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Título: Consumidores culpables bajo el régimen del Código Civil y Comercial


Autor: Arecha, Miguel W.
Publicado en: RCCyC 2023 (agosto), 311
Cita: TR LALEY AR/DOC/696/2023
Sumario: I. Introducción.— II. Delimitación de la temática.— III. Pautas generales aplicables en este especial
marco.— IV. Reglas particulares.— V. La influencia causal de la conducta de la víctima de acuerdo con las
distintas materias. Casuística.— VI. Aspectos procesales: la prueba de la culpa del consumidor.
(*)

I. Introducción
Asistimos en la actualidad a un fenómeno de masificación de la producción, comercialización, consumo y
uso de los más diversos y novedosos productos y servicios. Basta con repasar nuestras actividades y tareas
habituales para dar cuenta que en gran parte de ellas subyacen lo que se entienden ampliamente (1) como
"relación de consumo".
Con el notable crecimiento de los niveles de riesgo y el acaecimiento de daños en usuarios y consumidores,
se multiplican los reclamos indemnizatorios fundados en la existencia de productos o servicios defectuosos, o en
las deficiencias de las condiciones de seguridad prestadas.
Habitual es que la defensa empleada por los proveedores en dichas reclamaciones se dirija a enrostrar la
propia culpa del consumidor como causante del daño; ya sea por desatenciones cuando le es prestado el
servicio, por el incorrecto uso del bien, o por conductas temerarias.
Establecer el alcance de la conducta de la víctima como limitativa o exonerativa de la responsabilidad del
proveedor es, sin dudas, uno de los temas más conflictivos en materia de relaciones de consumo (2).
Cobra importancia en estos supuestos que el sujeto que padece el perjuicio es —ni más, ni menos— que un
usuario o consumidor.
Esta nota, con relación a otros supuestos y campos de aplicación en los que también se analiza el "hecho del
damnificado", resulta distintiva. Se sopesarán debilidades estructurales entre los sujetos que conforman la
relación de consumo, riesgos subyacentes, cualidades personales, características del producto o servicio,
aspectos contextuales, y hasta la propia actitud del proveedor.
Claro está que todo ello debe ser merituado "sin propiciar la creación de un sistema que resulta prebendista a
favor de una única parte" (3).
II. Delimitación de la temática
Los supuestos de responsabilidad civil que se analizarán en el presente texto se circunscribirán
particularmente a aquellos casos de daños causados por productos o servicios defectuosos y de otros perjuicios
ocasionados dentro del ámbito de incumbencia del proveedor (4).
A esos subtemas le son de aplicación el factor de atribución objetivo, no solo porque a la luz del art. 1723
del Cód. Civ. y Com. las circunstancias propias de las obligaciones que asumen "el productor, el fabricante, el
importador, el distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien haya puesto su marca en la cosa o servicio" deben
importar un agravado sistema de imputación de responsabilidad, sino porque además la encomienda misma del
art. 40 de la ley 24.240 apunta que aquellos sujetos solo se liberarán "total o parcialmente demostrando que la
causa del daño le ha sido ajena".
Por un lado, en el supuesto de que se alegue un suceso lesivo derivado del uso de un producto o servicio, se
requiere que el pretensor demuestre la existencia del daño, el defecto de lo adquirido o prestado, y el vínculo
causal existente entre ambos extremos. Acreditado ello, los legitimados pasivos deberán acreditar la existencia
de una causa ajena o de una concausa (5).
Por el otro, teniendo en cuenta el carácter objetivo de la responsabilidad que diseña la Ley de Defensa del
Consumidor, probada la relación de consumo y que el daño ha ocurrido en la esfera de control del demandado,
se genera la presunción de que la obligación de seguridad ha sido incumplida, de lo cual solo se puede liberar el
proveedor acreditando que la causa del daño le ha sido ajena (6).
III. Pautas generales aplicables en este especial marco
III.1. Reglas que orientan la responsabilidad civil
La idea de la "culpa del consumidor", decisiva para reducir o eliminar el efecto propio que se deriva de la
presunción de responsabilidad por aplicación de factores de atribución objetivos, debe cimentarse inicialmente

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en las reglas generales que gobiernan la teoría de la responsabilidad civil.


Se genera así la necesidad original de extrapolar esas ideas primarias a lo que hace a este particular
microsistema. De ahí que los preconceptos de imputación objetiva de los daños y de causalidad adecuada,
posean influencia directa.
El hecho de que quede circunscripta la responsabilidad en el ámbito del consumo a factores de atribución
objetivos conduce a que la prueba de la causa ajena deba ser cabal.
A su vez debe contemplarse que en nuestro ordenamiento de fondo rige la teoría de la causalidad adecuada
(art. 1726 del Cód. Civ. y Com.), cuya idea central consiste en que todo daño le es atribuible a una conducta, ya
sea por acción o por omisión, si normal y ordinariamente, acaece así, siguiendo las reglas de la experiencia (7).
Se señala que la teoría de la causalidad adecuada impone que el incumplimiento por parte del consumidor de
las normas reglamentarias o de su deber de prudencia, no determine per se la irresponsabilidad del proveedor, ya
que dichas conductas deben constituirse en la causa adecuada del daño (8).
III.2. Interpretación restrictiva
El sistema consumeril tiene sus propias reglas de distinto rango, de las que derivan a su vez principios que
deben ser respetados al momento de efectuar la concreta valoración del aporte del consumidor.
La construcción jurídica de esta respuesta se impone desde los principios generales informadores del
derecho del consumidor; especialmente el principio protectorio (art. 42 de la CN, art. 1094 del Cód. Civ. y
Com., y art. 1° de la ley 24.240) y desde la pauta hermenéutica que manda a interpretar la ley en favor del
consumidor (art. 1094 in fine del Cód. Civ. y Com., y arts. 3° y 37 de la ley 24.240).
Se tenía dicho que aquellas reglas no solo sirven de guía al momento de efectuar la respectiva interpretación
del derecho, sino que además conducen en la labor exegética de los hechos y de la prueba rendida en el ámbito
jurisdiccional (9).
Todo ello orbita bajo la idea de que el consumidor-damnificado es un sujeto estructuralmente débil,
sometido a crecientes riesgos y accidentes, condicionado por la desinformación, desconocimientos técnicos,
falta de control, su inferioridad, y por desigualdades económicas, sociales y culturales (10).
Entonces, como consecuencia directa de los principios que orientan la materia consumeril, de los fenómenos
propios de la constitucionalización del derecho privado, y de la evolución propia del derecho de daños, la
doctrina y la jurisprudencia han edificado algunas reglas particulares para examinar la influencia de la conducta
del consumidor afectado en el hecho dañoso.
Partiremos de una realidad normativa, que es que la indeterminación de la letra del art. 40 de la Ley de
Defensa del Consumidor ha dejado librado a la decisión de los jueces los alcances necesarios para la
conformación de la eximente en estudio. Se ha dicho que la mencionada norma no consagra un elenco de
eximentes, sino solo admite la liberación de los integrantes de la cadena de producción y comercialización en la
medida en que la causa material del menoscabo se desplace hacia otro centro de imputación (11).
Así, se han dado avances significativos desde que el estatuto consumeril ha entrado en vigor en la labor de
determinar los perfiles requeridos a dichos efectos.
Dando una suerte de puntapié inicial en la temática, la Comisión Nro. 2 de las XV Jornadas Nacionales de
Derecho Civil (Mar del Plata, 1995) concluyó: "La culpa de la víctima debe ser apreciada con carácter
restrictivo tratándose de daños al consumidor derivados de la actividad industrial".
Aquel paso conllevó restringir —en el examen abstracto— la admisibilidad del actuar del usuario o
consumidor, como aporte con trascendencia causal. Podría decirse prima facie que debe existir certeza en que el
hecho impeditivo posee fuerza suficiente para cumplir con dichos efectos, descartando los supuestos en los que
por diversas razones se cerciora un estado de duda al respecto.
Es por ello por lo que se ha sostenido —con acierto— que la regla de la valoración restrictiva de la culpa del
consumidor constituye una de las notas propias de este microsistema, que lo apartan del régimen general de
responsabilidad, constituyéndose en elemento diferenciador clave para la comprensión del funcionamiento del
microsistema y su aplicación jurisprudencial (12).
III.3. Grado de reprochabilidad necesario. Disquisición según los intereses en juego
La contingencia que las situaciones dañosas vinculadas con el consumo tengan como epicentro a sujetos a
los que la ley les brinda una protección específica debe importar como piso que el aporte de la víctima con
influencia en el resultado sea subjetivamente a título de reproche.
En línea con ello, se ha llegado a sostener que, frente a la existencia de un hecho dañoso enmarcado en una
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relación de consumo, solo operará la eximente cuando exista "culpa de la víctima y no un hecho de ella" (13).
Puede verse que la posibilidad de añadirle a la causalidad un cuestionamiento a título de
negligencia/imprudencia, se encuentra habilitado en la letra misma del art. 1729 del Cód. Civ. y Com., in fine
(14).

