Está en la página 1de 162

Scanned by TapScanner

LA FUNCION DEL FALO


EN LA LOCURA
Antonio Godino Cabas


'

Buenos Aires

Scanned by TapScanner
A la mémoire de Feu mon pére.

'

Scanned by TapScanner
PRO-LOCO

Que los prólogos siempre me divirtieron es algo que no cons­


tituye ningún secreto. Al final ellos son el lugar social del libro,
donde se realizan las presentaciones, donde los chistes intentan
amenizar la tensión de un primer encuentro, o también donde
tienen lugar los saludos del reencuentro, donde los conocidos
entrecruzan palabras de .saludo, el 'hola', el 'cómo estás' y que,
aunque algunos supondrán que se trata de una palabra ·vacía,
Lacan nos enseñó a leer como tratándose de una palabra de
seña. Es l a palabra, mediapte la cual, los miembros de un grupo
se reconocen. Es el significante en acción.
Sucede que también la teoría nos ha enseñado que la acción
del significante se extiende mucho más allá del horizonte que
nuestros ojos consiguen alcanzar. Al final no es ningún misterio
que el hombre es epistemológicamente miope. El sol que sus
ojos ven girar alrededor de la tierra no deja de ser una ilusión
que oculta la realidad de una tierra que gira sin que los ojos pue-
dan verla. .
Me detengo aquí ...Quiero hacer balance para subrayar el
hecho que, en apenas dós paragráfos, dos temas han sido puestos
en la mesa: el ojo y el significante ... Son los temas que definen
nada más y nada menos que la médula de lo que nos proponemos
como tarea. Una tarea que tiene al loco por objeto, en la tenta­
tiva de descifrar el misterio de la locura.Se entiende, entonces, el
título de nuestro prólogo. Se entiende, entonces, que lo que pre­
tendo señalar, desde en encabezamiento mismo de este trabajo,
es un proyecto científico más allá de toda diversión y más allá
de todo placer de transformar y transcribir un título por otro.
Vuelvo a detener111e en este punto... Estoy hablando de tí­
tulos; titular la locura es una labor que ocupó a más de uno, des­
de Kraepelin en adelante. N'oble tarea si no fuera que esta cues­
tión de los títulos se parece mucho al dilema de toda traducción

11

Scanned by TapScanner
'

lim pi am en te de nu nc i � : ''T raduttore, tradit


y que el refrán tan to­
re''...Quien trad uc e, tr ai c� o � a. y o qu 1s .
1e ra apenas deci r u
na
ón es tr ru c1 on en cu an to no re su el ve el prob
cosa...La traducci , le-
n. Ta m bi en po d ri,a d ec 1r 1 o d e o tro modo; las
ma de la tr ad ic ió .

de un a le ng ua , so n lo s escollos en los que na fraga


tradiciones , la trampa. D e ah1 la �
inte nció n de l tr ad uc to r. H e ah 1 traición.
la
po dr ía m os de ja r de co ns ta tar la fuerte tr dició n
Dicho esto, no �
que las ps ico sis y la loc ur a ac um ula n �
a lo argo de su historia.
tradic ión qu e a ve ce s se pa re ce de masiado a la d: los mi­
Una
ce n la ve rd ad , pe ro de m an er a ve lad a. Es ah1 cuan do
tos que di
, a en el papel de
el loco se transforma en personaje misterioso or
un 'obscuro virus' según ciertas psiquiatrías, ora en el papel de
''anti-héroe'' que David Cooper le asigna.
Al llegar aquí, los títulos se enmarañan. Esquizofrenia sim-
ple, esqujzofrenia hebefrénica, esquizofrenia �atatónica, esquizo­
_
frenia paranoide, psicosis paranoica, parafren1a, s1ndromes para­
noides, melancolías involutivas, psicosis maníaco-depresivas,
psicosis megalomaníacas, psicosis seniles, autismo...el viaje
metanoico de la locura.
En rigor: ninguna nosografía puede apoyarse apenas en la
observación de los síntomas. Sería una nosografía renga. Debe­
rá también apoyarse sobre una 'otra' pierna; es la etiología. Es
lo que nos proponemos con este estudio.
Después, está el problema de la ciencia. Al respecto diré que
el psicoanálisis se apoya en algo más que en un simple diván. El
psicoanálisis es, ante todo, una teoría de la interpretación, y lo
que es más, de la interpretación del sentido� Adecuar, pues, nues­
tros instrumentos a los textos que debemos descürar, es nuestra
tarea y nuestra exigencia.
Volviendo entonces a lo nuestro, diré que el objeto es el loco.
Por eso el título del presente prólogo: ''Pro -loco''. Tan sólo que
yo quisiera que fuera ·advertido que, quien dice ''pro-loco'' no
solamente está diciendo ''en pro de la locura'', sino que también
podría estar diciendo ''en pro del habla''. Lo subrayo porque es
aquí (en el campo de la palabra) donde el ojo del loco naufraga.
Entre el espejo y la palabra...He ahí el intersticio por donde
se precipita la locura. He ahí el sesgo por donde el sujeto se in­
troduce en la alucinación y el delirio. Es por eso que he dicho
,
apenas algunos renglones mas arriba, que el ojo y el significan-'
te son las márgenes de nuestro problema.
Por el lado del ojo nos encontramos con los meandros imagi­
narios del Estadio del Espejo. Por el lado de la palabra, nos en­ •

contramos con los giros del significante y el universo de lo sim­


bólico. El problema es que, al igual que los giros de la tierra,
los movimientos del significante no son perceptibles a ojo desnu­
do. De ahí la posibilidad de la locura que definiremos como
una falla, o aun, como un fracaso.El fracaso de no haber podido
ver aquello que no estaba a la vista...
El loco fracasa en el estadio del espejo, en la construcción

12

- ,
,

Scanned by TapScanner
de una imago. Por eso el ojo. El loco fracasa al llegar a la ·palabra.
Por eso el significante.
Agregaré que �s un ojo muy esp ecial el que habilita al sujeto
para la percepción de su universo. Es un ojo descentrado. Es un
ojo que debe desplazarse de la posición del falo. Es, en fin, lo
q�e nuestro ojo se propone, al proponerse como tema esta ''Fun­
cion del falo en la locura''.


Curitiba, 26 de diciembre de 1978 .

Scanned by TapScanner
1 - LA EPISTEME

Es un hecho que la primera referencia a que induce el con­


cepto del falo, alude a la problemática infantil: pene - no pene.
Sin embargo, importa que sea dicho que esta problemática no se
limita a ser una mera 'fase' o 'conflicto' superable y olvidable,
sino que, por lo contrario, es la expresión de una dimensión por­
fundamente estructural. Estructura que desemboca en la oposi­
ción (efectivamente fundante): Falo# Castración.
Este aspecto de la cuestión fálica ha sido, quizá, uno de los
más desatendidos y, en consecuencia, uno de los más omitidos y,
a veces, tergiversados en la literatura psicoanalítica. Es que, algu­
nos autores parecen tomar el problema del falo como si se trata­
se de una conflictiva pura y estrictamente limitada al órgano
pene. Para ellos, el falo sería el pene, y por lo tanto la castración
sería una problemática traumática y traumatizan te (o sea cho­
cante o impactante), que sometería al infantil sujeto a un conflic­
to por indebida exposición a factores coercitivos ... Lamentable­
mente, ni el falo es el pene, ni la castración es un castigo. Lamen­
tablemente no existe propedéutica al respecto. Quiero decir que
no es posible pensar en un modelo de 'madurez' o de 'salud' en
el que los padres colocasen la cuestión sexual (alejándose de todo
prejuicio y preconcepto cultural), de modo que ella no fuera ni •

chocante ni lesiva para el sujeto. Insistimos: simplemente porque


el falo no es el pene, y porque la castración no es un castigo.
Son insistentes los esfuerzos de Freud desde 'La interpreta­
ción de los sueños' por probar que la problemática manifiesta no
se agota en sí misma. En esta obra, al presentar el mecanismo de
la dramatización (o disposición visual del material onírico), deja
muy claramente establecido el hecho que todo contenido mani­
fiesto importa en la medida en que está 'dramatizando', o sea: re­
presentando, una problemática que se localiza en otra escena.
Y así como el Contenido Manifiesto halla su explicación en el

15


. . � •

bñ ,_ •
r

Scanned by TapScanner
.
tejido de las ideas latentes (l as que ª 51u vez son pasibles de agru-
parse en un nud o comun ) as im ism o a pr o blema'tica infantil ' a
' ' .
propósito del pene, encuentra su exp 1 icac1· ón en otra escena: la
circulación edípica.
, En esto, tendríamos . que ap e d mucho de la Antropolo-
gia Estructural �, en p articular'. d
� � �f
é
-strau ss, quien al �ornar las

figi.1ras de la m1tolog1a como ftbruras re tó ric as 0 di sc ur sivas capa­


. ct
ces de expresar un con fl 1 o parec. e adecuarse mucho mejor al
, . '
en te , por ,
cuanto parece
esp1r1tu de la obra freud'a 1 na B as 1c am
namiento as1 elaborado)
que Pstuviere adecua�d o . �con n � ��

º
r i e la in v e stigació n psicoana­
el concepto de dram�t, 1zacion P f! .
lítica, a la :xplicac1on antro º º [ �C:
1 Haciendo ejemplos diga­
mos que, as1, como la antropo ogia , busca la explicación acerca
· , ral de una est ªtui·lla cualquie
ra analizan-
del valor m�st1co Y .cultu
do las propiedades mtrinsecas Y P un . tuales de la misma, sino que
·mt ent ando ver las corre 1ac1ones que determinan , su ins-
.
1 o h ace ,
·un1s · mo e l psicoanal1s1s
. . .
cnpc1on en d eterm1na da cultura as
·
de-
hería abordar el problema de la es tª t uz·zza peneana ' sometiendo
'

a estudio el régimen de circulaciones que l a rig en com o para


·

comprender su valor.
. .
En el centro de la cuestión. psicoanal1 t1ca, �e sitúa el p:obl�
, ,

ma del sentido. En esto reside la g r� . comunidad de la c1enc1a


psicoanalítica con la ciencia antropologica, Y es en razon �e e�to
,
que �acan formula la propuesta de artic�ar amba� ciencias.
Claro está que importa recordar que no es est� la primera pro­
puesta que jamás fuera formulada en este sentido. Y a Freud lo
había intentado a través de varios textos, de los que subrayaremos
en particular: ''Totem y Ta�ú'' , El tabú de la v�
��idad , Y algunos
de los capítulos de Psicologia de las masas y análisis del yo .
Manteniéndonos en esta línea, note m o s qu e Lévi-Strauss de
­
muestra en su ''Antropología Estru ctural' 1 qu e ' si los mitos tie­
nen un sentido, éste no puede de pe nd er de lo
s el em en to s aisla­
dos que entran en su composición, sino
de la manera en que di­
chos elementos se encuentran combina
dos. De este modo se llega
facilmente al postulado que, las ve
rdaderas unidades constituti­
vas del mito no son las relaciones ai
sladas, sino lo s 'haces de re­
laciones'. Ellos nos conducirían rapidam
ente al encuentro de la
estructura determinante. Encuentro
q u e (importa d estacarlo)
se ve en todo momento favorecido p
o r las sucesivas repeti
que el relato mítico realiza de deter ciones
minadas secuencias... La
repetición de ciertas secuencias tend
ría por función subray y
hacer claramente evidente (mediante ar
el recurso de la reitera­
ción), que en ellas se encuentra particu
larmente manifiesta una
dimensión de peso e importancia. Si nos
detuviéramos en este
punto, notaríamos que aquí se esboza otra
importante confluen-

1 C. LEVI STRAUSS: ''Antropología estructural'' Cap . XI : La estruc a


-
tur
de lo s mitos.

16

Scanned by TapScanner
cia con la teoría psicoanalítica ; la antropología atribuye a la re­
petición el mismo valor que le atribuye el psicoanálisis, cuando
somete a estudio los productos de la compulsión repetitiva.
Continuando con esta línea de raciocinio llegaremos al im­
portante descubrimiento que el mito es ante todo una tentativa
de confrontar dos o más tesis. Esto nos llevaría al conocimien­
to y comprensión de su función, consistente en la tentativa de
mediar (creando las articulaciones necesarias) entre dos o más
opuestos. Es así como dos opuestos cualesquiera (por ejemplo :
vida y muerte) que aparecen a primera vista como inconcilia­
bles al ser tratados por el discurso del mito, se disponen en un
relato que al proveer las articulaciones necesarias los torna pasi­
bles de comparación. La· contradicción inicial queda así resuelta
ofreciéndose una salida al conflicto que ella suponía. En otras
palabras, el conflicto ha sido simbolizado y por lo tanto aparece
ahora en su lugar, una posiblidad de solución, una alternativa
de salida, una estrategia de resolución.
No es nuestra intención la de realizar aquí un estudio analíti­
co de l a obra de Lévi-Strauss2 Pero sí nos interesa recuperar

estos conceptos que tanta importancia tienen, a los fines de una


profundización de los conceptos capitales de nuestra teoría.. . Y,
precisamente, por tocar uno de los puntos donde tal articu­
lación se torna particularmente evidente, no quisiéramos dejar
pasar la oportunidad sin referirnos al apálisis que hace este autor
del mito de Edipo. Su conclusión al respecto es que, en el mismo,
se trata de una tentativa de localizar al sujeto en el espacío socio­
cultural, o, por qué no decirlo: en el espacio simbólico. Para lle­
var a buen tém1ino esta tentativa, el mito debe trabajar, operar
y resolver la contradicción principal en él subyacente: se trata
de la contradicción Naturaleza# Cultura. El hombre, ¿es un pro­
ducto natural, o es un producto cultural? ¿Procederá el hombre
de la unidad de la naturaleza? ¿O procederá en cambio de la dua­
lidad (y por lo tanto del intercambio) que caracteriza a la cultu­
ra?
Este análisis nos deja una enseñanza primordial para la com-
pren sión , no solamente de los mitqs, sino también del material
analítico que com pon en las fantasías, los ensueños; en fin, el
con ten ido manifiesto. E s que la conclu�ión antropológica es di­
recta men te trasladable a la esfera del psicoanálisis, sin necesidad
de ejercer alteración alguna en su .estru�tura interior. T8!11 bién
el Co mp lejo edípico (al igual que el mit o) es una tentativa del
infantil sujeto cie resolver el enigma de S}l origen y el enigm� de 1

su relación con am bo s padres. ¿Acaso el procede de la urudad


de la naturaleza. (la madre)? ¿Acaso él procede de la dualidad e •

2 �� s pr o � nd a de esta
Y
Al lector que estuviera int er esa do en un a lec tu má
os al ca pí tu lo V, de nu est ro Cu rso discurso de la
cuestión remitim
Obra de Jacques Lacan ''.
·

17
Scanned by TapScanner
-

intercambio de la cultura en. el ��no de una Pa:eja? ¿Será hijo


de la madre o será en cambio h110 de una pareja? La solución
no es sim i
p e, ya qu e es ta úl tim a al � � m at iva lo lle_�a a tener
que aceptar la existencia de una relac1on de a dos que lo exclu­
?
ye; lo lleva a tener que aceptar la exclusi � que deriva de la esce­
na pri ma ria. Así , la res pue sta que lo s1 tua c � m ? .descendiente
exclusivo de la madre, si bien se adecua al pnnc1p10 del placer,
también es lo suficientemente incompleta como para no dar
satisfacción al sujeto en cuanto no le resuelve el 'porqué' de la
presencia del padre...
Todo esto nos va acercando a la idea (efectivamente impor-
tante) que lo propiamente indicativo . en estas. �uestior:ies no .es
tanto la propiedad puntual del conte�1do manifiesto, s1r:io el sig­
nificado (necesariamente latente) que el asume para el su1eto.
Traduciendo esto a nivel de nuestra problemática, podremo s
establecer que en la cuestión fálica lo propiamente indicativo no
es el pene (nivel de lo manifiesto en la cuestión es expuesta y
dramatizada) sino el significado de su presencia y de su ausencia
para el sujeto. Y es en este punto donde más evidente se torna
lo fecundo de la investigación lacaniana,. cuando nos advierte
acerca de la existencia de dos registros en el sujeto psíquico.
Contrariamente a la opinión de la escuela kleiniana, que se limita
a tomar en cuenta la existencia de un registro imaginario (y, por
ende, subjetivo) en oposición a lo real, Lacan afirma que entre
ambos existe un tercero que oficia de articulador: el orden sim­
bólico. Las fantasías del sujeto no son una mera 'imaginería'.
Son tentativas de escenificar, de dramatizar, una captación
simbólica de lo real. Así, la distinción Simbólico / Imaginario,
nos. evita incurrir en error al permitirnos percibir que el pene es.
en tanto órgano, un real; que este real es sim bolizable; y aue
este símbolo es pasible de representación imaginaria; representa­
ción que, a su vez puede perfectamente coincidll 'fortnalmente'
con el órgano...
El registro de lo imagin8:1"io pretendería, de este modo, (al
.
igual que lo pretenden los mitos) tematizar en un relato una es­
tructura opositiva. Y este registro que es, privilegiadamente re­
gistro d� lo fantástico, al manifestar el debate infantil a pr pó­ ¿
sito del pene estaría �onforme con lo que estamos desarro­
llando- dramatizando un conflicto simbólico capaz de explicar
el problema en su dimensión más comprehensiva. Adelantemos
finalmente la idea de que tal estructura es la constituida por l�
oposición: Falo - Castración.
En virtud de lo expuesto estableceremos que el Falo respon­
de a dos dimensiones perfectamente discernibles a pesar de su inti­
ma conexión. Estableceremos que el Falo, en tanto elemento
simbólico, es distinguible del Falo en tanto elemento imaginario.
Esta distinción es perfectamente coincidente con lo que Freud
desarrolla en 1923 (en ''Organización genital infantil''), donde
más allá de la observación, postula gue el conflicto y dilema in-

18

Scanned by TapScanner
fantil en rJerredor del problema peneli110 apunta a algo más
co m 1 1l ejo que tl tin mero jt1Pg<> d<' 'escon<Jidas' o una simple
ct1est.ión clr órgnno. t�n f'\Sf' t.rxto �"'rrud l la ma Ja atención sobre
e l l1r ho qt1c> ¡\Jlí ¡1ar€>l'C' tratnrsf> dP t1n (lilPma <le profundaCJ re­
sonn11cias. F:. (]\1<1, ni nfirn1nr qtt(� (l) fal<J Ps u na organización,
paree a¡)tlntnr fll esturlic> clf' Jn PRl.rtt<'turn <111f?, Ritua<Ja más aJlá
d el corlt.rr1icic1 111R11if irstc>, le) rnglc>l)n A Ja pn.r que I<) cxr>lic.a.
En Sll11ln, " ' r'nl() {'()f)('trrtlP nl J>f'f)f' ( f'n la pr<1blPmática in­
fant.11) �' \(>tl('i t>r11(> fl Ja orgar1i7.n iór1 inconscientP ( P n RU rJimen­
sió11 111as f'St.rtt<.' f.\tral y si1nh()licn). Claro que, Ja cJuaJicJacJ en cues.­
t.io11: c)rgarlo - orga11iza "iÓn, se pre sta a demasiacJos P<4uív<>cos
si no te11e1t,os <'n cuPnlA. las pertinentes correspondencias entre
an1t>os 11iveles. J.�s qtte se tra ta aqt1 í de un complejo (en el se ntido
fuertr del t érm ino ) 1-)uesto que se trata del co nj u nto de ar t j c ul a­
ciones qt1e ligan Pl elem e11 to parcial (el pene) a la estructura (la
. ,
organ1zac1or1 n arc1 s1 ta ) . El riesgo reside -cuan do hablamos de
. . .

elen1entos par cial es en que, en la tentativa de señalar la dimen-


s1on estruct uran t e del conjunto, perdamos de vista el papel de la
.
-

parte Y d el objeto parcial. La observación clínica, al insistir en


arrojar datos que colocan el ánfasis en el pene, nos indica cuánto
valor este último tiene.
Para tentar situar estos dos niveles, diremos que el falo es
una organización cuyo punto de apoyo, cuyo pivote es el pene.
En otras palabras, la organización señala la existencia de una
estructura libidinal (el narcisismo) que, en su cualidad y dimen­
sión de estructura de placer, alude a una integración corporal
ligada a la fase del espejo. Obvio: esta integración incluye al
pene. De ahí que es posible comprender el dilema freudiano, se­
gún el cual el falo es el pene y no lo es.
El falo es el pene en la medida en que lo concierne, así sea a
título de elemento parcial. El falo no es el pene en la medida que
se trata de una organización y, por lo tanto, lo trasciende.
El caso del pequeño Hans (la fobia de un niño de cinco años)
revela con toda nitidez esta doble implicación.
En primer lugar porque vemos a Juanito preocupado con la
cuestión de la efectiva presencia o ausencia del pene, tanto en
objetos (el sillón, la locomotora) como en animales (la jirafa, el
caballo). así como -finalmente- en personas; de este modo
e] padre, la madre, Ja hermana Hanna y el mismo sujeto, son so­
metidos al sistemático y permanente chequeo de una indagación:
¿lo tiene o no lo tiene?
Sin embargo -y en segundo lugar-, sabemos que la preocu-
pación relativa al órgano 'encubre', superponiéndose� <;>tra preo­
cupación rela tiva ésta últim a-, a la est1llctura fam1l1ar donde
la maternidad, la paternidad, la fraternidad y la filiación están
puestas a prueba. Se trata de la tentativa de elaborar el signifi­
cado de la relación Madre-l·lijo que la llegada de la hernla11a ha
modificado al m odi fica r PI estado de cosas preex istentes.
EJ órgano y la or gan i zac i n se articulan. 1"anto y de tal modo
ó

19

Scanned by TapScanner
que el punt o crucial, el eje y pivote de esta conjunción, será el
síntoma de la fobia. El caballo asumirá, en su circulación, la
función de significar estos circuitos que, oscilando entre el pene
y el falo, dibujan el campo de te11siones en las que la angustia
se cr istalizará·en fobia.
Decíamos que el caso del pequeño 1-Ians ilustra la doble di­
mensión del problema y que esta bidimensionalidad puede ser
fijada en los términos de la dualidad falo/pene u órgano/organiza­
ción. Diremos entonces, y con otras palabras, que a Juanito le·
preocupa el pene en la misma medida en que le preocupa com­
prender la estructu1·a de las relaciones en el seno de su familia.
Lacan señala (en su seminario de las relaciones de objeto) la se­
cuencia que co11ecta ambos polos: primero se desarrolla un juego .
de seducción con la madre; entra luego el pene (calificado por la
palabra materna: 'es una porquería') nace Hanna ... El caballo
entra en función luego de la aparición de la señal difusa de la
angustia. La fobia quedará en ese momento consagrada y con­
solidada.
Un dato más: a la manera de toda fobia, la de Juanito s e de­
sarrolla bajo el signo de los medios de transporte. No es por ca­
sualidad. Hay algo intimamente ligado a la estructura del sín­
toma que lo explicaría facilmente.

''Hans va a partir con los caballos... y él, Hans, regre­


sará -lo que es demasiado deseado o demasiado temi­
do- con su madre''3 •

Hay un impasse en la base del cuadro. Impasse definible


como ''callejón sin salida'�. De ahí el privilegio del vehículo: im­
posible salir de esta madre a la que siempre se regresa.Claro que
se podrá siempre preguntar: ¿en qué medida compromete todo
esto al pene? Diremos, entonces, que el pene está aquí concerni­
do en tanto y en cuanto se trata del coµiplejo de castración cuyo
significado -anticipamos- es el de la separación de la madre.Y,
para que ella se prodlizca será necesario llegar a l� comprensión
c;Ie la diferencia sexual anatóm ica, capaz de explicar la razón de
ser de la pareja parental. Capaz de definir el lugar (por no decir
el ...papel) del padre. El tema de la diferencia sexual anatómica,
pone en la mesa la cuestión del pene. Pero en la medida en que
es el mismo sujeto quien aquí está puesto en cuestión, su propio
pene no puede quedar ni libre ni fuera del d�bate...el ói:gano
a ser simbolizado ha entrado en juego, sometido a la circulación
que le exige la organización.
Y por no olvidar a Lévi-Strauss, nos ·acordaremos de los mi­
tos... Los mitos también se hacen presentes con Hans. Y así ca.
mo la antropología registra su presencia en las 'comu·nidades

3 J. LACAN: µi relation d'objet et lea structures freudiennea ·


Compte
rendu de J.B. Pontalis N.R.P. P.U.F .
· ·

20
Scanned by TapScanner
primitivas', asimismo en la comunidad primitiva que conforman
el pequeño Hans y sus amiguitos, el caballo es un torem. Juanito
alimentará un sistema in ítico en el cual el caballo no es solamen­
t� el tema Principal de los j11egos y el pJacer que ellos suscitan,
smo tambien , el peligro y la amenaza i mp l íci ta (caída y daño
de Federico, amP11aza de morder -y por rnde amputar- los de­
dos d e Liza). Figura 11<.'ráldica de la mitoJogía infantil, el caba­
llo representa ... ¿Qué? Un sistemn qu<? articula el placer con el
peligi·o, que vincula el deseo con e) castigo, comprometiendo aBÍ
al órgano de placet· con la organización de la prohibición .

No l1ay duelas; el falo supone un orden mucho más complejo


cont1-ariamente a lo que hacen suponer las intuiciones que el
tema gene1·a; intuiciones que se encuentran por lo general li­
gadas -y por lo tanto limitadas- al órgano peneano.Es así como
llegamos a la convicción de la necesidad de una correcta episte­
mologí a que permita abordar el problema en su complejidad.
Complejidad que, siéndole inherente, manifiesta sin tapujos el
espíritu científico de fines de siglo, cuando Freud abordó el es­
tudio del problema...
Y a desde Charcot (explícito maestro y antecesor de Freud),
se insinúa una línea de pensamiento claramente situada en esta
tónica, a pesar del acendrado positivismo del que participaba.
Al descubrir la naturaleza y función de la zona histerógena,
Charcot evita caer en la ilusión de suponer que ella es 'causa'
de la histeria.El término que·él emplea no es ni azaroso ni casual:
la zona histerógena es una función de la histeria... Observemos
cómo es evitada aquí la cómoda, pero también estereotipada, re­
lación causa-efecto.El gambito que Charcot le hace al linealismo
es clave.Clave pero también explícito.Explicitación que enuncia
sin ambages cuando, al hacer frente a las críticas de la escuela
norteamericana, les hace ver cuán ingenuos fueron al suponer
que bastaba amputar quirúrgicamente la zona histerógena (las lla­
madas histerectomías de la época) para suprimir el síntoma y la
crisis histéricos. Vana ilusión . ..EJ ataque persistía, pues la pro­
piedad es pasible de desplazamiento. En vano amputar...El ór­
gano y la zon a son sensibles al bisturí, más la propiedad histé­
rica no. Ell a se desplazará al faltarle el soporte, buscando apoyar­
se en cualquier otr o órgano.
íti ca a la escu ela qu irú rg ica , Ch ar co t se ña la muy cla­
En su cr
de es ta co rri en te ha cie nd o no ta r qu e, lo qu e con­
ramente el erro r
fiere eficacia pató ge na a la zo na n so n su � pr op i� da �
es pu n �ua­

les, ni tampoco un a os cu ra al te ra c1
?..
on fu nc io na l

sin o a �
par t1cu­
. aJ
lar relación que se establece entre la zo�a, el sistem_
a idea n:cio
on es m en ta le s de l su jeto , Y la s circu ns tanc ias
de las representaci J
,

prouocadorasdel ataque mismo .


.
em os lo . Se trata
,

la c1 on . Su br ay
,

La histeria es una pa rt icul ar re

21

Scanned by TapScanner
de un co nc ep to qu e, acu ña do alr ed ed or de .18 8� ? an tic ipa con
a cla rid ad un en foq ue pr op ia m en te c1 en t1f1co de l proble­
meridian
En foqu e en el qu e es ne ce sario te ne r en cuenta varios nive� es:
ma. .
na (n ive l de l cu er po ), las re pr � se nt �c1on es mentale� (n�vel
la zo _ t1v_ o de la
bó lico en do nd e in te rv ien e el ca ra ct er im 1ta hi steria),
sim
). He aquí una
y el estímulo (causa desencadenante de l ataque
a de sus partes­
estructura. Es sobre toda ella -y no sobre un
aro está que
que hay que operar para llegar a vencer la crisis. Cl
a pesar de ello, Charcot no pudo ev
itar caer en la trampa del
cuerpo, y dejarse engañar por el os curo problema de la h�ren­
cia. . . Pero lo cierto es que importa destacar estas cuestiones
parti cu lar me nte ho y, cu an do se rep ite n co n idé nti co s vici�s y
errores- las mismas ideas ahora referidas al problema de la psico­
sis. Es que hay corrientes que nunca aprenden de su experiencia.
Claro que posiblemente ello se deba a que se trata de corrientes
de repetición.
Volviendo a Freud y volviendo al espíritu científico que lo
alimentó, agregaremos que en· esta escuela (que fue Charcot)
iban implícitos los gérmenes de una postura que se inclina más
por el análisis relacional y que pretende evitar las corresponden­
cias unívocas a que era tan afín la medicina positivista.
Por su lado, la psicología de la época presenta un movimien­
to de semejante tendencia en su seno; la for1nación que Freud
tuvo con Bretano también hubo de familiarizarlo con este
enfoque. Al introspeccionismo de Wundt (de no tiria ingenui­
dad) sucedía una corriente innovadora: el asociacionismo. Este
orientaría su atención hacia el fenómeno del o)vido en particu­
lar y del acto fallido en general, llegando a explicarlo como la ex­
presión de una 'falla de asociación'. Así, una amnesia sería oca­
siona.da por la desaparición de un elemento de la consciencia;
pero lo importante es que la desaparición en cuestión estaría
ocasionad�, no �a por la caída del elemento a causa de su parti­
cular cualidad, smo a causa de una falla en la 'cadena asociativa'.
No es el elemento el que fracasa; es su asociación, es su capacidad
de ligarse. ..
La crítica que posteriormente for1nulará la Gestalt a esta
corriente, se inserta en la misma dirección conceptual. Más aún:
la críti�a surgirá como un� tentativ � de profundizar este aspecto.
A partir de ella, quedara estabec1do un concepto capital: 'no
se perciben elementos; se perciben relaciones'. La percepción
no lo es de las partes, sino del todo. Y el todo es obvio- conforma
un conjunto. También es claro: el conjunto es relacional.· Von
Ehrenfels e� explícito: se percibe una relación que es lo suficien­
temente determinante como para organizar los elementos en una
estructura que como toda estructura- es distributiva, es decir�
distribuye lugares, que en la ocasión se denominarán: figura y
fondo. Agregará algo más de suma importancia. La estructura
conlleva un cierre, y este cierre incide en cuanto al sentido de
lo percibido. Importante por cuanto, luego después, y a este

22

Scanned by TapScanner
mismo respecto, Lacan dirá algo muy semejante: el cierre (aprés­
coup) es causa del sentido.
La fecha en que todo esto es dicho, es también y a su vez
ilustrativa. . 1900 es el año en que Freud da a luz un texto ca­
.

pital ''La interpretación de los sueños''. Más aún lo habrá de ser


�i recordamos el contenido de esta obra, cuando establece que el
sueño se presenta como una gestalt donde la figura (el contenido
manifiesto) adquiere sentido en función de las relaciones que ri­
gen al fondo (contenido latente). Ilustrativa, en fin, porque
en las ideas latentes del sueño, el papel que juega la relación es
decisivo. La propiedad más saliente de las ideas latentes consiste
en su capacidad de crear una cadena asociativa donde las repre­
sentaciones van eslabonándose en forma precisa.
En este punto, sería difícil desconocer el paralelo existente
entre ambas problemáticas así como el isomorfismo que se des­
prende de ambos enfoques explicativos. Y avanzando un poco
más en el planteo, agregaremos que sería iluso omitir el denomi­
nador común existente en estos enfoques: primacía de la rela­
ción y detertninación de la estructura. Es que si Von Ehrenfels
y Freud coinciden, no es en virtud de previo pacto y acuerdo
de caballeros. No hay en la cuestión un intercambio de gentilezas
y ga1anteos. La similitud, es efecto de un enfoque. Y es este en­
foque el que pretendemos definir cuando hablamos del espíritu
epistemológico de la época, del que habría que decir que alcanza
con igual fuerza a otras ciencias: la física relativista de Einstein,
la lingüistica estructural de F. de Saussure, la matemática de con­
junto de Euler Vehn, la antropología estructural de Lévi
Strauss. . . .

Con el siglo, nace una epistemología: el relativismo. Relati­


vismo cuya verdad no consiste en la negación de lo absoluto,
sino en la inscripción de lo absoluto en la relación en el ámbito
de las ciencias.
Para demostrarlo, vayamos a un ejemplo, y, para ello, tome­
mos un concepto que, por su resonancia en psicoanálisis resulta
de vital import.ancia: ''el concepto de energía''. Para la física
del siglo XVIII (e inicios del XIX), la energía es un dato primo.
En otras palabras, la energía existe , es una fuerza evidente de la
cual tiadie duda. Se trata, en esta formulación de una pueril inge­
nuidad puesto que la �pretendida- form�aci?n. científica no
hace má s que recoger un ideologema, un casi m1 st1co presupues·
to de la alquimia: la fuerza,, el sop�o, el alma ? -:-por intem�os
aún más en la term ino log 1a me die va l- , el an rm a, el flo gis �� ·
El fisicalismo positivista se comp?rta de este modo,,si:Dtoi:n�t1-
co: habla pomposam ente, pretendiendo con ello ser c1�n.t1f1ca­
m en te se rio '', cu an do en rig or , ap en as si al c� za � m � d1 su n ,ul ar
el fondo acientífico de sus contenidos... Einstem eJ�cutar1a el
La
go lp e m or ta l. en er gí a es un a relac ión a pa rtir de su f om1 ul a:

e= m • c2

23

Scanned by TapScanner
; en er gí a es el re sultado del producto
Forrnula que 1eeremos·
'L a
·

a d d e la lu z al c u a d r a d o ' . . . L a ene r
e lo c id ..
de una masa por la v . T am po co se trata d
; no es un dato primo ni m uc h o m en os
g 1a e
ll a , c o n ·
s1 s te e n u n a relación . Y no acab
fl g to ' puesto que e a
:í � :O
.

ul ar m en te si pe ns am os qu e la masa es a su Vez
l sa. Part ic
; ón ex ist en te en tr e el pe so Y el volumen
una re1ac1o · n (1a relaci· . de
un cuerpo) Y que el la es a su ve z el co pu esto de ot ra relac1 on. ,


. Cómo ignorar que el peso es la relac1on qu e est a b lece un cuer
¿ , .
o i gn orar por
.

ad ? ¿C om
.

de la le y de gr av ed
po en el contexto .,
� .
terv1e
-

u na re 1 c1 o n en 1 a qu e in
otro lado- que el volumen es nen
.

m ensio ne s: la rg o , an ch o , al to .
las tres di .
T ampoco el ot ro té rm in o de la _ f o
;
.
rm ul a es a1 en o �
.
pl�teo.
d n ec ua
La velocidad... ¿N 0 es acaso la velocida u � �,1on: distan.
cia _tiempo? ¿No es a su vez la distnacia la drm�ns1on �
(tam ién
relacional) existente entre dos pu�tos en e esp aci sido el tiem­ � o,
_

po la dimensión (igualmente relacional) existente entre dos pun-


tos en el eje temporal? .,
En suma, todo nos indica que , fuera de una con cep c1on re-
lacional (o relativista) no existe posibilidad alguna de compren ..

der cientificamente (claro), la realidad de los objeto s que nos


compete estudiar. Y a la luz de todo esto: ¿cómo continuar su­
poniendo al Falo como un órgano? ¿Cómo continuar evitando la
hipótesis de que se trataría de una estructura relacional? O en
todo caso, ¿por qué seguir evitando la inevitable idea de que
aquí se trata de un conjunto y no de una sustancia? Y finalmen·
·

te ¿por qué esta regresión conceptual, si para colµio el texto de


,

F reud es, en este sentido, plenamente claro y ajeno a todo


márgen de error o confusión?
'' �n el caracier pnnc1pal de esta organización genital
infantil hallamos, además, su más im portante diferencia
de la organización genital de fin itiva de l adulto ... No
existe pues una prilÍlacía genital, sin o una primacía
del falo''4.

E� def�tiva, la necesidad de establecer escru


. pulosamente
ación y el órgano, entr e
las dif erenc1as existel!tes entre la organiz
el soporte y _la �struct�a,.- entre el conjunto
y sus pa rte s o ele­

�en os const1t�t1vos, e� truto de una necesidad científica y no de
se at ie n d e a estas cuestio­
un simple capncho punsta. Es que si n o
nes y si no se revisa minuciosamente
nuestras formulaciones
tanto en lo que hace a su comprobación
clínica como en lo que
hace a su coherencia interna, el riesgo es
el de construir un edifi­
cio conceptual encima de •1n sistema de de
•lizamientos.
Y par�,
pro�ar l� dime sión, trágica (por n
,� o decir tragicómica)
de estos deslizamientos , veamoslos funcionar
co nc retamente

4 S. FREUD: La organización genita.l infantil (Adi ció a la or{a 1esual ·


n te )
T .l., pág. 1195 - El subrayado es de Freúd. .

24
Scanned by TapScanner
n Ja conc�ptual1zación de la cuestión fálica ... En primer lugar
cuando se habJa del falo parece inevitable -pero también cohe­
rente conectarlo con el problema de las fases libidinales en
general y con el de la fase llamada fálica en particular.Fase que,
al asumir expresión de acto, se manifiesta en la masturbación
la cual, como es obvio, se ejecuta a nivel del ·clítoris y del pene.
Es que el clítoris ·y el pene son órganos análogos por cumplir
idéntica función (la procura del placer) en la búsqueda de una sa-
lida para la tensión libidjnal. Por lo tanto la fase fálica se apoya
en el pene o en el clítoris ... De aquí, es fácil pasar a la idea que
Ja fase fálíca es una fase libidinal en la que se revela el pene (y
su homónimo: el clítoris). Revelación que se haría bajo el empuje
de la ''energía libidinal'', su.pone la aparición del placer de órga­
no; por Jo tanto, la fase del falo es la fase del órgano...
Otro deslizamiento es el que se nos manüiesta en la aprecia­
ción libidinal, desde que ésta suele ser considerada como una..
energía. Quien dice fase fálica estaría refiriéndose a la energía en
posición uretro-genit.aJ. Y , ob viamente, cualquiera con sentido
crítico puede observar que todo esto supone la manipulación
del organo.
Observamos mut uam ente. cómo, en todo esto, el concepto
de 'energía• es el pivote de una trampa...Ya hemos demostrado
en otro lugars que la energía es un efecto superdeterm inado de
una relación, y hemos demostrado que la libido es el concepto
que pretende dar cuenta de la red de articulaciones que conecta
y Jiga a los d iferentes repretentanta de zona. Ea por eso q ue
aquí nos hemoe de limitar a señalar el deslizamiento sin entrar
Pn el desmenuzamiento de su contenido.
Es que (y aqu i está el meollo del problema) pareciera que hay
una tendencia ampliamente divul¡ada en psicoanálisis, consisten·
te en la tentativa de suttanci&lir.ar loa conceptoe. Esta pretensión,
imagi nando que el concepto de falo ea excesivamente ambiguo,
propond ría una salida milagro•• al problema: siendo concretos,
lo positivo es el pene. Y ea uí como un concepto plenamente
com plejo y eatructu.raJ, ae tranifor111a en un 1ofi1n1a. El falo ter­
mina siendo una sofllticada nominación para señalar al pene.
Hay veces en que el deseo de 1er concreto, transforma al sujeto
en pedante.
Si, siguiendo a Bachelard, quiaiéram<>1 defmir estOI obatácu·
loa, no tendríamos dificultad alguna en cluificarlos como pro-­
duetos del ''impulso por 1111t'•neialiur''. . Loa conceptoe deben
sei\1l1r coea; COl'oCOIK:re .tu Panx:e impoeible aquí la acepta­
.

'
ción de que la realidad del objeto científico o bedece a un orden
dé matAtri8lid1d que no supone al univeno fíaico,
·

Scanned by TapScanner
al mundo cósico. Parece en suma- imposible para esta postura
r real id ad de. la re la ci ón pu es to qu e no sie nd o tangible
admiti la
ella no puede se r re al . Y sin em bar go ,la ' ' Le y de la gr av ed.ad ' no: �
ns ta nt em en te de un a re ali da d qu e es ca pa al fis1calisrn0
habl coa
to . En la le y de la gr av ed ad se tr at a co ns tanteme nte
de lo concre
un a re la ci ón en tr e lo s cu e � po s abandonados a
de la realidad de
su p1·o pi o pe so y el ej e de la tie rr a. Y he aq u1 qu e, a pe sa r �e tra­
tarse de cuestion es ta n ab stra ct as co m o lo s <? n la le �
y Y e :1e, na­
di e du da de la ve rd ad de su en un ci ad o, ac ep ta nd os e sm. �1f1 cu l ta d
pr ue ba en el in ev it ab le ef ec to de la ca 1d a de los
que su efic ac ia se
cuerpos.
Y sin embargo la f ísica ( modelo por excelencia usado Por
u' !
estos autores) es q ien, mejor que riad e, estaría en � ondiciones de
asestar el golpe mortal a estas ideolog1as . Vea01os sin o el gas . . . se
trata de un elemento cuya característica es la de ser poc o denso,
liviano, etéreo. . . Y , sin embargo, la ciencia física nos ha probado
que es posible alterar su estado al punto que se habla de 'gas-lí­
quido ' . . . ¿Un contrasentido? Pues basta ence nder la cocina de
cualquier ama de casa, para ver funcionar ese contrasentido. La
liquidificación de los gases, es un buen ejemplo de cómo es posi­
ble alterar la densidad de un elemento mudan do con esto su
estado sin, por ello, alterar sus otras características . . . El gas li­
quidificado no dej a, por eso, de ser un gas. Nuevamente nos en­
contramos con la idea que el estado de un elemento (sólido, lí­
quido, gaseoso) varía según las rela�iones de presión , densidad,
calor y frío a que se encuentra sometido. Nuevamente nos en­
contramos con la idea 'princeps' : que la materialidad depe nde del
conjunto de relaciones a que se puede encontrar som etid a.
Y es aquí que, deteniéndonos para hacer bal anc e, nos sor­
prendemos observando cómo otras ciencias incorporan com o ob­
jeto central de sus estudios e) concepto de relación mientras
que algunos p�ico�alistas (q ue serían los más in di do s para �
reconocer su ef1cac1a, puesto que trabajan en relación -la relació
n
tr� ferencial-) l <;> omiten o , lo que es pe or , l o niegan en su
s
escn �os . ¿Por que ,n� estudiar al falo como una organiza
ción
relacional? ¿Por que intentar reduc;irlo al nivel de l órgano?
Sim·
plem� nte .por cuanto la formulación científica no está libre
, de
toda l.Dlag1ner1a.
¡Es tan c ó !'lo do , para la pereza intelectual, refugiarse
en �!
_
emp1nsmo, llainar a un hecho y vedarse la investi­
gac1on de una ley ! . . . Es un empirismo no sól o evi­
dente; es un 'empirismo coloreado' . ''6
Por ello es que el falo es · · · zable y de este modo
reductibl e al órgano. La imag
inería científi se compo � �
6
� · 8 AC1H7ELAR D : ''La formación del espírit u cient11ic o
..

' pag.
'' - Ca p. 1, par .
.

26
Scanned by TapScanner
r>rO(iUC!it 'l\U(> R t t l f < > tn tlS J'� J Í llt()lllll e l e tln })r<><•c• <J <Jt! C<>OC>Ci
n1 i 'ntl) <.ttlt\, t\ l l�(Ué\I < t tt<' t< >C I < > t í11t.c>t)1 t 1 , , _ X l >Yc'ilrt V< Ju d : 1 m c• n t \1
..

lat( t\tc <"ftl•' l() lf't('1·rn 1111•, y 'tt <' '' ff('f1 tj c l c > YJ<> Jlc,cl1•rnc>H cJ<'R•'Ati

ma1·l 1)( ro tiun pt>('f.l c l c · l>c•111c>s, Jl<>t <•lle>, L<>tr\str C'f>tno v•·rdo<l
· r1sttgrn(lt1, c;onll) c'lC'n1c•11f.c> el• f.t•r1r1 i111tt1t••, 1 1 1 c·f<•(:f.<> y 11 l <J cl <• i,(' r­
.

min� (lo. J4� n st1n1n, t\<l 1 >c >c lc 1 1 l < > . tc >•t• 1 • • rll , f<'<'t'' <'<>1nc> RI S<! tr11 tr1R<'
de unn c:ttis:l.
• ,

' ' f.; tl ('} i1lstt\1\ t<' tnistnc ) c•11 <Jll<' ('flÍA' l ' Ú lllic:o c·rc·<' dP< l i .
l':l t�(' n o ,\.l l)itt•ic)t\C'H R ' l illS, f ><•ro1;tl )(\('(• frÍV<J)( ), J f1.ty CJU(ª

111u11t<'t1 r lc > i nt('r(1Rr1c l<> i l t tRlsa11< l <> <'l f •r1óm' 'T'<>. ' J-'<�Joa
<i<� ir O le> eS(\nc 'iUl HC' S \ l l ln t n t1 1<> f>lnt<> fOSCC> ' : R<• fijan
1
ttlatnl'>rc ct1 la C'Hf 'r(' ele) m 'cJ u l n e l(• s:tuc<' para ot>t(\ ncr
1

Jn ' aro.nt\ l\l' trien '. l•�s Hi,gtt icr1do tJn movi mirn t<> <�pist<'­
mológi �o inVt'r so, volvi ndo hacía lo a bstracto, arran­
cand o las patas d la orañ a eléc trica , com o Cou lomt >
ncon trará las l y s funda ment aJes de la elect rostá­
tica''7 .
Pero así como existe el vicio de ' ' reducir' ' el falo al pene,
observa mos la posibilid ad de ejecució n del movimie nto opuesto,
�sto es : d e ' ' i n flaciona r'' el f al o hasta elevarlo a la categoría de
un valor supremo. La sustancialización del inconsciente y del falo
se liga a una noción d e sobrevaloración de l o ' profundo'.

''Para Zimmerrnann ( ' E ncycopédie', artículo: guijarro)


los guijarros son siempre más duros y más transaparen­
tes hacia el medio o centro, hacia lo que él llama el gra­
no interior, lo que tieneenvoltura. Mediante el análisis
d e estas instituciones se advie rte de inmediato que, para
el espíritu precientífico, 'la sustancia tiene un interior',
o mejo r aún, la sustancia es un interi or''8

Efectiv amente , la transcripción de este error epistem oló­


gico desde el camp o de las cienci as físicas hasta el campo del
psicoa nálisis , induc e a este último a consid erar el incons ciente
com o si fuese una susta ncia, esto es: una 'intim idad '. El incon s­
ciente es i ntim o a l a par que 'profundo '. Cave mizado y trans­
form ado en fosa se reduc e a un místi co útero . . . Y el falo ( capa
más profu nda de la estra tifica ción incon scien te) , será así un m e o­
llo, u n recó ndito . tesoro ocult o en el abrig o de una íntim a prof un­
didad . Se trata de un mito de los orígPnes y de la n1etáfora de
un emb arazo elevados a la cstegoría de 'cien cia', tan sólo que al
prec io de un desli zami ento , bajo el peso de un desp lazam iento .
I ncreíble pero cierto . La cienc ia que -por excel encia - se
ha estructurado en base al estud io de los fenóm enos de despla-

7 G. BACH ELA R D : ''La formación del e1pi'ritu cient1'fico Ca p . 1, par.


20.
••

111,
·

p,g,
1 G . BAC HEL ARD : ''La formación del e1p(ritu cientifico '' Ca p. VI, par.
11, P'I· 68.
·

27
Scanned by TapScanner

zam ie nt o, te r m i na co ns tr uy én do se ( asentándose -dir íamos-)


,
an
sobre e ll os : .
Claro está que n o falt r �
' damen
·

los q e luc1
..

a cnt1car� esta
· · ,

1 stas

form ulac ió n . Serán los a r op e u ar
g s , para qui ene s el in co
ns.
cien te es u na fru ta. E l falo ser ia un
car ozo . Carozo que bastará
plantar a su vez en tie r ra propicia como para que dé una nue va
fruta. y como a esta altura a nadie se le escapa que el útero es
una buena tierra, y que el carozo que en ella se suele plantar no
es otro que e l pene, no es necesario i r muy lejos como para esta­
blec�r con el rigor de las evidencias, que el falo no es otra cosa
que un pene.
Dos posturas que divergen en lo aparente terminan coinci-
diendo en lo latente, puesto que al final , transformado en 'mate­
ria óntica' o en 'hueco espiritual' el falo pierde en ambos casos
su materialidad específica de ser un concepto .
Es que el inconsciente es un sistema simbó lico cuyo pivote
se sitúa a nivel del símbo lo fálico. En suma, el inconsciente e8
un sistema de significantes, capaces de pivotear sobre un signi­
ficante axial : el significante fálico . Y ya sea que lo deno minemos
sz'm bolo, o que lo denominemos significante , bueno es recordar
que tanto uno como otro suponen una relación . . .

28

Scanned by TapScanner
11 - EL FALO

1 .- La relación fálica

El planlear el falo como tratándose de una estructura rela­


cional, nos orienta en el sentido de considerarlo como un con­
junto de ligazones. Tan sólo habría que decir aquí que, no
en vano, el humano es humano por cuanto se encuentra sujeto a
un complejo o.e relaciones. En otras palabras (y, a falta de con­
ceptos, a veces son bu.enas las experiencias), si nos apoyáramo.s
en R . Spitz, veríamos con facilidad que, sin relación, la cría de
hombre no evoluciona hacia el pretendido y esperado lugar de
honi bre, sino que se precipita en el agujero ciego del hospitalismo
o dL marasmo.
Claro que no se trata de relaciones ni de ligazones cuales­
quiera , puesto que en ellas participa -- y de manera protagóni­ ,

ca- la significación. Se trata de la significación que, para el adul­ •

to, asume la cría, siendo que el hijo es 'significado ' antes de venir
al mundo y siendo que las pruebas de esta relación de signifi­
cación se encuentran en el hechq material y concreto que, antes
mismo de nacer, el in fans ya tiene un nombre, un linaj e, en suma:
un lugar libidinal en la familia

Toda la práctica del análisis, todos los productos de la elabo­


ració11 analítica prueban el hecho que ''el sujeto es sujeto en tan­
to in-siste y ex-iste en el deseo de un otro ''. Y, claro está, que
este otro supone el ejercicio de la pre-sencia de lo que hemos
dado en llamar función materna. Dicho en buen criollo: sin ma­
dre, o sin agente capaz de ejercer esa función, la cría se pierde
en el. abaondono. Tan sólo que esta maternidad, o el ejercicio de
esta función maternal, supone la puesta en práctica de un deseo
el cual no es otra cosa que una relación, y lo que es más, una
relación desiderativa:

29

'

Scanned by TapScanner

ica al ch ic o en
' ' N o se pu ed e co ns truir la icoría si se ub
en po sic ió r1 de fe to . Lo q � e o � vida n
d re
re
a
ad
m
la pa nz a de la m , 1

los fetalistas es qu e só lo pa ra un a
ps 1c ot ca su
hijo es feto ''.9
pr on to y, (\S iLt di ad o 'o jo de sn ud o' , con � is­
r
E l deseo . . . Po lo �
az ón Pn tr e do s m IP m br os : el prei(\nd1 d<)
te (\n una particular lig
n só lo que si
sujeto deseante y el pretendido objeto de se ad o. T!1
er am os con la
en vez de leer la cuestión a 'ojo de sn ud o' la ley
ía y la ex pe rie nc i ª ªl ít ic as no s pr o �ee n, v� ­
'le nt e' que la teor � °
: cl uy en do una instanc ia
ríamos que los dos términos se am pl 1a n in
,
in ó 'lo sim bó lic o ' y qu e � os 11e va r1 � � nt e la
que Lacan de no m .
_ po r s1 m ism o s1 e st e o
ev id en cia qu e na di e de se a un ob ]e to �
,
ro . E n s1 ntes1s ,
es capaz, a su ve z, de suscitar el de se o de un ot
co n el pr o­
al entrar en la cuestión de l deseo, no s en co ntramos
ma de la pre sen cia de un otr o en el suj eto y y co nv ien e des­
ble
tacar que esta presencia es em ine nte me nte sim bó lica , sie nd o su
materialidad la de una inscripción . Se trata -por lo me nos - los
imagos parentales que dieron forma y mo del o al des eo infanti l,
cuya resolución habilitaal sujeto para la realización de la maternidad .
Es que, en térn1inos de la dialéctica del placer , la maternidad
es unicamente posible en la medida en que supone para la m ujer
la realización de un deseo que -no por casualidad- la teoría
denomina: 'deseo del pene', capaz de resumir la resolución del
complejo edípico.En resumidas cuentas, se trata d e la salida que
este complejo habría dado a la sexualidad d e la cual , l o menos
que se puede decir, es que es paradoja! . Paradoja que, a menudo,
invita a que la denominemos sesualidad con l o que se estaría
pretendiendo subrayar la determinación del seso ( a saber : el in­
consciente) en todo lo que hace a la relaci ón del sujeto con el
sexo.
Sabido es desde ''Tres ensayos para un a teoría sex ua l''
que tal relación no es simp le ni fácil por l a muy senc illa razó�
que no es preforma!. La relación del sujeto con el sex o está de­
ter1:11inada por esa franja problemática ( pero tam bién propicia­
toria) que son las 'imagos' constitutivas del inco nsci ente . Es por
ello -y solo por ello- que la sexualidad no se define por la mera
anatom 1a.,
En sum a, el objeto sexual no con cue rda ( nun ca) con
lo que la anatom ía prescribe. De este mod o el sujeto pue de estar
programado com o qui en dice- para ejercer la fun ció n repro­
ductora en posición de hem bra y, sin em bargo, tomar un objeto
plenamente discrepante con lo prescripto po r l a anatom ía: ho­
mosexualidad.
Todo esto nos intr odu ce en dos aspectos bie n definidos en

9 O. MAS OTT A : Eclip o,


Perversión - Cuad erno s Sigmu nd
Freud, Nro. 4 , pág. 94. Escuela
Castración

Fre diana de Buenos Aires, 1 97 5 .

80
Scanned by TapScanner
la cuestión que son, a saber: el pa¡1cl determinante de las imagos
en el ejercicio de la sexualidad, y e l carácter restrictivo que las
mismas ejercen sobre la función anatómica. Amb o s aspectos son
fáciles de aclarar en un simple ejem¡)lo, Isabel de R . La astasia
abasia de Isabel de R . está determinada por cierto orden sexual
que, realizándose sobre la pierna, amantiene siempre vivo el re­
cuerdo del padre y de aquellas curas de las que tan ''vocacional­
mente'' se hizo cargo. En este ejemplo es evidente que el objeto
sexual es un recuerdo inscripto en la l i teralidad del propio cuer­
po. Pero por el otro lado es también evidente que esta sexuali­
dad se ejerce determinando un minus en la función motora.
Dicho c11 buen romanc e, la pierna que tendría que servir para ca­
minar ahora sólo sirve para recordar, e Isabel de R . tiene una
funció n de menq s, puesto que -como la cucaracha del maria­
chis- ya n o puede caminar ( ' hacia su felicidad' -demuestra
bri llan tem ent e el pro fesor Freud- ) . .
Sab()mos que estas i m agos conducen al enunciado de u n a
0quivalenc i a : l a ecuación niñ o-pene, l a que a su vez no es otra
cosa que la apretada fórmula que rige <11 acceso de l a mujer al
sPxo y al hijo. Se puede decir entonces que esta fórmula -al
igual que toda fórmula- es la solución que produce al suj<'to
frente al enigma d e l a esfing<'. Claro qu<' si agregamos que 1�1
esfinge es ( tan1bién ) la madre, quedará · C'n claro que la fór1n ula
<'S l a rc>spuesta de l a niña a la madr0 y quc�dará, por lo tanto,
c>sclarecido que se trata de un r(\sultad<> del complejo de cas-
trac1on.
. ,

Desarrollando el proceso paso a paso debemos decir: la niña


se separa de la madre y es por esta separación que se constituye
en sujeto. Esta separación no puede dejar de ser conflictiva. En
ella se prefigura el modelo de todo conflicto ulterior, y la teo­
ría le ha reservado el nombre de ''Complejo de Castració n''.
Supone n o solamente la elaboración de la separación, sino tam­
bién la elaboración de la aparición e introducción del tercero en
la relación. Claro que para ello, será nece�io que esta aparición
-que se esboza en un principio como una intrusión- se trans­
forme en inscripción inconsciente del otro. Estas circulaciones
se resuelven, como en una apretada síntesis, en la producción de
la equivalencia.
Se ve; la castración es determinante desde que la maternidad
es la respuesta que la mujer le antepone. Como si fueran las fi­
guras retóricas de u n diálogo, la castración interroga y la materni­
dad responde. Su respuesta será una sutura: el hijo . Cierto es
no obs tante- que el tapón es demasiado pequeño como para
tapar tamaño agujero. Nuevamente: de la peculiaridad de la cas­
tración depende la pecularidad de la respuesta que pretende
resolverla.
rodo esto está dicho un tanto apretada y rápidamente, por
cuanto es algo que en cierto mod o ha sido reiteradamente ex-

31
Scanned by TapScanner
puesto en múltiples escritos que enfocan la cuestión 1 0 Pero
lo que nos interesa resaltar aquí es quC' en todo esto de la sesuali­

dad femenina, la presencia de un proyecto es fundamental y la


comprensió11 del mismo es clave para comprender su realización
en la maternidad. Es en ' ' lJa femineidad ' ' que Freud señala las
tres alternativas que la castración plantea al sujeto inconsciente:
l a i11hibición (que conduciría a la neurosis), la regresión (que
conduce rl Jn hom osexualidad -cuanto menos-) Y la progres ión
( que introdu ce al desarrollo normal del deseo del hij o ) . Se trata
de tres posic iones dife1·entes distribuid as eh un eje linea r:
COMP LEJO CA STR AC ION COMPLEJO
MATERNO PATERNO

REGRESION: deseo INHIBICION o PROGRESION: deseo


DE LA MADRE FRENAMIENTO DEL HIJO
Y estas tres posici ones, como si fueran tres marchas, indica n:
retroceso ( regresión ) , frenamiento (inhib ición ) , y avance (pro­
g1·esión ). Y obvio es que de todas estas alternativas, unicam ente
el impuls o progresivo o propiciatorio es el que puede conduc ir
a buen té1·mino la efectiva realizac ión de la equival encia.
Resumiéndonos, entonces, observamos que en la relación ma­
dre-niño, es fundamental producir una teoría a propósito de la
maternidad, y que esta teoría debe tener en cuenta el deseo que
la anima. Deseo que sometido a estudio, supone imagos que son
las que modelan una salida y una alternativa al gran drama de la
separación primordial.
No es difícil ver que una relación que en principio parecl
comportar dos términos ( l á madre y el niño), se amplía a poco
de ser considerada con seriedad para damos un espectro de arti­
culaciones. Resumiéndolo, este espectro perfila una estructura
de tre� protagonistas: la madre, el deseo ma terno y el niño.
Sobre este deseo, cabe recordar que l a teoría h a predicado h asta
el cansancio, denominándolo: falo. E s así como resulta posible·
situarse en la cm o prensión del hecho que : .
''Entre l a madre y el hijo hay que conta1· siempre
un intermediario sim bóli co: el fal o . 1 1 ''

La primera conclusión que se imp one es que el falo es u n nu­


do que al ama rrar este conju nto de relaciones liga a la n1adre
s y -fina lm e n­
con el hijo, a aqu élla con sus ímagos cons titu tiva
te- a estas últ imas co n la formulación desiderat
iva de l deseo del
pene y del hijo.

10 �EIG�d� IN O CABA!3 : Curso Y diacurao (fe la obra de J . Lacan . Cap IV :


9 7 7 . rpo como discurso del ot ro ''
1 He l ¡ uero Editores, Bu en os Aires,

l l
·

O. M ASOTT A : Editpo, ca.iración, perversión - Cuadernos Sigm un d


Freud, Nro. 4, loe cit .

82
Scanned by TapScanner
D ij e : nudo. Quiero agregar que no es de cuerda sino de re­
cuerdos, siendo esa la razón por la que se define como un sím­
bolo. Di1·é además , qt1e no es ésta una definición demasiado
noved osa, puesto qtte es y no otra coas lo que viene dicien­
do Lacan desde sus escrit os, así como es eso y no otra cosa
lo que nos dice Freud desde los suyo s. Y si en el fondo éste

gustaba de definir su pesquisa a la manera de un rastreo arqueo­


lógi co, es porque tenía la certeza que en la excavación del terreno
inconsciente se termina encontrando símbo los, y no vasijas y
piedras. Símb olos, po1·que esto es lo definitorio de todo frontis­
pici o, más allá de la materia prima con que esté hech o.
El frontispicio de la sexualidad femenina es claro y transpa-
1·ente. Su te �a es el de una equivalencia según la cual el pene deja
su lu�ar � n1no . Colo cado en la antesala de la femineidad, explica
el m1ster10 por el cual la mujer accede al lugar de la madre.
''M adre hay una sola ' ' , dice el tango, subrayando a golpes de ban­
done ón 'el cort e' que en la mina, es danza desde hace tanto
tiempo . . .
Es que si el corte tiene poder no es porque se trata de un sim­
ple aguj ero. Al final , lo que excita al sujeto no son los agujeros
sino sus bord es. Al final son los bordes los que definen al aguje··
ro. Y al final, ¿quién podría poner en duda la idea que la forma
de un borde es tan simbóli ca como cualquier otra forma?
Aclaro que al hablar de la forma ya sea del 'corte' o del 'agu­
jero', no estamos hablando de otra cosa que de la forma del

inconsciente del sujeto. Y si en el seno de este inconsciente


nos encontramos con el complejo desempeñando el papel de 'or­
ganizador', en el seno del complejo hemos de encontrarnos con
las imagos las cuales al final de cuentas- son soportes materia­
les del discurso . Al fin y al cabo, ¿cómo desconocer el privilegia­
do papel que cumplen en la estructuración de la sexualidad y
del hijo? Sucede que, 1 dado· que no existe madre que no haya
sido a su vez hija, no es posib le teorizar la maternidad fuera del
Edip o. Y quien dice Edipo introduce -sin más ni menos- la
cuestión de la imago del seno ma terno .
L o prim ero que se deb e observar al respecto es que, para
Lac an la conformación de esta imago es solidaria de la separa­
ción � ue funda al hum ano . El sujeto se construye sobre un
hiat o. El sujeto se arquitecta sobre un vac ío. El sujeto es sujeto
de una carencia . Son cuestiones y fórmulas familiares a quien
haya frecuentado el text o lacaniano, pero · lo que importa desta­
car, más acá y más allá de toda familiaridad, es que en ellas lo
que se pretende decir es que ''el inconsciente es -ante todo­
la presencia de la marca de una relación biológica que interrum­
pe''. Es por ello que podemos definir al inconsciente como ' ' la
presencia de una ausencia '' o tambien ''como una falta, la falta
primordial ''.
Resta saber: ¿cuál falta es ésta? Si la definiéramos positiva­
mente tendríamos que decir que se trata de la prematuración

33

Scanned by TapScanner

. E sa p 1·e m a tu ra c ió n su p o11e un
nace la cr1a . d e tl o m b re a
con que
0 que es l o m ·
1 sm o , un a ca re nc ia qu e, en '' La fa
o, l
· ,

rls1o
-

n
·1 ·
inde fe sim ple que ser i a di fíci
,

m a n era tan l
''
Laca n ahor d a de , .
rt.i r de
m 1 ia , .
ª
vo co s. A h i, , co ns ide ran.
e e P a h í a l os eq u1
pr t n de r J U g r a
c o m 1) le JO

d e 1de stete co , mo sie nd o un a cr isi s, se ña la que en

a
d o a l
""
. to ..
se
_ suje
.

. u n
.
. ns h o za la 1 1 ar1 c 1 on de
esta cr1s1s
' ' ' l) t>r J)r t me 1..e\ v nz \ ' se m'tn t"I "
[ J a rre e u n a tf' ns1 o n v1ta l se
.

