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El Renacimiento se caracterizó por el retorno a las raíces grecolatinas clásicas de
Occidente, lo cual significó una revalorización de sus mitos, sus discursos y su filosofía,
luego de siglos de pensamiento dogmático religioso.
Su nombre le fue otorgado en el siglo XIX, por el historiador francés Jules Michelet (1798-
1874) en 1855, rescatando el término que usó por primera vez el escritor y arquitecto
italiano Giorgio Vasari (1511-1574).
Por otro lado, los cambios políticos y sociales que trajo esta época fueron de
importancia en todo Occidente: el fin del pensamiento religioso medieval y del sistema
feudal aristocrático, el surgimiento de las culturas burguesas y el inicio, algo después,
del capitalismo.
Muchos de los grandes artistas y pensadores occidentales a los que rendimos culto hoy en
día formaron en su momento parte del Renacimiento, y algunas de sus obras constituyen
hoy en día íconos de la cultura moderna Occidental. De alguna forma, el mundo que hoy
conocemos comenzó a construirse con el Renacimiento.
El Renacimiento tuvo lugar al término de la Edad Media, a partir del siglo XV. Sin
embargo, numerosos historiadores fechan sus antecedentes tempranos en los siglos XIII o
XIV.
Su punto de partida fue una época marcada por el debilitamiento del poder eclesiástico,
a causa de la Reforma protestante y de la caída del Sacro Imperio Romano Germánico.
Además, se desarrolló una pronunciada crisis económica que acusaba el fin del modo de
producción feudal, lo cual trajo consigo un decaimiento en las artes y las ciencias.
La literatura del Renacimiento giró en torno al humanismo y, como en las otras artes, en
torno a la recuperación de los mitos, motivos y la tradición clásica grecolatina.
Arquitectura renacentista
Además, los arquitectos pasaron del anonimato artesanal a una figuración pública propia de
la profesionalización de la arquitectura. Así, sus obras fueron debidamente documentadas y
sus nombres conservados, a diferencia de los arquitectos románicos y góticos precedentes.
Los principales arquitectos renacentistas fueron Jacopo Vignola (1507-1573), Leon Battista
Alberti (1404-1472), Filippo Brunelleschi (1377-1446) y el propio Miguel Ángel
Buonarotti.
«La Piedad» de Miguel Ángel es una de las esculturas más importantes de la historia.
Algunas de las obras artísticas más conocidas del Renacimiento son las siguientes:
Pintura:
Arquitectura:
Palacio Medici Riccardi (1444) de Michelozzo, en Florencia.
Villa Capra (1566) de Andrea Palladio, en Vicenza.
Basílica de San Lorenzo (1418-1470) de Filippo Brunelleschi, Michelozzo y Antonio Manetti,
en Florencia.
Cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore (1471) de Filippo Brunelleschi, en Florencia.
Monasterio de los Jerónimos de Belém (1514-1544) de Diogo Boitaca, Juan de Castillo y Diego
de Torralva, en Lisboa.
Escultura:
Literatura:
Renacimiento y humanismo
El humanismo constituyó el espíritu del Renacimiento. Fue un movimiento intelectual,
filosófico y cultural que retomó el humanismo clásico grecolatino, para así reinventar la
cultura europea en oposición al oscurantismo medieval.
Con la aparición del humanismo, el mundo medieval llegó a su fin y comenzó la Edad
Moderna en Occidente
Reforma protestante
Fue un movimiento religioso que surgió en la primera mitad del siglo XVI que
supuso la ruptura de la unidad cristiana en Europa.
Lutero
Enrique VIII
Juan Calvino
Causas
Doctrina luterana
Justificación por la fe: Las personas se salvan si tienen fe, no por sus obras.
Sacramentos: solo admite dos, el bautismo y la eucaristía.
El sacerdocio universal: todos los cristianos son sacerdotes.
La Biblia es la única fuente de verdad y cualquiera la puede interpretar, no admite
como válido el criterio único de la Iglesia.
Rechazo al papado y a la jerarquía eclesiástica, niega la infalibilidad del papa y del
Concilio.
No admite el culto a la virgen y los santos.
Contrarreforma
Qué es Contrarreforma:
Se conoce como contrarreforma la renovación de la Iglesia Católica en el siglo
XVI como respuesta para frenar el avance de las doctrinas protestantes en
Europa.
