Está en la página 1de 73

FAZE

UNA HISTORIA CORTA DE HALLOWEEN

DE LOS CHICOS DE ROSEWOOD HIGH


TRACY LORRAINE
ÍNDICE

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once

Acerca del Autor


Copyright © 2022 por Tracy Lorraine
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Editado por My Brother’s Editor
Traducido por Sirena Audiobooks Production LLC.
CAPÍTULO UNO
ASHTON

M irando alrededor de la lujosa casa que nunca he querido visitar, ira


corre por mis venas.
Este es el último lugar del mundo en el que querría estar.
Debería estar en casa, en el departamento de mierda en el que vivimos
mamá y yo en Seattle, pero no es así. Estoy en su casa, la del idiota que nos
arruinó la vida a ambos.
Han pasado más de cinco años desde que se marchó, dejándonos sin
nada, solo el sabor amargo de su traición.
Mamá dijo que estaba bien, que era lo mejor. Pero es pura mierda. Ha
intentado hacerse la valiente, ha intentado convencerme de que su relación
realmente había terminado y que él no destrozó todas sus esperanzas y
sueños para el futuro.
Sin embargo, la conozco mejor de lo que cree. Veo las sombras en sus
ojos. La frialdad, la soledad, que empezaron después de que él se fue.
Tampoco se me escapa la cantidad de botellas que se depositan
semanalmente en nuestro contenedor de reciclaje. Parece que se multiplican
semana tras semana, y no tengo ni puta idea de cómo ayudarla.
Que me volvieran a suspender de la escuela por pelearme
probablemente no era lo mejor para ayudar la situación, pero ese idiota se lo
tenía merecido desde hace mucho tiempo.
Pienso en el maldito Jonathon Parker y en cómo nos miraba a todos con
desprecio como si él fuera algo jodidamente especial.
Vuelvo a apretar los puños como si lo tuviera cerca como para tocarlo.
Si pudiera acabar con él otra vez, lo haría.
Mis nudillos lastimados se abren, la punzada de dolor me recuerda que
no necesito saber dónde estoy ahora.
Me había pedido una y otra vez a lo largo de los años que viniera a
visitar su nuevo hogar, su nueva familia. No obstante, siempre me negué.
No tenía ningún interés en conocer a la zorra que lo alejó de nosotros ni a la
chica para la que él hacía de papá mientras se olvidó casi por completo de
que yo existía.
Me rechinan los dientes al pensar en todo lo que perdí el día que se
marchó. Mi maldito mejor amigo. Eso es lo que perdí.
Sin embargo, esta vez fue diferente. No fue él quien me pidió que
viniera. Fue mamá. Y por mucho que quise negarme a su petición, no podía.
Una mirada a sus ojos cansados y estresados y supe que necesitaba el
descanso probablemente tanto como yo.
No se lo he hecho fácil en los últimos años. Me han suspendido más
veces de las que puedo recordar. Llevo meses con mi última advertencia en
esa escuela de mierda, pero el director es un puto idiota, así que dudo que
me eche. Le daría demasiado papeleo que hacer, y todos sabemos cuánto
odia hacer cualquier trabajo real.
—Por favor, Ash. Ve y pasa la semana con él. Despeja tu mente. Puede
ser un nuevo comienzo cuando vuelvas. —Sus palabras resuenan en mi
mente como si estuviera a mi lado teniendo está conversación.
No podía decirle que no. Nunca he podido. Habiendo experimentado
cuánto daño él le causó. Odiaría hacer lo mismo. Sé que soy una decepción
constante para ella, pero no importa cuanto trate de no serlo, aún así,
sucede.
Mi temperamento siempre saca lo peor de mí. Mi odio saca lo peor de
mí. Mi furia saca lo peor de mí. Es justo que así sea. Es mi nombre, después
de todo. Lo único que me une al hombre que pasa sus días bajo este techo.
El perfecto hogar americano. Con un porche enorme, la enorme cocina
con una isla en el centro, el jardín inmaculado y la piscina reluciente. Está
lejísimos de parecerse al lugar que mamá y yo llamamos hogar ahora.
Estoy junto a la ventana esperando a que llegue. Lisa, mi madrastra, me
dijo entusiasmada que podía esperarla en cualquier momento antes de que
ella y papá desaparecieran poco después de recogerme del aeropuerto.
Estoy deseando conocer a mi hermanastra. Ha pasado mucho tiempo, eso es
seguro.
He visto alguna que otra foto de ella cuando necesitaba torturarme y
miraba su Facebook. Cada vez lo único que ha hecho es aumentar la rabia
que vive dentro de mí al ver imágenes de ellos juntos jugando a ser una
familia feliz.
Debería estar haciendo eso con nosotros. Su verdadera familia. No con
sus sustitutos.
Me rechinan los dientes justo cuando un pequeño auto azul se detiene
frente a la casa.
Me inclino un poco hacia la ventana, intentando verla mejor antes de
que estemos cara a cara. Necesito conocerla mejor, intentar trazar una
estrategia.
No sé nada de ella, además del hecho de que contribuyó a arruinar mi
vida. Que él la eligió a ella y a su madre antes que a mí y a la mía. Su hijo y
su esposa. Aquellos cuyas mejores intenciones debería haber tenido en el
corazón.
Decepción llena mi estómago cuando ella no sale inmediatamente del
auto. En lugar de eso, mira hacia abajo, supongo que a su teléfono.
Al cabo de unos minutos, levanta la vista hacia la casa y suelta un largo
suspiro.
¿Está nerviosa? ¿Inquieta por conocerme?
Si no lo está, debería estarlo.
Esta casa, que supongo que es su santuario, su hogar, está a punto de
convertirse en el lugar de sus pesadillas porque mi querida hermanastra
nunca ha conocido a alguien como yo, lo puedo garantizar.
Después de lo que parece una eternidad, abre la puerta y un par de
piernas emergen antes de que ella se ponga de pie.
Su cabeza apenas se asoma por encima de la puerta. Es tan pequeña, tan
quebradiza. Froto mis manos mientras el plan para mi estancia aquí flota en
mi cabeza.
«Arruinaste mi vida, estoy a punto de poner la tuya de cabeza, hijo de
puta».
En cuanto cierra la puerta, una sonrisa se dibuja en la comisura de mis
labios.
Lleva puestos un par de shorts de lo más pequeños, que imagino tienen
el corte alto por su trasero, y un crop top que deja ver su diminuta cintura y
sus tetas enormes.
Sí, definitivamente tiene algo con lo que puedo trabajar.
Me dirijo al otro lado de la habitación y espero escondido a que entre.
Lo hace rápidamente, pero no salgo de mi escondite hasta que escucho
su bolso golpear la mesa.
CAPÍTULO DOS
RUBY

M iro fijamente hacia la casa y exhalo un largo suspiro, esperando que


se calmen los nervios que revolotean en mi estómago.
Ashton está adentro.
No sabía que iba a venir, aunque no creo que alguien lo supiera hasta
hace unas horas.
Puede que mamá y Stephen lleven años juntos, incluso casados, pero yo
nunca he conocido a mi escurridizo hermanastro.
La tensa relación entre él y Stephen no es un secreto, su decisión de no
asistir a la boda fue solo la punta del iceberg.
Lo que no sé es por qué. Por qué odia tanto a su padre. Stephen es un
buen hombre. Quiero decir, no es mi padre, nadie podría reemplazarlo, sin
embargo, en cuanto a padrastros, me considero muy afortunada.
Pero eso podría estar a punto de cambiar.
Respiro aire profundamente y con suerte también algo de confianza,
abro la puerta y me dirijo a la casa.
Me duelen los músculos por el duro entrenamiento al que Chelsea nos
acaba de someter. Aunque me encantó. Me gusta el dolor, saber que me
esforcé.
He querido pertenecer al equipo desde que tengo uso de razón. El día
que anunciaron que me aceptaron fue uno de los mejores de mi vida. Estoy
decidida a demostrar lo que valgo en los próximos meses, quiero
demostrarle a las de último año que soy tan buena como ellas, que hicieron
bien en elegirme, que no las defraudaré.
Echandome mi bolso al hombro y abrazando fuertemente un par de
libros contra mi pecho me dirijo hacia la casa.
Está en silencio cuando entro y me pregunto si está aquí.
Necesitando comer algo antes de empezar con mi tarea, dejo caer mi
bolso en la mesa del pasillo y doy un paso hacia la cocina, pero cuando lo
hago, una figura oscura sale de la sala.
El corazón se me desploma y un grito enorme sale de mi garganta.
Debería correr, salir de la casa tan rápido como entré, mas mi cuerpo no
responde a mis instrucciones. Se congela mientras mis extremidades
tiemblan de miedo y mi visión se nubla.
Lo único que veo es la figura que tengo adelante, vestida de negro de
los pies a la cabeza y con la capucha oscureciéndole el rostro.
Mientras la sangre me corre por los oídos y el corazón me late como un
maldito tambor, levanta la cabeza.
Lo primero que veo son sus labios con una sonrisa de satisfacción, pero
eso es suficiente para saber de quién se trata.
—¿Qué diablos pasa contigo? —exclamo, mi voz me traiciona y
tiembla ligeramente con cada palabra.
Da un paso hacia mí y se baja la capucha.
Sus ojos oscuros, casi negros como la tinta, se clavan en los míos y un
escalofrío me recorre la espalda. Su olor me llega a la nariz y mierda, se me
hace agua la boca.
Maldito sea.
Aparto los ojos de los suyos y observo el resto de su cara, una cara que
solo he visto en algunas fotos.
Tiene la nariz ligeramente torcida, una cicatriz en la mejilla y la
mandíbula afilada, más afilada de lo que debería permitirse en alguien que
es claramente un completo imbécil, pero nada de eso capta realmente mi
atención, son sus labios los que me hipnotizan. Son carnosos, casi
demasiado carnosos para un chico. Apuesto a que besa muy bien.
No es hasta que hunde los dientes en el inferior que consigo sacudirme
los pensamientos locos de mi cabeza y vuelvo a mirarlo a los ojos.
Cierra aún más el espacio entre nosotros.
Tengo la cabeza hecha un lío después de haber estado a punto de sufrir
un infarto, no obstante, por mucho que me distraigan sus labios, mi lado
más sensato se hace escuchar y doy un gran paso atrás, pero cuando lo
hago, mi espalda golpea contra la pared, deteniendo mi retirada.
Sus labios se tuercen en una sonrisa, sabiendo que me tiene.
—¿Qué quieres, Ashton?
Lo intento de nuevo, hartándome rápidamente de su trato tenebroso,
melancólico y silencioso. Sus ojos recorren mi cara una vez más.
—Necesito las llaves de tu auto.
—Vete al infierno.
Sus ojos se abren de par en par ante mi negativa. ¿De verdad esperaba
que me doblegara y se las entregara?
Una carcajada sale de sus labios, baja, sin gracia, incluso malvada, y
hace que algo en mi estómago se retuerza de miedo.
¿Es así como actúan los asesinos justo antes de acabar con tu
sufrimiento?
—Las llaves, pequeña. —Extiende su mano, pero mi única reacción es
levantar una ceja e inclinar mi barbilla en señal de desafío.
—¿Pequeña? ¡Jódete, Ashton!
Empujo para moverme alrededor de él, aunque no me lo permite. Su
gran mano se posa en mi hombro y me empuja hacia donde estaba.
—Aw. —Me quejo cuando mi hombro choca contra la pared.
Sus ojos recorren todo mi cuerpo y de repente deseo haberme cambiado
después del entrenamiento. Me siento desnuda bajo su mirada en mi
diminuta ropa de deportiva.
—¿De verdad quieres jugar a este juego, pequeña?
—No soy una niña, Ashton. Soy unos meses más joven que tú, supéralo.
—Ya veo. —Sus ojos se clavan en mi pecho. Por mucho que quiera
cubrirme, no quiero que piense que su actitud de imbécil me afecta en
absoluto.
Sus ojos se levantan una vez más y algo crepita entre nosotros. ¿Odio?
Tiene que ser porque no puede ser otra cosa. Este tipo es un imbécil de
proporciones épicas.
¿Quién se cree que es para pararse aquí y exigir que le de las llaves de
mi auto como si fuera el dueño de este lugar?
Llevamos casi cuatro años viviendo en esta casa y ni una sola vez ha
hecho el esfuerzo de venir a visitarnos, de pasar tiempo con su padre y de
conocer a su nueva familia.
Realmente no puedo decir que estoy tan decepcionada si este es el tipo
de persona que es. No me extraña que Stephen nunca se haya esforzado
mucho en visitar a su único hijo.
—¿Te importa? Tengo cosas que hacer que no implican pasar el rato en
el pasillo contigo.
Me trago mis nervios cuando sus manos se posan a ambos lados de mi
cabeza, enjaulándome.
—Dame tus llaves y podrás seguir con tu patética vida.
—¡Eres un cretino! —escupo, agachándome bajo su brazo y corriendo
por un lado.
Puede que haya escapado, pero en cuanto voltea y se da cuenta de que
miro directamente a mi bolso, se mueve.
Los dos nos lanzamos por él al mismo tiempo, pero como no es un
enano, se me adelanta.
—Ashton —advierto en voz baja.
Me mira un instante antes de abrirlo y buscar dentro.
Me quedo parada con mis manos en la cintura, sintiéndome totalmente
abusada. Diría algo, pero creo que a estas alturas probablemente caería a
oídos sordos. Está claro que a Ashton le importo una mierda, o cualquier
cosa, con tal de salirse con la suya.
Cuanto antes se vaya a la mierda con su madre en Seattle, mejor.
Con una amplia sonrisa que deja al descubierto una dentadura blanca y
perfectamente recta, idiota, agita mis llaves en el aire.
—¿Ves? No fue tan difícil, ¿verdad?
—Eres un imbécil.
—Me han dicho cosas peores, pequeña. Me largo de aquí.
—No dejes que la puerta te golpee en el trasero al salir. —Se va con el
sonido de su risita divertida llenando el pasillo—. ¡Argh! —grito en cuanto
sé que ha desaparecido.
Llevo años queriendo conocer a mi hermanastro. Ahora me pregunto
por qué si quiera pense en él.
Ashton Fury es un imbécil y creo que Stephen podría estar mejor sin él.
«Solo se quedará unos días. Solo unos días», me digo mientras recojo
mi bolso y me dirijo a la cocina.
CAPÍTULO TRES
ASTHON