.
,

. A trave'S dp esta ln � n-
,

m
.
rc \S ll <' lv l t " \.
1 '
,

o nc i ó n e n t a l
(� n . 1 ' '' d
tc ' e s a c 0 p ta d o o re c h a z a o . .
c· ii>n rl (l r st r
b l 1�a h la ac an n o es u n m ís tico
·
qu e 11o s
i a . Y s1 a v e c e s ilu st1·amo s con
La le ns i n v i ta l de
1 51 0 0 L ca ren c
.
e íl t1 v1· 0 d f' se r, t n a
H r y a Pn
,
.
01e tá f or as e rra da s po r g e l d0 c
,

1m os qt 1e el er � �e ap oy
la nad a ' , n o de\ )em os ¡) o r ell o olv ida rno s q u e e n ter in os c on c re
m ­

tos -co m.o rn (:'ste tex to el pro pio ex1 ��-


Lac an
. se i�ata de una
1)rr1n�\tu ració n q t 1 e , com o tal m a rc a al re c 1 ? n n ac 1 0 co n el
, � .

signo de \ ,1 insu ficien cia. Y cl aro esta que, s 1 el rec1en nacido


,

es insL1fici ente habrá de ne c e s i tar de alguien que cubra esta fal ta.
Tan11)oco rs m l1 y descabellado señ a l a r que hay ah í un lugar que
-d0 \1echo- la madre ejerce. Coherentemente agregamos que
esa \)OSición pasa a ser d ram ática tan pronto como el destete
vuclvt' a lroner en cuestió n rl p ro ble m a de la 'carenc ia'.

Sin eml1argo, c onv iene subrayar que no es en el destete que


la ' ca renc i a se gesta, sino que apenas re-apa rece. E n rigor, ella
'

data del nacimiento donde aparece en escen a un equilibrio que


se roro pe, una relación biológica que se inte rru mpe
, una ho·
meostasis que desequilibra. Es alrededor de est a ide a que Freud
l abora cuando pretende ap oy ar su teo ría ac erc
a de la génesis
de la angustia en el t rattma de l na cim ien to .
Y si bien es cierto
qu e en '' Inhibición, síntoma y angustia''
Fr eu d ab an do na la idea
de un trau ma del nacimiento, no
por el lo ab an do na el supuesto
que en el nacimiento hemos de
encontrar la s bases para pensar
e� m od el o d e todo desequilibri
o en el suje to .
Es simple de ve Simple, po
�: � cuanto ese desequilibrio se re­
suelve e n u n relacion: l� ,
� relacion madre-hijo. E n ella la madre
funci.ona segu una funcio
istro de una
� n que prescribe el sumin
forma alter��ti�a de equ

il brio. E l destete c o m c
de ese ? q u 1 l1 b r 10 alte rn
crisis
ativo y su valor
o ri si s, e s la
� e n te, introduce una 'i n reside e n que prec isa·
ara su p¡ rr
· a 1 a' 'tensión
tención m e n t a l, p
v it a l� .
Claro que -a l s fine
� � de la construcción d e l sujeto- lo iin·
ta ,
.

portante de esta crisis resi


de n o ya en · o J·ust,a·
' . ¡a ace p · n, sin
c1o
c
mente en el rechazo del con
1
tenido del co 1· on
a 1 . mp e10
· . Sera , su ne ga
t o. ¿por que?
l o que h b · 1 it .
· a la ulterior inscrip ,
ción del
mov1m1en
· ·
de 1 a caren-
Pues s1· mpl ement� porque e l hum
ano es negac1on ·, ''

,J. L A C J\ N : ''L a fa m ill


1 3
e - C ap fL ul o 1 : Le co m 1
la ps te h o 1 <>� ye ram i· 1 ·1a l e. P cxe rac teur ncre t de
· para¡.,
. rra fo 1
co
''

· Le co m p'-
·
·�x- c d u sevrage. ' #

34

Scanned by TapScanner
�1a . ¡.��l'St o lcl qur 1�·rrucl 1>rctcn< l fa decirnos rt1ando dijo c1ue (lJ
inr<)11�<.' I<\11 t r 11cJ ·<>r1 c)C:<' lcl r11tt(•r u•. Sin <)tnl>étrg<,, y n<> y nd<, lan
,,

l<.'JOS lll) 1�1 111 \l3J)SÍC t>1<>gÍll , c J 1 g¡1fn<>f-; llf)T l o f>r<)nl <> <fll4l er1 cJ <Jc1sle­
tC' S(\ J )< rfi } \ 11 Jns h1 rt1 ·t t1 r 1s 1n<1n t:llrs CJttc ltlf'g'> hn�>rán cJ0 mo­
drlar 1t1s ttll cr1<ll c's <':XJ><' rtt'nc i�t.c;. f )1<.· ho <1<' otr<> m <> < lo , <: J r<1rhazcJ
' , ,

ci0l dt'st <'1 (' t i l't l < lr t• re sta blecer la inlago de la r<'larión nutr icia .
sol>1-t' In (' tl:tl s<' nrc1\ 1itC'ctn la JJOsterior construc ción ci<·I o hJ<·l<J
S1 lt.·� l'5f'll1 <.)� cc>n ci<'Lcrn imicn to Ja cx pC'rie nc.·in ¡1naJ íti<·a, n<J
t crld 1·í'"1111tl s di fic u ) ta d en obsPrvar que el valo r fund am,• ntaJ <JP
<.'�ta i111ago resid(\ e11 que tapona un cierto cao s. Su papPJ d<· ser
ta1)011 ( at1n que imag inar io) del mal estar que pretende rPeq u11 ¡.
brar , es l o q\te le con fier e su fuerza y perm ane ncia en PI j((t>aJ
neu roti co. Y 110 deja de ser u n hec ho que en el fon do del síntoma
neu roti co, se enc uen tra insc ript o aqu ello que los autores dad os a
la o bser vaci ón de los primeros meses de vida han den omi nad o:
'ton o pen oso de la vida orgá nica ', expresión que a su vez Lacan
recoge agregando que :

' ' L a causa de estos malestares primordiales es siem1Jre


la m isma: una insuficiente adaptación ante la ruptura
de las condiciones de ambiente y de n u tri c i ó n que cons­
tituyen el equilibrio parasitario de la vida uterina ' ' . 1 4
A pesar de todo aclaramos que n o estamos hablando de un
trauma del nacimiento. Y a dijimos de la crítica de Freud a este
supuesto en ''Inhibición, síntoma y angustia'' . . . pero conven­
dría recordar que esta crítica se apoya en el hecho qu e e n el na­
cimiento se produce un efectivo malestar, más n o hay inscripción
alguna, y muchos menos, inscripción significada. En Freud y se­
gún Freud, el nacimiento supone una emergencia masiva de im­
pulsos, u n a afluenci a de cargas. En suma, hay una tensión no re­
presen tada. Por l o tanto, no hay nada. Mejor aún: hay nad;.t.
N o puede asomb rarnos aJ1ora el valor que asum irá la imago
del seno mate rno, ni tamp oco el hech o que ella dom ine la vida
del h u m ano. Al final de cuen tas se trata de una domi nanci a
que el m ismo Freu d obse rvó en ''El tema de la elec ción cif>l
cofrecillo '', don de det ecta con su m a precisión el papel dE' las
mu jere s e n la v i d a del vivi ent e. Ap oyá ndo se en ella s, pÍ\'o tea un� 1
vid a que , en su fo rm a fina l, el ige a la ma dre -tie rra para ilct1rru­
carse en c�lJ a com o qui en due rm e. Se trata de la mu () rtl·. l)(\seada
co mo irn ago qu e tapa a la nad a y no co mo at1s<'n( ·i¡1, tr�\(\ '' lttz
nu eva me frlR , la ide a qu e <?I inc on sci (lnt e no (�O n(lt't\ 1�1
rnt 1t•r te.

S i Freud insis tí(, en que la cría es anobjetal, es ¡>or rtt4tn to


quiso subr ayar , por encima de todo , el hech o Qlte e l objeto se
con1truye . l lab ría q ue dec ir aho rtt qu<' la lmu go clt'I se110 nl�ttt'r·
no <�s t> U 1>if•dra fun dam ent al. J.� lli1 11rc >vef'rít1 los t'le mt' ntos Jl1lrn
la construcciiln de Ja fu nc i i>n mu ttlrn'' t'tt la llllt ' le.a m l1j e r t'llt'll('\l

14 J. LA<:A N ; ''l�a fa111ill� '' ll> ici.

35

Scanned by TapScanner
. . su se x u a li d a d . D e a h í que Lac
d ia l d e a.n
tra un
av a n ce
o
la
bJ�
id
t o
e a :�:
pr
q sa tu ra ció n de la im
el
ag
am
o
am
es
ant
la
a
c ?ndició
n
previa de toda mate �, ª f11 .
1 d d y qu e en miento el
o' l a mujer re ci be y satisf�c
abra � o Y a
� . ? c %1 ��:
nte p
ª
de l niñ
des e o �. Ell o explicaría �demás la
e
0 la garant1 a de una
t los
el m as prun 1t1vo
o � �
lo r e a rt o E st ar ía en j ue go
8'
toleran c ia a l d
pr es erv ar ·además- al niñ o
0
y o e fe c el de
sa tisf ac c ió n c u
de un a�an do no 1�::��
qu e ; f tal
q � e la m ad re recibe � niñ o. Desde
�n fm, e� desde es presenc� de -por lo
!
_ co n re ci si ón la
aql11 es pos1b�e s�nalar· escena ' del cuidado
menos- un termino s
un bó li en la 'o tr a

materno :
IMAGO DEL
MADRE <

SENO
MATERNO

_,
NIRO I

rem os , dic ien do qu e �s la re l�ció n de la ma dr e a la


cosa que lee
lo que la ap roxim a y la aleja d� l htJ O. Clar o qu e ha y � ue
agregar que esa imago no es punto smo malla en tanto aqu1 se
imago,

inicia una historia en la que los complejos se encadenan. El


estadio del espejo es su primera cristalización de e!ec tos, no so­
lamente duraderos, sino también efectivo�. En el aparece un
saldo que conocido con el nombre de ''JE ''- prop?nemo�
traducir como matriz del sujeto. Es esta matriz la que circulara
en el Edipo de donde sacará en limpio una organización: el falo.
¿Cómo adviene el falo en todo esto?

Comenzaremos diciendo que adviene como cristalización
del Edipo, del cual lo menos que se puede decir es que es un
enigma. Acontece que, establecida la relación madre-niño en los
términos que hemos desarrollado, se esboza en la misma una
tensión que llamamos: célula narcisista. La misma consiste en
una tensión, o tambien un proyecto, que pretende reducir los
intercambios a este grupo mínimo de tres miembros, madre, niño
y deseo. Mas he aquí que acontece también que la célula n ci­
sista es una escena imposible. No es pasible de cien-e , pues entre
ar
bastidores se insinúa la presencia de 'otros' en el deseo materno.
Se insinúa en definitiva la presencia del padre. Presencia que es,
ante todo Y eminent�mente , simbólica y qu
, e en un primer mo­
mento habra ,de manifestarse c mo una en
� trada que interrumpe
la escena, razon por la cual Lacan le rese
rvó el nombre de Com­
plejo de Intrusión.
Una salvedad es necesario hacer, (teniendo en cuenta que
P!etendem�s llegar a una teoría del loco) pues en la locura la
celula se cierra. De este modo, la escena fálica se fija. E s ella
la· que está presente en la fon11 ulación psicótica. La clausur del
ámbito fálico obliga al sujeto al delirio como única alternativa
a

36

Scanned by TapScanner

I
para restablecer el equilibrio. Simplemente por cuanto la célula
tiene un agujero que, localizado en la madre y el deseo materno,
abre el campo a la cuestión del padre. Y ese agujero puede ser
o bien tapado con el delirio, o bien canalizado por la elabora­
ción del lugar paterno. El psicótico opta por la primera alterna­
tiva, y es por ello que su locura tennina siendo una 'misión'
que además, pretende la redenc ión del mundo. Este mundo
es -al final de cuentas- una portentosa magnificación de la �lu­
la narcisista quien sí está en jeugo y bajo amenaza.
Claro que para comprender la dimensión y eficacia de este
agujero, tendríamos que recordar que la niña entra al enigma de
edipo realizando un recorrido de desplazamientos. Y conviene
no equivocarse y subrayar: desplazamientos. No en vano Freud
alertó contra una lectura exceisvamente ingenua del edipo femé­
nimo, al decir que no siempre el padre es el padre, puesto que es
harto común que él sea un mero desplazamiento de la madre.

Quiero decir que pareciera que en el edipo de la niña la


búsqueda del padre fuera equívoca. En su primera intención la
niña no busca un padre. Apenas si busca un nuevo soporte para -

la lmago materna, y por casualidad (la casualidad de los despla­


zamientos claro-) este soporte es un hombre: su padre. Será
necesaria cierta elaboración y cierto trabajo como para que
el padre llegue a ser padre y no un mero intruso o un mero des­
plazamiento del deseo.
Hay pues un pasaje; es el de la castración. Consiste en la
simbolización del sistema de inscripciones de desequilibrio,
inscripciones de la falta, inscripciones de la carencia que -his­
toricamente y en cadena_.: van marcando el infans a partir del
momento · primal del nacimiento. Y esta simbolización tiene co­
mo base, como infraestructura -digamos- la muerte del padre.
Aclaremos que se trata de un deseo ; el deseo de la muerte del
padre. Su dialéctica es de tal dimensión, de tal calibre que co­
rrectamente planteada introduce un nuevo giro, imprime una
solución, impone un nuevo eje en el problema. Reducida a una
formulación esquemática, la secuencia presenta un ciclo de tres
movimientos:
ler. movimiento: El deseo incestuoso desen­
cadena el deseo de la muer­

te del padre .
2do. movimiento: La ambivalencia, ligada a la
imago del padre, hace
que este deseo de muerte

active un sentimiento de
culpa.
Ser. movimiento: La culpa co nd uc e a la ins­
tauración (consagración, di·
ríamos), de la imago del
padre muerto.

37

\
Scanned by TapScanner
u na in m ej o ra b le d em o s­
E l Hombre de las ratas co ns tituye
v em o s, en el p ri m er m o vi ­
tración de todo esto, puesto que lo ve r) . Este
el de se o (d e
miento de la secuencia preocupado co n el padre un
ce r e n
deseo n o deja -a pesar de tod o - d e re co n o
y a h a te n id o . ti e m po y
obstáculo pues la experiencia del castigo p a liza que el
o s el e p is o d io d e la
lu g a r par a in sc ri b ir se ; re co rd em
ió n ag re si va e n la . que P.ro­
sujeto recibiera del padre y su reacc e st a 1n te n on c 1 ,
b je to s c o n su p u
nw1cia e l nombre de diferentes o m ente, .la � bi­
e a q u í q u e , ju sta
insultante (toalla, mesa . . . ) Mas h d o m o v ur uento.
o u n se g u n
valencia entra en escena habilitand re Y su c e d e , por
a m a a su p a d
Sucede que el pequeño Paul Lorenz a jo la fo rm a (aún
a in si n u a r se b
lo tanto, que la culpa comienza a a s11m e luego
d e l p a d r e ) . E st a id e
episódica de la idea de muerte se n ta su je to
ie n to n o s p re
ribetes obsesivos. El tercer movim
al
te n iñ o se rá u n gr an h o m bre o
preso de la palabra del padre '' es e su no-cri­
an en te d em o st ra ci ó n d
un criminal'' y atado a la perm
co m p en sa ci ó n ob se si va , o ba jo la
minalidad bajo la forma de la
a.
for1na de la repetición de la historia patern
es
ac ió n ne ce sa ri a en es to . C ua nd o
Con todo una puntualiz
de l pa dr e' ', ha y qu e ac lar ar qu e se
decimos ''deseo de m ue rt e
re . Ju stamente,
trata de un de se o de ma tar lo en el de se o de la m ad
senc ia de est e av ata r, la au se nc ia de l pa dr e e n e l deseo ma­
la au
sis. En
terno, es lo que se observa en la construcción de la psi co
rigor, la inex �stencia del padre (el llam ado padre-ausente sól o que
hay qu � decir que se traa de una ausencia desi derativa ), es lo
que esta en la .b� de la calusura psicótica, o e n todo caso está
como pre��ond�c � on de que tal clausura sea posible.
Tarnb1en d�e que el heeho que este deseo de muerte tenga
co�o referenc ia una .escena, es de suma importncia. Lo que el
SUJe �o pretende ma.tar es el lugar del otro e n el deseo m aterno.
Obviamente que esto lo toma en un impulso de difí'eil smo · 1m-
·
pos1·bl e re ai izac
· 1on, puesto que el lugar que el pad re ocupa e�
· ,

el deseo materno independe de la cría Por es es qu e, ma s alla


del padr� muerto (muerto en el ideai infant ) , h ay u n padre
que subs15te y persiste y que , po r 1o m .
� .
� � º Ex•siste . . . q u e d ebe
leerse como que está fuera de su pos1bi .
d ad . E st o introduce
la cuestión en el hec ho que al té . l 1
º de to do el desarr ol lo , el su­
jeto se encuentra cori dos padr �1:� 1 �adre re al (real e n el deseo
!llatemo) y el padre muerto ;=�
·

rto en el �es eo d e l suje to ). El


mfans culmina el proceso c
muerto � un deseo. . .
J o un cadaver y un padre un
,
La distancia entre el Padre
real Y el Padre m uerto (P R# P+ )
es la garan tía de la Ley . E s .
. . que est.a d18tanci. a garan
SUJe . to inscriba la exist.encia d tizará qu e el
orden de cosas aj ena
tero .� su deseo. Esta inscri
� p i �: que es�!D o s llama
s p o r en­
nd o '' le y '' '
tam 1en p od ría ser llamada
. , :
d e ''e nstrucc1on de
u n lupr simbó-
11�0 el cual, por apoyarse e n
, el �� ca� :r
l e ca al padre e n esta
d1alectica le es relativo, pero qu
_
a1eno. E s por esas razones qu
i p .
ertr e su persona le es
e n o lo l l amamos
''persona d e l

38

Scanned by TapScanner
padre'', �i1lo nom t)re-del-padrc, o t.nn1b1é11 111 tñfor11 (1ntt'r11n.
Al tern11no. de ta11 com plicn<Jo ()ro <:e5o, ln niña -si tod() eo·
rrió bien - está cn posicion d<' mujt�r y ¡)ot lo mis 1110 �s p."ls il)I< '
d ser mndre. Mnternidnd que nú11 ant.es ci l ndve?11in1ie nt.c> dC'l
l1ij o, stt1)o t1c una r'd el(\ relaciones qt1 Cijndt1, dnrtt1 el sigttic11t.
,

espectro.
matcr11idad
_1mago

deseo - ley : tnetá fora paterno


C ?_Sa que lee�emo s así : La maternidad se apoya en la rcalizn­
c10� de una 1�ago cuy o co11t.enido articula el deseo con In ley,
. ndo as1 un referente
l1abil1ta que es lo metáforu del padre .
.cua ndo deci mos articulación del deseo con la ley, estamos
haciendo un ple110 hincapié en el concepto de ley. Esta ley es
un� regularidad, o sea, un enunciado de relaciones, y su con­
tenido concreto es una equivalencia, la ecuación niño-pene.
Enunciada como regularidad, la ecuación en cuestión diría: ''en
el lugar del pene-no-habido, habrás de tener un hijo'' . Pero que
no se nos escape el hecho que el hijo es legado de la metáfora
paterna, pues es sólo así que podremos comprender el hecho
que, de aquí en más, la mujer buscará al hijo en el hombre (here­
dero de la metáfora paterna) y no en la madre.
A poco que nos concentremos ahora en la revisión de todo
el proceso, observamos que el cumplimiento de la maternidad
habilita· a una relación (madre-niño) la cual, exige como pre­
requisito una compleja red de relaciones inconscientes. Resulta
pues que esa relación que en lo aparente es de dos, en lo real es
de cuatro ténn inos: la madre, el niño, el deseo materno y la
metáfora paterna.
Estos élementos bastan para explicar y comprender que el
falo sea un nudo de relaciones. En la escena fálica quedan anuda­
dos cuatro térn1inos, siendo que la ligazón de los mismos es lo •

que posibilita la situación conreta. La particularidad del falo


de ser un conector, nos ha llevado a definirlo com o una cópula
en otros textos. Se trataría de un elemento de ligazón en el
sentido pro pio del térrn ino, y, confor1ne ·al modelo de la lógica,

esbozamos la idea de una cópula. Cóp ula: lo que l�a el sujeto


al predicado. Falo : lo que liga la estructura al niño. Claro está
que, en nuestro eje mp lo, el sujeto es la madre y el predicado es
el niñ o. Ell a ha bla , puesto qu e el Ell o habla. Y cuando ell a habla
predica simbólicamente en el hijo una serie de enunciados que lo
introducirán al lug ar de suj eto . Es qu e la madre, en tanto .suje �o,
es sujeto de un a estructura de ténninos que -por lo ba10- in­
cluye al deseo y al no m bre-del-padre. Esta estructura desean�, Y
me taf ór ic a que ha bla po i: bo ca de la ma dr e, es lo qu e tam b1e n
llamamos : el ell o. El ello habla por boca de ella. El ell o habla
por boca de la madre. Y cua nd o ello hable; el niñ o e�cuchará eso
que Otro le dic e. Le será vital oirlo, pues así ingresará en un


39

Scanned by TapScanner
xpundo donde le espe ra un lug ar de suj eto :
� l rep ud io (veiwet­
es trá gic o, po rqu e lo de Ja r_.a loc o.
la locura o
fung) de esa pa lab ra
la al te rn at iv a de l hu m an o es fe rr ea : o
Se ve , que
· la locución.
os ha bl an do de loc uc io ne s, di ga m os que la
Y ya que estam
locución es pa lab ra , y qu e la pa lab ra no es ot ra c �sa �� e � rela­
dej a de ser alt am en � � gnif1cat1vo que
mficados a1 su1eto .
ció n sig nif ica nte . �o
sea la relación significante la que le otorga s1g
ue est o no s de vu elv e al pu nto de partida de
Sobre todo, porq
este capítulo, donde dij imos:
cr ía de ho m br e . . se preci pita
'' . . .sin relaqión la .

en el agujero ciego.
Claro que no se trata de re�ci ?� es �ualesquiera .

puesto que en ellas participa la s1gnü1cac1on . Se trata


de la significación que para el adulto as\1111e la cría,
siendo que el hijo es 'significado ' antes de venir al
m11ndo, y siendo que las pruebas de esta relación de lig­
nificación se encuentran en el hecho material que antes
mismo de nacer el infans ya tiene un nom bre , 11n linaje,
en s11rna : un lugar libidinal en la famil ia''.
En res11midas cuentas, vemos que el concepto de falo ocupa
un lugar axial en la estructura del inconsciente siendo que su in­
fluencia es tal que determina desde la organización edípica
de la estructura del parentesco hasta la organización copulativa
del sujeto.
Hemos dicho : organización edípica de la estructura del pa­
rentesco y organización copulativa del sujeto . Pues bien, que no
se nos escape en este dicho, que el sujeto es una función de li­
,gazón en el seno de una estructura y que esa estructura es paren­
tal . Parentesco que no significa nece sariam ente a las personas del
padre Y de la madre (lo aclaramos por si acaso el ingenioso Ma­
linowsky está c�r� ) , sin� a .�ª
estructura de l parentesco todo.
�.
Esto es que s1gn1 _ = ! 1l1ac1on, cosanguineidad y
�. alianza . Y
agr��emos q�e filiac1on, cosanguineidad y alian
za, son bes
pos1b1lidad�s diferentes -las únicas de re
Y entre mu1eres .
laci ón entre hombres,

. Jtesumiéndonos, el falo es una relación. Se trata de 11na re­


· rso s1m
lac1on de parentesco que liga un
ese sent'd
unive · - . En
1 o es copula, Y la cópula n
, · bo, lico al n1no
o es más que 11n sig11ificante .
Por eso es que el falo es un
8 ignifi
' cante, si no se nos pierde de
vista 1 hech0 que con e6ta

definición pretendemos ceñir 1ma



reali d que es dupla: la relación
de sign ificación.

2.- La posición fálica


.Este tema d� la posición fálica ee prest.a a mu
cbaa Ct)lll,
es si vamos a
puesto que lo pnmero que uno puede preguntane
hablar de la poaiclón del falo o de la po1aión del falo . . . Al �

40

Scanned by TapScanner
nal. entre ambas sólo mediauna sutil diferencia significante; sin
embargo conviene tenerla· muy en cuenta. En principio, porque
(desde que en el falo se trata de una red o de una matriz de re­
laciones) habría que ver si se trata de un lugar 'posible' , y mucho
más si es 'pasible de dueñ o'. En segundo lugar, porque la posesión
de esa difícil posición es lo suficientemente imposible como
para dejar loco a quien pretPnn:¡ la aventura. . .
Y a dentro del tema, comenzaré diciendo que la red de iela­
ciones que acabamos de defin ir, no es una simple trama de inter­
cambios fenoménicos, sino que se cristaliza en una estructura
c�paz de h acer de la cría de hombre un infans, y del recién na­
cido un SUJe . to. Con
esto, volvemos a nuestra premisa: el sujeto
no nace sino que se hace. Mal podríamos suponerlo prefabricado
o premolde ado ; sobre todo si tenemos en cuenta que, al nacer,
es una pura materia prima cuya elaboración requiere el pasaje
por los talleres del Edipo, donde se lo dotará de una organiza­
ción consistente en un sistema . de inscripciones o bien un con­
junto de representaciones cuya mayor virtud es la de ser capaz
de producir efectos. Y si la llamamos organización es para dar
cuenta de su capacidad de estructurar el comportamiento del
individuo. Por esta razón es que, además, la denominamos
''organo-izaci ón'', pues se trata de un miembro simbólico capaz
de izar y erigir al sujeto.
E n suma, el falo se precipita en un complejo y se cristaliza
en una instancia. Es lo que permite que, de la indefensión, se
yerga un sujeto. He avanzado dos términos que no son casuales
puesto que, c onfrontados, dan una contradicción: indefensión
L sujeto. Sucede que la contradicción es familiar si· recordamos
haberla ya tratado como sist;ema opositivo ''naturaleza # cul­
tura'', o también como dupla instancia ''biológico # erógeno''.
En ellas se pone de manifiesto un dualismo; el dualismo que -de
Freud en más- caracteriza al humno.
No es por casualidad (ya que estamos hablando de Freud)
que en ''La femineidad '' esboza la premisa fundante de todo
deseo. Hay una oposición a nivel de la €onstitución y de la
Función en la base del sujeto. Claro está que si por constitución
entendemos al orden de lo biológico (IJ) y que si por Función
sexual entendemos al orden de lo �rógeno (e) , llegaremos a la
!><>
idea que el Edipo deberá producir una ela ración en e nivel �
biológico capaz de producir la instancia erogena. Y esta instan­
cia, es la instancia de la letra. Digo bie n: la letra y no las letras .
Se trata del sujeto ; no de la literatura. . .
o no es otra co sa , q9e lo hemos graficado (en otro
Este proces
texto y otra escena) como 'pasaje de lo biológico a lo erógeno ',
tJ -+ e
ha eo cupa do pu nt••aliz ar qu e existe u �a resistencia
(e }, Y
dond e no s pr
en lo biológico (IJ } para aceptar el orden de. lo erogen �
a la
que esa resistenc ia debe ser ve nc id a. Deno mi na mo s Ed ipo

41

Scanned by TapScanner
t.an
v e n c im ie n to e in tr o d u c e a la menciona ­
operación que realiza e la h e c h ra d el su je to
g en a . T o d o e st o si g n if ic a q u ':l
da instancia eró , q u e s1 e ll: d o � n
m is a la in sc ri p c ió n d e l fa l� . si s­
tiene c o m o pre
p ri n ci p io d e e q u 1v a le n c 1a s, in sc n be al
tema relacional o un n o s d ic e F reu d­
sí m b o lo . E s u n sí m b o lo -
n iñ o en el orden del lo q u e instaura al
st en ci a d el o rg an is m o Y
lo que vence a la resi
inconsciente. prende r
d ic h as , p er o lo q u e im p o rt a co m
Se trata de cosas ya q u e m a
ó n - es q u e h ay u n a in te rv en ci ó n ( lla da
-de ahí la repetici la ca rne con el
el cu er po co n la er og en ei da d,
edípica) articula
ia co n el si gn if ic an te . V eo , ta n só lo , ne ce sa ri o
símbolo , la m at er
pr ec is ió n en es to . C ua nd o de ci m os el cu er po y la
introduc ir un a
y el sí m bo lo , la m at er ia y el si gn ifi ca nt e, pa re ­
erogeneidad, la carne
ce qu e am ba s ex ist en ca da cu al po r su la do y qu e es
ciera qu e se di
es o qu e la s co st ur e, qu e la s un a y qu e la s pe gue.
necesario un proc
o. Se tr at a de qu e en el Ed ip o es ne ce sa rio ac ti­
N o se trata de es
n óg en a en la an at om ía , la fu nc ió n · sir o bó lic a en
var la funció er
la carne, y la fu nc ión sig nif ica nt e en la ma te ria . En fin , se tra ta
de que hay qu e pr od uc ir! Ha y qu e pr od uc ir al inc on sci en te.
A esta producción la lla ma mo s: inscripción de l fal o. ¿Qué
se entiende con esto?.
Si nos remitimos a los conceptos poc o antes señalados y de­
sarrollados, es fácil comprender que la posición fálica es funda­
mentalmente una distribución de lugares asignados a los perso­
najes 51�e p�ticipan de la escena. Cl<µ"o está que, según su función
dr�3:t1ca, estos n ? ��n lugares cu� esquiera:, s� trata d � 'lugares
,
narc1s1stas . La pos1c1on del falo sugiere una top1ca narcisISta.
Veam ?s: es fácil de ver que sin en la.maternidad la mujer rea-
.
liza un ansiado deseo, el hijo v�ene a ser en todo esto un sopor­
te· · Soporte del deseo materno, o bien inscripción en lo real
·

de aque� � , que la, �quivalencia designa en la historia materna.


Esta posic1on es ��cil de apreciar tan pronto com o nos orienta­
mos a la observac1on de qu� , aun an,tes de nacer, el niño ya tiene
un nombre (acostumbra�a mvoca�io del ide al), un lugar .entie
!l
los herm�nos ,< �ue le tiara una posicion -digamos- en el linaje) ,
� espacio f1s1co que lo aguarda. En este momento �l infans
�-SIS. te en la
�exualidad fam ilia¡. Habita en. el seso ae los padres
es:a
sesualidad, compuesta de im agos es el inst
rumental co�
que ª �adre �merge en tanto deseo del 'dram a de
la castración ·
La eqwvalenc1a estatuye una su tura. El h iJo ' ' es su materializa-
ción.
El hijo sustituye en el deseo femenin e1 dese
o del pen ,
tapando con ello el corte Y e.l taJ o Claro qºue ese corte no se s1-
·

tua en el genital (ingenuo sería limitarse
·

. .
, . .

al espacio de la 'ilus1on
. ,

,
positivista') sino en la indefen 1on, 1a falta primor .

dial, la ca-
rencia originaria en fin ' la falt. a �e ser con que (s e ) nace
. '. . .
Pues bien, si lo propiamente fecundo no es ( com l t

·

nen los adláteres de la depresión como base para la el�i:r!�


ó )

42

Scanned by TapScanner
ltl l.{,pt 'iil1\, si110 •'l re.' •ht1zo <lt' ('Sn ftllln, P l t1ijo rs u11 orgt1r1\<\ n­
t ti' ¡X' Y ttn l f r111 i l \l n i< rirll ctc.'l re� ·l1nzo , y t>Or l o tttn t.o (..s
t1n triun fo: ''el t rillll fo (ft'l tttl>Ór . �rtl�1ó11 por cu:\tt l.<> si· o J ctc�s00
pritn rdinl dt' l:\ t1\\tj;1· C's 1 dr·s <\o (i<\ ft•lo , on l<)ll<!(�A l\l hijo <\<1t 1i
''

vnl' .�t lt\ con 1 i ns� l()tl Qll c.� ·ol 11ll t <\s < 1 sc.'o, J4 itci l es An<·a.r q u r
..

el lllJ .:>n t rt\ ttq u t hit ic.' llti co l 1nn t11 ie1l to� . 1'amhi ',n (�S fácil
Stl ar Qtl<: nl1 í ' 1 lt1s bt\S\"'S qtl ' sust.011 Ln.rán é:tl u l ier jor suj e to .
t.t�
Se tra ta de un n ·c? lu l : t Y l tl d \110 1n i1lt\ tno s nt\r cis ist.n . Co me > ·totln
célt1l� s el g , rm en d alg o qu ' dcb \rn desttrro l l urso, aun que
e 11 v1e n t1clartl.t qu n su desarro l lo d b rá atrav •fiar por los
.m andt·os y po r los labc rit1tos d 1 'Ed ip o.
Esta pi dra angular qu) )s In e " l ula narcisista será la base
sobr- la qu s n.rqui ctarú .l sujeto. Esto ya lo ijim os, pero
� d
.
hern os � u rldo �cp ttrlo paril poder aclarar mejor que , si esta­
mos d1c1 ndo sujeto, es porque él es preso o omarrado : esclavo
.

d 1 deseo. Por ende , se deduce que en la célu la narcisista están


los fundam ntos más profundos de lo que luego resonará como
des o. Un deseo que se normativizará en el Edip o · si todo corre
bien ; un deseo que se perderá en la psicosis, cuando la célula se
fije izyenun ciablem ente; un deseo sin sujeto y sin deseo, cuando
la célula no se constituye, estableciéndose la esquizofrenia.
Este punto del deseo, donde eJ co1inamiento esboza una es­
cena ideal y cerrada, es lo que Freud denominó narcisismo. En
él, hemos de ver una particular manera de investimiento de la
catexia: la libido ocupa al propi� yo elevándolo a la categoría
de objeto.
Pero no hay que dejarse seducir por las palabras, porque
c11ando decimos que la libido ocupa al yo elevandolo a la cate­
goría de obje to, existe la posi bilidad de pensar en un individuo
que se. ama a sí misrn o, lo que por otra parte no es otra co �
que la imagen más extendida que existe con respecto al narci­
sismo. Y sin embargo no es así. Antes del 'amor al yo ' hay un a
mos
otra escena en la qu e 'el Otro ama al individuo'. No debería
olvidar tan fácilmente que al estudiar el narcisism
o primario,
eud cu en tra co n el narcisismo de los padres funcionando
Fr se en
como su causa:

''Hi'S majesty the baby . . . �eberá realizar lo s �� seos


inc11m pl id os de sus pr o �� ru to re s .
.
. . El p� to mas es­
na rc IS ista , la 1n m �r ta l1d ad �el y o,
pinoso de l sistema
tan duramente ne ga da po r la re al id ad , co nq ui st a su

fugián
do se en el ni ño . E l am or parent �
afirrnación re
tan conmovedor y - inf an til fo n do , n o es mas
tan en el
una resur rec
c ió n de l nar ci si sm o de los pa-
5
que
. ''1
dres

. .

u o se am e, es am ad o . D ig am os que
Así, antes el individ
que

1 5 S. FREUD : Introducción al narciamao · T. l. pág. 1 09 1 .

43

Scanned by TapScanner
el niño rs un1itclo \(\ sc Jr rJ (
' m f\) i1m c.> ' el(' lo a � tros. A esta estruc.
. nr 10 , c o r('lspon de
m t) 11a rc is is o pr 11n ! una
rf' a l1d a d por Parte
>n (l •(\ Jn os co �
Lt
itlru qtl<' c<
se gu11c1�1 ft\S(\ qtt<' c< >n Li c}1 1r lfl as r1c 1o �r
n si a
.
ll pu r( 'C <' n p f1 r t r 1 de es e> m o m en to dec ir :

del tliño m iR ln <>, qu i<'


r>:. 1c1 rc s, yo m � a� o' ' · E n i·<; �u m e¡ 1,
''a l igual dt' 1<> <JU C h1 tc <\n m is
el am<)r de l o t ro s nn lc1 ric )r al am or pr op io �
. Cl ar qu e sie mpre
.
queda u1 1n ci e1· ia ambigüe(i �1d en Lo rn o de es te pr o �10 ' pues
no se snl>c si c11 pr O) )JO
an 1o r lo sLt hr ay ad o es la pr op ie dad, la

co rr cc ió n de lo s m ét od os y la lim pi ez a, o el am or al Y� ·,
a de re la ci on es qu e int erv ie ne co n re la c1o n al hijo
El sistem
( y que he m os denominado falo ) , cr ea u n a
p r �
a tici ? de lug�res
cc 1on de objeto
en i·elación al 11arcisism o. Sa be mo s qu e to da ele
co sa qu e un res idu o de· la ele cc ión na rci sis ta , y por
no es otra
lo tanto si los padres ven en el hijo un obj eto de co lm am ien to,
lo es en función de aquella 'otra esc ena ' con for ma da po r el pro­
pio narcisismo. En todo esto, el hij o no es él . . . . Es lo que 'uno
quisiera ser ', 'lo que uno fue ' . . Y para con clu ir, se ve que en el
.

centro del interés parental no está el niñ o. E_stá el n�rcisismo .


\MADRE \ �--- 1 PADR�


NARCISISMO

\ NIÑO }
En resumen, el narcisismo es un lugar -un lugar libidinal­
Y una particular posición de la identificación con referencia a
la realización del deseo, lo que también se prodría expresar dicien­
do que el narcisismo es la posición identificatoria correlativa
a una realización del deseo. Analizando a fondo las peculiarida­
des de esta identificación, observamos que en los padres se trata
de un colmamiento explicable en función de la historia; la ca­
rencia del otrora, se cubre en el ahora. Mas, en el niño, ¿cómo se
estatuye esta dialéctica? ¿Cómo se inscribe esta posici ón si su
particularidad es al de carecer de historia?
Recordemos que el niño se halla en posición de inde fensión ,
tanto materi , al como sim,bólica. Material por cuanto carece. Inne- ·
.

cesano seria precisar mas porque la lista de las carencias sería


.

tan larga . . . El h�mbre, la sed, el calor, el frío son exigencias


q� e superan ��pl1a�ente toda posibilidad de reacción del orga­
nismo del rec1en nacido. De ahí que la noa distintiv más defi­
a
nitoria sea la car�nc ��· Simbólica, po r cuanto mal podría dispo­
ner de una orgaruzac1on representacional capaz de situar su ''ser
en el mund o'' , si no hay ser, si lo que hay es falta-de-ser.
El � iño asull} �á su ser al asumir el lugar que le designa el
unperat1vo categor1co del deseo parental . Sea: asumirá su ser así
.

que asuma el deseo del otro, siguiendo con ello la vía de una

44

Scanned by TapScanner

alien aci ón . Y esta par ti c 1:1 lar alienación no es otra cosa que lo que
oc
con emo s c mo 1 1 a rc 1s
. 1�m º .que al igual que en el mito, exige
e11 su co ntenido qtt e el ind 1v1 du o
� '
.

se precipite en las aguas del


dese o crey � ndo reconocerse en el otro, creyendo reconocerse
eJ1 su refleJo , cr ey en do qu e se encuentra cu an do en realidad se
pierde . Y se ah og a. En ese mo me nt o se prodL1ce la desapari­
ción del cu erp o Y e n su lug a1� florecf\ la erogeneida d. En ese mo­
.
.

m en to ;;e pr o d u c e la , desaparición de la carne, y en su lugar flore­


ce el s 1 mbolo (u1 1 s 1 n1b olo qu e como su definición lo exige ' es
prese �1 � ia de una ausen� ia) . En ese momento se produce la ae­
1c1o , n de l m ateria � en
sapar � su lugar florece el significante.
En1l?ero, ¿po dr 1 a ha be r s.1? 0 de otro modo? Parece que no ; al
bebe no le cabe otra opc 1on que la de asumir el deseo del otro
o en su defecto per ece r. La alternativa es tan férrea que la duda
no es posi ble. Ante s de dejar de ser, será 'otro ' . . .
Y a lo hab ía anticipado el verso de Rimbaud: ''El yo es un
otro ''.
Claro que esta asunción del deseo altero no es una mera decla­
ración de princi pios, un pacto entre señores, o un acuerdo a
la manera de los acuerdos de caballeros . . . En todo caso, se
parece má.s al con trato social de Rousseau que todos firtnan
sin tener opción a la lectura previa o a la previa discusión de
eventuales desacuerdos. De todos modos hay contrato, puesto
que el niño firma ( o sea: inscribe a la letra) un jeroglífico y una
rúbricaL más conocidos entre nosotros -psicoanalistas- con
el nombre de identificación. Ciertamente -hay que decirlo­
se trata de una identificación un tanto paradoja! pues el. infans

(se) toma a sí mismo como referente o como soporte. Pero es


por eso que en el narcisismo, el individuo no es uno sino que es
dos, aunque no lo sepa . Era soporte antes de ser lo que es, y
es deseo después de haber sido soporte. En su dimensión in­
trapsíquica, el narcisismo es una estructura dupla, pues �n su
interior el individuo se desdobla, y es en este desdoblamiento
que se transforma en suje to.
He ahí la fórmula de l narcisismo.
deseo
soporte
El niño es ahora un algoritmo. Deja de ser una masa de reflej os
y de regulaciones inmediatas y h �In:eostáticas pai:a transfor.marse
en una co m pleja estructura sof1st1cada y mediata. Mediata Y
no en va no : hay alg o qu e m ed ia su de se o; es e alg o es el de se o
del otro. .
. A te nc 1o n con
,

En el algori tm o, do s ni ve le s se en cu en tr an
este térn1ino; he dicho se en cu en tr an y no se f nd en . Es po rq u �

a s1

la ligazón entre ambos no d e j de se r co m pl ej a, so br e to do


al té rm in o de l pr oc es o se pr od uc e un
tenemos en cuenta que
de se o ta po na al so po rt e, la co m ­
encubrimiento según el cual el
ca re nc ia . H en os de nu ev o an te la
pletud narcisista tapona la

45

Scanned by TapScanner

ta m bi én es aq u í d on d e se insinúa
'f il os of ía del tapón ' . Pe ro
y al gú n ta pó n ca p az d e o b tu ra r p o r mu,
la lo cu ra p u es , ¿acaso ha
r d o n d e se d es pe ña el d es eo ? Tapón
ch o ti em p o el aguj er o po
d az o de so po rt e y u n resto de dese o .
roto . . . E s el loc o : un pe
la co n ex ió n ex is te n te en.tr e esta duaJ i-
V em o as m ás de cerca . ,
es tr uc tra du al de l n ar ci sism o oc u po a
dad y la lo cu ra . . . La od uc .
os al re sp ec to . E n '' In tr
F1·eud desde sus primeros escrit
o a pl an te ar la cu es ti ón ) , Freuc
ci ón al narcisism o ' ' ( pr im er te xt
re la ci ón co n el O tr o .
a
co lo ca al narcisismo in fantil en direct
en 1 9 1 9 ,
E sta reflexión asumirá fo 1·m a m ad u ra en ' ' L o si ni es tro' '.
nt o qu e ti en e co m o pr ot ag onista
L o siniestro es u n desdoblamie
exclusivo al pr op io sujeto. Por es o es qu e de ah í en m ás , el su je to
co in ci de nu nc a- ni co n su yo,
es do s, el sujeto es doble y no
ni con su conciencia pues m ás al l� de es os ha y un se nt id o pro­
S("
qU f le s es ca pa . Sa be m os qu e el
fundamente inconsciente
sentido supone una articulaci

pe so y el
'' . . . Freud ha descuo1erto en el ho m br e el
ción
eje de una subjetividad ultrapasando la organiza
individual . . . Qs doy una definición po sib le de la sub­
jetividad al formularla com o un sistema organizado
de símbolos que pretende cubrir la totalidad de la ex­
darle su senti do . . ''1 6
perie ncia, animarla, .

Siendo que la locura consiste en una brutal 'caída ' del sen­
tido, Y siendo que éste se constituye �n la dualidad de la es­
tructura subjetiva, las locuras son hijas del fracaso en la cons­
tru� ción del algoritmo. En efecto, en la hipocondría, en el
autismo, en las esquizofreJlias hay algo que falla ya sea a nivel
del d�seo, ya sea a nivel del soporte, o ya sea a nivel de la arti­
,
culacion �e � bos. Tal vez el ejemplo más accesible sea el de la
,
madre P �1co�1��' cuyo deseo es incapaz de relac ionarse con el
sopor�e, im I?�d1endo as 1, la costura y prop ician do en cam bio la
J mp l o es util como
desart1culac1on del SUJe _ ,
., to Tam · bién el e,ie
para observar la cuestlon de la 'heredab ilidad , de la l ocu ra. Suce-
de que tal h e · .
que es el d :f ����fo :�: :: �
ar
fl .
t rse en esta �scena, e n este ám� ito

P Jo, pues all1 la madre pondra en

J·uego un reneJO· si· n re eJo .


. .
El movim iento es doble ) U ,

to de la madre quien inv·


'�
�s. �1 c� o hay u n desplazamien -

es necesario u� desplaza en 0 i�� i � r


b di al � ente el cuer o del n iñ o,
. �
e ni�o en dU'ecc1on al deseo
materno. Como resu t.ado de
l
gestalt. Digo estatuye no e e

e tos m ov1m1e .
ntos se estatuye una
sen�i_�o de estatuto , sino en el
sentido de estatua. L� estat �
narcISISta se hace aq uí presente .

16
J. LACAN : LE SE MINA IR E
e! dana la techniq ue de la
Livre 11 •• 1:� mo 1. dans la therorie de Freud
tron materia liste du phéno
p� ch°cJnalyae � Con férence IV : 'ªUne défini·
Seu1l,
. rís,
Pa 19 7 8.
mlne e conac1ence , , - P� g. 56 . Ed iti on s du

46

Scanned by TapScanner
��J a a l ti v o Y pom poso c l e l e sq u i z o fré ico repite al automa­
nd a r n
tón qu e la Pstatua consagra.
Es que hay aqt J í u !'l � ima gen (tal vez mejor : ima go) que , co­
mo tod a im a� en ,.
11a b1 l i ta al m u n d o de l o imaginario ab
riendo
Ja pttcrta a la i l us1 c>n . U na u n 1c l a c l a 1 >are ce. La pluralidad ha que­
, .

da d o encubie rta. Estamos e n 1 )IC'no esp('j o.

En el espejo se acu ña un a imagen, se imprime un reflej o .


Pero no sólo eso . En su sen o se produce una conquista que es la
que hace la cria de hom bre (hasta entonces a.mpliamente su­
perada por la cr1a ,,
de chim pan cé en su adaptación al medio ) ,
de un salto cualitativo capaz de instaurar la distancia que med ia
entre . la cría cultural y la cría del bich o. El motor d� ese salto es
una imago y lo fund ame ntal de la misma es establecer las coor­
denadas de la dime nsión subjetiva. En efecto, en el estadio del
espej o el sujeto incorpora algo así como un cuadrante de rectas
cartesianas que es lo que le permitirá localizar en el espacio y
en el tiempo toda huella, todo índice, todo objeto, en fin, todo
el sujeto. Se trata de un principio clasificador; una abcisa y una
coordenada. Ellas tornarán posible la localización de todo trazo,
de todo garabato. Son ejes espacio-temporales.
·

La referencia de espacio (consolidada en la identificación)


y la referencia de tiempo o sea, del eje antes-después ( eviden­
ciada en la tensión de la catexia, en la espera que precede a la
angustia. . . ) son tan claves que permiten dibujar un preciso
límite entre el hombre y las restantes especies. Pero no sólo . . .
Veo aquí condicion es para establecer también el límite entre
la locura y la psicosis. Efectivamente, ciertas desagregaciones
esquiz ofrénicas, la hiperquinesia autística parecen señalar la ca­
rencia de esta estructura referencial.
· Sin embargo, el desarrollo del sujeto exige mucho más que
esto . La inscripción de la imago es el primer escalón en una se­
cuencia. Por lo pronto, la imago no resuelve la cuestión de las
ley es . En otras palabras, el sujeto debe aún simbolizar Ja legalidad
que rige a la relación existente entre el objeto , la imagen, el es­
pejo Y el sujeto. Este proceso largo, arduo y complejo se res�me
en nuestra teoría con el nombre de Edipo, cuyo desenlace final
tiene lugar en la oposición o conflicto: falo - castración. En el es-

47

Scanned by TapScanner

pejo se consag ra un a im ag en (f ál ic a) . Lu eg o, el inf an s la s?me­


co ns ta nt e, ha ci en d o u n a p�e �t a a p ru eb a �� 1 p or
n
terá a debate
r h as ta ll eg ar a u 11 m 1t e: la ca st ra c1 o n .
las vías del ensayo- erro
es pe j� se �c �i be un cuerpo. Un
Por dar un ej em pl o . En el �
cuerpo narcis ista , ci er to . La di � en si o� 11b 1d in al de es te cu er p o
, un o de cu yo s ni_ve les , p one
sufrirá la pr ue ba de la ca st ra ci on
en juego y en di sc us ió n ba jo la fo rm a de un a am en az a de cas­
La <;IUe
trac ión a es te cu er po . am en az a de l pe ne no es ot ra co sa
una am en aza di ri gida ha ci a un a de las pa rt es de es ta or gan iza-
ins-
ción libidinal. , i o l}evar , al suje · t o a ·

Insc ript a la im ag en , el de ba te ed 1p � !1
ct o de la cu es tió n qu e es ta m as � la de el la . �e tra t a
una
cr ib ir un aspe
de la du alida d. Es qu e, cu an do un o m � a � � ge n, no s1e f!l pr e
sa lta a la vista si ella es re fle jo u ob je to , ex � t1e nd o ad em as el
riesgo de ser tomada ella misma co�o . �n objeto. De_ hecho lo
es. Pero es objeto ilusorio . Esto s1gruf1ca qu� no siempre la
imagen denuncia sus fuentes . . En el c.�º de la rmagen que e�ta­
mos tratando sus fuentes son ·ya fam1l1ares. Las hemos localiza­
do en un algo;itmo, y contiene un mínimo de do s niveles:
Deseo
Soporte
Se sabe que el doble tiene dos destinos: o no se elabora, en
cuyo caso sobreviene la muerte (o esas formas homónimas de
autismo), o bien se elabora en cuyo caso se constituye el sujeto.
Tan sólo que esta elaboración tiene además de todo- un estilo
y un sello. Hecha con pánico abrirá las puertas a la psicosis. He­
cho con angustia introducirá a la neurosis.
La doble exigencia del narcisismo es la causa de este fantasma
del doble. Fanstasma que as11me proporciones trágicas en la para­
noia, o detern1ina un fatal clivaje en la melancolía. Esta doble
exigencia también comentada en nuestro ''Curso y discurso . . . '',
exige al infans que para ser único (deseo específico de la tensión
narcis�sta), deba ser dos . . . Se trata de una paradoja, se trata de
un enigma, pero bueno es recordar que no otra cosa plantea la
esfinge al ambicioso Edipo. El enigma en cuestión se enuncia así:
''Si en función de la insaciabilidad de la libido el infans quiere
ser único, por la bifrontalidad de la estructura no le cabe otra
opción que la de ocupar dos lugares opuestos en simul
-'i1 �so es lo ue hac el aranoico. Esa es la
tánea''.
� � � practica del melan­

colico. El su1eto es el mlsmo, y al mismo tiempo el objeto ; esta
es la clave de la melancolía El sujeto debe ser él mismo y al
mismo �empo el obje�o del deseo materno (el padre) , he aquí
la premlSa de la paranoia.
La tarea en rigor solamente es posible por medio de un
clivaje . Será necesaria una escisión y hacia eso conduce un desa­
rrollo normal de la tensión narcisista. Claro que hay avatares.
El pánico que define a las psicosis, es la cal1sa de que el sujeto no
ingrese en la dialéctica edípica y, por lo tanto, la causa de que

48

Scanned by TapScanner
l a simbolización del tercero. No simbo­
ante nga sin elaboración
� zado , el psicótico l o
delira, lo alucina, lo reconstruye en l o

imagina rio.
El tercero . .
.
Y a hemos hablado de su intervención estructu-
te, así como de la fo rma que esa inte rvención asume ( N om­
ran
bre-del-Pad re, yJ:? cseo d e la madre) en términos de la organiza­
ción fálica .Pero i�porta . al1o �a estable cer que ese engranaje de
se inscribe en el sujeto. Definen una po­
inte rcam bios tamb1Pn
sició n. E11 princi pio porque el super yo ( heredero de la probl e-
111átic a edíp ic a, y forjado en l a imag o del padre) es emin ente men ­
te UJ1a instanci a narci sístic a. Y a hemos establecid o la idea que el
supe ryo concurre junto con e l Ello en l a produ cción d e un lugar
narci sista. A l pone1· en tela de juicio ese narcisis mo, la amenaz a
de castración obliga al sujeto a segregar una instancia de apoy o :
el superyo , que como ident ificac ión tendiente a suturar la falta,
viene a cicatrizai· l a herida de una ilusión quebrada. En fin,
viene a sutu1·ar la imago especu lar, a apuntalar -a m odo de mu­
leta- el cuerpo n arc isis ta.
Pues bien, bastará que el tal cuerpo esté disgregado como
para que el superyo pase a ser una inútil columna, un pilar que
no sostiene n.ada, o que en todo caso derriba con su peso a la
precaria construcción qu e pretende sostener. Es lo que acon­
tece en ciertas psicosis (en rigor: en l a paranoia y en la melan­
colía). En Schreber, ese superyo es de tal peso y calibre que
ter1n in a aplastando al suj eto . En Schreber, el Nombre-del-Pa­
dre es Flechsig, pero también Dios y también lo es el Sol. Las
salas y antesalas de este Nombre, se multiplicarán al infinito
como en el laberinto de:Minoatauro,. y Daniel Paul (desesperado
por ser precisamente un Schreber) no encontrará salida. Es e
lugar, es el delirio.
En la melancolía, la táctica difiere, a pesar de que la estra­
tegia es idéntica. Siendo que el superyo es un lugar vac ío, el
melancólico lo llenará con el yo. Claro que la laguna que deja
esta 'promoción' del yo, obliga al sujeto a colmar el hueco,
con un objeto. De este modo, el · diálogo delirante del paranoico
se transforma en una desgarrada escisión monologada en el
melancólico.
Avanzando todavía un paso más -en este sentido, observare­
m os que l� posición narcisista, no alude apenas a la instancia del
'yo especular ' . Su composición química ( digamos) nos demues­
tra que esa posición alude a un mosaico del que también par­
ticipan el Yo-Ideal, el Superyo, y el Ideal-del-Yo. Sabemos
que el Y o-ideal es determinante en el narcisismo infantil (causa
última de la megalomanía, egocentrismo, magia de la. palanca Y
�el contacto en el niño) . Habría que saber que en el sujeto (el su­
Jet? es siempre edípico ) , la acción combinada del supe!Yo co!1
e� ide al-del-yo , definen una práctica que no en vano ha sido cal1-
f1cada de ''secundaria'' . El narcisismo secundario. Ciertamente
Puesto que el narcisismo secundario rige esas formaciones. Tan

49

Scanned by TapScanner
sólo que habría que com pletar que , al decir ''secundari o'', no
estamos introduciendo un orden secuencial o cronológico, (en
el sentido de qui en dice primero y segu ndo ) � i �o �ue estamo s
introduciendo un orden estructural . Las ide nt1 f1cac1 . one
. s secun-
darias, son secundarias porque sup on en un a organ1zac1on , a más .
Este más no es otra cosa que un a elaborac ión de la castració n,
del tercero, del Nombre-del-Padre.
En aquellos tipos de ps ico sis en qu e ha sid � po sib l � la inter­
venc ión l
de de se o ma te rn o y, po r lo ta nt o, ha sid o po sib le la ar­
ticulación del algoritmo (so po rte/deseo ) , o �servamos que el
sujeto se ''salva'' del autismo, de la h i po cond r 1 a Y de la esqui zo­
frenia para ''p erd ers e'' en el ref ere nte de ese de seo mater no
'
(para ''perders e'' en los laq er int � s de l No m br e-d el - �ad re ), su­
cumbiendo entonces a la Paranoia y a la Me lan co l1a . Por lo
tanto, si bien estos do s cuadros presentan un a estructura del

tipo Y o-Ideal Superyo e Ideal-del-Y o, estas estructuras , por
- carecer de referente, se constituyen en peli grosas ortopedias.
Es el mensaje de los cuentos de terror, en los que las criaturas
se vuelven contra su propio creador.
Que no se nos escape -dicho sea de paso- que en su mecá­
nica, la melancolía se parece a una grotesca caricatura del
proceso dé construcción del Ideal-del-Y o, en tanto que la Para-
noia parece un burlesco sainete de imitación del proceso que
-en su decurso normal- habría desembocado en la c onstrucción
del Superyo.
Por lo tanto, cuando localizamos eil' la secuenc ia narcisista
la etiología de las psicosis, no nos estamos apenas refiriendo a
ese ''momento evolutivo'' de la organ ización del sujet o, sino que
nos estamos refiriendo -y en forma privilegiada- a la estructura
del mis � o. Que el � dipo es un gran deb ate, bus can do asignarle
un destino al narc1s1 _ smo , no es
cosa nue va, ni es cos a d·e hoy.
Pero tenerlo en cuent� !1 ºs ha de ser de sum a uti lid ad para
com �ren? er la problemat1ca qu e po ne en la me sa la cu est ión de
la ps1cos1S, ya que de lo contrario no s en te nd er em os na da de la
fabulosa genealogía, de la construcción fantástica de la funció
n
parental en el de lir io:

'' n o se puede leer la p ro d u cc ió n


deseante e n estado
· · ·

p u r� desde �l aspecto '' e sq u iz


o fr e n ia '' d e l d e li ri o . Por
la simple razon d e q u e hasta
. e n el d 1sc " urs o d e l os l o-
co s verdaderos se delira so b re
papa' y mama. ,
e n e I supremo e sq u 1z o : Artaud 1 ne l uso
e
.
.

S u co, d 1go. d e l 1ran t


es h u e, rfano; a s1 , y o , A n to n in Art . . . .
·

· ,,

aud , soy m1 h IJO , m1


pa dr e, m i madre y yo ''. i '

1 7 P. ZOPKE: Fonología del cuerpo - Cap 1 , pág. 3 5 . Helguero Editores,



.

Buenos Aires, 1 977 .

50

Scanned by TapScanner
3.- La estructura fálica
�a estructura fá! �ca (t em a q ':1e ahora pretendemos abordar)
con � 1 � te en l a re un io n de . la grilla relacional co n la topología
pos1c1 o na l �sb o za d a por la intervención del falo . Esta estructu
ra
que -repet � <?s- es fruto del encuentro de la red con la topo
lo ­
g ía, de la u n io n de los lazos fálicos con el espacio falocéntrico
tie� e, c �m o sede Y l �ga r, al sujeto en persona. E n otras palabr
as,
se inscrib e e� e ! � UJ et o. �odavía más : es la estructura gracias
a la cu al el i � div1duo adviene a la posición del sujeto. Por lo
tanto , su espacio Y su materialidad son los de la subjetividad.
Esta estructura, que no está 'fu er a' del sujeto sino 'd
en tr o'
que l � .co m po ne Y lo de fin e al mi-smo tiempo qu e define a I�
subj, etivi da d, la he m os de fin id o en oportunidad de dar curso
a nuestro di sc ur so según un cuerpo de cuatro tesis relativas
al falo Y cu at ro tesis relativas a la castración 1 8 •

La s tesis relativas al falo establecían qu e:


1 .- El inc on sci en te se forja en la relación con el Otro.
2.- En el mar co de esta relación con el Otro se intercambian '

soportes.
3.- De todo s los soportes, hay uno que es sobreprivilegiado por
su dob le carácter placiente y diferencial. Es el pen e.
4.- El privil egio del soporte-peneano, se produce en el curso de
una coyuntura que es la de la separación de la imago del seno
materno y la concomitante práctica de la masturbación .

Pero •también dijimos que estas tesis no agotan la cuestión,


desde que la estructura del falo tiene peso e importancia en razón
directa de la intervención del Complejo de Castración. Y es pre­
cisamente con el objetivo de dar cuenta de este complejo que
acuñamo s u n cuerpo teórico ( también compuesto de cuatro te­
sis) cuyo s enu ncia dos sostienen que :
1.- La castración co ncierne a un órgano : el pene.
2.- El pe ne co mp rom eti do en la castración e,s ante todo un órga­
no fantástico o en todo caso, un a fantas ia.
3 .- Es ta fantasía' r�s po nd e a un a relación, que es fun �ante en la
co ns tit uc ió n del in co ns cie nt e: la relacion M �dr e/ N1 n <:> . .
n se pr ec ip ita en un pr od uc to 1nt ra su bj et ivo : el
4.- Es ta re lac ió
qu e po r es ta di ná m � a, en cu én tra se co m pr om e­
na rc isi sm o, �
tid o po r el co m plejo de la castrac1on.
N o p retend em os co m en ta r es ta s te sis , co sa qu e ya he m os
o xt o de re fe re nc ia . A pe na s pr et en de m os ob se rv ar las
hech e n el te
c1o n d e1 su1e· t o, Y p a ra e ll.
o las
· '

en fu nc io na m ien to en la pr od uc .

ur so . D isc ur so qu e, en su de s� l1e gu e
articularem os en u n disc
en te ) , no s da la di al éc tic a de � Ed 1p o en
(b ue no es te ne rlo pres ,
: a pr á� tic a de la m as tu rb ac io n su po ne
lo s siguientes tér1n in os ''L

1a A. GODINO CABAS Curso y di sc ur so de la obra de J. La


- can - Cap. IV '
137 a 1 6 2 .
págs.
51

Scanned by TapScanner
l ·l itJ LtJ lci<·íoi
1 d«• 111 1 <>rga 110 (e l p<' ne o el cl ít o ris) qu e
im
ª es
l
lJ. •
Porto
,e; 8U di
de pl ac er , pe ro ta m b ié ·
,
ll de• <>1·�a110
y
ti•J t• iz st <> n en
) <I<' 1<1 (a n ta
e 11 d
s ia .
1llde
d es d e que la fan tasila
.
l, �< >p o i· /<
,
l d
>
>t
,
llll 'llS l·c
1 11t< > (e1 1 la q u r se e s oz � el O t ro y se Q
'

1 111a d1·<' /1 b •

a la rel ac·i cJl . Pre c ·


pit a el 110 r(\l si. t.; 111v ) <'l c1c• /c)
fa
111a sl u1- ba to rt< >
eri marcha de esto s orga
ex ige m
co o pre
-cond � ·

., t.0,1 ,,
e
i·c>qt i �
i. il<> pi1e sla n iz ad ore,
·

pre
• �tn (l ol o l<1 n, nos encontr
En ti r fi r 1 i t iv < \ , y

, 1n1r b. amos con ·

una
S('Clt ('tic ta de vttrios
11ive l<1s esca l ona do s con fluye ndo de m
,
anera
¡1c1·0 · b 1en en 1 o mas supe rfic i'
arti cula d a. Y s1 · '

erei 1c·inl
·

dif ., al e
de la obscr vac1o n 1 o que se nos pre
,
n
l o 01ús f cnom c'nico senta
un �1cto , una motr icida d, sabemos que ella no es autón oma, ni
explica por sí miasm a. Por l o pronto �� � r ue se trata de un
:
acto
que remite a u11 cuerpo capaz de sens1b1 l1dad y capaz de placer,
.
p ero tambien capaz de ser representado. Y Justamente por tra.
tarse de un representable y de un r� presentado, este cuerpo,

insinúa una trama de fantas1as, un sistema de creencias. Mal


podríamos -llegados aquí- desconocer la dimensión relacional
de toda fantasía y de toda creencia, pues la experiencia nos en­
seña que ellas invocan un Otro (en lo más simbólico de la expe­
rienc ia) y que ellas evocan la relación madre/niño (en su di­
mensión más concreta). Finalmente, la clínica nos ha familiari­
zado con la idea que esta relación no es eficaz si no está inscripta
en el sujeto, en un registro de memoria sumamente particular
puesto que lo conocemos con el nombre de ''narcisismo ''.
Un resumen de esta secuencia nos pone de manifiesto los
pivotes de este análisis: el acto, el cuerpo, la fantasía, la rela­
ción y el narcisismo. Por lo tanto, no se puede pensar un acto
( c11alquiera que este acto sea) que carezca de esta infra-estruc­
tura, baj o el riesgo de reducir la comprensión a una cari­
catura, o a una grotesca enunciación, a una explicación de
opereta. . . Por lo mismo, estos niveles, esto que estamos llaman­
do infraestructura, requiere nuestro análisis, pues en su sentido
más profundo nos habla de una organización. Una organiza­
ción que sugiere una escala de jerarquías, dado que bastará que
el nivel relacional (la dimensión de1 Otro , ca11sa última del
inconsciente ) fracase como para que el resto de la estructura
.

caiga estrepitosamente, como lo revela el drama del ''brote''.


