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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN SUPERIOR


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
ALDEA UNIVERSITARIA HEROES DE CANAIMA 4 F
PFG ESTUDIOS JURÍDICOS
NAGUANAGUA - CARABOBO

PENITENCIARISMO

ELECTIVA

Triunfadora:
Susmeli Castellano
C.I: v-16.112230

¨Profesor:
Oscar Ochoa Castillo

Naguanagua, 15 de Septiembre del 202


II
INTRODUCCIÓN
En la siguiente monografía se habla de un tema muy importante en la sociedad actual, como es
el Penitenciarismo en el ordenamiento constitucional venezolano, al igual que se toca el tema a
nivel latinoamericano.
Dentro de una sociedad, las personas se interrelacionan unas con otras para satisfacer sus
necesidades sociales, culturales, económicas y científicas.  Muchas de estas relaciones
sociales vinculan a las personas en términos jurídicos. En este contexto, las personas pueden
encontrarse o bien en la situación de realizar libremente un particular interés o bien en la
situación de concretar el bien ajeno. Esa voluntad del sujeto agente se logra por medio de la
tutela y la libertad reconocidas al hombre.
Partiendo de esta interacción social existente, en todas las sociedades, surge el delito y con él,
el sistema penitenciario el cual es la organización creada por el estado con la finalidad
custodiar a las personas privadas de la libertad que se encuentran cumpliendo sanciones
administrativas, de carácter penal y medidas de seguridad, garantizándoles el respeto de los
derechos humanos, así como una estancia digna durante su periodo de internamiento.
Para nuestra sociedad el tema penitenciario se ha convertido en un problema muy grave, ya
que para todos los venezolanos no es un secreto saber y reconocer el estado crítico de este
sistema. Sin embargo cuando se hace el estudio constitucional y normativo se puede reconocer
que estas contienen los principios rectores que deben conducir la política penitenciaria del
Estado Venezolano; de manera que en este País para el momento, se sabe cómo debe
funcionar el Sistema Penitenciario, y es hacia allá donde deben ir todas las acciones de los
actores del área.
Con este estudio, entonces, se busca vislumbrar toda la temática del sistema penitenciario con
el fin de conocer toda la temática o bases fundamentales que construyen la parte estructural
del sistema jurídico.
Para cumplir con nuestro propósito, esta monografía se compone de siete capítulos:
CAPÍTULO I: LA PENOLOGIA, CAPÍTULO II: LOS SISTEMAS Y LOS REGIMENES
PENITENCIARIOS, CAPÍTULO III: LAS CÁRCELES EN EL MUNDO, CAPÍTULO IV: LAS
REGLAS MÍNIMAS DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL TRATAMIENTO DE LOS
RECLUSOS Y RECOMENDACIONES, CAPÍTULO V: LA VIDA PENITENCIARIA Y. EL
PENITENCIARISTA, CAPÍTULO VI: EL TRATAMIENTO POSTPENITENCIARIO, CAPÍTULO
VII: EL ORDENAMIENTO JURÍDICO PENITENCIARIO VENEZOLANO. En el primer capítulo,
se desarrollarán el concepto de Penología, el Derecho Penitencia y sus Ciencias, En el
segundo capítulo, se definirán los conceptos de Los Sistemas y los Regímenes Penitenciarios.
Nacimiento y evolución histórica de la cárcel. Las cárceles abiertas. En el tercer capítulo,
describimos lo que son Las Cárceles en el mundo. Situación Actual. La arquitectura
penitenciaria. Situación penitenciaria venezolana. En cuarto capítulo se relacionan Las Reglas
Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos y Recomendaciones. El
quinto capítulo contiene, La vida Penitenciaria: Clasificación y Agrupación, Trabajo, Estudio,
Cultura, Deportes, Entretenimientos. El problema sexual. El personal penitenciario. El
Penitenciarista, el sexto capítulo se aborda El tratamiento postpenitenciario, el Séptimo capítulo
presenta El penitenciarismo latinoamericano y El ordenamiento jurídico penitenciario
venezolano. El penitenciarismo constitucional venezolano
. Al final de la monografía, anotamos una serie de CONCLUSIONES que se derivan del trabajo
académico.

CAPÍTULO I
Penología
Ciencia penal que tiene por objeto la determinación, la sistematización, la aplicación y la
ejecución de las medidas cautelares penales y de las penas, las medidas de seguridad y las
consecuencias accesorias.
El término penología fue concebido y aplicado, por primera vez, por Francis Lieber, en 1838,
quien menciona que “es la rama de la ciencia criminal que trata del castigo del delincuente”
(citado en Balbuena, 2018). Otro de los términos conocidos y aceptados, es el utilizado por
Larguier, quien menciona que la penología es el estudio de las sanciones penales, y conforma
la ciencia penitenciaria en la que se comprende la investigación sobre las medidas de
seguridad.
Para algunos autores equivale a la ciencia penitenciaria, encaminada al estudio de los sistemas
de justicia, así como al tratamiento de toda clase de penas y medidas de seguridad. Respecto a
esto, Cuello Calón (citado en Benítez Yébenez, 2017) afirma que “la penología se ocupa de las
penas y de las medidas de seguridad, así como también de las instituciones post-carcelarias y
post-aislares”.
Objeto de Estudio de La Penología
Por lo tanto, la penología es la rama o disciplina del Derecho Penal, que estudia la sanción
penal (pena y medidas de seguridad), así como la consecuencia del delito.
La Penología como ciencia autónoma
Algunos autores creen, firmemente, que se debe considerar a la penología como una ciencia,
ya que reúne los requisitos de una ciencia fáctica, que tiene por objeto de estudio los hechos
y/o procesos, utilizando como métodos la observación y la experimentación (De Luque et al.,
2007).
Para Rodríguez Manzanera (2012), la penología es el estudio de la reacción y del control social
que se produce por la conducta de personas consideradas peligrosas y/o antisociales.
Asimismo, este criminólogo mexicano expone que una definición clásica de la penología puede
adjudicársele a Cuello Calón (1958) en dos de sus obras, Penología y La Moderna Penología,
donde define este campo del conocimiento como el estudio de los diversos modos de
prevención y represión de los delitos y de la intervención postpenitenciaria, tomando en cuenta
las medidas de seguridad.
De la penología se pueden derivar diversas definiciones, más aún, al ser el castigo algo
utilizado a lo largo del tiempo, su concepción ha variado a través de la historia, la geografía, la
economía, la posición teórica dentro del campo del conocimiento, la política, entre otros. Por
ejemplo, los teóricos marxistas Rusche y Kirchheimer expresaban que el estudio del castigo no
debía enfocarse en las formas de castigo específicas y concretas, sino sobre un estudio que
abarcara el modo de producción en el que se desarrolla el castigo y sus funciones como
sometimiento para las clases más desfavorecidas y los grupos vulnerables (Morgan, 2009;
citado en Rodríguez, 2012). Sin embargo, lo expuesto anteriormente se vincula a una visión
radical de la criminología y la sociología del castigo.
Entre las múltiples definiciones de penología, nos encontramos con dos posiciones respecto a
su autonomía. Por un lado, Juristas y Criminólogos Europeos han expresado que la penología
es una ciencia autónoma independiente de la criminología, mientras que los estudiosos
norteamericanos la catalogan como una rama de la Criminología o del Derecho Penal. Ambas
posiciones gozan de cierta validez, pues en las ciencias no existe una verdad absoluta, sino
que las posiciones teóricas se fortalecen cuando son aceptadas por la comunidad científica.
El Derecho Penitenciario
Históricamente el Derecho Penitenciario se ha definido como el “conjunto de normas jurídicas
que regulan la ejecución de las penas y medidas penales privativas de libertad”, pero
actualmente en el Derecho, el Derecho Penitenciario también se ocupa de la ejecución de las
penas no privativas de libertad.
El Derecho Penitenciario es una disciplina jurídica reciente, discutiéndose por parte de la
doctrina si se trata de una disciplina independiente o de una rama dentro del Derecho Penal o
del Derecho Procesal Penal. Esta especialidad se intensifica y comienza a desarrollarse
normativa específica en materia de ejecución de las penas, como consecuencia de la
importancia que adquieren las penas privativas de libertad a partir del Siglo XIX, conociéndose
está como Derecho Penitenciario”.
Las Instituciones Penitenciarias ocupan un lugar central en la política de seguridad y en la
política de control social de cualquier país. El Estado tiene la obligación de construir y mantener
estos espacios de rehabilitación y preparación para la reinserción social del individuo,
destinados a aquellas personas que han cometido un delito grave.
Las Ciencias Penales, Ubicación de la Penología
De acuerdo con Valencia (2016), “las ciencias penales son áreas de investigación
fundamentales en el juicio penal, la investigación permite conocer las causas, efectos y
consecuencias de los problemas nacionales en la materia, esto para proponer a las autoridades
elementos para tomar decisiones”. Es decir, su objeto de estudio son los delitos, sus autores,
los medios para defenderlos y sus efectos, además de la forma de sancionarlo.
De esta manera, la penología se ubica dentro de las ciencias penales como un área de gran
relevancia, de la cual depende el tratamiento, así como la modificación de la conducta de los
individuos que hayan realizado conductas clasificadas como delitos, de acuerdo al Código
Penal.
Penología, Derecho Ejecutivo Penal y Derecho Penitenciario
Así como el Derecho Penal Sustantivo está dividido en parte especial y en parte general, la
teoría del Derecho Penitenciario o Derecho Ejecutivo Penal, a su vez, se divide en dos
vertientes: el estudio de la pena y la sanción de quien la haya perpetrado. De igual manera el
Derecho Penitenciario se ajusta a la normatividad, en lo referente a la ejecución de prisión y su
interpretación, haciendo de lado las sanciones que no supongan la privación de la libertad.
El Derecho Penal Ejecutivo, o Derecho Ejecutivo, es un concepto que forma parte del Derecho
Penitenciario, uno de los campos del Derecho Penal, encargado de la ejecución de las penas y
medidas de seguridad, privativas de derecho o de la libertad.
El Derecho Penal gana terreno como disciplina jurídica autónoma a principios del siglo xx, cuya
competencia corresponde a los Jueces de Ejecución de Sentencias, quienes son los
encargados de controlar y hacer cumplir las sentencias, producto del juicio o plenario llevado a
cabo para determinar la culpabilidad de un imputado.
Por lo tanto, se dice que el objeto de estudio del Derecho son las normas (sociales),
sirviéndose de un método que es lógico-abstracto.
El Derecho Penal Ejecutivo es, entonces, la rama que estudia las normas aplicables a las
penas privativas de libertad. Se concentra en los temas referentes a la ejecución de la pena y
todas aquellas sanciones alternativas, que las distintas legislaciones imponen, como
consecuencia jurídica-punitiva, por la comisión de un hecho tipificado como delito o falta.
De acuerdo con Banacloche y Cubillo (2018), el derecho penitenciario es el conjunto de
normas reguladoras de la actividad penitenciaria, dirigida a la ejecución de penas y medidas
privativas de libertad, con la finalidad de conseguir la reeducación y la reinserción social de los
sentenciados, así como de la relación jurídica que surge como consecuencia del internamiento
de detenidos y presos.

Las fuentes del Derecho Penitenciario son aquellas normas o actos a través de los cuales el
Derecho se manifiesta en su vigencia, y podemos distinguir:
Fuentes indirectas
1. Tratados internacionales.
Fuentes directas
2. Recomendaciones y reglas
1. Escritas. La ley en sentido
emanadas de organismos
amplio.
internacionales.
2. No escritas. La costumbre y
3. Jurisprudencia.
los principios generales del
derecho.

Criminología y Penología
Para continuar con este tema, relacionado a los puntos de convergencia y divergencia de la
penología con la criminología, es importante mencionar qué es la criminología. Para Manzanera
(1979), la criminología puede definirse como: “ciencia sintética, causal explicativa, natural y
cultural de la conducta antisocial”. Esta definición podemos considerarla como las más
“conocida y aceptada”; sin embargo, hay otras posiciones teóricas. Según Vidaurri y Sandoval
(2019), el objeto de estudio original de la Criminología Positivista tradicional, lo proporcionó el
Derecho Penal, pero al ser éste una creación cultural, se incurrió desde la perspectiva
epistemológica en una falacia normativa, al otorgarle calidad de ser, a una categoría del deber
ser.
Se olvidó que el derecho como instrumento de la política es una artificialidad ideológica,
producto de la voluntad subjetiva y particular de quien ha tenido el poder para imponerlo, por lo
tanto, los conceptos de delito y de delincuente son construcciones ideológicas que dependen
de la concepción que se tenga de la sociedad.
Es así, como se pueden concretar dos grandes polaridades desde la visión de la organización
social: La primera ve a la sociedad como un conjunto humano obediente a una sola razón y a
una sola realidad, considerada como buena, bien intencionada y la única posible. En ella se
concibe a los individuos como iguales en la homogeneización educativa, y al diverso como
enemigo inconforme o disidente que debe ser reprimido, para que no rompa al armonio social.
La segunda, por el contrario, considera a la sociedad como un conjunto humano heterogéneo,
donde coexisten diversas razones y realidades. Por lo tanto, se reconoce y respeta la
diversidad, lo que la caracteriza es la pluralidad ideológica en educación. Si se parte de esta
diferenciación, es decir, la comparación entre considerar a la sociedad como un todo
homogéneo o considerarla como un conglomerado heterogéneo, es posible concretar, con
cierto éxito, los bloques de objetos de estudio de la criminología.
Como se puede observar las definiciones poseen una comprensión del delito y del delincuente
muy diferente. Sin embargo, la posición teórica de donde se parta determinara en gran medida
la manera en que vemos la sociedad, como un ejemplo rápido pongamos la siguiente metáfora:
Digamos que la definición de Manzanera son unos lentes de color rojo y las definiciones de
Vidaurri y Sandoval son unos amarrillos, si nos ponemos los lentes rojos vamos a ver el mundo
de ese color, lo mismo pasará si usamos los amarillos. En síntesis, podría decirse que la
Criminología implica investigar, estudiar y analizar el delito, el control social, al delincuente, a la
víctima y a la delincuencia. Por lo tanto, la manera de acercarnos al estudio de las penas y los
castigos será determinada por nuestra posición teórica.
Por consiguiente, la definición propuesta por Vidaurri apela más a un estudio sociológico del
castigo donde se busca comprender la funcionalidad de la prisión, en contraparte con la de
Manzanera, que busca nuevos modelos y métodos de penas y su aplicación.
Política Penológica
Se puede entender cómo, estrategias impuestas por el Estado encaminadas a atender el
problema de la sanción penal. Generalmente, en países Latinoamericanos como el nuestro, se
utilizan los términos “Política Criminal” o “Política Criminológica”, para atender todo lo
relacionado con la cuestión criminal.
Así como la Penología y la Criminología varían en sus definiciones, la Política Criminal,
Criminológica o Penológica padece del mismo pesar. Para Zaffaroni (citado en Carranza,
1992), la definición de política criminal es la política referente al fenómeno delictivo y, como tal,
no es más que un capítulo de la política general del Estado.
Al leerlo nos percatamos de una definición minimalista, pues no usa términos como delito o
delincuente, lo que no significa que no tenga relevancia, sino que el autor concretiza la labor de
la política criminal y nos brinda una comprensión muy acertada de este campo. Así mismo,
Zaffaroni opta por el término de Política Penal, entendiendo que esta política se dedica a la
cuestión de cómo el Derecho Penal se dirige adecuadamente a su fin, cumpliendo
correctamente su tarea de protección social, y la define como la ciencia o arte de seleccionar
los bienes jurídicos que deben tutelarse jurídico penalmente y los métodos para efectivizar
dicha tutela, lo que, ineludiblemente, implica el sometimiento a crítica de las valoraciones ya
hechas y de los métodos ya elegidos. Por lo tanto, la ley penal “es formalización de una
decisión política previa” (citado en Rivera, 2005).

CAPÍTULO II
Los Sistemas y los Regímenes Penitenciarios
Los sistemas penitenciarios están basados en un conjunto de principios orgánicos sobre los
problemas que dieron origen a las reformas carcelarias y surgen como una reacción natural y
lógica contra el estado de hacinamiento, promiscuidad, falta de higiene, alimentación,
educación, trabajo y rehabilitación de los internos. De allí la importancia de las ideas de
Howard, Beccaria, Montesinos, Maconichie, Crofton, etc. y de una necesaria planificación para
terminar con el caos descrito en algunas obras de los autores mencionados. Así mismo,
muchas de sus ideas se comenzaron a plasmar en las nuevas colonias de América del Norte.
Luego son trasladadas al viejo continente donde se perfeccionaron aún más, para después
tratar de implantarse en todos los países del mundo.
Distintos Sistemas
Desde el punto de vista de la historia, los diversos Sistemas Penitenciarios se pueden definir
como el conjunto de normas, principios, preceptos y pautas legales y reglamentarios e
instituciones que tienden a la humanización de los recintos carcelarios y a la reeducación y
rehabilitación de los reclusos: «No pueden concebirse sin la existencia de recintos reservados a
ejecutar las penas privativas de libertad».
Los sistemas conocidos son:
Celular o pensilvánico
Auburniano
Progresivo (Crofton, Montesinos, Reformatorio Borstal y de clasificación)
AII 'aperto,
Prisión abierta
Otras formas en libertad
El régimen de Prisión Abierta resulta de un sistema progresivo de la semi-libertad, poniendo
también a las sentenciadas penas blandas, ser llevado directamente a él, o sea, en
complemento y/o sustituto de la sanción privativa de libertad, su implementación concreta
solamente surgirá con proposiciones sistemáticas teóricas y prácticas que llegan a formar una
Política Penitenciaria sólida.
Nacimiento y Evolución Histórica de La Cárcel.
La cárcel, es y ha sido una institución utilizada desde tiempos remotos, para cumplir con la
función de asegurar a los delincuentes de tal manera que éstos no eludan las consecuencias
jurídicas de sus acciones antisociales. Así como una forma de castigo para lograr la corrección
y el arrepentimiento de los delincuentes.
Es muy frecuente el utilizar los términos de cárcel y prisión como sinónimos, pero debemos
decir que la cárcel, es tan sólo el lugar destinado a la custodia de los delincuentes por el tiempo
que dure el proceso para determinar su posible responsabilidad penal, y por otro lado la prisión
es el lugar destinado para el cumplimiento de una condena otorgada a través de una sentencia
condenatoria dictada por el órgano judicial correspondiente.
Lo que en un principio era designado como cárcel, no era otra cosa que un lugar destinado
para la guarda y custodia de los reos, así como para restringir la libertad de los mismos.
Posteriormente se le conoció con el nombre de Penitenciaria, esto a causa de la evolución de
la pena privativa de la libertad, la penitenciaria tenía como finalidad el arrepentimiento de los
presos por haber trasgredido una norma de carácter penal.
En la actualidad se les conoce como Centros de Readaptación Social, los cuales además de
buscar el arrepentimiento de los infractores, buscan la reintegración a la sociedad de los
internos una vez computada la pena. La figura de la prisión ha sido utilizada desde épocas muy
remotas de la cultura humana, por mencionar algunas puedo citar:
Época Antigua: En estas épocas existían penas privativas de la libertad, las cuales eran
compurgadas en lugares conocidos como cárceles, dichos lugares no eran más que calabozos
infestados de gusanos, enfermos de lepra y en ocasiones de animales salvajes como leones y
panteras, esto para crear en los presos una especie de terror psicológico.
En China los delincuentes, una vez que eran recluidos en las cárceles, eran obligados a
realizar trabajos forzosos, además se les aplicaban diversas técnicas de tortura, tales como el
hierro caliente.
En Babilonia las cárceles eran conocidas como lago de leones, en los cuales prácticamente los
calabozos o celdas en donde eran recluidos los presos se encontraban inundados por agua.
En Egipto, las cárceles consistían en una especie de casas privadas en los cuales los presos
eran obligados a desempeñar trabajos forzosos, trabajo público y trabajo de las minas.
Japón por su parte dividía su territorio en dos tipos de cárceles, la cárcel del norte, era
destinada para recluir a los delincuentes condenados por delitos graves y la cárcel del sur para
aquellos delincuentes condenados por delitos menores.
En Grecia se manejaron tres tipos de prisiones; la de custodia que tenía como finalidad retener
al delincuente hasta el día que el juez dictara sentencia; el Sofonisterión que era el lugar
destinado para los delincuentes de los delitos considerados como no graves y la del Suplicio
que era para los delincuentes de los delitos graves, ésta última se ubicaba en parajes
desérticos. Cabe destacar que los griegos también contaban con una prisión por deudas, la
cual consistía en privar de la libertad a los deudores en las casas de los acreedores, en donde
los deudores eran considerados como esclavos hasta que pagaban la deuda.
En La Edad Media no existió la pena privativa de la libertad, ya que en ese momento se
encontraban vigentes las penas corporales como los azotes, amputaciones de los miembros
del cuerpo. Además existían las penas infamantes y las penas pecuniarias, así como la prisión
como medio de custodia o resguardo hasta la celebración del juicio, dicha custodia o resguardo
se llevaba a cabo en castillos, torreones y calabozos.
Arabia: Fue el Corán la legislación que influyó durante largo tiempo en este lugar. Por ello, las
cárceles se utilizaban para recluir a las mujeres adúlteras y a los autores de delitos contra la
religión. El Califa Omar castigaba la falta de pago de impuesto con la pena de cárcel, por lo que
mandó construir cárceles en Bagdad y prohibió que los presos fueran encadenados y
maltratados.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII se realizaron grandes protestas por parte de filósofos y
teóricos del derecho, respecto a los actos sanguinarios de los que se valía la autoridad para
aplicar justicia y los cuales se convirtieron en un tipo de circo para la población de la época.
Después de este periodo sangriento, a causa de la expansión cultural y económica además del
humanismo que se vivía a mediados del siglo XVIII, surgieron en Europa las “casas de trabajo”,
a causa de la necesidad de mano de obra barata, una de las casas de trabajo más importantes
fue la de Ámsterdam en Holanda.
Pero no es sino hasta finales del siglo XVIII en que culmina la evolución de la prisión y se
generaliza su utilidad como sanción, su buena aceptación se debió a que además de no ser tan
cruel como la pena de muerte o las penas corporales puede servir para retribuir, por esto se
llegó a pensar que la prisión fue el gran invento social de la época.

