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Título: Responsabilidad penal del medico. Expedición de certificado médico falso


Autores: Caramuti, Carlos Santiago - Repetto, Agustín José
Publicado en:
Cita: TR LALEY 0003/1001522-1
SUMARIO:
I. INTRODUCCION.- II. CARACTERIZACION DEL DELITO.- III. FORMAS DE COMISION.- IV. EL
PERJUICIO.- V. USO DEL CERTIFICADO. PARTICIPACION DEL MEDICO EN OTROS DELITOS
RESULTANTES.- VI. LA PENA.- VII. UNA ACLARACION NECESARIA.- VIII. CONCLUSIONES
I. INTRODUCCION
El Código Penal contiene numerosas figuras delictivas cuya consumación puede realizar un médico en su
carácter de tal, razón por la cual se encuentran comprendidas dentro del tema: Responsabilidad Penal del
Médico cuyo creciente interés motivó su oportuna inclusión dentro del temario de las V Jornadas Científicas de
la Magistratura Argentina.
Dentro de estos delitos, los hay culposos y dolosos, que pueden ser cometidos no sólo por el médico sino
por un particular, o sólo por aquél.
Es objeto de este trabajo el estudio de un delito doloso, que sólo puede ser cometido por médico diplomado:
la expedición de certificado médico falso (CPen. art. 295 ).
Nos proponemos realizar un análisis dogmático del tipo en cuestión y al constatar una doble insuficiencia
del mismo en cuanto a los casos comprendidos y a la pena aplicable, sugerir algunas reformas de su texto,
tendientes a lograr una más adecuada respuesta penal.
El delito que aquí tratamos se encuentra previsto en el art. 295 CPen., el cual se sitúa en el capítulo:
"Falsificación de documentos en general", bajo el título: "Delitos contra la fe pública", la cual resulta así ser el
bien jurídico protegido.
Como nos lo recuerda el maestro Soler (1), la disposición proviene (salvo la parte final del primer párrafo),
del Proyecto de 1891, que a su vez reconoce como fuentes a los códigos holandés (art. 228), italiano (289),
húngaro (408), español (323), uruguayo (249), belga (204), alemán (278), chileno (202) (2).
II. CARACTERIZACION DEL DELITO
La acción consiste en dar por escrito un certificado atestando falsamente la existencia o inexistencia
(presente o pasada) de alguna enfermedad o lesión.
Se trata en consecuencia de un supuesto de falsedad ideológica, toda vez que el documento en su
materialidad es auténtico (lo mentido -en el decir de Fontán Balestra- es lo que se certifica) (3).
El documento expedido se trata de un instrumento privado, significando ello que estamos en presencia de
una excepción al principio de que la falsedad ideológica sólo puede cometerse en instrumento público. Es esto
lo que motivó la necesidad de previsión específica del delito bajo estudio, ya que los supuestos de falsedad
material son aprehendidos por el art. 292 .
Se trata de un delito doloso de los llamados propios o especiales (4) que requieren una determinada calidad
en el sujeto activo: debe ser médico diplomado.
Como consecuencia de lo primero (su carácter doloso), tanto el error de diagnóstico, como la negligencia
culpable quedan excluidos como supuestos posibles de la figura.
Corolario de lo segundo es que si la acción es llevada a cabo por un particular (sea utilizando un formulario
ajeno, sea imitándolo), la falsedad será material y subsumible en el art. 292 .
También se deduce de lo expuesto que resulta atípica idéntica acción ejecutada por otros profesionales del
arte de curar.
En tal sentido, tanto la doctrina como la jurisprudencia (5), han entendido que una solución contraria
implicaría extender analógicamente el tipo, extensión que resulta proscrita en virtud del principio de legalidad,
consagrado en la CN, art. 18 .
Esta solución, si bien nos parece dogmáticamente correcta atendiendo a las palabras empleadas por el texto
legal, no resulta la más justa por cuanto deja impune el accionar de otros profesionales del arte de curar que,
teniendo facultad para otorgar certificados, pueden ocasionar iguales perjuicios que el médico.
Por ello es que estimamos conveniente que en la próxima reforma legislativa se extienda la disposición legal
a todos los profesionales del arte de curar.