Del brote psicótico.
No �� ía ser de otro mo do: sin pilar, sin fundamentos, D?
e se sostenga. Es así como al masturbarse , el pal·
hay ed1f. 1c10 qu
cótico no ingresa en el régimen del pla er ligado al deseo del �
cuerpo fantástico (el cuerpo de la fantasía el cuerpo narcisi.••
del espejo) sino en un sistema delirante. y no es casual, desde
que el delirio es una tentativa de encontrar ese Otro ausente
cea que con � mas·
en la � de la f mación. Di¡amoa enton
��
turba�t�n el ps1. cot1co accede (como todo organiuno nvo) •
un regunen de excitaciones y que ea ahí donde preci•amente
sobreviene el desastre puea, careciendo de fundamento , ee hunde
en la ausencia de significación.

Scanned by TapScanner
¿N o es acaso que el placer
responde al deseo, y que el deseo
es -ante t?do- un significado?
De ah 1 qu e, cu and o la fa lla ª . n�vel
en cía
� el Otro es de gravedad,
la ''aus de sig ni ficado '' 11 v
autismo o a ' 'perdo r( se ) '' e e cu rpo.j � ª ª

su eto ª, '' l? erde
laber1nt1co Y fragmenta­
r( se ) ' ' en el
río de la h ip o co n d rí a . Se v · l ps i osis
Una rc fractariedad sumam e e part
�t ª � es refractaria al E dipo .
. 1 c ular, pu esto que la teoría
Ja desig.r1 a con el nada acc1�den
. tal concepto de ''verwerfung''
Sie d . � , qu c lª verwerf�?g es una abolic
ión simbólica es u n�
� 1c .
abo 1o n de 1 a castrac1on co m o pe�cep t0 Y co
mo interpreta-
'

ción de . se. nt id o . Con ello queda abolida la Ley


' t ' que funda al or-
de gn i f1c
. �1 l . �iad d e � � ' . Y con com i tantemente queda abolida toda po-
s1 b i . s1gru f icado Y de sentido.
S n em ar o, .el h� ch o de que la psicosis es refra

� � . ctaria al
Ed . , iP , no e e s1gn1f1camos que debemos buscar una explica­
cion d� �a loc ur a en un otro lugar, fuera y lejos de las fori acio­
n
nes ed 1 pic as . La comprensión de la locura re§ide en la posibilidad
de G?�prender esta refractariedad esta rec.usa esta abolición
. bol1ca. ' '
s1m
El psicó tico rechaza al edipo. Una teoría del psicótico es
.
P?s1bl e, t� pronto coino elevemos este ''rechazo' ' a la catego­
r1� ?� objeto de estudio. Como se verá y como se ve, la falla
ps1cot1ca no �e �educe a un ''episodio'' evolutivo. No se puede
pen �arla en tén11 1nos d� una precoz fijación a tal o cual otra figu­
ra, rmago, zona u objeto parcial. Se la debe pensar como un
''repudio'' .
Es en la comprensión de este ' 'repudio'' que encontraremos

las bases para pensar el col)lpromiso activo del sujeto con el


delirio. Una actividad que se manifiesta en una duda. Y si en
la fobia ( en el caso Juanito) esa duda se expresa bajo el dilema
¿co n qui én relacionarme? ¿co n el hom bre o con la mujer?,
en la psicosis el dilema se agrava : ¿Qué cosa es una relación?
¿Qué es qu é en el fenómeno relacional?
El falo es una organización . Ya lo hemos dicho. Sin organi-
, zación no hay sujeto, y sin sujeto ninguna relación ni ningún
signific ado es posible (desde que relación y significados son
productos subjetivos). Por lo tanto, al fracasar la organización
substratante, el psicótico fracasa en 'bl relación y en la construc­
ción de l signific ad o, Ta n só lo qu e no s gu sta ría ad en tra rn os
en este fracaso pu es to qu e, si bi en lo he m os de fin id o un pa rá gr a­
m o 4n a du da , cr ee m os po sib le pe ns ar en un a
fo m ás arriba co
gama de respuestas:
• la du da sistemática del delirio.
• au se nc ia de re sp ue sta de la co nf us ió n o
el sin-sentido y la
de la depresión. .
• d e la m u er te en el au ti sm o .
el silencio total
.

P or lo ta n to o b � d ec e al p ri n cip io
El falo es una organización.
cu al no p u ed e u contra sus pro-
de toda organización según el

53

Scanned by TapScanner
pias premisas. Quiere esto decir que, al enfrentru.:�� con la castra.
ción, el futuro psicótico adecuará la interp�etac1on � la percep.
ción a sus propias premisas . He ah í el repudio. �� ah1 la refracta­
riedad para con el edipo, puesto que sin castracion ºº. hay Padre
( y por lo tanto tampoco hay madre puesto que no ha� diferencias )
ni hay Nombre-del-Padre, ni hay deseo, ni hay ley , n1 hay sentido .'
ta m os in tr od uc ien do la id ea qu e el ''r ep udio psicótico''
Es
ob ed ec e a un ob jet ivo . · · Im po rta n te idea
tiene una intención
desde que habilita �
pe ns ar la ps ic os is co m o sie n� o l� ..Prosecu.
ción de un objetiv o, el lo gr o de un a m et a, la re aliza c � <;>n de un
u1, es la co ns erva c1on de las
ideal. Efectivam en te lo bu sc ad o aq
isas, p·u es to qu � al igua l qu e to do bi ch o vivo el hum an o
prem .ra a
ni
ta m po co qu ier e bu sc a el sui cid io . Ta m po as pi pr ec ip itarse
en el abismo contradicién dose. ¡ Si hasta se sabe que el melan­
cólico, al suicidarse , está cometiendo un crimen ! !
Como vemos nos estamos acercando po co a po co Y lenta­
mente al conce to de muerte. La muerte . . . El psicoanálisis

la aisló como pulsión y no com o estado . ¿Q ué significa esto ?
En primer lugar que en el ámbito del hum ano no es posible
pensar el ''estado de la muerte''. En todo cas o, la muerte es un
impulso. Digámoslo claramente : un deseo . . . Pero entonces,
¿qué deseo es este que busca a la muerte como objeto? Diga­
mos que no es así como se lee en psicoanálisis. No hay una
pulsión buscando y un objeto buscado que es la muerte. En
realidad se trata de una pulsión que, al buscar(se ) , encuentra
la muerte. En todo esto, la muerte no es un objetivo, es un acci­
dente. El accidente mayor del deseo. Si la psicosis se da de cara
con ella no es por haberla buscado siguiendo un riguroso pro­
g;a�a, smo . porque pretende evitarla . . . Curioso, pero es la
logica de todo proyecto; ya lo dice el refrá n: '' basta no querer
tomar caldo, como para tener que tomar tres tazas'' .
rlaJo el narcisismo yace ia muerte. O mejo r: la tensión narci­
sista tiene a la muerte como desenlace. Pero es un desenlace
trági�o. Ante todo porque no es eso lo que el sujeto quiere
p�cr�ame�te. El deseo narcisista de perfecta sutura, de perfecta
co�c1denc1a con el deseo •del otro, de total supresión de las
exc1tac1ones, conduce al trágico de �ino de un � parálisis total,

mortal. Afortuna�amente la castrac1on· está ah í para introducir
una brecha, un hiato, una hendidura o una he
P0n� en m
rida El sujeto se
..
�ha aunque más no sea para buscar �n mágico Y
mitico �endaJe . E� es el capítulo que
la psicosis no conoce.
Pretendiendo esqwvar la herida, se pier
de la posibilidad de po­
nerse en marcha. Y para esquivar la heri
da el psicótico desea
bo conocer, produce un repudio. Es
la ve�erfung Por eso al
ª
enfrentarse · con l castraci· on ' e1 futuro psic · ·

ótico diseña tres po-


'

) , 0 se queda en el
.
s�·bles sa. lidas. o duda (e s el caso �el deliri�
sm_sentido (es el �aso de depresion Y la la confusión) o se muere'
( es el caso del autISm o) .

54

Scanned by TapScanner
En fin y re su m. ie,n d . o , 'r ep u d io , y 'm u er te ' son las marge nes ,
estru ctur al es d e l ps 1co t1c o.
e una
Es q u e a final d e cu en ta s, la psicosis es el resultado
part icula r n: � pu l 1o n de 1 na rc is is m o - pi vo te y eje del fenóm
n1 ac
· · ·
· d
e.
no de. de' l1r 10 -. No en va no , Freud la de no m in ó:
''neurOSIS ·
'
narc isista , pre ten - d �' en d o co n e ll o su bray ar y reconocer
que le cabe al na rc 1s1 sm o.
. el peso
Su ce de qu e .�l narcisismo es la i�st an cia del falo en e]
. sujeto.
Es la constr uc c1 on que (e n, el interior del suje to ) hereda mate.
rialn1 ent e . , a m �era de nuc leo de cr! stalización- al espacio y
a la re la c1o n fa l1c a. Esta co ns tr uc c1o _ n es
un a id en tificación
Como tal, ob ed ec e a la pr em isa fundamental de ser la 'transfor�
mació n de un suje to a im ag en y se m ejanza de un m od el o' Trans­
forma ció n qu e, no sie.ndo ciega, re sp on de al objetivo definido
por Lacan en ténnin os de 'pa recerse para no aparearse '. Y este
parecer( se) ob ed ec e a un mé to do , obedece a un a lógica: las leyes
de la identificación.
Estas ley es (cu yo nú me ro se reduce a do s) fijan las líneas
mayores por las que circ ula el fen óm eno identificatorio .
Rec orda rem os que el enu ncia do de la primera sostiene que
'en el esp acio triangular edí pico , catexia e iden tificación oeu·
pan lugares pola res' . Por lo tanto, l o esencial de la misma es el
principio de exclu sión de la identificación y de la catexia, siendo

esta la vía que condu ce a la construcción de ·la identjdad sexual .


Haciend o ejemplo s: según este principi o, y habiéndose identifi­
cado al padre, el sujeto yarón orientará la catexia a la madre.
En fin, se trata del principio según el cual le es posible a todo
sujeto producir un objeto sexuado y sexual. De ahí que se le
r�conozca una dimensión progresiva o propiciatoria.
Pero también recordaremos que el enunciado de la segunda
ley introd uce -en total contraposición- una dimensión total­
mente opue sta; la dime nsión de la regresión, que será fácilme �te
com pren dida tan pro nto com o recorde � os q�e su ?ont�n1do
sost iene que 'allí don de hub o una catexia �abra una ident_i!ica­
ción '. Re gre sió n ent onc es, por cu�t� el sujeto pre�ende f1Jarse
a un ob jet o qu e en rigor la dinam1ca de la catexia ya ha de­
sestim ad o. Re gre sió n, en ton ces , po r ue
q , . se tra ta d � ... la ley cap az
de ex pl ica rn os el fe nó m en o de la fiJ ac 1o n.· Regres1on en s�ma,
porqu e se trata de Ja le y qu e no s da cu e � ta de .1 a m el an � ol 1a .e�
la qu e se m an ifiesta co
...

n to da ni ti �e z �a du n en s1 on de la 1d en t1f 1-
cación en la estructuración de la ps1cos1s. . ria�
es un a co ns tr uc c1 on
... 1
'd en 1
t� 1
r· ca to
Pues b ie n, el narcisiSino . .
..

no s ex p lic ar a
C Qm o tal la s le y es que
la legali�d q u e l o sopo rt
ac
a.
ab
T
am
an
o

s d
lo
e
qu
en

u nc
an �
iar
� de . ab
.. or: = ;:
aspecto e s b u en o recordar q u e en tr e la 1d en ti fi ca � io n Pf. . #

'
. co 1n c1'd e n ) y la 1d en t1 1c ac 1o n
(d o nd e catexia e identif1cac1on
�:�
·
. ,

. . ,
ed í pica (e n la que la catexía Y la id e ti. r e 1 en y
� ��:�a ���:x ió n .
diferen ci an ), ha y un ope!�d�r cap�z
Tal o p er a d o r es el narc111smo, de
cu :i
es b u e n o d e c ir q u e

55

Scanned by TapScanner
ad em ás , es la ba se pa ra la co n sti t� ció n del y o frent� .ª un a P osi.
. 1t1 va - cr ea la s co nd 1c 1o ne
ció n no -y oi ca lo qu e -e11 de f1n s m ate .
xu a l .
riales ¡)ru·a la a1)ari ci o11 d<'l ob je to se .
Po 1· lo ta1 1to , de fi11 ido t"' t1 tc11 - mi no s � e � ,

un cto
� , � l narc isism o
�s tm operador el<' ió 11 y cl< 'l cl 1v �
aJe . . : r1n 1d < ) e n té
se.
l�\ (i<' íl< 'x nni­
ó · u' ""u'"ns <'S a r) la ap ar 1 1on de l ob .
J
' 1 })r e ' <'l) tlc lic ión n ra c eto
c r
no s s�.,
Cll l
'

· tla l. D r,fiilttlo
1 · 1o s es ¡ a b�� de
·

l <'t Jn i11 os i l 1 t1 f 1r at or ! la
y
. .
1 de f1n 1cl o en le r 1 f1:0S d1 na m i o
fu nc LC) Tl Ol <'n . fii ;a 111 e1 � 1 , n:i ; �,
i�1 it'l. i "'rv en cio n a1� t1c L1l ad � de do s m ov un 1e nt os ca �cct i ­
tlp01 10
qt tt"' lle in os de fin id o co m op r1m er a y se gu nd a ley de la i de n -
co
tif1 'tlCÍÓ11 . .
La aparición de la fu nc ión y� 1ca. respon de a un a for�m ula
·
· '

"w o es wa r , �oll ich


que Fi·etld fijó en los siguien � s térm 1no.s : . .
,,,erd 11'' . F órn1ul a que tradt1c1m os de l s1g u1e nte mo do . donde
el ell o era ' el yo ha de ad ven ir'' . En otras pa lab ras , el yo debe
accedei· a 1 a posic ió n que el ello señ ala . Co mo suc ede que ya
hem o dem ostrado que el Ello es una fór mu la acuñada para
dar cuenta del Otro y del deseo del Otr o, n o hem os de insistir
al respecto ' y poi· lo tanto nos limitaremos a deci r que la susti­
tución del Ello por el Y o se reduce a lo siguie nte : ''La identifi­
cación ( e1 Yo) debe acceder al lugar señalado por la catexia
(el deseo del Otro y el lugar prefigurado por tal deseo) '': En
resumidas cuentas, estamos hablando de la segunda ley identüi­
catoria.
Pero también es un hecho que en el narcisismo se produce
una deflexión, y que hemos ya dicho que esta deflexión supone
una diferenciación entre los polos de la identifica ción y de la
catexia. Por lo tanto, también hemos de recono cer en esto,
la participación de la primera ley, o mejor dicho: del movimien­
to catéctico que la primer ley de la identificación fija.
Evolutivamente descripto nos encontramos con un proceso
secuenciado en varios tiem pos . En un primer mom ent o, catexia
e identificación coinciden en un mis mo objeto (a título de ejem·
plo : la madre), esbozo del Otro.
En un segundo momento, co mo efecto de los suc esivos
'abandonos' de la madre, el infans recupera la ca
te xi a retornán·
dola al � º Como este Yo es ante to do un
·
la catexia (al retornar al yo ), estará en rig
a in st an ci a corpo ral,
or orientándose hacia
el cuerpo del niño .
E n un tercer � � t!m o m o� ento, obtendremos qu e, co o

resul�ado de esta d1nam1ca, el n1 no
a la. unago de la madre, en tanto que
habrá fij ad o su id en tificacion
habrá orientado la catexia
haclB: (s u) c�erpo. E n rigor se ha
producido un clivaje; aun que
coi:iv1en� senalar que se trata de un cl
ivaje intra-psíquico (c omo
qwen di ce ), que busca restaurar la célu
Sm embargo hemos repetido tanto
. la narcisista.
que la id en ti ficación obe­
no aparear(se) ' ', que
dece al principio del ''parecer(se) para
entificatorio del narci ·
ahora que estamos tocand<l este as¡)ecto id
rigor, la identifi·
siSJno, no podríamos dejarlo de lado. Ea que en

56

Scanned by TapScanner

i ón . ti en e l? º � e fec io el d e co nd uc ir a
cac un a desex ualización
de l obJ et o. L og 1c o, P1:1 es to qu e la ca te xi a abandona al 0 bJ" et o
para in s talar se en el SUJe t º · L og · o, puesto que la
' ic
·

catexía deja d
se r objetal para p as� a ser narcisista. H ay aq u í u n a m u erte e
J·uego. M uere un º? Je to . Y el proc eso de luto qu e esta m uerte

.
ge nera desem b o ca ra en u n a i'd ent1ficación que,
si es patológica-
me11 te ela bo ra da , co nd uc e a una severa m ela nc ol ía .
Co1n o se ve1 es po r es � a ví a que in gresa la muerte. C
om o se
ve , es P<?1· esta v1 a qu e la ps ic os is queda co m pr om et id a con ella.
.
Resumiendo:
� l na rc isi sm o e � un fe nó m en o de desexualización y en este
senti do es un a pa rt ic ul ar estrategia del sujeto frente a la muerte
del o bje to .
El na rc isi sm o es un op er ad or de la de fle xió n. Esta deflexión
se ma nif ies ta en los fan tas ma s de lo siniestro qu e, bien ela
bora­
dos, con du cir án a la instalación de la estructura objeta! fija nd o
así el polo de la catexia. .
El nar cisi smo es l a base del establecimiento de la posición
yoic a. Posi ción que, por su parte, busca fijar el polo de la iden­
tificación que qued ó libre a raíz de la deflexión .
Quie re decir esto que al final de cuentas en el narcisismo la
' '

muerte funci ona como causa. La deflexión sería una respuesta.


Idealm ente, esta deflex ión habilita dos polos capaces de delimi ­
tar la relación del sujeto con el otro. Es así como la abolición
simbólica de l a m uerte (abolición de la pérdida -verwerfung-),
como el repudio de la deflexión a que ella conduce, condena
al sujeto a la psicosis. En nom bre de esta abolición, el infans
se pierde. La pérdida sumirá al sujeto en el sin-sentido de la
confusión y de la depresión. La muerte instalará el autismo. El
desdoblamiento pondrá en la mesa una irrecusable estructura
siniestra que en vano- el delirio tentará despejar, pues no
podrá conseguirlo.
·

'

En fin, dos opciones se nos presentan para levantar el proble­


ma de la psico sis. Las dos están íntimamente ligadas al narcisis­
mo. Dad o que este último es tan grav itante en la construcción
del suj eto, cabe pensar que o bi�n el psi�ó�i�o no e� tra y no in­
gresa al régimen narcisista, o bien el ps1cot1co se niega tozuda-
mente a salir de ahí.
Y ya sea qu e el sujeto no ingresa, o ya sea que se nieg�.. a sa­
lir, esta fijación condena al sujeto a una estructura antenor al
deseo. Es ta estructura es la Demanda, soporte a su vez del ulte­
rior deseo. Para aislarla, partiremos de una . tesis la.rgam ��te en­
fatizada y trabajada: ''E l inconsciente se for.Ja en la relac1on con
el Otro ''. Co m en za re m os diciendo que Demanda Y Otro son ??s
conceptos profundamente in te rc on ec ta do s, Y c_1 �e es a co ne xion
se nos revela así que estudiam os a fo nd o la fu n_�io n m at er na . .
Dijimos que lá funct6n m� te rn a !ª �a fu nc 1� n de de pe nd en cia
de fe ns io n bi ol og i� a de l m fa ns . E n no m bre
deter111inada por la in

57 •

Scanned by TapScanner
; y de la de pe nd en ci a qu e d e el la se de ri va,
de esta inde.fensión
1 pe rc ib ir á a la m ad re co m o un O tr o ab so l ut o,
es que e nl ño . .
c1 a 1 e in d ic a que basta
·

cx pe r1 en
·

om ní m od o, om ni pr es en te . Su
d co m o pa ra qu e es e O tr o, pr ov ea . Po r
sent ir un a ne ce sida ·

?
·

m ad re se co ns tit uy e en m od � lo d e
. un tr o �b solu to ;
esta vía, la
y nbsol ut o, no solament� C'n , t rm in os ? bi ol , ic os , si no fu dame
og � n­
tru n1r c os s1 m bo l1c os . La m ad re es e � e ob je to qu e
nt en té rm in .
el ni ño 1 1 va rá sie m pr e a la bo ca ; si sa le ! ec he se ra bu en o; s1 ,no
se rá m al o; se rá m al a- le ch e; se ra el pe ch o m al o, se ra la
& '\le le ch e,
no-madre, será el vac ío . . . .
de re lac ió n co n el Ot ro ab so lu �o es el, al 1m..ento .
Y solo si
El modelo
E11 este sent ido dir em os qu e ''e l su jet o es su Jet o, s1
hay un Ot ro qu e lo ali me nt a co mo tal ''. Cl a ro es qu e � pitz nos
, en est -
1on ,
abre los ojo s al he ch o qu e el ali me nt o aq u 1 cu no es
el que circula por el estómago, sin o el que ? irc ula po r l a .organiza ­
ción libi din al. Y esto con duc e a la pre mis a que el sujeto sola­
men te se insertará en una relación intersubjetiva (así sea que esta
relación intersubjetiva es el Edip o ) , bajo la cond ición ·de ser re­
conocido .. Este recon ocim iento -anticipamos- supo ne una sus­
pensión de la experiencia de castración. La Dema nda es un pe­
dido. Es el pedido de ser reconoc ido, es el pedido de que no exis­
ta la pérdida de objeto. Es el pedido de ''anulació n ' ' de la cas-
. tración. Dicho decreto de anulación varía según l a nosografía,
puesto que se sabe que el neurótico reprime, que el perverso
rechaza, en tanto que el psicótico repudia. La demanda es deman­
da de amor, dicen los textos . Habría que agregar que es demanda
de reconocimiento y que por lo tanto instaura una ilusión. Por
otra parte, como toda ilusión imposib le de realizac ión . D e ahí, lo
inevitable del fracaso psicótico. De ahí lo estrepitoso del de rrl11n ­
be en el delirio.
De todos modos, la demanda estatuye u n lugar para el sujeto.
Ese lugar nos hab la del cuerpo del dem and ant e dad o que su con­
tenido es : el placer de beber (el sen o) o la des esp era ción ante
la ausencia. Pero también nos hab la del significado del dem andan­
te, para el Otro absoluto esbozado por la ma dre . Al fin al, Piera
Aulagnier nos invita a pensar la fór mu la de Lac an ''E l falo desea,
el sujeto dem and a'', e� los siguientes términos ' ' La ma dre desea,
:
� el niñ o demanda'' 1 .Todavía má s : ·,�la madre dese a, que el ni­
no de � ande el seno , . Sim ple me nt e, porque e l sen o es un o de
los atributos de la realización de la ma tern ida d. Y es con forme
c on �ste deseo del Otro, que el sujeto dem and a con una avidez
_ .
sin fin, imputando a la madre un pod er tan infinit o cua nto su
propio pedid <>. Se ve ; aqu1 se prean uncia la tragedia, puesto
que al final el demand ante ( el sujeto) ter1nina borrándose en �
tiempo de mueru• de la demanda, o e n un tiempo de silenci o
d<�l deseo. •

7
1 9 P. A U J,JACJ N J J.: R : Revue
psychan alytique L•inconsc ient. Nro. Juillet/
Septemt>rf) 1 968 . Preases Univerailaires Fra n ai., s.

58

Scanned by TapScanner
/

En la demand a, el sujeto se ofrece como objeto. De ahí que


se obrre el lugar s�bjetivo. A l final , en la demanda no hay sujeto;
haY solamente �b� �to. As1, , esa e tru tura sol
� �, �
�ente ten á tres
inst.ancias o pos1bil1dades de real1zac1on. Efectivamente, solo en
la locura en el goce Y en la muerte, el propio cuerpo es lugar del
Otro. Sabe mos que e,l �sicótic ?, elige sie � pre la l ?cura. En la esce­
na de lo real , es su un1ca opc1on d� ob1eto, su unica opción para
reali zar un tal proyecto. A l fina� el psicótico se ofrece (por esta
estructura de la demand � ) en objeto de un holocausto. Y al final,
la psicosis no es un accidente. Es un deseo. Es el deseo de no
ser. . . Se entiende de no ser sujeto (léase : preso) de la cástración.
y en su deseo de no ser, el psicótico termina no siendo sujeto . . .
Se entiende: no siendo a secas. .

• •

Scanned by TapScanner
111 - LA LOCURA

1.-� Una teoría a propósito de la locura


La locura es refractaria al edipo. Ya lo hemos dicho, y de ahí
partimos, aunque admitiendo que se trata de una refractariedad
sumamente particular. La llamamos verwerfung, y entendemos
que su contenido es una abolición. En la locura, un orden es
abolido: la castración. Por lo tanto, a diferencia de las neurosis
cuya definición en relación al Edipo es de inclusión, las psicosis
se explican por la relación de exclusión. Al final la ligazón y

compromiso del loco con el Edipo conforma aquello que las


matemáticas han denominado ''conjunto vacío ''. Vacío que
por su parte reproduce el vacío imperante en la relación que une
al pichón de psicótico con el deseo materno.
Partamos entonces de la demanda, de la que se sabe que pone
en juego dos polos! la función materna y el niño. Conviene decir
que el niño es ante todo un espacio en el que la función materna
tiende a realizarse cosa que se explica fácilmente si tenemos en
cuenta estos dos niveles :
a) que el niño está regido por la necesidad y también por la
indefensión lo que lo consagra en la dependencia,
b) que no existe 'la maternidad' como esencia, sino como re­
lación. Al final no hay quien se pueda intitular madre, sino es
esgrimiendo un hijo a manera de diploma o de título.
El hecho más profundo, a Ja par que el más concreto, es que
la función materna introduce a la necesidad infantil en el uni­
verso de la palabra y en el registro de lo simbólico, al asignarle
un significado. Por aquí ingresamos a la dialéctica que constitu­
ye y funda al sujeto. Pero también es cierto que aquí quedan
sentadas las bases de una alienación fundamental. Sucede que el
niño llora desde su hambre, y sucede que su llanto carece de toda

61

..

Scanned by TapScanner
ns aje . A l final, su ll
. tenc 1o n , care
in
· ,

ce de to da cu al
.id ad de m e
anto
e s re ac c i ón al t, o es qu e esta m or t 1 fera r
,

cs ím u l . Pe ro l o ci er to el a-
te $l 1 go ; � lo que es tnás,
.
o lir nc un
, 1. nsc n p to en
) co n 01 es tí m ul
r
ci ón del ni ñc
Ql lC C'S 1n ud o de sd e qu c1s ta el carnp o
t no
�� � l
s lig o
i)a lal )ra . Es la fu nc ió n m at er níl .
qu e, desde el un ive rs
o
a al lla 11l o �º � ? u n pe di do . Es la función
ad o Y c o n el lo trans fonn
sim bó lic o i11 t()1 -�>r ct
m a te rna e
qu in tr od uc e un s1g n1f 1c
la a
- qu e co m o ta l 1 ti c ne al c u e rpo- en un a palabra, en
e l llr u1t o co 1
un a de m ru 1d a.

Esta t1·a nsp osi ció n de la necesidad de la palabra efine al uni­ ?


vers o de la d e ma 11 d a y e s em inentemente paradoJal. Paradoja
que consiste en el h e ch o que la . madre respon e ª· ,un pedido ?
m
fo r ul ad o por ella m i sm a . Se trata de la con � c1da fortnula que
quiere que ' 'cada cual recibe su propio mensaje en f orrna inver­
tida' '. Se ve que no otra cosa que una alienación es lo que funda
al sujeto c omo tal. Por lo tanto se deduce : el sujeto es sujeto, si
y solamen te si pre-existe en el código del otro cómo tal. Y si la
locura es justamente una carencia de sujeto, habremos de buscar
esta carencia en la preexistencia, habremos de buscarla en lo que
denominamos el código ( léase : el deseo) materno.
Una salvedad ; no estamos hablando de l a madre. Estamos
hablando de la función. No estamos hablando de la 'persona'
sino del deseo. Salvedad importante, puesto que para producir
un loco no es necesario partir de una madre loca (como lo sugie­
re la escuela comunicacionalista de Palo Alto) , sino que bastará
con que el deseo materno está marcado de locura.
Volvamos al pasaje de la necesidad a la demanda, para señalar
que su realización exige la intervención de la función materna y
la presencia del niño. Y así, en tanto que la función materna
propone la lógica y i·a clave del pasaje, el niño es el soporte de la
operación. La razón ,, de la locura hemos de encontrarla, pues,en
la lógica que rige es·e pasaje (a saber: el deseo del otro) ; se dirá
entonces que basta que este deseo no trasponga nada como para
que el niño quede en situación de necesidad, esto es,� permanezca
inalterado . . . Inalteración que deberíamos pensar no ya como
un mero 'statu quo ' , como un mero estancamiento, sino co­
mo una permanencia condenada a la regresjón (coroo lo obser­
vara Spitz) . El término de esta regresión nos deja com o residuo
una muerte por marasmo, o una locura por ' aband
ono' (de bería­
moa decir: por ausencia de la funclón constit
uyente) ..

Claro está que deberíamos flexibilizar nue


stra ponencia de
manera de poder admitir el
caso de una falla a nivel del soporte.
como cauaa, de la locura. Causa
complementaria, diríamos , pue o �
que apoyar1a en sua efectoa el pa�l
de la ausencia de la funcion
d�l Otro. De todt?• mOdoa no deja· de 1er
cauaa, puesto que en su
nivel concreto, 11endo una marca neurológlca
pone un límite
definitivo Y taxativo al procno. Al final una mick'oc
efalia -�
citar un ejemplo- no ee Bifto una eatt-a
que intiablli� d


62 •

Scanned by TapScanner
indivitluo 1>nrn cjc\rt\f\r J n AOl lOrtar1ci,1 d('l i· nco.nsct. c!n lc. S<! trata
de lo que nos v i < 1 1 c' n m n tc r i a l i z:ir C<) m O 'j crn p lo y cr>mo cas<J .

- '
"
0 , -,
n a
'J
. frén co por J ª se nc 1 l l a razo,_ n

el Ca so lle CJ ov is. Cl ov '


1 es qu 1z o i .

de qu e es m ic roct' ín l o . . .
,

' n

En c l<..' fir1it iv¡1, l a lc>c·t 1rél c>s frulcJ <Jl' u n �� �� I> l LJ rtll < ' n �'1 r>asaje
.

de la ll€('C'Sicl �1d u Ir\ c l{'0lU l1({ft . l•, m r ln tc ) < < J "1 <>calJ�a r .esta
rt1p tw·n <\11 t.� l� n1i1 . '
1o s c Jt i hi sto r i a ? ; o r
.1
r ; 1 1t1'< ) <,8' J. ,1, ,U,
� lt
< a <•n l (" r m 1 n o s
• 1c ·io n < 1J 0 l suj e t o y <le la s u hj c t j vi d
-4

1 ., 1

d) 1a co11sl¡rt
e Q • r i
f 's a( 1 t
n el " o

"a r<! 8p UP s a
qu e a fa l ta en el
·

110 J )ll ' d C s e r IDC 'l10 S ir1m dia ta : �

�tro s � Lirad ucb1 ra1 .c o� o ausencia ert lo simbólico. Ji�s esta auscn-
" .

·
· "

c 1 :1 e 1 1 O s11n O lCO , lo q u e despeja eJ csL udi o do f "acan a pr<J-


. ,

r
2 1
pósito de las psi cos is
J

Ve.am os e� proceso: el accc�� � lo sim bó lic o (ob ligado destino


d�l SUJeto ) , t1en ? com o ?on d1�1on y pre-requisito, al estableci­


mie n to de un cier to registro ��a gina rio. Se tr�ta de la imago
esP_e�ular en tant . o estalt u 1f1cante del propio cuerpo (sea:
� �
�n.1f1cante de ese universo senalado por la necesidad), bajo la
egida del deseo del Otro (esto es: inscripto en la demanda de
demanda que ese Otr� profiere) . De este modo, partiendo del
Otro Y de su intervenc1on . , en el niño tendremos como saldo una
imago cuya elaboración -realizada e� el campo del Edipo- con­
duce a la construcción (en el sujeto) y al acceso (en la historia)
de lo simbólico. Dicho en fórmula:
[ A. N ] Imago (D) -S-
=> =>

La leere mos dicie ndo que: la operación del Otro ( A ) sobre la


necesidad del niñ o ( N ) , introduce al niño e n una imago la cua1
sien do en fun ció n de la demanda ( D ) , deja como saldo una serie
de restos qu e serán tratados en el curso del Ed ipo . Su tratamien­
to es en tan to obedece a un a ley- garantía de acc�so a lo
sim bó lic o (S) .
De nuestra fó rm ula de be m os de cir un a co sa : a di fe re nc ia de
or de n de lo s

lÓ s factores en m at em át ica s (d on de .e s sa bi do qu e el •

factores no altera el pr od uc to ), aq uí es ne ce sa rio qu e el or de n


de Jo s factores sea rig ur os am en te re sp et ad o. La in sc rip ci ón de la
bó lic o. M ás aú n : el ac ce so a
imago es prev1a al acceso a lo sim
lo simbólico es el re su lta do y la so lu ci ón a qu e lle ga el su je to en
ad es y de la le ga lid ad de la l� �g o
su comprensión de las posibilid at em at ic a
inicial. C om o vemos, esta fórm u la no s ha bl a de un a m
rg o, ti en e
.

en co m u n

co n
sumamen te particular q u e, si n em ba
las matemática s el h ec h o que to d a o m is ió n co n d u ce a er ro r. E n


c tu a li d ad P si c o l ica,
20 A. GO DI NO C A B A S : E l O tr o d e C lo v is el lo c o A
A
·

ct ua l dad
E l lo co d e C lo vi s el . o tr o 1
A br il d e 1 9 7 8 , A ñ o IV , Nro. 3 4 _ es,
·

E d. T r1eb, Bueno s A ir
P1icol6gi ca , J un io d e 1 9 7 8 . Año IV , N ro . 3 6 ·

1 97 8.
2 1 J . LACAN de la
a ir e á to u t traítment pouible
: o •u n e q u e s ti o n p r e li m in g. 5 3 1 /6 83 .
Pa ria , 1 96 6 · pá
P1ycho1e ECRITS. Ed . Du Se u i l ,

63 •

Scanned by TapScanner
1

el de
d finitiva, la loct1ra se1·ía un trágico error de cálculo a niv
la 'Ope1·nció11 del deseo. •
Es Lacan quie n 11os dice , para com pren der a las psico
-
sis-· •

' ' Inte nte mos con ceb ir aho ra una circunstancia de 1

posición st1bj tiva en la que , al ! amado del Nom bre-de t
Pad re, rest)o11 da , 110 ya l a au sen cia de l padre real . . . sin o
'' 2 2
. de 1 s1gn1. f. o .
.

la ca1·enc1a ican t
.e m is m

La psicosis se define ent ?nces por la ' 'carencia de un sign i­


..
ficante . Con ello, La
' can def111e a la verwer fung cuya formula de
aquí n adelante será : 'la forclusión del significante ' . Agregue­
mos la observación que el significante faltan te (el Nombr e-del­
Padre) , es un significante primordial por su característica de ser
el introductor del sujeto en la legalidad de su deseo . . . Al mismo
tien1po - y desde que nos interesa fechar el momento en que esta
cru:encia tan particular se inscribe-, completaremos nuestra
lectura:

''La presencia del significante en el Otro es una presen­


cia cerrada. . . puesto que es en el estado de represión
que persiste y que desde ahí insiste para representarse

23
en él significado por su automatismo de repetición''
• • • •

En otras palabras, lo que Lacan nos dice es que la carencia.


del nombre-del-padre se sitúa en el Otro, en la función materna.
Bastará que el deseo materno carezca de este significante (repri­
mido) como para que no pueda aparecer bajo el imperio de la
compulsión repetitiva, privando de este modo al niño del mismo.
La privación importa, desde que se trata de un significante clave
para acceder al régimen de 'Lo Simbólico ' . Y se trata de un signi­
ficante ·clave por su virtud principal que es la de ser el referente
-par excellence- del deseo materno. Su carencia deja al niño
sin referente y por lo tanto sin significado. De ahí en más, el
niño se precipita en el sin-sentido . . . en el vacío. Son las bases
de la locura.

Y todo ello, por c11anto al carecer de referencia el deseo


ica referencia. Por lo mis·
materno toma al niñ o mismo como ún
mo lo condena; a ser tapón. El hij
o será sutura del corte mater·
no para clausurar la escena.
Y tan forzada es esa clausura, que
al final la trama cede y el
sujeto se desgarra. Aparece entonces

22 J.
LACAN : Ibídem · pág. 5 67 .
2 3 J. LACAN : D'une que1
. . Ecrits,
i>'1. 657.
tlon prelimlnalre a tout traitement .

64

Scanned by TapScanner
)

• •

un aguje ro del que Lacan nos dice: .


: 'E st� �jero, ¿ f_ue, f.onnado por el simple efecto en lo ,
�agmano de }o 1nutil de la llamada hecha en lo s imbó­
lico a l� me�afora paterna? ¿O deberemos conceb
irlo
c omo producid? en un segundo grado por
la elisión del
falo 9ue el su� eto retrotraería -para resolverla-
a la
mort1fera hend1d�a ?el estadio det espejo ?
�e�..amente la 11gazon . . . de este estadio con la simbo­
lizac1on �e la ma� r� en tanto que ella es primor
dial ,
-
no deber1a ser om1t1da para m Qtivar esta solución . . . ' '
24

E11 otras palabras, parecería que el desgarrón revelara la exis­


tenc ia de dos puntos en los que la trama es exigida y tironeada.
El nombre:del-padre es uno de ellos, la elisión del falo en la
madre es . el otro. Entre ambos, un solo lugar se presenta como
posib le: el espejo. Claro que el drama quiere que se trat.e de un
espejo roto, puesto que a esta altura el sujeto ya sabe ( ¿cómo no
lo sabría si lo siente?) que le falta un significante.
De este modo, nuestra fónnula anterior relativa al acceso del
sujeto a lo simbólico, se ve obligada al tomar en cuenta el pro­
blema de la psicosis- a retranscribirse en los siguientes ténnino s:

[(� A ). N] => Imago (D) � sin sentido


Fórmu1a que leeremos así: la elisión del falo en el Otro, al operar
sobre la necesidad del niño (N), lo introduce en una imago que
es función de Demanda (D).
El sujeto queda comprometido a la demanda. O lo que es
lo mismo, se precipitan en el sin-sentido ya que -por definición­
toda demanda es imposible. En otras palabras, el sujeto se ve de
este modo privado de la alternativa del deseo. El psicótico queda
fijado a un pedido cuyo destino no puede ser otr:o que el de for­
mularse indefinidamente, quedando siempre irresuelto y por lo
mismo habilitando a un deslizam .
iento : la cadena de la metonimia
sin fin.

De aquí en más, el loco busca; será un bus�dor 'profesional'


de algo que -faltándale en tanto modelo (habría que decir: en
tanto significante)- nunca conseguirá encontrar. Y es así como
el delirio schreberiano es pensable: se trata de una tentativa de
encontrar el nombre-del-padre, de fijarlo y definirlo. Y en esta
búÍqueda, Schreber se pierde. ''El nombre-del padre es Dios;
también Flechsig; yo soy 8chreber . . . o sea un hombre; quiero
decir : una mujer . . . y tendré una pléyade de hijos que redimi-
, al m11n
r1P1 do,, • • • .

El loco huaca más no encuentra; peor aún: en su búsqueda


sin senderos termina perdiéndose; .de ahí que para sobrevivir
'
,

2 4 J. LACAN: Ibidem . • . P'I· 6'll.

65
1

• •
\
Scanned by TapScanner
lg u n a v e z a 11 a r e c e r á la s o lu c ió n d él
de b a, forJ·a r una t r a m p a : '' a , s q u e reso 1v er a' e 1 d l· 1em a ' . Es por '

. . . '' v e n d r á u n n 1e s 1a
e n ig m a '' fr a z a t a n a � e n u d o d e p r o f e ta .
eso q u e e l J) a r a n o ic o se d is
c i t a d e L a c a n . ( la h t< 'n cl o fr a c a s o e � � u a c c es o
Volvamos a Ja
t ic o r e t r o t r a e t o d� la 1: ro l)le ma t1c� -co n
a l s ig n ific a n t e , e l J'>S ic ó 1
n <l d <' r e s o J v c rl a - a 1 1� s t a d 10 d (' e s p e j o . D o s ,

fi n a li d
la a ¡>arente
.
. d '-' un s1 g n 1 r·ican te p ri m or
e n to n c es la e st ru c tu ra : a ) la rU fJ iu ra q t1 e . te rm in a
notas de fl·n c n .

revelai1do el c s¡ )e jo , t) ) la c a re n c ia
. , d ial
a r t id a d e e s a r c g r c s 1o n .
con1o punto de ¡>
es a ru p tu ra . L o ¡J
.

r1 m er o q u e d
.

ir e m os
Veamos en p ri m er lu ga r
cl eb e p en sa r q u e e ll a se a e x c lu si v � d e l l o c o . Q u ie r o
es que no se , ic o ca m p o en q u e in tervie . ne esta ­
di
decir la locu ra no es el u n
mensi de la ru i1t u ra . P o r el co nt ra ri o , sa b em o s q u e el in co ns ­
ón : la de la si da
ciente se sit úa co nf or m e a un a tr ip Je es ci si ón ne ce d
y la de m an da � la de l si gn ifi ca nt e y el si gn if ic ad o, y la de l fa lo y
la castraci ón . . . Es to sig ni fic a - na da m ás , pe ro ta m bi én na da
me no s- qu e to do su jet o es tá re gi do po r las m ar ca de es ta s
spa ltu ng s. To do su jet o se de fin e po r la inc ide nc ia de esta tri ple
escisió n. De est a ma ne ra, el loc o dif ier e de l ne uró tic o, ap en as en
el modo de tratarlas, apenas en el mo do de en car ar la sol uc ión .
Es que si consideráramos la historia de estas escisiones, ve­
ríamos que la spaltung de la Necesidad y de la Demanda se
resuelve en la palabra. O sea, se resuelve en los signifi­
cantes que la madre (dig amos- mejor el deseo mat erno , esto
es: el Otro) provee. Claro está que estos significantes están escin­
didos del significado. Quiero decir, no contienen puntual, lineal,
unívocamente al significado. Se sabe que esa es la lógica del sig­
nif�cante. Se sabe que el significado es siempre sistémico, que no
es inh�rente a un elemento particular, sino que es relativo a las
conexiones y ligazones en el interior del sistema. Para cerrar
entonces el circuito, el sujeto deberá acceder a las liga­
zone� sistémicas, ? �e�, a la legalidad del conjunto. Sólo así
podra acceder al s1gn1f1cado. Y es ese el momento material en
q�e ,el Nombre-��l-padre interviene introduciendo al Falo, per­
.
m1t1endol� al n1no el acceso al significado. La triple escisión
ere� u� ciclo cuya fonn , ula Lacan fija en el mism o texto que nos
está ocupando ''D' une question préliminaire a tout traitement
. de la psychose'':
poss1ble
(A
Nombre-del-padre Deseo de la madre l
Deseo de la madre • si g nific ado al sujeto -.. No m bre del padre �
La
falta del Nombre-del-padre, s pone l derrumbe de to�o
el ciclo. El deseo de la madr no rem�ite, r zo �
to no es significado E l fa�o que deber1a � n po r la qu e el suJe­
lo está, y comienza � .dircul �1,1tre la ma es tar en el O tr o, no
na es circular. ''Tómalo vo� amelo � e � el su jet o. L� esc e­
a m1 ' tomalo vos damelo
a m 1' '' · '
Al r·1na1 ' de tanto ir e1
eántaro a la fuente termina rom-
'
·
· •

, piéndose . De ah í el loco Un 1 º�o que, enfrentado a estas mismas


cuestiones' las resuelve ª med1as, que
·

. es lo mismo que decir


66

Scanned by TapScanner
para na da . . . Re aliz ad o el pas aJ· e a
que
las res uel ve · r· la Dem an­
no
da , el
en tra con s1gn 1 ican tes que no quieren
.

loc o se encu
• deci r
na da . pu nto se no s hace pa l pa bl e la totaJ im bri nca ció
En est e n de
m as, pue st o que a l tra �ar de l� rup tur a, nos enc ont ram o
}os te s
pro ble ma de la car enc ia del � 1gn i ficante . �ste
con el ,
for mu la lac an1 ana que aca bam os
sig nificante
ent rev er la
(lo deja de citar)
tiene q ue ve1 · c � n
.
el fal �
o. Para ac an , el Falo es un
signi ficante
.
s1gn 1f1car en s � c<;>�Junt o los efectos de sign ifica
des tin ado a do.
Se tr ata por lo tanto de un s1gn1f 1cant e altam ente particular:

''E l F alo es sig ni fic an te de u �a au se nc ia, de una Jey ,


de l No m br e-d el- I) ad re . . . Po dr 1am os afirmar . . . dentro
de est a pe rsp ec tiv a qu e este pr im er sig nificante, qu e
'
. ne un pa pe l de or de na do r de los demás se
s
tie
por ello radicalmente del resto . . . ' ' 2
diferencia

El loco es al fina l el que lo tien e todo . Apenas le falta la pala­


bra. Pero suced e que si la palabr a es falta ( basta recordar que las
palabras están hechas para nom brar l a falta y la ausencia de la
cosa), el loco teniéndolo todo, le falta la falta. Por eso, cuando el
loco habla -suele ser u n gran · hablador- no dice nada y parece
más bien un charlatán. SL1 drama reside en que carece de signifi­
cados. Por lo tanto, las Jl<tlabras no son ya significados que él
intercambia, sino cosas qt1e interpone entre él y los otros. Estas
palabras-cosas son al final una barrera. Y a pesar de todo tienen
una función y una ventaja. Como toda barrera delimitan un
campo. Como toda barrera lo 'delimit an' frente. a los otros, le
restituyen l a unidad de un cnerpo que de otro modo carecería
total y radicalmente de significado . . .

2.

El esp3�10 del loco


eJo
-

Ciertamente des de u n pun to de vista enteramente síntoma] (y


no habría que olvi dar que el síntoma es emi nentemente un sig­
no, o hab lan do con propiedad un significante), el loc o se aferra

a la 'reali dad ' de su cue rpo . Es así como el del irio de Schreber
tiene com o pun to de .apo yo nada menos q u e a su propio cuerpo,
cuy o sign ificado (ha brí a que dec ir: cuy o sex o) se pierde y desdi­
buja constanteme nte ob ligán do lo -por lo mi smo- al constante
ejercicio gimnástico de su búsqueda en el del irio . .
En cuanto al de lir io en sí, al fin al, Freud ya ha b1a demostra­
do que co ns ist ía en un a tentativa de restitución. Se dispone en
' un discurso qu e, teniendo por objetivo final a la cuestión ?el
nom bre-del·padre y de l significado, tiene como punto de partida

y ae m ió ticas­
D . M A LD A V SK Y : A pertura : sobre teo � aa a psicoanalíticas
25
en : Revista IM A G O , N ro . 3, Ed. Letra V av a, 81. As.
1 97 5.

67

Scanned by TapScanner
1 propio cucr1)0. r... n . ólo lltll' ("S \1<'1110 . nn fonología sin
gramnticn con10 lo st1gi0rr P . Zo1>k<'l 6
· ·

o t111a lt'n gltn sin l y�s.


i, 1 tt rpo del nt1tis tn hnlll ttccn . >.1� stts st�r(\ot1 1>ia$ u n
• •

dis cttrso cu o r fC'r 1l t , (tlt i1n o (\s Ja po st t<Jn el '1 SltJ 'to . IJa cata­
totlin 1, .. rtc r11t ot) C s 1n\ .. c1t1 ' u11ft rr1t ific; nci ón o tllt r nza a.
ri i\lttrls en t.'S Cll't·t.o dt.' t'Rn llO S1<· 1on .
. �

n e qu1 z<.)frt"'tl i�1 e11 ca1n bi , nl'l<' nlgo mit s. Rl ct1 rp<, es un
, -
,

si, t"nl . 1, s1�t tnn sor110tido a la i11flucncia dC' <ltr<J iste ma


_,, tiC' al1í la 1naqu ina de> influ encia r d V. < usk . J\l final nos
'tú \1ablando del siste1na d l niño som E>tid o a l s1st ma d 1 des 0
d la in dre . . .
La hipoco11dría, más aud az, ava nza un paso mas en la C\1es-
,

tió11, termina tomando el cuerpo en serio · tan en serio que al


final , es un cuerpo literal . Tan en serio que al f\nal , es lo único
que el hipocondríaco consigue toma r. Y enton ces, al tomarlo ,
se nctientra · con el agujero. Es ahí cuando decide hablar de él
para pedirle al otro, al médico-supuesto-Otro, que le cubra la
carencia con un vendaje, que se la ampute con el bisturí, que se
la disuelva con la química, porque al final, esa carencia y ese
cuerpo-de-carencia, no es más que un resto y por lo mismo, un
residuo.
En el otro lado de la serie, el Paranoico también nos habla
del cuerpo, desde el cuerpo. Es el suyo un cuerpo constantemen­
te amenazado por un intruso cuyas intenciones -desconocidas
desde el vamos- el S\ljeto se esfuerza por descubrir y adivinar.
De ah í , el delirio.
Y finalmente, el Melancólico. También él se sitúa en su cuer­
po. Mejor dicho aún: se encierra en su cuerpo , como si éste fuera
un huevo, una escena cerrada. Por eso su diálogo tiene forma de
monólogo.
El cuerpo. Sí el cuerpo pero, ¿de qué cuerpo estamos ha­
blando?
Obviamente se trata de un cuerpo atravesado por l a Deman­
da, Y por lo tanto ya consagrado al sign ific ant e. La lástima es
que se_ trata de un significante sin función de significado. Dicho
en fac1l: se trata de un cuerpo situado en el cam po de los in"'
,

terc a!D bios con el deseo de la madre; pero porque este deseo
no ttene referencias, lo pierde obligándolo a perderse. o e
trata entonces de l cuerpo anatóm ico , porque no estamos hablan ­
do del cuerpo muerto. Se trata de un cuerpo viv o, y po lo tanto
r
de un cuerpo marcado por la relación co n el Ot ro . Tan sólo que
en el loco, esa marca, ea la marca de l terror y de l pánico.

dre' e ist 1
'' . . · ��ando 'algo falla de l la do de l pa
po s1b 1l1 da d de la aparición de una 'id en tificación en
.
el pánico' co n el cuerpo de la madre, la que d ubre

2• P. ZOPK E : Fonolt>1fa d•I 'f rpo • lf el Mu ero Ed itor 1, a. • 1 77.

88

Scanned by TapScanner
en la esquizofrenia, y don de el personaje principal no
es la madre com o ent idad ' sino la relación a esa ausen-
. ,, 2 7
c1a. . . .

nustrand <? entonces (aunque un tanto grotescamente) estas


cuestion es, d1remo � que toda mujer llega a la realización de su
mate1·nidad . c ?i:i ciertas premisas. Premisas que no son otra
cosa que s1gn1f1cantes, suponen la existencia de un lugar en la
cadena que denominamos: Nombre-del-padre. Sucede ( es el caso
de ciertas perversiones femeninas) que, a veces, ese lugar es en­
teramente formal, Y consiste en una estructura vacía, en un

conjunto s n contenido propio. En esos casos, el infans inscribe
la existe ncia del lugar en cuestión . aunque sin asignarle función
algun a, lo que supone en ú1 tima instancia- una transgresión, o
un desconocimiento; es el caso en que la verleugnung es la única
respuesta del sujeto a la cuestión de la presencia del tercero, y
es el caso en que se cristaliza la estructura perversa. Mas, cuan­
do ese lugar (el nombre-del-padre) ni siquiera tiene vigencia
formal, cuando en su lugar lo que aparece es un vacío, cuando
la madre no se ha interrogado sobre 'su padre' y que no lo ha
hecho no sólo por no querer sino por no poder lisa y llanamente,
entonces, en esos casos, la madre realiza en su maternidad un
proyecto mutilado. E n otras palabras es incapaz de dotar (como
quien dice 'dote') al sujeto de un significante clave, obligando
por lo mismo al niño a comprometerse en la verwerfung. Es el
caso en que el inconsciente materno inscribe en el niño las con­
diciones y prerrequisitos de la psicosis.
¿Có mo no orientamos entonces hacia esa ID:scripción?, ¿ c; ó­
mo desconocer que ell a se produce en un esta?io que . -llaman­
dose 'de l esp ejo '- deja como saldo para el sujeto la unago del
propio cuerpo? .
El estadio de l es pe jo co m o m ar ca de �s ico sis . M e J or di ch � :
ps ic ót ic o, las m ar ca s de l es ta di o de l e � pe J � , co nt ie­
en el ·futuro
nen en su estru ct ur a, las co nd ic io ne s de ba se de la ps 1c os IS.

Diremos en ont ce s qu e en el Es ta di o de l Es p � jo se tr at 8: de
ón , cu yo sa ld o es el de pr od uc ir en el s � Je t _?
una identificaci
ac ió n. E s co m o si el su je to fu er a r_n od el ado a i:ma­
una tran sform
de se o. D e es te de se o, d 1;1:em os qu e ti � ne
gen y semejanza de un
sede en la madre. D el m od el o qu e de la op er ac 1o n re su l � '� di r� ­ •

ha y qu e co nc e tu ar lo co m o un a �m ag o.
mos en cam bi o qu e l?
es o co nt 1e ne al gu as ar ad o1 as de s­
Hay que agregar que el proc � .�
ra d a su po n e u n a f1 cc 1o n . E s q ':le al
de que la ' forma' así instau
a u n sa lt o : se ve en fu tu ro . L a . 1 r;isu ­
final de cuentas, el in fans d pa ­
or al es re su el ta en la an t1 c1
ficiencia y la desadecua�ión corp

ta s o p er ac . nes
io
ción de una síntesis. y aunque el referente de es

� 7 O . MASO'M' A : En1ayo1 lacaniano1 . pá ¡. 33 , E d. Anagram a, Ba rc el on a,


1 197�

69

Scanned by TapScanner

cu rr })O . rrn n ólo qu e (lSC cu er po . . . Un a fo no lo gí a sin


6
pr op io
c2
el
gram nt icn co m o lo su gi. cr <' {> . Zo ¡>k �
o un a le ngua sin e� es .
sí, el r\1er 1)0 de l at1ti t n ball>uc0n . <'� t�
• •

su q P� reot1p 1as un
rP fe r �� pos1c �on �
di s 'tt rs o Cl\YO úl �im o la el BU Je to . I..1a cata­
\n t(l
.
t l) tli n n o S(' \'Í n (\ t1i o1 1c s m as c1u e t1n a ra t1f 1c· ac 1o n a ultran za -ca-
. .
,

rtl'nt ures<'n, 'ls ct crto- de esa po s1c 1o n. ,


Ln es qt 1iz of re ni a en ca m bi o, sa be alg o m �s. El cuerpo es un
. .
i, t m n. Un sis te ma so me tid o a la
i n flu en cia de ot ro sistema
us k- . Al fin al nos
de al1 í la má qu ina de influe nc iar de V . Ta
cst.á l �
1 nbl do del sistema de l niñ o so me tid o al sis tem del deseo
a
de l a madre . . .
La hipocondría, má s au da z, av an za ID? paso má s e� la cues­
tió n, y termina tomando el cuerpo en ser io; tan en serio que al
final , es un cuerpo literal. Tan en ser io qu e al f�n al, es lo único
que el hipocondríaco consigue tom ar. Y ent onc es, al tom arl o,
se encuentra con el agujero . Es ahí cua ndo dec ide hab lar de él
para pedirle al otro, al médico-supuesto -Otr o, que le cubra la
carencia con un vendaje, que se la amp ute con el bisturí, que se
la disuelva con l a químic a, porque al final, esa carencia y ese
cuerpo-de-carencia, no es más que un resto y por lo mismo , un
residuo.
En el otro lado de l a serie, e l Paranoico también nos habla
del cuerpo, desde el cuerpo. Es el suyo un cuerpo constantemen­
te amenazado por un intruso cuyas intenciones -desconocidas
desde el vamos- el S\ljeto se esfuerza por descubrir y adivinar.
De ahí, el delirio.
Y finalmen�e, el Melancólico. También él se sitúa en su cuer­
po. Mejor dicho aún: se encierra en su cuerpo , como si éste fuera
un huevo, una escena cerrada. Por eso su diálogo forma de tiene
monólogo.
El cuerpo. Sí el cuerpo pero, ¿de qué cue rpo esta mos ha­
blando?
Obviamente se trata de un cuerpo atravesado por l a Deman­
da, Y por lo tanto ya consagrado al sig nif ica nte . La lástima es
que s trata de un significante sin fu nc ión de sig

en facil : se trata de un cuerpo situado e n
nificad o . Dicho
e l ca mp o de lo s in-A
,


terc�b1os con e deseo de la m ad re ;
pero porque este deseo
no tiene referencias, l o pierde ob lig án
do lo a perderse. N o se
trata entonces del cuerpo anatómico, po
rque no estamos hablan­
do del cuerpo muerto. Se trata de un
de un cuerpo marcado por la relación
cuerpo vivo, y por lo tanto
co n el O tr o. T an sólo que
en el loco, esa marca, es la marca d el
''
terror y d el p án ic o .
· · : � �an do a lgo falla del lado de l
'
padre' e iste la
d e u n a ' l' d en t ·1 r·1cac1on .a.n
,
pos1tJ 1l 1dad de la aparición

e l pan1co con el cuerpo
, ·
· ·

de la madre, la q u e d�s ·ubre

26 P. í'Jl PK E : F<1nol<111ta do l C\ftrpo J feliuero E<tlt ore 1,


.
0
u... . •• 19 77 .

68

Scanned by TapScanner
en la esquizofrenia, y donde el personaje principal no
es la madre como entidad ' sino la relación a esa ausen-
cia . . ' '2 7

Ilustrand� entonces (aunque un tanto grotescamente) estas


cuestiones, diremos que toda mujer llega a la realiz ació11 de su
maternidad c?1: ciertas premisas. Premisas que no son otra
que . 1f1cantes, sup
s1gn
cosa onen la existencia de un lugar en la
cade na que denominamos: Nom bre-del-padre. Sucede (es el caso
de ciertas perversiones femeninas) que, a veces, ese lugar es en­
teramente formal , Y consiste en una estructura vacía, en un
conjunto sin contenido pro pio. En esos casos, el infans inscribe
la existencia del lugar en cuestión .aunque sin asignarle función
algu na, lo que supone en ú1 tima instancia- una transgresión, o
un desconocimiento ; es el caso en que la verleugnung es la única
respuesta del sujeto a la cuestión de la presencia del tercero, y
es el caso en que se cristaliza la estructura perversa. Mas, cuan­
do ese lugar (el nom bre- del-padre) ni siquiera tiene vigencia
formal , cuando en su lugar lo que aparece es un vacío, cuando
la madre no se ha interrogado sobre 'su padre' y que no lo ha
hecho no sólo por no querer sino por no poder lisa y llanamente,
entonces, en esos casos, la madre realiza en su maternidad un
proyecto mutila do. E n otras palabras es incapaz de dotar (como
quien dice 'dote') al sujeto de un significante clave, obligando
por lo mismo al niño a comprometerse en la verwerfung. Es e l
caso en que el inc onsciente materno inscribe en el niño las con­
diciones y prerrequisitos de la psicosis.
· Cóm o no orientarnos entonces hacia esa inscripción ?, ¿có­
mo esc ono cer que ella se produce en un esta� o que . -llamán­
d
dose 'del espejo'- deja com o saldo para el sujeto �a rmago del
propio cuerpo? .
o:
E l estadio de l espejo co m o marca de �sicosis. M e� or di ch.
ic o, las m ar ca s de l es ta di o de l e �pe J � , co nt ie­
en el futuro psicót
a, l as co nd ic io ne s de ba se de l a ps 1c os lS.
nen en su es tru ctur
Direm os en t on ce s qu e en el Es ta di o de l Esp�jo se trat� de
cu yo sa ld o es el de pr od uc ir en el s� 1e t�
una identificaci ón ,
E s co m o si el su je to fu er a 1!1 od elad o a 1:111a-
una tran sformac ió n.
. · un de se o D e este de se o, di re m os qu e tiene
gen y semejanza de
,.
·

1o n re su lt a, d" rr e-
· ,

o d el o q u e d e la o p er ac
sede en la mad re . D el m

,
q u e co n ce tu ar 1o co m o u na � m ag o .
mos en ca m b io q u e h ay l:>
pr oc es o co nt 1e ne al gt 111:as � ar ad o1 as des-
Hay que agregar que el . n. Es que al
· staurada supone u n a f1 cc 1o
de que l a ' forma' as t' m · su-
fm. al d e cuentas , e1 m · fans da u n salto: se ue en fu tu ro . L a in
. . . ' rp o ra l es re su e 1 ta en 1 a an t'ic 1p
· a -
f1c1enc1a y 1 a d esad e c ua" ,...i· on co

. nes
c1on d e una sintesIS " . y
· ' ue el re fe re nt e de es tas operac io
,
au nq

� 7 o. ca ni an oa - ¡>A g. 33 . E d. Anagram a. B ar ce lo na .
MASOTAT : En•ayos la
' 197R

69

Scanned by TapScanner
re al , el cu er po im ag in ario ) , ha y que tener
es espacial (el cuerpo
n te d e n at u ra le za te m p o ra l, puesto que en
e n cuenta otro refere
la Imago, el futuro ap ar ec e re � iz ad o en el presen�� · Agregare­
n d rí ac o es qu ie n n o s da las co n d 1c 10 � es de es­
mos que si hipoco
paranoico Y su pas1on profé­
. .
fo nd o es a es pa ci al id ad , el
tudiar a
y su s an tic ip ac io ne s fu tu ro ló gi cas, nos llaman
tica el paranoico
lui t en ci ón acer ca de l ni ve l te m po ra
ta
l .
de un mo jó n qu e al diferen-
Al final en el Es pe jo , se tra
cia rlo s, se p� a al bic ho de l hu m an Yo. a lo ha bí a dicho .Lévi­
qu e de be ser realizado
Strauss con otros térm inos, hay un pasaje
tu ralez a a la Cu ltu ra . Di re mo s en to nc es : el espejo es
desde la Na
un tramp olí n. As í como Al ici a lo us a co mo para atravesarlo y
saltar al más allá, el humaño lo usa com o para catapultarse en
dirección a lo sim ból ico . En la psicosis, el problema parece ser
que este espejo no es trampol ín sino barrera. No está
puesto para catapultar a nadie, sino para sepultar al su­
jeto.
Más allá de las metáforas que la cuestión evoca, diremos
que el espejo no da como saldo una 'forma ' ya constituida, sino
que se trata de una forma que se constituye en lo que el sujeto
organiza perceptivamente su fragmentariedad corporal. Por lo
tanto, la imago especular es un modelo de adecuación; desde
que su materialidad es la de la imagen, abre el problema a la'-'
cuestión del Yo-ideal, del cual, el Ideal-del-yo y el Superyo se
derivan: En la psicosis observamos que la falta del nombre­
del-padre deja al sujeto sin la posibilidad de desarrollar las fun­
ciones del Ideal-del-yo y del Superyo (capaces de asignar un des­
tino social al contenido del Yo-ideal ) , y de ahí el estrépito social
que produce el 'brote' y la caída psicótica.
El estadio del espejo supone la existencia de una Función
por un lado, y la presencia de una forma por el otro. La Fun­
ción en cuestión, es la Función del Je que definiremos como
siendo la estructura del sujeto. La forma en cuestión, es la ima­
gen que el psicoanálisis estudia y a la que ha reservado el nombre
de: instancia del yo. En el Espejo, diremos que la Función del Je
asume una primera 'forma' (por lo tanto: material y sensible) .
Esta forma es el Moi (o Y o instancia). Si adoptáramos el modelo
freudiano del sueño, podríamos il ustrar pedagógicamente las
relaciones del Je con el Moi. Diríamos entonces que el Moi (o
Y o-instancia) es un contenido manifiesto, y por lo mismo un de­
tenninado por el contenido latente. Por su lado, el contenido
latente en cuestión se definiría por la presencia -profundamente
simbólica- de la estructura dél sujeto (Je).
CONTENIDO MANI FIESTO - (registro imaginario: Yo ins­
tancia )
CONTENIDO LATENTE (registro simbólico: instancia
o estructura del sujeto ) .
Este último desarrollo, así como esta última ilustración , tie·

70 •

Scanned by TapScanner

nen p or obj e t iv o fJJa ni ca r do s ni ve les qu e es a bso l uta m en te nece­


sario te ne r en c u e n ta en el fe nó me no psicó tic o: el niv cJ de l
y o Y ?I niv el d ( l su je to . So br e to do , po r cu an ·to alg un os au tc>res
se dc t•< �ne n cr1 el he ch o qu e l a ps ico sis fJrf!Rcn ta un a severa ca­
,
\

rencia a nivel del Y < > . . .


