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© Catherine Millot
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CATHERINE MILLOT
EXSEXO.
ENSAYO SOBRE
EL TRANSEXUALISMO
IJIHUtCOS
EDITORA
SOBRE LA TRADUCCIÓN
DE PIGALLE A CIBELES
CAPÍTULO I
I
SHE-MALE
El Olympia, 1963. Foto Roger Vio
Violl
llct
ct
En los pasillos de un hospital psiquiátrico se cruza uno
con figuras extrañas, tales como la silueta de un luchador en
minifalda vacilante sobre unos tacones altos, con las mejillas
azuladas por una barba que fein embargo ha sido afeitada a
ras, y cubiertas de una
un a base de cosmético.
cosmético. Es Rober
Ro bert,t, decidi-
decidi-
damente transexual, dispuesto si llega el caso a andar a
puñetazos
puñeta zos por las muj
mujeres
eres del M .L.F
.L .F.,., poc
pocoo com
comba
bativ
tivas as para
pa ra
su gusto. Robert está al borde del delirio: abandonando pro-
visoriamente el burdel donde trabaja como criada, de tanto
en tanto
naza viene al asilo en busca de refugio contra una ame-
de «depresión».
En otros sitios, con otras facilidades, en los cabarets, en
los locales de homosexuales de todo tipo, una rubias des-
lumbrantes, super tíaS muy stars, se presentan imitando en
play back las canc
ca ncion
iones
es de Marilyn
Mar ilyn Mo
Monroe
nroe,, el modelo de
todas, para pagarse la operación que acabará de hacerlas
«verdaderas mujeres». Aquí la frontera es incierta, desde el
bús queda
búsque da de
d e una relac
rel ación
ión am
a m oros
or osaa con
co n un hombre
hom bre,, que con-
firmaría su feminida
feminidad,
d, van a buscar
busca r ese reconocimiento junto
a una mujer.
Ese viraje hacia la homosexualidad
homo sexualidad femenina
femenina es bastante
basta nte
frecuente, como lo hace notar Colette Piat en «Elles ... les
travestís», al igual que Janice G. Raymond, quien según su
punto de vista ve allí una artimaña
artim aña más del patria
pa triarc
rcad
ado.
o.
«Sappho
Sapph o by surgery», titula uno de los capítulos de su libro.
Esos transsexually constructed lesbian-feminists (lesbia
nismo y feminismo corren aquí parejos), representarían la
realización
de de un
la intimidad de viejo fantasma
las mujeres masculino
entre de penetración
sí, verdadera violación
mental que, según ella, no hace otra cosa que manifestar,
más allá de las apariencias femeninas, su profunda virilidad.
Esta intrusión consumaría un modo insidioso de control de
las mujeres, al estilo de los eunucos encargados de la custodia
de ios harenes.
El transexualismo es hoy en día un fenómeno social,
incluso un síntoma de la civilización. Por tanto es protei
forme, y sólo corresponde a una definición mínima que a su
vez linda con el estereotipo: se define como transexual a una
personaa que solicita
person solic ita la modificación de su cuerpo
cue rpo a fm de
conformarlo
confo rmarlo a las apariencias del sexo opuesto,
opuesto, invocando la
convicción de que su verdadera identidad sexual es contraría
a su sexo biológico. El transexualismo es actualmente la
conjunción de una convicción, que no debe nada a nadie, y
una demanda que se dirige al otro. Tal demanda es nueva, ya
que supone una oferta que la suscita, la que hace ia ciencia,
pues sin cirujano ni endocrinólogo
endocr inólogo no hay transex
tra nsexual.
ual. En
este sentido, el transexualismo es un fenómeno esencialmente
moderno, pero queda la convicción, que no ha esperado a la
ciencia. Un articulo de los años 50 se titula «Forma epidé-
mica de un mal antiguo». En efecto, ya Esquirol describía
XIX,
este
EUisfenómeno,
y sobre todoy Krafft
en los
Kraf sexólogos
ft Ebbing, del siglo observaciones
encontramos Havelock
observ aciones
así como testimonios de aquellos a quienes por entonces aún
no se llamaba transexuales.
CAPÍTULO II
CAPÍTULO r a
CLAVES PARA
PARA
EL TRANSEXUALISMO
Ñip
Ñ ipól
óles
es.. M useo
us eo nacion
nac ional.
al. Fo
Foto
to Bro
Brogi
gi Girau
G iraudon
don..
...Schreber
sola se mire a si mismo como hombre y mujer en una
persona...
. S, Significante
Signi ficante
a partir del algoritmo saussunano, ----- :— —— —
s significado
bús queda
búsque da de sen
sentido
tido,, el punto
pu nto de sinsentido
sinsen tido en tant
ta ntoo consti-
tuyente del limite de cualquier significación. Por tanto, impide
la prosecución de la búsqueda infinita de una respuesta al
enigma del deseo
des eo materno,
matern o, búsqueda que se se confunde con la
de hacerse su objeto y que, por esa razón, confirma su
naturaleza incestuosa. El significante del Nombre del Padre
significa al niño que es al padre a quien incumbe la carga de
ese enigma. Se constituye así un saber cuyo acceso está
vedado, y se sitúa en el lugar del Otro paterno a quien se le
supone. Ese saber se confunde en parte con el Inconsciente.
A partir de esta concepción del Edipo como metáfora,
se puede aprehender la psicosis como el resultado de la ca-
rencia, en la batería significante que constituye la estructura
de un sujeto, de ese significante fundamental que es el
Nomb
No mbrere del P adre
ad re,, fundam
fun damenta
entall en tanto
tan to perm
permite
ite m e tafo
ta fo
rizar el
el deseo materno. Lacan da a esta carencia el nombre de
«forclusión»*, lo que significa que el padre no tiene exis-
tencia simbólica para el sujeto, que nada, en los significantes
de que dispone el sujeto, va a representarlo. Esa preclusión
trae consigo toda clase de consecuencias, algunas de las
cuales están en estrecha relación con la posición transexual.
Por otra parte, la existencia simbólica o la preclusión del
Nomb
No mbre re del P adre
ad re sósólo
lo se advierten
advier ten por
po r sus efectos
efec tos.. El
Nomb
No mbre re del P adre
ad re no es un significante que pued pu edaa encon
encon--
trarse como tal en el curso de un análisis, por ejemplo. Más
bien rep
r epres
resen
enta
ta aquell
aqu elloo cuya
cu ya existen
existencia
cia es nece
n ecesar
sario
io sup
supone
onerr
p
pararaa d ar cuen
cu enta
ta de un conjunto
conju nto de fenómenos
fenómeno s que qu e sólo se
comprenden cuando se los refiere a su presencia o a su
ausencia.
De la simbolización de la función paterna depende, para
un sujeto, la responsabilidad de situarse en relación al falo
como hombre o como mujer. A falta del significante del
Nomb
No mbrere del P adre
ad re que
qu e en la est
estruc
ructur
turaa signific
significante
ante incons-
inco ns-
ciente del sujeto representa la función paterna, se producirá
una merma en las posibilidades identificatorias del varón al
padre
pad re que se manifestará
manife stará^^ po porr ejemplo, en la inc incon
onsis
sisten
tencia
cia
imaginaria
imaginar ia de la virilidad. El psicótico
psicótico tiene
tiene que vévérselas
rselas con
*(N, del T.) En adelante se traducirá este término francés, de origen jurídico, por su
de l T.)
equivalente español preclusión.
en la medida que pueda ser del dominio de lo posible en las
condiciones actuales atentatorias contra él orden del uni-
verso, y ofrecérselo bajo la forma del mayor desarrollo po-
sible de la voluptuosidad de alma. Y si al hacerlo, como
recompensa me toca un poco de goce sensual, me siento
justific
just ificado
ado pa
para
ra ac
acep
epta
tarlo
rlo en cali
calidad
dad de pe
pequ
queñ
eñaa rep
repara
aració
ciónn
por el exce
destino exceso
so de
desde sufrim
sufrimiento
hace ientos
tantos s y privac
años.» privacione
ioness que hahann sido mi
El goce es la prueba del éxito de esa identificación del
sujeto al falo, de la adecuación de su ser a lo que falta a la
madre. El falo aparece aquí no tanto como símbolo que
como imagen, casi como artificio que adviene al lugar de la
falta para ocultarla, desmintiendo así la castración materna.
