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Apunte de Cátedra. Asignatura: Gnoseología.


Institución: Universidad Nacional del Sur (Departamento de Humanidades)
Docente: Lic. Juan Luis Speroni
Fragmentos del texto:

Rábade Romeo, Sergio, Teoría del conocimiento, Madrid, Akal, 1996, pp. 9 a 29

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-I Prenotandos a una teoría del conocimiento
-1.1. HACIA EL PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Que el problema del conocimiento sea un problema que ha conquistado un puesto central y que ha ido ganando
ámbitos de proyección en la filosofía moderna y actual, es evidente… Pero, aunque sea la filosofía moderna la
que ha conferido novedad e importancia al problema, ello no significa que haya estado ausente en etapas anteriores
del pensar filosófico… Lo que sucedió es que, con la modernidad, se convirtió en núcleo y raíz del pensar...
Para el pensar antiguo y medieval era, en términos gen erales, un problema subsidiario. La razón está en que,
básicamente, se trataba de un pensar ontológico y, como tal, anclado en el ser… Dicho en palabras que se hacen
eco de Aristóteles: se pregunta originalmente qué es el ser y no qué es el conocer, ni tampoco, salvo contadas
excepciones - sofistas, Sócrates, por ejemplo-, qué valor tiene nuestro conocer y nuestro hablar del ser. A esto se
suma, por otra parte, que, al ser el pensar antiguo y medieval un pensar
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desde el vector de la semejanza, al propio conocer se lo interpretaba, desde esta perspectiva, como asimilación,
en la que la actividad cognoscitiva y el sujeto cognoscente se plegaban al ser en una reproducción asimilativa
"formal", en el sentido aristotélico del término: conocer es conocer formas, "informarse".
Con la modernidad el enfoque del problema del conocimiento va a cambiar radicalmente... El conocimiento es el
elemento fundamental en las relaciones del hombre con lo "otro". El método analítico de la modernidad, en sus
diversas formas, va a someter el conocimiento al bisturí de consideraciones críticas rigurosas: a) o bien desde un
examen de la razón pensante y de sus contenidos/ideas (racionalismo); b) o bien desde La experiencia como
generante de los contenidos de conocimiento y como conformadora de las leyes que los agrupan o combinan
(empirismo); e) o bien desde la síntesis constituyente que trata de "dosificar" lo dado por la experiencia y lo
puesto por el sujeto que conoce (Kant)…
Asimismo, es imprescindible no olvidar que, en el enfoque moderno del problema del conocimiento, el interés se
centra más en el conocimiento en cuanto actividad y contenidos de un "yo" o de una conciencia que en las cosas
sabidas o conocidas. Y ello es así, al menos en buena medida, porque progresivamente, por imposición epocal, se
va admitiendo que el "conocer cosas" se debe encomendar a las ciencias que se van particularizando, mientras
que la filosofía, sobre todo en su planteamiento originario, debe reservarse como inenajenable el "conocer del
conocer". Por eso –insistimos- la función modélica de la ciencia se cumple y absuelve en el terreno del método,
pero no en la configuración y delimitación de los contenidos de la filosofía. El filósofo, si no renuncia, sí recorta
sus aspiraciones a saber de la
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naturaleza, para centrarse en un "saber de sí mismo", anucleando cada vez más ese saber en torno a la conciencia-
sujeto, a la razón cognoscente. Si le pedimos prestada una idea a Kant, diremos que no se interesa por los hechos
de la razón, sino por la razón misma.
Kant es el autor donde estas perspectivas adquieren perfiles de rigor nunca alcanzados hasta entonces, llevando a
culminación la potenciación del sujeto con sus estructuras aprióricas…
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-1.3. ¿TIENE SENTIDO UNA TEORÍA GENERAL DEL CONOCIMIENTO?
Pudiera parecer una pregunta superflua, ya que una respuesta negativa haría inútil el propósito de escribir este
libro. ¿Es clara, entonces, la respuesta afirmativa? Evidentemente, sí lo es en nuestro caso, pero esto no nos
dispensa de algunas explicaciones o justificaciones.
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Partamos de una afirmación que no conviene perder de vista: la división de la filosofía en las diversas disciplinas
filosóficas, tal como acontece en la universidades españolas, tiene mucho de convencional, por más que no se
pueda negar su carácter práctico y sus consecuencias didácticas. Pero, de hecho y de derecho, muchas zonas de
las fronteras entre tales disciplinas son frecuentemente borrosas. Y esto acontece, no sé si de forma especial, con
la teoría del conocimiento. En efecto, es borrosa su frontera con determinados problemas de la lógica y, sobre
todo, de la meta- lógica. Comparte, asimismo, algunas zonas con la psicología en el estudio de diversos temas,
particularmente en la necesaria referencia que la teoría del conocimiento tiene que hacer a los procesos de
conciencia. A su vez, la filosofía del lenguaje trata, sobre todo desde la semántica y la pragmática,
problemas que son comunes con la teoría del conocimiento. La propia metafísica, entendida en sentido generoso,
se adentra por territorios de los que se ocupa también la teoría del conocimiento. E incluso, según dejamos
apuntado, la sociología, como sociología del conocimiento, se ocupa del conocimiento desde una perspectiva
social. De ahí que nuestra disciplina, -reconocidas sus estrechas relaciones con todas estas asignaturas, deba
configurar los perfiles que, sin separarla, la distingan de las demás.
Pero hay algo más: el problema de la epistemología o epistemologías y su relación con la teoría del conocimiento.
La denominación "teoría del conocimiento" es hoy, por ejemplo, una denominación prácticamente inexistente en
el mundo anglosajón. Ha sido sustituida por la "epistemología"1. Y el problema puede no ser de puro nombre,
sino que, en él, podemos estar ante el propósito de eliminar una teoría general del conocimiento en favor no tanto
de una epistemología general, ya que en este caso sí podríamos estar ante una simple cuestión de nombre, sino
que estaremos ante la disolución de la teoría general del conocimiento en las múltiples epistemologías de los
diversos saberes. Frente a esto, en el ambiente continental hay una clara distinción entre la teoría del conocimiento
o gnoseología, como estudio básico y general del conocer, y la epistemología, que, si tiene un cierto carácter
general, equivale a la exposición de la concepción y métodos de todo saber científico, y, si es una epistemología
particular, se referirá en exclusiva a un determinado ámbito científico o ciencia concreta: así, puede haber una
epistemología de las ciencias formales, de las ciencias sociales, de la física, de la biología, etc. La pregunta que
se impone es: ¿hacen inútil las epistemologías la teoría general del conocimiento? A nuestro juicio, radicalmen-
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te no. Cada epistemología se refiere a un terreno acotado del conocimiento y, en su tratamiento, da por sabido lo
que es conocer, clases de conocimiento, procesos cognoscitivos, objetividad, etc. En rigor, cada epistemología
está haciendo aplicación a ese ámbito del saber de un cúmulo de presupuestos, de cuya explicación o justificación
el epistemólogo se considera dispensado. Por consiguiente, hace falta alguien -el teórico del conocimiento-- que
se encargue de estudiar, aclarar y justificar todo eso que el epistemólogo tiene que dar por supuesto.
En consecuencia, no sólo tiene sentido, sino que es necesaria la gnoseología: una disciplina filosófica que, dentro
de la división convencional de la filosofía, se encargue de preguntarse en qué consiste eso que llamamos
conocimiento, sin poner en cuestión el hecho mismo del conocer, ya que éste es un hecho primitivo, del que
cualquier intento de justificación supone ya la aceptación del hecho mismo. A partir de ahí, como esperamos que
el desarrollo de este libro haga ver, hay que enfrentarse a muchos problemas: formas y sentidos del conocimiento,
valor de los diversos conocimientos, subjetualidad y objetividad, relación del conocimiento con la realidad, etc.

