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BLOQUE 9: LA CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN Y LA CAÍDA DE LA

MONARQUÍA (1902-1931)
9.1. SUBTEMA: ALFONSO XIII Y LA CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN: LOS
PARTIDOS DINÁSTICOS. LAS FUERZAS POLÍTICAS DE OPOSICIÓN: REPUBLICANOS,
NACIONALISTAS, SOCIALISTAS Y ANARCOSINDICALISTAS.
9.1.1. Panorama general del reinado de Alfonso XIII hasta 1923: crisis de la Restauración
El reinado de Alfonso XIII (accedió al trono en 1902) comprende dos periodos: la crisis del
sistema de la Restauración, hasta 1923, y la Dictadura del general Primo de Rivera.
Entre 1902 a 1923 se da una permanente crisis política por la división dentro de los
partidos del turno dinástico (conservador y liberal) y por el debilitamiento del caciquismo
electoral, debido al mayor peso del voto urbano. Las mayorías de los partidos dinásticos en
las Cortes fueron precarias, a lo que contribuyó el crecimiento de partidos políticos al
margen del sistema
Una serie de grandes problemas marcaron la vida política durante el reinado de Alfonso
XIII:
1) El aumento de la movilización y de la conflictividad social
2) Se extendió el anticlericalismo, sobre todo entre sectores populares urbanos, contra la
influencia social de la Iglesia
3) El problema militar. Exceso de oficialidad y aumento del protagonismo político del Ejército
(pero ahora como institución, no el de los militares como líderes de partidos políticos, como en
el s-XIX).
4) La consolidación de movimientos nacionalistas en el País Vasco y Cataluña.
5) El problema de Marruecos (guerra colonial)
9.1.2. Los partidos dinásticos. Intentos de modernización (gobiernos regeneracionistas
de Antonio Maura y de José Canalejas). Crisis de 1909.
Con Antonio Maura (conservador) y José Canalejas (liberal), llegó al gobierno una nueva
generación de políticos, influida por el regeneracionismo, que intentó reformar desde dentro el
sistema. Pero el miedo a una verdadera participación democrática que podría suponer un
peligro para el mantenimiento del turno dinástico imposibilitó llevar a cabo una reforma en
profundidad.
En el ámbito conservador, Antonio Maura inició el llamado "gobierno corto" (1903-05).
Pero las tensiones entre Maura y el Rey acabaron con este gobierno.
Entre los liberales, al morir Sagasta, hubo una rotación de líderes al frente del Gobierno
(1905-07). Se produjo un enfrentamiento entre la prensa catalanista y el ejército por el “asunto
Cu-Cut” (el asalto por oficiales del ejército español a la redacción y a los talleres de la revista
satírica catalanista Cu-Cut, por la publicación de una viñeta humorística que los oficiales
consideraron injuriosa). Por este enfrentamiento, se promulgó la Ley de jurisdicciones por la
que las ofensas a la unidad de la patria, al ejército y a la bandera quedaban bajo jurisdicción
militar.
El nuevo gobierno de Maura (1907-9) ("gobierno largo") impulsó la regeneración
conservadora del sistema, basada en las "masas neutras" (clases medias). Maura pretendía
crear un Estado fuerte, capaz de gobernar de forma eficaz y de conseguir tanto
desbancar a la vieja casta caciquil como impedir que las clases populares adquiriesen
excesivo protagonismo. Maura intentó integrar en el proyecto reformista al catalanismo
conservador con la concesión de una mayor autonomía a Ayuntamientos y Diputaciones y del
reconocimiento de las regiones (Proyecto de Reforma de la Administración Local). En
economía, se tomaron medidas intervencionistas (Ley de Protección Industrial). En política
social, se creó el Instituto Nacional de Previsión y se aprobó Ley del descanso dominical.
En lo político, la Reforma Electoral (1907) intentaba evitar el fraude electoral, pero no acabó
con la corrupción ni democratizó el sistema político.
Por el inicio de la guerra colonial en Marruecos, el gobierno Maura envió tropas
reservistas, que debían embarcar en Barcelona, lo que provocó la Semana Trágica, una gran
protesta popular (julio de 1909). Se levantaron barricadas y se incendiaron 80 edificios
religiosos (anticlericalismo). El ejército puso fin a la revuelta. La represión fue muy dura
(Ferrer i Guardia, pedagogo anarquista fue ejecutado). Maura se enfrentó a duras críticas.
Alfonso XIII disolvió las Cortes y llamó al gobierno a los liberales.
José Canalejas formó un gobierno liberal (1910) que intentó un mayor reformismo social y
limitar el poder de Iglesia (Ley del Candado). Se creó un impuesto progresivo sobre las
rentas urbanas, lo que provocó protestas entre las clases acomodadas. Se suprimió la

redención en metálico, siendo obligatorio el servicio militar en época de guerra. Y, para


aproximarse al catalanismo, se elaboró la Ley de Mancomunidades (aprobada en 1914, por el
gobierno conservador de Dato) que daba autonomía administrativa a Cataluña. Canalejas
fue asesinado (1912).