Cárceles en Venezuela:
La información que se tiene de la primera cárcel del país proviene de un acta de cabildo del 24
de marzo de 1573, lo más probable es que esta haya sido una rudimentaria prisión pero no hay
más noticias al respecto. Posteriormente, se conoce del acondicionamiento de una habitación
en el cabildo para cumplir la función de penitenciaría, siendo de condiciones deplorables, y
aunque fue restaurada, un terremoto en 1641, la destruyó.
Durante la Etapa colonial en Venezuela existieron cárceles eclesiástica, para los detenidos por
cuestiones religiosas e incesto, Reales, para blancos, mujeres, detenidos por causas civiles, las
de corrección para pardos, negros, hombres y mujeres libres y esclavos, Cárceles para mujeres
blancas, Alcaldías de barrios para delincuentes ocasionales, las cárceles para los indígenas y
otros sitios de reclusión para las personas de elevada posición social.
En líneas generales se puede decir que durante la colonia la sanción era aflictiva y que la
máxima pena era de diez años, por cuanto se prefería la muerte, la tortura y la mutilación a
recluir a las personas. Durante la independencia, era imposible que esta situación cambiase en
algo.
La Rotunda con este nombre se conoce a la cárcel caraqueña más célebre de la segunda
mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. A la misma fueron a parar y terminaron
sus días muchos de los opositores a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Fue creada
mediante una orden de la Diputación Provincial de Caracas, del 6 de diciembre de 1843, según
la cual debía construirse una cárcel pública al sur del Hospital de Caridad de Hombres, fijando
un máximo para su costo de 75.000 pesos, de acuerdo con el plano presentado por el
agrimensor público Manuel Florentino Tirado y el alarife José Francisco Herrera. El edificio se
comenzó a construir en 1844, bajo la presidencia de Carlos Soublette y se concluyó en 1854,
durante el gobierno de José Gregorio Monagas. El diseño de la cárcel estaba inspirado en el
sistema de aislamiento individual del “Panopticón”, ideado por el inglés Jeremías Bentham a
finales del siglo XVIII; de allí que tuviera una forma circular, la cual pronto serviría de apodo
para el edificio.
Desde su edificación, en La Rotunda fueron recluidos presos políticos, procesados militares y
también presos comunes. No obstante, su mayor notoriedad la alcanzó durante los gobiernos
de Cipriano Castro (1899-1908) y particularmente, de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Entre
las numerosas torturas que se aplicaban en La Rotunda al igual que en otras cárceles
venezolanas de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, figuran el cepo de campaña, las
colgadas, el tortol, el acial, las pelas, los grillos y el apersogamiento. Además de las prácticas
anteriores, se solía poner veneno y vidrio molido en los alimentos de los presos. La Rotunda
fue cerrada temporalmente en 1927 como parte de la amnistía promovida por el entonces
secretario de la Presidencia, Francisco Baptista Galindo, pero fue abierta de nuevo en 1928.
En 1936, tras la muerte de Gómez, fue demolida, construyéndose en su lugar la plaza La
Concordia.
En materia legislativa, en 1915 se aprueba la primera ley del régimen penitenciario que se
conoce en Venezuela, la segunda en 1916, la tercer data del año 1926, la cuarta de 1937, la
quinta 1961, siendo reformada en 1981 y la que está vigente, la ley orgánica del régimen
Penitenciario, la cual data del 2000
Otro hito importante en la historia del Penitenciarismo Venezolano, es gracias a la obra de Tulio
Chiossone “Organización Penitenciaria Venezolana”, en 1936 en la que enfatiza la falta de un
sistema penitenciario en el país, además de que el sistema imperante no reconocía la
condición de ciudadano de los reclusos, Constituyendo éste trabajo la base del Penitenciarismo
moderno. Con el Doctor Chiossone empieza una política de modernización del sistema
penitenciario del país, que significaron un ingreso al siglo XX del país. Creó la penitenciaria
General de Venezuela, en San Juan de los Morros, inaugurada en 1947, Cárceles en Trujillo, la
Colonia Móvil de Trabajo del El Dorado, etc, que significó la modernización arquitectónica de
las centros de reclusión venezolanos, además comenzó a trabajar en la organización de un
instituto para crear personal penitenciario
En 1959 se inicia una nueva etapa histórica en la evolución de nuestro Penitenciarismo. En el
orden legal, se aprueba una ley (1961), que refleja las condiciones mínimas de las Naciones
unidas para el tratamiento de los delincuentes, se construye el penal de Tocuyito, la Pica, el
Internado Judicial de Barinas, el Instituto Nacional de Orientación Femenina y además se crea
la escuela de Formación de Personal de Servicios Penitenciario.
Si bien había una loable intención, la realidad avasallante que enfrentaba el país, no permitió
que los objetivos planteados se llevasen a cabo, en primer lugar el aumento de la criminalidad
en forma acelerada, luego el retardo procesal de los tribunales y por último el no haberse
aplicado nunca la ley del régimen Penitenciario, fueron los bloques que edificaron el sistema
penitenciario actual.
En el período de 1975-1979, entró en funciones la Comisión Nacional de Reforma
Penitenciaria, de la cual formaba parte el doctor Elio Gómez Grillo, si bien hicieron grandes
aportes teóricos al tema en cuestión, sus propuestas no fueron puestas en práctica.
Durante el gobierno de Luis Herrera Camping (1979-1984), se inauguró y construyó más
recintos penitenciario que en los 20 años que lo antecedieron, además en materia legislativa se
aprobó la Ley de Sometimiento a Juicio y Suspensiva Condicional de la Pena, sancionada el 1º
de abril de 1980, se creó la Ley del Registro de Antecedentes Penales.
En 1983 la población penal era de 25.124 reclusos, en el período presidencial de Jaime
Lusinchi, los problemas se agravaron, no sólo que durante este mandato no se hizo nada, sino
que se destruyó lo poco que se había hecho, haciendo retroceder el penitenciarismo
Venezolano.
En el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, (1989 -1993), fue nombrado Luis Beltrán
Guerra, quien crea verdaderos planes para solventar los grandes males de las cárceles
venezolanas, cuenta con muy poco apoyo y fue sorprendentemente destituido, cuando las
políticas estaba en pleno auge.
El 3 de febrero de 1992, se inauguró el Instituto Universitario Nacional de Estudios
Penitenciario con la finalidad de formar Técnicos Superiores Universitarios en Penitenciarismo,
al que lamentablemente, no se le ha dado el apoyo que merece.
La década de los 90 fue especialmente violenta, de hecho la más violenta en la historia de las
prisiones de la Nación, pues a los factores ya explosivos se le agrego la tenencia de armas de
fuego por parte de los reclusos.
El 1ero de julio de 1999 inicia su vigencia el nuevo Código Orgánico Procesal Penal, en donde
se plantea la presunción de inocencia y el estado de libertad son premisas fundamentales del
sistema, aunado a la creación de Jueces de Ejecución de la Pena con la finalidad de vigilar el
cumplimiento del régimen penitenciario. Con el COPP se empieza un deshacinamiento, que se
evidenció disminuyendo los índices de violencia en las cárceles venezolanas, en menos de un
año redujo la población penitenciaria a la mitad, sin embargo, esté aire de vida que entró en los
recintos carcelarios duró poco, pues enseguida las cárceles volvieron a llenarse de presos y los
mismos problemas de antes se siguen enfrentando día a día.
Otro hito importante que debe destacarse en materia legislativa fue la redacción del artículo
272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en el 15 de
diciembre de 1.999 y donde se fijan las bases del nuevo Penitenciarismo Venezolano.
Finalidad de las Prisiones.
La cárcel tiene la doble función de reprimir y de redimir. Reprime mediante la privación de
libertad, castigando así al que ha cometido un delito. Pero, además, debe redimir, esto es
educar a este autor de un delito para que no cometa otro delito. Esta última tarea, que es
preventiva, se logra mediante la educación penitenciaria.
Cárcel Abierta Antecedentes Históricos.
En sus antecedentes se encuentran las colonias para vagabundos de Alemania en 1880, los
cantones suizos como el agrícola de Witzwill de 1895 y los destacamentos penales de los años
cuarenta, aunque tenía otro fin, como el de construir carreteras y diversas empresas para
desmasificar las prisiones. Fueron aprobadas recomendaciones en el XII Congreso de La
Haya., de1950, en el 1er. Congreso de Naciones Unidas de Ginebra de 1955 y en eventos
internacionales de Criminología, como en las Jornadas realizadas en Mendoza (Argentina) en
el año 1969, se sugiere que a los países, que aún no posean establecimientos penales
abiertos, busquen la forma de introducir los mismos, como uno de los tipos de instituciones
diferenciadas con las que la administración penitenciaria debería contar para la adecuada
ejecución de la pena. La prisión abierta había sido ponderada por Kimberg en el II Congreso
Internacional de Criminología, celebrado en París.
Carcel Abierta.
No todos los sentenciados deben estar en prisiones de máxima seguridad, y por ello se han ido
imponiendo instituciones abiertas o semi-abiertas. Claro está que algunos ni siquiera deberían
estar en prisión, pero de todos modos existe la necesidad de ir acercándolos a la sociedad.
Estas formas relativamente nuevas son llamadas contradictoriamente "prisiones abiertas",
porque prisión significa encierro.
En 1981, comienza a funcionar el primer establecimiento abierto en Venezuela. Hasta 1985, el
país contaba con 8 Centros de Tratamiento Comunitario.
La prisión abierta fue definida en 1950 -1958 durante el Congreso Penal y Penitenciario de la
Haya, las definiciones fueron completadas por el grupo Consultivo Europeo de la ONU (1952),
en el Primer Congreso de las Naciones Unidas para Prevención del Delito y Tratamiento de los
Delincuentes (1955), ambos en Ginebra. La experiencia en la práctica se inicia en Europa
(Inglaterra) por la necesidad de alojar a los presos políticos, que no podían ser enviados a las
prisiones convencionales, superpobladas; argumentaba sé que este tipo de delincuente
(político) no presentaba personalidad peligrosa, por lo tanto, no era necesaria cualquier medida
de seguridad contra fugas.
La prisión abierta se caracteriza por el auto-gobierno de los condenados, por no ser un régimen
autoritario y punitivo, en ella no existe el "Código del Recluso", la solidaridad interna se
manifiesta sobre la dinámica de las relaciones interpersonales normales del hombre que vive
en sociedad libre. Para el trato con el condenado al régimen abierto, se deben formar nuevos
profesionales administrativos, que comprendan la ideología de la pena privativa de libertad, y
principalmente los correctos objetivos de la prisión. Los antiguos funcionarios deben
acompañar esta mudanza, para una reciclaje general en esta medida moderna del subsistema
de administración de Justicia.
El Régimen Abierto surge, fundamentalmente, como paliativo a la grave crisis que atravesaba
el sistema penitenciario, por lo que fue necesario descongestionar las cárceles para evitar
mayores problemas que el hacinamiento de los penados generaba, es decir, dicha medida no
surge como producto de una visión crítica de la política criminal existente y de la necesidad de
reformarla, sino como una forma de afrontar problemas de índole coyuntural y no estructural del
sistema penal. Sin embargo, es primordial destacar, que la existencia de dicha medida
representó y representa una mejora del sistema penitenciario, ya que hace posible que los
penados puedan optar a un tratamiento en semilibertad.
Esta fórmula de cumplimiento de pena depende de la pena privativa de libertad, ya que forma
parte del régimen de progresividad del tratamiento penitenciario institucional, es decir, que el
penado para acceder a ella, debe permanecer un tiempo específico en la cárcel. Los jueces de
ejecución son los encargados de otorgar la medida siempre y cuando el penado cumpla con los
requisitos determinados en la ley.
CAPITULO III
Las Cárceles en el Mundo. Situación Actual:
Las cárceles en la mayoría de los países patentizan hoy una situación de holocausto por
violación de los derechos elementales a tantos cientos de miles de personas encerradas en
algunos casos como animales.
Contra lo que propugna la normativa internacional (Reglas Mínimas para el tratamiento de los
reclusos de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa) y las legislaciones nacionales, con
frecuencia la práctica penitenciaria incumple sus coordenadas básicas: no añadir sufrimiento
alguno a la privación de libertad, procurar la reintegración social y tratar al preso con
humanidad. Se olvida el derecho al total o parcial perdón inherente a toda persona. Existe un
holocausto universal y diario: a miles y miles de Internos se les sigue negando la existencia ya
física ya psicológica o, por lo menos, reduciéndola a nada.
Quienes están sufriendo prisión han muerto socialmente. Frente a esta tragedia, las normas
generales de cada Estado conservan un poder absoluto en el campo penitenciario. No hay,
todavía, leyes de ámbito internacional que vinculen a los detentadores del poder nacional para
frenar sus abusos arbitrarios, delictivos. Una excepción se encuentra en el Artículo 10 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 16-12-1966, que merece ser transcrito íntegramente:
“Artículo 10.
Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debida a la
dignidad inherente al ser humano.
Los procesados estarán separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales,
y serán sometidos a un tratamiento distinto, adecuado a su condición de personas no
condenadas.
Los menores procesados estarán separados de los adultos y deberán ser llevados ante los
tribunales de justicia con la mayor celeridad posible para su enjuiciamiento
El Arquitectura Penitenciaria
Se entiende a la arquitectura penitenciaria como una manifestación y un resultado, como una
respuesta en el plano material, al planteamiento combinado de todas las disciplinas
penitenciarias desde el Derecho Penal y Procesal hasta el Derecho Penitenciario; concebido
como un conjunto de normas que rigen la vida del individuo desde el momento en que recobra
su libertad absoluta, cuya finalidad a su vez, es crear el marco físico adecuado para el
desarrollar la amplia serie de actividades que capaciten al individuo, para que sea útil a la
sociedad y se reintegre armónicamente a la misma. La funcionalidad de la construcción, en
cuanto a la organización de sus espacios interiores y exteriores, deberá permitir que se
reconozca en el interno a un ser humano, cuyas necesidades deben ser satisfechas y a su vez
facilitar el desarrollo de las actividades que ahí se generen. Formalmente se deberá crear un
clima de seguridad en un ambiente similar a la vivencia en libertad en donde los espacios y
autoridades deberán contemplar en todo momento el respeto a la dignidad del ser humano
El programa arquitectónico, como conjunto de requisitos en materia de espacios y formas,
instalaciones e Interrelaciones funcionales entre los diferentes servicios, constituyen el penal,
una meta, un objetivo que no régimen penitenciario consistirá en un... que no puede ni debe
entenderse ajeno a las necesidades que las áreas competentes y finalidades del tratamiento
penitenciario.
La forma como marco físico del establecimiento dependerá de la calidad de los ambientes
susceptibles de crearse, calidad que debe ser coherente con las características sociales
psicológicas de quienes van a habitarlo. Es decir, las formas deberán manejarse en base a
conceptos para finalidades ambientales.
El establecimiento de reclusión, entonces deberá responder a dos finalidades Principales:
Asegurar que el proceso esté a disposición oportuna ante la autoridad judicial o que el
sentenciado purgue efectivamente la pena impuesta por la autoridad.
El establecimiento tendrá como finalidad el propiciar para procesados y sentenciados, la
readaptación como medio para reducir el costo social de la reincidencia del delito. Por otra
parte, si en forma análoga con los principios de flexibilidad y libertad vigentes en la arquitectura
penitenciaria, entonces conveniente es tender a crear el ambiente estimulante para el
desarrollo del ser humano. El ambiente creado dentro del proyecto, en su dureza o flexibilidad,
es pues en su última instancia, el resultado de un juicio de equilibrio entre estas dos
tendencias, juicio que se establece para que el ambiente, como resultado final del diseño, sea
el más adecuado para la función específica de cada una de las áreas o zonas del conjunto
construidas. El arquitecto debe consustanciarse de sus necesidades y debe preguntar ¿que se
espera del edificio? Para contestar a esta pregunta. No solo debe recopilar datos, sino que
usara su capacidad creativa”.
La funcionalidad es la respuesta del edificio a la necesidad de desarrollar actividades. El
edificio, sus espacios verdes y exteriores deben facilitar el desarrollo de todas las áreas que
intervienen en una prisión, además de favorecer las actividades de cada una de ellas Las
necesidades se plasman en un documento que se denomina “programa arquitectónico
“elaborado por el arquitecto y el equipo interdisciplinario, pues no se Situación actual de las
cárceles en Venezuela
La Situación Actual del Sector Penitenciario Nacional
La razón de ser del Sistema Penitenciario debería responder, en principio, a la aplicación o
ejecución de un programa enmarcado en una política criminal seria, objetiva y moderna, que
facilite al Estado la aplicación de medidas de tipo preventivo y penal destinadas a llevar la
criminalidad a límites tolerables.
Esto permitiría evitar que los comportamientos considerados como antisociales, perturben el
nivel y calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos, garantizando así el mayor bienestar
posible, lo que implica, la determinación de medidas extrajudiciales de corte preventivo,
normativas y medidas penales que en definitiva respondan a una política social general.
Lo deseable sería, que la utilización de medidas penales por no ser las más adecuadas para
reducir la delincuencia, se constituyeran en la última alternativa, y decididamente se abordaran
las causas del delito en su origen; como lo es la problemática de la pobreza, el desempleo, el
acceso a la educación, la vivienda, la salud, la recreación, la cultura, el deporte e inclusive el
acceso a una Administración de Justicia oportuna; variables que influyen significativamente en
la conformación del sistema de valores de las personas.
La prevención, entendida en un sentido amplio, persigue evitar la ocurrencia del delito con cara
al futuro, por intermedio de todos los programas de atención a la comunidad en las materias de
salud, empleo, educación, recreación, cultura, deportes, vivienda y otras medidas de carácter
profiláctico. Es por todo conocido, las grandes limitaciones que actualmente existen en materia
preventiva, comparable con lo que se observa en la mayoría de los países calificados como del
tercer mundo.
El liberalismo y hoy día la globalización aceleran el empobrecimiento de la mayoría en beneficio
de pocos, y profundizan la limpieza de clase utilizando la cárcel como mero instrumento de
exclusión. Se manifiesta claramente la sustitución de lo preventivo como principal acción para
generar bienestar social, por lo represivo, donde se impone la intolerancia del Estado, el terror
policial y el rigor penal frente a la pobreza, de lo cual no escapa la población desposeída de los
países más ricos y avanzados.
Las medidas penales responden a la acción represiva del Estado frente al comportamiento
tipificado como antisocial en la legislación penal. Se instrumentan a través de los órganos
policiales y de investigación criminalística en principio, con la participación de la Fiscalía del
Ministerio Público, los Jueces de Control, Juicio y Ejecución, para culminar con la intervención
del Sistema Penitenciario, que en el caso venezolano debe atender imputados y condenados,
representando éste sector el último eslabón de la cadena, pero el más hipertrofiado.
Asumiendo una visión positivista del asunto del delito, en su estudio, origen y formas de control,
el Estado tiene la responsabilidad de facilitar los servicios penitenciarios que sirven de
estructura para el control, el aislamiento y la ejecución de las penas, incluyéndose en el caso
venezolano la atención a imputados y condenados.
Estos servicios suponen como fin principal el tratamiento, la reeducación, la rehabilitación y
futura reinserción social, cuya eficacia y eficiencia dependen ciertamente de la inversión
estatal, su organización, la infraestructura, los recursos humanos profesionales, el marco
regulatorio de funcionamiento, y la planificación y ejecución del plan de acción enmarcado en la
política penitenciaria nacional.
Preliminarmente pudiéramos decir, que la situación penitenciaria venezolana se presenta
sumamente compleja y violenta, evidenciando el fracaso de los diferentes actores responsables
de la Administración de Justicia y como consecuencia la flagrante violación de los Derechos
Humanos de las personas sometidas al régimen penitenciario.
Así lo han venido reseñando por muchos años los medios de comunicación, al igual que
algunos actores en el pasado y en el presente.
Para el año 1.997, Torrealba, afirmaba la situación que se está viviendo en los Centros de
Reclusión se nos presenta como una bomba de tiempo, que en varias ocasiones ha tratado de
estallar, pudiendo hasta ahora ser controlada la situación; pero con resultados sumamente
penosos, ya que se han perdido muchas vidas, y quedará en nuestra conciencia la duda de
saber si se trataba realmente de personas responsables del delito que se les imputaba,
además que después de ocurrida sus muertes el único camino que tienen los administradores
de justicia es declarar terminada la averiguación por extinción de la acción penal o sobreseer la
causa.
En enero de 2.002, la Dra. Gloria Lizcano, médico voluntaria durante varios años, exdirectora
del Internado Judicial de Falcón y del Instituto Nacional de Orientación Femenina INOF,
actualmente Directora del Anexo Femenino de la Cárcel Nacional de Maracaibo, afirmó:
“Venezuela vive hoy la más severa crisis que en el orden Social, Etico, Político y Moral que se
recuerda en la era democrática. En el sector penitenciario es donde más repercute
negativamente ésta crisis, toda vez que históricamente el presupuesto para el área ha sido
deficitario y últimamente, con el recorte presupuestario, las posibilidades de atender a éste
sector de la población que ha perdido su Libertad pero no sus derechos fundamentales, son
casi nulas por no decir ausentes.
Cuando la Constitución consideró la gama de Derechos Sociales de los cuales disfrutarían
todos los habitantes de la República, no hizo discriminación alguna, por el contrario prohibió
hacerlas en función del Credo, Raza, Sexo ó Condición Social. De eso se desprende que las
personas detenidas tienen derecho a disfrutar de un ambiente sano, al trabajo, a la educación,
entre otros. De allí que al no existir restricción en la Ley para los reclusos, debe prestárseles
una Asistencia Integral completa para así poder soportar los rigores de la Prisión.
Estas apreciaciones, hechas por actores directos en la Administración de Justicia y operarios
del Sistema Penitenciario, llevan a la reflexión sobre la crisis que vive el sector y remiten a la
necesidad de atenderle adecuadamente en tiempo perentorio.
Situación Penitenciaria Venezolana
La CARCEL es un establecimiento donde se le priva la libertad a un individuo durante un
periodo de tiempo determinado, es decir, donde se cumple una sanción penal que, impuesta
por un tribunal, tiene como finalidad que el sujeto pague una deuda que ha adquirido con la
sociedad por el mal que ha éste ha cometido, el delito, o para que el sujeto se resocialice o se
rehabilite y no vuelva a delinquir. En Venezuela existen 32 prisiones distribuidas por todo el
territorio en las que se pretende que el sujeto cumpla con estas dos tareas “pagar y mejorarse”.
Cada una de estas instituciones se encuentra a su vez bajo las órdenes de la Dirección de
Prisiones que funciona como organismo adscrito al Ministerio de Interiores y Justicia.
El diagnóstico sobre la situación en las cárceles en Venezuela en la última década sigue
arrojando una conclusión común, a saber, que en la mayoría de los centros de reclusión
persisten condiciones infrahumanas y se registra una violación generalizada de derechos
humanos, hay hacinamiento, pues existen celdas comunales que albergan cuatro veces más
sujetos de lo que permite su capacidad, además, no existen habitaciones, dentro de las celdas
existen trozos de sábanas, llamadas “bugalús” que dividen el dormitorio; No hay servicios
médicos, ni insumos para atender emergencias; Nuestras cárceles además se encuentran en
condiciones sanitarias deplorables: no hay sanitarios, existen letrinas, en el mejor de los casos,
en otros un rincón de la misma celda funge como baño, entre otras calamidades. La calidad de
vida dentro de las prisiones es cada vez peor, tanto para sus administradores como para los
reos. En las cárceles impera la ley del más fuerte, sea quien sea. Se observa la presencia de
“bandas”, dueños de determinados territorios. Esta situación, junto a otras menos notables pero
bien importantes hacen que la cárcel no cumpla con su fin: no resocializa, no rehabilita, no
reeduca.
La prisión, a lo largo de la historia del mundo ha sido fuertemente debatida y el trato a los
delincuentes, al igual que el diseño de edificaciones nunca fueron los mismos en todas las
épocas, pues sufrieron cambios diversos con el pasar del tiempo. Los lugares más inhabitables
fueron empleados durante siglos como cárceles ó prisiones. En cuanto a las instalaciones poco
importaban sus condiciones y distribución; bastaba con que los reclusos sufrieran privaciones
de todo tipo, resistieran padecimientos, soportaran el maltrato de inhumanos celadores y no
pudieran evadirse del sistema. Sin embargo, años más tarde el sistema penitenciario fue
sometido a una serie de transformaciones, emprendiendo estos cambios desde la eliminación
de la ideología que se tenía acerca del recluso, de manera que éste se analizara ante la
sociedad como un individuo con deberes y derechos. No obstante, aún en la actualidad no se
conoce un método idóneo, donde la pena cumpla la función de rehabilitación y reinserción
social del penado. El aumento de la criminalidad en forma acelerada, el retardo procesal de los
tribunales y por último el no haberse aplicado nunca la ley del régimen penitenciario, son los
bloques que edifican actualmente el sistema penitenciario venezolano. Cada año se da un
aumento de la población penal en más de un 15% y al incrementar ésta, se eleva la violencia
carcelaria, el hacinamiento y la trasgresión a los derechos humanos.
Debido a la crisis actual del sistema penitenciario, el gobierno nacional se ha visto en la
necesidad de originar nuevos mecanismos de tratamiento para este sector, implementando el
desarrollo de programas que contribuyan a la rehabilitación de los privados de libertad,
fortaleciendo el proceso de Humanización del Sistema.
Capítulo IV
Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos:
Adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo
Económico y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de
13 de mayo de 1977
Las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos (RM) constituyen los estándares
mínimos universalmente reconocidos para la gestión de los centros penitenciarios y el
tratamiento de las personas privadas de libertad, y han tenido un inmenso valor e influencia en
el desarrollo de leyes, políticas y prácticas penitenciarias en los Estados Miembros en todo el
mundo. En reconocimiento de los avances producidos desde 1955 en materia de legislación
internacional y ciencias penitenciarias, la Asamblea General decidió en 2011 establecer un
grupo intergubernamental de expertos de composición abierta para examinar y, eventualmente,
revisar las Reglas Mínimas. Organizaciones de la sociedad civil y los órganos pertinentes de
las Naciones Unidas fueron invitados para contribuir en este proceso.
En el marco de las tres reuniones (2012-2014) a las que la UNODC acompañó de cerca, el
grupo intergubernamental de expertos realizó avances en la identificación de las áreas
temáticas y reglas específicas que debían ser revisadas, respetando al máximo los parámetros
generales del proceso de revisión determinados por la Asamblea General:
Ningún cambio en las reglas debería reducir el alcance de los estándares existentes, sino que
debería mejorarlo con el objetivo de promover la seguridad y las condiciones humanas para las
personas privadas de libertad.
El proceso de revisión debe mantener el ámbito de aplicación de las RM.
En la cuarta reunión celebrada en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en marzo de 2015, el grupo de
expertos logró consenso en todas las reglas que estaban sometidas a revisión. En mayo de
2015, la Comisión de Prevención del Delito y Justicia Penal aprobó las reglas revisadas y las
remitió al Consejo Económico y Social para su aprobación y posteriormente a la Asamblea
General para que se adoptaran como las “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el
Tratamiento de los Reclusos”.
En el cuarto encuentro el Grupo de Expertos recomendó que las reglas revisadas fueran
también denominadas “Reglas Nelson Mandela” en homenaje al legado del difunto Presidente
de Sudáfrica, Nelson Rolihlahla Mandela, quien pasó 27 años en prisión durante su lucha por
los derechos humanos, la igualdad, la democracia y la promoción de una cultura de paz a nivel
mundial. Se decidió que el Día Internacional de Nelson Mandela (18 de julio) fuera utilizado con
el fin de promover condiciones de encarcelamiento dignas, sensibilizar acerca del hecho de que
las personas privadas de libertad son parte integrante de la sociedad y valorar la labor del
personal penitenciario como servicio social de particular importancia.
Es así como La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 17 de diciembre de 2015
una Resolución que establece unas Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento
de los Reclusos. Son las llamadas «Reglas Nelson Mandela».
Se trata de un conjunto de 122 reglas que revisan e incorporar nuevos conceptos a las antiguas
normas de Naciones Unidas sobre esta materia de 1955.
Otorgan gran importancia a la protección de las garantías básicas de las personas privadas de
libertad, por ser uno de los grupos más vulnerables y en riesgo de sufrir abusos y malos tratos.
Las reglas reciben el nombre de Nelson Rolihlahla Mandela (1918-2013), uno de los grandes
defensores de los derechos humanos. Un símbolo de la lucha contra el «Apartheid» dentro y
fuera de su país, Sudáfrica.
Ahora, estas nuevas Reglas, que llevan su nombre, pueden contribuir a que el encarcelamiento
deje de ser un tiempo desperdiciado de sufrimiento y humillación para convertirse en una etapa
de desarrollo personal que condujera a la puesta en libertad, en beneficio de la sociedad en su
conjunto.
Aunque como se asegura en los preliminares, el objeto de las reglas «no es describir en forma
detallada un sistema penitenciario modelo, sino únicamente enunciar, partiendo de los
conceptos generalmente aceptados en nuestro tiempo y de los elementos esenciales de los
sistemas contemporáneos más adecuados, los principios y prácticas que hoy en día se
reconocen como idóneos en lo que respecta al tratamiento de los reclusos y la administración
penitenciaria».
Áreas de las Reglas Mínimas que fueron revisadas, teniendo presente que en su resolución
68/190, tomó en consideración las recomendaciones de grupos de expertos relativas a aquellas
cuestiones y reglas de las Reglas Mínimas para el tratamiento de los reclusos que se habían
seleccionado para su posible revisión en las siguientes esferas.
Estas Reglas buscan que los Estados Miembros de Naciones Unidas «se esfuercen por
mejorar las condiciones de reclusión, conforme a las Reglas Nelson Mandela y todas las demás
reglas y normas pertinentes de las Naciones Unidas en materia de prevención del delito y
justicia penal».
Eso sí, en sus preliminares también se incide en «el carácter no vinculante de las Reglas,
reconoce la variedad de marcos jurídicos de los Estados Miembros y, en ese sentido, reconoce
que los Estados Miembros pueden adaptar la aplicación de las Reglas en función de sus
marcos jurídicos internos, según corresponda».
Resumen de las Reglas Nelson Mandela
1. Dignidad humana, prohibición de la tortura y reinserción social
Las “Reglas Mandela” se inician con el principio de respeto a la dignidad humana y la
prohibición inderogable de la tortura y de otros tratos o penas crueles, inhumanas o
degradantes (regla 1).
Se toma noción de que la privación de la libertad equivale a separar a una persona del mundo
exterior, y de que ello es algo aflictivo por el hecho mismo de que despoja a la persona de su
derecho a la
autodeterminación, ordenándose que el sistema penitenciario no deberá agravar los
sufrimientos inherentes a tal situación (regla 3).
Se incluye como finalidad de la pena, principalmente, la protección de la sociedad contra el
delito y la reducción de la reincidencia, y se establece que ello sólo puede lograrse con una
adecuada reinserción de la persona en la sociedad tras su puesta en libertad (regla 4).
Y se enumera como objetivo la reducción al mínimo de las diferencias entre la vida en prisión y
la vida en libertad que tiendan a debilitar el sentido de responsabilidad del recluso o el respeto
a su dignidad como ser humano (regla 5).