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Como veremos más en detalle, en su figura básica, se trata de un delito de resultado material instantáneo que
se consuma al producirse el perjuicio.
Siendo así, es perfectamente posible la tentativa, a diferencia de las demás falsedades documentales, que por
conformarse con la posibilidad de perjuicio, son delitos formales y de peligro.
Esta última característica reúne también el delito previsto en el segundo párrafo del artículo que nos ocupa.
III. FORMAS DE COMISION
La figura prevé dos formas de cometer el delito: afirmar la existencia de una enfermedad o lesión que no
existe o no existió en la fecha en que se indica; o negar la presencia de esa enfermedad o lesión cuando en
realidad ella sí tiene o tuvo, lugar.
Como ejemplo del primer caso tendríamos si el médico atestigua que José tuvo enterocolitis para justificar
una inasistencia laboral. Del segundo, que Pablo no adquirió parálisis incapacitante, a fin de sustraer el pago de
un seguro contratado para tal caso.
Para la ley no son punibles otro tipo de falsedades que las reseñadas en estas dos formas de comisión:
existencia o inexistencia de la enfermedad o lesión.
Sin embargo, el médico puede atestiguar falsamente otro tipo de circunstancias distintas a esos dos
supuestos y que ocasionen un perjuicio igual o mayor que los señalados. Así, si se afirma la existencia de una
enfermedad que realmente padece el paciente, pero atribuyéndosele una consecuencia falsa: vgr. necesita
reposo, no puede concurrir a trabajar, no puede trasladarse, necesita tratamiento prolongado, no puede conducir
vehículos automotores, requiere asistencia permanente de familiares próximos, aumentar o disminuir el número
de días que la dolencia en realidad requiere para su mejoría, etcétera.
Es opinión de los autores de este trabajo, que esos supuestos deberían caer bajo la sanción de la norma, para
lo cual bastaría que la misma hiciera referencia a la existencia o inexistencia de una enfermedad o lesión
presente o pasada o sus consecuencias.
IV. EL PERJUICIO
El Código Penal exige la efectiva producción del perjuicio para que la acción sea punible.
Se aparta así del principio general establecido en materia de falsedades documentales, que se contenta con la
posibilidad de que tal perjuicio ocurra, asemejándose en cambio a la figura de la estafa que, si bien no lo
menciona expresamente lo requiere en forma efectiva. En esto el Código Penal parece seguir el criterio de
Carrara (6) para quien la falsedad de instrumento privado no afecta la fe pública sino tan solo la propiedad.
Se aparta también el Código en este aspecto de la fuente del artículo (el Proyecto de 1891), que no requería
el perjuicio ni su posibilidad, pues "... el médico que da un certificado falso, da forma de verdad a una mentira,
que aun en el caso de no presentar la posibilidad de un perjuicio... importa una grave violación a sus deberes
profesionales" (7).
La solución de la fuente resulta quizá excesiva por abarcar supuestos que, cualquiera sea la valoración ética
que merezcan, resultan jurídicamente inocuos por no afectar ni poner en peligro bien jurídico ajeno alguno,
requisito éste indispensable para la existencia de delito penal como consecuencia del principio de reserva
contenido en la CN, art. 19 .
Pero tampoco vemos motivo para apartarse de la regla general (en materia de falsedades documentales) de la
posibilidad de perjuicio. Este último es el criterio que acertadamente adopta el Proyecto de 1979 en su art. 377
proponiendo una solución intermedia entre el texto vigente y su fuente que resulta ser en nuestro criterio, el
justo medio entre dos extremos igualmente peligrosos. Uno, cuya pretensión punitiva tornaría confusos los
límites precisos que deben existir entre moral y derecho; y el otro que olvida que el derecho valora conductas
antes que resultados.
Dijimos ut-supra que el Código Penal, al exigir la efectiva producción del perjuicio parecía seguir el criterio
carrariano que ubica las falsedades privadas entre los delitos contra la propiedad.
Sin embargo creemos que ello es sólo aparente, pues aunque el legislador de 1921 haya tenido esa intención
respecto de este delito, no encontramos razón valedera para concluir que la palabra perjuicio deba
necesariamente identificarse con lo económico. En este sentido así lo han entendido la Doctrina y la
Jurisprudencia (8).
Podría afirmarse en contra de lo expuesto que cualquier perjuicio redunda en definitiva económicamente,
pero basta un ejemplo para demostrar lo contrario.
Supongamos que Juan mata a Pedro mediante un disparo de arma de fuego dotada de mira telescópica,
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desde una distancia considerable. El médico certifica falsamente que al momento del hecho Juan se encontraba
en tratamiento por estar afectado de una enfermedad de la vista que le impedía ejecutar con puntería el disparo
fatal.
Nadie dudará que la conducta del médico cae bajo las previsiones del art. 295 .
Podría alegarse que la muerte de la víctima redunda en perjuicio patrimonial de la familia. Pero supongamos
que no la tenía. Podrá insistirse que se priva a la sociedad o al Estado de mano de obra necesaria para la
economía del país; pero imaginemos que la víctima es inválida y que está internada en un establecimiento
oficial gratuito.
Aquí, el único perjuicio ocasionado es a la Administración de Justicia, que exige la reacción penal
correspondiente sobre el autor responsable del homicidio. Y aunque no hubiéramos llevado tan lejos el ejemplo
y algún perjuicio patrimonial hubiere, no puede decirse que sea el más importante para la consumación del
delito.
También resulta ilustrativo para corroborar nuestra posición, el ejemplo del médico que otorga una
certificación falsa, para justificar la incomparecencia de un testigo a una audiencia fijada en un juicio de
contenido no patrimonial.
Asimismo, el segundo párrafo del art. 295 , hace referencia a la posibilidad de un perjuicio que, en principio,
no es patrimonial.
El perjuicio debe ser abarcado por el dolo, aun cuando sea como posibilidad que no detiene el obrar. En
efecto, el aspecto subjetivo de la figura no se conforma con el conocimiento de que se está afirmando un hecho
falso del cual pueda derivar perjuicio, sino que exige además la voluntad de hacerlo no obstante el conocimiento
de esa posibilidad (9) (grado mínimo del dolo, dolo eventual).
V. USO DEL CERTIFICADO. PARTICIPACION DEL MEDICO EN OTROS DELITOS RESULTANTES
El art. 296 , al equiparar la situación del que usa el documento o certificado falso o adulterado al autor de la
falsedad, constituye una extensión del tipo aplicable a todas las figuras comprendidas dentro del capítulo y por
consiguiente a la que aquí tratamos.
Esta equiparación no tiene lugar cuando del uso del certificado médico falso resulte la comisión de un delito
más severamente penado, en cuyo caso la escala de este último desplaza a la de aquél, en virtud de configurarse
un concurso ideal o aparente de leyes según el caso.
Pensemos por ejemplo, en un empleado público que obtiene una prolongada licencia por enfermedad
mediante un certificado médico que afirma falsamente su existencia.
En tal hipótesis se configuraría el ilícito previsto por el art. 174, inc. 5 , cuya pena es sensiblemente superior
a la que resultaría de juzgar el caso a la luz de los arts. 295 y 296 .
Lo mismo ocurriría en el supuesto del segundo párrafo del art. 295 que puede concurrir aparentemente con
el delito de privación ilegítima de la libertad o algunas de sus formas agravadas (arts. 141 , 142 incs. 3 y 5 , 142
bis inc. 3 , 142 ter ).
Resulta entonces de interés analizar la responsabilidad que en los delitos más graves corresponde o puede
corresponder al médico que expidió el certificado.
Al respecto deben aplicarse las reglas ordinarias referidas al dolo y a la culpa y siempre que podamos decir
que medió por lo menos dolo eventual respecto de las consecuencias que tipifican aquel delito, el médico será
responsable según el caso como coautor o partícipe necesario.
VI. LA PENA
El delito que nos ocupa, como todos los contenidos en la Parte Especial del Código Penal, tiene prevista una
escala dentro de la cual debe graduarse la pena teniendo en cuenta las distintas circunstancias contempladas en
el art. 41 . Entre ellas reviste importancia en este caso, por ser elemento exigido por el tipo, la extensión del
daño causado (la magnitud del perjuicio).
A veces resulta suficiente la disposición del art. 41 para mensurar la pena dentro de la escala penal
correspondiente al delito. Así por ejemplo, resulta más grave la actitud del médico que para lograr una
"gratificación" de su empleador certifica falsamente que un operario no necesita reposo, cuando realmente no
está en condiciones físicas de trabajar, que la de un facultativo que justifica un día de inasistencia (10).
Pero otras veces, es necesaria una escala especial que atendiendo a circunstancias especiales, establezca una
figura agravada o privilegiada.

