From the SelectedWorks of Carlos Molina Sandoval

Fall May 24, 2018

La culpa en el derecho privado

Carlos Molina Sandoval

Available at: https://works.bepress.com/carlos_molina_sandoval/80/

AÑO lxxXII N° 97 DIRECTOR: JORGE HORACIO ALTERINI Tomo La Ley 2018-C

BUENOS AIRES, argentina - Lunes 28 de mayo de 2018 ISSN 0024-1636

La culpa en el derecho privado

Carlos A. Molina Sandoval

SUMARIO: I. Introducción.— II. Nociones generales.— III. Unidad del concepto.— IV. Graduación de la culpa.— V. Gravedad de la culpa.— VI. Asimilación al dolo.— VII. Naturaleza civil y penal.—
VIII. Valoración de la culpa.— IX. Mayor deber de diligencia.— X. Conocimientos técnicos.— XI. Análisis económico del derecho.— XII. La fórmula de Learned Hand.— XIII. Culpa y relación de
causalidad.— XIV. Culpa y antijuridicidad.— XV. Obligación de medios y resultado.— XVI. Prueba de la culpa.— XVII. Cargas probatorias dinámicas.— XVIII. Dispensa de la culpa.—
XIX. Culpa de la víctima.— XX. Culpa en acción preventiva.— XXI. Derecho internacional privado.

El Derecho de daños se basa más esta “dilución” de los factores subjetivos de la
responsabilidad no necesariamente se ha dado
en la protección de la víctima —y en el al mismo ritmo en todo el derecho comparado.
principio de reparación integral—. Esta Los regímenes afines al common law siguen es-
tructurando su sistema de resarcitorio sobre
particular visión —y en general, la injus- la base de ciertos deberes de conducta espera-
ticia de sufrir un daño no justificado— da, en especial la de una persona razonable co-
mún (1) y sobre la base de diferentes “test” (2).
conllevan una valoración más flexible de Incluso se alude a una expansión del concepto
la culpa; las presunciones hominis jue- de negligencia (3).
gan en este particular enfoque un papel Los derechos europeos (4) y latinoamerica-
fundamental. Incluso, la teoría de las nos siguen teniendo la culpa como un factor re-
sidual de atribución frente a la ausencia de pre-
cargas probatorias dinámicas permite un visiones específicas para cada tipo de conduc-
desarrollo menos estructurado de este tas o actividades (5). Se alude a una “norma de
clausura” (6). Incluso se ha llegado a decir que,
presupuesto de la responsabilidad. en el caso de la responsabilidad por culpa, se
está ante un “principio general del orden jurídi-
co” (7), que podrá ser limitado (porque ningún
I. Introducción principio es absoluto), pero nunca derogado (8).
El fundamento de la responsabilidad y en II. Nociones generales
especial las razones por las que un sujeto debe
resarcir el daño causado a otro siempre ha La culpa, con bases en el derecho francés his-
sido un tema de fundamental preocupación tórico (9), se relaciona con el incumplimiento
en el derecho de daños. La convivencia en so- de ciertas conductas razonablemente espera-
ciedad requiere del cumplimiento de pautas y bles de una persona. Con la “ausencia” de una
conductas que de algún modo eludan la cau- “debida diligencia” o prudencia. A la inversa, la
sación de daños al próximo. Pero, del mismo no culpa (y con ello, la no responsabilidad) está
modo, es necesario determinar las condiciones vinculada con el cumplimiento de las pautas
por las que una conducta imputada a un sujeto que se esperan de una persona, especialmente
(imputación material) pueda sustentar el dere- con la prudencia, diligencia y pericias exigibles
cho al resarcimiento. en los contextos de cada caso [tiempo, modo,
lugar y persona (10)].
Los factores subjetivos de la responsabilidad
(culpabilidad en sentido amplio o, más preci- Importa la omisión de hacer algo que un
samente, culpa y dolo) tuvieron un rol deter- hombre razonable, guiado con las pautas de
minante en la evolución del derecho de daños; conducta que usualmente se exigen a los asun-
permitieron explicar con cierta lógica humana tos humanos, haría (o hacer algo que un hom-
(o de justicia) las “razones” por las que una per- bre razonable y prudente no haría) (11).
sona debía resarcir el daño causado. Importan
un “juicio de reproche” de las conductas desa- A los fines de la culpa, la prudencia es la po-
rrolladas por la persona que “causa” el daño y sibilidad de razonar y decidir, frente a ciertos
al que se le imputa jurídicamente (en función hechos o actividades, que pueden ocasionar
de la intención, la libertad y el discernimiento). un daño (patrimonial o extrapatrimonial) y
de modificar o adecuar la conducta para evi-
El desarrollo de las responsabilidades “obje- tar, no producir o incluso minimizar perjuicios
tivas” y de la teoría del riesgo ha minimizado, innecesarios o evitables; conductas que deben
muchas veces, el rol estelar de la culpa. Pero ser oportunas, reflexivas y no precipitadas.
La diligencia, como antónimo de “negligen-
cia” (12) (comportamiento descuidado), se rela-
ciona con el cumplimiento de una obligación (13)
(contractual o extracontractual) con cuidado
y previsión, en procura resultados deseables o
eficaces (sea desde la rapidez, la economía o el
modo de realización). Importa tomar las pre-
cauciones que cada situación demanda en fun-
ción de un grado de previsibilidad exigible (14).
La pericia, en algún punto, es la habilidad
para desarrollar ciertas actividades o conduc-
tas específicas; a veces se la asimila con la fa-
cultad de resolver con eficacia y facilidad cues-
tiones que tienen ciertas dificultades. Requiere
conocer reglas propias (15) de cada actividad
(profesión, ciencia, oficio, arte) y tomando
como pautas estándares generales de conduc-
ta. Es una forma de imprudencia o negligencia
en el ejercicio del arte o profesión.
Se trata de conceptos distintos, pero íntima-
mente ligados. Puede representarse un posible
perjuicio y modificar la propia conducta con
un grado mínimo de habilidad y cumplimiento
de ciertas pautas y reglas que se esperan de la
persona. Algunos autores exigen un requisito
no expreso en la legislación, pero que es obvio
para todo el sistema jurídico: la carencia de
mala fe (16) (aun cuando la buena fe, obviamen-
te, se presume).
La ajustada visión de la culpa justamente
se contrapone a dichos conceptos; por ello las
diversas legislaciones mundiales suelen incluir
en la noción de culpa la imprudencia, la negli-
gencia y la impericia [conceptos interrelacio-
nados y complementarios (17)].
En el derecho chileno se ha dicho que la cul-
pa tiene los dos polos que resultan ajenos a la
persona prudente: la negligencia (caracteriza-
da en sentido estricto por el relajamiento de la
atención), y la imprudencia (que es caracterís-
tica de las personas temerarias). Por ello, el es-
tándar de cuidado (esto es, el nivel de cuidado
exigible) puede ser apreciado sobre la base de
dos paradigmas, que, en definitiva, resultan
complementarios: se puede tener como mode-
lo un tipo de persona (‘la persona razonable’,
‘el buen padre de familia’ o la ‘persona diligen-
te’), o bien, se puede atender a la conducta que
racionalmente resulta exigible. En uno y otro
caso, sin embargo, el estándar lleva a compa-
rar la conducta efectiva con la que puede espe-
rarse, en las circunstancias del caso, de quien
es respetuoso de los demás, aunque no se le
pueda exigir una especial devoción al interés
ajeno (18).
Una correcta noción incluye la omisión de
aquellos actos (19) (activos o pasivos) que ra-
zonablemente pudieran eludir o minimizar el
daño y cumplir con conductas que honren el
deber genérico de no dañar a otro. En el de-
recho peruano, a diferencia de otras opinio-
nes (20), se ha dicho que la “culpa omisiva”
requiere de la existencia de una norma que
obligue a actuar de una manera determinada
(y de ese modo, de incumplir la pauta se genera
la omisión culposa) (21).
III. Unidad del concepto
La culpa, como norma de clausura (22), es
un concepto unívoco. No existe una diferen-
cia ontológica entre la culpa contractual y
la extracontractual. Si bien la tendencia en
materia de daños es a la unificación de la
teoría general de la responsabilidad (en un
único régimen, v.gr., prescripción, comienzo
del curso de intereses desde la producción
del perjuicio, legitimación en el daño extra-
patrimonial, régimen en caso de pluralidad
de responsables, etc.) y especialmente en la
base teórica de los presupuestos de la res-
ponsabilidad (antijuridicidad, nexo causal,
factor de atribución y daño), ello no significa
que no puedan existir diferencias específicas
según sea contractual o extracontractual
(extensión de los daños y el criterio de pre-
visibilidad, régimen de responsabilidad indi-
recta, ley aplicable en derecho internacional
privado, valuación de daño, etc.).
Pero las diferencias no son ontológicas, sino
contextuales. Es la misma idea fuerte matizada
en las diferentes circunstancias de cada caso,
en las que el condicionamiento “contractual”
claramente no es indiferente. La culpa siempre

DOCTRINA. La culpa en el derecho privado tuvo por acreditada la relación laboral. Encuadre de la relación jurídica. Existencia de una
Carlos A. Molina Sandoval........................................................................................................... 1 guía que determinaba los términos de la relación. Disidencia. Writ of certiorari (CS)....... 8
CORREO
ARGENTINO

CENTRAL B
NOTA A FALLO. La Corte Suprema reivindica el contrato de locación de servicios frente a
la justicia laboral Responsabilidad del abogado. Negligente accionar. Daño moral. Procedencia
Julián A. de Diego......................................................................................................................... 9 (CNCiv.).......................................................................................................................11
FRANQUEO A PAGAR
CUENTA N° 10269F1

jurisprudencia
Prestaciones profesionales. Médico. Vínculo contractual. Locación de servicios. Rehabilitación del fallido. Oportunidad a partir de la cual se considera operativa
Contratación que perdura en el tiempo durante siete años. Arbitrariedad de la sentencia que (CNCom.)................................................................................................................... 12
2 | Lunes 28 de mayo de 2018
incluye la omisión de diligencia, prudencia o
prudencia sea extracontractualmente o en el
marco de un contrato. Pero la existencia de con-
trato (o no) es justamente una de las circuns-
tancias que pueden modificar la valoración en
concreto del concepto. El contrato justamente
importa la reglamentación de las conductas de
las partes dentro de ciertos límites. Por ello, la
norma condiciona especialmente la culpa a la
“naturaleza de la obligación” y a las circunstan-
cias de las personas, el tiempo y el lugar.
En la culpa contractual, aparecen elemen-
tos tales como la “previsibilidad contractual”,
las obligaciones de “medio” y de “resultado”
o también en la inclusión, quizás implícita en
nuestro sistema civil (23), de la “obligación de
seguridad”. Pero dichos elementos carecen de
fuerza suficiente para poder surcar en la culpa
diferencias que requieran de un tratamiento
jurídico diferenciado. La esencia y los alcances
de la culpa son los mismos. La identidad de
sus elementos permite un desarrollo jurídico
unificado que no justifica un enfoque teórico
diferenciado.
En algunos casos, se ha hablado de la “culpa
pre-contractual” como una forma de resolver
ciertas responsabilidades derivadas de las tra-
tativas previas de los contratos (cuando supo-
nen gestiones, trabajos y gastos). Las conver-
saciones previas hacen concebir a una de las
partes legítimas esperanzas de que el contrato
será concluido; en ese momento, la otra de-
siste, intempestivamente y sin ninguna razón
vinculada con el negocio mismo de las negocia-
ciones (24).
{ NOTAS }
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) Se ha preguntado la doctrina si la “persona común
razonable” es una persona común que es “razonable” o
una “persona razonable” que es común (BEEVER, A.,
“Rediscoverign the Law of Negligence”, Ed. Hart Publis-
hing, Portland, 2007, p. 84).
(2) En el test de Caparo (“Caparo v. Dickman”, 1990),
el tribunal debe preguntarse acerca de tres cuestiones:
(i) ¿era el daño razonablemente previsible?; (ii) ¿existía
una relación de proximidad entre el demandado y el ac-
tor?; (iii) ¿es justo y razonable que se imponga un deber
de cuidado en este caso? Cfr. ELLIOT, C. – QUINN, F.,
“Tort Law”, Ed. Pearson, England, 8ª ed., 2011, p. 21.
(3) HENDERSON (Jr.), J. A., “Expanding the Negli-
gence Concept: Retreat from the Rule of Law”, 51 Ind.
L.J. 467 (1976) cit. por HENDERSON (Jr.), J. A., “Ma-
naging the negligence concept: respecto for the rule
of Law”, in: Exploring Tort Law (edited by M. Stuart
Madden), Cambridge, NY, 2005, p. 187.
(4) De acuerdo con diversos informes nacionales
(Austria, España, Estados Unidos o Israel) la culpa se
considera “la piedra angular”, “el criterio primario” o la
“condición básica” de la responsabilidad civil; el informe
inglés afirma incluso que “algunos llegarían aún a decir
que la culpa es siempre necesaria” (Cfr. EUROPEAN
GROUP ON TORT LAW, “Principios de Derecho Euro-
peo de la Responsabilidad Civil” (trad. de la Real Acade-
mia de Derecho Privado Europeo y Comparado), coord.
M. MARTÍN-CASALS, Ed. Thomson-Aranzandi, Nava-
rra, 2009, p. 131).
(5) Decía Casiello que la culpa —aunque la comple-
menten ahora tantos nuevos “recursos” o soluciones que
contribuyen de excelente manera a la cobertura de los
daños—, sigue siendo el principio general y “fondo co-
mún” en esta problemática. Cfr. CASIELLO, J. J., “Con-
currencia de culpa y riesgo en el accidente automotor”,
LA LEY, 1990-C, 509.
(6) “En definitiva, y partiendo de la base que media
unidad y coherencia en el sistema jurídico (el que debe
ser interpretado en su totalidad y de modo armónico),
cabe concluir que la culpa opera “residualmente” como
válvula de cierre del sistema. Constituirá una norma de
remisión del sistema cuando: 1) medie vacío legal porque
no existe ninguna norma expresa; a) en el Código Civil
y Comercial ni b) en la legislación especial; 2) si a la la-
guna normativa le sigue una laguna interpretativa por-
que tampoco hay en la legislación común ni en la especial
ninguna previsión legal que permita una interpretación
analógica de otros factores objetivos ni del riesgo creado
ni de la actividad riesgosa o peligrosa. De esta forma se
obtiene una convivencia armónica y equilibrada entre la
culpa y en riesgo creado y, con ese alcance, se consagra a
También de “culpa post-contractual” cuan-
do agotados los alcances del contrato entre
partes, subsisten ciertos efectos en cuyo caso
la atribución de responsabilidad es extracon-
tractual (25).
IV. Graduación de la culpa
Históricamente existieron diversas gradua-
ciones de culpa (grave, leve y levísima). En una
básica visión cotidiana, es lógico diferenciar y
clasificar las omisiones humanas que pueden
generar consecuencias jurídicas. Hay algunas
más graves que otras. En la culpa grave (omi-
sión de una básica y mínima diligencia o una
falta extrema de prudencia), culpa leve (que
implica una omisión, aunque no tan grave, de
las diligencias o pericias que se imponen en un
determinado contexto) y hasta en la culpa leví-
sima (cuya omisión casi se relacionaría con un
nivel mínimamente inferior de una prudencia
media) lo que se determina es el nivel de cum-
plimiento de pautas lógicas de comportamien-
to que se esperan según las circunstancias de
tiempo, modo y lugar.
Determinar la “levedad” de la culpa es, en
algún punto, improcedente si lo que importa
es justificar la atribución de la responsabili-
dad a un determinado agente. Es más podrían
existir diversas graduaciones convencionales
o niveles (nivel uno, dos, tres, cuatro, etc.).
Más allá del sentido común y quizás su valor
pedagógico, la legislación no diferencia entre
dichas levedades (culpa media, leve, levísima,
etc.). Determinada la existencia de culpa con el
alcance antes analizado (especialmente tenien-
la culpa como norma de clausura o de cierre del sistema
(GALDÓS, J. M., “La culpa como norma de clausura”,
RCyS 2013-III, p. 1).
(7) Aunque ello no es uniforme en el derecho compa-
rado. Flemming señaló que el derecho de la negligen-
cia es interpretado como una respuesta pragmática a
circunstancias sociales, lo cual “minimiza” su rol como
“principio” (FLEMMING, J., “The of Torts”, LBC Infor-
mation Services, 1998, 9ª ed., p. 153).
(8) BREBBIA, R. H., “Vigencia y jerarquía de la res-
ponsabilidad civil por culpa en el derecho positivo argen-
tino”, LA LEY, 1990-B, 1074.
(9) El principio de pas de responsabilité sans faute es-
tablecido por el Cód. Civil francés de 1804 y seguido por
todos los códigos decimonónicos latinoamericanos y eu-
ropeos.
(10) Orgaz señalaba que “en la aplicación práctica, ni
el sistema objetivo o abstracto prescinde de la naturale-
za de la obligación y de las circunstancias de personas,
de tiempo y lugar, ni el sistema subjetivo o concreto deja
de comparar la conducta del agente con la del individuo
de diligencia normal u ordinaria” (ORGAZ, A., “La cul-
pa. [Actos ilícitos]”, Lerner, Córdoba, 1970, p. 35).
(11) “Blyth v. Company of Propietors of the Bir-
minghan Waterworks” (1856) 156 ER 1047, 1049 cit. por
VAN DAM, C., “European Tort Law”, Oxford University
Press, UK, 2013, p. 230.
(12) La negligencia debe ser entendida como una con-
ducta irresponsable por falta de previsión (MAYO, J., en:
“Código Civil comentado” [dir.: BELLUSCIO, A. C. —
ZANNONI, E. A.), Ed. Astrea, Buenos Aires, 1979, t. 2,
p. 627). También se ha señalado que la negligencia es una
conducta reprochable por hacer menos de lo que se debe
hacer (ALTERINI, A. – AMEAL, O. – LÓPEZ CABANA,
R., “Curso de obligaciones”, Ed. Abeledo-Perrot, Bue-
nos Aires, 1975, t. I, p. 200).
(13) MAYO, J., “La diligencia. Una relectura de su
concepto y funciones en el cumplimiento e incumpli-
miento de las obligaciones”, LA LEY, 2000-C, 1217.
(14) En el common law se ha señalado que no existirá
negligencia en el caso de no tomar precauciones que son
demasiado onerosas en función del tipo de riesgo que
se asume (HARPWOOD, V., “Principles of Tort Law”,
Cavendish Publishing, London-Sydney, 2000, 4ª Ed.,
p. 127).
(15) Dice Weir que “Lo “normal” y lo “normativo”
no necesariamente son congruentes” (WEIR, T., “Tort
Law”, Oxford University Press, Oxford, 2002, p. 60).
(16) “En ambas doctrinas se entiende que los ele-
mentos de la culpa son dos: la omisión de la diligencia
debida, y la carencia de mala fe” (ALTERINI, A. A., “As-
pectos de la teoría de la culpa en el derecho argentino
do en cuenta la naturaleza de la obligación y las
circunstancias personales, temporales y de lu-
gar), se justificará el presupuesto resarcitorio
para hacer procedente la indemnización (ob-
viamente, siempre que exista antijuridicidad,
daño y relación causal).
La graduación de la culpa también es acep-
tada en el derecho penal: “si el ejercicio de la li-
bertad personal siempre está marcado por una
tensión con condicionantes de todo tipo, sólo
existirán grados de mayor o menor libertad y,
por ende, siempre existirán grados de culpabi-
lidad” (26).
V. Gravedad de la culpa
El propio ordenamiento acepta la noción de
culpa grave no sólo en el propio cuerpo civil
y comercial [acusación calumniosa, art. 1771,
Cód. Civ. y Com., principio de autonomía cam-
biaria, art. 1819, Cód. Civ. y Com., adquirente
de títulos valores en serie, art. 1867, Cód. Civ. y
Com. (27)] sino también en regímenes especia-
les, tales como el de cheque (completamiento
abusivo del cheque, art. 8º, LCh. (28), fuerza
cancelatoria del cheque, art. 34, LCh.), concur-
sal (responsabilidad concursal por petición de
quiebra (29), art. 99, LCQ), laboral (responsa-
bilidad del trabajador, art. 87, LCT, incapaci-
dad del trabajador, art. 254, LCT), mercado de
capitales (difusión de noticias falsas, art. 116,
LMV), seguros (provocación del siniestro,
art. 70, LS, obligación de salvamento, art. 72,
LS, maltrato o descuido animal, art. 105, LS,
liberación de la responsabilidad, arts. 114 y 151,
LS), societario (responsabilidad de los admi-
(con referencia al Código Civil español y en ocasión de su
centenario”, LA LEY, 1989-E, 1098). También: LLAM-
BÍAS, J. J., “Tratado de derecho civil. Obligaciones”,
Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1973, 1973, t. I, p. 190;
BUSTAMANTE ALSINA, J., “Teoría general de la res-
ponsabilidad civil”, Ed. Depalma- Abeledo-Perrot, 1972,
Buenos Aires, p. 245; BADESA COLL, F., “La diligencia
y la culpa del deudor en la obligación civil”, Colegio de
España, Bolonia, 1987, p. 726.
(17) En “Donoghe v. Stevenson” (1932), el juez Atkin
fijó el test de “reasonable foreseeabilitiy” (razonable
previsibilidad) del riesgo de dañar al demandante (STU-
HMCKE, A., “Essential Tort Law”, Cavendis Publising,
London, 2ª ed., 2001, p. 9).
(18) BARROS BOURIE, E., “Tratado de la respon-
sabilidad civil extracontractual”, Ed. Jurídica de Chile,
Santiago de Chile, 2010, p. 81.
(19) “Un acto de omisión deberá, en principio, con-
siderarse culpable siempre que su autor haya estado
en condiciones de prever y de evitar las consecuencias
dañosas del mismo. Decimos: “en principio”, porque de
aplicarse estrictamente esta fórmula, podría llegarse a
la conclusión de que toda abstención dañosa sería causa
de responsabilidad, lo que es inadmisible” (ACUÑA AN-
ZORENA, A., “Culpa por omisión y abuso del derecho”,
RCyS, 2012-X, 259).
(20) Se ha dicho: “La problemática presente en la omi-
sión acerca de la determinación de la fuente del deber de
actuación se manifiesta en la culpa. En este sentido cree-
mos que para establecer su configuración no puede recu-
rrirse a criterios puramente normativos entendiendo a la
norma en sentido formal, sino que a los fines de la valora-
ción resulta viable el análisis del ordenamiento jurídico in-
tegralmente considerado” (RAMOS MARTÍNEZ, M. F.,
“Culpa y omisión”, RCyS 2013-XI, p. 35).
(21) ESPINOZA ESPINOZA, J., “Derecho de la Res-
ponsabilidad Civil”, Ed. Rodhas, Lima, 2013, p. 165.
(22) “El derecho civil colombiano ha sido fuertemen-
te influenciado por el derecho francés, y que este ascen-
diente no se limita solamente a la fase de la codificación
(GUZMÁN BRITO, A., “La influencia del Código Civil
francés en las codificaciones americanas”, en PIZA-
RRO WILSON, C. - TAPIA, Mauricio, De la codificación
a la descodificación, Cuadernos de análisis jurídicos II.
Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2005,
ps. 27 a 60), sino que, además, la jurisprudencia y doc-
trina francesas han, tradicionalmente, inspirado tanto a
los jueces como a los doctrinantes colombianos (MAN-
TILLA ESPINOSA, F., “La influencia del Code civil y la
doctrina francesa en el derecho de las obligaciones co-
lombiano”, en PIZARRO Wilson, C. - TAPIA, Mauricio,
ob. cit., ps. 81 a 92; LÓPEZ MEDINA, D. E., “Teoría im-
nistradores, art. 274, LGS (30); responsabilidad
del fiduciario en los debentures, art. 359, LGS),
entre otros.
La unidad del concepto fundamental de cul-
pa regulada en el régimen civil y la ausencia de
una taxonomía sistemática en la graduación
de la culpa (en la que sólo se diferencia dolo de
culpa) no son suficientes para cerrar la posi-
bilidad de admitir cierta consistencia en la no-
ción de “culpa grave”. Incluso, la contradicción
del propio cuerpo normativo (que no diferen-
cia entre graduaciones de culpa) de incluir la
culpa grave en el elenco de algunas regulacio-
nes (junto con su utilización en otras áreas del
derechos) impone la necesidad de delimitar
dicha noción para determinar ajustadamente
sus consecuencias jurídicas.
La culpa grave importa la omisión de actos y
conductas relacionados con la prudencia, peri-
cia y diligencia que se imponen a un sujeto en
función de los distintos contextos (y según la
naturaleza de la obligación), pero de una ma-
nera evidente y palmaria; la gravedad de la cul-
pa se sitúa en no tomar las mínimas precaucio-
nes que una situación requiere. La evaluación
de los actos y conductas no requiere de mayor
esfuerzo intelectual en la determinación de los
elementos que normal y razonablemente se po-
drían requerir a un sujeto diligente y prudente.
Se ha aceptado la distinción entre culpa gra-
ve y culpa en general, pero con un sentido dife-
rente al postulado: “no se trata de “descubrir”
culpas leves para eximir de responsabilidad
(cuando el factor de atribución es subjetivo)
pura del derecho”, Ed. Legis - Universidad de los Andes
- Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2004). Sin
embargo, en la evolución legal y jurisprudencial que ha
sufrido el derecho francés desde mediados del siglo XX,
las referencias a la culpa han, prácticamente, desapare-
cido de gran parte de las normas indemnizatorias, para
así dar lugar a la consagración de nuevos regímenes de
responsabilidad conocidos como objetivos. Mientras
que, en el derecho colombiano, hemos pretendido alcan-
zar los mismos resultados de redistribución y colectivi-
zación de los riesgos propios de nuestra sociedad moder-
na, manteniendo la palabra “culpa” en la formulación de
las disposiciones de indemnización de perjuicios extra-
contractuales, pero deformando completamente su sen-
tido como juicio de valor”. Cfr. MANTILLA ESPINOSA,
F. - TERNERA BARRIOS, F., “La ‘culpa’ en la responsa-
bilidad civil extracontractual del derecho colombiano”,
RCyS 2006, p. 1469.
(23) Así por ejemplo en un interesante debate entre
Picasso y Pizarro (PICASSO, S., “Réquiem para la obli-
gación de seguridad en el derecho común”, RCCyC del
01/07/2015, p. 146; PIZARRO, R. D., “¿Réquiem para la
obligación de seguridad en el Código Civil y Comercial?”,
LA LEY, 2015-E, 840; PICASSO, S., “El fin de la obliga-
ción de seguridad en el derecho común”, LA LEY, 2015-
E, 1220).
(24) BORDA, G. A., “Tratado de Derecho Civil. Obli-
gaciones”, Ed. Perrot, Buenos Aires, 5ª ed., t. II, p. 176;
ARDUINO, A. H. L., “Culpa precontractual: Condiciones
para la generación de responsabilidad”, LA LEY, 2012-
B, 356.
(25) MAYO, en “Código Civil comentado” cit., t. 2,
p. 73.
(26) IRIARTE, I. F., en D´ALESSIO, A. J. (dir.) - DI-
VITO, M. A. (coord.), Código Penal comentado y anotado
parte general, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2005, t. 1, p. 210.
Ya Goldschmidt reconocía, en 1930, que la culpabili-
dad es graduable (GOLDSCHMIDT, J., “La concepción
normativa de la culpabilidad”, Ed. BdeF, Buenos Aires,
2004, p. 124).
(27) MOLINA SANDOVAL, C., “Aspectos generales
de los títulos valores en el proyecto de Código Civil y Co-
mercial”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y
de la Empresa, octubre de 2012 (año 3, nro. 5), p. 280.
(28) MOLINA SANDOVAL, C., “Manual de cheques”,
Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2013, p. 145.
(29) MOLINA SANDOVAL, C. - JUNYENT BAS,
Francisco, “Petición de quiebra directa por el acreedor”,
LA LEY, 2014-C, 847.
(30) MOLINA SANDOVAL, C., “La responsabilidad
de los directores en la sociedad anónima: supuestos y ex-
cepciones”, JA, del 07/07/2004, p. 3.