Bajo su forma imaginaria, el falo puede presentarse como la
imagen del propio cuerpo tal como se forma para el sujeto en
su encuentro con
c on su reflejo en eell espejo
espejo,, o con el sem
semejante
ejante al
que se identifica, identificación a partir de la cual se cons-
tituye como
sujeto yo ideal.
se concibe comoLa imagen
unidad, se del espejo, por
caracteriza en lasu que
formael
totalizadora, unificadora. Excluye la falta, y por esa razón se
presta
pres ta pa
para
ra simb
simboliz
olizar ar lo que col
colma
ma la falta de la m ad adre.
re. La
imagen
imag en narcisista es así un equivalente del fal faloo ima
imaginario
ginario de
la madre. Por ello el goce schreberiano, el goce imputado por
Schreber al Otro divino, así como el que le corresponde a él,
es un goce narcisista, goce de su imagen de mujer que ofrece
al Otro como testimonio de su no castración. Sujeto y objeto
de contemplación a la vez, lleva a cabo la circularidad de una
completud sin falla, donde se enrosca el goce, como serpiente
que se muerde la cola.
El segu
segundo
ndo tipo de formalizaci
formalizaciónón que permite
permite eelucid
lucidar ar la
posición tran
transex
sexual
ual y situsituarl
arlaa en relación con la psic
psicosis,
osis, lo
suministran las fórmulas de la sexuación, propuestas por
Lacan en L ’E totour dit t y el seminario A
urdi Aun
un..
Las fórmulas de la sexuación están construidas a partir
de una lógica proposicional. Cuatro proposiciones, dos de
ellas que caracterizan la parte hombre, y las otras dos la
parte mujer, son suf suficien
icientes
tes pa
para ra det
determ
ermina
inarr la posic
po sición
ión se-
xual de los seres parlantes. Los sujetos se distribuyen de un
lado o del o'tró según las proposiciones en las que se ins-
criben, constituyéndose en su argumento. Estas cuatro pro-
posicion
pos iciones
es definen cu cuatr
atroo ma
manerneras as de relac
rel acio
iona
narse
rse con ununaa
función única: la función fálica. En efecto, cualquiera sea el
sexo biológ
biológico
ico,, es la posició
posiciónn de cada un unoo en relación al falfaloo
lo que lo sitúa como hombre o como mujer. Esto es lo que
significa la fórmula de Freud de que la libido es de natu-
raleza masculina.
A primera vista (una lectura sumaria de Freud, Freud , por eje
ejem-
m-
plo, pa
pare
rece
ce au
autor
toriza
izarlo
rlo),
), d a rí
ríaa 'l'laa impresión de q u e se ppueduedee
presen
pre sentar
tar el lado ho hombmbrere co
comomo car carac
acter
teriza
izado
do p o r la pre-
pre -
sencia del término fálico, y el lado mujer por su ausencia.
Dos proposiciones bastarían. Esto daría, por ejemplo, la
afirmativaVX
escribiría universal
íj>X, ytodos los hombres
la negativa tienen
universal el falo,
todas que se
las mujeres
no tienen el falo
falo,, o ninguna mujer tiene el falofalo,, V X <|>
|>X
X. Las
L as
fórmulas de la sexuación dan cuenta de una relación más
compleja de los dos sexos con ese término único represen-
tado por el falo.
Del lado del hombre tenemos la proposición universal
VX (j)X, todos los hombres se relacionan con la función
fálic
fálica.
a. Lo que también puede leer leerse
se,, todos lo
loss hombres
hom bres eestá
stánn
sujetos a la castración, caen bajo el golpe de esta amenaza.
Esta proposición universal se halla por asi decirlo, fundada
en una proposición particular que la niega. El Todo, para
constituirse, necesita la excepción, es decir un término que
plantee la exis
existen
tencia
cia de un
unaa exterio
exterioridad:
ridad: no hhayay adentr
ade ntroo si
sinn
afuera. Lo mismo que para enunciar que todas las rayas
trazadas en una hoja son ve vertica
rticales,
les, es preci
preciso
so también plaplan-n-
tear la existencia de al menos una raya no vertical. La
proposición
propos ición VX (j)X se encuencuentr
entraa pue
puess coordi
coo rdinanada
da cón esesaa
otra proposición que la niega y que, por tanto, constituye su
limite, HX (f)X, al menos hay Uno que no está sometido a la
función fálica, o sea que no está sujeto a la castración. Esta
jer es tien
jeres tienen
en a la vez relac
re lació
iónn y no relación
relación,, con el falo y con la
castración. Su relación con la función fálica es del orden de
lo indecidible, de lo contingente. Se puede decir todo sobre
ella,
ella, pero en el sentido de que nad
nadaa puede ser dicho en fa falso
lso
en lo concernien
concerniente
te a esta
es ta relación.
relación. A pa
partir
rtir del he
hecho
cho de que
nada limita la función fálica, se sigue una relación con el
goce diferente de la que rige por parte del hombre. Si las
mujeres no ignoran el goce fálico, si participan de éí, tienen
en
otrocambio unanorelación
goce que r elación
es el gocdistinta
gocee fálico,con
eselloogoce
que qule epone
que tieneelím
tien límite
ite.. E
relaciónEll
con el goce del Otro, simbolizado por él padre de la horda
primitiva, no está ex exclu
cluido
ido dé su campo. Po Porr imposi
imposible ble que
sea, dicha imposibilidad no queda metaforizada como pro-
hibición. Es el origen del goce suplementario que les co^
rresponde, y que podemos designar con el término de Otro
goce (otro que el goce fálico), por su particular acceso a lo
imposible del goce del Otro.
La ausencia de limite a la ñinción fálica, fálica, la ausencia
ause ncia de la
prohibición
proh ibición del ince
in cesto
sto,, dos términos qu quee hay que entende
ente nderr
como la carencia de lo que impediría
impediría al sujeto identificarse al
falo imaginario, de 'lo que prohibiría por tanto el goce abso-
luto, emparenta a la posición femenina con la del psicótico.
A consecuencia de la preclusión del Nombre del Padre,
también el psicótico tiene que enfrentarse a la existencia de
ese Uno que diga «no». Es lo que ocasiona el «impulso hacia
la mujer» de la psicosis.
La feminización inducida por p or la psicosi
psicosiss es un fenómefenómeno no
clínico que confirma la observación. Sin embargo, el tran-
sexualismo es algo más específico que es preciso circuns-
cribir. El transexualismo puro no'conlleva síntomas psicó-
ticos en el sentido psiquiátrico del término. Por otra parte,
Schreber
una mujernoprisionera
expresabaenel un sentimiento
cuerpo dedelhombre.transexual En deél ser
no
encontramos
encontr amos el apego del transexual a su feminidad, sino que
¡sentía la transformación feminizante que sufría como una
violencia escandalosa, contraria al orden del mundo, y si
poco a poco acom ac omododababaa su imagen a la de una mujer mujer,, era
para
pa ra some
someters
tersee a las exige
exigencias
ncias divin
divinas. as.
