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TÍTULO: AGENTES CAUSALES DE MICOSIS SUPERFICIALES

AUTOR: Bach. Yuri Goitia.

PROFESORA: Dra. María Díaz

C.I: 30.953.350

RESUMEN: Las leishmaniasis cutánea (LC) y mucosa (LM), son enfermedades infecciosas que afectan a la piel y las mucosas. Son causadas por protozoos del género Leishmania y transmitidas a los
animales y humanos por vectores de la familia Psychodidae. Su distribución es mundial y se estima que cada año, ocurren cerca de 1,5 millones de casos nuevos.

NOTAS:

Las enfermedades metaxénicas son aquellas que son transmitidas por un vector biológico, es decir, un organismo vivo que actúa como intermediario entre el agente causante de la enfermedad y el
ser humano. Este tipo de enfermedades son un problema de salud pública en muchos países del mundo, especialmente en aquellos con condiciones socioeconómicas precarias y donde los vectores
biológicos tienen una alta prevalencia. Por lo tanto, es fundamental estudiar el papel de estos vectores biológicos en la transmisión de enfermedades metaxénicas para poder prevenirlas y
controlarlas de manera efectiva. En esta ocasión, exploraremos la importancia del estudio de las enfermedades metaxénicas y el papel crucial que juegan los vectores biológicos en su transmisión.

Los tripanosomatidos son un grupo de parásitos unicelulares que causan enfermedades metaxénicas en humanos y animales. Estos parásitos tienen una estructura única llamada kinetoplasto, que
se encuentra en la mitocondria y contiene ADN extranuclear. El kinetoplasto es un elemento importante para la identificación y clasificación de los tripanosomatidos. Entre los géneros más
importantes de tripanosomatidos para la salud pública se encuentran Trypanosoma y Leishmania. Trypanosoma es el agente causante de la enfermedad del sueño en África y la enfermedad de
Chagas en América Latina. Leishmania, por otro lado, causa la leishmaniasis, una enfermedad que puede afectar la piel, las mucosas o los órganos internos. Los vectores biológicos que transmiten
estos parásitos son moscas tse-tsé para Trypanosoma y mosquitos para Leishmania. Estos insectos actúan como reservorios del parásito y lo transmiten a través de su picadura. La eliminación de
estos vectores biológicos es esencial para prevenir y controlar las enfermedades metaxénicas. En conclusión, el estudio de las enfermedades metaxénicas y los vectores biológicos que las
transmiten es fundamental para prevenir y controlar estas enfermedades. La identificación y clasificación de los tripanosomatidos a través del análisis del kinetoplasto es una herramienta
importante en la investigación de estas enfermedades.

Los aspectos históricos del género Leishmania se remontan al siglo XIX, cuando el médico William Boog Leishman describió por primera vez la enfermedad que lleva su nombre en India. Sin
embargo, fue el médico brasileño Carlos Chagas quien descubrió la relación entre el insecto vector y la enfermedad de Chagas en 1909, lo que ayudó a comprender mejor la transmisión de los
tripanosomatidos. En cuanto a la evolución del conocimiento sobre las bases taxonómicas para agrupar a las especies de Leishmania, se han utilizado diferentes criterios a lo largo del tiempo. En la
década de 1960, se propuso una clasificación basada en la morfología del parásito, pero esta resultó insuficiente debido a la variabilidad observada en las diferentes formas de Leishmania. En la
década de 1990, se propuso una nueva clasificación basada en el análisis molecular del ADN de los tripanosomatidos. Esta clasificación se basa en la secuencia del gen de ARN ribosomal y ha
permitido agrupar a las especies de Leishmania en dos secciones: Suprapilórica y Peripilórica. Además, se han identificado dos subgéneros dentro de la sección Peripilórica: Viannia y Leishmania. El
subgénero Viannia incluye especies que causan principalmente leishmaniasis cutánea y mucocutánea en América Latina, mientras que el subgénero Leishmania incluye especies que causan
principalmente leishmaniasis visceral en todo el mundo. Los criterios de clasificación actuales para las especies de Leishmania incluyen la morfología, la biología molecular y la patogenicidad, lo que
ha permitido una mejor comprensión de la diversidad y la distribución geográfica de estos parásitos

