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SEMANA 14

MÓDULO 13
SEMAN
A 14

Derecho penal – parte


general.
Teoría de la coerción

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1) Teoría de la Coerción Penal. Prescripción de la Acción y de


la Pena. Interrupción y Suspensión de la Prescripción. Delitos
Imprescriptibles.
Las muy diferentes razones que explican la existencia de la prescripción de la
pena son las mismas que explican la prescripción de la acción, porque ambas
tienen en común el transcurso del tiempo, que es en lo único sobre lo cual hay
pleno acuerdo. Pero principalmente porque ambas prescripciones constituyen
un obstáculo al poder punitivo, por eso resulta indiferente que las regulen
normas procesales o penales. Para unos el fundamento de la prescripción es el
tiempo que borra las pruebas del delito, para otros lo que se borra es el
recuerdo del hecho. También están los que sostienen que la prescripción se
justifica porque el estado, por el transcurso del tiempo, pierde interés en
perseguir o penar, o por la misma razón se autosanciona inhibiéndose de
perseguir o penar. Pero aparte de que estas razones pueden contener algo de
cierto, lo determinante de la prescripción es lo determinante para la pena, es
decir su naturaleza irracional, sea de la pena como conminación o de la pena
impuesta. Al decir de Zaffaroni – aunque existe disenso en la doctrina – sólo
hay excepciones que por su altísima gravedad, crímenes de guerra y de lesa
humanidad (por ejemplo, el genocidio), constituyen tragedias históricas que ni
el tiempo puede suspender, aun con el paso de los siglos. Estos supuestos son
imprescriptibles tanto en la persecución como en la pena (Convención de 1968,
ratificada por Ley N°: 244.584).
a) Prescripción de la Acción: está regulada en los arts. 59 a 64 del CP. Los
plazos de prescripción de la acción están en el art. 62 del CP: dichas
disposiciones procesales contenidas en el CP se justifican porque corresponde
al estado federal garantizar en todo el territorio de la república un conjunto de
limitaciones temporales máximas que impidan una persecución punitiva
gravemente irracional, de modo que cada provincia tiene libertad de alterar
esos plazos en los respectivos códigos procesales a través de normas que
regulan la duración de los procesos.
La Constitución quiere evitar uno de los casos más notorios de irracionalidad
del poder punitivo que ocurre cuando la duración de los juicios penales se
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vincula con el problema de los presos sin condena causando una situación
(muy claramente en América Latina) de rasgos genocidas. Para evitar esos
tratos inhumanos se exige un plazo razonable para la duración de los procesos.
Por otro lado, en el art. 67 del CP se regula los supuestos de suspensión e
interrupción de la prescripción de la acción penal.
b) Prescripción de la Pena: está tratada en los arts. 65 a 70 del CP.
Conforme lo establece en el art. 65 del CP, todas las penas pueden
prescribirse en el derecho argentino, salvo los casos previstos en la
Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa
humanidad, que tampoco permite la prescripción de las acciones por esos
crímenes. Por supuesto que también prescribe la pena de inhabilitación, ya que
de admitir la omisión legal se estaría aceptando un rigor inadecuado y una
situación desigual frente a penas más graves. En tal sentido debe aplicarse
analógicamente el inc. 4 del art. 62, es decir la disposición que rige para la
prescripción de la acción por un delito penado con inhabilitación temporal.
Por otra parte, el art. 66 del CP dilucida desde cuándo empezará a correr la
prescripción de la pena. El único caso en que la prescripción de la pena se
suspende es el de la condena condicional, porque la misma modalidad de
condena impide que corra el plazo de prescripción. En cambio, no iniciada la
ejecución de la pena, o iniciada y quebrantada, el cumplimiento parcial
posterior tiene el efecto de interrumpir la prescripción, cayendo todo el tiempo
transcurrido, debiendo correr el plazo completo en caso de producirse un nuevo
quebrantamiento.
Finalmente, debe señalarse que siendo la prescripción de la pena una causa
personal de cancelación de la respuesta punitiva, la prescripción corre, se
suspende o se interrumpe separadamente para cada uno de los partícipes del
delito (párrafo quinto del art. 67, CP).