O dio las redes sociales. Todos los idiotas que publican cualquier tontería
sobre sus vidas que a nadie le importan una mierda. Aunque le dan me
gusta a cada post solo para que parezca que les importa.
Puras mentiras.
Sin embargo, dicho esto, es el lugar perfecto para encontrar exactamente
lo que necesito.
Mientras pongo la dirección en el GPS, casi espero que salga corriendo
de la casa para intentar sacarme a rastras de su auto. Sin embargo, cuando
echo un vistazo a la puerta principal, la encuentro cerrada tal y como la
dejé.
No sabía qué esperar de mi hermanastra. Lo único que sabía era su
nombre y su edad. Obviamente, tenía esperanzas de que no fuera una
completa perdedora, pero solo podría haber deseado el ardiente cuerpecito
que salió de este mismo auto hace rato.
Me gusta su lado agresivo. Si no la odiara, podría pensar que es lindo.
Solo hay una cosa que siento hacia mi hermanastra. Indignación.
Ha vivido una vida perfecta aquí con mi padre y la zorra de su madre,
mientras mamá y yo fuimos olvidados.
Mis nudillos se me ponen blancos y se me parten de nuevo con la fuerza
con la que agarro el volante mientras salgo en reversa de la entrada.
La dirección que me dieron en Internet parece estar justo en la otra
punta de la ciudad. Menos mal que tiene un tanque de gasolina lleno. Me
habría enfurecido mucho tener que gastarme el poco dinero que tengo en
gasolina en lugar de en algo que me ayude a pasar los próximos días.
El tipo con el que había quedado de verme me estaba esperando en el
estacionamiento desertico que me había indicado y, tras poco alboroto, me
dirijo de regreso hacia la casa en la que no quiero estar.
Aún no hay más autos en la entrada, aunque no me sorprende. Papá dijo
que estarían fuera casi toda la noche. Alguna tontería sobre ir a un club de
golf local o algo así. No puedo decir que estuviera escuchando. Tomé el
dinero que me ofreció, asentí con la cabeza cuando me sugirió que pidiera
comida a domicilio y le di la espalda.
No quería que se hiciera la ilusión de que realmente quería estar aquí.
Que había venido porque pensaba que su sugerencia era una buena idea. Ni
de broma, carajo. Si hubiera pensado que venir de visita sería divertido, lo
habría hecho hace años.
Todo lo que estaba haciendo era tratar de hacerle la vida más fácil a
mamá. Si estar lejos por un tiempo le daba espacio para respirar, entonces lo
haría de buena gana.
Cualquier cosa por ella. La mujer que ha dado toda su vida para
cuidarme, para darme todo lo que necesito. No es como si el imbécil de esta
casa haya ayudado desde el día en que se marchó y nos dejó tirados.
Miro fijamente hacia la casa, preguntándome si me habrá oído volver y
estará esperandome con un cuchillo de cocina en la mano. ¿O se estará
escondiendo? Curiosamente, esa idea me atrae más.
La afecté antes, lo sé. Casi quiero verla intentando ignorarme,
intentando fingir que no estoy aquí, que no la estoy volviendo loca. Hará
este juego mucho más entretenido para mí.
Tengo toda la intención de que esta sea mi primera y última visita aquí.
Mi plan es pasar el año, graduarme... tal vez, y luego conseguir un trabajo.
Quiero empezar a ganar dinero de verdad para que mamá y yo podamos
tener una casa mejor, con calefacción que realmente funcione en invierno y
aire acondicionado en verano. Quiero poder mirar al menos por una ventana
y no directamente al departamento de alguna otra escoria.
Con un suspiro, salgo del auto con mi compra haciéndome un agujero
en el bolsillo. Estoy más que listo para relajarme y aprovechar al máximo la
cama tamaño queen en lugar de la individual a la que estoy acostumbrado.
La casa está maravillosamente en silencio mientras me dirijo a la cocina
para tomar algo de comida y subo las escaleras hasta la habitación a la que
me llevó papá después de recogerme del aeropuerto.
No pude evitar sonreír cuando descubrí que me puso justo al lado de su
preciosa Ruby. Pasé todo el recorrido de la casa teniendo fotos felices y
sonrientes de los tres restregándome en la cara. Cualquiera que no estuviera
al tanto pensaría que son la pequeña familia perfecta. A la mierda las vidas
anteriores de nuestros padres, a los que abandonaron. Hace tiempo que han
sido olvidados y esto era lo único que les importaba.
Entrando a mi habitación provisional, cierro la puerta de una patada
antes de quitarme los zapatos, abrir la ventana y tirarme en la cama.
Saco la bolsita de hierba, mi encendedor y el teléfono de mi bolsillo y
me pongo cómodo.
Después de volver a poner mi música, me dispongo a preparar mi
primer cigarrillo.
Se me hace agua la boca por probarlo, algo que haga este infierno
mucho más soportable.
La primera calada me da exactamente donde lo necesitaba. Aspiro
profundamente y retengo el humo en mis pulmones hasta que empieza a
quemar.
¡Sí, carajo!
Me deslizo un poco por la cama y le doy una calada tras otra, sin
importarme un demonio que esta sea su casa. No me dio ninguna regla, así
que lo tomo como que no hay ninguna.
Estoy a punto de levantarme de la cama con la necesidad de encontrar el
gabinete de licores de ese hijo de puta cuando la puerta de mi habitación se
abre de golpe.
Parece que esta noche se acaba de poner interesante.
CAPÍTULO CUATRO
RUBY