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La segunda parte del art. 295 es una demostración palmaria de ello al agravar la pena cuando "... el falso
certificado debiera tener como consecuencia que una persona sana fuera detenida en un manicomio, lazareto u
otro hospital".
En este caso, la gravedad del perjuicio posible es tal, que la valoración axiológica no se contenta con la
gradación de la pena dentro de la misma escala, lo que motivó que el legislador creara una figura especial.
De acuerdo a la forma en que se cometa este delito, hay otras variantes que según nuestro criterio deberían
motivar el desplazamiento de la figura básica para configurar una específica agravada.
Así, el certificado médico puede darse por simple complacencia, o mediando precio, promesa o para
participar del provecho obtenido con su uso.
Resulta evidente que el distinto desvalor ético-jurídico de estas conductas no se satisface con una simple
gradación dentro de la misma escala penal, por lo que reputamos conveniente que en oportunidad de reformarse
la ley, se contemple como agravante específica la expedición de certificado médico falso cuando mediare
precio, promesa o móvil de lucro.
El art. 295 prevé para este delito la pena de prisión de un mes a un año.
El Proyecto de 1979, fija en su art. 377 la escala entre 6 meses y 2 años, agregándole pena de multa.
Observamos con sorpresa que ni el texto vigente, ni el proyectado, prevén la pena de inhabilitación, pese a
tratarse el presente de un ilícito que sólo puede ser cometido abusando de la profesión de médico.
Para suplir tal omisión no resulta suficiente la genérica previsión contenida en el art. 20 bis, inc. 3 , ya que si
bien posibilita la aplicación de la pena que proponemos para el caso de abuso en el ejercicio de una profesión lo
hace facultativamente para el juez.
Creemos que esta pena debe ser prevista en forma imperativa. Ello así por cuanto es la que más
adecuadamente responde a la finalidad de prevención especial que la pena persigue, teniendo en cuenta la
modalidad del delito que tratamos.
Refuerza nuestra posición la solución adoptada por el Código en su art. 86 , al conminar inhabilitación
especial, para el médico incurso. en delito de aborto, contemplado en el art. 85 . Si en este ilícito que no sólo
puede ser cometido por el médico, sino por cualquier particular, la inhabilitación para aquél resulta imperativa,
con mayor razón debiera serlo en nuestro caso, en el cual el único sujeto activo posible es el médico diplomado.
Pasando a lo atinente a la pena pecuniaria, compartimos parcialmente su inclusión en la forma que lo hace el
Proyecto de 1979. El mismo la propone como pena conjunta con la privativa de libertad para todos los casos.
No compartimos tan genérica previsión.
Al hablar ut supra de la insuficiencia del texto vigente, dijimos que debía agravarse la figura cuando el
delito se cometía mediando precio, promesa o móvil de lucro.
Creemos que la pena de multa resulta a este respecto una adecuada respuesta penal.
En consecuencia proponemos que se reforme el Código en el sentido expuesto, ya que resulta insuficiente la
facultad concedida a los jueces en el art. 22 bis .
También es parcial nuestra concordancia con la previsión del art. 377 del Proyecto de 1979, en cuanto a la
pena privativa de libertad.
Es moderna tendencia penológica y político-criminal la de limitar al mínimo indispensable la aplicación de
penas privativas de libertad de corta duración.
Por ello creemos conveniente, para el modo simple de la comisión de este delito que la pena de prisión sea
prevista como facultativa para el juez (la pena imperativa en este caso sería la inhabilitación especial). Aquélla
sería obligatoria al mediar promesa o propósito de lucro (conjuntamente con multa e inhabilitación) y para el
supuesto contemplado en el actual párr. 2, del art. 295 (con inhabilitación).
Sólo nos resta decir sobre el tema que estimamos adecuada la escala que el art. 377 del Proyecto de 1979
propone. He aquí nuestra coincidencia con el mismo en este aspecto.
VII. UNA ACLARACION NECESARIA
A lo largo de este trabajo proponemos algunas modificaciones al texto vigente del art. 295 CPen. No
pretendemos con ello una reforma aislada, improvisada, ni apresurada.
Somos conscientes de que se hace necesaria una revisión completa del Código vigente con el fin de realizar
una reforma orgánica e integral al mismo. Este será el modo de terminar con las sucesivas marchas y

