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GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898.

Las colonias españolas de las islas Antillas (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo), además de Filipinas,
quedaron al margen del proceso emancipador que recorrió el continente americano entre 1808 y 1825 y,
curiosamente, las primeras zonas de América donde llegaron los españoles serán las últimas en
independizarse. Los españoles abandonaron definitivamente Santo Domingo en 1865 tras varias guerras
civiles y de independencia, quedando la isla dividida en dos países: Haití y la República Dominicana.

La derrota contra la armada de EE.UU. y la pérdida de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam
en el año 1898 supuso un duro golpe para la España de la Restauración borbónica y la conclusión del
imperio colonial, que había empezado en el siglo XVI. Tuvo lugar durante la regencia de la esposa de
Alfonso XII, Mª Cristina, la madre de Alfonso XIII, que accedió al poder tras la muerte prematura del rey y
estando embarazada.

Cuba, privilegiada por la naturaleza (tierras fértiles, abundancia de agua y bosques), había tenido
desde siempre un interés económico para España, sobre todo, cuando en el siglo XIX se convirtió en la
primera productora mundial de azúcar de caña. Esta industria azucarera estaba en manos de ricos
hacendados cubanos, élite criolla, que a mediados del XIX, buscaron la separación de la madre patria al
verse sus intereses económicos de esta amenazados por las medidas abolicionistas de la trata y
esclavitud. Circunstancia que vino a sumarse a la crisis económica que embargó a la isla, por su condición
de economía de monocultivo (caída de los precios del azúcar de caña, competencia del azúcar de
remolacha europea, fluctuaciones del mercado estadounidense, que era su principal comprador, etc.). A
pesar de la relativa tranquilidad las ideas liberales y nacionalistas fueron penetrando en la isla y ya en los
60 se veían varias posturas entre las élites criollas respecto al régimen político: reformistas, autonomistas
y separatistas o independentistas.

Los antecedentes de la independencia

La Guerra de los Diez Años (1868-1878).

Aprovechando la crisis política de España (exilio de Isabel II con motivo de la «Gloriosa Revolución» de
1868), uno de estos ricos hacendados cubanos, Manuel de Céspedes, inicia la guerra contra España por
la independencia de Cuba, en su hacienda cerca de Yara, octubre de 1868 (Grito de Yara). Comenzaba
así una guerra larga y cruenta (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). Una guerra de desgaste en la que
los rebeldes practicaron la táctica de la guerrilla y tuvieron a su favor el apoyo de los campesinos y la
imposibilidad de España de dedicar de lleno sus energías al problema cubano, inmersa en la tercera
guerra carlista (1872-76). Concluida ésta, el gobierno español pudo entonces concentrar sus esfuerzos en
Cuba, enviando con más de 100.000 soldados al general Martínez Campos, bajo la promesa de amnistía,
reformas y autonomía. La guerra concluyó con la Paz de Zanjón (1878). Con este pacto, los cubanos
pretenden conseguir la autonomía para Cuba, tener representación en las Cortes y acceso al gobierno, así
como el cese de la esclavitud de los cubanos sometidos a los españoles. Por su parte, los insurgentes se
comprometieron a devolver las armas, hecho que no ocurrió. Además, hubo amnistía.

El gobierno español no cumple sus promesas y surgen en Cuba dos partidos políticos siguiéndose el
modelo bipartidista. Uno de origen cubano, el Partido Autonomista, y otro, la Unión Constitucional
conservadora, partidarios del completo control sobre la colonia y enemigos de toda concesión o reforma.
Pero, aunque el Partido Liberal entonces imperante (Sagasta) se muestra proclive a favorecer a Cuba, no
llega a conseguir más que la abolición de la esclavitud (1888) y no la concesión de autonomía para la isla.

Es en este contexto donde hay que entender la penetración económica de Estados Unidos, que hacia
1890 controla la isla económicamente: el 85% de la producción de azúcar estaba en manos de la Sugar
Company Trust, los transportes estaban en manos de empresas estadounidenses. Es por esta razón por
lo que Estados Unidos se inmiscuirá en Cuba y chocará con los intereses españoles.

El Grito de Baire. Filipinas

Tras un nuevo intento frustrado (Guerra Chiquita, 1879-80), los cubanos se convencieron de que la
única solución a sus problemas era la absoluta independencia de la Corona española, y el líder de esta
idea sería José Martí, poeta, abogado y periodista cubano, exiliado a Estados Unidos cuando fracasó la
Guerra de los Diez Años, y fundador en 1892 del Partido Revolucionario Cubano, cuya tesis era la
guerra con España como «justa y necesaria”.

