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Robert-Alain de Beaugrande y Wolfgang

Ulrich Dressler (1997), Introducción a la


lingüística d el texto, Barcelona, Ariel.

Ca p ít u l o I
NOCIONES BÁSICAS

1, He aquí seis m uestras de lenguaje que com parten algunos ra s-


gos y difieren en o tro s:1

[1 ] NIÑOS
JUGANDO
DESPACIO

[2] Duérmete niño, duérmete ya,


que viene el coco y te comerá

[3] A sus veinte años de edad, Willie B. es un teleadicto intransigente.


Odia las noticias y los programas de entrevistas, pero es un fanático
aficionado de los partidos de fútbol. Se pone tan nervioso cuando in-
terrumpen con anuncios la retransmisión de un partido que incluso
a veces le pega puñetazos al televisor. Un amigo suyo dice que se
com porta com o «un niño pequeño». Willie B. es el único gorila del
zoo de Atlanta. El pasado mes de diciembre un representante de Ten-
nessee TV se enteró de la solitaria vida que lleva Willie B. y le regaló
un televisor p ara que le hiciera compañía.

[4] En una zona del desierto de Nuevo México se alzaba un enorm e cohe-
te V-2 de color amarillo y negro de 14 metros de altura. Vacío pesa-
ba cinco toneladas. Llevaba como combustible ocho toneladas de al-
cohol y oxígeno líquido. Todo estaba preparado para el lanzamiento.
Los militares y los científicos se habían parapetado detrás de unos

Los ejemplos [1] y [2] son de dom inio público. El ejem plo [3] se extrajo del n ú m ero publicado
el 22 de enero de 1979 de la revísta Time, El ejemplo [4] aparece en McCall y Crabbs (1961); este ejem -
plo h a sido m uy utilizado después en otros trabajos (véase la nota 10 en el capítulo V, Beaugrande,
1980a y c, 19816, y Sim ón y Chester, 1979).. El ejemplo [5] procede de Hoitse at Pooii Comer de Mil-
ne (1928: 44 y ss.)„ El poem a [6] es un soneto del am or oscuro de Federico García Lorca. Estos ejem -
plos serán tratados a lo largo del libro: [1] en 1.4-6 y 19-21; [2] en I I 1; [3] en VII.21-28; [4] en III 26,
IV.7-10, 24, 29, V..29-39; [5] en VI,.29-31; y [6] en VII 29-42
INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA

montículos de tierra, a cierta distancia del ingenio. Dos destellos ro-


jos anunciaron la inminencia del lanzamiento. De pronto, con una
gran llam arada y un fuerte estruendo, el enorme cohete ascendió pri-
mero lentamente y luego cada vez más de prisa. Iba dejando una es-
tela de llamaradas amarillas de unos 20 metros de largo. En un ins-
tante, la llamarada parecía una estrella amarilla. En pocos segundos,
se había alejado tanto que ni siquiera podía vislumbrarse; el radar se-
guía su trayectoria a medida que ascendía a una velocidad cercana a
los 200 kilómetros por hora. Minutos después del lanzamiento, el pi-
loto de un avión de vigilancia lo vio regresar. Aterrizó a unos 64 ki-
lómetros del punto de partida.

[5] H e f f a l u mp (relamiéndose): ¡Jo, jo!


Pig l e t (distraídamente): Tra-la-la, tra-la-la.
H e f f a l u mp (sorprendido y no lo suficientemente seguro de si mismo):
¡Jo, jo!
Pig l e t (más distraídamente aún): Tu-tu-tu, tu-tu-tu.
H e f f a l u mp (iba a decir de nuevo «jo, jo», pero le da un repentino ata-
que de tos): J... (tose)... ¿Qué pasa aquí?
Pig l e t (sorprendido): ¡Hola! Mira, he hecho una trampa y estoy espe-
rando que caiga en ella un heffalump.
H e f f a l u mp (con evidente desaprobación): ¡Vaya! (Después de un largo
silencio) ¿Estás seguro de lo que dices?
P ig l e t : S í .
H e f f a l u mp: ¡Vaya! (Mendoso) Yo... yo creía que era una trampa que
había hecho yo mismo para cazar un piglet.
Pig l e t (sorprendido): ¡Oh, no!
H e f f a l u mp : ¡Oh! (En tono conciliador) Puede..., puede que yo me haya
equivocado.
P ig l e t : Me temo que sí. (Cortésmente) Lo siento (en tono burlesco).
H e f f a l u mp: Bueno, bueno, bueno. Supongo que será mejor que me
vaya.
Pig l e t (descuidadamente): ¿Te vas? Bien, si po r casualidad ves po r ahí
a Christopher Robín, ¿puedes decirle que lo estoy buscando?
H e f f a l u mp (ansioso por quedar bien): ¡Desde luego! ¡Desde luego!
(huye a toda velocidad).

