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TEODICEA

Índice

I. Introducción
1. Sobre la existencia de Dios
2. El argumento ontológico de San Anselmo
3. Las cinco vías de Santo Tomás
4. Dios en la filosofía moderna y contemporánea

II. Causalidad y trascendencia: la confrontación con el neoplatonismo

III. La omnipotencia divina y su límite: lo imposible

IV. La creación como relación asimétrica


1. Creación de la nada
2. Paradigma necesarista y la emanación
3. El retorno a la nada
4. La relación real de la criatura y Dios
5. Naturaleza de la relación creatural

V. El ser como actualidad de cada acto y perfección de cada perfección

VI. La posibilidad de la aniquilación de las creaturas

VII. Sobre la eternidad del mundo

VIII. Gobierno y providencia divina

Bibliografía
I. INTRODUCCIÓN

1. Sobre la existencia de Dios

La existencia de Dios ha sido un tema central en la filosofía desde la antigüedad. Hay


varias teorías filosóficas que han tratado de demostrar la existencia de Dios, aunque
también hay quienes han argumentado en contra de su existencia.

Una de las teorías más predominantes es la ontológica, que sostiene que Dios es el ser más
perfecto e infinito imaginable, y que su existencia es necesaria debido a la idea de la
perfección que se tiene de él. Otros argumentos incluyen la teleología, que argumenta que
la complejidad y el orden del universo son pruebas de la existencia de un creador
inteligente, y la cosmología, que sostiene que el universo no puede haber existido por sí
mismo y debe tener una causa primera.

Por otro lado, la filosofía también ha dado lugar a críticas y argumentos en contra de la
existencia de Dios, como el problema del mal, que cuestiona cómo puede existir un Dios
benevolente si permite el sufrimiento y el mal en el mundo.

2. Argumento ontológico de San Anselmo

La formulación original del argumento que San Anselmo expone en el capítulo II de su


Proslogion comienza con una oración en la que el autor le pide a Dios que le permita
entender por la razón aquello que ya conoce a través de la fe. Esto es, que Dios existe y que
es “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse” (aliquid quo nihil majus cogitari
possit). Según San Anselmo, esta idea de lo que se entiende por el término “Dios “no la
tiene sólo el creyente, sino también el ateo. Porque cuando el ateo niega la existencia de
Dios al decir: “Dios no existe “, entiende lo que dice y entiende que “Dios “significa “un
ente tal que nada mayor puede ser concebido” (San Anselmo 2008, 367). Sin embargo,
niega que este ente exista en la realidad. Es decir, lo que entiende está en su inteligencia,
aunque no entienda que eso que está en su inteligencia existe en la realidad. Pues, prosigue
San Anselmo, no es lo mismo tener una cosa en la inteligencia que sostener que esa cosa
existe en la realidad. De la misma manera que un pintor cuando piensa la pintura que
pintará la tiene en su entendimiento, pero esto no significa que exista en la realidad la
pintura que aún no ha pintado. Sin embargo, cuando ya pintó la pintura, ésta existe, además
de en su entendimiento, también en la realidad. A partir de este ejemplo, San Anselmo
distingue dos tipos de existencia: por un lado, la existencia mental, es decir, la existencia de
una cosa pensada en el entendimiento y, por otro, la existencia real, es decir, la existencia
de una cosa fuera del entendimiento. De esta manera, el ateo debe aceptar que cuando
sostiene que “Dios no existe” está aceptando su existencia mental porque entiende lo que
dice y todo lo que se entiende está en el entendimiento, aunque niegue su existencia real,
así como un pintor tiene en su mente la idea de una pintura, aunque todavía no la ha
pintado. Sin embargo, para San Anselmo el ente mayor que el cual nada puede pensarse no
puede existir sólo en la inteligencia. Pues si existiera sólo en la inteligencia, podría pensarse
que también existe en la realidad, lo cual es mayor. De tal forma que, si el ente mayor que
el cual nada puede pensarse existiera sólo en la inteligencia, podría pensarse algo mayor
que él, es decir, podría pensarse algo mayor que el ente mayor que el cual nada puede
pensarse. Pero esto es evidentemente contradictorio y, en consecuencia, falso. En
consecuencia, el ente mayor que el cual nada puede pensarse existe no sólo en la
inteligencia sino también en la realidad.

