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Página
STAFF
Moderadora:
Panchys

Traductoras:
MaryJane♥ Gabihhbelieber
*~ Vero ~* Panchys
Marie.Ang Melody Hamort
Adriana Tate Cynthia Delaney
Sofí Fullbuster Snowsmily
Diana Niki
Edilmary Michelle♡

Correctoras:
Melii Daniela Victoria
Sofi MaryJane Canylina
Ely Gabbita Panchys
Carolherondale Mire Alaska
Tessa Sammy Jasiel
Meliizza Eli Gabihhbelieber
Key Paltonika Karool
Vanessa Cami mariaesperanza.nino
Revisión Final:
Luna West

Diseño:
3

Hanna Marl
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INDICE
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
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Capítulo 22
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Capítulo 23
Sobre la autora.
SINOPSIS
La épica y final entrega de la trilogía Asylum.
Cordura es una palabra divertida.
Cordura.
Cordura.
Estar cuerdo.
Tener pensamientos claros.
Ser capaz de distinguir la diferencia entre fantasía y realidad.
Yo solía pensar que mi cordura estaba aún intacta.
Que todos mis pensamientos estaban todavía en la bolsa conocida como mi mente.
Que yo nunca -jamás- dejaría que Oakhill obtuviera lo mejor de mí.
Ahora no estoy tan segura. Ahora no estoy segura de si realmente estoy cuerda.
O si he perdido mi mente de una vez por todas.
Asylum #3
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PROLOGO
Traducido por MaryJane♥
Corregido por Melii

Nunca pensé que la palabra feliz sería una parte de mi vocabulario. Nunca pensé que
sería una emoción que sería capaz de sentir. En mi adolescencia la felicidad y yo no nos
llevábamos bien. Eso fue todo debido a papá y su problema y cómo nunca superó a mamá y
cómo siempre yo le recordaba a ella.
Pero soy feliz ahora.
De verdad, de verdad, e incandescentemente feliz.
Es una sensación hermosa.
Estoy de pie en un prado completo con mucha hierba amarillenta moviéndose, sol
brillante radiante, y una brisa suave pero fresca. La cadencia suave de la música lleva el
viento y entrecierro los ojos, notándolo.
Elijah.
Sentado en una manta, encorvado, rasgueando las cuerdas de su guitarra. Levanta la
cabeza, sus ojos se encuentran con los míos, y luego una lenta sonrisa perezosa curva sus
labios. Con un ligero movimiento de cabeza hace que me acerque y cuando baja la cabeza el
sol roza la corona de rizos dorados, haciéndolos brillar. Entonces oigo una risa. Es ligera,
aireada y caprichosa. Es entonces cuando noto a la niña rebotando junto a Elijah. Redondas
mejillas rojas de querubín. Rizos dorados al igual que su padre.
Mi hija. Willow.
Corro hacia mi familia con una gran sonrisa y no puedo esperar a plantar un millón
de besos en las mejillas de Willow. Pienso en estrellarme en los brazos de Elijah y decirle
que me abrace y nunca dejarlo ir. Pienso en decirle que me ha hecho la persona más feliz del
mundo entero y que no cambiaría mi tiempo con él o mi amor por él por cualquier cosa.
Pero algo extraño sucede cuando llego al lugar donde Elijah se encuentra sentado. Él
no me reconoce. Deja de rasguear su guitarra y se levanta, mirando hacia la derecha. Sigo su
mirada y veo a Willow huyendo. —¡Oh, no! —Jadeo—. ¡Willow, nena! ¡Vuelve! ¡Mantente
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cerca de mamá y papá!


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Pero Willow no escucha. También es terca como su padre.


Me echo a correr y la alcanzo rápidamente. Me estiro para intentar cogerla en mis
brazos, pero mis dedos resbalan. El prado llega a su fin y se convierte en un acantilado. —
¡Willow Watson! ¡No des otro paso! —Mi hija me da una risa desafiante y aumento la
marcha, alcanzándola en el mismo momento que ella se tira al acantilado.
Caemos.
Mi corazón late con pánico. El miedo se retuerce en mis venas. Agarro a mi hija
contra mi pecho mientras sus risitas se convierten en gritos y la calmo—: Shh, cariño. Mamá
está aquí. Mamá te tiene.
Luego golpeamos al suelo.
Golpeamos el suelo fuertemente y juro que oigo y siento que mi cuello se
quiebra. Levantándome, ignoro el dolor. Toco mi cuello y mis ojos escanean el suelo a mi
lado. Sólo estoy maltratada y golpeada y estoy convencida de que el ruido de chasquido fue
algo que mi mente inventó. Giro en un círculo. Mis ojos exploran el suelo. ¿Dónde está
Willow?
¿Dónde está mi hija?
Se quedó conmigo.
Sé que lo hizo.
La tuve entre mis brazos.
Empiezo a correr y el paisaje a mi alrededor cambia. El cielo pasa de brillante a uno
oscuro omnisciente. Las nubes se ciernen sobre mí, protegiendo a la luna y un resplandor
misterioso ilumina mi entorno.
Hay un ciclón de miedo y pánico rasgando las paredes de mi estómago y me ahogo
de nuevo, el vómito se levanta en mi garganta.
—Willow —chillo histéricamente—. Willow.
Me detengo abruptamente cuando veo piedras de todas formas y tamaños. Flores
utilizadas para decoración. Nombres y frases cariñosas grabados en bloques de piedra.
Un cementerio.
Estoy en un cementerio.
Una ráfaga de viento frío azota mi pelo negro mientras me quedo mirando el montón
de tierra recién puesta a mis pies. Golpeo una de las enlodadas bolas mojadas con la punta
de mi zapato y miro a la luz de la luna bailando sobre las lápidas en el cementerio. Paso la
punta de mi zapato sobre la hierba húmeda para limpiarla mientras me pregunto cómo
llegué aquí.
Preguntándome cómo llegué a este punto de mi vida.
Al punto en que estoy de pie en un cementerio, después de medianoche, pateando
barro con los ojos muy abiertos y repreguntándome por qué demonios el nombre en la
lápida frente a mí....
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Es mío.
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1960
Traducido por MaryJane♥
Corregido por Sofí Fullbuster

Estoy nerviosa.
Desesperada.
En tal punto de locura que quiero arrancarme el cabello.
Caminando a través de la sala de grabación, me desconecto de los otros pacientes y
me detengo, poniéndome a cuatro patas para mirar debajo de una de las sillas de plástico con
un asiento de color naranja. No está ahí. No está ahí. Una parte de mí se pregunta si alguna
vez ha estado allí. ¿No busqué en este lugar ya? ¿No busqué aquí la semana pasada?
No…
Recordaría eso, ¿no?
¿No?
Me levanto en un instante y empiezo a pasear de nuevo frente a la ventana con
anchos barrotes. Me sigo diciendo que nunca voy a dejar de buscar. Que no voy a
renunciar. Que voy a romper las paredes del manicomio Oak Hill con puños de hierro
revestido si tengo que hacerlo, para encontrar lo que estoy buscando.
El único problema es…
He buscado por todas partes.
En los cajones de los escritorios.
En rincones oscuros.
En rincones y grietas.
Bajo el catre en mi celda.
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No puedo encontrarlo por ninguna parte.


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No puedo encontrar lo que necesito tan desesperadamente en ningún lugar.


Uno de los pacientes en la esquina derecha de la sala gruñe y le lanzo una mirada
asesina en su dirección. Me está distrayendo. Necesito concentrarme. Necesito mantener la
mente clara. Tengo que recordar.
¿Dónde me encontraba ayer?
No sé por qué me molesto en hacerme esta pregunta. Porque es la misma
respuesta. Siempre es la misma respuesta.
Mi celda.
La sala de grabación.
El comedor.
El cuarto de baño.
Mi celda.
La sala de grabación.
El comedor.
El cuarto de baño.
Mis ojos se centran en el reloj colgando sobre la puerta doble de la sala. Son las tres
de la tarde. Dios mío, ¿dónde ha ido el tiempo? No es que esté pensando en el tiempo
tampoco. Ya todo se difumina y me sigo preguntando, esperando, rezando para que algún
día sea capaz de decir la diferencia entre mis días y mis noches.
No he tenido suerte con eso últimamente.
Supongo que eso es lo que se siente ser un pequeño pájaro en Oak Hill.
No puedo volar con las alas rotas.
Bajo mi mirada cuando veo una enfermera en ropa quirúrgica entrar por las
puertas. Se mueve hacia mí, casi de puntillas. Su castaño cabello cuelga por debajo de sus
hombros y tiene un sencillo pero cálido de rostro. Está casi en puntillas mientras avanza
hacia mí. Es como si fuera un animal salvaje y estuviera aterrorizada de tratar de capturarme.
Empiezo a pasear de nuevo y levanto mi mano en un gesto amistoso. —Está bien —le
digo—. No estoy loca.
Continúa avanzando hacia mí. —Por supuesto que no, señorita Carmichael.
La miro. —Es Watson —espeto.
—Vale. —Se aleja un poco de mí—. Por supuesto que no, señora Watson.
Entonces me doy cuenta de que podría ser capaz de ayudarme. Me río y me digo que
soy una tonta. Nunca he pedido ayuda al personal antes. Tal vez me puede ayudar. Me
detengo a medio paso y la miro. —¿Cómo te llamas? —le pregunto. Quito los mechones de
ébano de mis ojos y hago una nota mental para cortar mi cabello en algún momento.
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Su respuesta es corta. Su voz carece de la calidez que su rostro emite. —Susan —


dice. Apunta a su credencial con su nombre y sacudo la cabeza, una vez más decepcionada
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conmigo misma por no notar algo tan obvio como una credencial con su
nombre. Especialmente cuando esa credencial con su nombre es de plata y brilla bajo las
brillantes luces fluorescentes.
—Susan. —Doblo los brazos sobre mi pecho y abro la boca. Entonces la cierro. Y la
abro de nuevo. No estoy segura de cómo formular mi pregunta. Después de un momento de
silencio, dejo escapar—: ¿Crees que tal vez puedas ayudarme?
—Por supuesto —dice—. ¿Qué necesita, señorita Carmic… quiero decir, señora
Watson?
—En primer lugar —comento—. Preferiría que me llamaras Adelaide. —
Técnicamente, soy la señora Watson, pero debido a la situación, ella y yo podemos olvidar
las formalidades. Pienso en decirle que me llame Addy, pero eso sería abrir demasiados
recuerdos dolorosos que no quiero resucitar. Así que no lo hago—. Estoy buscando algo —
comienzo—, sé que lo tenía hace algún tiempo, pero no puedo recordar dónde lo puse.
Me mira como si estuviera loca. No lo estoy. Me gustaría darle mis pensamientos y
opiniones sobre este asunto, pero decido no hacerlo. Es mi única esperanza. —Está bien,
Adelaide —dice con calma, poniendo ambas manos sobre mis hombros—. ¿Qué es lo que
buscas y cómo puedo ayudarte a encontrarlo?
—Necesito mi destornillador —le digo—. Lo necesito. He buscado por todas partes y
no está por ningún lado. —Me inclino más cerca y susurro—: Estoy pensando que alguien
podría haberlo robado.
Deja caer las manos de mis hombros y me da una mirada extraña. Esta grita chiflada,
chiflada, sedante y una jeringa, pronto. —¿Un destornillador? —Hay un atisbo de confusión
en su tono de voz, un brillo incierto en sus ojos—. Adelaide, conoces las políticas del hospital
sobre los pacientes que tienen acceso a las herramientas o cualquier otra cosa que pueda ser
utilizado como arma.
—¡Pero no es un arma! —le grito.
Susan se aleja unos pasos de mí. Sus pies se tambalean y eso me dice que estoy
pisando aguas poco profundas.
El pánico se prende a las paredes de mi estómago como un parásito que nunca se ha
alimentado antes. Las náuseas se establecen. Me paseo de nuevo. Adelante y atrás, adelante y
atrás, adelante y atrás. ¿Cómo puedo hacerle entender? ¿Cómo puedo hacerle
entender? Trato de mantener la calma. Trato de impedirme gritar. Cuando por fin hablo,
puedo sentir mi laringe vibrar en mi garganta. —Lo necesito. —Hay un sollozo atrapado en mi
garganta y la determinación bombea mi corazón—. Lo necesito —repito—. Por favor, tienes
que ayudarme a encontrarlo.
—Adelaide, no puedo darte un destornillador. —No hay fuerza en su voz.
En ese momento, lo pierdo y me abalanzo sobre ella. —Por favor —le ruego, luchando
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con ella mientras las lágrimas en mis ojos se hinchan—. Tengo un tornillo suelto. Tal vez dos
—Ella grita y sostengo sus brazos con mis rodillas—. No puedo apretarlos sin mi
destornillador. —Pienso en Elijah durante mi descanso mental y cómo sé que él me
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ayudaría—. ¡Llame al doctor Watson! —grito—. ¡Llame al Dr. Watson! ¡Él me lo dará! ¡Sé que
lo hará!
Pero en lugar de llamar a Elijah, grita—: ¡Ayuda! —Con todas sus fuerzas. Grita la
palabra una y otra y otra vez.
Antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, hay miembros del personal
corriendo hacia mí. Tengo el tiempo justo para levantarme, alejarme de Susan y encogerme
en la esquina superior izquierda de la sala de grabación. Me hago un ovillo, cierro los ojos y
murmuro en voz baja. Meciéndome, trato de equilibrar mis emociones, pero estoy tan
perdida, confusa y sin esperanza. Es entonces cuando siento una presencia cernirse sobre
mí. Entonces oigo a Susan decir—: ¿Quién es el doctor Watson?
Y eso es lo último que recuerdo antes de que la aguja penetre mi piel y todo mi
mundo se vuelva negro.
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Página
2
Antes
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por ElyCasdel

A veces me pregunto si todas las niñas y mujeres imaginan cómo será su boda. Me
pregunto si se imaginan a sí mismas vestidas de pies a cabeza en satén blanco y encaje. O si
se imaginan a su papá caminando en el pasillo en una iglesia repleta de amigos y seres
queridos. Me pregunto si se imaginan una recepción muy parecida a una gala donde toda su
familia y amigos vienen a agasajarlos con regalos, cena de cordero con una guarnición de
salsa de menta, y luego bailar hasta la medianoche para celebrar su unión.
Nunca tuve esos pensamientos.
Nunca pensé que viviría para ver el día de mi boda.
Papá se llevó los pensamientos privados de mi cabeza como una aspiradora
absorbiendo una bola de polvo del suelo.
Pero aquí estoy.
Hoy me voy a casar.
No tengo amigos de la familia para celebrar este día feliz. Tampoco Elijah, por lo que
ambos acordamos un matrimonio sencillo por el juez de paz. Después de todo, no
necesitamos familia ahora y todo el alboroto que acompaña a una boda cuando la familia
está involucrada. Somos la familia del otro.
Y yo no podría estar más feliz por eso.
Lo sé porque en el minuto en que entré en la sala de audiencias, con cabellos
extendidos sobre mis hombros, vistiendo mi sencillo vestido blanco ajustado con cuello bote,
que se detiene justo debajo de mis rótulas, nuestros ojos se encuentran. Elijah sonríe, su
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aliento se tambalea al igual que el mío y le sonrío a cambio. Mi corazón palpita en mi pecho
tan lleno de amor y alegría y un deseo no-menguante. Sé que este día, el día de mi boda, será
por mucho el mejor día de mi vida.
Página

Una vida que no puedo esperar para compartir con Elijah.


Con pasos lentos y firmes paso fila tras fila bancas de madera, tratando de desterrar el
recuerdo repentino, de la última vez que estuve en un juzgado, de mi mente. ¿Qué tan
enferma y diluida estoy? ¿Por qué estoy pensando en uno de los puntos más bajos de mi
vida en uno de los días más felices?
Tal vez sea porque me encontraba segura de que el juicio de papi sería la última vez,
pensé que nunca volvería a ver el interior de una sala de la corte ni estar en una de nuevo, a
pesar de que no es lo mismo, ha traído recuerdos dolorosos.
Pero en el momento en que llego a Elijah y él enlaza sus dedos con los míos,
llevando mi muñeca derecha a sus labios con una sonrisa, es como si cada recuerdo o
pensamiento tortuoso se filtrara de mi mente saliendo a través de mi piel, antes de caer en
cascada por mis sienes. Sonrío al hombre frente a mí.
El que será mi marido.
El médico en conflicto que me salvó la vida.
Un hombre que, de alguna manera, fue capaz de desterrar la oscuridad dentro de mí
y me hace sentir entera de nuevo.
Se acerca, sus labios tan cerca de mi oído que su cálido aliento se enrosca alrededor
de mi lóbulo de la oreja y la cubre como un edredón de plumas. —Me dejas sin aliento —dice
en un tono ronco.
Aprieto las manos en las puntas de sus dedos cuando nos giramos a enfrentar al juez
alto, voluminoso y calvo. Hay un destello de convicción en los ojos de Elijah. Es como si
nunca hubiera estado más acertado o determinado a hacer nada en toda su vida. Como si
nuestra unión fuera la única cosa que quiere que sea brillante. Incluso más que ser doctor.
Sé esto y yo lo siento también.
Así que cuando el juez, vestido con una túnica negra que fluye, habla, me digo que
estoy lista para dar éste paso con Elijah. Estoy lista a atravesar las oscuras y turbias aguas de
nuestros pasados. Y estoy dispuesta a pasar el resto de mi vida completamente unida al
hombre al que amo, algo que he querido desde que tenía diecisiete años.
Después de nuestro breve intercambio de votos y anillos, nuestra unión se sella con
dos sonrisas radiantes, dos conjuntos de labios y un beso que altera la vida. Estamos unidos.
Esposo y esposa. El Dr. y Sra. Elijah Watson.
Elijah se niega a darme los detalles de nuestro destino de luna de miel. Esto es
indignante para mí. No soy la misma chica que era cuando me encontró. Desde que he
descubierto la parte terca de mí que estuvo inactiva latente durante la mayor parte de mi
juventud. La parte de mí que se hallaba oculta por el miedo, el control y la incertidumbre. —
No entiendo por qué no puedes simplemente decirme. —Me enfado, mirando a mi
izquierda. Elijah está en el asiento a mi lado en el avión. Siempre me deja tener el asiento de
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la ventana. Sabe lo fascinada que estoy viendo el mundo pasar por debajo de nosotros
mientras volamos sobre él.
Página

Sonríe. —Arruinaría la sorpresa.


Dejo escapar un profundo suspiro, me hundo en mi asiento, y miro por la ventana. A
veces pienso que las sorpresas se están poniendo viejas. Hemos estado juntos desde hace
algún tiempo, y tengo que admitir que, al principio, que me mostrara el mundo era
emocionante. Hubo momentos en los que me sentía como si estuviéramos navegando por
las aventuras más grandes de nuestras vidas, pero ahora, la emoción se ha desvanecido un
poco. Sobre todo, solo quiero que me incluya en algunas de las decisiones que toma
involucrándonos como pareja.
—¿Te he hecho enojar? —Es una pregunta no una declaración.
No lo miro. —No enojada —digo—. Solo decepcionada.
—Decepcionada. —Su voz es sin vida, sin brillo.
Lo enfrento. —No, no. —Enlazo mis dedos con los suyos—. No de nosotros o de ti.
No me entiendas mal, amor. Estoy decepcionada de que no me vas a decir dónde vamos.
—Bueno, entonces —dice con un ápice de emoción en su voz—. Te prometo que ésta
es la última vez que te escondo mis planes. —Hay sinceridad en sus ojos ámbar—. De hoy en
adelante, me comprometo a incluirte en cualquier decisión que nos involucre a los dos.
Me encuentro con su mirada con una sonrisa y descanso mi cabeza en su hombro. —
Gracias —susurro.
Elijah besa mi frente y cierro los ojos mientras una sensación de ansiedad bombea a
través de mí. Somos él y yo, para bien o para mal, en la salud y en la enfermedad, hasta que
la muerte nos separe.
Nuestro viaje como una pareja casada apenas ha comenzado.
Y no puedo esperar hasta que lleguemos a la primera parada de las muchas paradas
en el camino de nuestras vidas.
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Página
3
Antes
Traducido por Marie.Ang
Corregido por CarolHerondale

La voz de Elijah revolotea por el aire húmedo de Hawái.