[6] E l po e t a pid e a s u a mo r q u e l e e s c r iba


Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la som bra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
NOCIONES BASICAS 35

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,


tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Todos los ejemplos anteriores son t e x t o s usados en s i t u a c i o -


2.
n e s diferentes. El hecho de que estos textos puedan utili-
d is c u r s iv a s

zarse de diversas m aneras indica que pertenecen a t i p o s d e t e x t o dis-


tintos: [1], señal de tráfico; [2], canción de cuna; [3], artículo perio-
dístico; [4], fragm ento de artículo científico; [5], conversación entre
dos participantes que intercam bian el turno de habla; y [6], poem a. P a-
rece razonable exigir a una ciencia del texto que sea capaz de d escri-
bir o de explicar tanto los rasgos que co m parten com o las diferencias
que separan unos tipos de texto de otros. De igual m anera, una cien-
cia del texto debería hacer explícito qué norm as han de cum plir los
textos, cóm o se producen y cóm o se realiza su recepción, de qué m a -
nera los usan los hablantes en el m arco de una situación com unicati-
va determ inada, etc. Las palabras y oraciones que aparecen literal-
m ente en un texto son indicaciones interesantes que ha de tener m uy
en cuenta el analista, pero no rep ro d u cen la totalidad de lo que se está
com unicando, por lo que si en n u estro análisis nos lim itásem os a ellas
nunca podríam os ofrecer una descripción com pleta de cóm o funciona
un texto. Y precisam ente el problem a m ás aprem iante que ha de re -
solverse es cóm o f u n c i o n a n los textos en la i n t e r a c c i ó n c o m u n i c a t i v a .
3 . Un t e x t o es un a c o n t e c i m i e n t o c o m u n i c a t i v o que cum ple sie-
te norm as de t e x t u a l i d a d . Si un texto no satisface alguna de esas no r-
mas entonces no puede co nsiderarse que ese texto sea com unicativo.
Por consiguiente, los textos que no sean com unicativos no pueden
analizarse com o si fueran textos genuinos (véase III.8). En este capí-
tulo se esbozan las siete norm as de textualidad de una m anera in fo r-
m al y, m ás adelante, se dedica un capítulo aparte a p ro fu n d izar en
cada una de ellas.
4 . La prim era norm a de textualidad es la c o h e s i ó n . La cohesión
establece las diferentes posibilidades en que pueden conectarse entre sí
dentro de una secuencia los com ponentes de la s u p e r f i c i e t e x t u a l , es
decir, las palabras que realm ente se escuchan o se leen.2 Los com po-

2, La «superficie» textual no es, desde luego, un material cu bruto compuesto por sonidos o m ar-
cas im presas. Su existencia presupone que las expresiones lingüísticas que la com ponen han sido pre-
sentadas por alguien en la interacción y el receptor ha logrado identificarlas, La cuestión que plantea
el enfoque procedim ental es cóm o se produce realm ente esa identificación Sobre este tem a puede con-
sultarse Selfridge y Neisser (1960); Sperling (1960), Neisser (1967), Crowder v M orton (1969), Woods
et a i (1976), R um elhart (1977¿í ) v W alker (ed.) (1978).
3Ó INTRODUCCIÓN A LA LINGÜISTICA

nenLes que integran la superficie textual d e p e n d e n unos de otros con-


form e a unas convenciones y a unas form alidades gram aticales d eter-
m inadas, de m anera que la cohesión descansa sobre d e p e n d e n c i a s
g r a m a t i c a l e s . Tal com o han señalado con frecuencia los lingüistas, las

secuencias superficiales de un texto no se pueden reorganiza! de un


m odo radicalm ente distinto al originario sin que ello cause alteracio-
nes significativas en ese texto. Por ejemplo, sería absurdo m odificar el
ejem plo [1] de la m an era siguiente

[lfí] JUGANDO
DESPACIO
NIÑOS

y pedir luego a las autoridades pertinentes que lo adopten com o texto


en una señal de tráfico. La serie de palabras [la ] es tan inconexa que
los conductores apenas entender ían una señal con esas características,
debido, obviam ente, a que se han deteriorado las dependencias g ra-
m aticales inscritas en su superficie textual, y éstas son las principales
indicaciones que perm iten entender el significado y el uso de las p a -
labras que ap arecen en el texto. Todos los procedim ientos que sirven
p ara m arc ar relaciones entre los elem entos superficiales de un texto
se incluyen en el concepto de c o h e s i ó n .3
5. Adviértase que el ejem plo original

[ 1] NIÑOS
JUGANDO
DESPACIO

podría in terp retarse de diversas m aneras. Del hecho de que los 'niños'
estén 'jugando despacio’4 podrían derivarse algunas conclusiones nada
favorables sobre la capacidad física o la inteligencia de esos niños. Sin
em bargo, la interpretación m ás natural aconseja segm entar el texto en
dos partes ('niños ju g an d o ’, por un lado, y 'despacio', p o r otro), d ed u -
ciendo a continuación que los conductores h an de a m in o rar la veloci-
dad de sus vehículos p ara evitar poner en peligro la vida de los niños
que ju eg an en las inm ediaciones. Una ciencia del texto no sólo h a de

