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Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se


produjo en Europa Occidental durante los siglos xv y xvi.1 Fue un periodo de transición entre la
Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo
de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como
humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este
movimiento, que se extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una
nueva concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando
ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una
vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras
siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa
medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano,
con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias,
sustituyendo el teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como
un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las
artes habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido
rescatadas por los artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.2

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del
siglo xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme,
publicada en 1855.3 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo
histórico, que abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más
importante por sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era
nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos
opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el
suizo Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir,
del siglo xiv a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del
espíritu individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó


una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico:
su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los
que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de
la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes
transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del
feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de
estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito
renacentista.6

Índice

1 Aspectos generales

1.1 Contexto histórico

1.2 Definición

1.3 Estética

2 Arte

2.1 Etapas

2.2 Italia

2.2.1 Arquitectura

2.2.2 Pintura

2.2.3 Escultura

2.3 España

2.4 Francia

2.5 Alemania

2.6 Flandes y Países Bajos

2.7 Suiza

2.8 Otros países

2.9 Arte colonial hispanoamericano

2.10 Artes gráficas y decorativas

2.11 Jardinería

3 Literatura

4 Teatro

5 Música

6 Danza
7 Filosofía

8 Ciencia

9 Vida y costumbres

10 Véase también

11 Referencias

12 Bibliografía

13 Enlaces externos

Aspectos generales

Contexto histórico

Artículo principal: Edad Moderna

Véase también: Renacimiento del siglo XII

Imprenta europea del siglo xv. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en
1789, el cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo
(siglos xv y xvi), el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores
sitúan la fecha de inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho
trascendental como la invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de
Johannes Gutenberg).7

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo
medieval ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro
Imperio Romano Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los
movimientos heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis
económica derivada del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las
ciencias, lastradas por una teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a
fraguarse una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados,
con poderosos ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo
monárquico preconizado por Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una
economía centrada en una nueva clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos
del capitalismo y una economía mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el
progreso técnico y científico experimentado durante este período, fundamentado en la
imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las novedades.9 Surgió así una visión del
mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el teocentrismo medieval, en la que el
hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de valorar el mundo: el
humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas grecolatinas
(derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas, científicos y
cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces a
aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado


con diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados
monárquicos como Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una
élite económica que patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del
estado, cada uno rivalizando con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se
volvió más accesible, dejando de estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual,
con la fundación de universidades y el patrocinio de la literatura.10

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados
con la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por
Vasco da Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco
de Cortés en México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la
ruptura de la unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el
desarrollo de la ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de
Copérnico, 1543; Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de
Róterdam, Giovanni Pico della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives,
François Rabelais).8

Definición

La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento


se afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el
desnudo, procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e
historiador Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer de la cultura clásica
tras el oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y
cultural que abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.8 En la historiografía
moderna, la primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules
Michelet (La Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue
forjada por Jacob Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo


retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los
primeros artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como
el pintor Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados
en el naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los
modelos de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba
nuevas técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas
de representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo
da Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la
imagen de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas
y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una
parte del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista
buscó imperiosamente distanciarse de la etapa posterior, a la que menospreciaban por su
supeditación a los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta
de habilidad técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para
enfatizar otros valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista
renacentista no valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a
afirmar que no sabía por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni
tampoco por qué habían resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos
artistas y escritores».15

David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se
representa un personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del
nuevo concepto renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento
en una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la
caballeresca o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte—
que el rancio abolengo.16

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de
personajes provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía
emergente. Para estos personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus
social, que otorgaba a quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos
de los mecenas más distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el
Magnífico»; Federico da Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de
Mantua; Alfonso el Magnánimo, rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de
Milán; además de los papas y cardenales de la Iglesia.17

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de
la realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad
Media se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la
revalidación del método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos
valores supremos del artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y
sustentadas en el estudio de la naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan
al artista nuevas herramientas para realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones
de belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y
coetáneo en Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación
de la naturaleza. Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la
fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de
las artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de
Italia (saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde
Portugal hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de
formación o mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga
o Dresde— se llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los
artistas italianos, pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así
una nueva reputación. Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado,
cuya fabricación en serie permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.20
También aumentó considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue
esencial para conectar a artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del
arte de la época fue Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas
«cámaras de arte» (Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la
aristocracia y la realeza, unas estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros
y objetos de toda clase, e incluso minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de
las más afamadas fue la de Rodolfo II en Praga.22

Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el


orden clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron
como motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos
elementos simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración
y el conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización
del arte clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o
esculturas romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio,
esenciales en la renovación de la arquitectura.13

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el
conocimiento de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.13

El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más
propias del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el


arte era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento
de gran brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo
fueron la Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento,
particularmente Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes familias fomentaron el
mecenazgo: los Este en Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán, los Colonna en
Nápoles, etc.

Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de
imitación de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo
visible el camino para ascender a una dimensión suprasensible.23

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra Il libro
dell'arte (1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el
arte como una actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para
Cennini el mejor método para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura),
defendiendo la libertad del artista, que debe trabajar «como le place, según su voluntad»
(come gli piace, secondo sua volontà). También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el
impulso creador del artista, que forja una idea mental de su obra antes de realizarla
materialmente, concepto de vital importancia desde entonces para el arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista
Alberti (De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los
Comentarios (1447) de Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo
aportar una base científica al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para
adecuar los objetos y temas artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti
quien agrupó a la arquitectura, la escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya
que hasta entonces eran consideradas como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría
de creador intelectual.26 Ghiberti fue el primero en periodificar la historia del arte,
distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo que llamó «renacer de las artes»
(Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a


través de la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli
sobre la sección áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —
representado por la letra griega φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o
proporción, que se encuentran tanto en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en
elementos tales como caracolas, nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las
ramas, etc. Asimismo, atribuyó un carácter estético especial a los objetos que siguen la razón
áurea, así como les otorgó una importancia mística.28

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de
la historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte

Artículo principal: Arte del Renacimiento

Etapas
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no
perderse en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original
está en la Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como
espacio cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer
Renacimiento —también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se
desarrolla en Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio
artístico queda referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento
pleno»—, que se centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras
del Renacimiento en las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte
renacentista. Este período desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que
conforma el manierismo, que dura hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba
desarrollando el Renacimiento, en el resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas
tardías, situación que se iba a mantener, exceptuando casos concretos, hasta comienzos del
siglo xvi.30

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como


un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y
de validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás
naciones. Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los
impulsos marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel
de verdaderos transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en
España impusieron el nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los
gustos artísticos predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Véase también: Renacimiento italiano

Arquitectura

Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La
ordenación geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de
mármoles polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.

Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas.
Así, el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario
del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden
toscano. Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos
órdenes de capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de
adaptarse al uso religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus
en las representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que


aparecía en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento
monumental en iglesias y edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona
el carácter gremial y anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un
intelectual, un investigador. Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de
gran trascendencia, como en el caso de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y


cubierta plana con casetones.31 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad,
especialmente por el arte romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae
paulatinamente el tradicional método de construcción del gótico, y se abandona en gran
medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado, las naves escalonadas y, sobre todo, la
impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios medievales. Predominarían ahora
valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y, sobre todo, la adaptación del
espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas,


grutescos, guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones.
Algunos de estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la
mayoría se inspiraron en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el
Renacimiento preconizó el despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi
esta tendencia se rompería en favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó
en su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de
Carlo Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las
variaciones en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia,
llamado a extenderse con la Contrarreforma.

El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad


estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de
animales), fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda
de cañón y de arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente
distingue a la arquitectura del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración
menuda (putti, guirnaldas de flores o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con
ciertos resabios góticos (catedral de Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas
simétricas de pisos superpuestos (palacio Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares
almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En
general, la arquitectura cuatrocentista da la impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría,
predominando en el interior de los edificios la luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más
destacados de este período fueron Brunelleschi (Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del
Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés de Mantua, 1460); y la principal obra
fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su famosa cúpula, obra de
Brunelleschi.32 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de Giovanni Antonio Amadeo
(1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y el Castel Nuovo de
Nápoles, de Francesco Laurana (1453).33

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre
proyecto para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la
pauta en lo restante del siglo xvi.34 En esta etapa, los edificios tienden más a la
monumentalidad y la grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto
para la basílica vaticana, lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del
hombre».35 Los palacios se adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de
Venecia, 1549, obra de Michele Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos,
1537–1550, Venecia, obra de Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de
riqueza, monumentalidad y lujo en las construcciones. A medida que avanza el siglo, el
manierismo se introdujo en la arquitectura, con edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas
decoraciones y elementos que pretenden captar la atención del espectador por su originalidad
o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio Romano). Podemos distinguir, de este
modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos periodos: el «clasicismo» de principios de
siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel, Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo
Sansovino;36 y el «manierismo», que se da a partir de 1530, siendo sus principales autores
Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y Vincenzo Scamozzi.37 Hay
que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que ya en la obra de Miguel
Ángel aparecen elementos que la preludian.38

Pintura

Artículo principal: Pintura renacentista


El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El
paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y
cerrado del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y
diversidad será a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.

En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero


irreversible a partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de
la órbita del gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen
tridimensional, perspectiva y naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la
tradición bizantina y gótica y preludiaban el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva


mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los
pintores, aún tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras
la mitología, la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una
búsqueda constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y
reflexión para muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una
forma científica y reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las
pinturas abandonan lenta y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la
realidad. Aparece la naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen
los desnudos en las figuras.39

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio,
Benozzo Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en
Padua, Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca
Sandro Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo
dulce, muy atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico,
caracterizan la escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento
italiano son Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio,
Cima da Conegliano, Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore
Carpaccio y, en el sur de la península, Antonello da Messina.40

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más
acabado de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a
dejar muchas obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin
embargo muchas innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos.
Quizá su principal aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que
otorga a sus pinturas una gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba
cuidadosamente la composición de sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se
ajustan a un esquema geométrico. Supo unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas
dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o
el San Juan Bautista.41

La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez
terminado, estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes
y los viejos, como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que
hicieron asombrar a todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al
paisaje, perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se


dedicó a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre
todo el papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior
de este artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran
esculturas, y de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo,
aun cuando la casi totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.42

Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se
puso de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.43

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el
arte ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—44 y
se afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo
propio y original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que
se respiraba en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante,
guerras), hizo surgir con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo.
Se buscaría a partir de entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal.
Pertenecen a esta corriente pictórica Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso
Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores tomarían algunas novedades manieristas pero
siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre ellos podemos citar a Sebastiano del
Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.45
Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia
presenta especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir,
en la composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más
vital, muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron
Giovanni Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos,
melancólicos y misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela,
excelente retratista, quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas
composiciones religiosas, llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los
contornos de las figuras, convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo
del impresionismo.46 Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela
llevándola hacia el manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.47

Escultura

Artículo principal: Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración
en la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la
escultura de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos
aspectos, pero algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso
Belvedere) que se dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores
y sirvieron de modelo e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.

Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que
merecería ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano;
se reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas
tipologías técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte,
casi plano) y el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con
temas mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva,
derivado de las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves,
retablos, sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la
tradicional talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol
preferentemente— y se recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso
durante la Edad Media. Los talleres de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta
técnica, y surtieron a toda Europa de estatuas de este material.48

Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a
dos etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis
y, con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el
Magnífico era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante
colección de las mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la
época fueron Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea
Verrocchio (Monumento al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della
Robbia —que introdujeron la cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en
decoraciones de edificios—, Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo
Rossellino. El más importante de ellos es Donatello, gran creador que, partiendo de los
supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el
mérito de rescatar el monumento conmemorativo público —su Condotiero Gattamelata es una
de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la antigüedad—, la utilización heroica del
desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras, llegando al retrato en ocasiones,
pero sin abandonar nunca una orientación claramente idealista.49

La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de
María y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.50 Hasta tal punto marcó la
escultura de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger
todas sus novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue,
como tantos otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba
preferentemente escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en
Florencia: así, su Baco ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura
clásica. Igual espíritu se aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica
vaticana. Protegido primero por los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio
ejemplo de expresividad, marchó luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de
construcción de la nueva basílica. El pontífice Julio II lo tomó bajo su protección y le
encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el artista como «la tragedia de la
sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las esculturas hechas para
este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido denominando terribilitá
miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se manifiesta en anatomías
sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas contorsionadas y
escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse contenidos. En sus obras
finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja inacabadas,
adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel continuó con la
tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la llevó a una
nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de Florencia.51
En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en Benvenuto
Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de escultura
al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían los
elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.52

España

Artículo principal: Renacimiento español

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El


Greco rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo
propio y original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor
desarrollo en Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a
las artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos
territorios a España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía:
hasta la década de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las
manifestaciones artísticas, y tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España
plenamente, pues, los ecos del Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja
aparecen artistas y obras de esa época en el área levantina—, lo que determina que el arte
renacentista español pase casi abruptamente del gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El


Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo


xv-primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y
estilo herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo
renaciente aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la
estructura de los edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más
característico del plateresco es un tipo de decoración menuda, detallista y abundante,
semejante a la labor de los plateros, de donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de
esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya Universidad y su fachada son el paradigma del
estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El
purismo representa una fase más avanzada de la italianización de la arquitectura. El palacio de
Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro de Machuca, es ejemplo de ello. El foco
principal de este estilo se situó en Andalucía, donde además del citado palacio destacaron los
núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de Vandelvira y Diego de Siloé.53
Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original adaptación del manierismo
romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico. La obra fundamental fue
el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, sin
duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense traspasó el umbral
cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.54

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo
su sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las
novedades italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián
Forment. En una fase más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un
peculiar manierismo que sentó las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y
Alonso Berruguete son los más destacados.55

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la
obra de Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y
Alejo Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de
Morales, Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y
Hernando de los Llanos.56 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores
más originales de la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al
crear un universo estilístico propio: El Greco.57

Francia

Artículo principal: Renacimiento francés

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera,
preludio de las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia
durante el Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas
del momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el
impulso definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco
I. Este monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia,
protegió a importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos
el mismo Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un
ambicioso programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el
país. Conviene tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo
estaba fuertemente arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas
góticas continuaran presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la
corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial,


había patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la
creación de nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco
I el que dio un impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer
edificio renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza
de ladrillo y piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general
sobriedad de aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira,
conjunto de mansiones para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más
característicos del Renacimiento francés: decorativismo de raigambre manierista, recuerdos
goticistas en las estructuras, y quizá lo más novedoso: una perfecta integración de los edificios
en la naturaleza circundante, como se ve en el Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del
castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de este conjunto es el castillo de Chambord, que
presenta grandes audacias estilísticas, como una escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de
estas residencias suburbanas son los castillos de Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.58

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes
franceses que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas
italianas, aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye
fragmentos de desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de
soluciones barrocas. No obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a
creadores de prácticamente todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de
Italia, como los pintores Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor
Benvenuto Cellini o el arquitecto Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de
arquitectura del que apenas se conocen obras salvo este palacio. Las novedades que se
fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen a todo un estilo, el «estilo de
Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos aristocráticos.59

Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la


arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista.
La reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento,
Pierre Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en
las que utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.60 Asimismo, estos monarcas iniciaron la
construcción de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que
intervino el otro gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.61
La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía
hercúlea de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo
remite a las Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia.
Francia dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias
a los talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el
arte como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de
hegemonía en este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes
figuras al calor de los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que
tuvieron las esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en
estos. Dos fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.62

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el
lujo, los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la
aristocracia. La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente
por esa integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas
consagrados. No obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin
el Viejo o Antoine Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más
importante de la época, a la vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos,
aunque gran parte de su obra se haya perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el
también apreciable Jean Clouet, en la fiel plasmación de la vida de los poderosos de la época,
con una profundidad psicológica y brillantez formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean
Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita del gótico.63

Alemania

Artículo principal: Renacimiento alemán

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue
uno de los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de
dibujos, bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.
El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico,
sino una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante.
Alberto Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en
vida fue reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno,
uniendo la reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo
renacentista. Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una
profunda influencia en los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero
comprendió la imperiosidad de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e
introdujo el idealismo de raigambre italiana en el arte alemán.64

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor.
Junto a la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach
el Viejo, pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor
de temáticas siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias
Grünewald, uno de los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista;
o Hans Holbein el Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en
Inglaterra.65

En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de
Peter Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San
Sebaldo en Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como
Hubert Gerhard, autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.66

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).67 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el
castillo de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los
príncipes alemanes prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con
ornamentación renacentista.68

Flandes y Países Bajos

Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema


principal del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores—
como anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima
y frágil. Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones
que oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.
A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un
desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se
caracterizó por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó
más a él por la experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los
modos del gótico pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características
singulares, como cierta vena caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad
del pueblo llano y sus costumbres. Se recoge ese interés en obras de carácter menos
idealizado que las italianas, con una marcada tendencia por el detallismo casi microscópico
que aplican a las representaciones —influjo de los maestros tardogóticos ya mencionados y la
miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin demasiado interés por disquisiciones teóricas.
Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco en esta época fue la técnica de la pintura al
óleo.69

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o
Mabuse, algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la
difusión de los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de
prácticamente cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo
muy de moda en toda Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época
fueron Joachim Patinir, uno de los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura,
aunque apegado todavía al gótico; Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos
caricaturescos de Leonardo y en las clases populares para retratar vicios y costumbres; el
retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más originales de la historia, apegado
formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la vez innovador, creador de un
universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los precedentes del surrealismo (El
jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno de los grandes maestros del
paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos ellos, aun cuando en su
pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de medieval (El triunfo de la
Muerte, 1563).70

En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —


generalmente de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el
desnudo heroico las caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera
de Italia.