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contramarchas producto de permanentes improvisaciones que a través de reformas aisladas y parciales han ido
quitando organicidad y coherencia al Código (11).
Esta ponencia quiere ser tan sólo un aporte para cuando se proceda a la instrumentación de dicha reforma.
Previo a ello debe procederse a un profundo estudio del que participen los más reputados especialistas de la
materia, las Universidades, los Colegios Profesionales y de la Magistratura e Instituciones Científicas, sin que
ello implique desmérito ni menoscabo alguno al Código vigente, sus autores y promotores, ni a los proyectos de
reforma existentes.
Pero no podemos dejar de advertir que el trascurso del tiempo va tornando cada vez más necesaria la
reforma integral de que hablamos, la que deviene urgente ante la creciente confusión del panorama legislativo
penal.
VIII. CONCLUSIONES
1) El art. 295 CPen. se trata de un ilícito cuyo único sujeto activo puede ser un médico diplomado. En
consecuencia, debe reformarse el texto extendiéndolo a todos los profesionales del arte de curar.
2) La fórmula "... existencia o inexistencia, presente o pasada de una enfermedad o lesión..." resulta
insuficiente por no comprender otras circunstancias que pueden ocasionar un perjuicio igual o mayor. Ello se
solucionaría incluyendo en el texto la expresión "o sus consecuencias" a continuación de la palabra lesión.
3) El texto vigente exige para la consumación del delito la efectiva producción del perjuicio. Debe ser
modificado en el sentido de conformarse con la sola posibilidad de aquél.
4) El perjuicio exigido en el artículo no debe necesariamente identificarse con lo económico, pudiendo serlo
de cualquier índole.
5) El perjuicio debe ser abarcado por el dolo aunque sea a título eventual.
6) Lo dispuesto en el art. 296 CPen. no se aplica cuando del uso del certificado médico falso resulte la
comisión de un delito más severamente penado.
7) Para determinar la responsabilidad que cabe al médico en el delito más severamente penado cometido con
el uso del certificado deben aplicarse las reglas ordinarias referidas al dolo y a la participación.
8) Mediando móvil de lucro, precio o promesa, la escala penal vigente resulta insuficiente, por lo que debe
crearse una agravante específica.
9) Debe preverse para este delito la pena de inhabilitación especial para todos los casos.
10) Para el supuesto de que el delito se cometa mediando precio, promesa o móvil de lucro, debe preverse
pena pecuniaria.
11) Para el modo simple de comisión del delito la pena de prisión debe preverse en forma facultativa para el
juez, y para las formas agravadas en manera obligatoria.
12) Las modificaciones propuestas sólo pretenden ser un aporte para la reforma orgánica e integral del
Código Penal que el devenir de los tiempos torna imprescindible.
NOTAS:
(1) Soler, "Tratado", t. V, paragr. 155, n. VIII, ed. 1976.

