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Psiquiatría, Psicología y Psicoanálisis
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Dirección General: Marcelo Perazolo
Diseño de cubierta: Stefanie Sancassano
Diagramación de interiores: Guillermo W. Alegre
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Índice
Agradecimientos 9
A modo de presentación 10
Introducción 11
Motivación y emoción 15
Inteligencias múltiples 19
Inteligencia emocional 22
Salud emocional 23
Las emociones 27
El bienestar emocional 31
Los sentimientos 33
Las pasiones 34
Pasiones constructivas 34
Pasiones destructivas 37
Capítulo 5 - La expresión de las emociones 42
¿Naturaleza o cultura? 42
Formas de contacto 51
Actitudes corporales 58
La marcha reveladora 59
El cerebro emocional 64
La corteza cerebral 65
La oxitocina 72
Investigaciones reveladoras 73
Capítulo 11 - Tristeza 89
Depresión 90
Depresión y salud 91
Duelos saludables 91
Capítulo 13 - Miedo 98
El miedo 98
Ansiedad 100
Pánico 101
Capítulo 14 - Estrés 103
El estrés 103
Fases del estrés 105
Teoría transaccional del estrés 106
La resiliencia 107
Autoestima y estrés 108
Epílogo 134
Bibliografía 136
1 Autora de ¿Es difícil ser mujer? Una guía sobre depresión. Profesora de la Facultad de
Medicina, integrante del padrón de tutores de la Facultad de Psicología de la Universidad
Autónoma de México e investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la
Fuente Muñiz”, México.
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Introducción
Había recitado este poema desde más pequeña aún, y solo de grande
me enteré de que, en realidad, estaba dedicado a la madre y no al padre
como mi mamá me había hecho creer. Del otro lado del disco grabé otro:
“Ya dice tata mi chango” de José Ramón Luna.
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La salud emocional
pronto nos percatamos de que la amenaza no era tal, nos calmaremos. Esto
deja en evidencia la estrecha ligazón entre pensamiento y emoción pues,
según cómo interpretemos un hecho, será el afecto que se despierte.
Poseer salud emocional implica saber reconocer nuestras emociones;
sentirnos cómodos al expresar nuestro sentir, y hacerlo en forma apropiada;
poseer la habilidad para percibir las emociones y los sentimientos de los
otros; e interactuar de manera empática.
Obtendremos mayor poder sobre nuestras propias vidas cuanto más
conocimiento tengamos acerca de la realidad interior y exterior en la
que estamos involucrados, y cuanto más logremos integrar pensamiento,
sentimiento y acción.
Con el fin de facilitar este proceso he intentado, en este libro, atender
ambos aspectos, aun sabiendo que el resultado estará regido por la ley que
atraviesa toda existencia: la imposibilidad de ser satisfecho plenamente.
Por un lado, la propuesta constituye una invitación a recorrer el universo
de los afectos en general y, en particular, el del mundo de las emociones, su
lenguaje, sus mecanismos e imbricadas relaciones. Para esto me he abocado,
especialmente, al desarrollo de cuatro de las emociones básicas que, a mi
parecer, contribuyen especialmente a la salud emocional: enojo, tristeza,
miedo, alegría, y sus variables. Por otra parte, he incluido actividades de
autoconocimiento y estrategias que podrán ayudar al lector a reconocer sus
propios patrones emocionales, evaluar si estos le resultan o no funcionales a
los fines de experimentar bienestar y salud, tomar conciencia de sus estados
afectivos, y registrar los cambios que necesita realizar para sentirse mejor.
Si entramos en contacto con nuestro mundo emocional aprenderemos
a registrar e integrar sentimiento, pensamiento y acción. Ese tránsito hacia
la coherencia personal es el que posibilitará la identificación de los cambios
que necesitamos realizar para mejorar nuestra calidad de vida y elevar la
medida del propio bienestar, hecho que, además, repercutirá positivamente
en nuestro entorno.
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Capítulo 1 - La respuesta emocional
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La salud emocional
Motivación y emoción
Las emociones y las motivaciones constituyen los dos procesos
psicológicos responsables de nuestra adaptación, tanto a las exigencias
del medio interno como del externo. Ambos afectan a los demás ítems
relacionados con la actividad humana de atención, memoria, pensamiento,
aprendizaje y conducta.
El vocablo “motivación” deriva del latín motus y significa “movimiento”.
Implica una movilización desde dentro hacia fuera de nosotros mismos,
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Capítulo 2 - Inteligencia y salud emocional
Inteligencias múltiples
El diccionario define la inteligencia como la capacidad de entender o
comprender, y de resolver problemas. De acuerdo con su etimología, implica
la capacidad de escoger entre opciones.2 El término fue introducido por
Cicerón (siglo I a.C.), referido específicamente a la capacidad intelectual,
íntimamente relacionada con las funciones mentales de pensamiento,
atención, memoria y capacidad de aprendizaje.
A fines del siglo XX surgió una teoría que marcaría una diferencia
respecto de la idea tradicional de considerar inteligentes solo a las perso-
nas con alto cociente intelectual. Se trató de la “teoría de las múltiples in-
teligencias”, desarrollada por Howard Gardner, psicólogo estadounidense,
doctorado en educación y profesor de la de la Universidad de Harvard.
En su modelo concibe la inteligencia como un conjunto en el cual
coexisten destrezas diferentes, y la define como la “capacidad para procesar
información, resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en
una o más culturas”.
Analizando su definición, podemos observar que, en primer lugar, la
considera como un conjunto y establece muchos tipos de inteligencia en
el interior del mismo. En segundo lugar la considera una capacidad, un
potencial cuyo desarrollo puede estimularse.
2 Deriva del término latino intelligentĭa, el cual, a su vez, proviene de intelligere (Indus
= “entre” y legere = “escoger”).
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Inteligencia emocional
La inteligencia intrapersonal (la referida al conocimiento de uno
mismo) y la interpersonal (la relacionada con la capacidad de entender
los estados emocionales y motivaciones de los otros) son las predecesoras
directas del concepto de inteligencia emocional, la cual está formada por la
integración de ambas. Juntas determinan la capacidad de dirigir la propia
vida de manera satisfactoria, y dan cuenta de la mayor o menor habilidad
para tener conciencia de los propios sentimientos y emociones, grado de
sensibilidad, entusiasmo, perseverancia, control de impulsos, empatía y
motivación.
El término fue acuñado en 1990 por Mayer y Salovey, pero adquirió
popularidad de la mano de Daniel Goleman, psicólogo estadounidense que
publicó, en 1995, el libro Inteligencia emocional.
Goleman la define como la capacidad para reconocer sentimientos
propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos, afrontar las circunstancias
que la vida presenta, la motivación, la persistencia frente a las decepciones,
el control de los impulsos, la regulación del humor y la empatía, entre otras
características que influyen de manera significativa en el bienestar de las
personas.
Ubicó estas habilidades de carácter socioemocional en dos áreas.
Una, relacionada con la capacidad de formarse una idea realista de uno
mismo, reconociendo los propios sentimientos y usándolos como guías en
la conducta. Otra, referida a la capacidad de comprender a los demás, sus
motivaciones y acciones, y al modo de relacionarse adecuadamente. De
este modo la inteligencia emocional guarda relación con el conocimiento
y el manejo de las emociones tanto propias como ajenas con el objetivo de
obtener determinados fines.
Gardner, con excelente criterio, se manifiesta de acuerdo con Goleman
en la importancia que este da a la empatía en la inteligencia emocional,
pero considera que cruza una línea peligrosa al sugerir su uso para manejar
voluntades ajenas. En sus propias palabras: “Un sádico podría utilizar su
conocimiento de la psiquis de otra persona para infligirle dolor”. La empatía
de la que habla Gardner no tiene más objetivo que la de aprender a ponerse
en el lugar del otro para comprenderlo mejor.
En la cultura occidental, a la cual pertenecemos, se suele valorar al
pensamiento puro, liberado de la carga emocional, y se cree que razonar bien
es hacerlo fríamente. Desde ese punto de vista, inteligencia y emoción resultan
incompatibles. Goleman propone una conciliación, un equilibrio en el cual
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Salud emocional
Para acercarnos a una conceptualización de la salud emocional es
necesario ubicarnos en el contexto de la salud holística o salud integral
de la persona. La palabra “holística” deriva del vocablo griego holos que
significa “completo, entero”. La filosofía holística propicia la idea de que las
distintas partes del todo se encuentran y conjugan de acuerdo con cierto
orden u organización dinámica, y entiende al ser humano como una unidad
de cuerpo, mente, espíritu, energía, sentimientos, vínculos, medioambiente,
cultura, historia personal y todo aquello que lo conforma tal cual “es”.
Desde este punto de vista solo puede entenderse el “estar en salud”
si en ese estado se encuentran interactuando, en un equilibrio dinámico,
todos los planos del individuo y su contexto: cuerpo, mente, afectos, espíritu
y relaciones. Cada elemento del conjunto posee sus propias características
particulares, por lo que se podría distinguir una salud del cuerpo, de la
mente, de las relaciones, del espíritu y de los afectos o emocional.