En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo
xvi, en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en
el Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.68
Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza

Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte
del Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la
región del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.71 La influencia italiana se notó especialmente
en el cantón de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y
San Francisco de Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al
gótico tardío.72

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)

Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en
algunos elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.73 Otros ejemplos de estilo
Tudor serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).74
Más adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la
construcción de palacios.68

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el
claustro del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.68 En este
país trabajó el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en
Lisboa (1582).75

Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de
Praga una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes,
autómatas, instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia.
Adquirió cuadros de artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas
como Giuseppe Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos
propios de los bodegones.76 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal
de Pilsen y el de Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.77

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del
arte italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.78 El monarca compró
numerosas obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y
decorar sus palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el
miniaturista Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de
Marciano Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral
de Esztergom.79

Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio
Real de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di
Quadro (Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la
catedral de Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y
Domenico Veneziano (monumento sepulcral de Esteban I Báthory, catedral de Cracovia). En
cambio, en pintura trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach,
Louz von Kitzingen y Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la
que destacan el Códice de Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.80

Artículo principal: Renacimiento en Polonia

Rusia: durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina,
pero se recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés
Aristotele Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la
catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo,
fue el encargado de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-
1508). La influencia italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra
de Póstnik Yákovlev (1555-1560).81

Arte colonial hispanoamericano

Artículo principal: Arte colonial hispanoamericano

Catedral de Puebla

Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la


metrópoli, cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas
corrientes que se producían en España, como el purismo y el plateresco (catedral de Santo
Domingo). Al iniciarse la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de
signo religioso: por orden real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva
ciudad debía ser una iglesia. Durante la primera mitad del siglo xvi fueron las órdenes
religiosas las encargadas de la edificación de numerosas iglesias en México, preferentemente
un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto almenado con iglesia, convento, un atrio y una
capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—, como el Convento de Tepeaca, el de
Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula.82 A mediados de siglo se empezaron a construir las
primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y Guadalajara. Se sigue por lo
general la planta rectangular con testero plano, tomando como modelos la Catedral de Sevilla,
la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la catedral del Cuzco y, en 1592, la de
Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina destaca la catedral de
Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.83

Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por
maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y
telas de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una
iconografía de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles como
arcabuceros contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en
el siglo xvi es denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo xvi surgieron los grandes
frescos murales, de carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar,
procedentes de Sevilla, maestros españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera),
flamencos (Simon Pereyns) e italianos (Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).84

En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, en tallas


exentas y retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso
y decorada con encarnación —aplique directo del color— o estofado —sobre un fondo de
plata y oro—. A principios del siglo xvii nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña,
la cuzqueña y la chilota, destacando la labor patrocinadora de la orden jesuita.

Artes gráficas y decorativas

Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.

Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas clases
adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania, destacando la técnica
de la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir efectos lineales o de ciertas
imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras basadas en bocetos desarrollados por
pintores como Bernard van Orley. La cerámica se elaboró en Italia con barnices vidriados,
consiguiendo tonos brillantes de gran efecto. El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia
(Murano), decorado a veces con hilos de oro o con filamentos de vidrios de colores. La
orfebrería fue cultivada por escultores como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas
de gran virtuosismo y elevada calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.85

En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la


invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas de
grabado: calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media tinta o grabado
a punta seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado en metal,
practicado especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos xv y xvi, mientras que
en el Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra del Parmigianino. En Alemania
destacó la obra de Durero, especialista de la técnica del buril, aunque también realizó
xilografías. En Francia, el grabado fue practicado por la escuela de Fontainebleau, en la que
destacó Jean Duvet, famoso por su serie del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables
grabadores en la ciudad de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de
excelente técnica y detallismo, aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock,
que reprodujo numerosas obras de Brueghel.86

Jardinería

Artículo principal: Jardín italiano


Jardín del Château d'Ambleville, Francia

En el Renacimiento la jardinería cobró una especial relevancia, en paralelo al impulso otorgado


a todas las artes en esta época, principalmente gracias al mecenazgo de nobles, príncipes y
altos cargos de la Iglesia. El jardín renacentista se inspiró en el romano, en aspectos como la
decoración escultórica o la presencia de templetes, ninfeos y estanques. Los primeros
ejemplos surgieron en Florencia y Roma, regiones con una orografía accidentada y grandes
desniveles de terreno, lo que originó el efectuar estudios previos de índole arquitectónica para
planificar la estructura del jardín, originando la arquitectura paisajística. Un ejemplo de ello
son los Jardines del Belvedere en Roma, proyectados por Bramante en 1503, el cual resolvió
los desniveles con un sistema de terrazas, a las que se accede por amplias escalinatas y que
están rodeadas de balaustradas, esquema que pasaría a ser típico del jardín italiano, que se
convertiría en el prototipo de jardín renacentista. Se otorgó una especial importancia a la obra
hidráulica, con estanques y fuentes de gran complejidad, como los de la Villa de Este en Tivoli,
diseñados por Bernini. Estos diseños pasaron al resto de Europa, donde destacan por su
magnificencia los jardines franceses, como los de los castillos de Amboise, Chambord y
Villandry. En Francia era costumbre subdividir el jardín en diversas zonas especializadas (jardín
geométrico, medicinal, silvestre), así como la construcción de canales que permitían el paseo
en barca. En esta época comenzó la costumbre de recortar los setos, apareciendo los primeros
jardines en forma de laberinto. También hay que resaltar la llegada de nuevas especies gracias
al descubrimiento de América, lo que favoreció la apertura de jardines botánicos dedicados al
estudio y catalogación de las plantas.87

