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Renacimiento

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Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se produjo en
Europa Occidental durante los siglos xv y xvi.1 Fue un periodo de transición entre la Edad Media y
los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes,
aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos
elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los
valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval.
En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el
teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un
estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes
habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.2

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo
xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en
1855.3 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que
abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y
republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad
Media precedente y un protagonismo francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo
Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo
xiv a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu
individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una
«ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su
ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por
su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales

Contexto histórico

Artículo principal: Edad Moderna

Véase también: Renacimiento del siglo XII

Imprenta europea del siglo xv. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en 1789, el
cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo (siglos xv y xvi),
el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores sitúan la fecha de
inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).7

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval
ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano
Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los movimientos
heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada
del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una
teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse
una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por
Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía
mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado
durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las
novedades.9 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el
teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de
valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces
a aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con


diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como
Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando
con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y
el patrocinio de la literatura.10

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con
la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da
Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en
México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de la
unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la
ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543;
Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico
della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).8

Definición
La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se
afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo,
procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e historiador
Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer de la cultura clásica tras el
oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y cultural que
abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.8 En la historiografía moderna, la
primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo


retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros
artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como el pintor
Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados en el
naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos
de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas
técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da
Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen
de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una parte
del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista buscó
imperiosamente distanciarse de la etapa anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a
los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad
técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista renacentista no
valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía
por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían
resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en
una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte— que el rancio
abolengo.16

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de personajes
provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos
personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a
quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da
Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo,
rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y cardenales
de la Iglesia.17

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de la
realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad Media
se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores supremos del
artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para
realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones de
belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en
Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza.
Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la fortaleza moscovita del
Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
(saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde Portugal
hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de formación o
mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se
llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos,
pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación.
Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.20 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la época fue
Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte»
(Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso
minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II
en Praga.22

Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos elementos
simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración y el
conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o esculturas
romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la
renovación de la arquitectura.13

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento
de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.13
El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias
del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el arte
era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo fueron la
Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento, particularmente
Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes familias fomentaron el mecenazgo: los Este en
Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán, los Colonna en Nápoles, etc.

Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación
de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino
para ascender a una dimensión suprasensible.23

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra Il libro dell'arte
(1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el arte como una
actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método
para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista,
que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua volontà).
También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador del artista, que forja una
idea mental de su obra antes de realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde
entonces para el arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista Alberti
(De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de
Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica
al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la arquitectura, la
escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que hasta entonces eran consideradas
como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el
primero en periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo
que llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a través de


la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli sobre la sección
áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega
φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se encuentran tanto
en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en elementos tales como caracolas,
nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un
carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una
importancia mística.28

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la
historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte

Artículo principal: Arte del Renacimiento

Etapas

David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse
en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la
Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como espacio
cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento
—también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en
Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda
referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se
centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en
las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura
hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo xvi.30
En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como un
legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de
validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás naciones.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Véase también: Renacimiento italiano

Arquitectura

Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles
polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.

Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así,
el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden toscano.
Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de
capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso
religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).
Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía
en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento monumental en iglesias y
edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y
anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como en el caso
de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta
plana con casetones.31 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad, especialmente por el arte
romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de
construcción del gótico, y se abandona en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado,
las naves escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios
medievales. Predominarían ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y,
sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos,


guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de
estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron
en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el Renacimiento preconizó el
despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi esta tendencia se rompería en
favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en
su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a
extenderse con la Contrarreforma.

El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad


estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales),
fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de
arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura
del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores
o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de
Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (palacio
Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo
Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la
impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la
luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período fueron Brunelleschi
(Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés
de Mantua, 1460); y la principal obra fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su
famosa cúpula, obra de Brunelleschi.32 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de
Giovanni Antonio Amadeo (1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y
el Castel Nuovo de Nápoles, de Francesco Laurana (1453).33

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre proyecto
para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la pauta en lo
restante del siglo xvi.34 En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la
grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto para la basílica vaticana,
lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del hombre».35 Los palacios se
adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele
Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos, 1537–1550, Venecia, obra de
Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las
construcciones. A medida que avanza el siglo, el manierismo se introdujo en la arquitectura, con
edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la
atención del espectador por su originalidad o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio
Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos
periodos: el «clasicismo» de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel,
Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo Sansovino;36 y el «manierismo», que se da a partir de 1530,
siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y
Vincenzo Scamozzi.37 Hay que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que
ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.38

Pintura

Artículo principal: Pintura renacentista

El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El


paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado
del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será
a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.

En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de la órbita del
gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva y
naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludiaban el Renacimiento pictórico.
En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva
mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores,
aún tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras la mitología,
la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una búsqueda
constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para
muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y
reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta
y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la
naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las
figuras.39

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo
Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en Padua,
Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro
Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy
atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la
escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son
Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano,
Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio y, en el sur de
la península, Antonello da Messina.40

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado
de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas
obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas
innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal
aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una
gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de
sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo
unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la
celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.41

La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado,
estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos,
como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a
todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje,
perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó
a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el
papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este
artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y
de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi
totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.42

Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso
de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.43

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte
ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—44 y se
afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y
original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba
en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir
con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo. Se buscaría a partir de
entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a esta corriente pictórica
Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores
tomarían algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre
ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.45

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos, melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista,
quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas,
llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras,
convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del impresionismo.46
Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela llevándola hacia el
manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.47

Escultura

Artículo principal: Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura
de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo
e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.

Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería
ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas tipologías
técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y
el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con temas
mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva, derivado de
las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos,
sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional
talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se
recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda Europa de
estatuas de este material.48
Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a dos
etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis y,
con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico
era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las
mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época fueron
Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento
al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia —que introdujeron la
cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios—,
Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino. El más importante de ellos es
Donatello, gran creador que, partiendo de los supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal
inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo
público —su Condotiero Gattamelata es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la
antigüedad—, la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras,
llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente
idealista.49

La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María
y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.50 Hasta tal punto marcó la escultura
de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus
novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos
otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente
escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se
aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana. Protegido primero por
los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchó
luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de construcción de la nueva basílica. El pontífice
Julio II lo tomó bajo su protección y le encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el
artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las
esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se
manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas
contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel
continuó con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
llevó a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.51 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en
Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de
escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían
los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.52

España

Artículo principal: Renacimiento español

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en
Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las
artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a
España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década
de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y
tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del
Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en
el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del
gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo xv-


primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y estilo
herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente
aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es
un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de
donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya
Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron
Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la
italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro
de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde
además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de
Vandelvira y Diego de Siloé.53 Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original
adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico.
La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo
y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense
traspasó el umbral cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.54

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su
sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades
italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase
más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó
las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más
destacados.55

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de
Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de Morales,
Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de
los Llanos.56 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de
la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo
estilístico propio: El Greco.57

Francia

Artículo principal: Renacimiento francés

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del
momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso
definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco I. Este
monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a
importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos el mismo
Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso
programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene
tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente
arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran
presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había


patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la creación de
nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un
impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio
renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y
piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general sobriedad de
aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones
para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés:
decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más
novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de
este conjunto es el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una
escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de
Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.58

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses
que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas italianas,
aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de
desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No
obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente
todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores
Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto
Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras
salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen
a todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos
aristocráticos.59

Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la


arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La
reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre
Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que
utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.60 Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción
de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro
gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.61

La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las
Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia
dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los
talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte
como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de hegemonía en
este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de
los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las
esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en estos. Dos
fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.62

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo,
los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.
La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa
integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No
obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a la
vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya
perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel
plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez
formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita
del gótico.63
Alemania

Artículo principal: Renacimiento alemán

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos,
bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino
una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante. Alberto
Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue
reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la
reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista.
Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en
los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad
de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de
raigambre italiana en el arte alemán.64

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a
la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo,
pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas
siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de
los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el
Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.65

En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de Peter
Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San Sebaldo en
Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como Hubert Gerhard,
autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.66

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).67 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el castillo
de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes
prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación
renacentista.68
Flandes y Países Bajos

Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como
anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil.
Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que
oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.

A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un


desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se caracterizó
por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó más a él por la
experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los modos del gótico
pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características singulares, como cierta vena
caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad del pueblo llano y sus costumbres.
Se recoge ese interés en obras de carácter menos idealizado que las italianas, con una marcada
tendencia por el detallismo casi microscópico que aplican a las representaciones —influjo de los
maestros tardogóticos ya mencionados y la miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin
demasiado interés por disquisiciones teóricas. Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco
en esta época fue la técnica de la pintura al óleo.69

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o Mabuse,
algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la difusión de
los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de prácticamente
cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo muy de moda en toda
Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época fueron Joachim Patinir, uno de
los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura, aunque apegado todavía al gótico;
Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos caricaturescos de Leonardo y en las clases populares
para retratar vicios y costumbres; el retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más
originales de la historia, apegado formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la
vez innovador, creador de un universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los
precedentes del surrealismo (El jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno
de los grandes maestros del paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos
ellos, aun cuando en su pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de
medieval (El triunfo de la Muerte, 1563).70

En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —generalmente


de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el desnudo heroico las
caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera de Italia.
En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo xvi,
en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en el
Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.68

Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza

Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte del
Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la región
del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.71 La influencia italiana se notó especialmente en el cantón
de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y San Francisco de
Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al gótico tardío.72

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)

Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en algunos
elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.73 Otros ejemplos de estilo Tudor
serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).74 Más
adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la construcción de
palacios.68

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el claustro
del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.68 En este país trabajó
el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa (1582).75

Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de Praga
una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes, autómatas,
instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia. Adquirió cuadros de
artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe
Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos propios de los
bodegones.76 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de
Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.77

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del arte
italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.78 El monarca compró numerosas
obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y decorar sus
palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista
Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano
Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de
Esztergom.79

Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio Real
de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di Quadro
(Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la catedral de
Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y Domenico Veneziano
(monumento sepulcral de Esteban I Báthory, catedral de Cracovia). En cambio, en pintura
trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach, Louz von Kitzingen y
Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la que destacan el Códice de
Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.80

Artículo principal: Renacimiento en Polonia

Rusia: durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina, pero se
recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés Aristotele
Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la catedral de la
Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo, fue el encargado
de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-1508). La influencia
italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra de Póstnik Yákovlev
(1555-1560).81

Arte colonial hispanoamericano

Artículo principal: Arte colonial hispanoamericano

Catedral de Puebla

Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la metrópoli,
cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que
se producían en España, como el purismo y el plateresco (catedral de Santo Domingo). Al iniciarse
la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden
real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva ciudad debía ser una iglesia.
Durante la primera mitad del siglo xvi fueron las órdenes religiosas las encargadas de la edificación
de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto
almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—,
como el Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula.82 A mediados de
siglo se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y
Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como
modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la catedral
del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina
destaca la catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.83

Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por
maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas
de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una iconografía
de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles como arcabuceros
contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo xvi es
denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo xvi surgieron los grandes frescos murales, de
carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros
españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos
(Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).84

En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, en tallas exentas y
retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso y decorada
con encarnación —aplique directo del color— o estofado —sobre un fondo de plata y oro—. A
principios del siglo xvii nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la
chilota, destacando la labor patrocinadora de la orden jesuita.

Artes gráficas y decorativas

Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.

Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas clases
adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania, destacando la técnica de
la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir efectos lineales o de ciertas
imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras basadas en bocetos desarrollados por
pintores como Bernard van Orley. La cerámica se elaboró en Italia con barnices vidriados,
consiguiendo tonos brillantes de gran efecto. El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia
(Murano), decorado a veces con hilos de oro o con filamentos de vidrios de colores. La orfebrería
fue cultivada por escultores como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas de gran
virtuosismo y elevada calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.85
En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la
invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas de grabado:
calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media tinta o grabado a punta
seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado en metal, practicado
especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos xv y xvi, mientras que en el
Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra del Parmigianino. En Alemania destacó
la obra de Durero, especialista de la técnica del buril, aunque también realizó xilografías. En
Francia, el grabado fue practicado por la escuela de Fontainebleau, en la que destacó Jean Duvet,
famoso por su serie del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables grabadores en la ciudad
de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de excelente técnica y detallismo,
aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock, que reprodujo numerosas obras de
Brueghel.86

Jardinería

Artículo principal: Jardín italiano

Jardín del Château d'Ambleville, Francia

En el Renacimiento la jardinería cobró una especial relevancia, en paralelo al impulso otorgado a


todas las artes en esta época, principalmente gracias al mecenazgo de nobles, príncipes y altos
cargos de la Iglesia. El jardín renacentista se inspiró en el romano, en aspectos como la decoración
escultórica o la presencia de templetes, ninfeos y estanques. Los primeros ejemplos surgieron en
Florencia y Roma, regiones con una orografía accidentada y grandes desniveles de terreno, lo que
originó el efectuar estudios previos de índole arquitectónica para planificar la estructura del jardín,
originando la arquitectura paisajística. Un ejemplo de ello son los Jardines del Belvedere en Roma,
proyectados por Bramante en 1503, el cual resolvió los desniveles con un sistema de terrazas, a las
que se accede por amplias escalinatas y que están rodeadas de balaustradas, esquema que pasaría
a ser típico del jardín italiano, que se convertiría en el prototipo de jardín renacentista. Se otorgó
una especial importancia a la obra hidráulica, con estanques y fuentes de gran complejidad, como
los de la Villa de Este en Tivoli, diseñados por Bernini. Estos diseños pasaron al resto de Europa,
donde destacan por su magnificencia los jardines franceses, como los de los castillos de Amboise,
Chambord y Villandry. En Francia era costumbre subdividir el jardín en diversas zonas
especializadas (jardín geométrico, medicinal, silvestre), así como la construcción de canales que
permitían el paseo en barca. En esta época comenzó la costumbre de recortar los setos,
apareciendo los primeros jardines en forma de laberinto. También hay que resaltar la llegada de
nuevas especies gracias al descubrimiento de América, lo que favoreció la apertura de jardines
botánicos dedicados al estudio y catalogación de las plantas.87

La teoría jardinística renacentista se nutrió especialmente de la concepción elaborada por Leon


Battista Alberti de la casa y el jardín como una unidad artística basada en formas geométricas (De
Re Aedificatoria, IX, 1443-1452), así como en el modelo expuesto por Francesco Colonna en su
Hypnerotomachia Poliphili (1499), que introducía el uso de parterres y el empleo del arte topiario
para dar formas caprichosas a los árboles, o el diseño de las eras a partir de formas axiales,
expuesto por Sebastiano Serlio en Tutte l'opere d'architettura (1538).88

Literatura

Artículo principal: Literatura renacentista

Don Quijote (1605), de Miguel de Cervantes.

La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el


papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En
esta época el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por
Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más mayoritario. Ello
conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los primeros
sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y
apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales.89 Es por ello que muy posiblemente,
la participación de filólogos en la época fue de gran ayuda y necesidad para el estudio, análisis y
comprensión de textos antiguos (principalmente clásicos) durante el siglo xv hasta el siglo xvi.

La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también
recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en
Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la figura
del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las letras por
igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.90 En su naturaleza, la esencia renacentista
nace en Italia, es en este territorio en donde nace un pensamiento basado en la dignidad y libertad
humana, en la que claro está, un pensamiento liberal basado en la crítica educativa, fomentando
un ideal meramente formativo. Un movimiento que al igual que la Paideia clásica, fomentara
principios y valores semejantes. El humanismo, con sus valores clarificadores sobre el valor y
esencia humana, viene también a profundizar y recrear la importancia y necesidad de comprender
los textos clásicos, limpiándolos de toda mancha de corrupción o manipulación intencional, o bien
de la simple malinterpretación literal o literaria. De esta manera, y con estos principios, surge una
sociedad laboral y académica, misma que es satisfecha con labor filológica. De manera que en el
Renacimiento Occidental del siglo xv y del mismo Humanismo Italiano, el que le da vivacidad y
seguimiento al estudio crítico de la cultura griega. Es por ende, que el paso de la cultura
Helenística a Italia fue un proceso enriquecedor tanto en la enseñanza y copiado de textos y
manuscritos antiguos como también el aprendizaje de las lenguas latín y griego y la misma
recolección de textos esparcidos alrededor del territorio. Muchos de estas personas preocupadas
por la difusión de la literatura helénica fueron Planudes, Moscópulo, Magister y Demetrio Triclinio.
Lorenzo Valla y sus emendationes en la traducción marcaron un antes y un después al
entendimiento Heródoto y Tucidides. Erasmo de Rotterdam, también reconocido como uno de los
mejores críticos textuales de la era moderna, analizó las Sagradas Escrituras y los textos clásicos
por su puesto, de modo que publicó traducciones de Aristóteles, Demócrito y Juan Crisóstomo.
(Morocho, pags 4-9)

Con el paso del tiempo la importancia de la actividad crítica textos grecolatinos va incrementando.
Su importancia se puede asociar con la necesidad de entender de aspectos históricos, ciencias
naturales, geografía, astronomía, y muchos más. De manera que la labor filológica tiene auge y
una importancia sinigual. A pesar de la intervención eclesiástica, haciendo mención sobre aquellos
que corrigen o trabajan con textos no religiosos, cometen herejía y pecado.

En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales
considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los
literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo,
Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso,
Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde desarrollaron
François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la
reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich
von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro, Edmund
Spenser, Michael Drayton, Henry Constable, George Chapman, Henry Howard y Thomas Wyatt. En
Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.90

Pero de algo que se puede afirma es que Italia, en su apogeo renacentista, fue, ciertamente la
cuna del humanismo, por consiguiente del mismo Renacimiento occidental. por ende, más que
ciudad o país comerciante, es un museo viviente, en el que se desenvuelve una riqueza cultural y
un apogeo históricamente fecundo. ya que bien se sabe, que Roma, capital Italiana, fue en su
época de gloria la capital del Imperio Romano. Por ello la formación y naturalización del latín no
viene siendo algo novedoso.

En contra del clero católico y el papado, la crítica textual posee un afluente muy fuerte, cuya
necesidad erudita y percepción literal es vital para la comprensión de lo que acontece en la
antigüedad. Aporte que se le puede asociar, según Quirós, (1994) a los bizantinos, quienes
trajeron consigo un importante número de manuscritos griegos al territorito Italiano.
Paralelamente, Francesco Petrarca, como ya se ha mencionado anteriormente, ha fomentado el
espíritu crítico y el valor literario de autores y textos clásicos,. Se concluye, siendo más que claro,
que será el humanismo nacido en Italia el fundador y promotor del pensamiento crítico y el que se
encargará de reivindicar el valor de la cultura griega.
En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo xvii: la poesía,
influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de
León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería
(Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554),
mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras españolas, autor
del inmortal Don Quijote (1605).