sino, por el contrario, de que cuando se presen-
ta la culpa grave, existe una correlativa agra-
vación de la responsabilidad civil, que debe ser
asimilada al dolo” (31).
El enfoque no es simple y tiene varias dimen-
siones analíticas. La gravedad de las omisiones
exigidas según el estándar de conducta confi-
gurativa de la culpa no es irrelevante para el
sistema jurídico y tiene identidad propia. La
culpa grave no es similar a la culpa general.
El ordenamiento lo pone en evidencia (de otro
modo, no se hubiera referido en diversas nor-
mas a la culpa grave). Es una forma (gradua-
ción) de culpa, aunque no se establecen dife-
rencias contundentes.
VI. Asimilación al dolo
La ausencia de una detallada regulación de
la culpa grave no puede permitir su asimila-
ción a un concepto diferente a la visión de cul-
pa. Justamente es esa carencia de “reglamen-
tación específica”, la que no permite su asimi-
lación al dolo (32). Tampoco es relevante que el
reproche sea “cualitativamente superior” a un
obra culposo genérico. Dicha “mayor” repro-
chabilidad no es suficiente per se para “unir”
dos nociones con enfoques, caracteres y con-
secuencias diferenciadas.
Se pregona la asimilación de la culpa grave
al dolo eventual (hoy aceptado expresamente
en el sistema civil). Dolo importa la intención
de causar un daño (visión clásica) o una “ma-
nifiesta indiferencia por los intereses ajenos”
(dolo eventual). La idea de “manifiesta indi-
ferencia por los intereses ajenos” no puede
asimilarse a la “falta grave de diligencia”. La
“manifiesta indiferencia” requiere una repre-
sentación del posible resultado dañoso (y pese
a ello, continuar “intencionalmente” con la
realización de actos que pueden tener conse-
cuencias perjudiciales). En la culpa grave esa
“manifiesta indiferencia” o “representación
previa” de la afectación de los intereses ajenos
no está presente. No hay un elemento inten-
cional (directo o eventual) en la causación del
daño. A diferencia del dolo, la culpa no encuen-
tra su razón en la comprensión o voluntad del
hecho dañoso (33).
El justificativo ético que permite la diferen-
ciación entre dolo eventual y culpa grave es
palmario. El ordenamiento jurídico no puede
tratar igual al “torpe” que al “indiferente”.
Sólo una previsión normativa expresa podría
asimilar su tratamiento. Sin una regla jurídica
que especialmente unifique sus consecuencias,
no es razonable unificarlo. El dolo se relaciona
con la “mala fe”; no así la culpa (la buena fe se
presume).
El propio ordenamiento tampoco busca (in-
directamente) la unificación de las consecuen-
cias del dolo y la culpa grave. En la acusación
calumniosa, por ejemplo, el factor de atribu-
ción exigido es “dolo” o “culpa grave” (y la
regulación es concomitante con la ampliación
del dolo incluyendo el eventual). Así también
en materia de seguros (provocación del sinies-
tro), mercado de capitales (difusión de noticias
falsas) o laboral (daños del trabajador al em-
pleador).
{ NOTAS }
(31) OSSOLA, F. A., “Responsabilidad civil”, Ed. Abe-
ledo-Perrot, Buenos Aires, 2016, p. 109.
(32) “¿Cuál es la razón primaria —aunque no úni-
ca— que conduce a tratar del mismo modo la culpa lata
y el dolo? Se ha dicho que si una persona se comporta
al cumplir sus obligaciones con extrema desaprensión
(magna negligentia non intelligere, quod omnes intelligunt)
y esas actitudes no merecen el tratamiento jurídico que
se proporciona al dolo se favorecería a aquellos, que, co-
bijándose en las apariencias de sus groseras torpezas o
debilidades, pretendieran desconocer que actuaron con
intención maléfica. De tal suerte, la maldad tomaría la
máscara sencilla de la torpeza. Y para evitar esa iniqui-
dad se ha creado la presunción de que si un individuo
obra con magna negligentia subyace en dicha actitud la
Si existiera asimilación conceptual entre
ambas no sería necesario aludir a “culpa gra-
ve” junto con “dolo”. Sería suficiente con la alu-
sión al dolo (incluso eventual). Queda también
la duda para los supuestos en que no se refiere
expresamente a “culpa grave” de manera con-
junta con el dolo. La extensión de culpa grave
a dolo sin mención legal importa un ensancha-
miento del factor subjetivo de atribución para
excitar la responsabilidad que no fue querido
por el legislador. De otro modo, lo hubiera pre-
visto expresamente. Es un contrasentido me-
todológico regular la culpa grave para, indirec-
tamente, aplicarle las consecuencias jurídicas
del dolo. Genera, además, inseguridad jurídica
porque la base conceptual y estructural de
contención sistémica de la culpa grave es, a la
larga, la culpa genérica (y no el dolo).
Quizás el elemento más relevante del debate
se vincula con las consecuencias indemniza-
bles y la posibilidad de atenuación de la res-
ponsabilidad. Como regla general, sólo se in-
demnizan las “consecuencias inmediatas” y las
“mediatas previsibles” (art. 1726, Cód. Civ. y
Com.). La extensión de la reparación es mayor
en materia contractual y en el dolo. En estos
caso se responde por las consecuencias que las
partes “previeron” o “pudieron haber previs-
to” al momento del incumplimiento (art. 1728,
Cód. Civ. y Com.). En el dolo eventual existió
una representación del resultado dañoso y un
desprecio intencional hacia los intereses aje-
nos y por ende es lógico que responda por las
consecuencias que se “pudieron haber previs-
to”. Ello no ocurre en la culpa grave, en la que
no existió esa representación intelectual (más
allá de la falla grave en las diligencias que de-
bieron asumirse).
Esta diferencia (entre la “representación
del resultado” y la “grave negligencia”) es la
que también justifica que en caso de dolo (aun
eventual) no puedan atenuarse las indemniza-
ciones por razones de equidad (patrimonio del
deudor, situación personal de la víctima, etc.) y
sí pueda existir atenuación en culpa grave. Lo
que no significa que en el debido enfoque de la
equidad el juez también valore la “gravedad”
de la omisión en las conductas exigidas.
VII. Naturaleza civil y penal
El enfoque tradicional de la culpa en el dere-
cho penal no varía significativamente del pre-
visto en el derecho privado (34). Se alude a un
concepto único o unicidad de la culpa. Desde la
doctrina penal se ha definido a la culpa “como
un comportamiento imprudente, negligente,
imperito o inobservante de reglamentos o de-
beres cuyo cumplimiento corresponde al autor
en el caso concreto” (35). Se diferencia del dolo
en función de la intención dañosa (o, al menos,
de su comprensión o posibilidad) y se centra en
la precaución que el sujeto debe asumir para
no dañar intereses ajenos, independientemen-
te del “querer del agente”. Incluso se agrega
a la culpa por inobservancia de reglamentos,
ordenanzas o deberes del propio cargo, como
una forma de culpa caracterizada porque la
precaución exigible está predeterminada por
las normas reguladoras de una actividad o car-
go. El reglamento y la ordenanza comprenden
todas las disposiciones de carácter general dic-
intención de dañar (así lo expresa a veces la doctrina)”.
Cfr. BUERES, A. J., “La asimilación de la culpa grave al
dolo. Criterio de aplicación”, RCyS 2015-VI, p. 1.
(33) Si bien la cuestión también es discutible en el de-
recho español cabe señalar que no aceptan la equipara-
ción de la culpa grave con el dolo importante doctrina
(CASTÁN TOBEÑAS, J., “Derecho civil español común
y foral”, Ed. Reus, Madrid, 1967, t. III, p. 158; ALBALA-
DEJO, M., “Instituciones de derecho civil”, Real Colegio
de España, Barcelona, 1961, p. 566; DIEZ-PICAZO, L.,
“Fundamentos del derecho civil patrimonial”, Ed. Tec-
nos, Madrid, 1970, vol. I, p. 712).
(34) GOLDSCHMIDT, J., ob. cit., p. 32.
(35) NÚÑEZ, R. C., “Las disposiciones Generales del
Código Penal”, Ed. Lerner, Córdoba, 1988, p. 127.
tadas por la autoridad competente en la mate-
ria de qué trata.
No existe mayor diferencia en el derecho
chileno. Se ha dicho que mientras la culpa civil
tiene por fin reparar un daño, la responsabi-
lidad penal supone que el infractor de la nor-
ma sea condenado a sufrir un daño. Por eso,
nada obsta para que el derecho civil imponga
responsabilidad aun con prescindencia de un
juicio de ilicitud de la conducta (responsabili-
dad estricta); por el contrario, en el derecho
penal resulta inaceptable atribuir el perjuicio
que supone la pena si el acto no es personal-
mente atribuible al imputado. Por eso, mien-
tras la culpabilidad penal cumple una función
limitadora de la potestad punitiva del Estado,
en materia civil la culpa es una condición de
responsabilidad que el derecho puede omitir,
aunque responda, por lo general, a exigencias
de justicia correctiva (36).
Los contextos de valoración de la culpa en
derecho penal suelen ser diferentes. Existe
particular énfasis en aspectos internos o subje-
tivos del agente, más que en el incumplimiento
de los standards de conducta exigidos. La visión
tuitiva de ambas ramas (derecho privado y pe-
nal) influye naturalmente en la concepción y el
desarrollo de la culpa. El culpable en el derecho
penal se presume inocente (in dubio pro reo) y
la culpa debe ser precisada (y especialmente
probada) con singular detalle y especificada.
En caso de duda sobre la configuración de la
culpa, debe estarse por la no culpa. Incluso el
principio de tipicidad penal y la ley penal más
benigna tienen influencias indirectas. Los prin-
cipios penales y visión estructural de la teoría
del delito tienen especial énfasis en el desarro-
llo práctico de la culpa en cada caso concreto.
El derecho de daños se basa más en la pro-
tección de la víctima (y en el principio de repa-
ración integral). Esta particular visión (y en ge-
neral, la injusticia de sufrir un daño no justifica-
do) conllevan una valoración más flexible de la
culpa; las presunciones hominis juegan en este
particular enfoque un papel fundamental. In-
cluso, la teoría de las cargas probatorias diná-
micas permite un desarrollo menos estructura-
do de este presupuesto de la responsabilidad.
Esa visión más estricta del derecho penal es
la que justifica la influencia de la condena penal
sobre el proceso civil (37). La cosa juzgada de la
sentencia penal produce efectos en el civil (38)
respecto de la “existencia del hecho principal
que constituye el delito” y de la “culpa del con-
denado” (art. 1176, Cód. Civ. y Com.) (39).
VIII. Valoración de la culpa
La valoración de los hechos o conductas
dañosas que no fueron adecuados, diligentes
o desarrollados con razonable cautela puede
formularse desde dos planos: valoración “en
abstracto” [cuando toma como referencia pau-
tas generales de comportamientos y contextos
generales; hombre razonable, buen padre de
familia, buen hombre de negocios, comercian-
te probo, etc. (40)]; o “en concreto” (se valora
especialmente el sujeto autor de la conducta y
todas las circunstancias que rodean específica-
mente la conducta en cada caso puntual) (41).
(36) BARROS BOURIE, ob. cit., p. 83.
(37) JALIL, J. E., “La culpa penal y su injerencia en la
apreciación de la culpa civil”, RCyS 2011-VII, p. 257.
(38) CREUS, C., “Influencia del proceso penal sobre
el proceso civil”, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1981,
p. 45.
(39) Es interesante el enfoque de: TOBÍAS, J. W.,
“Las causas de justificación en la sentencia penal y su in-
fluencia en el proceso civil”, LA LEY, 1992-E, 393.
(40) En el derecho peruano se hace referencia la “cul-
pa objetiva” (ESPINOZA ESPINOZA, ob. cit., p. 164).
(41) “En materia de apreciación de la culpa existen dos
modelos: a) la culpa en abstracto, que confronta la con-
ducta del obligado con tipos de comparación escogidos
a priori: el buen padre de familia, el hombre razonable y
Lunes 28 de mayo de 2018 | 3
En el sistema español también se valora
como un “modelo de conducta” que tiene en
cuenta las dimensiones de la obligación: el
contenido jurídico del deber asumido y las
circunstancias concretas en que se desarrolla
dicho deber (42).
VIII.1. Esquema intelectual del razonamiento
La valoración en concreto puede coincidir,
y en general ocurre, con su comparación con
parámetros abstractos. Pero también es váli-
do que lo abstracto (o teórico) no coincida con
la culpa in concreto. Pese a no tomarse las dili-
gencias o comportamientos que en abstracto
se exigen para asignar culpa puede, en el caso
concreto, que al sujeto no se le endilgue un
comportamiento culpable.
El razonamiento inicial valorativo (y ne-
cesariamente útil, pues debe partirse de una
base metodológica inicial) obviamente exige
una comparación entre las conductas que en
abstracto se pueden exigir al dañador y las
que en el caso juzgado efectivamente realizó.
Pero ese enfoque inicial teórico, en nuestra
opinión, no puede justificar una afirmación
tan contundente como la que nuestro sistema
es “impuro” (abrevando la apreciación de la
culpa de ambas valoraciones), “complemen-
tario” o “mixto” o, incluso, afirmando que se
llega a resultados similares mediante ambas
valoraciones.
Aceptar la doble vertiente valorativa (con-
creta y abstracta), además de generar una
difuminación de límites concretos de la con-
ducta exigida, produce inseguridad jurídica. Si
la valoración es “doble”, no queda claro cómo
debe juzgarse una conducta que en compara-
ción con el ideal abstracto importe culpa, pero
in concreto no. ¿Cuál es el resultado práctico de
esta ausencia de culpa in concreto? ¿El agente
debe responder o no? ¿Debe tomarse la valo-
ración más estricta o más laxa? ¿Quién decide
cómo se debe valorar en cada caso la mayor
laxitud de la conducta? A la inversa, podría
darse un supuesto en el que las particularida-
des personales o contextos de un determinado
sujeto puedan ser reprochables subjetivamen-
te, pero que en comparación con una visión
general no necesariamente se produzca una
culpabilidad teórica.
Como en la valoración de obligaciones de
medios y resultados, el estándar teórico de va-
loración (culpa in abstracto) puede llevar a ni-
veles prácticos de detalles en los que sea muy
difícil diferenciar ontológicamente el enfoque
teórico (abstracto) del específico (concreto).
Incluso podría decirse que la confluencia hace
difícil su diferenciación. Pero ese enfoque ter-
mina en una contradicción intrínseca: si no se
pueden diferenciar es porque la valoración es
la misma (y por ello, no puede diferenciarse en-
tre culpa in abstracto de culpa in concreto).
La referencia con pautas generales (abstrac-
tas) de comportamiento no puede afectar un
debido enfoque metodológico de la cuestión.
Lo que se juzgan son conductas humanas y
no pensamientos teóricos. Por ello, el juicio de
reproche debe hacerse respecto de ese actuar
humano y vulnerable. Y no de una entelequia
prudente, el buen comerciante, etc.; b) la culpa en concre-
to, que valora cada hecho en particular, dejando a la pru-
dencia de los jueces juzgar de acuerdo a la naturaleza de
la obligación y las particularidades del caso concreto. (...)
aunque es posible detectar en nuestro Código un sistema
mixto, dado que para la apreciación de la culpa debe apli-
carse un criterio a la vez abstracto y concreto dado que en
la aplicación práctica el sistema abstracto no prescinde
de la naturaleza de la obligación y de las circunstancias de
personas, tiempo y lugar, y el sistema concreto compara-
ra la conducta del agente con la del individuo de diligencia
normal o corriente. Ambos sistemas son compatibles y
aplicables a la par” (BERGER, S. M., “Reconocibilidad del
error y culpa en concreto”, RCyS 2010-XII, p. 174).
(42) BADESA COLL, ob. cit., p. 161.
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teórica desarrollada en contextos ajenos a los
que el propio contexto del caso brinda.
VIII.2. Valoración in concreto
La valoración de la culpa es siempre in con-
creto y en función de cada caso particular, se-
gún las condiciones personales del autor de la
conducta (43). Desvincular la valoración de la
culpa del caso concreto importa hacer respon-
sable al agente sin tener en cuenta las especi-
ficidades del caso (tiempo, modo, lugar, perso-
nales, etc.), las que no pueden ser resueltas en
todos los casos por el nexo de causalidad (44).
Aun en la valoración en concreto siempre
existe una pauta de referencia que es la valora-
ción general de pautas de conductas similares.
Pero esta pauta general sólo sirve para reali-
zar los necesarios ajustes en la determinación
de la culpa en concreto. La pauta en abstracto
de la culpa sirve como eje epistemológico para
el juzgador, quien comienza su encuadramien-
to del caso a partir de elementos generales y
abstractos. Estas pautas generales sólo sirven
de guía general para avanzar en la valoración
jurídica de los elementos concretos que tiene
el caso. El verdadero eje de la valoración es
concreto y determinado. La individualidad del
ser humano, en algún punto, también justifica
que sus conductas sean valoradas individual-
mente.
Este enfoque es también el propuesto en los
desarrollos generales sobre la motivación de la
sentencia, más especialmente con la “califica-
ción jurídica de los hechos concretos del caso”.
Se ha dicho: “La síntesis entre las hipótesis de
norma aplicable al hecho concreto y las hipó-
tesis inherentes a los hechos de la litis ocurre
con la así llamada calificación jurídica de los
hechos concretos con miras a la decisión. Es
conocido que justamente sobre esta fase del
juicio se han centrado las mayores controver-
sias teóricas e ideológicas surgidas a propósito
de la estructura y función de la “aplicación del
derecho” (45).
Agrega Taruffo: “Se trata, por lo tanto, de
una ‘definición de género’ que delimita el cam-
po de la aplicabilidad de esos efectos mediante
la indicación de una situación-tipo (el abstrakte
Tatbestand de la doctrina alemana) individua-
lizada por un conjunto de requisitos que a su
vez se refieren a una clase de casos. Por el
contrario, la situación concreta en particular
(konkrete Tatbestand) se individualiza por una
‘definición de especie’ que retoma las peculia-
ridades del caso específico, diferenciándolo de
otras situaciones. Decir simplemente que el
caso concreto es subsumido en la regla o de-
ducido de esta, o bien que la regla es ‘aplicada’
al caso concreto, significa anular el problema,
dejando en la sombra la estructura de la sínte-
sis entre los dos elementos contrapuestos. Vi-
ceversa, la calificación jurídica de la situación
concreta deriva de un procedimiento articula-
do en momentos diversos, y caracterizado por
una estructura dialéctica en la cual se insertan
las elecciones del juez, que son inherentes tan-
to a la interpretación de la norma, como a la
determinación de los hechos”.
IX. Mayor deber de diligencia
Eso es lo que ratifica el art. 1725, Cód. Civ.
y Com., que “diferencia” entre lo que es dife-
renciable. La derivación constitucional [pero
{ NOTAS }
(43) “Cuando a la culpa se la califica de objetiva, se
alude, o a su apreciación en abstracto, lo cual en cierta
medida es poco factible, pues a pesar de lo que pudiera
parecer, no hay una concepción pura o absolutamente
objetiva, o a un sistema tornasolado —a la vez abstrac-
to y concreto— que a la hora de confrontar el actuar
real del sujeto con el debido —esto es, al conformar un
tipo abstracto de comparación, flexible, circunstancial
y específico—, no toma en consideración sus especiales
características físicas y psicológicas. He allí, a nuestro
modo de ver, lo que se entiende hoy día por “culpa objeti-
especialmente en la interpretación general de
la jurisprudencia (46)] de tratar igual a los igua-
les en iguales condiciones, también lleva a un
tratamiento diferenciado entre los desiguales
o entre quienes tienen diferentes condiciones.
Si en un determinado contexto un sujeto tie-
ne un mayor deber de obrar prudentemente
el estándar de valoración de su conducta será
mayor. A mayor deber de obrar con prudencia
y conocimiento de las cosas, mayores son las
pautas de diligencia y previsibilidad sobre las
que debe compararse su conducta. Ello arro-
ja como resultado que respecto de un deter-
minado hecho, muchos sujetos puedan no ser
considerados responsables, pero otro otros
sí. Incluso justifica la valoración in concreto de
cada conducta.
La norma es clara: “Cuanto mayor sea el
deber de obrar con prudencia y pleno conoci-
miento de las cosas, mayor es la diligencia exi-
gible al agente y la valoración de la previsibili-
dad de las consecuencias. Cuando existe una
confianza especial, se debe tener en cuenta la
naturaleza del acto y las condiciones particu-
lares de las partes. Para valorar la conducta
no se toma en cuenta la condición especial, o la
facultad intelectual de una persona determina-
da, a no ser en los contratos que suponen una
confianza especial entre las partes. En estos
casos, se estima el grado de responsabilidad,
por la condición especial del agente”.
Esta norma, en algún punto, ratifica la valo-
ración en concreto de las conductas y justifica
el reproche subjetivo cuando existe un mayor
conocimiento técnico de la cuestión (o inclu-
so por sus particularidades personales debía
obra con una prudencia mayor). Podría decir-
se que esta pauta sólo funciona para “agravar”
el deber de diligencia en concreto, pero no
para disminuirla. Es claro que la norma sólo
refiere en su redacción expresa al mayor deber
de diligencia y conocimiento; pero —sin nece-
sidad de norma concreta y como una suerte de
norma implícita— también podría decirse que
a menor “deber” de prudencia, la valoración
debería ser más flexible.
Quizás la interpretación más razonable de
la norma (y que en algún punto no quiebra la
valoración general del sistema valorativo de la
culpa) indica que es una derivación lógica y ra-
zonada de la valoración in concreto de la culpa.
Quien tiene más “talentos” (si se toma la pará-
bola bíblica) tiene un mayor deber de cumplir
con ciertas conductas, que no se exigen a quie-
nes no tienen ese mayor conocimiento o deber
de actuar.
La derivación implícita de la norma [nor-
mas implícitas suelen llamarse desde la filoso-
fía (47)] es que si dicho conocimiento o deber
de prudencia es menor, también debería ser
menor la diligencia (siempre que se respete
un nivel mínimo de prudencia). Es obvio que la
justificación social del ordenamiento jurídico
apunta a mejorar los estándares de diligencia,
castigando a quienes realizan conductas re-
prochables subjetivamente. Pero también está
relacionado con el principio constitucional de
igualdad que necesariamente requiere trata-
mientos diferentes a los diferentes. La culpa no
puede desvincularse del criterio de igualdad y
la valoración in concreto de la culpa procura, en
algún punto, evitar que una valoración general
y desprovista de las particulares circunstan-
va” (MAYO, J. A. – PREVOT, J. M., “Culpa y causa ade-
cuada: ¿las dos caras de la misma moneda?”, LA LEY,
2008-A, 565).
(44) “Es evidente que el alcance de la responsabi-
lidad, es decir, la cuestión de si la causalidad “mecáni-
ca” en el sentido de la doctrina de la conditio sine qua non
debería comportar responsabilidad y en qué medida, se
encuentra influida por el fundamento de la responsabili-
dad (art. 3:201, letra c), es decir, por las reglas relativas
a la culpa. Y también se acepta de manera amplia que la
culpa, especialmente el dolo y la negligencia grave, debe-
cias sea inconstitucional. Esta interpretación
no es contraria a la imposibilidad de valorar la
“condición especial o intelectual de una perso-
na”. Esta forma de valorar la culpa señala que
si no existió un mayor deber de diligencia o
conocimiento (ergo, existió un menor deber de
diligencia o conocimiento), la valoración de la
culpa debe hacerse acorde con dichas circuns-
tancias especiales.
No parece razonable interpretar que el
art. 1725, Cód. Civ. y Com., arroja como resul-
tado que la pauta de valoración que se ensaya
es sólo una excepción agravante para quien
tiene mayores conocimientos (pero no opera-
ría en la situación inversa). Sin duda es una
cuestión discutible y sostenida por un sector
relevante de la doctrina. Pero la ausencia de
una norma puntual que así lo imponga justa-
mente justificaría la solución contraria y alen-
taría a los tribunales a desarrollar adecuada-
mente los contextos personales y de tiempo,
modo y lugar de los supuestos dañosos.
Esta especial forma de valoración de la con-
ducta no distingue si el agente está vinculado
por un nexo contractual (en términos ya su-
perados, entre culpa contractual y extracon-
tractual) y tiene en cuenta las “condiciones es-
peciales del agente” y la “confianza especial”.
Esta mayor rigurosidad no sólo es propia del
ámbito resarcitorio sino también se relaciona
con el deber de prevención.
En general, la norma busca excluir la posibi-
lidad teórica de reducir el nivel de culpabilidad
de un sujeto cuando pese a su especial obliga-
ción (mayor por los conocimientos que tiene o
debe tener) no estuvo a la altura de un nivel
mínimo exigido (actualizaciones, técnicas nue-
vas, tecnología, etc.).
Resulta confusa la alusión a “facultad inte-
lectual” de una persona determinada. Está cla-
ro que no requiere de un test de inteligencia,
ni de una examinación detallada de sus facul-
tades intelectuales. Si existe confianza espe-
cial, se puede valorar la inteligencia o ciertas
habilidades que pudiera tener. Es más: si dicha
facultad intelectual no fuera igual a la de otras
personas similares (o pares), podría valorarse
distintamente (porque el damnificado conocía
o debía conocer en función de su confianza los
alcances de dicha facultad). Podría ocurrir que
a pesar de existir esta confianza especial, la
víctima no conocía los alcances de dicha condi-
ción intelectual o facultad especial.
No queda claro si la confianza exime la po-
sibilidad de valorar sus facultades intelec-
tuales especiales para “eximir” al agente que
ocasionó el daño (porque debía tener mayor
deber de obrar con prudencia). No parece ser
una norma atenuadora de la conducta sino
una pauta de ajuste a cada caso particular.
La confianza modifica el estándar que se exi-
ge a todos los demás en abstracto. Puede ser
mayor o menor; pero debe analizarse en cada
caso concreto. Inicialmente la norma podría
inducir a limitar los aspectos valorativos sólo
al plano subjetivo del agente; pero la mención
“condiciones especiales” podría incluir ciertos
equipamientos, tecnología u otros elementos
de contexto (lugar, situación, tiempo, etc.) que
podrían diferenciar sus aptitudes respecto del
resto. Usualmente, el enfoque será atenuador,
ya que la regla está inmersa en un contexto en
el que la responsabilidad, en algún punto, se
ría ser un factor de gran importancia en relación con esa
decisión y evaluación” (p. 111). (cfr. European Group On
Tort Law, ob. cit., p. 101).
(45) TARUFFO, M., “La motivación de la sentencia
civil”, Ed. Trotta, Madrid, 2011, p. 219.
(46) DIDIER, M. M., “El principio de igualdad en las
normas jurídicas. Estudio de la doctrina de la Corte Su-
prema de Argentina y su vinculación con los estándares
de constitucionalidad de la jurisprudencia de la Corte
Suprema de los Estados Unidos”, Ed. Marcial Pons, Bue-
nos Aires, 2012, p. 38.
agrava en función de ese nivel de conocimien-
to.
X. Conocimientos técnicos
La norma tiene especial aplicación a res-
ponsabilidades profesionales en los que son
exigibles conocimientos vinculados con el arte,
ciencia o técnica de la actividad desarrolla-
da (48).
Cuando la norma dice que si “existe una
confianza especial, se debe tener en cuenta
la naturaleza del acto y las condiciones parti-
culares de las partes” no ratifica más que una
obviedad. Todas las conductas deben tener en
cuenta la naturaleza del acto y las condiciones
particulares de las partes. El art. 1725, 2º párr.,
Cód. Civ. y Com., se aplica no sólo a casos de
“confianza especial” sino también los del pri-
mer párrafo (deber de obra con prudencia y
conocimiento de las cosas). En la confianza
especial sí se toma en cuenta la condición es-
pecial o la facultad intelectual de una persona
determinada, lo que no ocurre en los otros su-
puestos.
La norma no excluye necesariamente que
pueda haber una mayor exigencia (debido a la
profesionalidad del ente) que a la vez se rela-
cione con la confianza especial entre las par-
tes. La confianza especial no tiene alcances
claros: no aclara si alude a la “confianza recí-
proca” que puede derivar de ciertos contratos
(v.gr., mandato), a relaciones personales (vín-
culos familiares, amistad, relaciones laborales,
etc.) o si puede incluir la especial “confianza
unilateral” que un sujeto asigna a otro (v.gr.,
especialista reconocido, superioridad técnica,
solvencia económica, trayectoria, etc.).
Si se existe esa confianza especial (cualquie-
ra sea su alcance) se deberá tener en cuenta
especialmente las condiciones personales (que
se pudieron haber tenido en cuenta) o las facul-
tades intelectuales de una persona determina-
da. La valoración de las condiciones especiales
o situación intelectual no sólo se realiza para
agravar la culpabilidad incluso sobre la base
de parámetros que pudieran ser razonables a
otros sujetos con exigencias o conocimientos
similares. También puede servir para morige-
rar o reducir dichos niveles.
Básicamente la confianza especial reformula
la máxima del mayor rigor cuando exista una
mayor exigencia o conocimiento en el actuar
para poder adentrarse en las particularidades
concretas de cada conductas (siempre que sea
necesario).
XI. Análisis económico del derecho
El enfoque economicista del derecho de
daño requiere la valoración económica de los
costos de obrar con prudencia y diligencia.
El agente tendrá incentivos económicos para
desarrollar actos y conductas prudentes en la
medida que se relacionen directamente con un
ahorro en las posibilidades dañosas que deba
asumir. Las partes pueden tomar distintos ni-
veles de precaución. Si los costos de los actos
y conductas prudentes, diligentes y razonables
son mayores que el daño que se procura mini-
mizar, probablemente el agente no estará dis-
puesto a desarrollar dichas conductas. Excep-
ción hecha de medidas jurídicas relacionadas
con el daño punitivo (49), sanciones penales,
(47) ERNST, C., “Los derechos implícitos”, Ed. Mar-
cos Lerner, Córdoba, 1994, p. 34.
(48) Igualmente, estos conocimientos son los de un
profesional medio (y no se exigen habilidades especia-
les). “A una persona profesional o con habilidades no se
le requieren habilidades o competencias de experto en el
campo particular de actuación: es suficiente si el actúa
con una habilidad común de una persona común com-
petente en ejercicio de ese particular arte o profesión”
(HARPWOOD, “Principles of Tort Law”, cit., p. 139).
(49) Igualmente, se ha señalado la exigencia de un