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Autocontrol
El autocontrol nos ayuda a:
• Regular la oportunidad, intensidad y forma de expresión de
aquellas emociones que experimentamos.
• Mantener la calma, y la capacidad de razonamiento, a la hora de
enfrentar y resolver situaciones.
• Soportar la espera que requieren los diversos procesos.
• Tolerar la frustración si algo no se da de acuerdo a nuestras ex-
pectativas.
Empatía
Implica desarrollar las capacidades de:
• Reconocer las emociones ajenas.
• Poder ponerse en el lugar del otro y hacer lo posible para mirar
la realidad desde su punto de vista.
• Entablar nuevas relaciones sociales.
• Intimar.
• Generar y sostener vínculos afectivos comprometidos.
• Establecer un clima afectivo y agradable con los que nos rodean.
Asertividad
La asertividad se refiere a las capacidades de:
• Poner límites sin agredir.
• Reconocer ante los demás las propias limitaciones y errores.
• Aceptar la responsabilidad por los propios actos sin excusarse o
buscar afuera a los responsables.
• Pedir ayuda en caso de necesitarla.
• Enunciar con claridad deseos y necesidades.
• Reconocer y expresar, con tacto, cuidado y respeto, tanto los sen-
timientos positivos como los negativos.
• Poseer disposición y capacidad de cambio.
Tomar contacto con emociones desagradables no es tarea fácil. Por
eso, el mecanismo de defensa, que habitualmente nos protege del malestar
que causan, es el de negarlas o desplazarlas. Ese acto, que parecería
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Capítulo 3 - El universo afectivo
Las emociones
La palabra “emoción” proviene del latín emotio. El Diccionario de la
Real Academia Española, en su primera acepción, la define como “Alteración
del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de
cierta conmoción somática”.
Este fenómeno surge como reacción a una evaluación automática que
hacemos de aquello que nos acontece. Es un estado que sobreviene de
manera súbita, con diferente grado de fuerza y duración según cuál sea
el motivo que lo provocó. De manera indiscriminada cualquier suceso no
es capaz de estimular una respuesta emotiva; solo nos movilizan en ese
sentido los hechos que percibimos como relevantes con relación a nuestros
intereses.
El modo en que experimentamos las emociones es personal y depende
de nuestras vivencias anteriores, nuestros aprendizajes, nuestro carácter, el
momento que estemos atravesando y la cultura a la cual pertenezcamos.
En toda emoción pueden diferenciarse seis dimensiones:
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La salud emocional
El bienestar emocional
Se encuentra muy difundido el hecho de valorar a las emociones como
positivas o negativas con relación, más que a su esencia, a su manera de
ser experimentadas y a los efectos que pueden llegar a provocar en las
personas y su entorno.
El bienestar, desde un punto de vista subjetivo, se corresponde con
sentirse satisfecho en relación con lo que para cada uno eso signifique.
Desde un punto de vista objetivo, ese estado puede quedar en evidencia
en determinadas conductas: la capacidad para experimentar emociones y
sentimientos agradables, trabajar; resolver problemas; afrontar situaciones;
recuperarse de las crisis; y poner en acto la creatividad.
Desde una mirada holística, el bienestar involucra al ser humano,
su micromundo y su mundo circundante. Como todos formamos parte
de una unidad que nos abarca y supera, y con la que sostenemos una
relación de interdependencia, el “estar bien” de nuestro entorno nos
influirá positivamente, del mismo modo que el nuestro se verá reflejado
en él.
A la hora de acceder a estados subjetivos de bienestar algunos aspectos
resultan claves:
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Capítulo 4 - Sentimientos y pasiones
En el corazón tenía
la espina de una pasión,
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazón.
Antonio Machado
Los sentimientos
En los seres humanos los afectos se integran con la cognición para
generar una experiencia emocional que da lugar a los sentimientos,
conscientemente experimentados.
Los sentimientos son emociones en un estado evolutivo más elevado.
Del mismo modo que ellas, integran experiencia corporal, cognición,
motivación y conducta, pero en una estructura más compleja. En el caso de
los sentimientos:
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Las pasiones
La palabra “pasión” viene del latín passio (padecimiento, sufrimiento),
sustantivo derivado del verbo patior (sufrir, padecer), raíz de voces como
paciente, paciencia, pasivo, etc. También se relaciona con la palabra griega
pathos “sufrimiento”.
El Diccionario del la Real Academia Española, la define como:
“Perturbación o afecto desordenado del ánimo”. “Inclinación o preferencia
muy vivas de alguien a otra persona” y “Apetito o afición vehemente a algo”.
Por su etimología, se opone a la acción, de la misma manera que
padecer se opone a actuar. La expresión “Pasión de Cristo”, que se refiere
a los acontecimientos de la vida de Jesucristo desde su detención hasta su
muerte, designa lo que padeció, lo que tuvo que soportar en ese período.
El término también puede emplearse en un sentido diferente al valor
original de “sufrimiento”, y entenderlo como una acción transformadora
asumida de modo positivo por quien la vive.
Las pasiones poseen la intensidad de la emoción y la vigencia
temporal del sentimiento. En sí mismas no son esencialmente negativas,
pero sí pueden llegar a serlo sus consecuencias, dependiendo de cuál sea el
sentimiento que se encuentra exacerbado y el objeto sobre el cual recaiga.
En la conceptualización de los afectos desarrollada en este libro
tomaremos ambas concepciones, designando las pasiones positivas como
“constructivas” y las negativas como “destructivas”.
Pasiones constructivas
Están representadas por aquellos sentimientos experimentados con
intensidad y que poseen las siguientes características con relación a lo que
las motiva:
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[…].
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La salud emocional
—¿Después qué…?
—¿Su equipaje?—exclamé.
Pasiones destructivas
Están representadas por aquellos sentimientos experimentados con
una intensidad superlativa, y que poseen las siguientes características con
relación a lo que las motiva:
• Un alto grado de obsesión, de afición exagerada.
• Una experiencia emocional fuerte y continua, que aliena la men-
te y orienta la conducta.
• Un elevado grado de padecimiento que puede llegar al extremo
de la autodestrucción.
• Una fuerza avasalladora sobre la cual, quien la experimenta, no
tiene control.
• La impotencia del yo, testigo de su propio sometimiento y sufri-
miento, para accionar un cambio.
• Se presentan como una forma de adicción.
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[…].
El amor, creía ella, debía llegar de pronto, con grandes destellos y fulgu-
raciones, huracán de los cielos que cae sobre la vida, la trastorna, arranca
las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón
entero. No sabía que, en la terraza de las casas, la lluvia hace lagos cuan-
do los canales están obstruidos y hubiese seguido tranquila de no haber
descubierto de repente una grieta en la pared.
¿No tenían otra cosa qué decirse? Sus ojos, sin embargo, estaban llenos
de una conversación más seria; y, mientras se esforzaban en encontrar
frases banales, se sentían invadidos por una misma languidez; era como
un murmullo del alma, profundo, continuo, que dominaba el de las voces.
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Entonces recordó a las heroínas de los libros que había leído y la legión
lírica de esas mujeres adúlteras empezó a cantar en su memoria con voces
de hermanas que la fascinaban. Ella venía a ser como una parte verdade-
ra de aquellas imaginaciones y realizaba el largo sueño de su juventud,
contemplándose en ese tipo de enamorada que tanto había deseado.
Además, Emma experimentaba una satisfacción de venganza. ¡Bastante
había sufrido! Pero ahora triunfaba, y el amor, tanto tiempo contenido,
brotaba todo entero a gozosos borbotones. Lo saboreaba sin remordi-
miento, sin preocupación, sin turbación alguna.
Luego del éxtasis inicial todo fue, para Emma, sufrir y sufrir. No podía
dejar de pensar en Rodolfo. Se arreglaba para él, vivía para y por él, pero
su amante no retribuía tal devoción:
Ya no empleaba como antes aquellas palabras tan dulces que la hacían
llorar, ni aquellas vehementes caricias que la enloquecían; de modo que
su gran amor en el que vivía inmersa le pareció que iba descendiendo
bajo sus pies, como el agua de un río que se absorbiera en su cauce, y
percibió el fango. No quería creerlo; redobló su ternura; y Rodolfo, cada
vez menos, ocultó su indiferencia. Emma no sabía si le pesaba haber cedi-
do o, por el contrario, si deseaba amarle más. La humillación de sentirse
débil se tornaba en rencor que los placeres atemperaban. No era cariño,
era como una seducción permanente. Rodolfo la subyugaba. Ella casi le
tenía miedo.
Las apariencias, sin embargo, eran más tranquilas que nunca, pues Ro-
dolfo había acertado a llevar el adulterio según su capricho; y al cabo
de seis meses, cuando llegó la primavera, se encontraban, el uno frente
al otro, como dos casados que mantienen tranquilamente una llama
doméstica.
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Me persigue implacable
su boca que reía,
acecha mis insomnios
ese recuerdo cruel,
mis propios ojos vieron
cómo ella le ofrecía
el beso de sus labios
rojos como un clavel.