Por otra parte el renacimiento español (iniciado o promovido por la llegada de Antonio de Nebrija
y aceptado por los mismos reyes de España), claramente posee una línea ética basada en el
pensamiento italiano, cuales antes de iniciar los estudios y acercamientos del grecoromance,
incorporan modelos de enseñanza literario italiana. (Dante, Boccaccio, Petrarca). Los pocos
filólogos de la época utilizaban la valoración de textos basado en su antigüedad y mayor veracidad
y calidad de la lectura. Es así, que como afirma la Apología de Nebrija, que la germana lectio no
debe direccionarse hacia el consensus codicum, sino siempre enfocado en la calidad de la lectura.
(Morocho, p. 10)

Ahora bien, como se mencionó anteriormente, con los aportes de Antonio de Nebrija, inicia una
de las más grandes labores filológicas españolas. La traducción de textos de latín al romance.
Labora que se hace posible ya que una de las manifestaciones del Renacimiento Español consistía
en la recuperación de escritos latinos, litterae humanitas sobre obras ciceronianas. Que, bajo el
dominio de Cicerón, y por la imitatio y emulatio, en consorcio con el pensamiento de Lorenzo
Valla, nace la gramática castellana, proveniente del latín.

Teatro

El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras más
naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la
recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en las
tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'œil. Surgió la
reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la
Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en el
norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la
mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en
Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos destacaron
Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de
Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores
como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran
genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).91

Música
Artículo principal: Música del Renacimiento

Orfeo - Toccata

1:31

Toccata, de La favola d'Orfeo, una de las primeras óperas (1607), compuesta por Claudio
Monteverdi

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La música renacentista supuso la consagración de la polifonía, así como el afianzamiento de la


música instrumental, que iría evolucionando hacia la orquesta moderna. Apareció el madrigal
como género profano que aunaba texto y música, siendo la expresión paradigmática de la música
renacentista. En 1498 Ottaviano Petrucci ideó un sistema de imprenta adaptado a la música, en
pentagrama, con lo que se empezó a editar música. Las primeras novedades se produjeron en
Flandes, donde se desarrolló la llamada polifonía «a la flamenca», cultivada por Guillaume Dufay,
Johannes Ockeghem y Josquin des Prés. También cultivaron el madrigal Orlandus Lassus, Luca
Marenzio, Carlo Gesualdo, Claudio Monteverdi, Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria,
mientras que en polifonía religiosa destacó Giovanni Pierluigi da Palestrina. En música
instrumental descolló Giovanni Gabrieli, quien experimentó con diversos timbres de instrumentos
de viento y con efectos de sonido cruzado y de relieve.92

En los países protestantes la música cobró gran relevancia, ya que el propio Lutero defendía la
importancia de la música en la liturgia religiosa. Aquí se cultivó especialmente el coral, un género
musical a capella o con acompañamiento instrumental, generalmente a cuatro voces mixtas.
Algunos de los compositores que lo cultivaron fueron Johann Walther y Valentin Bapst.93

A finales del siglo xvi nació la ópera, iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata Fiorentina)
que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de musicalizar textos
dramáticos. La primera ópera fue Dafne (1594), de Jacopo Peri, a la que siguió Euridice (1600), del
mismo autor; en 1602 Giulio Caccini escribió otra Euridice; y, en 1607, Claudio Monteverdi
compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical que denominó sinfonía, y
dividió las estructuras cantadas en arias.94

Danza

Artículo principal: Danza renacentista

La danza renacentista tuvo una gran revitalización, debido de nuevo al papel preponderante del
ser humano sobre la religión, de tal manera que muchos autores consideran esta época el
nacimiento de la danza moderna. Se desarrolló sobre todo en Francia –donde fue llamado ballet-
comique–, en forma de historias bailadas, sobre textos mitológicos clásicos, siendo impulsado
principalmente por la reina Catalina de Médicis. Se suele considerar que el primer ballet fue el
Ballet comique de la Reine Louise (1581), de Balthazar de Beaujoyeulx. Las principales
modalidades de la época eran la gallarda, la pavana y el tourdion. En esta época surgieron los
primeros tratados sobre danza: Domenico da Piacenza escribió De arte saltandi et choreas
ducendi, siendo considerado el primer coreógrafo de la historia; Thoinot Arbeau hizo una
recopilación de danzas populares francesas (Orchesographie, 1588).95

Filosofía

Artículo principal: Filosofía renacentista

Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un
reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza
celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.

La filosofía renacentista estuvo marcada en su origen por el declive de la teología, en un mundo


abocado a la modernidad que, sin renunciar aún a la religión, la circunscribe al ámbito espiritual y
personal del individuo. La nueva forma de afrontar los problemas del ser humano será el
racionalismo, el uso de la razón aplicada a la sociedad y a la naturaleza.96 Aun así, la religión siguió
presente en buena medida durante esta época, aunque derivó de la teología escolástica hacia el
misticismo, hacia una relación con Dios basada más en el sentimiento que en el conocimiento, así
como en la acción, la obra de acercamiento a Dios, como se percibe en la obra de Jan van
Ruusbroec, Dionisio Cartujano y Tomás de Kempis.97

La nueva corriente de estos tiempos será el humanismo, más interesado en el hombre y la


naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El naturalismo impregna todos los ámbitos
del saber, y así se habla no solo de la ciencia natural, sino también del derecho natural, la moral
natural e, incluso, la religión natural, una religión que abandona todo lo sobrenatural (revelación,
dogma) para ser fiel reflejo de la posición del ser humano en el mundo.98 El humanismo se
fundamenta, como el arte, en la oposición a la cultura medieval y el retorno a la antigüedad
clásica; sin embargo, buena parte de la filosofía renacentista evoluciona de la medieval en una
línea continua que llega hasta Descartes, no en vano la escolástica medieval estaba fundamentada
en la filosofía griega platónica y aristotélica.99 Aun así, numerosos humanistas despreciaron el
aristotelismo escolástico por ser excesivamente teologizado, y abordaron a Platón desde la obra
de sus seguidores posteriores, el llamado neoplatonismo, especialmente desde el terreno de la
filosofía estoica que, como la renacentista, incidía más especialmente en el ser humano como
medida de todas las cosas. Sin embargo, muchos de estos autores abordaron el tema desde una
postura superficial y poco rigurosa, sin profundizar en los aspectos ontológicos y metafísicos de los
clásicos griegos, sin analizar la nueva situación intelectual del ser humano alejado de Dios,
cuestión que no llegará hasta el cartesianismo.100
El pensamiento humanístico nació en Italia, especialmente en torno a la Academia Platónica
Florentina patrocinada por Cosme de Médici, que aglutinó a pensadores como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico della Mirandola, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano o Benedetto Varchi. Otros se
encaminaron más hacia la política, como Nicolás Maquiavelo, forjador del autotitarismo
monárquico como seña de identidad de las nuevas naciones-estado surgidas en esta época; o
hacia el naturalismo, como Leonardo Da Vinci y Bernardino Telesio.101 En Francia, el humanismo
tuvo un componente más escéptico, representado por Michel de Montaigne o Pierre Charron,
mientras que algunas figuras se adhirieron a la reforma protestante, como Pierre de la Ramée o
Henri Estienne.102 En Inglaterra destacó la figura de Tomás Moro, canciller de Enrique VIII, quien
lo decapitó por oponerse a la reforma anglicana; fue autor de Utopía, un esbozo de estado ideal
de reminiscencias platónicas.103 Pero el más afamado humanista surgió en Países Bajos: Erasmo
de Róterdam, que escribió en latín, con un estilo vivo y elegante, fiel al dogma católico, pero de
mentalidad abierta y comprensiva, reflejo de un espíritu de concordia; fue autor del Elogio de la
locura (1511).103

En Alemania no recaló tanto el humanismo de carácter marcadamente literario como en otros


países europeos, y la filosofía se encaminó más a la mística especulativa, heredera del Maestro
Eckhart; otras figuras mezclaron esta tendencia con elementos de las ciencias naturales o aun de
la alquimia y la astrología, como Agrippa von Nettesheim o Paracelso. Por otro lado, la Reforma
protestante contó con figuras como Martín Lutero, Zwinglio, Philipp Melanchthon, Sebastian
Franck y Jakob Böhme.104

En España el pensamiento filosófico no rompió del todo con el pasado medieval, y mostró un
especial interés por la lingüística, tanto clásica como vernácula (Antonio de Nebrija, Benito Arias
Montano). La corriente escéptica estuvo representada por Francisco Sánchez, mientras que el
humanismo antiescolástico —pero heredero de la tradición católica— contó con la figura de Juan
Luis Vives, preocupado especialmente por la moral y la educación. Por otro lado, una reacción
escolástica estuvo originada por la Contrarreforma tridentina que revivió el misticismo y contó con
figuras como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.105

Por otro lado, además del humanismo hay otras corrientes de pensamiento que a través de
diversas vías, aparentemente dispares, convergerán en la filosofía cartesiana y en los fundamentos
de la filosofía moderna: una es heredera del pensamiento medieval, representada por Nicolás de
Cusa o por la escolástica española; otra está más preocupada por la naturaleza y dará origen a la
ciencia física moderna.106 Nicolás de Cusa, cardenal y obispo de Bresanona, intentó conciliar la
doctrina católica con la teoría platónica, a través de una noción de Dios infinito y trascendente en
el que se aglutinan la verdad y la realidad (De docta ignorantia, 1440).107 La escolástica española
estuvo muy ligada a la Contrarreforma, y se asoció especialmente con la orden de los jesuitas; de
influencia tomista, estuvo representada por Francisco de Vitoria, Alfonso Salmerón, Luis de Molina
y, especialmente, Francisco Suárez.108 El estudio de la naturaleza dio en el terreno filosófico la
relevante figura de Giordano Bruno, autor de una doctrina panteísta por la que fue quemado por
hereje, y defensor de la razón y la experiencia como única vía para conocer el mundo.109 También
influyeron en la filosofía las nuevas teorías científicas de Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.110

Ciencia

Esta sección es un extracto de Historia de la ciencia en el Renacimiento.[editar]

El sistema copernicano (De revolutionibus orbium coelestium).

Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el


Renacimiento.

Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).

La historia de la ciencia en el Renacimiento comienza con el redescubrimiento de textos científicos


antiguos durante el Renacimiento y se acelera después de la caída de Constantinopla en 1453 y la
invención de la imprenta —que democratizaría al aprendizaje y permitiría una propagación más
rápida de nuevas ideas— y los descubrimientos geográficos ocurridos en esta era.111

Las ciencias naturales, fundamentadas en la metafísica nominalista, se diferenciaron de los


estudios anteriores —de raíz aristotélica— en dos factores esenciales: la idea de la naturaleza y el
método físico.112 La primera evoluciona desde la física ontológica aristotélica hacia un discurrir
simbólico fundamentado en las matemáticas, pasando de analizar el «ser de las cosas» a
interpretar «variaciones de fenómenos»; por tanto, se renuncia a conocer las causas a cambio de
medir los fenómenos, sentando las bases de la ciencia positiva.113 El método físico, por otro lado,
se fundamenta en el empirismo, basado en el «análisis de la naturaleza», el cual parte de una
hipótesis de origen matemático para llegar a una comprobación a posteriori de esa premisa
apriorística.114 Uno de los principales teóricos de la nueva ciencia fue el filósofo inglés Francis
Bacon, padre del empirismo filosófico y científico; su principal obra, Novum organum, presenta la
ciencia como técnica, experimental e inductiva, capaz de dar al ser humano el dominio sobre la
naturaleza.115

Una de las disciplinas científicas que más se desarrolló en esta época fue la astronomía, gracias
principalmente a la figura de Nicolás Copérnico: este científico polaco fue el difusor de la teoría
heliocéntrica —los planetas giran alrededor del Sol— frente a la geocéntrica impuesta en la Edad
Media principalmente por la iglesia —la Tierra es el centro del universo. Expuso esta teoría,
basada en la de Aristarco de Samos.116117 Este sistema fue posteriormente desarrollado por
Johannes Kepler, quien describió el movimiento de los planetas conforme a órbitas elípticas.118
119 Por último, Galileo Galilei sistematizó estos conocimientos y formuló los principios modernos
del conocimiento científico, por lo que fue procesado por la Inquisición y obligado a retractarse;
sin embargo, está considerado por ello el fundador de la física moderna.120 Otro astrónomo
destacado de este período fue Tycho Brahe, creador del observatorio de Uraniborg, desde el que
realizó numerosas observaciones astronómicas que sirvieron de base a los cálculos de Kepler.121
También cabe remarcar que en 1582 el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que
sustituyó al anterior calendario juliano.122

Las matemáticas también avanzaron notablemente en esta época: Christoph Rudolff desarrolló la
utilización de las fracciones decimales; Regiomontano estudió la trigonometría esférica y
rectilínea;123 los italianos Gerolamo Cardano y Lodovico Ferrari resolvieron las ecuaciones de
tercer y cuarto grado, respectivamente; otro italiano, Tartaglia, utilizó el triángulo aritmético para
calcular los coeficientes de un binomio;124 Rafael Bombelli estudió los números imaginarios;125
François Viète efectuó importantes avances en trigonometría,126 y creó el simbolismo
algebraico;127 Simon Stevin estudió las primeras tablas de intereses, resolvió el problema de la
composición de fuerzas y sistematizó las fracciones decimales.128

En ciencias naturales y medicina también hubo importantes avances: en 1543 Andrés Vesalio
publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profusas ilustraciones
considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos; Bartolomeo
Eustachio descubrió las cápsulas suprarrenales; Ambroise Paré inició la cirugía moderna; Conrad
von Gesner inauguró la zoología moderna con una primera clasificación de animales por géneros y
familias; Miguel Servet describió la circulación pulmonar, y William Harvey la de la sangre;
Gabriele Falloppio estudió la estructura interna del oído; Ulisse Aldrovandi creó el primer jardín
botánico en Bolonia; Bernard Palissy fundamentó la paleogeografía; Caspar Bauhin introdujo un
primer método de clasificación de las plantas; y Zacharias Janssen inventó el microscopio en
1590.129

También avanzó notablemente la geografía y la cartografía, gracias a los numerosos


descubrimientos realizados en esta época. Cabe destacar la labor del flamenco Gerardus
Mercator, autor del primer mapa del mundo (1538) y descubridor de un método de
posicionamiento geográfico sobre un mapa del rumbo dado por una aguja imantada.130

En el terreno de la química, relacionada todavía con la alquimia medieval, hubo escasos avances:
Georgius Agricola fundó la mineralogía moderna, clasificando los minerales según sus caracteres
externos;131 Paracelso aplicó la alquimia a la medicina, estudiando las propiedades de los
minerales como fármacos, en el transcurso de cuyas investigaciones descubrió el cinc; Andreas
Libavius escribió el primer tratado sobre química con una mínima base científica,132 e introdujo
diversos preparados químicos, como el ácido clorhídrico, el tetracloruro de estaño y el sulfato
amónico, así como la preparación del agua regia.133

Por último, conviene citar la figura polifacética de Leonardo da Vinci, ejemplo del hombre
renacentista interesado en todas las materias tanto artísticas como científicas (homo universalis).
En el terreno de la ciencia, realizó varios proyectos como máquinas voladoras, concentradores de
energía solar o calculadoras, que no pasaron de meros proyectos teóricos. También realizó
trabajos de ingeniería, hidráulica y mecánica, y estudios de anatomía, óptica, botánica, geología,
paleontología y otras disciplinas.134

Historiadores como George Sarton y Lynn Thorndike han criticado el efecto del Renacimiento
sobre la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado porque los humanistas
favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la
filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han localizado en la influencia positiva del
Renacimiento puntualizando factores como el descubrimiento de muchísimos textos ocultos o
perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie Boas
Hall acudió el término «Renacimiento científico» para designar la primera fase de la Revolución
científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos fases para explicar
la Génesis de la ciencia moderna: un «Renacimiento científico» en los siglos xv y xvi, centrado en la
restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una «Revolución científica» en el siglo
xvii, cuándo los científicos pasaron de la recuperación a la invención.

Vida y costumbres

Diseños de moda de los siglos xv y xvi

Con el Renacimiento y su cultura más humanista e individualista, así como el despegue económico
y su consecuente grado de ostentación social, y unido a los avances tecnológicos, se desarrollaron
notablemente todos los aspectos relacionados con el aspecto individual y el cuidado personal,
como la peluquería y la moda. La peluquería sufrió una profunda transformación y un gran auge
en cuanto a establecimientos y productos dedicados al cuidado del cabello. Se puso de moda la
depilación de las cejas, así como de la frente, a veces hasta medio cráneo. Aumentó el gusto por el
teñido, siendo el rubio el color preferido. Por lo general, los peinados incluían un tocado, con cinco
tipos principales: las tocas, las cofias o albanegas, los bonetes, los rollos y los sombreros. Desde el
siglo xvi los peinados, especialmente los femeninos, fueron ganando en complejidad, con
sofisticadas estructuras de rizos, encajes, cintas y muselinas.135

En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día: se introdujeron
nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. En la Italia renacentista
aparecieron los trajes más ricos y espectaculares de la historia, de vivos colores y formas
imaginativas y originales, que otorgaban gran relevancia a las mangas, a los pliegues y a las caídas
de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el siglo xvi el calzón corto era
a modo de bombacho, y continuó usándose el jubón medieval, junto a capas de diverso tipo y
adornos como la gorguera, una tela de encajes fruncidos que cubría el cuello. En el atuendo
femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una falda en forma de campana llamada
crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con aros metálicos.136

También cobró una especial relevancia la gastronomía, que llegó a altas cotas de refinamiento y
sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con Oriente favoreció la
importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo, canela,
etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de América, de
donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los frijoles, el
cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango o el tabaco.137

Véase también

Prerrenacimiento

Alto Renacimiento

Bajo Renacimiento

Renacimiento italiano

Renacimiento español

Renacimiento francés

Renacimiento nórdico

Renacimiento alemán

Renacimiento flamenco

Renacimiento inglés

Renacimiento en Hungría

Arte de la Edad Moderna

Historia de la estética

La cultura del Renacimiento en Italia

Historia de la ciencia en el Renacimiento

Hallazgos médicos en el Renacimiento

Literatura del Renacimiento

Música del Renacimiento


Humanismo renacentista

Filosofía renacentista

Polimatía

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Enlaces externos

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Renacimiento

Artículo

Discusión

Herramientas

Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).


Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se produjo en
Europa Occidental durante los siglos xv y xvi.1 Fue un periodo de transición entre la Edad Media y
los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes,
aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos
elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los
valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval.
En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el
teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un
estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes
habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.2

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo
xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en
1855.3 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que
abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y
republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad
Media precedente y un protagonismo francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo
Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo
xiv a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu
individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una
«ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su
ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por
su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales

Contexto histórico

Artículo principal: Edad Moderna

Véase también: Renacimiento del siglo XII

Imprenta europea del siglo xv. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en 1789, el
cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo (siglos xv y xvi),
el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores sitúan la fecha de
inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).7

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval
ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano
Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los movimientos
heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada
del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una
teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse
una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por
Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía
mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado
durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las
novedades.9 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el
teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de
valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces
a aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con


diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como
Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando
con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y
el patrocinio de la literatura.10

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con
la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da
Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en
México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de la
unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la
ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543;
Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico
della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).8

Definición

La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se


afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo,
procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e historiador
Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer de la cultura clásica tras el
oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y cultural que
abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.8 En la historiografía moderna, la
primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9
Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo
retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros
artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como el pintor
Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados en el
naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos
de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas
técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da
Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen
de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una parte
del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista buscó
imperiosamente distanciarse de la etapa anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a
los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad
técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista renacentista no
valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía
por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían
resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15

David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en
una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte— que el rancio
abolengo.16
Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de personajes
provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos
personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a
quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da
Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo,
rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y cardenales
de la Iglesia.17

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de la
realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad Media
se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores supremos del
artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para
realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones de
belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en
Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza.
Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la fortaleza moscovita del
Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
(saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde Portugal
hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de formación o
mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se
llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos,
pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación.
Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.20 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la época fue
Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte»
(Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso
minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II
en Praga.22

Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos elementos
simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración y el
conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o esculturas
romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la
renovación de la arquitectura.13

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento
de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.13

El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias
del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el arte
era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo fueron la
Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento, particularmente
Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes familias fomentaron el mecenazgo: los Este en
Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán, los Colonna en Nápoles, etc.
Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación
de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino
para ascender a una dimensión suprasensible.23

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra Il libro dell'arte
(1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el arte como una
actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método
para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista,
que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua volontà).
También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador del artista, que forja una
idea mental de su obra antes de realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde
entonces para el arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista Alberti
(De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de
Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica
al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la arquitectura, la
escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que hasta entonces eran consideradas
como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el
primero en periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo
que llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a través de


la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli sobre la sección
áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega
φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se encuentran tanto
en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en elementos tales como caracolas,
nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un
carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una
importancia mística.28
Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la
historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte

Artículo principal: Arte del Renacimiento

Etapas

David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse
en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la
Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como espacio
cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento
—también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en
Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda
referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se
centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en
las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura
hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo xvi.30

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como un


legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de
validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás naciones.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Véase también: Renacimiento italiano


Arquitectura

Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles
polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.

Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así,
el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden toscano.
Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de
capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso
religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía
en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento monumental en iglesias y
edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y
anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como en el caso
de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta
plana con casetones.31 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad, especialmente por el arte
romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de
construcción del gótico, y se abandona en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado,
las naves escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios
medievales. Predominarían ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y,
sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos,


guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de
estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron
en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el Renacimiento preconizó el
despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi esta tendencia se rompería en
favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en
su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a
extenderse con la Contrarreforma.

El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad


estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales),
fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de
arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura
del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores
o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de
Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (palacio
Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo
Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la
impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la
luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período fueron Brunelleschi
(Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés
de Mantua, 1460); y la principal obra fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su
famosa cúpula, obra de Brunelleschi.32 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de
Giovanni Antonio Amadeo (1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y
el Castel Nuovo de Nápoles, de Francesco Laurana (1453).33

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre proyecto
para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la pauta en lo
restante del siglo xvi.34 En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la
grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto para la basílica vaticana,
lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del hombre».35 Los palacios se
adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele
Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos, 1537–1550, Venecia, obra de
Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las
construcciones. A medida que avanza el siglo, el manierismo se introdujo en la arquitectura, con
edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la
atención del espectador por su originalidad o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio
Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos
periodos: el «clasicismo» de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel,
Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo Sansovino;36 y el «manierismo», que se da a partir de 1530,
siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y
Vincenzo Scamozzi.37 Hay que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que
ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.38

Pintura

Artículo principal: Pintura renacentista

El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El


paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado
del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será
a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.

En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de la órbita del
gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva y
naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludiaban el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva


mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores,
aún tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras la mitología,
la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una búsqueda
constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para
muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y
reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta
y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la
naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las
figuras.39

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo
Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en Padua,
Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro
Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy
atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la
escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son
Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano,
Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio y, en el sur de
la península, Antonello da Messina.40

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado
de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas
obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas
innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal
aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una
gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de
sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo
unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la
celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.41

La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado,
estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos,
como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a
todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje,
perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó
a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el
papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este
artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y
de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi
totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.42
Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso
de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.43

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte
ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—44 y se
afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y
original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba
en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir
con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo. Se buscaría a partir de
entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a esta corriente pictórica
Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores
tomarían algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre
ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.45

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos, melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista,
quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas,
llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras,
convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del impresionismo.46
Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela llevándola hacia el
manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.47

Escultura

Artículo principal: Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura
de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo
e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.

Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería
ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas tipologías
técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y
el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con temas
mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva, derivado de
las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos,
sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional
talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se
recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda Europa de
estatuas de este material.48

Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a dos
etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis y,
con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico
era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las
mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época fueron
Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento
al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia —que introdujeron la
cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios—,
Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino. El más importante de ellos es
Donatello, gran creador que, partiendo de los supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal
inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo
público —su Condotiero Gattamelata es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la
antigüedad—, la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras,
llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente
idealista.49

La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María
y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.50 Hasta tal punto marcó la escultura
de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus
novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos
otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente
escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se
aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana. Protegido primero por
los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchó
luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de construcción de la nueva basílica. El pontífice
Julio II lo tomó bajo su protección y le encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el
artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las
esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se
manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas
contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel
continuó con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
llevó a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.51 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en
Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de
escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían
los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.52

España

Artículo principal: Renacimiento español

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en
Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las
artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a
España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década
de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y
tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del
Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en
el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del
gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo xv-


primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y estilo
herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente
aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es
un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de
donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya
Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron
Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la
italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro
de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde
además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de
Vandelvira y Diego de Siloé.53 Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original
adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico.
La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo
y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense
traspasó el umbral cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.54

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su
sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades
italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase
más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó
las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más
destacados.55

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de
Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de Morales,
Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de
los Llanos.56 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de
la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo
estilístico propio: El Greco.57

Francia

Artículo principal: Renacimiento francés

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del
momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso
definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco I. Este
monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a
importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos el mismo
Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso
programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene
tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente
arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran
presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había


patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la creación de
nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un
impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio
renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y
piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general sobriedad de
aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones
para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés:
decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más
novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de
este conjunto es el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una
escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de
Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.58

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses
que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas italianas,
aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de
desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No
obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente
todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores
Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto
Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras
salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen
a todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos
aristocráticos.59

Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la


arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La
reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre
Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que
utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.60 Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción
de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro
gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.61

La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las
Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia
dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los
talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte
como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de hegemonía en
este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de
los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las
esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en estos. Dos
fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.62

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo,
los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.
La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa
integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No
obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a la
vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya
perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel
plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez
formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita
del gótico.63

Alemania

Artículo principal: Renacimiento alemán

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos,
bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino
una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante. Alberto
Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue
reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la
reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista.
Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en
los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad
de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de
raigambre italiana en el arte alemán.64

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a
la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo,
pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas
siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de
los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el
Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.65

En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de Peter
Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San Sebaldo en
Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como Hubert Gerhard,
autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.66

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).67 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el castillo
de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes
prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación
renacentista.68

Flandes y Países Bajos

Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como
anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil.
Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que
oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.

A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un


desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se caracterizó
por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó más a él por la
experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los modos del gótico
pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características singulares, como cierta vena
caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad del pueblo llano y sus costumbres.
Se recoge ese interés en obras de carácter menos idealizado que las italianas, con una marcada
tendencia por el detallismo casi microscópico que aplican a las representaciones —influjo de los
maestros tardogóticos ya mencionados y la miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin
demasiado interés por disquisiciones teóricas. Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco
en esta época fue la técnica de la pintura al óleo.69

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o Mabuse,
algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la difusión de
los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de prácticamente
cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo muy de moda en toda
Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época fueron Joachim Patinir, uno de
los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura, aunque apegado todavía al gótico;
Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos caricaturescos de Leonardo y en las clases populares
para retratar vicios y costumbres; el retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más
originales de la historia, apegado formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la
vez innovador, creador de un universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los
precedentes del surrealismo (El jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno
de los grandes maestros del paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos
ellos, aun cuando en su pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de
medieval (El triunfo de la Muerte, 1563).70

En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —generalmente


de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el desnudo heroico las
caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera de Italia.

En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo xvi,
en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en el
Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.68

Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza
Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte del
Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la región
del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.71 La influencia italiana se notó especialmente en el cantón
de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y San Francisco de
Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al gótico tardío.72

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)

Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en algunos
elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.73 Otros ejemplos de estilo Tudor
serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).74 Más
adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la construcción de
palacios.68

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el claustro
del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.68 En este país trabajó
el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa (1582).75

Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de Praga
una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes, autómatas,
instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia. Adquirió cuadros de
artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe
Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos propios de los
bodegones.76 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de
Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.77

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del arte
italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.78 El monarca compró numerosas
obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y decorar sus
palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista
Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano
Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de
Esztergom.79
Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio Real
de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di Quadro
(Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la catedral de
Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y Domenico Veneziano
(monumento sepulcral de Esteban I Báthory, catedral de Cracovia). En cambio, en pintura
trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach, Louz von Kitzingen y
Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la que destacan el Códice de
Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.80

Artículo principal: Renacimiento en Polonia

Rusia: durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina, pero se
recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés Aristotele
Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la catedral de la
Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo, fue el encargado
de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-1508). La influencia
italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra de Póstnik Yákovlev
(1555-1560).81

Arte colonial hispanoamericano

Artículo principal: Arte colonial hispanoamericano

Catedral de Puebla

Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la metrópoli,
cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que
se producían en España, como el purismo y el plateresco (catedral de Santo Domingo). Al iniciarse
la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden
real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva ciudad debía ser una iglesia.
Durante la primera mitad del siglo xvi fueron las órdenes religiosas las encargadas de la edificación
de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto
almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—,
como el Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula.82 A mediados de
siglo se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y
Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como
modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la catedral
del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina
destaca la catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.83

Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por
maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas
de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una iconografía
de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles como arcabuceros
contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo xvi es
denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo xvi surgieron los grandes frescos murales, de
carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros
españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos
(Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).84

En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, en tallas exentas y
retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso y decorada
con encarnación —aplique directo del color— o estofado —sobre un fondo de plata y oro—. A
principios del siglo xvii nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la
chilota, destacando la labor patrocinadora de la orden jesuita.

Artes gráficas y decorativas

Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.

Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas clases
adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania, destacando la técnica de
la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir efectos lineales o de ciertas
imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras basadas en bocetos desarrollados por
pintores como Bernard van Orley. La cerámica se elaboró en Italia con barnices vidriados,
consiguiendo tonos brillantes de gran efecto. El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia
(Murano), decorado a veces con hilos de oro o con filamentos de vidrios de colores. La orfebrería
fue cultivada por escultores como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas de gran
virtuosismo y elevada calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.85

En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la


invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas de grabado:
calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media tinta o grabado a punta
seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado en metal, practicado
especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos xv y xvi, mientras que en el
Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra del Parmigianino. En Alemania destacó
la obra de Durero, especialista de la técnica del buril, aunque también realizó xilografías. En
Francia, el grabado fue practicado por la escuela de Fontainebleau, en la que destacó Jean Duvet,
famoso por su serie del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables grabadores en la ciudad
de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de excelente técnica y detallismo,
aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock, que reprodujo numerosas obras de
Brueghel.86
Jardinería

Artículo principal: Jardín italiano

Jardín del Château d'Ambleville, Francia

En el Renacimiento la jardinería cobró una especial relevancia, en paralelo al impulso otorgado a


todas las artes en esta época, principalmente gracias al mecenazgo de nobles, príncipes y altos
cargos de la Iglesia. El jardín renacentista se inspiró en el romano, en aspectos como la decoración
escultórica o la presencia de templetes, ninfeos y estanques. Los primeros ejemplos surgieron en
Florencia y Roma, regiones con una orografía accidentada y grandes desniveles de terreno, lo que
originó el efectuar estudios previos de índole arquitectónica para planificar la estructura del jardín,
originando la arquitectura paisajística. Un ejemplo de ello son los Jardines del Belvedere en Roma,
proyectados por Bramante en 1503, el cual resolvió los desniveles con un sistema de terrazas, a las
que se accede por amplias escalinatas y que están rodeadas de balaustradas, esquema que pasaría
a ser típico del jardín italiano, que se convertiría en el prototipo de jardín renacentista. Se otorgó
una especial importancia a la obra hidráulica, con estanques y fuentes de gran complejidad, como
los de la Villa de Este en Tivoli, diseñados por Bernini. Estos diseños pasaron al resto de Europa,
donde destacan por su magnificencia los jardines franceses, como los de los castillos de Amboise,
Chambord y Villandry. En Francia era costumbre subdividir el jardín en diversas zonas
especializadas (jardín geométrico, medicinal, silvestre), así como la construcción de canales que
permitían el paseo en barca. En esta época comenzó la costumbre de recortar los setos,
apareciendo los primeros jardines en forma de laberinto. También hay que resaltar la llegada de
nuevas especies gracias al descubrimiento de América, lo que favoreció la apertura de jardines
botánicos dedicados al estudio y catalogación de las plantas.87

La teoría jardinística renacentista se nutrió especialmente de la concepción elaborada por Leon


Battista Alberti de la casa y el jardín como una unidad artística basada en formas geométricas (De
Re Aedificatoria, IX, 1443-1452), así como en el modelo expuesto por Francesco Colonna en su
Hypnerotomachia Poliphili (1499), que introducía el uso de parterres y el empleo del arte topiario
para dar formas caprichosas a los árboles, o el diseño de las eras a partir de formas axiales,
expuesto por Sebastiano Serlio en Tutte l'opere d'architettura (1538).88

Literatura

Artículo principal: Literatura renacentista

Don Quijote (1605), de Miguel de Cervantes.

La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el


papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En
esta época el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por
Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más mayoritario. Ello
conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los primeros
sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y
apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales.89 Es por ello que muy posiblemente,
la participación de filólogos en la época fue de gran ayuda y necesidad para el estudio, análisis y
comprensión de textos antiguos (principalmente clásicos) durante el siglo xv hasta el siglo xvi.

La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también
recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en
Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la figura
del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las letras por
igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.90 En su naturaleza, la esencia renacentista
nace en Italia, es en este territorio en donde nace un pensamiento basado en la dignidad y libertad
humana, en la que claro está, un pensamiento liberal basado en la crítica educativa, fomentando
un ideal meramente formativo. Un movimiento que al igual que la Paideia clásica, fomentara
principios y valores semejantes. El humanismo, con sus valores clarificadores sobre el valor y
esencia humana, viene también a profundizar y recrear la importancia y necesidad de comprender
los textos clásicos, limpiándolos de toda mancha de corrupción o manipulación intencional, o bien
de la simple malinterpretación literal o literaria. De esta manera, y con estos principios, surge una
sociedad laboral y académica, misma que es satisfecha con labor filológica. De manera que en el
Renacimiento Occidental del siglo xv y del mismo Humanismo Italiano, el que le da vivacidad y
seguimiento al estudio crítico de la cultura griega. Es por ende, que el paso de la cultura
Helenística a Italia fue un proceso enriquecedor tanto en la enseñanza y copiado de textos y
manuscritos antiguos como también el aprendizaje de las lenguas latín y griego y la misma
recolección de textos esparcidos alrededor del territorio. Muchos de estas personas preocupadas
por la difusión de la literatura helénica fueron Planudes, Moscópulo, Magister y Demetrio Triclinio.
Lorenzo Valla y sus emendationes en la traducción marcaron un antes y un después al
entendimiento Heródoto y Tucidides. Erasmo de Rotterdam, también reconocido como uno de los
mejores críticos textuales de la era moderna, analizó las Sagradas Escrituras y los textos clásicos
por su puesto, de modo que publicó traducciones de Aristóteles, Demócrito y Juan Crisóstomo.
(Morocho, pags 4-9)

Con el paso del tiempo la importancia de la actividad crítica textos grecolatinos va incrementando.
Su importancia se puede asociar con la necesidad de entender de aspectos históricos, ciencias
naturales, geografía, astronomía, y muchos más. De manera que la labor filológica tiene auge y
una importancia sinigual. A pesar de la intervención eclesiástica, haciendo mención sobre aquellos
que corrigen o trabajan con textos no religiosos, cometen herejía y pecado.

En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales
considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los
literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo,
Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso,
Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde desarrollaron
François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la
reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich
von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro, Edmund
Spenser, Michael Drayton, Henry Constable, George Chapman, Henry Howard y Thomas Wyatt. En
Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.90

Pero de algo que se puede afirma es que Italia, en su apogeo renacentista, fue, ciertamente la
cuna del humanismo, por consiguiente del mismo Renacimiento occidental. por ende, más que
ciudad o país comerciante, es un museo viviente, en el que se desenvuelve una riqueza cultural y
un apogeo históricamente fecundo. ya que bien se sabe, que Roma, capital Italiana, fue en su
época de gloria la capital del Imperio Romano. Por ello la formación y naturalización del latín no
viene siendo algo novedoso.

En contra del clero católico y el papado, la crítica textual posee un afluente muy fuerte, cuya
necesidad erudita y percepción literal es vital para la comprensión de lo que acontece en la
antigüedad. Aporte que se le puede asociar, según Quirós, (1994) a los bizantinos, quienes
trajeron consigo un importante número de manuscritos griegos al territorito Italiano.
Paralelamente, Francesco Petrarca, como ya se ha mencionado anteriormente, ha fomentado el
espíritu crítico y el valor literario de autores y textos clásicos,. Se concluye, siendo más que claro,
que será el humanismo nacido en Italia el fundador y promotor del pensamiento crítico y el que se
encargará de reivindicar el valor de la cultura griega.

En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo xvii: la poesía,
influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de
León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería
(Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554),
mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras españolas, autor
del inmortal Don Quijote (1605).

Por otra parte el renacimiento español (iniciado o promovido por la llegada de Antonio de Nebrija
y aceptado por los mismos reyes de España), claramente posee una línea ética basada en el
pensamiento italiano, cuales antes de iniciar los estudios y acercamientos del grecoromance,
incorporan modelos de enseñanza literario italiana. (Dante, Boccaccio, Petrarca). Los pocos
filólogos de la época utilizaban la valoración de textos basado en su antigüedad y mayor veracidad
y calidad de la lectura. Es así, que como afirma la Apología de Nebrija, que la germana lectio no
debe direccionarse hacia el consensus codicum, sino siempre enfocado en la calidad de la lectura.
(Morocho, p. 10)
Ahora bien, como se mencionó anteriormente, con los aportes de Antonio de Nebrija, inicia una
de las más grandes labores filológicas españolas. La traducción de textos de latín al romance.
Labora que se hace posible ya que una de las manifestaciones del Renacimiento Español consistía
en la recuperación de escritos latinos, litterae humanitas sobre obras ciceronianas. Que, bajo el
dominio de Cicerón, y por la imitatio y emulatio, en consorcio con el pensamiento de Lorenzo
Valla, nace la gramática castellana, proveniente del latín.