Martí, el dominicano Máximo Gómez, el cubano Antonio Maceo y Calixto García protagonizarían la
segunda guerra de independencia. Comenzó con el Grito de Baire el 24 de febrero de 1895, con la
posterior publicación del Manifiesto de Monte Christi, verdadero programa del movimiento independentista.
Los rebeldes proclamaron la República de Cuba. España no la quiso reconocer, pero sí les concedió la
autonomía que entró en vigor el 1 de enero de 1898. Pero ya era demasiado tarde. El ejército español
resultaba poco eficaz y veía diezmadas sus filas, más que por las acciones bélicas, por la implacable
mortandad sembrada por el paludismo, la fiebre amarilla y otras enfermedades.

El general Martínez Campos es sustituido por Weyler, que lleva a cabo una represión brutal: recluye a
los campesinos en campos aislados, tronchas, para evitar su unión a la insurrección, y castiga a muchos
insurrectos con la muerte. Esta decisión provoca un estado de enfrentamiento internacional contra España.

Cuando Cánovas muere, sube al poder Sagasta quien manda al general Blanco a Cuba para
reemplazarlo. Además, se decreta la autonomía de Cuba, la igualdad de derechos con respecto a los
españoles, etc. para evitar perder la isla y enfrentarse a Estados Unidos; pero los independentistas ya no
se conforman solo con la autonomía.

Paralelamente al conflicto cubano, en 1896, se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. Ésta había
recibido una escasa inmigración española y contaba con una débil presencia militar, pero con un
importante contingente de misioneros: dominicos, franciscanos, etc. Los intereses españoles eran mucho
menores que en Cuba, pero se mantenían por su producción de tabaco y por ser una puerta de
intercambios comerciales con el continente asiático.

El independentismo filipino fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892, y en
la organización clandestina Katipunan. Ambas tuvieron el apoyo de una facción de la burguesía mestiza
hispanoparlante y de grupos indígenas. La insurrección se extendió por la provincia de Manila y el capitán
general Camilo García Polavieja llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal en 1896,
considerado desde entonces héroe nacional filipino. En 1897 fue nombrado capitán general Fernando
Primo de Rivera, que promovió una negociación indirecta con los líderes de la insurrección, dando como
resultado una pacificación momentánea del archipiélago.

La intervención de Estados Unidos: Independencia de Cuba y Filipinas.

Estados Unidos se convirtió en el mercado por excelencia de los productos cubanos y, especialmente, del
azúcar; la metrópoli económica de Cuba no era España, sino los Estados Unidos. Por otra parte, un
posible conflicto con España por el problema cubano daría ocasión a los Estados Unidos de apoderarse
también de las Filipinas, convirtiéndolas en una base de operaciones desde la que acceder a los lucrativos
mercados de Asia.
Así pues, la negativa de los gobiernos de la Restauración a la concesión de autonomía a Cuba y Filipinas
fue la causa directa de las rebeliones que estallaron en ambos lugares; pero los intereses imperialistas
condujeron a los Estados Unidos a intervenir en el conflicto y resolverlo en su exclusivo beneficio: La
verdadera pretensión de Estados Unidos era anexionarse Cuba, y la guerra fue la alternativa que eligió
después de los frustrados intentos de comprársela a España (cuatro en total).
Estados Unidos estaba construyendo su imperio y la isla era un apetecible mercado para los excedentes
comerciales y de capital de los grandes hombres de negocios.

Lógicamente, de cara a la opinión internacional, Estados Unidos ocultó su imperialismo bajo razones
humanitarias y acorde con los principios filosófico/ideológicos que guiaban su política exterior: El Destino
Manifiesto de O'Sullivan (1830), que afirma que el destino manifiesto de Estados Unidos es extender la
democracia al resto del mundo y ahora se presentaba como la nación que tenía el «deber» de poner fin a
«las horribles condiciones que existían en Cuba desde hacía tres años», es decir, desde febrero de 1895.
Pero también por La Doctrina Monroe (1823), que se puede resumir con la frase "América para los
americanos", pero que en la práctica supone la intervención económica estadounidense en todo el
continente.

En Estados Unidos, Cleveland perdió las elecciones ante McKinley (Partido Republicano) el mismo año. El
nuevo presidente era claramente partidario de la intervención directa en el conflicto cubano y orquestó una
gran campaña publicitaria para poner a la opinión pública estadounidense a favor de la guerra con España.
En esta campaña jugaron un papel crucial los grandes magnates de la comunicación Joseph Pulitzer (New
York World) y William Randolph Hearst (New York Journal), creadores de la prensa amarilla, que
manipularon las noticias provenientes de Cuba para tal fin y, simplemente, para vender más periódicos.

Con la opinión pública a favor sólo hacía falta un pretexto para que Estados Unidos entrara en
guerra. Este pretexto fue el estallido del Acorazado Maine en el puerto de La Habana el 15/02/1898,
suceso del que el gobierno estadounidense culpó a España y en el que murieron 266 soldados
norteamericanos. España intentó colaborar en la investigación pero Estados Unidos se negó. En la
actualidad, tal como reconoció el propio Pentágono en 1974, sabemos que el estallido del Maine fue un
accidente fortuito causado por un defectuoso empaquetamiento de pólvora.

