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Dios

La idea de Dios, o la divinidad, y su existencia, ha sido un problema constante en la historia del


pensamiento. Aún merece ser pensada, dada la gran vitalidad de que hoy goza, contra toda
especulación, el hecho religioso como fenómeno social.

Si pensamos en Dios, resonarán mucho aspectos del Dios judeocristiano. Sin embargo, es
mucho más amplio, dado que a menudo, tal concepto también ha sido elaborado y pensado en
el mundo griego antiguo, entrelazando lo religioso y lo racional, sin que haya una marcada
diferencia en muchos momentos.

El pensamiento cristiano, no ha rechazado las especulaciones racionales, pero las ha


suspendido, por momentos, con el fin de que se manifieste la pura realidad divina, y realizar
una posterior elaboración, que sería imposible sin que se dé anteriormente la revelación o la
experiencia religiosa y hasta mística.

El problema fundamental siempre ha sido la posibilidad de probar, de una u otra manera, la


existencia de Dios. Existen algunos argumentos clásicos que pretenden probar su existencia:

1. El argumento ontológico. Propuesta por Anselmo de Canterbury. De una u otra


manera, otros grandes filósofos han adherido a la estructura básica de este
argumento: Descarte, Malebranche, Leibniz y Hegel.
El argumento, simplificado quizá en exceso, dice lo siguiente: por definición, Dios es
aquel ser posible del que nada más grande que Él puede pensarse. Si este ser existe en
la mente, necesariamente debe existir fuera de ella (“realmente”), porque si solo
existe en la mente, entonces debe ser posible un ser aún mayor fuera de ella.
2. El segundo argumento clásico se lo debemos a Tomás de Aquino. Él sostiene que
existen cinco caminos de razonamiento para probar su existencia.
a. Del primer motor inmóvil (adaptación del razonamiento de Aristóteles): En el
universo hay movimiento. Todo lo que se mueve es movido por algo anterior,
su causa. Dado que debe haber un principio, un comienzo, existe un motor
que no es movido por nada. Lo llamamos Dios.
b. De las causas eficientes: aquello que hace que algo pase de estar en potencia a
estar realizado, actualizado. Dado que nada es causa de si mismo, y al mismo
tiempo no puede haber causas infinitas, debe haber una primera. Ese es Dios.
c. De la contingencia: Todo en el universo podría haber existido o no, eso es
contingencia. Si todo es contingente, necesariamente hubo un tiempo en el
que no existió, entonces, en algún momento, nada existía, y como algo no
puede surgir de la nada, debe haber algo necesario que haya hecho existir las
cosas. Le llaman Dios.
d. De los grados de perfección: Algunas cosas son más perfectas que otras, pero
todas tienen algún grado de perfección. Esa perfección es en referencia a Lo
Perfecto, con lo cual se comparan. Esa referencia debe ser Dios.
e. De los fines, o de la finalidad: Vemos en la naturaleza, la cual no tiene
inteligencia y libre voluntad, que no obra al azar sino con una finalidad
específica (de ahí las leyes físicas, químicas o biológicas). Como las cosas sin
inteligencia no se dirigen hacia su finalidad sin ser dirigidas por alguna
inteligencia, como por ejemplo una flecha por un arquero, lo mismo debe
suceder con la naturaleza. El que pone su finalidad y sus leyes es Dios.
Para otros filósofos de tendencia lógico-empírica (Hume y Kant, por ejemplo) las pruebas
clásicas deben ser rechazadas porque no siendo Dios una realidad empíricamente
comprobable, toda cuestión acerca de Él queda descartada por principio. Pero, este rechazo a
las pruebas clásicas no es una negación de la existencia de Dios, sino una afirmación de que en
última instancia, no puede negarse ni afirmarse científicamente, la existencia de un tal ser
supremo.

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