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Título: La responsabilidad internacional del Estado por la violencia familiar. Visión nacional
Autor: Parellada, Carlos A.
Publicado en: RDF 65, 08/07/2014, 67
Cita: TR LALEY AR/DOC/5176/2014
Sumario: I. Introducción.— II. Antecedentes internacionales de responsabilidad del Estado por casos de
violencia doméstica o familiar.— III. El marco normativo nacional del abordaje de los hechos de violencia
familiar.— IV. Las reglas que dificultan la responsabilidad del Estado en torno a los hechos de violencia
familiar.— V. La violencia doméstica y el compromiso de la responsabilidad del Estado.— VI. Las pautas de la
responsabilidad del Estado por el ejercicio del poder de policía de seguridad.— VII. Omisión pura u omisión en
la acción de la actuación estatal.— VIII. La relación de causalidad entre la omisión estatal y el daño.— IX.
Conclusión
(*)

I. Introducción
La violencia —uso irracional de la fuerza—, en cualquiera de sus formas: física, psicológica, sexual,
económica, patrimonial o simbólica, constituye una gran preocupación en la sociedad de nuestros días; ella se
advierte en casi todos los ámbitos: en el social —manifestada en el tránsito, en las escuelas, en el deporte—,
laboral, político, institucional, como un mal de la época que transitamos.
Aún mayor es la inquietud generada por la violencia familiar o doméstica, entendida como la que se sufre en
el ámbito de las relaciones más cercanas —matrimonial, de pareja o post-pareja o parental—, especialmente por
las mujeres, ancianos y niños.
La violencia familiar o doméstica se despliega en un ámbito íntimo, dentro de una esfera reservada de la
pareja o de la familia, sin que —muchas veces— trascienda fuera del ámbito hogareño; por ello, se habla de su
"invisibilidad"(1). Contribuyen, fundamentalmente, a que resulte invisible, las especiales características de las
víctimas de este tipo de violencia, el silencio que dócilmente guardan sobre esa circunstancia de su vida (2), lo
que las lleva finalmente a adaptarse a ese flagelo, por la desesperanza de lograr una vida mejor, por el temor a la
soledad que puede aparejar proclamarla y sufrir las represalias de su agresor. A lo largo del tiempo hay una
disminución de su autoestima que las paraliza, provocando una incapacidad para tomar decisiones que les
permita la reconstrucción de sus vidas. Al vivir inmersas en ámbito de agresión que proviene precisamente de
aquellos que deberían ser quienes las contuvieran y animaran, sufren un bloqueo emocional, caracterizado por la
culpa, que puede llevarlas a la depresión, el suicidio o la formación de parejas a edades prematuras para huir de
la situación que viven. Se trata de una situación objetivamente cruel que impide el desarrollo personal,
repercutiendo en todas las esferas de la vida (3).
Precisamente por esa invisibilidad pueden desarrollarse procesos de agravamiento de la violencia que
concluyen en hechos lamentables, de los que la sociedad toma conocimiento a través de las noticias. El carácter
subrepticio de esas evoluciones determina la importancia de crear la conciencia en sus víctimas de romper el
silencio y hacer conocer a las autoridades la existencia de violencia en las relaciones familiares cuando se
inician, tal como se propone a través de la publicidad oficial e insisten los especialistas en esta temática.
Pero, obviamente, circunstancias de orden cultural y sociológicas (4) obstan a que la denuncia sea una
solución preventiva eficaz de la evolución de lo que llamamos "procesos de violencia familiar", pues la reacción
de las autoridades, en muchos casos, evidencia una apatía que se refleja, a veces, en demora o postergación de la
respuesta estatal. De allí que con frecuencia las inquietudes, periodísticas y de la sociedad en general, ante
hechos con derivaciones graves se inclinen a tratar de establecer si existían antecedentes y se plantean el
interrogante acerca de si el hecho hubiera sido evitable con una mayor prontitud y dedicación en la respuesta de
las autoridades.
Numerosos hechos de ese tipo terminan atentando contra derechos fundamentales de la persona,
especialmente de las mujeres, niños y adolescentes y ancianos, cuyo derechos a la vida, la integridad física, la
libertad personal, etc., resultan afectados, y que, como es sabido, conforman el núcleo inderogable de los
derechos humanos.
Con mayor razón, los múltiples damnificados directos o indirectos de un hecho de violencia familiar se
preguntan si deben aceptar sus daños como consecuencia de la fatalidad o existe una responsabilidad estatal por
la actuación omisiva o defectuosa del Estado. Desde hace ya tiempo, Mosset Iturraspe ha destacado como uno
de los signos de estos tiempos que el hombre esta época no se resigna a los daños como antaño y que busca
incansablemente la reparación.
Las reflexiones que siguen tienden a analizar cuáles son las posibilidades de que esas víctimas —directas o
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indirectas— puedan conseguir el ansiado resarcimiento de los daños provocados por la inacción o demora del
Estado, a la luz de los precedentes internacionales y nacionales.
II. Antecedentes internacionales de responsabilidad del Estado por casos de violencia doméstica o familiar
Los casos que ha tenido oportunidad de tratar la CIDH no son los típicos de violencia familiar sino de
violencia de género. La relación estructural de cuál es la especie y cuál el género se discute, pero lo que parece
indiscutible es que los principios sentados para la violencia de género resultan, generalmente, extensibles a la
familiar.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha tenido oportunidad de señalar que "Aun cuando tales
aspectos de violencia contra la mujer no sean cometidos por agentes estatales, su ocurrencia puede generarle
responsabilidad al Estado cuando éste no instrumenta medidas razonables de prevención, no investiga
debidamente los hechos de violencia o no castiga a los responsables"(5).
Por su parte, la CIDH, en el caso "Caso González y otras ('Campo Algodonero') v. México", trató un caso
que tuvo lugar en la Ciudad Juárez del Departamento de Chihuahua, en el que se produjo en forma sucesiva una
serie de desapariciones de mujeres jóvenes, en un número que calificó de "alarmante"(6), siendo hallados
algunos de sus cadáveres —los de las jóvenes González, Herrera y Ramos, desaparecidas entre el 22 de
setiembre y 29 de octubre de 2001—, el 6 de noviembre de 2001, en un campo algodonero, con signos de
abusos sexuales. El tribunal expresó que la garantía que debe el Estado en relación al respeto de los derechos
humanos consiste en que él se encuentra en el deber jurídico de "prevenir, razonablemente, las violaciones de
los derechos humanos, de investigar seriamente con los medios a su alcance las violaciones que se hayan
cometido dentro del ámbito de su jurisdicción a fin de identificar a los responsables, de imponerles las sanciones
pertinentes y de asegurar a la víctima una adecuada reparación"(7). Lo decisivo es dilucidar "si una determinada
violación (...) ha tenido lugar con el apoyo o la tolerancia del poder público o si éste ha actuado de manera que
la trasgresión se haya cumplido en defecto de toda prevención o impunemente"(8) y (9).