2) Distintas Clases de Penas en el Código argentino.


Dentro de las penas principales, conforme al art. 5 del CP: la de reclusión y
prisión son privativas de la libertad, en tanto que la multa es pecuniaria y la
inhabilitación es privativa de otros derechos. Todas estas penas están
conminadas en la parte especial en forma separada o exclusiva (cuando se

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conmina una sola de ellas, sea de prisión, art. 83; de multa, art. 99, inc. 1; o de
inhabilitación, art. 273), alternativa (una entre una pluralidad conminatoria y
puede ser paralela: cuando cambia únicamente la calidad de la pena, que solía
darse entra la vieja reclusión alternando con la prisión, art. 80, o no paralela:
cambia la calidad de la pena, como la prisión o multa del art. 245). Existe una
combinación conjunta prevista en forma genérica de pena de inhabilitación (art.
20 bis) y de pena de multa (art. 22 bis).
Además de las mencionadas, el CP contiene penas accesorias, las que
siguen a las principales, sin que sea permitido imponer aquellas sin éstas.
Penas accesorias son: la inhabilitación del art. 12 del CP; el decomiso del art.
24 de dicho código; la destrucción de sustancias estupefacientes del art. 30 de
la Ley N°: 23.737; el decomiso de las mercaderías en infracción del art. 24 y la
incautación de beneficios económicos del art. 30, in fine, de la misma ley; la
pérdida del beneficio y de la posibilidad de obtener y utilizar beneficios fiscales
del art. 5 de la Ley N°: 24.769; la clausura de estadios deportivos, prevista en el
art. 11 de la Ley N°: 24.192. La pena accesoria más grave que contempla el CP
y con la cual, pese a ser inconstitucional, se completa el cuadro de las penas o
manifestaciones punitivas previstas en la leyes penales manifiestas, es la
relegación o reclusión por tiempo indeterminado como accesoria de la última
condena del art. 52 del CP.

Ley de Ejecución Penal N°: 24.660. Régimen de Ejecución de la pena


privativa de libertad: dicha ley fue sancionada en el año 1996 y los principios
básicos de ejecución están en su art. 1, que elucida: “La ejecución de la pena
privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el
condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando
su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la
sociedad.
El régimen penitenciario deberá utilizar, de acuerdo con las circunstancias de
cada caso, todos los medios de tratamiento interdisciplinarios que resulten
apropiados para la finalidad enunciada”. Por su parte el art. 2 reza: “El
condenado podrá ejercer todos los derechos no afectados por la condena o por
la ley y las reglamentaciones que en su consecuencias se dicten y cumplirá con

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todos los deberes que su situación le permita y con todas las obligaciones que
su condición legalmente le impone”. Mientras que el art. 3 determina: “La
ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, estará
sometida al permanente control judicial. El juez de ejecución o juez competente
garantizará el cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados
internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos de los
condenados no afectados por la condena o por la ley”.
Por otro lado, se regula las modalidades básicas de ejecución en el art. 12:
“El régimen penitenciario aplicable al condenado, cualquiera fuere la pena
impuesta, se caracterizará por su progresividad y constará de: a) Período de
observación; b) Período de tratamiento; c) Período de Prueba; d) Período de
libertad condicional”.
A continuación, muy a grandes rasgos, mencionaremos algunos artículos
que establecen los derechos de los internos, pero en honor a la verdad, son
casos paradigmáticos de letras muertes, ya que bajo ningún punto de vista esto
se percibe en la realidad al visitar las cárceles. Entre ellas, cabe destacar el art.
57: “La persona condenada sujeta a medida de seguridad que se aloje en
instituciones previstas en esta ley, se denominará interno. Al interno se le citará
o llamará únicamente por el nombre y apellido”. Mientras que el art. 58
prescribe: “El régimen penitenciario deberá asegurar y promover el bienestar
psicofísico de los internos. Para ello se implementarán medidas de prevención,
recuperación y rehabilitación de la salud y se atenderán especialmente las
condiciones ambientales e higiénicas de los establecimientos”. Por último, el
art. 59 – caso paradigmático de una letra muerta – establece: “El número de
internos de cada establecimiento deberá estar preestablecido y no se lo
excederá a fin de asegurar un adecuado alojamiento. Todos los locales estarán
siempre en buen estado de conservación. Su ventilación, iluminación,
calefacción y dimensiones guardarán relación con su destino y los factores
climáticos”. Asimismo, el art. 65: “La alimentación del interno estará a cargo de
la administración; será adecuada a sus necesidades y sustentada en criterios
higiénico-dietético. Sin perjuicio de ello y conforme los reglamentos que se
dicten, el interno podrá adquirir o recibir alimentos de sus familiares o
visitantes. La prohibición de bebidas alcohólicas será absoluta”. El art. 66 trata