Canta con tono áspero.
Y firme.
Sus dedos puntean las cuerdas de la guitarra en un patrón preciso, sin perder un
rasgueo o un acorde. Cierro los ojos, sintiéndome abrumada y en paz al mismo tiempo. Me
siento perdida. En un deslumbramiento. Siento como si me estuviera ahogando y la única
vez que seré capaz de alcanzar aire es cuando se detenga.
Entonces, lo hace.
Sin que lo pida, por supuesto. A pesar de que, a veces es como si estuviera
hipnotizada por sus habilidades musicales, me encanta escucharlo tocar.
Me encanta escucharlo cantar.
Me recuesto de costado, frente a él en la manta que pusimos en la arena. Cierro los
ojos por un segundo, y luego los abro a la penetrante mirada de Elijah. Dejo escapar una
suave risa y digo—: ¿Qué?
Se retuerce y pone su guitarra en el estuche. —Nada. —Cierra la cremallera del
estuche y se pone de pie, el estuche en su mano izquierda, la derecha extendida hacia mí—.
Bueno, ¿qué dices, Sra. Watson? ¿Nos retiramos por esta noche?
Tomo su mano, sonriéndole mientras me ayuda a ponerme de pie. —¿Te gustaría
eso, Sr. Watson?
Sus labios tocan mi oído y su voz ha adquirido un tono ronco. —Mucho, Sra.
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Watson. —Muerdo mis labios para evitar que el gemido salga de mi garganta—. Umm. —
Ahora hay una vibración en su voz—. Pensándolo bien. —Mira la manta con una sonrisa
lasciva. Calor atraviesa mis poros como la hoja afilada de un cuchillo de cocina—. Te quiero
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—gime Elijah, sus dientes mordiendo mi lóbulo inferior. Deja caer el estuche de su guitarra
en la arena.
—¿Aquí? —jadeo—. ¿Ahora? —Escaneo la playa desierta, mirando las olas con crestas
blancas cuando chocan en la arena.
Elijah deja escapar una risa ronca y baja, y quita la cortina oscura de cabello de mi
hombro antes de besar el trozo desnudo de piel junto al tirante de mi vestido. Jadeo por aire
cuando siento la calidez de su boca en mi cuerpo y me estremezco a ese calor que surge por
todos mis apéndices antes de anidarse en la boca de mi estómago. —Pero estamos en un
espacio público. —Mantengo la voz baja y suave.
—¿Y? —No estoy frente a él, pero escucho la sonrisa en su voz. No, probablemente
no es una sonrisa. Probablemente es más una sonrisa codiciosa. Vuelve a sentarse en la
manta y tira de mi brazo con suavidad—. Además, estamos recién casados. Creo que eso nos
da derecho a algunos momentos apasionados y exhibicionistas.
Dudo y lo miro fijamente. Hay una irritante y aterrorizada voz sonando en mi mente.
¿Y si alguien nos ve? ¿Cuán mortificante sería eso? ¿Y si tenemos problemas con el personal
del hotel? Sé que esto suena juvenil, pero aun así. Esta es una nueva experiencia para mí, por
lo que tengo que sopesar los pros y los contras, y establecer todos los escenarios posibles.
Elijah tira de mi brazo por segunda vez y tropiezo hacia delante, golpeando la arena
con las rodillas. Alcanzándome, él me estabiliza y agarra mis hombros sin fuerza. —¿Estoy
siendo demasiado insistente, Adelaide? —Se acuesta de lado y acaricia el espacio vacío frente
a él—. Si lo soy, espero que me lo digas. —Deja escapar un suave suspiro—. Simplemente no
puedo evitarlo a tu alrededor, Sra. Watson. El deseo de tenerte todo el tiempo me abruma.
Puedo sentir una hoguera empezar a arder en mi corazón, haciendo su camino hacia
mis mejillas. El deseo chamusca mis terminaciones nerviosas y todo mi cuerpo comienza a
hormiguear. Es una locura el cómo este hombre puede hacerme un desastre por dentro. Es
una locura el cómo puede hacer mi mente vagar, mi corazón latir erráticamente y el cómo
con una simple caricia de un dedo puede hacer que el cuerpo entero me traicione. —Pero —
dudo, luchando por sacar las palabras. Respiro profundamente para calmarme—. ¿Y si
alguien nos ve? —Me trago un nervioso temblor de miedo que se atasca en mi garganta.
—Mantendré los oídos atentos —remarca, usando una pícara sonrisa tan pecaminosa y
tan dulce que podría pudrir los dientes de una persona—. Lo prometo. —Con su sincera
declaración fresca en mi mente, me recuesto frente a él, con la espalda contra su pecho. Su
corazón late con fuerza, un sordo latir del tambor vibrando a través de mi piel. Me concentro
en ese sonido. El sonido de su latido y desconecto el ruido que las impetuosas aguas del
Océano Pacífico están haciendo—. Te amo, Sra. Watson —dice contra mi oído. Hay un tono
áspero y hambriento en su voz de barítono—. Espero que sepas eso.
—Por supuesto que lo sé —le digo—. También te amo.
Apoya la barbilla en el hueco de mi cuello y desliza la mano izquierda bajo mi
cintura, atrayéndome más hacia él. Estamos tan cerca, que nuestros cuerpos son como
láminas de acero fundidas juntas. Me sostiene fuerte contra su pecho, entonces desliza la
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mano derecha bajo la falda de mi vestido. Las puntas de sus dedos viajan desde mi
pantorrilla hacia mi muslo interno, dejando piel de gallina a su paso. Su toque me hace
perder el control. Es tan suave. Tan intrincado. Tan estratégico. Sabe exactamente cómo
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hacerme derrumbar bajo él. Cómo hacer que me convierta en una adicta por él y solamente
de él.
Después de bajar mi ropa interior hasta las rodillas, sus dientes rozan mi mandíbula
antes de que sus labios envuelvan mi lóbulo inferior derecho. Mi respiración sale sorda y
ronca. Estoy conteniendo un gemido que quiero dejar salir. Lo amo. Lo quiero. Lo necesito.
Dentro de mi cabeza. Dentro de mi cuerpo. Pienso en la forma en que su voz silencia cada
pensamiento corriendo por mi mente.
—Adelaide —murmura, su aliento caliente acaricia mi oído. Un gruñido sale de sus
labios a medida que más aire caliente sale de su boca a borbotones.
Y luego…
Y luego abre mis piernas, masajeando mi sexo con dos dedos. Deja un rastro de
besos desde la curva de mi cuello hasta mi clavícula, a continuación regresa besando hasta mi
oído. —¿Me quieres dentro de ti, Adelaide? —Muerde mi oreja con suavidad—. ¿Umm?
Es como una burla. Ya estoy retorciéndome bajo sus manos, respirando pesadamente
en su axila, y casi lloriqueando porque quiero sentirlo dentro de mí. —Por favor, no me hagas
rogar —gimo, volviendo la cabeza.
Elijah empieza a mover los dedos, todavía entre mis piernas, en un movimiento
circular. Me vuelve loca. —¿Qué fue eso, Sra. Watson? ¿Te estás volviendo habladora? —
Hay arrogancia en su voz y abro la boca para comentar, pero me doy cuenta que no tengo
palabras. No puedo hablar. Soy silenciada por sus dedos contra mi carne, porque sé que si
intento decir algo, todo lo que saldría sería un gemido.
Oh, Dios.
Oh, Dios.
Oh, Dios.
Al segundo que quita los dedos, siento como si estuviera recibiendo algún castigo
cruel. El área entre mis piernas duele con necesidad y comienzo a retorcer las caderas,
anhelando la liberación más que nada de lo que jamás he querido en mi vida entera. —Por
favor, Elijah. Por favor —digo.
Siento sus labios calientes y húmedos contra mi oreja. —Ruégame.
—Eres horrible —le digo—. ¿Lo sabes?
Deja escapar una risa ronca que hace eco en el cielo lleno de estrellas, y bufo de
frustración cuando muerde mi lóbulo con sus dientes. Los sonidos de su cremallera llenan
mis oídos mientras deja un rastro de besos estratégicos a lo largo de la curva de mi cuello.
Lucho por contener el grito que quiero dejar escapar cuando siento a Elijah entre mis
piernas. Sus caderas empujan lentamente hacia adelante y hacia atrás, y mis labios
encuentran los suyos. —Te amo —murmura.
—También te amo.
Estas son las últimas cosas que nos decimos. Después de eso, nos centramos en
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disfrutar de la primera noche de nuestra luna de miel y hacer el amor bajo las estrellas.
Página
4
Después
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Tessa

Paredes planas y blancas.


Paredes planas y blancas.
Paredes planas y blancas.
Soy una prisionera en una celda con cuatro paredes planas y blancas.
Una ventana con barrotes.
Una ventana con barrotes.
Una ventana con barrotes.
Una ventana con barrotes, recordándome que a pesar que el panorama de Oak Hill
está desolado, desteñido y muerto, estar afuera y ser capaz de retozar entre las ásperas ramas
de los árboles, el aire fresco de otoño y la hierba marrón es un lujo que nunca recibiré.
¿Por qué?
Porque he sido una mala, mala chica.
Desobediente.
Hostil.
—Las chicas malas son castigadas. —Como a Susan le gusta decirlo.
Ella cree que soy una plaga, infectando a los otros pacientes con mi virus de rebelión,
todo porque mordí sus dedos las últimas veces que intentó forzar mis medicamentos por mi
garganta. Una nueva paciente llamada Honalee, quien tiene un alto y molesto hábito de
ladrarles a los otros pacientes, fue testigo de mi transgresión y la repitió. Según Aurora, le
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rompió la piel y tan dura como parece ser, aparentemente a Susan no le gusta los dedos
ensangrentados.
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La mirada fija que me dio hasta hacerme bajar mi mirada después del incidente de
Honalee me hizo sentir como si sus ojos fueran cuchillos de sierra y yo fuera un trozo de
queso cheddar.
Nunca olvidaré la forma en que sus ojos me recordaron al acero. Brillante, metálico y
duro. Y nunca olvidaré la forma en que cortaron al atravesarme.
Gracias a Honalee, pasé la siguiente semana en la celda de aislamiento. Y bueno, he
tenido que evitarla desde entonces.
Para mí eso no importa. Ellos pueden castigarme. Pueden dispararme y atarme con
una correa. Pueden quitarme mi dignidad. Pueden torturarme lentamente. Sofocar a la chica
que solía ser en pequeñas dosis.
No importa.
Lo que me hagan a mí nunca importará.
No me convertiré en el robot que ellos quieren que sea.
Prefiero morir.
Estoy parada en la ventana con mi bata de hospital succionando mi piel, y tiemblo en
silencio mientras el frío se escurre por los finos cristales de vidrio y me embarga. La voz de
Damien interrumpe mis pensamientos. —Ven acostarte conmigo, amor. —Es una orden, no
una petición y en este momento, no tengo ganas de escuchar.
En lugar de eso, continúo mirando por la ventana y bombeando calor de nuevo en
mis brazos antes de doblarlos en mi pecho.
No quiero acostarme. Quiero ser libre. Y hay una gran parte de mí que quiere
gritarle—: Pensé que se suponía que me salvarías.
Sálvame. Sálvame. Sálvame.
Él me lo prometió, así que rogué por ello.
Supliqué.
Me golpeé las rodillas en un ataque histérico de locura y sollocé, sollocé y sollocé
hasta que mi garganta estuvo en carne viva y no tenía voz.
Él no me escuchó.
Damien.
A él no parecía importarle.
Lloré a sus pies, llena de amor y dolor y todo lo que obtuve de él fue una sonrisa y
una mano por mi cabello enmarañado. Fue un gesto sin vida y frío. Además de eso, sé que él
es el mejor tipo de ilusión y más que todo me pregunto por qué sigo viéndolo.
Lo desterré de mis pensamientos.
Gritándole a todo pulmón para que se vaya.
19

Sostuve la puerta de mi celda abierta y lo hice salir con urgencia.


Es como si mis ojos y mi mente están comprometidos en un combate de lucha libre.
Página

Lo que estás viendo es real. No, no lo es. Lo que estás viendo es real. No, no lo es.
Hubo momentos en los últimos dos meses donde pensé que él se había ido para
siempre porque no lo había visto, pero luego de la nada, siempre se las arregla para
aparecerse de nuevo en mi vida.
—Addy, amor. —Lo escucho decir.
Lucho contra la urgencia de continuar ignorándolo y respondo con un simple—:
¿Qué?
—¿No vas a venir acostarte?
—No. —Mi respuesta es corta, fría y el tono de mi voz está teñido con un dejo de
frustración—. Por favor, Damián. —Echo un vistazo por encima de mi hombro y lo miro a los
ojos—. Vete.
Entrecierra sus penetrantes ojos azules por un parpadeo de un segundo, luego salta
fuera de la cama. Una media sonrisa curva sus labios y me hace señas para que me acerque
más con un ligero movimiento de su dedo índice. —A veces me gusta cuando te pones difícil
—me dice—. Hace las cosas lúdicas para mí —Toma unos cuantos pasos más cerca—, y
desafiantes.
Me volteo para mirarlo de frente y con desprecio. —Bueno, algunas veces me gustaría
que en realidad escucharas cuando te digo que te vayas.
En dos zancadas, está de pie frente a mí. Baja la mirada hacia mis ojos y mete un
pedazo de cabello suelto detrás de mí oreja.
Se ríe y eso me pone aún más frustrada. —Para —bromea—. Sé que no quieres que lo
haga.
Pero ahí es donde se equivoca.
Solía pensar que nunca quería que se fuera.
Solía esperar, desear y rezar para que estuviéramos juntos por siempre y para
siempre.
Y la triste realidad es que no lo estamos.
Él está muerto.
No lo puedo traer de regreso.
—Damien —susurro—. Por favor, vete.
Estoy tratando de no hacer contacto visual con él. Es en ese momento en que
generalmente pierdo el control de mis emociones. El momento en que empiezo a nadar en
sus piscinas de azul, mis pensamientos no existen más. Me ahogo lentamente.
Sumergiéndome dentro de las profundidades de azul zafiro.
Antes de que pueda recordarme a mí misma como nadar, estoy casi en el fondo del
suelo del océano.
20

Inclino mi cabeza hacia un lado y bajo mi mentón, observando fijamente a una grieta
visible en el piso de concreto. No mirándolo a él.
No puedo.
Página

No lo haré.
Me niego.
—Adelaide —dice pensativo en una voz cantarina. Mis ojos se cierran de golpe cuando
siento dos de sus dedos inclinando mi mentón hacia arriba—. Mírame, amor.
Cierro mi boca negándome a pronunciar las palabras que estoy reteniendo.
No.
Maldita sea.
No.
Ni ahora.
Ni nunca.
Él.
No.
Puede.
Hacer.
Qué.
Lo.
Mire.
Él tiene está manera de hipnotizarme. Es como un mago que me sorprende y me
hipnotiza con esta bolsa de trucos. Bueno, solía de todos modos. Es diferente ahora. He sido
el único miembro en la audiencia en observar su espectáculo por mucho tiempo, ahora le
voy a poner fin.
Aquí mismo.
Ahora mismo.
Sacudiendo mi cabeza hacia un lado y dando un paso hacia la izquierda me alejo de
él. Mantengo mis ojos cerrados y sigo caminando, caminando y caminando hasta que mi
espalda está en un rincón. La pared se siente como un cubo de hielo contra mi nuca y
presiono mis labios para evitar que mis dientes castañearan.
—¿Qué estás haciendo, amor? —pregunta Damien, con una poco de confusión en su
tono. No respondo verbalmente. En cambio, sacudo mi cabeza. Debería saber hacer algo
mejor que rechazarlo.
Me sigue.
Siempre.
Una vez me dijo que me seguiría a cualquier lugar.
21

Está frente a mí en un segundo, presionando sus caderas contra las mías y


sujetándome contra la pared. Planta su nariz en mi cabello. Inhalo su familiar aroma y puedo
sentir a mi autocontrol colapsando. Mis parpados parpadean más rápido. Mi cuerpo se
Página

relaja. Lucho con la urgencia de plantar mi cara en la curva de su cuello y besar su piel
descubierta. —¿Ves? —dice, con un toque de diversión en su voz—. Sé que no puedes
resistirme.
Algunas veces odio la forma como actúa, como si estuviera tan seguro de sí mismo.
Cuando actúa de esa forma, me hace querer lo contrario de lo que él quiere que haga. Tengo
mi propia mente. Puedo pensar como quiera pensar. Hacer lo que quiera hacer. —Detente —
digo. Mi voz sale débil y sin aliento porque puedo sentir a mi cuerpo traicionándome.
Pone sus labios contra mi oído y sus dedos se deslizan por arriba de mi bata de
hospital, descansando arriba en mis muslos. —No —dice en voz baja y plana.
Lentamente, estoy sucumbiendo a la locura de su toque. Me estremezco de deseo
mientras sus dedos suben más arriba de mis muslos y se hunden por debajo de la banda
elástica de mi ropa interior. Inclino mi cabeza hacia atrás, apoyándola en la esquina de una
de las cuatro paredes blancas en mi habitación y exhalo cuando Damien coloca sus labios
húmedos en la curva de mi cuello.
Esto no está pasando.
Esto no está pasando.
Tal vez antes…
Pero no ahora.
Estoy perdiendo el control de la situación y me está enloqueciendo.
Hay una lucha entre mi cabeza y mi corazón ocurriendo dentro de mi cuerpo. Sin
embargo, al final mi cabeza gana.
Espero hasta que Daniel se aleje lo más mínimo antes de agacharme frente a él.
Coloco mis rodillas en mi pecho y grito. Es un grito lleno de angustia y frustración. Es fuerte,
penetrante y ensordecedor y causa que las barras de metal vibren contra mi única ventana.
Damien me mira. —¿Qué estás haciendo? —Hay pánico atado en el tono de su voz—.
Addy, ¿Qué estás haciendo?
Levanto la mirada hacia él a través de un grupo de pestañas llorosas y grito de nuevo.
—Estás siendo ridícula—dice bruscamente, alzando su voz para ahogar mis gritos—.
¡Soy una parte de ti! ¡Nada va a cambiar eso!
Cierro mis ojos con fuerza cuando escucho la cerradura de la puerta de mi celda
abrirse. Bajando mi cabeza, apoyándola entre mis rodillas para recuperar el aliento. Abro
mis ojos y noto a una enfermera que no conozco caminando hacia mí.
Y también me doy cuenta que Damien se ha ido.
22
Página
5
Antes
Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Meliizza

Oficialmente he estado casada por tres meses.