T odavía estoy furiosa por nuestra interacción anterior y por el hecho de


que me robara mi maldito auto mientras estoy acostada en mi cama
horas después, con mis AirPods puestos y mi música, intentando
sacarme de mis propios pensamientos mientras intento enfocarme en lo que
debería estar haciendo. Lamentablemente, lo único que estoy haciendo en
realidad es repetir nuestra breve interacción.
No debería intrigarme como lo hace. Especialmente después de la forma
en que me habló, la forma en que actuó. La forma en que invadió mi
privacidad al husmear en mi bolso como si fuera el dueño.
Stephen no ha dicho más que cosas buenas de su exesposa, así que me
cuesta creer que ella lo haya educado para ser un idiota tan arrogante y
egoísta.
Mis dedos aprietan el lápiz que sostengo hasta que me preocupa que
esté a punto de partirse por la mitad.
«Son solo unos cuantos días. Solo unos días».
No me extraña que lo hayan expulsado de la escuela si se comporta así
en un día normal. Me pregunto qué habrá hecho.
Mis pensamientos inapropiados sobre el chico que ocupa la habitación
de al lado se ven frustrados cuando la vibración de la puerta de la entrada
cerrandose me golpea.
Me siento erguida y me quito uno de los AirPods de la oreja para
escuchar lo que pueda estar haciendo.
Después de unos minutos, el sonido de sus pasos subiendo las escaleras
hace que mi corazón lata más rápido de lo que debería.
No debería importarme que esté en casa. Solo debería alegrarme que
haya vuelto con mi auto, intacto, con un poco de suerte.
Afortunadamente, no llega hasta mi puerta, suponiendo que sepa cuál es
mi habitación, claro. En su lugar, otra puerta se cierra mientras él se
encierra en su recámara.
«Bien. Y espero que te quedes ahí». Tengo toda la intención de
esconderme aquí hasta que tenga que salir.
Por desgracia, su horrible música empieza casi de inmediato, lo que
hace que mi irritación suba como la espuma.
La idea de empacar una maleta e irme a vivir con Harley unos días pasa
por mi cabeza. A su mamá no le importaría, si es que está allí. Podría
inventar una historia de que Harley necesita compañía y mamá ni se
inmutaría.
Es una idea sólida. Me alejaría de esta casa, y más importante, de él.
Entonces, ¿por qué no hago ningún intento por empacar e irme tan rápido
como pueda?
Parece que soy masoquista porque hay una gran parte de mí que quiere
saber más sobre mi furioso hermanastro. Quiero saber por qué se comportó
como lo hizo hace rato. Me cuesta creer que sea porque está aquí. Stephen
dijo que estuvo felizmente de acuerdo después de que se hizo la sugerencia.
Lo pienso un momento. No puede ser cierto. Se negó cada vez que
Stephen trató de que viniera de visita. ¿Por qué está aquí ahora? ¿Y por qué
estaba aparentemente tan contento de venir?
Mis pensamientos se detienen cuando un olor familiar llega a mi nariz.
¿Quién demonios esta fumando hierba afuera de mi casa? Si Harley y
Poppy vinieron para tener una fiesta improvisada, estaré menos que
impresionada después de haberles dicho expresamente que venía a casa a
ponerme al corriente con mi tarea.
Me levanto de la cama, me acerco a la ventana y miro hacia abajo.
Espero encontrar a las chicas merodeando por la parte trasera de la casa,
intentando que no las atrapen y ahogando sus risas. Pero no me encuentro
con nada de eso, porque no hay nadie.
Aprieto mis puños cuando me doy cuenta de lo que pasa.
Sin pensarlo, salgo corriendo de mi habitación y me dirijo hacia su
puerta cerrada. Es imposible que sepa que estoy a punto de entrar con el
volumen de su música. Probablemente, la mitad de la calle no puede ni
oírse a sí misma.
Abro la puerta, entro y, a pesar de que la ventana está abierta, siento el
fuerte olor a mariguana, que me hace toser.
Apoyando mis manos en la cintura, espero apenas adentro de su
habitación a que abra los ojos y me vea.
Pasan largos segundos mientras él sigue echando repetidos anillos de
humo en la habitación.
Estoy a punto de marchar hacia él y arrancarle el cigarrillo de los dedos
cuando se sienta.
Se me corta la respiración mientras me preparo para que me mire. Pero
cuando lo hace, me doy cuenta de que ninguna cantidad de tiempo me
habría preparado para volver a mirar esos ojos oscuros y fríos.
Una sonrisa se dibuja en un lado de sus labios mientras recorre todo mi
cuerpo con su mirada. Siento un hormigueo a su paso y, cuando mis
pezones se endurecen bajo su mirada, recuerdo que solo llevo puesta una
camiseta delgada sin mangas y unos shorts para dormir.
Maldición. Que se joda él y sus idioteces.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho en un intento de ocultar lo que mi
ropa hace un mal trabajo en ocultar, arqueo mi cadera y espero a que
termine.
—¿Ya casi terminas? —Me burlo cuando sus ojos vuelven a encontrar
los míos.
Se levanta, pasandose la mano por su cabello oscuro apartandoselo de la
frente mientras con la otra sigue sujetando su cigarrillo.
—Oh, pequeña. Ni siquiera he comenzado.
Trago saliva y me enderezo, dispuesta a enfrentarme a él de nuevo.
—En esta casa no se fuma. De ningún tipo.
—Ah, ¿sí? —pregunta, dando una calada y echándome el humo en la
cara.
—Será mejor que te deshagas de él antes de que vuelva tu padre —
sugiero, para su diversión, según su carcajada.
—Y dime, pequeña, ¿qué hará él al respecto?, ¿eh? —Se hinca, bajando
hasta mi nivel.
Abro la boca para responder, pero no tengo palabras. Él provecha que
tengo los labios entreabiertos para lanzarme una bocanada de humo.
—¡Basta! —escupo.
—¿Por qué? ¿Eres demasiado santurrona para disfrutar de una calada?
—¡Jódete!
—Hmm... —Sus ojos vuelven a recorrerme—. Puede ser. Es bueno
saber que estarías dispuesta.
—Uh… ¿Qué? No. Eso no fue... —Mis palabras se interrumpen cuando
él pasa su mano por encima de mi hombro.
El corazón me late con fuerza y la cabeza me da vueltas mientras
intento averiguar qué está haciendo. En cuanto se cierra la puerta. Me entra
el pánico. No quiero quedarme encerrada en una habitación con este
imbécil.
Da un paso adelante, su calor corporal fluye hacia el mío.
—Toma —dice, ofreciéndome su cigarrillo. Es la primera cosa amable
que ha hecho o dicho desde que nos conocimos hace rato. Aunque no estoy
segura de que ofrecerle drogas a tu hermanastra menor se considere algo
amable. Quizá sí de donde él es.
Volteo mi cara hacia a un lado y rechazo su oferta en silencio.
—Ah, ¿eres demasiado buena para esto? No me digas, también eres una
animadora y estás en el consejo escolar haciendo campaña por una vida de
abstinencia y veganismo.
Volteo a verlo bruscamente, sorprendida. Puede que sea un imbécil, sin
embargo, no pensé que fuera un prejuicioso también.
—No finjas que me conoces. No sabes una mierda sobre mí.
—Oh, pequeña —responde, su voz profunda retumbando en mí
mientras agarra mi barbilla entre sus dedos—. Te conozco mejor de lo que
crees.
Quiero quitármelo de encima, pero me agarra con tanta fuerza que
empieza a lastimarme.
—Eso duele —digo.
—¿Y?
Me empuja hasta que mi espalda choca contra la puerta.
—Soy una animadora, ¿y qué?
Sonríe, con satisfacción y maldad.
—Lo sabía, carajo. Tienes niña buena bien escrito por todas partes.
—En este momento, lo único que tengo encima eres tú.
Gruñe, realmente gruñe en mi cara.
—Oh, Pequeña, créeme cuando te digo que cuando esté encima de ti,
me sentirás en más lugares que solo en la barbilla.
Mis ojos se abren de golpe ante sus palabras. Tampoco se me escapa
que dice cuándo, no si. Y odio que solo la imagen que esas palabras evocan
en mi cabeza haga que mi bajo vientre se me contraiga como nunca antes.
Me mira fijamente mientras intento que mi cerebro funcione
correctamente con él tan cerca. Huele a macho sexy y a hierba, es una
combinación embriagante. Aunque puede que solo sea la hierba la que
causa ese efecto.
—Vamos, pensé que eras una buena chica, Rosy.
—Estoy bastante segura de que agarrar eso. —Señalo con la cabeza al
cigarrillo que aún me ofrece—. Me convertiría en cualquier cosa menos en
una buena chica. Y —añado bruscamente—. Me llamo Ruby. Ru-by —
repito, pronunciando cada sílaba con claridad para que el imbécil tenga la
oportunidad de entenderlas.
Le da otra calada, haciendo ademán de aguantar hasta el fondo antes de
soplar de nuevo sobre mí.
—Eh, mira, parece que ya estás sucia. ¿Y sabes qué? —Levanto una
ceja, intentando parecer totalmente desinteresada por lo que tenga que decir,
aunque en el fondo sé que estoy desesperada por volver a oír su voz—. Me
gustan las chicas sucias.
Se me contraen todos los músculos por debajo de la cintura.
Con el cigarro entre los labios, aprovecha mi momento de debilidad.
Sus dedos calientes envuelven mis muñecas y me levanta los brazos por
encima de la cabeza, inmovilizándolos con una de sus grandes manos.
Deja caer su otro brazo y me pasa sus nudillos destrozados por la
mejilla. Se me pone la piel de gallina y miro a un lado, no quiero que vea lo
que sea que pueda leer en mis ojos. No me cabe duda de que mis
pensamientos traicioneros estarán claros en sus profundidades color
avellana.
Lo odio. Es un imbécil. Entonces, ¿por qué su tacto se siente tan bien?
Incluso uno tan simple.
Mete los dedos bajo mi barbilla y me obliga a mirarlo. Pero, para su
disgusto, mantengo mi mirada abajo.
—¡Mírame! —exige. Agarra mi cola de caballo con sus dedos y me
obliga a levantar la cabeza. Cierro los ojos, mi necesidad de desafiarlo es
demasiado fuerte para negarla.
Me resisto un instante, pero su fuerza no tiene nada que envidiarle a la
rapidez con la que me desmorono.
Abro mis párpados lentamente y jadeo al encontrar su cara
increíblemente cerca de la mía, con sus ojos oscuros clavados en los míos.
—Ashton, ¿qué estás...? —Aprovecha que tengo los labios entreabiertos
y coloca su cigarrillo entre ellos.
La ira estalla en mi vientre. Una furia al rojo vivo corre por mis venas.
No debería dejarme intimidar por este imbécil, pero me está afectando más
rápido de lo que puedo reaccionar.
Lo escupo y veo cómo golpea su hombro antes de caer al suelo.
Me agarra el cabello con fuerza y me rodea la garganta con su otra
mano, ahora libre. No me aprieta, aunque eso no impide que mi pulso
retumbe contra su agarre.
—Tienes que mantenerte fuera de mi camino —advierte, su nariz casi
roza la mía y su aliento me recorre la cara.
—¿O qué? —Me burlo, no dispuesta a renunciar a mi lucha contra este
imbécil.
—O... no seré responsable de mis actos.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —Mi voz es
entrecortada y lo odio.
Su mano suelta mi cabello, pero con la otra aún alrededor de mi
garganta, no puedo moverme. Sin embargo, suelto un gritito cuando me
aprieta entre las piernas.
—Significa, pequeña, que tomaré lo que me apetezca, cuando me
apetezca, y me importarán un carajo las consecuencias.
—N… n… no puedes. No lo harías. —La advertencia y su tacto hacen
que mi cabeza de vueltas. Sus palabras deberían ser un golpe de la realidad,
deberían hacerme desistir, pero con su mano sobre mí, solo puedo pensar en
que me dé más.
Está mal. Tan jodidamente mal.
Se inclina y sus labios rozan mi oreja.
—Quieres más, ¿verdad? Tal vez me equivoqué al decir que eras una
animadora santurrona y la verdad es que solo eres una zorra animadora.
—¡No! —grito, resistiéndome a su agarre. No obstante, eso no me
libera de él, sino que hace que sus dedos me aprieten con más fuerza.
El calor me inunda y mi temperatura se dispara.
Me mira con ojos oscuros llenos de odio y asco. Nunca me había
sentido tan pequeña y vulnerable, y lo detesto.
Podría hacer lo que quisiera en esta situación, y lo sabe. Por eso está
disfrutando tanto abusando de su poder.
Incapaz de hacer nada físicamente, uso mis palabras con la esperanza de
que hagan que me eche de su habitación y me alejen de su épica
perturbación mental.
—De todas formas, ¿Por qué quieres tocarme? Me odias, ¿recuerdas?
—Sus dientes rechinan y sus hombros se tensan—. ¿Y por qué
exactamente? ¿Porque he estado viviendo aquí con papá mientras tú estabas
olvidado en Seattle? —Es un tiro al aire, pero confío en él. Mas cuando sus
labios se aprietan en una línea delgada, sé que di en el clavo—. Sus dedos
me aprietan ligeramente el cuello, pero la advertencia no es suficiente para
hacerme parar—. Sabes, me trata como a su propia hija. Me da todo lo que
podría desear. Me compra todo lo que quiero. Él...
—¡Basta! —ruge, poniéndose delante de mí. Respira entrecortadamente
y tiene los ojos desorbitados por la ira—. Deja de hablar, pequeña, antes de
que digas algo de lo que te arrepentirás.
Antes de que pueda hablar, sus labios se estrellan contra los míos. El
shock me deja inmóvil mientras su beso me magulla y su agarre se hace
más fuerte.
—¡No, Ashton! —grito contra él después de unos instantes de
agotamiento cerebral. Mis manos golpean su pecho mientras intento
apartarlo. Pero parece que tiene otras ideas, porque antes de darme cuenta
de que me he movido, salgo de su habitación tropezandome con mis propios
pies.
Contengo la respiración mientras espero a que mi cuerpo choque con
algo e instantes después, mi hombro golpea la pared del pasillo y me
deslizo hacia abajo hasta que mi trasero toca el suelo.
Él está parado encima de mí. La ira y el desprecio vibrando en cada
parte de su cuerpo.
—No eres nada, pequeña. La única razón por la que te soporta es por la
zorra de tu madre.
—¡No! —bramo—. Ella no es una zorra.
—Pffft. —Me hace un gesto ignorando mis palabras antes de hincarse
—. Parece que hay muchas cosas que no sabes, pequeña. Aunque deberías
saber algo. —Me mira mientras agarro mi hombro adolorido—. Te
arruinaré, carajo, y los dejaré a ambos con los pedazos rotos. Ya sabes, un
regalo como agradecimiento por invitarme a venir.
Mi cabeza da vueltas cuando escucho sus palabras. ¿De verdad me
acaba de decir esas cosas, o son los efectos de la hierba que me hizo inhalar
jugando con mi cerebro?
Cuando levanto la vista, me doy cuenta de que estoy sola en el pasillo y
de que el dolor de mi hombro es muy real.
Maldito imbécil.
CAPÍTULO CINCO
RUBY

L a música de Ashton continúa toda la maldita noche.


Mamá y Stephen llegaron a casa en algún momento después de
medianoche, aunque no los oí llegar gracias al retumbido del bajo al
otro lado de la pared. No fue hasta que escuché los gritos de Stephen
intentando que su hijo fuera respetuoso y bajara el volumen que descubrí
que habían vuelto.
Mientras permanezco acostada mirando al techo, desesperada por
dormirme con la esperanza de que eso me ayude a olvidar todo lo que ha
pasado desde que volví de la escuela esta tarde, no puedo evitar
preguntarme por qué Stephen se toma la molestia. Parece un desperdicio de
energía intentar decirle a Ashton que haga algo que pueda considerarse
atento hacia los demás. Puede que solo haya pasado un tiempo muy
limitado con él esta tarde, pero realmente dudo que vaya a cambiar y
acceder a hacer cualquier cosa que le pidan, especialmente si esa petición
viene de la boca de su padre.
Estoy descubriendo que entre ellos hay mucho resentimiento, aunque
estoy segura que es totalmente unilateral.
He visto el amor que ilumina los ojos de Stephen cuando habla de su
hijo. Puede que hayan pasado años desde que pasó una cantidad decente de
tiempo con él, sin embargo, recuerda con cariño al pequeño que ayudó a
traer a este mundo. Aunque después de las últimas horas, me pregunto si
ese niño ya no existe.
Pienso en las historias del niño amante de los Lego del que nos ha
hablado con cariño y me doy cuenta de que es muy probable que Stephen
no sepa nada de su hijo, que ahora es muy impulsivo y está muy enfadado.
Suelto un suspiro de frustración mientras la discusión continúa. Pronto
ganará uno de los dos y no me cabe duda de que, cuando lo haga, la música
continuará y ninguno de nosotros podrá dormir esta noche.
Como predije, menos de cinco minutos después, la puerta de la
habitación se cierra de golpe, pero la música no se apaga; de hecho, creo
que sube de volumen.
Después de tener que madrugar para reunirme con el equipo para una
sesión matutina de entrenamiento, me paso el día medio dormida. Da igual
lo que estemos haciendo en cada clase a la que arrastro mi cuerpo exhausto,
mis párpados solo pesan cada vez más mientras intento desesperadamente
concentrarme.
—¿Qué te pasa? —inquiere Harley, mi mejor amiga, cuando se deja
caer a mi lado con su propia bandeja de almuerzo en la mesa de las
animadoras.
—Ugh, no preguntes.
—Bueno, ya lo hice, así que...
Pongo los ojos en blanco, aparto la bandeja y apoyo el codo en la mesa.
—Ashton vino de visita.
Frunce el ceño mientras piensa.
—¿Ashton, tu hermanastro que nunca has conocido, pero por el que
suspiro con lujuria cada vez que sube una foto en Instagram?
No puedo evitar gemir.
—Sip, ese. Pero te aseguro que la belleza es solo superficial.
—Por mí está bien, no tengo ninguna intención de convertirlo en mi
nuevo novio.
—Dios —murmuro—. Él es... argh. Es una pesadilla. Su música estuvo
a todo volumen toda la noche. Estaba fumando hierba en su habitación.
Lleva aquí menos de un día y ya quiero matarlo.
—¿Por qué está aquí? Creí que siempre se negaba a venir.
—Lo suspendieron de la escuela, es todo lo que sé. —Me encojo de
hombros, sin tener realmente la respuesta a su pregunta.
—Estará allí después del entrenamiento, ¿verdad? Necesito conocer a
este enigma.
—No, Harley. Realmente no creo que sea una buena idea —argumento,
aunque mientras lo hago no puedo evitar preguntarme por qué estoy tan en
contra.
Está interesada, siempre lo he sabido, aunque solo asumí que nunca se
acercaría más allá de su Instagram. Ahora que está bajo el mismo techo que
yo, la forma en que me miró anoche, la forma en que sus labios se
presionaron contra los míos, no estoy segura de quererla cerca de él.
No es que lo desee, por supuesto. Es un imbécil. Sin embargo, quiero a
Harley y me niego a presentarle a un idiota como él sabiendo que, si pasara
algo, acabaría con el corazón roto.
—Oh, calla, solo iré un rato. Para enseñarle lo que se está perdiendo. —
Guiña un ojo, moviendo su cabello rojo brillante sobre su hombro—. Ya
sabes lo que dicen, una vez que prueban a una pelirroja, nunca vuelven
atrás.
—¿Y quién dice eso exactamente? —inquiero con curiosidad, sabiendo
que lo más lejos que Harley ha llegado con un chico fue un beso torpe y
descuidado en el baile de verano de hace unos meses.
—Alguien, estoy segura. —Se encoge de hombros.
Otros miembros del equipo se unen a nosotras y, por suerte, olvidamos
nuestra conversación anterior. Solo hay un puñado de juniors en el equipo,
y tanto Harley como yo tuvimos la suerte de lograr ser aceptadas no hace
mucho.
Llevo años asistiendo a clases de gimnasia y danza con la esperanza de
entrar en el equipo Varsity «equipo principal» de las animadoras. Me llena
de orgullo pensar que todo mi esfuerzo ha dado frutos.
Mis ojos recorren a todo el equipo, observando su perfección, antes de
detenerme en Chelsea, nuestra capitana, y Shelly, nuestra capitana asistente,
sentada a su lado. Esa es mi próxima misión. Quiero demostrar lo que valgo
para ser capitana el año que viene, cuando Chelsea se gradúe.