administrativas o de otra índole, cuyos incen-
tivos son diferentes.
La relación es proporcional. Se vincula con
la probabilidad de ocurrencia del daño, los al-
cances cuantitativos del daño y el costo de las
medidas de diligencia y prudencia. El ordena-
miento jurídico ubica al estándar de conducta
en un esquema de previsión promedio (razo-
nable y eficiente). Esa pauta de conducta de-
termina quién (víctima o agente) debe hacerse
cargo de las consecuencias dañosas de una de-
terminada conducta. Si las diligencias exigidas
exceden lo razonable y previsible, es la víctima
quien debe cargar con las consecuencias daño-
sas (carece de derecho para reclamar la repa-
ración). Si no se cumplen con esas diligencias
mínimas esperables, quien asume las conse-
cuencias patrimoniales del daño es el agente.
Si el estándar jurídico coincide con el nivel
de precaución eficiente, entonces, el agente
será responsable cuando adopte menos me-
didas que las óptimas. Pero ello no ocurrirá
cuando el agente obra racionalmente y con in-
formación perfecta, ya que comparará el costo
de adoptar medidas precautorias óptimas y
decidirá ser diligente (50).
El problema no sólo se circunscribe a las
pautas de distribución de las consecuencias pa-
trimoniales del daño. La prevención o evitación
del daño es, quizás, un punto crucial. El ordena-
miento debe proveer herramientas necesarias
para prevenir el daño. El incentivo en las me-
didas de seguridad o prevención tienen directa
relación con su costo (y su incidencia en la ami-
noración de la asunción de los daños causados).
Se ha señalado que bajo un esquema de
responsabilidad subjetiva, la elección de “Xe ”
por parte del actor sigue una lógica diferente.
En este caso, el costo privado que dicho actor
enfrenta es igual al costo social sólo si actúa
negligentemente (es decir, si toma un nivel
de precaución inferior a “Xe”). Si el actor se
comporta de manera precavida, en cambio, se
libera de su culpa y no tiene que pagar ninguna
indemnización al damnificado, con lo cual su
costo privado pasa a ser simplemente “C (x)”.
En una situación como esa, el costo privado del
actor (CP) se minimiza cuando elige “Xe” por-
que ese nivel de precaución es precisamente el
que implica un salto descendente desde la cur-
va “CS” hacia la curva “C (x)”. Como, a partir
de allí, “C (x)” sigue subiendo, el nivel de pre-
caución que elige el actor es el mínimo nivel de
precaución que lo exime de tener que indemni-
zar al damnificado (porque ese es precisamen-
te el que minimiza su costo privado (51).
El principal problema que tiene el enfoque
económico de la determinación subjetiva, ra-
dica en que la determinación de la “culpa”
del agente (nivel de diligencia acaecido en la
práctica) y su comparación con el estándar
de diligencia exigido (al menos, el mínimo) y la
incidencia de dicha conducta culposa sobre la
consecuencia dañosa depende de apreciación
judicial. La necesidad, en algunos supuestos,
de determinación judicial aumenta natural-
mente los costos transaccionales (costos judi-
ciales, tasas, honorarios, etc.) sino también los
{ NOTAS }
factor subjetivo de atribución: “Si bien el art. 52 bis de
la ley 24.240 (según texto de ley 26.361) en ningún mo-
mento hace referencia expresa a un factor de atribución
de tipo subjetivo, tenemos para nosotros que el mismo
resulta una imposición lógica: primero, porque un fac-
tor de atribución (sea objetivo o subjetivo) resulta ple-
namente operativo en esta función de la responsabilidad
civil, a diferencia de lo que ocurre en la prevención del
daño en donde el Código Civil y Comercial excluye ex-
presamente la concurrencia de un factor de atribución
en el art. 1711; segundo, por la gravedad exigida en la con-
figuración del daño punitivo, habida cuenta que dicha
relevancia especial lleva ínsita el reproche subjetivo a
quien originó dicha situación” (QUAGLIA, M. C. - RAS-
CHETTI, F., “El factor de atribución exigido en los da-
ños punitivos”, cita online: AP/DOC/1081/2017).
tiempos en su fijación (incluido su costo finan-
ciero incierto).
Las pautas de evaluación de conductas di-
ligentes (o de niveles de precaución) sobre la
base de criterios poco concretos determinan
márgenes de ineficiencia. La jurisprudencia (y
en general, cierta pautas que se repiten cons-
tantemente) tienden a dotar de mayor seguri-
dad y previsibilidad (y por ende, eficiencia) el
sistema. La previsibilidad de las pautas de eva-
luación coadyuva a la eficiencia del sistema.
Las reglas de responsabilidad deben incenti-
var a los agentes para comportarse eficiente-
mente. Para ello debe tener una posibilidad ra-
zonable (y eficiente) de conocer dichas pautas.
XII. La fórmula de Learned Hand
El juez Hand en el caso “United States v. Ca-
rroll Tuwlng Co.” (52) sostuvo que la diligencia
es una función de tres variables:
(i) la probabilidad de ocurrencia del daño;
(ii) la gravedad del daño si ocurre; y
(iii) el costo de las medidas precautorias.
De acuerdo con esta posición un individuo
será negligente cuando el costo de las medi-
das precautorias sea menor que el valor del
daño multiplicado por la probabilidad de su
ocurrencia y pese a ello haya omitido tomar-
las (53). Por ello, se suele usar el estándar de
diligencia del “hombre razonable”: para saber
si alguien fue negligente uno debe preguntarse
cómo hubiese actuado en esas circunstancias
un individuo razonable.
De todas formas, se ha señalado que esta
fórmula (balance entre riesgo y utilidad so-
cial o análisis costo-beneficio) es más un mito
académico que un test que haya sido utilizado
efectivamente en los tribunales norteamerica-
nos; y que los pocos casos en los que se preten-
dió su aplicación terminan no pudiendo justifi-
carlo adecuadamente o decidiendo el caso por
razones de justicia independientes del costo-
beneficio (54).
XIII. Culpa y relación de causalidad
La estructura de la causalidad se organiza
sobre la base de la relación de causalidad ade-
cuada. Toma en cuenta un esquema de previ-
sibilidad en abstracto y que es lo que usual y
naturalmente acontece en la realidad. La va-
loración se realiza en forma teórica y objetiva;
toma como base el curso normal y ordinario de
las cosas. No significa que no puedan valorarse
contextos particulares de cada caso, pero igual-
mente se realiza en abstracto y objetivamente
(y como un caso teórico, v.gr., la mayor proba-
bilidad de sufrir un daño en función de la edad o
condición física). Si normalmente una conducta
genera una consecuencia dañosa puede decirse
que esa conducta es causa adecuada del daño.
La estructura mental del razonamiento ló-
gico impone que, para valorar la culpa, se re-
quiera previamente una contextualización de
la causalidad adecuada. Primero se analiza si
(50) PAPAYANNIS, D. M., “Fundamentos econó-
micos de la responsabilidad extracontractual”, Ed. Ad-
Hoc, Buenos Aires, 2009, p. 139.
(51) COLOMA, G., “Apuntes para el análisis económico
del derecho privado argentino”, Universidad del Centro
de Estudios Macroeconómicos de Argentina, 2009, p. 77.
(52) 159 F2d. 169 (2d. Circ. 1947).
(53) PAPAYANNIS, D. M., “Fundamentos econó-
micos de la responsabilidad extracontractual”, Ed. Ad-
Hoc, Buenos Aires, 2009, p. 159.
(54) WRIGHT, R. W., “Hand, Posner and the Myth fo
the ‘Hand Formula’, Theoretical Inquiries in Law”, vol.
4, 2003, p. 132 cit. por PAPAYANNIS, ob. cit., p. 171.
(55) “El disímil criterio de atribución, justifica las esen-
ciales diferencias en las citadas figuras: la culpa alude a la
imputabilidad moral y jurídica y la causalidad se refiere a
existe causalidad adecuada y luego se deter-
mina, en el caso concreto, la atribución de un
factor subjetivo (culpa o, incluso, dolo). Ello es
claro: si no existe causalidad, no puede existir
culpa. Se requiere que la reprochabilidad de la
conducta se vincule con la previa causación del
daño ocasionado. Pero puede configurarse cau-
salidad adecuada (in abstracto), pero pese a ello
no existir culpa que haga responsable al sujeto.
En la culpa el análisis de previsibilidad es
subjetivo y concreto. Se basa en una compa-
ración entre un parámetro objetivo y lo acon-
tecido en la realidad. El reproche subjetivo se
produce cuando el agente no cumple con la di-
ligencia previsible para evitar el daño (55).
Se ha dicho que para imputar el daño no es
decisiva la gravedad de la culpa, sino la efi-
ciencia causal que el hecho haya tenido en el
resultado. Una culpa mínima puede determi-
nar la atribución de todo el resultado, cuando
el hecho era de por sí apto para generarlo (un
médico omite un control para comprobar si
el paciente sufre una alergia posible, aunque
infrecuente, a un medicamento); a la inversa,
una negligencia o imprudencia grave puede
no causar en concreto daño alguno o causar
un daño reducido (un abogado omite presen-
tar una prueba importante y, no obstante, su
cliente gana el pleito en virtud de otras prue-
bas menos relevantes) (56).
Con más pesimismo se ha afirmado que todo
ello nos conduce a sostener que cuando se ha-
bla de un juicio de prognosis póstuma, tal cual
lo impone el criterio de la adecuación, se está
valorando el hecho en función de la diligencia
del agente, de su previsión, y lo opuesto es la
culpa y que cualquier cálculo sobre la previ-
sibilidad del evento viene en consideración a
propósito de la valoración de la conducta y no
ya de la individualización de la causa. Es más,
se observa con agudeza que, aun ubicándose
en el criterio de la probabilidad objetiva, el
mismo se refiere al momento de atribución de
responsabilidad y no a la búsqueda de la causa
individual determinante, que no es ni probable
ni improbable, sino individualizada o no indivi-
dualizada (57).
XIV. Culpa y antijuridicidad
En algunos supuestos los límites entre la
culpabilidad y la causalidad suelen ser difusos
(según el mayor o menor grado de abstracción
que requiera analíticamente la conducta). Ello
también acontece con la antijuridicidad (en es-
pecial cuando incorrectamente alguna doctri-
na alude a antijuridicidad subjetiva). La anti-
juridicidad es, en un principio, la contradicción
entre la conducta y el ordenamiento jurídico
aprehendido en su totalidad (comprensivo
este de las leyes, las costumbres relevantes, los
principios jurídicos estrictos derivados del sis-
tema) y no requiere de elementos subjetivos.
La antijuridicidad es anterior a la culpa. Solo
configurada la antijuridicidad se puede eva-
luar el juicio de reprochabilidad de la conducta
del agente. Si la conducta no es contraria al or-
denamiento, el análisis de la culpabilidad de la
conducta es innecesario.
la imputación física. En palabras de Carrara: tú lo hiciste
(causalidad física) y tú lo hiciste voluntariamente (impu-
tabilidad moral)” (GAGLIARDO, M., “Esquema de la res-
ponsabilidad subjetiva”, RCyS 2013-VI, p. 27).
(56) ZAVALA de GONZÁLEZ, M., “Actuaciones por
daños”, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2004, p. 160.
(57) MAYO - PREVOT, ob., cit., p. 565.
(58) MOLINA SANDOVAL, C., “Antijuridicidad”,
LA LEY, 2017-F, 644.
(59) OSSOLA, F. A., ob. cit., p. 112.
(60) DEMOGUE, R., “Traité des obligations en géné-
ral”, Librairie Arthur Rousseau, París, 1925, t. V, p. 536.
(61) Por ello, se ha llegado a decir que es falsa la distin-
ción entre obligaciones de medios y de resultado con los
alcances asignados por la doctrina nacional dominante,
por dos razones: (i) porque la llamada obligación de me-
Lunes 28 de mayo de 2018 | 5
Por ello, hemos afirmado que la confusión, a
veces, se produce por la amplitud que puede
tener la noción de antijuridicidad (llegando a
niveles de detalle muy específicos); pero espe-
cialmente en un remanido enfoque de que es
negligente el que no cumple con las conductas
que se esperan de él. Pero esas conductas son
las que se definen en el ordenamiento mismo.
En términos más básicos: habría antijuridi-
cidad si no cumple con actos a los que está
obligado legalmente (conducta versus norma);
conductas que —por ello— determinan los al-
cances mismos de la negligencia y podrían lle-
gar a fusionarse. Un profesional debe cumplir
con las normas establecidas para desarrollar
su labor. Si no las cumple, infringe la ley (an-
tijuridicidad objetiva); pero también se podría
aducir que ha actuado negligentemente (por-
que debiendo cumplir con ciertas pautas que
se esperan que cumpla, no lo hizo y no tuvo
ninguna excusa para ello). ¿Hasta qué pun-
to la “normativización” de las conductas que
conforman la culpa o negligencia no es, sino,
el desarrollo más profundo (y detallado) de la
antijuridicidad misma en su máxima expre-
sión? (58).
En sentido similar Ossola: “sucede, empero,
que cuando se trata de impericia, las reglas del
arte, la ciencia o la profesión, tienen una doble
función: permiten determinar la existencia de
antijuridicidad, en primer lugar; y si el sujeto
es imputable, dicha infracción genera un fuerte
indicio de culpa, pero por sí solo no la configu-
ra, ya que debe valorarse en el caso concreto.
Lo mismo sucederá en el caso de imprudencia
“reglada”, como sucede en el caso de las nor-
mas de circulación en la vía pública” (59).
XV. Obligación de medios y resultado
La distinción entre obligaciones de medio
y de resultado, de arraigada tradición jurídi-
ca (60), es relevante a los fines de determinar el
factor de atribución exigible en la responsabi-
lidad (pero especialmente para determinar el
incumplimiento obligacional mismo). En gene-
ral, se acepta (y el Cód. Civ. y Com. lo ratifica
implícitamente) que en la obligación de medios
el factor es subjetivo (61) y en la de resultado,
la responsabilidad será objetiva (cuando “sur-
ge que el deudor debe obtener un resultado
determinado, su responsabilidad es objetiva”,
art. 1723, Cód. Civ. y Com.).
En la obligación de medios su objeto está de-
terminado por una conducta que procura un
resultado que “no es garantizado”; en la obliga-
ción de resultado, también se impone una de-
terminada conducta, pero en la que el deudor
“garantiza” o “afianza” el resultado (62).
La obligación de medios, más allá de su cues-
tionamiento (63), requiere del cumplimiento de
una conducta proyectada diligentemente (de
manera independiente de que se consiga el
resultado) (64). La consecuencia puede ser da-
ñosa, pero si el agente obró con cuidado y pre-
visión (sin culpa), no existirá incumplimiento
obligacional que justifique la responsabilidad.
Al contrario, en la obligación de resultado que
la conducta sea realizada con diligencia (sin
culpa) es indiferente; lo relevante es su resul-
dios no es una verdadera obligación, sino un deber gené-
rico de prudencia y diligencia; y (ii) porque toda obliga-
ción, al mismo tiempo, persigue un resultado e implica un
deber genérico de prudencia y diligencia para su cumpli-
miento. Cfr. MOISÁ, B., “La prueba de la culpa en la res-
ponsabilidad civil”, DJ, ejemplar del 12/03/2008, p. 605.
(62) BUERES, A. J., “El acto ilícito”, Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 1986, p. 36.
(63) MOISSET DE ESPANÉS, L. - MOISÁ, B., “La
responsabilidad de los médicos y servicios hospitalarios
en el pensamiento de François Chabas”, en KEMELMA-
JER de CARLUCCI, A. (dir.), Responsabilidad civil, Ed.
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2007, p. 287; MOISSET DE
ESPANÉS, L., “Obligaciones naturales y deberes mora-
les”, Ed. Zavalía, Buenos Aires, 1998, p. 30.
(64) Ver una visión clásica en: SPOTA, A. G., “El co-
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tado final (obtenido el resultado, no hay incum-
plimiento; a contrario: no logrado el resultado,
hay responsabilidad, aun cuando no exista re-
proche alguno a la conducta del deudor). En la
obligación de resultado, el agente sólo se podrá
liberar por un “hecho ajeno” que quiebra en
nexo de causalidad (65).
El art. 774, Cód. Civ. y Com., recepta la onto-
logía de estas obligaciones antes mencionada al
