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DERECHO PENAL DEL TRABAJO

DEPARTAMENTO DE DERECHO PENAL


Profª Dra. Inmaculada Ramos Tapia

Tema 5: LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO


1. LA PENA

A. EL SISTEMA DE PENAS EN EL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL

a) Las clases de penas en función de su naturaleza y gravedad

El art. 32 CP establece la clasificación de las penas en base a su naturaleza, distinguiendo entre


penas privativas de libertad, privativas de otros derechos y multa. A este respecto hay que señalar
que son penas privativas de libertad la prisión permanente revisable, la prisión, la localización
permanente y la responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa (art. 35 CP). Por su
parte, son penas privativas de derechos: la inhabilitación absoluta, la inhabilitación especial, la
suspensión de empleo o cargo público, la privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores, la privación del derecho a la tenencia y porte de armas; la privación del derecho a
residir en determinados lugares o acudir a ellos, o la prohibición de aproximarse a la víctima o a
otras personas o de comunicarse con ellos, los trabajos en beneficio de la comunidad y la
privación de la patria potestad (art. 39 CP). Finalmente, la pena de multa viene establecida por el
sistema de días-multa o por el sistema de multa proporcional (art. 50 CP).

El art. 33 CP clasifica dicho conjunto de penas, en función de su naturaleza y duración, en


graves, menos graves y leves.

b) Penas principales y penas accesorias

Tal y como apunta el artículo 33,6 CP, algunas de las penas del art. 33 pueden establecerse como
penas principales o como penas accesorias. En este sentido, habrán de considerarse penas
principales las establecidas expresamente en los tipos penales de la Parte Especial para un delito
concreto, y penas accesorias aquéllas que, sin ser impuestas especialmente, son declaradas
consecuencias necesarias de otras penas en los preceptos de la Parte General (arts. 54 y ss.).

Así, la pena de prisión igual o superior a diez años lleva consigo la pena accesoria
de inhabilitación absoluta, salvo que ya estuviere prevista como pena principal en
el supuesto de que se trate (art. 55 CP). Por su parte, la pena de prisión inferior a
diez años puede ir acompañada de suspensión de empleo o cargo público,
inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena o inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión, oficio,
industria o comercio o cualquier otro derecho, siempre que éstos hubieran tenido
relación directa con el delito cometido (art. 56 CP).

Finalmente, y antes de pasar al análisis pormenorizado de las distintas clases de penas que
establece nuestro Código Penal, hay que destacar que el art. 34 CP dispone expresamente que
«no se reputarán penas:

1. La detención y prisión preventiva y las demás medidas cautelares de naturaleza penal.


2. Las multas y demás correcciones que, en uso de atribuciones gubernativas o
disciplinarias, se impongan a los subordinados o administrados.

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3. Las privaciones de derechos y las sanciones reparadoras que establezcan las leyes
civiles o administrativas.

c) Las penas privativas de libertad (art. 35 CP)

a’. La prisión permanente revisable (art. 36.1 y 92 CP)

Es la pena más grave de todo el sistema penal. Fue introducida en la reforma del Código Penal
efectuada por la LO 1/2015, como culmen de una escalada punitivita iniciada con la Ley
Orgánica 7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y
efectivo de las penas. Supone el cumplimiento de un mínimo de 25 años de prisión, tras los
cuales el tribunal puede revisar la pena y acordar que procede la suspensión de la pena por
concurrir los requisitos del art. 92 CP: buena conducta, estar clasificado en el tercer grado
penitenciario, pronóstico positivo de comportamiento futuro en libertad. La suspensión tendrá
una duración de cinco a diez años durante los cuales el penado está en situación de libertad
condicional y sometido a las prohibiciones, deberes o prestaciones que le haya impuesto el
tribunal (arts. 83 a 87 CP) y que pueden modificarse o alzarse a la vista de la modificación de
las circunstancias valoradas. La suspensión puede revocarse si cambiara el pronóstico de falta
de peligrosidad.