9.1.3. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y
anarcosindicalistas
El republicanismo se convirtió en un amplio movimiento reformista. En 1903, nació Unión
Republicana, coalición que agrupaba a los grupos republicanos y que consiguió un notable
éxito en las elecciones de 1903. Sin embargo, las disidencias en su interior llevaron a su
declive. Las mayores discrepancias las planteó Alejandro Lerroux, que creó el Partido
Republicano Radical (1908), que tuvo especial fuerza en Barcelona. Este partido, con con un
discurso demagógico, anticlerical y supuestamente revolucionario, logró influir en amplios
sectores populares barceloneses. Tras la Semana Trágica, perdió parte de su influencia,
moderó su discurso e ideario y se trasladó a Madrid.
En 1909, se pactó una alianza electoral entre los republicanos (excepto los lerrouxistas) y
el PSOE, que, en la primera década del siglo, fue abandonando el aislamiento político
practicado desde su fundación y se mostró partidario de colaborar con otras fuerzas de
izquierda sin renunciar a sus principios revolucionarios. Con la conjunción republicano-
socialista, en 1910, el PSOE logró su primer diputado (Pablo Iglesias) y experimentó un gran
incremento de su fuerza electoral y política. Sus nuevos dirigentes (Julián Besteiro,
Indalecio Prieto) se mostraron partidarios del parlamentarismo y de una práctica política
reformista y moderada.
La expansión de los nacionalismos en el primer tercio del s-XX supuso un cambio en la
política española. En Cataluña, en 1901, se creó la conservadora y autonomista Lliga
Regionalista (Cambó), que, con el apoyo de la burguesía industrial y comercial, cada vez más
alejada de los partidos dinásticos, se convirtió en la fuerza electoral hegemónica. En el País
Vasco (Vizcaya), lo fue el PNV. El nacionalismo suavizó su discurso hacia objetivos
autonomistas. El PNV pasó a denominarse Comunión Nacionalista Vasca (1913).
El sindicalismo. El obrerismo organizado conoció un gran aumento de militantes y las viejas
federaciones de oficio fueron dando paso a sindicatos de masas. El sindicato socialista, la
UGT experimentó un crecimiento estable y su afiliación aumentó de 33.000 miembros en 1902
a 240.000 en 1921. Se creó un el sindicalismo de base múltiple, ampliando la organización y
los servicios sindicales (economatos, cooperativas de casas baratas, ...).
El anarquismo fue muy importante en Andalucía y en Cataluña, donde sociedades obreras y
sindicatos autónomos de inspiración anarquista crearon en 1907 la Solidaridad Obrera. En
1910, se fundó la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), sindicato anarcosindicalista. La
CNT defendía la acción revolucionaria que debería llevarse a cabo mediante huelgas y
boicots hasta proceder a la huelga general revolucionaria.
9.2. SUBTEMA: LA INTERVENCIÓN EN MARRUECOS. REPERCUSIONES DE LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL EN ESPAÑA. LA CRISIS DE 1917 Y EL TRIENIO BOLCHEVIQUE
9.2.1. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial. La Crisis de 1917. La crisis del
parlamentarismo y la descomposición del sistema de la Restauración.
Al morir Canalejas, el reformismo dinástico perdió dinamismo. El Rey nombró al conservador
Dato presidente del gobierno (1913). España durante la I Guerra Mundial (1914-18) fue
neutral. Pero se produjo una división de la sociedad española entre "germanófilos" y
"aliadófilos". Las clases altas, la Iglesia y la mayor parte de los mandos del Ejército se
mostraron partidarios de los Imperios Centrales (Alemania y Austria), representantes del orden
conservador y la autoridad. Los sectores más progresistas, liberales y republicanos, se
inclinaron por los aliados (Francia e Inglaterra), en los que veían la encarnación de la
democracia. Las fuerzas obreras defendieron la neutralidad al considerar el conflicto como una
pugna entre intereses imperialistas.
La neutralidad favoreció una gran expansión económica. España suministró productos a
los países en guerra. Lo que estimuló la producción, pero provocó una gran inflación. Fueron
años de buenos negocios, pero las clases populares empeoraron su nivel de vida, la inflación
no se acompañó con un aumento equivalente en los salarios. Lo que creó una grave tensión
social.
La Crisis de 1917 puso en peligro la pervivencia de la Restauración. Los graves problemas
del sistema político, el descontento militar y la conflictividad social provocaron una protesta
generalizada. La crisis militar. La inflación disminuyó el valor real de los salarios de los

militares. Los oficiales medios y bajos formaron Juntas de Defensa, que reclamaban un
aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la
antigüedad como único criterio. El manifiesto de las juntas (junio) culpaba al gobierno de los
males del ejército y del país, y hacía un llamamiento a la renovación política con un lenguaje
"regeneracionista". Lo que hizo creer a la oposición que el ejército podría sumarse a un
movimiento de renovación del sistema político, lo que no ocurrió.