Si nos atenemos a la definición estricta de la posición
E l nud
nudoo borromeo
borromeo,, inicialmente compuesto
compuesto por tres aroaros,
s,
puedee ser genera
pued gen eraliz
lizado
ado a un
u n númer
númeroo indefinido ddee red
redond
ondeles
eles
sin perder su propiedad característica de deshacerse si uno
de ellos se rompe. Así, Lacan utiliza el nudo de cuatro para
dar soporte formal al complejo de Edipo, que consistiría en
el anudamiento de lo Simbólico* lo Imaginario, lo Real y el
Nomb
No mbre re del P ad
adre
re com
comoo cuart
cuarto.
o. La posibi
posibilidad
lidad de un su su--
plemento
plem ento quiere decide cirr que otro significante que no sea el
Nomb
No mbre re del Pa
Padr
dree puede
pue de venir a dese
desemp
mpeña
eñarr la fiinción de
cuarto, haciendo que el nudo se mantenga. Ciertos síntomas
pue den te
pueden tene
nerr esta
es ta funció
función.
n. Ot
Otra
ra forma de sup
suplem
lement
entoo puede
consistir, por ejemplo, en que un quinto anillo, al anudar a
otros dos, haga que cuatro anillos se mantengan unidos,
cuando sin éste la anudadura dejaría libre a uno de ellos.
Nom
N om b re del P adre
ad re
I
La mujer De
Demm anda de corrección quirúrgi
quirúrgica
ca
Eva. Foto
Fo to Andró Berg
Berg..
CAPÍTULO IV
UNA MADRE DEMASIADO BUENA
Estambul.. Museo arqueol
Estambul arqueológi
ógico.
co. F oto Gallimar
Gallimard.
d.
El término transexualismo fue introducido a comienzos
de Jos
Jos año
añoss cincuenta por
po r H arr
arryy Benjamín,
Benjamín, qu
quien
ien propuso un
tratamiento de hormonas (del otro sexo) para aliviar la an-
gustia de sus pacientes. Pero es a Robert Stoller a quien
debemos el haber intentado despejar una estructura distinta
del transexualismo. Pensó haber aislado su forma pura, que
relaciona con
con uno de los momentos de de la formaci
formación
ón ddee l «core
gender identity », del núcleo de la identidad de género —el
género correspondiente a laidentidad sexual en contrapo-
sición al sexo biológico.
Stoller se esforzó por definir los rasgos por los que el
transexual se distingue radicalmente del travestido y del
homosexual
diferencia delafeminado.
transexual,Elel sentimiento
travestido ydeel la identidad se
homosexual (a
sienten hombres), y el lugar de dell órgano
órgano peniano
peniano (vilipendiad
(vilipendiadoo
porr eell transexu
po tran sexual,
al, m ientra
ien trass que el travesti
tra vestido
do y eell hom
homosex
osexual
ual
gozan de él), si bien permiten una primera referencia no
CAPÍTULO V
EN EL PALCO DE LA REINA
«Túú erte
«T
volv tambié
también
volvert n po
podrá
e el semeja drás
semejante s aldeca
nte caer ,
er la noche
Tiresias
Tiresias,
y co
comm o él,
él, p o r ha
habe
berr hech
h echoo de Ot ro,
Otro,
adivinar lo que te he dicho».
a continuación, sin embargo, escapa a este registro y abre
otras dimensiones. Con todo, es perturbador constatar la
existencia de un funcionamiento típicamente
típicamente neu
neurótico
rótico en un
transexual, al menos hasta que algo trastorne dicha configu-
ración.
Su distanciamiento le permitía un punto de vista privi-
legiado de las cosas, como si las viese «desde un asiento
situado en el recinto reservado de la reina». En efecto, ésta
parece
par ece ha
habe
berr sido su posición como sujeto: ,,cu cual
al mi
mirad
radaa
encerrada, oculta, él es el falo que, bajo el velo, brilla por su
ausencia en el recinto de la Dama. Un crítico inglés observó
en él una «curiosa tendencia a desaparecer en tanto persona
detrás de un estilo», lo que Morris atribuye a su distancia
miento, tan involuntario, dice
dice,, «qu
«quee tenía la impresión de no
estar realmente allí, y de observar lo que pasaba desde algúii
silencioso reducto exclusivamente mío. Si no puedo ser yo
mismo, parecía decir mi Inconsciente, prefiero no ser en
absoluto». Un día, en Free Town, en Sierra Leona, el vigi-
lante del puerto
diciéndoles: echó a esta
«marchaos, unosPersona
niños queestá leSola».
importunaban
Las ma-
yúsculas son de Morris, quien comenta: «es como si en mi
extraño aislamiento yo no hubiera estado completamente
encamado».
Exterior al cuerpo, tal es el objeto (a) de Lacan, cuya
estructura topo
topológi
lógica
ca consiste precisamente en esa particparticular
ular
conjunción del
del interior
in terior y el exterior qque
ue podemos calcalific
ificar
ar de
íntima exterioridad. Aquí, designa el lugar de objeto del goce
del Otro que Morris ocupa.
Cuandoo después de su operación, al habe
Cuand haberse
rse co
colocado
locado del
ladomasculino
bro mujerlino
mascu se ve
de obligado
los club esa londinen
clubes renunciarses,
londinenses,a su
su calidad
m
may
ayor de
or ppes miem-
esar
ar sserá
erá
verse privado en adelante de ese status excepcional, del que
guarda lo que califica de «una perversa nostalgia».
Morris no niega que haber escogido al fin su campo no
haya implicado algunos sacrificios. Disponer de un cuerpo
de hombre, escribe, tenía algo de bueno. El título de uno de
sus capítulos es «El esplendor viril»: el cuerpo masculino es
una maravillosa máquina bien aceitada, siempre lista para
funcionar, un maravilloso instrumento en resumidas cuentas.
£1 goce que hallaba en disponer de un cuerpo de hombre
alcanzó su punto culminante con ocasión de la expedición al
Everest a la que siguió como periodista (siempre bajo la
forma de un interiorexterior). En plena posesión de sus
recursos físicos, con el cuerpo tenso por el esfuerzo, se nos
presen
pre senta
ta ve
verd
rdade
aderam
ramen
ente
te com
comoo falo erigido
erigid o en la falda
fald a de la
montaña.
Ajeno al sexo, lo fue casi por completo en
en su
su vida
vid a amoro-
sa. Reiteradas veces expresa su desinterés por las satisfac-
ciones genitales, y dice buscar otra sensualidad. Gustaba de
agradar a los hombres, pero desaprobaba el interés de éstos,
demasiado centrado en el sexo. Se casó con una mujer de la
que tuvo cinco hijos* y declara que ese matrimonio, que hubie-
ra debido ser un fracaso, se reveló como un maravilloso
acierto. Si bien el amor que le unió a su mujer no fue sexual
sino de connivencia sororal, sobrevivió a su transformación,
y cuando se divorciaron se hizo pasar por su cuñada. Toda-
vía viven
quiso en parte
ser padre, juntos.
lo que Porélaspirar
según a la maternidad,
era la manera dice,
de aproximar-
se más a aquélla.
Parece que la muerte de uno de sus hijos, una niña
llamada Virginia —reflejo, sin duda, de las preocupaciones
marianas de su padre—, comprometió el frágil equilibrio de su
posición. Herid
He ridoo asi en su paternidad
pater nidad,, cuyo so
sopo
porte
rte simbóli-
co era sin duda alguna precario, cayó en lo que califica de
«paranoia»,, sin aporta
«paranoia» apo rtarr por cierto in
indicio
dicioss clínicos
clínicos en apoyo
de este autodiagnóstico. No obstante, recuerda unas «migra-
ñas de tipo clásico», «distorsiones visuales y verbales»,
verbale s», a las
que precedían
se excluye «momentosde
la posibilidad de que
exaltación
dichas descabellados». No
distorsiones fuesen
alucinaciones. Cabe apuntar aquí que su transformación en
mujer fue objeto de diversas predicciones, entre las cuales
había una, proveniente de un lector sueco, anunciándole que
el rey
rey Gustavo se dedicaba
dedica ba a realizarla
realizarla a distancia ppor
or m
medio
edio
de rayos.