3. El térm in o «cohesión» fue divulgado por Halliday y m ás tarde p o r su esposa H asan (véase Ha-
Uidav, 1964, H asan, 1968, y Halliday y H asan, 1976). Cotéjese tam bién con el uso de esta noción en
Crymes (1968), Harvveg (1968), Palek (1968), Hobbs (1976) y W ebber (1978). Adviértase que la utili-
zación que se hace en este m anual del térm ino «cohesión» es extrem adam ente am plia, puesto que in-
cluve todos los m edios de señalización de dependencias textuales superficiales (confróntese con Halli-
day, 1964: 303).
4. Los ejemplos lingüísticos se enm arcarán entre com illas simples, Para otros tipos de ejem plos
se usarán las com illas angulares.
NOCIONES BÁSICAS 37

explica! cóm o es posible que se produzcan a m b i g ü e d a d e s de este tipo


en la superficie textual, sino que Lambién ha de aclarar cóm o los h a -
blantes resuelven, de hecho, la m ayor parte de estas am bigüedades sin
ninguna dificultad. En la interpretación de un texto, com o puede ver-
se, la superficie textual no es decisiva en sí m ism a; para conseguir que
la com unicación sea eficaz ha de existir i n t e r a c c i ó n entre la cohesión
y las otras norm as de Lextualidad (véase III.4),
6. La segunda norm a de textualidad es la c o h e r e n c i a . La cohe-
rencia regula la posibilidad de que sean accesibles entre sí e in terac-
túen de un m odo relevante5 los com ponentes del m u n d o t e x t u a l , es de-
cir, la configuración de los c o n c e p t o s y de las r e l a c i o n e s que subya-
cen bajo la superficie del texto. Un c o n c e p t o es una estructuración de
conocim ientos (o contenidos cognitivos) que el hablante puede activar
o recuperar en su m ente con m ayor o m enor unidad y congruencia
(véase V.4 y ss.). Las r e l a c i o n e s son los v í n c u l o s que se establecen en-
tre los conceptos que aparecen reunidos en un m undo textual d e te r-
m inado: cada vínculo recibe una denom inación según los conceptos
que conecte. Por ejem plo, en 'niños ju g an d o ’, n iños’ es un concepto
objeto y 'jugando' es un concepto acción. Que se pueda establecer una
relación m ental entre am bos conceptos se debe a que los n iñ o s’ son
los agentes de la acción 'jugar’ (véase V.26[£>]). En ocasiones, aunque
no siem pre, las relaciones no se establecen en el texto de u n m odo e x -
p l í c i t o , esto es, no se a c t i v a n directam en te a través de las expresiones

que aparecen en la superficie textual (véase V.4). Para su p lir esta ca-
rencia de indicaciones explícitas los hablantes suelen av en tu rar hipó-
tesis acerca de la existencia latente de tantas relaciones com o sean n e-
cesarias para d ar sentido al texto desde el inicio. Así, p o r ejem plo, en
ausencia de o tras pistas, en la señal de tráfico [1], 'despacio’ tiene m ás
sentido si se entiende com o «cantidad de m ovim iento» que com o un
«atributo» asociado con 'n iñ o s’.
7. El tipo de relaciones que se incluyen bajo la denom inación de
c a u s a l i d a d 6 ejem plifican de un m odo p articularm ente claro en qué

consiste la coherencia. Las relaciones de causalidad regulan la m an e-


ra en que un a situación o un acontecim iento influye en las condicio-
nes que han de darse p ara que ocurra otro acontecim iento. E n un
ejem plo com o el siguiente:

5. Sobre la coherencia, véase Hanveg (1968), K aittunen (1968), Bellert (1970), Van Dijk (I972n,
1977¿i), Kintsch (1974) y Beaugrande (1980n) La «coherencia» se ha confundido o mezclado a m enu-
do con la «cohesión»; no obstante, parece indispensable establecer una distinción entre la conectivi-
dad superficial y la conectividad del contenido subyacente (véase Widdovvson, 1973, Coulthard, 1977,
y Beaugrande, 1980¿t)
6. Pueden encontrarse descripciones sobre la causalidad diferentes pero com patibles con la nues-
tra en Schank (1975) y Wilks (1977¿), En IV.46 se m encionan algunos «marcadores» que señalan la
causalidad.
jb INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA

[7] Se cayó de un tercer piso v se rompió una pierna

el acontecim iento ‘caída’ es la c a u s a del acontecim iento 'rotura', pues-


to que el prim ero ha creado las condiciones necesarias para que se
diera a co ntinuación el segundo. En el ejem plo siguiente, por el co n -
trario, se aplica un tipo de causalidad m ás débil:

[8] María del Campo cocinó un delicioso pastel de chocolate. Horas des-
pués, María del M ar robó el pastel y se lo comió con sus amigas.

En este caso, la acción de M aría del Cam po ha creado las condi-


ciones suficientes, pero no necesarias, para que M arra del M ar pudiera
llevar a cabo su acción (es decir; la ha hecho posible, aunque no obli-
gatoria); a esta relación se le llam a p o s i b i l i d a d .
8. Las relaciones conceptuales m encionadas no agotan todos los
tipos de causalidad. E n un ejem plo com o el siguiente:

[9] No gana más dinero porque trabaja pocas horas

la prim era acción no es la causa o lo que hace posible que suceda la


segunda, sino que ‘no gana m ás dinero' es indudablem ente un resul-
tado predecible y razonable de 'trab aja pocas horas'. Cuando una ac-
ción es el resultado esperable de un acontecim iento previo, la relación
que se establece entre esa acción y el acontecim iento se denom ina r a -
z ó n . E n resum en: que alguien se caiga de un tercer piso es la causa (y

no lo que hace posible o la razó n ) de que se ro m p a u na pierna; que


alguien haga un pastel hace posible (pero no es la causa ni la razón)
que alguien lo robe; que alguien trabaje poco es la razón (y no la c a u -
sa ni lo que lo hace posible) de que gane poco dinero (véase Wilks,
1977b: 235 y ss.),
9. Aún hay otra relación distinta a la de causa, la posibilidad y la
razón, com o puede apreciarse en el ejemplo siguiente:

[10] La abuela fue a la alacena para darle un hueso a su perro

La prim era acción de la abuela (dirigirse a la alacena) hace posi-


ble la segunda (darle un hueso al perro), pero existe una diferencia
m uy im p o rta n te en tre los ejem plos [8] y [10]: en [10] el agente tiene
un p l a n , m ien tras que en [8] el agente no hizo su pastel para que se
lo llevara u n ladrón. Cuando se planea in ten cio n ad am en te que suce-
d a un acontecim iento B a p a rtir de la concreción de un aconteci-
m iento a n te rio r A, se considera que el acontecim iento B posee un
P R O P Ó S IT O .
NOCIONES BÁSICAS 39

10. O tra m anera de observar los acontecim ientos o las situ acio -
nes es desde el punto de vista de su ordenación en el t i e m p o . La cau-
sa, la posibilidad y la razón se caracterizan por su direccionalidad pro-
gresiva, esto es, el p rim er acontecim iento es la causa, hace posible o
proporciona la razón para que suceda el acontecim iento posterior. En
cam bio, el propósito se caracteriza por su direccionalidad regresiva,
es decir, la acción posterior conlleva el propósito que ha movido la
realización de la acción anterior. Las relaciones tem porales pueden lle-
gar a ser m uy com plejas, dependiendo de la m anera en que se o rd e-
nen las acciones, los acontecim ientos o las situaciones im plicadas en
ellas. En el ejem plo siguiente:

[11] Cuando fue a coger un yogur, vio que la nevera estaba vacía

nuestro conocim iento estereotipado del m undo nos indica que la ac-
ción A ‘ir a coger un yogur' sucedió con posterioridad a la acción B
'acercarse a la nevera' (la acción B m arca el lím ite term inal de la ac-
ción B ), pero tam bién nos indica que la acción A sucedió al m ism o
tiem po que la acción C 'ver la nevera vacía’. La relación de p r o x i m i d a d
t e m p o r a l que puede darse entre dos acontecim ientos distintos se c o n -

cretará de m aneras diferentes, según los lím ites establecidos entre las
acciones que com pongan esos acontecim ientos.7
11, La sección V.25 y ss. se reservan para una exposición sobre
otras relaciones de coherencia. No obstante, hem os de señ alar que nos
estam os m oviendo siem pre entre consideraciones que van m ás allá del
texto, entendido éste en un sentido restringido com o aquello que se ha
dicho o se ha escrito de un m odo explícito. De ello se deduce clara-
m ente que la coherencia no es un sim ple rasgo que aparezca en los
textos, sino que se trata m ás b ie n de un producto de los procesos cog-
nitivos puestos en funcionam iento p o r los usuarios de los textos. La
sim ple yuxtaposición de acontecim ientos y de situaciones en un texto
activa operaciones que generan relaciones de coherencia. Puede ad-
vertirse ese efecto en el ejem plo siguiente:

[2] Duérmete niño, duérmete ya,


que viene el coco y te comerá

En el texto se señalan de un m odo explícito una serie de acciones


('d o rm ir, 'venir1y ‘co m er’); las únicas relaciones que se establecen e n -
tre cada acción son las de a g e n t e ( ' c o c o ') y e n t i d a d a f e c t a d a ('niño')
(acerca de estos térm inos, véase V.26 y ss.). Aunque sea sim plem ente

1. En IV„47 se analizan algunos m arcadores que indican proximidad tem poral. Sobre las fronte-
ras entre acontecim ientos, véase 111.24.
40 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA

en virtud de la configuración verbal, es probable que cualquier re-


ceptor textual suponga que las acciones descritas in ten tan ser una pis-
ta de la c a r a c t e r i z a c i ó n de los agentes (aunque no se dice en ningún
m om ento que el niño no quiere d o rm ir y que el coco se com e a los
niños que no duerm en). E sta operación de enriquecim iento del m u n -
do textual m ediante la aportación del p ro p io conocim iento del m u n d o
que realiza el receptor se denom ina h a c e r i n f e r e n c i a s (véase V.32
y ss.).
12. El fenóm eno de la coherencia puede ser tam b ién útil para
perfilar m ejor algunas características que debería reu n ir una ciencia
del texto sólidam ente fundam entada sobre la idea de que el texto es
u n a form a de actividad hum ana. Un texto no tiene sentido por sí m is-
mo, sino gracias a la interacción que se establece entre el c o n o c i -
m i e n t o PRESEN TA D O EN EL T EX T O y el CO N O C IM IEN TO D EL M U NDO ALM ACE-

