era demasiado estúpida para recordar los
pedidos de comida. No me podía imaginar lo que pensaría después de que
jugáramos a los bolos. Era mala en ello, y estoy segura de que él era
estelar, lo que significaba que refunfuñaría todo el tiempo por tener una
mala compañera. Pero lo haría de una manera sarcástica sutil, porque ese
era justo el tipo de persona que era.
—Las damas primero —dijo Cal, y suavemente me empujó hacia el
carril.
Me di la vuelta y me dirigí a Parker:
—No soy muy buena. —Estaba justificándome y al instante lamenté decir 182
algo en absoluto.
Él se encogió de hombros.
—Me lo imaginé.
Me di la vuelta y cerré los ojos. Encuentra un lugar feliz, Brooke, y sólo
respira. Respira, Brooke. No lo digas. No digas lo que realmente quieres
decir. Sólo respira. ¿Brooke? No lo hagas. Por favor no lo hagas... ¡Oh, sólo
sigue adelante y dilo!
—Imbécil. —No lo susurré tampoco. Sólo lo dije. Bien en voz alta.
—¿Perdón? —escuché a Parker preguntar desde atrás.
Me di la vuelta.
—Te llamé imbécil. Porque eres uno.
Los ojos de Gretchen se agrandaron. Pude ver la lucha en su rostro: ¿reír o
quedarse muda? Optó por el silencio, lo cual fue sabio.
—Has tenido un problema conmigo desde que me choqué contigo en el
pasillo de la escuela. Siento muchísimo haber chocado contigo. Fue un
maldito accidente. Pero, ¿sabes qué no fue un accidente? Que me pusieras
zancadilla en las gradas. —Miré a Cal—. Eso es correcto. Tu amiguito aquí
me puso zancadilla. Es por eso que caí sobre ti.
—Cálmate —dijo Parker—. Nadie te puso zancadilla. Y no tengo ningún
problema contigo.
Solté un bufido.
—Está bien. Lo que sea.
Cal miró a Gretchen, quien se encogió de hombros. Una camarera pasaba,
y Cal le pidió una jarra de cerveza.
—Tendré que ver tu identificación y todas las de ellos —dijo ella.
—Oh, ellos no están bebiendo. Es para mí —dijo, y le dio a la mujer una
identificación falsa. Ella la estudió y luego estudió a Cal. Parecía insegura
sobre si creerle, pero entonces tomó la decisión de no importarle.
—¿Bud Light? —preguntó—. Está en el especial de esta noche.
—Suena perfecto.
Me di la vuelta para hacer frente a los pinos. Qué idiota. ¿Pensaba en el
hecho de que tenía que llevarme a casa más tarde? Esta noche se
perfilaba para ser la peor cita en la historia. Gracias a Dios que traje para 183
el taxi.
Hice rodar la bola por una fracción de la pista antes de que se instalara en
la cuneta. Maldije profundamente en mi cabeza, preguntándome si no
debería simplemente huir con la jarra de cerveza eligiéndola. Podía
bebérmela mientras caminaba de vuelta a casa.
Mi segundo intento fue un poco mejor. Me las arreglé para golpear un
pino. Se tambaleó por un tiempo y fue doloroso de ver.
Oí a Gretchen detrás de mí diciendo: “¡Puedes hacerlo, pino! ¡Sé que
puedes!” y a Cal diciéndole que no se suponía que debiera estar animando
al oponente.
Me acerqué de nuevo al grupo y me dejé caer al lado de mi compañero de
equipo.
—Bueno, vamos a ver si puedes superar eso —le dije. Parker en realidad se
rió.
Gretchen lanzó de siguiente, y Cal la animó lo más alto posible. Admito
que mis sentimientos estaban algo heridos. Mi compañero no me animaba.
Cal se suponía que fuera mi compañero. Esta era nuestra cita. ¿Por qué
estaba de compañero de Gretchen? Me sentí como si me estuviera
castigando, y eso me hizo excesivamente sensible.
El primer tiro de Parker fue un strike. Gran cosa. Su segundo tiro también
fue un strike. Ligeramente más gran cosa. Se paseó de nuevo hacia mí y
levantó su mano en el aire. ¿Esperaba que chocara los cinco con él? Sé
realista.
—Vamos, cascarrabias —dijo Parker—. Me comprometo a dejar de ser
malo contigo si chocas los cinco conmigo.
Lo miré perpleja.
—¿Así de fácil? Sí claro. Sabes, no sé cuál fue tu problema conmigo en
primer lugar.
—Mira, estaba teniendo un mal día, ¿de acuerdo? —dijo.
—¿Hablas en serio? ¿Así que estabas teniendo un mal día, cuando choqué
contigo en la escuela? ¿Y otro cuando alejé a Gretchen de ti en la fiesta?
¿Y otro cuando malditamente me hiciste tropezar en las gradas? Sabes,
¡podría haberme roto un diente o algo así!
—Tómalo con calma —dijo Parker.
184
—Tómatelo con calma —le espeté—. Oh, sí. ¡Casi se me olvida la cena!
¿Estabas teniendo un mal día entonces cuando me insultaste?
Parker se frotó la frente.
—Sí, frótate la frente. Es muuuy exasperante ser retado por actuar como
un completo idiota.
—¿Alguien quiere verme lanzar? —preguntó Cal, agarrando la suya de la
máquina que devuelve las bolas.
—¡Claro! —dijo Gretchen. Me sonrió. Era una sonrisa que decía: "No tengo
ni idea de lo que está pasando en este momento, y que Dios me ayude, me
vas a contar todo cuando esta horrible cita grupal haya terminado”.
Le respondí con mi propia sonrisa. Esa decía: “¿Cuántos años conseguiría
por golpear la cabeza de Parker con mi bola de bolos?”
Cal tiró, y Gretchen y yo actuamos impresionadas porque pensamos que
eso es lo que quería. Sabía en mi corazón que aniquilaba cualquier
posibilidad de tenderle una trampa para lograr cargos de violación. Fue la
sensación más absurda: decepción por arruinar mis posibilidades de
conseguir un asalto sexual pretendido. Pensé que hasta ahora estaba
simplemente tambaleándome al borde de la locura. Ahora sabía que me
había volcado, y no estaba segura de a dónde ir a partir de ahí. No sabía lo
que Beth querría que hiciera, y mientras me sentaba al lado del némesis
mientras veía al otro lanzar y lograr un spare, quería llorar por mi fracaso.

185
Traducido por Aria
Corregido por Curitiba

E
ra hora de ponerse a trabajar. Me levanté el domingo por la
mañana con una nueva resolución. Bueno, varias resoluciones.
Número Uno: hacer de Beth una prioridad. Recordar mi propósito.
Número Dos: descubrir el resto de los chicos en la Liga de Fantasía de
Zorras responsables de violar a chicas. Número Tres: advertir a las chicas
que están programadas para jugar en la siguiente partida sobre la
intención de los chicos. No estaba segura de cómo abordar esto todavía,
pero era una de mis resoluciones. Número Cuatro: hacer que Ryan se
enamore de mí.
Me resigné a mi destino con Cal. Después de nuestra horrible cita,
asumí que él había perdido el interés. Le enseñé exactamente quién era yo: 186
no la chica dulce y tímida que intenté representar en la oficina de
inscripción hace tantos meses. No. Era una sabelotodo y tenía un
temperamento caliente, ninguno de los cuales me hacía una buena
candidata para el abuso sexual. Seguramente Cal cortaría todos sus
vínculos conmigo, especialmente ya que destrocé verbalmente a su amigo.
Mi única oportunidad de conseguir justicia estaba en exponer la liga y
animar a las víctimas a presentarse ante la policía. Pensé que esta era la
única forma en la que podía hacer las paces con Beth.
Lloré durante toda la noche del sábado mientras intentaba explicarle esto
a Beth. Me tumbé en la cama hablando las cosas con ella, diciéndole que
nunca tuve intención de fracasar, pero que era una pésima detective
encubierta. Una cita pésima. Una pésima defensora.
Le lloré a Gretchen también. Después de la cita, llamé a papá para hacerle
saber que iba a pasar la noche con ella. Tomamos un taxi a su casa ya que
ninguna de las dos tenía intención de ser llevada por Cal, quien estaba
borracho, o Parker, quien era un gilipollas.
—Pon a Gretchen al teléfono —ordenó papá.
Estaba confundida, pero hice lo que me pedía, presionando el botón de
altavoz para escuchar.
—Hola, Sr. Wright —dijo Gretchen.
—Gretchen, ¿Brooke va a pasar la noche contigo?
—Sí, señor.
—¿Hay algún chico que vaya a pasar la noche con ustedes?
—¡Sr. Wright! ¡Tengo padres, sabe!
—¿Cómo puedo confiar en que ustedes chicas no vayan a pasar la noche
con este Cal? ¿Sabes de quién estoy hablando? ¿La cita de Brooke para la
noche? —preguntó papá.
—Sr. Wright, también he tenido una cita, y deja que le diga. No hay
ningún Cal. Nunca más.
—¿Tuviste una cita?
—Una larga historia, pero era una cita doble sorpresa que ha terminado
como mal. Mi cita era un idiota. La cita de Brooke era un bobo.
—Hmmm. 187
—Lo juro, Sr. Wright. Brooke va a pasar la noche, y sólo somos nosotras
dos, y mis padres en casa —dijo Gretchen.
Hubo una breve pausa.
—Confío en ti, Gretchen —dijo papá.
Gretchen me miró.
—Debería. Y debería confiar en su hija, también.
—Lo hago.
Gretchen y yo estábamos confundidas ahora, pero ella le dijo adiós a mi
padre y me entregó el teléfono.
—Sé que estaba en altavoz. No soy idiota —dijo papá.
—¿Entonces sobre qué iba todo eso? —pregunté.
—Se llama ser tu padre, Brooke —respondió papá—. Ahora, ¿tu cita
realmente ha sido tan mala?
Suspiré.
—La peor. ¿Pero puedo contártelo más tarde?
—Sí, Brooke. Te quiero.
—Yo también te quiero —dije, y colgué.
Gretchen y yo nos sentamos en la cama mientras le explicaba el suicidio
de Beth, Cal, y mis planes para desenmascarar la Liga de Fantasía de
Zorras.
—¿Fue violada? —exhaló Gretchen. Estaba estupefacta.
Asentí.
—Sé que lo hizo por eso. Estaba muy deprimida los últimos meses antes
de que muriera. Por supuesto, no ayudé nada. Ni siquiera estuve ahí para
ella, y nos descubrió a Finn y a mí. ¿Puedes entender por qué me siento
tan culpable ahora? Sabía lo que le había pasado porque me lo contó.
Confió en mí, y le traicioné de tantas formas.
Estaba llorando, incapaz de esconder toda mi angustia.
Gretchen tomó mi mano y la apretó.
—Estoy intentando hacer lo correcto por ella. Yo… yo creo que puedo. Sé
sobre esta liga. Sé que Cal es un violador. No estoy segura sobre los
otros. Estoy intentando averiguar eso. 188
—¿Cómo?
—Dios, Gretchen. Si te cuento estas cosas, tienes que jurar por tu vida que
no le dirás a nadie. Un amigo mío podría meterse en problemas —dije.
Tomé el pañuelo que me pasó Gretchen y me soné la nariz.
—Brooke, sé que puedo ser ausente a veces y decir cosas estúpidas, pero
te juro que guardaré tus secretos. Puedes confiar en mí —dijo Gretchen.
Era la primera vez que se ponía tan seria. Vi una parte diferente de la
amiga que he conocido desde el noveno. Le creía, y así lo dije.
Se lo conté todo, pero dejé fuera la parte de tenderle una trampa a Cal.

0
Estudié cada partida. Parker mantenía registros desde hacía años, los
cuales recibí en una carpeta negra de parte de Terry después del trabajo la
noche del miércoles. Me dijo que fuera inteligente con ello. Eso era lo que
decía siempre cada vez que discutíamos cualquier cosa que tuviera que ver
con la Liga de Fantasía de Zorras. Se inteligente al respecto. Pensé que lo
era, pero cuando le confesé que le conté a Gretchen sobre la liga, explotó.
Estábamos junto a mi auto.
—¡¿Qué coño, Wright?! —gritó él.
—¡No tenía opción! —respondí—. ¡Me atrapó, Terry! ¡No tenía opción!
—Jesús, ¿mencionaste mi nombre?
—¡No! ¡Dios, no! No soy estúpida. Sabía qué cosas tenía que decir y qué no
—dije.
—¿Sí? ¿Cómo qué? —preguntó.
—Bueno, obviamente no le dije tu nombre. Y no le dije que planeaba ser
violada.
Terry se veía estupefacto.
—¿Qué demonios acabas de decir?
—He dicho que no le dije tu nombre. Todo está bien.
—No, después de eso —aclaró Terry.
—He dicho que no le dije que planeaba… —Mi voz se fue apagando. Oh
Dios mío. Estúpida, estúpida, estúpida. ¿Qué he hecho? 189
Intenté alejarme.
—Nada. No voy a hacer nada.
—¿Entonces sobre qué era ese comentario?
—No sé por qué he dicho eso.
—Tonterías. Ahora te voy a dar un minuto para explicarte —dijo Terry.
Mantuvo sus dedos envueltos fuertemente alrededor de mi brazo.
—No puedo —susurré—. Por favor, Terry. Tú no lo entiendes.
—Tienes razón. No lo hago. Y me lo vas a contar —respondió.
Saqué mi mano de su agarre y busqué las llaves en mi bolso.
—No vas a ir a ninguna parte, Wright. —Terry se puso delante de la puerta
del auto, bloqueando mi escape.
—Él seguirá haciéndolo —dije, más para mí misma. Mi cuerpo se sentía
extraño.
—¿Quién? ¿Cal?
Grité:
—¡Él seguirá haciéndolo! ¡Seguirá saliéndose con la suya! ¡Es un
monstruo! —Miré a Terry, con los ojos salvajes y desenfocados. Pensé que
no me había oído o no había procesado lo que estaba diciendo, así que
grité otra vez—: ¡Seguirá haciéndolo! ¡Seguirá saliéndose con la suya! ¡Es
un monstruo!
Sentí el pánico explotar en la base de mi pecho. Normalmente hay una
acumulación. Normalmente sé que está viniendo. Tengo un poco de
advertencia. Pero no esta vez. No podía respirar. Seguía oyéndome gritar a
mí misma, repitiendo las líneas una y otra vez pero nunca respirando
entre ellas. Me estaba quedando sin oxígeno. Me estaba quedando sin
tiempo. Tenía que seguir diciéndolo. Alguien tenía que entender, creerme.
—¡Es un monstruo! —jadeé, sintiendo que mis rodillas se desplomaban,
mis ojos rodaron hacia mi cabeza. La blancura de la nada mientras caía al
pavimento como una piedra.
Me desperté en un sofá desconocido. Olía a cuero, y en mi visión
periférica, vi el parpadeo de la luz de las velas, cálida y consoladora.
Donde sea que estaba, me gustaba.
Alguien se acercó y me quitó un pañuelo de la cabeza. Entrecerré los
ojos y reconocí el rostro, pero aún no podía ponerle un nombre.
190
—Me has asustado como la mierda —dijo él.
—¿Huh?
—Te has desmayado, Wright.
Wright. Alguien me llama así. ¿Quién me llama por mi apellido? Lo tenía
en la punta de mi lengua.
—¿Lo he hecho?
Suspiró profundamente, y luego sentí que el sofá se hundía junto a mi
estómago. Debió de haberse sentado.
—¿Te pasa eso alguna vez? —preguntó.
—A veces —respondí.
¡Terry! ¡Era él!
—¿Terry, por qué me he desmayado? —pregunté.
Hubo una breve pausa.
—Bueno, creo que porque descubrí algo que tú no querías —dijo. Me miró
y frunció el ceño—. Dijiste algo que no querías.
Y entonces lo recordé. Mi desliz. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada?
—Brooke, por favor dime que lo escuché mal. Por favor dime que estoy loco
o algo. Cualquier cosa, porque me estoy asustando aquí —dijo Terry.
Respiré profundamente y pensé en crear una mentida elaborada. Y luego
me acordé de que era una horrible mentirosa.
—Pensaba que era la única forma —dije—. Sé que lo ha hecho a otras
chicas, Terry. Sé que lo ha hecho. Conozco a una de ellas. Quiero decir,
ella no lo hizo público y lo dijo, pero las señales están por todas partes.
Seguirá haciéndolo. Sé que lo hará, y nadie le detendrá. Ninguna de esas
chicas se lo dirá a la policía. Todas están asustadas o inseguras o algo.
Ella le tiene miedo a él, Terry. Esta chica que conozco.
—¿Te estás oyendo? —preguntó Terry.
—No estoy loca —espeté.
—No tenía intención de implicar eso. Pero Brooke, ¿qué más puedes
hacer aparte de descubrir a estos chicos? No puedes hacer que las
chicas lo cuenten. No puedes obligarles a presentar cargos.
—¡Exacto! —dije. No puedo obligarles a ellas a presentar cargos. Pero yo
puedo hacerlo. O al menos pensé que podría.
191
—Jesucristo, Brooke. ¿Estás escuchando lo que estás diciendo? ¿Dejarás
que este chico te joda de esa forma? ¿Conseguir justicia para unas chicas
a las que ni siquiera conoces?
—¡Sí las conozco! —le respondí—. ¡Son Beth! ¡Todas ellas!
Terry no dijo nada. Puso su mano en mi antebrazo, y no me alejé.
—Sin embargo he fastidiado mis oportunidades, así que no tienes de que
preocuparte.
Me senté despacio, los golpes en mi cabeza aumentaron y luego remitieron
una vez que me senté quieta, en posición vertical.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Terry.
—He estado intentando conseguir gustarle a Cal. Pensé que podría hacer
que me deseara y luego me usara. Pero lo fastidié todo. Estoy segura de
que nunca más me va a hablar. Lo que sea. Al menos puedo intentar
mantener a salvo a estas chicas durante el siguiente partido.
—¿Cómo fastidiaste las cosas?
—No quiero hablar de ello —respondí.
—¿Por qué estás haciendo todo esto? —preguntó Terry.
Resoplé.
—Te lo he dicho. Por mi amiga, Beth.
Terry me miró, y me moví incómoda.
—Crees que eres responsable —dijo.
—No lo creo. Lo sé. Ella me contó sobre su violación. Debí haber hecho
algo. Debí haberle obligado a contárselo a sus padres. Debí haber sido una
mejor amiga. Debí haber ido a esa fiesta con ella.
Lloré descontroladamente. No me importaba que no me viera atractiva, o
asustada, o cansada; lloré hasta que no quedó nada, hasta que estuve
seca. Terry se sentó junto a mí y puso su brazo alrededor de mi hombro.
Me sostuvo como un hermano mayor, sin decir nada, sólo dejándome
llorar todo mi enfado y culpa hasta que me tranquilicé y el dolor en mi
pecho se alivió.
—Te ayudaré a atraparlos, Brooke —dijo Terry—. Pero tienes que
prometerme que matarás esta idea de ponerte como cebo para ser una
víctima de violación.
192
—Te he dicho que lo he hecho —argumenté.
—No, nunca dijiste eso. Dijiste que crees que has fastidiado la oportunidad
—respondió Terry—. Tienes que prometérmelo, Brooke. Le atraparemos y a
todos los demás, pero tienes que prometerme que te mantendrás segura.
Asentí.
—Dilo.
—Vamos, Terry.
—Dilo, Wright.
Me sorbí la nariz y me limpié el rostro.
—Lo prometo.
Terry conoció a mi padre por primera vez aquella noche. Me llevó a casa,
se presentó a sí mismo como el jefe de cocina, y le dijo a mi padre que me
estaba acompañando al auto cuando me desmayé. Papá estaba enfermo de
preocupación, y me llevó un poco demasiado fuerte contra su pecho, pero
estaba contenta de estar en casa y en sus brazos. Me di cuenta en aquel
momento que, a pesar de todo lo malo que estaba descubriendo sobre Cal
y Parker y sus amigos, todavía quedaban buenos hombres en el mundo.
Terry y mi padre eran dos de ellos.

0
—Esto es desalentador —dijo Ryan, mirando al lienzo en blanco,
sosteniendo mi pincel.
—No —respondí—. Esto es parte de la diversión. Cuando todo empieza.
Estábamos en mi patio trasero el domingo por la tarde. Pensé que sería
divertido pintar un dibujo, juntos. Ryan estaba inseguro cuando le
expliqué mis planes por teléfono, pero acordó intentarlo. Estaba mezclando
los colores en mi paleta mientras él miraba, obviamente asustado, al lienzo
en espera.
—Ahora no estés nervioso —dije—. No hay bien o mal en ello. Eso es lo que
lo hace arte.
—Hmm —sonó Ryan dudoso.
—Lo digo en serio. Crea lo que sea que quieras.
—Sí. Soy más concreto que eso —dijo Ryan—. Tengo que tener algún tipo 193
de idea en mi mente.
—Bien. ¿Qué tal un escenario invernal? —sugerí.
Estaba sorprendentemente cálido fuera para mediados de noviembre. Pero
las llamativas hojas de otoño habían desaparecido desde hacía mucho
tiempo de los árboles. Todo se parecía al invierno, incluso si no se sentía
de aquella forma. Árboles desnudos. El cielo tenue. Gris.
—Tienes que limitarlo, Brooke —dijo Ryan.
—Está bien —dije, y me puse detrás de él. Me puse de puntillas y hablé en
su cuello—. Nieve.
Le entregué una paleta, le enseñé cómo sostenerla, luego puse mi mano
derecha sobre la suya para ayudarle a guiar el pincel.
—Una colina inclinada —sugerí, y dirigí el pincel a la pintura, girando la
punta en un verde claro y llevándola al lienzo.
—Pensaba que estaba nevando —dijo Ryan, dándome el control del pincel
mientras lo pasaba sobre las fibras del lienzo.
—Pronto —dije—. Ahora siente lo que está pasando con la pintura. ¿Notas
cómo se desliza sin ningún esfuerzo sobre el lienzo? ¿Cómo el pincel no
tira ni se estira?
Ryan asintió.
—Eso es porque está preparado. Si no lo estuviera, verías la pintura
penetrar profundamente en las fibras de inmediato con el contacto. Pero
este lienzo obliga a que la pintura se quede en la parte superior, esperando
a que tú lo dejes secar, rehacerlo, lo que quieras.
Mojé el pincel una vez más y continué la curva de mi línea, creando la
colina ondulante que será el fondo de nuestra escena con nieve.
—¿Quieres intentarlo por ti mismo? —pregunté, liberando su mano y
alejándome.
—No sé, Brooke —dijo Ryan. Se movió sobre sus pies.
Agarré otro pincel y me paré junto a él.
—No puedes estropearlo —dije.
—Estoy seguro de que puedo —respondió Ryan, y me reí.
—No, no puedes —dije, y se lo mostré mojando mi pincel en pintura gris y 194
girándolo por toda la mitad superior del lienzo.
—¡Espera! ¿Eso no debería ser azul? —preguntó Ryan—. Ya sabes, ¿para
el cielo?
—Claro —contesté, y esperé por él.
Limpió su pincel y lo mojó en azul, dudando antes de llevarlo a mi
remolino gris.
—No tengas miedo —le animé.
Respiró profundamente y pasó el azul encima de mi gris, mezclando los
colores para borrarlo, y pensé que nuestro paisaje nevado acababa de
tomar un efecto ventoso.
—Una tormenta invernal —dije, y continué con mi gris, salpicando y
deslizando, girando y golpeando hasta que el cielo estuvo cubierto con la
promesa de copos de nieve. Ryan mezcló sus azules, descubriendo por
accidente los efectos de agitar su pincel para crear una impresión 3D con
la pintura.
—Eso es genial —dijo, mirando su trabajo.
Pintamos toda la tarde, creando el cielo invernal, deteniéndonos sólo una
vez para besarnos. Ninguno de nosotros estaba interesado en
besuquearnos. Queríamos crear un tipo de arte diferente juntos, uno que
Ryan podría colgar en su habitación.
—¿Y por qué te lo llevas tú? —pregunté.
—Me he imaginado que lo compartiríamos —sugirió él—. Me lo llevaré por
unos pocos meses, y luego puedes hacerlo tú. Nos lo turnaremos.
Me gustaba la idea. Significaba que Ryan planeaba mantenerme alrededor
por un tiempo, y de repente pensé en mucho más proyectos de pintura que
podríamos emprender juntos para hacerme un elemento permanente en su
vida.

0
Parker era estúpido. ¿Por qué mantendría los registros de todas las
partidas anteriores de la liga? Ciertamente no para recordarse de todas
sus pasadas victorias. No tenía muchas, después de todo. Cal las tenía,
sin embargo. Asumí que la mayoría de sus victorias eran a la fuerza. Ya
sabía que él era un mal tipo, y pensaba que Tim también lo era. Mi breve 195
encuentro con Tara en el pasillo hace unas pocas semanas sugirió su
conducta violenta, pero tenía que estar segura.
Aclaré a Hunter. Melissa parecía estar bien, y por una semana, seguí a
otra chica en la escuela quien supuestamente se había entregado a Hunter
hace dos años. Parecía feliz. Estaba fuertemente envuelta en los deportes
en la escuela y tenía un grupo de amigos cercanos con los que salía.
Sonreía mucho, y simplemente sabía en mi corazón que ella estaba bien.
Taché a Hunter de la lista.
Parker era un idiota para mí, pero me era difícil averiguar si era un
monstruo como Cal. Sólo había una chica con la que se había acostado en
cuatro años de registros, de acuerdo a las puntuaciones. Y ella ya no iba a
Charity Run. Hice una búsqueda en Google de Jessica Canterly, pero
terminé con las manos vacías. Me di cuenta de que Parker probablemente
iba a ser mi objetivo más difícil.
Mike no era un problema en ese momento. Empezó en la liga hace un año
y nunca anotó más que una mamada. Seguí a algunas pocas chicas que le
otorgaron ese precioso regalo y decidí que estaban bien. Ninguna de ellas
parecía deprimida o destrozada. Algunas eran unas perras totales, sin
embargo, y era difícil para mí sentir lástima por su ignorancia. Aaron era
nuevo, y la Partida 1 de este año era su primera. No tenía ni idea de si
estaba dentro sólo por diversión inocente, si incluso había tal cosa, o si
tenía otras motivaciones. Todo lo que podía hacer era esperar a
averiguarlo.
Estaba haciendo más investigación usando los antiguos anuarios de Beth
cuando me encontré con la foto. Jadeé. Era la chica del baño, la que
sollozaba incontroladamente. Era la que estaba segura que asintió cuando
le pregunté si le había pasado algo malo. Había sido una jugadora en la
Partida 4 el año pasado. La partida justo anterior al actual. Estuvo en el
equipo de Tim y estaba clasificada como virgen, anotando los puntos
definitivos por tener relaciones sexuales con él.
Realmente no estaba buscándola, pero por la divina providencia, nos
encontramos otra vez. Y otra vez en un baño, aunque este no estaba en el
pasillo de los senior. Entré a un baño en el pasillo de los junior antes de
irme de la escuela el martes, y ahí estaba ella, cerniéndose sobre el lavabo,
volviéndose a poner su brillo de labios. Se congeló cuando me vio.
—Oh, hola —dije.
—Hola —respondió ella, insegura.
196
—¿Cómo te va?
—Bien, supongo. —Abrió el grifo para lavarse las manos.
Asumí que intentaría escaparse tan rápido como fuera posible, pero se
quedó. Casi parecía como si estuviera silenciosamente invitándome a que
le hiciera preguntas. Tomé la oportunidad.
—Es sólo que después de ese día hace unos pocos meses…
Se secó las manos y tiró la toalla de papel.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí.
Asentí y sonreí.
—Sólo estaba teniendo un mal día.
—Entiendo eso totalmente. Es lo suficientemente malo estar en la escuela
secundaria, ¿verdad? Y luego encima de eso tienes que preocuparte sobre
encajar, obtener buenas notas. —Hice una pausa por el más breve de los
segundos antes de añadir—: Chicos.
Se tensó. Lo vi.
—Chicos. —Se rió disimuladamente.
—De verdad —dije, intentando animarla—. ¿Por qué son tan ineptos?
—No me preguntes a mí. No les entiendo para nada —respondió ella. Se
echó la mochila al hombro—. Son horribles.
—Lo peor es cuando son malos —dije—. Me pegué con la cabeza contra la
mesa a principios de año, el primer día de la escuela, en realidad, y se
rieron de mí. Como si estuviéramos otra vez en segundo grado. ¿Qué
demonios?
Se encogió de hombros.
—Bueno, al menos cuando eran malos en la escuela primaria,
normalmente quería decir que les gustabas.
—Es verdad.
—Ahora sólo significa que son idiotas.
Me reí. Ella también se rió.
—Soy Brooke, a propósito —dije.
—Oh, lo sé —respondió—. Soy Amelia. 197
—Espera, ¿cómo sabes mi nombre?
—Eres la chica que se desmayó en el pasillo.
Genial. La gente me conocía como la que se desmayaba.
—Y tienes una reputación por no ser muy amistosa —admitió Amelia.
—¿Qué?
—Bueno, sólo he escuchado que no tienes ningún amigo aquí. Amigas, eso
es. Que realmente no te gustan las chicas.
Estaba enfadada. Trabajaba muy duro todos los días para parecer
amigable con las perras que se paseaban por el pasillo de los senior como
si fueran dueñas del lugar. Ellas eran las que me daban una actitud
importante. ¿Qué coño?
—No he debido decir eso —dijo Amelia. Aparentemente mi enfado estaba
escrito en todo mi rostro.
—No, está bien. Es verdad que me gusta mantenerme para mí misma —
dije. Estaba fuera de foco. Quería la conversación de vuelta a Amelia y por
qué pensaba que los chicos eran idiotas.
—Tal vez sólo están celosas —ofreció Amelia—. Tal vez piensan que vas a
robar sus hombres ya que eres muy guapa. —Sonrió tímidamente.
Reí.
—Difícilmente. Pero gracias por el cumplido. No tengo intenciones de salir
con ninguno de los perdedores de esta escuela, aunque tengo que admitir
que ese chico Tim de mi clase es bastante guapo.
Me animé a mí misma silenciosamente. La última línea había venido de la
nada, y era perfecta.
La actitud de Amelia cambió en un instante. No parecía asustada. Parecía
molesta.
—¿He dicho algo malo? —pregunté.
Negó con la cabeza.
—¿Estás hablando de Tim Shelton?
—Sí.
—Un consejo. Mantente alejada.
Se movió hacia la puerta del baño. 198
—¡Espera! ¿Por qué? —pregunté.
—Es uno de los idiotas —dijo ella, y abrió la puerta.
Corrí detrás de ella y golpeé mi mano en la puerta, cerrándola otra vez.
—Dime por qué —dije.
—¿Huh? —Amelia jugueteó con su mochila, moviéndola de hombro a
hombro, incapaz de encontrar una forma cómoda para sostenerla—. Tengo
que irme —dijo.
—Amelia, yo… realmente necesito que me digas por qué Tim es un idiota
—dije suavemente.
—Tengo que irme —repitió ella.
—Por favor —supliqué—. No le diré a nadie.
—Sal de mi camino.
—¿Te hizo hacer algo que tú no querías?
Amelia se apartó de la puerta como un conejo asustado.
—¿Qué has escuchado? —susurró—. ¿Están empezando un rumor otra
vez?
—¿Qué rumor?
—¡No te hagas la tonta! —gritó ella—. El rumor sobre mí. ¡No es verdad!
¡No quería hacerlo! ¡Le dije “no”!
Dejó caer su mochila y envolvió sus brazos alrededor de su estómago.
—No sé sobre ningún rumor, Amelia —dije.
—¡Sí claro! Todo el mundo estaba hablando sobre él al final del verano,
justo antes de que empezara la escuela.
—Soy nueva aquí. No escuché ningún rumor —dije. Caminé hacia ella, y
se estremeció—. Está bien. Soy una de las buenas personas.
Vi lágrimas formándose en sus ojos, y luego se derramaron, goteando en
su blusa blanca con agujeros. Fue el instinto. La envolví en mis brazos
antes de pensarlo. No se sentía extraño para nada, sostener a alguien a
quien apenas conocía porque de alguna forma, sí la conocía. Ella era Beth.
Como le dije a Terry. Todas eran Beth.
—Creo que me drogó o algo. —Lloró en mi hombro—. La gente estuvo
diciendo que me puse en topless en esa fiesta. Delante de todo el
mundo, y que él me estaba incitando. Realmente no lo recuerdo. Quiero
decir, creo que lo hago, pero no estoy segura. Recuerdo una cama.
199
Recuerdo sangrar el día siguiente, pero no se suponía que empezaba con la
regla. No se sentía como mi regla, y sólo duró un día.
Me sentí enferma. Tragué saliva fuerte, forzando abajo las ganas de
vomitar.
—¿Se… se lo contaste a tus padres?
Amelia se alejó. Se limpió el rostro y negó con la cabeza.
—No estaba segura de lo que pasó. Debí haberles dicho, pero no estaba
segura —dijo, y luego añadió más silenciosamente—: Estaba avergonzada.
—Tú no hiciste nada mal —dije.
Asintió como si quisiera creerme pero no tenía la fuerza para hacerlo.
—Lo digo en serio, Amelia. No hiciste nada mal. Él se aprovechó de ti.
Como has dicho, es el idiota.
Miró arriba de repente, su rostro lleno de preocupación.
—No puedes decírselo a nadie —dijo—. Prométemelo.
Suspiré.
—No es mi asunto para contar.
—Bien.
—Pero me gustaría que se lo contaras a tus padres, Amelia.
—¿Qué puede hacerse ahora, Brooke? Han pasado meses. No es como si
hubiera ido al hospital después. No hay nada que pruebe que hizo algo —
dijo.
—Está tu palabra —ofrecí.
—Sí. —Soltó una risita—. Eso no sirve para nada.

200
Traducido por Bluedelacour
Corregido por francatemartu

—¿B eth? Pensé que podíamos ir al Centro Comercial hoy—dije,


entrando por la puerta a su dormitorio. Estaba tumbada
en la cama frente a la ventana.
—¿Para qué? —preguntó ella, desinteresada.
—Bueno, hay un remate en The Limited —respondí. Caminé hacia la cama y
tentativamente me senté.
—No gracias—dijo.
—Es viernes por la tarde —dije—. ¿Qué quieres hacer?
—Echarme aquí.
—Oh. 201
Nos quedamos en silencio durante unos minutos.
—No tienes que quedarte, Brooke. Ve a pasar el rato con Gretchen o algo así.
Me quité los zapatos y me acosté a su lado.
—No quiero salir con Gretchen. Quiero quedarme aquí contigo.
Beth se dio la vuelta y me miró.
—Creo que Finn está frustrado conmigo —dijo—. No quiero que sea físico
conmigo, y él se está poniendo todo inquieto al respecto.
Me puse tensa, sin saber qué decir. Era extraño escuchar a Beth hablar de
Finn y su relación física. Sabía que tenían sexo. Sabía que probablemente
todavía tenían relaciones sexuales a pesar de lo de él y yo. ¿Acaso no tenía
respeto por mí misma?
—Me siento perdida, Brooke. No sé qué hacer —dijo Beth.
Tomé su mano.
—No tienes que hacer nada, Beth. Sólo puedes echarte aquí. Eso está bien.
—¿Te quedarás aquí conmigo?
—Por supuesto.
—¿Pero no quieres hacer algo divertido esta noche? ¿Ir a una fiesta o algo
así? —preguntó Beth.
—Nop. Quiero estar contigo.
—No soy muy divertida en este momento —admitió.
—Está bien —le contesté.
Nos quedamos en silencio durante un tiempo. Empecé a contar los puntos en
su techo.
—¿Cómo puedo mejorar, Brooke?
Quería decirle que hable con sus padres, que hable con un médico. Quería
decirle que presente cargos. Quería decirle que sea valiente. Pero no lo hice.
—Sólo tomará tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
—No sé, Beth.
Hubo otro momento de silencio. Me quedé mirando el techo de Beth
preguntándome cómo hacer que mi amiga vuelva a mí, preguntándome
dónde encontrar la fuerza para dejar de dormir con Finn. 202
—Mira lo que llevo puesto—dijo Beth, tirando de la mitad del corazón
manchado por la parte delantera de su camiseta.
Me di la vuelta para mirarla.
—Pensé que iba con mi atuendo hoy —dijo.
Me reí.
—Tenemos que empezar a usar esos de nuevo, ¿no te parece? —preguntó
Beth.
Asentí.
—Definitivamente deberíamos.
Beth sonrió.
—¿Crees que vamos a ser las mejores amigas para siempre?
Sonreí al recordar la respuesta de Beth a esta pregunta cuando teníamos
ocho años.
—Por supuesto. ¿Por qué no?
Se rió, recordándolo, también.
—Exactamente. ¿Por qué no?
—Vas a matarme, Beth —suspiré en la oscuridad de mi dormitorio.
Anduve a lo largo de la habitación en mi fresca pijama porque empapé la
otra por el sudor. Estaba tan enferma y cansada de despertar cada noche
empapada en sudor. Mi cara se sentía apretada de las huellas secas
dejadas por las lágrimas. Me froté las mejillas más o menos tratando de
borrar la tensión, pero lo único que logré hacer fue que mi cara doliera
más.
—Estoy haciendo lo mejor que puedo —le dije.
Hazlo mejor.
Me di la vuelta y miré hacia la esquina opuesta de la habitación.
—¿Quién está ahí? —susurré, sintiendo la sacudida en el pecho, el dolor
en mis dedos.
Nada.
—¿Beth?
Él me violó.
Quería correr por la puerta de la habitación, pero estaba segura de que
203
había bloqueado mi escape. ¿Debo llamar a mi padre? Tenía miedo.
Me violó, Brooke. ¿Qué estás haciendo al respecto?
—Yo… yo estoy trabajando en ello. Sé lo referente a la liga, Beth. Conozco
a algunos otros.
No me importan los demás. ¿Por qué no has conseguido a Cal?
—¿Estás escuchándote? —Lloré—. ¿Oyes lo que me estás pidiendo que
haga?
Fue tu plan, Brooke. No lo planeé. Pero ahora que he tenido tiempo para
pensar en ello, me gusta bastante.
Me quedé sin habla, mirando el fantasma.
Quiero decir, ¿no te lo mereces? Te acostaste con mi novio. Me mentiste. Eres
un ser humano despreciable. ¡¿No mereces ser tratada como una mierda?!
—¡No! ¡No me lo merezco! ¡No! —grité en la esquina de la habitación.
Sí lo mereces. Sí lo mereces. Sí lo mereces…
—¡Cállate!
Sí lo mereces. Sí lo mereces. Sí lo mereces…
—¡PAPÁ! —grité—. ¡PAPÁ!
Oí la puerta de mi habitación abrirse y sentí los brazos de mi padre a mí
alrededor. Abrí los ojos, aturdida y confusa.
—Fue sólo un sueño—dijo papá—. ¿Estás bien, cariño?—Y me sacudió de
lado a lado mientras lloraba en su pecho.
—Tengo miedo —me lamenté.
—No tengas miedo. Estoy aquí. —Me tranquilizó papá. Continuó
meciéndome, acariciando mi cabello y callando mis sollozos mientras se
hacían menos y menos frecuentes.
—Por favor no me dejes —le rogué, aferrándome a él.
—No voy a ninguna parte, Brooke—respondió papá.
Bajé mi desesperado agarre sobre él, y bajó la mirada hacia mi cara.
—¿Soñaste con Beth de nuevo?—preguntó.
Asentí de mala gana.
Papá no dijo nada. Sólo me sostuvo hasta que le pedí permiso para irme de 204
la habitación y dormir en otro lugar de la casa. Me escoltó afuera, y podía
sentir una enojada, insatisfecha Beth flotando en la esquina de mi
habitación.