Teatro

El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras más
naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la
recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en las
tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'œil. Surgió la
reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la
Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en el
norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la
mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en
Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos destacaron
Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de
Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores
como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran
genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).91

Música

Artículo principal: Música del Renacimiento

Orfeo - Toccata

1:31

Toccata, de La favola d'Orfeo, una de las primeras óperas (1607), compuesta por Claudio
Monteverdi

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La música renacentista supuso la consagración de la polifonía, así como el afianzamiento de la


música instrumental, que iría evolucionando hacia la orquesta moderna. Apareció el madrigal
como género profano que aunaba texto y música, siendo la expresión paradigmática de la música
renacentista. En 1498 Ottaviano Petrucci ideó un sistema de imprenta adaptado a la música, en
pentagrama, con lo que se empezó a editar música. Las primeras novedades se produjeron en
Flandes, donde se desarrolló la llamada polifonía «a la flamenca», cultivada por Guillaume Dufay,
Johannes Ockeghem y Josquin des Prés. También cultivaron el madrigal Orlandus Lassus, Luca
Marenzio, Carlo Gesualdo, Claudio Monteverdi, Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria,
mientras que en polifonía religiosa destacó Giovanni Pierluigi da Palestrina. En música
instrumental descolló Giovanni Gabrieli, quien experimentó con diversos timbres de instrumentos
de viento y con efectos de sonido cruzado y de relieve.92

En los países protestantes la música cobró gran relevancia, ya que el propio Lutero defendía la
importancia de la música en la liturgia religiosa. Aquí se cultivó especialmente el coral, un género
musical a capella o con acompañamiento instrumental, generalmente a cuatro voces mixtas.
Algunos de los compositores que lo cultivaron fueron Johann Walther y Valentin Bapst.93

A finales del siglo xvi nació la ópera, iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata Fiorentina)
que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de musicalizar textos
dramáticos. La primera ópera fue Dafne (1594), de Jacopo Peri, a la que siguió Euridice (1600), del
mismo autor; en 1602 Giulio Caccini escribió otra Euridice; y, en 1607, Claudio Monteverdi
compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical que denominó sinfonía, y
dividió las estructuras cantadas en arias.94

Danza

Artículo principal: Danza renacentista

La danza renacentista tuvo una gran revitalización, debido de nuevo al papel preponderante del
ser humano sobre la religión, de tal manera que muchos autores consideran esta época el
nacimiento de la danza moderna. Se desarrolló sobre todo en Francia –donde fue llamado ballet-
comique–, en forma de historias bailadas, sobre textos mitológicos clásicos, siendo impulsado
principalmente por la reina Catalina de Médicis. Se suele considerar que el primer ballet fue el
Ballet comique de la Reine Louise (1581), de Balthazar de Beaujoyeulx. Las principales
modalidades de la época eran la gallarda, la pavana y el tourdion. En esta época surgieron los
primeros tratados sobre danza: Domenico da Piacenza escribió De arte saltandi et choreas
ducendi, siendo considerado el primer coreógrafo de la historia; Thoinot Arbeau hizo una
recopilación de danzas populares francesas (Orchesographie, 1588).95

Filosofía

Artículo principal: Filosofía renacentista

Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un
reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza
celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.

La filosofía renacentista estuvo marcada en su origen por el declive de la teología, en un mundo


abocado a la modernidad que, sin renunciar aún a la religión, la circunscribe al ámbito espiritual y
personal del individuo. La nueva forma de afrontar los problemas del ser humano será el
racionalismo, el uso de la razón aplicada a la sociedad y a la naturaleza.96 Aun así, la religión siguió
presente en buena medida durante esta época, aunque derivó de la teología escolástica hacia el
misticismo, hacia una relación con Dios basada más en el sentimiento que en el conocimiento, así
como en la acción, la obra de acercamiento a Dios, como se percibe en la obra de Jan van
Ruusbroec, Dionisio Cartujano y Tomás de Kempis.97

La nueva corriente de estos tiempos será el humanismo, más interesado en el hombre y la


naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El naturalismo impregna todos los ámbitos
del saber, y así se habla no solo de la ciencia natural, sino también del derecho natural, la moral
natural e, incluso, la religión natural, una religión que abandona todo lo sobrenatural (revelación,
dogma) para ser fiel reflejo de la posición del ser humano en el mundo.98 El humanismo se
fundamenta, como el arte, en la oposición a la cultura medieval y el retorno a la antigüedad
clásica; sin embargo, buena parte de la filosofía renacentista evoluciona de la medieval en una
línea continua que llega hasta Descartes, no en vano la escolástica medieval estaba fundamentada
en la filosofía griega platónica y aristotélica.99 Aun así, numerosos humanistas despreciaron el
aristotelismo escolástico por ser excesivamente teologizado, y abordaron a Platón desde la obra
de sus seguidores posteriores, el llamado neoplatonismo, especialmente desde el terreno de la
filosofía estoica que, como la renacentista, incidía más especialmente en el ser humano como
medida de todas las cosas. Sin embargo, muchos de estos autores abordaron el tema desde una
postura superficial y poco rigurosa, sin profundizar en los aspectos ontológicos y metafísicos de los
clásicos griegos, sin analizar la nueva situación intelectual del ser humano alejado de Dios,
cuestión que no llegará hasta el cartesianismo.100

El pensamiento humanístico nació en Italia, especialmente en torno a la Academia Platónica


Florentina patrocinada por Cosme de Médici, que aglutinó a pensadores como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico della Mirandola, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano o Benedetto Varchi. Otros se
encaminaron más hacia la política, como Nicolás Maquiavelo, forjador del autotitarismo
monárquico como seña de identidad de las nuevas naciones-estado surgidas en esta época; o
hacia el naturalismo, como Leonardo Da Vinci y Bernardino Telesio.101 En Francia, el humanismo
tuvo un componente más escéptico, representado por Michel de Montaigne o Pierre Charron,
mientras que algunas figuras se adhirieron a la reforma protestante, como Pierre de la Ramée o
Henri Estienne.102 En Inglaterra destacó la figura de Tomás Moro, canciller de Enrique VIII, quien
lo decapitó por oponerse a la reforma anglicana; fue autor de Utopía, un esbozo de estado ideal
de reminiscencias platónicas.103 Pero el más afamado humanista surgió en Países Bajos: Erasmo
de Róterdam, que escribió en latín, con un estilo vivo y elegante, fiel al dogma católico, pero de
mentalidad abierta y comprensiva, reflejo de un espíritu de concordia; fue autor del Elogio de la
locura (1511).103
En Alemania no recaló tanto el humanismo de carácter marcadamente literario como en otros
países europeos, y la filosofía se encaminó más a la mística especulativa, heredera del Maestro
Eckhart; otras figuras mezclaron esta tendencia con elementos de las ciencias naturales o aun de
la alquimia y la astrología, como Agrippa von Nettesheim o Paracelso. Por otro lado, la Reforma
protestante contó con figuras como Martín Lutero, Zwinglio, Philipp Melanchthon, Sebastian
Franck y Jakob Böhme.104

En España el pensamiento filosófico no rompió del todo con el pasado medieval, y mostró un
especial interés por la lingüística, tanto clásica como vernácula (Antonio de Nebrija, Benito Arias
Montano). La corriente escéptica estuvo representada por Francisco Sánchez, mientras que el
humanismo antiescolástico —pero heredero de la tradición católica— contó con la figura de Juan
Luis Vives, preocupado especialmente por la moral y la educación. Por otro lado, una reacción
escolástica estuvo originada por la Contrarreforma tridentina que revivió el misticismo y contó con
figuras como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.105

Por otro lado, además del humanismo hay otras corrientes de pensamiento que a través de
diversas vías, aparentemente dispares, convergerán en la filosofía cartesiana y en los fundamentos
de la filosofía moderna: una es heredera del pensamiento medieval, representada por Nicolás de
Cusa o por la escolástica española; otra está más preocupada por la naturaleza y dará origen a la
ciencia física moderna.106 Nicolás de Cusa, cardenal y obispo de Bresanona, intentó conciliar la
doctrina católica con la teoría platónica, a través de una noción de Dios infinito y trascendente en
el que se aglutinan la verdad y la realidad (De docta ignorantia, 1440).107 La escolástica española
estuvo muy ligada a la Contrarreforma, y se asoció especialmente con la orden de los jesuitas; de
influencia tomista, estuvo representada por Francisco de Vitoria, Alfonso Salmerón, Luis de Molina
y, especialmente, Francisco Suárez.108 El estudio de la naturaleza dio en el terreno filosófico la
relevante figura de Giordano Bruno, autor de una doctrina panteísta por la que fue quemado por
hereje, y defensor de la razón y la experiencia como única vía para conocer el mundo.109 También
influyeron en la filosofía las nuevas teorías científicas de Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.110

Ciencia

Esta sección es un extracto de Historia de la ciencia en el Renacimiento.[editar]

El sistema copernicano (De revolutionibus orbium coelestium).

Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el


Renacimiento.
Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).

La historia de la ciencia en el Renacimiento comienza con el redescubrimiento de textos científicos


antiguos durante el Renacimiento y se acelera después de la caída de Constantinopla en 1453 y la
invención de la imprenta —que democratizaría al aprendizaje y permitiría una propagación más
rápida de nuevas ideas— y los descubrimientos geográficos ocurridos en esta era.111

Las ciencias naturales, fundamentadas en la metafísica nominalista, se diferenciaron de los


estudios anteriores —de raíz aristotélica— en dos factores esenciales: la idea de la naturaleza y el
método físico.112 La primera evoluciona desde la física ontológica aristotélica hacia un discurrir
simbólico fundamentado en las matemáticas, pasando de analizar el «ser de las cosas» a
interpretar «variaciones de fenómenos»; por tanto, se renuncia a conocer las causas a cambio de
medir los fenómenos, sentando las bases de la ciencia positiva.113 El método físico, por otro lado,
se fundamenta en el empirismo, basado en el «análisis de la naturaleza», el cual parte de una
hipótesis de origen matemático para llegar a una comprobación a posteriori de esa premisa
apriorística.114 Uno de los principales teóricos de la nueva ciencia fue el filósofo inglés Francis
Bacon, padre del empirismo filosófico y científico; su principal obra, Novum organum, presenta la
ciencia como técnica, experimental e inductiva, capaz de dar al ser humano el dominio sobre la
naturaleza.115

Una de las disciplinas científicas que más se desarrolló en esta época fue la astronomía, gracias
principalmente a la figura de Nicolás Copérnico: este científico polaco fue el difusor de la teoría
heliocéntrica —los planetas giran alrededor del Sol— frente a la geocéntrica impuesta en la Edad
Media principalmente por la iglesia —la Tierra es el centro del universo. Expuso esta teoría,
basada en la de Aristarco de Samos.116117 Este sistema fue posteriormente desarrollado por
Johannes Kepler, quien describió el movimiento de los planetas conforme a órbitas elípticas.118
119 Por último, Galileo Galilei sistematizó estos conocimientos y formuló los principios modernos
del conocimiento científico, por lo que fue procesado por la Inquisición y obligado a retractarse;
sin embargo, está considerado por ello el fundador de la física moderna.120 Otro astrónomo
destacado de este período fue Tycho Brahe, creador del observatorio de Uraniborg, desde el que
realizó numerosas observaciones astronómicas que sirvieron de base a los cálculos de Kepler.121
También cabe remarcar que en 1582 el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que
sustituyó al anterior calendario juliano.122

Las matemáticas también avanzaron notablemente en esta época: Christoph Rudolff desarrolló la
utilización de las fracciones decimales; Regiomontano estudió la trigonometría esférica y
rectilínea;123 los italianos Gerolamo Cardano y Lodovico Ferrari resolvieron las ecuaciones de
tercer y cuarto grado, respectivamente; otro italiano, Tartaglia, utilizó el triángulo aritmético para
calcular los coeficientes de un binomio;124 Rafael Bombelli estudió los números imaginarios;125
François Viète efectuó importantes avances en trigonometría,126 y creó el simbolismo
algebraico;127 Simon Stevin estudió las primeras tablas de intereses, resolvió el problema de la
composición de fuerzas y sistematizó las fracciones decimales.128

En ciencias naturales y medicina también hubo importantes avances: en 1543 Andrés Vesalio
publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profusas ilustraciones
considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos; Bartolomeo
Eustachio descubrió las cápsulas suprarrenales; Ambroise Paré inició la cirugía moderna; Conrad
von Gesner inauguró la zoología moderna con una primera clasificación de animales por géneros y
familias; Miguel Servet describió la circulación pulmonar, y William Harvey la de la sangre;
Gabriele Falloppio estudió la estructura interna del oído; Ulisse Aldrovandi creó el primer jardín
botánico en Bolonia; Bernard Palissy fundamentó la paleogeografía; Caspar Bauhin introdujo un
primer método de clasificación de las plantas; y Zacharias Janssen inventó el microscopio en
1590.129

También avanzó notablemente la geografía y la cartografía, gracias a los numerosos


descubrimientos realizados en esta época. Cabe destacar la labor del flamenco Gerardus
Mercator, autor del primer mapa del mundo (1538) y descubridor de un método de
posicionamiento geográfico sobre un mapa del rumbo dado por una aguja imantada.130

En el terreno de la química, relacionada todavía con la alquimia medieval, hubo escasos avances:
Georgius Agricola fundó la mineralogía moderna, clasificando los minerales según sus caracteres
externos;131 Paracelso aplicó la alquimia a la medicina, estudiando las propiedades de los
minerales como fármacos, en el transcurso de cuyas investigaciones descubrió el cinc; Andreas
Libavius escribió el primer tratado sobre química con una mínima base científica,132 e introdujo
diversos preparados químicos, como el ácido clorhídrico, el tetracloruro de estaño y el sulfato
amónico, así como la preparación del agua regia.133

Por último, conviene citar la figura polifacética de Leonardo da Vinci, ejemplo del hombre
renacentista interesado en todas las materias tanto artísticas como científicas (homo universalis).
En el terreno de la ciencia, realizó varios proyectos como máquinas voladoras, concentradores de
energía solar o calculadoras, que no pasaron de meros proyectos teóricos. También realizó
trabajos de ingeniería, hidráulica y mecánica, y estudios de anatomía, óptica, botánica, geología,
paleontología y otras disciplinas.134

Historiadores como George Sarton y Lynn Thorndike han criticado el efecto del Renacimiento
sobre la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado porque los humanistas
favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la
filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han localizado en la influencia positiva del
Renacimiento puntualizando factores como el descubrimiento de muchísimos textos ocultos o
perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie Boas
Hall acudió el término «Renacimiento científico» para designar la primera fase de la Revolución
científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos fases para explicar
la Génesis de la ciencia moderna: un «Renacimiento científico» en los siglos xv y xvi, centrado en la
restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una «Revolución científica» en el siglo
xvii, cuándo los científicos pasaron de la recuperación a la invención.

Vida y costumbres

Diseños de moda de los siglos xv y xvi

Con el Renacimiento y su cultura más humanista e individualista, así como el despegue económico
y su consecuente grado de ostentación social, y unido a los avances tecnológicos, se desarrollaron
notablemente todos los aspectos relacionados con el aspecto individual y el cuidado personal,
como la peluquería y la moda. La peluquería sufrió una profunda transformación y un gran auge
en cuanto a establecimientos y productos dedicados al cuidado del cabello. Se puso de moda la
depilación de las cejas, así como de la frente, a veces hasta medio cráneo. Aumentó el gusto por el
teñido, siendo el rubio el color preferido. Por lo general, los peinados incluían un tocado, con cinco
tipos principales: las tocas, las cofias o albanegas, los bonetes, los rollos y los sombreros. Desde el
siglo xvi los peinados, especialmente los femeninos, fueron ganando en complejidad, con
sofisticadas estructuras de rizos, encajes, cintas y muselinas.135

En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día: se introdujeron
nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. En la Italia renacentista
aparecieron los trajes más ricos y espectaculares de la historia, de vivos colores y formas
imaginativas y originales, que otorgaban gran relevancia a las mangas, a los pliegues y a las caídas
de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el siglo xvi el calzón corto era
a modo de bombacho, y continuó usándose el jubón medieval, junto a capas de diverso tipo y
adornos como la gorguera, una tela de encajes fruncidos que cubría el cuello. En el atuendo
femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una falda en forma de campana llamada
crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con aros metálicos.136

También cobró una especial relevancia la gastronomía, que llegó a altas cotas de refinamiento y
sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con Oriente favoreció la
importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo, canela,
etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de América, de
donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los frijoles, el
cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango o el tabaco.137

Véase también
Prerrenacimiento

Alto Renacimiento

Bajo Renacimiento

Renacimiento italiano

Renacimiento español

Renacimiento francés

Renacimiento nórdico

Renacimiento alemán

Renacimiento flamenco

Renacimiento inglés

Renacimiento en Hungría

Arte de la Edad Moderna

Historia de la estética

La cultura del Renacimiento en Italia

Historia de la ciencia en el Renacimiento

Hallazgos médicos en el Renacimiento

Literatura del Renacimiento

Música del Renacimiento

Humanismo renacentista

Filosofía renacentista

Polimatía

Referencias

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Consultado el 8 de marzo de 2022.

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Renacimiento

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Discusión

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Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se produjo en
Europa Occidental durante los siglos xv y xvi.1 Fue un periodo de transición entre la Edad Media y
los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes,
aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos
elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los
valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval.
En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el
teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un
estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes
habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.2

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo
xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en
1855.3 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que
abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y
republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad
Media precedente y un protagonismo francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo
Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo
xiv a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu
individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una
«ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su
ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por
su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales

Contexto histórico

Artículo principal: Edad Moderna


Véase también: Renacimiento del siglo XII

Imprenta europea del siglo xv. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en 1789, el
cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo (siglos xv y xvi),
el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores sitúan la fecha de
inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).7

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval
ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano
Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los movimientos
heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada
del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una
teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse
una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por
Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía
mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado
durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las
novedades.9 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el
teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de
valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces
a aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con


diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como
Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando
con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y
el patrocinio de la literatura.10

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con
la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da
Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en
México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de la
unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la
ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543;
Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico
della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).8

Definición

La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se


afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo,
procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e historiador
Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer de la cultura clásica tras el
oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y cultural que
abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.8 En la historiografía moderna, la
primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo


retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros
artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como el pintor
Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados en el
naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos
de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas
técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da
Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen
de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una parte
del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista buscó
imperiosamente distanciarse de la etapa anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a
los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad
técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista renacentista no
valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía
por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían
resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15

David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en
una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte— que el rancio
abolengo.16

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de personajes
provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos
personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a
quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da
Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo,
rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y cardenales
de la Iglesia.17
El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de la
realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad Media
se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores supremos del
artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para
realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones de
belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en
Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza.
Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la fortaleza moscovita del
Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
(saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde Portugal
hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de formación o
mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se
llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos,
pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación.
Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.20 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la época fue
Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte»
(Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso
minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II
en Praga.22
Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos elementos
simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración y el
conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o esculturas
romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la
renovación de la arquitectura.13

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento
de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.13

El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias
del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el arte
era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo fueron la
Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento, particularmente
Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes familias fomentaron el mecenazgo: los Este en
Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán, los Colonna en Nápoles, etc.

Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación
de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino
para ascender a una dimensión suprasensible.23
Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra Il libro dell'arte
(1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el arte como una
actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método
para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista,
que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua volontà).
También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador del artista, que forja una
idea mental de su obra antes de realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde
entonces para el arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista Alberti
(De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de
Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica
al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la arquitectura, la
escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que hasta entonces eran consideradas
como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el
primero en periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo
que llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a través de


la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli sobre la sección
áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega
φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se encuentran tanto
en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en elementos tales como caracolas,
nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un
carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una
importancia mística.28

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la
historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte

Artículo principal: Arte del Renacimiento

Etapas
David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse
en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la
Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como espacio
cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento
—también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en
Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda
referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se
centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en
las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura
hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo xvi.30

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como un


legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de
validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás naciones.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Véase también: Renacimiento italiano

Arquitectura

Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles
polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.
Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así,
el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden toscano.
Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de
capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso
religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía
en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento monumental en iglesias y
edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y
anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como en el caso
de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta
plana con casetones.31 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad, especialmente por el arte
romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de
construcción del gótico, y se abandona en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado,
las naves escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios
medievales. Predominarían ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y,
sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos,


guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de
estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron
en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el Renacimiento preconizó el
despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi esta tendencia se rompería en
favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:


Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en
su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a
extenderse con la Contrarreforma.