NADO e n l a m e m o r i a de los interlocutores (véase Petófi, 1974, y IX.24-


40). De este plan team ien to se deduce que los lingüistas textuales han
de cooperar con los psicólogos cognitivistas en la exploración de cues-
tiones básicas para am bas disciplinas, com o p o r ejem plo el problem a
del sen tid o 8 de un texto. Otra conclusión que puede derivarse de lo ex-
puesto hasta aquí es que las teorías y los m étodos que se utilicen en
la investigación no h a n de ser d e t e r m i n í s t i c o s sino, por el contrario,
p r o b a b i l í s t i c o s , es decir; deberán aclarar no lo que sucede siem pre

sino, por el contrario, lo que sucede nonnalm ente. Bien es verdad que
hablantes diferentes pueden inferir sentidos ligeram ente d istin to s en
la interpretación de un m ism o texto. No obstante, no cabe la m enor
duda de que el «sentido del texto» es una propiedad bastante estable:
la m ayor parte de los hablantes pueden ponerse de acuerdo sin p ro -
blem as en cuál es el contenido de un texto, puesto que norm alm ente
realizan unas operaciones de interpretació n sim ilares (véase V. 1).
13. Tanto la cohesión com o la coherencia son nociones c e n t r a -
d a s e n e l t e x t o que designan operaciones enfocadas hacia los m a te -
riales textuales. Además de éstas, se necesitan otro tipo de nociones
c e n t r a d a s e n e l u s u a r io que expliquen con m ayor am plitud el fun-
cionam iento de la actividad com unicativa en la que están im plicados
tanto los productores com o los receptores de textos. Un ejem plo de ese
tipo de nociones es la tercera no rm a de textualidad: la i n t e n c i o n a l i -
d a d . La intencionalidad se refiere a la actitud del p r o d u c to r textual:

que una serie de secuencias oracionales constituya un texto cohesio-


nado y coherente es una consecuencia del cum plim iento de las in ten -
ciones del p ro d u cto r (tran sm itir conocim iento o alcanzar una m e t a es-

8. En V.l se distingue entre «significado», entendido com o la capacidad que tienen las expresio-
nes lingüísticas para ser significantes, y «sentido», entendido com o el conocim iento que realm ente
transm iten las expresiones que aparecen en los textos.
NOCIONES BÁSICAS 41

pecifica dentro de un p l a n ) . 9 Bien es verdad que —en algún grado al


m enos— puede considerarse que, en sí m ism as, la cohesión y la co-
herencia son m etas operativas que si no se alcanzan podrían bloquear
la consecución de otras m etas discursivas. No obstante, com o sucede
de m anera notoria en la conversación espontánea, los receptores p rac-
tican habitualm ente cierta t o l e r a n c i a hacia producciones lingüísticas
de sus interlocutores que difícilm ente pueden considerarse com o
cohesionadas y coherentes (véase VI.2 y ss.). Una estru c tu ra relati-
vam ente confusa com o la siguiente (docum entada en Coulthard,
1977: 72):

[12] Bien, ¿dónde... en qué parte de la ciudad vives?

no provoca trastornos en la com unicación, pues aunque la m eta se-


cundaria de m antener la cohesión no se cum pla por com pleto, el h a -
blante consigue alcanzar su m eta principal: enterarse de la dirección
de su interlocutor. Ahora bien, tam bién es cierto que si el hablante se
obstina tercam ente en producir un texto sin cohesión ni coherencia,
entonces ese texto puede perder buena parte de su interés (véase IX. 15
y ss.), por lo que la relación com unicativa con el receptor tam bién
puede deteriorarse com pletam ente.
14. La cuarta norm a de textualidad es la a c e p t a b i l i d a d . La acep-
tabilidad se refiere a la actitud del r e c e p to r : una serie de secuencias
que constituyan un texto cohesionado y coherente es aceptable para
un determ inado recep to r si éste percibe que tiene alguna relevancia,
por ejem plo, porque le sirve para a d q u irir conocim ientos nuevos o
porque le perm ite cooperar con su interlocutor en la consecución de
una m eta discursiva d eterm in ad a.10 Esta actitud recep to ra es, en últi-
m a instancia, la responsable de factores tales com o el tipo de texto, la
situación social o cultural y la deseabilidad de las m etas que p rete n -
den alcanzar los hablantes. En este sentido, podría interpretarse que
u n a de las m etas propias del receptor textual es el m an ten im ien to de
la cohesión y la coherencia, puesto que tiene la potestad de to le r a r las
im perfecciones form ales que presen ta el m aterial textual hasta donde

9. Se ha discutido m ucho acerca de la «intencionalidad*, pero no se ha llegado a ninguna co n -


clusión definitiva. No obstante, pueden consultarse las publicaciones siguientes, en las que se trabaja
con este concepto: W ünderlich (1971), H órm ann (1976), Bruce (1977), Van Dijk (1977a), Schlesinger
(1977) , Cohén (1978), McCalla (1978), Wilensky (1978a), Alien (1979) V Beaugrande (1979a y b, 1980a)
(véase tam bién VI,.6).. Adviértase que quien produce un texto no tiene por qué ser el m ism o que lo p re-
senta, por ejemplo en el caso de la alusión textual (IX. 12); este fenóm eno puede incluirse bajo la n o -
ción de in te rte x tu a lid a d (acerca de la parodia, véase 1.22).
10. Sobre la aceptabilidad, puede consultarse Quirk y Svaitvik (1966) y Greenbaum (ed,) (1977).
Sobre la aceptación de las m etas discursivas de los otros participantes, véase Cohén (1978), McCalla
(1978) y Alien (1979)
42 INTRODUCCIÓN' A LA LINGÜÍSTICA

