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APROXIMACIONES TEÓRICAS

AL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO ESCOLAR


FICHA DE CÁTEDRA
2018

Autoras: Benítez Fátima; Del Corro Rosario, Machado Romina, Moran Jesica.

¿Qué es el Acompañamiento Terapéutico Escolar?

Es un dispositivo clínico que intenta acompañar la escolarización de niños,


niñas y adolescentes, que por alguna situación particular requieren de un AT.
Según cada caso sus objetivos están centrados, determinados o se construirán
en torno a las áreas conductual, emocional y/o social, que habilitarán o
propiciarán los procesos de aprendizaje y las trayectorias escolares de estos
sujetos.
En cada caso particular, la estrategia terapéutica será armada junto al
equipo terapéutico, y luego se hace partícipe a la familia, la institución escolar y
sus actores, teniendo en cuenta las singularidades de cada caso.
Ahora bien, ¿qué entendemos por acompañar la escolarización de niños,
niñas y adolescentes o por acompañar trayectorias escolares?

Acompañar en el uso coloquial de la palabra, implica estar junto a otro,


más cercano o más lejano, pero que de alguna manera propicia un encuentro
entre dos, donde surgen construcciones comunes. Acompañar terapéuticamente
implica además que el vínculo que se intenta construir en esta aproximación,
tiene objetivos terapéuticos específicos, una estrategia pensada para cada
acompañado, un equipo que sostiene la estrategia o piensa que este dispositivo
es el más propicio y un espacio de supervisión que colabora con la efectividad
del dispositivo clínico.
Podemos afirmar entonces, que el acompañante se introduce en el ámbito
escolar bajo una estrategia terapéutica singular. Por ejemplo: en el caso de
María, quien es acompañada a la escuela, porque llora y se angustia al momento
de separarse de su mamá; o de Pablo quien no logra copiar del pizarrón y
deambula por el aula, o de Juana, que al decir de la señorita molesta todo el
tiempo en clase. Estas situaciones por sí mismas, no nos dicen nada sobre la
necesidad de ser acompañados terapéuticamente en la escuela, las mismas
podrían presentarse en cualquier niño o niña, y el hecho de que aparezca este
tipo de comportamientos no implica la necesidad de un A.T Escolar. La
complejidad clínica va más allá de esta descripción conductual que podemos
detectar en un diálogo cotidiano con algún integrante de la comunidad educativa,
no obstante, estos son aspectos visibles de una dificultad que necesita ser
escuchada.
Incluirnos en la escuela nos permite ver, oír, percibir, observar, escenas
de los espacios y escenarios escolares, que nos posibilitará recabar información
indispensable de su cotidianidad, como los recreos, el aula, el pasillo, las salidas
y/o entradas, los juegos con pares, sin embargo, será la mirada clínica la que
permita hacer una lectura de la realidad que tendrá como eje u objetivo
fundamental promover espacios y vínculos saludables para el niño, niña y/o
adolescente en su ámbito escolar. Dicha mirada a la que hacemos alusión, es
una construcción que el acompañante irá haciendo en su andar, un continuo
trabajo basado en la formación, en la supervisión, en el trabajo en equipo, y su
terapia personal que apuntalarán el ejercicio del rol al momento de incluirnos en
instituciones educativas.
Cuando nos planteamos definir el Acompañamiento Terapéutico Escolar,
nos resulta imposible desligarlo de las concepciones básicas de A.T. Acordamos
entonces, con Dragotto y Frank, en entender al A.T como un dispositivo que
permite diseñar una estrategia adecuada a la singularidad de cada paciente,
dependiendo de la situación que el sujeto esté atravesando. Para ello se
insertará en la vida cotidiana del paciente, donde este se encuentre,
compartiendo con él “su mundo”, su cotidianeidad. Trabaja siempre inserto en
un equipo terapéutico colaborando, siguiendo y expandiendo la estrategia del
terapeuta. Entre las múltiples funciones que puede cumplir un a.t, se destacan
las de contención y socialización, parte de un posicionamiento epistemológico e
ideológico: las personas aquejadas de patología mental son parte de la sociedad
y su tratamiento debe realizarse, siempre que sea posible, prescindiendo del
aislamiento. Una contención a través de un vínculo humano que posibilita que el
sujeto no sea segregado de la trama social y relacional a la que pertenece; es
una apuesta a la emergencia de la subjetividad a través del desarrollo de un
vínculo que contemple la alteridad. (Dragotto & Frank, 2012)
La escuela, tiene la característica de ser un ámbito, un lugar, un espacio
muy conocido por todos y transitados por todos. Los que acompañamos en
instituciones escolares, hemos pasado por ellas y tenemos diversas experiencias
en relación a las mismas. La necesidad de definir el A.T. Escolar, en su
especificidad, radica en que nos incluimos en un contexto que determinará las