Un viento de locura
atravesó mi mente,
deshecho de amargura
yo me quise vengar,
mis manos se crisparon,
mi pecho las contuvo,
su boca que reía
yo no pude matar.
[…].
Doliente y abatido
mi vieja herida sangra.
Bebamos otro trago
que yo quiero olvidar,
pero estas penas hondas
de amor y desengaño
como las yerbas malas
son duras de arrancar.
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Capítulo 5 - La expresión de las emociones
¿Naturaleza o cultura?
Al arribar al mundo, traemos como matriz un cerebro equipado con
reflejos e instintos que dan origen a respuestas afectivas innatas, heredadas,
universalmente reconocidas y reconocibles, que estimulan nuestro
desarrollo, no solo en el plano orgánico, sino también en lo referente a la
obtención de conocimientos y al comportamiento social.
Sobre este programa de base innato se instalan y desarrollan nuevos
aprendizajes relacionados tanto con nuestro mundo interior como con la
interacción con el entorno. Si bien nacemos con la potencialidad de “ser”
escrita en nuestros genes, nuestro entorno nos proyecta su impronta, y
recibe a su vez la nuestra, en una retroalimentación que nos modifica de
manera recíproca.
La cultura no crea las emociones pero sí les da significado, las modula,
regula, inhibe la aparición de unas o estimula la de otras, adjudicándoles
valores y formas adecuadas de expresión en tiempo y forma. La cultura es,
además, responsable de la aparición de las emociones secundarias y sus
combinaciones.
Para poder desarrollar y poner en acto nuestros potenciales necesitamos
de la intervención de quienes nos anteceden en esta vida. Ellos se encargan
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Capítulo 6 - El lenguaje corporal de las emociones
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Formas de contacto
La piel es el órgano más grande de comunicación y de protección con
relación al mundo exterior. A través de sus capilares recibimos múltiples
estímulos que nos brindan información acerca de lo que nos circunda, a
la vez que nos estimula a responder de alguna determinada manera. Por
otra parte, cubre la superficie del cuerpo formando una barrera protectora
contra la acción de agentes físicos, químicos o bacterianos.
Su color puede variar según la raza, la edad y el color de tez. La
palidez puede ser signo de debilidad, baja energía, apatía o cansancio. Si
se observa enrojecida, estará expresando hiperactividad, o la irrupción de
alguna emoción como vergüenza o ira.
De las personas puede decirse, en sentido figurado, que son suaves o
ásperas en referencia a su carácter o formas de expresarse verbalmente, y
de piel gruesa o fina según su grado de sensibilidad.
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Capítulo 7 - La postura corporal
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Actitudes corporales
En el enojo. Toda la actitud corporal está puesta al servicio de disuadir
al enemigo: cuerpo erguido, mentón, pecho y hombros elevados, los brazos
rígidos extendidos a lo largo del cuerpo o con los codos doblados, los
puños apretados. Puede acompañarse con gestos de pegar o empujar, y un
incremento del tono de la voz que puede llegar hasta el grito.
En la tristeza. La actitud corporal muestra agobio: esternón hundido,
espalda encorvada, hombros caídos, cabeza inclinada hacia el suelo, tono
muscular bajo.
En la alegría. La actitud expresa entusiasmo y vitalidad: tono muscular
alto, movimientos rápidos que tienden a elevar del piso a la estructura ósea.
El habla acompaña con fluidez y matices de sonido. Las palabras brotan
atropellándose.
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La marcha reveladora
La manera en que caminamos también revela mucho acerca de rasgos
de nuestra personalidad y estado emocional:
• Un andar lento o rápido expresa la misma tendencia en la forma en
que encaramos la vida.
• Arrastrar los pies muestra necesidad de apoyo y seguridad. Cansancio,
desesperanza. Dificultad para despegar de aquello que sostiene. Es la
típica caminata del adolescente.
• A los saltos, remite a personas que no pueden quedarse en ningún
lugar y que van por la vida esquivando el compromiso.
• El taconeo remarca el apoyo en el talón. Es indicativo de inseguridad
encubierta en la imagen contraria: un carácter enérgico y autoritario,
con dificultades para los cambios.
• Rozando apenas el piso, muestra poco contacto con la realidad, indica-
tivo de rasgos románticos, con tendencia a fantasear. Dificultades para
concretar proyectos y solventarse económicamente.
• En puntas de pie, expresa inseguridad, timidez y necesidad de recono-
cimiento y aprobación por parte de los demás.
Respecto al ritmo en el andar, según sea este parejo o desparejo dará
cuenta del grado mayor o menor de armonía general. Todos los cambios
bruscos en la velocidad o el ritmo se refieren a la misma característica en
otros planos. Son expresión de desarmonía e inestabilidad.
La dirección de los pasos expresa la actitud hacia “el sentido de la propia
vida”. Las puntas de los pies paralelas muestran a una persona que sabe lo que
quiere y se dirige hacia una meta. Las puntas hacia fuera son indicativas de
dispersión, de personas que hasta último momento no saben que dirección
tomarán; puede ser que duden o que se abran a muchas posibilidades al
mismo tiempo. Esta característica puede también revelar una tendencia a la
dispersión de la energía y dificultad para encauzar la propia vida.
Las puntas hacia adentro al caminar pueden indicar carencia de un
proyecto personal, timidez, retraimiento, introversión.
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Capítulo 8 - El sustrato orgánico de la emoción
Nuestros cerebros aman las dicotomías, como razón y emoción, bueno y malo,
conservador y liberal.
Pero, en realidad, estas son siempre simplificaciones desmedidas.
Uno de los grandes desafíos de hoy en la investigación del cerebro es entender
cómo funciona el cerebro en su conjunto más que cómo funciona
en sus pequeñas partes.
Joseph LeDoux
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El cerebro emocional
El tronco encefálico sirve de camino para las señales que viajan entre
el cerebro superior y la médula espinal, y es también la sede de funciones
vitales y básicas como la respiración, la presión sanguínea o el ritmo cardíaco,
y de actos reflejos como el movimiento ocular y el vómito.
En el tronco encefálico se encuentra el sistema límbico, también
llamado cerebro medio, o cerebro emocional, situado inmediatamente
debajo de la corteza cerebral, y que comprende centros como el tálamo, el
hipotálamo, el hipocampo y la amígdala cerebral.
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con una respuesta automática acorde con el peligro que implica lo que
interpreta. A los efectos de la supervivencia esta reacción de defensa es
eficaz, pues si confundiera a una víbora con una rama quedaría expuesto a
una situación de riesgo.
LeDoux ha profundizado en la investigación de las emociones como
procesos biológicos, y ha podido determinar el camino de la información
desde los sentidos hasta el cerebro emocional, particularmente a la región
de la amígdala, observando cómo se crea en ella una memoria emocional
que condiciona nuestro comportamiento y nuestra percepción del mundo.
Hormonas y péptidos, liberados en el cuerpo durante un estado emocional,
llegan al cerebro por el torrente sanguíneo traspasando la barrera
hematoencefálica. Esto produce una alteración de la actividad neuronal.
La corteza cerebral
La corteza cerebral es la que nos hace humanos, pues allí tienen origen
el pensamiento y el lenguaje. Estos le brindan a nuestra vida emocional
una nueva dimensión ya que el cerebro emocional (el sistema límbico) y el
cerebro racional (el neocórtex) trabajan en equipo. Esto es lo que explica el
hecho de que podamos tener control sobre nuestras emociones.
Los lóbulos prefrontales y frontales de la corteza se encargan de
moderar nuestras reacciones emocionales, frenando las señales del cerebro
límbico, y de desarrollar planes concretos de acción para situaciones
emocionales.
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El hemisferio izquierdo
Es analítico y racional. Esto significa que, para comprender la totalidad,
tiende a separar las partes, y por eso su punto de vista es más estático.
Reduce el todo en sus componentes básicos, determinando su jerarquía u
orden de importancia.
Su concentración en los detalles hace que desarrolle planes muy
precisos y poco flexibles, que pueden obstaculizar su adaptación a las
cambiantes condiciones inherentes a la vida misma.
Es el hemisferio de la acción, verifica la validez de sus teorías en la
práctica y experimenta hasta obtener los resultados deseados.
Se ocupa de:
• Pensamiento abstracto.
• Lenguaje.
• Ciencias exactas.
• Comunicación verbal.
Formas de acción:
• Separa elementos.
• Es detallista.
• Se ocupa de una variable a la vez.
• Se convence mediante la experiencia de la validez de sus teorías.
• Elabora detalladas teorías, generalmente difíciles de trasladar a
la acción.
• Intenta acumular conocimiento. Es enciclopedista.
• Capta la realidad gradualmente.
Características:
• Rígido.
• Poca adaptable.
• Racional.
• Tiene dificultad para los cambios.
• Extrovertido.
• Sociable.
• Optimista.
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El hemisferio derecho
Es sistémico y puede captar la totalidad. Posee una visión más dinámica,
un pensamiento más creativo y una mirada totalizadora de las cosas.
Relaciona unos hechos con otros y estudia los efectos de esa interacción.
Para llegar a su objetivo, puede trabajar al mismo tiempo con un
número de variables. Su gran perseverancia hace que no se deje apabullar
por el tiempo que demande llegar a una meta.