Y mi matrimonio con Elijah ha sido maravilloso y perfecto hasta ahora.
Mi vida ya no es oscura y depresiva. Es brillante, divertida y hermosa.
Solía pensar que tendría una gris nube de miseria siguiéndome por siempre, pero me
equivocaba.
Estaba muy, muy equivocada.
Me gusta pensar en Elijah y yo como una pareja de jóvenes de enamorados.
Somos atolondrados.
Siempre riéndonos.
Siempre escabulléndonos a lugares desconocidos para robarnos besos o hacer el
amor. Tenemos citas de noche, desayunos juntos cada mañana, y cuando no está trabajando,
cenamos juntos esas noches.
Para mí, es algo hermoso.
Para mí, encontrar el amor de nuevo es algo hermoso en general.
No sabía si alguna vez volvería a encontrar el amor de nuevo. Años de destrucción,
pena y dolor pueden hacerle eso a una persona. Años de que te digan que nunca serás lo
suficientemente bueno para nada puede provocar profundos daños en cualquier persona, en
mi opinión.
He sido derribada, destruida y demolida.
23

Alguien me dijo una vez que la mente humana es como un templo.


Una sólida estructura.
Página

Compilada por ladrillos, cemento y paja.


Construida por sudorosos esclavos después de horas y horas de agotador trabajo.
Pero difiero…
Difiero porque incluso las mejores y más sólidas estructuras pueden desmoronarse.
Tuve días donde me sentía como si mi mente estuviera derrumbándose en las palmas
de mis manos y me sentí frenética debido al miedo y la desesperación, con sólo temblorosos
dedos para volver a unir las piezas.
Me sentía así hasta que mi esposo me salvó.
Quiero amar la forma en la que me siento por Elijah por siempre.
Estoy mirándolo tocar el violín ahora. Estamos en la biblioteca. Estoy sentada en el
borde de su escritorio, usando mi vestido de noche de satén rosa pálido. Está a menos de un
metro de distancia, en medio del Réquiem de Mozart. Siempre he admirado la pasión en él
cuando toca cualquier instrumento. La forma en que sus ojos están apenas cerrados. La
arruga en su frente. La forma en que apresa su labio inferior entre sus labios. Y la forma en
la que se mueve junto a la música que está tocando. Es como si fuera una de las fantasmales
melodías, como dos vínculos fusionados.
Cuando termina la canción, finge inclinarse para mí y sonrío exuberantemente,
aplaudiendo. —Bien hecho, señor Watson —digo con un pequeño asentimiento.
Se endereza y sonríe. —Gracias, señora Watson.
Después de poner el violín a un lado, se acerca a mí, extendiendo mis piernas con un
empujón de sus caderas.
Con gentiles manos y suaves dedos, empuja mi cabello detrás de mí oreja mientras un
rosado sonrojo se extiende por mis mejillas. —Me encanta la forma que luces sin maquillaje
—me dice en voz baja—. ¿Alguna vez te lo he dicho?
Lo miro coquetamente a través de mis gruesas y oscuras pestañas y sonrío. —Me lo
dices todo el tiempo, cariño. —En serio. Casi cada noche antes de ir a la cama. También me
dice que no debería utilizarlo en absoluto, pero esa es su opinión. Mientras crecía, papá
siempre me dijo que sólo las prostitutas llevaban maquillaje así que nunca me permitió
usarlo. Ahora que soy capaz, me gusta permitirme maquillarme un poco. No uso demasiado,
pero aun así.
Hay un rastro de deseo en sus dorados ojos mientras se inclina más cerca, sus labios
moviéndose sobre los míos. Está sin camisa y mis dedos se deslizan a lo largo de sus
abdominales, el calor de su cuerpo quemando la punta de estos antes de viajar a otras partes
de mi cuerpo, encendiéndome.
Mis manos se alejan de su abdomen y descansan en sus caderas. —Acércate más —
susurro.
Elijah sonríe golosamente y luego pone ambas manos en mis muslos internos antes
de presionar su cuerpo contra el mío. —¿Así está bien, señora Watson?
24

Envolviendo mis brazos alrededor de su espalda, me inclino hacia delante, mis labios
a un suspiro de su oído. —No.
Página

Con eso, levanta mi vestido de noche, poniendo su mano derecha en la parte baja de
mi espalda, sosteniéndome en una posición medio recostada antes de asaltar mi boca con
aturdidores giros de su lengua. Sus dedos se mueven a través de mis oscuros cabellos y jadea
en mi oído.
Con un suave movimiento, me coge por la parte trasera de mis muslos, acercándome
hasta que estoy tan cerca que nuestros cuerpos están casi juntos. Lo miro fijamente a los ojos,
y he tenido momentos donde me he sentido como si pudiera nadar en sus mares de miel por
una eternidad. He tenido días donde todo lo que podía pensar era en las miradas robadas
entre nosotros. Y he tenido noches donde me he acostado sola en la cama, anhelándolo.
Trabaja un montón. Odio que tenga el turno de noche. Así que cuando tiene tiempo
para momentos íntimos como estos, los aprecio.
Los guardo cerca de mi corazón.
Los implanto en mi mente, aplastándolos con cadenas así no pueden moverse.
—Te deseo —susurra mientras su cálido aliento viaja a lo largo de la parte trasera de
mi cuello.
Tiemblo de placer, deseo, y deleite. —Dices eso un montón. —Las palabras dejan mi
garganta en una suave y áspera respiración.
—Bueno, es verdad.
Estoy cautivada por el hecho de cómo sabe decir todas las cosas correctas.
Tocarme de todas las formas correctas.
Besarme como si estuviera deshidratado y yo fuera el vaso con agua que necesita para
aplacar su sed.
Elijah besa mi cuello e inclino la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por el
apasionado momento entre nosotros. Cierro los ojos y muerdo mi labio inferior mientras
deja un sendero de besos a lo largo de mi cuello, hasta llegar a mi clavícula.
—Te amo —le digo, pero las palabras salen tensas—. Te amo —digo por segunda vez,
pero las palabras salen en un revoltijo.
—Basta de hablar. —Me calla con sus labios contra los míos.
Y dentro de unos cuantos segundos, estamos perdidos en un mar de miembros
enredados, jadeantes gemidos y empujones de caderas.
25
Página
6
Después
Traducido por Diana
Corregido por Key

Si el hospital Oakhill fuera un brazo carnoso, con capas de músculos, venas y grasa,
en el momento en que alguien tome un bisturí y lo corte, abriéndolo con la intención y el
propósito que la sangre fluya de él, notara algo extraño en la sangre.
No sería roja.
El rojo es el color de la pasión, el color de la vida.
Es ilustre.
Y fluye.
Así que si Oakhill fuera un brazo no sangraría rojo.
Sangraría negro.
Un abismo interminable de un color que significa una cosa en mi libro…
Muerte.
A veces siento como si estuviera viviendo en un cementerio. A veces siento que los
pacientes que vagan por los pasillos son sólo almas que no han encontrado su camino al
cielo. Hay días donde encuentro consuelo en los torturados gritos que hacen eco por los
pasillos porque me recuerdan que no estoy muerta...
Aún.
Mantengo mis ojos pegados al suelo mientras dos enfermeros fornidos me escoltan a
la cita con el doctor. Miro nuestras tres sombras bailando por las baldosas de color canela y
pienso en que estas citas semanales no tienen sentido.
26

Inútil.
Aburrido.
Página

No educativo.
No puedo recordar mi pasado. Y las partes que sí recuerdo sólo traen los recuerdos
que son dolorosos, destructivos, desgarradores y miserables. Pienso en Damien en estos
momentos. Pienso en el modo que le sostuve mientras tomó sus últimos alientos.
La forma en que sentí el calor verter lentamente fuera de su piel mientras mis dedos
rozaron su mejilla.
Cómo contemplé sus ojos zafiro con voluntad y determinación, incitándole de
manera silenciosa que luchara por su vida.
Pero era demasiado.
Ya era demasiado tarde.
Y tenía que darme cuenta de que las armas tienen más poder que el amor, la
esperanza o la oración.
La idea de esto siempre me entristece hasta el punto en que las lágrimas brotan de
mis ojos y tengo que levantar la barbilla y parpadear de nuevo para evitar que se derramen en
mis mejillas. Hay momentos en los que tengo que tensarme porque si no lo hago, sé que voy
a colapsar en una pila emocional en el suelo y sollozar y temblar y sollozar y temblar hasta
que mis extremidades estén como masilla y mis lagrimales estén secos.
Presto atención de repente cuando los asistentes a cada lado de mí se detienen
bruscamente. Levantando la cabeza, miro directamente hacia delante mientras me escoltan a
través de las puertas dobles de la oficina de mi doctor. Las paredes son blancas y desnudas.
No hay desorden en el escritorio. Sin fotos.
Sólo cuatro paredes blancas que me recuerdan a las paredes de mi celda.
Dos sillas con asientos acolchados negros.
Un gran escritorio rectangular color cereza.
Y por detrás de él una silla con ruedas.
Me siento en una de las sillas negras acolchadas y miro hacia el asistente de mi
izquierda cuando dice—: Espera aquí.
Mis ojos lo recorren y luego miro al asistente a mi derecha. Él está mirando al frente
con una mirada amarga en su cara regordeta. Estos dos son mis escoltas habituales en
cualquier momento que tenga que venir aquí. Nunca hablan. Son como robots y es casi
como si su creador les abrió y los cableó con el propósito de que no lo hagan.
No hables con los chiflados.
No puedes.
No debes.
Si lo haces es un crimen...
27

Y estoy segura de que les han dicho que serán penalizados si lo hacen.
Mis ojos caen al suelo cuando los enfermeros se giran para salir y el sonido de sus
pasos lentos contra el piso de madera palpita en mis oídos. Justo antes de llegar a la puerta
Página

oigo a uno de ellos murmurar—: Que Dios ayude a ese. —Y en ese momento, pienso en
saltar de mi silla, correr hacia él, derribarlo y mostrarle el verdadero significado de locura.
Pero no lo hago.
Me quedo sentada y levanto mi cabeza, mis ojos perforando las paredes blancas.
Pienso, que imbécil de mente sencilla.
Pero no son los únicos que lo hacen...
Ellos no son los únicos miembros del personal que hablan de los pacientes de una
manera despreciativa.
Ellos dicen que estamos todos, locos... locos... ¡locos!
¡Sólo átenlos y denles de comer pastillas!
Lo curioso es que piensan que no los escuchamos.
Lo hacemos.
Yo lo hago.
Lo que realmente me gustaría decirles es, por favor, no me juzgues si no sabes lo que
se siente estar en mi lugar.
Y he tenido una vida difícil.
Y me he esforzado mucho.
A veces, cuando escucho una loca burla pienso en preguntarle al miembro del
personal si tienen alguna consideración por los sentimientos de otras personas. Luego me
respondo a mí misma porque en el fondo, muy por dentro yo ya sé la respuesta.
No la tienen.
Soportar a los pacientes cada día es el cheque de pago para ellos. Cuidar de ellos no
es una ventaja añadida.
Mis pensamientos son interrumpidos cuando oigo tacones contra la madera y miro
por encima de mi hombro a mi médico. Piernas largas y torneadas. Tacones de aguja negros
y a juego un vestido por debajo de las rodillas, cubierto por una bata blanca de laboratorio.
Cabello negro carbón a la altura del hombro estilo bob que roza en su escote.
Vivian Swell.
Dra. Vivian Swell.
El nombre Vivian Swell me recuerda a alguna actriz cinematográfica. No una mujer
que cura a los locos.
—Buenos días, Adelaide —me saluda con un tono monótono pero aún frío para su
voz y mantengo mis ojos en ella mientras camina por el lado de su escritorio. Entonces se
sienta en su silla, la misma silla que le pertenece a Elijah, y cruza sus largas piernas—. ¿Te
28

acuerdas por donde no quedamos el viernes?


Hago contacto visual, mis ojos se clavan en sus oscuros ojos color chocolate y busco
Página

algún tipo de simpatía en ellos, pero no hay ninguna.


No me gusta Vivian Swell.
A ella realmente no le importa si estoy progresando o no. ¿Cómo puedo saber esto?
Por sus acciones. No intenta ningunas extensas sesiones de terapia. Cada vez que hablo
simplemente asiente con la cabeza y siempre parece como si ni siquiera está prestando
atención. Me da respuestas como, ya veo y continúo. Me recuerda al Dr. Morrow con su
actitud de no saludo a la gente, excepto que no muestra ningún comportamiento cruel.
—¿Bueno, Adelaide? —explora, levantando una ceja.
Parpadeo y respondo con—: ¿No se supone que deberías saber eso?
Una leve sonrisa se extiende a través de sus labios y ella niega sacudiendo levemente
la cabeza. —No trabajamos intentado que mis recuerdos regresen, Adelaide —afirma—.
Depende de ti tratar de recordar el tipo de cosas que discutimos durante nuestras sesiones.
Aprieto la mandíbula y cierro mis manos juntas en mi regazo. —Así es. —Presiono los
labios y dejo escapar un suspiro de frustración—. No recuerdo donde lo dejamos.
—Muy bien, entonces —dice mientras abre el cajón superior izquierdo del escritorio y
saca una carpeta color manila.
En ese momento que me doy cuenta de que no me desagrada esta mujer
precisamente por las razones que he mencionado anteriormente. Me desagrada porque no es
él.
Ella no es Elijah.
Durante el último par de meses desde que la he estado viendo, he pedido en
repetidas ocasiones ponerme en su cuidado. He tratado de explicarle que mis sesiones con él
son pertinentes con el fin para hacer una recuperación completa y ser capaz de recordar mi
pasado. He tratado de decirle que lo necesito en maneras que nunca lo entenderá.
Porque él me conoce.
Él me entiende.
Él me ama.
Al menos eso es lo que me hizo creer y no puedo entender por qué una persona
puede mentir sobre algo así.
Durante el primer mes de mis sesiones con ella, había entrado y preguntado—:
¿Dónde está el Dr. Watson? —Al principio, ella ignoraba mi pregunta y yo, bueno, yo no
respondía bien a eso. Si alguien me hace una pregunta, yo siempre contesto. Así que
pregunto de nuevo—: Dra. Swell, ¿dónde está el Dr. Watson?
Y después del primer par de meses con la misma respuesta, dejé de preguntar.
Principalmente porque cada vez que ella respondió, sentí una punzada de dolor atravesar mi
corazón. Ella respondería con las mismas cuatro palabras cada vez que me contestaba.
Cinco palabras.
29

Cinco palabras terriblemente dolorosas que me hicieron pasar un mes entero


cuestionando mi cordura.
Página

Cinco palabras que se envuelven alrededor de mis pulmones como un torniquete de


acero y se aprieta y aprieta y aprieta hasta que me olvido de como respirar.
Cinco palabras.
Las.
Mismas.
Cinco.
Brutales.
Palabras.
—No hay ningún Dr. Watson.
Así que ahora... Yo no pregunto más por él.
30
Página
7
Antes
Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Vanessa VR

Una pequeña y buena noticia puede cambiar todo el día de una persona.
Estoy embarazada.
Elijah y yo vamos a ser padres.
Estoy bastante emocionada.
De hecho, mientras conduzco a casa de la cita con mi obstetra, me siento como si
estuviera brillando. Por encima de eso, el sol está brillando más radiante y el césped parece
un poco más verde. Nunca había pensado que sería así de feliz. Mi única esperanza es que
Elijah será tan feliz como yo.
Sin embargo, aun así lo dudo.
He mencionado que quiero tener un hijo muchas veces y él siempre cambia de tema
o me ignora totalmente cuando hablo sobre ello. Conozco a mi esposo. Solía pensar que era
un hombre complicado, pero ya no pienso así.
Sé que tiene miedo. Nunca lo admitirá, pero sé que su miedo se origina de los
problemas con su padre y él no queriendo terminar de esa forma.
Aunque creo que sus temores son ridículos.
Me ha contado historias sobre su padre y sé con seguridad que Elijah no es para nada
como él. Su padre era despiadado, tiránico, cruel y violento. Elijah no podía parecerse
menos. Es bueno, amable y amoroso, aunque también cauteloso.
Está durmiendo cuando llego a casa y decido esperarlo en la cocina. Me siento en
31

nuestra mesa circular, incapaz de ocultar la sonrisa en mis labios. No tengo que esperar
demasiado. Casi veinte minutos después de haberme sentado, entra en la cocina, rascando la
parte trasera de su cabeza y mirándome fijamente, desconcertado. —¿Por qué luces tan
Página

emocionada? —pregunta, un rastro de diversión en su voz.


Estoy sonriendo mientras deslizo el papel que me dio el doctor a través de la mesa. —
Tengo maravillosas noticias —digo, tratando de no chillar.
Abre el refrigerador y saca la leche mientras coge el papel de la mesa con la mano
derecha. Está mirándome de reojo cuando le da un trago a la leche y eleva el papel al nivel
de sus ojos.
—¿Y cuáles podrían ser esas noticias, señora Watson?
—¡Estoy embarazada! —Suelto las palabras con tanta fuerza que prácticamente las
grito. Pero no me importa. Estoy demasiado emocionada como para contenerme.
Espero que Elijah se una a la dichosa ocasión, por lo que no estoy preparada para la
reacción que me da.
No estoy preparada para ver la divertida expresión desaparecer de su rostro. No estoy
preparada para ver el vaso con leche deslizarse de su agarre y destrozarse en el embaldosado
suelo a cuadros de la cocina. Y definitivamente no estoy preparada para la mirada que me
da, como si estuviera decepcionado, como si el embarazo fuese mi culpa.
Ahora la sonrisa que llevaba cae de mis labios.
Me encorvo en la silla.
Y nunca me he sentido tan sola en tal ocasión.
—¿Qué está mal contigo? —Suelto bruscamente—. Son noticias maravillosas y estás
actuando como si te hubiera dado una pena de muerte.
No hace contacto visual, en su lugar mira su reloj. La plateada banda brilla bajo las
luces de la cocina y muevo mis ojos hacia él también. Me distrae por un momento, pero
luego parpadeo y mantengo mis ojos en el rostro de Elijah. Se cruza de brazos y baja la
mirada hasta el suelo. —Son noticias maravillosas —comenta. Pero su voz suena sombría, y
para mí, eso me indica que no está para nada feliz.
—Estás mintiendo. —Me levanto de la silla y doy dos zancadas, deteniéndome delante
de él—. Mírame a los ojos y dime que estás tan emocionado como yo.
No lo hace. Continúa mirando el suelo. Lo miro. Su mirada parece perdida. Es como
si sus ojos estuvieran flotando por encima de las baldosas blancas y negras. Como si no le
ofreciera un chaleco salvavidas él se hundiría. —Estoy feliz —me tranquiliza, pero su voz
suena todo menos tranquilizadora.
Raramente peleamos y si lo hacemos, nos arreglamos minutos después. Pero eso es
algo peor que una pelea para mí. —¡No puedo creerlo! —Alzo la voz y antes de que pueda
controlarme, estoy gritando—: ¡Conseguí las mejores noticias de nuestras vidas hoy y estás
actuando todo frío! —Lo pincho en el pecho con mi dedo índice—. Vamos a ser padres. Lo
que es hermoso. Por favor, alégrate y entiéndelo. Por favor, acéptalo y sé feliz con ello.
32

En este punto, hace contacto visual conmigo. —No lo entiendes. —Su voz es baja, y
hay una determinación allí que me dice que está enojado.
Página

—¿Qué quieres decir con que no entiendo? —digo.


