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LA PROBLEMÁTICA DE LA VIOLENCIA

ESCOLAR EN VENEZUELA
INTRODUCCIÓN

En la escuela básica venezolana, se ha iniciado el proceso de identificación


de un fenómeno social que afecta el proceso de enseñanza aprendizaje de los
niños y su desarrollo emocional, así como, la convivencia escolar y las
relaciones con todos los actores sociales del hecho educativo. Se refiere a la
violencia escolar en sus diferentes expresiones, que no son nuevas en la
escuela, sino que han estado ocultas. En estos casos, no se les ha otorgado la
relevancia debida por el desconocimiento del tema, o como manifiestaban
Ortega y Mora - Merchan (2000) existe “una incomodidad moral” para
caracterizar como violencia escolar algunos hechos violentos entre alumnos.
Su vertiginoso aumento en términos de número de casos (o la mayor
conciencia de su existencia), frecuencia de ocurrencia diaria, variada gama de
expresiones y consecuencias; están preocupando a individuos y a organismos
nacionales e internacionales, lo que ha llevado a que se investigue la violencia
escolar para caracterizarla en la realidad educativa venezolana (Esté, 1999;
Universidad Central de Venezuela; Cecodap, 2005; Delgado, 2007; Rodríguez,
2007).

A partir de los años setenta Dan Olweus, profesor e investigador noruego


considerado el pionero en la materia inicia los estudios en Europa, al igual que
en las universidades como parte de su agenda investigativa y otras
organizaciones sociales, para dar respuesta a padres y docentes sobre la
situación conflictiva que se presentaba en las escuelas. Actualmente el estudio
sobre el tema de la violencia se ha generalizado a todos los países.
Latinoamérica no es ajena a esta urgencia, debida al incremento de
manifestaciones conflictivas, disruptivas y agresivas en las escuelas y al interés
cada vez mayor de los investigadores.

Estos fenómenos causan desasosiego y alarma trascendiendo las paredes de


la escuela, para verse reflejados en los medios de comunicación cuyos titulares
en prensa escrita, programas televisivos y radiales impactan la opinión pública,
ya que a traves de sus palabras e imágenes hacen visible el problema de la
violencia escolar como por ejemplo: El Morral entra la violencia a las aulas.
Rodríguez (2006); Luna (2002); Dávila (2007); Guerrero (2006); Pareda (2007);
Márquez (2008).

Por otra parte, y en un ámbito general, la Organización Mundial de la Salud


(2003), define la violencia como:

“Uso intencional de la fuerza o el poder físico de hecho o como amenaza,


contra uno mismo, otra persona o un grupo de comunidad, que cause o tenga
muchas posibilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones”, (p.5).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declara a la violencia como


problema de salud pública y alerta a la comunidad mundial sobre la necesidad
de promover políticas públicas para prevenir e intervenir esta inquietante
realidad. Así mismo, la OMS, según reporta Castro (2006) señala: “el fenómeno
de la violencia en sus distintas formas y en particular el de la violencia escolar,
ha sido reconocida como una enfermedad social que ha alcanzado gran
magnitud“, (p. 9).
La violencia escolar es una grave consecuencia en la gestión pública en
muchos países, y Venezuela no es la excepción. Según datos del Observatorio
Venezolano de la Violencia Y Cecodap (2018), la violencia en las escuelas ha
aumentado en los últimos años y se ha convertido en una de las principales
preocupaciones de los padres, docentes y autoridades educativas. En un
estudio reciente, González y González (2020) analizaron las políticas y
estrategias de prevención y gestión de la violencia escolar en Venezuela y
encontraron que muchas de ellas se enfocan en medidas punitivas y
disciplinarias, en lugar de abordar las causas subyacentes de la violencia.

Además, estas políticas a menudo carecen de recursos y capacitación


adecuados para implementarse de manera efectiva.

Para abordar este problema de manera crítica, es necesario utilizar un


enfoque crítico que permita analizar las relaciones de poder y las estructuras
sociales que perpetúan la violencia en las escuelas. Como señala Giroux
(2022), un enfoque crítico de la educación implica cuestionar las normas y
valores que sustentan el sistema educativo y analizar cómo estos contribuyen a
la violencia y la exclusión. En el caso de la violencia escolar en Venezuela, un
enfoque crítico implicaría examinar las desigualdades sociales y económicas
que afectan a los estudiantes y sus familias, así como las políticas públicas que
han contribuido a la precarización del sistema educativo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que la violencia es el
uso deliberado de la fuerza por medio de agresiones o la dominación, ya sea
en forma de amenaza o hecho consumado, contra uno mismo, otras personas,
un grupo o una comunidad. Este uso deliberado de fuerza por medio de
agresiones, pueden causar muerte, lesiones, trastornos psicológico o de
desarrollo madurativo (Piñero 2014).

