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El problema filosófico de Dios

Grupo 12°G

Contenido
Introducción .................................................................................................................................................. 1
Significado de “Dios” ..................................................................................................................................... 2
El problema filosofico de Dios ...................................................................................................................... 2
Argumentos sobre la existencia de Dios ....................................................................................................... 4
Argumento de sobre la no existencia de Dios .............................................................................................. 6
Conclusión ..................................................................................................................................................... 8

Introducción
No existe en toda la filosofía un tema más importante que el de Dios. De la existencia
del Ser infinito, que es por sí mismo, depende el ser o existencia de todo cuanto existe.
Nada sería ni podría llegar a ser sin la existencia del Ser en sí. Sólo por participación del
Ser que es por sí mismo puede ser otro ente, que no posee el ser por sí mismo, o sea,
que es contingente o indiferente para ser o no ser. O existe el Ser imparticipado, o
nada existiría, lni podría existir sin él. Se habría extinguido la fuente del ser o existencia.
Y no sao nada existiría sin este Ser en sí de Dios, sino que tampoco nada podría existir,
nada seda posible o capaz de llegar a existir sin una Existencia en sí necesaria, que le
diera sentido y fundamento, ya que la posibilidad de ser implica esencialmente el Ser.
La negación de la existencia de Dios, el ateísmo, es, por eso, una posición insostenible,
contraría a la razón. Supondría que algo que no es el ser o existencia, algo que de sí no
es, habría llegado a darse la esencia por sí misma; el ser habría surgido de la nada, lo
cual es un absurdo. De aquí que la verdadera dificultad no está en probar la
existencia de Dios, que es evidente desde que algo existe, sino en probar lo contrario:
que Dios no existe. Porque desde que algo que no es el ser o la existencia, de he- -cho
existe, tiene que existir un Ser In sí encausado, un Ser que es el mismo Ser, ya que sin
participación causal del mismo nada podría haber llegado a ser e tener ~a. En otros
términos: o el Ser en sí de Dios, lo la nada absoluta, la nada de existencia y de esencia.
Pero desde que hay entes que existen contingentemente, se impone necesariamente
la existencia de un Ser que existe por sí mismo, incautado, que El mismo es su razón de
ser, de un Ser que no ha llegado a ser ni ~path de otro ser, sino que posee el ser por
identidad, es decir, que su esencia es el mismo Ser. Todos los demás entes son una
esencia o capacidad de ser que participa y ha llegado a ser por la acción causal del
Ser. Sólo Dios es únicamente Ser, Ser necesario o que existe por sí mismo. La esencia de
Dios se iklentifica con el Ser, con el Acto puro y necesario de Ser.

Significado de “Dios”
Imagen fantástica del ser sobrenatural todopoderoso, que supuestamente creó el
mundo y lo gobierna: en el judaísmo es Yahvéh; en el Islam, Allah; en el Cristianismo, la
Santísima Trinidad (Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios-Espíritu Santo), &c. Las representaciones
sobre Dios constituyen la base de las formas contemporáneas de la religión. En las
primeras etapas de desarrollo de la religión no existía aun el concepto de Dios
(Animismo, Totemismo, Fetichismo). En las condiciones de la descomposición del
régimen de la comunidad primitiva, del desarrollo de las agrupaciones tribales y de la
aparición de las clases y el Estado surgen las imágenes de los dioses tribales y estatales.
La idea sobre el Dios único todopoderoso, rey celeste, se formó como “reflejo de
déspota oriental único” (Engels). La teología utiliza el idealismo, que trata de demostrar
filosóficamente la existencia de Dios, embellecer y echar un velo sobre el contenido
de las ideas acerca de Dios presentándolo como idea absoluta, voluntad absoluta y
principio racional impersonal. El marxismo puso al desnudo hasta el fin la inconsistencia
de la idea de Dios y las tentativas de defenderla, las cuales son desenmascaradas por
todo el curso del desarrollo de las ciencias naturales y sociales. “Dios –señala Lenin– es
(en la historia y en la vida real), ante todo, el complejo de ideas engendradas por el
sometimiento bestial del hombre, tanto por la naturaleza que lo rodea como por el
yugo de clase, ideas que afianzan ese sometimiento y adormecen la lucha de clases”

El problema filosófico de Dios


El tema de Dios ha sido, en la historia de la filosofía, un problema por cuanto no se ha
podido aportar ninguna prueba racional de su existencia o de su ausencia que no
haya sido razonablemente refutada. Además, lo más apropiado para nuestra época
actual parece ser la evitación de este problema a pesar de ser el de mayor
trascendencia para cualquier ser humano.