0
Papá me miró con cautela durante el desayuno la mañana siguiente.
Estaba pálida, podía sentirlo. Creo que mi sueño dentro de un sueño
agotado sacó la mitad de mi vida fuera de mí. Estaba tan aterrorizada.
Traté de calmar mis manos mientras llevaba la cuchara de cereales a la
boca, pero no sirvió de nada. Negué con violencia, y papá, incapaz de
soportar la visión de mí tratando de comer, arrancó el utensilio de mis
manos débiles.
—Papá, no soy un bebé —le dije. Pero me sentí como una en ese momento,
y me entraron ganas de llorar de nuevo.
—¿Quién ha dicho algo sobre ser una bebé?—preguntó.
Metió la cuchara en mis copos de maíz y lo llevó a mi boca. Accedí a ser
alimentada porque tenía hambre, y papá estaba haciendo un trabajo
mucho mejor que yo.
Después de que me desperté gritando anoche, papá me llevó escaleras
abajo. Me hizo té y encendió una película de Navidad. Era mediado de
noviembre, pero creo que eligió Milagro en la calle 34, ya que era inocente y
agradable. Y lleno de esperanza. Y creo que pensó que podía llevarme a un
sueño tranquilo, escuchando la dulce voz de una joven Natalie Wood
examinar los bigotes de Kris Kringle. Mi padre me acarició y me quedé
dormida sobre su pecho, escuchando la famosa frase que al final de la
película se repite una y otra vez en mi subconsciente: "Todavía tienes que
creer".
—¿Brooke?—preguntó papá después de que tomé mi último bocado de
cereal.
—¿Hmm?
—Creo que deberías hablar con alguien —dijo—. Pensé en tu viejo
psicólogo. Podría hacer una cita. ¿Qué piensas?
Me recosté en la silla y crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Es tan autoindulgente, papá —le dije después de un momento—. Y
todavía tengo ataques de pánico. ¿Qué hizo todas esas charlas
realmente? 205
—Bueno, mientras ibas, estabas mejor —dijo papá—. ¿Te acuerdas? Los
ataques cesaron.
Suspiré.
—¿Pensarás en ello? —preguntó.
Asentí.
—Y nunca es autoindulgente consigo mismo por hacer algo que te hace
feliz y saludable—dijo.
Sonreí sólo para aplacarlo. No estaba convencida.

0
El miércoles me sentí como mi vieja yo. Aún con sentimiento de culpa,
pero ya no temblaba. Ya no estaba aterrorizada de dormir en mi
habitación. Ya no estaba convencida de que Beth era un fantasma enojado
que odiaba mis entrañas. Algo más estaba pasando en mi cerebro, y la
siguiente semana planeé descubrirlo con la ayuda de mi ex psicólogo, la
Dra. Merryweather. Dios, odiaba su nombre. Me hacía sentir como si no
pudiera hablar con ella acerca de cualquiera de mis problemas, como si
tuviera que ser todo sol y sonrisas en su oficina porque estaba feliz. O por
lo menos su nombre lo sugirió.
—Quiero que hagas algo por mí —dijo papá durante la cena.
—¿Ah, sí? ¿Qué es?—contesté.
—El jueves es noche de la familia en la Y —dijo papá—. Quiero que
vayamos.
Me eché a reír.
—¿Estás bromeando?
—No. Creo que te ayudaría correr por ahí y levantar algunas pesas y
trabajar algunas de estas cosas que te pasa —dijo papá.
—Papá, no puedes estar hablando en serio. ¿Noche Familiar? ¿Podemos
decir Lamentable'?
—Totalmente lamentable. Y vamos a ir —dijo papá.
Entrecerré los ojos hacia él. Sólo entonces me di cuenta de que mi padre
había ido al gimnasio tres veces la semana pasada. Se compró una
membresía a comienzos del año escolar para nosotros, pero rara vez iba.
Fui en alguna ocasión, pero no soy realmente una niña gimnasio. Prefiero 206
dar paseos solitarios o hacer un video de ejercicios en la comodidad y
privacidad de mi sala de estar. Cortinas abajo, por supuesto.
—¿Quién es ella? —le pregunté.
—¿Eh? —Papá reunió los platos y los llevó al fregadero.
—¿Quién es la mujer por la que has estado ejercitándote? ¿Y estará ella
allí el jueves por la noche? ¿Es por eso que eres tan insistente en ir?
—Brooke, no tengo ni idea de lo que estás hablando—contestó papá, pero
no quiso dar la vuelta y mirarme a la cara cuando lo dijo.
Me levanté de la mesa.
—Oh, ¡Dios mío, papá! ¡Quiero saber!—grité, y justo así, Beth, mi
pesadilla, mi culpa, todo disuelto en la nada.
Papá finalmente se dio la vuelta, con una sonrisa tonta iluminando su
rostro.
—¿Olvidaste por completo las conferencias de otoño, Brooke? —preguntó
papá.
—¿Qué?
—Con los profesores —aclaró.
—No, no lo hice. Te reuniste con la Sra. Hayes —le dije—. Es más vieja que
la suciedad. Y es casada.
Papá se rió entre dientes.
—Sí, me encontré con la señora Hayes. Pero luego pasé por la clase de
inglés.
Mi boca se abrió.
—Simplemente improvisé las cosas. —Parecía orgulloso de ello.
—¿Dónde he estado? ¿Por qué la señora Manning no me dijo nada?
—Porque no es asunto tuyo—dijo papá a la ligera—. Por lo menos no
todavía.
—¡Oh, Dios mío! ¿Tuvieron una cita?
—No. Me presenté, y ella parecía saber más de mí que yo. Supongo que,
asumo que tenías algo que ver con ello. —Papá sonrió—. No sabía que
vivía por aquí. Ella va a la Y, también —dijo.
—Así que ahora vas a la Y—le dije. 207
—He tenido una membrecía por meses, Brooke.
—¡Ja! ¡Una que nunca has usado!—Levanté mis manos, los dedos tocando
en un gesto similar al campanario. Me sentí como el señor Burns, la
consumación de mi plan.
—Alto ahí —dijo papá.
Dejé caer mis manos.
—Oh papá. ¡Esta es la cosa más linda y más asquerosa de todos los
tiempos!
Papá se rió.
—¿Así que vas a ir la noche del jueves? Ella va a estar allí. Vamos a
trabajar juntos.
—Oh, no me pierdo eso por nada —le contesté.

0
Tengo que admitir que la noche familiar en la Y fue muy divertido. Corrí
un kilómetro con papá en la pista cubierta antes de mudarnos a las
máquinas de pesas. La Sra. Manning apareció cuando papá estaba en la
máquina del bíceps, y me pidió que aumentara su peso.
—No, papá, no voy a hacer eso—le dije.
—Brooke, vamos —suplicó, pero negué con la cabeza. No sería responsable
de su lesión.
—Hola, Brooke—dijo Manning, acercándose a nosotros.
—Hola —le contesté, y reí.
Ella lo ignoró, y papá me lanzó una mirada. Me encogí de hombros.
—Has conseguido otro grupo.
Papá terminó sus ejercicios mientras hablaba con «Johanna». Era
“Johanna” ahora, y me pregunté qué diría o haría si la llamara por su
primer nombre. Era obvio que papá estaba tratando de impresionarla,
levantando pesas y contrayendo los bíceps por todo lo que valía la pena.
Me reí.
Es evidente que se sentían atraídos el uno al otro, y mientras toda su
muestra de afecto hacia el exterior era vergonzosa, no pude evitar
sentirme un poco orgullosa. Le había hablado de mi padre sin cesar a la 208
señora Manning, pero no creí que escuchara una palabra de ello. Sin
embargo, no todo era de mi parte. De alguna manera, ya sea la curiosidad
o la locura, papá tuvo el valor de ir a su salón de clases y hablar con ella.
Vi a Kaylen rondando las afueras de la sala de pesas y me excusé,
haciendo una línea recta. No sabía que la familia de Ryan eran miembros
de la Y.
—Oye —le dije, y ella me sonrió.
—¡No puedo creer que estés saliendo con mi hermano!—chilló. No un
“hola” de regreso; justo al grano.
—¿Por qué? —le pregunté.
—¡Porque es mi hermano! Totalmente asqueroso. —Kaylen arrugó la nariz
ante la idea.
Puse los ojos en blanco.
—¿Ustedes son miembros aquí?
—Sí.
—¿Viniste por la Noche Familiar?
—Dah.
Exhalé.
—Así que, ¿tu hermano está aquí?
—Asco. Y sí que lo es. Está en la piscina.
—¿La piscina?—Tenía que recuperar el aliento.
—Sí, Brooke. La piscina.
—Gracias, Kaylen—dije dulcemente, y me dirigí hacia el extremo opuesto
del edificio.
Ryan estaba en el carril del extremo, y, ¡oh, Dios mío!, no tenía una
camisa. Obviamente. En todas nuestras sesiones de besos, no lo había
visto una vez sin camisa. Sí, pasé mis manos por sus brazos y pecho de
vez en cuando, pero hay una gran diferencia entre sentir y ver.
Estaba en medio de una carrera de natación. No sé el nombre. Se balancea
dentro y fuera del agua, los brazos volando en círculos. Se detuvo al
final del carril, al otro lado de la piscina y se irguió sobre la repisa.
Querido Dios en el cielo.
Era hermoso. Pensé que no era justo lo hermoso que era. ¿Por qué Dios
209
hace eso? ¿Hacer un poco de gente tan hermosa que casi duele mirarlas?
Mientras tanto, el resto de nosotros se parece un montón de simples
mortales en comparación. Estudié mi ropa de entrenamiento. De hecho,
me puse un traje lindo, y pensé que se veía bien, pero cuando miré a Ryan,
observando la corriente de agua, curvando un lado a otro por encima de
sus músculos tensos, al instante me sentí fea. Quería irme, pero no podía
apartar los ojos de su pecho. Quería ser aplastada debajo de él. Y no
quiero que se seque antes de que me aplaste.
Mis pies se movieron instintivamente, y antes de darme cuenta, estaba de
pie sobre él.
—Bueno, si hubiera sabido que venías, habría traído mi bikini —dije.
Se levantó bruscamente, mirándome como si hubiera sido atrapado. Y
luego su rostro se relajó.
—Hola, Brooke—dijo.
—Vaya. Gafas, una gorra y todo —dije—. Eres rudo.
—Supongo —respondió, sosteniendo los accesorios de baño en la mano.
—Entonces, ¿qué fue ese último estilo que estabas haciendo?
Se puso de pie y se acercó a un banco para tomar su toalla.
—El estilo mariposa—dijo.
—Parece difícil —le respondí, mirándolo secar sus brazos. Ahora entendía
a los brazos. No cortador de madera. Era el nado.
—No es mi favorito. —Se envolvió la toalla alrededor de su cintura.
—¿Nadas mucho?
Asintió.
—¿Cómo es que no nadas para la escuela?—le pregunté. No es que
particularmente quisiera que fuera parte de nuestro equipo de natación.
Sonrió.
—Estás llena de preguntas, ¿no es así?
—Sólo por curiosidad, eso es todo.
—Bueno, ya sabes lo que pasó con el gato —bromeó.
—Lamentable —le contesté, poniendo los ojos en blanco, y se rió.
210
—Nado por diversión. No nado para competir. Sólo lo hago para mí —dijo
Ryan.
—Pero te ves tan bien en eso—le dije—. Quiero decir, no es que sepa gran
cosa sobre la natación, pero te veías muy bien. Bastante bien para comer.
¡Me refiero a competir! Lo suficientemente bueno para competir.—Me quedé
mirando su pecho.
—Oh, Brooklyn —dijo Ryan, sonriendo y sacudiendo la cabeza. Sabía lo
que quería y decidió ser generoso. Me envolvió en sus brazos y me abrazó
contra su pecho desnudo. Y no era apropiado, y no me importaba. Me
contuve de besar sus pectorales, sin embargo. Tenía algo de clase.
Me dejé perder en sus músculos. Si me concentraba lo suficiente, podía
sentir cada uno de ellos, al pulsar en mis hombros, presionando la cara, la
espalda. Estaba envuelta en ellos, y el más mínimo movimiento los
contraía, me hizo fuerte de deseo sexual. Su piel era suave, oliendo su
esencia mezclada con un poco de cloro de la piscina. ¿Cloro? ¿Ningún
sistema de sal? El gimnasio era de la vieja escuela.
Ryan me soltó cuando su hermana se acercó.
—Estoy tan asqueada en este momento —dijo. Tan reina del drama. Pero
dulce, así que no me importó.
—¿Qué quieres, Kaylen? —preguntó Ryan.
Era graciosa la manera en que lo dijo, como si ya estuviera exasperado y
ella sólo acababa de llegar.
Pero no fue mezquino. En cambio, parecía disfrutar secretamente la
interrupción de su hermana, y pensé en ese momento que la quería mucho
y no le importaría si se mantenía interrumpiendo por el resto de su vida.
—Me prometiste que me enseñarías cómo utilizar las máquinas de peso —
dijo Kaylen.
—Lo sé. —Ryan no se movió. Se estaba burlando de ella.
—¿Y bien? —Se puso las manos en las caderas.
—Bueno, ¿qué? —preguntó Ryan.
—¿Vas a venir?
—¿Venir a dónde?
—Ryan. —Golpeó el suelo con un pie en consternación. 211
Él sonrió.
—Ohhh, ¿querías que te muestre ahora?
Kaylen miró secamente.
—Gracioso, Ryan.
Él se rió entre dientes.
—Me tengo que cambiar primero. ¿Por qué no van las dos allí y las
encuentro en un minuto?
Quería seguir a Ryan al vestuario, pero creo que me habría metido en
serios problemas. Seguí sus instrucciones en vez de ello y caminé con
Kaylen a la sala de pesas.
—A Ryan le gustas mucho —dijo Kaylen mientras tirábamos de la puerta
esperando a su hermano.
—¿En serio? —Sentí que mi corazón se agitaba.
—Mmmm. ¿Ustedes pintaron algo juntos? —preguntó.
—Sí. ¿Por qué?
—Sólo por curiosidad. Ryan me lo dijo, pero no lo creía, porque no puede
dibujar o pintar o hacer cualquiera de esas cosas —dijo Kaylen—. Y el
cuadro es bonito, así que no creo que te ayudara.
Me eché a reír.
—Bueno, lo hizo. Tal vez va a tomar pintura conmigo —sugerí.
—Si es capaz de encontrar tiempo en su apretada agenda de videojuegos —
respondió Kaylen.
Sonreí y saludé mientras Ryan se acercaba pensando que no me
importaba si su horario de juegos dejaba poco espacio para la pintura,
siempre y cuando él me incluya cuando jugaba.

212
Traducido por Dark Killer y Mona
Corregido por francatemartu

—B
uenas tardes, Srta. Manning —dije, deslizándome en mi
asiento habitual. Tenía quince minutos antes de la
clase. No tenía muchas ganas de comer en la cafetería.
Sabía que este era el período planificado de la Srta. Manning y pensé que
me gustaría charlar con ella en su lugar.
—¿Puedo ayudarte, Brooke? —preguntó.
—Sí, puede, en realidad —respondí.
Contuvo el aliento y me miró fijamente.
—Me gustaría saber que le has hecho a mi padre —dije—. Porque de
repente está corriendo y llenando la nevera con desagradable comida
saludable y cantando en la ducha. Sí, lo oí cantando en la ducha el otro 213
día. Y fue terrible.
La Srta. Manning soltó una risita. Una mujer adulta soltó una risita.
Levanté mis cejas en incredulidad.
—Brooke, no voy a discutir esto contigo —dijo.
—¡Srta. Manning, vamos! ¿Le pidió él una cita?
—No es asunto tuyo.
—¿Te gusta?
—Brooke, por favor.
—¿Voy a conseguir A en todas las pruebas de su clase a partir de ahora?
—¡Brooke! —Lució indignada, como si una persona puede lucir indignada
cuando está sonriendo.
Pensé en seguir incitándola.
—Solo imaginé que si se iba a casar con mi papá algún día, debería
conseguir A en todas sus clases. Parece justo para mí. Te estableceré.
—¡¿Quién dijo algo sobre el matrimonio?! —lloró.
—Srta. Manning, estos son tiempos progresivos, pero soy de la vieja
escuela. No puedo permitir que usted viva con mi padre en pecado. Deben
estar casados primero antes de que vivan juntos.
—¡Brooklyn Wright, esto es completamente inapropiado!
Sonreí, pero guardé silencio.
—Ahora, si decide quedarse aquí hasta que comience la clase, entonces
tiene que estar callada. Estoy calificando pruebas. No tengo tiempo para
hablar sobre su padre quien pasara a recogerme este viernes por la noche.
—No levanto la vista de su trabajo, pero vi la más mínima sonrisa jugando
en sus labios.
—Lo tengo —respondí, y pensé en todos los consejos que necesitaba darle
a mi padre antes de su gran cita.

0
Consideré mis opciones. Realmente no tenía opciones, pero lo pretendí.
Era completamente injusto, pero tenía que dejar de ser tan
malditamente egoísta por al menos una noche fuera de mi vida. Pude
haber tenido la casa para mí misma—Ryan para mí misma— y el
214
pensamiento me dejó sintiéndome desesperada y vacía. Y entonces recordé
a Melanie y Taylor, dos chicas de las que estaba segura que estarían en la
fiesta, y no podía arrojarlas a los lobos. Tenía información, y tenía que
actuar en consecuencia. En el peor momento posible, pero luego pensé que
tal vez se trataba de la formación del carácter. No sacrificaría a esas chicas
a sexo que no querían solo para que pudiera tener el sexo que quería.
—Cal está teniendo una fiesta, y vamos a ir—le dije a Gretchen en el
teléfono el viernes por la tarde.
—¿Lo estamos?—preguntó—. ¿Por qué?
—Porque conozco a algunas chicas que podrían estar ahí, y ellas son
jugadoras para el juego actual —respondí—. Quiero mantener un ojo en
ellas.
—Ohhh —dijo. Hubo una pausa antes de que ella continuara—. Sabes,
Brooke, no puedes mantenerlos a todos seguros todo el tiempo.
—Lo sé, Gretchen. Pero puedo en este caso. Sé quiénes van a estar ahí, y
tengo una muy buena idea de lo que pasara si no estoy ahí para detenerlo.
—Entonces, ¿qué pasa después de eso? ¿Vas a seguir asistiendo a las
fiestas? ¿Frustrando los planes de esos chicos? Con el tiempo van a
conseguir lo que quieren. No puedes estar en todas partes al mismo
tiempo. No puedes ir en sus citas con ellos. Necesitas tomar esta mierda
para los medios de comunicación.
Suspiré con frustración.
—Gretchen, estoy trabajando en ello. Pero no estoy lista para exponer a
nadie todavía. No tengo suficiente información. ¿Puedes por favor ser
paciente?
Gretchen resopló.
—¿Cómo sabes siquiera que Cal nos quiere ahí? ¿Quiero decir, después de
esa cita y todo?
—Me invitó —respondí.
—¿Lo hizo?
—Sip. Hoy después de la escuela —dije—. Parece pensar que la cita fue
bastante bien.
Gretchen estalló en carcajadas. 215
—¿Esta engañado?—preguntó.
—¿Tu qué crees? —respondí.
Gretchen gruñó.
—Él hace a mi piel ponerse de gallina. No sé cómo voy a mirarlo a la cara
después de lo que me dijiste.
—Lo sé, pero tienes que conseguir un buen juego. No enredes esto para
mí, Gretchen —le advertí.
—¡No lo haré! Cálmate. Solo es frustrante saber algo tan horrible sobre
una persona y sentirse impotente para hacer algo al respecto —dijo.
Pensé por un momento.
—Sí. ¿Cómo piensas que se sienten esas chicas?
—¿Crees que los otros están drogando chicas también? —preguntó
Gretchen.
—Lo hago.
—¿Cuántos crees que hay?
—Bueno, no puedo encontrar ninguna evidencia concreta sobre Parker
todavía. Es un astuto hijo-de-perra. Pero creo que él es uno. Y creo que
este chico Tim es otro. En realidad, sé que lo es.
—¿Cómo? —preguntó.
—Una chica en la escuela me lo dijo—dije.
—¡¿Ella lo hizo?!—Gretchen sonó sorprendida.
—Estaba asqueada por lo que ella me dijo. Hace mi corazón enfermar. —Le
conté la conversación con Amelia, dejando fuera su nombre. Gretchen y yo
permanecimos en silencio por un tiempo.
—Esa pobre chica —susurró—. ¿No va a seguir adelante?
—Creo que ella tal vez lo haría si otros lo hacen. Intensidad en números
ese tipo de cosas —respondí.
Gretchen suspiró.
—Nunca he ido a una fiesta con ningún otro propósito que no sea
emborracharme y divertirme. Esto se siente extraño.
—¿Qué se siente extraño?
—Ir a una fiesta con una misión —dijo—. Quiero ayudar a estas chicas,
216
Brooke. Quiero protegerlas.
Sonreí.
—Me alegro. Pero, ¿Gretchen? No le pegues a alguno de esos chicos. Sería
de tipo estropear toda la cosa encubierta que tengo pensado.
—Lo tengo. Sin golpes—dijo.
Después de que colgamos, fui a acosar a mi papá sobre su noche fuera.
Hice una lista de todas las conductas apropiadas para una primera cita, y
las que no son apropiadas.
—Brooke, tenía citas en el pasado, sabes—dijo pacientemente.
Esto era nuevo para mí. Pensé que él sabía de mamá desde el nacimiento,
empezó a salir con ella en la escuela media, y se casaron justo saliendo de
la escuela secundaria.
—¿Las tenías?
—Divertido —respondió—. Salí absolutamente con unas cuantas damas en
la universidad.
—Asqueroso. No me digas nada más —dije.
Papá se rió entre dientes.
—¿A qué hora tienes que recogerla?
—Siete.
—¿Y vas a vestir lo que acordamos? —Levanté mis cejas, desafiándolo a
objetar.
—Brooke, gastaste trescientos dólares de mi duramente ganado dinero en
ese equipo —replicó—. Sí, voy a vestirlo.
Usé la tarjeta de crédito de papá después de la escuela el viernes para
comprarle un par de lavados jeans negros de piernas rectas, ajustada
camisa de cuello, y una chaqueta Tweed casual para su cita. Estaba
orgullosa de mí misma por conseguir todo en rebaja. Papá, en cambio,
estaba enojado y quería llevar todo devuelta.
—¡Solo pruébalo primero! —demandé—. ¡No vas a ir a la primera cita que
has tenido en un trillón de años luciendo como el típico papá nerd!
Papá cedió y se puso el traje.
—Cinco años, Brooke. Han pasado cinco años —dijo caminando fuera de
su cuarto y parándose en el pasillo luciendo perdido. 217
Creo que por primera vez en años se sentía elegante, y lo hizo sentir
incómodo. Entonces cuanto más se movía en su ropa nueva, más seguro
se volvía. Fue interesante observar la transformación desplegándose ante
mis ojos. De idiota a corredor en diez minutos.
—Estoy bastante avergonzado del precio —murmuró, acariciando la tela de
su chaqueta.
—Papá, estas son piezas clásicas. Nunca pasan de moda. Puedes usarlas
para siempre —expliqué.
—Oh, puedo, ¿huh?
—Absolutamente.
Me paré frente al espejo de cuerpo entero evaluando mi atuendo: Jeans
ajustados metidos en las botas marrones altas hasta la rodilla con
accesorios con grandes hebillas alrededor de los tobillos y pantorrillas
superiores. Mis botas favoritas. El tacón era de altura perfecta. Eran los
únicos zapatos que poseía con un tacón perfecto, agregando dos
centímetros a mí s. Vestía un top floral abotonado con una equipada
chaqueta de pana de color arándano. Lucía linda y casual, pelo rubio largo
y liso echado atrás con una delgada, clara diadema. Llevaba aretes de oro
y brazaletes de oro en la muñeca. Era mi versión de un uniforme de
policía. Estaba lista para servir y proteger.
Informe a papá que Gretchen y yo íbamos a pasar el rato. Fallé en decirle
que iba a asistir a la fiesta de Cal. Imaginé que no necesitaba saberlo. Solo
le confundiría. Me sentí ligeramente culpable por mentirle a Ryan, sin
embargo. Él preguntó si estaba libre esta noche, y le dije que ya había
hecho planes con Gretchen. Pareció ajeno a mi mentira de que estábamos
teniendo una noche de chicas en su casa, y solo me hizo sentir peor.
Recogí a Gretchen alrededor de la diez, y nos dirigimos a la fiesta. No tenía
ni idea de qué esperar cuando llegáramos a la casa de Cal. Nunca la había
visto. Estacionamos calle abajo y caminamos hacia su casa. Esta era una
de esas casas ridículas de 900,000 dólares con ladrillo y piedra y todos los
elementos de diseño en los que podrías pensar decorando la fachada. El
césped excesivamente muy cuidado. Pensé que estaba de pie en un parque
de oficina.
Ya preparada para Navidad. Luces blancas por todos los árboles,
delineando la casa. Guirnaldas sobre las ventanas; velas dentro de ella.
Me gustó la decoración, pero estaba tentada de volver otra noche y poner
una cadena de luces de colores sobre un arbusto. La casa necesitaba un 218
hilo rebelde.
Llamamos a la puerta, pero nadie contestó. Escuché la música desde el
interior, y pensé que era lo suficientemente ruidosa para impedir a los
invitados desde el interior escuchar a alguien en el exterior. Abrí la puerta.
Esta fiesta era mucho más moderada que la de Tanner. La casa de Cal era
costosa. Los muebles lucían caros. El piso en el que nos hallábamos
parecía caro. Demonios, el color de la pintura sobre las paredes lucía
costoso, y todos parecían entenderlo. Nadie causaría problemas en esta
casa. Todavía estaban bailando, pero Cal se aseguró de empujar los
muebles a un lado, cubriéndolos con sábanas. Sospeché que había
ocultado toda la cristalería costosa y accesorios. Las mesas y estantes
estaban vacíos. Era cuidadoso, y esto tenía sentido. Él era cuidadoso en
todo lo que hacía.
—¡Oye, Brooke! —dijo Cal, acercándose a nosotras.
—Hola —contesté. Le lancé una sonrisa dulce, y eso pareció animarlo.
—Así que, um, te pido disculpas por ordenar cerveza en nuestra cita.
Debería haber pedido disculpas hace días, pero parecías estar ocupada —
dijo él. Era críptico, pero sabía exactamente de lo que estaba hablando. Me
observó varias veces charlando con Ryan en medio de clases. Sabía que
había algo entre nosotros.
—No te preocupes —contesté.
—No, no. Fui un completo idiota. No debería haber bebido todo eso —dijo
Cal.
No debería haber tomado.
No sabía que decir.
—Eso sucede.
—No, Brooke. —Cal era insistente—. Eso no sucede. Tengo modales. Lo sé
mejor, y me siento como un completo idiota. Solo perdí el control sobre la
situación de Parker. No tenía idea de lo que él significaba para ti. ¿Ustedes
chicas llegaron bien a casa?
Cal era difícil de entender. Había casos de estupidez completa seguidos de
actos de caballero de brillante armadura. Es como si tuviera doble
personalidad.
—Sí. Pero nos debes la tarifa del taxi —dijo Gretchen.
Me puse tensa. 219
Cal frunció su ceño por medio segundo antes de relajar su rostro una vez
más en una sonrisa agradable.
—Tienes razón.
—No, no la tiene —me opuse—. Está bien. No te preocupes de ello.
—No, quiero darte la tarifa de taxi —dijo Cal—. Es lo menos que puedo
hacer.
—Por favor, Cal —dije—, no puedo aceptar tu dinero. No tomaré tu dinero.
Lo miré sacar su cartera y coloqué mi mano sobre la suya.
—No voy a aceptarlo —susurré—. Está bien. Una disculpa era todo lo que
necesitaba.
Cal vaciló. Quería discutir, pero en cambio, metió su cartera de nuevo en
su bolsillo.
—¿Chicas están sedientas? —preguntó, mirando hacia la cocina.
—Um, solamente agua para mí —dije—. Soy conductora designada esta
noche.
—Lo entiendo. ¿Y para ti, Gretchen? —preguntó.
—Voy a tomar agua también —dijo ella.
Cal la miró de una manera extraña.
—¿Eres conductora designada, también?
—Puedo estar en una fiesta sin beber —dijo ella, mirándolo como a la
presa que estaba lista para mutilar.
Cal se echó a reír.
—No sabía que eso fuera posible.
Gretchen abrió su boca para contestar, pero la corté.
—Vamos a estar pasando el rato en la pista de baile —dije—. Gracias por
conseguirnos esa agua. —Y arrastré a Gretchen lejos antes de que tuviera
la oportunidad de hacer otra observación impertinente.
—¿Qué pasa contigo? —siseé, tratando de encontrar el ritmo de la
canción mientras seguía la conversación en mi cabeza. No estaba para
hacer mil cosas a la vez.
—Pareces una retrasada, Brooke —contestó Gretchen, sacudiendo sus
caderas como una bailarina de vientre.
220
—Gretchen, mantén tu boca cerrada por el resto de la noche —exigí—.
¿Entiendes?
Me detuve totalmente y cerré mis ojos, concentrándome en el ritmo de la
canción hasta que pensé que lo descubrí. Comencé a bailar otra vez, y
Gretchen se echó a reír.
—¿Te puedes alejar de mí, por favor? Chico lindo allá me está mirando, y
tú estás matando completamente mi atractivo sexual.
Rodé mis ojos y me rendí. Por lo general era una buena bailarina. No, no
buena. Grandiosa. Y por lo general tenía alguien andando de puntillas a
mi alrededor dentro de los diez primeros minutos en la pista de baile
tratando de conseguir mi atención.
Esta noche lucía estúpida. Simplemente estúpida, como alguien que no
sale mucho. Sabía el problema. Estaba terminando como un trompo,
aterrorizada de perder el control porque trataba de ser más valiente de lo
que en realidad era. Puse la responsabilidad de cuidar extraños sobre mis
hombros, y la fiesta estaba tan llena que temía incluso no encontrarlos
hasta que fuera demasiado tarde.
—Voy a hacer algunas rondas —dije—. Ver si puedo encontrar a Melanie y
Taylor.
Gretchen se puso seria como si de repente recordara por qué estábamos
aquí.
—Preocúpate por Melanie —dijo ella—. Tengo a Taylor.
Hicimos un plan antes de que nosotras llegáramos. Le mostré a Gretchen
una fotografía del año pasado de Taylor, la hice estudiarla, aprender de
memoria cada detalle entonces ella podría rastrearlo en la fiesta. Hice lo
mismo con Melanie.
El objetivo era de intervenir en cualquier actividad que pensáramos que
pareciera dudosa. Taylor era un jugador en el equipo de Aaron, y todavía
no estaba segura de él. Melanie era uno de los proyectos de Tim, y sabía
que él era el problema. Si tuviera la oportunidad de aprovecharla esta
noche, él lo haría.
Cal llegó con nuestras botellas de agua antes de que nosotras
comenzáramos. Quería hablar conmigo un poco más, y de repente me di
cuenta que planificaba quedarse cerca de mí toda la noche. Gretchen se
escabulló para comenzar a investigar, y me sentí impotente, atrapada. 221
—Entonces, ¿te gusta Charity Run? —preguntó.
—Seguro —contesté.
—Me di cuenta que no estás involucrada en ningún deporte —dijo Cal—.
Asombroso considerando que tienes una bonita figura.
Y estamos de regreso a la idiotez.
—Gracias, supongo —contesté.
—¿Alguna razón por la qué no haces deportes?
¿Qué estaba pasando con las preguntas extrañas?
—Solo no soy muy deportista, supongo. Quiero decir, trato de ejercitarme
algo —dije, explorando la multitud en busca de Melanie.
—Bueno, definitivamente deberías hacer cosas activas —dijo Cal—. Si
quieres mantener ese cuerpo.
Lo ignoré mientras seguí buscando en la habitación.
—¿Buscas a alguien? —preguntó Cal.
—No, solamente mirando a la gente.
Él tomó otro trago de su Heineken.
—Entonces, me gustaría invitarte a una competencia de natación —dijo
Cal.
—¿Por qué?
Me miró divertido.
—¿Quiero decir, cuándo? —Me reí—. ¿Acabo de decir por qué? Quise decir
cuándo. Por el amor de Dios, mi cerebro es una papilla. ¿Cuándo es tu
competencia de natación? Me gustaría ir.
Mala recuperación, pero espero que esta funcione.
—Bueno, no hasta la primavera en realidad —contestó Cal.
—¿Pensaste que sellarías el acuerdo con anticipación? —pregunté
suavemente.
Sonrió.
—Sí, supongo. Tenemos que practicar fuera de temporada, tú sabes.
—Uh huh.
—Y practicamos el viernes por la tarde. ¿Tienes ganas de darte una vuelta 222
y tomar un par de fotos para el anuario?
Esto era interesante. Ryan y yo no estábamos saliendo oficialmente, pero
hablábamos en la escuela todo el tiempo. Sin duda, no nos tocábamos
mutuamente, tampoco estábamos en una relación de tipo solo mensajes de
texto, pero era obvio que estábamos interesados el uno en el otro. Y a Cal
no le importaba. Él me agarró en el pasillo en más de una ocasión
charlando con Ryan, y simplemente no le importaba. Me aventuraría a
decir que estaba más interesado en mí debido a ello. Y un par de semanas
atrás, me habría deleitado con esa comprensión y agradecido la
oportunidad de atrapar al hijo de puta. Pero estaba cambiando. No estaba
segura de que me gustara ese plan ahora.
Una vez que por casualidad le dije a Terry, todo cambió. Él era un reflejo
mirando hacia mí, boquiabierta con incredulidad y disgusto, y vi por
primera vez lo mal que estaba. ¿Cómo la culpa me había deformado en un
monstruo y una víctima? Quería algo mejor para mí. Todavía quería
justicia para Beth, pero no pensé que podría hacerme un sacrificio sexual
más. El hecho de que Cal todavía estuviera interesado en mí, sin embargo,
me hizo dudar de mi decisión.
—Uh... claro, supongo.
Cal lucía contento. Imaginé que tenía planes solo para mostrarme cuán
musculoso e impresionante era.
—Bien. La práctica comienza a las 3:45pm. Entonces…
—Amigo, Collin tiene el juego organizado. —Era Hunter que nos
interrumpió, y gracias a Dios. Tenía cosas que hacer.
—¿Interesada en un beerpong14? —preguntó Cal.
Levanté mi agua y la sacudí.
—Oh es cierto. Conductor designado. ¿Te importaría si me separo por un
rato? Nos vemos más tarde —dijo él.
—Ve. Diviértete —contesté, y comencé a serpentear a través de la
multitud.
Gretchen agarró mi brazo arriba en el vestíbulo.
—Taylor no está aquí —dijo.
—¿Cómo lo sabes?
—Pregunté.
—Oh. —Nunca se me ocurrió preguntar—. ¿Quién te lo dijo? 223
—Su amiga, Carrie. Ella se enfermó anoche. Intoxicación por alimentos.
Tan mal que en realidad tuvo que ir al hospital.
—Bien, estoy segura que Aaron está decepcionado —dije.
—Sí, pobre Aaron —contestó Gretchen—. Imbécil.
—Acabo de alejarme de Cal —dije.
—Bien. No es bueno. —Gretchen se comenzó a preocupar—. Esta fiesta ha
estado desde las nueve.
Saqué mi teléfono. Once y treinta. ¿Cómo eran ya las once y treinta?
—Es hora de abrir algunas puertas —dije, y Gretchen asintió.
Caminamos por el vestíbulo, el vestíbulo más largo en el mundo, con
aproximadamente cien puertas.
Escuché una conversación amortiguada en la sexta puerta que encontré
por casualidad y empujé para abrirla.