características propias de este tipo de dispositivo, ya que no es lo mismos
acompañar niños o adultos, acompañar en un Hogar de día que en la escuela o
en la casa.
El a.t inserto en una Institución Escolar, desde su rol, permite la puesta
en marcha de un proceso de inclusión. Señala Campise y Cols. (2012) en el libro
Acompañantes: “El Acompañante desde su rol facilita la materialización de un
proceso de integración, si en una adecuación curricular la pedagogía vehiculiza
que un niño en particular pueda asimilar los contenidos específicos referidos a
la asignatura del ciclo que cursa, en un A.T se trabaja sobre las dimensiones
afectiva, conductual y social”. (p. 198)
Coincidimos en que es necesario pensarlo como un espacio “entre”, tal
como afirman Kuras y Resnizky, haciendo alusión al "entre" lo dado y lo nuevo,
lo instituido y lo instituyente, tendiendo a recuperar, producir, refundar, construir.
El AT Escolar habita entre lo pedagógico y lo terapéutico. Si bien se incorpora
con objetivos terapéuticos, el ámbito escolar está atravesado por una intensa
impronta pedagógica constitutiva y, por ende, es posible que éste lugar
intermedio conduzca a confusiones a la hora de determinar las funciones de su
rol.
Acordamos también con C. Rossi (2012) quien señala que un a.t que se
desempeña en una Institución Educativa “es un agente de salud que trabaja
inserto en un equipo terapéutico, con una persona que está padeciendo una
conflictiva del orden de lo psíquico, emocional y en consecuencia manifiesta
síntomas en el plano educativo” (p. 217). Así también, menciona que abarca
situaciones, abordajes y prácticas caracterizadas por su inserción en función de
actividades relacionadas no solamente a lo educativo y académico sino también
al campo de la psicopatología, salud mental y clínica de Acompañamiento
Terapéutico, lo que da cuenta de los múltiples entrecruzamientos que
complejizan el desempeño del rol en este contexto.
Asimismo, acordamos con Vizcaíno cuando plantea que, en la escuela
actual, se podrían circunscribir las dificultades más importantes en dos grandes
grupos:
Por un lado, las que se vinculan con inconvenientes ligados al aprendizaje en
sentido estricto, como pueden ser dificultades para aprender, resolver tareas,
organizarse, y/o comprender. Por otro lado, aquellas problemáticas
relacionadas a ciertas actitudes o conductas no esperadas por parte de ningún
miembro de la comunidad educativa que dificultan la convivencia escolar y el
cumplimiento de la función de educar. Ambas problemáticas, generan
perturbaciones u obstáculos en la concreción de las actividades de enseñanza
y en los objetivos que dan sentido al ¨estar¨ en la escuela. Nuestro trabajo
reviste interés en las dificultades del segundo grupo, ya que es en relación a
ellas que el A.T escolar hace su aparición en este contexto. En función de ello,
actúa como objeto transicional al amortiguar angustias; posibilitar la capacidad
de espera, de escucha y la tolerancia a la frustración; propiciar la socialización,
el jugar, la integración con pares; o dar lugar a espacios que anticipen la
desorganización. A partir de la presencia activa y teniendo en cuenta la
singularidad, el a.t trabaja como intérprete y traductor del entorno, favoreciendo
importantes efectos de subjetivación y permitiendo la conexión entre los
distintos componentes del mismo.
En la escuela, su presencia, debiera facilitar la apertura de un espacio
de discusión sobre la realidad de las dificultades de la persona acompañada,
favoreciendo al proceso de inclusión en busca de la igualdad de oportunidades,
fomentando el derecho a la inserción y el sentimiento de pertenencia a la
sociedad, a un grupo, a la cultura, posibilitando un sentimiento de aceptación,
significativo y comprensivo (Peres Duarte, 2008). El A.T Escolar buscará dar
lugar a conductas no sólo saludables sino también coherentes respecto al
ámbito que transita; para lo cual el abordaje minucioso respecto a la cultura
institucional donde el a.t despliegue su labor resultará fundamental. De esta
manera, pondrá su mirada no solo en el proceso como se mencionó
anteriormente sino también en la experiencia de inclusión, teniendo en cuenta
los aspectos afectivos, vinculares y socioculturales por encima de los
aprendizajes académicos. Es importante destacar que será el profesional que
dentro del equipo terapéutico tendrá el privilegio de trabajar con los docentes y
toda la comunidad educativa con el fin de que puedan "mirar" al niño, que lo
autoricen, que lo habiliten, que crean en él y en sus posibilidades, que den
lugar a la diferencia teniendo en cuenta que poder lograr esto implica
movimientos, dudas y muchas veces serios cuestionamientos y tensiones. La
presencia del a.t en la escuela tendrá como finalidad facilitar, estimular y
acompañar, junto a un trabajo en equipo, el promover la creación de espacios
para la diferencia.