2. Gestión de los expedientes de los reclusos


Las nuevas Reglas incluyen una regulación más precisa y detallada en lo que hace a los
registros personales de las personas privadas de libertad, tanto en la información que deben
contener como en las personas que pueden tener acceso a ellos (reglas 6 a 10).
3. Servicios médicos y sanidad penitenciaria
Se incorpora una reestructuración de las reglas vinculadas a los servicios médicos dentro de
los establecimientos penitenciarios. Esto último resulta de especial interés por los siguientes
motivos: se conceptualiza a la prestación de servicios médicos a las personas privadas de
libertad como una responsabilidad del Estado que debe gozar de los mismos estándares de
atención sanitaria que estén disponibles en la comunidad exterior (regla 24).
También se ordena que la atención sanitaria deberá ser llevada adelante por un equipo de
carácter interdisciplinario y que actúe con plena independencia clínica (regla 25); se incluye la
obligación de llevar adelante un historial médico correcto, actualizado y confidencial que debe
estar siempre a disponibilidad de la persona (regla 26).
Se establece que solo podrán tomar decisiones médicas los profesionales de la salud
competentes, y que el personal penitenciario no sanitario no podrá desestimar ni desoír esas
decisiones (regla 27); se prescribe que toda decisión de permitir que un niño o niña
permanezca con su madre o padre en el establecimiento penitenciario se basará en su interés
superior (regla 29).
Es de celebrar que se aliente a los establecimientos penitenciarios a utilizar la prevención de
conflictos, la mediación o cualquier otro mecanismo alternativo de solución de controversias
para evitar faltas disciplinarias y evitar conflictos
Se añade que, en el marco de la entrevista que un profesional de la salud debe mantener
cuando una persona ingresa a un establecimiento penitenciario –y también durante su estadía
en él– no debe limitarse a las enfermedades o los malos tratos físicos que pueda haber
recibido, sino que también debe tomar nota de “todo indicio de estrés psicológico o de otra
índole causado por la reclusión” (regla 30).
Se incorpora el respeto a la autonomía de los reclusos en lo que respecta a su propia salud, y
se incluye el consentimiento fundamentado como base de la relación entre médico y paciente
(regla 32).
Y se ordena que todo profesional de la salud que detecte algún indicio de tortura u otros tratos
o penas crueles, inhumanas o degradantes, debe documentarlo y denunciarlo (regla 34).
4. Restricciones, disciplina y sanciones
Además, las Reglas Mandela también incorporan algunas novedades en lo que hace a las
potestades disciplinarias de las autoridades penitenciarias y a las sanciones que éstas pueden
aplicar a las personas privadas de libertad.
En este aspecto, es de celebrar que se aliente a los establecimientos penitenciarios a utilizar la
prevención de conflictos, la mediación o cualquier otro mecanismo alternativo de solución de
controversias para evitar las faltas disciplinarias y resolver conflictos (regla 38).
Que se haya incorporado como regla la revisión judicial de las sanciones y la autorización de
las personas a defenderse solas o con asistencia jurídica (regla 41).
En ningún caso se utilizarán métodos de coerción física como sanción por faltas disciplinarias,
Regla 43
Que se haya sumado al anterior listado de sanciones prohibidas los castigos colectivos y la
privación de alimentos o de agua –algo que, lamentablemente, se encontraba permitido en la
versión anterior de las Reglas si un médico aseguraba que la persona se encontraba en
condiciones físicas suficientes como para tolerarlas (regla 43).
Y que se regulen de manera detallada los registros de celdas y de personas, limitando el
carácter discrecional que tradicionalmente impera en esta área (reglas 50 a 53).
Es cuestionable que el nuevo texto prevea que el derecho de las personas a defenderse se
encuentre limitado a que “el interés de la justicia así lo exija, en particular en casos que
entrañen faltas disciplinarias graves”.
También lo es que se siga manteniendo la posibilidad de que las conductas que constituyan
una falta, el carácter y duración de las sanciones, y la autoridad competente para imponerlas
puedan ser definidas tanto por una ley como por un “reglamento de la autoridad administrativa
competente” (regla 37).
Ya que esto último se encuentra en tensión con el principio de legalidad que, por imperativo
constitucional y convencional, rige en todas las áreas donde se pretenda habilitar el ejercicio
del poder punitivo del Estado.
5. Información y derecho de queja de los reclusos
Las Reglas mantienen que es destacable que el derecho de toda persona privada de libertad a
presentar peticiones o quejas ya no se encuentre limitado a los “días laborables” (regla 56), y
que se prevean salvaguardas para que dichas presentaciones puedan ser realizadas de
manera segura y confidencial (regla 57).
Así como también que el contacto con el mundo exterior pueda realizarse ya no sólo a través
de visitas o correspondencia escrita, sino también por “los medios de telecomunicaciones,
electrónicos, digitales o de otra índole que haya disponibles” (regla 58).
Todas estas reglas son un homenaje al legado del difunto presidente de Sudáfrica, Nelson
Mandela, encarcelado por su lucha en defensa de los derechos humanos, la igualdad, la
democracia y la promoción de una cultura de paz a nivel mundial
Que se incluya como criterio rector que las personas sean alojadas en establecimientos
penitenciarios cercanos a su hogar o a su lugar de reinserción social (regla 59). Y que se
incluyan reglas vinculadas a los registros que pueden ser practicados a las personas que
ingresen a los establecimientos como visitantes (regla 60).
También los modos en que puede ser realizada la visita de un asesor jurídico de la persona
que se encuentre privada de libertad (regla 61).
Otro conjunto de reglas abordan el traslado de los reclusos (regla 73); el personal penitenciario
(reglas 74 a la 82); las inspecciones internas y externas (reglas 83 a la 85) o los criterios
rectores de los reclusos penados (reglas 86 a la 89).
En conclusión, las Reglas Mínimas han desarrollado una categoría especial entre los
instrumentos internacionales de justicia criminal, haciéndose indispensables para la
interpretación de las convenciones internacionales de derechos humanos y teniendo que ser
reconocidas como parte de la legislación internacional de derechos humanos. Son el
instrumento principal, más sistemático y detallado de las Naciones Unidas sobre asuntos
penales.
CAPITULO V
La vida penitenciaria: clasificación y agrupación, Trabajo, estudio, cultura, deportes,
entretenimiento
Algunos Criterios de Clasificación:
La clasificación supone la ubicación de los condenados en grupos diversificados, cada uno de
los cuáles tienen ciertos rasgos afines, con la finalidad de lograr una adecuada separación
entre ellos, así como contribuir al logro del propósito básico que persigue la Ciencia
Penitenciaria y el Derecho de Ejecución Penal, cual es el resocializar al delincuente. Sin
embargo los criterios al respecto no son uniformes ni totalmente eficientes. Y no siempre
siguen los mismos principios.
Por ello la clasificación puede realizarse tomando como base diversos criterios, ya sea desde el
punto de vista penal, desde perspectivas criminológicas o desde una apreciación penitenciaria.
Sin embargo la separación de reclusos, por ejemplo de acuerdo a la penalidad, no constituye
una clasificación óptima. Incluso el criterio de agruparlos en función de la edad no es suficiente.
No obstante la separación siguiendo algunos de estos patrones y otros, son por ahora las
formas de clasificación penitenciaria del interno.
Clasificación desde el Punto de Vista Penal:
Si se revisan ciertos estudios penales podemos apreciar algunas clasificaciones de los
delincuentes, y probablemente lo más frecuente desde esta perspectiva sea la de ubicarlos en
función del delito cometido. Se habla así de delincuentes sexuales, etc. Si bien tal clasificación
guarda alguna importancia, no tiene mucha utilidad penitenciaria, porque dentro de un
establecimiento penal, la separación de reclusos sólo sobre la base de un establecimiento
penal, la separación de reclusos sólo sobre la base de criterios penales descuida otros
aspectos importantes para una buena clasificación. Por ejemplo si analizamos el grupo de
homicidas podremos encontrar en ellos dos grandes categorías: dolosos y culposos. Dentro de
los dolosos se distinguen el homicidio agravado (parricidio, asesinato, etc.) y el atenuado (por
emoción violenta, infantincidio, etc.) Entonces ubicar a los homicidas como un grupo
homogéneo no es real, por cuanto en la práctica constituye un grupo heterogéneo. Igual
fenómeno sucede con los otros tipos de delincuentes en función al delito cometido.
Igualmente se puede considerar el criterio de la intencionalidad delictiva, separando a los
internos por hechos dolosos de los culposos.
Las clasificaciones criminológicas:
Generalmente se fundamentan en la concepción etiológica del crimen, y dado que estas teorías
explicativas del delito son diversas, la agrupación de los delincuentes según esta orientación se
diferencia de las que siguen criterios puramente penales. Existen así clasificaciones con
énfasis en los aspectos biológicos, ya sea de tipo constitucional o con predominio psiquiátrico;
asimismo el énfasis puede ser en el aspecto psicológico o bien en el lado sociológico. También
se puede dar una agrupación criminológica.
Clasificación penitenciaria multifactorial:
Con fines de eficiente ejecución de las penas y medidas de seguridad, deben de ubicarse los
internos en cada régimen penitenciario siguiendo criterios que ayuden a los propósitos de la
buena marcha administrativa del establecimiento y  a los objetivos de la resocialización. En tal
sentido consideramos que la clasificación penitenciaria supone dos vertientes:
Una clasificación penitenciaria administrativa, que trata de evitar el llamado "contagio moral"
entre reclusos y que la cárcel no sea centro criminógeno, entre otros propósitos, y Clasificación
centrada en el diagnóstico individual con fines de tratamiento.
d) Los detenidos jóvenes deberán ser separados de los adultos.
Clasificación multifactorial o integral:
Sobre la base de las diversas opiniones vertidas consideramos que la clasificación
penitenciaria puede adoptar por lo menos seis importantes:
Sexo, se deben organizar establecimientos para hombres y para mujeres independientes.
Situación jurídica, los procesados deben estar en centros aparte de los sentenciados. Esto es
importante, por cuanto cierta proporción de inculpados resultarán inocentes del hecho criminal
imputado, y si no se prevé la separación en penales diversos o en pabellones independientes
dentro de un mismo establecimiento, el mismo régimen carcelario impuesto a procesados y
sentenciados atentará contra los primeros que no deberían ser sometidos a régimen igual que
para un condenado.
Edad: los internos pueden separarse también por la edad, en grupos jóvenes delincuentes,
adultos y ancianos. No es adecuado que los criminales jóvenes convivan con reclusos ancianos
o adultos, porque debido a la diferencias de experiencia criminal, intereses, hábitos y aspectos
fisiológicos, no existiría clima psicosocial conveniente entre grupos heterogéneos de edad.
Intencionalidad, según este criterio se deben separar secciones para delincuentes culposos y
secciones para reclusos dolosos, teniendo en cuenta que un delito intencional supone mayor
peligrosidad que un acto culposo.
Frecuencia delictiva, el grado de reincidencia es un aspecto importante, con las limitaciones
indicadas, para separar a los reclusos primarios de los que están por segunda vez y de los
multireincidentes.
Normalidad y anormalidad mental: los internos también deben agregarse según criterios Psico-
sociales en anormales y normales.
En el reglamento de internados judiciales se establece la siguiente clasificación:
Reglamento de Internados Judiciales.
De la Observación, Clasificación y Agrupación de los Reclusos, Capítulo II
Artículo 10. Para la observación de que trata el Artículo 9 el Internado dispondrá de una
sección destinada al efecto donde permanecerá el recluso por un período no mayor de treinta
(30) días dentro de los cuales se le practicarán los exámenes Psico-físicos correspondientes.
Artículo 11. Los reclusos serán clasificados para prestarles asistencia integral. Con tal finalidad
se tomará en cuenta principalmente:
El sexo;
La edad;
La circunstancia de ser primario o la de haber estado detenido anteriormente y, en este último
caso, el sentido de la determinación judicial producida;
Grado de instrucción;
Formación cultural;
Estado de salud físico y mental:
Características generales de su personalidad;
Profesión u oficio.
Artículo 12. Los reclusos de ambos sexos estarán separados en forma absoluta; asimismo los
reclusos primarios menores de veinticuatro (24) años respecto a los de más edad.
Ley vigente ley de Regímenes Penitenciarios establece los siguientes criterios para la
clasificación y agrupación de los privados de libertad:
Capítulo II De la Clasificación de los Penados
Artículo 9. Los penados serán clasificados conforme a los principios de las disciplinas
científicas que orientan la organización de regímenes penitenciarios. Se tomarán en cuenta
principalmente el sexo, edad, naturaleza y tipo del delito, antecedentes penales, grado cultural,
profesión u oficio, estado de salud, características de su personalidad y la naturaleza y
duración de la pena.
Artículo 10. La clasificación se hará en el período de observación, que no excederá de tres
(3) meses, y servirá para establecer el diagnostico criminológico y el tratamiento adecuado a la
personalidad del recluso y a la duración de la pena.
Artículo 11. La observación se realizará por los servicios técnicos de los establecimientos a los
cuales se atribuya este cometido.
Capítulo III De la Agrupación de los Penados
Artículo 12. Los penados serán agrupados al ingresar al establecimiento a que hayan
sido destinados en razón de la afinidad de sus respectivos tratamientos. Con este fin
los establecimientos penales dispondrán de secciones separadas que permitan el trato
adecuado a cada grupo.
Artículo 13. El Ministerio del Interior y Justicia podrá, en caso de emergencia justificada,
disponer el traslado de cualquier recluso al tribunal de ejecución, notificándolo dentro de las
veinticuatro (24) horas siguientes. Este podrá, según las circunstancias, ampliar, modificar o
dejar sin efecto la medida.
Artículo 14. En caso de alteraciones graves en la salud física o mental del recluso, cuyo
tratamiento no sea posible en el establecimiento donde se encuentra, el director del penal
deberá decidir su inmediato traslado a un centro hospitalario para su atención, notificando al
Tribunal de Ejecución dentro de las veinticuatro horas siguientes.
Trabajo
Trabajo penitenciario.
El trabajo penitenciario denominado también "ergoterapia" o "laborterapia", es una de las
medidas que mayor aplicación tiene y la que más estudiosos la propugnan, como el
procedimiento más eficaz para alcanzar la resocialización del condenado. es una actividad de
producción de bienes o prestación de servicios, por parte de los internos y de los condenados a
una medida de privación o restricción de la libertad, organizada de tal modo que contribuya a
su resocialización.
En el ámbito de la ejecución penal, su importancia radica en que la influencia del trabajo tiene
un alto valor como medida reeducadora o reformadora de la conducta del condenado.
En el campo social, porque el trabajo permite una formación en un actividad útil, y a su vez
facilita la adecuación y disciplina laboral del recluso para cuando salga de la prisión
En el campo económico, es obvio que la actividad productiva de los penados tiene repercusión
económica múltiple. También contribuye a evitar o hacer menos angustiosos el problema
económico de sus familiares que dependían de él cuando estaba libre.
Carácter del trabajo penitenciario: el hecho de que existan diversas consideraciones acerca de
que si el trabajo debe ser estimado o no como un derecho del condenado, o una obligación
impuesta o bien un medio de tratamiento, nos lleva a dilucidar el carácter o naturaleza del
mismo. Al respecto existen tres tendencias fundamentales.
Trabajo penitenciario como Derecho del interno: según este parecer, todos los seres humanos
tienen derecho al trabajo. "Derecho que incluso es consagrado por el artículo 23 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos".
La Constitución de la República Bolivariana en su artículo 87, establece que: Toda persona
tiene derecho al trabajo y el deber de trabajar. El Estado garantizará la adopción de las
medidas necesarias a los fines de que toda persona pueda obtener ocupación productiva, que
le proporcione una existencia digna y decorosa y le garantice el pleno ejercicio de este
derecho. Es fin del Estado fomentar el empleo.
La ley adoptará medidas tendentes a garantizar el ejercicio de los derechos laborales de los
trabajadores y trabajadoras no dependientes. La libertad de trabajo no será sometida a otras
restricciones que las que la ley establezca. Todo patrono o patrona garantizará a sus
trabajadores y trabajadoras condiciones de seguridad, higiene y ambiente de trabajo
adecuados. El Estado adoptará medidas y creará instituciones que permitan el control y la
promoción de estas condiciones.
El trabajo penitenciario como obligación del interno: se pueden apreciar dos vertientes.
Históricamente una tendencia se relaciona con el punto de vista de considerar el trabajo como
parte de la pena aplicada al delincuente. Esta obligación legal de imponer el trabajo estuvo
aparejada, en forma encubierta o franca, con diversos grados del trabajo forzado, atentando
contra derechos humanos del interno. Esta práctica del trabajo obligatorio forzado, muchas
veces mediante la compulsión física, hoy superada, sin embargo persiste en parte de la opinión
pública cuando reclama que a los delincuentes se le envíe a trabajar en labores pesadas por
ejemplo.
El trabajo penitenciario como medio de tratamiento, particularmente creemos que esta
actividad, al margen que pueda hacerse efectiva como un derecho u obligación, constituye una
forma de tratamiento con diverso grado de importancia, en función de las características
personales o habilidades del condenado. Hay que considerar que en sociedades de consumo
como la nuestra, el tipo de ideología imperante, el desquiciamiento de valores por los medios
de comunicación masiva, no estimulan en nuestra realidad una actitud favorable hacia el
trabajo y muchas personas no sienten ninguna atracción por este tipo de actividad humana, y
más bien tratan de utilizar canales ilegítimos y de índole antisocial para obtener los medios que
le se permitan satisfacer sus necesidades.
En concordancia la Ley de regímenes penitenciarios establece:
Capítulo IV Del Trabajo Penitenciario
Artículo 15. El trabajo penitenciario es un derecho y un deber. Tendrá carácter formativo y
productivo y su objeto primordial será la adquisición, conservación y perfeccionamiento de las
destrezas, aptitudes y hábitos laborales con el fin de preparar a la población reclusa para las
condiciones del trabajo en libertad, obtener un provento económico y fortalecer sus
responsabilidades personales y familiares.
Artículo 16. Las relaciones laborales de la población reclusa se regirán por la Ley Orgánica
del Trabajo.
El Ministerio del Interior y Justicia dispondrá de los medios necesarios para proporcionarles
adecuado trabajo y estimulará la creación de talleres y microempresas penitenciarias, con
la participación directa de los mismos, de las gobernaciones, municipios, empresas y
organismos públicos y privados.
Las microempresas creadas de conformidad al párrafo anterior, deberán adecuarse al sistema
de seguridad social vigente. Para financiar la constitución y el desarrollo de microempresas se
organizará un sistema de ahorro y préstamo que permita a los reclusos el manejo de dichos
recursos económicos.
Artículo 17. La remuneración de los penados será destinada, en la proporción que establezca el
reglamento, para adquirir objetos de consumo y de uso personal, atender a las necesidades de
sus familiares, formar el propio peculio que percibirá a su egreso, adquirir materiales y útiles
renovables para el trabajo e, incluso, para compensar parcialmente el costo de su internación
en la medida en que lo permita la cuantía de la remuneración asignada.
Artículo 18. El trabajo en los establecimientos penitenciarios se orientará con preferencia
hacia aquellas modalidades más acordes con las exigencias del desarrollo económico nacional,
regional o local.
Artículo 19. El penado será informado por los funcionarios del establecimiento penitenciario de
las condiciones de trabajo y de los beneficios que habrá de obtener de él.
Estudio, Cultura, Deporte y Entretenimiento.
La constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 102, establece que: La
educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y
obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus
niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento científico, humanístico y
tecnológico al servicio de la sociedad. La educación es un servicio público y está fundamentada
en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial
creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad
democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y
solidaria en los procesos de transformación social consustanciados con los valores de la
identidad nacional, y con una visión latinoamericana y universal. El Estado, con la participación
de las familias y la sociedad, promoverá el proceso de educación ciudadana de acuerdo con los
principios contenidos de esta Constitución y en la ley.
Desprenderse, en primer lugar, de la ilusión de que la penalidad es ante todo un castigo (una
exclusión), una manera de reprimir los delitos, simplemente como mecanismo negativo, en el
que la prisión reprime, excluye, suprime y neutraliza. Al analizar el tema del principio de la
educación (principio sagrado) resulta más conveniente si los tratamos junto a las
consecuencias del derecho y de las ciencias sociales.
La principal de ellas, es la educación como el elemento indispensable del tratamiento, porque al
considera el hábitat o medio carcelario, lo primero que debemos reconocer es que se ha
formado allí un gran laboratorio humano para ser penetrado por las ciencias penitenciarias la
pedagogía, la psicología y psiquiatría que son los instrumentos de la educación de la pobre
alma del condenado; y en caso contrario, nos enfrentamos a la utilización inútil del cuerpo y del
tiempo del hombre del encierro, que aumenta sus fuerzas en términos de utilidad económica, y
que disminuye esas mismas fuerzas, en términos de su re-adaptación, de su corrección, y en
términos de todo lo que ha significado la resocialización, entre lo que reeducar implica la mayor
tarea del sistema.
La educación penitenciaria debe ser amplia. Un vistazo a la problemática nos dice que ella
puede ir en direcciones distintas. Una es la capacitación del personal penitenciario, sin importar
en el ambiente cerrado o abierto que caracterice la cárcel; y en el otro extremo, la evaluación y
posterior diagnóstico como base de la reforma penitenciaria para el abordaje de un verdadero y
concreto modelo penitenciario. En uno y otro hay que trazar políticas básicas de integración
entre lo que se denomina la parte formal de la prisión (el personal penitenciario) y la parte
informal (los reclusos), reafirmando mecanismos de comunicación entre los encargados de
desarrollar los programas que hacen posible muchas experiencias, investigaciones, asistencia
recíproca, en fin, la construcción de las mil realidades en que constituye la prisión, en contra de
la prisión.
Con la vigencia de la Ley de Redención de la Pena por el Trabajo y el Estudio la matrícula
estudiantil en las cárceles ha venido aumentando, dado el efecto motivador de esta Ley,
además se han venido incorporando docentes del I.N.C.E., el Ministerio de Educación y las
Gobernaciones; sin embargo, no se alcanza todavía la matrícula deseada, y en materia de
dotaciones la situación se mantiene igual de deficitaria sino agravada.
Así mismo la Ley de regímenes penitenciarios también involucra esencialmente este aspecto
en el siguiente capítulo:
Capítulo V De la Educación
Artículo 20. La acción educadora será de naturaleza integral, alcanzará a todos los penados
y se preocupará de fijar sanos criterios de convivencia social.
Artículo 21. Será objeto de atención preferente el proceso de alfabetización y la educación
básica.
La instrucción de los penados se extenderá en cuanto sea posible hasta la educación media,
diversificada y profesional.
Artículo 22. Las enseñanzas correspondientes a la educación básica, media, diversificada y
profesional, se adaptarán a los programas oficiales vigentes y darán derecho a la obtención de
los certificados que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, sin que dichos
certificados contengan indicación alguna expresiva del establecimiento penitenciario y
circunstancias en que se obtuvieron.
Artículo 23. Los establecimientos penitenciarios deberán tener una biblioteca, fija o circulante,
para uso de los penados.
Artículo 24. Se fomentará la enseñanza y prácticas musicales de los penados por medios tales
como coros, bandas, orquestas, conciertos y sesiones de música grabada.
Artículo 25. Como integrantes de la labor educativa, para todos los reclusos se organizarán
ciclos de conferencias, certámenes artísticos y literarios, representaciones teatrales y otros
actos culturales, preferentemente orientados a la formación integral de la población reclusa.
Artículo 26. La administración penitenciaria garantizará las condiciones para el desarrollo y la
realización de ejercicios físicos y fomentará las actividades deportivas.
Lo referido a deportes y cultura se limita a la realización de eventos interpenales programados
anualmente. Las disciplinas deportivas no se fomentan bajo la visión formativa, sino de