Beerpong: Es un juego de beber de origen norteamericano en el que los jugadores tratan


14

de encestar desde el extremo de una mesa, con pelotas de ping-pong en vasos llenos de
cerveza.
—¡Lárguense de aquí! —gritó Tim, tumbado sobre una chica que sospeché
que era Melanie.
—¡Oh mi Dios! ¡Lo siento tanto! Pensé que este era el baño —mentí,
tratando de conseguir una mejor vista. Ella estaba despierta, pero no
totalmente lúcida—. ¿Melanie?
Ella giró su rostro en mi dirección, ojos desenfocados, y sonrió.
—¡Ese es mi nombre! —chilló.
—¡Melanie, te he estado buscando por todas las partes de la tierra! —dije,
caminando hacia la pareja.
Gretchen me siguió. Tim lucía furioso.
—Pensé que te dije que te marcharas —espetó él.
—¿Te bajarás de ella, por favor? —pregunté amablemente—. Su padre está
enojado y listo para venir aquí con una escopeta cargada. Ella se suponía,
que no vendría aquí esta noche. Ahora bájate de ella y déjame llevarla
casa, o conseguirás que te vuelen las bolas un poco más tarde cuando el
papá de Mel llegue. Es tu opción.
Tim se movió sigilosamente de su cita obviamente drogada y se sentó sobre 224
el borde de la cama.
—¿Qué está mal con ella? —pregunté, tratando de levantar a Melanie en
una posición sentada.
—Nada —murmuró Tim.
—¿Melanie? ¿Cuánto has tomado? —pregunté.
Ella sonrió estúpidamente.
—Mi nombre es Melanie.
—Lo sé —contesté—. Ahora coloca tu brazo alrededor de mi cuello. Vamos
a ayudarte a salir de aquí.
—¿Dónde estoy? —preguntó, arrojando su brazo sobre mi hombro.
—En un lugar muy malo —dije, y le lancé a Tim una mirada desagradable.
—¿Qué carajo? —preguntó.
No pensaba decirle nada, pero no podía contener mi lengua.
—Ella obviamente está bebida o algo así. ¿Por qué estabas encima de ella?
—Jódete. ¿Cómo si tú nunca lo hubieras hecho borracha? —preguntó.
Estaba a la defensiva, mandíbula apretada, listo para hacer daño. Sabía
que era hora de marcharse.
—Vamos Melanie —dije, y Gretchen me ayudó a llevarla afuera de la
habitación.
Hicimos todo el camino a mi auto antes que el temblor comenzara.
Gretchen lo vio y tomó las llaves del auto.
—Yo conduciré —dijo ella.
Me senté en la parte de atrás con Melanie tratando de consolarla, pero yo
misma era un lío. Miedo total. Nunca lo había sentido antes. Me di cuenta
que estaba funcionando con adrenalina pura todo el tiempo que ayudé a
Melanie a salir de la casa, y ahora se había ido, dejando pánico y terror a
su paso.
—Estás bien, Brooke —dijo Gretchen en el espejo retrovisor—.
Manténganse juntas, y dime dónde vive Melanie. No te desmayes.
Había venido preparada. Registré las direcciones de Melanie y Taylor en
mi celular en caso de tener que llevarlas a casa y ellas estuvieran
demasiado borrachas o drogadas para decirme dónde vivían. Realmente no 225
pensé que llegaría a esto. ¿Qué pasaba si hubiera ido a la habitación
equivocada? ¿Qué pasa si hubiera irrumpido demasiado tarde? ¿Qué pasa
si la puerta estaba cerrada con llave?
Mi cuerpo se estremeció violentamente.
—¡Brooke! Estás bien —dijo Gretchen—. Respira y dime la dirección.
Cierto. La dirección. Era torpe sacando mi teléfono, y marqué
aproximadamente diez botones incorrectos antes de detenerme en mis
apuntes.
—Veintiséis cincuenta, Avenida Oeste Moreland —dije.
—Desde luego no tengo idea de donde infiernos es esto —Gretchen
masculló, y se detuvo. Marcó la dirección en su GPS luego se retiró hacia
la carretera.
La casa de Melanie no estaba muy lejos, pero esto me dio tiempo suficiente
para componerme y mantener los temblores bajo control. Tanto Gretchen
como yo la acompañamos a la puerta y tocamos el timbre.
La madre de Melanie contestó, jadeando cuando examinó a su hija.
—¡Mamá! —dijo Melanie—. ¡Te amo tanto, mamá!
—¿Qué es esto? —susurró la mamá de Melanie.
—Señora uh...
—Graham —dijo, moviéndose a un lado para dejarnos entrar.
—Sra. Graham, nosotras estábamos en la misma fiesta que su hija —dijo
Gretchen—. No conocemos a Melanie, pero vimos que ella estaba bastante
perdida y pensamos que era mejor llevarla a su casa.
—Oh mi Dios —dijo la Sra. Graham—. Oh mi Dios. —Y luego la Sra.
Graham se perdió completamente, irrumpiendo en un ataque de lágrimas
mientras Gretchen y yo nos miramos la una a la otra.
—Bien —dije—. Lo primero es conseguirle a Melanie algo de agua y
comida. Ve a ver lo que hay en la cocina.
Gretchen asintió. Sentamos a Melanie sobre el sofá, y Gretchen
desapareció.
—¿Sra. Graham, su marido está aquí? —pregunté. La Sra. Graham
estaba desplomada en una butaca berreando incontrolablemente.
—¡Cosas como esta no pasan en nuestra familia! —gimió.
—Sra. Graham, ¿dónde está su marido? 226
—Asistimos a misa cada domingo. ¡Melanie es una estudiante de honor!
—¡Sra. Graham! ¿Dónde está el Sr. Graham? —demandé.
—Él está en un viaje de negocios —gritó ella.
—Desde luego que lo está —refunfuñé. Ahora me sentía responsable del
cuidado de su drogada hija y su madre emocionalmente perturbada.
Gretchen, ¡Gracias a Dios por Gretchen! Hizo un sándwich para Melanie y
una taza de té para su madre. Me pregunté qué demonios le tomó tanto
tiempo, pero estaba tan feliz por el té ya que pareció calmar los nervios de
la Sra. Graham.
—Chicas, lo siento —dijo ella, sacudiendo su mano, agitando la taza de té.
Le dije que no se disculpara, pero que nosotras no podíamos quedarnos
toda la noche. Estaba cerca de fallar al toque de queda, y papá ya lo había
ampliado esta noche hasta 12:30 porque él estaba delirante acerca de su
cita. No podía presionarlo.
Gretchen trató de alimentar a Melanie, quien estaba más interesada en
besar el sándwich que en comerlo.
—Te amo, sándwich —dijo ella—. Tú eres mi sándwich favorito.
—¿Melanie, tú sabes lo que tomaste? ¿Qué tomaste? —pregunté.
—Bebí una taza de amoooor —dijo ella—. ¿Puedo tener más?
¿Qué? No era ninguna experta en droga, por no importarme nunca hacer
algo por mi cuenta. Fumé hierba alguna vez, pero odié el hedor de ella.
Realmente no conseguí drogarme tampoco. Solamente me senté como un
sapo gordo sobre un tronco tragando cualquier comida que volaba hacia
mí. Decidí que la hierba no haría nada más que hacerme gorda y estúpida,
por lo que nunca la toqué otra vez.
Pero Gretchen sabía de drogas. Ella pasó por un período de consumo
moderado en décimo grado antes de que finalmente encontrara a mejores
amigos. Hierba, ácido, cocaína. Por mencionar algunos. Estuvo alejada de
las metanfetamina, sin embargo. Entendió todo sobre la recolección y no
quería arruinar su rostro bonito.
—¿Qué hay en ella? —pregunté a Gretchen. No me importaba si su
madre escuchaba.
—Éxtasis —contestó Gretchen—. Está enamorada de todo. Éxtasis total,
y una gran cantidad, creo. 227
—¿Una cantidad como para llevarla al hospital?
Melanie prontamente vomitó por todas partes del sofá, y la Sra. Graham
saltó de su silla.
—Sí —dijo la Sra. Graham—. Una cantidad, como para llevarla al hospital.
De repente ella estaba en control. Modo de madre. ¿Qué había en aquel té?
Ella respiró profundamente y limpió su rostro.
—Chicas, quiero que ustedes sigan detrás de mí hasta que lleguemos allí
—dijo ella—. Entonces se pueden ir a casa. Sé que es tarde. Solamente
quiero estar segura de que tengo alguna ayuda por si acaso. Si necesitan
que les explique a sus padres por qué ustedes llegaron tarde a casa, lo
haré.
—¡No! —dijimos al unísono.
—Estará bien —dije.
Ayudé a la Sra. Graham a levantar a Melanie del sofá. Ella vomitó por todo
el piso, y entré en pánico.
—¿Pasa esto con el éxtasis? —le pregunté a Gretchen.
—Creo que esto es por el alcohol —dijo Gretchen, abriendo la puerta de la
calle para nosotras.
Ni Gretchen ni yo dijimos una palabra mientras seguimos a la Sra.
Graham a la sala de emergencias. Estaba aterrorizada. Nunca vi a alguien
tan drogado y borracha hasta estar fuera de su mente. Me sentí ingenua
en aquel momento, y me avergoncé de ello. No puedo explicar por qué. No
hay nada malo con ser ingenua. No hay nada malo con haberse abstenido
del consumo de drogas. De todos modos me sentía impotente, al tener que
depender de la información de Gretchen. Quería información. Quería el
control. Estaba perdida sin ello.
Seguí las luces traseras alrededor de la curva de entrada del hospital
pensando que iba a matar a Tim, asesinarlo a sangre fría, si algo le
sucedía a Melanie.

228
Traducido por Nayelii y Shadowy
Corregido por maggiih

T
erry me atrapó mientras caminaba a través de la puerta trasera
hacia al trabajo.
—¿Noticias? —preguntó.
—¿De qué? —dije, atando mi delantal alrededor de mi cintura.
—No me hagas deletrearlo para ti, Wright —respondió Terry.
—Ohh, esa noticia. Bueno. —Mastiqué mi goma de mascar un poco más
fuerte y me incliné cerca—. Planeamos hacerlo esta noche. Él está
totalmente soñador y creo que estoy enamorada —le guiñé un ojo, y él
resolló.
—Por favor mantén tu demasiado-joven-para-estar-teniendo-vida sexual
para ti misma —dijo Terry—, y dime qué está pasando. 229
—¿Por qué te importa? —pregunté, caminando hacia la estación de orden
para firmar.
—¿Tengo que declarar lo obvio? —respondió Terry, siguiéndome.
Bajé mi voz.
—Ya tengo un papá. No necesito otro. Y todo está bien. No he tratado de
conseguirme a mí misma abusada, si eso es de lo que estás preocupado.
Terry respiró un suspiro de alivio.
—Tengo, sin embargo, descubierto otro violador —continué—. Y sé que
está llevando a una chica al cine esta noche.
—¿Qué va a hacer en el cine?
—No es lo que hará dentro del cine de lo que estoy preocupada —dije—.
Planeo detenerlo antes de que comience. Ya tuve éxito una vez. En una
fiesta la semana pasada.
—Wright…
—Oye, si no entro repentinamente a través de esa puerta, ella podría haber
sido violada —dije.
Los ojos de Terry se desorbitaron de su cabeza.
—Sí, eso es cierto. Pensamos que ella estaba en alta dosis de éxtasis.
—¿Quiénes son “nosotros”?
—Gretchen y yo.
—¿Así que ahora ella está jugando a la campeona, también?
—La fuerza en números.
—¿Está la chica bien? —preguntó Terry.
—Sí, gracias a Dios. La saludé en la escuela hoy y me miró como que no
tenía idea de quién era. Aparentemente no recuerda nada de esa noche.
Justo también. Ella probablemente estaría más jodida si lo hiciera.
Terry suspiró.
—Te dije que tengas cuidado. ¿Piensas que esos chicos no comprenderán
lo que estás haciendo? ¿Has pensado en las consecuencias?
—Nop. Pero ellos deberían. Una vez que reúna todos mis datos, ellos y
su pequeño club de putas son historia.
—Llevando esto a las calles, ¿huh? —preguntó Terry. 230
—Tú mejor créelo. —Y dejé la cocina para recibir a mi primer cliente.

0
Cada chica va al baño justo antes de una película. Estamos condicionadas
o algo. Sabía que tenía esperar a Ashley entre las nueve y las 9:20. La
película que iba a ver con Tim comenzaba a las 9:30. No estaba
preocupada del todo acerca del tiempo que iban a pasar en el cine. No
pensaba que fuera atrevido. Pero estaba muy preocupada acerca de sus
planes para ella después del show, y pensé que podía asustarla para
dejarlo plantado y conseguir un taxi a casa. Incluso traje un pasaje para
taxi en caso de que no tuviera dinero.
Me cerní sobre el lavabo fingiendo arreglar mi maquillaje. El espejo me
daba una perfecta vista de las chicas entrando y yendo sin tener que girar
alrededor y revisar. Y justo así, como tenía esperado, Ashley pasó a través
de la puerta a las 9:18. La dejé usar el baño antes de decir nada. Ella
estaba lavando sus manos dos lavabos debajo de mí cuando hablé.
—No me conoces de Adam —le dije. Ella alargó la mano por una toalla de
papel—. Pero ese chico con el que estás es malas noticias.
—¿Huh?
—Ese chico con el que estás…
—No, no —interrumpió ella—. Lo que dijiste antes. ¿Qué significa eso?
—¿De qué estás hablando?
—La cosa que dijiste acerca de Adam. ¿Le gusto a Adam? —preguntó, su
cara ruborizándose a un rosa sonrojado.
Querido Dios.
—Quiero decir. Él nunca lo dijo, pero he estado dándole todas las señales.
¿Crees que le gusto?
¿De quién estaba ella hablando?
—Es una expresión —dije—. Es sólo una expresión que significa que no
me conoces del todo.
—Oh. —Su cara cayó.
—Pero a Adam podrías gustarle —dije—. Y él sería un montón mejor que
ese imbécil con el que estás en una cita en este momento.
—¿Cómo sabes que estoy en una cita con Tim? —preguntó. 231
—Te vi, y te estoy diciendo, Ashley, el chico es malas noticias —dije.
—Espera. ¿Cómo conoces mi nombre?
Mierda. Siempre estaba haciendo eso. Piensa rápidamente, Brooke.
—¿No sabías que eras popular? Como, que todo el mundo sabe tu nombre
—dije.
—¿Lo hacen? —Sus ojos se ampliaron en una manera soñadora con
incredulidad.
Me sentí horrible.
—Claro. Ahora escúchame. Quiero que entres a un taxi y vayas a casa —
dije.
—¿Qué?
—Déjalo plantado, Ashley.
—¿Por qué?
—Porque… porque Tim está viendo un montón de chicas. No sólo a ti. Él
no te sería fiel por dos segundos —dije.
—Oh, no me importa eso —responde—. Planeo dejarlo en el segundo que
Adam mire en mi camino.
La miré.
—¿Está bien, Ashley? Esto no es sólo acerca de Tim siendo infiel. Él es un
chico malo. Hace cosas malas a las chicas —dije.
Lucía intrigada.
—¿Cómo cosas del tipo bondage? —preguntó. Se inclinó más cerca y
susurró—: eso está bien conmigo. Como que estoy en eso.
¿Qué diablos?
—No, Ashley —susurré de vuelta—. Cosas como del tipo de violación.
Saltó hacia atrás, sus ojos se ampliaron otra vez, pero esta vez no en un
estado soñador de incredulidad. Esta vez estaba asustada. No debería
haberlo dicho. Quiero decir, técnicamente no era difamatorio porque era
verdad, pero no quería ésta cabeza hueca esparciéndolo por toda la
escuela.
—Creo —dije rápidamente—. Escucha, creo que lo hizo.
—¿Cómo sabes? —preguntó. 232
—No es importante. Lo que es importante es que no quiero que nada te
pase. Así que ve a casa. No le hables por teléfono o en la escuela. No me
menciones. No digas nada. ¿Está bien? —Sabía que eran ilusiones, pero
tenía que intentar.
Asintió.
—¿Ashley? Estoy hablando en serio. Cuando te llame, no respondas.
Cuando lo veas el lunes, porque eso es inevitable, lo verás el lunes, dile
que no puedes hablarle más. No le digas por qué. Sólo hazlo. Y entonces
aléjate. ¿Entiendes?
Asintió otra vez.
—Voy a llamarte un taxi —dije—. Aquí hay dinero.
Lo tomó sin hablar.
—¿Estás bien? —pregunté, marcando el número de City Star Cabs.
—¿Iba a violarme? —susurró.
—No lo sé. Quizás. Quizás no. Pero estás segura ahora, ¿está bien? —dije,
envolviendo mi brazo alrededor de su hombro mientras hablaba al
despachador.
Miré a Ashley subirse al taxi antes de volver dentro. Tenía que orinar, la
ironía de que había pasado el rato en el baño toda la noche. Rodeé la
esquina y choqué con Tim. Él ató sus dedos con los míos en un
movimiento hábil y me tiró hacia abajo del pasillo. Lucía como su reticente
cita, empecinándome. Debería haber gritado entonces, pero estaba
demasiado sorprendida ante el giro de los eventos. Había planeado
escabullirme fuera del cine sin que me viera.
—¿Qué diablos estás haciendo? —demandó, dejando caer mi mano y
apoyándome en la esquina del pasillo.
—Gritaré al cielo alto si haces algo —advertí.
—¿Hay una razón por la que sigues jodiendo mis citas? Quiero decir,
¿quién eres de todos modos?
—No sé de qué estás hablando —dije.
Tim bufó.
—¿Crees que soy estúpido o algo? ¡Te vi enviando a Ashley fuera en un
233
jodido taxi! ¿Te hice algo que no puedo recordar? ¿Conseguiste alguna
venganza conmigo? ¿Qué diablos te hice?
Quería decirle que no es lo que me hizo a mí; es lo que sabía que le haría a
Ashley. Es lo que sabía le hizo a Amelia.
Y entonces la ira de superioridad moral borboteó, y se derramó sobre el
momento equivocado con las palabras equivocadas.
—Lo sé —dije tan suavemente que pensé que no escucharía.
Tim dio marcha atrás, sin embargo golpeé su cara. Él tropezó con una
pareja en su camino al cine 5. Murmuró una disculpa mientras cambiaba
a su cara atontada. Y entonces se inclinó hacia mí una vez más, sus
manos a cada lado de mi cabeza.
—¿Oh, tú sabes? —preguntó. Salió como un susurro sensual—. ¿Qué es lo
que piensas que sabes?
Se estaba burlando de mí, rastrillando sus ojos arriba y debajo de mi
cuerpo. De repente ya no era más valiente.
—Yo… yo sé que eres problemas —tartamudeé.
—Tienes razón —arrulló—. Soy problemas. Así que mejor ten cuidado.
—No me amenaces —dije. Estaba tan feliz de que conseguí las palabras
fuera sin titubear.
—Oh, no te estoy amenazando. No tengo que amenazar a chiquillas como
tú porque harás lo que digo —dijo Tim.
Temblaba ahora por estar indignada y humillada. No era alguna
“chiquilla”.
—Jódete —espeté, y empujé contra su pecho con toda mi fuerza. Él podría
haberme mantenido clavada en la esquina fácilmente, pero se movió a un
lado, permitiéndome la ilusión de que lo había empujado lejos con mi
fuerza.
—Aléjate de mí, perra. —Escuché a Tim decir mientras corría abajo el
pasillo.

0
—¿Entonces, qué problema has conseguido últimamente, Brooke? —
preguntó la Dra. Merryweather. 234
Me tensé.
—Oye, tranquilízate. Todo aquí es confidencial. ¿Recuerdas? —dijo
bondadosamente.
—No hay problema —mentí.
—Brooke. Conoces el ejercicio. Si no te abres a mí, entonces mis manos
están atadas. No puedo ayudarte de la manera en que necesitas, así que
vas a confiar en mí. ¿Recuerdas todo eso?
Asentí.
—Está bien. Así que dime acerca de esas pesadillas.
—Espere. ¿Cómo sabe de mis pesadillas? —pregunté, moviéndome
incómodamente en mi asiento.
—¿Hablas en serio? Tu papá llamó. Él estableció esta cita. ¿Pensabas que
no me dijo lo que pasaba? —preguntó. Escribió algo en su bloc de papel, y
pensé que estaba tomando notas de mí. Imaginé que leía, “Imbécil de
mierda”.
—No soy una imbécil de mierda —murmuré.
—Eso no es lo que escribí, Brooke —dijo la Dra. Merryweather
pacientemente.
—Como sea.
Ella sonrío amablemente y me mostró su bloc. Tenía razón. No escribió
“imbécil de mierda”. Escribió mi nombre y mi fecha de nacimiento.
—Oh —dije. Traté por una sonrisa de disculpa—. Mi error.
—¿Entonces qué es lo que te tiene toda molesta que estás teniendo
pesadillas? —continuó la Dra. Merryweather.
—Oh, no lo sé —dije airadamente—. Me miré a escondidas con el novio de
mi mejor amiga. Tuvimos sexo a sus espaldas. Entonces ella se suicidó
porque fue violada. Ahora está cazándome en mis sueños y diciéndome
que merezco tener mala mierda sucediéndome. Oh sí. He descubierto un
grupo de chicos de la escuela que joden chicas y llevan la cuenta de ello.
Me recliné en mi silla sintiéndome engreída. ¡Toma esa, Doc! Y aquí tú
pensabas que yo estaba sólo triste por mi mamá marchándose.
—Tal vez todo eso combinado tiene algo que ver con eso —concluí por
añadidura.
235
La Dra. Merryweather arrastró su aliento.
—Bueno, parece como si conseguimos algo de trabajo por hacer.
—Evidentemente.
—¿Brooke?
—¿Hmm?
—¿Quizá has considerado que no es tu amiga quien está cazándote? Es
decir, ¿eres tú quien está cazándote?
Punto uno para la doctora.
—Por supuesto que lo hago —dije. Sintiéndome a la defensiva y estúpida.
Por supuesto que pensé que era probablemente yo, mi psique, diciéndome
que era una mala persona y merecía las horribles cosas sucediéndome.
¿No era simplemente mi cerebro conjurando mi propia culpa en la forma
de un fantasma enojado? ¿Qué? ¿Ésta doctora pensaba que era una
imbécil? ¿Una imbécil de mierda?
—Déjeme ver ese papel otra vez —dije.
La Dra. Merryweather sonrió y me mostró su escritura. Todavía mi
nombre. Y fecha de nacimiento.
—Vamos a hablar de la traición —dijo la doctora.
—Preferiría que no —respondí.
—Brooke, hablarlo ayuda.
—¿Qué hay por decir? Fui una amiga horrible.
—¿Así que cómo enmendar? —preguntó la Dra. Merryweather.
—¿En serio? Pensé que se suponía me lo diría usted —dije, sintiendo mi
irritación crecer. Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Ese es un movimiento defensivo, Brooke —dijo la Dra. Merryweather—.
Eres mejor que eso.
Dejé caer mis brazos y resollé.
—Ahora, no puedo decirte cómo enmendar. Tienes que descubrir tu
propia paz. Pero puedo decirte que no es un fantasma enojado
persiguiéndote en tus sueños. Te estás castigando tú misma por el
pasado. Incapaz de seguir adelante. ¿Hay algo que piensas tienes que
poner en orden para continuar? 236
Sí. Necesito hacer algo. Tenía un propósito una vez, pero pensé que ahora
no podría hacerlo.
—¿Brooke? Tienes que abrirte a mí. ¿Esos chicos tienen algo que ver con
tu amiga fallecida?
Tragué.
—¿Huh?
—Bueno, los mencionaste en el mismo aliento. Me dijiste de tu engaño, la
violación de tu amiga, y esos chicos. ¿Están conectados?
—Um…
La Dra. Merryweather pensó por un momento.
—¿Uno de esos chicos la violó?
Mis ojos se ampliaron. ¿Era una psicóloga o una investigadora, o era
ambas?
—Ya veo —susurró la doctora. Escribió algo más en su bloc.
—¿Qué está escribiendo? —pregunté rápidamente.
Ella me ignoró.
—Brooke, está claro que piensas que le debes a tu amiga. ¿Qué planeas
hacer?
¿Qué planeo hacer? No tengo un plan. No tengo nada.
—¿Brooke?
—No estoy planeando nada. Es sólo que voy a la escuela con ese idiota
cada día, y es difícil continuar de la muerte de mi amiga cuando tengo que
ver su cara.
—Puedo entender eso —dijo la Dra. Merryweather.
—Nadie sabe que es un violador. Bueno, nadie que cuente, de todos modos
—dije.
—¿Qué quieres decir?
—La policía. La gente que puede alejarlo. Nadie sabe porque las chicas no
están diciendo nada —dije.
—¿Hay más víctimas? —preguntó ella—. ¿Cómo lo sabes?
Suspiré. 237
—He estado hurgando alrededor.
—¿Es peligroso lo que estás haciendo?
Sacudí la cabeza.
—Sólo ilegal.
—Bueno, no soy tu brújula moral, pero algo ilegal puede no ser la cosa
más sana para ti en este momento. ¿Cómo eso posiblemente te ayude a
superar tu pena? —preguntó la doctora.
La consideré por un medio momento. Sabía que podía confiar en ella.
Tomó un juramento o algo así. No podía repetir nada de lo que dije al
menos que amenazara con matar a alguien. Creo, de todos modos. No
conozco todos los detalles de la cosa de confidencialidad doctor-paciente.
Pero sabía que podía confiar en ella. Mamá y papá no tenían ni pista
acerca de las cosas que confesé a la Dra. Merryweather hace años cuando
empecé la terapia por mi claustrofobia. Sabía esto porque me miraban
cada día como si fuera la más dulce, más inocente niña en el mundo.
Arrastré mi aliento y lo dejé salir lentamente. Deliberadamente lento. La
Dra. Merryweather sabía lo que significaba. Ella se reacomodó en su larga
silla de club para ponerse cómoda.
—Está bien, entonces, esto fue como lo mejor de los tiempos y lo peor de
los tiempos —empecé.
—Habría sido mejor si no hubieras incluido la palabra “como” —dijo la
Dra. Merryweather.
Suspiré.
—Dormí con el novio de Beth a sus espaldas.
—Fallé en ver lo “mejor de los tiempos” en eso.
—Bueno, el sexo fue increíble, pero el engaño y mentir fueron
imperdonables —contesté.
Me lancé en la historia entera para la Dra. Merryweather, directo a mi
descubrimiento de la Liga de Fantasía de Zorras y los chicos que
sospechaba que eran violadores. Incluso confesé a la doctora mi viejo
plan de auto sacrificarme pero no recibí la reacción impactada que
esperaba. Lo hice, como sea, recibí un montón de preguntas sobre mi
estado emocional y mi lucha con la culpa y el perdón.
238
Escuché educadamente el psicobalbuceo preguntándome qué chica de
dieciocho años con la mitad de una consciencia no estaría montando en
culpa y tendría un tiempo difícil perdonándose a sí misma. No quería mi
jodido perdón de todos modos. Quería el de Beth, y ella no estaba más
aquí para dármelo.
La sesión concluyó con un abrazo. Nunca pensé que eso fuera profesional,
incluso cuando comencé terapia a los once años, pero había llegado a ver a
la Dra. Merryweather más como un sabio, como una presumida, vieja
abuela que a una psicóloga. Sin nada más, llegué a verter mis problemas
en alguien por una hora entera sin ser interrumpida o hecha sentir
culpable por eso.
Programé otra sesión para la semana siguiente.
Ryan y yo estábamos saliendo oficialmente por Navidad, pero no antes de
que confesara sobre ir a una cita con Cal y asistir a su fiesta.
—¡Juro que él no me gusta! —Había gritado.
—Sabía lo de la fiesta, Brooke —dijo Ryan—. Incluso un rechazado como
yo escucha sobre las fiestas. —Me miró con curiosidad—. No estoy
enojado, pero, ¿por qué fuiste?
—Mis amigas fueron insistentes, y no quería que fueran solas. Las chicas
borrachas son blancos fáciles —dije. Eso no era exactamente cierto.
Melanie y Taylor no eran mis amigas, pero fui a la fiesta
independientemente para protegerlas. Y esa parte era cierta.
Ryan asintió.
—¿Y la cita?
—Él no me dejaba en paz al respecto. Y sé que dijiste que era malas
noticias. Simplemente pensé que podía ir y mostrarle lo patética que era y
entonces dejaría de acosarme sobre una cita —dije.
—Estás lejos de ser patética, Brooke —respondió Ryan.
Me encogí de hombros.
—Bueno, fui bastante patética en la cita.
Ryan pensó por un momento.
—Podrías simplemente haberme dicho. Podría haberle sacado la mierda a 239
golpes por ti.
Sonreí.
—No quería que tuvieras sangre en tus manos.
—Oh, me encantaría tener sangre en mis manos —dijo Ryan. Sonaba
mortalmente serio.
Me estremecí involuntariamente.
—¿Por qué te odia, Ryan? —pregunté en voz baja.
Ryan se frotó la mandíbula.
—Porque no quiero ser como él.
Nos quedamos en silencio por un momento antes de que yo hablara.
—¿Estás molesto conmigo sobre la cita?
Ryan negó con la cabeza.
—No, Brooke. Pero sí desearía que me hubieras escuchado en el
restaurante. No estaba bromeando cuando dije que Cal era un tipo malo.
Asentí. Quería tanto saber por qué Ryan pensaba que Cal era malo. Una
pequeña parte de mí sospechaba que él tenía algún conocimiento de la
conducta sexual desviada de Cal, pero no estaba dispuesta o demasiado
asustada para preguntarle. No sé por qué, pero no quería que Ryan se
involucrara en mi investigación. Me gustaba él en el exterior, y me gustaba
escapar al exterior cada vez que estábamos juntos.
—Debería haberte preguntado hace mucho tiempo para ser mi novia.
Hablando oficialmente. ¿Quieres?
¿Recién estábamos hablando de Cal? Porque no podía recordar. Todo lo
que sabía en ese momento era que Ryan me quería como su novia oficial, y
se sentía como si una enorme caja de fuegos artificiales hubiera sido
encendida todas a la vez dentro de mi corazón y mi mente. Una explosión
de éxtasis.
Estoy segura de que la gente en la escuela sabía que estábamos juntos
aunque manteníamos nuestra relación discreta. Hablábamos cuando
teníamos la oportunidad entre clases y nos sentábamos juntos en el
almuerzo. Nunca éramos físicos, sin embargo. Él prefería mantener eso
tras puertas cerradas, y nunca fui de muestras de afecto de todos
modos. Creo que Cal entendió que Ryan y yo estábamos juntos, y dejó de 240
molestarme con su retórica de “Ese tipo son malas noticias”.
Tal vez hacer nuestra relación oficial justo después de una fiesta
importante como Navidad no era la idea más sabia considerando que
ninguno de los dos se sentía cómodo dándole regalos al otro. No queríamos
lidiar con la presión de ello, y pensamos que el tiempo que pasábamos
juntos era el regalo más apropiado que podríamos dar. Él me llevó a cenar
una noche y luego al Museo de Arte de Carolina del Norte para ver una
exhibición de Picasso. Escuchó atentamente mientras parloteaba sobre la
iluminación y los colores y significados que ni siquiera yo entendía. Fue
una noche perfecta, hecha toda más perfecta por lo que me preguntó en el
camino de regreso a nuestro vecindario.
—He estado pensando mucho, Brooke —comenzó Ryan.
—Mmhmm.
—Y en cierto modo tenía esto planeado con la esperanza de que tú dirías
“sí.”
Mi pulso se aceleró.
—Está bien.
—Mi hermana está en la casa de una amiga por la noche, y mis padres
salieron de la ciudad por el fin de semana en su viaje anual de Navidad
para dos —dijo.
—¿A dónde fueron? —Estaba curiosa.
—Fueron a algún bed and breakfast15 en las montañas —respondió Ryan.
Sonreí.
—¿Y confían en ti solo en la casa?
—Oh, soy muy responsable, Brooklyn. ¿No has descubierto eso ya?
Me encogí de hombros mientras él se detuvo en su camino de entrada.
—Entonces, ¿te gustaría entrar?
Estaba nerviosa. Había esperado una eternidad para tener sexo con Ryan.
Creía que incluso actuaba demasiado descarada o demasiado impaciente
de vez en cuando, aparentando ser una mujerzuela común de la calle.
Ahora, él me lo estaba preguntando, y me sentía sudorosa e incómoda,
como una virgen. Intenté con humor.
—¿Entrar para qué?
Ryan sonrió.
241
—Café.
—Oh, no tomo café —bromeé.
Ryan se inclinó y susurró en mi oído:
—Entonces tal vez te gustaría entrar así puedo besar todo tu cuerpo y
hacerte el amor.
Sí. Definitivamente me gustaría entrar para eso.
Él puso su mano sobre mi corazón, sintiendo mi latido rápido e irregular.
—Tomaré eso como un “sí”.
La última vez que Ryan me vio con el pecho desnudo, no fui tímida al
respecto. Recuerdo montarme a horcajadas en sus caderas y darle una
buena vista de mis senos, sabiendo que le gustaban, sabiendo que yo
estaba en control. Pero ahora de repente estaba tímida, y me metí en sus

15Bed and Breakfast: Es un alojamiento que ofrece “cama y desayuno” (tal como se
traduce del inglés) por un precio moderado.
sábanas, levantando el edredón para ocultar mi cuerpo medio desnudo de
él. Me había desnudado hasta mi sujetador y bragas durante una intensa
sesión de besos. Después me preguntó qué quería que él me hiciera. Me
sonrojé furiosamente y me estiré por las sábanas.
—Oh, Brooklyn —dijo Ryan, arrastrándose a mi lado—. ¿Por qué tan
tímida?
Negué con mi cabeza y sonreí.
—No lo sé.
—Bueno, me gustas de esta manera —dijo, besando mi mejilla.
Me temía que sonaría cursi, pero tomé la oportunidad.
—Sólo siento que esto es realmente especial, ¿sabes? Lo que estamos a
punto de hacer. Sólo quiero hacerlo bien.
—¿Qué quieres decir con “hacerlo bien”? —preguntó.
Volví mi cara.
—Sólo quiero ser buena para ti. —Mis mejillas estaban ardiendo, y luego
el calor bajó por mis brazos y piernas. De repente, ya no necesitaba más
el calor de las sábanas. 242
Ryan giró mi cara hacia la suya.
—Brooke, tú serás buena para mí. Mejor de lo que merezco. ¿Entiendes?
No estoy esperando que hagamos el amor como expertos. Tenemos
dieciocho años. Qué tal si te relajas y me dejas hacer todo el trabajo.
—Pero eso no es justo —argumenté.
—¿Quién dijo algo sobre justo? —preguntó, y me besó antes de que
pudiera objetar.
Ryan no hizo todo el trabajo, sin embargo. Lo hizo por un rato,
acunándome ligeramente debajo de él mientras me acariciaba suavemente,
entonces más urgentemente cuando me dijo que necesitaba sentir todo de
mí. No estaba segura de entender lo que quería decir hasta que llegó
debajo de mí, levantó mis caderas, y fue más profundo, provocando gritos
que él sofocó rápidamente con su boca.
Nos dio vuelta y me obligó a montarlo, sosteniendo mis caderas y
ayudándome a moverme a un ritmo lento y casi tortuoso. Me sentía
totalmente expuesta, y él me miraba descaradamente, haciendo que mis
pezones se endurecieran sin tocarlos.
—Me encanta tu cuerpo —dijo en voz baja, incrementando mi velocidad.
No pude sentarme por más tiempo, y me apoyé en él, pero él negó con la
cabeza y sonrió.
—Siéntate, Brooklyn —dijo.
—No puedo. —Era una tortura exquisita ahora, mis piernas temblando por
el trabajo.
—Sí, puedes —dijo Ryan, y juntó mis muñecas tras mi espalda,
sosteniéndolas allí con una mano mientras la otra descansaba, con los
dedos extendidos, en mi estómago.
Me hizo cosquillas en la piel, y me retorcí, pero él mantuvo su agarre en
mis muñecas. La mano en mi estómago avanzó más abajo, más abajo
hasta que su pulgar encontró mi clítoris, y grité para que se detuviera.
—¿Realmente quieres que me detenga? —preguntó, frotándome lenta y
suavemente.
Respondí con un gemido.
—¿Quieres que me detenga, Brooklyn? —preguntó de nuevo, y negué
con la cabeza violentamente. Sonrió satisfecho—. Quiero que me montes, 243
Brooklyn. Bien y lento.
Creo que si él me dijera que saltara de un puente o escalara en roca sin
cuerdas de seguridad, lo haría. Moví mis caderas, sintiéndolo hincharse
dentro de mí mientras me acariciaba con su pulgar. ¿Cómo hacía eso tan
perfectamente? Por lo general, era la única que podía tocar ese lugar
íntimo exactamente bien para enviarme al límite. Pero él entendía mi
cuerpo, llevándome a las alturas del éxtasis cada vez que me tocaba allí.
Era habilidad. Eso era cierto. Pero pensaba que tal vez él y yo teníamos un
tipo más profundo de conexión, como que siempre conoció mi cuerpo antes
de incluso conocernos.
Mis piernas estaban empezando a gritar en protesta, y era una mezcla
deliciosa de placer y dolor. No pude ocultar mi cara de él cuando me vine.
Mantuvo mis muñecas atrapadas, y luché en vano, queriendo tanto cubrir
mi cara con mis manos. Estoy segura de que me veía ridícula, y él fue lo
suficientemente amable para soltar mis muñecas al final para que pudiera
derrumbarme sobre él y enterrar mi cara en su hombro. Envolvió sus
brazos a mi alrededor, murmurando cosas en mi oído que no pude
comprender, y entonces movió sus caderas.
Me tensé de inmediato, luego traté de liberarme de su agarre.
—No Brooklyn —susurró, y me sostuvo más fuerte. Era inútil tratar de
luchar. Era demasiado fuerte, y tenía que aceptar lo que estaba a punto de
pasar. Estaba agotada en cada sentido, pero él me hizo trabajar un poco
más.
—Voy a morir —exclamé en su hombro.
—Mírame —exigió suavemente, y levanté mi cara a la suya—. No vas a
morir. Te lo prometo. —Y me besó mientras movía sus caderas contra mí,
encontrando un ritmo que sabía que lo enviaría a él al límite y a mí a la
tumba.
Grité en su boca, luché un poco más mientras su ritmo se aceleró, pero me
mantuvo quieta, obligándome a sentir cada pedacito de ello, algo nuevo y
aterrador y hermoso. Una mezcla de cielo e infierno.
Enterré mi cara en su hombro una vez más mientras sus embestidas se
volvían más urgentes. Luego erráticas. Gruñó por la fuerza de ello,
viniéndose con fuerza dentro de mí, su cuerpo empapado de sudor.
Mis caderas y muslos estaban adoloridos por tener mis piernas abiertas
por tanto tiempo. Rodé fuera de Ryan y jalé mis rodillas al pecho,
suspirando profundamente mientras mis músculos se relajaban. Él fue 244
al baño para desechar el condón antes de meterse en la cama de nuevo.
—¿Te lastimé? —preguntó.
—No, en absoluto —respondí. Estiré mis piernas, enterrándolas una vez
más bajo las sábanas, y volví mi cara hacia mi novio.
—¿Te gustó? —preguntó.
—¿Qué tipo de pregunta es esa? —pregunté, riendo—. ¿Me veía como si
me gustó? ¿Sonaba como si me gustó?
Ryan se rió.
Lo miré con curiosidad.
—No es asunto mío, realmente, pero, ¿con cuántas chicas te has acostado?
Sólo pregunto porque tienes habilidades locas.
Ryan empujó la sábana hacia abajo sobre mis caderas.
—Me gustas así. De frente completo.
Traté de subir la sábana una vez más, pero él empujó mis manos.
—¿Quieres saber la vedad? —preguntó.
—No, quiero que me mientas.
—Graciosa. —Se rascó la cabeza y arrugó la cara en pensamiento—. Me he
acostado con seis chicas.
—Santa mierda. —Las palabras escaparon de mis labios antes de que
pudiera detenerlas.
—¿Y supongo que ahora nos peleamos por ello? —preguntó.
Eso me molestó. No tenía planes de pelear con él sobre nada.
—No. ¿Por qué pelearíamos sobre ello?
—Bueno, ha sucedido en el pasado, es todo
—Bueno, no soy tu pasado. Soy tu presente. Y estoy bien con eso —dije.
No sabía si estaba completamente bien con ello, pero no creía que tuviera
una razón para no estarlo.
—¿Qué estás pensando? —preguntó.
—Dijiste que no te habías liado en un año —dije, recordando justo ahora
nuestra primera sesión de besuqueo.
Ryan se movió incómodo. 245
—Sí, bueno, me acosté con esas chicas en décimo grado y parte del
undécimo grado.
—Eso es un poco joven —dije.
—Sé que es joven. Y sé que es un montón de chicas en un corto periodo de
tiempo. Eso es lo que estás pensando, ¿cierto?
—Bueno, no y sí. Quiero decir, ¿amabas a esas chicas?
—Cuando estaba haciéndoles el amor, sí.
¿Qué demonios significaba eso?
—¿Fueron todas tus novias en un momento u otro? —pregunté.
—No.
—¿Eres un jugador?
—No.
—Entonces no lo entiendo.
Ryan se veía como si estuviera debatiendo cuánto compartir conmigo.
Tampoco me gustaba eso. Era su novia. Creía que él debería sentirse
cómodo diciéndome cualquier cosa.
—Algunas de las chicas eran mis amigas. Perdí mi virginidad con una de
ellas. Los dos queríamos experimentarlo con alguien en que pudiéramos
confiar. Salimos brevemente después de eso, pero no éramos el uno para el
otro.
—Ajá. —Estaba completamente fascinada.
—A veces lo hacía como un escape, pero siempre me aseguraba de que ella
entendiera eso. —Rodó sobre su espalda y puso las manos bajo su
cabeza—. A veces lo hacía porque quería… necesitaba hacer sentir bien a
alguien. Me hacía sentir bien hacer sentir bien a alguien más.
Me miró brevemente.
—Supongo que piensas que tengo problemas.
—No. No creo que tengas problemas. —Pero sí creía que estaba
ocultándome algo. Una especie de dolor terrible que lo hizo buscar
consuelo en el sexo. No era de extrañar que él fuera tan condenadamente
bueno en ello. ¿Qué fue esa charla sobre no ser “expertos”? ¿Qué sólo
tenemos dieciocho años? Él ciertamente no era un aficionado, y de
repente me sentí tonta y no estudiada.
—Y, de verdad, si soy perfectamente honesto, simplemente me encanta el 246
cuerpo de una mujer. Me encanta tocarlo. Me encanta besarlo. Me encanta
hacerla sentir importante y especial —dijo—. Y realmente me encanta
hacer que se venga.
—¿Eres un adicto al sexo? —De nuevo, no tenía intención de que esas
palabras salieran de mi boca.
Se rió entre dientes.
—No Brooke, pero puedo entender por qué preguntarías eso.
Qué no daría yo por abrir su cerebro ahora mismo y mirar dentro. Tener
una idea de este extraño al que acababa de ceder.
—Espero que esto no haga que me veas de forma diferente. Quiero decir,
entiendo si lo hace. Entiendo si no puedes estar conmigo.
¡Whoa! ¡Retrocede, amigo!
—¿Quién dijo algo de eso? —pregunté. Me acurruqué contra él, apoyando
mi cabeza en sus bíceps y envolviendo mi brazo alrededor de su cintura—.
Por favor nunca vuelvas a decir algo así otra vez.
Me besó en la frente.
—No lo haré. Lo siento. Es sólo que sé cómo debo sonar. Un adolescente
loco por el sexo que tiene una obsesión enfermiza con el cuerpo femenino.
Me reí.
—No sé si eso me importe tanto. —Pensé en mi orgasmo. No, no creía que
me importara en absoluto.
Pero una pequeña sensación inquietante asomó y pinchó en mi corazón.
No era psicóloga, y pensaba que la terapia era un montón de basura, pero
Ryan estaba acostándose con mujeres porque se sentía culpable. Esa era
mi evaluación. Estoy segura de que la Dra. Merryweather coincidiría.
Culpable de qué, no lo sabía. Pero él se sentía culpable.