El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad


estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales),
fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de
arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura
del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores
o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de
Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (palacio
Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo
Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la
impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la
luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período fueron Brunelleschi
(Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés
de Mantua, 1460); y la principal obra fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su
famosa cúpula, obra de Brunelleschi.32 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de
Giovanni Antonio Amadeo (1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y
el Castel Nuovo de Nápoles, de Francesco Laurana (1453).33

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre proyecto
para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la pauta en lo
restante del siglo xvi.34 En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la
grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto para la basílica vaticana,
lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del hombre».35 Los palacios se
adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele
Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos, 1537–1550, Venecia, obra de
Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las
construcciones. A medida que avanza el siglo, el manierismo se introdujo en la arquitectura, con
edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la
atención del espectador por su originalidad o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio
Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos
periodos: el «clasicismo» de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel,
Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo Sansovino;36 y el «manierismo», que se da a partir de 1530,
siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y
Vincenzo Scamozzi.37 Hay que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que
ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.38

Pintura

Artículo principal: Pintura renacentista

El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El


paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado
del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será
a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.

En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de la órbita del
gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva y
naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludiaban el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva


mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores,
aún tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras la mitología,
la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una búsqueda
constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para
muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y
reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta
y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la
naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las
figuras.39

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo
Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en Padua,
Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro
Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy
atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la
escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son
Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano,
Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio y, en el sur de
la península, Antonello da Messina.40

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado
de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas
obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas
innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal
aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una
gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de
sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo
unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la
celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.41

La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado,
estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos,
como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a
todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje,
perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó
a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el
papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este
artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y
de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi
totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.42

Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso
de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.43

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte
ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—44 y se
afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y
original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba
en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir
con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo. Se buscaría a partir de
entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a esta corriente pictórica
Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores
tomarían algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre
ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.45

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos, melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista,
quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas,
llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras,
convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del impresionismo.46
Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela llevándola hacia el
manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.47

Escultura

Artículo principal: Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura
de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo
e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.
Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería
ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas tipologías
técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y
el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con temas
mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva, derivado de
las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos,
sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional
talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se
recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda Europa de
estatuas de este material.48

Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a dos
etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis y,
con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico
era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las
mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época fueron
Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento
al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia —que introdujeron la
cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios—,
Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino. El más importante de ellos es
Donatello, gran creador que, partiendo de los supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal
inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo
público —su Condotiero Gattamelata es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la
antigüedad—, la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras,
llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente
idealista.49

La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María
y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.50 Hasta tal punto marcó la escultura
de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus
novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos
otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente
escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se
aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana. Protegido primero por
los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchó
luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de construcción de la nueva basílica. El pontífice
Julio II lo tomó bajo su protección y le encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el
artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las
esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se
manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas
contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel
continuó con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
llevó a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.51 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en
Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de
escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían
los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.52

España

Artículo principal: Renacimiento español

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en
Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las
artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a
España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década
de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y
tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del
Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en
el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del
gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo xv-


primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y estilo
herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente
aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es
un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de
donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya
Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron
Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la
italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro
de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde
además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de
Vandelvira y Diego de Siloé.53 Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original
adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico.
La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo
y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense
traspasó el umbral cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.54

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su
sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades
italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase
más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó
las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más
destacados.55

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de
Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de Morales,
Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de
los Llanos.56 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de
la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo
estilístico propio: El Greco.57

Francia

Artículo principal: Renacimiento francés

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del
momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso
definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco I. Este
monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a
importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos el mismo
Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso
programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene
tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente
arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran
presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había


patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la creación de
nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un
impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio
renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y
piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general sobriedad de
aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones
para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés:
decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más
novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de
este conjunto es el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una
escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de
Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.58
Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses
que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas italianas,
aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de
desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No
obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente
todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores
Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto
Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras
salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen
a todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos
aristocráticos.59

Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la


arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La
reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre
Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que
utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.60 Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción
de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro
gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.61

La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las
Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia
dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los
talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte
como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de hegemonía en
este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de
los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las
esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en estos. Dos
fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.62

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo,
los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.
La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa
integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No
obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a la
vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya
perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel
plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez
formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita
del gótico.63

Alemania

Artículo principal: Renacimiento alemán

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos,
bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino
una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante. Alberto
Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue
reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la
reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista.
Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en
los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad
de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de
raigambre italiana en el arte alemán.64

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a
la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo,
pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas
siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de
los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el
Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.65
En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de Peter
Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San Sebaldo en
Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como Hubert Gerhard,
autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.66

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).67 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el castillo
de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes
prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación
renacentista.68

Flandes y Países Bajos

Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como
anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil.
Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que
oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.

A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un


desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se caracterizó
por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó más a él por la
experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los modos del gótico
pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características singulares, como cierta vena
caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad del pueblo llano y sus costumbres.
Se recoge ese interés en obras de carácter menos idealizado que las italianas, con una marcada
tendencia por el detallismo casi microscópico que aplican a las representaciones —influjo de los
maestros tardogóticos ya mencionados y la miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin
demasiado interés por disquisiciones teóricas. Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco
en esta época fue la técnica de la pintura al óleo.69

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o Mabuse,
algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la difusión de
los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de prácticamente
cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo muy de moda en toda
Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época fueron Joachim Patinir, uno de
los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura, aunque apegado todavía al gótico;
Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos caricaturescos de Leonardo y en las clases populares
para retratar vicios y costumbres; el retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más
originales de la historia, apegado formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la
vez innovador, creador de un universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los
precedentes del surrealismo (El jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno
de los grandes maestros del paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos
ellos, aun cuando en su pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de
medieval (El triunfo de la Muerte, 1563).70

En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —generalmente


de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el desnudo heroico las
caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera de Italia.

En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo xvi,
en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en el
Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.68

Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza

Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte del
Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la región
del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.71 La influencia italiana se notó especialmente en el cantón
de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y San Francisco de
Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al gótico tardío.72

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)


Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en algunos
elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.73 Otros ejemplos de estilo Tudor
serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).74 Más
adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la construcción de
palacios.68

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el claustro
del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.68 En este país trabajó
el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa (1582).75

Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de Praga
una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes, autómatas,
instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia. Adquirió cuadros de
artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe
Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos propios de los
bodegones.76 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de
Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.77

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del arte
italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.78 El monarca compró numerosas
obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y decorar sus
palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista
Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano
Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de
Esztergom.79

Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio Real
de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di Quadro
(Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la catedral de
Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y Domenico Veneziano
(monumento sepulcral de Esteban I Báthory, catedral de Cracovia). En cambio, en pintura
trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach, Louz von Kitzingen y
Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la que destacan el Códice de
Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.80

Artículo principal: Renacimiento en Polonia

Rusia: durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina, pero se
recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés Aristotele
Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la catedral de la
Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo, fue el encargado
de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-1508). La influencia
italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra de Póstnik Yákovlev
(1555-1560).81

Arte colonial hispanoamericano

Artículo principal: Arte colonial hispanoamericano

Catedral de Puebla

Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la metrópoli,
cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que
se producían en España, como el purismo y el plateresco (catedral de Santo Domingo). Al iniciarse
la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden
real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva ciudad debía ser una iglesia.
Durante la primera mitad del siglo xvi fueron las órdenes religiosas las encargadas de la edificación
de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto
almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—,
como el Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula.82 A mediados de
siglo se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y
Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como
modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la catedral
del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina
destaca la catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.83

Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por
maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas
de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una iconografía
de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles como arcabuceros
contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo xvi es
denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo xvi surgieron los grandes frescos murales, de
carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros
españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos
(Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).84

En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, en tallas exentas y
retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso y decorada
con encarnación —aplique directo del color— o estofado —sobre un fondo de plata y oro—. A
principios del siglo xvii nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la
chilota, destacando la labor patrocinadora de la orden jesuita.
Artes gráficas y decorativas

Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.

Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas clases
adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania, destacando la técnica de
la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir efectos lineales o de ciertas
imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras basadas en bocetos desarrollados por
pintores como Bernard van Orley. La cerámica se elaboró en Italia con barnices vidriados,
consiguiendo tonos brillantes de gran efecto. El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia
(Murano), decorado a veces con hilos de oro o con filamentos de vidrios de colores. La orfebrería
fue cultivada por escultores como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas de gran
virtuosismo y elevada calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.85

En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la


invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas de grabado:
calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media tinta o grabado a punta
seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado en metal, practicado
especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos xv y xvi, mientras que en el
Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra del Parmigianino. En Alemania destacó
la obra de Durero, especialista de la técnica del buril, aunque también realizó xilografías. En
Francia, el grabado fue practicado por la escuela de Fontainebleau, en la que destacó Jean Duvet,
famoso por su serie del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables grabadores en la ciudad
de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de excelente técnica y detallismo,
aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock, que reprodujo numerosas obras de
Brueghel.86

Jardinería

Artículo principal: Jardín italiano

Jardín del Château d'Ambleville, Francia

En el Renacimiento la jardinería cobró una especial relevancia, en paralelo al impulso otorgado a


todas las artes en esta época, principalmente gracias al mecenazgo de nobles, príncipes y altos
cargos de la Iglesia. El jardín renacentista se inspiró en el romano, en aspectos como la decoración
escultórica o la presencia de templetes, ninfeos y estanques. Los primeros ejemplos surgieron en
Florencia y Roma, regiones con una orografía accidentada y grandes desniveles de terreno, lo que
originó el efectuar estudios previos de índole arquitectónica para planificar la estructura del jardín,
originando la arquitectura paisajística. Un ejemplo de ello son los Jardines del Belvedere en Roma,
proyectados por Bramante en 1503, el cual resolvió los desniveles con un sistema de terrazas, a las
que se accede por amplias escalinatas y que están rodeadas de balaustradas, esquema que pasaría
a ser típico del jardín italiano, que se convertiría en el prototipo de jardín renacentista. Se otorgó
una especial importancia a la obra hidráulica, con estanques y fuentes de gran complejidad, como
los de la Villa de Este en Tivoli, diseñados por Bernini. Estos diseños pasaron al resto de Europa,
donde destacan por su magnificencia los jardines franceses, como los de los castillos de Amboise,
Chambord y Villandry. En Francia era costumbre subdividir el jardín en diversas zonas
especializadas (jardín geométrico, medicinal, silvestre), así como la construcción de canales que
permitían el paseo en barca. En esta época comenzó la costumbre de recortar los setos,
apareciendo los primeros jardines en forma de laberinto. También hay que resaltar la llegada de
nuevas especies gracias al descubrimiento de América, lo que favoreció la apertura de jardines
botánicos dedicados al estudio y catalogación de las plantas.87

La teoría jardinística renacentista se nutrió especialmente de la concepción elaborada por Leon


Battista Alberti de la casa y el jardín como una unidad artística basada en formas geométricas (De
Re Aedificatoria, IX, 1443-1452), así como en el modelo expuesto por Francesco Colonna en su
Hypnerotomachia Poliphili (1499), que introducía el uso de parterres y el empleo del arte topiario
para dar formas caprichosas a los árboles, o el diseño de las eras a partir de formas axiales,
expuesto por Sebastiano Serlio en Tutte l'opere d'architettura (1538).88

Literatura

Artículo principal: Literatura renacentista

Don Quijote (1605), de Miguel de Cervantes.

La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el


papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En
esta época el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por
Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más mayoritario. Ello
conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los primeros
sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y
apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales.89 Es por ello que muy posiblemente,
la participación de filólogos en la época fue de gran ayuda y necesidad para el estudio, análisis y
comprensión de textos antiguos (principalmente clásicos) durante el siglo xv hasta el siglo xvi.

La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también
recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en
Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la figura
del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las letras por
igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.90 En su naturaleza, la esencia renacentista
nace en Italia, es en este territorio en donde nace un pensamiento basado en la dignidad y libertad
humana, en la que claro está, un pensamiento liberal basado en la crítica educativa, fomentando
un ideal meramente formativo. Un movimiento que al igual que la Paideia clásica, fomentara
principios y valores semejantes. El humanismo, con sus valores clarificadores sobre el valor y
esencia humana, viene también a profundizar y recrear la importancia y necesidad de comprender
los textos clásicos, limpiándolos de toda mancha de corrupción o manipulación intencional, o bien
de la simple malinterpretación literal o literaria. De esta manera, y con estos principios, surge una
sociedad laboral y académica, misma que es satisfecha con labor filológica. De manera que en el
Renacimiento Occidental del siglo xv y del mismo Humanismo Italiano, el que le da vivacidad y
seguimiento al estudio crítico de la cultura griega. Es por ende, que el paso de la cultura
Helenística a Italia fue un proceso enriquecedor tanto en la enseñanza y copiado de textos y
manuscritos antiguos como también el aprendizaje de las lenguas latín y griego y la misma
recolección de textos esparcidos alrededor del territorio. Muchos de estas personas preocupadas
por la difusión de la literatura helénica fueron Planudes, Moscópulo, Magister y Demetrio Triclinio.
Lorenzo Valla y sus emendationes en la traducción marcaron un antes y un después al
entendimiento Heródoto y Tucidides. Erasmo de Rotterdam, también reconocido como uno de los
mejores críticos textuales de la era moderna, analizó las Sagradas Escrituras y los textos clásicos
por su puesto, de modo que publicó traducciones de Aristóteles, Demócrito y Juan Crisóstomo.
(Morocho, pags 4-9)

Con el paso del tiempo la importancia de la actividad crítica textos grecolatinos va incrementando.
Su importancia se puede asociar con la necesidad de entender de aspectos históricos, ciencias
naturales, geografía, astronomía, y muchos más. De manera que la labor filológica tiene auge y
una importancia sinigual. A pesar de la intervención eclesiástica, haciendo mención sobre aquellos
que corrigen o trabajan con textos no religiosos, cometen herejía y pecado.

En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales
considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los
literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo,
Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso,
Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde desarrollaron
François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la
reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich
von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro, Edmund
Spenser, Michael Drayton, Henry Constable, George Chapman, Henry Howard y Thomas Wyatt. En
Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.90

Pero de algo que se puede afirma es que Italia, en su apogeo renacentista, fue, ciertamente la
cuna del humanismo, por consiguiente del mismo Renacimiento occidental. por ende, más que
ciudad o país comerciante, es un museo viviente, en el que se desenvuelve una riqueza cultural y
un apogeo históricamente fecundo. ya que bien se sabe, que Roma, capital Italiana, fue en su
época de gloria la capital del Imperio Romano. Por ello la formación y naturalización del latín no
viene siendo algo novedoso.

En contra del clero católico y el papado, la crítica textual posee un afluente muy fuerte, cuya
necesidad erudita y percepción literal es vital para la comprensión de lo que acontece en la
antigüedad. Aporte que se le puede asociar, según Quirós, (1994) a los bizantinos, quienes
trajeron consigo un importante número de manuscritos griegos al territorito Italiano.
Paralelamente, Francesco Petrarca, como ya se ha mencionado anteriormente, ha fomentado el
espíritu crítico y el valor literario de autores y textos clásicos,. Se concluye, siendo más que claro,
que será el humanismo nacido en Italia el fundador y promotor del pensamiento crítico y el que se
encargará de reivindicar el valor de la cultura griega.

En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo xvii: la poesía,
influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de
León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería
(Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554),
mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras españolas, autor
del inmortal Don Quijote (1605).

Por otra parte el renacimiento español (iniciado o promovido por la llegada de Antonio de Nebrija
y aceptado por los mismos reyes de España), claramente posee una línea ética basada en el
pensamiento italiano, cuales antes de iniciar los estudios y acercamientos del grecoromance,
incorporan modelos de enseñanza literario italiana. (Dante, Boccaccio, Petrarca). Los pocos
filólogos de la época utilizaban la valoración de textos basado en su antigüedad y mayor veracidad
y calidad de la lectura. Es así, que como afirma la Apología de Nebrija, que la germana lectio no
debe direccionarse hacia el consensus codicum, sino siempre enfocado en la calidad de la lectura.
(Morocho, p. 10)

Ahora bien, como se mencionó anteriormente, con los aportes de Antonio de Nebrija, inicia una
de las más grandes labores filológicas españolas. La traducción de textos de latín al romance.
Labora que se hace posible ya que una de las manifestaciones del Renacimiento Español consistía
en la recuperación de escritos latinos, litterae humanitas sobre obras ciceronianas. Que, bajo el
dominio de Cicerón, y por la imitatio y emulatio, en consorcio con el pensamiento de Lorenzo
Valla, nace la gramática castellana, proveniente del latín.

Teatro

El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras más
naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la
recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en las
tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'œil. Surgió la
reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la
Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en el
norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la
mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en
Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos destacaron
Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de
Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores
como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran
genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).91

Música

Artículo principal: Música del Renacimiento

Orfeo - Toccata

1:31

Toccata, de La favola d'Orfeo, una de las primeras óperas (1607), compuesta por Claudio
Monteverdi

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La música renacentista supuso la consagración de la polifonía, así como el afianzamiento de la


música instrumental, que iría evolucionando hacia la orquesta moderna. Apareció el madrigal
como género profano que aunaba texto y música, siendo la expresión paradigmática de la música
renacentista. En 1498 Ottaviano Petrucci ideó un sistema de imprenta adaptado a la música, en
pentagrama, con lo que se empezó a editar música. Las primeras novedades se produjeron en
Flandes, donde se desarrolló la llamada polifonía «a la flamenca», cultivada por Guillaume Dufay,
Johannes Ockeghem y Josquin des Prés. También cultivaron el madrigal Orlandus Lassus, Luca
Marenzio, Carlo Gesualdo, Claudio Monteverdi, Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria,
mientras que en polifonía religiosa destacó Giovanni Pierluigi da Palestrina. En música
instrumental descolló Giovanni Gabrieli, quien experimentó con diversos timbres de instrumentos
de viento y con efectos de sonido cruzado y de relieve.92

En los países protestantes la música cobró gran relevancia, ya que el propio Lutero defendía la
importancia de la música en la liturgia religiosa. Aquí se cultivó especialmente el coral, un género
musical a capella o con acompañamiento instrumental, generalmente a cuatro voces mixtas.
Algunos de los compositores que lo cultivaron fueron Johann Walther y Valentin Bapst.93
A finales del siglo xvi nació la ópera, iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata Fiorentina)
que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de musicalizar textos
dramáticos. La primera ópera fue Dafne (1594), de Jacopo Peri, a la que siguió Euridice (1600), del
mismo autor; en 1602 Giulio Caccini escribió otra Euridice; y, en 1607, Claudio Monteverdi
compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical que denominó sinfonía, y
dividió las estructuras cantadas en arias.94

Danza

Artículo principal: Danza renacentista

La danza renacentista tuvo una gran revitalización, debido de nuevo al papel preponderante del
ser humano sobre la religión, de tal manera que muchos autores consideran esta época el
nacimiento de la danza moderna. Se desarrolló sobre todo en Francia –donde fue llamado ballet-
comique–, en forma de historias bailadas, sobre textos mitológicos clásicos, siendo impulsado
principalmente por la reina Catalina de Médicis. Se suele considerar que el primer ballet fue el
Ballet comique de la Reine Louise (1581), de Balthazar de Beaujoyeulx. Las principales
modalidades de la época eran la gallarda, la pavana y el tourdion. En esta época surgieron los
primeros tratados sobre danza: Domenico da Piacenza escribió De arte saltandi et choreas
ducendi, siendo considerado el primer coreógrafo de la historia; Thoinot Arbeau hizo una
recopilación de danzas populares francesas (Orchesographie, 1588).95

Filosofía

Artículo principal: Filosofía renacentista

Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un
reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza
celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.