L a práctica es mortal . No sé si es porque estoy agotada o si es porque


Chelsea es muy dura con nosotras hoy, pero siento que meto la pata en cada
movimiento que hago.
—¡Ruby, cierra tus malditas rodillas! —grita Chelsea—. Si no te
enderezas y mantienes la posición, vas a terminar cayéndote.
Me tambaleo mientras Krissy y Victoria intentan mantenerme firme.
—Maldita sea, hay muchas otras JVs «animadoras suplentes» a las que
les encantaría tener una oportunidad en esto. Contrólate —Krissy dice
molesta mientras intento que mi cuerpo responda.
Finalmente consigo la posición a la exigencia de Chelsea antes de que
una de las chicas debajo de mi se resbale y el mundo se me caiga encima.
Mi mejilla choca con algo, la cabeza de alguien tal vez, un codo,
mientras caigo, enviando un dolor ardiente a través de mi cara y por mi
cuello antes de desplomarme en el suelo, aterrizando en mi hombro ya
adolorido, empeorándolo, estoy segura.
—¡Maldición, Ruby! —exclama Chelsea, corriendo hacia mí y
mirándome fijamente junto con un grupo de otras chicas, incluida Harley—.
¿Estás bien?
Suelto mi mejilla y giro mi hombro. Duele, pero está bien.
—Sí.
Pongo mi mano en la de Chelsea mientras ella me levanta. Todas las
demás se dispersan, volviendo a lo que estaban haciendo antes de que
empezara el drama.
—¿Está todo bien? Esta tarde no estás como de costumbre —cuestiona
Chelsea. Tiene fama de ser una zorra épica, aunque eso sea cierto, es una
capitana increíble, y de vez en cuando, como ahora, muestra que tiene un
lado más suave.
—Sí, estoy bien. Solo cosas de familia, ya sabes cómo es.
—Claro que sí. Sin embargo, necesito que olvides esa mierda aquí.
¿Entendido?
Asiento con la cabeza, a pesar de que no me mira.
Por suerte, el resto del entrenamiento transcurre sin más drama. Dejo de
lado ducharme en los vestidores después de declinar una vez más la oferta
de ir a Aces con el equipo de animadoras y el equipo de fútbol americano.
Sé que debería ir, no solo porque necesito asegurarme de que formo parte
del grupo, sino más bien porque no quiero ir a casa por si él está allí, pero
aún tengo un montón de tarea que solo ha aumentado a medida que han
avanzado los días.
Siempre pensé que el tercer año sería la calma antes de la tormenta, por
así decirlo, aunque hasta ahora no ha sido más que trabajo duro.
Con mi bolso y mi bolsa del gimnasio, me despido y me dirijo al
estacionamiento.
Si tengo suerte, hoy se habrá robado el auto de alguien más y no estará
en casa.
Decidiendo mirar mi teléfono antes de llegar a mi casa, lo saco de mi
bolso en cuanto me subo a mi auto. Mi corazón se hunde en cuanto veo un
mensaje de mamá. ¿Y ahora qué?
Mamá: Cena familiar esta noche. A LAS 7 DE LA NOCHE. No
llegues tarde.
Gimiendo, dejo caer mi cabeza sobre el respaldo y cierro los ojos.
Lo único que quiero es irme a mi casa tranquila y dormir. ¿Por qué
tengo la impresión de que eso no va a ocurrir pronto?
Exhalo un largo suspiro, acelero el motor y me dirijo a casa para ver qué
me depara esta noche.
CAPÍTULO SEIS
ASHTON

H a sido un largo día con solo lo que queda de mi hierba y los recuerdos
llenando mi mente de cómo ella reaccionó a mí anoche.
Maldita sea, si su cuerpecito curvilíneo no me llamara de una
forma que no debería. Si sus pezones que se escondían detrás de esa fina
tela no estuvieran rogándome que me los llevara a la boca.
Me pregunto si alguien la habrá tocado como yo lo hice anoche. Me
pregunto si el hecho de que yo cumpliera mi amenaza de tomar lo que
quisiera cuando quisiera sería más importante para la princesita de papá que
para los demás. La forma en que abrió los ojos cuando la toqué me hace
pensar que no es algo que ocurra muy a menudo.
Se me dibuja una sonrisa en los labios. Quitarle eso sería una forma de
demostrar algo.
Tenía esperanzas de cómo sería mi hermanastra. Y resulta que es
exactamente lo que soñaba. Ardiente, inocente y totalmente ingenua.
Frotándome las manos, me levanto de la cama y me quito la camiseta
por encima de la cabeza. Miro mi nombre en la espalda y me pregunto si
me dejarán volver a jugar después de esto. Probablemente no. El fútbol
americano es lo único que me ha mantenido tanto tiempo en esa escuela de
mierda. Sin él, no tengo motivos para estar allí cuando podría estar
trabajando y ayudando a mantenernos a mamá y a mí.
Dejándola caer junto a mi maleta, me quito mis pantalones y me dirijo
al baño para ducharme antes de la encantadora comida familiar de la que
Lisa me interceptó para hablarme antes. Yo solo quería un maldito
sándwich, pero en lugar de eso acabé teniendo que aguantar a mi madrastra
excesivamente feliz queriendo saber mis preferencias para la comida de esta
noche. Soy un chico de dieciocho años, ponme enfrente cualquier cosa
comestible y me la comeré. Está claro que no está acostumbrada a tener
chicos cerca. La idea me hace sonreír y me devuelve a mis reflexiones
anteriores sobre su posiblemente inocente hija.
Tras una ducha rápida, me pongo ropa limpia y me paso gel por el
cabello. Ese es todo el esfuerzo que van a conseguir de mí para este
inevitable espectáculo de mierda.
No queriendo bajar antes de tiempo y dar la impresión de que estoy
emocionado por la cena familiar a pesar de que me muero de hambre,
tampoco quiero sentarme a esperar. Decido que necesito algo de
entretenimiento, abro la puerta de un jalón y me dirijo hacia dónde está mi
juguetito.
Sé que está ahí, lleva en casa un par de horas. He tenido que contenerme
más de lo que creí posible para quedarme encerrado en mi habitación todo
este tiempo, sabiendo que ella está al otro lado de la puerta.
Siento un cosquilleo parecido a la excitación en mi estómago cuando
pongo la mano en la perilla de la puerta y la giro.
Espero que me vea inmediatamente y que intente regañarme, pero, para
mi alegría, la habitación está vacía. El único indicio de dónde está es el
vapor que sale de su baño.
Miro hacia su cama, con toda su tarea esparcida en ella, intentando
decidir cuál será mi próximo movimiento.
Me estoy alejando de la ventana cuando ella aparece en la puerta,
envolviendo su cuerpo con una toalla esponjosa.
—¡Lárgate de aquí! —grita lo bastante fuerte como para alertar a
nuestros padres.
Corro hacia ella y le tapó la boca con mi mano para que no vuelva a
hacerlo. Sigo empujándola hasta que choca contra la pared.
Sus ojos furiosos me miran fijamente mientras su pecho empieza a
agitarse.
—Parece que estás en una posición vulnerable, ¿no crees? —Al
escuchar mis palabras, agarra con más fuerza su toalla. Es divertido que
piense que tiene algún poder en este momento. Si quisiera arrancársela del
cuerpo, podría hacerlo con un solo movimiento, no me cabe duda.
La tensión entre nosotros crepita mientras nos miramos fijamente, el
único sonido que se escucha es el de nuestras respiraciones entrecortadas.
Rompiendo nuestra conexión, recorro su rostro con mi mirada. Un
moretón que se oscurece en su mejilla llama mi atención y alzo los dedos
para recorrerlo, soltando su boca una vez que estoy seguro de que no va a
volver a gritar.
Se estremece como si le doliera, a pesar de que apenas hago contacto.
—Parece que no soy el único al que le gusta pelear sucio.
Sus cejas se fruncen.
—Crees que yo... —Se detiene negando con la cabeza—. Nunca he
estado en una pelea en mi vida. Aunque mi necesidad de hacerte daño
empieza a dominarme.
No puedo evitar sonreír. Pensar en ella descargando sus pequeños puños
sobre mí es demasiado divertido como para ignorarlo.
—Ah, sí, ¿y cómo crees exactamente que eres capaz de lastimarme?
—Puede que sea pequeña, pero no me subestimes.
Se me desencaja la mandíbula mientras la miro fijamente,
preguntándome qué está pensando exactamente, qué cree que podría
hacerme para causarme más dolor. Ya me ha arruinado la vida, me quitó a
mi padre, no estoy seguro de que pueda hacer mucho más para empeorar mi
vida.
—¡Ruby, Ashton, la cena está lista! —El sonido de la dulce voz de Lisa
es como el de uñas en una pizarra, y me estremezco visiblemente cuando
suena a nuestro alrededor.
—Uy, salvada por la campana.
Doy un paso atrás mientras ella exhala un suspiro de alivio y baja sus
manos. Mal hecho.
En una fracción de segundo, estiro la mano y jalo la tela que cubre su
cuerpo.
El shock la vuelve inútil, porque cuando su cerebro se da cuenta de lo
que hice y agarra la toalla, ya es demasiado tarde.
La suave tela cae al suelo, dándome unos segundos para contemplar su
cuerpo desnudo. Es jodidamente perfecto. Sus pezones rosados se ponen
erectos y piden ser tocados. Su vientre tonificado, la pequeña mata de pelo
que precede al vértice de sus muslos, la curva de sus caderas.
Demonios.
Probablemente fue un grave error, porque antes quería ponerle las
manos encima para demostrar algo, pero ahora estoy casi desesperado por
descubrir si es igual de peleonera cuando esté boca arriba con las piernas
abiertas.
Mucho antes de que me sacie, se inclina y vuelve a cubrirse.
—¿Ya estás contento? —pregunta, intentando sonar segura, pero sin
lograrlo—. Lo has visto bien, puedes guardarlo en tu jodido repertorio para
masturbarte más tarde o lo que sea que hagan los sádicos hijos de puta
como tú.
Le sonrío, el hecho de que piense que estoy remotamente interesado me
divierte.
—¿Crees que te deseo? Vete a la mierda, pequeña. Si necesito un coño
dispuesto para pasar la noche, iré a buscar a una mujer que sepa lo que
hace, muchas gracias.
Sus mejillas arden en carmesí antes de que me mueva hacia la puerta.
Casi estoy en el pasillo cuando vuelve a encontrar su voz.
—¿Quién dice que no sé lo que hago?
La dejo allí parada solamente con mi risa llenando sus oídos.
CAPÍTULO SIETE
RUBY