Tras este episodio «depresivo» decidió tomar unas hor-
monas feminizantes que le había recetado en los Estados
Unidos el doctor Benjamín a quien había consultado hacía
unos años. A partir de entonces vivió un periodo de transi-
ción, en el que ya era femenino por arriba y masculino aún
porr abajo. Cual
po Cu al una quim
quimera, sitúaa en un no m a n ’s lan
era, se sitú land
d
donde su soledad crece con su extrañeza: al presentarse
según
seg ún eell lugar y según las gentes como hombre o co como
mo mujer,
cambiando de identidad gracias a algunos detalles de su
indumentaria de una calle a otra de Londres, de un club a
otro,
pa sar llega
pasar a ocurrirle
el control que ennolos
de seguridad, aeropuertos,
sabe a lasehora
dónde colocarse
colocar cuando de
debe escoger entre la fila de hombres y la de mujeres. «Peli-
grosamente» cercano a un hermafrodita, se vive como «una
figura mitológica monstruosa o divina». Si bien a menudo
esto le produce el efecto de una pesadilla, también llega a
gozar dede los equívocos que q ue dicha situación
situación produce.
produ ce. A veces,
dice, se envuelve como con un velo en esa apariencia quimé-
rica que le designa ante la mirada de todos como el ser único
que pretende sen solo en tanto que es £1 Único. Asi pues, en
la medida de lo humanamente posible, encamó ese símbolo
de la unidad
señalado por imposible quesagrado
ese carácter es el falo.
queSeguramente
en la antigüedadse sintió
fue
patrimonio
patrimon io de aquellos a quienes el cuchillo sacrificia
sacri ficiall había
hab ía
convertido en servidores de la divinidad, como por ejemplo
en el culto frigio.
Fue al célebre cirujano de Tánger a quien confió la tarea
de resolver el dilema de su doble identidad, y renunciando
con ello a ser todo, se alineó del lado de las mujeres, no sin
sentir que sacrificaba las prerrogativas viriles de las que
había sabido sacar provecho. La pesadumbre que ello le
produjo se trasluce
trasl uce en las reivindicacio
reivindicaciones
nes feminist
fem inistas
as que a
partir
part ir de entonc
en tonceses hace suy
suyas,
as, por ttener
ener la expe
ex perie
rienc
ncia
ia de
d e las
afrentas cotidianas de las que en adelante, en tanto mujer, es
objeto. «Lo quisiera o no me adaptaba. Si se suponía que yo
no era capaz de hacer retroceder un coche coche,, o de desta
de stapaparr una
botella, sentía que me volvía extrañam extr añamente
ente torpe (...)(... ) los
hombres me trataba
trat abann cada
ca da vez más como
como a alguien
alguien de impor
impor--
tancia secundaria (...) incluso mi mi procurador,
procurador, en un momento
de distracción, me llamó una mañana «hijo mío». Le irrita
que le traten «en repetidas circunstancias sin importancia
como a un ciudadano de segunda clase, no porque yo carez-
ca de inteligencia, o de experiencia, o de carácter, sino
LOS RITOS DE LA CASTRACIÓN
Roma. Museo
Muse o nuevo del Conservatorio.
Conserv atorio. Foto
Fot o Roger
Ro ger Vio
ioll
lleL
eL
...Diana de Éfeso...
CAPÍTULO VI
CIBELES Y ATIS
, Foto
Fo to Giran don.
don.
Louvre.
..,«/a Gran Madre aventaja a iodos los dioses, sus hijos»...
La Madre es la primera divinidad* Símbolo de la vida y
de la muerte, de la fecundidad y de la destrucción, omni-
potente tanto
tan to para
pa ra el mal como para el bien,
bien , la D
Dio
iosa
sa M adre
ad re
reinó bajo incontables nombres, a través de las regiones y de
los siglos, antes de ser suplantada (¿lo fue del todo alguna
vez?) por las divinidades patriarcales.
Una de las más antiguas es cretense. Soberana de las
montañas, habita en las grutas de las cumbres boscosas.
Cazadora, su guardia está formada por leones, ya que antes
de rodearse
rodearse
fieras, de fieras
a veces fes
ieras ella misma
también fu
fuee una
la Dama leona
leonreptiles,
de los a Dom
Do m adora
ado ra de
encanta-
dora de serpientes, en Egipto. En Caldea la llaman Nana, en
Babilonia Istar, que en Chipre se convierte en Astarté. Rea
Oaia, Deméter, en Éfeso es Diana, con el rostro negro, la
cabeza coronada con una torre, una cuádruple hilera de
mamas sobe el pecho y todo un bestiario sobre el vientre y
los costados*
Gran Madre,griega
una ciudad y hasta los comienzos
aceptó del Imperio
el culto frigio. Sólo lasromano
pequeñasni
comunidades de mercaderes frigios y lidios y los esclavos
celebraban las fiestas de Atis.
Fue durante la segunda guerra púnica cuando se introdu-
jo con gran pomp
pompaa en Roma el cculto
ulto de
de Cibeles, bajo la form
formaa
de una piedra negra, un aerolito según la leyenda, provenien-
te del santuario de Pesinunte. Un oráculo había vaticinado la
victoria a los romanos si se ganaban los favores de la Gran
M ater Idaea. Pero A Atis
tis quedó exc
excluid
luidoo ddel
el santuario instala
instala--
do en el Monte Palatino, y los sacerdotes siguieron siendo
frigios, pues la autocastración era castigada como un crimen
entre los romanos.
Atis no se reunió con la Diosa en ei Palatino hasta la
época imperial, cuando Claudio pensó en rehacer la unidad
del Imperio gracias al culto de Cibeles, e incluyó entonces
las fiestas de Atis en el calendario romano. Carcopino mues-
tra cómo confirió una respetabilidad romana a lo que en los
ritos frigios resultaba escandaloso. Claudio excluyó a los
Galos del culto oficial, sometiéndolos a un Archigallas com-
puesto
pue sto por ciu
ciudad
dadano
anoss roma
romanos
nos que con
conserv
servaban
aban su integri-
dad corporal y dependían del Senado. Con esto se aseguraba
el control de la situación e intentaba contener el proselitismo
de culto
el los Galos, quecontaba
de Atis comenzaban
con ela tener
favor imitadores. En efecto,
de las mujeres y los
libertos. Al final del siglo primero, el Código justiniano hizo
de la castración un crimen capital, e incluso en Pesinunte se
excluyó de la jerarquía religiosa a los Galos eunucos, y se
los gravó con un impuesto especial que los comparaba con
las prostitutas, el tributum capitis. La castración ritual se
reemplazó por el sacrificio deldel taurob
taurobolio,
olio, tomado del cult
cultoo de
Mitra. En Roma pueden verse unos bajorrelieves que represen-
tan a un hombre jovjoven,
en, con gorro ffrig
rigio,
io, sacrificand
sacrificandoo un tor
toro.
o.