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Cfr. BUNGE, M., Epistemología. Ariel, Barcelona, 1980, pp. 13- 27.
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Podríamos proponer esto mismo de una manera bastante distinta: la teoría del conocimiento, como la mayoría de
las disciplinas filosóficas, tiene como objeto de estudio al hombre en su naturaleza y en sus aspectos diná-
micos. La teoría del conocimiento se encarga de uno de esos aspectos dinámicos: el conocimiento como puerta
de comunicación del hombre (mente, conciencia, inteligencia, razón ...) con lo "otro". El hombre se siente y se
vive como ser abierto a lo "otro", entrando en relación con lo "otro". No sería pertinente decir que el conocimiento
es la única puerta de comunicación, ni siquiera, en algunos casos, afirmar que es la más importante. Pero sí
podemos decir que es una puerta privilegiada. Y el privilegio consiste en que, pese a errores y defectos, es la vía
de comunicación de la que cabe un mayor control.
Si recogemos la caracterización del hombre por el lógos que nos legaron los griegos, en teoría del conocimiento
vamos a estudiar la dimensión "lógica" del hombre, sin despreciar otras que, sin embargo, no son objeto de
este estudio. Más aún: hay que aceptar que no hay una pura actividad "lógica" o racional, sino que el hombre
actúa como un todo. Pero, reflexiva y analíticamente, podemos desglosar esa dimensión y considerarla, según nos
parece que es, como la principal y la rectora en muchas actividades del hombre a las que, por eso mismo, llamamos
cognoscitivas. No hay pretensión alguna de reducir el hombre a razón, pero a la gnoseología le corresponde
destacar esa dimensión.
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Si toda la filosofía puede ser vista como una "digestión" racional de la realidad, enfrentándose interrogativamente
con ella y tratando de descifrar el sentido o sentidos de eso que llamamos el mundo -material, espiritual,
humano...- hay, sin duda, aspectos importantes de ese enfrentamiento con la realidad que son competencia
indelegable de la teoría del conocimiento. Podemos comprobarlo en preguntas tan radicales como éstas: ¿qué sé
de la realidad? ¿cómo sé que sé algo de ella? ¿cómo voy a decir algo de ella, si no sé si sé algo?
Ahora bien, todas esas preguntas y muchas más que cabría añadir las hace un "yo" desde su mente, conciencia o
razón. Por lo tanto, el acercamiento cognoscitivo a la realidad presupone o, al menos, debe ir concomítante con
preguntas similares sobre ese "yo", en una vuelta reflexiva hacia la interioridad para autoconocerme y medir mis
fuerzas en el conocimiento de lo "otro". Es decir, el sujeto que conoce, por muchas que sean las determinaciones
o condicionamientos a que esté sometido, es el yo. En él acontece ese hecho primario, original e indiscutible que
es el conocer. Es una actividad del yo y, sin el autoconocimiento de éste, nos embarcaríamos por rutas inseguras
hacia la explicación del conocimiento