Como es lógico, la prisión permanente revisable está prevista para supuestos considerados
excepcionalmente graves por parte del legislador: asesinatos especialmente graves (art. 140 CP),
homicidio terrorista (art. 573 bis 1.1º CP), homicidio de Jefes de Estado extranjeros (art. 605.1 CP) y en
determinados supuestos de genocidio o de crímenes de lesa humanidad (arts. 607.1 y 607 bis CP). En
los casos de homicidio, cabe apreciar respuesta populista del legislador a sucesos terribles que tuvieron
un gran impacto mediático y que suscitaron la demanda social de prisión permanente, a pesar de que los
hechos ya conllevaban una pena de prisión de muy larga duración (caso de Mari Luz Cortés).

La prisión permanente revisable ha sido objeto de gran controversia en la doctrina por su


posible incompatibilidad con principios constitucionales como la dignidad de la persona (art.
10), la prohibición constitucional de tratos inhumanos y degradantes (art. 15) y la necesaria
orientación de las penas a la reducación y la resocialización (art. 25.2). Su introducción en el
Código Penal fue objeto de un recurso de inconstitucionalidad que ha sido resuelto por la
reciente STC 169/2021. El Tribunal Constitucional ha considerado que esta pena no vulnera
dichos principios constitucionales en la medida en que puede ser revisada tras el cumplimiento
de un periodo mínimo de 25 años en centro penitenciario, mediante la concesión al penado por
el tribunal sentenciador de la libertad condicional, siempre y cuando este cumpla las
condiciones legales exigibles para ello. En este sentido, la sentencia toma en consideración los
pronunciamientos precedentes del propio Tribunal Constitucional, así como del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos que consideran la revisabilidad de la pena como factor
determinante de su legitimidad. No obstante, el propio Tribunal exige una interpretación
conforme a la Constitución en dos aspectos singulares: a) Una vez concedida la libertad
provisional, sólo podrá revocarse si se vuelve a delinquir o infrinja las prohibiciones y reglas
de conducta establecidas en el auto de libertad condicional. b) La revocación de la libertad
condicional no puede impedir que el penado pueda obtener en un futuro una nueva revisión de
la pena, pues denegarle definitivamente toda expectativa de libertad sería incompatible con la
Constitución.

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b’ La pena de prisión

La pena de prisión, desde el punto de vista de su naturaleza, es la pena más grave de las previstas
en el ordenamiento penal, en la medida en que conlleva la privación del derecho fundamental a
la libertad. Por eso debe recordarse que las normas penales que impongan penas privativas de
libertad deben poseer el rango de leyes orgánicas y que, en virtud del art. 25,3 CE, la
Administración no podrá imponer sanciones que directa o indirectamente impliquen privación de
libertad.

La pena de prisión —según dispone el art. 36 CP— tendrá una duración mínima de tres meses
y máxima de veinte años, salvo lo que excepcionalmente dispongan otros preceptos del Código
Penal. Su cumplimiento, así como los beneficios penitenciarios que supongan acortamiento de
la condena, se ajustará a lo dispuesto en las Leyes y en el Código Penal.

En cuanto al límite inferior de la pena, establecido en tres meses, el propósito del legislador es
mantenerlo a toda costa, procediendo, si llega el caso, a sustituir la pena de prisión inferior a
tres meses por otra pena conforme al art. 71,2 CP

Por lo que respecta al límite máximo de la pena de prisión, los veinte años a los que se refiere
el art. 36 CP pueden rebasarse por las penas específicamente previstas para algunos delitos
(hiper-asesinato del art. 140 o atentado terrorista del art. 572 P), por la previsión de que la pena
superior en grado a la de prisión de hasta veinte años es la misma con la cláusula de que su
duración será de treinta años (art. 70 CP), o por aplicación de las reglas especiales para la
aplicación de las penas previstas en los arts. 73 y ss. CP. Mención especial merece la previsión
contenida en el art. 76 CP, que permite elevar el límite máximo de la pena de prisión hasta 40
años.

c’. La localización permanente

El art. 37 CP define los perfiles básicos de la nueva pena de localización permanente en los
siguientes términos: la localización permanente tendrá una duración de hasta 6 meses. Su
cumplimiento obliga al penado a permanecer en su domicilio o en lugar determinado fijado por
el juez, aunque, si así lo dispone el concreto precepto aplicable, el juez puede acordar en la
sentencia que se cumpla los sábados, domingos y días festivos en el centro penitenciario más
próximo al domicilio del penado.

d’. Responsabilidad subsidiaria por impago de multa.

