Está en la página 1de 136

Í) II il"t a?

I--
.Á\ii
-.., .1, l
-al L'
tJ, I
:l
l{
1q
!

. Científico, pinror, médico y narurálist a, las Cartas sobre


la pintura de..plisaje- de Carus desbordan los límites d.
¿d
-J
i: r<
I
Carl Gustav Carus
canonrca artístrca al uso y nos sitúan en el centro de "",la iu i

¿
concepción romántica de la naturaleza. No sólo porque
,.::q
I' rt
U
ü
I
Cartas y anotaciones
,:¿ r\
e.xponen con precisión de los recufsos r.ióriio,
-no exenra
de época- las ideas centrales del paisajismo romántico de la
primera.mit{ d9l siglo xvrn, también porque esablecen con ,"
ttv
lq
t!
(B
¡¡:
sobre la pintura de paisaje
nitidez la relación enrre erre, esrédca y ciencia, y, en todos i,,'Q i
los casos, la relación del hombre cár, l" i Diez cartas sobre la pintura de paisaje
A, I
palabras de carus:
"por ellas y mediante ellas"r."irt.rr.
se esclarece al
;
;A¡ con doce suplementos y una cutta
hombre el mundo en su conjunto,r. rl'e
l) (rt de Goethe a modo de introducción
t - '-!

La presente eclición, primera completa de una obra O.
_ de (.)
Carus en castellano, va precedida de una amplia introducción H
U
de Javier Arnaldo. Arnaldo estudia las ideai del autor en el (ü
.+ l<
marco del Romanticismo alemán y la tradición de escritos ¿
¡.)
sobre el paisajismo, así como la evolución biográfica de
Carus, sus relaciones con Goethe y Friedrich y stipresencia
q'É H
,.8
en el horizonte errlsrico e intelectual de la époéa. H
q.)
¡{
-o
o <J)
<n
q)
H

t .i
o
(J
,(s!)
o
H
r(d
i (r)

1 l-)
L
c.J l
i
I
O ND{340
t0 1"I 3{0 '{
c375 l illlll Iilil illll iilililIil fiffi lillltil
c3 5 ll
I
UN.AM 383087
:
l I
) tl BIBTIOTECA CENTRAL
i
I
: .¡ al--r,!
! I
I ¿
¡
I
I

1 ,

.+=18.'
j

s
lüilffiil[illll|] lllür - Vircr
Carl Gustav Carus

Cartas y anotaciones
sobre Ia pintura de pais aje
Dtez cartas sobre la pintura de paisaje
con doce suplementos y una carta
de Goethe a rnodo de introducción

' ', {{
"..i i .¡ ffilii
.!' t. r{.};:

L. ¿,t ¿.**-1,«
Visor
La balsa de la Medusa, 54

Colección dirigida por


Valeriano Bozal

D\ l 2..:4 0 Índice
( ?:"4 ü
p(/- za3ó87
I ntroducción, Javier Arnaldo 11

Diez cartas sobre la pintura de paisaje, con doce suple-


nrentos y una carta d9. Goethe como introducción
(18r5 - lBls)
Prólogo del autor 55

Carta de J. V. von Goethe a C. G. Carus de 20 de


abril de 1822 57
Carta i . 61
Carta II . 66
Carta III con tres anexos 73

t\- é óoc'2*Ll De la correspondenc;a entre estados de ánimo y


estados de la natwraleza . 79
6¡31-¡§f§cÁ CENTRAI Del efecto sobre el ánimá dé.'los objeid:paisajísticos
[], ¡[" ,L ]& aislados . i'......... a 83
De la representacíón de la idea de belleza en los
Títtrlo original: Briefe und aufsatz-e uber landschafts-mulerei paisajes de la naturaleza .. 86
o de Ia Introducción, Javier Arnaldo Alcubilla, Maciricl, 1992
o de 1a presente edición, Visor Dis., S. A., 1992 Carta IV 93
Tomás Bretón, 55, 28045 Madricl Carta V 101
ISBN: 84-7774-554-4 Carta VI 117
Depósito legal: M. 21.178-1992 Carta VII con un anexo 123
Composición: Visor Fotocomposición
In-rpreso en España - Printed in Spain Vegetación de primauera y de otoño (Tomado del
Gráficas Rogar, S. A. ,,Sistema de los hongos y las setas, de Nees aon
Fuenlabrada (Madrid) Esenbeck) 130

9
Carta VIII 136
Carta IX con tres ancxos 153

Primer anexo: Apwntes para untt fisonomía de las


montanas 160
Segwndo ttnexo: Fragmentos de wn diario de pintor 171
Tercer anexo: Un cwadro del desbielo del Elba cerca
Introducción
de Drcs,lc . .. 179

Carta X con cinco anexos . .,.... 185

N atwraleza:
l. Claro de luna. Bastión, cerca de Ratben 188 Fue el paisaje el género pictórico más halagado en la
I l. Anocheccr 192 época del Romanticismo, /, si no el más cultivado, sí
Arte: ciertamente el más vigoroso del siglo xrx. En la primera
lll. Sobre un paisaje (imagen geobiográfica) de Crola 195 mitacl de siglo encontramos en Alemania, entre otros,
IV. "Cascada", de Euerdingen 2O2 paisajistas del talento de Caspar David Friedrich, Carl
V. Conferencia sobre el modo correcto de obserr¿ar Blechen y Carl Rottmann. Carus, quien esruvo muy
una obra de arte . 212 unido a Friedrich por la amistad y por el gusto pictórico,
nos ha legado con sus escritos sobre pintura de paisaje
Obscrvaciones y pensamientos ante cuadros cscogidos Lrn testimonio e.splérrdido que, a la vez que nos acerca a
cle la Galería de Dresde. 1.867 sus preocupaciones artísticas personales, nos dice mucho
sobre las de su época. Este volumen recoge tanto sus
Claude Gellée. L.os dos grandes paisajes de Clawde le
Lorrain 225
tardíos comentarios a varios paisajes escogidos de la
paisaje pinacoteca de Dresde, como el epistolario completo
Jan Vorsterman. Sobre un pequeño 237
AllacrtvanF.vcrdingen ¡.. 243 sobre pintura de paisaje, con los diversos suplementos y
Jacob Ruysdael' : 256 añadidos que lo fueron enriqueciendo hasta la edición
de 1835, que Carus consideró definitiva. El largo i¡rter-
valo de tiempo (1815-1835) q,r. sirvió a la redacción de
estas Cartas sobre la pintura de paisaje, el especial cariño
de su autor por el tema, su empeño proverbial y la
conmovedora persistencia de los asuntos que en ellas se
aborclan nos hablan de una obra particularmente mimada
y meritoria.
El médico, naturalista y pintor Carl Gustav Carus,
al tratar la pintura de paisaje, se entrega a un tetna que
le compromete sobremanera, como artista, como cientí-

10 t1
fico, como filósofo de la naatralezar / colno adepto, sedoctoró en 1811. En 1814 fue llamado a Dresde, para
que es, de Goethe. En el conocimiento artístico del ocupar la cátedra de obstetricia y dirigir la recién creada
paisaje se entrelazan, como sus dos constantes, la vida Academia de Cirujía y Medicina, y en Dresde frjará ya
del arte, esto es, su disposición desinteresada y contem- para siempre su residencia.
plativa, y la interpretación objetiva, científica, de la Desde un principio sobresaldría su talento como
naturaleza que ha de ser caracterizada. Esos dos pará- anatomisra y fisiólogo, y fue, rras los estudios de J. F.
metros se agrupan una y otra vez en la teoría de Carus Blumenbach, Kielmeyer y Goethe, uno de los primeros
y componen un primado que le obliga personalmente. en el desarrollo de la anaromía comparada. En 1818
Pensemos que los nombres de quienes se comunican en publicó un Manual de zootomía y el ensayo De los
este episcolario- el remitente, y Ernst- reinos de la naturaleza, sw vida y sus afinidades. De 1826
ponen tarnbién al-Albertus,
descubierto la complicidad personal son sus Cuadros explicatiaos de anatomía comparada, y
que se une al tesón de C. G. Carus en las cartas: Ernst dos años después, profundizando en los mismos proble-
Albert se llamaba su primer hijo, que perdió la vida a ffras, aparecería el celebrado título Directrices de la
los cuatro años de edad, en 1816. En este epistolario la anatomía comparada y la fisiología.
comunicación se sobrepone constantemente a la intros- Destacan también los dos volúmenes de su Tratado
pección. Se diría que con el lenguaje privado Carus de ginecología (1820), que fue la especialidad a la que
explora en la teoría del paisaje, a lt vez que una medida más se dedicó en la medicina aplicada. Realizó estudios
real del conocimiento artístico, directrices de la propia importantes de osteología, bien en el marco de la
humanidad. anatomía comparada, en la que consiguió un extraordi-
nario reconocirniento y la admiración de Goethe, bien
enfocada sólo a la anatomía descriptiva y la fisonomía,
I como el Atlas de cranescopía de 1843. Su teoría del
conocimiento está desarrollada en la obra Organo del
Las Cartas sobre la pintwra d.e paisaje son el libro conocimiento de la naturaleza y del espíritu, de 1856, que
más celebrado y singular de Carus, si bien sobresalen en sucede a una de sus obras principales, Psiqwe, que en
la otra colección de artículos 1846 dio a conocer, con notable repercusión, investiga-
su obra escrita
-junto a por
de 1867 que presentamos- ser casi el único ensayo ciones muy novedosas de psicología y fisiología.
dedicado a problemas artísticos, en medio de numerosos A estos y otros estudios científicos hay que añadir
estudios científicos que le granjearon un mercceido en su vasta obra escrita varios ensayos sobre Goethe, a
prestigio en vida. cLlya autoridad se acogió hasta el punto de sentirse
Dado que Carl Gustav Carus (1,789-1869) fue auto- cierto engreimiento, cabria decir- su sucesor
biógrafo y que mantuvo una extensa correspondencia, forzoso como naturalista. h,n realidad, la filosofía de la
su vida ha podido ser reconstruida con muchos detalles naturaleza de Carus está ligada, más que a la personalidad
por los investigadores de su obra. Estudió ciencias
-cuyo impacto en Carus es algo tardío-,
de Goethe
naturales y medicina en su ciudad natal, l.eipzig, donde de forma menos específica, al pensamiento de la escuela

12 t3
alemana de entonces, que también en el ámbito de las de paisaje, pero al que caracteriza un modo de ver muy
ciencias naturales asociamos al Romanticismo' Las in- similar al de éstas, hasta formar una especie de epistolario
vestigaciones de su colega de Jena- Lorenz Oken y- la correlativo.
filosJfía de la naturaleza' de Schelling son dos de los Y, en fin, el otro complemento de las Cartas sobre
principales apoyos en los planteamientos de Carus, pintwra de paisaje lo constituyen sus contados comenta-
.rp".irl*"nte en todo lo relacionado con la teoría rios sobre cuadros y pintores: un artículo necrológico
evolutiva de los organismos' de 1841 dedicado a su amigo y maestro Caspar David
Antes de entrai en consideraciones más específicas Friedrich, que falleció en 1840, un breve escrito de 1833
podríarnos caracterizar grosso modo el punto de partida en homenaje al paisajista G. H. Crola
-introducido
luego en la segunda edición de las Cartas-, y 1a serie
i" 1, filosofía romántica de la nattvaleza diciendo que
defendía un principio de unidad de la naturaleza toda, ya. mencionada de artículos de 1867 sobre obras de
que afectaba también a la comprehensión de sus antítesis; paisajistas conservadas en la Galería de Dresde, y que
toda su diversidad era necesario que se com- son curiosamente las últimas páginas que escribió para
"r,o "r, a Partir de la idea o condición libre
prendiera de l.r irnprenta.
iotalidad. El principio de unidad había de ser obser-vado L-os escritos del diligente Carus se componen de
en todos los-ertudios Pul-ltuales, puesto que marca la más de cuarenta títulos. Debe su tan gruesa obra a esa
idea de universalidad quc permite la contemplación Musa nórdica y especialmente madrugadora que visita a
.plena, en manifestaciones concretas, Y: c9. tal idea, la los autores constantes que organizan rigurosamente su
p^enetración teórica de los materiales de la experiencia jornada, y entra a premiar con creces su aplicación. No
iecogidos por el científico. El propio Carus insta a que pueden faltar, por tanto, en esta obra prolija los
.r, .I trabajo científico opere "El ojo libre, espiritual, escritos autobiográficos; en 1846 empezó a redactar sus
que contempla en relación t la unidad, junto a la altivas Memorias y remembranzds, que aparecerían en
óbservación fiel, sencilla, ordenada"- dos volúmenes en 1865 y 1866. I-a interesante autobio-
Los problemas del art'e y de la ciencia son Para grafía de Carus recoge recuerdos de muchas personas y
Carus b.r.r, medida complementarios. Arte y ciencia circunstancias que determinaron la vida artística e inte-
".t
se asisten mutuamentc al tratar de revelar la naturaleza- lectual de Dresde en la primera mitad de siglo, en la
El principio de unidad de la naturaleza, como propiedad que hemos de ponderar el papel que desempeñó él
postrlrda para toda entidad panorgánica, afectaría tanto mismo. Peculiar es, por ejemplo, su dedicación a la
, l, ,',.."riáad interna del arte, como a la de la ciencia, pintura y su relación con el oficio y el mundo del
y predispondría, considerada en ambas relaciones, al pintor.
toro.imiento. Es ese extenso horizonte cl que viene a E,l Carus pintor une a su formación autodidacta una
determinar las tesis románticas. El ensayo en el que afición inmensa, aunque sería difícil considerar que
Carus aborda más directamente tales cuestiones de también una clara disposición artística. Cuenta que
filosofía de la naturaleza se titula cartas sobre la aida clesde la época de la escuela acostumbraba a dibujar del
cle la tierra (1841), posterior a las Cartas sobre pintu¡a natural, lo que le valía muchas veces de instrumento de

14 15
estudio. No compartió, en cambio, el interés de sus la representación, que les hace aprender mucho del
profesores por el aprendrzaje técnico en la copia de naturalismo del paisaje holandés, esmerarse en la fidelidad
estatuas, que hubo de conocer y ensayar en cursos de de la imitación y proponerse un orden muy severo en la
dibujo esporádicos. Carus, según dice, rehuyó decidida- composición que distinga del capriccio sus realizaciones.
mente el oficio manual de artista. Con rodo, lo que El encuentro con Caspar David Fridrich le llevará a
hace es repetir un topos romántico, el de un exaltado asimilar de lleno en sus lienzos la visión romántica de la
idealismo que poco quiere saber de habilidades manuales. natureleza, que reflejará en la mayor parte de su obra.
De hecho, echaría de menos una orientación técnica Friedrich era el primer pintor verdaderamente dotado
consistente para practicar la pintura, y traró de subsanar que conoció Carus, y el que más influiría en su pintura-
esa carencia mediante el contacto con pintores profesio- La admiración que Friedrich y su obra despertaron en
nales. el dócil Carus se traducirá en emulación, y prenderá en
Sus primeros tanteos con el óleo datan de 1811. Su los cuadros de éste con los inconfundibles rasgos del
atracción casi innata por la pintura de paisaje le lleva a estilo y los temas del pintor de Pomerania. Desde la
fijarse muy pronto en los gustos y la obra de Johann exposición retrospectiva de 1'906,Ia primera a la que se
Christoph Kenglel (1,751,-1,824), afamado pintor de la remonta el descubrimiento moderno de Friedrich, ha
escuela de Dresde, al que conocerá personalmente en ido unido el nombre del Carus pintor al de su amigo' y
1815, fecha que también señala sus comienzos de pintor. se han atril¡uido en muchas ocasiones a éste sus obras.
Ambos cultivaron cierta amistad, pero el reservado Friedrich además, le instruyó en los Pormenores de lo
Kenglel fue muy parco a la hora de participar algún que era un taller de artista y le aportó muchos consejos
conocimiento útil al Carus aprendiz, que sí recibió, en
técnicos gue , lógicamer-rte, acentuarán el toque del
cambio, la impronta del gusto sentimental y el consejo
mentor en sus paisajes. Sólo con los catálogos razonados,
de estudiar a los paisajistas holandeses.
rclativamente recientes, sc ha sabido separar bien las
Carus presentó por primera vez obras suyas, hasta el
obras de Carus de las de Friedrich.
número de cuatro, en la exposición de la Academia de
Dresde de 1816. Allí le acompañarían los lienzos de A prirnera vista en el modo que tienen de pintar nos
llaman mucho más la atención sus afinidades que sus
Caspar David Friedrich, con quien poco después entabló
una estrecha amistad. Carus yt mtnejaba entonces el diferencias, como suele ocurrir entre un artista y segui-
código romántico en sus cuadros: eran los títulos dores muy próximos. No lo apreciaban ellos, sin embar-
go, así. En el primer volumen de Memorias y remem-
"Infierno de Dante», "Soledad", "Niebla de Otoño,, branzas cuenta Carus una intcresante anécdota: "Paseé
"Cementerio con niño". Combinaba además, esos dos en varias ocasiones tan-rbién con Friedrich arriba y abajo
componentes básicos que nutrieron el estilo romántico
en su génesis: por un lado, el paisaje dieciochesco de por aquellos parajes. Y cuando nos parábamos ante los
gusto sentimental, sincretista en el estilo, como Kenglel motivos más interesentes y empezábamos a dibujar el
o Salomon Gessner, y de «maniera>> evocativa y alambi- mismo objeto, observaba 1o infinitalnente diferente que
cada; por otro lado, la urgencia de un orden objetivo en puede ser el modo de ver un mismo objeto por parte cle

16 17
dos espíritus distintos, aun siendo ambos del todo fieles cle Friedrich. En 1819 viajará Carus a la isla de Rügen
al natural. y en 1820 a las Montañas de los Gigantes, siguiendo en
..Conservo en mi carpeta juntos los limpios dibujos ,-t o, casos no sóIo el consejo, sino la ruta y los pasos
a lápiz que ambos, uno al lado del otro, llevamos a de anteriores viajes de Friedrich por esos lugares,. de los
cabo fidedignamente de una graciosa cruz de hierro que provenían buena parte de los.inmensos paisajes que
asediada por vientos rudos en el cementerio de la aldea ...ráb" en sus lienzás. Carus, al emular los viajes de
de Priesnitz, cerca de Dresde. Y cualquiera que los Friedrich, trataba de revivir e igualar las experiencias
contemple reconocerá dos dibujos del todo distintos, del paisajísta y el contacto del pintor con la naturaleza'
aunque con un tnismo objeto, por mucho que no nos Esta intensa relación con Friedrich empezó a dete-
riorarse a' Partir de 1828' En ello intervinieron tanto
la
. ernpeñára,rnos para nada en una apreciación ideal, sino
en una absolutamente fiel al natural". Flsta observación encastillad^" y ."lora personalidad de Friedrich, como
es prácticemente idéntica a otra que hace el pintor los eventos del sino acomodaticio de Carus' A este
ron-rántico Ludwig Richter en una anécdota que comenta respecto, la historiadora deI arte, y biógrafa.de. Carus'
en su autobiografía Recuerdos, y que fue objeto de Ma.ianne Prause concede gran importancia al viaje que
éste realiz afa en 1828 a Itaiia, durante el que asumió,
en
reflexiones muy interesantcs en la introducción de una
sus estudios y trabajos de campo, los enunciados
de
Conceptos fundamentales de la Historia del Arte de
los -étodos del Goethe
\7ólfflin y luego cn el segundo capítulo del libro de ".rrr.,"rioloií, .*r.¡¿», afln '
Gombrich Arte e ilusión. Cuenta esa historia que Richter científico. Es]to le llevaría a desinteresarse por la poética
y otros tres artistas, estando cn Tívoli, se propusierot-t evocativa que articula el contacto con el paisaje en.las
pintar fielmente un mismo paisaje, y que el resultado obras d. Éi".l.ich. De todos modos, Por estas fechas
fueron cuatro paisajes completamcnte distintos con los las circunstancias de Friedrich y Carus empezaban a, s.er'
mismos motivos. Los artistas románticos llamaban así po. oaro, motivos, muy distintas entre sí' Friedrich
la atención sobre el modo en que se imponía la subjeti- .orrr..rrrba a conocer la desatención de sus contemporá-
vidad en la imitación, rnás que el propio objeto. Pero, n."t p"t su obra, preludio de la indiferencia y el.olvido
no por ello se desestimaba la representación, biár al pora..io."s. En cambio, para.Carus se consolidaba por
contrario, se apreciab a y hacía necesaria la caracterización irto, ,ño, el reconocimiento de su actividad profesional'
de los objetos desde el estilo personal del pintor, con y erl una . autoridad muy celebrada' En su madurez
las marcas de su individualiclad. aparece cast corrlo p..rorrri. paladino, y" 'Pells. sensible
Carus disfrutará de Friedrich como compañero y a una vocación -"no, dócii como la de Friedrich'
guía en sus excursiones al campo por los alrecledores de En 1g27 fue nombrado médico de palacio del Elector
Dresde, por Bohemia y por la Suiza sajona. En 1818 de Sajonia. El viaie de 1828 a Italia 1o hizo en concePto
llegaría a Dresde J. Ch. C. Dahl, otro de los paisajistas .1. trÍ, ,corrrprñ"Ádo al príncipe Federico Agusto hasta
de esta escuela, que intimarí¡. con ambos. Cartts denotará NápoÍes, Pa".t.rm y Capri. Ya en 1821 Carus había
también más tarde el influjo de este pintor, pero el ,"^iir^dr, como estudioso de la naturaleza, un primer
grueso de su obra aclama implícita y explícitamente la viaje a Italia, deteniéndose especialmente en Génova y

r9
18
Suiza; este periplo le llevó a visitar a Goethe en Quizás sea por eso que la obra pictórica de Carus
§/eimar, cuya amistad cultivará en lo sucesivo con oacompaña>) tan sólo a los méritos de sus testimonios
verdadera entrega. Fue Goéthe, ciertamente, su gran escritos, a la vez que nos aproxima, ilustrándolas, su
referencia intelectual. La correspondencia enrre ambos dilección y su afición natural por el paisaje.
comenzó yz en 1818, cuando Carus le envió un ejemplar La práctica de la pintura tenía para Carus, Por otro
de su Tratado de Zootomía. Luego colaboraría en la lado, un interés terapéutico, como ejercicio destinado al
revista de Goethe Zur Morphologie, y dedicaría diversas placer del ánimo y a la distracción. Es lógico, por
recensiones, conferencias y escritos a la obra científica y consiguiente, que no lastrara en exceso su afición, ni se
poética de éste. resistieran sus paisajes a contemporizar con otros- En
Aún en una tercera ocasión, en 1841, le llevará a líneas generales, entre las exigencias. de sus exp-loraciones
Italia un encargo médico de los duques de Toscana. teóricas y sus ocupaciones de pintor se hacen notar
Antes, para realizar estudios científicos, emprendería discrepancias que nunca parecieron disturbarle. Al margen
también un viaje a París en 1835. Durante su esrancia, de estas antitesis, Carus disfrutó como artista de la
el escultor David d'Angers, muy familiarizado con el consideración de los críticos, y sus sensibles pinturas
círculo romántico de Dresde, le retrató en un busto fueron premiadas con una gren estima por el público de
monumental. A d'Angers, también rerratisra de Tieck, su época.
debemos aquella sentencia afortunada que decía que El mismo Goethe le solicitó en varias ocasiones el
Friedrich "había descubierto la tragedia del paisaje,. envío de cuadros suyos a \leimar, y le honró con un
La última de las salidas que Carus hizo de Sajonia gran aprecio por su obra. El escudero de Goethe en
fue el viaje que, nuevamente en su calidad de médico de estos asllntos, el historiador Heinrich Meyer, en sus
la Corte, le condujo a Inglaterra y Escocia en 1844. páginas de [a revista weimarina Kwnst und Altertwm,
C1ryr presentó regularmente sus cuadros en las situaría los paisajes de Carus en la tradición de Ruysdael.
cxposrcrones anuales de la Academia de Dresde hasta Carus, sin embargo, se esmeraba, al preparar sus envlos,
1843, y siguió pintando al óleo hasta 1854; luego la en escoger entre sus cuadros obras de carácter diverso
edad le hizo preferir los boceros. En su obra dá los para brindar un Inuestreo de lo que hacía ver como su
años cuarenta es ya nítido el influjo del paisaje de la evolución o su desarrollo artístico particular. No podía
joven escuela de Düsseldorf, a la vez que sus pinturas prestar poco interés por la oevolución" de su pintura
denotan un apego crecienre a la imaginación doméstica qrrien, .orro fisiólogo y anatomista, defendía y perfec-
y devota del Biedermeier, con lo que a la larga se cionaba el método genético en sus estudios científicos. Y
clistanciará y desdirá de su primitivo romanricismo, el médico-pintor, proclive a asimilar la indigente distin-
digamos, «avant et aprés la lettrer. ción de Goethe entre arte ..enfermo, y arte ..5¿¡Q>>' SC
Carus pensaba que el pintor no debe vivir de sus jactará a la larga de que esta evolución, marcada sobre
cuadros (carta IX), aunque sin duda también estimaba todo por un cambio en los últimos años veinte, aPuntara
que el pintor debe vivir holgadamente. Ahí radicaba a enfatizar valores de interés "objetivista>> en la idea de
alguna razón de fondo de sus trabajos de artisra- naturaleza. El elemento entusiasta del primer romanti-

20 2l
cisrno remite cuando se imponen esas otras preocllpa- menos en Alemania- las referetrcias a la pintura flamenca
ciones. de paisaje de csa misma época, debido a [a menor
No creemos que Carus nos anuncie en su pintura la presencia de sus ol¡ras en las colecciones.¡ Apenas eran
«verdad esencial de la naturaleza, en los sanos términos conocidos, pongamos por caso, un Joos von Momper,
(*el reflejo puro del fenómeno") que evoca en 1835, por y, entre los hol¿ndeses, un Hércules Seghers, a los que
ejemplo, en una cascada pintada por Everdingen (X, tenemos por prefiguradores del hacer de los paisajistas
supl. +). Cautiva, sin embargo, en este mismo sentido, románticos. ¡Lorena y ios holandeses serán las fuentes
el noble empeño de sus Cartas, destinadas a aproximar- ,nás precia.lh del p"isajismo dieciochesco y aún del
nos a 16 "permanente» de la organización de la naturaleza, Romanticismo, qlrc, si bien recurrirá también a las
en la medida en que ello puede ser comprehendido en el enseñanzas del Domenichino, el paisaie heroico de
proyecto de la pintura de paisaje. Poussin o el más excéntrico de Salvator Rosa, Poco se
acordará de E,lsheinrer, Peter Brueghel, Patinir Lr otros
de los grandes paisajistas anteriores.;Con ello no quere-
2 mos decir que la visión de la tradición del género fucra
muy selectiva, sl, etr cambio, que era sesgada y que
En los tratados de pintura el género del paisaje ha cstaba estrechamente vinculada ,r la recepción y lz
ocupado tradicionalmente un lugar indeciso, de condición lectura de algunos testimonios del pasado reciente,
opinable, e incluso indefensa, necesitada de atribuciones entre los que destacan, en primer lugar, los mencionados,
precisas que facilitaran la equiparación del paisajismo y luego pintores rnás cercanos en el tiempo como, por
con la pintura de tema. El libro de Carus es un ejemplo, J. Venret y los suizos Caspar \üflolf y Salomon
importante aplazado- jalón en el esfuerzo secular, Gessner.
-y
el registrado en la tradición dieciochesca, por enaltecer ¡La autoridad conquistada por los maestros ciel paisaje
como tal la pintura de paisaje y estimular su compren- del iiglo xvrr se verá apoyada paulatinamente por los
teóricos clel arte reservas, con salvoconductos y
sión. -coll
finalmente con privilegios-, y por los nuevos cultiva-
, T a tradición del paisaje se remonra a los lejanos
clores en boga.-,
orígenes de la pintura y, sin embargo, este género ha
sido realzado fundamentalmente por [a escuela moderna. ,pesde Alberti, entre los teóricos clasicistas, el paisaie
E,l gusto por la pintura de paisaje adquiere especial solfa ser considerado como género menor, entreteni-
notoriedad en el siglo xvIIl, cuando se aprecia sobrema- miento de los pintores, que necesitaba del complemento
nera el legado de Claudio Lorena y se hacen sonoros de las figuras y dei tema para hacer valer su rango.¡
sus rnuchos ecos. El cultivo de este género, hasta Pero, por ejemplo, el tratadista lrolandés Gérard de
Lairesse, con menos altanería que Perrault o Roger cie
entonces especialidad de pocas escuelas, se universaliza.
Piles, en El gran.libro del pintor, de 7707, invertiría este
.Un factor importante es el auge que cobra el paisaje de argumento preclsanrente para eqlllperar el ¡>aisaje a la
la escuela holandesa del siglo xvII, que será muy imitado,
mientras gue, sin embargo, serán muy escasas
pintura de tema. l,airesse piensa en un paisaje que
-al puede incluir figuras, como la pintura de tema. Este
22 23
tratadista enfatíza precisamente los valores propios del
debería ser, y de sus realizaciones resulta nun agradable
género, y lo hace sin escatimar elogios:
sujeto más placenrero que existe ""r, ",rr,
irir"le es el engaño, una forma de encantamiento,,. El estilo pastoral'
,rt. pi.tori.o; ni mejora, ni corrige la naturaleza, sino que se enrrega
provisto de cualidades muy poderosas, "l de hecho, en
a ésta en su "singularidad,.
todo lo que a la visión se refiere, place y entretiene al J

espetador incluso con una agradable combinación de los , La tradición dei siglo iiru que se ocupará de valorar
colores que vaya unida a un orden adecuado. especialmente el género del paisaje viene preparada por
¿eré la obra del ecléctico Roger de Piles. Se trata de aquellos
puede resultar más agradable para el hombre qr'r. .l'q,r.,
sin poner un pie fuera de su habitación, p.red" ...oi... argumentos que problematizan el grand goút y salen en
el mundo entero, y en un instantc llegue a visitar todas defensa de la petite maniére. Esto e s, la tendencia
las maravillas desde el Asia hasta el ,{f.ica, y de ahí a colorista, amable, que busca su criterio en el "$enti-
América, y hasta los campos del Elíseo, ,;" correr miento,>, y que se distancia del arte racionalista, norma-
peligro alguno [...]?" tivo y rnoralizador de los clasicistas, va a reinterpretar
, La discusión s<¡bre el rango de la pintura de paisaje
el ideario artístico, entre otras cosas, en favor del
se suma a las muchas cuesri«-¡nes baladíes que paisaje.J
f.e.üntará
la doctrina académica del siglo xvrrr. póne de relieve, Por el contrario, el requisito de que el paisaje ha de
no obsrante, la falta de derermi,ación de la reoría del complementarse con una "historia, utilizado por la
paisaje, sobre el que apenas se hacían afirmaciones teoría clasicista para relegar el valor aurónomo del
precisas, salvo las provenientes de las normas der decoro paisaje propiamente dicho, no servirá sino para jerarquizar
de la pintura de historia, o los azarosos arglrmentos que y dosificar a h fuerzt en diversos tratados un género de
se encontraban para defenderlo. / difícil prescripción.LEl la tradición moderna nos encon-
. I U, tesrimonio importa,t"-prl, la valoración especifica tramos con una permanente rivalidad entre esas instancias
del ,Itg del paisaje es el de Joachim von Sa,rd.a.t, en pugna, y no sólo en Francia, sino en el conjunto del
conocido de Claudio Lorena, y en cuyo tratado de 1675 panorama artístico europeo. La hostilidad al paisajismo
Teutscbe Abademie der Bau- Bitd- utid furahrerey-Kiinste contará con portavoces durante toda la centuria. LAsí,
aseguró que las figr.rras y las historias en la pintura de encontramos que en las teorías de Mengs, Lessing, o,
parsaje eran un elemento accesorio. , Algunas de las aún a finales del siglo xvrrr, en C. L. Fernow, a la vez
opiniones de sandra'r r.aparccen en el cows de peinture que se buscan sus leyes, se desdeña con frecuencia y se
par principes que publicó Roger de piles en 1Z0g.,El criba rigurosamente la pintura de paisaje, por considerar
rubéniste de Piles co.tribuirá cle for.na meritori¿'-'? indigente o vana su expresión si no lleva cl cornplemento
definir en cl 17oo la auronomla clel género del paisaje y de una acción heroica, y, más aún, por hallarse ausentes
a difercnciar modos cn é1. DistinguJ clos estilos frrrr.l"- parámetros estilísticos o valores fijos en ia representación.
mentales en la pintura de paisaje: eI heroico y el pastoral
.,,_!a rcpresentación artística del paisaje afecta, en sentido
cbampétre. El estilo heroico, propio cie por_rssin y
9 lato, al ánimo del espectador, pero, por así decir, su
Lorena, prcsenta la natural ,ri .orno es, sino como lectura no informa al entendimientoJ
"r^
24
25
, Eja pintura del "ánimo" encarnada en el paisaje, imaginación y ocupa el ánimo del circunstante con una
constituye, no obstante, como decimos, otra de las vivencia Íeltz e inocente de la naturaleza.{Este efecto de
grandes aficiones del arte dieciochesco, esra vez en una conjunto, sugerido en el sentimiento, se rige, no obstante,
tentativa polifacética y distint a a la pintura de ideas, y con un criterio eclecticista, atento a evocar los ejemplos
a la que se brindan artistas más empeñados en la de Poussin, Dughet y Ruysdael bajo un mismo aire, y
escenografía o en la afección y el placer visual del que, con la selección y asociación de motivos de paisaje,
espectador que en principios estilísticos rígidos. r Nos se propone sugerlr por acumulación una presencia de la
referirnos a la tradición entusiasra y seductora del naturaleza. ,Del encanto de una naturaleza invcntada
barroco decorativo, así como al naturalismo amable de derivan placeies de la imaginació-n_. ¿
los vedutistas. El magisterio de f.orena y I)ughet no ¡Ese comprómisó büscádo éntié la imitación de una
tiene ahí el rnismo carácter paradigmático que entre los natirraleza uprirnigenia, y la rnezcla de modelos de
autores doctrinarios; antes bien, es la autonomia expresiva representación establecidos y motivos sacados de la
del paisaje, desfavorecida por los clasicistas, la que hace literatura, ilustra, en una de sus formas, la fiesta culta
considerar e interprerar librernente los modelos de de las ernociones propia del gusto sentimental. Cierta-
aquellos. mente, el ¡-raisaje adquiere una condición significante e
Ciertamente, el ideal, elle exalta Virgilio y visualiza intelectual que sirve, por así decir, a la educación del
Lorena, de la bucólica lirnpidez cle la vida campestre sentimiento. Un componente importante en esta apre-
había enfriado sus hechizos en las pétreas aulas de las ciación €S, desde luego, la crítica de la civilización
Acadenrias, por lo que ¿_encontramos que el m¿yor urbana que formulan quienes elogian la idílica experiencia
irnpulso al género del paisaje en el siglo xvur le viene de de la naturaleza. Precede a Rousseau y a Schiller en esa
su interpretación sensualist¿.lTanro el paisaje galante y crítica de la civilización el médico suizo Albrecht von
decorativo de la escuela fráiicesa, .orlró las vistas cam- Flaller, clryo poema didáctico Los Alpes, de 1729, abrió
pestres .di fantasi¿», el capriccio veneciano y romano, o el camino de la lírica naturalista del siglo XVIII.
.7
la.s vedwte topográficas, suponen un sensible fortaleci-
1E,l aprecio tan extendido en el siglo xvrrr por la
miento del paisaje y géneros afines. , pintura de paisaje, que se complica a veces en opciones
Debe ser valorado aparre el féirero del idilio por su manieristas como las de Gessner y rnuchos maestros
especial importancia en la estampa sentimenral al uso a locales, resulta, en buena parte, del esfuerzo de la
finales del siglo xvrn en Alemania y Suiza. El idilio cultura ilustrada por favorecer su acogida y su com-
cuenta en el ámbito germano con Lln cultivador muy prensión. La literatura ilustrada enfatizí directa e indi-
popular y apreciado teórico: Salomon Gessner, al que rectamente las dotes terapéuticas de la pintura de
Carus se refiere en su tratado. Por encargo del también paisaje, y, al tiempo, de la jardinería paisajística de
suizo J. C. Füssli redactó Gessner una conocid,a Carta invención inglesa. La vivencia del lenguaje de la natura-
sabre la pintura de paisaje pare la edición de l77O de Ia leza, participada por el arte, resalta como uno de los
historia de los artistas suizos, obra de aquéI. Gessner se temas favoritos de la literatura artística del siglo de
fija en el paisaje ideado, que se brinda al placer de la Diderot..i

26 27
Por ejemplo, en '1.774, en la Teoría general de las como es sabido, resalta en repetidas ocasiones este
bellas artes del utilitario rratadista alemán Johann Georg efecto ético del paisaje sobre el paseante, 1a alegria y la
Sulzer se plasma la defensa ilustrada del paisaje, elr€ serenidad de espíritu de la persona entregada a la
expone las virtudes de éste en la formación moral. . contemplación de la naturaleza) qüe) en lo alto de una
Sulzer argumenta que la pintura de paisaje favorece la' montaña deja vagar sus pensamientos con el ..éterrr, para
felicidad del hombre y el bien común, al aproximar al ..respirar libertad", allí
"donde el aire es más puro y más
individuo a una existencia ética bajo el modelo de la delgado", corno lo describe en La nuead Elo_ísa.,lCon el
naturaleza, eue nutre el entendimiento y el alma de hermoso elogio de la experiencia de equilibiió interno
principios y sentimientos altruistas. Puesro que Sulzer en la contemplación de la natur*leza, Rousseau se suma
entiende y repite qüe lá natüialéZa es imagen de la a una larga tradición literaria que tal vez tenga su más
gracia divina, 1o que puede entenderse por interés preclaro testimonio en las hermosas páginas en las que
didáctico consiste muchas veces en la búsqueda de contó Petrarca su ascensión al monte Ventoux, en cuya
operatividad moral de la pintura de paisaje, más allá de cima sufre el espíritu, según el poeta, una experiencia
una alegoría específica. i de plenitud y, al tiempo, de desapego de todo lo que se
.fiI interés del paiia je par:a el ideal de humanidad en expone a la vista en su inmensidad. Estas experiencias
la formación cstética y ética del sentimiento puede fueron felizmente emuladas y recreadas por Horace-
seguirse en diversas fuentes de la época. Recordaremos Bénédict Saussure en sus Viajes a los Alpes, tras su
que el esfuerzo de Edmund Burke por explicar el placer famosa expedición de 1787.
en objetos sublimes radicaba en buena medida en el i. !n la literatura de la época romántica, en las páginas
estudio de los sentimientos y las re¿cciones fisiológicas de Goethe, y luego de Jean Paul, Tieck y otros,
ante motivos extraordinarios que podían figurar en un topamos a menudo con caracterizaciones entusiastas de
paisaje. Lo sublime es placer contradictorio o <<negativo>>, extensos paisajes de montaña, en los que el circunstante
va unido al terror o al peligro y radica en una tensión se ve invadido de sentimientos nobles al contemplar la
interna de los sentidos del circunstante.,Los motivos y sublime acción de la naturalezt. El sujeto se sobrepone
.recursos propios de la poética de la sublimidad, lo que a los propios afectos: .Por encima de las cumbres todas
::'j es fuente de sublimidad, se gestan en la experiencia de liay sosiegs,, escribirá Goethe en un memorable poema--,;'
fenómenos de la naturalez,a.*,Desde los ensayos de Ahora bien, aún sin afln de ceñir en exceso su
Joseph Addison se distinguían los motivos sublimes y índole, al hablar de esa idea típicamente romántica del
los motivos singulares o pintorescos por el específico lenguaje de la naturaleza como medio de elevación, e
efecto de determinadas manifestaciones de la naturaleza incluso como lugar de manifestación de la gracia divina,
externa sobre el espectador. { no pueden omitirse los orígenes confesionales que la
1 Ciertas condiciones en la vivencia de la naturaleza, sustentan.Jg¡, imagen del rnundo, compartida por los
qul están relacionadas con una suspensión provisional grandes nituralistas G. Forster, A. von Humboldt, y
del instinto de conservación, ayudan a la purificación de por el propio Carus, y decisiva para los paisajistas
los afectos, según nos explican diversas fuentes. Rousseau, románticos alemanes, está condicionada por la doctrina

28 29
qlre se encargó de popularizar una noción
pro-!e-s-tan-Ee-a
que acabamos de comentar, la que Jórg Traeger designa,
dé naturaleza ü)yo carácter superlativo ampara peculiares con cierta extravagancia, "eclesiología paisajísti.r".t A
sentimientos religiosos. / invitaciones religiosas, filosóficas y literarias se unén,
, La religión protestante, reacia a aceprar la iglesia por ejemplo, el aprecio por la escuela holandesa, que
co"mo casa de Dios, siempre tuvo una relación más o sobre todo se generalizó entre los paisajistas de Dresde,
menos secularizada con la arquitectura eclesiástica y con y las exigencias naturalistas de algunos pintores y
las obras que servían al funcionamiento idóneo de la teóricos- l:Már incluso que los ejemplos holandeses, la
comunidad religiosa y del culto. Al tiempo, la descon- pintura de prospectos, muy estimada en el siglo xvtu,
fianza latente en las imágenes sagradas, en las represen- fue una prueba de fidelidad a la naturaleza en la
taciones religiosas y en el conocimiento de Dios a imitación artistica, que tampoco se quedó sin influjo en
través de los sentidos, exclula, en todo lo que afecta a Dresde. 1 Pero, la veduta y los rnodelos holandeses
las pruebas de la fe, la relación religiosa mediada por derivaion sobre todo en el paisaje muy alambicado y
objetos y monumentos.,"Lo divino es algo incorpóreo, literario de un J. Ch. Klengel, un J. 'V. Mechau o Lrn
que no se puede ver ni iocar, y dc ilimitada presencia, Adrian Zingg, maestros veteranos de la escuela de
se nos dice. Es por eso que la idea de Dios y, Dresde que preceden a la generación de Carus. Ya en
finalmente, la Iglesia están contenidas en el ser infinito torno a 1800 er-lcontramos que los tratadistas comienzan
de la naturaleza..En tal sentido es la naturaleza el tema a prestar atención a una rnímesis de rango objetivo,
idóneo cle l, ifint.,.* religiosa, como lo entendieron capaz de emular y caracterizar la" vida empírica; y, con
Caspar David Friedrich y Carl Gustav Carus- En la ello nos aproximamos a combinaciones más afines al
novena de las. Cartas leemos una expresión muy querida libro de C. G. Carus.
de éstc: l¿ "lglesia del paisaje',. , En 1809 aparece un artículo de Carl Grass titulado
[.os teólogos pietistas de{ínes del siglo xvIII extre- Algunas obserrtaciones sobre pintwra de paisaje, en el que
maron la idea de la natlrraleza como templo de la se denuncia el poco conocimiento del que disponen los
divinidad. Sc habla, por ello, de un panteísmo pietista artistas sobre esta rarra de la pintura, rnuy reducida en
corno tendencia formada, incluso superpüeita ¿l Ideáüimo los rnedios académicos a la copia de Inaestros del
en algunos autores, como\4arl Christian Krause,,/uno género. pa necesidad de regenerar la pintura de paisaje
de los teólogos que leyó Carus. Un ejemplo destacado, con creacrones originales y atentas al modelo de la
por su irnportancia en la formación religiosa de Runge naturaleza suena en el lnomento crítico que quiere
y Friedrich, es el teólogo, poeta y párroco Theobul enderezar una tradición problemática; «¿No es la pintura
Kosegartenr personaje peculiar que decidió que su iglesia de paisaje precisamente aquella en la que tanto queda
debía ser una simpie catraña, y 9ue, adernás, tenía por hacerr / €n la que, si no se abren nuevos caminos,
costumbre de predicar en el campo, a cielo abierto, en el genio debe andar, pese a todo, su propia senda? [...]
la isla de Rügen, cosa que cautivaba a sus feligreses. I.a pintura de paisaje no abarca menos de todo aquello
No todos los ideales de ese gusro del 1800 por la que se ofrece a nuestra vista, y gracias a ella, por así
pintura de paisaje radican, desdc luego, en la tendencia decirlo, contemplamos en el real un mundo nuevo. En

30 31
el más pequeño de los motivos naturales que puede centes para la. representación del paisaje. Sabemos que
llegar a absorber su atención tampoco se olvida del sus clasificaciones esquemáticas, por ejemplo de tipos
conjunto de los tesoros de la naturaleza, y permanece de nubes, le fueron muy útiles en su trabajo al mismo
con el rnismo amor en los más pequeños objetos, sobre John Constable, eue las estudió. También los Elementos
los que rompen los rayos del sol. ¿Q"é gama de de perspectir.ta práctica del paisajista Pierre-Henri de
irnágenes y fines se presenta aquí al espectador, desde la Valenciennes, dados a la imprenta francesa en 1800, se
más sencilla imitación de lo verdadero, siguiendo la centran en problemas prácticos de representación de la
escala por lo ameno, lo gracioso, lo naif, hasta la más naturaleza fenoménica. El paso del siglo xlx acrecentará
elevada poesía de lo romántico y lo sublime?". la importancia de intentos como los de Cozens y
, Carl Grass formula ya los argumentos que confieren Valenciennes.¡El interés por desarrollar una elaborada
primacía al género del paisajer ,r, región artística por teoría del conocimiento de la naturaleza a través de los
explorar, y susceptible de poder encarnar "hasta la más procedimientos pictóricos del paisajismo está muy pre-
elevada poesla,, y todo el espectro de los modos sente en Carus. r
poéticos., En el paisaje, además, todo componente puede E,n Alemalia destaca en estas fechas el ensayo
remitir al conjunto de la vida de la naturaleza, y esto póstumo del vedutista Philipp Hackert, publicado en
tiende a valorarse sobremanera. iEl otro aspecto que 1811 a cargo de Goethe, su biógrafo, Sobre pintwra de
cabía explorar era el estudio de iécnica, d" ."p..r"n,r.fu, paisaje. En este escrito se exige a los paisajistas, para el
que permitieran superar la falta de formación en las buen apre ndizaje y dominio de su género, fidelidad a la
habilidades del oficio de paisajista. iY esto no sólo se natura.leza, incluso aplicando la precisión que pudiera
desarrolló gracias a la imitación de-maestros del género, requerir un geólogo, un botánico o un geógrafo, y se
sino también a través de estudios sistemáticos que se recomienda una buena preparación científica en óptica,
proponían ampliar y perfeccionar el formulario técnico matemáticas, etc.lEl género del paisaje deja mucho por
de los pintores de paisaje, para cualesquiera representa- hacer y precisar, i h, de buscar, no sólo la adecuada
ciones. elección de sus temas, sino también los apoyos eruditos
En el siglo xvrrr no habían faltado recetarios como necesarios para mediar por el conocimiento universal de
el de J. D. Preissler, que ofrecía en 1.740 una técnica la naturaleza.lPhilipp Hackert, había sido el paisajista
afín a la de los prospectistas para componer distintos alemán pionero en instalarse en Roma, y fue notable su
paisajes y combinar sus motivos. En 1,786 publicó disposición a asimilar la veduta italiana y francesa,
Alexander Cozens en Londres un N¿¿er,,o método para especialmente el paisajismo de C. Joseph Vernet. Se
nsesorar a la inaentiaa al dibujar composiciones paisajísticas trasladó ya en 1768 a Roma, y luego sería uno de los
originales, que sistematizaba numerosas variantes de que frecuentarán el círculo de Angelika Kaufmann, que
paisajes e iniciaba a su ejecución técnica. El libro de también conocieran Tischbein, Reinhardt, y el propio
Cozens desarrolla un método experimental de extraor- Goethe.
dinario interés para, partiendo de esbozos muy sencillos, ,, Resultaría a todas luces excesivo hablar de intereses
aproximarse gradualmente a soluciones plásticas convin- poiitivistas en la idea de mímesis defendida en el

32 33
primer Romanticislno, constituye un compendio generoso
tratado de Hackert, defensor del paisajismo clasicista,
lo mismo que portavoz de la denominada "pintura del y ,rm revisión deslumbrante de las reflexiones de su
época en torno al arte del Paisaje.
ánimo". Pero, sí es cierto que la teorla del paisaje
descubre con la atención por la objetividad empírica de
la naturaleza el xgumento que le permite abandonar la
-)
mera imitación de los maestros del género, y que eleva
las razones de su cultivo, preparado lo enfati-
-según
zan- para un conocimiento universal de la naturaleza.' Carl Gustav Carus llegó en 1814 a" Dresde, cuna
alemana del paisajismo romántico; al inicio de su estancia
Esta es una circunstancia que acompaña a otros factores
én lá t¿óiíá ártiética del 1800. El ideal de belleza se en la ciudad del E,lba se remontan los prime¡os borra-
encarna no en soluciones modélicas, sino en Ia naturaleza
dores de slt ensayo sobre pintura de paisaje' Este
misrna y en las formas de aproximación a ella, en su
proyecto le ocuparía aún durante dos décadas, aunque
original experiencia, lo que, indudablemente, potencia ir*iié" ,rb",-,roi que redactó lo que se puede considerar
la capacidad expresiva del paisaje y la importancia de su cl núcleo fundamental del libro ya entre 1'820 y 1824,
cultiv_o..,§e intuye una, digarnos, «gig¡6ia del paisajismo,,.
como observaremos a continuación.
l.a disposición al conocimiento real de la naturaleza en Comenzó a tra'bajar sobre el concepto de este
base a procedimientos artísticos fue fundamental para epistolario en 1815, pero en 1820, sólo estaban listas las
Carus. Sus observaciones coinciden, por ejemplo, con dts primeras cartas y ernpezada la tercera' En 1821
las opiniones de un sabio contemporáneo en el arte del visitó en \Weimar a Goethe y le informó acerca de su
paisaje, Constable, en quien leemos: "La pintura es una proyecto; cuando, al año siguiente, le envió una versión
ciencia y debería practicarse como una investigación de p.iÁig.,ri,
^hrll^tt. de las Cartas, éstas distaban rnucho de
las leyes de la naturaleza. t ¿Porqué, pues, no puede completas, con las tres primeras entregas y la
considerarse a la pintura de paisaje como una rama de la quinta como úricas partes integrantes. Goethe respondió,
filosofía de la naturaleza, de la cual las pinturas no son ,lr-, c*b".go, entusiasmado, con una carta que Carus
más que experimentos?,,.
lucirá .orr"o prólogo del libro desde su primera edición'
El epistolario de Carus que prologamos €S, ante Ya entre 1Si3 y 1824 reda,ctó el resto de las cartas hasta
todo, un elogio apasionado de Ia pintura de paisaje, cl número .1. .rr"re, aunque sólo en 1826 considerará
como género al que le cabe el privilegio de iniciar a la revisado y acalrado .rt. pii-"r ciclo, que se publicará
idea de la naturaleza.Lcarus retoma la teoría romántica en 1331 tajo el título Ñrrw cdrtds sobre pintw.ra de
paisaje. I.e sucede la segunda edición que
del paisaje por distintas fuentes (artísticas, científicas, -que "' :l.la
teológicas, filosóficas), y añade en las cartas finales d"r.árrm la nuestra- en 1835, con una «carta décima" y
intereses caracteriológicos, guiado por nuevas preocupa- otros artículos que añade a ésta como apéndice'
ciones empiristas.\Su interesantísimo libro, pese a haber Carus se esfárzó por hacer de Goethe el padrino de
llegado a la irñfrenta en un momento en el que sus su libro, como, cn efecto, lo fue; pero, en una revisión
ideas no contaban con Ia misma actualidad que en el más detenida, esta suerte de tutoría de Goethe resulta

35
34
algo equívoca. El influjo de Goethe y la voluntaria inmensa de la ntturaleza y su benéfic¿ acción en el
aproximación a sus pareceres en las Cartas es notorio ánimo del que la contempla y abriga: el sentimiento de
sólo a partir de,la sexra entrega, que suele fecharse en la persona se ve inundado por una presencia de totalidad
1823. Es decir, los fragmentos del epistolario que interna. La experiencia de plenitud y unidad de las
Goethe leyó en 1.822, sobre los cuales se pronunció en facultades del espíritu que anima la contemplación de la
la carta de agradecimiento y felicitación que le remitiera, vida de la naturaleza es una suerte de catarsis del
fueron redactados por Carus al margen de su entrega al principio de individuación: "Tu yo desaparece, no eres
estudio de Goethe, y sin mayores implicaciones del nada, Dios lo es todo>,, dice la primera carta. \
maestro- coincide con los pareceres religio_sos. de teólogos
¡Carus
La curiosidad de Goethe por el epistolario de Carus protestantes como Sturm, Kosegarten y S-chleie¡mlghe¡,
está justificada, entre orras razones, porque él mismo se divulgadores de doctrinas pietistas, quienes proyectaban
ocupaba por esos años del tema de la pintura de paisaje. la comprensión de lo sagrado en una especial relación
Sus anotaciones e ideas sobre este asunto se plasmaron del individuo religioso con la naturaleza.lEste parentesco
tan sólo en dos fragmentos de un artículo, que esbozó confesional va unido a la moral contemplativa que
al dictado ocasionalmente en 1829, y sobre el que promovía la filosofía de la nattraleza en la época
volvió en 1831 y 1.832, año de su muerre. La edición de iomántica, cuya tradición conecta con la idea del "moral
las Nueve cd,rtas de Carus pudo remitirle a la saz6n a sense>) de Shaftesbury,lrecogida no sólo en el irraciona-
sus notas sobre paisajismo, pero es muy dudosa la tesis lismo sentimental d€I' siglo xvrrt, sino, de hecho, en
de K. Gerstenberg, que considera al médico-pintor guía buena parte de la epistemología ilustrada.
de Goethe en este rema. La idea ética de un sentlmrento «organ ICO>), eStO eS,
La tesis conrraria, que exalta en los papeles de de una forma de integrid ad en las disposiciones del
Carus la adhesión a Goethe, está, en cambio, en lo individuo y como condición del conocimiento, descansa
cierto, sobre todo en lo que concierne a las cinco en la posibilidad de la contemplación de la naturaleza
últimas carras, redactadas después de 1822. En conrraste como orden divino. Tal actitud contemplativa, que, por
con éstas, la entonación de las primeras enrregas del ejemplo, opone Schleiermacher al actuar y pensar con
epistolario vela por perfilar y hacer senrir un paisajc fi.re.^ prácticos, anima un sentimiento .orgánico" en el
más propiamente romántico, bajo el ejemplo de -aspar indiviáuo, que ha de considerarse de carácter teúrgico,
David Friedrich y con los hábitos intelectuales que pero que, a su vez, puede tener sentido constitutivo
antes esbozábamos. par^ li vida práctica y para el conocimiento científico,
l-as carras de esre fisiólogo adepto al .método iod^ urz qrr" p..prta una comprensión más universal y
entregada , l, f**a de la naiuraleza y viene a ser el
,r
.L1.
genético,, se suceden languidamente con las estaciones;
se inician en un otoño avanzado, que, al volver al cabo substrato onecesario" del conocimiento.
de un año ya de pie, como primer tema, a la cuarta l\/Entienden que, al tiempo que una preparación en
esos termlnos, esa vivencia intelectual suPone una suerte
carta y, tras nueve años, a la novena. qY con la lentitud
de elevación del espíritu que sirve de guía en la vida del
y empeño exalta Carus en las primeris cartas la vida
universo. Así lo manifiesta tanto la filosofía romántica
36 37
de la naturaleza", como las ciencias naturales de la época, sensible y la comprensión teórica. Por eso Carus hablaba
con Ritter y Steffens entre sus representantejlr Para de Lrn ideal de visión: "E,l ojo libre, espiritual, que
Carus ese conocimiento teórico, del que están ausentes conternpla en relación a la unidad, junto a la observación
los fines prácticos, es condición previa del conocimiento fiel, sencilla, ordenada,. Un «ver cargado de teorla",
científico, y precisamente en él descansa la finalidad transcribirlamos, recordando una feliz fórmula del his-
última de las ciencias naturaler,¡Por ejemplo, en su toriador del arte M. Baxandall.
pri.rr.., intervención, en 1822, eñ el foro de la recién El mismo Alexander von Humboldt abre el cuarto
creada Sociedad de naturalistas y médicos alemanes, libro de sus inestimables Cwadros de la natwraleza, de
Carus habló de la misión y los compromisos de las 1808, con la invitación siguiente:
ciencias naturales en términos que hacen que resuené él oCuando el hombre interroga a la naturaleza con su
concepto griego de teoría, para convertirlo en ideal o :
I penetrante curiosidad, o mide en su imaginación los
patrón intelectual que dota de sentido el trabajo del I