La teoría jardinística renacentista se nutrió especialmente de la concepción elaborada por Leon


Battista Alberti de la casa y el jardín como una unidad artística basada en formas geométricas
(De Re Aedificatoria, IX, 1443-1452), así como en el modelo expuesto por Francesco Colonna
en su Hypnerotomachia Poliphili (1499), que introducía el uso de parterres y el empleo del arte
topiario para dar formas caprichosas a los árboles, o el diseño de las eras a partir de formas
axiales, expuesto por Sebastiano Serlio en Tutte l'opere d'architettura (1538).88

Literatura

Artículo principal: Literatura renacentista

Don Quijote (1605), de Miguel de Cervantes.

La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba


el papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la
religiosa. En esta época el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la
imprenta por Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más
mayoritario. Ello conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística,
surgiendo los primeros sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio
Antonio de Nebrija) y apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales.89 Es por ello
que muy posiblemente, la participación de filólogos en la época fue de gran ayuda y necesidad
para el estudio, análisis y comprensión de textos antiguos (principalmente clásicos) durante el
siglo xv hasta el siglo xvi.

La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también
recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en
Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la
figura del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las
letras por igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.90 En su naturaleza, la
esencia renacentista nace en Italia, es en este territorio en donde nace un pensamiento
basado en la dignidad y libertad humana, en la que claro está, un pensamiento liberal basado
en la crítica educativa, fomentando un ideal meramente formativo. Un movimiento que al
igual que la Paideia clásica, fomentara principios y valores semejantes. El humanismo, con sus
valores clarificadores sobre el valor y esencia humana, viene también a profundizar y recrear la
importancia y necesidad de comprender los textos clásicos, limpiándolos de toda mancha de
corrupción o manipulación intencional, o bien de la simple malinterpretación literal o literaria.
De esta manera, y con estos principios, surge una sociedad laboral y académica, misma que es
satisfecha con labor filológica. De manera que en el Renacimiento Occidental del siglo xv y del
mismo Humanismo Italiano, el que le da vivacidad y seguimiento al estudio crítico de la cultura
griega. Es por ende, que el paso de la cultura Helenística a Italia fue un proceso enriquecedor
tanto en la enseñanza y copiado de textos y manuscritos antiguos como también la el
aprendizaje de las lenguas latín y griego y la misma recolección de textos esparcidos alrededor
del territorio. Muchos de estas personas preocupadas por la difusión de la literatura helénica
fueron Planudes, Moscópulo, Magister y Demetrio Triclinio. Lorenzo Valla y sus emendationes
en la traducción marcaron un antes y un después al entendimiento Heródoto y Tucidides.
Erasmo de Rotterdam, también reconocido como uno de los mejores críticos textuales de la
era moderna, analizó las Sagradas Escrituras y los textos clásicos por su puesto, de modo que
publicó traducciones de Aristóteles, Demócrito y Juan Crisóstomo. (Morocho, pags 4-9)

Con el paso del tiempo la importancia de la actividad crítica textos grecolatinos va


incrementando. Su importancia se puede asociar con la necesidad de entender de aspectos
históricos, ciencias naturales, geografía, astronomía, y muchos más. De manera que la labor
filológica tiene auge y una importancia sinigual. A pesar de la intervención eclesiástica,
haciendo mención sobre aquellos que corrigen o trabajan con textos no religiosos, cometen
herejía y pecado.

En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales
considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre
los literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo,
Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso,
Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde desarrollaron
François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania,
la reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por
Ulrich von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro,
Edmund Spenser, Michael Drayton, Henry Constable, George Chapman, Henry Howard y
Thomas Wyatt. En Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.90

Pero de algo que se puede afirma es que Italia, en su apogeo renacentista, fue, ciertamente la
cuna del humanismo, por consiguiente del mismo Renacimiento occidental. por ende, más que
ciudad o país comerciante, es un museo viviente, en el que se desenvuelve una riqueza cultural
y un apogeo históricamente fecundo. ya que bien se sabe, que Roma, capital Italiana, fue en su
época de gloria la capital del Imperio Romano. Por ello la formación y naturalización del latín
no viene siendo algo novedoso.

En contra del clero católico y el papado, la crítica textual posee un afluente muy fuerte, cuya
necesidad erudita y percepción literal es vital para la comprensión de lo que acontece en la
antigüedad. Aporte que se le puede asociar, según Quirós, (1994) a los bizantinos, quienes
trajeron consigo un importante número de manuscritos griegos al territorito Italiano.
Paralelamente, Francesco Petrarca, como ya se ha mencionado anteriormente, ha fomentado
el espíritu crítico y el valor literario de autores y textos clásicos,. Se concluye, siendo más que
claro, que será el humanismo nacido en Italia el fundador y promotor del pensamiento crítico y
el que se encargará de reivindicar el valor de la cultura griega.

En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo xvii: la
poesía, influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray
Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de
caballería (Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de
Tormes (1554), mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las
letras españolas, autor del inmortal Don Quijote (1605).