La filosofía renacentista estuvo marcada en su origen por el declive de la teología, en un mundo


abocado a la modernidad que, sin renunciar aún a la religión, la circunscribe al ámbito espiritual y
personal del individuo. La nueva forma de afrontar los problemas del ser humano será el
racionalismo, el uso de la razón aplicada a la sociedad y a la naturaleza.96 Aun así, la religión siguió
presente en buena medida durante esta época, aunque derivó de la teología escolástica hacia el
misticismo, hacia una relación con Dios basada más en el sentimiento que en el conocimiento, así
como en la acción, la obra de acercamiento a Dios, como se percibe en la obra de Jan van
Ruusbroec, Dionisio Cartujano y Tomás de Kempis.97

La nueva corriente de estos tiempos será el humanismo, más interesado en el hombre y la


naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El naturalismo impregna todos los ámbitos
del saber, y así se habla no solo de la ciencia natural, sino también del derecho natural, la moral
natural e, incluso, la religión natural, una religión que abandona todo lo sobrenatural (revelación,
dogma) para ser fiel reflejo de la posición del ser humano en el mundo.98 El humanismo se
fundamenta, como el arte, en la oposición a la cultura medieval y el retorno a la antigüedad
clásica; sin embargo, buena parte de la filosofía renacentista evoluciona de la medieval en una
línea continua que llega hasta Descartes, no en vano la escolástica medieval estaba fundamentada
en la filosofía griega platónica y aristotélica.99 Aun así, numerosos humanistas despreciaron el
aristotelismo escolástico por ser excesivamente teologizado, y abordaron a Platón desde la obra
de sus seguidores posteriores, el llamado neoplatonismo, especialmente desde el terreno de la
filosofía estoica que, como la renacentista, incidía más especialmente en el ser humano como
medida de todas las cosas. Sin embargo, muchos de estos autores abordaron el tema desde una
postura superficial y poco rigurosa, sin profundizar en los aspectos ontológicos y metafísicos de los
clásicos griegos, sin analizar la nueva situación intelectual del ser humano alejado de Dios,
cuestión que no llegará hasta el cartesianismo.100

El pensamiento humanístico nació en Italia, especialmente en torno a la Academia Platónica


Florentina patrocinada por Cosme de Médici, que aglutinó a pensadores como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico della Mirandola, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano o Benedetto Varchi. Otros se
encaminaron más hacia la política, como Nicolás Maquiavelo, forjador del autotitarismo
monárquico como seña de identidad de las nuevas naciones-estado surgidas en esta época; o
hacia el naturalismo, como Leonardo Da Vinci y Bernardino Telesio.101 En Francia, el humanismo
tuvo un componente más escéptico, representado por Michel de Montaigne o Pierre Charron,
mientras que algunas figuras se adhirieron a la reforma protestante, como Pierre de la Ramée o
Henri Estienne.102 En Inglaterra destacó la figura de Tomás Moro, canciller de Enrique VIII, quien
lo decapitó por oponerse a la reforma anglicana; fue autor de Utopía, un esbozo de estado ideal
de reminiscencias platónicas.103 Pero el más afamado humanista surgió en Países Bajos: Erasmo
de Róterdam, que escribió en latín, con un estilo vivo y elegante, fiel al dogma católico, pero de
mentalidad abierta y comprensiva, reflejo de un espíritu de concordia; fue autor del Elogio de la
locura (1511).103

En Alemania no recaló tanto el humanismo de carácter marcadamente literario como en otros


países europeos, y la filosofía se encaminó más a la mística especulativa, heredera del Maestro
Eckhart; otras figuras mezclaron esta tendencia con elementos de las ciencias naturales o aun de
la alquimia y la astrología, como Agrippa von Nettesheim o Paracelso. Por otro lado, la Reforma
protestante contó con figuras como Martín Lutero, Zwinglio, Philipp Melanchthon, Sebastian
Franck y Jakob Böhme.104

En España el pensamiento filosófico no rompió del todo con el pasado medieval, y mostró un
especial interés por la lingüística, tanto clásica como vernácula (Antonio de Nebrija, Benito Arias
Montano). La corriente escéptica estuvo representada por Francisco Sánchez, mientras que el
humanismo antiescolástico —pero heredero de la tradición católica— contó con la figura de Juan
Luis Vives, preocupado especialmente por la moral y la educación. Por otro lado, una reacción
escolástica estuvo originada por la Contrarreforma tridentina que revivió el misticismo y contó con
figuras como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.105

Por otro lado, además del humanismo hay otras corrientes de pensamiento que a través de
diversas vías, aparentemente dispares, convergerán en la filosofía cartesiana y en los fundamentos
de la filosofía moderna: una es heredera del pensamiento medieval, representada por Nicolás de
Cusa o por la escolástica española; otra está más preocupada por la naturaleza y dará origen a la
ciencia física moderna.106 Nicolás de Cusa, cardenal y obispo de Bresanona, intentó conciliar la
doctrina católica con la teoría platónica, a través de una noción de Dios infinito y trascendente en
el que se aglutinan la verdad y la realidad (De docta ignorantia, 1440).107 La escolástica española
estuvo muy ligada a la Contrarreforma, y se asoció especialmente con la orden de los jesuitas; de
influencia tomista, estuvo representada por Francisco de Vitoria, Alfonso Salmerón, Luis de Molina
y, especialmente, Francisco Suárez.108 El estudio de la naturaleza dio en el terreno filosófico la
relevante figura de Giordano Bruno, autor de una doctrina panteísta por la que fue quemado por
hereje, y defensor de la razón y la experiencia como única vía para conocer el mundo.109 También
influyeron en la filosofía las nuevas teorías científicas de Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.110

Ciencia

Esta sección es un extracto de Historia de la ciencia en el Renacimiento.[editar]

El sistema copernicano (De revolutionibus orbium coelestium).

Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el


Renacimiento.

Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).

La historia de la ciencia en el Renacimiento comienza con el redescubrimiento de textos científicos


antiguos durante el Renacimiento y se acelera después de la caída de Constantinopla en 1453 y la
invención de la imprenta —que democratizaría al aprendizaje y permitiría una propagación más
rápida de nuevas ideas— y los descubrimientos geográficos ocurridos en esta era.111

Las ciencias naturales, fundamentadas en la metafísica nominalista, se diferenciaron de los


estudios anteriores —de raíz aristotélica— en dos factores esenciales: la idea de la naturaleza y el
método físico.112 La primera evoluciona desde la física ontológica aristotélica hacia un discurrir
simbólico fundamentado en las matemáticas, pasando de analizar el «ser de las cosas» a
interpretar «variaciones de fenómenos»; por tanto, se renuncia a conocer las causas a cambio de
medir los fenómenos, sentando las bases de la ciencia positiva.113 El método físico, por otro lado,
se fundamenta en el empirismo, basado en el «análisis de la naturaleza», el cual parte de una
hipótesis de origen matemático para llegar a una comprobación a posteriori de esa premisa
apriorística.114 Uno de los principales teóricos de la nueva ciencia fue el filósofo inglés Francis
Bacon, padre del empirismo filosófico y científico; su principal obra, Novum organum, presenta la
ciencia como técnica, experimental e inductiva, capaz de dar al ser humano el dominio sobre la
naturaleza.115

Una de las disciplinas científicas que más se desarrolló en esta época fue la astronomía, gracias
principalmente a la figura de Nicolás Copérnico: este científico polaco fue el difusor de la teoría
heliocéntrica —los planetas giran alrededor del Sol— frente a la geocéntrica impuesta en la Edad
Media principalmente por la iglesia —la Tierra es el centro del universo. Expuso esta teoría,
basada en la de Aristarco de Samos.116117 Este sistema fue posteriormente desarrollado por
Johannes Kepler, quien describió el movimiento de los planetas conforme a órbitas elípticas.118
119 Por último, Galileo Galilei sistematizó estos conocimientos y formuló los principios modernos
del conocimiento científico, por lo que fue procesado por la Inquisición y obligado a retractarse;
sin embargo, está considerado por ello el fundador de la física moderna.120 Otro astrónomo
destacado de este período fue Tycho Brahe, creador del observatorio de Uraniborg, desde el que
realizó numerosas observaciones astronómicas que sirvieron de base a los cálculos de Kepler.121
También cabe remarcar que en 1582 el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que
sustituyó al anterior calendario juliano.122

Las matemáticas también avanzaron notablemente en esta época: Christoph Rudolff desarrolló la
utilización de las fracciones decimales; Regiomontano estudió la trigonometría esférica y
rectilínea;123 los italianos Gerolamo Cardano y Lodovico Ferrari resolvieron las ecuaciones de
tercer y cuarto grado, respectivamente; otro italiano, Tartaglia, utilizó el triángulo aritmético para
calcular los coeficientes de un binomio;124 Rafael Bombelli estudió los números imaginarios;125
François Viète efectuó importantes avances en trigonometría,126 y creó el simbolismo
algebraico;127 Simon Stevin estudió las primeras tablas de intereses, resolvió el problema de la
composición de fuerzas y sistematizó las fracciones decimales.128

En ciencias naturales y medicina también hubo importantes avances: en 1543 Andrés Vesalio
publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profusas ilustraciones
considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos; Bartolomeo
Eustachio descubrió las cápsulas suprarrenales; Ambroise Paré inició la cirugía moderna; Conrad
von Gesner inauguró la zoología moderna con una primera clasificación de animales por géneros y
familias; Miguel Servet describió la circulación pulmonar, y William Harvey la de la sangre;
Gabriele Falloppio estudió la estructura interna del oído; Ulisse Aldrovandi creó el primer jardín
botánico en Bolonia; Bernard Palissy fundamentó la paleogeografía; Caspar Bauhin introdujo un
primer método de clasificación de las plantas; y Zacharias Janssen inventó el microscopio en
1590.129

También avanzó notablemente la geografía y la cartografía, gracias a los numerosos


descubrimientos realizados en esta época. Cabe destacar la labor del flamenco Gerardus
Mercator, autor del primer mapa del mundo (1538) y descubridor de un método de
posicionamiento geográfico sobre un mapa del rumbo dado por una aguja imantada.130

En el terreno de la química, relacionada todavía con la alquimia medieval, hubo escasos avances:
Georgius Agricola fundó la mineralogía moderna, clasificando los minerales según sus caracteres
externos;131 Paracelso aplicó la alquimia a la medicina, estudiando las propiedades de los
minerales como fármacos, en el transcurso de cuyas investigaciones descubrió el cinc; Andreas
Libavius escribió el primer tratado sobre química con una mínima base científica,132 e introdujo
diversos preparados químicos, como el ácido clorhídrico, el tetracloruro de estaño y el sulfato
amónico, así como la preparación del agua regia.133

Por último, conviene citar la figura polifacética de Leonardo da Vinci, ejemplo del hombre
renacentista interesado en todas las materias tanto artísticas como científicas (homo universalis).
En el terreno de la ciencia, realizó varios proyectos como máquinas voladoras, concentradores de
energía solar o calculadoras, que no pasaron de meros proyectos teóricos. También realizó
trabajos de ingeniería, hidráulica y mecánica, y estudios de anatomía, óptica, botánica, geología,
paleontología y otras disciplinas.134

Historiadores como George Sarton y Lynn Thorndike han criticado el efecto del Renacimiento
sobre la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado porque los humanistas
favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la
filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han localizado en la influencia positiva del
Renacimiento puntualizando factores como el descubrimiento de muchísimos textos ocultos o
perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie Boas
Hall acudió el término «Renacimiento científico» para designar la primera fase de la Revolución
científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos fases para explicar
la Génesis de la ciencia moderna: un «Renacimiento científico» en los siglos xv y xvi, centrado en la
restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una «Revolución científica» en el siglo
xvii, cuándo los científicos pasaron de la recuperación a la invención.

Vida y costumbres

Diseños de moda de los siglos xv y xvi


Con el Renacimiento y su cultura más humanista e individualista, así como el despegue económico
y su consecuente grado de ostentación social, y unido a los avances tecnológicos, se desarrollaron
notablemente todos los aspectos relacionados con el aspecto individual y el cuidado personal,
como la peluquería y la moda. La peluquería sufrió una profunda transformación y un gran auge
en cuanto a establecimientos y productos dedicados al cuidado del cabello. Se puso de moda la
depilación de las cejas, así como de la frente, a veces hasta medio cráneo. Aumentó el gusto por el
teñido, siendo el rubio el color preferido. Por lo general, los peinados incluían un tocado, con cinco
tipos principales: las tocas, las cofias o albanegas, los bonetes, los rollos y los sombreros. Desde el
siglo xvi los peinados, especialmente los femeninos, fueron ganando en complejidad, con
sofisticadas estructuras de rizos, encajes, cintas y muselinas.135

En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día: se introdujeron
nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. En la Italia renacentista
aparecieron los trajes más ricos y espectaculares de la historia, de vivos colores y formas
imaginativas y originales, que otorgaban gran relevancia a las mangas, a los pliegues y a las caídas
de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el siglo xvi el calzón corto era
a modo de bombacho, y continuó usándose el jubón medieval, junto a capas de diverso tipo y
adornos como la gorguera, una tela de encajes fruncidos que cubría el cuello. En el atuendo
femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una falda en forma de campana llamada
crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con aros metálicos.136

También cobró una especial relevancia la gastronomía, que llegó a altas cotas de refinamiento y
sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con Oriente favoreció la
importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo, canela,
etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de América, de
donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los frijoles, el
cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango o el tabaco.137

Véase también

Prerrenacimiento

Alto Renacimiento

Bajo Renacimiento

Renacimiento italiano

Renacimiento español

Renacimiento francés

Renacimiento nórdico

Renacimiento alemán
Renacimiento flamenco

Renacimiento inglés

Renacimiento en Hungría

Arte de la Edad Moderna

Historia de la estética

La cultura del Renacimiento en Italia

Historia de la ciencia en el Renacimiento

Hallazgos médicos en el Renacimiento

Literatura del Renacimiento

Música del Renacimiento

Humanismo renacentista

Filosofía renacentista

Polimatía

Referencias

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Renacimiento

Artículo

Discusión

Herramientas

Para otros usos de este término, véase Renacimiento (desambiguación).

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se produjo en
Europa Occidental durante los siglos xv y xvi.1 Fue un periodo de transición entre la Edad Media y
los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes,
aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos
elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los
valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval.
En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el
teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un
estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes
habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.2
El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo
xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en
1855.3 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que
abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y
republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad
Media precedente y un protagonismo francés.4

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo
Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo
xiv a mediados del xvi. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu
individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.5

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una
«ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su
ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por
su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.6

Aspectos generales

Contexto histórico

Artículo principal: Edad Moderna

Véase también: Renacimiento del siglo XII

Imprenta europea del siglo xv. La difusión de la cultura gracias a la imprenta fue una de las
principales causas dinamizadoras de la nueva corriente cultural renacentista.

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en 1789, el
cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo (siglos xv y xvi),
el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores sitúan la fecha de
inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).7
Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval
ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano
Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los movimientos
heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada
del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una
teología escolástica sumida en el escepticismo.8

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse
una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por
Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía
mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado
durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las
novedades.9 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el
teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de
valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces
a aglutinarse en un concepto de cultura general.8

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con


diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como
Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando
con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y
el patrocinio de la literatura.10

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con
la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da
Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en
México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de la
unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la
ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543;
Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico
della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).8

Definición
La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se
afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo,
procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e historiador
Giorgio Vasari en sus Vidas (1550/1568), en alusión al renacer de la cultura clásica tras el
oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y cultural que
abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.8 En la historiografía moderna, la
primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),11 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).9

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo


retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros
artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como el pintor
Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados en el
naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas. 12

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.13 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos
de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas
técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da
Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen
de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.14

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una parte
del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista buscó
imperiosamente distanciarse de la etapa anterior, a la que menospreciaban por su supeditación a
los valores religiosos y por su estilo antinaturalista, proveniente no de una falta de habilidad
técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista renacentista no
valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía
por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían
resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».15
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en
una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte— que el rancio
abolengo.16

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de personajes
provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos
personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a
quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da
Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo,
rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y cardenales
de la Iglesia.17

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de la
realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad Media
se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.18 Por otro lado, los nuevos valores supremos del
artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para
realizar sus obras.19

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones de
belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en
Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza.
Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la fortaleza moscovita del
Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.14

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
(saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.14

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde Portugal
hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de formación o
mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se
llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos,
pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación.
Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.20 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la época fue
Amberes.21 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte»
(Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso
minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II
en Praga.22

Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos elementos
simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración y el
conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o esculturas
romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la
renovación de la arquitectura.13

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento
de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.13

El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias
del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.13

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el arte
era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo fueron la
Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento, particularmente
Julio II y León X.13 En otras ciudades, otras grandes familias fomentaron el mecenazgo: los Este en
Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Sforza en Milán, los Colonna en Nápoles, etc.

Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación
de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino
para ascender a una dimensión suprasensible.23

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra Il libro dell'arte
(1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el arte como una
actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método
para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista,
que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua volontà).
También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador del artista, que forja una
idea mental de su obra antes de realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde
entonces para el arte moderno.24

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista Alberti
(De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de
Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica
al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.25 Fue Alberti quien agrupó a la arquitectura, la
escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que hasta entonces eran consideradas
como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría de creador intelectual.26 Ghiberti fue el
primero en periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo
que llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).27

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a través de


la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli sobre la sección
áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega
φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se encuentran tanto
en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en elementos tales como caracolas,
nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un
carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una
importancia mística.28

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la
historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.29

Arte

Artículo principal: Arte del Renacimiento

Etapas

David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse
en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la
Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como espacio
cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento
—también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en
Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda
referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se
centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en
las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura
hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo xvi.30

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como un


legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de
validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás naciones.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Véase también: Renacimiento italiano

Arquitectura

Artículo principal: Arquitectura del Renacimiento

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles
polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.

Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así,
el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden toscano.
Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de
capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso
religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía
en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento monumental en iglesias y
edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y
anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como en el caso
de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta
plana con casetones.31 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad, especialmente por el arte
romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de
construcción del gótico, y se abandona en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado,
las naves escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios
medievales. Predominarían ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y,
sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos,


guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de
estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron
en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el Renacimiento preconizó el
despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi esta tendencia se rompería en
favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en
su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a
extenderse con la Contrarreforma.