Se elude hablar de esta cuestión, acorde al pragmatismo y funcionalismo de nuestra


era tecnológica, o bien porque se le considera irresoluble; o bien por nuestra asunción
del certificado nietzscheano de defunción de la idea de Dios; o bien porque, a la
manera budista, no creemos imprescindible su resolución para procurarnos la felicidad.

A lo largo de la historia de la cultura ha habido muchos intentos racionales de


demostrar la existencia de Dios. Kant los catalogó, sintetizó y clasificó magistralmente
para, luego, mostrar que ninguno de ellos es susceptible de decisión lógica. En efecto,
todas las pruebas racionales aducidas para la existencia de un Ser supremo se
reducen, de un modo u otro, a tres tipos de argumentos.
1. El argumento ontológico, que afirma que un Ser cuya grandeza sea de tal magnitud
que no pueda pensarse ningún otro ser por encima de él debe, necesariamente,
existir, pues de no existir podría pensarse en otro Ser superior a él por cuanto ese otro
Ser, además de ser pensado, tendría una propiedad más: la existencia.

Empero, gracias a Kant sabemos que este argumento tiene una falla lógica
fundamental. En efecto, si Dios existe debe ser, ciertamente, el creador de la realidad
(su causa primera; no necesariamente como antecedente temporal, pero sí como
causa eficiente). En consecuencia, debe ser omnisciente y omnipotente. Pero, esta
necesidad (que la causa primera debe ser omnisapiente, omnipotente, suprema) no
implica su existencia; de la definición del ser necesario no se puede deducir la
existencia de un ser necesario. La existencia no es un predicado lógico (aunque sí
gramatical). Si decimos que Dios, además de omnipotente, omnisciente y bondadoso,
es existente no estamos añadiendo un nuevo atributo (la existencia) a la noción de
Dios, pues la existencia (o inexistencia) del objeto de una idea no es una cualidad de
esa idea.

2. El argumento cosmológico, que enuncia la existencia de Dios por el hecho de que


la contingencia (no necesidad) de todos los demás seres del mundo prueba la
existencia de un Ser necesario. De nuevo, estamos infiriendo la existencia extramental
de un concepto de la propia necesidad de tal concepto. De la imposibilidad de una
serie infinita de causas hacia atrás queremos deducir la existencia de una causa
primera; pero la imposibilidad de la regresión infinita es un principio del pensar, un
axioma lógico necesario para poder argumentar; no una característica de lo real.

3. La prueba físico-teológica, que quiere deducir la existencia de un ordenador y


diseñador inteligente para el mundo en virtud del orden y regularidad que la ciencia
descubre en éste. Nuevamente, ello puede legitimarnos a pensar que, en caso de que
existiera un Creador, éste sería, ciertamente, sabio y ordenado, pero no nos prueba su
existencia.

En suma, la noción de la necesidad solo reside en el pensamiento; es una condición


formal de nuestro pensar. Todas las pruebas de la existencia de Dios incurren en la
ilusión dialéctica de extrapolar el concepto y la noción de necesidad e hipostasiarla
como una condición material del mundo real.

¿Cuál puede ser, entonces, una solución al problema de Dios? Es verdad que las
referidas pruebas filosóficas han demostrado que la idea de un ser supremo, de una
causa primera o de la unidad de los fenómenos en un único Todo es una idea que se
nos revela lógica y racionalmente necesaria, inexorable; pero de la necesidad de una
idea no se puede deducir la existencia de su referente fuera del pensamiento. Empero
sí podemos y debemos postular esa existencia del siguiente modo: Karl Popper y otros
han demostrado que todo nuestro conocimiento científico descansa, entre otras
cosas, sobre el principio de razón suficiente (a saber, todo lo que ocurre tiene, al
menos, una explicación suficiente, aunque la desconozcamos). Y bien, sólo cabe un
único tipo de razón suficiente para la referida necesidad racional de la idea de Dios;
esa razón suficiente es que postulemos la existencia de Dios también fuera de nuestro
pensamiento. En otras palabras, el hecho de que, en virtud de los argumentos de
arriba, nuestra razón no pueda, desde el punto de vista lógico, sustraerse de la idea de
un Ser supremo nos obliga a aceptar el axioma de que ese Ser existe. Tal idea es un
principio regulativo de nuestra racionalidad, es decir, aquello que nos permite mirar las
cosas como si procedieran de una causa necesaria, algo imprescindible para nuestra
experiencia epistemológica y moral.

