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Untref Virtual

(Licenciatura en Filosofía)

 Año: 1°

 Ciclo lectivo: 2017

 Materia: Historia de la Filosofía II

 Alumno: Cristian Ariel Giambrone Natali.

 Profesor: Abel Wajnerman

Trabajo Evaluatorio Parcial:

Monografía: Hume, empirismo escéptico.

 Fecha de entrega: 27/9/2017


Introducción

En el presente trabajo, nos avocaremos a discurrir sobre el asunto del conocimiento del mundo externo
desde el punto de vista del empirismo humeano, intentando esclarecer algunas cuestiones sobre dónde ubicar
dicha corriente de pensamiento. En efecto, algunos han interpretado a Hume como un escéptico y otros han
tildado su filosofía de naturalista.

Nosotros aquí, sostendremos que la filosofía del escocés, respecto del conocimiento del mundo externo
(exclusivamente), es eminentemente escéptica antes que naturalista (aunque aparezcan rasgos de este estilo
en sus disquisiciones), y que, al mismo tiempo, su escepticismo es más bien optimista antes que pesimista
(en los fines prácticos del cotidiano vivir de los sujetos), diferenciándose del pesimismo escéptico en
general.

Una vez aclarado este asunto respecto de su teoría del conocimiento humano del mundo exterior, estaremos
en condiciones de dedicarnos a considerar en qué medida, las elaboraciones de Hume alojan en el fondo,
aunque desde otra perspectiva y en diversa residencia, la idea cartesiana de conocimiento como certeza;
avanzando que la hipótesis que defenderemos sostendrá que, en modo estricto, acerca del conocimiento del
mundo externo, no podemos tener certeza alguna, siendo que por el contrario, para Descartes esto es posible
en sus meditaciones metafísicas, siempre que dicha conclusión se derive de la primer certeza, es decir, de
que “pienso”.

1
Consideraciones sobre el conocimiento del mundo exterior

Hume establece, al comienzo de la cuarta sección de la Investigación sobre el entendimiento humano, que
los objetos de la razón humana pueden dividirse en dos grandes grupos: relaciones de ideas (Geometría,
Álgebra, Matemática, Lógica) y por el otro lado, las cuestiones de hecho.
En lo que parece concentrarse es en el segundo grupo. Para el primero, establece que puede descubrirse
independientemente de la existencia del mundo exterior. Para el discernimiento de las cuestiones de hecho,
plantea que la evidencia o certeza de su verdad, por muy grande que sea, es de diversa naturaleza que en las
relaciones de ideas.
Luego de esa distinción, como afirmábamos hace un momento, concentra sus energías en las cuestiones de
hecho. Esto, nos permitirá a nosotros fundamentar nuestra concepción de su pensamiento como escéptico
respecto del conocimiento del mundo exterior, toda vez que comprendamos que solo a este segundo grupo le
cabe la supuesta relación con dicha exterioridad material.

Establezcamos primeramente que, para Hume los únicos datos inmediatos que poseemos, que constituyen
nuestros contenidos mentales, son los que nos proporcionan las impresiones elementales (percepciones
vívidas) que se dan por las sensaciones en nuestros sentidos, o como resultado de la reflexión de los estados
interiores.
En segunda instancia, se encuentran las ideas (percepciones de menor vivacidad) que se derivan de la
combinación de las impresiones.

Estas ideas, son lo que comúnmente, y propiamente, solemos llamar razonamientos, los cuales, para el
escocés, se generan a partir de tres leyes fundamentales en su sistema de pensamiento, a saber: 1) semejanza,
2) contigüidad, y 3) causa y efecto. De modo que para él existen ideas legítimas e ilegítimas. De las primeras
existen tres que a su entender fueron claves en la historia de la filosofía: la idea de “objeto” del mundo
exterior, la idea de “yo” (clave para el sistema cartesiano), y la idea de relación causal entre los objetos.

Concentrémonos en las ideas ilegítimas (especialmente la de “objeto” del mundo exterior) y veamos por qué
es de esa índole.