Es capaz de desarrollar un proyecto delineando su contorno general
aun antes de tener especificados sus objetivos.
Sus planes son flexibles y se adaptan fácilmente a todo tipo de
situaciones. Su estilo es confrontar sus ideas con la realidad antes de aplicar
la totalidad del plan. Es un teórico práctico.
El lado derecho del cerebro es el más involucrado con la experiencia
emocional.
Se ocupa de:
• Pensamiento concreto derivado de la experiencia.
• Arte.
• Ciencias sociales.
• Psicología.
Formas de acción:
• Posee mirada totalizadora.
• Relaciona elementos entre sí.
• Trata de determinar los efectos de esta interacción.
• Trabaja sobre muchas variables a la vez.
• Capta la realidad de manera integral.
• Tiene memoria de la experiencia.
Características:
• Introvertido.
• Serio.
• Reservado.
• Paciente.
• Perseverante.
• Flexible.
• Adaptable.
• Con capacidad de cambio.
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ansiedad y del apetito animal. Para los griegos clásicos, no existía ningún
antagonismo entre la psykhé –las emociones– y el soma –el cuerpo–. Para
ellos, aquella era el correlato mental del soma.
De esta misma creencia da cuenta, en su libro Las moléculas de la
emoción, la neurocientífica norteamericana Candace Pert al afirmar que
cada emoción experimentada circula por nuestro cuerpo en forma de
elementos químicos llamados neuropéptidos. Estos son sustancias químicas,
específicas para cada estado emocional: endorfinas, serotonina, dopamina,
oxitocina y norepinefrina, entre otras.
Cada vez que activamos un determinado tipo de pensamiento,
nuestro hipotálamo libera inmediatamente el péptido correspondiente en
la corriente sanguínea. De esta manera, actúan tanto a lo largo del sistema
nervioso, como en otras partes del cuerpo, pues cada una de las células del
cuerpo está abierta a recibirlos.
El término neuropéptido fue inicialmente utilizado en 1971 para nominar
a los fragmentos de las hormonas peptídicas que carecían de actividad
hormonal pero exhibían capacidad de producir cambios conductuales. En
la actualidad, para que un péptido sea considerado “neuropéptido”, tiene
que ser sintetizado dentro del sistema nervioso.
Los neuropéptidos pueden cumplir funciones como neurotransmisores,
neuromoduladores y también como hormonas. Según su constitución, se
clasifican por familias:
• Los opioides modulan las vías del dolor; a esta familia pertenecen las
endorfinas.
• Los hipotalamohipofisiarios, de acción hormonal, como la oxitocina,
se distribuyen ampliamente en todo el sistema nervioso.
• Los gastrointestinales, en el aparato digestivo. Se los vincula con el
procesamiento de funciones fisiológicas y conductas complejas, como
el consumo de agua, la ingesta alimenticia, el sueño, la actividad se-
xual, la memoria, el aprendizaje, y las respuestas al estrés y al dolor.
Por las características plásticas de su patrón de expresión, y por la
localización preferencial en los circuitos neuronales que procesan el miedo,
la ansiedad y los estados afectivos, los neuropéptidos constituyen la base
bioquímica de las emociones.
Candace Pert y el inmunólogo Michael Ruff realizaron un estudio
del comportamiento de las células inmunológicas llamadas macrófagas,
cuya función es rodear las zonas infectadas para eliminar a los invasores y
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La oxitocina
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La salud emocional
Investigaciones reveladoras
El profesor Ernest Fehr, de la Universidad de Zurich, ha estudiado,
junto con su equipo de investigadores, los efectos de la oxitocina sobre el
comportamiento humano. Llegó así a la conclusión de que niveles elevados
de oxitocina en la sangre mejoran la capacidad de los individuos para
confiar en otras personas, y los movilizan hacia la generosidad.
Estos investigadores también han comprobado que el buen humor
y la risa, junto a los pensamientos positivos, incitan en cierta medida la
liberación suficiente de oxitocina como para conseguir un clima de confianza
en las relaciones interpersonales. Para facilitar su secreción, estos científicos
aconsejan fomentar un clima agradable en torno a las personas con que
se convive, desarrollar valores sociales como la tolerancia, el respeto, el
agradecimiento, la empatía, y reír y disfrutar de la vida.
Investigadores de la Universidad de California (San Francisco) afirman
que esta hormona es la de mayor influencia en nuestra capacidad de
relacionarnos con otras personas. En un estudio preliminar, realizado por
la doctora Rebeca Turner, la oxitocina demostró estar relacionada con la
habilidad para mantener buenas relaciones interpersonales y poner límites
saludables.
En este estudio participaron veintiséis mujeres no amamantadoras
de entre 23 y 35 años a quienes se les solicitó que recordaran, y trataran
de reexperimentar, un suceso del pasado relacionado con una relación
interpersonal significativa que les hubiera causado una emoción agradable
como amor o ternura, e hicieran lo mismo con una negativa como pérdida
o abandono. Las participantes recibieron, además, un masaje relajante en
la nuca y en los hombros.
4 La insulina es una hormona producida por una glándula denominada páncreas. Ayu-
da a que los azúcares obtenidos a partir del alimento ingerido lleguen a todas las células
del organismo para suministrar energía.
5 Péptido producido en el intestino delgado que facilita la digestión al estimular la
producción de enzimas del páncreas y de bilis, por la vesícula biliar, produciendo que se
contraiga y suelte estas sustancias.
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La salud emocional
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Capítulo 9 - Enojo
El enojo
Representa un grupo de emociones que comparten el mismo patrón
fisiológico y cuya diferencia consiste en una cuestión de grado: irritabilidad,
molestia, fastidio, hostilidad, rabia, ira, cólera, furia. En mi libro, aún inédito,
Memorias azules de tiempos grises, narro esta experiencia:
Alrededor de mis seis o siete años, mi madre me dio una “clase magistral
de generosidad”. En ella estaba involucrada mi valorada colección de libros
“Bolsillito”. Una serie de pequeños cuentos y relatos que ella me compra-
ba, semanalmente, en el puesto de diarios y revistas de la esquina de casa.
Más allá de ser proclive a su lectura, yo los quería como objetos, podía
pasar horas mirándolos, distribuyéndolos sobre la mesa, o apilándolos
según las imágenes que me sugerían sus tapas.
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La salud emocional
Jugamos con los libritos un buen rato y, antes de irse, mi amiga me pidió
prestado uno. Le respondí que me era imposible darle ni siquiera uno,
porque tenía la colección completa. Le aseguré que, en esos casos, no se
podía desarmar.
Por el aire volaron las imágenes tantas veces miradas y, junto con ellas,
un pedazo de mi infancia. Solo quedaron, como muestra de que alguna
vez habían existido, unos pocos sobrevivientes dispersos por el suelo, que
no me preocupé por recoger.
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La salud emocional
tienden a retornar como un búmeran hacia quien las actúa, pues provocan
malestar subjetivo y dañan las relaciones interpersonales.
Por otra parte, el enojo constituye la base del negativismo en la forma de
pensamiento, y conduce a un mal humor crónico con todas las consecuencias
que esto implica en cuanto a malestar personal y en las relaciones con los otros.
La ira y la salud
Una investigación realizada en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Stanford con pacientes que habían sufrido, al menos, un
ataque cardíaco demostró que esta emoción, cuando está exacerbada,
afecta peligrosamente a la función cardíaca. Por esta razón, y también por
el modo en que puede perjudicar la salud de las relaciones interpersonales,
requiere ser controlada y encauzada.
En su forma explosiva la agresividad se dirige hacia el mundo exterior
a través de conductas verbal o físicamente violentas que pueden generar
hipertensión arterial, infarto de miocardio, o accidente cerebrovascular. En
su forma implosiva se dirige hacia el interior del propio organismo y puede
provocar, entre otros síntomas, gastritis o úlcera estomacal, enfermedades
autoinmunes, o cáncer.
Una muestra de hostilidad ocasional no causa daño permanente,
pero si esta actitud se torna crónica puede llegar a definir un tipo de
personalidad: la tipo A. Esta se caracteriza por elevada agresividad, que
puede desembocar en violencia física o psicológica; alta competitividad y
autoexigencia; habla rápida y atropellada en tono alto de voz; reactividad
exagerada a los estímulos.
Esta forma extrema de respuesta acelera el ritmo cardíaco, provocando
una sensación de urgencia que aumenta la tensión y que contribuye aún
más a la probabilidad de padecer problemas coronarios.
La violencia
La violencia es esencialmente destructiva, y puede dirigirse hacia
objetos, seres vivos, otras personas, o hacia uno mismo. Todos poseemos
un determinado grado de agresividad que nos es funcional para afrontar
los desafíos que la vida nos presenta, pero no tenemos, necesariamente,
que comportarnos de manera violenta. Si en etapas tempranas de nuestro
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Capítulo 10 - Estrategias para neutralizar la ira
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Redireccionar la energía
Muchas veces detrás del enojo se halla la frustración de no estar
viviendo como queremos, no estar haciendo lo que deseamos, sentirnos
presionados por los deseos y expectativas de los otros, no ser dueños de
nuestro tiempo. Tomar las riendas de la ira también implica tomar las de
nuestra propia vida y adueñarnos de nuestros deseos y su realización, al
menos en la medida de lo posible.