Argumentos sobre la existencia de Dios


Uno de los argumentos más antiguos a favor de la existencia de Dios es el que
dio Aristóteles. Para Aristóteles, todo lo que es movido es movido por algo (el balón se
mueve porque alguien lo golpea). El movimiento de un cuerpo, por tanto, siempre es
dado por otro cuerpo anterior que le confiere dicho movimiento. Visto así, el universo
entero es una cadena de acción/reacción, de cuerpos que se traspasan el
movimiento unos a otros.

Sin embargo, esta cadena de movimiento no puede ser infinita, dice Aristóteles. Como
todo es movido por algo, debe haber habido un primer motor inmóvil. En otras
palabras, si todo movimiento viene dado por otro cuerpo, el universo necesita de un
primer motor que la haya conferido todo el movimiento que hoy vemos. Un motor que
sea él mismo inmóvil, que nadie lo haya movido, que sea la primera pieza de toda la
cadena de movimientos. Ese primer motor es Dios.

Tomás de Aquino recoge este argumento aristotélico y añade algunos más. El


compendio de todas las demostraciones de la existencia de Dios que llevó a cabo
Tomás de Aquino en la Suma Teológica se conoce como las Cinco vías. La primera vía
—el primer argumento— es el argumento aristotélico del motor inmóvil que acabamos
de ver.

Suma teológica mínima, de Tomás de Aquino (Tecnos).


La segunda vía es la de la causa eficiente. Según este argumento, todos los hechos
ocurridos en el universo tienen una causa. Por ejemplo, la causa del humo es el fuego
y la de los eclipses son los movimientos de los cuerpos celestes. Ocurre que esta
cadena de causa-consecuencia no se puede llevar hasta el infinito. Debe haber, dice
Tomás de Aquino, una primera causa que sea incausada, una primera ficha de
dominó causante de todo nuestro universo. Esa primera causa, dice el filósofo, es Dios.
La tercera vía para demostrar la existencia de Dios es la de lo posible y necesario. Si los
anteriores argumentos se centraban en las causas y en el movimiento del universo,
esta vía se centra en su carácter contingente. Todo lo que nos rodea podría no haber
sido, esto es, todas las cosas tienen un carácter contingente. Sin embargo, debe existir
algo necesario en el universo porque si todo fuera contingente, si todo fuera
meramente posible, el universo —aunque es— podría no ser, lo que es absurdo. Ese ser
necesario que sostiene la existencia del universo es, para Tomás de Aquino, Dios.

La cuarta vía teórica para justificar la existencia de Dios es la de los grados de


perfección. Es innegable que en el universo hay cosas más o menos perfectas. Pero
para que exista esta posibilidad es necesario un ser que sirva de baremo, un ser que
sea lo más perfecto del mundo y que permita ordenar los entes del universo según su
perfección (Dios). Al igual que las cosas sólo pueden más o menos rojas porque
comparamos con el rojo, los entes sólo pueden ser más o menos perfectos porque
existe algo perfecto en sí mismo y con el cual las comparamos.

Para Aristóteles, todo lo que es movido es movido por algo. Pero esta cadena de
movimiento no puede ser infinita. Como todo es movido por algo, debe haber habido
un primer motor inmóvil, y este es Dios

La quinta vía propuesta por Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios es
la del gobierno del mundo. Los seres del universo no actúan al azar, sino que actúan
conforme a un fin. El universo no es un mero conglomerado de partículas caóticas,
más bien todo lo contrario: el universo es un espacio ordenado, estructurado, que
tiene un orden. ¿Cómo podría haberse creado tan complejo y extenso orden sin
alguien que lo ordene? ¿Es que el azar podría generar esto? Según Tomás de Aquino,
la única opción es que haya un ser que dote al universo de tal finalidad y orden.

Otro de los argumentos más importantes que los filósofos han aportado para la
demostración de la existencia de Dios es el famoso argumento ontológico. Su autor fue
Anselmo de Canterbury y fue Kant el que lo denominó como «argumento ontológico».
Es un argumento poderoso y al que los distintos filósofos han vuelto una y otra vez. San
Buenaventura está cerca de su argumentación, mientras que Tomás de Aquino la
rechaza. Escoto lo modifica, pero aceptándolo, lo mismo que Descartes y Leibniz. Kant
declara su imposibilidad, pero Hegel lo volverá a replantear para formular sus pruebas
racionales de la existencia de Dios.