La contrarreforma es llamada de esta manera ya que responde a la reforma
protestante que comienza Martín Lutero en 1517.
Características de la contrarreforma
La contrarreforma o reforma católica se caracterizó por abarcar la esfera política y
religiosa del momento.
Consecuencias de la contrarreforma
La reforma católica del siglo XVI o contrarreforma, crea en el Concilio de Trento
referencias para la uniformidad de la Iglesia católica bajo el papado romano.
Algunas de las consecuencias que la contrarreforma crea son, por ejemplo, el
poder de la Santa inquisición en América con la reanudación del Tribunal del santo
oficio, la censura del conocimiento con la creación del Índice de los libros
prohibidos (Index) y la creación de nuevas órdenes religiosas dedicadas a la
catequización de los nativos y paganos de los nuevos territorios.
Personajes de la contrarreforma
Los mayores exponentes de la contrarreforma o reforma católica fueron los papas
que convocaron las sesiones del Concilio de Trento entre 1545 y 1563: Pablo III,
Julio III y Pío IV.
Con Martín Lutero en Alemania, Juan Calvino en Suiza y el rey Enrique VIII en
Inglaterra, la Iglesia Católica comienza a perder territorio de influencia sobre
Europa por lo que se ve obligada a crear una contrarreforma para mantener su
poder.
Contrarreforma y el barroco
La contrarreforma o reforma católica desarrolla el estilo barroco en el arte. La
Iglesia católica utilizó el arte como una forma para difundir la religión católica. El
barroco manifestó a través de la exageración y ostentación los misterios religiosos
a través de los sentidos.
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Una de las características principales del sistema feudal fue la descentralización del poder,
ejercido a través de nobles organizados en feudos, que tenían una relativa independencia
del monarca, pero estaban supeditados a su rey con estrechos lazos de lealtad. Los nobles
heredaban sus títulos, que pasaban de generación en generación.
En este «pacto» se establecían relaciones mutuas, el vasallo recibía una tierra donde
habitar y protección militar a cambio de una relación de dependencia con el señor feudal.
El vasallo debía administrar la tierra y tomar las armas en defensa de su señor en caso de
ser necesario. Además, debía pagar tributo de su cosecha o producción.
Dentro de esta estructura también existían los campesinos, que eran aquellos que trabajaban
la tierra y estaban bajo el dominio total del señor feudal, por lo que no eran considerados
hombres libres.
Durante la época feudal la tierra era garante de dinero y, por lo tanto, la posesión más
preciada. Las actividades económicas eran restringidas y consistían principalmente en
la agricultura y en la producción artesanal.
Todo el ordenamiento social y moral de la época se explicaba bajo la figura de Dios, ya que
el rey había perdido poder político y no era más que el representante divino en la tierra.
Ante la incompetencia de los monarcas para hacer frente a las invasiones y la posterior
crisis política y social, el poder pasó a estar en manos de los señores feudales, que se
convirtieron en los jefes sociales máximos. Ellos debían regular el orden y mantener la paz
dentro de su estructura, impartían justicia, cobraban impuestos y brindaban protección a la
población desde el castillo, que fue erigido como nuevo símbolo de poder.
La nobleza. Formada por la realeza y los señores feudales, tenían la mayor parte de las
tierras y el poder político. Se solía acceder a este estrato por linaje.
El clero. Formado por religiosos que representaban a la Iglesia y cumplían roles
eclesiásticos, políticos, educativos y/o sociales, y tenían privilegios.
El Tercer Estado. Formado por la mayoría de la población, ciudadanos que no eran
nobles ni clero, no tenían privilegios y pagaban impuestos. Fue un grupo muy variado
formado por campesinos, comerciantes y burgueses.
La Iglesia medieval
Definición
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La práctica religiosa en la Europa medieval (entre alrededor del 476 y el 1500) estuvo
dominada e inspirada por la Iglesia católica. La mayoría de la población era cristiana, lo
que en aquel momento era sinónimo de católica, ya que inicialmente no existía ninguna otra
forma de dicha religión. La aparente corrupción de la Iglesia medieval, sin embargo, inspiró
el movimiento que hoy conocemos como la Reforma protestante.
Los primeros llamados protorreformistas como John Wycliffe (1330-1384) y Jan Hus (c.