La institución que el Código Penal de 1995 ha calificado como responsabilidad personal


subsidiaria es una previsión que entra en juego en los casos de insolvencia del condenado a una
pena de multa y que determina su ingreso en prisión en sustitución de la pena de multa
insatisfecha.

La privación de libertad del reo insolvente que no satisface la multa impuesta ha sido
tradicionalmente objeto de debate, en cuanto implica un trato desigual a los condenados en
base a su situación. En esta línea, nuestro Código Penal ha dotado a la configuración de la

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responsabilidad personal subsidiaria por impago de multa de una serie de elementos que
contribuyen a suavizar la opinión negativa que genera la institución.

Como punto de partida, el Código Penal otorga a esta figura el carácter de pena privativa de
libertad (art. 35 CP), lo que permite que su ejecución sea suspendida conforme a las
previsiones del art. 80,1 CP. Bajo esta premisa el art. 53,1 CP dispone que «si el condenado no
satisficiere voluntariamente o por vía de apremio, la multa impuesta, quedará sujeto a una
responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos cuotas
diarias no satisfechas», pero expresamente establece la posibilidad de sustituir dicha privación
de libertad por trabajos en beneficio de la comunidad. Por último, y dado el carácter de pena
propiamente dicha de la responsabilidad personal subsidiaria, «el cumplimiento de la
responsabilidad subsidiaria extingue la obligación de pago de la multa, aunque mejore la
situación económica del penado» (art. 53,4 CP).

d) Las penas privativas de derechos

El art. 39 CP recoge las llamadas penas privativas de derechos, entre las que enumera las
siguientes:

a) La inhabilitación absoluta.
b) Las de inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión, oficio,
industria o comercio, u otras actividades determinadas en este Código, o de los derechos
de patria potestad, tutela, guarda o curatela, derecho de sufragio pasivo o de cualquier otro
derecho.
c) La suspensión de empleo o cargo público.
d) La privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores.
e) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas.
f) La privación del derecho a residir en determinados lugares o acudir a ellos.
g) La prohibición de aproximarse a la víctima, o a aquellos de sus familiares u otras
personas que determine el juez o tribunal.
h) La prohibición de comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u
otras personas que determine el juez o tribunal.
g) Los trabajos en beneficio de la comunidad
j) la privación de la patria potestad

e) La pena de multa: el sistema de días-multa

Según el art. 50,1 CP: «La pena de multa consistirá en la imposición al condenado de una
sanción pecuniaria». Nuestro texto punitivo prevé la imposición de dicha sanción
pecuniaria a través de dos sistemas distintos: el sistema de días-multa y la multa
proporcional.

La introducción del sistema de días-multa, de origen escandinavo, constituyó una de las


grandes novedades del sistema de penas del Código Penal de 1995, con la que se persigue
una mejor individualización de la pena de multa para consagrar los dos aspectos que debe
combinar la pena: su proporcionalidad con la gravedad del delito y la igualdad de

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sacrificio para todos los penados. Y ello porque con los sistemas tradicionales, en los
cuales la gravedad de la multa a imponer se hacía depender única y exclusivamente de la
gravedad del delito cometido, la incidencia real de dicha pena sobre distintos sujetos que
cometían un mismo delito no era la misma, sino que variaba en función de su situación
económica, con lo que el principio de igualdad se veía claramente vulnerado.

El sistema de días multa se estructura en base a dos criterios distintos: la extensión de la


multa o número de cuotas a imponer, por una parte, y la cuantía de la cuota, por otra.