El argumento se resume en lo siguiente: incluso cuando negamos la existencia de Dios


sabemos lo que queremos decir. Es decir, hasta las personas ateas tienen en su mente
la idea de Dios. ¿A qué refiere esta idea de Dios? Creamos o no en él, estamos de
acuerdo en que la idea de Dios se refiere al ser más perfecto posible. Pero el ser más
perfecto posible no puede existir solo como idea, porque lo que existe en la realidad
es más perfecto de lo que no existe en ella. Por tanto, si tenemos la idea de Dios, del
ser más perfecto, tiene que existir necesariamente.
Además de todos los argumentos dichos hasta ahora, hay filósofos (como Kant) que
postulan la existencia de Dios desde un plano moral. Para Kant, la existencia o
inexistencia de Dios es un laberinto teórico que no se puede resolver —al igual que las
preguntas sobre la finitud del mundo y del tiempo, por ejemplo—. Sin embargo, a
pesar de que la existencia de Dios no pueda demostrarse teóricamente, sí que se
puede postular —dice Kant— desde un plano moral. Dios es necesario para
fundamentar el Bien.

Sin Dios no tendría sentido el deber ni la obligación moral. ¿Por qué hacer lo correcto si
no hay vida después de la muerte? ¿Por qué hacer lo correcto si no hay un Dios que
reparta justicia? Para Kant, la obligación del deber moral tambalea sin un Dios que
reparta justicia. ¿Cómo puede ser, se preguntaba este filósofo, que un hombre vil y
cruel no sea nunca juzgado y viva de maravilla mientras que un pobre campesino
bondadoso pase una vida penurias sin ser luego recompensado? Sin Dios no tiene
sentido nuestra moral.

Ahora bien, el mal también puede ser usado como argumento en contra de la
existencia de Dios. Si Dios existe, ¿por qué hay mal en el mundo? A esta pregunta
respondió Agustín de Hipona. Para este pensador, existe el mal porque tenemos libre
albedrío. En ningún caso podemos culpar de ese mal a Dios, sino a nuestra libertad y
las decisiones que con ella tomamos. Dios podría habernos creado sin esa capacidad
de elección, pero estaríamos condenados a vivir una existencia encadenada. La
existencia del mal es el coste de la autonomía que Dios nos ha dado, permitiendo que
la vida se haga a sí misma.

Múltiples y variados han sido los argumentos a favor de la existencia de Dios. Bien sea
desde un ángulo epistemológico, bien sea desde un ángulo moral, a lo largo de la
historia distintos pensadores han centrado sus esfuerzos en demostrar la realidad de un
ser superior.

¿Por qué hacer lo correcto si no hay vida después de la muerte? ¿Por qué hacer lo
correcto si no hay un Dios que reparta justicia?

Argumento de sobre la no existencia de Dios


Veamos ahora el otro lado de la moneda: los argumentos y los pensadores que
rechazan la existencia de Dios. Las voces que postulaban lo erróneo de creer en el
Dios de las religiones monoteístas no han sido uniformes a lo largo de la historia. Si en la
larga Edad Media estos pensadores eran los menos, los argumentos ateos cobran más
fuerza con la Ilustración y su proyecto crítico-racional. Con el avance de la técnica y la
ciencia, además, el número de filósofos que niega la existencia de Dios ha ido en
aumento.
En la Ilustración destacan los argumentos ateos de David Hume. Para este filósofo
empirista, el conocimiento de Dios es imposible porque todo conocimiento nace de
nuestros sentidos y de nuestra experiencia. Para Hume, no puede existir aquello de lo
que no tenemos experiencia. Respecto a los milagros, Hume se sorprende de la
facilidad con la que aceptamos testimonios tan inverosímiles. En sus propias palabras:

«Cuando alguien me dice que vio resucitar a un muerto, inmediatamente me


pregunto si es más probable que esta persona engañe o sea engañada, o que el
hecho que narra haya podido ocurrir realmente. Sopeso un milagro en contra de otro
y, de acuerdo con la superioridad que encuentro, tomo mi decisión y siempre rechazo
el milagro mayor. Si la falsedad de su testimonio fuera más milagrosa que el
acontecimiento que relata, entonces, y no antes, puede pretender obtener para sí mi
creencia y opinión».

La gaya ciencia, de Friedrich Nietzsche (Akal).


Cien años más tarde, Karl Marx analizó sociológicamente el fenómeno de la
religión. Para el pensador alemán la religión tiene una función social clara: la religión es
el opio del pueblo. La religión enajena al ser humano y le desmoviliza. Lo primero,
porque lo mantiene en un más allá que nunca llega, y lo segundo, porque desactiva
cualquier oposición política al situar la recompensa en el cielo. Con la religión la
sociedad se evade y esto favorece, dice Marx, al status quo.