—A h, ahí estás. Creí que íbamos a tener que enviar un equipo de


búsqueda —dice mamá cuando finalmente me reúno con ellos
en el comedor.
Sus miradas me erizan la piel y me hacen levantar la vista. Encuentro a
Stephen en su lugar de siempre, en la cabecera de la mesa, con mamá a su
lado y Ashton en el que suele ser mi lugar. Por supuesto, carajo. Sin
saberlo, me está volviendo loca.
Ignorándolo y tratando de reprimir mi vergüenza de no hace mucho, me
dirijo hacia la silla más alejada de él y me siento.
—¿Ruby? ¿Hicimos algo para ofenderte? —indaga Stephen mientras
me acomodo en el extremo opuesto de la mesa.
—Creo que me estoy enfermando, no me gustaría contagiarlos a todos
—miento, pesimamente.
—No seas tonta, cariño. Ven y siéntate junto a Ash, estoy segura que le
encantaría conocerte mejor.
No lo miro, no necesito hacerlo para saber que ahora mismo tiene una
sonrisa enorme en la cara.
A regañadientes… muy a regañadientes, me vuelvo a parar y me acerco
a la silla que hay junto a él. Podría negarme y montar una escena porque no
quiero sentarme a su lado. ¿Pero de qué serviría? Nuestros padres querrían
saber por qué y no es como si pudiera decirles que es porque después de
intentar presionarme para que fumara mariguana con él, en la casa, debo
añadir, si es que no lo han descubierto ya, luego procedió a besarme,
echarme y, hace unos instantes, desnudarme para su propio placer
enfermizo. Y ya que estoy en eso, también podría intentar explicarles que
una parte retorcida de mí disfrutó cada minuto. Pero decido no comentar
nada de eso y solo sentarme en silencio a su lado, sin apartar los ojos de la
mesa y con las manos en mi regazo.
—Le sugerí a tu mamá que cenáramos tu plato favorito —explica
Stephen mientras mamá desaparece de la habitación y Ashton reprime un
gemido—. Pensamos que probablemente Ash también lo aprobaría —
añade, volviendo la mirada hacia su hijo.
Ash abre la boca para responder, pero debe de tener otras ideas, porque
en cuanto despega los labios, los vuelve a cerrar.
Mi mirada pasa de uno a otro mientras se miran fijamente. La cara de
Stephen está llena de confusión y preocupación, mientras que todo el
cuerpo de Ashton está tenso y rebosa ira.
Miro hacia abajo y veo sus puños apretados alrededor del borde de la
silla, con los nudillos blancos por la fuerza.
Está claro que hay muchas cosas sin decir entre estos dos. Solo puedo
esperar que algo bueno salga de que Ashton se quede aquí y que consigan
arreglar lo que sea que esté pasando entre ellos.
Ashton puede ser un idiota, pero incluso así, se merece tener una
relación con su padre.
Mis pensamientos divagan hacia el mío y no puedo evitar sonreír. Puede
que ahora no vivamos bajo el mismo techo, pero seguimos siendo bastante
unidos, cuando está en la ciudad, claro. Creo que sus viajes de trabajo
fueron uno de los factores que contribuyeron a poner fin a su relación con
mamá.
—Aquí tienen —indica mamá, ajena a la tensión que reina en la
habitación. Es tan jodidamente espesa que podrías cortarla con un cuchillo,
mientras coloca platos cargados de todo para hacer tacos, o no se da cuenta
o solo opta por ignorarla—. No estábamos seguros de lo que te gustaba,
Ash, así que solo tomé todo lo que se me ocurrió.
—Es genial... gracias —dice, inquietantemente en voz baja.
Normalmente me lanzaría a comer tacos como si mi vida dependiera de
ello, pero hoy, con el miedo en el estómago y la tensión presionándome los
hombros, comer es lo último que quiero hacer.
—¿Estás lista para la gran fiesta de mañana por la noche? —me
pregunta Stephen tras un largo y doloroso minuto de silencio.
—Eh... sí, supongo.
—¿Fiesta? —inquiere Ashton.
—Ah, sí. Es Halloween. Todos los años los alumnos de Rosewood
asisten a una fiesta en una casa embrujada a las afueras de la ciudad, en una
vieja mansión. Es una tradición que lleva años celebrándose, ¿verdad? —
agrega mamá, mirando a Stephen con una sonrisa suave mientras recuerda
su vida anterior juntos.
Cuando miro a Ashton, está mirándolos, con los músculos del cuello y
los hombros tensos.
—Fueron unas fiestas estupendas, ¿eh?
No es ningún secreto para mí que nuestros padres fueron novios en la
escuela en aquel entonces, pero me sorprende pensar que ambos hacían lo
mismo que yo ahora, creyendo que estaban destinados a pasar la vida
juntos. Supongo que solo demuestra que uno no sabe por qué camino te
llevará la vida. Sin embargo, es reconfortante ver que han vuelto y se han
reconectado.
—¿Tienes tu disfraz listo? —cuestiona Stephen, volteando a verme.
—Sí.
—¿De qué irás disfrazada? —pregunta Ashton, hablando por primera
vez en mucho tiempo.
—Animadora zombie.
—Vaya, qué original.
—Disculpa, ¿quién te nombró policía de Halloween? —exclamo,
volteando mi mirada entrecerrada hacia él.
Abre mucho los ojos, aunque no responde. Si es posible, su silencio me
molesta más que si me gritara un insulto.
Stephen intenta mantener una conversación poco estimulante en la que
Ashton claramente no tiene interés en participar, aunque no por ello deja de
intentarlo.
La cena es agonizante y solo puedo pensar en escapar.
—Debes estarte enfermando. Apenas has probado la cena —comenta
mamá un rato después.
—Deberías comer un poco más, puede que te haga sentir mejor —
agrega Ashton, volviendo sus ojos oscuros hacia mí—. Al menos te dará
algo de energía.
Todo mi cuerpo se estremece cuando su mano ardiente se posa en mi
muslo.
Mis labios se fruncen de frustración mientras trato de apartarla sin ser
obvia, no es que nuestros padres estén prestando atención, una vez más,
están demasiado perdidos en su propia conversación.
—Suéltame —susurro, poniendo más empeño en apartarlo de mí.
Lamentablemente, parece disfrutar de mi intento, porque mientras una
sonrisa se dibuja en sus labios, su mano se desliza más arriba de mi muslo,
sus dedos se sumergen bajo la tela de mi falda.
—Deja de luchar, pequeña. Sabes que te pusiste esto para provocarme.
—Vete al infierno. —La verdad es que fue lo primero que encontré
abandonado en la silla de mi habitación después de que me dejara hace un
rato. Sabía que se me había hecho tarde y que mamá empezaría a hacer
preguntas, así que solo me puse lo que fuera y bajé, sin darle más vueltas.
—¿Tan siquiera llevas puesta ropa interior?
Al levantarme bruscamente, la silla rechina sobre el suelo de loseta,
haciendo que todos volteen a verme.
—¿Está todo bien, cariño?
—Lo siento, de verdad necesito ir a tomar aire.
—P… por supuesto. Te guardare un poco de esto por si tienes hambre
más tarde.
Quiero decirle que no se moleste, que mientras él esté bajo este mismo
techo no estoy segura de volver a comer. Aunque en lugar de eso, asiento
con la cabeza y salgo rápidamente de la habitación, afortunadamente
aspirando profundas bocanadas de aire ahora que no estoy rodeada de su
olor.
Salgo por la puerta trasera y camino por la terraza hasta llegar a uno de
los camastros que dan la espalda a la casa.
Apoyo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos.
¿Cómo se complicaron las cosas tan rápido?
Saco mi teléfono del bolsillo, ignoro el mensaje de Harley preguntando
como estoy después de la caída y en su lugar busco la conversación con
papá.
Ruby: Hola, ¿estás en la ciudad?
Presiono "Enviar" y espero con impaciencia a que esté en la ciudad y a
que esté dispuesto a tener una huésped sin invitación por unos cuantos días.
No es inaudito que me vaya a quedar con él, solo que nunca lo he hecho
porque necesitaba escapar de mi propia casa.
Papá: Lo siento, hija. Estoy en Colorado en un rodaje. ¿todo bien?
Suelto un suspiro con los labios fruncidos y muevo los hombros con la
esperanza de que se afloje la tensión que tira de ellos. Lamentablemente, no
sirve de nada, solo hace que me duela mucho más sobre el que caí.
Le respondo que todo está bien y que solo lo echo de menos. No es del
todo mentira.
Dejo el teléfono en el camastro de al lado, me recuesto y cierro los ojos.
Estoy casi dormida cuando una sombra se cierne sobre mí y un
escalofrío de miedo me recorre la espalda.
«Por el amor de Dios. Solo déjame en paz», quiero gritar, pero sé que
sería inútil.
—¿Qué? —bramo sin molestarme siquiera en abrir los ojos.
Probablemente sea una estupidez, debería estar en guardia con él en todo
momento, pero estoy demasiado cansada.
Se deja caer en el camastro a mi lado, apartándome las piernas en el
proceso.
—Claro, puedes acompañarme. —Agrego sarcásticamente.
—No recuerdo haber pedido permiso.
Abro los ojos y separo los labios dispuesta a escupirle más insultos, no
obstante, no tengo la oportunidad, porque su palma caliente vuelve a
posarse en mi muslo expuesto.
—Quítame tus malditas manos de encima. —Todo mi cuerpo se congela
y él la empuja más arriba, sus dedos desapareciendo bajo la tela,
dirigiéndose a territorio peligroso—. No puedes tocarme, demonios. —
Intento apartarme, pero sus dedos me aprietan el muslo.
—Puedo hacer lo que me dé la puta gana. Y en este momento quiero
jugar con mi juguetito.
—No soy un maldito juguete, no soy tu juguetito, soy una persona,
maldita sea. Una persona que después de apenas veinticuatro horas no
soporta verte, mierda. Así que quítame las manos de encima y déjame en
paz.
Cuando he terminado mi pequeño sermón, pronto se hace evidente que
el único efecto que tuvo en el imbécil fue divertirlo.
—¿Terminaste? —pregunta sonriendo.
—No, eres un maldito... Argh. —Me agarra el brazo antes de que mi
mano pueda conectar con su mejilla.
—Cuidado, pequeña. No querrás causarte más heridas.
—¡Jódete!
—Hmm... como dije antes, es ciertamente una opción. ¿Qué crees que
diría papá si corrompiera a su princesita? Tal vez podríamos hacerlo aquí,
hacer que miré. Obligarlo a ver cómo te parto en dos, obligarlo a ver cómo
disfrutas hasta el último segundo.
—No, yo...
—Oh, vamos, pequeña. Sabes que lo disfrutarías. Apuesto a que ahora
mismo estás mojada solo de pensar en mi pene.
—¡Nunca! —me enfurezco, pero parece que mis palabras, mi rabia, no
son suficientes para él. Antes de que me dé cuenta, sube aún más su mano y
me está recorriendo con la punta de su dedo.
Su contacto me produce algo parecido al placer, sin embargo, me niego
a reconocerlo.
—Ah, estoy decepcionado, pequeña. Creí que te encontraría desnuda
para mí aquí debajo. Creí que me lo ibas a facilitar.
—¿Qué diablos pasa contigo? —Le empujo el brazo, intentando
apartarlo de mí y, por suerte, al cabo de un segundo, cede y retira todo
contacto.
Una risa amenazadora sale de sus labios.
—Tantas cosas, pequeña, que perdí la cuenta. Que pases una buena
noche y disfruta hacer tu tarea. —Con esas palabras de despedida, se
levanta del camastro y se marcha, dejándome la cabeza dando vueltas y mi
cuerpo temblando.
Vuelvo a reclinar la cabeza hacia atrás y miro el cielo cada vez más
oscuro.
¿Cuál es el maldito problema de ese idiota? ¿Qué le hice yo para
merecer semejante tortura?
Después de unos minutos, empiezo a sentirme vulnerable sentada aquí
sola, además sé a ciencia cierta que tiene una vista perfecta de mí desde la
ventana de su habitación, si es que ha desaparecido allí.
Me muevo hacia delante en el camastro y me dispongo a subir para
intentar seguir trabajando. Pero, antes de moverme, algo que flota en la
piscina llama mi atención.
Mirando alrededor del patio trasero, veo más papeles esparcidos.
¿Qué demo...? Oh, no... No, no, no.
Corro hacia el papel en el borde de la piscina, lo saco y encuentro
exactamente lo que temía.
Mi tarea casi terminada, el papel empapado y la tinta corriendo por
todas partes.
—¡Eres un maldito imbécil! —bramo en el silencio de la noche.
Giro sobre mis talones, miro fijamente hacia la ventana de su habitación
y, efectivamente, ahí está, de pie, con una maldita sonrisa orgullosa en su
cara.
Con el corazón a punto de salírseme del pecho, corro por el jardín y
recojo lo que puedo antes de tomar la red de la piscina y pescar otros trozos
perdidos.
Miro fijamente el papel empapado, está totalmente estropeado.
Me rechinan los dientes mientras subo a mi habitación. Me detengo al
llegar a su puerta. Casi no puedo ignorar mis ganas de entrar furiosa y
hacerlo pedazos, pero la realidad es otra, haga lo que haga, él ganará. Se
asegurará de ganar siempre.
Puedo defenderme todo lo que quiera, no obstante, sea lo que sea lo que
hay entre nosotros, solo acabará de una manera.
Obligo a mis piernas a seguir moviéndose, dejo caer todo sobre mi
escritorio y aliso algunos de los trozos de papel menos dañados, aunque es
inútil. Todo está arruinado.
Como si me estuviera esperando, su música empieza a sonar al otro lado
de la pared.
Grito contra ella, pero no soy rival para el gran sonido del bajo.
Vuelvo a sacar mi teléfono y envío un mensaje a mi segundo salvador.
Ruby: Estoy batallando con esta tarea. ¿Quieres que la hagamos
juntas?
Harley: Claro. Mamá salió, ¿quieres venir? ¿Te puedes quedar esta
noche?
—¡Sí! —grito cuando la pregunta exacta que esperaba se ilumina en mi
pantalla.
Preparo rápidamente una maleta con todo lo que voy a necesitar,
incluyendo todo lo necesario para la fiesta de mañana por la noche.
Creo que lo meteré todo en mi auto por si acaso puedo librarme de
volver aquí durante un tiempo.
Después de decirle a mamá a dónde voy, salgo de casa lo más rápido
que puedo y suspiro de alivio mientras salgo en reversa de la entrada.
—¡Adiós, hijo de puta!
CAPÍTULO OCHO
ASHTON