Por otro lado, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia se verifican supuestos en los que se exige para
que proceda la exoneración de la responsabilidad del proveedor, de una culpa calificada del dañado.
Aquello puede advertirse en el campo del tratamiento de la imputación de los daños a ciertos sujetos que se
encuentran en condiciones de especial debilidad, o cuando entra a jugar un especial deber de seguridad y/o la
tutela psicofísica del consumidor.
La finalidad radica en aumentar la protección de sectores vulnerables (15), en exigir una maximización de los
cuidados orientados a cumplir con el débito de seguridad, y en amplificar el cuidado de derechos de carácter
personalísimo.
Se recoge la necesidad de que se cerciore un factor subjetivo calificado, que implique la malicia o bien una
llamativa precipitación y ligereza (una actuación sumamente desaprensiva). Es que el proveedor debe prever,
incluso ciertos actuares negligentes o peligrosos de los consumidores, adoptando las medidas necesarias para
proteger su indemnidad y la de sus bienes (16).
Va de suyo que si la culpa grave del usuario o consumidor se constituye como un elemento para considerar
incursa la fractura del nexo causal, entonces el dolo de aquel ninguna duda arrojará sobre la solución a
adoptarse.
III.4. Implicancias del "caso fortuito"
Otra cuestión radica en determinar si es necesario que la culpa del consumidor reúna los caracteres del caso
fortuito; es decir, que sea imprevisible, inevitable, y ajena a la actividad empresarial del proveedor.
Los que responden afirmativamente a dicha cuestión, efectúan un análisis sistémico del ordenamiento de
protección de los consumidores y usuarios; a partir de una interpretación ceñida al texto del art. 10 "bis",
extensible a los arts. 5° y 40 de la ley 24.240, directamente o por vía analógica. Se razona que la única eximente
que puede invocarse válidamente por parte del proveedor es el caso fortuito o fuerza mayor, descartándose la
posibilidad de esgrimir el hecho (o culpa) del tercero o de la víctima, en la medida en que no reúnan, a su vez,
los caracteres de imprevisibilidad e inevitabilidad (17). Se añade que, a su vez, debe ser ajeno al proveedor,
sosteniéndose que el hecho debe ser extraño al presunto responsable no solo por producirse fuera de su esfera de
actuación —por la cual deba responder— (art. 1733 inc. d del Cód. Civ. y Com.), sino también por ser extraño
al riesgo de la cosa o actividad desplegada (art. 1733 inc. e del Cód. Civ. y Com.) (18).
A pesar de que desde hace varios años existe una tendencia jurisprudencial —a la que el ámbito consumeril
no es ajena— que requiere que el "hecho del damnificado" incluya los caracteres del casus para generar efectos
exonerativos, lo real es que los codificadores deliberadamente no incluyeron en la regla general a aquellos
requisitos en el art. 1729 del Cód. Civ. y Com. (19).
En este concreto marco requerir sin más que la conducta del consumidor reúna los caracteres propios que
contempla el art. 1733 del Cód. Civ. y Com., puede conllevar que en algunos supuestos se adopten soluciones
jurídicamente cuestionables.
Puede que el hecho que acontece sea previsible para el proveedor, pero que el consumidor —encontrándose
debidamente informado— haya actuado en forma temeraria; que el hecho lesivo surja de un riesgo propio de la
actividad, pero que la víctima tenga pleno y cabal conocimiento de los riesgos a los que se sometía (20); o
inclusive que el suceso haya podido ser evitado por el prestador, pero que ello importe la adopción de su parte
de medidas de seguridad irracionales (21).
El salto cualitativo requerido en el aporte causal del consumidor, tratado en el título anterior, parece dar
acabada respuesta a las necesidades de este particular subsistema.
Claro que todo ello no importa ignorar de pleno la previsibilidad y/o la evitabilidad del suceso, sino más
bien medir sendos caracteres razonablemente (arg. art. 3° del Cód. Civ. y Com.). En tal sentido, se ha sostenido:
"La existencia de una tutela constitucionalmente reforzada hacia los consumidores no puede ni debe ser
desvirtuada mediante una interpretación tal que termine avalando conductas temerarias o de grave imprudencia
de los consumidores, so pretexto de que estas no llegaron a ser imprevisibles o inevitables" (22).
Caso particular es el de los consumidores hipervulnerables, respecto de quienes los proveedores tienen
deberes calificados en cuanto a su protección y cuidado. Cuando dentro de esta categoría los sujetos carezcan de
voluntad (v. gr. menores de conformidad con el art. 261 del Cód. Civ. y Com.), la lectura del aporte causal
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debería efectuarse atendiéndolo como una "circunstancia especial" en los términos del art. 1729 in fine del Cód.
Civ. y Com. Al momento de evaluar la contribución por el damnificado en el suceso debería existir una
transferencia al proveedor en clave de que el hecho haya sido imprevisible e inevitable para él a los efectos de
que resulte completamente deslindado de la responsabilidad (23).
IV. Reglas particulares
IV.1. Construcción del estándar de diligencia exigible según las circunstancias del caso
Afinando la óptica, resulta de plena utilidad como forma previa al estudio de la conducta del damnificado la
elaboración de modelos que hagan las veces de tamiz por el que debe discurrir el examen.
Es posible partir de un modelo abstracto, en el que se confronta el suceso con la conducta de un consumidor
de la misma clase que la víctima, ubicado en la misma situación que está (24), para luego dotarlo de
especificidad, valorando las circunstancias de persona, tiempo y lugar.
Es mediante un razonamiento que tenga en consideración ambos modelos y que valore la conducta de la
víctima, adecuándolo a las reglas generales antes descriptas, lo que permitirá un ajustado examen de la cuestión.
IV.2. Naturaleza del producto o del servicio y la previsibilidad en el uso
Tiene trascendencia indagar acerca de las características propias del producto o servicio utilizado, habida
cuenta que aquello podrá dar la pauta para determinar cuándo su uso por parte del consumidor resulta razonable
o —por el contrario— impropio.
La garantía de inocuidad prevista en el art. 5° de la ley 24.240 supone la presencia de un producto o servicio
que es suministrado o prestado en forma segura y que no genera daños en condiciones de utilización normales o
razonablemente previsibles. Por ello, como regla, la seguridad no comprende los daños provenientes de un uso
contrario o ajeno a la naturaleza del bien, en tanto el mismo no haya podido ser razonablemente previsto por el
productor (25).
En otras palabras, la norma contiene un estándar para medir el aporte: habrá culpa cuando el consumidor
obra por debajo de lo que haría un consumidor promedio, efectuando una utilización anormal o un empleo
imprevisible, que el proveedor no pudo haber imaginado y que, por ende, no pudo haber informado o advertido
(26).

Aunque esta enunciación teórica aparente sencillez, el uso razonable o irrazonable del producto o servicio en
la práctica a veces reposa sobre una delgada línea que importa una dificultosa tarea valorativa (27).
Debe tenerse presente también que en los fundamentos del Anteproyecto de la Ley de Defensa del
Consumidor se sostuvo que la exigencia de culpa grave del damnificado debe ponerse en relación con la
referencia al "uso razonablemente previsible" del producto, en la medida en que únicamente un uso claramente
irrazonable permita eximir al proveedor.
IV.3. La circunstancia de la persona del consumidor o del usuario
Otro aspecto de importancia son las condiciones personales que reúne el consumidor, o sujeto equiparado
(28).