El problema de la violencia escolar se encarna en cada instancia de las


instituciones educativas, por tanto es ineludible que no se generen conflictos en
un espacio en el que se encuentran una diversidad de estudiantes con
diferencias culturales y sociales. De esta manera, Piñero et al. (2014) en
concordancia con la Organización Mundial de la Salud (OMS), considera que
en la actualidad el problema de la violencia se reconoce como un problema
social y de salud que produce un impacto nocivo en las condiciones de vida y
estabilidad emocional de las personas, ya que la violencia se puede convertir
en un factor generador de enfermedades a corto, medio o largo plazo, incluso
provocar enfermedades crónicas.

Las relaciones de poder que se desarrollan en este proceso son


paradójicas, como lo han reconocido muchos; establecen un conjunto de
acciones institucionales, discursivas, valorativas y de poder mediante las
cuales el profesor busca generar conductas, habilidades, conocimientos y
formas de individualidad en sus estudiantes; se trata de relaciones de poder
productivas, en el sentido dado por Foucault (1979), relaciones de poder que
promueven y producen acciones, en el que las técnicas de repartición,
clasificación o individuación se ejercen sobre los cuerpos y las mentes de los
estudiantes, por lo que la acción violenta es una posibilidad permanente, sobre
todo en el manejo de las resistencias o en el momento de los conflictos (Rose y
Miller 1991).
Incluso en la aplicación de técnicas no violentas, como la distribución o la
separación de los alumnos, aparecen los golpes, los insultos o las amenazas,
aunque no estén reconocidos o no sean inmediatamente necesarios. Desde la
asimetría de fuerzas, entre el que enseña y el que aprende, como un juego
estratégico, las resistencias siempre están presentes incluso bajo una forma
violenta. ¿Qué significa? Sencillamente, la violencia siempre es un recurso, un
medio disponible para los participantes en las relaciones de poder.

Con el fin de profundizar en el análisis crítico de la violencia escolar en


Venezuela, se hace necesario revisar la violencia en el contexto escolar
tomando como referencia la perspectiva de las víctimas la violencia física y
verbal es una realidad presente en las escuelas venezolanas, siendo los
actores más vulnerables los estudiantes más jóvenes y las mujeres. La
manifestación pura de las conductas no operativas implica estas situaciones
agresivas dentro del ámbito donde se socializa.

Es por ello, que tal como dice la Academia Americana de Psicología de Niños
y Adolescentes (2016):

“los niños pueden demostrar comportamiento violento aun desde la


edad escolar… comportamientos: explosivos arrebatos de ira,
agresión física, peleas, amenazas o intentos de herir a otros
(inclusive pensamientos homicidas), crueldad hacia los animales,
encender fuegos, destrucción intencional de la propiedad ajena, entre
otros” (p.98).

La manifestación de la violencia escolar se da por ejemplo, en el ámbito


escolar como forma de reacción ante objetos deseados o atención. Entre las
más particulares se encuentran los gritos y la agresión física directa hacia otros
niños. Resulta ser una forma de conducta no adaptada, es decir que en esta
situación, la manera que el niño posee para poder lidiar con situaciones en las
que sienta ansias o estrés, liberará el conflicto en una manifestación de
conducta agresiva. Entonces que protocolo de atención a ello existe en la
gestión educativa del estado que sea efectivo a la particularidad y que
contenga un componente preventivo.

Esta conducta se manifiesta en un niño y puede ser propagada a otros.


Desde el punto de vista de Skinner (2012) una conducta es aprendida y el
ambiente toma el rol como influencia, puede reforzar la conducta de un niño a
otro o sobre el mismo niño. No es extraño encontrar niños que responden a
manifestaciones violentas con conductas igualmente violentas. Existen
diversas formas de manifestar la conducta no operativa y por tanto diversas
formas de afrontarla. La mejor manera de poder contraatacar estas conductas
agresivas es conociendo los factores que influyen en su desarrollo. Los
factores que se deben tener en cuenta son múltiples, razón por la que solo se
tratarán los más relevantes para poder observar la agresividad, surge la
pregunta nuevamente sobre si dentro de la relación de poder existe método o
instrumento qué atienda esta realidad nacional.