3. Las cinco vías de Santo Tomás

En la "Suma Teológica", primera parte, capítulos 2 y 3, encontramos formuladas las cinco


pruebas tomistas de la demostración de la existencia de Dios, (conocidas como las "cinco
vías"), que se exponen a continuación:

 Primera vía. Movimiento: nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo
que se mueven; pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie
infinita de causas es imposible hemos de admitir la existencia de un primer motor
no movido por otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
 Segunda vía. Eficiencia: nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden
ser causa de sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir,
lo cual es imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas
eficiente, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa
causa incausada es Dios.
 Tercera vía. Contingencia: hay seres que comienzan a existir y que perecen, es
decir, que no son necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría
ninguno, pero existen, por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser
necesario, ya que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este
ser necesario es Dios.
 Cuarta vía. Grados de perfección: observamos distintos grados de perfección en los
seres de este mundo (bondad, belleza, ...) Y ello implica la existencia de un modelo
con respecto al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente
verdadero, un ser supremo. Y ese ser supremo es Dios.
 Quinta vía. Finalidad: observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al
carecer de conocimiento e inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos
por un ser inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena
todas las cosas naturales dirigiéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.

4. Dios en la filosofía moderna y contemporánea

A lo largo de la modernidad, el tema de la existencia de Dios deja de ser la preocupación


central de la filosofía. A diferencia de los medievales, los filósofos modernos orientarán su
reflexión hacia otros problemas filosóficos, ocupando entre ellos un lugar principal el
problema del conocimiento. Por ello, cuando Descartes, Locke, Hume, Leibniz o Kant (por
poner sólo algunos ejemplos) aborden el problema de Dios, lo harán siempre preguntándose
previamente cuál es la capacidad del conocimiento humano, y qué facultades son las que
intervienen en el conocimiento. En consecuencia, será la concepción gnoseológica de cada
uno de estos autores la que determine su posicionamiento respecto al problema de Dios.
Aquí tomaremos como ejemplos más ilustrativos a Descartes, como representante del
racionalismo, Hume, como representante del empirismo, y a Kant, como aquel que busca
alcanzar una síntesis entre ambos movimientos.

En la filosofía contemporánea, Dios es presentado como un problema para la


autorrealización de hombre, si Dios existe, el hombre no tiene la capacidad de elegir lo que
quiere ser, ya que estaría determinado a una fuerza ajena a su voluntad. Dios en otras
palabras ha sido sustituido por el super hombre, un ser capaz de crear sus propios valores.
Dios es solo una ilusión del pasado, una pesadilla de la cual la sociedad moderna despertó.
El mismo hombre fue el que creó a Dios y no Dios al hombre, esta entidad suprema solo
manifiesta el deseo de poder que posee el hombre, es una proyección de la consciencia.

Dice Dostoievski, que si Dios no existe todo esta permitido. Dios es presentado como un
modelo moral, de quien proceden todos los valores. Pero con el surgimiento del
superhombre de Nietzsche que crea los nuevos valores, Dios no es necesario.

Por otra parte, Sartre niega la existencia de Dios, ya que si este existe el hombre estaría
limitado y nunca alcanzaría su proyecto.

Nietzsche asegura que Dios ha muerto y que es un obstáculo para la superación del hombre,
“tiempo hubo en el que pecar contra Dios era falta grave; pero Dios murió, y con él
murieron esos pecadores”.

II. CAUSALIDAD Y TRASCENDENCIA: LA CONFRONTACIÓN CON EL


NEOPLATONISMO

La discusión sobre la causalidad y trascendencia se intensificó durante la Edad Media,


especialmente en el contexto de la confrontación entre el pensamiento cristiano y el
neoplatonismo.

Según la teología cristiana, Dios es la causa primera y trascendente de todo lo que existe,
mientras que para los neoplatónicos, la causa primera y trascendente es el Uno, que es el
principio absoluto del ser y la fuente de todas las cosas.

Esta discrepancia llevó a importantes debates filosóficos y teológicos, en los que se discutió
la relación entre Dios y el Uno, así como la naturaleza de la causalidad y la trascendencia.
Algunos filósofos cristianos, como San Agustín, intentaron integrar la filosofía
neoplatónica con la teología cristiana, mientras que otros, como Santo Tomás de Aquino,
desarrollaron una teología que incorporó elementos de la filosofía aristotélica.
En última instancia, la discusión sobre la causalidad y la trascendencia sigue siendo
relevante en la filosofía contemporánea y en la teología, y continúa siendo objeto de debate
y reflexión.