Estos au to re s, ap oy án ci< )se en <'l hP ch o (c la
ra m en te observa­
bl e po r o.tra pa rt e) de que en Jas ps ic os is las fu nc io ne yo ica
s de
Ja m ot r1c 1d ad , dC' l a p erc ep ciór1 o ele ) p< 'ns am ien to l ó gi co qu ed an
. s

al t�radas Y de sin tegradas ic rr? in an e x pl i c an d o a l a e s truc t u ra psí­


.

or ga ruz ac 1on pa t ol ógica en la que Ja terapia


.
_
co t1d a co mo �1� a �

un a im pl an tac ió n de un y o. Se trata de un
'dc bc , co ns s1t 1r en
r1a
yo-sa no , de un y m ad u ro de un yo-adecuado-a-la-reaJd.ad. El
·
o
argt1 � E:�n�o no c a rec e de l ó gi c a si ate nd em os al hecho que en
,
-

la ps1cos1s, el yo se prese n ta marcado po r serias fallas y severos


deterioros. El problema es que en la psicosis hay algo más que un
yo roto, o que un yo divid ido. El problema es que una concep­
ción de este tipo termina considerando como de fundamental
importanc ia, algo que en · rigor es secundario. Al final, si hay
una falla en la función yoica es por cuanto hay fallas de peso
en la -digamos- infraestructura del sujeto, de la cual el Yo es
una 'for1na'� todavía más: 'una forma alienada'.
Es necesario recordar per1n anentemente y tener muy claro
que en el Estadio del Espejo, la función · del je (o estru�tura
del sujeto) asume una primera· forma al disponerse material­
mente en el enunciado· de alienación que es el moi (el, yo ins­
tancia). Y esto se demuestra claramente en l a empiria del
discurso infantil cuando el niño presenta dificultades en usar
la posición de sujeto. Es lo que nos demuestra -por otra parte-­
el discurso de Clovis. Dijimos en dicha oportunidad que todo fra­
caso en la elaboración del reflejo 'especular, supone un corre­
lativo fracaso en la construcción de la subjetividad. El indivi­
duo no puede 'enunciar(se ) ' en tantó sujeto. Por lo tanto, Clovis
es capaz d e hablar · de sí mismo en tercera persona gramatical
com o si se tratara no de él mismo, sino de un otro.
Al fina l, su
discurso es isomórfico al del infans que se autodenomina bajo
la forma indirecta de ''él nen e''. Cuando, al hablar de sí mismo
el niño no s dice: 'el nene tiene hambre', observamos que p·redica

sobr� sí mismo, ocu pan do el lugar de los pa res. �e trata (gra­
maticalmente) así como lo tratai;i. Y este discurso �u�<!n �

en cia de un a estruc tura ref ere nc ial , el yo de la en un c1a c1on .2
aus .
Co mo vemos, no es el Yo la causa de lo qu e, aqu1 f�la� sino
,

un lugar -eminentemente simbólico- lo qu e aqu � fal ta.


fal la en el Yo , es po r cu an to falta a nivel de la Es tru c-
Si algp
tura del Sujeto.
En l a psicosis (así como en las neurosis -por otra parte-
.
),
el Y o no es la causa. Es un o de los efecto s.

28 A. OODINO CASAS; El loco d� Clovia el ot.J'o Loe. cit.


-

71

Scanned by TapScanner

La alienac ón . de la cadena . significante asume r�betes espe­
.
ciales e11 Ja ps1cos 1s. Quier o decir que el efecto de alienación
d
esta cadena (el Y?), se dispo ? e de. , manera harto particular
Es que la cade11a impon e su d11nen s1on al efecto yoico quie

pasa a presentru·, e:i sus distorsiones , los giros y mean dros
aquella. Lus carencias qttc inarcan a la cadena ( c arenc ia de un
d�
significa11te pri11101·dial) instauran una forma yoica obliterada
que excluye toda posibilid ad de acceso a 'lo simbólic o' y por
lo tanto, de acceso a l a estructura misma del sujeto. Concomi­
t�\11teme11te, el Ideal-del-yo y el Superyo quedan impedidos de
ope1·ru.· y el psicótico pierde -con ello- toda posibilidad de ela­
borm· la po sic ión .
Esta permanente distinción de los registros de lo Imaginario
y de lo Sin1bólico jugados en el Estadio del espejo, tiene por
sentido el de evitarnos una centración en el Y o. Sobre todo
cuando el objetivo es el de encontrarnos con un principio etio­
lógico; sobre todo cuando el proyecto es el de operar a nivel
de las causas. . . Volvamos -no obstante- a las teorías que
centran toda l a explicación de la psicosis en la necesidad de
'reestructurar' al fenómeno yoico. Nos encontraremos con que
a menudo se interpreta el delirio como una 'pérdida de la noción
de realidad ' ; es ahí cuando la terapia se propone restablecer
ese vínculo perdido. En ese contexto. termina impon iéndose la
quimioterapia para reducir o eliminar el delirio , y la terapia
ocupacioQal para poner en contacto al paciente con una actividad
que lo ayudaría a conectarse con lo real . . . Los resultados de
tan bizarra concepción no podían sino ser bizarros .

A modo de ilustración citaré , entonces , el caso de Osvaldo F.,


( 36 años) cuyo tema es el de definirse a sí mismo como el co­
mandante de los ej�rcitos mundiales. . . Sometido a terapia
parece reaccionar positivamente al tratamiento , pues deja de
contar insaciablemente a quien quiera oírlo, la historia y los dra­
mas de su jefatura. La grandilocuel\cia · inicial cede su lugar a
un cierto retraimiento. Cierta tarde , Osvaldo F., está en el patio
del hospital , sentado en· uno de los bancos haciendo girar una
tuerca en un tornillo, muy cerca de la oreja El terapeuta a cargo
-que ocasionalmente pasa por allí- se detiene a saludarlo, pre­
guntándole qué está· hacie ndo. . . ''Juego con este tomill o''
� s la parca respuesta que Osvaldo formula, y que en el acto es
interpretada con júbilo com o inequívoca prueba del éxito del
enfoque terapéutico . . . Sucede que , reconsultado un os po cos mi­
nutos después , Osvaldo nos cuenta l o siguiente:
- ¿Cómo está, Osvaldo?
- Bien. . "!' ugando con este tornillo . . . Pasan
do el tiem po.
- Y , ¿a que juega?
- �'!eno, no es exactamente un jueg
o . . . Este. . . Estoy
comun1candome con mis ejércitos. ·

de aprender. Aprende a
Como se ve , el Y o tiene capacidad

72

Scanned by TapScanner
S<? bre v�v ir . Ap r : nd e a relacionarse conforme las exigencias hos­
p1ta1ar!as. Al f1n3:1 es pr�tdente actitud, pues evita el castigo y
garantiza el . premio. Al final, el Y o aprende a relacionarse con­
forme lo quiere el deseo del Otro . Pero r10 deberíamos sobreesti­
�na r est a c.�pa cid ad ya que al fi11al, csic ap1·endizaje supone una
1n�orporac1on que no resuelve la CLtC'sLión de qu é destino dar a
la idea rectora que engendra el delirio. Ya lo 11abía dicho Freud
en ''lnh! bi.c ión , síntoma Y angusti a'' . . . El Yo tiene la capacidad
de repr1n1i � , y co n ell? protegerse del impulso temido, mas no
�uede suprrm1rl� de ra! z ya que a pesar de la represión, indefec­
tiblement� h�bra de verselas con el síntoma (producto del im­
pulso reprim ido ). Por lo tanto, habrá de vérselas con la necesidad
de integrar ese síntoma con los restantes contenidos de concien­
cia, aun. al precio de la inhibición de una función yoica.
Y sin �m bargo en todo abo1·daj e de la psicosis, el Yo aparece
puesto en Jueg o. Veamos si no el problema de la alucinación :
'' . . . el acto perceptivo. . . tiene una patología propia
cuyo síntoma más típico es la ''percepción sin objeto ''
es decir, la alucinación. En Tratado de las alucinaciones
uno de nosotros (Henri Ey) propóne y justifica el com­
plemento que añade a la definición clásica: percepción
sin objeto a percibir. La expresión ''a percibir'' pone de
manifiesto la falsificación que implica toda alucinación
al hacer aparecer un objeto que escapa al control de la
consciencia, es decir del Yo . . . "2 9 •

De este modo, dé Bleuler en adelante, la psiquiatría ha em­


peñado todo s sus esfuerzos clínicos y teóricos en la búsqueda
de un prin cipi o terapéutico que permitiera al Yo ejercer el con­
trol de los fenómenos sensoriales, que permitiera al Y o adecuar-­
se a la realidad, que permitiera al Yo desarrollar un ajust�do-y­
adecuado-sentido crítico. Ciertamente que no podemos Juzgar
al pensamiento ps iquiátrico como si c?nfor!11ara un bloque ún�­
co . Al final Henri Ey va un poco mas alla de Ball y de la psi­
quiat ría saj ¿ na , al no ac ep ta r la de fin ici ón qu
or
� so
ial .
sti
Pe
en
ro
e
a
qu
pe
e
sa
la
r
alucin ac ió n es un fe nó m en o pu ra m en te se ns
de ello no pu ed e de sp re nd er se de la id ea qu e la co ns cie n � ia e � , la
sede de lo s fe nó m en os alu cin at or io s, y qu e lo qu e la alu c1n ac 1o n
viene a al te ra r es la re la ci ón de l Y o co n la re al id ad . . .
En la antípoda de es ta s po st ur as no s en co nt ra m os co n la an -
tipsiquiatría. Para La in g, la ps ic os is es el re su lt� ? º d � � n . pr �� es o.
, pu es de ci de de no m in ar lo yo d1 vt d1 do .
Resultado particular
tr av és de la cu al . . . el yo se ·
''L a maniobra defensiv a a
divide está de st in ad a a pr es er va r el 've rd ad er o yo '

29 H. EY y colaboradores: Tratado de Paiquiatría ·


pá¡. 1 07 .

73

Scanned by TapScanner

mientras se ofrece al mundo como embajador y com o


rehén una persona sumisa (el ' falso yo') ''3 0 •

Nue vamente , nos encon tramos con los e fectos promovidos


al estatuto de las causas. Claro está que al fina l, la concep ción
-cuando seriamente considerada- ha de llevarlo más tarde o
más temprano a un impasse :

•'S i en verdad los agentes de farmadores, hostiles, no


pueden ser hallados en los propios im I? uls�s no acepta­
dos rechazados, ni en las malas atr 1bu c1o ne s de los
� �
pad es, ni en la peculiar � istifica� ón o . con fusión de
las pautas de la interacc1on fam 1l1a r, sin o que tales
agentes deformadores son el producto de la naturalez a
de la misma sociedad moderna . . . 3 1
En otras palabras, la ''división del Y o'', causa aparente de
la esquizofrenia, no es otra cosa que un proceso inherente al
sujeto . . . Volvemos a fojas cero.
Es que, lo que efectivamente constituye al sujeto es una divi­
sión) una escisión. Y si bien podemos aceptar que uno de sus
destinos puede ser la locura, de ningún modo podemos admitir
que ella sea su causa. En todo caso su causa más determinante;
cuanto menos su causa única. La razón de la locura debe ser
buscada no ya en l a escisión sino en las premisas que la rigen,
no ya en la división sino en la estrategia que las premisas le per­
miten al sujeto. Y al final \aunque tal vez sin proponérselo)

Laing tiene razón . . . Si de la división del yo dependiera, todo el


mundo sería loc o ; con ello claro está- nos perderíamos la po­
sibilidad de comprender la razón y la causa de la esquizofrenia . . .
Por el""-otro lado están -como ya dijimos- las alucinaciones
que la mayoría de los autores coinciden en localizar en el yo. Es
cierto. El yo es la escena en la que la alucinación acontece. El
yo es la escena · en la que la alucinación se desarrolla, mas de
ningún modo es la escena en la que ella se gesta. Simp lemente
por que si bien la imago especular (en la que el yo se funda y se
apoya) presenta tres rasgos -identidad, unificación, y perma­
nencia, que son los rasgos que -según Meyerson definen toda
posibilidad de conocimiento lógico-, la imago en cuestión no
es en sí misma la clave del fenómeno. Por lo mismo hem os de
dar la razón a Henri Ey reconociendo que en la alu� inación la
identidad, la unificación y la permanencia son altera
das alterán­
d.ose por lo tanto la textura del yo . Pero he m
os de agr�gar que
s1 ello �contece, es por cuanto hay algo qu
e está fallando a nivel
La desarticulación de
de la in fraestructura que lo determina.

- pág. 20 - En Re vista � ge nt ina ,de


30
Psicología.• Ano 11, Nr o. 9, Sept
A . TYSO N : H_omenaje a la Catatonia
iembre de 1 9 7 1 - Ed Nueva Visi6n
_
Buenos Aires.
· '

3 J
A . TYS oN : Homenaje a la Catatonia
- p6g. 24 • Jd em .

74

Scanned by TapScanner
las funci ones yo icas dc• pe nd <.> cfp una clcsarticulación en e) dis­
curso del Otro, sed(\ Y gara ntía de Ja estatua imaginaria en la riu e
se .
f1J . a al capturar una forma mater1al
el yo
In sis t � os: más al lá del yo c)stá el SUJ<' �:
t Si bi<>n Ja im<1g<) es
la gara nt 1a de todo acceso al co nc> cim ie ni o, lo es en tant<J se la
pueda tra.nsgred1r ac cC' d1 cn clo <l lft ' fi"u nc 1ó n Si m hó l1c a' que
l � detcrm1r1a . . Es t,a . transgresión y Hu cc)rrclativo pasaje.A al ré·
gimen de lo s1m bo l1c o es la t<1rc;1 c1u e la Neurosis realiza <'n <!1
sen <:> del Co m pl PJ O de J�d ir> o, y que la Psicosis se ve im p<� di cla d<..
realizar . Es qu e, P) co mp lej o de Ed ipo se realiza a la luz de Jas
premisas Qlle fun da n la relación entre.? el ·inconsciente de ambos
padres y el lugar qu e el ni ño oc ur>a en ell a.
, De I � l � ago al Co mp lej o . . . D(�l Espejo a la Castrac ión : he

a�,1 un c1rcu1to po�· on de debe transitar el sujeto en la construc­
c1o n de su subJet1v1dad. Circuito pe ligroso desde que lo tiene
todo com o para transform arse en el La ber int o de Creta en cuyos
recovecos ace cha la con stante amenaza de un terrorífico en­
cue ntr o con el M ino tau ro. N o son solamente metáforas . . . En
todo caso pret end en ilustrar algo que sería lo siguiente: el Min o­
tauro es a la Psico sis, l o que la Esfinge a la Neurosis. En ambos
casos fluc túa una ame naza ; en ambos casos se trata de un en­
cuent ro del sujeto con un otro cuya sola presencia supone una
interrogación para el sujeto. Es obvio que toda interrogación
implica un. cierto cuestionamiento, dado que supone una suspen­
sión de la Demanda. Tan luego de la Demanda que hemos defi­
nido como 'un pedido de reconocimiento'. Suspensión que no
deja de ser trágica, como lo demuestra la crisis neurótica. Tan
solo que, por tratarse de una crisis que lleva las marcas de la
castraci ón, al neuró tico le es siempre permitida una salida; para
ello le bastará recor�ar l a vía señalada por el Nom bre-del-Padre.
Para el Psic ótic o la cos a es más grave. Más seria; y también más
trágica. La sus pen sió n de la Demanda lo subsume en la nada
puesto qu e, sin sal ida , el s1:'jeto. queda a merced del otro. Por
es o, pa ra él, la Es fin ge ter mi na �1en do un mo ns tru o, y ese mo ns ­
úa a l a im ag en de l M 1n ot au ro .
truo se ad ec '
D e l a Im ag o especular al Complej o e? ípico_ha� un camino.
a. e
Un a m uy precisa re d de -relaciones l o puntua y senal1z Claro qu
si ha y un pasaje desde la pr im era ha�ta �l segun <;) o, es por cuanto
pe rt en ec ie nt es a un te rn to r10 co � un . Au nq ue un a
son sitios
ci a lo s se pa re , pe rt en ec en a un m 1� m o ca m po . Ef ec ­
cierta distan
nt o la Im ag o c m o el c ?� pl eJ O pe rt en ec en ª1
tivamente, ta � . .
y ob ed e en al m is­
m is m o or de n, resp on de n al mismo pr 1n c1 p1 0, �
m o objetiv o : en ambo s se tra � de un a � st ru ct ur a forja da co n la
ad de an ti ci pa rs e a un a d1 sc or da nc 1a .
finalid
¿Q ué discordancia es ésta?
Para Lévi-Strauss se tr at a de la di sc or da nc �a qu e se pa ra a la
Naturaleza de la C ul tu ra . Ba sá nd ? no s en e ! lo d1 re � os qu e el Es ­
ja ló n en un tr an sito ha ci a el un iv er so cu lt ur al,
pejo es u n primer

75

Scanned by TapScanner
que cu lm ina co n el Co mp lej o . : . Di re mo s e � to nc es qu; �n esta
l es pe .
Jo in sta ur a un s1s te a totem ��o en
perspectiv a, la fa se de �
tanto qu e el e �
ipo cor re spo
. nd e a� a fas�;
e
, ,
la 1nstaura c1on de
a de '' 111 te rc am b1 os ge ne ra li za d o s .
un sistem
Fre ud se tra ta de la dis cor da nci a e :r ist e n te entre el orden
Para
bio lóg ico ( B ) y el ord en de lo er ? ge no (e) .3 3 • E � esta
de lo
perspectiva ha y un pa saj e qu e de be ser rea l1z � do desde el prime ro
al segundo donde el Espejo supone ser el pruner paso en la cons..

trucción d una referencia subjetiva (es el Y o) . en tanto 4ue el
Complejo otorgaría al sujeto las claves necesarias para realiz ar
su relación con el Sexo.
·

Pai·a Lacan, en fin, se trata de la discordancia que escinde a


la Necesidad de la Palabra. El Espejo sería así la primer organi·
zación corporal (conviene atribuir el mism o valor al concepto
de organización que al corporal) , en tanto que el Com plej o
supone la posibilidad de acceso pleno a la palabra.
Hay una serie: naturaleza, biológico, necesidad por un lado
que se opone a la otra serie, la que vincula al intercambio, con
el sexo y la palabra. En los intersticios de esta serie situaríamos
al espejo como un jalón a mitad de camino. Y por eso es que
insistimos tanto en el hecho que la Imago va mucho más allá del .
Y o. Es una primera estructura que objetiva en el sujeto el esbozo

de· un ord�n distinto que el natural , el biológico y el de la nece­
sidad. El esbozo asumirá plena realización cuando en el interior
del complejo- alcanza su total dimensión cultural, erógena, y
significante (por· ende: simbólica), cosa que el Edipo posibilita
al habilitar el deb.ate terminal prefigurado por el conflicto 'falo/
castración' . Cuando así no acontéce, el individuo per1nanece a
mitad de camino en el cual el totem, la referencia yoica y la
· demanda coexisten sin que sea posible el establecimiento de
sus respectivas articulaciones; es el caso del loco. ·
Concretamente, el Estadio· del Espejo se nos presenta como
una dimensión capaz de dar cuenta de la etiología de la psicosis.
Una concepción en ese sentido se esboza en· Lacan cuando nos
. '

advierte de las raíces paranoicas de todo conocimiento. Es que si


la paranoia está íntimamente ligada al conocimiento, el conoci­
miento a su vez está indisolublemente ligado a la imago especu­
lar. . . cosa que ya hemos comentado al citar a Meyerson. Pero
no es esta la única vía. Más explicitamente aún, la referencia
lacaniana a la carencia del Nombre-del-Padre, no s dice en lo lite­
ral del t xto, q�e esa carencia obliga al sujeto- a ''retrotraerse
. �
al espe10 , tan solo que Lacan establece que la 'caída' del régi­
men simbólico, implica al mismo tiempo la automát
ica caída del

31 C. LEVI-STRAUSS: El oso y el barbero -


Págs. 4 5 a 56 - Ed Anagrama '
Barcelona, 197 0. ·

3 3 A . GODINO CABAS : Curso y diacurao de la ob


ra de J Lacan . Cap IV
pág. 1 1 8 · '
a 1 20 · Helguero Editores, Buenoa Airea,
1 97 7 :

76

Scanned by TapScanner
in1t1gir11\rio, dl'jn1tdo nl . suj to 11 J os bordes de una topología
cl t' le> t•f'Lll, do11<lt' lo S l('n 11lr mo nifi 1sto es un ngujero . . . El
u�rrf' g do lllt.<' ,1t: aL) nn1os d<' t•1ttl 1· ('R Sl1m11m<'nt úti l para evitarnos
t'nPr <.'n ll\ tlus 1 11 O<' qu C'l J)Si ·i>t ic·o es el pro cluc to de una
fijn rió 11 <.'t1 t'l St'11t icl l i 11c 11 l qt1<' it V<' f'S <'1 t;rinin o ti ne en cic:>r­
t s nut <lt· 'S l)Stc on 11 n l 1 t 1 t <1s. "onc•r •ttt n1 11t , J o que qu ·remos
(lll <.' 1
·

<i 'r11·. <'S '1 ft1t <'1ts o ci <.'0 1n ¡J I j<' c•strtl)íl yu cont4>nido n el
t'Sl jo, 11 ln 1):\r qtt cstr tl)lC'cC'111os CJtl<' c1l (rdctlS<> dC'J c<Jm pJPjo
()�),0r,1 r<'t •·1)11<.· t 1v1ltt1C' 11te ( ¡>or n 1Jrcs cottp) sobr(' rl esp jo, rom-
1> 1 t'ttd<.) 1 . No se ti·�tn. pues dC' unn si111plc fijación en un pltn to
c t t:l lq l t 1 c\rn ti�, u11 <.'Je l111<' nl evo luti vo, sino qt1e se trata efe un re·
.

t r110 ( rcwes1 011 ) , f1�actut·a y rom pin1 ie11t o, y posterjor fijac ión .
De este 111od o, el spejo es el escenario , pero también Ja
e truc tura, en los cual s es posib le leer la causa de la locura.
Esce1uzrio po1·qu e es el spacio en el que se materializa una
u11ion, la del sujeto con el Otro. De esa unión nace el Yo. Pero
tan1bién estruc tura , por cuanto la unión tiene una cierta per1n a ·
n ncia así como una determi nancia. Una teoría a propósito de
esa w1ión y lo que ella supone, es el espacio fecundo como para
dar respuesta a los interrogantes que las psicosis promueven.
En resumidas cuentas, una teoría de la locura es posible en
la medidá en que sea factible pensar el espacio del loco. Un espa·
cio que es el especular y cuya virtud es la de objetivar un sistema
de relaciones en el que queda comprometido el niño con el deseo.
Es obligatorio, dar cuenta de ese deseo del cual el Yo es un
efecto o como quien dice- uno de sus accidentes, una de sus
vicisitude s. Al loco no solamente le falla el yo. En todo caso
eso sería lo meno s grave . Lo peor es que le falla el Otro y le falla
El Espejo . . . Por eso mism o, le falla el lugar que el complejo
edíp ico con stru ye como alternativa para el suje to.
Res 11mi end o la historia diremos, entonces, que el Otro
constituye a través de su discurso- al suje to del inconscien­

te. Esta co nst itu ció n presenta un momento liminar, el Estadio


del espej o. Cu an do la intervención del Otro no inc l1:1ye � si� ­
o mscr1be
ficante primordial (el del No mbre-del-Padre), el sujet
una im ag o a la qu e le fal ta un a cl �ve y �� e po �r lo m Slno �u�a
istro fálico .
excluida de tod a posibilidad de crrculac1on en el reg
o en la 'fa lta de la fa lta ', el lo co · no av an za sino que se fija
Pres
las fo rm ac io ne s im agi nar ia s de l es pe j o y se desgar ra . Es que en
en
ese caso ' en vez de re fle ja r un su je to , el es pejo es bo za la apari-
.

ción de lo siniest,ro: la locura.

3.- El personaje del loco


de l lo co no de ja de se r un a tarea co m pl e­
Sit•Utr el personaje
ab aja do la cu es tió n de su estruc tura
ja por máa qu e he m os tr

c natitutiva. E1 qu e re sulta di fí ci l di sc erni r qu é es lo qu e de la

77

Scanned by TapScanner
je tiv a dP l lo co se de riv a � e di ch a es tru ctu ra
dialéctica in te rs ub
ri va d c su re lac1on con el . otro . . .
. c1,u c e lo qu e taxat1v
¡)sicótica, y q u é lo q u P df\ ,
, d< lr .
1cl 1r en
E n ot ras p nJ ol)1·as , es cJ if ic il � � te
<? a la s lls ic os is y qu e lo in he re nt e al medi o en
r('sul ta inhere ilt
S<' in sc ril> <'. l la y ar gt 1m en to s de pe so en la teorí a
el qu el lo c'o
ar en el es­
co m o �1ar a en d er lo ; si n em ha rg o, an te s el e e � t �
co m pr
te re sa de st ac ar qu e es ta d if ic ul tad para
t d1' d(' los n1 ismos in
� �
d s t i gu ir al lo co de l o tr o es tá pr es en te en to do s lo s ab or dajes
. , · ,
od e 1 o soc1ogen 1co en
clínicos y teóricos. ·
el
,

La post ur a de H en ri Ey al c1 t� ?1
ón de l fe nó m en o al c1 na to r1 0, � s un b�en � xpo nen ­
la interpreta ci �
1ar qu e la al uc n c1 ,
on no es
te de ello. Es que, despues . de af 1r11 � �
_ almente sensorial , el auto r
un fenómeno primitivo, n1 es en ci
agrega:
l
''S egún el 'modelo sociogéni co ' n � existe ,a alucinac��n
pues si la percepción de la re �1dad es tá en f� c1on
exclusiva del medio cultural, las di ferentes an om a11 as . . .
son sólo índice de factores culturales ''34 •
Más adelante al tratar elmismo pro ble ma de la alucina­
ción y al citar l� postura de la con cep ció n ' organodinámica',
señala:

'' . . . la alucinación sólo aparece cuando se rompe la


integración de las estructuras del cuerpo psíquico''3 5 •
En el mismo capítulo, el autor cita las interpretaciones de la
corriente mecanicista (para quien la alucinación se sitúa a nivel
de los relés neurológicos) y la corriente · psicodinámica (quien
la interpreta como una ruptura en la relación del sujeto con el
objeto), aunque cuestionándolas precisamente por su acendrado
linealismo. Por tanto, la base de la explicación de H. Ey es socio­
génica y organodinámica, lo que nos invita a pensar en el hecho
que, tanto el cuerpo psíquico ( y por ende representado en fun­
ción de una matriz de relaciones libidinales) como la relación
cultural, coinciden en el énfasis relacional .
La esc �e}a d e Palo Alto Y. su concepción interpersonal, d�­
. que la esq
rrolla la h1potes1s uizofrenia es el efecto de una parti­
c11lar relación o vínculo, donde lo característico es un entrecru­
zamiento de mensajes contradictorios respaldados por sobornos
y amenazas. En el centro del entrecruzamiento estaría situada
la :víctima', o sea, el sujeto elegido po r el grupo como deposi­
tario y referente de estos mensajes y órdenes. El doble uínculo
es aquí una conceptualización de la particular relación del suje to
con el contexto, y nuevamente se no s presenta la idea que la

34 H. EY : Tratado de p1iquiatría, p6¡. 10 5 Lo e. cit.


35 H. E Y : Tratado de p1iquiatr{a, P'I· l 06 Loe. cit .
-

..

78

Scanned by TapScanner
IocLt ra no es ta n so lo un proceso ex cl us iv o de l sujeto sin o re la ti­
vo a l m e d io .
La an t -psi 9 ui at rí a, Y R . La in g en particular, so qu
� n ie ne s
lle va ron mas le jo s este pl an te o. A l final (c as i-c as i) qu e la lo cu
ra
no � xi s�e co m o es tr u..ct ur a en esta co nc ep ci ón , pt1esto qu e termi­
na r1 a si en do al go as 1 co m o ttn ep is od io crítico y un part
icular
n1odo de ser-:..n- el -m u nd ? � on todo lo qu e el lo sig ni fica
. en cu an ­
to a la i·e la c1 on de l in d1 v1 du o co n lo s otros. La im pr es ió n qu e
causa - pe rm an en te m en te- la lectura de R . La in g es qu
e la lo ­
cura es sie m ¡J1·e m ás de l otro qu e de l lo co . . Y si al final
el
es qu izo de li ra no es m ás qu e en respuesta a los m en sajes de de po
.

­
sitación del otro.
En re su m id as cu en ta s, el personaje del lo co apar
ece cons­
ta nt em en te as oc iad o al ot ro , vin cu lad o con el medio . . . La ob
­
servación no es im pe rti ne nt e. Al fin y al ca bo , la antro po log ía
l évi-st1·aussiana no s ha he ch o a la idea qu e 'ni ng un a acción
con ven cio na l, así co mo nin gún sím bo lo tem áti co inserto en el
mi to o en el rit ua l, tie ne significado por sí mism o'.
Tam poc o ten dría mo s que ir tan lejos como para enc on­
trar resp uest a a esto s interrogantes. Quie ro decir, no habría ne­
cesid ad ning una de ir hast a la Antropología (salie ndo del psico­
análi sis) para enco ntrar nos con -razones de peso que nos permi­
tan compr ender esta observación . . . Lacan mismo invita a
pensar el fenómeno c,uando nos dice:
' ' . . . la dualidad etnográfica de la ,naturaleza y de la
cultura está en vías de ser substituida por una con­
cepción terciaria -naturaleza, sociedad y cultura- de
l a condición humana, de la cual podría perfectamente
decirs e que e l último término se reduce al lenguaje,
0 sea ' a l o que distingue esencialmente la sociedad hu-
ma na de las soc 1e. dad es naturales ' ' 3 6 .

Co mo vem os, e l sujeto lacaniano además de ser cultural es


soc ial, l o qu e l o hab ilit a inm ejo rablemente com o p�r..a entrar
en rel aci ón ( ob vio : soc ial ) con los 0tros. Pero tamb1en desde
.
qu e e l su jet o es cu ltu i·a l, y desde 9ue Laca n de fin e a !ª cu ltura
co mo un orden del lenguaje , ese sujeto pue � � ser
pens ado com ?
1 _ ncl o as 1,
un s1g111 ican t e . . . E l suJ'et o se1·ía un . sig. n1f .
1ca nt e. S1e
· · · ·

mal po dr ía mos ah or a at rib uir le un .s1 gn 1·f1cado . por


�� mismo.
, .

be e el sig ni fic ad o es pr od uc to de l a ar t1c � l � c1o n ?e . los


8e sa qu
· r· , .
s1gn1 ican tes, o c om o el m ism o Lacan di ce. el s1gn1f1cad
·
o insiste
en la ca de na , m ás no co ns iste en un m 1e � b�o cu alqu iera .
de
,

la m ism a' . E l he cl1 0 es qu e ( po r su fa lta de co 1g? o) , � l ps ico


tic o
,

bl e al co nt ex to . A di fe re nc ia de 0.tros
es el sujeto m ás permea , s arbi tra-
( po r m '
e:
cu ad ros en lo s qu e la presencia de un código

6 pá g. tl9 6.
3 J . LA CA N : Ec rit s Ins ian ce d e la let tre cla ns L.i nc on sci en t
Ed . Du Seu il, Par ís, 1 966 .
·

79
-

Scanned by TapScanner
• •
-

rio y forzado que a veces sea) torna al sujeto relativamente inde­


pendiente, o aun relativamente refractario a la influencia del
medio, el psicótico está sometido al vaivén de la palab�� del otro,
desde que 'su ' signif icado no es pos ible sin o en rel ac1 on . Al psi­

cótico le faltaría la internalización -digamos- de la relación


con el otro, y por lo tanto restituiría e�a falta en lo real . D e
ah í su permeabilidad, de ah í su dependencia.
Pero a pesar de ello, queremos ratificar la realidad que quien
delira y alucina, al final de cuentas, es el loc o y no los otros.
Quiero decir, el cuadro psicótico es una estructura del sujeto
y no sQÍo un efecto de 'los vínculos interpersonales'. Mas bien
creo que habría que investigar qué y cómo la estruc,iura influy e
como para llevar al sujeto a esa radical dependencia. El modo de
vincularse está prescripto como modelo en la ,estructura del su­
jeto. Es por otra parte la vía que sugiere el texto lacaniano. Es
en este punto que el desarrollo que hemos llevado a cabo acerca
de la verwerfung del Nombre-del-Padre y acerca del tapona mien­
to de la instancia fálica cobra su exacto y verdadero sentido.
En c\1anto al esquizo, es ci�rto que depende . . . Mejor aún: •

demanda, desde que, careciendo del Otro de la d�manda, busca


en el otro (su semejante) la realización de una tendencia que
terrnina por apresarlo como lo demuestra con inmej arable
claridad- la realidad de su relación con el enfermero psiquiá­
trico. Habitual intermediario y efectivo agente institucional, es
sobre el enfermero que habitualmente recae la responsabilidad
material de 'cuidar' del paciente. En este cuidado se resumen
todas las contradicciones de una relación que, en nombre de
una connotación eminentemente disciplinaria, termina por
apag&J;" toda opción terapéutica. La demanda es la razón de- es­
tructura del esqt1izo que, al encontrarse con el 'cuidado' (mensaje
y mandato que rige la praxis del otro) desemboca en una situa­
ción de tal complementariedad que, cuando establecida, no da
márgen ni opción a ninguna salida.
Recordaré el caso de A. ( 60 años) , internada desde hace
varios años a raíz de una eclosión delirante, cuyo destino fue el
de cronificar en un delirio sistemático y típico . Fue en el curso
de ese pri!Jler per íodo que A. estableció una relación de pro­
funda amistad � plena complementariedad delirante con
?tra paciente de non;ibre R . , COia que mantuvo a ambas amigas
mseparable�ente un1� h ta que ciertas desaveniencias pri­

m��o, Y el . alta ho�p1talaria despue, s, hubieron de
se parar . R
salio de !ª 1ntemac1on en tanto que A permaneció intern
ada.
Claro es� que para �? hubo de explicarse ese estado de cosas
por medio de un delmo paranoico cuyo conten
ido es que -'' R
puede volver en cualquier � omento para ar
, ran arle lo s oj os .a
c
.
ella Y a sus hil os . . . Pues b1e 1, cuando la dinám
,
! . ica intersubjeti­
va del pabellon crea. las cond1c1ones de faci
litación co m o para
e la institución ae
que !n A se desarrolle aquella respuesta qu
empena en catalogar de ''c risis de agresivi
dad'' la enfe1mera

80

Scanned by TapScanner
su ele a1Jc>Jc1 r al más efic10 n tf' de LOllos l<)S cu . , 1 m an" t0s co n J as si-
guie ntcs ¡)a la br as : ' ' D oñ a A . · s, i· ustrcJ ne) se
.

caJ m a Y no se
por ta hí cn v oy a ten er q u<• ! J a mar la a Il Y usted sa be b1. en
·
·

que ella sí que' 11 <> Lc11d r íit rc\pitros en a rra n ca rl e J os OJ. O -,1º de,
· · . ·

. ,,.
e
cuajo
� s es � e L�p o . 1
ue � im
d co m pl rm <1n ta rie cla d el
c n La todas
q
Jas inve st1 gac 1one s acr rca del })apcl deJ
e e i·
bo ra c i ón rl I d J 1 i o . y ci c rtam en e c1u
l � )
s1
.
q u .
1a�
;L
1 c o en l� ela-

vem os qu e -inde pc ndir 11i c m c nte de su ide i o c; e:_ � � � � J i � Jo �,es


.
a Lns 1 UC J;O �
suele op er ar co n firm an do y po r lo La ní o ratif1ca ' n d o -s.in anál1-
� � f
1s prev · - e 1 c n ie n1· do de l de lir io . Se> trata de un a fuerza
·

avorece or a d e o qu e se h a da do en lla ma r ''c ro nificación , , .

I u-
Si n em ba rg o n o de be ría m os atribuir tanto peso a 1 a ins · t't
. ,
· ; n. Al fin · al e1 1a n o crea nin
c1o gu n co nte nid o , y apen as se i un1 · · ta a
rat1·r 1�ar
· y c� n f'irrn ar el d
. .
� lrr1 ? y� , prod� cid o por la suj eto . Por
e11 o, e � os e ver en 1 a inst ituc 1on ma s bien un 'interlocutor'
.
del delir io que u n prod ucto r del mism o, aunq ue aclarando
.
� ue e �te. pap el de inte rloc uto r no le resta ni desconoce su valor
iatroge n1 co .
Es� papel iatrogé nico reside preponderantemente en el valor
Y s! gn if� cado que (a priori) la institución otorga al sujeto; valor
. .

Y
.
s1 � �ado que suelen apretarse condensadamente en un· juicio
ifi
previo disfrazado de 'diagnóstico '. Al final, ¿de dónde vendría
sino, la tozuda preocupación de la institución por los diagnós­
ticos?
De cualq uier mane ra, qued a claro que por esta vía, el hospi­
cio term ina opon iénd ose a la 'aparición ' del sujet o. El personaje
del loco . n o pue de revelarse desde que , antes de cualquier otra
cosa, él es l o que l a ide olo gía manicomial decide que sea. Para
revelarse el loc o deb erá rebelarse. Situación que el hospicio suele
recon oc er co mo 'cr isis de agr esi vid ad ' y qu e ·ind efe cti ble me nte
impli ca la ad mi nis tra ció n de sed ati vo s o la ref or mu lac ión de la
n di ca . Se ve : el pr esc rib o im po rta má s qu e el es­
prescrip ció mé
pr es cr ib ir, el ps iq ui at ra co rre el rie sg o de
cucho . Se ve : po r
permanecer sordo . . .
n ep is od io -lí m it e de co nn ot ac io ne s tr ág icas pero que
Existe u
justam en te por su dram at ic id ad ej em pl if ic a so be rb ia m en te esta

sordera. ·
al -c ol on ia do nd e ci er ta pa ci en te qu e
A co nt ec ió en u n ho sp it
m en zó a m an if es ta r un extrañ o
iden tificaremos co m o M ., co
de lo s en fe rm er o s, ya qu e � e
compo rt am ie nt o según o p in ió n
al p u n to d e ra y ar c o n la abulia
carácter general m en te apacible , toma de ir . efrena­
Y la in d if e re n c ia , p re se n tó u n . cuadro c o n � i � � !
d e l1 n o . S o l1 a d e c u , p re sa
ble agitac ió n c o m b in a d o c o n u n seve rQ
o ir (p re fe re n t em en te
de u n a ansiedad ciega a q u ie n fa, . q u is ie ra .
o s, e n fe nn e ra s, a si st en te s
a los agentes in st it u c io n a le s: med 1c
d e cu ar to y d e cru:n a , Y
o ci es e t ra p a c ie n te compa ñ er a
s al ) , q u o ro sujeto-
o y q u e e ll a - n u e st
que ll amaremos T .A ., h a b ía m u ert

81

Scanned by TapScanner
ha bí a visto su cadá ve r. La re ac ci �
n iri st � tu ci on al fu e de so rp re­
si bi en un a ec lo s1 on d el te _es co sa de tod � s
sa pues to qu e. _ �
de r ho s¡)ital ar io , la in s1 te
s nc 1a po r partP d � 1a
lo s dí as en el suce .
ña la r un lu ga r l'r ec is o de la co lo ni a co no c icJ,o
paciente en se
e de 'lo s pa jo na le s' co m <;> el lu ga r do nd e estar 1a
con el no m br
us ua l y so rp re nd en te . Si n em ba rg o, no fue muy
el cadá\rer era in
r pa ra el ho sp ita l es ta bl e � 1e nd o qu � se trata?a
di fíc il de resol ve
io se ve ro co n se rio co m pr om iso � en so r1a1 de car:ac­
de ''u n delir ,
1ta.nt te e ra pe ut1ca.
ter alucinatorio'' y prescribiendo la co nc o � _
de �os p1tal la
l
En cuanto a la referida paciente T . A . , . !as fichas
' ' fug ad a ''. Es la int erp reta c1o n qu e -a po ya nd os e en
dieron por
otros cas os- la ins tit uc ión se dio pa ra co mp ren de r la falta y
la ausencia de ell a. Po r su lad o, el cu er po clí nic o � � ar go de M.,
n o tuvo dif icu lta d alg un a en est ab lec er qu e e � de l rr10 era la res­
. en do qu e, por
pu esta de la paciente ante la pérdida de la am iga s �
. arse
ign
la intensidad de esta pérdida, la sujeto no po d ia res a
admitir la fuga desde que ello significaría tener que 'ad mitir
un abandono'. •

El hecho es que días después, un intenso y fétido olor, pro­


veniente precisamente de 'los pajonales' obligó a reastrear la zona
donde se encontró efectivamente, el cadáver de T .A. ya en
avanzado estado de descomposición. Al parecer, T .A. se había
alejado de los pabellones (cosa que casi todos los pacientes acos­
tumbran a hacer) y habría sufrido una sucesión de ataques
epilépticos conformando un cuadro de 'crisis subintrantes' que
la condujeron a la muerte. De hecho, M . se había enc ontrado
con el cadáver; sin embargo su palabra no tenía el valor indicativo
de mensaje que ella pretendía, sino que fue leída como signifi­
cando lo que institución quiso y pudo leer .

.t\l final, la respuesta del hospital se parece mucho a la


locura, y al final parece ciertamente difícil establecer si la psico­
sis es exclusiva del sujeto o es también extensiva (digamos mejor:
relativa) a los otros. En el ejemplo que acabamos de exponer
queda claro que es difícil (sino imposible) al psiquiátrico pres­
tar oídos al discurso del otro, siendo que el otro es ante todo un
'loco'. Al final el hospital psiquiátrico escucha a la manera de
una madre en el seno de los intercambios de demandas: ''escucha
como proveniendo del otro su propio mensaje en forma inver­
tida''. Que el manicomio pueda llegar a ser una madre para el
loco es algo que al final de cuentas no debería ni tendría por
qué asombrarnos. Se trata de una relación perfectamente com­
plementaria, desde que está fijado a esa estructura fundante en la
que la escena fálic � .�sboza cerrarse ; por l o mismo, parece estar
en permanente pos1c1on de hijo . . . de infans, que pide pem1an�n­
temente que lo completen. Pero l o que no puede ni debe de)ar
� e asombrarnos es que sea j ustamente el hospital -un lugar
idealmente creado para operar la cura- quien ejerza esa com·
plementariedad. IA cura deviene locura .

82

Scanned by TapScanner
Fuera de eso, Y en cuanto a la complementariedad en sí
mism� sólo resta decir que ell a define a la transferencia y que
deber 1amos entender conforme a la cita lacanian a:
'' ? �sde hace tiempo vengo anticipándolo, poco a poco,
d1c1endo que los sentimientos son siempre recíprocos . ..
¿_Y entonces, Y entonces, y el amor, y
, el amor, es
s1emp�e reci proco? - Claro que sí, claro que sí. Es por
eso mismo que se inventó el inconsciente: para notifi­
carnos del hecho que el deseo del hombre es el deseo
�el_ Otro, Y q�e si el amor es una pasión que puede de­
f1n1rse como ignorancia del deseo, no por ello pierde
su alcance y dimensió n ' '3 7 •

Se deduce: toda tentativa que se preten da seria en la solu­


ción del problema clínjco de las psicosis debería evitar constante
sistemática, m� �ódicamente esa complementariedad, esa recipro:
.
cidad, esa ilus 1on del uno desde que -lo hemos demostrado­
el uno es siempre dos. Esto quiere decir que las psicosis nos
exigen desarrollar hasta sus últimas instancias y últimas conse­
cuencias una teoría de la escucha. Para ello es necesario una
teoría del discurso que incluya la posibilidad del discurso psi�ó­
tico. Caso contrario -lo vemos en nuestro ejemplo- la 19cura
se desdobla, el delirio se reproduce en espejo, y el personaje
del loco se duplica. Al final, si hiciéramos cuentas, en nuestro
ejemplo salta a la vista que terminamos teniendo dos locos . . . es
el psicótico, y es su otro, en la ocasión realizado en el hospital.
La trampa se disolvería faci imente con sólo escuchar. Una
teoría de la escucha debería siempre preceder a una teoría de
la comprensión en estas cuestiones.
La audiología importa; la hern1enéutica estorba.
Es la audiología la que nos enseñaría a escuchar un personaje
que hab la y que , al hablar , predica sobre un universo donde
-como es el caso de toda palabra- el mismo hablante está im­
plicado y concernido. Pero no solo. La presencia del suj�to en
su propio dis curso no excluye (por entero ) la presencia del
otro; no excluye la historia.
El delirio tiene eso. No se le puede desconocer aquello que
Fr eu d de no m in ó ''u n fo nd o de ve rd ad his tó ric a'' . Y si no s to ­
máramos en se rio la de fin ici ón fre ud ian a po dr íam os co nc lui r,
sin mucha dific ul ta d qu e el de lir io no s ha bl a de un a cierta ve rd ad
del sujeto. U n su je to qu e, no po r ca pr ic ho , nu es tro tít ulo �a
pe rs on aj e de l loc o' . Se tr at a � e un pe rso � aJe
denominado 'e l
de lirio no s of re ce un a te or 1a en el se nt id o
que al desplegar su
más alto que tiene el término. � s. que al re nu nc . r a la colosal
ia
sa do ra qu e el de lm o lle va a ca bo , ab re la pu er ta
síntesis cond en
de u na histori a y no s cu en ta un dr am a; 's u ' dr am a.

3 7 J. LACAN : Le eeminaire, Livre XX E CORE Conf. 1 , pág. 1 1 .


N - Editions
du Seuil, París, 1 975.
83

Scanned by TapScanner
En cierta ocasión se me acercó un paciente A . J. ( 2 1 años )
y, alegando desear hablar conmigo se sentó agregando casi a
boca de jarro:
- D íga me do cto r. . . ¿c óm o es po sible qu e yo no tenga
AJ
novia? Y o quería tener una mujer co mo todo � l mundo
pero sucede que yo nunca tuve ni siquiera una·. N 1 u� a ��la
vez . . . Creo que el día que consiga tener una mu1er i:ie
ro del to do . . . ¿S abe que ni siq ui er a tuve no via?
cu
Sólo una vez en el trabajo hab ía una piba que �así , casi
salió conmigo; pero no fue posible. ¿Sabe por que? Yo la
r�chac� . . . (largo silencio). ,
¿Usted me haría un favor? Llámela por telefono y cuen­
,

tele. A usted no le cuesta nada llamarla; tiene el teléfono


ahí al lado. Llámela y dígale . . .
Te - ¿A quién?
AJ - A ella . . . ¡Es tan bonita! Tiene cabellos castaños, tan pero
tan lindos . . . Y o quería salir con ella pero me dijo que
estaba comprometida y que no podía . . . Esa es la que yo
·
,
quería y no la otra. . .
Te - Cuénteme cómo fue.
AJ - Bueno, la conocía en el trabajo de ella . . . Es en las tiendas
HM; ella está en el sector de cassettes, radios y grabado­
res para autos. Usted sabe donde es ¿no? Es ahí .cerca. del
puente de la calle Joao Negrao. Y o estaba mirando la vi­
driera y la ví que estaba adentro atendiendo. ¡ Era tan
linda! que quise tenerla. Entonces me le acerqué y empecé
a preguntarle cuánto costaba una radio, y después le pre­
guntaba cuánto costaba otra, y después un grabador, y
después una anten� hasta que me dio bola y se interesó
por mí� Entonces yo le dije que quería salir con· ella pero
me dijo que no podía porque ya estaba comprometida . . .
Y o sent í una pena porque ella es tan linda y tan boni­
ta. . . (l�o silencio ). ¿sabe? Se llama ºMiriam. Lo sé por­
que tenia una etiqueta en el guardapolvq con su nombre.
Te - ·¿ Qúé sucedió después? !_
,
.

AJ - Y o pensé que ella me dij o que estaba comprometida para


saJir del paso, y que eso no era verdad . Usted sabe. . . las
mujeres a veces. son tímidas y les da vergüenza decir que
sí . o tienen miedo. Por eso pensé que no tenía que aflojar

y que había que insistir e intentar de nuevo. Me quedé a


·

esperarla en la puerta de la tienda a que saliera y com o


estaba lloviendo me resfrié . . . Además me puso un poco

nervioso. Es por eso que estoy aquí . Para curarme. : .
(largo silencio)
e
¿Nunca le hablé de mi hermano?
Te - Sí. De quien nunca me hablaste es de tu hermana.
AJ - (Se ríe como sorprendido al hacer una picardía) . . . Es bo­
nita, tan linda . . . ¿Nunca le conté? Tiene cabellos casta­
ños y es tan bonita . . . Se llama Lilian. Y o la adoro. La

84

Scanned by TapScanner
quiero mucho, pero ahí es mi madre quien no deja. Siem­
p;e me dice que no me acerque a ella para hacer tonte­
r1 as . . .
( �.� bi � do de expr<.'sión) Bueno docto1·, me voy porque
s1 sigo as1 voy a hablar de mi padre y eso, mejor no.
No es difícil entrever cuánto y cómo el discurso de A.J. con­
tiene al deseo pues basta tomarlo al pie de la letra como para
ve�lo aparecer (aunq ue en1bozado) en el pedido : ' ' llámela y
cuent le ' ' . . . Pero tampoco sería dificil entrever una historia que
está presente e hilvanada por el deseo. Al final, el drama de
.J . s el de no tener mujer ; curará tan pronto como consiga.
� l ¡1rob lema está en que esa cura no es cosa fácil, pues no se sabe
s1 debe actuar a nivel del resfrío o a nivel del deseo. Por lo demás
la causa de la internación es efectivamente -como él m ismo nos
cuenta- 'Mi1· iam ', tras la cual flota el deseo de la herrnana en
corto-circuito con la prohibición materna .
, Se ve, previ � � todo análisis, que el discurso es una combina­
.
c �on � part1cular 1srma -es cierto-) de hechos y de imagos, de
h1stor1a Y de deseo que se incluyen imbrincadalnente. Al final A .
J . tiene razón. Es una razón que por responder a la gramática del
delirio �e aleja de la lógica éons�iente más, no por ello, pierde
su veracidad y su fuerza. .
A vanzando un poco más en el análisis de este discurso vemos
que el mismo se iriicia con una demanda en la que al terapeuta le
cabe el lugar del Otro. Al final, no otra cosa que el lugar de
una omnipotencia es lo que la demanda perfila, siendo precisa­
mente ésa su diferencia más fundamental · con el deseo; en la de­
manda, el otro no es objeto; es absoluto. El pedido de A.J. se
adécua a esa estruc tura. Es al terape uta a quien le pide una mujer.
Pero no .olvidaremos entonces que el pedido de una mujer encu­
bre un desplazamiento en el sentido más fuerte del tér1nino. Se
trata de una metonimia. Es que el· problema de A.J. es el de ob­
tener el reconocimiento de su deseo, cosa que se lesliza y
escapa en el pedido de una mujer. Una mujer que mal po dría
colmar (es el caso de todo objeto) el lugar que la hermana le
marca en los primordios de la relación del sujeto con el sexo. Es
el secreto de la sexualidad y de la diferencia de los sexos lo qu t
e
aq uí qu ed ó sepultado. El no mb re- de l-p ad re po r ha be � sid o e­
ad o qu ed a fu er a . . . de l alc an ce .de la pa lab ra de l su 1e to . Que
chaz
ca pe el he ch o qu e, a fin de cu en ta s, es d � la ma dr e de
no se no s es
par te la pr oh ib ici ón . Pa ra A. �. la m ad re pr oh ib e las tonte-
donde
: 'm ej or n o '.
·

rías . E n c11 an to al p ad re
r de l c al .J . �, en
.

y aq uí un va cí o al re de do � A
Se perc ibe ; ha . en su pr óp 1a fo r1n ul ac 1o n,
círculos sin fin. La de m an da se pi er de
ad in te rn a. Lo pe or es qu e, c � en te de la alte rn a­
en su imposibilid
stra ci ón , car en te de la al te rn at iv a que e�tatuye el
run
tiva de la ca
nombre-del-padr e, A .J . p ar ec e i e � en u� ca le sit a
.
en un
qu e gira , y so lo gi ra . A � !m al � l &UJ et � te � m1!1� vol­
carroussel ,tiene miedo Lil1an es
viendo al punto de par ti da . Y si M tri am •

85

Scanned by TapScanner
,

imposib le. La castración es castración en la madre, pero es ah í


donde l a verwerfung aparece. Siendo necesitado, requerido y
exigido el nombre-del-padre, éste no aparece . La brecha sól o
puede resolverse con la sutura del delirio y de la psicosis . Por lo
tanto la solució n es depend er, o mejor aún, demand ar. Se de­
manda el falo; un falo que, en la ocasión , debe tener la fo rma
de una mujer. Es ese el profun do sentido del pedido qtte inicia
el discurso de A.J.
En otro lado y también en 'otra escena' está Gracilio ; alguie n
que no pide pues nunca habla. Su impenetrable mutismo sólo
deja entrever que se encuentra internado por considerarse 'me­
recedor de este infierno extemporáneo y ultradilacerante' ,cuando
es intensamente inquirido al respectó.
Luego de reiteradas negativas y profundos mutismos ante
los cuales aparentemente fracasaron todos los intentos de con­
tacto terapéutico (aunque parece que tales tentativas no fue­
ron tan infructuosas, ya que en el curso de las mismas 'algo' fue
siendo elaborado ), Gracilio --de 4 5 años de edad- llegó un cier�o
día solicitando hablar, aunque pidiendo al mismo tiempo que
transcribiera textualmente el contenido de todo cuanto tenía

para decir. De este modo, y como quien dicta un documento o


un manifiesto. Gr(lcilio fue diciendo:
''Y o, Gracilio de S.N. fuí traído a este infierno extem­
poráneo por su hermana satánica, Glacir de S . B . que está
en el bando opuesto. Solo sé que existe un bando claro
y un bando oscuro y que yo estoy en el oscuro por mis
pecados''.
Interrogado acerca de estos pe_cados, explicó:
''Citaré dos pecados: yo forniqué en mi juventud galli­
nas y masturbé un gallo. Cuando adulto, forniqué una
yegua en los campos de Rio Branco do Sul sin inyec-

ción de esperma. Es por eso que se me ha prohibido co­
mer carne de gallo por el resto de mi vida. Es una pro­
hibición impuesta por m i Confesor de la Santa Iglesia
Católica''.

En cuanto a la hermana satánica, Gracilio no vacila en dar res­


puesta y explicación a l a actitud por e.Ila adoptada en el sentido
de internarlo en un infierno extemporáneo:
''Cuando teníamos unos 1 2 o 1 3 años ( ela es un año
mayor que yo) ella se negó . . . no . . . yo me negué a ·
. practicar acto incestuoso de manera que quedó sexual­
mente frustrada y juró venganza eterna contra mí. . . A
pesar de todo, mi otra heI"111 ana Glays de S.B. me ayuda
espiritualmente y tam bien materialmente.
Finalmente solicita que transcriba la siguiente ''declaración' ' .
''El Sr. Gracilio declara que ya es hora de que su 'alta
'

86

Scanned by TapScanner
'

(salida del hospital) haya sido ·dec larada


f
hay uerzas que luchan para 1·mpedll' , pero sabe q u e
1a por e 1 pecado
1 aceran�
ultrad.l , '
. � q u e e l cometió. El Sr. Gracilio recibió
San to
esta in formac1on por telemetría de la boca l
Angel del Señ or' '. de
'' Y o Y� es�ve en varios i�fiernos agreg ah
a ora como en
tono conf1d�?c1� Y co m o saliendose del papel de quien dicta
una dec!ara�10� im personal- Y esto no es nuevo para m í. Porque
hay vanos infiernos y todos ellos tienen número. y0 ya estuve
en el infierno Nro. 2, Y ahora estoy en el Nro. 3. El Nro. 2 es el
'infierno de la pinga 3 8 y afortunadamentf} pude salir vivo. El
infierno Nr o: 3 en cambio es terrible; pero lo peor son los in­
fiernos que vienen después'' . . .
Se trata de desci frar el método que rige el discurso psicótico
y con ello de despejar la legalidad de la locura . . . Sabemos que
en Freud esta pesquisa fue llevada a cabo (en lo que hace a la
psicosis), a la luz de dos tesis mayores que serían Jos ejes del
delirio paranoic o: hom osexualidad y proyección. Pero también
sabemos que releídas a la luz de los registros que Lacan despe­
ja (simbólico, imaginario y real) la homosexualidad y la proyec­
ción pasarían a ser los soportes materiales de otro concepto ·

de mayor dimensión : el Nombre-del-Padre.


Es que la homosexualidad del psicótico es sospechosa desde
que no se traduce en una elección de objeto, sino en una elec­
ción de sujeto. Me explico: no es el amor al gallo sino la culpa
de Gracilio lo que esta historia pretende subrayar al producir
el delirio. No es pues una ·homosexualidad propiamente dicha
sino una función (fallida por cierto) del Nombre-del-Padre lo
que aquí está en juego. Que no se nos escape que la palabra que
consagra esa culpa se expresa en términos de una prohibición
y que ella viene de la boca del con{esor.
·

La homosexualidad de la psicosis no es un dato objeta!. Es


una referencia narcisista, es un dato del sujeto.
Para mejor explicar esta referenci� narcisista volvamos a
la cuestión del Nombre-del-Padre. Obviamente que no se trata
de la persona p�terna ,s�o de �? much�. m� vol•unino�o
pu esto en jue go . . . De c1a mo s que ? n la ps 1co s1S , la ausencia
de elaboración lleva a que el otro no importe en absol�to puesto
. el caso de que exista) . Pero
e
qu no se sa be qu e co sa es (esto er,i
e la elab orac i n de l otro e!1 el fan� sma del
su caracter per-
tam bi én de cí am os qu � _
doble na rcisista es real iza da co n pa m co , de ah 1
secutor10. . • .
,,
.

J1 N ota : La 'p in ga , ea una al co hó lic a, po p ul ar �


br a � :
eira ta bi n
ae
da
ba
bi
11•ma da caeh a�a , hecha 8
'
be
de al co ho l de ca _ de azucar.
na � e ec o
tern ac io
·

ne s an ter
·

or ea po r alcoh ol1mno al-


Gracilio había tenido varias in �


·

.
cl 6 co m o af nt om a ce di en do entonces lugar a la
coh olfano que de..pare
actual ecloli6n delirante.

87

Scanned by TapScanner

e
De la reunión de am bo s asertos dc sc ub ri i:n os . qu el ot ro (el
te ) es de po r si pr ob l át ic o en la ps 1co s1s , pu es to que 0
semej an �n:
bien no existe o bien es terror 1fic o. .. . .
aJ1 or a qu e si el ot ro no es ta in sc rip to co � o tal , mu-
Diren1os
ob le m a ac er e de co m o .
ch o menos ¡1abrá de cstru·lo el pr � mte r­
biru · co n él . La cu es tió n de la Le y (se en tie nd e : la ley de
cam
erc an i bio s) est á fal lad a y de fin e un fra ca so . Un fracaso
los int
so e � lo qu e hace
en lo i·elativo al in te rc am bi o sexual,, un fraca
da d de A .J .,
al principio de la ex ogarnia (d e ah 1 q� e la se xu ali
.
sig ue sal ir de los est rec ho s marc os
así co mo la de Gi·acilio no con
de la familia ) .
re la c1 on co n e 1 otro lo
· ,

Pe ro no es so la m en te el pr ob le m a de la
qu e el sín to ma de nu nc ia co mo va cío . To� av ía má s �ro f � damen­
te ve1·emos co mp rom eti do con ese va c10 al p1·op10 sujeto. Es
qu e estas faltas suponen una marca de ausen�ia, una ma r.ca de
carencia. Puesto que la posición del suje to es siem pre relacional,
l a carencia de esa estructura relacional l o dej aGracilio sin po­
sición de suje to. Para evitar ese vacío la únic a posi bilid ad que
le cabe es la de restituir esas relaciones . E s l a restitución que
pretende llevar a cabo el deliri o, y al final, el pe�ad o ultra­
dilacerante con el gallo, la ratificación de la culpa según la
palabra del confesor, y l� prohibición sancionada de 'por vida'
vienen ·a definirle un lugar. Es el lugar del sujeto. Con la ayuda
de esos referentes, de esas muletas, de esos soportes construidos
en el delirio, Gracilio termina ocupando un espacio, un lugar;
puede ser alguien. 'Yo, soy el pecador del pecado ultradilace­
rante y hábito los infiernos extemporáneos '. E n otras palabras,
el delirio le permite saber y comprender quién él es, y qué es
lo que está haciendo en l a vida y en e l man icom io.
El delirio es un regulador incorporado con l a finalidad de
· e� tabilizar la homeostasis sim bólica jaqueada en el brote psicó­
tico y, en este aspecto, coincide con la fantasía de la cual había
dicho Freud que era una teoría. Una teoría construida para dar
cuenta de un enigm . a cuando la curiosidad in fantil co mi enza a
debatirse ante el dilema de la diferencia sexual anatóm
ica. Se
sabe entonces, que la fantasía es la teoría que respon
de al enigma
de la castración ; asimismo lo es el delirio.
Según esta def�!ción, el ?iscurso graciliano pretendería dar
cuenta de la ca�rac1on y es cierto . . . Es cierto qu e la diferencia
sexual anato , m1
ca parece borrarse en el panorama simbólico
cuando la gallina, el gallo y la yegua son recorridos po el sujeto
r
como quien recorre un laberinto sin encontrar la sal
ida. De nuevo
el psicótico nos parece semejarse con el Minotauro. De nue­
vo nos encontramos ante la idea que el Laberin
to del Minotauro
es la forma ?tªte�� con que la mitología pretendió apresar Y
expresar la dunens1on del enigma psicótico, así como la Esfinge
e� la forma. en que h bría sido apresada y ex
, � prell!lda la dimen­
s1on del en � gm a neuroti o. Edipo sería el se de su
. o � du eñ o y ño r
ceguera. �m otaur seria el dueño y señor de sus laberintos

&8

Scanned by TapScanner
sin salid a. 'Sin salida', porque si analizamos bajo lupa el discur­
so de Gracilio veríamos que en el incesto se dibuja un no (aun­
que <? racilio no sepa con exactitud cuál es la boca que lo ha pro­
nunciado ) , que en la yegua se dibuja una ausencia de 'esper7t1a,
que en � l gallo � e dibuja un pecado . El 'si' , el goce y la gracia no
han po di do part1c1p.
ar del laberinto .
¿Qu é diferencia sexual será esta? En la serie de los objetos
apru:ece n, com o pertenecientes a la categoría común de objetos
elegibles, la hern1a na , la gallina, el gallo y la yegua . . . Al final
parece que Gracilio nos dice que no hay diferencia alguna entre
ello s. Au n� ue po dríamos decir que la pasión por los bichos es
una esp eci e de co nsu elo ; algo más o menos parecido co mo Jo
que no s alega el alc oh olista cuando dice que quiere olvidar y
que po r eso beb e. En ese caso, Gracilio pretendería ahogar su
P �na, la pen a de un imposible incesto, en una desesperada pa­
las gallinas, los gallos y_ las ye guas . . .
. n po r
s1o
En su pasión bichológica se parece a Juanito. Ambos pro­ •

curan la 'cos ita de hacer pis' ; Gracilio en los gallos ' y Juanito
en las jirafas.
De hecho , el que la estructura delirante de Gracilio sea una
teor1a nos convida a pensar el contenido y los predicados que
,

ella enuncia. Comenzaremos entonces observando que se trata


de una teoría que comporta varios temas: el tema del porqué
de la internación, el tema del alta, �te. . . Concentrando nues­
tra atención en el tema del porqué de la internación, nos en­
contramos con la historia del sujeto. Una historia que está con ·
ceptualizada, aunque la teoría en cuestión -hay que recordar·
lo- es un delirio. Efectivamente, un delirio arqu itectado sobre
cuatro pilares básicos:
1 * - La palabra de la hermana (una amenaza, una venganza)
2*- El referente aludido en esa palabra (el infierno)
3*- La palabra del confesor (la prohibición)
4*- El referente y objeto de esa prohibición (comer carne de gallo).
Es tanta la congruencia y ligazón que estos temas presen�
entre sí, que p oríamos agruparlos en "dos únicos capítulos :
- La palabra de la hermana y su promesa: el infierno
- La· palabra del con fesor y su pro.hibición : el gallo
Con esto se nos pone de manifiesto que la promesa y la prcr
hibición son el tema por excelencia de este discurso. Claro que,
no po dem os omitir que prohibición y promesa son los temas
del Ideal-del-Yo y del Superyo, a saber, del legado paterno, del
no mb re-dd-padre. A Gracilio se le ha prohibido e} gallo y se le
pro me te un inf ier no . Y si el Ide al-d el-Y o se exp resa en tod o
niño bajo la forma ''cuando yo , sea gr�de tendré un� �ujer,
mi padr e , , ese discurso en Grac1l10 asu­
--como es el caso de
ua nd o yo sea gr ande iré al inf ierno · ex­
miria otra expresió n ''c
rán eo '' . . . En co inc ide nc ia c � n esto, la palab ra paterna
tempo
- Qu e su ele no rm al m en

te pr oh ibir el in ce (es
sto
.
lo que f1Ja en el

89

Scanned by TapScanner
de l su pe ry o ), aq u í pa rec e es tar prohi bie nd
sujeto el aparato o
sa ' : se pr oh ibe la ca rn e de ga llo .
'o tra co
te m as (e l de la pa lab r 31 d e l a _hermana y la pal abra
En ambos
ob se rv am os qu e ad em as , el sujeto 110 aparece corn o
del confesor ),
y po r lo ta nt o co m o a��n te au nq u e sea
á a l uc l 1do <>n el predi cad o
suje to gramat ica l
. .
am ho s, G rac ilio rst
el 1n f1<:' rn o, en el segu ndo ,
im agi nar io -. En .
_ .
El J)r iin cr di sc ur so le as ign a
de l ot ro .
lid o co n un pa to do nd e le es pr oh �l 1 <lo : R.1 dP lirio
a for m ac 1o n un1ca pero
<?s com¡1ro me � ,
am bo s pr ed ica do s un ien do lo s en _ u �
sutura
, n tra ns ac cio na l : 'es to y en el in fie rn o po r causa de un
tan1 bi
; a] fi na l ,
tan . ple
es sim
¡)ecado ' . Claro está qu e este 'es to y' no
Gracilio habla de sí mismo en tercera pe rso na ' El Sr. Grac ílio
:
declara . . . , o también 'Yo , Gracili <? de S . !'f. � ui traído aq uí
,
¡1or su hermana satánica'. Esta alu s10 n a s 1 m.1s mo en terce ra
.
persona gramatical es un dato am plia me nte observado en el
discurso de las psicosis3 9 • Tan sól o que rem os recordar, cual
ingenuo sería suponer que se trata de un e fecto de la falta
del Y o, un efecto d e un Y o-débil, puesto que en rigor se trata
de una 'falta del lugar del sujeto '. . .
Pero hay más. Los sujetos gramaticales de estos discursos se
distribuyen en las figuras retóricas de la hermana y del confe­
sor. No cederemos -en este punto- a la fáci l tentación de ver
en ellos a las personas del padre y de la madre, puesto que no
se trata de eso. De lo que sí se trata es de una imago masculina
y de una imago femenina que al hablar predican sobre el sujeto
del inconsciente. Entre ambos predicados, deter1ninado por
ellos, se encuentra Gracilio 'una criatura abandonada por el crea­
dor' como sugiere Lacan que se denomine al psicótico en fun­
ción de su falta de lugar en el registro sim bólico4 0 •

. El que lM personas parentales no sean lo propiamente indica-


tivo de este discurso, no significa que la cuestión de la mater­
nidad y de la paternidad, (o sea el tema de las funciones paren­
tales) no estén en él tematizadas. Al fin y al cabo la amenaza
del incesto (el deseo incestuoso -deberíamos decir ) y la culpa
son fantasmas rel�tivos a la posibilidad y situación del sexo en
� a familia. . . En el delirio graciliano , la negación es relativa al
�cesto, y la palabra de l hombre instaura un a prohibición. Tan
solo que lo que aqu í es prohibido es . . . ¡ ¡el gallo ! !
Un Otro en cu yo campo se perfila la negación
y una Ley
cuyo pacto prohibe comer carne de gal l o .
Claro que ha y otras resonancias au nq ue un tanto incier·
tas-. a las que posib _
lemente este discurso es sensible. Se trata
de � 1ertos efect � y de ciertos giros· significantes. A l final 'la
gallina Y la yegua son voces que aluden
en el lenguaje popular
,

39 A. GO DJN O CAB AS: El Otro de Clovia el loco - El Loco de Clov is el otro


Nroa. y 36 Ac.tualldad P1icol61ica Loe. cit .
34
40 J . LACAN : D'u ne queation pr61iminaire . . . ECRITS, Paría,
·
-

196 6 .

