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EJES ARTICULADORES

Estos ejes articuladores conectan los contenidos de diferentes disciplinas dentro de un campo de
formación y, al mismo tiempo, conectan las acciones de enseñanza y aprendizaje con la realidad
de los estudiantes en su vida cotidiana. Esta doble conexión favorece la integración del proceso de
aprendizaje de los estudiantes, propiciando un conjunto de saberes que le dan significado a los
contenidos aprendidos.

El currículo con ejes articuladores permite pensar el trabajo docente y el trabajo de aprendizaje
como un diálogo permanente con la realidad más allá del aula, en los espacios escolares y en los
lugares de la comunidad.

Los ejes articuladores son puntos de encuentro entre la didáctica del profesor y la profesora, con
el saber de la vida cotidiana de las y los estudiantes, lo que requiere que se pongan en juego
diferentes situaciones de enseñanza que relacionen sus intereses con el contenido- eje articulador
para que pueda otorgarle un significado personal, verdaderamente significativo.

Así, el concepto de diversidad puede ser aprendido si se le pide a las y los estudiantes que
identifiquen tres puntos de encuentro social en su ciudad o pueblo en donde la diversidad sexual,
la convivencia entre hombres y mujeres, así como los miembros de distintas etnias, religiones o
culturas conviven y se expresen libremente.

La confluencia de los ejes articuladores y los contenidos de los campos formativos, conforman un
núcleo integrador del trabajo didáctico creando temas de reflexión como el maltrato animal, los
poderes de los superhéroes y su relación con la ciencia, o el papel de la pandemia en el
entendimiento del suicidio infantil y juvenil.

Los ejes articuladores representan una perspectiva ética para aproximarse a los contenidos del
programa de estudios y con ello evitar que las desigualdades y exclusiones, que siempre están
entrelazadas, basadas en la clase social, el sexo, el género, la condición física, el grupo étnico, se
reproduzcan en el currículo, en las actividades educativas, en las relaciones de poder dentro de las
escuelas y en las formas de evaluación.

El planteamiento curricular de la educación básica se estructura a partir de un conjunto de ejes


articuladores que refieren a temáticas de relevancia social que pueden abordarse en más de un
campo formativo y con los contenidos específicos de cada fase, grado, nivel y modalidad
educativa.

La definición de los ejes articuladores tiene como perspectiva una educación que coloca en el
centro de los procesos educativos a la comunidad-territorio, cuyo principio pedagógico se basa en
la elaboración de proyectos dirigidos a la justicia social y la solidaridad con el entorno.

Estos ejes cruzan el currículo de la educación básica: inicial, preescolar, primaria y secundaria.
INCLUSIÓN

Establecer un eje integrador de formación que comprenda una educación incluyente de carácter
decolonial232 sugiere desarrollar procesos formativos y relaciones pedagógicas que permitan
comprender, durante la educación básica, la lógica colonial que opera en nuestra experiencia
humana cotidiana.

Cuando las niñas y los niños empiezan a estudiar la modernidad y sus procesos históricos,
científicos, productivos, tecnológicos, culturales y artísticos, en realidad están estudiando los
procesos de colonización y sus dominios, por lo que es central que comprendan cómo se
relacionan con su vida diaria.

Esta lógica colonial funciona en por lo menos cuatro dominios que hemos aprendido en todas las
experiencias educativas, formales, no formales e informales233, y comprenden: el dominio
económico como la apropiación de la tierra y la explotación humana; el dominio político, que
comprende el control de las autoridades; el dominio social, representado por el control del
género, la clase social, la sexualidad, la condición étnica; el dominio epistémico, dedicado al
control del conocimiento y las subjetividades.

Todos estos dominios de la colonización tienen en común la generación de estados de


desigualdad, la cual puede entenderse como una violación a la dignidad humana que niega la
posibilidad de que todas y todos desarrollen sus capacidades en cualquier aspecto de la vida. La
desigualdad se expresa en la imposibilidad de ingresar a la escuela o concluir las trayectorias
formativas, en el deterioro de la salud y muerte prematura, la exclusión del conocimiento o la vida
social, discriminación, humillación, falta de oportunidades, estrés e inseguridad.

Después de la pandemia del SARS-CoV-2, fue evidente que, por un lado, se ha invisibilizado a los
distintos grupos de la población que históricamente han vivido en estados de desigualdad, por el
otro, ha quedado claro que la matriz moderna de las desigualdades está ubicada en el espacio
social.236 Los territorios más desatendidos por el Estado y la sociedad están habitados por
personas en donde se expresan las principales desigualdades y exclusiones cruzadas en la forma
de pobreza, explotación del medio ambiente, epistemicidio de las comunidades indígenas y
afromexicanas, violencia hacia las mujeres y expulsión escolar.