En lo que se refiere a la extensión de la multa o número de cuotas a imponer, el art. 50,3


CP señala que «su extensión mínima será de diez días, y la máxima de dos años» (en el
caso de multa a personas jurídicas puede llegar hasta un máximo de cinco años). Por lo
tanto, este sistema utiliza como unidad básica el día-multa, sin perjuicio de que la
extensión o cuota de la multa pueda expresarse también en múltiplos, como la semana-
multa, el mes-multa o el año-multa.

Una vez determinada la extensión de la multa, habrá que establecer la cuantía a pagar en
cada una de las cuotas. A este respecto el art. 50,4 CP dispone que «la cuota diaria tendrá
un mínimo de dos y un máximo de 400 euros (excepto en los casos de multa a personas
jurídicas, en que la cuota tiene un mínimo de 30 y un máximo de 5.000 euros). De esta
forma, la cuantía mínima de la multa que se podrá imponer por el sistema de días multa
será de 20 euros (diez días multa a una cuota diaria de dos euros); la cuantía máxima será
de 288.000 euros (dos años multa –720 días- a una cuota diaria de 400 euros).

El número de día (cuotas) que deba imponerse se determinará siguiendo las reglas
generales de determinación de la pena, y, por ello, estará en función de la gravedad del
hecho (injusto) y de la gravedad de la culpabilidad del autor. La cuantía de la cuota, sin
embargo, no tiene ya nada que ver con la gravedad del delito, sino sólo con la capacidad
económica del penado (art. 50.5 CP). La idea rectora de este sistema aparece igualmente
consagrada en el art. 51 CP, que expresamente prevé que «si, después de la sentencia,
variase la situación económica del penado, el juez o tribunal, excepcionalmente y tras la
debida indagación de dicha situación, podrá modificar tanto el importe de las cuotas
periódicas como los plazos para su pago».

f) La suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad.

Los arts. 80 a 87 del Código Penal regulan la facultad que se otorga a jueces y tribunales de
evitar el cumplimiento de las penas privativas de libertad de corta duración cuando se dan
unas determinadas condiciones. La posibilidad de suspensión establece para penas no
superiores a dos años (art. 80,1 CP), pudiendo alcanzar a las de cinco años si los destinatarios
de la condena hubieren cometido el hecho delictivo a causa de su dependencia de las drogas
(art. 80,5 CP) y, sin límite de duración, cuando se trata de penados que se hallan aquejados de
una enfermedad muy grave con padecimientos incurables (art. 80,4 CP). Sólo puede ser
suspendida la ejecución de las penas privativas de libertad que, según el art. 35 CP, son “la
prisión, la localización permanente y la responsabilidad personal subsidiaria por impago de la
multa”.

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Para su concesión, además de la ausencia de peligrosidad criminal del condenado, son


requisitos esenciales que el condenado haya delinquido por primera vez y que se hayan
satisfecho las responsabilidades civiles (art. 80.2 CP). El cumplimiento de las condiciones
legales no garantiza la concesión del beneficio que dependerá, en último término, de una
decisión motivada del juez o tribunal. Los criterios que deben guiar esa decisión están
descritos en el Código y descansan en consideraciones de prevención especial -“las
circunstancias personales del delincuente”- y de proporcionalidad -“las características del
hecho y la duración de la pena”- (art. 80,1CP)

La remisión definitiva de la pena depende de que el condenado respete las reglas de conducta
que le hay impuesto el juez y no delinca durante el plazo fijado por aquél. Si así fuera, la pena
se dará por cumplida (art. 87 CP). Pero si reincidiera o el incumplimiento de sus obligaciones
fuera reiterado, el Juez o Tribunal revocará la suspensión y ordenará la ejecución de la pena
(art. 86 CP).

b´) La libertad condicional


La pena de prisión, en general, separa al condenado de la sociedad -esta es una de sus
funciones “negativas”: la inocuizadora- y ello resulta contraproducente en orden a posibilitar
el fin constitucional de reinserción social (art. 25,2 CE). Mal puede favorecerse la integración
en la sociedad de un condenado apartándole de ella. Esa idea está presente en el sistema
penitenciario de signo progresivo que rige, hoy por hoy, en la mayoría de los países de nuestro
entorno y que busca un paulatino acercamiento del penado al medio social.