I vastos espacios de la creación orgánica' de cuantas


científico: .Me parece encontrar una respuesta posible a emociones experimenta, es la más poderosa y profunda
la pregunta que ahora nos formulamos: qué significado el sentimiento que le inspira la plenitud de la vida
pueden tener en circunstancias tan desfavorables para el esparcida universalmente. En todas partes y hasta cerca
hombre las ciencias, y las ciencias naturales en particular; de los helados polos, resuena el aire con el canto de las
a saber, que por ellas y mediante ellas se le esclarece al aves y el zumbido de los insectos. Respira la vida, no
hombre el mundo cn su conjunto, como un despliegue sólo en las capas inferiores del aire donde flotan densos
cn el que, en verdad interna, belleza y bondad esencial, vapores, sino en las regiones serenas y etéreas».
armonizan leyes de la raz6n y formaciones naturales, En un sentido similar, las primeras páginas de las
llenando toda la existencia,'y qLre así se han convertido
Cartas quieren iniciar al ,.sentimiento», a la vivencia de
para el hornbre parte de esa existencia- en una
-como una forma de totalidad, a asumir la vasta fuerza de la
incitación permanente a hacer su propia vida cada vez
creación, y propiciar así la comprensión orgánica de los
más conforme a esos mismos patrones».
fenómenos particulares, esto €S, no como elementos
Carus en{atiza la. importancia de una disposición
que también puede ser considerada en términos estéticos. aislados, sino como todos en sí mismos, como referencias
E,n lo que a las ciencias respecta, no es que los cle conjunto, que denotan una presencia íntegra e
fundamentos metodológicos desconsideren las relaciones inagotada en cada momento específico del paisaje.
empíricas, inmediatas y puntuales con la naturaleza, Carus muestra la afinidad entre el impulso contem-
sino que prevcen que al conocimiento particular de los plativo y la "libre tendencia poética,,, que se refiere a la
l-recl'ros de la naturaleza y la clasificación y explicación forma del conocimiento artístico, e insiste en el saber
de sus datos aislados preceda una penetración teórica objetivo que ésta prepara y que toma cuerpo en la
formada en una relación más general, que es experiencia figuración concreta. Ya en la tercera caÍta, ciñéndose a
contemplativa de la unidad de la naturaleza. Esa condi- la relación objetiva del sentimiento estético, concibe la
ción apunta a que se dé una unidad entre la percepción pintura de paisaje como «representación de cierta ten-

3B 39
dencia de la vida del ánimo mediante la reproducción de En la tercera carta se esfuerza Carus en perfilar
la correspondiente tendencia de la vida de la naturalez»r. relaciones concretas de isomorfismo entre circunstancias
anímicas, sub;'etivas, y estados de la naturaleza, con lo
El diálogo entre el sentimiento del sujeto y la
que inicia a problemas caracteriológicos que priman más
nafuraleza, cuyo efecto vuelve sobre aquéI, no ya sólo
corresponde al recreo del ánimo, sino que supone un
tarde en su epistolario. En absoluto trata de ceñir la
expresión del paisaje a tipologías, sino que deposita en
ejercicio procesual de formación en la vida del espíritu.
una cualidad expresiva inagotable de la naturaleza los
La tercera carta nos habla, a este respecto, de la ideales que afectan al sentimiento y al saber de la
importancia del seguimiento de "formas de vida" en
belleza. Eso sí, el problema central sigue siendo la
proceso, en devenir y declinar, para las que los fenómenos
correspondencia entre determinados estados o procesos
de la naturaleza y su representación en el paisaje hacen en la vida de la naturaleza y estados o cambios emocio-
las veces de guía de una vida pareja, perfectible, del nales concretos del sujeto. Asocia estados "objetivos"
impulso del ánimo. La fantasía conoce un desarrollo propios de un proceso orgánico, como "desarrollo,
orgánico y muestra su filiación con la conformidad final plenitud, marchitarse, destrucción", a momentos com-
de los procesos de la naturaleza. parables a estos en nuestra vida anímica. La ,rnaturaleza
Ph. O. Runge, por ejempio, formuló ideas muy paisajística» concreta formal y distintivamente procesos
similares a éstas, especialmente al comentar el famoso del sentimiento, que requieren una correspondencia y
ciclo Las cuatro Partes del día: «contemple la primera una caract erización es téticas.
lámina (la "maña¡¿,,) como si se tratara del efecto del E,s muy elocuente, a este respecto, la noción de
sol que sale por encima de la niebla matutina, y el estilo que examina con detenimiento en la cuarta clÍta.
fragmento de esfera de la tierra que gira en la niebla se Interpreta el estilo como el rnodo de cohesión entre la
fuese apartando del arrebol como una montaña lejana; idea aludida y la representación artística "objetiva" de
los motivos del plano anterior son sólo arabescos que ésta. Observa entre ambos extremos una relación de
aluden al fondo. segunda (el "día") es la luz limpia polaridad, con cuyas oscilaciones explica distintos modos
-La
del sol en el cielo despejado, con el polen que se mece estilísticosr eue son caracterizaciones imperfectas de un
en el aire y se agita, y donde las flores quieren «estilo puro>>, que encarnaría propiamente la idea en la
prolongar unas en otras su existencia, [...]. forma artística y que presiente inalcanzable. Ese ideal
(1, "noche") debería arder por debajo en -L,un cuarta
fuego del "estilo puro>>, en el que se adecuarían plenamente
compuesto de flores que se juntarían a los niños "idea y verdad" en los objetos representados, remite a
durmientes que, cubiertos de humo. y de rocío y principios del clasicismo severo (Fernow), que son ahora
conscientes del amor y de la protección que viene de reinterpretados en el discurso romántico. Carus, además
arriba, esperan la claridad de lo infinito, que es eterna y de hacer referencia a .,los diferentes tipos de estilo"
calma por encima de nosotros, y que florecerá, engen- según la adccuación entre la idea y el objeto, también
drará, p.arirá y se bundirá de nuevo, en una rotación hace interesantes reflexiones sobre la diferente «presen-
tación" (trazo, coloración...) los estilos, y sobre las
Perpetua>r. "n
40 4t
diferenci¿s de las obras según el «carácter» qlle les momento plástica; aquello a lo que dé forma ha de estar
irnprime el artista. Pone como eiernplo, a este resPecto, ante él corno masa, espacial, tangiblemente, y tanto la
las obras de Claudio l.orena y Salvator Rosa, cuya pintura como las elaboraciones superiores de la música
*individualidad" puede no ser ceusa de perfección en el corresponden por ello a épocas posteriores. [...]". Los
sentido exigido por el ideal del «estilo pllro», pero sí conceptos de lo "háptico" y 1o "$p¡¡gs,,, lo ..¡{s¡il" y lo
motivo extraordinario de valor y admiración. *visual,, qLle tan significativos se hicieron después de
En la quinta carta -la que se ocupa de la historia Riegl y Vólfflin están ciertamente prefigurados en esas
del paisaje-, presenta a Claude al tiempo conlo iniciador reflexiones románticas. La preeminencia de lo "visual" y
del género del paisaje y como la cumbre del mismo. La le .pictórico, es el gran argumento de Carus en favor
pintura de paisaje es un arte característicamente modcrno, del paisaje como género específicarnente. n'toderno. L,a
nos dice cn esa carta. Se acoge a un argumento antro- distinción entre [o táctil y lo aiswal no es, empero,
pológico (Schiller) parecido al que en su época distingue propiarnente suya, sino que procede de las reflexiones
lo *clásico, de lo oromántico,: diferencia entre los qtre Herder desarrolló en la obra Plastik, de 1778, cuyo
artistas de la Antigüedad, en los que dominaba el vocabulario asimiló Goethe y, a su vez, Carus.
scr-rtido plástico, táctil, y qlle ceñían la representación En la quinta carta, aunque se abunde igualmente en
de la naturaleza preferentemente a la figura humana, y una idea de la naturaleza que es .revelación de una
cl artist:r moderno, de educación musical y sensibilidad divinidad (...) inaccesible a los sentidos" e "infinitamente
más abstractamente pictórica, cuyo sentido visual tiende sublime", para nuestra sorpresa también da cuenta
x entregarse rr la manifestación de la naturaleza Lrolrlo a Carus de sus reparos 2l .paisaje sentimental,r, cosa poco
un todo infinito. Esa visuaiidad es susceptible de ser comprensiblc en un pintor que tanto cultivara cl senti-
sustituida incluso por la abstracción intclectr-ral. Su mcntalismo romántico. Aduce que el paisa.ie de este
abstracción por encima del mundo de lo ,.personal, y, estilo sacrifica la verdad interna de la naturaleza, hasta
más allá del conocimiento scnsible, hacia una noción de e¡r detrimento de su consistencia física, en favor del
conjunto de la naturaleza, le convierte en sujeto del efecto de una idea poética que se impone a la reprcsen-
paisaje sublime. tación. Contraporle a esa interpretación de la naturaleza
El historiador Ernst Gombrich ha señalado con un paisaje que revele una "unidad perfecta de lo sensible
tgudeza. que las explicaciones de Carus se anticiParon a y verdadero".
los razonamientos de Alois Riegl en lo que se refiere a Escuchamos aquí el eco de enunciados de Goethe
la evolución ..natural,, de la historia del arte, conlo que seguirán resonando en las siguientes cartas. Carus
proceso que va del tacto a la visión. Carus escribe en la aborda entonces un problema que le preocupa desde un
quinta carta, por ejemplo, lo siguiente: "casi c{e igual principio, conlo es el de la aptitud del arte como medio
mancra que en los seres orgánicos el clesarrollo de los de conocimiento, sólo que ahora lo viste cle presupuestos
sentidos comienza por el del tacto, y los sentidos más goetheanos, y cle algo de inocente arrogancia que pone
finos corno la vista y el oído surgen sólo al completarsc de su parte. Así lo leemos cn la carta sexta, que tiene
su organización, también la humanidacl es en un primer por tema la relación entre el arte y Ia ciencia, para la

42 43
que el rendimiento del arte supondría dice en mentales que les corresponden y las represenraciones de
-nos
último término- la forma culminante del conocer, la irnaginación, que constiruyen fuerzas de Io inconscienre
como lo ejemplifica el poema que Goethe dedicara al en las que viene a descansar el conocimiento consciente.
metereólogo Luke Howard, cuya clasificación de los La esfera de lo inconsciente conforma un mornento
tipos de nubes (estratos, cúmwlos, cirros) se vió recreada necesario y previo que hace posible para Carus tal
y enaltecida en los lúcidos y complacientes versos de sentir de lo objetivo; este se anuncia, en primer lugar en
este poeta. Los trabajos de Howard son, como los de la autoconciencia. En la última enrrega del epistolario, la
Cozens, un ejemplo notable de confianza en métodos dedicada a la interpretación de obras de arre, Carus
experimentales que conducen a caracterizaciones típicas. invita, para tal fin, a «caprar el alma del artista en las
Tan cautivado como por los estudios de Cozens, esruvo propias disposiciones".
por los de Howard John Constable, el gran paisajista De ahí que debamos considerar sólo relativamente el
que fue coetáneo de Carus, y de cuya existencia nunca
supo nada. Pero, el libro de Luke Howard El clima de "objetivismo" del que hacen gala las últimas cartas del
libro de Carus. LJna vez que se introduce el sofisticado
Londres sí fue leído por Carus, que realiz| a la sazón término "pintura de la vida de la tierra» como sustitutivo
estudios pictóricos de nubes y dedicó la décima enrrega
de npaisaje,,, exige del pintor una arención científica, de
de sus Cartas sobre la vida de la tierra a ..la vida de las
naturalista, ante las propiedades orgánicas de los fenó-
nubes,. El ensayo de Howard resultaba ran admirable menos, en el sentido de que identifica la raz6n esencial
para Goethe y Carus porque respondía precisamenre al
mismo horizonte de estudios que eilos se habían marcado
de la pintura de paisaje con el seguimiento de la
finalidad interna de los fenómenos de la naturaleza; con
a través de la caracteriología.
ello el arte sería medio de manifestación y revelación de
Antes de proseguir indicaremos que, no obstante, la
la realidad plena.
teoría del conocimiento de Carus está directarnente
emparentada con la idealista, aunque encuentra sus Esto que, en la teoría del arte y del estilo de orros
concomitancias con Goethe. En primer lugar, intercede autores coetáneos, y, entre ellos de Goethe, es un
por una hermenéutica generariva, que había sido una de enunciado que alude a la finalidad de los procesos de
las grandes aportaciones de la crítica romántica. Por figuración artística, se presenra en las páginas de Carus
otro lado, su teoría de la percepción acalla la soberanía con algunas formulaciones categóricas que se desvanecen
de la sensorialidad, en la medida en que para él la cuando las cotejamos con sus propias realizaciones
actividad sensible aparece necesariamente psicologizada artísticas. Carus pensó en efecto que la pintura estaba
en el conocimiento artístico, indiferenciada en un pro- comprometida con "la esencia de las cosas».
ceder unitario de signo moral que puede afectar, en No obstante, afirmaciones que, de otro modo, se
efecto, a la psicología y a la fisiologla, pero que ligamos quedarían huérfanas, se hacen plausibles con su crítica a
ante todo a disposiciones intelectuales. Y, por fin, el la pintura de paisaje alambicada «según una maniera,
reto epistemológico es para Carus, básicamente, el de se forma mediante la copia de modelos arrísri-
-que
cos-, y con la enfática defensa de una mímesis entregada
a.uanzar de forma
"genética" recorriendo el camino de al modelo de la naturaleza. Se reafirma así en la escala
los sentimientos, las respuestas emocionales, los procesos

44 45
mados en los rasgos expresivos de la figura, afirmación
de valores por la que miró la escuela de Dresde en la
cuya rotundidad no fue bien acogida por los físicos y
época de Friedrich.
pensadores empiristas es el más ilustre
Só1o que Carus quiere ir más allá y asumir el -Lichtenberg
consejo de Goethe de captar olo característico de los
ejemplo-, para los que la comunicación de contenidos
respondía a procesos de comprensión más complejos y
objetos" en la imitación de la naturaleza, puesto que,
menos universales. Carus realizará en los años cincuenta
corno éste enunciara en su aftículo Sencilla imitación de
estudios específicos sol¡re el simbolismo de la figura
la naturaleza, maniera, estilo, aparecido en 1.789, el humana y de las diversas formas de las manos, siguiendo
pintor ..no podrá sino hacerse más grande y decidido si
a su talante añade el de un instruido botánig6», eue los interrogantes planteados desde la disciplina de la
fisonomía.
estudia e[ comportamiento de los seres vegetales en stt
desarrollo vital. Ante la naturaleza, el pintor -había Con todo, las directrices de los estudios de Carus
arraigan antes que nada en la morfología de Goethe,
escrito Goethe- «cuanto más aprenda a aislar lo des-
cluicn, aunque l;rs había respaldaclo, también contribuiría
emejante y a ordenar bajo conceptos generales los
a transformar las posiciones de Lavater. [.a doctrina de
objetos particulares, más digno se hará".
la, morfologia descansa, según nos dice Goethe, en el
En estas mismas preocupaciones radican los intereses
convencimicnto de qr-re todo lo que es o existe ha de
craracteriológicos que el Carus naturalista añade como
rranifestarse, y lo hace a través de formas y por las
reto artlstico a la mímesis romántica) aunque deje atrás
mutaciones de estas- Y las formas son, en cierto modo,
(carta V) el complemento de unas aclaraciones sobre la
manifestación de constantes esenciales en la vida de la
cualidad simbólica del medio artístico, tan irnportante
para el propio Goethe, como para Runge, Solger u naturaleza. Goethe separó stts estudios cle geología de
otros portavoces del Rornanticismo. los rnorfológicos, que se ocupaban de ordenar y com-
prehender la diversidad de la vida natural y sus procesos
Merece una consideración especial el artículo que se
ocupa de la Fisonomía de las montañas, añadido a la de transformación. La morfología es teoría de la meta-
novena sección del epistolario. Como en el estudio morfosis de los cuerpos orgánicos.
sobre Fisonomía de las plantas de Alexander von Hum-
Ello no quita para que Carus adopte en su Fisonomía
de las montañas una característica distinción organológica
boldt, que forma parte de su célebre libro de Cuadros
de la naturaleza, antes citado, Carus se propone carac- entre lo externo y lo interno de los cuerpos vivos, y,
terizar y clasificar diversas formaciones del mundo correlativarnente) entre el todo y las interrelaciones de
natural según sus cualidades expresivas, con la peculia- las partes. Carus se propone el seguimiento de esas y
ridad de que no se trata de cuerpos vivos, sino de otras relaciones para caracterizar una forma dada, a la
quc va dirigida la comprensión. Piensa, por ejemplo, eu
configuraciones rocosas de la corteza terrestre. El interés
por estudios fisonómicos en época de Carus Parte las propiedacles expresivas inherentes a Llna formación
fundamentalmente de los muy detallados que realizara montañosa. En su ánimo estaba, al menos desde la
sexta carta, el aproxirnarse a una conlprensión objetiva
J. C- Lavater sobre fisonomía del rostro humano en los dei paisaje, confornre a leyes. Esas leyes pueden ser
años 70 del s. xvIII; éste hablaba de contenidos prefor-

47
46
desveladas con la ayuda de la ciencia lo rnismo que con no aludidos. La peculiaridad de la pregunta por la
la del arte. Tales propósitos reforzaron la lliania, enrre caracterización fisonómica de las montañas que plantea
praxis y teoría que ya defendía Carus, e hicieron más Carus radica en la desacostumbrada extensión de [a
esencialisras sus resis. organología a un estudio orográfico, susceptible, además,
El método morfológico de Goethe no era sino una de ser especialmente provechoso al pintor.
ciencia de la forma orgánica, / SU mención nos devuelve Lo informe de las montañas hacía de éstas, tradicio-
a los planteamienros de la anatomla comparada. La nalmente, un objeto poco propicio para caracterizaciones
anatomía comparada servía para establecer parentescos
formales significativas. De hecho, en el paisaje clásico
entre los órganos y pura conocer las estructuras y nos encontramos con una naturaleza *civilizada)>, con
funciones de estos. Sólo que la comparación morfológica
componentes como rocas, arroyos, vegetación, ..., rra la
rastrea cualidades ..esenciales,,. El parecido de aquello
medida del hombre>>, y no, desde luego, con formaciones
que relaciono se halla en 1o que Goethe llama la Gestalt;
nrontañosas imponentes, sobredimensionadas o inl-ióspi-
puedo decir, por ejemplo, que dos formaciones orográ-
ficas, dos nubes, o dos anfibios rienen la rnisma grrtolt. tas. La poética de lo sublime y de lo pintoresco hizo de
I.a gestalt no es una cosa, sino un comportamiento la montaña en el siglo xvrrr objeto de atracción, bien
objetivo que sirve de rérmino de comparación y nos por su carácter salvaje, extraordinario o terrible, bien
lleva a )uzger semejantes cosas o hechos distintos, o a por su bizarro encanto, no, desde luego, por su mensurd
caracterizar visualmente la forma en que algo se mani- o por su claridad formal. Ei esfuerzo de Carus por
fiesta. Estas comparaciones nlorfológicas conducen al aproximarse al tema de las montañas bajo criterios de
conocimiento de leyes a las que son conformes manifes- clasificación similares a los de la anatomía comparada es
taciones puntuales, e incluso a la experiencia de ,,ideas, signo de su radical caracteriología, que se formula en
que corresponden a tales manifestaciones, y de cuya una nueva encrucijada del gusto rornántico con los
realidad vienen a participar los sentidos. Cuando Carus principios de tipicidad que arrastra la tradición clásica.
decide poner el arte del paisaje al servicio de la ciencia, La interpretación romántica que Carus hizo de
el horizonre que se marca para las experiencias científicas Goethe vino a encarnarse significativamente, en 1832,
es ese. en el curioso cuadro que dedicara a su rnemoria:
Carus aconseja a los paisajistas el estudio fisonómico Monumento a Goetbe, conservado hoy en la Kunsthalle
de las montañas en este sentido, corno acercamiento al de Hamburgo. Esta imagen necrológica es, córno no, un
"carácter original" de las formaciones rocosas. f.a mirada paisa.ie. En lo alto de una rnontafia, y entre inmensas
científica del pintor, Llna mirada .cargada de teorla,, formaciones rocosas, colocó un sarcófago decorado con
-diríamos- el paisaje concrero corno
experimenEa un evocativo repertorio neogótico, sobre el cual unos
irnagen universal. E,se es su comerido. EI médico-pintor ángeles orantes, flanqueánc{ola, están velando un arpa.
se promete la representación de Io qr-re denomina opaisaje Por su disposición, el sarcófago viene a representar un
geonóstico», xlrnqLle cabe sospechar, a nuestro entender, altar levantado al caso, en el que se celebra al poeta
que sus argumentos respondieran a intereses geornánticos difunto en la "Iglesia de la nattxaleza,. La naturaleza
48 49
acoge al artisca, cuya presencia se confunde ya con
la
"infinita y sagrada, vida de aquella. - Neun Briefe über Landschaftsmalerei (1.831), cd. de K. Gerstenberg,
Dresde, Jess, 1927.
E,n los años treinra del s. xrx, en pleno rigor Briefe über Landscbaftsntalerei, ed. de D. Kuhn, Heidelberg, Lambert
liistoricista,_la primera escuela .o-á.rti." t-,rüi, q;";;?" - Schneider. 1972.
desfasada. Carus, como pintor y teórico d"l ,r.i-r.g.rí" BrieJb und Aufsátze iiber Landscbaftsntalerei, ed. de G. Heider, \ül/eimar,
- Kiepenheuer, 1982.
siendo representante de esa escuela, aunque, l^' u"í,
^
b - Symbolik der menschlichm Gestah. Eh Handbucb zur Menscbenbenntnis,
cupiera el mérito de ser una personalidad *"rrifi.rtr*.rrt" (1853, 1858), ed. fács. de F. Arnolcl, Darmstadt, \fBG, 1962.
receptiva en la Alemania de entonces. Su epistolario Übe, Grund und Bedeutung cler aerscbiedenen Fonnen der Hand in
- uerscltiedenen
sobre pintura de paisaje es, segjrn vernos, compendio, Personen (1S58), ed. J. Schuster, Berlín, Breslauer, L927.

más que tratado, del tema que-ocupó .j.ÁphrÁ;;;-, Zwólf Briefe über das Erdleben, ed. Ch. Bernoulli y H. Kern, Celle/
- Friburgo, Kampnrann,
1926.
su escuela. Caspar Dauid Friedricb, Cat. Kunsrhalle, Hamburgo, 1974.
Clark, Kenneth: El arte del paisaje, trad. l-aura Diamont, Barcelona, Seix
Barral,1971.
Javier Arnaldo irmich, Isolde: "Carl Gustav Carus als Maler,, Mitteilurtgen der Gesellschal't
ftir Vergleicbende Ktutstforscbu.ng in lrJZien,22 (1969), pp."l-7.
Graslroff, Gerda: Carus als Maler, Mlinsrer, Univ. [Tesis Doctorall, 1926.
B.EITERIINCIAS BIBLiOCRAFICAS (loethc, J. \W. v.: \X/erke, ed. de E. Trunz- en 14 vols.
[-.Hamburger
Ausgabe"l, vols. XII y XIII, Múnich, Beck, 1981.
Arnim, Sophie von: Ca¡l (lolclschrnidt, 'ü/erner: Die Landschaftsbriefe des CarL Gustau Carus, ibre
Custrt.r_) Carus. Sein Leben und ly/irhen, Dresde,
Ze,hn &. Jaensch, 1930 Bedeutungfür die Theorie der romantischen Landschaftsmalerei, Brcslau,
Bitschmann, Oskar: Entfernung der N atur. Landscbaftsmalerei Schatrky,1935.
1750_ 1920,
Colonia, DuMonr, 1989. Gonrbrich, Erns¡: Arte e ilusión, Barcelona, G. Gili, 1979.
Rórsclr'suparr,. H {dhrring, K- Hofmann, \(/erner: "Der Dichter als verborgener Gott", Idea lI (1983),
!.: Caspar Davitr Fried.rich.
D r u c k gr ap h i b un d b i ld m ii s i ge Z e i t bn tri gert, ""
Getr¿rir¿rc,
1'rpr. 129 135.
s
Múnich, pres ter, l ii l.'
Bülck, Elisabeth: Carl Grrtoi, Carus. S"ein' Leben und Hurnboldt, A. v.: Obras en 6 vols., vol. Y lCuadros de la naturaLezal,
Verhiiltnis
,r;"'íyrJp ¡* trad. B. Giner, Madrid, Caspar, 1876.
1u laspar Daaid f rietlricb und ,lrrr", ,rndrr-ru" S-ri¡tu,
betrdchret, Grcifswald, [Tesis doc.J, 1943. .Jansen, f:,lmar: Carl Gustau Carus, Drtsde, 1986.
carl Gustar¡ Carus i, rtrcrtis ce)úenr¿riunt. Denkscrtrift und Ausstelrungska- Kanrph:rusen, Georg / Schnellc, Thomas: Die tlomantih als naturwissens-
talog zwn l0O. Todestag Car. .sraatlichc Kunstsamrnlungen, chaftliche Beruegung Bielefeld, B. K., 1982.
Dresclc,
1969. Kcrn, Hans: Die Philosopbie des Carl ()usttta Carus, Lerpzig, Spamer,
Carl Gustaa Carus und Drestrner Landscrtdftsmarerei, 1926.
.die .z'e-itgenóssiscbe
Cat. Altcs Rath¡us, Schweirrfurt, 1920. Krcwald, Artur'. Carl Gustaa Carus, seirc philosopbischen, psychologischen
Carus, Carl Gusr¿v: frietlritb, de, l.atttlscbaftsmaler.
Zu seincm Ccdáchnis und cl¡aral¿teriologischen Grzndgedankezz, Bcrlín, Bernard Er GraeIe,
nebst Fragmertten aus seinen nachgelorrrr* papiere,, I 939.
ed. de V. \Witcke,
L)rcsde, Volkmann, 1911. l.ódrtrp B:rng, Marie: nPrause, M.: Carl Gust¿rt Carus, Leben md \Y/erk"
- l:¡iedritb, der l_andscbaftsmaler, ctl. fács,, Bcrlín, Kcipcr,
Gedanken iiber grosse Kunst, ed. clc peul Stc;c'klein,
1944.
(rccensión), Zeiscbrift J'i;r Kunstgeschicbre 33 (1970), pp. 257-259.
- V;"rUr.l"n, Neidhardt, t{ans Joachim: "Zur Kunstanschauung und z-um Künstlerturm
1 958.
lrr.l, vorr C,rrl Gustav Carus", Dresdener Kunstblátter 14 (1970), pp. 10-15.
Goethe' zw dessen náberen verstándnis (1sal), Poclrat, ()ótz: Figur und Landscbaft. Eine historische Interpretatiott ier
- Drcsdc, Jess, 1927.
eci. de K. K. rrberrein,
Laru)schaftsmalerei oon der Antike bís zur Renaissance, Berlín, de
Ltbenserinner,¿ilgen un.d De,nku,iir,ligheiten (ig65_66), Grr-ryter, 1973.
- ed. de E. Janser.r
cn 2 vols., §/eimar, Kicpenheuer, 19?9. I)rause, Marianne: Carl Gustttz¡ Carus- Leben und lVerk, Berlín, Deutscirer
Verlag fi-ir Kunsrwissenschaft, 1969.

50
51
Ritter, Joachim: Landscbaft, Aschaffendorf/ Münster, .Schriften der Ge-
scllschaft zur F'órderung der Vestfáiischen Vilhelms- Universitát zu
Miinster, 1963.
Schlosser, Julius: Za literatura ¿rtística, trad. E. Benítez, M¡drid, Cátcdra,
1976.
Sclrorck, Vol{gang: Carl Gustaa Carus. Artz, Kiinstler, Naturforscher,
Leipzig, S. Hirzel, 1988.
Spaen.rann, R.: "Genetisches zum Naturbegriff des 18. Jahrhunderts",
Archio fiir Begriffsgescbichte Xl (1967), pp. 59-74.
Sun.rowski, §flerncr: Caspar David Friedricb-Studien, Viesbaden, Steiner,
1970.
Sydow, Eckhart von: .Carl Gustav Carus und das Naturbewuptsein der Diez cdrtds
romantischen deutschcn Malerei., Monastbefte für Kunstutissenschaft
XY (1e22), pp.31-39. sobre la Pintwra de Paisaje
Traeger, Jórg: "Dic Kirche der Natur. Kunst und Konfession in der
ronrarltischcn lipochc", Kunst um 1800 untl die Folgen, Múnich, con doce swPlementos Y una carta
Prcstel, 1988, pp. 181-199.
WilheLnsmcyer, H.: "Der'Iotalitátsgedankc als F-rkenntnisgrurrdsatz und de Goethe a rnodo de introdwcción
als Menschheitsideal von Herder zu den Romantikern,,, Euphorio¡t
XXXIV (19-ll), pp. 2r1 -2$.
Vozniakowski, Jacek: "Die Wildnis". Zur Dewtungsgescbicbte des Berges.in
der europiiischen Neuzeit, Francfort cl. M., St¡hrkamp, 1987.
Z¡unick, Rudolph: Carl Gustaa Carus, eine historiscb-hritische Literaturscbau,
Dresdc, 19]6.
-- "Dresden ur.rd die Pflege der Geologie", Mituilungen aus dem Museum
für Mineralogie, Ceologie und Vorgescbichte zu Dresden, Nt- 32 (1934),
pp. 592-601.

52
Prólogo

Quien esté hal¡ituaclo a seguir con atención las


diversas etapas tle su dcsarrollo interior, convendrá
enscguida en que la imagen que ofrece cada una de ella.s
se asemeja bastante poco e la de las clemás. Al cabo de
un decenio, incluso de un lustro, han cambiado las
perspectivas sobre algunas cosas y el campo de visión se
ha v,¡elto a ampliar, el hc¡mbre sienre, piensa y actúa de
un modo en apariencia completamente diverso, y sólo
r-rna mirada penetrante advierte qlle sigue siendo un
mismo Yo quien produce esas formas externamente
discintas, al moclo en que por ejernplo una única raíz
ecl-ra hojas diferentes en diferentes esracioncs.
E,n cste mismo sentido, tarnbién es siempre una
situación peculiar la de quien se propone revisar con
n-rás rigor trabajos anteriores al cabo de mucho tiempo.
Como cs natural, cncuentra mucho con lo que ya no
está del todo conforme, y tendrá más o menos que
objetar a ia founa; pero tembién se cnconrrará con que,
cn el tienrpo transcurrido, alguna s¿rvia se ha marchitado
er-l nuestro espíritu, mientras clrrizás por eso precisamenre
otra nueva ha empcza.dt> a pujar en dirección opuesta.
Pero, en cualquier caso, no hal¡ría procecler más erróneo
que tratar de rcelaborar tales trabajos anteriores tornando
corno critcrio pcrspectivas nrá.s tardías, pues si con ello
¿clso se pudiera rnejorar algún error aquí o allá, llenar

55
algún hueco, o pulir alguna carencia <ie recursos de
aquel momento, por orra parte se alteraría la redondez
de la obra y las relaciones órgánicas del conjunto.
Me ví llevado a tales consideraciones óuando tomé
en mis ffranos los manuscritos de estas cartas, comenzadas
hace ahora más de quince años, a fin de que rras haber
estado, pasajeras, en manos de algunos ,*igor, multipli- Carta de su excelencia el señor consejero
cadas por la imprenta pudieran ahora .Jru"rti.r.'., privado von Goethe
p_ropiedad común de cuantos tienen alguna parue en
911.Lq, _Al hacerlo así, he cedido a los desás de diversos
amlgos, en cuyas memorias se refrescó el recuerdo de
este trabajo cuando Su Excelencia el consejero privaclo
von Goethe tuvo para ellas un recuerdo ,rn benévolo
en sus."Tages- und.Jahreshefte" (Diarios y Anuarios)r. Distinguido Sr:
Aprovecho para devolverle su escrito junto con esos
4rí pues, oja,lá esras hojas salgan a flotc "i la
corriente de nuestra literatura entre tantas otras, mejores cuadros tan agradablesl; la relación entre ambos es
y peores. Son la fiel expresión de un ánimo pr., .i q.,. sumamente nítida, y apunta a un ánimo delicado y
pleno de sentimiento que ha encontrado en sí mismo
.han reprer...rtido siempre ,r, ,*irtad fiel, y
las arres
una apacible serenidad, en mediá de pesados debe.es y un fundamento sólido y verdadero. I-os amantes del
serios esfuerzos de todo tipo. si ,quí ó allá surtieran de arte de por aquí acudieron con toda diligencia en
nuevo un efecro parecido, daría
¡ror colmatias las aspira_ peregrinación a ver algo tan grato, y en conjunto, cada
ciones de estos escritos. cual se atribuyó su parte a gusto y contento. Reciba
A 13 de Septiembre de 1830 pues todo su agradecimiento por habernos hecho partí-
cipes de este trabajo, a lo que yo sólo añadiré mi deseo
Carus de que vuelva a lograr felizmente otros tan llenos de
delicadeza, rogándole me mantenga al tanto cuando le
parezca oportuno.
Esas cartas sobre la pintura de paisaie no cleberían
serle hurtadas al público, pues con seguridad no dejarán
de surtir su efecto ni de abrir los ojos de artistas y

|¡y'. del A.: (ioethe, .Verkc,, Jrltima cclición del euror, lEn Febre.o de 1822, Carus había enviado cuatro cuadros a
Vol- 32, 1830, p. 222; crrcuaderné c.njuntarncnre con er .ranuscrit<¡ Goethe: "El paseo de Fausto en la víspera cle Pascua", "Cllaro de
la carta en la c¡ue Goerhe luna sobre .l *,,.,, "Patio de una casa aldeana" y "Partida de
{r-b, " .nnoá. y,t cn 1g2Z su parrici¡>ación
en esros comcntarios, y así fue también a la inrprenra. caza».El escrito al que se refiere es el manuscrito de las cinco
primcras "(lartas sobre pintura de paisaje".

56
57
amantes del arte a las armonlas tan diversas de la
naturraleza.
Si nie paro a considcrar, por otra parte, cr-rán honda
y fundamentalnrente comprende usted la forma orgánica,
con qué nitidez y precisión la caracreriza, realmente hay
que ver como un prodigio que, con semejante objetivi-
dacl, al mismo tiempo se muestre usted tan vcrsado en
algo quc parece pertenecer tan sólo al terreno de io
subjetivo. N weve cartas
Por desgracia, no se pueden enmendar los fallos que
se le l-ran deslizado al irnpresor a pesar cle sus claras sobre la pintwra de paisajé
inclicaciones, así qlle se señalarán las erratas tal y como
usted indicaba. De tiempo en tiempo, conforme vaya
F.l estutlio dcl arrc, como el de los escritores
,rcabando sus tablas, hágame llegar alguna reproducción
antigtros, nos brinda un cierto cobijo, una satis-
para que acalle así en alguna medida mi impaciencia por facción en rlosotros rnismos; al coln'rar nucstro
ver su obra, ya que no podernos esperarla para antes de interior con la grandeze de otrjctos y actitudes,
un ¿ño2. subyuga a cuantos deseos pugnan por alcanz.ar Io
cxtcnlo, pero da acogida en trn pc.:ho en cahna
Le enviaré próximarnente el número más reciente de a tocla exigencia digna; la necesicl¿cl de hacer a
mi rrrorfología y lo demás. otros partícipes sc hace cada vez menor, y así,
Con mi interés rnás atento cr.,nro al pintor, al escultor o al arquitecto, le
s'rcerle trrnbiér-ral amante clcl arte: l.:,abajt a
sr>las cn pos de unos placcres t¡ue casi nunca
J. \f. v. Goethe puedc compartir con otros.

§fleirnar, a 20 de Abril de 1822 Goethe, "Atrs meinem l-eben"

rN. del A.: Se refiere ¿ mi obrr sot¡re los componenrcs


originarit'rs de esqueletos y caparazones (.Vs¡ den Ur-Teilen des
Knochen- und Schalc¡rgeriistes,), que no apareció sino seis años
nrás tarde.

58
ri
li
i:

La nieve se funde por el cristal empañado abajo, me


envuelve una profunda calrna; hay un calor acogedor en
la habitación, y en las largas tardes sombrías del primer
invierno la lámpara oportunamente encendida extiende
a mi alrededor una suave penumbra. No, en momentos
así, nada puede ser más agradable que hacer sitio, con la
mente en calma, a pensamientos sobre el arte que se
difunden poco a poco, arrastrándonos cada vez más
lejos al interior del reino de la belleza de tal modo que
olvidamos lo sombrío dcl día, y se nos va de la memoria
cualquier anterior desasosiego. Oialá, querido Ernst,
des, tomo sueles, una benévola acogida a las siluetas de
csas ideas que mi espíritu persigue en tales horas, y veas
cn estas cartas el cumplimiento de aquella Promesa Por
la que, hace ya tiempo, te di mi palabra de exponerte
n.ris puntos de vista sobre el significado y la meta del
,,rt" general, y de la pintura de paisaje en particular.
",-r
Con todo, bien p.rdieta ser que busques en vano en
rales consideraciones un orden constante y una amplitud
sr-rficiente, y {ácll que percibas cosas basadas únicamente
en mi individualidad que. no se confirmen en otros;
entonces, por hablar como Flamlet, tómalas por burbujas
que hincha mi cerebro, y en donde te sea posible,
señálame un camino mejor y más directo.
Lo que menos desearía es que tú, como algunos
rnodernos, te avinieras también con la opinión de que

6t
hay que tomar por agravio o sacrilegio hablar o escribir que así como siento que una vibración verdaderamente
cuando se trata de estudiar el arte, como si en esto sólo poética es una elevación de todo e\ ser humano que
rigieran y decidieran las sensaciones y el sentimiento, y reclama la totalidad de las fuerzas del alma, y veo el
profundidad y claridad fuesen aquí absolutamente in- engaño de quienes, precisamente merced a una doble
compatibles. Pero, pese a todo, el ser humano siempre reflexión, echan en cara cualquier reflexión en asuntos
es ano cuando se siente correctamente a sí mismo, y
de arte, así tampoco me asusta ya abrazar la belleza con
sólo manifestándose como totalidad es capaz d"
todas las ramificaciones de mi alma; antes bien, sólo
y belleza; ¿cómo iba entonces a destruir o a"l"rr.ióá
enfríar
llego a experimentar el completo y auténtico placer
siquiera a aquello que da calor al senrimienro el hecho
de aclararlo también para el intelectol?, ¿cómo se iba a poético cuando se aúnan ante una obra de arte las vivas
conocer con la suficiente profundidad ni a dar íntima exigencias de mi sensibilidad con la clara comprensión
acogida a lo bello, que en último término no es sino lo cle su perfección interna, y con la percepción de un
completo y acabado (XXXXX), si no se lo abrazara con propósito puro en el artista: un placer que entonces,
el alma entera? Cierto, yo también esroy firmernenre fr-rndado en la belleza, la verdad y la justicia, ya no
convencido de que sin una íntima excitación del ánimo disminuyc por rnás que se repita la contemplación de la
todo arte está muerto y cnterrado, de que con un frío obra, y se convierte en el sello de la obra de arte clásica.
cálculo de contras,", y .r., coñceptos dei entendimiento Así pues, cedamos a un placer completamente interno y
sólo se logra arrastrar a la luz una poesía tullida, y libre, y dejemos que los pensamientos se extiendan por
tarnbién suscribo incondicionalmenre lo que el maesrro las vastas regiones de la belleza, que tan cierto como
dice con humor: que no rniramos con menos placer desde la cima de un
monte tras recorrer el valle serpenteante, sino que rnás
"Los discursos razonables son impotentes para iracer bien se realza entonces la impresión de conjunto al
que el mundo se multiplique; y tampoco producen una
repetirse y sumarse en ella el placer que sentimos antes
obra de arte".
en lgg_ar, tampoco una serie de ideas que vaguen
q4-{3,,,,,,,,,,,,,,,

Es sólo que, así como me convenzo a diario de que cn torno a tales objetos tiene porqué dañar a ia alegría
a un sentimiento abandonado por completo a sí mismo rri a la viveza del p,lag,er que-.sintamo-s ante los maravi-
Ie han de faltar paz y seguridad interiores, puesto que llo so¡ .y- qr.istefiosqs efectos del arte; antes bien, al igual
que toda auténtica investigación de la naturaleza no
"A nada se fijan puede sino llevar al hombre ante el urnbral de misterios
sus plantas inciertas, aun más altos, y henchirle de un estrernecimiento tarlto
juegan con ellas n-rás sagrado, no esperamos otra cosa de una reflexión
vientos y nubes,, franca sobre cl arte; por más que) en efecto, difícilmente
se les pueda censurar a los artistas su indignación ante
I N. del T.: Traduzco .Geist, por "intelecto» para acentuar la tanta paiabrería y tanta cencerrada estética en cátedras
oposición que establece el texto.
y libros.
62
63
i
jl
I

cierto que la música no puede crear fácilmente todo un


¿Pero acaso no te resulta también a ti, querido .il
*

ánimo con sus pasiones y sus actos, pero es perfecta-


:

sobremanera prodigi oso y pleno de fterza


U
Ernst, algo mente capaz de captar un rnomento, una determinada
:

ese recrear, ese rmltar una c]:e -aqión. del mundo qp.e, vibración del alma, y hacerla entrar en la vida con una
,
proslgue eternamente, es l,b_te elgd" ccl0n y rep-qgduc- d
\1 fuerza tan infinita que nos vemos arrastrados por ella
ción del genio artístico? Pues ¿dónde, sl no , es capaz el involuntariamente, como si todos los sonidos fueran
dónde
ser humano de crear nl la más mlnlma cosa viva, amigos muy cercanos que con su poder nos llevaran
lleva alguna cie ncia directamente a dar vida y no, más hechizados a su esfera, a su mundo de sensaciones. Lo
bien, muerte y desco mposlición más que otra cosa? Se mismo vale para la arquitectura, si bien de un rnodo
descompone la hoja de la plan ta en células, estomas,
t1 diferente y máq apacible, pueg.Smbas artes se rnantienen
vasos y fibras, la ana tomia comParada nos cnsena a aún apartadas de cuanto es propiamente reproducción
diseccionar al más Peq ueño de los animales en formas de la naturaleza, se expresan en puras relaciones, tem-
aún menores, iY sin embarg o, con toda esa clencla' porales en una y espaciales en la otra, y forman así
¿q uién es czpaz
de antmar al ácaro más minúsculo, de jr,r.rto con la poesía la primera y más soberbia trinidad
comPOn er la más pequeña hojita?! Y ahora,
mlra las de sones que mueven y han de mover, corno el más
creacrones del arte, quc si bie-! no vlven or sl
mlsmas elevado de los acordes, el pecho humano; Pues asl,
en la realidad, nos lo Pueden Parec er, y que as manifestándose inmediata y libremente en las figuras
seres humanos, proclaman el parentesco del
hombre artísticas de un ser humano, Dios se aproxirna a los
con el esp íritu del mundo- Piensa en esos caracteres hombres y al mismo tiempo los alza consigo. Sí, ¿no se
cuyos ,Lllclo s y palabr as, creados por el Poeta, los
hacen te hace también a tí como si tuviera que existir alguna
aparecer a nuestros ol os como figuras verdaderas relación interna, cuya hondura sólo podemos intuir sin
llegar jamás a sus fundamentos) entre esas tres artes y
"¡Sé que
son eternas, puesto que son!"' los tres reinos de la Naturaleza,las tres forrnas básicas
del pensamiento, las tres partes que los fisiólogos
dice de sus criaturas Tasso, o mejor aún Goet!9' y encuentran en la organización interna del ser humano,
ciertamente con todo derecho. Y esos Aquiles,_ Ulises, los tres colores y los tres sonidos primarios...?- Querido
Orlando, Segismundo, F{amlet, esas E'leanora de Este' Ernst, con estas cosas se me hace como si estuviese en
ói.iir, t]."i.h".r, ¿no son todas ellas tal como.las la escarpada ladera de una montaña, y a mi lado una
..-"-i<ilénta
conocemos criaturas de un arte divino) no es como
sl se c'cirrienté vinieia a despáñarse en el abismo;
hubieran vuelto parte cle los vivos?; ¿no sabemos acaso mái y m᧠y"'§iempre más oleadri qr" se abalanzan y se
de su pensamienio y t,-' obrar como de los de un amigo de¡ploman en lo insondable, y-qgn.todo el río sigue
qs- menos firme la roca a la que subo.- Hoy
distanie? Y quien así co"iura al espíritu en el espíritu' II-§,.ro, y no
ha de.elevar al no puedo escribir más.-
¿;; "t *á, pod"toso que muchos?, ¿no en
l", lr,r-rrro quien ..,..,""tt' tal fuerza ei hombre?- Tu Albert
P".o ,l.rde la poesía volvámonos ahora a la arrnonía de
los sonidos. Susurro más fugaz que el del poema' es
65
64
y esta unión en espíritu, no habría espacio entre nosotros
capaz de impedirla.
En mi carra anterior había tratado de seguir el
rastro de la libre inclinación a la poesía, cuando comienza
a tomar forma y hacer su entrada en la vida como obra
II de arte, en tres direcciones en las que propiamente aún
está libre de toda reproducción de la Naturaleza y más
bien se expresa mediante puras relaciones entre palabras,
sonidos o masas; y ahi encontralnos cerrado y acabado
el primer y prácticamente único reino de las artes puras.
Con estos días soberbios de invierno, he pasado Entramos ahora en el segundo círculo, allí en donde las
rnucho tiempo al aire libre, recreándome en los mil persistentes formas de la Naturaleza ofrecen el material
jugueteos gráciles de la luz enrre el cielo an:J y la tierra en que ha de encarnarse la chispa prometeica del arte,
cubierte de nieve. ¡En verdad son prodigiosos, soberbioi, ya que en cualquier caso no hay nada capaz de sustraerse
to.lo, .roi héi.r,osos colores ."fi".trd"o, que se hacen por completo a la esfera del arte, precisamente porque
visibles al ojo adiestrado!- Allí, relampaguea una luz es lo verdaderamente humano, y porque todo cuanto el
refulgente de nieve sobre la arisra de una roca, realzada hombre conoce y considera ha de estar en cierto modo
aún más por el pardo oscuro de la picdra con slr parco a su sericio. Según esto, del mismo rnodo que el arte
atavío de musgos y líquenes de todas clases; aqul, masas sabe dar forma al terreno de los conceptos como poesía,
de nieve en sombra señalan las elevaciones de su super- al más íntimo movimiento corporal, al estremecirniento
ficie con tonos azulados, por acá y por allá, tonos que y la vibración, como música, y hasta a la misma rigidez
viran hacia el violeta, y en medio, en fin, murmura de los cueryos inanimados como arquitectura, así surgen
también copias de los tres reinos de la Naturaleza como
encerrado entre masas de hielo el mananrial, y al
arr.es plásticas ; y no sería difícil equiparar aquí otra vez
contacto con el brillo cegador de la nieve se hacen
la reproducción de-la Natur.algza inorgánica a la arqui'
visibles en su espejo refracr:iones verdes y púrpuras,
colores en parte verdacleros y en parre fisiológicosl.
tectura, la-del -¡nundo.-.-veggtal a..la música, y la del
m¡¿.ndo arlimal 5uperio-rn ante todo la del hombre, a la
No pude compartir cse placer conrigo, querido ICAS CTCAN SUS obras de dos
Ernst, pero sí conversar contigo csta noche, seguir verdaderamente corporal,
devanando contigo una madeja de ideas sobre el arte del esto es con n1+-s4s, o bienmediante som breado y
paisaje que hoy de nuevo se ha puesto en movimiento; CO loració n de una superficie, esto es, con luz Así,'por
tanto, se dividen en escultura y pinturá, si es q ue no se
I
N. del A.: El término se remire a la teoría de los colores dc quiere considerar como un tercer género, aunque algo
Gocthe de 1808: colores lisiológicos,.<porque se clen er.r ro«1o ojo ambiguo, la ordenación de los cuerpos naturales mismos
sano,,.
con fines artísticos, a saber, la jardinería, la mímica o la

66
67
por eso mismo, en primer lugar, el artista ha de verse
como recipiente sagrado que debe peffnanecer sin mácula
y libre de toda impureza, bajeza y arrogancia, y la obra
artística, por su parte, j amás ha de aproxim¿rse dema-
ala que antes
bien ha de el evarse sobre ella para que asl no se olvide
"G--{üa-e'i"tr' ,,
o ra ay lel' esp¡rttu bum*no,
mundo inorgánico^aii óomo'del'"vegeta1,"y ll' ótra, los nl. s su re ncone
-dél reino
animal pero sobre todo dél *ás-noble de sus ¡Caro discusión más
miembros, la figura humana, para escribir con ellos detallada de la finalidad y significado de la pintura de
c*om-o con l-etras sus palabras, su sentido. Unas divisiones con to da
que de todos modos se ,ruelven i difüminar en múltiples mucho
zonas de transición, al asociarse por ejemplo pintura y y que quizás sélo ahora
escultura en trabajos de bajorrelieve asl como, por otra .g.f,q?Ie por vez primera el momento de §u flórecer,
parte, eJ paisaje inqlpye a menudo irnágenes de.hornbres cuando la mayoría de las artes restantes se asemejan
y animales, mientras la pintura histórica, a su vez, ha de rnás al rostro que Jano dirige hacia atrás, o incluso
servirse en muchas ocasiones del paisaje como fondo. descansan sobre las tumbas del pasado como símbolos
Y así sigue por siempre la fuerza creadora del arte que recuerdan c1ías mejores. Pero cualquier arte que
surtiendo efecto, y el mundo tal y como se ofrece a imita algo actúa sobre nosotros de dos formas; 1Jna, en
nuestros sentidos surge como nuevo de entre sus manos. airtwd de la naturaleza del objeto reproducido, cuyos
Desde sus imágenes, todo nos habla con un lenguaje iisgos péiuliarés nos afectarán en la imagen de forma
propio y maravilloso según la inrención del artista; sol similar a como lo hagan en la Naturaleza; y luego,
y luna, aire y nubes, valles y montañas y árboles y además, como creación del espíritu humano , eue eleva
flores, los animales rnás diversos y la aún más diversa sobre lo vulgar al espÍritu que le es afín dando apariencia
individualidad de los seres humanos, todos parecen ueroiiimil ct unds ideas (más o menos al modo en que el
renacidos y obran sobre nosotros con toda su fuerza, ñ.r,-ráo en su sentido más elevado, la for*, de
sumiéndonoS ya en -s"u -rurbulenciar. ya gn su sereni{.a{-, "r,
aparición de los pensamientos divinos)2.
pero siempre alzándonos muy por encima de todo lo Consideremos ahora el primero de esos dos efectos
común merced a la intuición de la divinidad, esto es, en el caso particular del arte del paisaje, a fin de
del podei cieador, en el hombre mismo. Ya que si el preparar así el terreno para unas conclusiones generales
arte nos parece mediador de la religión es precisamente
porque nos enseña a reconocer y a aproximarnos al 1N. drl L: Aquí y en otros pasajes en que la frase lo exige he
alma del mundo, a su fuerza primordial que la débil
traducidc¡ "aparición" y "apariencia» por oErscheinen" y "Erschei-
comPrenst umana no es c;apaz de captar en su nlrng»; en otros lugares se emplea el término habitual en contextos
'-fótálidad
en une de sus partes, el espíritu humano; pero filosóficos, "fenómeno".