¿A quiénes acompañamos?

Acompañamos a niños y niñas, acompañamos adolescentes y procesos


escolares que puedan estar atravesados por la discapacidad, por diagnósticos
de “moda”, por diagnósticos de manual, pero este atravesamiento solo nos dará
algunas de las características de quienes acompañamos, jamás los definirá o
cerrará posibilidades. Acompañamos sujetos, no diagnósticos.
Y desde allí nos paramos para prepararnos a salir al encuentro de un otro,
niño, niña o adolescente que está sufriendo, o que alguna parte del proceso de
su desarrollo se encuentra detenida, obturada o desfasada, y las consecuencias
que esto conlleva.
Es preciso concebir a la infancia como una etapa caracterizada por la
indefensión de los niños pequeños o bebés, donde prima la necesidad y donde
es fundamental que los adultos sean los encargados de satisfacerlas de manera
satisfactoria e inmediata para establecer sentimientos de seguridad y confianza
en sí mismo y respecto al entorno.
Por otro lado, tomaremos los aportes de dos referentes del campo del
Acompañamiento Terapéutico como son Kuras y Resnizky (2005) quienes
proponen retomar a Silvia Bleichmar quien postula que pensar en la infancia,
supone situarla entre múltiples entrecruzamientos:
• El estado de indefensión del niño en etapas tempranas de la vida.
• La dependencia del amparo y sostén parental.
• Las condiciones del contexto sociocultural en el que el niño está alojado.

Acordamos con la postura de Bleichmar (2008) y nos apropiamos del


concepto por ella propuesto que son las nociones de psiquismo abierto y
neogénesis. Dicha autora señala que: “(…) Proceso de neogénesis: algo que no
estaba preformado, y que no hubiera llegado a instalarse por sí mismo, se
produce en virtud de la intervención analítica.” (p. 37) Por lo cual, este proceso
apunta a fundar algo que no estaba previamente, abriendo la posibilidad de que
se organice algo que no existía con anterioridad. Y continúa: “La idea de
neogénesis remite a un aparato abierto; aparato que si bien tiene cerradas –en
la mayoría de los casos- las vías de salida, tiene siempre libres las vías de
acceso. Se trata de un aparato que siempre va a recibir elementos de lo real (…)”
(p. 40)
Traspolando su teoría al campo del Acompañamiento Terapéutico, es que
coincidimos que la inclusión de este dispositivo en la infancia, responde a una
concepción del funcionamiento psíquico, atravesada por una perspectiva de
neogénesis: “Se trata de generar nuevos modos de producción simbólica que
posibiliten la fundación y recomposición de los aspectos fallidos del
funcionamiento psíquico, con el objeto de disminuir el sufrimiento e incrementar
la potencialidad de pensar”. (Kuras y Resnizky, 2005)
No es la creación a partir de la nada, sino de algo que allí fuera posible de
producirse.