De cualquier forma, lo que interesa destacar es que los cubanos vieron con agrado la intervención
estadounidense. Con su ayuda esperaban consumar su ansiada independencia. Al fin y al cabo, Estados
Unidos les había estado proporcionando armas y municiones a través de expediciones filibusteras, a pesar
de estar éstas condenadas .En España la consecuencia de esta actitud fue un exagerado patriotismo, que
soliviantó los ánimos y predispuso a la guerra. EE.UU. envía un ultimátum a la reina regente: O abandona
la isla o declara la guerra.

La guerra estalló el 20/04/1898 y en escasos meses y tras varias operaciones militares los
españoles tuvieron que retirarse de las colonias. La flota española, al mando del almirante Cervera, fue
duramente destruida en Santiago de Cuba, dos meses después del famoso Desastre de Cavite en
Filipinas.

El Tratado de París de 1898, sin la presencia de los representantes del pueblo cubano, se firmó el
10 de diciembre, puso fin a la Guerra hispano-estadounidense. España renunciaba definitivamente a su
soberanía sobre Cuba, que declaró su independencia. Los Estados Unidos pagaron a España 20 millones
de dólares por la posesión de Guam, Puerto Rico y las Filipinas .La derrota puso fin al imperio español y
marcó el principio de un período de poder colonial de Estados Unidos.

Francisco Silvela el 12 de febrero de 1899, en nombre de España, accedió a la venta a Alemania de


las islas de las Carolinas y Marianas (incluyendo Palaos, pero excluyendo Guam) por 25 millones
de pesetas de la época

Se había consumado el Desastre del 98 y España salía de América 406 años después de que
Colón llegara a La Española (Santo Domingo).

Las consecuencias del Desastre del 98

- Consecuencias para Cuba: Debemos señalar que la independencia de Cuba fue más retórica que real ya
que el sistema económico seguía siendo controlado por Estados Unidos y la inclusión de la llamada
Enmienda Platt (1901) en la constitución de la nueva república cubana restaba soberanía al pueblo cubano
ya que, en resumen, suponía que todo asunto interno o externo del país debía contar con el beneplácito
estadounidense (control político). Además, se incluía el arrendamiento de la base naval de la bahía de
Guantánamo, situación que persiste en la actualidad. En la práctica Cuba se convirtió en un protectorado
de Estados Unidos hasta el triunfo de la revolución acaudillada por Fidel Castro en 1959, que derribó al
dictador Fulgencio Batista.

Consecuencias para España: En el plano internacional el Desastre del 98 supuso el descrédito


internacional de España, que pasó a ser una potencia secundaria. En el plano interno el Desastre se
convirtió en símbolo de la crisis del sistema de la Restauración. Vamos a analizar las consecuencias más
detenidamente.

La apabullante derrota ante EE.UU. y la pérdida de más de 50.000 combatientes provocó, aparte de las
pérdidas económicas lógicas, una intensa conmoción en la sociedad española en todos los ámbitos. Así
pues, se trata de una crisis moral en todos los sentidos. Políticos del régimen canovista como Francisco
Silvela, que escribió "España sin pulso"; opositores socialistas o republicanos; intelectuales como Joaquín
Costa; todos sintieron la pérdida de las colonias como el Desastre del 98.
Esta conmoción nacional provocó una profunda crisis de la conciencia nacional que marcó la obra crítica
de los diversos autores que componen la generación del 98 (Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Antonio
Machado, Ramiro de Maeztu )

Mayor empuje y presencia de los nacionalismos periféricos, ante una evidente crisis de "la idea de
España"

La derrota de 1898 había puesto de relieve de forma trágica y súbita todas las limitaciones del régimen
de la Restauración y su parálisis a la hora de afrontar los problemas sociales y la modernización del país.

En definitiva, el desastre del 98 significó el principio del fin de la España de la Restauración tal como lo
había diseñado Cánovas. Este régimen comenzará su largo languidecer que culminará con el golpe de
Estado del general Miguel Primo de Rivera en 1923.

PROPUESTA DE SOLUCIONES

*EL REGENERACIONISMO CULTURAL

Como consecuencia de esta crisis, se promulga un regeneracionismo cultural y político. La Institución


Libre de Enseñanza, dónde destaca Giner de los Ríos, es una institución que alberga intelectuales que
habían abandonado sus puestos por prohibírseles la libertad de cátedra (enseñanza libre). Estos
intelectuales consideran que es fundamental el desarrollo científico y cultural de España, pero que la
sociedad y la política españolas no son propicias para el mismo. Con la crisis del 98, su crítica
regeneracionista se intensifica aún más: defienden la regeneración de España.