68 69
todo sigue leyes eternas y calladas a cuyo imperto
y fecundas. Así que nos preguntaremos en primer lugar
sel -efgcto d-e los g.§jetos paryd(s ticos en la ümbién-. nosotros estamos sometidos, cierto, que nos
a 9y¡al-eza libre, y después podrernos seguir calib rando
,Eáfi.rn consigo Pese a toda resistencia y que sin duda'
su efecto en los cuadros: la tierra firme con sus al forzarno, .or, .r, ,..."to poder a dirigir la mirada a
diferentes formas, rnontes, peñas, valles y llanuras, las una esfera enornr-e, gigantesca, de sucesos naturales' nos
aguas quietas o. en movimiento, los vientos y las nubes
con sll apariencra tan diversa, tales son más o menos las
.forrnas en que se. d¿.-¿.conoce¡ ia vlda---de,.,la*-Tig.rr.a; una
v-id.a de c.galquier mane-r? tq¡r ir¡cqr1.¡a9-p.¡ur1bl" '.q.gü
nuestra pequeñez que.e,!. ser humano no quiere recono-
..ilr"li';ifñitiri, co,ro tal vida. Por conrra, ya en"un
gradó- sufiiioi y'más próxima a nosotros se encuentra
la vida de las planras, quc junto con . esos fenónrenos
citados en primer lugar constituyc el objeto propio del
arte clel paisaj.e. Ahora bien, seguro que no sentimos
see no eres rcsest o.
q.r" iódói esos fenómenos de la Naturaleza nos llamen
Pe:ro no a vroléñta grznoeza que se manifiesta
de manera apasionada y virulenta; se encuentran dema-
siado alejados de nosotros para eso, sobre todo si se en la vida de un p laneta, también una mirad a adecuada
a la tranquila y radian te vida de las plantas
obra de
quiere hablar de efecto estético; pues es algo claro de lenta
por sí que al naúfrago no le puede interesar la belleza igual modo. Mira córno una planta se alza Pero
energlcamen te del suelo, cómo se desPlie gan altura
de las olas, ni a quien se está abrasando la de las luces
del fuego. Tan sólo 1o qye ._nos. toque directamente, lo sobre altura sus hojas Y se van transformando sosegada-
que esté estrechamcnte vinculado a nosotros, puede en mente en cálices y flores, y cómo, finalmente, el ciclo se
qlle
srrs mudanzas excrtarnos con la mayor energfa, y col- cierra en la semilla dando lugar, al mismo tiemPo, a
marnos de ansia o cle odio; sin embargo en la Naturaleza se abra uno nuevo. Cuando nos encontramos rodeados
ve$retal abandonado a sí
libre, que se nos aparece como completamente objetiva, Por Lrn exuberante mundo
advertimos más bien una vida volcada sobre sí misma, mls mo, cuando abarcamos de una sola mirada el curso
calmada, regular, conforme a ley. La mudanza cle los vital tan diferente de tan diversas plantas, e incluso
días y las estaciones, el cortejo de las nubes y el fasto troPezemo s con la venerable figura de algún árbol cuya
de colores de los cielos, el flujo y el reflujo de la mar, duración, que abarca sig-tlos, nos recuerda esa vida de la
la .lenra per-o i¡nparahrle- trans{ormació"n--de--la_ sulrsr{icie Tierra que cuenta por slglos conlo P or d{as, exPerimen-
tamos un efecto similar al que señalab a antes; ¡e adueña
_

gg-¡re*s--t¡e- la erosión de las desnudas cimas d" lót


L¡na cierta serenidad en el juicio, sentimos
rnonres cuyos granos produccn al disolvcrse tierra fértil, -de nosotros
el brotar -de .las_f¡¡_e¡r¡es que sigucn los trazos de las atemperarse la inquiettrd dc proyectos y a{anes' nos
rnontañas y acaben por confluir en arroyos y corrie nres, ,á"rirr*os en el .íic.,lo de la Naturaleza y nos elévamos
71
sobre nosotros mismos. Sí, ciertamente es algo maravi-
lloso que el mundo ela s plantas surta sernejantes
efectos incluso físicamente sobre nuestros cuerpos, y
cómo los efluvios de las plantas superiores durante la
floración tienen habitualmente algo embriagador, que
induce en nosotros sueño, paz corporal; cómo diferentes
III
extractos vegetales, a menudo producidos cerca de la
floración, provocan incluso en mayor grado un efecto
sinrilar, induciendo una disolución total en la Nacuraleza, a+?...t--?\*-,,._

esto .es, la muerte; cómo, por eso mismo, wa los


Y -------'
\c

Ha llegado la primavera, los árboles han florecido;


dios stleno con Lln
ha pasado la temporada de las rosas, y hasta las
eras, en fin
errcantrdoras matas de saúco que tan tarde florecen han
se vuelven
perdido ya sus pequeñas flores estrelladas, y ahora el
apacibles y suaves con una alimentación vegetal sostenida,
verano se acerca a su fin; otra yez, aquí o allá, hay hojas
mientras por contra el gusto por ia carne parece favorecer
amarillas, tempranos velos de niebla ya, de tanto €n
las ansias y movimientos turbulentos- Cierto, estas
consideraciones pueden ofrecer ya algunas conclusiones
tanto, sobre las vegas; y yo, querido Ernst, aqul estoy,
gs peilfj qlle ni me viene la musa ni me entra la gusa de
'
qb.,f.S*el-" "-e-fusta ds lq s. .e-bjet íq-ticg s.,
--en. --u-+¿
mandarte como querías la continuación de esas cavila-
pintura, e iluminar el fundamento de ese l¡enéfico
léñtiriiiento de calma y claridad interiores ante auténticas ciones sobre el paisaje que tenemos empezadas- Es
obras de arte del paisaje , y bastan para darnos alguna como si la vida de la Naturaleza, tan animada y
indicación acerca del curso ulterior de ese proceso de tranquila, se negara a permitir talcs investigaciones que
purificación. Pero ¡basta por ahora! Espero tu arnable la deicuartrzan, y nos debe suceder algo parecido a lo
contestación. que pasa con los verdaderos maestros del arte, que
precisamente a causa de tanta plenitud interna y externa
Tu Albert rarz vez logran obligarse a tales estudios; pues también
nosotros, rodeados por tal riqueza de visiones, nos
sentimos demasiado felices como para reflexionar aceÍca
de porqué somos felices. Además, antes de seguir el
camino emprendido, quedan aún por considerar esas
observaciones que me hacías en tu última carta) cuando
decías, por una parte, que no te parecería mal que
definiera con algo más de detalle las relaciones entre
ciencia y arte que tocaba en mi primera carta, Para que
no se pusiera a la ciencia, como cosa mortíf.era, por
detrás del arte, y por otro lado, en referencia a cómo

72 73
presentaba yo el efecto de la Naturaleza sobre el ser
y de la Razón, o bien, al volverse creador el mismo Yo,
representa la unidad interior mediante la multiplicidad
humano, eras de la opinión de que aquello que nos
brinda esa liberación y elevación de que gozamos al exterior. En este caso, lo que..se- ¡nanifiesta es el saber
disfrutar la belleza del paisaje no es tanto la pérdida de hacer en Del conocer procede la
nuestro yo en la vida de la Natrraleza como el hecho
ctencM; En la ciencia, el ser
hum se siente en Dios
,.
,en.,sl...rnls-mo
de que nuestra posición en ese mismo mundo se torne
a _Dios. Por tanto, es tan poco lo que el arte puede
verdaderamente clara y visible.
ponerse por encima de la ciencia que más bien es ésta la
Antes que nada, tratemos de alcanzar un acuerdo
que en realidad sigue siencio superior en cuanro orienta-
rnás preciso sobre tales objetos, por cuanto hace mucho
ción que guía al hombre hacia la suprema unidad; per:o,
que ambos tenemos la experiencia de que sólo puede
haber ana verdad, y de que la diferencia de opiniones
no obstante, está claro al mismo tiempo que la ciencia,
atañe sólo ai velo que envuelve nuestra capacidad de
diametralmente opuesta al arte por su orientación,
supera la existencia individual, mata al cuerpo para que
conocimiento, que antes o después ha de caer y lo hará.
,Pues a todo cuanra sq ntimg.§ - y, pen§-a-q"}9s'. ¿.ro.dg..l.o viva el espíritu, y por eso está justificado lo que anres
expresé respecto a ella. Desde luego, aquí rne objetas
que.es y 1o que somos, subyace una unidad.-ete.rna,
superior, inf!$ta, Lo que nos brinda esa firme convicción,
aún, específicamente, lo que es la creación de un
rnás oscura o más clara según nuestro grado de desarro-
edificio teórico científico, para probar que la ciencia
también se demuestra creadora de formas; sólo que eso
llo, es lo hondo, lo más íntimo de la conciencia, que no
puede ser explicada o probada ella misma precisamente
no puede traerse a coiación en este contexto, en la
medida en que esa creación ya no forma parte de la
porque a través suyo nos viene d¿da la posibilidad de
ciencia, sino del arte. Para ser precisos, también en esra
todo conocimiento, prueba y demostración (al modo en
perspectiva el ser humano se revela como un todo, y si
gue, pongamos por caso, el postulado a: a no es
susceptible de ninguna demostración ulterior, sino que
bien separados para el entendimiento, arte y ciencia
nunca pureden estarlo por completo en la realidad. De
ha de reconocerse como verdadero en sí y por sí
rnismo). La lengua apunta a esa inmensurabilidad con la ahí que ninguna de las representaciones que elabora la
palabra Dios. Ese algo Sumo se manifiesta como algo ciencia pueda lograrse nunca sin arte (sin una ordenación
interior y exterior a nosotros en la Razón y en la artística de pensamientos y palabras); y a la inversa,
Naturaleza, pero en cuanto parte de esa manifestación,
t N. del T.: .Kónnen,, que nornralmente se traduce por
esto es, en cuanto seres naturales y racionales, nosotros
.podcr,. incluye el significado ds «poder (saber) hacero. l)e oKónnen,
mismos nos sentimos como un todo que lleva en sí
cieriva la paiabra .l(¡¡s¡,,, artc. Por orra parre, el alemán distingue
-rnismo naturaleza y razón, y en esd misma medida, .F-rkennen,, conocer en un senrido más amplio, de .\tris5s¡,, que
como algo divino. Merced a lo cual se hace posible caracteriza al conocimiento organizadc,r, en particular al cienrífico.
seguir dos direcciones en la vida superior del espíritu: o [.a frase a]emana diría literalmenre "del conocer (Erkennen) procede
bien nos esforzamos por retrotraer a su originaria el conocimiento (Visscn), la cicncia (Vissen-schaft), del poder
unidad ,flivina la multiplicidad e infinitud de la Naturaleza (haccr) (Kónnen), el artc (Kunst)".

74 75
siempre es imposible producir una obra de arte sin en que se hayan desarrollado en ti conocimiento e
ciencia (saber hacer sin saber). imaginación, esto es, el órgano con que interpretar esos
Más fácil será, me parece, eue nos pongamos de trazos coloreados del pincel en los que sólo hasta cierto
acuerdo sobre el segundo punto de tus observaciones. punto se puede hablar de verdad natural, seguro, digo,
Pues cuando yo digo que el hombre se vuelve consciente que al mirarlos te sientes cada vez más arrebatado a
de su propia pequeñez al mirar el gran Todo de una aquellos paraj
Naturaleza tan magnífica, y que al sentir todo en Dios anhelas Pasear CSOS

de manera inmediata, él mismo viene a incluirse en ese susurro v


infinito casi como si se desprendiera de su existencia lá mrsterlosa
individual, no creo estar diciendo algo distinto a.lo que ensan cha slen
tú tienes en mente; ya que tal desprendimiento no e-s v meramente individual y
pérdida alguna, sino ganancia sólo, y al hacerse accesible I

I
te eleva hasta un
así a los ojos del cuerpo algo que por lo demás sólo se sumergido en las
a"lcanza a ver espiritualmente, a saber, el convencimiento Aun así, lo más
de Ia unidad en la infinitud del Todo, ai mismo tiempo ad-e-cua.da,--para.hacer' patente. que' la mera veracidad no
habrá dc captarse también con más nitidez nuestra eq-1-o.má-s.g-lg_"-"l.d"g q! el úniqo atractivo de esa imagen es
propia posición, nuestra relación con la Naturaleza. "comp,arar^-la cóí.1, de un espejo; ¡basta con intentarlo, y
Pero déjame que retome ahora el hilo perdido al fin contemplar en uno algún paisaje natural! l.o ves con
de mi última carta, y prosigamos así con nuestras todos sus estímulos, reproducido en todos sus colores y
consideraciones sobre los efectos de la belleza del pai- formas, y con todo, ;i,-r-e_q!gn_qs.e"sa i.magen.y la comparas
saje en wn cuadro. c.gn la impresión que te proporcionó una obra de arte
Previamente, sin embargo, tendré que distinguir en acab,ada, ¿qué"ér 1o que notas? A todas luces, ésta queda
la representación paisajística entre su verdad, su sentido infinitamente a la zaga en cuanto a verdad se refiere; lo
y su objeto. Como es natural, consideraremos en primer estimulante de las bellas formas naturales, lo luminoso
lugar la veracidad de la representación, ya que crea dq los colores, nuqca se alcanza en. el lienzo ni siquiera
prácticamente por sí sola el cuerpo dc la obra de arte, a.rnedias;.es s,ó!q-..gg"e,,.41..mismo tiempo, la obra de arte
que está ahí sobre todo gracias a ella, y es quien la trae .auténtica la §i--e.,llj-g§-"co-ne-¡n. todo, como un pequeño
desde el ámbito de una figuración arbitraria a la rcalidad ¡nundo --e-n sí "mism-q;-la-unagen del. espejoi' Por el contra-
en que han de moverse las artes plásticas. Ahora bien, rio, aparece siemprre como fragmento, como una parte
¿cómo llegas a sentirte conmovido al encontrar fielmente dg .la.Naturalez.a.infinita arrancada de sus lazos orgánicos
reproducidos en una imagen lograda la superficie agitada y confinada en una estrechez an¡inatural; no como
o límpida del agua, la más pura y anchurosa lejanía, el creación consumada en sí misma de una frterzt espiritual
delicado jugueteo del ramaje en árboles y matorrales, o afín y que podemos comprender, no como en la obra de
cualquier otra forma de la inagotable riqueza de paisajes arte, sino más bien como un tono separado de una
con que cuenta la Naturaleza? Seguro que en la medida armonía inmensurable que precisarnente Por exigir a

76
cada paso otros, y siempre otros, nunca puede procurar Ahora bien, para estudiar más en detalle la resolución
ese pleno sosiego interior que se obtiene de la entrega de esta txrea, nos es preciso:
libre e ilimitada a la Naturaleza misma, y parcialmente 1. E:t.q.blec.er- cómo 1"e .9or-yglPonden las excitaciones del
de la contemplación de una obra de arte genuina. ánimo y los estados de la Naturaleza entre sí;
Resulta así claramente de lo anterior que la mera
' "-2".'p*íAiír más.pormenorizidamente el efecto de los
verdad en la representación de un paisaje no pJoc-gle o bj et os e one re to s q il.e. s-e- -.¡
"
-
-ep r o
d w zc an ;
;ün"'lá' §áiiÉfácción bubládá, y" al"mismo ticmpg- qe hage 3. Sopesar d-e- qué modo se puede alcanzar la idea d9
claro Qü1 habt!1 $! lo que ya exigía bellera'il ,eproducii [a a;ida iitural.
"v.é.lii ?",sum{gsele
en mi primera carta de toda obra de arte, a saber, que Encontrr.ás ,rir observaciones al respecto en algunas
sé ñóté qüé ágradece su existencia a la fuerza creadora notas que adjunto a esta carta, y quisiera que me
de Lrn espíritu humano, y que justo por eso, por hicieras saber tus puntos de vista sobre todo ello antes
proceder de algo que es una unidad, ella sea igualmente de intentar frjar los pensamientos que me pasan por la
una totalidad casi orgánica, desarrollada y conclusa en sí ctbeza sobre otros temas parecidos.
misma. Concedido lo cual, y como hay que pensar que
el alma se encuentra en un determinado estado, orientada Tu Albert
en una dirección determinada al dar con lo que será la
obra, también ésta tendrá que expresar necesariamente
un cierto estado anímico; lo que sólo puede suceder en De la correspondencia entre estados de ánimo y estados
de la naturaleza
el ;;.'d¿l paisaje en tanto el paisaje natural se óápte y
representé en una cierta faceta, homóloga dg aquel
estado de ánimo intcrno. Esto nos lleva aun más lejos: Cuanclo el espíritu ordenador del ser humano mira
en sus propias honduras, entre las múltiples agitaciones
pues como éste, que es su sentido, sólo se expres¿
anímicas a'lcanza a distinguir entre representación y
mediante [a representación de objetos, y expresarlo
sensaciónl, que se relacionan entre sí como la forma con
supone elegir atinadamente el objeto (de lo que hablare-
el contenido, como lengua y música, como lo individual
mos en particular más adelante), resulta que ya podemos
expresar con más precisión l, Jg-qe_p.,fi*^qp"al. del art-e d-el
paisajq en esta forma: N. del l.: Torno aquí esa palabra tan equívoca en el sentido
3

cn que designa también una cleterminada resonancia sentimcntal,


Representación de un cierto estado de ánimo (senti- r-rn estado c'le ánimo.
do) mediante la reproducción de un estado correspon- N. del T.: L-;- ambigiiedad señalacla por el autor en "Empfindung"
diente en la vida de la Naturaleza (verdad)2. vicne a ser parecida a la de "el sentir, castellano, con el que
poclemos relacionar fanto i<sensa6i$¡» por un lado como «senti-
rrigr1to', por OtrO.
2
N. del 7..' He traducido .cstado cle ánimo" por "Stimmung ['-n cuanto a "Vorstellung»r es el término más aproximado en el
des Gemütslebens", más literalnlente «vibración o resonancia de la vocabulario filosófico alemán de la época a lo que en el empirismo
vida anímica". anglosajón se denomina "idea"; uno de los problemas es que tal
. : '..:.{' *';I?D::' "q tIBL¡OTECA CENTRAL
78 '...t u.H.ax. 79
con la totalidad, y que surgen al aparecerse el hombre a como de una misma unidad interna, la representación y
sí mismo, por un lado, como unidad (capaz de relacionar luego la configur¿ción real de la obra.
objetos externos individuales consigo mismo en una Pero entonces, ¿cuáles son en concreto esas..Le§.aJlan-
representación), y por otro, como parte de un todo CTAS q ue las múlti ormaciones de los Paisaies
mayor, infinito (una parte que se vuelve consciente de Si paramo s mientes en que todas
sus relaciones con el resto de la Naturaleza como un es no son sino formas de la vida
todo). Este segundo aspecto del hombre, por cuanto natural, no podremos sino designar a las diversas reso-
orientado a lo infinito, carece de límites (d" ahí la nancias qr. .*pr.ran como estados de la vida, etapas de
ho.ndura y lo inexpresable de la sensación), mientras el la vida de la Naturzleza. Ahora bien, la vid¿ misma es
prlmero, en cuanto orientado a lo finito, es algo infinita en su esencia, y tan sólo' strs formas están
limitado (de ahí la posibilidad de esa claridad y nitidez sometidas a un cambio constante, atrapadas en un
de la. represenración). ._$! p:.":, l9n§.aqión y splgs.e:laclpn
continuo emerger y sumergirse, asl que en toda forma
soq los elementos en que se mueve toda nuestra vida
J'- individual de vida habremos de señalar cudtro etaPds
espiritual; sol i¡separables, así como un hombrc no
puede vivir ni gomo individuo sólo ni como ser humano diferenciables, desarrollo, plenitud, marchitarse y des-
sin individualldad; no obstante, puéde predominar ora trucción completa. Sin embargo, aparecen otros estados
una, ora otra, y tan pronto pueden las representaciones diversos eÁtel^zarse los cuatro originales, ya que el
^1
determinar a la sensación como las sensaciones a la serie desarrollo puede verse inhibido por algo enfermizo,
epresentaciones. Ahora bien, cuando contemplamos la aparecer li furrr^ de la madurez en lucha con la
Naturaleza o una obra de arte, captamos los objetos clestrucción que pugna por abrirse paso, o surgir de ésta
como representaciones, poniéndolos en relación con un nuevo deiarrollo. Se puede comprobar la presencia
nueitra conciencia, sólo que con ello también nuestro de montones de ejemplos al respecto en aquellas facetas
Yo se relaciona con un nuevo ámbito del mundo de la vida natural que pueden ser objeto de representa-
externo (esto es, entra en un estado interno diferente); ción paisajística. Lás más inmediatos nos los brinda el
con lo cual, la sensación que se suscite tiene que ser cons;nte cambio de las horas del día y las estaciones
armónica con una atmósfera concreta, con una determi- del año, en el que mañanas, mediodías, atardeceres y
nada resonancia (Stimmung) que se manifieste en la noches, o bien primavera, verano' otoño e invierno,
vida de la Naturaleza a través de ese fenómeno, o bien señalan bien a las claras aquellos cuatro estadios; sin
se corresponda con el sentimiento del que proceden, que falten tamPoco las mencionadas combinaciones
intermedias, entie las que hay que contar por ejemplo
traducción se vuelve equívoca con la de oldeen,, oideas" en el un turbio amanecer, .,n" sobre árboles en flor'
sentido de "ideales" o oideas trascendentales". En bastantes casos "r."r.ha
lo he traducido por «representación", sobre todo cuando se refiere
las plantas agostadas Por el calor del verano, una
al proceso perceptivo del sujeto o a la acción de representar ,orri.r-r., pi".,o mediodía, la luna que se alza por la'
materialmcnte; en otro, he preferido .imagen,, por ejemplo, "las
"r,
noche o el brotar de nuevas yernas en vástagos muertos'
imágenes que ofrece un paisaje". junto con otro sinfín cle ellas.
L,...4'?.-= : ,. "Cf i.?,,'i.ilá'i.
80 ..,' tr tr ¡, B1
. Pero ¿y al ánimo mismo, qué serie de estados puede por el contrario su propia excitación a las representaciones
sobrevenirle? Evidenremenre, al igual que en l, át"r* que recibe, a las que colorea en mayor o menor grado;
vida de la Naturaleza emergen y ," ,rr-"rgen formas sí, el ánimo enfermo puede incluso verse afectado en
individuales de vida, en la eterna vida del tr-po.o sentido inverso por cualquier cosa, sentirse opri¡nido
"lrri,
se da otra cosa sino el surgir y el pasar de manifesar.i^orr", por una mañana de primavera lo mismo que cobijado y
individualcs de la vida anímica. sereno en la mayor calamidad e infortunio externos, ex-
El sentimiento de pwjanza, de aliento y estímwlo, de tremo éste al que por lo tanto no podemos desviar nues-
desarrollo, el sentimiento de verdadera tras consideraciones, que se refieren a lo sano y natural.
io, , ,hrídod
interiores, el de irse rnarcbitando, lo prraáu*t r, y ei de Por último, tampoco podernos pasar por alto que,
insensibilidad, la apatía, son también aquí lr, .,r"t.o por su condición misma, la contradicción entre sensación
etapas a que se puede retrotraer como a tonos funda_ y representación se repite de nuevo en el seno de cada
menrales la vida toda del á.imo con su interminable una de las representaciones que ofrece un paisaje natural
diversidad; y claro está, también se encuentran aquí las (como contradicción que es entre algo total y algo indi-
más estrechas combinaciones erltre esos estados básicos, vidual). Para ser precisos, esto se puede aplicar en
c.onsraradas ya en la vida de la Natu rareza: el se,timiento primer lugar a la contradicción obser-vable en una imagen
de la imposibilidad del logro puecle producir entre color y forma; y de ahí que, por poner un ejeraplo
en plena pujanza; del choque de -"lrn.lolí, bien visible, un rnismo parqe preserlte Lur carácter
exrernos
perturbadores contra el sentimiento "l.*enros
cle energía en pleni-
diferente y suscite en nosotros resonancias del todo
tucl puede suscirarse un conflicro interno, distintas según venga ataviado de r-rn verde encantador o
¡*..1" "l'.".." un amarillo, un marrón o un gris apagadosa. Pero ade-
un rruevo aliento de la apatía, etc.
Pero así corno Ia pulsación de una cuerrra hace vibrar más hay que señalar especialmente que, entre las diversas
a orra, afinada con ella aunque más grave o más aguda, imágenes que ofrece Lln paisaje natural, las qlle se
también e. el ánimo y en la Naturalár, lr, corresponden de forma más notable con excitaciones
afines han dc evocarsé nrutlremer)te, y cn csto "r.itr.ior,., anímicas son las relacionadas con el clima y la situación
la indivi- meteorológica; y hasta se podría decir que los cambios
dualidad del ser humano vuelve a aparecer como parte
insep;arable de un todo más elevado. De ahí qri del clima atmosférico demuestran ser en la vida de la
,r, Naturaleza exactamente lo mismo que los cambios de
ánirno libre de prejuicios se sienra alentado y ,rirrii.ráo
por la. pujanza y animación de la Naturaleza, po. la luz clima en el ánimo para la vida del alma.
pura de la mañana y el radianrc munclo de la
sereno y sosegado
irim avera, Del efecto sobre el ánimo de motiaos paisajísticos aislados
:".:ljil" línrpido y azul d"l ,r".r,lo y
la tranquila plenitud del follaje di bosqre, apesadumbrado De todos modos, para esos diversos objetos aislados
por la inmovilidad de Ia Naturaleza en'el oroño, o no puede sino regir lo misrno que ya se dijo de la vida
turbio y forzado a replegarse en sí mismo, prrdir"do, .r,
la mortaja de la noche invernal. El ánimo turbaclo,
al que ya domina un estímulo preponclerante, arrrrrfl"r. ü*l a
Ofrece algunas constataciones importantes cn estc sentido la
observación de la Naturaleza a través de vidrios coloreados.

B2
83
natural en su coniunro, a saber, que también surtirán su tierra), nos atrae con un vínculo doble: así como vivaz
efecto según el sentido de la ,rid, que en ellos se haga y activa excita y vivifica el sentimiento, y lo inflama y
patente; lo desorganizado enfriará, lo que esré en plena lo embriaga, radiante u oscura en su esPejo quleto
formación, incitará, lo cumplid o y realizado apaciguará. despierta en nosotros una infinita nostalgia. De este
Tomemos por ejemplo las desnudas masas rocosas del *oáo se alza luego, entre el agua, la tierra y el cielo, el
núcleo terrestre, con su áspera configuración, que no mundo vegetal con su inrnensa variedad, y también ahí
ofrecen ningún tipo de alimento ni cobijo a la vida el sentimiento sigue a los estados de la vida y a su
orgánica superior, y nos sentiremos particularmente sentido, de modo que tan Pronto una vegetación tupida
retraídos, y duros. Se descomponen las rocas, por que se entreteje y cubre el suelo entero despierta el
influjo del aire y el agua, de la luz y el calor, se forman sentimien,to de una vida que se abre en toda su opulencia
en ellas las primeras trazas de vegetación, musgos y como, por el contrario, la apacible contemplación se
líquenes, y el sentimiento aparece ya dulcificado y tibio detiene gustosa en la curnplida perfección del ramaie de
cuando se piensa en las nuevas formas en trance de los árboles adultos, o un árbol amarillento y muerto
aparición. l-o mismo vale para la relación entre la arena induce en el ánimo una atmósfera de pesadumbre. En lo
desnuda y la trerra fértil. El cielo en torno) en plena que concierne a las criaturas vivas, éstas son desde
claridad, como arqueripo de aire y fu2, es la imagen más luego ajenas al paisaje, y superfluas, pero no obstante
propia de lo infinito; y así como ya se ha señalado que, colaboran para reforzar en alto grado el efecto de los
por su misma condición, el sentimiento se funda en una restantes objetos, al realzar su sentido. El corzo asusta-
orientación a lo infinito, esra orra figura del mismo dizo en la noche del bosque agudizará lo sombrío de
introduce una honda y poderosa resonancia a totalidad una arboleda, una bandada de aves migratorias hará la
en el paisaje sobre el que cierra su bóveda, del que se estación del año más, cercana a la mirada, y una rapaz
convierte incluso en parre soberbia e imprescindible. De que se cierne en el aire presentará más vívida la
ahí también que las nubes u orros objetos que se Naturaleza salvaje; y lo m'ismo vale incluso para figuras
acumulen en lo alto, así como restringen más y más y al humanas, que sólo con esa función pueden considerarse
fin incluso velan la visión de esa infinitud, susciten admisibles en el paisaje. El cazador que trePa a la peña
igualmente en el ánimo una sensación crecienre de entre las brumas de la mañana ayudará a hacer más
sofoco, mientras, por el contrario, al desvanecerse ese claro el Sentido del paisaje; una figura solitaria perdida
velo en luminosas nubecillas plateadas, o rasgarlo la en la contemplación del apacible paraie incitará al
luna que sale o la claridad apacible del sol, se exringue observador a pensarse en su lugar; el peregrino evo-
la turbación interna y nuesrro pensamiento se ve elerádo cará en nosotros la idea de lejanía, la inmensidad
a la idea de una victoria de lo infinito sobre lo finito. de la superficie de la Tierra; pero siempre será el
Finalmente el agua, cuarto elemento capital de la vida paisaje quien defina a la criatura viva, y ésta debe
de la Naturaleza, del que mana cuanto vive en la Tierra surgir de él por necesidad y formar parte del mismo,
y en el que se refleja la infinitud del cielo (hasta el en tanto el paisaje deba y vaya- a seguir siendo i

punto de poder llamarlo con toda propiedad cielo en la paisaje. I


i
I
I
!
I
84 85
i
I

!
i

i
De la representación de la idea de belleza en la naturaleza
llamarse religión (o hermanamiento, o unión). De ahí
paisajística
que no pueda ser "bello" más que un entrevero a partes
iguales de Razón y Naturaleza; pues como la Suma
Antes de aventurarse en investigaciones más detalladas
Unidad sólo se hace patente en forma de Razón o de
sobre el modo y manera de hacer presenre la idea de
Naturaleza) tan pronto como ésta se ve impregnada de
belleza en la. Naturaleza mediante la expresión de
Razón y configurada por ella se nos aparece la idea de
estados de ánimo, es necesario tocar urra cuestión cuya
resolución quizás esté más al alcance que la de muchas
una esencia divina, el,..Yo gqlra en relación con el
otras, por-más que algunos afirmen que es imposible, a Idi".ipq que ahí se le abre, y la sensación y el sentimiento
(al que más arriba ya se señaló orientado fundamental-
saber, la de qué es belleza. Pero si reflexionaino, pá.,
mente a 1o infinito) se muestran como sentimiento de
empezar a,cerca de porqué casi todos los ,r.l-..oro,
intentos de respuesta han abierto ran sólo caminos belleza, en el cual toda esa faceta del ser humano
errados, la razón parece hallarse simplemerlte en que no
,l.irrz, qnlonqes i-1¡-pun¡o-álg.idó, su meta (como satis-
t*li¿" "itética). SjF; g-!Io,io [gllo tripl" acorde
se esforz¿ron por comprender la idei de la bclleza como
Naturaleza y Ser F{urnano, ",alctnzar
y, "l a ver sll
tal, que es por su esencia rnisma algo ilimitado, sino id_g^-üo-g'
esencia es algo que §ólo puede surgir del firme conven-
que tan sólo fueron fijando y amonronando diversos
límites de la misma, y quisieron conjurar el espíritu en
cimiento íntimo de la conciencia (que subyace a todo
conocer y sentir) acerca de un Sumo Absoluto. Por eso
alguna palabra rerumbante, sin saber elevarse ala visión
es igualmente acertado afirmar que sin una relación viva
de lo ererno y divino. Aproximadamente el mismo ha
sido e[ caso con la definición del concepro de la vida,
del ser humano con Dios puede haber tan poco senti-
cada vez que se la trató de representar también como
miento de belleza con-ro de verdad o de justicia; y
precisamente porque esa relación no puede nunca faltar
realidad aislada, exisrenre por sí misma y separada del
resto de [a Naturaleza, sin barruntar siquiera que hay
por completo, esa sagrada trinidad vive en todo pecho
hurnano, aunque ora más ora menos velada, e incluso
que enrenderla como fuente de todos [o, fe.ró-en<r,
obscurecida.
naturales, si es que no se quiere abrazar a una nube en
vez de a Juno.
Si pasamos ahora a considerar en detalle el fenómeno
de lo bello, de lo anterior se desprende en primer lugar
Por tanto mi respuesta a esa cuestión es que la
que no se puede llamar bello a algo que exista fuera de
belleza no es sino aquello que suscita la se,sación de
üna esencia divina en la Naturaleza, .esto la Naturaleza, que no sea efectiva, sensorialmente acce-
"r, "r, .l
mundo de los fenómenos sensibles; de la misma'-rn.., sible, por ejen'rplo al concepto de punto matemático o a
desde luego en que habría que desig nar l, ,re.drd cualquier concepto abstracto; pues ¿quién llamaria bello
como aquello que nos hace reconocer y ^a la virtud en sí y para sí mismo al Ser prin-rordial increado,
como aquello qlre nos hace vivir esa esencia divina en la infinitemente superior, siendo así que sólo se puede
Naturaleza- Por el contrario, la entrega inmediata de la llarnar bella a su-apariencia (Erscheinung), y que en él la
Naturaleza al Sumo Absoluto q.l. belleza sólo está irnplícitamente contenida? Pero además,
su fuenre ha de entre lo cognoscible por los sentidos tampoco se podría
"i
86
87
(haberse vuelto antinaturales). Si se quiere estar aún t,
il
más convencido de estas afirmaciones mediante ejemplos ii
más visibles, basta con comparar la forma de los i'

diversos cuerpos naturales que nos rodean, y se descubrirá


un gran número de pruebas en su favor. ¿Acaso es otra
cosa que expresión de un desarrollo incompleto, de
algún impedimento que bloqueó el esfuerzo por alcanzar
una conformación más elevada, lo que hace que nos
parezcan repulsivas esas formas animales cuyo carilcter
de transición ya ha demostrado la Zoologi,a, conlo por
ejemplo moluscos, gusanos, arañas, platijas, escuerzos,
etc.? (Punto de vista éste que sólo abandona el investi-
gador a quien por fin se le hace clara la manifestación
de una legalidad superior incluso en ellas) ¿Acaso no es
también ésa la razón de que, pongamos por caso, la
forma de los embriones humanos con sus vientres
escuálidos y sus enormes cabezas nos pñezc^ el prototipo
de lo repulsivo? La cosa parece tan clara, que lo único
que permite entender cómo se pudo pasar por alto tan
completamente el significado de la forma en un ser
orgánico, al reflexionar sobre la ruón de su belleza
formal, es esa impía separación entre la sana intuición
natural y Ia especulación pura que nos las presentaba
como incornpatibles para siempre. ¡Pero prosigarnos!
¿No es acaso la sensación de algo antinatural, de
alteración de una legalidad interna por obra de una
violencia exterior y hostil, lo que nos hace feo y
repulsivo todo lo que desfigure un cuerpo animal o
humano, la amputación de miembros, la desproporción
entre los rasgos del rostro, etc, o un árbol recortado o
5 N. drl A.: Í.n el n,rismo podaclo en forma inadecuada? ¿No es la conforrnidad
sentido cn que taml.rién sc emplean interna a una ley 1o que funda la belleza artluitectónica?
las palabras <<nrLrcrto»
o "sin vicl¿. pr., ;nai"iauos (lue no perrrriren
rc(ono('er cn cllos ningune vide intcrioI. p.opirn,.nrc,ral, lurr ¿Y por qué, en fin, entre todas las formas orgánicas que
cuando colaboren como sercs cor"roccmos, iba a resultarnos la figura humana la más
vivienrcs en el gran toclo <Je Ia
Naturaleza, en el que Lrna rnuerte absoluta es irnposible. pura y bella, de no explicarlo el hecho de que predornine

8B
B9
en eila, como demuestra la Zoología, un tipo de organi- Naturaleza misma y en el arte: esto e-s' que en la
zaciin acabada, perfecta en sí rnisma? Sí, ¿porqué entre Naturaleza nos eleva el sentimiento de un? enéarnación
los rcstantes cuerpos orgánicos se le concede belleza a
la forma de aquéllos en que la Natural eza ha alcanzado
un determinado nivel de desarrollo, si no es precisamente
en virtud de esa perfección? Por eso disfrutarnos con la
estampa del águila, con la planta del corcel de raza, en
clryas formas parece haber tomado cuerpo la idea de belleza natural es dirtina,
fverza y ra:pidez, por eso encontramos bella y noble la ASI por qüé piéCisamente
SC
-, l
planta del león poderoso, o del toro, o dondequicra que Naturaleza sólo IIega a abrlrse de
la Naturaleza haya dado por concluída una línea de verdad merced al arte- Es como si la infinita riqueza de
desarrollor por eso gozamos con la soberbia bóveda de la Natrtraleza estuviera escrita en una lengua que el ser
hojas de un roble cencenario en la que se expresa un humano tendría aírn que aprender, y que sólo podría
desarrollo librc y variadísimo; sí, y sobre todo, esto no aprender logrando algunas de esas palabras traducidas a
rige sólo para la belleza corporal, sino que también se ,., l.rrg.,, materna, mediante un don de alguien superior
siente en el ánimo como algo bello lo que de divinidad o grac"ias al camino abierto antes por un espíritu afín;
y de conformidad e una ley interna se trasluce en la sí, y de ese modo es como el arte Prepara y facilita el
palabra y en el sonido, así como en la manifestación de verdadero conocimiento de la Naturaleza, la ciencia
la voluntad a través de la acción. natural. Además, cualquiera puede rastrear fácilmente
Tras las consideraciones precedentes, no nos resultará en su propio desarrollo cómo, al ir aumentando su
difícil responder a la pregunta de cómo se alcanza la farniliaridad con los objetivos de una práctica artística,
idea de la belleza en la representación del paisaje. aprendió a reconocer cada vez más el poder y ia belleza il
Pues si hry que conceder que la Naturalcza en d" la Naturaleza, con sólo que el arte que eligiera rl

cuanto tal es necesaria y completamente bella, y qlle


ai

mostrase una orientación verdadera y en consecuencia


tanto más se la reconocerá como tal cuanto más patente noble; un proceso del que, en relación con el paisaje,
se haga en ella su interioridad, la divinidad de su tarnbién'hadado testimonio Gepnef en sus cartas sobre ¡
tJ

esencia, entonces se sigue obviamente qge la representa- pinttrra de paisaie, y sobre el que Scbiller se expresa de ll
ll
ción paisajística corresponderá ya en sí misma a la idea tt
clc bellcza en cuanto cumpla la tarea artística quc le es
"...ejercitándose en [a Naturaleza y con
t' GcPner escribe: ltr
propia, a saber, la vida anímica-ry-e,di-11_r9g la n.rejor clel arte, el artista se hará capaz tie conlParar alternativamcntc
"¡p19tr.
representación dé un momento de Ia totalidad de la las nrejores maneras de expresión ertística con la naturaleza, o ente
uiüa natural en la Tierra; y también gue, en donde pictórica cie la Naturileza, a ésta con aquéllas' Su oio
,.," b.ll"r,
éféaivariié,ité ré logre, por eso mismo ya se habrá se acostumbrará así a advertir en la Naturaleza lo pictóricamente
reprcsentado, lo b-e-l1q...Pero así, al mismo tiempo, queda bello, de forua qr,re no le será sin provecho ningún paseo en
cualquier época Jel año, :r cualquier hora del día" {Salomon
definida la relación entre belleza del paisaje en la Gepners Scl:riften, Y. 7.urich, 177?).

90 91
manera soberbia y enérgica, si bien de forma más
general, en «Die Künstler" (quizás más aún que en sus
observaciones estéticas), cuando dice de los artistas:

Antes que dierais al mundo la armonía


a la que sirve con gozo cuanto existe,
era un antro inmenso en la noche sombría,
IV
y en corro bañaclas por un fulgor rriste,

siluctas.guerreras en hosco tropel


.
que su luicio como a esclavo encadenaban,
y tosca y huraña lo mismo que é1, Ahora el otoño está aurl más avanzado, la fría
en miles de fuerzas quc le arnenaz.aban humedad de la neblina y el desolado ramaje, del que
toda la Creación sc alzaba ante el salvaje. sólo pende aquí o allá una hoja arnarillenta, me hicieron
escapar más temprano que de costu¡nbre de mi paseo
A las apariencias ran sólo le unía, diario, y tan cierto como es que el hombre no debiera
sin sentirlas ni gozar de su belleza, permitirle al tranquilo girar de [a vida de la Naturaleza
la ciega avidez, y así le rehuía ejercer influjo alguno sobre é1, ni siquiera cuando le
su hermosa alma entera la Naturalez-a.
muestra su cara más oscura, lo es también que hoy sin
lVIas
embargo no lo he logrado del todo conmigo mismo.
Así que permíteme, nri viejo y probado amigo, pasear
del sueñc¡ de los sentidos se arrancó en espíritu contigo y sacar de ahí esa serenidtd y paz
libre el alma al fin, rompisteis sus cadenas interiores en que siempre consideramos que se basaba la
y a.l regazo de la clicha al fin sahó única y verdadera felicidad.
por vosotros el csclavo de las penas. Vuelvo así a esas consideraciorres nuestras hace
tiempo coménzadas, y pienso aplicar ahora algunos de
Podridas trabas del bruto por el suelo, aquellos principios generales a las obras de arte reales,
el Hombre despuntó en la frente clara,
tal como existen o pudieran existir.
se alzó el pensamiento, noble pequeñuelo,
asombro del cerebro que le alumbrara. Pero para comenzar quiero intentar presentarte mis
pLlntos de vista respecto a un tema sobre el que rni
pensamiento ha cavilado a menudo, a saber, los diferentes
tipos de estilo, de carácter y de presentación en la
pintura de paisaje, para que así no pasemos a observar
las obras de arte misnras sin conceptos claramente
definidos, sino que ante s bien dejemos firmemente
establecidas formas de hablar con que poder señalar sus

92 93
un v
y verdad eparecen con una fuerza y un grado de
interpenetración proporcionados, y si se deja sentir lo
más propio de cada una de ellas, divina pureza en la
a que ta idea, claridad perfecta y apacible adecuación a sus leyes
en los objetos representados, entonces de ahí resulta el
único estilo verdadero, el puro o perfecto; por contra,
cuando iclea y expresión aparecen, aunque proporciona-
das, débiles, vacilantes y confusas, se origina una defor-
n-ración, el estilo nebwloso.
En 1o quc toca a la presentación, tanto si se atiende
lt
al tazo del dibujo como a la garna de luces y sombras ti
necesario de la diferente manera de unirse ambos miem- o al color, se puede distinguir entre muy diversos tipos,
bros en él contenidos. Así, puede quc en el modo de que a su vez se pueden multiplicar merced a sus
representar el sentido mediante elementos de la realidad diversas con'rbinaciones posibles. Con respecto al trazo,
predomine la idea, y que el ob¡'eto, la irnagen real, sólo se dan tres tipos cle presentación, el exagerado, r,iolento
esté insinuado en sus características más generales, y tetco=,.9| noble y el angustiado, pequeño y débil (de los
aunque verdaderas: es el estilo abocetado; o l¡ien puede clue se puede llamar correcto al intermedio para distin-
suceder que sea lo objetivo, lo caprado con fidelidad, lo gtrirlo de los otros dos, incorrectos). Con respecto a
que impregne y domine a la vida espiritual interior: el luces y sombras, poden-ros señalar corno tipos de pre-
estilo naturalista aulgar. O también que predornine la sentación la sombría y la clara la lwm'inosa y la
idea, pero de una rnanera tal que arranque de sus mortecina. Con res pectó a la co oraclon, fr nalmente,
goznes natLrrales a la verclad de la representación objetiva, drstlngulmos entre la abigarrada,la nítida y 1a descolorida
y transforrne arbitraria y violentamenre el tipo cle o pdstos/1. Pero también aquí sigue siendo el justo
objetos representados: el estilo fantástico; rgualnenre, lo medio lo verdadero y correcto, y los restantes tipos,
objetivo puede ser lo clecisivo y predominante pero deformaciones.
tampoco en base e su propia naturaleza y verdad Si alguien, quizás, se figurara iirnitada así la libertad
internas, sino en función de una técnica que se haya clel artista, y temiera una cierta uniformidad entre las
convertido para el artista en una segunda naturaleza: cl obras de arte a resultas de una tal limitación de estilo y
estilo amanerado. Finalmenrc, sin embargo, cnando idea presentaciórl a un único tipo auténtico, para ello tendría
que deiar de reflexionar sobre cl hecho de que la
I Puede leerse en lrcrnow: manera de refractarse la luz y formarse el color, única y
"Tod¡s las ol¡r¡s del arrc antiguo
e xl'rala. u' r.ismri espíritu. Las cliferencias quc sc pcrcibcn eritre
eternanlcnte regular, limita la varicdad de los colores
cll¡s son meras modificaciones de ur.r nrisr.o cstilo en diferenrcs
fascs clc su formación; jamás percibinros la manera particular clc:
tan escasamente como restringen la libertad del alma
csta o aquella cscuela, de csre o aqr,rcl artisra. (Rórniscbc Studien rrc humana las leyes de la Razón, y no reparar en que el
Carl Luclwig Fernow, Partc I, Ziirich 1806, p. 4g). genio se ve limitado en una medida igual cle escasa por

94 95
tener que representar la idea divina innara en él mediante a expresarse ora en estilo abocetado, ora en el nebuloso
una única naturaleza o fenómeno sensorial. Afirmación o el naturalista vulgar: antes bien, es innegable que un
ésta a la que, tan simple y clara como es, sin embarg<r espíritu enérgico puede alcanzar en tales deformaciones
se ha atendido menos de lo necesario en el ámbito de una perfección que a menudo reclama nuestra admiración;
las artes plásticas; por contra, en poesía por ejemplo se es sólo que a una obra así, sin embargo, es mejor no
reconoce hace mucho que no es de temer en absoluto colocarla a la par de otra ejecutada en estilo puro y con
monotonía alguna por seguir plena y regularmente las una presentación correcta, si no querernos que parezca
leyes de la lengua y del rirmo, sino que antes bien hay
inacabada, o un extravío genial.
que esperar de ello la victoria de la distinción sobre la Si alguien planteara no obstante la cuestión de
medianía, así como tampoco en la música se cree que dónde se expresarla en tal caso, si no es en el estilo ni'
las reglas del contrapunro puedan mermar la hermosa en la presentación, esa individualidad del artista que
variedad de sus figuras. pese a todo es lo que funda tanto su propia existencia
Pero aun dejando a un lado esas ramas artísticas, como la de sus obras, nos verlamos llevados al mornento
esta ley rige no menos para las artes plásticas, y me a reflexion ar de las diferencias en el carácter de la
alegra haber encontrado en Fernora, expresado muy ^cerca
obra de arte; pues si llevamos rnás adelante nuestra
claramente a propósito de la escultura, casi lo mismo reflexión, nos señalará enseguida que, así como sólo
que tengo por verdadero en relación a ia pintura de podemos entender y expresar lo que nos es semejante,
paisaje, a saber, que estilo puro y acabado verdaderamente
sólo el carácter de la obra de arte 'carácter
puede s er el P1Y'"
correcto sólo puede haber uno, que la individualidad le ié manifiei te el artlsta.
ha dc venir desde ahí a la obra de arte, y que es el -bi¿;nl P Lra
que un S alaa tor Rosa pueda muy bien expresar
olvido de la mano en beneficio del espíritu lo que la energía de su espíritu en violentas masas rocosas
verdaderamente prueba la distinción de una obra, raz6n apiladas, en ramas de árboles robustas y zigzagueantes,
por la que incluso las más nobles creaciones plásticas de o en nubes de tormenta y descargas eléctricas, que no
la Antigüedad parecen salidas de una sola mano y se por ello le resultarán tales objetos incompatibies con la
puede decir de ellas, como de seres naturales, que unas veracidad y acabado de la imagen o la fidelidad en la
veces más y otras menos hermosas pero todas cstán perspectiva, ni la púreza y naturalidad del colorido
siempre ahí de verdad, que viven en una misma. realidad2. rlrenores que las de esos amenos parajes que el ánimo
De .ninguna manera pretendo concluir de ahí que crlaro y dulce de un Claude prefiere tomar tan gustosa-
necesarrarnente tenga que producir obras indignas aquel
rnente como espejo. Es verdad que eso explica y
artista que, en virtud de las características que Dios le ,-lisculpa en gran parte el hecho de que el carácter
ha dado, no es capaz de alzarse a la límpida y luminosa individual del artista se hega patente también en el
altura de la más noble veracidad, sino que se ve forzado cstilo y en la presentación, de modo que no es difícil
advertir en un espíritu con las fuerzas en ebullición un
z N. del L.. "Stil", "Cl.rarakrer,, oVorrrag,; en alguna ocasión estilo abocetado y a menudo también fantástico, junto
he traducido ésre último término por oacabado,.
r una presentación áspera y salvaje, ni raro el que, por
96 97
contra, unas energías productivas limitadas prefieran de la idea de una obra de arte, sin ernbargo se podría y
darse a conocer en un estilo naturalista vulgar o amane- se tendría que exigir a todas la misma realización, la
rado, y con un tipo de presentación pequeño y misma interpenetración y acoplamiento íntimos de Razón
angustiado; pero pese a todo, no por ello hay que darlo y Naturaleza.
por bueno, y por esa razón, en Rosa encuentro la Así que a mí apenas me preocupa un exceso de
dureza,la falta de veracidad y la,ligereza en la represen- uniforrnidad, pues el estilo puro que aquí se tiene en
tación de objetos individuales tan reprochable como mente es un ideal, es por así decir el centro de un
irrrregable la admiración que me exigen la grandeza y perímetro inmensurable desde el que se podrían tÍa'z^r
energía de la idea de conjunto. De parecer esro paradó- infinitos radios sin que no obstante se alcanzxa jamá.s
jico, lo más aconsejable sería entonces buscar de nuevo el centro. Cada artista se mueve sobre uno de esos
en otras artes la justificación de tales afirmaciones, de radios hacia ese centro ideal, y como criatura finita,
todos modos bastante ignoradas aún por la pintura de ningtrno lo alcanzará plenamente; y como su individua-
paisaje. Así, contempla el coloso de Fidias, contempla o lidad es diferente de cualquier otra desde la cuna, como
más bien palpa ese torso hercúleo, y si no lo estabas ya, se mlreve sobre otro radio, ninguno se asemejará del
te convencerás c{e que la fuerza suprema del heroísmo todo a otro, incluso si sus radios a menudo caen muy
más noble puede muy bien coexistir con la verdadera próximos. No menos cierto es de todos modos que
perfección de la forma, esto es, con la presentación y el serán siempre los logros más altos y excelsos de pwra
estilo puros, los únicos verdaderos, e incluso de que belleza los que más se aproximen entre sí, I gue, por el
sólo se la puede hacer aparecer a rravés de ellos. ¿Acaso contrario, cllanto más crudamente visil¡le se haga la
debo recordarte aún las obras de Rafael?... ese colérico individualidad del artista, tanto más alejada estará la
arcángel que arro;'a a los infiernos a Lucifer, lanzado al obra del ideal.
asalto del cielo, esa imagen en que Jehová, reclinado Pero si, de este modo, resulta infundado el temor a
sobre los tres anin"rales místicos y rodeado de ángeles, una uniformidad de las obras de arte ocasionada por un
aparece en la plenitud de su fuerza y señorío: y todas, único estilo, tal es el caso también aqul, en el arte del
desde luego, con la misma perfección de estilo y presen- paisaje: en el que la infinitud del mundo se halla tan
tación que tal gozo nos proporciona en \e imagen literalmente desplegada ante el artista, y donde la
transfigurada de su Madonna. ¿Acaso he de evocar en Naturaleza se mueve a su alrededor aparentemente sin
tu memori¿ esas obras de la arquitectura griega o ligazón alguna, y hasta sin leyes, sin que por ello deje
alemana, inrnortales en la idea e iniluso de seguir constantemente leyes eternas e inmutables;
tiempo hacia la eternidad, y en las que, ya^lzadas "n "l
se trate del donde por una parte cae toda lirnitación que obligue a
más noble y libre de los templos o de una catedral que ceñirse a un canon firme, definible mediante líneas,
asciende hacia el cielo, toda gran deza y poderío han como la que se da en el caso de la representación de la
tomado forma sin embargo con un indecible amor y figura humana, y donde, por otro lado, una ley eterna-
fidelidad en cada detalle? Aquí, como en todas partes, mente vigente contiene las causas que determinan a
se muestra claramente que sea cual fuere la orientación cada elemento particular.