1369-1415) inspiraron a Martín Lutero (1483-1546) y fueron inspirados por sectas
religiosas anteriores, condenadas como heréticas por la Iglesia, como los bogomilos y los
cátaros, entre muchas otras, que llamaron la atención sobre la corrupción y los abusos de la
Iglesia. Aun así, al mismo tiempo que estas críticas podían tener mérito, la Iglesia no perdió
de vista su visión de trabajar en beneficio del pueblo a través de sus diversas instituciones
que cuidaban de los enfermos, los pobres, las viudas y los huérfanos, y ofrecían
oportunidades educativas y profesionales para las mujeres.
Si bien es cierto que en la Edad Media la Iglesia se centraba en regular y definir la vida del
individuo, aunque se rechazaran sus enseñanzas, y el clero no solía ser el más calificado,
seguía siendo reconocida como la manifestación de la voluntad y la presencia de Dios en la
tierra. Los dictados de la Iglesia no debían cuestionarse, ni siquiera cuando parecía evidente
que muchos de los clérigos trabajaban más en su propio interés que en el de Dios, porque,
aunque los instrumentos de Dios fueran defectuosos, se entendía que el Creador del
universo seguía teniendo el control.
La Iglesia mantenía la creencia de que Jesucristo era el único hijo engendrado del único y
verdadero Dios, revelado en las Escrituras hebreas, y que esas obras (que se convertirían en
el Antiguo Testamento cristiano), profetizaban la venida de Cristo. La fecha de creación de
la Tierra y la historia de la humanidad estaban reveladas a lo largo de las Escrituras, que
constituyeron la Biblia cristiana (considerada la palabra de Dios y el libro más antiguo del
mundo) que se entendía como una guía de vida según la voluntad divina, para conseguir la
vida eterna en el cielo, tras la muerte.
La interpretación de la Biblia, sin embargo, era una responsabilidad demasiado grande para
un ciudadano normal, según las enseñanzas de la Iglesia, con lo que el clero era una
necesidad espiritual. Para poder hablar con Dios o interpretar la Biblia correctamente, había
que basarse en el sacerdote, porque este estaba ordenado por su superior, quien a su vez lo
estaba por otro, todos bajo la autoridad del papa, el representante de Dios en la Tierra.
La jerarquía eclesiástica reflejaba la jerarquía social. Uno nacía dentro de una cierta clase,
seguía la profesión de sus padres y moría como ellos lo habían hecho. La movilidad social
era extremadamente rara, porque la Iglesia enseñaba que era voluntad de Dios que uno
naciera dentro de un cierto contexto, y que intentar mejorar la propia vida era como decir
que Dios se había equivocado. La gente, por tanto, aceptaba su destino e intentaba sacar el
mayor provecho de él.
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Para limpiar el propio nombre, había que someterse a una ordalía, en la que uno era atado y
arrojado a la pila. Si el acusado flotaba, era una señal clara de culpabilidad; si se hundía,
indicaba inocencia, aunque el acusado a menudo se ahogaba.
Bajo el reinado del rey inglés Athelstan (quien reinó de 924 a 939), el procedimiento para
la ordalía estaba codificado como ley:
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Si alguien promete pasar por la ordalía, debe acudir tres días antes al sacerdote de la misa,
cuyo deber es consagrarla [la ordalía], y alimentarse solamente de pan, agua, sal y verduras
hasta que se lleve a cabo, y acudir a la misa en cada uno de esos tres días, y hacer su
ofrenda y comulgar el día en que vaya a la ordalía, y jurar su inocencia de esa acusación
según la ley ordinaria, antes de ir a la ordalía. (Brooke, 107)
También había una ordalía de hierro, en la que el acusado era obligado a agarrar un atizador
candente. Si era capaz de aguantar el hierro al rojo sin quemarse las manos, entonces era
inocente. No hay registros de nadie que fuera encontrado inocente. La ordalía de agua
también se llevaba a cabo en torrentes, ríos y lagos. Por ejemplo, a las mujeres acusadas de
brujería, se las solía atar dentro de un saco con su gato (considerado como su familiar
demoníaco) y se las arrojaba al agua. Si lograban escapar y volver a la superficie, se las
consideraba culpables y se las ejecutaba, aunque la mayoría se ahogaban.
Las ordalías, igual que las ejecuciones, eran una forma de diversión pública que, igual que
los festivales, bodas y otros eventos de la vida comunitaria, eran financiadas mediante el
diezmo de la gente a la Iglesia. La clase más baja, como es habitual, se llevaba la peor parte
de los gastos de la Iglesia, aunque la nobleza también era obligada a donar grandes sumas
para asegurarse un sitio en el cielo o para reducir el tiempo de estancia en el purgatorio.