Hume establece que “Todos nuestros razonamientos acerca de cuestiones de hecho parecen fundarse en la
relación de causa y efecto. Tan sólo por medio de esta relación podemos ir más allá de la evidencia de
nuestra memoria y sentidos”1
Inmediatamente se pregunta cómo llegamos al conocimiento de la causa y efecto. A esto responde que no
por otro camino que el de la experiencia y, por consiguiente, suponiendo que en el futuro se dará lo que se
ha dado en el pasado.

¿Pero en qué se fundamenta esta suposición de que en el futuro se dará lo que se ha dado en el pasado?

Para responder a esta pregunta, Hume pretende evitar el razonamiento inductivo, dado que “Intentar la
demostración de este último supuesto por argumentos probables o argumentos que se refieren a lo
existente, evidentemente supondrá moverse dentro de un círculo y dar por supuesto aquello que se pone en
duda [lo existente]”2 Esto se debe a que las premisas no hacen necesaria la conclusión.

El motivo que lo lleva a evitar la inducción, dado un número “x” de experiencias que en un lapso resultan
semejantes, tiene que ver con que, aunque se aceptara que la naturaleza ha sido hasta ahora siempre muy
regular, eso por sí solo no demuestra que se seguirá dando de la misma manera.

Cabe aclarar que el autor, relaciona íntimamente el “dar por supuesto” a un proceso imaginativo antes que
de razón.
1
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 4, Parte I.
2
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 4, Parte II.
2
Dice Hume entonces: “Aunque la mente no fuera llevada por un razonamiento a dar este paso, ha de ser
inducida a ello por algún otro principio del mismo peso y autoridad”. 3 Y encuentra que “Este principio es
la Costumbre o el Hábito. Pues siempre que la repetición de un acto u operación particular produce una
propensión a renovar el mismo acto u operación, sin estar impelido por ningún razonamiento o proceso del
entendimiento, decimos siempre que esta propensión es el efecto de la Costumbre.”4

De aquí se extrae que Hume sea escéptico en cuanto a extraer conocimiento por medio de la razón, dado que
todo lo que llamamos comúnmente conocimiento no viene derivado de conclusiones racionales sino de
procesos o principios de conexión y asociación en la naturaleza humana ligados a la imaginación, y por lo
tanto a-racionales, siendo estos de tres tipos: contigüidad, causalidad y semejanza.

Estamos dejando para el final de esta sección la cuestión del escepticismo del conocimiento del mundo
exterior a la conciencia. Hume dice “todo efecto es un suceso distinto de su causa” 5. Ahora bien, toda
impresión sensible es un efecto producido por una causa externa; pero si el efecto no es la causa, lo único
que percibimos, en sentido estricto, son las sensaciones, pero nunca los objetos. De modo que, por lo que
decíamos antes, suponer, por un sentimiento, que existen objetos cuerpos en el mundo exterior, no es más
que un acto imaginativo regulado por alguna de las leyes de asociación antes enumeradas.

Otras veces se lo interpreta como naturalista, dado que habla constantemente de una naturaleza humana, con
determinadas características, defendiéndola en lo que ella es, y atribuyéndole las bondades (eminentemente
de índole prácticas) que han hecho que la humanidad subsista durante más de dos milenios a pesar de quedar
fuera del alcance de la razón. En esto consiste también el optimismo al que hacíamos referencia. Así se lo
advierte cuando dice que “La costumbre es, pues, gran guía de la vida humana. Tan sólo este principio
hace que nuestra experiencia nos sea útil y nos obliga a esperar en el futuro una serie de acontecimientos
similares a los que han aparecido en el pasado. Sin el influjo de la costumbre estaríamos en total
ignorancia de toda cuestión de hecho, más allá de lo inmediatamente presente a la memoria y a los
sentidos. Nunca sabríamos ajustar medios a fines o emplear nuestros poderes naturales en la producción de
cualquier efecto. Se acabaría inmediatamente toda acción, así como la mayor parte de la especulación.”6

Sobre el conocimiento como certeza en Hume y Descartes

Hume sostiene en su escepticismo, que de hecho no conocemos el mundo exterior, sino solo las sensaciones
(impresiones) que los objetos de ese mundo dejan en nuestra conciencia; de eso sí podemos estar ciertos, de
que existen en nosotros impresiones del mundo externo. Debemos recordar, que esas impresiones no son en
modo alguno el equivalente u homólogas a los objetos del mundo exterior.

