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SEMINARIO DE FILOSOFIA DE LA CIENCIA COGNITIVA

FILOSOFIA Y CONOCIMIENTO

El problema del conocimiento en filosofía es un problema automediatizado


porque para reflexionar acerca del conocimiento no queda más opción que
ejercer el conocimiento. En el momento que hablamos del conocimiento
empleamos nociones epistemológicas, es decir, pensamos, reflexionamos,
juzgamos, etc.

El conocimiento es la instancia que nos inserta en el medio en que


estamos, es decir, en el mundo. Gracias al conocimiento percibimos el mundo,
conjeturamos sobre él, trátese de hechos o situaciones, complejos de relaciones,
etcétera. En pocas palabras, diversas “situaciones de ser”. Incluso cuando
dudamos, sea sistemáticamente o asistemáticamente, lo hacemos
cognoscitivamente. Además, las experiencias que tenemos del mundo nosotros
la comunicamos a otros mediante categorías cognoscitivas.

Históricamente se ha consensuado que el conocimiento como problema


filosófico perfectamente reconocible y definido, se encuentra a partir de la época
moderna. Son Descartes, Locke y Kant quienes realmente estudiaron el
conocimiento como un problema distinto de la filosofía.

DESCARTES se interesó por preguntas tales como ¿cuál es el fundamento


del conocimiento?, ¿cuál es el criterio de que estamos frente a un conocimiento
certero? En Descartes se da una reflexión filosófica acerca del conocimiento que
está teñida de metafísica. En este sentido su postura epistemológica es más bien
de una metafísica del conocimiento. Recuérdese que sus Meditaciones
metafísicas son toda una filosofía que descansa en tres grandes principios
metafísicos: la res o substancia pensante (el alma inmaterial), la res extensa o
substancia extensa (la materia) y la susbtancia infinita (Dios).
LOCKE también se hizo la pregunta acerca de los fundamentos del
conocimiento, generando en su respuesta toda una teoría empirista que enfatiza
el origen tanto en la experiencia externa (las sensaciones propiamente tales)
como interna (la reflexión o introspección). Ojo: en Locke y, en general en la

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tradición empirista, “experiencia” tiene esta doble acepción de experiencia
mediante la que se captan los contenidos del mundo externo (sensación), como
también experiencia interna mediante la que captamos las operaciones de nuestra
mente (reflexión o introspección).

KANT considera que el problema central respecto del conocimiento se


encuentra en las siguientes preguntas: ¿cuáles son los límites y estructura del
conocimiento?, es decir, ¿podemos conocer las cosas en sí mismas o más bien
nuestra cognición está irremediablemente limitada por las propias estructuras que
hacen posible que percibamos y pensemos el mundo, las cosas?

El problema del conocimiento existió en el pensamiento antiguo, en


Aristóteles, por ejemplo, y en otros filósofos de la Edad Media, pero no era un
problema autónomo (es decir, ellos no desarrollaron filosofías expresamente
epistemológicas). Más bien sus reflexiones se daban en el contexto de
discusiones metafísicas, éticas y antropológicas.

Algunos historiadores más radicales dicen que la epistemología o filosofía


del conocimiento empieza con Descartes. Incluso muchos historiadores de la
filosofía y filósofos propiamente tales consideran que la Edad Moderna en
filosofía comienza con el énfasis que se pone en el sujeto, en el ego. Es decir,
cuando la actitud pasiva de enfrentarse al mundo, como si éste viniera al
encuentro con el sujeto, queda cuestionado al ponerse en duda que el sujeto sea
pasivo. Otros piensan que se trata de una superación del realismo que es propio
de la filosofía antigua y medieval. Zubiri, por ejemplo, llama egología a la
filosofía cartesiana, esto es, un discurso centrado en el sujeto, en el yo (Véase X.
Zubiri: Los problemas fundamentales de la metafísica occidental).

Sin embargo, hay que destacar que, probablemente, el primer gran libro que
se escribe sobre teoría del conocimiento (epistemología) es el Ensayo sobre el
Entendimiento Humano de Locke.

NIVELES DEL CONOCIMIENTO.

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Arbitrariamente podríamos decir que hay niveles de conocimiento.