Las enseñanzas de la iglesia sobre el purgatorio (un espacio después de la muerte, entre el
cielo y el infierno, donde las almas permanecen hasta haber pagado por sus pecados)
generaron grandes riquezas para una parte del clero, que vendía unos documentos
conocidos como indulgencias, con la promesa de una estancia más corta en el purgatorio, a
cambio de un precio. Las reliquias eran otra fuente de ingresos, y era frecuente que clérigos
sin escrúpulos vendieran astillas falsas de la cruz de Cristo, un dedo de un santo, un frasco
de agua de Tierra Santa, o cualquier objeto que presuntamente trajera suerte o alejara la
desgracia.
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Las enseñanzas de la Iglesia eran una certeza para la gente de la Edad Media. No había
lugar a dudas, y no se toleraba cuestionarlas. O bien se estaba dentro de la Iglesia o fuera de
ella, y si se estaba fuera, las interacciones con el resto de la comunidad estaban limitadas.
Los judíos, por ejemplo, vivían en sus propios vecindarios, rodeados por cristianos, y a
menudo eran maltratados. El rey francés Carlos Martel (que reinó del 718 al 741), repelió la
invasión musulmana de Europa en la batalla de Tours (también conocida como batalla de
Poitiers, 732), con lo que, en esa época, los musulmanes no eran frecuentes fuera de
España, salvo los mercaderes.
Un ciudadano europeo, por lo tanto, que no pertenecía a ninguna de esas dos creencias,
tenía que adherirse a la visión ortodoxa de la Iglesia para interactuar con su familia, su
comunidad, y ganarse la vida. Si eso no era posible (al menos en apariencia), la única
opción era una de las llamadas sectas heréticas.
Corrupción y herejía
Las sectas heréticas de la Edad Media fueron respuestas sistemáticas a la corrupción
aparente de la Iglesia. Sus inmensas riquezas, acumuladas mediante diezmos y copiosos
regalos, solamente inspiraban el deseo de hacerlas crecer, que se traducía en poder. Un
arzobispo podía (y a menudo lo hacía) amenazar con la excomunión por cualquier motivo a
un noble, a una ciudad o incluso a un monasterio, con la cual se quedaba excluido de la
Iglesia y por tanto de la gracia de Dios, y del comercio con los vecinos. Incluso las figuras
religiosas devotas y bien conocidas, como Hildegarda de Bingen (1098-1179), fueron
sometidas a la "disciplina" en ese sentido, por estar en desacuerdo con un superior
eclesiástico.
Imagen de Hildegarda de Bingen en la iglesia de Sainte-Foy
Los sacerdotes frecuentemente eran corruptos y, en muchos casos, solo mantenían su cargo
por la influencia y favores de sus familiares. El académico G.G. Coulton cita una carta de
1281, en la que el autor advierte cómo “la ignorancia de los sacerdotes precipita a la gente
en la zanja del error” (259), y más adelante cita la correspondencia del obispo de Angers,
Guillaume Le Maire, que escribe:
Algunos de los que se oponían a las políticas de la Iglesia se unieron a sectas religiosas
alternativas e intentaron vivir pacíficamente en sus propias comunidades. Los más
conocidos fueron los cátaros del sur de Francia, que, aunque interactuaban con las
comunidades católicas cercanas o en las que vivían, tenían sus propios servicios, rituales y
sistema de creencias.
Reforma
John Wycliffe y sus seguidores (conocidos como lolardos), venían pidiendo una reforma
desde el siglo XIV, y si resulta difícil para un lector de hoy en día entender por qué no se
hizo ningún intento serio en ese sentido, es porque la era moderna ofrece múltiples
opciones legítimas para la expresión religiosa, pero en la Europa medieval era inconcebible
que hubiera un sistema de creencias cristiano válido por fuera de la Iglesia católica.
El cielo, el infierno y el purgatorio eran, para la gente de la Edad Media, sitios reales, y uno
no podía arriesgarse a ofender a Dios criticando a su Iglesia y condenándose así al tormento
eterno, en un lago de fuego rodeado de demonios. Lo chocante no es que no hubiera más
gente pidiendo una reforma, sino cómo alguien tuvo el suficiente valor para hacerlo.
