Está en la página 1de 6

Tema 64.

La novela española en la primera mitad de siglo XX


INTRODUCCIÓN

1. LOS NOVELISTAS DE LA GENERACIÓN


DEL 98
2. LOS NOVELISTAS DEL NOVECENTISMO
3. LA NOVELA ERÓTICA DE PRINCIPIOS DE
SIGLO
4. OTROS AUTORES NARRATIVOS DE
COMIENZOS DEL SIGLO XX

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN
Afirma Irene Vallejo que “somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las
añora y las utiliza para sanar”. Y esto puede comprobarse en el desarrollo de este tema en el que
estudiaremos la novela española en la primera mitad del siglo XX.
En el siglo XX España experimenta profundos cambios que provocan conflictos sociales. La literatura
española en el siglo XX está dividida en dos partes bien diferenciadas, separadas por la Guerra Civil y por
las distintas características de una y otra etapa. El primer tercio del siglo XX ha sido denominado por
algunos críticos La Edad de Plata de la cultura española, como continuación del esplendor del Siglo de
Oro de nuestros autores clásicos. Representa un momento muy especial de auge de la cultura española,
en el que España supo estar a la altura de su tiempo, participando en las distintas manifestaciones
artísticas con autores de primera fila. Se han impuesto tres etiquetas, novecentismo, vanguardismo y
generación del 27.
Por último, a lo largo de este tema nos centraremos en los novelistas de la generación del 98, los del
novecentismo, el surgimiento de la novela erótica de principios de siglo y otros autores destacables de
esta narrativa.

