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RESUMEN
Este artículo es continuación de un trabajo iniciado en 1998 y dirigido al enrique-
cimiento de la formación del profesorado desde la Didáctica y la Orientación
Educativa, que en conjunto se ha venido a denominar “Educación para la Muerte” y
“Didáctica de la Muerte” (A. de la Herrán et al., 1999; A. de la Herrán, y M. Cortina,
2006). Los autores, concretan una ‘metodología de intervención didáctica paliativa’,
contrastada en la práctica con evaluación positiva, que se pretende objetivar y some-
ter a debate para ser desarrollada por el tutor. Para una mayor potencialidad didáctica,
se ha optado por su presentación desde varios ejemplos, deteniéndonos en cada uno
de ellos en su descripción, su interpretación y la actuación recomendada conforme al
modelo propuesto, que se ha denominado ‘acompañamiento educativo’. Para su com-
prensión integral se recomienda, por tanto, revisar la totalidad de los casos. El aspec-
to más destacado de este modelo de intervención tutorial es precisamente que se pro-
pone al tutor –y no al orientador- como ‘acompañante didáctico’. En principio, es el
tutor la persona con vínculo afectivo, quien mejor conoce al alumno y quien más inter-
actúa con la familia. Por tanto, salvo excepciones (indicadores de W.C. Kroen, 2002),
el tutor/a ha de ser la persona que, con formación adecuada, mejor pueda desempeñar
desde su función orientadora el ‘acompañamiento educativo’.
ABSTRACT
This article is continuation of an work initiated in 1998 and directed to the enrich-
ment of the formation of the teaching staff from the Didactics and the Educative
Direction, that altogether has come to denominate “Education for the Death” and
“Didactics of Death” (A. de la Herrán el al., 1999; A. de la Herrán, y M. Cortina,
2006). The authors, make specific one methodology of paliative didactic intervention,
contrasted actually with positive evaluation, that is tried to objetive and to put under
debate to be developed by the tutor. For a greater didactic potentiality, it has been deci-
ded on its presentation from several examples, stopping to us in each one of them in
its description, its interpretation and the performance recommended according to the
proposed model, that has denominated `educative support’. For its integral understan-
ding it is recommended, therefore, to review the totality of the cases. The most outs-
tanding aspect of this model of tutorial intervention is indeed that it sets out to the
didactic tutor- and not to the orientation one- like `accompanying’. In principle, is the
tutor the tutor the person with affective bond, that better knows the student and who
interacts more with the family. Therefore, except for exceptions (indicating of W.C.
Kroen, 2002), tutor has to be the person who, with suitable formation, better can carry
out from her orientation function ‘educative support’.
I. INTRODUCCIÓN
Toda persona en general y los niños en particular sienten en torno suyo un círculo
afectivo de seres queridos y cercanos de referencia, que son esenciales para su equili-
brio personal y su vida actual y futura. ¿Qué puede hacer un tutor cuando ese círculo
es abierto o es roto por la muerte de alguna de ellas? Lo habitual es remitir al orienta-
dor/a, que suele ser una figura desconocida para el niño y con la que antes no existía
ninguna clase de vínculo. No creemos que sea ésta la mejor opción, que consideramos
una alternativa espontánea o tradicional. Y no la consideramos la más adecuada por
varias razones: 1) La principal es la falta de vínculo afectivo a priori con el niño y sus
padres. 2) Existe una preparación específica insuficiente en el colectivo de orientado-
res. 3) Los niños y los adolescentes, con un acompañamiento adecuado, pueden y tien-
den a superar su duelo en un tiempo prudencial. 4) Se trata de un modelo de inter-
vención contrastado que asocia un desenlace positivo en la mayor parte de los casos.
Todo ello nos anima a expresarlo y a someterlo a debate, tanto con la comunidad aca-
démica como profesional.