En este ámbito internacional se ha valorado también la situación de "discriminación sistémica" constituida
por "las pautas culturales discriminatorias también persisten en toda la región y mediante los valores del poder
masculino y la subordinación femenina se mantiene una desigualdad sistémica entre los géneros en el plano
sociocultural"(10), circunstancia que no es indiferente a la hora del juzgamiento de la responsabilidad
internacional de los Estados, en la medida en que revele una actitud indiferente ante el flagelo de la violencia
familiar o de género.
III. El marco normativo nacional del abordaje de los hechos de violencia familiar
Por la ley 24.417, se estableció el derecho de toda persona que sufra lesiones o maltrato físico o psíquico por
parte de alguno de los integrantes del grupo familiar a poner en conocimiento de la autoridad tales hechos y
solicitar medidas cautelares adecuadas a su cesación y evitación de su repetición (art. 1º). Pero, además, la
denuncia es obligatoria para los representantes legales de los menores o incapaces, las personas que se
desempeñan en establecimientos asistenciales sociales y educativos, sean públicos o privados, profesionales de
la salud y funcionarios públicos. Se faculta, asimismo, a los propios menores o incapaces a poner en
conocimiento del Ministerio Público los hechos de violencia familiar o doméstica (art. 2º). La jurisprudencia ha
precisado que la obligación de denunciar nace cuando hay elementos legítimos de convicción para "sospechar"
la existencia de violencia doméstica (11).
Recibida la denuncia, debe ser puesta en conocimiento del juez, a fin de que éste requiera un diagnóstico de
interacción familiar por un equipo pericial multidisciplinario para determinar la situación de peligro al cual
puede encontrarse expuesta la víctima, de acuerdo al medio familiar y ambiental en que vive (art. 3º). La ley no
fija un plazo perentorio, pero obviamente tiene que procederse con la razonable premura que exija la situación
que se presenta (12). A este respecto, debe tenerse en cuenta no sólo la norma nacional sino las que integren los
ordenamientos provinciales (13). Tampoco es posible dejar a un lado la circunstancia de que se trata de procesos
urgentes que tienden a evitar la prolongación de una situación conflictiva y prevenir que sobrevengan nuevos
daños. De allí que el art. 4º de la ley faculte al juez "al tomar conocimiento de los hechos motivo de la
denuncia" para adoptar una serie de medidas cautelares o preventivas. Esta facultad, como en general las que se
conceden a la jurisdicción, constituyen deberes de los jueces, que deben ser ejercidas con cautela (14), pero
evitando toda displicencia que frustre la finalidad legal en mérito a la cual se justifica la intervención estatal en
el ámbito familiar. El motivo justificante es la garantía de los derechos fundamentales de la víctima.
Poco después del dictado de la ley 24.417, el Congreso de la Nación ha ratificado la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer —"Convención de Belém do
Pará"— por ley 24.632, y más recientemente la ley 26.485, sancionada el 11/3/2009, establece el procedimiento
destinado a prevención y sanción, ampliando la protección, en especial, para la mujer —la que con mayor
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frecuencia es víctima de los hechos de violencia familiar—. Este cuerpo legal es complementario de la ley
originaria 24.417; en varios aspectos, ratifica y amplía los deberes que el Estado argentino se impone para el
logro de la finalidad a la que se ha comprometido en el orden internacional, que es el aseguramiento de la
erradicación de esa violencia, la intrafamiliar, en sentido amplio (15).
El art. 2º de la mencionada Convención dispone que "se entenderá que violencia contra la mujer incluye la
violencia física, sexual o psicológica... que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera
que ocurra". El art. 7º, incs. b y f, establecen que el Estado se compromete a "actuar con la debida diligencia
para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer" y a "establecer mecanismos judiciales y
administrativos necesarios para asegurar que la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan medidas
de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos".
Por su parte, la ley 26.485, establece que "Esta ley garantiza todos los derechos reconocidos por la
Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer; la Convención sobre los
Derechos de los Niños..., en especial, los referidos a:... c) la integridad física, psicológica, sexual, económica o
patrimonial" (art. 3º) y "se considerará violencia indirecta a los efectos de esta ley, comprendiendo toda
conducta, acción, omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja
con respecto al varón" (art. 4º, segundo párrafo). En el art. 6º se especifica que está comprendida en esta ley la
violencia doméstica contra las mujeres "aquélla ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad reproductiva y el derecho al
pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por grupo familiar el originado en el parentesco por consanguinidad
o por afinidad, el matrimonio, las uniones de hecho y las parejas o noviazgos. Incluye las relaciones vigentes o
finalizadas, no siendo requisito la convivencia".
Otro de los sujetos que con frecuencia sufren la violencia familiar, como ya lo hemos destacado, son las
niñas, niños y adolescentes, quienes también tienen reforzada su tutela legal a través de la Ley de Protección
Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, 26.061, cuyo art. 5º dispone: "Responsabilidad
gubernamental. Los organismos del Estado tienen la responsabilidad indelegable de establecer, controlar y
garantizar el cumplimiento de las políticas públicas con carácter federal. En la formulación y ejecución de
políticas públicas y su prestación, es prioritario para los organismos del Estado mantener siempre presente el
interés superior de las personas sujetos de esta ley y la asignación privilegiada de los recursos públicos que las
garanticen. Toda acción u omisión que se oponga a este principio constituye un acto contrario a los derechos
fundamentales de las niñas, niños y adolescentes. Las políticas públicas de los organismos del Estado deben
garantizar con absoluta prioridad el ejercicio de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. La prioridad
absoluta implica: 1. Protección y auxilio en cualquier circunstancia; 2. Prioridad en la exigibilidad de la
protección jurídica cuando sus derechos colisionen con los intereses de los adultos, de las personas jurídicas
privadas o públicas; 3. Preferencia en la atención, formulación y ejecución de las políticas públicas; 4.
Asignación privilegiada e intangibilidad de los recursos públicos que las garantice; 5. Preferencia de atención en
los servicios esenciales".
De las normas transcriptas puede concluirse sin hesitación que el Estado argentino ha asumido el
compromiso y dictado disposiciones que están destinadas a la evitación de que en su territorio la violencia
familiar se desarrolle y cobre víctimas que sufran la privación de sus derechos fundamentales.
IV. Las reglas que dificultan la responsabilidad del Estado en torno a los hechos de violencia familiar
No obstante lo expresado, existen obstáculos para hacer efectiva la responsabilidad estatal en la materia, que
analizaremos brevemente, que deben ser tenidos en cuenta antes de encarar una acción de daños y perjuicios
para reclamar dicha responsabilidad.