—No entiendes cómo fue mi infancia, yo…
En este punto, lo detengo con un—: ¡Tienes que estar jodiéndome! —Pisoteo
duramente—. ¡Tienes que estar jodiéndome! —Mi infancia fue un infierno viviente. Hasta
hoy, no sé cómo sobreviví a ella. Podría haber tenido problemas con su padre, pero para mí,
esa no es excusa para su inmaduro comportamiento.
—Esta discusión se acabó —grita, enderezándose.
—¡Está lejos de haber acabado!
Me siento sensible.
Y hormonal.
Y al menos quiero que pretenda ser feliz.
Al menos quiero que finja ser feliz por mí.
—Elijah, por favor —suplico. Mi voz es apenas más alta que un susurro.
—¡Dije que terminó! —grita.
Entonces me pasa, pisoteando lejos de mí, dejándome sola en la cocina.
33
Página
8
Después
Traducido por Edilmary
Corregido por Daniela Agrafojo

Hay días en los que extraño esa sensación de tener un cuerpo caliente acostado junto
a mí.
Para ser honesta, ha pasado tanto tiempo que no puedo recordar cuando fue la
última vez que ocurrió.
¿Han pasado meses?
¿Años?
Mis venas han sido llenadas hasta el borde diariamente con tantos medicamentos,
que es un milagro que aún recuerde mi nombre.
Es Adelaide Watson.
¿Cierto?
¿Cierto?
Al menos eso es lo que el personal me dice.
Bueno, retiro lo dicho, a veces me confunden con Adelaide Carmichael y tengo que
corregirlos.
He encontrado algunos crayones de colores. Uno azul, uno verde y uno rojo. Creo
que solían pertenecerle a Aurora. Tengo momentos en los que me gustaría saber en dónde
se encuentra. La extraño. Extraño su extravagante comportamiento. Extraño la forma en que
siempre respondía con esa voz cantarina. Extraño su actitud despreocupada. He pensado en
preguntarles a algunos de los pacientes sobre ella, pero entonces, ellos no me responderían.
34

No soy amiga de mucha gente aquí y no me siento lo suficientemente cómoda como para
hablar de cosas personales con ellos.
Página

Tengo momentos en los que…


Cuando estoy sola...
En mi celda, uso los lápices de colores que solían ser de ella.
Me escondo debajo de la cama con el lápiz rojo y coloreo toda la pared.
Dibujo corazones.
Y círculos.
Y cuadrados.
Figuras de palo.
Y lágrimas.
Mi mente huye cuando juro que oigo los resortes de la cama chillando detrás de mí.
Es casi como si mi ex compañera de cuarto estuviera aquí conmigo, meciéndose hacia
adelante y hacia atrás y de un lado a otro en su colchón. Cierro los ojos y puedo imaginarla.
Quitándose un rizo rojizo de la cara, su nariz fruncida, abrazando sus rodillas.
Sigo coloreando y tengo otro momento en el que juro que puedo oír su canto.
—Las paredes rojas como sangre, las paredes rojas como sangre, las paredes rojas
como sangre.
Las suaves y cantarinas palabras y el chirrido de los resortes del colchón se sienten y
suenan tan reales que por un minuto mi espalda se pone rígida, mis pulmones se aprietan y
una sensación de intranquilidad recorre mis entrañas. Suelto el crayón rojo con el corazón
que estoy dibujando a medio terminar y lanzo una cautelosa mirada sobre mi hombro.
Miro hacia la cama colocada horizontalmente detrás de mí y dejo escapar un suspiro
de alivio.
No hay nadie allí.
Saliéndome de debajo de mi cama, me levanto y luego me dejo caer sobre el
colchón. Los resortes crujen y gimen por mi peso y cuando el ruido se detiene, meto mis
piernas bajo mi trasero, sentándome al estilo indio. Las paredes blancas llaman mi atención,
cegándome temporalmente hasta que ya no puedo mirarlas más, así que parpadeo un par de
veces y luego bajo mi mirada al suelo.
Me siento tan sola.
Y perdida.
Y sin esperanza.
Me siento como si alguien hubiera metido la manguera de una aspiradora en mi
garganta y hubiera chupado mi alma.
Siento como que estoy esperando, deseando y rezando por absolución y por las
respuestas que parece que nunca voy a recibir, y más que eso, me siento como un buque sin
vida. Como si estuviera vagando y vagando y vagando por una carretera interminable sin
35

ningún destino o propósito.


Tengo momentos en que los que hablo conmigo misma.
Página

Es como si me dividiera por la mitad y tuviera conversaciones conmigo misma sobre


el clima, las entradas y salidas de Oak Hill, los pacientes en Oak Hill...
Durante los meses que han pasado, de alguna manera he aprendido a ser mi propia
mejor amiga.
He aprendido a través del tiempo que al final de todo, a veces en la única persona en
que puedes confiar es en ti.
Me acuesto en mi cama y miro hacia el techo. Mis ojos se mueven y se centran en la
ventana. Rayos de luz solar pasan a través del vidrio y bailan alrededor de los bordes de
metal en el extremo de mi colchón. No hay reloj en mi celda, pero puedo decir por la forma
en que el sol está brillando que es casi mediodía, casi la hora de mis medicinas de la tarde.
Me las tomare como una buena chica.
Me las tragaré con un vaso de papel lleno de agua.
Voy a dejar que se disuelvan en la boca de mi estómago y que se abran paso a través
de mi sistema nervioso, para aliviarme y entumecerme como se supone que deberían hacer.
Estoy pensando que tal vez necesito cambiar mi curso de acción. Estoy pensando que
tal vez si me transformo de buena a una pequeña psicópata tal como quieren que sea, quizás
seré capaz de conseguir las respuestas que estoy buscando.
Tengo que ser astuta, inteligente y obediente.
Es la única manera.
La única manera.
Es la única manera en la que seré capaz de unir todas las piezas de mi pasado roto. Y
en el fondo, sé que es la única manera de encontrar los pedazos y ponerlos juntos, si es que
los recupero.
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Página
9
Antes
Traducido por gabihhbelieber
Corregido por MaryJane♥

El corazón humano es frágil.


Tan delicado que debe ser protegido, cuidado.
Cuidado y arropado entre montones de mantas como un bebé.
Porque una vez que se rompe...
Está roto para siempre.
Después de que tu corazón se rompe una vez, nunca se cura del todo.
Siempre hay grietas o pedazos astillados. Y dependiendo de qué tipo de persona eres
y qué tipo de fuerza personal tienes, a veces después de que tu corazón se rompe puedes
sentir como si nunca hubieras tenido un corazón en absoluto.
O está endurecido.
Convertido en piedra.
Entonces...
Cambias.
Convirtiéndote en una persona diferente.
Te vuelves amarga. Fría. Distante. Comienzas a odiar cosas. Y gente. Casi todo lo que
te rodea. Odias el sol por levantarte cada día. Odias a la luna por iluminar el cielo nocturno.
Odio, odio, odio. Te consume. Te come viva de adentro hacia afuera.
Hasta que...
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El odio es la única cosa que conoces.


Y muy pronto tus días se extienden sin cesar y son interminables, décadas de nada.
Página

Te olvidas de lo que es sentir. Te olvidas de lo que es el amor. Y más que cualquier cosa
sientes como si nunca merecieras el tipo de amor que una vez tuviste.
He estado allí.
Estuve llena de odio.
Mi corazón fue arrancado de mi pecho, sintiendo como si estuviera oculto en algún
lugar con una intención maliciosa y yo estuviera en la búsqueda del tesoro más grande de mi
vida tratando de encontrarlo de nuevo.
Sentí el vacío extendiéndose en mi como veneno.
Me golpeé a mí misma por el hecho de que Damien dio su vida por la mía. Deseaba,
esperaba y rezaba por haber tomado su lugar. Deseaba, esperaba y rezaba estar viviendo la
peor pesadilla de mi vida.
Pero no lo estaba.
Lo que pasó fue real.
Miré al chico que amaba morir, gracias al estallido de un arma de mi brutal y tirano
papá. Me deslicé en la sangre y las entrañas de mi amor y lo sostuve en mis brazos hasta que
tomó su último aliento. Hasta que el calor se filtró fuera de él y su cuerpo se puso frío.
Me tomó un tiempo curar mi corazón roto después de eso. Una parte de mí está
convencida de que nunca voy a ser la misma. Pero tuve la suerte de haber sido capaz de
encontrar el amor dos veces en mi vida y que me condenen si dejo que mi corazón se rompa
por segunda vez.
Algo pasa con Elijah.
Ha estado separado, distante.
Desde que le dije que estoy esperando un hijo suyo, con cada día que pasa lo siento
alejándose cada vez más.
Y siento que no hay nada que pueda hacer para evitar que ocurra.
—¿Qué está mal? —le preguntaré.
—Nada —me responderá con una sonrisa suave. Luego besará mi sien y saldrá de la
habitación. Y estaré sola en nuestra habitación con una gran intensidad emocional
preguntándome por qué se está distanciando.
Él trabaja mucho también. Se queda allí después de turnos. Mi cabeza sospecha lo
peor, un posible romance, pero mi corazón se niega a dejarme creerlo. Después de todo, sé
mejor que nadie que es mucho más fácil vivir en la negación. Vivir un mundo de fantasía
donde todo es tan perfecto y hermoso cuando muy dentro sé que no lo es. Y todos estos
pensamientos, estos sentimientos, estas hormonas dentro de mí, finalmente me hacen
romperme. Quebrarme, perdiendo la parte lógica de mí misma que me dice que necesito
confiar en este hombre, mi marido, el padre de mi hijo.
El hospital está tranquilo cuando llego. Las salas están desiertas. Las luces
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fluorescentes parpadean encima de mi cabeza y danzan a lo largo de los pisos de cerámica de


color crema. Empiezo a caminar por el espacio estrecho y me detengo en dos ocasiones,
Página

hablándome a mí misma actuando como una loca. Confío en él. Confío en él. Confío en él.
Oigo las palabras dentro de mi cabeza, pero no puedo creerlo hasta que no vea por mí
misma exactamente lo que está pasando. Así que camino de nuevo. Camino hasta que llego a
un pasillo y me detengo frente a la estación de enfermeras. Nadie está sentado detrás del
escritorio, pero de pie al final esta Elijah.
Y ella.
Gretchen, con su curvilínea figura, pelo rubio escondido debajo de su gorra blanca, y
sus labios rojo rubí.
Gretchen siempre ha sentido algo por Elijah. No estoy segura de sí inició antes o
después de mí, pero cada vez que he estado alrededor de ella, ella misma se ha lanzado a él.
Delante de mí.
Para que todos la vean.
Y no esconde cuanto lo quiere. Cómo secretamente desea estar en mi lugar, estoy
segura.
Está riendo. Golpea el hombro de Elijah y lo oigo dejar salir una risa gutural. El
intercambio me enferma. He estado encerrada sola llevando a su hijo y ¿esto es lo que está
haciendo mientras está en el trabajo? No sé si son las hormonas o no, pero ahora quiero
arañar sus ojos primero y él no está demasiado lejos de ese mismo destino. Observo sus
coqueteos que continúan durante otro minuto antes de que yo aclare mi garganta. Gretchen
me nota primero, sus ojos color avellana ensanchándose mientras me mira fijamente antes de
volver a enfrentarse a Elijah. Entonces él echa un vistazo sobre su hombro. —¿Adelaide?
Ni siquiera puedo moverme de mi lugar. Mis emociones se encuentran dispersos por
todo el lugar.
Quiero gritar.
Quiero llorar.
Quiero golpearlo un millón de veces en el pecho.
Entonces se aleja de Gretchen, paseándose hacia mí antes de detenerse y colocar su
mano en la parte baja de mi espalda. —¿Hay algún problema, Adelaide? —Una chispa de
preocupación parpadea en sus ojos y su mirada cae hasta mi estómago—. ¿Te sientes bien?
Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme calmada. Estoy tomando
respiraciones profundas y cerrando mis ojos para que la habitación deje de girar. —Necesito
hablar contigo —digo en voz baja.
—¿Sobre qué?
—Sólo necesito un minuto de tu tiempo. —Me enfurece estar hablando con mi marido
como lo haría un profesional o un colega, pero no quiero causar una escena delante de
Gretchen.
Elijah entrecierra los ojos, me estudia, luego mira sobre su hombro a Gretchen. —
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Solo será un minuto.


Le doy a Gretchen una mirada helada y luego sigo a Elijah mientras me guía por el
pasillo. Abre la puerta de un armario de suministros y se mueve para que pase dentro. Lo
Página

hago y Elijah prende la luz, se une a mí y cierra la puerta tras de sí. Me mira con intención,
un destello de posible riesgo presente en sus ojos. Sus ojos caen a mi estómago y luego
encuentra mi cara de nuevo. —¿Está todo bien con el bebé?
—Sí —digo—. Ha estado moviéndose como una loca. —Hay un tono de alegría en mi
voz.
Elijah niega con la cabeza. —No sabes si es una chica. —Sonrío ampliamente. Sé que
el sexo de mi hijo no es algo delo que pueda estar segura, pero tengo la sensación de que
tendré una niña.
Siento una patada y rio. Extiendo mi mano para agarrar la mano de Elijah. Quiero
que lo sienta. Más que nada quiero algún tipo de reacción positiva por parte de él. Pero al
segundo en que me acerco él, se aleja de mí. Frunzo el ceño y pongo mis propias manos
sobre mi vientre abultado. Me río de nuevo cuando siento otra patada. —No te entiendo —le
digo a Elijah. Lo fulminó con la mirada y apunto a mi estómago—. Tendré a tu hijo. Eso es
una cosa hermosa y has sido nada más que frío al respecto.
Endereza su postura y alisa la parte delantera de la bata blanca. —No he sido frío al
respecto.
Ruedo mis ojos y miro hacia otro lado. Eso no es cierto. En casa, se mantiene muy
alejado de mí. Puedo contar con una mano las veces que ha ido al doctor conmigo. Y aún
menos que eso cuando tocó mi estómago. No lo entiendo. No entiendo por qué un hombre
no estaría interesado en su hijo por nacer.
Elijah mira su reloj. Está impaciente, suspirando y moviéndose hacia la puerta. —¿Es
por eso que viniste aquí? ¿Para tratar de hacerme sentir tu estómago?
Casi me rompo en ese momento. —No. —Mi voz es baja y ronca. Casi escalofriante.
Miro hacia el techo de yeso blanco y tomo una respiración profunda—. Vine aquí para
preguntarte por qué has estado pasando más tiempo en el trabajo que en casa conmigo y tu
hijo no nacido porque puedo decirte esto, Elijah. Me estoy cansando —Me mira
sorprendido—. Realmente apreciaría si comienzas a interesarte en tu hijo. —Con eso, me
alejo él, a la salida, y lo dejo de pie solo en el armario de utilidades.

***
Elijah es siempre tan reservado, centrado y enfocado.
Ha habido momentos en que he querido hacerle preguntas.
Preguntas como, ¿alguna vez has tenido momentos en los que sientes como si tu
mente está gritando tan fuerte que no estás seguro de cómo silenciarla? O, ¿alguna vez has
tenido días donde te sientes como si estuvieras cayendo a pedazos y no estás seguro si vas a
ser capaz de recomponerte de nuevo?
Tengo esos días todo el tiempo.
Tengo días en que mis emociones son un desastre, mi mente está en ruinas, y
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encuentro fases donde me siento segura de cómo funcionar como un ser humano normal.
Podría echarle la culpa a las hormonas, pero la cosa es, que me sentía de esta manera
a veces antes de que estuviera embarazada.
Página

Encuentro que una de las cosas que más me gusta de mi marido es que nunca recibo
un ambiente incierto de él.
Es cauteloso.
Pero al mismo tiempo, es una estructura bien construida.
A veces no entiendo cómo me maneja tan bien.
O supongo que debería decir, entiende mis travesuras femeninas. Quiero decir que
sé que tiene una hermana, pero no habla de ella a menudo o como era su infancia con ella.
Cuando estoy teniendo un momento muy emotivo, encuentro consuelo en el hecho
de que tiene un efecto tan calmante sobre mí. No puedo explicar con precisión la forma en
que me hace sentir, pero sé que ni siquiera necesita hablar conmigo. Todo lo que hace es
tomarme en sus brazos y correr sus dedos por mi cabello. Después de eso, es como si en
cuestión de segundos, al instante olvidara lo que estaba preocupándome.
Es por eso que me preocupa nuestra relación ahora.
Estoy preocupada porque siento que estamos separándonos demasiado.
Estamos distanciados durante un tiempo en que se supone que debemos estar más
unidos que nunca.
Estoy en la cocina preparando el desayuno cuando oigo a Elijah venir.
Solíamos desayunar juntos todo el tiempo. Él siempre había esperado para ir a
dormir hasta después de que había pasado algún tiempo conmigo primero. Pero
últimamente, venía a casa y se dirigía directamente a la cama.
Me acostumbré a eso.
El que me aleje todavía me duele, pero es algo a lo que me he acostumbrado.
Pongo el lado amarillo de los huevos que he hecho en un plato y rozo la manija de la
cacerola con mi vientre redondo. La grasa caliente casi estalla sobre mí, pero Elijah está a mi
lado en un segundo con un firme control sobre la manija de la cacerola y la gira en la
dirección opuesta. Durante un minuto, no tengo palabras. Solo lo miro. Entonces,
finalmente, lo saludo con una sonrisa y digo—: ¡Buenos días, Dr. Watson!
Me sorprende cuando se acerca y coloca su palma plana sobre mi vientre. —¿Esta ella
moviéndose mucho esta mañana?
Le sonrío. —¿Ella? —Hay un tono juguetón en mi voz.
Se ríe, una risa profunda. —Me imagino que si tienes un presentimiento sobre esto,
bueno, puede que tengas razón. —Río, pongo mi plato de comida en el borde de la mesa y
deslizo mi mano sobre la parte superior de Elijah.
Acercándome, Elijah pone un beso en mi sien, y pienso, ¿cómo es que está logrando
avances?
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Página
10
Después
Traducido por Edilmary
Corregido por Gabbita

Los días pasaron.


Luego las semanas.
He sido todo lo que dije que sería.
La maldita mejor psicópata que el personal ha visto en su vida. Me adapté; a
murmurar, a babear y a la personalidad melancólica. Sigo siendo floja cuando ellos me
escoltan a mis citas y se ríen en voz baja, como mi última pizca de cordura finalmente se ha
roto. Entonces me quedó mirando a los miembros del personal sin la capacidad de sentir
nada, ya que no hay nada detrás de mis ojos, porque mi cerebro es un queso suizo.
Ellos han comenzado a creerlo.
En mí.
Están empezando a creer que soy un jodido robot de sus píldoras y de sus métodos
de tratamiento y que eso me ha convertido en esto.
Y lo que me enoja es el punto en el que yo casi me rompo delante de ellos porque
parecen felices por esto.
¡Un completo cinco para Adelaide!
¡Buena chica! ¡Finalmente has alcanzado la locura!
En este caso, ¿Te gustaría un regalo?
La única cosa que mantiene a raya los pensamientos en mi cabeza, es descubrir los
secretos de mi pasado. Lo que me empuja a seguir es saber que la verdad se encuentra en
una de las carpetas de archivos que los miembros del personal siempre llevan consigo. Así
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que por mucho que me gustaría rebelarme contra ellos, sé que no puedo.
Y no lo haré.
Página

No he mordido ninguno de los dedos del personal desde hace tiempo.