Para esto solo basta la decisión de disponer de un breve tiempo para
realizar actividades que nos hagan sentir bien. Cada uno, de acuerdo con
sus necesidades, gustos e intereses, podrá llevar a cabo aquellas que le
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Reemplazo de la reacción
Si logramos registrar el momento anterior al “punto de no retorno”,
podremos incorporar alguna conducta que reemplace al descontrol.
Debe tratarse de un acto concreto pensado de antemano, que involucre
al movimiento corporal, breve, simple, con posibilidad de repetición, y
claramente recordable.
En una oportunidad le sugerí a una paciente que pensara en alguna
acción de estas características para recurrir a él en los momentos previos
a un desborde. Como no se le ocurría ninguno, yo, solo a los efectos de
ejemplificar a qué tipo de acción me refería, dije casi sin pensar: “Bueno…,
no sé, podrías dar cinco vueltas alrededor de una silla…, o cualquier otra
acción semejante que se te ocurra”.
Ella, a quien voy a llamar L., tenía serias dificultades para contener su
ira. Ante determinados estímulos podía llegar a estallar de manera feroz,
gritar y empezar a romper objetos. Luego se sentía agotada, terriblemente
culpable y desgraciada. Sus reacciones le habían traído muy serios problemas
en las relaciones con sus hijos adolescentes, al punto de que ellos habían
decidido irse a vivir con su padre. Este, a su vez, varios años atrás, había
usado como argumento la violencia de ella para solicitar el divorcio.
L. quería cambiar ese patrón a toda costa. En su tratamiento terapéutico
se abocó a ese objetivo con enorme voluntad. Su historia personal daba
cuenta de cómo se había instalado esa modalidad negativa de respuesta a
los estímulos, y de cuán funcional le había resultado en su infancia, pero L.
era consciente de que en su etapa adulta ya no le servía a los mismos fines,
y le traía consecuencias en extremo negativas.
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Expresión asertiva
Expresar la ira asertivamente significa hacerlo de manera respetuosa
para con uno mismo y para con los demás, haciendo explícitos los propios
sentimientos, deseos y necesidades, y poniendo límites claros y precisos.
No siempre se dan las circunstancias que hacen posible comunicar de este
modo el propio sentir, por lo que otra forma de afrontar esta emoción consiste
en reconocerla y, conscientemente, transformar su energía, o encauzarla en
otra dirección, para convertirla en un comportamiento más constructivo.
Descarga física
Si la ira nos invade, para neutralizarla puede ser eficaz: salir a caminar,
correr, limpiar la casa, arreglar el placard, o cualquier otra actividad que
implique un esfuerzo físico. También darse un baño, ya que el agua es una
excelente vía de descarga.
Poner al cuerpo en movimiento favorece al sistema inmune pues ayuda
a eliminar las toxinas del cuerpo y de la mente. Es también una fuente de
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La salud emocional
Escribir
Cuando la razón del enojo es una persona, podemos escribirle una
carta dirigida a ella, pero no con la intención de enviársela sino con el
triple objetivo de ayudarnos a aclarar nuestro sentimiento, poder objetivar
la situación y descargar nuestros pensamientos negativos.
Si la razón de la molestia fue provocada por una situación o
circunstancia, podemos confeccionar un escrito, sin destinatario.
Es conveniente escribir todo lo que sentimos respecto a lo que nos
enoja sin obviar nada. Guardar luego lo producido en una caja destinada
a tal fin, con una etiqueta que diga: Aquí se encuentran mis sentimientos
negativos. Si estos tienen su propio lugar para permanecer, no necesitan
acompañarnos en lo que queda del día.
Después de un tiempo volvamos a leerlo. Si al hacerlo notamos que
el enojo persiste y nos genera aún la misma indignación, lo guardamos
nuevamente en la caja. Continuamos repitiendo esta secuencia hasta que
ya no nos provoque nada. Ese es el momento de romperlo y tirarlo.
Puede que llegue un día en que la caja solo reciba visitantes por un
rato, o que solo con el acto de escribir ya se obtenga el alivio, y el escrito
vaya a parar al cesto de los papeles al instante.
Hablarle a la silla
Puede dar buen resultado colocar una silla frente a nosotros y hablarle
como si allí estuviera sentado quien nos enoja, o la situación estuviera allí
personificada. Tratemos de decirle todo lo que sentimos hasta que el alivio
se haga presente.
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Transformación de la energía
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Relajación consciente
La relajación constituye un método de autoeducación, un punto de
partida para el desarrollo de la conciencia corporal y mental que disminuye
las corazas energéticas, nos torna más receptivos y promueve el desarrollo
de la sensibilidad.
Mediante la focalización de la atención y pequeños movimientos, el
trabajo corporal consciente facilita el “darse cuenta” de sentimientos y
emociones, y promueve una mejor circulación de la energía.
El objetivo del siguiente ejercicio es aprender a regular el tono muscular
y bajar los niveles elevados de tensión. Requiere una dedicación mínima de
quince minutos.
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4. Suba sus cejas todo lo que pueda hacia arriba, manténgalas elevadas,
note la tensión que se produce en frente, sienes y zonas cercanas a
su nariz. Ahora, suavemente, deje caer con lentitud sus cejas hacia la
posición inicial. Inspire aire por la nariz hacia la parte baja del vientre,
retenga el aire y suéltelo con suavidad entre sus labios. Continúe res-
pirando así unas cuatro veces más.
5. Apriete fuertemente sus párpados contra sus ojos. Note la tensión que
se produce en los párpados, los ojos y la zona cercana a la nariz y la
frente. Ahora, suavemente, suelte esos músculos. Vuelva a inspirar ai-
re por la nariz hacia la parte baja del vientre, retenga el aire, suéltelo
con suavidad entre sus labios. Repita esta respiración cuatro veces más
6. Abra los orificios de su nariz tanto como pueda. Note la tensión en el
puente de la nariz y las mejillas, y sosténgala. Suavemente suelte la ten-
sión, libérese de ella. Vuelva a inspirar aire por la nariz hacia la parte ba-
ja de su vientre, retenga el aire, suéltelo con suavidad entre sus labios.
Repita esta respiración cuatro veces más.
7. Tire de las comisuras o extremos de los labios, como si forzara una son-
risa, todo lo que pueda y mantenga esa tensión. Note la tensión en su
mandíbula y labios. Suavemente, suéltela. Vuelva a inspirar aire por
la nariz hacia la parte baja de su vientre, retenga el aire, suéltelo con
suavidad entre sus labios. Repita esta respiración cuatro veces más.
8. Apriete fuertemente sus dientes superiores contra los inferiores. Man-
téngalos apretados. Suéltelos, líbrese de la tensión acumulada en esa
zona, disfrute del estado de relajación cada vez mayor.
9. Incline la cabeza hacia adelante todo lo que pueda sin forzar. Mantén-
gala ahí. Observe si hay tensión en cuello, garganta y nuca. Suéltela
suavemente y repita la respiración cuatro veces.
10. Vuelva a realizar un recorrido por todo su cuerpo y preste atención a
si registra alguna zona de tensión. Deténgase en esa zona y lleve la res-
piración hacia allí soltando todo el peso del cuerpo en cada espiración.
11. Respire libremente del modo que el cuerpo le pida. Puede que nece-
site suspirar y/o bostezar: no lo inhiba.
12. Preste atención ahora a cómo se siente y compare este registro con el
realizado en primer lugar. ¿Algo se ha modificado?
Un simple “prestar atención” y un “respirar” pueden obrar milagros
en la experiencia afectiva. Puede que la emoción se haya intensificado,
que haya desaparecido o que otra haya ocupado su lugar, pero es poco
probable que el estado permanezca igual.
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Capítulo 11 - Tristeza
La tristeza
La tristeza y sus variaciones: pena, aflicción, melancolía, desaliento,
desesperanza, duelo, nostalgia, nos movilizan hacia una nueva recomposición
personal.
Antón Chéjov, en su cuento titulado justamente “La tristeza”, la
describe así:
Yona vuelve la cabeza y abre la boca. Se ve que quiere decir algo; pero
sus labios están como paralizados y no puede pronunciar una palabra.
[…].
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Depresión
Cuando la tristeza se torna crónica se transforma en depresión, un
trastorno del estado de ánimo caracterizado por una sensación de melancolía
profunda que lo impregna todo, y que se prolonga en el tiempo más de lo
que sería esperable para la elaboración de un acontecimiento desgraciado.
No puede predeterminarse cuál es la medida temporal adecuada para
superar una pérdida, pues depende del estilo de la personalidad y también
de la magnitud del hecho que motivó la aparición de la tristeza en relación
con la capacidad de afrontamiento desarrollada por la persona a lo largo
de su vida.
Los síntomas de la depresión no son los mismos en todas las personas.