En este contexto, la libertad condicional está concebida como una forma de cumplimiento de
las penas privativas de libertad que se recoge en los arts. 90 y ss. CP. A diferencia de la
suspensión, la libertad condicional incide sobre una fase avanzada de la ejecución penal en
tanto que requiere para su aplicación el cumplimiento de una parte de la pena. Consiste en la
posibilidad de cumplir en libertad el último periodo de la condena, siempre que cumplan los
requisitos del art. 90 CP.

B. LA DETERMINACIÓN LEGAL Y LA INDIVIDUALIZACIÓN JUDICIAL DE LA


PENA

En el proceso de individualización de la pena se pueden diferenciar tres fases, que alcanzan


desde que el legislador señala el marco de pena genérica que le corresponde a cada hecho
delictivo, pasando por la imposición de la pena concreta, hasta que ésta es ejecutada. En
efecto, en la primera fase, realizada por el legislador y que se denomina fase de
individualización legal, se establece el marco genérico de pena que le corresponde a cada
hecho delictivo en base al principio de proporcionalidad.

Por ejemplo, al delito contra la seguridad en el trabajo del art. 316 CP le


corresponde una pena de prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce
meses.

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La segunda fase, denominada individualización judicial de la pena, interviene el Juez o


Tribunal. Éste impondrá y aplicará la pena concreta que le corresponde a un determinado
delincuente por el delito cometido, atendiendo a dos momentos sucesivos. Un primer momento,
donde el Juez o Tribunal, a través de una serie de reglas, determina cuál es el marco penal
concretamente aplicable. En esta primera etapa, la denominada determinación de la pena en
sentido estricto, se señala la cuantía exacta que corresponde al culpable mediante el manejo de
determinados criterios y según concurran o no circunstancias atenuantes y agravantes. Y un
segundo momento, la llamada determinación de la pena en sentido amplio, en el que, una vez
cuantificada la pena concreta en principio aplicable, el Juez decide si es conveniente y posible,
según la normativa vigente, suspender, sustituir o modificar la duración de la pena.

Por ej., al autor del delito contra la seguridad en el trabajo, teniendo en cuenta la
gravedad del hecho y las circunstancias personales del autor se le impone la pena
concreta, por ejemplo, de 10 meses de prisión y 8 meses de multa.

Finalmente, en la tercera etapa denominada fase de individualización penitenciaria,


administrativa o ejecutiva se controla judicialmente la ejecución de la pena impuesta al
condenado.

1. La pena abstracta del tipo

La pena abstracta del tipo es el marco de pena señalada por la Ley para cada uno de los hechos
delictivos tipificados en el Código Penal. Esta pena se entiende que la impone la Ley a los
autores de la infracción consumada (art. 61 CP).
Ej.; el homicidio, según el art. 138 CP, tiene una pena abstracta de 10 a 15 años de
prisión; el asesinato tipificado en el art. 139 CP tiene una pena abstracta de 15 a 20
años de prisión.

Por consiguiente, la pena abstracta es la clase –privativa de libertad, privativa de derechos o


pecuniaria- y la cantidad de pena –de 10 a 15 años, o de 15 a 20 años- que el legislador asigna
a cada una de las conductas tipificadas y, en virtud del principio de legalidad y de seguridad
jurídica, generalmente, se establece con un marco máximo y un marco mínimo de pena.

Una técnica que suele emplear el legislador del Código Penal de 1995 en algunos tipos
agravados es la de establecer la pena abstracta del tipo agravado remitiéndose de manera
directa a la pena abstracta del tipo básico.

Por ej., el art. 311.3 CP que tipifica el tipo agravado de imposición de condiciones
laborales o de Seguridad Social ilegales mediante violencia o intimidación, fija la
pena por remisión a la del art. 311.1, indicando que se imponga la pena “superior
en grado” a la prevista para dicho delito.

Para conocer la pena abstracta asignada por la Ley en estos tipos agravados es preciso
determinar la pena superior o inferior en grado y la pena en la mitad superior o mitad inferior.