98 99
Por tanto, eue el particular ánimo del artista capte
con claridad y por eso mismo con originalidad la vida
en su p:ureza interior, que nos devuelva sus formas fiel
y verazmente, y con eso siempre bastará para- que
tengamos una imagen original y de una pura belleza.
¡Y ya basta por esta vez de definiciones! V
Tu Albert

Hoy, gracias a la contemplación de algunas obras de


arte del paisaje , me siento otra vez incrcado. a presentar
ante tu juicio algunos otros de mis perrtr*i.t tos sobre
la representación artística de la Naturaleza.
Pero antes que nada, no quiero ocultarte que quedé
asombrosamente sorprendido cuando se me ocurrió de
repente que de la Antigüedad clásica, tan sumamente
dotada para las más diversas artes y ciencias, no se ha
conservado apenas nada en lo que concierne al arte del
paisaje, y que sólo se mencione que este arte más bien
surgió a principios del xvrr de una vez, completamente
autónomo y sin modelos más antiguos, casi como
Minerva de la cabeza de Júpiter. ¿Por qué los griegos,
pensaba yo, tan sensibles y creadores de obras libres,
puras y soberbias en escultura, arquitectura y poesía, no
han sentido inclinación alguna precisamente Por la
reproducción de los paisajes naturales? y si se encontraran
quizás algunas razones que lo hicieran más evidente,
¿por qué no pudieron tener esa inclinación? Durante
mucho tiempo la respuesta siguió resultándome oscura'
hasta que al fin pareció abrirse paso en mí una cierta
comprensión, en los siguientes términos: cuando miramos
los estadios más tempranos del género humano, nos
vemos obligados, o al menos la mayor parte de nosotros
para ser precisos, a aplicarles como patrón el desarrollo

100 101
de una vida individual, como lo único parecido de lo trono desde el que se lleva el gobierno de todos los
que tenemos alguna experiencia. Si hacemos lo mismo demás dioses.
en este punto en cuestión, no se nos puede escaPar que Y así el ser humano, en este nivel de desarrollo, sólo
la primera juventud siempre tiende de entrada a percibir alcanza a ver en el mundo exterior, por una Parte,
al ser bumano; nos ocupamos del cielo y la tierra, de aquellos elementos que sirvan a sus fines, con lo que
plantas y animales, sólo en relación con situaciones ninguno le parece digno como meta de las bellas artes
humanas- El hombre siente en sí fuerza pera actuar, (y atiende por ejemplo a una roca como elemento para
toda la Naturaleza se encuentra ante él como elemento la construcción de un templo, pero no se le pasa
al que dar forma, y al principio no puede abstenerse de fácilmente por la cabeza considerarla tan bella por sí
tornarla en consideración tan sólo en cuanto material misma'como para ser digna de reproducción artística);
para sus fines. Asl, stts repre.se.ntaciones- y sus esfuerzos pero, por otra parte, cuando reconoce algo más elevado
apenas conocen en un principio otro objeto que el ser en esos elementos no se trata de su apariencia externa,
humano y sus diversas situaciones, e incluso se ve sino del dios que impera en ellos, al que honra y
empujado por su vívida fantasía a suponer una indivi- representa no en figura de árbol, ola, montaña o nube,
dualidad humana en las cosas, tanto inanimadas como sino en forrna humana, la más noble qlle conoce. Así
divin¿s, que le rodean. me explico muy bien que los griegos sólo se sintieran
Ahora bien, un impulso similar es el que creo inclinados a dar forma a los paisajes de la Naturaleza
advertir en la juventud de los pueblos, un impulso que mediante una tal divinizaciór.., y L la, vez humanización,
a mi parecer incluso lleva en sí la razón más determinante y que surgieran las imágenes de ¡rinfas, oréades, náyades,
del surgimiento de la religión pagana, que siempre ha etc; pero si es que queremos tlctnzar una plena claridad
sido para mí digna de todo respeto como perspectiva sobre este punto, falta aún por considerar además el
absolutarnente necesaria en un cierto nivel de desarrollo rnaterial que se eligió para tales imágenes.
del género humano. Pues con ella el ser humano ilega a Para ser precisos, casi de igual manera que en los
reconocer algo divino fuera de sí mismo, sólo que aún seres orgánicos el desarrollo de los sentidos cornienza
no es ca:paz de reconocerlo más que en sus variados por el del tacto, y los sentidos más finos como la vista
efectos, ligado a los fenómenos, y de ahí que no se le y cl oído surgen sólo al completarse su organización,
pueda aparecer como unidad y tenga que hacerlo como también la humanidad es en un primer momento plástica;
multiplicidad. Y así, la fuerza divina que vive en los aquéllo a lo que dé forma ha de estar ante él como
flujos y reflujos marinos se convierte para él en Poseidón, r)rasa, espacial, tangiblemente, y tanto la pintura como
la luna que vaga por las nochcs acompaña a Diana las claboraciones superiores de la música corresponden
cazadora, la pujante fuerza de los árboles la vive como ¡ror ello a épocas posteriores. No obstante, las artes
dríada, Eolo amansa las tormentas, y cuando el oscuro plásticas aparecen necesariamente en primer lugar no
presentirniento de un conocirniento superior le lleva al sólo desde está perspectiva, sino también en cu¿nto arte
fin a intuir un úr-rico ser divino, cree dar satisfacción a más propio de la época heroica. En concreto, por su
ese sentimiento erigiendo sobre la bóveda del cielo un misrna naturaleza Ia escultura sólo puede limitarse fun-

102 r 103

t
¡
damentalmente a la reproducción de la forma humana, términos humanos, sino más bien inaccesible a los
sen
e incluso reproducir animales es ya un intento de en consecuencia también
en superior en el mundo en
invasión de un terreno ajeno; y si representa ideas
generales, como por ejemplo el ciclo de las generaciones en uéllas que, nos sean
rC
en la vaca de Mirón, según la hermosa interpretación de "pe
Goetbe, a eso se le puede llamar ya una especie de _I9".-r.9
exlge
plástica romántica que nos habla mediante símbolos.
SU
Pero la verdadera meta de la plástica es, como ya se ha
ml
dicho, enaltecer la figura humana, y desde luego en su 'ts-'.'J. '
dé'tsié'-¿iaíréiiii"(tiüé pi;i"-Io'd'éiñás Fü6AA vivii en el
faceta de fuerza física y belleza; de ahí que por"su'
artista lo mismo corno una clara conciencia que como
misma naturaleza sea realista de punta a cabo, y que
un mero sentimiento oscuro) podía surgir por tanto el
busque la figura en cuanto tal, y no su expresión.
verdadero arte del paisaje. El ser humano renía que
Desde luego, también le faltan recursos para expresar la
finalidad opuesta, el verdadero espejo del alma, la
reconocer
'"' ¡_' --¡i-'""-l'-
la divinidad
''
de la Natüraleza como manifes-
mirada, el cambio de coloración de las superficies. Pero !§lón I Dips, p*,.9¡p..¡esadl en .términos
it.q¡aim-e,ntq"Jlya .de
lo que el ser humano recién elevacio sobre su estado de !"gr_1"91,__,g-g¡ng..lu lenguaje, tenía que aprender esa
naturaleza tiene que admirar más es necesariamente la Igl$,y" y :el cdpaz de sentir al modo de la Naturaleza
(puesto que aquí no se rrare en absoluto de una copia
violenta fuerzt del héroe o la per{ecta belleza corporal,
muerta, como señalaba e[ ejernplo del espejo), para que
y precisarnente las artes plásticas le ofrecen el medio así finalmente pudiera anunciar a los hombres el érrangelio
más adecu ado para fljar en ideas duraderas sus vacilantes
universal del arte en esd misma lengwrt (o corno signifi-
apariencias. ¿Cómo no iba a ser entonces la plástica el
cativamente se dice a este respecto de los poetas), con
arte más propio de la época heroica? ¿cómo no iba a una lengua celestialr.
desplomarse cuando la religión cristiana vino a señalar a
De ahí que difícilmente se pueda consider¿r como
1o sobrenatural, pretendiendo que se atendiera al cuerpo
principio de la verdader¿ pintura de paisaje a esas
sólo en cuanto instrumento del alma, y la pintura perspectivas pintadas de ciudades o cosas por el estilo
ocupó su lugar como arte ideal? Así que obviamente, en que mencionan algunos escritores antiguos, pues es algo
lo tocante al arte del paisaje propiamente dicho, éste inherente al sentido de esa pintura conrar con finalid¿des
presupone ya una formación y una experiencia superiores.
ltumanas previas, y tener que representar de manera
Hay una cierta abstracción y autosacrificio en dar valor reconocible algún lugar importante política o histórica-
como algo hermoso y elevado por sí mismo al mundo mente; y sólo puede llegar , .., ,rn verdadera obra de
exterior, hasta entonces un mero elemento de nuestra arte relevante si el pintor se impregna del sentido y el
actividad; hay un cierto grado de elaboración filosófica carácter que expresa un deterrninado parale de tal modo
en alcanzar a ver o al menos barruntar que el coniunto i

de los fenómenos de la Naturaleza es la manifestación :i

de üña divinidad qüé -no 3e püedé individüal{llf*en I N. del T.: En alernán, lir., *c66 lengua de ángel,
¡
l. ,lt¡¡
. ,; ,r
r§l
T:
I fli
104 105 rflr
:
flt
: ¡n¡
;
l iHl
que, con ese espíritu) sea capaz, Por así decir, de recrear negarle nuestra plena aprobación, p€ro si hemos de
*, for-rs de .rue.ro. También Por esto se ha señalado encontrar el cuadro verdaderamente encomiable, tal
que muy a menudo las pinturas- que represental.r"--col1 actitud moral no basta, no basta la presentación clara y
más belleza el carácter de un en que la habilidad en la composición: sino que el conjunto
el artista ñó ó6ié el tendría que captarse de una manera tan natural que,
terreno sino que repiod u dejando del todo aparte su idea, pudiéramos gozar con
una escena d. esd escena fielmente expresada de la vida de la Natura-
que Las PersPectlvas se com- leza, que hasta un hombre a quien le fueran completa-
portan Por ml motivo igual que los retratos. También mente extrañas esas o parecidas ideas cristianas tuviera
sucede cón ellás
'corno con ese diluvio universal de que sentir con gozo el frío del valle, la clara y misteriosa
retratos familiares al uso, cuya finalidad es simplemente luminosidad lunar, la verdad de ese camino que paulati-
que se recorlozca a algún ser humano, de modo que el namente va trepando hacia lo alto. Pues lo que aquí se
interés de los mismos muere con la Persona; y en ambos requlere es que ese hombre se llegara a encontrar
casos, la verdad superior, auténtica, de una naturaleza transido como si contemplara la misma Naturaleza, que
en la que se ha descuidado profundizar se venga cu-ando, también puede aparecer ora de esta forma, ora de
por el contrario, un retrato de la Fornarina de Rafael, o aquélla, según a qué personas, pero siempre hermosa; de
i, ,ep.odrcción de una costa de Sicilia por Claude, son modo que por ningún concepto se viera empujado a
.t rdio, que entusiasmarán mientras duren al espectador, adoptar la perspectiva de otro, sino que su libertad
desde luego sin que éste necesite saber a partir de qué
y'modelo individual de visión no se viera restringida en ningún
c..ó el artista. Esta es precisarnente ia causa de momento. Fausto barrunta la naturaleza demoníaca del
que tampoco nos sintamos satisfechos allí en donde la perro de lanas que ronda en torno suyo, para §Tagner
uerdad de la naturaleza se sacrifica o al menos se es un simple perro, y a su manera ambos tienen raz6n.
subordina a cualquier tiPo de idea poética, o a la Pero es precisamente este tipo de argumentos el que
expresión de algún sentimiento en sl mismo hermoso y seduce tan fácilmente al artista para que deje arrinconada
p.,.o. Tal sucede en un género de obras de arte que la verdadera natural eza de algo y atienda a ella lo menos
podríamos llamar sentimentales, en las que sólo se posible, y cuando ha representado según las reglas
atiende a la Naturaleza en cuanto símbolo, como jero- pictóricas lo estrictamente preciso para que se reconozcan
glífico, y se cree haber hecho ya 1o bastante con que el satisfactoriamente el valle, la luz de la luna y la ermita,
objeto sea lo suficientemente reconocible para que se con eso cree haber acabado ya el puente que lleve al
pueda notar su significación simbólica. Tomemos por espectador al reino de las ideas, sin pararse a pensar si
el paisaje que describe Tiecb en las correrías de acaso no habrá tallado una simple pasarela que se
"je*plo
Sternbald, cuando se ve a un peregrino adentrarse en un demostrará inestable más de cerca, acreditándose así
estrecho valle hacia las alturas en que, iluminada por la como un arquitecto inhábil. Pero justo ése sería el
luna, rcfulge la cruz de una ermita. Vemos expresada proceder de lo que, bajo el nombre de arte sentimental
aquí una idea moral cristiana a la que no podríamos del paisaje, quisiera calificar de inadmisible; con lo que

106 107
nos vemos llevados una vez más ante el hecho de que, hacia algún punto de vista determinado, sino reposando
al igual que sólo un alma sana en un cuerpo sano en su plena y bienaventurada satisfacción, e incitándonos
constituyen al hombre verdadero, y el mundo existe precisamente por ello a hacer de una yez a un lado en
sólo como un entrevero proporcionado de Razón y nosotros mismos todo lo pequeño, todo lo que se
Naturaleza, 1o único que caract eríza a la auténtica obra emparenta con nuestra parcialidad y nuestros prejuicios,
de arte paisajística es una armonía auténtica, esto es, /a para compartir con el artista 7a paz de vivir en Dios.
wnión plenamente lograda de sentido y veracidad. Cada uno de ios seres humanos tiene desde luego en
Pero después de tantas reflexiones, permitámonos esta vida un cierto grado de unilateralidad, sus particu-
pasar de una vez a sopesar logros reales en el campo del l4res puntos de vista parciales que nadie puede comparrir
arte del paisaje. Te decía que me había incitado a con él en esa precisa forma, justarnente porque cada
escribir esta carta la contemplación de algunas pinturas; uno es distinto, quiere afirmar su peculiaridad y además
eran unas obras de los patriarcas del auténtico arte del debe hacerlo en la vida temporal. Pero igual que, en
paisaje, Claude y Ruysdael, que se encuentran expuestas general, no nos atreverlamos a reclamar del ser humano
en la galería, de Dresde. Ya conoces esos dos soberbios una santidad plena y una carencia total de defectos, y
cuadros de Claude, ante los que no podíamos pararnos sin embargo sí tenemos que exigirle que se concentre y
sin respirar hondo involuntariamente, henchidos al sentir actúe virtuosamente allí donde sirve tomar decisiones,
un aire radiante, cálido, del Sur; pero seguro que también sucede lo mismo con la exigencia de que el
recuerdas tambi.én las aguas apacibles y susurrantes, Ias hombre se libere de cuanto en él es azaroso y no
hayas y los robles severos que Ruysdael coloca con una puramente humano, de cuanto es rneramente su opinión,
veracidad y libertad tan infinitas que la Naturaleza su inclinación, de ca;ra a los elevados fines del arte y de
amada en secreto parece abordarnos diiectamente. Aquí la ciencia; y eso, lo mismo en uno que en otra, es lo
sí se puede decir de verdad que el sentido que el artista perfecto, 1o clásico, aquello en que se reconoce como
llevaba en su interior se ha objetivado, uno se ve predominante ya no éste o aquel punto de vista humano,
impregnado por la convicción de que ambos artistas sino lo puramente humano'en sí mismo.
han dado acogida en sí mismos a la he rmosura y, la Así, tenernos muchos trabajos científicos que no
gra;ndeza de la vida natural.en toda' su pureza, que corre podemos sino encontrar agudos y dignos de alabanza en
a través de todo s sus nervlos y sus nas, y eso alguno de sus aspectos, pero por los que discurre una
son capaces de hablarn os en ZA determinada perspectiva, alguna opinión en parricular a
Pümltlva través de todo el conjunto; y enronces designamos a
éste al momento con la palabra «sisterilá>>r y encontramos
brinda en el trabajo bueno, pero también al auror, en algún
ellos una hermosa individualidad humana que nos permite sentido, atrapado en su sistema.
atisbar su íntima manera de ser en el espejo de la Aquellos que comparten su perspective encuentran
verdadera palabra divina, en la Naturaleza verdadera; e el trabajo conforme a su gusro, y hasta sobresaliente, se
indudablemente, de forma pacifica y libre, sin llevarnos defiende acaloradamente esa opinión conrra quienes

108 109

I
piensan de otro modo, se ganan partidarios , y la escuela es igual que el arrisra haya pensado además en alg<;
aparece y permanece, hasta que un nuevo sistema particular, por ejernplo en una determinada idea o en el
expulsa al viejo. Una auténtica obra clásica, por el carácter de una cierta franja de tierra que sólo esrén
contrario, se presenta ante todos en apacible verdad, claros para quienes la comparEan o para quienes conozcan
como el mundo mismo, produce en cada lector un el paraje, o que por el conrrario haya dado forma con
bienestar inagotable, y puesto que toda unilateralidad toda libertad y pLtreza a la claridad de su ánimo en el
siempre tiene con todo algo de verdad, le deja plena espejo de [a Naturaleza); exigencia ésta respecto a la
libertad para que vuelva a encontrar en ella según le cual ya traté de desarrollar mis pensamientos cn la carra
plazca su querido punto de vista bajo el que el mundo anterior.
se le aparece d él; algo asl como lo que pasa con la Pero una exigencia que es también, no 1o ignoro,
Biblia, en la que todas las sectas cristianas siempre han infinitamente difícil de cunrplir, y a la que desde
encontrado la prueba de su particular opinión. siemprc se le ha dado satisfacción tan sólo en raras
Pero lo mismo pasa con las obras de arte; la obra en ocasiones; de rnodo que ojalá recibas con indulgencia el
que la idea primigenia de belleza esté captada en su que aquí se vuelvan a alinear unos cuantos pensanrientos
purezd, la obra en que se exprese no ésta o aquella acerca de cómo podría alcanzarse meta tan elevada. Lo
individualidad únicamente, sino el ser humano tal y primero digno de atención a ese respecro es que en la
como es desde el principio y será eternamente, esa es la pintura tle paisaje, como en tantas otras artes, fueran
obra verdadera y clásica por todos los tiempos. Es también los primeros maestros que en cada pueblo
inconcebible un ser humano verdadero en quien no rnvelltaron una rama artística quienes lograran las mejores
causaran gozo ni elevación las obras auténticas de la obras; y que asl como Homero y Ossian crearon por
escultura griega; y de esa mism¿ manera, aunque quizás vez primera el poema heroico, y a la vez perl]ranecen
en un grado aún muy distante de ellas, los cuadros de todavía hoy corno bardos inalcanzables del mundo de
un Claude son también verdaderos y soberbios por los héroes, también Claude y Ruysdael, con quicnes
todos los tiempos, y para todos los hombres que se llegó a surgir por vez primera el verdadero arte del
hayan educado en la atención a la belleza de los paisajes paisaje, siguen siendo los mejores hasta el presenre.
de la Naturaleza, y en particular de la que se extiende Cuando nos paramos a pensar en las causas de ese
ante el artista. No me malinterpretes y vayas a pensar fenómeno, nos vemos llevados de nuevo involuntaria-
que yo quisiera todos los paisajes como los de Claude, mente a la iclea de un desarrollo orgánico de las arres en
¡de ningún modo! pero ese encaminarse hacia la verdad el conjunto de la humanidacl, y nos enconrramos que
primigenia de la Naturaleza es lo que con seguridad tal idea concuerda con el hecho de qtre, en cada ser
podemos y debemos exigir del paisaje clásico perfecto, orgánico, el período en que esrá recién acabado el I

que deje atrás todo punto de vista que hubiera traído clesarrollo de una capacidad sensorial es también la
consigo y que más bien nos devuelva en espíritu la época de su más bello florecer, que nunca ha de volver :

Naturalez¿ con pureza, con inocencia, tal como se halla con esa rnisma pujanza; de que la flor recién abierta es
ante nosotros como manifestación divina (y entonces ya la que más nos agrada y la fuerza vivaz y flexible de la I

110 111
juventud jamás regresa, y asi también un arte ha de representación paisajística a cargo de P. Bril, ¿acaso no
lucir necesariamente la más fresca de sus mágicas luces surgió también la juventud de este arte repentinamente,
cuando acaba de desplegar por primera vez sus alas. De como la clara luz de la luna entre las nubes oscuras? Sl,
todas formas, si lo consideramos más detenidamente, se igual que se observa en otros carnpos el crecimiento
encuentran otras varias razones para que esa ley se simultáneo de una idea en muchos espíritus en cuanto
confirme. ¿O es que entonces el hombre, que lleva en el el género humano está maduro para ella, ¿no floreció
fondo de su pecho la idea de algo divino, cuando rebosa también el talento para este arte simultánearnente en
de un íntimo amor hacia la manifestación de esa rnisma muchas almas, de modo que la auténtica sensibilidad
idea en la Naturaleza externa y descansa puro en su para los paisajes naturales nos sale al paso a un mismo
regazo, sin que conceptos prestados o imitación artificiosa tiempo en una serie de obras, en conjunto todas del
de otros le hayan apartado de su camino, no ha de ser siglo xvtt, en Claude, Ruysdael, \ü/aterloo y en parte
capaz de las más soberbias creaciones desde el momento también, aunque más inciinados a lo histórico, en las de
en que haya acogido en sí mismo veraz y fielmente el Salvator Rosa y Nicolás Poussin? Y sus inrnediatos
sentido de la Naturaleza y llegado a dominar su material sucesores, extraviados precisamente gracias a tales mo-
de trabajo? ¿no ha de ser capaz de devolvernos entonces delos casi contemporáneos, ¿no muestran ya un retroceso
mediante e[ arte una Naturaleza espiritualizada,? ¿No es desde aquella altura para perderse en maneras ajenas,
acaso por esa razón por la que en la historia de la como el que se reconoce en las obras de Swanevelt,
pintura vemos primero a los maestros más antiguos, en Kaspar Poussin, Moucheron, Berghem y otros, en las
lucha con su material pero impregnados de la rnisma que sin duda se eleva a menudo la técnica pictórica pero
altura de su meta, trepar hacia su objetivo sin modelos se pierde el arte?
previos, con verdadera inocencia? ¿no vemos cómo el A este respecto resulta sorprendente estudiar el
arte, en fin, si hasta entonces parecía un niño serio y modo en que están pintados los cuadros de Claude, Y ¡

piadoso, despunta en Rafael con la alegre fterza. de la encontrarse con que se echa en falta todo aquello que I
juventud y ya con plena maestrla, y cómo después no se puede alabar en otros artistas de técnica, f:uerza y I
t

ha vuelto a ascender a cumbres tan altas, sino que más precisión con el pincel, y en general, de aspectos
bien se ha hundido cada vez más en el tema desde que relativos a la presentación. Si nos detenemos a sopesar I
los antiguos y el mismo Rafael, en la medida en que se por ejemplo el tratamiento de los objetos aislados, ¡
I
volvieron modelos, extraviaron a los artistas propiciando pongamos por caso la ejecución de árboles y rocas en i
t
que dividieran su inclinación entre la Naturaleza y eI ese cuadro antes citado de la costa de Sicilia, revela ser
arte? asombrosamente torpe, y casi se diría sin recursos;
Y el arte del paisaje ha seguido un curso cornpleta- igualmente, vistas en detalle, las nubes tienen en arnbos
mente similar; pues después de que algunos artistas del cuadros formas peculiares, pesadas, casi desagradables, y I't
género histórico hubieran intuído ya la belleza de los su mar, según las reglas pictóricas, brilla penosamente a
tl

.
paisajes naturales, tras slr introducción aquí o allá en las base de un trabajo de infinitos trazos minúsculos unos
obras de Tiziano y Rafael y una ingenua tentativa de junto a otros, pero no obstante... vuelves a mirar el

112 113

t
conjunto, y h^y en él una visión serena, una íntima Algo muy similar al caso de Claude sucede con
sensibilidad para la hermosura de la Naturaleza, un Ruysd"ael, ,óÍo qrr. cuanto en aquél Parece.puerilidad e
aroma delicado que une rnontes y bosques, el oleaje del incapacidad técnlca se le señala a las obras de éste como
r-nar apacible está soberbiamente reproducido, y las estilo abocetado. Contempladas en detalle! su manera
nubes flotan leves y libres sobre las capas cálidas del de hacer a menudo Parece ruda, y las pinceladas espar-
aire. Se siente clara y distintamente que esas imágenes cidas por el cuadro lo mis-o pueden señalar masas de
surgieron con plena nitidez así y no de otra forma ante tierra que de hierba o de follaje; en su célebre lglesia'
el alma, que tenían que pasar así al lienzo, y que por por ejámplo, las nubes están bosqueiadas con trazos
eso la mano quería ponerse a ello, aun tan desmañada. ialrrajes y yl, oscuridad desmesurada, y hay que. aceptar
Sí, aquí parece que se confirmara plenamente la antigua co{no arcotrls un Par de violentas líneas arqtreadas.; pero a

sentencia de que el caballero es fuerte en su debilidad, a través de todo ello refulge una plenitud de espíritu y a
t
y que el espíritu se hubiera creado directamente un verdad natural, las .opri d" los árboles desbordan
órgano con el que darse forma. Y aun así, precisamente exuberantes sin que puedan apreciarse en detalle, en
-e*piesrdo
ese hecho de que la rnano see apenas nada y sin suma, uno siente allí en la auténtica lengua
embargo el espíritu domine en todo, y a pesar de la cle la Natttraleza el sentimiento rnás íntimo de una ,
falta de destreza haya conjurado algo soberbio, habla individualidad humana bella y virtuosa.
como en una inrnediatez espiritual a lo más hondo de De todas estas consideraciones se desprende entonces
nLrestro interior. De lo que se desprende de inmediato como resultado más destacado, Por una Parte' que el
que toda imitación del así llamaclo estilo de Claude y de ser humano no precisa inexcusablemente de una escuela
su gran distinción, todo muerto deletreo de la forma, para alcan zar vna elevada meta artística, sino que' Por
nos tiene que parecer vaclo y hueco, y asl encuentra una il .o.r.rrrio, si ya ha hecho eclosión en su espíritu la
interpretación más que suficiente el sentimiento de idea de lo divino, si imperturbable y puro ha acogido en
clesasosiego, de desagrado, qLre nos aqr-reja ante los sí a la Naturalez, .n qr-t" quiere exPresar su estado de
cuadros de un \flilson y similares. Aquí tienen su sitio ánimo, al final tiene que encontrar el órgano con que
aquellas acres palabras de Goethe cuando dice: expresarlo realmente; ií, y tr.ttbién que propi'amente la
.rir.l, sólo es la secuela, el eco de las obras que el
gerrio tajo t la luz, y que dar forma al órgano artístico
¡Arrimaos, sí! ¡Pegados dais el pego!
¡Apañaos de otra cena las sardinas,
,rra", qrr. al espíritu que debe exPresar, tal como lo
sopiad en vuestras ascuas ya sin fuego .o.,a.*pl, la formación escolar, a menudo podría re-
y sacad unas llanritas mortecinas! dundar más bien en Lrn perjuicio. Pero por otra Parte,
desde luego, parece seguirse también que es a ese
Monos y niños tendrán por un portento período d! l.rg"n"idad inmediatamente posterior .a la
que luego tengáis el paladar tan hecho: infancia del arte, cuando el hombre aún sin modelos
pgro nllnca alentaréis en otro aliento simplemente reproduce con inocencia lo que su interior
si primero no ha alentado en vucstro pecho. p".rig.r", ,l q.," de verdad habría que llamar favorable

114 115
para la producción de auténticas obras de arre, al haber
sufrido ya toda época posterior un cierro desvío en sus
esfuerzos por influjo de las realizaciones previas; con lo
que a partir de entonces el novicio en cualquier arte,
empiece por donde empiece, puede regresar a ese mundo
de inocencia original tan poco como el adulto dar VI
cabida en sí de nuevo a las actitudes, inclinaciones y
demás rasgos característicos del niño.
La cuestión de si, enturbiada ya la mirada de esa
forma, aún queda no obstan]e.. alguna esperanza de
verdadera salvación para los que hayan de venir en el Querido Ernst, durante años he ido apltzando el
futuro, y de dónd e haya que buscarla, es cosa sobre la volver a escribirte, pues sentía que había emprendido §

que podemos compartir nuestras ideas más adelante. algo muy difícil cuanclo te prometí seguir adelante en la I
exposición de mis ideas acerca de cómo podría surgir
Tu Albert una obra relevante del arte del paisaje en la época ;irl
actual, y en el futuro, a pesar de la multitud de l,¡
modelos que eternamente nos confunden, que eterna- li

mente tratan de arrastrarnos a su propia esfera. Así de ii


claro estaba entonces que también aquí habían de tener
aplicación las palabras de Schiller: it
It
lt
Que ninguno sea semejante a otro, mas cada cual, a 1,1
lo más alto. ¿Cómo lograrlo?: Sea cada cual perfecto en
sí mismo. ix
Sólo que, alterados por tantas cosas, ¿cómo empez,ar 1t
a realízar esa perfección interior, cómo evitar que nos i{
arrastre cualquier clase de logro brillante, cómo Poner rl
por obra esa concepción inocente y pura de la infancia !,l|
1t
del arte en esta época de conceptos? el sentimiento tl
acertado titilaba como una respuesta en mí, sólo que fl
nunca quería dejarse ver con nitidez ni representar en
palabras. Es una de esas situaciones que me gusta ii
comparar con las noches de plenilunio en que el cielo
II
entero está cutjierto por un velo de nubes, y si bien no
es visible el disco lunar en parte alguna, no obstante su ll
il
luz tenue se vierte uniforme sobre Ia capa de nubes, e it

I

tt6 11.7 I

t
ilumina lo suficiente la tierra por todas parres sin los orígenes, ya he tratado de seguir el hilo de diversas
arrojar sombras; pues tal como ahí no sentimos la ideas en cartas anterioresi pero precisamente ese poema
fuente de luz, pero sí la luz misma, ante intuiciones de de Goethe me llevó de golpe ante la idea, totalmente
este tipo tampoco prescindimos del goce de los resultados vívida, de una segunda clase de belleza artística fundada
de una ley que intuímos, por más que no seamos aírn en un conocimiento superior, y de Goethe precisamente
capaces de verla. Y de todas formas, a menudo sucede hemos recibido en su última época diversos poemas en
que una idea así, que hemos llevado largo tiempo velada los que el conocimiento más absoluta y puramente
en nuesrro inrerior, de repente emerge gracias a algún científico de determinados procesos vitales ha impregnado
choque exrerno como Minerva de la cal¡eza del señor el alma del poeta para transfigurarse luego, en un
del Olimpo, y ran es así, que, los mismos anriguos renacimiento espiritual más elevado, en visión y com-
quisieron hacer palpable con esa imagen ese rip; de prer-rsión poéticas.
aparición ran repenrina. Más o rnenos de la *ir-, Para que ese poema sobre las nubes pudiera surgir,
forma creo haber visto desencadcnarse mis pensamientos fueron precisos largos y serios estudios atmosféricos,
sobre el estado actual de la pintura de paisaje clesde que hubo que observar, )uzgar y diferenciar, hasta alcanzar
leí en buena hora las observaciones que sobre la forma no sólo un conocimiento acerca cle la fon¡ación de las
de las ,.bes hace Goethe c. el tercero de sus cuadernos nubes como el que ga.rantiza la sir-nple observación
de Ciencias de la Naturaleza, y luego, el bello poema sensorial, sino ese otro conocimiento que sólo es fruto
que añade en homenaje a la memoria de Floward. Si me de la investigaciónl. Tras todo lo cual, la mirada del
pregunra.s ahora qué es lo que me ha conmovido txn espíritu reunió y compuso las distintas facetas que
asombrosarrente en ese poema, sólo sabría decirte algo irradiaba el fenómeno, y devolvió reflejado el núcleo del
así: en el curso de las actividades de la vida llegamos a cor-rjunto en una apoteosis artística. Entendido así, el
advertir que la acción clara y perfecra sólo se p.odr." arte aparece entonces como cima de la ciencia, y al
en dos clases de situaciones, una, en los primitivos escrutar con claridad y rodear con un velo de encanto
estados de ingenuidad infantil, cuando el oscuro senri_ los secretos de ésta, se vuelvc, en el verdadero sentido
miento de lo divino que mora en nosotros nos señala de la palabra, místico, o como también lo ha llamado
inmediatamenre, sin ninguna reflexión ulterior, lo co- Goethe, órfico.
rrecto y verdadero, y otra, cuando tras los diversos ,.Pero entonces -_y¿- te estoy oyendo decir- ¿no
descarríos de la vida se nos abre el claro conocimientcr habría que trasladar esto a la pintura de paisajes? ¿lo
cle nuestras relaciolles con Dios y con el mundo, y que quieres no son entonces paisajes místicos y órficos?"
aq*elia_ tc'mprana pureza i,consciente de sí misma quecra
¿Y porqué no? ¡Claro que no me gusta esa mística
troquelada en la vida cor-r claridad y conciencia; y todo pequeña, quiero decir supersticiosa, que quisiera meter
ello nos lleva a presumir que en lo referente al arie bien
pudiera pensarse en dos tipos similares de situaciones
N. tlel L; El texto alernán clistingue entrc ¿mbos conocimien-
1
en las que se logra la perfección. En cuanto al prirnercr tos con los términos .Kenntnis,, para el prirnero, y "Erkenntnis,,
de esos polos, el de la ingenua perfección artística de para el segundo.

11B
119
l,
i

de estraperlo en los círculos del arte vivo alguna clase rnitos de los hombres, al pintor que se elevara hasta el
de símbolos dados por tradición y convenció.r, .r, conocirniento de ia Naturaleza úluiría de todas partes
esa mística de cruces y rosarios que habría que "rro
mandar el material más puro y elevado. ¡Con qué poderosa
como mínimo a la esfera de la fe de la que han brotado, elocuencia nos habla la historia de las montañas, cómo
la única en que aún son comprensibles! No, yo pienso pone inmediatamente al hombre, como algo divino que
en una mística eterna como la Naturaleza misma porque es, en relación con Dios, aniquilando de golpe toda
sólo es Naturaleza, «ffiisreriosa a plena luz del día", vanidad pasajera de su existencia terrena, y qué clara-
porque no quiere nada más allá de interioridad natural
mente se expresa esa historia en algunos parajes y
y divina, y precisamenre por eso ha de seguir siendo configuraciones montañosas, que por fuerza han de
comprensible para todos los tiempos y todos los pueblos.
hacer que despunte un atisbo de esa historia incluso en
¿Qué es lo que da forma a la pintura de paisaje, sino quien no la conozca! ¿y no ha de ser el artista libre de
la gran Naturaleza de la Tierra que nos roáea? ¿y qué
realzar tales puntos y ofrecer paisajes históricos en el
más elevado que caprar la misteriosa vida de esa Naiu-
raleza? E impregnado del conocir¡iento de 1os rnaravi-
sentido más elevado del término? ¡Cuán significativo el
llosos efectos recíprocos de ticrra y fuego y mar y aire, tipo de vegetación respecto al carácter de una comarca!
y con certeza serla una noble tarea del arte presentarnos
¿no nos hablará con más fuerza el artisra con sus en Lrn hermoso ropaje de sensaciones la historia de las
imágenes, no ha de ser él quien más pura y libremente
abra el alma del que las contemple, de forma que grandes formaciones del mundo vegetal; pues existe una
también a éste se le abra la contemplación de ios relación secreta entre todas esas apacibles criaturas, y en
secretos de la Naturaleza viva, y reconozca que no es sus hojas y flores se oculta una rica vida poética. ¡Y
un azar vano y sin ley quien define el curso de las nubes cuán infinitamente diversos y delicados no han de ser,
y la forma de las monrañas, la figura de los árboles y el en fin, los fenómenos de la atmósfera! Todo cuanto
oleaje del mar, sino que late en todo ello r'rr, r..riido resuena en un pecho humanó, todo cuanto es resplande-
más alto y una significación eterna? Pues son creaciones cer y entenebrecerse, desarrollo y disolución, todo crear
del espíritu, de quien está escrito: y destruir flota vacilante ante nuestros scntidos en las
frágiles figuras de las regiones nubosas; y correctamente
Creo así en cl raudo telar del riempo, captadas, espiritualizadas por el genio artístico, excitan
y en él rramo el vivo manro de Dios. asombrosamente incluso al ánimo sobre el que tales
fenómenos se deslizan inadvertidos en la vida real.
¡Q"é paisajes no podrán imaginarse en esta perspec- Me exigirías demasiado, desde luego, si tuviera que
tiva! Si los paisajisras más anriguos, en su ingenuidaá, o describirte ahora en detalle cómo tendría que crearse
bien se atuvieron incondicionalmenre a la Natu raleza una obra de arte así, qué objetos concretos elegiría,
que nos rodea a diario, y al ligarse así con fidelidad a su córno habría de ser su realización en cuanto a forma y
entorno representaron inconscientemente algo lleno de coior; pues entonces yo tendría que ser ya ese artista
significado, o bien quisieron prestarle un inteiés superior del que sólo espero que venga alguna vez; ¡pero vendrá,
a sus imágenes relacionándolas con la historia y los seguro! Y alguna vez surgirán paisajes de una belleza

120 121
:

i
I
superior y más significativa aún que los que pintaron
Claude y Ruysdael, y con todo, seguirán siendo puras
imágenes naturales; pero en ellas la Naturaleza, escrutada
con los ojos del espíritu, aparecerá en su verdad superior,
y la. creciente perfección de la técnica le conferirá un
esplendor que no pudieron tener obras anteriores.
Pero como ese arte del paisaje ideal que le seguirá se
encuentra aún en tiempos lejanos, no quisiera que
VII
creyeras que es imposible deducir de estos pensamientos
provecho alguno para Ia formacién de los paisajistas en
la actualid^d, y próximamente te haré participe de mis I

puntos de vista al respecto. ¡Y por hoy, ya basta!


Tie¡res mucha rtzón, querido Errrst, cuando rrre I
Tu Albert recuerclas que debería expresarme con más claridad
sobre el tipo de obra de arte futura con el que
fantaseaba en mi carte anterior, para que así no se me
malinterprete hasta el extremo de creer que yo pudiera
exigir del paisaje una finalidad didáctica. También me
reclamas ejemplos de tales paisajes órficos, para prevenir
de antcmano y de une vez por todas cualquier malen-
tendido; y todo eso está muy bien y sería muy justo,
sólo con que no fuera tan condenadamente difícil
ofrecer respuestas y discursos pormenorizados sobre lo
que ha de venir; entretanto, los lectores os las tendréis
que apañar como aqucl conocedor del poema de Goethe,
que ante la insistencia de un artista para que le enseñara
y le hiciera ver por dónde llegar de inmediato a la
perfección, replicó con elegancia: ¡Pues mire usted...!
Mientras tanto, vamos a mirar de todas formas hasta
dónde llegamos con nuestras discusiones, y además creo
que yo me las arreglaré algo mejor, aunque sólo fuera
porque puedo pensar que tú y yo nos entendemos ya en
lo principal, y que tú completarás lo que me falte, me
echarás el alto cuando no diga 1o bastante, y desarrollarás
en tu espíritu lo que tenga yo que dejar inacabado. Y

t22 123
aunque todo libro cuente con hallar correspondencia ello la obra de arte paisajística un carácter específico, un
por parte del lector, con que enganche y se entregue a efecto nuevo y característico sobre el ánimo del espec-
la manera de pensar del autor, por de contado que sin tador? Estoy seguro de que concuerdas conmigo, y de
una cercanía espiritual, con una perspectiva completa- que también sientes decididamente que aquí no se
mente opuesta en el receptor, jamás sería posible enten- puede hablar de enseñanza en el sentido habitual, sino
derse. Así que como se ve trato de curarme en salud en que se trata de elevar de forrna inmediata al espectador
materia tan dificultosa. a la esfera de una visión más elevada del mundo y de la
Lichtenberg dijo \tna vez a propósito de la enseñ¿nza: Tierra, con lo cual creo también haberme acercado un
al enseñar, la cuestión no es tanto que los estudiantes poco más al objetivo de hacer entender con mayor
estén impuestos exhaustiva y pormenorizadamente en la acierto qué es exactamente lo que yo quiero.
materia como que, más bien, el propio maestro haya Si ahora tuviera que aportar ejemplos al respecto,
hecho suyo exhaustiva y pormenorizadamente el objeto me permitiría escogerlos de entre los retratos poéticos
de su enseñanza. ¿Quién podría desconocer que Lich- de paisajes naturales, pues siendo la poesía como es
tenberg lleva toda la razón? Pues ¿quién no habrá muy anterior a toda pintura de paisajes, y más próxima
experimentado lo esclarecedoras que a menudo nos al espíritu que cualquier pintura, nos ofrece también en
resultan unas pocas palabras, cuando vienen de un esto los modelos más nobles. Pero, para ser precisos,
hombre que se encuentra como en su casa en aquello de nos ofrecerá un patrón de ese tipo un poeta en quien
lo que habla? Pero visto y concedido esto, podemos ir aparezca resuelta la tarea de la época moderna, ser
más lejos y llamar la atención acerca de cómo este tipo conducido por el arte al conocimiento y dejar que del
de cosas apuntan a una cierta inmediatez de la com- conocimiento se desarrollen a su vez logros artísticos
prensión entre los espíritus, en virtud de la cual, por el más altos.
más débil signo externo y desde luego sin precisarlos ¿Y de quién se podría decir esto mejor que de
todos uno barrunta ya lo que pasa por el otro. En Goethe y de sus obras? y en concreto de las últimas, en
cualquier caso, hay en ello un gran misterio de la las que se encuentran no tanto paisajes poetízados sino
máxima importancia para la formación mutua de los las más profundas intuiciones poéticas de ciertos aspectos
seres humanos, sobre el que aquí no podemos extender- de la gran vida de la Tierra, tan llena de misterio.
nos, y del que aden-rás tampoco se deja poner en Dejando a un lado ese poema de las nubes, donde el
palabras Io mejor. Pero entonces, por seguir construyendo sentido más elevado de los fenómenos atmosféricos va
el razonamiento anterior, ¿no debería también una obra pasando ante los ojos del espíritu, hay que tomar en
de arte seguir surtiendo su efecto en el mismo sentido cuenta de manera señalada esas escenas de los elementos
en que lo hizo por primera vez sobre el artista? y si en que pinta con enérgicos trazos el arcángel en el prólogo
éste late una profunda visión de las poderosas corrientes del Fausto, así como por 1o demás todo el resto de la
vitales que se entrecruzan interminablemente en la obra, que contiene una plétora de perspectivas poéticas
Tierra, de sus diferentes atmósferas, de sus aguas, de sobre la vida de la Tierra. En esa y otras descripciones
cada una de sus criaturas vivas, ¿no debería ganar con uno siempre se siente como impregnado directamente

124 125
de la misma familiaridad íntima del poeta con todos los proponer algunas: geobiografía> drte geobiográficoz- Al
aspectos de esos fenómenos. Quien no haya llegado a menos hay algo más del ideal que quisiera proponer en
conocer tafi a fondo y a experimentar de verdad la vida esas palabras que en "paisaje',.
de las aguás y el significado de los colores no podría Pero, al releer por encima lo que he escrito, se me
brindar tan insuperable descripción del espejo de su ocurre que de lo anterior podría surgir aún un malen-
superficie: tendido de otro tipo, al cual he de salir al paso de
inmediato. En concreto, podría interpretarse lo dicho
¿Acaso no te arrastra al cielo hondo de ias imágenes geobiográficas como que éstas debieran
el húmedo azul, transfigurado, representar puramente escenas colosales en el mayor
acaso no te atrae tu propio rostro, {ormato posible, como si sólo pudieran represenrar un
en eterno roclo, de lo alto? esbozo de tales imágenes esrampas de los Alpes, de
tempestades marinas, grandes bosques de montaña, vol-
Yasí se deja sentir siempre toda la vida espiritual canes y despeñaderos. Ahora bien, ése no es en absoluto
del poeta en cada una de sus obras, cuando le han mi pensamiento, y aunque tampoco tendría reparos en
surgido de lo más hondo. ¿Quién no ha sentido al afirmar que tales escenas, correctamente captadas, re-
narrador henchido de visión directa por todos los presentarían lo más elevado del arte geobiográfico, sin
costados cuando Humboldt, por tomar otro caso, pinta embargo cualquier faceta de la vida terrestre, hasta la
con palabras ante nuestras almas sus cuadros de las más sencilla y apacible, es un objeto hermoso y digno
estepas y de las gigantescas cataratas de América?l. del arte con sólo qrre esté correctamente captado su
Ahora que te he presentado esos cjemplos, o mucho sentido más propio, la idea divina oculta en ella.
rne engaño o ya me habré expresado con claridad acerca Como Goethe de la humana, también podríamos
de 1o que me imagino yo como ideal de un nuevo arre decir nosotros de la vida de la Tierra:
del paisaje; pero aún tengo que añadir aigo sobre la
denominación del mismo. Pues considerado desde esta Hundid la mano en plena vida humana:
perspectiva, el nombre trivial de "paisaje" no puede
resultarnos satisfactorio, hay en é1 algo de oficio manual 2N. del'7.:
¡

"Landschaft,, paisaje, se componc de,.Land,,


que rechaza todo mi ser. Así que habría que buscar e I
ticrra, y .schaft", terminación relacionada con el verbo "schaffen,,
introducir una nueva palabra, y me adelanto aquí a i
I
hacer o producir, que aparece en el nombre de muchas actividades:
; "§lissenschaf¡", ciencia, ".Wirtschaft", economla, "Landwirtschaft,,
agricultura. La connotación quizás pudiera evocarse en castellano
I N. del l.: Como realmenre me parece adecuado añadir algún I oyendo el sufijo .aje, en clavc de acción en ciertos sustantivos
t

testimonio respecto a 1o que he dicho, te ofrezco como anexo a I


I
como .embalaje", "aprendizaje",.¿¡¡l¿js,,, o quizás, con una acro-
esta carta un pasaje del muy atinado "Sysrem cier Piize und
I

bacia fonética, pensar en .apaisar, y su posibie derivado .apaisajeo:


Schwámme" ("Sistema de hongos / setas») de Nees von Esenbeck. "el apaisaje de los campos".
I-ces lo que dice sobre la vegetación otoñal, y sientes cómo el puro i
I Respecto a las paiabras propuesras por Carus, el original
alemán dice "Erdlebenbild, Erdlebenbildkunst,, lit. .cuadro o
I
conocimiento de la Naturaleza, configurado con arte, se convierte I
I

por sí mismo en la más noble poesía. imagen de la vida terrestre», y .arte de" lo mismo.
;

126 : 127
!
¡

¡
L
¡
la viven todos, pocos la conocen, ideal que tenía en mientes aceÍca del futuro arte del
cojais lo que cojais os dará goces. paisaje o geobiográfico; lo demás que se pudiera des-
prender de aquí en relación a su estudio tendrá que
Un rincón apacible del bosque en plena pujanza de quedar reservado para una próxima carta.
su variada vegetación, el más simple altoztno con sus
plantas tan delicadas, abovedado por un cielo vaporoso Tu Albert
frente a azules lejanías, podrían proporcionar la más
hermosa imagen geobiográfica, que realizada en tamaño
pequeño o grande no dejaría nada que desear, con. tal
qu.q e_§lu.yiera captada con toda el alma. Pero además,
tampoco se quiere decir aquí que una imagen geobio-
gráfica debería dar cabida tan sólo a objetos de la
Naturaleza pura, libre, sin rastros de vida humana; el
hombre es la más hermosa criatura de la Tierra, y la
Tierra es tan incompleta sin el ser humano como
imposible pensar al hombre en cuanto hombre sin la
Tierra. Así pues, los testimonios de vida humana no
harían sino venir a completar la vida terrestre y su
representación artística, de modo que hombres y obras
humanas podrían perfectamente aparecer en una auténtica
imagen geobiográfica, con que predominara el rerraro
de la vida de la tierra tal como exige la unidad de una
obra de arte, que no puede cumplir varias tareas a un
tiempo. De todas formas, por esra última causa, hombres
y obras humanas han de aparecer en tales imágenes en
tanto determinados por la naturaleza de la Tierra, y es
cosa sabida empíricarnente hace mucho que, por ejemplo,
un edificio recién pintado con sus agudos perfiles no
pega nada en una pintura de paisaje, precisamente por
una contradicción interna a ese respecto, o que encajan
más en ella figuras humanas que indican vida en la
Naturaleza (como por ejemplo cazadores o pastores)
que digamos héroes homéricos y similares, todo lo cual
se entiende por sí mismo si se han comprendido correc-
tamente las premisas anteriores. Desearía asi pues que
con esto hubiera quedado ya claramente expresado el
1

t28 , 129
I

I
I
I

I
condiciones externamente observables para su formación,
al igual que en primavera es sobre todo la vida de las
" polítricas la que se ve favorecida. que la vegetación
algas
En primavera, la tensión atmosférica
estableie se ve compensada por lo apacible de la vida de
ANEXO A LA CARTA VII las plantas. El agua, elemento predominante, disuelve y
Del "Sistema de los hongos y las setas" libeia los elernentos de las formas organiza'das ya dege-
de Nees v. Esenbeck neradas, y el sol viene a renovar la coqtradicción que
hace aparecer la vida. Todo cuanto entonces toma
forma brota como de una nueva creación, en un campo
Vegetación de primaaera y de otoño de juego despejado al que no impone una dirección
p..áo*it rnte ninguna de las formas de organización
Toda formación vegetal cae dentro del ciclo de L*i.t.rt.r, y en "1 q.,. tamPoco pueden impedir, al
Vernatio y Defoliatio. El prototipo de germinación cstorbarse mutualnenie, la aparición de nuevas forma-
(Vernatio) es la formación de las algas. E,l otoño des- ciones. De ahí que éstas se desarrollen a nivel de
ciende sobre los hongos; las hojas caen. El mundo de elementos, y eue la ciencia pueda ordenar las formas ya
las plantas sueña su primrvcra. existentes y las que regresan en el cambio en base a sus
Lo quc digo no es imagen poética, ni símil. Quien elementos primitivos.
se haya cr-rtregado a la contemplación de la Naturaleza Pero e,i otoño la atmósfera ha superado el conflicto
buscará alguna interpretación de esos sueños sobre los con los procesos de la vida vegetal, e incluso está
que el otoño extiende su niebla. atrapada .., .rrr" involución hacia un estado contrario;
Sería deseable que observadores experimentados corn- pr.i ", parte alguna se da una acción unilateral, sino
probaran eudiométricamente con precisión la índole de li"*p.. i..íp.oá, y si el resultado de la actividad
la atmósfera en las capas que tocan directamente la ,regeirl tiene una expresión química en las plantas,. tiene
tierra en diversas épocas del año. Sin duda los resultados que aceptarse también que tenga otra en la atmósfera,
serían importantes para la teoría sobre el origen de los q,:. .o.i"tponda con aquélla Por contradicción, incluso
hongos. Desde luego, cuanto aquí se ha dicho sobre el .l .,.l"r,., Química de la Naturaleza no es cap^z aún-de
desarrollo de ese tipo de vegetación no debe entenderse representársela. Steffens (ver el Jahrbücher d- M., Vol'3,
según el estricto concepto temporal del "año", sino que n-; 2, de Schelling y Markus) ha obtenido resultados
más bien, como por doquier cn la Naturaleza, los muy acertados concernientes a la actividad de la vegeta-
procesos de formación son también aquí básicos y ción desde una Perspectiva química, a Partir de las
omnipresentes; de ahí que tanto setas y hongos como observaciones exisrentes. Pero la Química más reciente
algas se desarrollen en cualquier é¡roca del año. Pero en ha dado algunos enérgicos Pasos incluso más hacia
otoño predominan procesos de ese carácfer en concreto, delante, y Árirá brecha para una futura teoría de las
erl los que se dan a un mismo tiempo todas las proporciones en los elementos de las plantas' Oken y

130
131
Schelwer han tocado el tema de la significación de la En otoño, ¡qué diferencia, con la misma temperatura!
actividad vegetal desde las posiciones más elevadas de la Incluso el saelo seco produce und búmeda opresión en
Filosofía. De modo que aquí no puedo sino remitir a quien lo pisa, y la bumedad se alza hacia nosotros con
sus definiciones, y sin miedo a malentendidos darle a una frialdad creciente. [Jno se siente fino y flexible,
ese proceso de tensión, que ahora se equilibra nombres también más ágil. Suaae, el sol se difunde a través de
tomados de la Química. La tierra se ha refinado hasta tenues capas de nubes; pero su radiación se abre paso a
una pureza máxima en carbono (orgánico), y el oxígeno, tranés de ese aelo, y en la calma nos calienta basta el
oprimido por la acción orgánica, tiende en igual medida suplic.io y nos libra de bacer cualquier mooimiento, en
a la descarga y la combustión.
lwgar de bacer de todo moaimiento und. molestia que
exige descdrgdrse, como el sol de primaaera. Así, todo
Así comienza el otoño, la tierra se cubié p:auldtiñ¿.ménte
está en calma alrededor; las bojas que cden pautan el
del follaje caído; la niebla y la peculiar bwmedad de la
tiempo, cada sonido es diferente de los demás, discernible
llwaia, más tenaz, emPapan toda partícwla muertd que
con claridad, como a distancías bien definidas. Nublado
permaneció sin desarrollo alguno durante el verano, y los
elementos primarios recién disueltos de la aegetación
o con luz, el campo aisual se estrecba. En la nítida
proximidad de todo, obseraar y recordar vienen A u.nd, e
swperior que entonces hacen su aparición encuentrctn un inclwso la aista más débil reclama en cualquier parte de la
humws al qwe adherirse en cada ramita, en cada hoja, en Naturaleztt, con más afán, quiero decir, cofl mayor nos-
los productoi de la destrucción de sa mismo tronco talgia, lo pequeño, cu.yo tiempo ha llegado. Y luego, de la
mientras en éste aún prosigwe la tendencia a la actiaidad noche a la mañanc¿, en una mudanza continrtA' como un
z,egetal, y la violenta lucha de la atmósfera define escalofrío que sacudierd d los elementos disueltos, bajo la
orgánicamente y al tiempo acaba su existencia- capa de hojas en que la bumedad perrnd'nece aún, brota la
Observación. Muy a menwdo me be entregado apaci- generación del mobo y el bejín, un linaje del crepúsculo.
blemente en otoño, por los bosques en calma, a los Por las ramas moribundas se'despliegdn y se extienden
influjos de la aida de la Naturaleza que se extendía a mi hongos parásitos y algas cloroficales, y las últimas setds
alrededor, y asimismo en el período corresPondiente de diminutas germinan en donde aún exista alguna forma
primaaera. También esas sensaciones, mwchas de las aegetal determinadd en el mantillo. Pero ¿quién no
cwales ciertamente no rne sirrten sino como recuerdo, ,oiorc el pec'uliar olor del otoño, como a carburo, que el
tienen cabida aquí. En primaaera, el suelo húmedo olfato asocia con los efectos de un electróforo de resina, ni
produce calor bajo nuestros pies, la piel se tensa, el soL su penetrdnte adaertencia que exborta a la precaación en
atrue, uno cree sentir en torno suyo por todas Partes la apacible oscuridad de la autoconciencia? Este es el
mor-¡imientos que conuergen sobre é1, Pero a sí mismo, sin tiempo en que se dpdga la última aibración de la
embargo, pesado y tardo sobre el colorido del oscuro primavera.
suelo. Con una claridad uniforme, el recuerdo retrocede En la estación en que el sol declina, la superficie de
hasta la lejanía, y el oído escucha todos los sonidos menos la tierra está envuelta en el proceso de formación del
diferenciados. mantillo. Que comienza por uno análogo al de infusión,

1.32 t5)

I
iifl

,:

a saber, la disolución gradual de las materias ligadas vida en un elemento líquido suficiente para ellos. Su- I

orgánicamente; en cuyos primeros pasos, mientras pre- mérjase en agua un manojo de hojas recién cogidas de la
domina aún una organización definida en los organismos tierra, y se hallarán infusorios. Pero estos infusorios se '

en trance de disolución, surgen formas capaces incluso encuentran en escasa proporción comparados con el
de conflicto orgánico con el mundo externo, y en hormigueo que reina en una gota de infusión, y su
relació¡r con los hongos más estrechamente afines, como
consecuencia de una vida más o menos duradera. Tales
materias orgánicas son para nosotros los elementos más
por ejemplo mohos, es del todo diferenre a la inrerco-
propios de la organtzacrón de las plantas, carbono y nexión entre infusorios y algas. Las setas y hongos de
infusión son originalmente vegetales, retoños en formas
oxígeno. Pero tales elementos vegetales básicos no
elernentales de semillas, polen y flor.
entran en ese nuevo conflicto en sentido general o
interviniendo sobre la potencia de acción de la tierra,
sino en su cualidad vegetal, en cuanto pura substancia
de planta o producto de la vegetación, y como elementos
de la fuerza creativa jamás saciada en que se funda la
vida periódica de las plantas. Quisiera servirrne de las
expresiones tierra vegetal y gas vegetal para encarnar erl
ellas el espíritu y la materia de pistilo y estambre.
Así pues, en la infusión sometida al influjo predorni-
nante del aire se diferencian en un primer momento
tierra y Bas, y renuevan la contradicción entre tierra y
aire como carbono y agua.
Como aún predomina la tensión vegetal, y el medio
líquido, que carece de dirección determinada, cede
terreno, los elementos liberados han de desarrollarse
bajo las leyes de la vegetación, y no pueden alcanzar ní
la producción independiente del fenómeno de la vida en
la agitación de la infusión, ni tampoco esa combinación
en la que el producto comtln, internamente animado y
nutrido, brota al exterior en Lrn desarrollo y metamorfosis
cembiantes.
Observación. Con esto no se pretende decir que
durante la disolución de los componentes vegetales no
puedan surgir también infusorios) como a la inversa, de
la disolución de cuerpos animales pueden hacerlo vege-
tales, o que no puedan completar su ciclo natural de

134 135

I
I

aprender a garabatear o bordar un paisaje en Ia hoja de


un album familiar, entonces r" ná, revuelve la bilis.
Tendrás que tomarme a bien que empiece esta carta
refunfuñando, después de haber tenido que ver una
auténtica multitud de tales caricaruras paisajísticas desfilar
VIII por mi campo visual. De todas formas, puede que no
sea un m¿l comienzo, ya que han de venir a renglón
seguido algunas observaciones sobre el estudio del arte
del paisaje en el fururo, y ahí volverá a ofrecerse
material más que de .sobra para observaciones hipocon- ¡
A menudo se ha comparado la pintura de paisaje a dríacas, en la medida en que no se puede hablar del
la música, y hoy quiqiera añ.adir a las diversas afinidades futuro de forma adecuada sin hacerlo del tipo de
estudios del presente, que no es precisamente para .(
que en verdad existen entre ambas artes una poco u
atendida, y sin embargo tan particularmente chocante alegrarse.
En los últimos tiempos se han alzado aquí o allá rl
como silenciada, que no es otra sino su común profana- ,l
ciónr. En verdad, si se para mientes en el alto significado quejas contra las Academias, consideradas como una de (rlt

de la música, en cuán grande, noble y señorial aparece las causas esenciales de la decadencia dei auténtico arte -¡
este arte cuando se le hace un sitio digno, parte el alma pictórico, y aunque en conjunto puede que esas quejas rl
i

advertir los miles y miles de profanaciones e indignidades no anden muy descaminadas, sin embargo se puede a
,{;1

cometidas con los fines más vulgares e indignos. No afinnar que las Academias han perjudicado muy poco a
obstante, a la pintura de paisaje no le va ni una pizca la pintura de paisaje, ¿y por qué? porque no se han I
mejor, y para ser precisos, si consideramos seriamente el preocupado nunca por ella. La verdad es que a esra I
elevado sentido que este arte lleva en sí como biografía rama artística la han venido tratando cada vez más {
de la tierra y echamos luego un vistazo a los miles y como a una hijastra; parece como si creyeran que a un
pintor de paisaje no h^y mucho que enseñarle, o f
miles de cuadritos que corren por ahí como paisajes, si
nos paramos a pensar en cómo cualquier ceporro a pensáran que si se comeren fallos en dibujos paisajísticos,
quien Dios no ha otorgado vista ni destreza para nadie los va notar (así piensa el enterrador en Hamlet:
aprender a dibujar se atreve sin embargo con un paisaje que mandan al príncipe loco a Inglaterra porque allí no
se notará su locura, ya que todos esrán algo idos); o
l
con plena confianza, o en cómo cualquier dama qlle no
gusta de entregarse precisamente a dibujos más exigentes como si pensaran que no hay mucho que se pueda echar
se concede, en cualquier caso, el talento suficiente para
a perder en un paisaje, o bien, por último, como si no
pensaran nada en absoluto al respecto y se atuvierln a
I N. del T.: La traducción literal de
la tradición, cosa que de hecho aún debe suceder a
"Ent_heiligur.rg" podría ser menudo en las Academias y no sólo en ellas. De manera
"desacralización", pero su tono descriptivo no parece muy adecuado que hasta la fecha, si uno quería formarse en el arte del
para la queja de Carus.