entretenimiento, reciben dotaciones del Ministerio del Interior, de Fundaciones y de
dependencias gubernamentales en mayor medida que la actividad de educación; pero nunca
de acuerdo a la necesidad.
Las actividades culturales, son sufragadas por los mismos reclusos en la mayoría de los casos;
reciben poco aporte y los medios son muy limitados, terminan siendo un espectáculo donde
pretenden protagonizar anualmente las autoridades de prisiones a través de festivales de
teatro, música, artesanía, etc. La ejecución de estas actividades no son apoyadas
eficientemente por las autoridades, se realizan gracias al sacrificio de reclusos y de los
funcionarios de baja jerarquía que están encargados de los Departamentos en las cárceles y en
la División de Atención Integral; sin embargo, son utilizados como bandera de rehabilitación por
las autoridades cuando ya los peones han preparado el escenario.
Orquesta Sinfónica Penitenciaria.
La Red de Orquestas Sinfónicas Penitenciarias fue creada en 2007 con el propósito de
minimizar los niveles de violencia dentro de las cárceles y facilitar el proceso de reinserción
social de los internos mediante el aprendizaje, la práctica y el disfrute de la música.
Este programa educativo musical es desarrollado por la Fundación Musical Simón  Bolívar y el
Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, bajo el financiamiento del
Banco Interamericano de Desarrollo.
Para la formación de las agrupaciones se realizó una convocatoria y se aceptaron a todos los
que acudieron. La única condición era no tener antecedentes de agresión a funcionarios dentro
del penal. Los internos fueron entrevistados para conocer su temperamento, carácter y
morfología, y, basados en esta información, se decidió qué instrumento se les asignaría. La
inmensa mayoría jamás había visto de cerca un instrumento musical, pero tres meses más
tarde ya tocaban el himno nacional y otras piezas de cierta complejidad.
El programa se está implementando en el Instituto Nacional de Orientación Femenina, el
Centro Penitenciario de la Región Andina, el Centro Penitenciario de Occidente, el Centro
Penitenciario de Carabobo (Mínima de Tocuyito) y la Comunidad Penitenciaria de Coro. Se
prevé que un 10% de la población penitenciaria de estas cárceles reciba educación musical a
través del programa, el cual, paulatinamente, será implementado en otros centros
penitenciarios del país.
En el presente las Orquestas Sinfónicas Penitenciarias cuentan con una plantilla de 461
alumnos y desde su creación 1086 internos han recibido educación musical a través del
programa.
El problema sexual en la vida penitenciaria:
La sexualidad en el ámbito carcelario es sin duda uno de los temas que más ha intrigado a la
población y preocupado a los penólogos y humanista por las contradicciones que pueden
encontrarse en el derecho penitenciario a este respecto.
No existe en el derecho penal, las normas de ejecución o los reglamentos carcelarios
disposición alguna de la que emane la obligación de abstinencia sexual de los condenados y
mucho menos de los procesados sometidos a medida de seguridad, menos aun cuando el
ejercicio de la sexualidad es considerado actualmente como una necesidad humana y por lo
tanto un derecho indisponible por el juez o la administración penitenciaria.
La sexualidad entendida en su sentido lato y no como genitalidad es inherente a la raza
humana desde su más temprana edad, no pudiendo ser cercenada por mandato legal,
reglamentario o administrativo, sin afectación de la salud física, psíquica y social del reo.
En tal sentido, las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos de la Naciones Unidas
establecen en referencia a la sexualidad: “a los internos casados de uno u otro sexo podrá
permitírseles a su requerimiento visitas privadas de sus cónyuges, sin tomar en cuenta la
calificación de la conducta, una vez que adecuadas las condiciones de la arquitectura, pueda
ésta proporcionar el recato y el decoro que inspira la institución matrimonial” y “la
administración podrá permitir a los demás internos la visita privada de personas de otro sexo en
locales apropiados”. Nunca podrá hacerlo en los lugares donde los casados reciben a sus
cónyuges.
La pena tiene en países como el nuestro una porción adicional de castigo que será la
abstinencia sexual y que alcanzará no sólo al penado sino también a su cónyuge al cual el
ordenamiento jurídico le impone la fidelidad matrimonial. Esta situación es una de forma de
extensión de la infamia que recae sobre el reo y que se proscribe constitucionalmente.
Así se crea una doble abstinencia sexual de origen legal, por un lado la del interno y por otro
lado la del cónyuge, sobre la cual Neuman expresaba “la mutilación funcional del sexo alcanza
a seres inocentes. El cónyuge del detenido o detenida, que nada tiene que ver con el delito, se
ve privado de su natural satisfacción erótica y esto constituye un castigo accesorio de la
privación de la libertad, que no le concierne directamente”.
Existe la contradicción del sistema jurídico de obligar a un ser libre e inocente a una castidad
forzada, pues de lo contrario será adúltero o bígamo, creando un detrimento en la salud física,
psíquica, moral y social del cónyuge. La continencia sexual no deseada produce trastornos
psíquicos y también físicos, estos últimos producidos por el sistema glandular de segregación
del aparato genital; sin embargo, las consecuencias más severas pueden evidenciarse en el
campo de lo psíquico, donde puede producir angustias, desesperación, decaimiento, histeria,
tendencias suicidas, agresividad o como explica Freud, neurosis.
El interno privado del ejercicio de una sexualidad plena comienza primero a tener un
retraimiento natural producto de su adaptación al medio hasta que sus necesidades e instintos
lo empujan a la masturbación solitaria primero, la autoerotización colectiva después y más
tarde a mantener relaciones homosexuales en prácticas individuales y colectivas.
El problema sexual en las cárceles es constante fuente de trastornos neuróticos, psicológicos y
físicos, que generan revueltas y motines que ponen en peligro la vida, seguridad e integridad
de los detenidos y del personal del establecimiento.
La masturbación, onanismo o autoerotización individual y colectiva constituyen no sólo una
realidad de las prisiones argentinas sino de las del mundo entero, así se puede afirmar que
entre un noventa y un noventa y cinco por ciento de los internos se prestan a estas prácticas.
Algunos doctrinarios sostienen que éste es el punto de partida para la disfuncionalidad del sexo
y afirman que los encarcelados terminan teniendo relaciones homosexuales en un porcentaje
superior al ochenta por ciento.
La cuestión sexual en la cárcel, problema oficialmente inexistente, ha generado una subcultura
del comercio sexual carcelario, en el cual se puede vender de parte del jefe de pabellón a un
joven ingresante hasta el procedimiento de sometimiento de aquél para poder comercializarlo
posteriormente al mejor postor o quedárselo para sí. Las masturbaciones colectivas son
organizadas por grupos de pertenencia, donde los desnudos y participaciones sexuales pueden
ser canjeados por mercaderías o favores de los más poderosos.
La masturbación es el acto por excelencia de los privados de libertad, en el vocabulario de la
cárcel se lo denomina “matarse”, por lo que se ha expresado que el problema sexual lo tiene el
preso en la mano. Buena parte de la doctrina autorizada resalta las violaciones de los jóvenes
ingresantes de parte de los internos más antiguos y de las vejaciones a las que son sometidos
los presos por motivo de violación de menores derivado del código de honor no escrito de las
cárceles. Así expresaba Neuman:”un joven denunció con los ojos llorosos que había sido
violado dos noches antes por varios pervertidos”.
En la sociedad de la cárcel el homosexual declarado, llamado despectivamente “marica”, que
tiene esa condición antes de su ingreso es despreciado y asociado como confidente de la
autoridad.
La cuestión sexual en la cárcel masculina adquiere una connotación de poder y de
sometimiento, por ello el hombre que somete sexualmente a otro hombre, obtiene una relación
de sumisión y en tal sentido cabe mencionar como ilustrativo de este modo de pensar la frase
de Jean Genet: “Quien da vuelta a un macho es dos veces macho”.
La situación sexual en las cárceles femeninas adquiere otras connotaciones afectivas, pues
reproduce relaciones menos físicas y más emocionales, que tienden a constituir parejas de
permanencia que comparten la soledad de las celdas en discreción y sin violencia.
La visita conyugal
La visita conyugal es el permiso de relación sexual que según las Naciones Unidas debe
otorgarse prescindiendo de la calificación de la conducta del reo, consistente en el permiso de
ingreso de la esposa o concubina a una celda o lugar especialmente acondicionado a tales
efectos para permitir a los esposos la relación sexual, no significando un premio sino la
satisfacción de una necesidad del interno y de su cónyuge libre.
“La práctica de las visitas conyugales demostró, a poco de andar, la necesidad de extenderla a
quienes no tuvieren una esposa legítima. Se permitió la entrada de la concubina que acreditase
fehacientemente esa condición mediante la continuidad del ligamen en el tiempo.
Posteriormente fue menester ampliar el criterio. Solteros, viudos y divorciados o separados de
hecho, también requerían satisfacer su necesidad sexual y, en muchos casos, debió permitirse
el ingreso de amigas íntimas y prostitutas”. 
Lamentablemente en nuestra legislación las visitas íntimas se encuentran implementadas en
algunos establecimientos pero invariablemente son premios a la adaptabilidad del sistema de
control interno y no existen antecedentes concretos respecto de regímenes de visitas sexuales
fuera del establecimiento para los internos que gozan de régimen de semi - libertad para
realizar trabajos en el exterior de la unidad penitenciaria.
Se ha sostenido que soluciones como la visita íntima, la salida transitoria o la prisión mixta
ensayada al parecer con éxito en los Estados Unidos, se ponen en práctica para remediar los
males que acarrea la separación de la familia y del mundo exterior.
Es difícil que las visitas íntimas puedan llegar a solidificar las relaciones del matrimonio y la
familia, como intentan propugnar, pues es imposible que exista algo más que un placer sexual
físico al tener que encontrarse por corto lapso, en fecha fija, sabiendo que detrás de las puertas
se encuentra esperando el guardia de seguridad del penal.
Muchas veces las propias leyes y reglamentos explicitan que la visita íntima sólo se otorgará a
quienes detenten buena conducta, y la realidad concreta, es que, así no lo digan los cuerpos
legales, la administración carcelaria por uso y costumbre sólo permite tales visitas a quienes
tengan buena conducta. Lo que equivale, contrario sensu, a que si pierde tal condición se
pierde también la visita sexual.
Casi todos los autores, con total sinceridad, recalan en el hecho de que los permisos sirven
para que no se relaje la disciplina del penal. Los reclusos que a juicio de la dirección no tengan
una conducta adecuada, no podrán entonces atender la naturalísima e imperiosa función del
instinto que deriva obviamente de su condición de hombres y no de presos. Además, si fuera
un derecho, cabría al recluso exigir la visita conyugal.
El personal Penitenciario
Debe entenderse como el recurso humano clave para la productividad, único medio capaz de
intervenir su propio entorno, contribuyendo con la población reclusa de los centros
penitenciarios dentro del marco de las políticas públicas existentes para la humanización
penitenciaria. Indudablemente la generación de un ambiente favorable al logro de los objetivos
institucionales, está estrechamente relacionado con toda una estrategia de captación,
selección, capacitación y actualización de los recursos humanos. Además, de la definición y
ejecución de programas motivacionales en cuanto a sin ceración de cargos, ajustes de salarios,
reivindicaciones sociales y estabilidad laboral, lo que genera internamente seguridad en los
trabajadores. 
El penitenciarista
Se ocupa de los privados de libertad. Es por lo general, un egresado del Instituto Nacional De
Estudios Penitenciarios. 
El Instituto Universitario Nacional de Estudios Penitenciario, constituyó una iniciativa concebida
por el criminólogo Elio Gómez Grillo, apoyada por el Doctor Luís Beltrán Guerra, Ministro de
Justicia para el momento de la creación, representaba una alternativa válida y sigue siendo así,
en la formación de los recursos humanos para la administración penitenciaria nacional.
La creación se inspiró en criterios científicos y teóricos enmarcados en la criminología y el
penitenciarismo moderno. Una experiencia poco repetida en América Latina, ya que
generalmente las instituciones para este tipo de formación son militares o paramilitares, siendo
el I.U.N.E.P una dependencia civil. 
El Instituto Universitario Nacional de Estudios Penitenciarios, fue creado según decreto
presidencial Nº 1.313, publicado en Gaceta Oficial Nº 36.506, de fecha 30 de noviembre de
1990, teniendo como objetivo fundamental la formación del personal que debe ingresar al
sistema y el mejoramiento de los recursos humanos que se encuentran cumpliendo funciones
en las diferentes dependencias de prisiones. 
El funcionamiento del I.U.N.E.P administrativamente tiene dependencia del Ministerio del
Interior y Justicia y académicamente del Ministerio de Educación Superior, mientras rinde
cuenta a ambos Ministerios debe acatar una serie de normas y obligaciones en las cuales se
encuentran la formación de los recursos humanos para el sector penitenciario. Desde su
apertura el I.U.N.E.P, se ha dedicado a la formación de personal para prisiones, egresando
técnicos superiores en penitenciarismo, menciones administración, seguridad, educación y
gerencia penitenciaria. Además se han realizado iniciativa de capacitación desde los Directores
Generales de cárcel, personal administrativo, inducción del personal técnico, formación de
delegados de prueba y el de vigilancia en todas sus escalas.
El objetivo principal de todo penitenciarita está enfocado hacia el proceso de reeducación y
reinserción social de los privados de libertad, esta ardua labor es posible realizarla con los
recursos técnicos, económicos, el trabajo en equipo de los penitenciaristas a fin de obtener un
individuo productivo para sí mismo, su núcleo familiar y la colectividad.
Actuación preventiva integral del penitenciaristas 
Dictar taller sobre crecimiento personal, proyecto de vida y autoestima, así como de prevención
en materia de drogodependencia y habilidades socio‐productivos que les permita generar
recursos para la autogestión de la institución como personal.
Proponer una guerrilla comunicacional activa que refleje la vivencia diaria de cada uno de los
internos (as) así como los avances de la humanización aplicada intramuros. 
Colaborar con las actividades socio‐educativas, culturales y deportivas programadas
conjuntamente con la comunidad. 
Proponer el trabajo de cooperativismo
Llevar programas de alfabetización, de educación básica, de educación media, de educación
superior y educación no formal. 
Llevar programas de alfabetización, de educación básica, de educación media, de educación
superior y educación no formal. 
Planes para la educación artística, teatro, pintura, incluyendo las orquestas penitenciarias 
También en la actualidad con la creación de la Universidad Experimental de la Seguridad
(UNES), se consolido un el Programa de Formación Nacional de penitenciaria:
¿Cuál es el objetivo general del PNF Penitenciaria?
Egresar profesionales con sólidos conocimientos teóricos y prácticos sobre el sistema
penitenciario, el servicio penitenciario, sus dinámicas y ciencias afines, con el propósito de
garantizar la seguridad, custodia, atención y administración penitenciaria en aras de procurar la
reinserción social del privado y la privada de libertad, desde una perspectiva humanista y con
una visión transformadora del sistema penitenciario venezolano.
¿Cuáles son los objetivos específicos del PNF Penitenciaria?
Identificar el Sistema Penitenciario Venezolano, tanto desde de su estructura jurídica y
organizativa como de su funcionamiento y el rol que cumple en la reinserción social de las
privadas y privados de libertad.
Describir la sociología de los establecimientos penitenciarios, sus características y los
potenciales daños que causa la privación de libertad en las personas.
Clasificar principios y saberes de ciencias sociales afines al ámbito penitenciario.
Proporcionar habilidades para planificar, desarrollar y direccionar labores de seguridad,
custodia, atención y administración dentro del Sistema Penitenciario Venezolano.
Aplicar habilidades y destrezas personales dirigidas hacia la resolución pacífica de conflictos, el
manejo de grupos y el fomento de la cultura de la paz.
Utilizar tecnologías propias para la gestión de procesos y el manejo de la información en el
servicio penitenciario.
Emplear técnicas de Uso Progresivo y Diferenciado de la Fuerza como herramientas
alternativas para intervenir en situaciones de conflicto que representen una amenaza para el
orden interno de los establecimientos penitenciarios.
Desarrollar la investigación social como fuente de conocimiento, mediante la problematización,
el aprender haciendo y la consulta de fuentes bibliográficas, de especialistas y experiencias en
el área penitenciaria.
Incorporar a la comunidad penitenciaria (privados y privadas de libertad, familiares y
comunidades aledañas a los establecimientos penitenciarios) como fuente de conocimiento y
población corresponsable en la reinserción de la población penitenciaria.
¿En qué se fundamenta el PNF Penitenciaria?
El PNF Penitenciaria se fundamenta en:
El diálogo
La transdiciplinariedad
La vinculación social
La glocalidad
El enfoque de género
Una visión ecosocialista
Los Derechos Humanos
La ética del servicio público
CAPITULO VI
El Tratamiento Postpenitenciario
En Venezuela, la situación de las condiciones de reclusión y el resguardo de los Derechos
Humanos sigue en una situación crítica para la mayoría de los reclusos, en especial los
derechos a la vida y a la integridad personal. Las denuncias sobre la insalubridad; la ausencia y
deficiencia en el acceso a servicios básicos; la aplicación de maltratos físicos y vejaciones
como imposición de disciplina; las prácticas denigrantes y las vejaciones que sufren los
familiares y visitantes de los centros de reclusión; una infraestructura, que en muchos casos,
atenta contra la seguridad de reclusos y autoridades; las deficiencias de los operadores del
sistema de administración de justicia en los procesos judiciales y aplicación de beneficios; el
comercio de bienes y servicios y los ilícitos dentro de los recintos, continúan presentes en la
agenda carcelaria.
En este sentido, pese a los sostenidos esfuerzos de la administración de prisiones para mejorar
las condiciones de vida de la población reclusa, las medidas implementadas no parecen tener
el efecto deseado, por lo que la situación de las personas privadas de libertad no ha
experimentado cambios sustantivos. Esto confirma una vez más, que el problema penitenciario
no se resuelve dentro de las cárceles, sino por el contrario, utilizando cada vez menos la
privación de libertad como recurso frente al delito, mientras se acude a otras medidas
cautelares y penales, como se deriva del mandato constitucional, que impone a la prisión un
carácter subsidiario.
El artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), establece
la garantía de un "sistema penitenciario que asegure la rehabilitación del interno y el respeto de
sus derechos humanos", prefiriendo ante todo el "régimen abierto y el carácter de colonias
agrícolas penitenciarias, además de las fórmulas de cumplimiento de penas no privativas de
libertad antes que las medidas de naturaleza reclusoria", postulado éste que es cónsono con el
objetivo de reinserción social que se le asigna a la pena, el cual se encuentra establecido en el
artículo 2 de la Ley de Régimen Penitenciario, para lo cual se establecen sistemas y
tratamientos gradualmente progresivos, encaminados a fomentar en el penado el respeto de sí
mismos, los conceptos de responsabilidad y convivencia social y a la voluntad de vivir conforme
a la ley, establecido en el artículo 7 de la Ley de Régimen Penitenciario.
Esta premisa constitucional incluye entre los fines del sistema penitenciario, la asistencia post-
penitenciaria, lo cual no es otra cosa que la obligación del Estado, a colaborar con el proceso
de reinserción que vive el privado de libertad una vez que es puesto en libertad, abriendo así el
camino hacia la minimización de los efectos negativos de la prisión.
Las medidas de prelibertad o cumplimiento alternativo de la pena, han significado un primer
intento de reintegrar al recluso a la sociedad, minimizando los efectos negativos de la prisión,
llevando consigo una función de integración familiar, laboral y social, como paso anterior a la
libertad del penado.
De este modo, siendo el factor trabajo uno de los elementos fundamentales para el
otorgamiento de una medida de pre-libertad, y consecuentemente un eje esencial para el
reingreso del recluso a la vida en sociedad, no cabe duda que el apoyo inter y post-
penitenciario que debe brindar el Estado como parte de su objetivo de reinserción del penado,
es facilitar mecanismos de acceso a un empleo formal.
Al respecto, en seguimiento del régimen de progresividad que establece la Ley de Régimen
Penitenciario, en su artículo 15, es de entender que ese mejoramiento laboral debe continuarse
a través del destacamento de trabajo, como primera fórmula alternativa de cumplimiento de la
pena privativa de libertad, desarrollando las habilidades del reo, formando su sentido de
responsabilidad para lograr un ingreso digno.
Establece el Artículo 15 de la Ley de Régimen Penitenciario lo siguiente:
El trabajo penitenciario es un derecho y un deber. Tendrá carácter formativo y productivo y su
objeto primordial será la adquisición, conservación y perfeccionamiento de las destrezas,
aptitudes y hábitos laborales con el fin de preparar a la población reclusa para las condiciones
del trabajo en libertad, obtener un provecho económico y fortalecer sus responsabilidades
personales y familiares.
Sin embargo, ese objetivo significa un gran reto, tanto para el Estado como para el reo, en una
economía caracterizada por niveles relativamente altos de desempleo, subempleo y empleo
informal, y en una sociedad que tiende a mantener la exclusión de aquellos que ya han sido
segregados en el sistema penitenciario.
Es por ello, que si para un ciudadano común resulta cuesta arriba ingresar al mercado laboral
formal, cuanto más a un individuo que ha sufrido los efectos criminógenos de la cárcel y el
estigma social que lleva consigo haber sido sujeto activo de un hecho punible, por lo que la
posibilidad de empleo de la población penal intramuros, se ve influenciada por la depresión del
sistema, existiendo así, factores organizativos y resultantes del clima imperante que influyen
negativamente en su desarrollo armónico.
Además de esto, se suscita el hecho cierto de que el trabajo penitenciario no abarca a la
mayoría de la población reclusa y es realizado en franca violación de los derechos laborales
contemplados para las personas libres, sobre todo en cuanto a remuneración y condiciones de
salud y seguridad se refiere.
Aunado a ello, la mayoría de los internos son personas subescolarizadas, es decir, con
escasos recursos intelectuales que les permitan concebir y desarrollar estrategias individuales
para revertir su situación, se trata de sujetos carentes de una adecuada capacitación para la
vida laboral, sin preparación especializada, mayoritariamente ejecutores de actividades de poca
especialidad, tales como: carpintero, cocinero, plomero, jardinero, albañil, electricista,
mecánico, barbero, artesano, entre otras.
Todo ello refleja, que el Estado Venezolano, mantiene a la población reclusa marginada de su
derecho al trabajo, al limitar las opciones de acceso al mercado laboral y no brindar
mecanismos idóneos para la satisfacción de esta necesidad social del penado, la cual resulta
fundamental en la finalidad de reinserción social que persigue el sistema penitenciario, al
tiempo que le permite contribuir con su sustento económico y el de su grupo familiar.
Ante este escenario, la realidad penitenciaria plantea la necesidad de cambios y alternativas,
pues la finalidad de una reintegración del condenado en la sociedad no debe ser abandonada,
sino que debe ser reinterpretada y reconstruida sobre una base diferente, por lo cual la
apertura de la cárcel a la sociedad y recíprocamente, resulta un principio político importante,
más aún si se considera que en la actualidad los muros de la cárcel representan una violenta
barrera que separa la sociedad de una parte de sus propios conflictos, por lo que la
reintegración del condenado significa, antes que la transformación de su mundo separado, la
transformación de la sociedad que reasuma aquella parte de sus problemas y conflictos que
encuentra segregados en la cárcel.
Es así, que la reintegración social del condenado significa, corregir las condiciones de
exclusión de la sociedad activa de los grupos sociales de los que provienen, para que la vida
postpenitenciaria no signifique simplemente, el regreso de la marginación secundaria a la
primaria del propio grupo social de pertenencia, y desde allí una vez más a la cárcel.
La Importancia de la Reinserción
La importancia que tiene la reinserción social en un Estado de Derecho, es trascendente, por
cuanto se le ve como una eficiente forma de prevención del delito, mediante la atención y
asistencia del penado; reconociéndolo como un sujeto de derecho, capaz; que reclama de la
comunidad atención y asistencia suficiente como para desarrollar los fines transcendentes de
su vida, que merece oportunidades reales de participar en la sociedad y cuya integración es
responsabilidad de todos.
Es por ello que, en el marco de la obligación y fin estatal de resocialización del penado y de la
