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II) LA NOVELA DE VANGUARDIA
A medida que nos adentramos en los años veinte y llegan a España las vanguardias europeas, la
novela se va haciendo más experimental. Según Ortega y Gasset, las palabras clave del momento son
“deshumanización” y “desrealización” (en suma, arte puro). Los temas que aborda la novela de vanguardia
reflejan el nuevo entorno en el que se mueve el artista: la vida urbana moderna, la tecnología (en especial, el
cine), los aviones, el deporte, la velocidad, el movimiento, la vitalidad, etc. Cobran gran importancia lo
absurdo e ilógico, la metáfora y la imagen, la fantasía y el humor.
La mayor parte de los autores de novela vanguardista pertenecen a la generación del 27: Pedro
Salinas, Rosa Chacel, Max Aub, Francisco Ayala, Antonio Espina, etc. Esta narrativa experimental,
innovadora y minoritaria, fue muy bien acogida en la colección “Nova Novorum”, editada por la Revista de
Occidente entre 1926 y 1929. Su ocaso se producirá en los primeros años de la década de los treinta.
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– Es una novela eminentemente subjetiva, en la que se presenta al protagonista en su lucha
existencial. Lo que a Unamuno le interesa son los sentimientos y las pasiones de sus criaturas, en definitiva,
sus conflictos íntimos, que, a veces, son los mismos que los del autor. En efecto, los personajes de sus
novelas, sobre todo los más ‘agónicos’ y sufrientes, padecen las mismas inquietudes y angustias que expuso
Unamuno en sus ensayos: el conflicto entre la vida y la muerte, el problema de la fe y el sentido de la vida, el
ansia de inmortalidad, etc.
En cuanto a su estilo, hay que señalar que es austero, sin alardes retóricos; la lucha entre contrarios
(paz/guerra, fe/duda, razón/corazón, vivir/morir…) llena su escritura de paradojas y antítesis que en algunos
casos originan neologismos: intrahistoria, noluntad, etc.
Principales novelas
Amor y pedagogía (1902) suele considerarse como una novela de transición hacia la nueva estética.
Cuenta la historia de un padre que fracasará en el intento de educar a su hijo siguiendo las más modernas
teorías pedagógicas; don Avito Carrascal pretende educar “científicamente” a su hijo para hacer de él un
genio, pero el “experimento” hará de él una criatura desgraciada que acabará suicidándose. La lección es que
la vida, el instinto y la naturaleza se imponen sobre la razón y la ciencia.
Posteriormente, aparecerían sus NOVELAS DE MADUREZ O NIVOLAS, donde profundiza en sus
obsesiones de siempre (también tratadas en su teatro y en su poesía): Dios, la inmortalidad, la agonía
personal, la desconfianza ante el progreso, la ciencia y la educación, etc.
Niebla (1914) cuenta los conflictos de Augusto Pérez, a través de los cuales muestra Unamuno su
conflicto existencial: su rebeldía frente a su creador es análoga a la que enfrenta al hombre con Dios.
En Abel Sánchez (1917) versiona el mito de Caín y Abel, y aborda el tema de la envidia, «fermento
de la vida social española» y verdadera «lepra nacional».
La tía Tula (1921) es el símbolo de la maternidad frustrada, la imposibilidad de la entrega al varón y
la aceptación de la soledad.
En San Manuel Bueno, mártir (1931), narra la historia de un cura rural que pierde la fe, pero sigue
ejerciendo su magisterio por el bien de sus feligreses; plantea la voluntad de “querer creer” de Unamuno y
las trabas que la razón impone.
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• Muchas de las novelas de Baroja giran en torno a la evolución existencial del protagonista. Entre
la amplia galería de personajes que pueblan sus novelas, son frecuentes los aventureros, audaces y
vitalistas, lanzados a la acción (Zalacaín, Eugenio de Avinareta); también encontramos jóvenes abúlicos y
pesimistas, y seres inadaptados y enfrentados a la sociedad (Fernando Ossorio, Andrés Hurtado). El héroe
barojiano, en general, es un ser antisocial, desencantado con el mundo y el entorno en que vive. Al autor no
solo interesa el personaje central, sino también la multitud de individuos que pululan a su alrededor.