En principio, debemos partir de la doctrina elaborada por el Máximo Tribunal en los autos "Ledesma, María
L. c. Metrovias SA s/ daños y perjuicios" (29) en la que se sentó como idea medular que no corresponde exigirle
a los usuarios y consumidores la diligencia de quien celebra un contrato comercial. Ello, y los desequilibrios
existentes en los que se funda, conducen necesariamente a juzgar la adecuación del obrar del consumidor con un
grado de exigencia menor.
De todos modos, esta labilidad estimativa inicial puede ceder teniendo en cuenta la formación, el oficio, la
profesión, u otras circunstancias particulares de la vida del consumidor. Estos pueden constituirse como datos
que reducen o directamente eliminen las asimetrías (30), afectando de algún modo los fundamentos del principio
protectorio, influyendo en el examen causal de la conducta, y —consecuentemente— pudiendo modificar el
alcance de la responsabilidad que cabría imputarle al proveedor.
Por el contrario, la hipervulnerabilidad de la persona que padece ciertos daños en el uso o goce del producto
o servicio (v.gr. niños, adolescentes, ancianos, enfermos, pobres, sujetos marginados, etc.) debe importar,
conforme modernas concepciones del derecho de consumo (vide Anteproyecto de la Ley de Defensa del
Consumidor, arts. 3°, 5°, inc. 6, y ccds.), que el principio protectorio se acentué, con la necesaria incidencia en
el examen de la ruptura del nexo causal (31).
También debe anotarse que las condiciones de la víctima como predisposiciones no corrientes (basadas en
características fisiológicas) carecen de relevancia para resolver aspectos causales al momento de imputar

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responsabilidades, puesto que cualquier proveedor dadas sus necesarias notas de profesionalidad debe
contemplar ampliamente en su oferta las distintas categorías de consumidores y usuarios que pueden acceder a
sus productos y servicios (32).
IV.4. Contexto espacial y temporal en el que acaece el suceso
Otras circunstancias pueden condicionar el examen propuesto, tales como el entorno en el que se produce el
hecho o el momento de la relación de consumo en el que acontece. Como en toda labor valorativa de sucesos,
los contextos fácticos son dirimentes para soluciones jurídicas.
Puede contemplarse como un factor fundamental las características del lugar en el que el suceso lesivo, o su
antecedente causal, se produce. En efecto, si bien puede aparentar como insignificante a los fines de atribuir
responsabilidad la actividad realizada por una empresa, el concreto espacio en el que se la desarrolla puede
influir certeramente en la imputación definitiva de los daños a uno u otro sujeto de la relación de consumo (33).
Tampoco resulta soslayable la realidad públicamente conocida de la forma en que algunos servicios son
prestados (34). En concreto, circunstancias como la masividad que se verifica en el trasporte público de personas
pueden impactar especialmente en la apreciación de la diligencia (35). Es que, en condiciones de
aglomeramientos, posiblemente sea más dificultoso la toma de decisiones y el autocontrol por parte del usuario.
Por otro lado, habrá de ponerse distinto énfasis en los diversos deberes a cargo del consumidor según la
etapa de la relación de consumo en la que se encuentre (36). Las pautas a considerar son variadas teniendo en
cuenta aquella distinción; en faz precontractual, aspectado desde el deber de buena fe en cabeza del consumidor
como modo preventivo para evitar sufrir perjuicios (37); en la etapa misma en la que se hace uso del producto o
del servicio cobra relevancia el principio de autorresponsabilidad y sus avatares; y finalmente, en período
poscontractual, la culpa del consumidor se vinculara más precisamente con la información brindada por el
proveedor, usos razonables, y modo de empleo, estado y garantía del bien (38).
IV.5. La información, sus vicisitudes y la asunción de riesgos
La información, y en particular la forma en que es prestada, por ser un débito a cargo del proveedor que
tiende a mejorar la capacidad de los consumidores para comprender los riesgos, es una cuestión para tener
especialmente en consideración al momento de examinar la conducta del damnificado.
El poner en conocimiento en forma adecuada a los usuarios y consumidor de determinado peligro puede
llevar a que el peso de la responsabilidad por el actuar —o también la omisión— que produjo el suceso dañoso
recaiga sobre el consumidor damnificado.
Es decir que la información brindada en forma cierta, veraz, objetiva, detallada, eficaz y suficiente (art. 4°
de la ley 24.240) sobre las características esenciales del producto o servicio, genera la consecuencia de traslado
de los riesgos en cabeza del consumidor.
El efecto es que ciertos peligros que en principio deben ser cargados por quien saca un provecho de ellos,
como consecuencia de la información prestada en forma adecuada, se desplazan al consumidor, quien pasará
frente un comportamiento que contrarié las indicaciones brindadas a ser —total o parcialmente—
autorresponsable del daño padecido.
Queda encuadrada dicha consecuencia que afecta al consumidor bajo la doctrina de la "asunción de los
riesgos", que pregona que la exposición por parte de la víctima a un peligro específico con voluntariedad y
conocimiento (aportado por el proveedor en el caso a través de la información), importa que el daño deba ser
asumido por la víctima (39).
Aunque algunas recomendaciones apunten que es inaplicable esta figura de la asunción de riesgos en este
concreto ámbito del derecho (40), otras relativizan esta postura señalando que las particularidades del ámbito en
el que se inscribe el supuesto, debe importar que los proveedores cumplan con alta diligencia los estándares
informativos a su cargo (41).
Naturalmente la medida y alcance adecuado de datos que debe serle brindada al consumidor para que
concurra su culpa como factor de eximición de la responsabilidad del proveedor, debe ser sospesada con cierto
rigor en virtud de las reglas aplicables a la materia (42).
En forma paralela pueden existir ciertas vicisitudes accesorias a la forma en que es prestada la información
que pueden llevar a confusiones en las personas de los usuarios o consumidores. Tal puede ser el caso de las
publicidades, que contrastadas con las advertencias que deben llevar implícitos, pueden llegar a influenciar en
las conductas de los consumidores (43).
IV.6. La seguridad y la confianza

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Otro tanto aporta a la cuestión la necesaria confianza que irradia el someterse al uso o goce de productos o
servicios que deben ser desarrollados y suministrados por profesionales (art. 5° de la ley 24.240).
Dicho precepto parte la idea de que el usuario o el consumidor cuando hace uso del producto o aprovecha
del servicio que se le ofrece actúa con base implícita en que en el detrás de escena existen empresas y entidades
que se ocupan debidamente de ellos mediante el cumplimiento de ciertas normas de seguridad, medidas de
prevención, y controles.
Esa idea fue particularmente abogada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los autos "Ledesma,
María L. c. Metrovias SA s/ daños y perjuicios" (44), al sostenerse que el consumidor confía en que el productor
o el organizador se ha ocupado de la seguridad en forma razonable con base en la apariencia que genera la
profesionalidad y —hasta llegado el caso— el acompañamiento del Estado.
La mencionada regla ha quedado incluida de algún modo en el Cód. Civ. y Com., que regula en el art. 1725
la forma de la valoración de la conducta en el marco de confianzas especiales. En el caso los consumidores o
usuarios adquieren o hacen uso de productos o servicios explotados por proveedores que deben ostentar
cualidades técnicas destacadas. Necesariamente se le delega la selección de procedimientos y recursos, así como
el despliegue de intensas precauciones, sin particulares esfuerzos de resguardo, ni control (45).
Con todo, no debe soslayarse que dicha pauta interpretativa no debe imponer un coto desnaturalizador del
sistema impidiendo que se corrobore la eximente.
En efecto, debe tenerse en cuenta que "cuando el comportamiento (de la víctima) implique un rechazo a las
precauciones más elementales que estuvieran a su alcance, o cuando su comportamiento revele una temeridad
activa, es decir, un esfuerzo hecho para desafiar las reglas de seguridad" (46), no habrá razones para impedir que
la defensa se torne operativa.
IV.7. La influencia de la actitud activa u omisiva reprochable del sujeto demandado
Sumado a la naturaleza de la obligación, a las circunstancias de persona, tiempo y lugar, y a los débitos de
información y seguridad, debe añadirse una eventualidad que suele ser valorada en los más diversos precedentes
a la hora de determinar la procedencia parcial o total de una acción indemnizatoria.
El interrogante que se presenta en este apartado es cómo juega la actitud adoptada por el pretenso victimario
para sopesar la conducta concreta del dañado.
Existe de algún modo en esta y otras especialidades una palpable conexión entre sendas ideas puesto que al
indagar sobre las posibilidades que tuvo a su alcance el demandado para evitar el daño, se analiza
razonablemente en forma contingente la imputación que cuadra realizar sobre el daño a la propia víctima.
Es que para interrumpir el nexo causal es necesario que el hecho en cuestión no haya tenido por antecedente
el obrar negligente del demandado (arg. art. 513, in fine, Cód. Civil) (47). Es decir, el accionar de la víctima no
debe ser provocado por el proveedor al que se le exige un grado de previsibilidad mayor por su calidad
profesional (arts. 902 del Cód. Civil y 1725 del Cód. Civ. y Com.); cuando la conducta culposa de la víctima
encuentre causa en la omisión del sindicado como responsable carece de virtualidad para operar como eximente
liberatoria (48).
Entonces apoyado sobre tan elemental principio del derecho como lo es la buena fe (art. 9° del Cód. Civ. y
Com.) se deduce que no puede enrostrársele al consumidor la totalidad —o si quiera alguno de los daños
padecidos— cuando el productor del bien o prestador del servicio incurrieron en alguna conducta que sea
reprochable desde la óptica del débito de información (49) o seguridad (50) que asumen.
No debe escapar que el cuestionamiento del obrar de estos últimos producirá consecuencias para descartar la
eximente de la culpa del consumidor en la medida en que tengan alguna vinculación; siempre que el
cumplimiento por parte del productor o prestador de alguna pauta hubiera logrado minimizar o eliminar los
efectos por los que se persigue alguna reparación (51). Se ha dicho que lo que en verdad corresponde analizar es
si fue el demandado quien aportó la ocasión para que se produjesen las consecuencias que terminasen frustrando
el cumplimiento de la prestación, puesto que de ser así serlo, el hecho de la víctima no llega a configurarse (52).
V. La influencia causal de la conducta de la víctima de acuerdo con las distintas materias. Casuística
V.1. Contrato de transporte
En el campo concreto de la responsabilidad del porteador resultan aplicables los arts. 1286, 1757 y ccds. del
Cód. Civ. y Com., la normativa de la ley 24.240, y la pauta orientadora del art. 42 de la CN, lo que conlleva a
establecer como eje una obligación de resultado consistente en garantizar que el pasajero no sufrirá daños con
motivo o en ocasión del transporte.