247
Traducido por Bluedelacour
Corregido por Curitiba

P
erdí la práctica de natación por tres semanas seguidas. Seguía
olvidándome de ello, y sólo aparecí hoy porque Cal me lo recordó
después de la escuela. Todavía no sabía cómo usar la máquina
fotográfica del anuario, y no estaba segura de que me sentía cómoda
estando en la misma habitación con tres depredadores.
El ambiente de la piscina era exactamente como me esperaba: pegajoso y
húmedo. Tuve que trabajar más para respirar, tomando tragos largos y
húmedos de aire en la boca y manteniéndolos en el fondo de mi pecho
antes de expulsarlo. Respiraba por la boca todo el tiempo. Los chicos
buceaban aquí y allí, nadando, gritando y llamando a cada uno por otros
nombres como los hombres acostumbran hacer para mostrar
camaradería. Me sentía fuera de lugar y giré para salir. 248
—Ahí estás —dijo Cal—. Me alegro de que hayas podido venir.
Él tenía su traje de baño, que ascendía a prácticamente nada. Speedo,
gafas y gorro de natación. Pude ver por qué las chicas pensaban que era
ardiente. Tenía músculos, un pecho corpulento y fuerte, piernas gruesas.
“Todo lo mejor para hacerte caer, querida”, le oí decir.
—Sólo tomó cerca de un mes —le contesté. Fui al grano—. Mira, no me
siento cómoda tomando fotos. Todavía no sé cómo usar esta cosa.
—Eso no es cierto. La usaste durante la producción de coro —dijo Cal.
—Sí, pero, ¿has visto las fotos? —le pregunté, riendo—. Apestan.
—Bueno, no hay nada como tomar fotos de una práctica para que tengas
un poco de práctica, ¿eh?
Lindo.
Sonreí de mala gana.
—Aquí. Déjame darte un tutorial rápido —dijo Cal, y corrió a través de los
botones por mí una vez más, viendo para asegurarse de que entendí cómo
hacer un zoom con la lente correctamente—. Eres una profesional —dijo, y
se zambulló en el agua.
Me salpicó un poco, y me molestó por completo.
Caminé arriba y abajo al lado de la piscina metódicamente tomando
fotografías horribles. En un principio, sacaba la cámara de mi cara
después de cada disparo para mirar. Y cada imagen era la misma:
salpicaduras difusas, y si tenía suerte, tal vez una mano o parte de una
cabeza que sobresalía del agua.
Dejé de mirar mi obra a medio camino y decidí que era hora de irme. No
fue tanta mi irritación por ser la peor fotógrafa del mundo. No me
importaba. Lo que realmente aumentaba mi miedo era el tiempo que me
quedaba. ¿Dónde estaba el entrenador de natación? No había ningún
adulto, me di cuenta, y sólo un puñado de los nadadores. ¿Dónde estaba
el resto del equipo? Los conté. Sólo seis. El equipo de natación tenía al
menos veinte miembros.
Atrapé a Parker y Tim mirándome de vez en cuando. Traté de ignorarlos.
Ellos estaban tratando de intimidarme, y sabía por qué. Tim
probablemente les dijo a sus amigos acerca de sus citas frustradas y
como era responsable de ello. Él salió de la piscina junto con Cal.
Giré hacia mi bolsa de libros sentada en la esquina más lejana de la
habitación.
249
—¡Oye, Brooke! —llamó Cal—. ¡Espera!
Debería haber seguido caminando.
Debería haberlo hecho.
—Vamos a ver lo que tienes —dijo, extendiendo la mano para la cámara.
Me acerqué a la orilla de la piscina y giré con furia.
—Están muy mal, Cal —le dije—. Te comenté que no era buena.
Cal lucía un ceño fruncido mientras hojeaba las fotos.
—Tienes razón, Brooke. No puedes tomar una foto para salvar tu vida.
Me encogí de hombros, y luego grité cuando me empujaron a la piscina.
Rompí la superficie para respirar pesadamente, limpiándome los ojos para
descubrir a mi atacante. Solté una cadena de palabras sucias, mientras
veía a Tim bucear a mi lado.
Se escondió bajo el agua, y temía que estuviera dando vueltas como un
tiburón. No podía tocar el fondo y comencé a entrar en pánico, golpeando
mis piernas duro para avanzar en el agua.
Me acerqué a la orilla de la piscina y estaba casi allí cuando Tim apareció
bloqueando mi camino.
—Eres un idiota —le susurré.
—Sólo disfrutaba de un poco de diversión, Brooklyn —contestó Tim.
Apartándose de la orilla, envolviendo su brazo izquierdo alrededor de mi
cintura y tirándome en el agua.
—¡Déjame! —grité, luchando contra él. Mi cabeza se sentía pesada del
agua tirando de las puntas de mi pelo, dejando húmedos surcos en el
rastro tras de mí.
Me volví a mirar a los demás en el agua. Oh, Dios mío. ¿Cómo pude ser
tan estúpida? Estaba Hunter colgando en el borde del mirador de la
piscina. Aaron ajeno a la escena mientras continuaba sus vueltas. Mike,
deslizándose a través de las puertas de la sala, haciendo caso omiso de mi
situación. Parker me miraba desde un banco al otro lado de la piscina.
Todos los chicos de la Liga de Fantasía de Zorras, y nadie iba a venir
rescatarme.
Me volví más enérgica, empujando el brazo de Tim con todas mis
fuerzas. Pero él era demasiado fuerte, y en ese instante maldije a Dios 250
por hacer a las mujeres tan jodidamente débiles.
—¡Fuera!
—Está bien —me dijo, soltándome y empujándome bajo el agua.
Luché ferozmente, segura de que me ahogaría. No tuve la oportunidad de
tomar un respiro antes de ser hundida bajo la superficie, y ya sentía mi
pecho quemar por aire: sólo un pequeño aliento de vida.
Tim se relajó, y subió disparado por respiración del agua en sorbos
hambrientos de oxígeno humedecido.
—¿Qué estás haciendo? —grité, apartando el cabello enmarañado de mi
cara.
—Jugando —respondió Tim—. Por Dios, estamos teniendo un poco de
diversión. Tómalo con calma. —Y me hundió bajo la superficie una vez
más.
Clavé mis uñas en sus muñecas, pero no hizo nada para aflojar su agarre.
Me sostenía por más tiempo, me di cuenta, ya que mi pecho comenzó a
quemar con urgencia, exigiendo el oxígeno que no podía proporcionar. Me
retorcí de un lado a otro sin ningún resultado, sintiendo el ardor urgente
moverse hacia abajo en el vientre, a través de mis piernas hasta la punta
de mis dedos. Mi cuerpo estaba gritando en silencio, y no podía salvarlo.
Tim me arrastró fuera del agua, y me aferró a él por instinto, respirando
profundamente entre toses y balbuceos. Se aprovechó de mi
vulnerabilidad, envolviendo mis piernas alrededor de él, colocándome
cerca de sus caderas para que pudiera sentir su excitación. Traté de
liberarme, pero me abrazó con fuerza entre sus brazos, moviendo la cabeza
ante mi súplica silenciosa.
Estábamos en la parte menos profunda del perímetro, un lugar donde
podía plantar firmemente los pies y movernos con vueltas y vueltas en
círculos pequeños. Pensé que estaba tratando de calmarme con un falso
sentido de seguridad, y no tuve más remedio que aferrarme a él con
fuerza, rezando para que no me sumergiera bajo el agua otra vez.
—¿Te divertiste? —preguntó.
Sentí que las lágrimas se desbordan ante esas palabras mientras negaba
con la cabeza. Me imaginé que estaba hecha un lío con las manos
mojadas, el cabello enmarañado y el rímel negro corriendo por mis
mejillas. No sólo fue exitoso en hacerme sentir débil e indefensa, sino
también en hacerme sentir fea.
251
—Brooklyn —dijo Tim—. Fue sólo un poco de diversión. ¿Por qué estás
enojada?
Deslizó sus manos sobre mi trasero y lo retorcía.
—Sigue haciendo eso —dijo, y me detuve.
—Te odio —sollozaba en silencio.
—Brooklyn, no me odias. Pero debería odiarte. ¿Por qué esparces rumores
acerca de mí en la escuela?
—No estoy difundiendo rumores sobre ti —me atraganté.
—¿No? Entonces, ¿por qué Ashley pensaba que yo era un violador? —
preguntó Tim.
—Eres un violador —dije, tratando de liberarme de su agarre.
—Deja de luchar —ordenó Tim—. Ahora, para tu suerte me creyó cuando
le dije que eras una ex novia perra psicópata loca. Y por suerte para ti,
logró que sus amigos me creyeran, también. Así que tienes un pase libre
esta vez, ¿eh?
Deslizó su mano entre mis piernas.
—Pero sólo por esta vez. Ahora dame un beso, y te dejaré ir —dijo Tim.
Negué con la cabeza.
—Sólo un beso —arrulló.
—Oye, hombre, ¿cuál es el problema? —preguntó Cal, flotando por encima
de nosotros—. Dámela.
No puedo creer que quería pasar de un depredador al siguiente, pero en
ese momento pensé que Cal era el bueno. Era mi salvador.
—Relájate, hombre —dijo Tim, liberándome. Llegué a Cal que me sacó
fácilmente fuera del agua. Me envolvió con una toalla y me abrazó.
—No está bien, amigo. Ella tenía miedo —espetó Cal, pasando sus manos
más o menos sobre mis brazos para entrar en calor—. No se puede tratar a
las chicas de la misma forma que a los chicos, tarado.
Me acompañó hasta mi mochila y luego al salir de la zona de la piscina
hacia mi coche. Si estuviera en mi sano juicio, me hubiera dado cuenta
de dos cosas: primero, Cal nunca se lanzó al agua para venir en pos de
mí. Él no era un salvador. Y dos, que tenía una toalla en sus brazos lista
para mí. Me lo imaginé, observando toda la escena y luego paseando
perezosamente al toallero antes de intervenir.
252
Más tarde esa noche, mientras estaba acostada en mi cama, temblando de
miedo y rabia, me di cuenta que lo planearon. No hubo una real práctica
de natación. Me atrajeron a la piscina de manera fraudulenta, a
continuación, en la orilla del agua Cal miraría las fotos que tomé. Y se
quedó allí mientras veía que Tim me empujaba bajo el agua, lo que me
obligó a soportar minutos de tortura que parecían horas. Dejó que Tim
hiciera lo que quisiera para luego fingir indignación. A lo largo de toda esa
prueba en silencio me decía una cosa:
—No me jodas. No jodas a mis amigos.
Halé las mantas sobre mi cabeza y me eché a llorar. No me metería con él
nunca más esta noche. La verdad es que estaba realmente asustada de él
por primera vez. Así que elegí para entretener el miedo, dejar que me
agarrara y se manifestara en los sonidos del silencio, con sollozos
desesperados. Pero sólo lo dejaría hacerme esto esta noche.
Mañana, el miedo se habrá ido.

0
—Jessica Canterly —dijo Terry en nuestro camino al estacionamiento.
Me di la vuelta para mirarlo, parando en seco.
—¿Sí?
—Dentro y fuera de las salas psiquiátricas desde décimo grado. La familia
se mudó fuera del estado después de su primer año de estudios. Mierda
seria. Lo hizo todo. Se cortó. Desarrolló cada trastorno de alimentación del
libro. Se arrancó el cabello —dijo Terry—. Estoy hablando de mierda seria.
—Lo sabía —le susurré.
—Ahora, espera —respondió Terry—. El hecho de que ella tenga todos
estos problemas psicológicos, no significa que la violaron.
—¿No? —le pregunté. No estaba tratando de ser una listilla.
—No —dijo Terry—. Encontré cosas que datan desde el séptimo grado.
—Así que tal vez Parker la vio como un blanco fácil —le contesté—. Si ella
ya está loca, ¿quién va a creer que fue violada?
Terry se encogió de hombros.
—No está bien, Brooke. 253
—Muy difícil de decir, “¿No está bien, Wright?” —le pregunté.
—Eres una idiota y estás totalmente fuera de foco. Decía que no es
correcto asumir algo sin pruebas sólidas. Sabes eso.
Fruncí el ceño.
—Ese idiota es un violador. ¡Sé que lo es!
—Está bien, entonces. ¿Has descubierto cómo vas a probar algo de esto?
—De hecho sí —respondí. Sonreí un poco con suficiencia, y Terry puso los
ojos en blanco—. ¿Podemos hablar de esto en otro lugar? Hace mucho frío
aquí afuera.
—Entra en tu auto —dijo Terry.
—De ninguna manera. Vamos ir a tu auto y gastar tu gasolina
calentándonos —le contesté.
—Lo que sea.
Nos deslizamos hacia el modesto Acura de Terry y prendimos el
calentador.
—Está bien, Wright. ¿Cuál es tu plan?
—Voy a pedirles que se presenten —le contesté.
—¿Vas a qué?
—Las chicas que han sido violadas. Voy a pedirles que se presenten.
—¿Por qué lo harían? Han pasado años para algunas. No hay ninguna
prueba de violación. No hay evidencia de ADN. Es su palabra contra la de
los chicos. ¿Hablas en serio? —preguntó Terry.
—Si puedo lograr que se junten…
—¿Así que eres una terapeuta de grupo, de repente?
—Cállate. Si puedo conseguir que se junten y animarlas a presentarse
juntas, creo que hay una posibilidad real de que estas chicas tengan un
poco de justicia —le dije—. Fuerza en números.
—Ese es el plan más estúpido que he escuchado.
—¡Oye! No es estúpido. ¡Es lo único que tengo!
—Puede que tengas que llegar a la conclusión de que estas chicas nunca
verán la justicia. ¿De acuerdo? Es posible que tengan que conformarse
con la exposición de su liga y avergonzarlos, porque esto puede ser todo
lo que obtengan. 254
—No. —Golpeé la mano en el tablero.
—Wright, no le hagas eso a mi auto —advirtió Terry.
—Nunca voy a estar satisfecha con un poco de vergüenza. Los quiero en la
cárcel. Son delincuentes que pertenecen a la cárcel.
—¿Así que tu plan es engañar a estas chicas en qué? ¿Acercándolas a tu
casa para una fiesta de pijamas? ¿A continuación expones cada uno de
sus secretos dolorosos al grupo y les dice que deben hacer esos secretos
dolorosos, públicos? ¿Sin evidencia? ¿Sin pruebas? ¿Oyes lo estúpido que
es eso?
—Vete a la mierda.
—La respuesta típica adolescente —se burló Terry.
—Te odio.
—Y ahí hay otra.
—¡Cállate y ayúdame entonces! —grité.
—No tengo una respuesta, Brooke. No tengo un plan. La única cosa que
puedo decirte es que hagas de conocimiento público su Club.
Bajé la cabeza.
—Dijiste que me ayudarías a atraparlos. Eso es lo que has dicho.
—Lo sé, Brooke. Pero no puedo obligarlos a confesar su violación. Y no
puedo hacer que las chicas se presenten. Tienen todo el derecho a
permanecer en silencio. Ese es su derecho, y creo que se te olvida eso.
Crees que tienes un deber con tu amiga, pero ellas no. Su justicia no es la
justicia de ella, ¿no lo ves? Son individuos con experiencias individuales.
No estoy diciendo que es saludable para ellas que se aferren a sus
secretos, pero es su derecho. Sólo se puede hacer esto. Y has hecho todo lo
que puedes, y estoy orgulloso de ti por querer protegerlas. Realmente lo
estoy. Expón la liga y así pagarás tu deuda con Beth.
Estaba llorando. Me di cuenta de ello cuando Terry sacó una servilleta de
la guantera y me la entregó.
—¿No le puedo disparar a todos en la cabeza? —lloré, soplando mi nariz en
el papel.
—Oh, Dios mío. Primero querías ser una víctima de violación, y ahora,
¿quieres ser un asesino?
—Es asesina, idiota. Soy una chica. 255
—Wright, necesitas visitar a un terapeuta —dijo Terry.
—Ya lo estoy haciendo —le balbuceé.
—Bueno, gracias a Dios por ello.
Le lancé una mirada pícara.
—Y deja de llorar, por el amor de Cristo. No puedes llorar todo el tiempo.
¿No se supone que eres grande y fuerte?
Lo miré sorprendido.
—¿En serio?
—Sí, Wright. En serio. Enderézate y deja de actuar como una total
cobarde. ¿Quieres ser un poco ruda? A continuación, empieza a actuar
como tal.
—¡Tú eres el idiota más grande en el planeta!
—Sí, y un infierno de buen amigo para ti —respondió Terry.
Bueno, no podía discutir eso.
Volví a casa con “Las muchachas grandes no lloran” tocando una y otra
vez en mi cabeza. No me preguntes cómo sabía la canción. No era Frankie
Valli cantando, sin embargo. Era Terry en su lugar, y me reí mucho
imaginándolo dirigir el Four Seasons con la melodía. No había lágrimas.
Exactamente lo que querría él.

0
—¿Nunca vas a hablar conmigo otra vez? —le susurré, mirando a Lucy
apilar sus libros y cuadernos en un pequeño rectángulo limpio sobre el
escritorio. Me incliné y empujé el libro de arriba al suelo.
—¡Oye! —gritó.
—Rayos, habla conmigo —le dije.
—No tengo nada que decirte, Brooke —espetó, y se inclinó para recoger su
libro.
—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —le pregunté.
—Eres una chica inteligente, Brooke —dijo Lucy—. Saca tu conclusión.
—¿Tiene esto algo que ver con Cal? —pregunté, bajando la voz hasta un 256
susurro apenas audible.
Lucy nerviosa echó un vistazo alrededor.
—No digas su nombre en voz alta —contestó ella.
—¿Qué demonios? Él no es Lord Voldemort.
—¡Y no digas su nombre tampoco! —exclamó.
Me quedé confundida. Y entonces me eché a reír. Lucy me miró. Pero al
parecer, mi risa tenía algún tipo de efecto contagioso, porque su rostro se
iluminó con una sonrisa. Y luego se echó a reír también.
Difícil.
—Bueno, bueno —dije, secándome los ojos—. ¿El hecho de que no me
hables tiene algo que ver con El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado? Y me refiero
a Cal.
—Sí —dijo ella, su risa desvaneciéndose.
—Muy bien. ¿Cuál es el problema?
Se dio la vuelta, pero Cal no había entrado en la clase todavía.
—Te dije que te mantuvieras alejada de él —dijo.
—Nunca me dijiste el por qué —le contesté.
—Porque es un mal tipo —dijo.
—¿Qué lo hace malo?
—Cosas.
—¿Cómo qué?
—¡Por el amor de Dios, Brooke! ¿Por qué no dejas las cosas como están?
—Porque creo que te hizo algo que no me estás diciendo. Y sé que lo ha
hecho con otras chicas, porque, ¿sabes qué? Conocí a Beth. ¿Beth
Cunningham? Era mi mejor amiga.
Los ojos de Lucy se llenaron de lágrimas al instante.
—No. No llores. ¿No le has dado suficiente de tus lágrimas ya? —Recordé
las palabras de Terry para mí. Deja de llorar. Se fuerte.
Ella me miró, y luego miró hacia el techo tratando de conseguir que el
agua retrocediera. Estaba decidida, y se centró en el techo durante un
largo tiempo antes de que pensara que era seguro mirarme de nuevo. 257
Cuando lo hizo, sus ojos estaban secos.
—Bueno. Ahora hay un comienzo.
Sonrió agotada.
—Quiero contarte una historia.
—Está bien.
—Después de la escuela.
Nos sentamos en una cafetería a diez minutos de la escuela. Al principio
propuse la del otro lado de la calle, pero Lucy no quería estar tan cerca de
la escuela, cuando hiciera su confesión. No habría demasiados estudiantes
yendo y viniendo. Era un lugar de encuentro popular para los adultos
mayores para sus reuniones de caridad.
Pedimos café mocha y luego nosotras solas nos metimos en un rincón poco
iluminado.
—No puedo creer que voy a exponer todo esto —dijo, sorbiendo su bebida
con cuidado.
—Como que ya lo sé —le dije, tratando de aliviar su ansiedad.
—No, no, Brooke —contestó Lucy—. No sabes nada.
Quería sentirme ofendida, pero no pude. Ella tenía razón. No sabía nada
de su terrible experiencia. Con toda honestidad, no sabía nada acerca de
la experiencia de Beth tampoco. Ella nunca me contó los detalles.
Describió cómo Cal lamió sus lágrimas y le tapó la boca. Y eso era mucho
para saber. Me hubiese gustado que hubiera guardado esas cosas para
ella sola.
—Estaba tan emocionada de empezar la secundaria —comenzó Lucy—. Y
era una niña muy feliz en ese entonces. Tenía amigos. Estaba involucrada
en todo.
—Lo sé.
—¿Eh? —Lucy frunció el ceño.
—Bueno, como que hice un poco de investigación en viejos anuarios —
confesé.
Lucy pensó por un momento.
—¿Cuándo?
—La primera vez que te conocí. Ese primer día de clase cuando me golpeé 258
la cabeza.
—Ohhh —Asintió Lucy.
Esperé pacientemente a que continuara.
—No creo que soy la cosa más fea en el planeta —dijo ella—, pero nunca
pude averiguar lo que atrajo a Cal hacia mí. Quiero decir, sí, era una
porrista, pero nunca creí encajar en ese molde. No era popular. Solía hacer
mis propias cosas y divertirme.
—Debe haber sido algo popular para ganar un lugar en la corte de la fiesta
—le dije.
Lucy se encogió de hombros.
—Supongo que quise decir que no salía con gente popular. Era amable con
todos.
—Ahh. Es por eso que ganaste —le dije.
—Bueno, lo que fuera, a Cal le gustaba, y él empezó a perseguirme en la
escuela desde los inicios.
Me moví nerviosamente en mi asiento, sabiendo que la conversación
estaba a punto de llegar a intimar.
—Salimos todo el año, y todo el tiempo fue un caballero. Pensé que era la
chica más afortunada del mundo, de verdad. —Lucy se quedó
ensimismada afuera en la dirección de una pareja acurrucada en otra
mesa de la esquina en la pared opuesta.
Ellos se decían chistes al parecer, porque se estaban riendo
histéricamente.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Asintió y continuó.
—Estaba tan emocionada por el baile. Y tuvimos una muy divertida noche
hasta que me llevó a la habitación de un motel.
—¿Qué?
—Champán. Me dio champán toda la noche. Él no bebía nada. Tenía
una botella en su auto, y bebió un poco de camino a la fiesta de
graduación.
—Espera —dije—. ¿Estaba conduciendo? ¿Qué edad tenía? 259
—Acababa de cumplir dieciséis años —dijo Lucy.
—¿Dieciséis en el noveno grado? —le pregunté—. Eso es un poco viejo.
¿Empezó tardíamente en la escuela? ¿Repitió un grado o dos?
Lucy suspiró y sonrió.
—Brooke, ¿tienes ADD16?
—¿Eh?
—¿A quién le importa que él estaba conduciendo? El punto era que estaba
conduciendo.
Asentí y reorientada.
—De todos modos, nos escapábamos de la fiesta de graduación de vez en
cuando para que pudiera tener un par de sorbos. Al final de la noche
estaba mal. Pero me refiero a realmente ebria, como algo que-no-se-siente-
bien.
La miré dudosa.

16
ADD: Déficit de atención con hiperactividad.
—Está bien, ya sé que estar así nunca se siente “bien”. Lo que quiero decir
es que creo que me drogó con el champán. Quiero decir, sí, bebí mucho de
ella, pero he tenido champán antes, y nunca me había hecho sentir así.
Realmente lenta. Fuera de mí. Al igual que mis brazos eran grandes y
pesados o algo así.
—Ya veo.
—Recuerdo muy poco de esa noche. Recuerdo que nos besábamos y me
desnudaba. Estaba de acuerdo con eso porque nos habíamos ido allí
antes, pero luego empezó a utilizar la fuerza.
Me puse tensa.
—Y habían otros.
—¿Qué? —Estaba a medio sorber el café, atorándome por la mayoría del
líquido mientras que algo goteaba por mi barbilla. Lucy me entregó una
servilleta.
—Recuerdo que había otros. No sé cuántos, pero estaban hablando y
riendo. —Lo pensó un momento—. Y entonces discutían por un tiempo.
La miré con los ojos abiertos, un término repitiendo una y otra vez en mi
cabeza: violada en grupo.
260
—La última cosa que recuerdo era un montón de manos por todo mi
cuerpo antes de desmayarme.
Nos sentamos en silencio. No sabía qué hacer, así que terminé mi café.
Lucy ya no estaba interesada en el suyo. Prefería ver a la joven pareja
tomados de la mano y dándose besos ocasionales.
—Lucy, lo siento mucho —le susurré.
Giró hacia mí. Se volvió a regañadientes, como si ella no quisiera apartar
los ojos de la linda pareja. Como si quisiera quedarse en su fantasía un
poco más.
—Tú no has hecho nada, Brooke —contestó—. ¿Por qué te disculpas?
No tenía respuesta para eso. ¿Por qué me estaba disculpando? No la violé.
Pero eso es lo que dices cuando te enteras de las malas noticias. Era
estándar. Dices que lo sientes como si estuvieras pidiendo disculpas por el
mal o pidiendo disculpas en nombre de las personas que infligen el daño.
Me encogí de hombros.
—Me desperté a la mañana siguiente, usando mi vestido de fiesta. Estaba
manchado de sangre. Yo era virgen, verás, por lo que pensé que debí haber
sido violada. Pero es un poco difícil hacer el reclamo cuando no puedes
recordar ni una mierda.
—¿Y tus padres?
Lucy rió.
—Bueno, según ellos, Cal me trajo a casa borracha. Discutieron y dijeron
que no tenía permitido salir conmigo nunca más. Entonces se enfadaron
conmigo por ser irresponsable por el alcohol. De alguna manera se hizo
todo por mi culpa.
Sacudí la cabeza con incredulidad.
—La mejor parte es lo que pasó en la escuela —continuó Lucy—. El lunes
por la mañana me enfrenté a Cal sobre esa noche. Quería saber lo que
había pasado. Por supuesto, me dijo que estaba loca. Y entonces me dijo
que no quería tener nada más que ver conmigo, que era una psicópata
loca exuberante. Extendió todo tipo de rumores desagradables sobre mí.
Perdí a mis amigos. Dejé de ser porrista. De alguna manera, me convertí
en la perra psicópata en la escuela. La gente realmente tenía miedo de 261
mí. ¡De mí!
Lucy se echó a reír, su frágil cuerpo temblando incontrolablemente.
—¿Me estás mirando, Brooke? ¿Estás viendo esto? —preguntó entre
risas—. ¿Cómo puede alguien tener miedo de esto?
—Lucy...
—¡Peso cincuenta kilos, Brooke! ¡Cincuenta kilos! ¡Ni siquiera puedo
pasear mi San Bernardo debido a que no soy lo suficientemente fuerte! ¡No
tengo una pizca de maldad en mi cuerpo! Ni siquiera sé cómo ser mala con
los demás. ¿Cómo lo hacen, Brooke? ¿Cómo hacen las personas, porque
realmente me gustaría saber? Quiero decir, si la gente va a tener miedo de
mí y de todo, ¡entonces me gustaría saber cómo ser una hija de puta!
Varios clientes se volvieron en nuestra dirección, e instintivamente salté de
mi asiento. Puse mi brazo alrededor de Lucy y la saqué de la cafetería a mi
auto.
—¡Quiero decir, si soy una puta psicópata de mierda exuberante entonces
necesito saber cómo representar el papel! —gritó en el estacionamiento. No
hubo más risas, sólo lágrimas de rabia corrían por sus mejillas.
La ayudé a subir al asiento del pasajero del auto y le abroché el cinturón
de seguridad.
—¡Arruinó mi vida! —Clavó las manos en los costados del asiento—. ¡Y no
puedo hacer nada al respecto! ¡Nada! —Y luego dejó escapar un largo
gemido lastimero. Pensé que había oído antes: la miseria total y absoluta,
pero me di cuenta que no. Incluso yo, en toda mi miseria y culpa por Beth,
nunca había hecho un sonido parecido.
Me sacudí a causa de ello. Tenía miedo de él. No sabía cómo consolarla.
Nunca entendí la desolación completa que uno siente cuando su voluntad,
sus derechos, son despojados de uno. Y ella no quiere oír, lo siento, de
alguien que no tiene ni idea. Es ofensivo.
Me acurruqué en el suelo a su lado, dejándola llorar. No callándola. No
sintiéndome avergonzada por cómo las personas entraban y salían de la
cafetería mirándonos. Ni siquiera ofreciendo palabras de simpatía. No me
preocupé por nada, excepto mi epifanía al amanecer. Es como si
escuchara la voz de Beth susurrando en las puertas del cielo, y ella me
estaba perdonando. O tal vez era yo, por primera vez en meses, capaz de
dejar de lado mis pecados pasados. Siendo capaz de perdonarme a mí
misma. Todo por Lucy, y su revelación a mí. No quiero ser una víctima. No 262
quiero que mi mundo sea destrozado. Quería justicia, pero me di cuenta
de que tenía que buscar diferentes medios. Quería proteger mi cuerpo, mi
mente, porque estaba viendo lo que le pasó a alguien cuando su derecho a
hacer eso fue robado de ella.
Llevé a Lucy a mi casa. Nos acurrucamos en mi habitación toda la tarde, y
compartí todo con ella como lo hice con la Dra. Merryweather. Dejó
escapar un suspiro de alivio cuando le prometí que había abandonado mi
proyecto de hacer caer a Cal, y me animó a hacer pública mi información
sobre la Liga de Fantasía de Zorras. Le sugerí que presentara cargos, pero
argumentó la ausencia de pruebas contundentes.
—¿Al menos decirle a tus padres? —le pregunté.
Lucy se encogió de hombros.
—¿Qué pueden hacer al respecto?
—No lo sé, pero son tus padres, y te aman.
El lado de la boca de Lucy se elevó.
—Supongo.
—¿Vas a pensar en ello? —Presioné.
Asintió y luego tomó mi mano.
—Sí, Brooke. Pero sólo estoy pensando en lo que dices porque eres muy
amable.
Sonreí.
—No soy una persona agradable, Lucy.
—Sí que lo eres. Sé que Cal decía todo tipo de estupideces sobre mí, pero
tú siempre fuiste agradable, incluso cuando dejé de hablar contigo por un
tiempo.
—Debí haberte dicho lo que estaba haciendo con él hace mucho tiempo —
le dije—. No sabía en quién podía confiar.
—Es comprensible —dijo Lucy—. Me alegro de que en realidad no te guste.
—Asqueroso. De ninguna manera —le dije, y ella sonrió.
—No creo que Beth haya manejado lo que le pasó de la manera correcta,
pero veo por qué lo hizo —dijo Lucy después de un tiempo.
Escuché, no queriendo interrumpir. Quería escuchar la perspectiva de la
otra víctima.
—Es fácil caer en una mala depresión. Yo lo hice. Es fácil retirarse. Es fácil
263
no ver ningún propósito en nada: tu rutina diaria, tus relaciones con los
demás. Todo se vuelve inútil o da miedo. Para mí no tenía sentido. Creo
que para tu amiga, fue el miedo. Y cuando tienes miedo del mundo,
quieres escapar de él.
Bajé la cabeza.
—Me gustaría que hubiese sido más fuerte. Me gustaría que estuviera
aquí. Sería bueno tener una amiga que entienda lo que pasé. Alguien que
experimentó, también.
De repente tuve una idea. Tiré del empañado medio-corazón de debajo de
mi camisa. Había comenzado a usar el collar de nuevo hace una semana,
escondido debajo de mis camisas, apoyado en mi corazón. Me enteré por
su madre que Beth estaba enterrada con algunos de sus objetos
personales más especiales, y el collar de medio corazón era uno de ellos.
Me desabroché la cadena y se la di a Lucy.
—¿Qué es esto? —preguntó, acariciando el collar.
—Beth me dio eso en mi octavo cumpleaños. Fue enterrada con la otra
mitad —le expliqué—. Quiero que te lo quedes.
—Brooke, no puedo tomar esto —dijo Lucy, empujando el collar en mis
manos. Aparté sacudiendo la cabeza.
—Quiero que te lo quedes, Lucy. De verdad. Sé que tú no tienes ninguna
conexión con ella en la vida, pero ahora puedes hacerlo. —Busqué las
palabras adecuadas, pero sabía que mi sentimiento saldría sonando
cursi—. Tal vez te puede traer un poco de consuelo o algo así. —Aparté los
ojos. Me sentí un poco tonta y demasiado dramática en ese momento.
Lucy dudó durante una fracción de segundo antes de fijar la cadena
alrededor de su cuello.
—Gracias, Brooke —dijo en voz baja.
—De nada.