He rechazado la sospecha.
Me he convertido en una loca.
Ahora me integro. Aurora tenía razón cuando me dijo que debía mostrar mi lado lo...
lo...loco. Debería haber tomado en cuenta su sugerencia antes. Es porque no peleo que me
dan más libertad.
Más tiempo para estar por los pasillos.
Más para ir al baño.
Más tiempo de recreo.
Uso ese tiempo a mi favor para estudiar los horarios del personal. Cuándo llegan.
Cuándo toman sus descansos. Cuál de ellos tiene cambio y quién los reemplaza cuando están
listos. Me mantengo al tanto de la hora y presto atención a la hora en que los médicos dejan
sus oficinas para ir a sus hogares y qué camilleros y enfermeras hacen su paseo en la tarde
alrededor de los pasillos. Incluso he estudiado el bloqueo de mi celda así sabré como
desbloquearla cuando llegue el momento.
Durante el régimen tiránico de papá, tuve que aprender a abrir una cerradura o dos.
Especialmente si quería ver a Damien. Sí, había una ventana. Y sí, solía escalarla. Pero había
ciertos días en los que papá no tenía el sueño tan pesado. Y temía que el crujido y el
chasquido de la ventana al abrirse pudiera ser suficiente para despertarlo, en su lugar me
gustaba más abrir la cerradura de mi puerta y colarme por la puerta principal.
Últimamente he estado viendo a Vivian Swell.
Es mi principal preocupación.
¿Por qué?
Porque me vigila.
Hubo momentos en los que he estado en el modo locura, casualmente lanzando una
mirada en su dirección mientras abandona su oficina y siempre me atrapa. Sus ojos se ajustan
a mí. Dándome una mirada de sospecha, miedo y pánico, rápidamente dirijo mi atención
hacia la pared y comienzo a trazar las sombras con mi dedo. En algunas ocasiones, me ofrece
un saludo frío: —Adelaide.
¿Mi respuesta…?
Nunca hablo, pero por lo general doy un vistazo por el rabillo de mis ojos y asiento
en su dirección. Y un par de veces, incluso he murmurado. En una ocasión, le sonreí y
comencé a masticar mi pelo. Esa vez, se quedó boca abierta allí conmigo por unos segundos
que parecían minutos y luego se alejó hasta que tuve que admitirme que me encontraba a un
paso de caer en el precipicio de la locura.
Yo sé que estoy un poco loca.
43

Que mis tornillos están perdidos definitivamente.


Que he estado encerrada y enjaulada durante tanto tiempo que no estoy segura de
Página

cuándo o de si alguna vez seré libre de nuevo.


Tengo miedo de que vaya a empezar a olvidar lo que se siente que el viento azote mi
cabello. Que no vaya a recordar lo que se siente cuando el calor del sol quema mis mejillas.
Me meto en esos pensamientos por ahora y me recuerdo que tengo que descubrir el
misterio de mi pasado antes de concentrarme en otra cosa. Y espero que una vez que lo haya
hecho pueda finalmente centrarme en la única cosa que he querido hacer desde que llegué
aquí por segunda vez.
Y eso es…
Liberarme.
44
Página
11
Antes
Traducido por Panchys
Corregido por Mire★

Sé que Elijah tenía reservas sobre convertirse en padre. Sé que la mayoría de sus
reservas derivaban del hecho de que tuvo una relación horrible, horrible con su propio
padre. Nunca entra en demasiados detalles relacionados con su relación, pero recuerdo una
historia en particular, cuando Elijah mencionó a su padre encerrándolo en su habitación
durante veinticuatro horas sin darle de comer o dejarlo salir para ir al baño. Después de
escuchar esa historia, nunca pregunté de nuevo acerca de la relación con su padre.
Pero a pesar que Elijah tenía dudas sobre convertirse en padre, nunca las tuve yo.
Siempre he creído que pese a su terrible infancia sería un buen padre.
Y tenía razón.
Lo miro mucho.
Cuando está con Willow.
No sabe que estoy mirando, pero siempre me asomo a la guardería cuando él está
allí. Es tan cuidadoso y suave y nunca pensé que sería capaz de decir que “ser suave” era una
parte de la naturaleza de mi marido, pero Willow pareció cambiar algo en él.
A veces pienso que la vida que estoy viviendo ahora es una ilusión.
Tengo todo lo que siempre quise.
Soy madre.
Tengo una hija.
Estoy casada con un hombre maravilloso, maravilloso.
Nunca pensé que sería capaz de decir esas cosas a mí misma.
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Willow ha estado quejándose durante horas.


La acuno contra mi pecho.
Página

Le canto una canción que mamá solía cantarme. —Pajarito, pajarito extiende tus alas y
vuela. Pajarito, pajarito vuela a través del cielo.
Elijah ha estado trabajando en el turno de medianoche así que odio despertarlo y
hacer que él la lleve a dar una vuelta.
Normalmente tomamos turnos. Cuando nos conocimos, me dijo que no quería hijos.
Me río de eso ahora. Y creo que parte de la razón por la que dijo que no quería ser padre es
porque le aterraba resultar ser como el suyo.
Es un padre increíble y Willow, que tiene sólo ocho meses de edad, lo tiene envuelto
alrededor de su pequeño dedo.
Willow llora mucho. El pediatra dice que es cólico y la única manera que puedo
conseguir que deje de quejarse es dándole una vuelta en el auto. El suave zumbido del motor
es como una canción de cuna para mi hermosa bebé y me sorprende cómo puede parecer
tan diferente cuando está durmiendo.
He estado conduciendo durante casi un año y no creo poder llegar a superar el
sentimiento de liberación que viene con ello. Me encanta conducir con las ventanas bajas.
Me encanta sentir al viento agitando mi pelo. Me encanta cuando el auto me hace sentir
como un pájaro que puede volar a cualquier parte.
El llanto de Willow se convierte en grito y comienzo a mecerla en mi cadera. —Está
bien, está bien —le digo con voz cantarina—. Mamá se está moviendo tan rápido como puede.
Después de agarrar mi bolso, las llaves, y ubicar a Willow en el asiento del auto, lo
enciendo y manejo por el camino de entrada. Y en cuestión de minutos, reviso a Willow a
través del espejo y ella ya está dormida.
Admiro a mi hermosa hija que se parece a su padre en más formas de lo que se
parece a mí. Tiene su pelo. Su tez. Sus labios. La única característica mía que tiene son los
ojos.
Es un bebé feliz en su mayor parte. Excepto cuando está llorando a causa del cólico.
Continuo viéndola dormir a través del espejo y recuerdo cuando nació. Recuerdo el
comportamiento emocionado y dominante de Elijah. Y cómo se empeñó en estar en la
habitación conmigo mientras yo estaba dando a luz. Recuerdo el momento en que colocaron
a Willow en mi pecho desnudo y cómo en ese momento pensé que nunca podría amar a
otra persona tanto como amaba a la pequeña humana que acababa de venir al mundo.
Y cuando colocaron a Willow en los brazos de Elijah, vi una de sus raras sonrisas. La
que toca sus ojos miel y supe que ninguno de nosotros podría estar más feliz de lo que
estábamos en ese momento.
Willow se mueve nerviosamente en su sueño y ser testigo de sus diminutos
movimientos derrite mi corazón. Sé que debería estar prestando atención a la carretera. Esa
fue una de las cosas favoritas de Elijah para estresarse durante mis clases de conducir. —Los
ojos en la carretera en todo momento —decía.
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Pero no puedo evitar la abrumadora sensación que me sale cada vez que miro a mi
hija. Sobre todo porque siempre me pregunto cómo pude haber traído algo tan hermoso y
perfecto al mundo. No puedo dejar de sentir el amor por ella nadando dentro de mí todos
Página

los días y a veces me pregunto si en algún momento, voy a estar tan llena de amor que voy a
explotar.
Más adelante oigo el leve sonido de los neumáticos chirriando y miro hacia el
parabrisas, justo a tiempo para evitar golpear a un hombre. El auto por delante de mí salió de
la carretera y el hombre todavía está de pie delante del mío.
Lo veo.
Me refiero a que realmente lo veo y mi corazón deja de latir.
Mi sangre corre fría.
Cada vello de mis brazo se eriza.
No...
No puede ser.
Es imposible.
El hombre está de pie delante de mí, un relicario de plata atado entre sus dedos.
Miro el balanceo del medallón de ida y vuelta, ida y vuelta. Mis ojos viajan hasta la longitud
de su cuerpo y me ahogo en un sollozo cuando miro sus ojos llenos de odio.
Esto no puede estar pasando.
Lo vi...
Lo vi desaparecer.
¿No es así?
El hombre deja escapar una risa maliciosa y sé que ahora más que nunca que él no es
un invento de mi mente.
—No. —Lloro y niego con la cabeza—. No.
Willow finalmente se despierta, dándose cuenta que el auto ha parado y comienza a
llorar. Pero no la tomo en cuenta. Estoy muy centrada en el hombre delante de mí,
agarrando el medallón. ¡Mi medallón!
El mismo hombre que infligió en mí años y años y años de dolor, angustia y terror. El
hombre que se suponía iba a amarme porque yo soy parte de él.
Mi papi.
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Página
12
Antes
Traducido por Panchys
Corregido por SammyD

El olor a goma quemada me ahoga, me devora y me consume hasta que toso


roncamente y mi garganta es lamida por las llamas. Mis párpados aletean abiertos. Entorno
los ojos mientras se acostumbran a la luz brillante del sol radiante sobre mí. Una vez que mi
visión es clara, me doy cuenta de que estoy rodeada de fragmentos de partículas de metal y
vidrio de diferentes formas y tamaños.
Hay una sensación punzante en mis sienes cuando trato de levantar la cabeza. Una
sustancia caliente, pegajosa gotea por el lado izquierdo de mi cara. Pasando mis dedos por
mi mejilla, los pongo delante de mis ojos, y mientras la visión borrosa comienza a
desvanecerse puedo ver el carmesí en mis dedos.
Estoy sangrando.
Estoy inconsciente.
Confundida.
¿Qué pasó?
A mi izquierda hay un sedán Lincoln de una brillante pintura negra, la parte delantera
estrellada en un árbol de roble gigante. El parabrisas se ha roto y hay trozos de cristal en el
capó del auto.
El humo se despliega desde la parte de abajo del capó.
¿Estaba en el auto?
Tenía que haber estado. ¿Por qué si no iba a estar recostada al lado de él? Pero si
estaba en ese auto, ¿por qué no puedo recordar haber subido en él?
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Me siento y examino un surtido de cortes y magulladuras que cubren mis brazos y


luego sacudo unos trozos sueltos de vidrio de mi vestido verde lima.
Con las piernas bamboleantes me pongo de pie, apoyándome en un lado del auto.
Página

Mirando a alrededor, noto que estoy sola en la carretera y piezas del parachoques del auto
brillan mientras la luz del sol se escurre sobre ellas.
Me quedo mirando el auto, perpleja, desorientada y curiosa.
¿Podría haber estado conduciendo?
Masajeo mis sienes intentando y deseando cualquier recuerdo que pudiera tener
acerca de este accidente, pero no consigo nada.
Los segundos pasan.
Luego los minutos.
Entonces lo escucho, el llanto.
Comienza como un gemido suave y luego se abre paso de lleno en un llanto.
Frenética, hago mi camino por el lado del auto y miro a través de la puerta trasera de
pasajeros. Mis ojos se vuelven como platos y tiro de la manija de la brillante puerta. Hay una
bebé atada a su asiento del auto, con las mejillas rojas brillantes, los ojos llenos de lágrimas, la
boca bien abierta mientras gritos largos salen de su garganta.
La desenredo de los tirantes de su asiento. La miro con los ojos abiertos por un
momento mientras sus gemidos se intensifican. Todavía estoy tan confundida. Todavía hay
mucho que me gustaría poder recordar.
¿Cómo fue que terminé en el medio de la nada magullada y sangrante, al lado de un
auto destrozado con una bebé que no sé qué hace dentro de él?
Después tomo al bebé, ella acaricia su pequeña cabeza en el hueco de mi cuello. Sus
gritos se vuelven gemidos y susurro dulcemente en su oído. —Tranquila. Tranquila ahora
pequeña. Encontraremos a tu mamá. —Cuando los llantos del bebé cesan, está durmiendo,
acurrucada contra mi pecho.
Es en ese momento en que empiezo a caminar. Es ese momento en que empiezo a
esperar, rezar incluso.
Con la esperanza de que un automóvil pudiera pasar por el camino abandonado, y
nos encontrara. Y rezando para que en el momento en que alguien nos encuentre yo pueda
recordar lo que pasó.

***

Me siento como si hubiera estado caminando durante décadas.


Con cada minuto que pasaba eran como diez años.
Hay una intensa, palpitante sensación en mi bajo vientre, pero lucho contra ella y me
esfuerzo para seguir caminando. Me sigo diciendo a mí misma que no puedo parar hasta
encontrar alguna señal de vida.
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Una casa.
Tal vez una gasolinera.
Página

Alguien o cualquier persona que nos pudiera a ayudar a mí y a la niña que estoy
cargando.
Dirijo la mirada hacia la bebé, todavía acurrucada en el hueco de mi cuello. Ha
estado durmiendo a pierna suelta por un tiempo. Esto es bueno. No he pasado mucho
tiempo cerca de niños y cuando lo hice en el pasado, tendía a entrar en pánico cuando eran
quisquillosos. Pienso en la madre de la niña en ese momento y me pregunto dónde podría
estar, o por qué habría huido de la escena del accidente. Entonces recuerdo momentos que
tuve con mi propia madre.
Ella me dejó una vez.
Nunca volvió.
Tal vez madres abandonando a sus hijos no es tan raro como yo pensaba que era.
De repente, un dolor agudo y paralizante llena mi área pélvica y arrebata el aire de
mis pulmones. Dejo escapar un grito sobrio y me encorvo esperando que el dolor agonizante
pase. Sin embargo no lo hace. El dolor empeora.
Ahora estoy cojeando por el camino, respirando profundamente, y sé con certeza que
hay algo mal. Tal vez son los cólicos menstruales. Niego con la cabeza. No, nunca he tenido
dolores menstruales intensos. Entonces creo que tengo una hemorragia interna. Mientras
que estoy tratando de auto diagnosticarme la bebé se despierta y comienza a llorar de nuevo.
—Silencio, por favor —le obligo con un gruñido. Los gemidos hacen que mis sienes latan y
ahora tengo un dolor punzante de cabeza.
Quiero gritar.
Quiero doblarme y plantar mis rodillas en el camino.
Me dan ganas de llorar y acurrucarme.
Quiero que alguien que me consuele y elimine el dolor.
De repente se vuelve demasiado.
Siento como que estoy siendo apuñalada en el estómago una y otra y otra vez. No
puedo respirar. Ahora hay fluido caliente corriendo por mis muslos internos. Todo mi
cuerpo se convulsiona. Estoy empezando a perder el agarre en la bebé.
Y antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, caigo al suelo, la niña salta de
mis brazos, y me desmayo en medio de la carretera en un charco de mi propia sangre.
50
Página
13
Después
Traducido por gabihhbelieber
Corregido por Eli Mirced

Estuve intrigada.
Estuve tramando y planeando.
Mi mente está llena de caos, pensamientos retorcidos y emociones en conflicto.
Puedo sentir una guerra construyéndose entre mi cabeza y mi corazón, pero sé que en esta
batalla mi cabeza va a ganar. Mi corazón se convertirá en una víctima, roto por la mitad y
dejado por muerto en el campo de batalla.
En la mayoría de las situaciones donde es una cuestión de la mente o un asunto del
corazón, casi siempre sigo mi corazón. En mi opinión, no hay suficientes personas que lo
hacen, pero esta situación en particular no pide ese tipo de razonamiento. En esta situación,
necesito un arma, y sé que tengo que hacer algo que no quiero hacer para recuperar una.
No me gusta lastimar a la gente.
Incluso en el tipo más pequeño de forma.
¿Por qué?
Porque sé lo que se siente al ser herido.
Sé lo que se siente al ser un saco de boxeo para la ira de otra persona.
Sé lo que se siente tener palabras crueles lanzadas a ti como una daga envenenada en
el corazón y todo lo que puedes hacer es esperar a que el veneno se ramifique, trabajando su
camino a través de tu cuerpo. Pellizcando tus nervios y manteniendo tus órganos como
rehenes antes de que poco a poco te mate. No sólo eso, sino que las palabras de alguna
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manera logran despojar tu confianza hasta que uno se queda parado desnudo frente a un
espejo, recogiéndote a ti mismo mentalmente...
Pieza por pieza.
Página

Poco a poco.
Eso es lo que mi papá me hizo.
Sus palabras retorcidas y bofetadas brutales me hicieron creer que yo no valía nada.
Que era igual que mi puta madre, que en realidad no era una puta en absoluto, pero no
podía vivir con su tortuoso tipo de abuso.
No pienso en mamá tan a menudo como antes. Sobre todo porque después de una
larga y elaborada investigación, la policía encontró su cuerpo en nuestro patio trasero. Fue
enterrada tres metros detrás de mi vieja caja de arena. Y ella estaba igual que como imaginé
que estaría. Nada más que un montón de huesos.
No hubo funeral, ya que papá estaba en prisión y mi nueva casa se había convertido
en Oak Hill. Ni siquiera estoy del todo segura de lo que la policía hizo con sus restos,
porque nunca tuve la oportunidad de preguntar, pero me sigo diciendo a mí misma que un
día la encontraré.
Un día voy a hacer las cosas bien por ella.
Un día veré que ella sea recordada como la hermosa esposa y la sorprendente
madre que era.
Es decir, si alguna vez salía de Oak Hill con vida.
Las lágrimas crecen en mis ojos siempre que pienso en mamá. Mi corazón duele por
el remordimiento y lloro de pena por ella y cómo trágicamente su vida terminó. No me
puedo imaginar morir así. No me imagino mirando a los ojos de la persona que más amaba
en el mundo, sabiendo que, mientras su agarre se va tensando alrededor de mi cuello, van
perdiendo la vida.
Empiezo a sollozar con fuerza y recuerdo por qué no me gusta pensar más en mamá.
Mis sollozos salen rápido y mis lágrimas se deslizan por mis mejillas. Me pongo a gritar.
Estoy tan llena de dolor y tristeza que siento que gritando es la única manera de liberarlos de
mi cuerpo. Agarrando mi almohada, ahogo mi cara y mis gritos se trasforman en chillidos.
Estoy tratando tan duro como pueda para amortiguarme a mí misma, porque lo último que
quiero es un miembro del personal irrumpiendo por la puerta e inyectándome con más
drogas.
—Mi dulce, dulce Addy —Oigo la voz de Damien y cuando levanto mi cabeza y miro a
mi izquierda, está sentado a mi lado. Acaricia mi pelo.
Suavemente.
Con suaves caricias y dedos calientes.
Por una vez no lo aparto. Por primera vez en mucho tiempo siento que necesito a
alguien y, ya que está aquí, decido que ese alguien puede ser él. Arrojo mi almohada a un
lado y me lanzo hacia él y volvemos a caer en la camilla. Enterrando mi cabeza en su pecho,
52

aspiro su olor. Huele a una combinación de aire libre después de una tormenta y su propia
esencia. Esto siempre parece ser el problema entre Damien y yo.
Página

Es que él no aparece como una ilusión.