136 137

I
I
I
i

paisaje, se encontraba sobradamente abandonado a la entre la forma de una obra de arte singular y un alma I
buena fortuna y genio propios; habitualmente, duratrte humana; y en esto parece hallarse una de las raíces I

ur1 tiempo se guiaba en lo esencial por modelos impresos, principales de todos los males de la moderna pinrura de I
I
malos, amanerados, se le ponían unas gafas plr:- ver y paisaje, pues de ahí han surgido esos miles de cuadros É

pintar la Naturaleza a través de ellas, y por lo común que vuelven a recordar una y otra vez a otros cuadros {

estaba orgulloso si podía usar tales gafas ajenas en y nunca a la Naturaleza misma. Pero en estrecha í

provecho propio. Pero si llegaba a atenerse sólo a la relación con ello está lo segundo, pues a quien se
Naturaleza misrna, en la mayoria de las ocasiones acostumbra a mirar Ia Naturaleza a través de gafas
§
contra la voluntad de su profesor, se le iban los mejores ajenas solamente, jarnás se le aparecerá revestida de sus
años de su vida antes de que emergiera en él una propias galas, y a él menos que a nadie le hará la
comprensión íntima del espíritu de la Naturaleza, y mercecl de levantar siquiera una esquina de sus velos
rnuy lejos aún de alcanzar el meollo, no llegaba siquiera pera qrrc pueda irrumpir en sus secretos. Pero nadie ind
a dominar la cáscara. Sólo a unos pocos les guiaba Llna ignora que no es tarea fácil captar a la Naturaleza al y
luz clara, espiritual, hasta ia auténtica fuente de la vida, como ella quiere, o qLle desde siernpre sólo al genio le ;:I
y aun asl, cuanto de btreno creaban allí muy a menudo ha sido dado verla íntimamentc llena de misterio t
volvía a ser ignorado y desatentido, precisamente porque plena luz del día, y así, ¿quién no rendría claro que sólo
se apartaba de la cómoda caligrafía en cursiva que se en ese momento y nunca más es posible aprender lo
había introducido como forma de nube, ola de mar, el mejor? Pero si pasamos ahora a hablar de teoría, de iil
llarnado contorllo de árbol2 o formas montañosas. ¡Iin estudiar los conocimientos acerca de la Naturaleza, sólo
pocas palabras! lo que presupone la forma actual de hay un camino franco por el que puede ascender hasta
estudiar el arte del paisaje es sobre todo, por una parte, su fuente primera incluso cl menos dotado, a quien no :iti
el aprendizaje oportuno de una cierta rnanera, mediante se le otorgó la suma plenitud de producir algo propio,
la constente copia de dibujos y pinturas de otros peculiar, pero no por eso mcnos henchido de un íntimo
artistas; y por orra, Lrn modo defectuoso e insuficiente arnor hacia la Naturaleza y de la nostalgia por captarla;
de conternplar y captar la Naturaleza. Gracias a lo y ese camino se llama ciencia. Con esro, querido Ernsr,
primero obtenemos esas copias desvaídas de verdaderas he cogido ya el tono que me ha de guiar en lo que
obras de arte, que se relacionan con ellas como maniquíes sigue, cuando te exponga mis pensamientos acerca de
muy bien aderezados con seres humanos de carne y cuál es entonces la forma más correcta de dirigir los
hueso, y que en lugar de haber nacido de lo más hondo estudios rle ese artc geobiográfico. AI hacerlo, no
y primordial del ánimo, fecundado por el espíritu de la perderé de vista en ningún mornento la nítida imagen
Naturaleza, proceden de un apareamiento contra natura de aquello que es posible enseñdr, y que puede fomentar
en el pueblo un gusto más puro hacia lo verdadero y
correcto en el arte, aquello mediante lo cual se favorezca
N. dcl L: .Baumschlag,, rrnaner¿mienro neoclásico, repertorio
2
csrableciclo tle formas .le ár[,ol en uso cn las Academias, corno necesariamente el desarrollo del genio, y también los
rnínimo, l.rasta bien entrado el siglo xrx. menos favorecidos por la Naturaleza puedan ser llevados

138 139

I
sus destrezas sin poder hacer otra cosa. Sin embargo,
a reproducir con destreza y fidelidad los paisajes natu- hay dos modos en que el ojo debe captar correctamente
.rl"i. Pero como todas las artes plásticas están condi- la Naturaleza: por un¿ parte, debe aprender a captar las
cionadas externamente por dos órganos, el ojo y la
mano) e internamente sin embargo reciben su verdadera formas de los seres naturales no como algo caprichoso,
indefinido y sin l"y, y por ello, insensato, sino como
vida de la idea divina innata en un ánimo Puro, formas definidas por una primordial vida divina, confor-
cualquier dirección o enseñanza de la práctica exrerna
mes con leyes eternas, y asl, sumamente plenas de
del *.a" sólo puede ponerse como meta desarrollar sentido; pero por otra parte, debe percibir al mismo
destrezas visualás y manuales; por el contrario, requerirá
tiempo las diferencias sustanciales entre los seres de la
un esfuerzo distinto al de la práctica artística la incit¿ción
Natwraleza, advertir la diferencia que presenta una y la
a purificar y ennoblecer la más íntima vida del alma, misma forma en el conjunto de fenómenos en que se
q.r^" lo que elevará y ennoblecerá tanto el entero
",
q.r"hr.". del ho-bre como el núcleo de su eficacia manifiesta, según se vea cumplida por sustancias dife-
rentes, y percatarse de la ligazón,la relación que existe
,.tística. Pero tal esfuerzo, tendente ¿ educar al ser
entre esa diferencia específica y determinadas formas.
humano en su integridad para' la belleza moral y espiri-
Ninguna de ambas cosas es fácil, y para.las dos ha de
tual, para su intimidad divina, es no obstante objeto
irse abriendo el juicio poco a poco, así que el esfuerzo
,.rás elerrado y extenso de lo que aquí podríamo-s tocar
por elevar cada vez más esa capacidad de captación ha
por así decir de paso, y al menos a mí me resulta más
de acompañar al artista a lo largo de toda su vida.
ld".rr*do a una tranquila reflexión que a dilatadas Pues a un juicio tosco, al observar la Naturaleza,
discusiones por escrito; por el contrario, sí le dedicaremos
demasiadas cosas le parecen caprichosas, casuales, y sin
ahora .rr,r, io.rrideraciones más detalladas a lo externo,
a lo que condiciona la formación arrística a través de la
ley, ya que é1 mismo está aún fuera de la l"y y
lo único que en el arte puede ser precisamente por ello tanto más cautivo. Le resulta
-rto y el ojo, Pues es insignificante si una montañ,a traza su perfil con este
objeto de enseñanzt y eiercicio-
Por tanto, el ojo tiene que abrirse si es que ha de tipo de líneas o con aquél, le es indiferente si una nube
sigue su curso así o asá, si una ola se alza siguiendo una
percibir ia maraviilosa vida de la Naturaleza; ha de
ii"..itr.r" la mano hasta que sea c?P?z de cumplir con u otra línea, le vale igual que un árbol haya crecido
precisamente de ésta o de aquella forma, y apenas
,^pidez, flcll y ligera, la voluntad del alma; tal es la
percibirá como cosa necesaria las diferencias que ofrecen
úrri., meta posible en la enseñanza de cualquier arte las distintas formas arbóreas. lJna tosquedad de ese
plástica, de modo que consideraremos ahora cúal sea la
tor*, á, áse fin con la mayor garantía y de la tipo acompañará al artista toda su vida si no le protege
^lr^n ^r
forma más comPleta.
de ella un alma hermosa y enérgica o no le hace
despertar la ciencia. De ahí la indiferencia, por no decir
Lo primero y más esencial es sin duda educx al oio
pr.* qr" perciba en la Naturaleza y- sus. formas la vida {alta de conciencia, con que tantos pintores proceden
en sus imágenes; no tienen ni idea de la impiedad, de la
il"l", qr" 1". es propia, Pues cuando el oio capta con indignidad con que tratan a la Naturaleza, pues no se
claridad y pürez,], *rro se ve arrastrada, y desarrolla
141
140
ha despertado en ellos ni un atisbo siquiera de su vida interna de los vegetales, a las circunstancias que modi-
divina; y esa desatención, unida a la rutina creciente y al fican, ora de esta manera, ora de aquélla, el desarrollo
resto de cuánto de cotidiano hay en el hombre, se crece, de las plantas, los árboles y los matorrales, a la diferente
en auténtica impertinencia, de la que a menudo se naturaleza y movimiento de las aguas; se le ilustraría
encuentran los ejemplos rnás llamativos en artistas además acerca de las leyes propias de los fenómenos
célebres. ¿O no es impertinencia el que Kaspar Poussin, atmosféricos, de ia diversa naturaleza de los diferentes
en algunos cuadros de atmósfera radiante, represente al tipos de nubes, de su formación y disolución así como tt

fondo el horizonte marino y muestre, en primer plano, de su movimiento. Pero Lrna vez le resultaran ya
ríos que se desploman en cataratas de tal manera que accesibles de ese modo los elementos más profundos,
,

i
I

ese agua cae ya por debajo del nivel del mar, como si el tierra; tgua y aire; y cómo se constituyen en principios .,1

mar afluyera al río y cayert desde él en no se sabe ya de los diferentes fenómenos de la vida terrestre, se le ill I
{\
qué abismos? o que en otros maquille al cielo con todos podría aclarar específicamente el efecto vital del clrarto rü
los colores que éste presenta trds la puesta del sol, y y más espiritual de los elementos, el fuego, la luz, el r{ d

rl
pinte el primer término bañado por el más radiante único mediante cuya tensión será capaz de ver y crear I
Itt
resplandor solar, o aún, que al presentar en otro cuadro formas; se le ofrecerla una interpretación de las leyes de
unos parajes realmente existetrtes cambie la línea de las Ia visión, de las diferentes refracciones y reflexiones de 1
{
montañas de tal guisa que apenas quede traza de su la luz, del surgimiento de los colores, de las misteriosas ,t
forma: y eso, lro por elevados fines artísticos, pues en relaciones y oposiciones entre colores, y así, aunque la I

aras de una finalidad artística superior el ser irumano orientación de conjunto no pern-ritiera adentrarse ex- ,,!

puede crear cualquier fábula por una necesidad interna,


rq
haustivamente en tales misterios, al rnenos alcanzaría un
sino notándose que es por simple descuido, por desdén cierto atisbo de la importancia de esas diversas facetas T
hacia lo más significativo, hacia la armonía de la Natu- de la vida de la Tierra cuya reproducción es la tarea que ¡I
ra\eza. ha de emprender; parz. que de ese modo, con toda la r{

Es incuestionable entonces que para defender a un alegría, y serenidad que le corresponden, no la emprenda
t
ánimo juvenil de esa tosquedad no habría rnejor manera sin embargo falto de respeto y veneración.
que señalarle con gracia y vivez:- esa legalidacl superior Pa:'a mí, querido Ernst, está fuera de toda duda que t
que determina las formas externas de los seres naturales. si un artista dibuja de esa manera no puede dibujar rnal.
Según esto, se llevaría al joven paisajista a fijarse en esa He visto ejemplos de los más llamativos; han pasado
I
T
interrelación que establece Llna concordancia necesaria por mrs manos dibujos de montañas realizados por
I
entre ciertas formas montañosas y la estructura interna geólogos que, sin ser artistas, sintieron la necesidad de
de sus masas, y a atender a la necesidad con que tal reproducir una deternrinada forma digna de atención en
esrructura interna se sigue a su vcz de la historia de Lrna montaita, y esos dibujos tenían tanta vida interior,
esas montañas; y también e Ia necesidad de que deter- algo tan característico, que apenas se presraba atención
minada vegetación se dé en determinados lugares, a la a alguna que otra carencia de recursos técnicos, / se $

regularidad y conformidad con Lrna ley de la estrucrtura encontraban preferiblcs con mucho a dibujos similares l
142 143 E
tr

$
t{
§
ü
)

i
i
de artistas con rutinas adquiridas, pero sin un solo tan completamente hasta la fecha la necesidad de esa
atisbo de la naturaleza peculiar del objeto representado; parte científico-natural, cuando en otras ramas de las i
I
razón por la que a menudo una sensibilidad fina hubiera. artes plásticas se alcanzó tan pronto a ver que resultaba
podido tomar un dibujo de este último tipo, a juzgar inexcusable ese aporte de estudios científicos de la ..

por el tratamiento dado al objeto, lo mismo por la Naturaleza; y así, por ejemplo, se advirtió muy acerta-
;
imagen de una seta que de una montaña. Igual sucede damente lo esclarecedor que resultaría para la represen- {
con los dibujos de plantas y animales realizados por tación de la figura humana estudiar su anatomía, prestar i
científicos. Además, sé de fijo que entre artistas de atención a Ia formación de huesos y músculos, etc, de
4

!i
cualquier época se ha dado siempre un ánimo lo bastante ca;ra a captar y reproducir correctamente un tipo de
$
fiel.y piadoso como para que cualquier objeto a repro- forma humana pura.
ducir les pareciera ya tan importante, tan sagrado, que
no pudieran pasar nada por alto, ni darle un tratamiento
Hasta aquí, por tanto, mis consideraciones acerca de
cómo se podría de verdad favorecer externamente la
If
¡l§
descuidado y contrario a sll propia naturaleza; también formación del ojo del artista joven para que alcanzara r{
a éstos les seguirían siendo de provecho tales enseñanzas,
aunque menos necesarias, pues aquí la mejor voluntad a
un conocimiento correcto de la Naturaleza. Pero permí-
teme que añada a continuación un par de observaciones
"t
p{
menudo no sirve de nada, hay que saber y experimentar; más, una de las cuales se refiere a la educación del i#
'q !'
y cuando obtengamos algunos resultados de investiga- sentido artístico para la belleza de las formas, y lt otr4
ciones cuidadosas y prolongada experimentación, siempre
)*
a la educación del gusto del pueblo para que reconazc^ t
nos alentará el tener ante nosotros algo interminable. y comprenda las realizaciones verdaderamente sobresa- tI
En torno a este asunto hay sólo una cuestión que lientes en esta rama del arte.
no puedo traer aquí a cc¡lación, la referente al modo de Por lo que concierne a la primera observación, ;I
transmitir tal enseñanza; si bien tampoco sería precisa respecto al concepto de belleza ya nos habíamos puesto ¡l
discusión alguna, puesto que tú ya has tenido experiencia de acuerdo
de aquello en 1o que pensaba yo al decir que esa .g_Xpfe§g con
transmisión había de hacerse con viveza y gracit Para o con ¡odo
ser precisos, hay un conocimiento muerto, un saber de -19--tgs.J,q"I!"aturllsrgs.e.*ma$if ie*sl.q.'so¿[o^rs.e*.,?*tr
la letra y no de la vida, que es como moho para la vida -*
e-sgncra
'--Áhora
,
profrá:.ii*'é"" qada ,reng, áñi"rb;rirlál"
del artista; ¡hay que guardarse de él de todas las bien, así como los antiguos decíin""'óbff-'t6dá
maneras posibles! El joven artista debiera ser guiado raz6n que es virtuosa aquella acción que lleve a cabo el

H
libremente y en Ia Naturaleza libre hasta las gradas del hombre virtuoso, también nosotros tenemos que decir Er
§r
santuario de Isis, ilustrado por los más experimenrados, que es bella rcda forma, toda línea que se perciba en
los iniciados, en horas claras, serenas, y entonces brota- una criatura natural plenamente bella; y asi como ül
Ii:
rían de tales conocimientos los más bellos frutos- ninguna acción es virtuosa por sí y en sí misrna, ,tiN
Verdaderamente es asombroso que en la enseñanza tampoco puede haber líneas hermosas por sí y en. sí r14
H,
de la pintura de paisaje se haya podido pasar por alto m¡smas) srno que sólo llegarán a serlo merced a los u;
,HJ
ii!
t44 14'
tHl
fft
ft{
,fi1
cuerpos que limitan (por lo que difícilmente se habrá despliegue de sus peciolos, la riqueza y variedad de
podido concebir una idea más nefasta que ésa de formas- tanto en sus vetas como en el perfil de sus
qY'
Hogarth de la línea de la ola como línea única de l3 \ojas, y pueda apreciarlas gracias a una ley riguros'
belleza). Entonces, cuando el artista aprende a captar li ábr".rr.á por t;das partes en su formación, y también
belleza de la Naturaleza, ya. no se le puede escapar su a todo lo que, pese a su rigor, seguirá aún estrictamente
expresión en relaciones particulares entre líneas o en velado; .rrndo luego su mirada se haya ejercitado en
grandes proporciones, sin perjuicio de 1o cual tampoco reconocer la belleza de formas mayores como matorrales,
le resultarán superfluas determinadas indicaciones. árboles y sotos, peñas, macizos rocosos o cursos de los
Para ser precisos, si nos fijamos en los seres indivi- rlos, entonces se le desvelarán también las características
duales de la Naturaleza tal como se nos brindan en la clistintivas y con ello la belleza de perspectivas más iI
vida de la Tierra, enseguida nos percatamos de que al amplias en los trazos de las grandes montañas y las \ü
perturbarse unos a otros se establecen más que abun- nubes, en el oleaje marino, donde quiera que se exPrese
dantes desviaciones respecto a sus naturalezas corres- la vida cle la Tierra; con lo que será caPaz de hacer
t
q
pondientes, y con ello, fealdad. Según esto, aquí rige aflorar en sí mismo el sentimiento de la belleza caÍacte- I
una fina distinción entre formas en las que la Naturaleza rística dc cada una de esas naturalezas, y de reproducirla !
t,¡
se expresa conforme a su propia esencia y voluntad, con ojo certero. Pero un desarrollo semejante de su
clara y distintarnente y por ende con belleza, y aquéllas ,niradá no le servirá de apoyo tan sólo a la hora de J
otras en que, desviada de su propia esencia, aparece reproducir directamente del natural, si bien los frutos
atrofiada, alterada, y fea; una distinción que en verdad
i
d. .rr-,, educación xí alcanzarian ya en ese terreno las t
no es tan fácil de realizar como le parece a un juicio mayores cotas de viveza (pues lo que se puede llamar
ligero, y que presupone un tacto rnuy fino para lo que
I
dibujo en su sentido más elevado sólo es posible con un t
es exceso y lo que es carencia, plenamente posible sólo I
desarrollo interno de ese tipo): sino que al mismo ¡
en un ánimo que se mantenga puro y sensible y esté
tiernpo su espíritu también hará suya la hermosa Pro-
impregnado íntimamente de esa forma orgánica propia I
por.ión que atraviesa toda la Naturaleza libre, desarro-
de cada cosa, del equilibrio que atraviesa y sostiene la
Naturaleza toda. Percibir tales formas propia y pura- llada cor-rforme a su ProPia esencia divina; y en una I
mente hermosas, y distinguirlas de las menos bellas y de forma tal que luego, cuando cree libremente una obra
I
las feas, se volverá como es natural tanto más difícil de arte siguiendo sus impulsos íntimos, no sólo vivirá
I
cuanto más complejo sea y más planos diferentes presente en ellos .1 tipo natural correspondiente a cada uno de
el conjunt o a capt^r, y s€ hará tanto más fácil cuanto los seres ..pi"r"rardos, sino que el mismo conjunto de
más se restrinja el fenómeno natural observado. la obra ,.p."r..rarrá a su vez el de toda articulación
Aquí lo más seguro sería guiar al joven artista de lo orgánica surgida de Ia voluntad divina y animad-a por el
fáctl a,1o difícil. Cuando ya estén claras para él en una .rpí.i.,.r, mediante su equilibrio interno, la hermosa
planta individual, robusta y crecida en libertad, la proporción entre sus elementos' y el trazo noble y Puro
belleza de líneas de su perfil, el delicado equilibrio en el del conjunto.

147
146
En lo que roca a la segunda observación, la referenre a menudo he visto con qué rapidez abrían los ojos
a educar el juicio del pueblo para que sepa apreciar el algunos hombres, con sóio estar dotados de unos
auténtico arte del paisaje, quizás me eches atrás como sentidos sanos, gracias a frecuentar el trato de artistas
meras fantasías todo cuanto pueda decir al respecro, hábiles o investigadores de la Naturaleza que sabían
pues su realización es 1o último que cabría esperar hoy hacerles partícipes de sus conocimientos con gracia y
por hoy; de todas maneras, como no serán las únicas en vivacidad, y cómo aprendían a distinguir la belleza de
estas c:artas, las puedes poner junto a las otras- Aunque cada una de las formas de la Natur¿leza e iban perci-
la verdad es que en los últimos tiempos las cosas biendo poco a poco, con un gozo interior, el sentido
mal para esta rama artística en varios aspectos, "riár,
y no íntimo de esos seres.
sólo internos, sino también relativos , r., *"dio extárno;
¿Y de dónde va a sacar el común de los hombres I(
quiero decir que como arte auténtico encuentra poco tales conocimientos, tales acicates? Libros que lleven a
eco entre los hombres. Las vistas panorámicas y los
grabaditos de cobre coloreados de lugares conocidos,
ello, conozco pocos, I en esos pocos, la finalidad del t\
autor sólo es habitualmente pintar una determinada t
cuyo valor tndará así así con el de esas estampas del nattraleza (po. ejemplo, en las atinadas vistas que rt

trabajo cotidiano y gue, al igual que ellas, no rerniren describe Humboldt). Así pues, por una parte sería de t
más que al egoísrno de la multitud, esos sí son bienve- desear un libro gue, sin ataduras de escuela y con \!
nidos, pero nadie quiere esforzarse demasiado por orra simplicidad griega, de rranera puramente humana, le
d

cosa. Si se para uno a pensar, enseguida se desprende ¡


abriera al lector el acceso a la vida de la Naturaleza en
que Ia causa de ese desprecio se halla en que los paisajes sus diversas facetas, uno en que de la mano del arte y I
de la Naturaleza misma les son ajenos a los seres de la ciencia, pero sin tener que cargar con la erudición iI
humanos, que habitualmenre sólo atienden al cielo en la profesoral de nadie, más bien como en conversación con l
medida en que rengan que calibrar qué tiempo hace, buenos amigos, se viera incitado a mirar a su alrededor I
por ver si es adecuado o no para una excursión o urr en ese camino que tantos van dejando atrás como Sl

viaje, que anre Lrn árbol piensan en la sombra que animales de carga que van al molino, sin levantar los
podría prestar a una comida, y ante un prado, en lo I
ojos de los cantos que pisan. ¡Ojalá aparezca pronto
bien que está la hierba o en que el verde fortalece la algo así! Pero, por otra parte, la propia formación
vista; pero la vida psíquica interna de todos esos seres, I
científica del artista no dejaría de tener ya su cierta I
y cómo se corresponde con situaciones humanas, en Lln I
influencia sobre el pueblo, ya nadie podría seguir influ-
paiabra, la poesía de tales fenómenos, eso es para la yendo en su círculo si la dejara de lado, y de ese modo,
I
amplia mayoría un libro cerrado co¡r siete sellos. los conocimientos de ioi mejores se propagarían viva-
Pero ¿porqué apenas se llama la atención de los mente sin darse cuenta de boca en boca; y así como por
hombres acerca de esa plenitud de vida natural? Real- un lado los artistas favorecerían al pueblo, por otro, a
á
4
*
mente, en la mayoría de los casos sólo les falta un la inversa, se verían favorecidos por la parte más activa
!

acicate; lo que se atraviesa en el camino hacia ese de éste. Pero es obvio que los desarroilos más elevados
conocimiento, como hacia tantos otros bienes, es dejadez; del arte tendrían que emanar en primer lugar de los
148 149
artistas, pues así como el arte sólo llega a darse a través construir libremente, con variedad y cuidado, formas
de ellos, en Io esencial rampoco puede deberle sino a geométricas básicas. No sabría de nada que agudizara
ellos cualquier elevación. tanto la visión, que protegiera tanto el acabado de la
Y baste así pues de consideraciones sobre cómo obra de un cierto descuido desde su misma cuna, como
educar la vista para que capte con pureza los paisajes ocuparse de esas formas y relaciones puras. Pero sólo
naturales; lo que aún rne queda por añadir sobre la llega a desprenderse con suficiente claridad el alcance de
formación de la mano se dice en menos palabras. ¡Lo las consecuencias que en todos los aspectos conlleva tal
primero, qué entiendo por eclucar la mano! Creo que la ocupación cuando paramos mientes en que precisamente
rnarlo del pintor está educada cuando puede curnplir esas figuras son los fundamentos de todas las formas
con ligereza y següridad la voluntad del alma de repre- orgánicas, a tal punto, que cuanto más cercano a su
sentar el objeto que se refleja en la mirada interior o II
primera aparición se encuentra un organismo, tanto más
exterior. permite reconocer en él las formas geométricas más t)
- Pero al igual que rodo órgano que no tenga la
finalidad de slr existencia en sí mismo, o en orro
simples. Entonces, cuando ya la mano se haya tornado I
*
relativamente segura en la reproducción de formas tan
órgano, sólo mediante el ejercicio puede la mano alcanzar estrictas, cuando además al alurnno le resulten ya cono-
¡r
.t
la destreza necesaria para responder con seguridad a cidas cle bastante tiempo las transformaciones de las t
,l
unas rnetas que de por sí le son ajenas, elegidas libre- nrisnras según d,Pdlezcan en una u otra dirección (las
rnente por. el alma; Así que siempre se tratará de ¡
perspectivas) y los efectos de la luz, en una palabra,
ejercitarla antes dc cualquier otra cosa ell la pura cuando haya comprendido con claridad y se haya ejerci- I
creación de líneas y relaciones. de ejercitar la maná en tado en el uso del medio con que cuenta para alcanzar I
el puro cubrir superficies con sombras y colores. En el II
la representación de cuerpos sobre una superficie, entonces I
clrrso de ese ejercicio, el ojo se ejercitará a su vez en habrán terminado los ejercicios preparatorios, y ya se t
comparar y medir, y esa mayor destreza volverá a podrá llevar al alurnno a qopiar lo vivo del natural. i
favorecer y desarrollar la cficacia de la rnarlo. E,ntonces se le abre a quien ha de reproducir los
Ahora bien, cómo dirigir todo esto e-n detalle, por l
fenómenos de la vida de la Tierra el campo más amplio,
dónde er;.pezar, de qué manera ir ascendiendo c{e lo en el que sólo un incesante ejercicio puede ayudarle a t
fáct| a lo difícil, son cosas en las c1ue, desde luego, algo ayan:,ar, pues poco a poco debe quedar troquelado en él ¡
he pensado; pero en parte no se pueden definir d.l toáo s

el tipo verdadero de las más diversas criaturas, de modo


aquí, ya que hay que atender a las diferentes naruralezas que en sus obras vuelvan a quedar itnpresos como Por
I
y disposiciones de los aprendices, / en parre rampoco sí mismos los rasgos de esas formas concretas, que las
quiero exigirte que sigas paso a paso todas las ertensas figuras suscitadas por su propia fantasía apaÍezcafi no
discusiones que tendrían que darse en este punto. Una obstante revestidas de una pura y hermosa veracidad
cosa más concreta no puedo clejar de recalcar, a saber, natural, y que esté en disposición de ganar así para sus
mi convicción de que el prin-rer y más eficaz ejercicio de ideas carta de ciudadanía en la realidad. Así que el
la mano, casi como la lógica del dibujo, es copiar y artista debe aprender a hablar la lengua de la Naturaleza.,

150
151

i
y el único auditorio en que puede recibir tal lección es
la misma Naturaleza libre; es el bosque, el campo y el
mar, el monte, el río y el valle, cuyas formas y tolores
debe estudiar desde entonces sin descanso, duránte toda
su vida, algo en donde no puede haber fin para el
aprendizaje y el ejercicio, y donde podríamos decir, IX !
como en el "Diwanr: i
i
I
l,

¡No poder rerminar i

es lo que te engrandece!
De nuevo han vuelto las largas tardes del primer t* q
Pero cuando el alma ya esté impregnada del sentido
de todas esas formas diferentes, c.rárrdt ya despunre en invierno, de nuevo las lámparas oportunamente encen- ili
¡il

didas difunden su luz apacible sobre mi escritorio, por rl,


ella el luminoso atisbo de la secrera vida divina de la "t
üf

Naturaleza, y la mano se haya formado tan firmemente la cómoda tibieza de la habitación, y pienso de pronto t§
t§,

en el don de la representación como el ojo en el de la que han pasado nueve años desde que en una tarde tf
I l§:
visión aguda y nítida, cuando por fin el alma del artista como ésta traté por primera yez de contarte, querido
sea d9 parte a parte un puro recipiente gozoso y Ernst, mis pensamientos acerca de la pintura de paisaje. ifi.
sagrado para acoger la luz de lo alto, irrto nces deberán Y me viene con fuerza la idea de que tal vez hoy, ,Ii3i
surgir imágenes de la vida de la Tierra de una especie precisamente, el círculo de estas consideraciones haya
nueva, superior, que elevarán al mismo espectador a un vuelto a su punto de partida, y de que tal vez ahora sea rf,i
grado más alto de conremplación de la Natura.Ieza, y a correcto y razonable concluir por el momento esta serie
las que en ese senrido no se podría llamar sino místióas, de pensamientos. rll
También es verdad que, en lo principal, entre nos- ,'üi
órficas; y el arte geobiográfico habrá alcanzado su cima.
otros ya está dicho casi todo lo que me había tenido r frr
ili
ocupado en relación a la esencia y objetivos de este tEl
arte, sus diversos procedimientos y su desarrollo, tanto l,§,
F HI
hasta ahora como en el futuro. Así pues, aunque el , fli
, rl.!
espíritu pueda proseguir y de hecho prosiga construyendo l*:t
en la inmensidad 1o mismo aquí que en cualquier otro
'l;i
terreno, sin embargo, de igual forma que en la vida es tr
liI
!1

preciso resumir de tanto en tanto ciertos períodos, t;t


t,t
cerrarlos, y entenderlos ya como un todo acabado para Iil
lifi
que así pueda comenzar una nueva vida con tanto ii§
tlB
mayor gozo, también las series de ideas e investigaciones i¿ B
tiI
han de alcanzar una conclusión de cuando en cuando, y ti¡
lii
fi*
t52 151 |;$

ii&
¡{ F',
iri I
i
no como si ya estuvieran terminadas y agotadas, sino artística, se aparta en cierta manera del mundo como
para hacer sitio otra vez a estímulos espirituales nuevos, cualquiera que se ocupe de cosas elevadas e inaccesibles
y a menudo tanto más hermosos. para el pueblo; ni tampoco que 1o primero que ha de
No obstante, queda todavía algo sobre lo que esta hacer es renunciar a todos los favores del mundo, a
serie de pensamientos debiera haberse extendido un honores y bienes terrenos, y llegar casi hasta educar él
poco rnás, puesto que en realidad habría que calificarlo mismo a los pocos que puedan comprenderle y volver a
de centro viviente de este clrculo, y es la vida del sentir en sí mismos su obra. Es sólo que, pese a todo,
propio artista, su relación con el rnundo y con los seres no se debería decir que ha pasado el tiempo del arte
humanos. auténtico, del artista auténtico, porque el curso del
Desde luego, mis diferentes encuentros con paisajistas; mundo parezca dejarlos a un lado sin prestarles atención; t
así como una pausada reflexión acerca del misterio t
no, el tiempo del arte auténtico jamás puede pasar,
interior de ese arte geobiográfico, han suscitado en nrí I
porque el arte mismo está por encima de los tiempos, t
diversas ideas sobre la posición de ese tipo de artista, porque es eterno. {
t
sobre sus gozos y penasi su reconocimiento y su olvido, I
aunque siempre en forma tan fragmentaria que hasta ¡Quién iría a reclamarle al mundo I
ahora apenas pensé alguna vez en anotarlas; pero ahora lo que el nrismo n'rundo sueña y añora! I
I
que pienso dar por concluído el ciclo de estas observa- Renqueante su buena voluntacl I
ciones por algún tiempo, tampoco te voy a privar de lo en pos de la veloz vida se afana,
que tengo por rnás cierto al respecto. y aquello que te es Preciso ahora
Descorazonado, un pintor me dijo en una ocasión: él bien quisiera dártelo, mañana.

"Ahora el mundo ye no nos necesita, el arte en cuanto Pero de ahí se desprende una verdad incontestable:
tal no es político, ni estadístico, ni mercantil, y ni
siquiera es confortablet, el arte requiere entrega, seriedad "-!
3-i-ii-gtr.qr;i-ll"r .";-iu corazón el arte del paisaje en
y serena contemplación, si es que ha de abrirnos sus .ü sentido más .elevado, a quien, despreocupadó de
profundidades, y nadie tiene tiempo para eso; ¡el mundo
."*6 desea la inculta *ryo.í" de los i...t hrrranos,
"súlu'1e ri1üeva'sü empeño en po§ dc las ideas divinas,
nos toma en consideración tan sólo como servidores del
ag_yjl'-c,uto reinó nó puede ser de este mundo a pesar de
lujo, e incluso así nos estamos volviendo innecesarios
que mlre preclsamenie al mundo, en cuanto Naturaleza,
gracias al teatro, los estampados elegantes y las calco-
grafías!, ¡nuestro tiernpo ha pasado!" Puedc que a ese
ciiiiojos llenos de amor, ha de practicar el dqs_apego.
Pero entonces, preguntará preocupado alguno con
hor-nbre no le talara razón, y no hay que negar que el
buena intención, ¿cómo va a vivir el más pobre de los
artista para quien sea algo verdaderamente serio sumirse
pobres de esa forma, cómo obtendrá, de dónde, un
en la contemplación de la grandeza y los misterios de la
techo, comida, vestido y calma, en una palabra, el
vicla terrestre, y representar luego sus visiones de manera
bienestar del que pueda brotar serenamente una actividad
libre del espíritu? Bien, pensamos que Ia cosa se comPensa
1
N. del L.' Irn inglés cn el original. de esta forma: lo primero, la pretensión de bienes
154 155

I
terrenalesy la necesidad de los mismos será tanto más cuanto aparece como producción de una actividad más
limitada cuanto más elevada la orientación del artista. elevada y libre del espíritu no debe ser al mismo tiempo
Pues é1, el medio con que el artista se gane Ia capa que le cubre
ni los garbanzos de su mesa. Lo común y lo elevado no
Liberal de talante, se contiene, pueden aunarse, y si han de hacerlo, no será lo común
piensa a cada instante en el que viene, lo que se eleve, sino que lo elevado se verá arrastrado a
lo que hace es de fiar en todas partes, lo común. Rousseau se dedicó a copiar notas por
cerco insiste en unas u otras artes dinero, con 1o que se independizó de las necesidades
sin dejar esa senda, la que sigue vitales más comunes con vistas a otros afanes más
al blanco de su afán, y lo consigue.
elevados. ll
(
Y ya puede marchar, sencillo y despreocupado, toda ¿Porqué no iba a ganarse con algún quehacer coti- |l

una época por delante de la suya en el camino del diano lo que precisa a diario el artista ante cuyos ojos II
(
se cierne un objetivo que no busca el común de las
espíritu, que no seguirá siempre desconocido, pues los
gentes? Sí, afirmo incluso que esa lucha con la vida
mejores sabrán encontrarle y le aliviarán la vida en t:

aquéllo en lo que pueda esperar alivio de otros. Con áiaria, en el curso de la cual se le hará algo casi natural rl
rl

todo, no es esa la única fonna en que se puede velar y libre tomar lo cotidiano en su aspecto más noble y rl

por el artista en cuanto ciudadano de este mundo; aún grandioso, le fortalecerá interiormente y completará su ll

he de aludir a otra, susceptible de extenderse a muchos formación humana, al igual que un cuerPo sano sólo se l

otros campos y no sólo al arte. Jean Paul, ahora ya muestra verdaderamente sano mediante una actividad
libre de todo cuidado terreno, dice en su última obra: intensa y simultáne¿ de sus órganos superiores e inferio-
.Pudiera ser que no voy a negarme a que zparezca;n res.
-ya tras
mis cartas impresas mi último viaje- que en ellas Por desgracia he visto bastantes artistas, asl como
les l-raya dado a jovencitos y poetas aprendices el eruditos, para quienes su arte y su ciencia no era sino la
consejo de aprender algo; a saber, que así como según vaca que ordeñar, ante la que se preguntaban puramente
las leyes del gran sultán se debe practicar junto a las de oficio ¿qué es lo que más estima la multitud? ¿qué
tareas de gobierno algún oficio manual, y según Rousseau adula más a la estupidez de esta época?; y que al irse
los sabios también deben practicar uno, un poeta y desarrollando con tales perspectivas, tras un primer
escritor joven debería igualmente practicar alguna ciencia entusiasmo juvenil muy pronto huído, gobernaban su
a la vez que la literatura, por ejemplo astronomla, pincel y su pluma en un filisteísmo amodorrado no
botánica, geología, etc.>>. Este pasaje tiene sentido para tanto con el corazón y la cabeza como exclusivamente
nuestras consideraciones por partida doble. Por una con el estómago.
parte, muy bien se podría considerar como una confir- Es verdad, mucho me gustaría aprovechar la ocasión
mación de cuanto se dijo antes acerca de basar en la para extenderme en una lar.ga jeremíada sobre los
ciencia la formación del arte nuevo; pero además apunta abusos a que se somete al arte y a la ciencia corno
a que la flor no debiera ser también raiz, a que todo meros medios de vida, sobre los honorarios editoriales

156 157
I
I
I
I
¡
algunas hojas de un diario comenzado pero desgraciada-
de poetas escritores, sobre la pintura y la literatura a
y I

jornal y el arcoiris de brillantes ocurrencias pagadas de mente no proseguido por nuestro amigo, en el cual 1
I
I
trataba de dibujar en pocas palabras algunos cuadros tal
escritor, pero ¡basta! A ti mismo te habrán resultado a
como se le aparecían al aire libre, en los alrededores de
rnenudo repulsivas observaciones de ese estilo, y no Dresde, siempre tan incitantes desde el punto de vista
I
,t

quisiera removerlas de nuevo. {


artístico. Aunque el interés de esas anotaciones pueda ;
No, lo mismo que la Iglesia debe mantenerse pura y ser más que nada subjetivo, aun así nlc parece que
libre de rencillas domésticas y broncas de sacristía, el
,,

sirven de ejemplos de cómo puede captarse un cierto i

artista, el auténtico paisajista, debe santificar su arte y instante de Ia Naturaleza de una sola vez, en una rl

rnantener su corazón limpio de toda bajeza y maldad, y imagen acabada. Un4 gol4 im4gqq de este tipo es lo que
su espíritu, abierto a las maravillas que el mundo vierte brinda con todo detalle el tercero de esos suplementos.
ante él; y oja.lá tenga constantemente ante sus ojos las *
Con lo cual, te saluda de todo corazón y queda tu
,.|:

doradas palabras del más espiritual de los poetas, los fiel amigo
lii
Éi
versos del Dante:
Tu Albert
i,i
Quello infinito ed ineffabil bene,
che é lassü, cosi corre ad amore [;
r{i
corne a lucido corpo raggio viene.
rfl
Tanto si d), quanto trova d'ardore2 ,f,

,T

Con esta carta, querido Ernst, recibirás algunos :1

{
suplementos tomados de la carpeta que me ha confiado !i
'!:
nuestro común amigo C., ya que pudieran servir aquí o ¿
t'
allá como aclaraciones a lo que hemos tratado en !}i
fi
nuestras cartas. i¿

El primero presenta un intento de fisonomía de las :ii

rnontañas, un tema que de seguro precisaría un trata- 'i!


miento particularmente cuidadoso y desarrollado en una
obra científica como la que desearíamos para el aprendi-
zale de la pintura de paisaje. El segundo contiene !
i,
i

2
N. drl 7.; Divina Comedia, Purgatorio, Canto XV I taliano
en el original.
E,se bicn que ni nombre ni fin tiene
desdelo alto corre h¿cia el amor
como al cuerpo brillante el rayo viene.
Tanto se da cuanto sea su ardor.

158
t59
I
I
¡
i
,
I
i
t
I

distinta y más general de estudiar la Naturaleza. Según '1

esto, en cierto sentido era lo mismo que durante unas :i

investigaciones sobre anatomla animal reprodujera las .

diferentes formas de los órganos internos, con el propó- 'i


sito deliberado de lograr una visión de conjunto' o que
Primer anexo al realizar algunos estudios de un paisaje guardara en la
memoria la forma de una peña, como parte del colosal
Apuntes para una fisonomía esqueleto de esta bola terráquea; Pues llegué a la
de las montañas convicción de que ambas formas eran precisamente las
que tenían que surgir a resultas del imperio de unas
leyes de formación originarias, divinas, y así, cuando al
dibujar la peña tenía que empequeñecer infinitamente el
original y tirar por la borda muchos detalles, sólo
Más que en cualquier otro empeño, en la observación ,recesitaba recordarme que en una pequeña partícula de
de la Naturaleza rige el principio de que lo primero que piel o hueso, que había dibujado añadiéndole todos los
tiene que hacer cada uno es aclarar cuál es el punto de detalles que alcanz aba. a' ver, también habría de aparecer
vista más adecuado para é1, sin dejar de reconocer no necesariamente a través del microcospio una infinita
obstante que cualquier otro camino puede ser igualmente multiplicidad de estructuras que, sin embargo, se perdería
válido para la investigación. De ahí que en el curso de igualmente por el camino incluso con el más pormeno-
mis diversos intentos por aproximarme a la Naturaleza rtztdo de los dibujos.
tampoco haya descuidado nunca el aclararme cada vez Pero entonces, así como reproducir las diferentes
más acerca de las características peculiares del camino
formas de la estructura animal me había servido de
que me exigía mi individualidad; y pronto pude advertir
notable apoyo en mis estudios anatómicos y fisiológicos,
que 1o que más se adecuaba conmigo era empezar por
esa asociación de arte y ciencia con vistas al conocimiento
captar en conjunto un cuerpo natural que quería conocer,
con la mayor nitidez y en la mayor cantidad de facetas de la Nat:uralez:- redundó a su vez en beneficio de mi
posibles, pero adentrarme luego en sus elementos cons- inclinación al ejercicio del arte del paisaje, al acostum-
tituyentes, y manteniendo siempre presente esa irnagen brarme a no ver en los diferentes rasgos de montañas o
del conjunto, seguir análizandolos y reconociéndolos nubes sino diferentes estados de la totalidad orgánica
tanto como pudiera. Sí, pude advertir enseguida que qu.e es la Tierra; con lo cual se me hizo necesario
esto tenía que ver con un impulso innato a reproducir prestar una atención íntima a toda particularidad de la
los objetos primero en sus contornos y luego en la Ñrt.,.rleza que me rodeaba, y me ví conducido por
totalidad de su figura, de modo quc al ir aumentando todas partes a un esfuerzo por alcanzar la verdad más
mi destreza el arte se volvió valioso para mí, además de estricta, porque era ya imposible que me parecieran
por sus efectos espirituales, también como otra forrna puramente casuales, e indignas Por tanto de una rePro-

160 t67
ducción minuciosa, una línea de una montaña o una se encuentra ya en una relación diferente con su objeto,
rnodificación en un árbol no deformado artificialmente. y se ve forzosamente remitido a meras partes de un
Bien puede proceder de ahí el que no pocas veces cuerpo terráqueo que no se puede captar con los
resultaran piezas valiosas parala. ciencia de tales trabajos sentidos en su totalidad. Pero cada fósil sigue siendo
de esparcimiento artístico, y el que ya antes de haber una pieza, un fragmento, y sólo en los cristales se
tenido ante ixi vista las ideas de Humboldt acerca de aproximan tales piezas a la regularidad interna que
Lrna fisonomía de los vegetales me resultara harto observamos en las formas de los seres que componen el
familiar la fisonomía de las plantas y los árboles que rnundo orgánico. El conjunto del cuerpo terráqueo, por
conocía; y advertí que su perfil de conjunto tenía tanto contra, lo observa la Geología, aunque también única-
significado como la fisonomía de un hombre respecto a nlente desde el punto de vista de su formación interna;
su carácter o la forma de los anirnales respecto a su asi ha aprendido a conocer algunas de las capas concén-
estructura. tricas en que consiste este planeta, y encontrado par-
Igualmente rne volví muy atento l diversos procesos cialmente las leyes de su estratificación. Es sólo que
específicos de la atmósfera, en especial a la formación incluso la misma superficie exterior, y sin duda alguna
de las nubes, la refracción del color, etc, de todo lo cual en todo lo que se refiera al ser humano que vive sobre
quizás trate de dar cuenta en el futuro. Pero finalmente ella, exige una observación rnás detallada que en parte
ese camlno me condujo a lo que ocasiona el presente proporciona la Geografía Física. No obstante, no hay
comentario, para ser precisos, al atisbo de una fisonomía que pasar por alto que diversas partes de la Tierra muy
de las rnontañas que hasta ahora l-ra pcrrnanecido total- bien pueden observarse por sí mismas, aisiadas, casi
mente desatendida y sin mencionar por su nombre como miembros del gran cuerpo terráqueo, y esto ha de
siquiera una sola vez. Pues por el modo mismo de valer en particular para las tnontañas, en las que una
investigación, al estudiar los cuerpos naturales nos observación detallada volverá a encontrarse con un
vemos llevados a considerar un exterior y un interior; lo aspecto exterior y una eótructura interna que diferenciar.
externo nos da r-rna idea visible del conjunto, lo interno Así pues, no habrá que desctridar ofrecer ambas en toda
rros rnuestra sus partes. Pero sólo juntos llegan a darnos descripción de una montaña aislada. De todas formas,
un concepto completo de la naturaleza de ese cuerpo. en lo . que atañe a la descripción externa, ésta suele
Le Botánica y la Zoología han de observar cuerpos remitirse habitualmente a los datos de altura, situación
organizados que se presentan como individuos en el y configuración de los valles, etc. Pero hay algo que
gran conjunto de la Naturaleza, como totalidades rela- apenas puede reproducir una descripción así: la impresión
tivanrente cerradas en sí mismas a pesar de todo (aun de conjunto que provoca la forma de una montaña, la
cuando sigan dependiendo siempre de una totalidad manera pecuiiar de las líneas que forman su perfil, lo
rnayor). De ahí que las plantas así como los animales Aquí tiene
abrupto
.o gradual de sus elevaciones, etc.
sean en parte descritos externamente y en parte disec- que venlr er1 su ayuda el arte del dibujo, como les
cionados e investigados internamente por el estudioso sucede al zoólogo o al botánico de cara a representar el
de la Naturaleza; en Mineralogía, por el contrario, éste temperamento general de un animal o una planta. Y

t62 1,63
como de todas maneras 1o pertinente para caPtar con Fisonomía de alguien ni de lejos lo bastante iniciado en
acierto el carácter peculiar de un animal no es un las ciencias minerálogicas y geológicas, de alguien que
vaciado muerto de sus perfiles, sino captarlo con la sólo pretende presentar modestamente una perspectiva
viveza con que lo hace la mirada artlstica, tamPoco sobre la Naturaleza que se le ha presentado por aza;r.
parece posible reproducir el tipo característico y la Aunque, de todas formas, trataré de aportar algo a la
verdadera peculiaridad de una montaña más que mediante misma.
una imagen propiamente artística, en una palabra, me- Consideremos pues en primer lugar la fisonomía de
diante un verdadero paisaje geognóstico. La razón de que las montañas arcaicas, ya erosionadas por el viento, y
apenas se haya hecho nada en esta línea radica en que la no podremos desconocer lo que de notablemente carac-
mayorla de los paisaiistas, al contrario que los pintores terístico hay en ella. Amplias, robustas, desplegándose
del género histórico que sin embargo sí estudian Anato- con suavidad, la grandeza y altura de esas crestas que
mla, conocen muy poco la Naturaleza, y apenas si reúnen con excepcional belleza las líneas más delicadas
tienen aquí o allá algun barrunto de que una roca de constituyen su más peculiar característica. Si se siguen
arenisca ha de mostrar un carácter distinto que una por ejemplo las soberbias cresras, amplias, dulcemente
porfirogénica, y ésta diferente al del granito, Puesi- que redondeadas de las Riesengebirge (Montañas de los
también las diferentes formas arbóreas las amontonan Gigantes, Silesia), no se podrá sino comparar sus formas
en un único e imaginari.o ..contorno de árbol"' Ahora con la suave elevación del lomo de una ola marina que
bien, si se llega a captar correctamente el carácter se alza apacible, sin agitarse tormentosamente rota en
peculiar de una formación montañosa en su asPecto jirones puntiagudos.
externo, será posible además descubrir la relación cons- rosos rasgos de esas
tante entre éste y su hechura interna: o en una palabra, una apacible formación cns
establecer una Fisonomía de las montañas, un objeto de srq: gkáae*arneme .e_n_c- u ept rá
estudio que tratado con ingenio no puede dejar de
llevar a resultados interesantes, como cualquier PersPec-
tiva nueva sobre la Naturaleza que se logra alcanzar-
Resulta muy llamativo a este resPecto que se haya casi sin excepción suelos aptos para los seres orgánicos
aplicado una Fisonomía de las montañas en las de la donde las rocas están cubiertas por una capa de tierra y
Lrr.r, antes que en las de [a Tierra, mucho más a mano' revestidas de toda clase de plantas. Las formas angulosas,
pues ¿qué otra cosa sino la observación de esa peculiar toscas, se han atenuado, y de ahí que también se busque
iigr.r- á" .,:"rr.o perceptible en las cimas lunares, asl la comparación de tales cimas con un cuerpo hurnano
.o*o de los asombrosos cinturones circulares de rocl a bien formado, en que el esqueleto sólo se trasluce
su alrededor, qué sino su Fisonomía, en una palabra, ha exteriormente en contados puntos, mientras el conjunto
llevado l acepteLr la presencia de volcanes en la Luna? en cambio aparece redondeado y revesrido por la piel y
E,n lo que concierne a la Tierra, no hay que esperar la carne. f-a misma Riesengebirge tiene por esa razón,
,ringurn piedra angular para La construcción de una tal en conjunto, pocas masas rocosas que destaquen, y

164 t65
tal sucede, o bien aparecen desnudas por las advertimos trazas de una formación menos apacible, y
donde
más condicionada por tracciones mecánicas; los conrornos
masas de agua que se desbocan y caen por ellas en
primavera, comq las Schneegrubenwánde (Paredes de de las montañas son más quebrados, en trazos más
pequeños, las cimas se alzan más escarpadas y puntiagu-
lo, .r.'o".os), las paredes rocosas del Aupengrund y el i1
Teufelgrund, del Elb, etc., y entonces su aspecto es das a lo alto, y aparecen poco o nada cubiertas por
alguna czpa de tierra, sino únicamente por cantos
áspero y cortante, proclarnando la firmezl- de la piedra,
o bien se muestran, en los mismos rasgos de la cumbre, rodados, señal de la erosión comenzada pero aún no tan il
rl
avanzada como en las montañas arcaicas, y por lo rl
como últimos vestigios de los riscos primitivos, ahora
demás, mondas y áridas; aquí o allá se ven inmóviles
ero.siqladoq y- dipggegados casi por todas partes. Ahí
islotes de roca como el Biliner Berg y otros similares, y
todavía se encuentran algunos grandes lienzos de granito ifitr
seguro que de recorrer detenidamente el perfil de esas
separados en capas sobre su mismo emplazamiento ,'tr
originario, donde se alza'n como ruinas de torres y alturas se podría constatar aún más peculiaridades ex- l'
,!
rs. I
ternas.
rnuros (tales, la Rübezahlkanzel, las Dreistcine, etc'); se ql
ven parcialrnente las cabeceras de tales riscos primitivos,
Aparte de esto, claro está, no me ha podido pasar
disgregadas por completo, y sus grandes fragmentos
inadver p la particular fisonomía de las montañas de dfl
arenisca, ya que ha sido señalada muy a menudo: la ,,i
{
caídos unos sobre otros como gigantescos montones de
adoquines apilados en desorden (así, en concreto, en el configuración, claramente estratificada, de las rocas; las
huellas de su fácil destrucción por las avenidas de agua,
Gran y el Pequeño Rade). Si de todo esto en conjunto
ya resulta una cierta fisonomía muy marcada, ésta se a resultas de su mayor fragilidad caracterlstica y de la {f,
fragmentación originada antiguamente por sus procesos
acusa aún más y encuentra plena expresión en la IH
de emersión a la cortezt; las paredes rocosas así surgidas,
vegetación de pradera alpina que surge en las crestas {§
escarpadas pero también, vistas en detalle, igualmente i:fi
altas, arnplias y redondeadas, en la paulatina desaparición
rotas y derrubiadas en formas redondeadas y romas; las
del bosque y las largas franjas de pinos (Pinus pumilio) i$
gargantas angostas y rasgadas (piénsese en los desfiladeros r*
a modo de setos. #
Muy distinta fisonomía presentan las montañas de de Ottowalder y Rathener en la llamada Suiza sajona); .¿!