264
Traducido por Curitiba
Corregido por Dennars

E
n la escuela se corrió la voz sobre los chicos. Ninguna de las
chicas, aparte de Lucy y de mí, sabían algo de la liga, pero les
quedaba claro que debían mantenerse alejadas de Cal y su
séquito. Ninguna conversación en voz alta, solamente susurros urgentes
arrastrándose por los pasillos como humo enviando señales y
advertencias. El impacto fue inmediato. Comprobé las clasificaciones para
el Juego 3 y nadie había ganado un solo punto.
—La frustración sexual es una perra —dijo Gretchen, reclinada para
obtener una mejor vista de la pantalla del ordenador. Oí la inhalación
brusca de Terry.
—Deja de mirarle el culo —lo regañé—. Es casi una niña.
—Estoy a punto de cumplir diecinueve años, gracias —respondió Gretchen
265
enderezándose para volverse al papamoscas—. ¿Para ti también la
frustración sexual es una perra, Terry? —preguntó en un juguetón tono
sensual.
Terry no le hizo caso.
—Wright, ¿hay alguna razón por la que sentiste la necesidad de traer a
Gretchen aquí? —Pasó más allá de mi coqueta amiga y se dejó caer en el
sofá.
—Durmió en mi casa —le contesté distraída. Estaba buscando las elegidas
para el Juego 4.
—No hay ningún Juego 4 instalado —aclaró Terry cuando le pregunté.
—Sí, pero, ¿no deberían tener ya la lista de las chicas? Para los anteriores
la tenían con antelación —le contesté.
Terry negó con la cabeza.
—Tal vez están asustados. Es decir, mira estos resultados. Más bien, la
falta de resultados. Tal vez saben que algo está pasando y se están
cuidando.
Gretchen se acercó al sofá y se sentó junto a Terry.
—Me gustan los tatuajes.
Rodé los ojos.
—A mí también —respondió Terry moviéndose al otro extremo del sofá.
No había querido hablar conmigo durante semanas, después de que traje a
Gretchen a su casa por primera vez. Sí, no debería haberlo expuesto. Pero
confiaba en Gretchen y, estábamos de camino al centro comercial. Habría
sido extraño e inconveniente hacerla esperar en el auto o dejarla en algún
lugar mientras recogía la nueva información de Terry. Con el tiempo me
perdonó, una vez que disfrutó el coqueteo con mi amiga.
—Entonces, ahora es un buen momento, ¿eh? —le pregunté.
—¿Para qué, para hacer estallar la tapadera? —me interrogó a su vez.
Asentí y se encogió de hombros.
—Lo siento, no pude conseguir la evidencia que quieres Brooke —me
contestó. Parecía una disculpa genuina.
—Está bien. Me conformo con esto.
—¿Cualquiera de estas chicas están dispuestas a presentarse? —preguntó.
266
—Solo he hablado con dos de ellas y, tienes razón. Es injusto pedir que se
expongan sin ninguna o con pocas pruebas. No sé lo que estaba pensando.
—Estabas pensando que esos chicos son unos idiotas que merecen ser
castigados. No hay nada malo con eso —dijo Gretchen—. Estoy orgullosa
de ti Brookey.
Sonreí.
—Bueno, creo que voy a reunir todos los documentos y luego averiguaré a
quién quiero enviárselos.
—¿Te das cuenta de lo grande que esto va a ser? —preguntó Gretchen. Las
palabras llenas de entusiasmo.
—No sé qué tan enorme —admití—, pero espero que sirva para que
algunas chicas hablen.
Terry asintió.
—Solo quiero que estés segura.
—Sí, sí —le dije haciendo un gesto con la mano—. Siempre dices lo mismo
y siempre he estado segura.
Nunca le dije a Terry la experiencia aterradora que tuve con Tim.
Gretchen se inclinó hacia Terry.
—Así que, ¿cuándo me invitarás a una cita? Es obvio que te gusto. Es por
eso que eres arisco conmigo y todo el tiempo me evades.
—¿Todo el tiempo? —preguntó Terry divertido—. Te he visto un total de
cuatro veces. Y eres demasiado joven para mí.
—Entonces realmente te gusto —dijo Gretchen, atrapando a Terry en el
extremo del sofá y apoyando la cabeza en su hombro.
—Tengo treinta y seis años —aclaró Terry y me miró mientras luchaba con
el deseo de poner el brazo alrededor de mi bonita amiga.
—Me gustan los hombres mayores —le susurró acariciándole el cuello.
—Oh, Dios mío. Todavía estoy en la sala —les dije.
Gretchen se sentó riendo.
—¡Solo estoy jugando Brooke! Por Dios, tengo diecinueve. ¿Te imaginas?
Como en el episodio de Sex and the City en que Samantha tuvo una cita
con ese viejo. ¿Te acuerdas que ella trató de tener relaciones sexuales
con él pero luego le vio el culo flácido en la luz? 267
Terry la miró indignado y no pude ocultar mi sonrisa.
—No tengo el culo flácido —reclamó.
Gretchen ladeó la cabeza y sonrió tímidamente.
—Quieres hacérmelo, ¿no?
—¡Alto! —grité—. ¡No quiero escuchar más de esto!
—¿Qué piensa Ryan sobre la Liga de Fantasía de Zorras? —preguntó
Gretchen, cambiando de tema. Fue completamente inesperado e hizo que
mi corazón saltara.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
Los ojos de Gretchen se abrieron con incredulidad.
—¿No le has dicho nada?
—No sabía que tuviera que hacerlo —le contesté.
—¡Brookey, es tu novio por el amor de Dios! Te acuestas con él.
—Oh Dios —gimió Terry.
—¿Y no le hablas de esta liga de sexo? —Gretchen parecía ofendida.
—¿Por qué habría de hacerlo? No quiero que se preocupe y no quiero
involucrarlo. No es asunto suyo, ¿de acuerdo? —le dije.
La verdad era que no quería involucrar a Ryan en las cosas que sabía
acerca de Cal y sus amigos porque quería tenerlo apartado de ellos. Me
gustaba poder escapar de todo cuando estaba con él. No había razón para
hablarle de eso.
—¡Pero podría estar ayudándote ahora! —argumentó Gretchen—. Podría
espiarlos o algo así.
—No lo creo —repliqué—. Cal lo odia profundamente. Ryan no podría estar
cerca de él.
—Aun así —presionó Gretchen—. Podría dar ánimos y apoyo, o algo así.
¿No es eso lo que hacen los novios?
—Gretchen, me gusta que no sepa nada. Me gusta así y no quiero hablar
de la liga con él. Quiero olvidarme de todo cuando salgo con él, ¿de
acuerdo? ¿Puedes entenderlo y dejar de insistir?
Cerré el portátil de Terry y lo deslicé sobre la mesa de café.
—Sí, señora —murmuró Gretchen y rodé los ojos.
268
—¿Sería totalmente malintencionado decir que me alegro de que ustedes
dos no se hayan conocido todavía? —le pregunté.
—Si serás cabrona —respondió Gretchen—. ¿Qué? ¿Vas a cancelar los
planes de la cena que tenemos juntos?
—No. —Sentí que me sonrojaba.
—Bien, porque ya es hora de que lo conozca. No deberías haberlo
mantenido alejado durante tanto tiempo. ¿Tengo que darte consejos sobre
citas? —preguntó Gretchen.
—Um, no, ¿te has vuelto loca?
—No, no estoy loca —dijo Gretchen—. Solo me siento un poco
abandonada, supongo.
Suspiré.
—Gretchen…
—Brooke, eres demasiado joven para tener relaciones sexuales —dijo
Terry.
Miré a Gretchen y ambas nos echamos a reír. Tal vez Terry lo dijo solo
para aliviar la tensión. Y funcionó.
—¿Qué? —preguntó Terry—. ¿Soy una especie pasada de moda o algo así
solo porque soy un poco conservador? Y, ¿qué tiene eso de gracioso?
—¿Conservador? —señaló Gretchen—. Tienes tatuajes por todas partes.
Terry meneó la cabeza.
—Gretchen, no sabes lo que dices.
—Terry, no vamos hablar contigo sobre sexo, ¿de acuerdo? ¿Podemos
cambiar de tema? —pregunté.
—Bien, pero no entiendo a los jóvenes de hoy en día —respondió Terry.
—Oh, ¿nos estás tomando el pelo? Lo sé todo sobre los años 90 amigo y
puedo imaginar las cosas en las que estabas —le dije.
Terry se sonrojó y sonrió.
—No me siento diferente al resto de las chicas —le dije.
—Exactamente —dijo Gretchen—. Y está comprometida en una relación.
Asentí y observé cuidadosamente a Terry. 269
—Grandioso. Y por cierto, no dejes que nada me salpique cuando hagas
pública toda esta mierda, ¿lo tienes claro? —dijo Terry.
—Te repito: soy cuidadosa —le dije—. ¿Cuándo vas a confiar en mí?
—Confío en ti Wright —señaló Terry.

0
—Nunca te he visto tan sexy —dijo Ryan con una sonrisa.
Era primavera y hacía buen tiempo. Estábamos parados en la calle y yo
tenía un pie sobre su patineta. Estaba envuelta de pies a cabeza con el
equipo de protección: casco, coderas, rodilleras, incluso guantes de
hockey.
—¿Guantes de hockey? —había preguntado Ryan anteriormente cuando
buscó por todo su armario.
—Es inevitable. Voy a caerme y no quiero rasparme las manos —le
contesté—. Solo dámelos.
Ryan me entregó los guantes y besó mis labios.
—Eres adorable y te amo —dijo.
Mi boca se abrió en shock.
—No digas nada —dijo. Besó mis labios de nuevo—. No necesito ni quiero
que lo digas. Pero quería decirlo porque es lo que siento. Y lo sé. Así que
cuando estés lista, me lo dices. Pero ahora mismo, simplemente no digas
nada.
Asentí con la boca todavía abierta.
—Y solo porque estás tan linda así de pie, incrédula, permíteme decirte
una vez más: Te amo Brooklyn.
Lancé mis brazos a su alrededor y le pegué en la cabeza con el voluminoso
casco.
—¡Ay!
—Lo siento —dije y aplasté mis labios contra los suyos. Podría haberme
quedado de pie besándolo en su habitación toda la tarde, pero quería
enseñarme a patinar.
Vacilaba cerca de su buzón mirando el asfalto. De repente parecía muy
alarmante, especialmente si caía de cara sobre eso. 270
—Estoy profundizando en la imagen —dijo Ryan—. Me gusta tu pie en mi
tabla.
Me eché a reír.
—¿Qué? —preguntó Ryan.
—¿Por qué me parece sucio? ¿Algo sexual?
Ryan sonrió.
—Brooke, pon tu dulce y pequeño pie derecho en mi tabla. Te lo aconsejo
Brooke. Mmmm.
Y me eché a reír de nuevo.
—Hablando en serio, no hay nada como andar en patineta. Los trucos son
una historia diferente, pero todas requieren empujar con un pie y luego
colocarlos en la tabla. Es lo más cómodo para ti.
—Tengo miedo de caerme —le dije.
—Bueno, lo harás. Para eso son todas esas almohadillas —dijo Ryan.
Saludé a un auto que pasaba y que nos tocó la bocina. No era un Oye-sé-
que-tocaste-la-bocina. Era un Oye-me-veo-tan-sexy-que-sé-que-es-un-
saludo. Miré mis rodilleras. Tal vez estaba un poco sexy.
Ryan me enseñó lo básico: empujar, posicionar los pies, detenerme,
empujar hacia abajo en la parte posterior de la tabla. Estaba más que
nerviosa. Nunca fui buena en patinaje sobre ruedas. Definitivamente no
podía con el rodillo. De hecho, odiaba las ruedas excepto la de los autos
debajo de mí. Estaba haciéndolo solo porque me gustaba lo suficiente
como para sufrir una raspadura por él.
—Voy a llevarte de la mano al principio, solo hasta que te acostumbres a la
sensación —dijo Ryan.
—Más te vale —le contesté.
Empecé con Ryan sosteniendo mi mano y corriendo a mi lado. Lo agarré
con fuerza, tambaleándome con pies inseguros mientras rodaba por la
calle.
—Está bien Brooke. Para —dijo.
Negué con un movimiento.
—Tú para. —Y le apreté la mano con fuerza.
271
Ryan se detuvo en seco y, me caí. La patineta se salió de debajo de mis
pies y rodó perezosamente por la calle mientras Ryan me tendía la mano.
—Lo siento Brooke —dijo riendo entre dientes. Me ayudó a sentarme y
comprobó si había daños. Creo que solo disfrutaba pasando las manos por
mis piernas recién depiladas—. Te juro que no lo hice a propósito.
—Ajá, claro —le dije manoteando sus manos para alejarlas.
Él atrapó mis muñecas con las dos manos y las sostuvo en mis costados
mientras llovía besos ligeros por toda la parte delantera de mis piernas.
—¿Mejor? —preguntó alzando la vista para mirarme. El sol estaba tan
brillante que tuvo que entrecerrar los ojos y no sé si percibió mi gesto.
—Vamos a intentarlo otra vez —le dije y él corrió a recuperar la patineta.
Después de treinta minutos estaba impulsándome y rodando lentamente
por mi cuenta. Siempre con los brazos extendidos, las piernas ligeramente
flexionadas y el cuerpo tenso al máximo. Sabía que iba a estar adolorida
mañana. Aprender a voltear fue un desastre y caía hacia adelante cada vez
que me inclinaba. Me di por vencida y le pregunté si podíamos jugar un
videojuego.
—Cuando dices “jugar un videojuego”, ¿de qué hablamos? —preguntó
Ryan, ayudando a levantarme de la calle por última vez.
—Me refiero a realmente jugar un videojuego. Dijiste que tenías un Wii.
¿No podemos jugar a Super Mario Brothers o algo? —le contesté,
caminando con él a su casa.
—¿Nada de sangre y tripas de fuera?
—¿La verdad? Prefiero saltar sobre setas y tortugas voladoras.
—Tienen nombres, ¿sabías? —dijo Ryan—. Tienes mucho que aprender
Brooklyn.
—¡Goombas y Koopas, muchas gracias! —le dije muy satisfecha.
—Guau, creo que acabo de tener una erección —contestó Ryan y le di un
golpe en el brazo—. Pensé que no jugabas juegos de video. ¿Cómo
conoces a Goombas y Koopas?
—Solía jugar con Beth cuando éramos niñas. Es el único juego que he
jugado antes —le contesté, siguiendo Ryan a su dormitorio. Se detuvo en 272
el umbral y se volvió hacia mí.
—Bueno, no sé cómo voy a mantener las manos lejos de ti Brooke.
Goombas. Koopas. Patinar con ruedas. Sin mencionar Asesino de Mente y
Cuerpo. Eres mi chica de los sueños —añadió.
Sonreí.
—Ni siquiera pienses en distraerme.
Ryan levantó las manos.
—Nunca. Estamos jugando juntos.
—¡Soy Mario! —grité, tomando el control #1 justo a tiempo.
—No tienes que tener el control #1 para ser Mario —dijo Ryan, recogiendo
el segundo control y colocándose a mi lado en el suelo—. Este no es el
sistema original de Nintendo.
—Oh.
—Pero aun así te dejaré ser Mario. Porque te amo Brooke.
Y me derretí entera.
0
Leí la nota de nuevo, temblando y sudando.
Una pequeña perra ha estado utilizando la boca, ¿acaso sabes quién es?
Era todo lo que decía, pero la acompañaron con unos arañazos
horizontales en los laterales de mi auto, hechos con una llave sin duda.
Estaba enojada. Enfurecida y fuera de mí. Me di la vuelta y examiné el
estacionamiento de los estudiantes. No había nadie a la vista.
Sabía que no podía esperar más. Tenía que tomar la información sobre la
Liga de Fantasía de Zorras y hacerla pública inmediatamente. Tenía miedo
de lo que estos chicos hicieran después. Estaban enojados porque no
conseguían a nadie y yo era la razón. Dijeron que me hiciera a un lado,
pero no los escuché. Este asunto comenzó en las gradas. Rápidamente se
intensificó con una experiencia en la que casi me ahogo en la piscina de la
escuela.
Finalmente había entrado en crisis con una llave decorando mi carro.
¿Qué vendría después? No quería averiguar. No quería imaginar. Me
gustaría que la historia saliera a flote, que los chicos fueran castigados y 273
que alguien pagara el puto daño hecho a mi auto.
—Hola Brooklyn —oí desde atrás. Me di la vuelta para enfrentar a Parker,
¿de dónde había salido? Acababa de revisar todo el estacionamiento unos
segundos antes.
—¿Tú has hecho esto? —le pregunté señalando los arañazos en la puerta
del auto.
Parker silbó bajo.
—Demonios, es una mala noticia.
—Vete a la mierda y procura mantenerte lo más lejos posible de mí —
escupí buscando las llaves en mi bolsa de libros. Me sentía insegura. ¿Por
qué nunca podía acordarme de sacar las llaves y tenerlas en la mano antes
de salir de un edificio?
—Cálmate, Brooklyn. No le hice eso a tu auto —dijo Parker.
No le creí ni por un segundo.
—¿Sí? Bueno, ¿y quién más podría ser?
—Tal vez alguien enojado contigo por entrometerte en los negocios que no
son tuyos —dijo Parker. Me arrinconó contra el auto y preguntó
suavemente—. ¿Te has estado metiendo en negocios que no son tuyos?
—No sé de qué demonios estás hablando —dije. Busqué a tientas las
llaves. Finalmente las encontré y las saqué de la bolsa—. Muévete.
—Bueno, parece que sí lo sabes —respondió Parker sin moverse—. Ni
siquiera puedo conseguir una cita.
—Tal vez sea porque eres un idiota.
Parker esbozó una media sonrisa.
—Alguien tiene que lavarte esa boca Brooklyn. Absolutamente sucia.
—Déjame en paz o gritaré a todo pulmón —le advertí.
—Seguro que lo harías —se burló de Parker—. Ahora escúchame.
Lo miré a los ojos. Juro que eran del color del carbón.
—Deja de ser entrometida. Deja que mis amigos y yo hagamos lo nuestro
y estaremos más que dispuestos a dejarte hacer lo tuyo. Un tipo de
tregua, ¿eh? Es decir, lamentaría mucho que alguien te encontrara en el
fondo de la piscina de la escuela. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? 274
Temblé violentamente haciendo sonar las llaves.
—Tim fue generoso. No sé si yo lo seré —dijo Parker.
—¿Me estás amenazando? —susurré.
Parker se echó a reír.
—¡Dios, Brooke! ¡No pensé que fueras una de esas perras tontas!
Llené mis pulmones con la máxima cantidad de aire posible y abrí la boca
para gritar. Parker me estrelló contra el auto y me tapó la boca.
—No te atrevas puta —susurró en mi oído—. Mete tu culo en el maldito
auto y vete.
Me estrujó la cara antes de retroceder lo suficiente para que pudiera abrir
la puerta del auto. Me relajé un poco cuando me deslicé adentro, giré la
llave en el encendido y me fui. Sin embargo, una vez que di la vuelta en la
calle me eché a llorar. Sollocé con tanta fuerza que avancé solo un
kilómetro de carretera antes de encorvar los hombros y tener un ataque en
toda forma.
¡Que se jodan!, me gritaba mi mente. No dejes que te intimiden. Han estado
amedrentando chicas durante demasiado tiempo.
—¡Lo sé! —grité en respuesta—. ¡Voy a hacer algo! ¡Lo haré!
Pero primero lloré hasta que me quedé completamente seca. Lloré hasta
que un oficial de policía se detuvo detrás de mí y me preguntó si todo
estaba bien. Le dije que estaba molesta porque mi novio rompió conmigo y
él me contestó que no debería estar conduciendo mientras estaba tan
emocionada.
—Bueno, perdón por vivir —dije con desdén.
—¿En serio? —respondió.
—Bueno, entonces, perdón por ser mujer.
El oficial fue paciente.
—Solo trato de mantener las carreteras seguras, señora.
—Las carreteras son el menor de sus problemas —murmuré.
Vi una sonrisa aparecer en su boca.
—¿Cómo está eso? 275
Me limpié la última lágrima.
—Bueno, tienes ladrones, narcotraficantes, asesinos, todo tipo de muertes
sin resolver y estás preocupado por un auto aparcado a un lado de la
carretera.
—Sólo hago mi trabajo, señora. Que es asegurarme de que estás a salvo.
—Entonces, ve a arrestar a algunos violadores, o algo así.
—Haré mi mejor esfuerzo. Ahora abróchate el cinturón de seguridad y ten
cuidado.
Le dije que se fuera a la mierda una vez que estuvo fuera de alcance. El
cambio era exactamente lo que necesitaba. Eso me dio perspectiva. No te
asustarán Brooke. Eres una guerrera Brooke y estás a punto de patear
unos cuantos culos.
¿Quieren asustarme?
No lo lograrán putos.
Traducido por Mir y Dark Killer
Corregido por Dennars

T
odo estaba listo. Tenía todos los documentos sellados en un sobre
dirigido a "Patrick Langston", un reportero novato del Raleigh News
and Observer. Decidí ir con él después de investigar un poco el
personal porque era nuevo y me imaginé que esta historia podría ser su
gran oportunidad.
El lunes en la mañana envié por correo el sobre manila lleno, antes de ir a
la escuela. La emoción mezclada con el temor se reflejaba en mis dedos,
humedeciendo el paquete de sudor. No podía decir que me arrepentía de
abandonar mi plan original con Cal. Me di cuenta de que era insano,
¿quién era yo para pensar que podría soportar lo que estas otras chicas
experimentaban? Simplemente porque estaba llena hasta el tope de
deseos de venganza. No, simplemente no podía y sabía que había 276
tomado la decisión correcta al enviar la información sobre la Liga de
Fantasía de Zorras. Nunca descubrí la "pistola humeante"17 para que Cal,
Parker y Tim fueran acusados de violación, pero esperaba que después de
que la historia de su obsceno club saliera, algunas chicas tuvieran el valor
de presentarse.
Solo restaba esperar.
Me comprometí a quedarme después de la escuela para tomar fotos del
juego de béisbol de los chicos. Le prometí a Ryan que terminaría tan
pronto como el juego finalizara. Planeamos una noche inocente con juegos
de video. Sus padres y su hermana estarían en casa y todos íbamos a
pasar el rato juntos. Sería la primera vez que pasaría una cantidad
significativa de tiempo con su familia y estaba nerviosa. Había conocido a
los padres de Ryan cuando empezamos a salir en serio, pero esta sería la
primera noche que realmente hablaría con ellos. Quería gustarles.
—Hola Brooke —dijo Cal deslizándose por la tribuna.

17 Pistola humeante: En inglés es una forma coloquial de decir prueba fehaciente o


definitiva.
—No sabía que estarías aquí —le dije, poniéndome las gafas de sol de
nuevo cuando el sol asomó por entre las nubes.
Se me hacía muy difícil estar cerca de Cal. Me ponía nerviosa y él lo sabía.
Los dos sabíamos que estábamos jugando un falso partido amistoso, pero
ninguno de los dos lo diría en voz alta.
—Noticia de último minuto. La señora Kerrigan me pidió que te ayudara —
explicó—. Ella, uh, vio las últimas fotos que tomaste y pensó que podrías
necesitar algo de ayuda.
Me moví incómoda. Las últimas fotos que tomé eran de la “práctica” del
equipo de natación, donde Tim casi me ahogó. Tenía tantas ganas de
hablar con Cal sobre eso, pero sabía que me acusaría de loca, diciendo que
Tim se comportó como un tonto incluso si fue un poco duro y que tenía
que dejar de ser la reina del drama.
—Así que, ¿está bien si me quedo aquí? —preguntó.
—Claro —le contesté—. De hecho podrías relevarme si quieres.
Eso funcionaba para mí. Significaba que podía ir a la casa de Ryan
mucho más temprano.
—No, no —dijo Cal, riendo—. No vas a librarte tan fácilmente. Tienes que
277
tomar notas para el resumen de tu página y los pies de página de cada
foto, ¿eh?
Me encogí de hombros y asentí.
—Supongo que tienes razón. —Le di la cámara a Cal y saqué una pluma
de mi mochila. Había algo intrínsecamente malo en tomar notas en un
viernes por la tarde después de la escuela. Suspiré y puse la pluma sobre
el papel.
—Entonces, ¿cómo van las cosas con Ryan? —preguntó Cal.
Salté de mi asiento y Cal se dio cuenta.
—¿Qué? ¿No puedo preguntar por él? —dijo.
Pensé por un momento.
—Dijiste que estaba loco. Supuse que no creías que fuera una buena idea
que saliera con él y todo eso.
—Bueno, no creo que sea una buena idea. Pero he aprendido que haces lo
que quieres —respondió Cal.
Me enfadé.
—Es bueno conmigo y me gusta.
—Eso es bueno —dijo Cal. Tomó una foto de uno de nuestros jugadores
deslizándose a primera base.
No estaba muy segura de haber entendido la declaración de Cal de que
hacía lo que quería. No había tenido oportunidad de ver quién era él
realmente, aparte de la cita de los bolos. Y esa no era yo. Normalmente no
soy una persona amargada. Parker sacó a relucir esos colores pero no era
la imagen completa. El cuadro completo era el de una chica que estaba
tratando de compensar los errores del pasado, ser leal a su amiga fallecida
y ser una buena persona.
Le dije muy poco a Cal mientras el juego continuaba. Mayormente tomé
notas o hacía garabatos cuando nada pasaba o no entendía lo que pasaba.
Le preguntaba por terminología de béisbol de vez en cuando y él respondía
feliz.
En la quinta entrada me preguntó si quería algo de beber.
—Un Sprite —le contesté, medio distraída por la llamada de mi padre al
teléfono celular—. Gracias.
Cal volvió con dos Sprites, destapando las dos botellas mientras tomaba 278
notas apresuradas sobre el último home run. Estábamos a mediados de
mayo, pero se sentía como si el verano hubiera decidido visitarnos
temprano. El sol estaba abrazador y estaba sedienta. Después de tomar la
mitad de la botella de un trago, pensé que habría sido mejor conseguir
agua en su lugar. Gotas de sudor estallaban en mi cuero cabelludo y la
parte de atrás de mi cuello se sentía extrañamente rígida.
Traté de concentrarme en tomar mis notas, pero las palabras de la página
entraban y salían de foco. Miré al campo y le pregunté a Cal por qué había
tres jugadores en primera base.
—Solo hay uno Brooke —respondió Cal.
Negué y lo atribuí todo a la deshidratación. Terminé mi Sprite y pensé en
comprar una botella de agua.
—¿Estás bien? —preguntó Cal mirándome con el ceño fruncido. En
realidad, había cinco Cal y todos giraban en sentido anti horario—.
¿Brooke?
—Me siento rara —le dije. Arrastrando las palabras, creo, y traté de
empujar mi pluma detrás de la oreja. Erré la oreja por completo y la pluma
cayó detrás de mí en alguna parte. Me di la vuelta para mirar, apretando
las rodillas de alguien detrás de mí para no perder el equilibrio.
—Lo siento —murmuré cuando ella retiró las piernas a un lado y olvidé
por qué me había dado la vuelta.
—¿Brooke? No te ves muy bien —dijo Cal—. Estás toda blanca.
—Bueno, soy una chica blanca Cal —le contesté y luego me reí. Ni siquiera
era divertido, pero por alguna razón pensé que era la cosa más divertida
que había dicho. Me eché a reír con fuerza, viendo como mi cuaderno de
espiral se deslizaba fuera de mi regazo y caía en el suelo. Cal lo recogió y lo
puso en mi mochila.
—Vamos Brooke —dijo, levantándome por el brazo—. Vamos a tomar un
poco de agua. Debes haberte insolado o algo así.
Me reí de nuevo. Pensé que “insolado” sonaba divertido. Seguí repitiendo la
palabra una y otra vez hasta que sonaba extraña en mi boca.
Me tropecé detrás de Cal, que me acompañó hasta el estacionamiento de
estudiantes. Lo vi hurgar en mi mochila por las llaves, abrir la puerta de
mi auto y tirar dentro mi mochila. Se guardó mis llaves en el bolsillo del
pantalón. 279
—Vamos a hacer que te sientas mejor —dijo apretando su agarre en mi
brazo.
—Estoy bien —le dije, pero sabía que no lo estaba. Estaba mirándolo a
través de los párpados a media asta, incapaz de abrir completamente los
ojos. Mi cuerpo vibraba como líquido eléctrico y amaba todo lo que me
rodeaba en ese momento; momento en el que descubrí cómo se sentía
realmente el amor. Cálido y sensual, como una vieja película en blanco y
negro.
Cal me ayudó a entrar en un auto, pero no era el mío. Supongo que era el
suyo. Estaba fascinada con todos los botones del tablero y decidí que me
gustaba presionarlos.
—No hagas eso —ordenó cuando se subió al asiento del conductor.
—Pero me gustan —discutí.
Cal se rió y salió del estacionamiento.
—¿A dónde vamos? —le pregunté, sin importarme en lo más mínimo.
Pensé que necesitaba una cama para acostarme y no me importaba de
quién fuera o dónde se encontraba.
—A ninguna parte Brooke —Oí decir a Cal mientras me dormía con los
sonidos del radio de fondo.

0
Me desperté en la oscuridad. Agobiante oscuridad. No sabía dónde estaba,
pero el pánico me invadió de inmediato, mi corazón se aceleraba mientras
forcejeaba. Mis muñecas estaban atadas a la espalda con algo fino y
apretado que se clavaba dolorosamente en mi carne. Traté de
concentrarme, dejando que mis ojos se acostumbran a la oscuridad y me
di cuenta que estaba en el armario de alguien. Y estaba lleno de cajas,
montones de ropa y basura. Solo tenía un pequeño espacio para mí justo
frente a la puerta.
Di una patada por reflejo, creando un fuerte ruido seco en la puerta hueca.
—¿Está alguien despierto? —Oí del otro lado.
Le di una patada a la puerta de nuevo. No fue tan fuerte. Me di cuenta
de que estaba cansada. Mis piernas se sentían pesadas y extrañas y
empujé el pie hacia fuera como si no me importara realmente. Como si
no tuviera realmente un propósito para hacerlo. 280
—¿Brooklyn? ¿Estás despierta?
Sonaba como la voz de Cal y asentí.
—Déjame salir —le dije. Las palabras se sentían pesadas en mi lengua.
Era la frase más difícil que había dicho alguna vez.
—Brooklyn, estoy tratando de ayudarte —dijo Cal—. Ayudándote a superar
tu miedo a lugares estrechos.
Pensaba que iba a morir. Me dolía el pecho por la rápida palpitación del
corazón y estaba esperando la inevitable explosión. Estaba aterrorizada,
pero mi cuerpo estaba atrapado en un estado inactivo. No podía sentir
ninguna adrenalina a través de mis extremidades que indicara una lucha
por vivir, por escapar. Solo un foco de golpes en el centro del pecho
amenazando con un ataque de pánico de proporciones monumentales.
No entres en pánico. No entres en pánico. Solo busca una salida.
—¿Brooklyn? ¿Qué estás haciendo ahí? Sé que es un poco estrecho.
Respiré lo más profundo que pude, aliviando la presión del corazón
estresado, entonces dejé salir el grito más fuerte que pude reunir.
Un fuerte golpeteo en la puerta me hizo callar al instante.
—No hagas eso, Brooklyn —exigió Cal—. O te vas a arrepentir.
—Por favor, déjame ir —le supliqué y sentí la primera de muchas lágrimas
rodar lentamente por mis mejillas.
—Brooklyn, ¿no ves que estoy tratando de ayudarte?
—Quieres hacerme daño —sollocé, girando el cuerpo en un intento por
liberar mis manos. Los lazos se sentían como si estuvieran volviéndose
más ajustados y mis manos comenzaron a entumirse.
—No Brooklyn —dijo Cal—. Tú solo piensas que quiero hacerte daño. Pero
voy a hacer que te sientas bien.
Había algo siniestro en las palabras, pero mi cerebro drogado no podía
precisarlo.
—Solo respira —instruyó Cal e hice lo que me dijo.
Inspiré y solté, cerrando los ojos y tratando de conjurar el campo. Era
inútil, sin embargo, mientras mi manos quedaban completamente
entumecidas salvo por un hormigueo ocasional.
—¡Me duele, Cal! —lloré de pánico—. ¡Por favor, déjame salir! ¡Me duelen 281
las manos!
—Lo sé, cariño. Pero aún no estás lista —respondió.
Le di una patada a la puerta con frustración, tratando de enfocar toda la
energía en mi pie. Logré un respetable ruido sordo y Cal levantó la voz.
—¡Brooklyn, deja de patear mi maldita puerta! ¡Te mantendré allí más
tiempo si no te portas bien!
Gemí suavemente.
—Así es, Brooklyn. Quiero que gimas para mí. Quiero oírte asustada —dijo
Cal—. Continúa. Sabes que lo deseas. Sigue y ten el mayor ataque de
pánico de tu vida. Quiero escuchar cada pedacito de él.
—¿Por qué haces esto? —lloré. Mi corazón latía dolorosamente y sabía que
en pocos minutos me tendría exactamente donde quería. No podría luchar
mucho más tiempo.
—Porque después, voy a mejorar todo. Voy a follar ese pequeño y dulce
coño tuyo hasta que te desmayes de nuevo.
—¡Te odio! —Salió de lo profundo de mi pecho, un último estallido de
energía. Grité desde lo alto de mis pulmones, alto y largo, quemándome la
garganta, hasta que me puse ronca. Grité por las chicas que sufrieron esta
tortura en el pasado. Grité por Beth que no pudo sobrevivir. Grité por mi
futuro incierto, por mi derechos que estaban siendo violados y me dejé
caer sobre mi costado, desmayándome en el colmo del terror, con el
corazón latiendo rápido y fuerte en la estrellada oscuridad.