1. La falta de participación de un agente estatal
La primera dificultad que se advierte para hacer efectiva la responsabilidad del Estado en la materia es que,
de acuerdo a la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, "el ejercicio del poder de policía de
seguridad que corresponde (al Estado) no resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un evento en el
que ninguno de sus órganos o dependencias tuvo participación, ya que no parece razonable pretender que su
responsabilidad general en orden a la prevención de delitos pueda llegar a involucrarlas a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de hechos extraños a su intervención directa"(16). Y
bien, normalmente, el evento dañoso que ha afectado la integridad corporal o la vida o la libertad de la víctima
emana de la acción una persona que no es órgano o agente estatal, sino de un integrante de su grupo familiar que
carece de vinculación con el Estado. Si el agresor fuese —a la sazón— un agente de las fuerzas de seguridad y

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hubiese cometido el hecho con el arma provista por el Estado, la resolución del caso se reconduce al ámbito de
la responsabilidad del dueño de la cosa (el arma) o, eventualmente, al de la responsabilidad por el hecho de los
dependientes.
2. La responsabilidad del Estado-dueño
Se trata del supuesto en que la violencia doméstica se lleva a cabo con armas que el Estado le ha entregado a
un agente suyo, normalmente de las fuerzas de seguridad. En torno a la posible responsabilidad en su carácter de
dueño, el Estado podría llegar a ser responsable si la víctima acreditase que ha obrado negligentemente al hacer
entrega o permitir la retención del arma sin efectuar los exámenes psicológicos tendientes a determinar la
personalidad y equilibrio emocional de su agente, sin perjuicio del análisis que en adelante haremos de la
relación de causalidad. Creemos que en esos casos quedan sujetos a responsabilidad prevista en el art. 1109 del
CCiv., en virtud del carácter residual que con frecuencia se ha atribuido a la responsabilidad prevista en el art.
1113, primera parte del segundo párrafo (17). En efecto, la previsión normativa del "daño causado con la cosa"
contemplado en dicha norma no abarca el supuesto en que la cosa obedece pasivamente a la voluntad del sujeto,
sino que presupone su intervención activa, que difícilmente suceda en un supuesto en que la lesión resulte de un
hecho de violencia familiar, ya que la utilización del arma la realiza el sujeto con intención, y la cosa interviene
pasivamente, respondiendo a esa voluntad. En virtud de ello, el damnificado carga con la prueba de que el
Estado ha obrado negligentemente al entregar y/o mantener al agresor en el uso del arma reglamentaria, al no
verificar la habilidad del agente para controlar sus emociones.
En tal sentido, se ha resuelto recientemente que "el Estado es responsable por la falta de adecuada
preparación, control y vigilancia de los agentes que prestan servicio de policía de seguridad. La formación
profesional, la existencia de tratamiento psicológico apropiado para quien desarrolla una tarea riesgosa, la
adecuada remuneración y reconocimiento por su labor, el entrenamiento continuo y la preparación para la
actividad que ejercen, son aspectos que el Estado no puede descuidar..."(18).
3. Responsabilidad del Estado-principal
Respecto de la responsabilidad del Estado en su carácter de principal del agente de seguridad que ha
ocasionado el daño con el arma provista por la fuerza, se arriba a la solución, en principio, a través del análisis
del alcance del art. 1113, primer párrafo, en torno a la relación que debe existir entre la función y el daño. Por
ello, la cuestión se dilucida según la interpretación que se realice de la norma citada y el art. 43 del Código
Civil, al que se recurre por analogía, en especial, a la expresión "en el ejercicio o en ocasión de la función"(19).
La jurisprudencia no ha sido pacífica al respecto. Por un lado, se ha resuelto que no obsta a la
responsabilidad del Estado el hecho de que el agente se encontrase fuera de servicio en el momento del acto
violento, en tanto que "no se habría producido de no haberse suministrado el arma en cuestión"(20), por
entenderse que debe responder por el "mal uso o abuso que hiciere de ella"(21) o cuando el hecho sólo aparece
como posible en la medida en que deriva de las exigencias propia de la función (22), a cuyo efecto resultan
relevantes las normas que imponen la obligación de portar el arma en todo momento (23).
Sin embargo, también se ha resuelto desestimando las demandas de las víctimas contra el Estado, haciendo
mérito de que la discusión entre victimario y víctima no tenía su origen en las funciones que desarrollaba el
primero. En tal sentido, se ha dicho que "El Estado provincial no puede ser responsabilizado de acuerdo a los
arts. 1112 y 1113 del Código Civil ante el daño sufrido por un particular que fue lesionado por un policía con su
arma reglamentaria, pues ella no fue utilizada en circunstancias del servicio policial y se trata de un episodio
que no tiene conexión alguna con las tareas propias de esa función al haber ocurrido en una reunión privada de
amigos y estando aquél fuera de servicio"(24).
4. La responsabilidad del Estado por falta de servicio
La concepción, hoy predominante, de que la responsabilidad del Estado no necesita encontrar su
fundamento en el art. 1113 del CCiv. sobre responsabilidad vicaria, sino que se trata de una responsabilidad
directa, fundada en la falta de servicio, no lleva a una modificación sustancial, y mucho menos unidireccional
—a favor o en contra de la procedencia de las acciones fundadas en tales hechos—, pues la amplitud que se le
otorga al concepto permite concebirlo como un criterio de antijuridicidad (25) o como un factor de atribución
objetivo (26) o como una culpa objetivada (27). En efecto, dentro de tal concepto puede pensarse que es
suficiente para que el daño sea indemnizable por el Estado que se haya ocasionado por causa de la infracción de
éste al ordenamiento jurídico, por la concreción del riesgo que se cierne en la utilización de cosas riesgosas o
por el apartamiento de la conducta debida en las circunstancias en que se desarrolló. Ello parece ser confirmado
por la apreciación en concreto que se impone hacer de la naturaleza del servicio, los medios de que se dispone
para la prestación, el lazo que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño (28).
Recientemente, juzgando la responsabilidad del Estado, se ha decidido que es responsable "en función del
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art. 1112 del Código Civil respecto de los daños y perjuicios causados a raíz del homicidio efectuado por un
agente de la Prefectura Naval Argentina con su arma reglamentaria hacia la madre del accionante —y concubina
del agente— y las heridas provocadas a su hermana, toda vez que está reconocido que el autor del daño era su
dependiente y no se ha negado que el arma utilizada para provocar los hechos descriptos perteneciese a esa
institución naval"(29).
En gran parte, esa variedad de concepciones llevará a diferentes fraccionamientos del hecho dañoso, que
pueden ser más o menos abarcadores, y que —en cierta forma— determinarán que se conciba que el Estado
deba responder o no, según las circunstancias que concurran en el caso concreto. Así, algunos tribunales
entiende que los motivos de la discusión entre victimario y víctima son trascendentes, en tanto que otros se
detienen en la consideración de que el Estado suministró el arma, y no faltan los que valoran la necesidad de
exámenes de equilibrio emocional para entregársela al autor.