La crisis política. El gobierno Dato, ante la crisis, suspendió las garantías constitucionales y
clausuró las Cortes. La Lliga convocó en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios
españoles, que exigía la formación de un gobierno provisional y elecciones a Cortes
constituyentes, a la que acudieron republicanos y socialistas. La reunión, celebrada el 19 de
julio, fue disuelta por la Guardia Civil.
La crisis social. En 1916, por la inflación, se produjo un gran movimiento huelguístico. En
agosto de 1917, la UGT, con apoyo del PSOE, llamó a la huelga general demandando la
creación de un gobierno provisional y unas Cortes constituyentes. La huelga tuvo una
incidencia desigual, no sumándose la CNT. El gobierno declaró la ley marcial y el ejército
reprimió el movimiento.
La crisis de 1917 no acabó con el sistema de la Restauración, pero, este sistema, por su
incapacidad para democratizarse, entró en su crisis definitiva. De 1918 a 1923, hubo 10
gobiernos. A pesar del fraude electoral, ningún partido dinástico reunió la mayoría
parlamentaria necesaria para gobernar y fueron constantes las medidas de excepción y la
suspensión del Parlamento. La fragmentación de las Cortes obligó a la formación de
gobiernos de concentración. En 1918, Maura constituyó un gabinete con la participación de
los líderes dinásticos (conservadores y liberales) y de los regionalistas catalanes (Lliga),
que esperaban obtener mayor autonomía. Las diferencias entre los coaligados imposibilitaron
cualquier proceso reformista y los gobiernos se vieron impotentes para contener la inflación y
restablecer el orden social. Fracasados los gobiernos de concentración, se volvió al turno;
los conservadores gobernaron entre 1919 y 1922 y después, de nuevo, los liberales. En ese
contexto de crisis institucional, el ejército adquirió un protagonismo político mayor reprimiendo
los episodios revolucionarios.
9.2.2. La radicalización del conflicto social: el Trienio Bolchevique y el pistolerismo
Los años que siguieron a la I Guerra Mundial fueron de una intensa agitación social. El fin
de la favorable coyuntura empresarial de los años bélicos aumentó la tensión social. Los
sindicatos incrementaron su afiliación, en especial la CNT, que pasó de 15.000 afiliados en
1915, a 700.000 a fines de 1919, la mayoría de ellos en Cataluña. El Congreso de Sants (1918)
significó la refundación del sindicato después de unos años de prohibición. Al frente de la CNT
apareció una nueva generación de dirigentes (Salvador Seguí, Ángel Pestaña, Joan Peiró).
En Andalucía, la situación de miseria del campesinado, el “hambre de tierra” para los
campesinos, el aumento de los precios, y por la influencia de la revolución soviética, dieron
paso al llamado Trienio Bolchevique (1918-21). Los anarquistas, y en menor medida los
socialistas, impulsaron revueltas campesinas. Se quemaron cosechas, se ocuparon las
tierras, se repartieron las propiedades y muchos municipios llegaron a estar controlados por los
comités de huelga. Este movimiento se extendió a La Mancha y Extremadura. La declaración
del estado de guerra, la clausura de las organizaciones obreras y la detención de sus líderes
pusieron fin a la rebelión social.
El movimiento huelguístico afectó a las regiones industriales, fue en Barcelona donde
alcanzó mayores dimensiones (destaca, en 1919, la gran huelga de La Canadiense). Se
llegó a una radicalización extrema de los sindicatos y de la patronal. La lucha sindical
degeneró violencia, los anarquistas atentaron contra los patronos y las fuerzas del orden (el
presidente Eduardo Dato fue asesinado por cenetistas en 1921). Los patronos pagaron a
pistoleros para asesinar a dirigentes obreros, recurrieron al "lockout" (cierre de empresas) y
crearon el Sindicato Libre para contrarrestar a la CNT.
9.2.3. La intervención en Marruecos. La guerra colonial
La Conferencia de Algeciras (1906), estableció un protectorado franco-español en
Marruecos. A España se le dio la franja norte (Rif y Yebala). Ante los ataques de los rifeños, el
gobierno envió tropas reservistas, que debían embarcar en Barcelona, lo que provocó una
gran protesta popular (julio de 1909), la Semana Trágica (estudiada en el subtema anterior)
Después de la I Guerra Mundial, España reemprendió las acciones militares en el territorio
marroquí. En julio de 1921, el general Silvestre inició una campaña para extender el control
español alrededor de Melilla, adentrándose en el Rif, sin proteger su retaguardia. Los rifeños,

liderados por Abd el Krim, derrotaron en Annual a las tropas españolas que sufrieron 13.000
bajas.
El desastre de Annual tuvo graves consecuencias para la estabilidad del sistema político. Se
creó una comisión en el Congreso para elaborar un informe (Expediente Picasso) sobre las
responsabilidades militares y políticas de Annual. Lo que provocó fuertes debates y contó con
la oposición del ejército. El expediente no llegó a presentarse ante las Cortes, días antes de su
discusión se produjo el golpe de Estado de Primo de Rivera.