La mayor parte experimenta falta de motivación; fatiga o sensación de
lentitud; problemas de concentración; trastornos del sueño; sentimientos de
culpa; inutilidad o desesperanza; aumento, o pérdida, de apetito o de peso;
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La salud emocional
Depresión y salud
La relación entre depresión y enfermedad fue investigada por Morris
y Greer (1980), quienes describieron a la personalidad tipo C relacionándola
con el cáncer. Sus características son: cooperación; pasividad; baja energía;
sumisión; represión emocional, sobre todo bajo estrés; vulnerabilidad;
dificultad para expresar las emociones negativas, particularmente del
enojo; depresión; desvalimiento.
El mecanismo psicológico que atribuyeron al desarrollo del cáncer en
este tipo de personalidades se centró en el paradigma de la indefensión
aprendida. Este se basa en experimentos realizados con animales de labo-
ratorio expuestos a estresores incontrolables. Estos desvalidos animales, al
no poder controlar su situación, tienen reacciones en su sistema neuroen-
docrino que afectan a su sistema inmunológico. Su sistema de defensas se
empobrece provocando el incremento del crecimiento de tumores implan-
tados, una reducción en la producción de linfocitos T y de la actividad de los
anticuerpos naturales. También ha sido observada, en estos casos, la eleva-
ción de los opiáceos naturales. De todos ellos, la merma de anticuerpos ha
sido la más vigorosamente perseguida como la conexión psicológica entre
la vulnerabilidad e indefensión humana y cáncer.
Duelos saludables
La tristeza aparece ante las pérdidas, y estas se elaboran a través
de duelos. Si podemos separarnos de aquello que perdimos, podremos
despedirnos de lo que ya no es ni será, y continuar siendo, esencialmente,
nosotros mismos.
El duelo se torna crónico cuando sentimos que lo que se fue, o ya no
está, se ha llevado una parte nuestra, nos ha escindido de alguna manera.
En ese caso no podemos discriminar lo propio de lo ajeno, y somos nosotros
los que hemos “perdido” la conexión con nuestro propio ser.
Es muy importante aclarar que, en el caso de tratarse del duelo por
la pérdida de un ser querido, el dolor es inevitable. Cuanto mayor sea el
amor experimentado hacia la persona fallecida, más grande y profunda
será la pena, pero no hay que olvidar que la muerte es lo esperable en
todos los casos.
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Capítulo 12 - Estrategias para elaborar las pérdidas
Compartir el sentimiento
En el dolor por la pérdida, aunque no seamos conscientes de esto,
nuestra mayor necesidad pasa por la cercanía y el afecto de quienes nos
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Llorar
Dejar fluir el llanto, una reacción natural que tiene un efecto
enormemente benéfico: promueve la relajación y la tranquilidad de espíritu,
ayuda a drenar el dolor y a despedirse.
Entrenar el cambio
Para entrenar la capacidad de cambio y ponerla al servicio de elaborar
las pérdidas, podemos realizar una práctica paulatina que parta desde lo
más concreto (objetos, hábitos y rutinas) hasta lo más sutil (afectos y bienes
espirituales).
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Capítulo 13 - Miedo
El miedo
Abarca un grupo de emociones tales como temor, ansiedad,
preocupación, inseguridad, fobia, terror, horror, pavor, pánico y espanto.
Anticipa algo que se evalúa como amenazante o peligroso. Todas ellas se
corresponden con intensidades mayores, o menores, de un mismo patrón
afectivo y fisiológico.
Charles Dickens, en su novela Oliver Twist, describe del siguiente
modo el temor de su personaje cuando, después de atravesar terribles
desventuras, se encuentra a salvo y teme que Fagin, el ladrón, vuelva a
llevarlo a su guarida:
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Ansiedad
Es un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo que responde
a un sentimiento de amenaza ante algo o alguien imaginario, fuera del
aquí y ahora, pero vivido como amenaza real, y al cual se dirige la atención.
Provoca una anticipación temerosa, plena de incertidumbre, por lo que hay
en ella un componente de la sorpresa, del sobresalto.
Esta emoción tiende a producir un efecto subjetivo de
“adelantamiento” en el tiempo que se experimenta del presente hacia el
futuro. Quien la padece tiene dificultades para permanecer en el “aquí y
ahora” de la experiencia.
El miedo, al igual que la fobia, es a algo, mientras que el objeto de la
ansiedad es incierto y se relaciona con la anticipación a un peligro futuro,
indefinido e imprevisible.
Existe una ansiedad positiva, necesaria para activar la realización de
ciertas tareas que requieren urgencia en su realización, o para resolver
problemas de un modo eficaz, pero la ansiedad excesiva interfiere nuestro
rendimiento en todos los ámbitos.
Con relación a la salud, esta emoción inhibe al sistema inmune.
Esto propicia el inicio de las enfermedades y constituye un obstáculo en
los procesos de recuperación. Influye, principalmente, en la contracción
de afecciones infecciosas tales como resfríos, gripes y herpes. Estamos
constantemente expuestos a virus y bacterias que nuestro sistema
inmunológico combate pero, cuando la ansiedad persiste, aquel pierde
eficacia. Por otra parte, las preocupaciones hacen que el sistema nervioso
simpático permanezca activado, lo que induce a los riñones a retener sal y
a alterar así la regulación de la presión arterial.
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Pánico
Dentro del espectro de los trastornos de ansiedad se encuentran las
llamadas “crisis de angustia”6 o “ataques de pánico”, que remiten a los
episodios que experimentan quienes padecen “trastorno de pánico”. Los
“ataques” pasan a constituirse en “trastorno” cuando su ocurrencia alcanza
una relativa frecuencia.
Los “ataques” se manifiestan de manera brusca e inesperada, sin un
estímulo determinado e identificable. Los síntomas que pueden presentarse
son (según la descripción del Manual DSM-IV de criterios diagnósticos)
aparición temporal y aislada de miedo, o malestar intensos, acompañada
de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y
alcanzan su máxima expresión en los primeros diez minutos:
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Capítulo 14 - Estrés
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.
Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno,
porque sin crisis todo viento es caricia.
Albert Einstein
El estrés
La palabra “estrés” deriva del término inglés stress, que significa
“fuerza que impulsa, presión, tensión, contracción”. En el siglo XX, a
principios de la década del treinta, los pioneros de su investigación en el
campo de la medicina fueron Claude Bernard, Walter Cannon y Hans Selye,
quienes definieron al estrés como “una respuesta adaptativa del organismo
frente a los estímulos que amenazaban su estabilidad”.
Cuando mis dos hijos mayores eran pequeños, y el menor aún no había
nacido, tuvimos un accidente automovilístico camino a nuestras vacacio-
nes de verano. Recuerdo que, el momento inmediatamente posterior al
suceso, salí del vehículo, que era de dos puertas, rebatí el asiento delan-
tero para sacar a mi hijo, de un año y medio, y a mi hija, de cuatro años,
y los llevé alzados hasta la banquina.
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La resiliencia
La resiliencia es una capacidad que poseemos los seres humanos
de sobreponernos a las crisis, y de construir positivamente a partir
de ellas. Esta cualidad se basa en algunos factores que facilitan esta
respuesta:
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Autoestima y estrés
En las teorías del estrés como respuesta se sobrevalora el poder de la
amenaza para provocarlo sin tener en cuenta las diferencias individuales a
la hora de afrontar los desafíos. No todos reaccionamos del mismo modo
ante las presiones. La manera en la cual lo hacemos está muy relacionada
con nuestro autoconcepto y en especial, con nuestra autoestima.
El autoconcepto es el conjunto de creencias y conocimientos que
tenemos acerca de nosotros mismos. Estas ideas orientan nuestra conducta,
guían nuestras acciones y condicionan nuestros vínculos e interacciones.
La autoestima es el componente valorativo del autoconcepto. Refleja
la opinión que nos merecen nuestra propia persona y nuestro desempeño.
Todas las ideas que la conforman se incorporan en el transcurso de nuestras
etapas más primarias de la vida, pero diversas experiencias a lo largo de la
existencia pueden producir cambios.
La autoestima se construye sobre la estructura de base de la valoración
que hemos recibido por parte de los responsables de nuestra supervivencia,
educación y crianza: familia, escuela, barrio y demás ambientes en los cuales
“los otros” nos han devuelto la propia imagen, han calificado o descalificado
conductas, y han confirmado, o no, características, capacidades y aptitudes.
El modo en que nos sentimos respecto de nosotros mismos afecta
todas nuestras experiencias y respuestas ante los acontecimientos, pues
aquellas dependen de quién cada uno cree que es, de cuánto cree que vale
y de qué se considera capaz de hacer y afrontar.
Las marcas de la infancia y la adolescencia son muy importantes en
este sentido, pero el autoconcepto no es algo acabado o fijo. Es dinámico
y tiene la capacidad de modificarse a lo largo de la vida en función de las
distintas experiencias vitales. Muchas veces las situaciones límite provocan
un cambio drástico en ese sentido.
Voy a exponer un caso clínico que ilustra muy bien esta idea.