No obs
obstante
tante,, los Ga
Galo
loss subsistieron como pa paria
rias.
s. En
Roma los antiguos esclavos libertos o fugados y los extranje-
ros eran los principales adeptos, y llegaban hasta la inicia-
ción tradicional. Impresionaba su elevada estatura, conse-
cuencia sobre el crecimientq de una castración efectuada en
la adolescencia. Escandalizaban por el aire afeminado que
les daban sus trajes largos, los afeites y las joyas. Se les
acusó dede depravacion
deprav aciones es homosexuales.
homosexuales. San Agustín, que los
vio en Cartago, los describe en la Ciudad de Dios: «los
cabellos perfumados, el rostro pintado, los miembros ada-
mados, el andar lascivo». En realidad, parece que eran más
ascetas que libertinos, y de hecho sus adornos estaban es-
trictamente regidos por las prescripciones rituales. Ayuna-
ban,
ba n, y diaria
dia riame
mente
nte rendía
ren díann cul
culto
to a la diosa poporr med
medioio de
cantos y danzas rituales, acompañados con flauta y salterio,
durante las cuales se flagelaban e infligían puñaladas en el
cuerpo. El éxtasis al que llegaban con este frenesí les abría
las puertas a la inspiración divina: entonces profetizaban e
interpretaban los sueños. También eran curanderos, e iban
porr las aldea
po ald eass pred
pr edici
icien
endo
do el futuro, vendie
vendiendo
ndo tal
talism
isman
anes,
es,
pociones
pocion es y amuleto
amu letos.
s. Viajab
Via jaban
an en horda
ho rdass vagab
vag abund
undasas y lle-
gado el caso pedían limosna, de donde el nombre que se les
dio de Mendicantes de la Gran Madre.
En E l Asno de Oro Apuleyo da una descripción satírica
del comportamiento de los Galos, que no por ser una carica-
tura deja de constituir un’testimonio: Lucius, transformado
en asno, acaba de ser comprado por un Galo que piensa uti-
lizarlo para transportar en su lomo la efigie de la Gran
Diosa. Llega al medio de un «coro de invertidos»: «brin-
cando de alegría, al instante lanzan unos gritos disonantes,
con voz de mujer cascada y ronca (...) Al día siguiente, se
ponen unas camisas abigarra
abig arradas,
das, y cada cual se comp
compone
one una
belleza repulsiva
repulsiv a emba
em badu
durná
rnánd
ndose
ose la cara
ca ra con u n a pintura
pintu ra
arcillosa, y dibujándose el contorno de los ojos con un lápiz
graso. A continuación salen llevando unas pequeñas mitras,
vestidos amarillos color de azafrán, telas de lino fino y seda
(...), con los brazos desnudos hasta los hombros, levantando
porr los aires unas es
po espa
pada
dass enormes y hac hachas
has pega
pe gann saltos
como bacantes, y el sonido de la flauta estimula su baile de
posesos. Tras
Tr as habe
ha berr visitado
visitad o aquí y allá
al lá algunas cas
casuch
uchas,
as,
llegan alanzan
entran, la casa de aullidos
unos campo de un rico propietario.
espantosos, Nocomo
y se abalanzan bien
fanáticos: manteniendo baja la cabeza con unas torsiones
lúbricas de la nuca y un movimiento circular de sus cabellos
sueltos, a veces se vuelven contra sí mismos para morderse
La castración
c astración volu
voluntaría
ntaría está lej
lejos
os dde.
e. hallarse
hallarse ausente en
la historia del cristianismo. ¿Acaso no está escrito en el
Evangelio:
Evange lio: «Ha
«Hayy eunu
eunucoscos qque
ue han nacido taltales
es del vientre
vientre de
su madre, los hay a qquienes
uienes los han vuelt
vueltoo asi los hombres, y
los hay que se han hecho tales por el Reino de los Cíelos»?
En las épocas más diversas hubo corrientes religiosas
que preconizaban el eunuquismo voluntario. Orígenes fue
uno de sus adeptos, y su ejemplo estuvo en la base de la
herejía de los Valesianos, quienes creian seguir a la letra la
prescri
pre scripció
pciónn de Cr
Cris
isto
to:: «Si un
unoo de tus miembros
miem bros te escanda?
liza, arráncalo».
La secta de los Valesianos sur surgió
gió en Arabia en el sisigl
gloo III,
y fue
fue condenada
prohibió la mu
mutilaención
tilació elnaño
vo 325
volun
luntaripor
taria el Conci
a entreConciliolio deENic
el clero. Nicea
s ta ea,
, que
prácti-
práct i-
ca cundió lo bastante como para suscitar una nueva prohi-
bición,
bición, en el 395, ppor
or par
parte
te del PPap
apaa Leó
Leónn 11.. Si creemo
cree moss a San
Epifanio, los Valesianos estaban convencidos de que la úni-
ca via de salud consistía en la supresión del instrumento del
pecado,
peca do, y no co
comp
mprenrendía
díann que JoJoss cris
cristian
tianos
os quisie
qu isieran
ran sus-
traerse a ello. Se dice que llevaron el proselitismo hasta
castrar por la fuerza a quienes caían en sus manos, consi-
derando que debían velar por su salud a pesar de ellos,
A lo largo de la historia de la cristiandad la castración
voluntaria siempre tuvo adeptos, sobre todo en la Iglesia de
Oriente, entre los Patriarcas de Constantinopla y los Metro-
politas de Rusia. E
politas Est
staa prácti
práctica
ca ha permanec
permanecido,
ido, segú
segúnn C. Bl
Blon
on
del, «como un mal cristiano sujeto a bruscas recrudescen-
cias».
A una de estas erupciones epidémicas corresponden los
extraños ritos de la secta rusa de los Skoptzy, que desde
el siglo XVIII sobrevivió hasta la Segunda Guerra Mundial,
a pesar de las prohibiciones y condenas diversas
diversas ttan
anto
to de llas
as
autoridades soviéticas como de las zaristas.
CAPÍTULO VII
VII
CAPÍTULO VIII
sacrificioo a
«La ofrenda de un objeto de sacrifici
oscuros Dioses,noessucumbir
sujetos pueden algo a loenque cap
unapocos
tura monstruosa».
Lacan, Seminario XI.
Skoptzy de Bucarest. Foto E. Pittard
Desde el culto metraico hasta los transexuales de hoy,
pasando
pasan do por los Skoptzy
Sko ptzy,, persisten
persiste n los
los ritos sacrificiales
sacrific iales de
la castración, mostrando una estructura que la historia deja
intacta.
Se considera que el vértigo del sacrifico halaga a los
Dioses. Los sacrificios —recordemos los de Abel y Caín—
representan otras tantas preguntas dirigidas a la divinidad
acerca de su
Che vuoi? deseo.
«El ¿Qué significa
sacrificio tengo paraque
ofrecerle que lede
en el objeto agrade?
nues-
tros deseos tratamos de hallar el testimonio de la presencia
del deseo de ese Otro». Los transexuales, como los sacerdo-
tes de Cibeles o los Skoptzy, pagan con su carne la respuesta
a este enigma.
El deseo humano lleva en sí esta dimensión de sacrificio
del objeto del deseo. Hacia allí se inclina, por cuanto el
deseo del hombre es el deseo del otro. Y el Otro reclama lo
que se le debe. Es asi, pues, que la ley moral, la del impera-
EL TRANSEXUALISMO FEMENINO
CAPÍTULO IX
¿LAS MUJERES TRANSEXUALES,
SON HOMOSEXUALES?
Existen también mujeres transexuales, aunque han sido
menos estudiadas y el caso parece ser muy raro. También
son menos espectaculares. Para ellas no se trata del star
system, sino qu
quee más bien caen en la monotomá de las ropas
viriles. Como decía un cirujano que las operaba, quieren ser
como todo el mundo, es decir hombres. Las mujeres nunca
son como todo el mundo; es que ellas no hacen mundo. Ser
hombre, en resumidas cuentas, es formar parte del destino
común, y es a lo que según parece aspiran las mujeres tran-
sexuales:
demos a serr que
espera
esperar semejante,
qu dinámsemejantes
ica que lasaguia
e la dinámica sus no
nsemejantes.
misPo-
o sea la misma
ma
que anima a los hombres transexuales a pretender ser La
Mujer, la única.