+
las masas cuadrangularcs que han quedado aisladas, en
rraquita y rocas estratificadas. A mí me saltó a la vista {i

esa diferencia concretamente en el valle de Teplitz, en


pie (por ejemplo Lilienstein y Kónigstein), los pasos {r

abiertos en la roca (entre los que se cuenta la Prebisch- fi


donde por el lado Norte el Erzgebirge sajón (Montes ii
Metálicos) ofrece a la vista sus grandes masas redondea- tor), y otras diversas peculiaridades.
Pero, para terminar, apenas hay entre las formaciones
I
das, muy hermosas, de una altura limitada, emparentadas ii
rocosas que conozco otras que destaquen tanto por su li:
como montaña arcaica que es con las formas de los ;i
fisonomía como las de basalto. Elevadas cimas aisladas,
Sudetes, mientras en el lado Sur, por contra, aparecen ,:ii
cuyos perfiles discurren escarpados y puntiagudos, las
las formas totalmente distintas de las Mittelgebirge
anuncian ya clesde lejos; al aproximarse, sin embargo,
(Sistema central) de Bohemia, parte de una formación ii,
de traquita y compuestas en lo esencial de arcillas. Aquí
salta de inmediato a la vista el color oscuro de la .:lJ:
,i:li
iir ii
i,:
767
, ;¡i:
166 , la
¿il.
ll

hl:
" F..F

r il.b
[,ft*
I
ti

l
i
1i;
i
piedra, los cortantes perfiles y lo áspero de la superficie {orma casi inadvertida hasta que, de pronro, se ve la ir

iiri
de sus paredes, y en particular en las columnas basálticas, pared que cae a plomo, probablemenr¿ desgarrada por i: i
ii i
!l .;

cómo sobresalen casi siempre algo inclinadas en ángulo las corrientes marinas en épocas antiguas; y"asl,..rrrrdo I.
agudo y se alinean una tras otra, a manera de órgano. alguien se encuenrra en el interior de la isla sobre un 'i
Peculiaridades que tuve ocasión de observar especialmente terreno férrrl y habitualmente llano, vuelve a apareceÍ .I
,.}
en las montañas basálticas que se alzan en los alrededores ante él una fisonomía muy marcada. Esas pareáes, de .,i
I
de Zitau, ya gue, en concreto en las cercanlas de trescienros a_ quinientos pies de altura, *r.rirm perfec- I
t
tValtersdorf, a dos horas al Oeste de Zittau, se alza una tamente definida la naturaleza de la tierra qL. las I
I
multitud de hermosísimas columnas de basalto, en constituye en las ¿canaladuras creadas por el ,gu d" lm I
Ir
ocasiones con un espesor de dos a tres piesl, conservadas lluvias, en las crestas, aristas y puntas qu..r" ,llrrn aquí t!
por completo en su estado original. o allá,lavadas por las aguas en sus dos vertient.r, y l:

I
Aparte de lo cual, también se podrían encontrar los depósitos de aluvión de tierra o crera que alcanzan "., I
I

rasgos característicos del mismo estilo en el asPecto a menudo más de la mitad de su alrura, y ni siquiera ri,¡
*f,
externo de otros tipos de montañas, por ejemplo las 4gd" lejos se pueden confundir con rocas propiaÁ"rrte
calizas; sólo que, si bien éstas no me resultan descono- dichas. Si además se añade a esto un blancó ce^gador e., ,¡I
't,.:
L:

cidas, principalmente tal como aparecen en Turingia, la creta, y los incontables pedernales grandes y p"equeños, :i
con todo no las tengo ya presentes en mi memoria con incrustados a capas a lo largo de la mismr, q.rá ;¡
^ir^n ^,a
la lluvia y las avenidas de agua hasta ueri, f,o. úkimo il.t
la suficiente precisión para intentar una descripción de
su fisonomía. Pbr eso me permitiré añadir solamente cubrir toda la playa, surge una fisonomi¿ ahamenre {tt ,!
peculiar,
algunas palabras sobre las peculiaridades de las montañas _que acaban de rnarcar y rematar los grandes
bloques de granito (con mucha probabilidad, arra"strados rlt
estratificadas y colinas de aluvión tal cómo se dan en el á
'+t
Ostsee, formadas en parte de greda y en parte de desde Suecia) que se extienden por toda la cosra, y que
rfl

arcilla. Y así como en las montañas basálticas todas las en parre también se pueden enconrrar en abunda.ráir-"n t
líneas trepan escarpadas hacia las alturas, aquí rodo se el interior de la isla.
iI
extiende en amplitud y superficie; la isla de Rügen De todas formas, anres de dar así por concluídas i!,1

estas noras,'señalaré aún que habrían alianzrdo plena- . ti,


entera, así formada, sólo se alza a una altura moderada
mente su objetivo en cuanto pudieran contribuir a que
sobre el Ostsee, y aunque hacia el Norte y el Oeste sus
i1l
'tl
il
riberas se elevan de manera ostensible en algunos puntos,
la Fisonomía de las monrañai, en manos de geólojos :j,
persoicac.es y experimentados, llegue a ser un olj"to-d. :i
esto sucede casi siempre de tal modo que desde el il
estudio de verdadero interés.
interior de la isla se va ascendiendo paulatinamente y de .ll
r)i
Postscriptum: Al redactar esras notas aún no había ri
,11

vis.to los Alpes. Su visión no ha hecho sino justificar ii


I N. del l.; Aún más tarde llegué a conocer las montañas :il
más aún en mí la idea de una Fisonomía semejante. Allí . ,!1

r-,olcánicas de la Baja Italia, y he presentado diversos aspectos de la rl


fisonomía notablemente caracterlstica de éstas en el primer tratado
las montañas arcaicas aparecen aún más en su forma ii, i'
de mis .Anales, aparecidos en 1829. caracterlstica, aún más escarpadas y cristalinas, mientras i:i i
, lt:
, 1.,
, frl
EI
168 1.69 .§l
,, r[,1

;;;m*
Ut It
§ü*
por el contrario la descripción que aqYí- se.ofrece,se
Lfr"; ;rt bien a, la' fát*" vá modificada de las
mismas2.

Segundo anexo

Fragmentos de un diario de pintor

Vi el mundo con ojos cnaluorados,


y holgamos los dos, de un gozo arrobados
tarr vivo y fragante y fresco por siempre
como yerba y monte , peña y torrente.
Goethcl

Diciembre de 1822. Cuarto creciente. Atardecer en el


Groper Garten. Un frío crudo, pero el cielo límpido y
sutil. La nieve reciente festonea abetos y pinos, parece
clara, pero en la sombra se realza en violeta contra la
atmósfera rojiza del atardecer; incluso contra la creciente
tiniebla, hacia el Este, parece oscura. En la lincle del
bosque, donde las pajareras, un hermoso altozano de
nieve con un pino solitario, al que realzan en el aire
esmaltado en gris las superficies claras.
E,n pleno cuarto ruenguante, atardecer, hacia las
cuatro, por el Mirador Briihl y el puente hacia el Jardín
cle Palacio. Un hermoso cuadro en l:r Puerta del E,lba.
Tres arcos del puente en gris oscuro vaporoso, con los
rematcs triangulares de los pilares cubiertos de nieve;

I Rcspccto a la traducción, ver nota 1 de la Carta X.


2 N. del L.' Aproximadamente 30 cms'
171,
174
1I
ill
it
LJnos días antes, paseando también por el Groper
como fuente principal de \sz, por delante, amplias tr I
Garten. A eso del mediodía quiso deshelar, pero la l.l
superficies nevadas, con piedras más oscuras rotas en rl
térrnino. Por debajo de los arcos, a lo lejos'
tarde se volvió a meter en hielos. El cielo estaba
pri*.,
^*rtor.rl.r, encapotado, y en particular hacia el Este la oscuridad
t.

por encima, un cielo gris esmaltado cubierto


gris aztiada se desfondaba sobre la blanca capa de
de ocres rojizos, todo lleno de celajes nubosos; pero al
;

nieve, a lo lejos. Cuando el nublado, sombrlo, cubría


fin la luna se abre Paso' sin resplandecer aún pero aún el horizonte de cellisca y gradualmente la tierra se
rodeada de un halo arnarillento. A1 lado, la Frauenkirche, iba sumiendo en su oscuridad, salió de estampida a mi I
más oscura, en gris violáceo. Desde la colina de Palacio,
§
I
lado un palafrenero, con dos caballos negros desbocados
otra hermom p".rpectiva escalonada sobre la ciudad; y un capote gris al viento, hacia aquellas vaporosas if t
por delante, nieve purísima y árboles totalmente som- lejanías. Un bonito cuadro. También el violeta oscuro
T
¡
tríor; luces y profundidades se extinguen gradualmente del bosque de abetos estaba hermoso, aquella tarde, i
en l; lejanía,^ aun así, los últimos teiados nevados contra el gris de los nublados. ,l
$

realzan en claro sobre el cielo vaporoso' Enero. Luna llena. Por la tarde, entre cuatro y t
Enero de 1823. Cuarto menguante. Paseo al atardecer cinco. El horizonte, cercado de nel¡linas. 16o bajo cero.
i

hacia el Groper Garten, a eso de las cuatro' Frío


,xi
La luna despunta entre la bruma, de un violeta grisáceo, fiI
cortante ante las puertas' cielo límpido; al Oeste' luciendo en rojo amarillento por el Este. En Belvedere,
neblinas gris rojizo,lrrci*a, arrebol en roio' T'a neblina desde el Mirador de Brühl, la terraza superior ofrecía .{r
azulada ("en l, p.i-era oscuridad, ilurninada aún, de ahí una hermosa vista sobre parajes helados. A mi derecha, ü
el azul) ," ."^ti",rde sobre la mitad superior de l"t el pedestal de la esfinge; por encima de la escalera eran §
¡t

árboles del Antons Garten. Superficies nevadas ante los visibles en el vaho invernal los edificios del Elbberg; ;T

árboles en gris violáceo, siempre más oscuras que el como iluminación principal, la luna, aunque aún sin #
cielo, donde-aparecen vellones desflecados de nubecillas brillar; las sombras más profundas en el pedestal de la .ti
{j
en un ,osa rojizo luminosísimo, visibles Por Poniente a esfinge; la nieve, más clara que la neblina del horizonte, ft
i'
través de la neblina que por encima de ellas y^ se en particular hacia la izquierda desde el mirador, pero lr
lj
esfuma. con todo más oscura que el cielo, que aparecía por 1i
.:i:

En el bosque había una hermosa vista hacia el Este,


ll
encima de la luna en un bello azul rebajado.
donde la nieve apatecla luminosa frente al crepúsculo Bajo el puente, el Elba aún abierto, y sobre él
que en lo alto ,ú., t" extinguía en azul diáfano' Los flotaba una nube de vaho blanquecino, como en un l
,i
árbol., más cercanos en pardo oscuro sobre el violeta, estrato, a tres brazas sobre el ras del agr.ra.
una rama que sobresalía con la hojarasca amarillo ocre, I-uego, en el Zwingerwall (la Ronda), formaban un ',1

festoneada io-o todas las ramas horizontales por rever- cuadro rnuy expresivo la enorme fachada del teatro con ri

beros de nieve. Más adelante, el violeta se atenuaba, y los tejadillos próximos nevados, la iglesia católica y la
un árbol saliente, desparramado aún más allá, aparecía torre de Palacio. El vaho del tearro se elevaba, gris
blanquecino, espeso, en oblicuo hacia la derecha, de
velado en gris azulado.
l
L72 173
I

I
de hielo aparecía en toda la anchura de la alberca con
forma que tras la espesa columna no. se veía la mitad
de

i; ;;;tJ. También ei g.it vaporoso de [a iglesiapie católica un resplandor difuso.


f,
,'Frauenkirche inverniza [" t'ttí" en un velo el de la De vuelta a casa, el viento acercó las nubes de nieve,
"l"Uf, tenían su encanto' en lo hondo del crepúsculo silbaba de una forma
Más adelante, los terraplenes del Bastión cubiertos asombrosa entre los pinos y en las mondas copas de los
d. ;i.;. formaban ,.,, belia estampx contra el cielo cle árboles, y un hombre que iba delante de mí, con ancho
,o,ri..,... Abaio, el cielo se metía en neblinas violeta capote, gorra de plato y un perro negro a su lado,
;;;;, ,nás heci, arriba, velado en rojos' y sólo luego encainaba a la perfección la turbulenta atmósfera de la
*p^t"ri^ la claridad dorada del cielo de atardecer' Por Naturaleza.
.ára.", la nieve aparecia ahora violeta y azul muy clara Febrero, antes de la luna llená. De nóche, con el
contra la neblina clel crepúsculo en el horizonte' aunque resplandor de la iuna, avanzando hacia la Frauenkirche,
"ioir-"t.".a,
'. incluso a laluz, que 1a claridad del cielo' Ia vaporosa hz de la luna proporcionaba una visión
L* hontlonadas en sombia de la nieve, incluso ,rás soberbia. No veía Ia luna misma; tenues nubecillas
oscLlras que ta neblina del crepúsculo' aisladas flotaban en el cielo oscuro, la fila de casas de la
Febrio, f-una nueva. Por la tarde, hacia las cinco' en izquierda estaba a oscuras y arrojaba una sombra sesgada
pero
el Groper Garten. El día anterior había deshelado' sobre la calle; también en la sombra, una fuente cuya
Fll
i, ,;..., estaba otra vez dura de una nueva helada' osclrra masa hacía un buen efecto frente al vaporoso
d"lo pr..ialmente despejado; nubes de nieve' Un buen horizonte. A la derecha, las casas bañadas por la luz
.rrar" en la esquina d" 1" acequia hacia Rácknitz' en F'l
lunar, los tejados y las canaleras daban sombras alargadas,
,ol bajo; por delante del cielo de atardecida' y aunque iluminados, los tejados parecían más oscuros
"r,rb,
amarillo mate' ,rr-, .o,,tinlro nublado de nieve en un
gris
que la parte baja. La delicada cúpula de la Frauenkirche
*or,óaorro
^;;;i, hasta el horizonte; por cncima' en el cielo se alzaba en el aire con fuerza, y a la izquierda, detrás,
Li ,"rplrrrdor del día que se extinguía iluminaba
'unos todavía dentro del contorno de las casas visibles, una
aún iú-.rlot -tty esponjados' Ei panorama. se ventana iluminada titilaba en la neblina. Pero la luz
exrendía oscuro hacia Ll hárizonte en tonos pardos, principal se hallaba en la plaza, ante la iglesia, y en la
;;;á;;;, y al fin violetas' Franjas de nieve' máselclaras parte de la calle bañada por la luna.
más oscuras que cielo
;;.-; níut"a" gris, pero en sombra' En Febrero, luna llena. Hermosa salida de la luna desde
iespeiado, irrt".r.r--pí"., las superficies el Mirador de Brühl. Grandes nubes nocturnas en la
p.ii... plano, al borde de la acequia, dos grandes sauces parte alta del cielo, oscureciéndose en las cercanlas de la
'ri"io, J.rir*b"t-, sus ramas secas, casi negras' hacia el
luna; en la parte baja, franlas y manchas nubosas, bajo
,i.á, l, nieve se había derretido alrededor de sus troncos la luna en tonos rojizos muy atractivos. En torno a ella,
un
;;;; t. había vuelto a helar, y aquí o allá espejeaba amarillo, y hasta verdoso. Las nubes y los espacios
'á.ri.ff" de la claridad del cielo entre las sombras
libre s visibles en el aire, más oscuros cuanto más
,rrofutdas de sus cortezas, más luminoso que cualquier
cercanos. También el Elba riela, muy atenuado y con
lir, .om en el primer plano; pues hasta la rugosa capa
175
17+
l
¡i

I
I
I
un hermoso colorido. Al amortiguarse la luz con el Octwbre, pasada la luna llena. Duranre muchos días
agua, los colores se distinguen aun más claramente. el tiempo había estado despejado, claro, y el aire, a
Mayo, Día de la Ascensión, atardecer en Plauen. primera hora lleno casi siempre de calima, tenía una
robusta elasticidad que siempre acababa por desgarrar
¡Qué aire de primavera más límpido y saludable en el todos sus celajes. Una tarde, la neblina se hizo al fin
patio de esta iglesia! Ramaje de abedul y árboles en flor
esparcen un aroma muy tenue. Luz cálida del sol sobre con las regiones superiores en largos cirroestratos, la
las plantas frondosas, entre la grava y los torpes tréboles tierra quedó cubierta de un leve velo, el sol se hundió
nuevos. ¡Cómo ilumina el sol la ventana rinconera en la en el luto del horizonte, y se hicieron visibles los
parte de atrás de la sacristía, que se la ve incluso a colores más asombrosos. Yo me encontraba ante las
través de la de delante; y cómo" está toda la casita largas hileras de tilos de las riberas del Elba. Horizontales
cercada de ramas en flor! se extendlan sobre el cielo hasta el Poniente largos
Antes en el pueblo también me gustó la primorosa cirros esponjados, como una sucesión de olas. Sus
composición que formaban un árbol en flor y el antiguo bandas plateadas aparecían doradas por el na:ranjz_ subido
remate en arcilla de una fachada rústica. ¡Aunque desde clel sol poniente, y esos tonos armonizaban de una
luego ese aire radiante tan divino de la primavera) en lo forma soberbia con el azul ultramar del cielo que se iba
alto, también hace mucho, casi todo! ¡Tanto que se haciendo visible entre las oleadas de nubes.
podría señalar con nitidez qué día de esta primavera Más hacia el Norte y hacia el E,ste, los ronos del
entró de repente esa suave vibración veraniega del aire y velo atmosférico que cubría el horizonte se esfumaban
las nubes! cn rosas rojizos, que en la mágica luminosidad se
Mayo, otra tarde. En el bastión demolido detrás de reflejaban sobre los costados en sombra de todos los
la Kreuzkirche; sol, incluso abajo. Cielo de tormenta; objetos. Pero cara al Oeste tenía ante mí la hermosa
perlado isabelino, rojizo, a:zwl, violeta, corno tonos hilera de tilos añosos del Parque2, en cuyo ramaje
principales. ¡Un montón de golondrinas por el aire! A rornpian ya los primeros tonos dcl otoño. ¡Y cómo
la izquierda un terraplén con los escombros del muro reverberaba un halo rojo sobre esos tonos locales oscuros,
desplomado, y encima, las ruinas de una escalera de cómo armonizaban las variaciones violeta y pardo y oro
caracol, como un huso de piedra rodeado por un lienzo con el acorde de colores en el cielo, de nuevo realzados
cóncavo de muro en forma de torre. Luego' un antiguo enfrente por el verde vivo pero en sombra de las
parapeto con aspilleras estrelladas y edificaciones altas, praderas, y cómo parpadeaba por último entre los
y por encima de todo, destacándose en el resplandor del árboles Lrn tenue resplandor rojizo en la lejanía! ¡Una de
cielo, la Kreuzturm. las visiones más cxcitantes que la Naturaleza me haya
Desde arriba del bastión se veía un camino tras las proporcionado nunca en esos parajes!
aspilleras. IJna antigua muralla con su áspero antepecho,
y por encima de toda ella corría un exiguo iardincillo. t N.
¿lel L.'F-,1 gran Parquc situado al Noroesre de Dresde que
¡Quién no se sentiría un dios, con su jardincito, en su aparecc cn el cuadro de Friedrich "Das Groge Gchege bei f)resden"
torre! (1 832).

:tl
176 177
il
'ii
.tr i.
la luna nueva. Era un mediodía
1824, Agoslo, pasada
soleado, en la ribera del Elba entre Pirna y tWehlen,
donde la dicha parecía concretarse en las imágenes más
diversas.
¡Qué hermosa lucía la pequeña puerta bajo su arco,
en la pared enjabelgada, resplandeciente, arriba de la Tercer anexo
escalera qLle se extendía e¡r sombra ante la casa, con las
calabazas y las panochas alineadas a los lados!
A media mañana disfruté con una vista en el llano Un cuadro del deshielo del Elba,
de Pirna. ¡Un campo de nabos en plena floración junto cerca de Dresde
a campos verdes de lino ya desflorado, el Elba festoneado
de prados, las montañas azules en tonos acerados, los
cúmulos cle plata en el horizonte!
Nor.,iembre, cuarto creciente. Por la rarde, cielo
enfoscado, gris, roto sólo en algunos lugares por una Era la mañana clel 14 de E,nero de 1821 cuando un
cieridad amarillenta hacia Poniente. En el E,lba, tras el cañonazo anunció que el hielo del Elba comenzaba a
puente, un barco costca la ribera desde hace rato, con la moverse. El cielo aparecia gris y brumoso, apenas algún
vela izada y fláccida. Todo oscuro; tras la vcla se abre perfil nuboso aquí o allá; soplaba una leve brisa del
un claro amarillento, brillante. Este; el trarómetro estaba bajando, el termómetro indi-
Más al Sur, la iglesia católica y el palacio, enorme- caba 6" Reaurmur. Con el segundo disparo, a las nueve
rxentc sombríos y nítidos; cletrás, un hato de nul-¡es y media, me fui al Mirador Brühl. En sus inmediaciones,
claras asombrosamente revuelto. el río aún estaba cubierto de parte a parte por la capa
de hielo, transitable aún hasta pocos días antes; aguas
arriba ya había zonas de corriente libre, y en los bordes
del hielo todavía sólido se venlan a amontonar unos
sobre otros, puntiagudos, los témpanos arrastrados desde
allí. El poderoso empuje de las masas superiores del
agua trabajaba sin descanso, aunque inadvertido, en el
fondo del río, hasta que al fin, por la parte de la otra
ribera, se abrió un agujero y la corriente arrastró
volteando una riada de témpanos macizos para apilarlos
de nuevo poco más adelante, donde la corriente recién
abierta volvía a ocultarse bajo el hielo. La violencia del
agua que irrumpía por aquella ribera también puso
finalmente en movirnicnto la masa de hielo por el lado
de a'cá, y en la ribera del E,lbberg se empujaban ahora

178 179
n

violentamente a tierra, unos a otros, témpanos anchos, situación se mantuvo así insistentemente un buen espacio
casi como una marea rompiente, congelada. Y luego, de tiempo, pero de golpe se hizo notar un sordo
otra vez calma. movimiento: más allá de la abertura por donde brotaba
Me sentí arrastrado a observar de cerca esas masas la corriente, masas de hielo de dentados perfiles se
de hielo y salí hacia el Elbberg. Allí me deruve ante los alzabtn y se hundian; la trinchera que se había formado
lienzos de hielo recién arrancados. Con un espesor que algo más arriba se hundió con un fragor sordo sobre sí
oscilaba entre medio pie y poco más de uno, su color misma, el agua irrumpió violentamente, y entonces se
era en parte amarillento y en parte un azul con irisaciones alzó de golpe toda la superficie helada, y un cortejo de
verdosas, y su exrensión iba desde los cuatro o seis largos campos de hielo, enormes, apacibles, cada uno
hasta los ocho pies. Detrás estaba la amplia, sólida capa con su dentada corona de témpanos amontonados, se
de hielo, horadada ya no obstante en muchos lugares, y püsó 'én movimientó siguiendo al oleaje del río en el
a menudo con témpanos más pequeños levantados en agua que crecía y crecía, corriente abajo, como nubes de
las grietas, a veces con ramas encerradas en su interior. tormenta que siguieran su camino. Esa forma de partir,
Aguas arriba, la corriente seguía hozando, y empujaba severa) sosegada, sin hacerse notar más que en el sordo
sobre los salientes de la orra ribera una monraña de fragor de los témpanos y el crujir de sus bordes al
hielos. Alrededor y a mi lado, los barqueros esraban desgajarse, en una superficie que durante largo tiempo
atcntos y afanosos. Varias lanchas del Elba estaban había parecido a la vista sólida y persistente, no puede
cuidadosamente alnarradas con maromas o mediante llamarse sino grandiosa, sublime. El reiterado tronar del
barloas a postes hundidos bastante lejos, tierra adentro, cañón señalaba a las comarcas de aguas abajo la llegada
y los hombres trataban de izarlas aún más a la ribera de tan temidas masas.
desde que sc había vuelto ya preocupanre el riesgo de Regocijado y fortalecido de verdad por tales estímulos
los hielos empujados por la corrienre. Contemplando del espíritu de la Naturaleza, hasta entonces desconoci-
todo esto seguí paseando largo tiempo por la ribera, y dos, y dando gracias a la buena estrella que me había
guiado a Ia ribera en aquel preciso intante, regresé a la
al cabo, entre unos puntales detrás de una lancha, ciudad.
advertí cómo por un pequeño agujero de apenas un pie
de anchura se alzaba del hielo todavía firme ,r, p.qrr"ño
remolino. Mientras lo miraba la abertura se ensanchó
más y más, y cada vez irrumpía más violentamente el
agua a cuya crecida estorbaba el peso del hielo, y en
poco tiempo, formó Lrna pequeña corriente de diez a
doce pies de ancho que empujaba sin rregua a la luz
témpanos y hielo del fondo, pero sin poder mover aún
ni la superficie de hielo que se extendía a su lado ni la
trinchera de placas heladas que se amonronaban unas
sobre otras más atrás de su punro de origen. La

180 181
ilfi
l.l
ll
l,t

i,
l,
I

i
I

i'

li

r;i

r{


t{
i4

lt
ri
t3

ft
*
ii
E.

t
r
i
!t

i1,

t:l
:lr

I)
r
soxaup o)uD uo) olunf
t
:t
,1
'a1tut pru??P vun
il
t
!
1

f
t-
t
I
I
I
I
I
i,
?

I
t
I
¡
I
¡
¡

i
i

',

x
:
,:

t l

i i
¡
t
I
1

,!
;l

Al sentirme animado a proseguir de nuevo tras largo ,l

tiempo nuestras viejas observaciones sobre el arte del


paisaje, no se me esconde que desde entonces mis pun- {
:,

tos de vista habrán cambiado aquí o allá, ni que mi vi-


t.
sión se habrá ampliado en alguna dirección, pero tamPoco Ji

que en la mayoría de los aspectos mi juicio y mis sen- ¡


timientos anteriores sólo se han reafirmado y aclarado
't

f
cada vez más. Por el contrario, desde la conclusión de *t.
aquella primera serie de cartas se me han ofrecido varias l
oportunidades para expresar repetidamente mi manera {;

de pensar acerca del arte del paisaje o de representar la :11

vida de la Tierra; así que me permitirás, querido Ernst,


,'Í:

I
que te presente lo que desde entonces he sentido y ano- :il
il
i':
tado a este respecto, para que lo pongas junto a aque- i
llas primeras consideraciones. En diversas situaciones de
la vida hemos sentido que no hay mayor felicidad para
un individuo que percibir en un ánimo amigo una reso- ,

nancia perfecta de lo que mueve lo más profundo de su


alma, y así, te hago entrega de estas hojas cuyo conte-
nido, en su mayor parte, no es nuevo para tt, a fin de
que permanezc^n para siempre en tu propiedad; ójala te
inciten también a hacerme amistoso partícipe de las
ideas que provoquen en ti.
Si tengo que añadir algo sobre el contenido de
cuanto aquí te envlo, te señalaré que habría que rePartirlo

185
entre Naturaleza y Arte. La primera parte contiene mento de nuestras anteriores conversaciones. Y con
algunos retratos de escenas naturales que me impulsó a esto queda cordialmente tuyo como siernpre
poner por escrito una necesidad impremeditada pero no
casual, tras haber excitado vivarnente rni espíritu lo TuC
insigne del fenómeno. Las palabras han quedado tal cual
manaron entonces de mi pluma, pues es difícil que
reflexionando se encuentre para cosas de ese tipo una
expresión rnejor que la que les dió antes la primera
impresión vívida; sino que sólo tratando con cuidado
ese hálito fresco puede lograrse a veces evocar con
alguna veracidad, en el alma de un lector receptivo, el
color y la cálida viveza del fenómeno original mediante
unas tristes letras negras sobre fondo blanco.
[.a segunda parte, la del Arte, contiene en primer
lugar una descripción de dos cuadr-os, uno antiguo y
otro rnoderno, a los que hay que considerar obras muy
relevantes en lo que se refiere a captación nítida y
objetiva de un cierto aspecto de la vida de la Tierra.
También. en este caso, tras una atenta contemplación
me sobrevino sin querer el impulso de poner por escrito
mis ideas sobre ambos, y creo que estas notas pudieran
servir como ejemplo de cosas que en mis observaciones
anteriore s se mencionaban tan sólo aforísticamente;
también el excursus añadido al comentario sobre el
cuadro de Everdingen pudiera ser apropiado para alejar
un malentendido respecto a nuestra anterior correspon-
dencia que ha surgido incluso entre algunos muy bien
dispuestos hacia nosotros, a saber, el de que la fiel
expresión de la verdad de la Naturaleza fuera todo lo
que se podría exigir de una imagen paisajística perfecta.
Así que luego, para acabar, sigue parte de una conferencia
sobre el modo correcto dc contemplar una pintura;
conferencia que cn su momento fue acogida con sumo
interés, v puede valer en ciertos aspectos como cor-nple-

186 187
la sigue en su camino en torno al So1, que hasta
dispendia la luz que recibe de éste vertiéndola a manos
llenas sobre la Tierra para iluminar sus noches oscuras;
pero esa hermosa relación mutua, basada en una similitud
íntima de sus nat¡ralezas, no designa una servidumbre a
N atwraleza la manera de un satélite, sino una amorosa ofrenda de sí
misma y una entrega incondicional, si bien quien se
entrega recibe en idéntica medida el amoroso influjo de
I la Tierra, y sólo gracias a él alcanza las condiciones
Claro de luna necesarias para existir. ¡Visto asl, se entiende más
claramente la asombrosa influencia de la luz lunar sobre
nuestro ánimo, el de los moradores de la Tierra! Pues al
igual que la Luna que ronda a la Tierra deterrnina el
pulso de las aguas, el flujo y reflujo de sus mareas, con
Bastión, cerca de Rathen absoluta certeza. la luz lunar actúa también sobre el
latido de nuestra vida anímica, sobre nuestro ánimo. ¡Y
28 de Octubre 1823 qué no resonará en las cuerdas de nuestra alma cuando
las toca un rayo de luna con su belleza tan diversa,
si no es Por una como el hálito del viento al rozar el arpa de Eolo! Hoy
¡Realmente no logro explicarme,
frlt, de gusto y delicadeza de nuestros astrónomos, que me ví llevado a tales consideraciones cuando volví a ver
llamen ala L.rn, satélite o incluso rrorona de la Tierrall después de muchos años la luz de la Luna vertirse en su
pre-cisamente en una relación pura claridad sobre las prodigiosas peñas de arenisca de
¡Porqué tendrán que Pensar
d" t.rbo.dinación, de servidumbre como ésa, entre cuer- la ribera del Elba, cerca de Rathen. Las masas de roca
pos ceiestes, cuando lo natural es reconocer un vínculo apiladas en forma de columnas' resquebrajadas, atroPe-
ie afinidad íntima enrre sus naruralezas, una atracción llándose unas sobre otras de manera tan peculiar, con
constante, Lrna amorosa influencia recíproca! Es cierto su rico tderezo de pinos de ramas serpenteantes, e
que la Luna ronda sin descanso a su amada Tierra, que incluso abedules y abetos rectos como torres, con sus
suntuosas vestiduras de líquenes y musgos y todo un
\ N. del L: Rcspecto a la naturaleza dc las relaciones nat,¡r¿les
mundo de variada vegetación que brota iaboriosamente
de la arena suelta, ofrecen un escenario adecuado para
,,r_,e aouí empieza a describir el texto, en lengua alemana la Luna
,-,o ., á.t -iimo género femenino que 1a Tierra, sino 'rasculino;
a mostrar precisamente los efectos de la luz lunar en toda
diferencia del gete.oso Sol, que es femenino' De este modo, su diversidad y con todo su nostálgico atractivo. ¡Qué
«rforoiÍl>>, qrr. ,í ," adecúa a la idea de subordinación o servidumbre, maravillas no habré visto esta noche, en el camino que
no incluye el mrriz de galán pertinaz que tendrian "rondador" t> sube hacia Rathen por los puentes de piedra, frente al
.moscón,, que en castellano son por alguna razón inusuales en
que llaman el Bastión! ¡Para etrrpezaÍ, imagínate al final
femenino.

189
188
del primer puente, apóyate en la peña que apunta al agitaba aquí o allá sus ramas en la luz de la Luna y
Elba, y rnira hacia abajo, en la violenta oscuridad del esparcla sus sombras fantasmales, inquietas, sobre la
abismo donde Ia corriente y la ribera discurren juntas
clara superficie; añádele un sordo, hueco tronar a lo
lejos que se repetía a menudo, producido probablemente
en la niebla nocturna; y ahora vuelve la vista a lo alto,
a las rnasas de roca escarpadas como torres' lívidas, al irrumpir las ráfagas del viento entre las grietas
serpenteantes de los farallones que se alzan a su antojo
bañadas por el claro de luna, que alzan ante tí sus cimas
aquí o allá: en pocas palabras, te lo repito, quien goce
en el ocuro cielo de la noche, rodeadas de estrellas descubriendo los misteriosos efectos de la luz lunar en
como coronas! Luego, mira al frente, hacia el sombrío
toda. su belleza
paso abierto en la roca al cabo del puente, a través del -y qué
disfrutaría con ellos-.,
ser humano de verdad no
no descuidaría buscarlos también
cual, como de velos grises de niebla, se ve una anchurosa
alguna vez en esta peculiar naturaleza montañosa, y
leja.nía", y en su punto más alto, el Rosenberg. Imagínatc
encontrarla algún nuevo gozo que añadir al "mundo
que la Luna se esconde en ese momento tras un peñón hechicero en resplandor de luna que cautiva el sentido
que sobresale de la roca, cubierto de musgos y matas sin remedio"2.
ciecidas, y no se ve otro que su pálido resplandor
dorado como el nirnbo en la cabeza de los mártires, que
el musgo se recorta en los bordes del peñón en una
línea nítida, delicada, resplandeciente, sobre la que hoy
todavía brillaba la frente csplendorosa de Júpiter.-- y ya
habrás percibido ur-ra riqueza más que suficiente de
imágenes, ¡y na obstante, a cada nuevo paso la escena
cambia y forma un nuevo y excitante cuadro! Destaca
entre los demás uno, cuando descendí hasta un saliente
plano de la roca sobre el Elba, y apoyado en el alto
muro de piedra que me ocultaba la Luna, contemplé a
su luz la serranía atravesada por la corriente del río. En
ese calma y soledad profundas me eml¡argó un espíritu
de despedida, y aquel paraje gris verdoso quc yacía ante
mí me pareció casi un cadáver que persistiera en no
desaparecer, obstinado frente a su paulatina descompo-
sición. Fue una sensación de una especie maravillosa,
como apenas puedo recordar haber tenido nunca. Y
luego, de nuevo lo fantasmal, en la profunda garganta I En el mismo sentido, recuérdese en los vcrsos finales del
de roca, al verse entre las más oscuras sombras de las texto que es un .mundo" femenino en alemán (die \Xzelr) quien al
paredes a pico frente a paredes pálidas bañadas de resplandor cie una luna masculina nos hace perder irremediablemenre
el sentido.
claridad, rota su lisa superficie por algún abeto que

1.91
190
través de los tilos jóvenes, aromáricos, hacia la subida al
monumento, me retuvo la calma honda y clara de las
henchidas masas de follaje y las nítidas líneas del muro.
¡Y cómo se realzaban, llenas de color y aun asl en una
profunda penumbra, conrra el cielo, que aún iluminaban
II los últimos resplandores del sol, ya escondido!, ¡habría
sido materia para un estudio detallado! ¡Y luego, en el
Anochecer Mirador, el claro espejo del Elba con el colorido
profundo de sus tranquilas riberas! Me recordó una vez
más, como desde hace mucho tiempo, a Italia y a los
Octubre, tras la luna nueva, 7'827 tonos profundos de los primeros cuadros de Giorgione
y Tiziano. Casi no reconocía aquel paraje, y anduve
Anochecer a las seis, volvienclo a la ciudad desde el sumido en una tranquila contemplación sin adverrir
Este; tenue, la luna nueva en la atmósfera grisácea y apenas el l¡ullicio de los paseanres. Era como si estuviera
azrtlaáa, sobre el Groper Garten; un cirrostrato se viendo un cuadro antiguo, cegado y muerro, que de
recorta con nitidez entre la Luna y el dorado del pronto respiandeciera otra vez con toda su viveza. de
crepúsculo, sobre estratos esponjosos. Las montañas colorido al rascar el barniz.
lejanas, azul violáceo, las zonas arboladas del jardín, Cuando volví la visra desde el puenre hacia el
más oscuras; más lejos, franjas verdes y campos de un Mirador y junto a la cúpula de la Frauenkirche apareció
pardo oscuro violáceo. Qué efecto tan severo e intenso la Luna, blanca y resplandeciente en el oscuro azul del
hacen juntos esos bellos tonos tan fuertes... me recorda- cielo, me vino a la memoria cómo había estado contern-
ban a los nítidos perfiles de un cuarteto de Romberg plándola maravillado una vez) a esas mismas horas,
que había escuchado unas noches antes. Un hato de junto a Ia catedral de Siena. Luego, desde el ensanche,
ovejas de regreso al redil desde los barbechos, iluminado rnirando hacia ia Puerta del Elba, ¡con qué niticlez se
en mate sobre la tierra oscura por el reflejo del cielo, dibujaba el esbelto edificio de la iglesia católica con la
hacía un buen efecto en el conjunto. Puerta como marco, con qué colores tan densos, al otro
lado del agua! Y cuando volví en la barca aguas arriba,
otr^ vez hacia el Elbberg, ¡a qué observaciones ran
diversas no darían pie el último arrebol de la tarde, el
Julio de 1832, poco antes de la luna llena rielar de la luna en el agua y el colorido claroscuro del
puente y la ciudad! Por último, rras rornar rierra,
¡Qué atardecer más maravilloso!, ¡tras un largo parado aún y contemplando una maravillosa vista de los
período de lluvias, se entró un tiempo cálido y limpio, árboles del parque a rravés de un arco del puente, rne
como un nuevo amor en un pecho medio muerto! Al recreaba en la franja verdosa, brillante, de la superficie
atardecer, paseo por el Mirador. Ya cuando llegaba a del Elba, y disfrutaba con la cornposición pictórica de

192 193
las barcas y las artes de pesca, cuando me volví a mirar
a mi alrededor, y me ví frente a un admirable grupo de
marineros sobre uno de los grandes lanchones del Elba,
iluminados por el chisporroteo del fuego en que los
lrombres se ocupaban de la cocina.
Las llamas mismas, blanquecinas, quedaban ocultas Arte
por las altas bordas de la lancha que se hallaba delante,
sólo la ltz roja con algunas chispas producía un efecto
lleno de fuerza, al reverberar sobre el rnástil y los III
lrombres, rea.lzada aún n-rás por las preciosas masas de Sobre un paisaj \
I

sornbras que se recortaban ante el cielo de levante, cada (imagen geobiográ[ica) de Crola' t:

vez más hundido en la oscuridad, ¡rara vez se forma una


i

composición tan afortunade!


i

¡El alma humana es un árbol milagroso! Si los


árboles corrientes producen y hacen germinar flores y
frutos de una sola especie, el alma de los seres humanos
produce mil tipos de flores a un tiempo, y rniles de
frutos diferentes pueden alcanzar en ella poco a poco la
madurez. Con todo, inciuso en el alma del más favore-
cido tampoco toda flor saca fruto, ni todo fruto que
brota crece, ni todo fruto que crece alcanza necesaria-
mente su plena sazón de tal modo que vuelva a esparcir
la simient e capaz de inflamar nueva vida. Pero cuando
un ser humano cuyo interior floreció, abierto, alguna
vez, sin llegar no obstante a dar fruto, se ve renacer en
otra alma humana, y crecer allí con alegría y por fin
producir el fruto más hermoso, entonces se apodera de
él la dicha sublime de que sólo la humanidad sea el
verdadero ser humano, de que ia idea a la que él no
logró dar forma sin embargo no por eso se haya
perdido, y de que una elaboración sin descanso de
cuantas idcas hayan formado parte alguna vez de lo

I Adquirida en lSlf por el Sáchsischen Kunstverein (Asociación


artístiea de Sajonia).

194
195
t
I
I
;
1

auténticamente humano será, tendrá que ser la tarea alternan con hondonadas de juncos y se adornan con I
I

más propia de la humanidad en todos los tiempos. islas de tupido arbolado. A mí, en concrero, no se me
Algo similar sentí yo hoy al contemplar una imagen olvidará jamás una visra que me proporcionó un viaje
geobiográfica enviada por Crola desde Munich. Digo desde Munich, al pasar Kempren:^la superficie azulada, f
imagen geobiográfica por remitirme a lo que ya había del Ammersee rodeada por loi cañaverrl.r de sus riberas, :i

expresado en cartas anteriores acerca de la pintura de contra el fondo ultramar de los Alpes tiroleses.
paisaje y de su tarea en el futuro, pues en ese cuadro hay
¡Pues bien, es en una Naturaleza asl en la que nos t:

algo más que paisaje. Trataré de evocario de memoria. introduce el cuadro de crola! Nos enconrramos en una i
¿Quién que haya podido comparar los paisajes de
I

tarde de principios de Septiembre, más o menos, en una !

diversas comarcas con los sentidos despiertos habrá c.olina qüe asciendé sin áip diéia y por la que dir.,r.r", ]r
i

dejado de advertir el carácter peculiar de esas comarcas dos senderos, cubierta por.rm p."di.a que a la derecha,
ii

que, en sus moderadas alturas, se anuncian ya a a;nzada donde el terreno se hunde, u, * dri .r, un ancho
de cordilleras más altas? El suelo, formado en parte aún
.

carrizal sobre un lugar panranoso cubierro de ju,cos


por terrenos de aluvión, pero en parte ye y cl.da vez (Arundo phragmites), y es ahí donde se reconoc i ,l^r^_ :
más por rocas sedimentarias, rnuestra un carácter mar- mente en la tierra desprendida un terreno de marga con ¡.:

cadamente distinto en su vegetación. E,l sustento del


t

sus redondeados conglornerados de caltza,. La faldl de la !'l


,l
matorral escasea, los árboles grandes pierden las ramas colina, que cruza en oblicuo y se exriende ampliamente ir

superiores, y el ramaje se desarrolla nudoso y desmeclra-


!1

ante nosotros, sustenta algunos robles viejos, bastante i!

do. En el suelo se forma ya un indicio de lo que serán desmochados en sus copas, y unos cuantos más jóvenes
¡r
:i
las praderas alpinas, ralas y cubiertas de heno; en los il
a los esa altura no- ha favorecido en su <lesarrollo, r1
parajes hondos se reúnen las abundantes aguas de las -que ,i
pues Io ralo de sus escasas ramas y la relativa escasez de ,]

altas montañas en lagunas verdosas, y desde altozanos


hojas apuntan a alguna rnerma en su crecirniento. LJno 't
todavía insignificantes el viajero contempla anchurosas
lejanías, limitadas habitualmente por altas montañas
de los úlrimos se manriene todavía erguido en ia :l
pendiente, rras el pantano. Más a la izquierda, por
azuladas en el horizonte que ofrecen diversas señales
sobre el clima que reina en ellas. Quien haya atrlesado
delante de los robles, se alza penosamentá un
Baviera se acordará de numerosos panoramas de este salpicado de líquenes q*c' señala maravillosarnenre "n"t.ola
estilo, sobre toclo en las comarcas situadas entre Munich cercanía' de comarcas de alta montaña. Si volvernos
y los Alpes, donde las suaves elevaciones de un terreno ahora la vista a la derecha, hacia la cresra de la siguiente
rico en margar, cubiertas por un verde abundante, colina, nos tropezamos en primer lugar con una pequeña
elevación cubierta de mrtor. al a li derecha d"l iodo,
2 N. del L; El original se reficre
mientras que hacia la mitad aparece de nuevo una
específicamente al "Nagelfluh",
marga endurecida del terciario típica del norte de los Alpes; el
hondonada, con matorral y alguna que otra conífera,
nombre, lit. "clavos" o "clavijas" (Nagel) del "ds5ps¡rdero" (F[uh), que conduce nuestra mirada un punlo en que descansa
sc debe a quc la rocalla sobrcsale en las paredes a manera de cabe- con particular placer. Se trara^ de un lrgo azulado que se
zas de clavo. extiende en una amplia superficie co, dire.sa,
"rrr.rrrdrr,
196
197

I
cuadro, se encuentra el Sol, que hay que pensar ligera-
en cuya ribera más lejana comienzan las estribaciones de mente velado de nubes. Por el Este se ha formado una
las altas rnontañas para extenderse luego, envueltas en de esas leves tormentas de otoño (a cuyas nubes
un leve celaje y con todas las características de las rápidamente disipadas llaman los campesinos por aquí
cumbres alpinas, pero siempre planas en el horizonte (a Flogel3, y un viento fresco del Este lts aztza hacia las
causa de la distancia), hacia la izquierda por detrás de la montañas, mientras a la izquierda, detrás de los robles,
colina de los robles. vernos algunos nimbos qlre dejan caer aún lluvia, y
Si con estas palabras fugaces queda presentado en asomar sobre ellos algunas crestas tormentosas; por
alguna rnedida lo básico, quiero decir, el material de contra, a la derech a y arrrba aparece un alegre azul en el
este fragmento geobiográfico, sin embargo aún falta por aire que la lluvia recién pasada ha vuelto diáfano, con
definir el espíritu, o preferiría decir el estado de ánimo algún que otro cúmulo que flota aún en las capas bajas
en que ha sido concebida esa naturaleza, y sin duda es de la atmósfera, en tanto que otros expresarl ya su
lo que más se resiste a ser captado en palabras; pero tendencia a disolverse en las zonas más altas mediante
pese a todo puede que éstas incluso tengan sentido para sus formas alargadas y esponjosas. Al lejano horizonte
quienes hayan tratado de observar a menudo en la habría que llamarlo claro, aunque levemente nublado, y
misma Naturaleza los afectos y pasiones de la vida si prestamos atención al tenue celaje sobre los Alpes
atmosférica de la tierra. Pero si me dirijo a ellos, lejanos, sabremos que hcrnos cie esperar un buen tiempo
entonces ya les resultará algo conocido cómo durante el duradero para los próximos días, así como por el
paso del verano al otoño, cuando comienza a acumularse contrario el colorido sombrío y los perfiles agudarnente
menos electricidad atmosférica, y ya no estallan tormentas recortados suelen señalar inequí-.rocamente que va a
violentas, no obstante se condensan a menudo pequeñas entrar mal tiempo. ¡Y qué lozanos aparecen tras el
masas nubosas (cúmulos) como resultado de la concen- corto chubasco el verde de la pradera y los robles, que
tración eléctrica, sobre todo en las horas del mediodía, ya amarillean aquí o allá!, y con que gracia adornan en
cuando la tensión de la luz sqlar aumenta la electricidad la sombra de los robles las manchas del aglla que
atmosférica; y asimismo, cómo tales cúmulos producen reflejan el cielo en las huellas y las rodadas de la senda
con sus sombras diferencias de temperatura y corrientes que va hacia la izquierda por la colina, y de qué forma
de aire, e impulsados luego por ellas pasan raudos sobre tan exquisita el fondo retrocede así ante las masas,
la cornarca, descargando en ocasiones recios aguaceros y fuertenrente realzadas, del plano medio.
descargándose de tanto en t¿nto con truenos aislados; fJna escena de la vida de la Tierra captada con tal
con lo que luego acaban por disolverse, y si no se profundidad y pureza encierra naturalmentc una deter-
opone ninguna otra excitación de ia atmósfera, no minada situación de elevación humana, y también en
arrastran consigo ninguna perturbación del clima sereno esto se acredita plenamente el sabio juicio del artista.
que habitualmente entra con el otoño- Tal es pues la
atmósfera en que el artista presenta ante nosotros ese r N. del T.: E,mparentado con volar; una trad
paraje.'Nuestro Punto de vista se orienta hacia el "fliegen",
aproximada por el sentido pudiera ser <<troneros>>.
b"r,", hacia el Sudoeste, Pero por la izquierda, fuera de
199
198
)

,l
,$

,t¡

i,i
i.
.:

(\(aterloo, siempre tan atinado, aún creia necesario altos para la pintura de paisaje, de la que en épocas más ,i

por., algunas figuras mitólogicas entre ellos para aumen- tempranas sólo se entendieron algunas de sus facetas; sí,
i", inlerés de sus robles). Un antiguo crucero con si en el cuadro que aquí se ha comentado hubiera aun
"l
techumbre en el camino de la izquierda, del que sólo se un poco más de sensibilidad, en el primer plano y en el
ve un costado, insinúa ios usos de antaño en Baviera y medio, a los tonos del aire y de la atmósfera infinita-
aumenta el grado de localización del cuadro, y un mente estimulante que recubre todos los objetos de la
pequeño hato de ovejas magras con un Pastor que' Naturaleza, y si un poco más de vuelo hubiera evitado
o.ioro, ha buscado cobijo del aguacero bajo los robles, esa cortante nitidez en los objetos más voluminosos del
puede darnos a entender que comarcas de este tipo primer plano y del medio, no esperaría ni un instante
prr.d., tener un alto valor para- el artista, aun cuando para equiparar este logro'con los mejores de Ruysdael, e
io, prometan Para ellas un aprovechamiento incluso anteponerlo a algunos cuadros del maestro en
".orro-istas
bastante escaso. cuanto a exactitud en el estudio de los detalles y plena
Contemplo 1o logrado de la ejecución, la plena conciencia de los objetivos y significado de los propios
veracidad d" ho¡rt y iarnajes, la claridad con que están esfuerzos. ¡Quién sabe que otros logros nos mostrarán
aún las próximas obras de este artista!
tratadas lr, ,rrÉer, el sentimiento con que vibran los
colores en la leianía, y la clara conciencia que' pese a
rodo, vivifica la creación y organización del artista: una )

conciencia que le Protege de errores que surgen aun en


las obras ,rá, ,..rtrdas de pintores de la época ingenua'
(Por ejemplo, en la mayor de las obras de R'uysdael que
t-r"y .Á la galería de Dresde: ¿quién no se ha sentido
*ál.rao po. "r, pieza acosada en mitad de un agua
inmóvil, .orro congelada' qlre se añadió con la aquies-
cencia del autor?). Contemplo todo eso, y entonces me
vuelve la tdea que a menudo ha flotado ante mi mente:
a saber, que ,r.r"rt., época y las posteriores están
llamadas p.t" , todo a un tipo de logro artístico que se
relaciona con los de tiempos anreriores como la singu-
laridad cl?i:a y hermosa de una naturaleza humana
madura y desarrollada con el encanro inconsciente del
niño, es decir, como algo perfecto con algo imperfecto'
Aunque se pueda decir y discutir mucho sobre esa
afirmación y o..r, por el estilo' confieso de todas
formas que mi íntima convicción es que- hay que esPerar
irdefectiblemenre de los tiempos venideros logros más