1. LOS NOVELISTAS DE LA GENERACIÓN DEL 98


Sin entrar a discutir sobre la existencia o no de una Generación del 98, lo cierto es que la narrativa
española del siglo XX arranca con los autores que tradicionalmente se han incluido en ella. Son autores
que, en líneas generales, rompen con el costumbrismo, con el naturalismo y con el estilo retórico del siglo
XIX y que adoptan un método basado en los párrafos breves, en el diálogo y en el repudio de lo vulgar.
Aceptan también, en el aspecto vital, la idea de que la razón es incapaz de dar sentido a la existencia
humana y buscan, por ello, ideas o creencias que resuelvan sus problemas o justifiquen su propia
existencia. Por tanto, la novela de este grupo tiene una doble meta: explorar la crisis de ideas y creencias
individuales, sin perder de vista lo colectivo, y tratar de solucionarla. Desde esta posición, la novela del 98
ha de ser necesariamente distinta a la novela realista anterior; se trata de una obra a mitad de camino
entre la novela de ideas y la novela psicológica.
Observamos en casi todas las obras de esta época la preponderancia dada a una sola figura central, la
existencia de largas conversaciones entre los personajes en detrimento de la acción, el papel secundario
que se asigna al tema amoroso y la consciente renovación del estilo. En este último punto, Azorín fue el
más innovador por su frase breve; Unamuno parece un novelista rezagado del siglo XIX; Baroja, aunque
de estilo bronco y directo, es más moderno; y Valle evoluciona desde la prosa modernista a la deformación
esperpéntica.
El primer autor en el que nos detendremos es Ángel Ganivet, cuyas obras representan la más clara e
importante ruptura con el realismo decimonónico. Sus dos novelas, La conquista del reino de Maya
por el ultimo conquistador español Pio Cid y Los trabajos del infatigable creador Pio Cid, tienen como
protagonista al mismo personaje, ejemplo del intelectual problemático tan abundante en la novela de la
época. En la primera, Ganivet parece defender que el ideal económico del siglo no trae la libertad, sino la
sumisión del hombre al progreso; al mismo tiempo, a través de las costumbres españolas exportadas al
reino de Maya, se critica hasta el ridículo de ciertas modas españolas. La segunda es mucho más
revolucionaria en la forma narrativa: en primer lugar, porque el personaje, que pretende escapar de su
angustia personal mediante una acción constante, crea el modelo de otros héroes novelísticos; y, en
segundo lugar, porque la novela no se basa en una trama perfectamente organizada, sino en una sucesión
de episodios que avanzan de diálogo en diálogo, hasta el punto de que este ocupa casi el 60% del texto.
Miguel de Unamuno lleva a su obra narrativa los mismos problemas filosóficos que había planteado en
sus ensayos. Comienza con una novela de corte realista, Paz en la guerra, centrada en la Guerra Carlista
de 1874, pero pronto se aleja del realismo aparencial para adentrarse en la realidad intima, que él
ejemplifica como el paso desde la escritura ovípara a la escritura vivípara. Este paso produjo la nivola, a la
que caracteriza por la renuncia a los esquemas previos, por la eliminación de las descripciones, por la
presentación de un personaje luchando con su contingencia existencial y por la promoción del diálogo.
Aunque Amor y pedagogía, una novela sobre la educación de los hijos, marca la transición a la técnica
nivolesca, Niebla es la obra clave: Unamuno, a través de Augusto Pérez y de él mismo, que actúa como
otro personaje más (esto puede verse en el cap. 31), debate sobre el carácter ficticio de la realidad.
Llevado esto al problema religioso, como en otros ensayos, el autor se pregunta sobre si Dios, que ha
creado al hombre, es lo real, o si lo real es el hombre que ha debido crear a Dios para justificar su propia
existencia.
La obra más conocida de Unamuno es San Manuel Bueno, mártir, en la que presenta a un cura rural que
ha perdido la fe, pero que sigue predicando unas ideas en las que no cree, con el fin de que sus feligreses
continúen siendo felices pensando en el premio de la vida eterna. El verdadero tema de la novela es el de
“la verdad en relación con la vida”, que se plantea en dos niveles: en el nivel de la conciencia intelectual
(don Manuel), la verdad, opuesta a la creencia, es lo que demuestra la razón; en el nivel de la vida (los
feligreses), la verdad es la creencia ciega, la mentira puede traer el consuelo.
Pio Baroja se dedicó casi exclusivamente al género narrativo. Baroja es el primer novelista importante de
la primera mitad del siglo XX, que entronca con Galdós y con Cervantes. En sus novelas intentó reflejar el
panorama social que se le ofrecía a la vista: el de una España desgajada de su imperio, empobrecida y