III. LA OMNIPOTENCIA DIVINA Y SU LÍMITE: LO IMPOSIBLE

La Omnipotencia divina es la Potencia divina en su infinitud absoluta. Se conoce por la


razón natural. Y, sobre todo, por la Revelación divina.

La razón natural demuestra, realmente, la existencia de Dios y distintos atributos divinos,


entre ellos, la omnipotencia divina. Dado que se llega, más formalmente, al ese subsistens o
acto puro de ser; consta, también, que la potencia divina no es una potencia pasiva o
material, sino una potencia activa o del acto mismo de Dios y, por tanto, simple, espiritual,
infinita, inmutable, eterna. Aunque Dios, en su infinita sabiduría, entienda a la potencia
pasiva y a la materia; y pre contenga, intencionalmente, a las mismas.

La potencia divina, es un principio para la operación y en orden a los efectos divinos. Dios,
ejercitando una suprema causalidad, ejemplar, final y eficiente, por amor sabio, libre y
eterno; crea a las criaturas, que son distintas de Dios; y las constituye en un universo, en
orden al mismo Dios; ejerciendo, sobre ellas, una providencia y un gobierno. Consta,
también, dada la infinitud y espiritualidad de la perfección divina, la honestidad y santidad
de Dios. Aparece, también, para la razón humana, el espectáculo de los defectos o males de
las creaturas. Creaturas, que no son el bien infinito; sino, un bien finito, que resulta
compatible con el mal. Aparece el pecado, en su nivel de oposición y repugnancia con el
bien natural de las criaturas racionales, y con el ordenamiento correspondiente hacia Dios,
en el orden natural. Y, el hombre, naturalmente, queda como superado y en estupor, ante las
inclemencias del mal, al que no termina de explicar.

IV. LA CREACIÓN COMO RELACIÓN ASIMÉTRICA


1. Creación de la nada

Hacer algo de la nada es crear. «Crear es dar existencia, hacer que un ser comience a
existir»
«Nada existe sin razón suficiente». Es un principio filosófico. J. A. Wheeler, uno de los
más prestigiosos físicos actuales 3, se pregunta: «¿Por qué existe ALGO en lugar de
NADA? La respuesta es evidente. Porque un SER ETERNO creó de la NADA todo lo que
existe.

«El interrogante de por qué existe el ser y no la nada, parece haber sido planteado por
primera vez por Leibniz. La fe cristiana responde: el mundo ha sido creado por Dios».
Entendemos por mundo todo lo que existe fuera de Dios.

La creación es el acto por el cual Dios da existencia a todo lo que existe fuera de Él. Antes
de la creación no existía nada fuera de Dios. Por eso, Dios crea todo de la nada. Porque
nada ni nadie existía antes de la creación del Universo, a excepción de Dios. Por eso
decimos que Dios hizo de la nada todo lo que existe fuera de Él.

La palabra hebrea “bará” significa creación de la nada. Por eso en la Biblia se aplica sólo a
Dios, porque los hombres no creamos, sólo fabricamos, transformamos la materia.

Dice la Biblia: Dios es Autor de todo lo que existe, y por tanto anterior a toda la creación.
El Universo es obra de Dios. «Dios es causa primera de todo lo que existe». El hombre
solamente transforma la materia. Dios ha creado el Universo, porque lo ha hecho de la
nada.

2. Paradigma necesarista y la emanación

El paradigma necesarista y la emanación son dos conceptos filosóficos que han sido
desarrollados por diferentes pensadores a lo largo de la historia.

El paradigma necesarista sostiene que todo lo que ocurre en el mundo es necesario, es


decir, que cada evento es el resultado de una serie de causas y efectos que lo preceden.
Según este enfoque, no hay nada que suceda por casualidad o por azar, sino que todo está
predeterminado por las leyes de la naturaleza y el curso de la historia.

Por otro lado, la emanación es una teoría que sostiene que todo lo que existe proviene de
una fuente original, divina o universal. Según esta idea, todo lo que vemos en el mundo es
una manifestación o emanación de esa fuente original, y por lo tanto, todas las cosas están
interconectadas y son parte de un todo mayor.

Estos dos conceptos pueden estar relacionados, ya que algunos filósofos han sugerido que
la idea de la emanación puede explicar la necesidad de las cosas. Es decir, que todo lo que
ocurre es necesario porque es una manifestación de la fuente divina o universal, y por lo
tanto, está predeterminada por esa fuente.