sociedad en coadyuvar a la resolución de los problemas que le son propios participando
activamente en la vigilancia, prevención y control de la delincuencia, se propone la redacción
de los lineamientos base para un cuerpo normativo tendente a promover la colaboración del
sector empresarial público y privado, en la provisión de puestos de trabajo a penados que
tienen derecho a acceder a algún beneficio de libertad anticipada o cumplimiento alternativo de
la pena, así como a aquellos que por haber cumplido su pena en los términos impuestos por el
Estado han alcanzado la libertad y su regreso a la vida social.
La Resocialización del Recluso Como Fin del Sistema Penitenciario.
La resocialización aparece como la función más importante que ha llevado a cabo el sistema
penitenciario en su conjunto, con finalidad de la pena-tratamiento, y ésta a su vez como parte
de la acción de protección social en la lucha contra la criminalidad, respondiendo a la
convicción de que tratar a un individuo no consiste en curarle, como si de un enfermo se
tratara, sino en aplicar ciertos métodos psicosociales, con vista a moderar su sistema de
valores, para lo cual se ha reconocido que resulta más idóneo las medidas llevadas a cabo en
régimen de libertad que las interpuestas en su privación.
Al término resocialización se ha unido otros como el de reeducación, reinserción, readaptación,
rehabilitación y reintegración, usados indistintamente.
En el sistema venezolano, se concibe el sistema penitenciario como una vía progresiva para
alcanzar la rehabilitación del interno, a través del trabajo, el estudio, deporte y recreación. En
este sentido, la reinserción social del penado se convierte en el objetivo fundamental y
justificación de la pena; siendo el tratamiento concebido "para su desarrollo gradualmente
progresivo, encaminados a fomentar en el penado el respeto a sí mismo, los conceptos de
responsabilidad y convivencia sociales y la voluntad de vivir conforme a la ley". Artículo 7 de la
Ley de Régimen Penitenciario.
La función resocializadora asignada a la pena, no siempre es posible en virtud de la realidad
vivida en el sistema penitenciario y de los medios disponibles, por el contrario, la población
penitenciaria queda a merced del ocio y la violencia interna, sin posibilidad de acceder a
programas laborales y educaciones, lo que trae como consecuencia, que una vez cumplida la
pena, no disponga de condiciones mínimas para reinsertarse en el mundo exterior al penal,
quedando en muchos casos la reeducación y la reinserción social supeditadas a finalidades
puramente de custodia o de seguridad.
El objetivo de rehabilitación del penado y su futura reinserción social, reseñado en la Ley de
Régimen Penitenciario, como fin del tratamiento "implica la necesidad de abordar durante el
mismo, la creación de valores cuando estos no existan y el fortalecimiento de los existentes,
teniendo especial interés en la convivencia social y el estado de derecho", para lo cual, "se
involucrara al penado en actividades educativas, deportivas, de orientación espiritual y de
relación familiar, teniendo en cuenta que por medio de lo cual se beneficia a la sociedad al
rescatar a uno de sus miembros y al propio sujeto al facilitar su crecimiento personal".
Se trata pues, de que la preparación para la vida en libertad del penado, sea vista como un
tratamiento individualizado y voluntario, no como una pena accesoria, impuesta al detenido
conforme a las normas legales, reconociendo que no son un reservorio aislado sino que son
seres humanos, sujetos de derechos, deberes y obligaciones, que aunque estén limitados en el
ejercicio de algunos de estos, son iguales a cualquier persona en condiciones de libertad, y
más importante aún se trata de involucrar a la sociedad en la solución de sus problemas para
rebasar las barreras de la exclusión y marginación social.
Rol del Estado y La Sociedad en la Reinserción del Recluso.
La relación que habitualmente ha caracterizado a la sociedad y al detenido, viene dada por el
vínculo de quien excluye, la sociedad; y quien es excluido, el detenido; aun ante la latente
realidad demostrada científica, técnica y pedagógicamente, del choque del objetivo de
reinserción del detenido contra la naturaleza misma de esta relación de exclusión, toda vez que
es imposible excluir e incluir al mismo tiempo, por lo que:
Antes de hablar de educación y de reinserción es, pues, menester hacer un examen del
sistema de valores y de modelos de comportamiento presentes en la sociedad en que se quiere
reinsertar al detenido. Tal examen no puede, sino llevar a la conclusión de que la verdadera
reeducación debería comenzar por la sociedad antes que por el condenado. Antes de querer
modificar a los excluidos es preciso modificar la sociedad excluyente, llegando así a la raíz del
mecanismo de exclusión.
De otro modo subsistirá, en quien desee juzgar de modo realista, la sospecha de que la función
verdadera de esta modificación de los excluidos es la de perfeccionar y volver pacífica la
exclusión, integrando, más que a los excluidos en la sociedad, a la relación misma de exclusión
en la ideología legitirnadora del estado social".
En este sentido, siguiendo el concepto de reintegración social del detenido, se precisa la
importancia de internalizar en la sociedad el papel participativo que se le otorga jurídica y
moralmente en la asunción de los problemas que envuelven su entorno a fin de involucrarse en
su solución. No obstante, esto supone necesariamente la asunción por parte del Estado de su
cuota de responsabilidad y la búsqueda del consenso nacional respecto a la inclusión de los
reclusos y su necesaria preparación a la vida en libertad, de reconocer que lo indispensable no
son más cárceles, sino la apertura de un proceso de comunicación e interacción entre aquella y
la sociedad, en que los ciudadanos recluidos se reconozcan en la sociedad externa y ésta a su
vez se reconozca en la cárcel.
Al respecto, lo primero es reconocer que:
El problema penitenciario hace tiempo que dejó de ser un tema exclusivo de los actores
institucionales directamente involucrados en él, para abrirse a la discusión pública, como lo
muestra el crecimiento interés que suscita y el intenso activismo de organizaciones e individuos
relacionados con el mismo. Por otro parte, solo la consonancia de la sociedad frente al tema
permitiría tomar medidas que, de lo contrario, serían incomprendidas y rechazadas.
Hasta ahora, la sociedad ha visto la pena como una retribución por el mal causado con la
conducta delictiva, considerando a los delincuentes como malos y anormales, razón por la cual
ante su actuación no pueden formar parte de la sociedad, debiendo ser excluidos tras su
reclusión en establecimientos penitenciarios. Al respecto, urge cambiar la mentalidad de
seguridad colectiva que pretende reconocer la pena como un justo castigo del mal causado, por
transitar una vía hacia el desarrollo de un programa serio de alternabilidad, demostrando que
los sustitutivos a la prisión no son medidas indulgentes o perdones; por lo que para que la
sociedad empiece a comprender la importancia de su participación debe saber, que se
encuentra antes verdaderas penas.
En efecto, la sociedad debe ser sensibilizada ante la problemática de la criminalidad para
comprender que la pena privativa de libertad per se, no resuelve el conflicto social; siendo sin
duda su participación de entes públicos, empresas, sindicatos de trabajadores y empresarios,
asociaciones privadas, entre otros, un paso fundamental para dar apertura a la disminución de
la prisión, llamándolos a desempeñar los trabajos de control y de insertamiento social de los
condenados, comenzando por el campo de trabajo o la forma de buscarlo.
De esta manera, la comprensión y cooperación de la sociedad incluye como premisas:
Alentar a los organismos públicos, al sector privado y a la comunidad en general para que
apoyen a las organizaciones de voluntarios que fomenten la aplicación de medidas no
privativas de la libertad.
Organizar regularmente conferencias, seminarios, simposios y otras actividades para agudizar
la conciencia de la necesidad de la participación de la sociedad en la aplicación de las medidas
no privativas de la libertad.
Utilizar todos los medios de comunicación para favorecer el nacimiento de una actitud
constructiva en la comunidad, que dé lugar a actividades que propicien la aplicación más
amplia del régimen no privativo de la libertad y la reinserción social de los delincuentes.
Hacer todo lo posible por informar a la sociedad acerca de la importancia de su función en la
aplicación de las medidas no privativas de la libertad.
El Estado, como personificación jurídica de la Nación, es el principal responsable de propiciar la
inclusión, igualdad, convivencia social, y en general todo aquello que conlleven a la
reintegración del recluso a una vida en libertad en condiciones propicias al desenvolvimiento de
su personalidad, y en cumplimiento de sus derechos y deberes fundamentales, en
correspondencia con la premisa constitucional contenida en el artículo 2, al consagrar a
Venezuela como "un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la
preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".
No obstante, al lado de esta responsabilidad concurre el protagonismo de la sociedad de
participar solidariamente en la vida política, civil y comunitaria del país, promoviendo y
defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la
paz social, coadyuvando con el Estado en propulsar los fines esenciales que enuncia en el
artículo 3 constitucional, que textualmente refiere:
"El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a
su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad
justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía
del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta
Constitución.”
La Educación y El Trabajo
Como es evidente, la propia Constitución como norma suprema y fundamento del
ordenamiento jurídico, regulador de la convivencia social, marca el rol protagónico que tienen el
Estado y la Sociedad en el cumplimiento del fin de reinserción social que le es asignado al
sistema penitenciario, abarcando incluso el período postpenitenciario, facilitando al exrecluso
las herramientas necesarias para una vida en libertad bajo el amparo de la legalidad.
Se trata de entender que la sociedad es un sistema conformado a su vez por subsistemas, que
para un óptimo funcionamiento necesitan trabajar en conjunto hacia la consecución de un
mismo objetivo, cual es nivel mínimo de calidad de vida, de respeto de derechos y
cumplimiento de deberes. En consecuencia, no se trata de adoctrinar y someter al recluso, sino
de educarlo para respetar los valores socialmente compartidos y jurídicamente establecidos
para la convivencia social.
Es por ello, que como lo concibe la Ley de Régimen Penitenciario, la resocialización, como
objetivo fundamental de la pena debe llevar implícito un tratamiento o servicio destinados a
propiciar condiciones de vida, salud, educación, trabajo, contacto con el exterior, asistencia
religiosa, entre otros; enmarcados en el sistema de progresividad, establecido en la legislación,
dirigidos a concientizar al penado sobre cómo y por qué deben adaptarse a la institución, con el
objetivo de procurar el sustrato necesario para la posterior reinserción social.
De esta manera, más que precisar un concepto, llamase resocialización, reeducación,
reinserción, readaptación, rehabilitación, reintegración o cualquier otro, lo importante es
internalizar su alcance, en el sentido de que el Estado, más allá del contenido de una norma
que muchas veces es vista como letra muerta, por un lado, desarrolle acciones, a través de
programas, planes y políticas apegados a las modernas concepciones de la criminología crítica
y de los derechos humanos, que aboga por menos cárcel y mayores medidas alternativas a la
prisión y consecuentemente todo un conjunto de servicios destinados a preparar al penado
para su vida en libertad, y por el otro, que propicie un cambio de cultura social e incorpore a las
comunidades a participar activamente en esta labor.
No cabe duda, que la realidad penitenciaria, la cual ha sido un arrastre de problemas
acumulados en el tiempo, plantean la necesidad inminente de cambios y alternativas, iniciando
por políticas de acercamiento de la sociedad a la cárcel, brindándoles servicios y oportunidades
laborales y sociales que le proporcionen un futuro de posibilidades para corregir las
condiciones de exclusión y estigma en las cuales se ubica a los reclusos, de modo que la vida
postpenitenciaria no signifique simplemente, el regreso de la marginación secundaria a la
primaria del propio grupo social de pertenencia, y desde allí una vez más a la cárcel.
En efecto, se trata pues de contribuir con la humanización del sistema, de modo que la cárcel
no sea vista como un simple depósito de personas aisladas de la sociedad y consideradas
como una amenaza para su subsistencia; siendo para ello necesario reconocer al penado y al
ex recluso como parte de la vida comunitaria, como un ser que reclama integración, solidaridad
y respeto de ésta, que procura no ser marginado, sino que más bien acogido y reconocido
como elemento social.
Ante este escenario, la consideración del detenido como un ser normal, en su mayoría carente
en la satisfacción de las necesidades básicas de cualquier ser humano (alimentación, salud,
educación, trabajo, relaciones sociales), resulta esencial para diseñar una política de inclusión,
en la cual la comunidad y la familia juegan un papel fundamental para cohesionar las fuerzas
tendentes a alcanzar el fin resocializador.
Esto requiere además, transformar la cárcel desde adentro, en cuanto a sus vicios, barreras y
obstáculos, lo cual supone, ver el tratamiento penitenciario no como parte de la condena sino
como un servicio social; incluir a todos los internos (sean procesados o condenados) en los
programas penitenciarios y postpenitenciarios, pues todos padecen de igual manera los efectos
negativos de la prisión y el estigma que esta produce; cambiar la visión de los funcionarios
penitenciarios, resaltando también su rol en la humanización del sistema, procurando su
desarrollo profesional y ciudadano; en fin, generar un proceso de apertura, aprendizaje,
comunicación, participación e interacción entre los reclusos, funcionarios, el Estado como ente
jurídico, la familia, y la sociedad en general.
Para esto, la tan prometida y anhelada descentralización del sistema penitenciario es
fundamental, pues resulta idónea -sin descartar cualquier tipo de iniciativa favorable- que la
participación social se realice desde las comunidades circunvecinas a los reclusos y a los
establecimientos penitenciarios, siendo una experiencia comprobada en otras áreas de
ejecución de políticas públicas los efectos positivos de la descentralización en contraste con la
burocracia que supone la centralización de los recursos y toma de decisiones para el avance y
mejora de los servicios públicos.
No queda más que afirmar, que la transformación de la cuestión carcelaria supone un proceso
de aprendizaje y de toma de conciencia política sobre la cuestión social; pues solo una
sociedad que logre manejar y resolver sus propios conflictos y que supere la violencia
estructural, puede afrontar con éxito el problema de la violencia individual y del delito. Una fase
posterior, implica necesariamente educar, a los reclusos a los fines de potenciar sus destrezas
y capacidades para desarrollar competencias que le permitan incursionar en el mercado laboral
y a la sociedad, para brindarles a éstos quienes están en una situación de debilidad social,
oportunidades para su desenvolvimiento bajo los parámetros de la ley y la moral.
Antecedentes Jurídicos y Sociales en la Asistencia Laboral Penitenciaria y Post-Penitenciaria
Desde la óptica jurídica, en el contexto mundial hay un amplio espectro que sirve de marco a la
legislación nacional en materia de asistencia laboral penitenciaria y postpenitenciaria a los
reclusos y exreclusos, resaltando el derecho de todo ciudadano al trabajo y a recibir una
remuneración en relación con sus capacidades y destrezas, que le permita dar sustento a sus
necesidades y las de su familia.
Con ello, se enfatiza el rol protagónico del Estado y la Sociedad en la gestión de la justicia
penal y el sistema penitenciario, concentrada en proporcionar herramientas para facilitar la
reinserción social del recluso, fortaleciendo los vínculos entre éstos, sus familias y la
comunidad, conjuntamente con las políticas que debería llevar a cabo la administración
penitenciaria.
Esto, a nivel nacional, responde al modelo de Estado establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, así como al papel otorgado a la sociedad como factor
corresponsable en la ejecución de las políticas públicas y en la garantía de los derechos
fundamentales consagrados en el ordenamiento jurídico venezolano.
No cabe duda, que el texto constitucional concibe un sistema penitenciario modelo intra y
extramuros, como elementos básicos para alcanzar el normal desenvolvimiento de quien ha
sido sujeto activo de un delito, en la vida social, y de la sociedad misma, no solo en cuanto a su
necesaria participación en este proceso, sino incluso respecto a la seguridad pública, pues en
la medida en que el sistema progresivo de tratamiento proporcione los resultados deseados
-valga decir, que el recluso se incorpore a la comunidad con destrezas y oportunidades para
permanecer en una actitud de respecto frente a la ley al salir de prisión- se evitará la
reincidencia criminal.
El trabajo como derecho humano, ha jugado un papel muy importante en el desarrollo de los
pueblos; tal es el caso, que incluso al factor de producción y a la necesidad de mano de obra
se le atribuye el nacimiento de la cárcel moderna, y como tal es objeto de protección
internacional y nacional, no solo para quienes están en condiciones de libertad, sino además
para aquellos que se encuentran privados de ella, por lo que la filosofía penitenciaria plasmada
en la legislación, apuntan hacia el desarrollo de un trabajo productivo que fortalezca las
relaciones sociales del recluso y le permita desarrollarse como individuo y como ciudadano, no
como una pena accesoria, sino como parte del tratamiento penitenciario hacia la reinserción
social.
No obstante, pese a ser el trabajo un derecho que goza de protección constitucional y un
amplio desarrollo legislativo, contenido principalmente en la Ley Orgánica del Trabajo y
respecto al tema que ocupa esta investigación, en la Ley de Régimen Penitenciario, la realidad
ha mostrado que las condiciones de encarcelamiento no han dado lugar al desarrollo de una
actividad productiva como es concebida a los efectos de la reinserción.
Es por ello, que en función de la experiencia venezolana en la protección de quienes el derecho
del trabajo considera como débiles jurídicos y en el marco de la obligación del Estado de
garantizar el ejercicio de este derecho humano y deber de todo ciudadano, proporcionando
fuentes de empleo para el acceso a una ocupación productiva dentro del mercado laboral
formal; se concibió la idea de precisar el alcance de la normativa regulada en la legislación
nacional en resguardo de los derechos de algunas categorías de personas para así transpolar
esta vivencia al ámbito penitenciario.
En principio, la Constitución prevé la libertad de contratación englobada en los postulados que
suponen el principio de libertad económica consagrada en el artículo 112, en concordancia con
lo dispuesto en el artículo 1.133 y siguientes del Código Civil, sin más limitaciones que las
establecidas por el texto constitucional y legal, por razones de desarrollo humano, seguridad,
sanidad, protección del ambiente u otras de interés social.
No obstante, siendo el trabajo un hecho social que goza de la protección del Estado por ser un
derecho y deber de toda persona, sin ningún tipo de discriminación, en situaciones especiales
el Estado ha intervenido para procurar el cumplimiento de esta garantía y de esta obligación de
protección.
Conducidos como han sido otros esfuerzos por parte del Estado para brindar asistencia a
personas consideradas en situación de vulnerabilidad por circunstancias especiales, es preciso
en el marco de lo establecido en el artículo 272 constitucional, de toda la normativa
penitenciaria, y de los resultados de investigaciones científicas anteriores, las cuales han
enfatizado las consecuencias de la prisionización, además de la necesidad de desarrollar
programas de empleos dirigidos a la población reclusa como elemento fundamental de
tratamiento progresivo, así como para el acceso a beneficios procesales como son la
suspensión condicional de la ejecución de la pena, el destacamento de trabajo, establecimiento
abierto, libertad condicional e incluso la redención de la pena por el trabajo y el estudio; la
promoción de oportunidades a los internos y ex internos en las mismas condiciones en las que
son dadas a personas en pleno goce de su libertad.
De esta manera, es pertinente desarrollar un marco normativo, que adecue la política
penitenciaria y postpenitenciaria al contexto socio-jurídico del país, como punto de partida para
alcanzar la tan necesaria humanización del sistema penitenciario propuesta teóricamente, sin
haberse plasmado hasta ahora, las perspectivas de los resultados esperados; para así
dignificar y proteger los derechos de las personas privadas de libertad.
Lamentablemente en Venezuela, además del reconocible esfuerzos de algunas pocas
organizaciones no gubernamentales entre las cuales está el Observatorio Venezolano de
Prisiones, guiadas más hacia la situación de los derechos humanos, especialmente respecto a
las personas privadas de libertad; que si bien en algunos casos brindan asesoría al recluso, sus
programas están básicamente orientados hacia la acción y defensa, educación, investigación,
promoción y vigilancia de los Derechos Humanos.
Diseño de los Lineamientos de una Propuesta de Asistencia Laboral Penitenciaria y
Postpenitenciaria
La realidad penitenciaria en Venezuela hace propicio desarrollar los lineamientos de un nuevo
cuerpo normativo con el objeto de involucrar a la Sociedad conjuntamente con el Estado, en la
ejecución de sus políticas sociales, al tiempo de canalizar la premisa de reinserción social del
recluso como objetivo fundamental de la pena.
Al respecto, aunque modernamente no pareciere existir una justificación a la pena, desde el
punto de vista criminológico, lo cierto es que sea cual sea la teoría que pretenda imponerse, su
ejecución siempre ha buscado, entre otros aspectos, evitar la reincidencia, es decir, evitar que
el condenado vuelva a delinquir en el futuro, tras su puesta en libertad.
No obstante, como se ha afirmado en innumerables oportunidades la cárcel resulta un lugar
desocializador y estigmatizante, por lo que la perspectiva es idear mecanismos que minimicen
los efectos negativos de la prisión, fomenten la integración del recluso y eviten la reincidencia.
Las normas internacionales y nacionales, parten de la consideración del recluso como un
ciudadano que sigue formando parte de la sociedad, y que aunque transitoriamente este
privado de su libertad, no debe ser privado de otros derechos humanos fundamentales
reconocidos y garantizados por la Constitución y por los Tratados y Convenios Internacionales,
razón por la cual deben ser respetados y reconocidos por la administración penitenciaria.
Ya se ha referido suficientemente, el papel que juega la sociedad en el tema carcelario,
asumiendo aquel sector de su propia integración, que ha sido excluido desde siempre de su
contexto, por considerarse un daño social. No obstante, esto es una perspectiva que debe ser
transformada hacia una cultura de responsabilidad y de asunción de los problemas que le son
propios en el escenario de su evolución y desarrollo.
Las tendencias internacionales apuntan en la actualidad hacia una efectiva integración social
de la población reclusa mediante la implementación de sistemas de rehabilitación. Por ello se
ha dado especial importancia al trabajo y capacitación de reclusos dentro de las cárceles, lo
que se ha establecido en la experiencia internacional como un mecanismo eficaz para dotar a
los infractores de conocimientos y habilidades aprovechables al momento de salir en libertad,
permitiéndoles acceder a trabajos remunerados que los alejen de una posible reincidencia o
nueva vinculación con el mundo delictivo.
En este contexto, una propuesta legislativa dirigida a brindar asistencia laboral penitenciaria y
postpenitenciaria, debe considerar, que la disposición de principios y políticas que aseguren a
reclusos y ex reclusos su derecho al trabajo, en las mismas condiciones en las cuales las
ejecutan en libertad, tiende a reconocerle como ciudadanos, sujetos de derechos y
obligaciones, colaborando con su familia y porque no, con su propio mantenimiento en el
recinto carcelario (durante su tiempo de reclusión), pues de lo que se trata es de fortalecer sus
relaciones familiares y sociales y, de crearle un sentido de responsabilidad, acentuando su rol
social.
No obstante, es preciso entender que no se trata de diferenciar entre los derechos laborales de
las personas en libertad y de quienes se encuentran encarcelados, sino de incluir a estos
últimos en las políticas sociales del Estado, por estar demostrada la debilidad social que
supone haber estado en prisión; es decir, no se trata de crear más exclusión, sino por el
contrario de plasmar una propuesta incluyente de todos los actores sociales, representando el
derecho y las relaciones que regula como un sistema. Por lo que, esta política supone la
integración del sector empresarial (público y privado), como fuente detentadora de los medios y
factores de producción y consecuentemente generadora de empleo.
Asimismo, es esencial asistir a los ex reclusos en la etapa inmediatamente después a su
liberación, a fin de brindarles las herramientas necesarias para la búsqueda y colocación en un
empleo formal, que le permita vivir en condiciones dignas y plenas de libertad y respeto a la ley.