Para Alonso (2011) los factores biológicos son aquellos como la edad, que
influye en niveles y formas de agresión, el sexo, ya que algunos estudios
muestran mayor agresividad en hombres que en mujeres y el nivel de actividad
hormonal. También se suman problemas de mala nutrición, problemas de salud
específicos y mecanismos cerebrales. Esto puede repercutir en sus habilidades
para afrontar el estrés desencadenando así las conductas no operativas. Otro
de los factores son los cognitivos y sociales, relativo a los roles y las
asociaciones generadas, así como los niveles de socialización que han
alcanzado. Visto desde Banus (2014), la ausencia de estrategias para afrontar
el estrés, a menudo llega a la agresión.
Al tener un pobre o no común desarrollo cognitivo y social, estas
herramientas que deberían permitirle manejar el estrés se encuentran ausentes
y se desencadena la agresión.

Los factores familiares y personales se basan en la violencia a la que se


encuentra expuesto el niño y la asimilación de la misma como esquemas
viables para la solución de conflictos que se le presentan. Es un factor
relevante en la medida que es aquí donde se da la mayor parte de la
reafirmación de dichas conductas.

El modelado juega un papel vital y es un entorno familiar dañado el que


puede generar gran parte de estos problemas. En el caso de los factores
familiares, también conocidos como ambientales, el niño asume que el mundo
se encuentra en su contra y debe reaccionar de forma agresiva como modo de
defensa. Se encuentra en este permanente estado de alerta que se observa en
sus conductas, interacciones y respuestas. En el caso de los factores
personales, actitudes de riesgo suelen marcar a niños cuya personalidad es de
por sí agresiva y se requiere de un ejemplo claro y guía para evitar que estas
manifestaciones prosperen.

Según investigación del Centro Gumilla 2012; del cual se desprenden


algunos datos por demás interesantes para este planteamiento: De los
estudiantes encuestados, 73% declaran haber presenciado situaciones
violentas dentro del plantel. Sólo una cuarta parte (25%) de los que participaron
en el estudio manifestó no haber observado situaciones de violencia y un 2%
no contestó.
En la adolescencia, las hembras son las que mayor número de agresiones
físicas y verbales reciben; sin embargo, las peleas entre varones son más
contundentes.

Los tipos de violencia identificados son: Agresiones verbales (88%),


agresiones físicas (79%), abuso de poder (24%) y abuso sexual (5%). En
cuanto al lugar de ocurrencia de estos hechos violentos, la encuesta arrojó los
siguientes resultados: En la salida del plantel (72%), en el patio (60%), en el
aula de clase (59%), en los pasillos (39%) y en los baños (28%); tan sólo él y
1% de los(as) consultados(as) mencionó otros lugares.

Estos estudios demuestran que existe un problema real de violencia en


las escuelas, que éste se incrementa sistemáticamente en términos de
frecuencia e intensidad y que su control disminuye; todo ello desmejora la
calidad de la educación.

El problema planteado en esta investigación actualmente es notable, por


cuanto considera a los niños con conductas agresivas, y la gestión de la
realidad por parte del gobierno ya que en instituciones educativas tanto
particulares como de estado a nivel escolar se detecta un gran número de
niños en edad escolar con padres separados o divorciados, esta situación a su
vez afecta tanto el rendimiento académico de los mismos y puede producir
conductas no operativas.

Dentro de esta perspectiva, la escuela debería ser un espacio para la paz,


para la formación humana, espiritual, cultural e intelectual de los alumnos, no
sólo un espacio en donde se obtiene información que puede ser hasta
irrelevante para la vida.
A partir de los resultados obtenidos en las investigaciones anteriormente
comentadas, resulta que algunas escuelas son un espacio para el ejercicio de
las conductas no operativas entre escolares, donde los niños y las niñas, no
poseen un lugar libre de violencia, por lo cual este fenómeno se ha
transformado en un problema epidémico, puesto que en la institución
educativa, en la familia y en el espacio social en general se ejercen tipos

Fuentes

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