Pena superior o inferior en grado: El proceso de determinación del grado de la pena se


regula en el art. 70.1 CP, precepto que ha sido recientemente modificado por la L.O. 15/2003.

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El art. 70.1 establece que “la pena superior en grado se formará partiendo de la cifra máxima
señalada por la Ley para el delito de que se trate y aumentando a ésta la mitad de su cuantía,
constituyendo la suma resultante su límite máximo”. Por tanto, hay que tomar la cifra máxima
del marco de pena, dividirla entre dos y lo que resulte se suma a esa primera cifra que se ha
tomado.

Por ej., la pena superior en grado a la del art. 311.1 (prisión de seis a tres años y
multa de seis a doce meses) se calcula tomando como límite mínimo el máximo
de pena señalada por la Ley (3 años de prisión y doce meses de multa) y como
máximo la que resulta de sumarle la mitad de dicha cifra (1 año y medio de prisión
y seis meses de multa). Así la pena superior en grado será: prisión de tres años a
cuatro años y 6 meses y multa de seis a dieciocho meses.

El límite máximo de la pena superior en grado será el máximo de la pena señalada por la Ley
para el delito de que se trate, incrementando en un día o en un día multa según la naturaleza de
la pena a imponer. Por consiguiente, la pena superior en grado del art. 311.1 es de prisión de
tres años y un día a cuatro años y multa de seis meses y un día a dieciocho meses.

La pena inferior en grado también se regula en el art. 70.1 CP, que señala que “la pena inferior
en grado se formará partiendo de la cifra mínima señalada por la Ley para el delito de que se
trate y deduciendo de ésta la mitad de su cuantía, constituyendo el resultado de tal deducción
su límite mínimo”. Por tanto, se procederá de la misma manera que con la pena superior en
grado pero tomando el mínimo de la pena, esta se divide entre dos y la cifra que resulte se le
restará al mínimo de la pena.

2. La determinación legal de la pena

El proceso de determinación de la pena exige que el Juez o Tribunal en un primer momento


establezca un marco genérico de pena -el marco legal de pena y la clase de pena- en función
del grado de ejecución del delito (consumado o intentado), de la forma de intervención en el
delito (autor o partícipe) o de la concurrencia de causas de eficacia extraordinaria –eximentes
incompletas, error de prohibición vencible, etc.- (determinación cualitativa de la pena).
Posteriormente, ese marco cualitativo de pena se concreta estableciéndose la cantidad de pena
-quantum de la pena- en función de la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal previstas en los arts. 21, 22 y 23 CP (determinación cuantitativa). Y,
finalmente, el Juez o Tribunal impondrá una pena concreta atendiendo a la gravedad del hecho
y a las circunstancias personales del autor (individualización judicial de la pena – art. 66.1.6
CP).

C. LOS SUPUESTOS DE CONCURSO REAL E IDEAL DE DELITOS

Cuando una persona ha cometido una pluralidad de infracciones penales mediante una pluralidad
de hechos, que son juzgados en un mismo proceso, o mediante un solo hecho, estamos en
presencia de un concurso de delitos. La determinación de la pena en estos supuestos tiene reglas
propias, distintas a las generales del delito único, estableciéndose un régimen diverso en función
de que se trate de un concurso real de delitos o de un concurso ideal de delitos.

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a) En el caso del concurso real de delitos, es decir, cuando con una pluralidad de hechos
se cometen una pluralidad de infracciones penales, se establece el régimen de acumulación de
penas. La regla general es que “al responsable de dos o más delitos o faltas se le impondrán
todas las penas correspondientes a las diversas infracciones, para su cumplimiento simultáneo, si
fuera posible, por la naturaleza y efectos de las mismas” (art. 73 CP).