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del derecho a información que tiene cada interno: “A su ingreso al


establecimiento el interno recibirá explicación oral e información escrita acerca
del régimen a que se encontrará sometido, las normas de conducta que deberá
observar, el sistema disciplinario vigente, los medios autorizados para formular
pedidos o presentar quejas y de todo aquello que sea útil para conocer sus
derechos y obligaciones. Si el interno fuere analfabeto, presentare
discapacidad física o psíquica o no comprendiese el idioma castellano, esa
información se le deberá suministrar por persona y medio idóneo”. Por último,
el art. 67 expresa que los internos pueden efectuar sus peticiones y quejas: “El
interno podrá presentar peticiones y quejas al director del establecimiento y
dirigirse sin censura a otra autoridad administrativa superior, al juez de
ejecución o al juez competente. La resolución que se adopte deberá ser
fundada, emitida en tiempo razonable y notificada al interno”.

3) Penas de Multa e Inhabilitación.


Escudriñaremos por separado estas clases de penas:
a) Pena de Multa: es una pena prevista en el art. 5 del CP que opera sobre
el patrimonio del condenado, con el límite constitucional de la prohibición de la
confiscación, pero que no reconoce el objetivo reparador que caracteriza a la
multa administrativa.
En el código argentino rige el método más tradicional que es el de la multa
tota, aun cuando sus defectos – particularmente los que atañen a la
desigualdad – fueron advertidos desde antiguo. El art. 21 CP establece que la
multa obligará al reo a pagar la cantidad de dinero que determine la sentencia,
teniendo en cuenta, además de las causas generales del art. 41, la situación
económica del penado.
b) Pena de Inhabilitación: consiste en la pérdida o suspensión de uno o
más derechos de modo diferente al que comprometen las penas de prisión y la
multa. En el código vigente se halla prevista en la forma de inhabilitación
absoluta y de inhabilitación especial.
El inc. 1 del art. 19 CP establece que la inhabilitación absoluta importa la
privación del empleo o cargo público que ejercía el penado, aunque provenga
de elección popular, de modo que la pena surte el efecto de privar de los

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derechos desde que la condenación queda firme. En los restantes incisos (2, 3
y 4) se enumeran los otros derechos de los cuales será privado el penado.
En cambio, la inhabilitación especial siempre se impone como pena principal,
pudiendo ser temporal o perpetua. Sus efectos están regulados en el art. 20
CP.

La Pena de Reclusión: su estado: la reclusión cargaba con el resabio de la


pena infamante, hoy expresamente prohibida en la Constitución (inc. 22 del art.
75, art. XXVI DADH). El carácter infamante de la reclusión era manifiesto en la
posibilidad de trabajos públicos, lo que implicaba un sometimiento del sujeto a
la vergüenza pública.
En consecuencia, los tribunales estuvieron imponiendo una pena que no se
ejecutaba, o mejor dicho, se ejecutaba como otra: si la distinción con la prisión
es su ejecución más gravosa e infamante, una pena de reclusión que se
ejecuta como pena de prisión, es una pena de prisión. Si bien esto fue siempre
así, el proceso de unificación se oficializó con la derogación formal de la pena
de reclusión, al establecerse su ejecución indiferenciada (ni más gravosa ni
infamante, sino igual a la de prisión) en la antigua ley penitenciaria de 1958,
que mantiene la vigente Ley de Ejecución de la Pena Privativa de Libertad N°:
24.660, que inclusive reemplazó las calificaciones de recluso y preso por la de
interno, disponiendo que el trabajo obligatorio no será aflictivo, denigrante,
infamante ni forzado (art. 107), lo que constituye la partida de defunción legal
de la reclusión como pena. Si por esas disposiciones es claro que quedan
derogados los arts. 6, 7 y 9 del CP, con ellos desapareció la pena de reclusión,
por lo cual corresponde considerar derogadas todas las disposiciones que
hacen referencia a ella en el resto del código.