UN NIVEL VITAL O NATURAL. Es el conocimiento instintivo de adaptación


al medio (conocimiento vulgar.) En este nivel se considera el mundo tal como se
le aparece a los sentidos, es filosóficamente el nivel epistemológico en que se es
realista ingenuo. En este conocimiento el sujeto opera como un niño. Quizás en
etapas tempranas de la humanidad esta era la actitud cognitiva. Hoy se ha
planteado de que, originalmente, el cerebro –esto es, lo que consideramos como
el asiento biológico y físico de toda nuestra actividad cognoscitiva- no era un
órgano del conocimiento sino un órgano de adaptación al medio. Mucho más
tarde la selección natural habría llevado a que aquél se convirtiera en un órgano
del conocimiento propiamente tal (al respecto véase obras de la llamada Teoría
evolucionista del conocimiento, por ejemplo, la compilación de K. Lorenz, F.
Wuketits: La evolución del pensamiento).

SEGUNDO NIVEL, NIVEL CULTURAL. En este nivel poseer conocimiento


se transforma en una ventaja comparativa respecto de los animales. El hombre es
el único ser que crea cultura. En este nivel el conocimiento no es mera
adaptación al medio sino una instancia de creatividad. Este nivel corresponde,
haciendo las debidas correcciones, a lo que Popper llamó mundo 3, o Cassirer
mundo de las formas simbólicas.

TERCER NIVEL, NIVEL DE TIPO CIENTIFICO POSITIVO. Este nivel se da


cuando los científicos se abocan al registro de datos, a la creación de modelos de
explicación, a la creación de situaciones experimentales que ponen a prueba sus
hipótesis, a la predicción basada en sistemas hipotéticos deductivos (teorías),
etcétera.

En ocasiones los científicos suelen reflexionar sobre la naturaleza de su


propia actividad. Cuando esto ocurre los científicos actúan como filósofos de las
ciencias, por ejemplo, cuando Einstein, en sus últimas obras se explaya sobre los
alcances y supuestos epistemológicos que subyacen en la teoría de la relatividad;
o Heinsenberg reflexionando sobre la mecánica cuántica. Esta actividad
filosófica del científico, en cuanto filósofo de una ciencia determinada, no debe
confundirse con lo que es divulgación científica propiamente tal como los libros
de Asimov.

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CUARTO NIVEL, NIVEL FILOSÓFICO. A este estadio del conocimiento es el
que se llama nivel filosófico del conocimiento.

A la filosofía le interesan los tres niveles precedentes del conocimiento,


pero en todos ellos se interesa en función de un objetivo determinado. Así si se
trata del nivel vital le interesar examinar el realismo ingenuo que hay en tal
nivel; si se trata del segundo nivel o nivel cultura, le interesa el conocimiento en
cuanto resultado de un proceso de creatividad, así cuando Popper desarrolla su
teoría del mundo 3 de los contenidos lógicamente objetivos está interesándose
por la cultura, en la que se incluyen las ciencias con sus conjeturas, problemas,
discusiones, pero también está el arte y otros ámbitos de la cultura; si se trata del
nivel científico - positivo al filósofo se interesa en tanto en cuanto esas diversas
filosofías de las ciencias regionales pueden llevar a una teoría general de la
ciencia (una filosofía de la ciencias como la desarrollada por el mismo Popper,
por el Círculo de Viena, por Kuhn, etc.). Pero en el último y cuarto nivel, el nivel
filosófico, el filósofo se interesa por el conocimiento en sí mismo y no en cuanto
el conocimiento es un mecanismo de adaptación al medio (primer nivel), el
resultado de la creatividad (segundo nivel), o la selección del dato empírico
relevante y la creación de modelos de explicación científica (tercer nivel). Ahora,
el conocimiento es elevado a la categoría de problema, interesándose el filósofo
por los límites, estructura, fundamentos y naturaleza del conocimiento.

TEORÍA DEL CONOCIMIENTO (EPISTEMOLOGÍA), LOGICA Y


PSICOLOGÍA

Hay una pluralidad de facetas cuando uno trata el conocimiento. Y esto nos
revela la dependencia que tiene la teoría del conocimiento con otras áreas del
saber. Por ejemplo si preguntamos ¿cómo debe ser el conocimiento? Podemos
responder desde la lógica y aquí nos interesa la lógica por cuanto ella nos dice
qué reglas debemos seguir para que nuestro conocimiento sea racional desde un
punto de vista lógico, es decir, para que sea lógicamente consistente.