Un coetáneo de Marx, Ludwig Feuerbach, teorizó sobre la procedencia de Dios y, por


ende, de la religión. Para este filósofo, los seres humanos hemos creado a Dios a
nuestra imagen y semejanza. De la aspiración a la perfección y a una vida sin dolor,
de estas pulsiones, hemos creado un Dios que represente estos anhelos. La creencia
en la existencia de Dios es, en el fondo, una creencia en el ser humano. Pero una
creencia incompleta porque en la medida que uno cree en Dios como ser superior,
niega al ser humano.

A pesar de estas críticas, de todos los pensadores que han teorizado en contra de la
existencia de Dios, el más feroz ha sido, sin duda, Friedrich Nietzsche. En la Gaya
Ciencia, de 1882, Nietzsche pronunció su famosa frase: «Dios ha muerto». Para
Nietzsche, Dios representa los valores de toda una civilización: la Verdad y el Bien. Estos
valores ya no se sostienen y la sociedad europea se muestra decadente en un
ambiente profundamente nihilista.

Es hora de cambiar estas creencias, dice Nietzsche. La moral cristiana, heredera del
platonismo y su desprecio por el cuerpo, es una moral decadente que impide todo el
potencial de la vida, el cuerpo y sus fuerzas. Será el Superhombre, dice Nietzsche, el
que rechace toda moral heredada y cree sus propios valores, el que sea un artista con
una capacidad creadora tan grande que pueda darse sus propias tablas de Moisés.

La religión mantiene al ser humano en un más allá que nunca llega y, además,
desactiva cualquier oposición política al situar la recompensar en el cielo
Si Marx analizó sociológicamente la religión y Nietzsche lo hizo desde una perspectiva
filosófica, Freud lo hará desde una visión psicoanalítica. Detrás de la religión, dice
Freud, nos encontramos la culpabilidad originaria de la humanidad. «La religión —dice
este autor— es una neurosis». Una neurosis colectiva que muestra que Dios en caso de
existir, existe en nuestro inconsciente.

Desde el ateísmo, Sartre levantó toda su filosofía. En El existencialismo es un


humanismo dice: «El existencialismo no es otra cosa que un esfuerzo por extraer todas
las consecuencias de una postura atea coherente». Para el existencialismo de Sartre,
que Dios exista no cambia nada porque el ser humano está solo en sus decisiones. No
hay naturaleza humana, cada uno nos debemos construir a nosotros mismos.

¿Por qué, sin embargo, la creencia en la existencia de Dios está tan extendida? Para el
científico y divulgador Richard Dawkins, hay un mal entendimiento de la aleatoriedad
como mecanismo intrínseco de la evolución. En sus palabras, «la gente que niega la
evolución dice cosas como: ¡Cuando vea a un mono que se convierte en hombre…’,
pero jamás lo verán, porque eso lleva muchísimo tiempo»!

Conclusión
en fin, muchos han sido los filósofos que han centrado sus esfuerzos intelectuales en
afirmar o negar la existencia de Dios. El debate, lejos de ser una mera cuestión de fe,
ha derramado ríos de tinta y ha surcado infinidad de argumentos racionales. Mientras
que unos afirman que creer en Dios en la época de la ciencia es un disparate
intelectual, otros sostienen que la ciencia no puede explicar las grandes preguntas y
que, de esa incapacidad, nace nuestra angustia actual.

Se pueda o no se pueda demostrar la existencia de Dios, la convivencia entre ambas


creencias es una realidad en nuestras sociedades. Despojarse de dogmatismos,
escuchar al otro y convivir con quienes piensan distinto es, sin duda, la aspiración de
una sociedad plural, moderna y tolerante.

Con lo dicho anteriormente se puede decir que, si la filosofía ha podido acceder a


Dios mediante el uso de la razón, es sólo en el aspecto de su existencia, aunque claro,
habrá variaciones en la su noción y concepción. La imposibilidad de hablar de Dios en
filosofía no declara una privación de esta hacia Dios, no se trata de un límite de la
filosofía con Dios, sino al contrario, es Dios quien tiene un límite en la filosofía, límites
marcados por las adjetivaciones ya mencionadas.
Kant ha hablado por última vez y en definitiva sobre Dios, ahora ya no es el centro de
la filosofía como en la Edad Media, cuando se habla de Dios se hace solo en
referencia de otra situación y no de otra cosa, situación que variará de acuerdo con
las diferentes interpretaciones que se tenga de Dios en la diferentes culturas y
religiones, mismas que serás estudiadas por a la filosofía en la filosofía de la cultura y la
filosofía de la religión.

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