5. ¿Responsabilidad del Estado garante?
Fuera de los casos en los el arma es propiedad del Estado o el agresor es un agente estatal, se plantea el
interrogante de si el carácter de garante que ha asumido el Estado de los derechos fundamentales no lo obliga a
hacerse cargo de los daños que se ha comprometido prevenir y sancionar. Ello lleva a examinar el alcance de tal
garantía a la luz de la jurisprudencia de los tribunales internacionales, en especial, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
6. Falta de participación de agentes o cosas del Estado
Los casos más problemáticos son aquellos en los que no hay intervención azarosa de un agente estatal en el
hecho de violencia familiar o no se produce con armas suministradas por el Estado, sino que —en principio— el
ente estatal aparece ajeno a la ocurrencia del hecho violento dañoso, dado que la lesión sufrida por la víctima es
la consecuencia de la acción de un tercero. En tales casos, técnicamente, autor del hecho es el tercero y,
consecuentemente, parece estar en juego la responsabilidad que surge del ejercicio o la falta de ejercicio del
poder de policía de seguridad. En el análisis de la viabilidad de la pretensión de los damnificados contra el
Estado, ha de transitar por las pautas relativas a la responsabilidad del Estado en cuanto garante de la
indemnidad o seguridad, o sea, la que proviene de la actividad o la inactividad de los agentes estatales, que, sin
haber intervenido en el evento dañoso, lo han hecho posible por haber omitido la prevención o sanción de
conflictos familiares que anteceden al episodio dañoso. Se trata de la responsabilidad por el ejercicio o
defectuoso —cualitativa o temporalmente— del ejercicio del poder de policía de seguridad.
V. La violencia doméstica y el compromiso de la responsabilidad del Estado
La impunidad proveniente de la falta de investigación de los hechos de violencia doméstica o familiar y la
tolerancia de tales hechos, sin lugar a dudas, comprometen la responsabilidad internacional del Estado. En tal
sentido se ha pronunciado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la causa "Maia Fernández,
María da Penha v. Brasil"(30), que fuera antecedente determinante de la ley 11.340 de la República Federativa
de Brasil, y la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo ha hecho en "Caso González y otras ('Campo
Algodonero') v. México"(31).
El primero es un caso típico de violencia familiar, en el que la Sra. María da Penha Maia Fernandes fue
víctima en su domicilio en Fortaleza, Estado de Ceará, de una tentativa de homicidio por parte de su entonces
esposo, el señor Marco Antônio Heredia Viveiros, quien le disparó con un revólver mientras ella dormía,
culminando una serie de agresiones durante su vida matrimonial. A resultas de esta agresión, la víctima resultó
con graves heridas y tuvo que ser sometida a varias intervenciones quirúrgicas, operaciones que no pudieron
evitar que quedara con una paraplejia irreversible, además, de otros traumas físicos y psicológicos. La Comisión
intervino en ese caso dando recomendaciones que fueron acatadas por el Estado, dando como resultado el
dictado de la ley antes mencionada.
Tales decisiones son ilustrativas de cuáles son los deberes que debe cumplir el Estado para evitar la
responsabilidad internacional en relación a los supuestos de prevención de la violencia de género, pero sus
conclusiones son trasladables a la violencia familiar o doméstica, teniendo en cuenta que son análogas y que la
violencia doméstica es más comprensiva, en tanto afecta no sólo a las mujeres, sino también a niños y ancianos,
y que esos conjuntos tienen en común su carácter de vulnerables.
Ello así, en el capítulo siguiente analizaremos comparativamente los principios seguidos por nuestros
tribunales y las instancias internacionales, intercalando en nuestro discurso unos y otros.
VI. Las pautas de la responsabilidad del Estado por el ejercicio del poder de policía de seguridad
La premisa mayor del razonamiento tendiente o, si se quiere, el principio en la materia es que la existencia
de un poder de policía o servicio público de seguridad que no se haya ejercido o no haya actuado,
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respectivamente, evitando que el daño se produjera, es insuficiente para fundar la pretensión resarcitoria. Ello
aparece claro cuando el Estado no ha tenido noticia alguna de la existencia de una situación de violencia en una
familia, porque el deber de prevenir los actos de violencia familiar no lo pueden convertir en responsable de
todos y cada uno de los hechos de los que deriven daños que encuentren esa causa.
Cabe destacarse que la premisa es compartida por la CIDH, que ha sostenido: "que un Estado no puede ser
responsable por cualquier violación de derechos humanos cometida entre particulares dentro de su jurisdicción.
En efecto, las obligaciones convencionales de garantía a cargo de los Estados no implican una responsabilidad
ilimitada de los Estados frente a cualquier acto o hecho de particulares, pues sus deberes de adoptar medidas de
prevención y protección de los particulares en sus relaciones entre sí se encuentran condicionados al
conocimiento de una situación de riesgo real e inmediato para un individuo o grupo de individuos determinado
y a las posibilidades razonables de prevenir o evitar ese riesgo. Es decir, aunque un acto u omisión de un
particular tenga como consecuencia jurídica la violación de determinados derechos humanos de otro particular,
aquél no es automáticamente atribuible al Estado, pues debe atenderse a las circunstancias particulares del caso
y a la concreción de dichas obligaciones de garantía"(32).
Esa regla es coincidente con la sentada en el orden nacional en el caso "Mosca", en el que la Corte Suprema
de la Nación dijo: "el servicio de seguridad no está legalmente definido de modo expreso y determinado, y
mucho menos se identifica con una garantía absoluta de que los ciudadanos no sufran perjuicio alguno derivado
de la acción de terceros. Consagrar una regla de este tipo es una decisión que el legislador no ha tomado, y que
no registra antecedentes en el derecho comparado. Por lo demás, sería irrazonable que el Estado sea obligado a
que ningún habitante sufra daños de ningún tipo, porque ello requeriría una previsión extrema que sería no sólo
insoportablemente costosa para la comunidad, sino que haría que se lesionaran severamente las libertades de los
mismos ciudadanos a proteger. Como conclusión, no puede afirmarse... que exista un deber de evitar todo daño,
sino en la medida de una protección compatible con la tutela de las libertades y la disposición de medios
razonable".
La Corte nacional ha considerado relevante diferenciar acciones y omisiones. En orden a las omisiones,
vuelve a distinguirse: tratándose de omisiones es necesario determinar si ha omitido una actuación que le viene
impuesta por una regla de derecho que coloca en su cabeza el deber de actuar en forma expresa y determinada.