También podemos darnos cuenta que la teoría del conocimiento está


emparentada con la psicología, pero no deben confundirse. La psicología nos

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dice qué procesos internos (cognitivos o de otro orden como los afectivos) se
llevan a cabo y cómo, cuando nosotros nos relacionamos con el mundo y las
demás personas. Por ejemplo, es la psicología la que nos dice que operan ciertas
leyes de asociación y también es ella la que nos dice que en la percepción se
incluyen elementos conceptuales (como los estudiados por los psicólogos de la
Gestalt).

Los avances de la psicología también nos han permitido darnos cuanta de


errores enormes mantenidos en la filosofía como, por ejemplo, la teoría
empirista de la percepción que sostiene la existencia de sensaciones puras cuando
comenzamos a conocer, o que las sensaciones que generan el material básico del
conocimiento, las ideas simples de Locke, llegan a una mente que sería un
receptáculo originalmente vacío de contenidos (un papel en blanco). Si bien
Leibniz había cuestionado radicalmente la tesis de que la mente es un papel en
blanco al nacer el individuo, lo que propuso el pensador alemán resultaba
también muy discutible: la tesis de que hay contenidos innatos en la mente
humana al nacer. Esto es discutible porque él pensaba que lo innato son las
máximas morales (“no matar”) y las ideas de número o de Dios.

Los descubrimientos de la teoría de la Gestalt han demostrado que no hay


sensaciones puras ni un sujeto pasivo. Sin embargo, cabe mencionar que ya Kant
lo había adelantado al proponer que es el sujeto cognoscitivo el que pone las
condiciones en que se nos presentan las cosas, por ejemplo, se nos presentan en
las sensaciones en términos de fenómenos en un espacio euclidiano y con una
duración determinada. En particular ese aporte de la psicología ha sido decisivo
para cambiar la imagen que han tenido los filósofos del método científico al
dejarse llevar por las ideas del empirismo. Thomas Kuhn, Karl Popper, Norwood
Russell Hanson y Paul Feyerabend dieron vuelta completamente la imagen que
teníamos del método científico heredado del empirismo lógico del Círculo de
Viena, al postular que en la observación científica son las teorías las que
condicionan lo que se observa (véase al respecto Th. Kuhn: La estructura de las
revoluciones científicas, o la compilación de León Olivé y A. R. Pérez Ransanz:
Filosofía de la ciencia: teoría y observación, Siglo XXI, México).

SUJETO, OBJETO Y RELACION COGNOSCITIVA

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Dejando a un lado cualquier teoría acerca del conocimiento como las que hay a
mano, uno puede hacer el esfuerzo de simplemente describir los elementos
básicos que están presentes en todo acto cognoscitivo:

(a) Un sujeto que habitualmente hemos identificado como un ser humano o un


ser vivo (animal), pero que, hoy en día como resultado de la irrupción del
paradigma cognitivista, también incluye las máquinas.
(b) Un objeto, diversas situaciones de ser, que puede ser de naturaleza física,
imaginaria o ideal.
(c) Un vínculo cognitivo, trátese del pensar, recordar, percibir, etc.

Parece que esta es la matriz de cualquier tipo de conocimiento, esos tres


elementos (sujeto, objeto y relación cognoscitiva).

En la tradición fenomenológica se ha explotado esta descripción, en la cual


se exige que se intente dar una descripción de los elementos básicos,
posponiendo cualquier interpretación teórica.

Pero pasamos de una descripción a una reflexión cuando nosotros nos


preguntamos acerca de qué tipo de legalidad posee el sujeto del conocimiento, o
en qué medida el sujeto impone su legalidad al objeto conocido, o a la inversa
cuando nosotros nos preguntamos qué leyes posee el objeto y en qué medida
impone su legalidad al sujeto que lo conoce. En ambos casos estamos haciendo
una reflexión acerca del conocimiento. Por ejemplo, si decimos que es el sujeto
el que se impone en el acto cognoscitivo estamos acercándonos a una posición
idealista. En filosofía una posición extrema de esto es:
ESSE ser
EST es ser
PERCIPI percibido
-----------------------------------------
Esto es el idealismo subjetivo de George Berkeley

Si tenemos al sujeto tenemos al objeto, es como si el sujeto atrapara al


objeto tragándoselo. Berkeley dice que la realidad de los objetos es el ser
contenido en una mente o espíritu. Entonces el objeto o realidad es subjetivo.