El máximo representante del regeneracionismo es Joaquín Costa, con propuestas de reforma y


modernización política y de reforma educativa. El pensamiento de Costa se basó en una crítica radical al
sistema caciquil que había impedido la implantación de una verdadera democracia basada en las clases
medias y la modernización económica y social del país. Así se resalta la frase célebre: “Despensa,
escuela y siete llaves al sepulcro del Cid”. Con esto, quiere decir Costa que es necesario olvidar el
pasado y dedicarse al presente, a la regeneración de España, para tener futuro. Además, hay que
fomentar y cambiar la estructura agraria, incentivando el regadío, para aumentar así la productividad
(“despensa”), y elevar el nivel educativo y cultural del país.

Además, un grupo de literatos conocidos como la Generación del 98 analizan y critican la situación del
país desde un punto de vista pesimista.

*REGENERACIONISMO POLÍTICO Y CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN

Alfonso XIII, hijo de Mª Cristina, asume la Corona con 16 años, y se involucra en la vida política desde un
principio, apostando por la continuación de la alternancia de partidos y encargándose de solucionar la
crisis de liderazgo de partidos. Durante su reinado, los militares vuelven a alcanzar la importancia e
influencia perdida, y del colonialismo se pasa al “africanismo”. Alfonso XIII comienza su política con una
propuesta de “regeneracionismo político” que fracasará, manteniéndose finalmente el turnismo, a pesar de
que el sistema está ya agotado, que impedirá una democratización real del régimen.

La presidencia del Partido Conservador es asumida por Maura, mientras que la del Partido Liberal por
Canalejas. Maura sube al poder en 1904. Su política sigue el lema de “Revolución desde arriba”, lo que
quiere decir que los cambios deben llevarse a cabo desde el poder para evitar que una revolución popular
lo haga. Maura pretende regenerar el sistema para transformar la organización del poder basada en el
caciquismo, pero sin perder la autoridad sobre el pueblo. Para ello, se encarga de que la participación
política de éste aumente sin que cobre excesivo protagonismo, obteniendo a la vez un fuerte apoyo por su
parte.

Con estos objetivos, se publica una Ley Electoral, que introduce el sufragio obligatorio y la intervención
del tribunal supremo. Se intenta moralizar las elecciones y desmembrar el caciquismo, aunque solo se
consigue obstaculizar el fraude electoral. Maura emprende también un Proyecto de Reforma de
Administración Local, que rechaza en cierta medida el centralismo adaptándose a las organizaciones
nacionalistas y que, además, reconoce la autonomía local, rompiendo así el vínculo existente entre el
cacique y los altos mandos, ya que ayuntamientos y diputaciones cobran más importancia.

Maura también adopta otras medidas. Entre ellas, destacan sus intentos de modernizar la enseñanza,
industria y agricultura; y la creación del Instituto Nacional de Previsión (INP), dedicado a los seguros de
obreros. Pero su empeño en mantener el orden social lo llevó a adoptar una actitud severa que le costó la
caída de su gobierno, debida principalmente a la represión ejercida en la Semana Trágica de Barcelona
(1909).

Posteriormente, Maura se encarga de reprimir duramente al pueblo, y manda, entre otras, la ejecución
de Francisco Ferrer, quien no había intervenido en la revuelta pero, dado su carácter anticlerical, fue
utilizado para dar una elección a los ciudadanos por el ataque cometido a centros religiosos. La represión
ejercida durante la llamada Semana Trágica de Barcelona trae consigo una gran oposición a Maura, que
deriva en el fin de su gobierno.

En 1910 sube al poder Canalejas, líder del Partido Liberal. Canalejas pretende también modernizar la
política y rechazar el centralismo que separa a ciertos sectores del gobierno. En su proyecto incluye un
papel activo del Estado en materia social y laboral, y la secularización de la vida política, es decir, romper
la estrecha relación que la Iglesia y el Estado mantienen. En cuanto a las leyes que promulga, son
fundamentalmente:

-Ley del Candado: prohíbe que órdenes religiosas se incorporen al Estado español.

-Emprende también un cambio en la legislación laboral y social. Aborda la regulación del trabajo (tanto
para mujeres como para niños); la limitación de la jornada laboral; una ley de huelga por la que se
permiten las huelgas siempre que éstas sean convocadas y advertidas; y la prestación del Estado en
materia laboral, lo que se denomina seguridad social (el Estado asegura el cobro justo cuando la ausencia
laboral se justifica con enfermedades, etc).

-Ley que impone el servicio militar obligatorio, no puede exentarse nadie.

-Otorga un régimen semi-autonómico a Cataluña.

No obstante con el asesinato de Canalejas en 1912 por parte de un anarquista, se pone fin a su proyecto
legislativo y a los intentos de democratizar el sistema.

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