En resumen, el paradigma necesarista y la emanación son dos conceptos filosóficos que


tratan de explicar la naturaleza del mundo y el lugar que ocupamos en él. Mientras que el
primero sostiene que todo es necesario y está determinado por las causas y efectos que lo
preceden, el segundo sugiere que todo lo que existe proviene de una fuente original y
divina, y que, por lo tanto, todo está interconectado y es parte de un todo alcalde.

3. El retorno a la nada

Tomás de Aquino, el filósofo y teólogo medieval, sostuvo la idea de que todo lo que existe
en el mundo físico está en constante cambio y se mueve hacia su fin natural, que es la nada.
Según Aquino, el movimiento y el cambio son causados por la necesidad natural de las
cosas de alcanzar su fin.

Sin embargo, Aquino también afirmó que Dios es la causa primera de todo lo que existe y
que, por lo tanto, no puede ser movido o cambiado. Él sostenía que Dios es inmutable y
eterno, y que es la única cosa que no se mueve hacia su fin natural, que es la nada.

De acuerdo con la filosofía de Aquino, cuando las cosas físicas alcanzan su fin natural y se
descomponen en la nada, su forma y sustancia se vuelven a Dios. Por lo tanto, Aquino
argumentó que todo lo que existe en el mundo físico tiene su origen en Dios y que regresa a
él al final de su existencia.

En resumen, el retorno a la nada según Tomás de Aquino se refiere a la idea de que todo lo
que existe en el mundo físico está en constante cambio y movimiento hacia su fin natural,
que es la nada. Sin embargo, Dios, como la causa primera de todo lo que existe, es
inmutable y eterno, y es la única cosa que no se mueve hacia su fin natural, sino que es el
destino final de todo lo que existe.

4. La relación real de la criatura y Dios

La creación, considerada desde las criaturas, no es más que «la misma dependencia del ser
creado respecto del principio que la origina» (Summa Contra Gentes, II, c. 18). Lo que
revela que la entidad participada implica su dependencia de la causa que le da el ser. La
creación proporciona la verdadera entidad y situación de la criatura. Lo esencial de la
noción de creación es la necesaria dependencia total a la causa que da el ser. Esta es la
situación de toda criatura con respecto a Dios.

El ser, el constitutivo entitativo intrínseco y fundamental, origen de todas las perfecciones y


de la misma existencia, no es algo que pertenezca propiamente a ningún ente. Todos los
entes necesitaron de la acción de Dios para comenzar a ser y a existir, siguen necesitándola
de modo ininterrumpido para continuar siendo.

El desconocimiento o la falta de reflexión sobre esta verdad metafísica, puede llevar a una
posición errónea y muy peligrosa, el concebir el mundo o las criaturas en relación con Dios
como un ente comparado con otro mayor. De tal manera que por grande que fuera la
distancia entre ambos, siempre la criatura podría sumar su perfección a la de Dios.

La criatura, tal como la concibe Santo Tomás, por el contrario, no es reductible a un mismo
género con el Creador. Nunca puede sumarse con Él. Todo el ser de la criatura depende de
Dios. Su relación con el «Ipsum Esse Subsistens», con la Perfección incircunscripta,
ilimitada, que encierra en sí toda perfección, que no puede ganar ni perder perfección
alguna, es la de receptor de todas sus perfecciones.

Las criaturas y Dios no se pueden situar, pues, en un mismo plano, ni aun manteniendo una
separación infinita. Hay que pensar siempre que están en niveles distintos, que, a su vez,
entre sí guardan una distancia infinita. De ahí que el lenguaje humano sobre Dios, cuyo
contenido significativo siempre se inicia en el plano de lo creado, tiene que ser analógico.
La total dependencia de la criatura está implicada en la misma idea de creación. También
conlleva que la causalidad de Dios lo abarca todo, es absolutamente universal.

5. Naturaleza de la relación creatural

Para Tomás de Aquino, la relación entre Dios y las criaturas es una relación de dependencia
creatural, es decir, las criaturas existen gracias a Dios y tienen su origen en Él. Esta relación
se basa en la teoría de la causalidad que Tomás desarrolló a partir de las ideas de
Aristóteles.

Según esta teoría, Dios es la causa primera de todas las cosas, es decir, la causa que inicia
el movimiento y la actividad en el universo. Todas las cosas creadas, incluidos los seres
humanos, tienen una causa eficiente que los producen, y esta causa eficiente es una criatura
que ha sido creada por Dios. Además, todas las cosas creadas tienen una causa final, es
decir, un propósito o un fin hacia el que se dirige, y este fin es establecido por Dios.