Leishmania presenta tres formas evolutivas: amastigotes, promastigotes y paramastigotes. Los amastigotes son la forma intracelular de Leishmania, que se encuentra en el interior de las células del
huésped vertebrado. Tienen una forma ovalada y carecen de flagelos. La ultraestructura de los amastigotes incluye un núcleo, mitocondrias, retículo endoplásmico, aparato de Golgi y lisosomas.
Los promastigotes son la forma extracelular de Leishmania, que se encuentra en el interior del vector invertebrado (mosquito). Tienen una forma alargada y están dotados de flagelos. La
ultraestructura de los promastigotes incluye un núcleo, mitocondrias, retículo endoplásmico, aparato de Golgi y lisosomas. Además, presentan una organela llamada flagelo basal, que es
responsable del movimiento del flagelo. Los paramastigotes son una forma intermedia entre los amastigotes y los promastigotes. Se encuentran en la saliva del vector invertebrado y tienen una
forma ovalada con un flagelo corto. Entre las organelas más relevantes de Leishmania se encuentran las mitocondrias, que son responsables de la producción de energía para el parásito; el aparato
de Golgi, que está involucrado en la síntesis y secreción de proteínas; y los lisosomas, que contienen enzimas hidrolíticas y están involucrados en la digestión intracelular. Además, Leishmania
presenta una organela única llamada cinetoplasto, que contiene el ADN mitocondrial y es responsable de la replicación y transcripción del ADN mitocondrial. También presenta un flagelo basal, que
es responsable del movimiento del flagelo en las formas promastigotes.

Los hospedadores vertebrados son aquellos que tienen una columna vertebral, como los humanos, los mamíferos, las aves, los reptiles, los anfibios y los peces. Los hospedadores invertebrados son
aquellos que no tienen columna vertebral, como los insectos, los crustáceos, los moluscos y los gusanos.
La Leishmania es un parásito que puede infectar a diversos hospedadores vertebrados e invertebrados. Entre los hospedadores vertebrados se encuentran los humanos, perros, gatos, roedores,
primates, marsupiales y carnívoros silvestres. En cuanto a los hospedadores invertebrados, la Leishmania es transmitida por la picadura de mosquitos flebotomos, que son insectos del género
Lutzomyia y Phlebotomus.

Los vectores de Leishmania son los mosquitos flebotomos, pertenecientes a la subfamilia Phlebotominae. El género más importante de interés médico es el género Lutzomyia. Estos mosquitos
tienen características morfológicas y biológicas de relevancia epidemiológica, como su pequeño tamaño (menos de 3 mm), su hábitat preferido en áreas rurales y periurbanas, y su capacidad para
picar a múltiples hospedadores durante su ciclo de vida. En Venezuela, se han identificado varias especies de Lutzomyia que son de interés médico debido a su capacidad para transmitir la
Leishmania. Algunas de estas especies son Lutzomyia longipalpis, Lutzomyia evansi, Lutzomyia venezuelensis y Lutzomyia ovallesi. Estos mosquitos se encuentran distribuidos en diferentes regiones
del país y pueden ser responsables de la transmisión de diferentes formas clínicas de leishmaniasis en humanos y animales.

El ciclo biológico de Leishmania varía según el subgénero al que pertenece la especie. En general, el ciclo comienza cuando un flebotomo infectado pica a un hospedador y deposita las formas
promastigotas de Leishmania en la piel. Las promastigotas son fagocitadas por células del sistema inmune, como los macrófagos, donde se transforman en amastigotas, la forma intracelular de
Leishmania. Los amastigotas se multiplican en los macrófagos y pueden causar lesiones cutáneas o sistémicas, dependiendo de la especie y la respuesta inmunitaria del hospedador. Las diferencias
en el ciclo biológico de Leishmania tienen implicaciones en la importancia clínica de las diferentes formas de leishmaniasis. Por ejemplo, las especies del subgénero Viannia causan principalmente
leishmaniasis cutánea y mucocutánea, mientras que las especies del subgénero Leishmania causan principalmente leishmaniasis visceral. Sin embargo, algunas especies pueden causar diferentes
formas clínicas dependiendo de la región geográfica y la respuesta inmunitaria del hospedador. La leishmaniasis es una enfermedad importante en términos de salud pública en muchas partes del
mundo, incluyendo América Latina. La identificación de los vectores de Leishmania y su distribución geográfica es esencial para el control de la enfermedad. Además, el diagnóstico temprano y el
tratamiento adecuado son fundamentales para prevenir complicaciones graves y reducir la transmisión de la enfermedad.