¿Dónde se trabaja?

El A.T. Escolar se verá inmerso en diferentes espacios y/o instituciones


que, al momento de pensar la estrategia terapéutica, es necesario que los
tengamos presentes como parte y entorno del niño, niña o adolescente que
acompañamos. La familia y la misma escuela serán escenarios y campo de
acción en esta modalidad.
Entendemos de vital importancia el hecho de conocer sobre el concepto
de instituciones con el fin de pensar con mayor profundidad los ámbitos en donde
nos incluimos.
Así es como retomamos conceptos como el de Catoriadis, quien
menciona en Los dominios del hombre: “yo llamo la institución de la sociedad
como un todo, entendiendo por institución las normas, valores, lenguaje,
herramientas, procedimientos, y métodos de hacer referencia las cosas y de
hacer cosas (...) manifestando que “la sociedad se crea así misma como
sociedad” (...)
Asimismo, plantea: “La institución provee pues, de ahora en más, el
sentido a los individuos socializados; pero, además, les brinda también los
recursos para constituir ese sentido para ellos mismos” (p 103 “El pensamiento
de C. Castoriadis”) Aquí radica la importancia de estar, permanecer y transitar
por la escuela para todos los niños, niñas y adolescentes. Ser parte de una
institución escolar, ir al colegio que fue toda la familia, usar el uniforme de tal o
cual cole, tiene “un sentido”, da sentido a los sujetos.
En relación, más específicamente, al ámbito escolar, retomamos los conceptos
de L. Fernández quien manifiesta que las instituciones educativas son un
conjunto de órdenes que promueven la enajenación del individuo en las
características de grupo y lo empujan a una inserción cultural prefijada a su
deseo, pero que, al mismo tiempo al basarse en la transición de conocimiento,
entrega la llave para acceder a la conciencia de la individuación.
En la actualidad algunas escuelas tienen experiencia con el trabajo de
A.T. y otras no, algunas están de acuerdo con la inclusión de este profesional y
otras no, algunas tienen más información o conocimiento en relación al rol y otras
no, por lo cual, insertarnos en cada una de estas instituciones implica reconocer
las características particulares que cada una presenta ya que es a partir de las
mismas, desde donde podremos pensar las intervenciones como parte de la
red/entramado del proceso del niño, niña o adolescente al que acompañemos.
Se torna entonces importante, conocer sus ritmos, costumbres, normas, canales
de comunicación, experiencias previas, rutinas, hábitos. Podemos ejemplificarlo
de la siguiente manera:
Cuaderno de campo de una acompañante: “Llegue a la escuela y la directora me
estaba esperando en la entrada, me dijo que Juan ya había llegado, y que no
sabían qué hacer hasta que yo llegara, por las dudas estaba en dirección
esperando para que no pasara nada malo, tenían miedo que Juan pegara,
porque eso hacían con la a.t de otro niño”.

Otra a.t registra en su cuaderno de campo: “estábamos en la primera hora de


acompañamiento terapéutico, y comienza a sonar una música, veo que todos
salen al patio, y le pregunto a la señorita que sucede, me comenta que en ese
colegio no hay timbre y se sale a los recreos cuando la música comienza a
sonar”.

Estas prácticas escolares, hábitos, costumbres, ritmos, que para muchos de los
que transitamos las escuelas están naturalizados, para nuestros/as
acompañados no es tan fácil detectarlas y aprehenderlas, internalizarlas y
llevarlas a la práctica.

¿Qué implica trabajar en una institución escolar?

Como mencionamos anteriormente, los espacios escolares, sus escenarios, sus


rincones, sus pasillos, sus aulas, son espacios conocidos por todos, nadie queda
ajeno a ellos, pueden ser múltiples las maneras de haber transitado este camino,
pero cuando decimos “escuela”, “colegio”, no podemos dejar de rememorar
alguna evento especial de nuestro paso por la escolarización, ya sea que
recordemos a una docente, a las amistades allí construidas, a un acto en
especial, a lo aprendido o no aprendido, a algún referente, a lo que me gustaba
o aquello que no, pero a diferencia de un hospital, un juzgado, una clínica o la
cárcel, pensar en las instituciones escolares siempre tiene para todos un
imaginario, una impronta de nuestro paso por ella.
Siendo agentes de salud, formados en este ámbito, incluirnos en un
espacio escolar implica seguir formándonos con otros, pensar en términos de
nuevos lenguajes, construir con aquellos que vamos a trabajar (docentes,
directivos, preceptores, coordinadores de curso) canales de comunicación que
nos permitan aunar criterios entre diagnósticos psicológicos y aprendizajes
escolares; focalizando siempre en el sujeto que acompañaremos, como también
en las singularidades que presenta.
Es necesario tener en cuenta que desde el primer momento en que
pensamos al sujeto al cual acompañaremos lo veremos desde concepciones
diferentes: para el colegio este niño, niña o adolescente, es un alumno, para
nosotros los a.t es un usuario/paciente/sujeto/acompañado. Pensamos a este
niño, niña o adolescente, en términos distintos -ni mejores ni peores- que
implicarán de nuestra parte, trabajar mancomunadamente con aquellos que
conformen la vida escolar de nuestro acompañado, esto se dará, por ejemplo:
...comentándole a la seño que a María es necesario repetirle la consigna y pedirle
a ella de manera individual que la escriba en su cuaderno, porque si lo dice a
todo el curso quizás no lo haga…
...que cuando llega a la mañana, a veces, Marcos se duerme en el aula, y
necesita salir más de una vez a lavarse la cara...que eso no significa que se
aburra, sino que esto pasa por el efecto de la medicación...
...Escuchar a la docente cuando nos dice: “cuando me doy vuelta al pizarrón
tengo miedo que Juan me tire con la tijera”
...Pedirle: seño, cuando Ana se desborde seguramente necesitaré de vos, así
podemos salir un ratito del aula para ayudarla a calmarse…
Estas situaciones que en lo cotidiano de la escuela escuchamos desde los
docentes y/o directivos, sumado a frases como “acá esto nunca paso”, “no sé
cómo manejarlo”, es fundamental poder alojarlas y dar a conocer que en el
trabajo a la par podemos transformarlo en un ¿qué podemos hacer juntos? Para
que María, Marcos, Ana y Juan puedan hacer de sus trayectorias escolares
vínculos saludables y posibles.
Conocer y reconocer los espacios en los cuales trabajamos, las
características de las Instituciones escolares, nos permite mirarlas desde el
paradigma de la complejidad, nos permite entender, como ya venimos
planteando, que tienen sus normas, reglas implícitas y explicitas, su historia, su
trayectoria social y cultural, sus códigos y hábitos cotidianos. Si no tenemos en
cuentas esto, corremos el riesgo de cuestionar o problematizar situaciones que
tienen su lógica y movimiento propio, único para “esta” escuela. Las rutinas
escolares, los horarios, los espacios, son parte de la identidad de cada
institución, como a.t escolares es importante conocerlos, descubrirlos; no para
acoplarnos y enajenarnos a ellos, sino para encontrar posibles alternativas a las
cuales nuestro acompañado pueda sumarse.
Ahora bien, no solamente trabajaremos con la escuela y su complejidad,
con sus docentes, con el acta acuerdo firmada al comienzo del A.T, con los
directivos, con la señora del quiosco que nos consulta que hacen los
acompañantes terapéuticos, con los y las compañeras de nuestro acompañado
que nos dicen “yo también quiero un AT”, o “qué bueno que ahora viniste a
ayudarlo a que esté tranquilo”; otro importante integrante de este dispositivo,
será el equipo terapéutico.