El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad


estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales),
fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de
arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura
del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores
o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de
Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (palacio
Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo
Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la
impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la
luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período fueron Brunelleschi
(Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés
de Mantua, 1460); y la principal obra fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su
famosa cúpula, obra de Brunelleschi.32 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de
Giovanni Antonio Amadeo (1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y
el Castel Nuovo de Nápoles, de Francesco Laurana (1453).33

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre proyecto
para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la pauta en lo
restante del siglo xvi.34 En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la
grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto para la basílica vaticana,
lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del hombre».35 Los palacios se
adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele
Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos, 1537–1550, Venecia, obra de
Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las
construcciones. A medida que avanza el siglo, el manierismo se introdujo en la arquitectura, con
edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la
atención del espectador por su originalidad o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio
Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos
periodos: el «clasicismo» de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel,
Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo Sansovino;36 y el «manierismo», que se da a partir de 1530,
siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y
Vincenzo Scamozzi.37 Hay que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que
ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.38

Pintura

Artículo principal: Pintura renacentista

El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El


paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado
del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será
a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.

En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de la órbita del
gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva y
naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludiaban el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva


mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores,
aún tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras la mitología,
la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una búsqueda
constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para
muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y
reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta
y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la
naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las
figuras.39

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo
Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en Padua,
Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro
Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy
atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la
escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son
Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano,
Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio y, en el sur de
la península, Antonello da Messina.40

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado
de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas
obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas
innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal
aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una
gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de
sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo
unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la
celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.41
La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado,
estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos,
como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a
todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje,
perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó
a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el
papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este
artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y
de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi
totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.42

Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso
de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.43

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte
ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—44 y se
afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y
original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba
en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir
con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo. Se buscaría a partir de
entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a esta corriente pictórica
Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores
tomarían algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre
ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.45

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos, melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista,
quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas,
llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras,
convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del impresionismo.46
Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela llevándola hacia el
manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.47

Escultura

Artículo principal: Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura
de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo
e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.

Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería
ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas tipologías
técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y
el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con temas
mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva, derivado de
las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos,
sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional
talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se
recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda Europa de
estatuas de este material.48

Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a dos
etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis y,
con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico
era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las
mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época fueron
Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento
al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia —que introdujeron la
cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios—,
Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino. El más importante de ellos es
Donatello, gran creador que, partiendo de los supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal
inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo
público —su Condotiero Gattamelata es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la
antigüedad—, la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras,
llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente
idealista.49

La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María
y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.50 Hasta tal punto marcó la escultura
de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus
novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos
otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente
escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se
aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana. Protegido primero por
los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchó
luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de construcción de la nueva basílica. El pontífice
Julio II lo tomó bajo su protección y le encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el
artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las
esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se
manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas
contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel
continuó con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
llevó a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.51 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en
Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de
escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían
los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.52

España

Artículo principal: Renacimiento español

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en
Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las
artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a
España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década
de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y
tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del
Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en
el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del
gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo xv-


primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y estilo
herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente
aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es
un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de
donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya
Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron
Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la
italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro
de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde
además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de
Vandelvira y Diego de Siloé.53 Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original
adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico.
La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo
y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense
traspasó el umbral cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.54

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su
sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades
italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase
más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó
las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más
destacados.55

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de
Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de Morales,
Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de
los Llanos.56 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de
la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo
estilístico propio: El Greco.57

Francia

Artículo principal: Renacimiento francés

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del
momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso
definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco I. Este
monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a
importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos el mismo
Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso
programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene
tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente
arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran
presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había


patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la creación de
nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un
impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio
renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y
piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general sobriedad de
aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones
para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés:
decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más
novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de
este conjunto es el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una
escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de
Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.58

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses
que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas italianas,
aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de
desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No
obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente
todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores
Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto
Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras
salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen
a todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos
aristocráticos.59
Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la
arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La
reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre
Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que
utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.60 Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción
de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro
gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.61

La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las
Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia
dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los
talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte
como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de hegemonía en
este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de
los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las
esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en estos. Dos
fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.62

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo,
los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.
La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa
integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No
obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a la
vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya
perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel
plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez
formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita
del gótico.63

Alemania

Artículo principal: Renacimiento alemán

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos,
bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino
una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante. Alberto
Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue
reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la
reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista.
Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en
los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad
de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de
raigambre italiana en el arte alemán.64

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a
la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo,
pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas
siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de
los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el
Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.65

En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de Peter
Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San Sebaldo en
Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como Hubert Gerhard,
autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.66

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).67 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el castillo
de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes
prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación
renacentista.68

Flandes y Países Bajos

Artículo principal: Pintura flamenca (siglos XV y XVI)

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como
anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil.
Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que
oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.

A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un


desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se caracterizó
por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó más a él por la
experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los modos del gótico
pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características singulares, como cierta vena
caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad del pueblo llano y sus costumbres.
Se recoge ese interés en obras de carácter menos idealizado que las italianas, con una marcada
tendencia por el detallismo casi microscópico que aplican a las representaciones —influjo de los
maestros tardogóticos ya mencionados y la miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin
demasiado interés por disquisiciones teóricas. Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco
en esta época fue la técnica de la pintura al óleo.69

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o Mabuse,
algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la difusión de
los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de prácticamente
cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo muy de moda en toda
Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época fueron Joachim Patinir, uno de
los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura, aunque apegado todavía al gótico;
Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos caricaturescos de Leonardo y en las clases populares
para retratar vicios y costumbres; el retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más
originales de la historia, apegado formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la
vez innovador, creador de un universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los
precedentes del surrealismo (El jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno
de los grandes maestros del paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos
ellos, aun cuando en su pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de
medieval (El triunfo de la Muerte, 1563).70
En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —generalmente
de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el desnudo heroico las
caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera de Italia.

En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo xvi,
en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en el
Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.68

Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza

Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte del
Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la región
del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.71 La influencia italiana se notó especialmente en el cantón
de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y San Francisco de
Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al gótico tardío.72

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)

Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en algunos
elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.73 Otros ejemplos de estilo Tudor
serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).74 Más
adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la construcción de
palacios.68

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el claustro
del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.68 En este país trabajó
el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa (1582).75
Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de Praga
una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes, autómatas,
instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia. Adquirió cuadros de
artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe
Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos propios de los
bodegones.76 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de
Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.77

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del arte
italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.78 El monarca compró numerosas
obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y decorar sus
palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista
Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano
Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de
Esztergom.79

Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio Real
de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di Quadro
(Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la catedral de
Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y Domenico Veneziano
(monumento sepulcral de Esteban I Báthory, catedral de Cracovia). En cambio, en pintura
trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach, Louz von Kitzingen y
Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la que destacan el Códice de
Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.80

Artículo principal: Renacimiento en Polonia

Rusia: durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina, pero se
recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés Aristotele
Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la catedral de la
Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo, fue el encargado
de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-1508). La influencia
italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra de Póstnik Yákovlev
(1555-1560).81

Arte colonial hispanoamericano

Artículo principal: Arte colonial hispanoamericano

Catedral de Puebla

Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron, al igual que en la metrópoli,
cierta pervivencia de rasgos góticos, si bien pronto empezaron a llegar las nuevas corrientes que
se producían en España, como el purismo y el plateresco (catedral de Santo Domingo). Al iniciarse
la colonización, la arquitectura que se desarrolló principalmente fue de signo religioso: por orden
real, el primer edificio que se debía construir en cualquier nueva ciudad debía ser una iglesia.
Durante la primera mitad del siglo xvi fueron las órdenes religiosas las encargadas de la edificación
de numerosas iglesias en México, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto
almenado con iglesia, convento, un atrio y una capilla abierta —llamadas «capillas de indios»—,
como el Convento de Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula.82 A mediados de
siglo se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y
Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como
modelos la Catedral de Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. En Perú, en 1582 se inició la catedral
del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco Becerra. En Argentina
destaca la catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui.83

Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por
maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y minerales y telas
de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen con el Niño, con una iconografía
de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se representaban los arcángeles como arcabuceros
contemporáneos. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo xvi es
denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo xvi surgieron los grandes frescos murales, de
carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar, procedentes de Sevilla, maestros
españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos
(Mateo Pérez de Alesio, Angelino Medoro).84

En escultura, las primeras muestras fueron nuevamente en el terreno religioso, en tallas exentas y
retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en madera recubierta con yeso y decorada
con encarnación —aplique directo del color— o estofado —sobre un fondo de plata y oro—. A
principios del siglo xvii nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña, la cuzqueña y la
chilota, destacando la labor patrocinadora de la orden jesuita.

Artes gráficas y decorativas

Ilustración del Apocalipsis (1561), de Jean Duvet.

Las artes industriales tuvieron un gran auge debido al gusto por el lujo de las nuevas clases
adineradas: se desarrolló la ebanistería, sobre todo en Italia y Alemania, destacando la técnica de
la intarsia, embutidos de madera de varios tonos para producir efectos lineales o de ciertas
imágenes. La tapicería destacó en Flandes, con obras basadas en bocetos desarrollados por
pintores como Bernard van Orley. La cerámica se elaboró en Italia con barnices vidriados,
consiguiendo tonos brillantes de gran efecto. El vidrio se desarrolló notablemente en Venecia
(Murano), decorado a veces con hilos de oro o con filamentos de vidrios de colores. La orfebrería
fue cultivada por escultores como Lorenzo Ghiberti o Benvenuto Cellini, con piezas de gran
virtuosismo y elevada calidad, destacando especialmente los esmaltes y camafeos.85

En esta época se desarrollaron notablemente las artes gráficas, especialmente gracias a la


invención de la imprenta, apareciendo o perfeccionándose la mayoría de las técnicas de grabado:
calcografía (aguafuerte, aguatinta, grabado al buril, grabado a media tinta o grabado a punta
seca), linograbado, xilografía, etc. En Italia se desarrolló el grabado en metal, practicado
especialmente por los orfebres florentinos durante los siglos xv y xvi, mientras que en el
Cinquecento se perfeccionó el aguafuerte gracias a la obra del Parmigianino. En Alemania destacó
la obra de Durero, especialista de la técnica del buril, aunque también realizó xilografías. En
Francia, el grabado fue practicado por la escuela de Fontainebleau, en la que destacó Jean Duvet,
famoso por su serie del Apocalipsis (1561). En Flandes surgieron notables grabadores en la ciudad
de Amberes, como los hermanos Wierix, autores de estampas de excelente técnica y detallismo,
aunque basadas en composiciones ajenas; o Hieronymus Cock, que reprodujo numerosas obras de
Brueghel.86

Jardinería

Artículo principal: Jardín italiano

Jardín del Château d'Ambleville, Francia

En el Renacimiento la jardinería cobró una especial relevancia, en paralelo al impulso otorgado a


todas las artes en esta época, principalmente gracias al mecenazgo de nobles, príncipes y altos
cargos de la Iglesia. El jardín renacentista se inspiró en el romano, en aspectos como la decoración
escultórica o la presencia de templetes, ninfeos y estanques. Los primeros ejemplos surgieron en
Florencia y Roma, regiones con una orografía accidentada y grandes desniveles de terreno, lo que
originó el efectuar estudios previos de índole arquitectónica para planificar la estructura del jardín,
originando la arquitectura paisajística. Un ejemplo de ello son los Jardines del Belvedere en Roma,
proyectados por Bramante en 1503, el cual resolvió los desniveles con un sistema de terrazas, a las
que se accede por amplias escalinatas y que están rodeadas de balaustradas, esquema que pasaría
a ser típico del jardín italiano, que se convertiría en el prototipo de jardín renacentista. Se otorgó
una especial importancia a la obra hidráulica, con estanques y fuentes de gran complejidad, como
los de la Villa de Este en Tivoli, diseñados por Bernini. Estos diseños pasaron al resto de Europa,
donde destacan por su magnificencia los jardines franceses, como los de los castillos de Amboise,
Chambord y Villandry. En Francia era costumbre subdividir el jardín en diversas zonas
especializadas (jardín geométrico, medicinal, silvestre), así como la construcción de canales que
permitían el paseo en barca. En esta época comenzó la costumbre de recortar los setos,
apareciendo los primeros jardines en forma de laberinto. También hay que resaltar la llegada de
nuevas especies gracias al descubrimiento de América, lo que favoreció la apertura de jardines
botánicos dedicados al estudio y catalogación de las plantas.87
La teoría jardinística renacentista se nutrió especialmente de la concepción elaborada por Leon
Battista Alberti de la casa y el jardín como una unidad artística basada en formas geométricas (De
Re Aedificatoria, IX, 1443-1452), así como en el modelo expuesto por Francesco Colonna en su
Hypnerotomachia Poliphili (1499), que introducía el uso de parterres y el empleo del arte topiario
para dar formas caprichosas a los árboles, o el diseño de las eras a partir de formas axiales,
expuesto por Sebastiano Serlio en Tutte l'opere d'architettura (1538).88

Literatura

Artículo principal: Literatura renacentista

Don Quijote (1605), de Miguel de Cervantes.

La literatura renacentista se desarrolló en torno al humanismo, la nueva teoría que destacaba el


papel primordial del ser humano sobre cualquier otra consideración, especialmente la religiosa. En
esta época el mundo de las letras recibió un gran impulso con la invención de la imprenta por
Gutenberg, hecho que propició el acceso a la literatura por un público más mayoritario. Ello
conllevó a una mayor preocupación por la ortografía y la lingüística, surgiendo los primeros
sistemas de gramática en lenguas vernáculas (como la española de Elio Antonio de Nebrija) y
apareciendo las primeras academias de lenguas nacionales.89 Es por ello que muy posiblemente,
la participación de filólogos en la época fue de gran ayuda y necesidad para el estudio, análisis y
comprensión de textos antiguos (principalmente clásicos) durante el siglo xv hasta el siglo xvi.

La nueva literatura se inspiró como el arte en la tradición clásica grecolatina, aunque también
recibió una gran influencia de la filosofía neoplatónica desarrollada contemporáneamente en
Italia. Por otro lado, refleja el nuevo ideal de hombre renacentista, que se ejemplifica en la figura
del «cortesano» definida por Baldassare Castiglione: debía de dominar las armas y las letras por
igual, y tener «buena gracia» o naturalidad sin artificio.90 En su naturaleza, la esencia renacentista
nace en Italia, es en este territorio en donde nace un pensamiento basado en la dignidad y libertad
humana, en la que claro está, un pensamiento liberal basado en la crítica educativa, fomentando
un ideal meramente formativo. Un movimiento que al igual que la Paideia clásica, fomentara
principios y valores semejantes. El humanismo, con sus valores clarificadores sobre el valor y
esencia humana, viene también a profundizar y recrear la importancia y necesidad de comprender
los textos clásicos, limpiándolos de toda mancha de corrupción o manipulación intencional, o bien
de la simple malinterpretación literal o literaria. De esta manera, y con estos principios, surge una
sociedad laboral y académica, misma que es satisfecha con labor filológica. De manera que en el
Renacimiento Occidental del siglo xv y del mismo Humanismo Italiano, el que le da vivacidad y
seguimiento al estudio crítico de la cultura griega. Es por ende, que el paso de la cultura
Helenística a Italia fue un proceso enriquecedor tanto en la enseñanza y copiado de textos y
manuscritos antiguos como también el aprendizaje de las lenguas latín y griego y la misma
recolección de textos esparcidos alrededor del territorio. Muchos de estas personas preocupadas
por la difusión de la literatura helénica fueron Planudes, Moscópulo, Magister y Demetrio Triclinio.
Lorenzo Valla y sus emendationes en la traducción marcaron un antes y un después al
entendimiento Heródoto y Tucidides. Erasmo de Rotterdam, también reconocido como uno de los
mejores críticos textuales de la era moderna, analizó las Sagradas Escrituras y los textos clásicos
por su puesto, de modo que publicó traducciones de Aristóteles, Demócrito y Juan Crisóstomo.
(Morocho, pags 4-9)

Con el paso del tiempo la importancia de la actividad crítica textos grecolatinos va incrementando.
Su importancia se puede asociar con la necesidad de entender de aspectos históricos, ciencias
naturales, geografía, astronomía, y muchos más. De manera que la labor filológica tiene auge y
una importancia sinigual. A pesar de la intervención eclesiástica, haciendo mención sobre aquellos
que corrigen o trabajan con textos no religiosos, cometen herejía y pecado.

En Italia, cuna del nuevo estilo, perduraban aún los ecos de tres grandes autores medievales
considerados a veces precursores del nuevo movimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio. Entre los
literatos surgidos en esta era conviene destacar a: Angelo Poliziano, Matteo Maria Boiardo,
Ludovico Ariosto, Jacopo Sannazaro, Pietro Bembo, Baldassare Castiglione, Torquato Tasso,
Nicolás Maquiavelo y Pietro Aretino. Su influencia se denotó en Francia, donde desarrollaron
François Rabelais, Pierre de Ronsard, Michel de Montaigne y Joachim du Bellay. En Alemania, la
reforma protestante impuso una mayor austeridad y una temática religiosa, cultivada por Ulrich
von Hutten, Sebastian Brant y Hans Sachs. En Inglaterra, cabe citar a Tomás Moro, Edmund
Spenser, Michael Drayton, Henry Constable, George Chapman, Henry Howard y Thomas Wyatt. En
Portugal se halla la figura predominante de Luís de Camões.90

Pero de algo que se puede afirma es que Italia, en su apogeo renacentista, fue, ciertamente la
cuna del humanismo, por consiguiente del mismo Renacimiento occidental. por ende, más que
ciudad o país comerciante, es un museo viviente, en el que se desenvuelve una riqueza cultural y
un apogeo históricamente fecundo. ya que bien se sabe, que Roma, capital Italiana, fue en su
época de gloria la capital del Imperio Romano. Por ello la formación y naturalización del latín no
viene siendo algo novedoso.

En contra del clero católico y el papado, la crítica textual posee un afluente muy fuerte, cuya
necesidad erudita y percepción literal es vital para la comprensión de lo que acontece en la
antigüedad. Aporte que se le puede asociar, según Quirós, (1994) a los bizantinos, quienes
trajeron consigo un importante número de manuscritos griegos al territorito Italiano.
Paralelamente, Francesco Petrarca, como ya se ha mencionado anteriormente, ha fomentado el
espíritu crítico y el valor literario de autores y textos clásicos,. Se concluye, siendo más que claro,
que será el humanismo nacido en Italia el fundador y promotor del pensamiento crítico y el que se
encargará de reivindicar el valor de la cultura griega.

En España comenzó una edad dorada de las letras, que se prolongaría hasta el siglo xvii: la poesía,
influida por la italiana del stil nuovo, contó con las figuras de Garcilaso de la Vega, fray Luis de
León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; en prosa surgieron los libros de caballería
(Amadís de Gaula, 1508) y se inició el género de la picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554),
mientras que despuntó la obra de Miguel de Cervantes, el gran genio de las letras españolas, autor
del inmortal Don Quijote (1605).