señalar que “la prestación de un servicio puede
consistir: (a) en realizar cierta actividad, con
la diligencia apropiada, independientemente
de su éxito. Las cláusulas que comprometen
a los buenos oficios, o a aplicar los mejores
esfuerzos están comprendidas en este inciso;
(b) en procurar al acreedor cierto resultado
concreto, con independencia de su eficacia; (c)
en procurar al acreedor el resultado eficaz pro-
metido. La cláusula llave en mano o producto
en mano está comprendida en este inciso. Si
el resultado de la actividad del deudor consis-
te en una cosa, para su entrega se aplican las
reglas de las obligaciones de dar cosas ciertas
para constituir derechos reales” (66).
Lo más importante es determinar cuándo
la obligación es de medios o de resultado. Es
una valoración que debe hacerse en el caso
concreto y en función de las circunstancias del
contexto. Existen casos claros (porque derivan
de la ley o de un pacto entre las partes). Pero
otros no lo son.
Debe valorarse la obligación con sentido
general. Toda obligación se puede dividirse
en obligaciones intermedias (las que, a su vez
también, pueden escindirse en conductas más
específicas). La valoración debe ser integral
y evitando interpretaciones parciales que pu-
dieran desviar el enfoque racional del análisis
concreto. Incluso en una misma prestación
obligacional existen muchas obligaciones que
pudieran, incluso, ser valoradas individual-
mente como de resultado. Pero esta valora-
ción individual sólo podría hacerse cuando el
objeto de la obligación fue ese (y no el objeto
más amplio tenido en cuenta por las partes).
El intérprete no debe perder de vista el verda-
dero alcance de la obligación (y su naturaleza
ontológica) para poder descomponerla en con-
ductas debidas y exigidas que pudieran influir
en la valoración general de la obligación.
En caso de duda deberá entenderse que la
obligación es de medios (y no de resultado).
Esta interpretación surge, implícitamente, de
la concepción de la responsabilidad subjetiva
como factor de atribución residual (“en ausen-
cia de normativa, el factor de atribución es la
culpa”, art. 1721, Cód. Civ. y Com.).
{ NOTAS }
modato y las obligaciones de medios y de resultado”, JA,
1956-I, p. 386.
(65) Pero no es privativo sólo de las obligaciones de
resultado. En toda la estructura de la responsabilidad
el agente podrá liberarse de responsabilidad (subjetiva
u objetiva) cuando acredite la ruptura del nexo de cau-
salidad. En la responsabilidad subjetiva el agente podrá
liberarse acreditando que obró diligentemente (sin cul-
pa), lo que no puede hacer quien comprometió una obli-
gación de resultado.
(66) La primera parte del art. 1768, Cód. Civ. y Com.,
recepta la idea diferencial en los factores de atribución
al decir que la actividad del profesional liberal está suje-
ta a las reglas de las obligaciones de hacer y que “la res-
ponsabilidad es subjetiva, excepto que se haya compro-
metido un resultado concreto”.
(67) LORENZETTI, R. L., “Carga de la prueba en los
procesos de daños”, LA LEY, 1991-A, 995.
(68) BUSTAMANTE ALSINA, J., “Prueba de la cul-
pa”, RCyS (Doct. Esenciales), Ed. La Ley, ps.461.
(69) El art. 1734, Cód. Civ. y Com., bajo el acápite
“Prueba de los factores de atribución y de las eximen-
tes”, dice: “Excepto disposición legal, la carga de la prue-
ba de los factores de atribución y de las circunstancias
eximentes corresponde a quien los alega”.
(70) BORAGINA, J. C. - MEZA, J. A., “Carga proba-
toria de la culpa en el art. 1735 del Proyecto de Código
Único del año 2012”, DJ del 28/05/2014, p. 89.
XVI. Prueba de la culpa
La carga de acreditar el factor de atribución
corresponde a quien lo invoca (67), salvo —ob-
viamente— disposición contractual o legal en
contrario (68). En otros términos: en general,
será la víctima (actor en un juicio de daños)
quien deba probar la culpa. La culpa no se pre-
sume. Si bien es una disposición procesal (área
reservada a las provincias), tiene un sentido
uniformador y simplificador en la aplicación de
la norma. Procura garantizar la adecuada apli-
cación práctica del derecho y, en algún punto,
es una cláusula de cierre que brinda seguridad
jurídica las relaciones patrimoniales: la falta de
prueba del factor subjetivo permite eximir de
responsabilidad al agente (69).
Es indiferente si se trata de una responsa-
bilidad contractual o extracontractual: ello
así como corolario de sostener la “unidad on-
tológica del fenómeno resarcitorio” con inde-
pendencia de la causa fuente generadora de la
obligación, que pregona la refleja uniformidad
en cuanto a la distribución de la carga proba-
toria del factor subjetivo culpabilidad en los
regímenes de responsabilidad contractual y
extracontractual: en ambos ámbitos dicha car-
ga pesa sobre el actor como principio general
salvo que, por razones de política legislativa, se
hubiera sancionado una disposición normativa
en contrario (70).
En general, es más eficiente que quien haya
sufrido el daño sea quien pruebe la culpa del
agente. Es la víctima quien está más interesa-
da en gestionar el resarcimiento. Conoce los
detalles del evento dañoso y, fundamentalmen-
te, impone una condición seria de ingreso al
proceso de daños. No es suficiente con invocar
la culpa del agente. Debe probarla, salvo dis-
posición en contrario o la teoría de las cargas
probatorias dinámicas. Hace a la seguridad ju-
rídica, pues la víctima sabe de antemano cuál
va a ser su carga probatoria.
En puridad conceptual, la culpa importa un
juicio de reprochabilidad (y no un “hecho”).
Sólo los hechos pueden probarse. No así los
juicios de valor. Lo que debe acreditarse son
hechos y elementos concretos que permitan
presumir la inexistencia de una debida dili-
gencia del agente. El enfoque probatorio de la
víctima debe recaer sobre las datos fácticos (71)
que demuestren [o permitan inducir (72)] que
el agente no cumplió con la conducta esperable
en ese caso concreto (circunstancias de tiem-
po, modo y lugar). La prueba de esos hechos
permitirá reconstruir el material necesario
para poder comparar la conducta realizada
(culpable) con la esperable (diligente).
(71) “La operación consistente en juzgar el apoyo em-
pírico que un conjunto de elementos de juicio aportan a
una hipótesis está sujeta a los criterios generales de la
lógica y de la racionalidad (...) Puede advertirse que ese
apoyo empírico ofrecerá un grado de corroboración que,
como ya señalara Popper, nunca será concluyente” (FE-
RRER BELTRÁN, J., “La valoración racional de la prue-
ba”, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2007, p. 46).
(72) “Las más de las veces el juez no ha estado pre-
sente cuando se produjeron los hechos que se prueban,
de modo que su conocimiento de ellos no es inmediato
o directo sino mediato o indirecto (Gascón Abellán, M.,
“Los hechos en el derecho. Bases argumentales de la
prueba”, Ed. Marcial Pons, 2010, Madrid, 3ª ed., p. 89),
entendiendo por tal el “inferido de, o sugerido por, otro
conocimiento ulterior u otro fundamento o base de co-
nocimientos” (ARMSTONG, D. M., “La percepción y el
mundo físico”, Ed. Tecnos, Madrid, 1966, p. 22).
(73) El art. 1756, Cód. Civ. y Com.: “Los delegados en
el ejercicio de la responsabilidad parental, los tutores y
los curadores son responsables como los padres por el
daño causado por quienes están a su cargo. Sin embar-
go, se liberan si acreditan que les ha sido imposible evi-
tar el daño; tal imposibilidad no resulta de la mera cir-
cunstancia de haber sucedido el hecho fuera de su pre-
sencia. El establecimiento que tiene a su cargo personas
internadas responde por la negligencia en el cuidado de
quienes, transitoria o permanentemente, han sido pues-
En ciertos supuestos, existen presunciones
legales de culpabilidad [v.gr., responsabilidad
de los tutores o curadores (73)]. En la obliga-
ción de resultado, basta con probar el “incum-
plimiento” para que se infiera la culpabilidad
del incumplidor.
XVII. Cargas probatorias dinámicas
La fijación de la carga de la prueba no es
rígida (74). Puede ser morigerada por el juez
acudiendo a la teoría de las cargas probatorias
dinámicas. El juez puede distribuir la carga de
la prueba de la culpa o de haber actuado con la
diligencia debida, ponderando cuál de las par-
tes se halla en mejor situación para aportarla.
Si el juez lo considera pertinente, durante el
proceso debe comunicar a las partes que apli-
cará este criterio, de modo de permitir a los
litigantes ofrecer y producir los elementos de
convicción que hagan a su defensa.
El análisis de la norma determina que la flexi-
bilidad probatoria impuesta por las cargas pro-
batorias dinámicas sólo se limita al factor de
atribución (“carga de la prueba de la culpa o de
haber actuado con la diligencia debida”, dice el
art. 1735, Cód. Civ. y Com.). No se puede flexibi-
lizar la prueba de la relación de causalidad (75)
ni la existencia del daño. Dichos presupuestos
sólo pueden ser probados por la víctima. El juez
no puede modificar las reglas de atribución de
la carga de la prueba en estos extremos.
La jurisprudencia (76) ya había incorporado
dentro de los criterios de apreciación probato-
ria a la teoría de las cargas probatorias diná-
micas (77). El fundamento es justo. Además se
sustenta en la eficiencia para el conocimiento
de la verdad (78): quien está en mejores condi-
ciones de probar los hechos relacionados con
las circunstancias concretas que pudieran
determinar la culpabilidad. Si está en mejores
condiciones probatorias, probablemente su es-
fuerzo se menor. Y, en algún punto, garantiza
que en el proceso de daños se pueda resolver
sobre la base de los elementos más próximos a
la realidad de lo ocurrido.
Las críticas a la teoría de las cargas probato-
rias dinámicas siguen vigentes pese a su incor-
poración en el plexo legal. La crítica de la falta
de previsión normativa hoy se traslada a una
posible inconstitucionalidad (por invadir esfe-
ras procesales de las provincias). La cuestión
de la técnica legislativa muchas veces sugirió
que el legislador debió recurrir al empleo de
presunciones judiciales o legales.
La norma impone comprender el alcance de
la noción la parte que “se halla en mejor situa-
tas bajo su vigilancia y control”.
(74) En el derecho alemán, la carga de la prueba de la
negligencia recae sobre el actor, pero por la ilegalidad
se quiebra el deber de seguridad (Verkenhrspeflicht) o
la violación de una regla estatutaria y ellas exigen una
conducta suficientemente detallada en un determinado
sentido, la carga de la prueba se cambia al demandado
(VAN DAM, C., ob. cit., ps. 230 y 232).
(75) “Esta excepcional facilidad probatoria funciona
solo para el factor de atribución, pero no para el nexo
de causalidad” (VÁZQUEZ FERREYRA, R. A., “Los
factores de atribución en el Código Civil y Comercial”,
LA LEY, 2016-C, 1238).
(76) Especialmente en la responsabilidad médica.
“La aplicación de esta teoría en la responsabilidad mé-
dica por parte de algunos tribunales, y a pesar de la le-
tra del art. 377, párr. 1º del Cód. Proc. Civ. y Com. de la
Nación (en cuanto dispone que “incumbirá la carga de
la prueba a la parte que afirme la existencia de un hecho
controvertido o de un precepto jurídico que el juez o el
tribunal no tenga el deber de conocer”) ha llevado a al-
gunos autores a afirmar que la carga de la prueba en la
responsabilidad médica es compartida, no bastando ya
una actitud meramente pasiva del profesional deman-
dado, puesto que este último también se verá obligado
a aportar todos los medios probatorios a su alcance que
permitan acreditar su actuar diligente, prudente y con
pleno conocimiento de las cosas. Este criterio también
ción de aportar” la prueba de la culpa. El juez
debe valorar esta circunstancia con precisión.
Debe hacerlo con cautela y prudencia porque
implica el apartamiento de la regla general.
Dicha mejor situación puede derivar de con-
diciones personales (profesión, relaciones, co-
nocimientos particulares, etc.) o del contexto
(acceso al lugar o a ciertos elementos probato-
rios, complejidad del hecho y su participación
especial, etc.). La persona a la que le asignan
la carga de probar podrá impugnar dicha deci-
sión. Si la “calificación” del juez de que estaba
en mejores condiciones de probar es errónea,
el fallo podría fundar en un elemento incorrec-
to (y por ende, determinar la nulidad de la re-
solución).
Quizás su ventaja es sólo parcial y respecto
de un hecho determinado (y no respecto de to-
dos los elementos fácticos que determinan la
culpabilidad). Puede encontrarse en mejores
condiciones de probar un solo hecho (v.gr.,
determinado documento) y no de todos. Sería
injusto que el juez le imponga “toda” la carga
de la prueba (por su ventaja procesal respec-
to de un determinado hecho). La valoración
sobre la plataforma fáctica a probar debe ser
minuciosa y correcta. Debe imponer clara-
mente los alcances de la prueba que impone
al demandado. No alcanza con la introducción
genérica de una fórmula procesal en el proveí-
do inicial (o probatorio) en el que se “advier-
te” a los litigantes respecto de este cambio de
reglas. Debe dictarse una resolución fundada
y circunstanciada en la que, sin adelantar opi-
nión, debe justificar porque el demandado es
el que debe probar. El problema es que con
la demanda y su contestación el juez muchas
veces carece de elementos suficientes para po-
der juzgar atinadamente quien está en mejo-
res posibilidades probatorias. Puede tener una
corazonada, pero no la certeza necesaria que
impone adelantar una opinión sobre una regla
que tiene importantes efectos sobre las partes.
La comunicación previa que impone la norma
debe realizarse a las partes, pero especialmente
al demandado. El eje de la comunicación apun-
ta a quien se pueda ver afectado como dicho
cambio en la carga de la prueba (en general, el
demandado). Obviamente que la comunicación
deberá ser con antelación suficiente para poder
permitir a las partes (en especial al demandado)
desarrollar su estrategia probatoria. Incluso,
muchas veces debería darse la posibilidad de
incluir elementos fácticos en la contestación de
demanda. El fundamento es obvio. Si el deman-
dado cuenta de antemano con una estrategia
probatoria fundada en el esquema general de la
carga de la prueba, puede —por conveniencia—
omitir algunos elementos fácticos, documenta-
ha sido recogido por el nuevo Código Civil y Comercial
en su art. 1735, que veremos seguidamente, en cuanto fa-
culta a los jueces —en determinadas situaciones— a in-
vertir la carga probatoria de la culpa” (CALVO COSTA,
C. A., “La culpabilidad en la actual responsabilidad civil
médica. Apreciación y prueba”, RCyS 2016-XII, p. 5).
(77) Según esta doctrina, de neto cuño procesal, se
sostiene que “el esquema de un proceso moderno debe
necesariamente estar impregnado por el propósito de
ajustarse lo más posible a las circunstancias del caso,
evitando incurrir en abstracciones desconectadas de
la realidad. Esto explica que modernamente se conciba
que las cargas probatorias deban desplazarse de actor o
demandado o viceversa, según correspondiere (...) “que
se debe colocar la carga respectiva en cabeza de la parte
que se encuentre en mejores condiciones de producir-
la” (PEYRANO, J. – CHIAPINI, J., “Lineamientos de las
cargas probatorias dinámicas”, ED 107-2005; PEYRA-
NO, J., “La doctrina de las cargas probatorias dinámicas
puesta a prueba”, en Procedimiento civil y comercial, Ed.
Juris, Rosario, 1994, t. 3, p. 122; íd., “Doctrina de las car-
gas probatorias dinámicas”, LA LEY 1991-B, 1034; íd.,
“Fuerza expansiva de la doctrina de las cargas probato-
rias dinámicas 2”, LA LEY, 1996-1027).
(78) “Ni siquiera la definición de la prueba como ins-
trumento para buscar y establecer la verdad de los he-
chos en el proceso constituye por sí misma una verdade-
ra y propia teoría completa de la prueba” (TARUFFO,

