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6 GUERRA COLONIAL Y CRISIS DEL 98


A partir de 1895, el régimen de la restauración se vio sacudido por las guerras coloniales,
que causaron un profundo desánimo por la pérdida del imperio ultramarino español en 1898.
La primera guerra de Cuba (o guerra de los Diez Años) había terminado recientemente, en 1878,
con la paz de Zanjón, en la que se prometieron a los rebeldes ciertas cosas que no se cumplieron
a tiempo, como la representación de Cuba en el Parlamento español y la liberación de los
esclavos. Mas adelante, entre 1879 y 1880, tuvo logar la segunda guerra de Cuba, conocida como
la guerra Chiquita. Amabas guerras tuvieron dos consecuencias fundamentales: impulsaron el
nacionalismo cubano y favorecieron la penetración económica de Estados Unidos en la isla.

Por otro lado, Cuba era considerada una parte más de España y era su principal fuente
de riquezas y un recuerdo de si antiguo Imperio colonial. Además existían lazos familiares que
unían cubanos y españoles, por eso mismo no querían ofrecer a Cuba la autonomía y, quienes
la proponían, eran considerados malos patriotas.

En 1895 surgió una sublevación independentista que provocó el estallido de la tercera


guerra de Cuba, con el Grito de Baire, organizado por el Partido Revolucionario Cubano de José
Martí, quien proclamó la independencia de Cuba en el Manifiesto de Montecristi. Bajo el
liderazgo de Antonio Maceo y Máximo Gómez los rebeldes se extendieron por toda la isla e
incluso llegaron a las proximidades de La Habana.

Desde España, se vieron obligados a tomar medidas, por lo que enviaron a Martínez
Campos quien, tras ver frustrados sus intentos de negociación con los rebeldes, no tuvo más
remedio que enfrentarse a ellos. Desgraciadamente, los rebeldes aplicaron la táctica de las
guerrillas, contando con el apoyo popular y de los Estados Unidos. Esto influyó gravemente en
la moral de los españoles, por lo que se vieron obligados a enviar al general Valeriano Weyler
en 1896, que llevó a cabo una feroz guerra de desgaste.

Utilizó un sistema de trochas para acabar con los apoyos de los mambises (rebeldes),
gracias al cual consiguió dominar la mitad de la isla. Dicho sistema consistía en aislar a la
población civil, dividiendo la isla en sectores separados por largas líneas fortificadas. Sin
embargo, la población civil comenzó a ser víctima de enfermedades y epidemias, lo que suscitó
fuertes protestas de Estados Unidos.

Tras la muerte de Cánovas en 1897, Sagasta intentó un nuevo proyecto de autonomía,


por lo que Weyler fue sustituido por el general Blanco, quien aplicó unas tácticas más leves. Por
desgracia, estas medidas se tomaron demasiado tarde y los rebeldes no tardaron en rechazar la
oferta y reconquistar en pocas semanas lo que Weyler había conseguido dominar en el último
año.

La política española había intentado evitar por todos los medios un enfrentamiento con
Estados Unidos. Sin embargo, por la prensa amarilla de este país contra España y la explosión
del acorazado estadounidense Maine el 15 de febrero de 1898, esta situación fue inevitable.
Este último fue el motivo utilizado por Estados Unidos para declararle la guerra a España, a quien
atribuyó toda responsabilidad.

El Gobierno de Washington propuso primero una oferta de compra de la isla por 300
millones de dólares y, ante el rechazo español, lanzó un ultimátum exigiendo la renuncia de la
soberanía en Cuba el 19 de abril de 1898.
Ante la negativa de España, Estados Unidos le declaró la guerra el 21 de abril de 1898,
esta fue una guerra muy breve y se decidió en el mar. Comenzó en Filipinas, donde Dewey
derrotó a la flota de Montojo en Cavite, el1 de mayo de 1898, y continuó en Cuba, donde
hundieron la flota del almirante Cervera, sitiada en el puerto de Santiago, el 3 de julio de 1898.
Así terminó la guerra el 12 de agosto de 1898.

Paralelamente, y empezando un año más tarde, se dio la guerra de Filipinas. La


insurrección estalló en 1896, y España envió al general Polavieja a la isla, quien casi logró sofocar
el levantamiento. Polavieja fue sustituido por Primo de Rivera, que se enfrentó a un nuevo
estallido insurreccional, al que puso fin con rapidez. Pero entonces estalló la guerra con los
Estados Unidos, la flota española fue derrotada en Cavite y la insurrección filipina resurgió, esta
vez, con el apoyo de Estados Unidos. España no tuvo más remedio que capitular el 13 de agosto
de 1898. Sin embargo, un pequeño destacamento aislado continuó luchando un año más, sin
saber que la guerra había acabado. Se conocen como los últimos de Filipinas y, a su llegada a
España, fueron recibidos como héroes.

Tras la desastrosa derrota española frente a Estados Unidos, el 10de diciembre de 1898
se firmó la Paz de París, en la que España reconocía la independencia de Cuba, que quedaba
bajo la tutela de Estados Unidos; cedía a este último Puerto Rico y la isla de Guam, en las
Marianas; y vendía las Filipinas por 20 millones de dólares también a Estados Unidos.

Al año siguiente, por el Tratado Hispano-Alemán, España vendía al Imperio sus últimas
islas del pacífico.

Podemos decir que esta catástrofe fue un duro golpe en la opinión pública, que aún
pensaba que era posible la victoria gracias al heroísmo de nuestros soldados. La pérdida de Cuba
y Filipinas tuvo muchísima más transcendencia que la que tuvo la pérdida del continente
americano en tiempos de Fernando VII y provocó una de las más tremendas crisis de “conciencia
interior” de nuestra historia.

En primer lugar, hubo muchísimas bajas, más por enfermedades que por fallecimiento
en combate. Además supuso la pérdida del mercado colonial y la vuelta al proteccionismo,
aunque se logró la repatriación de los bienes invertidos en las islas. Por otro lado, se dio un gran
resentimiento hacia los políticos por parte de los militares, ya que culpaban a los primeros de la
derrota; un crecimiento del antimilitarismo popular; y una gran crisis política que Silvela, el
nuevo líder conservador, intentó afrontar mediante numerosas reformas. También hubo un
cambio del estatus internacional de España, que había dejado de ser un imperio.

Todo esto llevó a la aparición del regeneracionismo, movimiento intelectual y crítico


caracterizado por el rechazo al sistema de la Restauración. Los protagonistas de este
movimiento, entre los que destacaron Unamuno y Joaquín Costa, habían sido educados en la
Institución Libre de Enseñanza, surgida por la restricción de libertad de imprenta durante los
gobiernos conservadores de 1875, y su principal preocupación era la Educación. En el ámbito
literario fueron conocidos como la generación de 98, que constituyó la edad de plata de las letras
en España, con autores como Pío Baroja o Valle-Inclán

Los regeneracionistas analizaron el problema de España de manera muy crítica y


pesimista, sobre todo en los primeros momentos. Es una España que no les gusta pero a la que
aman. Como se puede ver, la derrota rompió de forma violenta al tranquilidad de la
Restauración. Los vicios del sistema, los fallos y defectos de los españoles, serán los problemas
que meditará la nueva generación de españoles.

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