Si adoptamos el punto de vista stolleriano, la etiología no
puede
pue de ser
se r la misma: no es ha habb er permanecid
perm anecidoo en la simbio-
sis primiti
primitiva
va con la madre
m adre lo que las
las hace transexuales,
transex uales, pues
pues
dicha simbiosis va en el sentido de la feminidad. Su identifi-
logia
en él sería
varón.deLaalguna manera
pequeña inversa habría
transexual a la deltenido
transexualismo
más con-
tactos físicos desde su nacimiento con su padre que con su
madre. Si en el transexualismo masculino la madre está
demasiado presente y el padre ausente, inversamente en el
transexualismo femenino la madre estaría ausente y el padre
excesivamente presente. «Esto indica, concluye Stoller, que
tal vez una presencia excesiva del padre y una ausencia
excesiva de la madre masculinizan a una niña. Así pues, se
podría plant
pla ntea
earr la hipóte
hip ótesis
sis de que el transex
tra nsexuali
ualismo
smo es
mucho más raro en las niñas que en los muchachos porque es
mucho más
próxima, an
anteverosímil
s que u n aque
tes madhaya
madre una madre
re ausente excesivamente
y un padre exces
excesiva-
iva-
mente próximo».
Sin embargo, en el segundo volumen de Sex and an d Ge
Gend er
nder
Stoller modifica su enfoque, y enuncia la hipótesis de una
proximid
prox imidad
ad estru
es tructu
ctural
ral con la posición hom
homosex
osexual.
ual. La hipó-
hipó-
tesis de la simbiosis con el padre no se sostiene, ya que
cuando éste comienza a interesarse por la criatura a menudo
han pasado los primeros años de la infancia. Por otra parte,
la madre no está ausente como objeto de amor para esa niña,
a quien según su manera de ver el padre pone en una posición
de suplencia. Frecuentemente, dice, las mujeres transexuales
tienen el fantasma de salvar a una bella mujer en peligro, y
obtener su amor. A partir de sus estudios complementarios
del transexualismo femenino, Stoller llega a considerarlo
como la consecuencia de un estímulo sistemático de la mascu
Unidad por parte del padre en particular, y como el efecto de
lo que llama «shaping», la formación, que también puede
estar en los orígenes de la feminización en el varón, pero que
es estructuralmente diferente del transexualismo masculino
puro, definido a pa
part
rtir
ir de la simbios
simbiosis.
is.
La importancia del «condicionamiento», según las pala-
bras de Stoller es manifie
man ifiesta
sta de cualquier modo en el caso de
«ginandria» relatado por Kraft Ebbing, que parece corres-
ponder
pond er perfectamente
perfectam ente a nuestros modernos transexuales
tra nsexuales,, Fue
un caso célebre en su tiempo porque acaparó la atención de
la prensa a raíz de un proceso entablado a un tal conde
V, Sandor. Habia sido acusado por su suegro de falsificación
CAPÍTULO X
«Uno de esos
«Uno esos hombres ante los cuales
la Naturaleza
Natura leza pu
pued
edee erguirse y deci
decir:
r:
¡He aquí un Hombre!».
Shakespeare, J
Juu lio
li o César
El cabaret L e M o no cle
cl e en 1930 Fo to Roger Viollet
He tenido
tenido ocasión de entrevistarme
entrevistarme con cierto número de
mujeres transexuales. Dichas entrevistas tuvieron lugar a
petición mía, y fuera
fue ra del marco
ma rco analítico. D uran
ur ante
te cerca de
un año
me vi a varias
permitió darmede ellas de
cuenta conlacierta
gran regularidad, y suexiste.
diversidad que trato
Si en los hombres la homogeneidad clínica constituye ya un
problema
prob lema,, la disp
di spari
arida
dadd de los casos es aún m ás clara del
lado de las mujeres. Consultando la muy reducida literatura
psiquiátrica
psiqu iátrica acerca
ace rca del tema, se consta
con stata
ta ya que
q ue en el marco
m arco
de la nosografía clásica el abanico se extiende desde mani-
festaciones claramente psicóticas a una sintomatologia de
tipo histérico. Los delirios de transformación corporal, fre-
cuentes en los hombres, no faltan del lado de las mujeres.
Algunas veces se encuentra en ellas la convicción de poseer
un pene interno, convicción que constituye la base de su
posición transe
tra nsexua
xual.l. Otras,
Otr as, la demanda tráns
trá nsex
exua
uall esconde
un delirio hipocondríaco. Además, por poco que el deseo de
un tercero se preste a ello, la demanda de transformación de
part icular
particu lar a la infancia. Ant
Antee todo se tra
tratab
tabaa de d ar con
sistencia a esa entidad del transexualismo que justificaba sus
pasos, y propropor
porcio
cionar
nar las pruebas, tanto de su exis
existenci
tenciaa
como de la pertenencia de quien me hablaba a aquella cate-
goría
Lasclínica.
biografías que presentaron fueron sin duda retocadas
con ese fin apologético, y por lo tanto, quedan bastante este-
reotipadas a efectos de adecuarse a los grandes rasgos del cua-
dro transexual: siempre se sintieron varón; de niñas tenían jue-
gos de varón, nunca desearon sino a mujeres, siempre tuvieron
horror por las características femeninas de sus cuerpos, en el
que se sentían como en una prisión. Desde que tuvieron
conocimiento de la cirugía transformadora quisieron cambiar
cam biar
de sexo. Sufrieron mucho tiempo sin saber que sufrían por-
que eran transexuales, y cuando alguien se lo dijo (siempre
está ese momento de encuentro con un medico que pronun-
cia el diagnóstico) comenzaron a esperar
Aquí, el nombre dado al sufrimiento psíquico trae al
mismo tiempo la ¡dea de su posible solución. Esta nomina-
ción les confiere una identidad a la que desde ese momento
quedan aferradas, y que ya no aceptan volver a discutir.
Algunas llegan a reconocer que las operaciones no han he-
cho de ellas los hombres en que esperaban convertirse, pero
esa identidad transexual no se ve alterada por las decep-
ciones.
Noo todas tuvieron la vida
N vida aventurera, hecha de impos-
turas diversas, de la húngara Sarolta. Pero si bien el relato de
sus infancias es convencional, sus vidas adultas demuestran
ser muy distintas,
Víctor por ejemplo, al que encontré cuando tenia más de
cuarenta años, había vivido como mujer hasta pasada la
treintena. Habiéndose casado muy joven tuvo tres hijos de su
marido, con el que vivió durante quince años. Víctor presen-
ta ese matrimonio como el resultado de un sublime desafio.
Todo el mundo alrededor de la muchacha que era entonces
decJaraba que jamás se casana. «Decían que era un homo-
sexual», dice (uno siempre se pierde en la confusión de los
géneros con los transexuales). La muchacha rechazaba feroz-
mente su feminidad, llegando incluso hasta a hacer gimnasia
con pesas para intentar disimular sus senos por medio del
desarrollo de los pectorales. Ese matrimonio también repre-
sentó para Victor la ocasión de hacer frente a su padre, que
parece no habe
haberlo
rlo vist
vistoo con buenos ojos por ra
razo
zone
ness confu
sas,Sin
tal duda
vez relacionadas
tampoco fuecon ajenalosaorígenes étnicosladel
esta situación novio.
interven-
ción de un médico de la familia, consultado a raíz del males-
tar psicológico de Víctor; lleno de buenas intenciones, le
habría dicho: cásese, se le pasará. Algunos años más tar-
de también a título terapeútico le aconsejaron que tuviese
hijos.