les o de otra índole. En su contestación muchas
veces tiene especialmente en cuenta el material
probatorio que deberá aportar el proceso y omi-
te “reconocer” ciertos hechos que, de ser el obli-
gado a probarlos, podría invocarlos.
La norma dice que el juez debe “comunicar”
a las partes que aplicará el criterio. Lo relevante
no es la comunicación sino su decisión fundada.
La comunicación es la consecuencia de una de-
cisión que resolvió cambiar las reglas generales
de la carga de la prueba para el caso concreto.
Lo que se impone analizar es la oportunidad
procesal para tomar (y comunicar) dicha de-
cisión. El dispositivo no lo expresa y parecie-
ra que queda, una vez más, a criterio del juez
dicha oportunidad. Sería un contrasentido que
dicha decisión se tome cuando ha concluido el
período probatorio. El demandado debe tener
la posibilidad procesal de ofrecer y diligenciar
la prueba pertinente. La regla es clara: debe
decirse sobre la modificación de la carga de
la prueba en la primera oportunidad posible.
Debe comunicarse la aplicación de la teoría de
la carga probatoria dinámica de manera ur-
gente. Cuanto antes, mejor. Si fuera luego de la
oportunidad para el ofrecimiento de prueba (lo
cual no sería usual), deberá darse plazos pro-
cesales adicionales.
XVIII. Dispensa de la culpa
Respecto de la dispensa anticipada de la
responsabilidad, el art. 1743, Cód. Civ. y Com.,
dice que son inválidas las cláusulas que eximen
o limitan la obligación de indemnizar cuando
afectan derechos indisponibles, atentan contra
la buena fe, las buenas costumbres o leyes im-
perativas, o son abusivas. Son también inváli-
das si liberan anticipadamente, en forma total
o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor
o de las personas por las cuales debe respon-
der. En materia de consumidor, se tienen por
no convenidas las cláusulas que limitan la res-
ponsabilidad por daños (arts. 37, LDC, y 988,
Cód. Civ. y Com.).
La dispensa (o limitación) de la responsabi-
lidad es diferente (79). En la dispensa de la cul-
pabilidad la cuestión sólo se enfoca en el factor
subjetivo (y no abarca otros presupuestos ni la
cuantificación). La limitación del resarcimien-
to, exclusión de ciertos rubros, la tarifación del
daño o incluso una cláusula penal ínfima no tie-
nen la misma base analítica.
La dispensa de la culpabilidad importa una
“renuncia” anticipada (liberación) a “invocar”
la culpa como factor subjetivo de atribución.
No se puede dispensar la culpa como concep-
to; la conducta humana culpable (esto es, el in-
cumplimiento de las diligencias y precauciones
razonablemente exigibles) existe, más allá de
su renuncia o su posibilidad de invocación. No
se puede renunciar a lo que existe; se puede re-
nunciar a reclamar en función de lo que existe.
{ NOTAS }
M., “La prueba de los hechos”, trad. Ferrer Beltrán, Ed.
Trotta, Madrid, 2002, p. 87).
(79) En el derecho colombiano las “cartas de indem-
nidad” (indemnity letter) son aquéllas en donde una par-
te contractual se obliga a asumir los costos que podrían
generarse sobre la otra por los reclamos que pudieran
formular terceros ajenos al contrato (CASTRO, M.,
“Cláusulas de indemnidad: Aproximación a su proble-
mática en el Derecho Colombiano”, en Responsabilidad
Civil, Derecho de Seguros y Filosofía del Derecho, Biblioteca
Jurídica Diké, Bogotá, 2011, t. 1, p. 586).
(80) Frecuentemente las indemnidades se refieren a
reclamos laborales, fiscales y/o por daños extracontrac-
tuales, pero también para cubrir los reclamos del pro-
pio “otorgante” o de terceros “vinculados”, como sería
el caso de las partes relacionadas (FAVIER DUBOIS [p],
E. M. - FAVIER DUBOIS [p], E. M., “Las cláusulas de in-
demnidad en los acuerdos comerciales”, Errepar, DSE,
nro. 266, t. XXII, enero 2010, p. 5).
(81) MOLINA SANDOVAL, C., “Abuso de posición
dominante”, RDCO, 288 (enero-febrero 2018), p. 25.
(82) Se ha dicho que “es notorio que existe una rela-
La renuncia de la culpabilidad se circunscribe
a su no invocación para justificar el reclamo in-
demnizatorio. Algo así ocurre con la limitación
del daño: el daño existe (y tiene una repercu-
sión clara en el patrimonio de la víctima), pero
se limita su posibilidad de reclamarlo (la cláu-
sula penal es una clara aplicación práctica del
supuesto).
La dispensa de la culpa es un contrato vá-
lido en el ordenamiento argentino (80). Los
derechos patrimoniales son disponibles, salvo
que importen —indirectamente— un derecho
a dañar a la víctima sin ninguna consecuen-
cia jurídica [afectando la buena fe, principios
generales o incluso que se afecte el equilibrio
de las partes o exista abuso de posición domi-
nante (81)]. No existen inconvenientes en que
se pacten deberes específicos de conducta (o
se releven otras pautas de conducta) que im-
porten, indirectamente, una dispensa de las
conductas diligentes que se deben exigir. En
caso de duda, debe estarse por la no dispensa
de la culpa.
El seguro, en esencia, lo que busca es que el
asegurador cubra los daños ocasionados a un
tercero en virtud de la culpa. El asegurado, en
esencial, procura mantenerse indemne pese a
la existencia de su culpabilidad. En algún pun-
to, importa una dispensa que el asegurador le
facilita sobre conductas culpables que pudie-
ran ocasionar un daño en el patrimonio de un
tercero (82).
No existen problemas en que la dispensa a
la culpabilidad abarque sólo algunos aspectos
de la conducta (y no todos). En cuyo caso, en
la valoración general deberá determinarse si
la conducta culpable no dispensada tuvo rela-
ción de causalidad en el daño ocasionado en
la víctima.
Existe suficiente consenso sobre los límites
de la dispensa [dolo (83), orden público, cláu-
sulas abusivas (84), derechos indisponibles,
derechos del consumidor (85), etc.]. A poco
que se analice la cuestión parte, al menos, de
una confusión de presupuestos. El dolo es un
presupuesto distinto de la culpa y la existen-
cia del dolo, en algún punto, excluya la culpa-
bilidad. Se discute la cuestión de la dispensa
de la culpa grave, y en general existe sufi-
ciente aceptación de la imposibilidad de su
dispensa anticipada (86). También se acepta
la imposibilidad de pactar la dispensa de los
factores objetivos de atribución.
La abusividad de una cláusula, en cambio,
se focaliza en otro presupuesto de la respon-
sabilidad: la antijuridicidad (ya que el abuso
de derecho, no es un factor subjetivo sino un
determinante de la ilicitud). Lo mismo res-
pecto de derechos indisponibles o derechos
del consumidor. Por ello, en estos casos opera
como un campo de limitación a la dispensa de
la culpabilidad.
ción entre el desarrollo del seguro de responsabilidad y
la restricción del papel de la culpa en la organización de
la responsabilidad civil. Más la influencia deformante
del seguro sobre la responsabilidad civil no se limitó a
ese debilitamiento del papel de la culpa. Dicha influen-
cia contribuyó a eliminar al responsable mismo impo-
niéndole el desaparecer detrás de su asegurador” (GA-
GLIARDO, M., “Vigencia y valor de la culpa”, LA LEY,
2013-A, 740).
(83) “Personalmente, creo que la dispensa de culpa
lata debe ser siempre equiparada a la dispensa de dolo,
sin entrar en ociosas discusiones bizantinas sobre as-
pectos definidamente íntimos del deudor que infringe
sus deberes y por los argumentos básicos que ya hemos
esbozado” (BUERES, “La asimilación…”, ob. cit., p. 1).
(84) MOLINA SANDOVAL, C., “Breves reflexiones
sobre los alcances de las cláusulas predispuestas en los
contratos de consumo”, Semanario Jurídico nro. 1628,
ejemplar del 04/10/2007.
(85) MOLINA SANDOVAL, C., “Derecho de consu-
mo”, Ed. Advocatus, Córdoba, 2008.
(86) OSSOLA, ob. cit., p. 212; ZAVALA de GONZÁ-
En general, se tiende a aceptar que la dis-
pensa sólo puede provenir de un pacto entre
la víctima (rectius: futura víctima) y el agente.
Difícilmente se puede dar en la responsabili-
dad extracontractual (más allá de que la dis-
pensa puede ser a posteriori, si el derecho es
disponible). La dispensa debe ser previa. Si es
posterior es una renuncia a un derecho dispo-
nible (pero no a la culpabilidad).
XIX. Culpa de la víctima
Históricamente, se aludía a la culpa de la
víctima o de un tercero por cual no se debía
responder como una forma de excluir la res-
ponsabilidad objetiva (87). Tuvo sus críticas,
pues en realidad se trataba de una forma de
ruptura del nexo de causalidad. En el common
law, se alude a “contributory negligence” (88),
pero su análisis no es teórico sino más bien
como una defensa en el proceso de daños (89).
El Cód. Civ. y Com., procura aclarar la cues-
tión en el art. 1729, bajo el título “hecho” (no
culpa) del damnificado: la responsabilidad
puede ser excluida o limitada por la incidencia
del hecho del damnificado en la producción del
daño, excepto que la ley o el contrato dispon-
gan que debe tratarse de su culpa, de su dolo,
o de cualquier otra circunstancia especial.
La conducta de la víctima tiene incidencia
suficiente (directa o indirecta) para quebrar
el nexo de causalidad. En general, salvo que la
ley (o pacto entre las partes) así lo exija, que
exista culpa o no es indiferente. La ruptura de
nexo causal se produce por la influencia de
un hecho de la víctima (o incluso de un ter-
cero) que opera como concausa (más allá de
la culpabilidad de la víctima o el tercero). No
es necesario que la víctima tenga intención,
discernimiento o libertad (90) o imputabili-
dad (91). Puede ser un menor de edad o incluso
un incapaz declarado (92).
Es sólo necesario un hecho del damnificado
que afecte o limite el nexo causal (debe tener
incidencia necesaria en la producción del
daño). Las diligencias y los deberes de cuida-
do sólo se exigen respecto de terceros (y por
los efectos que puede tener en el patrimonio
de la víctima). Y no respecto de sí mismo (víc-
tima). Uno no es culpable consigo mismo; el
daño ocasionado por esa causa no puede im-
plicar responsabilidad de un tercero.
Si la víctima es autor (imputabilidad cau-
sal) del daño que sufre está obligado a tole-
rarlo. No puede responsabilizar a un tercero
que haya participado en la producción (si no
existe, al menos, una concausa). Pero si el
hecho de la víctima es intrascendente para
producir el daño y la concatenación causal se
atribuye al agente (será este quien deba re-
sarcir el daño). Si no existe causalidad ni con
la víctima, ni con un agente, sino con un terce-
ro (distinto de la víctima y del agente), igual-
LEZ, ob. cit., p. 222.
(87) No debe confundirse culpa objetiva con respon-
sabilidad objetiva. En esta última se exige simple causa-
lidad material respondiéndose aunque la conducta del
sindicado responsable haya sido correcta. En la culpa
objetiva la conducta exteriorizada no es la que hubiera
tenido una persona diligente. Cfr. PIAGGIO, A. N., “Pre-
sencias de la culpa”, LA LEY, 2005-F, p. 1444.
(88) Con base en el caso “Butterfield v. Forrester”
(1809) 11 East 60, 103 ER 926.
(89) Cuando una persona sufre daños como el resul-
tado en parte de su propia culpa y en parte de la culpa de
alguna otra persona o personas, el reclamo sobre tales
daños no debe prosperar en virtud de la culpa de la per-
sona que está sufriendo el daño, pero los daños recupe-
rables con respecto deben ser reducidos en la extensión
que la Corte piense como razonable y equitativo tenien-
do en cuenta que las partes pueden compartir la respon-
sabilidad por los daños. Cfr. Section 1 Law Reform (Con-
tributory Negligence) Act 1945 (UK) cit. por BEEVER,
“Rediscoverign the Law of Negligence”, cit., p. 342.
(90) Kemelmajer de Carlucci ha dicho que “se trata
Lunes 28 de mayo de 2018 | 7
mente se produce la ruptura del nexo causal.
El agente no debe resarcir el daño. Deberá
evaluarse si este tercero, se transforma, a su
vez en agente del daño.
No existe diferencia ontológica en la res-
ponsabilidad contractual o extracontractual.
El hecho de la víctima como limitante del
nexo de causalidad tiene similares efectos.
Obviamente, los contextos obligacionales (y la
naturaleza del cumplimiento e incluso la obli-
gación de resultado) pueden generar visiones
prácticas, e incluso estratégicas, diferentes.
La culpabilidad, como se dijo, no es lo deci-
sivo en la exclusión de responsabilidad, sino la
incidencia concreta (objetiva y razonable) de
la conducta de la víctima, más allá de su jui-
cio de reprochabilidad específico. Por ello, la
gravedad (o no) de la culpa carece de relevan-
cia a los fines de excluir o limitar la respon-
sabilidad. No es la valoración subjetiva de la
conducta lo que se exige, sino la “valoración”
de su incidencia causal en el resultado dañoso.
Si el hecho de la víctima configura una “cau-
sa exclusiva”, el agente no debe asumir las con-
secuencias dañosas del hecho. Es la víctima la
que lo asume. Si en lugar de exclusividad, se
produce “concausalidad de víctima”, lo que
debe valorarse es la eficacia e incidencia cau-
sal de cada una de las conductas imputables a
los involucrados. La mayor o menor incidencia
causal en la producción del daño determinará
el mayor o menor deber de indemnizar. La de-
terminación precisa de la relevancia causal de
cada conducta deberá impactar en una precisa
determinación judicial sobre quién debe sopor-
tar las consecuencias dañosas.
Por ello se ha dicho que la “concurrencia
de culpas” contribuye a una reducción de la
cuantía de la indemnización, salvo la hipótesis
en que la conducta de uno de ambos copar-
tícipes no guarde una conexión causal con el
resultado y este se hubiere producido de igual
manera sin su conducta y que distinta es la
sucesión de culpas que causan un daño: dis-
tinguiéndose si el obrar culposo del perjudi-
cado es corolario de la culpa inicial del agen-
te. En tal hipótesis existe una concurrencia
de culpas con idénticos alcances respecto del
daño causado, en la que cada una configura
una causa disímil del daño (93).
XIX.1. Asunción del riesgo
Cabe diferenciarlo, también, de la asunción
del riesgo (94). La asunción de un riesgo por sí
misma no tiene por qué ser significativa de cul-
pa alguna: no obra culposamente quien toma
parte en una actividad deportiva, aunque sea
particularmente peligrosa (rafting, por ejem-
plo), o en un festejo taurino, o se sube a una
atracción de feria (por poner algunos de los ca-
sos típicos), por el mero hecho de participar en
tales actividades; el daño puede ser consecuen-
del hecho de la víctima y no de su culpa. Es decir, el he-
cho no culposo (p. ej., por ser la víctima un menor inim-
putable, un demente, etc.) puede romper el nexo de cau-
salidad o incidir en él y producir la exoneración total o
parcial del deber de reparar” (KEMELMAJER de CAR-
LUCCI, A., “La responsabilidad civil en los albores del
siglo XXI”, JA, del 05/05/1993, p. 4). El Cód. Civ. y Com.,
sigue el Proyecto de Reforma del Código Civil de 1998
que decía que “el hecho de la víctima (...) rompe el nexo
adecuado de causalidad o incide en la concausa”.
(91) No parece ser la posición de: Fognini, A. I., “Culpa
e imputabilidad”, LA LEY, 2012-A, p. 704.
(92) Desde otra perspectiva, se ha dicho que cuando
el hecho de la víctima es involuntario, su conducta no
puede interrumpir el nexo causal, a no ser que el hecho
de aquélla sea imprevisible o irresistible, es decir, adop-
te los rasgos del caso fortuito (PREVOT, J. M., “La culpa
de la víctima inimputable como eximente de responsabi-
lidad”, LA LEY, 2008-A, p. 119).
(93) GAGLIARDO, “Esquema…”, ob. cit., p. 27.
(94) MOLINA SANDOVAL, C., “Asunción de ries-
gos”, LA LEY, del 26/02/2018, 1.
8 | Lunes 28 de mayo de 2018
cia de un accidente enmarcado en los riesgos
normales de la actividad en cuestión, y no apre-
ciarse negligencia alguna en ninguno de los im-
plicados; lo que propicia entonces el resultado
lesivo es la mera intervención de la víctima en la
actividad de riesgo creada por otro y consentida
por ella, sin que medie de su parte ninguna otra
conducta —tampoco negligente— que pueda
considerarse determinante de ese resultado; de
ahí su diferenciación con las hipótesis de culpa
de la víctima. Es en estos casos, caracterizados
por la ausencia de culpa tanto en quien crea el
riesgo como en quien lo acepta, en los que hay
propiamente una asunción del riesgo por la víc-
tima, cuyo efecto es la exoneración de responsa-
bilidad del agente dañoso (95).
XX. Culpa en acción preventiva
El art. 1711, Cód. Civ. y Com. regula la cues-
tión de los factores de atribución en la acción
preventiva: “La acción preventiva procede
cuando una acción u omisión antijurídica hace
previsible la producción de un daño, su conti-
nuación o agravamiento. No es exigible la con-
currencia de ningún factor de atribución”.
El sistema preventivo exime de acreditar la
culpa y cualquier factor de atribución (no sólo
subjetivo, sino también objetivo). Ello no signi-
fica que no pueda existir. Y si existe, no existe
necesidad de que se acredite. Obviamente, que
si existen elementos que permiten desarrollar
un juicio razonable de reprochabilidad sobre la
conducta, sería razonable que el posible o futuro
damnificado así lo invoque. Pero si el daño no se
ha producido aún la dificultad en la acreditación
del factor subjetivo es, por lo menos, complejo.
Distinta sería la cuestión en materia de respon-
sabilidad objetiva en la que no existe necesidad
de valorar la conducta del dueño o guardián.
Se ha dicho que mediante este tipo de ac-
ción, la ley busca que la prevención sea rápida
y eficaz. Exigir la demostración de la culpa de
alguien, llevaría en muchos casos a la esterili-
zación de las buenas intenciones del remedio
propuesto. Si el peticionante es arriesgado res-
ponderá, como en todos los casos, por el abuso
de la medida cautelar solicitada, con lo que se
despeja bastante el riesgo de acciones preven-
tivas aventuradas (96).
Igualmente el fundamento para la no exigi-
bilidad del factor de atribución no está rela-
cionado necesariamente con la eficacia de la
prevención sino con el criterio de valoración
que exige la culpa. La culpa requiere una va-
loración concreta y en función de las circuns-
tancias especiales que rodean el caso (tiempo,
modo y lugar). Debe valorar el cumplimiento de
diligencias y pautas de conductas que pueden
no haber sido configuradas en el caso concreto.
Por ello, sólo se existe la acreditación del nexo
de causalidad. Previsibilidad abstracta, según
el curso ordinario de las cosas, de la produc-
{ NOTAS }
(95) GÓMEZ CALLE, E., “La contribución de la vícti-
ma a la causación del daño”, RCyS 2013-VI, p. 257.
(96) CALVO COSTA, C., “La pretensión preventiva
NOTA A FALLO
Prestaciones
profesionales
Médico. Vínculo contractual. Locación de ser-
vicios. Contratación que perdura en el tiempo
durante siete años. Arbitrariedad de la senten-
cia que tuvo por acreditada la relación laboral.
Encuadre de la relación jurídica. Existencia de
una guía que determinaba los términos de la
relación. Disidencia. Writ of certiorari.
Véase en página 9, Nota a Fallo
ción de un daño derivado de una conducta, más
allá de la valoración in concreto de esa conducta.
Si esa conducta tiene aptitud razonable para
producir el daño (es previsible que lo haga) —y
se configuran los otros presupuestos—, la pre-
vención resulta procedente (97), más allá de la
posible culpabilidad del agente.
XXI. Derecho internacional privado
XXI.1. Principios generales
En materia de aplicación internacional del
derecho de daños (y de sus presupuestos), el
Cód. Civ. y Com., contiene dos dispositivos que
tienden a cristalizar el criterio dominante. Estos
dispositivos legales, si bien insuficientes, deben
complementarse con la evolución y aplicación
del derecho internacional de daños y con el es-
quema general de los tratados internacionales.
El art. 2657, Cód. Civ. y Com., señala que ex-
cepto disposición en contrario, para casos no
previstos, el Derecho aplicable a una obliga-
ción emergente de la responsabilidad civil es
el del país donde se produce el daño, indepen-
dientemente del país donde se haya producido
el hecho generador del daño y cualesquiera
que sean el país o los países en que se produ-
cen las consecuencias indirectas del hecho en
cuestión. No obstante, cuando la persona cuya
responsabilidad se alega y la persona perjudi-
cada tengan su domicilio en el mismo país en el
momento en que se produzca el daño, se aplica
el derecho de dicho país.
La regla general es que el derecho aplicable
es el del lugar donde se produce el daño. La loca-
lización de la “consolidación” (producción) del
daño (más allá del lugar donde se generó) es re-
levante para determinar el derecho aplicable. El
daño puede tener múltiples consecuencias, in-
cluso consecuencias indirectas. Lo importante
es donde se produjo (aun cuando el hecho inicial
que produjo el daño se haya producido en un
país diferente). Un mismo hecho dañoso podría
generar daños en distintos países y determinar
la aplicación de múltiples derechos aplicables.
El régimen jurídico valora más la producción
del daño que el lugar donde se produjo; da más
importancia al lugar donde se generaron las
consecuencias jurídicas dañosas que al hecho
determinante de las mismas.
La calificación jurídica de los presupuestos
de responsabilidad, entre ellos la determinación
del factor subjetivo, la culpa y los criterios juris-
prudenciales de aplicación, debe hacerse bajo
el derecho del lugar donde se produjo el daño.
No importa si se demandó en una jurisdicción
diferente (v.gr., domicilio del demandado), el
juez de esa jurisdicción debe aplicar el derecho
extranjero bajo los mismos parámetros que lo
haría el juez del derecho aplicable. No se produ-
ce una segmentación de los presupuestos, aun
cuando muchos de los elementos configurativos
en el derecho de daños”, LA LEY, del 19/02/2018, 6.
(97) Se ha dicho que reposa en un motivo de justicia
o factor de atribución (questio iuris), pues nadie soporta
Hechos: La Corte Suprema de Justicia de
la Nación dejó sin efecto una sentencia que
había hecho lugar a la demanda de un pro-
fesional médico que reclamó las indemniza-
ciones derivadas de su despido. El médico,
neurocirujano, había mantenido durante
siete años una relación contractual con un
hospital privado, bajo la modalidad de una
locación de servicios, facturando honorarios
como monotributista.
1. - La sentencia que hizo lugar a una deman-
da por cobro de indemnizaciones deriva-
das del despido a raíz de haber tenido por
de la responsabilidad se hayan producido en
países diferentes.
La conducta culpable podría haber sido de-
sarrollada en un país diferente al que efectiva-
mente se produjo el daño. Sin embargo, el lugar
de la conducta culpable es intrascendente para
determinar el lugar aplicable. Podría cuestio-
narse que el agente cuando desarrolló su con-
ducta lo hizo teniendo en cuenta los estándares
de diligencia exigidos en su país (y no los de todo
el mundo). Pero ese mismo nivel de diligencia
impone prever las posibles consecuencias de su
actuar y su posible proyección dañosa a perso-
nas localizadas en países distintos al de realiza-
ción de su conducta. Además, la segmentación
de derechos aplicables diferentes podría gene-
rar problemas interpretativos innecesarios. Las
reglas de seguridad vial y de circulación son las
del lugar del hecho (aquellas vigentes en el lu-
gar donde se produjo el hecho), con lo cual di-
fícilmente podría considerarse culpable al que
respetó reglas que podrían ser valoradas como
culpables en otro ordenamiento.
La cuestión se minimiza, incluso, en Latino-
américa, en donde las reglas, presupuestos e
incluso bases de aplicación del derecho de daño
guardan similitud. Tienen un origen común
y se alude a tres grandes codificadores (Vélez
Sarsfield, Bello y Freitas). Incluso influencias
reformistas reciprocas. La “culpa” como factor
subjetivo de responsabilidad suele tener desa-
rrollos similares e, incluso, pautas similares de
aplicación en estos países. De todas formas, es
común todavía advertir diferencias relevantes
entre la culpa contractual y la extracontractual.
XXI.2. Víctima y agente con domicilio en el mis-
mo país
Se establece una excepción relevante cuando
la víctima y el agente tienen domicilio en el mis-
mo país al momento en que se produce el daño.
En este supuesto, se aplica el derecho del país
donde ambos tienen domicilio, independiente-
mente del lugar de realización o producción del
daño. El criterio es práctico. Ambas personas
conocen el ordenamiento y se sienten cómodas.
No es una facultad, sino un criterio de derecho
aplicable. Por ello, la víctima no podría optar
por el ordenamiento donde se produjo el daño,
aun cuando este sea más beneficioso que el
ordenamiento de su domicilio. Todo ello, salvo
pacto de las partes (agente y víctima).
No obstante, cuando la persona cuya res-
ponsabilidad se alega y la persona perjudicada
tengan su domicilio en el mismo país en el mo-
mento en que se produzca el daño, se aplica el
derecho de dicho país.
XXI.3. Competencia internacional
El art. 2656, Cód. Civ. y Com., complemen-
ta lo antes analizado, al disponer que salvo
la carga de impedir cualquier daño y en cualquier cir-
cunstancia (CAMPS, C. E., “La pretensión preventiva de
daos”, RCCyC, agosto 2015, p. 7).
acreditada la relación laboral del médico
—neurocirujano— con el hospital priva-
do donde prestó servicios durante siete
años debe ser dejada sin efecto, pues el
profesional tenía una injerencia directa
en la organización de los medios persona-
les con los que se prestaban los servicios,
tenía una participación significativa en la
determinación de las pautas que estable-
cían cómo debían efectuarse las presta-
ciones y asumía el riesgo de que el fin eco-
nómico que buscaba a través de la oferta
de servicios de prestación médica no se
lograse, ya que había consentido cobrar
excepciones, son competentes para conocer
en las acciones fundadas en la existencia de
responsabilidad civil: (i) el juez del domicilio
del demandado; (ii) el juez del lugar en que se
ha producido el hecho generador del daño o
donde este produce sus efectos dañosos di-
rectos.
XXI.4. Tratados internacionales
El Tratado de Montevideo de Derecho Civil
(de 1889) establece en el art. 39 que, en ma-
teria de derecho aplicable “Las obligaciones
que nacen sin convención, se rigen por la ley
del lugar en donde se produjo el hecho lícito
o ilícito de que proceden”. El art. 56, por su
parte, establece que “Las acciones persona-
les deben entablarse ante los jueces del lugar
a cuya ley está sujeto el acto jurídico mate-
ria del litigio. Podrán entablarse igualmente
ante los jueces del domicilio del demandado”.
El art. 43 del Tratado de Montevideo de
Derecho Civil de 1940 señala que las obliga-
ciones que nacen sin convención se rigen por
la ley del lugar en donde se produjo el hecho o
ilícito de que proceden y, en su caso, por la ley
que regula las relaciones jurídicas a que res-
ponden. La regla en materia de jurisdicción es
la misma que el Tratado de 1889.
El Convenio Bilateral Argentino-Uruguayo
en Materia de Responsabilidad Civil Emer-
gente de Accidentes de Tránsito señala que
el derecho aplicable se regula por el derecho
interno del Estado parte en cuyo territorio
se produjo el accidente; si fueran afectadas
personas con domicilio en común de los Esta-
dos parte —aunque el accidente ocurra en el
otro— se rige por el derecho interno de este.
El art. 4º califica el domicilio como el lugar de
residencia habitual.
El Protocolo de San Luis en Materia de
Responsabilidad Civil Emergente de Acci-
dentes de Tránsito entre los Estados parte
del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y
Uruguay) firmado en San Luis en 1997 deter-
mina que el derecho aplicable es el derecho
interno del lugar del Estado parte donde se
produjo el accidente; si solo intervienen per-
sonas domiciliadas en un mismo Estado par-
te, el derecho aplicable es el de este último. l
Cita online: AR/DOC/959/2018
MÁS INFORMACIÓN
Bancoff, Pedro, “La responsabilidad civil médica
y la carga de la prueba de la culpa en el Código Civil
y Comercial de la Nación”, RCyS 2016-VIII, 16, AR/
DOC/1727/2016.
Alterini, Atilio Aníbal, “Aspectos de la teoría de
la culpa en el derecho argentino (con referencia al
Código Civil español y en ocasión de su centenario)”,
LA LEY, 1989-E, 1098; “Responsabilidad Civil Doc-
trinas Esenciales Tomo II”, 487, RCyS 2016-II, 267, AR/
DOC/14242/2001.
Calvo Costa, Carlos A., “La culpa médica en el Có-
digo Civil y Comercial”, LA LEY, 2015-F, 632, AR/
DOC/3755/2015.
sólo si realizaba prestaciones a terceros,
cuestiones que no fueron analizadas y
constituyen indicios acerca de la real na-
turaleza del vínculo, y que debieron valo-
rarse para la correcta solución del caso.
2. - La sentencia que hizo lugar a una deman-
da por cobro de indemnizaciones deriva-
das del despido a raíz de haber tenido por
acreditada la relación laboral del médico
—neurocirujano— con el hospital privado
donde prestó servicios debe ser dejada sin
efecto, en tanto el juzgador no evaluó que
el profesional era monotributista, emitía

