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LOS
SISTEMAS
IDEOLOGICOS
VI
LA DEMOCRACIA SOCIALISTA
1. EL SOCIALISMO
' Igor Chafarevitch, El fenómeno socialista, versión castellana de Joaquín Esteban Perruca, Ed.
Magisterio español, 1978, p. 202. El autor, disidente ruso, recibió en su momento el premio Lenin
por sus investigaciones matemáticas; es amigo de Solzhenitsyn, quien ha dado a conocer su obra en
Occidente; desde que se publicó su libro en Francia, trabaja como albañil en Moscú.
256 Los SISTEMAS IDEOLÓGICOS
2. LA DEMOCRACIA SOCIALISTA
Si se entiende el socialismo como organización de la sociedad política
mediante una intervención directa del estado en la determinación de la
vida colectiva, en todos sus aspectos, no aparece ahí una relación
esencial con una forma de gobierno o con una concepción ideológica.
Pero si se entiende en su sentido moderno, aparece ligado inseparable-
mente con la ideología democrática.
Es decir que la concepción ideológica de la democracia implica de
suyo que ésta sea socialista; y el socialismo que le es propio es, precisa-
mente, el que hemos reconocido como socialismo moderno. Esto es fácil
de entender si se examinan las notas esenciales dei sistema rousseaunia-
no: el ciudadano, el hombre nuevo, es el que ha renunciado a su
voluntad particular para asumir como suya la voluntad general; es aquel
cuya existencia se justifica exclusivamente por su integración ciega al
destino colectivo, definido por esa voluntad superior a él, la cual, sin
embargo, de acuerdo al contrato social, es la suya, la única voluntad
propia; ante esa voluntad general, por lo mismo, el individuo no puede
reclamar ningún derecho. El destino del hombre es el destino de la
colectividad: ésta es como un cuerpo subsistente, cuyas partes prescin-
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ad del liberalismo europeo, versión castellana de C.G. Posada, Ed. Pegaso, Madrid, 1944, p.
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3. MARX.
La democracia socialista, o socialdemocracia, adquiere su forma y signi-
ficado completos en la obra de Marx (1818-1883). Nace éste en Tréveris,
recibiendo, al ser circuncidado, el nombre de Mardoqueo. Su familia, de
tradición rabínica, se hizo luterana en 1824 (el padre se había hecho
bautizar en 1817): la razón probable de esta conversión es la de que, al
pasar Renania al reino de Prusia, empezaba a regir allí la norma de que
los funcionarios públicos no podían ser de religión judía; el padre,
Heinrich —Heschel de circunsición— conservó así su cargo de abogado
de Estado. Fue de este modo como los miembros de la familia tomaron
nombres cristianos, y Mardoqueo empezó a ser conocido como Carlos.
Son varias las influencias recibidas por Marx que deben ser considera-
das para explicar su pensamiento y sus actitudes prácticas, aunque no
alcancen a dar por sí solas razón de ellos. En primer término, hay que
tener en cuenta que se forma y vive en un ambiente liberal, bebiendo de
éste sus doctrinas y criterios. De hecho él es, en su vida personal y en las
relaciones concretas con los hombres con quienes de algún modo tuvo
que convivir, un liberal, un “burgués” en el sentido peyorativo con que
él y sus discípulos usan este término. De este liberalismo queda en Marx
una lección decisiva: lo que de hecho es lo fundamental en la sociedad
humana es el poder. Es lo que define todo, pero no —ya en la perspecti-
va de Marx— para dar lugar a momentáneos equilibrios y pactos tácitos,
aun “bien vivir” de quienes lo tienen, sino para aplastar a los enemigos.
La dialéctica de la libertad está viva en Marx, quien no se limita a
exponerla, como Rousseau, sino que la ve identificada con la práctica
revolucionaria, como motor de la historia. La renuncia a la voluntad
particular que convierte al individuo en hombre nuevo, es en Marx la
“toma de conciencia” de sí mismo como fuerza revolucionaria. Las
oposiciones y conflictos, de hecho inevitables en el liberalismo, se
transforman en el principio eficaz del proceso de liberación del hombre;
260 Los SISTEMAS IDEOLÓGICOS
4. LA TEORÍA MARXISTA
La teoría marxista no puede ser estudiada con la idea de que Marx sea un
teórico en el sentido propio del término, es decir, un especulativo que va
tras el conocimiento y la enunciación de la verdad. Esto a Marx no le
interesa, y es claro para decirlo; en su concepción, además, la teoría
pura no tiene lugar ni sentido. Sus largas exposiciones teóricas tienen la
única finalidad de servir de sustentación e instrumento intelectual a la
práctica revolucionaria, para otorgar a ésta categorías de necesidad y
universalidad.
a) Materialismo dialéctico
Lo que en la filosofía de Hegel es el concepto puro de ser, el pensar puro,
sin contenido, que se convierte en su fluir, por sucesivas determinacio-
nes, en todas las cosas o ideas,
.
siendo
.
