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1. INTRODUCCIÓN.
Graves crisis y hondos enfrentamientos ideológicos, en parte heredados del siglo XIX,
componen el marco en que se desarrollará la creación literaria de este momento. Desde el punto
de vista literario, la primera mitad del siglo XX es muy rica. La novela será uno de los géneros
más destacados. Los autores de la Generación del 98 la utilizan como vehículo fundamental de
expresión; los autores del Novecentismo o Generación del 14 la cultivan con profusión, junto
con el ensayo, y en ambos se proponen buscar nuevas vías narrativas. En los años cuarenta, tras
la Guerra Civil Española, la literatura se ve condicionada por la ideología, y la novela no es una
excepción.
2. LA NOVELA.
La transición del SXIX al XX se caracteriza en Europa por una honda crisis espiritual, fruto de los
cambios que se producen en esos años. Las ideas de Shopenhauer, Nietzshe o Bergson, en las que priman
la intuición y los impulsos vitales frente a la razón, acentúan el pesimismo y la desorientación vital,
propios de la literatura de los primeros años del SXX.
Se produce un rechazo a la sociedad y el arte burgueses de finales del XIX que, en el ámbito hispánico,
se añadirá a la conciencia del atraso económico, científico y cultural de sus países con respecto a Europa y
EE.UU. Ello lleva a los autores a un deseo de modernidad a la vez que afirman sus raíces autóctonas, lo
que dará lugar al modernismo.
En España a esto se suma la derrota en Cuba frente a EEUU. Por ello en los primeros años de SXX se
produce una reacción (el llamado regeneracionismo) que pretende encontrar la solución a los “males de
la patria”. En este ambiente, una serie de jóvenes autores (Ganivet, Unamuno, Azorín, Maeztu, Machado
y parte de la obra de Valle-Inclán), la denominada generación del 98, y un grupo de mujeres
pertenecientes a la misma generación histórica, como Carmen de Burgos “Colombine”, Consuelo Álvarez
“Violeta” y concha Espina, manifiestan junto a su angustia existencial y su protesta y afán de reforma de
las costumbres decadentes de la sociedad española, un deseo de europeización, de modernidad con la
incorporación de nuevas técnicas expresivas.
En torno a 1914 surge un nuevo grupo de escritores e intelectuales, encabezados por Ortega y Gasset,
que busca la modernización definitiva de España, a través de la formación científica y cultural y el cultivo
de un arte intelectual que abandone el sentimentalismo decimonónico para ajustarse el espíritu del SXX:
el novecentismo.
En los años 20 y 30, la narrativa española seguirá dos tendencias: la novela deshumanizada propia del
novecentismo, con influencia de las vanguardias, y la novela social, propia de actitudes más preocupadas
por la situación de España y del mundo en esos momentos.
Subjetivismo y antirrealismo: la nueva novela no busca el reflejo fiel de la realidad, sino la vivencia
que los personajes tienen de esa realidad. El mundo interno del personaje interesa más que la realidad
social externa, y a menudo, ambos mundos entran en conflicto. En esta expresión de subjetividad son
muy importantes el papel del narrador, que desvela u oculta a voluntad los pensamientos o emociones de
los personajes, y el uso del diálogo que permite que estos se expresen directamente.
Personajes: los protagonistas son muy distintos al héroe novelesco tradicional. Abundan los
personajes desorientados, atormentados, atrapados entre la abulia, producto de las dudas y de la
frustración (Andrés Hurtado) y la necesidad de acción, a veces frenética, que dé sentido a la vida (Shanti
Andía). Abundan también los personajes secundarios en general vagamente retratados, de escasa
profundidad psicológica, más representantes de ideas o tipos sociales que auténticas personas.
Ruptura de los moldes del género novelístico: la novela se convierte en un género multiforme, capaz
de aceptar cualquier forma y expresión y adaptarse a cualquier necesidad. De esta manera los límites
entre los distintos géneros se difuminan. Se produce frecuentemente la paradoja de “novelas que no
cuentan nada”, con una acción mínima donde predomina la expresión lírica subjetiva o la reflexión
filosófica, hilvanadas solo por la experiencia vital del personaje, que a menuda resultan estar en suspenso.