CAPITULO VII
El Penitenciarismo Latinoamericano
En los últimos años se evidencia en América Latina un crecimiento inmanejable de la población
carcelaria debido a la tendencia a resolver cualquier delito por medio de la prisión preventiva, el
lento procedimiento penal y la resistencia a aplicar sanciones alternativas, incluso en aquellos
pocos países donde existen. Por otra parte, los procedimientos anacrónicos (equivocados), la
corrupción y la ineficiencia juegan un papel fundamental. Por ejemplo, entre 1981 y 1996, la
tasa carcelaria de Costa Rica se incrementó en un 23%; Chile, 36%; Ecuador, 25%; El
Salvador, 83%; México, 32%; Panamá, 134%; República Dominicana, 76%; y Uruguay, 145%,
Colombia entre 1991 y 1997 se incrementó en un 38%, Mientras que en Venezuela en el 2006
la Población reclusa era de 19.257 de los cuales 10.651 estaban Procesados o sea 55,3 % y
8.606 Penados que es el 44,7.
De esta manera, el número de detenidos esperando juicio es la norma en América Latina, y la
expresión presos sin condena se ha convertido en el símbolo de nuestros sistemas penales. La
prisión preventiva es la regla, y la prisión como condena la excepción. Por lo tanto, "adquiere
funciones retributivas y represivas de ejecución anticipada de la pena" Esta situación dice
mucho sobre la naturaleza específica del castigo en América Latina.
Una gran proporción de la población carcelaria está conformada por pequeños ladrones,
quienes frecuentemente pasan más tiempo en prisión esperando sentencia que lo establecido
legalmente por los delitos de hurto, violándose el principio legal de la presunción de inocencia
que establecen los códigos penales que, siguiendo la tradición europea, definen los delitos y
sus respectivas penas, y también el principio del debido proceso. Así la pena adquiere otro
significado y pierde su función original. Otros pasan largos períodos dentro de la cárcel para
eventualmente ser liberados luego de ser encontrados no culpables. Desde una perspectiva de
la nueva política criminal postmoderna de la emergencia, lo que interesa es utilizar la cárcel
como depósito para excluir e incapacitar poblaciones consideradas "peligrosas", "de riesgo",
pero sobre todo "desechables". En otras palabras, la detención preventiva se convierte en una
forma de castigo y lo que la ley establece como sanción penal para diferentes tipos de delito no
es relevante.
Cambios en la Población Carcelaria
La mayoría de la población carcelaria de América Latina pertenece a los sectores más pobres
de la sociedad, pero en los últimos años se observan cambios en su composición de acuerdo
con el delito y la nacionalidad.
Los reclusos por delitos contra la propiedad siguen siendo el número mayor; hay, sin embargo,
un significativo incremento de reclusos por delitos relacionados con drogas en sus niveles más
bajos. Por ejemplo, en Ecuador, en 1997, el 42% de la población carcelaria tenía que ver con
este tipo de delitos, y en Bolivia, en 1998, el 60%. Esta situación es particularmente notoria en
el caso de las mujeres reclusas con un promedio de 70% en la mayoría de los países, lo cual
ha dado lugar a graves problemas, ya que la cárcel fue originalmente concebida para
poblaciones masculinas. En muchos casos, debido a la falta de establecimientos, no pueden
ser separadas de los varones, con dramáticas consecuencias.
Un ejemplo en este sentido es la situación encontrada en 1994 en la Cárcel Nacional de Ciudad
Bolívar, Venezuela, donde de 54 mujeres reclusas, 18 estaban embarazadas de los reclusos y
de los guardianes carcelarios, encontrándose además 4 niños recién nacidos. A su vez, la
nueva legislación antidroga, siguiendo un modelo común en todos los países, ha creado
problemas legales, sociales e individuales adicionales. La segregación de este tipo de preso es
la norma, pero también se castigan más severamente y carecen de una serie de beneficios
legales durante el juicio y una vez sentenciados, violándose en muchos casos las
constituciones, los principios del derecho penal liberal y la doctrina internacional de derechos
humanos. Por otra parte, en estrecha conexión con las características transnacionales del
fenómeno de las drogas, se observa en varios países un significativo incremento de presos
extranjeros. En su gran mayoría provienen de países vecinos y también son pobres y
desempleados. Sin embargo, en el caso de las mujeres hay un número significativo de
europeas y norteamericanas que han sido detenidas en los aeropuertos internacionales. Se
trata de las llamadas "mulas", quienes transportan a sus países de origen pequeñas cantidades
de drogas en sus cuerpos. A menos que las embajadas hagan algo al respecto, estas
extranjeras permanecen en condiciones muy precarias, sin asistencia legal e incluso en
muchas ocasiones sin ningún tipo de recurso económico y sin conocer el idioma, lo cual
incrementa los problemas carcelarios.
Hacinamiento Carcelario
Es el resultado de la política de cárceles llenas y de tolerancia cero no declarada, avalada por
jueces, policías, fiscales, carceleros, autoridades, y pregonada como necesaria para ganar la
guerra a la delincuencia por la prensa. La guerra contra la delincuencia es parte de la guerra
sin cuartel que el capitalismo y el Estado ha desatado contra el proletariado, para asegurarse
de que nadie se aleje del rebaño, y si lo hace, que se atenga a las consecuencias.
Por eso cada vez más prisiones, más reos dentro de ellas, y un discurso que busca aterrorizar
al ciudadano bien integrado y respetuoso de las leyes. "Que se pudran en la cárcel", "deberían
matarlos", escucha uno todos los días en la calle o en los medios de comunicación a la opinión
pública, sumisa con los poderosos pero revolcándose con odio contra los que violan la
legalidad y no respetan el contrato social del poder.
Mientras tanto, la capacidad física del sistema no ha aumentado en la misma proporción,
creando un grave problema de hacinamiento carcelario. Hoy en día ya no se trata sólo de
presos sin condena, sino de establecimientos viejos y deteriorados, con una capacidad física
incapaz de manejar esta excesiva población. En la mayoría de los países el Estado no ha
podido ocuparse de la infraestructura carcelaria y ha tenido que reducir su presupuesto debido
al colapso de las economías, las altas deudas externas y la crisis fiscal, pero además porque
en las agendas gubernamentales no es considerado una prioridad. Uno de los peores abusos
de derechos humanos tiene que ver con los problemas asociados con el hacinamiento y la falta
de voluntad de parte de los representantes políticos y públicos para asignar los recursos
financieros requeridos para la reforma carcelaria. Esta condición de hacinamiento es
responsable del incremento tan frecuente de informes sobre motines, rebeliones, muertes,
métodos infrahumanos de alimentación y contaminación del virus del SIDA, todo lo cual
constituye graves violaciones tanto a las Reglas Mínimas para el Tratamiento del Recluso de
las Naciones Unidas como a los Derechos Humanos Fundamentales. Al mismo tiempo, resulta
imposible clasificar o separar procesados y condenados por falta de espacio.
Recursos Humanos Inadecuados
Las cárceles de América Latina enfrentan un grave problema en relación con la selección y
formación del personal carcelario. Con frecuencia éstas están en manos de militares retirados y
de funcionarios policiales, nombrados por razones políticas, lo cual es un obstáculo crucial para
profesionalizar este sector. En algunos países se observan intentos de crear escuelas de
formación para el personal encargado de las actividades cotidianas de la cárcel, pero no es la
norma. También es frecuente que los propios guardianes deleguen en determinados reclusos
sus obligaciones. Dentro de la cárcel se observan la negligencia, la corrupción y el tráfico de
influencias del personal. Mientras tanto, hay una carencia de servicios técnicos para la
asistencia judicial, la educación, el trabajo, la salud, las actividades culturales y el deporte, no
sólo por falta de personal calificado, sino también debido a las condiciones deterioradas y
viejas de los establecimientos.
Nuevos Modelos De Cárcel
Debido a los problemas antes señalados resulta imposible implementar la clasificación entre
procesados y condenados y mucho menos pensar en la llamada "rehabilitación del
delincuente". La cantidad excesiva de procesados y el hecho de tener que compartir el mismo
espacio físico con los condenados distorsionan la vida carcelaria. De acuerdo con la legislación
vigente, no están obligados a trabajar o estudiar hasta ser encontrados culpables. De esta
manera, las prisiones convencionales han desaparecido y, salvo contadas excepciones, se
observan en América Latina tres modelos patológicos de institución carcelaria que pueden
sintetizarse de la manera siguiente:
La cárcel-ghetto, que se parece a vecindarios muy pobres, donde los reclusos viven o están en
constante contacto con parientes y personas del exterior, estableciendo un sistema de
autogestión, con una mínima seguridad y violencia. Ejemplos de este tipo pueden encontrarse
en Bolivia y México.
La cárcel-campo de concentración, donde predominan los castigos arbitrarios y la
incapacitación, con graves problemas de salud y de seguridad personal y con altos índices de
violencia y muertos. Frecuentemente los propios reclusos controlan el establecimiento y los
guardianes se mantienen en el exterior, pero son responsables de introducir armas y drogas
dentro de la cárcel. Varios ejemplos pueden encontrarse en Venezuela y Brasil.
La cárcel-hotel, generalmente no hacinada, apoyada fundamentalmente por reclusos acusados
de delitos no convencionales y con la aceptación del personal administrativo, que les permite
privilegios especiales, ya que no pertenecen a los sectores más pobres. Recientemente se
observa el desarrollo de un nuevo modelo bifurcado (dividido), con la construcción en algunos
países de la cárcel de máxima seguridad para grandes traficantes de drogas y lo que
tradicionalmente se calificaba como "delincuentes políticos" pero que hoy en día se llaman
genéricamente "terroristas", por razones que escapan a los límites de esta presentación. Es
cierto que en los dos casos reciben sentencias muy duras y son objeto de medidas extremas
de seguridad, pero el tratamiento no es similar. Por ejemplo, en el caso de aquellos acusados
de terrorismo, se llega al caso extremo, como el de Perú, donde los establecimientos son
subterráneos o en las grandes alturas de la Sierra, alejados de cualquier contacto externo, y
viviendo en condiciones que violan los mínimos principios de la doctrina internacional sobre
derechos humanos de los reclusos antes señalada. En contraste, los grandes traficantes de
drogas generalmente tienen todo tipo de privilegios, incluyendo visitas permanentes y comidas
especiales. El ejemplo más notorio fue la famosa prisión de La Catedral en Medellín, Colombia.
Pero en la actualidad persiste esta práctica en varios países, como es por ejemplo el caso de
México.
Coexistencia De Normas Contradictorias
Una característica adicional del sistema carcelario de América Latina es la coexistencia de
normas contradictorias. En primer lugar, hay normas escritas, proclamadas por el discurso
oficial de las altas autoridades, con relación al respeto de los derechos humanos y la disciplina
para lograr el paradigma de la rehabilitación, siguiendo las Reglas Mínimas para el Tratamiento
del Delincuente de las Naciones Unidas y la legislación penitenciaria nacional. En segundo
lugar, las normas del personal local de la cárcel, no escritas, pero impuestas por quienes están
a cargo de la custodia de los reclusos, y en algunos casos por otros funcionarios, como
favores, castigos disciplinarios, soborno, beneficios especiales, discursos manipuladores, etc. Y
en tercer lugar, las propias normas de los reclusos, que se manifiestan individualmente, en
grupos o hacia el personal administrativo y la guardia. Estos tres tipos de normas, que están en
permanente confrontación en muchas cárceles, imposibilitan lograr el propósito de
rehabilitación del sistema carcelario, contribuyendo más bien a la permanente situación de
violencia y eventualmente a la violencia criminal carcelaria, expresada en el alto número de
muertos y heridos, como sucede en las cárceles venezolanas.
Por todo lo expuesto, se puede afirmar que la discusión sobre la cuestión carcelaria es un tema
difícil de abordar. La opinión pública en América Latina está convencida de que quienes están
en prisión son los responsables de la inseguridad ciudadana, identificada y asociada
exclusivamente con la criminalidad convencional. Lo que le ocurra a la población carcelaria no
interesa y cualquier sugerencia sobre la necesidad de abordar la problemática de la constante
violación de los derechos humanos, eje igualmente fundamental para promover la
gobernabilidad y la democracia, no despierta simpatías cuando se trata de quienes han entrado
en conflicto con la ley penal. Es más, se ignora en términos de exclusión moral, como señala la
psicóloga brasileña Nancy Cardia, quien además apunta cómo aceptar esta situación es un
síntoma muy peligroso para la construcción de una sociedad democrática, y sugiere la
existencia de una ciudadanía frágil que ignora la importancia del derecho a la integridad
personal como condición para los derechos sociales, económicos y políticos.
Mientras tanto, el problema más grave del sistema penal es la violación sistemática de los
derechos humanos del imputado, reflejada a través de prácticas arbitrarias e injustas de parte
de los encargados de la justicia penal, pero que tiene su máxima expresión en aquellos que
llegan a la cárcel, donde son objeto de todo tipo de abusos. Uno de los problemas principales
es el desconocimiento de parte del recluso de su situación judicial, y en la mayoría de casos la
falta de asistencia legal. No obstante, todos los países de América Latina han ratificado la
Normativa Internacional sobre Derechos Humanos de las Naciones Unidas y de la OEA, donde
se especifica claramente los derechos de las personas que entran en conflicto con la ley. En
este sentido, no está de más recordar que los derechos humanos de los reclusos incluyen los
siguientes aspectos:
"El derecho a no ser sometido a tortura u otro maltrato; el derecho a la salud; el derecho a
respetar la dignidad humana; el derecho al debido proceso; el derecho a la no discriminación
de cualquier tipo; el derecho a la libertad de culto; el derecho a respetar su vida familiar y el
derecho al auto desarrollo".
Por otra parte, en la mayoría de los países existe legislación nacional penitenciaria que se basa
en las Reglas Mínimas para el Tratamiento del Recluso, inicialmente sancionadas por las
Naciones Unidas en 1955, e incluso en múltiples ocasiones esas leyes son su copia textual. A
su vez, en las constituciones, códigos penales y otras leyes nacionales se hace referencia a la
cuestión carcelaria, y de manera específica a su finalidad de rehabilitación, resocialización o
reeducación, según el caso. Es decir, todos los países de América Latina han firmado acuerdos
y convenios internacionales para la protección del recluso, pero rara vez los han llevado a la
práctica.
Ordenamiento Jurídico Penitenciario Venezolano.
La legislación venezolana referida a la materia penitenciaria, no deja de ser abundante, desde
el año 1.927 hasta nuestros días, se recoge todo un catálogo de normas según la
documentación revisada; donde se regula el funcionamiento de algunas instituciones de
reclusión, y múltiples aspectos del quehacer penitenciario.
Las referidas normas, ofrecen una visión general de la instrumentación del régimen
penitenciario en el tiempo, a través de las actividades que el Estado debe realizar para la
prestación de los servicios relativos a la seguridad y al tratamiento penitenciario. Todos los
instrumentos responden a una filosofía positivista del asunto de la reclusión, el aislamiento, el
delito y el delincuente, pasando por la regulación del trabajo con fines forzosos de provecho
para el Estado, hasta la filosofía de la resocialización y readaptación social.
Históricamente la legislación viene abordando la situación penitenciaria; como ejemplos se
citan a continuación varias experiencias:
1.927, Decreto Reglamentario de la Pena Accesoria de la Vigilancia de la Autoridad, firmado y
sellado en el palacio federal de Caracas el 06 de Diciembre de 1.927, con vigencia a partir del
1º de enero de 1.928, derogando desde esa fecha el Decreto Ejecutivo del 20 de noviembre de
1.915; contiene el procedimiento a seguir para el seguimiento y vigilancia de los reos liberados
sometidos a penas accesorias de vigilancia de la autoridad.
1.937, Reglamento de la Ley de Régimen Penitenciario, firmado y sellado el 16 de octubre de
1.937, derogando el Decreto Ejecutivo del siete de octubre de 1.898 sobre las penitenciarías, y
los Decretos y Resoluciones expedidos posteriormente sobre la materia. El instrumento Regula
la Ejecución de las penas y los Organismos Encargados de ello. Contempla el trabajo forzado
de los reos condenados a presidio en la construcción de locales para la Penitenciaria General
de Venezuela, todo en beneficio del Estado; además, regula la ejecución de actividades de
tratamiento en las áreas de salud, educación, trabajo agrícola, orientación religiosa, visitas,
aislamiento, disciplina y seguridad.
1.942, Reglamento Interior de la Colonia Correccional de las Islas del Burro y de Otama. Se
promulga en cumplimiento al artículo 6º del Decreto del 13 de agosto de 1.937, por el que se
creó la referida colonia. Regula todo lo referido al funcionamiento de los dos centros, haciendo
referencia al tratamiento con fines correccionales.
1.944, Decreto que crea la Penitenciaria Provisional de san Juan de los Morros. "A la nombrada
Penitenciaría Provisional serán trasladados, de la Penitenciaría General que funciona en Puerto
Cabello, los sentenciados, a pena de presidio que a juicio del Director de dicho Establecimiento
sean capaces y físicamente útiles para los trabajos de edificación de la Penitenciaría Modelo, y
los condenados a prisión que voluntariamente opten por ésta clase de labores y que reúnan
aquellas mismas condiciones. La dirección y administración de la Penitenciaría Provisional se
ejercerá por medio del Director de la Penitenciaría General de Venezuela, y en lo tocante a su
régimen interno, se aplicarán las disposiciones legales y reglamentarias sobre la materia."2
También pauta éste decreto el personal que debe ser asignado al centro, considerando para
ello el área de tratamiento.
1.944, Reglamento de la Colonia de Trabajo de El Dorado. Promulgado el 20 de marzo de
1.944, regula el funcionamiento de la Colonia de Trabajo con fines correccionales, previstos en
la Ley de Estatuto de Vagos y Maleantes, destinados a la reclusión de condenados a
relegación a Colonia Penitenciaria, a medidas de seguridad o personas que hayan cumplido 18
años conforme al Estatuto de Menores.
1.945, Decreto que habilita la Colonia El Dorado como anexo a la Penitenciaria General, "Se
habilita la Colonia de Trabajo de "El Dorado", creada por Decreto Ejecutivo de 21 de octubre de
1.944, como anexo a la Penitenciaría General de Venezuela, para el internamiento de aquellos
reos condenados a presidio por los Tribunales de la República que estén cumpliendo sus
penas en el referido establecimiento penal y que, por sus inclinaciones y conducta en el
Presidio, requieran ser colocados en un medio de reclusión más favorable para su
regeneración y readaptación social."3
1.949, Decreto Nº 333 Relativo a Penitenciaria de Mujeres. Ordena efectuar los estudios
necesarios para la creación de un Instituto que se denominará "Penitenciaría de Mujeres", el
cual estará dotado de edificios, terrenos, escuelas, talleres y demás dependencias que se
juzguen técnicamente apropiadas de acuerdo a la ciencia Penitenciaria moderna.
1.949, Decreto Nº 359 relativo a Casa Correccional de Mujeres. Ordena la verificación de los
estudios necesarios para la creación de un Instituto que se denominará " Casa Correccional de
Mujeres.
1.951, Instituto para Formación de Personal de Prisiones. Creado según Decreto Presidencial
Nº 325, de fecha 26 de octubre de 1.951, "Considerando que es indispensable la debida
capacitación de las personas que desempeñen o aspiren desempeñar funciones técnicas o