La opción convencional diría que ante una situación de ruptura del círculo afecti-
vo cercano, lo que habría que hacer es remendarlo, cerrar ese círculo. Nosotros pro-
ponemos otra cosa: mutarlo en espiral, espiralizarlo para continuar la andadura con
mayor conciencia. Equivaldría a cerrarlo, pero también a aprender y a crecer con la
experiencia.
Orientación de la metodología
1 En la antigua China existía una expresión: Bu chu hu siyu [literalmente, “no salirse de las cuatro
regiones (fronterizas)”]. Se utilizaba para señalar que los conocimientos de alguien eran muy limitados
(I. Preciado, 1996, p. 357, nota; Zhuang zi, 1996, p. 74).
Una alternativa formal posible, a modo de síntesis, puede ser saliéndose de nues-
tros propios prejuicios y esquemas, y desde ahí confiando en el propio inconsciente,
en el sentido apuntado por S. Freud, y en el inconsciente de la persona acompañada,
en el sentido de C.G. Jung.
Fuentes de conocimiento
Ante una pérdida relacionada con nuestros alumnos, ¿de dónde obtener el conoci-
miento necesario para saber qué hacer?
a) Fuentes externas personales: Uno de los caminos que siempre está abierto es
el intercambio con otras personas (compañeros, padres, jefe de estudios, orien-
Aun así expresamos una caución: a veces, cuando recibimos una buena idea de
otros, verbal o escrita, corremos el riesgo de apegarnos a ella, convirtiéndola en
una muletilla blindada o súpermuletilla.
c) Fuente externa e interna a la vez (el otro en nosotros como fuente de cono-
cimiento): Admitiendo el valor de lo anterior, lo realmente útil es activar nues-
tra conciencia bien surtida de receptividad, conocimiento, empatía y autoeva-
luación. En caso de que la comunicación educativa de acompañamiento se esta-
blezca con un niño, desde aquí se puede acceder al empleo del conocimiento del
niño (o del acompañado en general) como recurso. Solemos tener poca con-
fianza en la sabiduría que tienen los niños. Esta confianza contextual, esta dulce
expectativa es vital. Si no interferimos en su proceso de duelo, si no impedimos
que recorran su tristeza, probablemente les veamos salir del túnel a tiempo y
con una conciencia renovada.
Situación
Una madre pierde a un niño de dos años, y observa cómo gente de su círculo
cambia de acera cuando se encuentra frente con ella.
Un adolescente pierde a su padre. Siente que la comunicación con su grupo de
amigos se ha interferido, a veces nota que le huyen.
Interpretación
Cuando el niño, el adulto o el adolescente están más desolados o tienen más nece-
sidad de afecto, es frecuente que parte de su círculo cercano o de su círculo social apa-
rentemente falle y sorprenda. ¿Cómo interpretar esto? En situaciones de dolor, el
entorno afectivo tiende a comportarse dualmente: o acogiendo o evadiéndose. La
huida (por ejemplo, a la acera de enfrente) se suele deber a un no saber qué hacer o
qué decir.
Actuación recomendada
Situación
Interpretación
Actuación recomendada
Situación
Un niño de 10 años sufre una pérdida muy dolorosa, pero se autoengaña, asegu-
rándose de que volverá.
Interpretación
Actuación recomendada
Los niños del IES saben que don Narciso, el bedel del colegio, se ha suicidado en
el comedor. Concretamente, se ha ahorcado. Es un tema recurrente en la comunidad
educativa del centro, y la comidilla de los alumnos.
Interpretación
Los chicos necesitan hablar de ello para crearse un esquema comprensible y váli-
do del suceso ocurrido. Necesitan encajar este infrecuente e impactante caso en su
conocimiento y experiencia. Para eso lo socializan, lo comparten, se forman opinio-
nes... Es una necesidad.
Las interacciones de los alumnos siempre son positivas, pero podrían adolecer de
orientación y dar lugar a ideas, bien absurdas (que pueden ser origen de mitos escola-
res), bien ajustadas a la realidad. Ante este arco de posibilidades, mejor optar por un
acompañamiento educativo.