Por otra parte el renacimiento español (iniciado o promovido por la llegada de Antonio de
Nebrija y aceptado por los mismos reyes de España), claramente posee una línea ética basada
en el pensamiento italiano, cuales antes de iniciar los estudios y acercamientos del
grecoromance, incorporan modelos de enseñanza literario italiana. (Dante, Boccaccio,
Petrarca). Los pocos filólogos de la época utilizaban la valoración de textos basado en su
antigüedad y mayor veracidad y calidad de la lectura. Es así, que como afirma la Apología de
Nebrija, que la germana lectio no debe direccionarse hacia el consensus codicum, sino siempre
enfocado en la calidad de la lectura. (Morocho, p. 10)

Ahora bien, como se mencionó anteriormente, con los aportes de Antonino de Nebrija, inicia
una de las más grandes labores filológicas españolas. La traducción de textos de latín al
romance. Labora que se hace posible ya que una de las manifestaciones del Renacimiento
Español consistía en la recuperación de escritos latinos, litterae humanitas sobre obras
ciceronianas. Que, bajo el dominio de Cicerón, y por la imitatio y emulatio, en consorcio con el
pensamiento de Lorenzo Valla, nace la gramática castellana, proveniente del latín.
Teatro

El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras
más naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la
recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en
las tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'œil. Surgió la
reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la
Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en
el norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la
mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella
(llamado en Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales
dramaturgos destacaron Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope
de Rueda y Fernando de Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el
teatro isabelino, con autores como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y,
especialmente, William Shakespeare, gran genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597;
Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).91

Música

Artículo principal: Música del Renacimiento

Orfeo - Toccata

1:31

Toccata, de La favola d'Orfeo, una de las primeras óperas (1607), compuesta por Claudio
Monteverdi

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La música renacentista supuso la consagración de la polifonía, así como el afianzamiento de la


música instrumental, que iría evolucionando hacia la orquesta moderna. Apareció el madrigal
como género profano que aunaba texto y música, siendo la expresión paradigmática de la
música renacentista. En 1498 Ottaviano Petrucci ideó un sistema de imprenta adaptado a la
música, en pentagrama, con lo que se empezó a editar música. Las primeras novedades se
produjeron en Flandes, donde se desarrolló la llamada polifonía «a la flamenca», cultivada por
Guillaume Dufay, Johannes Ockeghem y Josquin des Prés. También cultivaron el madrigal
Orlandus Lassus, Luca Marenzio, Carlo Gesualdo, Claudio Monteverdi, Cristóbal de Morales y
Tomás Luis de Victoria, mientras que en polifonía religiosa destacó Giovanni Pierluigi da
Palestrina. En música instrumental descolló Giovanni Gabrieli, quien experimentó con diversos
timbres de instrumentos de viento y con efectos de sonido cruzado y de relieve.92

En los países protestantes la música cobró gran relevancia, ya que el propio Lutero defendía la
importancia de la música en la liturgia religiosa. Aquí se cultivó especialmente el coral, un
género musical a capella o con acompañamiento instrumental, generalmente a cuatro voces
mixtas. Algunos de los compositores que lo cultivaron fueron Johann Walther y Valentin
Bapst.93

A finales del siglo xvi nació la ópera, iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata
Fiorentina) que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de
musicalizar textos dramáticos. La primera ópera fue Dafne (1594), de Jacopo Peri, a la que
siguió Euridice (1600), del mismo autor; en 1602 Giulio Caccini escribió otra Euridice; y, en
1607, Claudio Monteverdi compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical
que denominó sinfonía, y dividió las estructuras cantadas en arias.94

Danza

Artículo principal: Danza renacentista

La danza renacentista tuvo una gran revitalización, debido de nuevo al papel preponderante
del ser humano sobre la religión, de tal manera que muchos autores consideran esta época el
nacimiento de la danza moderna. Se desarrolló sobre todo en Francia –donde fue llamado
ballet-comique–, en forma de historias bailadas, sobre textos mitológicos clásicos, siendo
impulsado principalmente por la reina Catalina de Médicis. Se suele considerar que el primer
ballet fue el Ballet comique de la Reine Louise (1581), de Balthazar de Beaujoyeulx. Las
principales modalidades de la época eran la gallarda, la pavana y el tourdion. En esta época
surgieron los primeros tratados sobre danza: Domenico da Piacenza escribió De arte saltandi
et choreas ducendi, siendo considerado el primer coreógrafo de la historia; Thoinot Arbeau
hizo una recopilación de danzas populares francesas (Orchesographie, 1588).95

Filosofía

Artículo principal: Filosofía renacentista

Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un
reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la
belleza celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.

La filosofía renacentista estuvo marcada en su origen por el declive de la teología, en un


mundo abocado a la modernidad que, sin renunciar aún a la religión, la circunscribe al ámbito
espiritual y personal del individuo. La nueva forma de afrontar los problemas del ser humano
será el racionalismo, el uso de la razón aplicada a la sociedad y a la naturaleza.96 Aun así, la
religión siguió presente en buena medida durante esta época, aunque derivó de la teología
escolástica hacia el misticismo, hacia una relación con Dios basada más en el sentimiento que
en el conocimiento, así como en la acción, la obra de acercamiento a Dios, como se percibe en
la obra de Jan van Ruusbroec, Dionisio Cartujano y Tomás de Kempis.97
La nueva corriente de estos tiempos será el humanismo, más interesado en el hombre y la
naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El naturalismo impregna todos los
ámbitos del saber, y así se habla no solo de la ciencia natural, sino también del derecho
natural, la moral natural e, incluso, la religión natural, una religión que abandona todo lo
sobrenatural (revelación, dogma) para ser fiel reflejo de la posición del ser humano en el
mundo.98 El humanismo se fundamenta, como el arte, en la oposición a la cultura medieval y
el retorno a la antigüedad clásica; sin embargo, buena parte de la filosofía renacentista
evoluciona de la medieval en una línea continua que llega hasta Descartes, no en vano la
escolástica medieval estaba fundamentada en la filosofía griega platónica y aristotélica.99 Aun
así, numerosos humanistas despreciaron el aristotelismo escolástico por ser excesivamente
teologizado, y abordaron a Platón desde la obra de sus seguidores posteriores, el llamado
neoplatonismo, especialmente desde el terreno de la filosofía estoica que, como la
renacentista, incidía más especialmente en el ser humano como medida de todas las cosas. Sin
embargo, muchos de estos autores abordaron el tema desde una postura superficial y poco
rigurosa, sin profundizar en los aspectos ontológicos y metafísicos de los clásicos griegos, sin
analizar la nueva situación intelectual del ser humano alejado de Dios, cuestión que no llegará
hasta el cartesianismo.100

