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1/8/23, 21:13 La mutación de la obligación de seguridad o garantía: de una responsabilidad objetiva a otra subjetiva

Título: La mutación de la obligación de seguridad o garantía: de una responsabilidad objetiva a otra subjetiva
Autor: Mosset Iturraspe, Jorge
País: Argentina
Publicación: El Derecho - Diario, Tomo 186, 1089
Fecha: 02-04-2000 Cita Digital: ED-DCCLXIV-274

Sumarios

Comentario al proyecto de Reforma al Código Civil

'Art. 1668. Obligación tácita de seguridad. Quien realiza una actividad, se sirve u obtiene provecho de ella, tiene a su cargo la obligación tácita de seguridad.
a) Si de la actividad, o de un servicio prestado en razón de ella, pueden resultar un daño a las personas que participan de la actividad o reciben el servicio, o a
sus bienes. b) Si, además, puede prevenir ese daño de manera más fácil o económica que si lo hace el damnificado,

Art. 1669. Liberación de la obligación tácita de seguridad. Salvo disposición legal o estipulación de partes, quien está sujeto a la obligación tácita de seguridad
se libera si prueba haber actuado con diligencia, a cuyo fin debe haber adoptado las medidas de prevención razonablemente adecuadas'.

Sumario: 1. LA OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD NACE, EN LA DOCTRINA NACIONAL, COMO UN FACTOR OBJETIVO DE IMPUTACIÓN O ATRIBUCIÓN. — 2. ES LA GARANTÍA
O SEGURIDAD, AL LADO DE LA CREACIÓN DE RIESGOS, COMPORTAMIENTOS PELIGROSOS Y, PARA UN SECTOR, LA EQUIDAD. — 3. TRANSFORMADA EN MERA
OBLIGACIÓN DE DILIGENCIA O CUIDADO, PIERDE TODA SIGNIFICACIÓN, ABSORBIDA POR EL NAEMINEM LAEDERE O DEBER DE CIVILIDAD. — 4. LA OBLIGACIÓN DE
SEGURIDAD DEL PRINCIPAL, POR EL HECHO DEL DEPENDIENTE; DE LOS PADRES POR EL OBRAR DE LOS HIJOS MENORES; DEL 'PROVEEDOR' POR EL PRODUCTO
ELABORADO Y LOS SERVICIOS PRESTADOS. — 5. EQUIVALE, DENTRO DE LA TENDENCIA DEL PROYECTO, A UN PASO FIRME EN LA DESAPARICIÓN DE LOS FACTORES
OBJETIVOS DE IMPUTACIÓN, PARA VOLVER A LA CULPA.

La mutación de la obligación de seguridad o garantía: de una responsabilidad objetiva a otra subjetiva

1. La denominada 'obligación de seguridad' admite dos versiones:

a) una que aparece en el ámbito de la imputabilidad o atribución, básicamente objetiva, que origina el deber de indemnizar daños causados al margen de toda
culpabilidad; 'obligación de seguridad' es entonces sinónimo de 'obligación de garantía'; en una primera versión apuntaba a la protección 'de la integridad
física', en ciertos contratos como el de trabajo, transporte, hospedaje; se consideraba, en consecuencia, una obligación accesoria o tácita, no desarrollada o
explicitada en el negocio jurídico; la liberación del deudor sólo se logra con la demostración del caso fortuito o del hecho de la víctima. Más tarde, con iguales
características, se la extiende con la invocación del riesgo profesional, el riesgo empresario, el riesgo en la circulación, etc..

b) la segunda versión hace surgir la obligación de seguridad de los 'deberes accesorios que impone la buena fe'. Apunta, más bien, a enriquecer los efectos o
consecuencias negociables, integrando el contrato con 'obligaciones virtuales', que pueden ser tanto de mera prudencia y diligencia, denominada 'de medios',
como de aquellas llamadas 'determinadas' o de 'resultado', en las cuales el deudor, frente al accidente ocurrido, sólo se libera probando la causa ajena. La

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doctrina o al menos un sector de ella, prefiere denominar a esta versión como 'deberes secundarios de conducta', o 'deberes de corrección', junto a otros
deberes como 'los de información, aviso o comunicación', de 'custodia o conservación', de 'salvamento,etc..

En la primera versión, reiteramos, la obligación de seguridad se muestra entre 'los factores objetivos de imputación o atribución', junto con la creación de
riesgos, las conductas peligrosas, la equidad. Es 'garantía o seguridad' destinada, a la vez, a facilitar la prueba y asegurar el resarcimiento. Margina el debate
sobre culpabilidad y sólo admite el eximente de 'causa ajena', hecho de tercero, víctima o caso fortuito. Un terreno propicio es el de la responsabilidad del
principal por el hecho del dependiente.