0
Me desperté de nuevo, pero no abrí los ojos. En realidad no podía abrirlos.
Los párpados me pesaban demasiado así que tendría que confiar en mis
oídos para ayudarme a descubrir dónde estaba. Mis brazos estaban
levantados por encima de la cabeza, las muñecas unidas entre sí con algo
fino y apretado que vagamente recordé haber sentido antes. En algún
lugar, hace mucho tiempo. Jalé los brazos hacia mí, pero no podía llegar
a los costados. Solo entonces me di cuenta que la camisa y el sujetador
faltaban, dejándome medio desnuda en una cama desconocida.
—¿Estás seguro de que está lo suficientemente drogada?
282
—Amigo, está noqueada. Le puse la mitad de una pastilla en su bebida y la
otra mitad hace pocos minutos —dijo Cal.
—Dijimos dos píldoras. —Reconocí la voz. Solo que no podía encajarla con
un nombre.
—No quería correr el riesgo. La gente muere por esta mierda todo el
tiempo, ya sabes —dijo Cal.
—¿Y?
La pregunta hizo que un escalofrío bajara por mi espalda.
—Mira, estaba sobre sus pechos y no sentía nada. Relájate. Si se
despierta, todavía estará demasiado noqueada para saber realmente lo que
está pasando —dijo Cal.
—Pues parecía saber la mierda que estaba pasándole en tu armario.
—Hombre, ya sabes cómo es esta mierda. Ellas entran y salen. Cuando
todo haya terminado, va a estar tan jodida que no sabrá si fue un sueño o
la realidad —dijo Cal—. Necesitas relajarte.
—¿Qué fue esa mierda de todos modos? ¿Ponerla en el armario? Estás
malditamente enfermo. —Me di cuenta que era Tim el que hablaba.
—Solo quería ver si se hacía pis en los pantalones —respondió Cal.
Tim se echó a reír.
—Hombre. Estás enfermo.
El pánico comenzó al instante. La cabeza me daba demasiadas vueltas
para que mi cuerpo se hundiera por completo en el miedo, pero sentí
desde lejos mis latidos aumentar un poco, lo que indicaba peligro y era
incapaz de huir por mi seguridad. Fuera puro reflejo o instinto, tiré con
fuerza de mis ataduras.
—¿Brooklyn? —preguntó Cal.
Me congelé.
—Brooklyn —se burló Cal—. ¿Te estás despertando para unirte a
nosotros?
Pasó las manos sobre mis pechos, apretándolos con fuerza hasta que grité.
Pellizcó mis pezones, y luego sentí su boca sobre mí, chupando largo y
fuerte. Se apartó bruscamente y sentí su aliento cálido en mi oído.
—Te amo, Brooklyn —dijo y quise vomitar de miedo y disgusto.
Sentí su mano serpenteando por mi vientre y entre mis piernas. Luché 283
fuerte para mantenerlas cerradas, rodando mis caderas de un lado a otro,
pero todo lo que logré fue ayudar a Cal a deslizar mis pantalones cortos
fuera más fácilmente. Mi ropa interior siguió poco después y grité tan
fuerte como pude. El grito se sentía débil y pesado en mi lengua, pero grité
de todos modos hasta que la mano de alguien golpeó firmemente sobre mi
boca, ahogando mis gritos de auxilio.
—¿Quién quiere ser el primero en amar a Brooklyn? —preguntó Cal.
Negué con la cabeza violentamente, girando mi cuerpo y tirando
frenéticamente de los lazos alrededor de mis muñecas.
—Escucha Brooklyn —dijo Cal—, no tiene sentido que hagas eso. ¿Por qué
simplemente no disfrutas? Querías esto, ¿recuerdas? Tú eras quien
fisgoneaba, tratando de averiguar cosas sobre nuestra liga. Imaginamos
que querías entrar, así que aquí tienes tu oportunidad.
Sentí dos pares de manos haciendo palanca con mis muslos y otro me tocó
entre las piernas.
—Vamos a hacer que se corra.
Una nueva voz y también familiar.
—Eso es generoso —dijo Tim.
—Bueno, no es violación si se corren —respondió la voz y los muchachos
se rieron.
¡Parker! ¡Era la voz de Parker!
Me di cuenta de que eran tres, no tenía ninguna posibilidad. Me estaba
volviendo más lúcida, pensando en el principio de año, en mi absurdo plan
de venganza y luego el perdón que llegó cuando me di cuenta de que no
tenía que sacrificarme, que Beth no querría eso. He aprendido a
perdonarme para seguir adelante y encontrar una nueva paz al proteger a
las chicas de mi escuela. Pero ahora estaba atrapada, a punto de
experimentar una violencia de la que estaba segura que nunca podría
recuperarme y el terror me volvió primitiva. Mordí tan fuerte como pude a
la mano que me tapaba la boca, rompiendo la piel.
—¡Hija de puta! —gritó Parker.
—¡Alto! —dijo Cal y oí el sonido de un golpe.
Por primera vez, abrí los ojos completamente a pesar de que era
doloroso. Cal estaba sosteniendo la muñeca de Parker suspendida en el
aire por encima de mi cara. 284
—¿Quieres dejarle una marca? —susurró Cal.
—¡Ella jodidamente me sacó sangre, hombre! —gritó Parker.
—Entonces ve a taparlo —respondió y bajó la mirada hacia mí—. Alguien
necesita otra dosis.
Volvió al sondeo entre mis piernas.
Negué sintiendo las lágrimas brotar y correr por los lados de mi cara. Se
agruparon en mis oídos, distorsionando mi audición.
—Creo que sí —dijo moviendo sus dedos dentro y fuera de mí. Miró a Tim
que dejo ir mi pierna izquierda y desapareció de la habitación.
Inmediatamente cerré mis piernas. Tratando de apretar la mano de Cal.
Cal suspiró con paciencia.
—Brooklyn extiende tus piernas.
—¡Vete a la mierda! —escupí.
Cal saltó sobre mí, sacándome el aire, y agarrando mi cara entre sus
manos. Apretó con tanta fuerza y estaba asustada de que me rompiera el
cráneo.
—No, mira, esto es lo que voy a hacerte. Por horas. Y después Tim lo hará.
Y después Parker. Por horas, hasta que hayas sido utilizada como una
puta muñeca de trapo. ¿Y quieres saber lo más divertido? No recordarás
nada.
Aspiré profundamente para dar otro largo grito hasta que sentí dedos
yendo alrededor de mi cuello.
—Gritas y jodidamente voy a exprimirte la cabeza —me advirtió Cal.
Tragué saliva, o lo intenté y Cal tomo eso como una señal de que obedecía.
Tim volvió y se asomó sobre mi cara.
—No confío en esa mierda del éxtasis Cal. Te lo dije desde el comienzo.
—¿Qué es eso? —Cal preguntó.
—Se llama Roach o algo así. Es lo que dijo el tipo de todos modos —
replicó Tim—. Se supone que es un limpiador de memorias.
—¿Dónde lo conseguiste? 285
—No importa dónde lo conseguí. El punto es que no quiero correr ningún
riesgo con ella. Se lo toma o estoy fuera.
Cal se encogió de hombros y levanté la cabeza y luché con todas mis
fuerzas, pataleando y retorciéndome de lado a lado. Pero era demasiado
fuerte y finalmente me atrapó la cara entre sus grandes manos,
sosteniéndome completamente inmóvil mientras Tim empujaba la píldora
en mi boca. Me forzaron a beberme toda el agua y tosí y escupí la mayor
parte sobre mis mejillas y cuello, pero lograron que me tragara la píldora y
lloré de miedo y frustración por la reacción que me provocaría y lo que
ellos me harían. Estaría desmayada en cuestión de minutos,
completamente vulnerable a sus ataques sexuales.
—No llores Brooklyn —dijo Cal—. Todos te amamos. Y estamos a punto de
mostrártelo. Incluso vamos a dejarte venir primero. Eso es porque te
queremos mucho.
Los chicos se rieron cuando les supliqué que me dejaran ir.
—Parker es el mejor en eso —dijo Cal. Me miró hacia abajo—. Mira, en
realidad nunca me he preocupado por averiguar cómo hacer sentir bien a
una chica. Usualmente solo hago lo mío. ¿Tim?, bueno, él siempre hace lo
suyo. Pero Parker, aquí, es el profesional. Te tendrá gritando en cuestión
de minutos. El tipo de grito bueno.
—No quiero hacerla venir —dijo Parker—, no sabe cómo comportarse. La
jodida mano me duele.
—Ahora Parker —dijo Cal. Era un especie de tono estúpidamente
conciliador—. Dejemos a Brooklyn tener un poco de diversión. Va a
gozarlo. Después de todo.
Parker se encogió de hombros y Tim y Cal agarraron mis muslos,
procurando extenderlos ampliamente hasta que mis tendones de la corva
gritaron en protesta.
—Guau, esto está bueno —dijo Cal—. ¿No crees que Brooklyn tenga un
buen coño, Tim?
—Lo creo —dijo Tim—. No puedo esperar para meter mi polla.
—¿Qué quieres Brooklyn? —preguntó Cal—. ¿Quieres que Tim meta su
polla en ti?
—¡Alto! —grité. Pero Parker me tocó de todas formas, una mano presionó
firmemente mi abdomen para mantenerme quieta mientras la otra
probaba entre mis piernas. No fue el toque de un predador, sino el toque
286
de un amante, suave pero firme. Experimentado.
—Guau, realmente estás disfrutando esto —dijo Parker acariciándome
suavemente.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Cal, mirándome fijamente mientras luchaba
contra la mano de Parker.
—Bueno, está mojada —replicó Parker—, realmente mojada. Creo que le
gusta ser usada de esta forma.
Se inclinó y me susurró al oído.
—Tenías razón. Te odié desde el momento en que te conocí. Pero mira
como de bueno soy, haciéndote sentir muy bien. Haciéndote llegar toda
mojada para mí. Porque eres mi jodida puta, ¿no es así?
Finalmente me adormecí en una falsa sensación de seguridad incluso me
engañé diciéndome que la mano que me tocaba pertenecía a un chico
diferente. Un chico que amaba. Debería habérselo dicho el día que confesó
su amor por mí.
Luché contra ello. Traté de enfocarme en mi humillación, en mi desnudes
y sus ojos hambrientos. En las horribles palabras de Parker. Traté de
recordar que estaba siendo tocada en contra de mi voluntad, pero estaba
renunciando rápidamente a la lucha, dejando a Parker usar mi cuerpo
contra mí. Repetí su declaración una y otra vez en mi mente mientras
supliqué que se detuvieran: "No es violación si ellas se vienen"
Quería desmayarme ahora. Entonces no me vendría. Estaría a salvo de esa
vergüenza, soñando en algún lugar muy lejos, donde el mal no se
enmascarara detrás de juveniles encantos y todas esas fachadas
americanas. Cerré los ojos, esperé que la oscuridad me consumiera y,
finalmente lo hizo pero no antes de que mi cuerpo respondiera a la mano
de Parker, culminando dolorosamente mientras era presionada, despojada
de mi integridad y lanzada a una especie de Limbo, donde sabía que era
una víctima aunque mi cuerpo no estuviera de acuerdo.

0
Desperté con la frente apoyada en el volante. Me incorporé lentamente
con la cabeza martillando como si fuera una resaca. Era el atardecer y
los colores más allá de mi parabrisas estaban confusos. Me tomó varios
minutos reconocer el estacionamiento de los estudiantes de la escuela.
El mío era el único auto y me di cuenta de que estaba sola.
287
Instintivamente cerré las puertas y busqué mis llaves. Estaban colgando
del encendido, pero no recordaba haberlas puesto. No recordaba haberme
metido en el auto. No tenía ni un recuerdo del día. Me di cuenta de que las
muñecas me dolían gravemente y las acerqué para poder mirarlas bien.
Había marcas en ellas y tenía un pequeño corte en el interior de mi
muñeca derecha. Había una mancha de sangre seca y apelmazada sobre
mi piel. ¿Qué me sucedió? Mis músculos estaban rígidos. Mis hombros
gritaban, los tendones de mis corvas se sentían apretados. La parte de
atrás de mi cuello dolía. Sentía como si alguien me hubiera golpeado. No
estaba segura de poder volver a casa. Mi cabeza seguía golpeando sin
descanso. Busqué mi mochila, localizándola en el asiento trasero y pensé
en lo extraño que era. Nunca había puesto mi mochila en el asiento
trasero. Siempre la colocaba a mi lado en el asiento del pasajero. Saqué mi
celular y llamé a mi papá.
—Cariño, pensé que estarías en casa. ¿No terminó el juego? —preguntó
papá.
—¿Qué juego?
—Muy graciosa Brooke —replicó papá.
Entré en pánico.
—Papá, no me siento muy bien. —Me tragué las lágrimas. No estaba lista
para llorar todavía porque no sabía que quería llorar.
—¿Qué está mal? —Podía imaginarme a papá sentado en su silla, recto
como una flecha, listo para ir por su arma a mi primera señal.
—No lo sé. Pero desperté en mi carro. Debo haberme desmayado o algo. No
creo poder conducir a casa —dije—. ¿Puedes venir a recogerme?
—Cierra las puertas. Estaré ahí en diez minutos —dijo papá.
Colgué y apoyé la cabeza contra el asiento. ¿Qué juego? Pensé mucho
tratando de recordar el juego al que se suponía que debía asistir. Tenía
que ir a algún lugar después de la escuela. Se suponía que tenía que hacer
algo. Y entonces recordé. ¡El juego de béisbol! Fui al partido de béisbol
pero no recuerdo haber salido. Piensa Brooke. ¡Piensa! Pero no podía
recordar nada. Ni el más mínimo acontecimiento que tuvo lugar después
del juego.
Papá se detuvo y quité el seguro de mi puerta. En ese mismo instante
me sentí como una niña pequeña de seis años otra vez, magullada y rota
por una mala caída en bicicleta. No dije ni una palabra pero extendí las 288
manos hacia él, las palmas arriba para que pudiera ver las marcas en las
muñecas, la profunda herida apenas por debajo de uno de los principales
vasos sanguíneos.
Lloré entonces. Lloré porque ahora sabía por qué estaba llorando. Alguien
me había lastimado. Eso es todo lo que tenía por el momento pero
justificaba las lágrimas.
Papá suavemente me levantó de mi asiento y solo entonces me di cuenta
del dolor sordo entre mis piernas. Y después me di cuenta de otro dolor,
un dolor punzante en mi ano.
—Papi —susurré aferrándome a él mientras lloraba en su hombro.
—Está bien cariño —respondió papá, acariciando mi espalda.
Lloré fuerte mientras mi padre me mecía suavemente de lado a lado, como
si estuviéramos bailando una lenta y terrible canción, una melodía
inconexa que contaba un asalto brutal.
—N-Necesito i-ir al hospital —tartamudeé.
Y entonces escuché el sollozo de mi padre, sentí el temblor y
estremecimiento de su pecho, porque sabía lo que quería decir y no quería
que fuera verdad.

289
Traducido por Nelly Vanessa
Corregido por sttefanye

M
i madre llegó en el primer vuelo de San Francisco. Era un poco
extraño que permaneciera en la casa con nosotros. Papá estaba
oficialmente saliendo con la Sra. Manning, y mamá estaba
casada. Me iba a sorprender con la noticia la semana siguiente. Me enteré
de que mamá estaba de compras para una cena en el momento de mi
violación. Papá estaba terminando sus informes de fin de semana en el
trabajo. Ryan estaba sentado en su casa con su hermana, esperando mi
llegada. Todos los días, la vida era mundana, y deseé poder haber sido
cualquiera de ellos durante esas horas en lugar de la persona que fui.
Ryan llegó la noche de mi ataque, preocupado porque no le había
llamado. Mi padre fue reacio a dejarlo entrar, pero le dije que quería ver
a mi novio. No estaba segura de si debía decirle a Ryan lo que pasó, pero 290
era difícil mantenerlo en secreto. Supo al instante que algo andaba mal. Se
dio cuenta de mis muñecas cuando se sentó a mi lado, así que le dije la
verdad. Se quedó con mi papá y conmigo toda la noche. Estaba demasiado
asustada para dormir. Papá no me dejaba fuera de su vista, y Ryan quería
asegurarse de que no me lastimara a mí misma. No lo dijo, pero me dio esa
impresión.
No fui a la escuela. Tampoco Cal, Tim, ni Parker. Las noticias estallaron la
madrugada del lunes sobre mi ataque, aunque mi identidad se mantuvo
en privado. Los chicos tenían al menos dieciocho años, por lo que sus
rostros se presentaron en las pantallas de televisión de toda la ciudad. A la
semana siguiente la historia se había vuelto nacional una vez que los
chicos fueron conectados con la Liga Fantasía de Zorra. Fue la noticia más
sensacional en Raleigh desde el escándalo de los jugadores de lacrosse de
Duke. No quería ver ni oír las comparaciones entre las dos historias: los
jugadores de Duke eran inocentes. Cal, Tim, y Parker no.
Tim resultaría más difícil de juzgar, según supe. En las pruebas de ADN
no se encontraron rastros de semen. Lo que no me sorprendió. Estaba
segura de que cada uno de ellos llevaba condón. Me sorprendió cuando las
pruebas de ADN acompañadas de un vello púbico mío fueron encontradas
en Cal. Marcas de dientes en la mano de Parker corroboraron mi historia
de haberlo mordido. Las marcas en mis muñecas eran consistentes con
haber sido atada. Con bridas, más tarde me enteré. Pero nada en mi
persona señaló a Tim.
Hunter, Mike, y Aarón fueron humillados por su participación en la liga,
pero no fueron acusados de ningún delito, porque no tenían conocimiento
de las violaciones. La escuela no pudo tomar ninguna acción en contra de
ellos debido a que sus actividades sexuales se habían producido fuera de
la escuela. Patrick Langston pudo desenterrar información adicional que
nunca pude encontrar: la chica responsable de alimentar los estados
sexuales de los chicos acerca de sus “proyectos”.
Annabel Kingsley era la más popular de alto nivel en nuestra escuela.
Nunca podría hacer sentido por qué hizo eso, a menos que le encantara el
poder y el control que le daba eso más que a todas esas chicas. Los cuatro
se graduaron en silencio y desaparecieron de la dura mirada de los
medios. Su historia no pudo apilarse hasta los casos de violación, y
estoy segura de que se sintieron aliviados por el olvido.
Ryan me visitó fielmente todos los días después de clase para
comprobarme y traerme mis asignaciones de clase. Mi madre no podía 291
estar más feliz. Lo quiso inmediatamente, me decía una y otra vez lo bueno
que era para mí, y sabía que tenía razón. Le mostré mi agradecimiento lo
mejor que pude, pero todavía estaba conmocionada por mi ataque. A veces
no podía recordar las conversaciones que había tenido con él cuando
apareció. A veces lloraba con él durante horas. Otras veces trataba de
darle un beso, porque pensaba que debía hacer eso como su novia, pero se
sentía extraño y aterrador. Tenía miedo de la intimidad. Me asustaba
pensar que hubiera sido dañada emocionalmente para tener sexo.
Visité a la Dra. Merryweather tres veces a la semana después del ataque.
De repente, no creí que la terapia fuera una mierda autoindulgente. La
necesitaba. La necesitaba para ayudarme a ordenar mis asuntos. No
quería estar lastimada para siempre. Estaba decidida a sanar.
Amelia fue la primera en romper el silencio. Me llamó para decirme que
vendría. Tara fue la segunda. Me sorprendió cuando me enteré de que
había decidido presentar cargos. De hecho, me visitó una mañana, y no la
reconocí.
—Sí, decidí que el cabello negro necesitaba demasiado mantenimiento —
dijo, sentada frente a mí en la mesa de la cocina con sus viejos bucles de
cabello rubio rojizo.
Sonreí.
—Y creo que el aspecto gótico realmente no era lo mío. Algo se escondía
detrás, pero supongo que ya sabías eso —continuó.
Asentí, mirando los pantalones cortos de color caqui sorprendentemente
comunes y su camiseta blanca.
—No se supone que debía decirte nada, pero creo que Tim se irá a la cueva
y aceptará el acuerdo con la fiscalía. Admito que estoy aliviada de no tener
que testificar en la corte.
—Comprensible —le dije—. Espero que lo mismo valga para mí, pero el
acuerdo no es bueno. Estamos hablando de años de prisión. Esos chicos
pueden tratar de aprovechar sus oportunidades. Bueno, Tim, de todos
modos. Es el único que se escapó de las pruebas de ADN.
Tara se burló.
—Brooke, ¿crees que Parker y Cal no traten de derribar a Tim si saben
que no cayó? No hay tal cosa como la lealtad en esas situaciones.
Asentí, mirando mi celular. Ryan debería estar aquí ahora.
—Bueno, será mejor que me vaya —dijo Tara—. Una vez más, siento haber 292
sido una perra rabiosa contigo antes. Sólo querías hacerme una entrevista
sobre comida de la cafetería, ¿no? —Me guiñó un ojo, y se rió.
—Tonta, lo sé. No soy la investigadora más suave, ¿de acuerdo? ¿Qué
quieres de mí?
Tara me abrazó y desapareció por la puerta, dejándome sola para esperar
a Ryan. Papá seguía estando en el trabajo. Mamá se había ido a la tienda
de comestibles por leche.
Entré en la sala y encendí el televisor. Las noticias de las cuatro están
comenzando, y pensé en cambiar el canal a MTV o a Bravo. Habría algo sin
sentido para ver en esos canales, y eso era definitivamente lo que
necesitaba en estos momentos. Me quedé inmóvil, sin embargo, cuando
una actualización apareció en la pantalla sobre los casos de violación. Otra
chica se había adelantado que afirmaba haber sido violada por tres de mis
agresores y por un cuarto. Allí estaban, las mismas imágenes que antes,
alineados en el centro de la pantalla: Cal, Tim Parker... ¿Ryan?
Oh, Dios mío.
Me quedé mirando, parpadeando varias veces porque sabía que estaba
equivocada. Mi Ryan, se mostraba al final de la línea, y pensé que mis ojos
estaban jugándome trucos.
Fue instantáneo. No pude llegar al pasillo del baño a tiempo. Vomité toda
mi vida en la alfombra. Y luego me desplomé en el suelo mirando mi
desorden. No tenía tiempo de limpiarlo. Tenía que llegar a mi teléfono.
¿Dónde estaba mi teléfono? Miré frenéticamente alrededor, viéndolo en el
sofá, y rápidamente marqué el número de Ryan. Sin duda, era un error.
Ryan no era ningún depredador. Ningún violador. Alguien tenía a la
persona equivocada.
Su correo de voz contestó inmediatamente. No dejé mensaje. Vomité de
nuevo en su lugar, luego me senté pensando en la tercera chica. Conocía a
alguien que fue violada como yo. ¡Lucy! Y marqué su número.
—Brooke, no sé lo que está pasando —dijo Lucy en el otro extremo. Parecía
asustada.
—¿Cómo que no lo sabes? ¿Te violó?
—No sé por qué mostraron su foto, Brooke —dijo Lucy—. Escúchame.
Él… 293
—¿Qué diablos está pasando? —grité en el teléfono. Pero no podía
permanecer sentada a esperar la explicación de Lucy. Mi corazón
bombeaba como loco, amenazando con estallar, y quise respuestas de él
antes de morir.
—Él no…
Colgué bruscamente en medio de la frase de Lucy y dejé la alfombra con
mi vómito en remojo mientras iba a la casa de Ryan. Di un golpe en la
puerta. Kaylen respondió, con los ojos enrojecidos grandes y asustados.
—Muévete —le pedí, empujándome más allá de ella a la casa.
Inmediatamente vi a Ryan sentado en el sofá.
Sus padres estaban con él.
—Me alegra ver que conseguiste fianza —le espeté.
—Brooke, realmente no puedes estar aquí en este momento —dijo Foster.
No le hice caso.
—¿Qué diablos está pasando, Ryan? ¿Por qué vi tu cara en el telediario de
las cuatro? ¿Por qué estás siendo acusado de violación? —Negué con la
cabeza violentamente, respirando profundamente cuando recordé en un
intento de calmar mis nervios y de evitar pasar al pánico.
—Brooke, no podemos discutir el caso contigo. Nuestro abogado nos
aconsejó que…
—¿Qué carajos? ¡Su abogado! ¿Qué está pasando?
Ryan me miró fijamente a la cara.
—No violé a nadie —dijo con firmeza.
La señora Foster habló.
—Ryan, cariño, se supone que no…
—Entonces, ¿por qué estás en las noticias? ¿Qué pasó? Por amor de Dios,
¡dime algo! —grité.
—Estuve allí, Brooke, pero no la violé —respondió Ryan. Se pasó la mano
por el cabello—. Jesús, tenía catorce años.
—Ryan, es suficiente —dijo Foster—. Brooke, por favor vete a casa.
—¡No!
—Brooke, llamaré a tu padre para que venga a buscarte. 294
—¿Hiciste algo? —le pregunté a Ryan, avanzando hacia él.
Me miró fijamente, con ojos llenos de angustia. Abrió la boca para
responder, pero la cerró.
—Te pregunté si hiciste algo, maldito hijo de puta.
—¡No llames así a mi hermano¡ —lloró Kaylen.
La ignoré.
—¡Respóndeme! —grité en la cara de Ryan.
Entendió mi pregunta y a regañadientes negó.
—Entonces eres tan malo como los otros —escupí. Giré sobre mis talones y
me dirigí hacia la puerta. Sería la última vez que ponía un pie en esa casa.
Volví a casa y me fui directo al bloque de cuchillos de madera al lado de la
estufa de la cocina. Tiré de un cuchillo y fui arriba a mi habitación.
—¿Qué diablos está sucediendo? ¿Qué carajos está pasando? —susurré
una y otra vez.
Dejé caer el cuchillo a mi cama y agarré la foto invernal que colgaba en la
pared enfrente de mi cabecera: la foto invernal que pinté con Ryan en
noviembre. Era mi turno para mantener la pintura, y colgarla donde
pudiera verla al despertar cada mañana.
Tiré la foto al suelo y tomé el cuchillo, teniendo en cuenta los colores de
nuestra escena y decidiendo que la mejor manera era mutilarlos. Lloré
histéricamente, dejé salir lágrimas y corté la tela hasta que mi madre llegó
a casa, corrió arriba, y luchó por quitarme el cuchillo de las manos.

0
Más chicas. Habían salido de la nada. Me quedé pegada a la televisión, y
mis padres se preocuparon. Estaba viendo demasiadas noticias. Me
consumía con ellas, y no era saludable, decían. No les hice caso. No hice
caso de nada. Ni de mi trabajo en la escuela. Ni de Gretchen, quien me
visitaba a diario y controlaba la TV cada vez que podía. Comía, dormía,
pintaba. Todo eso. No hice caso de mi vida en favor de sentarme, día tras
día, a ver las historias que hablaban de una víctima tras otra.
Ryan no fue acusado en ningún otro caso, excepto el de Lucy. Supe
acerca de su participación unas semanas después de haberme
graduado. De alguna manera, logré graduarme con calificaciones 295
decentes, a pesar de estudiar muy poco para mis últimos exámenes. Las
tomé durante las horas después de la escuela, así que no tuve que ver a
los otros estudiantes.
Ryan intentó ponerse en contacto conmigo varias veces. Me llamó
incesantemente, dejando mensajes que nunca le regresé. Vino a mi casa
dos veces sólo para ser rechazado por mi padre bajo mi petición. No podía
enfrentarlo. El dolor era demasiado para soportar. Pensé que era aún peor
que el dolor y la humillación que había sentido con mi asalto. Lucy me
visitó un sábado por la tarde durante el verano porque me negué a hablar
con ella en el teléfono. No estaba enojada con ella, estaba enojada en
general. No quería que nada de la situación de Ryan fuera verdad, así que
si no hablaba con ella, no tenía que saber sobre él.
—Se siente raro y asombroso, ¿no es así? Que esos muchachos estén en la
cárcel —dijo Lucy, sentada frente a mí en el sillón de mi padre.
Asentí.
Cal, Tim, y Parker se habían declarado culpables de una serie de
violaciones. Tomaron un acuerdo con la fiscalía para evitar cada uno un
juicio y arriesgarse a la posibilidad de recibir las penas máximas para cada
uno. Nunca tuve que testificar en el tribunal. Ni siquiera asistí a la
audiencia preliminar. No fui citada, el juez solicitó que presentara en una
declaración escrita mi ataque. Al principio pensé que quería enfrentarme a
mis atacantes en la audiencia-que se suponía que debería ir a disfrutar su
miseria y miedo, pero me enteré de que esa no era fuerza. Fuerza era que
no le diera más de mi tiempo. No necesitara verlos llorar. Ni siquiera tenía
necesidad de oír hablar de eso de mi abogado, pero ella me lo dijo de todos
modos, pensando que la noticia me daría un poco de satisfacción.
Los chicos aceptaron los términos de la declaración frente a mis abogados
y lo que los abogados defensores redactaron. Su pena por mi ataque fue la
más dura, ya que pagarían como adultos, pero podría haber sido mucho
peor si hubieran optado por un juicio. Ellos sabían que la evidencia estaba
en su contra, por lo que tomaron el trato: culpables de secuestro y
violación en primer grado, cada uno purgaría una sentencia de quince
años sin la posibilidad de libertad condicional. Esa frase no incluía los
años que habían acumulado por sus otros delitos. Estarían en la cárcel
durante décadas.
—Ryan me contó lo que pasó —comenzó Lucy. Me miró con atención—.
Él estuvo allí esa noche. Catorce años, y estaba en el equipo de natación
con los otros. 296
Inmediatamente temí lo peor, y Lucy pareció saber lo que estaba
pensando.
—Él no era parte de esa liga, Brooke. Ni siquiera supo de ella hasta que la
historia se supo en las noticias.
—¿Cómo podría no saberlo? —le pregunté.
—Brooke, ¿alguien en la escuela sabe de la liga? Los otros miembros del
equipo de natación ni siquiera se conocen.
Estaba tan confundida.
—¿Por qué no estuvo su foto en el anuario? Nunca lo vi en la foto del
equipo de natación de noveno grado.
—No lo sé —contestó Lucy—. Tal vez estuvo ausente ese día o se tomó la
foto después de que él se fue. ¿A quién le importa?
—¿Por qué estaba en la habitación de un motel esa noche si no sabía nada
de la liga? —le pregunté.
—Bueno, piensa ahora que los muchachos iban a pedirle que se les
uniera, y por eso lo llevaron a la habitación del motel. Pensó que sería una
estúpida fiesta de consumo de alcohol.
Fruncí el ceño.
—De todos modos, nadie tuvo la oportunidad de decirle sus intenciones,
porque se asustó en cuanto me vio tirada en la cama.
—Tendría que haberse peleado por ti —le dije con amargura.
—Lo hizo —respondió Lucy—. Discutió con ellos: con Cal, Parker y Tim.
Trató de detener lo que estaban haciéndome, y Parker y Tim lo golpearon
como el infierno. Lo amenazaron si hablaba. No les dijo a sus padres lo
que sucedió cuando llegó a su casa. Lo llevaron a atención de urgencia,
pero no dijo los nombres de sus atacantes. Se abrió una brecha entre él y
sus padres durante mucho tiempo. Él sólo... se retiró.
Estaba furiosa, incapaz de contenerme por más tiempo.
—¡Oh, pobre Ryan! ¡Le dieron una paliza! ¿Y qué? ¡Dónde estaban sus
bolas, Lucy! ¡Tendría que haber ido a la policía! ¡Debió haberle dicho a
alguien lo que te había pasado!
—¿Tú dijiste algo acerca de Tim casi ahogándote en la piscina de la
escuela? —gritó Lucy.
La miré fijamente, aturdida.
297
—No, Brooke. No lo hiciste. Porque tenías miedo. ¿Y después de la
violación? ¿Estabas lista para declarar contra esos muchachos? Recuerdo
que me dijiste que querías huir y olvidarte de todo lo sucedido. ¿Por qué?
Porque tenías miedo.
Abrí la boca para responder, pero Lucy me cortó.
—No estoy diciendo que sea justo que Ryan nunca hablara, pero habían
amenazado su vida, Brooke. Tal vez ellos habrían seguido adelante con esa
amenaza, tal vez no. Pero cuando tienes catorce años y estás asustado, te
lo crees.
Giré mi rostro, avergonzada y disgustada conmigo misma, con Ryan, con
las víctimas. Con todo el mundo.
—Vino a mi casa una tarde y me confesó todo. Nunca vi a un hombre
llorar, y realmente me asustó.
—Demasiado poco y demasiado tarde —murmuré.
Lucy ignoró mi declaración.
—Fue a la policía. Les contó todo. Me adelanté después. Si no fuera por el
testimonio de Ryan, los chicos nunca se hubieran declarado culpables por
lo que me hicieron a mí.
—Un pilar de honor —dije sarcásticamente.
Lucy fue paciente.
—Lo perdoné, Brooke.
Mi cabeza se disparó.
—¿Por qué?
—Porque se disculpó.
Mi boca se abrió de incredulidad. ¿Así de fácil? ¿Porque se disculpó?
—Todas esas otras violaciones —le dije.
—Sí —respondió Lucy—. Todas esas otras violaciones de las que no
sabemos.
—Pero él sabía que Cal era un mal tipo. Me advirtió acerca de él.
—Te advirtió acerca de Cal porque conocía a los de noveno grado,
Brooke. Te advirtió a causa de lo que me pasó a mí. ¡Deja de tratar de 298
hacerlo responsable por cada violación subsiguiente!
No dije nada. Estaba hirviendo de ira de que Lucy estuviera defendiendo a
Ryan.
—Tal vez no te importa, pero le dieron una bofetada con un delito menor.
Servicio a la comunidad. Libertad condicional. No quería que le dieran
nada, pero no se me permitió dictar los términos.
—¿Un delito menor? ¡Observó mientras te violaban!
—En realidad, no, no lo hizo. Lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Sólo
vio lo que pasó al principio y al final. Los chicos pudieron muy bien haber
tenido éxito en retar su historia, pero estaban en agua caliente por ti y por
las otras chicas. Sabían que tenían que reconocerlo y decir la verdad.
Negué.
—¿Por qué sacudes la cabeza, Brooke? ¿No me crees? —preguntó Lucy.
—No lo sé.
—No debería haber sido acusado de nada —continuó Lucy.
Me apresuré a eso.
—No informó de ello. Así que sí, debería haber sido acusado de algo.
Lucy se erizó.
—Cometió un error, Brooke. Era joven y estaba asustado.
—Sí, Lucy. Ya dijiste eso. —Me sentía impaciente y agitada. Y entonces
tuve una idea—. Si fue tan inocente, ¿por qué su foto apareció en las
noticias? ¿Por qué la policía no protegió su identidad o algo así?
—Todavía estaba acusado por no haber reportado el crimen. No podían
dejarlo fuera de todo. Y Brooke, sabes cómo son los medios. Alguien se
enteró de que había sido liberado, y eso fue todo. No importaba cuál era su
historia. Saltaron con la oportunidad de revelar otro violador, a pesar de
que no era uno —respondió Lucy—. Los periodistas se equivocan todo el
tiempo. Podría recitar una lista de meteduras de pata para ti si deseas
escucharla.
Negué pensando en cuando la foto de Ryan apareció en las noticias. Fue el
único del que no hicieron retrato hablado. Alguien había puesto una foto
de él de alguna parte, pero no era de la policía.
—Bien, entonces creo que su vida fue arruinada por un mal periodismo
—le dije. No sabía si estaba contenta con eso, o el corazón roto. 299
—No seas impertinente, Brooke —dijo Lucy en voz baja.
La miré curiosamente.
—¿Por qué eres tan indulgente?
Lucy sonrió.
—Porque lo soy. Y me gustaría que tú lo perdonaras, también. Te ama,
Brooke.
—No vayas allí —le advertí.
Lucy asintió.
Esa noche vi un gran camión de mudanzas pasar por mi casa, pero no
pensé nada al respecto.

0
—Fui una amiga terrible, Sra. Janie. —Abracé la almohada de Beth cerca
de mi pecho. La madre de Beth y yo estábamos sentadas en la vieja
habitación de Beth mirando las cajas de fotos y otros recuerdos.
La Sra. Janie suspiró.
—Nena, cometiste un error. ¿Crees que hay una sola persona en este
mundo que no haya cometido un gran error en su vida?
—Sólo deseo que mi error me hubiera lastimado sólo a mí y no a alguien a
quien amaba —le dije.
—Bueno, raramente sucede de esa manera para cualquiera, Brooke.
Nos sentamos en silencio por un momento.
—Beth habría estado muy orgullosa de lo valiente que fuiste —dijo Janie.
Solté un bufido.
—La policía arrestó a los chicos justo después de mi visita al hospital.
Estaba tan enojada porque no estaba segura de querer seguir adelante con
testificar. Esa no es valentía. Es debilidad.
—Eso no es ser débil. Es ser humana —dijo la Sra. Janie—. Y lo hiciste de
todas formas. Lo hiciste, Brooke. Y mira lo que hiciste por las otras
chicas. Las hiciste valientes, también.
Negué.
—Debería habértelo dicho. Al minuto que Beth me contó acerca de su
300
violación, debería habértelo dicho. —Una lágrima cayó en una foto de la
familia de vacaciones que ella estaba sosteniendo, y se disculpó.
—Brooke, no te culpo de ninguna forma. Espero que sepas eso. —Envolvió
su brazo alrededor de mí y me abrazó.
—La extraño —susurré.
—Lo sé. Yo también. Tanto.
Un pensamiento se me ocurrió.
—¿Sra. Janie?
—¿Hmm?
—¿Por qué enterraste el collar de medio-corazón de Beth? Sabías todo
acerca de Finn y de mí. ¿No estabas enojada conmigo?
La Sra. Janie besó la parte superior de mi cabeza.
—Brooke, eras la mejor amiga de mi hija.
Tragué.
—Pero ella me odiaba.
—¿Crees que no hay perdón en la muerte? —dijo la Sra. Janie—. Elijo
creer que Beth estaría muy molesta si no se hubiera ido al cielo con el
collar.
Le sonreí con cansancio.
—Le di mi mitad a una amiga. A otra víctima. Hubiera deseado que
hubiera conocido a Beth.
La Sra. Janie me apretó.
—Creo que hiciste algo bueno.
Pasé la tarde ayudando a la Sra. Janie a ordenar las pertenencias de Beth.
La habitación había permanecido intacta hasta ahora, ya que era
demasiado difícil para los padres de Beth entrar en ella. Ahora la Sra.
Janie estaba dispuesta a dejar ir el pasado y empezaría acomodando
montones de ropa y accesorios que planeábamos donar a Goodwill. Tomé
un montón de piezas de ropa para mí. Nunca planeaba usarlas aunque
Beth y yo éramos del mismo tamaño. Sólo quería mantenerla en mi
armario para recordarla.
—Esto se siente bien —dijo la Sra. Janie a unas horas en nuestro
trabajo—. Esto se siente bien. 301
Y pensé que estaba empezando a sentir lo que la Sra. Janie sentía, no
porque le estuviera diciendo adiós a Beth, sino porque sentía el comienzo
de la fusión de la culpa. Una promesa de la curación.

0
Me senté en el porche el sábado por la mañana tomando café. Mamá se
había ido a California de nuevo y me había preguntado si quería unirme a
ella. Era una idea tentadora, huir de todo aquí, pero mi beca parcial para
la NC State y una muy agresiva Gretchen quien se había unido a mí y a mi
compañera de cuarto allí, evitaron que me subiera al avión.
Las historias de violación, finalmente habían desaparecido de los
reflectores, y descubrí que estaba empezando a sanar. Mi cuerpo, que era
resistente, inspirado por la creación de Dios, se sentía sano y fuerte otra
vez. Mis pesadillas sobre el ataque se hicieron menos frecuentes. De
hecho, me desperté feliz esa mañana. Sentí un pequeño brillante dentro de
mi pecho. Pensé que era la esperanza como una pequeña bola de energía o
una batería totalmente cargada empujándome hacia adelante. Incluso
pensé que estaba dispuesta a perdonar el pasado, a empezar de nuevo por
completo, pero un poquito de dolor persistente evitaba que pudiera
perdonarlos a todos.
Tomé otro sorbo de mi café y vi dos camiones en movimiento haciendo
estruendo por la calle hacia la entrada del barrio. Vislumbré un auto
familiar siendo remolcado por un camión. Era de Ryan, y mis latidos se
aceleraron. Salté de mi asiento, dejando caer la taza de papel, y corrí al
buzón, pero era difícil ver a alguien en los vehículos. No pude, y entré en
pánico.
Instintivamente me encontré en su casa y golpeé la puerta. No hubo
respuesta. Miré en el interior a través de una ventana del frente y vi las
habitaciones vacías que una vez habían estado muy bien amuebladas con
sofás y sillas, cuadros y mesas. Mi corazón se hundió, y caminé de regreso
a mi casa.
Tomé mi celular de la barandilla del porche y marqué el número de Ryan.
Mi dedo se cernió sobre el icono verde del receptor, y me quedé allí hasta
que la pantalla se volvió negra. Regresó a la pantalla y me cerní sobre el
icono de llamada. Y otra vez dudé hasta que la pantalla se volvió negra.
Lo intenté una vez más, mis dedos estaban a milímetros de tocar el
icono, a milímetros de hacer la conexión que podría cambiar todo. Pero 302
opté por cerrar la pantalla en su lugar y limpié las lágrimas de mi teléfono,
mintiéndome a mí misma de que había tomado la decisión correcta cuando
sólo era el miedo lo que me había retenido.
Traducido por Nelly Vanessa
Corregido por Nanis

T
res años más tarde.

—Y estoy muy orgullosa de tu progreso, Brooke —dijo la Dra.