él2 en si . mismo
2
nada”,5 en Marx es
28
3 Sobre la cuestión judía, en El marxismo y la cuestión judía, ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1965, pp.
y 44 (subrayado en el original). ño
% Abraham Leon, La concepción materialista de la cuestión judía, ibid., pp. 97-170.
> Enciclopedia de las ciencias filosóficas, N' 87.
262 Los SISTEMAS IDEOLÓGICOS
AA
S Tesis sobre Feuerbach, 1, vm, xx, en K. Marx - F. Engels: Etudes Philosophiques, textes choisis, Ed.
ociales, Paris, 1968, pp. 61-64 (subrayado en el original).
e de la filosofía del derecho de Hegel, en Textes, Ed. Sociales, Paris, 1966, p. 81 (subrayado en el
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b) Materialismo histórico
El materialismo histórico es presentado como el método cient
ífico uni-
versal para explicar el devenir de la sociedad humana, su cultura,
sus
creencias, sus instituciones jurídicas, etc. Los modos de producci
ón
son, en cada fase de la historia, la causa determinante de toda
s las
formas sociales y culturales: éstas son la superestructura añadida a la
estructura económica, a la trama real de las relaciones de producción. La
estructura económica es independiente de la voluntad y anterior a la
acción del hombre, cuya conciencia modela: “El modo de producción de
la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelec-
tual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su
realidad; as por el contrario su realidad social la que determina la
conciencia”.
Este método de análisis histórico tiene la infalibilidad propia de las
categorías a priori que excluyen, porirreal, todo lo que no esté compren-
dido en ellas. No se trata de demostrar cómo las formas de producción
han dado lugar a las formas culturales, pues esto es un principio, y los
principios no se demuestran. Partiendo del análisis de las relaciones
económicas, se tiene, entonces, la completa certeza de poder explicar
las creencias y las instituciones jurídicas. Este método es, para Marx,
científico, y ningún otro lo es, pues ningún otro criterio de interpretación
histórica lo explica todo con la seguridad con que lo explica éste. Suele
suscitar la grave aquiescencia de quienes ponderan lo “positivo” del
marxismo y, sin embargo, es como tirar al blanco disparando primero y
pintando luego el blanco alrededor del impacto (lo cual es, ciertamente,
un método infalible).
Por lo demás, el materialismo histórico importa poco a su inventor
como método para un verdadero conocimiento histórico, según se
puede inferir al leer sus obras, y en cambio sí es un instrumento
utilísimo para dar una idea de necesidad irrevocable al curso de la acción
revolucionaria, pues permite asignar a cada acontecimiento —aún a los
errores, a los hechos fortuitos y a las inconsecuencias estúpidas— un
lugar dentro de ese curso inexorable de la historia, que no cabe al
hombre modificar, sino únicamente acelerar o intentar retardar. Esto,
asumido en la preparación psicológica del revolucionario, hace de éste
una máquina eficaz que mira sólo la obra presente, sin caer en la duda
sobre el valor de la acción pasada ni en la inquietud por la futura.
El espíritu científico con que Marx sostiene la validez universal del
materialismo histórico como método de análisis, es muy semejante a
aquel con que Freud explica toda la conducta humana con el criterio del
c) Materialismo científico
Para Marx es ideología la superestructura religiosa, intelectual, moral y
jurídica que en cada época es determinada por las relaciones económi-
cas de producción. La ideología es superada por la ciencia, y ésta es la
dialéctica, cuyo conocimiento otorga el dominio completo sobre las
leyes de la naturaleza, de la historia y del pensamiento humano. El
descubrimiento de la dialéctica es, pues, lo que pone a Marx y a los
marxistas en posesión de la clave científica de la naturaleza y de la
historia. Ese adjetivo, aureolado en tiempos de Marx con el mágico
prestigio de ser la llave para penetrarlo todo, para someter la realidad
mediante el dominio de sus leyes, señala en verdad la consumación de
lo que se ha caracterizado antes como actitud ideológica. Lo científico es
el cerrarse de la ideología absolutamente sobre sí misma, abarcándolo
todo, teoría y práctica, hombre y naturaleza, espíritu y materia. El
marxismo pretende estar en posesión del criterio metodológico de la
ideología, por lo cual ésta deja de ser tal para devenir ciencia: no es sólo el
modelo de lo que debe ser el hombre y la sociedad, sino el dominio del
proceso inexorable que los lleva a su verdadera realidad, y que permite,
a quienes lo tienen, sumarse con su acción a un movimiento que posee
curso y ley propios, independientes de voluntades humanas. La dialéc-
tica es, según Engels, “la ciencia de las leyes generales del movimiento,
tanto del mundo exterior como del pensamiento humano, dos series de
leyes idénticas en el fondo, pero diferentes en su expresión, en el
sentido de que el cerebro humano puede aplicarlas conscientemente,
mientras que, en la naturaleza y, hasta el presente, también en gran
parte de la historia humana, ellas no se abren camino más que de
manera inconsciente, bajo la forma de necesidad exterior, en el seno de
una serie infinita de aparentes casualidades”.