En numerosos casos, en los que media incumplimiento de la actuación que imponen las leyes 24.437, 26.061 y
26.485, se encuentra que el servicio falló, la responsabilidad del Estado queda comprometida en la medida en
que se reúnan los requisitos comunes de la responsabilidad civil. Así, si en conocimiento o sospecha de la
situación el funcionario público no ha procedido a efectuar la denuncia, o los tribunales no han impreso el
procedimiento reglado por la ley o cuando los auxiliares de la justicia no han observado celeridad en el
cumplimiento de las órdenes recibidas.
En cambio, si la omisión se relaciona sólo con un mandato jurídico indeterminado, la responsabilidad estatal
debe ser sometida a un "juicio estricto y basado en la ponderación de los bienes jurídicos protegidos", teniendo
en cuenta los efectos que produciría la generalización de la solución.
De allí que no pueda concluirse que sólo por tratarse de un supuesto en que se ha omitido una actuación
tendiente al logro de un mandato general e indeterminado la responsabilidad del Estado esté excluida. En estos
casos, la responsabilidad no está totalmente excluida como posible, sino subordinada a ese juicio estricto que
pondere los bienes jurídicos comprometidos y las consecuencias de la decisión que retenga o desestime la
responsabilidad.
Juicio estricto significa que hay que apreciar cuidadosamente las circunstancias del caso para no retener la
responsabilidad estatal sino en los casos en que verdaderamente haya existido una falta de diligencia que
desnaturalice o contradiga el mandato general e indeterminado o desconsidere un valor preponderante de
acuerdo al bien jurídico que se pretenda resguardar. No puede pretenderse que el Estado esté obligado más allá
de las posibilidades que ofrece su organización y recursos, en tanto ésta sea adecuada para los daños que se
presentan como previsibles (33). Si esa organización no fuere adecuada para prevenir daños previsibles, podrá
considerarse que ha habido una falta de servicio, aunque el mandato sea indeterminado, sin dejar de considerar
las consecuencias de la decisión que se adopte. Cuando los daños han resultado a bienes de valor preponderante
—como los que son objeto de derechos fundamentales—, el rigor del juicio, sin dejar de ser estricto, puede
disminuir (34).
El criterio plasmado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el considerando 6 del voto
mayoritario del caso "Mosca" expresa que en orden a las omisiones: "corresponde distinguir entre los casos de
omisiones a mandatos expresos y determinados en una regla de derecho, en los que puede identificarse una clara
falta del servicio, de aquellos otros casos en los que el Estado está obligado a cumplir una serie de objetivos

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fijados por la ley sólo de un modo general e indeterminado, como propósitos a lograr en la mejor medida
posible. La determinación de la responsabilidad civil del Estado por omisión de mandatos jurídicos
indeterminados debe ser motivo de un juicio estricto y basado en la ponderación de los bienes jurídicos
protegidos y las consecuencias generalizables de la decisión a tomar".
Ha de advertirse que, según la expresión del tribunal, puede existir una excepción a la regla de la no
responsabilidad en los casos de omisiones a mandatos indeterminados, siempre que la ponderación de los bienes
jurídicos protegidos lo impongan por su valor preponderante y las consecuencias generalizables de la decisión
no lo obstaculicen, de modo tal que llegue a infringirse la regla general. Corresponde destacar que el bien
jurídico protegido por el que se instituye el deber de prevenir, investigar y sancionar la violencia familiar
—especialmente la que afecta a las mujeres y los niños en sus derechos a la vida, integridad corporal y
libertad— está estrechamente ligado a la dignidad del ser humano y que, por ello, reviste un valor
preponderante.
En el orden internacional, la Corte Interamericana ha especificado los requisitos para que pueda considerarse
incumplido un "deber de prevención razonable" que, en principio, reviste el carácter de mandato indeterminado,
y se genere la responsabilidad. Ellos son: 1) el "conocimiento de una situación de riesgo real e inmediato"; 2)
que dicho riesgo se cierna sobre "un individuo o grupo de individuos determinado" respecto del cual pueda
ejercerse el deber de prevención, y 3) que existan "posibilidades razonables de prevenir o evitar ese riesgo".
Esos conceptos fueron acotados para referirse al "riesgo real e inmediato" en los casos "Ríos y otros v.
Venezuela"(35) y "Perozo y otros v. Venezuela"(36).
VII. Omisión pura u omisión en la acción de la actuación estatal
Nos parece de fundamental importancia distinguir la omisión pura y la omisión en la acción. La regla
relativa a la "omisión pura" —por no haber prevenido— es que para que se comprometa la responsabilidad
estatal debe existir el mandato expreso o tácito determinado de actuación. En los supuestos en que exista un
mandato indeterminado —el de la prevención en general— se aplicará el juicio estricto al que nos hemos
referido supra.
En cambio, cuando se trata de "omisión en la acción", como ocurre cuando hay denuncia de hechos de
violencia en una familia determinada y la administración o la jurisdicción está interviniendo en el conflicto, el
carácter determinado o indeterminado que le imponga la actuación al Estado es indiferente. Allí el juzgamiento
será el de la diligencia debida que ha puesto el Estado para obrar conforme lo impone la ley, mediante la
prevención o, en su caso, la investigación del hecho a los fines de su sanción.
Cabe recordar que la Corte Nacional ha entendido que "la obligación del servicio de seguridad se satisface
con haber aplicado la diligencia debida y la previsión adecuadas a las circunstancias de tiempo y lugar"(37). Ello
así, en aquellos casos de violencia familiar en que las autoridades judiciales o administrativas en conocimiento
de la situación no hayan actuado con la diligencia debida, adecuada a las circunstancias del caso, el Estado debe
responder.
En tal sentido, aparece claro que casos como el resuelto por la Corte Suprema de Justicia de Salta, en el que
un agente de la policía de seguridad había omitido otorgarle la prioridad que la ley establece a los trámites
tendientes a que el asesor de menores tome conocimiento de la situación y pudiera solicitar las medidas
cautelares o preventivas prescriptas por la ley (38). En el caso que diera motivo a las actuaciones no puede
hablarse de una omisión pura del Estado o de un deber indeterminado de prevenir, sino propiamente de una
omisión en la acción y, consecuentemente, no se trata del supuesto fáctico que convoca la aplicación del art.
1074 del Código Civil, ni una omisión de ejercer el poder de policía como mandato indeterminado, sino lisa y
llanamente de la falta de diligencia debida en la actuación que se está llevando a cabo en un procedimiento
tendiente a que la defensoría o asesoría de menores tome conocimiento de una situación de violencia familiar
que —finalmente— resultó terriblemente dañosa, al perderse tres vidas humanas.