Se trata del caso de una pareja: Alberto, de 50 años, se desempeñaba
como ingeniero para una empresa internacional, y Rita, de 49, era profesora
de inglés, pero había dejado de trabajar para ocuparse de la casa y la familia
cuando nació el segundo de sus cuatro hijos, cuyas edades, al momento de
la consulta, eran de 28, 26, 25 y 20. Tres varones y, la menor, una mujer.
En la primera entrevista, él se mostró expansivo, simpático, seguro de
sí mismo, con cierto toque de sobreactuación. Ella, muy tímida, apocada,
insegura, sentada en el borde de la silla. Ya en esa ocasión quedó en evidencia
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La salud emocional
que en esa pareja todas las decisiones importantes las tomaba Alberto. Rita
no manifestaba molestia por esto en lo más mínimo, ni tampoco expresaba
que le hiciera alguna mella el hecho de que él no la consultara ni siquiera
en elecciones cuyas consecuencias los afectaban a ambos.
Lo que los trajo a la consulta no es relevante para el tema que nos
ocupa, pero sí mencionar su relación con el hecho de que a Alberto le
habían ofrecido un traslado a una ciudad de provincia, que significaba un
incremento importante en sus ingresos y su estatus dentro de la empresa.
Esto acarreaba una serie de decisiones familiares con respecto a los hijos
que ellos querían resolver.
A lo largo de las sucesivas entrevistas, que fueron alrededor de ocho,
la recurrente actitud pasiva de Rita despertaba en mí el impulso de hacer
señalamientos al respecto. Recuerdo que en los momentos previos a la
llegada de la pareja, cuando revisaba mis notas a fin de prepararme para
el encuentro, me sentía movilizada en un punto débil personal, al que
necesito estar atenta en mi rol de terapeuta: la fuerte opinión y movilización
emocional que me provoca el hecho de que las mujeres no se ubiquen en
un lugar de paridad con relación a los hombres. Sobre todo si se trata de
una relación de pareja que, como su nombre lo indica, implica un reparto
equitativo de roles y posiciones.
Por esto, antes de las sesiones me preparaba, cada vez, para diferenciar
lo que para mí era un problema de lo que era un problema para los demás,
tratando de respetar los pensamientos y sentimientos de estos pacientes.
Mi esfuerzo no impedía que, a través de alguna pregunta, intentara
provocar en Rita alguna reflexión al respecto. Por tal motivo, me encontré,
en varias oportunidades, preguntándole por su propio deseo o necesidad.
Nunca me dio una respuesta concreta. Se acomodaba a lo que él decía con
total naturalidad, casi sin que me diera cuenta de cómo lo hacía, en una
coreografía perfectamente incorporada.
Finalmente resolvieron las cosas de una manera que les resultó
satisfactoria: se trasladaron al interior con la hija y los tres varones quedaron
acá. Cada tanto, Rita me enviaba, por correo electrónico, algún breve saludo
en el que me contaba, escuetamente, que estaban bien.
Pasados casi dos años del traslado no volví a tener noticias suyas hasta
que, a cuatro años de aquella secuencia de entrevistas, Rita me llamó por
teléfono solicitándome un turno para consulta.
Ni bien abrí la puerta supe que me encontraba ante una persona dife-
rente. Su apariencia había cambiado de manera radical: de un prolijo y lacio
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Capítulo 15 - Estrategias para el alivio del estrés
La prevención
Lo que habitualmente me Modo en que manejo esa Cambio que podría hacer
estresa situación para manejarla mejor
ESPACIO
ESPACIO
Recarga energética
Como forma de prevención del estrés es importante organizar un
andamiaje de actividades regulares que nos sirvan para recargar la energía
que pudiéramos haber empleado en afrontar conflictos.
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La salud emocional
Tiempo de ocio
El ocio es el tiempo libre, o tiempo no utilizado en una actividad
laboral, y no debe considerarse una pérdida de tiempo sino una actividad
recreativa.
El ocio productivo incrementa nuestra calidad de vida y la sensación
de bienestar en todas sus dimensiones: física, mental, emocional, social y
espiritual.
Podemos utilizar la siguiente tabla para organizarlo y registrar qué
solemos hacer con él.
ESPACIO ESPACIO
ESPACIO ESPACIO
Relajación consciente II
Nuestro cuerpo siempre nos avisa cuando le estamos exigiendo más
de lo que puede dar. Para aprender a escuchar sus susurros nada mejor que
acceder a la conciencia corporal mediante la relajación y la atención.
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La salud emocional
• Ahora ténselos llevando las puntas hacia atrás, retenga y luego aflóje-
los. Realice esta maniobra, al menos, tres veces.
• Lleve la atención a sus piernas. Ténselas, acompañando con la tensión
de los pies ya realizada. Retenga y aflójelas. Repita tres veces.
• Tense sus músculos abdominales presionando lo más posible sus órga-
nos internos, retenga la tensión y suelte. Repita tres veces.
• Cierre sus puños tensando manos y brazos. Retenga y afloje. Repita
tres veces.
• Presione su espalda contra el piso, retenga y luego afloje. Repita tres
veces.
• Intente elevar mínimamente su cabeza y afloje. Repita tres veces.
• Frunza su rostro de modo de tensar los músculos de su cara. Retenga
la tensión y afloje. Repita tres veces.
• Realice nuevamente un recorrido imaginario por su cuerpo tratando
de registrar cómo lo siente ahora, y si persiste alguna zona de tensión.
• Trate de percibir si existe alguna diferencia de sensación entre el lado
derecho y el lado izquierdo de su cuerpo.
• Trate de aflojar cualquier excedente de tensión que registre.
• Descanse unos minutos.
• Poco a poco vaya despertando al cuerpo para que vuelva a tonificarse.
Movilice manos, pies y musculatura del rostro. Desperécese. Suspire o
bostece si su cuerpo se lo pide.
• Póngase de costado con las rodillas flexionadas y, presionando en el
piso con el brazo que está arriba, vaya incorporándose lentamente
hasta llegar a la posición sentada.
• Con cuidado y sin forzar ningún movimiento póngase de pie y camine.
Preste atención a cómo se siente ahora.
• Continúe con sus tareas habituales disfrutando de las energías reno-
vadas de su cuerpo.
Alimentación equilibrada
Las exigencias a las que sometemos al cuerpo cuando afrontamos
desafíos requieren de una compensación acorde con el trabajo que le
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demandamos. Por esta razón, al hallarnos bajo estrés debemos cuidar más
que nunca nuestra alimentación y proveernos de los nutrientes que nuestro
organismo necesita.
La licenciada Susana Zurschmitten, en su libro Dieta para una vida
sana, establece alimentos esenciales para fortalecer al sistema nervioso en
situaciones de estrés:
El tabaco
El tabaco es fuente de intoxicación para el organismo y lo limita en su
capacidad de afrontamiento del estrés. Por esta razón, si quiere aliviarlo y
fuma, le está dando al cuerpo un mensaje contradictorio.
El descanso
Bríndele al organismo un ritmo ordenado de actividad y reposo. Si se
encuentra muy cansado o exigido interrumpa antes de llegar al agotamiento
y tómese un rato para reposar o realizar alguna actividad que lo ayude a
reponerse.
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• Impuntualidad.
• Sensación constante de urgencia.
• Falta de tiempo para relajarse y descargar tensiones.
• Sensación de que el tiempo se le escapa de las manos.
• Deseo de una vida más sencilla, con menos actividades y compro-
misos.
• Persistente sensación de culpa por no estar haciendo todo lo que
“debiera”.
El análisis del uso que hacemos de nuestro tiempo puede contribuir
a que tomemos conciencia y revisemos lo que es o no prioritario, que
hagamos una distribución más eficiente del mismo y que podamos detectar
las dificultades que obstaculizan su adecuada distribución. El problema
también puede deberse a la evaluación poco realista de la cantidad de
cosas que se pretenden realizar en un lapso de tiempo no suficiente para
ello.
Confeccione un listado de las actividades que realiza habitualmente.
A modo de recordatorio propongo algunos ítems:
• Descanso.
• Higiene y cuidados personales.
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• Alimentación.
• Desarrollo personal: actividad física, relajación, lecturas, cursos,
talleres, estudio, actividades varias que sienta que lo conducen a
ese fin.
• Entretenimientos. Hobbies. Encuentros con amigos.
• Actividades sociales.
• Traslados.
• Organice las actividades por orden de importancia. Reflexione
acerca del tiempo que les dedica. Piense si necesita hacer algún
cambio: descartar alguna actividad, incorporar una nueva o modi-
ficar el ritmo y la frecuencia con que lleva a cabo las que realiza.
• Confeccione un listado de actividades pendientes. Ubíquelas por
orden de importancia y urgencia. Propóngase la realización de,
al menos, una de ellas en las siguientes 24 horas.
• ¿Reconoce algún patrón que lo lleva a desperdiciar su tiempo?
¿Puede describirlo? Escriba sus conclusiones.
• Propóngase un pequeño cambio por día para empezar a modifi-
car ese patrón paulatinamente.
Lo más importante para el control de nuestro tiempo es tomar
conciencia de la importancia que este tiene como recurso no renovable, y
de la posibilidad real que tenemos de manejarlo.