Merryweather por teléfono.
—Gracias, doctora —le contesté, girando en mi silla de la computadora.
Estaba sola en mi apartamento compartido con Leslie, mi nueva
compañera de cuarto, transferida de UNC y quién se había mudado a
Chapel Hill.
—Oh, Brooke. Odio cuando me dices eso. Es tan frívolo, como si no
estuvieras tomando nada de esto en serio —dijo la Dra. Merryweather. 303
Me reí y abrí mi laptop.
La doctora me ignoró y siguió.
—¿Estás saliendo con alguien?
Me puse un poco tensa, y juro que ella pudo sentirlo por el teléfono.
—No tengo tiempo para chicos —le dije a la ligera.
—Sí, sí lo tienes.
Pensé por un momento.
—Bien, no hay nadie aquí que me guste.
—En todo el campus de la universidad, ¿no hay chicos que te gusten? —
preguntó la Dra. Merryweather.
No le respondí, pero me di la vuelta lentamente en la silla.
—¿Hay alguien en otra escuela al que desees en su lugar? —la Dra.
pinchó.
Ni siquiera sabía si él estaba en la escuela, así que no podía responder a
esa pregunta de todos modos. Además, incluso si lo hiciera, estoy segura
de que la Dra. Merryweather me taladraría por el daño adjunto malsano o
emocional o algo como eso.
—¿Brooke? No hay nada malo en estar enamorada de Ryan.
Pude sentir mi cara drenarse de todo su color.
—¿No?
—No, no lo hay. Y creo que piensas que no te está permitido tener
sentimientos por él, porque su foto apareció en la televisión con los
otros chicos —dijo la doctora.
Esta no era la primera vez que me lo explicaba. Había estado haciéndolo
durante tres años. Pero supongo que todavía no estaba convencida, o
estaba asustada. Tal vez ambas cosas.
—Él no es como esos otros chicos, Brooke. Y en el fondo lo sabes. Es por
eso que todavía estás enamorada de él y quieres estar con él. Sólo piensas
que te desacredita como verdadera víctima salir con un chico que supo
de una violación y no informó de ello. ¿No es así?
—No.
Solté el aliento que no sabía que estaba sosteniendo con el sonido de esa 304
simple palabra.
—Debes perdonarlo, Brooke. Si no es por él, entonces por ti —dijo la Dra.
Merryweather—. Pero sospecho que deseas perdonarlo por los dos porque
lo amas.
Ni siquiera pensé en ello. Lo dije.
—Lo amo.
—Lo sé. Lo he sabido desde hace tres años —respondió la doctora.
—Estoy segura de que me ha superado, sin embargo —le dije.
La verdad era que esperaba que Ryan hubiera podido avanzar de
alguna manera, haber encontrado una especie de paz que le permitiera
perdonarse a sí mismo. Quería eso para él a pesar de mi persistente ira.
Creo que era sobre toda la rabia de no querer que nada de eso fuera
verdad, no quería verlo como un individuo imperfecto, porque por gran
parte de mi tiempo en Charity Run, él había sido mi salvador. Era perfecto
a mis muy inmaduros ojos, y ahora tenía que enfrentar a Ryan como otro
humano ordinario: bueno y malo, y la mezcla confusa de esas cosas en
medio.
Colgué el teléfono con la Dra. Merryweather y continué mi trabajo final de
pruebas para la inscripción del curso de profesores de la Dra. Hoskins.
No recibiría una licenciatura en educación, sino mi licenciatura en
justicia criminal, pero había tomado el curso de la Dra. Hoskins
porque me gustaba. Lo tenía para la composición de estudiantes de primer
año, me encantaba su estilo, y tomaba una clase cuando encajaba en mi
agenda.
No me podía concentrar, sin embargo, con las palabras de la Dra.
Merryweather repitiéndose una y otra vez en mi cabeza. Debes perdonarlo.
Era una segunda decisión dividida de mi parte, y estoy contenta de haber
marcado su número antes de perder los nervios.
—Necesito un favor —le dije en el teléfono.
—¿Qué sucede, Wright? No me digas que descubriste información acerca
de otro club de sexo en la escuela —respondió Terry.
—Lindo. Y no. No se trata de un club de sexo —le dije.
—Bueno, ¿me puedes culpar por pensar así? Quiero decir, aquí estás
yendo a la escuela de justicia penal. ¿Podemos decir, “cliché” por cierto?
—preguntó Terry.
305
—¡Cállate! —Me reí.
—¿Qué sigue, Erin Brockovich?
—En primer lugar, su gran caso no tuvo nada que ver con la
violencia sexual. Fue un caso ambiental. En segundo lugar, sucede que
estoy yendo a la escuela de derecho.
Terry silbó largo y bajo.
—Por Dios, Wright. Tienes que tomarlo con calma y salir a una cita o algo
así.
Me encogí de hombros.
—¿Crees que hay algo malo en mí al no haber querido salir en tres años?
—Sí.
Puse los ojos en blanco.
—Bien, es por lo que estoy llamando.
—Wright, eres linda y todo, pero la diferencia de edad sólo sería
demasiado…
—¡Asco! ¡No saldría contigo ni en un millón de años! —exclamé—. Es Ryan.
Llamo por Ryan.
—¿Ryan? ¿Cómo en Ryan Foster? —preguntó Terry.
—Sí.
Hubo una breve pausa.
—¿Por qué quieres saber algo de Ryan? —Sonó defensivo.
—Porque sí. Tengo algunas cosas que tengo que decirle. ¿Quieres
averiguar dónde está? ¿Lo que está haciendo? He tratado de buscarlo y
termino con las manos vacías.
—¿Estás segura de que quieres ir allí? —preguntó Terry—. Quiero decir,
¿después de todo?
Tomé una respiración profunda.
—¿Terry? Quiero ir allí. ¿Podrías encontrarlo por mí?
Otra pausa.
—Sí, lo haré.
306
0
Me tomó dos horas y media llevar el auto de Chapel Hill a Wilmington. No
tenía idea de que Ryan estuviera tan cerca. Lo último que supe, era que su
familia se había mudado al norte para estar cerca de sus familiares, en
Pennsylvania. Supuse que se quedaría allí para siempre, porque siempre
me decía que quería vivir junto al mar.
Me sentí un poco culpable por haber plantado a Gretchen. Habíamos
planeado un fin de chicas en Raleigh ya que no la había visto en un mes,
pero había insistido que fuera de una vez cuando le conté mis planes para
contactar a Ryan.
—Bueno, ¡ya era hora! —gritó ella por teléfono.
—¿No estás enojada? —le pregunté.
—¡Dios, Brookey! ¿Me estás tomando el pelo? Ve. Te ordeno que te vayas.
Sal y folla sus sesos todo el fin de semana. Y es una orden —respondió
Gretchen.
Me reí.
—No te puedo prometer eso. Ni siquiera sé si se acuerda de mí.
Gretchen se echó a reír.
—¿Qué? —le pregunté.
—Confía en mí, Brooke. Se acuerda de ti.
Entendí lo que Gretchen había querido decir, pero creo que entendió mal
mi declaración. Sabía que Ryan se acordaría de mí, pero no estaba segura
de sí recordaría el amor que una vez había tenido por mí.
—Gracias por ser tan dulce al respecto —le dije.
—Por supuesto —respondió Gretchen—. Pero será mejor que me cuentes
todo. Y me refiero a todo, Brooklyn Wright, o estaré enojada contigo.
Sonreí.
—Está bien.
Mi pulso se aceleró al cruzar el puente de Wrightsville Beach. Ryan
no estaba bromeando cuando había dicho que quería vivir junto al mar.
Esa no era una unidad a diez minutos del agua. Él vivía sobre el agua en
un pequeño cómodo y confortable apartamento. Me tomó unos minutos
encontrarlo. Su apartamento era en realidad uno de los varios que
componían una enorme casa de playa. Imaginé que su renta 307
sería astronómica sin importar el tamaño de su hogar.
La puerta principal daba al mar, me di cuenta, y a pesar de un camino de
piedra que conducía a la entrada, decidí quitarme las chanclas y caminar
en la arena. Era suave y sedosa, abriéndose camino entre los dedos de
mis pies. Cuando llegué a la puerta de su casa, me quedé helada. No
estaba segura de lo que quería decirle. No había visto a Ryan en tres años,
me había negado a hablar con él antes de que su familia se mudara al
norte.
Me arrepentía de esa decisión desde entonces, pero mi corazón
todavía peleaba con mi mente, negándose a perdonar, creyendo que era
un monstruo, ignorando las súplicas de Lucy de que era todo lo contrario.
Llamé a la puerta antes de perder los nervios. No se me ocurrió que no
podía estar en casa. Eran las cinco de la tarde, tal vez aún estaba en
el trabajo o en clase. No tenía ni idea de si aún asistía a la
universidad.
Lucy había hecho la promesa de dejar de darme actualizaciones sobre
él después del primer año. Hablaba con él semanalmente y trataba
de deslizar información aquí y allá durante nuestras conversaciones.
Cuando llegó a ser demasiado doloroso para mí, le dije que no quería saber
más.
Salté cuando la puerta se abrió. Era una mujer. Y era
la mujer más hermosa que jamás había visto. Cabello negro brillante, ojos
oscuros. Su camisa azul colgaba de un hombro para revelar una
delgada correa rosada. Llevaba jeans cortados, con cortes que
destacaban bronceadas piernas delgadas.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó.
—Oh, lo siento. Pensé que alguien más vivía aquí —le dije.
—Alguien más vive aquí —respondió ella con una sonrisa—. Sólo soy una
visita.
—Oh.
Me sentí extraña, un poco mareada y ridícula. Me presento después de
tres años, ¿y qué? ¿Esperaba que siguiera soltero? ¿Qué estuviera
suspirando por mí? Tenía un montón de mierda de coraje.
Me di la vuelta para irme.
—¡Oye, espera! —llamó la mujer—. ¿Buscas a Ryan? 308
Me detuve en seco. No quería decirle “sí”. No quería que me dijera que era
su novia ahora y que podría enojarse. Pero me di la vuelta para mirarla de
cualquier forma, mi cabeza subió y bajó en un gesto desesperado. Debía
parecer a punto de llorar porque cerró la puerta suavemente y se lanzó en
mi dirección.
—Está bien —dijo ella, envolviéndome en un abrazo.
No tenía ni idea de quién era esta chica, y estoy bastante segura de que la
odiaría si era la novia de Ryan, pero estaba agotada emocionalmente y con
adrenalina y no me importó. Dejé que me abrazara mientras lloraba en su
hombro.
—Soy una lesbiana total —dijo a mi oído—. Está bien.
Me aparté, limpiándome con torpeza la cara.
—¿Eh?
—No soy la novia de Ryan. Soy Alyssa. Cien por ciento gay —aclaró.
—Está bien —le dije—. ¿Por qué me dices eso?
Ella se rió y me agarró la mano, tirando de mí hacia la playa.
—Oh, Dios mío. ¿Hablas en serio? Es obvio que estás enamorada de él y
pensaste que era su novia —me dijo, paseando por la orilla del agua.
—¿Por qué estamos aquí? —le pregunté.
—Porque necesitas conseguir juntar tu mierda —dijo Alyssa—. Ahora
respira profundamente y deja de llorar.
No me di cuenta de que todavía estaba llorando. Pero creo que mis
lágrimas se transformaron de shock y dolor a euforia. Nunca había llorado
lágrimas de alegría antes. Se sentían raras, y no me gustaron.
—En serio, chica. ¡Endereza la boca! Vienes todo el camino para ver a
Ryan, ¿después de cuántos años? Y le das… —Hizo una pausa,
mirándome de arriba a abajo—… ¿esto?
—¿Cómo…?
—Oh, Dios mío, Brooke. ¡Capta una pista! Eres todo de lo que siempre
habla. Se está haciendo tan jodidamente viejo, demasiado. Sabes, al
segundo que abrí la puerta, supe que eras tú. Describió todo sobre ti,
hasta la maldita nariz.
—¿Mi nariz? —pregunté instintivamente tocándola.
309
Alyssa asintió.
—Ahora cálmate y límpiate la cara. Recupérate antes de ir de nuevo a esa
puerta.
Pasé mis dedos por debajo de mis ojos y le pregunté a Alyssa si había
limpiado el delineador de ojos que tenía. Asintió.
—¿Él sigue hablando de mí? —le pregunté, mi voz tembló ligeramente.
—Durante tres años, muuuucho —respondió Alyssa.
—Pero nunca me llamó —le dije.
—Cambiaste tu número.
—Pero nunca me vino a ver a la escuela.
—Te cambiaste de escuela. ¿Te acuerdas?
¿Cómo sabía ella de todo eso?
—Si realmente me extrañaba, ¿por qué no trató de encontrarme? —le
pregunté.
Alyssa suspiró con paciencia.
—Lo hizo, Brooke. Te encontró. Y quiso hacer las cosas bien. Pero luego
pensó que no debería molestarte. Si nunca habías intentado encontrarlo o
hablar con él, quiso respetar tu espacio.
—Tenía miedo —le dije en voz baja. Me sentía a la defensiva, como si
tuviera que justificar mi comportamiento con esta extraña—. ¿Sabes lo que
hizo?
—Me dijo todo —dijo Alyssa.
—¿Cómo puedo amar todavía a una persona que hizo eso? ¿Qué dice eso
acerca de mí? —Sentí las lágrimas frescas juntarse rápido dentro de mis
ojos.
—No es lo que hizo, Brooke. Es lo que no hizo. Y era joven y estaba
asustado. Cometió un terrible error. Y pagó por ello. Te perdió.
Me limpié con torpeza la cara.
—Brooke, ¿por qué viniste aquí? —preguntó Alyssa.
Me encogí de hombros.
—No lo sé.
—Inténtalo de nuevo —dijo Alyssa. 310
—Lo echo de menos. Quiero verlo, pero me da miedo —le contesté.
—¿Por qué?
—¡Por amar a alguien que guardó un secreto tan horrible!
—¿Brooke? Supéralo. Todo el mundo comete errores. Y sí, algunos son
peores que otros, pero si estás esperando que todo el mundo esté de
acuerdo con que ames a Ryan, entonces tendrás que esperar el resto de tu
vida. Que todo el mundo se vaya al demonio. Haz lo que creas que es
correcto, y tienes todo el derecho de amar a quien quieras.
Sentí el viento golpearme.
—¿Estás segura de que siquiera quieres estar aquí? —preguntó Alyssa.
—¡Sí! —dije antes de que incluso registrara pronunciar la palabra.
Alyssa sonrió amablemente.
—¿Mejor? ¿Crees que estás lista?
Di un último y largo aliento por si acaso, sequé las lágrimas restantes, y
asentí.
—Está bien, entonces —contestó ella—. Hagamos esto. —Me agarró la
mano y fue conmigo del banco al apartamento de Ryan.
—Espera —dije, hundiendo mis talones—. ¿Te quedarás alrededor para ver
esto?
Su boca se curvó en una sonrisa.
—¿Quieres que lo haga?
Negué.
—No lo creo. Voy a nadar. Quizá te vea por ahí más tarde —dijo, y regresó
a la playa, arrancándose la camisa y los pantalones para revelar un
pequeño bikini rosa. La vi serpentear en el oleaje antes de caminar hacia
las olas. Me volví hacia la puerta de Ryan y llamé de nuevo.
Esta vez, él respondió.
Nos miramos el uno al otro por lo que pareció una eternidad. Finalmente,
se hizo a un lado para permitirme entrar. Entré tímidamente, mirando
alrededor de su apartamento para ver si había algo familiar, como su
vieja habitación, de vuelta en su casa.
No era así. Él era un hombre nuevo, al parecer. Sus muebles reflejaban a 311
un hombre en el limbo: no un adulto, pero mayor que un adolescente.
Tenía mesa en el comedor. No estaba segura de que algún chico de su
edad tuviera mesa en el comedor.
El apartamento rezumaba un estilo surfista relajado: sillas de mimbre y
pinturas con temas de playa. No eran horribles o cursis, sin embargo.
Eran piezas de arte abstracto, pero que evocaban el mar.
Finalmente reuní el coraje de mirar la cara de Ryan. Él me había estado
observando todo el tiempo. Me puse nerviosa. Él había cambiado. Aun así,
tenía el cabello oscuro y desordenado. Aun así, estaban sus fascinantes
ojos azules. Pero algo había cambiado. Se veía cansado. No viejo ni
demacrado. Sólo cansado, como si necesitara tomar una siesta y no
hubiera encontrado tiempo para eso en los últimos tres años.
—Hola —me las arreglé para decir.
—Hola.
Arrastré mis pies.
—Probablemente te estés preguntando qué estoy haciendo aquí —le dije.
—Un poco.
Tragué. No sabía lo que tenía que decir. Nada se me ocurría, así que le
pregunté acerca de Alyssa.
—Mi mejor amiga —respondió—. La conocí en una clase de filosofía en la
escuela.
—Es realmente… perceptiva —le dije. Iba a decir “amable”, pero
“perceptiva” era mucho más exacto.
—Sí, lo es —respondió Ryan.
—Entonces, ¿estás en la universidad? —le pregunté.
Ryan asintió.
—Tomé un año sabático antes de aplicar a la UNCW. Trabajo a tiempo
completo y voy a la escuela a tiempo completo.
Asentí. Ryan no dio más detalles. Me miró, y yo estaba cada vez más
incómoda tratando de pensar en otro tema general de conversación.
—Cometí un gran error —espeté en su lugar. Salió de la nada, y en
realidad puse mi mano por encima de mi boca una vez que lo dije.
—¿Venir aquí? —preguntó.
Negué, mi mano aún cubría mi boca.
312
—¿Puedes explicarte? —dijo.
Dejé caer mi mano.
—Lo siento, Ryan. Fui injusta contigo.
Ryan apartó la vista.
—No, no lo fuiste.
—Sí, ¡lo fui! Jesucristo, ¡Lucy te perdonó! ¡Lucy! Yo debía poder hacerlo
también.
—Hice una cosa terrible, Brooke. No te lo dije porque sabía que me
odiarías por ello. Te mentí. No es fácil perdonar. El perdón de Lucy es algo
completamente distinto. Ella me perdonó por ser un cobarde. No es lo
mismo que ser un mentiroso. Entiendo por qué no podías dejarlo pasar. Lo
entiendo.
No sabía qué decir. Me puse de pie, boquiabierta, estupefacta.
—Pero estás aquí ahora —continuó Ryan—. ¿Quieres decirme por qué?
—Te lo dije —le dije—. Cometí un error. Cometí un error al no perdonarte.
Lucy me dijo que estaba cometiendo un gran error. Lo supe desde el
principio. Lo supe todos estos años, pero dejé que mi corazón se
endureciera porque tenía miedo de que si tomaba el teléfono para hablar
contigo, no querrías que lo hubiera hecho. O tal vez sabría que estabas con
alguien más y no podía soportar la idea. O tal vez…
Ryan caminó hacia mí, deteniéndose a centímetros de mi cara. Cerré la
boca.
—Quiero besarte, pero sólo lo haré si tú me lo permites.
No lo pensé dos veces. Tiré mis brazos alrededor de su cuello y apreté mis
labios en los suyos. Todo fue familiar, y ya no tuve miedo. Nunca dije las
palabras para él en el pasado porque tenía miedo de ellas. Pero ya no más.
Las murmuré contra sus labios una y otra vez.
—Te amo. Te amo —le dije, hasta que su lengua invadió mi boca,
mutilando mi declaración.
Me aferré a él con un ardor extraño para mí. Sentí que estaba
recuperando el tiempo perdido. Tres años de estar sin él, y mucho que
aprender. Me aparté y sostuve su cara entre mis manos. 313
—Necesito que me digas todo —le dije—. ¿Lo harás? Quiero saber todo
acerca de tu vida. Te he extrañado mucho, Ryan, y no quiero perder la
oportunidad de nada.
—Te lo diré —dijo—. Pero primero, permíteme decirte cuánto te amo,
Brooke. Te lo dije hace mucho tiempo en un mal lugar cuando era una
mala persona. No estoy allí más, y no soy ese chico, pero mi amor por ti
nunca ha cambiado. Te amo. Siempre te amaré. Simplemente no hay nadie
más.
Traducido por Aria
Corregido por sttefanye

E
stoy tumbada desnuda en nuestra cama deshecha, mis manos
agarradas a las barras de nuestra cabecera de hierro como él me
había dicho. Las paredes de nuestra habitación estaban cubiertas
de pinturas que habíamos hecho juntos, la mayor parte del océano donde
el sol y el agua creaban la atmosfera ideal. Me quedé mirándolas hasta que
Ryan redirigió mi atención.
—Creo que tendré que compensártelo por el resto de mi vida —dijo,
cerniéndose sobre mí.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Los secretos que te he ocultado. La violación de Lucy —susurró.
No podía creer que ahora estuviera poniendo todo en orden. La razón 314
por la que él había dormido con todas esas chicas. Estaba intentando
expiar su culpa dando placer a otras mujeres. Sentía pena por él, pero no
de una manera lastimosa y condescendiente. Sentía pena por él porque
todavía estaba atrapado en la culpa, y había pasado un año desde que
estábamos juntos. Un año desde que lo perdoné.
Estábamos viviendo juntos en Chapel Hill. Estaba a punto de empezar en
la facultad de derecho en UNC, y Ryan estaba terminando el título de
negocios. Llevábamos una vida tranquila, rodeados por unos pocos amigos
cercanos. Pasábamos la mayoría de nuestros fines de semana en
Wilmington cuando el tiempo era bueno. Durante los meses fríos, nos
agazapábamos en nuestra pequeña casa alquilada, el fuego brillando
intensamente cálido y acogedor, envueltos en mantas y el amor del otro.
Miré a mi novio y suspiré. Podía decir las palabras del perdón otra vez
como lo había hecho cien veces antes, pero parecían no hacer ninguna
diferencia.
—No tienes que compensármelo, Ryan —dije finalmente—. Sólo quiero que
me quieras y que me dejes quererte.
Bajó su cabeza y me besó largo y lento. Luego se alejó y sonrió. Eso calentó
mi corazón. Nada explosivo. Sólo un pequeño rayo, y me calentó hasta la
médula.
—Bueno, entonces las damas primero —dijo, y me besó el cuello.
Aflojé mi agarre en la barra, y susurró en mi hombro:
—Agarra fuerte, Brooklyn.
Besó el lado de mi cuello hasta mi clavícula y finalmente mis pechos. Se
tomó su tiempo con ellos, dibujando un pezón con su boca y chupando
suavemente, forzando que mis dedos agarraran más fuerte las barras,
antes de trasladarse al otro pecho. Lamió mis pezones y luego tiró de ellos
suavemente con los dientes provocando protestas de mi boca y manos.
—Pon tus manos otra vez en la barra, Brooklyn —dijo, pasando su nariz
suavemente por mi pezón derecho.
Negué con la cabeza.
—Brooklyn —dijo, y puso mis muñecas sobre mi cabeza con una mano
mientras que la otra serpenteaba hacia abajo por mi vientre—. ¿Quieres
que te toque?
315
Me retorcí.
—¿Y bien?
Asentí, con miedo a mirarle. No sé por qué. Hacíamos el amor casi todos
los días desde que volvimos juntos. Pero había algo en él cuando se ponía
en uno de esos estados de ánimo. Me excitaba, y pensé que no debía
gustarme. Pero sé que me gustaba, que me digan qué tengo que hacer,
porque sus exigencias eran suaves, y sabía que él nunca abusaría del
poder que le había confiado.
—Mírame, Brooklyn —dijo Ryan.
Obedecí.
—Abre tus piernas.
Lo hice.
—Más.
Accedí, abriendo mis piernas hasta que él gruñó de satisfacción.
—Voy a tocarte —dijo Ryan—. Y luego voy a probarte. ¿Está eso bien?
—Sí. —Soné como si me doliera, pero era pura frustración sexual. Lo
quería dentro de mí ahora, pero cuando estaba así, me hacía esperar por
ello. Me tocaba, me lamía, me probaba en todas partes antes del coito,
haciendo que fuera casi imposible para mí aguantar más de dos minutos
una vez que se deslizaba dentro de mí.
Grité cuando sentí una sola punta del dedo en mi clítoris, trazando
círculos lenta y suavemente. El reflejo o la intensa sensación me hicieron
cerrar las piernas en un movimiento rápido. No sé por qué, pero me
avergonzó.
—Vamos a intentarlo otra vez —dijo Ryan, divertido. Había el indicio de
una risa en su voz—. Brooklyn, abre tus piernas. Y esta vez, mantenlas
abiertas.
—¡Sólo fóllame ya! —grité—. ¡No puedo aguantarlo!
Ryan rió y me besó suavemente en los labios.
—Voy a compensarte por esos tres años que estuvimos separados,
Brooklyn —dijo después de un momento—. Te he estado diciendo eso
desde hace un año ya. Deberías saberlo. Así que realmente necesito que
te agarres a la cabecera. Y esa no es una petición. 316
Me agarré y abrí las piernas otra vez, jadeando ante la sensación de su
dedo trazando círculos en mi clítoris una vez más. Gemí y me retorcí,
sintiendo que mi pasión se construía rápidamente, temiendo correrme
demasiado pronto antes de tener relaciones. Me tensé, luchando contra las
olas de placer.
—Brooke —dijo Ryan—. Tenemos todo el tiempo del mundo, lo sabes.
Asentí, mientras veía que su rostro se hundía más abajo entre mis piernas.
Me sacudí involuntariamente, retorciendo mis dedos en su cabello
mientras su lengua me lamía, hundiendo sus dedos dentro de mí,
aumentando mi placer.
—No pares —supliqué, empujando mis caderas a su rostro.
—No tengo planes de hacerlo —respondió, las palabras zumbando entre
mis piernas. Llevó mi clítoris a su boca, succionando suavemente pero
firme, tocándome con los dedos sin tregua hasta que estaba suplicando
por la liberación.
Me vine fuerte, agarrando su cabello. Sabía que le estaba haciendo daño;
gruñó pero nunca quitó su boca de mis delicados tejidos hasta que su
cuerpo se relajó, lánguido y suave en el resplandor crepuscular.
Se cernió sobre mí una vez más, mirándome a la cara, a los ojos, y pensé
que vi que la culpa se desvanecía de los suyos. Sólo así. Desapareció a un
lugar lejano.
—Cásate conmigo.
Mi boca cayó abierta. Sonrió.
—¿Me lo estás pidiendo ahora? ¿Mientras estoy desnuda en la cama?
¿Después de que me hayas hecho venir? —pregunté—. ¡¿Qué tipo de
historia de compromiso es esa?!
Ryan rió.
—Oh, no te preocupes. Tengo toda una cosa planeada. Ha estado planeada
durante dos meses, pero no podía esperar. Tenía que pedírtelo ahora.
—¿Qué tienes planeado? —pregunté.
—Sí claro —respondió él, separando mis piernas y deslizándose dentro de
mí antes de que pudiera protestar—. Cásate conmigo —susurró,
encontrando un ritmo lento y suave—. ¿Lo harás?
—Oh Dios mío, Ryan —dije, agarrando sus hombros—. ¿Ahora me lo
pides mientras estás dentro de mí? 317
Asintió, empujando fuerte y profundo, y arqueé mi cuerpo, gritando por el
dolor y el placer de ello.
—Cásate conmigo —dijo otra vez.
Asentí.
—Dilo, Brooklyn —demandó Ryan—. Necesito escucharte decirlo.
Gemí, agarrando su espalda, arañando su piel con mis uñas.
—Dilo, Brooklyn —susurró, acariciándome suavemente.
Sentí una extraña agitación. No podía entenderla completamente, pero se
sentía como otro orgasmo. Nunca había tenido orgasmos tan seguidos,
pero sentí como si fuera a tener uno ahora, y también se sentía como si
fuera a sobrevivir. Se estaba construyendo grande y exigente en mis
piernas y estómago, amenazando con empujar mis tendones y huesos, mis
órganos y tejidos. Luché por escaparme de él.
—No, Brooklyn —dijo Ryan—. Déjame amarte.
Gemí.
—Dime que te casarás conmigo, Brooklyn —dijo Ryan—. Ahora mismo.
—Ryan…
Grité por la fuerza de ello. El placer, tan grande que se estrelló hacia
arriba y hacia abajo por mi cuerpo. Arriba y abajo, un maremoto que azotó
a mi prometido, lo ahogó en el placer también, hasta que él estuvo
gimiendo conmigo, jadeando en la cresta de la ola antes de caernos. Abajo,
abajo, abajo, temblando por los efectos de después, las pequeñas ondas de
placer que se resistían a ceder por completo.
Ryan estaba encima de mí. No me importó todo el peso de su cuerpo,
aunque hiciera un poco más difícil el respirar. Le acaricié la espalda
sudorosa, sintiendo sus labios en mi cuello, lloviendo besos ligeros que
decían:
—Gracias.
—¿Ryan?
—¿Hmm?
—Me casaré contigo.
Sentí su sonrisa en mi cuello.
—No estás diciendo eso sólo por el orgasmo nuclear que te he dado, ¿no? 318
Me reí.
—Bueno, el orgasmo nuclear es una buena razón para quedarse
enganchada. Lo admito.
Sus dedos serpentearon hacia abajo por mis costados para hacer
cosquillas en mis costillas. Grité y me retorcí.
—¡Bien, no voy a casarme contigo sólo por el orgasmo nuclear! —grité.
Dejó de hacerme cosquillas.
—¿Entonces por qué te vas a casar conmigo, Brooke? —Envolvió sus
brazos a mi alrededor y rodó sobre sí mismo, poniéndome encima de él.
Miré hacia abajo a su rostro y sonreí.
—Porque te quiero.
—¿Así de simple? —preguntó.
—Así de simple.
319
Traducido por Mir

Corregido por Nanis

Ryan cerró la puerta de Brooke suavemente y se dirigió hacia la calle. Giró en


dirección a su casa, pero cambió de idea, caminando en sentido contrario hacia
un parque de la comunidad. Era el atardecer, y sabía que el parque estaría
vacío. Quería, necesitaba, que la soledad lo arremetiera.
Tomó velocidad, decidiendo que era más prudente correr. Sintió las lágrimas y
quería estar oculto de forma segura antes de que siguieran vertiéndose. Estaba
sin aliento cuando llegó a la zona de los juegos y se metió debajo de un puente
320
que formaba parte de un castillo de juegos. Y luego lo perdió, hundiendo la cara
entre las manos, lloró sin vergüenza y con rabia.
—¡Mierda! —gritó en el aire púrpura. El sol estaba casi escondido, fundiéndose
sobre los llamativos tonos de una imagen que acababa de pintar con Brooke. No
quería ver los colores. Se parecían a ella. Se sentían como ella. Ellos le gritaban. Le
decían que era un charlatán, que no la merecía y nunca lo haría.
Echó la cabeza hacia atrás, mirando a la parte inferior del puente y gritó:
—¿Qué diablos se supone que debo hacer?
No hubo respuesta.
—¿Qué se supone que debo decirle?
No hubo respuesta.
—Dios, por favor —suplicó, golpeando el suelo a ambos lados de él.
No hubo respuesta.
Puso sus rodillas contra el pecho y bajó la cabeza, llorando tan fuerte como lo
hizo la noche en que tenía catorce años y se fue a casa en lugar de a la estación

18 POV: Point of view: Punto de vista.


de policía. Lloró por Lucy, por Brooke y por el resto de las chicas que fueron
víctimas porque era un cobarde. No sabía cómo hacer las cosas bien. No sabía
cómo hacer frente a Brooke mañana.
Se mantuvo firme esta noche, mientras ella detallaba su ataque. Quería ser fuerte
para ella. Era casi imposible cuando lo único que quería era romperse igual que
ella, llorar y gritar su cólera como ella lo había hecho. Pero sabía que no podía.
No sería correcto. No sería justo. Necesitaba a alguien fuerte, alguien en quien
llorar, así que sería fuerte para ella.
Cerró los ojos, viendo cómo la cara de Brooke cambiaba a Lucy. Viendo la cara
de Lucy cambiando a la de otra chica que no conocía. Y su rostro cambiando al
de otra chica que no conocía. Se alineaban en su cerebro, de pie mirándolo,
esperando pacientemente a que tome la decisión. A que haga las cosas bien. Le
llevaría una semana, pero iría. Él encontraría la fuerza para ir.

0
—¿Hola? —dijo Lucy, confundida.
—Soy Ryan.
—Sé quién eres —dijo ella, su boca se curvó en una sonrisa triste—. Estás 321
saliendo con Brooke.
Él asintió.
—¿Puedo pasar?
—Sí, claro —respondió Lucy. Se hizo a un lado para permitirle entrar, mirándolo
sospechosamente mientras entraba en la sala de estar—. ¿Cómo está Brooke?
—Asustada. Enojada. —Ryan estaba en medio de la habitación sin saber qué
hacer.
Lucy asintió y se dirigió al sofá, invitándolo a unirse a ella. Se sentaron en un
incómodo silencio durante unos momentos, mientras Ryan trataba de formular sus
pensamientos, su razón para visitarla.
—Yo sólo... yo sólo quiero que me golpees, ¿de acuerdo?
Lucy levantó la vista.
—¿Eh?
—Por lo que voy a decirte. Sólo golpéame tan fuerte como quieras.
—¿De qué estás hablando? —preguntó.
Ryan estaba en silencio, frotándose la cara. Lucy se asustó inmediatamente.
—¿Algo más le sucedió a Brooke?
Ryan la miró confundido.
—¿Eh? ¿Qué? No, no. Ella está bien. Quiero decir, todavía está perturbada, pero
está bien. Quiero decir, está a salvo. No está bien. Está a salvo.
—Entonces, ¿sobre qué fue ese comentario? —preguntó Lucy. Ella sintió las
lágrimas inevitables, las que había estado llorando toda la semana por Brooke.
—Lucy... —La voz de Ryan se fue apagando.
—¡Dime por qué quieres que te golpee! —exigió Lucy.
—Estaba allí esa noche. Te vi. En esa cama. Traté de detenerlo. No sabía qué
diablos estaba pasando. Pensé que iba a una fiesta a beber. Eso es lo que me
dijeron. Intenté detenerlos, Lucy, pero no pude. —Y entonces las lágrimas se
derramaron de nuevo, corriendo descaradamente por sus mejillas. Él no las limpió.
Quería que ella las viera, las creyera, porque eran de verdad.
Lucy se sentó aturdida, mirándolo.
—No sabía nada de esa liga de sexo, Lucy. No era parte de ella. No sé si me
llevaron a la habitación de ese motel para iniciarme o algo así, pero me asusté.
Luché contra ellos, pero me dieron una golpiza. —Él la miró con una expresión
salvaje en el rostro—. Golpéame, Lucy. 322
—¿Eh?
—¡Hazlo!
—Yo no…
—¡Quiero que lo hagas! Por favor, ¡hazlo!
Lucy pensó que se había vuelto loco. Saltó del sofá y se apartó.
—Eso es todo. Soy un monstruo. Pero no te alejes de mí. Golpéame. No tengas
miedo —dijo, poniéndose de pie.
Lucy dio un paso atrás.
—¡Deja de alejarte de mí! —gritó—. Maldición, ¡defiéndete!
Algo se rompió en su cerebro ante el sonido de esa palabra: “defiéndete”. Y
entonces se abalanzó sobre él, agitando los puños. Golpeó su pecho, le dio varias
bofetadas, dio un puñetazo en el estómago hasta que él se dobló.
—¿Por qué? —gritó ella, golpeando el costado de su cabeza cuando se
enderezó, él se inclinó, sin resistirse o tratar de protegerse—. ¿Por qué les dejaste
que me hicieran eso?
Ella golpeó su cuerpo. No iba a aflojar. Sus lágrimas parecían alimentar su ira, y lo
golpeó con toda la fuerza que su cuerpo de 45 kilos podía reunir.
—Ellos eran demasiado fuertes —dijo Ryan sin aliento, sintiendo sus diminutos
puños sobre él.
Y luego los puños ya no estaban. Sólo así. Volvió el rostro hacia ella, sin saber si era
seguro o posible levantarse de nuevo.
—¿Lo intentaste?
—Lo intenté —contestó—. Logré lanzar algunos puñetazos antes de perder el
conocimiento.
—¿Perder el conocimiento?
—Me golpearon hasta que quedé inconsciente —respondió, poniéndose de pie.
La boca de Lucy se quedó boquiabierta.
—No es una excusa, Lucy. Pero cuando volví en mí, me dijeron que me matarían si
hablaba. Tuve miedo. Era joven y estaba asustado. Pero no es excusa.
Se miraron el uno al otro durante un tiempo. Ryan estaba decidido a sostener
su mirada, sabiendo que esto era parte del castigo que se merecía, mirar a la
víctima que no pudo ayudar. Sentía la misma debilidad ahora como lo hizo esa
noche en la habitación del motel.
323
—Siento que te hicieran eso —dijo Lucy, y luego se dirigió hacia él y le echó los
brazos alrededor de su cintura adolorida.
Él se quedó congelado, incapaz de comprender el giro de los acontecimientos.
Ella debería estar llorando y gritándole, no abrazándolo. No sabía dónde poner
sus brazos. Quería devorarla en ellos, permitirse la ilusión de protegerla, pero tenía
miedo.
—No es tu culpa —le susurró ella contra el pecho, y luego él envolvió sus brazos
alrededor de ella, abrazándola con fuerza, tal vez con demasiada fuerza, pero
ella no se resistió. Ella lloró. Y él lloró.
Horas más tarde, Lucy se había enterado de todo. Todo lo que Ryan podía
recordar. Se sentaron en el sofá mientras él le detalló su depresión, la tensa
relación que se desarrolló entre él y sus padres, y su soledad en la escuela.
—Bueno, si hubiera sabido que eras tan solitario, habría hablado contigo.
Podríamos haber estado solo juntos —ofreció Lucy. Ella sonrió y se rió entre
dientes. Ryan miró su regazo—. ¿Ryan?
—¿Hmm?
—Se supone que eso era divertido.
—Oh.
Ella suspiró.
—He oído los rumores que Cal comenzó sobre ti —dijo Ryan.
—¿Sí? Oí la mierda que dijo de ti, también.
—Debería haber hablado contigo.
—Yo también. Nadie debería sentirse solo en la escuela secundaria —dijo Lucy.
Ryan resopló.
—Podemos ser amigos ahora —sugirió Lucy y sonrió.
—¿Lucy?
—¿Hmm?
—Quiero ir a la policía. Quiero contarles lo que vi.
—Pero Ryan, realmente no viste nada —dijo Lucy.
—No importa. Sé lo que te pasó. Sé lo que estaban planeando hacerte. Y
quiero decirle a la policía.
Lucy se sentó en silencio durante un momento. Ryan jugueteó con sus dedos.
—Ellos querrán que yo dé una declaración —dijo.
324
Ryan asintió.
—Tengo miedo.
—Lucy, acabas de golpearme. ¿Todavía tienes miedo? —preguntó Ryan. Él la
miró y sonrió. Ella sonrió.
—Bueno, tal vez no. Pero tú no viste mucho esa noche. No recuerdo nada, de
verdad. ¿Cuáles son las posibilidades de que esos chicos sean encontrados
culpables de algo?
—No importa. Te pasó a ti. Y eso es lo que diremos. Porque es la verdad.
Lucy asintió. Pensó que no debía tocar el tema, pero no podía mantener el
secreto por más tiempo.
—¿Ryan?
—¿Hmm?
—¿Acaso Brooke alguna vez te contó por qué ella estaba pasando el rato con
Cal?
Ryan se puso tenso.
—No.
Lucy se movió en su asiento.
—Cal violó a Beth. Su mejor amiga. ¿Ella alguna vez te contó acerca de Beth?
Ryan lucía sorprendido.
—Fui al funeral de Beth, y sí, sabía que ella era la mejor amiga de Brooke, pero
nunca supe por qué se suicidó.
Lucy tomó una respiración profunda.
—No tendría que decirte esto, pero creo que deberías saber. Y no estoy
diciéndote esto para hacerte sentir peor de lo que ya lo haces, pero Brooke es tu
novia y ella debería haber sido honesta contigo. Honesta con alguien sobre su
jodido plan.
—¿De qué estás hablando? —Ryan sintió las palpitaciones de advertencia en su
corazón. Por un segundo pensó que no quería enterarse de lo que Lucy insistía en
decirle.
—Brooke engañó a Beth con su novio. Llevaba encima un montón de culpa por
eso, sobre todo después que Beth se quitó la vida. Pensó que la única manera
de encontrar el perdón era establecerse a sí misma como una víctima de
violación a fin de poner a Cal tras las rejas. Era loco y estúpido, y finalmente
abandonó el plan. Creo que tú tuviste mucho que ver con eso. 325
Ryan miró hacia el rincón de la habitación. No podía procesar las cosas que Lucy
estaba diciendo.
—Es como si por fin hubiera entrado en razón. Pero entonces… —Lucy respiró
hondo. No quería llorar más, pero no podía evitarlo—. ¡¿Por qué tomó esa
bebida?!
—No lo sé.
—¿Cómo puede alguien ser tan inteligente y tan estúpido a la vez?
—No lo sé.
—Estoy tan enojada con ella, y no es su culpa. ¡Pero estoy enojada, Ryan!
—Lo sé.
—¡Odio a esos chicos! —gritó Lucy—. ¡Quiero matarlos! Nunca he sentido eso
antes, el impulso de matar a alguien. Pero quiero hacerlo. Si estuvieran aquí, ¡los
mataría con estas manos! —Volvió sus palmas hacia arriba y se las mostró a Ryan.
Temblaban de la rabia y él las tomó en sus manos.
—Prefiero no ir a la cárcel, también —dijo él, tratando de aligerar el ambiente.
Funcionó y ella se calmó. Incluso sonrió—. Pero podemos hacer que paguen.
Podemos ir a la policía. Decirles la verdad.
Lucy asintió.
—¿Lo harás?
—Quiero que tú vayas. En serio —dijo Lucy—. ¿Pero me darás algo de tiempo?
—Sí. —Ryan apretó sus manos y las soltó.
—¿Ryan?
—¿Sí?
—¿No debería haber dicho nada acerca de los secretos de Brooke? En realidad
no eran míos para que los contara.
—Creo que estabas tratando de hacer lo correcto.
—¿Estás enojado porque ella no habló contigo acerca de Beth?
—No. No puedo estar enojado con ella por mantener secretos cuando hice lo
mismo.
Ryan no lo expresó en voz alta, pero por primera vez se sentía como si no
conociera a Brooke en absoluto. Y sabía que una vez que admitiera su secreto
con ella, él nunca tendría la oportunidad.