Por otra parte el renacimiento español (iniciado o promovido por la llegada de Antonio de Nebrija
y aceptado por los mismos reyes de España), claramente posee una línea ética basada en el
pensamiento italiano, cuales antes de iniciar los estudios y acercamientos del grecoromance,
incorporan modelos de enseñanza literario italiana. (Dante, Boccaccio, Petrarca). Los pocos
filólogos de la época utilizaban la valoración de textos basado en su antigüedad y mayor veracidad
y calidad de la lectura. Es así, que como afirma la Apología de Nebrija, que la germana lectio no
debe direccionarse hacia el consensus codicum, sino siempre enfocado en la calidad de la lectura.
(Morocho, p. 10)

Ahora bien, como se mencionó anteriormente, con los aportes de Antonio de Nebrija, inicia una
de las más grandes labores filológicas españolas. La traducción de textos de latín al romance.
Labora que se hace posible ya que una de las manifestaciones del Renacimiento Español consistía
en la recuperación de escritos latinos, litterae humanitas sobre obras ciceronianas. Que, bajo el
dominio de Cicerón, y por la imitatio y emulatio, en consorcio con el pensamiento de Lorenzo
Valla, nace la gramática castellana, proveniente del latín.

Teatro

El teatro renacentista también acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras más
naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la
recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en las
tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'œil. Surgió la
reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la
Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en el
norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la
mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en
Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos destacaron
Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de
Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores
como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran
genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).91

Música

Artículo principal: Música del Renacimiento

Orfeo - Toccata

1:31

Toccata, de La favola d'Orfeo, una de las primeras óperas (1607), compuesta por Claudio
Monteverdi

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La música renacentista supuso la consagración de la polifonía, así como el afianzamiento de la


música instrumental, que iría evolucionando hacia la orquesta moderna. Apareció el madrigal
como género profano que aunaba texto y música, siendo la expresión paradigmática de la música
renacentista. En 1498 Ottaviano Petrucci ideó un sistema de imprenta adaptado a la música, en
pentagrama, con lo que se empezó a editar música. Las primeras novedades se produjeron en
Flandes, donde se desarrolló la llamada polifonía «a la flamenca», cultivada por Guillaume Dufay,
Johannes Ockeghem y Josquin des Prés. También cultivaron el madrigal Orlandus Lassus, Luca
Marenzio, Carlo Gesualdo, Claudio Monteverdi, Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria,
mientras que en polifonía religiosa destacó Giovanni Pierluigi da Palestrina. En música
instrumental descolló Giovanni Gabrieli, quien experimentó con diversos timbres de instrumentos
de viento y con efectos de sonido cruzado y de relieve.92

En los países protestantes la música cobró gran relevancia, ya que el propio Lutero defendía la
importancia de la música en la liturgia religiosa. Aquí se cultivó especialmente el coral, un género
musical a capella o con acompañamiento instrumental, generalmente a cuatro voces mixtas.
Algunos de los compositores que lo cultivaron fueron Johann Walther y Valentin Bapst.93

A finales del siglo xvi nació la ópera, iniciativa de un círculo de eruditos (la Camerata Fiorentina)
que, al descubrir que el teatro griego antiguo era cantado, tuvieron la idea de musicalizar textos
dramáticos. La primera ópera fue Dafne (1594), de Jacopo Peri, a la que siguió Euridice (1600), del
mismo autor; en 1602 Giulio Caccini escribió otra Euridice; y, en 1607, Claudio Monteverdi
compuso La favola d'Orfeo, donde añadió una introducción musical que denominó sinfonía, y
dividió las estructuras cantadas en arias.94

Danza
Artículo principal: Danza renacentista

La danza renacentista tuvo una gran revitalización, debido de nuevo al papel preponderante del
ser humano sobre la religión, de tal manera que muchos autores consideran esta época el
nacimiento de la danza moderna. Se desarrolló sobre todo en Francia –donde fue llamado ballet-
comique–, en forma de historias bailadas, sobre textos mitológicos clásicos, siendo impulsado
principalmente por la reina Catalina de Médicis. Se suele considerar que el primer ballet fue el
Ballet comique de la Reine Louise (1581), de Balthazar de Beaujoyeulx. Las principales
modalidades de la época eran la gallarda, la pavana y el tourdion. En esta época surgieron los
primeros tratados sobre danza: Domenico da Piacenza escribió De arte saltandi et choreas
ducendi, siendo considerado el primer coreógrafo de la historia; Thoinot Arbeau hizo una
recopilación de danzas populares francesas (Orchesographie, 1588).95

Filosofía

Artículo principal: Filosofía renacentista

Tiziano: Amor sacro y amor profano (Galería Borghese, Roma, 1514). Esta obra representa la
contraposición entre el amor humano (Venus Vulgaris) y el amor divino (Venus Caelestis), un
reflejo de la teoría neoplatónica de la época sobre que la belleza terrenal es un reflejo de la belleza
celestial, propugnada por Marsilio Ficino y la Academia Platónica Florentina.

La filosofía renacentista estuvo marcada en su origen por el declive de la teología, en un mundo


abocado a la modernidad que, sin renunciar aún a la religión, la circunscribe al ámbito espiritual y
personal del individuo. La nueva forma de afrontar los problemas del ser humano será el
racionalismo, el uso de la razón aplicada a la sociedad y a la naturaleza.96 Aun así, la religión siguió
presente en buena medida durante esta época, aunque derivó de la teología escolástica hacia el
misticismo, hacia una relación con Dios basada más en el sentimiento que en el conocimiento, así
como en la acción, la obra de acercamiento a Dios, como se percibe en la obra de Jan van
Ruusbroec, Dionisio Cartujano y Tomás de Kempis.97

La nueva corriente de estos tiempos será el humanismo, más interesado en el hombre y la


naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El naturalismo impregna todos los ámbitos
del saber, y así se habla no solo de la ciencia natural, sino también del derecho natural, la moral
natural e, incluso, la religión natural, una religión que abandona todo lo sobrenatural (revelación,
dogma) para ser fiel reflejo de la posición del ser humano en el mundo.98 El humanismo se
fundamenta, como el arte, en la oposición a la cultura medieval y el retorno a la antigüedad
clásica; sin embargo, buena parte de la filosofía renacentista evoluciona de la medieval en una
línea continua que llega hasta Descartes, no en vano la escolástica medieval estaba fundamentada
en la filosofía griega platónica y aristotélica.99 Aun así, numerosos humanistas despreciaron el
aristotelismo escolástico por ser excesivamente teologizado, y abordaron a Platón desde la obra
de sus seguidores posteriores, el llamado neoplatonismo, especialmente desde el terreno de la
filosofía estoica que, como la renacentista, incidía más especialmente en el ser humano como
medida de todas las cosas. Sin embargo, muchos de estos autores abordaron el tema desde una
postura superficial y poco rigurosa, sin profundizar en los aspectos ontológicos y metafísicos de los
clásicos griegos, sin analizar la nueva situación intelectual del ser humano alejado de Dios,
cuestión que no llegará hasta el cartesianismo.100

El pensamiento humanístico nació en Italia, especialmente en torno a la Academia Platónica


Florentina patrocinada por Cosme de Médici, que aglutinó a pensadores como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico della Mirandola, Cristoforo Landino, Angelo Poliziano o Benedetto Varchi. Otros se
encaminaron más hacia la política, como Nicolás Maquiavelo, forjador del autotitarismo
monárquico como seña de identidad de las nuevas naciones-estado surgidas en esta época; o
hacia el naturalismo, como Leonardo Da Vinci y Bernardino Telesio.101 En Francia, el humanismo
tuvo un componente más escéptico, representado por Michel de Montaigne o Pierre Charron,
mientras que algunas figuras se adhirieron a la reforma protestante, como Pierre de la Ramée o
Henri Estienne.102 En Inglaterra destacó la figura de Tomás Moro, canciller de Enrique VIII, quien
lo decapitó por oponerse a la reforma anglicana; fue autor de Utopía, un esbozo de estado ideal
de reminiscencias platónicas.103 Pero el más afamado humanista surgió en Países Bajos: Erasmo
de Róterdam, que escribió en latín, con un estilo vivo y elegante, fiel al dogma católico, pero de
mentalidad abierta y comprensiva, reflejo de un espíritu de concordia; fue autor del Elogio de la
locura (1511).103

En Alemania no recaló tanto el humanismo de carácter marcadamente literario como en otros


países europeos, y la filosofía se encaminó más a la mística especulativa, heredera del Maestro
Eckhart; otras figuras mezclaron esta tendencia con elementos de las ciencias naturales o aun de
la alquimia y la astrología, como Agrippa von Nettesheim o Paracelso. Por otro lado, la Reforma
protestante contó con figuras como Martín Lutero, Zwinglio, Philipp Melanchthon, Sebastian
Franck y Jakob Böhme.104

En España el pensamiento filosófico no rompió del todo con el pasado medieval, y mostró un
especial interés por la lingüística, tanto clásica como vernácula (Antonio de Nebrija, Benito Arias
Montano). La corriente escéptica estuvo representada por Francisco Sánchez, mientras que el
humanismo antiescolástico —pero heredero de la tradición católica— contó con la figura de Juan
Luis Vives, preocupado especialmente por la moral y la educación. Por otro lado, una reacción
escolástica estuvo originada por la Contrarreforma tridentina que revivió el misticismo y contó con
figuras como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.105

Por otro lado, además del humanismo hay otras corrientes de pensamiento que a través de
diversas vías, aparentemente dispares, convergerán en la filosofía cartesiana y en los fundamentos
de la filosofía moderna: una es heredera del pensamiento medieval, representada por Nicolás de
Cusa o por la escolástica española; otra está más preocupada por la naturaleza y dará origen a la
ciencia física moderna.106 Nicolás de Cusa, cardenal y obispo de Bresanona, intentó conciliar la
doctrina católica con la teoría platónica, a través de una noción de Dios infinito y trascendente en
el que se aglutinan la verdad y la realidad (De docta ignorantia, 1440).107 La escolástica española
estuvo muy ligada a la Contrarreforma, y se asoció especialmente con la orden de los jesuitas; de
influencia tomista, estuvo representada por Francisco de Vitoria, Alfonso Salmerón, Luis de Molina
y, especialmente, Francisco Suárez.108 El estudio de la naturaleza dio en el terreno filosófico la
relevante figura de Giordano Bruno, autor de una doctrina panteísta por la que fue quemado por
hereje, y defensor de la razón y la experiencia como única vía para conocer el mundo.109 También
influyeron en la filosofía las nuevas teorías científicas de Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y
Galileo Galilei.110

Ciencia

Esta sección es un extracto de Historia de la ciencia en el Renacimiento.[editar]

El sistema copernicano (De revolutionibus orbium coelestium).

Hombre vitruviano, de Leonardo da Vinci, un ejemplo de la mixtura entre arte y ciencia en el


Renacimiento.

Ilustración de De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio (1543).

La historia de la ciencia en el Renacimiento comienza con el redescubrimiento de textos científicos


antiguos durante el Renacimiento y se acelera después de la caída de Constantinopla en 1453 y la
invención de la imprenta —que democratizaría al aprendizaje y permitiría una propagación más
rápida de nuevas ideas— y los descubrimientos geográficos ocurridos en esta era.111

Las ciencias naturales, fundamentadas en la metafísica nominalista, se diferenciaron de los


estudios anteriores —de raíz aristotélica— en dos factores esenciales: la idea de la naturaleza y el
método físico.112 La primera evoluciona desde la física ontológica aristotélica hacia un discurrir
simbólico fundamentado en las matemáticas, pasando de analizar el «ser de las cosas» a
interpretar «variaciones de fenómenos»; por tanto, se renuncia a conocer las causas a cambio de
medir los fenómenos, sentando las bases de la ciencia positiva.113 El método físico, por otro lado,
se fundamenta en el empirismo, basado en el «análisis de la naturaleza», el cual parte de una
hipótesis de origen matemático para llegar a una comprobación a posteriori de esa premisa
apriorística.114 Uno de los principales teóricos de la nueva ciencia fue el filósofo inglés Francis
Bacon, padre del empirismo filosófico y científico; su principal obra, Novum organum, presenta la
ciencia como técnica, experimental e inductiva, capaz de dar al ser humano el dominio sobre la
naturaleza.115
Una de las disciplinas científicas que más se desarrolló en esta época fue la astronomía, gracias
principalmente a la figura de Nicolás Copérnico: este científico polaco fue el difusor de la teoría
heliocéntrica —los planetas giran alrededor del Sol— frente a la geocéntrica impuesta en la Edad
Media principalmente por la iglesia —la Tierra es el centro del universo. Expuso esta teoría,
basada en la de Aristarco de Samos.116117 Este sistema fue posteriormente desarrollado por
Johannes Kepler, quien describió el movimiento de los planetas conforme a órbitas elípticas.118
119 Por último, Galileo Galilei sistematizó estos conocimientos y formuló los principios modernos
del conocimiento científico, por lo que fue procesado por la Inquisición y obligado a retractarse;
sin embargo, está considerado por ello el fundador de la física moderna.120 Otro astrónomo
destacado de este período fue Tycho Brahe, creador del observatorio de Uraniborg, desde el que
realizó numerosas observaciones astronómicas que sirvieron de base a los cálculos de Kepler.121
También cabe remarcar que en 1582 el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que
sustituyó al anterior calendario juliano.122

Las matemáticas también avanzaron notablemente en esta época: Christoph Rudolff desarrolló la
utilización de las fracciones decimales; Regiomontano estudió la trigonometría esférica y
rectilínea;123 los italianos Gerolamo Cardano y Lodovico Ferrari resolvieron las ecuaciones de
tercer y cuarto grado, respectivamente; otro italiano, Tartaglia, utilizó el triángulo aritmético para
calcular los coeficientes de un binomio;124 Rafael Bombelli estudió los números imaginarios;125
François Viète efectuó importantes avances en trigonometría,126 y creó el simbolismo
algebraico;127 Simon Stevin estudió las primeras tablas de intereses, resolvió el problema de la
composición de fuerzas y sistematizó las fracciones decimales.128

En ciencias naturales y medicina también hubo importantes avances: en 1543 Andrés Vesalio
publicó De humani corporis fabrica, un compendio de anatomía con profusas ilustraciones
considerado uno de los más influyentes libros científicos de todos los tiempos; Bartolomeo
Eustachio descubrió las cápsulas suprarrenales; Ambroise Paré inició la cirugía moderna; Conrad
von Gesner inauguró la zoología moderna con una primera clasificación de animales por géneros y
familias; Miguel Servet describió la circulación pulmonar, y William Harvey la de la sangre;
Gabriele Falloppio estudió la estructura interna del oído; Ulisse Aldrovandi creó el primer jardín
botánico en Bolonia; Bernard Palissy fundamentó la paleogeografía; Caspar Bauhin introdujo un
primer método de clasificación de las plantas; y Zacharias Janssen inventó el microscopio en
1590.129

También avanzó notablemente la geografía y la cartografía, gracias a los numerosos


descubrimientos realizados en esta época. Cabe destacar la labor del flamenco Gerardus
Mercator, autor del primer mapa del mundo (1538) y descubridor de un método de
posicionamiento geográfico sobre un mapa del rumbo dado por una aguja imantada.130
En el terreno de la química, relacionada todavía con la alquimia medieval, hubo escasos avances:
Georgius Agricola fundó la mineralogía moderna, clasificando los minerales según sus caracteres
externos;131 Paracelso aplicó la alquimia a la medicina, estudiando las propiedades de los
minerales como fármacos, en el transcurso de cuyas investigaciones descubrió el cinc; Andreas
Libavius escribió el primer tratado sobre química con una mínima base científica,132 e introdujo
diversos preparados químicos, como el ácido clorhídrico, el tetracloruro de estaño y el sulfato
amónico, así como la preparación del agua regia.133

Por último, conviene citar la figura polifacética de Leonardo da Vinci, ejemplo del hombre
renacentista interesado en todas las materias tanto artísticas como científicas (homo universalis).
En el terreno de la ciencia, realizó varios proyectos como máquinas voladoras, concentradores de
energía solar o calculadoras, que no pasaron de meros proyectos teóricos. También realizó
trabajos de ingeniería, hidráulica y mecánica, y estudios de anatomía, óptica, botánica, geología,
paleontología y otras disciplinas.134

Historiadores como George Sarton y Lynn Thorndike han criticado el efecto del Renacimiento
sobre la ciencia, argumentando que el progreso fue demorado porque los humanistas
favorecieron los temas centrados en el hombre, como política e historia, sobre el estudio de la
filosofía natural o la matemática aplicada. Otros se han localizado en la influencia positiva del
Renacimiento puntualizando factores como el descubrimiento de muchísimos textos ocultos o
perdidos, y el nuevo énfasis en el estudio de la lengua y la correcta lectura de textos. Marie Boas
Hall acudió el término «Renacimiento científico» para designar la primera fase de la Revolución
científica. Recientemente, Peter Dear argumentó a favor de un modelo de dos fases para explicar
la Génesis de la ciencia moderna: un «Renacimiento científico» en los siglos xv y xvi, centrado en la
restauración del conocimiento natural de los antiguos, y una «Revolución científica» en el siglo
xvii, cuándo los científicos pasaron de la recuperación a la invención.

Vida y costumbres

Diseños de moda de los siglos xv y xvi

Con el Renacimiento y su cultura más humanista e individualista, así como el despegue económico
y su consecuente grado de ostentación social, y unido a los avances tecnológicos, se desarrollaron
notablemente todos los aspectos relacionados con el aspecto individual y el cuidado personal,
como la peluquería y la moda. La peluquería sufrió una profunda transformación y un gran auge
en cuanto a establecimientos y productos dedicados al cuidado del cabello. Se puso de moda la
depilación de las cejas, así como de la frente, a veces hasta medio cráneo. Aumentó el gusto por el
teñido, siendo el rubio el color preferido. Por lo general, los peinados incluían un tocado, con cinco
tipos principales: las tocas, las cofias o albanegas, los bonetes, los rollos y los sombreros. Desde el
siglo xvi los peinados, especialmente los femeninos, fueron ganando en complejidad, con
sofisticadas estructuras de rizos, encajes, cintas y muselinas.135
En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día: se introdujeron
nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. En la Italia renacentista
aparecieron los trajes más ricos y espectaculares de la historia, de vivos colores y formas
imaginativas y originales, que otorgaban gran relevancia a las mangas, a los pliegues y a las caídas
de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el siglo xvi el calzón corto era
a modo de bombacho, y continuó usándose el jubón medieval, junto a capas de diverso tipo y
adornos como la gorguera, una tela de encajes fruncidos que cubría el cuello. En el atuendo
femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una falda en forma de campana llamada
crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con aros metálicos.136

También cobró una especial relevancia la gastronomía, que llegó a altas cotas de refinamiento y
sofisticación. Destacó la cocina veneciana, que gracias a su comercio con Oriente favoreció la
importación de todo tipo de especias: pimienta, mostaza, azafrán, nuez moscada, clavo, canela,
etc. Un factor determinante para una nueva gastronomía fue el descubrimiento de América, de
donde llegaron nuevos alimentos como el maíz, la patata, el tomate, el cacao, los frijoles, el
cacahuete, el pimiento, la vainilla, la piña, el aguacate, el mango o el tabaco.137

Véase también

Prerrenacimiento

Alto Renacimiento

Bajo Renacimiento

Renacimiento italiano

Renacimiento español

Renacimiento francés

Renacimiento nórdico

Renacimiento alemán

Renacimiento flamenco

Renacimiento inglés

Renacimiento en Hungría

Arte de la Edad Moderna

Historia de la estética

La cultura del Renacimiento en Italia


Historia de la ciencia en el Renacimiento

Hallazgos médicos en el Renacimiento

Literatura del Renacimiento

Música del Renacimiento

Humanismo renacentista

Filosofía renacentista

Polimatía

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