Él es tan real.
Se ve, se siente y huele tan real.
Y eso siempre me lanza por un bucle porque no entiendo cómo es esto posible.
Lo vi morir.
Él seca las lágrimas de mis ojos y besa la coronilla de mi cabeza. El calor fluye de su
cuerpo y me inunda mientras envuelvo mis piernas alrededor de él. —No más lágrimas, ¿sí?
—Mueve su pulgar hacia atrás y adelante a través de mi mejilla en un gesto cariñoso—.
Siempre odio verte así.
Dejo escapar un suspiro largo y tenso, y tiro de mí misma más cerca de él. Aclaro la
garganta mientras una ola de agotamiento salpica sobre mí y de repente apenas puedo
mantener mis ojos abiertos. —Lo sé —le digo.
—Duerme, amor —dice.
No necesito que me lo diga de nuevo, porque sólo unos pocos segundos después de
que dice las palabras, eso es exactamente lo que hago.

***

Cuando me despierto, Damien se ha ido.


Por supuesto.
Es lo que normalmente hace. Sólo viene cuando le apetece. Sentándome, peino los
pedazos de mi pelo enmarañado a lo largo de mi cara y miro en dirección a la ventana. Mi
estómago aúlla, llorando por los dolores de hambre mientras me doy cuenta del color del
cielo. Con arremolinados toques de naranjas, amarillos y rosados. Entonces mentalmente me
maldigo por dormir durante la cena. Y entonces maldigo mentalmente a los miembros del
personal por no despertarme.
Una imagen de mamá parpadea a través de mi mente y alejo ese pensamiento.
Lo oculto.
En una caja.
Con cadena también.
Entonces construyo un muro de ladrillos alrededor de esa caja, ocultándolo de todo
mundo, incluida de mí misma. Esto es algo que se me da bien. Soy buena bloqueando todas
las cosas que no quiero recordar. O al menos eso me han dicho algunos miembros del
personal. Pero, estoy de acuerdo con ellos en su mayor parte. Lo que realmente me gustaría
decirles es: si vivieras una vida de nada más que dolor, tragedia y muerte, ¿no lo bloquearían
también?
53

Sin embargo, nunca lo hago.


Nunca digo nada al respecto porque partes del pasado de las personas tienen la
Página

intención de permanecer ocultas. Y si pasan a ser encontradas, debería ser porque quieren
que una parte de sus vidas sea descubierta.
Pensando en ese tema, y descubriendo cosas, vuelvo a la idea de crear una distracción
para que pueda robar un tenedor del comedor. Sé que mantienen tenedores de metal en la
cocina, pero tengo que encontrar la manera de meterme en la cocina en primer lugar.
Mis ojos se desplazan por las paredes de mi celda. Estoy pensando, pensando,
pensando, y la inspección de mi celda llega a su fin cuando me doy cuenta de una araña en la
pared. Está en la esquina de la derecha y miro con una sonrisa en mi cara, mientras teje una
red entre las paredes a cada lado de la esquina.
Entonces me digo a mí misma...
Eso es simplemente perfecto.
Brillante, digo, brillante.
Y en ese momento me parece una locura para mí, como un arácnido me podría
ayudar en la creación del tipo de desvío que tan desesperadamente necesitaba.
54
Página
14
Antes
Traducido por Marie.Ang
Corregido por Paltonika

Siento como si estuviera viviendo en una realidad alternativa.


Y en este mundo, en mi mente, estoy de pie frente a mi papá, sollozando.
Mi rostro está en mis manos y las lágrimas se filtran entre mis dedos, corriendo por
mis muñecas.
No es hasta que me asomo a través de mis dedos que el arma se dispara. De pronto,
estoy paralizada por un dolor tan brutal, tan penetrante y tan intenso, que el aire se agota en
mis pulmones y caigo de rodillas. Dejo escapar el aullido más fuerte que jamás he llorado y
toco mi lado izquierdo, temblando de miedo cuando veo las puntas de mis dedos cubiertas
de rojo.
Siento como todo el calor ha sido succionado de mi cuerpo y me estremezco.
Después de dar dos dificultosos pasos hacia delante, papá se para frente a mí. Sólo
estamos separados por unos centímetros. Estoy mirando con asombro el cañón de la
escopeta. En ese momento, mi vida entera destella en mis ojos. Los cierro por un segundo y
juro que veo el rostro de mamá. Juro que puedo oír su voz. —No llores, pajarito. —El tono de
su voz es suave y el sonido me relaja—. Todavía no es tu hora.
Le creo.
Le creo.
Soy demasiado joven para morir.
Entonces, algo dentro de mí encaja y hago algo que nunca pensé que sería capaz de
hacer. Agarro el cañón de la escopeta con dedos temblorosos y manos ensangrentadas. La
empujo con tanta fuerza que la culata golpea a papá en la mandíbula y tropieza.
55

Papá golpea su barbilla.


Suelta el arma.
Página

Actúo rápidamente, deslizándome a través de mi charco de sangre y tomo el arma del


suelo. Suelto el más fuerte, doloroso y desgarrador grito de toda mi vida.
Apunto.
Pongo mi dedo en el gatillo.
Hago una pausa.
Entonces, le disparo al bastardo en la rodilla izquierda.

***

A veces me pregunto cómo los sueños pueden sentirse tan reales.


Siento que estoy cayendo.
Siento como si estuviera cayendo a un pozo.
Lo extraño es que el pozo nunca se acaba.
Sólo sigo cayendo, cayendo y cayendo y esperando, preparándome para la fuerza
contundente cuando me rompa el cuello en el suelo frío y duro.
Pero nunca pasa.
Nunca toco fondo.
La peor parte es que se siente como si mis párpados estuvieran muy cerrados porque
la oscuridad es tan negra y espesa que no puedo ver a través de ella. Necesito ayuda, sé esto e
intento gritar para conseguirla, pero cuando lo hago, mi boca se abre y ningún sonido sale.
Mi corazón martillea contra las costillas. Mi estómago se hunde. Aún no hay gravedad y un
creciente pico de adrenalina pulsa a través de mí.
Intento gritar de nuevo—: ¡Ayuda! ¡Ayuda! —Pero una vez más ningún sonido sale de
mi garganta. Me esfuerzo por hacer cualquier ruido, pero lo único que puedo oír es el
soplido del viento contra mis oídos.
Extiendo la mano, agitando los brazos y agarro un puño lleno de nada y al mismo
tiempo, siento como si la oscuridad que me rodea encadena mis muñecas y tobillos,
convirtiendo mi cuerpo en un paracaídas.
Mi cuerpo se agita.
Se arquea.
Luego se relaja.
De repente, me siento como una pluma y es como si mi caída libre se convirtiera en
un pacífico flotar. Imagino que estoy al aire libre. Que el sol está tocando mi piel con calidez.
Imagino que soy una balsa sin nadie que yazca sobre mí y estoy flotando a la deriva sobre
azules aguas cristalinas. Ahora, me siento tranquila. Mis nervios regresan a sus escondites. La
56

incómoda sensación en la boca de mi estómago se calma.


El sonido silbante llena mis oídos muertos y juro que puedo escuchar la voz de un
Página

hombre. Está diciendo mi nombre. —¡Adelaide! —Hay una pausa y la segunda vez que dice
mi nombre, su voz sube una octava—. ¡Adelaide! —Suena frenético, urgente y preocupado.
Trato de responderle, pero todavía no sale nada.
Entonces, su voz empieza a desaparecer, muere y hace eco a mí alrededor mientras
lágrimas de desesperación brotan de mis ojos.
Mi mente grita.
Ayúdame.
Ayúdame, por favor.
Todavía no sé dónde estoy o lo que está pasando, y esos pensamientos plagan mi
mente. Aun me pregunto si seré capaz de ver claramente lo que me rodea y sigo esperando
que en algún momento deje de caer. Y hay una gran parte de mí que piensa que, en algún
minuto de esta caída, moriré.
Entonces me pregunto…
¿Estoy soñando?
¿Esto es una pesadilla?
Espero que sí, porque la idea de que este momento sea real me aterra.
¿Estoy soñando?
No sé, y lo que me aterra más que nada es que no sé cuándo o si alguna vez voy a
despertar.
Y entonces lo hago…
Cuando despierto, algo extraño ocurre.
Estoy caminando por un pasillo oscuro.
Linternas en las murallas de madera alumbran mi camino y sombras bailan a lo largo
de las paredes.
Hay un hombre llorando.
Elijah.
Creo que es su nombre.
Creo que conozco a este hombre.
Puedo oírlo. Su voz sangra a través de los muros y sé que tengo que ir hacia él. Tengo
que llegar a él porque lo amo. Me duele cuando no estoy cerca de él. Y escuchar el dolor en
su voz casi me paraliza.
Elijah se sienta en su escritorio. Está sollozando, con sus puños apretados en sus
cabellos de oro, su pecho cae pesadamente cuando deja salir otro angustiante grito. —¿Por
qué, Adelaide? —grita—. ¿Por qué? —Levanta la cabeza lentamente, sus bellos ojos dorados
llenos de lágrimas, y aprieta la mandíbula. De pronto, la emoción en sus facciones torna de la
57

tristeza a la rabia. Se pone de pie. Su rostro al rojo vivo, como el corazón de un incendio y
con un rápido movimiento, pasa su brazo a lo largo del escritorio enviando todos los
documentos, carpetas, lapiceras y pisa papeles al suelo estrepitosamente. Deja escapar otro
Página

grito de angustia feroz.


—Elijah, amor. ¿Qué pasa?
Mi pregunta se encuentra con el silencio.
—Dime, amor —presiono—. ¿Qué puedo hacer para mejorar esto?
Mis palabras no parecen aliviar su sufrimiento. Empieza a pasearse detrás de su
escritorio, con las manos en puños a los costados. Se detiene a medio paso y en una abrupta
reacción, agarra el antiguo globo al lado de su escritorio y lo arroja con fuerza en la pared. —
¿Por qué, Adelaide? —repite la pregunta anterior y se deja caer en la silla.
He llegado al punto en donde no puedo contener las lágrimas y corro hacia él, me
aferro a su brazo y lloro. —No puedo soportar esto. No puedo soportar verte así, Elijah. Por
favor. Estás rompiendo mi corazón. —Daría cualquier cosa por quitar su dolor. Daría
cualquier cosa por susurrar palabras de alivio en su oído y hacerle saber que todo estará bien.
Que nosotros estaremos bien.
—¿Simplemente dime por qué? —dice—. ¿Fue porque te amaba demasiado? ¿Porque
quería mantenerte cerca? ¿Fue porque te permití desterrar la oscuridad en mí y ser mi luz
sin fin?
Sollozo más fuerte. —No lo entiendo. No sé de lo que estás hablando. —Enlazo mis
dedos en los suyos, sufriendo porque me mire a los ojos, pero no lo hará—. Elijah, por favor
dime.
Se sienta y se mueve rápidamente, y no es hasta que veo el brillo del metal en la
tenue iluminación de la oficina que empiezo a sentir pánico. —No —digo suavemente—. No.
—Mi voz sube apenas a un susurro—. No. —Ahora es un jadeo tenso y siento como si no fuera
la única palabra en todo mi vocabulario—. No.
Elijah toca el arma con dedos temblorosos y mis manos están en sus hombros.
Tiemblo con él. No hay efecto. Mi fuerza no tiene efecto. —¡Elijah, no! —grito—. ¡No!.
Levanta la pistola a sus labios y mi corazón se deja de latir. Tomo el arma, tratando
de arrancarla de su agarre. —¡No! ¡Elijah! ¡No hagas esto, por favor! ¡Si no es por mí,
entonces por Willow! ¡Ella ama a su papá! ¡Por favor! —Caigo de rodillas, curvando mis
brazos alrededor de sus piernas—. ¡Por favor, no hagas esto!
—No puedo vivir sin ti, Adelaide —murmura mecánicamente—. ¿Por qué tuviste que
morir?
Entierro la cabeza en sus rodillas y grito con toda la fuerza de mis pulmones. —¡Pero
no estoy muerta! ¡NO estoy muerta!
—Te estaré viendo —susurra y me asomo para ver una leve y casi fantasmal sonrisa en
los labios. Su dedo se desliza sobre el gatillo. En ese momento, me apresuro y tiro de sus
piernas, haciéndolo con toda la fuerza que puedo reunir.
—¡No, Elijah! —He empezado a chillar—. ¡Te amo! ¡No hagas esto!
¡BANG!
58

La bala hace eco en la oficina oscura. La mano de Elijah con el arma cae a su costado
y me deslizo por su cuerpo, aferrándome a sus pies y grito, lágrimas derramándose en sus
Página

mocasines cafés de cuero.


Entonces, empieza mi segundo descenso en la oscuridad.
15
Después
Traducido por Melody Hamort
Corregido por Cami G.

He estado tranquila hoy.


Estoy sintiéndome concentrada.
Estoy en sintonía con todo.
El parloteo incesante de los pacientes y miembros del personal en el comedor zumba
en mis oídos y hago lo mejor que puedo para absorber fragmentos de información que me
ayuden con mi misión. Hasta ahora, no he recogido nada útil. Lo único que he escuchado es
un montón de chismes de paciente a paciente.
A veces, este lugar es como una telenovela. Sin embargo, puedo entender por qué.
Cuando estás encerrado y en cuarentena del mundo, a veces eso es todo lo que tienes. Es en
momentos como estos es cuando más extraño a Aurora. No éramos como los otros
pacientes. No nos dejábamos llevar por sus historias sobre los otros pacientes. Estábamos
separadas, apartadas en nuestra pequeña burbuja y a nadie le interesaba hacerla estallar. Y
estábamos conformes con eso.
Estoy sentada en mi mesa de siempre en la esquina trasera izquierda, esperando el
momento adecuado para hacer mi movimiento. Mis ojos se desplazan desde el reloj que
cuelga en la parte posterior de la sala a la puerta de la cocina. Entonces, echo un vistazo en la
dirección de los enfermeros. Están apiñados en un grupo en la esquina superior derecha de
la sala.
Mis ojos caen a mi bandeja de plástico anaranjado y empujo alrededor algunos
macarrones con porquería con mí cubierto de plástico, preguntándome cómo demonios he
59

sobrevivido a la mierda que nos dan de comer aquí durante tanto tiempo. Lo llamo
porquería porque no tiene el habitual color anaranjado claro de los macarrones con queso
normales. Es más oscuro. Casi un color rústico. Casi como si el cocinero lo hubiera
Página

infundido con sangre.


Dejando caer el cubierto, pongo la mano sobre mi pecho y siento el vaso de papel
plegado ocultando mi arma, y rezo a Dios no haberlo roto cuando lo empujé en mi sostén.
Me aseguro de no bajar la mirada de los miembros del personal. Sé muy bien que a veces es
como si tuvieran ojos detrás de la cabeza.
Son perros guardianes entrenados con cerebros lavados.
Y solo se necesita el menor movimiento.
Las acciones o palabras incorrectas y saben exactamente cuándo atacar.
La puerta de la cocina se abre y el sonido de ella raspando contra el piso de madera
me saca de mis pensamientos. Echo un vistazo a mi izquierda y la observo balancearse hacia
atrás y adelante por un segundo antes de empujar mi bandeja lejos de mí y volver la mirada
hacia los miembros del personal. Me doy cuenta de que esta es mi oportunidad, así que
pretendo que me rasco la axila y retiro el vaso de papel de mi sujetador. Encorvándome,
espío dentro del vaso. La araña tiene un cuerpo pequeño, pero largas patas, y la observo
fijamente durante un minuto hasta que veo una de las patas moverse. Luego, doy un suspiro
de alivio. Mi plan todavía funcionaría si la araña estuviera muerta, pero se me ocurre pensar
que será más eficaz si la araña está viva.
Me siento y diviso a mi objetivo. Ella se sienta directamente frente a mí al final de una
mesa rectangular. Su cabello es muy corto y de un color rubio ceniza. He estado
observándola durante la última semana. Tranquilamente, por supuesto.
Agarrando mi bandeja, me levanto y me dirijo a los basureros adyacentes a mí. Justo
antes de llegar, me deslizo a mi izquierda, pretendo caer y derramo el contenido de mi
bandeja sobre el piso. Ella se da la vuelta. —Déjame ayudarte —dice ella.
—Muchas gracias —digo. Pero, en realidad, estoy usando este momento para mi
ventaja. Me siento mal por eso, porque ella está siendo muy amable en ayudarme, pero a
veces una persona tiene que ponerse a sí mismo en primer lugar. Así que cuando ella se
inclina hacia abajo, hago un barrido rápido de todo el comedor con los ojos. Nadie está
prestando atención. Entonces, abro el vaso de papel en mi palma y vuelco la araña en su
cabello. Le doy las gracias de nuevo por ayudarme y camino a los botes de basura, mientras
que los dos trabajadores de la cocina salen con trapeadores y cubetas.
Entonces espero...
Cinco.
Cuatro.
Tres.
Dos.
El grito es fuerte, penetrante y juro por un segundo que las paredes vibran. Oigo a los
miembros del personal gritando. Pasos golpeando. Pixie está fuera de su asiento y
frenéticamente espantando a su cabeza. Sillas raspan contra la baldosa. Mis ojos caen al piso
60

y puedo ver mi pequeño amigo arrastrándose por el suelo. Sonrío para mis adentros y luego
me deslizo a través de las puertas de la cocina.
Página

***

Espero.
Tres días pasan, y en la noche del tercer día, me acuesto en la cama y espero a que
las luces en el manicomio se apaguen. Las luces apagadas en Oakhill solían aterrorizarme,
pero ya no tanto. Recuerdo una época en que los gritos eran canciones de cuna, las luces
parpadeantes eran una advertencia, y el sótano era la cámara de tortura final.
Ahora…
No tanto.
El sonido de tacones contra el suelo de baldosa palpita en mis oídos y espero y rezo
para que los enfermeros del turno de la noche desaparezcan de mi corredor y se muevan al
siguiente, porque el cansancio se apodera de mí y caigo dormida.
Hay cuatro alas en Oakhill. Los pacientes aquí se dividen en cuatro categorías, y
dependiendo de lo locos que realmente estén, así es como se te asigna a cada ala. Cuatro es
la peor. Es el lugar donde son puestos todos los pacientes de confinamiento. He estado allí
unas cuantas veces, y solo digamos que estoy feliz de estar ahora en el corredor uno, el ala
más suave en Villa Locura. No conozco personalmente a ninguno de los pacientes en mi ala,
pero sí sé que la gravedad de sus condiciones oscila entre comer cabello hasta conversaciones
con ellos mismos. También es muy conveniente que esté en el corredor uno porque todos
los consultorios son el final del mismo.
Cuando el sonido de las pisadas se apaga, espero otros diez minutos antes de
levantarme de la cama. Con pasos rápidos y ágiles, tomo el tenedor de mi tocador y camino
de puntillas hacia la puerta. Una vez que estoy allí, me paro en los dedos de mis pies y miro
por la ventana cuadrada. El pasillo está desierto. Sombras de diferentes formas y tamaños
trepan las paredes. Respiro profundo, tomo el pomo de la puerta e inserto el tenedor en la
cerradura.
Pasé unos buenos dos días usando toda la fuerza que pude reunir para doblar todos
los dientes excepto uno. Fuerzo la cerradura por un minuto, tal vez dos, entonces casi lanzo
un grito ahogado de alegría cuando escucho el clic del cerrojo. Entonces giro el pomo con mi
oreja contra la puerta, haciendo una mueca cuando las bisagras crujen cuando la abro lo más
mínimo.
Una rendija de luz se filtra a través de la rendija de mi puerta, y luego de que mis ojos
se acostumbran a la luz, me asomo al pasillo. Entonces me deslizo a través de la pequeña
abertura y cierro la puerta detrás de mí.
Empiezo a caminar.
Despacio.
Con pequeños pasos y un sentimiento cauteloso tomando su residencia en la boca de
61

mi estómago.
Sigo mirando por encima de mi hombro solo para asegurarme de que está despejado.
Los miembros del personal en Oakhill tienen una manera de acercarse sigilosamente a ti
Página

cuando menos te lo esperas. Y no es hasta que estoy a pocos metros de la puerta del
despacho de la Dra. Swell que puedo oír el silbido suave que lleva el pasillo. Luego escucho
los pasos haciendo eco. En un momento de pánico, me deslizo en una puerta abierta a mi
izquierda y meto mi cuerpo formando una pelota.
Entonces rezo…
Quiero decir real, realmente rezo.
Desde que el Dr. Morrow dejó la institución, los castigos han sido menos crueles,
pero aún así. No quiero pasar las próximas tres semanas en aislamiento por escabullirme de
mi habitación después de que se apagaran las luces. Así que espero…
Dejo de respirar.
Hago la menor cantidad de ruido posible y meto la cabeza entre las piernas.
Los pasos están cada vez más y más cerca, hasta que finalmente están junto a mí. Hay
una pausa significativa. Estoy en el punto en el que siento que no puedo aguantar la
respiración por más tiempo, o que voy a desmayarme. Me asomo de entre mis piernas
mientras que la enfermera del turno de noche pasa como una brisa y se aleja. Entonces dejo
escapar el aliento más largo de mi vida, aliviada de que mis pulmones sigan funcionando
correctamente después de aguantar la respiración durante tanto tiempo.
Segundos pasan.
Luego, minutos.
Escucho atentamente y, cuando oigo ningún sonido en absoluto, hago mi
movimiento. Estoy de pie en cuestión de segundos, apresurándome hacia la puerta. Coloco
mi tenedor, listo para abrir la cerradura de la puerta. Pero entonces… envuelvo mis dedos
alrededor de la perilla y giro.
La puerta se abre crujiendo, y miro hacia el tenedor en mi mano.
Sonrío para mis adentros y me deslizo a través de la grieta hacia la oficina.
Y yo que pensaba que la Dra. Swell era inteligente.
Ella no es tan inteligente como cree que es, porque si lo fuera, estoy segura de que
recordaría bloquear su puerta.
No es como si eso fuera a detenerme, de todos modos, pero aún así. En un hospital
mental nunca se sabe cuándo un paciente loco podría soltarse e intentar poner sus manos en
su expediente médico.
62
Página
16
Después
Traducido por Cynthia Delaney
Corregido por Victoria

Cordura es una palabra divertida.