facturas no correlativas cuyo importe di-
fería todos los meses porque dependía de
las prácticas realizadas, la AFIP, en opor-
tunidad de una inspección concluyó, que
no existía relación de dependencia, sus ho-
norarios eran liquidados por el demanda-
do sólo una vez que eran percibidos de las
obras sociales o sistemas prepagos y eran
depositados en la cuenta bancaria desig-
nada por el médico contra entrega de un
recibo; el profesional nunca hizo reclamo
laboral de ninguna naturaleza, no invocó
ni probó que haya gozado de licencias o
vacaciones pagas, podía fijar sus propios
horarios, y estos habían disminuido, cosa
que no era esperable si la relación hubiese
sido claramente una relación laboral.
3. - El art. 23 de la LCT —que contiene una
presunción iuris tantum y no iuris et de
iure— admite que la prestación de servi-
cios se “cumpla bajo una forma jurídica
ajena a la legislación del trabajo”, sien-
do la locación de servicios autónomos un
contrato civil típico y habitual en el ámbi-
to de los servicios profesionales.
4. - La abrogación de la figura jurídica-con-
tractual del derecho civil de la locación
de servicios es una afirmación dogmática
que no reconoce basamento normativo ni
{ NOTAS }
(*) Nota de Redacción: Sumarios correspondientes
a la resolución aclaratoria dictada por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, de fecha 03/05/2018, en autos
La Corte Suprema reivindica el contrato de locación
de servicios frente a la justicia laboral
Julián A. de Diego
SUMARIO: I. Introducción. — II. Los antecedentes del caso. — III. El caso “Rica, Carlos M. c.
Hospital Alemán” de la Corte Suprema. — IV. Las nuevas formas de contratación conforme las
nuevas tecnologías. — V. Conclusiones.
I. Introducción
La Corte Suprema, en un nuevo leading
case vuelve a rechazar un fallo que había con-
sagrado el vínculo de la relación de depen-
dencia laboral, reafirmando la vigencia del
contrato de locación de servicios, y por ende,
desestimó la aplicación del Derecho laboral a
estos casos.
En efecto, en efecto el Dr. Rica es un médico
cirujano que prestó servicios durante siete años
en el Hospital Alemán facturando sus operacio-
nes quirúrgicas, y que intimó la regularización
laboral encubierta y el pago de las diferencias
salariales y de las cargas sociales, alegando
que su vínculo no era una locación de servicios
profesionales, sino como apuntamos, una rela-
{ NOTAS }
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) CS, 24/04/2018, “Rica, Carlos M. c. Hospital Alemán
y otros s/ despido”, LLOnline AR/JUR/8613/2018: La sen-
tencia que hizo lugar a una demanda por cobro de indem-
nizaciones derivadas del despido a raíz de haber tenido
por acreditada la relación laboral del médico —neuroci-
rujano— con el hospital privado donde prestó servicios
durante 7 años, debe ser dejada sin efecto, pues el profe-
sional tenía una injerencia directa en la organización de
los medios personales con los que prestaban los servicios,
tenía una participación significativa en la determinación
de las pautas que establecían cómo debían efectuarse las
prestaciones y asumía el riesgo de que el fin económico
que buscaba a través de la oferta de servicios de presta-
fáctico; esto no encuentra sustento en el
art. 1623 del Cód. Civil de Vélez Sarsfield
—vigente al tiempo del vínculo contrac-
tual en el caso— ni en el actual art. 1251 y
ss del Cód. Civil y Comercial. (Del voto del
Dr. Lorenzetti).
5. - Si se entiende que la sola verificación y con-
trol supone un trabajo dirigido, a efectos
de acreditar una relación laboral, podría
llegarse a la inexacta conclusión de que la
mayoría de las prestaciones médicas son
dependientes, puesto que normalmente in-
terviene una entidad —obra social, seguro
de salud, empresa de medicina prepaga, clí-
nica, hospital público, colegios profesiona-
les— que ejerce un “control” sobre la pres-
tación; esto no obsta a la naturaleza autó-
noma de los servicios profesionales presta-
dos. (Del voto del Dr. Lorenzetti).
6. - Tratándose de un profesional médico que
ejerce en forma autónoma, su ingreso de-
pende de si los pacientes directamente o
bien la obra social o el intermediario fi-
nanciero realicen el pago, esto permite
concluir que el riesgo no le es ajeno; la aje-
nidad del riesgo es un elemento distintivo
de la prestación de servicios en el marco
de una relación de subordinación, debido
a que el dependiente tiene una base de in-
“Rica, Carlos Martín c. Hospital Alemán y otros s/ Des-
pido”, AR/JUR/12705/2018.
ción de dependencia laboral (CS, 24/04/2018,
“Rica, Carlos M. c. Hospital Alemán y otros s/
despido”). El tribunal laboral sostiene, a mayor
abundamiento, que la locación de servicios fue
derogada y por ende, carece de vigencia (1).
II. Los antecedentes del caso
Los precedentes del caso son más que re-
levantes, en efecto, la misma Corte Suprema
había fallado en el caso “Cairone” con el voto
conjunto de los Dres. Maqueda y Highton de
Nolasco que remite al dictamen de la Procura-
dora Fiscal subrogante y voto concurrente del
Dr. Lorenzetti descalifica esa sentencia, entre
otras razones, porque los jueces de la Alzada
no dieron a la controversia un tratamiento ade-
cuado, efectuaron un análisis sólo parcial de la
ción médica no se lograse, ya que había consentido cobrar
sólo si realizaba prestaciones a terceros, cuestiones que
no fueron analizadas y constituyen indicios acerca de la
real naturaleza del vínculo, y que debieron valorarse para
la correcta solución del caso.
(2) CS, 19/02/2015, “Cairone, Mirta G. y otros c. So-
ciedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires-Hos-
pital Italiano s/ despido”, LA LEY, 2015-B, 219; DT 2015
(abril), 810, IMP 2015-5, 188, LA LEY, 2015-C, 94, DJ
27/05/2015, 31, LA LEY, 2015-C, 274; DT 2015 (mayo), 977
con nota de Jorge Rodríguez Mancini, DT 2015 (junio),
1150 DJ 16/09/2015, 23 con nota de Gustavo J. Gallo, AR/
JUR/142/2015: La prestadora de servicios de salud y el
profesional que los prestaba en forma autónoma —en el
gresos fija y regular asegurada, que en el
caso no se observa. (Del voto del Dr. Lo-
renzetti).
7. - Con el propósito de establecer la verda-
dera naturaleza del vínculo que unió a
un médico con el hospital privado donde
prestaba servicios profesionales, consi-
derando la buena fe como deber jurídi-
co que debe regir en toda relación con-
tractual y conforme al cual debe condu-
cirse cada una de las partes en razón de
la confianza y expectativas que genera
en el otro contratante con respecto a su
cumplimiento, no es posible desconocer
el compromiso asumido por las partes
nacido del libre acuerdo de voluntades,
quienes convinieron que se ejecutarían
las prestaciones bajo determinada mo-
dalidad que no puede calificarse de frau-
dulenta; los términos de la relación fue-
ron aceptados pacíficamente por el pro-
fesional, quien evaluó la conveniencia de
ejercer su actividad en el ámbito de la ins-
titución demandada. (Del voto del Dr. Lo-
renzetti).
8. - Los agravios de las codemandadas con-
tra la valoración de la prueba realizada
por el juzgador, que concluyó que el vín-
culo entre las partes era un contrato de
trabajo, deben ser rechazados, pues no
abordan mediante una crítica concreta
y razonada los argumentos en los que se
funda la sentencia recurrida. (Del dic-
tamen de la Procuradora Fiscal subro-
gante que los Dres. Maqueda y Rosatti
hacen suyo en su voto en disidencia) (*).
prueba, se basaron en afirmaciones dogmáticas
y aplicaron la legislación laboral a supuestos
para los que no está diseñada (2).
Señala el Tribunal frente a las carencias pro-
batorias que ofrecía el caso, la Cámara recurrió
a un caso análogo y otorgó valor decisivo a un
testimonio y a un fallo ajeno al trámite en cues-
tión y sin tener en cuenta que estaban referidos
a una situación diferente (se trataba de un médi-
co cirujano con una forma de relación y de retri-
bución distintas a las de los anestesiólogos).
También destaca la Corte que fueron subesti-
mados los informes que habían dado cuenta de
que la actividad del anestesiólogo se regía por
su relación como socio de la AAARBA, entidad
que, además de ser la que negociaba y fijaba los
aranceles, actuaba como agente de facturación y
cobro de sus honorarios (los que iban a un “pozo”
y luego se repartían según puntajes establecidos
por los propios anestesiólogos), así como tam-
bién de retención de sus obligaciones impositi-
vas. En suma, por las particularidades del víncu-
lo entre el profesional y el hospital demandado,
el Tribunal descartó que se hubiera tratado de
una “relación de dependencia laboral”.
caso, un anestesiólogo— no se encuentran vinculados por
una relación de dependencia, si se observa que la deman-
dada era ajena al pago y fijación de honorarios de aquél
(del dictamen de la Procuradora Fiscal que la Corte hace
suyo). El médico anestesiólogo y el hospital privado que
contrataba sus servicios mediante una asociación que nu-
cleaba a esos profesionales no se encuentran vinculados
por una relación de dependencia, en tanto aquél asumía el
riesgo económico por la prestación del acto médico, habi-
da cuenta que no es la demandada quien abonaba sus ser-
vicios por cada participación en una intervención quirúr-
gica sino los distintos organismos a cuyo nombre extendía
la factura, siendo la asociación la encargada de la gestión
y cobro de esos emolumentos, máxime cuando existía un
Lunes 28 de mayo de 2018 | 9
9. - El rechazo del planteo sobre la impro-
cedencia de las multas de la ley 24.013
debe ser revocado, pues el juzgador omi-
tió considerar el art. 3, pto 1, del decreto
2725/1991, reglamentario del art. 11 de la
ley 24.013, que establece que la intima-
ción al empleador, a efectos de que éste
registre la relación laboral, debe efec-
tuarse durante la vigencia de la relación
para que resulten aplicables las multas
cuestionadas; sostuvo que el despido
del profesional se había producido con
la recepción de la nota mediante la cual
se le comunicó que se dejaba sin efecto
la autorización concedida para realizar
prácticas médicas en el hospital priva-
do donde prestaba servicios, pero sos-
layó que el accionante, en la demanda,
había relatado haber recibido esa nota
con anterioridad a enviar la misiva ten-
diente a obtener el registro del contra-
to de trabajo, por lo cual el tribunal se
apartó arbitrariamente del Derecho vi-
gente. (Del dictamen de la Procuradora
Fiscal subrogante que los Dres. Maque-
da y Rosatti hacen suyo en su voto en
disidencia) (*).
121.082 — CS, 24/04/2018. - Rica, Car-
los Martín c. Hospital Alemán y otros s/
Despido.
[Cita on line: AR/JUR/8613/2018]
[El fallo in extenso puede consultarse en Aten-
ción al Cliente, http://informacionlegal.com.ar
o en Proview]
Otro tanto ocurrió en el caso “Pastore c.
Hospital Italiano” (CS, 19/02/2015, LA LEY,
AR-JUR 143-2015), análogo a “Cairone”, ya
que se trataba también de un anestesiólogo en
condiciones casi idénticas (3).
El antecedente más antiguo, y también con-
trovertido es el caso “Bértola, Rodolfo c. Hos-
pital Británico” (CS, LA LEY, DT 2003-34) en
donde el reclamante era el Jefe de Obstetricia,
sin embargo se demostró que el cargo era fi-
gurativo, que operaba como un profesional
independiente, que le alquilaba al hospital un
espacio para su consultorio particular, que
atendía conforme a sus posibilidades, y que se
autoasignaba los descansos, los viajes al exte-
rior a los congresos, y una multiplicidad de ac-
tividades que realizaba para terceros (4).
III. El caso “Rica, Carlos M. c. Hospital Alemán” de la
Corte Suprema
El caso “Rica” vuelve a imponer un análisis
de fondo sobre la distinción del vínculo entre
sujetos independientes o autónomos típico del
derecho común, con la relación de dependencia
y la subordinación jurídica que son la nota carac-
“pozo” de los montos recaudados por los profesionales de
esa especialidad en el cual la demandada no tenía injeren-
cia alguna.
(3) La prestadora de servicios de salud y el profesional
que prestaba servicios en forma autónoma —en el caso, un
anestesiólogo— no se encuentran vinculados por una rela-
ción de dependencia si se observa que la demandada era
ajena al pago y fijación de honorarios de aquel (de la sen-
tencia de la Corte Suprema según la doctrina sentada en
“Cairone” —19/02/2015; LLO— al cual remite).
(4) CS, 26/08/2003, “Bertola, Rodolfo P. c. Hospital
Británico de Buenos Aires”, 4/49238: Ref.: Contrato de
trabajo. Si bien los agravios referidos a la existencia o
inexistencia de relación laboral entre las partes remiten
10 | Lunes 28 de mayo de 2018
terística del derecho laboral. Debemos hacer un
mea culpa al estilo del Confiteor (5), de los avan-
ces que desarrolló la doctrina y la jurisprudencia
laboral sobre tipos legales y contractuales que
eran propios del derecho común.
En rigor, aun cuando muchos lo rechazan, la
locación de servicios y la locación de obra son
precedentes sine qua non del contrato de tra-
bajo con la nota de la relación de dependencia
que lo tipifica.
La locatio conductio operarum fue en gran
medida la transición del trabajo obtenido a
partir de un esclavo, a la prestación de servi-
cios brindada por una persona libre, que pac-
taba con el contratante uno o más servicios
a cambio de una contraprestación. En rigor,
en la Sala VII de la justicia laboral se afirmó
sin fundamento que la locación de servicios
se habría derogado por desuso en los últimos
cincuenta años (6), lo que evidencia en sí mis-
mo una afirmación que sirve de basamento a
la arbitrariedad de la sentencia (7).
El principio de buena fe, generado por la li-
bertad de contratación, las características de la
relación, el nivel de libertad y de relación entre
las partes, y la forma en la que se manejaron las
relaciones normales y habituales, son las que de-
terminan la identificación del tipo contractual, y
si el acordado es legítimo o encubre un vínculo
en fraude de la legislación (8).
Distintos componentes inclinaron el fallo de
la Corte Suprema a favor de la legitimidad de
la contratación por vía de la locación de servi-
cios, a saber:
a) En donde el médico cirujano cobraba por
los servicios que prestaba y no contaba con
una retribución habitual;
b) La determinación de la asignación pro-
venía de procedimientos internos del Hospital
Alemán, que permitía la participación en las
decisiones;
c) La utilización de una guía que regla las
decisiones donde todos los profesionales tam-
bién intervienen en el proceso decisorio que
asigna las tareas y funciones;
{ NOTAS }
al examen de una materia de hecho, prueba y derecho
común regularmente ajena a la instancia extraordina-
ria, corresponde hacer excepción a esa regla si el a quo
efectuó un tratamiento inadecuado de la controversia
de acuerdo con las constancias de la causa y las normas
aplicables, y la decisión se apoya en afirmaciones dog-
máticas que le dan un fundamento solo aparente. Voto:
Abstención. Es procedente el recurso extraordinario
interpuesto contra la sentencia que admitió la deman-
da de carácter laboral iniciada por un médico —jefe del
servicio de obstetricia— contra un hospital, ya que en el
desarrollo de la litis se produjo considerable prueba coin-
cidente acerca de que en la institución había médicos que
desempeñaban tareas en relación de dependencia y otros
—como el actor— cuya designación anual los autorizaba
a atender pacientes y a cobrar los honorarios que se abo-
naran por tal atención, además de que tales honorarios
eran liquidados por el demandado a los médicos contra la
emisión de recibos como profesionales independientes y
en caso de falta de pago al hospital, los médicos quedaban
en condiciones de gestionar directamente su cobro. Co-
rresponde dejar sin efecto la sentencia que consideró que
un médico se hallaba vinculado por un contrato laboral
con un hospital si contiene defectos graves de fundamen-
tación que afectan en forma directa e inmediata garan-
tías constitucionales.
(5) El Confiteor (conocido por su traducción al español
“yo confieso” o “yo pecador”), es una oración en latín usada
en el rito romano de la misa en el cual la persona que dice
el rezo realiza el Acto de confesión de los pecados o Acto
penitencial ante Dios, y pide a los Santos la intercesión
por su alma. También es usado en los servicios luteranos
y en los cultos anglicanos.
(6) Con respecto a la locación de servicios, el tribunal
a quo sostuvo que “en los últimos cincuenta años ningún
civilista destacado ha aceptado la existencia de este con-
trato y todos han dado cuenta de su abrogación”. Afirmó
d) A su vez la guía refiere que dentro de las
funciones de los médicos dentro de las decisio-
nes en materia de las condiciones en las que se
deben realizar las prácticas;
e) La guía y la práctica del Hospital es que las
prácticas son las que determinan la asignación
de honorarios, o sea las prestaciones efectivas y
no hay ninguna otra forma de retribución en los
casos del reclamante;
f) Si bien la actividad del reclamante tenía
cierta continuidad no existía un régimen de
jornada y descansos, no había previstas vaca-
ciones ni se pagaba aguinaldo o monto que sir-
viera de sucedáneo;
g) El actor formaba parte de las decisiones
que se tomaban a nivel profesional en las áreas
de práctica y en lo relativo a la forma y modali-
dad con que se asignaban los servicios y la factu-
ración de los honorarios;
h) Las facturas emitidas por el actor no eran
correlativas y diferían en los montos según las
prestaciones y servicios realizados;
i) La AFIP realizó diversas inspecciones y de-
terminó que el actor y otros profesionales era
autónomos y por ende el sistema de facturación
era legítimo y ajustado a derecho;
j) El riesgo de que la factura no fuere cobra-
ble por parte de quién recibió el servicio no era
cubierto por el Hospital Alemán y por ende el
riesgo lo asumía el médico.
IV. Las nuevas formas de contratación conforme las
nuevas tecnologías
El derecho del trabajo enfrenta una crisis in-
édita cuando observamos el avance de las nue-
vas formas de prestar los servicios, nuevas mo-
dalidades generadas por el cambio de los hábitos
de los clientes, y el cruzamiento de la informáti-
ca, la robótica la automación y la telemática (9).
En este contexto está creciendo en el derecho
comparado los contratos de trabajo autónomo
en los cuales existe un grado de dependencia
económica sustantiva. En los proyectos aún no
tratados en el Congreso Nacional se plantea este
que “el contrato de locación de servicios no existe más en
ningún ámbito del derecho; si alguien intentara utilizar-
lo estaría desarrollando una conducta inconstitucional
ya que [...] el trabajo no es una mercancía y que goza de
la protección de las leyes entrando ya ahora en el art. 14
bis”. En tal sentido, juzgó a la suscripción de tales conve-
nios como actos fraudulentos contrarios al orden público
laboral...”.
(7) La abrogación de la figura jurídica-contractual del
derecho civil de la locación de servicios es una afirmación
dogmática que no reconoce basamento normativo ni fác-
tico; esto no encuentra sustento el art. 1623 del Cód. Civil
de Vélez Sarsfield —vigente al tiempo del vínculo con-
tractual en el caso— ni en el actual art. 1251 y ss. del Cód.
Civil y Comercial (del voto del Dr. Lorenzetti).
(8) Si se entiende que la sola verificación y control
supone un trabajo dirigido, a efectos de acreditar una
relación laboral, podría llegarse a la inexacta conclu-
sión de que la mayoría de las prestaciones médicas son
dependientes, puesto que normalmente interviene una
entidad —obra social, seguro de salud, empresa de me-
dicina prepaga, clínica, hospital público, colegios profe-
sionales— que ejerce un “control” sobre la prestación;
esto no obsta a la naturaleza autónoma de los servicios
profesionales prestados. Tratándose de un profesional
médico que ejerce en forma autónoma, su ingreso depen-
de de si los pacientes directamente o bien la obra social o
el intermediario financiero realicen el pago, esto permite
concluir que el riesgo no le es ajeno; la ajenidad del riesgo
es un elemento distintivo de la prestación de servicios en
el marco de una relación de subordinación, debido a que
el dependiente tiene una base de ingresos fija y regular
asegurada, que en el caso no se observa. Con el propósi-
to de establecer la verdadera naturaleza del vínculo que
unió a un médico con el hospital privado donde prestaba
servicios profesionales, considerando la buena fe como
deber jurídico que debe regir en toda relación contrac-
tipo de trabajadores autónomos como excluidos
de la legislación laboral (ver reforma del art. 2º
de la Ley de Contrato de Trabajo).
En rigor, la reforma del Código Civil y Comer-
cial enfatiza con mucha claridad la diferencia-
ción de los contratos que enuncia como propios
de las prestaciones por cuenta propia y entre
sujetos autónomos e independientes.
El nuevo Código reivindica el trabajo autóno-
mo y por cuenta propia y avanza sobre muchos
de los institutos del derecho del trabajo, compro-
metiendo estatutos especiales como el de viajan-
tes de comercio (10).
Por lo pronto, el art. 1251 del Cód. Civ. y Com.,
establece que existe un contrato de obra o de
servicios cuando una persona, según el caso el
contratista o el prestador de servicios, actuando
independientemente, se obliga a favor de otra,
llamada comitente a realizar una obra material
o intelectual o a proveer un servicio a cambio de
una retribución.
A continuación el art. 1252 del Cód. Civ. y
Com., aclara que los servicios prestados en re-
lación de dependencia se rigen por las normas
del derecho laboral, como para enfatizar que los
reglados por estas normas son servicios u obras
brindados en forma autónoma e independiente.
El art. 1279 del Cód. Civ. y Com., agrega luego
que los contratos de servicios continuados pue-
den pactarse por tiempo determinado a cuyos
fines habrá que haber establecido el plazo.
Si no se estipula un plazo en el contrato, se en-
tiende que se pactó por tiempo indeterminado.
En esta última hipótesis cualquiera de las
partes puede poner fin a la locación de obra o de
servicio a cuyos fines deberá otorgar a la otra
un preaviso con una razonable anticipación. En
síntesis, la diferenciación resulta de identificar
los elementos que caracterizan el trabajo autó-
nomo y por cuenta propia, en donde cada parte
asume el riesgo de su contratación, frente al
contrato de trabajo en relación de dependencia,
que es por cuenta ajena y se caracteriza por la
subordinación en los planos jurídico, jerárquico,
económico y técnico.
tual y conforme al cual deben conducirse cada una de las
partes en razón de la confianza y expectativas que genera
en el otro contratante con respecto a su cumplimiento,
no es posible desconocer el compromiso asumido por las
partes nacido del libre acuerdo de voluntades, quienes
convinieron que se ejecutarían las prestaciones bajo de-
terminada modalidad que no puede calificarse de fraudu-
lenta; los términos de la relación fueron aceptados pacífi-
camente por el profesional, quien evaluó la conveniencia
de ejercer su actividad en el ámbito de la institución de-
mandada (todo del voto del Dr. Lorenzetti).
(9) La telemática es la disciplina científica y tecnoló-
gica que analiza e implementa servicios y aplicaciones
que usan tanto los sistemas informáticos como las tele-
comunicaciones, como resultado de la unión de ambas
disciplinas. Son servicios o aplicaciones telemáticas, por
ejemplo, cualquier tipo de comunicación a través de In-
ternet o los sistemas de posicionamiento global por ejem-
plo mandar un email a otro país. El término “Telemática”
ha evolucionado. En la actualidad se considera la rama
de la ingeniería que se encarga de desarrollar sistemas
telemáticos, tales como aplicaciones del internet de las
cosas, domótica, robótica móvil y sistemas embebidos.
(10) CS, 19/02/2015, “Pastore, Adrián c. Sociedad Ita-
liana de Beneficencia en Buenos Aires - Hospital Italia-
no s/ recurso de hecho”, LLOnline, AR/JUR/143/2015:
La prestadora de servicios de salud y el profesional que
prestaba servicios en forma autónoma —en el caso, un
anestesiólogo— no se encuentran vinculados por una
relación de dependencia si se observa que la demanda-
da era ajena al pago y fijación de honorarios de aquel
(de la sentencia de la Corte según la doctrina sentada
en “Cairone” —19/02/2015; LLO— al cual remite). CS,
26/08/2003, “Bertola, Rodolfo P. c. Hospital Británi-
co de Buenos Aires”, LA LEY, 2004-D, 934 con nota de
Claudio Aquino, ED 12/12/2003, 1003, DJ 2004-2, 814,
DT 2004 (diciembre), 1679 con nota de Carlos Pose, AR/
V. Conclusiones
El trabajo humano, que merece la protección
de las leyes según el art. 14 bis de la CN, y nues-
tra Carta Magna se refiere al trabajo en todas
sus manifestaciones (11). Por ende, debe am-
pararse dentro del marco de la ley, el trabajo
por cuenta ajena y en relación de dependencia
reglado por el Derecho del Trabajo, como el
trabajo por cuenta propia y entre sujetos inde-
pendientes o autónomos, reglado por el Código
Civil y Comercial de la Nación.
Es un deber de quienes arbitran la aplicación
de las normas, y hacen la predeterminación
del derecho aplicable, que sigan las reglas de
predeterminación que tipifican cada uno de los
tipos legales. A su vez, en cada caso, habrá que
actuar de buena fe, no sólo relacionando forma
con el respaldo material de los hechos, como la
firma de los instrumentos que hagan a la apli-
cación de cada tipo legal.
No cabe duda que la zona gris, la que puede
combinar elementos de diversos tipos legales,
son los que generan confusión, y serán los que
deberán llegar a la justicia.
Cabe puntualizar finalmente, que los fallos
en sede laboral en donde se discute la natu-
raleza de la relación jurídica que rigió a las
partes en cada caso particular, está teñida de
cierta subjetividad, que fue la que permitió a
la jurisprudencia invadir el espacio que ocu-
paron los contratos regidos por el derecho co-
mún, que se operaban entre sujetos indepen-
dientes o autónomos. Esa subjetividad llevó en
muchos casos, como algunos de los comenta-
dos, a partir de la premisa de que en general
se enfrentan casos en fraude de la legislación
laboral, cuando los elementos de prueba son
los que caracterizan el vínculo reglado por el
derecho común en relaciones jurídicas que
se basan en contraprestaciones por cuenta
propia. La Corte Suprema ha reivindicado las
reglas del Código Civil y Comercial, y con ello
está fijando límites objetivos a fin de estable-
cer la caracterización que permite diferenciar
razonablemente los dos tipos legales. l
Cita on line: AR/DOC/891/2018
JUR/5835/2003: Es procedente el recurso extraordina-
rio interpuesto contra la sentencia que admitió la deman-
da de carácter laboral iniciada por un médico —jefe del
servicio de obstetricia— contra un hospital, ya que en el
desarrollo de la litis se produjo considerable prueba coin-
cidente acerca de que en la institución había médicos que
desempeñaban tareas en relación de dependencia y otros
—como el actor— cuya designación anual los autorizaba
a atender pacientes y a cobrar los honorarios que se abo-
naran por tal atención, además de que tales honorarios
eran liquidados por el demandado a los médicos contra la
emisión de recibos como profesionales independientes y
en caso de falta de pago al hospital, los médicos quedaban
en condiciones de gestionar directamente su cobro. CS,
26/08/2003, “Bertola, Rodolfo P. c. Hospital Británico”,
LNL 2004-3-172, 40010050: Corresponde dejar sin efecto
la sentencia que consideró que un médico se hallaba vin-
culado por un contrato laboral con un hospital si contiene
defectos graves de fundamentación que afectan en forma
directa e inmediata garantías constitucionales.
(11) de DIEGO, Julián A., “El trabajo autónomo del Có-
digo Civil y Comercial y la relación de dependencia la-
boral”, LA LEY, 2016-A, 1107, AR/DOC/375/2016. El Có-
digo Civil y Comercial ha dejado de ser sólo una fuente
supletoria del derecho laboral, para convertirse en una
fuente alternativa. Opera como supletoria en los institu-
tos y materias donde la legislación laboral presenta omi-
siones o carencias, como es en el régimen de los actos
jurídicos, en la capacidad de las personas o en la misma
formación del contrato. A su vez es una fuente alterna-
tiva y originaria, cuando de trabajadores autónomos se
trata, plasmado a través de la locación de servicios, la
locación de obras, que operaron como precedentes his-
tóricos del derecho laboral, y se complementa con otros
tipos contractuales como la franquicia, el contrato de
agencia, el contrato de corretaje, el de transporte y el de
concesión, entre otros.