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-II El punto de partida de la teoría del conocimiento: la actitud crítica
-II. 1. PLANTEAMIENTO
Toda teoría del conocimiento… tiene que ser una teoría crítica, tanto en el sentido etimológico griego de
discernimiento y enjuiciamiento, como en el sentido del semantema habitual de "crítica" como análisis valorativo,
tanto positiva como negativamente, del conocer. Pues bien… la actitud con la que la debemos iniciar tiene que
ser una actitud crítica. Desde ella hay que arrancar, y con ella de la mano hay que seguir…
Esta actitud exige un esfuerzo reflexivo, porque se trata de enfrentarse con el conocimiento desde el conocimiento
mismo. No se trata, sin duda, de discutir el hecho del conocimiento, ya que tal discusión sería suicida. Es aceptar
el hecho, pero sin prejuzgar, de entrada, su naturaleza, sus diversas posibilidades, su valor... No es su propósito
poner en cuestión el valor espontáneo y vital del conocer. En efecto, al margen de la actitud crítica, seguimos
otorgando nuestra confianza al conocimiento, dando por descontado que el mundo, que las cosas, son tal como
nos apa-
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recen. Esta confianza espontánea en el conocimiento con la que operamos en la vida cuotidiana es la actitud
natural.
Ahora bien, incluso en la actitud natural, la confianza que otorgamos al conocimiento tiene sus quiebras. Hasta el
hombre menos crítico descubre día a día muchos errores en sus conocimientos, descubre que certezas que
le parecían indiscutibles se han convertido en erróneas o que ha habido que relegarlas a la inseguridad de la
duda… incluso en la actitud natural, no cabe una confianza absoluta en nuestro conocimiento.
Ante esta situación, se hace, sí no necesaria, al menos posible y oportuna una pregunta auténticamente crítica:
¿no estarán sujetos a error todos nuestros conocimientos? ¿Cómo sé cuáles son verdaderos y cuáles no lo
son? Parece, sin embargo, que hay conocimientos en los que alcanzamos seguridad y de cuya objetividad como
reveladores de la realidad, dentro de ciertos límites, no parece normal admitir dudas: basta referirse a la existencia
de múltiples conocimientos científicos comprobados, por ejemplo, en experimentos, o confirmados por sus
aplicaciones técnicas…
Este estado de ignorancia o de duda debe conducirnos a una necesaria actitud cautelar…Tal actitud cautelar es ya
actitud crítica. Pero el teórico del conocimiento necesita profundizar en ella… Es decir, no dar por sabido o por
válido nada en nuestro conocimiento, mientras n o analicemos por qué consideramos sabido lo sabido y válido lo
válido.

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-II.2. FUNCIONES DE LA ACTITUD CRÍTICA
¿Qué esperamos de la adopción de la actitud crítica ante el conocimiento? … resumir nuclearmente las funciones
que podemos y debemos esperar de una seria actitud crítica. Las resumimos en tres: purificar, delimitar,
fundamentar.
La tarea de purificación nos parece la función primaria y el presupuesto de las otras dos. Y es una purificación en
una dirección doble: primero, referida a mis propios conocimientos; segundo, referida a aquellos conocimientos
que no se originan en mí mismo, sino que se me tratan de imponer desde el contexto cultural, desde tradiciones o
autoridades filosóficas, etc… Téngase en cuenta que la persona que se enfrenta críticamente con el conocimiento
es una persona adulta; por consiguiente, está cargada de conocimientos, de los cuales unos serán válidos, y otros,
no. Pues bien, para iniciar el análisis crítico del conocimiento, lo correcto, por parte del estudioso, es poner en
cuarentena todos sus conocimientos, en espera de encontrar unos principios, fundamentos, reglas o criterios desde
los cuales poder decidir cuáles deben seguir contando con su confianza, y cuáles, no. Por otra parte, hay que tener
en cuenta que bastantes de esos conocimientos se han consolidado de tal manera que adquieren la fuerza
determinante de los prejuicios… hay que aceptar que la purificación de los… prejuicios, es un ideal que, con
frecuencia, se queda muy lejos de la realidad, porque es perfectamente posible que nos liberemos de aquellos
prejuicios de los que somos capaces de tomar conciencia, pero es muy difícil conseguir que afloren a la conciencia
todos nuestros prejuicios. Y no sería extraño que los prejuicios que no afloren sean los que más nos determinan.
Nada de esto, sin embargo, debe detraernos del esfuerzo de autopurificación crítica del bagaje de conocimientos
con que el pasado ha cargado nuestras alforjas.
Pero no basta con esta tarea de purificación, sino que hay que liberarse también de conocimientos o principios
que se nos imponen desde fuera,
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especialmente desde el contexto cultural en que vivimos… la Sociología del conocimiento ha sacado a luz
el impacto condicionante o determinante de la sociedad sobre nuestro conocer. Se impone al teórico del
conocimiento tratar de saber hasta dónde llega esa determinación o condicionamiento, a fin de salvaguardar el
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mayor nivel posible de independencia... Si coincido con algún filósofo, con alguna tradición, debe ser porque el
análisis crítico del conocimiento me conduce a esa coincidencia…
Ahora bien…consideremos la función de fundamentación: si queremos saber lo que vale el conocimiento, e
incluso cada uno de nuestros conocimientos, hay que esforzarse por llegar al fundamento o fundamentos desde
los cuales esa validación se hace posible. No seríamos sinceros si no dejáramos dicho que las diversas
teorizaciones del conocimiento no han tenido la fortuna de llegar a un acuerdo sobre la determinación del
fundamento o fundamentos. Lo cual no debe ser un motivo prematuro de escepticismo, sino indicio de
la riqueza de perspectivas desde las cuales puede… provocar distintos enfoques en la búsqueda del fundamento,
que, en el fondo, suelen ser más complementarios que contrarios….
En tercer lugar, corresponde a la actitud crítica la atención a los límites del conocimiento… En efecto, no hacemos
teoría del conocimiento sin más, sino que hacemos la teoría del conocimiento humano, ya que del conoci-

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miento propio de otros seres poco o casi nada es lo que sabemos. Pues bien, el conocimiento de un ser limitado,
como es el hombre, debe ser limitado. Pero esta afirmación general dice tanto que no dice nada.
Gnoseológicamente… admitida la existencia de tales límites, se impone la tarea de señalarlos… en la
modernidad… el problema de los límites del conocer se convierte en un tema medular, tanto desde la perspectiva
de la certeza como desde la perspectiva de la objetividad. En conexión con este tema está el problema de lo
irracional o incognoscible como lo que está más allá de todo límite.