Paradójicamente, ese matrimonio fue un éxito a nivel del
buen enten
e ntendim
dimient
ientoo entre
entr e Vícto
Ví ctorr y su marido. «Éra
«É ramm os como
dos hombres
hombres que viven juntos»,
junto s», comenta, y cuancuando
do tuvieron
tuvieron
niños se aseguraron la ayuda familiar necesaria para suplir la
poca
dejabainclinación
inclinació n desalir
libres para Víctor
comoporcompañeros.
la mat
maternid
ernidad,
ad,
Víctorlo que los
profesa
una enorme estima por su marido, del que dice que era «ver-
daderamente un hombre». Ante mi pregunta sobre qué enten-
día por tal, respondió que aquel hombre jamás había inten-
tado imponerle relaciones sexuales, las cuales eran muy
raras entre ellos. A pesar de esto su esposo le fue fiel.
Cuando se divorciaron, en el momento en que Víctor se hizo
operar, recomendó vivamente a su marido que se casara al
fin con una «verdadera mujer».
Esta estima por su marido contrasta con el desprecio de
Víctor hacia su padre, a quien presenta como a alguien
brutal, especi
esp ecialm
alment
entee en las relacio
relaciones
nes sexuales
sexual es con su mu-
jer, que le imponía ssin
in miramientos.
miramien tos. A Victor
Victo r le parec
par ecee que la
sexualidad de ese padre se reducía a la satisfacción de una
necesidad. La madre había hecho un «matrimonio de conve-
niencia» y no amaba a su marido, pero se sometía a él.
Víctor reprocha a sus padres la falta de deseo en su unión, y
un día lanza a su padre: «Su hubieses pensado en lo que
hacías cuando me concebiste, yo no habría llegado a esto».
Igualmente, atribuye a la falta de amor de su madre por su
padre una parte de la responsabilid
respon sabilidadad de su tr
transe
ansexual
xualismo
ismo..
Tuvo un hermano
herm ano menor
m enor hacia
ha cia el cual
cual niega
niega todo
todo sentimiento
sentim iento
de celos, y sin embargo era un varón que sus padres habían
la virilida
virilidadd puede co
consis
nsistir
tir en desp
despreciar
reciar el órgan
órgano.
o. La reduc-
ción del falo al pene constituye el problema del transexua-
lismo
lismo fefemenin
menino,
o, y es esto en particula
particularr lo que lo distingue de
la homosexualidad femenina.
Si la homosexual pretende distinguirse ofreciendo lo que
no tiene a alguien que tampoco lo tiene; si Se apoya en el
desafio
bre, consistente
el padre,
pad re, qu
quien eneemostrar
ien cr
cree que pa cómo
ra ellodebe
para bas taamarse
basta con ddaaar un hom-
lo qque
ue se
tiene; si se propone precisamente hacerle saber que es inca-
paz de da darr lo que no tiene, es decir de dar a la mujer la
prueba de su prop propia
ia cas
castra
tració
ción,
n, lo que le perm
pe rmitirí
itiríaa a ella
asumir su privación y gozar de la misma; las mujeres tran-
sexuales, en cambio, no parecen más capaces que el hombre
—a quie
quienn la homosexu
homosexual al da ununaa lecc
lección—
ión— de ofrecer lo qque ue les
les
faltaa Parec
falt Parecee que papara
ra ellas
ellas,, como para sus homólogos mas mascu-
cu-
linos, la dialéctica del don fálico está bloqueada por la con-
fusión entre el órgano y el significante.
La mayoría de ellas, sin embargo, no están atadas a la
demanda del órgano. A menudo se contentan con la erradi-
cación de las partes femeninas de sus cuerpos, y con la apa-
riencia viril que les confieren las hormonas masculinizantes,
y aplazan la posesión de un pene para un futuro indetermi-
nado
na do.. Como A Albcrt,
lbcrt, que lleva barba y ha cons
conserva
ervadodo un sexo
de mujer, pero ha obtenido en Holanda, de donde es origina-
rio, el cambio de su estado civil. Este introduce un matiz
diferente en el retrato típico de la transexual: en su infancia,
desesperado por ser una chica, esperó durante mucho tiempo
ser hermafrodita, esperanza que destruyó la pubertad, a par-
tir de la cual dice haber «bloqueado» las cosas y no haber
pensado mas frutas
la, robo unas en ello.enEn
Enamamor
el jar orad
jardín
dínado
deo de su mae
su padmaestra
padre stra reg
re para de alárselas.
la escu
escue-
regalárselas.e-
En la adolescencia se en enamoró
amoró de un unaa muj
mujer
er con la que vivi
vivióó
durante diez años, hasta la muerte de ésta. En el transcurso
de las relaciones sexuales que mantenía con ella conservaba
sus ropas, negándose a desnudarse y a que ella tocara sus
Organos genitales. Desde hace ya varios años no tiene rela-
ciones sexuales, pues la imposibilidad de penetrar a sus com
pañeras
pañe ras le provoca ca
cadada vez ununaa doloro
dolorosa
sa rebelión,
rebelión , así como
la impresión de un inmenso vacio que lo paraliza. «Es como
si cayera en un agujero sin fin, dice. Ante ese miedo frente al
yació, estoy perdido». Albert difiere para más adelante la
adquisición de un pene, puesto que confia en que los progre-
sos harán posibles los injertos de este órgano. Sabiendo que
la consanguineidad aumenta las probabilidades de éxito de
los injertos, pidió a su hermano que fuera el donante en caso
de que éste muñera primero. Vive con esta esperanza, y se
arma de paciencia. Cuando niño fue descuidado por sus
padres,
pad res, quie
quienes
nes lo confia
con fiaron
ron a una abuel
abuelaa ppar
araa que lo cri
criara
ara,,
en cambio a un hijo que vino después lo conservaron en el
hogar paterno. A los dieciocho años su abuela, a la qué1
contaba sus problemas, le dijo: «si te sientes hombre, no
tienes más que vivir como un hombre». Y es lo que hizo. En
tanto Víctor hacía suya la teoría según la cual el origen del
transexualismo sería una anomalía congénita, resultado de
una impregnación hormonal fetal, Albert admite la eventua-
lidadd de otro tipo de causalidad Tímidamente exp
lida expresa
resa el
el
deseo de comprend
comp renderer lo que le ha oocurrid
currido:
o: «no querrí
querríaa morir
idiota», dice.que estudia medicina, tampoco tiene prisa por
Michel,
hacerse hacer un pene. No le parece que las técnicas estén a
puntoo y prefiere agua
punt ag uarda
rdar.
r. Tie
Tiene
ne veinte años, y ya ha obteni
do los certificados psíquicos necesarios para las intervencio-
nes quirúrgicas. Toma
Tom a hormonas
hormona s masculinizantes
masculin izantes Vive con
una mujer, y desde que su clitoris se ha desarrollado al tomar
testosterona, acepta
ace pta que ella lo ttoq
oque
ue.. Preocupado eexclusiva-
xclusiva-
mente por las diferentes gestiones necesarias para su trans-
formación, habla de sí con reticencia, y declara que ya no
quiere analizarse, «pues si no, no se hace nada». En la
adolescencia fue tratado por una psicologa que le objetaba
que no existe
existe identidad psíquica completamente ma masculina
sculina o
femenina, con lo que está de acuerdo. Sin embargo no puede
ser una mujer, y como no hay un tercer sexo, dice, debe
situarse del lado hombre, «es un mal menor, agrega, y es
absolutamente necesario decidirse».