La certeza en Descartes es de otra índole. No es certeza de las sensaciones que se imprimen en la conciencia
por medio de la experiencia. Descartes, independientemente de la experiencia, encuentra que de lo único que
no puede dudar es de que duda, que piensa. De ahí extrae la máxima “cogito ergo sum” desde la que luego
fundamenta la propia existencia y del mundo mental, luego la existencia de Dios, con Él el mundo exterior,
dado que “Con Dios se neutraliza al genio maligno. Por lo tanto, cuando yo tengo imágenes visuales y creo
ver una mesa, un coche, etc., lo que estoy viendo es una mesa, un coche, un perro o lo que sea. En otras
palabras, Dios es la garantía de la realidad del mundo externo y de que mis creencias acerca de él no son
falsas o erróneas, de que las cosas son realmente como las pienso”.7
3
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 5, Parte I
4
Ídem.
5
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 4, Parte I
6
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 5, Parte I
7
Tomasini Bassols, Alejandro, Teoría del conocimiento clásica y
epistemología wittgensteiniana, México, Plaza y Valdes, 2001, pp. 64-73.
3
Si bien hemos podido establecer esta mínima relación del conocimiento como certeza en los dos autores en
cuestión, salta a la luz, muy claramente que existen grandes diferencias entre uno y otro.

¿En qué radica esta diferencia? Mostramos recientemente, de modo muy simplificado, cómo es que
Descartes fundamenta la existencia del mundo exterior derivándola a partir de una primera y mínima
certeza, de una idea indubitable, el yo pienso.

Sin embargo, en Hume, ya hemos afirmado y demostrado que de lo único que se puede tener certeza (las
impresiones) no podemos por ello derivar o concluir un conocimiento del mundo exterior que sea verdadero,
ya que lo único que podemos experimentar son las impresiones (efectos) y no los objetos (las causas). Todo
lo demás que inducir no es más que un acto de imaginación por asociación conjuntiva, asignando una
causalidad entre un objeto “A” y su efecto “B”.

Conclusiones

En nuestro trabajo hemos mostrado entonces, todos aquellos motivos que nos permiten justificar el
escepticismo casi radical del pensamiento de David Hume en lo atinente a la posibilidad de conocer el
mundo exterior por medio de la razón; y más aún, de la posibilidad misma de conocer cómo es si quiera el
mundo exterior en sí mismo. La imposibilidad radica en la inexistencia de un contacto directo con las causas
de nuestras impresiones, sino solo, y propiamente con estas últimas. Las relaciones que establecemos no son
más que el producto de la combinación de diferentes impresiones por mecanismos de semejanza,
contigüidad y causalidad, estando estas ligadas a la imaginación, no así a la razón. Y teniendo presente que
no todas las combinaciones de impresiones, a las que Hume llama ideas, son legítimas; como, por ejemplo,
la idea de objeto o sustancia, el yo, o la misma causa y efecto.

Una vez que aclaramos todo esto, estuvimos en condiciones de evaluar las diferencias que existen en la idea
de conocimiento como certeza en Descartes y Hume. De dicha evaluación confirmamos nuestra hipótesis de
que, a pesar de alguna familiaridad en la posibilidad de encontrar un certeza básica y primordial en los dos
autores, no solo existe una gran diferencia en lo que consiste esa certeza (en Descartes la acción de pensar;
en Hume la impresión de deja la experiencia), sino también, y fundamentalmente en que el primero logra
deducir del cogito la existencia real de todo el mundo exterior, no siendo eso posible en pensamiento
empirista y escéptico de Hume.

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