mísera, lastrada por el caciquismo agrario, la intransigencia clerical y la pobreza de espíritu de la
burguesía. A ello se le suma el fracaso de las ideas regeneracionistas y la actitud pesimista del propio
autor. Respecto de su estilo, ha sido acusado de vulgar, de incorrección, de falta de intencionalidad
artística, en suma; pero estos defectos contrastan con amenidad, la fuerza y la rudeza de sus narraciones.
Su abundante producción (98 volúmenes) la agrupó el propio Baroja en trilogías, a veces de manera
arbitraria. En Tierra vasca destacan La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz (durante un tiempo es
considerada su mejor novela) y Zalacaín el aventurero, la novela barojiana por excelencia, por el
protagonista y por el estilo. De La vida fantástica, además de las que tienen por protagonista a Paradox,
Camino de perfección puede considerarse como la primera gran obra de Baroja. La trilogía que titula La
lucha por la vida es la que presenta mayor unidad al aparecer el mismo personaje (Manuel) en las tres:
La busca presenta a este personaje abriéndose camino en la vida en los ambientes suburbiales
madrileños, lo que le vale al autor para realizar un cuadro descarnado de la sociedad marginal; en Mala
hierba observarnos a Manuel, convertido en una persona de orden, en relación con su hermano Juan, un
anarquista convencido, que protagoniza la última novela Aurora roja. El resumen de la trilogía muestra una
concepción muy negativa de la vida. Otras trilogías son El pasado, con La Jeria de los discretos; Las
ciudades con El mundo es ansí; o El mar, donde destaca Las inquietudes de Shanti Andía.
De la trilogía La raza sobresale El árbol de la ciencia, sin duda la obra más conseguida del autor. De la
mano de su protagonista, Andrés Hurtado, un trasunto del propio Baroja, asistirnos a la recreación del
panorama intelectual y social de la España de comienzos de siglo XX. Sus relaciones familiares y los
distintos ambientes que visita, dada su condición de estudiante de medicina, primero, y médico, después,
dan testimonio de la crisis moral e ideológica que vive la clase media española. Más que ello, la novela se
convierte en una obra de protesta social y política: todas las clases sociales son juzgadas
despiadadamente, desde la aristocracia hasta la clase obrera, para dibujar un cuadro absolutamente
negativo de España: pobreza cultural, lacras sociales, inmovilidad y conformismo en el mundo rural,
miseria en la gran ciudad, etc. Para Andrés Hurtado, a pesar de su rebelión, no hay solución para este
panorama, por lo que deriva hacia un anarquismo espiritual. El suicidio final del protagonista es la muestra
evidente de este fracaso.
La teoría barojiana sobre la novela se ciñe a dos palabras: espontaneidad y observación; espontaneidad,
que exige libertad para que el autor no tenga restricciones formales a la hora de la composición; y
observación cuidadosa de la vida, porque la novela ha de tener un contenido significativo.
Las novelas de Azorín no se ajustan en modo alguno a los cánones tradicionales de la narrativa: ni hilo
argumental, ni personajes creíbles; en realidad, se trata de una sucesión de estampas que presentan al
personaje en momentos cruciales de su vida, pero no hay desarrollo ni evolución. Desatacan tres obras
primerizas (La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo) que tienen el mismo
protagonista (Antonio Azorín) y se sitúan en Yecla. Sirven para presentar la visión de una España
aletargada. El personaje es un héroe característico del 98: un hombre encerrado en sí mismo, sin creencia
positiva alguna, que vive la angustia de pensar que nada es estable y que la vida es inútil. Otros títulos
pueden ser Tomas Rueda, Don Juan o Doña Inés, en la que se presenta de forma candente la filosofía
azoriniana.
Valle-Inclán, finalmente, presenta ya en sus primeras novelas el ambiente decadentista, el refinamiento
sensorial y el erotismo, que aparecerán en las Sonatas (de otoño, de estío, de primavera y de invierno), la
muestra más acabada del estilo lírico, señorial y aristocrático de su autor. Bajo la figura del Marqués de
Bradomín, Valle realiza una bellísima fusión entre lo religioso y lo pagano, junto a una lograda musicalidad
en el estilo. Con una trilogía sobre la segunda guerra carlista, hace una incursión en el tema histórico. Por
último, Tirana Banderas representa la teoría del esperpento llevada a la novela. Es su obra cumbre: la
acción acabada y los personajes analizados esperpénticamente sirven para condenar el abuso del poder
autoritario de los países hispanoamericanos, abriendo así una larga saga de novelas que tienen como
protagonista a un dictador en países de Hispanoamérica.