Durante la primera etapa de la Dictadura de Primo de Rivera, el conflicto de Marruecos
centró el interés. En colaboración con Francia se coordinó el desembarco de Alhucemas
(1925) con un gran éxito. Abd-el-Krim terminó rindiéndose a los franceses. En 1927, el
Protectorado estaba pacificado.
9.3. SUBTEMA: LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923-1930). El FINAL DEL
REINADO DE ALFONSO XIII
9.3.1. El golpe de Estado y la Dictadura de Primo de Rivera
El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se
pronunció contra la legalidad constitucional, declaró el estado de guerra y exigió que el poder
pasase a los militares. Tras horas de vacilaciones, Alfonso XIII le encomendó la formación de
un nuevo gobierno, integrado exclusivamente por militares. En su manifiesto, Primo de Rivera
justificó su acción no como un fin sino como un remedio indispensable, argumentando que el
régimen constitucional estaba bloqueado y existía un grave peligro de revolución social. Con un
discurso regeneracionista, anunció la voluntad de limpiar el país de caciques y de acabar con el
bandidaje político, la indisciplina social y las amenazas a la unidad nacional. En la decisión de
Primo y en el rápido reconocimiento regio, influyó el deseo de evitar que las Cortes exigieran
responsabilidades por el desastre de Annual. NOTA: (Algunos historiadores plantean que, ante
los objetivos democratizadores de la vida política española del último gobierno liberal de
García Prieto (ley electoral proporcional, impuesto extraordinario sobre los beneficios de
guerra), el golpe de Estado pretendió frenar una reforma del sistema que pudiera amenazar los
intereses económico-sociales de la oligarquía de la Restauración).
La Dictadura se divide en: Directorio Militar (1923-25), un gobierno exclusivo de militares que
se presentaba como régimen interino para solventar los problemas inmediatos y el Directorio
Civil (1925-30), gobierno con militares y civiles, que pretendía la institucionalización del
régimen.
9.3.2. La reorganización del Estado. La política económica y social
El Directorio Militar suspendió el régimen constitucional y disolvió las Cortes. Prohibió las
actividades de partidos y sindicatos y reprimió al obrerismo radical (cenetistas y comunistas).
Primo de Rivera gobernó por medio de decretos. Con el objetivo de liquidar el caciquismo e
iniciar la regeneración prometida, se elaboró un Estatuto Municipal y otro Provincial. Pero la
renovación política se limitó a sustituir unos caciques por otros. El régimen creó un partido
gubernamental, la Unión Patriótica, sin un programa ideológico definido, para proporcionar
apoyo a la Dictadura.
Durante la primera etapa de la Dictadura, el conflicto de Marruecos centró el interés de
Primo de Rivera. En colaboración con Francia se coordinó el desembarco de Alhucemas
(1925) con un gran éxito. Abd-el-Krim terminó rindiéndose a los franceses. En 1927, el
Protectorado estaba pacificado.
Durante el Directorio Civil, Primo intentó institucionalizar su régimen con la creación de
una Asamblea Nacional Consultiva (1927) de carácter corporativo y autoritario.
La Dictadura se benefició de la buena coyuntura económica de los años 20. La política
económica intervencionista combinó el proteccionismo con un impulso al desarrollo
industrial. Se subvencionaron industrias (compañías ferroviarias y navieras). Se
constituyeron monopolios en sectores económicos clave: Compañía Telefónica Nacional
de España, CAMPSA (petróleo). Se invirtió en un ambicioso programa de obras públicas
(carreteras, construcción de embalses, para producir electricidad y aumentar las superficies de
regadío). Para financiar estas inversiones, se recurrió al endeudamiento del Estado,
provocando un grave déficit.
Se creó la Organización Corporativa Nacional, que regulaba las relaciones laborales
(salarios, condiciones de trabajo) por profesiones, creando los comités paritarios. Apoyados
por la UGT, cuya actividad fue permitida, mientras la CNT era prohibida y se potenciaba a los
Sindicatos Libres.
9.3.3. La oposición a la Dictadura. La caída de Primo de Rivera. El fin de la Monarquía

Se oponían a la Dictadura: algunos líderes de los viejos partidos del turno, los republicanos
(que organizaron Alianza Republicana), sectores del ejército (el cuerpo de artillería),
intelectuales (Unamuno) y el obrerismo radical de los comunistas y de los anarquistas de la
CNT y de la FAI. El PSOE cambió su posición colaboracionista, y, en 1929, se pronunció a
favor de la República.
La abolición de la Mancomunitat en 1925 y la prohibición del uso público de la lengua
catalana, hicieron que el régimen fuese visto en Cataluña como anti-catalanista.
El relativo consenso inicial que había tenido el golpe de Estado entre las clases conservadoras
se fue resquebrajando. Esto se acrecentó con el fin del ciclo económico alcista de los años 20.