A lejarme de ella sabiendo que su cuerpo estaba totalmente de acuerdo


con los pensamientos que me rondaban por la cabeza fue lo más difícil
que he hecho.
Su piel era tan suave bajo mi mano, sus bragas tan jodidamente
húmedas cuando las rocé con mi dedo, el aroma floral de su cabello.
Maldición, solo podía pensar en mover sus bragas hacia un lado y descubrir
exactamente qué tan mojada estaba para mí.
Extendiendo mi mano hacia abajo, froto mi miembro que está queriendo
salir de mis pantalones deportivos mientras la veo correr por el patio trasero
recogiendo su tarea. Cada vez que se agacha, se le levanta la falda y puedo
ver un poco el trasero que esconde debajo.
Fácilmente podría haber tomado más. Debería haberlo hecho.
—¡Carajo! —exclamo, golpeando con la mano el marco de la ventana
con frustración.
Imágenes de ella debajo de mí retorciéndose y gimiendo mientras la
empujo hasta el límite llenan mi mente y solo hacen que mi pene se ponga
más duro por ella.
Quiero destrozarla para devolvérsela a papá y marcharme sabiendo que
lo jodí como él nos jodió a nosotros.
Maldito egoísta.
Siento un cosquilleo en la piel y, cuando vuelvo a levantar la vista, me
está mirando fijamente.
Me meto la mano dentro del pantalón, envuelvo mi longitud con los
dedos y aprieto. Mis párpados se agitan de placer.
Me pregunto cómo se sentirá su pequeña mano. ¿Qué tan caliente estará
su boca?
—¡Carajoooo! —gruño, apartándome de la ventana cuando desaparece.
La tentación de seguirla hasta su habitación y descubrir la respuesta a
esas preguntas es fuerte, pero me contengo, al menos por ahora. Nada
bueno puede salir de ir tras ella cuando estoy tan desesperado que apenas
puedo pensar con claridad.
En cuanto está a salvo en su habitación, o eso cree ella, pongo mi
música y me dejo caer en la cama, me quito el pantalón y tomo mi pene con
la mano, con imágenes de su ardiente cuerpecito llenándome la mente.
Tardo muy poco en sentir el cosquilleo familiar en la base de mi
columna. Dos bombeos más y gimo al eyacular sobre mi mano.
Esperaba que me aliviara un poco, pero incluso antes de que el éxtasis
del orgasmo se haya desvanecido, sé que necesito más. Y con más no me
refiero a mi propia mano.
La necesito a ella.
Después de asearme, salgo de mi habitación y me quedo junto a la suya,
atento a lo que pueda estar haciendo adentro.
Pongo mi mano sobre la perilla, no obstante, al final decido no hacerlo.
Voy a dejar que se enfurezca un poco más. Además, parece que mañana
por la noche va a haber una fiesta medio decente. Supongo que tengo que
organizar un disfraz, porque de ninguna maldita manera voy a permitir que
pase la noche con ningún otro hijo de puta, aunque sea su novio, que aún no
sé si existe o no.

De alguna manera consigo quedarme en mi habitación el resto de


la noche y , por suerte, después de ese rato forzado en familia durante la
cena, mi padre me deja la tarde en paz. Sé que se me está acabando el
tiempo para evitarlo.
Lleva años queriendo que lo visite y la única vez que lo hago, parece
pasarse todo el tiempo trabajando. No me quejo, todo lo contrario. Si
consigo pasar mi tiempo aquí escondido en esta habitación y solo salgo para
atormentar a Ruby, entonces me iré a casa contándolo como una victoria sin
intención de volver pronto.
Con un poco de suerte, mamá habrá tenido unos días de descanso y
podremos volver a nuestra desastrosa vida normal, saltando de un día para
otro y esperando que un premio de la lotería nos saque del infierno al que
llamamos hogar. Solo podemos soñar, ¿verdad?
—Buenos días, cariño. —La dulce voz de Lisa me pone los pelos de
punta.
Pospuse salir de mi habitación lo más que pude con la esperanza de que
se hubiera marchado, parece que no tengo tanta suerte.
—Buenos días —gruño, pasando junto a ella y dirigiéndome
directamente a la cafetera.
—Puedo hacerlo si me dices cómo te gusta. —La miro por encima del
hombro y veo cómo su sonrisa vacila al ver mi cara.
No sé en qué momento decidió que necesitaba que hiciera de mi mamá,
pero tiene que parar de una maldita vez.
—Soy más que capaz de hacerme una taza de café.
—B… bien, bueno... ¿quieres desayunar algo?
—¿Así mimas a tu hija? —pregunto.
—Um... bueno... no, pero eres nuestro invitado.
—Pfft. —Y eso lo dice todo. Esta no es mi casa, y nunca lo será. Mi
padre entregó su título como parte de mi familia el día que se alejó de
nosotros y se fue a los brazos de esta mujer irritantemente feliz—. No será
por mucho y podrán reanudar sus vidas como la familia más feliz del
mundo sin que yo los moleste —murmuro.
—Ashton, ¿qué te hace decir eso? Nos encanta tenerte aquí.
Me volteo y apoyo la cadera contra la encimera mientras la cafetera
hace lo suyo.
Ella traga saliva nerviosamente mientras mis ojos se clavan en los
suyos. Una pequeña sensación de logro me invade. Bien, me alegro de que
esté asustada.
—¿De verdad? —inquiero.
—Por supuesto. Tu padre me pidió que te dijera que despejó su agenda
del fin de semana para que los dos puedan pasar tiempo juntos. Te extraña
mucho.
—Bueno, debió haber pensado en eso antes de empezar a cogerte y
dejarme, ¿no? Disculpa. —Agarro mi taza de la máquina y paso junto a ella
antes de que se recupere de mi comentario y se le ocurra una respuesta.
No pongo mi música al nivel de volumen de los dos últimos días, y
tengo una muy buena razón. Estoy esperando una entrega.
Cuando sé que Lisa se ha ido y tengo la casa para mí solo, salgo de mi
habitación y aprovecho el resto del lugar.
Papá tiene un gimnasio en casa que uso un par de horas antes de
pasarme la mayor parte del día en el sofá viendo su enorme televisor.
A medida que se acerca la hora a la que Ruby ha vuelto de la escuela los
dos últimos días, no puedo evitar sentir un poco de excitación.
Solo que ella nunca llega.
Parece que voy a tener que tomar cartas en el asunto si quiero verla esta
noche.
CAPÍTULO NUEVE
RUBY

E n cuanto Harley me miró, supo que algo andaba mal, sin embargo, por
mucho que me suplicó, me negué a contarle lo que me había hecho huir
de mi propia casa.
Le dije que había estado trabajando en la mesa de afuera y que todo se
había volado con una ráfaga de viento. Era totalmente imposible, ya que
afuera no había ni una brisa, y mucho menos una ráfaga, pero pronto se dio
cuenta de que sus súplicas caían en vano y se dio por vencida. Eso no
impidió que hoy me lanzara miradas de preocupación cada vez que me veía
en la escuela.
Por suerte, al dormir con ella en su habitación silenciosa he podido
descansar mucho mejor y no ando por ahí como un maldito zombie.
Necesito mi energía para la fiesta.
Recuerdo la del año pasado, fue una locura. Técnicamente, Harley y yo
éramos demasiado jóvenes para que nos invitaran, pero como ya éramos
animadoras de JV «equipo suplente», conseguimos que nos incluyeran en la
lista de invitados. Mamá y Stephen no estaban muy convencidos hasta que
les dije que les encantaba hablarme de las fiestas en las que se habían
colado cuando eran más jóvenes y les recordé lo buenas chicas que éramos
Harley y yo. Por supuesto, me estaba riendo por dentro mientras lo decía.
Puede que yo tenga algo de chica buena, pero Harley tiene sus momentos.
Como estaba previsto, durante el almuerzo Harley anuncia que debo
prepararme para la fiesta en su casa y luego quedarme otra noche. Me
parece muy bien, así que cuando termina la práctica de animadoras, la sigo
hasta su casa para que empiece pronto la fiesta.
Toma una botella de vodka que su hermano Zayn había escondido en su
estudio y nos turnamos para beber un trago mientras nos preparamos.
—Toma. —Ofrece, entrando a su habitación con dos enormes cajas de
pizza en las manos—. Pedí comida para absorber un poco el alcohol.
—¡Oh, dame! —Acepto haciéndole un gesto con las manos. La cabeza
ya me da vueltas y aún no hemos salido de la casa.
—¡Zayn! —exclama por la puerta de su habitación—. ¡La cena!
Me miro con solo una camiseta de tirantes y unas bragas diminutas
puestas.
—Har —indico aterrada, señalándome a mí misma mientras unos pasos
se dirigen hacia nosotros.
—Oh, cállate. Mi hermano es un grandísimo perro, seguramente ya es
inmune a un par de tetas.
—Te escuché —le dice mientras entra por la puerta.
—Se suponía que lo hicieras, imbécil. Toma. —empuja una caja en su
dirección, pero él ni siquiera se da cuenta.
—Hola, Ruby, nena. ¿Cómo te va?
Los nervios estallan en mi estómago. No es ningún secreto que estoy
enamorada de Zayn desde que tengo uso de razón. Sus ojos oscuros me
llaman de una forma que otro par no lo hace. Mientras que aquel en quien
ni siquiera pienso tiene unos ojos oscuros aterradores, los de Zayn son
como chocolate derretido en el que solo quiero zambullirme. Si a eso le
sumamos su cálida piel bronceada, no puedo evitar querer descubrir más.
Por desgracia, él solo me ve como la amiga de su hermanita. Puede que
coquetee, pero sería estúpida si pensara que es algo más que una broma.
Me pongo en posición fetal con la esperanza de ocultar lo que mi
mínima ropa no hace.
—B… bien. ¿Y a ti? —tartamudeo como una idiota.
—Mucho mejor después de verte, nena. —Me guiña un ojo y mis
mejillas se calientan.
—Ahora que tienes eso, puedes irte a la mierda. Tenemos que alistarnos
para una fiesta, —brama Harley.
—Ugh, ¿de verdad van a ir?
—Um... por supuesto que sí. No eres el único que quiere divertirse.
—Podrías esperar hasta el año que viene, cuando esté en la universidad
—refunfuña.
—¿Y qué gracia tendría eso? No podrías desaprobar mi ropa ni a los
chicos que elijo para besar.
Da un paso hacia ella, sacando el dedo para regañarla.
—Harley, no habrá bes...
—Oh, tómate el día libre. Sé a ciencia cierta que hacías algo más que
besar cuando eras junior, así que no tienes nada que comentar. A menos que
quieras que le diga a mamá que te sorprendí cogiendo…
—Ya basta.
Harley estalla en carcajadas.
—Eso pensé. Ahora vete al carajo.
—Eres un dolor de cabeza, Harley Hunter.
—Sí, sí. El sentimiento es mutuo, imbécil —le responde ella mientras él
se aleja por el pasillo.
Sus bromas son como debería ser una relación entre hermanos. Pienso
en las últimas cuarenta y ocho horas con Ashton. No hay ningún vínculo
fraternal entre nosotros. Pero, ¿por qué debería haberlo? Somos extraños
unidos por nuestros padres. No hay razón para que tengamos ningún tipo de
conexión.
Aunque la hay. Hay algo que crepita entre nosotros cada vez que
estamos lo suficiente cerca como para tocarnos. Aunque es cualquier cosa
menos una broma divertida. Es puro odio.
Lo veo en sus ojos. Lo siento en su tacto.
Por mucho que luche contra él, ambos sabemos que tiene todo el poder
y necesito no bajar la guardia antes de que logre su misión de doblegarme.
—Whoa, cálmate. Me gustaría llegar a la fiesta antes de que te
desmayes —indica Harley, quitándome la botella de la que estaba bebiendo.
—Solo me dejo llevar. Ha sido una semana muy larga.
—Lo sabía —anuncia, dándose una palmada en la rodilla—. ¿Qué te
hizo para que huyas de tu propia casa?
—Es solo la música. Deberíamos vestirnos.
Levantándome del borde de su cama mientras ella saca su primer trozo
de pizza humeante, busco en la maleta que empaqué para sacar mi atuendo.
Consiste en mi uniforme de animadora y algo de pintura para la cara.
Ashton tenía razón, no es precisamente creativo, pero odio los disfraces, o
más concretamente las máscaras, así que es lo máximo que estoy dispuesta
a hacer.
—Maldición —murmuro, buscando hasta el fondo.
—¿Qué?
—No empaqué un sujetador blanco.
—¿Y? No te pongas. Dale a los chicos un pase libre a la segunda base
esta noche.
La miro y entrecierro los ojos hacia ella. Puede que mis senos no sean
enormes, pero prefiero tenerlos contenidos. Al menos no voy a animar esta
noche, supongo.
—O ponte uno de los míos —sugiere encogiéndose de hombros.
—Probablemente eso sería peor. —Miro su pecho.
—Está bien, no hace falta que señales lo que me falta. Solo ponte el top.
Cualquier chico que tenga la suerte de meter una mano debajo esta noche
pensará que todas sus Navidades han llegado a la vez.
Pienso en los chicos de la escuela, en Zayn y con quién podría acabar
esta noche, pero cada vez que lo hago, sus caras se funden con las de otra
persona.
Sacudo la cabeza. Necesito más vodka, maldición.
CAPÍTULO DIEZ
RUBY