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De ahí que la eximente resulte medida restrictivamente teniendo en cuenta las modalidades propias de la
actividad, exigiendo profesionalidad en la conducción del medio de transporte, valorando la confianza del
usuario al acceder a este tipo de servicios, y teniendo en cuenta las condiciones (53) en las que es ofrecido el
servicio.
En correlación con ello, se advierte en esta materia que distintos precedentes le han dado influencia causal a
la conducta del usuario (54) (55) (56); mientras que en otros se ha descartado tal eximente (57) (58) (59) (60) (61) (62).
V.2. Operaciones financieras
En el especial ámbito de responsabilidad financiera debe juzgarse de forma coherente la situación con
parámetros de la especialidad.
Se vigoriza el deber de seguridad en cabeza de la empresa, habida cuenta la índole del servicio prestado y la
creación del riesgo que la actividad genera. Cobra trascendencia el alto grado de tecnicidad que suelen tener las
operaciones de este tipo, la reiteración de situaciones de desamparo en los usuarios, y las situaciones de
hipervulnerabilidad en los sujetos damnificados.
Se sostiene que la aminoración, por "culpa de la víctima", de la responsabilidad que recae en la entidad
financiera, en casos de fraude electrónico solo es posible reconocerla si el incumplimiento del consumidor
financiero ha sido la causa adecuada, exclusiva o concurrente del daño, porque si no lo es, se estaría dando un
traslado de la responsabilidad que tiene la entidad financiera al consumidor financiero (63).
Así es que debe someterse la cuestión a un test de previsibilidad (64). No es admisible que se le exija al
deudor un standard de previsibilidad ajena a sus posibilidades (65), de modo que habrá de tener en cuenta
circunstancias de persona (edad, formación), tiempo (posibilidades tecnológicas a la época, conocimiento
público de maniobras de fraude) y lugar.
La experiencia jurisprudencial en el ámbito de los servicios financieros permite observar cómo en
circunstancias específicas, aun frente a la imprudencia del consumidor, la entidad igualmente resulta
responsable por el daño sufrido por el aquel (66) (67) (68) (69), tendiéndose con ello a exigir una conducta de la
víctima palmariamente desaprensiva a cuidados/precauciones mínimas.
V.3. Daños en locales
En cuanto al tópico de las empresas que atienden al público en locales comerciales, el deber de custodia que
recae sobre el proveedor es lo suficientemente amplio para abarcar en su contenido prestaciones tales como la
vigilancia permanente, la remoción inmediata de obstáculos o elementos extraños, el control ininterrumpido de
los mecanismos, y toda otra medida que dentro de aquel débito (70).
A la par, al momento de calificar la conducta del damnificado, no resulta admisible poner en cabeza de
aquel un especial deber de precaución. De hecho, un factor vital del mundo del consumo es la posible
distracción derivada de la actitud de distensión del consumidor/usuario.
La jurisprudencia se ha mostrado reticente a admitir la culpa del propio damnificado, valorando con
exigencia el deber de seguridad existente en cabeza del empresario y relativizando la cautela o previsión con la
que deben conducirse los consumidores (71) (72).
V.4. Concesionarios de autopistas
En orden a la consideración genérica del deber de seguridad que reside en cabeza del concesionario de una
autopista, cabe tener en cuenta que la responsabilidad no implica proteger al motorista con relación al mal uso
del producto o de la prestación (art. 5° de la ley 24.240) o frente a la violación de avisos o a la transgresión de
los límites legales de velocidad.
El mal uso de la autopista por el conductor, la culpa de la víctima, el caso fortuito u otros supuestos —como
la taxonomía locativa de las autopistas elaborada por la Corte Suprema en Bianchi— son circunstancias que el
juez debe considerar en cada caso para evitar que se imponga un umbral utópico de seguridad basado
exclusivamente en consideraciones basadas en falsas expectativas de los consumidores (73) (74).
V.5. Productos defectuosos
En nuestro sistema legal las eximentes admisibles en materia de responsabilidad por productos o servicios
guardan estricta coherencia con el carácter objetivo que fundamenta la misma. Por lo tanto, el hecho del
damnificado (art. 1729 del Cód. Civ. y Com.) es una de ellas.
Así, debe tenerse muy en cuenta, a la hora de ponderar la incidencia del hecho o culpa del damnificado, que
este debe tener influencia causal en la producción del resultado y, sobre todo, que no debe serle imputable al
sindicado como responsable.

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Tratándose de daños causados por productos, dicha exigencia debe ser ponderada con criterio muy estricto,
ateniendo entre otros aspectos, la naturaleza del producto, su uso normal y previsible, a las condiciones
personales de su destinatario (v.gr. por razones de edad, condición cultural, etc.) y los mensajes contenidos en la
publicidad y en la información brindada al consumidor (75) (76).
V.6. Espectáculos deportivos
El hecho de la víctima exime en estos casos por cuanto el daño no es producido por el riesgo del espectáculo
deportivo, sino por la propia conducta del damnificado que incide causalmente, de modo total o parcial, en la
producción del resultado (77).
Es importante recordar que, en todos los casos, para que el hecho o culpa de la víctima exima totalmente al
sindicado como responsable, no debe ser imputable (78), entrando a jugar en el supuesto deberes de seguridad
que habrán de ser computados en el confronte con la actitud de la víctima.
VI. Aspectos procesales: la prueba de la culpa del consumidor
No está de más señalar que la carga de la prueba de la condición eximente estará en cabeza del demandado
(productor, entidad bancaria, concesionaria, empresa, porteador, etc.) de acuerdo con lo que se colige del art. 40
de la ley de Defensa del Consumidor y del art. 1734 del Cód. Civ. y Com.
Al encontrarse en juego un factor de atribución de corte objetivo, la presunción que de él deriva debe ser
destruida por prueba categórica o indubitable, requiriéndose elementos de ponderación ciertos y serios que lo
demuestren.
De ello se deriva que se sostenga que la culpa del consumidor jamás podría presumirse (79) o concluirse a
través de una inducción no muy clara y definida (80). En efecto, el estado de duda será insuficiente para
deslindar responsabilidad (81).
Recuérdese que, en materia de relaciones de consumo, el art. 53 de la Ley de Defensa del Consumidor
establece la carga de los proveedores de aportar al proceso todos los elementos de prueba que obren en su poder
conforme a las características del bien o servicio, prestando la colaboración necesaria para el esclarecimiento de
la cuestión debatida.
Debe pensarse que aquella imposición impacta en la carga de la prueba de la culpa del consumidor a cargo
del demandado, pudiendo tener incidencia favorable al damnificado la no aportación de ciertos medios de
prueba de relevancia (v.gr. grabación fílmica del hecho, denuncia del evento, etc.).
(A) Abogado por la Universidad de Buenos Aires con orientación en Derecho Privado (2012). Magíster en
Derecho Civil Patrimonial por la Universidad Católica Argentina (2014-2015). Especializado en Derecho de
Daños y Contratos por la Universidad de Salamanca, España (2018). Diplomado en Responsabilidad Médica y
Empresas de Salud por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (2018). Docente de la asignatura
"Instituciones del Derecho Privado" en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Autor de artículos de doctrina sobre temas de su especialidad.
(1) La relación de consumo debe definirse de modo que abarque todas las situaciones en que el sujeto es
protegido, antes, durante y después de contratar, cuando es dañado por un ilícito extracontractual o cuando es
sometido a una práctica de mercado; cuando actúa individualmente o cuando lo hace colectivamente
(PICASSO, VÁZQUEZ FERREYRA (dirs.), "Ley de defensa de consumidor comentada y anotada", La Ley,
Buenos Aires, 2009, t. I, p. 57). De hecho, el vínculo al que se alude es mucho más abarcador que el simple
contrato de consumo, pues también debe incluirse situaciones en las que sujetos utilizan bienes sin haberlos
adquirido, o aquellos escenarios en los que, sin haberse hecho uso efectivo de aquellos, la actuación derivó de
una respuesta a la oferta emanada por el proveedor (CS, "Mosca, Hugo A. c. Prov. de Buenos Aires",
06/03/2007).
(2) Así lo sostiene LOVECE, Graciela I., "La causa y la culpa de la víctima en el marco de las relaciones de
consumo", RCyS 2013-VI, 41, Cita Online: TR LALEY AR/DOC/1761/2013.
(3) PRIETO MOLINARO, Ramiro J., "Evolución y teoría de la responsabilidad objetiva por productos", en
PICASSO, Sebastián - VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto, Ley de Defensa del Consumidor comentada y
anotada, La Ley, Buenos Aires, 2009, t. II, p. 751, en NIETO, Matías, "Valoración de la culpa del consumidor
como eximente de responsabilidad", RCCyC 2019 (octubre), 03/10/2019, 211, Cita Online: TR LALEY
AR/DOC/1900/2019.
(4) Ver en tal sentido los capítulos 2 y 3 del Anteproyecto de la Ley de Defensa del Consumidor.
(5) PIZARRO, Ramón Daniel, "Tratado de la responsabilidad objetiva", La Ley, Buenos Aires, 2015, t. I, ps.
800/801.
(6) PICASSO, Sebastián, "La culpa de la víctima en las relaciones de consumo. Precisiones de la Corte