administrativas en los establecimientos penales de la República, a objeto de facilitar la más
correcta aplicación de la Ley de Régimen Penitenciario y de su Reglamento."4
1.952, Reglamento de Cárceles. Creado según decreto Nº 458 del 14 de noviembre de 1.952,
estipula las normas de seguridad y tratamiento. "Serán normas fundamentales en toda Cárcel
Pública la seguridad del detenido; el orden y la disciplina en el establecimiento; la higiene en
las personas y dependencias; la atención médica y dental de la población carcelaria; así como
el estímulo y la perseverante orientación para fomentar hábitos de instrucción, moralidad y
trabajo en las personas detenidas."5
1.957, Decreto Nº 548 que crea el Internado Judicial de San Juan de los Morros. Regula el
funcionamiento del centro como anexo de la Penitenciaría General de Venezuela.
1.964, Código Penal. Promulgado el 27 de Junio de 1.964. Deroga el Código Penal del 30 de
Junio de 1.915. Contiene las disposiciones relativas a losdelitos, las faltas, las personas
responsables y las penas. Precisa la descripción formal del tipo de conductas que constituyen
delitos y faltas, quienes son responsables de las violaciones a estas normas y las penas
aplicables como consecuencia a las infracciones.
1.964, Decreto de creación del Internado Judicial de "La Planta". Declara la habilitación del
Cuartel de la Planta como Casa de Reeducación y Trabajo Artesanal, y como Internado
Judicial, destinado a la reclusión con fines correccionales y para la detención de procesados
por los Tribunales del Distrito Federal y del Estado Miranda y al cumplimiento de penas
menores de un año para sentenciados por los mismos Tribunales.
1.971, Ley de Régimen Penitenciario, promulgada el 17 de Julio de 1.961, deroga la Ley de
Régimen Penitenciario del 17 de octubre de 1.937, señala sobre la materia de tratamiento, "El
periodo de cumplimiento de dichas penas será utilizado para procurar la rehabilitación del
penado y su readaptación social por los sistemas y tratamientos establecidos en esta Ley."
1.975, Reglamento de la Ley de Régimen Penitenciario. Establece las reglamentaciones
generales para la aplicación de la Ley de Régimen Penitenciario.
1.979, Ley de Sometimiento a Juicio y Suspensión Condicional de la
Pena. Firmada y sellada el 20 de diciembre de 1979, reglamentada el 20 de marzo de 1.980,
con resuelto Ministerial del 31 de marzo de 1.980, regula lo concerniente a la aplicación de la
modalidad del Sometimiento a Juicio para procesados y de la Suspensión Condicional de la
Pena como medida alternativa a la prisión, establece a través del resuelto la estructura
organizativa de funcionamiento, además de la modalidad y fines del tratamiento.
1.981, Ley de Régimen Penitenciario. Promulgada el 8 de Julio de 1.981, deroga la Ley de
Régimen Penitenciario del 21 de Julio de 1.971, regula aspectos del funcionamiento del
régimen penitenciario, inspirada en las Reglas Mínimas de Tratamiento a los reclusos, aborda
las áreas de tratamiento a través de servicios de asistencia, con miras a la reeducación durante
el tiempo de cumplimiento de la pena, además lo relativo a las fórmulas alternativas de
cumplimiento de pena, clasificación, establecimientos especiales y lo tocante al tema de
seguridad, dando continuidad a la Ley de 1.971.
1.993, Ley de Beneficios en el Proceso Penal. Pauta el procedimiento a seguir con relación a la
aplicación de la medida de suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena para
condenados y otras fórmulas, como método alternativo a la privación de la libertad, modalidad y
fines del tratamiento.
1.993, Ley de Redención Judicial de las Penas por el Trabajo y el Estudio. Regula el
procedimiento para la redención judicial de la pena por el trabajo y el estudio dentro de los
centros de reclusión, considera el trabajo y el estudio como medios idóneos para la
rehabilitación. Su aplicación fomenta la incorporación de los condenados en actividades
reeducativas.
1.999, Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. El Capítulo III, dedicado al Poder
Judicial y el Sistema de Justicia, en la Sección Tercera relativa al Gobierno y la Administración
del Poder Judicial, establece en el artículo 272 los principios rectores de funcionamiento del
Sistema Penitenciario nacional, haciendo énfasis en el respeto a los Derechos Humanos y al
tratamiento de rehabilitación de los internos. Sobre el particular se abordará la temática
detenidamente en otro capítulo de este trabajo.
1.999, Código Orgánico Procesal Penal. Reformado el 14 de noviembre de 2.001, en ésta
reforma se deroga la Ley de Beneficios en el Proceso Penal, y algunas normas relativas a la
ejecución de las penas contenidas en el C.O.P.P. del año 1.999 y otros instrumentos legales
sobre la materia. Dedica el Libro Quinto, capítulos I, II, III y IV, a la ejecución de las penas, crea
los Circuitos Judiciales, los Tribunales de Control, de Juicio y de Ejecución y la Corte de
Apelación. Define competencias en materia de régimen penitenciario y de Derechos Humanos.
2000, Ley de Régimen Penitenciario. Reforma la Ley de Régimen Penitenciario de 1.981,
adecua algunas normas al Código Orgánico Procesal Penal, no así a la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, en cuanto al funcionamiento del Sistema Penitenciario.
Consagra el trabajo y la educación como derechos de los condenados.
Actualmente 2010
Constitución, Códigos y Leyes:
Código Penal.
Código Orgánico Procesal Penal.
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (Art. 272).
Ley de Redención Judicial de la Pena por el Trabajo y el Estudio.
Ley de Regímenes Penitenciarios.
Reglamentos:
Reglamento de Internados Judiciales.
Reglamento de la Ley de Régimen Penitenciario.
Reglamento de los Centros de Tratamientos Comunitarios CTC.
Decretos:
Decreto 3.265 de Emergencia Carcelaria de fecha 23 de Noviembre de 2004. Decreto 6.733 de
los Órganos Desconcentrados y de los Servicios Desconcentrados sin Personalidad Jurídica.
Gaceta Oficial 39.196
Reclusorios//Cárceles
Entre Internados Judiciales y Centros Penitenciarios en Venezuela hay 30 Reclusorios,
distribuidos entre la Región Central, Región Centro Occidente, Región Capital, Región Oriental
y Región Andina.
Código Orgánico Procesal Penal
Contempla aspectos importantes referidos al proceso y a sus lapsos. Cambia la figura de la
Fiscalía del Ministerio Público en el proceso; establece la brevedad de los juicios, la oralidad; la
garantía del debido proceso y otros derechos fundamentales del imputado.
Entre otras acciones importantes, el Código crea los Circuitos Judiciales conformados por los
Tribunales de Control, de Juicio, de Ejecución y las Cortes de Apelación, todo ello,
indudablemente generarán un cambio profundo en el Sistema de Administración de Justicia
Venezolano del cual es parte el Sistema Penitenciario Nacional. En todo el procedimiento de
liberación, se observaba en ocasiones mala práctica de algunos operadores de justicia por
cuanto se omitían requisitos indispensables para otorgar las medidas.
Desde ese momento hasta la reforma del Código Orgánico Procesal Penal, la Administración
Penitenciaria dispuso de suficiente tiempo para abocarse al mejoramiento de las instalaciones
de reclusión, construcción de obras y sinceración de las nóminas de personal para conformar
los equipos necesarios tanto de seguridad como de personal técnico profesional que pudieran
brindar tratamiento a los internos, adaptando sus dependencias a la vigencia del C.O.P.P.
Lamentablemente las acciones facilitadoras del proceso de cambio no se tomaron. Cuando se
comenzó a imponer el rigor penal generado en la reforma del C.O.P.P., el hacinamiento
continuó siendo el grave flagelo que deteriora progresivamente el sistema carcelario, mientras
que adecuación de los Reglamentos de la Ley de Régimen Penitenciario y de Internados
Judiciales pautada en el artículo 549 del Código sigue pendiente.
El Código Orgánico Procesal Penal sigue siendo un instrumento legal garantista que ha
mejorado significativamente aspectos negativos de la Administración de Justicia Nacional. La
reforma referida a la ejecución de la pena a la que fue sometido, se contrapone con los
principios Constitucionales sobre el uso del régimen abierto antes que las medidas de
naturaleza reclusoria, puesto que impone unos requisitos que cada vez distancian más al
condenado de la posibilidad de optar por el régimen abierto, siendo que las modalidades de
establecimiento abierto permiten en mayor medida la reinserción social, de manera que es una
tarea pendiente para los legisladores.
La vigencia de la Constitución de la República de 1.999, impone la necesidad de reformar la
Ley de Régimen Penitenciario al igual que un variado número de instrumentos legales, a los
fines de adecuarlos a la normativa constitucional y facilitar un proceso de transformación.
En el contenido de la Ley de Régimen Penitenciario vigente, existen múltiples contradicciones
con el artículo 272 de la Constitución, motivado a que el funcionamiento penitenciario debería
de cambiar radicalmente con la aplicación de esta norma constitucional y ésta Ley no lo permite
actualmente, de allí la necesidad de procurar su reforma.
A principios del año 2.002, se supone que con el propósito de facilitar el proceso de cambios
que el sector requiere, el Dr. Luis Miquelena ex constituyentista, para el momento Ministro del
Interior y Justicia, quien conocía claramente la necesidad de iniciar el cambio de la
administración penitenciaria y adaptarla al mandato Constitucional, solicitó la colaboración de
un grupo de personas para que trabajaran en la reforma de la Ley de Régimen Penitenciario.
Paralelamente fue constituida la Comisión de Reestructuración del Ministerio del Interior y
Justicia y por supuesto el área de prisiones, atendiendo el Decreto Presidencial Nº 1.570,
mediante el cual se declaraba la reestructuración y reorganización administrativa del Ministerio
del Interior y Justicia.
Al evaluar la situación y revisar la Ley de Régimen Penitenciario, considerando su vigencia y su
correspondencia con las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos y otros
instrumentos en la materia y de Derechos Humanos del ámbito internacional, se decidió en vez
de presentar un nuevo Código, que por supuesto pasaría mucho tiempo en discusión,
presentamos una reforma a la Ley de Régimen Penitenciario que la adecuara a la Constitución
Nacional y se propuso elevar su categoría a Código Orgánico Penitenciario.
En ese orden de ideas se trabajó sobre una adecuación, se introdujeron algunas innovaciones
y se resolvieron algunos nudos críticos que se habían venido presentando en la aplicabilidad de
algunas normas y los problemas de la realidad.
El artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, textualmente
señala: "El Estado garantizará un sistema penitenciario que asegure la rehabilitación del interno
o interna y el respeto a sus derechos humanos. Para ello, los establecimientos penitenciarios
contarán con espacios para el trabajo, el estudio, el deporte y la recreación; funcionarán bajo la
Dirección de penitenciaristas profesionales con credenciales académicas universitarias, y se
regirán por una administración descentralizada, a cargo de los gobiernos estatales o
municipales, pudiendo ser sometidos a modalidades de privatización. En general, se preferirá
en ellos el régimen abierto y el carácter de colonias agrícolas penitenciarias. En todo caso, las
fórmulas de cumplimiento de penas no privativas de la libertad se aplicarán con preferencia a
las medidas de naturaleza reclusoria. El Estado creará las instituciones indispensables para la
asistencia pos penitenciaria que posibilite la reinserción social del ex interno o ex interna y
propiciará la creación de un ente penitenciario con carácter autónomo y con personal
exclusivamente técnico".
Atendiendo este mandato se elaboró un proyecto de Código Orgánico Penitenciario con
aplicabilidad para imputados y condenados, en el cual se hacen entre otra las siguientes
propuestas:
Garantía de la Rehabilitación
Artículo 4, especifica que la reinserción se logrará a través del trabajo, el estudio, lacultura, el
deporte y la recreación, se garantiza el respeto de los Derechos Humanos y se asigna la
responsabilidad a los Tribunales, de amparar a todo recluso en el goce de sus derechos.
Garantía de los Derechos Humanos.
Artículo 7, se responsabiliza a la administración penitenciaria, de la vida, integridad y salud de
los reclusos, además, se prohíbe el uso de maltratos de palabra u obra y la tortura, de
conformidad con los instrumentos legales vigentes.
Innovación, garantía del tratamiento, derecho a la salud.
Artículo 42, se agrega la creación de secciones en los centros para tratamientos de
desintoxicación, para enfermedades contagiosas, obstetricia y ginecología en los casos de
anexos para damas.
Garantía de Derechos Humanos, derecho a la defensa en lo administrativo y prohibición del
maltrato y la tortura.
Artículo 46, dispone que las sanciones disciplinarias no deben menoscabar el desarrollo
integral de la personalidad.
Artículo 49, clasifica las sanciones para cada tipo de faltas.
Artículo 50, se delega el control del cumplimiento de las sanciones al Juez natural y lavigilancia
diaria al médico y al equipo técnico (no sólo al médico).
Artículo 52, se establece que la apelación sobre la aplicación de una sanción disciplinaria debe
hacerse ante el superior jerárquico correspondiente, que sería la Dirección General de
Rehabilitación y Custodia y no el Juez de Ejecución.
Artículo 55, se posibilita al recluso dirigirse al Juez natural, a la Fiscalía, a la Defensoría del
Pueblo y al Ministerio para presentar quejas.
Artículo 58, se garantiza el respeto a la dignidad humana en los procedimientos de chequeo y
requisa.
Garantía del derecho a la comunicación, se considera la familia como parte esencial para el
tratamiento, se prevé el respeto a los derechos del niño y adolescentes.
Artículo 65, se disponen dos días de visita semanal, con exclusión de los internos que estén
sometidos a restricción de visita como medida disciplinaria.
Artículo 66, se regula que el acceso de niños y adolescentes como visitantes a los centros de
reclusión, sólo se realizará con el debido acompañamiento del representante legal, en lugar
previamente determinado por el director del centro.
Artículo 67, se dispone el recibimiento de visitas en espacios acondicionados para ello y no en
las celdas de reclusión.
Respeto a los derechos de la población indígena.
Artículo 92, se define la obligación de habilitar secciones para internos indígenas y teneren
cuenta sus características culturales para la aplicación del tratamiento.
Tratamiento Pos Penitenciario- Gobiernos Locales.
Artículos 94,95 y 96, se responsabiliza a los Gobiernos Regionales y Municipales para la
creación y funcionamiento de los Centros para tratamiento pos penitenciario, y se garantiza la
no-discriminación por antecedentes penales.
Conformación del Ente Autónomo por personal técnico, estabilidad laboral a través de la
carrera administrativa.
Artículo 97, plantea la conformación del personal del Misterio por profesionales de reconocida
trayectoria con credenciales universitarias.
Artículo 98, obliga la tecnificación de las autoridades de las cárceles prefiriendo el
penitenciarista.
Artículo 100, crea la carrera administrativa para los funcionarios penitenciarios, y la obligación
de especializarse a los funcionarios actuales. Definición de funciones tecnificación.
Artículo 101 y 102, plantea las funciones del Delegado de Prueba y que profesionales pueden
ejercer el cargo, incluye al criminólogo y al penitenciarista.
Artículo 103, define quienes conforman el Equipo Técnico y las Juntas de Conducta, incluye al
criminólogo y al penitenciarista.
Artículo 105, define quienes integran la Junta de Seguridad.
Artículo 106, define otras atribuciones del Fiscal del Ministerio Público y el Juez, con relación al
cumplimiento de esta Ley.
En la actualidad La Asamblea Nacional aprobó por unanimidad en primera discusión el
proyecto de Código Orgánico Penitenciario. El propósito del proyecto, el cual fue presentado
por el Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia, es mejorar el sistema carcelario
venezolano e implantar un modelo incluyente, progresista, para mejorar las condiciones de los
centros penitenciarios.
La presidenta de la Comisión Permanente de Cultos y Régimen Penitenciario, diputada Yelitza
Santaella, dijo que la creación del nuevo ministerio penitenciario, anunciada por el comandante
Hugo Chávez, permitirá una mayor coordinación entre los entes del Estado que tienen bajo su
responsabilidad la administración de justicia en el país.
Indicó que la creación de ese ministerio “nos va a permitir agilizar y tomar las medidas del caso,
dentro del articulado del COP, para seguir avanzando en la construcción de un instrumento
jurídico que facilite y responda al clamor de los privados y las privadas de libertad”.
“Este fondos van a ayudar, de alguna manera, a mitigar la situación y problema de personal,
que se requiere para el sistema penitenciario, como es la infraestructura, que igualmente ha
sido un clamor de los privados y las privadas de libertad, así como el tratamiento en cuanto a la
alimentación, que está previsto en los recursos que se están aprobando”, argumentó.
La Vigencia del Nuevo Código Orgánico Procesal Penal y El Deshacinamiento en Las Cárceles
El nuevo Instrumento Jurídico para el proceso penal constituye perfectamente un adelanto para
la Administración de Justicia, el ejercicio del derecho penal y la garantía de los derechos de los
ciudadanos. Indudablemente causará sus efectos a corto tiempo en el sector penitenciario si se
aplican a cabalidad las normas pautadas en el mismo.
Este Código Orgánico Procesal Penal, contempla aspectos importantes referidos al proceso y a
sus lapsos. Cambia la figura de la Fiscalía del Ministerio Público en el proceso; establece la
brevedad de los juicios, la oralidad; la garantía del debido proceso y otros derechos
fundamentales del imputado.
Entre otras acciones importantes, el Código crea los Circuitos Judiciales conformados por los
Tribunales de Control, de Juicio, de Ejecución y las Cortes de Apelación, todo ello,
indudablemente generarán un cambio profundo en el Sistema de Administración de Justicia
Venezolano del cual es parte el Sistema Penitenciario Nacional.
Los inicios de la vigencia de C.O.P.P., se vieron marcados por un sin número de situaciones
que tendrán que saldarse en el transcurso del tiempo mientras las instituciones maduran y
asimilan su forma de instrumentación
Con relación al sector penitenciario, la puesta en vigencia del Código Orgánico Procesal Penal
en el año 1.999, permitió la liberación de un porcentaje aproximado al cuarenta por ciento (40
%) de la población recluida. Dadas las expectativas creadas en la población reclusa con la
vigencia del C.O.P.P., desde mediados de 1999, se generó una crisis nacional en el sistema
carcelario, originada como producto de la escasa información que se suministró y, de la mala
interpretación por parte de la población detenida sobre las normas contenidas en el instrumento
legal, lo que obligó la declaración de la "Emergencia del Sistema Penitenciario Nacional".
En razón de la Emergencia, hubo la necesidad de implementar medidas a objeto de atender los
requerimientos, necesidades, y derechos de la población reclusa, tomando como medida
prioritaria y meta de la Declaración: el deshacinamiento de los centros de reclusión.
A los fines implementar el objeto de la medida, se ordenó a los Jueces de Ejecución la revisión
de todas las causas en las cuales fueren elegibles los penados para concederles medidas
alternativas de cumplimiento de penas, establecidas en la Ley de Régimen Penitenciaria, y
demás instrumentos conexos.
Para la oportunidad de aplicación de éstas medidas, la población penal aproximada alcanzaba
a veintidós mil novecientos catorce (22.914) detenidos, detectándose sobre la base de los
estudios realizados, altos índices de violencia
Luego de otorgados los respectivos beneficios, la población detenida disminuyó en un
porcentaje aproximado al cuarenta por ciento (40%), no obstante, que desde el punto de vista
de los Derechos Humanos de los detenidos, era necesario el otorgar medidas alternativas a la