En cuanto a la técnica estilística y literaria, los autores del 98 defienden la sencillez y claridad, pero sin
perder la fuerza expresiva (antirretoricismo). Tienden a la sencillez sintáctica y a la precisión léxica, pero
con palabras cargadas de valoraciones subjetivas. La fecha clave es 1902, cuando se publican cuatro
títulos con una nueva concepción novelística: La voluntad, de Azorín, Camino de perfección, de Pío Baroja,
Sonata de Otoño de Valle Inclán y Amor y pedagogía de Unamuno.
- TIERRA VASCA: La casa de Aizgorri (1900); El mayorazgo de Labraz (1903), Zalacaín, el aventurero
(1909). Su unidad está dada por el ambiente. La última es novela barojiana por excelencia, cuenta las
hazañas de un hombre de acción en medio de la última guerra carlista.
- LA VIDA FANTÁSTICA: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de
perfección (1902) Paradox, rey (1906). La segunda es una de las mejores con un protagonista anulado
entre su enfermiza sexualidad y sus impulsos místicos, con la presentación del viaje al interior de Castilla
como una salida a la contradicción.
- LA LUCHA POR LA VIDA: La busca (1904); Mala hierba (1904); Aurora roja (1905). Están unidas por la
presencia en las tres novelas del mismo personaje, Manuel, figura conmovedora, zarandeada por la
sociedad. En La busca se muestra el panorama de los barrios más míseros de Madrid con un implacable
realismo.
- LA RAZA: La dama errante (1908), La ciudad de la niebla (1909), El árbol de la ciencia (1911). El árbol
de la ciencia, considerada una de sus mejores obras, por sus valores estéticos y porque resume las
inquietudes de los noventayochistas. En el protagonista, Andrés Hurtado, puede verse el propio Baroja,
pero también presenta el panorama intelectual y social de la España de comienzos de siglo).
- EL MAR: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de
altura (1929), La estrella del capitán Chimista (1930).
- LAS CIUDADES: César o la nada (1910), El mundo es ansí (1912), La sensualidad pervertida (1920).
Destaca la primera cuyo protagonista, César Moncada, es el hombre enérgico que se enfrenta con el
ambiente muerto y degradado de una ciudad provinciana, y terminará vencido.
Desarrolló una narrativa extensa entre 1913 y 1935, recogida bajo el título Memorias de un hombre
de acción, que comprende 22 novelas históricas sobre un personaje llamado Avinareta.
En su última etapa publica Desde la última vuelta del camino.
4. LA NARRATIVA NOVECENTISTA.
Se conoce como novecentismo o Generación del 14 a los autores nacidos a finales del SXIX que
suceden a la generación del 98 y alcanzan su plenitud en la segunda década del SXX.
Estos autores comparten una serie de características: son liberales en lo político, pertenecían casi
todos a una burguesía acomodada, tienen una sólida formación académica (son universitarios con
vocación de maestros), rechazan cualquier actitud decimonónica, son europeístas (frente al casticismo del
98) y en el arte y literatura defienden posturas elitistas, un arte de minorías obsesionado por la obra “bien
hecha” (un “arte puro”, no contaminado del sentimentalismo o realismo propios de un arte de masas, que
rechazan).
Más intelectuales que sus antecesores, conservan su espíritu crítico regeneracionista sobre los
problemas de la sociedad española, pero los acusan, sobre todo al 98, de ver solo los problemas pero no
proponer ni emprender soluciones.
La figura enorme de Ortega y Gasset hace que las ideas expuestas por él en sus ensayos hayan sido
aceptadas como ideas generacionales comunes, tanto en lo social como respecto al arte. Los autores más
representativos de esta generación tratarán de llevar esas ideas de Ortega a la práctica en todos los
géneros literarios.