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Suprema", LA LEY, 2008-C, 562, Cita Online: TR LALEY AR/DOC/1466/2008.


(7) LOVECE, Graciela I., "La pérdida de chance confrontada con la relación de causalidad", Revista de
Derecho de Daños 2008-II, ps. 209/210.
(8) LOVECE, Graciela I., "La causa y la culpa de la víctima...", ob. cit.
(9) C2ªCiv., Com., Minas, de Paz y Tributaria de Mendoza, "A. F. y otros c. Millan SA", 03/07/2014, Cita
Online: TR LALEY AR/JUR/33346/2014.
(10) STIGLITZ, Gabriel, "Tratado de Derecho del Consumidor", La Ley, Buenos Aires, 2015, t. III, p. 360.
(11) CNCom., Sala F, "Copan Coop. de Seguros Ltda. c. Ford Argentina SA y otros s/ ordinario", 31/07/2012.
(12) SOZZO, Cósimo Gonzalo, "La prevención de los daños al consumidor", en STIGLITZ, Gabriel, ob. cit., ps.
149 y 150, en TRIVISONNO, Julieta B., "Daños al consumidor: la valoración restrictiva de su culpa como
eximente de responsabilidad del proveedor",
https://www.pensamientocivil.com.ar/doctrina/4113-danos-consumidor-valoracion-restrictiva-su-culpa-como-eximente.
(13) LOVECE, Graciela I., "La causa y la culpa...", ob. cit.
(14) No obstante, resultaría pertinente la recepción legal expresa de la idea, ello se encuentra ideado
acertadamente en el Anteproyecto de la Ley de Defensa del Consumidor (art. 115), aunque aparece algo
exagerado imponer necesariamente en todos los casos la existencia de una culpa grave.
(15) PICASSO, Sebastián, "La culpa de la víctima...", ob. cit.; ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde,
"Resarcimiento de daños", Hammurabi, Buenos Aires, 1999, t. 4, p. 282.
(16) CARESTIA, Federico S., "Daños causados dentro del ámbito de incumbencia del proveedor", Sup.
Especial Comentarios al Anteproyecto de la LDC, 27/03/2019, 515, Cita Online: TR LALEY
AR/DOC/637/2019.
(17) C1ªCiv., Com., Minas, de Paz y Tributaria de Mendoza, "Ojeda, María Angelita c. Vea Supermercados",
19/08/2010, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/46405/2010.
(18) TRIVISONNO, Julieta B., ob. cit.
(19) Aquello no puede ser entendido como una omisión desde que sí resultaron incluidos los caracteres del caso
fortuito al tratar el "hecho de un tercero".
(20) Ejemplo de ello es el consumo del tabaco en la actualidad. A partir de la entrada en vigencia de la ley
26.687 se informa de manera suficiente sobre los riesgos propios del consumo de dicho producto, lo que
importa que las enfermedades que se contraigan como consecuencia de ello deban ser asumidas por el fumador.
(21) Así, por ejemplo —anota Nieto— que en un caso se liberó de responsabilidad al concesionario de una
autopista por la muerte de una persona que, producido un embotellamiento, salió del automóvil y saltó hacia una
zona de canaletas que cedieron frente a su peso. En este caso el hecho, aunque irrazonable, no era imprevisible,
e incluso podría haber sido evitado mediante la construcción o puesta de alambrados; no obstante lo cual la
conducta del consumidor se consideró temeraria y causa exclusiva de su propio daño (CNCiv., Sala B, "M. M.
B. c. Autopistas Urbanas SA", 18/02/2013, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/25652/2012, en NIETO, Matías,
ob. cit.).
(22) NIETO, Matías, ob. cit.
(23) Véase para el caso el precedente de la CNCiv., Sala A, "R., F. y otro c. Parque de la Costa SA y otro s/
daños y perjuicios", 21/11/2012, RCyS 2013-II, p. 183. Se trata del caso de un menor de edad que sufre un
accidente en un parque de diversiones cuando al bajarse la barra de seguridad del juego que había abordado, le
oprimen el dedo meñique de su mano izquierda provocando una fractura expuesta, cuestión que motivó que se
lo interviniera quirúrgicamente en dos oportunidades. Al demandarse el resarcimiento, el demandado alega que
el daño se produjo por culpa exclusiva y excluyente del menor, quien no respetó las indicaciones brindadas a los
participantes. Se sostuvo que la barra de seguridad no es bajada por el personal, sino por el propio participante
cuando el personal lo indica, y que si esto ocurre a destiempo —o sin que el participante esté en la posición
indicada en la cartelería y por el altavoz— no puede pretenderse responsabilizar al parque, considerando que
éste tomó todos los recaudos y previsiones a su alcance para evitar la producción de daños. La Cámara resalta
que el consumidor víctima del daño es un niño, "con lo que a la natural vulnerabilidad que corresponde a la
primera categoría se suma la derivada de la escasa edad y poca experiencia del menor R.". En este contexto, se
señala que "el sólo hecho de alertar con carteles o altavoces acerca de ciertas precauciones que deberían
adoptarse es del todo insuficiente para cumplir adecuadamente con la obligación de seguridad de resultado que
pesa sobre el proveedor, en la medida en que se trata de juegos destinados a niños que, por definición, son
proclives a desatender esas advertencias, máxime en el ambiente de jolgorio propio de los parques de
diversiones. En otras palabras, la imprudencia de la víctima debe en tales casos ser prevista por el proveedor".
(24) C1ªCiv., Com., Minas, de Paz y Tributaria de Mendoza, ob. cit.
(25) FRUSTAGALI, Sandra A. y HERNÁNDEZ, Carlos A., "Las exigencias de seguridad en las relaciones de
consumo", Sup. Esp. Obligación de Seguridad, 2005 (septiembre), p. 21, Responsabilidad Civil Doctrinas
Esenciales VI, p. 439.

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(26) SOZZO, Gonzalo, ob. cit.