4) La Libertad Condicional: Concepto. Requisitos. Pautas de


Cumplimiento.
Los artículos 13 a 17 y 53 del CP (y la Ley N°: 24.660) regulan la posibilidad de
que el condenado a una pena privativa de libertad, pueda recuperarla
condicionalmente por decisión judicial y después de haber cumplido una parte
determinada de ella.

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A continuación citaremos los artículos del CP penal donde se trata por un


lado los requisitos y por otro las pautas de cumplimiento de la libertad
condicional. Así el art. 13 deslinda: “El condenado a reclusión o prisión
perpetua que hubiere cumplido treinta y cinco (35) años de condena, el
condenado a reclusión o a prisión por más de tres (3) años que hubiere
cumplido los dos tercios, y el condenado a reclusión o prisión, por tres (3) años
o menos, que hubiere cumplido un (1) año de reclusión u ocho (8) meses de
prisión, observando con regularidad los reglamentos carcelarios, podrán
obtener la libertad por resolución judicial, previo informe de la dirección del
establecimiento e informe de peritos que pronostique en forma individualizada y
favorable su reinserción social, bajo las siguientes condiciones:
1º.- Residir en el lugar que determine el auto de soltura;
2º.- Observar las reglas de inspección que fije el mismo auto, especialmente la
obligación de abstenerse de consumir bebidas alcohólicas o utilizar sustancias
estupefacientes;
3º.- Adoptar en el plazo que el auto determine, oficio, arte, industria o profesión,
si no tuviere medios propios de subsistencia;
4º.- No cometer nuevos delitos;
5º.- Someterse al cuidado de un patronato, indicado por las autoridades
competentes;
6º.- Someterse a tratamiento médico, psiquiátrico o psicológico, que acrediten
su necesidad y eficacia de acuerdo al consejo de peritos.
Estas condiciones, a las que el juez podrá añadir cualquiera de las reglas de
conducta contempladas en el artículo 27 bis, regirán hasta el vencimiento de
los términos de las penas temporales y hasta diez (10) años más en las
perpetuas, a contar desde el día del otorgamiento de la libertad condicional”.
Mientras que el art. 14 estipula: “La libertad condicional no se concederá a
los reincidentes. Tampoco se concederá en los casos previstos en los artículos
80 inciso 7º, 124, 142 bis, anteúltimo párrafo, 165 y 170, anteúltimo párrafo”.
Para la procedencia de la revocación de la libertad condicional el art. 15 señala:
“La libertad condicional será revocada cuando el penado cometiere un nuevo
delito o violare la obligación de residencia. En estos casos no se computará, en
el término de la pena, el tiempo que haya durado la libertad.

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En los casos de los incisos 2º, 3º, 5º y 6º del artículo 13, el Tribunal podrá
disponer que no se compute en el término de la condena todo o parte del
tiempo que hubiere durado la libertad, hasta que el condenado cumpliese con
lo dispuesto en dichos incisos”. Continúa el art. 16 dilucidando: “Transcurrido el
término de la condena, o el plazo de cinco años señalado en el artículo 13 sin
que la libertad condicional haya sido revocada, la pena quedará extinguida, lo
mismo que la inhabilitación absoluta del artículo 12”. Y por último, el art. 17
reza: “Ningún penado cuya libertad condicional haya sido revocada, podrá
obtenerla nuevamente”.

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