No obstante, hay que tener presente las limitaciones relativas al tiempo


máximo de cumplimiento efectivo de la pena, que se establecen en el art.
76 CP. Este precepto señala que “el máximo de cumplimiento efectivo de
la condena del culpable no podrá exceder del triple del tiempo por el que
se le imponga la más grave de las penas en la que haya incurrido,
declarando extinguidas las que procedan desde que las ya impuestas
cubran dicho máximo, que no podrá exceder de veinte años”, es decir, el
tiempo máximo de cumplimiento de la condena es de veinte años.

b) El concurso ideal es una excepción al sistema general de determinación de la pena


para aquellos casos en que un solo hecho constituye dos o más infracciones –concurso ideal- o
una de ellas sea el medio necesario para cometer la otra –concurso medial- (art. 77 CP). En
estos casos se aplica la pena prevista para la infracción más grave en la mitad superior, a no ser
que sea más beneficioso para el reo castigar las infracciones por separado, porque la suma de
éstas resulte con menor pena.
Ej: el empresario que no facilita elementales medios de seguridad
preceptivos, poniendo en peligro grave a los trabajadores, de tal manera
que uno de ellos acaba teniendo un accidente y falleciendo, ha cometido
con su conducta (la omisión de medios de seguridad) dos delitos: un
delito contra la seguridad en el trabajo (art. 316 CP) y un delito de
homicidio imprudente (art. 148 CP), que deben castigarse según las
reglas del concurso ideal del art. 77.

2. LA RESPONSABILIDAD CIVIL EX DELICTO


Al sujeto que comete un hecho delictivo se le exige responsabilidad criminal, pero además,
por una razón de economía procesal, de la comisión de un hecho delictivo también se deriva
responsabilidad civil ex delito, ya que “la ejecución de un hecho descrito por la Ley como
delito o falta obliga a reparar [...] los daños y perjuicios por él causados” (art. 109.1 CP).
Ambas responsabilidades serán declaradas en la sentencia por el Juez de lo Penal, aunque
también “el perjudicado podrá optar por exigir la responsabilidad civil ante la jurisdicción
Civil” (art. 109.2° CP).

La responsabilidad penal y la responsabilidad civil atienden a fines diferentes, pues “mientras


que con la pena el responsable penal responde frente al Estado y la colectividad, con la
responsabilidad civil se pretende, a grandes rasgos, reparar o compensar los efectos que el
delito ha tenido sobre la víctima o los perjudicados por el mismo”. En efecto, la pena no se
impone para reparar el daño que se ha ocasionado a la víctima, “sino para confirmar la
presencia del Derecho Penal como un instrumento utilizado por el Estado para la protección
de los bienes jurídicos”. De ahí que la responsabilidad civil no se establezca en proporción a la

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gravedad del delito sino en función de los daños o perjuicios producidos por el delito y,
además, se puede transmitir a terceras personas –v.gr. los herederos-.

El art. 116 CP establece que “toda persona criminalmente responsable de un delito o falta lo es
también civilmente si del hecho se derivan daños o perjuicios”. Por consiguiente, la
imposición de una pena también implica reparación civil por los daños causados y todas “las
obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por las disposiciones del
Código Penal” (art. 1092 CC). Así es, el texto Penal regula esta materia en sus arts. 109 a 122,
y concretamente en el art. 110 CP establece las tres vías para hacer efectiva la responsabilidad
civil: a. la restitución; b. la reparación del daño y c. la indemnización de perjuicios materiales
y morales.

a. La restitución consiste en la devolución del bien a su legítimo poseedor o propietario. Esta


es la primera vía por la que se debe optar, ya que el art. 111 CP establece que “deberá
restituirse, siempre que sea posible, el mismo bien, con abono de los deterioros y menoscabos
que el Juez o Tribunal determinen”.

Ej. Sujeto que es condenado por un delito de robo con violencia e intimidación
del art. 242 CP a 3 años de prisión y en la misma sentencia se declara la
restitución de todos los objetos robados a título de responsabilidad civil.

Puede ocurrir que el bien esté ya en poder de un tercero y este lo haya adquirido de buena fe.
En estos casos, a no ser que lo haya adquirido en la forma y con los requisitos establecidos por
las Leyes para hacerlo irreivindicable, también tendrá lugar la restitución del bien, pudiendo
este tercero ejercer su derecho a ser indemnizado por el responsable civil del delito o falta.

b. La reparación del daño, según el art. 112 CP “podrá consistir en obligaciones de dar de
hacer o de no hacer que el Juez o Tribunal establecerá atendiendo a la naturaleza de aquél y a
las condiciones personales y patrimoniales del culpable, determinado si han de ser cumplidas
por él mismo o pueden ser ejecutadas a su costa”.