prisión, también es cierto, que los criterios considerados por algunos jueces no fueron los más
apropiados, sobre todo, porque había que exigir cabalmente el cumplimiento de requisitos
mínimos para liberar los detenidos, al considerar además la situación de inseguridad por la que
pasa el País desde años atrás.
Como se señaló, antes de decretar la Emergencia Penitenciaria, la población reclusa ascendía
a aproximadamente veintidós mil novecientos catorce (22.914) reos, por una parte, se
otorgaron medidas alternativas de cumplimiento de pena a los condenados elegibles, y por
otra, se producía la liberación de un alto porcentaje de internos imputados, motivado al retardo
procesal existente.
En todo el procedimiento de liberación, se observaba en ocasiones mala práctica de algunos
operadores de justicia por cuanto se omitían requisitos indispensables para otorgar las
medidas.
Se cita como ejemplo lo ocurrido en la cárcel de Yare : Allí se otorgaron beneficios de libertad
sin revisar con rigurosidad la veracidad de las ofertas de trabajo que presentaban los penados,
que por cierto a través de medios fraudulentos los internos lograron obtener cientos de ofertas
provenientes de la Alcaldía del Municipio, que obviamente eran falsas debido a que la Alcaldía
no tenía capacidad para emplear semejante número de personas. También se actuaba
ligeramente al no realizar los estudios psico-sociales atendiendo requisitos mínimos, llegando
al extremo algunos Jueces de amenazar con sancionar a los Psicólogos y Trabajadores
Sociales por no evaluar diariamente elevados grupos de internos.
Tal desarreglo trajo como consecuencia la liberación de un grupo significativo de reclusos que
no poseían condiciones de adaptación a la comunidad, como tampoco empleo, por lo cual se
observaban permanentemente aglomeraciones de penados de los Destacamentos de Trabajo
de la cárcel de Yare en las adyacencias del reclusorio en estado de ocio; como dato que llama
la atención, para esa fecha los Valles del Tuy se convirtieron en la región del País con mayor
índice delictivo.
Aun cuando se egresó de los establecimientos de reclusión un porcentaje de reos que se
aproximaba al cuarenta por ciento, y que la población restante, es decir, la que quedó recluida,
fue inclusive menor a la capacidad instalada del sistema carcelario, eliminando totalmente el
problema de hacinamiento, las condiciones a partir de esa época han cambiado poco.
Desde ese momento hasta la reforma del Código Orgánico Procesal Penal, la Administración
Penitenciaria dispuso de suficiente tiempo para abocarse al mejoramiento de las instalaciones
de reclusión, construcción de obras y sinceración de las nóminas de personal para conformar
los equipos necesarios tanto de seguridad como de personal técnico profesional que pudieran
brindar tratamiento a los internos, adaptando sus dependencias a la vigencia del C.O.P.P.
Lamentablemente las acciones facilitadoras del proceso de cambio no se tomaron. Cuando se
comenzó a imponer el rigor penal generado en la reforma del C.O.P.P., el hacinamiento
continuó siendo el grave flagelo que deteriora progresivamente el sistema carcelario, mientras
que adecuación de los Reglamentos de la Ley de Régimen Penitenciario y de Internados
Judiciales pautada en el artículo 549 del Código sigue pendiente.
El Código Orgánico Procesal Penal sigue siendo un instrumento legal garantista que ha
mejorado significativamente aspectos negativos de la Administración de Justicia Nacional. La
reforma referida a la ejecución de la pena a la que fue sometido, se contrapone con los
principios Constitucionales sobre el uso del régimen abierto antes que las medidas de
naturaleza reclusoria, puesto que impone unos requisitos que cada vez distancian más al
condenado de la posibilidad de optar por el régimen abierto, siendo que las modalidades de
establecimiento abierto permiten en mayor medida la reinserción social, de manera que es una
tarea pendiente para los legisladores.
La Creación De Los Tribunales De Ejecución
Con la vigencia del Código Orgánico Procesal Penal, en el Libro Final, Título Dos (II), referido a
la organización de los Tribunales, del Ministerio Público y de la Defensa
Pública para la Actuación en el Proceso Penal, se prevé la creación de los Circuitos Judiciales
Penales en el artículo 530, ello implica su organización, la cual se establece en el artículo 531
donde se dispone que los mismos estarán conformados por una Corte de Apelaciones, los
Jueces de Control, de Juicio y de Ejecución.
El artículo 532 de ese mismo título al referirse a las funciones jurisdiccionales, señala la
obligación de los Jueces en el ejercicio de funciones de juicio, control o ejecución. Sobre el
particular pauta que actuarán conforme a las reglas indicadas en ese mismo artículo y, con
respecto a la función de los Jueces de Ejecución Establece: "Los Jueces de ejecución de
sentencia velarán por el cumplimiento de las penas y medidas de seguridad impuestas en la
sentencia, vigilando y haciendo respetar los derechos humanos del penado consagrados en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y en los tratados, convenios y acuerdos
internacionales suscritos por la República y en las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los
Reclusos de la Organización de las Naciones Unidas."
En el Libro Quinto, Capítulo I, se dispone lo referente a la ejecución de la sentencia, definiendo
en el artículo 479 las competencias del Tribunal de Ejecución, y en el Capítulo II referido a la
ejecución de la pena, se pautan una serie de obligaciones para los Tribunales de Ejecución,
que tienen que ver con el procedimiento y las incidencias que debe conocer, lo que implica:
supervisar y ejecutar el cumplimiento de las penas, supone, la observación directa del
funcionamiento del régimen penitenciario en todas sus manifestaciones en la jurisdicción a que
corresponda el Tribunal, con especial apego a la protección de los Derechos Humanos de la
población reclusa.
Esto significa que es responsabilidad de los jueces de ejecución, la vigilancia de todo lo referido
al tratamiento, como: La salud, el trabajo, el estudio, el deporte, la orientación social y
psicológica, la alimentación, las condiciones de las instalaciones físicas y la aplicación de
sanciones disciplinarias, entre otras cosas relativas al funcionamiento. Además, corresponde a
los referidos jueces, conocer sobre las autorizaciones de traslados de penados a otras
jurisdicciones; el otorgamiento de medidas alternativas a la privación de la libertad; la emisión
de boletas de excarcelación por cumplimiento de pena; otorgar audiencia a los penados para
ventilar asuntos relativos al cumplimiento de las penas; escuchar sus quejas con relación a la
deficiencia de los servicios que les corresponden por derecho, sobre la violación de Derechos
Humanos, y diligenciar denuncias, investigar y solicitar la instrucción de expedientes ante los
Órganos correspondientes.
La creación de los Tribunales de Ejecución, constituye una innovación que indudablemente
favorece a la población reclusa; pretende ejercer control sobre el régimen penitenciario y, algo
muy importante, se les transfiere un gran número de competencias que antes correspondían a
la Dirección de Prisiones, la cual las ejecutaba con demasiada discrecionalidad, arbitrariedad,
falta de control, excesivo retardo y gran limitación, que en definitiva causaba mucho daño a los
penados.
Estos nuevos Tribunales crearon muchas expectativas en la población, pues se creía que se
convertirían en un medio real de control y promotor del mejoramiento de las condiciones de
vida de los reclusos y del funcionamiento de las instituciones carcelarias; sin embargo la
experiencia demuestra que se vienen limitando a desarrollar actividades meramente
administrativas desde los Despachos, como la elaboración de cómputos de pena, boletas de
excarcelación, etc., pero la función supervisora salvo algunas excepciones no se cumple.
Desde el inicio de las actuaciones de estos Tribunales en el ejercicio de sus competencias, se
presentaron múltiples roces que llegaron a constituirse hasta en enfrentamientos con los
funcionarios y autoridades penitenciarias, quienes se negaban al cambio y se convirtieron en
claros opositores, por el interés de mantener competencias de las que fueron asignadas por el
C.O.P.P. a los jueces de ejecución, sobre todo las relacionadas con las medidas alternativas a
la prisión.
Para ventilar las diferencias entre los Tribunales de Ejecución y las autoridades penitenciarias
se han tomado iniciativas como La I Cumbre Nacional de Ejecución de Penas y Medidas de Pre
Libertad, celebrada en la ciudad de Mérida, auspiciada por el Ministerio del Interior y Justicia.
A este evento asistieron autoridades de prisiones, Jueces de Ejecución, Defensores Públicos y
Fiscales del Ministerio Público, con el fin de analizar las competencias de cada institución y con
el supuesto objetivo de consolidar la reforma penitenciaria que el País requiere.
En el referido evento se generó un documento de compromiso donde se establecen normas
generales referidas a los informes técnicos de índole Psico-social para el otorgamiento de
medidas de pre libertad; aspectos jurisdiccionales; carácter vinculante del informe técnico;
requisitos básicos; causales de revocatoria de beneficios; regulación de permisos y salidas de
penados desde los centros, y otros elementos doctrinarios.
Los resultados de esta actividad terminaban siendo beneficiosos para el programa de pre
libertad de la Dirección General de Rehabilitación y Custodia; pero se observó en la referida
cumbre, que algunos representantes de prisiones pretendían mantener competencias que hoy
día según el C.O.P.P, corresponden a los Jueces de Ejecución.
Como la mayoría de las instituciones nuevas creadas por el C.O.P.P., los Tribunales de
Ejecución nacieron con serias deficiencias tanto de infraestructura, insuficiencia en número y
capacitación del personal, aplicación de métodos y otros aspectos, ya que el tiempo de Vacatio
Legen no fue suficiente para lograr las metas previstas e iniciaron su acción con las
limitaciones señaladas.
Indudablemente estos Órganos Judiciales tendrán que mejorar, y por lo que se ve lo están
haciendo, a través del ensayo y error; pero debe confiarse que en el futuro la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura mejore este aspecto de la Administración de Justicia y los jueces
asuman a plenitud sus competencias. Se conoce de Jueces de Ejecución muy abnegados en la
jurisdicción del Estado Miranda, Mérida y Maracaibo entre otros; pero también se sabe de un
gran número de Jueces que colocan como pretexto la violencia carcelaria para no asistir a los
Establecimientos Penitenciarios, otros no asumen el rol de vigilancia del régimen penitenciario,
o pareciera que se hacen la vista ciega ante las desviaciones que observan en el
funcionamiento de las prisiones y las arbitrariedades de las autoridades penitenciarias, en
ocasiones pareciera que las avalan, degenerando la sagrada misión que les fue asignada por la
Ley.
La Normativa Constitucional para El Funcionamiento del Sistema Penitenciario Venezolano
La Estructura y funcionamiento del Sistema Penitenciario venezolano, hasta 1.999 se
sustentaba legalmente, en principio, en las normas contenidas en la Constitución de 1,961, en
aspectos relacionados a la garantía de los Derechos Sociales, Civiles y Políticos que
implicaban el derecho a la vida, al debido proceso, la prohibición de la tortura y demás tratos
crueles inhumanos y degradantes, derecho a la justicia, a la defensa, la salud, y a la educación,
entre otros.
Lo referido al funcionamiento penitenciario se enmarcaba en las normas de la Ley de Régimen
Penitenciario, el Reglamento de esa misma Ley, el Reglamento de Internados Judiciales, la Ley
de Redención Judicial de las Penas por el Trabajo y el Estudio, el Código Orgánico Procesal
Penal, el Código Penal, otros Instrumentos legales del Derecho Interno y los Tratados y
Convenios Internacionales suscritos por la República.
Todos contentivos de un legajo de normas que fundamentaban la existencia y funcionamiento
de los centros de reclusión, los cuales históricamente no han sido más que letra muerta, dado
el incumplimiento que de ellos se ha venido haciendo, de allí, la gran crisis que cada día se ha
venido acrecentando.
El Dr. Elio Gómez Grillo, quien ha dedicado gran parte de su vida a esta materia, logró formar
parte de la Asamblea Nacional Constituyente, y llevó a su seno la preocupación por la
problemática, ofreciendo toda una serie de alternativas que gracias a su iniciativa, fueron
incluidas en el texto Constitucional, materializadas en los artículos 272 y 184 numeral 7.
Estas normas contienen, como el mismo lo señala, los principios rectores que deben conducir
la política penitenciaria del Estado Venezolano; de manera que en este País para el momento,
se sabe cómo debe funcionar el Sistema Penitenciario, y es hacia allá donde deben ir todas las
acciones de los actores del área.
El artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, textualmente
señala: "El Estado garantizará un sistema penitenciario que asegure la rehabilitación del interno
o interna y el respeto a sus derechos humanos. Para ello, los establecimientos penitenciarios
contarán con espacios para el trabajo, el estudio, el deporte y la recreación; funcionarán bajo la
Dirección de penitenciaristas profesionales con credenciales académicas universitarias, y se
regirán por una administración descentralizada, a cargo de los gobiernos estatales o
municipales, pudiendo ser sometidos a modalidades de privatización.
En general, se preferirá en ellos el régimen abierto y el carácter de colonias agrícolas
penitenciarias. En todo caso, las fórmulas de cumplimiento de penas no privativas de la libertad
se aplicarán con preferencia a las medidas de naturaleza reclusoria. El Estado creará las
instituciones indispensables para la asistencia postpenitenciaria que posibilite la reinserción
social del ex interno o ex interna y propiciará la creación de un ente penitenciario con carácter
autónomo y con personal exclusivamente técnico."
Por otra parte el artículo 184 establece que la Ley creará mecanismos abiertos y flexibles para
que los Estados y Municipios descentralicen y transfieran a las comunidades y grupos
vecinales organizados los servicios que éstos gestionen previa demostración de su capacidad
para prestarlos, debiendo promover entre otras acciones, según el numeral 7, la participación
de las comunidades en actividades de acercamiento a los establecimientos penales y de
vinculación de éstos con la población.
Como puede apreciarse, las normas constitucionales en materia penitenciaria representan un
verdadero avance, definen claramente cómo debe funcionar el sistema;
Pero la Constitución tiene 11 años de promulgada y hasta los momentos el sector
penitenciario permanece igual, encontrándose el Estado en mora con la Constitución.
Contexto Constitucional en Materia de Derechos Humanos
La Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela dedica un capítulo para la
garantía y protección de los Derechos Humanos de los ciudadanos que habitan la República. El
Titulo III, Capítulo I, desde el artículo 19 hasta el 30, destacan lo relativo a los Derechos
Humanos, enunciando el goce y las garantías irrenunciables, indivisibles e interdependiente de
los Derechos Humanos y la obligación del Estado a garantizar este disfrute.
El contenido de estos artículos reconoce los Derechos Fundamentales de la persona humana,
como una garantía ante la fuerza y cualquier arbitrariedad del Estado, entre ellos anuncia: El
derecho a la vida; la igualdad ante la Ley; el debido proceso; el derecho a la defensa; la no
discriminación; la nulidad de los actos del Estado contrarios a los Derechos Humanos; la
prohibición de la tortura y otros tratos crueles o degradantes; el libre desenvolvimiento; la
jerarquía constitucional de los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos; el acceso a
los órganos de justicia; y la garantía del amparo por los tribunales de justicia, entre otros.
Además de ello, la Constitución garantiza en otros capítulos el derecho a la salud, la educación,
la vivienda, la alimentación, el trabajo, la cultura, el deporte, etc.
En el ámbito internacional a través de los diferentes Tratados sobre la materia de los cuales la
República es parte, se garantizan los mismos derechos y se obliga a los Estados parte al
cumplimiento cabal de lo pautado, que en nuestro caso constituyen normas constitucionales
según el artículo 23 de la Constitución Nacional.
Aun cuando existen todas estas garantías, en las cárceles venezolanas todos los días mueren
presos víctimas de la violencia; la tortura y los tratos crueles y degradantes son de uso
cotidiano por los funcionarios; la salud no se garantiza por la ausencia de médicos, medicinas,
la insalubridad y la mala alimentación; los heridos por enfrentamientos entre reclusos duran
horas en los recintos sin que se les brinde auxilio oportuno y se les traslade a los hospitales; la
violación de los lapsos procesales y el derecho a la defensa es constante; la educación es
precaria, al igual que los programas de cultura, deportes, asistencia social, jurídica y religiosa.
La falta de materiales y deficiencia de profesionales constituyen la mayor causal en la
deficiente aplicación del tratamiento. Todo refleja una flagrante violación de los Derechos
Humanos.
Sobre el incumplimiento de estas normas y en consecuencia sobre las violaciones a los
Derechos Humanos, la Constitución señala la responsabilidad del Estado de investigar y
sancionar a los actores de las violaciones e indemnizar a las víctimas; sobre el particular, el
artículo 29 textualmente pauta: "El Estado estará obligado a investigar y sancionar legalmente
los delitos contra los derechos humanos cometidos por sus autoridades.
Las acciones para sancionar los delitos de lesa humanidad, violaciones graves a los derechos
humanos y los crímenes de guerra son imprescriptibles. Las violaciones de Derechos Humanos
y los delitos de lesa humanidad, serán investigados y juzgados por los tribunales ordinarios.
Dichos delitos quedan excluidos de los beneficios que puedan conllevar su impunidad, incluidos
el indulto y la amnistía".
Con relación a la indemnización a las víctimas, el artículo 30 ordena: "El Estado tendrá la
obligación de indemnizar integralmente a las víctimas de violaciones de derechos humanos que
le sean imputables, o a su derechohabientes, incluido el pago de daños y perjuicios. El Estado
adoptará las medidas legislativas y de otra naturaleza para hacer efectivas las indemnizaciones
establecidas en este artículo.
El Estado protegerá a las víctimas de delitos comunes y procurará que los culpables reparen
los daños causados."
La población reclusa por encontrarse en condición de imputados o condenados en calidad de
detenidos, no pierde sus derechos; sin embargo, la violación constante y permanente es
flagrante. La responsabilidad sobre las violaciones de los Derechos Humanos de los presos
recae sobre las autoridades penitenciarias y demás funcionarios de la Administración de
Justicia que omisivamente permiten que la situación de violación prevalezca y reine la
impunidad.

BIBLIOGRAFÍA
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Ley de Régimen Penitenciario
Declaración Universal de los Derechos Humanos
Cuello, E. (1958). La moderna penología. Barcelona: Bosch.
Fundación Guillermo Morón. Apuntes sobre la delincuencia y la cárcel en la Literatura
venezolana. Monte.Ávila Editores, Caracas, 2000.
Hans Von Hentig. La pena. Espasa. Calpe, Madrid.
Norval Morris. El futuro de las prisiones. Estudios sobre crimen y justicia. Siglo Veintiuno
Editores, México,1998.
BARATTA, Alessandro (1990). Resocialización o Control Social. Por un Concepto Crítico de
Reintegración Social del Condenado. Universidad del Saarlan, R.F.A. Traducido por Mauricio
Martínez. Ponencia presentada en el Seminario Criminología Crítica y Sistema Penal,
organizado por la Comisión Andina de Juristas y la Comisión Episcopal de Acción Social, en
Lima del 17 al 21 de septiembre de 1990.
Referencias Electrónicas:
www.mppsp.gob.ve
www.unes.edu.ve

«No se debe juzgar a una nación por cómo trata a sus ciudadanos más destacados, sino a los
más desfavorecidos»
Nelson Mandela

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