sus propios intereses se lo aconsejen. En este m ism o sentido, la ope-


ración de h a c e r i n f e r e n c i a s m encionada en 1.11 dem u estra de un
m odo co n tundente cóm o los receptores apoyan el m an ten im ien to de
la coherencia m ediante la realización de sus propias contribuciones al
sentido del texto.
15. Si el receptor m inim iza su grado de aceptabilidad, el p ro ce-
so com unicativo puede deteriorarse. Si el recep to r cuestiona la acep-
tabilidad de lo que dice el hablante, cuando la intención de éste ha
sido en realidad ser claro y com prensible, el hablante puede conside-
rarlo com o un a señal de que el receptor no quiere cooperar en el m an -
tenim iento de la conversación o en que ésta tra n sc u rra de un m odo
hab itu al. Véase el ejem plo siguiente (Dickens, 1947: 774):

[13] —Lo que necesitamos, señor, es pruebar esto.


—Se dice probar, señor Weller, probar —dijo Pell.
—Bueno, s e ñ o r —replicó bruscam ente el señor Weller—■, pruebar
y probar es lo mismo, poco más o menos; si usted no entiende lo que
quiero decir, señor, estoy seguro de que ya encontraré quien me en-
tienda.
—No se enfade, por favor, señor Weller —dijo Pell mansamente.

16. E n ocasiones, el p ro d u cto r textual especula con la actitud de


aceptabilidad de sus receptores, presentando textos que exigen que
éste se esfuerce si quiere dotarlos de sentido. Por ejemplo, la Com pa-
ñía Telefónica Bell advierte a sus abonados:

[14] Llámenos antes de cavar una zanja. Probablemente no pueda tele-


fonearnos después

La Com pañía Telefónica Bell invita a que sus abonados infieran


que cuando se excava un a zanja se corre el peligro de co rtar u n cable
telefónico soterrado y, en consecuencia, puede averiarse la instalación
p ara llam ar p o r teléfono no sólo a la C om pañía Telefónica p a ra que
arregle la avería, sino incluso para in su ltar a quienes pusieron ah í ese
cable o p ara recibir la llam ada del jefe en la que nos despide por co-
m eter u na negligencia profesional. R esulta curioso que [14] sea una
versión m ás e fe c t iv a del m ensaje que cualquier o tra que, com o [14a],
sea m ás e x p líc it a (en el sentido que se expone en 1.6):

[14«] Llámenos antes de cavar una zanja. Cabe la posibilidad de que haya
un cable soterrado. Si usted rompe ese cable, se quedará sin servi-
cio telefónico, por no m encionar que puede recibir además una
fuerte descarga eléctrica. En cualquiera de estos casos, usted no po-
drá telefonearnos.
NOCIONES BASICAS 43

Parece ser que al receptor se le persuade con m ayor facilidad si se


le obliga a que realice un esfuerzo ap o rtan d o conocim iento adicional
p ara entender el contenido del texto: de esa m an era se crea la ilusión
subjetiva de que el propio receptor; en alguna m edida al m enos, ha
enunciado el texto. El ejem plo [14] es m ás in fo r m a tiv o que el ejem -
plo [14a] debido a un factor que constituye la norm a de textualidad
que se tratará a continuación.
17. La quinta norm a de textualidad es la i n f o r m a t i v i d a d . La in-
form atividad sirve para evaluar hasta qué punto las secuencias de un
texto son predecibles o in esp erad as,11 si transm iten inform ación co-
nocida o novedosa. La afirm ación 'probablem ente no pueda telefo-
nearnos' es m ucho m ás so rp ren d en te en el escueto ejem plo [14] que
en el [14a], donde se presenta, después de una prolija argum entación,
como una conclusión lógica. Procesar secuencias con u n alto nivel de
inform atiyidad requiere realizar un esfuerzo m ay o r que procesar se-
cuencias con un bajo nivel de inform atividad, pero p o r el con trario
tam bién suele ser u n a actividad m ucho m ás interesante. No obstante,
el producto r textual ha de ser cuidadoso y evitar que la tarea de p ro -
cesam iento que ha de realizar el receptor no sea tan ard u a com o para
que se ponga en peligro la com unicación.
18 . C ualquier texto es, en alguna m edida al m enos, inform ativo.
El problem a no radica en qué m edida la form a y el contenido de u n
texto sean predecibles, puesto que, en cu alq u ier caso, siem pre h a b rá
alguna serie de secuencias que no p u ed an preverse. Con toda p ro b a-
bilidad, un nivel especialm ente bajo de inform atividad puede p e rtu r-
bar, cau sar fastidio e incluso provocar el rechazo del texto. Tóm ese en
consideración la secuencia que ab re un típico m anual científico:1 12

[15] El m a r es agua

El hecho que se afirm a aquí es tan conocido por todos que no vale
la pena enunciarlo en un libro científico. Nadie duda de que [15] sea
un texto cohesionado y coherente, y que, com o tal, indudablem ente in-
tente ser un texto aceptable. Sin em bargo, se trata en realidad de un
texto con m uy poco interés p ara sus receptores puesto que es m ín i-
m am ente inform ativo. A hora bien, cuando se accede a su continua-
ción, el texto va adquiriendo un a m ayor entidad:

11 Sobre la inform atividad, puede consultarse S hannon (1951), W eltner (1964), Grimes
(1975), Loftus y Loftus (1976), Groeben (1978) y B eaugrande (19786, 1980¿i)„ Véase tam bién el ca-
pítulo VII
12.. Con este enunciado com ienza el libro de Chanslor (1967: 9). Para un análisis m ás profundo
del fragm ento véase Beaugrande (19786),
44 INTRODUCCION A LA LINGÜISTICA

[15fl] El mar es agua únicamente en el sentido de que el agua es la sus-


tancia predominante en su composición. En realidad, el agua es
una mezcla de sales y gases que, además, contiene una cantidad
enorme de organismos vivos...