Vgr. sujeto que se apropia indebidamente de los intereses que producen


grandes cantidades de dinero aportadas por sus socios. Se le condena por un
delito de apropiación indebida del art. 252 CP y a pagar una indemnización
por los perjuicios producidos como responsabilidad civil, pero, además,
también se le exige reparar el daño producido a sus socios. La reparación del
daño exige pagar a sus socios los intereses del pago retrasado, esto es, la
reparación del daño tendría “los mismos efectos que si se tratara de una
obligación nacida de un contrato, por lo que al no haberse hecho efectivo su
pago, en todo o en parte, se incurrió en mora y es obligado el abono de
intereses”. (STS de 12 de mayo de 2002).

c. La indemnización de perjuicios materiales y morales comprende, tal y como señala el art.


113 CP, “no sólo los que se hubieren causado al agraviado, sino también los que se hubieren
irrogado a sus familiares o a terceros”.

Vgr. sujeto que arrolla a un ciclista en la carretera produciéndole la muerte. En


este caso se le condena por un homicidio por imprudencia grave con vehículo
a motor a la pena señalada en el art. 142 CP y, además, a indemnizar a la

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DERECHO PENAL DEL TRABAJO
DEPARTAMENTO DE DERECHO PENAL
Profª Dra. Inmaculada Ramos Tapia

esposa e hijos del fallecido con 110.000 Euros -perjuicios morales- y a pagar
los daños producidos en la bicicleta, debiendo pagar el precio de adquisición
porque estaba prácticamente nueva -perjuicios materiales- (STS de 23 de
febrero de 2000 RJ, n.° 1145).

Por consiguiente, los perjuicios materiales son aquellos que son susceptibles de una valoración
directa y relativamente objetiva – v. gr. gastos de hospitalización del lesionado-, y los
perjuicios morales, que ofrecen una mayor dificultad de tasación, valoran la pérdida de
capacidad para obtener riqueza o el dolor y sufrimiento del ofendido –v. gr. lesiones en la
mano de un afamado concertista de piano-.

La redacción del art. 113 CP establece con claridad la diferencia entre el agraviado y el
perjudicado, ya que “el agraviado es el sujeto pasivo del delito titular del bien jurídico
lesionado, mientras que perjudicado es el sujeto del daño civilmente indemnizable”.

Los arts. 116 a 122 CP establecen quienes son las personas civilmente responsables por la
comisión de delitos o faltas. Por lo general el autor o participe del delito será responsable
penal y civilmente del mismo, pero también puede ocurrir que un sujeto esté exento de
responsabilidad criminal –v. gr. los casos señalados en el art. 20 CP, art. 14 CP - pero no de
responsabilidad civil. En los arts. 120 y 121 CP regulan la denominada responsabilidad civil
subsidiaria, en estos casos la responsabilidad civil será asumida por personas –físicas o
jurídicas- distintas a la que comete el hecho delictivo para suplir la insolvencia de los
responsables criminalmente. Finalmente, el art. 122 CP establece la responsabilidad civil ex
delicto por lucro, es decir, aquellos que sin intervenir en la comisión del delito tienen la
posesión de una cosa o se benefician del delito. En estos casos están obligados a la restitución
de la cosa o al resarcimiento del daño hasta la cuantía de su participación.

3. LA EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD PENAL

Las causas que extinguen la responsabilidad criminal se regulan en el art. 130 CP. En
concreto, este precepto establece que la responsabilidad criminal se extingue por: 1) la muerte
del reo; 2) el cumplimiento de la condena; 3) la remisión definitiva de la pena, conforme a la
dispuesto en el artículo 85.2 de este Código 4) el indulto; d) el perdón del ofendido y, e) la
prescripción del delito y de la pena o de la medida de seguridad.

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