90

Scanned by TapScanner
l>ra.siJc no- a la pr os tit uta , en tanto qu e el verbo 'comer' alu de
aJ acto scxuaJ Si estas resonancias fueran efectivamente deter­
min antes, Gr ac 1l10 nos estaría ha bla nd o del deseo de las prosti­
tutas , y de la J? r,o � ibi c1ó n de 'coger carne de gallo '. y dig am os de
paso qu e es d1 f1c 1J su po ne r que estas expresiones no est�n inte­
grand o de un a ma ne ra este di scurso. En todo caso lo que se nos
escapa -por carecer de da tos- es el có mo y cu án to de esa in­
cide nc ia.
No quí sie -a dar po r terrn ina da la discusión del del irio de
Gra cilio s1n antes obs erva r un dato que considero de suma im­
porta nc1a . Se trala d<.>l 'rit mo · y de la ' frec uen cia' de la pro duc ­
ción deli rante del suje to. Es que sabemos oue éste no es una pri­
mera eclis ión delirante sino de un eslabón más en una cadena
de brote s. A nt s Grac ilio había presentado un discu rso diferente.
Cuand o alcoho lista, el tema princip al aludía a las ' m últiple s
formas' Que adoptab a Ja her1n ana satánica para persegui rlo. Es­
tas formas eran siempre anim alescas, y se correspondían con las
zoopsias del alcoholismo. E l nuevo discurso, engloba ues al an­
tcrior ,r explicándolo haio una nueva perspectiva.
Dijimos d este delirio actual, que su función es la de resol­
ver el enigma del suj to y su papel en el manicomio. La solución
s lara desde qu deja a Graci lio en posición de pecador y
categoriza al manicomio como un in fierno extemporáneo. Pero
no se agota a h í la cuestión. na vez adentro, Gracilio quiere
salir. En ocorro de ste des o vendrá el Angel del Señor, quien
le in formará por tel m tria acerca del estado de cosas en. ese
sentido. EstR. nuevo d lirio -complementario y coincidente con
·
el a n t rior pr t.ende explicar y dar cuenta de un porqué: el
porque) de su perrnancncia en el ncierro.
Una cosa quisiér amos subrayar en todo esto. Es que si bien
este nuev o delir io es forjado en el curso de la internación y con
evid ente fina lidad de dar cuen ta de ella, la producción corres­
pon de a la psic osis del sujeto. Con esto quisiera despejar defi ­
niti vam ente ciertos m i tos relativos al pap el del psiquiátrico

en la psic osis , segú n lqs cuales, la ? temación es cau�. del del irio .
d e es o. La int er na c1o n cre a las co nd 1c1 on es co m,o
No se trata
(lara qu e el su je to se ex pl iq ue un es ta do � e co sa s, � as no p � dr 1a
in el au xi lio de la pr od uc c1 on de l su je to) forjar el
por sí so la (s
de liri o en sí mi sm o. .
a G ra ci lio , no s pa rec e co nd en ad o a producir
En cu an to
En ot ra s pa la br as , a de fi ni r pe rrn anentem�n te
eternos de lir io s.
su l ugar y su po si ci ón de su je to , y de sd e qu e (l o he mos vt�to )

.
su car en ci a del N om br e- de l-P ad re t.a n se � �' � la m ente median­

te el d el irio p o d ría re al izar tan he rc ú le a Y t1 tán 1ca ta re a.


· ·

91

Scanned by TapScanner

IV - LA FUNCION

1. La función nosográfica

N o . es l a primera � ez que sustentaré la idea que el des�fío


. ,
c1ent1f1co d e. nu �stro tiempo reside en el desciframiento del enig­
m a de las ps1cos1s, pero tampoco será la primera vez que invitaré
a adentramos en esta cuestión siguiendo el modelo freudiano
bosquejado ya en ' 'Psicoterapia de la histeria'' (obra en la que se
perfilan los orígenes de l a teoría del inconsciente), puesto que
la situación teórica y clínica de las psicosis en la actualidad
no difieren practicamente en nada de la situación y status que go­
zaba la histeria en la época. Al enfrentars� con el delirio psicó­
tico, el psicoanálisis contemporáneo estaría enfrentando la misma
dificultad que enfrentara el pensamiento de Freud al atisbar el
universo de las neurosis.
·

En un artículo de reciente data, nos interesó sistematizar


estas semejanzas observando cómo y cuánto los mismos proble­
mas se h allaban y se hallan comprometidos y cómo los planteas
terminaban y terminan conduciendo a los mismos callej ones sin
salida. En ''El Otro de Clovis el loco'�. observábamos cuanto, así
como la Histeria era un cuadro difuso capaz de acoger en su seno
síntomas de las más diversas características, asimismo las psicosis
se nos presentan hoy como una estructura nosográ:fica tan am­
plia que termina aceptando, sin mayor diferenciación ni auto­
crítica, a la esuqizofrenia junto con la paranoia y la melancolía
sin que -l ógicamente- esta pertenencia quede claramente delimi-
tada y comprendida. .
Decjamos tampién. en dich.a oportun1dad, q ue as.1 Sº�º la
,

causacion de la h1ster1a era ad1ud1cada a factores b1olog¡cos o


anatómicos asimismo hoy se cifran esperanzas en el estudio
de las hor� onas y del sistema glandular, esperándose que ellos
nos desvenden la .misteriosa causa del delirio Y de la esquizofre-
n1a.

..
93

Scanned by TapScanner
l)ijirnos finalm�11te qtt así co1no la her�ncia <'Umplía un pa­
pel de funditm(\ntal imporianc�in 'n laq h 1 póieRis de todos los
i11vestigadores ( l1<ltC(Ji, Kracp ' l i n , l�1c'\Jlf•r Y el 'joven' Freucl
e11t.r otros), asimismo, las 11sicosis se sospech a- son produc to
h r di�'\rio.
E 11 estas seme janza s vemos razó11 sufic iente como para sos­
t 11�r qt1 el modelo frettdiano de aquel e n to n ces mani ienf' su
vigen in. llna vigencia que se torna cada vez más n ítida y clara
.. uand o observamos que, además, se trata de ��a propu esta para
salir del atolladero de las descripcion es nosol ogica s, al establece r­
se una radical y taxativa postergación de la exige ncia nosográ­
fica en pro de la preocupación e�ioló gica. En concr eto, Freud
p1·opone subordinar la cuestión de las clasiiicaciones al descu­
brimiento de las causas específicas de toda sintomatología.
Veam os, sino, la descripción que él mism o expon e:
''De todas estas dudas me sacó por fin el propósito
de tratar todas las neurosis . . . como si de histerias
se tratase investigando en todas la etiología y la na­
turaleza del mecanisrno psíquico, y hacer depender
de esta investigación la confirmación del diagnóstico
de histeria previamente sentado'' . .4 1 . •

El planteo es sumamente claro: se trata -antes de cualquier


otra cosa- de investigar la etiología y se trata, por lo tanto, de
dar cuenta de las causas. Posteriormente, y en un segundo orden
de prioridad, se tratará de estudiar la naturaleza del mecaniSJno
psíquico; entendámonos: no es una mera descripción lo que
aquí está en juego, sino una comprensión analítica de la legali­
dad del mismo. Es recién al término de estas tareas que las p reocu­
paciones diagnóstica y nosográfica serán válidas . Para Freud el
diagnóstico es ante todo una clasificación (o mejor: un ordena­
miento) de los factores causales y de l a legalidad interna, y en
esto difiere radicalmente del método psiquiátrico clásico, donde
la clasificación consiste en un mero ordenamiento de los efectos
sintomales que son -a la postre- los que se manifiestan al obser­
vador. Este drama (el drama de la observación) implica el riesgo
de perdernos en clasificaciones forrnales pero sin contenido
alguno Es el camino y, por lo tanto,el drama de Kraepelin del
.

cual Waelhens nos dice:


'' Parece que Kraepelin lamenta que la psiquiatría,
por la fuerza misma de los hec hos , hay a de limi tarse
la mayoría de las veces, a describir la 'faz' psíquica
comportamental de los trastornos mentales ''4 1 •

4 1 S. FR EU D : P1ícoterapia de l a hi1teria .. Cap 1, 1'on\o I, m>' I·


'
4l
1 04 .
A. de WAEL HENS ; La p1ico1la . Cap 1 t p6a
•• 18 Ed Morata Madrid .
t

19 73 .
- •

94

Scanned by TapScanner
Efectivamente Kraepelin describe. . . No es culpa; es un
límite . Límite por cuanto las descripciones ilustran mas no ex­
plican y en ciencia, es perentorio dar razón por causa. 'También
convie ne destacar que si bien la descripción es necesaria para
fijar un fenóruen o, ella es -pese a todo- ciega . . . ¿Necesitare­
mos recordar que la obse tvac ión según la cual · el sol se levanta
al Este y acuesta al Oeste, tiene com o causa al obse rvad or que e;
quien en rigor se levanta y se acuesla? Una nota crítica de
este tipo siempre es interesante, desde que nos obliga a pregun­
tamos frente a toda observación : ' ' ;. De quién habla el discurso
de quien habla?'' .
Carente y a la par necesitada de una guía, la descripción psi­
quiátrica termina alimentando una posición clasificadora y no ex­
plicativa de la dolencia mental. En otras palabras, la psiquiatría clá­
sica termina ordenando la psicosis aunque sin comprenderla:
''De lo que se trata entonces es de anudar un haz de
anomalías y deficiencias, siendo considerado cada
haz estadísticamente típico como caracte rístico de
deter111 inada enfen11edad''43 •
Sin embargo, la clasificación encarada de este modo se parece
mucho a aquel funcionario que, careciendo de una guía, clasifi­
caba los libros de una biblioteca conforme al color de sus tapas.
No deja de ser un orden. Pero tampoco de.ia de ser un orden cie-
. go. La clasificación exige, por su misma naturaleza, subordinarse
a una categoría y a un sentido. Las bibliotecas se ordenan con­
forme a un índice de materias. Del mismo modo, las psicosis
deberán clasificarse conforme a su trama y a su tema. Y el no
tener en cuenta este principio conduce a callejones sin salida.
Al final se tern1ina clasificando con la esperanza de que en el
futuro se demuestre la causa de lo que se está ordenando. I.as
causas quedan postergadas a la espera de un futuro venturoso
más incierto. Y con ello, la terapia que necesariamente debe
operar sobre las causas de una enfer1nedad, tambié11 queda
colocada entre paréntesis a la espera de un futuro igualmente
esperanz ado, má s igualmente incierto.
Que el delirio responde a un estilo no es idea nueva. ''El esti­
lo es el hom bre' ' nos dice Lacan en la portada de su obra ; y es en
base a este frontispicio que ya hemos aventurado la idea que
Neurosis y Psicosis suponen dos universos estil ísticos diferentes .
. Lo que ahora pretendemos avanzar, es que también en el seno
de las psicosis nos hemos de encontrar con dos estilos cualitati­
vamente y estructuralmente diferentes: la esquizofrenia y la psi­
cosis propiamente dicha.
Es que al final- a pesar de que muchos autores las agrupan
como siendo formas diferentes de un cuadro común, el estilo no

4 3 A. de WAELHENS: La paicoaia - Cap 1, P'I · 1 4 lbid.


-

95

Scanned by TapScanner
'

El No m br e- de l-P ad re no es tá in sc ri pto de la m isma


es el m ism o.
er a. De ah í qu e la es qu iz of re ni a se ca racterice po r una pro.
man
cr ón ica y co ns ta nt e de est all id o s de lir antes a diferen cia
du cc ión . ad
la ca pa cid
de la paranoia (p or ej em pl o) que presenta de pro­
de lir io te má tic o sin po r ell o afe cta r otras func ione s
du cir un
del suj et o. Es a ca pa cid ad d e en ca ps ula � el .de lir
.
io co no cida co­
ra fre nia - es ex clu siva de las p �'íc os is e mtrod � ce y a una
m o pa
im era dim en sió n co mo pa ra dif er en cia rla s de la es qu izo frenia .
pr
No queremos caer en la fácil tentación de pensar que se
trata de una diferencia de 'cuantum ' . Al final los criterio s cuan­
titativistas ha n cu mp lid o una función lo suf ici en tem en te ocul ­
tante en épocas en que era hábito sostener que entre Psicosis y
Neurosis hab ía apenas una cuestión de grado . . .
' Al fin y al cabo hay una distancia sid era l entre el discurso
de A.J . y el de Gracilio, y no se trata de una distancia cuanti­
tativa sino estilística en lo que hace a la dife ren cia sexual anató­
mica y a la función paterna. Para A .J . el prob lema de la sexua­
lidad -sin dejar de ser un probl emát ico probl ema- está restrin­
gido al campo específico de la mujer ; apena s que A .J . no sabe
si elegirla dentro o fuera de la familia, y en todo caso cómo
hacer para vencer la resistencia femenina; eri conexión con esto
la función pc:iterna está presente, y lo esta bajo la forma mate­
rial de la denegación. Para Gracilio el problema de la sexualidad
está extendido a todo lo largo y a todo lo ancho de un campo
que, comenzando en la hermana, llega hasta más allá de la fron­
tera de la especie enlazándose con el bicho sin distinción ulterior
ent�e hembra y macho; · Gracilio elige mujer dentro de la familia,
o bicho fuera de la especie, evidenciando un cierto extremismo
entre los polos de su elección ; en conexión con esto la función
paterna e�tá perdida en la nébulosa de una 'absurda' prohibición .
.� f�ctivamente, debe ?,aber y hay una distanci y diferencia
. . �
estilistica entre una funcion afirmada en la negacion y una fun­
ción perdida.
Est� . dife �e�c�a es la que separa al autismo esquizofré co
ni
del delino ps1co�ico. Se tr ta de una diferencia qu
. � e, una vez es­
ta �leci� y considerada seriamente nos introd
uce en la idea de la
ex1stenc1a de dos estructuras nosográficas
. distm· t as. La di st'lilCIO
�' n
a�a�ece recurren tem nte reiterada en la
.

. � ps iquiatría, que también


dIStmgue a la ps1cos15 de la esquizofrenia
. . cuando, po r ej empl o,
n �s h�bla de l a esqu1zofren1a paranoide
. diferenciándola de la
ps1cos1s paranoica. Pero lo que preten
demos agregar es que no
solamente se trataría de dos cu '

-1.
1enomenologi.ca y sintomalmen
a dros que resultan descrip tiva,
·

' .
· o que tam-
.

te d iferentes , sm
bien lo son en lo que se ref'iere a l .
. , . a naturaleza del respectivo me-
1 o)
canismo psiqu1co (s e a : en su
legalidad · in
· terna, en su est'l
ntes y a etioloe
puesto
. que respon den ª causas difere
aías diferen-
ciables.
Con la evidente intención de re
flejar. esa diferencia etiol ó-

96

Scanned by TapScanner
gi ca , h e m os d e d e n o m in arla

). .

Claro esta q u e n a d a h a b i· e m o s
ad�1a n tado s1 a h ora. se in ter-
p
pretase q u e la d en o m in ac ió n de .
es si n ó ni m a de Es qu i z o fre ni a en. tan �� os1s de Ausen.c 1a (�s 'O )
q u .
e la d e n o m 1n a c 1o n de
'P ) es s 1n o n 1m a de Ps
Psicosis de Presencia (Ps 'f7\ , .
icosis · · · D igo que
11 ad a h ab re m o s ad el an ta d o p o rq u e n o .,
, es 1 a sus t't 1 u c 1o n formal de
1 o s , ter
, 1n 1n o s 1 o q u e a q u 1 es tá e n J· uego . . .
·

. e q u e se trata d e p ar a ex p 1 icarlo meJor


d ir u n a su st it u ci ó n d e te' 1m .
. , . 1n os a l a manera al-
ge brru· ca d 011 d e u n a in co gn it a de func1·0' n d
· , es co no c1·d a es sust1- ·

tu1·d a p o r o tra d e fu nc 1o n co gn os ci bl e.
E s q� e es tarn os de acuerdo en qu e toda
psicosis supone una
falla a 111vel de l N om bre-del-Padre y por lo t
. an to supone un a
desart ic · , n a ni ve l de fa
' ul ac 1o � lo, pero lo que ha y qu e subrayar es
que a pesar de es� c �en� a, las Psicosis de Presencia (Ps
� '(/) ) pre­
sentan. u n� clara mscr1p � 1on de la función materna en tanto que
las PSICOSIS de Au sen cia (Ps 'O) parecen carecer inc lusive de
aqu ello qu e esa ins tan cia inscribe com o función en �l sujeto. '
Al simbolizar las Psicosis de Ausencia con el significante
O ( que debe leerse como cero) estamos apuntandu a la noción
de cero matemático y al concepto de conjunto vacío. Con ello
queremos subrayar el vacío (la falta-de-ser) que las caracteriza.
Al simbolizar en cambio las Psicosis de Presencia (con el signifi­
cante </J ) ( que de be leerse como 'marca' o bien como 'falo')
estamos apuntando al concepto de que el vacío -que el cero
expresa- se encuentra fij ado por una marca y esta marca consti­
tuye u n a presencia . . .
Sin embargo, y antes de proseguir el estudio de estas dos es­
tructuras de la psicosis, quisiera dejar establecido que, en el
mismo, no hemos de inclui1· un grupo nosológico cuyas determi­
naciones orgánicas introducirían otros niveles en la discusión.
Efectivamente, la tarea .de establecer etiologías diferenciales
nos llevaría a una compleja discusión alejándonos (por el mo-
mento) del o.bjetivo que nos hemos trazado.
·

De este m od o no inc luiremos en la discusi6n ni a la ''Arte­


rioesclerosis cerebral '' ni a la ''S ífilis Ce�ebral '' por tratar� de
psicosis que derivan de un orden de causación . in� qu ivocamente
gic es tá qu e, según �u est:a exper 1en cra en . algunos
b ioló o. Claro
casos de esclerosis pareciera posible intentar un estudio de la
partic ulariaad de l�s estados co nfusionales, ya que si bien la es­
clerosis es la causa evidente de la eclosión sintomal, tenemos
la sospecha que lo s contenidos delirantes de esa eclosión así
com o los temas a los cuales la co nfusión suele adherirse, depen­
den de un drden simbólico, dependen de una experiencia, en
fin , depende n de una historia de suje to . . .
Tamp oco hemos · de considerar a las Ps1cos1� alcohol1cas.
. .

�uc ede que si bien es posible av�zar e� el estudio del alcoho­


l11m o siguiendo lo s caminos del 1nconsc1ente (n o hay que ol-

97

Scanned by TapScanner
vid a r que F reu d hab ía señ ala do al alc oho l is ta com o un caso
pa rticular de elección objetal ) , también es de ob serv ar que una
az de gene rar un
vez ins ta.l ad a l a adicción alc oh óli ca, ell a es cap
r
régimen de e fectos y dru1os fun cio nal es o neu ?lógicos debidos
al desequilibrio ho me ost áti co general del org� sm o, Y en algu ­
_ rtos tej ido s co mp r
nos casos debidos al dete rio ro de cie ome ti­
do s po r l � ad icc ión . Claro qu e ell o 1:º. im pid e qu e s� ñal� mos
que en el estudio de los del irio s alc oh ol1 cos , es nec esa no disc ri­
min ar los casos en que la adicción obedece a un a det er1n in ación
neurótica de aquellos c asos en los que la adi cci ón respon de a
una determinación psicótica ya qu e, si bie n la neu rosis no está
exenta de delirios (recordemos la lectura freud ian a del ''H om bre
de las Rat.a s'', en la que son sub raya das las ''de liria neurótic as''
del paciente) ella tíene una estructura estil ístic a y temática sus­
tancialmente diferente de la que se esbo za en l a m otivación
psicótica.
Finalmente, también hemo s de dejar de lado a las oligofre-
nias. La idiotez, la imbec ilidad y la debilid ad m ental conforman
un grupo en el que la discrim inación del nivel orgánico nu nca
es ni ha sido realizada con toda precisió n, lo que nos obligaría
a un largo rodeo y deba� de la cuestión. La mayoría de los au­
tores señalan causas intrauterinas (deficiencias de irrigación,
cierto tipo de sufr-imiento fetal, alcoholismo y sífilis parental)
así como sufrimientos ligados a la situación de parto y , finalmen­
te, marcas y daños ligados a la vida extra-uterina en los primeros
meses de vida (en los que suelen computar ciertas enfermedades
infecciosas) . También nos inhibe el avanzar en esta l ínea la ob­
seivación de la existencia de daños neurológicos en la mayoría
de los casos de idiotez y en algunos casos de imbec ilidad . Con
respecto al débil mental, tenemos sospechas de que sería posi­
ble indagar el deseo materno y el deseo parental para rastrear la
etiología; sin embargo preferimos posponer esta discusión (así
como la discusión acerca del nivel siro bólico com pro metido en
las arterioesclerosis) .
Por lo tanto, pretendemos operar con un grupo limitado de
psicosis, constituido por las Esquizofrenias (con sus man ifesta­
ciones ''Sim ple' ', ''Hebefrénica '1 , ''Catató nica '' así como la fa­
ceta paranoide que a .v eces asume en el del o ) . Las Psicosis
iri
.
,

Ma n1a co- Depres1vas (en las que hemos de inc lui r a la Melanc o­
lía la melancolía involutiva, y las psicosis seniles) y a la Para­

noia (co n sus variantes ''hipo co nd ría ca '' ' 'parafrénic
' a'' y ''s ín-
dromes paranoides ' ').

2. - Las Psicosis de Ausencia (Ps' O )

de esta estruc­
Una primer aproximación a la comprensión
tura nos la ofrece el mismo Freud cuando
, al investigar la etio-

98

Scanned by TapScanner
logía de la angu stia, aborda la cuestión de la ' 'ausencia ma­
terna , , .
En su con fere ncia XXV ( 1 9 1 6 / 1 7 ) Freud intenta sistematizar
una defi nici ón de la angustia luego de haber despejado en la
metapsicol ogí a el problema relativo al 'status' teórico de los afec­
tos. Efectivamente, en ' ' Lo inco nsc ient e'' ( 1 9 1 5 ) ya hab ía
demostrado que el afecto es una descarga y por lo tanto se sitúa
en la esfera de los fenómenos conscientes, con lo que -al mis mo
tiemp o- se deínu �stra la impropiedad conceptuaJ de cierta
teor1 � ( � a po r aquel ent ?nces floreciendo) que hablaba y hab la
en termmos de afectos inconscientes (amor inc ons cie nte , od io
inco nsci ente , etc . ) . A partir de aqu í , el afecto en general y la an­
gustia en particular pasan a gozar del mismo status que el sín­
toma o la crisis histérica, sien do como ellos el residuo conscien­
te de una remin iscen cia. Y claro está que si bien esto resuelve
la cuest ión tópic a de la angustia, con ello se levanta un nuevo
proble ma: el de su etiología, el de establecer la reminiscencia
causal capaz de provocarla.
E l rodeo que hace Freud antes de dar respuesta. no deja de
ser interesante. En principio por cuanto comienz a estableciendo
queen el acto de nacer estaría el prototipo fisiol ógico de la
angustia, puesto que ambos tendrían en común el ser un conjun­
to de efectos de displacer, de tendencias de descarga y sensacio­
nes físicas relativas a la pérdida de un equilibrio homeoestático
y a la proximidad de un grave peligro. La comparación no deja
de ser interesante dado que pennitiría explicar el c9mpromiso
de la angusia c on ciertas reacciones fisiológicas que reiterati­
vamente se le presentaban a Freud en la observación, llevándolo
constantemente a separar la Neurosis de angustia de las restan­
tes neurosis.
De todos modos la lectura debe ser cuidadosa y prolija. Su­
cede que Freud no puede dejar de reconocer que el estado de
nacer es u n acont ecimiento y que lo importante no es (a los fi­
nes del incon scien te) lo que acontece sino su inscripción en el
sujeto . . . El acto de nacer sería entonces un prototipo fisioló­
gico de una inscripción que debe ser hecha; en otras palabras el
estado de na ce r debe ser simbolizado :
------.
Nacimiento X A ngustia
Acto • Símbolo ---+• Afecto

¿Q ué decir de este sí� bolo? . .

.
, ,

.
En 1 926 , en el interior de ''ln hib ic1o n, s1ntoma y angust ia'' ,
Freud se formula este mismo interrogante, llegando a la demos­
tración que el símbolo en cuestión es el de la Castrac ión . Sucede
que , ant e l� percepción de la ca�ración el sujeto reacciona C ?n
a su vez - com o sen _ a!
un estado afectivo capaz de funcio nar
de alarma activadora de la represión. As í, el miedo que la angus­
tia escenifica no es otra cosa que el miedo a la castración, quién
sería de esta manera el símbolo nodal del sujeto .

99

Scanned by TapScanner

Aun así resta por lo menos un interrogante capital a ser le­


vantado: ¿de qué se trata en la castración? La respuesta no puede
ser me no s rápida. ¿Cómo omitir el peso fundan te que le cabe a
la separación Madre/niño en la construcción del complejo de la
castración? ¿Cómo no recordar la o bservación de Freud en
la conferencia XXV , cuando comunica la o bservación de que
l a angustia está siempre ligada a la ausencia materna, a la sos­
pecha de la pérdida de la seguridad parental, al temor de una
pérdida siempre vinculada con la fase narcisista (cuya infra­
estructura está configurada por la presencia de la madre)? Es
Spi tz quien llevará esta observación hasta su última instancia
en el campo del registro positivo . . .
Sin embargo, llevando nuestro · análisis hasta su última instan­
cia estructural, notarem os que la angustia emerge siempre en la
relación del sujeto con el Superyo y con el Ello. Aclararemos
que la angustia ligada al superyo es post-edípica, en tanto
que la que se perfila en lar relación con el Ello es pre-edípica;
pero también recordaremos que Ello y Superyo no son sino
formas materiales de inscripción del 'otro' en el sujeto4 4 Al fi­ .

nal, tanto el Ello como el Superyo, son imagos relativas a la p re ­

sencia del Otro (estructura) y del otro (sujeto) en el individuo .

Dicho esto, no resulta nada difícil observar a.ue la angustia es


intersticial; sea, se sitúa en el intersticio de la : raación del sujeto
con el otro. En otras palabras, corresponde 2 una brecha, a un
vacío, a un hiato. Al final, la angustia es un puente colgan te en
la relación del infans con el ideal.
·

Con esto ya estamos introduciendo a la Psicosis de aus encia.


.
·

Bastará que el puente no lleve a . lugar ninguno, para que se


limite a ser una pasarela para el salto al vacío. Bastará que no
exista ideal, imago especular, un lugar señalado por el deseo
parental, como para que ese pasaje (que én la neurosis -Supone
el tránsito por l a angustia), se traduzca en un vacío fundamental,
una especie de muerte en lo simbólico.
En el texto que estamos comentando, Freud dest�ca que,
bastará que el Superyo o el Ello, pugnen por imponer un cierto
significante, para que el sujeto reaccione con an gustia, la
cual apuntaría al objetivo y propósito de evitarlo. Esre signifi­
cante es el significante de una ausencia. Cuando el Otro falta,
y cuando no ha dej ado al sujeto un significante capaz de susti­
tuirlo y de representarlo ( a la manera del don en Marce} Mauss),
entonces, el sujeto no podría inscribir el significado de esa au­
sencia. Sin la imago .especular, la ausencia del Otro es la muerte
del sujeto.
? �
La observ �i n reudiana del Fort-Da deja de manifiesto
9ue �l placer lud1co 11 �ado a la desaparición del objeto materno,
implica una elaborac1on. de la inscripción del mismo. A l final,
44
Aues, 1 978 .
A GODIN O CABA S : Un o - Cap. 3-C uatro - Helguero Ed
: itores • Buenos

100

Scanned by TapScanner
es por ello que Lacan define al complejo como : ''la huella de una
relación biológica que se interrumpe' ' , conduciendo -como
resultado- al hecho siguiente: ·

''Un a tensión vital se resuelve en una intención men-


.
'4 5
tal' •

Claro está que este complejo deberá cumplir cierta condición


para realizar ese objetivo de suplir una insuficiencia bioló­
gica; deberá suponer un rechazo de la pérdida. Ciertamente, su
ma� de rechazo (de negación -diríamos-) es lo propiamente
pos1t1vo del com plejo , pues sólo así cumplirá con su objetivo
de ''in dic ar una relación a ser restablecida ''.
Mas, ¿qué decir de aquellos casos en los que la presencia
a ser simbolizada no ha aparecido en el campo del sujeto? Qué
decir de aquellos casos en que no hay una presencia simboliza­
ble Y representable capaz de sustituir esa relación biológica que
interrumpe, y dejando al sujeto sin un norte, sin un modelo
de relación a ser restablecida? Hemos dicho que el-significante
de la falta es la causa de la angustia. La falta de la falta es la causa
del estado esquizofTénico, donde el infans queda preso y sin
alternativas a una falta que no consigue definir ni determinar.
La muerte acecha en las curvas de ese sendero trazado en el
territorio del abandono. Pero no siempre; hay veces que lo que
acecha no es la muerte sino la parca. Ahí el infans muere en
tanto sujeto aunque sobreviva en su cuerpo. Se trata de una
muerte simbólica pero radical, cuyo túmulo y cuya tumba
será el mismo sujeto ·erigido en autista. El sujeto sobrevive,
cierto, pero sobrevive en tanto agujero; por eso no debe asom­
brarnos que el autista sea mudo. Al final ¿qué se puede decir
· acerca de rma muerte sin alternativas, de una muerte. sin con- •

suelo?
En el autismo, en la catatonia, ·en la desagregación esquizo­
frénica se trata de una ausencia radical. Digamos �i ello es
posible que el sujeto es identificado con un agujero. No es la
madre, es la no-madre su precario e incipiente motivador simbó­
lico. Por eso el autista no entra al Edipo ni se encuentra regido
?r �
po r él. Faltó l a Ma e seduct<?ra de la Fantas � origi�aria.
Es que , si la formula segun la cual el rec1en nac1d� puede ad­
venir a un lugar de sujeto es la que se resume en la diada Madre/ •

niño bastará que rio haya madre para que desaparezca el niñ o.
Al fÍnal sól o es , hijo quien ha sido catectizado como tal e inves·

tido co ese lugar por un cierto deseo materno. Al faltar ese
deseo y aunque exista un cuerpo de niño y de recién nacido,
ese cuerpo será un sin-sentido. Debería cristalizarse como su­
jeto, m ás no habiendo un p �cipio _ cap1!2 de hacerlo, �rá un
cuerpo-sin-rumbo., 110 cuerpo-sm-preh1stor1a, un cuerpo-sm-ante­
cedencia, un cuerpo-sin-valor . . .

4s J . LACAN : La famille - Cap. 1 : Le complexe du aévrage. •

101

Scanned by TapScanner
Repe tiré: desde que cabe al incon scient e materno la direc­
ción de la dialéctica por la cual el niño deviene hum ano al devenir
sujeto, la ausencia de ese lugar inco� sci� nte en el registro ma­
,
terno, dejará a la dialéctica en sus pe ns1 on .
El necesario y oblig ado pról ogo al Esta dio del espejo, consti­
tuid o por esa relación fundamental y fundante que es la relación
del niño con la madre, cuan do no realizado, deja al sujeto del
lado de acá del espejo no perm itién dole pro yectarse en una
imagen, realizarse en un reflejo. E l salto del sujeto a la imago
es marcado por la angustia en la Neu rosis , en la psicosis , no hay
angustia, pues no habiendo nada del otro lado, el salto será un
salto al vacío . Por eso es que el esqui zofré nico le tiene pavor a
los espejos puesto que ninguna imagen es posib le. Al igual que
los fantasmas del medioevo que no aparecían en los espejos,
el esquizo nunca aparecerá en la imagen. Esa imagen será otro. Y
ese otro es indiferente en el autismo, o peligroso ; cuando es
visto como un peligro, el sujeto desarrollará ese delirio paranoi­
de que a veces se insinúa y articula en las esquizofrenias. Es la
esquizofrenia paranoide.
La carencia de esta imago, y la carencia de ese Otro, no deja­
rá de mani festarse en el síntoma. Se sabe que el síntoma es una
tentativa de restitución. La 'máquina de influenciar', el 'sistema'
aterrorizador de ciertas esquizofrenias no son sino las formas
que el Otro asume en el discurso psicótico. En su delirio, el
psicótico restituye al Otro. Tan solo que una vez reconstruido,
vuelve a acechar el pánico de perderlo, o el miedo a entrar en
contacto con ese ser desconocido.
En las Psicosis de Ausencia, lo ausente es el falo. Un falo
que hemos definido como una estructura relacional, como
un complejo de relaciones y ligazones capaces de habilitar un
sentido : el signi ficado del hijo. Carente de este nudo, mal po­
dría hacer frente el esquizofrénico a la separación que el com­
plejo de castración supone. Toda separación habrá de ser nece­
sariamente trágica. Al final, ¿cómo podría separar(se) si ni
siquiera ha sido apresado en el deseo del Otro?
Se ve: el drama del esquizofrénico va mucho más allá del
mero delirio. En éste, lo que está en juego es una tentativa de ,
dar cuenta de un enigma. Tan sólo que este enigma es trágico:
'' ¿Cómo expl icar mi existencia si está. probado -por la elisión
del falo- que yo no existo ? '' . . . La elisión del falo . . . Ya hem�
visto cómo, para Lacan, se trata de uno de los pivotes de la
estructura p�icótica y del fenómeno psicótico. Su ausencia, en ·
lugar de introducir al sujeto (como normalmente debiera hacer­
lo ) , lo introduce en un punto ciego, en una hendidura . Basta
leer ' ' D 'une question préliminaire á tout traitemente possible
de la psychose'', como para observar que en l a elisión del falo
se encuentra uno de los ejes psicóticos, siendo que el otro reside
en la ausencia del Nombre-del-Padre.
Pues bien ; las Psicosis de Ausencia no tendrían al Nombre-del·

1 02

Scanned by TapScanner
Padre con10 elemento de peso. Parecen fijadas en una problemá­
tic� estructura lme �te ru1terior (he mo s dicho estructural y no evo­
lutiva ), la problematica de la elisión del falo en el deseo materno .
Por esta elisión se de1nuestra que en Jas Psicosis de Ausencia,
lo ausente no es precisamente la persona de la madre sino un
inter1nediario sim ból ico que la habilita para funcionar �orn o tal
e n l.� rela ció n con su cr� a. Sin falo no hay nudo capaz de ligar
al l11J<;> co11 la ma dre y a esta con sus imagos constitutivas capaces
dP orientarla en la maternidad. Se trata de un eslabón simbólico
que falta. La cadena generacional se rompe por lo tanto. Más
aún : se pulveriza. El estallido del esquizo es el ruido de esa
secuencia al desgarrarse.
D� est.a man era , las Psicosis de Ausencia serían un grupo de
.
ps1cos1s en las que la marca de la carencia no podrá inscribirse
en lo simb ólic o. La relación biológica que se interrumpe no se
resolverá. ,en intención mental, como suele acontecer según la
obseivacion de J . Lacan en ''La famille ''. Por eso, en el esquizo,
el estado de nacimiento es nada más que eso, un estado ; y lo
que es mas, un estado sin salida. Es por eso que P. Zopke puede
,

decir -y con razón-:


'' . . . el circuito del esquizo no puede repetir su origen
o su verdad, no tiene fondo, no ha nacido bien''4 6 •
Y o iría más lejos y diría que el esquizo no ha nacido -lisa
y llanamente-. Ya lo dice con todas las letras la esquizofrenia
paranoide cuando nos informa ''yo fui cagado por mi madre''.
Expulsado del cuerpo materno mas no parido, el esquizo nace
en tanto cuerpo, mas no en tanto significado para el Otro, lo
que viene a ser lo mismo que decir que 'no ha nacido'.
Así pues la madre del esquizo es una función muda. Ella no
hab la. En la medida. en que ella (soporte del Otro) es función
del Ello acontecerá que · Ello tampoco hablará. Ello está mudo.
El sile n� io es letal y mortal. Y a hemos dicho que el falo es una
cópula. Cóp ula: lo que. liga un sujeto a su J?re_?i�ado. Fal� : lo
que liga al infans con la· estructura. En . la d1alectica ?el SUJ �_to,
. el sujeto es la función .ll}atem.� y el predicado es �l mismo n11 10.
La fu nc ión mu da de jar a al hi1 0 fue ra de tod o dis cu rso . La au ­
senciá de la có pu la dejará al predicado desligado del sujeto.
rá un su jet o sin dis cu rs <? . Un suj et ? a cuyo, respecto no se
Se , e
ha predica do na da . No ha bi en do loc uc 10 � , �a br a loc u � a : �s qu
el su jet o no na ce , sin o qu e se ha ce . As .1 vis to , el ps ic ot �co . de
izo ) qu ed a sm he ch ur a. �1 _ s�q w er a
ausencia (a sa be r: el es qu
será un a fig ur a co nt ra he ch a a la ma ne ra de l Qu as rm o� o de
v íctor Hugo . Se rá ap en as un g� ra ba to , ':1� pr oy ec to , un im po ­
se
sible qu e ar roja al ce st o de lo s pa pe le s v1 e1 os .

46 P. ZOPK E : Fonología del cuerpo · Helguero Ed itores, Bs. As . 1 9 7 7 -

pág. 66 .

103 '

Scanned by TapScanner
Pero , ¿l1uc e lo qt1c e · ( tan1 11tc qt1ccln si11 ser 11 cl10 ? Ln
nrticulnciot1 d l ctlC'fl)() co11 ln crogcnt'idud, de' la cn1·nc con
el sin1l1olo. d \a 11\,\t ria\ con l sigl1ificante. Fnltando esa ar­ •

tict1la i - n 110 es activndtl ln fu11 ·ión rrÓ{?C'nn en ln nno.iomía,



la fwlcio sm1bolica e11 lt1 cnrnl\� ni ln fun ció n sig¡1ificante en
ln i11ate·in. Es ¡1 r eso qu(\ el loco sicm¡)re dice ''lu verdad ' ' com o

s t1all111 t antos j)Siquiatr . Claro qtte , se trata d(' la 'vcrda del
loc o�: tu1a ,�erdad del cuerpo ( qt1c com e, que caga, que funcio na
con10 n1áqui11a) , de la carne ( que siente o dcjn de sentir, que está
d piert.a o dt1e 1·me ), de la inc1ieria ( qt1e simplemente existe).
�1ás no goz a, i10 piensa, no l1abla. Al final, el esquizo es alguie11
que i10 puede pensar ni entender su exisien? ia. .
cam os: sabemos que el sujeto se dcfm e por una al1enac1on
. ,

fundamental. Sabemos que esta alienación fundamental supone


dos tiempos: el acceso a lo imaginario ( estadio del espejo y rela­
ción )roica) por Uil lado, y el acceso a lo simbólico (el orden de
la fUI1ción significante) por el otro lado. Pues bien, es en el pri­
mer tiempo que pretendemos situar la etiología de las Psicosis
de ausencia. No hay falo, porque no hay acceso a lo imaginario
desde que la función materna calla al respecto. Por eso, el cuerpo
del esquizo se representa siempre como un harapo, como una
imagen que se desdobla (ver las figuras de los pacientes de G.
Pankow), como un gran guiñol, como una burla.
No termina aquí la cosa. No es solamente de una imago de sí
que el esquizo carece. Peor aún: carece de lugar. Es que si el falo
supone una distribución de lugares y una asignación de posicio­
nes relativas al deseo, su ausencia dejará al esquizo fuera del
espacio libidinal . Por eso, la 'verdad' del esquizo es a-espacial;
es por eso también que su delirio aspira siempre a construir un
espacio, un lugar, o un universo. . . El delirio de la construcción
del mundo. Sucede que, sin espacio o sin lugar, el esquizo es un
su;eto sin sujet o. De ahí que, en su síntoma -que como se sabe
es siempre una tentativa de restitución- busque restit11ir el
·
estadio del espejo . . Y decimos restituir con la clara con sciencia
.

de que habría que subrayar el sentido de 'restaurar', com o quien


d �ce 'reparar'. Es que al final el esquizo n o tuvo espejo , sino hen­
didura y b�echa. Al final es esquizo es aquél que se precipitó
en la rotura del espejo . Quién sabe . . . quizás deberíamos decir
9-ue el síntoma en el esquizo busca 'instituir' una fase del espe­
JO • • •

Y justamente uno de los síntomas más mareantes de las


Psicosis de Ausencia, es la posición predominante que en su dis­
curso asume 13= demanda. Parece com o si con su demanda pidiera
que el otro (e l semejante) sea el Otro ( estruc tura cu
) ya fatta
tanta fal� a. le hace para se � alguien y para ser sujeto Un sujeto
. . . .
con s1gruf1cado ( y el s1gn1f1cado es siempre una relación con
los otros), un suj eto soportado por el deseo. En la estructura­
ciqn de esa dialéctica el esquizo busca un lugar; un lugar libidinal
y una particular posición de identificación, que le permitan to-

104
'

Scanned by TapScanner
n1 ar( se ) co mr o· referente de su experienci·a · Bus eara 1 a m 1sm · d
· 'd
1 a
,

Preten dera l]ar un marco que se le mueve dem asi�d º des rt· �
,

l ándole (e se m ar co es el espeje)) la percepción de su ;ro��


cuerpo.
Resu m ié n d o 11os : e l csquizo busca restituir aq u el ) ue falt
en tru1to estructura. Restituye el falo el espejo ' ef Jeseo de�

otro. N o se t1·ata de tareas d iferentes. 'se '"'rata en todo caso de


· tres m a t·ice s d'f 1 eren tes de �na misma 0rg'anJz
rest1· tu1r ·, ac ·1on. AJ
,

f1. na 1 n?_ 1 1ª y .que 01VI'd ar que el d e eo del otro intr


.
,

. oduce a la
din1ens1o.n fal1ca, cuya primera objetivación en el orden de 1 o
1n1a ar10 .se 1:1ªten·aiiza ·
. gin . e� el estadio del espejo . En otras pala-
bras , las �s1 co s1s de Au� en c1a parecen patinar en vacío alrededor
del nar .
c1s 1sm o. Es que s1 �l narcisismo se define por un algoritmo:
deseo/soporte, la carencia del deseo dejará al soporte sin cosa
al�na para soportar. De este mo do, no hay existencia. El esquizo
existe no obst ante ; no es la metafísica nuestro fuerte ni nues­
tro proyecto. Pero lo ciert� es que existe en tanto cuerpo, en
tanto c�ne, �n t.anto 1?1ater1a. La tarea del esquizo es, pues, la de
co.nst:r:i1r un �iverso en el que estos movimientos tengan in�-
cr1pc1on y sentido. Se trata de la 'otra escena'. ·

Es en esa 'otra escena' en la que por fin consigue (cuando


lo consigue) fijars,e .en una imago. Al asumirla, el esquizo asume
ese andar altivo y como ausente. Se convierte en automatón.
La máquina · del ·;c.uento de Hoffmann, la muñeca Olympia, al
final, la máquina de ser. En cierto modo, es de Gracilio de quien
estamos hablando . . En éierto modo es Gracilio hablando de sí
mismo como si él fuera un otro. Es la altivez de la ausencia. Una
altivez que . se desmorona tan pronto como el automatón se
encuentra c;on los designios (desconocidos) de su creador. En
esos ins tant.e s, el automatón se desarma como si fuera d� cartón
prensado, al no poder re�istir el encuentro con el Otro. En ese
momento, el esquiz o se . viste· de paranoico. Es la esquizofrenia
paranoide , qu e no s habla de la 'máquina de influenciar ', o que
s
no habla co m o Re né e, la pa cie nt e de M m e de Se ch eh ay e-­
del 'sistema' . Una máquina y un sistema omnipresentes. El 'sis­
tem a' , la 'máquina de in fu en ci ar ', so n la s fo rm as qu e en el de lir io
asume el Otro.
·

Cu an do es te O tr o in gr es a, ro m pi en do el es bo zo pr ec ar io de
una imago forzada, pu es to qu e fu e for j �da en el de lir io , el es qu i � o
se pierde. Es que, faltándol� el espejo , le falta u�a refe�enc1a
que le perinita situarse en el ti em po y en el es pa ci o. L a im � go
tiene es o· será una al ie na ci ón , pe ro en el la ac on te ce la co nq ui st a
de un c�drante cartesiano ti em p o -e sp ac io . E � d e � í q u e el es ­
at em p o ra l y a- es p ac ia l, si n o q u e ta m ­
quizo no solamente sea
bién -y fundamentalmente se a a- h is �ó ri co . E s el ca
m
so
.b
.
te

n
e
Gracilio , víctima d e una ve n ga n za p o � vi da et e� na . . E s ta
en m u Je r ll� va m il en io s ? e t1e � ­
Schreber, cuya transformación u se n ci a es tá n
p o para completarse . Por e so , la s P si co sJ S d e A

105

Scanned by TapScanner
CJiempre al borde, en las m árg r? nc s d<.! Ja �1Jaturlu. <;¿lJiui,•r(t ;y!Jatttr
todav ía más: están en Jas márgcnt:s dP Ja ti i1JL<>ri.u f J ,.,,, ,1,, J l 1W<J tJ,,
a fu era Nunca del l ad o de aclcniro.
Pero, ¿cóm o e n t rar r•ní d<: m u n P rct rr1:1 rf{ír 1 :1 J , ,,¡ n1l J);Jy rl•.-
.

'�f,<t''i?.tJ
111>
,

ferenci a a lE, ru n a acerca dcJ csr1a<:io y dt!l Lí<!mJ><J 't 14;1


e ntra en la h istor i <.1 del m iHm<J m cJd<> tfU<� ri<1 ';r1tr u �J I"dÍfJCJ.
Ent end ámo nos : no se t ra ta LJ(' u n � u ,·cJ<1 fR(' 'tJ.fU l!rD ' '�'>Tf•'J �j,
algu na fuerza m ister i osa Je i m p i d ieAc Jr1 <!n tr<1< J:-1, Hf: tr;ttf
..

.t mft•
bien de que l o atrav eRa sin i ngr<!Har <Jn Ju
i diu lf;f; ticftHírr1 hlJJlt:a
que el Edi po sup one . Esa trav(!sía H n <J1 t.t �Jor a<; i <Jn
i '��' ' ' <.JU< ! ól
con � c pio de ve r wP r fu ng ( r'rc �c; J u8í i)rl ) r>r' ' !A•n cJr· � J,1f 1 n 1 r. J4;H <.f Ul',
lé�fi _ <; Js11� C11m '-J urJa etJ-.
o tr a op ció n ser ía l a de c�ar act críz ar a f:>�J �
iructura qu e se fijaron e n c i,· rla fa H< (!VC JJ u t,1v a cJ,•J Ó'! B:-•r roJ Jo
ps íqu ico . El ps i c óti c o ser ia en ton ces aJ<� u j '' º CfU l! qu r;c16 �staclr�
·

. z o- pa r<1 nrJ 1de B ín s i; ltr


nado en la fase ora l, o en l a p os ic i ó n es q u 1
de ahí.
N o se trata de eso . Ve rw erf un g: c are nc i a eatruc tur aJ d pr•�­
mis as que per1nitari el abo ra r cierta dia Jéc iíc a y c i e rta a J te rna tí v
·


El p im er paso en la construcción de esa ve rwe r fu n g s<,r fá la 'cJ1
.

r
sión del falo ' esto es la om is i ó n de una ím ago q ·u e sirv e n 'Jrmal
..

...

rÍi ;
men te de b jula pa a poder ser. Traea imp osib le ; nun ca po<lrá
ser, pues está muerto. Mue rto dese.le ntes de nace r; mue rto en
el deseo materno.
''Ya he muerto dos veces. La primera íu í al infierno
número u n o , y la segunda al in fierno núm ero d os ' '. .
Quien así habla es Gracilío, y en esto nos dice l a más csctricta
.

de todas 'sus' verdades. Gracilio ha muerto tantas veces como


la vida lo ha enfrentado con esa falta fundamental. A cada sítua...
ción, a cada capítulo, a cada episodio en que debió reencontrarse
con su significado para el Otro, Gracilio ha caído en el sin""'senti­
do, y por lo tant·o ha vuelto a morir de nuevo. El brote del
esquizo es un reencuentro con esa falta clave.
Al llegar a est.e punto se esbozá la hipótesis de la ex istencia
de una frontera en el interiór de las Psicosis de A u.sencia. Una
fronte!3 'q':1e sep�aría al A utis� y la Cataton ía (mu ism o, e&-
p � ..
tatuano, d1slocaµi1ento estereotí_p)CO) de la Esquiz
.
ofrerua Precoz,
Simple y Paranoide (en la qúe Is: ñaginentariedad del cuerpo es
descripta por un disclU'so, y puest.a en j uego a la procura de
u na solución- en la Demanda)�
Esas dos maneras de operar ton lu Psicosis de Ausencia_. de-­
finen dos estilos nítidos. El múttuoo estat••ario por un lado con
sus r�ptos de disl�miento •reotipado, se presenta obtno
la ant1poda del 'brote' esqu� of
·


i co en que a la frag1nentaci6n
corporal se está correspondiendo la fragcnentación de la
.

palabra
y del discurso del sujeto.
A bor ndo el primero de estos eatiloa, el del auti11110 y eJ de

la catatonia, queremos comenzar por la diatinción que en c••mto
que el autiamo tiene expresi�n precoz en fUjetoa Ja WanW.,

106

Scanned by TapScanner

catatonia se presenta en cambio como una de las fases finales


del progres o esquizofrénico. También es importante decir que no
toda esquizofrenia supone un paulatino progreso delirante y alu­
cinatorio a cuyo térxnino acecharía la catatonia. Esta idea, cara
a Kraepelin se ha comprobado como totalmente incierta, parti­
cularmente en la esfera de l as esquizofrenias paranoides. Tam­
bién observamos que la esquizofrenia juvenil o hebefrénica suele
evitar tal desenlace ; más aun, raramente deviene catatónica. Esto
restringiría a la esquizofrenia simple la posibilidad del desenlace
catatónico. Por; lo demás, aunque podemos establecer semeja nza s
de peso entre el autismo y la catatonia es necesario resaltar una
. '

diferencia que se me ocurre importante . . . En cuanto que el au-


tismo es una forma priniária de la Psicosis de Ausencia la catato­
nia sería una forma secundaria, un desenlace, una co secuencia �
en la cadena de los brotes.
Lo primero que ·ec harem os de ver en el autismo es que se
trata de un cuadro 'mu do' . Mudo en el más vulgar de todos los
sentidos ; mu do desde que se trata de un cuadro que no ha
tenido acceso a ningún tipo de pala bra . En el autismo, no hay
función significante alguna ni siquiera anarqtlicamente estatuida.
El sujeto no habla; ni tan siquiera palabras inconexas, viejas y
deslavadas. A diferencia de Renée, un caso de esquizofrenia ju­
venil ''47 que en el paroxismo de sus crisis gritaba anunciando que
el 'sistema', l a ' máquina de hacer mal·la estaba dañand o', el au­
tista calla. Es pues en el ritmo de su cuerpo, un ritmo que obede­
ce a pesar de su aparente incoherencia a una secuencia de repe­
ticiones, que hemos de leer lo que allí pasa. En cierto sentido,
el autismo se parece a un túmulo. Es como si el autista fuera un
monumento a l a muerte ( muerte radial) del símbolo, y de toda
posiblidad de simbolización. Y sin em b?J"go, cuando decimos
que el autismo se parece a un túmulo, lo que en rigor estamos
hacie ndo es construir una fantástica metáfora, en la cual el
sujeto todo estaría en tanto masa, en tanto materia, represen­
tando una ausencia. Se trata de una particular forma de simbo­
liz ación . ¡.Un caso extremo de l a metorumia?
y digo una metonimia, porque se trataría de un hij o que ha
sido llamado no ya para representar una alternativa desiderativa
a la castración materna, sino para representar la carencia misma.
Una meto nimia , porque el hijo no sería aquí una respuesta a la
castración materna sipo un de�olazamiento de l� misma.
Dich o esto se comprende que el autista no sea sino la materia­
lización de un agujero. Nos repetirem os,pe ro se trata de una re­
petición necesaria para fijar este concepto: porque no nació
está muerto, y porque siempre estuvo muerto se alojará en el
autismo. Mas , ¿cómo aceptar como hecho consumado una muer­
te que la verdad del cuerpo (que a pesar de todo existe puesto

4' M. A. SECHEHA YE : Journal d'une 1ehyzophr6ne - Parra, P.U.P ., 1 960.

1 07

Scanned by TapScanner
io na ) en su ex ist ir y fu nc io na r co nt ra di ce ? El autista
qu e fu nc
r es ta co nt ra di cc ió n bá sic a. Y es lo qu e se prete nde
de be resolve
en l a estereotipia. .
te re ot ip ia de l au tis ta ti en e un do bl e se nt � d � : ab r� al
La es
el ot ro , e in st au ra un a c� rt ez 3: su bJ et 1v a . Ci te­
intercambi o co n .
os ) un a de cu ya s es te re ot 1p 1a � � as re cu rr en tes es
mos a J R ( 8 añ
-c as i en po si ci ón fe ta l- � 1m 1e nd o . Ante este
la de ovillarse
cuad ro , la m ad re re ac ci on a in va _;ia � le m en te in te rp re ta � d ? el ges­
to de hil jo co m o un es pa sm o gas tr 1c o y re sp on � e s � 1n 1s�rando
un an tie sp as mó di co : un su po sit or io . E n el su po �
s1t or 10 , e cic lo d�
conducta se ci er ra . La es te re ot ip ia te rm . a
in
:
� l an o ha s �d � se nsi­
. Pa rec e qu e ése hu bie ra sid o el ob jet ivo . Un o b } et1vo del
bilizado
tipo ''siento, luego existo ''. O, co mp lic� do :i n P?,co ma s nuestra
formulación co mo para dar ca bid a a la interven c1o n ma ter na , (lo
que parece ser una de las intenciones del . sujeto ) , ' 'El otr o, siento,
luego existo''. .
Por otro lado existe un cierto gru po de estereot1p1as que no
.

parecen presentar · intención intersubjetiva ning una , aun que


parecen obedecer al mismo objetivo de 'sentir '. Cua ndo JR se
muerde la mano , se golpea contra la pared, se lleva los o bjetos
más insólitos a la boca (tierra, las propias heces, un tomillo )
parece buscar la confirmación de su existencia en una sensa_ción
estimular. Es como si esas sensaciones (independiente mente de
su aspecto doloro o indoloro) representaran la ventaja de indicar­
le al sujeto los límites y las fronteras de su cuerpo. Son los
l ímites que el símbolo no pudo introducir, y por ello el acto
está condenado a cerrarse en ese ciclo. Permanentemente la sen­
sación debe estar allí, para cubrir el vacío de un símbolo que no
ha sido inscripto. Allí donde siento, ·es allí donde existo.
Y claro está que al sentirse vivo, el autista reencuentra su
cuerpo. ' Estas vivo' le dice su cuerpo, y con ello salva l a contra­
iicción de un símbolo que en su ausencia le recuerda 'su mue rte'.
Otra estructura dentro de las Psicosis de Ausen cia y que
presenta muchas semajanzas con el autismo es la catatonia. No
Jbstante ello una diferencia importante, al punt o de conside­
rársela capital es que, a diferencia del autismo (que definimos
�orno una estructura primaria) la catatonia es una estructura se­
cundaria. Quiero decir, sólo algunas formas de la esquiz ofrenia
llevan a la catatonia y eso, sólo después de completado un cierto
recorrido. Recorrido que atraviesa ciertas regiones de l significan­
te. Es que, a diferencia del autismo, que
nunca tuvo acceso a la
palabra, la catatonia se caracteriza por ser un abandono de la pa
­
�bra. � o es un abandono tan misterioso ni incomprensible. . . Al
fmal, s1 la aban� o!1� es por la sencilla· razón de que no le sirv e.
Es un a palabra inutil. Es un a palabra vacía. No se trata apenas
de una palabra que carece de leyes, sino de algo más grave aún.
Se trata de una palabra que no nombra nada porque está inserta
en un discurso que no lo nom bra como sujeto.
Precisamente por eso, porque no lo nom bra y porque por

108

Scanned by TapScanner
lo tanto, l � deja com ? ún ica pos �bilidad de lugar un vacío, es que
el cata to � 1�0 es un tip ? de esq uiz ofrenia que se espantó, que en­
tró en paruco al tran.s1tar por los laberintos del significante. El
l1orro� es lo qu.e . decide � este �� quizof1·énico a adoptar una es­
trategia para m1 t �gar esa 1mpres1on : el rigor. La rigidez muscu­
lar de l� catat? nia es la re�J? uesta a un sendero que al sujeto le
resulta int1·:m s1t�ble . Tam �1en es una tozuda negativa a cami­
nar. Ademas ¿co mo podr 1a caminar sin tensión ni parál isis, si
a cada re� oveco de l send.�ro acecha el vacío? As í pues, el su­
jeto reacci on a. Est a i·eaccion es la rigidez. Se trata de una reac­
c! �n que supo!1e. -al mismo tiempo- un tipo particular de bene­
f1c10; el cataton1co (en esto se parece al autista) siente su pro­
pio c �erpo. A la � anera de ciertas neurosis que se del ician
arrancandg,se la cut 1cu la de las uñas bebiendo fumando to­
mando rapé, el catatónico se delicia e�timulándo�e por vía de la
rigidizac ión muscular. Así pues, el catatónico permanece horas
enteras sin señal ningu na de cansancio- asentado sobre una
sola pierna en el medi o de ·un patio. Se trata de sentir el propio
cuerpo sintiendo � us bordes y sus fron teras, para lo cual el sujeto
lo fuerza hasta el último límite de sus posibilidades.
La ventaja así obtenida es la de una certeza que ya hemos
mencionado y que parece obedecer a una fórmula del tipo:
''siento, luego existo ''. Es el caso de Gracilio . . . (Aunque de­
bemos reconocer que Gracilio no obed�ce a un caso de catatonia
pura, sino a una particular derivación de una esquizofrenia juve­
nil que adoptó esa salida por fuerza de las circunstancias de la
cronificación) . El hecho es que Gracilio calla. Es del propio
cuerpo que vendrá la certeza de que esto es un infierno extem­
poráne o. Los pinchazos de la cotidiana inyección, los medica­
mentos, la comid a, en fin, el cuerpo en marcha son su· única
garantía. E n c11anto al 'otro ', es absolutamente innecesario
entrar en contacto con él. Y a fue todo dicho y está resumido
en las palabras de la 'Hermana satánica' y en la 'Prohibición
del confesor'.
Comenzamos esta descripción esbozando la hipótesis de una
frontera en el interior de las. Psicosis de Ausencia la cual, par­
tiendo de un a etiología común, definiría dos estilos distintos.
Si en el primer grupo incluimos al autismo y a la catatonía, en
el segundo grupo hemos de encontrar a las esquizofrenias propia-
mente dichas.
A diferencia de las anteriores, las esquizofrenias se caracteri-
zan por la recurre nt e em er ge nc ia de un 'b ! ot e', po r u � a est ru ctu ­
ra discursiva en la que se presentan fenomenos de fragmenta­
ción del discurso y 'de la palabra', imagos del '.cue�o disloc;ad� ',
fenómen os de 'al uc in ac ió n' , y el co ns ta nt e eJe rc 1c1 0 y pr ac tica
de 'la demanda '. Las formas típicas de estas psicosis se concen­
izo fre ni a pr ec oz (o ju ve ni l, � he be fré ni ca ) Y en
tran en la es qu .
la esquizofrenia paranoide. En ellas la ag re s1V 1dad ocupa un lugar
..

1 09

Scanned by TapScanner
so la m en te en su � id ad de ir:t ! en ci ón agresiva,
Y ataqu � pro-
de destaque, no �
cu al id ad de ac c1 on de ag re s1 on
sino tambic11 en su
pia.m ente dicl1os. , . .
t in L<' S
u 11l1 d<' ca es so la m
la s c lc r1 s 1 s as sa l1e n no � nt e la
,

ca 1·a
tic la \)r<'S<'t1c in ele ln agrl'Sivicla
d si no su l� ga r. E s qu e la ag re s . í­
1v
Cl ' c' o tn o co n1 1)l <'n 1c nL o n<' r< 's ar 10 y� o � zo so de l a De-
cl< \d t'\\)f\ tl'
l10 ot ro Y 1·e� 1v 1d ad co nfo rm an
1n�l11d,1. 11ic de m od o: de n1 ar 1d a ag
.
1a
ic lo s de es ta es tr uc tu ra . La �� qu 1z o fr en es pa � tí­
lo s .
c. ios l1<'m ic
l y u1 1a pa ra tir n ia ci 1�c ul ar en fu nc 1� n de la cu al el S�J(>to
Y de esta a
m ic a. la . a
.1
p<1sa de la po sic ió n de de m an da a l a tc ns �� ,
ag re siv
?
am en te , en ci clo s de re pe t1c 1o n su ce siv a.
la de m an da nu ev
· S uc de qu el esqui zo frénico parece h a be r av an za do un
pa so n1á s qu e l au tis ta. Se tra ta de un av an ce est ru ctu ral ( y no
simplemente evolutivo) , en función � el c � al �ª!' un esb? zo
del 'ot ro' y de la ' alteridad ' . Ha cia este otro se dir ige el esq t11_zo­
frénico y en este tránsito, se aferra a la dema nda como quien se
agarra de una tabla salvadora. Es por eso que el esqui zofrénico
pide sin límite ni cansanc io; l o que pide es que se anule su
n1uerte. ''Pido, luego existo '', es la fórmula . . . Y entonces, suce­
de que el esquizofrénico pide nacer, pide ser. Y sin embargo, en
el mismo pedidÓ se encierra un drama letal porque (desde que el
demandante se borra en toda demanda convirtiéndose en mero
objeto a merced del Otro), la muerte, aquella temida e indeseada
muerte, termi.{.la realizándose en el mismo discurso del sujeto.
La imposibilidad material de la demanda y de lo demandado lo
reintroduc� en su fragmentariedad corporal, desde donde la
agresividad es l a única alternativa.

TESIS 11 ''La agresividad, en la experiencia, nos es dada


1

como intención de agresión y como imagen de disloca­


ción corporal, y es bajo estos modos que se demues­
tra eficiente'' 4 8 •

Efectivamente, la agre�ividad -en tanto intención así como


en tanto acción- es correlativa· de ese grupo de imagos que Lacan
reunió bajo el nombre de 'imagos del cuerpo fragmentado'.
Estas imagos, que tendrían como función el ser matrices de la
identificación, parecen haber quedado sin uso ni destino en las
esqui�?frenia�. Es como el esqueleto de un edificio cuy a cons­
trucc1on ha sido abandonada y que se yergue inútil pero sinies­
tro . . .
En la demanda, el esquizofrénico intenta la constr
de una gest!'1t que complete en la relación inte
ucción
rsubjetiva- ese
e�9ueleto, dandole una forma. En la imposib
ilidad de la realiza­
c 1on de la d:e� an� el esquizo sucumbe en la

agresividad. Por
eso, la paratunia circular de las esquizofrenias se
define comun-

4& J. LAC AN : L' agreuivité en paychanaly


ae - Ecrit� pág. 1 03 Du
Se ui l, Paría, 19 66 . .
_ Ed.

110

Scanned by TapScanner
111c nte (cf . K . Ab rah am ) por el cic lo: ''Fantasía de la destrucción
del mu nd o / Fantasía de l a reconstrucción del mu nd o'' .
�a iteración y reiteración de la demanda, nos revela qu e el
esqu �z o es alg uie n queriendo pro du cir una cad ena sig nif
ica nte .
Alg uie n qu e qu ier e int rod uci r algún orden en la palabr
brote Y e ? su de liri o (qu e a diferencia de l catatónic es ha
a. En su
. o bla do )
las P�1co s1s de Au sen cia tie ne n razón : su pr ob lem a es el sis
tema .
U n si st em a al qu e le s es im po si bl e in gresar
.
En ton ces , el sistema ter min a sie ndo un int rus o. Int rus o en el
,
mas fuerte de todos los sen tid os. Es el fantasma de la intrus
ión
q�e s � en la neu ros is his térica se presenta com o fantasma de
,
v1o lac 1 <? n, en las esq uiz ofrenias se presenta co mo fantasma de des­
g� am 1en to Y de pedazamiento del cuerpo. El tema de la intru­
s1 �n Y l �s fan tas 1as intrusivas, se presentan com o la temática
_ �
,
mas bas1ca del deli rio esquizofrénico. Es el pun to de articula­
ció n en la cl ínic a, desde que se sitúa en el centro de un complejo
cuy os cap 1tul _
os son el cuerpo despedazado, la aluc inac ión, la
De ma nd a y el discurso del sujeto en el brote.
E l ciclo parece desarrollarse del siguiente modo: el fantasma
de la intrusió n rompe el cuerpo. La ruptura es alucinad a. La
reacción del sujeto es la Demanda. La demanda, en tanto pedido
de amor, es pedido de reunión y sutura. La imposíbilidad material
de la demanda conduce al sujeto a los um brales de la agresividad.
El brote (así como la agresividad en él articulada) es la expresión
de esa imposibilidad.
Pero además, qui�ro agregar que si ese brote es mudo en la
catatonia, en la esquizofrenia propiamente dicha no lo es; se trata
de un brote hablado. Tan sólo que la palabra no es aquí un signi­
fic ante que el sujeto intercam bia, sino cosas que interpone ante
el intruso . Son palabras-cosas y se parecen una barrera que,
como toda barera, lo delimita frente a los 'otros', le restituyen
la unidad y lo preservar del otro-intru so y de la ruptura. Una
ruptura que puede desgarrarlo y que suele desexuarlo. Así,
el esquizofre.óico siente -y así lo afirma- que su cuerpo se
transfor1na en un cuerpo femen ino. Claro que se trata de una
femeneidad 'sui generis' pue.sto que el sujeto se coloca en los
primordios de la Diferencia Sexual . � natóm ica, en �n punto níti-
-

ante rior al de la castrac1on . La , hembra de que nos


dam ente
habla el esquizofrénico es una hembra-a-Jerome-Bosch. Un
cuerpo desgarrado. Nada que ver con la femineidad-de-la-mujer.
En este sentido, la esquizofrenia paranoide parece represen­
t.ar un paso a más, parece suponer un cierto progreso. En princi­
pio, por cuanto el delirio paranoide que en ella se esboza, parece
ser la tentativa de explicar e interpret.ar ese estado de cosas.
El paso a más que deci mos , sería el que se reneja en la actitud
del sujeto de desv�ndar el enigma. Hay, si se me permite la
expresión- una actitud intelectual; el esquizo se pone a procurar
laa causas, mas no lo f'onsjgue, razón oor la cual term ina en una

111

Scanned by TapScanner

producción constante de del i rio s de aparie nci� pertJecu torta. Y


dig o de ''aparien cia persecutoria '', porc¡u<, ?! nod.ulo de esos de.
de tin a r><' rsc c�u <�L<J n , � 1nc ) da r cuen ta
l irios no es da r ta
. po
im
cu en
de su trágico dese nl ace : la m uc rt <', <11 dc sg ar r;1 m i cn to , la sj.
bílidad del cu�rpo.
Es el caso de ,J1, ( 40 años ) , qttíc>n die·<�:
J.T. Yo cst al> a co mi cn c J o . Co m ía IJie n ; ílin I;Jr ob le mas.
Pe ro co mo er an po ro to s co n ar roz qu ed e preso de
vientre . . . Tuve qu e pasar d ,a enteros
1
cu atr o � en el
baño solamente caga nd o. Al fí11 aJ cague t<?d o ; Y el pro­
blema es qu e cagu� yo m istno y m e fui por el culo
abajo . . .
Terapeuta: ¿Cómo fue eso?
Una vez ha bía un t ipo ah 1 abaJo en el patio y vino
, .. .

J .T.
otro con un rev ól ve r y le tiro un tiro y lo mató. El
pobre se quedó ahí en el piso chorreando sangre con
todo el estómago abierto y vino todo el mundo y
todos preguntaban 'cómo fue' y 'cóm o es posible' . . .
¿D ígame doctor, cómo es posible eso?
Terapeuta: No lo sé . . . ¿Se le ocurre alguna idea?
J.T.: No. Yo estaba en Madrid en un 5to. piso y comenzó
todo a arder y había llamas por todos lados y me t�e
que tirar desde ahí encima hasta el suelo. Y me caí.
Por eso no lo sé . . .
En el discurso de JT nos encontramos con un nódulo que
persiste y por lo mismo insiste en la repetición. JT pretende
dar cuenta con sus múltiples definiciones de un cierto estado
del cuerpo que se define por la constante amenaza y por el fatal
e inevitable desenlace ; Como se- ve, el problema no es aquí el
perseguidor. .A diferencia del delirio paranoico típico, no se
trata de inqutrir acerca de la identidad y de . las intenciones del
perseguidor, sino que se trata apenas- de dar cuenta de un
desgarramiento. Un . desgarramiento que se subraya de manera
inevitable ; ea el estómago. Yo recordaría que, en ''Curso y
Discurso'', me interesó siguiendo a Lacan- situar en el estómago
?
el rgMl:o del· amor. Rec�erd� ha�r dic�o
. ah�
que el estómago
es ll1Sac1able como lo es la 11b1do mfantil y siempre pide y de­
manda: más, más . . . Demanda que a lo me1or podría leerse
desde el lado materno como un: má(s)má(s). . .
·

De cualquier modo en este corto registro · del discurso de JT,


el estómago (como lugar del desgarram iento) y la caída del sujeto
(como única •alida) � n los temas básicos. En cuanto al perse­
guidor, éste es anónüno. En esto, la esquizofrenia panmoide se
parece a la esquizofrenia precoz y a la simple. El problema •

no es con alguien en particular definido e identificado, sino con


el 'siltema todo', con el Otro.
Un aspecto int.eresante en este dilCUlSo es el de la mwtipli·
cídad de los delirios . . . Sobre todo porque ela es equívoca, en

112

Scanned by TapScanner

el se nt i d o qu e no s ind uc irí a a pe nsar qu e JT ha bla co sas qu e


n o tie 11 en na d� qt1e ve r en tre sí, cu an do en rigor, JT es fie l .a
un re cis o. Di .
tem a p ga mo s qu e es te dis cu rso se parece al de
las ne urosis c ua n d ? no s co mc nta11 de un cie rto malestar fís ico
y. � on el J)r op os 1to de ofrecernos un a clara id ea de l mismo-
;

co n1 en tru 1 vru· ias sit ua cio ne s difere nte s en las qu e ese malestar
se ha m an i fes ta do . Pues bi en , en JT la din ám ica pa re
ce ser
la mi sm a. No s hab la de un estómago qu e co me y de un vien tre
que qu ed a pr eso . Nos ha bla de un a libertación por el an o en
la que el suj eto todo realiza una fuga, huy end o por el cul en ¿
el acto de defe ;ar. Des pué s, y com o para complementar, nos
habla de un estomago atacado y desangrándose ante la sorpresa
general y la sorpresa del mis mo suje to, y finalmente nos habla
de una caída desd e un quin to piso, en una ciudad extraña o ale­
jada . . , Es aquí dond e se man ifiesta más n ítidamente el impulso
intelectual que atrib uimo s a esta esquizofrenia. Se trata de al­
guien que quier e y pretende definir una situación del cuerpo, un
estado de la imago corporal . . .

En cuanto al punto de apoyo de esa imago (que en este caso


es el estómago) diremos que insin úa el ciclo de la hipocondría,
más no me aventuraría a sostener · que se trata de una hipocon­
dría nítida y precisa. Apenas diría que el estómago es un punto
de pivote, un soporte, agregando que, el nódulo de la soportancia
lo constitµye la alucin aci ón . La alucinación de una intrusión
en la imago d el · cu�rpo. El problema es que, sobre la alucinación
.

se han d�cho tantas cosas y se la ha tratado de tan diversos modos


que al final es como si no se hubiera dicho nada. Que si auditiva,
que si sensorial, que si v�r�; 9ue · si corporal, que si cenestési-
ca . .
·

· ·
' .
· .

Y sirt .embargo; el ptoblem4 de la alucinación es muy claro.


La alu cin�ción contien� 8egún Fieud, el nódulo de verdad histó­
un
.
·

rica del . sujeto. Se · tra� de r�cuerdo encubndor. Por ser en-.


cubridora I� ·aiucinación : es .parcialmente engañosa, mas por el
hecho de derivar de uri recuerdo preciso y nítido, e& que ella es
·

verdadera� Es. Freud quien nos dice�


.

' ' . . . a veces se presentaban verdaderas alucinac iones


·

en otros ·pacientes que ciertamente no eran psicóti­


cos'' 4 9 .
Ciertamente no hay que mistificar ni e�agerar el valor ni el
papel de la alucinación. Se trata de un fen�� eno que no �ola­
mente existe en las psicosis sino que tamb1en puede manües­
tarse en las neurosis. Es que, al f� , la alu� i��ión no � otra
..

coaa que un recuerdo encubridor, segun la defm1c1on freud1ana:


''Tal vez pueda ser una característica general de la,
alucinaciones a la que hasta ahora no se le ha conce-

49 B. FREUD : Conatruccionea en ptlcoaúliaia, Cap. lll, T. III, i>'I· 682·

113

Scanned by TapScanner

dido atención suficiente que en ellas r�aparezca aigo


experimentado en la i� fancia y lue�o olvidado, algo que
el niño ha visto u 0 1 do en una epoca en qu� apenas
sab ía hablar y que ahora se fragua un camin o hasta
la consciencia probablemente desfigurado Y desplazado
por la int�rvención de fuerzas qu e se oponen a su re-
torno'' 5 0
Esto nos explicaría fác ilmente que una neurosis como lo es
la de Sergei Petrov (el Homl)re de los lobos) contenga en su
historial un episodio alucinatorio. Pero al mismo tiempo nos
obliga a situar el peso de as psicosisen otro lugar. N o es la aluci­
nación lo propiamente definitivo de las esquizofrenias, sino su
lugar y papel en el discurso del sujeto. Lo importante de esta
alucinación es que se trata de un agujero del discurso, un hueco
anterior a la palabra que re-torna a pesar de la presión. Es el re­
torno de la verwerfung. De esta manera Freud concluye:
''Las delusiones de los pacientes se parecen con . . . in­
tentos de explicación y de curación, aunque es verdad
que en las condiciones de una psicosis no puedan hacer
más que sustituir el fragmento de realidad que está
siendo negado en el presente, por otro fragmento que
ya fue rechazado en el remoto pasado''51 •
No creo necesario agregar más nada. La definición freudiana
es clarísima y sitúa con tal nitidez a la alucinación como base
del delirio, caracterizándola al mismo tiempo como un recuerdo
encubridor, sobre el cuaJ pesó la marca de una negación-psicó­
tica, o mejor dicho, de un rechazo ( léase: una verwerfung).
Lo que s1 podemos deducir es que, las alucinaciones son al
delirio psicótico, lo que los recuerdos encubridores son al fantas­
ma neurótico. Es el núcleo de verdad histórica, es el núcleo de
realidad que, a la manera de una piedra angular, encontraremos
en la base e infraestructura de la fantástica construcción imagi-
nana.
·

Agotado este recorrido por la nosografía de las Psicosis de


Ausencia, quisiera volver atrás y recordar que esbozamos la po­
sibilidad de una frontera entre el autismo y las esquizofrenias
propiamente dichas. Es algo que se nos reitera en la observación
clínica y, fieles a esta constatación hemos querido registrarlo.
. Pero más allá de las diferencias internas. el autismo y Ia -esquiZe>
frenia co.mparten tanto la estructura come· la etiología. Si las
hemos denominado Psicosis de Ausencia, es porque an>bas psicosis
responden a la realidad común de obedecer 3 una ausencia fun·
dante. Ya lo. hemo1 dicho, es la ausencia del falo y concomitan·
te con ella, ni hay im910, ni hay cuerpo. Y todo �to, porque no

5o S. PREUD: lbldem.
·

51 S. FREUD: Conltnlt!eionea en �llaa T. m, �p. 111, p'8. 588.


'

114 ;

Scanned by TapScanner
,� ,, {'S \\ \\ t \ \ \ l , t t\ ' \ l, t \ � ,1
}\!\ \' ' � ' \ , \ \ \ \ t\t • 11 \ \
' ,
\& \\ .\l t.\ \ \,' ' l\,fc'l t�'ttl lt\\\\�'t\t \•
� \>N tlt l\\\\• 'ttl
t'll
l

'l\' ' t t' 't\ll ( .' t , 1-' \t' }


'

' •,\ 1 ' ll \ Í\ \• \ \ l


\\ \ � '' 'l \\ t\ ' l ll \ \ \,l t \ l ' 1
l
\ l •'\ l\ \\ l\ ' , .' . 1 , t 11(
\ l· ( l l tll
\
) \ t 1 \ '' l )() l t
\
" ,,
t• ' ('�' '' � -�' '' \
l
\ l k '' · \ \\ \ l l ' \\ l\ \' l t \, l �\
t . ,

, ltt'\ t, ( \ l' t\ l' t' . t f'tl '


,

·l ' s \\ t \ l' l, •t \\ c.' l\ t t • ' l� 1 \, , 111�


\ I l )'V' ( :t t l� ll 1 C l \
l \t \ � \\ {, , \l \\ (' t'' \ )t'l ' t '�t l l( l J \ l
' \ l l .\ \ \ i, \l l \l} (' c.'!\\ t \ '', \
\ \ ,\ \' \\ \
\ \ t t i t\ \t \\
\ \l t' ' ' l t\ \ t�• l'l Z (l ( ) l
'

\uM \ \ {
'

" · 1 .1 '' " " '' " ., ' ' ' i'

"'
''
1
'
' 1
. , " , 1 1 ' 11 11 t l1•s " '
11
t� 't
' \
111• '111 11 ' ' ' " " " ) ll,
l '\
i t t• N tf \
· t , f , s ,\ t' \, \ \ ' l '\ c.'� 1 \ ' ' ' \ '\ ll t \
'
� l ' \1 1\ , � t' M \1 {\ \(� . \ l t f Z C
' :O. ' • ' ' �t' � \ \ l \ \ \ l \ t \\' t \ lt \
¡,, .\ \ t
l '\ \' \' t N '! '' ¡ , ¡) t �'l' l\ l, \t
l \ lt l (\ t' l l t'J 'l l< ll (l
ll \ l \:1tt� •f it 'l \, ' '
\

' !'- \\ \, \ ¡, ,� . l l'\ \'


lt 'l t l' \\N <t tt t• \'�l
' li ' ( \l '-l '
t
, \'l. \, t �\ \l'' t ' ) � \ \l l'\lt't' \'
\
t l '' · y t'� ·' ' ' ' (' \l t\ t\ (\ () (; ¡�
Zl \l �t' f\ <1 il l <f (• <l {':l(')

l)''' '\ l\ \t \ \ �c.' \ '�


' l it 1-. l\ ri k r> w t
l' '' ll til'
, , l'
\ \ \\lt' t•l l'')'''l1 ' tttlt'
..

, ll f' rctt' stt t'\ t (


\ t'l \t\ cl<•l1(' ¡lt'rut r
,\l 1)\\�t\\\ t i '1 l \ ll(' l rn. )\)' l1l lf
t
l \ \ �t l� -.. �·it \ll ltt 'tl \-..S )' l}l tt\ �l\ f\( ) t'S. • • • � > •
ll\l(\ 1 1\0l)\l)ft' Ni11
C\l('t(lO

�' .l l l �'t\ic.'t' l \ ' ' '' l�''


,

t!f'l
,\ \'\l t' l i'' �, l' lt't\lt \ ' r \ .. (\ t l , t'�
l'\ 1r r1 1( ) y l)(.lr l t-ltnt�l� n l l)(
t lttttto ta rn·t.<\n ('S i C' n ('I rtl
'fCl<'r
l s 1 • �'t\ �'S'' l'l\t'r\ ) lll lt' l Otl1<' t'. i)vj t"'t·
iamo , t' r Ot'jn t'n t\l t'Sf>•
'\' ,t l\t' l' ''- � ,· ist"' st 1 ti \t ,, ll l\ it�t, y stt d in l ·t lrn, (' O ffi Jl r
jo .
hando qt1o <\l
i s..,' ' l\)�\ t\'\'ll\) \.)i>t'l�\ '\t\V i�t lt'l\ (l l t l)i ii 11 o l1 l\ C' ll f.(' C\ l ., uj to
t\'\' t l t tt'tl \.l t ' l t' \'t\ t'l)l\$t..' '\lt 'I\c in
1, p r•
l ('011strttc \" n o{' ttn n
1,,·ltt lt'\'l\\f\S t"l \t \)1 1 ' t s C'(\\t' l�1s l\si osis d<' A u nr
im ng o.
'

ia S(' s i tt.i nn r1
l�l �lt \tt � tl.\ lit' \'Sf\ t ll \ '� ) l 1 t ce 11qt1 ts1.n flt' ln m Js m n, ,
río et ohj(_)­
,

t\,· ' l�t'l''l) \�' fttlliti c..' , ,1)01· l'i rt.a) l'11 llt ri"id z entnt6
t
l\l\t \$,t\\t) d\'l \tt t\� t tt, t'tl ln fl�·t si v\ dn ct d<' ln C's qu iz of
nica y l
)' \.i(' ltl s.ltl\l'lt'. t'tl t.'l (\l'li t·io o t.'Sb t . de df\lirio
r ni n ju ve ni l
�pctitivo d In
;,�q\ ti ._1 f'rt.\tl in I \l't:U' idl'. n1 ya dijin1os� l espncio dl'l osqu
s'-' �it tt�l :t ll\ tt�lll d
izo
·

(' nt11i1\o ' nt.r� ln frngm t1ta 'tÓn y la


\l lt\ \111�\g : l) ll
' tend nc in
dt.' 'ltt \ tl UY('<•t.o de idn-y-vucltn sin fin 1
y por
l 111isn1 �s\11-s�11tidc.

'
i.�S l' .-\ 1t� 11'1 N l4� R;\ lt JO
(fl' l:lS
l')SI )SI S l ) �� 1\ll S��N CIA

3 .-Las psicosis de presencia (Ps'O)


En ci rto sentido estas psicosis co11st1tuyen la ant1p a dt>
. #


las esquiz ofrenias. Al final, aquí se trata de una pre�nc1a que

'

s1 G . PANKOW : El hombre y su psicoais Ibie, i>'I·


..

• 47 ·

115

Scanned by TapScanner

hemos de localizar en la relación diádica pe1·? �am biép con sti­


tutiva de la madre con el niño, causa del adven � m1e nt? el in fans
a ur:' lugar de sujet o. A difer encia pues de las � s1cos.1. s .ausencia ,
·

aquí se trata de una pre-se ncia. La ¡Jre-se nc1a de un de seo . E n


otras palab1·a s, lo aquí presente es e 1 falo, a saber, esa estructu ra
relacio11al, ese co1nplejo de ligazo nes capaces de habilitar un
sentido pru·a el st1je·t o, y capaces - por lo tanto- de pre figurar
un espacio libidinal y catéctico en el cual situar( se ) .
De esta mane1·a, pode mos intentar su dcfi��ción diciendo
que estas psicosis son hijas de un cierto dese o. HiJas por cuanto
ya hen1os dicho que no existe madre alguna que no haya sido
a su vez l1ija y porque -en consecuencia- no es posible pensar
la n1ater11idad fuera del Edipo , y� que es ali í dond e se acuña la
i1nago d�l seno materno . Se trata de la imago que simbol iza
la relación por la cual la carencia del recién nacido (definida por
. la i11defe11sió11 biológica y por la prematuración específica de la
cría de 11umano) es resuelta en y por el Otro. Efectivamente, el
desequilibrio y la desadecuación del recién nacido se resuelven
en la relación con la función materna, a la que cabe el suministro
de un equilibrio cuya marca (la imago en cuestión) supone la
construcción de la subjetividad. Hay que recordar que el sujeto
no nace sino que se hace, y que esa hechu1·a es erógena. En la
misma, vemos intervenir al falo cuyos efectos son la imago espe­
culai·, y la inscripción del narcisismo.
Así pues, para comprender estas psicosis hemo·s de partir del
falo y de la imago del espejo. Recordaremos ahora que es en este
punto estructural que las psicosis de ausencia (Ps' O) quedan
frenadas. Pero tamb�én recordaremos que en el narcisismo está
en juego una alienación debido a la cual ''el yo es un otro'' y
donde, por lo tanto, amenaza la locura bajo la forma concreta
de una extrema alienación.
·

Es que si la madre debe realizar un desplazamiento desde la


!mago del seno materno hacia el hijo, el hijo deberá por su parte
realizar un desplazamiento en dirección, al deseo materno. El
desplazamiento debería conducir a la conquista de la imago del
pr9pio cuerpo. Es curioso pero no quiero dejar de constatar· aquí
que el encuentro del sujeto con su propio cuerpo atraviesa los
caminos insólitos de la alteridad.
Sin embargo esa conquista no lo es todo, .no lo dice todo.
Lo cierto es que se trata del primer paso, del primordio, en el
necesario pasaje que el recién nacido debe realizar para llegar a
su condición de humano . El desarrollo del inconsciente exige
mucho más. Realizada la primera secuencia con la conquista de
la imago especular, será necesario al sujeto comprender las le­
yes que rigen esa formación; deberá comprender y simbolizar su
legalidad ; ello acontece en el espa�io edípico, cuyo avatar -la
castración- debería conducir a la efectivización de un saldo .
Es la imago alternativa. E s el Nombre-del-Padre.

En las Psicosis de Presencia hay una saludable imago refe-


• •

1 16 •

Scanned by TapScanner
renciruldo al sujeto. No se trata ya del abandono fundamental,
ni d l v cío cnracterístico de las Psicosis de Ausencia. Más no
113�., lugar ni condicioi1es como para metabolizar y comprende r
el lugar y la fu11ción de tercero. Por esta razón, el 'tercero' ter­
n1inn iendo una an1enaza. Una amenaza cuya solución tiene co­
n1o µrototi po n ln paranoia. Es pues e11 este grupo donde mejor
,,c111os op rnr esa carencia que las tesis lacanianas definen como
'au (\tl iu d 1 ombre-del-Padre'.
i11 embargo. me parece sumamente importante definir este
t:)rc >r ¡1u�sto que después de todo, no cualquiera puede esgri-
111ir los t1tulos necesarios c?mo para ocupar ese lugar. Dicho
dt"' otro modo. solamente quien conrnueb a la posición del sujeto
se co11Stituirá en ttercero', y para ello será necesario que pueda
situarse eri referencia al deseo materno. El tercero debe manifes­
tarse capaz de ocupar el deseo materno; con esta ocupación,
dc�'OCl!pa al i11fans. La dialéctica prefigura entonces un abandono
que, cuando tl.o elaborado, define un estado de pánico (isomór­
fico al 'vacío' de las Psic osis de Ausencia, e isomófrico a la 'an­
gustia' de las Neurosis) en cuyo seno aparecen inmejorables
condiciones como para conducir a la cristalización de una psicosis
paranoica o melancólica.
Diré todavía más: desde que la elaboración, de este tercero
supone la elaboración deseo materno (cosa que tiene como ám­
bito al Edipo), estableceré que las Psicosis son refrac�arias al
Edipo. Se trata de una particular estructura de la negación que
denominarem os ''abolición sirobólica de la situación edípica''.
Esta abolición (que Freud se preocupó en distinguir de la repre­
sióp neurótica y de la renegación perversa llamándola verwerfung,
y que traduciremos como repudio, rechazo o preclusión) obedece
a 11na intención. Responde a un propósito. Propósito que hemos
de fij ar estableciendo que el psicótico es un avaro de tal modo
que, para conservar el falo rechaza al Edipo evitándose así el
enfrentamiento con el problema del tercero. Sin tercero no
hay Nombre-del-Padre. Es lo que la escuela inglesa se empeñó
en llamar ''padre ausente''. Es ,lo que nosotros ·pretendem os
recuperar awique aclarando que esta orfandad n9 es literal sino
sirobólica. Se trataría de un padre que no ha podido esgrimir los
títulos com o para ocupar Wl lugar en el deseo materno . Conclui­
remos entonces que, si el futuro psicótico lo ·rechaza como ter­
cero y com o padre, no es solamente por avaricia sino también
por el hecho que no hay nada que ligue ese padre con la estruc­
tura narcisista.
En cierto sentido las Psicosis de Presencia se nos present.an
como 11na personificación del rechazo . Pero no ter1i11 na ahí la
cosa. Se sabe que no es por mucho repudiar que desaparece el
zado
tercero. Quiere esto decir que, ese tercero que fue recha
¿por­
en lo simbólico retornará entonces desde lo real. Al final,
e
qué no habría de retornar si está y existe? Es ahí cuando florec
el brote. Ese retorno es la primavera del delirio . Es ahí c11an do

117

Scanned by TapScanner
las Psicosis de Presencia pasan a ser no solamente un personif

cación del rechazo. sino también una � rsonificación de la imp
o.
sibilidad sin1bóli?l del rech� zo. Y el � 1�curso que da cuen ta
de
esa personificacion, lo constituye el del ir10 en persona.
Ya dijin1os que (>l delirio debe ser e � �endido corno una
duda. Nos resta decir que es lo qu� se 1nan� f�e�ta de i:nanera in­
n1ejorablemente clara en lt1s .
ps1cos1s. El ps1cot1co quiere saber.
Hay u11n cierta pulsión intelectual que lo lleva a desear saber.
Dt'jaremos para más luego la idea que todo deseo de saber con­
cierne un saber sobre la castración, como lo enunció Freud en
los ''Tres ensayos sobre u11a teoría sexual'' . . . Pero lo que no de­
jaremos para después es . el interrogante: ¿cómo saber si lo que
debería ser compre11dido ha sido -excluido, eludido, del campo
subjetivoJ El retorno de lo excluido (o de lo precluido) ofrece
entonces la n1ateria prima necesaria para llevar a cabo esa elabo­
ración faltante. La elaboración se completa: es el delirio. Un de­
lirio que, de�tlliiendo de su forma, asume el estilo deliberativo
y lit.igante de ltl Paranoia, o el repliegue aparen�mente silencioso
de la Melancol Í¡\.
Sucede qut.� el falo es una organización que, en su calidad de
tal, es base del sujeto. Jugando entonces con las palabras (aun­
que aclarru1do que quizás no se trata de un mero j uego) diré ")

que cuando ciertos autores definen a las psicosis como un pro­


blema básico, lo hacen con la intención de denunciar que en ellas
lo que falla es la base. Quiere esto decir que, al final, en las psi­
cosis hay algo que falla a nivel del falo. Y ciertamente que así
es. Resuelto el problema de la pre-sencia del m ismo, el sujeto de­
bería resolver el problema de su legalidad. Ya hemos dicho que
es ahí donde la estructura falla. Carente pues de una inscripción
a nivel de las relaciones terciarias, el psicótico queda sin posibi­
lidad de inscripción en lo social . Es por eso que tan a menudo el
paranoico fracasa en su encuentro con lo social. Es Schreber
ante la elección de un lugar en la dieta parlamentaria, o ante
el ejercicio de la presidencia del tribunal de Dresden. En la pri­
mera oportunidad el precio pagado por el fracaso fue una hipo­
condría según Flechsig, o un surmenage según el propio Schreber.
En la segunda oportunidad, todos coinciden : se trataba de una
paranoia. También es por eso que al encon trarse con el problema
del tercero, el psicótico tiene sólo dos opciones:

caso de la respuesta que dio Schreber


.

a) o bien rechaza
(es el
al Br. \Veber cuan_do éste le pregunta acerca
'
,

de su transformación en mujer cuando no


hay' signo visible de la mi5111a; respuesta que
reza así ''es una transformación que supone
milenios razón por la cual ni usted ni nin-
gún mortal podrán presenciarla'') .
.

b) o bien se muere (es el caso del delirio schreberiano quiell al


buscar una relación con Dios, descubre que

1 18 •


Scanned by TapScanner
Dios solarn ('nt cnliC'n d<' a los muert os, lo
qLl<' <'Xif.{ st1 })ro 1)ia muc rLc . .) .

1 �:1 111 c']: \nc •ol ía ta ml )ié11 se mt t


re . Mu er do s veces. La pr i1n c­
to ; In segunda al )Cr clC' r st1 ' so m l 1 r a . Si n oh ­
•::' :tl Jl<' r cl< 'r c: l �b J<' .

J l'Lo .Y. s11 1 s 1c tl J rtt l<t so 1nL )rt t <le l o l )jc to , el me lan có lic o e n L ra
l

'
.

< ' 1 1 c.· r 1s1s < la¡ ) rt�� tv� t. 1.Ja clr 1 )r< 'si(>11 es u
nt 1 Lc1 1si ó11 l iga cla a la m t 1 e r te
y :1 ve) 't'S <l<' ('l Ci< ' l l<'va.r l1asta st1 s (1 lti m<1s co 11s C'r uc nc
,

ias esa m uc r­
l t' Y })�),� l l o se' su ici da . E n el sui ci c l i o S(' tr:.tla apc nt1s (le ru l) r i car
Y � ·<.'r t 1J 1c·� 1r u n u mu ert e. Se ru br ica la 1)é rcJ icl< 1 fun da me nta l d e l
<> l>J< 'lo . N o l1¡1 y qt l ) olv idar c1u , si al f i nal e
l mc l < t nc ó l i c o se ma ta ,
('� J >or J >Lt r o Y mrro [\Caso. Lo q t 1 c él qtt iC'r e e fect i va m e n te es rati­
f1ca 1� c�1 l? r< t \ l una m t1 cr tc qt1e 110 l1n si c l o pos ible i nsc r i b ir en
lo s 1 111 l>o l ico . El St t ici dio n1c la1,cfico S(' a c l cc u a a la fór mu la de l
'

''rr io r11 0 C'11 lo real de aqt1 llo qu e fal ta en lo sim


Sr cen e lt1y t�: las psicosis inc luy en a la mu ert e ya sea en tan to
bó lic o ' ' .
'
!)élla bra ( n el del irio ) , ya sea en tanto act o (en el suic idio ) . E s
i)or é1Qlt ello de que el 'nar cisis mo tien e a la mue rte com o desen-
., lace ', l)ltcs es la únic a posi bilid ad que le cabe al deseo de r:>er fecta

st1 tLu·a (] Ll<? rige y cara cteri za a la célu la. Y si la castració n es lo •

q t1e salva a las neur osis, esa castr ación no insc1· ipia es lo que des­
ga r r a a las ¡1sicos is. El desgarrón no es una mera herida fenom e­
nológica. QLtiero decir que no se trata de tina cierta tensión vital,
o una herida del ser. Tendrá y tiene expresión e11 el sujeto. Lo
qtte se desgarra es la identificación, puesto que al final el psicó­
tico termina por ocupar el polo objetal así como el polo subjetivo
e.le toda dialéctica.
Con ot1·as palabras, el psicótico es aquél que ocupa a la vez
el polo de la catexia y el polo de la identifi cación. Mas, bajo '
-y a pesar- de la aparente intenc ión de ser uno
el psicót ico es
tamb ién dos. En la mela ncol ía será él y su objeto; su supe ryo
y su y o . En la paranoia, será él mism o y su persegui dor; su ego y
su alte r ego . Es que la ause ncia de la castración en general y del
Nom bre -de l-Pa dre en par ticu lar, deja al futuro psicótico sin la
po sib ilid ad de rea liza r el necesario clivaje en tre el polo de la ide n­
e bil ita
tifica ció n y el polo de la catex ia; se trata de l clivaje qu ha
o pa ra la ins cri pc iói:t en la d ial éc tic a ed ípi c� . Por eso es
al su jet
ra ct eriza n po r un a fa lta de objeto. No son
que las ps ico sis se ca
o bjeta le s . Por es o es qu e la pluma de
Freud las describió como
''neurosis n arc i s istas ' . '

o di re m os qu e si la s Ps ic osis de Ausencia (P s' O )


o. un a ausencia fu ndame nt al , las Psicosis de
De este m od
tematiz an un va cí
co sa : un a m ue rt e. Es la ue rte
Presencia (P s '</) ) te m at iz an ot ra �
del sujeto. Es l a de sa pa ri ci ón de l su je t.o an � e la � re senc1a del
Ps ic os is de Pr es en ci a (a l igual que las
Otro. y para evitarla, la s
to
ap el an al re cu rs o de la d em an d a. E � es
Psicosis de Ausencia) te .
ar ec en . S u re sp ue sta es se m e1 an
ambos grupos d e psicosis se p
Por eso es que so n psicosis.
s1 o n ,
"

a e n
.

lo d e m an d a d o e s u n su sp
E n las Psicosis de Presencia

11 9

Scanned by TapScanner
\

-

una anulaciór1 de la experiencia y del expediente de la castración


Es �1: pedido de su¡)resión de las diferencias,. un pedid o de su:
pres1on del te1·ce1·0. Algu ie11 sobra, y por l o m 1s.m o , alguien debe
mo1·i1· . El desenlace es común tanto a la P:<11"arl:o1a c omo a la M e­
lanc? lía. En la �ru·ru1oia se inte11t� sabe� � 1 qu i en sobr� .es el per­
seguidor o el suJeto. De ah1, el carac ter litigante del delir i o p uesto
que se trata de una luch a a muerte --por parte de J sujeto- para
la sob1·eviv enci a. Tambié n es por eso qu é el deli rio paranoi co
sien1pre presenta u11 matiz y argumento jurí di�o '':s en legíti­
ma defensa''. En la Melancol ía se intenta saber si qui en mu ere es
ese objeto que no se resigna a morir, o si le c� be al sujeto el tener
qu e st1stentar w1a situación imRosible. Al fi n d.e cue ntas el me­
lancólico querría saber si es obligado -de por vida- a mantener
una i·esUl·rección imposible, una especie de eterno pul motor
par� un objeto desahuciado y casi muerto . .
Esa demanda es la que vehiculiza. el discurso � e . � · � ·,,E� de­
ma11da es la primera palabra que anima su exp osi cio n. llamela
y dígale '' . . . A usted le darán más crédi.to. A m � me fue imposi - •

ble . . . y eso que esperé durante horas baJ O la llu via . .


El hecl10 que -por definición- toda demanda sea unpos�ble ,
.

fija al psicótico a un pedido infinitamente reformulado e infini-


tamente irresuelto.
Ahora bien, sabemos que la demanda -cuando todo corre
bien o sea normalmente- introduce al suJ· eto en la palabra.
' '

Claro está que se trata de una introducción paradoja!. Tanto


como lo es la introducción del sujeto a su propio cuerpo. Recor­
daré que al estudiar el estadio del espejo, nos llamó la atención
el hecho que sea la alienación la que permite al sujeto encontrar­
se con su lugar y su cuerpo. Pues bien, con la palabra acontece
lo mismo. Al final, la demanda tiene como destinatario a la
madre y ésta tiene la virtud de escuc.har (como es el caso de todo
lo relativo . a la dialéctica intersubjetiva) su propio mensaje como
viniendo del otro. Esto nos autoriza a concluir que el sujeto habla
después de haber sido hablado. Claro que esta segunda alienación
relativa a la: palabra y al lenguaje (segunda porque es estructu­
ralmente posterior a la relativa al cuerpo y al espej o ) supone la
comprensión en el sujeto de cierta dinámica relativa a la función
patern� . Si el falo y. el cuerpo son con la madre, la palabra y el
lenguaje son con el padre. . . .
.

En las Psicosis de Presencia no hay ingreso ni acceso a la pa­


labra. Qui�ro decir, �ue el sujeto no ingresa a la comprensión
de. 1!1 . legalidad qu e rige a la palabra. Es que por lo demás, el
ps1cotico habla. Es qu e �l final, hablar no es tan di
fícil puesto
que es algo que todo animal lo suficientemente bi
en adiestrado
consigue hacer. M e explico . . El caballo de circo es un caballo
.

que sabe 'contar'. Con . sus coces nos anuncia resulta


do s de sumas
y restas capac�s de ilBombrar a c�alquier espectador . El problema
es que, por mas coces que de, , siempre comunicando
el resultado
-siempre cierto por otra parte de todas fas
1 as y · restas
s1m •

120

Scanned by TapScanner
rn
c i1 tt ( ' �< ' c 1 t 1 t <
t \ t 1 t1< ·n J1 ln 1r 1R fi·t l >r '\ .1
' m ·t • t ,..
\J n :1 l. r•,q C' <'US <> u (.l 1ftS

'
1
• •

r>� J('() SlR . l In )J I \ l)\l (•q (() (ll l(• Rtt\)(' l1•\ l1l r1r tn
'
" t '
,

l(; " 1
· .· · . t-�I Q� n u11c·11 1 t1grc·�a >11 1 a
• •

l'<> tn l >rf' t'\ A t < >l'l <. ¡ ( ,1 ]1l 111c t ] ) I < ' rc•c tc>r c lt• ) n

. , 1 ••'l 1 fl t 1r(1 y e1 <1 1 fc•nt..lm0no


·
· · t

t
ti,�} 1 ('llg\ l{lj ' .
·

T Jr1 s I>R i<' <>� i i:; e l<• 1 •rc '8 < 1 t1t·in frrtl'rtSs111 t' 1 1 , l 1 ('nf' ll E lJ C pc>rc4t1 t 1 ln
1 <''R l t l Ct lr <'t 1c · 1 it t lt' tt 11 sig1i if

ir·ci1z t > f'ritrlrJt<ILal :., <•) n<; m �>r<' U <' l ·


.

�l t y �
1 )(\et r<'.
<'S ¡\S l , (jl l(' cl il" ('m t>S ((l l(' .
u
,,
1'
)1 t:111t.c> ' n I <l
· A ,., .
&lC'<J Sl;. (1 f' /\ lJR''n Cltl
�r c l c' Ít llf 'll ¡ 1c)1· L l lll\ itt tR<'l1 Cl r\ (l ni V( •l clc • J n J•'t n
. r( l (. l· {;>n M· l t(\ t n,(l 1 ¡ n 9

P c,. t CO·S lR (1 C' J > r(lS


,

n p r 1 nC l ) ) l O •gozan cl<1 la r>rr a<�n c·i�t < I ..


.
(qU C'
. .

C'l'lC I U
t' Sél
' · ·
'
'.,
n� 1s1 11u
.'

fui1 c t <Jn � su fr0n , en ca rn lJi o l u ausC'ncia '' niv <·J cJc.· la


l'' t 111 r10 11 •. ai cir nn Es u11 a ca re nr ia q Ll<. '
>
d<� rinC:1 u n agujero. RC'cor.
d�1rC'na< >S s 11 0 la c i ta d<' Lucar1 :
1
·.

' ' l� � le a� jc ro , ¿f ue fo rm ad o po r e) sim


. pl 0 cff'cto en
l ? 1n ;a� 1n ar 10 de lo in úL il de la lla m ada hecha en l o
s1 .m l10 11c o a la me tá fo ra p at e r na? · O de be mo s co nc c­
l)tr lo co mo pro du cid o en un segund grado po r la eli sió n i
del fal o qu e el suj eto retrotraería a la mo rtí fera hen dí­
clu ra de l es ta di o de l espej o ? ' ' s 3 .

<? orno q uier a que sea, lo cierto es que el psicótico regresa al


espeJ O . A h 1 . aparee�, el cuerp o. Un cuerpo al que, negándosele
la falta �er:°1 1na ten1end olo todo. De ahí también la megalomanía
caracter1 st1ca de las psicosis . ' ' Y o soy la favorita de Dios'' nos
dice Schrebe1· con un vago y sospechoso aire de travesti al exhi­
bir sus senos imaginarios ante el espej o . Es la identif.icación en el
pánico con el cuerpo de la madre que tan a menudo flota en la
Paranoia. Es también la ficción psicótica. No en vano, desde que
la imago del espej o es una ficción que permitiría al sujeto verse
-en condic iones norma les- proyectado en el futuro. La irre solu-
t

ción de ese espac io corpo ral en un tiemp o futuro deja al psicó ti­
co huér fano de referencias témp ora-espaciales. Ento nces sobr e­
vien en los ·laberint os a los que la Psicosis es tan afín ; son los la­
ber into s de Dio s en los que el Presidente Schreber se pier de. Sa­
las y ant esa las , hu.e cos y recovecos. Ah í se pierde, del mis mo
mo d o qu e se pie rde en � 'otro laberinto ' ' : el del sig nificante.
El ps icó tic o es aquel que habiendo inscripto la imago que lo
es qu izo fr en ia le fa lta no ob sta nt e un a cla ve y po r
salva de l a
ello se co nd en a al de lir io . . .
is M an ía co -D ep re siv as co ns ti tu ye n un o de lo s
La s Ps ic os
pl ia m en te de sc ri pt s en la ps i:i ui at rí a clásica, �n
cuadros m ás am ?
qu e m as o
. bs er v� c1 on es fe no m en ol <:> ­
el se nt id o qu e qu iz ás sea el
ú n e en la ac tu al 1 d a� . Si n em ba rg o, un ana­
gicas y si n tó m al es re . ci on es n s revelan en las
i
cr p
lisis co m p ar at iv o d e to d as esta� des �
. todas ellas se
sm gu la r 1m p o rt an c1 a.
m is m as u n carácter co m ú n de

a o ss ible d e l a
:
n t p
N
e
s 3 J. L A C A
e to u t tr a it m
D 'u n c q u e st io n p ré li m in a ir

ps yc ho se E cr it s,
·
p ág . 55 7 .

121

Scanned by TapScanner
- -·--

apoyan en el carácter c íclico o episódico � e l � c � si� , a tal pu nto


que toda afección que presenta una ap�1ei:ic1a c1cl1ca y circular
termina siendo incluida en esta categor1a sin mayor profundiza­
ción . Claro está que ello sucede por cuanto hay una cierta pre.
teoría en juego . . . Es la iipolo gíá de Kretchmer Y su ohservaci ón
acerca de la existencia de una signi ficativa regularidad entre las
psicosis man íaco-depresivas y la personalidad ciclotímica. Es el
tipo corporal pícnico de humo r variable Y oscilante entre el opti­
mismo y el pesimismo. De esta manera los dos datos de la obser­
vación clín ica: tipología pícnica ( y /o oscilaciones episódicas
del humor ) así como el carácter cíclico de las crisis terrninan
-a falta de una teoría explicativa y espec ífica- por decidir el
. .
diagnóstico psiquiátrico a favor de una ps1cos1s man iaco- depre-
,

siva sin ulterior análisis. /

Es oue si observáse mos el estado actual de la comprensión


de este tipo de psicosis, nos encontraríamos -fuera de esta co­


rrelación observable tipo pícnic o/carácter cíclico - con un seve­
ro y profundo vacío. Para ilustrar, veamos lo que el ''Handbook
for psichiatric aides ' ' nos dice:
''Diferentes tipos de síntomas entran en este cuadro
clínico y todos ellos envuelven grandes perturbaciones
de la afectividad. Generalmente los pacientes presentan
períodos o episodios de enfermedad intercalados con
períodos de salud mental . . .
. . . Las causas de esta perturbación son complejas y
baj o ciertos aspectos oscuras. En su incidencia parece
haber una tendencia hereditaria''s 4 •
Como vemos la teoría es poca, las explicaciones faltan y en
consecuencia, las observaciones sobran . . . Y tanto es así· que la
única cosa que tenemos de cierto entre las manos, al encarar este
cuadro, es su periodicidad en ciclos repetitivos.
En un trabajo de K . Abraham, firrna.do en 1911 con el tí­
tulo de ''Notas sobre la investigación y tratamiento psicoanalí­
cos de la locura maníaco-depresiva y condiciones asociadas'',
encontramos elementos como para proseguir el estudio. Es
que Abraham parte del análisis d e uno de los polos de e� es­
tructura cíclica -la depresión- llegando a est�blecer. (al' com­
pararla con la neur9sis obsesiva) la importantísima conclusión
que la depresión es a las psicosi� l o que la angustia a las neurosis.
Se trataría de u n fenómeno �ectivo de igual signo y causa aun­
que diferente en sus manifestaciones. Tal causa es lo que en las
neurosis se simboliza como ''castración'' y que en las psicosis
(estructuralmente anteriores a dicho complejo) apatece como
''abandono, falta, ausencia.. pérdida''.

5 4 The National A
'
ssoc ''Handbook Ior psy-
.
Inc.
chiatric aides'', New York, 1972.
iation for mental health -

122

Scanned by TapScanner

Se trflt a de J ,,ig pé·rcJ íd as y ab an


do no s qu e -e n situación n0 r­
p] in te rio r del co m plejo
..

mal d c h i an hn bcrs<! si m ho liZ<l ,Jc, t:!n


de Ja casLrací ó n .
l..1a pr im era (;o nc l us ió n ve rd ad 0 r� mf.! U� ím
O
l-ltlf· en las
poriantc que se no s
i m r>o � c, e� <l<J l'rcs<.!ncia ( Ps (/) ) CJJ igual quf> .c• n
�'!,ír.:<JSÍf.>
Jas JJs1c<�s1� <l<1 J\ us cn c;1 a (P s' () ) , '�b la casira <.:j0 n <> m
( ejor di ch o:
la pc)cu l 1ar 1cJ ,1d <l<� Bu fal ta } la <.:auf.la dr) Lo tl<J <�u an
to se m an fiest
í a
co m o cu ad ro . A J fi na l, la dfl }Jr <!s íó n iÍ< !n <' en co m
tja <'1 he cl10 q uci a m l>as sr• m étn i fic!Btan ant<.! Ja ex igencia de te ne r
ún co n Ja an hrus­

qttc al1an don ar un e>�1j cto . . .


A ra í � de ()Sto J\ br ah am ve C<J nd icí oncJs com<J ¡Jara cuestio
­
na r la tesis ele K raepcl in según 1a cual J uego dr• los 40 añ os , o
Juego ele la ed ad cr ítica, los estados depresivos no perte ne ce n a
la loc ura ma n íac o�d cp res iva , y ser ían en ca mb io el resultado de l
du elo po r un a pé rd ida rea l . Po r el co ntr ari o, los sín tomas depre­
sivos co rre lat ivo s a la '<ed ad crí tic a ' ' son ma nifestaci on es de un
du elo (du elo por l a po ten cia vir il en el ho mb re, y due lo por la
capaci dad de ser fec und ada en la mujer) que no hacen sino �on ­
tinu ar -d e man era mu cho má s notoria y ma nifiesta- el esti lo
del suje to en cua nto a la real izac ión de un due lo, en cuan to
a cóm o reacc ionar a una pérd ida. Con esto, el autor se acerca
-y m ucho- a la compr ensión, de las llamadas Psicosis Seniles
las cuales parecen pasibl es a l a luz de este enfoq ue de agregarse
a la estru ctura noso gráfi ca de l a Mela ncolí a.

Toda vía más. Yend o más lejos aún . Abraham observa que el
brote melanc ólico es la mani festació n sintom al y evident e de la
Psicosis Man íaco-Depresiva cuya fase man íaca suele pas3:r desa­
percibida -quizás por el hecho que el existismo que las carac­
teriza, a pesar de estar notoriamente exacerbado, nunca es factor .
de q u eja-. De este modo se cerraría el ciclo de 1a repetición : l�
man ía y la m elancolía serían las antípodas del carroussel parat1-
mico y circula r. Al final, es fácil de observar que ambos estados
-ta nto el man íaco com o el mela ncól ico- están regidos por los
mis mo s com ple jos : en el estado depresivo el sujeto aparece a?ru­
nia, co el sujeto
ma do po r ello s en tan to qu e en el estado ma
' s
pa rec e ne ga rlo s po r co mp let ó. E1.1 sín te�� ' . d iremos . qu e am ba
­
no so n sin o do s ac tit ud es op ue stas y _ant1tet1cas rela�1vas a la cas
m a n ía el tri un fo co rr po nd e al re pu di o (la ve rw er­
traci ón . E n Ja �� . l p on e desde lo real
se lll
fu ng ); en l a m el an co l ía la castrac1on
an ula nd o al suj eto . . .
vu el ve a co ns id er ar es ta s te s � s m te !1t an do
E n 1 92 4, A br ah am
la es tr uc tu ra y m ec an is m o �nt er no ,
est ud ·iar 1 a J?ªr ti cu la , ri d ad d e
.
d e l a p si co si s m a n 1a co -d ep re s1 .
v , E .� a h , cu an do lev an ta ra co mo
I
�: ,,
'' f13 ac1 on or 1 Claro
}
co n c ep to p ri nc ip a l e l d e la al d e ª l º bid o

esta, q u e e n este p u n to h e m o s d e l e v a n ta r u na cr ti ca
'
� elativa

al po co va lor Y pe so q u e A b ra h am le d ie ra a l co m p le jo d e cas-
d es ar ro 1 1 o s d e la li b id o as umen u n a
traci ó n ra zó n p o r l a cu al lo s ·
q u e a l rina l'
cierta �
in e x p Ji c a b le a p a ri e n c ia d e li n e a li d a d , p u e st o

1 23

Scanned by TapScanner

qu é es lo qu e ca us a la s re gr es io nes y fijacio-
n o sabíamos explicar
nes de la libido. .
m os tr ad o qu e : en pr un er lugar, los movimien-
Ya hemos de
a la c st ac c o m o ca us � ; Y en segund o
tos de la libido ti en en a r i ón

lu ga r, la lib id o no es s i n o un a es tr uc tu �
ra de re ac.1o ne s en el inte­
y o i lo � an to su m a ter 1al 1 d ad es la de ser
ri or del complejo qu e p ·
t
n. antes-repres�p ­
·

r � n t es re p re se
u na gr ill a relacional e l s d 1 f e
c 1 a en tr e I o � m i s m o s . Tam bien
en tr
a

q u v le � .
tativos, u11 pr itl ci pi o de e 1
qu e la eu o/ uc 16 11 de la .
lib id o e.s co nc o m itan ­
henl o s detnostr ad o
y
te y c o r a t. v
l la eu ol uc ió 11 de l Y o a la �� ol uc ió n de l obje to,
a m an era
r r i a a ,
C'tl
�, llU E' la i nf ra es tru ct ur a de es �a ev ol uc 1o n es t�
En ,la de l papel
,
de m e l
. on
o l o el na rc isi sm o y su s de st 111 os . o m 1s1
ha br 1a lleva do a K . A bra­
de est e l
-

sis rn o ve m os a ca us a qu e
e rac i ó n la d i m e n s ión del
N ar ci
l1a 111 a rx ac erb a1· c 'o n un a rel ati va e x a g
e; "
o bJe
. t o·
Estas críticas 11os pe1·mi te n situar en una v1a fecunda los desa-
· .
,

n·ollo s de I< . Ab ral 1a1 n. Al fi nal , la castración de t erm i n ar ía una


1·egi·esió11 a la e struc t u ra de la lib ido hac ia la fase ora l, compren-
dié ndo se 111(�jor la def inic ión que este au tor da de la introyecci ón
*

qtie cru·acteriza a estas Psic osis . No en van o caracterizó d�cha in·


t1·oy ecci ón con 10 un ''recupero oral' ' .
¿R ecupero oral? ¿No se t1·atará de una particular manifes­
tación de esa tendencia restitutiva que le reconocemos a las psi·
cosis? En su canibalismo el melancólico intentaría devorar (lease:
1

incorpo1·al') aquellos atributos que le faltan para la construcción


de un régimen simbólico. No 11ay que olvidar que Freud había
señalado (en ''Totem y tabú'') que aun el canibalismo antropo­
l ógi co obedece a un método y no es una mera práctica alimenta·
ria o ritual . Se t1·ata de comer ciertos atributos realizados en los
órganos rituales . . . Al devorru· el corazón de su rival , el caníbál
estaría incorporando su coraje, arroj o y valentía . . .
¿Cuál sería entonces el menú y el plato en la devoración
melancólica?
La respuesta nos la da el mis mo K . Abraham cua ndo dice
que lo reiterativamente introyectado es una figura do ble la de la
Madre "! la del Padre. Cl
31:� está que, puesto que se trata de los
padres ideales, la formulac1on ser ia la siguien te: en l a me lanco
..

lía
el suj e t? introyecta a la M �dre i ?ea l que, en su calidad de supe
r:
yo �ca1c � , ataca al Padr ideal introy e ctad o a ni
vel de la organi­
z ac1o n y o1 d� . De de un cierto pu nt o de vis a

� t po de m os decir que
l a melanc ?l 1 a er 1a entonces un a particular es
� trategia relativa a Ja
Escena Pnmana . . . Pe o observando más
: de cerca, veríamos que
lo fundament �
en dicha estrategia es la posición de pa
l dre.
Atacado y as�d1ado, se trata de un pa
. dre que ingresa m al . E n fin,
que no ingresa. Hay una verwerfung
del Nom bre-del-Padre que,

55 A . GODINO CABAS: Oedipus éQmplexus est . Cap IV H


tores, Buenos Aires, 19 79 . · elguero Ed'1- •

124
-

Scanned by TapScanner
'

cuan do exitosa, da co1no origen u un o fo rm ac illn mn n íacr\ p<•rcJ


q11e, cuando falla, cede su lugar a un it S<'VC'ra m<'lancol ft1 .
E11 efecto t �to ln m an ía 00 1n b lo m cla nr ol í«t so n <� f<'<'l<JA , ¡ , ,
un a f�l� en la ti.1t.ro du <'c ió n d0 l i>nclr ; f<1 lltt f l U P deja al fllt.JrL<)
en n na r� t �Jsl n Y l >or lo Lnn ic) 'i11 clls cr im 1ni 1cJcJ J�J st�j<1 L<>
,
po s1 c1o
'.
110 alc ru1 za a d1 �t11 1gt t1rse . E11 la int'jor el<' laR hip ót<•s iH {•l <·R •J
.

pad �e. A sabe r: t' l C'S C'l o·Lro. A l t0 rid ad ma l ins cr i1)t .o. M< 1l, p< >r( ll'�
al f111nl !ª J)alnbra de la t� adrC' <'S cxrluyc11lc resp<!<� l<> el<· Jft in·
� Al � 1na l el sujeto quC'da mn rcn
cc1 . 011 de l pa d 1 .
tro ye
d1·s en la b ?ca , Y le faltara la marca . de l padre a niv el d<' l pc• n<• . IJ<·

< l o p<> r 1,1 ms1-

st1 canibalismo ' de ahí su insaci;1 h1 licJa <I


su 01·a 11da d, de a h
,
nl11 1
, , '

de ah1 su dem an d a, de al11 -en fin- su ps ico sis .


Estas ma rca s se r�vela 1:1 en la c línica bajo la forma cle l sin ·
toma cuyos r asgos ma s salientes son la pérdida de la au locstima
.
(repro che yo 1co en l � me lan col ía) y la sobrevaloración dc>l yo
meg ,
alon1an 1a ma nia ca) . En ellos se ve girar al sujeto alredeclor
(la
de su yo . En ello s se ve girar al sujeto en vac ío alrededor de la
cast1·ació n. En amb os el sujeto queda condenado a una posición
anterior a la del obje to: el narcisism o. De ahí también la carac
terística de la maní a y de la melan colía: son anobjetales. Quiero
decir: mal y a dura s pena s fornican.
¿ Y cómo podrían, si para fornicar son necesarios dos en el
espacio ( del lec h o ) ? ¿Y cómo podrían, si tanto la manía como
la melancolía, suponen la existencia no ya de dos en el espacio
sino de dos en el mismo sujeto? Como se ve, son estructuras
más afines con la masturbación que con el coito. Una masturba­
ción que equivale a .un coito-consigo y para-si, sino fuera que es
porque en el sujeto hay un otro. Pero -y he aquí el problema­
este otro está mal instalado. La fórmula es inmejorablemente
apta como para dar cuenta del hecho que, en la manía y en la
mela ncol ía, hemo s de vernos con un trágico desgarramiento en
func ión del cual el sujeto termina desdoblado y desgarrad o . Y
este desg arró n se traduce en una afección del aparato, en una
falla loc aliz abl e a nivel del sistema identificatorio.
Sin em bargo, antes de ent rar en : 1 estudio de esa falla identi­
, _ go es un du lo.
ficatoria , no tar em os que lo que aqu1 est a en Jue �
r ,
1 s se ex tie n­
Pe ro ag reg are mo s qu e se tra ta de �, du elo cu ya s � ��
n sta e l co mp lej o de la ca str ac 1 n. La de sap ar1 c1 � n -n ecesa­
de ha ?
cir -cuand ?
ria- de la re lac ión fálica ob liga al infans a reprodu
co st a m an te ne rla - la es tr uc tu ra du al de l narci­
pretende a to da
, a oc up ar lo s lu g re s ta nt o de la m ad re co m o de l
sismo, esto es � . del ter­
la re se nc ia
niño en un a desesperada tentativa de ne g� p
el te rc er o q u e h b1l 1ta r1a el cu r � o de las
cero. De esta m an er a, ?
uc ié nd ol o en el si st em a se c u � � ar 10 qu ? da
identifi ca ci on es in tr od
.
.
mt erd ic
có li co pi er de la po s1 b1 l1d ad d e m s-
' t ad o . E l futuro m el an
1 qued a frena d o
·

se cu nd ar io y , po r o m is m o,
cri bi rse en el registro
a nivel de l a id en tificación narcisista. . . .
Ya h e m o s d e m ostrado q u e h a b la r d e n ar c1 s1 sri: º ex 1�� h a b l�
re u d e n , L o s1 n 1e stro '
del d o b le , c u y o fantasma aislado p o r F

125

Scanned by TapScanner

enfrenta al
. fans
con
tn la bi fi· on ta lid ad de la es tr uctura , esto es,

ch o qu e el deseo ma ter no n1i ra hacia do s lugares opues-


co n el he
1
.

ps 1c os ·s
1 man íaco -dep resivas supo nen
tos: el �1110 e pe ne La s
· -

'! l � e el in fa ns re su el ve el di le m a oc up a nd o
f �. 1ª i
una estlategia
o y el de l pc 11e ) cl au su ra nd o de este m od o
. posible , 3 110 ser a costa de un desga-
ambos pol os ( e e ni
.
la escena con u n c1er1.e im .

r1·runie nto . . .
lo co t1s tit uy e la cr isi s depresiva
años) a la qtte e l casa-
El testigo de tal m1 po .bi
si lid ad
1 ª
de estas ps1cos1s .. E 5 e
ca d la S . J ( 5 2
el so
.
. ·

.
·
.
, .