¿De qué hablamos cuando hablamos de equipo terapéutico?

Dragotto y Frank, (2012) mencionan que el A.T.: “Trabaja siempre inserto


en un equipo terapéutico colaborando, siguiendo y expandiendo la estrategia del
terapeuta” (p.22)
Desde nuestra experiencia acompañando terapéuticamente en las
instituciones escolares, fuimos elaborando una estrategia de trabajo, que
sabemos, no será la única, pero es la que nos ha permitido tener la objetividad y
mirada clínica posibilitadora para el desempeño del Rol de A.T.
Tomamos la definición de equipo interdisciplinario de Pizarro. A. quien
considera que el mismo está constituido por un grupo de profesionales, en donde
el trabajo es compartido, la responsabilidad es de todos y cada quien tiene un
campo de acción definido o bien es la acción simultánea y metódica de los
profesionales de un mismo servicio, aportando bajo la autoridad de un
responsable, una contribución bien definida al estudio y al tratamiento de una
situación dada.
Como mencionamos anteriormente, al ingresar a una institución
educativa, es parte de nuestra labor, el trabajo en conjunto con aquellos que son
parte de la institución, que la conforman y que cotidianamente la habitan: los
docentes, directivos, preceptores, coordinadores de curso, así como las/los
profesionales que forman el gabinete psicopedagógico, en caso de que contara
con el mismo. Este trabajo requerirá aunar criterios, acordar pautas de trabajo,
coordinar horarios y días de asistencia a la institución en función de las
necesidades y posibilidades de ambas partes, pero por sobre todo en función del
niño, niña o adolescente que acompañamos.
Ahora bien, en el campo del A.T cuando hablamos del equipo terapéutico,
hacemos referencia a aquel o aquellos profesionales que por fuera de la
institución escolar, creyeron en la necesidad de ampliar el dispositivo terapéutico
o que junto al pedido/demanda/necesidad de la escuela, apuestan a esta
estrategia para el tratamiento de este sujeto convocando la presencia de un
acompañante terapéutico. Puede estar conformado por el a.t más un solo
profesional de otra disciplina o por un conjunto de ellos.
¿Porque pensar que el equipo terapéutico es externo a la institución
escolar?

Porque justamente al ser agentes de salud, pensaremos con éste las


intervenciones clínicas, las estrategias terapéuticas, y agudizaremos la mirada
en las necesidades en función del sujeto/paciente/acompañado con el cual
estemos trabajando. Por un lado, permitirá tener una mirada externa, objetiva de
los procesos que suceden en la institución en relación a la persona que
acompañamos; y por otro, facilitará pensar en el porqué de las intervenciones
más allá de los procesos escolares, académicos y pedagógicos que priman en
la mirada escolar.
El hecho de que el equipo no pertenezca a la Institución, permite seguir
en el “entre” lo clínico y lo pedagógico, creando puentes, teniendo siempre
presente que la cotidianidad de nuestro trabajo gira en torno al bienestar psíquico
y emocional del sujeto que acompañamos.
...Cuando pensamos en salir del aula con Jaime en la hora de matemática, a
pesar de que la seño está explicando un tema nuevo, es porque luego de
acompañarlo 6 meses en 3er grado, notamos que es probable que se presente
una crisis frente a la frustración que le genera un tema nuevo, la seño nos permite
salir, ya trabajamos con ella y acordamos que hacer en estos momentos…