La afirm ación de un hecho obvio en el ejem plo [15] funciona como


punto de partida a p artir del cual se pueden realizar a continuación
afirm aciones con un grado m ás elevado de inform atividad. La expre-
sión ‘en realidad' que aparece en la superficie textual de [15a] señala
que la relación entre ‘m ar y ‘agua’ (véase V.26[l]) no es, en absoluto,
rigurosa. La refutación de un a creencia estereotipada eleva el nivel de
inform atividad del fragm ento en que aparece (véase VII. 16).
19 . La sexta norm a de textualidad es la s i t u a c i o n a l i d a d . La si-
tuacionalidad se refiere a los factores que hacen que un texto sea r e -
l e v a n t e en la s i t u a c i ó n en la que aparece;13 ya se vio anteriorm ente

que la señal de tráfico

[ 1] NIÑOS
JUGANDO
DESPACIO

podía interpretarse de diversas m aneras, pero la interpretación m ás


probable era b astan te obvia. La facilidad con que los hablantes p u e -
den decidir sem ejantes cuestiones se debe a la influencia de la situ a -
ción en la que se presenta el texto. En el caso del ejem plo [1], la señal
está em plazada en una localización en la que cierta clase de recepto-
res, llam ados conductores, probablem ente esperan que la señal se re-
fiera a un determ inado tipo de acción, cuyo cum plim iento o desobe-
diencia puede afectarles. Parece razonable su p o n er que ‘despacio’ ha
de entenderse com o un requerim iento p ara reducir la velocidad, más
que com o un anuncio acerca de las capacidades físicas o m entales de
los niños. En ese m ism o contexto, los peatones entenderán que el tex-
to de la señal no es relevante p ara ellos, porque su velocidad de m ar-
cha no puede poner en peligro a nadie. Todo ello dem uestra que el
sentido y el uso de ese texto se ha decidido p o r m edio de la situación
en la que aparece.
20. La situacionalidad puede afectar incluso a los m edios de co-
hesión. P or un lado, un a versión del texto sim ilar a la siguiente:

13. La «situacionalidad» ha recibido un tratam iento m ás adecuado en disciplinas com o la socio-


lingüística y la etnom etodología que en la propia lingüística. Pueden consultarse los artículos reu n i-
dos en Gum perz y Hymes (eds.) (1972) y Baum an y Scherzer (eds.,) (1974), D ittm ar (1976) ofrece un
panoram a global de la sociolingüística.
NOCIONES BÁSICAS 45
[1 }j] Los conductores deberían conducir despacio, porque los niños que
juegan en las inmediaciones podrían c ruzar la calzada sin m irar. Los
vehículos pueden detenerse con m ayor facilidad si circulan despacio

podría a c larar cualq u ier posible duda acerca del sentido, el uso y el
grupo de receptores a quien va dirigido el texto. Ahora bien, en una
situación como la circulación de tráfico en la que los receptores tie-
nen lim itada su capacidad y su tiempo de atención, no parece que sea
lo m ás apropiado señalizar todas y cada una de las circunstancias que
puedan concurrir en una situación determ inada. E sta consideración
fuerza al p ro d u cto r textual a em plear un m áxim o de econom ía en su
actividad com unicativa. La situacionalidad constriñe con tan ta fuerza
el intercam bio com unicativo que la versión m inim izada [1] es m ucho
m ás a p r o p ia d a que [1¿], aunque ésta sea m ás clara y proporcione una
m ayor cantidad de inform ación (véase 1.23).
21. La séptim a norm a de textualidad es la i n t e r t e x t u a l i d a d . La
intertextualidad se refiere a los factores que hacen d epender la utili-
zación adecuada de un texto del conocim iento que se tenga de otros
textos a n terio res.14 Un conductor que ha visto la señal de tráfico [1]
probablem ente se en co n trará m ás adelante con otra señal del tipo:

[1 6 ] FIN DE LA LIMITACIÓN DE VELOCIDAD

No se puede an u lar el límite de velocidad a m enos que an terio r-


m ente se hubiese establecido una lim itación previa. Parece claro que
el sentido y la relevancia de [16] depende del conocim iento que se ten-
ga de [1] y de la aplicación de su contenido a la situación en curso.
22. La intertextualidad es, en un sentido general, la responsable
de la evolución de los t i p o s d e t e x t o s , entendiendo por ‘tipo’ u na cla-
se de texto que presenta ciertos patrones característicos (véase IX. 1
y ss.). Cada tipo de texto en p articu lar posee un grado diferente de de-
pendencia de la intertextualidad. E n ciertos tipos de textos com o la
parodia, las reseñas críticas, las contraargum entaciones o los infor-
mes, el producto r textual ha de consultar continuam ente el texto prin -
cipal p ara construir su discurso paródico, crítico, co n traarg u m en tati-
vo o inform ativo, y, con toda seguridad, los receptores textuales nece-
sitarán conocer el texto previo para entender el texto actual. Como
ejem plificación de este planteam iento, recuérdese que hace algunos
años apareció un anuncio en varias revistas con la fotografía de un jo -
ven que im ploraba:

14.. Puede encontrarse un uso más restringido de la noción de «intertextualidad» en Kristeva


(1968); Quirk (1978) presenta una concepción m ás parecida a la nuestra.
46 INTRODUCCION A LA LINGÜÍSTICA

[17] Tú que estás en las alturas, concédeme un d o n ’s

Cierto profesor, que estaba esperando a que el M inisterio financia-


ra su proyecto de investigación, recortó el texto del anuncio y, leto-
cándolo ligeram ente, lo pegó en la p u erta de su despacho:

[17«] Tú que estás en las alturas, concédeme un don

En su contexto original, [17] era una incitación para que el públi-


co adquiriera una determ inada m arca de pantalones vaqueros ( d o n s ).
En el nuevo contexto, [17a] parece en principio fuera de lugar: la co-
locación de un recorte de revista en la p u erta de un despacho difícil-
m ente ayudará a conseguir la financiación de un proyecto de investi-
gación. Sin duda alguna, para acceder a una interpretación com pe-
tente de [17a] se ha de rec u rrir al conocim iento del texto a n te rio r [17]
y de la intención que lo produjo. Una vez que se tiene en cuenta esta
inform ación, puede entenderse m ejor que lo inesperado de la nueva
versión increm enta el interés y la inform ativídad del texto reutilizado
(véase 1.17). Este efecto de sorpresa suple la falta de relevancia situa-
cional inm ediata y revela, adem ás, la intención h u m orística que ha
m ovido al nuevo usuario textual.
23. En este capítulo se ha hecho una prim era presentación de las
siete norm as de textualidad: cohesión (1,4-5), coherencia (1.6-12), in -
tencionalidad (1.13), aceptabilidad (1.14-16), inform ativídad, situacio-
nalidad (1.19-20) e intertextualidad (1.21-22). Estas norm as funcionan
com o los p r i n c i p i o s c o n s t i t u t i v o s (en el sentido en que em plea este
térm ino Searle, 1969: 33 y ss.) de la com unicación textual: estas siete
norm as crean y definen la form a de com portam iento identificable
com o «com unicación textual». No puede qu eb ran tarse ese conjunto de
norm as sin aten tar contra el proceso com unicativo m ism o. Existen
tam bién p r i n c i p i o s r e g u l a t i v o s (de nuevo siguiendo a Searle) que, m ás
que definirla, controlan la com unicación textual. E n n u estro m odelo
prevem os la existencia de al m enos tres principios regulativos. La e f i -
c a c i a de u n texto depende de que los participantes em pleen o no un

m ín im o de esfuerzo en su utilización com unicativa. La e f e c t i v i d a d de


un texto depende de si genera o no una fuerte im presión en el recep-
tor y si crea o no las condiciones m ás favorables para que el p ro d u c-
tor pueda alcanzar la m eta com unicativa que se había propuesto. La
a d e c u a c i ó n de un texto depende de si se establece o no un equilibrio

entre el uso que se hace de un texto en una situación determ in ad a y


el m odo en que se respetan las norm as de textualidad.15

!5„ Más adelante se apela a este concepto en 11.6, III 9, IV 1 1 ,2S, 37, VII.2S, VIII-11, I X J 1 y X d 6 .
NOCIONES BÁSICAS 47

24. A lo largo de este m anual analizarem os los principios consti-


tutivos y regulativos de la com unicación textual. En cuanto a los p rin -
cipios constitutivos, nos ocuparem os de la problem ática que plantea
cada una de las siete norm as de textualidad. En cuanto a los princi-
pios regulativos, intentarem os dem ostrar de qué m anera la eficacia, la
efectividad y la adecu ació n controlan la constitución y el uso de los
textos. No ha de so rp ren d er a nadie que la propia naturaleza de los te-
mas a tratar nos aleje a veces de las fronteras conocidas de la lingüís-
tica. Más en concreto, en algunos m om entos de nuestro estudio nos
verem os obligados a confiar en los resultados obtenidos por otras d is-
ciplinas, especialm ente la c i e n c i a c o g n i t i v a , un cam po en el que se en-
trecruzan la lingüística, la psicología y la inteligencia artificial (véase
X.3 y X.26 y ss.). Téngase en cuenta que para poder explicar de un
modo com petente algo en apariencia sencillo, com o qué es un texto,
hem os de rec u rrir a la interrelación de factores que afectan tanto a la
cognición com o a la planificación y al entorno social en que se en -
m arcan los acontecim ientos com unicativos. Quizá no sea dem asiado
ilusorio esp erar que el contorno excesivam ente am plio de la ciencia
del texto que hem os in ten tad o bo sq u ejar en este m anual se vaya lle-
nando g radualm ente de contenido gracias al trabajo de los investiga-
dores de diversas disciplinas que co m p artan nuestro m ism o co m pro-
m iso por el estudio del uso del lenguaje entendido com o la actividad
hum ana m ás im portante.

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