Temeroso de que el desprestigio creciente de la Dictadura afectase a la Monarquía, Alfonso XIII
retiró la confianza a Primo de Rivera, que dimitió en enero de 1930. El general Berenguer
le sustituyó en el gobierno, con el objetivo de volver al sistema constitucional de la
Restauración, pero las medidas encaminadas a esto se llevaban a cabo muy lentamente.
Como resultado de la Dictadura, los partidos dinásticos conservador y liberal, prácticamente
habían desaparecido, por lo que era imposible volver a reconstruir sobre ellos el antiguo orden
constitucional monárquico
Esto favoreció la causa republicana, que comenzó a organizarse y cuya propaganda
remarcaba todo lo que unía a los republicanos: regenerar la nación española por medio de
una revolución política democrática con un programa de profunda reforma social. Esta
oposición a la Monarquía se concretó en agosto de 1930, con el Pacto de San Sebastián,
firmado por: Acción Republicana y el Partido Radical-Socialista, izquierda republicana, cuyos
miembros procedían de las profesiones liberales; el Partido Republicano Radical, que
integraba a muchos pequeños y medianos patronos; los representantes del republicanismo de
izquierda de Cataluña y Galicia (ORGA) y los grupos que, procedentes de los partidos
dinásticos, mostraban una reciente conversión al republicanismo, como la Derecha Liberal
Republicana (Alcalá Zamora y Miguel Maura). En octubre de 1930, entraron en la coalición el
PSOE y la UGT, representantes de una parte de la clase obrera organizada.
La conjunción republicano-socialista creó un Comité Revolucionario, presidido por Alcalá-
Zamora, que debía convertirse en el Gobierno Provisional de la futura República. Este Comité
tuvo contactos con ciertos militares para que iniciaran un movimiento insurreccional contra la
Monarquía, que sería secundado por una huelga general organizada por la UGT. En diciembre de
1930, se produjo la insurrección republicana de Jaca, que terminó en fracaso. Los capitanes
conspiradores, Fermín Galán y García Hernández fueron fusilados, mientras que el Comité
Revolucionario era encarcelado.
En febrero de 1931, se constituyó el último gobierno de la Monarquía presidido por el almirante
Aznar, que se comprometió a convocar elecciones, primero unas municipales y, luego, unas
elecciones generales a Cortes constituyentes, que nunca se celebraron. La convocatoria de las
elecciones municipales permitió a los republicanos organizar lo que fue, de hecho, un
plebiscito sobre la Monarquía. Las elecciones municipales del 12 de abril dieron un claro
vuelco a la situación política del país. El resultado electoral fue desigual: aunque el número de
concejales monárquicos superó globalmente al de republicanos, en las grandes ciudades (donde
el voto era libre y representativo y, además, el número votos necesarios para obtener un puesto
de concejal era mucho mayor que en las localidades rurales) los monárquicos habían sufrido una
gran derrota. Lo que significó el fin de la Monarquía de Alfonso XIII.
BLOQUE 10: LA SEGUNDA REPÚBLICA. LA GUERRA CIVIL EN UN CONTEXTO DE
CRISIS INTERNACIONAL
10.1. LA PROCLAMACIÓN DE LA SEGUNDA REPÚBLICA. LA CONSTITUCIÓN DE 1931.
EL BIENIO REFORMISTA (1931-33)
10.1.1. La proclamación y la instauración de la II República. La Constitución de 1931
Tras conocerse el resultado de las elecciones municipales del 12 de abril, el día 14, fue
proclamada la República en diversas ciudades españolas. Alfonso XIII suspendió la potestad
real y partió al exilio. El Comité Revolucionario republicano se convirtió en
Gobierno Provisional de la República.
La República fue recibida con un gran entusiasmo popular y con la esperanza de un
cambio radical: crear un auténtico sistema democrático, iniciar amplias reformas
económicas y sociales y desarrollar formas culturales más libres. Pero nació en
circunstancias difíciles (crisis económica de los años 30 y ascenso del fascismo). En España,
sus bases sociales eran amplias pero diversas. Apoyaron la República sectores de las clases

medias de las ciudades más dinámicas y los obreros socialistas. Pero cada sector
defendía “repúblicas” distintas.
En el Gobierno Provisional de la República, había ministros de la derecha republicana
(Alcalá Zamora, presidente de gobierno), republicanos de centroderecha (Alejandro
Lerroux, en Estado), republicanos de izquierda (Manuel Azaña, en Guerra), nacionalistas
catalanes y republicanos galleguistas y del PSOE (Indalecio Prieto, Largo Caballero, en
Trabajo). El Gobierno concedió la amnistía política, restableció las libertades y convocó
elecciones a Cortes constituyentes para el día 28 de junio. Ganadas por la Conjunción
republicano-socialista. La derecha no republicana, desconcertada por el cambio de régimen,
estaba poco representada.
Las Cortes elaboraron la Constitución de 1931, de carácter democrático-social, promulgada el
10 de diciembre. La declaración de derechos del ciudadano era amplísima. Se declaraba que
el Estado era integral (unidad de España), pero reconocía el derecho de autonomía de las
regiones.
