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I. El árbol de la ciencia
—En eso estoy conforme —dijo Andrés—. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en
el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender
corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia
por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el
instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que
rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosa como son, porque no le
conviene. Está dentro de un alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso da un sentido
negativo, es un símbolo de la afirmación d la vida. Don Quijote vive más que todas las persona
cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que
quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El
instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el
instinto de averiguación debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la
vida. ¿Se ríe usted?
—Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día, está dicho nada menos que
en la Biblia.
— ¡Bah!
—Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del Paraíso había dos
árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida
era inmenso, frondoso, y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de
la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste.
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El fragmento corresponde a la parte central de la novela. En ella, Andrés, tras haber
perdido a su hermano pequeño conversa con su tío Iturrioz (que es el soporte ideológico de
la novela) sobre el sentido de la existencia. Siguiendo pautas de varios filósofos, en
particular Schopenhauer, Nietzsche y Kant, reflexionan sobre el papel del conocimiento y de
la sabiduría en la vida de las personas. En correlación con el pasaje bíblico del árbol de la
ciencia, mencionado en el Génesis, y lo establecido en el Eclesiastés, concluyen que el
conocimiento aporta conciencia y dolor. Conocer mejor el mundo y las personas, así como
tener más experiencias vitales no hace sino confirmar un mayor sufrimiento, como el
devenir del propio Andrés Hurtado irá confirmando.
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II. La casa de Bernarda Alba
CRIADA: fuera de aquí. ¿Quién os dijo que entrarais? Ya me habéis dejado los pies
señalados. (Se van, limpia.) Suelos barnizados con aceite, alacenas, pedestales, camas
de acero, para que traguemos quina las que vivimos en las chozas de tierra con un plato
y una cuchara. ¡Ojalá que un día quedáramos ni uno para contarlo! (Vuelven a sonar
las campanas.) Sí, sí, ¡vengan clamores!, ¡venga caja con filos dorados y toallas de
seda para llevarla!; ¡que lo mismo estarás tú que estaré yo! Fastídiate, Antonio María
Benavides, tieso con tu traje de paño y tus botas enterizas. ¡Fastídiate! ¡Ya no volverás
a levantarme las enaguas detrás de la puerta de tu corral! (Por el fondo, de dos en dos,
empiezan a entrar mujeres de luto, con pañuelos, grandes faldas y abanicos negros.
Entran lentamente hasta llenar la escena.) (Rompiendo a gritar) ¡Ay Antonio María
Benavides, que ya no verás estas paredes, ni comerás el pan de esta casa! Yo fui la que
más te quiso de las que te sirvieron. (Tirándose del cabello) ¿Y he de vivir yo después
de haberte marchado? ¿Y he de vivir? (Terminaron de entrar las doscientas mujeres y
aparece Bernarda y sus cinco hijas. Bernarda viene apoyada en un bastón.)
BERNARDA: Menos gritos y más obras. Debías haber procurado que todo esto
estuviera más limpio para recibir el duelo. Vete. No es este lugar. (La criada se va
sollozando.) Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de
otras sustancias.
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En el fragmento realiza su primera aparición en escena Bernarda Alba, que lleva
como objeto distintivo un bastón que simboliza su poder. Este bastón adquirirá una mayor
significación cuando Adela, en pleno enfrentamiento, la desafíe hacia el final de la obra y se
lo rompa. Por lo demás.Es significativo el clasismo que destila su intervención y el hecho de
que la primera palabra que pronuncia sea la orden “¡Silencio!”, que será también con la que
cierre la obra, anteponiendo el qué dirán a la trágica muerte de su hija.
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III. Crónica de una muerte anunciada
Encontraron a Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá del comedor y con la cara
macerada a golpes, pero había terminado de llorar. […]
Pedro Vicario, el más resuelto de los hermanos, la levantó en vilo por la cintura y la sentó
en la mesa del comedor.
Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las
tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este
mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin
albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre.