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CURSO DE

ACOMPAÑANTE TERAPEUTICO
ACOMPAÑAMIENTO TERAPEUTICO
ESCOLAR

Para profundizar en el ámbito del acompañamiento terapéutico escolar es


indispensable abordar primero el contexto en el cual se insertará. Por este
motivo hablaremos del concepto de institución y nos remitiremos a las dos
más importantes: Familia y Escuela.

Una institución, para L. Fernandez (1995) es una formación social de


profunda incidencia en la vida de los sujetos considerándolo un modelo que
regula fuertemente las interacciones y comportamientos de las personas,
representando los aspectos que son particularmente valorados por el grupo
social. A partir de estas concepciones, se considera la familia y la escuela
como instituciones organizadoras de la vida cotidiana y las relaciones entre
las personas.

Por su parte, Piccinini (2011) plantea que la familia, la escuela y todas


aquellas instituciones que albergan al niño y adolescente (Hogares,
Orfanatos, Reformatorios, Institutos e Menores) constituyen el marco social
fundamental para todo construcción subjetiva, por lo cual el tránsito por las
instituciones deja una impronta innegable. Para la autora, la familia no es la
única institución, aunque sí la primera que determinará la constitución del
psiquismo, dando lugar a la existencia de otros encuentros significativos
que permiten la emergencia de la subjetividad y colaboran en la
construcción del aparato psíquico. Tiempo Atrás, se pensaba a la cultura
inscripta por medio de los grupos, y la familia era uno de ellos. En ella se
daban las primeras relaciones, siendo así el lugar privilegiado para luego
salir y extenderse a lo social. El mundo llegaba a los niños por intermedio
de los padres y solamente a posteriori en el transcurso del desarrollo este se
relacionaba con lo social. La realidad de hoy muestra otra faceta. Los niños
y las niñas se encuentran frente a nuevos interlocutores desde muy
pequeños; propio de un contexto socio-cultural caracterizado por el avance
tecnológico, informático y comunicacional: nacieron en la era de la imagen
y la tecnología.

Existen identificaciones, pulsiones, demandas, mitos, imágenes, miradas,


ideales, posiciones ideológicas y éticas que ya no dependen de la
habilitación familiar exclusivamente. Hay presencia de un nuevo espacio
subjetivante: el espacio mediático.

Según Untoiglich (2011) la familia debería favorecer la renuncia a la


satisfacción inmediata, condición fundante para la adquisición de nuevos
aprendizajes. La familia es la encargada de establecer límites y
prohibiciones, entendidos como bordes que ayudan a construir
subjetividad; esto posibilita enmarcarse en una cultura determinada. Dentro
de la familia se debería encontrar la renuncia pulsional por parte del adulto
en aspectos ligados al incesto, la violencia física y/o psíquica y a la
incontinencia verbal hacia el niño y la niña. También es fundamental que la
familia sea el ámbito donde el niño y la niña encuentre tiempo, lo que
implica que alguien estará con la disponibilidad libidinal para ese pequeño
que tiene como necesidad la concesión de un espacio-tiempo propio a fin
de que su subjetividad pueda constituirse. Esto demanda permanencia y
presencia de un adulto dispuesto a esa entrega en la cotidianeidad.

El niño y la niña que no sea albergado en el deseo del otro que lo


signifique y lo habilite carece de una estructura que lo sostenga. Si esta
matriz falla, es esperable que aparezcan alteraciones en la conducta ya que
la constancia de los vínculos, los hábitos de maternaje, alimentación y
limpieza, el entramado de relaciones familiares con los lazos de parentesco
que otorgan nombre y apellido, un domicilio y una familia, ofrecen un
sostén al sujeto que se está constituyendo psíquicamente.(Piccinini 2011).

Gonzalez (2011) nos dice que la familia deja de ser una institución
constitutiva para transformarse en un simple lugar de encuentro entre vidas
privadas, cada uno con su proyecto personal. Los rituales de las familias
(comidas, descansos) son jaqueados por las solicitudes mediáticas: cada
uno con su programa, su televisor, su computadora, su celular.

Fernandez Mouján (2011) expresa que vivimos en un mundo en crisis que


está en constante proceso de cambio, con caminos que ya no sirven como
antes, nuevas problemáticas con viejas respuestas, una realidad que obliga a
no aferrarse a “recetas” o supuestos invariantes y perpetuos. El problema
sería continuar funcionando con lo que ha caducado, permanecer en un
“como si” los niños, niñas y adolescentes, sus mundos y los adultos de hoy
fueran los mismos que los que eran o los que fueron nuestros mayores.

Tanto la familia como la institución escolar son terrenos de interacción en


los que se despliega la vida concreta de los sujetos; La familia actual no
coincide con la imagen que la escuela tiene internalizada de la misma. La
escuela debiera trabajar teniendo en cuenta una realidad existente dinámica
y cambiante que alberga una multiplicidad de formas de vivir y no con la
noción de realidad que supone que existe, estática y predecible.

Desde la mirada del campo de la Psicopedagogía Clínica, Vizcaíno señala


que en la actualidad se podrían circunscribir las dificultades más
importantes dentro de la escuela en dos grandes problemáticas:

Por un lado las que se vinculan con inconvenientes ligados al aprendizaje


en sentido estricto y se exteriorizan como situaciones que solicitan
abordajes específicos como pueden ser las dificultades para aprender,
resolver tareas, organizarse, y/o comprender. Por otro lado, aquellas
problemáticas relacionadas al desarrollo de actitudes o conductas no
esperadas de algún miembro de la comunidad educativa, que dificultan la
convivencia escolar y el cumplimiento de la función de educar. Ambas
problemáticas generan perturbaciones u obstáculos en la concreción de las
actividades de enseñanza y en los objetivos que dan sentido al “estar” en la
escuela.

La inclusión de personas con necesidades especiales no implica solo que


estén cerca de otros estudiantes en la clase o poder acceder a adecuaciones
pedagógicas. La inclusión es un proceso que conlleva y exige la
reorganización dl sistema educativo, dando así lugar a la revisión de los
viejos conceptos y paradigmas educativos, permitiendo el desarrollo
cognitivo, social y cultural, al respetar las diferencias y atender las
eventuales necesidades; lo que favorece uno de los aprendizajes mas
complejos: aprender a vivir juntos.

Existen varias figuras que también desarrollan su labor en el campo


educativo, una de ellas es el/la docente de apoyo a la integración o
erróneamente llamado/a docente integrador/a.
La función específica del Docente de Apoyo a la Integración es brindar
los medios necesarios para que un alumno con necesidades educativas
especiales pueda acceder de la mejor forma a toda la información y
actividades que le ofrece la institución educativa a la que concurre, además
de ser el nexo privilegiado entre los docentes del curso, el alumno y sus
compañeros. (Carasa, 2006).

El A.T. inserto en una Institución Escolar, desde su rol, permite la puesta


en marcha de un proceso de inclusión. Campise (2012) lo explica de la
siguiente manera: “Si en una adecuación curricular la pedagogía vehiculiza
que un niño en particular pueda asimilar los contenidos específicos
referidos a las asignaturas del ciclo que cursa, en un A.T. se trabaja sobre
las dimensiones afectiva, conductual y social”.

A partir de la presencia activa y teniendo en cuenta la singularidad de


cada niño, niña y adolescente, el A.T. trabaja como intérprete y traductor
del entorno; esto favorece importantes efectos de subjetivación y permite la
conexión entre los distintos componentes del mismo.

Frank (2006) señala que el vínculo debe ser ético en su esencia, es decir,
instaurado en el respeto profundo por el otro, por su subjetividad, ya que de
esta manera permitirá construir legalidades internas en el sujeto psíquico,
en vez de poner límites.

“… En la práctica puede verse como muchas veces ante la demanda de la


institución , a los acompañantes les resulta difícil no convertirse en
enviados de mandatos institucionales. Por ejemplo: Ponele límites que
molesta a los compañeros… Creo que andar desde ese lugar no solo no
pauta legalidades sino que imposibilita al otro en su capacidad, lo
desubjetiviza, volviéndose autoritario.”

Según Peres Duarte (2008), el A.T. debiera ser visto como un facilitador
del proceso de escolarización e integrante de una red que incluiría
profesionales, compañeros, familia, comunidad escolar y todo aquel que
participa en el cuidado del niño, niña y adolescente acompañado; una red
que implica varios elementos que se articulan en torno a un objetivo
común.
Habrá que tener en cuenta entre otras cosas su rutina escolar, tratando así
de comprender cómo aprende; fomentar y facilitar la integración de los
profesionales involucrados en la formación de este sujeto.

De alguna manera, el A.T. se considera un colaborador en la mediación


entre la comunidad educativa, la familia y las situaciones que el
acompañado presente. En la escuela, su presencia, debiera facilitar la
apertura de un espacio de discusión sobre la realidad de las dificultades de
este niño, niña y adolescente y favorecer así el proceso de inclusión en
busca de la igualdad de oportunidades, lo que fomenta el derecho a la
inserción y el sentimiento de pertenencia a la sociedad, a un grupo, a la
cultura y posibilita un sentimiento de aceptación, significativo y
comprensivo.

Rossi (2012) advierte sobre la interrelación de campos que se presentan


cuando se hace alusión al A.T. en el ámbito educativo, debido a que abarca
múltiples situaciones, abordajes y prácticas, en el que confluyen no tan solo
lo relacionado a lo académico sino también aspectos provenientes de
distintos campos, como son: la psicopatología, la salud mental y la clínica
del A.T.

El A.T. será un facilitador que le permita a su acompañado adaptarse a


situaciones de ansiedad y poder tolerar frustraciones inevitables que
ocurrirán en cualquier contexto, pero que tendrán sus inicios en el paso por
la escuela. A su vez, será el profesional que dentro del equipo terapéutico
tendrá el privilegio de trabajar con los docentes con el fin de que puedan
“mirar” al niño, niña y adolescente, que lo autoricen, que lo habiliten, que
crean en sus posibilidades, que den lugar a la diferencia sin dejar de tener
en cuenta que poder lograr esto implica movimientos, dudas y muchas
veces serios cuestionamientos y tensiones. La presencia del A.T. en la
escuela tendrá como finalidad facilitar, estimular y acompañar junto a un
trabajo en equipo y promover la creación de espacios para la diferencia.

Cuando nos referimos al rol que cumple un A.T. existen cuatro preguntas
que podemos formular al respecto: ¿Qué es?, ¿para qué?, ¿cómo? y
¿dónde?.

¿Qué es?. Reyes (2006) postula que el rol es la unidad psicosocial que está
referida a la relación con otros. El rol es una experiencia social y para su
ejercicio siempre debe haber otro. Su función es la socialización y la
regulación social. Este proceso se inicia en la temprana infancia con la
estructuración del yo y con el aprendizaje de roles sociales disponibles. Es
pertinente aclarar que una persona ejerce varios roles a lo largo de su vida.

Rossi (2004) postuló la importancia de diferenciar el rol de las funciones


del A.T. porque es a raíz de esta indefinición que provienen buena parte de
las dificultades en este campo profesional.

Chevez (2012) señala que definir el rol asienta un nexo institucional de


comportamiento que permite delimitar socialmente lo que es y no es un
acompañamiento terapéutico. Para este autor, no es lo mismo la tarea por
lo que un acompañante es convocado (ROL) que las coordenadas que guían
y determinan la ejecución singular de la tarea (FUNCION).

¿Para qué?. Se responde por medio de las funciones. Sería la parte


dinámica del rol y es aquí donde encastra a la perfección la frase “caso por
caso” que caracteriza nuestro campo de acción.

El acompañamiento terapéutico en el ámbito escolar tiene particularidades


que permiten dar cuenta de ciertas funciones específicas como por ejemplo
la función intermediaria entre la familia, equipo terapéutico, institución
educativa y paciente. Fomentar la capacidad de escucha, espera y tolerancia
a la frustración; facilitar y promover la socialización con pares y adultos;
ayudar en la construcción de legalidades y el reconocimiento de la
autoridad; colaborar en la organización interna y externa (en aquello que
hace a la cotidianeidad escolar); promover una buena comunicación e
interacción trabajando al mismo tiempo con todo aquel que rodea a nuestro
acompañado. Así también, tendremos la función de contención, tanto
emocional como física (esta última en el caso de ser necesaria).

¿Cómo?. Aquí es necesario tener en cuenta que lo que se pone en acción


en el ejercicio del rol tiene que ver con los aspectos personales, cognitivos,
emocionales, fantasías, etc. Se llama recrear el rol. El hacer del A.T. no es
cualquier hacer, es un hacer transformador, que recurre a la acción
espontánea para recrear el rol, apelando a la capacidad de creatividad e
invención.

¿Dónde? . El rol del A.T. escolar debe pensarse como un espacio “entre”,
tal como afirman Kuras y Resnizky. Como acompañantes que nos
desenvolvemos en el ámbito escolar es imprescindible tener presente que
estamos en un espacio atravesado por lo pedagógico, pero con objetivos
terapéuticos. Rossi (2012) señala que un A.T. que se desempeña en una
Institución Educativa “es un agente de salud que trabaja inserto en un
equipo terapéutico, con una persona que está padeciendo una conflictiva
del orden de lo psíquico, emocional y en consecuencia manifiesta síntomas
en el plano educativo”.

Dicha autora destaca ciertas particularidades inherentes al rol del A.T.


escolar:

- Las implicancias del espacio en el que desempeña el rol, o sea la escuela y


todos aquellos que se relacionan a ella directa o indirectamente.

- Tener en cuenta al acompañamiento terapéutico como un lugar de tensión


entre las expectativas familiares y/o institucionales; esto ayuda tanto a la
familia como a la escuela y al paciente a moderar las ansiedades que se
despiertan ante el desempeño académico/institucional que el niño, la niña y
adolescente puede lograr y que muchas veces se encuentra por fuera de lo
esperable.

El rol del docente del aula y del docente del apoyo a la integración
cumplirá con lo siguiente: El primero tendrá a cargo la elaboración de las
adecuaciones curriculares según las particularidades de los alumnos.
Llevará a cabo su tarea de manera colectiva, colaboradora e innovadora
junto al docente de apoyo según la frecuencia acordada. Por otro lado, el
segundo, cumple el rol de mediador y coordinador de las actividades y
relaciones interinstitucionales que se establezcan en los sistemas de apoyo
al proceso de integración y a su vez tiene funciones específicas en relación
a:

- La Institución: Se le informa, sugiere, orienta y coordina las acciones a


implementar en cada trayectoria escolar.

- Los docentes: A quienes asesora y acompaña en la labor, participa en la


elaboración de las adecuaciones curriculares, según las características y
posibilidades del alumno.

- Los padres: Facilita el acercamiento y participación en el proceso.

- Los alumnos: Realiza evaluaciones de las posibilidades del alumno,


identifica las barreras del aprendizaje al acceso y participación, implementa
estrategias educativas que le permitan al alumno desempeñarse en el
contexto educativo con el menor grado de dependencia posible. Realiza un
seguimiento del proceso de aprendizaje.

El rol del A.T. que acompañe en la escuela comprende funciones


específicas con los niños, las niñas y adolescentes que requieren contención
afectiva , emocional y conductual de forma personal debido a sus
necesidades especiales para desempeñarse en la escuela con sus pares y
docente. Vehiculizado por el vínculo con el acompañado, trabajará en pos
de su autonomía, la toma de decisiones y reflexión de sus posibles
consecuencias, apuntando a mejorar la calidad vincular. Asimismo, ayudará
al paciente en la adaptación a situaciones de ansiedad y tolerar
frustraciones inevitables que ocurrirán en cualquier contexto pero que
pueden ser “ensayadas” en lo cotidiano de la escuela.

El A.T. que se inserta en una institución educativa atiende a la experiencia


de inclusión en los aspectos afectivos, vinculares y socioculturales por
encima de los aprendizajes escolares. Podrá colaborar en aspectos
académicos, pero no es su función específica.

Al momento de acompañar a niños, niñas o adolescentes en la escuela,


una acción característica del rol consiste en observar. La observación debe
ser realizada lo más objetivamente posible con el fin de no solo informar
sobre ciertas cuestiones que en ocasiones suelen desconocerse en otros
espacios terapéuticos, sino también ser una herramienta con la que se
cuenta previamente a cualquier intervención.

La observación puede aportar datos muy enriquecedores al equipo


terapéutico, guiar lo que informaremos y permitir interrogarnos: ¿Qué
puede estar pasando?, ¿qué manifiesta él o la acompañada/o con lo
observado?. ¿por qué pasará “esto” en el aula, recreo, entrada o salida de la
escuela?. Interpelaciones que pueden ayudarnos a lograr una escucha que
evite “tapar” u “ordenar” lo que está sucediendo.

Cuando se solicita un A.T. para un niño o niña que no puede sostener su


atención en clase, por ejemplo, si bien este aspecto refleja solo lo
fenomenológico, esta situación nos remite a los aspectos internos de ese
niño o niña, de conformación subjetiva, de constitución del psiquismo,
elemento a los que apuntan nuestras intervenciones. Si conocemos la
génesis de la infancia, tenemos la posibilidad de enlazar lo que vemos, la
demanda propiamente dicha del acompañamiento, con su proceso de
estructuración psíquica.

El área que nos puede brindar las herramientas para hacerlo es la


Psicología Perinatal, que aporta conocimientos y herramientas con el
objetivo de ayudar a las familias contemporáneas en los diversos procesos
de crecimiento involucrados en aquellos aspectos que rodea (peri) el suceso
del nacimiento (natal) de los hijos y los padres. Se puede afirmar que forma
parte de la Psicología de la Primera Infancia, concerniente a la evolución
del desarrollo infantil entre los 0 y 3 años de edad, pero a su vez, extiende
sus fronteras a la etapa del embarazo, parto, post-parto y puerperio
(Oiberman, 2007).

El trabajo del Psicólogo Perinatal no es exclusivamente dentro de un


consultorio, sino que también lo realiza comunicándose con otros
profesionales como es el caso del Pediatra, el Obstetra, la Obstétrica, el
Ginecólogo, el Neonatólogo, Enfermeros y también la familia y demás
personas que pudieran estar involucradas en la situación en que este
profesional interviene. A su vez hace hincapié en los vínculos que se dan en
las diferentes relaciones (madre-padre-bebé; médico-paciente, etc.) y sus
procesos de comunicación relacionados con el crecimiento.

Si hablamos de vínculos y podemos relacionarlo con la etapa que estamos


analizando, se deberá detallar lo que se denomina Vínculo Temprano. Para
ello se comenzará desarrollando la relación primaria entre el bebé y su
mamá, teniendo presente que al mencionar esta relación (mamá-bebé o
papá-bebé), se está haciendo referencia a la función tanto materna como
paterna. Es decir, aquella persona que se ofrece como referente y vínculo
indispensable para la supervivencia del bebé.

Según Kennell y Klaus, 1978, el apego es el vínculo emocional que


desarrolla el niño o niña con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona
la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la
personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado
de seguridad, ansiedad o temor de un niño o niña es determinado en gran
medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura
de afecto (persona con que se establece el vínculo), es decir, la madre o
padre del bebé. Este vínculo original entre madre e hijo es la fuente de
donde manan después todos los vínculos que habrá de entablar el niño y la
niña y constituye la relación formadora en cuyo transcurso adquiere noción
de sí mismo. La fuerza y carácter de este vínculo influye sobre la calidad de
todos los futuros vínculos que se establezcan con otras personas.

En el desarrollo de la personalidad se consideran dos tipos de influencias:


el primero se relaciona con a presencia o ausencia de una figura confiable
quien proporciona la base segura al niño y la niña; y el segundo se refiere a
la capacidad del individuo de reconocer cuando otra persona es digna de
confianza (factores internos).

¿Qué sucede cuando no existe el apego?

Es preciso concebir a la infancia como una etapa caracterizada por la


indefensión de los niños, niñas o bebés pequeños donde prima la necesidad.
Es fundamental que los adultos sean los encargados de satisfacer esas
necesidades básicas del niño y la niña de manera satisfactoria e inmediata
para establecer en él o ella sentimientos de seguridad y confianza en sí
mismo y respecto al entorno (Duarte, 2010).

Silvia Bleichmar postula que pensar en la infancia supone situarla entre


múltiples entrecruzamientos:

- El estado de indefensión del niño y la niña en etapas tempranas de la vida.

- La dependencia del amparo y sostén parental.

- Las condiciones del contexto sociocultural en el que el niño está alojado.

Bleichmar (2008) acuña un concepto en relación al psiquismo abierto y


neogénesis. Señala que el proceso de neogénesis apunta a fundar algo que
no estaba previamente, abriendo la posibilidad de que se organice algo que
no existía. Llevado al campo del acompañamiento terapéutico, coincidimos
que la inclusión de este dispositivo en la infancia responde a una
concepción del funcionamiento psíquico, atravesada por una perspectiva de
neogénesis: “Se trata de generar nuevos modos de producción simbólica
que posibiliten la fundación y recomposición de los aspectos fallidos del
funcionamiento psíquico, con el objeto de disminuir el sufrimiento e
incrementar la potencialidad de pensar”. (Kuras y Resnizky, 2005).

No es la creación a partir de la nada, sino de algo que allí fuera posible de


producirse. Allí donde no hubo, crear a partir del vínculo.
Tomás es un niño de 5 años, asiste a un colegio con pocos alumnos, La maestra refiere que cada
vez que llama a algún niño a participar en el pizarrón, debe elegir a Tomás, de otra manera
provoca un “berrinche” que impide continuar con la clase, llora, se tira al piso se golpea. La
maestra desconoce situaciones familiares del niño , desconoce que esta desorganización que
provoca el no ser elegido está relacionada con la angustia que le provoca no ser nombrado, no
ser nombrado implicaría no existir, es por esto que Tomás reacciona de esta manera. El
acompañante de Tomás, que sí conoce sobre las particularidades del caso, ya que han sido
descriptas por la terapeuta del niño, propone una situación de contención y de decodificación de
emociones cuando esto sucede, brindándole poco a poco continuidad en el tiempo, en el
espacio. Tomás decide sentarse arriba de su acompañente mientras la maestra decide a quién
elige para pasar al pizarrón, mientras le dice al oído: está bien Tomás, acá estás, nada malo pasa,
solo te pone un poco nervioso saber qué va a decir la maestra.

Si bien como acompañantes no interpretaremos, haciendo consciente lo


inconsciente, es necesario conocer acerca de este proceso de conformación
y de estructuración del psiquismo como tal, ya que de alguna manera
nuestra intervención y la inclusión de un acompañente terapéutico,
implicará siempre un vínculo que pueda producir o generar cambios y que
tienden a reparar o crear en estos primeros tiempos de constitución
psíquica.

Janín (2014) propone que: La escuela es un lugar fundamental en la vida


de todo niño. Es el primer lugar de inserción social, y el hecho de que un
niño que afuera es interpretado como un vaticinio funesto sobre su vida.
También, es la primer mirada extra familiar sobre el niño. Esto lleva a que,
si este presente dificultades de algún tipo, la escuela dé la voz de alarma.

La tarea del acompañante terapéutico resulta de gran eficacia, ya que a


partir de una oferta vincular se producen modificaciones tanto en el
psiquismo del niño y niña como el acompañante. La intervención del A.T.
es esencial; ya que el rol y las funciones que desempeña le permiten, entre
otras cosas, contener, escuchar, fortalecer lazos y vínculos y actuar como
agente catalizador de las relaciones. De esta manera, observa y opera
terapéuticamente con el niño y la niña desde su diario vivir e informa al
equipo detalles que resultan de vital importancia en el logro de los
objetivos terapéuticos propuestos y del mismo modo en la recuperación
del/la paciente.
INTERVENCIONES: UNA MIRADA DESDE

EL CONTEXTO ESCOLAR

A partir de la práctica del rol del acompañante terapéutico surge la


necesidad de pensar las posibles intervenciones que realiza el A.T. con su
trabajo en la cotidianeidad de la vida del paciente, siendo este un aspecto
que nos atraviesa diariamente y permite poner en juego lo terapéutico de
nuestra profesión.

Consideramos que en el acompañamiento terapéutico se presenta un


fenómenos al que podríamos llamar: interpretación vivencial – vincular.

Con esto hacemos referencia a aquellas situaciones en donde es el A.T.


quien puede decodificar y poner en palabras sensaciones, emociones y
hechos que no pueden ser dichos por el paciente, o comprendidos o
registrados por ejemplo a partir de ciertas situaciones sociales.

Sería esta una manera en la que se interviene “interpretando” aquello que


le sucede: “estás enojado por eso contestas así a tu seño … me parece que
lo que paso recién tiene que ver con tu miedo a estar solo…”, como para
citar algún ejemplo. O lo que surge de una situación social; pensemos en un
niño con diagnóstico de síndrome de Asperger, el cual tiene dificultades
para empatizar con los otros: Paciente le dice a su compañerita de banco:
“Florencia, tenés mal aliento” refiriéndose a su compañera de banco, quien
luego del comentario se larga a llorar.

Después se trabajó con la paciente el porqué de esta reacción de su


compañera, la cual no podía entender, ya que desde su punto de vista le
estaba diciendo algo que era cierto, sin tener en cuenta el efecto que este
comentario podía generar.

Consideramos que podrían pensarse en el acompañamiento terepéutico


dos grupos de intervenciones, cada uno con una característica particular:
Para qué se interviene y dónde se interviene.

Las intervenciones primarias están en íntima relación con aquellos


aspectos que surgen de las funciones materna y paterna.
La teoría del apego que postula el estado de seguridad, ansiedad o temor de
un niño es determinada en gran medida por la accesibilidad y capacidad de
respuesta de su principal figura de afecto (persona con que establece el
vínculo), es decir, la madre o padre del bebé.

Las intervenciones que se podrían mencionar en relación a esta función


son:

- Presencia y mirada: Al ser sostenida y constante, da la posibilidad a que


el paciente pueda experimentar la continuidad de una relación, en primer
lugar y de un vínculo en segundo.
“Es el caso de Pedro, de 7 años que asiste a segundo grado, quien participaría por primera vez
en un acto escolar. En uno de los encuentros, la A.T. llega al aula y Pedro no estaba. Su
compañero de banco le dice: “está ensayando en el patio”. Pasa por el lugar y desde lejos la
saluda. Conducta que a la A.T. le llamó la atención porque siempre al llegar Pedro se acercaba
desde donde estuviese para abrazarla y darle un beso. La A.T. volvió a entrar al aula, lugar en el
cual estuvo todo el encuentro sola. Sin embargo, por la ventana veía como Pedro de vez en
cuando la miraba; ella devolvía esta acción con un saludo o una sonrisa, así él continuaba con lo
que estaba haciendo. Al despedirse, la A.T. se acerca a Pedro y lo felicita por su participación en
el acto y haber estado solo en el ensayo. Pedro mirándola le contesta: “ Y si…si yo sabía que
vos estabas acá”. Le da un abrazo y sale corriendo al recreo.

-Contención: Puede ser física o psíquica. En ambos sentidos busca dar


borde a una situación determinada evitando un estado de mayor
desorganización
“Mara era una niña que asistía a primer grado y tenía episodios de importante desbordes
(gritar, tirarse al piso, pegarse a sí misma y a quien estuviera a su lado, tirar los bancos) que
generalmente ocurrían dentro del aula. Ya con el vínculo consolidado, la A.T. podía anticiparse
a estos momentos, y por medio de un abrazo, acción que habían acordado ambas, que le diera
borde al cuerpo, se retiraban juntas hacia la puerta del aula hasta el patio en donde se
desplegaban estos malestares sin ser expuesta ante sus compañeros. De esta manera se brindaba
contención física, permitiéndole un espacio donde pudiera desplegarse lo emocional”.

- Sostén: Haría referencia a la persona o cosa que sirve para ayudar,


mantener o proteger a otra. En reiteradas oportunidades, como A.T.
sostenemos a pacientes frente a situaciones que son vividas como caídas o
desorganizaciones.
“ Teo era un niño que lo angustiaba estar en el aula. Cuando pedía hablar generalmente era
para realizar comentarios incoherentes o desubicados al tema en cuestión. Luego de trabajar
intensamente sobre esto, Teo comenzó a pedir la palabra, tomaba la mano de la A.T. por abajo
del banco y luego realizaba su aporte. Mientras hablaba apretaba fuertemente la mano y al
terminar le preguntaba a la A.T. si se había entendido”.
- Contacto corporal: En algunos casos, sobre todo en el trabajo con niños,
el poder intervenir desde lo físico resulta ser una de las intervenciones más
adecuadas, más aún cuando tiene como finalidad, la contención y la
organización del paciente.
“Pilar, una niña de 7 años con diagnóstico de psicosis, tenía muchas dificultades para percibirse
como un sujeto separado del medio que la rodeaba (objetos y personas); por tal motivo, vivía las
agresiones a los objetos que le pertenecían como si fueran agresiones a su propio cuerpo. Si un
compañerito, al pasar por el pasillo del aula empujaba su banco, esto producía en la paciente un
desborde y una crisis de ansiedad en la cual rompía en llanto haciendo su permanencia en el aula
insostenible. Se trabajó desde el acompañamiento sobre el reconocimiento del propio cuerpo,
abrazando a la niña, funcionando como borde que le diera un orden y una continuidad en el
tiempo, ayudándola a superar este momento; no era momento para poner en palabras todavía
hasta que ella pudiera ir reconociendo los límites de su propio cuerpo y el de los demás sujetos y
objetos.”.

- Sensación de mismidad: Esta intervención tiene que ver con la posibilidad


de devolver al paciente, ya sea niño, niña o adolescente, un registro de
unidad corporal y psíquica, que es el llamado “sí mismo”.

“El caso de Juan, de 5 años que asiste a la sala de Jardín de una escuela privada, quien
experimenta mucha ansiedad cada vez que la maestra elige a alguien para realizar alguna
actividad. Esta sensación produce grandes desbordes de llantos, gritos y pataleos. Se trabajó con
el A.T. devolverle en estos momentos una vivencia de unidad que le permita registrarse a él
como un todo. De esta forma, Juan se sentaba en las piernas de su A.T. y acariciaba el cuello del
mismo hasta que lograba tranquilizarse. Con el tiempo, el paciente elegía esta conducta cada vez
que la docente estaba por elegir a alguien”.

-Escucha..

- Silencio.

- Pensamiento: Cuando un sujeto es pensado por otro, también está siendo


constituido, libidinizado y por tal subjetivado.
“Es el caso de una paciente adolescente con grave trastorno alimentario, de una pobreza yoica
muy notable, la acompañante terapéutica empezó a libidinizar y subjetivar a la paciente,
ayudándola a reconocer gustos, sensaciones y emociones. Una de las intervenciones realizada
para tal fin fue poder comunicarle, cuando así sucediera, situaciones a lo largo de su día en las
que se acordaba de ella, dándole continuidad en el tiempo y permanencia más allá de su
presencia física. Un lugar de existencia también de su A.T.”.

Por otro lado se encuentra la función paterna, la cual es ejercida por el


“tercer objeto” que ingresa en la relación mamá – bebé, y estaría
relacionado entonces con la presencia simbólica del padre.
Abadi (1996) señala que la función del paterna en Winnicott tiene que ver
con sostener a la madre que sostiene al niño y con la idea de la existencia
de un padre que, en ciertos momentos, pueda ocupar el lugar de la madre.
El papel del padre, además de la función de sostén, representa el “ambiente
indestructible” que acompaña a la unidad mamá – bebé, que será luego la
relación madre – hijo. Por ende, las primeras nociones de la función paterna
se organizan en el niño y niña desde ciertas cualidades de la madre:
firmeza, severidad, orden, autoridad y gradualmente el pequeño estará en
condiciones de reconocer al padre como persona diferente de la madre.

Mientras que la madre debiera procurar una continuidad de ser desde un


inicio, el padre propondría un lugar de terceridad que abre un espacio, una
separación que concede que surja el hacer, la pulsión. El padre será
entonces quien aportará nuevos aspectos del entorno a las experiencias
infantiles: incluirá su lugar en el mundo social, sus intereses laborales, sus
valores e ideología, abrirles el mundo a sus hijos acompañando en salidas,
juegos y en el aprendizaje de nuevas experiencias (Abadi, 1996).

Las intervenciones que corresponderían a la función paterna serían:

- Instalación de lo privado: “Es el caso de Santino, de 7 años que va a tercer grado, quien
en determinadas circunstancias de mucho desborde interno, estando dentro del aula se tocaba los
genitales compulsivamente. Ante esta conducta, la A.T. intentando resguardar al paciente y
también al resto de los niños, indicaba con firmeza que esto debía hacerse en un lugar privado y
que el aula no lo era, por lo que si no podía detenerse debía salir”.

- Reconocimiento o instauración de la ley y el límite: Con algunos pacientes


es necesario explicitar con claridad cuáles son nuestros límites, de a
sociedad en general que nos convierten en sujeto diferente y separado de
otro.
“Es el caso de Martín, un paciente con diagnóstico de síndrome de Asperger, presentaba
dificultades para reconocer la distancia apropiada para mantener una conversación con alguien,
distinguiendo roles y niveles de confianza ( maestros, amigos, padres, etc.). Por ello trabajó
explicitando los límites de cada persona, pudiendo conversar y reconocer hasta dónde puede
llegar”.

- Separación: :”Con un paciente de5 años con el cual se trabajaba la tolerancia de los
espacios propios y ajenos fue necesario trabajar, primero, sobre el reconocimiento del propio
cuerpo a partir del contacto con otro ( el A.T.), y en un segundo momento, empezar a trabajar
sobre el reconocimiento del otro como diferente a él mismo, separando cuerpos, sujetos. Para tal
fin el acompañante realizaba ensayos de presencia y ausencia, con y sin contacto corporal, de
distintas duraciones, para así poder detectar la tolerancia del paciente y promover la
reafirmación yoica del mismo.”

Dentro del segundo grupo de intervenciones, se encuentran las llamadas


Secundarias, debido a que son regidas por el proceso secundario y apuntan
a aspectos más organizados de la personalidad.

-Señalamiento: “Ciro estaba en recreo, él jugaba con n grupo de chicas, yo esaba parada en
la puerta del aula. Entra al salón y me insulta, le pido que se calme. Se va a la esquina opuesta a
la que yo estaba parada y sigue insultándome, me quedo callada ignorando su conducta, termina
el recreo y se sienta normalmente. Yo sentía mucha impotencia y enojo. Luego se acerca, me
habla como siempre, pero retomo lo sucedido explicándole como me sentía y responde que me
insultó porque sintió “mis” uñas que se le clavaban en el brazo, explicación que acompañaba
con el gesto en sus brazos y una expresión de mezcla de dolor y enojo en su cara. Le señalé que
no eran mías, le mostré que las tenía cortas, donde estábamos parados cada uno, que tenía
puesta la campera, un buzo y dos remeras ( que se veían asomar por debajo del buzo). Se miraba
pensativo. Luego, me mira fijamente diciéndome que lo tengo cansado y vuelve a su banco.”