Cuidar la mente
La capacidad de afrontamiento
Una manera de identificar recursos y capacidades es hacer un
recordatorio de aquellas experiencias estresantes que hemos logrado
enfrentar y superar.
Los recursos pueden estar en nuestro interior, o encontrarse en el
mundo de afectos y relaciones que nos rodean.
También puede ser de gran ayuda, en el proceso de conocernos mejor,
identificar nuestras debilidades, o aquello para lo que no somos capaces.
Esto puede impulsarnos a trabajar para desarrollar, o cambiar, lo que sea
necesario.
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La salud emocional
ESPACIO
ESPACIO
Lo que puedo
Acontecimientos estresantes
controlar de esta Recurso que podría utilizar
actuales
situación
ESPACIO
ESPACIO
La solución de problemas
Resulta imposible concebir la existencia de una persona sin la presencia
de problemas a los cuales esta tenga que dar respuesta y solución.
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Capítulo 16 - Alegría
Hay que tomar las cosas con más alegría de la que merecen,
sobre todo porque las hemos tomado en serio
más largo tiempo del que merecían.
Friedrich Nietzsche, en Aurora
La alegría
Esta emoción y sus variantes (disfrute, diversión, felicidad, dicha,
euforia, contento) nos inducen a reproducir aquello que nos gratifica.
El mulá Nasrudin es el protagonista de una serie de historias sufíes
destinadas a provocar una toma de conciencia a través del humor y la
metáfora.
He aquí una relacionada con la alegría.
Sin hablar, Nasrudin tomó la mochila del viajero y salió corriendo como
una liebre. El conocimiento que tenía del lugar hizo que tomara ventaja.
El infeliz viajero pronto apareció en las vueltas del sendero, más descon-
solado que nunca por la pérdida de la mochila. Cuando la vio allí, corrió
hacia ella gritando de alegría.
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La felicidad
El diccionario la define como placer, complacencia de ánimo al poseer
un bien cualquiera, satisfacción, júbilo, gusto. Su significado ha variado
según épocas y culturas pero, en todos los casos, se ha relacionado con
la idea de que los seres humanos estamos capacitados para alcanzar, en
alguna medida o en términos generales, plenitud y satisfacción.
En mi juventud, la alegría y el contento no tenían buena prensa. Con
mi grupo de amigos leíamos a Sartre, Kafka y Camus. Vestíamos de negro,
sonreíamos poco, éramos graves, serios, intelectuales. Nos reuníamos en los
cafés para hablar de lo duro de la existencia, recitar a Rimbaud o Mallarmé,
o comentar un libro de Jaspers.
Con mis compañeras del profesorado de literatura ensayábamos una
obra de teatro que me marcó profundamente: A puertas cerradas, de
Sartre, cuyo argumento daba cuenta de que la felicidad era inalcanzable.
En consonancia con su nombre, nunca llegamos a estrenarla.
Hermann Hesse, con su dualidad y melancolía, ocupó durante años un
lugar privilegiado en mi mesita de luz, y solo fue desplazado en ocasiones
por García Márquez o Bioy Casares.
Luego estuvo el psicoanálisis, bucear en mi interior, llorar por lo que
fue, lo que no fue, y lo que ya no podría ser. La pérdida de la democracia,
los tiempos duros de la dictadura militar de 1976 a 1983, los amigos que se
iban, los que desaparecían. ¿Cómo podía reflexionar acerca de la felicidad?
Durante años, ese tema no convocó mi atención. Si estaba alegre o contenta
lo disfrutaba, eso era todo.
Cuando apenas empezaban a circular teorías acerca de la felicidad y la
psicología positiva todavía no había visto la luz, por razones profesionales me
encontré trabajando en un círculo de representantes del movimiento New
Age que, según mi parecer de aquel momento, proclamaban la felicidad por
decreto. Algo así como el imperativo categórico de Kant aplicado a pensar
de manera optimista. El pensamiento positivo a costa de todo: la negación,
la omnipotencia, el pensamiento mágico. Mi cerebro lógico se vio sacudido
profundamente por tal extremismo. No quería negar la existencia de la
felicidad pero sí me resistía a aceptarla porque sí, adhiriendo por mandato
a una alegría inconsistente.
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• Los felices porque “tenían”: ese “tener” estaba asociado a bienes ma-
teriales, afectivos o espirituales.
• Los felices porque “eran”: el “ser” se relacionaba con la autorrealiza-
ción a través de desarrollos personales en diferentes campos como el
arte, la ciencia, un oficio, una profesión o un rol, y el reconocimiento
de otros significativos.
Otra conclusión que extraje de mi trabajo de campo fue que la
respuesta sobre la felicidad es personal, subjetiva, indefectiblemente
asociada a algún tipo de satisfacción o logro, mientras que su opuesto, la
infelicidad, se relaciona con pérdidas, desgracias o insatisfacción.
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La vida feliz es, por lo tanto, como la que está conforme con su naturale-
za; lo cual no puede suceder más que si, primero, el alma está sana y en
constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardien-
te, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin
angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas
que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la
fortuna, sin ser esclava de ellos. De ello nace una constante tranquilidad y
libertad, una vez alejadas las cosas que nos irritan o nos aterran […], pues
toda ferocidad procede de debilidad.
Freud y la felicidad
Dada la enorme influencia que ha tenido Sigmund Freud en el
pensamiento occidental, me pareció también importante hacer un recorrido
por su obra para ver cuál era su concepción acerca del tema.
En El malestar en la cultura (1930) se pregunta: ¿qué fines y propósitos
de vida expresan los hombres en su propia conducta; qué esperan de la
vida, qué pretenden alcanzar en ella? y contundentemente afirma que
“aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de
serlo”.
Él veía en esta aspiración dos finalidades de diferente valoración:
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cada individuo. Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno
debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz.
5. La elección del camino a seguir será influida por los más diversos
factores. Todo depende de la suma de satisfacción real que pueda
esperar del mundo exterior y de la medida en que se incline a inde-
pendizarse de este; por fin, también de la fuerza que se atribuya a sí
mismo para modificarlo según sus deseos.
6. Además de las circunstancias exteriores, desempeña un papel de-
terminante la constitución psíquica del individuo. Distingue así a:
- Quienes privilegian la satisfacción lograda en los vínculos afectivos
que los ligan a otras personas.
- Quienes buscan las satisfacciones esenciales en su propio mundo in-
terior.
- Quienes las encuentran en las acciones que realizan en el mundo
exterior.
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Alcanzar la felicidad
A lo largo de este libro he ido desarrollando algunos recursos que
facilitan el acceso a la salud emocional, sabiendo que la felicidad y la alegría
están intrínsecamente ligadas a ella:
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Epílogo
Entre los tres y los once años habité, junto con mis padres, un
departamento tipo casa en el barrio de Almagro. Se trataba de un edificio
sencillo y bastante humilde, con un pasillo a cielo abierto a los que daban
las entradas de los departamentos que, habitualmente, permanecían con
las puertas sin cerrar.
Desde muy chica me entretuve observando la vida de los adultos. El
umbral de la puerta de mi casa era un buen lugar para mirar el ir y venir de
los vecinos, y escuchar sus conversaciones.
Los retazos de intimidad que se escurrían por las rendijas, los murmullos
de las mujeres en el pasillo, los reveladores comentarios de los chicos
cuando jugábamos todos juntos, el colorido espectáculo de emociones sin
cauce ni rumbo que habitaba mi propia casa, y el edificio entero, me fueron
acercando sustanciales saberes acerca de cómo eran las cosas de la vida, los
mundos sutiles de la existencia, los sentimientos y las pasiones.
Mientras desarrollaba los contenidos de este libro, me transporté
sin proponérmelo al territorio de mi infancia, sus recuerdos, las voces del
barrio, y a los universos imaginarios de las poesías que recitaba mi madre.
Dentro de su repertorio, y entre mis preferidas, estaba “El dulce
milagro”, de Juana de Ibarbourou. A la hora de escribir este epílogo, vino
a mi mente este poema que da cuenta, mucho mejor de lo que yo puedo
explicar, de cómo me siento en este momento…
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besome las manos y, en ellas,
¡oh gracia!, brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Y murmura al verme la gente que pasa:
“¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
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Bibliografía
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Shah, I. (1969): Las hazañas del incomparable mulá Nasrudin. Buenos Aires,
Kalendar.
Séneca, L. A. (1986): Sobre la felicidad. Madrid, Alianza Editorial.
Verne, J. (2009): Viaje al centro de la tierra. Madrid, Heliasta.
Wainwright, G. (1988): El lenguaje del cuerpo. Buenos Aires, REI Argentina.
Watzlawick, P., Beavin, J. y Jackson, D. (1967): Teoría de la comunicación
humana. Barcelona, Herder.
Yalom, I. (1984): Psicoterapia existencial. Barcelona, Herder.
Zaldívar Pérez, D. (1996): Conocimiento y dominio del estrés. La Habana,
Científico-Técnica.
Zurschmitten, S. (2009): Dieta para una vida sana. Buenos Aires, Paidós.
<http://www.candacepert.com/>
<http://www.howardgardner.com/>
<http://www.oxytocin.org/index.html>
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Acerca de la autora