A la luz del criterio de que la responsabilidad del Estado es directa, no cabe distinguir la actividad de cada
uno de sus departamentos o agentes, sino que debe considerarse que todo ente estatal conforma el Estado y que
la actividad de todos ellos conforma una acción única que le es atribuible. Por ello puede sostenerse válidamente
que si el Estado, a través de sus agentes, conoce la situación de riesgo a través de su intervención en el conflicto
familiar, que ella se cierne sobre personas determinadas y le es razonablemente posible evitar la actualización
del riesgo mediante una actuación diligente, se encuentra obligado a aplicar la diligencia debida para hacerlo. Si
no lo hace, no se trata de una omisión pura, sino de una omisión en la acción única que se ha iniciado con el
conocimiento del conflicto y riesgo y el grupo amenazado por la contingencia previsible del daño.
Cabe destacar que la regla sentada por la CIDH para considerar los casos en que existe un "deber razonable
de prevención" termina reconduciendo los supuestos a casos de "omisión en la acción" al requerirse el
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conocimiento de la situación de riesgo y el grupo de personas determinada sobre los cuales se cierne, lo que es
razonable.
VIII. La relación de causalidad entre la omisión estatal y el daño
El ámbito de mayor discusión de los casos en que existen omisiones —sean en la acción o puras— es el de
la relación de causalidad, pues difícilmente pueda concluirse asertivamente que de una omisión pura o de la no
adopción de las medidas que exigía la diligencia debida se sigue "según el curso natural y ordinario de las
cosas" un determinado resultado dañoso (39).
Sin embargo, ha de advertirse que la CIDH, a los fines de establecer la responsabilidad internacional del
Estado, no habla de causalidad adecuada, sino de causalidad directa (40), y que la Corte Suprema de la Nación
ha adoptado esa misma terminología (41). Es difícil establecer si esas diversas terminologías reflejan
concepciones distintas de la causalidad, pero lo cierto es que existe un corrimiento del juicio absolutamente
teórico hacia un juicio más flexible que permita hacer coincidir la imputación que hace el sentido común con la
imputación estrictamente jurídica. Esa mayor flexibilidad se refleja en el juicio de la aptitud de las medidas que
podrían haberse adoptado para la evitar que el riesgo de daño se actualice, que contempla la probabilidad más
que la regularidad causal. El juicio se formula sobre la posibilidad de que la medida hubiera sido apta para
evitar la producción del daño.
Algunos casos jurisprudenciales muestran que los tribunales nacionales han sido flexibles al entender la
adecuación de la causa más allá de las construcciones teóricas de la causalidad. En efecto, si nos atenemos a la
teoría, la causa es la condición de la cual se sigue regularmente el efecto, según el curso natural y ordinario de
las cosas. Y en tal sentido, podría sostenerse que de la demora en dar una vista al asesor de menores, lo que
ocurriera en el caso de Salta (42) al que nos hemos referido supra, no se siguen "según el curso natural y
ordinario de las cosas" tres homicidios. Sin embargo, en el ámbito fáctico de la causalidad no se duda de que la
demora posibilitó el hecho, que era previsible —en abstracto— de acuerdo a las circunstancias objetivas del
conflicto y evitable mediante la actuación diligente prescripta por ley.
En sintonía con ese criterio, recordamos el caso en que se sostuvo: "en cuanto a la relación de causalidad
entre la conducta de R. (agresor) y la suerte de P. (víctima), ninguna duda cabe que, cualquiera fuese el estado
de salud física y mental del último, la aludida agresión desencadenó en poco tiempo el deceso de la víctima, por
lo que... debe considerarse causa eficiente o adecuada del resultado. Y la omisión en que incurriera C... quien
pudiendo interrumpir aquella relación de causalidad no lo hizo faltando a su obligación impuesta por la ley (art.
1074, CCiv.), adquiere el carácter de concausa"(43). Se trataba de un caso en que R. y P. eran dos insanos
(posiblemente con demencias seniles) que, pese a que existían antecedentes de agresión —el mismo día—, no
fueron separados de sala, ni aislaron ni sedaron al agresor, quien volvió a golpear a P., provocándole una
hemorragia nasal que le fue detenida, pero sin someterlo a un más prolijo examen y tratamiento por el médico
de guardia, Dr. C., lo que determinó que falleciera al poco tiempo.
Al resolverse el caso de un niño que se ahoga en un lago que explotaba el Estado Nacional, al que puede
accederse desde un hotel en el que se alojaba una delegación —bajo la organización de la Secretaría de
Turismo—, se valoró la inexistencia de carteles indicadores del peligro y la omisión de vigilancia, estimando
que la colocación de un cartel de advertencia o la disposición de un guía, asistente o cuidador en el lugar,
hubiera evitado el enorme daño causado con la pérdida de la vida de un menor de edad. Al no haberlo hecho, se
juzgó que el Estado Nacional había incurrido en un grave incumplimiento del deber de seguridad, ya que no
empleó los medios razonables para el cumplimiento regular del servicio (44).
Más recientemente, en el caso de un cadete del Liceo Militar que se suicidó, aparentemente, como
consecuencia de los problemas de convivencia que tenía con sus compañeros, la Corte, para responsabilizar al
Estado, valoró que las autoridades del establecimiento escolar estaban en conocimiento de la situación, pues
había habido una reunión con los padres para tratar la cuestión y había omitido tomar las medidas diligentes
para garantizar la seguridad y el bienestar físico y emocional (45).
IX. Conclusión
El análisis efectuado demuestra que existe una coincidencia entre las pautas fijadas en el orden internacional
y las tendencias que exhibe la jurisprudencia nacional en orden al compromiso de la responsabilidad del Estado
por las consecuencias de los hechos de violencia familiar en los que ha tomado intervención a través de sus
agentes. Por supuesto, contar con estos elementos resulta básico, pero no suple la sensibilidad que deben tener
los operadores jurídicos frente a los casos concretos, que es lo que es esperable que se despierte, para lo cual se
requiere un marcado retroceso de la "situación discriminatoria" que aún exhibe nuestro país.
No se trata de una garantía absoluta por la que toda víctima de este tipo de hechos pueda reclamar los daños

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sufridos, sino de una apreciación realista, cuidadosa y sensible de las circunstancias del caso que pondere la
falta de diligencia de los agentes estatales para la prevención de hechos previsibles, cuando ellos están en
conocimiento de la situación y deben tomarse medidas de protección de las personas determinadas amenazadas,
con la celeridad que exhibe el conflicto.
(*) Abogado. Profesor Titular de la Cátedra de Derecho Civil II (Obligaciones), Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Cuyo. Integrante estable del Cuerpo de Profesores de la Carrera de Especialización en
Daños de la Universidad Nacional del Litoral.
(1) Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, "Informe sobre seguridad ciudadana y
derechos humanos", nro. 84. Juzg. Inst. 1ª Instancia, 2ª. Circ. Orán, 15/8/2012, "A., S. s/les. gravísimas,
amenaza y priv. ileg. libertad", LL Online AR/JUR/40763/2012.