-II.3. ALGUNOS PERFILES HISTÓRICOS DE LA ACTITUD CRÍTICA


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…las funciones que hemos recogido sumariamente en el epígrafe anterior pueden quedar iluminadas con algunas
referencias a los autores que son hitos insoslayables en la historia de la teoría del conocimiento…
Para entender la actitud crítica de DESCARTES, es preciso hacer mención a las dos maneras básicas de plantear
la teoría del conocimiento en la modernidad. O se hace una teoría del conocimiento centrada sobre el tema
de la certeza, o se la hace atendiendo al terna de la objetividad. En el primer caso, el interés gira en torno a
conseguir la certeza o seguridad de mis conocimientos, quedando en segundo nivel el tema de la objetividad, es
decir, el valor que tienen mis conocimientos como reveladores de la realidad de lo conocido. Enfrente está el
planteamiento contrario: hacer de la objetividad o valor de mi conocimiento el problema medular, dejando en
segundo plano la certeza. Si de este segundo planteamiento el modelo es Kant, Descartes lo es del primero.
A Descartes, pues, le interesa por encima de todo la certeza o seguridad subjetiva en los conocimientos que poseo
y su actitud crítica está al servicio de este interés. Si ponemos la atención en las Meditaciones, veremos
que, entre la I y la II, aparecen con toda claridad las funciones de purificación y fundamentación, quedando en
equívoca penumbra la de delimitación. Para el Filósofo de Turena hay que comenzar por poner en cuarentena
todos los conocimientos con que, desde la infancia, me he ido cargando, tarea que se realiza, no mediante un
análisis detallado de cada uno, sino atacando los cimientos en que se apoyan. La realización de esto se lleva a
cabo en la duda universal, 2 que, sin embargo, no llega a ser tal, debido a la certeza indubitable del yo. Con la duda
se logra un derribamiento y desescombro de mis conocimientos habidos hasta ese momento, ya que, por no estar
críticamente fundados, son conocimientos de los que no puedo fiarme.
A este proceso cartesiano de purificación crítica por la duda se hace inevitable la objeción que, con tanta
frecuencia, se le ha echado en cara: éste no es un proceso real, porque Descartes no practica una duda real, sino

2
DESCARTES, R., Med. Metaf., L AT, VII, p. 17 y sgts.
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metodológica, "inventándose" motivos de duda en su intento de universalizarla. No se olvide que convertir la
duda en real no resultaba aceptable para un autor leído y escarmentado en los escépticos franceses.
En cuanto a la función de fundamentación, ésta aparece en la II de las Meditaciones cuando, tras recordar que,
igual que Arquímedes sólo pedía un punto firme para mover el mundo, también él no necesita más que un
fundamento firme e inconmovible para alzar sobre él el edificio de todas las certezas del conocimiento. Ese punto
es la certeza del yo, del análisis de cuya riqueza noemática irá sacando paso a paso todos los elementos que
constituyen ese edificio…
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En este repaso de autores no podemos dejar de lado a HUME, aunque en él los perfiles de la actitud crítica estén
lejos de la claridad de un Locke o de un Kant. ¿Razón? A nuestro modo ver, es fundamental la siguiente: Hume
no pretendió hacer una teoría del conocimiento con pretensiones de validación científica, sino llevar a cabo la
explicación de los conocimientos normales de que nos valemos en la vida y en nuestras relaciones como miembros
de la sociedad. Sus aspiraciones, al menos en apariencia, no van más allá, porque, si vamos más allá, el
escepticismo está al acecho. Fenomenista radical, escéptico moderado, declara propósitos modestos: estudiar,
encontrar y organizar unas leyes operativas de los fenómenos de conciencia. En una palabra, y con expresión
suya, realizar una mental geography. 3 Sin embargo, encontramos algunos elementos fundamentales. Veamos.