_ su n1e rg 10, etl una depresion sin sal1dé1 , y a la


miento de su htJ O
que n1ng · abo�·dUJ· e fue capaz de al terru· .
. tu1
Este peqt1eno ej emplo nos o bl 1·ga pties a
. pregun tarn<.) S acerca
, d e este obj'et o pt1esto qu e al fin a 1 remeda
'

del ' 'status Y al



.

ca d e 1 a ' ' f01 1'e a' dettx ' ' · Es qu e en I


or

v , '

. ect1 . a ' ' F o 1 · , ,


ie a d eux
d e ] a in terven
la dial , '

d ·
·

el desgarram1en · t o parece est ar res uel to poi · m e 10 -

de un personaje · Perfectan1ente co mp lem en tari· o co n la ex 1-


·

· ta de l sUJ·eto Es el caso de la Sr a T . ( 4 4 a n o s ) in
c1on
·,
·
narc1s1s · ter-
·

genc1a
.
-

na da a rai· z (ie un·l afección gan m·e º.. nos a e11


·

el. OJO dere c ho que


·

e ?Jº

l · 1z qu 1e· rdo .
·

avan zab a a ritin o galo pan te ame naz and o atac ar


La rotunda negativa de la pacie11t� a tr�tarse y l o inexorable el �
peligro clínico, impulsru.·on al marido a 1nternru . la como soluc1on
de última instancia.
. . .
La historia, aunque larga , podría ser resumida en los s1gu1entes
términos: La Sra T . había cursado en su juventud -y en c�� pa­
ñía de su novio- hasta el tercer año de l a carrera de med1c1na,
viéndose obligada a interrumpir stt estudio luego de una dramá­
tica y estrepitosa interrupción de su novia zgo a la que reac ionó
c:,
con un duel o de proporciones inquietantes. Durante u n ano se
m;:tntuvo totalmente aislada de sus amistades y de su fam ilia ,
sa­
liendo de su cuarto apenas para cu mp lir co n las mí nim as
ne ces ida ­
des, negándose al mismo tiempo a aceptar cu alq uie
r tip o de ali­
mentación. En el curso de esa crisis, la ún ica pe rso
na que pu do y
supo llegar hasta ella, fue la hermana, en qu ien
co m en zó a apoyar­ 1

se, c�nsiguiendo de esta manera recupera


rse lenta y paulatinamen­
te hasta 'mejorar', aunque sin poder ni
siquiera oi r m en ci on ar su
noviazgo roto ni la carrera de m ed ic in a.
Posteriormente rehizo
su vi da llegando a casarse y trasladánd
ose d e ci ud ad lle va nd o
consigo a su hermana, qu ie n de ah í en •

ad el an te pa só a vivir jun­
to co n el matrimo�io. Como vemos ha
y un cierto valor y signifi­
cado realizados en la hermana y es
te valor es heredero directo
de la crisis melancólica de los 20 años
. . cosa que el m ar id o per- -
.

ci bí a al calificar -e n la entrev
ista- esa relación de ''a m ista
enfen11 i za '' aunque si n ver -por d
otra parte-: i·a z{> n alguna como
para oponerse a ella.
El hecho es que u n o s 4 años atrá
s apareció una verraga en el
pár ado d
� erecho que � 'me inquietó much , ,
o -según nos d.ij o la
paciente-. Luego de discutr_r
a fondo la cuestión .con Ja her
y a pesar de que ésta era contr mana
aria a una deeisión en ese se
la Sra T . decidió enfrentar u ntido
na cirugía plástica de la
que no sal1iá ·

126


Scanned by TapScanner
confo rme en absoluto. Por esia razón y siempre contrariam e 11 t(l
al parecer de la l1ermana, se decidió a consultar a otro médico
y a acatar la indicación de éste de someters<> a una n t1eva int <>r­
venció n . Lamentablemente tampoco los resultados de esta cirttgía
la dejaron satisfecha ya que persistía un pequeño lunar en el lu­
gar de la verruga. De esta manera, la paciente decidióse a interve­
ni1· con sus propios medios y munida de una pinza de cejas 'debí­
damente esterilizad a ' , procedió a la 'supresión de ese resto' . Tam­
poco esta operaci ó11 tuvo el éxito deseado pues, aunque suprimió
el resto en cuestión, dejó una 11erida abierta que no cicatrizaba,
pero que la paciente se negó a tratar pues ''ya se había demostra­
do la inutilidad de los médicos' ' .
Es aquí donde la hermana intervino activamente en la fase
final que nos tocó conocer de este delirio, ofreciéndose para
realizar curaciones con hierbas, que la propia paciente elogiaba
como el único remedio capaz de calmarle el intenso dolor que a
partir de ahí empezó a sufrir. El remedio en cuestión era la savia
de un cactus ampliamente conocida como ' ' babosa''. Un análisis
posteriormente realizado en laboratorio reveló que efectivamen­
te, contenía propiedades anestésicas. Pero sucedió que este
tratamiento, al n o re.solver el problema de la herida y apenas
aquietar el dolor que ella provocaba, dejó florecer una afección
de carácter gangrenoso que tomó todo el párpado primero y
afectando al ojo después, sin parar ahí, puesto que avanzaba de
manera significativa en dirección al ojo izquierdo.
La actitud de la paciente ante la internación fue la misma
que la observada con los ''médicos '' reclamando de manera in­
sistente la presencia de su hermana y las curaciones que aquélla
le hacía, inhibiendo así toda intervención. A l final, mal pod-ría
la terapia constituirse en una alternativa a la demanda fálica si
-al final- la iniciativa no había partido de la paciente sino del
marido asustado con la posible consecuencia y faltal desenlace
que podía tener la renuente ftCtitud de su esposa para con ' 'la
medicina y los médicos''.
En resumen, y mirando de cerca la cuestión, pareciera como
que el hijo para la Sra. J . y la herma°:ª para.1�
Sra. T. subrro�an­
tes taxativos e insustituibles de un obJeto onginalmente pe.rdido .
Se trata en ambos casos de la ''som bra del objeto''.
La mención del hijo -y de su papel- en el caso de la Sra J . ,
nos habilita como para tocar otra referencia de estas psicosis.
Es el ' ' brote puerperal '', o llamada ''psicosis de puerperio''. De
hecho el nacimiento del hijo supone una alteración en la econo­

mía d las identificaciones, y por lo tanto exige un reordenamien­
to por parte del sistema identificatorio del sujeto. Una falla �n
este sentido es lo que nos parece operar en el brote del puerperio,
cuyos síntomas (anorexia, apatía, abatimiento, � rechazo ) re­
medan un núcleo depresivo de grandes proporciones. Aunque
hemos observado que algunas psicosis de puerperio cronifican

127

Scanned by TapScanner
o de un a fo rm ac ió n pa ra no id e, . so sp ec hamos que
en el sentid el
co rt e m el an có lic o. Es es ta m ism a sospec ha la qu
11ódulo es de e
ar qu e la ' ' fol ie á de ux ' ' ª pes�r . de su 'ap arien­
nos lleva a pens
cia' hi stérica pa rti cip a de la estru ctur a r:i
.. el an co lic a. �s t�mbié
n
s ar ec e al ab or da r la cu es t1o n de las Ps1cos 1s histé­
lo que se no ap
al , en to da s ell as , el so po rt� es el cu er p? (se a: el cuer­
ricás. Al fin
jo ) y la es tr,a te gia es la m ism a, te nt ativa de resolver
po del espe
d en la dem an da .
la fragment ari eda .
ar es ta s cu es t1o i: cs que lo que
.

No debe rí am os ol vi dr u· al tr at .
lía est á en ju eg o, es un a pa rti cu lar sa lid a del estadio
en la melanco
.
Sucede que el descubrimiento de la unagen I d. eal esta esta-
del espej o . ,.
·

tuida baj o la mirada de la madre, Y � ue es en esa rmagen que el


infans constituye su cuerpo . A partir de ese mo mento , no. sola-
1nente demanda sino que demanda ser demandad o, respond iendo
-en esta dialéctica- con su propio cuerpo : es el falo que el in­
fans entrega a la madre. Es también una alternativa que evita la
presencia e intervención del tercero.
En este sentido la melancolía involutiva es la manifestación

más dramática de e ta estructura . Su capacidad regresiva la lleva
a asemejarse -e n su forma final- a ciertas formas autistas , en
cuanto a su mutismo, aislamiento y pérdida total de la 'visión
de futuro', a saber, obnubilación total del Ideal-del-yo. Esta pecu­
liar derivación de las Melancolías nos llevarían a pensarlas como
el cuadro correspondiente (en las Psicosis de Presencia) al autis­
mo y a la catatonia· (en las Psicosis de Ausencia) . En cuanto a la
demencia senil o Psicosis senil, mal podríamos omitir que se trata
de rma formación delirante o depresiva. concomitante a un luto.
Es el luto de la fase crítica. Y a pesar de que sus manifestaciones
sintomales difieren mal podríamos dejar de señalar que su núcleo,
su centro geométrico está constituido por un duelo de obvias
características patógenas .
.
En la Paranoia la salida del sujeto parece ser diametralmente
opuesta; en principio porque el paranoico reacciona activa y
abiertamente a la presencia del tercero . . . Litiga defendiendo su
lugar; un lugar que él considera injustamente usurpado . razón
por la cual el delirio paranoico asume siempre ese carácter de
''legítima defensa''. Y así es en cierto sentido. El paranoico
es �n abogad o. En todo caso aboga por una causa, lo que nos
otil1ga a encarar este cuadro como una forn1ación especial de las
Psico sis. Es que el delirio paranoico es una tentativa -tan rigur

sa co mo le es posible- de explicar la función del te
. rcero y sus
consecuencias para el suj eto. La actividad del
. delirio s.upone
entonc es una tentat1v de desvendar el misµio
,. � enigma que aqueja
a la mel8?col1a, tan solo que ésta últi
Y ence�ndose e!1 el �uelo por el par
ma reacciona lamentando
aí so perdid o. El paranoieo
en cambi e:> �a mas alla. S� dedica a la .
investigación de la catJsa
q?e terrnmo co el para1so. - Es pu
. � . es un intel�ctllal . o mejor
,.
aun. hay una pas1on mtelectual en ju ·

ego. .

128

Scanned by TapScanner
Esta pn "i o 11 E.' In que n1ns i1itidn 111 nte rt't1ejn ll:l d i f<'t•t"\11r ttl
e11t1·t' l� Para noia j. la E ql1izofr i1i11 paranoide puesto q ue uquC'-
1 1�1 \. n1u 110 1nñs l jos qt1 éstn, 11 el 111 ido ne oislo.r, dcs1 �jur
�' defiI1i1· ln id�11tidnd. las it)te 11t'io nes y las mot ivnc io11 s del J) i·�
t'gttid r . E n co11so11a11ri l co11 esto el pnnt noic o es siste1nátic o.
Qttie ro d "- ir, p1·0 se1\tu t111 111()todo n1t1c l10 más riguroso qttC' el
,

q z t1�t'll .ltl
p:ur1. 11<.)id C', de nl1i qltC Slt dE'lir io s n J)rcciso .
� .
dL' la Es t11
.-\ dif('re11cin d � lo qu a '011t ce co11 Jn Psico sis dr Ausc 11cio ,
la Par \11 it\ 11 n cesi1.n multi 11l icn1· sus de1n·i os e11 S('rics si11 f1n
.Lr l):.1st a llt'� r n t111n t:lu 'ida ción de 'su' prob le1nu y pct1·n llo

l� ¡) sf ,\ la ( 11 ti·u ció1 1 de t111 deli rio lo St1ficie11tPn1ente a 1n ¡J l i o


con10 nbru·cati,·o >1 po r lo ta11·to capaz de incluir todo s los ele-
111 '11tos t:11 juego.

De este delu·io, q lt i ero ripe tir qt1e es unte todo pasio11al.



De i1t1es de todo, lo de Sclu·ebe1� 110 puede ser reducido a un
mero b1·ot . e t1·atn de u11a pasió 11. de un mru·tirio . . . Es por
e�o que cl1rebe1· in\fest iga la cuestió11 de la bienaventuranza
esto e , la ct1e tión del goce. y es poi· eso que -al igual qt1e
anta TereSt1 de Jesús- cent1�n el goce en Ja cuestión divina.
Dios est.á sitt1ado en el exacto centro de gravedad de la formu­
lnció11 � 11e1"eberiai1a. E11 última i11stancia el presidente Schreber
está i11tentando saber sob1·e la funció11 principal, causa de la es­
trt1cturn del deseo. Ya hemos demost1·ado qtte la sexualidad, el
goce, la j erarquía del padre y los emblen1as de la función paterna
constitu �e11 la viga maestra de la 'filosofía, schereberiana. Una
filosofía que -lam0ntablemente, y eso Scl1reber lo sabe- se apo­
ya sob·re w1 bm·aco,, razó11 po1· la cual el delil·io se vacía tan a
menudo dejru1do al filósofo sum e1·gido en el sin-sentido. Después
de todo ¿cómo olvidar que se t1·ata de un padre (o de un dios)
que no entiende a los vivos? ¿Cómo no recordar que tampoco
a Schreber le quedaba clru.·a la función de un-tal-padre?
Claro está que en esto de hemos ser cuidadosos. . . No es un
padre cua1quie1·a el del paran oico. Si hasta cabe decir que se ti·ata
de un pach· e sin sexo . Me explico mejo1·: un padre anterior a la
dife ren cia sexual anatómica. Es pues u11 pe1·seguidor hom ólogo
en tod o al sujeto mis mo . Se pru.·ece con el doble del nru.·cisismo.
Es por eso que los dilemas de ser hom_ bre o de tr:ansfo.rma.�se
_
en mujer aparecen com o vec tor es pr1 nc1pales en la invest1gac1on
�hreberiana. Si la masculinidad y la femineidad son dilemáti­
sim ple me nt e po rq ue no est án cla ra s. Al fin al ya l ? ha bía
cas es ,n
el m ism o Fr eu d qu e el fa nt asrn a de la de vo ra c1o por
señala do
de sp laz am ien to . El fa nt asrn a original tendría
tan
el pa dr e e s un _
ia a la m ad re , co sa qu e se re af irm a pr on to
co m o referenc
os qu e el fa nt a a de ''l a � ad re de v <:>ra dora ,,
co m o ob se rv am �
in an te en la s for m ac 1o ne s pa ra no id es femeninas.
es tan determ
Es to s de sp la za m ie nt os de la' m ad re � pa dr e, esta ho m ologa­
ción y es os
oia ya llamaron la aten­

iso m or fi sr1 1o s en la par an


cu an do , a pr op ós it o de la au s �n � ia del t:Jom��e­
ción de J . Lacan _ origina en drrecc1on
es ta au se nc ia
del-padre y de la regresión que

129

Scanned by TapScanner

. al estadio del espejo, levanta la cue stió n que la ausencia de este


&gnificante , está estructuralmente precedida por . una · cierta
elisión del falo a nivel del des eo materno . Es que al fm y al cabo
. No en
hay una ínt ima soli dar ida d ent re am bas f� nci one s vano :
am ba s se integran en un de no mi na do r co mu n: el Ot ro.
Sucede que -después de tod o- para que un padre sea un pa­
dre es necesario que sea apuntalado desd e tres lugares diferen­
tes: el dese o materno, el disc urso familiar Y desd e sus propios
em ble ma s. Es obvio, tam bié n, que cualquier falla en cualquiera
de estos tres pilares ha de reflejarse -necesariamente- a nivel
de la función en cuestión. Es lo qu e acontece en la paranoia .
De ahí q ue -y a m ane ra de m ora leja- podamos concluir que
el Paranoico tiene un 'algo' hom osexual. Claro es que se trata
de una particular homosexualidad que no debería llamar a enga­
ño puesto que no se traduce en una elección de objeto en igual
sentido. Y a hemos alertado sobre este aspecto:
''El mist11 0 elemento homosexual en la perversión es
una específica elección de objeto mientras que en la
Psicosis -cito por caso a Schreber es un componente
y una espec ial disposición de la trama ideativa del de­
lirio. Como se puede apreciar el miS111 0 dato ocupa
lugares diferentes según la estructura en que se inscri­
be. En la psicosis hace las veces de idea privilegiada,
'

de representación prínceps, de ordenador de la trama


delirante; . . . 5 6
-

Las imágenes con que Schreber documenta su ''estado' ha­


cen pensar en una formación homosexual si nos atenemos a su
1

manifestación aparente; pero si las leyéramos y estudiáramos


con detenimiento, nos encontraríamos con que en rigor se
habla de una ' femenización a la que el sujeto se ve forzado y
compelido por fuerzas ajenas a su voluntad' . . . Por lo tanto se
nos está hablando de una ' 'intrusión ' ' . . . Y así como la histeria
expresa ese complejo de la intrusión, apelando a la sensación de
haber sid o. violada sin que por ello nos veamos forzados a hablar
de un 'deseo de prostitución'' asimismo la paranoia expresa el
complejo de la intrusión apelando a las imágenes de una viola­
ción anatómica sin que por ello debamos hablar de 'un deseo
hom osexual' . , A l funcionar de ese modo estaríamos confundiendo
lo imaginario con lo simbólico. En cuanto al deseo del paranoico,
ciertamente que tiene uri algo de homosexual, si con ello lo que '
pretendemos decir es que se trata de un deseo anterior a la Dife­
rencia sexual anatómica. Sería pues lo mismo que decir que hay
un deseo narcisista en juego. .
Después de todo. el drama de Schreber es relativo a la filia­

ción. No hay que olvidar que tratándose del últirito descendiente


·

sf6 ·

A. GODINO CABAS: Uno - pág. 1 0 - loe cit. •


1 30

'

/

Scanned by TapScanner
I


va ró n p� rt ?
ad or el ap el l id o� el pr es id en te de l tr
, ib un al de Dresden
se ve 1a co m pe lid o. - po r el de s; o fa m ili ar
,
, a tener hijos para
pe rpe tuar el ap � ll1 do . M as , ¿c om o po dr ía si la es po sa ha bí a
? �
a or �ad es po n �an ea m en te t:rntas ve ce s sin po de r lle gar a bu en
term in o · Y al fi na l,_ parece r1 a qu e Sc hr eb er no s di ce : ' ' El de se o
de m i pa dr e m_e ob liga a te ne r hi jo� , en ta nt o qu e parece qu e es
. �
im po si bl e. U � ic am � nt e ; an sf or m an do m e en m uj er po dr ía sa­
tisfacer el pe di do pa te rn o . . .
T a � bi én. ha � q� e no tar qu e esta transformac •
no es r u ar bi tr ar ia r u ca � l . El padre de Schreber se ha bí a ma ni­
ión de l cuerp o •

fest ado co mo un pe rit o en estas cu est ion es al inv en tar tod a la •


parafer na lia pe diá tri ca co n respecto a có m ex igi r de l niñ o una
''perfecta po stu ra' ' co rpo ral , y qu e le valieron la entrada a la in-
mortalid ad. . . .

Lo qu e persigue al pr esi de nt e Da nie l Paul Schreber es pues


el dese o pat ern o . . . Cosa nada banal si ten em os en cue nta que lo ·

que def ine a la par ano ia es la dial écti ca que se establece entre
el perseguidor y el perseguido.
La prim er cosa que se pue de dec ir de dicha dial éct ica es que
ella se apoy a sobre una 'intrusión ', pero lo cierto es que esto
no basta para comp rende rla en cuanto a su dime n$iÓn v alcan ce.
La segun da cosa que se pued e decir sobre dicha dialéctica ya ofre­
ce una vía más cierta y certera para la compre nsión. Es que, re­
montánd onos a la estructura narcisista ( que tan importante papel
suele cumplir en estas psicosis) es posible adelantar -que este
perseguidor es ante todo el incómodo rival cuya presencia altera
el equilibrio fálico del infans con la madre. Y a sea que este rival
esté representado por el padre o por los herrnanos (según docu­
menta Freud en '' Femine idad'') lo cierto es que el futuro paranoi ­
co percibe esas prese ncias como una intrusión , causa a su vez de •

una ruptura qtre, por ser relativa a su posición libidina l termina


siendo su r:uptura.
El otro del narcisiilll O es lo que aquí está en juego. Se trata
ento nces del 'alte r ego' , y se trata por lo tanto del dob le. Y al •

final, pod ríam os con clui r que el suj .eto es �u perseguidor . . . Pa­
rece com o si con frontado con la bifrontal1dad de la estructura
(esto es la d � pla referencia del deseo materno) el sujeto preten­
diera oc up ar am bo s po los de esa dialéctica. Pero el h ��ho es qu e
la paranoia y la pe rse cu ció n no son apenas responsabil �dades de l
suj et o. Hay algo a n!vel de ·la madre del futuro pa�a:ioico y �lgo
de su m a im porta nc ia a ser dest�cado en este s�nt íd o. En_ La
eid ad '' , Fr eu d da alg un as lin ea s qu e pe rm ite n de sp eja r el
fe m in

enigma. .
N os di ce , en pr im er lu ga r, qu e e l en ig m a d e 1 a !1 �
1 dr e se d l:1 c-
de lo s fa nt asm as pr ot ot ip ic os de l i ­
a traves
tora '' ad em ás de ser un o ?
en la re li da d qu e es la m a �r e .
consciente, se ap oy a � . -

de SUS cui·d ad os ligad la hi gi en e co rp or al - qu ie n in du ce .al


su pr op io
os a
sujeto al re co no ci m ie nt o de la na / ral exci•tab'J
tu � 'd
i a d
. d �
ac . n diad
io , ica ( estruc-
cuerpo. Pero ta m bién no s dice que esa .rel

131

Scanned by TapScanner

ada y tam bié n est ruc tur ant e) suc um be ant e otro fantasm
tur a:
''el fantasma de la ma dre devorado ra' '. Est e fantasma , fruto de
las pro hib icio nes que la madre deb e imp one r en nom bre de un a
inevitable edu cac ión , termina resum iend o tod a agresividad del
suje to, y tiñendo con matices agresiv os la mis ma célu la narci sista.
En esta duplicidad de la función ma·terna, Freud ve las condicio­
nes para comprender la génesis de la am biv ale nci a que -contra­
riamente a lo sostenido por Melanie Kle in- no ser ía original , sino
p1·o duc ida. Finalmente, esta amb ival enc ia culm ina por estropear
y apodrecer el paraíso narcisista de la rela ció n madre-niño. Al
mism o tiem po, el transitivismo infantil ( y la con com itante capa­
cidad de proyección -ligada esta última al fantasma del otro en
el espej o--) serían los responsables de que el sujeto termine
sintiendo que es del otro que provienen l o s impul sos agresivos
que él mismo siente y dirige contra la madre. . . .
·

Al final, la dupla estructura: fantasma de la madre seductora ,


y fantasma de la madre devoradora, termin an configurando un
conflict o, y al mismo tiempo una encrucijada, una especie de
callejón sin salida. En socorro del sujeto es que aquí debería
acudi1· el significante · paterno (el nom bre-del-padre) . Este signifi­

cante, punto de elaboración de la castración termina siendo una '
exigencia del suj eto. El sujeto exige, reclama y requiere la castra­
ción. La in1pcsibilidad de la m.isma, la ausencia del nombre-del­
padre, la carencia total de la posibilidad del significante capaz
de nombrar a la castración, termina·n condenando al paranoico
a una estructura psicótica.
La falla en el deseo materno es del tipo que, al impedir la in­

te1\7ención paterna, deja al sujeto preso de esa dupla estructural:
madre seductora - madre devoradora. Seguramente que aquí he­
mos de enco11trar las razones p�r las cuales, el delirio paranoico
tiene como tema una especie de topología del tipo ''atrapado y
sin 1 a '' .
. sal'd ,

••

Y al igual que en la melancolía, la etiología de este espaciq


(que se cierra y lo apresa) es prefigurada en el estadio del espejo.
Ahí se produce una cierta brecha resultante de la distancia
real existente entre la identificación con el ideal y la identifica­
ción con el otro, inaugurándose de esta manera un conflicto Ide­
al-Real que en el interior del sistema de las identificaciones se ex­
presa en el conflicto Yo-ideal # Y o actua l ) . Esta distancia sólo
puede ser salvada med iante la propiación del símb olo. E s lo que en
la paranoia falta, y es lo que fija al paranoico ·a ese litigio perma­
nente entre el perseguidor y el perseguido , a esa luc·ha a muerte
entre el Ideal y lo Rea l. I-Ie aquí la dialéctica en cuestión. Es la
lucha entre Jacob y el Angel.
Es también lo que nos dice Solon ( 3 4 años) cuando se quej a
de que le han instalado un sonido eléctrico en la cabeza que lo
deJ. a atontado y a merced de ''ellos ' ' cosa que él mismo nos ex-
'
plica co11 estas palabras

132
1

Scanned by TapScanner
Solon : El sonido es un instrumento de dominación , útil para
controlar a la gente . . . Lo produce un apru·ato de ele­
vada tecnología. Es un aparato de electrónica que tie­
nen los poderosos y lo administran para dominar, u­
sándolo en todo el mundo . . .
Preguntado acerca de estos ' ' poderosos'', nos dice:
Solon : Son maffia . . . Exactamente: marginales. Esa es la pa­
labra exacta : marginales porque viven de matanzas y
de robos.

Y finalmente, preguntado acerca de cómo llegó a esos descu­


brimientos, nos responde :
Solon : Lo descubrí en 1 975, exactamente el 30 de julio de
1 9 7 5 . Ese fue el d ía exacto en que descubrí el sonido.
Resttlta que yo escuchaba una novela por radio:
' 'Hermanos coraje'' , que contaba la historia de ' ' R i­
tinha' ' . Y fue ah í , en 1972, que empecé a sospechar
del sonido por primera vez. Resulta que ellos conecta­
ban el sonido eléctrico y resulta que cuando conecta­
ban el sonido yo era Ritinha . . . A veces no era Ritin­
ha sino que estaba con Ritinha por ahí. Y fíjese qué
poderoso que es ese sonido que yo me veía ahí con
la Ritinha.
Bueno . . . Result.a que después yo quería sacar la li­
cencia de chof e1· profesional para trabajar en el N or ··
deste como chofer de camiones o de micros. Y o ya
tenía el carnet pero era de ''amateur' ' ( sic) y eso no
sirve para camiones y colectivos. Para eso tenía · que
hacer un examen en Guarapuava (ciudad distante
250 Km de Curitiba) . Fuí a Guarapuava pero no
aprobé el examen; entonces decidí venir a Curitiba
a buscar el carnet. F íjese cómo fueron preparándo­
me la trampa . . . Porque al final era todo una -celada,
una embocada muy bien tejida y preparada para ha­
cerme caer en la trampa.
Bueno . . . Y o vine a Curitiba y tenía que ver al Re­
presentante de la Cámara Municipal, Sr. N . . . que
ya por aquella época era diputado municipal y
que me iba a ayudar. Pero después de tanto ir y venir
me cansé. Y entonces, un día me dirij í a la terminal
de ómnibus para comprar el pasajé y volver a casa, y
allí fue donde la v í a Ritinha. Era una muchacha muy
linda, muy bonita, muy bien arreglada. Y o �mpecé a
hablar con ella, y supe que era estudiante de aboga­
cía. Era una chica muy bien . . . Después de eso, yo
fui algunas veces hasta la facultad y vi que era cierto

porque la ví salir de ah . . . Cuan? o camin�mos, ella
tenía miedo. Y o no sabia por que n1 de que. Ahora
.

133

Scanned by TapScanner
N o p odr íam os invoc ar m ej or eje m p l o que el del i ) rop i o presid e n­
te Scl1re ber, del .se sabe qttc al re d e d or (ir J 902 ( tr as 9 año s
. de inter nació 11) c o n s i gu i ó ti n cqu i 1 i l)ri <) <t1 J )ll n lo <le dccid i r al
su p 1· e1n o 1,1·i bu11al de la r0gi ón n con c� cdr rlP l a rein teg ració n de
sus ' ' i11vcst.idu1·as ju r í d i c a s t \ s tó C'S, < t J J<\rm i Li r l<' l a rcl1 al1i l i tac·ió n
legal c o m o i1 arn qttc } )U l l i r ra rjr rcc r su 1 > r o fcs if> t 1 d� � t t )og ado .
''

A pe sar de ell o n o s d ice su r ) s i c ¡ t 1 iat r�1, <�1 J ) r . Wc bP. r- y


-

aun que el ¡)aciente se mu e stra int clig <\nt c, a m e n < J , de <�on v E•rsa­
ció n agrada ble , cortés . y res pet uos o co1 1 las c l a m < 1 s , pre oc u pa q o
¡)or el arte la literatura y la pol í l i ca , hay u n pu n to ¡ > s icó t i c o
qt1e , si a c t i�a d o en el cu rso de tin a cc)n ver sac ión d a pie� ª u na re � ­
d e as del 1-
.
parició11 del deli rio. ' ' E l pac ient e es nor ma l , salv o sus i

ran tes '' -c onc luy e finalmente el Dr. W eb e r , si es q u e a e s ta opi ­


nió n se l e pue de con ced er el carácter de una con clu s ión -. Es
lo qt1e den om i11a mo s par afreni a , en la que lo ese ncia l es el enc ap­
sulan1ien to del deli rio, el cua l, de ahí e11 más , no i n te rfie re con las
i·estantes flinc ione s del suje to, a men os que sea activ ado por
las circunsta11cias del deseo.
Es por eso que Waelhens nos puede decir que, hablar de para-
frenia equivale siempre a reconocer( de n1 a n e ra directa o ind irec ­

ta) que el paciente al cual se aplica es siempre t1n caso de p sicos is


antigua. En suma, no es un caso de brote reciente. En suma, se
• trata de un res ul ta do de cronificación . O mejor dicho, de una
particular sol ucjón del enigma psicótico que contiene -a pesar
de todo- los rasgos y las marcas de l a psicosis en estado de cro­
nificación. Es por eso que Waelhens afirma :
''Y prec i sam ent e los parafrénicos son, entre los psicó­
ticos antiguos, aquéllos en los que el deterioro está relati­
vamente meno s mar cad o .
. . . El aspecto poco vivaz del delirio, la indiferencia
r elativa del enfermo a su respecto, su enq uistamiento
,

mas o menos tot al, pero también, por otra parte , su


,

marcada coherencia que llega incluso a la sistem atiza-


. .
c�on , su riqueza de elementos y , po r últ im o, la diplo-
,

p1a que lo acompañ . a: el enfermo se ide


ntifica plena­
� e�� e con el . per�onaje · de su delirio, pe ro esta identifi­
cac�on ne:> l� impide en absoluto estar también fuera , es
d�rr� allt mismo donde lo ve mo s'' 5 8 •

En otras P,alabras la organización . parafrénica es l o más pare­


.
cido que n? s �J?contram os dentro del ámbito de las psicosis con
la rac1onal1zac1_?n .? ?ses�y
_ a de las neurosis. Por estas razones es
que no vemos 1ustif1c�c1on al �na en aislar el cuadro paraffenico
c?mo � estructura independiente, así como no se nos ocurri­
r1a ab ;rr -dentro d� las neurosis- un cuadro separado cuyá ca­
. ,,
racter1st1ca y conterudo fuera el de la ''racionalización .

58
A . d e WAELH ENS : La psicosis, pág.-16 � Y stes. Loe ci t.
.

136

Scanned by TapScanner

Insisto: La parafrenia es una particular solución de la para­


oia. Un !?unto de de �canso, Y también una organización provi�
n .
sor ia. Y digo provisoria por cuanto no podemos olvidar que el
resid e nte Schreber se vio obligado a reintemarse 5 años des­
p ' ' parafrénica (en 1 907), al enfren­
pués de encontrar la ''solución
tarse con un nuevo fracaso de la misma.
De t??º s mo dos , no �u 7 remos dejar de notar que, en la
instau1·ac1on d�� la pai·afren1a, interviene una particular alternativa
de la de-nega cio n, capaz ?e permitirle al sujeto archivar el enigma
v ta de l olu .
en la g� � � ? cio n. delirante, sin preocuparse nunca más
en esgr1ID 1;f el delirio com o causa y como bandera. Hay una cierta
i nd iferen cia para c o n el tema que originara el delirio una vez
vez que el suj eto haya llegado a estructurarlo. Esta indi ferencia
es la que induce a pensar a la parafrenia como una postura de
descan so, cuy a d' 1 �ación es de difícil estimac ión . Es que, si en
:
Schreber la solu cion hubo de durar unos cinco escasos años, no
siempr e es esa la situación. Existen parafrenias -según docu men­
ta Waelhens- capaces de mantenerse en esa postura por tiempo
indefinido. Por lo tanto, lo que habrá de decidir su perrnanencia,
es el grado de 'solución' más o menos extensa dado al problema
de la castració n, cuyos efectos son tan trágicos en la esfera psicó­
tica.
Este rápido recorrido por el campo de las parafrenias nos per­
mite, sin embargo, comprender una estructura bastante particular
de las psicosis paranoicas: la hipocondría. Anticipando mi tesis
diré que la hipocondría es un tipo particular de parafrenia en la
que el encapsulamiento del delirio es realizado con apoyo en un
soporte corporal, tomado como referencia permanente. Esto
quiere decir que la hipocondría no es más que una parafrenia
en la que el delirio tiene un soporte estable -tanto como el dis­
curso delirante mismo- y que este soporte es siempre una 'parte'
del propio cuerpo.
Estas concÍusiones fueron imponiéndoseme poco a poco ,
ya que en un principio y durante much9 tiempo, consideré la
hipocondría como una manifestación esquizofrénica conforme
lo sostienen la mayoría de los manuales clásicos. A pesar de ello ,
y en franca contradicción con esta OP.inión, se me presentaba
-recurrente y reiteradamente la evidencia clínica de un encap ­
sulamiento del delirio mucho más trascendente y nada afín con las
posibilidades con cretas de la esquizofrenia propiamente dicha en
este sentido. Poc o-a poco, fue tornándoseme plenamente evidente
la estructura narcisista que define al delirio hipocondríaco. Quiero
decir ' fue haciéndoseme9 evidente que en la hipocondría de lo que
se trata es justamente de un delirio :elativo al prop,io cu� rpo, y
lo que es más, a cierta historia y· a cie�o deseo e� el realizados,
lo que m e condujo, obviamente, al es�10 del espeJo .
en te en la hYl oc on dr 1a el te ma es un a par te de l
Efectivam
p en ca lidad de ob je to de un de bate qu e sitúa
cuer o que aparec'e

137

'

Scanned by TapScanner
'

al sujeto en posición de deman da. · El soporte del delirio es el


cuerpo. Pero hay algo más; en ese cuerpo se ha re�izado una
presentificación . Quiero decir que el organ_o parcial tennina
siendo un significante que nombra una ausencia. De esta manera
el hipocondríaco aparece -casi si:mpre- en la co� sulta d� _clí:
nica médica demandando la soluc\on para un do lor inespecif ico:
para un malesta1· ine xp lic ab le, pero si:mpre nítida_ Y precisa
mente delimitable. ''M i problema -deci a OR ( 5 5 anos)- es el
colon irritable'' . Por lo tanto, la demanda es igualmente precisa:
''suprima ese dolor que me in1pide de realizar cualquier cosa
por más leve que sea''. .
OR rec orr ía el sanatorio contando a quien quisiera 01r su
. .
,

historia el drama de su indisoluble dol or estomacal . No había


médico : enfermera, jefe de guardia, psicólogo ni psiquiatra a
quien no tomara como testigo de su ''verdadero sufrimi�nto' '.
Un sufrimiento doble, como corresponde a las estructuras de lo
siniestro. En el estómag o, un viejo dolo r. En la espalda, un dolor
reciente, reciente pues databa de 2 años atrás. ·El sujeto es un
sandw ich: dolor en el estómago, dolor en la espalda, y queja
en el medio. Al derivarlo, el médico a su cargo comunica su
único diagnóstico posible: cuadro poliquej oso. No percibió que
la queja es el intercambio fundamental de la hipocondría, y que
se trata de una de las formas de la demanda. Apenas tuvo en

cuenta -para formular un diagnóstico así- la infinita lista de


médicos recorrida por el paciente, y la inutilidad de cualquier
tratamiento.
Un buen día me cuenta la historia del dolor en la espalda:
''Lo sentí por primera vez un día en que, trabajando
en la quinta que tenemos para fines de semana, quise
alzar un macetero yo solo (ya que nadie me ayudaba
ni me apoyó nunca en mis emprendimientos)''.

Y curiosamente, la impresión que produce es lo que verdade­


ramente importante de su discmso, son los paréntesis. Paréntesis
�ue inv·ariable . : indefectiblemente están rellenos de quejas. Que­
jas que tamb1en son . acusaciones. Acusaciones disfrazadas de
quejas . ¿Quizás.una paranoia maquillada?
Al traba�ar asoci�tivámente ese 'dolor' y. ante IUi insistencia
en que el mismo deb1a de haber presentado alg(J.n o algunos ante-
cedentes, el paciente reeuerda :
·

''� ue �oco an� de! casamiento de m i hija. Creo que la


�ta�1on por la: q�e atravesé en ese período debe haber
inflwdo agotándolne-. Y a le conté que yo tengo que
hacerlo t�o sólo. . . El hecho es que para preparar
ese. c�sam1ento estuve corriendo de un lado para otro
olv1?andome qu� yo soy un hombre enferm o ; pero no
h�p 1a otra soluc1on, pues tenía que ha
cerl o . Sucede tam­
b1en que durante la fiesta de casamiento m e comporté
como un loco. La culpa es mía -yo lo sé-, y sé tam-

138

Scanned by TapScanner
bié� que �º debo acusar a nadíe, pero lo cierto es que
salte Y bai le desenfrenadamente como si yo no fuera
..

un ho m bre enfermo . . . M e olvidé de m i estado .


Y , fin alm ent e, u n bue n día agrega :
'' �a verdad es qu e ese dolor no comenzó ni en la qu int a,
ru el
� l ca sam _
ien to de mi hija. Fu e cierta ve z en qu e me
alarmo mu ch o. Estaba manteniendo relaci ones sex uales
con mi esposa , Y súbitamente me dio como una patada
,en la espalda, aqu í, en la base de la col um na . Desde
entonces me du ele y me es casi imposible moverme ,
pero .nº me preocup é. Luego, después, del casamiento
de � 1 hiJa .. el dolo r se agravó, más
segu í sin darle impor­
tancia, hasta que aquel día en la quinta se man ifestó
con tanta intensidad que llegó a ser insoportable , como '

lo es actualmente''.
�s.� breve historia nos explica ev.olutivamente la progresiva
aparicion ?el dolo r en la espalda, punto importantísimo de apoyo
de l � q��J a �ctual . Resta por decir que su aparición no deja de
ser significativa, dado que el relacionamiento del paciente con su

esposa estuvo siempre marcado por la crítica. Sea: la acusación .
Resta por notar que las circunstancias del casamiento de la hija
no dejan lugar para la duda; al final el dolor parecer ser una crí­
tica, una acusación relativa a un abandono.
Debo agregar que este dolor en la espalda es el punto ten11inal
de una serie, cuyo inicio, el propio paciente sitúa en la aparición
-a la edad de 25 años- de un misterioso dolor en el estómago.

La historia es la siguiente: ''mis padres eran gente pobre, inmi­


grantes, ignorantes pero honrados. Yo no los cri�ico, ni los acuso,
pero nunca representaron una guía para mí. A la edad de 1 5
años me pusieron a trabajar como aprendiz de carpintero con un
amigo de mi padre para que aprendiera el ofici o. Era una situa­
ción muy difícil para mí. Yo dormía en el trabajo , -en un colchón
que ha bía en una piecita en los fondos . . . '' Durante este pe­
ríodo el paciente se vio obligado a mantener relacione� sexuales
con su patrón, hasta que finaJmente, en un acto de rebeldía
contra la de cis ión pa te rn a ab an do nó el tra ba jo , yé nd os e a vivir so lo .
cuando aú n co nt ab a 1 7 añ os . Cu an do te ní a 2 5 añ os se en co n­
traba em pl ea do en un a se cr et ar ía cie l go bi ern o lig ad a al m in is­
terio de sa lud pú bl ic a: ''Y o ha bí a te rm in ad o m is . cu rs os .de se ­
po r la no ch e y pe ns ab a se gw r es tu di an do .
cundario estudiando
� uería cursar m edic in a co m o to do s m � co � pa ñe r � s en el tr ab �­
ép oc a co m en zo m ! ca !v � o. C om en zo
jo . Pero, po r aquella ci, co l1 co s co n � an te .
con un dolor en el es tó m ag o q u e m e p ro d u � � �
F �­

si n lle gar a n in gu n a o lu ci o n .
Consulté infinidad de médicos ia li st a en N n (c

iu � a� p ro , x 1-
nalmente decidí consultar u n es p ec
n ti em p o co n ci. er ta m e1 o r1 a � a �ta
ma) y así continué durante u opor
tan
rn ó in s ta ble q u e e l m edi co
que finalmente el dolor se to
decidió operar''. ·

139

Scanned by TapScanner
' ' \F 0 n1(\ t\i-i· pir11to 11, t't\ dt' l\ t\l lt' l' l\t ' t
� J> t.nc <'�11
lo Ol �
l<� rr\ (' Ól'\',
111 \t�' jo ve 11 y ·0 1·t "'
"t t\ <.1\ll<'t1
c.l( 11t c �t11nR�
� 0r ) 011 ln 01 )() n )ro t.'rt1
� 1 t t' ' ' . l.An 01 1t rl\ ('i Ót 1 s rt' ttl iz ó. C or \H iR t.1 6�r '. lt\ fltl\P\�
l<'
rs11 ri t t1rll111e1
yo Ql.
t

t.�\t'i <)t'\ tit.' u1 1t\ ¡1n 1·t o d l i1t t.<' st. i11 0 g1 ·tt l ' o, <.'1 n\ '
<. � l1c o t rm 1-
(lU <' ll l'�ll\tl l
('l i·tn ('} ll\ Sf' f St nl>n , ln
l\
t1c) a tr i l) \\\' €' tld
cnt1sn de ios 111 tll es tru. ·t�s d
ir1·
1
\t. nc
pn

ci
t1
c1 1t, C' . .� e re 'tl l)t �l'" �)t�'t
l . l
. y Jltts < e 111 co n11 os s1
1�un q�c

rl 1) st -o ¡.�ei·at.oi·io f\1 tE'1·1·iblC'mcntC'


dt f1c 1l, �
11i11g{111 t ip o de do lo r. Sin e1n ba rg o, po co an tf' s dl ' �asarmt', dc b1

,,0lver ,, ln n1 sn de op er ac io ne s, \
)tt es . �l do lo r co r� t111tl abn . A los
..

�(\f!\J l'l
.

a11 o t uv o lug ar ln seg l1t1 dn op <'rn c1o n que l ¡1 n c � nlc,


30 ;
tenía por ob jet i''º ' 'el re sta 1Jra r el er ro r· cl iri ico de la pr i mera
.
operación ' '. ' 'Fue para deshacer el eqi� i'uoco de la prin1era in ter-
vención ' '.
Durante el período d casamiento tuvo tres hij
os . En cada
y
. nte
cie
rli da d, ca an te ce nd en cia al pa rt o, el pa !ue
op or tu con po

llevado a la mesa de operaciones nuevamente aunque para rea..
lizar w1a operación me1101·, ''lapru·oscopi a ' ' . Al llegar a este pun­
to, pregunté cuál había sido la enfe1·m �dad de la esp �s � correla­
tiva al dolo r en la espalda, y el paciente cuenta: cancer de
mama; le fue amputado un seno ''.
Un rasgo interesante en este historial clínico, es la cantidad
de médicos clínicos y especialistas en gastroenterología consul­
tada a lo largo de su vida. Esta circunstancia fue la causa por
la que, periódicamente eran re-hechos una serie de exámenes re­
pitiendo en un ciclo infinito la investigación médica centrada en
su cuerpo, sin llegarse a ninguna conclusión positiva. Parecía

como si el deseo de O.R. fuera el de explorar su cuerpo, con­


centrando en esta investigación el ' 'interés del otro' ' . Luego de
una fase relativamente corta de buen-contacto con el médico ,
O.R. transformaba todos sus elogios iniciales en críticas seve­
ras e implacables, revelando de este modo el gérmen paranoico

de su organización.
El historial también confirma la idea de que la parafrenia
es una clasüicación relativa a una psicosis antigua, con firmando
al mismo ti:mpo la idea que la hipocondría es un tipo particular
de parafrerua, en la que los s1n,
tomas paranoides remitieron al
encapsularse en la 'zona' delimitada en el delirio.

.
Tambi n en � F_r
eud, e�contramos claves co m o para profun
­
dizar este isomorfismo · existente entre la paranoia
y la hipocon­
dría. Ya hemos visto como para él el fantasma de

ra ora c11mpl� un papel P
� ordi
la madre devo­
}rn
en la estructuraci ón para­ �
noide . Pues bien, es tamb1en en , Femin .
eidad '' do nd e no s en­
contramos con los conceptos necesarios como
para relacionar
el fantasma relativo· a la función materna, con la
hipocondría . . .
.

. . . el miedo a ser
''Con el destete se relaciona ta m bién

envenenado. El veneno es un alimento


que hace enfer-

140

Scanned by TapScanner
mar. Quizá el st1jeto infantil refie1·e a la privación del
seno mater110 sus primeras enfermedades'' 5 9
·

La conexión del complejo del destete con la hipoco11dría,


n os ''� señalando cada vez más fi rmemente , cuando las Psicosis
de P1·esencia se relacionan con la imposibilidad de elaborar la
ruptura que i11exorableme nte marca a la escena fálica. Pero al
misn10 tiem po , nos permite com p render un particularí simo as­
pecto de la paranoia propiamente dicha. . . M e refiero concre­
ta111ente al hecho -f acilmente observable- que el delirio para-
11oico se apoya sien1pre sobre una sensación cenestésica, la cual
aparece reitera tivame nte tematizada en el discurso bajo la forma
delirante o alucina toria.
Para comp1·ender mejor esto último recordemos que gran
pa1·te de la f01·n1ulació11 delirante del presidente Schreber acerca
de la transformación en mujer, tomaba como referencia la región
torácica. Recordemos las declaraciones del paciente, según las
cuales había pasado grandes épocas de su vida con el esófa­
go expuesto, que varias veces había devorado su propia larin­
ge, y que finalmente la transformación comenzó a asumir forma
final en el período que sintió que se le desarrollaban pechos
femeni11os, cosa que comenzó a constatar asombrado frente
al espejo. . . .

''Averiguamos en efecto que la transformación en mujer


fue el delirio primario, siendo juzgado en principio co­
mo una persecución y un grave daño . . .

. La transformación en mujer fue el gérmen primero del


producto delirante y también el único element o que
sobrevivió al restablecimiento del .suj eto . 60

. .

Enseguida, Freud cita a Schreber:


''Lo único que a los oj os de otros hombres puede pa-
. sar por irrazonable, es el hecho ya mencionado por los
señores peritos de que a veces se me encuentra ante
el espejo o .en algún otro lugar adornado con prendas
femeninas (lazos, cadenas, etc . , ) y semidesnudo el torso.
P-ero esto sucede únicamente hallándom� solo y nunca
a la vista de otras personas'' 6 1

Por lo tanto, si lo esencial del delirio es la transformación


en mujer, hemos de observar que la misma no supone una ''ema s­
culación '', o una transformación a nivel de los genitales (al fi­
nal en la paranoia los genitales quedan fuera por tratarse de un
cuadro hecho para repudiar. a la castración ) , sino predominante-

59 S. FRE UD : La femineidad - Conf. XXXIII � T. II, pág. 931 .


6 0 S . FREUD : Un caso de dementia paranoides autobiográficamente descri­
to, T.II, pág. 7 56.
6 l s. FREUD : Un caso de dementia paranoides . II, pág. 758.
. . T. •

'



141 •

Scanned by TapScanner
mente una transformación a . nivel del torso, del tórax . . . Para
el presidente Schreber, la femineidad se limita a un atribu to: loa
pechos . . . Hasta aquí, no vemos nada de particul ar, pues es al­
tamen te congruente con la estructura de un delirio, pero lo que
quisiera subrayar más allá del delirio mismo, es que esa región
torácica tiene doble inscripción : se inscribe en el discurso per0
también se inscribe en el cuerpo.
Veamos sino el informe clínica del Hospicio de Leipzig-DO­

sen donde Schreber. falleció el día 1 4 de abril de 1 91 1 . Dice


. .

el diario médico:

Día 1 0/4: Matitez cardíaco y respiración debilitada.


Día 12/4: Aumenta la matitez cardíaca .
D ía 13/4: Una punción pleural produce un líquido blancuz-

co opaco, putrefacto, y de mal olor. •

Día 1 4 / 4 : Muere con �íntomas de disnea e insuficiencia


cardíaca.
El informe post-mortem incluye lo siguiente: ''Pleuritis
exudativa crónica. Pyothorac. sinistr. Fibrosis del pulmón iz­
quierdo. Colapsó del lóbulo pulmonar superior izquierdo. Pericar­
ditis fibrinosa acuta - Myodegenaratio cordis - Esclerosis de -las
arterias coronarias, Hemorragias múltiples en el bulbo cere­
bral ' ' 6 2 •
En otras palabras, Schreber muere a raíz de una fibrosis del
pulmón izquierdo la cual condujo a un col�pso respiratorio. Al
mis1no tiempo había una infección que se traduce en los sínto­
mas de ia exudación /pleural. En simultánea con eso, aparecen
síntomas de insuficiencia cardíaca con degeneración de las fi­
bras del miocardio y esclerosis de las coronarias.
Esto quiere decir que .Schreber muere de una jnfección pul­
monar combinada con una insuficiencia cardíaca. En definitiv�
su muerte se real-iza en el pulmón . Se trata de la misma región.
delimitada en el delirio . . . ¿Se tratará de un caso en el que el
delirio elige el lugar de la muerte? ¿O se tratará, por el contrario'
de uha infección retraducida en el delirio?.
Como quiera que sea, al-llegar aquí no po dem os olvidar la
idea aventada por Freud en ''Esquema del Psicoanálisis'' según •

la cual la muerte del suj eto está inscripta en el inconsciente y


perfilada en el recorrido del deseo. ·
Para comprender este .duplo compromiso del delirio coil el
cuerpo, levantaremos dos hipótesis relativas al �o Schreber
1 ) Sabemos que la angustia tiene como · expresión ,somátdl­i
. . •

ciertas sensaciones cenésticas entré las cuales heiÍi� de reiiü­


tar un a alteración del ritmo cardíaco y una alteración del ritdi.o
respiratorio: ,
f ;
-

6 2 F. BAUMEYE R

: El�aso Sc.hreber - pág. 25 - -en EL C�SG �á'fi


�;��eyer, Katan, K1tay, �1ederland-, Ed. Nueva Vfamn, B. uenó. �:



142 •

..

Scanned by TapScanner
''Por lo tanto, cuando F reud en frenta el problema de
l� angt1stia (cuyos indicios <)rgánicos son preci..qa menLe :
la alteración deJ ritmo respiratorio en c1 ahogo histéri­
co la alteración del ritmo cardíaco en Ja hipert.Rnsión
neurótica, etc. . . ) , intenta un abordaje no fisioJ ógico,
no Pºr puro acaso sino porque el descarte de las de­
.
terminan tes funcionales y a ha sido producid o . . . ''6 3

En otras palabras, sería posible pensar que la angustia fue


creando condiciones como para la producción de un síntoma : la
fibrosis pulmon ar. No sería extraño . Apenas , un tipo- particular
de formación asmática en estado no-manifiesto. Es Jo que en
clínic a médic a se conoce con el nombre de ''Enfisema' '. El
pr?blema es que así considerado el problema, nos queda sin ex­
plicar la razon,
de la pleuritis, que habla a las claras de la existen­
cia de una infección . . . Claro está que siempre queda el recurso
de pensar que la infección se instalaría a posteriori, aprovechand o
una zona debilitada en cuanto a sus defensas por el desgaste
sintomal.
En cuanto al síntoma conexo de la insuficiencia cardíaca,
también sería explicab le por esta vía. Según los actuales enfoques
médico s clínico s, la arterioesclerosis coronaria está habitualmente
ligada al estilo de v1da, y a las condiciones de stress emocional
del sujeto. Esta arterioesclerosis puede muy bjen ser la causa de
un funcionamiento deficitario del miocardio, cuya fibrosis
quedaría así explicada.
2 ) Nuestra segunda hipótesis adopta la posición simétrica­
mente opuesta. Trátase de suponer la existencia de una enfern1e­
dad pulmonar, que el delirio captó retraduciéndolo según el es­
tilo de las psicosis, y según el discurso propio de la paranoia . . .
En primer lugar hemos de decir que los síntomas de la muer­
te de Schreber así como el informe post-mortem, inducen a
pensar médicamente en una tuberculosis. No solamente están
presentes los indicios de una fibrosis p11lmonar, sino también
los indicio s de · una infección pleural . . . Si bien el informe no
habla de· tuberculosis, también es cierto que �o define taxativa­
mente que no se trata de una tuberculosis. En este caso, el delirio
de la feminización torácica, habría tenido por sentido y por
función el de expli carse un '' cierto estado del cuer po''. Se trata­
ría pues de un delirio interpretativo de un malestar corporal ;
esto no quiere decir que la causa de la psicosis sea una tuberculo­
sis, ni much o meno s, sino que bus� aría explicar la elección de
zon a para apo yar los argumentos delITantes. . .
Otra hipótesis -quizás más satisfactoria que la de la tubercu­
losis · - sería la de peQsar los síntomas que llevaron a Schreber a
I

6 3 A. GOD INO reud 3 ) El enigma de


F
la histeria - Pág. 4. Actualidad Psicológica, Nro. 4 0 , Ba. As., Octubre de
CAB AS: Nota s para una lectu ra de ·

1 978.

143

Scanned by TapScanner

la mue1te como indicadores de una '' bronquitis asmática''. De


esta manera arti cularíamos los síntomas pulmonares con la
deficiencia dardíaca, explicándose al mis mo tiempo la infec­
. .
ción pleural co m o efecto de la bronquitis misma .
La últi� a hipótesis es la de un ''E n fisema ideopático ''. El
óst.ico de en fis em a ide op áti co es un dia gn ós tic � indetenni-
diagn
do . S e tra ta de un en fis em a de ca us as de sc on ocidas para la
11a
n1Pd iri11 a. Stts sínt l1mas serían también el rompimiento de loa
al\'Polos pul t11o n ares ( co!llo es e� caso del �nf isem a asmático)
.
infe ccio nes que, al decla­
sierldo altronente soli dan o con cie rtas
rarse pró xim as a la pleura, darían origen a una ' ' Atelectasia''.
Es una infección familiar en los casos de enfisema ideopátic o,
según consta en las observaciones mé dic as.
Lo cierto es que ya sea que se trate de un malestar orgánico
localizado en el tórax y recuperado por e l delirio, o ya sea que
·

se trate de la producción de una ''zona de muerte'' (al producir­


se un en fisema, al facilitarse la infección) desde la organización
psicótica, lo cierto es que la paranoia nos presenta siempre como
fenómeno reiterado una estrecha relación y ligazón entre el dis­
curso delirante o alucinatorio y el Soporte anatómico . . .
Se trata de una fonología del cuerpo como lo sugiere y de­
clara P . Zopke.
En otras palabras : la clínica nos habitúa a la idea que en la
paranoia, el cuerpo habla y al hablar nos balbucea un delirio.
En Schreber está claro; todo comenzó en 1884 con una hi­
..

pocondría que Flechsig atendió y consideró curada en 1885.


La historia se continúa con la dementia paranoides que se de­
clara en 1893 y de la que sale en 1902 aunque con cicatrices;
en el curso de este brote de paranoia el tema es el cuerpo y el
abdomen. Se reintema en 1907 víctima de nuevó brote, éste
de apariencia esquizofrénico-paranoide. Muere en 1911; causa;
una infección ; lug�: el �ulmón. . . Hay más: poco antes de
morir, e) día 1 o de febrero de 1911, la historia clínica registia
el siguiente comentario médico : ''De vez en c11ando reclama que
se le examine el abdomen, pero a veces se resiste a toda revisiónti'.
Claro que no pretendo desconocer que Schreber tambiéD
delira con el ano, que el problema del cagar ocupa 11n lugar ·

importantísimo en la economía del sujeto, y que el cuerpo habla


-
no solamente por el abdomen sino hasta por los poros. Pero lo
que queda como hecho y fenómeno taxativo, es que en la �
ranoia, el delirio tiene como referente al cuerpo. En esto es que
se parece con la hipocondría. ¿Cómo no recordar que JT (�

discurso comentamos señalando que se trata de 11na Eaqui1.ofr.­


nia paranoide) también se apoya en su cuerpo y más ·QOD��


mente en su estómago y en su ano? ¿Cómo olvidar que ,_.
apoyar y fundamentar sus críticas a los médicos OR e11ri»I\• �
mo argumento un indiaoluble dolor en el e.tómqo y ..., ·
terioso dolor situado en la espalda, en la baae . de 1'
vertebral?

144 '

1
,

Scanned by TapScanner

Nuevam�nte: no estoy pretendiendo decir qúe la causa d e


los accidentes del deseo y que la causa del delirio es el ctterpo,
ni tam poco que la causa de los accidentes del cuerpo está en el
delirio . Apenas pretendo decir lo siguiente:

''En la paranoia se trata de un delirio que nos cuenta


la manera que el suj eto tiene de leer su cuerpo'' .
Al final en el caso O R , el dolor estomacal corresponde e fec­
tivam ente a una irritación funcional del tipo de las que a menudo

aparece en as neurosis obsesivas, sin que por ello tales neuróticos
se vean obligados a formular un delirio· hipocondríaco . Pareciera
entonces, como s1. estas psicosis funcionaran concentrando su in­
terés de manera --digamos- enfermiza en el cuerpo, atentas y
vigilantes como un cazador que acecha, o como un espía que
vigila to ?os �us movimientos internos, su ritmo, su regulación ,
su homeostas1s . . .
Se tratará, en ese espiar y en esa vigilancia, de un caso de vo- .
yeurist11 0 invaginado'? Se tratará de un espiar la escena primaria
en los órganos del cuerpo?
Y a hemos expuesto la teoría. . . Al fallar la función paterna

(y el nombre-del-padre), las Psicosis de presencia regresan al


cuerpo. Al cuerpo imaginario -claro está-, al cuerpo �specular. •

La ausencia de 'objeto' somete entonces al paciente al régimen


narcisista. La amenaza que la castración supone, en tanto atenta­
do a la integridad libidinal, pasa a ser el tema y el motor princi­
pal de un delirio en el que lo fundamental es ''prevenir''. Preve­
nir la intervención del tercero, prevenir la amenaza de castración,
prevenir el ataque a la integridad Iibidinal, prevenir el desgarra­
miento de la imaginaria unidad corporal. Después, la escisión
del sujeto que define a este tipo de psicosis, ter111ina creando
una suerte de particular duplicidad. El doble aquí no está ela­
borado. Por lo tanto pasa a ser actuado . Esta acción esta ac­
tuación ( o este acting), nos explicaría perfectamente el cuadro
paranoico en el que el sujeto toma como bojeto (de estudio,
de amor, de pasión) su ropio cuerpo. Y al llegar aquí, vuelvo
a recordar la frase que ya citaremos de G. Pankow . . . ''Al perder
el cuerpo, el suje to pierde la· razón''.
Es que la razón de todo discurso está en el cuerpo. El estilo
peculiar con que el paranoico pierde su razón, nos cuenta acerca
de cómo no pudo ser sujeto, en y de su propio· cuerpo.
Al término de este estudio, las Psicosis de Presencia se nos
presentan com o un grupo que indudablemente presenta carac­
terísticas tanto estructurales como etiológicas propias confir­
mando de este modo un conju·nto nitidámente diferenciable

dentro del campo grande de las psicosis . . . Si las hemos denomi­


nado Psicosis de Presencia es para destacar la realidad que ellas
obedecen a una presencia fundante. Es la presencia de un a marca
relativa a la ausencia que la teoría designa con el término -nada
arbitrario- de '' Falo ''. Un falo del que sabemos que es capaz de

145

Scanned by TapScanner
I

generar una imago y por lo tanto, es capaz de definir un cuerpo.


En este· cuerpo (único enclave del psicótico) el que habla en
la Paranoia, en la Hipocondría, en la Melancolía, expandiéndose
de manera demasiado imperial a todo lo largo Y ancho del dis­
curso del sujeto. Y cligo 'imperial' porque termina siendo un
cuerpo que avasalla toda la historia y geografía subjetiva. Por
eso el psicótico no tiene historia, porque tiene un cuerpo sin
historia que es el cuerpo imaginario del espej o. Es que se trata
de la única conquista real y efectiva sobre la que el psicótico
se puede afirmar. Sucede entonces que en las Psicosis de Pre­
sencia no todo es unicamente presencia. También hay una au­
sencia, y una ausencia capital . Una ausencia que no es phiste.
Lo ausente es una función relat.iva a la ausencia. Quiero decir
falta la estructura simbólica capaz de permitirle al sujeto Tecorio­
cer la falta. Por esa raz ón, Lacan nos dice que en las Psicos is
es ''la falta de la falta'' lo que está en juego.
Es por lo tanto a este grupo al que caoo aplicar aquella defi­
nición : ''El psicótico no ha nacido bien''. Simplemente porque
aqu í ha habido un efectivo nacimiento, pero mal hecho. Nació
torcido. El psicótico no es hijo de una Escena Primaria (como
cabe a t·odo sujeto) sino hijo de una Seducción a la que le falta la
Castración. El psic.ótico es pues hijo de un amor solitario. Tan
solo tiene m¡idre. En otras palabras, es fruto de una masturba·
ción. Ese 'pecado original' no podrá lavarse apenas con las aguas
del bautismo; necesita perentoriamente una confirmación, y es
justamente eso lo que le falta. El psicótico no tiene quien lo
confir111 e y sus laberintos son la investigación en la que procura
avidamente, con la avidez de la demanda, algo que la demanda
lamentablemente no le puede dar. Así, su discurso termina sien­
do un retruécano. Nunca dice nada; siempre lo dice todo .
Si quisiéramos situarlo -así c . omo situamos a las Psicosis
de Ausencia-, diríamos que su lugar es tan intersticial como la
castración misma, y se define en el espacio intercalar del�itado
por la Imago especular (d� un lado) y el Otro (del otro) . . .

--- _,.... - ---


-

ESPACIO ITINERARIO
.

e
/

'

de las
PSICOSIS DE PRESENCIA >
(Ps (/) ) /

/
/

-- - � --

.Conquistada la lmago del cuerpo unificado, resta por reali­


zar esa ardua tarea que consiste en desprenderla de la FunciÓJl
materna, y por lo mismo, el sujeto se orienta hacia el otro del
Otro. hacia el padre y la función paterna, a la procura de una
Ley , que siempre falla. Por eso el delirio pretende dar cuenta de esa
ley, de esa regularidad, per� también por eso siempre fraca-8.

146
. ..

Scanned by TapScanner
• •

Por lo �to, sie�pre regresa al


punto de partida. Es el retor·
na de lo mm11 0 , � f:>ºr lo mismo es siniestro . Ter
á m ina re encon:
tr ndose con �na un1ca verdad que fl8
el cuerpo. El drama es que
esa ve�dad :stá ame�..azada. Las salidas se cierr
an. Sólo le cabe en­
tonces la 1ntrovers1on de la Melancolía in
tentando mantener
ce:>�<:> enc�ps� ánd<?la- la u�idad libidi al de ese cuerp o bie

.l.
-

l o n
r 11 1gi
e t o activo �ntelectuaJ y factico de la Paranoia, pa
ra discern ir
al otro . . .

4. -Clasificación de las psicosis


Si ahora pretendiéram os fij ar tocio cu
anto esta investipCión
nos ha revelado acerca de las psicosis, deberíamos subray
ar el
establecimiento de una distinción etiológica que es lo que en de­
finitiva , nos per1nitiría no solamente operar comprensivament
e
sino también intervenir clinicamente . .
Ese principio etiológico se nos demuestra cada vez de mane­
ra más fir1ne como situado en el Estadio del Espejo . Claro
que el. térrnino 'estadi o' induce a una visión evolutiva del pro­
blema, lo cual no es lo propio ni lo definitivamente primor·
dial en la cuestión. Es que el Estadio del Espejo � ante todo
una estructura, resp�cto de la cual Lacan nos dice: •

''. . . es reveladora de un dinamismo libidinaJ . . .pero


también de una estructura ontolóeica ''' 4 .

Para comprenderle en su real. y efectiva dimensión, Lacan


propone definirla como una identificación, fruto de la incoq><>­
ración de una Imago· la cual sería � mis•••o tiein�, causa
del comportamiento libidinal lúdico ante el reconocinnento en .

espejo. En definitiva, se trataría de las raíces de la matriz sim­


bólica del sujeto. Al comprenderlo como ••na �paz
de precipitar.se en una forma co�cret:a, lo esta!'� definiendo
( como un organizado.r (y esta sena su nota mas ''!'portante),
t
( pero tambi�n como un org:inizad<!r CtqJaZ de mantf a � 6'_'
t

obseroables clínicos. He aqu1 la razon por la cual Lacan lo Da -ma


f de 'estructura ontológica'.
En definitiva, podemos defy11rlo como \11\ m�. � �
.
r
1

.

��
��n�·�'!'��)
. __
,,. . �-_

diferenciar y di)rt.anic ar (a Ja· manera de una


.

al bicho del h\Jmano. Es que, vemos .�� el �tad10 !':!.�·-�e�_espeJ�


de 1as P1ºedras angulares de la fundac1on del mcollSClen w. y er ee-
ti m te la clínica nos e�na que � e� e1 estudi . :: � de .esa p
-

.1•ec a
!11--
1 al - "hl-
q e podremQfl de&cu&r&-- Ias baaei d� ·fá ps1C01•,
·

a:;,11:� �

.

ables qu e de e se denv
l1!L ·· � � .
diar los observ clínicos m. - .
ese •
-

ese

e .
Jal on, qu e m- o1 011 , -
que
Pero también sucede qu

..




.
---�- .

• .

Scanned by TapScanner

piedra angular no es monolítica. Quiero decir que hay un ''antes' '


Y un ''después'' de esa estructura que imp�rtan en el estudio
de la psicosis. Es que ese ''antes'', y ese ' 'después'' tienen un
papel y un lugar de considerable importancia en la econo m ía
de la alucinación y del delirio,, al punto de permitirnos dividir
a las formaciones de la psicosis en dos grandes grupos. Sucede
que, por su importancia capital, el estadio del espejo delimita
dos tiempos perfectamente diferenciables que las psicosis ilus­
tran de manera inmejorable puesto que ellas -tam bién- se dis
tribuyen en un. espectro que va desde el cuerpo fragmentad o al
­

cuerpo unificado y del cuerpo unificado al otro. ·

Dicho de otro modo, estableceremos que existiría un grupo


·

de. psicosis en el que la construcción de la Imago relativa al es­


tadio del espejo se ha visto dificultada, dando así origen a un tipo
peculiar, en tanto que existiría un grupo ,·diferente en el que la
construcción de la Imago ha tenido lugar, empero sin pennitirle
al sujeto el acceso a la comprensión del ''otro''. Hemos denomi­
nado ambos grupos de Psicosis de Ausencia (Ps'O) y de Psicosis'
de Pr�sencia (Ps' (/) ) respectivamente.

Cireuito de Ju

Psicosis de Preaen·

\)o \ Ps' O

Pa' 0
Cla

Realizada la distinción etiológica surge automáticamente 11n •

cri�rio nosográfico �ue nos permite estruc�ar a las plie.,.a;ajs


segun dos grandes grupos , y por lo tanto nos per1nite clasificar
todas sus.manifestaciones.

PSICOSIS DE AUSENCIA (Ps' O)


-

* AUTISMO •

. -+
*
Simple
·ESQUIZOFRENIA
1 •

Precoz

148


..