(27) Ello se observa en el caso "C. E. C., E. J. c. Washington SACIFI" en el que se pretendió el resarcimiento
del daño sufrido por una menor que utilizó tintura para cueros a fin de teñir un calzado de arpillera, motivo por
el cual sufrió una intoxicación con anilinas al entrar el calzado en contacto con su piel. En primera instancia se
rechaza la demanda y la Cámara confirma esta decisión. Se aduce, en relación con el uso del producto que "Es
obvio que resultaría absurdo exigir al fabricante una advertencia precisa al consumidor de "tintura negra para
teñir cuero", cuya etiqueta previene que se trata de un "producto tóxico", de que tal producto no debe ser usado
como ungüento para la piel, o como jarabe para la tos, o como desinfectante de heridas, o para cualquier otro
uso diferente imaginable. Si semejantes usos causaran daños a alguien esos daños serían causalmente atribuibles
a quien empleó el producto para un destino impropio —como sucede en el caso—, pero no responsabilizan al
fabricante". En este caso, señala Trivisonno, la llamativa proximidad del uso impropio al uso normal del
producto motivaría la necesidad de reforzar el deber de advertencia al respecto. Así, el uso impropio no era
totalmente imprevisible para el proveedor, sino que por el contrario cabría afirmar que existía un alto grado de
previsibilidad respecto de la posibilidad de utilizar el mismo producto para teñir otros materiales, motivo por el
cual hubiese resultado procedente responsabilizar al proveedor por la falta de información o incumplimiento en
la obligación de informar. Es decir, si la toxicidad del producto es tal, como para motivar la intoxicación con el
mero contacto con la piel, no resultaría ilógico exigirle al proveedor que advierta que el producto no debe
utilizarse para teñir otros materiales que resultan permeables. Es, entonces, el mismo proveedor quien debe
definir en líneas básicas el uso propio de su producto y resulta responsable si lo hace deficientemente (la
mencionada autora, ob. cit.).
(28) PIZARRO, Ramón D., - VALLESPINOS, Carlos G., "Instituciones del Derecho Privado, Obligaciones",
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2012, t. V, p. 8.
(29) CS, 22/04/2008.
(30) NIETO, Matías, ob. cit.
(31) BAROCELLI, Sergio S., "Consumidores hipervulnerables. Hacia la acentuación del principio protectorio",
LA LEY del 23/03/2018, Cita Online. TR LALEY AR/DOC/523/2018. En otro precedente (CNCiv., Sala C,
"Quidi, María Adelina c. Nobleza Piccardo SAyF s/ daños y perjuicios", 09/09/2019) en el que se juzgó la
responsabilidad civil de una empresa tabacalera por el deceso por cáncer de pulmón de una persona adulta que
consumía tabaco desde los 17 años, se tuvo en cuenta que los fumadores, como categoría social genérica, fueron
catalogados por el Dr. Lorenzetti (CS, "Nobleza Piccardo SAICyF c. Santa Fe, Provincia s/ acción declarativa
de inconstitucionalidad", 27/10/2015) como "un grupo especialmente vulnerable, en tanto —para muchos de
ellos— el hábito de fumar se ha trasformado en una adicción". El Vocal preopinante acompañó dicha postura,
añadiendo que ello máxime cuando era públicamente conocido que varios de los fumadores que padecían la
enfermedad tabáquica comenzaron con el hábito a una temprana edad. Sostuvo que cuando nos encontramos
con una categoría como la mencionada debe acentuarse el principio protectorio. Así, se dijo que la
hipervulnerabilidad será estándar de evaluación en materia de información y seguridad, como así también al
analizar la publicidad y otras prácticas comerciales. Esta especial atención debe perfilarse tanto en la faz
preventiva del Derecho de Daños, como en la faz resarcitoria, a la hora de evaluar los presupuestos de la
responsabilidad, en especial, en lo relativo a la ruptura del nexo causal y los eximentes de responsabilidad. Esta
moderna posición ha quedado refrendada profusamente en el Anteproyecto de reforma de la Ley de Defensa del
Consumidor (arts. 3, 5, 8, 10, 13, 19, 23, 37, 80, 170 y ccds.).
(32) En un caso anotado por Prevot en el que una señora obsesa sufrió lesiones en su cuerpo al caerse por
habérsele trabado las ruedas de un carrito de compras, el Tribunal resolvió que "la exclusiva y excluyente causa
adecuada del accidente fue el hecho de la demandada de no satisfacer plenamente el deber de seguridad a su
cargo. Ese comportamiento fue la única condición adecuada que, por si, tuvo suficiente y autónoma
operatividad para desencadenar el resultado en el que la actora —al ser obesa— solo puso una mera condición
que devino irrelevante en el encadenamiento de todos los eslabones que estructuraron el efecto final. Es que
mientras la causa (frenada del carro), produce el efecto, la condición (el exceso de peso) no lo produce por si,
aunque de alguna manera lo permite o descarta" ("Obesidad, culpa de la víctima y nexo de causalidad. A
propósito de la responsabilidad de los supermercados por el defectuoso estado de sus changuitos", DJ
11/10/2006, 397, Cita Online: TR LALEY AR/DOC/3271/2006).
(33) Puede pensarse, haciéndose un paralelismo con el famoso caso "Liebeck c. McDonald's", que, si una
persona sufre daños como consecuencia del derrame de un vaso con bebida caliente que fue adquirido a través
de un servicio que es prestado desde una ventanilla y a partir del acercamiento con el propio vehículo, cobraría
relevancia el concreto lugar en que la infusión fue entregada. Distinto sería el caso, si el producto se le facilita
desde el interior del local en las cajas corrientes. En un precedente, (CNCiv., Sala C, "Manduca, Horacio Sergio
c. Metrovías SA s/ daños y perjuicios", 09/09/2019), en el que un pasajero sufrió lesiones al descender a las vías
del tren para cambiar el andén del cual partiría la formación que tenía que tomar ante el anuncio realizado por la

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empresa, se tuvo por acreditada la culpa de la víctima. Para decidirse de aquel modo se tuvo especialmente en
cuenta que para efectuar aquel descenso se tuvo que bajar una altura de 40 cm., lo que hacía pensar que más que
traspasar un escalón, lo que aconteció fue un verdadero salto a los andenes. Se añadió que se encontraba
probada en la causa la existencia de un sendero seguro de comunicación entre ambos andenes, cuya utilización
fue omitida por el accionante.
(34) En un caso se tuvo en cuenta "...la realidad viva de lo que son los transportes públicos de pasajeros y como
en ellos se viaje, para poder apreciar en los hechos y en el derecho lo realmente ocurrido y discernir, en
consecuencia, las culpas y la consecuente responsabilidad" (CNCiv., Sala L, "Ibarra, Esther c. Expreso Caraza
SCA s/ daños y perjuicios", 28/02/1995).
(35) Esta condición fue especialmente valorada por el Tribunal cimero en el expediente "Ledesma, María c.
Metrovías s/ daños y perjuicios". Allí se sostuvo que el hecho de la víctima, consistente en poner el pie en el
hueco del andén, es un acto que no tiene aptitud alguna para configurar una eximición de responsabilidad. Se
refirió que no hay imputación clara a la conducta de la propia víctima porque el descenso se produjo
grupalmente y pudo haber sido empujada, por lo que no hay gravedad alguna que permita darle entidad causal
interruptiva. Se sostuvo que sería contrario a las costumbres y hasta absurdo que antes de subir [el consumidor]
exigiera información sobre las medidas de seguridad que tiene el vagón, o en los momentos previos al descenso
interrogara al guarda, que tampoco suele estar presente, sobre los riesgos que existen en ese acto
(36) NIETO, Matías, ob. cit.
(37) Nieto grafica estos extremos, trayendo a colación dos casos. En uno se liberó parcialmente a una agencia de
viajes de los daños sufridos por una consumidora al caer de un caballo durante una cabalgata contratada, toda
vez que se acreditó que ésta informó al coordinador tener información suficiente y habilitante para el viaje (dijo
saber jinetear y no pudo controlar una simple reacción del caballo) (CCiv. y Com. Rosario, Sala III, "Amarilla,
María c. Alegría de Viajar SA", 01/11/2012, cita online: AR/JUR/61352/2012). En otro precedente, se rechazó
una pretensión fundada en el derecho de consumo, con fundamento en que el consumidor no dio debida lectura
al contrato que suscribió. En aquel caso el consumidor había perdido la reserva de un inmueble para la locación,
por no arrimar la documentación que el corredor requería, firmó un contrato por una unidad habitacional
distinta. Alegó que había sido engañado, aun cuando el contrato consignaba claramente la dirección del nuevo
inmueble (aparecía destacado y en negrita) (CApel. Cir. Santa Fe, "Santojana, Diego c. Atilio O. Salas
Inmobiliaria SRL s/ sumarísimo", 27/10/2016, cita online: TR LALEY AR/JUR/107821/2016).
(38) Conforme apunta Nieto, en un antecedente se sostuvo que si un técnico advirtió al consumidor sobre los
riesgos de seguir empleando un lavarropas vetusto, con numerosas fallas identificadas, y este no sólo hizo caso
omiso de ello, sino que incluso excedió las capacidad del artefacto al sobrecargarlo de ropa, se configura un
claro caso de culpa de consumidor que opera como causa exclusiva de los perjuicios alegados (CNCiv., Sala C,
"Lullo, Hebe B. c. Electrotel SACIF y otro", 10/03/2010, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/23613/2010).
(39) La doctrina que veda operar la exoneración por culpa de la víctima por la asunción de riesgos cede cuando
se conoce claramente un riesgo ínsito en el producto (NIETO, Matías, ob. cit.).
(40) XXII Jornadas Nacionales de derecho Civil. V Congreso Nacional de Derecho Civil. Comisión de Daños.
"Asunción de riesgos".
(41) CNCiv., Sala C, "Quidi, María Adelina c. Nobleza Piccardo SAyF s/ daños y perjuicios", 09/09/2019.
(42) En un precedente en el cual una mujer fue aprisionada por las puertas automáticas de un supermercado,
sufriendo la fractura de la hemicadera izquierda, mientras ingresaba a un establecimiento por la puerta de salida,
se consideró que el señalar que era una puerta de egreso no configuraba una información ni detallada, ni eficaz,
ni suficiente en virtud de que no advertía en modo alguno sobre los riesgos que implica ingresar por la puerta
que no corresponde. Se consideró que la mujer no había forzado la puerta, que simplemente estaba abierta,
siendo ello una invitación natural para entrar, y que previsiblemente lo hizo. Sumado a ello, a puerta no poseía
un mecanismo que contemplara la posibilidad de un error que pudiera ser cometido por un consumidor
inexperto. No obstante, se valoró que existía cierta concurrencia causal por no haber seguido la actora las
instrucciones dadas por la empresa, aunque aquellas fueran insuficientes. (SC Mendoza, Sala I, "Bloise de
Tucchi, Cristina c. Supermercado Makro SA", 26/07/2002, voto de la Dra. Kemelmajer de Carlucci, LL Gran
Cuyo 2002, 726). En el citado fallo de la CNCiv., Sala C, "Quidi, María Adelina c. Nobleza Piccardo SAyF s/
daños y perjuicios", 09/09/2019, en el que se decidió condenar a una empresa tabacalera por la muerte de un
consumidor, se entendió que las empresas no debieron mantenerse pasivas por los años 70 en el deber de
informar y que existía una idea ciertamente difusa sobre la adicción que el cigarrillo generaba.
(43) En el caso antes citado (CNCiv., Sala C, "Quidi, María Adelina c. Nobleza Piccardo SAyF s/ daños y
perjuicios", 09/09/2019) se estimó que no podía perderse de vista la influencia activa de la publicidad en la
iniciación en el hábito de fumar y su vinculación con la información. "En los hechos, el derecho del consumidor
a recibir una información adecuada que le permita hacer elecciones bien fundadas viene sistemáticamente
vulnerado a través de técnicas de comunicación y en especial las publicitarias, llenas de sugestión, pero escasas