(2) Amor, Pedro J., y Bohórquez, Isaura A., "Mujeres víctimas de maltrato doméstico", nro. 1, en
www.fundacionfive.com/wp-content/uploads/Formacion13e.pdf.
(3) Puede ampliarse en numerosos estudios especializados en el tema. Uno de ellos disponible en
www.redalyc.org/articulo.oa?id=16721102, Patró Hernández, Rosa y Limiñana Gras, Rosa M.,, "Víctimas de
violencia familiar: consecuencias psicológicas en hijos de mujeres maltratadas", Anales de Psilocología (Univ.
de Murcia, España), vol. 21, nro. 1, junio 2005, ps. 11 y ss. La doctrina ha destacado estas circunstancias que
trascienden en las estrategias defensivas en el ámbito penal respecto de los hechos reactivos de las víctimas de
la violencia familiar. Al respecto, véase Rodrigo, Fernando M., "Estrategias de defensa para mujeres que
responden a las agresiones de sus maltratadores", LL 2013-C-771, y LLOnline AR/DOC/1917/3013; Sbdar,
Claudia B., "Interpretación de los hechos en la violencia de género", LL 2013-E-874; Puricelli, José Luis,
"Violencia de género y legítima defensa", DJ del 3/10/2012, p. 24.
(4) Puricelli, José Luis, "Violencia de género. Reflexiones sociológicas y jurídicas", DJ del 16/10/2013, p.
13. El autor recuerda la intervención del Prof. Giorgio Sancroce en la que se destacó el modo en que se vive el
problema como una "cuestión del otro".
(5) Comisión IDH, "Segundo Informe sobre la situación de los derechos humanos en Perú", nro. 18, en
www.cidh.oas.org/women/capitulo7.htm.
(6) CIDH, 16/11/2009, cit. en el texto, párr. 121, en
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf.
(7) CIDH, 26/7/1988, "Velásquez Rodríguez v. Honduras", párr. 174, en
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_04_esp.pdf.
(8) CIDH, s22/9/2009, "Anzualdo Castro v. Perú", en
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_202_esp.pdf.
(9) CIDH, 16/11/2009, "González y otras ('Campo Algodonero') v. México", párr. 236, en
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf.
(10) Recomendación general 19 del Comité CEDAW.
(11) Medina, Graciela y González Magaña, Ignacio, "Ley 24.417 de Protección contra la violencia
doméstica", en Violencia de género y violencia doméstica, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2013, p. 333, nro. 1.2 de
la glosa al art. 3º.
(12) Medina, Graciela y González Magaña, Ignacio, "Ley 24.417...",·cit., p. 331, nro. 1.2 de la glosa al art.
3º; Ubertone, Carolina L. y Ridolfi, V., en Kemelmajer de Carlucci, Aída (dir.), Protección contra la violencia
familiar. Ley 24.417, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2007, ps. 108 y ss., nro. 8 de la glosa al art. 3º.
(13) Precisamente, la necesidad de tener en cuenta las normas provinciales, es lo que ha determinado a la
Corte Nacional a decidir que, tratándose de demandas indemnizatorias dirigidas contra las provincias, se
excluye su competencia originaria.
(14) Medina, Graciela y González Magaña, Ignacio "Ley 24.417...", cit., p. 349, nro. 1.3 de la glosa al art.
4º. En especial, esa cautela consiste en discernir los supuestos en que verdaderamente existe una situación de
violencia familiar o doméstica de los casos en que se utiliza la denuncia a los fines de lograr una exclusión del
hogar rápida. Precisamente, a tal fin contribuye el informe del art. 3º.
(15) Medina, Graciela y González Magaña, Ignacio "Ley 24.417...", cit., p. 293, nro. 2 de la glosa al art. 1º,
al destacar que la ley 26.485 comprende las relaciones de noviazgo y es innecesaria la convivencia con el autor
de los actos violentos.
(16) Corte Sup., 23/12/2004, "Rosales, Paulo V. y otros v. Provincia de Buenos Aires y otros", LLOnline

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AR/JUR/13729/2004.
(17) Kemelmajer de Carlucci, Aída y Parellada, Carlos, en Mosset Iturraspe, J. (dir.) y Kemelmajer de
Carlucci, A., Responsabilidad civil, Hammurabi, Buenos Aires, 1992, ps. 390/391, nro. 169.
(18) Sup. Trib. Just. Neuquén, 28/10/2013, "C., A. O. v. Provincia del Neuquén s/acción procesal
administrativa", RCyS 2013-XII-195 y AR/JUR/69127/2013, considerando XVI del voto del Dr. Kohon; Sup.
Corte Just. Mendoza, sala 1ª, 16/4/2003, "Solavallol, Tomás Á. v. Provincia de Mendoza", LLGran Cuyo 2003,
p. 708
(19) Andrada, Alejandro D., "Responsabilidad del Estado y del agente policial por los daños causados con
el arma reglamentaria", LL 2011-C-391 y LLOnline AR/DOC/1646/2011, comentario al caso "Baeza, Silvia O.
v. Provincia de Buenos Aires y ots.". Análisis que efectúa el actor de los casos en que el agente actúa fuera de
servicio, en el cap. V. Pizarro, Ramón D., "Responsabilidad patrimonial del Estado por daños causados por
agentes policiales con el arma reglamentaria. Con particular referencia a la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación y del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba", LLC 2010 (agosto), p. 725 y LLOnline
AR/DOC/5417/2010. Correa, José Luis, "Responsabilidad del Estado por disparo de arma de fuego de personal
policial", LL 2005-A-1487.
(20) Corte Sup., 27/9/1994, "Furnier, Patricia M. v. Provincia de Buenos Aires", LL 1996-C-557, con nota
de Galdós, Jorge M., "La relación de dependencia y la responsabilidad del Estado, como principal, por el hecho
del policía".
(21) Sup. Trib. Just. Neuquén, 28/10/2013, "C., A. O. v. Provincia del Neuquén s/acción procesal
administrativa", RCyS 2013-XII-195 y AR/JUR/69127/2013.
(22) Corte Sup., 31/8/1999, "Izaurralde, Roque R. v. Buenos Aires, Provincia de y otro", Fallos 322:2002 y
LLOnline AR/JUR/5201/1999, especialmente considerando 11.
(23) C. Civ. Com. y Minas Viedma, f14/2/2013, "Chazarreta, Gustavo D. v. Provincia de Río Negro
s/ordinario", LLOnline AR/JUR/3350/2013; Sup. Corte Just. Mendoza, sala 1ª, 8/10/2003, "D'Ulivo, Susana v.
Ortiz Alvarado, Félix y otro", LLGran Cuyo 2004, p. 190.
(24) Sup. Trib. Just. Santiago del Estero, sala Civ. y Com., noviembre de 2011, "Pallares, Rubén H. v.