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Pero, de acuerdo con esto los objetos pierden su estabilidad, su
permanencia por ser un contenido en el siempre cambiante fluir de nuestra
mente. Esta es una consecuencia que va contra el sentido común. El sentido
común nos dice que los objetos siguen existiendo cuando no hay un sujeto
percipiente para el cual ese objeto es objeto.

Pero Dios que es conocedor siempre en acto, que no ignora nada, tiene en sí
todos los objetos, allí yacen los objetos. En resumen: los objetos son siempre
contenidos en la mente de Dios (Berkeley era obispo, de manera que no es raro
que él introdujera la tesis de un sujeto que todo lo percibe permanentemente).

Si, por el contrario, lo que se quiere destacar es que es el objeto el que


impone su legalidad al sujeto, obligando a que éste se ajuste a las
determinaciones que vienen del objeto, entonces estamos en una posición
realista como tantas ha habido en la tradición filosófica, especialmente en la
época medieval (Tomás de Aquino, por ejemplo).

En cualquiera de los dos casos, los tres elementos, sujeto, objeto y relación
no se eliminan. Tampoco en la introspección se pierden los tres elementos:
nosotros nos desdoblamos y nuestros propios estados y operaciones mentales se
vuelven objeto del conocimiento.

Jorge Millas dice que uno tiende a pensar de manera topológica (de lugar)
respecto de la conciencia, del sujeto, porque sentimos a nuestro cuerpo como
cosa propia y lo movemos entre las cosas del mundo exterior. La piel viene a ser
como la frontera natural entre un más allá corporal (el mundo externo de las
cosas) y el más acá corporal (nuestro mundo interior).

A este contrapunto físico corresponde la innegable oposición psicológica entre


mi yo y el no-yo: el yo es mi conciencia, el tejido de mis percepciones,
emociones, recuerdos que me son directamente conocidos y que nadie, fuera de
mi, puede conocer en su realidad; el no-yo viene a ser, en cambio, todo lo que
veo enfrente de mí como algo separado. Pero esta separación entre mi yo y el no-
yo no es tan claro como en el caso del límite entre mi cuerpo y los demás
cuerpos, especialmente porque el no-yo es una representación dentro de mí y
toda comunicación con él supone alterar mis contenidos de conciencia. Al fin y

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al cabo, la exterioridad del mundo se hace presente como tal para mi conciencia
y dentro de ella: solo en contacto con ella puede mostrar que se encuentra
separada. Esta situación tan extraña fue claramente detectada por Hegel, quien la
convirtió en el dato inicial de su idealismo dialéctico. (Véase J. Millas: Idea de
la filosofía. El conocimiento, vol. II, cap. II).

SABER COMO CONTACTO DIRECTO, COMO HABILIDAD Y


PROPOSICIONAL

En la filosofía tradicional anglosajona se hace cuidadosamente la distinción


entre tres tipos de saberes: como contacto directo, como habilidad y como saber
proposicional (al respecto véase John Hospers: Introducción al análisis
filosófico. Alianza, Madrid). El saber o conocer en el sentido de contacto directo
se da cuando preguntamos a alguien: ¿Conoce usted a Juan Pérez? Lo que
queremos decir es lo siguiente: si Juan Pérez le ha sido presentado, o si se ha
encontrado con él, o si ha tenido un trato con él. En este caso podría ocurrir
que no se tenga trato con esa persona (Juan Pérez), pero igual podemos saber
algo de él (en este caso se trata de saber que varias proposiciones son verdaderas
respecto de él, por ejemplo, que Juan Pérez es de nacionalidad española, que está
avecindado en Chile hace dos años, etc.). En el caso que la pregunta fuera:
¿conoce Ud. El Lago de Todos los Santos?, estamos preguntando si se ha
estado allí y no sobre lo que sabemos respecto de él como lo que nos han
contado o que hemos leído sobre tal lago.

Pero hay otro caso de conocer, el de conocer como habilidad. ¿Sabe Ud.
cómo usar un computador? Aquí se pregunta por su habilidad, si sabe cómo
hacerlo funcionar. Lo mismo ocurre si la pregunta fuera: ¿sabe Ud. nadar? No se
está preguntando si se conocen determinadas proposiciones o verdades acerca del
acto de nadar sino que se está preguntado sobre una habilidad. Usted puede saber
muchas cosas sobre el nadar, pero si se ahoga cuando cae al agua, entonces usted
no sabe nadar.