200 201
sombrías de las nubes en ia apacible luminosidad diurna.
F.l artista se ha propuesto aquí captar tal atrnósfera en
las horas de la primera rarde, y el tie*po pasado desde
los últimos días lluviosos, sin fuertes chubascos q.re
hay-an enturbiado la corriente, se expresa con clariáad
en lo crecido del torrente que forma .l p.rrto central de
IV la imagen. A tal fin no se ha elegido un paraje de alta
"Cascad¿,, de Everdingen rnontaña, sino un terreno quebrado, hundido entre
6 pulgadas de ancho, 5 de alto espeso matorral y pinares. La roca por la que se
despeña el agua recuerda, sin clemasiado iigor g"oiógi.o,
a las redondas masas estratificadas ¡Je caliza-del j.r.",
c-on1o las que conocemos en las riberas y picos .oioro,
cle los saltos del Rin, cerca cle Schaifhausen. A la
Para E,. izquierda del espectador, se extiende una masa rocosa
parduzca en claroscuro cubierta por algunos arroyos
¡Una obra digna dc la observación más detallada y laterales en su caída, con algu,or á.bol.s frondosos en
de una reiteracla reflexión! Déiame describirte para lo alto, entre verde mate y amarillentos, que c{an
empezar la escena, el momento de la vida de la Tierra amplias sombras. Cerca del salto principal del cánrro de I

que el artista quería representar con claridad, y hacertc la corriente hay una cabaña .r*r, de árbol,
luego partícipe de mis ideas sobre la diferencia entre la ^r^deá^.o.,
evidentemente un tosco intento aserradero construído
r'

antigua y la moderna pintura de paisaje, así conro entre con los limitados medios de las genres de la rnon taña, y
1o que es verdad natural interna y Penosa descripción castigado ya con dureza pór lo agresre del paraje. La
exacta al representar un paisaje, para que así puedas peqtreña chimenea y un palornar adosado señalan clara-
luego expresarrne con la calma y claridad que sueles en I-nente que aun construcciones tan pobres bastarlan a
qué concuerdas conmigo y en qué te formas otro punto nrenudo para dar algún amparo a la {ugaz existencia del
de vista. hombre. Un tosco paso a manera d" f,r"rt", hecho de
Quien haya parado a menudo en las comarcas mon- ramas cortadas, conduce a lo largo de la roca hasra la
tañosas del Norte a las que dan vida sus grandes rlos, cabaña, junto a la cual corre con fuerza por una grieta
conocerá bien una cierta atmósfera, particularmente en la peña un brazo de la corrienre que áebía pon"er en
propia de esos parajes, que surge en slrs cielos al final rnovimiento el mecanismo del pequeño as".."d".á. Luego,
del verano, cuando tras varios días de lluvia la atmósfera más abajo, hay un grarl pino caído sobre .l ,gu q"r"
se aclara al fin, y las nubes, apelotonadas en cúmulos, revierte en el curso principal, amarillento y; ..rir.
flotan a escasa altura y sólo destacan del azul desvaído ciiversas raíces y maleza que sólo destacan de la grrr.
del cielo frío con unos perfiles difusos. Se siente la masa cle sombra en leves claroscuros. Más a la clere-chr,
humedad en el aire, las refracciones de los colores son al fin, toda la masa de agua se derrumba con rrazos
débiles, y un gris perla virando a verde marca las t¡asas

202 203
boscosa en cuyos bordes aparecen aún algunas cabeceras
poderosos Por la pendiente.hacia nosotros' Una peña de piedra erosionadas, mientras a la derecha y más atrás
1.," ,o6r"rrl. d" lá cr.c,da 6acia el borde superior del unos pinos crecidos señalan el comienzo de un bosque
J;;;-pr.." Ias ondas sin rebullir la espuma; por el espeso, cuya umbría parece exhalar su frescor sobre
.o.rirr¡i, al pie de la cascada en la ribera dea acá' nosotros. Y así quedarían ya suficientemente expresados
estratos rocosos presentan salientes en torno
los
agua, tierra y aire en esa vida de la Naturaleza, pero
.rrl.. las formas redondeadas de las ondas se precipitan también era preciso insinuar al menos la vida humana,
io.*rrao vívidos remolinos, mientras qlre 4go y
más
otra en las formas que suele adoptar en tales circunstancias.
,áJrra., en el primer plano, una roca grande por restos I-o que viene dado, en parte, por los magros montañeses
rnás pequeña, amarillenta' cubierta en Parte que vemos al otro lado del río por la ribera boscosa;
á" ¿iU.i"t derribados hace mucho, romPen la espuma lo mientras a la izquierda, en la gran roca sombrla, aparecen
batida en formas de lo más vívidas y variadas' ¡Pero retr¿tados otros en el sendero que lleva a la cabaña,
.e cleja decir con palabras es cómo toda la
;;;-;; dedicados a diferentes faenas necesarias en la forma de
il;g"; .rtá "r'prpada cle ttt'' ut.td'd ,atural
que
captada
vida de esas cornarcas, trabajando la madera, etc.; sin
ir;;"; lo rnás hánáo, ni la sensibilidad con se ha
olvidarse de un pequeño hato de magras ovejas y cabras
p"..iUia" el apario.,,do revolverse unas en otras las sobre un peñasco saliente. Y en parte tanrbién por el
masas cl¿roscuras dei elemento húmedo
en descomposi-
techo de Lrne cabaña que se alcanza. a ver tras las
ción! Ni el magnetismo que mora en tales saltos de
sombras de los árboles, en la parte superior izquierda
;;;;, , n"" "r, i, mente d"l t'i';tto que desde el borde
del cuadro, con un pequeño tejado donde una campana
á? fr'.iÉ"r, mira abalanzarse las ondas al profundo insinúa que algunos de los dispersos habitantes de la
vacío despierta sin querer una nostalgia de hundir
montaña quizás se reúnan aquí en días señalados para
también en ese frío elemento todas las penas de
una
elevarse, :rlrnque quizás con cierta torpeza, hacia un ser
."i''.".i.dealgúnmodoatormentadaíntimamente. más alto, y encontrar así el único consuelo que pueda
Ñ nrt aquí de'"ras olitas zigzaguea;ntes, pulverizadas'
ayudarles a soportar hasta el final las penalidades de una
que vernos en algunos t"d'o' modernoslr pero el existencia miserable y lastimosa.
fl,do, lo arcaico áel fenómeno, está captado con una Si dcbo expresarme ahora con más precisión sobre el
pr"i""ai¿ad genial, y su rePres.entación hace más que peculiar tratamiento del tema que se deja ver en esta
cualqrie. ot.á .ou Para que- el espectador sienta con obra cle arte singular, he de hacer notar para empezar
.f"tiára la idea d. .r, vida del "g"'' Pero luego' poralgo
así
cómo surge una diferencia notable, sobre todo en
J..1, .o*o si no pudiera faltaile algún sosiego'.de ese
,l á,ri,,o en gue la contemplación ¡-roesía, pero igualmcnte en las distintas artes y en la
;;;;";li;o, la inquietud pintura de paisaje en especial, según que se pueda
turbulento ,.ro,'*i"'lto h' t'echo aumentar reconocer una tendencia subjetiva del artista, un impulso
del oscuro abismo'
interior, se nos muestra por encima a ventilar sus propias situ¿ciones internas, o impere una
ii;;-,i;;h, por una c1"' L', tranquila aún' la superficie
como hacia un tcndencia puramente objetiva a reflejar la vida exterior.
del agua que marcha hacia la pendiente
Comparamos en esta perspectiva el arte del paisaje
destino inexorable; y al otio lado' la llana
ribera

205
204
I

it
antiguo y moderno, y enseguida nos percatamos de que la Naturaleza. ¡Q"é distinto el afin de un ánimo
diveigen precisamente en esas dos direcciones, en parti- sosegado en sí m.ismo, o jamás despierto a la nostalgia,
cular si se habla de obras de arte destacadas; puesto que en el que un placer incondicional pá. los fenóme.ros áel
si el artista moderno, oprimido entre los engranajes de mundo y por la misma actividad de dar forma infunde
una época de rápidas y singulares transformaciones, con el impulso a represenrar con los medios que el arte
la e*áitabilidad propia del talante poético ha de sentir ofrece ciertos fenómenos de la vida de la Tierra! Aquí
necesariam..rt" *á, honda su herida, surgirá así en él la es casi corno si el ser humano se desprendiera de sí
necesidad de dar yoz a su dolor en su arte. El puede mismo, lo que del exterior le excitaba en virtud de
decir con Tasso: alguno de sus rasgos interiores sin aclarar se le vuelve,
reproducido, tan claro como nunca; el artista por así
"Y si callan en su dolor las bestias, decir se enamora de la Naturaleza, y toda pequeñez que
un Dios me ciió con qué decir mi perá», advierte en ella le resuha significariva, no quisiera
perderla nunca y así surgen esas imágenes ante las que
y de ahí que la expresión predominante en esas obras uno se olvida del artista, y que nos proporcionan al
El impulso a salir del encarcelamienro
sea cle nostalgia. contemplarlas una sensación similar a la que le debemos
de una situación presente, aun a riesgo de tener que a aigunos momentos especialmente impresionantes de la
entregar una vida asl, ha producido un montón dc misma vida de la Naturaleza. Y una vez más, con esto
ob.rr d. arte sernejantes. Lápidas y crepúsculos, abadías tampoco se quiere decir que obras de ese género tengan
derruídas y claros de luna, imágenes de niebla e invierno que ser necesariamente espejos de la Naturaleza; al
al igual que sombríos bosques con escasas rendijas de contrario, muchas veces pueden comportarse con plena
cielá azul, son los acordes de la queja de una existencia independencia en cuanto a estilo y representación de los
insatisfecha. Con esto no queremos decir que no se detalles, pero el meollo de la cuestión sigue siendo
hayan alcanzado a menudo hermosos logros, e incluso permanentemente el objeto, asl como en el primer caso
algunos extraordinarios, en esa dirección, ¡antes- bien, es el sujeto quien constituye el centro dcl conjunto.
q"" no se debe olvidar que esa poesía del dolor ha Si con la descripción anterior de la ol¡ra de arte de
inaugurado una nueva faceta del arte del paisaje, hermosa E,verdingen he logrado presentarre una imagen en alguna
y peculiar! es sólo que no se debe desconocer lo mucho medida vívida del tema y del tratamiento, rendrás claro
q"" esa tendencia difiere de la objetiva e imparcial' entonces que hay que contar csa obra entre las cle
Hasta se puede establecer que no tendría por qué segunda fila. En realidad, es un puro reflejo de un
prevalecer necesariamente en ella un sentimientc, doloroso fenómeno que se repite un sinnúmero de veces bajo la
todm las ocasiones' Pero aun así se puede observar capa del cielo, casi a modo de pulso en las venas de
"r,
constantelnente que lo que se persigue con el cuadro es nuestra corteza terrestre, y allí donde nos percatamos
causar efecto sobre el ánimo más que rePresentar la de él con cierta intensidad, nuesrra atención queda
verdad de la Natwraleza captada con sencillez, y que el retenida. Aquí no se ha pretendido sino suscirar fresca
cuadro es así más símbolo y jeroglífico que estampa de y viva en el espectador la idea de esa vida natural, y del

206 207
particular estado subjetivo del artista no aparece sino el cáscara se convertiría en algo fresco y saludable. Preci-
ientimiento de claridad y paz interiores mediante el samente eso pasa también en las artes plásticas, y sobre
cual fue ca;paz de realizar un retrato semejante; y así la todo en el paisaje. Donde vemos con frecuencia bastantes
obra viene a alinearse con toda dignidad junto a un cuadros que son un mosaico de estudios del natural,
Ruysdael, un Claude o un Smanevelt. Con todo, h,y desarrollados con gran precisión. Aquí unas rocas con
algo aún digno de observar en ese cuadro, y es su sus musgos y sus helechos, allí un tronco con sus
particular libertad en el tratamiento del tema, en el que, mismísimos colores, un follaje en el que se distingue
,ro obrtante la frescúra y la fuerza con que aparece la con toda nitidez si se trata de robles, olmos, arces u
idea de- la. Nlturlleza, ni se busca ni se da una rePro- otras especies, un aire del más hermoso ultramar y una
ducción minuciosa del fenómeno hasta en los mínimos hierba tan verde como pudiera desear un economista: y
detalles. Aquí radica una distinción notable y digna de con todo, cuando el ojo busca luego la unidad, el
atención así para la poesía como para las artes figurativas, sentimiento básico, la idea de la vida natural en el
plres si se compara por ejemplo a Shakespeare con conjunto, busca en vano, los colores diferenciados e
Calderón, resultan una diferencia y una semejanza esen- inarmónicos hacen daño a la vista, y al cabo nos damos
ciales entre ellos en sus más hermosas realizaciones; la la vuelta, a lo sumo con algún gélido elogio de la carne
diferencia se expresa en que, mientras en Shakespeare que se ha puesto en el asador y de la precisión de los
los caracteres aparecen con una tal veracidad en los detalles. Y sin embargo, en realidad es el error más
detalles que somos caPaces de reconocer, hasta en los particular del artista creer que sólo necesita caligrafiar
rasgos más finos, la fisonomía de su ser y su actuar' en parte por parte un paraje para tener el conjunto, y que
Caiderón por' el contrario es más lo genérico que lo con sus diferentes figuras tendrá ya inexorablemente
individual del carácter lo que se retrata, y faltan los arrapada y representada la idea básica del conjunto.
rasgos más marcados que podrían exPresar precisamente Alguien así no siente nada de la vertiginosa transforma-
lo personal. En lo que concierne a su semejtnza, por ción de todos los fenómenós, ni reconoce por ejemplo
.o.rt.r, ésta viene dada por el hecho de que ambos, que toda la armonía de un paraje existe sólo en el
irnpulsados por su auténtico genio, han sabido atraPar momento y el momento siguiente ya produce necesaria-.
1o más hondamente significativo de la naturaleza humana, mente una modificación de la atmósfera general. ¡Basta
y al hacernos visible la idea de la humanidad, nos elevan pensar en'la luz y en los rniles de maticei que reiultan
y nos fortalecen. Si por el contrario tratara alguien (y lo del cambio de posición del sol, del cambio de tempera-
han intentado grandes desconocidos y pequeños conoci- tura, del paso de las nubes y la mayor humedad o
dos) de hacernos ver algún caricrer pintándonos los sequedad de la atmósfera! Ya sólo con eso es imposible
detalles sólo, la figura, los rasgos del rostro, el color del atrapar uno tras otro los detalles de cualquier escena
cabello, sus expresiones habituales, las peculiaridades de natural con una misma luz. Así que el ojo corporal no
su vestuario y de su entorno, sin haber captado la puede ser aquí el único guía, ha de venir en su auxilio
profunda aflicción del espíritu humano, sabríamos de el del espíritu si el artista ha de ser capaz de retener y
po.o qrr" agradecerle, y al f¿ltar el meollo tampoco la troquelar en sí misrno un momento de la vida de la

208 249
Tierra, und escena en su significado interno y su poco detalle la vida natural, sino de que aprendan como
brindarno s tdnto de su meollo, y no crean que un
sentido propio, y de sacar luego de ese sentimiento la
vibración común a todos los elementos de su obra; sólo zurcido de estudios del natural puede servir alguna vez
entonces será capaz de ofrecer un conjunto que de
de base a una verdadera visión de conjunto. ¡Por lo
demás, desearía que hubieras visto ese Everdingen pre-
verdad se corresponda con la Naturalez a, y de evocar
cisamente en aquel entorno en que 1o ví yo, entre
firmemente la vida de la misma incluso con un mínimo
paisajes recientes de todo tipo, algunos muy flojos y
de desarrollo y de rigor en la reproducción de los otros de los mejores! Sería bonito que hubiérarnos
detalles. Precisamente en ese sentido me parece impor-
podido repasar en una conversación todo aquello sobre
tante y muy rico en enseñanzas el cuadro de Everdingen.
Si observas detenidamente el tratamiento, puede que lo
lo que me he extendido fatigosamente por escrito,
seguro que entonces algunas de éstáS CiiS᧠est¿ríari más
taches de muy holgado, sin perfilar aquí o allá, de cl¿ras y más fáciles de entender. ¡Así que de todas
cuando en cuando casi como de papel pintado. En el formas tómalo con benevolencia! alrnque el habla y la
follaje de los árboles no se puede distinguir si se trata escritura tengan que presuponer lo mismo que el cuadro
de olmos, robles o encinas, sino que un contorno un ánimo reccptivo capaz de completar lo inexpresable
amplio y aireado insinúa en general esas especies, sin de una idea, de desarrollarla más, y de realizar así
definirlas más en detalle. Igual pasa con las rocas. Sólo verdaderamente la intención de lo comunicado.
los pinos, por cuanto los señala su tipo tan característico,
aparecen definidos con claridad y belleza, bien que Y con esto quedo cordialmente l-uyo
igualmente sin muchos detalles y con cierta holgura.
Pese a ello, se siente en todos esos seres un puro hálito
interior de vida natural, y aunque de todas formas yo
prefiero sustancialmente un cuadro de Ruysdael, donde
a esa verdad de fondo siempre vienen a sumarse las
marcadas caracterlsticas de los objetos individuales, he
de manifestar en esta ocasión sin reserva alguna que yo
también iria poco servido con esa precisión si no
estuviera también allí su núcleo más propio, esto es, si
el autor no hubiera logrado captar plenament e un
momento, un instante de la aida de la Naturaleza. En
este sentido por lo tanto llamo rico en enseñanzas al
cuadro de Everdingen, porque nos señala qué merece
ser llamado meollo y qué cáscara en una obra de arte
del paisaje,
'a
y porque puede errojar alguna luz en sus
esfuerzos los artistas jóvenes: no en el sentidor por
ejemplo, de que ellos también deban ofrecernos con tan

2to
2tl
poder captarse bajo innumerables asPectos, en que cada
uno de ellos puede ofrecer una cierta consistencia y
desde luego ocupación abundante y material para
múltiples reflexiones, y finalmente, en que en cada caso
particular el observador suele captar el aspecto que le
V parezca más afín o semejante a sí mismo. De ahí que si
Conferencia sobre el modo correcto en otras situaciones se nos viene a la memoria la
de obse rvar una obra de artel sentencia oel hombre es lo que come>), se pueda afirmar
aquí que en un sentido aún más profundo el carácter
peculiar de un ser humano se da a conocer, incontrover-
tiblemente y con especial claridad, en su manera de
captar y retener una obra de arte; tan es así que, de
Al verme de nuevo,cediendo a los deseos de varios querer llevar en broma aun más lejos la comparación, se
amigos, ante la oportunidad de dirigirme a esta reunión podría incluso decir que ver, contemplar y captar la
de arnantes del arte, entre los diversos temas que se me obra de ¿rte es también una forma de comer, sustentarse
ofrecían pensé aprovechar esta oportunidad para expresar y nutrirse el espíritu -pues con toda rtzón hablamos
algunas ideas acerca de la contemplación de un cuadro y lo mismo aquí que allí de gusto y placer-, y lo mismo
someterlas así a un exarnen más detallado. Pues a quien en ciencia que en arte, iay de quien descuide nutrir su
haya visitado diversas galerías, a quien haya querido espíritu y su ánimo con una dieta sabrosa y saludable!
dedicarles alguna atención a las ricas galerías de por pues su alma se desleirá con toda certeza' en una nada
aquí en un hermoso día de verano, cuando se rerlne en anémica, como se marchita necesariamente el cuerpo en
ellas un público ansioso de ver, no se le habrán escapado una atmósfera viciada y con comida pasada o insuficiente.
las formas tan distintas y a veces incluso asombrosas de ¡Pero cuán infinitamente distinto, como decla, no será
mirar un cuadro. Si dejamos a un lado 1o cómico, todo un género de disfrute del otro! Se puede aplicar aquí lo
lo que ofrece terreno para una ironía ya benevolente, ya que decía Goethe de los lectores en aquella bonita
honda y mordaz, y pensamós en los distintos modos en epístola: .Con los libros no es diferente; uno se busca
que suelen contemplarse los cuadros cuando hay un en el libro, y si es fuerte, se sumerge hasta empaparse
propósito real de entregarse con arención a ellos, aun en él y amalgama en sl mismo lo ajeno".
así se encuentra todavía una gran diversidad, que nos Pero en cuanto Pasamos a considerar con más
recuerda que una auténtica obra de arte ha de asemejarse profundidad las diferentes maneras de observar una
a una de la Naturaleza, desarrollada por sus propios obra de arte, antes que nada parece de suma importancia
medios, también en eso: en rener infinitas facetas y tener cl::.a y nítida ante la vísta una distinción que se
refiere a la obra como tal, y también a cualquiera de sus
I Pronunciada en el Sáchsischen Kunsrverein de Dresdc el 10 de aspectos que pueda ofrecerse a nuestra contemplación;
Marzo cle 1835. se trata de distinguir entre lo ;nterno, 9u€ podemos

21,2 213
llama-r el alma, o la idea de la ol¡ra de arre, y la I
manifestación externa de la misma según criterios histó- dibujo, el interés histórico o cosas parecidas, y tienen I
ricos, de estilo, corrección, veracidad, cromatismo, poco o ningún sentido para la misteriosa vida anímica t
t

elección de un rema adecuado, etc. Desde luego que lo interior cle la obra de arte. E,n relación con nuestro I

que llamamos aquí la idea, el alma o la mónáda de la tema, quizás no fuera del todo errado llamar a los t,

obra sólo llega a aparecer mediante aspecros exrernos primeros almas artísticas y a los segundos conocedores
como los mencionados, estiio, veracidad, ilr_rminación, del arte; y entonces se ve que, con una conjunción :

etc_.; ¡y con rodo, hay algo ahí muy peculiar, asombroso afortunada de los astros, en una u otra de esas alrnas
y lleno de nristerio! Pues si p.estamos atención no artísticas despunta también el más perspicaz conocedor
po_demos negar que, al final, son precisamentc la fuerza de las formas y de la ciencia del arte; y asl como resulta
y la frescura c.le esa idea básica surgida en primer lugar innegable que el máximo disfrute en la contemplación
en el alma del poera o arrista lrs {ue cleterminarr, .rri de una obra sólo le sería posible al artista, por otra
corno r:na fórmula rnágica, rodo cuanto pueda llegar a parte es cierto que mucho más a menudo encontramos
ser con circunsrancias favorables la obra cle ,.t.; á.r,o completamente separados ambos tipos de disposiciones
e.s innegable la facilidad con quc se percibe la cornpleta respecto al arte. Así, seguro que cualquiera recuerda
clcpende,cia clel carácter de un honrb.e respecto , haber visto eruditos muy experimentados en la historia
resonancia fundamental que una mano ,.rp".i,r. le asignó "r, del arte y hombres versados en la técnica de las
desde la cuna a su mónada rnás íntima, ,l ,ú.1"o de" su creaciones artísticas ante los que, sin embargo, se tenía
más profunda vida anímica. pero, de ia rnisma forrna, el sentimiento de que ya podían desplegar cuanta erudi-
no podernos negar que existen entre nosotros seres ción quisieran sobre una obra de arte, que su sentido
humanos con Lrne naturaleza tan exquisitamente organi_ íntinro les seguiría completamente cerrado, y 7a ¡nisteriosa
zada que, a la manera de u., fórmula mágica en el interior de la obra jamás respondería
que llos
ofrece al momenro y con precisión "lect.,lscopio,
la t",rriór, a sus palabras; mientras que uno, por otra parte, se veía
positiva o negativa en el interior de los cuerpos "lé.t.i."
sin
sumido aquí o allá en el asombro al observar cómo a
dejarse engañar por las formas externas, tainbién^ se ven menudo un ánimo imparcial expresaba con toda nitidez
movidos a una cierta repulsión o atracción mas bien por su atracción hacia una obra de hondo sentimiento,
la secrera peculiaridad interna de una obra cle ,ra. o d" aunqlle quizás menos acabada, y se sentía repelido hasta
Lln hombre, en tanto que lo exterior, las cliferentes darle decidídr*e,rte la espalda por algun, ób., de arte
formas_ particulares de cada cual, sólo ejerce' sobrc ellos famosa, y muy excitante externamente por la riqueza de
un poder muy limitado... lo rnismo que por otra partc sus formas, pero no por ello menos carente de alma en
se clan también naruralezas sr-rperficiales y irri p.,.rÁ"n," su interior.
formales en las q,-re la impiesió, de una flrma, .lel Así pues, si al considerar los diferentes modos de
fenómeno exrerno, lo es caii todo, que sólo p."g.,rra"r-, contemplar el arte nos parece suficiente con distinguir
ante una obra dc arre-por aquello que se pu..le aprender, entre ambas posiciones, tendremos ya una base satisfac-
sólo se rigen por la p"rsp"ctirrr, l, .o.r...ió., toria para explicarnos una multitud de juicios conrra-
del
dictorios sobre obras de arte y justificar su correspon-
214
215
1

ción artística como aquélla que tenemos en mente, una


diente sentido. Pues con los cuadros sólo puede suceder
contemplación que influya en nuestra vida al formar
pese a todo lo que con los libros: que alguien, a
nuestro espíritu. En quien no se haya desarrollado esa
menudo, sólo se busque a sí mismo en ellos, y así
atracción hacia lo hermoso del arte, aquél a quien su
afloran tantos puntos de vista diferentes como persona-
carácter le haya arrastrado en otras direcciones, puede
lidades diferentes se dan entre los observadores... o bien
que uno tenga la fuerza necesaria para sumirse en el sin duda alguna ser un miembro muy resPetable de la
libro o en el cuadro y saber hacer suya la idea de fondo, sociedad humana, pues como dijo de pasada nuestro
y amalgamarla en sí mismo; e incluso al observador más Tieck en cierta ocasión, no es un deber cívico leer a
sensible, según qué faceta de su ánimo se vea excitada y Dante, y ya hay suficientes situaciones en que el amor
conrnovida, le sucede a menudo que no se ve conmovido íntimo hacia el arte es un perf,ecto horsdloeuvre; es sólo
de la misma manera que en otras ocasiones, o de forma que tales personas deberían ser consecuentes, y seguir el
parecida a la de otro, a resultas de la profundidad y ejemplo de aquel inglés que fué a Roma, y lo mismo
multiplicidad de la idea de la obra. con el Apolo del Vaticano que con Rafael en la Capilla
Me llevaría mucho más allá de los límites de esta Sixtina, etc, hizo que los empleados del lugar le dieran
exposición pretender desarrollar pormenorizadamente, los folletos para ahorrarse una visita inútil. Sin embargo,
siquiera en lo esencial, los diferentes modos posibles de todos hemos podido leer recientemente el viaje a Italia
contemplar el arte; y por eso, sin querer aburrir a mis de un hombre de negocios berlinés que, sumido en un
oyentes con una tal enumeración, trataré tan sólo de completo malentendido sobre su propia forma de ser,
describir en pocas palabras la manera que me parece quería proporcionarse alguna diversión con la contem-
más fructífera, persistente y educativa de pasar un rato plación de la Italia artística, y no encontró en tierra tan
ante una obra de arte, remitiéndome luego a algunos alabada sino aburrimiento y contratiempos, tedio y
ejemplos de arrótr.iones descriptivas, tal como tá hr., escasez; de modo que en cuanto volvió casi no tuvo
desarrollado ocasionalmente a partir de una observación tiempo para dar la voz de alerta a cuantos pensaran ir
atenta de este tipo. Hay una expresión magnífica de de peregrinación a Italia.
Goethe, Visto 1o cual, podemos permitirnos exigir como
primera condición para una fructífera contemplación del
Si en los ojos no hubiera algo del sol, arte una íntima afinidad anímica con el mismo, y esa
¿cómo iban los nuestros a mirarlo? brújula interna nos garantizará ya no perder el tiempo
Si en nosotros no urdiera el mismo Dios, con algunas insignificantes naderías que no tienen de
¿cómo lo divino a arrebararnos?, obras de arte sino el nombre; de modo que creo tener
que establecer como segunda condición esencial una fiel
palabras que podemos aplicar plenamente ¿l arte. Ese
entrega y un ahinco insistente que llegue a calar hondo
Algo inexpresable, esa peculiar nostalgia secreta de 1o
bello, ¡en una palabra, lo que he llamado antes ei alma en la obra. Un cuadro, como un libro y un ser humano,
artística! es 1o primero que ha de hallarse inevitablemente exige indiscutiblemente, si de verdad queremos que su
presente para que sea posible una auténtica contempla- espíritu emerja ante nosotros, una larga, Pura y completa

21,7
216
entrega que se torna una exigencia cada vez más difícil
de cumplir en nuestra época, en la que cada vez más su edad, el estado de ánimo y de espíritu en que
aparezcan representados, la acción o la pasión en que
hay que cargarlo todo en la cuenta de la fugaz excitación
egoísta del momento. Ya es un fenómeno raro que se
los vemos captados, son elementos qlle merecen el rnás
entienda en profundidad, se lea reperidamenre y se haga
atento estudio; y las mismas relaciones externas entre
propio el espíritu de un libro, obra del trabajo de ellos, la iluminación en que aparecen, la Naturaleza o
muchos años de un pensamienro, enrre la multitud de las obras artificiales de que los rodea el artista, su
los que apartan la vista con frialdad en un momenro de atavío y demás accesorios, se merecen una cuidadosa
lo que poco antes parecía cautivarles con vehemencia, y atención, a fin de reconocerlas como notas aisladas que
a cuya superficialidad.. ya le. suminisrran lo más apro han de contribuir a hacer comprensible el conjunto de
libelos y folletos en un sinnúmero de ediciones (aunque, una partitura armónica. Cuanto rnás penetremos en
la verdad, a veces uno preferiría llamarlas maldiciones2; estas cosas, tanto más consciente se hará en nosotros
así que a un cuadro, incluso al mejor, sólo rar¿mente le
acluella primera atracción inconsciente hacia la obra,
basada en una afinidad espiritual íntima, y estaremos cn
toca su parte de una contemplación penetrante y dura-
dera. ¡Pese a todo, parémonos a reflexionar con algo mejor situación para explicarnos aquel primer gozo ante
más de detenimiento en qué puede ser apropiarse por la idea de fondo, que resplandecerá con tanta rnayor
completo un cuadro, en el sentido que aquí le damos a claridad ante nosotros mismos; pero cada vez que se
esa expresión! Lo primero, evidentemenre, es que gracias
capta una idea nueva se amplía el patrimonio de nuestra
a una contemplación repetida tengamos completamente alma, y así aumentamos la única riqueza que podernos
clara la naturaleza y significado del objeto que represenra. llamar verdaderamente nuestra, independiente de todo
Si se trata de un paisaje, debe quedarnos claro en qué favor o desfavor de los hombres, y de cualquier hábil
escena de la vida de la Naturaleza se pensaba, así corno tejemaneje del que se nos pudiera hacer objeto desde el
el tipo de terreno, la naturaleza de las montañas que allí exterior.
aparezcan, el carácter de la vegetación, la estación del Quisiera finalmente unir a esto una tercera condición
año, el estado atmosférico y la hora del día; pues tales de toda auténtica contemplación del arte, y señalar
son las palabras con que ese ripo de artista cla forma a como tal una profunda atención hacia el carácter propio
su poema, y si no hemos entendido tales elemenros del artista, hacia su época, su pueblo y sus particulares
aislados, estaremos en el mismo caso del que le echa un talentos. Parémonos a pensar en que cada obra de arte
vistazo fugaz a un poema en una lengua que no auténtica es una especie de testimonio, de confesión del
domina, y justamente por esa rapidez a menudo rnalin- artista, que sigue siendo en todo momento una palabra
terpreta por completo el sentido que le dió el autor. Si en que se manifiestan una orientación o una clave
el cuadro es histórico, la individualidad de cada personaje, particulares de su vida anímica; de modo que por una
parte, sin duda, la obra misma es un jeroglífico del que
podemos concluir algo acerca de la época y de ias
2
N. del T.: F.l original juega con "Flug-blátter,, lit- "hojas características del pueblo y del alma del artista, si la
volantcso y "Fluch-blltter", lir. "hojas maldit¡s,.
hemos comprendido bien; pero por otra parte, tampoco
218
21.9
I
t
1

se puede desconocer que el rnismo cuadro se nos puede obra, a ser posible aún frente a ella, asl como intentar
I

ir acercando más y más desde muy diversos ángulos, aclxar por ese procedimiento todos sus elementos y
l

cuanto más empeño pongamos en informarnos acerca hacer visible su particular significado; y de esa manera
de la vida, de la época, del país, del entorno, y sobre surgieron diversas descripciones, algunas de las cuales
todo en el caso de obras de una época muy anterior y fueron impresas como anexos a mis cartas sobre pintura
lejana a nosotros, también de la particular manera de de paisaje, y otras, en concreto rnis recuerdos de la
pensar del arrista. Así que a renglón seguido quisiera Galería Pitti de Florencia, como parte de mi Viaje a
repetir, Lrna vez rnás, que una íntima afinidad anímica Italia, lugares en donde podrán encontrarlas los amigos
con el arte, junto con un claro, profundo y sosegado asistentes a cuya indulgente acogida espero haberlas
adentrarse en las formas y significado de cada elemenro encomendado de este modo. ¡De modo que ya basta de
de la irnagen hasta fundirse con ellos, y por último, pormenores! Si puedo permitirme añadir arin algo, no
¿omar sr,rficientemente en cuenta las características del podría ser más que el deseo de que alguien a quien
artista y de su época, me parecen las tres exigencias más capacitaran para ello un verdadero goce profundo del
importantes para hacer posible una contemplación fruc- arte, unos conocimientos suficientes, y una musa que en
tífera, duradera y formativa para el espíritu de una obra esta agitada vida se nos otorga cada día más raramente,
de arte, y en particular de nna pintura; a.l menos en mi quisiera aclararnos y discutir algunas de las obras maestras
caso, en el curso de diversos intentos de aproximarme a de las soberbias galerías de aquí de forma similar, y
la comprensión del arte mediante una arenta observación esperemos que mejor lograda de lo que me fue posible
de obras auténticamente arrísticas, tales principios se a mí en aquellos lugares. Ciertamente, algo sí podemos
han demostrado satisfactorios de muchas maneras ár.rr." afirmar ya de quien consiguiera ofrecernos una clara
una larga seric de años. Por lo demás, respecto a mi visión y analizar la composición, orden y sentido de
rnodo de pioceder a fin de cumplir con la segunda de algunas de las rnuchas imágenes de alto significado
esas condiciones, a saber, adentrarse con claridad, pro- histórico que su genio le hiciera encontrar, además,
funda y sosegadarnenre en ese organismo particular que especialmente atractivas y afines;'pongamos por caso,
es una obra de arre, me permitiré todavía remitirl a de los cuadros dramáticos, por decirlo en el sentido de
algunos ejernplos. Quizás otros hayan hecho experiencias Slrakespeare, de un Ferdinand Bol, de las grandes crea-
distintas y mejores observaciones a este respecto, y ciones históricas de Paolo Veronese, del alegre fantasear
ciertamente este lugar sería muy adecuado si se sintieran de las pinturas de Correggio, de los cuadros sumamente
inclinados a comunicarnos también sus punros de vista. setrsuales de Palma el Viejo, o de esos paisajes de
Pero en lo que a mí concierne, lo mismo si se trataba Rwysdael impregnados de la más íntima vida de la
cle ol¡ras de arte que rne habían atraído y retenido Naturaleza, de los que ya Goethe describió tan atinada-
vivamente que de alguna clase de cuerpos naturales de mente los conocidos como la Cascada, el Claustro y la
los que quería obrener un conocimiento más preciso, Iglesia: y es que quien tal hiciera tendría sin duda
siempre rne ha resultado muy rico en enseñarrzm d,r.r- agradecimiento y reconocimiento asegurados. Pues ¿cómo
deras esbozar una descripción pormenorizada de la no íbamos a recibir con gusro y agradecidos el que
220 221
alguien nos quisiera conducir más cerca de la visión de
una belleza superior, iluminando nuestros espíritus e
inflamando con su vivo sentimiento los nuestros? A él
podrían dirigírsele en su pleno sentido las palabras de
Goethe:

Y como desde la más remota edad


su obra de amor, por propia voluntad,
creó el pensador, el poeta, Obseraaciones y pensamientos
así tú el más bello don has de alcanzar,
presentir otras nobles almas sin par: á,nié cwadros escogidos
no hay más deseable oficio o meta.
de la Galería de Dresde

222
t1
'lr

:i

Claude Gellée (1600-1 682)


Los dos grandcs paisajes
de Claude le Lorrain

"¡Y qué cluiere usted, si el


paisaje sólo tiene dos
metas finales!" rne dijo hace muchos años el viejo
paisajista Klengel, cuyos cuadros eran muy apreciados
por entonces, y con el que conversé en divetsas ocasiones
ya que tomó parte en mis búsquedas artísticas, "¡la una
está en Ruysdael y la otra en Claude! ¡Hay que seguir
un camino o el otro! O bien la pura Naturaleza, o bien
el ideal; enmedio sólo se encuentra la más pura confu-
sión". ¡Con cuarenta años menos, uno oye semejantes
oráculos más atentamente que luego, cuando su sentido
crítico es más agudo! así que por entonces gasté muchas
horas de inspiración en observar y comparar persisten-
temente a aquellos dos maestros en nuestras galerías;
con toclo, muy pronto se me hizo claro que sigue
siendo cierto, desde luego, que en esos dos grandes
modelós se apuntan con nitidez rrr:'ás que suficiente las
dos orientaciones sempiternas del arte, pero que sin
duda también existe un amplio terreno en el que seguir
cada una de ellas de una manera muy diferente, y
divergente en lo esencial de la de esos /os maestros
precisamente. ¿Acaso no existían ya para entonces las
ensoñaciones paisaiísticas de mi amigo Friedricb, del que
David d'Angcrs dijo una vez de una forma tan bonita
que había descubierto la tragedia del paisaje? ¿y no eran

225

ri
I
lr
II

li

la mejor prueba de que en ese arte se podía seguir la arte paisajística, hay que buscar en la literatura para
dirección idealista y alcanzar la meta de una manera convencerse de que hasta el siglo xvrr no se hablaba en
bien distina a la de Claude Gellée? ¿no han suscitado absoluto o apenas nada de la belleza de los paisajes
acaso descle entonces cuestiones aún rnás importantes naturales por sí mismos y en cuanto trles, y ,élo
Ios paisajes de Achenbach, Lessing, Schirmer o Preller? entonces se llega a comprender plenamente la maravilla
¡Pero de todas formas vamos a demorarnos un poco que obró aquel genio. Así por ejemplo, siempre rne ha
en Claude mismo!, seguro que de paso se desprenden resultado asombroso leer el viaje a Italia del viejo
algunos resultados aplicables a otros. ¡Un hombre asom- Miche.l Montaigne y no enconrrar mencionados ni una
broso, ese lorenés! Ignorado y sin hacer nada de provecho vez siquiera, no digamos celebrados, el azul de los
hasta una edad avtnzada, en Roma le encontraron inútil cielos, labelleza de las comarcas romanas )¿ napolitanas,.
pa.ra. cocinero y repostero, hasta que al fin Taso le las nobles líneas de bosques y monrañas ni lós efectos
aceptó por necesidad para que lc moliera los colores; pictóricos de las ruinas; lo mismo que, por lo demás, y
entonces aprendió a dibujar y pintar con esfuerzo, y precisamente porque aquellas épocás ,rá .o.rocían aún
luego de re¡rente, conlo por un don, creó un nucvo un arte de la pintura de paisaje, los poeras de la.
campo del arte y lo trabajó de tal forma que hasta los Antigiiedad también cantaron desde luego las delicias y
tien-rpos más recientes nadie ha sabido aventajarle en la belleza de la Naturaleza, sólo que no hay en ellos ni
encanto, libertad, verclad y belleza. Así como podcmos rastro de que esa Naturaleza pudiera ser en cwanto tal
decir que Rafael representó por vez primera en el arte objeto de un goce específico y de una rama diferenciada
un verdadcro rostro de Madonna, de tal modo que en del arte. Así que también aquí tenía que nacer antes el
cuanto queremos pensar esa idea de una asombrosa afortunado a quien la idea de belleza r" l. hi.i"ra visibie
unión de doncclla y madre siempre tenemos que volver y reconocible en la vida inconsciente del bosque y el
necesariamente ¿z é1, :.l:r:'btén Claude Rafael del campo, del valle y la montaña, del aire y la luz; alguien
paisaje en el sentido más verdadero del-untérmino- trajo que al mismo tiernpo no sólo estuviera dispueito a
al mundo por prime ra yez la idea de la belleza de la darle acogida en sí mismo y hacerla suya, sino que
naturaleza terrestre, y en tal forma que, cuando ahora también, por último, supiera cómo acercarla , rrt
intentamos designar de alguna manera los rnás hermosos, contemporáneos haciéndola reaparecer y renacer en sus
dulces y puros efectos de un paisaje natural, no hallamos obras, y lograr así abrir poco a poco la visión de la
expresión más comprensible que decir <<¡este sitio parece humanidad consciente a las bellezas de la Naturaleza
wn cuadro de Clawde!" inconsciente en sí y por sí misma. ¡Y ese afortunado
Realmente, a veces el pensamiento tiene que retro- mortai fue precisamenre Claude Gellée, el desconocido
ceder a propósito hasta épocas anteriores a él para a quien antes no se había encontr¿do 1o bastante bueno
poder sentir todo el peso de su producción; hay que ni siquiera para una pastelería de Rorna!
contemplar atentamente los paisajes de Matthias y Paul ¡Claro! lo exrraordinario llcga a suceder y realtza;.se
Bril para reconocer lo que antes de Claude solía abrir la una vez, lo hasta entonces inalcanzal¡le se torna aconte-
puerta a lo innatural para ser celebrado como obra de cimiento, y luego el pueblo vuelve a creer cada vez con

226 227
l

¡l
I
más facilidad que algo así se entiende por si solo y que algo tan grande, y así, seguro que tanrbién merece la
siempre había estado allí; algo así como lo que sucederá pena demorarnos algún tiempo .n um contemplación
con nuestros descendientes, que en el futuro se tomarán profunda y prolongada de dos hermosas ob.r, d"
los ferrocarriles y los barcos de vapor como si nunca su mano que, desde hace ya"smmás de cien años, vicnen
hubiera existido un tiempo en que no había cosas así, y proporcionando tal goce a miles de visitantes en las
en el que con unos medios tan escasos no tenían más colecciones de Dresde.
remedio que preferir adentrarse en la maravilla de la Suficienremente conocidas ambas en cuanto al tema,
Creación, y de una forma a mcnudo mucho más bonita lo mismo ante la iluminación crepuscular de la conocida
que con todas estas facilidades. El pensador profundo como costa de los cíclopes que frente a ra claridad de
prefiere siempre en estas cosas retroceder de la mano de mediodía del abierto paraje donde er motivo lo constituye
la. historia de época en época hasta el principio y el via.je de .]a Sagrada Familia, no necesitamos prestar
recordar xt surgimiento, meditando en esas palabras que atención más que a aquello que en ambas ," ,ur,.r" ,rrá,
dicen: "sólo se comprende algo correctalnente cuando se fácilme.te a la atenció., d"l-r,rrante del arte, y q.," ,i,-,
sabe antes con precisión de dónde se c/esprende"r. embargo hay que calificar de especialnrente '."ü,rr,r."
Además, al evocar el gigantesco paso adeiante en cl pera conoc-er ei significado que el arrista quiso dar
conocirniento de la Naturaieza que dió la humanidad en a sus
obras. Inc-luyo ahí particular¡nerrte, por una parte, el
el siglo xvII, no hay que olvidar nunca que no se dió de realce cle los ronos e_n lo qLre se ."fL.e d .ot.i.lo,
y
una vez, de un salto, sino que todo fue clespertando y por otra' la abstracción de ia Naturaleza en los cletalíes,
desarrollánclose paulatinamente, Io mismo en el Sur, que casi habría qu.e calificar como propia de la Antigüe_
gracias a Claude y a su sucesor Gaspard Poussin, que en dad, pareja sin embargo con ,rr, *rrr".a firme y
el Norce, de una forma diferente, merced a Ruysdael; aunque en grxn parre inconsciente de ceñirse ár,"ré.'gi.,
de modo que todavía hoy uno siempre se vuelve a árr-
junto a la estricta verdad de la Natu raleza. "l en
encontrar co¡r bastantes personas a las que jarnás se les ¡Vayamos
primer lugar con ronos y colorido, dos árl..pto, d.
ocurre, ante un determinado paraje, pensar cn sus enorffre peso en todo el campo de la pintura! De rodas
hermosos perfiles, su excitante colorido o sus singulares fo.:,rrrl aquí hay r-rn.defecto-,1" ,rr.rtia lengua (r,rrqr"
efectos de luz, sino que a lo sumo sólo les infunde
¡cuar orrece algo me;or en este terreno!), que hace que
algún interés la productividad material del terreno y lo tcngamos que romar prestado un concepto referido a la
perjudicial o beneficioso del clima. riquez.a cle lo audible para descril¡ir una reración en
Pero si nos atenemos firmernente a los hallazgos el
tcrreno de lo visible; pese a Io cual, todo el mundo sabe
históricos de ese tipo, siempre tendremos que acercarnos ya que tono, en este sentido, quiere
cxpresar una cierta
a Ia obra de Claude cou una especial unción, porque en atmósfera difusa en un conj,.rnio ,ie formas ,-,r,...^1",
ella se nos anunció verdaderarnente por primera vez o
artificiaies, una cierta en el colorido que do-lr,
el conjunto y moduia ".',or-rí,
por toclas parres la coloración
1N. del 7-.: El original alemán jueea con over-srehen", com- concreta, hasta el punto de pod". neutralizarla por
prerrdcr, y uent-stehen», slrrgir, instaurarsc. conrpleto en ciertos aspectos. pr." .or-rpre¡rder todá .l

228
229
)i
i

significado del tono frente al color, hay que recordar de sobre los colores, y
eue en esa fina atmósfera general
todas formas qlre, ya en el mundo orgánico, cuanto más aparezca así realmente un conjunto. "rí
¡Entonces ou"
noble y superior la manifestación visible de una clase de nos servirán de pauta es"s he.már*
p"lrb.rr-a"é*,f",i,
seres, tanto menos se puede hablar de colores nítidamente
diferenciados. De ahí que sólo las criaturas inferiores Lo artístico recl¿rna un espacio cerrado,
sean marcadas por la Naturaleza con colores chillones y a lo narural no Ie basra el L.,ir".ro.
definidos: la criatura más elevada de todas, el ser huma-
Pues con certeza no hay manera
no
-el blanco-, el hombre actual, sólo tiene una fina más segura de que
un cuadro se caiga ,.or,r, y deje de
¡onalidad propia en su revestimiento externo, pero en ser ii*r_",r."
circunstancias normales, nunca muestra verde o amarillo,
"
un conjunto que plant"rl. colores elementale, drro,
ni rojo o azul crudos, ni algún color clefinido que des- ,nos junto a orros, y a menudo _. il;;.rd"
a
taque chillón. Por esa razón precisamente sólo maestros las ot.r. «te los antiguos *r"r..á,
corno Tizitno fueron capaces de alcanzar toda la poesía :::rj:.1i.:i:
descle luego¡orcué
no es.sólo porque estén oscurecida, po, 1y
de un colorido tan fino, de tal forma que quizás nada tiempo) cian una inlp."riórr'mucho rnás "l
armónica
que
señale rnejor el desconocimiento de un cttrioso en este los nrodcrnos incluso cuando ,. r"r''.""-';;;d'i.il:
tema que la pregunta que suele plantearle a un pintor como por ejernplo al entrar er] una galería;
y ,1"_p.-J'1.
rnientras tal:aja: ,,¿Y dónde está en la paleta el color carne?,' enconrrado al final. que, junto a los"efectár'a.
centrados., lo que hacía surgir ese
t.rl .or_
Ahora bien, aquello mismo que caracteriza al hombre agradable
conlo criatura orgánica superior no puede faltar tanlpoL:o, muy particularmcnre el claro p.edon Lio "f".to,ob."
del tono "."
por Llna parte, en los hermosos fenómenos c{e los lo que se llama colores .t.rrr"rrJ"*'
paisajes naturales, pero sobre todo, por otra, en las O:í que, por volvcr a nuestros dos cuadros de
obras de arte del paisaje, si es qtre ha de poder hablarse ^,
L.r:rude. ¡que bien vale de ambos rodo lo dicho
de auténtica belleza y atmósfera elevada. En la Natura- del tono! Domina en ellos unr- p.,r".a ran ^cerca
i,maculacla
leza, desde luego, es herrnosa la visión de un cuadro cle de colorido, una tal parquedrd e,
el uso ,[ ,rrl,;;;.
tulipanes, lo rnismo que tampoco se encuentra una sola o puros (aun si admitimos que la base de'r..iil"
,rojo.
clisonancia al escuchar las cien voces distintas de los sobre la que solía pintar Claucle iry"
,rrr,rdo algo el
pájaros en primavera, precisamente porqlre todos ellos color), y. todo pe,sado con una ,^i
son miembros de un gran conjunto divino; pero aun así, csos cuadros nos trasiadan a la suave -oirr)r;¿)i"q."
y dulce ,a*á.fl.,
lo que más nos arrebata es el paisaje mismo, cuando en que se respira cn una feliz franja cle
cielo mucho más
la neblirra matinal o vespertina se difunde sobre el que esos artistas modernos que tratan
cle conjura; ,;;"
conjunto eso que llamamos el tono, y queda así apagado nosorros lejanías italianas y el azul
del cielo ;rrl;rr",
el vocerío de cada colorido particular. En la obra de crertamente soberbio, ran sólo medianre
un .,ia.r*r.
arte, por el contrario, (y precisarnente porque ya de abrasador, sin que objetivarnerra"
no, logren
entrada ha de ser siempre un todo en sl misma) se nos tanro así esa fina .aturaleza del cielo y "....r. ,i
trii.r."- Á;i;;"
plantea como exigencia ineludible que el tono domine presremos atención cn esas dos
hermosas obras a la fi*

230
231
I

vibración melódica con que resuenan unos elt otros, y nos ponemos a observar el bosque, el campo o el mar
armoniosarnente, el tono del mar, de las nubes, incluso aisladamente, se oculta uno de los escollos más peligrosos
de la costa volcánica o cle las profundas sombras del p-,ara el artista! Que se haila ante algo inabarcable; si
primer término en la Costa de los Cíclopes, o bien, en trata realmente de sumergirse en toda su profundidad,
el otro paisaje, a la manera en que el hermoso azul del ya está perdido, y si, por contra, se aleja completamente
cielo, rnuy rebajado, da precisamentc e/ tono que luego de ellos y se queda al pairo en la mera superficialidad,
vibra estremecido a través de montañas y árboles y ehtonces deja de ser artista y se convierte en mero
edificios en la lejanía, se refleja en la amplitud de las decorador. Precisamente aquí fué donde la plástica
aguas y las cascadas, se difunde a/tn como un hálito griega pudo festejar sus mayores triunfos, pues sólo ella
suave sobre el verde neutro, atenuado, del primer logró despojar a la figura humana de todo lo casual, y
término, e incluso parece ondear, refrescante, a través aun asl ofrecer de nuevo a la vista en su más pura forma
de las oscuras y blandas masas de follaje de los grandes la manifestación de una idea, casi clel propósito de la
árboles dc la izquierda, clonde además rcsalta especial- Naturaleza, en la estructura del scr humano.
mente en los delicaclos tintes marrones de les sotlbras. ¡Pues bien, Claude fue el primero en hacer algo se-
L,n suma, se deja sentir en todo ello un aire, tttt éter rnejante con el paisaje! ¡Mirad esos árboles! Son árboles
que se abre paso por todas partes entre el valle y la reales, pero transfigurados en un plano superior; colman
montaña, nos ensanch¿ los pulmones, y nos brinda así el concepto de árbol sin osar pretender que
todo clranto pueda brindar la imagen cle ull paraje -algo
nunca conseguirían- ofreccrnos la cosa misma. Igual
terrestre conrplctamente benigno. sucede con esas praderas, esas cascadas, esas blandas
En cualquier caso, de lo dicho se sigue quc aquí olas rnarinas que cabrillean a lo lejos en la luz de la
radica uno de los misterios c¡ue sólo llega a abrírselc al tarde, con esas montañas y esas nubes- Todas son ver-
arrista inmortal, y que tan rotundanlente distingue sus dad, y sin errrbargo no son reales: el igual que podemos
obras de esos llamados paisajes por el tema nada rnás decir de la Naturaleza que es 1o real y, con todo, no la
de cuadros con mucho colorido, de rnon- vcrc'lacl superior, trascendental, quc se encuentra tras
-rnontones
tañas, rlos, árboles y ciudades, colno los que ya nos ella, no la idca. Y justamente eso cs lo que nos produce
proporcionaron los hermanos Bril-. De ahí que quien tal sosiego, lo que salva para nosotros lo inmutable en
quiera persistir en la contemplación de nuestros dos [o mudable del mundo y cumple plenamente la exhorta-
Claude vivirá con certeza grandes goces en este aspecto. ción qr-re el ángel nos dirige en el Prólogo del Fausto:
Pero el otro misterio qlre dota c{e tan marcado
carácter a csas obras es esa abstracción casi a la manera ¡Y afirmad cn pcnsamientos cltrraderos
antigua, como la llamamos antes, de los elementos lo que sc cierne en vacilantes apariencias!2.
individuales de la Naturaleza, ateniéndose el conjunto
sin embargo fuerte e inconscientemente a ella. ¡Pues ) N. ,lel 7..' Irausto, r,. 348 y 349: prr,r ser tan ficles de esc
precisamente en ese gigantesco piélago de detalles que aut()r conro Carus, habrá qr-rc decir cluc en boca de Goethc la
luce ante nosotros en cuanto nos salin-ros del conjunto, cxhortación no provicne clcl ángel sino ciel Señor mismo.