Superior Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero s/daños y perjuicios - casación civil", LLNOA 2012
(abril), p.286, y LLOnline AR/JUR/77623/2011; con nota aprobatoria de Abbas, Ana, "Responsabilidad del
Estado por el accionar de sus dependientes", LLNOA 2012 (mayo), p. 367, y LLOnline AR/DOC/2081/2012; en
sentido concordante, C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 1ª, 30/7/º991, LL 1993-B-24, con nota aprobatoria de
Lupetti, Gustavo P., "Una correcta limitación a la responsabilidad del Estado".
(25) Despacho b) de la cuarta conclusión de lege lata de la Comisión nro. 3 de las XXIV Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Buenos Aires, 2013), siguiendo el criterio expuesto en la ponencia del Dr.
Leandro Vergara. No resulta lejana a esta consideración la caracterización de la falta de servicio como el
incumplimiento de las leyes —en sentido material— que regulan el servicio o la violación o anormalidad frente
a las obligaciones del servicio regular.
(26) Véase Trigo Represas, Félix A. "Nuevamente sobre la responsabilidad objetiva del Estado por 'falta de
servicio'", RCyS 2011-VII-49.
(27) Véase Pizarro, Ramón D., Responsabilidad del Estado y del funcionario público, t. I, Astrea, Buenos
Aires, 2013, ps. 273 y ss., apart. E del cap. V, donde se formula un profundo análisis de cada una de esas
concepciones.
(28) Corte Sup., Fallos 321:1124; Prevot, Juan M., "La Corte consolida la responsabilidad objetiva por falta
de servicio", LL 2012-C-396, anotando el fallo "Baeza, Silvia O.", en el que se trataba de una detonación
accidental, que no se había acreditado que fuera consecuencia del hecho de un tercero por el cual el Estado no
debía responder y en el que se reprocha una culpa al agente interviniente al no haberse colocado el seguro del
arma. El fallo fue también anotado por Trigo Represas, Félix A., "Nuevamente...", cit.
(29) C. Nac. Cont. adm. Fed., sala 4ª, 29/3/2012, "López, Luis A. y otros v. E.N. - PNA s/daños y
perjuicios", RCyS 2012-XI-74, con nota aprobatoria de Mac Donald, Andrea F., "Violencia de género y
responsabilidad estatal", LLOnline AR/JUR/20202/2012.
(30) Comisión IDH, 16/4/2001, cit. en el texto, LLOnline AR/JUR/6818/2001.
(31) CIDH, 16/11/2009, cit. en el texto, LLOnline AR/JUR/77909/2009.
(32) CIDH, 16/11/2009, "Caso González y otras ('Campo Algodonero') v. México", LLOnline
AR/JUR/77909/2009, párrafo 280, y voto ampliatorio del Dr. Diego García-Sayan; conf. CIDH, 31/1/2006,
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"Caso de la Masacre de Pueblo Bello v. Colombia", párr. 123.


(33) Sup. Corte Just. Mendoza, 4/4/1989, "Torres, Francisco v. Provincia de Mendoza", LL 1989-C-514; DJ
1990-1-191 y LLOnline AR/JUR/2315/1989. El criterios expuesto en el texto llevó a rechazar la demanda, pero
hay que tener presente que en el caso los bienes jurídicos cuya protección se perseguía eran patrimoniales, que
no ostentan la preponderancia de los extrapatrimoniales.
(34) La consideración del carácter de excepción en juzgamiento de los hechos de violencia familiar ha dado
lugar a que la Corte Suprema de Justicia decidiera que "A efectos de la admisibilidad formal del recurso de
hecho interpuesto contra la suspensión del juicio a prueba dispuesto en favor de un imputado por hechos de
violencia contra la mujer, corresponde ejercer la excepción contenida en el art. 11 del Reglamento aprobado por
la acordada 4/2007". (Corte Sup., 3/4/2013, "Góngora, Gabriel A. s/causa nro. 14092", 23/4/2013, LLOnline
AR/JUR/9194/2013).
(35) CIDH, 28/1/2009, "Caso Ríos y otros v. Venezuela",
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_194_esp.pdf, párr. 110; en este caso, y en el citado en la nota
siguiente, se sienta la regla general de la no responsabilidad por cualquier violación de derechos humanos
cometida por terceros, pero se reconoce que pueden existir excepciones en las que puede surgir la
responsabilidad si se atiende "a las circunstancias particulares del caso y a la concreción de dichas obligaciones
de garantía, considerando la previsibilidad de un riesgo real e inmediato".
(36) CIDH, 28/1/2009, "Caso Perozo y otros v. Venezuela",
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_195_esp.pdf; párr. 121.
(37) Corte Sup., 28/6/2005, R. 421. XXXIII, "Ramos, Graciela P. v. Córdoba, Provincia de".
(38) Corte Just. Salta, 16/9/2013, "Z., C. R. s/recurso de casación", LLNOA 2013(diciembre), p. 1265;
LLNOA 2014 (febrero), p. 24; ED, Supl. del 13/2/2014, p. 7, y LLOnline AR/JUR/57372/2013.
(39) Nos hemos ocupado del tema en "Causalidad y actos omisivos (o conducta inerte)", Revista de
Derecho de Daños, 2003-2-103, especialmente en el cap. VI, concluyendo que el juzgamiento de la relación
causal reposa en el mismo orden natural y ordinario de las cosas y la previsibilidad de la conexión con otro
hecho debe ser juzgada in abstracto, y que sirve para juzgar tanto las consecuencias de las acciones positivas
como las omisiones, sean puras o en la acción.
(40) CIDH, 24/2/2011, "Gelman v. Uruguay" en
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_221_esp1.pdf, especialmente párr. 133; CIDH, 23/11/2011,
"Rodillo Pacheco" en www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_209_esp.pdf, especialmente párr. 161.
(41) Corte Sup., 31/8/2010, "Bea, Héctor y ot. v. Estado Nacional - Secretaría de Turismo", Fallos
333:1623; Corte Sup., 29/5/2006, "Cohen, Eliazar v. Provincia de Río Negro y ots. s/daños y perjuicios", Fallos
329:2068.
(42) Ver nota 38.
(43) C. Nac. Civ., sala E, 9/8/1983, "P., L. S. v. Clínica Geriátrica Amenábar y ots.", LL 1984-B-145; JA
1984-II-48 y ED 107-43.
(44) Corte Sup., 31/8/2010, "Bea, Héctor y ot. v. Estado Nacional - Secretaría de Turismo", Fallos
333:1623.
(45) Corte Sup., 20/12/2011, "N. R. I. y ot. v. Estado Nacional - Ministerio de Defensa", Fallos 334:1848;
LL Supl. Adm. 2012 (febrero), p. 64; DJ del 22/2/2012, p. 38; RCyS 2012-III-249; LL 2012-A-435; RCyS
2012-VI-74, con nota de Pablo Daniel Rodríguez Salto.

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