El tercer caso, el caso del saber proposicional es el más relevante para


nosotros. Se esquematiza así: Sé que “p”, donde “p” es una proposición. Este uso
se relaciona con los otros usos. Por ejemplo, para tener un trato con fulano hay
que saber algunas cosas sobre él. Tenemos que saber que ..... Es decir, saber

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que algunas proposiciones sobre él son verdaderas. (que es una persona de trato
refinado, habla el mismo idioma que yo, los demás dicen que vale la pena
conocerlo, etc.). Sin embargo muchas personas pretenden saber algo y en
realidad no lo saben.

Hay que distinguir entre meras pretensiones de saber algo y el saber


auténtico. (Hay ciertos requisitos que deben darse para que alguien sepa o
conozca que una proposición es verdadera).

En la tradición analítica se ha planteado que los requisitos son los


siguientes:

1º Que la proposición ha de ser verdadera.


2º Hemos de creer que la proposición es verdadera.
3º Hemos de poseer elementos de juicio a favor de la proposición (razones para
creer p).

He aquí algunas dificultades: ¿Cuáles son las razones para creer algo?, ¿qué
tipo de razones deberé poseer?, ¿todas las razones?, ¿algunas? Y si son algunas
¿cuáles serían aceptadas o suficientes como razones? Una respuesta radical es la
de que se requieren razones o elementos de juicio a favor de la creencia que sean
incuestionables y suficientes. Esta es ya una exigencia de certeza, como la que se
exigió a sí mismo Descartes cuando se impuso el objetivo de encontrar una
verdad indubitable, incuestionable, que sirviera de fundamento del conocimiento
científico.

Cuando se hace la exigencia de certeza estamos exigiendo lo que es más


valioso epistemológicamente hablando. Los matemáticos, los teólogos y, en
general, los racionalistas de la época moderna solían confiar en la obtención de
verdades incuestionables (certezas).

Volviendo a algo dicho en la clase anterior, ¿qué requisitos


consideraríamos que es necesario tener para afirmar que alguien posee
conocimiento, es decir, que conoce o sabe algo? Es decir qué sabe p (que “X
sabe que Juan ganó el loto la semana pasada”) (Para más detalles véase R.
Chisholm Teoría del conocimiento. Tecnos, Barcelona).

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Nuestros conocimientos son acerca de proposiciones y uno puede aceptar,
negar o abstenerse de una proposición.. Si hacemos un paralelo con las posturas
que pueden tenerse con respecto a la fe obtenemos que:

- Una persona cree en Dios (teísta). O sea, X cree en la proposición “Dios


existe”).
- Una persona no cree en Dios (ateo). O sea, X no cree en la proposición de que
“Dios no existe”.
- Una persona se abstiene de creer que Dios existe o que Dios no existe
(agnóstico). O sea, X se abstiene tanto de la proposición de que “Dios existe”
como de la proposición de que “Dios no existe”. Entonces el agnóstico es quien
se abstiene tanto de una proposición como de la negación o contradictoria de esa
proposición.

Ergo podemos aceptar, rechazar o abstenernos de una proposición.

CERTEZA Y EVIDENCIA

Pero frente a proposiciones de la vida cotidiana ¿qué hacemos?


Veamos, lo más valioso desde el punto de vista del conocimiento o gnoseología
es la certeza. Es decir,

h es cierta para S = Df h está fuera de toda duda razonable para S, y no hay


ninguna i tal que aceptar i sea más razonable para S que aceptar h.

Hay que llamar la atención sobre lo siguiente: no es lo mismo el concepto


psicológico de certeza que el concepto epistemológico, que es el que a nosotros
nos interesa. Los conceptos psicológicos y epistemológico de certeza son
lógicamente independientes. El concepto psicológico lo encontramos expresado
en el siguiente caso: “S se siente seguro de que h es verdadera”.

Las cosas comunes y corrientes se expresan mediante proposiciones, por


ejemplo, acerca del tiempo ahora en Santiago o el número de personas que hay
ahora en la sala.

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Las proposiciones sobre cosas de la vida cotidiana tienen un valor
epistemológico menor que las proposiciones que son, por ejemplo, acerca de las
entidades matemáticas o proposiciones que se expresan mediante la palabra
“existo” (Descartes: “si dudo (pienso), entonces existo”).