2. LOS NOVELISTAS DEL NOVECENTISMO


En 1914 Azorín anunciaba que había nacido otra generación de escritores, conocida por algunos como
generación de 1914 y por otros como novecentismo. Para caracterizar este momento, se habla de
liberalismo cultural, de nueva postura intelectual, de europeísmo y de la defensa de posturas elitistas, en
el plano ideológico; y en el plano cultural se cita el rechazo del realismo, el abandono del sentimentalismo
y de la expresión apasionada, la pulcritud en el lenguaje, la defensa del arte puro, etc.; se trata, como se
ve, de una literatura minoritaria.
Las novelas de Ramón Pérez de Ayala, el primer novelista de este grupo, las clasifica Andrés Amorós en
dos grupos:
̶ Antes de 1914, obras realistas y, en cierto modo autobiográficas: Tinieblas en las cumbres,
A.M.D.G. y Troteras y danzaderas. Se nota en ellas la influencia de Galdós, aunque se observa una
cierta intelectualización dogmática en el tratamiento de los temas.
̶ Después de 1914, obras de madurez, que Amorós ha calificado como novelas intelectuales:
Belarmino y Apolonia, Luna de miel, Los trabajos de Urbano y Simona, Tigre Juan y El curandero
de su honra. Son novelas con amplia profusión ideológica y de estructuración complicada,
relacionadas en cierto sentido con el género ensayístico, a las que les falta naturalidad y vida.
En medio de estos dos grupos hay que situar las novelas poemáticas (Prometeo, Luz de domingo y La
caída de los limones), llamadas así por el estilo lirico empleado y por el tono simbólico y hasta mítico de
los temas tratados.
Los críticos dudan en incluir las obras de Gabriel Miró en el género novelístico. Baquero Goyanes
señalaba que sus libros atraen más por la calidad de la prosa (califica a Miró de neomodernista) que por el
interés de la trama y de los personajes. En efecto, el autor parece obsesionado por el colorido y las
sensaciones que el paisaje levantino transmite, amén de la musicalidad que infiere a su vocabulario y a su
sintaxis.
Tras unas obras líricas, con cierto tono sentimental, emprende la tarea de crear novelas de cierta
envergadura. La primera es Las cerezas del cementerio, en la que tomando coma fondo una visión
sensual del paisaje levantino, aparecen ya las características esenciales del estilo mironiano: exuberante
expresión de la belleza captada por todos los sentidos y maestría en el lenguaje. El abuelo del rey avanza
en esta concepción, pero su obra cumbre fue publicada en dos volúmenes con los títulos de Nuestro padre
San Daniel y El obispo leproso. Oleza (trasunto de Orihuela), ciudad pequeña, cerrada, agobiante e
hipócrita, es el espacio para presentar la represión que el poder eclesiástico ejerce sobre una familia. Los
personajes parecen prototipos, poco individualizados, porque el autor trata artísticamente el material
novelesco, lo que da un resultado admirable en la evocación de los ambientes, pero embalsama a los
personajes.
Ramón Gómez de la Serna lleva a su obra narrativa la misma actitud vanguardista que había mostrado
en sus obras creaciones. No hay en sus novelas ni narración lineal, ni análisis social, ni personajes
elaborados, sino que Ramón convierte en novela toda realidad atravesada por un hecho novelesco.
Algunos títulos son El doctor inverosímil, La viuda blanca y negra, El secreto del acueducto, El caballero
del hongo gris... Ciertos críticos observan la incapacidad del autor para crear novelas par el escamoteo de
la realidad y por su parcialidad en la creación de personajes; no obstante, es otro ejemplo más del autor
víctima de la angustia vital de la época: sus historias son sórdidas, pesimistas, y el espectro de la muerte
aparece de manera continua, pero Ramón no profundiza en los problemas, sino que inventa y reinterpreta
el mundo.

3. LA NOVELA ERÓTICA DE PRINCIPIOS DE SIGLO


A comienzos del siglo XX, la producción novelesca en España es abundante. A las novelas amplias a las
que nos hemos referido hasta ahora hay que sumar las numerosas novelas cortas que aparecen en
publicaciones semanales. Las tendencias narrativas son variadas, por supuesto, y una de las que más
interés ha despertado entre los críticos actuales es la novela erótica. Fue un tipo de novela cultivada par
un amplio grupo de escritores hasta la década de los años 20. En realidad, se trata de una novela
amorosa, alejada del erotismo tal como se concibe hoy día, por lo que convendría más llamarla novela
galante.
Jarrapellejos, de Felipe Trigo, es tal vez el título más importante. En ella se reflejan los problemas
sociales engendrados por el caciquismo rural. Más que por sus obras, Trigo logró la fama por el escándalo
con que eran recibidas: la libertad sexual y el erotismo no eran ideas aceptadas par la sociedad burguesa
de comienzos de siglo.
Otro nombre importante es el de Eduardo Zamacois que, desde la frivolidad en el tratamiento del tema
amoroso, avanza hacia el realismo social. Algunas obras que mantienen cierto interés son Punta negro y
La opinión ajena.