Por lo tanto, la relación creatural con Dios implica que todas las criaturas dependen de Dios
para su existencia y su propósito. Sin Dios, las criaturas no pueden existir ni tener un
propósito. Además, todas las criaturas tienen una inclinación natural hacia Dios, ya que Él
es su origen y su fin.

Tomás también habla de una relación de amor entre Dios y las criaturas, que se expresa en
el hecho de que Dios creó el mundo y las criaturas para que pudieran participar en su
bondad y perfección. A través de su participación en la bondad divina, las criaturas pueden
alcanzar su propósito y su felicidad. Este amor de Dios por las criaturas es un amor
gratuito, que no espera nada a cambio y que es la fuente de todo lo bueno en el mundo.

En resumen, para Tomás de Aquino, la relación creatural con Dios es una relación de
dependencia y amor, en la que las criaturas dependen de Dios para su existencia y su
propósito, y en la que Dios las ama y las atrae hacia sí mismo a través de su bondad y
perfección.
V. EL SER COMO ACTUALIDAD DE CADA ACTO Y PERFECCIÓN DE
CADA PERFECCIÓN

La idea de "El ser como actualidad de cada acto y perfección de cada perfección" es un
concepto filosófico que se relaciona con la ontología, es decir, la rama de la filosofía que se
ocupa del estudio del ser.

Esta frase se puede interpretar de diferentes maneras, pero en general se refiere a que el ser
es la actualidad de todo lo que existe y la perfección de todo lo que es perfecto. En otras
palabras, el ser es lo que hace que las cosas sean lo que son, y es la fuente de su perfección
y completitud.

Esta idea tiene sus raíces en la filosofía griega antigua, particularmente en la obra de
Aristóteles. Para Aristóteles, el ser era el principio básico de todas las cosas, y la causa de
su existencia y su movimiento. Él argumentaba que todo lo que existe tiene un propósito o
una finalidad, y que el ser es lo que permite que ese propósito se cumpla.

Desde entonces, muchos filósofos han explorado la idea del ser en profundidad, tratando de
entender qué es y cómo se relaciona con el mundo que nos rodea. Algunos filósofos han
argumentado que el ser es simplemente lo que existe, mientras que otros han sugerido que
es algo más fundamental y esencial.

VI. LA POSIBILIDAD DE LA ANIQUILACIÓN DE LAS CREATURAS

En cuanto a la aniquilación de las criaturas, Aquino creía que todas las criaturas, incluidos
los seres humanos, fueron creadas por Dios y son sostenidas en la existencia por Él en todo
momento. Según Aquino, Dios es el Ser necesario, que existe por sí mismo y no depende
de ninguna otra cosa para existir. Todas las demás criaturas, en cambio, son seres
contingentes, que dependen de Dios para existir en todo momento. Si Dios dejara de
sostener la existencia de una criatura, esa criatura dejaría de existir.

Sin embargo, Aquino también creía que Dios es amor y misericordia, y que por lo tanto no
destruiría ninguna criatura sin una razón justa. Por ejemplo, si una criatura causa daño o
sufrimiento a otras criaturas, Dios podría permitir que esa criatura sea destruida o
aniquilada como un acto de justicia. En cuanto a los seres humanos, Aquino creía que
tienen una naturaleza inmortal y que sus almas sobreviven a la muerte del cuerpo. Por lo
tanto, la aniquilación total de un ser humano no es posible en el sentido de que su alma
seguiría existiendo después de la muerte.

En resumen, según la perspectiva de Aquino, la aniquilación total de las criaturas no es


posible en el sentido de que su existencia depende de Dios en todo momento. Sin embargo,
Dios podría permitir la destrucción o aniquilación de una criatura como un acto de justicia.
En el caso de los seres humanos, Aquino creía que sus almas son inmortales y sobreviven a
la muerte del cuerpo.

VII. SOBRE LA ETERNIDAD DEL MUNDO

La posición de Tomás de Aquino respecto a la posible eternidad del mundo es bastante


compleja. Como él mismo dice expresamente en el pequeño opúsculo dedicado
particularmente a este tema, el fondo de la cuestión se reduce a averiguar si es
contradictorio -y por tanto, imposible- "que algo sea causado por Dios y sin embargo haya
existido desde siempre".