Las leishmaniasis tegumentarias (LT) pueden presentarse en diferentes formas clínicas, incluyendo leishmaniasis cutánea localizada, muco-cutánea y cutánea difusa o diseminada. La leishmaniasis
cutánea localizada se caracteriza por una lesión cutánea única o múltiples lesiones en la piel que pueden ser ulceradas y dolorosas. La leishmaniasis muco-cutánea afecta las membranas mucosas
de la nariz, la boca y la garganta, y puede causar deformidades graves. La leishmaniasis cutánea difusa o diseminada se caracteriza por múltiples lesiones cutáneas que se extienden por todo el
cuerpo. La leishmaniasis visceral (LV) es una forma más grave de la enfermedad que afecta principalmente a los órganos internos, como el bazo, el hígado y la médula ósea. Los síntomas incluyen
fiebre, pérdida de peso, anemia y hepatoesplenomegalia. Si no se trata, la LV puede ser fatal. En pacientes infectados con VIH, la LV puede presentarse de manera atípica y con síntomas más
graves. Además, estos pacientes tienen un mayor riesgo de desarrollar leishmaniasis tegumentaria diseminada y recurrente después del tratamiento. Por lo tanto, es importante que los pacientes
con VIH sean evaluados para la leishmaniasis si presentan síntomas compatibles.

El diagnóstico de la leishmaniasis se basa en la identificación del parásito en muestras de tejido o fluidos corporales. Los métodos de diagnóstico incluyen: 1. Examen microscópico: Se realiza una
biopsia de la lesión cutánea o de la médula ósea y se examina al microscopio para detectar la presencia de los parásitos. 2. Cultivo: Se cultiva el parásito a partir de muestras de tejido o fluidos
corporales. 3. Pruebas serológicas: Se realizan pruebas para detectar anticuerpos contra el parásito en la sangre del paciente. 4. PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa): Esta técnica se utiliza
para detectar el ADN del parásito en muestras de tejido o fluidos corporales. 5. Pruebas de imagen: Se pueden realizar radiografías, tomografías computarizadas (CT) o resonancias magnéticas
(MRI) para detectar anomalías en los órganos afectados. El diagnóstico preciso es importante para determinar el tratamiento adecuado y prevenir complicaciones graves.

La respuesta inmune es el conjunto de mecanismos que el organismo utiliza para defenderse de los agentes patógenos, como virus, bacterias, hongos y parásitos. La respuesta inmune se divide en
dos tipos: la respuesta inmune celular y la respuesta humoral. La respuesta inmune celular es llevada a cabo por los macrófagos y los linfocitos T. Los macrófagos son células fagocíticas que ingieren
y destruyen a los agentes patógenos. Los linfocitos T, por su parte, reconocen a los antígenos presentados por las células infectadas y las destruyen. La respuesta humoral es llevada a cabo por los
anticuerpos producidos por los linfocitos B. Los anticuerpos se unen a los antígenos de los agentes patógenos y los neutralizan o los marcan para su destrucción por los macrófagos. Los agentes
patógenos pueden evadir la respuesta inmune mediante diversos mecanismos, como la modificación de su superficie para evitar el reconocimiento por parte de los anticuerpos, la inhibición de la
activación de los linfocitos T o la producción de toxinas que dañan las células del sistema inmune.