jurisprudencia
Responsabilidad para los Trabajadores de la Construcción s/
despido” (exp. laboral nro. 6488/2010), en
del abogado virtud de encontrarse firme el rechazo del
reclamo efectuado por daño material con
Negligente accionar. Daño moral. Proce-
dencia.
Hechos: El juez hizo lugar a la demanda pro-
movida por una persona contra un abogado,
pero, a su vez, rechazó el reclamo efectuado en
concepto de daño moral. Apelada la sentencia,
la Cámara hizo lugar al recurso.
La indemnización pretendida por el recla-
mante en concepto de daño moral a raíz
del negligente desempeño profesional de
su abogado, que le impidió a su cliente arri-
bar a la sentencia definitiva en el proceso
tendiente a obtener una indemnización de-
rivada de un despido, con ciertas probabi-
lidades de obtener una decisión favorable,
y provocó una lesión en los sentimientos
del reclamante, hacen procedente el resar-
cimiento por dicho concepto.
CUANTIFICACIÓN DEL DAÑO
El hecho dañoso:
Mala praxis profesional.
Referencias de la víctima:
Sexo: Masculino.
Componentes del daño:
Daño moral genérico: $20.000
121.083 — CNCiv., sala H, 05/04/2018. -
Alonso, Marcelo Carlos c. A. L., G. C. s/ da-
ños y perjuicios.
[Cita on line: AR/JUR/10799/2018]
COSTAS
Se imponen en el orden causado.
2ª Instancia. — Buenos Aires, abril 5 de
2018.
El doctor Fajre dijo:
I. La sentencia de fs. 225/232 hizo lugar a
la demanda promovida por Carlos Marcelo
Alonso contra el letrado G. C. A. L., a quien
condenó a pagar al actor la suma de $26.250
con costas a su cargo.
La decisión fue apelada por la parte actora,
cuyos fundamentos obran a fs. 250/252, los
que no fueron respondidos por el demanda-
do. Allí se agravia únicamente por el rechazo
de su reclamo efectuado en concepto de daño
moral por entender que no ha sido acredita-
da su existencia.
II. Ante todo cabe señalar que, en cuanto
al encuadre jurídico que habrá de regir esta
litis, atendiendo a la fecha en que tuvo lugar
el hecho, entiendo que resulta de aplicación
al caso lo dispuesto en la normativa conteni-
da en el Cód. Civil, hoy derogado, por aplica-
ción de lo dispuesto en el art. 7° del Cód. Civ.
y Com. de la Nación, actualmente vigente, sin
perjuicio de señalar, claro está, que a idén-
tica solución se arribaría aplicando al caso
las normas pertinentes de este último cuerpo
legal.
III. Sentado lo anterior, diré que la cues-
tión que se somete a decisión en esta ins-
tancia radica, precisamente, en determinar
si procede la indemnización pretendida por
el reclamante en concepto de daño moral a
raíz del desempeño profesional que le cupo
al demandado en favor del aquí actor en
los autos caratulados “Alonso, Marcelo C.
c. Fundación de Educación y Capacitación
fundamento en la indemnización prevista
por el art. 15 de la ley 24.013, como así tam-
bién la condena en los términos del art. 8°
de la mencionada ley.
Hecha esta aclaración diré que el actor en-
tabló demanda contra el letrado mencionado
a fin que se lo condene a abonarle las siguien-
tes sumas: $26.250 en concepto de pérdida
de chance por la indemnización prevista
en el art. 8° de la Ley Nacional de Empleo,
$13.300 por la indemnización prevista en el
art. 15 de la mencionada norma y $40.450
por daño moral.
IV. Respecto de la naturaleza jurídica
del ejercicio profesional de la abogacía,
debo señalar que en algunas ocasiones se
la vincula con un caso especial de manda-
to, o típica locación de obra o locación de
servicio (arts. 511, 512 y 1623 del Cód. Civil),
o contrato innominado sui generis (Conf.
Giangrasso, “Cód. Proc. Civ. y Com. de la
Nación Anotado”, ed. 1989, ps. 76/79).
En otros supuestos al nexo entre aboga-
do y cliente se lo ha calificado como una
relación de confianza. Aquel a quien se le
encomienda la asistencia y dirección jurí-
dica de un proceso, tiene hacia la persona
que deposita en él su tutela, una respon-
sabilidad ética y moral (esta cámara, Sala
C, 30/03/1982, ED, 100-334; id. Sala E,
03/12/1981, ED, 98-538).
Se ha llegado a sostener que configura
un contrato atípico al cual no se le pueden
aplicar los principios de las figuras clásicas
(mandato, locación de servicio y de obra)
(Conf. Morello y otros, “Códigos Procesa-
les en lo Civil y Comercial de la Provincia
de Buenos Aires y de la Nación”, [ed. 1984],
T. II-A, p. 100).
Sentado ello, cabe recordar que, si se trata
de la inejecución o cumplimiento defectuoso
del contrato de servicios profesionales, lógi-
camente la responsabilidad es de origen con-
tractual.
Según la tendencia doctrinaria domi-
nante, se considera que son cuatro sus
elementos esenciales: a) la antijuridicidad:
resulta de la violación de un deber jurídico
preexistente que está consagrado en una o
más reglas normativas, específicamente en
el plano contractual deriva de la transgre-
sión de obligaciones pactadas en un conve-
nio previamente concluido entre el letrado
y su cliente y que tiene para ellos fuerza de
ley; b) el factor de atribución, en cuyo mé-
rito el letrado debe responder por el resul-
tado lesivo de su comportamiento, sea éste
doloso o por imprudencia o negligencia, es
decir, culposo, es decir que en principio, se
trata de una responsabilidad subjetiva por
el hecho propio; c) el menoscabo o “daño”,
tomado el mismo en sus diversas y variadas
especies, que aquel comportamiento —ya
activo u omisivo— cause a su cliente; y por
fin, d) la existencia de una adecuada rela-
ción de causalidad que enlace el proceder
profesional con el perjuicio sufrido, o sea,
la relación entre la conducta atribuida y la
pérdida de la oportunidad o expectativa,
tomada esta última como “chance malogra-
da” (Conf. Kemelmajer de Carlucci, Aída,
“Daños causados por abogados y Procura-
dores”, JA, 1993-III-704; Andorno, Luis O.,
“La responsabilidad de los abogados” en
“Derecho de Daños. Homenaje al Dr. Mos-
set Iturraspe”, ed. La Rocca, Bs. As. 1989,
p. 473, N° 1, p. 479, N° 3; Trigo Represas,
Félix A., “Responsabilidad Civil del Abo-
gado”, Revista de Derecho de Daños, N° 8,
ps. 85 y ss.).
Respecto del primer elemento, la transgre-
sión puede alcanzar no sólo a las obligaciones
nacidas del contrato entre el profesional y el
cliente, sino también del incumplimiento de
las normas que específicamente regulan la
profesión, entre ellas, la de concurrir al tri-
bunal los días de notificación, presentar es-
critos, activar el procedimiento, entre otras
(arts. 11 y concs. de la ley 10.996). O bien el
patrocinio y defensa del cliente, obrando
con lealtad, probidad y buena fe profesional
(art. 6°, inc. e de ley 23.187, lo que comporta
también el deber de no abandonar intempes-
tivamente la intervención en el juicio (art. 50
del Código Procesal).
Por otra parte, cuando se trata de apre-
ciar la culpa profesional, no se puede ocurrir
al modelo del bonus pater familiae, o sea, del
hombre prudente y diligente término medio,
sino que muy por el contrario será necesario
recurrir al arquetipo del “buen profesional”
de que se trate, ya que no puede compararse
con el hombre medio prudente y diligente a
quien actúa en un orden de cosas en que po-
see, sin duda, conocimientos o aptitudes su-
periores a las del común denominador de la
gente. O sea que para apreciar si ha mediado
o no culpa del abogado, habrá que comparar
su comportamiento con el que habría seguido
un profesional prudente y munido del bagaje
científico que era dable exigir, colocado en
las mismas condiciones, teniendo en cuenta
que el error de orden científico si es excusa-
ble no es constitutivo de culpa (Conf. Trigo
Represas, Félix, “La responsabilidad del abo-
gado por dejar prescribir una acción”, JA,
1997-III-17).
V. Ingresando ahora al fondo de la cuestión
litigiosa cabe recordar que de acuerdo con el
art. 522 del Cód. Civil, en materia de respon-
sabilidad contractual, el juez está facultado
para condenar al responsable a la reparación
del agravio moral, de conformidad con la ín-
dole del hecho generador de la responsabili-
dad y las circunstancias del caso.
En el ámbito contractual, no cualquier
daño moral origina la responsabilidad del au-
tor del hecho, sino un verdadero agravio.
Por ello, siendo excepcional, corresponde
al actor la prueba de que verdaderamente
hubo daño moral (Conf. Borda, Guillermo,
“La Reforma del Código Civil-Responsabi-
lidad Contractual”, en ED, 29-763); en otras
palabras, es necesaria la acreditación de la
existencia de una lesión a los sentimientos,
afecciones o de la tranquilidad anímica, que
no puede confundirse con las inquietudes
propias y corrientes del mundo de los pleitos
y de los negocios (Conf. Huberman, Carlos,
“El daño moral en la responsabilidad con-
tractual”, en LA LEY, 149-522).
No obstante el criterio restrictivo en ma-
teria de reparación del daño moral en la ór-
bita de la responsabilidad contractual, si el
negligente accionar del abogado le impidió
a su cliente arribar a la sentencia definitiva
en el proceso por éste promovido tendiente
a obtener una indemnización derivada de
un accidente, el cual tenía ciertas probabi-
lidades de obtener una decisión favorable,
es indudable que ello provocó una lesión en
los sentimientos del reclamante que hacen
procedente el resarcimiento por dicho con-
cepto (esta Cámara, sala M, 23/08/2002, -
Riera, Sergio M. c. Valenzuela, Juan C., JA,
2003-II-síntesis).
El art. 522 del Cód. Civil deja librado a
criterio del juez en caso de incumplimiento
contractual, la posibilidad de condenar a la
reparación del agravio moral, según la índo-
le del hecho generador y las circunstancias
del caso. Es cierto —y de allí el carácter res-
trictivo de su aplicación— que esa facultad
no puede ser ejercida en forma caprichosa o
Lunes 28 de mayo de 2018 | 11
arbitraria, sino que debe otorgarse la repa-
ración, cuando por el incumplimiento con-
tractual aparece configurada una lesión de
cierta importancia a los sentimientos de la
víctima, o cuando es violado alguno de los
derechos que protegen como bien jurídico a
los atributos de la personalidad del hombre
como tal, o cuando hay una lesión cierta a
un interés no patrimonial reconocido a la
víctima por el ordenamiento jurídico. En la
especie, no es dudoso concluir que el incum-
plimiento contractual en que incurrió el de-
mandado produjo un detrimento espiritual
que resulta evidente...por las expectativas
que se vieron frustradas (esta Cámara, Sala
C, 31/08/1999, elDial - AA21C).
De las constancias de autos no se advierte
que, de los correos electrónicos remitidos al ac-
tor, su letrado le hubiera advertido la necesidad
de efectuar la intimación que debía cursarse a
la AFIP, circunstancia que a su turno motivó
que en el juicio laboral posterior se rechazara
el reclamo enmarcado en el art. 8° de la Ley Na-
cional de Empleo, precisamente reconocido en
la sentencia de grado.
Desde esta perspectiva, no tengo dudas
que el actor frente a la omisión en la que
incurriera su letrado y aquí demandado, en
sede laboral, Marcelo Carlos Alonso debió
experimentar sentimientos de impotencia y
frustración que deben ser reparados.
Por lo tanto, considero que este rubro debe
prosperar, fijando para responder al mismo
la suma de $20.000 (art. 165 del Código Pro-
cesal).
VI. Las sumas por las que prospera la con-
dena devengarán los intereses y por el perío-
do dispuesto en la sentencia apelada.
VII. Por todo lo expuesto, para el caso
de que mi voto fuera compartido, propon-
go al acuerdo de mis distinguidos colegas,
modificar la sentencia apelada admitiendo
la partida indemnizatoria correspondiente
a daño moral, que prosperará por la suma
de $20.000, con los intereses dispuestos
en el considerando VI y costas en el orden
causado por no haber mediado actividad
del demandado en esta instancia (art. 68,
segundo párrafo del Cód. Proc. Civ. y Com.
de la Nación).
Los doctores Abreut de Begher y Kiper, por
las consideraciones expuestas por el doctor
Fajre, adhieren al voto que antecede.
Visto lo deliberado y conclusiones estable-
cidas en el acuerdo transcripto precedente-
mente por unanimidad de votos, el Tribunal
decide: I. Modificar la sentencia apelada
admitiendo la partida indemnizatoria co-
rrespondiente a daño moral, que prosperará
por la suma de $20.000, con los intereses dis-
puestos en el considerando VI y costas en el
orden causado por no haber mediado activi-
dad del demandado en esta instancia (art. 68,
segundo párrafo del Cód. Proc. Civ. y Com.
de la Nación). II. En atención a lo dispuesto
por el artículo 279 del Código Procesal, co-
rresponde dejar sin efecto las regulaciones
establecidas en la instancia de grado y fijar
los honorarios de los profesionales intervi-
nientes adecuándolos a este nuevo pronun-
ciamiento. En lo que se refiere a la base regu-
latoria, este Tribunal considera que, de con-
formidad con lo establecido por el art. 19 de la
ley 21.839, debe considerarse como monto del
proceso a los fines arancelarios al capital de
condena con más los intereses reclamados y
reconocidos en la sentencia (autos: “Preven-
ción Aseguradora de Riesgos del Trabajo SA
c. Medina, Juan J. y otros s/ cobro de sumas
de dinero” del 27/09/2011). A tales efectos, se
tendrá en cuenta el objeto de las presentes
actuaciones y el interés económicamente
comprometido, naturaleza del proceso y su
12 | Lunes 28 de mayo de 2018 Síganos en /thomsonreuterslaley @TRLaLey