Scanned by TapScanner

P S IC O S IS D E P R E S E N C IA (P s' </) )
Melancolía involutiva/ �

t
Melancolía Psicosis senil

. *
\.

MELANCOLIA Psicosis de puerperio


Manía Folie á deux

Síndromes paranoides

*
t
'

PARANOIA Paranoia \.
Parafrenia � Hipocondría

Dentro de las Psicosis de Ausencia, nos encontramos en pri­


mer lugar con el autism o. · Se trata de una formación primaria
en �l sentido que su manifestación es precoz, y también en el
sentido que en estas Psicosis la aparición de la sintomatología
no está precedida por ninguna de las señales que suelen existir
en las restantes psicosist-(léase: delirio, alucinación, etc) . El niño
autista . se revela tan pronto como queda de manifiesto la impo­
sibilidad de responder a la exigencia del lenguaje. Inicialmente
tratad� como sord(\) y posteriormente como oligoide, su incapaci­
dad de aprender los rudimentos comportamentales a los que las
oligofrenias tienen acceso, revelan el tipo de patología de que se
trata. Cierto es que existen algunos casos en los que luego de ha­
ber ingresado al lenguaje, el sujeto ingresa en el brote autista.
Esto no .le resta no obstante su característica de ser una estruc­
tura primaria. Al final 'el ingreso al lenguaje ' no es apenas 'el uso
de la p�abra' sino que también encierra el problema de 'su com­ •

prensión'. La expresión discursiva de esta estructura es esencial­


mente- una posición de mutismo radical y la concomitante apa­
rición de una serie (que no es anárquica a pesar de su apariencia
desordenada) de ester�otipias. •

Las Esquizofrenias se distinguen del autismo por el hecho que


el sujet o no .solamente ha ingresado a la palabra sino que ésta
participa de la formulación del delirio y de la ·alucinación. Y esta
palabra termi?a revelándonos que en la Es9�z ?frenia Sim�le
(cuya expresion asume la forma de br�tes epISód1cos) es comun
la producción de un curso patógeno cuyo desencadenamiento
es la reclusión en el silencio : es la Catatonia. De este silencio
hemos de decir que se distingue del autismo en el sentido que
se trata de un mutismo secundario. Es que la Catatonia es la po­
sición a la que llega el sujeto luego de �aber intentado un cierto
itinerario. De esta manera, el cuerp o pasa a operar como un
organizador del discurso del suje to· de tal modo qúe si en la es-

149

Scanned by TapScanner

tereotipia autista el cuerpo dice lo que la p alabra no puede ha­


blar , en la catatonia el rigor tóni co y muscular del c_uerpo su bra­
ya el silencio. Diremos entonces que en la catatonia, e_l cuerpo
dibuja la 'decisión del sujeto.
La esquizofrenia prec oz nos revela (si tom am �s.. com o base
no . du lo de la cue st1o n.
el mo me nto de su em erg enc ia) el El suj eto
reacciona a la pu bertad ; es el un iverso del sexo en su sentido más·
lato lo que se encuentra en � alidad . ?e F a��o r desencadenante
( T i·atl m r� ge r ) de la forn1acion esq u1z ofre:i�ca. La agre$ividad
-que no po de mo s de jar de vin cul ar al na rc1 s1s mo � e� el compo­
nente má s nít ido y distintivo de esa fo rm a de psicosis , al pun to
que te rm ina cum p lien do un PªP�l de� isivo en el curso que esta
. r. E fectivamente, la esquiz .
dol enc ia suele a veces asu m i ofrenia
p recoz suele derivar en una esq uiz ofrenia paranoide com o e fec to
y resultado de un curso cro nifi can te. Ya hem os señ alado có mo
y cuá ndo esta apariencia paranoide no debe ind uci rno s a engaño
puesto que si bien el tema de la pers ecu ción es amp liam ente
dom inante en el discurso, lo cierto es que no hay un p�rsegUidor
imaginario nítido y definido a la manera de com o aconte ce
en la paranoia.
Dentro de las Psicosis de Presencia nos encontramos con la
Melancol ía, de la que ya hemos dicho que se trata de un duelo
relativo � la pérdida de la imago fálica agregando que ese due­
lo puede asumir la forma discursiva de la depresión (dando así
pie a la melancolía propiamente dicha) o bien puede asumir la
forma discursiva de la negación (dando así origen a la Manía).
De todos modos, cabe decir que la Melancolía propiamente di­
cha suele a veces asumir un ritmo de cronificación que nos lleva · '
·

a distinguirla de la Melancolía Involutiva en la que el curso de


la dol�ncia parece fatal, progresivo e inevitable. La Melancolía
Involutiva se nos presenta, a veces, como siendo el equivalente
dentro de las Psicosis de Presencia, del autism o . Al mismo tiempo
creemos ver en ella el prototipo de las Psicosis seniles. Por otro
lado y en franca oposición con el curso fatal de l a Melancolía •

Involutiva, se nos presenta otro grupo de Melancolías cuya ex-


presión tiene lugar únicamente bajo la forma de brotes ¡)erfec­
tamente aislados y· episódicos, restringidos a una circunstancia
particular: la Psicosis de � Puerperio. Ello no impide que esta
última, uha vez desencadenada pueda remitir, o bien evolucionar
hacia la melancolía propiamente dicha o .aún adoptar cualquiera
de sus variantes: involutivas (cuando es de · curso progresivo y :
consta.nte) o senil (cuando se tra� de . una formación activada a
raíz de la crisis vital de la memopausia).
De la Manía ya hemos dicho que obedece al mismo nódulo
que la M�lancolía, tan sólo que la clispo.sición que ese nódulo
ocupa en ella es sustancialmente �iferente, pues obedece .a una
negación. Está claro que hemos de tener en cuenta que se trata
de la negación a l a que la Psicosis tiene acceso : la verwerfung.

Una de las posibilidades de ·esta negación es la de realizarse bajo


'

1 50

Scanned by TapScanner
la forma de un pacto ; es la Folie á dewc . Un pacto en el qu � los
parten aires de la situación están comprometidos de hecho en la
negac 1o n .
. ,

En cuanto a la Paranoia, diremos qu si bien el nódulo es el


mismo que l d la m lanco lía : ruptura fálica , ausencia del nom­
bre-del-padre, diremo s que ella asume una actitud di ferente
pues el sujeto se propone desci frar activamente a través del deli­
rio el enigma de su posició n. Claro está que esta investigación
puede aswnir la forma de una investigación episódica (es el cru>o
del Sindrom e paranoi de) o la forma de una investigación siste­
m ática y constante (es el caso de la Paranoia propiamente dicha).
Sólo testa señalar que la posibil idad relativa- de llegar a una so­
lución aunque sea provisoria, es la condición de posibilidap del
. encapsulamiento del delirio que conocemos con el nom bre de
Parafrenia, una de cuyas derivaciones suele ser la Hipocondría.
Finalmente, así como en el psicoanálisis de las neurosis
lo importante es la distinción de la estructura neurótica (quedan­
do para un segundo plano y subordinado al curso del diálogo
analítico el problema de si se trata de una neurosis histérica,
fóbica u obsesiva), asimis mo en las Psicosis, lo primario se nos
presenta como el establecimiento del diagn óstico primordial
Psicosis de Ausencia / Psicosis de Presencia y, dentro de estas
si se trata de un autismo, de una esquizofrenia, de una melanco­
lía o de una par ano ia. La cuestión de las formas (sim ple, precoz,
cata tón ica , paranoide, involutiva, sen il, puerperal, sindro:r:náti� a,
én ica o hip oc on drí aca ) es de seg undo ord en y ape nas clice
parafr
ad de l diá log o an alí tic o, sin int erc eder en na da en
de · 1a po sib ilid
lem a de l a co mp ren sió n de su eti olo gía , y po r lo tanto de
el pr ob
su nó du lo orimordial. •

-
,

)

'

151 .

Scanned by TapScanner

V - LA CLIN·ICA

'

1 .- El discm·so del método


El establecimiento de un principio etiológico y causal diferen­
te en el seno de la teoría de las psicosis y en el seno de la com­
prensión teórica de las mismas, nos implica una serie de recon­
sideracio nes a nivel de la clínica así como del posible abordaje . . .
En principio porque las exigencias de las Psicosis de Ausencia y
d e las Psicosis de Presencia son diferentes. En tanto que las pri­
meras parecen ocupadas con el objetivo, por medio de la forma­
ción psicótica (sabemos que la formación es restitutiva y por lo
tanto obedece a un método de restituc ión ) , de construir una
referencia imaginaria capaz de dar cuenta de la matriz simbólica
del sujeto, las segundas parecen centrarse en el objetivo de
construir una referencia relativa a la alteridad y a la matriz sim­
bólica capaz de acoger el significado y el sentido del otro.
• Claro está que no podemos ni pretendemos engañarnos
pensando que 'sujeto ' y 'otro' son dos cosas totalmente separadas
sin conexión ni ligazón ninguna entre sí. Por el contrario sabemos
que 'sujeto' y 'otro' son efectos simultáneos de un mismo hecho:
la relación de deseo. Ejemplificando: el deseo de la madre define
al niño, mas no por eso deja de definir a la madre. De todos mo­
dos, lo que la clínica nos enseña es que esa simultaneidad estruc­
tural no impide que la decantación de los efecto� sea relativamen­
te indep endie nte. Quiero decir que nada impide que el deseo
(cuyos efecto s son múltiples) produzca en ciertas y determinadas
circun sta nci as, resultados parciales .
Podríamos ilustrar mucho mejor esto apelando a la versión
simplificada del Esquema L que Lacan utiliza al principio de
''D 'une question préliminaire. . . "

1 53

Scanned by TapScanner

Dice Lacan que la comprensión a la qu e el sujeto puede llegar


acerca de su con dición ( neurosis o psicosis) -y que en el gráfi­
co está indicada por la letra S- , dep end e de lo qu e se desarrolla
en el Otro -indicado en el gráfico con la letra A-.
El proceso parece desarrollarse de l · siguiente modo . . . Par­
tiendo de su con dic ión ( S ) el suj eto se encuentra con sus objetos
o con el otro-semejante (a) , do nd e importa qu e se diga que la
con dic ión esencial de esos objetos o esos otros es precisamente
la de ser semejantes, esto es, su ca�acidad de ser refl�jo del yo
( a ' ) . Basándose en ese recorrido ya hec ho, es que el suje to pued e
llegar a la comprensión de su l�gar ( A ) . �,º es �n� co.!11.Prensión
.
d1f1c il. Bas1camente
fácil desde que se trata de una interrogac1on
por cuanto ese lugar no depende del yo. Depe nde del Otro. Es
un lugar en la genealogía, en la famil ia, en el discurso, en defini­
tiva, en el deseo . . .
Para que el acceso a ese lugar le sea posible, para que el su­
jeto pueda comprenderlo, dicho lugar tiene que haber sido enun­
ciado por el Otro. Quiero decir, el recorrido del sujeto es diame-
'
tralmente opuesto al del deseo del Otro . Es que, antes de su naci­
miento, antes de su a-parición, el Otro asigna un lugar al sujeto
(en nuestro gráfico :A) en función del cual se establecerá un yo
(en nuestro gráfico :a') y le asignará ciertos y deter1ninados ob­ •

jetos (a) que lo llevarán a una deterininada condición ( S ) .


Antes del sujeto, el Otro define el juego. Para que el sujeto
pueda comprender ese juego es necesario que las cartas estén
en la mesa. Es necesario que no haya trampa. Pero ·sucede que
no siempre este Otro se define por su claridad. Hay ocasiones en
que los dados están cargados. En esos casos el Otro calla, y calla
con la fuerza de un rechazo. Se trata de un particular rechazo
( ¿lo llamaremos por acaso verwerfung?) que . detiene al futuro
psicótico a mitad de camino de este recorrido .
Lo que la clínica nos dice es que no siempre esa detención
es de igual calibre.
Efectivarnente lo que la clínica nos demuestra es que ciertas
psicosis (precisamente las que estamos denominando ''Psicosis
de Ausencia''), parecen situadas a nivel de "lo que en el gráfico L
aparece corno S-a . .Esto qi1iere decir que parecen situadas en
aquella posición que se caracteriza por el hecho que la condición
del sujet � ( S ) se define en la relación con los objetos, con el
otro-semejante. Parece como si en ellas la inscripción (de objeto
y del otro) fuere tan precaria que la demanda es siempre deman­
da de presencia de los mismos. Más aún, demanda de presencia
en lo real. •

154

Scanned by TapScanner
Por otro lado la clínic a �1mbien nos demuestra la existencia
de otro tipo de psicosis (qu e por nuestra parte estan1os den omj ­
nando ' 'Psic osis de Presencia "')qu e parece situada a nivel de lo
que en nuestro gráfico se define com o a-a· . De esta relación -qu e
en esencia es relación del yo con sus objetos con su semejante­
.
Lacan nos dice que es s.ede del espejismo narcisista . . . Cierta­
mente tod o espej ism o se define en la relación del yo con sus
ob1e . tos .Jo cua l
habilita a una cierta novela o trama así sea del
tipo deliran te. Suc ede que aun que el delirio es comÍ1n a amb os.
tipo s d � psic osis , las �e ''Presencia' presentan una capacidad dé
cons�nur tram�s tematicas y sucede que esta capacidad le es
p_rop1 a �1 espe c � 1ca desde que no es compartida por las ' ' Psico­
.
.
!
sis de A:is� nc1a - No podría ser de otro modo puesto que si he­
mos definido al yo como la sust itución en el sujeto de objetos
pasados Y perdidos , hay en las Psicosis de Presencia una tarea a
,
mas que en las de Ausencia no ha sido realizada y que por lo
tanto falta. El dram a de las Psicosis de Presencia reside en la ten­
tativa ( po1· otra pru:te impos ible) de conservar hic et nunc el
, . .
para 1so narc1stSta.
Dicho con otros términos adelantaré la idea que en tanto las
Psicosis de Ausenci a buscan a�ceder al paraíso narcisista aspiran-
do a la presencia (en lo real) del objeto, las Psicosis de Presencia
buscan conservar el paraíso narcisista aspirando a la confirn1a­
ción permanente de la existencia del mismo y para lo cual les es
necesario y perentorio evitar la presencia y producir la ausencia
de todo tercero capaz de representar la castración . Sabemos que
la presencia exigida por las Psicosis de Ausencia es obtenida por
medio de la alucinación y del delirio de lo demandado, en tanto
que la ausencia del tercero exigida por las Psicosis de Presencia
es obtenida por medio del recurso del rechazo (que debe leerse:
verwerfung).
Coher entem ente con esto la posición del analista difiere en
uno y otro caso, puesto que ella se inscribirá en calidad de Otro
de la dema nda (en lo real) o bien en calidad de Otro de la cas­
trac ión (en lo imaginario) según que se trate de uno o de otro
tipo de psi cos is.
Al con siderar el problema desde esta perspectiva nos esta­
mo s acercando a la cuestión de la transferencia. Una transferencia
que -ju sta me nte- Freud _definió com o la ma11ifes��ci n ester�o­ �
tipada d e u n cl is é del sujeto _? Perando en la relac,1on. intersub1e­
tiva6 s . Claro está qu e, al considerarlo desde esta opt1ca, nos en­
co nt ram os en franca contradicción. con el presupuesto fre udiano
.
de la inexistencia de capacidad de transferencia en las ps ico sis
y sin e mbai·go no podría ser de otro mo
do . Sobre todo si tene­
mos en cu en t; qu e po r tra nsf ere nc ia se en tie nd e ( ate nié nd on os
a su asp ect o dia léc tico ) al con jun to de exp ect ativ as, es dec ir, al

D in ám ica de la tra nsferenc ia , T. 11, pá g. 4 1 3 .


65 S . FR EU D :

1 55

Scanned by TapScanner
'

ci en te qu e le ca be a la es fin ge (a � ot ro , al an al ist a)
luga r in co ns
en la dialéctica de la cu1·a.
no s ensen_a . �a-
, _

pr e te ni en do en cu en ta es ta di m e � si on ,
Siem
sf er en ci a es un su pu es to . Le as e: un a su � os 1c 1? n. .
ca n qu e la tr an
e. Y s1 entrar.a­
.

a pr em is a de la cu al el � ac 1e nt e pa rt
Se ti·ata de un
o de su co nt en id o, ve r am �� qu e el m is m o co nsis­
mos en el es tu di � .
ót ic o ve en su an al ist a . el. �� Je to . su pu es to sa­
te en qu e
bei·'' . . . Pu
el
es
ne
bi
ur
en , pa ra fi·as ea nd o. es ta de f1 n1 c1 on �� re m os qu e el
en su an al ist a ''e l su 1e to s � pu es to se r Se r el O tr o
psicótico ve
.

.
de la demanda. Ser el Otro de la castrac1 on .
· Cómo operar con y desde esta posición? ¿Cúal es la posibi ..
lida que -a los efectos de la cura- tal lugar permite Y habilita?

Para mejor comprender el problema y para poder respon�e!­ ,

lo será necesario estudiar el lugar que le cabe a la transferencia


e � el proceso analítico y su relación con la interpretación . . . Es
en este punto que apelamos a la definición lacaniana:
;

''Digo que es en una dirección de la cura . . . segun un


proceso que va de la rectificación de las relaciones
del suj eto con lo real al desarrollo de la transferencia
y de ahí a la interpretación que se sitúa el horizonte

fundamentales . ' ' 6 6


en el que se le presentaron a Freud los descubrimientos
. . •

Esto quiere decir -ni más y ni menos- que el proceso de la


cura seguiría una secuencia del tipo : Real """* Transferencia 4

Interpretación. Se trata de la secuencia amplian1ente tematiza­


da por Lacan: Real � Imaginario 4 Simbólico, en su discurso
del mes de julio de 1953 en oportunidad de la fundación de la
Societé Fran<;aise de Psycha:nalyse, y cuyo título es precisamente
''Lo simbólico, lo imaginario y lo real'' 6 7
·

� .

En ese texto Lacan demuestra que es partiendo de l o Real


que el suj eto se inscribe en lo Imaginario, cuya investigación ana­
lítica permite el acceso a lo Simbólico. En este movimiento
secuenciado, el suj eto no hace otra cosa sino repetir la estructura
constitutiva por la que el infans ingresa (al atravesar los pliegues
imaginarios del espej o ) al mundo del símbolo.
Es pu �� de este Real que depende la posición del sujeto,
pero tambien -y por sobre todo- la posición del otro. Cuando
este Real acoge en su seno la posibilidad de desplazarse en l a
�irección que las imá�enes le dictan, y cuando al suj eto l e es po­
sible pensar la legalidad de los desplazamiento s imaginarios,
está garantizada la posibilidad de acceso a lo simbólico. Claro

66
J . LACAN : ''La direction de la cure e t les principes de son pouvoir''
Ecrits, pág. 598.
,
·

6 7 J. LACA N : Lo sim bólico, lo imaginario y lo real - En REVISTA AR�


'

G NTINA DE PSICOLOG I A , Año VIII, N ro. 22 ' _ Diciembre de 1977,



pags. 9 a 2 7 .


1 56

Scanned by TapScanner

�stá .que este proceso (tan linealmente descrito) presenta hiat? s


unaginar1o .
s que son los que definen la condición neurótica . Mas,
la situación de ese Real en las psicosis es otra, . . a tal punto
.

que el problema del abordaje clínico de las psicosis depende de


la caracterización de dicho real. Es el real del silencio autista, es
el real de la alucinación, es el real del delirio . . .
Cuando -en las psicosis- ese real tiene posibilidad de entrar
en circulación en la dialéctica intersubjetiva ' se desarrolla un fe!"
.
nomen ? rmaginano cuyo contenido es la asignación de un lugar
, . .

al analista que responde a nuestra fórmula: ''el sujeto supuesto


ser''. Y precisamente ' la posición del otro en este registro, esa
:p os �ción que (si se nos permite el término ) clasificar íamos de
ont1ca, es lo que Freud registró como incapacidad de transferen­
cia. Es que, en definitiva, parece difícil al psicótico colocar en
duda esta suposición. De aquí derivamos que las psicosis no son
propiamente incapaces de transferencia, sino que -en rigor .
son un terreno en el que la elaboración de la misma se torna par­
ticularmente difícil.
En otras palabras, parece que es difícil para el psicotico to­
mar su transferencia como tal. Parece serle difícil comprenderla
como un desplazamiento de una imago sobre la persona del ana­
lista. En definitiva, parece serle muy difícil reconocer lo imagi­
nario como imaginario. En las psicosis, el analista es realmente
lo que el suj eto supone que es. El margen de duda no existe
por cuanto no hay inscripciones simbólicas capaces de permitirle
al sujeto otra opción que la inmersión en lo real.
' .

A la luz de todo esto y entrando de lleno en la clínica, cabe


la siguiente pregunta: ¿cuál es la pof?ición de la interpretación?
¿cuál su lugar y sentido en las respectivas psicosis?
Comenzaremos diciendo que en las Psicosis de Ausencia
la posición de la interpretación no puede --de modo alguno­
reproducir las condiciones propias del diálogo analítico con las
neurosis. Al final si en estas psicosis no hay registro del otro, ¿có­
m o pod ría el paciente metabolizar su discurso y su palabra?. Es
a la 111z de este contexto que debemos entender y pensar cier­
tas intervencidnes com o las que propician Gisela Pankow o in­
clusive la misma Mm e. Sechehaye. .

Sechehaye v·a lejos. Tan lejos que lleva a su paciente a vivir en


su casa, y, concretamente la 'adopta' (las comillas son necesarias) .
N o es una adopción indeterminada, sino que tiene como límite
de tiempo ' el tiempo de la cura. for su lado, Renée pa� a llamar­
a
la :.....ae ·ahí en adelante ''l\1amá '' (es la propia Renée Quien coloc .
las comillas, co mo percibiendo que se trata de un lazo simbóli­
co ). Ante esos datos, forzos.o e� �econocer que nos encontram �
ante un abordaje que en pr1nc1p10 escapa a todo lo q�e tradi­
te · se entiende po r po stu ra clí ni ca , situación clínica,
cionalmen
diálogo clínico. La interpretaci ó°: �ecorre y transita por .los ca­
minos del acto. La �rapeuta acar1c1a! besa� ncuna2 da de comer,

157
Scanned by TapScanner

da baño s, en fin, propo rcion a cuida dos. ¿Cóm o enten der esta
práctica?
La entende1·emos pe11sai1do que la inter pret ación en las Psi­
cosi s de Aus enci a ocupa el luga1· conc reto Y mat erial de u n estí­
mulo , de una sensa ción . . . ¿Paradoja!? N o tant o. E n princ ip io
por que nada le imp ide a un acto el con tene r una prop ieda d sim ­
boliz ante que es en defi11itiva el objetivo de toda elabora ción
analítica.
' ' . . . en particular si se t1·ata de un act o rea liza do direc­
tamente com o cuid ado corp oral ofre cido al enfe rino
-por ejemp lo: masaj es, baños , fome ntos-. . . desde el
punto de vista analí tico no se trata com o piensa la
\

mayo ría de los autores- de propo rciona r cuida dos que


el esquizo frénico no recibió cuando bebé sino de ofre­
cerle sensac iones . . . que pongan límite a su mundo
mágico y lo lleven a reconocer los límites de su cuer­
po 6 g, ,

En este sentido se enti ende que Renée llame a su analista


de 'mamá'. No se trata de tener l a madre que no tuvo, sino de
simbolizar una posición, un lugar y una relación. Es lo que Mme.
de Sechehaye define bajo el concepto de ''realización simbólica''.
El concepto es sumamente claro desde que nos habla de la ins­
cripción en lo real de u n símbolo. Veamos esa realización operar
i n situ:

''Un día en que yo gritaba de desesperación cuenta


Renée- 'mamá' m e trajo crema batida y ,_c olocando una
cucharada en m i boca, m e dij o :
-Toma; es nieve blanca que purificará a Renée; cuando
mamá da nieve a Renée el crimen se va, Renée queda
purificada. Entonc es -prosigue Renée- tomé aquella
nieve y m i intolerable sensación de culpa se redu­
jo. ." 6 9
. •

La crema no es crema , es nieve . La crema no es alime nto es


reme dio. Y de todos modo s ·si la crema es crema y tamb ién ali­
ment o, eso n o es lo verdaderamente importante en la cuest ión.
Lo impor tante no es el hambre sino su simbo lizació n . La h istoria
de René e la llevó a interpretarse los a bandonos que sufriera como
siendo la lógica conse cuenc ia de ·su impur eza y su �rimin osidad.
Por lo tanto el hamb re significa culpa pues recuerda la necesidad
del cuidad o y la impos ibilidad del mismo . Lo importante enton­
ces, repito, n o es el saciar el hambre, sino significa rlo. Lo defini­
tivo aquí es el intercam bio simbólico que se produce. Lo. inlpor-
·

6 8 G . PANKO W : El hombre y su psic osis -· pág. 1 9 , Loe. cit.


69 M . SECHEHA Y E : Memorias de una esquizofrénica - pág. 1 1 1 , Ed. No.'*
Fro nte ira, Río de Jane iro . .

158 •

Scanned by TapScanner
tante no es el ham bre ni el com er, sino el tener madre. Lo im­
portante de esa madre es su función . Una función de interpre­
tar . . . Interpretar el deseo en el nivel que la lengua lo torna pasi­
ble de ser no mbrad o, distinguido y diferenciado.
N o se trata de calmar las ansiedades del paciente abrazánd o­
l o . Se trata de nom brarlo al ceñirlo con el abraz o. El problema
está situado a nivel del nom bre, y la misma Renée nos lo e�p lica :
''Me puse muy contenta cuando al final del primer año
'mamá ' cambi ó su manera de actuar. En el comie nzo
ana liza ba todo lo que yo dec ía: mi mie do, mi culp a, y
esas investigaciones m e parecían un jui cio ''7 0 •

E fectiyamente el diálogo analít ico no puede adoptar en las


Psicos is de Ausencia- la forma discursiva que lo caracteriza en
el psicoa nálisis de las neurosis. Y aunque resulte repetitivo, qui­
siera reiterar que ello es por cuanto la estructura de todo diálogo
supone una distribución de lugares; esto crea un espectro posicio­
nal consistente en el hecho que cada uno de los interlocutores
asume un polo diferenciado en el intercambio. Hay, en definitiva,
una partición de lugares que es lo que justamente la esquizofrenia
no puede realizar, en principio porque en ella inexiste una 'de­
finición simbólica' de lugar, aunque también sucede que en aque­
llos casos en los que hay un esbozo posicional, el mismo se en­
cuentra perdido y enterrado bajo la masa del brote.
En resumen, la palabra discursiva exige un esfuerzo por parte
del esquizo que n o siempre éste puede realizar; Renée lo define
muy claramente cuando nos dice:

''De este modo si m e decían 'procure saber en qué ca-


sos siente aparecer esa culpa y por qué' , eso significaba
para m í que la culpa existía nítidamente y que el siste­
ma estaba allí, presente ' � 7 1 •

Se ded uce : es otro tipo de palabra la que es capaz de operar


en la psi cos is. Es otro tipo de discu.r so el que se revelaría com o
eficaz en el diálogo co n la esquizofrenia.
'' . . . después que 'mamá' se puso a mi lado y comenzó a

hablar en tercera. persona y principalmente a usar el •

tono afirmati vo . . solamente ella conseguía derribar el


.

m un do de la irrealidad '' 7 2 •

a er ción,
A nalizemos má s de cerca la eficacia de est ! nt i:>reta
m em os en pr im er ll 1gar el to n_ o ?firm at ivo . . . �­
y para ello to :
.a 1va de rest1tu1r al
de lir io es un a te nt ! � !1ª fu nc 1o n
he m os qu e el
lo tan to , es un a bu sq ue da . Pe ro ta m b1 en sa be m os
faltante, y por

7 º . M . SE C H E H A Y E : Ibid, pág. 58 .

pá g. 59 Lo e. c i t .
7 1 M . A. SE CH EH A Y E : M em or ias d e un a es qu izo frénica - -

7 2 M . A . SECHEHA Y E : Ib id .

1 59

1

Scanned by TapScanner
nd n d al fracaso Por l o tanto la pre­
que es una búsqueda c
gunta indagator
.
ia d e f ª ,

in v s ��
igació n ps icoan al ítica ( cuand o
ca no nc s . m od el os he re da do s de la cl í­
aplicada conform � ª lo s
t l
� Y re do bla r el sentido y el rit­
nica de las neurosis) parece re pr
mo de la dud.a delirante.
Lé rm in os de J o sim bó lic o ) es más
La necesidad de Il e� ec (
·

lJa r,�� el mu ncJo situ arlo , def inir lo ,


,

bie11 otra. Renée 110ce � si a


n esa ruc d ª d ' e permanentes des-
,

�) 1·cci 5ru;·lo . N eces r. ta i e r m 11n1· co


'.)
.:_ cj c m r)I o- Ja co m p a ñ era de ju eg
pla z a m 1e n ios e � lo s qu e ;0 r os,
pc �·o 1 b ' éi'l y al mis mo tiem po es un le ón.
.

Al ici a� Ps, Al 1c1 a


ecrs1ia r1a co ns eg ui r q �� ;
A
.m at'vo
ici a fue ra Al ici a, y el león un león .
Y · ustn m en e el to no a r·
ir I que ella tanto valoriza en la ín-
y
t

terp 1etac1 o n le p erm iie es o: no m br ar la s co sa s, .al ?? m b rar l a s ,
· ,
.

�ijarlas. Ren e, e en tra p o r esta v ía al tmiverso del s1gn1f1cante. Lo


e l no L o im p ortante e s q u e e l n o m bre
1n1portru1te es m b r e
. · dad, una cond ición un atrib uto Slill b ;
o ¡ ico. Lo
· · ·

·· una prop1e
fiJe
·

' '
e nieve Y que e 1
· ·

imp ortante de la ci·ema batida es que ella se llam


·

· ,
· 11'f'icante 'ni'cve' permita fiJ. ar una relac1on · con ¡a ' mama '
s1gi ..
de fondo ' d a suJe· to .
'

supr1m1en· · do en consecuencia el 'vacio , . e 1


Orientando ahora nuestro interes hacia el otr ?, aspecto .d e 1 a
intei·pi·etación subrayado por Renée ( la formulac1on de la inter­
pretación en tercera persona gramatical ) nos hemo,s e encontrar
.

también con un campo fértil de consecuencias pr�cticas. Yª e­ �
.
mos visto en qué consiste concretamente esa interpretacion.
Cuando Mme. de Sechehaye habla con Renée , habla de Renée . . .
La verbalización de la analista responde pues al mode lo siguiente
' 'esto calmará la culpa de Renée'', como si el tema �e l conver­

sación entre la 'ma má' y la 'hij a' fuere un tercer tér1n 1no , una
cierta cosa que por acaso son los estados de Re née .
Hemos de reconocer que el recurso de la tercera pe rso
na gra­
matical en la interpretación no es un recurso ente
rament� origi­
na l. Quiero decir, no es enteramente novedoso
desde qu e se tra­
ta de un recurso dramático del discurso an al ít
ic o. Y digo dramá­
tico porque permite escenificar subrayán
do la de he ch o- l a
propuesta básica de todo análisis. Ya he
m os comentado que
lo importante de la interpretación es su ef
ecto d e descentrac ió n .
L a interpretación de�ería permitir -po
r lo m en o s en tesis la
descentración del ideario narcisista
e imaginario d el suje to .
También hemos visto c ó m o y cuán
to esta descentración permit
al sujeto la realización del pasaje e
necesario y obligado- d e l re
gistro imaginario a la dimensión d ­
el sí m b o lo . Pues bien a l e
plear la interpretac ió n en tercera m­
persona (recurso a m p lÍam
utilizado en aquellas neurosis cu ente
ya organización supery
tan a fí n con las ll ámada� reaccio oica e s
nes terapéuticas n e gati
pretende subrayar ese efecto . . . vas se
E s c o m o si el recurso permitier·a
a l diálogo a n a lítico salir del
marco de lo imaginario (al que tan
permeable su encuadre resul
ser) d e l Y o-Tu para llevarlo a la d ta
imensión d e l tercero. E l pacie

16 0

Scanned by TapScanner
te Y el ana!ista se e �cuentran entonces para dialogar sobre un
,
ter�er termin o : la his toria, el deseo, y la his toria del deseo del

pac1entf' . . .
�n las Psicosis de Ausencia, la p ostura permite no solamente
aludir a ese lugar (co mo es el caso co n las neurosis) sin o inscribir­
lo de he ch o Y de derecho en la relación mi sm a. As í pues la ter­
ce1·a persona de la intcpretación fu.nciona co mo un comentarista
que, aco mp añ an do la secuencia de los hechos los fuera articulan ­
do en su nar1�ac ión . Introduce de hecho las articulacíones del
significante.
E l di álogo en tercera persona introduce un desdoblam nto
ie
en la esc en a. Ad em ás de incluir el sistema terciario en el discur­
so, Y además de permitir el ingreso del sím bo lo com o realidad
ple na, permite des do bla r la escena en dos tiempos: el tiempo
del hec ho Y del acontecimiento por un lad o, y el tiempo del
.
regist�� por el otr o, distinguiéndolos y diferenciándolos pero
tam bt� n cr�and o los lazos necesarios, perottambién creando
l�s art1culac1ones requeridas, para pasar de una a otra esce na. Al
final del proceso -para Ren ée- Alicia es Alicia y también Alicia
salta con un salto que da miedo a la sujeto . El miedo es el nudo
que enlaza la amiga conocida y familiar con el león desconocido
y temido. ·

Ha quedado articulado el fenómeno basal y estructural de la


Psico sis: el desd oblamiento de lo siniestro.
Orientado ahora nuestro interés hacia el estudio de un lugar
de la interpretación en las Psicosis de Presencia, hemos de reco­
nocer que también en éstas el diálogo debe adecuarse a un estilo
particular, si bien tal particularidad nunca asume la dimensión
y m agnitud que define a las Psicosis de Ausencia. También aquí
es necesrio tener en cuenta ciertas especificidades de la estruc­
tura dialógica de modo que sea posible -en el curso del aná­
lisis- la producctón de sentido, y de modo de evitar que la se­
sión transite por la vaguedad de la palabra vacía. E n principio
porque ese riesgo está siempre implícito e� lo que se refiere a
las Psico sis, dond e la tentación es permanente de caer en la pro­
pues � de ciertas escuelas (psicoanalíticas -por lo menos así se
aut ode nom inan-) que se abocan heroicas y esmeradamente a la
tare a de ''introducir al loco en la realidad, fortaleciendo su yo
y la capacidad de discriminar l o real que le es inh ere nte ''.

Sab em os que hay una cierta paradoja en esta propuesta. Al


final lo que . los analistas llaman ''criterio de realidad' ', parece
;
no s r otra cos a que el ideario imaginario en que se halla alienado
, se trata
el yo de l ter ap eu ta. Cla ro qu e, al ser el yo de l an ali sta
un yo fu erte . Sin e bar go no es un pr ob lema de fuerza lo
de � .
aq ue ja a la ps ico sis . Es un pr ob lem a de sentido. Hay un a
qu e
sió n en la pr op ue sta qu e est am os co me ntando co nsistente en
eli
el he ch o que el concepto de fu e.rza del significa
nt e, ha quedado
co nc ep to de fu erza , lisa y lla na m en te .
re du ci do al

161
1

Scanned by TapScanner

Aquí no se trata de nombrar un Universo que ha quedado


fuera de la palabra, y por lo tanto ha dejado al sujeto del lado
de afuera, en el campo de la alucinación. Por el contr�io, a dife­
rencia del autismo, de la catatonia y de la esquizofrenia en gene­
ral, el Psicótico de Presencia parece estar lleno en el campo de la
palabra. El psicótico nom bra su universo, y aunque los nombres
sean bizarros en apariencia, hay una cierta lógica rigiendo l� pa­
labra delirante. Precisamente, por tratarse de una palabra del1rB:11 -
.
te obedece a un código lo suficientemente �articular Y �spec1al
.
como para que sea necesario tener en claro ciertos prmcip1os. Y

estos principios fundamentales se resumen en el echo que el
universo de los nombres de la Psicosis de Ausencia, carece del
nombre primordial : el nombre-del-padre.
Pero para mejor comprender los efectos de esta ausencia en
el ámbito clínico (puesto que creemos haber despejado todas las·
incógnitas relativas al ámbito teórico), hemos de apelar a la ex ­
periencia de G. Pankow. Al igual que M. Sechehaye, Gisela
Pankow propicia un tipo de inteivenciones cuya dimensión sim­
bólica es significativa no solamente en términos teóricos, sino
fundamentalmente, en términos clínicos. Me estoy refiriendo a
la especial instrumentación que ella hace del ''método funda­
mental'', de la ''regla fundamental''. Toda la prá�tica de G.
Pankow se apoya sobre la Asociación Libre. Tan sólo que se trata
de una asociación libre sumamente especial.
En principio esta asociación no está jugada -tan sólo- en
el campo de la asociación verbal. No son solamente las produccio­
nes verbales las que ella toma en cuenta, sino también y de mane­
ra harto significativa el modelaje en pastas, masillas, cerámicas
y el dibujo . . . Entendemos que se trata de un principio intima- ·
'

mente ligado a la necesidad de situar el diálogo (cuando el int;er:.


locutor es la psicosis) en el campo de lo concreto.
Sin embargo, lo importante del método utilizado por Pankow
es por sobre todo el hecho que las interpretaciones se adecuan a
las asociaciones que los pacientes son capaces de producir to­
mando c �mo base y punto de partida sus propias produccio­
ne� . . . Di �amos entonces que la ma teria prima del trabajo ana-
,
11 t1co segun lo propone Pankow- es la capacidad misma de in­
terrogar�e . Interrogarse a propósito y al respecto de las propias
p� od �cciones. Por l� tanto, el papel que en las Psicosis de Ausen­
c �a e1erce el tono afzrn:ia tiuo, en las Psicosis de Presencia es ejer­
, 1ca
_ s. del
cido por las prod�cc1ones graf paciente en las que se .
busca nom brar un cierto malestar, un hiato, un estado del cuer
po..
�orn o vemo� no se trata de producir un método en el que los . ·
graf1smos sean interpretables a la manera de los tests proy
ecti­
vos (c �to por c�o : el te�t de Koch, el test del árbol) . .' . Se tra
. ta
de mv1tar al paciente a interrogar su delirio y fij arlo en un
docu­
ment<? concreto para su posterior interpretación en el curso de
, n, tom
la sesio ando como base de apoyo su discurso. Es es.te �
,,

162

Scanned by TapScanner
curso el único que nos puede entregar la clave del código -del
que dijimos que es subjetivo y particula�- a través de sus shifters.
En esta línea el modelado y el dibujo son excelentes metáforas
Y meton imias de un registro inconsciente. Constituyen excelen­
tes documentos inconscientes.
Pero no son los únicos. Hemos trabajado -incluso con una
cierta insistencia- la idea que el Ello sería una instancia con ex­
presión discursiva y no un oscuro-fondo-de-escena-biológico.
Hemos dem ostrado que esa expresión discursiva se asemeja a
la estructura de los mitos, pero que no es el mito su única posibi­
lidad de documentación. El mito familiar, el discurso del deseo
en el seno de una familia, tiene importantes referencias docu­
mentadas: es e l álbu1n fotográfico familiar.
Hemos trabajado en algunos casos utilizando precisamente
el álbum fotográfico familiar, solicitando al paciente traer en el
orden y la secuencia deseada- toda una serie de fotos. Claro
está que lo importante no es la foto ni la imagen que en ella se
,

refleja. Esa imagen cumple la función de una disculpa (es el caso


de lo imaginario en la sesión anal ítica). Esa imagen es el factor
desencadenante de un discurso explic.ativo por parte del paciente,
donde al introducirnos en la historia que la foto condensa, desdo­
bla en el discurso su deseo. E l estudio de la elección de la ·canti­
dad, de la secuencia, y del orden en que son presentadas esas fo­
tos, así como el estudio de 18$ relaciones que el paciente 'imagi­
na o dice conocer' que en ella aparecen, constituyen nuestro
objetivo.
Se trata -no de otra cosa- siempre de la asociación libre.
Pero tambieén habrá quien señale que se trata de una asocia­
ción libre sumamente particular. No tanto. No tanto. A l final sa­
bemos que l a a iociación 'libre' es una cosa que no existe, puesto
que necesaria y forzosamente, toda asociación es 'esclava'. Es­
clava de una 1ógica, de una historia, de un deseo. Es que aunque
el hombre e comporta como si fuera el creador y amo del len­

guaje, en r .alidad, éste es y sigue siendo su soberano. E n el ' 'ál­


bum fotor :áfico ' ' de lo que se trata es de analizar los puntos de
capitoné, soportes del discurso del sujeto. Se trata de indagar
esos docum entos que, arcaicos pero también presentes, se consti­
tuyen en fecundas condensaciones de una historia familiar, en
perfectas metáforas del deseo inquietante de lo familiar. Se
trata de labrar el campo de lo siniestro. Se trata de ver cóm o, ese
deseo ingresa en el discurso de nuestro sujeto. Por esta vía nos
encontramos a poco de iniciar la caminata- con los soportes
materiales d el delirio.
Una primera diferencia salta enton�es .1 la vista al comparar
Ja clínica en las Psicosis de Ausencia con la clínica en las Psicosis
de Presencia. Si en las primeras, el objetivo es el de conseguir
poner nombres al universo , en la segunda, es necesario descubrir

el código en función del cual le son asignados los nombres a las


cosas. La particular forma de abordaje clínico de las Psicosis
'

163
Scanned by TapScanner
tiene que ver 9on eso. Al modelar, al dibujar, al comentar produc­ •

ciones o fotos, se intenta indagar el código desde el cual el psicó-


·

tico se sitúa en la palabra.


No hay que olvidar (al llegar aquí) que las Psicosis de Presen­
cia se caracterizan por la existencia de una inscripción del Otro y
que, en todos los casos, el lugar del código está situa� o precisa­
mente en el Otro en tanto él es compañero del lenguaje. No esta­
mos apelando pues a una noción de Consciencia o de Inconscien­
te colectivo. . . La lengua no existe en uno solo, Y para ello es
siempre necesario un tercero ; es lo que �e trata de inscribir en la
sesión. Esto quiere decir que en tanto está situada en la palabra,
la interpretación se define por la presencia de un Otro que el
discurso psicótico ha inscripto y registrado de manera tan parti.
cular, que le es necesario restituirlo en el delirio.
Pero tampoco hay que olvidar que este Otro (con mayúscu­
las) no coincide con el otro (con minúsculas). La mayuscula, y la
minúscula no son lo propiamente indicativo de la d iferencia; lo
verdaderamente importante es su diferencia estructural pues en
tanto definimos al Otro como la Estructura, de finim os al otro
como el semejante. El primero es determinante. El segundo, al
igual que nuestro sujeto, es un determinado. El gráfico lacaniano
registra esa diferencia al asignarles lugares distintos : 1

S -------..., a (otro)

a '......___
______ A (Otro )

Esto quiere decir que, así como por detrás del yo está la con­
dición del sujeto, por detrás del otro (semejante) está la estruc­
tura que lo soporta. Así como el sujeto está desdoblado confor­
me a un algoritmo del tipo a' /S (yo - condición del sujeto), �-
·


mismo lo está el otro con forme a un algoritmo del tipo a/A
(otro - Otro ). Pero entonces, esto significa que la posición del

a�i �� recibe �u e�ic�cia en las deter1ninaciones del Otro y en la


pos1b1l1dad de mscr�b1r esas d�t.erminaciones en el diálogo analíti-

�º: La palabr� sera rec?1.1?c1da como �alabra y como ligaz6n,


un1camente ba10 la cond1c1on que sea posible inscribir un ,

a eatruc ..

tura de alteridad.
�s que, ;y en caso ·contrario, la única, otra opción que cabe.al
diálogo ae lituana
analista es la d� ser el otro, el semejante. El
. ,
e�tonces en el eJ e a - a (o sea, del yo con el se
rilej ante ) • Tan
solo que sabemos que es en ese eje que se sitú
• •

a el delirio �icó.i
tico y el espejismo narcisista . ·

��a romper el c�rc':'Íto ce rr�d


. !18fC1s1sta, �� necesano introducir un
o e imposible de la for1naei6b
sistema terciario. y • 1'
mterpretac1on la que debe crear la ·condició
n para habilitar ...
,

164

Scanned by TapScanner

p osibilid �d al po sib litar la relación a ' - A (del yo con el Otro ) ,
introduc �e !ld o al sujeto en una dimensión
. qu e le falta pero qu e
en su d el 1r 10 requiere.
Es en este sentido que he mo s de reivindica
r el uso de la in­

t�rp1·etaci n ell: tercera pe rso na gi·amatical, co mo
, si se tratara de
situar la d1s cu s1o n en derredo1· de una 'otra' ins tan cia , la instancia
de �? �ro , el No 1nb re-del-Padre. Es que la alteridad del discurso
ps1 co,t1c o es sospechosa. El 'ot ro' del delirio es el 'yo del suj
eto '.
La formula es de F1·eud y fue lanzada en un artículo de 19 01

intitula o ''S obre los sueño s'', en el que nos dic e qu e tod os lo �
personajes de un sueño no son sino formas imaginarias que adop­
ta el yo del soña11te.
Al i·econocer ese tercero por medio de la interpretaci ón, no
se trata de negarle su realidad, sino de reconocerle su materiali­
dad desidert.tiva .

2. - La analizabilidad de la locura
N o podrí amos dar por concluido este estudio sobre e proble­
ma de las psico sis, sin considerar previamente la cuestión de la
analizabilidad d e l as mismas . . . Después de todo, la mayoría
de lbs enfoques clásicos son altamente reticentes con re pecto
a las posibil idades terapéuticas de la.s mismas. Levantar el proble­
ma es pues no solamente una exigencia de nuestro enfoque, sino
tambie n un desafío inherente al campo que estamos trabajan do.
Freud mismo desconfiaba de las posibilidades terapéuticas
de las psicosis, o en todo caso ponía en duda la analizabilidad de
las mismas apoyándose en su incapacidad de transferencia. . . Y a
hemos comentado el acierto y el desacierto del juicio freudiano.
Solo nos queda por decir que durante mucho tiempo la cuestión

de la analizabilidad quedó enteramente sometida a la evaluación
de las posibilidades transferenciales, como si ambos conceptos
(de analizabilidad y transferencia) se hubieran fundido en \1no
solo , al punto de quedar confundidos . . . Sin embargo sabemos
que no se trata de un único concepto. Es cierto que hay una es­
trecha ligazón entre ambos, pero de ningún modo ella autoriza a
que los to me mo s como una sola y única cosa.
Com enzaremos diciendo que la analiZabilidad está directa­
mente referida a la capacidad de desplazamiento.
Es que la analizabilidad no es otra cos� q� e la capacidad
de descentración. Se trata en suma de un mov1m1ento por el cual
es posible la transición desde una cierta posición de s�jeto hacia
y es en est e sen tid o qu e ha bla mo s , de de splaz am ien to y de
otra,
cid ad de de sp laz ar (se ). Cl ar o es �a qu e co m o pa ra qu e un
la capa
desp laz am ie nt o en tr e en la ca te go rí� de se r indi cado r de � al�za­
c1e nc . sea capaz de ob1et1var
1a
bilidad será necesario que la co ns
y regis rart m at er ia lm en te d ic h o p ro
ida
ce
d
so .
tam bién podría definirse
As í pla nt ea da , la an ali za bil

165

Scanned by TapScanner
· d e la s fo rm a c io n e s im a g in a ri as , en deñ -
co m o u n a c1erta la b '
i li d a d ·
c io n e s q u e el su 1e �? se h a ce d e s1
,

m ·
is m o .
nitiva, de las re p re se n ta
e n to n c e s e l d ia lo g o fe c u n d o , puesto
Dich a l a bi'li'd ad permitiría
.
· to d e 1 a ex per1enc 1a
·
le se rí a po si bl e a 1 su 1e
·

que e n sun u lta, n ea ·


·

su sf er en ci· a. E s q u e s1 e1 ego es la
·

r en d u d a tr an
analítica pone .
qu e as u m e la es tr u � tu ra d � l su 1e to en el s��o
forma imaginaria
ns ci en te , la tr an sf er en c1 � co ns is te en la operac1on
del discurso co
h o d is cu rs o as ig n a u n ci er to lu ga r al o tr o .
según la cual dic
m o ve m os , an ali za bi lid ad y tr an sf erencia se en cu en�ran
Co
mas no coinciden.
Al mi sm o tie mp o, y de ac ue rd o co n lo qu e est am os vie nd o ,
la ina na liz ab ilid ad fre cu en tem en te atr ibu ida a las ps ico sis debe­
ría ser revisada . . . En pr inc ipi o, po rqu e co nv ien e dis tinguir
cuándo una psicosis no es tratable, po r c onstituir un á forma­
ción refractaria a todo abordaje terapéutico y cuándo no
es tratable, por consistir en un discurso cuya � omprensión
escapa a la capacidad de inteligir y de traducir de nuestra
disciplina. Es que, si definimos la analizabilidad como una labi­
lidad de las formaciones imaginarias, es también necesario agregar
que no es una peculiaridad exclusiva de las neurosis. Por el con­
trario, sabemos ( ¿quién no?) de la existencia de innúmeras es­
tructuras obsesivas en las que la perrnl:'" 'ilidad es nula al punto
de inhibir toda posibilidad de cUogo analítico. Es el caso de las
u ..

reacciones terapéuticas negativas, cuya génesis Freud atribuye


y sitúa en el Superyo.
Será entonces necesario recordar que el Superyo es una ma­
cromegalia del Y o , una especie de malform ación, del tipo del
gigantismo, en el Ego. En la reacción terapéutica negativa, vemos
manifestarse una especie de incontrolable proceso inflacionario
en el Y o, cosa que las transferencias neuróticas dem uestran con
facilidad. La dialéctica del Amo y del Esclavo encuentra en la
neurosis una tierra fértil y un epicentro sim ból ico . La lucha de
Jacob con el Angel, del sujeto con el otro es en ellas el tema do­
minante al punto de impregnar la relación alítica �
Es así com� a menudo nos encontramos con ue ciertos dis­ �
cm:sos del Pª�!ente buscan · íñhibir la palabra del otro (esto es:
la 1nterpretac1on ) . No se trata de otra cosa �ino de la tentativa
de r,ea l�ar esa oposición. Y quiero aclarar que estoy utilizando
el te�m1no re� 1zar . en el sentido más fuerte de la palabra , o sea ,
otraer a un cierto
queriendo decrr que al realizar . se trata de retr
real , la imagen en juego . . �laro que sabem
os que ello acont�
P?r cuanto esa palabra es siempre (e n la ) un J,W­
vi sió n de l su jeto
cio con�enator.10. En suma, es un re
presentante de la castracion.

Para evitar ese confronto, el sujeto


se sitúa en la posici ón del
Otro, del amo, ''metiéndose según
un narcisismo bien con ocido
en el lugar d e su interlocutor '' '
n o s dice La c a n .
''L o que el sujeto expresa ante d el v a s
to o y desde m� ,
cuando habla, es ese regist
ro qu e llamamo s 'las resis·

16 6

Scanned by TapScanner
tencias' lo qu e n o puede interpretarse de otra manera
qu e co mo un ? realizaci ón hic et nu nc , en la situación
y co n el an alista, de la imagen o las imágenes qu e son
las de la experiencia pre co z. . . ''7 3

E� qu e, efectivam ente, n ? es al terapeuta ni a su palabra que


el su1e t se ºP e, .
sm o a cierta imagen o imago que el sujeto
<;> ?�
proyecto Y real�� º en el y sobre el. Despejar esta imago y levan­
, ,
tar esta rea .
l izacion es una de las tareas de la interpretaci ón .
''Q uie ro de cir qu e toda relación de do s está siempre más
o me no s marcada por el estilo de lo imaginario y qu e,
para que una relación tom e un valor sim ból ico es necesa­
rio �ue tenga la mediación de un tercer personaje que
realice el elemento trasce nd ent e gracias al cual su rap­
port con el suj eto puede ser manenido a cierta distan­
cia '' 7 4

Pod emo s ento nces llegar a una imp ortante conclusión relativa
a este problema de la analizabilidad, diciendo que , la misma alu­
de, en la experiencia clíni ca a la labilidad de las formaciones ima­
ginarias y, conc omitantemente, a la capacidad de incop orar una
dime nsión terciaria. Esta dime nsión es la única opción para salir
del impasse y dilema que plantea toda relación dual . ·

De hecho, concluiremos -j unto con Lacan- que toda rela­


ción analizable, es decir, interpretable simbólicamente está siem­
p1·e inscripta en una relación de tres. y en este punto es necesa­
rio recordar que este lugar terciario tiene mucho que ver con la
palabra. Claro está que ya hemos visto las dificultades que la pa­
labra plantea en el abordaj e de las psicosis, .al estudiar la cuestión
del método clínico en la locura. El hecho es que deberemos ahora
tener muy en claro para comprender científicamente hasta qué
punto las psicosis son efectivamente pasibles de análisis, para
evitar en este aspecto la mitología ampliamente enraizada del
'caso sin remedio '.
Cierto es, de todos modos, que las diferencias estructurales
que existen entre ia i'!�urosis y la Psicosis nos obligan a una cierta
rearticulación del problema. Esas diferencias se sitúan a nivel
del ego y del otro, o mej·or dicho, a nivel de las for1naciones
imaginarias relativas ai · sujeto y al otro. También sabemos que ·
esas diferencias son atribuibles a la peculiaridad de la estructura
narcisista que rige a las psicosis. De este modo , la inflación narci­
sista del ego no se expresa en la formación de un ldeal-del-yo/Su­
peryo (tal como acontece en las neurosis), sino en una hinchazón
más conocida con el nombre de megalomanía. Concomitante­
mente, el otro asume ribetes expansivos narcisistas que l o hacen

73 J. LACAN : Lo simbólico, lo imaginario y lo real - REVISTA ARGENTI­


NA DE PSICOL OGIA Nro. 22 pág. 20 y sgtes., Buenos Aires, 1 97 7 .
7 4 J . LAC AN : Lo simbólico, lo imaginario y Ío real, Ibid. ,

167

Scanned by TapScanner
oscilar entre un valor de persegui dor, (otro de la castració n ) y un
valor -digamos- de apoyo (otro de la dema11da ) .
Como podemos apreciar, las alteracior1es no alrar1zan a inci�
dir en la estructura misma de la relación al pu nt0 de obl igélrnos a
alterar el concepto de analizabilidad. Si bien baj o citcunstanci<l<;
y condiciones particulares, la analizabilidad continúa sie'1do u n a
capacidad de inscribir a nivel terciario, una capacidad de labilidad
de las formaciones duales, y por lo tanto, una capacidad de
sim bolizar.
Las limitaciones más importantes a la sección anal ítica no
derivan de la estructura de la psicosis misma, sino de ciertas con­
diciones partic\llares. Así como en ' 'Psicoterapia de la histeria•'
Freud encuentra razones que explican la inaplicabilidad del mé­
todo analítico en ciertas manifestaciones histéricas, sin por ello
establecer que la histeria en sí misma es innalizable, del mismo
modo encontramos en las psicosis ciertas circunstancias que
inhiben taxativamente ( o en el m ejor de los casos, limitan seria­
mente) la acción clínica.

Estas circunstancias podrían resumirse en tres grandes ítems:


1 ) Observamos que en el seno de la crisis psicótica (el llama­
do 'brote '), es vano todo intento de elaboración. La causa es sim­
ple; ·al final, si el brote es una solución psicótica a un problema
simbólico, cuestionar esta solución es una tarea que excede las
posibilidades concretas del sujeto. En esta situación resulta más
indicado, en tanto méto do, la creación de un conte xto que (se­
gún la terminología de Winnicott) llamaremos de 'holding'. Se
trata de crear un soporte para la manifestación del delirio , cuy9
análisis y desciframiento quedarían postergados para un mo­
mento ulterior .
2 ) En la organización psicótica ya cronificada (a semejanza
de lo que acontece en las caracteropatías ligadas a la neurosis,
en las que el síntoma ha quedado inscripto a nivel de rasgo de
carácter) también vemos una seria e importante limitación del
impulso analítico. Pareciera como si en estas circunstancias el de­
lirio hubiera obtenido tanto refuerzo y adquirido tanta acomoda­
ción y adecuación , que al final termina apareciendo como un
discurso inamovible.
3 ) Finalmente, las Psicosis de Presencia (Ps' (/) ) presentan
dos situaciones típicas de ''reacción terapéutica negativa' ' y que
c onstituyen las limitaciones más importantes y decisivas de toda
intervención. Se trata del curso depresivo crónico que adoptan
ciertas melancolías, y del curso irreductible delirante que asumen
ciertas paranoias. En tales circunstancias, el terapeuta no es pru '

el melancólico más que la representación viva -por :\SÍ d" irlo­


de 'otras• pérdidas, en tanto que para el paranoic o no es más que
�..

un definitivo perseguidor. El valor fijo que en estos casos asume


la figura del analista es un factor de seria inhibición del proces o
anal ítico.

168

Scanned by TapScanner
Al reseñar estas limitacion<>s no estamos sino definiendo los
obstáculos que suelen presentarse en el proceso analítico de ma·
nera de articttla.r un método capaz de abordarlos. Con esto pre·
tendo decir quP ningun o ele lns tres circu nstancias constit uyen
sitt1acio nes en los qtt<' e l m6ioclc> anulític!o s con traindíca<J o . Se:>
t1·nt a, ll\lÍS \)iC'n, ele ltt1n el<' finición y comprensié>n de los escollos
en los qlt<1 el dr�eo lrrn¡ ><'tt tico Rt1el<> nau fraga r.
Cierto t'S qt1 si nntllizáscmos estos escollos podríamos muy
bie11 sitttarlos en el se110 de la crisis psicótica o en su aurca d
c1·onifica ción. Es conocido el supuesto Kraepcli niano de que
la i·epetición del brote es un factor de agravamiento y, aJ mismo
tiempo, una condició n que torna al delirio impermeable a toda
forma de terapia . . . Pues IJicn, efectivamente, las repeticionE>s
del brote conducen a sucesivas reorganizaciones y reacom oda·
c� o�es del delirio, fraguando y forjando de manera cada vez más
frrme Y sólida, la estructura psicótica. No obstante conviene
estipular que la repetición del brote no depende de otra cosa
sino de la estructura psicótica ; es una exigencia de la locura; es
uno de sus efectos de constancia . . . Lo planteamos así desde
que existe un supuesto ampliamente divulgado que sostiene
que el brote es el resultado del encuentro --conflictivo por cier·
to- del psicótico con su medio . . . Al pensar así, si bien desta­
camos una importante verdad, omitimos una importantísima
realidad. La realidad de una exigencia de repetición en la estruc­
tura loca.
Y es justamente en este sentido estructural donde nos intere­
saría destacar ciertas diferencias existentes también aquí, en
lo relativo a la analizabilidad- entre las Psicosis de Ausencia y
las Psicosis de Presencia.
D iremos entonces que las Psicosis de Ausencia se presen tan
como más permeables al contacto con el analista, lo que no puede
ni debe asombrarnos si tenemos en cuenta el papel entrañable­
mente fundamental que en ellas cabe a la Demanda. D e este
modo, el psicótico de ausencia es de fácil contacto. Tan sólo qut.
es un contacto que tiene sus límites, puesto que el objetivo es
siempre la puesta en j uego de un pedido, una queja . . . He aquí
e l talón de Aquiles del diálogo analítico, puestas estas psicosis se
presentan como más impermeables a la interpretación, lo que
tampoco puede extrañarnos si tenemos en cuenta que la com­
pulsión a la repetición opera en ellas de modo de realizar en el
diálogo ana líti co, la relación de demanda.
E n oposición a esto, observamos que las Psicosis de Presen­
cia parecen ser de más difícil contacto. Es que aquí, la figura del
analista está precedi<:la por un valor imaginario que suele ser
constante (rep resentante de un duel o, representante de una
persecució n), dificultándose así el inicio del proceso. Ello n o
impide que estas psicosis son más accesibles a la interpretació n,
cosa que debe mos atribuir al hecho que, en estas psicosis, la
posición del suj eto está arquitectada sobre la base de la tentativa

169

Scanned by TapScanner
de resolver el enigma del otro . . . N o en vano hemos calificado
a la paranoia com o siendo una organización intelectual.
Pues bien en dicha organización la curiosidad ejerce un
' . ,

papel de vital importancia lo que colo ca la cuest1on en conexión


directa con nuestro tem a. Es que , lo que estamos llamand o de
'analizabilidad' también pod ríam os llamarlo de 'curiosidad' .
El sujeto analizable es ante todo un sujeto curioso . Una curio­
sidad que no es sin efectos, puesto que Freud la calificó de
' 'Pulsión epistemógena'' ya desde 1 905 al tratar la cuestión de la

investigación sexual infantil en sus ' 'Tres ensayos para una
teoría sexual''.
Así pensada, la analizabilidad no sería otra cosa que un de-
seo. Concretamente: ''El deseo de saber' '. Al respecto hemos de
decir que se trata de una particular integrac4ón y estructuració n
de los Representantes (la Sach-vorstellung y la Wort vorstellung)
de la metapsicología freudiana. Claro está que esto nos conduce
nuevamente a la Función Materna por tratarse de la instancia
en la que se producen estas inscripciones; y claro está que esto
nos devuelve a nuestro punto de partida situándonos ante la
cuestión de la definición del Falo.
Sin embargo no se trata ya de un simple retorno al punto de
partida. El camino recorrido nos per1nite trascender la situa­
ción y comprender la analizabilidad como un deseo pero también
-y al mismo tiempo- definirlo en su ' extensión. Lo definiremos
entonces como el deseo de acoger en la consciencia (la llamada
superficie psíquica) al deseo del sujeto. En suma, consiste en la
capacidad de recibir y acoger en la consciencia los significantes
que la deter111 inan.
En consecuencia, la analizabilidad no depende de la estruc­
tura -tan sólo- �in� : fundamentalmente del proyecto del suje­
;

to. Al mencionar el proyecto, conviene aclarar que estamos refi­


riéndonos al Ideal. Y aunque se dirá que en las Psicosis la lesión
habida a nivel de la estructura simbólica incide en la organiza­
ción del ideal , no deberíamos omitir su existencia. Es que, en
tanto negación o repudio, la verwerfung ( preclusión) supone •

la exclusión del ideal · fálico pero ello se produce al precio de


una repetición. Es necesario que la exclusión se repita para man­
tener la estructura, como lo sugiere el principio de constancia.
Y la repetición (así sea de una negación fundamental) ya supone
u n proyecto. Es en ese proyecto donde se perfila nuestro objeto
de estudio y de trabajo . . . Un perfil fantasmagórico; es la pro­
yección de las sombras del falo en el sujeto .


1'7 0 •

Scanned by TapScanner
(;ole«'ión ''LO INCONSCJ J-;NTE''
dirigida por Ro b rto 11orari

l . PUNTU LIZACION� PSICOANALITJCAS. O Mannon1. C Stein y G.


Ro la to (Comp. R. H arui )
2. TEXTU RA Y ABORDAJE DEL INCONSCIENTE. Rob�rto Harari
3. RENACIMIENTO DE EDIPO. Mauricio A badi
4 . D. W. WINNICOTT. D. W. Winntcott y otros
5. LA PERVERSION. P Castoriadis A ulagnier y otros
6. CLI ICA Y MET APSICO LOG lA 1 . J. Claureul y otros
7. LA TEORIA PSICOANA LITICA Y LOS ESQUEMAS REFEREN.
CIALES. Jaime l. Szpilka

8. LA REALIZACION IMPOSIBLE. Encrucijadas de la psicopatología


pSicoanaJ ática. Jaime l. Szp 1/l1a
9. ESTU DIOS CRIT ICOS . Chr1st1an Dau1d y otros
10. EL NA RC ISI SM O. Béla GrunbcrKer
1 1. LA FUNCION DEL FALO EN LA LOCU RA. An tonio Godino Cab°'�
1 2. EL SENTIDO PERDIDO. Piera A ulagnier

Scanned by TapScanner
Este li bro se terminó de Impri m i r
en l'os talleres gráficos de l a calle
Atenclo 1 443 , Lanús, en el mes de abril de 11 980

Scanned by TapScanner

En rigor ninguna nosografía puede apoyarse apenas en la


obseroación de los síntomas. Sería una nosografía renga.


Deberá tam bién apoyarse sobre una 'otra ' piernq; es la etiolog(a.
Es lo que nos proponemos con este estudio.
Después, está el problema d� la ciencia. Al respecto diré que el
psicoanálisis es ante todo una teoría de la interpre taéión, y lo
que es más, de la interpretación del sentido. A"decuar pues,
nuestros instrumentos a los textos que debemos descifrar es
nuestra tarea y nuestra exigencia.

i A.G .C .

'

Scanned by TapScanner

También podría gustarte