Actuaciones recomendadas
Nuestra propuesta para este caso se basa en el qué no hacer: ocultar y mentir.
Situación
Interpretación
Actuación recomendada
Situación
Interpretación
Actuación recomendada
a. Por ejemplo, cuando la madre dice: “No quiero nada, gracias”, “quiero estar
sola”, a lo mejor lo que quiere decir es que no quiere que la apoyemos nos-
otros, que prefiere el consuelo de otras personas. Otro posible mensaje es:
“Lo que no quiero es este tipo de compañía [directiva, debeísta]”.
b. Acompañar en este contexto es estar ahí para lo que necesite aunque lo que
requiera -que puede expresar de muy diferentes maneras y de ahí la necesi-
dad de nuestra escucha y mirada sensible- no coincida con lo que pensamos:
abrir la ventana del cuarto, salir a dar un paseo, llevar a los hermanos a la
escuela... Es ponernos en su piel desde una humildad respetuosa y pregun-
tarnos: “¿Qué es lo que necesita desde una perspectiva práctica, inmediata?”
A veces llevarle un buen cocido surte mejores efectos (y afectos) que un gran
discurso sobre qué es y qué no es la vida y la muerte.
Situación
Una abuelita fallece. Un niño de diez años, que mantenía con ella una relación muy
especial, llora esporádicamente, pidiendo saber dónde está o dónde se ha ido su abue-
la. El padre, de una confesión religiosa determinada, no admite otra interpretación que
la que le dicta su doctrina.
Interpretación
Todo parece indicar que el sentimiento de pérdida del niño es agudo, porque el
apego era muy intenso. Parece que la versión doctrinaria no le es suficiente para com-
pletar su proceso de duelo.
El niño pide más respuestas, quiere avanzar en su proceso de duelo, y ese avance
pasa por querer saber la verdad metafísica, que nace de una necesidad vital.
La situación evidencia que el niño se encuentra en un momento de su proceso de
inquisición natural sobre qué es la vida y qué es la muerte.
Actuación recomendada
A partir de aquí, puede ser constructivo ayudarle a elaborar la pérdida con pro-
puestas muy diversas, como:
8. “PACTOS DE SILENCIO”
Caso 1º (contexto escolar): Una madre muere y el padre opta por decir a su hijo de
4 años que se ha dormido. Lleva ocho días manteniendo esta versión.
Interpretación
Esa protección destinada a preservar al niño del dolor del conocimiento de la ver-
dad es paradójicamente egocéntrica: está más centrada en las propias convicciones
que en lo que resulta más conveniente al niño.
Nosotros sabemos, por nuestra formación, que estos modos de proceder no sólo
son inadecuados, son una barbaridad ya que dejan al niño abandonado a sus imagina-
ciones, sin ninguna contención y con mucha soledad. Concretamente:
En el Caso 1º el pequeño puede creer que, puesto que su madre está dormida, algún
día despertará. Puede coger miedo a dormirse y la situación inducir a angustias
nocturnas.
En Caso 2º, decir que se ha ido de viaje es otro disparate: “Si papá se ha ido de
viaje es que me ha abandonado. Por lo tanto, no me quiere”. En este caso, la pér-
dida es doble y añade agresividad e invita gratuitamente al desarrollo de procesos
neuróticos. Además, cuando sepa la verdad, puede sentirse profundamente enga-
ñado y fijar un rencor traumático. Como efecto secundario, el hecho puede afec-
tar a la autoestima de la madre, como madre y como profesional.
En el Caso 3º, es muy posible o casi seguro que el niño lo intuya o lo sepa.
Como profesionales, como educadores, a nosotros nos parece que esos modos de
proceder son erróneos, ilógicos, absurdos y negativos para el niño. Estamos conven-
cidos de que sería mucho mejor que el niño se enterara, utilizando la verdad acumu-
lativa, para que lo elaborase, pudiera despedirse, etc.
