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6.2.

LAS GUERRAS DE CUBA, EL CONFLICTO BÉLICO CONTRA ESTADOS UNIDOS Y LA CRISIS DE 1898

INTRODUCCIÓN

Desde la derrota de Ayacucho (1824) el imperio español de ultramar se reducía a las islas de Cuba y Puerto Rico, en
América, y las islas de Filipinas, Marianas, Palaos y Carolinas en Asia y Oceanía. De todos estos territorios, el más
apreciado, la joya de la Corona, era la isla de Cuba, sin duda, la colonia más rica y rentable del exiguo imperio
español. El desarrollo económico que había experimentado a lo largo de estas últimas décadas en torno al azúcar y el
tabaco había provocado la aparición de una poderosísima oligarquía criolla en clara connivencia de intereses con
una parte del empresariado español con fuertes inversiones en la isla. Aún así, desde hacía ya bastante tiempo Cuba
había dejado de depender económicamente de España, puesto que la producción azucarera cubana se
comercializaba directamente desde la isla, los barcos dedicados a su transporte pertenecían a distintos países y los
pagos de las transacciones se realizaban en dólares. Cuba, además, como el resto del imperio, se movía dentro de los
márgenes del monopolio comercial español, convirtiéndose en uno de los más apreciados mercados de nuestras
exportaciones (textiles catalanes y harinas castellanas). La gestión de Cuba, sin embargo, cada vez resultaba más
compleja para el gobierno español al concurrir en la isla diferentes intereses que terminaron desembocando hasta
en tres guerras de liberación:

 Una oligarquía cubana dividida entre los que apostaban claramente por la independencia y los que se
conformaban con mayores cuotas de autogobierno (régimen de autonomía). En ambos casos, se exigía una
mayor liberalización económica
 Los fortísimos intereses económicos de una parte de la clase empresarial española en Cuba, reacia a
cualquier fórmula que pudiera cuestionar sus enormes beneficios en la isla, incluida la abolición de la
esclavitud
 Los intereses económicos de Estados Unidos en la isla. Sus inversiones en los ingenios azucareros y el
intenso flujo comercial que mantenía con la colonia española habían llevado a los americanos a realizar
varios intentos por comprar la isla a España. Si había un país interesado en la ruptura de Cuba con España
ese era Estados Unidos
 El problema de la esclavitud: se calculaba que en la isla había más de 350.000 esclavos negros. A pesar de
que en la mayoría del mundo occidental la esclavitud y el tráfico de esclavos habían sido abolidos
progresivamente a lo largo del siglo XIX, España ni se planteaba esa probabilidad. Para miles de hombres y
mujeres cubanos la independencia de la isla era una puerta abierta a la libertad

PRIMERA Y SEGUNDA GUERRAS DE INDEPENDENCIA EN CUBA. LA GUERRA GRANDE (1868-1878) Y LA GUERRA


CHIQUITA (1879-1880)

El estallido de la Revolución de 1868 en España alentó el movimiento de emancipación cubana, pero lo único que se
ofreció desde España fueron unas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos, criollos y mestizos,
consideraron insuficientes. Los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de monopolio, se
negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid una política más dura frente a los
independentistas. Ante esta situación de bloqueo, una parte de la oligarquía cubana, liderada por Carlos Manuel
Céspedes, lanzaba su famoso Grito de Yará (octubre de 1868), exigiendo la independencia de la isla y la
emancipación gradual y bajo indemnización de los esclavos. El conflicto degeneró en una guerra de diez años, la
llamada Guerra Grande (1868-78).

La guerra se extendió por gran parte de la isla, especialmente en forma de guerra de guerrillas mediante partidas de
mambises (guerrilleros), teniendo sus mayores apoyos en la zona oriental de la isla. Céspedes fue nombrado
presidente de la República de Cuba y se dieron una constitución liberal incompatible con la esclavitud. Sin embargo,
el movimiento no contó con el apoyo de una parte de la oligarquía criolla cubana, lo que debilitó al frente
independentista. El gobierno español, por su parte, se movía entre la impotencia y la división. En un primer
momento, se confió el mando de las tropas al general Dulce, que intentó desactivar el movimiento independentista
mediante la negociación, las vagas promesas de autonomía y la abolición parcial de la esclavitud. Si el conflicto se
extendió tanto tiempo fue debido, en gran medida, al apoyo de Estados Unidos. Finalmente, ya en tiempos de la
Restauración, el gobierno español envió a Cuba al general Martínez Campos, quien mediante el uso de la fuerza y la
negociación consiguió llegar a un acuerdo con los rebeldes cubanos que daba por finalizada esta primera guerra. La
Paz del Zanjón (1878) acaba con una auténtica sangría de hombres y garantizaba la soberanía española de la isla a
cambio de las siguientes concesiones:

 Promesa de un régimen de autonomía política para la isla


 Indulto para los insurgentes
 Supresión de la esclavitud para los hijos de los esclavos
 Garantía de representación cubana en el Parlamento español

Pero la paz sólo fue una tregua porque en la isla la sociedad seguía estando dividida entre los españoles, que
querían la unidad, el monopolio y el proteccionismo; los criollos, que solicitaban una cierta autonomía que les
permitiera comerciar libremente; y los mestizos, que querían la independencia de España. Algunos líderes del
independentismo, como Maceo, rechazaron la Paz y siguieron trabajando por la independencia, lo que nos llevó a
una segunda guerra de independencia, la “Guerra Chiquita” (1879-1880), esta vez claramente aplastada por el
ejército español.

TERCERA Y DEFINITIVA GUERRA DE INDEPENDECIA CUBANA (1895-1898)

Diecisiete años después de la Paz del Zanjón, los cubanos seguían esperando la prometida autonomía. Por su parte,
los americanos no habían dejado de aumentar sus intereses en la isla mediante la adquisición de tierras e ingenios
azucareros y las inversiones en el ferrocarril. La oligarquía criolla cubana se mostraba mucho más unida y
convencida de que la única salida válida para la isla era la independencia. Finalmente, los esclavos negros seguían
reclamando la abolición total y definitiva de la esclavitud, pues la reforma aprobada por el gobierno español en
1880 exigía que los esclavos que accediesen a la libertad (libertos) tuvieran que indemnizar económicamente a sus
antiguos propietarios. En 1892, Maura, ministro de Ultramar, presentaba un proyecto de autonomía de Cuba y
Puerto Rico que pusiera a los criollos de parte de España, pero el presidente del gobierno, Cánovas, presionado por
los hombres del partido conservador, no saco adelante el proyecto.

El mismo año que el estatuto de Maura era echado por tierra, el poeta José Martí creaba junto a Máximo Gómez y
Antonio Maceo el Partido Revolucionario Cubano con el único objetivo de conseguir la independencia de Cuba y
preparar la inevitable guerra contra España. Ideólogo y líder del independentismo cubano, José Martí había estado
deportado en España durante el anterior conflicto, tras el cual se había trasladado a EEUU donde había entrado en
contacto con otros líderes del independentismo cubano.

La guerra estallaba en 1895 con el famoso Grito de Baire, otra vez en el oriente de la isla. La táctica de los
independentistas será la guerra de guerrillas en las zonas rurales, evitando el enfrentamiento con el ejército español,
muy superior. Ese mismo año fallecía en combate José Martí, y poco después Antonio Maceo, lo que no frenó ni la
guerra ni el ímpetu por seguir en la lucha.

Desde España, nuevamente fue enviado Martínez Campos, héroe de la primera guerra cubana, a sofocar la
rebelión. Cánovas, presidente del gobierno, era partidario de sofocar la rebelión y posteriormente negociar una
posible autonomía para Cuba. Además, en 1896 se aprobaba la definitiva abolición de la esclavitud en la isla sin
ningún tipo de condiciones. Martínez Campos que contaba con soldados mal armados, con equipos inapropiados,
mal alimentados y peor instruidos tuvo que enfrentarse a un enemigo mucho más unido y motivado. Ante su
fracaso, fue sustituido por Weyler, que llevó a cabo una durísima represión para logra debilitar a la guerrilla
mediante la creación de campos de concentración donde recluir a la población rural que prestaba su apoyo a los
mambises, generando unas tremendas hambrunas entre la población nativa. El asesinato de Cánovas en 1897 llevó
al poder a Sagasta, quien decidió un cambio de estrategia, sustituyendo a Weyler por el general Blanco y ofreciendo
una amplísima autonomía a Cuba. Es entonces cuando EEUU decide redoblar sus apoyos a los insurgentes cubanos y
propiciar una intervención directa en la isla, circunstancia que, de otro lado, ya venían reclamando algunos de los
grandes magnates de la prensa norteamericana como Hearst o Pulitzer a través de sus campañas de intoxicación y
manipulación informativa en sus respectivos periódicos.

LA GUERRA HISPANOAMERICANA

Deseada por influyentes sectores americanos, el casus belli de la guerra lo encontrarán los americanos en el
incidente del Maine. Estados Unidos había enviando a este acorazado de guerra a la bahía de La Habana con la
excusa de proteger los intereses de los residentes americanos. Cuando el Maine estalló por los aires el 15 de
febrero de 1898, sin que se sepa a día de hoy lo que realmente provocó la explosión, se desató una violenta
campaña de prensa a favor de una guerra con España. El presidente americano McKinley, quien no deseaba entrar
en guerra con España, realizó un último intento de compra de la isla por 300 millones de dólares que obtuvo la
rotunda negativa de los partidos hegemónicos en España y que nos llevó a la guerra contra los norteamericanos.