El ensayo es uno de los géneros más cultivados por estos autores entre los que figuran Ortega y
Gasset, Eugenio DÓrs, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró y Ramón Gómez de la
Serna.
Características generales:
Europeísmo, modernidad, confianza en el progreso: rechazan todo lo decimonónico, tradicional,
folclórico, y sienten entusiasmo por todo lo novedoso en tecnología, ciencia, arte o costumbres. Los
personajes son refinados, cosmopolitas y urbanos. Aunque el tema de España sigue siendo importante en
el ensayo, prácticamente desaparece como tema de la novela. Los lugares y personajes son españoles,
pero carecen de rasgos que los identifiquen como tales. El casticismo queda reducido a un recurso
humorístico.
Ideal de arte elitista, antipopular, solo para minorías selectas capaces de entenderlo, las mismas
minorías que han de regir a las masas incultas. Se trata de un arte intelectual. El arte es sobre todo placer
estético, pero debe ser un placer inteligente.
Rechazo de cualquier concepción utilitaria del arte, incluida cualquier pretensión ideológica, social o
cualquier otra. Aspiran al ideal de arte puro exclusivamente creado para el goce estético.
Aspiración a un arte deshumanizado, antirromántico, libre todo sentimentalismo y emoción humana.
En la novela, el “argumento humano”, la anécdota personal, la realidad social son secundarios frente a la
creación imaginativa e intelectual. La acción, las vivencias de los personajes son a veces, poco más que
una excusa para una trama ingeniosa, un lenguaje refinado, un desenlace sorprendente…
La influencia de las vanguardias: muy pocos autores españoles se adscribieron a alguna vanguardia
concreta en exclusiva, pero todos ellos las conocieron y asimilaron elementos de todas ellas. En la
narrativa, tanto en el cuento como en la novela) de numerosos autores encontramos, a menudo
combinadas influencias impresionistas, cubistas, expresionistas, futuristas, surrealistas…
Gómez de la Serna constituye en sí mismo una vanguardia (el “Ramonismo”), pues desborda cualquier
tipo de clasificación. De su obra destacan las greguerías, definidas como el “atrevimiento de definir lo
indefinible”, y como la suma de “humor + metáfora”, son imágenes sorprendentes que muestran un
aspecto inesperado de la realidad, a veces absurdo, a veces inquietante, a veces simplemente gracioso. El
mismo planteamiento de la greguería lo encontramos en toda su obra, desde el ensayo hasta el teatro.
Sus novelas (El doctor inverosímil (sobre un médico que resuelve casos desesperados y oscuros), La viuda
blanca y negra o El incongruente) no responden a la definición tradicional del género. Sus mejores novelas
son el secreto del acueducto (1922, historia erótica y esotérica), El chalet de las rosas (1923, versión del
seductor que mata a sus amantes para quedarse con su dinero) y El torero Caracho (19266, la fiesta de los
toros en versión vanguardista)
Obras:
El incongruente (1922)
Cinelandia (1925-1926)
El doctor inverosímil (1923), teatro.
Los medios seres (1929), teatro.
Automoribundia (1948), autobiografía.
6. CONCLUSIÓN.
Tras la Guerra Civil, la sociedad española debía volver a la normalidad, pero esta labor no
sería fácil. La ideología de los vencedores se impuso a la de los vencidos en todos los aspectos
de la vida, y la novela no sería menos. Las necesidades materiales y la delicada situación social
pasaron a primer plano, y en el periodo conocido popularmente como los años del hambre
(1939-1945) no había mucho lugar para la creación literaria. De todos modos hay ejemplos de
autores que emprendieron una búsqueda de nuevas formas narrativas que permitieran retomar el
desarrollo que la novela estaba alcanzando en los años de la II República.
La novela de la década de los cuarenta se ve totalmente condicionada por las circunstancias
de la guerra. Algunos autores muestran una voluntad clara por hacer renacer el panorama
literario sobre unos nuevos presupuestos, los cuales terminarían por dejar a un lado a los autores
que se seguían resistiendo al cambio.