(2) Soler, oh. cit., nota 50.

(3) "Tratado", t. VII. parágr. 157, n. 6-2. ed. 1975, p. 511.

(4) Zaffaroni, "Manual de Derecho Penal", ed. 1977, ns. 241 y 397, y Terán Lomas, "Derecho Penal", ed.
1980, t. I, par. 188 y t. II, par. 399.

(5) Fontán Balestra, ob. cit., par. 157, ns. 6-3, p. 511; Levene, "Manual de Derecho Penal - Parte Especial",
ed. 1978, p. 625, López Bolado, "Los médicos y el Código Penal", Soler, ob. cit., t. V, parág. 155, VIII p. 359.
En contra Núñez, "Manual de Derecho Penal. Parte especial", ed. 1976, p. 483; CNac. Crim. y Corr., 13/10/69,
JA 1968-1-136.

(6) Carrara, "Programa de Derecho Criminal", párr 2364, 2366, 2368 y 2370 al 73.

(7) Exposición de Motivos del Proyecto de 1891, citado por Soler.


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(8) Soler, ob. cit., Fontán Balestra, ob. cit., C. Crim. Cap. Bellagamba, 1962 JPBA, t. IV, p. 370, citada por
López Bolado, ob. citada.

(9) Soler, ob. cit., t, 5, párr. 155 n. 10, p. 366.

(10) Achával en su "Manual de Medicina Legal", p. 665, resalta el desvalor ético de la actitud de este
"médico empleado".

(11) Tal opinión de Zaffaroni en su "Tratado de Derecho Penal", t. I.

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