El pensamiento humanístico nació en Italia, especialmente en torno a la Academia Platónica


Florentina patrocinada por Cosme de Médici, que aglutinó a pensadores como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico della Mirandola, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano o Benedetto Varchi. Otros
se encaminaron más hacia la política, como Nicolás Maquiavelo, forjador del autotitarismo
monárquico como seña de identidad de las nuevas naciones-estado surgidas en esta época; o
hacia el naturalismo, como Leonardo Da Vinci y Bernardino Telesio.101 En Francia, el
humanismo tuvo un componente más escéptico, representado por Michel de Montaigne o
Pierre Charron, mientras que algunas figuras se adhirieron a la reforma protestante, como
Pierre de la Ramée o Henri Estienne.102 En Inglaterra destacó la figura de Tomás Moro,
canciller de Enrique VIII, quien lo decapitó por oponerse a la reforma anglicana; fue autor de
Utopía, un esbozo de estado ideal de reminiscencias platónicas.103 Pero el más afamado
humanista surgió en Países Bajos: Erasmo de Róterdam, que escribió en latín, con un estilo
vivo y elegante, fiel al dogma católico, pero de mentalidad abierta y comprensiva, reflejo de un
espíritu de concordia; fue autor del Elogio de la locura (1511).103

En Alemania no recaló tanto el humanismo de carácter marcadamente literario como en otros


países europeos, y la filosofía se encaminó más a la mística especulativa, heredera del Maestro
Eckhart; otras figuras mezclaron esta tendencia con elementos de las ciencias naturales o aun
de la alquimia y la astrología, como Agrippa von Nettesheim o Paracelso. Por otro lado, la
Reforma protestante contó con figuras como Martín Lutero, Zwinglio, Philipp Melanchthon,
Sebastian Franck y Jakob Böhme.104

En España el pensamiento filosófico no rompió del todo con el pasado medieval, y mostró un
especial interés por la lingüística, tanto clásica como vernácula (Antonio de Nebrija, Benito
Arias Montano). La corriente escéptica estuvo representada por Francisco Sánchez, mientras
que el humanismo antiescolástico —pero heredero de la tradición católica— contó con la
figura de Juan Luis Vives, preocupado especialmente por la moral y la educación. Por otro lado,
una reacción escolástica estuvo originada por la Contrarreforma tridentina que revivió el
misticismo y contó con figuras como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.105

Por otro lado, además del humanismo hay otras corrientes de pensamiento que a través de
diversas vías, aparentemente dispares, convergerán en la filosofía cartesiana y en los
fundamentos de la filosofía moderna: una es heredera del pensamiento medieval,
representada por Nicolás de Cusa o por la escolástica española; otra está más preocupada por
la naturaleza y dará origen a la ciencia física moderna.106 Nicolás de Cusa, cardenal y obispo
de Bresanona, intentó conciliar la doctrina católica con la teoría platónica, a través de una
noción de Dios infinito y trascendente en el que se aglutinan la verdad y la realidad (De docta
ignorantia, 1440).107 La escolástica española estuvo muy ligada a la Contrarreforma, y se
asoció especialmente con la orden de los jesuitas; de influencia tomista, estuvo representada
por Francisco de Vitoria, Alfonso Salmerón, Luis de Molina y, especialmente, Francisco
Suárez.108 El estudio de la naturaleza dio en el terreno filosófico la relevante figura de
Giordano Bruno, autor de una doctrina panteísta por la que fue quemado por hereje, y
defensor de la razón y la experiencia como única vía para conocer el mundo.109 También
influyeron en la filosofía las nuevas teorías científicas de Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.110

Ciencia

Esta sección es un extracto de Historia de la ciencia en el Renacimiento.[editar]

El sistema copernicano (De revolutionibus orbium coelestium).

Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el


Renacimiento.

Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).

La historia de la ciencia en el Renacimiento comienza con el redescubrimiento de textos


científicos antiguos durante el Renacimiento y se acelera después de la caída de
Constantinopla en 1453 y la invención de la imprenta —que democratizaría al aprendizaje y
permitiría una propagación más rápida de nuevas ideas— y los descubrimientos geográficos
ocurridos en esta era.111

Las ciencias naturales, fundamentadas en la metafísica nominalista, se diferenciaron de los


estudios anteriores —de raíz aristotélica— en dos factores esenciales: la idea de la naturaleza
y el método físico.112 La primera evoluciona desde la física ontológica aristotélica hacia un
discurrir simbólico fundamentado en las matemáticas, pasando de analizar el «ser de las
cosas» a interpretar «variaciones de fenómenos»; por tanto, se renuncia a conocer las causas a
cambio de medir los fenómenos, sentando las bases de la ciencia positiva.113 El método físico,
por otro lado, se fundamenta en el empirismo, basado en el «análisis de la naturaleza», el cual
parte de una hipótesis de origen matemático para llegar a una comprobación a posteriori de
esa premisa apriorística.114 Uno de los principales teóricos de la nueva ciencia fue el filósofo
inglés Francis Bacon, padre del empirismo filosófico y científico; su principal obra, Novum
organum, presenta la ciencia como técnica, experimental e inductiva, capaz de dar al ser
humano el dominio sobre la naturaleza.115