Rasgos esenciales de toda ideología son el subjetivismo y —aunque
parezca paradojal— la impersonalidad. Ambos rasgos se dan en su
máxima perfección en el marxismo, pues el individuo que “ha tomado
conciencia”
del curso dialéctico de la historia se sumerge, por ello, en un
subjetivismo del cual no es de ninguna manera sujeto; en un subjetivis-
9
ed diia td y el fin de la filosofía clásica alemana, en K. Marx - F. Engels: Etudes philosophiques,
- Cit., p. 44,
LA DEMOCRACIA SOCIALISTA 265
5. LucHA DE CLASES «
ANA
lo .
Tesis sobre Feuerbach, vi, ed. cit., p. 63.
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12. Engels, Carta a A. Bebel, marzo de 1875, citado por A. Piettre, Marx y marxismo, versión castellana
de José Vila Selma, Ed. Rialp, Madrid, 1963, p. 375.
13 Manifiesto comunista, ed. cit., pp. 120-121.
sn
7. LA SOCIEDAD COMUNISTA
La dictadura del proletariado es la última fase del proceso de liberación
cuyo resultado es la sociedad sin clases. Este proceso tiene su dinámica
propia, independiente de la previsión y de la voluntad de los hombres,
y que la dictadura tiene únicamente que acelerar. Por esto, al establecer-
se la dictadura del proletariado no es necesario que exista una intención
O proyecto referente a su término: la meta no es un objetivo de la acción
del proletariado, sino sólo la consumación futura del proceso en el cual
se inscribe esa acción. La acción, en consecuencia, no debe planificarse
con vistas a realizar la sociedad sin clases, sino exclusivamente con el fin
de liquidar a las clases explotadoras. Lenin hará ver que habrá explota-
ción mientras exista imperialismo: es decir que antes de que advenga la
sociedad comunista, será imprescindible que la dictadura del proletaria-
do se extienda a nivel mundial. Lo único que la acción revolucionaria
debe tener como meta y razón de ser es esto; lo demás escapa absoluta-
mente a las intenciones y esfuerzos humanos.
- De esta manera, todo lo que se refiera en concreto a la sociedad sin
clases —cuándo, cómo y en qué condiciones se hará realidad—, es
cuestión ajena a las preocupaciones de aquellos que, como conciencia y
vanguardia del proletariado, ejercen en su nombre la dictadura: respec-
to de este punto no existen problemas. El fin del proceso dialéctico está
ya presente en las contradicciones que lo anticipan: “El comunismo
—escribe Marx— no es para nosotros un estado que deba ser creado, ni
un ¿deal sobre el cual la realidad deba modelarse. Llamamos comunismo
al movimiento real por el cual es abolido el estado actual”**, Este movi-
miento es de índole económica, entendiendo lo económico en su senti-
do marxista, como única realidad del hombre: “El comunismo, aboli-
ción positiva de la propiedad privada (que es de suyo alienación humana) y
por consiguiente apropiación real de la esencia humana por el hombre y
14 “ey 3 /
La ideología alemana, en Textes, ed. cit., p. 430 (subrayado en el original).
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8. LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
El objetivo real del marxismo, como puede observar cualquiera en los
mismos textos marxistas, no es la sociedad sin clases entendida como un
estado final, el cual es esencialmente futuro, sino la revolución perma-
nente. No se trata de conquistar el poder para instalarse allí y tener los
medios para dar realidad al proyecto socialista. Se trata de ejercer
permanentemente el poder total sobre los hombres con el objeto de
cambiar sus conciencias. El hombre nuevo y la sociedad comunista
surgen, como ave fénix, de la ruina del hombre y de la sociedad viejas.
La tarea permanente es la de consumar esta ruina.
Puede observar cualquiera, también, que el hombre viejo, atado a sus
tendencias “pequeño-burguesas”, nunca va a desaparecer del todo,
pues siempre se va a esconder en el campesino u obrero que no haya
asumido en conciencia su lugar en la revolución proletaria. Lo que
ocurre es que ese hombre, con esas tendencias, es el hombre real, con su
naturaleza, sus costumbres, sus gustos, sus amistades, sus creencias.
Es este hombre el que debe desaparecer, y por ello la tarea de destruc-
ción, empleando.en ella todos los recursos por los cuales se pueda
alcanzar dominio sobre el alma humana, es sin término, permanente. Es
ésta la tarea revolucionaria.
Por ello, aunque la meta de la sociedad sin clases fuese real, e incluso
atrayente para el hombre la felicidad en el trabajo, esto no sería más que
el espejismo del cual vive el ingenuo. La meta real, concreta, práctica, es
la revolución permanente, la destrucción sistemática, planificada y tec-
nificada, del espíritu en el hombre. El término del proceso revoluciona-
rio se puede dar “sólo cuando el hombre individual real recobre en sí al
ciudadano abstracto y se convierta, como hombre individual, en ser
genérico”. Es decir, sólo cuando el hombre deje definitivamente su
condición real de creatura.
La personalidad de Marx está completamente poseída por esta ansia
de revolución destructora. En sus escritos aparece constantemente esa
furia contenida, ese odio por lo que el hombre ha sido y es. En ningún
momento le inquieta la restauración de la justicia, sino únicamente la
o :