En la segunda versión el acento aparece puesto en la preocupación por enriquecer o integrar el contenido del régimen contractual a la luz de la aplicación de
la 'cláusula general' de buena fe. Y cubre, en consecuencia, un espectro muy amplio, donde en ocasiones campea la responsabilidad subjetiva, con base en los
factores aludidos. Pero siempre importa 'un plus' respecto de los deberes nacidos del contrato. No se trata 'simplemente' de hacer bien, con seguridad y sin
dañar, aquello que el contrato manda hacer; se trata, en cambio, de hacer 'algo más', de lo explicitado o dispuesto expresamente.

2. ¿Cuál es el significado, la naturaleza y el alcance, de la versión recogida por el Proyecto de Código Civil de 1998?

Podemos adelantar, sin perjuicio de lo que más adelante decimos, la interpretación siguiente:

I) Se deja de lado la obligación de seguridad como garantía o factor objetivo;

II) Y ello es así sin formular distingos, vale decir frente a cualquier hipótesis, puesto que el art. 1669 hace de la 'diligencia' un supuesto de liberación;

III) De donde, se estaría optando por una 'obligación de seguridad' como deber accesorio de conducta;

IV) No obstante que los temas incorporados a la 'Sección décima' son los propios de la imputación objetiva;

V) Y a pesar de que esa obligación de seguridad, como deber accesorio de conducta, no tendría que ver con 'nuevos deberes' nacidos de la buena fe, sino con
el mero cumplir bien, sin dañar, las obligaciones impuestas.

3. Pongamos atención: se la denomina 'obligación tácita de seguridad', pero no se la relaciona con normas abiertas o principios generales. Tampoco se precisa
si el ámbito es solo contractual o también extracontractual.

Se impone a toda persona que 'realiza una actividad' a lo cual se agrega, enigmáticamente: 'se sirve u obtiene provecho de ella'. Cabe pensar que salvo los
dementes toda actividad humana se cumple por algo o para algo, así sea el provecho de respirar, caminar o meramente hablar. No creemos estar frente a una
situación similar a la del denominado 'riesgo-provecho'.

Todo el que cumple una actividad debe, entonces, hacerlo con 'seguridad', si 'puede resultar un daño' y, además, si 'puede prevenir ese daño'.

Y que pasa luego, si el daño, pese a todo se produce. El causante del daño, aquel que lo produjo con su obrar, no responde, si demuestra haber actuado con
'diligencia', habiendo adoptado las medidas de prevención 'razonablemente adecuadas'.

¿Dónde está la novedad?

Por una parte, sostener que quien actúa o realiza comportamientos en la vida social debe ser cuidadosa, para evitar causar un daño, no requiere aludir a una
'obligación tácita de seguridad'. Se desprende de un principio que tenía vigencia en el Derecho Romano, como es el del 'no dañarás' o naeminem laedere o

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principio de civilidad o respeto hacia el prójimo.

Y, por lo demás, es exagerado o excesivo —demasiado amplio— sostener que pese al daño causado, pese a su injusticia, el agente se libera con la prueba de la
diligencia.

La superación de las 'medidas de prevención razonablemente adecuadas' parece más próxima al caso fortuito que a la obligación tácita de seguridad.

4. En resumen, el carácter híbrido del instituto recogido, que lo aleja de las versiones conocidas, lo hace absolutamente inútil, pleonástico o sobreabundante.
Y, a la vez, compromete todo atisbo, en el Proyecto, de 'responsabilidad objetiva'.

Significa, desde nuestra posición, un retroceso frente al sistema vigente, que cuando se trata del deber de seguridad del principal o patrón, por el obrar de sus
dependientes, arts. 43 y 1113, 1ª ‘parte, no admite pruebas de 'diligencia' —buena elección, vigilancia, etc.— ni pruebas de cuidados razonables.

Tampoco caben demostraciones semejantes frente al daño causado por los productos elaborados o por la prestación de servicios en beneficio del consumidor,
art. 40 de la ley 24.240.

Y es discutible la pretensión de los padres, frente al daño causado por un hijo menor, de más de 10 años, de liberarse invocando diligencias o cuidados.

5. Ocurre que el Proyecto de Código Civil vuelve a un deber de indemnizar con base en el reproche a la conciencia por 'la omisión de la diligencia exigible' —
art. 1603— de ahí que no aluda a un 'derecho de daños' sino a una 'responsabilidad civil' —denominación del capítulo I, arts. 1581 y sigtes. Y disponga, muy
concretamente, que 'a falta de norma legal, o de estipulación de partes, el factor de atribución es la culpa', art. 1602, última parte. De donde, no debe
extrañarnos, la 'obligación de seguridad' deja de ser 'garantía' para convertirse en un mero llamado a la prudencia.

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