Una de las disciplinas científicas que más se desarrolló en esta época fue la astronomía, gracias
principalmente a la figura de Nicolás Copérnico: este científico polaco fue el difusor de la teoría
heliocéntrica —los planetas giran alrededor del Sol— frente a la geocéntrica impuesta en la
Edad Media principalmente por la iglesia —la Tierra es el centro del universo. Expuso esta
teoría, basada en la de Aristarco de Samos.116117 Este sistema fue posteriormente
desarrollado por Johannes Kepler, quien describió el movimiento de los planetas conforme a
órbitas elípticas.118119 Por último, Galileo Galilei sistematizó estos conocimientos y formuló
los principios modernos del conocimiento científico, por lo que fue procesado por la
Inquisición y obligado a retractarse; sin embargo, está considerado por ello el fundador de la
física moderna.120 Otro astrónomo destacado de este período fue Tycho Brahe, creador del
observatorio de Uraniborg, desde el que realizó numerosas observaciones astronómicas que
sirvieron de base a los cálculos de Kepler.121 También cabe remarcar que en 1582 el papa
Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que sustituyó al anterior calendario
juliano.122

Las matemáticas también avanzaron notablemente en esta época: Christoph Rudolff desarrolló
la utilización de las fracciones decimales; Regiomontano estudió la trigonometría esférica y
rectilínea;123 los italianos Gerolamo Cardano y Lodovico Ferrari resolvieron las ecuaciones de
tercer y cuarto grado, respectivamente; otro italiano, Tartaglia, utilizó el triángulo aritmético
para calcular los coeficientes de un binomio;124 Rafael Bombelli estudió los números
imaginarios;125 François Viète efectuó importantes avances en trigonometría,126 y creó el
simbolismo algebraico;127 Simon Stevin estudió las primeras tablas de intereses, resolvió el
problema de la composición de fuerzas y sistematizó las fracciones decimales.128

En ciencias naturales y medicina también hubo importantes avances: en 1543 Andrés Vesalio
publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profusas ilustraciones
considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos; Bartolomeo
Eustachio descubrió las cápsulas suprarrenales; Ambroise Paré inició la cirugía moderna;
Conrad von Gesner inauguró la zoología moderna con una primera clasificación de animales
por géneros y familias; Miguel Servet describió la circulación pulmonar, y William Harvey la de
la sangre; Gabriele Falloppio estudió la estructura interna del oído; Ulisse Aldrovandi creó el
primer jardín botánico en Bolonia; Bernard Palissy fundamentó la paleogeografía; Caspar
Bauhin introdujo un primer método de clasificación de las plantas; y Zacharias Janssen inventó
el microscopio en 1590.129
También avanzó notablemente la geografía y la cartografía, gracias a los numerosos
descubrimientos realizados en esta época. Cabe destacar la labor del flamenco Gerardus
Mercator, autor del primer mapa del mundo (1538) y descubridor de un método de
posicionamiento geográfico sobre un mapa del rumbo dado por una aguja imantada.130

En el terreno de la química, relacionada todavía con la alquimia medieval, hubo escasos


avances: Georgius Agricola fundó la mineralogía moderna, clasificando los minerales según sus
caracteres externos;131 Paracelso aplicó la alquimia a la medicina, estudiando las propiedades
de los minerales como fármacos, en el transcurso de cuyas investigaciones descubrió el cinc;
Andreas Libavius escribió el primer tratado sobre química con una mínima base científica,132 e
introdujo diversos preparados químicos, como el ácido clorhídrico, el tetracloruro de estaño y
el sulfato amónico, así como la preparación del agua regia.133

Por último, conviene citar la figura polifacética de Leonardo da Vinci, ejemplo del hombre
renacentista interesado en todas las materias tanto artísticas como científicas (homo
universalis). En el terreno de la ciencia, realizó varios proyectos como máquinas voladoras,
concentradores de energía solar o calculadoras, que no pasaron de meros proyectos teóricos.
También realizó trabajos de ingeniería, hidráulica y mecánica, y estudios de anatomía, óptica,
botánica, geología, paleontología y otras disciplinas.134

Historiadores como George Sarton y Lynn Thorndike han criticado el efecto del Renacimiento
sobre la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado porque los humanistas
favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la
filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han localizado en la influencia positiva del
Renacimiento puntualizando factores como el descubrimiento de muchísimos textos ocultos o
perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie
Boas Hall acudió el término «Renacimiento científico» para designar la primera fase de la
Revolución científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos
fases para explicar la Génesis de la ciencia moderna: un «Renacimiento científico» en los siglos
XV y XVI, centrado en la restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una
«Revolución científica» en el siglo XVII, cuándo los científicos pasaron de la recuperación a la
invención.

Vida y costumbres

Diseños de moda de los siglos xv y xvi

Con el Renacimiento y su cultura más humanista e individualista, así como el despegue


económico y su consecuente grado de ostentación social, y unido a los avances tecnológicos,
se desarrollaron notablemente todos los aspectos relacionados con el aspecto individual y el
cuidado personal, como la peluquería y la moda. La peluquería sufrió una profunda
transformación y un gran auge en cuanto a establecimientos y productos dedicados al cuidado
del cabello. Se puso de moda la depilación de las cejas, así como de la frente, a veces hasta
medio cráneo. Aumentó el gusto por el teñido, siendo el rubio el color preferido. Por lo
general, los peinados incluían un tocado, con cinco tipos principales: las tocas, las cofias o
albanegas, los bonetes, los rollos y los sombreros. Desde el siglo xvi los peinados,
especialmente los femeninos, fueron ganando en complejidad, con sofisticadas estructuras de
rizos, encajes, cintas y muselinas.135

En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día: se


introdujeron nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. En la
Italia renacentista aparecieron los trajes más ricos y espectaculares de la historia, de vivos
colores y formas imaginativas y originales, que otorgaban gran relevancia a las mangas, a los
pliegues y a las caídas de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el
siglo xvi el calzón corto era a modo de bombacho, y continuó usándose el jubón medieval,
junto a capas de diverso tipo y adornos como la gorguera, una tela de encajes fruncidos que
cubría el cuello. En el atuendo femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una
falda en forma de campana llamada crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con
aros metálicos.136

También cobró una especial relevancia la gastronomía, que llegó a altas cotas de refinamiento
y sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con Oriente favoreció la
importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo,
canela, etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de
América, de donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los
frijoles, el cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango o el tabaco.137

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