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Tema 2. LA NOVELA A PRINCIPIOS DE SIGLO.

PÍO BAROJA Y MIGUEL DE UNAMUNO


LA NUEVA NARRATIVA: LA NOVELA DEL 98
A comienzos del siglo XX todavía hay algunos narradores que siguen escribiendo novelas al estilo
realista, como Blasco Ibáñez o Felipe Trigo. Sin embargo, en 1902 aparecieron cuatro novelas de autores de
la nueva generación (la de fin de siglo o del 98), que van a marcar un cambio en la narrativa española por su
ruptura con la novela realista del siglo XIX: La voluntad, de Azorín; Camino de perfección, de Baroja;
Amor y pedagogía, de Unamuno; y Sonata de otoño, de Valle-Inclán. Todas ellas comparten una actitud de
rechazo de la estética del Realismo y el deseo de renovar la prosa castellana.
En general, se trata de obras llenas de subjetivismo, en las que ya no importa la reproducción fiel y
objetiva de la realidad, sino cómo afecta esta a la conciencia y estado de ánimo del individuo. Más que
por la sociedad contemporánea, la novela se interesa ahora por los conflictos íntimos del protagonista.
La trama novelesca pierde importancia y la acción suele ser mínima, ahora el interés se centra en
los problemas personales, en el mundo interior de los protagonistas (que con frecuencia es el del propio
autor), individuos, por lo general, nihilistas, inadaptados, abúlicos, fracasados…
– Temática. Hay dos temas claramente dominantes en esta novelística:
• El problema de España (a raíz del Desastre del 98): la crítica de la situación social y cultural, la
visión crítica de la historia, la búsqueda de la esencia española...
• La angustia existencial: conflictos religiosos, el miedo a la muerte y el deseo de eternidad, la
búsqueda del sentido de la vida...Es frecuente una visión pesimista ante la vida y la sociedad.
La novela no se ajusta al diseño clásico (presentación, nudo y desenlace), sino que está formada por
una serie de escenas o estampas seleccionadas para mostrar los problemas de conciencia del protagonista
(fragmentarismo y elipsis).
Al contrario que en la novela realista, no son frecuentes las descripciones, ni tienen importancia el
espacio y el tiempo narrativo, porque el mundo exterior no interesa. En cambio, para mostrar el agitado
mundo interior de los personajes, adquiere mucha importancia el diálogo (monólogo y autodiólogos).
En síntesis, puede afirmarse que la nueva novela olvida lo que antes era primordial (la acción, la
descripción), ofrece una visión fragmentada e impresionista del mundo y se hace más subjetiva. Por otro
lado, se desdibuja en ella la tradicional división de los géneros, ya que incorpora elementos propios del
ensayo (las divagaciones y digresiones del narrador), de la lírica (en el intento de construir una prosa
artística o poemática) y del drama (por la abundancia de los diálogos).
Entre los principales narradores del 98 hay que mencionar a ÁNGEL GANIVET (Los trabajos del
infatigable creador Pío Cid), RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN (que evoluciona del esteticismo modernista de
las Sonatas al esperpento de El ruedo ibérico y Tirano Banderas), JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN (La
voluntad) y, en particular, a MIGUEL DE UNAMUNO y PÍO BAROJA, sobre los que volveremos más tarde.

LA NOVELA EN LOS AÑOS VEINTE Y TREINTA


I) LA NOVELA NOVECENTISTA (o de la generación del 14)
La renovación iniciada por los escritores del 98 continuará en los narradores de la generación del
14. La novela novecentista comparte y potencia algunas características de la del 98, como son el desinterés
por la trama o la anécdota, el análisis minucioso del interior de los personajes y el enfoque no realista. Pero
hay aspectos que las diferencian: se abandona lo pasional y sentimental en favor de un ideal racionalista y
antirromántico; la novela del novecentismo destaca también por el cuidado de la forma, la preocupación
por el estilo, su elitismo y la presencia de nuevos temas, todo ello siguiendo las teorías que expuso Ortega y
Gasset en Ideas sobre la novela y La deshumanización del arte (ensayos ambos de 1925).
Dentro de ella, se pueden distinguir varias líneas:
• La novela intelectual y ensayística de Ramón Pérez de Ayala: Belarmino y Apolonio.
• La novela lírica de Gabriel Miró: Nuestro padre San Daniel.
• La novela de humor de Wenceslao Fernández Flórez: Volvoreta, El secreto de Barba Azul.
• La novela deshumanizada o vanguardista de Benjamín Jarnés y Ramón Gómez de la Serna.