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de información, encaminadas hacia la persuasión, como mecanismos motivantes o incitadores del consumo, más
allá de la satisfacción de necesidad". Se juzgó que el tipo de publicidad abusiva desdibujaba el conocimiento
público sobre la nocividad de los riesgos del cigarrillo (como tipo de información existente en la época), sin que
el consumidor tuviera certera "claridad" (art. 4 de la Ley de Defensa del Consumidor) de los peligros de la
práctica. A la luz de la publicidad promovida por las empresas tabacaleras, consistente en "asociar el fumar a
circunstancias placenteras", el razonamiento es que el mensaje que el consumidor recibe es contradictorio, ya
que las advertencias existentes cohabitaban con formas publicitarias destinadas a exaltar el placer derivado del
consumo.
(44) CS, 22/04/2008, ob. cit.
(45) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, "La responsabilidad civil en el nuevo código", Ed. Alveroni, t. II, p.
96,
(46) STIGLITZ, Gabriel, "Restricciones a la exoneración por causa ajena. Culpa del consumidor.
Hiposuficientes. Autorización administrativa", en STIGLITZ, Gabriel y HERNÁNDEZ, Carlos A. (dirs.),
Tratado de Derecho del Consumidor, La Ley, Buenos Aires, 2015, t. III, p. 359 y ss.
(47) PICASSO, Sebastián, "La culpa de la víctima...", ob. cit.
(48) LOVECE, Graciela I., ob. cit. Viene al caso recordar un fallo de la CNCiv., Sala H, "Giménez, Silvia c.
Unión Ferroviaria y otro s/ daños y perjuicios", 04/06/2015, en el que una persona cayó desde un puente en un
complejo hotelero al ceder una baranda dispuesta sobre éste. Aunque el demandado alegó la existencia del
hecho de la víctima, por haberse apoyado peligrosamente sobre la contención dispuesta únicamente con fines
estéticos (es decir, para "enmarcar" límites), se consideró que debió haberse colocado inexorablemente algún
cartel que advirtiera el peligro inminente. Se agregó que si la baranda se rompió era porque estaba dañada o era
impropia para su destino.
(49) La CNCiv., Sala C, "Quidi, María Adelina c. Nobleza Piccardo SAyF s/ daños y perjuicios", 09/09/2019,
sostuvo que sumado a que no puede afirmarse con certeza que existiera un conocimiento acabado de la
información, que tampoco podía sostenerse que aquel conocimiento abarcara una nota relevante del riesgo como
es el de la dependencia, y que la publicidad de la época disminuía en claridad la información global existente,
debía tenerse presente que las primeras correlaciones estadísticas efectuadas estableciendo una vinculación entre
el tabaco y el cáncer databa de la década del '30 en Alemania y que los primeros análisis y estudios científicos
conducidos por las tabacaleras eran de los '60. Se estimó que sin perjuicio de la alta tasa de mortalidad que el
consumo de tabaco conlleva y reflejaban los datos de la época, las tabacaleras decidieron presentar al público
masivas campañas publicitarias dirigidas a captar mayor número de consumidores, lo que condujo al Vocal
preopinante a cuestionarse acerca de cuáles son las implicancias de la actitud asumida por quien introduce un
riesgo en la sociedad en los términos anotados. Concluyó que no era razonable invocar de "buena fe" la defensa
de asunción de riesgos (cfr. VAN DAM, C., "European Tort Law", Oxford University Press, UK, 2013, p. 256,
quien cita para fundamentar su postura el BGB alemán en su art. 242, en MOLINA SANDOVAL, Carlos A.,
"Asunción de riesgos", LA LEY del 26/02/2018, cita online: TR LALEY AR/DOC/314/2018).
(50) Debe aclararse, aunque no sea objeto de este trabajo, que la obligación de seguridad no siempre tiene la
misma extensión: supone delinear previamente cuál es su objeto y contenido, aspectos estos que están
estrechamente ligados al riesgo creado que impone, precisamente, el deber de seguridad. (PIZARRO, Ramón
D., "La ausencia de riesgo como eximente de responsabilidad civil por riesgo creado y de empresa", Revista de
Derecho de Daños, Eximentes de responsabilidad, I, 2006-1, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 140).
(51) En fallo de la CS, "Ledesma, María c. Metrovias SA s/ daños y perjuicios" se tuvo en cuenta que, aun
cuando por vía de hipótesis pudiera atribuirse algún tipo de maniobra incorrecta a la víctima, no se tuvo en
cuenta que la demandada tuvo a su alcance la posibilidad de evitar la producción del accidente, como, por
ejemplo, intensificando la frecuencia de las formaciones para evitar aglomeramientos.
(52) SOTO NIETO, "El caso fortuito y la fuerza mayor. Los riesgos en la contratación", p. 91 y ss., en
PREVOT, Juan Manuel, "El Código Civil y su función en la era del consumo", Cita Online: TR LALEY
AR/DOC/1901/2008.
(53) Se sostuvo que no puede pretenderse que la existencia de otros medios de transporte, igualmente inseguros
y peores, confiera a los pasajeros una libre elección, puesto que el derecho de usar el servicio público de
ferrocarriles es un derecho subjetivo del administrado y si este lo usa antirreglamentariamente por imperio de
las deficientes condiciones que tal servicio público presta, la empresa no puede ampararse en tales
circunstancias para desobligarse, puesto que la transgresión cometida —en todo caso— ha sido la consecuencia
natural y necesaria de la situación generadora por el déficit de la prestación del servicio que obliga al pasajero
—sin otra alternativa o posibilidad— a viajar en tal posición peligrosa (CFed. La Plata, Sala I, "Olivares de
Luna, Edith c. Empresa de Ferrocarriles Argentinos", 04/08/1983).
(54) Un sujeto que apareció corriendo en aparente estado de ebriedad, intentando asirse del pasamanos del
colectivo que ya se había puesto en movimiento con las puertas cerradas (CNCiv., Sala A, "Arias, Florentino y

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otro c. Guiraldes, Claudio J. s/ daños y perjuicios", 11/12/1995).