Se creaban unas Cortes unicamerales, la base del sistema, como representantes de la
Soberanía Nacional, con un amplio poder legislativo, elegidas por Sufragio Universal
(incluyendo a las mujeres), por un periodo de 4 años. Tenían Diputación permanente y voto
de censura al Gobierno.
El poder ejecutivo se repartía entre el Gobierno (que necesitaba la doble confianza del
Presidente de la República y de las Cortes) y el Presidente de la República (Jefe del Estado),
que era elegido, por 6 años, por el voto conjunto de las Cortes y de unos compromisarios, iguales
en número a los diputados, elegidos por Sufragio Universal. El Presidente era un poder
moderador del sistema
Con respecto al poder judicial, se establecían un Tribunal Supremo y un Tribunal de
Garantías Constitucionales.
La propiedad privada de los medios de producción podía ser expropiada por utilidad
social.
Se declaraba que el Estado era laico, sin religión oficial y la libertad de conciencia y de cultos.
La educación y la cultura eran una obligación del Estado que tenía que garantizarlas y
extenderlas.
Aprobada la Constitución, se eligió como Presidente de la República a Niceto Alcalá Zamora.
10.1.2. El Bienio Reformista (1931-33) Las principales reformas
La coalición republicano-socialista que proclamó la República y constituyó el Gobierno
Provisional presidido por Alcalá-Zamora fue disminuyendo. Primero la abandonó la derecha
republicana de Alcalá Zamora, que, al no apoyar los artículos constitucionales de carácter
religioso, dimitió como presidente de Gobierno Provisional y fue sustituido por Manuel Azaña
(octubre de 1931). Aprobada la Constitución (diciembre 1931), el Partido Radical de Lerroux no
quiso formar parte del primer Gobierno Constitucional de la República, por oponerse a la
presencia de ministros socialistas. De diciembre de 1931 a septiembre de 1933, Manuel Azaña
presidió una serie de gobiernos reformistas que representaban una alianza más reducida que
la que instauró la República, aunque más homogénea (republicanos de izquierda y
socialistas).
Los distintos gobiernos del Bienio Reformista emprendieron una serie de reformas que
afectaban a todos los órdenes de la vida política y social y podrían conllevar cambios radicales
en el Estado y en la sociedad española. Se abordaron problemas que atenazaban el desarrollo
de la sociedad española desde comienzos del s-XIX. Las principales reformas fueron:
1) La Ley de Reforma Agraria (1932), frente al predominio del latifundio en el sur de España,
pretendía redistribuir las tierras para terminar con la miseria jornalera y con la escasa
productividad. La Ley permitía expropiar 13 tipos de fincas (antiguos señoríos, deficientemente
cultivadas). El Instituto de la Reforma Agraria (IRA) indemnizaba a los propietarios expropiados
y facilitaba el asentamiento de los campesinos. La reforma se aplicó con muchas limitaciones
(escasos recursos). Muchos propietarios, opuestos a la Reforma Agraria, se aliaron contra el
régimen. Los campesinos, decepcionados por sus resultados, adoptaron posturas
revolucionarias (ocupación de tierras).
2) Las reformas laborales del Ministerio de Trabajo de Largo Caballero. Se estableció la
obligación del contrato de trabajo y la jornada de 8 horas. Se crearon los jurados mixtos
(nombrados de forma paritaria por las asociaciones obreras y patronales), encargados de
elaborar las bases de trabajo. Esta legislación laboral provocó la oposición de la patronal y
de la CNT.

3) La reforma del Ejército. El problema militar estribaba en un ejército con excesivos


oficiales, mal dotado y organizado. Azaña, como Ministro de la Guerra, el 23 de abril,
estableció el juramento de fidelidad de los militares hacia la República. Quienes no lo hicieran
causarían baja en el Ejército. El día 25, se publicaba el decreto de retiros que permitía pasar
al retiro a los militares que lo pidieran, conservando el sueldo. Estas reformas no crearon un
Ejército adepto a la República. Al contrario, la revisión de los ascensos por méritos de guerra
en África creó gran malestar.
4) Las reformas religiosas. La Constitución declaró la no confesionalidad del Estado, la
libertad de cultos y la supresión del presupuesto de culto y clero. Se permitió el divorcio
y el matrimonio civil. Se prohibió la enseñanza y las actividades económicas a todas las
órdenes. La jerarquía católica se opuso a estas medidas y movilizó a la opinión católica en su
contra
5) La reforma educativa. Se adoptó un modelo de escuela mixta, laica, obligatoria y
gratuita. Se promovió el desarrollo cultural de sectores sociales populares (las Misiones
Pedagógicas encaminadas a difundir la cultura en las zonas rurales (bibliotecas, cines, teatro);
las Universidades Populares, que ligaban la enseñanza con los ámbitos obreros).