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II) LA NOVELA DE VANGUARDIA
A medida que nos adentramos en los años veinte y llegan a España las vanguardias europeas, la
novela se va haciendo más experimental. Según Ortega y Gasset, las palabras clave del momento son
“deshumanización” y “desrealización” (en suma, arte puro). Los temas que aborda la novela de vanguardia
reflejan el nuevo entorno en el que se mueve el artista: la vida urbana moderna, la tecnología (en especial, el
cine), los aviones, el deporte, la velocidad, el movimiento, la vitalidad, etc. Cobran gran importancia lo
absurdo e ilógico, la metáfora y la imagen, la fantasía y el humor.
La mayor parte de los autores de novela vanguardista pertenecen a la generación del 27: Pedro
Salinas, Rosa Chacel, Max Aub, Francisco Ayala, Antonio Espina, etc. Esta narrativa experimental,
innovadora y minoritaria, fue muy bien acogida en la colección “Nova Novorum”, editada por la Revista de
Occidente entre 1926 y 1929. Su ocaso se producirá en los primeros años de la década de los treinta.

III) LA NOVELA REALISTA Y SOCIAL DE PREGUERRA


Hacia 1930 se produce el final del vanguardismo y el arte puro, que ya no tienen sentido en una
sociedad con graves problemas socio-políticos. El ensayo El nuevo Romanticismo (1930), de José Díaz
Fernández, es muy significativo; en él se condena el esteticismo, el formalismo, y se hace un alegato a favor
de «un arte para la vida», atento a los problemas del momento. De este modo, se va a pasar de una literatura
de vanguardia a una «literatura de avanzada» (Díaz), en el polo opuesto del arte deshumanizado que pedía
Ortega. De acuerdo con tales ideas, surge en los años 30 una novela social y política, comprometida, a
veces revolucionaria, cuya temática gira en torno a la lucha de clases, la revolución proletaria y campesina,
la corrupción de las clases dominantes, etc. Esta novela se muestra llena de ardor combativo y de un fuerte
tono de denuncia y protesta; su estilo se acerca cada vez más al realismo (prosa sobria, directa), por lo que
se la conoce como novela neorrealista y realismo social de preguerra. Ejs.: El blocao, de Díaz Fernández;
Los pobres contra los ricos, de César Muñoz Arconada; Campesinos, de Joaquín Arderíus; Imán, Siete
domingos rojos, de Ramón J. Sender.

MIGUEL DE UNAMUNO (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936)


Unamuno, como narrador, realizó importantes aportaciones a la renovación de la novela, creando lo
que él, consciente de su rareza, llamó “nivola” («una forma heterodoxa de novela»). Su obra narrativa
expresa los temas que lo obsesionaban: la búsqueda de la personalidad, las inquietudes religiosas y, sobre
todo, el problema por excelencia: el de su insaciable necesidad de no dejar de ser, de no morir del todo, el
ansia de eternidad.

Características de la nivola unamuniana


Si exceptuamos su primera novela, que todavía es realista, puede asegurarse que Unamuno renovó
profundamente las técnicas narrativas, utilizando procedimientos muy audaces para su época. Así, por
ejemplo, presenta su obra como si los autores fueran otros (en San Manuel… utiliza la técnica del manuscrito
encontrado); dialoga y discute con sus personajes (sobre todo en Niebla); otras veces, un personaje es el
prologuista de la obra (Víctor Goti en Niebla); recurre al perspectivismo, presentando distintas enfoques de
un mismo hecho (en Abel Sánchez; en Niebla ofrece el punto de vista de un perro); en varios prólogos, post-
prólogos y epílogos exige la participación del lector y le propone interpretaciones contradictorias de la obra o
polemiza con él sobre determinados aspectos. Las principales características de la nivola son:
– La acción es muy escasa; el argumento se reduce a una anécdota mínima y carece de
planteamiento y desenlace.
– Se suprime la pintura del entorno, el paisaje y las costumbres, en suma, de las descripciones.
– Se prescinde de una localización temporal y espacial concreta. El tiempo y el espacio son
sustituidos por el tiempo íntimo que vive el personaje en el ámbito de su conciencia.
– Más que la trama, interesa la “acción” interior, que se revela a través de abundantes diálogos,
monólogos y autodiálogos, mediante los cuales los protagonistas abren su mente al lector.