4. OTROS AUTORES NARRATIVOS DE COMIENZOS DEL SIGLO XX


Blasco Ibáñez consiguió una importantísima difusión de sus novelas en el extranjero (algunas difundidas
en el cine), aunque sus contemporáneos le negaran la categoría de novelista. Sus mejores títulos son los
que dedica a su tierra valenciana: Arroz y tartana, Cañas y barro, Entre naranjos.
Ciges Aparicio es el autor que con más ímpetu rompe con la literatura anterior. En El vicario presenta al
sacerdote dramáticamente desgarrado entre el deber y sus creencias católicas; en Villavieja muestra la
imposibilidad de una renovaci6n política y social.
Ricardo León es el típico autor que, para triunfar, recurre al halago del lector burgués, mediante la
sucesión de ideas tópicas. Gozó de un importante público en su momento, pero hoy es un autor ignorado.
Su obra más difundida fue Casta de hidalgos.
Concha Espina representa uno de los pocos valores positivos de la liquidación del realismo
decimonónico. La niña de Luzmela fue su primer éxito literario, y en ella se observa la conjunción de la
novela rosa, la novela folletinesca y el relato edificante, que se convertirán en las bases del resto de su
producción (La esfinge maragata, El metal de los muertos).
Wenceslao Fernández Flórez es un escritor original y complejo. El humorismo, no con finalidad festiva,
sino fruto de una visión amarga y desolada del mundo, es uno de sus rasgos destacados. Volvoreta es su
mejor obra, aunque la más elogiada y famosa siga siendo Las siete columnas.
A Benjamín Jarnés hay que situarlo en la primera línea de la narrativa de anteguerra, no sólo por el
acierto de su prosa, sino también por su habilidad a la hora de descomponer y reconstruir el relato.
Algunas obras son El profesor inútil y Paula y Paulita.

CONCLUSIONES
La lectura es un hábito de vida saludable y, aunque tradicionalmente se ha confundido la enseñanza de la
literatura con la de la historia de la literatura centrándose en la memorización de datos acerca de las
épocas, autores y obras, sin embargo, en la actualidad, el modelo basado en la adquisición de las
competencias prima el desarrollo de otras capacidades que contribuyen al desarrollo personal. El modelo
de la LOMLOE basado en la adquisición de las competencias prima el desarrollo de otras capacidades que
contribuyen al desarrollo personal y la literatura de la época que nos ocupa, la novela de la primera parte
del siglo XX, ofrece muchas posibilidades para conseguir el disfrute de la lectura, la creatividad y la
capacidad reflexiva, que puede estudiarse, siguiendo el Decreto 235/2022 en la Región de Murcia en 3º
ESO o 1º de Bachillerato.
El género narrativo presenta aspectos de importante relieve para la formación de los ciudadanos, ya que a
través de la diversa temática plantean problemas como la soledad, la angustia, el desamor, la solidaridad,
la opresión, es decir, problemas existenciales a los que los alumnos también hacen frente en algún
momento de sus vidas y que ayudan a trabajar la inteligencia emocional y a prepararlos para los retos y
desafíos de este siglo.
Son numerosas las actividades que pueden contribuir a aumentar su bagaje, desde la lectura de libros o
de textos en las redes, la investigación sobre los autores, la creación de infografías y vídeos, con los que,
además, se trabaja la competencia específica 6. Todas estas actividades, unas tradicionales y otras
innovadoras, pueden considerase herramientas con las que calibrar los distintos criterios. Tradición e
innovación, hoy más que nunca, van de la mano, en este gran salto al vacío que nos ha tocado vivir, en
una sociedad que cambia a velocidad vertiginosa y que nos ha obligado combinar la literatura y la
tecnología en el plan de digitalización en un momento de cambio en todos los órdenes de la vida, que
siguen el plan de resiliencia.

BIBLIOGRAFÍA
Baquero Goyanes, M (1956). Prosistas españoles contemporáneos. Madrid: Rialp.
Casualdero, J (1962). Estudios de literatura española. Madrid: Gredos.
Nora, Eugenio de (1968). La novela española contemporánea. Madrid: Gredos.
Pedraza, F. y Rodríguez, M. (2007). Manual de literatura española. Pamplona: Cénlit.

También podría gustarte