6) La Constitución reconocía la personalidad de las regiones y el derecho a la
autonomía. En 1932, se aprobó el Estatuto de Cataluña, con gobierno y parlamento propios,
con competencias económicas, sociales, educativas y culturales, y se reconocía la cooficialidad
del catalán. Las primeras elecciones autonómicas las ganó ERC y Maciá fue elegido presidente
de la Generalitat. En el País Vasco, hasta octubre de 1936, en plena guerra civil, no se aprobó
el estatuto de autonomía.
10.1.3. Adversarios del reformismo y conflictividad social. El fin del Bienio Reformador
El régimen republicano encontró la oposición de los sectores más afectados por las
reformas (Iglesia, Ejército, propietarios agrarios, organizaciones patronales). Se crearon nuevas
organizaciones políticas en la derecha no republicana: 1) la CEDA (Confederación Española
de Derechas Autónomas), coalición de la derecha católica, dirigida por Gil Robles. 2) Los
monárquicos alfonsinos, fundaron Renovación Española, liderada, desde la vuelta de su
exilio, en 1934, por José Calvo Sotelo. 3) Los carlistas se agrupaban en Comunión
Tradicionalista. 4) Los grupos fascistas: las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista.
1931), unidas, en 1934, a Falange Española (creada en1933), dirigida por José Antonio Primo
de Rivera, formándose FE de las JONS.
La oligarquía de la Restauración (aristocracia y gran burguesía), fue el grupo social más
perjudicado por las reformas republicanas. Pero, en su oposición a la República, encontró el
apoyo de sectores de las clases medias rurales y de ciudades provincianas (temerosas de la
transformación de la propiedad y de la política religiosa del primer bienio de la República).
Un sector del ejército, dirigido por el general Sanjurjo protagonizó un golpe de Estado para
forzar el viraje de la República hacia la derecha (agosto 1932), pero fracasó. En 1933 se creó
la UME (Unión Militar Española), organización clandestina de militares derechistas y
antirreformistas.
La lentitud de las reformas provocó una gran conflictividad social. La CNT y la FAI
protagonizaron las sublevaciones anarquistas (en el Alto Llobregat (1932) y en Andalucía (Casas
Viejas, 1933)).
A lo largo de 1933, fue cada vez mayor la crisis de la coalición republicano-socialista y el
desgaste del gobierno Azaña, desacreditado por la dura represión en Casas Viejas. Alcalá
Zamora retiró su confianza a Azaña y forzó su dimisión como presidente del Gobierno
(septiembre 1933), disolvió las Cortes, y convocó elecciones para noviembre de 1933.
10.2. SUBTEMA: EL BIENIO RADICAL-CEDISTA (1933-35). LA REVOLUCIÓN DE
ASTURIAS. EL FRENTE POPULAR, LAS ELECCIONES DE 1936 Y EL NUEVO GOBIERNO
10.2.1. La labor de los primeros gobiernos del bienio radical-cedista. La Revolución de
Octubre Las elecciones de noviembre de 1933 dieron la victoria a los partidos de centro-
derecha: al Partido Radical y a la CEDA, que fue la formación que obtuvo más diputados. El
nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux, formado en su mayor parte por radicales, con
el apoyo parlamentario de la CEDA (partido de la derecha católica liderado por Gil Robles),
paralizó buena parte de las reformas (se frenó la reforma agraria y la legislación laboral). Se
aprobó la amnistía para los sublevados con Sanjurjo en el 1932 y para los colaboradores
con la dictadura de Primo de Rivera.
La paralización de las reformas provocó la radicalización del PSOE y de la UGT (liderada por
Largo Caballero). Por la proliferación de huelgas, la CEDA reclamó una acción más contundente

en materia de orden público al gobierno, exigiendo participar directamente en él, bajo la amenaza
de retirar su apoyo parlamentario. Lerroux, accedió y el 4 de octubre otorgó tres ministerios a la
CEDA.
La entrada de la CEDA en el Gobierno fue interpretada por la izquierda como el inicio del
ascenso del fascismo al poder. Por iniciativa de la UGT y con escasa participación de la CNT, se
produjeron huelgas generales en las grandes ciudades. El movimiento fracasó por falta de
coordinación y por la contundente respuesta del gobierno. Los sucesos más graves fueron los de
Asturias y Cataluña.
En Asturias, los mineros protagonizaron una revolución social, fruto del acuerdo entre
anarquistas, socialistas y comunistas (las alianzas obreras). El gobierno mandó, desde África, a
la Legión para reprimir la revolución. Se produjeron más de 1.000 muertos entre los mineros y
450 entre militares y fuerzas del orden. En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís
Companys (ERC), proclamó el 6 de octubre la República catalana dentro de la República
Federal española. La rebelión fue rápidamente sofocada. Se suspendió la autonomía catalana y
el gobierno de la Generalitat fue encarcelado. En Madrid, fueron detenidos varios líderes
del Comité de huelga, entre ellos Largo Caballero.