Es fundamental ir más allá de la idea de que la inclusión se reduce a incorporar a los grupos de la
sociedad a la escuela, lo cual es muy importante, pero no es suficiente. Pensar la inclusión desde
una perspectiva decolonial implica que los niños, niñas y adolescentes se formen en espacios
educativos en los que sean conscientes de que si falta una o uno por motivos de clase, sexo,
género, etnia, lengua, cultura, capacidad, condición migratoria o religión, entonces no están
incluidos todos ni todas.

Se trata de que la escuela construya una perspectiva comunitaria de la inclusión, en la que las
acciones individuales y colectivas, en zonas urbanas y rurales, con el acompañamiento de las
familias, en las reuniones de Consejo Técnico Escolar, el trabajo colegiado de las maestras y
maestros, el uso de los espacios escolares empezando por el aula, talleres y laboratorios, así como
las relaciones pedagógicas estén enfocados en la inclusión.
Es fundamental que se enseñe a las niñas y niños que viven en un mundo global que conecta,
comunica y moviliza a los seres humanos a través de flujos de información, personas, culturas,
economías, tecnologías que en conjunto conforman una gran red que se conoce como
globalización que si bien trae beneficios, tiene como principios la colonización y la mercantilización
de la vida.

Desde una perspectiva decolonial de la inclusión, es imprescindible que las y los estudiantes de
educación básica sean conscientes de que viven en un mundo globalizado que no logra ser para
todos, sobre todo después de lo que puso en evidencia la pandemia del SARS-CoV-2, sino que
tienen acceso a él aquellas y aquellos que cuentan con los recursos económicos, tecnológicos,
relaciones sociales y acceso a bienes culturales y educativos para hacerlo.

Esta perspectiva requiere que las y los estudiantes aprendan a cuestionar las visiones particulares
y su relativismo sobre el mundo, así como el pensamiento único universal que parte de una visión
eurocéntrica, patriarcal y heterosexual de la realidad, las cuales desconocen la diversidad que
compone el mundo.

La educación básica ocupa un periodo fundamental del desarrollo de las niñas, niños y
adolescentes, especialmente en la construcción de su identidad. Una perspectiva decolonial de la
inclusión favorece una formación en la que la identidad es una decisión del sujeto en pertenencia
mutua con su mundo, y no como una relación entre sujetos idénticos que reducen al otro a la no
pertenencia.242 Lo que también implica que se cuestionen críticamente las jerarquías sociales que
existen en la escuela, la comunidad y el mundo en general.

Un elemento central de inclusión desde una perspectiva decolonial es que la educación básica
forme ciudadanos que aprendan que la naturaleza es exterior a la sociedad, lo que requiere que
construyan relaciones sociales en el marco de la naturaleza, así como relaciones ambientales en la
que están incorporados los seres humanos. Los seres humanos crean medio ambientes y éstos
crean personas, grupos humanos, familias y comunidades, en un ciclo permanente de
interdependencia vital.

Pensar una educación inclusiva desde la decolonialidad requiere que las niñas y niños aprendan a
reconocer el valor de la cultura universal y el conocimiento y saberes ancestrales como parte de
un mismo patrimonio intangible de la humanidad que contribuye en la construcción de su
identidad como ciudadanos con conocimientos sólidos, capaces de establecer diálogos de saberes
con otros sujetos, pueblos y naciones, y a entender y defender las ideas, tecnologías y culturas que
se han generado y preservado por las comunidades indígenas y evitar que sean transformadas en
propiedad privada.

Para apoyar esta perspectiva, las epistemologías del Sur constituyen una búsqueda de
conocimientos y criterios de verdad que otorgan visibilidad y credibilidad a las prácticas cognitivas
(su enseñanza y aprendizaje) de los pueblos, clases y grupos sociales que han sido históricamente
explotados, oprimidos, excluidos e invisibilizados por el pensamiento colonial.

Un aspecto central en la inclusión desde la perspectiva decolonial es la integración de personas


con discapacidad, con aptitudes sobresalientes y con otras condiciones como el Trastorno del
Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y la depresión,
que históricamente no sido incluidas para ejercer su derecho a la educación.
De ello resulta fundamental que la educación básica genere relaciones pedagógicas que vinculen
la realidad de las y los estudiantes que tienen alguna discapacidad con el conjunto de la
comunidad escolar y la comunidad local, para que en el ejercicio de sus derechos se reconozcan en
un marco amplio de diversidad, que fortalezca su dignidad humana, en el concierto de lenguas,
culturas, identidades, clases sociales, tareas y saberes.

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