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Renacimiento

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo XIX a un amplio movimiento


cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI.1 Fue un
periodo de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus
principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se
produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La ciudad
de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento,
que se extendió después por toda Europa.
El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que
determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El término
«Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos elementos de la cultura clásica
griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los valores de la
cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la
Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el
mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes,
la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por
el antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra
"Renacimiento" (rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística
medieval, a la que calificaba como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el
calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes habían entrado en decadencia
al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los artistas de
la Toscana a partir del siglo XIII.2
El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a
mediados del siglo XIX por el historiador francés Jules Michelet, en su
obra Renaissance et Réforme, publicada en 1855.3 Por primera vez, Michelet usó
el término en el sentido de un periodo histórico, que abarcaría desde
el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por sus
desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que
era nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores
democráticos opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo
francés.4
El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de
Renacimiento fue el suizo Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo
entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo XIV a mediados del XVI. Buckhardt
destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu individualista moderno, que
la Edad Media habría cohibido.5
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el
Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese
momento había sido «supranacional». El Renacimiento no fue un fenómeno
unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su ámbito se limitó a la
cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las
novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio
de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los
viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la
descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación
del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su
magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales
Imprenta europea del siglo XV. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las principales
causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por


lo general se suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y
la Revolución francesa en 1789, el cual, en el terreno artístico, engloba estilos
como el Renacimiento y el manierismo (siglos XV y XVI), el Barroco, el rococó y
el Neoclasicismo (siglos XVII y XVIII). Otros historiadores sitúan la fecha de inicio en
1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes
Gutenberg).7
Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del
mundo medieval ocurrida a lo largo del siglo XV por diversos factores, como el
declive del Sacro Imperio Romano Germánico, el debilitamiento de la Iglesia
católica a causa de los cismas y los movimientos heréticos —que darían origen a
la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada del
anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias,
lastradas por una teología escolástica sumida en el escepticismo.8
Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron
regenerarse a través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana.
A su vez, comenzó a fraguarse una nueva sociedad fundamentada en el auge de
los nuevos estados centralizados, con poderosos ejércitos y administraciones
burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado
por Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía
centrada en una nueva clase social emergente, la burguesía, que puso los
cimientos del capitalismo y una economía mercantil y preindustrial; todo ello
coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado durante este
período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de
las novedades.9 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada
de la religión y el teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances
científicos supondrán la nueva forma de valorar el mundo: el humanismo, un
término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas grecolatinas
(derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que
comenzaron entonces a aglutinarse en un concepto de cultura general. 8
En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en
ciudades-estado con diferentes regímenes políticos —repúblicas
como Florencia o Venecia, estados monárquicos como Milán y Nápoles o el
dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada
uno rivalizando con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se
volvió más accesible, dejando de estar circunscrita al clero, y se favoreció el
debate intelectual, con la fundación de universidades y el patrocinio de la
literatura.10
Por su parte, el siglo XVI estuvo marcado por los grandes descubrimientos
geográficos iniciados con la llegada de Colón a América en 1492, como el
establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da Gama en 1498, la vuelta al
mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en México,
1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de
la unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el
desarrollo de la ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De
revolutionibus de Copérnico, 1543; Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del
humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico della Mirandola, Ludovico
Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).8
Definición

La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se


afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo, procedente
del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el


artista e historiador Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer
de la cultura clásica tras el oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno
tanto social como político y cultural que abarcó todo el continente europeo durante
los siglos XV y XVI.8 En la historiografía moderna, la primera definición del
Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La Renaissance,
1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9
Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo XV numerosos
historiadores lo retrotraen al siglo XIV o aún al XIII, a la obra de algunos artistas
considerados precursores, como Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en
escultura. Estos sentaron las bases de los primeros artistas plenamente
renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo XV, como el
pintor Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos
interesados en el naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12
En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica,
surgió a principios del siglo XV un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad,
que se extendería de inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó
conciencia de individuo con valores intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el
saber en general, y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad, a la vez que
estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas técnicas, como
el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud
es Leonardo da Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del
mismo modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro
Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen de la antigüedad y
preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad
humanística.14
No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte
medieval, una parte del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico;
pero el artista renacentista buscó imperiosamente distanciarse de la etapa
anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a los valores religiosos y
por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad técnica en
imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista
renacentista no valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo
Valla llegó a afirmar que no sabía por qué las artes «habían decaído hasta tal
punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían resurgido en esa época;
apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y
literatos serán exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del
sistema de ciudades-estado italianas de tipo republicano, alejadas así de los
modos autoritarios de la aristocracia y el clero, con sociedades en que se valoraba
más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en una determinada
estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte—
que el rancio abolengo.16
Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las
nuevas teorías artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de
diversa índole como de personajes provenientes tanto de la aristocracia y el clero
como de la nueva burguesía emergente. Para estos personajes, el patronazgo de
la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a quien lo ejercía
prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el
Magnífico»; Federico da Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico
Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo, rey de
Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y
cardenales de la Iglesia.17
El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los
reinterpreta a través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del
mundo perceptible y del ser humano como parte de esa realidad sensible. Aunque
no renuncia a la religión y los valores de la realidad cristiana, da preponderancia a
esta nueva visión humanística por encima de la trascendencia religiosa. Así, a la
visión estática del universo preponderante durante la Edad Media se sucede una
visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores
supremos del artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y
sustentadas en el estudio de la naturaleza, que a través de la medida y la
proporción otorgan al artista nuevas herramientas para realizar sus obras. 19
Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así
llamado por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV)—, originado por la
búsqueda de los cánones de belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se
produjo un fenómeno similar y coetáneo en Flandes —especialmente en pintura—,
basado principalmente en la observación de la naturaleza. Este Primer
Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la
fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), estuvo marcada por
la hegemonía artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente
VII y Paulo III, algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici)
apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la
antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia (saco de Roma en
1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías renacentistas
por toda Europa.14
Así, a lo largo del siglo XVI el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa,
desde Portugal hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas
viajaron en busca de formación o mecenazgo, y las grandes cortes europeas —
como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se llenaron de artistas de
múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos, pero
numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva
reputación. Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado,
cuya fabricación en serie permitió expandir las obras de los artistas por todo el
continente.20 También aumentó considerablemente el mercado del arte, y la labor
de los marchantes fue esencial para conectar a artistas y compradores; uno de los
mayores centros de mercado del arte de la época fue Amberes.21 También creció
el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte» (Kunstkammern),
generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda
clase, e incluso minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las
más afamadas fue la de Rodolfo II en Praga.22
Características
De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