Pero desde nuestra profesionalidad podemos reconocer que ésa es nuestra convic-
ción, que no somos nadie para romper una base de relación comunicativa... Ni siquie-
ra aunque esté articulada en la falsedad; y que, teniendo todos los medios para no
hacerlo, cada persona tiene un tiempo para optar, un tiempo para dudar, y tiempo para
madurar y un tiempo para equivocarse.
No obstante, es preciso estar atentos por si se ofrece la posibilidad de salir del
túnel, partiendo de la base de que ‘todo callejón sin salida tiene una salida’.
Destacamos tres vías de posible salida, que como factor común tienen el que final-
mente sean los padres quienes solicitan la ayuda:
a. Casos 1º y 2º: Si el niño pregunta: “Yo creo que papá no se ha ido de viaje”,
sugerimos que el educador, respetando el dolor del niño e incluso su incapa-
cidad de conocimiento, se dirija a la madre y le describa lo que ha ocurrido
y le ofrezca su apoyo en términos parecidos a éstos: “Si usted quiere, yo le
puedo ayudar a manejar esta situación”. Y retirarse, continuar disponible.
b. Casos 3º: Si el propio niño pregunta: “¿Me voy a morir, a que sí?”, sugeri-
mos que el educador evite responder sí o no en primera instancia. Puede res-
ponderse, por ejemplo: “¿Quieres que hablemos de ello?”. De este modo se
estará afirmando el hecho sin hacerlo, y se estará respetando su proceso eva-
luativamente. Descorriendo esa cortina pueden aparecer otras necesidades
de conocimiento más concretas y nuestra intervención puede ser más natu-
ral. O sea, puede desarrollarse acertadamente, sin necesidad de directividad,
abordaje directo o precipitación contraria a la familia.
c. Ofrecerse con generosidad: “A cualquier hora, para lo que necesites cuenta con-
migo”, sin insistir más, etc. La persona puede retomar nuestro ofrecimiento o no.
Nuestra experiencia es que no produce ningún efecto contrario, si se hace desde
la sinceridad y la generosidad. Y puede inducir a solicitar la ayuda ofrecida.
Situación
Interpretación
En general, los niños que van a morir saben que van a morir. Dependiendo de su
relativa madurez emocional, el niño que va a morir (como muchos adultos) tiende a
comportarse como una persona responsable, y acaba cuidando a sus padres. Como
observa E. Kübler Ross, no son infrecuentes mensajes como: “Mamá, arréglate, ponte
guapa, cuídate”, como queriendo decir: “Si voy a dejar de sufrir, ocúpate de ti”.
En ocasiones, el niño que va a morir puede tener una percepción extraordinaria.
Según investigaciones del enfermero oncológico Joaquín Gascón, que retoma la línea
de trabajo de Jung o de Kübler-Ross, algunos niños enfermos de cáncer tienden a
dibujar un árbol con un agujero en el tronco, o sea, un árbol herido. Así mismo, en
muchos casos sus dibujos reflejaban la edad a la que entraba en el hospital y, en su
caso, la edad a la que pueden morir. Por ejemplo, podían dibujar cinco mariposas
(entró a los 5 años) y siete florecitas (murió a los siete).
Actuación recomendada
El niño necesita apoyo a demanda, pero también necesita espacio para morir.
Quizá por eso con frecuencia muere cuando la persona que le cuida le deja un poco
solo (ha ido al baño, por ejemplo). En estas circunstancias indican que en los últimos
momentos el niño necesita una sabia combinación de acompañamiento y de intensa
generosidad. El colmo de la generosidad es dejarle ir. O sea, lo contrario de “No te
vayas” o “No nos dejes”.
CONCLUSIÓN
El ‘Acompañamiento Educativo’ pretende desde la orientación y preferentemente
desde la actuación del tutor:
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA
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