Pues bien, Tomás de Aquino nunca ha visto contradicción entre ambas proposiciones
(“algo es causado por Dios", "algo existe desde siempre"). La tesis de que no es contrario a
la razón suponer que el mundo fue creado desde siempre "es retomada siete veces en las
obras del Aquinate, y cada vez con mayor energía, contra los murmurantes".

Según él, el hecho de aceptar que Dios ha creado el mundo libremente, no implica sin más
que lo haya tenido que crear en el tiempo o que el mundo -y por tanto, el tiempo- tuviese un
comienzo. Puesto que Dios es eterno podría haber creado el mundo desde la eternidad. Por
una parte, Tomás sostiene que ninguna de las pruebas o argumentos aducidos para
(intentar) demostrar el comienzo temporal del mundo (es decir, que pueda asignarse
idealmente al tiempo un momento primero) son realmente concluyentes y demostrativos.
Por otra parte, nuestro autor afirma en contra de Siger y los averroístas -la llamada
"izquierda aristotélica" - que tampoco se ha probado con argumentos válidos que el mundo
ha existido desde siempre, o, lo que viene a ser lo mismo, que es imposible que el mundo
tenga un inicio temporal. En otras palabras, si bien Tomás de Aquino como cristiano acepta
que el mundo, de hecho, fue creado en el tiempo y no desde la eternidad, sostiene al mismo
tiempo que tal hecho se conoce únicamente por revelación y que la filosofía -la razón
humana- no puede probar ni que el mundo haya existido desde siempre ni que el mundo
haya tenido un inicio temporal. Ambas posibilidades quedan abiertas ante la razón humana
y ninguna de ellas es imposible ni intrínsecamente contradictoria. Más concretamente, para
el Aquinate el comienzo del mundo es rigurosamente un artículo de fe y no una conclusión
filosófica:

"El hecho de que el mundo no siempre haya existido, sólo por la fe se conoce y no puede
probarse demostrativamente" . En efecto, no se puede probar la creación temporal del
mundo ni partiendo del creador ni partiendo de las criaturas. En el primer caso porque la
creación depende de la voluntad divina y ésta es incognoscible para el hombre, a menos que
Dios la revele. En el segundo, porque la "demostración" -entendiendo por tal la que
Aristóteles llamaba "demostración perfecta" o "propter quid"- parte de las esencias de las
cosas -el "quod quid est"- para deducir de ellas las propiedades; ahora bien, las esencias en
cuanto tales son intemporales y abstraen del espacio y del tiempo; luego no se puede
demostrar que no siempre han existido. "Por eso -concluye nuestro autor- que el mundo ha
comenzado a existir es creíble, mas no demostrable o cognoscible. Y esto es útil
considerarlo, no sea que alguien presumiendo demostrar lo que pertenece a la fe, aduzca
razones no necesarias, que brinden a los infieles materia para burlarse, al juzgar que
nosotros por razones de este tipo creemos las cosas que son de fe".

VIII. GOBIERNO Y PROVIDENCIA DIVINA

Se llama Providencia el cuidado y gobierno que Dios tiene de todas las criaturas, a las que
dirige convenientemente a su fin.

La Providencia abarca dos cosas: la conservación de las criaturas y el gobierno de ellas.

1.-Dios conserva a las criaturas, haciendo que permanezcan en el ser. Como necesitaron de
Dios para salir de la nada, así necesitan de Él para mantenerse en el ser y no volver a la
nada.
El ser contingente recibe el ser en todos los momentos de su existir, y no sólo en el
primero; para él el instante que precede no es razón suficiente de su existencia en el instante
que sigue; sino que depende en todo momento de quien le dio el ser, de la misma manera
que el arroyo depende de la fuente que lo alimenta. En otras palabras, las criaturas no
pueden seguir existiendo "por su propio impulso", porque en ese caso serían independientes
de Dios, existirían por sí mismas, lo cual es imposible en los seres contingentes. Con toda
verdad, pues, se dice que la conservación es una creación continuada.

2.-Dios gobierna también los seres, dirigiéndoles a los fines para los cuales los creó. En
especial dispone a todas las cosas para provecho espiritual del hombre.

Pero la acción de la Providencia no destruye la libertad; de manera que, desgraciadamente,


el hombre puede contrariarla y perderse eternamente.

Dios providente es una consecuencia de su infinitud: nada, en ningún aspecto, escapa a su


Ser y a sus perfecciones infinitas; todo lo ve, todo lo conoce, todo lo dispone o lo permite,
todo lo orienta a Su Gloria y a nuestra felicidad.

BIBLIOGRAFÍA

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