Aunque es razonable creer en que efectivamente “hay un número


determinado de alumnos en la sala de clases en este momento”, o que “está
lloviendo ahora en Santiago”, de todas maneras hay proposiciones que son más
razonables de creer, como son las que mencionamos anteriormente.

Una proposición evidente es una proposición que está fuera de toda duda
razonable y que es tal que cualquier proposición que sea más razonable que ella
es una proposición que es cierta. Así, por ejemplo, si decimos que “hay un
número determinado de alumnos en la sala de clases en este momento”, o que
“está lloviendo ahora en Santiago”, decimos que lo sabemos. Pero, aunque
habitualmente la casa de al lado está habitada, nosotros no sabemos que alguien
está ahí en este momento. Aunque efectivamente haya alguien en este momento
en dicha casa (es decir, que fuera verdad la proposición: “ahora hay alguien en la
casa de al lado”), nosotros no sabemos que es verdadera. Entonces la evidencia
podemos definirla sí:

h es evidente para S = Df (1) h está fuera de toda razonable para S y (2)


para toda i, si aceptar i es más razonable para S que aceptar h, entonces i es
cierta para S.

Hay que tener también a la vista que una proposición puede ser evidente y
no ser completamente cierta, pero toda proposición que es cierta es también
evidente.

Como vimos en la clase anterior hay condiciones que debe cumplir una
proposición:

1º. p (la proposición) debe ser verdadera.


2º. Hemos de creer que p es verdadera

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3º. Hemos de poseer razones a favor de p, poseer elementos
de juicio a favor de p.

Cuando nosotros decimos que sabemos p (por ejemplo, que fulano ganó el
loto), sabemos que “p” es verdadero. Sería contradictorio decir: sabemos “p”
pero “p” no es verdadero, pues en parte saber “p” implica que “p” sea verdadero.

Desde el punto de vista lógico el comportamiento de los verbos “saber” y


“conocer” es distinto a muchos otros verbos, como ver, preguntar, desear, creer
etc. Por ejemplo:
1. Yo puedo preguntarme si “p” es verdadero, no obstante “p”
es falso.
2. Puedo desear que “p” sea verdadero, pero “p” es falso.
3. Puedo creer que “p” es verdadero pero “p” es falso.
4. Yo puedo esperar que “p” sea verdadero, pero “p” es falso.

Estos últimos verbos son más bien actitudes proposicionales en el sentido


de que si yo creo algo, estoy en un cierto estado psicológico. El de la creencia,
cuyo contenido es lo creído (el contenido proposicional).

Entonces si bien el saber y el conocer involucran estados mentales, desde el


punto de vista lógico se requiere que la proposición “p” sea verdadera. Lo que
no hay que perder de vista es que aquí se trata del conocer y del saber en sentido
proposicional. (En filosofía analítica se enfatiza el saber proposicional
diferenciándolo del saber como habilidad o del saber como contacto directo).

Recapitulando, la proposición debe ser verdadera para hablar de conocer. Y


esto quiere decir que las proposiciones relativas a ese algo deben ser verdaderas.
El requisito de la verdad no es suficiente para que nosotros conozcamos en el
sentido proposicional. De hecho hay muchas proposiciones que son verdaderas y
que nosotros no sabemos que son verdaderas. Excepto en el caso que seamos
especialistas en ese campo, pensemos en la cantidad de proposiciones verdaderas
que hay en cualquier área del conocimiento en que somos ignorantes, por
ejemplo hay muchas verdades en el campo de la microbiología que yo ignoro.

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Como decíamos, hay otros requisitos, un segundo requisito sería “creer que
son verdaderas”. Hay muchos enunciados en los que creemos pero no sabemos
que son verdaderos. Para ello deberíamos tener pruebas de su verdad (tercer
requisito). Pero a la inversa, si sabemos que algo es el caso, entonces también lo
creemos: SABER IMPLICA NECESARIAMENTE CREER; CREER NO
IMPLICA NECESARIAMENTE SABER

Por ejemplo por siglos la gente creyó que la tierra era plana, o que el
comportamiento térmico de los cuerpos se debía a un fluido sutil en los cuerpos,
pero la ciencia comprobó respectivamente que la tierra es redonda y que el calor
consiste en energía cinética. Por lo tanto, está bien decir, “él lo cree pero no es
verdad”, pero no estaría bien decir “es verdad pero no lo creo” (porque es un
requisito creer, si es verdad).