A l igual que el año pasado, la casa embrujada se ve espeluznante


mientras caminamos hacia ella. Afortunadamente, Zayn nos dio un
aventón, a pesar de que se empeñó en expresar su molestia a cada
paso. No es que a ninguna de las dos nos importara una mierda. Harley está
demasiado dispuesta a salir de fiesta y yo más que dispuesta a pasar una
noche lejos del drama y de esos ojos y sus palabras malvadas.
En cuanto salimos del auto, Harley, vestida de Gatúbela, me toma de la
mano y me arrastra hacia la casa.
Inmediatamente nos envuelve la multitud que se amontona junto a la
entrada. Se apresura a localizar las bebidas antes de que nos tomemos una
cada una y encontremos al resto del equipo de animadoras.
La mayoría están en la pista de baile, así que sin pensarlo dos veces nos
unimos a ellas.
La música retumba, mis amigas me rodean felices, si no es que ya están
algo borrachas, y por fin respiro aliviada mientras levanto los brazos por
encima de la cabeza y muevo las caderas al ritmo de la música.
Una canción se funde con otra, diferentes miembros del equipo siguen
apareciendo con más bebidas y, a medida que pasa el tiempo, mi cabeza se
va aligerando y empiezo a olvidarme de todo y solo disfruto. Incluso las
máscaras de algunos de los estudiantes que me rodean dejan de molestarme
tanto.
En un momento dado, un par de manos cálidas se deslizan alrededor de
mi cintura desnuda y un cuerpo firme y caliente se aprieta contra mi
espalda.
—En verdad quieres torturarme esta noche, ¿verdad, nena? —La suave
voz de Zayn me llena el oído mientras se mueve contra mí.
El alcohol me da una confianza que no tendría en un día normal y
empujo mi trasero contra él, haciéndolo gemir de placer.
—Eres una provocadora, nena.
—¿Quién dijo que solo provoco? —insinúo por encima de mi hombro
mientras sus manos empiezan a subir nerviosamente por mi vientre. Está a
nada de descubrir que estoy desnuda debajo cuando de repente desaparece
—. ¿Pero qué...? —Me doy la vuelta y la habitación parece moverse
conmigo, diciéndome lo mucho que he bebido, pero no veo a Zayn, no veo
a nadie más que a gente divirtiéndose.
Pasan dos segundos mientras intento entender qué demonios acaba de
pasar cuando lo escucho.
—¿Dulce o truco, pequeña?
Un violento escalofrío recorre mi cuerpo cuando su gran mano me
aprieta la cadera. La otra mano sube por mi cuerpo, pasa por encima de mi
pecho y me rodea la garganta.
Trago saliva y la risita que me llena el oído me dice que no ha pasado
por alto mi miedo.
La longitud de su cuerpo se aprieta contra mi espalda, pero, a diferencia
de Zayn, no me relajo inmediatamente contra él.
—¿Qué? ¿Así que bailarías feliz con ese hijo de puta, pero no lo harías
conmigo? Si me importara, pequeña, me ofendería.
Algo duro me golpea la parte de atrás de mi cabeza, pero mi cerebro
alcoholizado no puede registrar qué es.
—Baila —exige, y cuando mueve su cadera contra mi trasero, no tengo
más remedio que seguir su movimiento.
Miro a todos los que nos rodean, pero nadie nos presta atención, están
demasiado distraídos disfrutando.
Mi cabeza sigue dando vueltas, y su olor y la fuerza con la que me
agarra no me ayudan en absoluto. Es posesivo, dominante y, maldición, me
dan ganas de someterme.
Su mano abandona mi cadera y se desliza por mi estómago. A
diferencia de Zayn, sus dedos desaparecen bajo la tela sin vacilar.
En segundos, sus dedos encuentran mis pechos desnudos. Mis pezones
se endurecen contra la tela de mi top instantes antes de que su gigantesca
mano cubra uno de ellos.
—Oh, Dios —gimo, con la cabeza apoyada en su hombro mientras me
aprieta.
Al girar la cabeza hacia él, espero encontrarme con sus ojos oscuros
clavados en mí, pero cuando abro los ojos, lo único que veo es la máscara y
grito como una loca. Salto lejos de él, pero su agarre es demasiado fuerte y
me veo obligada a contemplar mi peor pesadilla. Una maldita máscara de
Jason. Por supuesto, es lo que escogió para esta noche, supongo que es
apropiado, ya que está convirtiendo mi vida en una pesadilla viviente.
—Vamos —ordena, retira la mano de mi camiseta y entrelaza sus dedos
con los míos. Por un segundo, pienso que el movimiento es demasiado
dulce para pertenecerle, sin embargo, pronto lo olvido cuando me jala con
fuerza detrás de él.
Nadie nos mira, así que nadie ve el miedo que se dibuja en mi rostro
mientras sigo al mismísimo diablo hasta donde él considera adecuado.
Subimos dos tramos de escaleras antes de que abra una puerta que
rechina y se meta. La habitación es oscura y sucia, uno de los cristales de la
ventana está roto, lo que permite que entre la brisa nocturna y me ponga la
piel de gallina. La claridad de la luna es la única luz, y resalta el polvo que
flota en el aire y que molestamos al entrar.
Sí, no es para nada espeluznante. Estoy en una casa en ruinas, en una
habitación abandonada con el maldito Jason Voorhees. Nada bueno puede
salir de esto.
Me suelta, y por mucho que quisiera darme la vuelta y salir corriendo,
no lo hago. Mi fascinación enfermiza por lo que va a hacer a continuación
me deja helada sin moverme. Eso y el vodka que me llena las venas.
Se acerca a la ventana, se arranca la máscara de la cabeza y la deja caer
sobre el suelo. El golpe me hace dar un respingo y hace que mi corazón, ya
palpitante, golpee contra mis costillas.
Estoy segura de que solo me da la espalda durante unos segundos, pero
parece que ha pasado toda una vida cuando vuelve su oscura mirada hacia
mí.
Algo crepita y lo siento hasta en los dedos de los pies. Abro la boca para
decir algo, pero no tengo oportunidad de averiguar qué podría ser porque él
cierra el espacio que nos separa. En unos segundos, sus dedos rodean mi
garganta y sus labios se posan en los míos.
Su lengua exige entrar y separa mis labios en su necesidad de más.
Mi cerebro falla al intentar seguirle el ritmo.
En un momento está intentando devorarme y al siguiente tengo la
espalda contra la pared y una pierna enganchada a su cintura. Su miembro,
ya duro, me aprieta y no puedo evitar moverme contra él.
Su lengua se hunde en mi boca, enredándose con la mía, tomando todo
lo que necesita. Aunque no estoy segura de que lo haga cuando me entrego
voluntariamente.
Tenía razón sobre sus labios la primera vez que los miré. Demonios,
cómo besa.
Me consume por completo.
Me aprieta la garganta con la mano mientras pierde el control, pero en
ningún momento me preocupa; en todo caso, solo me hace desear más. Más
de su tacto, más de su sabor, solo más de él.
Mis dedos tantean su chaqueta de cuero hasta que se la quito de los
hombros. Cae al suelo con un ruido sordo, mas eso no lo detiene.
Su otra mano se desliza por la parte inferior de mi muslo hasta tocarme
el trasero. Cuando descubre que está desnudo, gime en mi boca. Sus dedos
siguen bajando hasta pasarlos por el pequeño trozo de tela empapada que
me cubre.
Separo mis labios de los suyos y mi cabeza cae hacia atrás, golpeándose
contra la pared, mientras una sensación desconocida me recorre.
—No puedes ocultar lo que realmente quieres durante mucho tiempo,
pequeña. Dime que quieres esto. Dime que quieres que vea cómo te haces
añicos.
—Ashton. —Su nombre pretende ser una advertencia, no obstante, sale
sonando como un gemido necesitado.
Deslizando el encaje a un lado, pasa sus dedos por mi calor.
—Maldita sea, pequeña. Sabía que estabas desesperada por mí, pero
mierda.
—¡Oh, Dios!, ¡oh, Dios! —repito mientras él me provoca.
Justo cuando empieza a ser aún más intenso, deja de tocarme y se
aparta.
Incluso con la poca luz que hay, puedo ver cómo respira agitadamente.
Veo cómo inclina la cara hacia el techo por un momento, aunque solo
tengo un segundo para preguntarme a qué demonios está jugando, porque
en cuanto pestañeo, vuelve.
Sus dedos rodean el dobladillo de mi top y me lo sube por el cuerpo. No
puedo hacer otra cosa más que levantar los brazos y dejar que me exponga.
En cuanto me libero de la tela, sus manos me tocan los pechos. Me
aprieta y un fuerte suspiro sale de mis labios.
Se siente tan bien, diablos.
—¡Mira! —ordena, y como la niña buena que soy. Levanto la cabeza y
observo fascinada cómo sus labios hinchados por el beso se abren para
chuparme el pezón.
En cuanto toca mi piel sensible, todo mi cuerpo se estremece de placer.
Sus ojos permanecen fijos en los míos y chupa, lame y muerde,
haciéndome chillar con la extraña mezcla de dolor y placer.
Lo sigo, totalmente perdida en él, mientras se mueve hacia el otro lado.
Justo cuando creo que eso es todo lo que va a hacer, se arrodilla y
empieza a besarme el estómago.
«Demonios, demonios. Va a...»
Sus dedos rodean mi falda y, antes de que pueda terminar de pensar, me
la baja hasta los tobillos, dejándome solo con mi tanga blanca de encaje.
—Oh, pequeña. Eres demasiado inocente para alguien como yo. Voy a
arruinarte, carajo.
El desgarre de la tela llena la habitación cuando me arranca la tanga del
cuerpo.
Me mira fijamente y mis mejillas se calientan al saber que está a la
altura de mi parte más íntima.
Incapaz de mirarlo, aparto mis ojos.
—¿Qué te dije? —Me agarra la barbilla y me veo obligada a volver a
mirarlo. Está parado de nuevo, con sus ojos oscuros y hambrientos clavados
en los míos—. ¡Mí-ra-me!
Se pasa la lengua por el labio inferior y me observa fijamente. Sus ojos
son imposiblemente oscuros, aunque hay algo más en ellos que solo sus
malas intenciones normales.
—¿Qué...?
—No hables —exige antes de asegurarse que soy incapaz de escupir
una respuesta llenándome la boca con su lengua una vez más.
Su beso es contundente, nuestras lenguas se baten en duelo y nuestros
dientes chocan. Doy lo mejor de mí mientras sus manos recorren mi cuerpo
como si no supiera dónde tocar primero.
Necesitada de contacto, deslizo mis manos bajo el dobladillo de su
camisa. Sus abdominales saltan bajo mi tacto, pero no disfruto mucho
tiempo recorriendo las hendiduras con mis dedos.
Sus dedos rodean mi muñeca y aleja mi mano.
—Te diré cuándo puedes tocarme. Y créeme cuando te digo que lo que
tocarás será algo más abajo.
No debería excitarme, pero maldición, cada músculo al sur de mi
cintura se aprieta de deseo.
Me agarra la cintura con ambas manos y chillo cuando me levanta y me
separa de la pared.
Sus labios recorren mi cuello mientras nos movemos y, cuando vuelve a
bajar hacia mis pechos, pierdo el hilo de mis pensamientos y la
preocupación de que se dirija a la puerta para exponerme ante toda la
escuela. Algo me dice que no es de los que comparten, si nos guiamos por
la forma en que se deshizo de Zayn antes.
Me tenso al pensar en él. Espero de verdad que Ash no lo haya
lastimado.
Ashton se detiene y pone fin a mis preocupaciones. Extiende su mano y
mueve algo que lanza otra columna de polvo al aire y, cuando miro por
encima de mi hombro, veo que ha descubierto un piano viejo.
Frunzo el ceño mientras me pregunto qué hará, pero la fría madera del
instrumento me lastima la espalda mientras me acuesta sobre él.
—Se aplican las mismas reglas. Mí-ra-me. —Siguiendo sus órdenes, me
apoyo en los codos mientras él me abre los muslos al máximo y me coloca
los pies sobre la madera vieja. Me quedo boquiabierta al ver la expresión
hambrienta de su cara mientras me mira fijamente—. ¿Te han hecho esto
antes, pequeña? —Su voz es profunda y más áspera de lo normal y,
mientras retumba en mi interior, siento que mi centro se humedece cada vez
más.
Reprimo un gemido de frustración. No estoy del todo segura de lo que
necesito que haga ahora, pero sé que necesito que me toque, que haga algo
en lugar de solo mirarme.
—N… no.
Una sonrisa malvada se curva en sus labios.
—Bien. Entonces siempre me recordarás.
Quiero decirle que es tan imbécil que probablemente eso no sea posible
de todos modos, sin embargo, no tengo la oportunidad porque me rodea la
cadera con las manos mientras fija sus labios sobre mí.
Su lengua empieza casi de inmediato a rodear mi clítoris y grito ante la
sensación.
—¡Dioooos!
No tengo idea de si tengo que jalarlo más cerca o apartarlo, la sensación
es tan intensa. Maldición. No sé ni cómo me llamo mientras me lame, me
chupa y me roza con los dientes.
Arqueo la espalda y levanto los pechos mientras lucho por hacer lo que
me dijo, mirarlo.
Sus ojos no se apartan de mí mientras lucho por quedarme quieta y él
sube la apuesta, rodeando mi entrada con un dedo.
—¡Ashton! —gimo cuando me introduce el dedo hasta el fondo. La
sensación es demasiado agradable para negarla. No debería estar haciendo
esto. No deberíamos estar haciéndolo. No debería desear tanto que
continue. Con un dedo dentro de mí y sus labios aferrados a mi núcleo,
estira la otra mano y me pellizca un pezón—. ¡Oh, Dios!
Caigo sobre el piano con tanta fuerza que grita su propia melodía
durante un segundo.
Los dedos de una mano se enroscan en la madera mientras la otra se
lanza por el cabello de Ashton. Me agarro a él, manteniéndolo en su lugar y
asegurándome de que no va a dejar de hacer lo que sea que me está
haciendo.
Todo a mi alrededor desaparece y siento que floto mientras las
sensaciones recorren mi cuerpo.
Al añadir otro dedo, la intensidad aumenta y me aferro a él con más
fuerza.
—Déjate llevar —gruñe contra mí, las vibraciones de su voz profunda
no hacen más que aumentar sus caricias.
—Oh, Dios… Oh, Dios —susurro mientras la bola que ha ido creciendo
en mi interior se hace tan grande que todo lo que puede hacer es romperse
—. ¡Oh, Dios! ¡Ashton! —grito mientras explota. Luces blancas brillan
detrás de mis ojos mientras todo mi cuerpo se retuerce y convulsiona contra
su cara—. ¡Oh dios mío!, ¡oh dios mío! —continúo mientras él comienza a
ir más despacio y las sensaciones empiezan a disminuir.
Mi pecho se agita mientras intento aspirar el aire que necesito, y mis
párpados me pesan.
La habitación gira a mi alrededor y la necesidad inmensa de dormir me
golpea como un camión.
Lo último que recuerdo es a Ashton poniéndose a mi lado y apretando
sus labios contra los míos. Recuerdo que pensé en lo sexy que era que
supiera como yo, pero entonces todo se vuelve negro.
CAPÍTULO ONCE
RUBY