Martín Lutero
Lutero fue condenado en 1520 por el papa León X, que le exigió renunciar a su crítica o
afrontar la excomunión. Cuando Lutero rechazó retractarse, el papa León procedió a su
excomunión, en 1521, y Lutero quedó fuera de la ley. Al igual que Wycliffe, Hus y otros
antes que él, Lutero sólo pedía una reforma de la política y la práctica de la Iglesia. Como
Wycliffe, tradujo la Biblia del latín a la lengua vernácula (Wycliffe al inglés medio y
Lutero al alemán), se opuso al concepto del sacerdotalismo, por el que era necesario un
sacerdote como intermediario entre el creyente y Dios, y defendió que la Biblia y la oración
eran todo lo que se necesitaba para comunicarse directamente con Dios. Por supuesto, con
esas afirmaciones, no solamente socavaba la autoridad del papa sino que dejaba a ese cargo,
igual que el de los cardenales, obispos, arzobispos, sacerdotes y otros, como inefectivo y
obsoleto.
Según Lutero, la salvación era concedida por la gracia de Dios, y no por las buenas obras
de los seres humanos, de forma que todos los trabajos que la Iglesia exigía de los fieles no
tenían utilidad eterna, sino que servían solamente para llenar las arcas de la Iglesia y
construir sus grandes catedrales. Debido al clima político de Alemania, al carisma del
propio Lutero y al hábil uso de la imprenta, su esfuerzo reformador, a diferencia de
iniciativas anteriores, tuvo éxito. Otros reformadores, como Huldrych Zwingli (1484-1531)
y Juan Calvino (1509-1564) continuaron el movimiento en sus propias regiones y muchos
otros siguieron su ejemplo posteriormente.
Conclusión
El monopolio que la Iglesia mantenía en la creencia y la práctica religiosa se rompió, lo que
dio inicio una nueva era de mayor libertad espiritual, aunque tuvo sus costos. En su celo por
liberarse de la autoridad de la Iglesia medieval, los protestantes recién liberados
destruyeron monasterios, bibliotecas y catedrales, cuyas ruinas todavía salpican el paisaje
europeo en la actualidad.
OKDIARIO
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Este período fue considerado como “los siglos de oro” por los historiadores
clásicos, debido a que Roma se consagró como potencia dominante sobre el Mar
Mediterráneo, norte de África, oeste de Asia y suroeste de Europa.
La frontera norte estaba marcada por los ríos Rin y Danubio europeos, la
frontera occidental por el océano Atlántico, la frontera oriental por los mares Rojo y
Negro asiáticos y la frontera sur por el desierto de Sahara africano.
Antecedentes
Durante el período republicano, los romanos llevaron a cabo una serie de
campañas de conquista y se impusieron como una potencia en la región
mediterránea. Este período estuvo marcado por un gobierno senatorial. En el siglo
I a. C., los conflictos internos y las disputas de poder llevaron a una crisis política,
en la que los generales del ejército romano fueron obteniendo mayor poder, en
detrimento de la aristocracia senatorial.
Julio Cesar fue el primer general que logró imponerse a los senadores y
exigir poderes extraordinarios: fue nombrado dictador perpetuo, incorporó a
muchos de sus partidarios en el Senado y suprimió algunas magistraturas (cargos
de funcionarios). Se ocupó de ser reconocido a lo largo de todos los territorios de
los romanos y buscó tener el apoyo de la población. Para ello organizó juegos y
celebraciones en su honor, construyó estatuas y acuñó monedas con su efigie. En
el 44 a. C., una conspiración de senadores lo asesinó.
La mayor diferenciación social tenía que ver con los ámbitos de la civitas (palabra
latina para “ciudadanía”): el ámbito urbano y el ámbito rural. La vida urbana se
dedicaba a las actividades comerciales, artesanales y de gobierno. La vida
rural se organizaba en torno al núcleo urbano y lo proveía de materias primas. La
mayoría de la población vivía del cultivo de sus pequeñas propiedades, que
trabajaba en conjunto con su familia.
Los emperadores hicieron construir acueductos para proveer de agua a las ciudades
romanas.
Durante el periodo imperial, la cultura romana se destacó en diversas disciplinas
como la arquitectura, la literatura, las artes plásticas y la filosofía. Los
conocimientos y estilos desarrollados en esta época se convirtieron en una
referencia para los artistas y estudiosos de toda la sociedad occidental posterior.