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– Es una novela eminentemente subjetiva, en la que se presenta al protagonista en su lucha
existencial. Lo que a Unamuno le interesa son los sentimientos y las pasiones de sus criaturas, en definitiva,
sus conflictos íntimos, que, a veces, son los mismos que los del autor. En efecto, los personajes de sus
novelas, sobre todo los más ‘agónicos’ y sufrientes, padecen las mismas inquietudes y angustias que expuso
Unamuno en sus ensayos: el conflicto entre la vida y la muerte, el problema de la fe y el sentido de la vida, el
ansia de inmortalidad, etc.
En cuanto a su estilo, hay que señalar que es austero, sin alardes retóricos; la lucha entre contrarios
(paz/guerra, fe/duda, razón/corazón, vivir/morir…) llena su escritura de paradojas y antítesis que en algunos
casos originan neologismos: intrahistoria, noluntad, etc.

Principales novelas
Amor y pedagogía (1902) suele considerarse como una novela de transición hacia la nueva estética.
Cuenta la historia de un padre que fracasará en el intento de educar a su hijo siguiendo las más modernas
teorías pedagógicas; don Avito Carrascal pretende educar “científicamente” a su hijo para hacer de él un
genio, pero el “experimento” hará de él una criatura desgraciada que acabará suicidándose. La lección es que
la vida, el instinto y la naturaleza se imponen sobre la razón y la ciencia.
Posteriormente, aparecerían sus NOVELAS DE MADUREZ O NIVOLAS, donde profundiza en sus
obsesiones de siempre (también tratadas en su teatro y en su poesía): Dios, la inmortalidad, la agonía
personal, la desconfianza ante el progreso, la ciencia y la educación, etc.
Niebla (1914) cuenta los conflictos de Augusto Pérez, a través de los cuales muestra Unamuno su
conflicto existencial: su rebeldía frente a su creador es análoga a la que enfrenta al hombre con Dios.
En Abel Sánchez (1917) versiona el mito de Caín y Abel, y aborda el tema de la envidia, «fermento
de la vida social española» y verdadera «lepra nacional».
La tía Tula (1921) es el símbolo de la maternidad frustrada, la imposibilidad de la entrega al varón y
la aceptación de la soledad.
En San Manuel Bueno, mártir (1931), narra la historia de un cura rural que pierde la fe, pero sigue
ejerciendo su magisterio por el bien de sus feligreses; plantea la voluntad de “querer creer” de Unamuno y
las trabas que la razón impone.

PÍO BAROJA (San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956)


Como persona, los rasgos que definen a Baroja son su radical pesimismo, el individualismo, el
escepticismo político y social, así como su anticlericalismo y su desconfianza en el ser humano. Para Baroja,
la vida es absurda y el mundo carece de sentido (en estas ideas se nota la influencia de Schopenhauer).

Ideas sobre la novela


• Para Baroja, la novela es un género proteico, heterogéneo y permeable, un “saco” donde cabe de
todo; por eso encontramos en ella reflexiones, humor, política, aventuras y duras críticas sociales.
• La estructura de sus novelas es, en general, muy simple. Al contrario de lo que suele ser habitual
en la narrativa del 98, Baroja intenta ser ameno, no aburrir, y por ello incluye en sus novelas sucesos,
acontecimientos variados y pintorescos, lo que a veces le acerca al folletín.
• Algunas de sus novelas no tienen un final cerrado, incluso carecen de argumento y de un plan
previo; se le ha acusado de hacer una novela “invertebrada” o de “argumento disperso”.
• Las mejores novelas de Baroja están localizadas en ambientes suburbiales y muestran cómo es la
vida de los más humildes, sus problemas sociales y económicos. Gracias a su dominio de la recreación de
ambientes, Baroja consigue captar la esencia de los lugares y personajes que los habitan.
• El estilo de sus novelas es sobrio, ágil y espontáneo, a veces incluso descuidado, con frases cortas,
párrafos breves y un diálogo vivo y natural.