• La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas


arquitectónicas como el orden clásico y la utilización de motivos
formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como motivos
temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de
antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una
copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes que
sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas,
camafeos o esculturas romanas, así como la recuperación de tratados
clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la renovación de la
arquitectura.13

• Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a


una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se va a
convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa
incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La
aspiración de acceder a la verdad de la naturaleza, como en la
antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento de fenómeno casual,
sino hacia la penetración de la idea.13

• El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas.


Presupone en el artista una formación científica, que le hace liberarse
de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias del medievo y
elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una
nueva consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo
centro de interés del artista, que estudia con detenimiento la anatomía
para hacer una representación fidedigna, al tiempo que valora aspectos
como el movimiento y la expresión.13

• El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras


constantemente, ya que el arte era visto como un instrumento de
prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran brillantez
en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo
fueron la Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal
en el Cinquecento, particularmente Julio II y León X.13 En otras
ciudades, otras grandes familias fomentaron el mecenazgo:
los Este en Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán,
los Colonna en Nápoles, etc.
Estética[editar]

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la


naturaleza, la investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica
grecorromana. La estética renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica
como en la estética medieval, por lo que a veces resultaba algo contradictoria: la
belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación de la naturaleza y una
visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino para
ascender a una dimensión suprasensible.23
Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su
obra Il libro dell'arte (1400) sentó las bases de la concepción artística del
Renacimiento, defendiendo el arte como una actividad intelectual creadora, y no
como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método para el artista es
retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista, que
debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua
volontà). También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador
del artista, que forja una idea mental de su obra antes de realizarla materialmente,
concepto de vital importancia desde entonces para el arte moderno.24
En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon
Battista Alberti (De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua,
1460), o Los Comentarios (1447) de Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la
influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica al arte. También
habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la
arquitectura, la escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que
hasta entonces eran consideradas como artesanía; con ello, elevó al artista a la
categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el primero en periodificar la historia
del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo que llamó
«renacer de las artes» (Renacimiento).27
El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que
consiguió a través de la perspectiva o de estudios de proporciones, como los
realizados por Luca Pacioli sobre la sección áurea: en De Divina
Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega φ
(fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se
encuentran tanto en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en
elementos tales como caracolas, nervaduras de las hojas de algunos árboles, el
grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un carácter estético especial a los
objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una importancia mística.28
Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y
escultores italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno
de los predecesores de la historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los
principales artistas de su tiempo, poniendo especial énfasis en la progresión y el
desarrollo del arte.29

Arte[editar]
Artículo principal: Arte del Renacimiento
Etapas[editar]
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta escultura
es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La visión resulta
amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse en el espacio de la
plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera


tiene como espacio cronológico todo el siglo XV: es el denominado Quattrocento, y
comprende el Primer Renacimiento —también llamado «Renacimiento temprano»
o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en Italia; la segunda surge en el
siglo XVI y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda referido
al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—,
que se centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes
figuras del Renacimiento en las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el
apogeo del arte renacentista. Este período desemboca hacia 1520-1530 en una
reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura hasta el final del
siglo XVI. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se
iba a mantener, exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI.30
En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana,
considerada como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una
evolución estilística homogénea y de validez general. Por ello, allí fue posible su
surgimiento y precedió a todas las demás naciones. Fuera de Italia, el desarrollo
del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos marcados por Italia:
artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe
II en España impusieron el nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban,
influyendo en los gustos artísticos predominantes y convirtiendo el Renacimiento
en una «moda».
Italia[editar]
Véase también: Renacimiento italiano
Arquitectura[editar]
Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento
La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles polícromos,
conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en


comparación con la época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura
gótica apenas había penetrado, Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras
más destacadas fueron edificios religiosos.
Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e
incluso se proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad
ideal», opuesta al modelo caótico y desordenado del medievo, sería una constante
preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío II reordenó su ciudad
natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario
ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo
rural tenía un papel preferente gracias al monacato.
Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo
hacían de forma selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna
dórica clásica se prefirió el orden toscano. Igualmente se crearon formas nuevas,
como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de capiteles o decoraciones que
si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso religioso de las
iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).
Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de
órdenes que aparecía en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho
como elemento monumental en iglesias y edificios públicos. A partir de este
momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y anónimo que había tenido
durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador. Muchos
de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como
en el caso de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.
Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

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