En Venezuela, las leishmaniasis son una importante zoonosis causada por diferentes especies de Leishmania, transmitidas por la picadura de flebotomos infectados. La forma visceral de la
enfermedad, causada por Leishmania infantum, afecta principalmente a perros y puede transmitirse a los humanos. La forma cutánea, causada por diferentes especies de Leishmania, afecta
principalmente a los humanos y se presenta con lesiones en la piel. La respuesta inmune juega un papel importante en la defensa contra las leishmaniasis. Los macrófagos fagocitan a los parásitos y
los linfocitos T y B producen anticuerpos y citocinas que ayudan a controlar la infección. Sin embargo, los parásitos pueden evadir la respuesta inmune y persistir en el organismo, lo que puede
llevar a la cronicidad de la enfermedad. El control de las leishmaniasis en Venezuela se basa en medidas de prevención, como el uso de repelentes y mosquiteros, el control vectorial y el
tratamiento de los perros infectados. También se utilizan medicamentos antiparasitarios para tratar a los pacientes infectados. Es importante continuar investigando y desarrollando nuevas
estrategias para controlar estas enfermedades zoonóticas en Venezuela y en todo el mundo.
La leishmaniasis visceral en Venezuela es causada principalmente por Leishmania infantum y afecta principalmente a perros. Los humanos pueden contraer la enfermedad al ser picados por
flebotomos infectados. La dinámica de transmisión depende de la densidad de los vectores, que se ven influenciados por factores climáticos y ambientales. La leishmaniasis cutánea en Venezuela
es causada por diferentes especies de Leishmania y afecta principalmente a los humanos. La transmisión se produce por la picadura de flebotomos infectados que se encuentran en áreas rurales y
periurbanas. La dinámica de transmisión también depende de la densidad de los vectores y de los factores ambientales. En ambos casos, la presencia de perros infectados puede aumentar la
densidad de los vectores y, por lo tanto, aumentar el riesgo de transmisión a los humanos. Además, las condiciones socioeconómicas precarias, la falta de servicios básicos y la falta de medidas
preventivas adecuadas pueden contribuir a la propagación de la enfermedad.

En el caso de la leishmaniasis visceral, los perros son el principal reservorio doméstico de la enfermedad en Venezuela. Sin embargo, también se han reportado casos de infección en otros animales,
como gatos y roedores. En cuanto a los reservorios silvestres, se ha encontrado Leishmania infantum en zorros y coyotes en algunas zonas del país. En el caso de la leishmaniasis cutánea, los
humanos son el principal reservorio intradomiciliario y peridomiciliario en Venezuela. Sin embargo, también se han reportado casos de infección en animales como perros, gatos y roedores. En
cuanto a los reservorios silvestres, se ha encontrado Leishmania braziliensis en armadillos y monos en algunas zonas del país. Es importante destacar que muchas veces las infecciones son
inaparentes, es decir, no presentan síntomas clínicos evidentes. Esto dificulta la identificación y control de los reservorios y vectores. En el caso de la leishmaniasis visceral, se ha sugerido que los
humanos también podrían actuar como reservorios intradomiciliarios en algunos casos, aunque esto sigue siendo objeto de debate. En conclusión con este tema, la identificación y control de los
reservorios y vectores de la leishmaniasis en Venezuela es fundamental para prevenir la propagación de la enfermedad. Se requiere una estrategia integral que incluya medidas preventivas
adecuadas, diagnóstico temprano y tratamiento oportuno de los casos identificados.

Entre los factores de riesgo para contraer la leishmaniasis se encuentran la exposición a áreas endémicas, la falta de medidas preventivas como el uso de repelentes y ropa protectora, y la
presencia de reservorios y vectores en el entorno. La profilaxis incluye medidas preventivas como el uso de repelentes, ropa protectora, mosquiteros y la eliminación de criaderos de vectores. En el
caso de los perros, se recomienda la vacunación y el uso de collares repelentes. La vigilancia epidemiológica implica la identificación y seguimiento de casos humanos y animales, así como la
identificación y control de reservorios y vectores. También se deben implementar medidas de control vectorial, como la fumigación y eliminación de criaderos. En resumen, la prevención y control
de la leishmaniasis en Venezuela requiere una estrategia integral que involucre medidas preventivas, diagnóstico temprano y tratamiento oportuno, así como la identificación y control de
reservorios y vectores. La vigilancia epidemiológica es fundamental para monitorear la propagación de la enfermedad y tomar medidas oportunas para prevenir su expansión.

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