Las consecuencias de la revolución de octubre fueron el aumento de la influencia de la CEDA
en el gobierno, mientras, en toda España fueron detenidas treinta mil personas y decenas
de millares expulsadas de sus puestos de trabajo por haber participado en la huelga general.
En mayo de 1935, Gil Robles ocupó el Ministerio de la Guerra. Se dictaron varias decenas
de condenas a muerte. La presión popular, la actividad de los comités contra la pena de muerte,
junto a la mediación del Presidente Alcalá-Zamora consiguieron impedir que se ejecutasen las
penas de muerte.
En las ciudades y en el campo, se asistía a una revancha patronal: los jurados mixtos dejaron
de existir. Los trabajadores, con los sindicatos clausurados, perdieron todos sus derechos.
En otoño de 1935, se inició la crisis del gobierno radical-cedista. El Partido Radical se vio
afectado por escándalos de corrupción, lo que provocó prácticamente su desaparición. Ante la
falta de una mayoría parlamentaria, Alcalá-Zamora encargó el gobierno a Portela Valladares
(integrado con centristas y republicanos de derechas) y convocó nuevas elecciones para
febrero de 1936.
10.2.2 Los orígenes del Frente Popular. Las elecciones del 16 de febrero de 1936
A lo largo de 1935, la izquierda empezó a reorganizarse. Azaña, que, en abril de 1934, creó
Izquierda Republicana (fusión de distintos partidos republicanos de izquierda), pretendía
recomponer una amplia coalición de republicanos y socialistas para reinstaurar en el gobierno de
la República el espíritu reformador del primer bienio republicano. NOTA: (Para ello, Azaña decidió
alentar un movimiento popular de afirmación republicana por medio de grandes mítines).
Mientras el PSOE, dominado por Indalecio Prieto, fue partidario de pactar con Azaña, la UGT,
liderada por Largo Caballero no lo fue. Con la convocatoria de las elecciones, la UGT accedió a
participar en la coalición con los republicanos, con el objetivo fundamental de la liberación de los
presos En la coalición electoral, llamada Frente Popular, estaban partidos republicanos de
izquierda (Izquierda Republicana, ERC, Unión Republicana) y partidos y organizaciones
obreras (PSOE, UGT, PCE, POUM y Partido Sindicalista).
La propaganda de las derechas se centró en consignas “anti”, sin propuestas de gobierno, bajo
la denominación común del frente de la contrarrevolución. Las bases de este frente eran la
CEDA y el Bloque Nacional (Renovación Española y Tradicionalistas). Pero esta alianza
electoral no se dio en todas las provincias, en algunas la coalición fue entre la CEDA y las fuerzas
del centroderecha republicana, sin la participación del Bloque Nacional.
El resultado de las elecciones marcó una clara división: según Javier Tussell, al que se debe
aún el estudio completo y general de las elecciones de febrero de 1936 (realizado en los años
70), el Frente Popular obtuvo el 48% de los votos, mientras las derechas se hicieron con el
46,5%; las fuerzas de centro sólo obtuvieron un 5,4% de los votos. La Ley electoral (igual que
en 1931 y 1933) otorgaba una prima importante a la mayoría; de ahí que el Parlamento elegido
fuese mayoritariamente de izquierdas.
10.2.3. El periodo de gobierno del Frente Popular.
El 18 de febrero, se formó el gobierno del Frente Popular, presidido por Azaña, formado
sólo por los republicanos de izquierda, limitándose socialistas y comunistas a darle su apoyo
parlamentario. Se concedió la amnistía y se liberó al gobierno de la Generalitat. Alcalá-Zamora
fue destituido por la mayoría parlamentaria. NOTA: (La Constitución establecía que el
Presidente de la República podía disolver dos veces las Cortes durante su mandato, pero, si las

nuevas Cortes (las terceras de su Presidencia) consideraban que no hubo razones para
adelantar las elecciones, podían destituirle con el voto de 3/5 de la cámara).
El 10 de mayo Azaña fue nombrado Presidente de la República y fue sustituido por Santiago
Casares Quiroga al frente del gobierno. El gobierno del Frente Popular reanudó el proceso
reformista interrumpido durante el bienio derechista.
El triunfo de las izquierdas trajo consigo una intensa movilización popular. Los
trabajadores del campo se adelantaron a la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, ocupando
fincas. Los sindicatos obreros impusieron a los patronos la readmisión de los despedidos por la
Revolución de 1934. La movilización obrera y la resistencia de los patronos a nuevas
concesiones provocaron el movimiento de huelgas más generalizado de los habidos hasta
entonces.
La iniciativa política de la derecha no republicana pasó a los sectores más radicales: la
derecha autoritaria monárquica y Falange Española. La primera, desde el Parlamento,
reclamaba la directa intervención militar. La segunda se dedicó a la violencia y al atentado en la
calle, lo que provocaba la respuesta de los militantes de izquierdas. Esperaban que la pérdida de
autoridad del gobierno, la violencia y el desorden callejero, añadidas a la creciente movilización
obrera y campesina, impulsaran a los militares a intervenir directamente contra el gobierno de la
República.

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