V uelvo en mí con lo que siento como un maldito tambor golpeándome


la cabeza.
Gimo, me doy la vuelta y se me revuelve el estómago.
Me quedo quieta inmediatamente e intento recordar por qué me siento
tan mal.
Entonces la razón me golpea de lleno.
Me incorporo precipitadamente, el estómago se me revuelve de nuevo y
me agarro de las sábanas, dispuesta a tirarlas al piso para correr hacia el
baño.
Por suerte, se calma y abro los ojos.
—¿Eh?
Estoy en mi habitación.
Me quito las sábanas del cuerpo y, al mirar hacia abajo, descubro que
llevo puesto de nuevo el uniforme de animadora, aunque pronto me doy
cuenta de que me falta una prenda.
La imagen de Ashton arrancándome la tanga llena mi mente y mi
cuerpo traidor se calienta mientras sigo repasando los acontecimientos de la
noche anterior.
—Dios mío —murmuro, dejando caer la cabeza entre mis manos.
Por favor, dime que es un una pesadilla y que realmente no dejé que mi
hermanastro me comiera encima de un piano.
«Maldición, maldición, maldición».
Pero, aunque me avergüence de cómo actué, no puedo negar que fue un
completo éxtasis. Su cigarrillo de mariguana ni siquiera se le compara.
«No, no, no. Ni siquiera pienses en ello».
Vuelvo a caer en la cama, me cubro la cabeza con las sábanas y le pido
a mi cuerpo que vuelva a dormirse. Sin embargo, no puede, tengo
demasiadas preguntas dando vueltas en mi cabeza.
Preguntas como: ¿Cómo pasé de estar desnuda sobre un piano a estar
casi vestida de nuevo y en mi propia cama? ¿Qué me hizo después de que
me desmayé? ¿Siquiera me desmayé o hay partes de anoche que estoy
olvidando? Mierda, ¿dejé que me cogiera? Muevo las caderas y no siento
nada raro. Seguramente, lo sabría si hubiera llegado tan lejos, ¿no?
«¡Jesucristo, Ruby! ¿Qué estás haciendo?», me pregunto a mí misma
antes de echar las sábanas hacia atrás una vez más y levantarme de la cama.
La cabeza me da vueltas y me retumba y mi estómago se siente raro
mientras me dirijo al baño despojándome del uniforme mientras camino.
Después de usar el retrete, me quedo de pie con las manos en el lavabo
y me miro en el espejo.
—Mierda. —Jadeo al verme la cara manchada de pintura, pero eso no
es nada comparado con el susto que me llevo al mirarme el pecho. Está
cubierto de marcas rojas, algunas de las cuales parecen sospechosamente
marcas de mordidas—. ¿Qué carajo hice?
Después de una larga ducha caliente, me pongo un par de pantalones
deportivos y una camiseta extragrande y salgo de mi habitación a
regañadientes, sabiendo que no puedo esconderme aquí para siempre.
Extrañamente, no hay música en la habitación de Ashton. Debe de ser la
primera vez desde que llegó que no la pone a todo volumen solo para
hacerme enojar.
Cuando bajo, encuentro a mamá y a Stephen sentados en la mesa
desayunando.
—Hola, cielo. ¿Creí que te ibas a quedar en casa de Harley? —pregunta
con el ceño fruncido.
—Eh... ¿cambio de planes? —Parece aún más confundida cuando lo que
debería haber sido una afirmación sale de mis labios como una pregunta.
—B… bien. Bueno, ¿tuviste una buena noche?
—Eh... sí... fue... memorable —balbuceo, incapaz de encontrar una
palabra mejor.
—¿Estás bien? —inquiere, aún más preocupada.
—Demasiado vodka —admito, para su horror—. Lo siento. Lo sé. Solo
me dejé llevar un poco.
—Y hasta aquí llegó mi compasión. Ya sabes lo que pienso de que
bebas siendo tan joven.
—Lo sé, mamá. Fue solo una vez, te lo prometo.
—Bien. Y espero que te duela. Puede que te impida volverlo a hacer.
—¿A ti te detuvo una resaca? —cuestiono, arrepintiéndome en cuanto
me mira con ojos críticos.
Abre la boca para responder, pero decide no hacerlo.
—Solo sé sensata, Ruby. No queremos que te arrepientas de tus actos —
dice Stephen, cubriendo la incapacidad de mamá para mentir sobre cómo
eran de jóvenes.
Le hago un gesto con la cabeza, absteniéndome a duras penas de señalar
que ya es demasiado tarde.
—Voy a llevarme esto a mi habitación —digo, levantando mi taza de
café para enseñársela.
—¿Podrías llamar a Ash al pasar? Salimos en diez minutos.
Se me revuelve el estómago ante la idea de tener que enfrentarme a él
una vez más, pero, consciente de que no tengo otra opción, salgo de la
habitación y me dirijo a las escaleras.
Me detengo frente a su puerta y exhalo un largo suspiro.
«Solo tienes que tocar, gritar y luego esconderte en tu habitación».
Asintiendo la cabeza, levanto la mano y golpeo la madera con los
nudillos.
—Ash, tu papá quiere que estés listo en diez minutos.
Solo hay silencio.
Apoyando mi oreja en la puerta, me esfuerzo por escuchar algún
movimiento adentro, pero cuando no escucho nada, el corazón se me
acelera.
Stephen lo está esperando, seguro que no se fue sin él.
Poniendo mi mano sobre la perilla, vuelvo a levantarla, indecisa sobre
qué hacer, aunque algo me dice que abra la puerta.
—¿Ash? —Lo intento de nuevo, golpeando más fuerte por si está en el
baño y no me escuchó.
Frustrada, finalmente giro la perilla y abro la puerta.
Jadeo y contemplo la habitación vacía e inmaculada que tengo ante mí.
Doy un paso adentro, pero no hace falta. Ya lo sé.
Se ha ido.
Levanto las manos, jalo mi cabello, dando vueltas en busca de pruebas
de que alguna vez estuvo aquí. Lo único que encuentro es su máscara de
Jason sobre la cómoda. Es un espeluznante recuerdo de la noche anterior y,
por alguna extraña razón al verla hace que mis ojos se llenen de lágrimas.
Realmente se ha ido.

FAZE es una precuela de FURY, Los Chicos de Rosewood High #6.


PREORDENA FURY AHORA

¿Aún no has leído la serie de Rosewood?


Empieza con Thorn, mi romance bully de adolescentes.
HAZ CLIC AHORA
ACERCA DEL AUTOR

Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.

Sé el primero en enterarte de sus nuevos lanzamientos y ofertas. Suscríbete a su boletín aquí.

Si quieres saber lo que estoy haciendo, ver avances y fragmentos en los que estoy trabajando,
entonces debes de formar parte de mi grupo de Facebook. Únete a los Ángeles de Tracy aquí.

Mantente al día con los libros de Tracy en www.tracylorraine.com

También podría gustarte