Cordura.
Cordura.
Para estar cuerdo. Para tener pensamientos claros. Para ser capaz de distinguir la
diferencia de fantasía y realidad.
Solía pensar que mi cordura estaba intacta.
Que todos mis mármoles estaban aún en la bolsa.
Que nunca podría…
NUNCA…
Dejar a Oakhill obtener lo mejor de mí.
Ahora, no estoy segura. Ahora no estoy segura si estoy cuerda o no.
No entiendo como terminé de vuelta en Oakhill.
Todavía estoy tratando de procesar todo. Todavía estoy tratando de averiguar a
dónde pertenezco. Y todavía estoy tratando de averiguar cómo terminé de regreso en Oakhill
por segunda vez cuando apenas puedo recordar haber estado aquí primero.
No estoy bien.
En la cabeza.
63

No estoy bien.
Pero he aprendido a hacer frente con la desilusión.
Página

No puedo dejar que los gritos de los pacientes perforen mis oídos, pero he aprendido
a sincronizarlos fuera. No puedo parar la sádica tortura que toma lugar aquí en Oakhill, pero
he aprendido a ser una mano de ayuda.
No puedo traer a los muertos a la vida, pero puedo aprender a lidiar con mi dolor.
En definitiva, toda esta situación se siente demasiado extraña para describir.
Me siento como que estoy aquí, pero no aquí al mismo tiempo.
El Dr. Watson me tiene por el codo y me está escoltando de vuelta a mi habitación
mientras todavía estoy tratando de envolver mi cabeza en torno a todo lo que acaba de
suceder. Estoy casada. El Dr. Watson es mi marido. Di a luz a su hijo.
Nuestro hijo.
Las luces parpadean por encima danzando a lo largo de las neutrales paredes y mis
ojos caen al suelo.
No estoy segura de cómo me tengo que sentir acerca de todo esto. Sobre la
revelación que me dio a conocer. Una parte de mí pregunta si el Dr. Watson está diciendo la
verdad. Entonces, ¿por qué podría mentir sobre estar casado conmigo? Y si realmente
estamos casados ¿cómo podía enviarme aquí? ¿Cómo podía él solo tirarme a un lado como
desecho y permitir que el personal de aquí me tratara como me ha estado tratando? ¿Tenía
otra opción? ¿Siguiéndome aquí es como él mostraba su amor por mí?
Nos detenemos delante de la puerta de mi celda y el Dr. Watson libera el agarre en
mi codo. No puedo mirarlo. No puedo enfrentar la verdad. Quiero ir detrás él.
Dedos suaves se rozan contra mi rostro y la sangre inunda mis mejillas. Mi cara está
caliente, en llamas, todo por un simple asomo de la punta de sus dedos. Eso tiene que
significar algo, ¿verdad? —Sé que todo lo que acaba de suceder es mucho para procesar —
murmura el Dr. Watson—. Sé que probablemente estás confundida.
Confundida es una subestimación. Nunca me he sentido tan desgarrada en toda mi
vida. Es casi como si estoy en la carretera y los cuervos hambrientos están recogiéndome
pieza por pieza y alimentándose de mi carne. —Dr. Watson, yo…
Pone dos dedos sobre mis labios. —No está noche —dice—. No más pensar en esta
noche. Necesitas descansar —Levanto mi cabeza y mis ojos se cruzan con él, encontrando su
ardiente mirada—. Vendré por ti en la mañana.
—¿Pero qué pasa con el Dr. Morrow? —Si el hombre tenía rencor contra mí antes,
aquel rencor se había retorcido y transformado en algo cercado al completo odio.
—No te preocupes por el Dr. Morrow —me tranquiliza—. No tendrás que lidiar con él
nunca más.
—Gracias.
Asiente y se vuelve para caminar lejos. —Buenas noches, Adelaide —Se detiene y
mira por encima de su hombro—. Te amo.
Abro la puerta de mi habitación y le ofrezco una triste sonrisa. Aplasta mi corazón
64

oírle decir esas dos palabras. Tan hermosas, obsesionantes y conmovedoras palabras. No se
las puedo decir de vuelta y eso me hace sentir incluso peor. Son palabras sagradas y sé que
no hay manera de poder decírselas a un hombre que ni siquiera conozco.
Página
17
Antes
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por Canylina

28 días.
He oído que se necesitan 28 días para romper un hábito.
28 días para empezar de nuevo.
Comenzar de nuevo.
Se tarda 28 días para transformar una persona.
Pero tengo que ser diferente –no– soy diferente. Porque han pasado 28 días desde
que supe que el Dr. Watson, quiero decir, Elijah, es mi marido. Han pasado 28 días desde
que empezó a tratarme, intentando refrescar mi memoria. Y han pasado 28 días de sesiones
sin esperanza, gruñidos y frustrados y cansados suspiros. Mis recuerdos son huevos de marfil
que no pueden ser quebrados.
O por lo menos esto es todo lo que me han llevado a creer o lo que me han dicho.
He empezado a notar algo sobre Oakhill, también. He empezado a notar que drena a
la gente, pero no de sangre, de esperanza.
La primera vez que te traen aquí, tienes esta voluntad sobre ti. La tenía cuando llegué.
Me convencí de que no estaba loca. Me dije a mí misma que iba a encontrar una manera de
salir. Que escaparía. Esos pensamientos han quedado atrás ahora. Sé con certeza que no voy
a salir de aquí dos veces, así que he aceptado mi destino y eso es todo.
Me siento en el recreo con Aurora mientras ella colorea. Está tarareando alguna
melodía de un espectáculo, pero estoy acostumbrada a su zumbido. Es casi calmante ahora,
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reconfortante. Su canto es una historia diferente. Merilee Winters se sitúa en la gran ventana
de vidrio blindado y se queda mirando hacia el patio. Es invierno. No hay señales de vida.
Todo está muerto. Incluyendo la mayoría de los pacientes que viven aquí.
Página

Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Merilee canta junto a
las manecillas del reloj colgado en la pared. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick, Tock. Tick,
Tock.
—Merilee está actuando particularmente loca hoy —menciono a Aurora.
Sin levantar los ojos del libro de colorear, Aurora responde—: Sí. Electroshock.
Mis ojos se caen a sus menudos dedos delicados mientras garabatean diversos colores
a través de las páginas. —¿Cuándo? —Jadeo.
—Ayer. Los vi arrastrándola.
Tal vez he estado aquí tanto tiempo que me las he arreglado para sintonizar las luces
parpadeantes y las paredes vibrantes. Y todos los gritos de los pacientes se mezclan juntos. Es
como la banda sonora de una película. —¿Por qué?
Aurora se encoge de hombros. —Contrabandeó un tenedor de la cafetería. Lo puso
en su ropa interior. Luego, durante los medicamentos de la mañana trató de apuñalar a
Marjorie con él.
—Pero, ¿por qué? —Merilee es sin duda una loca, pero nunca ha sido peligrosa.
—Creo que le han frito el cerebro demasiadas veces. —La certeza en su vocecita me
sobresalta.
Me congela hasta el hueso.
Me pongo a temblar y luego a bombear el calor de nuevo en mis brazos.
—Sin embargo, tu nunca tendrás que preocuparte por eso —Aurora mira hacia mí a
través de sus pestañas, un destello de desprecio en sus ojos color chocolate.
La miro y dejo caer mis manos a mis costados. — ¿Por qué dices eso?
Aurora baja un crayón negro, inclina la cabeza hacia un lado y entrecierra los ojos en
rendijas. Luego sus ojos se deslizan hacia la puerta abierta. —Porque tienes tu propio
caballero de brillante armadura personal.
Girando lentamente, echo una mirada a la puerta para ver a Elijah apoyado contra el
marco. Los músculos de sus bíceps se hinchan cuando se cruza de brazos y asiente con la
cabeza hacia mí.

***

La aguja del metrónomo se balancea hacia atrás y adelante, atrás y adelante, atrás y
adelante.
Un tic-tac suave corta la tranquilidad y juro que puedo sentir el lento ritmo del
instrumento médico latiendo en mis sienes.
66

Dr. Watson, me refiero a Elijah, se sienta frente a mí con una mirada penetrante y las
manos cruzadas en la parte superior de su escritorio. —Abre tu mente, Adelaide. —Su voz es
suave pero firme.
Página

Pero lo que él no entiende es que estoy intentando, pero no puedo.


A veces me pregunto si él entiende perfectamente lo mucho que quiero recordar,
pero es como si mi mente no me dejara.
Se siente como un escudo de hierro y ningún arma mental puede apuñalar a través de
él.
Siento que este es mi nuevo mantra: Abre tu mente, Adelaide, siendo eso lo que cada
vez que tengo una sesión con él dice justo antes de permitir que la calma apacible del
metrónomo me derrumbe. Tengo que admirar su tenacidad. Su determinación y voluntad de
hacerme recordar, pero siempre siento que lo he decepcionado cuando mi sesión ha
terminado y lo deja sin nada más que un vacío de una esposa que aún no tiene ningún
recuerdo de su tiempo con él o su vida con él en absoluto para ese caso.
Un grito violento sangra a través de las paredes de la oficina y atrofia mi descenso a la
tierra de la cosecha hasta mis recuerdos tratando de armar el rompecabezas que es mi vida.
Me estremezco ante el sonido de la agonía en ese grito. Me imagino a Marjorie
restringiendo un paciente. Me imagino la sonrisa maliciosa en los labios del Dr. Morrow.
Tirando de mis rodillas a mi pecho, descanso mi cabeza entre ellas. —Por favor, doctor, digo
Elijah —Me tapo los oídos con las manos—. Por favor haz que se detengan.
Elijah está levantado de su asiento en un instante, corriendo hacia la puerta de su
oficina. Cierra la puerta. Oigo el clic de la cerradura. Entonces está a mi lado. Pone su mano
sobre mi hombro, y la calidez de su toque se filtra a través del material endeble de mi bata de
hospital y alivia mi temblor. Espío hacia él a través de mis pestañas mientras mete mi pelo
detrás de mí oreja. —¿Mejor?
Asiento con la cabeza, con respiraciones constantes y bajo mis piernas mientras toma
asiento frente a mí otra vez. Chasquea la aguja del metrónomo por segunda vez y me relajo.
Mis párpados se hacen pesados. Luchando contra el tirón al principio, amplío mis ojos, pero
no sirve de nada. Estoy siendo arrastrada hacia abajo, a las partes oscuras de mi mente. Justo
antes de que cierre los ojos, veo la mirada en el rostro de Elijah. Parece satisfecho. Lleva una
insinuación de una sonrisa y puedo decir que él piensa que estos tratamientos están
funcionando. Me pone triste que está tan lleno de esperanza y sigo desinflándolo.
La verdad es que me gustaría poder recordar nuestro tiempo juntos. Me gustaría
poder recordar la vida que compartimos. El amor que teníamos o tenemos. Más que nada
me gustaría poder recordar a mi hija.
Supongo que el amor que siente por mí debe ser un amor de proporciones
gigantescas. Porque, quién iba a luchar por alguien del modo que ha luchado por mí si el
tipo de amor que compartimos no pudiera mover piedras. Montañas incluso.
Con eso, me deslizo en mi silla, girando la cabeza hacia atrás, el cuello mecido por el
respaldo de la silla. Entonces permito que el tic-tac suave del metrónomo sondee mi mente,
me hipnotice. Permito que me lleve a lugares que no quiero ir.
67

***
Página

No sé cuánto tiempo más puedo manejar esto.


Esto significando mis sesiones de tratamiento con Elijah. Admiro su voluntad.
Admiro su determinación. Admiro el hecho de que él me ama lo suficiente como para
continuar con estos tratamientos frustrantes todos los días y cuando me acuerdo de nada,
todavía me da una sonrisa y dice—: Tal vez tendremos más suerte mañana.
El espíritu triste que sé que está mintiendo latente detrás de su sonrisa es lo que me
impide decir, espero que mañana nunca llegue.
Tan horrible como lo es para mí admitirlo, esa es la verdad.
Estoy más que agotada y cada día que salgo de su oficina, siento como otro pedacito
de mí desaparece. Al igual que una naranja perdiendo poco a poco las capas de la piel siendo
pelada.
Hay momentos en los que creo que lo estoy rompiendo, saltando lejos en su borde
duro. Hay momentos en los que creo que el médico frío comienza a evaporarse. La parte de
él que solía encontrar intrigante se está desvaneciendo. Muy pronto estará como yo. Una
burbuja emocional, un lío de persona. A veces me pregunto si cuando llegue a ese punto el
personal tomará acción y lo tendrán confinado.
Estoy mirándolo ahora. Se sienta frente a mí en la mesa, sus manos apretadas en un
puño gigante, con la frente apoyada en las manos. Está temblando y puedo decir que está
usando toda su fuerza para mantenerse unido. A través de los dientes apretados, dice—: Muy
bien, Adelaide. Eso es suficiente por hoy. Vamos a reanudar mañana —Su voz es gruesa con
la peor clase de emoción-dolor y puedo decir que está empezando a darse cuenta de que soy
un huevo que no puede ser roto.
Me detengo frente a él, con ganas de ofrecer una rama de olivo. Tal vez decirle: voy a
esforzarme más. Pero encorva sus hombros con un suspiro y decido no decir nada. En su
lugar, me deslizo hacia el pasillo tranquilo y fuera de la vista de Elijah.
Cierro la puerta tras de mí y oigo el chasquido para cerciorarme de que está cerrada,
entonces lo escucho. —Simplemente no lo entiendes ¿verdad?
Damien.
Mi cabeza se mueve bruscamente hacia la izquierda. —¿El qué?
Él no es real. Él no es real. Él no es real.
Sé sobre esto. Sé que es una alucinación, un efecto secundario de los barbitúricos.
Pero también hay una parte de mí que se pregunta por qué sigo viéndolo luego de que dejé
de tomar mis medicamentos hace semanas.
Está apoyado contra de la pared de yeso, con los brazos cruzados sobre el pecho, los
pies apoyados contra la parte inferior de la pared. Sus radiantes ojos azules me miran de una
manera directa. —Entender que todos estos tratamientos son inútiles y fallan por una razón.
68

Resoplo y lo paso rozando, caminando por el pasillo. —¿Y cuál sería esa razón?
Damien está a mi lado en un segundo y se encoge de hombros. —No lo amas.
Página

Niego con la cabeza. —No sabes eso —Tuve que amarlo lo suficiente en un punto
para casarme con él y tener una hija juntos. Pero no voy a decirle eso a Damien.
—Tú tampoco.
—Bueno, tal vez voy a saberlo un día —ladro en respuesta. Resulta que tengo un poco
de fe en la determinación de Elijah para que recuerde—. Elijah parece pensar que sí lo haré.
—Elijah parece pensar que sí —dice Damien en tono de burla.
De la nada, Aurora corretea por el pasillo y se acerca furtivamente a mi lado. Su
cabeza se mueve bruscamente a la izquierda y frunce el ceño a Damien. —Déjala en paz.
Damien infla su pecho y da un paso hacia Aurora. —Estoy cansado de que me digas
qué hacer.
Han estado así mucho últimamente. Siempre me pregunto por qué están peleando
por mí. Ninguno de los dos jamás parece querer decirme y odio no tener ni idea. Finalmente
grito de frustración, lanzo mi mano en el aire y los miro a los dos. — ¿Qué pasa con ustedes
dos? —Cierro mis manos en puños y los coloco en mis caderas—. ¡Siempre están discutiendo
acerca de algo que tiene que ver conmigo y quiero saber qué demonios es! ¡Estoy cansada de
quedarme en la oscuridad sobre ello!
Ambos, Aurora y Damien intercambian miradas incómodas. Les doy una mirada
incómoda. Ahora toda la situación es en general difícil y estoy atrapada en el medio —Bueno,
vamos —Los apuro con las cejas levantadas—. Alguien que lo escupa.
Una vez más, ninguno de los dos dice una palabra.
Piso fuerte con mis pies. Es infantil, lo sé, pero sólo quiero algunas malditas
respuestas.
Damien ladea la cabeza hacia un lado, con los ojos azules brillantes. —De verdad no
lo sabes ¿verdad? —Su voz sube un nivel.
No creo que jamás haya estado tan confundida. —No —le digo—. No lo sé.
—Escucha, Addy —dice Aurora con voz suave.
—Oh, corta la mierda —escupe Damien, estirando el brazo y empujando Aurora a un
lado. Él se señala a sí mismo y luego a Aurora—. Estamos muertos —Mi boca cae abierta,
porque nada de lo que dice tiene sentido. Sé que Damien murió. ¿Pero Aurora? ¿El
Dr.Watson? ¿Marjorie?
—Espera... —Trato de encontrar más palabras, pero no puedo. Me aclaro la garganta—
. ¿Qué significa eso?
—Sí —dice Damien, en un tono de voz firme—. También tú.
69
Página
18
Después
Traducido por Cynthia Delaney
Corregido por Panchys

Estoy cegada por la oscuridad.