resultado, etapas procesales cumplidas, y el

mérito de la labor profesional apreciada por
ellos. Respecto de la mediadora, Dra. C. R.
F. C., este Tribunal entiende, que debe apli- Rehabilitación resolución dictada en los términos del art. 236
LCQ el 07/03/2010, es decir, bajo la vigencia de
su calidad, eficacia y extensión, considerando
además lo dispuesto por los artículos 1°, 6°,
carse la normativa vigente al momento de
la regulación (cfr. Autos: “Brascon, Martha del fallido la actual ley en materia de concursos y quiebras.

7°, 9°, 10, 19, 33, 37, 38 y concs. de la ley 21.839
—t.o. ley 24.432—. En consecuencia, regú-
lanse los honorarios del Dr. C. A. M., letrado
patrocinante de la parte actora y apoderado
desde fs. 175, en la suma de pesos ... ($ ...), por
su actuación en las tres etapas del proceso.
Los del Dr. L. N. Y., letrado apoderado de
la parte actora en la suma de pesos ... ($ ...),
por su actuación en las audiencias de fs. 212 y
fs. 218. III. En cuanto a los honorarios de los
peritos, se tendrá en consideración el monto
del proceso conforme lo decidido precedente-
mente, la entidad de las cuestiones sometidas
a sus dictámenes, mérito, calidad y extensión
de las tareas, incidencia en la decisión final
del litigio y proporcionalidad que debe guar-
dar con los estipendios regulados a favor de
los profesionales que actuaron durante toda
la tramitación de la causa (art. 478 del Cód.
Proc. Civ. y Com. de la Nación). Bajo tales
pautas se fijan los emolumentos de los pe-
ritos Lic. en sistemas: C. A. L. y J. C. K. en
la suma de pesos ... ($ ...), para cada uno de
Grizet Clementina c. Almafuerte SA s/ ds. y
ps.”, del 25/10/2013, Exp. 6618/2007, en igual
sentido, “Olivera, Sabrina Victoria c. Suárez,
Matías D. y otro s/ daños y perjuicios”, del
01/03/2016, Exp. 9288/2015, ambos de esta
Sala). En consecuencia, teniendo en cuenta
lo dispuesto por el Decreto 2536/2015, Anexo
I, art. 2°, inc. e) —según valor UHOM desde
el 01/08/2017—, se establece el honorario en
la suma de pesos ... ($ ...). IV. Por la actuación
cumplida ante esta alzada, que culminara
con el dictado del presente pronunciamien-
to, los honorarios se regularán bajo las dis-
posiciones de la ley 27.423 por ser la vigente
al momento que se desarrolló la tarea profe-
sional. En razón de ello, se regulan los hono-
rarios del Dr. C. A. M. en la suma de pesos
... ($ ...), (Art. 30, ley 27.423). Regístrese, co-
muníquese a la Dirección de Comunicación
Pública, dependiente de la CSJN (conf. Ac.
15/13), notifíquese y, oportunamente, archí-
vese. — José B. Fajre. — Liliana E. Abreut de
Begher. — Claudio M. Kiper.
Oportunidad a partir de la cual se conside-
ra operativa.
Hechos: La Cámara consideró operativa la
rehabilitación del fallido a partir de un año
desde la entrada en vigencia de la ley 24.522.
El fallido debe ser declarado rehabilitado
a partir del año contado desde la entrada
en vigencia de la actual Ley de Concursos
y Quiebras, dado que su quiebra fue decre-
tada bajo el régimen de la ley 19.551 y con-
tinuó su trámite según la ley 24.522, que
ciñe el plazo de inhabilitación a un año de
la fecha del decreto de falencia, y no cabe
continuar con los criterios de apreciación
implícitos en la ley anterior en orden a la
duración de la inhabilitación, cuando la ley
actual revela un cambio en la valoración de
la conducta de los fallidos y una modifica-
ción del temperamento sancionatorio que
es consecuencia de esa valoración.
Aun cuando surge de autos que se formó in-
cidente de calificación de conducta (fs. 151 vta.,
el 27/03/1989), del certificado de reincidencia
acompañado a fs. 378 y ponderado en la aludi-
da resolución, no surgen antecedentes penales
del Sr. G.
En tales condiciones, se advierte que la pre-
sente quiebra fue decretada bajo el régimen
de la ley 19.551 y continuó su trámite según la
ley 24.522, que, en lo que aquí interesa, ciñe el
plazo de inhabilitación a un año de la fecha del
decreto de falencia.
Por lo tanto, es criterio de la Sala que no cabe
continuar con los criterios de apreciación im-
plícitos en la ley anterior en orden a la duración
de la inhabilitación, cuando la ley actual revela
un cambio en la valoración de la conducta de
los fallidos y una modificación del temperamen-
to sancionatorio que es consecuencia de esa va-
loración (esta Sala, “Montejo Hnos. y Cía. SRL
s/ quiebra”, del 13/11/1996).

121.084 — CNCom., sala C, 24/04/2018. - R. y En consecuencia, y en virtud de lo previs-

G. Soc. de hecho s/ Quiebra.
[Cita on line: AR/JUR/10918/2018]
2ª Instancia. — Buenos Aires, abril 24 de
2018.
Vistos:
Los herederos del fallido M. C. G. plantean
aclaratoria del pronunciamiento de fs. 756 a
efectos de que se determine la oportunidad
a partir de la cual cabe considerar operativa
la rehabilitación y, en consecuencia, el levan-
tamiento de la inhibición general de bienes.
Concretamente, los recurrentes solicitan que
los efectos de la rehabilitación se consideren re-
troactivamente al año de la fecha del decreto de
quiebra.
La quiebra del causante fue decretada bajo
la vigencia de la Ley 19.551, el 02/09/1988, mien-
tras que la rehabilitación fue decidida mediante
to por el art. 7°, Cód. Civ. y Com. de la Na-
ción —antes art. 3°, Cód. Civil—, conciliando
los efectos de la entrada en vigencia de la
Ley 24.522 con relación con la quiebra del
fallido, decretada bajo el régimen anterior,
corresponde declararlo rehabilitado a par-
tir del 18 de agosto de 1996, es decir, al año
contado desde la entrada en vigencia de la
actual norma (conf. esta Sala, “Gorelik Jorge
s/ quiebra”, 19/02/2010).
Con tal alcance y a los efectos de levantar
la inhibición general de bienes habidos con
posterioridad a la rehabilitación, téngase
por aclarada la resolución de fs. 756. Así se
decide. Notifíquese por Secretaría. Opor-
tunamente, cúmplase con la comunicación
ordenada por el art. 4° de la Acordada de la
Excma. Corte Suprema de Justicia de la Na-
ción 15/13, del 21/05/2013. Hecho, devuélvase
al Juzgado de primera instancia y la causa
venida en vista al Juzgado Civil N° 19. Fir-
man los suscriptos por encontrarse vacante
la vocalía N° 8 (conf. art. 109, RJN). — Julia
Villanueva. — Eduardo R. Machin.

edictos
Elizabeth García Fleiss, Juez titular del
Juzgado Civil, Comercial y Minería de la
Primera Circunscripción Judicial de la
Provincia del Neuquén, sito en calle Almirante
Brown N° 115, primer piso, de esta Ciudad,
cita y emplaza a HORTENSIA ZULEMA;
JOSÉ MARÍA; ERNESTA ELISA JOSEFA;
HÉCTOR; ARMANDA; DELIA MARÍA;
JUANA CARMEN; PASCUAL ANTONIO
EMILIO; ÁNGEL CAYETANO LORENZO;
M I G UE L FORTUNATO ; RO L ANDO
RICARDO; YOLANDA GILDA; todos de
apellido FAVA y MOROCCO, a estar a derecho
en autos “SUCESORES DE ALLENDE, LUIS
PLUTARCO Y OTRA C/FAVA Y MOROCCO
HORTENSIA Z. Y OTROS S/PRESCRIPCIÓN”
(Expte. N° 473.956/13) e intervenir en la
presente causa dentro de los diez (10) días
contados desde la última publicación y
en los términos del art. 343 del C.P.C y C.,
bajo apercibimiento de nombrar Defensor
Oficial de Ausentes (art. 145 del C.P.C y C.),
la providencia que ordena el libramiento del
presente edicto dice “Neuquén, 13 de Marzo
del año 2017. Atento las constancias de autos
y lo manifestado, publíquense edictos por dos
(2) días en el Boletín Oficial de la República
Argentina y en los diarios de mayor circulación
de las localidades donde los presuntos
demandados, sucesores de JOSÉ FAVA,
tienen su último domicilio citándolos a estar a
derecho e intervenir en la presente causa dentro
de los diez (10) días contados desde la última
publicación y en los términos del art. 343 del
C.P.C. y C., bajo apercibimiento de nombrar
Defensor Oficial de Ausentes (art. 145 del C.P.C
y C.). Fdo. Dr. Elizabeth García Fleiss, Juez.
Neuquén, 27 de octubre de 2017
Giuliana G. Zaletto, Funcionaria Oficina Judicial
Civil
LA  LEY: I. 28/05/18 V. 29/05/18
El Juzgado Nacional de Primera Instancia
en lo Civil N° 61, a cargo de la Dra. María
Marcela Viano Carlomagno, Secretaría Única,
interinamente a cargo del Dr. Rodrigo E.
Córdoba, sito en la Avenida de los Inmigrantes
1950, 4° piso, de la Capital Federal, cita y
emplaza por 30 días a herederos y acreedores
de LUIS ORMINDO PEDERNERA a efectos de
que hagan valer sus derechos. Publíquese por 1
(un) día en el diario “LA LEY”.
Buenos Aires, 18 de abril de 2018
Rodrigo E. Córdoba, sec. int.
LA  LEY: I. 28/05/18 V. 28/05/18
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Civil y Comercial Federal N° 3, a cargo del
Dr. José Luis Cassinerio, Juez Subrogante,
Secretaría N° 5, a mi cargo, sito en Libertad
731, piso 4° de esta Ciudad, hace saber que
el Sr. MARCO JOSÉ LAZO PACHECO, D.N.I.
N° 94.230.376, de nacionalidad boliviana,
ha solicitado la declaración de la “Ciudadanía
Argentina”. Cualquier persona que conozca
algún impedimento para la concesión de dicho
beneficio, podrá hacerlo saber a través del
Ministerio Público, dentro del plazo de quince
días. Publíquese por dos días en “LA LEY”.
Buenos Aires, 27 de abril de 2018
Ana María Álvarez, sec. fed.
LA  LEY: I. 28/05/18 V. 28/05/18
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Civil y Comercial Federal N° 5, Secretaría
N° 9, sito en la calle Libertad 731, piso 10° de
la Capital Federal, hace saber que BENCOMO
ÁLVAREZ MARIJOR DEL VALLE DNI:
94.489.385, nacionalidad venezolana,
ocupación Ingeniera en Petróleo, ha iniciado
los trámites tendientes a la obtención de la
Ciudadanía Argentina. Cualquier persona que
tuviere conocimiento de algún acontecimiento
que pudiere obstar a dicha concesión, deberá
hacer saber su oposición fundada al Juzgado.
Publíquese por dos veces, en el lapso de quince
días en el diario “LA LEY”.
Buenos Aires, 27 de abril de 2018
N. Javier Salituri, sec. int.
LA  LEY: I. 28/05/18 V. 28/05/18
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Civil y Comercial Federal N° 1, Secretaría
N° 1, sito en Libertad 731, 9° piso de Capital
Federal, hace saber que DUQUE CASTRILLÓN,
ANDRÉS FERNANDO de nacionalidad
colombiana, con DNI: 94.995.060 ha
solicitado la concesión de la Ciudadanía
Argentina. Se deja constancia que deberán
publicarse por dos veces dentro del plazo de
quince días en el diario “LA LEY”.
Buenos Aires, 28 de diciembre de 2016
Ana Laura Bruno, sec.
LA  LEY: I. 28/05/18 V. 28/05/18

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