En España, tanto la opinión pública como la mayoría de los almirantes ignoraron el hecho cierto de que la escuadra
americana era muy superior a la española y se lanzaron a esta guerra con un optimismo desbordante. El gobierno,
más consciente de la realidad, no podía entregar la isla, considerada por la mayoría de los españoles como una parte
de la nación, sin luchar. El Almirante Cervera, encargado de dirigir la flota, denuncio públicamente este hecho, pero
atacado de cobarde y traidor, se dirigió a Cuba convencido de que la destrucción esperaba a la flota. Los temores de
Cervera se hicieron realidad en junio de 1898, cuando la flota española era aniquilada en Santiago de Cuba, mientras
tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.

El enfrentamiento con los norteamericanos no sólo se libró en Cuba. El otro escenario colonial fueron las Islas
Filipinas, donde habían aparecido movimientos de carácter independentista que nos habían conducido a una guerra
de liberación simultánea a la cubana desde 1896. Liderados por José Rizal y su Liga Filipina, la guerra en Filipinas se
había convertido en un durísimo enfrentamiento que parecía haberse terminado con el Pacto de Biak-ba-Nató de
1897. Por este pacto, los líderes independentistas serían recompensados económicamente muy generosamente a
cambio de abandonar la lucha y se prometía a Filipinas una autonomía al estilo de las que se pensaban ofrecer a
Cuba y Puerto Rico. Dicho pacto no frenó las ambiciones norteamericanas, que enviaron su flota de guerra hasta
Filipinas destruyendo a las española en Cavite en 1898.

España, ante el desastre, pidió la paz. Por el Tratado de París (10 de diciembre de 1898) España cedía Filipinas y la
isla de Guam a los norteamericanos. También debía renunciar a Puerto Rico, que se convertía en estado asociado de
Estados Unidos. Además, nos veíamos obligados a reconocer la independencia de Cuba que, aunque teóricamente
independiente, quedaba bajo la órbita de influencia de los norteamericanos. Como compensación, los americanos
nos dieron 20 millones de dólares. Finalmente, perdidas Filipinas y la isla de Guam, España decidía vender en 1899 a
los alemanes por quince millones de dólares el resto de sus posesiones en el Pacífico: Islas Marianas, Carolinas y
Palaos.

CONSECUENCIAS

Sociales: se calcula que solo entre 1895 y 1898 hubo más de 120.000 muertos, la mitad de soldados españoles y la
mayoría por enfermedades infecciosas. El fin de la guerra, por tanto, supuso un auténtico alivio para la mayoría de
los españoles, especialmente para los más humildes, aquellos que no podían pagar la redención en metálico (hasta
2.000 pesetas de la época) que te eximía de tener que ir a la guerra y que, por supuesto, carecían de cualquier tipo
de interés económico en las colonias.

Políticas: liquidación definitiva de los restos del imperio de ultramar, confirmando nuestra condición de potencia de
segunda fila. El desastre del 98 fue un duro golpe para el prestigio de España y para el régimen de la Restauración,
ya muy criticado entre los partidos de la oposición (republicanos, nacionalistas, socialistas, carlistas) por otros
motivos (caciquismo, fraude electoral, centralismo, insensibilidad social). Aún así, la derrota militar no provocó
cambios, no hubo dimisiones ni disculpas y el turnismo habitual continuó. Se acentuó, eso sí, el desprestigio del
ejército, que buscó en el norte de África un nuevo territorio para conseguir gloria y ascensos.

Ideológicas: el desastre supuso un terrible desencanto y levantó las voces de los regeneracionistas, corriente
política que consideraba el sistema de la Restauración como un sistema viciado y enfermo. Existían dentro de esta
ideología dos tendencias: un regeneracionismo crítico dentro del sistema, representado por Silvela o Maura,
ministros del Partido Conservador, que aceptaban la validez general del sistema pero criticaban los aspectos más
negativos, y un regeneracionismo fuera del sistema con figuras como Joaquín Costa que criticaban el sistema en su
totalidad. También el desencanto fue reflejado en la actitud pesimista de los intelectuales de la llamada Generación
del 98 (Unamuno, Pío Baroja, Azorín...etc.)

Económicas: aunque se perdieron los mercados coloniales, la industria nacional se recuperó pronto y la repatriación
de los capitales americanos permitió un gran desarrollo de la banca española y de la economía en general.

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