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En la "Introducción" al Treatise of human nature… por lo que respecta a los conocimientos sobre los que
versa la teorización del conocimiento, es manifiesto que han de someterse todos a la piedra de toque de la
experiencia. Y la experiencia se convierte también, desde esa misma "Introducción", en el límite del conocer,
puesto que intentar ir más allá "debe ser rechazado corno presuntuoso y quimérico". La experiencia, pues,
entendida como observación, que no experimentación, de la naturaleza humana, es la base y fundamento de todo
nuestro conocer.
Ahora bien, si hay que elegir un autor en el que la actitud crítica haya sido llevada a su cenit de rigor, tanto en el
planteamiento como en el desarrollo, ese autor es KANT. Cabría decir que en esto consiste, en buena medida, la
tarea de la Crítica de la Razón pura... Ya en la Einleitung nos encontramos con textos tan expresivos como éste:
Una vez que la razón ha obtenido un pleno conocimiento previo de su propia capacidad respecto de los
objetos que se le pueden ofrecer en la experiencia, tiene que resultarle fácil determinar completamente y
con plena seguridad la amplitud y los límites de su uso cuando intenta sobrepasar las fronteras de la
experiencia. 4

Es decir, no estamos ante una crítica de objetos o de ideas, sino de la razón misma, de los problemas que surgen
del análisis de su propia naturaleza. Y en este planteamiento crítico de la razón tenemos dos focos primordiales:
la capacidad de la razón y los límites de su uso…
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La razón tiene, pues, que someterse a autocrítica, desdoblándose en juez y reo, ya que no debe admitir el juicio
de nadie externo a ella. Crítica de la razón misma, no meramente de los hechos de la razón, tal como le reprochaba
a Hume. Por eso Hume no pudo superar el estadio escéptico, que, ciertamente, ya es un avance sobre el dogmático.
Mas hay que alcanzar el estadio crítico, ya que nos dice que hay que alcanzar un tercer paso "maduro y viril", que
consiste en someter a examen la razón misma "atendiendo a toda su capacidad y aptitud para los conocimientos".5

3
Enquiry concerníng human understanding, sec. l.
4
KrV, B 23.
5
A 761, B 789. Trad. cit.
7

Si retomamos ahora las funciones de purificar, fundamentar y delimitar, Kant afirma que la meta que pretende
con su obra fundamental es limpiar y allanar (reinigen, ebnen), desbrozar el campo.6
La búsqueda de fundamentación es labor de toda la obra, que no es otra cosa que una fundamentación
trascendental del conocimiento.7
En cuanto a la delimitación, la gnoseología kantiana, como teoría revolucionaria y profunda de la objetividad, es,
por lo mismo y de modo básico, una gnoseología de los límites de la objetividad… "es una crítica en virtud de la
cual se prueba, no simplemente que esa razón tiene límites, sino cuáles son esos límites".8 Y esta exigencia de
rigor en la limitación del campo al alcance del conocimiento es una actitud presente a lo largo de toda la obra, y
aparece de forma destacada en aquellos momentos en que la razón se enfrenta con temas que le hacen ver su
impotencia, por ejemplo, cuando expone las antinomias. 9 El campo de la razón, en comparación de Kant, no es
una llanura de límites borrosos, sino una esfera de medidas absolutamente determinadas.10
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Por fin, como cierre de este repaso selectivo de algunos modelos de actitud crítica, no cabe silenciar a HUSSERL.
Su fenomenología trascendental ha sido, a nuestro modo de ver, la última gran construcción especulativa de
una teoría del conocimiento. Sin embargo, como para dar mediana cuenta de su actitud crítica habría que traer a
colación buena parte de sus temas de extremado tecnicismo - esencias eidéticas, epojé, reducciones, etc., etc.,-
empresa impropia de este momento, apuntamos sólo algunas reflexiones. Fiel a su propósito de hacer de la
filosofía una ciencia rigurosa, el rigor preside su actitud crítica. En conformidad con ello, el análisis y validación
del conocimiento se ha de llevar a cabo en un laborioso esfuerzo rara superar la actitud natural en la que me
encuentro con el mundo y vivo en ese mundo. En esta actitud natural no hay lugar para el conocimiento y la
ciencia rigurosa. De ahí que se haga precisa la liberación de todo lo que conlleva esa actitud natural:
Eliminar todos los hábitos mentales existentes hasta aquí, reconocer y quebrantar los límites del espíritu
con que cierran el horizonte de nuestro pensar, y adueñarse con plena libertad del pensamiento de los
genuinos problemas filosóficos, problemas que hay que plantear plenamente de nuevo... además de todo
esto es necesaria una nueva forma de actitud completamente distinta de las actitudes de la experiencia y
el pensamiento naturales.11