232 233
esas aguas, compuestossi se mira en detalle por unos
Y no obstante, aun habiendo penetrado así algo más cuantos toques, eran más hermosos que todo lo que
hondo en esa grandiosa imagen de la Naturaleza, segui- habíamos visto hacía un momento en los modernos. De
mos sin haber reflexionado sobre uno de los rasgos más todas formas, si es que algo así se pudiera medir y tasar,
hermosos de ese misterio, aquél al que apunrábamos a menudo me volvía el deseo de que esa inconsciencia
antes al decir que el conjunto de la obra había logrado del artista hubiera sido algo menos poderosa en otras
captar la Náturaleza de una manera medio inconsciente. facetas y hubiera podido proporcionarle algo más de
Pues en esa abstracción de la realidad se oculta aún orro espacio aquí o allá a la reflexión. Esto atañe especialmente
riesgo difícil de evitar, el peligro de una resecd reflexión a la escenografia de sus cuadros, en la que una vez más
y de una mera representación m,ecánica:' Para ser precisos, destaca fuertemente el elemento artesanal al que el arte
tan pronto como el entendimiento se hace una especie se encontraba aún tan próximo en épocas anteriores
de esquerna de todas esas formas, tan pronto como el (por lo que a la inversa, desde luego, la artesanla se
pensamiento se vuelve una dura cruz en la que se clava hallaba igualmente rnás próxima al arte). La cosa venía
la tierna figura de lo viviente, en pocas palabras, en planteada de tal forma que un paisaje tenla que estar
cuanto ya sólo se sienre "la intención", allí se queda animado con figuras él mismo realmente no
toda la magia poética, y el ánimo se aparra involuntaria- -aunque
pintara buenas figuras, por lo que también solía decir
mente de algo que sólo se podría llamar que vendía sus paisajes y daba sus figuras de propina-,
"un despojo de
la Naturaleza,, . Pero ¡qué difícil es acerrar a dar con la y asi, a menudo dejaba que Lauri o Allegrini pintaran
perspectiv a y la visión más elevad as sin intención alguna! en slrs paisajes figuras mitológicas o históricas (como
Ahí, sólo la brujuia del genio puede guiar hasta el sucede también en nuestros dos cuadros); parándose a
objetivo, y si es lo bastante fuerte, seguro que rampoco pensar en el conjunto de la obra tan poco, que sufría
fallará entonces. ¡Así que volvamos a Claude! Cuando con paciencia que las figuras añadidas destruyeran par-
estudiamos en detalle la técnica con que esrán trataCas cialrnente con slls colores chillones la belleza del tono
esas obras, encontramos que en su mayor parte están general, que tan atractivo efecto ejerce sobre nosotros
pintadas con una puerilidad, con una seguridad incons- cn todos sus cuadros por su apacible luminosidad y el
ciente, y casi se diría titubednte, a la que apenas puede encanto de sus difusos resplandores. Pero aunque no
creerse capaz de un comportamiento tan grandioso en quiero entrar ahora a considerar con todo detalle csas
el conjunto de la imagen. dos extraordinarias obras de Claude que se encuentran
Ya anteriormente, cuando volvía a Claude tras con- en nlrestra galería, no puedo concluir sin recomendar a
templar paisajes modernos ejecutados con la mayor los lectores que, si quieren disfrutar plenarnente de su
autoridad en el manejo del pincel, les había hecho norar armonía de efectos cromáticos, de su tono, al observarlas
yo a algunos amigos cómo la mayoría de los elementos oculten sosteniendo en su mano algún pequeño objeto
considerados aisladamenrc parecían insalvables, penosa- pizarra oscura o algo semejante- esos colores
mente pintados; y luego acabábamos siempre por con- salidos de tono, saltones y mal iluminados de las figuras
venir en que precisamente esos árboles, esos prados y escénicas, con lo que al momento percibirán un efecto

234 235
de conjunto completamente distinto y mucho más
puro. Esto vale concretamente para las figuras de Acis
y Galatea en la Costa de los Cíclopes, que destacan en
un tono y Llna coloración completamente falsos, y
rornpen la bla¡rda armonía del cuadro de tal forma que,
en cuanto se las oculta, sLrrge el efecto de conjunto con Jan Vorsterman (1643-1699)
tal belleza qr.re podría recordar perfectamente a aquella Sobre un pequeño paisaje
descripción de las costás de Sicilia que canta el cíclope
de Teócrito con estas palabras:

Allí hay laurel y ciprés que cimbrean cual sierpes,


sombríos bejucos y cepas de clulces racimos, Un cuadrito prácticamente olvidado y casi siernpre
allí corre helaclo el arroyo que cl Etna boscoso pasado por alto, que en la presente distribución de la
me vicrte dc nievcs fulgcntes cual néctar divino. Galería ricne adjudicado un lugar poco favorecido donde
recibe luz desde la izquierda, se encuentra en este
momento en un sitio mejor iluminado y protegido tras
un cristal, ¡y con todo, se trata de un cuadro de un
mérito inmenso, con un panorama de tal categoría
como fondo que yo casi lo calificaría de único!
No obstante, he de partir de la observación de que
hay que desechar el primer plano, y de que lo mejor es
dejarlo a un lado por completo. Para ser precisos, en
base a esa torpezt y fa,lta de destreza con que se suelen
disculpar diversas imperfecciones de los cuadros anriguos,
y que hasta suele hacer que se les presre un cierto
cariño porque recuerdan a esa gracia infantil que también
puede tener algo de patosa en ocasiones, se ven aquí en
primer plano algunas fortificaciones y enmedio un paseo
arreglado a la antigua, pero todo ejecutado sin gusto,
penosamente, como si un encargo o alguna circunstancia
local le hubieran remitido a retratarlos y los hubiera
pintado porque tenla que pintarlos; pero todo su trata-
miento indica sin duda alguna que ahí no alentaba ni
rastro de ese sentimiento que le animó en semejante
medida en el plano intermedio y, sobre totlo, en el
horizonte y en la atmósfera.

236 237
Primero me vino a la cabeza que ese primer plano lo de ese terreno (por lo que quizás se lo dotara realrnente
habría pintado otro pintor; ya que a menudo se han alguna vez de fortificaciones, en pasadas épocas de
dado las cosas más incoherentes de este estilo en los guerra); ello hace que disfrutemos de un vasto panorama
cuadros de los maestros antiguos (tal como se puede que se pierde paulatinamente en el horizonte, sobre
certificar por ejemplo de Claude, y como es sobrada- todo hacia la izquierda, en tonalidades azules cada vez
mente conocido en la célebre cacería de Ruysdael). Con más finas y nebulosas. F{asta donde se pierde la vista
todo, tras madurarlo acabé por adjudicarle tajantemente seguimos divisando campos y prados, con rratorrales e
al mismo pintor, por la raz6n arriba indicada, la culpa hileras de árboles jóvenes que brindan una cambiante
de haber medio arruinado el cuadro. diversidad al aspecto del terreno; e inch-rso se hace ver
¡Pero basta de ese lado oscuro de la obra! ¡Torné- claramente la estación en..que nos encontramos, pues en
monos ahora a su cara resplandeciente! Y ahí es donde el plano medio, donde la torre de la iglesia despunta
me extenderé con más amplitud acerca del carácter de como Lrna pequeña mancha entre las sombras de un
esa escena de la vida en la superficie terrestre aquí macizo de árboles, a lo largo del declivc del cerro el
representada (pues realmente está captada de una forma rastrojo destaca del verde de los prados, más abajo,
notable y nada frecuente). Y ahora, querido lector, te apuntando inconfundiblemente al mes de Agosto. No
preguntaré si ya conoces en tierras alemanas, holandesas conozco la comarca de Bommel, cn Holanda, donde
o anglosajonas, esas comarcas en que se ha desarrollado nació Vorsterman en 1643, pero sin duda tcnemos aquí
una abundante vegetación de extensos prados, pequeños ante nosotros una fiel imagen de la naturaleza de aquei
sotos de olmos y chopos, y algunas hileras de matorral lugar, un cuadro que sin embargo ofrece el rnás agudo
y árboles pequeños, en su mayoría a lo largo de arroyos contraste con lo que se strele llarnar ovistasr', ya que
y charcas, sobre un terreno ondulado y casi todo de aquí hasta el rnínimo trlzo está tratado con un amor
labor, cubierto por una abundante capa de humus, y como sólo lo encontramos parecido en las encantadoras
animado aquí o allá por manchas de aguas muertas. Los irnágenes de historias cotidianas de un Netscher o un
lugares más altos ofrecen a los labradores oportunidad Gerhard Dow. E,n lo que me atañe, confesaré que me
para cultivos provechosos, y sólo en los hondones, trajo a la memoria especialmente algunas comarcas del
donde habitualmente se producen por primavera des- sur de Inglaterra, sobre todo del condado de Sussex,
bordamientos prolongados, se ven remitidos a la pradería donde también se tropieza uno a menudo con numerosas
como única forma de explotación; mientras que en los praderas onduladas que saipican pequeñas arboledas o
lugares donde el suelo permanece constantemente em- matorrales, y en las que asimismo se puede observar,
papado, y se amontonan desde siglos atrás capas y capas incluso con el cielo cubierto, esa delicada gradación
de hierba. incluso se da en ocasiones la formación de desde el verde oscuro del plano medio más cercano al
turba, con lo que el suelo invita así a abrir turberas verde claro que se extiende más atrás, hasta llegar
como otra forma más de aprovechamiento. Pues una
franja de ese paisaje es la que vemos aquí ante nosotros, 1 ¡U. tlel L: Lir., .Vedutcnmelerei", fanrilia pictórica cn qut:
y sin duda nos hallamos en uno dc los cerros más altos prirna la fidelidad en la reproducción.

238 239
finalmente a las tenues tonalidades azuladas de los tajantemente el arte antiguo del moderno, y de ahí que
cerros más distantes. encontremos igual peculiaridad en Claude, como he
Además, en lo que se refiere a la atmósfera de ese mencionado ya, en cuanto lo comparamos con paisajistas
cuadro, ésta ha sido tratada con una rara perfección, y más actuales! Así que si he de dejar completamente
se nos devuelve plenamente, de una manera acertadísima, clara mi posición respecto a Vorsterm¿nn, no puedo
la atmósfera húmeda y vaporosa, pero templada, de un sino desear que comparen ustedes mentalmente este
cielo de verano ligeramente cubierto. Se llega a sentir fondo con soluciones atinadas a problemas similares en
realmente el tenue celaje nuboso de una mañana vera- épocas más recientes por ejemplo, Scbleich en
niega, a eso de las diez o las once, con tendencia a -como
Munich-: en las que a menudo se encuentran captados
desgajarse en forma de cúmulos poralguna corriente de con igual acierto ese paulatino esfumarse el horizonte y
aire que comienza a hacer su apariciófi, y a dejar pasar los rasgos vaporosos y lejanos de las montañas, medio
un equívoco resplandor del sol al que sin embargo no se ocultos por las nubes. En ambos casos se ha alcanzado
ve asornar claramente por ningún lado; asl, cn fin, nos una verdadera visión de la Naturaleza, I sin embargo,
sale al encuentro por todas partes la más profunda ¡qué diferencia! El moderno doblega finalmente a su
sensibilidad justamente hacia eso que ha constitr-rído y objeto con un total virtuosismo, gracias a su sólida
constituirá siempre la tarea principal del paisajista: formación académica. El antiguo arin no entiende de
cdptdr con claridad las resonancias inftni,amente dir,,ersas cómo aplicar los tonos con tal seguridad, ni de dibujar
de la aida de la Tierra. con esa elegancia de líneas. ¡Cada esfuerzo por alcanzar
De ahí que, como ya he dicho, si se hubiera logrado la imagen que titila ante él es un verdadero desafío!
añadir a esa ejecución del fondo, que colma en grado Tiene que sustituir su faka de oficio rcon un ímpetu
sumo tal exigencia, un primer plano adecuado y propor- interno al que no puede sustraerse, en pocas palabras,
cionado, tendríamos en esta pequeña obra de arte Llna con un amor sin límites, y dq ahí que, en comparación
de las verdaderas irnágenes geobiográficas rnás logradas con el acabado de los modernos, avance siempre como
de cuantas he podido ver en lugar o momento alguno; un verdadero sonámbulo frente a un experto, o una
mientras que así, tal y como aparece en conjunto, se le Juana de Arco frente al experimentado mariscal; o
escapan sin duda la cohesión interna y un verdadero quizás, mejor aún, podríamos mirar sus obras como
acabado, y en ello hay que buscar las razones de que esos tejidos artísticos que trenzan los salvajes frente a la
este cuadrito no lo conozca como quien dice nadie, y precisión de los productos de nuestro moderno mundo
siga siendo pasado por alto constantemente incluso en de máquinas. La sencillez infantil del maestro antiguo
sus partes excepcionalmente acertadas. cae en su mayor parte del lado de la inconsciencia, y
Por 1o demás, no puedo concluir estas observaciones como esas cualidades se han vuelto ya en cierta medida
sobre obrita tan notable sin tocar uno de sus aspectos inalcanzables, nos hacen preferirle a, él; y así como todo
que, cuanto más se conoce, más ha de contribuir a que el artificio de nuestras complejas herramientas no serla
se le coja cariño; y es la inconsciencia infantil que ya nunca capaz de reproducir a la perfección una auténtica
mencioné antes de pasada. ¡Pues ella deslinda decidida y mantilla hindú, devanada en el Tibet al aire libre entre

240 241,
dos troncos de palma, y tejida a mano dur¿nte años de
esfuerzo, también las obras plásticas y figurativas de
esas épocas anteriores, en ciertos sentidos incultas y
rudas, conservan siempre un encanto que no podemos
sentir en igual medida en las mejores de la nuesrra, por
más que en otros aspectos nos maravillen y las tengamos
en gran estima. Allaert van Everdingen (L621-1,675)
Es de esperar que quien ahora se disponga a rplicar
estas observaciones a. lo que arriba se ha dicho del
pequeño cuadro de Vorsrermann me haya entendido
perfectamente, y no deje de encontrar en ello una rtz6n
para retornar a menudo a contemplarla con el mayor Aunque no tan poderoso como en la obra de
cuidado. Ruysdael que pronto colnentaremos, también alienta
aquí un auténtico espíritu artístico, y ya en una edad
temprana atraían mi mirada con su magnetismo los
pequeños cuadros que por entonces eran los únicos que
de él poseía la ga,lería; y cuando más tarde se trajo a
Dresde su «Q¿5s¿da" y se ofreció a la Galería, ello me
brindó ocasión pura muchas discusiones con el por
entonces Presidente de las Colecciones Reales, el siempre
atinado von Lindenau, junto al que pasé muchas horas
como médico y amigo, discusiones que al cabo encon-
traron una expresión en las notas que siguen, impresas
primeramente en la segunda edición de mis cartas sobre
pintura de paisaje. El cuadro se compró más adelante, y
seguirá siendo aún por mucho tiempo uno de los
florones de la Galería; si bien se puede considerar como
una de esas obras que, para ser entendidas plenamente,
tendría que estar separada y diferenciada de las demás,
y contemplarse con la luz apropiada, pues tal como está
colgada ahora (ligeramente demasiado alta), es difícil
que pueda apreciarse suficientemente en 10 que vale.
Por lo demás, el Museo permanente de Praga posee otra
obra muy semejante, que quizás incluso aventaje a ésta
en cuanto a frescura de colorido, aunque la grandeza y
242
243

i
la concepción de conjunto de la de aquí puedan calificarse Naturaleza pero muy distante de toda pretensión de ser
sin duda de más significativas. su espejo, se encontrarán precisamente ahí más elementos
En lo que atañe a las características de este artista, que valorar en el maestro.
se podría efirpezar por señalar las pequeñas obras antes Junto a lo cual, aún hay otra cosa especialmente
rnencionadas como las más indicativas, Puesto que notable en sus cuadros, y son su trazo y su pincelada.
permiten abarcar de una mirada el estilo del maestro Pues así como a un oído musical fino y cultivado
casi como en un compendio, y hacerse una clara idea de siempre le proporcionará un verdadero placer el sonido
cómo, por un lado, se había apartado ya de 1o que yo producido c-on frescura y claridad por una pulsación o
llamaría l¿ ..inmediatez de la Naturaleza,, de Ruysdael, gn 15co, m_ientras que lo contrario sólo le resultará un
mientras por otro se malltenía no obstante igualmente tormento y pregonará siempre la presencia de un chapu-
alejado de cualquier mero amanerarrliento, y procediendo cero, tarnbién el verdadero conocedor de la pintura
siempre con absoluta libertad frente a la Naturaleza, le sentirá crecer en sí una alegría particular ante el trazo
aseguró a sus cuadros precisamenf,e por eso un marcado libre, grande y seguro de la plurna, el pincel o el lápiz
efecto sobre el espectador. ¡Aunque, desde luego, ya de un pintor consumado, en tanto que trazos inseguros,
simplemente repetir por medio de la pintura ese bello angustiados o impedidos le delatarán unos comienzos
fenómeno que es el mundo es todo Lln asunto! Miles de chapuceros, o el verdadero acabamiento y ruina del
juegos de formas, luces y colores le salen al paso al arte. Pero si ahora nos preguntamos por la causa de que
artista en el cielo y en la tierra, le atraen seductores, y esa claridad y decisión en el trazo surta en nosotros un
como genios guasones, a menudo le arrastran tras de sí efecto caracterlstico y tan vivificante como en la música,
sólo para hacerle sentir al cabo, para su desdicha, que sólo podremos replicar que es porque descansa sobre
ha cstedo persiguiendo algo inalcanzable. De ahí que una seguridad y una destreza internas del artista que
Claude y Ruysdael, al igual que Everdingetr y, en fin, luego, con)o todas las de ese tipo, irradian un cierto
todos los primeros héroes del arte, se atuvieran sabia- magnetismo sobre el espectador, le transmiten casi al
mente en sus rePresentaciones a unos estrechos límites; primer vistazo algo de ese privilegio interior, y suscitan
así fueron capaces de crearse un mundo propio en el así ese característico sentimiento de alegría y valor.
que e//os eran los amos, y así es que todavía hoy, tras Razón por la quc incluso algo totalmente esbozado
un par de siglos y después de que sus cuadros hayan puede arrastrarnos con ese magnetismo, que en ocasiones
perdido hace mucho la primera frescura del color, se hace verdaderamente irresistible en las obras de
todavía sigan atrayendo con fuerza propia la mirada del artistas con talento, con sólo que se vea ennoblecido
entendido, y dando claro testimonio de un profundo por la fuerza de la fantasía y un dominio consumado
conocimiento de la Naturaleza junto con utta enorme del trazo. ¡En Rernbrandt hay rnucho que aprender de
fuerz.a creativa. Por eso, si se estudia ya en concreto todo esto! Y si alguna vez llego a presentar específica-
cómo creó Everdingen sus nttbes, sus abetos y sus mente mis ideas sobre su obra, me extenderé más
folla.ies, lo n-rismo que sus peñas y sus aguas, de un ampliamente al respecto. Por lo demás, se puede estudiar
modo que sin duda evoca con suma energía a la con provecho el1 este sentido a Berghem, como a

244 245
alguien que bosqueja sus pastores' sus vacas y sus
concierto en Sol, a la vista de lo artístico de su
presentación! ¡Parecen una auténtica paradoja del color,
cabras con la misma elegancia, claridad y limpieza en el
incluso en los tonos más sencillos! ¿Y qué es eso que
trarzo que un Ole Bull o un VieuxtemPs los sonidos de
nos pone ahí con tal viveza y facilidad ante los ojos la
sus violines. Pero si ahora volvemos finalmente a Ever-
estructura de una cumbre rocosa, algo que parece rojo
dingen, se puede muy bien decir de él que, así como
mate o algún pórfido pizarroso rojizo, y con tal claridad
Ruysdael le aventaja sin duda de forma sustancial en
cuanto a penetración y fidelidad al captar la Naturaleza, que uno quisiera acordarse de dónde ha visto precisa-
sin embargo él le supera en igual medida en cuanto a mente esa roca? ¡Pues es nada más ni nada menos que el
genialidad y sentido de sus trazos y pinceladas. ¡Obsér- propio veteado de la madera de la tabla en que está
vese óón ¿féncióñ por ejemplo ese cuadro de cacería pintado el cuadro, que se trasluce clararnente a través
sobre un suelo pedregoso (r.o 1.333 del catálogo)! ¡Con de la exigu a capa de color! ¡Si eso no es pintar una pieza
qué alegría artística verdaderamente arrogante están con arte, no sé qué podría merecer tal nombre! E
tratados los nublados grises, qué efecto más suntuoso el igualmente las copas de los abetos y el rarnaje del
de las rocas oscuras y la sombría maleza de los abetos a bosque amarillento en la vertiente rocosa del pequeño
la izquierda del espectador! Cada trazo está en su lugar cerro, en el segundo de esos cuadritos, están bosquejados
correcto, lo mismo que cada estocada del perfecto rápidamente con los mínimos medios y el más magistral
esgrimidor o cada disparo del cazador con tino. Con tratamiento. Ambos cuadritos son más o menos lo que
una seguridad que nunca falla se suPerPonen las capas en música se podría llamar un capricho; pero al mismo
de color, y aquí o allá, en beneficio del efecto sin duda tiernpo expresan un.alma henchida de una fresca visión
alguna, dejan traslucir el fondo oscuro, ocre rojizo; de la Naturaleza con toda vivacidad, aunque no fuera
todas las formas, lo mismo en el aire que en las rocas o capaz de reproducirla con la fidelidad de espejo de un
la montaña, surgen con facilidad de un pincel llevado Ruysdael.
con rapidez y soltura, como por sí solas, sobre la tabla. De todas formas, como ya hemos tratado de seguir
Por eso nos sentimos [an bien ante esa decisión y las huellas del maestro por las pequeñas obras de
seguridad de un maestro que crea con tal libertad en su nuestra' galería, me permitiré ahora proseguir aquellas
reino, y así como dice el poeta: "¡Puedes sentirte viejas consideraciones a que me forzó la mayor de sus
bienaventurado porque él sea el afortunado!',, también pinturas, antes mencionada, hace ya una serie de años.
de la contemplación del hermoso talento del pintor Tanto en ésta como en aquéllas se ve uno rernitido a un
redunda algo en favor nuestro. espíritu que, por su misma esencia, debía tener necesa-
Igualmente esos dos cuadros aún más pequeños riamente como meta más propia de su energla creadora
(nums. 1.332 y 1.334), unas peñas al fondo de un valle los paisajes del norte germánico o escandinavo, aunque
y la punta de un cerro poblada de abetos y matorales, curiosamente se cuenta que al final de su vida debe
ofrecen un múltiple interés en este sentido. ¡En primer haberse recluído, bastante perturbado, en su ciudad
lugar, se los podría comparar con toda propiedad a una natal de Alkmaar, como diácono de la Iglesia reformada.
de esas artísticas piezas que Paganini nos hace oír en su
247
246
En lo que se refiere a esa Cascada, en aquel entonces centro de la corriente, hay una cabaña armada con
yo escribí algo parecido a esto: ramas de árbol, visiblemenre Llrl primer y tosco intenro
"En todo caso, hay que empezar por dejar clara la de aserradero consrruído con los limitados medios de
escena de la vida de la Tierra en plena actividad que el las gentes de la montaita, y castigado ya con dureza por
arfista nos quiere traer aquí a la vista, pero luego lo agreste del paraje. Un paso a manera d" prreit",
quisiera trenzar al hilo de ello algunas ideas acerca de la hecho con ramas cortadas, conduce a lo largo de la roca
diferencia entre la antigua y la moderna pintura de hasta la cabaña, junto a la cual corre .o., frr..ra, por
paisaje, asl como sobre la contradicción entre verdad una grieta en la roca, un brazo de la corriente; y po.
natnral interna y mera descripción penosa de los detalles último, bastante más abajo, caído sobre el agua q.." po.
de la Naturaleza. Así, quien haya parado a menudo en allí se vierte en él cüisó piinóipáI, háy ,r,, gi"r, pi"" y,
las comarcas rnontañosas del Norte a las que dan vida amarillento enrre diversas raíces y maleza, q"" ,ólo
sus grandes ríos, conocerá bien una cierta atmósfera destacan de la gran masa de sombra en lerres claroscuros.
propia de esos parajes, que surge en sus cielos al final En particular, produce un efecto soberbio la amplia
clel verano, cuando tras varios días de llur.i, la atmósfera masa de agua del centro, que avanz a más y más hrst,
gana al fin algo más de claridad y las nubes despeñarse bramando por la pendiente sobre nosorros.
-apeloto-
nadas entonces en cúmulos- flotan a escasa altura, Una peña que sobresale de la cascada hacia el borde
destacándose del azul desvaído del frío cielo tan sólo superior del cuadro parte las ondas sin *hacer rebullir
con algunos perfiles inciertos. Se siente la humedad en apenas la espuma; por el contrario, el rio presenta al pie
el aire, las refracciones de los colores son débiles, y un de la cascada, en la ribera de acá, unos estratos rocosos
gris perla virando a verde marca las masas sombrías de en torno a cuyas prominencias se precipitan las formas
las nubes en la apacible luminosidad diurna. El artista curvas de las ondas en vívidos remolinos, mientras que
tenía aquí en mente tal atmósf era, a eso de la primera por delante, aún más en primer plano, unas ,oL".
rarde, y el largo tiernpo pasado desde los últimos días amarillentas aisladas, parcialmente cubiertas por restos
lluviosos se expresa claramente en lo crecido del torrente de árboles derribados hace mucho, rompen i,
que forma el punto central de la imagen. Para cuya batida en formas de lo más vívida, y uriirdas. "rpr*,
representación no se ha elegido uno de alta montaña, ¡peio l<>
que no se deja decir con palabras es cómo toda la
sino un terreno hundido entre espeso matorral y pinares, imagen de esas aguas que se precipitan está empapada
y el tipo de roca por la que se despeña el agua recuerda de una sorprendente verdad ,rtr.rl, ni la sensit;l;a"a
sin demasiado rigor geológico a las redondas masas con que se ha percibido el apasionado revolverse unas
estratificadas de caliza del Jura, como las que conocemos en otras las masas claroscuras del líquido elemento al
en las riberas y picos rocosos de los saltos del Rhin. A venirse abajo! Ni el magnetismo que mora en tales
la izquierda del espectador, se extiende una amplia masa saltos de agua y despierta sin querer, en la mente del
rocosa parduzca en claroscuro cubierta por algunos viajero sensible que mira desde la ribera abalanzarse las
arroyos laterales en su caida, con algunos árboles fron- ondas, una nostalgia de hundir también en ellas todas
dosos y umbríos, y allí, cerca del salto principal del las penas de una existencia de algún modo atormentada

248
249
íntimamente. ¡No se verán aquí esas olitas zigzagueantes
reflejar la vida exterior. Comparamos en esre aspecro
obras paisajísticas antiguas y modernas, y enseguida nos
que vemos en algunas cascadas modernas! ¡No! Se ha
percatamos de que divergen precisamente en esas dos
captado el fondo, lo arcaico del fenómeno, y ese
direcciones; puesto que si el artista moderno, sumido
sentimiento hace más que cualquier otra cosa Para
acercar al espectador la idea de esa vida del agua. Pero
en las bruscas transformaciones de una época muy
agitada, con esa excitabilidad propia del talante poético
Itrego, para que no falte algún sosiego, algo tranqutliza-
ha de sentir necesariamente más honda su herida, como
dor, por encima del oscuro abismo se nos rnuestra la
superficie del agua que, iluminada por una clara \uz, es natural también surgirá en él una necesidad más
aguda de expresar ese dolor al menos en su arte.
tranquila aún, marcha hacia Ia pendiente como hacia un
destino inexorable, y al otro lado, la llana ribera De ahí que la expresión de la nostalgia suela predo-
boscosa en cuyos bordes aún aparecen algunas peñas
minar tan a menudo en esas obras. ¿Acaso el impulso a
salir del encarcelamiento de una situación presenre, aun
erosionadas; pero ya. a la derecha y más atrás, unos
pir-ros crccidos señalan el comienzo de un bosque esPeso,
a riesgo de tener que entregar una vida asl, no ha
producido un montón de irnágenes simbólicas? Lápidas
cuya umbría parece exhalar su frescor sobrc nosotros. Y
así quedarían ya indicados con claridad y seguridad y crepúsculos, abadías derruídas y claros de luna, imáge-
nes de niebla e invierno al igual que sombríos bosques
agLre, tierra y aire en esa vida de la Naturaleza; con
cron escasas rendijas de cielo az:ul, aparecen aquí como
todo, también era preciso insinuar al menos la vida
humana, en las formas que suele adoptar en tales plañidos de una existencia insatisfecha. Con esto no
queremos decir que no se hayan alcanzado a rnenudo
circunstancias: y esto viene dado, en parte, por unos
hermosos logros, e incluso algunos extraordinarios, en
cuantos montañeses con sus ganados, y en parte también
esa clirección, ¡antes bien, que no se debe olvidar que
por el techo de una cabaña que se hace ver tras las
esa poesía del clolor ha inaugurado una nueva faceta del
sornl¡ras de los árboles, en la parte superior iz.quierda
del cuadro; con un pequeño tejado donde una calnPana
arte del paisaje, hermosa y peculiar! es sólo que no se
debe dcsconocer lo mucho que esa orientación difiere
nos hace pensar que tampoco aquí ha de faltarle a la
ciertamente poco numerosa comunidad, tras los esfuerzos
de la objetiva e imparcial. Hasta se puede dar por
sentado además quc no tendría porqué prevalecer nece-
de una penosa semana, algún consuelo de lo alto en los
sariamente en ella un senrimiento doloroso; pero siempre
días de fiesta".
seguirá siendo caracterísrico de esa orientación el que se
Si debo expresarme ahora con más precisión sobre el
persiga el efecto del cuadro sobre el ánimo más que la
peculiar tratamiento de la obra, he de hacer notar p¿ra
representación de la verdad de la Naruraleza captada
empezar cómo surge una diferencia notable, sobre todo
con sencillez; en suma, que el cuadro es así en mayor o
en poesía pero igualnlente en las distintas artes y en la
pintura de paisaje en especial, según que predomine una Inenor grado un jeroglífico, pero nunca una estarnpa
pura y verdadera de la Nattraleza. ¡Qué distinto el afán
tendencia subjetiva del artista y el impulso a ventilar
de un ánimo sosegado en sí mismo o no despierto aún
sus propias situaciones internas, o por el contrario lo
a la nostalgia, en el que un placer incondicional en los
esencial siga siendo la tendencia puramente obietiva a

251
250
fenómenos del mundo y en la misma actividad de dar notable y digna de atención así para la poesía como
forrna infunde el impulso de representar con los medios para_las artes plásticas! Pues si se compara por ejemplo
que el arte ofrece ciertos fenómenos de la vida de la a Shakespeare con Calderón, no se puede dejar -de
Tierra! Aquí es casi como si el ser humano se despren- reconocer una diferencia y una semejanza esenciales
diera de sí mismo; lo que desde el exterior le excitaba entre ellos en sus más hermosas realizaciones; la diferencia
vivamente en virtud de alguno de sus rasgos interiores se expresa en que, mientras en Shakespeare los caracteres
sin aclarar se reproduce ahora fielmente tal cual; el aparecen con una tal veracidad en los detalles que
artista por así decir se enamora de la Naturaleza, y toda pensamos tener ante nosotros hasta en sus rasgos más
pequeñez que advierte en ella le resulta significativa, no finos la fisonomía de su ser y su actuar, lo que
quisiera perderla nunca y así surgen esas imágenes ante Calderón retrata, por el conrrario, es más lo geoé.ico
las que uno se olvida del artista, / eue nos proporcionan que lo individual del carácter, y faltan en gran parte los
al contemplarlas una p^z y una calma similares a las que rasgos más marcados que podrían expresar con más
nos brinda la Naturaleza misma. Sin duda hay que f-uerza lo personal. En lo que concierne a su seme janza
recalcar aún que las obras de ese género no tienen por fundamental, por conrra, ésta viene dada por el hecho
qué ser exclusivamente auténticos espejos de la Natura- de que ambos, impulsados por su aurénrico genio, han
leza; al contrario, muchas veces pueden comportarse sabido atrapar lo más hondamente significativo de la
con plena independencia en cuanto a estilo y represen- naturaleza. humana, y al hacernos visible con ran gran
tación de los detalles, pero el meollo del asunto sigue acierto la idea de la humanidad en sus más diversas
siendo en este caso el objeto, mientras en el otro es el gamas, al mismo tiempo nos elevan y nos explican.
sujeto quien constituye el centro del conjunto. Precisamenre eso pasa también en las artes plásticas, y
Y así, inequívocamente, en nuestro cuadro tampoco sobre todo en el paisaje. También aquí vemos en
se ha querido más que suscitar fresca y viva en el ocasiones cuadros que son un verdadero mosaico de
espectador la idea de la vida natural tal como se hace estudios del natural, desarrollados con gran precisión.
patente en esas cascadas, y del particular estado subjetivo Aquí unas rocas con sus musgos y sus helechos, allí un
del artista no aparece sino el sentimiento de claridad y tronco con sus manchas caracterlsticas, un follaje en el
paz interiores gracias al cual fue capaz de realizar un que se distingue con toda nitidez si se rrara de robies,
retrato semejante; y de este modo, la obra viene a olmos, arces u otras especies, ¡y con todo, cuando el
sumarse con toda dignidad a las imágenes de un Ruys- ojo busca luego la unidad, el sentimiento básico, la idea
dael, un Claude o un Smanevelt; con todo, aún queda de la vida natural en el conjunto, busca en vano! Los
?lgo digno de especial consideración, y es su gran colores diferenciados e inarmónicos hacen daño a la
libert¿d en el tratamiento del tema, en el 9ue, no vista, y al cabo nos damos la vuelta, a lo sumo con
obstante la frescura y la frerza con que aparece la idea algún gélido elogio de la carne que se ha puesro en el
de ia Naturaleza, ni se busca ni se da una reproducción asador y de la precisión de los detalles. ¡y iin embargo,
minuciosa del fenómeno hasta en los mínimos detalles. no es en absoluto un error de los más raros en el artiita
¡Y es ahí donde se hace ver además una distinción esa creencia de que sólo necesita caligrafiar cuidadosa-

252 253
mente Parte por parte un Parale Para atrapar y rePre- luz en sus esfuerzos a los artistas jóvenes: y no por
sentar sin fallo posible la idea básica del conjunto! Así ejemplo en el sentido de que ellos también deban
que el ojo corporal nunca puede ser aquí el único guía, ofrecernos con td,n poco detalle la vida natural, sino de
tiene que venir necesariamente en su auxilio el del que aprendan como brindarnos tanto de su meollo, y no
espíritu; y sólo cuando el artista sea capaz de retener crean que un zurcido de estudios del natural puede
firmemente en su espíritu an rr,omento de la vida de la servir alguna vez por sí solo como base de una verdadera
Tierra, un6¿ escena determinada en todo su significado aisión de conjunto. ¡Así que ójala todas estas observa-
interno y su sentido propio, y de volver a sacar luego ciones sean recibidas con benevolencia! Aunque tarnbién
de ese sentimiento la resonancia común a todos los el habla y la escritura, lo mismo que un cuadro, siempre
elementos de su obra, sólo entonces será capaz de tengan que suponer.antes,que,nada un ánimo receptivo
ofrecer un conjunto que corresponda verdaderamente a allí donde hayan de surtir algún efecto, un ánirno i^p^,
la Naturaleza, y de hacernos evocar con viveza y sin de completar lo inexpresable de una idea, de desarrollarla
vacilación la vida natural, incluso con un mínimo de más, y de llegar asl a realizar verda&eramenre en una
minuciosidad y muy poco rigor en los der¿lles. acción correcta y válida la intención de 1o cornunicado.
Precisamente en ese sentido me parece importante y
muy rico en enseñanzas el cuadro de Everdingen. Si se
observa detenidamente el tratamicnto del conjunto,
puede suceder a menudo que se le tache de muy
holgado aquí, ó incluso sin perfilar allá.- Pese a ello, se
siente de parte a parte de la obra un hálito puro de vida
natural interior, y si bien en la mayoría de los casos yo
prefiero desde luego un cuadro de Ruysdael a uno de
Everdingen, porque en aquél siempre viene a añadirse a
esa verdad de fondo una caracterización muy nítida de
los objetos individuales, he de manifestar aquí sin
reserva alguna que yo también iría poco servido con esa
prccisión del artista si no e stuviera también alli su
núcleo más propio, esto es, si a la vez no hubiera
logrado captar un momento, un verdadero instante de la
aida de la Naturaleza libre, casi siempre con perfección-
E,n este sentido por lo tanto llamo particularmenre
ricos en enseñanzas a los cuadros de Everdingen, sobre
todo al mayor de ellos, por indicarnos con tal claridad
qué merece ser llamado meollo y qué cáscara en una
obra de arte del paisaje, y porque pueden arrojar alguna

254
255
dónde de un mero reflejo, y a cómo la naturaleza del
proceso de iluminación adopta diversas formas según las
diversas individualidades, corno en cualquier otro terreno.
Si pienso ahora en el primer despuntar de un arte del
paisaje verdaderamente tal, más elevado, en el Norte y
Jakob Ruysdael (1628 I 29 -1,6s2) en particular en los Países Bajos, me parece algo impor-
tante y que no hay que olvidar de cara a Lrna compren-
sión más detallada el hecho de que r-rno de sus espíritus
más enérgicos, Peter Paul Rubens, fuera a Italia ya muy
tempranamente, es decir, aún en pleno siglo xvr; de que
Si hay algo perfectamente adecuado para mostrar despertara y fructificara allí su fuerza creativa más
cómo ciertas ideas crecen en la Humanidad en virtud de honda en toda slr potencia, pero también de que, pese
una ley interna de su desarrollo, y surgen ltrego a la luz a no haber ningún Claude pintando por allí, al¡sorbiera
mediante alguna acción, es la irrupción de la idea innata el primer germen de la poesía del paisaje (en concreto,
de pintura de paisaje con el conienzo del siglo xvu. Ya probablcmente de los fondos de Tiziano y Rafael). De
se ha hablado en otro lugar de que Claude fue el ahí quizás que fuera en aquella hermosa tierra donde
prin-rero cuyo espíritu, por mucho tiempo encerrado en nació en su alma, por primera yez, la idea de que la
sí mismo, captó vivamente la idea de la belleza superior Naturaleza libre en sí misma merecía ser una tarea del
de ese arte; pero lo llanrativo de esa coincidencia salta arte. Y nuestra galería también podría aportar con ese
aún más a la vista si se piensa cómo también en el paisaje, aunque ciertamente muy poco acabado, de los
Norte un gran t-rúmero de espíritus más o rnenos alrededores del Escorial, una prueba ulterior en favor de
dotados se sintió ernpujado, en su misma época o poco tal conjetura, que tanto mayor peso ganaria cuantas
después, a emprender con atnor el oficio de la pintura más oportunidades de seguirla más lejos pudiéramos
de paisaje y a desarrollarlo (sólo recordaré aquí a tener. De todas formas, si se sostuviera lo que aquí dejo
\X/aterloo y Arthr-rr Neer, \Wynants y Pynacker, Ever- planteado, difícilmente puede suponerse sino que el
dingen y Saftleven, asl como a Both, Goyen y Salomon regreso de Rubens a los Países Bajos ayudara, junto con
Ruysdael). otros elementos ya dispuestos, al dcspertar de un
En realidad, es Lrna vez más la vieja historia del auténtico arte geobiográfico tal como lo exigía enérgica-
emanecer cuya luz ilumina primero las altas cimas rnente la vida artística sobre todo en su patria- Ya su
aisladas de una cornarca; luego nruchos otros rnontes gcnial tratamiento de los animales tuvo quc- surtir un
más bajos, y finalmente alumbra cacla cabaña y cada efecto muy incitante en los pintores holandeses, sólo
prado. Quien quiera segr:ir procesos análogos en la que allí la representación pictórica se practicó con los
Historia sólo tiene que prestar atención a la sucesión en animales del país, en lugar de buscarla con tigres y
que van apareciendo similares lumbreras del espíritu, leones como él; con lo gue, naturalmente, darles el
atender a dónde se trata de un resplandor original y fondo paisajístico adecuado vino corno una exigencia

256 257
coniunto, en.fin,,de todo aquello en lo que le llevan
doscientos años ,de ventaia, hace que el .riejo maestro
que{e indiscutiblmente muy a la 2¿g¿,; pero a cambio,
en él siento una llaneza, una originílidrá, una ausencla
de toda presunciól y_y"" fidelid;¡, ., palabra, une
al intimidad con la N aturat.".o, "^,
$"'p;;" ; todo en siem-
pre vuelve a hacerme olvidar ve;rtaias lo
y alcanzar ".i"JfX,
precisamente eie sentimiento inefable
"*t"..,o,
con que Ia misma Naturaleza abraza ri ,., hurnano, tan
pronro. como sale de la marcha d; l" ..rlrrrm moderna a
ia sombr" de un roble cenrenario-
Lo original es siempre tocla una cuesrión por sí
misma, así que quizás sea admisibl"."*"arar fenómenos
auténricamente primitivos de 1o artírriio con el surgi-
miento original de las lenguas, ,riificiales sonidos
primigenio: 9" la humanidad "rá, en los que pese t la"
multitud de irregularidades, exrravagar,.ü, imperfec-
ciones que puede constararse en elllr, sin embargo " en
conjunto se encierra algo profundamárrt" mirterioso e
inapreciable., que no .se deia rneiorar mediante la mera
reflexión, el apoyo arbitrario o lá, neologismos. Así por
ejemplo una. lengua como la alemanr, ".o., todas sus
oscilaciones, ha crecido como una rara estructura alzada
de modos bien diversos a rravés de milenio y medio,
q.Io ,r,r así está ahí como un espejo milagroso y fiel
del auténtico espíritu alemán: y ,i' q.r.r.. se sienre
cuán chapucero e insosrenible y "*n
con qué pocas perspec-
tivas de éxito tiene que prr".". .,r*r,á p.rdi.rr-d*r a la
luz cualquier moderno profesorr co' una menre todo 1o
aguda que se quiera, si rratara de hacer parenre el
espiritu alemán con todas sus facera, en ,lguna fornra
sistemática y regular, mediante alguna lerrgra sustancial-
rnente remoclelada o de nuevo *'o¿.io_ ¡i l, verdad es
que hemos vivido algunos infortunaclo, lrr..rrtos de ese
tipo! Pues más o menos igual es la cosa con las artes, y

26r

260
en particular con las plásticas, que pese a todo no son representar lo pasado en el preselte y lo ha logrado a la
en el fondo otra cosa que una lengua, sólo que una perfección, ha establecido un visible entre lo
lengua del sentimiento, mientras lo que llamamos especí- 'ínculo
ficamente lengua lo es del conocimiento. También aquí
*r"..o y lo vivo'- Luego desc¡ibe con detalle el
cuadro, y .o*p..r"ba ponnenorizadamente la rnanera en
queda reservado a los contados espíritus que se encuen-
que el artista^habría alcanzado su meta: ¡ciertamente'
tran en la culminación de una determinada secuencia de ádo *ry bonito! Pero si de verdad las imágenes, del
desarrollo de la humanidad el encontrar y configurar artista hrbi..rn de valer sólo por un simbolismo así' se
una nueva lengua del sentin-liento con carácter propio, podrían encontrar con faciliáad retratos mucho más
en primer lugar para sí mismos, en la que'después pasa
iignificativos en muchos artistas modernos, por ejemplo
a participar el mundo, que tendrá en ella qué roer para eñ Fiiédfidh.
mucho tiernpo. lJna nueva lengua del sentimiento así es
¡No! Si es que se qwiere hablar de simbolismo
en
lo que encontraron los griegos con su plástica, F{omero Ruisdael, sólo se p.redá pensar como tal en ese miste-
en su poesía, y luego Dante, Palestrina, Rafael y rioio sentido que la misma Naturaleza alberga y sustenta
Shakespeare, Claude, Mozart o Beethoven o Goethe,
en su interior, un sentido que hace de cada árbol el
cada uno en su terreno, y el mundo aprendió esas fr"r.ro Yggdrrsil', un símbolá d" la fuerza creadora del
lenguas, y el espíritu del hombre se enriqueció gracias a
ese aprenclizaje. ¡Miremos ahora a Jakob Ruysdael y sus
;;;J", i"log., á" .r.1, fuente que pueda. evocarnos el
,rr.gi*í"á.o á" tod, criatura orgánica del fluído primor-
ob,ras! Y será imposible desconocer en su arte una
diai así como cada azul de un cielo nos puede recordar
lengr.ra totalmente propia, aun cuando limitada a un
su misterioso surgimiento de la tiniebla y la luz' etc'
estrecho círculo, una lengua que no podrá ser olvidada
Pues cualquier otro simbolismo no me conmueve slno
jamás e causa del sonido natural que exhala, infinitamente
superficial*.rrr", ante un espíritu artístico tan profun-
verdadero, original y libre de toda presunción. Pues si
drt infantil, y me Parece convencional, mientras
fue Claude quien abrió los ojos de la humanidad por "rrt.
vez primera a la belleza ideal de los paisajes narurales, ;;; ese simbolisáo natural, por el contrario' se lo
encuentra uno en Ruysdael por todas Partes tan a mano
en todo caso fue Ruysdael quien primero hizo patente
como en la n-risma Naturaleza abierta y libre'
en slrs obras una transfiguración artística de la auténtica
Así pues, a moclo cle comentario y prueba de todo
naturaleza germánica en bosques y campos.
lo p..."á"nte, torneÍIos ahora nuestra atención a algunos
De ahí quc no pueda estar incondicionalmente de
acuerdo cuando el mismo Goethe indica en su comenta-
d.'"ro, cuadros suyos que son ya hace mucho los
mejores florones de la Galería de l)resde' Nos encon-
rio "Ruysdael como poeta», tan poco conocido como tramos en prlmer lugar con el cuadro que lleva por
bien escrito a cuenta de cres cuadros de nuestra galería,
nombre La Cacería, al que ya de entrada hay que
que habría clue recalcar y reconoccr adecuadamente el
sirnbolismo poético de los mismos (en concreto, de los
2 N. clel gigantesco que en ia mitología cscandinava
f.'. Árbol
conocidos corno Claustro e Iglesia). Así, por ejemplo,
sustenta el mundo, y" *:br^r^ .or' "-" raíces el mundo de
los
dice del Claustro que «ese cuadro tiene la intención de
hombres, el de los gigantes y el de los muertos'

262 263
calificar de singular por partida doble, porque una notable veracidad de esa corteza, ese suelo de arena
mirada a su enorme veracidad en el conjunto nos hace arcillosa amarillo claro y la clara sombra de esas quietas
muy a menudo olvidar que visto en detalle encierra algo aguas pantanosas llenas de juncos, desde cualquiera de
violentamente antinatural; en concreto, la escenografia esas cosas se abrirá paso en nosotros con toda claridad
de caza que van de Velde introdujo en el cuadro, con la idea de una cierta sabiduría inconsciente en la natu-
un ciervo metido en el agua sin romper para nada la ,^leL^ artística de Ruysdael; y hasta nos permitirá
calma de su superficie. Me acuerdo perfectamente de explicarnos plenamente por qué, tras habérsenos ofrecido
que, cuando ya de joven solía disfrutar muchas veces así la idea más íntima de la Naturaleza, prestamos poca
ante esta obra, pasó un tiempo francamente largo antes atención a que aquí o allá se eche en falta en sus
de que percibiera la existencia de ese fallo; lo que sólo fenómenos algún elemento aislado (como por ejemplo
podía tener como base el que ese cuadro, como lo esas ondas olvidadas en torno al ciervo acosado en el
mejor de Ruysdael, da la más acerrada expresión a agua): igual que por ejemplo nos pueden despistar a
aquella gran ley artística de «arenerse firmemente a una veces en el escenario de un cuadro adornos que son
aerdad natural ideal, pero a la vez mantenerse siempre meramente casuales en comparación con la interesante
apartado de todo empeño meramente realista, si se imagen captada, o que pequeños errores en el dibujo de
quiere alcanzar algún tipo de realidad natwral,,. De ahí la Galatea de Rafael pueden molestar de una forma
que, por ejemplo, al igual que la belleza original del sustancial.
hombre griego se siente en esa gran obra del Partenón No menos asombroso y digno de atención que este
con más fuerza porque sus artífices evitaron cautamente, cuadro es otro más pequeño, señalado en el catálogo
en el elegante pulimento de los mármoles y en todo lo con el n." '1..444, que representa un camino de arena y
demás, aproximarse demasiado a la Naturaleza, también campos ya cosechados con algunas hacinas. El tema no
en este cuadro sentimos el estímulo imperecedero de la puede ser más prosaico ni el tratamiento más simple, y
auténtica vida del bosque germánico con mucha más sin embargo, uno no se cansa de dejar que su vista
intensidad, evidentemenre, porque con un cierto pudor quede prendida de ese curioso y apacible fragmento de
el artista renunció en ran alto grado al triunfo de la vida de la Tierra. Cualquiera record ará pertectarnente
conseguir un efecto absolutamente natllral, y al esplendor haber ido alguna vez en comarcas alemanas u holandesas
de un juego de colores muy elegante como el que por caminos así, donde las ruedas se marcan hondas en
podrían ofrecerle aquí el otoño y la luz del atardecer, y la arena blanda que no permite al viajero avanzar más
se esforzó por el contrario en alcanzar una cierta que lentamente. Cualquiera habrá visto un alisal verde y
abstracción en la captación de ese mundo cromático: polvoriento sobre el que asoman una antigua iglesia y
algo así como una verdadera ingenuidad infantil de obra algún molino de viento, y todos conocemos también
mal hecha, exactamente del mismo modo que ya he esas tardes del último verano en años secos, cuando en
señalado aitamente significativo en Claude. Por eso, si el caluroso tiempo de la cosecha flotan lentamente bajo
estudiamos el sencillo ramaje de esa copa en que se ha el cielo azul grandes cúmulos desflecados, y sin ernbargo
evitado todo aquello que pudiera resultar superfluo, la ligeros como masas de niebla, sobre una tierra reseca

264
265
que espera de ellas en vano Ia lluvia que la humedezca. un cuadro son aún mucho más ini¡nitables en sLls
F{ay una calma especial entonccs en la Naturaleza, el detalles, y sin duda tanto más cuanto más hondamente
aire vibra de calor sobre los campos, no se escucha los impregne un sentimiento íntirno. De ahí que los
sobre el rastrojo sino el cantar dc los grillos, y reina imitadores bien puedan hacer y hagan a menudo copias
una atmósfera en el conjunto ante la que los griegos cle originales significativos, pero las auténticas recreaciones
gustaban de decir: "El gran Pan duernls,. ¡Quién que de los mistnos siguen contándose entre los fenómenos
alguna vez se haya visto mecido por un carruaje, a rnás raros, lo mismo que las traducciones logradas de
través de tales llanadas, en esa época del año, no soltó una lengua a otra.
las riendas de sus pensamientos parx dejarlos vagar
apaciblemente por lo pasado y lo futuro, quién no ¡Así pues, estudiemos en concreto el tratamiento
f.erto y iig..o del follaje én ei piimeró de éJos cuadros!
sintió entonces el goce doloroso de entregarse, por un Cada pincelada semiinconsciente está aquí impregnada
instan[e, a recuerdos y esperanzas que ya nunca podrán cle la imagen característica de la vegetación de nuestros
traer consecuencia alguna para el presente! pues tal bosques, hondamente arraigada en el alma del pintor, a
género de pensamientos son los que le vuelven a uno tal punto que siempre nos hace evocar alguna parte de
por la cal¡eza cuando se detiene ante ese notable ella con la nrayor viveza; como no menos cierto es qtte
cuadrito y se entrega r su tranquilo magnetismo; y el el carácter de ese pa,raie sigue siendo un verdadero
conjunto está creado una vez más con la misma asom- jeroglífico. Y lo que vale para el trazo en cuanto forma
brosa sencillez, igualmente libre de toda ostentación o vale también para el color. Por todas Partes no hay sino
sentimentalisrno intencionado, y lo rnismo que la ya símbolos de lo real, y con todo, quien conozcx con
mencionada Caceria, reafirma el más caracterísrico aleja- cierta precisión esa misma realidad leerá tales símbolos
miento de todo realismo penoso y ramplón. como si fueran letras conrpletamente familiares- Pero
Pero aunque en este cuadro ya quede mostrado tan notable como el tratamiento del follajc y del airc
como el auténtico artista es capaz de alcanzar un efecto que alienta entre los árboles en ese primer cuadro, es en
estético significativo incluso con la tarea más árida, casi el otro el del aglra que corre clara vallcjo abaio. Pero
se diría estéril, para concluir detendré mis pensamientos
aún sobre otros dos cuadros, uno de los cuales traslada ¡qué no hará falta para que el agua pintada P^rezca
mojadat ¡Cuántas marinas y cascadas y ríos pintados
al espectador a un bosque de árboles jóvenes, abierto y habré visto gue, cuando uno quería zan-rbullirse en
transitable, y el otro a un vallejo de montaña que riega ellos, se le aparecían de golpe al ojo decepcionado cotno
urr fresco torrente (1.440 y 39 del Catálogo). Lo que es chapas secas de acero puliclo, o protuberancias artificiales
seguro de todas formas es que ambos llabrán suscitado
de cristal verdoso! Por el contrario, el agua parduzca y
ya la desesperación de más de ur-r copisra, pues así como
clara de ese torrente, que resbala más que cae Por
es ciertamcnte difícil, y casi iniposible sin ayuda de algunas suavcs ondulaciones del terreno, exhala ese
medios mecánicos, reproducir los rasgos semiinconscientes
húmedo frescor que a menudo invita al caminante
cle una firma en un facsimil preciso, los trazos coloreados
cansado a salirse del sofoco del camino y descansar
clel pincel tal como finalmente se enrrelazan para formar junto a la ribera de tales arroyos, entre abetos y
266 267
matorrales como ésos. Todo el entorno está tan acabado
y cerrado en sí mismo, es tan apacible y acogedor, la
pobre choza de adobe de la derecha da tan claramente
la idea de esa existencia sosegada que tantos seres
humanos añoran ahora en vano, que ya sólo por eso la
mirada del espectador se quedaría prendida para siempre
de esa acertadísima obrita.
Y así, querido lector, si es que estas observaciones
te han aclarado aquí o allá o te han franqueado algo que
te estaba oculto, ojalá te inciten aún a examinar y
reflexionar detenidamente las otras obras de nuestro
artista, en concreto, aquéllas a las que dedicó Goethe
sus observaciones, el Claustro y la lglesia, o también el
castillo Bentheim, pues de todas sacarás alguna ganancia
legítima. Pues como dice el poeta,

"Lo bueno, aun si es errado,


obra día a día, casa por casa;
lo bueno, si es verdadero,
a todos los tiempos y aun más alcanza"

268

También podría gustarte