- Esclarecimiento: Es frecuente que el acompañante a veces funcione como


traductor y catalizador, por ejemplo, de los vínculos sociales , entre el
paciente y su entorno más cercano, evitando así los malos entendidos y la
posibilidad de mejorar la comunicación.
“Paulina es una niña con síndrome de Asperger por lo cual le cuesta empatizar con las
personas. Una mañana, estaban por rezar en su curso y antes de esto, una compañera pide
hacerlo por un familiar muy cercano que había fallecido. A lo cual Paulina le contesta: “Pero
está bien, tu abuelito tenía que morir porque si no, no entraríamos todos en el mundo “. Ante
este comentario, la niña se larga a llorar. La A.T. habla con Paulina y le explica que por más que
las personas tengan que morir, este tipo de comentarios son muy dolorosos y hasta pueden
generar enojo. La intervención de la A.T. buscaba esclarecer en relación a los sentimientos y
emociones en ciertos momentos de las personas como es el fallecimiento de un ser querido.
Asimismo, también interviene con los compañeros de Paulina, reflexionando sobre lo sucedido
y en relación a que Paulina no tiene mala intención al realizar este tipo de comentarios”.

- Información: Esta intervención brinda información sobre el mundo


externo, de algo que pueda estar sucediendo, de lo cual el paciente no tiene
conocimiento, como por ejemplo cuando hay actividades en la escuela o
que determinado día no se podrán encontrar porque hay un feriado por
ejemplo.

- Confrontación

Existen intervenciones clasificadas desde la acción o desde la omisión.


Las primeras son aquellas que implican una acción y las segundas, la
necesidad de no realizar determinada acción.
- Desde la acción: El acompañante realiza un acto específico que tendrá
sentido en la medida en que el paciente `pueda registrar el mismo. Es
frecuente en los casos que presentan dificultad en el control de impulsos,
poniendo palabras de freno y el cuerpo que con alguna acción específica
refuerza la palabra, tomar de la mano, abrazar, etc.

- Desde la omisión de una acción: “Jugar con Joki era complicado, el ajedrez y las
damas eran los únicos dos juegos posibles. En ellos, mostraba su escasa tolerancia a la
frustración, no podía equivocarse, él no podía perder. Nunca acepté jugarlos, justificando tal
acción con el hecho de no entenderlos. Pasado un tiempo, nadie ganaba ni perdía, empatábamos.
Joki jugaba, pero solo si yo pensaba a que, decidimos que rotaríamos en esta decisión o lo
pensaríamos juntos. Hubo que aprender a esperar, a “aburrirse2. Mi rol sostenía la incertidumbre
de no hacer nada, sin ofrecer la solución que llene el vacío del aburrimiento. Finalmente, se
presentó el disfrute por el juego, aparecieron chistes, bromas, risas. Movimiento por no
hacer…”

Otra manera de clasificar intervenciones es según a quién va dirigida. Se


denominarán entonces directas o indirectas. La intervención directa es
cuando va dirigida al paciente; no se utiliza ningún medio para generarla,
no hay intermediarios, el que emite el mensaje es el acompañante y el
paciente es el receptor. Un ejemplo podría ser cuando un niño está
charlando y el A.T. le dice: “copiá lo que está en el pizarrón por que la seño en unr ato
borra y cuando pasa eso vos te enojas mucho”.

La intervención indirecta es cuando va dirigida a otro significativo para el


paciente, o para el momento o tarea que se está llevando a cabo, en alguna
circunstancia y que por medio del mismo podemos generar que afecte de
alguna manera. “Ciro me insultaba a los gritos, lo cual ponía muy mal a sus compañeros y
docentes, lo que generaba que también tuviera que contenerlos a ellos. Trabajé mucho con los
maestros y los chicos sobre que hacer, de forma tal que me ayudaran a poder intervenir y
contener a Ciro. Comencé a utilizar una técnica interviniendo solamente con el cuerpo, la
presencia como límite para sus desbordes: cuando se desorganizaba, me acercaba sin hablar y
mirándolo. Pedí a sus compañeros/as y maestras el esfuerzo de intentar continuar con la
actividad. Mientras, Ciro me echaba y yo le aseguraba alejarme si se calmaba pero si
continuaba, me acercaba más. Esto parecía frenar la situación, ante su calma, yo retrocedía.”

El A.T. interviene en al vida cotidiana, genera un vínculo con su


acompañado que se transforma en la herramienta fundamental para pensar
y poner en juego todo tipo de intervenciones. Por ello, estas acciones son
pensadas, calculadas y utilizadas en determinado momento que,
diferenciándose del sentido común, es lo que transforma una acción simple
y cotidiana en una intervención terapéutica.
Bibliografía: “Acompañamiento terapéutico escolar”. Aportes teóricos,
clínicos. Lic.Fátima Benitez, Lic.Rosario del Corro, Lic.Romina Machado
y Lic. Jesica Morán.

Clase preparada por P.S. Fabián Courtade.

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