(55) Un usuario que intentó ascender nuevamente a un ómnibus en movimiento por la puerta trasera y con las
mismas semiabiertas (CNCiv., Sala B, "Maldonado, Miranda M. c. Peña, Raúl s/ daños y perjuicios",
17/04/2006).
(56) Un pasajero que sufrió una lesión como consecuencia de su propia torpeza al ubicar el pie en el radio de
apertura de la puerta media de la unidad (CNCiv., Sala H, "Zotelo, Silvia S. c. Nuevos Rumbos SA s/ daños y
perjuicios", 26/10/2006).
(57) Se intentó fundar la eximente teniendo en cuenta la mera caída de la pasajera, considerándose que ello es
una alternativa de la circulación cubierta por la obligación de seguridad (CNCiv., Sala C, "Castro, Rosa E. c.
Lara Martínez, Eligio y otro s/ sumario", 12/02/1998).
(58) Se desestimó en un caso en el que el pasajero viajaba en uno de los pasillos que separaba vagones por
encontrarse el tren repleto (CNCiv., Sala F, "Juárez, José H. c. Ferrocarriles Argentinos", 27/02/1996)
(59) Se alegó que la actora en infracción a las normas reglamentarias descendió por la puerta delantera (CNCiv.,
Sala E, "Rey, Isabel c. Empresa Gral. Tomas Guido SA s/ daños y perjuicios", 09/10/1996).
(60) No se consideró culpable a la víctima que iba colgado en el estribo, habida cuenta que la puesta en marcha
dependía del chofer (CNCiv., Sala F, "Ferrer, Hugo S. c. Sagarra, José y otros s/ daños y perjuicios",
09/04/1996).
(61) Se apuntó en otro caso que el pasajero, si bien había subido fuera de la parada, ello no era una infracción
que guardara relación causal con el perjuicio sufrido (CNCiv., Sala H, "Alfaro, Carlos C. c. Microomnibus
Línea 6 SA s/ daños", 04/03/1997).
(62) Si bien se acreditó que el pasajero se encontraba dormido y con la cabeza apoyada sobre la ventanilla, ello
no podía actuar como un factor deslindante (CNCiv., Sala L, "Agasi, Eduardo A. c. Alvarado, Ernesto D. s/
daños y perjuicios", 11/09/1996).
(63) PAZ SAFAIR, ob. cit., p. 286.
(64) MUÑOZ, Matías O., "El deber de seguridad frente a al usuario de servicios bancarios", RCyS 2020-XI, 34,
TR LALEY AR/DOC/3016/2020.
(65) SALERNO, Marcelo U., "Cajas de seguridad bancaria; precisiones sobre el caso fortuito", ED 175-41, Cita
Online: ED-DCCLXIV-955
(66) TRIVISONNO, Julieta B., ob. cit.
(67) Aun cuando el consumidor suministre engañado su clave de extracción por cajeros automáticos a personas
que alegaron ser empleados del banco, y luego sufra perjuicios económicos por la extracción de fondos de su
cuenta mediante la utilización de tarjetas de débito mellizas, corresponde condenar al banco demandado en tanto
el obrar negligente de la víctima no alcanza para exonerarlo, ya que la posibilidad técnica de "duplicar" las
tarjetas revela la falibilidad del sistema informático utilizado para la prestación remota de servicios, y su calidad
de cosa riesgosa. Se sostuvo que el banco en su carácter de profesional en la materia debió prever y prevenir
este tipo de maniobras, tomando las medidas que resulten necesarias (CNCom., Sala D, "Bieniauskas, Carlos c.
Banco de la Ciudad de Buenos Aires", 15/05/2008, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/3631/2008).
(68) Otro supuesto es el de la responsabilidad de la entidad emisora de una tarjeta de crédito por su uso
fraudulento luego de haber sido sustraída por terceras personas de su titular, supuestos en los que se consideró
que el sistema de verificación de la identidad del usuario no debería permitir su utilización fraudulenta, salvo
que se demuestre una conducta claramente imprudente del usuario, circunstancia que no cabe deducir del simple
retraso en la comunicación de la sustracción (SAP Madrid (Secc. 19ª), del 3 de octubre de 2005, en LLAMAS
POMBO, Eugenio, "Reflexiones sobre derecho de daños: casos y opiniones", Ed. La Ley, ps. 388/389).
(69) También resulta pertinente recordar el caso en el que una persona sufrió un robo en la vía pública luego de
que saliera de una entidad bancaria con dinero allí extraído. Luego de considerarse que no había dentro del
banco barreras visuales que impidieran a terceros observar los movimientos de los clientes, se juzgó que fue el
Banco quien provocó la "acción de la víctima". Se consideró que no era posible tener por acreditado el hecho de
la víctima como detonante de la situación, en el sentido que hubiera obrado con negligencia o total
desentendimiento de medidas de seguridad hacia su persona y pertenencias, por cuanto no iba por la calle
mostrando los "billetes", sino que los tenía escondidos dentro de un bolsillo de su pantalón (CNCiv., Sala H,
"Orce, Guillermo Daniel c. B. S. s/ daños y perjuicios", 14/10/2015).
(70) TRIGO REPRESAS, Félix, "Responsabilidad por daños sufridos por la caída de un consumidor en un
supermercado, provocada por pisos en mal estado", cita online: TR LALEY AR/DOC/1215/2011.
(71) Ello fue sopesado en un precedente en el que se hizo lugar a una acción indemnizatoria, rechazando la
defensa del hecho de la víctima interpuesta, en el que una señora fue aprisionada por las puertas automáticas de
un supermercado, sufriendo daños, mientras ingresaba por la puerta que correspondía a la salida (SC Mendoza,
Sala I, "Bloise de Tucchi, Cristina c. Supermercado Makro SA", 26/07/2002).
(72) Otro caso vinculado con la temática es el de una señora que ingresó a un local dentro de un shopping y al

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salir, habiendo el personal de la casa bajado la persiana metálica a 1,40 o 1,50 mts., se golpeó con la misma.
Habiendo la demandada alegado la existencia de una distracción de la víctima en el suceso, se estimó que el
hecho fue consecuencia de una omisión previa del personal del local, puesto que debió ser prevenida la
consumidora del peligro que la aguardaba al salir (CNCiv., Sala K, "Herrera, Estela del Valle c. All New SRL s/
daños y perjuicios", 23/03/2017).
(73) CNCiv., Sala E, "L. D. H. c. Autopistas del Sol SA s/ daños y perjuicios", 21/09/2016.
(74) Para el caso fue desestimada una demanda contra el concesionario de la autopista con fundamento en el
impacto de un motociclista contra el cordón para dársena de detención de colectivos, por cuanto "el accionante
se encontraba circulando por un vía de gran fluidez vehicular por una zona donde no debía hacerlo, esto es, por
sobre la línea divisoria del último carril de la derecha y la banquina; a lo que se suma que dado el horario y las
condiciones climáticas que se desarrollaban en el día del suceso, el actor debió de haber circulado con mayor
precaución a los efectos de evitar cualquier tipo de accidente vial en la vía de referencia" (CNCiv., Sala D,
"Carrizo, Miguel Ángel c. Autopistas del Sol SA s/ daños y perjuicios", 06/06/2018).
(75) PIZARRO, Ramón Daniel, "Tratado de la responsabilidad objetiva", Ed. La Ley, t. I, p. 801.
(76) En línea con ello se consideró en un precedente que la empresa fabricante de aromatizantes de ambientes
en aerosol no debe responder por los daños producidos a una mujer y su hijo como consecuencia de la explosión
de uno de sus envases, pues no se observaron defectos en su fabricación o materiales defectuosos, y no puede
soslayarse que el modo y lugar en el que se hallaba el producto —en el piso de un baño en el que se encontraba
una olla de agua hervida para que el menor se realizara nebulizaciones— potenció su riesgo porque
contravenían las precauciones de su uso (CNCiv., Sala F, "M., M. A. y otros c. Clorox Argentina SA y, otro s/
daños y perjuicios", 29/04/2014).
(77) Tal lo que sucede, por ejemplo, en caso de daños experimentados por un espectador al caer desde lo alto de
una torre de iluminación a la que había trepado indebidamente o desde un alambrado olímpico, al que se había
montado para ingresar al campo de juego; o por quien participa de una gresca entre barras brava utilizando
armas blancas u otros elementos contundentes, etcétera (PIZARRO, Ramón D., "Tratado de la Responsabilidad
Objetiva", Ed. La Ley, t. II, p. 456).
(78) PIZARRO, ob. cit., p. 456.
(79) Se critica así el fallo que entendió que existió el hecho de la víctima con influencia causal en un caso en
que una botella explotó en la mano de un consumidor. Se arriba a la conclusión de que la botella se le cayó de la
mano al adquirente del producto y no que esta explotó en su mano teniendo en cuenta que fueron hallados restos
de la botella rota sobre el suelo (STIGLITZ, Gabriel, "Responsabilidad civil por riesgo o vicio de productos
elaborados. Botellas que siguen explotando, consumidores cargando culpas", cita online: TR LALEY
AR/DOC/1820/2004).
(80) CNCiv., Sala C, 29/10/1990, LA LEY, 1991-B, 317.
(81) CNCiv., Sala E, "Villalba, Mónica c. Minio, José y otros s/ daños y perjuicios", 30/09/2005.

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