...Martín no puede permanecer en la hora de música, la seño de 6to nos reclama


que así no puede ponerle notas en su asignatura. Con él nos pasamos la hora
de música en la puerta de la dirección, lugar que eligió para estar en estos
momentos, porque se aturde con el bullicio. Estamos trabajando con el equipo
terapéutico y la institución de qué manera poder evaluar a Martín, ya que estar
en estas horas se le hace insoportable...
Poeta, P. (2012) plantea las funciones del equipo terapéutico
mencionando dos: la función de terceridad y de sostén. Estas son aplicadas
acompañando terapéuticamente en las escuelas a niños, niñas y adolescentes,
ya que pensamos las estrategias con un otro externo a la institución educativa,
que sostiene y terceriza las actividades, intervenciones, estrategias y
herramientas que junto a la institución educativa recreamos; y justamente esto
es lo que permite que nuestro trabajo no sea solo “acompañar” sino Acompañar
Terapéuticamente.
Para finalizar no queremos dejar de mencionar otro concepto de vital
importancia en el campo del A.T, que es el de la ética de nuestro trabajo como
A.T.
Retomando palabras de L. Frank, “el reconocimiento del otro humano que
no puede dejarnos indiferentes es el lugar en el que se implanta una ética del
A.T.”, y continua, “esta inclusión permite diseñar una estrategia acorde a la
situación de cada sujeto en tratamiento y a sus circunstancias singulares”. (p.
106) Asimismo, plantea que sería necesario “suspender su propia subjetividad
para alojar la emergencia de la subjetividad de ese otro - semejante pero
diferente -, reconocerla y propiciar algo que contribuya a su realización” (p. 108)
Pensamos entonces, en la inmediatez de las instituciones educativas, en
sus tiempos y ritmos, en sus propias e internas crisis, y allí nos encontramos los
acompañantes terapéuticos, haciendo camino con el equipo terapéutico, con la
escuela, con la familia y con el mismo niño, niña y adolescente que
acompañamos, por lo cual, la mirada ética sobre nuestro trabajo, no puede
acoplarse a la demanda y urgencia de los tiempos actuales.
Frente a la complejidad de las instituciones escolares, frente a la
masividad de alguna de ellas, a la estandarización de procesos de aprendizaje,
frente a ciertas situaciones y escenas particulares que solo nuestro rol permite
presenciar, como recreos con 50 o 100 niños jugando a las atrapaditas, al fútbol
o a las figuritas, frente a la singularidad de Juana y María que se rasparon las
rodillas corriendo y la seño las acompaña a lavarse, desde lo más macro a la
escena más pequeña, el a.t podrá brindar allí una mirada particular y única,
pensada para este niño, niña o adolescente que acompaña, no en detrimento de
las capacidades del sistema educativo, sino enriqueciendo sus capacidades.
BIBLIOGRAFÍA:

Benítez, F. Del Corro, R. Machado, R. Moran, J. (2017) Acompañamiento


Terapéutico Escolar - Aportes Teórico Clínicos. Editorial Brujas. Córdoba Capital

Bleichmar, S. (2008) Violencia social – Violencia escolar. De la puesta de límites


a la construcción de legalidades. Editorial Novedul. Buenos Aires, Argentina

Castoriadis, C. El pensamiento de Cornelius Castoriadis. Volumen 2. Ediciones


proyecto revolucionario. 2008.

Castoriadis, C. Los dominios del hombre, Las encrucijadas del laberinto, Gedisa
Editorial, España, 1998.

Dragotto, P. Frank. M.L. (2012) Acompañantes. Conceptualizaciones y


experiencias en el A.T. Editorial Brujas. Córdoba Capital

Duarte, R. (2010). La importancia del vínculo temprano y apego en la primera


infancia. Disponible en:

Fernández, L. (1994) Instituciones Educativas. Dinámicas institucionales en


situaciones críticas. Paidós. Buenos Aires. Argentina.

Frank, M.L. Costa, M. Hernández, D. Comp. (2016) Acompañamiento


Terapéutico. Clínica en las fronteras. Editorial Brujas. Córdoba Capital.
http://vscomm.blogspot.com.ar/2010/07/la-importancia-del-vinculo-temprano-
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Kuras, S. y Resnizky, S. (2005) Territorios del Acompañamiento Terapéutico.
Editorial Letra Viva. Buenos Aires, Argentina.

Kuras, S. y Resnizky, S. (2009) Acompañantes Terapéuticos. Actualizaciones


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Pizarro Aguilar, R. (1981) Los Equipos Interdisciplinarios. Recuperado el


13/03/2015: http://www.binasss.sa.cr/bibliotecas/bhp/cupula/v8n17/art3.pdf

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