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GUERRA COLONIAL Y CRISIS DEL 98

En febrero de 1895 se produjo un levantamiento independentista en Cuba, que


se convirtió rápidamente en insurrección de toda la isla contra la metrópoli. Y
en 1896 sucedía lo mismo en Filipinas. En diciembre de 1898, tras la extensión
del conflicto y su conversión en una guerra hispano-norteamericana, España
perdía Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, tras una completa derrota militar.
Como consecuencia de la perdida de estos territorios del Imperio colonial se
desencadenó una crisis nacional, ante la desmoralización, el escándalo y a la
debilidad militar y la política demostrada por el gobierno de la Restauración. Al
conjunto de estos acontecimientos se le ha dado el nombre de Desastre del 98.

A principios del siglo XIX España sólo contaba con las colonias de Cuba,
Puerto Rico, con las Filipinas y con algunas otras pequeñas islas en el Pacífico.
Cuba era la principal posesión española, y concentraba numerosos intereses y
negocios españoles y un gran flujo de emigración procedente de la metrópoli.
La vida económica se basaba en una agricultura de plantación. Esta actividad
constituía una importante fuente de ingresos para el Estado y algunas
empresas españolas.
La política arancelaria que imponían los gobiernos españoles convertía a las
islas en unos mercados cautivos.
El caso de Filipinas fue distinto, ya que las Filipinas estaban controladas por un
contingente del ejército y contaban con una gran presencia de órdenes
religiosas.
A nivel político, estos territorios recibían un trato colonial y no tenían ningún
derecho a enviar representantes a las Cortes españolas ni a tener instituciones
de gobierno o a intervenir en la elaboración de las leyes que afectaban a las
islas.
LA GUERRA DE CUBA, FILIPINAS Y LA PÉRDIDA DE LAS COLONIAS
La guerra de Cuba se debió a la maduración del movimiento independentista
indígena y bajo el liderazgo de Antonio Maceo y José Martí, pero también a los
errores cometidos por España. Pese a lo dispuesto en la Paz de Zanjón (1878),
el gobierno español no fue generoso ni previsor. Prefirió ir retrasando la
concesión del régimen de autogobierno y evitó un control real sobre los abusos
que los trabajadores sufrían.
Los políticos estadounidenses eran firmes partidarios de la independencia
cubana porque significaba la posibilidad de explotar la riqueza de la isla en
exclusiva. El apoyo fue continuo, primero diplomáticamente, y a partir de 1891,
cuando la ley de aranceles prohibió a los cubanos el comercio libre con EEUU,
se convirtió en un apoyo material y en una presión favorable para el estallido de
la insurrección.
El incumplimiento de los compromisos de la Paz de Zanjón, el nuevo arancel y
el apoyo de Estados Unidos hicieron que, en 1895, se reiniciara el conflicto
cubano. La insurrección se inició en la localidad de Baire con el Grito de Baire y
tenía en José Martí a su líder más conocido.
El gobierno liberal envió a la isla a Martínez Campos, que tuvo que regresar a
España al negarse a aplicar medidas represivas sobre la población civil. El
nuevo gobierno de Cánovas envió al general Weyler. Experto conocedor de la
isla, recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos a las montañas; dividió
el territorio por líneas fortificadas y dividió a la población civil en
compartimentos. Comenzó así una feroz guerra de desgaste que se prolongó a
lo largo de 1896 y 1897.
Tras el asesinato de Cánovas en agosto de 1897, Sagasta, que formó el nuevo
gobierno, inició una estrategia de conciliación: destituyó a Weyler, decretó la
autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos
entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria.
La política española había intentado evitar un enfrentamiento con Estados
Unidos. En 1897, el nuevo presidente de EEUU, McKinley, que enviaba armas
a los rebeldes por vía marítima, se mostró decidido a intervenir directamente en
el conflicto. EEUU utilizó como pretexto la explosión y hundimiento, a
comienzos de 1898, de su buque de guerra Maine. La negativa de España a
renunciar a la isla y a acatar el ultimátum inició el enfrentamiento. Como
extensión del conflicto, se reanudó la insurrección en Filipinas en 1896.
El potencial militar de Estados Unidos, que destruyó la flota española en dos
combates navales, Santiago de Cuba y Cavite. El gobierno español tuvo que
pedir la paz.
El Tratado de París de 1898, terminó la Guerra hispano-estadounidense. Los
Estados Unidos pagaron a España 20 millones de dólares por la posesión de
Guam, Puerto Rico y las Filipinas. España abandonó Cuba y declaró su
independencia. La derrota puso fin al imperio español y marcó el principio de
un período de poder colonial de Estados Unidos.
LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98
El desastre supuso un golpe en la conciencia de los españoles y arrastró una
serie de consecuencias importantes.
 Las pérdidas humanas: unos 60.000 muertos entre 1895 y 1898.
 Los perjuicios psicológicos y morales: Influyó en el desarrollo del
Regeneracionismo e impulsó las amargas y pesimistas reflexiones de
los intelectuales de la llamada generación del 98.
 La pérdida de los ingresos procedentes de las colonias.
 La crisis política: derivó en la incapacidad de los
 sucesivos gobiernos para evitar, controlar y vencer en las guerras.
CONCLUSIONES

La incapacidad del sistema canovista para transformarse en un sistema


verdaderamente democrático y el golpe que supuso la crisis de 1898,
implicaron a corto plazo un crecimiento de las opciones políticas situadas al
margen del turnismo pacífico. Frente a ello, las bases sociales del canovismo
(clases altas y parte de las clases medias), intentarán seguir manteniendo su
predominio político y social con ayuda del Ejército, lo que explica la Dictadura
de Primo de Rivera (1923-1930), cuya caída supondrá también la de la
Monarquía, proclamándose en 1931 la II República, un nuevo intento de
establecer un régimen político democrático en España.

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