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• Muchas de las novelas de Baroja giran en torno a la evolución existencial del protagonista. Entre
la amplia galería de personajes que pueblan sus novelas, son frecuentes los aventureros, audaces y
vitalistas, lanzados a la acción (Zalacaín, Eugenio de Avinareta); también encontramos jóvenes abúlicos y
pesimistas, y seres inadaptados y enfrentados a la sociedad (Fernando Ossorio, Andrés Hurtado). El héroe
barojiano, en general, es un ser antisocial, desencantado con el mundo y el entorno en que vive. Al autor no
solo interesa el personaje central, sino también la multitud de individuos que pululan a su alrededor.

Novelas más destacadas


Baroja escribió más de 60 novelas, agrupadas por el propio autor en trilogías y tetralogías. Siguiendo
a Eugenio G. de Nora, podemos distinguir tres etapas en su producción:
• Primera etapa (comprendida entre 1900 y 1912). Es la etapa de mayor creatividad. Escribe sus
novelas más logradas, donde mejor se refleja la personalidad del autor y las que expresan más claramente el
espíritu del 98 y la crisis de fin de siglo. Luego hablaremos de las más importantes.
• En la segunda etapa (de 1913 a 1936) decae la capacidad creadora de Baroja, que repite los
moldes narrativos anteriores. Lo más interesante de este periodo son las Memorias de un hombre de acción,
que cuenta las aventuras de un antepasado del autor, conspirador y guerrillero del siglo XIX.
• En la tercera etapa (de 1937 a 1956), Baroja ya no creó nada verdaderamente interesante. De esta
última época destacan sus memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino.
De entre las novelas de la primera etapa, destacan las siguientes:
Camino de perfección (1902) nos muestra la peregrinación desde Madrid a Levante de Fernando
Ossorio, joven atormentado por sus inquietudes existencialistas, en un intento de superar sus desequilibrios.
La novela ofrece un fresco de la realidad española de principios de siglo.
La busca (1904) cuenta la historia de un muchacho, Manuel Alcázar, que viene de un pueblo a
Madrid y, zarandeado por la sociedad, va pasando por diversos ambientes y oficios hasta terminar en los
suburbios de la ciudad, entre mendigos y maleantes. La novela no solo relata el descenso y caída de Manuel,
sino que presenta un amplio retrato de la marginalidad social de la época.
Zalacaín el Aventurero (1909) es una novela de acción ambientada en la última guerra carlista que
narra la lucha contra la adversidad y el destino de un muchacho, Zalacaín, que, educado por su tío (un viejo
vagabundo antisocial y anarquista), se gana la vida como contrabandista.
Las inquietudes de Shanti Andía (1911) es una novela de ambiente marinero narrada en primera
persona en la que Shanti Andía, capitán ya retirado, escribe sus memorias.
El árbol de la ciencia (1911) está protagonizada por Andrés Hurtado, personaje en el que Baroja
vierte sus propias preocupaciones; es médico, como el escritor, y un hombre inadaptado que vive en una
continua decepción al darse de bruces con la violencia e ignorancia que preside los ambientes a los que le
lleva su profesión. A través de sus reflexiones pesimistas, en su sentimiento de frustración y en algunas de
sus dolorosas experiencias se han visto abundantes aspectos de la vida del autor (estamos ante una obra con
mucho contenido autobiográfico).
Esta novela no solo registra los conflictos personales del protagonista sino también algunos de los
problemas de la España del momento (la del Desastre, por eso se la considera como una de sus novelas
más noventayochistas). En efecto, a través de la peripecia vital de Andrés Hurtado, Baroja nos muestra
diversos aspectos de la sociedad española (rural y urbana) –la universidad, la medicina, la cultura, el mundo
de la prostitución– en un tono muy crítico. De ese modo, el autor nos transmite la desesperanza moral, el
desasosiego y la desorientación de parte de la España de esa época.
En El árbol de la ciencia, pues, la historia individual se refleja en la historia nacional, y viceversa.
Además del plano social (visible en la descripción de diversos estamentos de la sociedad española), existe
un nivel personal, psicológico, que se centra en la evolución del protagonista, un ser lleno de frustraciones,
incapaz de adaptarse a las circunstancias que lo rodean y que, desde niño, sufre la sensación de soledad y
abandono. Al final, terminará suicidándose.
Baroja es el novelista por antonomasia de la literatura española contemporánea, por sus dotes de
narrador y por su capacidad creativa; fue el maestro de los novelistas de posguerra.

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