Esta
Es ta aspiración a un tercer sexo está mucho
mucho más presente
de lo que los estereotipos que se refieren al transexualismo
dejan suponer. Si algunas mujeres transexuales no renuncian
a su pretensión de virilidad, a menudo se revela que dicha
CAPÍTULO XI
XI
GABRIEL
GABRIEL
O EL SEXO DE LOS ÁNGELES
E l Fuerasexo: sobr
sobree ese hombre
ho mbre especuló
especuló
el alma.
Lacan, A
Auu n Ed. Paidós,
Paidó s, p. 103
103
The Angel
Wiiliam B Closson.
Le llamaré Gabriel, un nombre de arcángel que se ajusta
a su deseo de no ser más que un espíritu puro. Fue el único
que tomó la iniciativa de entrevistarse conmigo. Sabiendo
que yo había visto a unos cuantos de ellos que le habian
hablado de mi trabajo, me telefoneó un día con el objeto de
encontrarse conmigo para restablecer, según sus palabras, la
verdad sobre el transexualismo. Temía que yo fuese engaña-
da por los otros transexuales y deseaba librarme del error,
pue
puess no
sobre sopo
so portar
rtarba
ba la ideaLlegó
el transexualismo». de «que se dije
a la citadijera
conratraje
cual
cu alqu
quie
de ier
r cosa
hombre
(los transexuales se visten preferentemente de este modo
tradicional, pues las ropas masculinas más informales, en
efecto, están menos marcadas por 1a diferencia de los sexos),
con una barba de chivo, el aspecto indiscutiblemente mascu
lino al igual que la voz. De entrada me declaró: «la verdad
sobre el transexualismo es que contrariamente a lo que pre
tenden en general —tener un alma de hombre prisionera de
un cuerpo de
de mujer (o a la inversa)— los transexu
transexuales
ales no son
ni hombres ni mujeres, son diferentes». Esta es la diferencia
que Gabriel quiere que se reconozca. «Los transexuales son
mutantes: diferentes de una mujer cuando es completamente
mujer, diferente de un hombre cuando es completamente un
hombre. Yo siento, y sé, dice, que no soy una mujer, tengo la
impresión de que tampoco soy un hombre. Los otros transe-
xuales
xuales juegan un juego
juego,, se hacen el hombre.» Gab
Gabriel
riel nunca
se sintió
mujer hombre, sino que La
se dijo hombre. porque estabade
desgracia seguro de no sentir-
los transexuales,
según
seg ún éél,l, es que no haya un tercer término,
término, un terc
tercer
er sexo. La
sociedad seria la gran responsable de esta bipolarización,
cuya violencia sufren los transexuales.
Se habia hecho operar hacía unos años. La operación
consistió en la ablación de los senos y los órganos genitales
(útero y ovarios). Siguió un tratamiento de hormonas mascu-
linas que le dio la barba y una voz más viril, pero no trató de
hacerse colocar una prótesis peniana ya que, dice, «querer
un sexo es algo obsesivo, eso no tiene nada que ver con la
de
identidad».
haberse vuelto
Después«más
demonstruoso»
las operaciones
que antes,
tuvo lapero
impresión
paradó-
jicamen
jica mentete se sen
sentia
tia má
máss equilibrado: «m
«mee enenco
contr
ntrab
abaa más
interesante antes que ahora, pero ya no tengo esos descensos
a los infiernos que padecia en otro tiempo».
Sobre su historia, en fin, conozco pocas cosas. No se
explayó mucho sobre el tema, y dio muestras de una marca-
da indiferencia por su infancia, indiferencia corriente en los
transexuales que he visto. Una hermana tres años menor que
él, fue, dice «el amor más fuerte de mi vida: mis tendencias se
desarrollaron a partir de ella. Tenía ganas de defenderla
como un caballero con su espada. No quería que nadie se le
acercara y creo que también para ella yo lo representaba
todo. Mi hermana pequeña era como mi hija, como si yo
hubiese sido su padre». Declaró haber querido ser un hom-
bree pa
br para
ra su he
herma
rmana,
na, quien le deja ssoña
oñarr que ter
termi
mina
narán
rán sus
dias juntos.
Presentó a su madre como a una persona depresiva,
enferma
enfer ma caracterial, que llevaba los pan
pantalone
talones.s. Era «el hom-
bre de la familia», dice, y ante mi pregunta sobre lo que
pa ra cam
para cambiar
biar de sexo. T uvuvoo varias relacion
rel aciones
es est
estab
ables
les con
mujeres, a las que gustaba sentir superiores a él, «más inteli-
gentes». En un primer momento, dice, me interesaba cere-
bralmente,, luego eerót
bralmente rótica
icame
mente
nte y sólo mucho m más
ás tar
tarde
de venía
la ternura. Pero entonces ya no podía acostarme con ellas,
pues hab
habría
ría ssido
ido com
comoo un incesto.» En sus rela
relacio
ciones
nes sexu
se xua-
a-
les con las mujeres se negaba a que le tocaran o le desvistie
ran. A lo largo de los años mantuvo frente a ellas la ficción,
rayana en la impostura, de que era un hombre «al que le
faltaba una operación para llegar a serlo por completo». Se
las arreglaba para ocultar sus menstruaciones y disimular
su sexo femenino. «Siempre he querido disimular mi cuerpo
todo lo posible, dice. Incluso si me hubiese aceptado como
mujer, no lo hubiera soportado.» Sin embargo, también dirá
que si su cuerpo le molesta, es en la medida en que molesta a
los demás. Rechaza el diagnóstico de homosexuliadad en
tanto no se conside
considera
ra com
comoo una muje
mujer,
r, pero a propósito de un
capítulo de sus memorias, que por entonces estaba escribien-
do, expresa el temor de que al leerlas los demás piensen que
simplemente era «un homosexual que no se asumía».
La muerte de su madre representó un vuelco en su vida.
Durante mucho tiempo sufrió depresiones que, tras un inten
to
unadepsicoterapeuta,
suicidio, le llevaron
la quea le
apelar
dio alalos buenos cuidados
contraseña que jamas de
está ausente en la biografía de los casos que he conocido:
«sabe usted lo que es, le habría dicho, usted es uunn transe
xual (sic)». Este diagnóstico decidió el giro quirúrgico que
tomó el asunto. De aquella psicóloga dice: «no me analizo:
habría sido totalmente incapaz de hacerlo».
Gabriel apunta que dos o tres años después de la muerte
de su madre se sintió liberado, no sólo
sólo del peso de su duelo
duel o sino
también de la carga que ella habia sido en vida para él. Su
madre le decía que la hacía morir, que la clavaba en la cruz.
«Pero, dice, tal vez era ella quien me hacia morir. Cuando
hice aquello la odié M am
fuese.» amáá no era feliz,
feliz, y no quería
quer ía que yo lo
Fue el padre quien pagó la operación. Gabriel considera
quee ahora es peor que ante
qu antes,
s, que aquella intervención hiz
hizoo de
él un monstruo, y que desde entonces está «jodido», pero a
CONCLUSIÓN
ÍNDICE
BIBLIOGRAFÍA
Capítulo 1
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sium -Amer. J. Psychother, 8 1954, p. 219230.
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— Aspects
Asp ects du Tr
Tran
anss
ssex
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Capitulo 2
Krafft-Ebbing: Psychopathia Sexualis, París, 1895. Ob
servation 99.
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Mém
émoi
oire
ress d ’un névropathe,, París, Le SeUil,
névropathe
1975. (Hay edición castellana: M Mem
emor
oria
iass de uunn neu
neuróp
rópaa
ta, Buenos Aires, Ed. Petrel, 1978).
ta,