A partir de esta desnudez de punto de partida, se inicia el camino hacia la conciencia pura, hacia el Yo
trascendental, foco original y fundamento de toda objetivación. Lo que en realidad interesa subrayar es la
exigencia de echar a andar totalmente libre de presupuestos, ya sean los que proceden de mis vivencias y
conocimientos del mundo natural, incluso aparentemente científicos, ya sean los presupuestos provinientes de
otras filosofías. De tales filosofías Husserl combate muy especialmente aquellas que, como el empirismo,
considera que están viciadas de psicologismo.

-II.4. REFLEXIÓN FINAL


La actitud crítica es un talante filosófico que la modernidad hizo suyo…Se inicia con cierta pobreza en Descartes,
a pesar de la aparatosidad metodológica de la duda, y culmina con plenitud de rigor en Kant. Pero ya desde
Descartes presenta algunos rasgos cuya presencia va a ser permanente. Importa destacar como fundamental el
imperativo de retracción

6
Cfr. A XXI.
7
Cfr. A Xl- 12, B 25- 26.
8
A 7ól, R 789.
9
Cfr. A 476, B 504.
10
Cfr. A 762, B 790.
11
Ideas l. Trad. de J. Gaos. F. de C. Económica, México, 1913, Introducción, p. 9.
8

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a la conciencia. El pensar moderno no es un pensar en y desde el ser, sino en y desde la conciencia o el yo. Esta
retracción a la conciencia implica un progresivo alejamiento de lo en-sí para ir confinándose en el para-mí, es
decir, en el fenómeno, proceso que, si bien desde algún punto de vista se puede decir que llegó a consumación en
Hume, le deberá, sin embargo, a Kant su formulación más sistemática y rigurosa.
Esta retracción a la conciencia trae consigo una potenciación del reino del conocer/pensar, con paralelo olvido
del reino del ser/realidad extra, mental… No obstante, hasta Hume, quedaba un cordón umbilical de conexión del
conocer/pensar con el ser/realidad. Ese cordón era la causalidad ontológica, elemento residual, pero importante,
herencia de la metafísica tradicional de corte aristotélico. Sin embargo, esa conexión se va a ir perdiendo… hasta
que Hume dice que de esa causalidad no sabemos nada. La consecuencia es un progresivo enclaustramiento en la
inmanencia de la conciencia… Por esa inmanencia, el conocimiento del mundo se irá tornando problemático hasta
quedarse en una creencia (belief)para Hume. La cosa-en-sí de Kant, con inevitables diferencias, caminará por
derroteros no muy alejados…
Otro tema que acompaña históricamente el progresivo desarrollo de la actitud crítica en la modernidad es el
abandono de la concepción del conocimiento como representación en el sentido fuerte de la palabra, es decir,
como segunda presencia en mí por vía de imagen de aquello que conozco o supongo conocido. Herencia de la
teoría aristotélica de la asimilación...
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En consecuencia, hay que abrirse a otra manera de entender el conocimiento: ya no se le exige que represente a
lo conocido, sino simplemente que nos dé noticia de ello. Se están dando los pasos para llegar a una concepción
simbólica del conocimiento, debiendo tenerse en cuenta que el símbolo no tiene por qué ser imagen de lo
simbolizado...
Por fin, una pregunta para terminar: ¿cabe una actitud crítica absolutamente radical, cabe arrancar de un punto
cero? Como actitud, como propósito o toma de posición, sí... Pero, por otra parte, esto no pasa de un propósito
hecho con la mejor intención. Como ya dejamos dicho, siempre nos quedará, en mayor o menor medida, algún
presupuesto, digamos mejor prejuicio, del que no tomamos conciencia. Y precisamente porque no tomamos
conciencia de él, puede ejercer sobre nuestros planteamientos una influencia incontrolada. Esto quiere decir que
la actitud crítica no debe ser sólo una actitud inicial, sino una actitud de vigilia y de cautela que ha de estar siempre
alertando al estudioso del conocimiento.

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