Hay situaciones de ser sobre las que nosotros hacemos conjeturas y que
son afortunadas, y resultan verdaderas. Pero en el momento que nosotros
conjeturamos o decimos algo no sabemos, en el sentido estricto que hemos
hablado anteriormente, eso que decimos.

Popper planteó que el desarrollo y progreso científico opera según el


esquema siguiente: se parte con un problema inicial P1, se genera una conjetura
tentativa (teoría, hipótesis) TT, se somete la conjetura al proceso de falsación o
del contraejemplo o eliminación del error EE, se pasa a un segundo problema P2,
etcétera. Esquema: P1 – TT - EE - P2...

Popper compara las conjeturas, las teorías científicas, con la malla del
pescador. Mientras más fina sea la malla más peces atrapa, entre más fina sea la
teoría propuesta y más elaborado sea el proceso de falsación, más hechos del
mundo explicaremos y mayor dominio sobre él tendremos.

Pero, ¿cómo saber cuándo la malla debe ser cambiada? Seguramente


cuando ya no sirva. ¿(Cómo saber cuándo ya no sirve?, pregunta una alumna.
Respuesta de Popper: cuando se encuentra el contraejemplo que refuta la teoría).

Para Popper entonces el saber científico es falible, corregible, porque el


saber en el sentido de certeza es sólo un ideal, lo que hay más bien son diversos

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grados de aproximación a la verdad. La ciencia no alcanza la verdad sino que
alcanza la verosimilitud (grados de aproximación a la verdad). Pero nunca
estamos en ella, quienes dicen poseer la verdad, el conocimiento en este sentido
tan exigente, son los ideólogos, no los científicos. Popper es
epistemológicamente un falibilista.

Olvidemos a Popper y volvamos a lo que estábamos examinando…Hay un


tercer requisito: elementos de juicios, pruebas o razones para creer que algo es
verdadero. Pero, ¿cuántas razones o cuántos elementos de juicio se deben exigir?
Veamos las posibilidades que se nos dan:

Supongamos que la respuesta es que debemos tener algunos elementos de


juicio. Con algunos elementos de juicio no justificamos el saber que, por
ejemplo, mañana habrá buen tiempo en Santiago.

Supongamos ahora que la respuesta es que debemos tener elementos de


juicios suficientes, de esta manera estaríamos dando una buena razón para
creerlo. Así, puedo decir que sé que mi amigo será honesto en el trabajo porque
hasta ahora él ha sido así. Supongamos que él lamentablemente roba en su
trabajo, entonces tendríamos que decir que nosotros teníamos una buena razón
para creer que sería honesto pero no que lo sabíamos pues no resulto cierto.

Supongamos ahora que la respuesta es que debemos tener todos los


elementos de juicios. Pero esta exigencia lleva a absurdos, pues proposiciones
que en la vida cotidiana pretendemos conocer ahora no las conoceríamos. Por
ejemplo, habitualmente decimos que “las grandes tiendas del mall de nuestro
barrio abren al público a las 11:00 A.M.”. Pero si nos atenemos a la exigencia
resultaría que no podríamos decir que sabemos que las grandes tiendas del mall
de nuestro barrio abren a esa hora porque, aunque demos todos los elementos de
prueba que pueda haber, siempre podríamos exigir más. Habría que concluir que
en realidad no conocemos la proposición. Esta es una consecuencia extraña.

Entonces, debido a estas dificultades, hay que diferenciar entre un sentido


débil y un sentido fuerte de “conocer” o “saber”. El sentido débil alude al caso en
que uno sabe una proposición cuando la cree, cuando uno tiene una buena razón

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para creer en ella y cuando la proposición es verdadera. El sentido fuerte alude al
caso en que se dan los tres requisitos anteriores agregando que los elementos de
juicio que se dan a favor de la proposición deben ser absolutamente
concluyentes. Este último caso es el típicamente filosófico. Se da cuando el
filósofo intenta establecer proposiciones que sean verdaderas sin el menor asomo
de duda. Esto sugiere que el pensamiento filosófico es radical en sus exigencias.
(Una sugerencia para ustedes de mi parte: si el supuesto filósofo es blanducho en
sus convicciones es muy posible que no sea un auténtico filósofo, no creo en la
filosofía sin lágrimas).

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