326
Traducido por Dark Killer
Corregido por sttefanye
Ryan siguió a Brooke en Chili. Él no podía mentir y decir que no estaba nervioso de
conocer a Gretchen. Pensaba que tal vez conocer a los amigos era incluso más
difícil que conocer a los padres. Espera un minuto. Eso no es cierto en absoluto. La
primera vez que conoció al papá de Brooke, el Sr. Wright estaba sosteniendo una
pistola. Sin embargo, las novias eran difíciles, y él sabía que estaba dentro para un
escrutinio a fondo. Brooke le contó un poco sobre lo que esperar de Gretchen, y
francamente tenía miedo de ella.
—Ustedes dos llegan tarde —dijo Gretchen cuando llegaron a la mesa.
—Tráfico, Gretchen —respondió Brooke, luego bajó los ojos a su amiga.
—Bueno, me comí todas estas patatas fritas como un culo gordo, así que si lo
hago, de hecho, consigo un culo gordo, es totalmente debido a ti —respondió.
Ryan se dio cuenta de que su corazón se aceleró. Todo en lo que podía pensar,
327
era que esperaba que ella no consiguiera un culo gordo. ¿Qué me haría si
consiguiera un culo gordo?
Él esperó a que Brooke se deslizara dentro de la cabina antes de unirse a ella.
Gretchen lo observaba todo el tiempo. Trató de ignorar sus penetrantes ojos.
Sabía que tenía un billón de pensamientos volando por su cabeza cómo ella lo
miró fijamente, midiéndolo, tomando notas mentales sobre todas las cosas que
iba a decirle a Brooke sobre él cuando estuvieran solas.
—Hola, Gretchen —dijo cuando estuvo situado.
—Hola, Ryan. Ahora, ¿has estado saliendo mucho con mi mejor amiga
actualmente? ¿Y acabo de conocerte hoy? —respondió ella.
Ryan negó con la cabeza.
—Es vergonzoso pero cierto.
—No me gusta quedar fuera de las cosas —explicó Gretchen.
—Tranquilízate, Gretchy —dijo Brooke.
—No me llames así —espetó, luego volvió a mirar a Ryan—. Vamos a estar aquí
por un tiempo. Espero que sepas eso. Así que ponte cómodo.
—Te diré todo lo que quieras saber —dijo Ryan agradablemente. Esta cosa
estaba un poco fuera de control, pero estaba empezando a ver que la mayoría
de ello era para el show. Y le gustó. Pensó que podría ser como un juego. Ella
estaba en guardia, y era su trabajo hacerla caer.
—¿Qué edad tienes? —preguntó Gretchen.
—Dieciocho.
—¿Crees que eso te da un pase libre para hacer lo que quieras?
—Ni siquiera entiendo lo que eso significa —confesó Ryan.
—¿Tienes hermanos?
—Una hermana pequeña.
—¿Velas por ella de la manera que un hermano mayor debe?
—Ferozmente.
—Eso suena extraño. Solo un “sí” o “no” será suficiente —respondió Gretchen.
—De acuerdo. Sí.
—¿Qué música escuchas?
—Bueno, me gustan las cosas más viejas. The Smashing Pumpkins. Linkin Park. 328
—¿Y qué? ¿Está, como, todo en tu cabeza todo el tiempo?
—Trato.
Ryan vio la leve formación de una sonrisa en las comisuras de los labios de
Gretchen.
—¿Juegas algún deporte?
—Patino.
—¿Así que eres uno de esos chicos que causa problemas en los vecindarios
donde no está permitido andar en patineta?
—Trato de no romper nada —dijo Ryan.
—¿Destrozas cosas? Cómo con aerosol y esas cosas.
Ryan sonrió.
—No estoy seguro de entender lo que eso tiene que ver con patinar, pero no. No
destrozo nada.
—¿Eres un buen estudiante? Porque no puedo tener a mi mejor amiga saliendo
con un idiota.
—Siempre tengo mi tarea hecha primero antes de salir —dijo Ryan.
Los ojos de Gretchen se desorbitaron. Y luego se echó a reír. Ella miró a Brooke
que se reía también.
—Bien, bien. Él puede seguir el ritmo —le dijo a Brooke, entonces se volvió a
Ryan—. Supongo que estas bien.
—Es bueno saber —respondió.
La camarera se acercó a la mesa y tomó las órdenes de bebidas de Ryan y
Brooke. En realidad solo había una orden. Una soda de cereza para ser
compartida. La camarera rodó los ojos y dejó la mesa.
—Eso es tan asquerosamente lindo —dijo Gretchen, luego sacó la lengua como si
tuviera arcadas.
—¿Cómo se volvieron ustedes dos amigas? —preguntó Ryan.
—Oh no, no. Esto no es sobre nosotras justo ahora. No he terminado de perforarte
—dijo Gretchen.
—¿En serio? Está bien —respondió Ryan.
—Gretchen, ¿puedes dejar de ser tan intensa? Quiero decir, una pregunta
aquí, una pregunta allá. Eso está bien. Pero me estas volviendo loca —dijo
Brooke.
—Está bien —fue lo que Gretchen respondió, acompañado de un desdeñoso
329
gesto de mano.
La camarera regresó con una soda de cereza y dos pajitas. Tomó sus pedidos de
cena y desapareció justo antes de la siguiente declaración de Gretchen.
—Así que Brooke me contó que ustedes dos juegan videojuegos juntos.
Particularmente Call of Durty.
Pobre Ryan. En realidad no era justo. Estaba en medio de sorber algo de soda de
cereza cuando se atragantó y escupió todo a su novia.
—Gretchen! —exclamó Brooke, palmeando la espalda de Ryan mientras
continuaba tosiendo y escupiendo por toda la mesa.
—Lo siento Brooke —jadeó, al ver las manchas en su camiseta.
—No es tu culpa —respondió—. Es, sin embargo, culpa de mi amiga por ser
totalmente inapropiada. ¿Qué está mal contigo?
—Oh, lo que sea Brooke. No podías esperar a decirme de los juegos de abrazos.
—Ella dirigió su siguiente comentario a Ryan—. Quiero saber cómo se te ocurrió
eso.
—¿Juegos de abrazos? —preguntó.
—Uh, sí —replicó Gretchen.
—Oh Dios mío. Estoy tan avergonzada —murmuró Brooke, inclinando la cabeza.
—¿Eso es lo que hacen las chicas? ¿Hablan de esas cosas intimas con las otras?
—preguntó Ryan—. Quiero decir. Sé que hablan. ¿Pero sobre todo?
—Ryan, tienes mucho que aprender —dijo Gretchen. El tono en su voz era
paciente y condescendiente.
—¿Puedes pasar a otra cosa? —le preguntó Brooke a Gretchen. Ryan miró a su
novia y le entregó otra servilleta.
—Perdió algunos puntos.
—No importa —dijo—. Y esta es la camisa de Gretchen de todos modos.
—¿QUÉ?
Brooke rió.
—¿Ni siquiera reconoces tu propia camiseta?
—No, perra. ¿Por qué no la has devuelto? —Estudió la parte superior—. Espera un
caliente segundo. ¿Es ese mi top blanco House Black Market?
Brooke asintió.
—Eso es todo. Estoy cansada de la soda siendo derramada en mis lindas
camisas debido a ti Ryan —dijo.
330
—¿Esto ha ocurrido antes? —preguntó Ryan—. Porque estoy bastante seguro de
que no lo recuerdo.
—¡Esa vez! —exclamó Gretchen—. En el restaurante cuando estabas haciéndole
ojos a Brooke y ella estaba toda infinita19 sobre ti. Derramó soda en mí.
—Dos puntos, Gretchen. Dos puntos —dijo Brooke.
—Lo que sea. Ustedes dos me están comprando la cena —dijo Gretchen.
—Voy a comprar la cena —replicó Ryan.
La cara de Gretchen se iluminó.
—Oh, así que él es un caballero, también.
—Así es como me criaron. —Él le sonrió a Gretchen luego a Brooke.
Él dejó que sus ojos se detuvieran en su rostro, viendo como ella hizo estallar otra
patata frita cargada de salsa en su boca. Lucía satisfecha, y eso le hizo
calentarse por dentro. Notó lo tranquila que estaba alrededor de Gretchen. Fue

19Googley en leguaje original viene de Google el termino original es Goolgol el cual es un


término matemático que es un "uno" acompañado de "cien" "ceros", que en teoría es una
cantidad que ninguna cosa en el universo existe en esta cantidad. Quiere decir un
número infinito.
una dinámica interesante entre las dos. Brooke era tan adelantada con él
cuando estaban solos, pero parecía dejar a Gretchen tomar la delantera cuando
estaban juntas. Ella se convirtió en la juiciosa. Gretchen era ruidosa y tonta y todo
sobre el lugar. Él realmente no tenía ni idea de lo mucho que había aprendido
sobre Brooke de solo escuchar a Gretchen y la forma en que ella y Brooke
bromeaban.
Se inclinó y beso la mejilla de Brooke, sintiendo la sonrisa propagarse por su cara.
Y después miró a Gretchen.
—Dios, ustedes me enferman —dijo Gretchen pero la expresión en su cara decía
otra cosa. Estaba sonriendo ampliamente, y Ryan pensó que había ganado el
juego. Su guardia bajó, y parecía que realmente le gustaba él. La aprobación del
mejor amigo era fundamental, y era positivo que lo había conseguido.
—¿Así que con quién estas saliendo, Gretchen? —preguntó Ryan, mientras la
camarera situó sus comidas con cuidado sobre la mesa.
—Oh, con alguien y todos —replicó Gretchen.
—A Gretchen le gusta mi amigo Terry. ¿Recuerdas lo que te dije sobre él? —dijo
Brooke.
Ryan asintió.
331
—No lo hago. Él es un loco viejo —argumentó Gretchen.
—Lo que sea. Te gusta. —Brooke se volvió a Ryan—. ¡Y tiene treinta y seis años!
—Guau, eso es antiguo —bromeó, mirando la cara de Gretchen.
—¡No me gusta! ¡Y treinta y seis no es antiguo! ¿Y cómo esta discusión se volvió
sobre mí? ¡Se supone que estamos discutiendo sobre ti! —exclamó, señalando a
Ryan.
Brooke rió.
—Bien. No te gusta. Pero te aseguro como el infierno que te gusta coquetear con
él.
—Coqueteo con cualquier cosa que tenga dos piernas —dijo Gretchen.
—Eso no es verdad —murmuró Brooke.
Gretchen entrecerró los ojos a Brooke.
—Está bien entonces. Vamos a hablar de lo mucho que estabas enamorada de
Ryan después de tu primera sesión de besuqueo.
Podría haber ido muy mal para Ryan desde que estaba en medio de morder su
hamburguesa, pero desde el poco tiempo que había pasado con Gretchen,
había concluido esperar otro comentario chocante. Él masticó su hamburguesa y
tragó sin incidentes.
—Gretchen —advirtió Brooke.
—Por favor dilo Brooke —dijo Ryan. Le dio un codazo suave, y ella retrocedió.
—Déjalo pasar.
—De ninguna manera —replicó Ryan—. Dime de lo que se trata todo esto.
—De su primera sesión de besuqueo. Y entonces Brooke no podía creer que no
habías besado a una chica en un año, y que estabas todo avergonzado y esas
cosas —explicó Gretchen.
Ryan frunció la nariz.
—Oh sí. Lo recuerdo.
—Gretchen, cállate —dijo Brooke.
Gretchen la ignoró.
—Y acabó emborrachándose en mi casa y quería llamarte y decirte que te
amaba.
—No voy a hablarte, como, en un siglo —replicó Brooke.
332
Ryan se volvió a Brooke y sonrió.
—Podrías haberme llamado. Hubiera estado bien.
El rostro de Brooke se sonrojó.
—No tenía tu número —dijo suavemente—, y de todas formas, Gretchen tomó mi
teléfono.
—Me gustaría poder haber estado ahí para ver eso —dijo Ryan.
—No, no lo hagas —replicó Brooke, ocultando su rostro. Ella era toda tímida otra
vez, al igual que la primera noche que hicieron el amor. Tenía una imperiosa
necesidad de arrojar dinero sobre la mesa, tomar a Brooke y decirle a Gretchen
que la recogería más tarde.
—Creo que sí —pasó Ryan.
—Ella era adorable —dijo Gretchen, y Brooke miró a Ryan rodando sus ojos.
—Me alegro de conocerte Gretchen —dijo Ryan—. Espero que compartas más
de esas historias conmigo en el futuro.
—Oh, planeo hacerlo —replicó Gretchen—. Pasaste la prueba que significa que
eres material de BFF.
—¿Los chicos pueden ser BFF? —preguntó Ryan.
—Claro que pueden —dijo Gretchen.
Ryan asintió y pensó por un momento.
—Bien. ¿Así que todos somos BFF ahora?
Brooke y Gretchen rieron al unísono. Pensó que era gracioso. Él pensó que las
chicas eran divertidas.
—Totalmente —dijo Gretchen.
—Totalmente. —Brooke se hizo eco.

333
Traducido SOS por Steffanie
Corregido por sttefanye
Observé a Brooke mirar a todas partes menos a mí. Es interesante: un minuto era
agresiva —casi una depredadora— y al siguiente actuaba como si nunca hubiera
besado a un chico. Era como si estuviera en un constante estado de confusión. O
tal vez ella tenía doble personalidad. Dios, espero que no. No tengo intenciones
de salir con una lunática.
—Me siento superficial —dijo ella, sentada sobre mi cama. Me senté frente a
ella en mi silla de la computadora. Sabía lo que ocurriría inevitablemente una
vez que me acercara. 334
—¿Por qué?
—Porque estoy tan atraída por ti y no conozco absolutamente nada de ti. ¿Es
solo por cómo te ves? —Me miró, su rostro pintado con una leve desesperación.
Aparentemente ella no quería sentirse atraída a mí solo por como lucía, y ella
esperaba que le dijera que había muchas cosas más entre nosotros. No lo hice.
—¿En serio? —pregunté. Se miró desanimada.
—No, no lo creo. Pienso que hay mucho más, pero no me lo estás diciendo —dijo
ella, sacudiendo la cabeza.
Me froté la mandíbula y pensé por un momento.
—Soy un hermano mayor.
—Ya lo sé. He conocido a Kaylen.
—No. —Reí—. Para el Club de Chicos y Chicas. —Dios, es tan linda.
—Oh, ¿ellos toman a personas tan jóvenes?
—Bueno, realmente no, pero fui bastante insistente. Eso, y que tiré de algunos hilos
—¿Por qué? —preguntó ella. Casi sonaba acusatorio, pero no me ofendí. En vez
de eso me hizo reír.
—Porque estoy tratando de ser mejor persona, Brooke.
Miré su rostro cambiando de confusa a una ligera vergüenza. Ella estaba
pensando en algo privado, así que decidí no preguntarle. Y entonces su actitud
cambio en un instante.
—¿Por qué? ¿Tienes pecados que expiar? —preguntó ella. Sonó trivial y coqueta.
—¿No los tenemos todos? —le dije.
—La mayoría de la gente solo reza —respondió—. Eso no requiere tanto esfuerzo
como el de un voluntario.
Otra vez con la lindura.
—El rezar solo sirve hasta cierto punto, pienso —le dije, riendo, y ella rió. Lo admito
realmente me gustó hacer reír a Brooke, especialmente desde que pude sentir
dolor emanar de ella. Tenía muchas ganas de preguntarle, pero no creo que este
era el momento adecuado. Nosotros estábamos todavía conociéndonos.
Tal vez no sería correcto inmiscuirme en sus oscuros secretos. Nosotros ya
habíamos compartido uno entre nosotros, y confieso que me hizo sentir un
poco vulnerable. Quería ser vulnerable con Brooke. Y lo hice. Solo que no de
esa manera. Al menos no todavía.
—Dime algo sobre tu pequeño hermano —dijo ella, golpeando el espacio vacío a 335
su lado en la cama.
Bueno, aquí va. Y ella me invitó.
—Su nombre es Chester —le contesté, sentándome a la par de ella.
—Bueno, ese no es un nombre —dijo ella, y me reí.
—Bueno, para este chico lo es —dije—. Sería considerado tu típica basura de
chico blanco. Diez años. Una vida hogareña regular. Le doy bastantes clases, lo
llevo a comer pizza. Quiere unirse a los marines cuando crezca, y le pregunté por
qué a los marines y no otra rama de la fuerza militar.
—¿Y?
—Su padre era un marino —le contesté—. Murió hace algunos años.
—Oh —dijo Brooke. Su cara se entristeció, y pensé en aligerarle el humor.
—Es un muy buen chico. Aunque lo regañé, cuando me enteré que tuvo una
pelea en la escuela —dije.
Brooke sonrió.
—Suena como que realmente disfrutas haciendo esto.
—Lo hago. Digo, puede ser cansado, y algunas veces no quiero salir con él, pero
me encanta cuando lo hago porque realmente parece genuinamente feliz de
verme. Lo que más le gusta es patear la pelota de fútbol. Quiere ser un jugador
en la escuela. —La miré mientras pensaba.
—¿Juegas fútbol?
—Solía hacerlo. Me desgarré la pierna el año pasado, así que renuncié. Los
doctores dijeron que podía jugar, pero no quería arriesgarme a dañarla aún más
—dije. Mi mano instintivamente se dirigió a mi rodilla, y la masajeé.
—¿No confías en los doctores? —preguntó Brooke.
—Realmente, no confío en nadie —contesté.
—¿Confías en mí? —preguntó ella. Había tanta esperanza en su voz. Era dulce y
triste al mismo tiempo. Quiero decir, ¿que estaba pensado? A penas la conocía, y
lo dije en voz alta.
—No te conozco.
Nuevamente, su rostro se entristeció.
—Lo sé.
¿Cómo tenía tanto poder sobre sus emociones? Ella probablemente debería
trabajar en eso, no ser afectada por otra persona. Aunque por ahora, creo que
336
podría ayudarla. Y quiero hacerlo.
—Pero sí, lo hago. No sé por qué pero confío en ti —dije. Eso no era del todo
cierto, pero amé la forma en que su rostro se iluminó cuando lo dije.
Me miró fijamente por un momento, y luego rodeó mi cuello con sus brazos, fue
como un amanecer instantáneo, no sé de qué otra forma podría explicarlo. Juro
que el sol ardía más brillantemente, llenando mi cuarto a través de las ventanas
abiertas y sentí un cambio de poder. Así solo un segundo tenía todo el control
sobre sus emociones. Ahora haría cualquier cosa que ella quisiera, con tal que
siguiera tocándome, enterrando su rostro en mi cuello, respirando sobre mi piel en
una silenciosa invitación a besarla.
Y entonces se retrajo abruptamente, y sentí el sol desvanecerse.
—No sé por qué hice eso —dijo ella, su rostro sonrojado.
—¿Hacer qué? ¿Abrazarme? —Estaba confundido. Creí que esta chica estaba
loca por mí. ¿A que estaba jugando?
—No, la otra cosa —dijo ella.
—¿Qué otra cosa?
Me miró confundida.
—¿No lo sentiste?
¿Sentir que? ¿De qué diablos estaba hablando?
—Nada.
—Oh, no, no lo harás —dije—. Dime a que te refieres.
El rosa en sus mejillas se oscureció. Era tan lindo. Todo sobre ella lo era. Sé que lo
sigo diciendo, pero es porque es cierto, era linda. Y quería tirármele encima. Me
preguntaba si estaría de acuerdo con eso.
—Más o menos lamí tu cuello —dijo ella.
Luché por no reír.
—¿Más o menos lamiste mi cuello?
Brooke asintió.
—¿Me vuelve eso rara?
Negué con la cabeza.
—En lo más mínimo. —Quería hacer algo que la impactara, así que me incliné y
recorrí mi lengua desde el inicio de su cuello hasta justo detrás de su oreja.
Gimió y se estremeció.
337
—¿Buen gemido o mal gemido? —susurre en su oído.
—Buen gemido —respiró, y brinqué de la cama. Su expresión era tanto confusa
como excitada.
—Creo que deberíamos jugar algunos videos juegos —sugerí.
Brooke me miró como si me hubiera vuelto loco. No podía evitarlo. Me reí.
—¿No eres de las que juegan?
—Ni siquiera sé cómo sostener el control —gruñó. Esta irritada. Eso era obvio.
Quería ponerse física, eso era bien entendido. Pero ella no sabía lo que había
planeado y sin tan solo fuera paciente y confiera en mí, entonces descubriría que
había planeado darle lo que ella había querido todo este tiempo.
—Te enseño —ofrecí, y encendí mi televisor y el Playstation. Podía sentirla
observándome en lo que comenzaba el juego y me acomodaba en el piso
enfrente de mi cama—. Ven aquí —dije, y la observé bajarse de la cama y
sentarse a mi lado—. No, no ahí. Aquí —dije, apuntando al espacio entre mis
piernas, ella arqueó su ceja y frunció los labios.
Era divertido verla. Como si casi pensara en no hacerlo. Porque era dulce e
inocente, ¿cierto? Sí, como no. No sabía nada sobre el pasado de Brooke pero
en lo más profundo sabía que ella no era virgen, que tenía algo de experiencia
bajo el cinturón. Oh Dios. Ese es el peor juego de palabras en la historia.
Eventualmente se acomodó entre mis piernas, y trate lo más que pude de que no
se me parara inmediatamente. La chica estaba entre mis piernas, ¿de acuerdo?
Se recostó contra mi pecho, y sentí su champú mezclado con el olor de la grasa
del restaurante. Vino directo a mi casa después del trabajo sin bañarse ni
cambiarse. Y estaba agradecido por ello. Me gustaba la forma en que olía. Era
tan “chica de cuello azul,” y me gustaba que su vestido me proyectara un
acceso fácil.
Le entregué el control y coloqué mis manos sobre las de ella, guiándola y
enseñándole sobre cada botón. Me hizo muchas preguntas, repitiendo las mismas
una y otra vez porque no podía memorizarse las funciones de cada botón. En
cierto punto sugirió que el control debería estar etiquetado y le pregunté cómo
se suponía que un jugador viera las etiquetas y la pantalla al mismo tiempo. Me
dio un codazo en las costillas juguetonamente, le besé la frente.
—¿Lista para matar algunos chicos malos? —pregunté.
—Tengo el presentimiento que voy hacer muy mala en estos —dijo ella,
retorciéndose entre mis piernas. Brooke, deja de hacer eso.
—Lo harás bien —dije, y presioné la X en el control por ella. 338
Gritó.
—Te gusta hacer eso —dije, observándola morir en los primeros segundos.
—¿Qué es este juego? —preguntó con miedo de comenzar otra ronda. La
observé poner su dedo sobre la X.
—Oh, Brooke. Eres toda una niña. Es Call of Duty. Un juego malditamente
asombroso —dije.
—Da miedo —contestó—. No creo…
—Lo estás haciendo bien —le aseguré. Solo sigue con el juego, Brooke. ¡Tengo
cosas que hacer!
La miré comenzar otro juego y morir rápidamente en los primeros cinco segundos.
Pero lo intentó otra vez. Y otra vez. Y repentinamente estaba completamente
concentrada. Ni siquiera tomó mucho tiempo, me encantaba ver lo competitiva
que era. Nunca la había visto así, y eso me excitaba mucho.
—¡Toma eso, perra! —gritó cuando mató a su primer enemigo. No pude evitar reír.
Era adorable.
Se sintió natural el poner mis manos en sus muslos. Se sintió aún más natural el
extenderlas un poco y ella no se resistió. Quería mi mano entre sus piernas más
que nada. Sentí mi cuerpo excitarse por ello, mi corazón palpitaba, la
testosterona surgía a través de mis miembros. Pero también sabía cómo
controlarla. Sip, esto iba a tratarse de mí, pero quería que pensara que se trataba
de ella.
Brooke bajó el control.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunté, haciendo llover besos sobre su cuello.
—No me puedo concentrar —dijo ella. Pensé que quizás era por mis besos, así
que me detuve.
—Toma el control, Brooke —ordené—, y juega tu juego.
Creo que soy un tipo fácil de llevar. Soy respetuoso y precavido. Me tomo mi
tiempo. Pero debo admitir que algo cambia en mí cuando soy íntimo con una
chica. Me vuelvo un poco controlador. No mentiré. Me gusta. Me gusta el poder.
Me gusta ver a una chica doblarse a mi voluntad y no porque quiera dominarla
en una mala manera. Nunca le haría a una chica algo que no quisiera es solo
que sé que si ella se permite confiar en mí, disfrutara lo que quiero darle.
Ese sentimiento fue multiplicado un millón de veces mientras Brooke, se sentaba
entre mis piernas, porque Brooke no se parecía a ninguna de las chicas en mi
pasado. Quería voltearla de adentro hacia fuera, hacerla únicamente mía,
aun cuando eso me asustaba hasta la mierda. Aunque no dejaré que ella lo
339
sepa. Quería que escuchara mi confianza, y quería que hiciera lo que yo decía.
Tomó el control sin decir una palabra y comenzó otro juego. Recorrí mis manos
hacia arriba y al interior de sus muslos, empujando su vestido alrededor de su
cintura, la sentí temblar un poco. No sé si son los nervios o es excitación sexual. Tal
vez ambos. No me importaba en este momento. Estaba demasiado interesado en
sus bragas, si ella me dejaría tocarlas.
Deslicé mi mano alrededor de su muslo derecho y recorrí mis dedos entre sus
bragas justos entre sus piernas. Y aquí estaba el momento en que tenía que tomar
una decisión. ¿Le arrebataba el control de sus manos y la empujaba al suelo? ¿O
sigo jugando con ella, mi juego, mientras ella sigue con el de ella? Pensé que
seguir con el juego sería más tortuoso, de que podría conseguir mucha más
diversión con eso, así que alejé esa necesidad primaria de follarla en el piso de mi
cuarto. Y escogí mirar la televisión y darle tips. Ella estaba luchando y me
gustaba.
Deslicé mi mano debajo de sus bragas y toqué el cielo. El cielo no es luz brillante y
suaves nubes y ángeles cantando. El cielo es cálido y suave, secreto y oscuro. El
cielo es húmedo y deseoso. Así que pensé en darle lo que ella quería. La toqué
gentilmente refrenándome de deslizar mi dedo dentro de ella, y vi como su
jugador explotó en pedazos.
—Intenta de nuevo —susurré en su oído.
—No quiero —lloriqueó frustrada.
—Brooklyn, inténtalo de nuevo —dije. Pensé que si decía su nombre completo ella
sabría que hablaba en serio. Y así era. Yo no estaba jugando. Estaba a punto de
mostrarle lo explosivo que podía ser jugar Call of Duty.
Obedeció y comenzó otro juego. No perdí el tiempo. Deslicé mi dedo dentro de
ella, sintiendo lo que debe ser el centro del cielo, completa y toda divinidad, y la
acaricié hasta que su jugador volvió a morir. No creo que a este punto siquiera lo
estuviera intentando.
—Realmente soy mala en esto —respiró. Me gusta el sonido de su voz, como si se
hubiera vuelto una mujer fatal aunque ella no estaba haciéndome nada a mí.
No, eso no era cierto. Me estaba haciendo algo. Me estaba volviendo
malditamente loco.
—No es así —dije, sintiendo como se humedecía más. Su cabeza cayó sobre mi
hombro—. No Brooklyn. Toma el control e inténtalo de nuevo.
—¡Ryan! —gritó ella, y alejé mi mano. Lo sé. Estaba siendo monstruosamente
injusto. Y no me importaba porque la tenía justo donde la quería.
—Sigue con tu juego, Brooklyn —dije, acomodándome tras ella. No hay manera 340
que ella no haya sentido lo duro que estaba.
Sabía el trato. Si no recogía ese control entonces yo no seguiría follándomela con
los dedos. Sip, eso es algo grosero. Pero es la verdad. Y Brooke quería mi mano
sobre ella. Lo sabía porque no me luchó mucho. Y no se dio la vuelta y se subió
encima de mí. Nop. Quería que yo hiciera todo el trabajo, y estaba más que
dispuesto, pero ella no conseguiría nada, si no intentaba al menos seguir el juego.
Tomó el control y comenzó nuevamente. Deslicé mi dedo dentro de sus bragas
una vez más y continúe acariciándola. Tenía que concedérselo. Ella lo intentaba.
Realmente lo hacía, y era excitante escuchar sus suaves gritos y gemidos.
Mezclarse con los disparos y las maldiciones en la televisión. Mi exploración se
volvió más rítmica, no quería hacerla sufrir demasiado tiempo así que me
concentré hasta que encontré el punto al cual ella parecía responder más y lo
froté incesantemente. Sentí su cuerpo doblegarse, sus piernas comenzaron a
temblar, la inevitable construcción de algo delirante y delicioso. ¡Dios, qué no
haría con tal de tener mi boca sobre ella! Siguió dándomelo, como una fuente, y
todo lo que podía pensar era en cómo sabía ella.
Y entonces gritó, golpeando su cabeza contra mi hombro, y un gran crescendo
de su voz se mezcló con los rápidos disparos. Los disparos se detuvieron
abruptamente; su grito disminuyó, se dejó caer contra mi pecho, dejando su
cabeza descansar contra mi hombro, y respiró profundo en un esfuerzo de dejar
de temblar.
Estaba callada mientras saqué mi mano debajo de sus bragas. Mis dedos estaban
cubiertos con ella, y se sintió natural llevarlos hasta mis labios.
—Eres la cosa más hermosa que he visto —dije y la probé en mis dedos. Diablos.
Diablos. De nuevo surgió esa necesidad primordial. Una sobre carga de
testosterona. Quería follarme a esta chica justo en este momento. Quiero
follármela hasta que viera estrellas.
—Estoy avergonzada. —Escuché su voz a lo lejos y traté desesperadamente de
controlarme.
—¿Por qué? —pregunté.
—Creo que soné como una loca.
Sonreí.
—No. No como una loca. Sino perfecta —dije. Me incliné y besé su mejilla. Oh,
qué diablos. Iba a decirlo—.Por cierto sabes delicioso, realmente, exquisita.
Pensé que saldría corriendo por la vergüenza pero no lo hizo, se dio la vuelta y
metió las piernas debajo de ella, sonriéndome.
—Exquisita, ¿dices?
341
Asentí, sintiendo un extraño adormecimiento. No me había venido, pero pensé
que había trabajado bastante justo ahora que no había sido un mal trabajo. Lo
haría de nuevo en un instante, pero era trabajo aun así. No es como si el cuerpo
de todas las chicas es el mismo. Tuve que aprender sobre el cuerpo de Brooke por
primera vez el día de hoy, los lugares que le gusta que la toquen.
—Creo que me gusta jugar video juegos —dijo Brooke.
—Oh, en serio, ¿huh?
Asintió y miró a mi regazo. ¿Que pretendía?
—Creo que tú deberías jugar la siguiente ronda —sugirió ella, y su mano se dirigió
a mi cinturón y súbitamente, tuve que tomar otra gran decisión: dejar que Brooke
me tocara o darle tiempo. Quería que me tocara. Mi cuerpo lo deseaba a gritos.
Pero sabía que no era el momento adecuado. Probablemente habíamos ido
demasiado lejos, demasiado rápido así como estaban las cosas.
Negué y la miré fruncir el ceño.
—Eres nueva en los video juegos, Brooke —dije. Ni siquiera trataría de esconder la
reluctante resignación en mi voz, pero sabía que estaba haciendo lo correcto—.
Vamos a llevarlo poco a poco.
Hizo una pausa antes de hablar.
—De acuerdo, ¿pero acaso no hace la practica la perfección?
Tan linda. Es tan malditamente linda.
—En dosis pequeñas —contesté.
Yo también podía ser lindo.

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Traducido por Vettina

Corregido por sttefanye

Querido lector:
He luchado por un tiempo si quería o no incluir una carta al final de este libro
explicando la escena de violación en el Capítulo Veinte. Entiendo que algunos
lectores tendrán fuertes —incluso molestas— reacciones al orgasmo de Brooke, y
decidí que era necesario explicar mi investigación sobre orgasmos involuntarios
durante la violación. Desafortunadamente no hay mucha, y la que hay es
conflictiva. Muchos especulan que esto es debido a que las mujeres están
avergonzadas de admitirlo. Como la enfermera le explica a Brooke, las mujeres
sienten que cuestiona la validez de sus violaciones o demuestra su deseo a ser
violadas. Es por eso que en la poca información que encontré, estadísticas
muestran en cualquier lugar de cinco a veintiún por ciento de las mujeres
experimentan orgasmos durante la violación. Es un rango amplio.
Entiendo que este es un tema controversial. He leído discusiones que los orgasmos
343
involuntarios son falsos, y que las mujeres deben estar involucradas
emocionalmente en el sexo para alcanzar el orgasmo. He leído discusiones de
psiquiatras que los orgasmos involuntarios durante la violación ocurren debido a la
disposición genética de las mujeres de hace millones de años de querer ser
dominadas. He leído literatura por médicos explicando que la parte del cerebro
que provoca los orgasmos es la parte que contrala respuestas involuntarias, por lo
que los orgasmos pueden en realidad ocurrir por separado de la voluntad de una
mujer. Drogas, puntos G hipersensibles, adrenalina, y miedo han sido todos
discutidos en ayudar a las orgasmos involuntarios. Personalmente, siempre
confiaré en la ciencia sobre la especulación, y la ciencia sostiene la validez de
orgasmos involuntarios.
Los animo a hacer su propia investigación sobre el tema, pero decidí incluir un
orgasmo durante la violación en mi libro porque no se habla de eso, y creo que se
necesita hacer. Dudé en decir que lo incluí para enseñarles algo. Le dije a mi
editor que nunca tuve la intención de contar una historia que enseñara una
lección, porque las historias, por su naturaleza inherente, enseñarán una lección
de cualquier manera. Es la lección que tú, como lector, decides aprender; no la
que estoy empujando por tu garganta.
Realmente no animo a ninguna víctima de violación o agresión sexual a leer este
libro, pero si lo has hecho y necesitas ayuda, por favor habla con alguien. La línea
directa del Centro de Crisis de Violaciones está abierta 24 horas al día: 210.349.
72733.
No te quedes en silencio como los personajes en mi libro. Habla. Busca ayuda.
Comienza a sanar.
Con Amor,
Summer.

344
S. Walden solía enseñar inglés
antes de tomar la mejor decisión de
su vida y convertirse en una
escritora a tiempo completo. Vive en
Georgia con su comprensivo marido
quien prefiere los libros de física
sobre la ficción y le es difícil
comprender por qué sus personajes
deben tener defectos de
personalidad. Ella no se fía de los
niños pequeños, por lo que tiene
un Westie en su lugar. Sus
sueños incluyen la cría de pollos
y poseer y operar un hotel junto a
la playa en la Costa del Golfo (pollos 345
incluidos). Cuando no está escribiendo, está pensando en ello.

Ama a sus fans y le encanta tener noticias de ellos. Ya sea por correo electrónico
a swaldenauthor@hotmail.com o por su blog en:

http://swaldenauthor.blogspot.com donde puedes obtener información


actualizada sobre sus proyectos actuales.

Facebook: www.facebook.com / swaldenauthor


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