Tengo cuidado de no hacer ningún movimiento brusco con el temor de que podría
alcanzar algo y hacer ruidos fuertes que harían que el guardia viniera corriendo. Así que sigo
adelante, en la punta de mis pies y pongo mis brazos delante de mí para sentir cualquier
objeto que pueda cruzarse en mi camino.
He estado en esta oficina más veces de las que puedo contar y sé que la Dra. Swell
tiene una lámpara en su escritorio. Si enciendo la luz en la habitación sé que llamará mucho
la atención, pero sé que la lámpara sería lo suficientemente tenue si la saco del escritorio y la
pongo en el suelo.
Doy unos pocos pasos y corro hacia la esquina del escritorio de la Dra. Swell. Casi
lloro de agonía cuando un agudo dolor comienza en mi cadera antes de viajar hacia mi
muslo.
En su lugar, trago duro y tomo una profunda respiración, ignorándolo. Esta misión es
demasiado preciosa. Demasiado delicada. Y demasiado importante para renunciar.
No puedo quedar atrapada.
No puedo.
Hay demasiado en juego.
Mi existencia por mucho y sobre eso, todo lo que he querido estos dos últimos años
es saber quién realmente soy. Todo lo que he querido son respuestas a las preguntas que
constantemente explotan mi mente. Y no solo las quiero, las necesito. Soy el tipo de persona
70

que no puede conseguir un firme control de la realidad sin cierre. Si no lo tengo, la


incertidumbre de lo desconocido siempre me detendrá. Lo que comerá mi cerebro hasta
que sus nódulos luzcan como fideos.
Página

Parpadeo varias veces en la oscuridad, luego entrecierro los ojos. La luz de la luna se
filtra a través de las cerradas persianas y me da un poco de luz. Mi mirada se cierra en el
gabinete en la esquina izquierda de la habitación. El metal color canela está envuelto por una
capa de sombras. Sé que mi archivo está allí, pero la pregunta es; ¿en qué gaveta?
Allí hay cinco gavetas diferentes.
Conozco a la Dra. Swell. La mujer es perfeccionista. Mi supuesto es que todo está
organizado alfabéticamente y que mi archivo tiene que estar en la gaveta superior o en la de
abajo. Me muevo hacia el gabinete lentamente. Metí el tenedor que suelo usar para abrir la
cerradura de mi puerta dentro de mi sujetador y la frialdad está haciéndome temblar.
Además de temblar de miedo. Puedo sentir mis rodillas tambalear con cada paso que doy y
juro que puedo sentir mi corazón latiendo en mis oídos.
Cuando estoy en el gabinete, alcanzo la manija de la primera gaveta y lo tiró
abriéndolo.
Hace un suave chirrido, aprieto mis dientes y tomo una pausa antes de continuar.
Inclinándome, examino cada manila de cerca y como pensaba, están en orden
alfabético.
Estoy a medio camino a través de la A cuando escucho un agitado ruido justo fuera
de la puerta.
Me congelo.
Contengo una profunda respiración.
Espero a que el ruido desaparezca.
Cuando lo hace suspiro de alivio.
Después de compaginar a través del resto de la A y todas las Bs, veo mi archivo. Es
grueso, tres pulgadas de ancho para ser exactos. Saco el archivo de la gaveta y luego lo cierro.
Dando unos pasos hacia atrás, pongo el archivo en el suelo y muevo la lámpara del
escritorio. La dejo en el suelo junto a la silla con ruedas. Después de eso, me siento al estilo
indio y enciendo la lámpara. Sé que tener cualquier tipo de luz aquí es un riesgo, pero quiero
zambullirme en mi archivo sin tener que esperar hasta la mañana.
Estoy ansiosa.
Impaciente.
Y demasiado curiosa.
Solo para estar en el lado seguro, deslizo la lámpara debajo del escritorio de la Dra.
Swell, luego me pongo de pie para ver si se atenúa la luz. Lo hace un poco. Camino
alrededor del frente y luego doy unos pasos hacia la puerta. Hay un suave resplandor y creo
que aún es demasiado notable, tengo tiempo para leer partes de mi archivo antes de que el
guardia de otro paseo por el pasillo.
Entonces comienzo a pensar en la Dra. Swell. Comienzo a pensar sobre mi archivo
71

perdido y que se dará cuenta de que falta. Atormento mi cerebro pensando en nuestras
sesiones y como con frecuencia ella saca mi archivo. No con mucha frecuencia. Ella
usualmente viene, camina alrededor de su escritorio y se sienta incluso sin ir al gabinete.
Página

Pero entonces tengo que considerar que ella podría leerlo y agregarlo después de que la
sesión termine.
Peso los pros y los contras. Si se da cuenta de que falta, la peor cosa que hará es
buscarme en mi habitación, drogarme y luego ponerme en confinamiento solitario. El
pensamiento de eso no me molesta en lo absoluto. Estoy prácticamente sola de todas
maneras y me han estado drogando durante años. Lo único a favor es que la Dra. Swell cree
que estoy completamente loca y no solo un poco loca. Yo, en su mayor parte, creo que
ambos. Tengo mis momentos.
A veces me pregunto si sería diferente si viviera fuera de este lugar.
En Oakhill hay paredes que me atan.
Voces que me atormentan.
Personas que se burlan de mí.
A veces me pregunto si me gustaría saber lo que es reírse de una broma o si sería
capaz de creer en la esperanza de nuevo. Por un largo tiempo, sentí como si cada pizca de
esperanza que nunca había tenido se hubiera perdido. Recuerdo a alguien una vez
mencionando que tengo o tenía una hija y me pregunto también si hubiera sido una buena
madre. Me pregunto si fui una buena esposa para el Dr. Watson.
Sé que todas esas cosas no están enlistadas en mi expediente médico, pero tal vez las
notas del doctor Watson están apiladas aquí también.
Ese pensamiento me empuja hacia adelante.
Así que camino alrededor del escritorio, caigo al suelo, abro la manila de la carpeta y
comienzo a leer.
72
Página
19
Antes
Traducido por Snowsmily
Corregido por Alaska Young

Me despierto gritando.
Mis ojos se abren solos y parpadeo varias veces a medida que se ajustan a la luz
resplandeciente brillando en su dirección. Sentándome, miro alrededor de la habitación y
observo mi entorno.
Hay máquinas a mi izquierda.
Cables adheridos a mi pecho.
Las paredes son blancas.
El piso también.
Mi cama tiene brillantes barandillas metálicas.
Un hospital.
Estoy en un hospital.
Trato de moverme hacia el costado pero en el segundo que lo hago, un dolor
desgarrador se extiende a través de mi abdomen y me encuentro llorando y jadeando por
aire. Rodeo mi estómago, convencida de que eso podría ayudar a aliviar el dolor, pero no lo
hace. En cambio, lo empeora.
Entonces mi puerta se abre. Hay una enfermera apresurándose hacia mí. Su cabello
castaño claro está recogido debajo de un gorro blanco, su tez es pálida pero tiene una especie
de amplios ojos marrones. Giro mi torso para moverme de nuevo y otro dolor apuñala mis
entrañas. Apretando los dientes, inhalo y exhalo lentamente tratando de aliviarlo.
73

La enfermera coloca su pequeña pero suave mano en mi hombro y me guía en una


posición acostada. —No te muevas demasiado —me instruye—. Has estado inconsciente por
Página

un tiempo. No sabíamos con certeza si despertarías. —Me gusta el sonido de su voz. Es cálido
y reconfortante y me recuerda mucho a la de mamá.
—¿Inconsciente? —Mi garganta está seca y la palabra sale en un tono áspero.
—Sí —dice, fijando las sábanas blancas alrededor de mis piernas—. Estabas en coma.
—¿Por cuánto tiempo? —No puedo ocultar la confusión en mi voz. Estoy asustada. Y
me siento perdida. Me siento como un niño quien se alejó correteando de sus padres en
medio de una tienda departamental abarrotada de gente.
—Meses. —Se gira hacia las máquinas, luego examina los cables conectados a mi
pecho—. Sufriste un grave traumatismo craneal.
Contraigo la mandíbula, sintiendo el dolor intenso y ardiente viniendo de nuevo. Es
devastador y me encuentro encogiéndome de dolor, jadeando por aire, y obligándome a
decir—: ¿Por qué?
Utiliza una suave expresión y mis ojos viajan sobre su vestido blanco en la búsqueda
de una etiqueta con el nombre. No veo una. —Sólo relájate —dice, en una forma cordial a
medida que se gira a la puerta—. Te conseguiré algo para el dolor.
Pero todavía estoy muy, muy confundida. —¿Qué sucedió? —Me siento desesperada
por respuestas—. Por favor —suplico.
—No vamos a preocuparnos acerca de eso en este momento. —Hay una rotundidad
en su suave voz—. Sólo descansa. Te traeré algún medicamento y nos preocuparemos por
eso mañana.
Con eso, sale de la habitación, dejándome sola para ahogarme en mis pensamientos.

***

Me encuentro a mí misma llamando el nombre de un hombre en mi sueño.


Es tan familiar el modo en que se desliza por mi lengua y siento como si lo hubiese
dicho antes miles de veces.
Hay momentos donde creo que la silenciosa soledad de la oscuridad puede ser un
consuelo. Puede cubrirte como un edredón recién tejido, envolviéndote en una capa
protectora de serenidad. Puede desvanecer los siniestros pensamientos en tu mente.
Hacerte sentir seguro.
Hacerte sentir cálido.
Ahora no es una de esas veces.
Me despierto con las suaves caricias del sueño todavía nublando mi mente. La tierra
de los sueños me llama, amenazando con arrojarme de nuevo a su reino. Es como una
molesta voz que persiste en la pared más oscura de mi cerebro, un agobiante eco que no
74

puedo dejar ir. Mis ojos se abren rápidamente. Me niego a dejar que el sueño me vuelva a
consumir.
Página

Mi habitación es color negro medianoche, menos por las relucientes estrellas, y miro,
tratando de conseguir una imagen clara de mis alrededores. El negro opaco es abundante y
abrumador, como una barrera de cemento hecha de niebla, y no importa cuánto tiempo le
dé a mis ojos para acostumbrarse. Todavía no puedo ver una maldita cosa.
Creo que lo conocía de antes.
Creo que estuvimos juntos.
Creo que los sentimientos que tengo que giraban en torno a él eran fuertes porque lo
pienso con frecuencia.
Lo sueño con frecuencia.
Y no puedo imaginar por qué tendría estos recuerdos si involucraran a alguien a
quien no conocía.
Susurro su nombre en la oscuridad. —Elijah. —Esparciendo mis dedos por las sábanas
para enlazar mis dedos con los suyos—. Elijah, ¿estás despierto?
Silencio.
Deslizo mis dedos más lejos sobre el suave colchón de protección y tiemblo cuando
el frío de las sábanas se filtra en mi piel. —¿Elijah?
Algunas veces siento como si él estuviera conmigo, yaciendo a mi lado y no puedo
entender por qué se siente tan familiar.
Sigue sin responder.
Pánico comienza a extenderse a través de mi cuerpo.
El corazón me retumba en el pecho.
Mi pulso se acelera.
Sudor me gotea por la sien.
Con obligados y rápidos reflejos, arrastro las sábanas de la cama y grito—: ¡Elijah!
Elijah, ¿dónde estás? —Mis dedos una vez más rozan a través del lugar desnudo y frío a mi
lado, y mi grito se intensifica a chirridos—. ¡Elijah! Elijah, ¿dónde estás? ¿A dónde fuiste?
La puerta de mi habitación se abre. Deja salir un ruidoso golpe cuando se estrella
contra la pared. Una ligera luz se filtra en la habitación, y todo lo que veo es blanco. Paredes
blancas. Pisos blancos. Sábanas blancas. Una mujer joven vestida de pies a cabeza en un
conjunto de algodón violeta se apresura en mi dirección. Todo su cabello rubio está recogido
en la cima de su cabeza en un moño.
—¿Dónde está? —Lloro, asfixiándome con un sollozo atorado en mi garganta—.
¿Dónde está mi Elijah?
—Silencio, ahora. —La mujer joven tiene una suave pero reconfortante voz—. No
necesitas preocuparte por esa clase cosas, Adelaide. Necesitas descansar. —Me acomoda de
nuevo en una posición acostada y alisa mi cabello, alejándolo de mi rostro.
75

—Sólo dime a dónde fue —suplico—, por favor. ¿Puedes decirme a dónde fue? —
pregunto, con una pizca de esperanza en mi voz.
—No —dice rotundamente, acomodando las sábanas sobre mi pecho.
Página

—¿Por qué no? —No entiendo la crueldad. Esta mujer tiene que saber dónde se
encuentra. Simplemente tiene que hacerlo. ¿Y cómo puede ocultarme su paradero? ¿No
puede ver que su ausencia me destroza?
—Porque no lo sé.
Miente. Sé que miente. —¿No me dejó algún mensaje?
—No, Adelaide. No lo hizo.
Ahora sé que ella está adornando la verdad. Mi Elijah nunca se marcharía a ningún
lugar sin dejarme nada dicho. —No lo entiendo —murmuro.
—Adelaide —La voz de la mujer es severa—, deja de preocuparte y descansa. —Me da
la espalda y camina hacia la puerta.
Me hundo en mis sábanas cuando la cierra. Espero a que el sueño llegue, pero no lo
hace, así que escucho una mezcla suave de voces llegando de justo fuera de mi puerta.
—Ya no puedo hacer esto. —Es la mujer que se hallaba en mi habitación. Su voz ha
tomado un tono emocional—. Ya no puedo ser su enfermera. Cada vez que la escucho decir
su nombre mi corazón se rompe.
—No puedes simplemente renunciar a ser la enfermera de los pacientes que se te han
asignado. —Otra mujer con una voz profunda se mete en la conversación—. Fuiste advertida
de no encariñarte con los pacientes durante tus prácticas de enfermería.
—¡Bien, no puedo evitarlo, de acuerdo! —Suelta mi enfermera—. Su vida ha sido tan
trágica. Tan triste y despiadada. Una persona tiene que tener hielo en las venas para no
compadecerse por alguien que ha atravesado por tanto. Uno de estos días le diré la verdad.
—¡No puedes! —chilla la enfermera numero dos—. ¿Has perdido la cabeza? ¡Sabes lo
que pasaría si lo hicieras! ¡Hemos sido advertidas! ¡No podemos decirle nada!
—No me importa.
—Si valoras tu trabajo en lo absoluto, te importará.
Hay un breve momento de silencio.
Mi enfermera habla más fuerte. —Déjalos que me despidan, entonces. Permíteles que
me despidan por no querer mantener a un paciente en la oscuridad.
—No es una buena idea, Maggie.
—No concuerdo, Rhea. Esta pobre mujer ha sufrido por suficiente tiempo. La
escucho llorar. La consuelo cuando ha tenido pesadillas sobre su pasado. He observado sus
ojos esperanzados mientras los visitantes vienen y van y la veo hundirse en una profunda
depresión cuando él nunca aparece.
—Maggie, no puedes.
—Puedo y lo haré. Alguien necesita decirle, Rhea. Alguien necesita decirle que su
Elijah nunca vendrá y no está aquí porque está muerto.
76
Página
20
Después
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Jasiel Alighieri

Semanas pasan.
Semanas pasan y no creo que me haya sentido alguna vez tan vacía como me he
sentido últimamente.
Me siento como un caparazón de persona.
Un desperdicio de espacio.
Todos mis días han pasado tan rápidos que mi tiempo está empezando a sentirse
como un borrón. Y en otra nota, ya no me importa. Tengo días en los que me pregunto si
esto es normal. Tengo días donde puedo estar en una habitación rodeada de personas y
sentirme tan sola. Entonces me pregunto si ese sentimiento alguna vez se irá.
Probablemente no.
Supongo que eso es lo que sucede cuando descubres que todo en lo que siempre has
creído ha sido una mentira.
La Dra. Swell ni siquiera se ha dado cuenta que mi vida está perdida. Y si lo ha
hecho, no ha mencionado nada durante nuestras sesiones. No creo que le importara de
todas maneras.
Durante el día, parezco sentirme bien. Pero no es hasta la noche, cuando estoy
acostada en mi oscura celda, sola con mis pensamientos, que mi mente realmente comienza
a divagar. Y cuando pienso en Elijah y mi hija, es ahí cuando el dolor comienza a quemar a
través de mí. Ahí es cuando mis extremidades comienzan a retorcerse. Y cuando mi corazón
comienza a latir con más fuerza. Es cuando normalmente termino llorando tan fuerte que
estoy jadeo en busca de aire, incapaz de controlarme.
77

Me he estado diciendo durante la última semana que morir sería más fácil que vivir
un infierno en la tierra.
Página

Y puedo recordar una época en mi vida donde la única cosa que siempre quise fue el
beso de la muerte. Puedo recordar una época donde inclinaría felizmente mi cabeza hacia un
lado sólo para sentir su fría respiración en mi cuello.
Me siento de esa manera ahora.
Siempre solía pensar que morir era demasiado fácil.
Demasiado rápido.
Demasiado cobarde.
Siempre solía pensar que vivir era el mayor triunfo en la vida de una persona porque
si lo puedes lograr sin dañarte entonces has tenido éxito.
Mi madre murió.
Mi padre era un borracho abusivo quien se ahorcó en la cárcel. Podría haber jurado
que lo vi una vez después del hecho, pero estaba equivocada.
Prácticamente me crié yo misma.
Creí que Damien era la única cosa buena que he tenido, pero aparentemente eso
también era una mentira. Declaró en mi expediente que él era una parte de mí y sé que es
cierto. Me lo dijo él mismo.
Realmente fue el mejor tipo de ilusión después de todo.
Y Elijah…
Pensar en el Dr. Watson suicidándose me hace sentir enferma del estómago. Leer su
obituario me hizo querer enrollarme en una bola y llorar más fuerte de lo que nunca antes
he llorado. Y encima de eso, tuvimos una hija juntos. Me la quitaron. Y una punzante
preocupación se alimenta de mi cerebro porque no sé si está viva o muerta.
Me siento tan conflictiva.
Y triste.
No tengo nada.
No tengo nada, más que pensamientos retorcidos, un jodido pasado y ningún
propósito en mi futuro. Nunca saldré de Oakhill y no hay luz al final de mi túnel.
Cierro mis ojos y dejo salir un suspiro que filtra la desesperación y siento como si
terminar con mi vida es mi única opción.
Estoy sentada en mi cama mientras arranco pedazos de mi sábana. Las anudo y no
me toma mucho tiempo. Miro al largo y trenzado pedazo de sábana, extendiéndolo a lo largo
de mi catre y cubriéndolo con mi fina manta.
Me digo que esta noche será la noche.
Esta noche seré libre.
Esta noche dejaré la institución de Oakhill de una vez por todas.
78
Página
21
Antes
Traducido por Niki
Corregido por gabihhbelieber

—¡Tu perra! —grito salvajemente y me lanzo sobre la enfermera—. Estas mintiendo.


¡Estas mintiendo! —Sueno como una lunática. Como mi propia marca personal de loca. Mi
voz es alta y estridente y una mezcla de ira y miedo.
La enfermera encoje debajo de mí, sus manos en el aire, bloqueándome mientras
trato de envolver mis dedos alrededor de su cuello. —¡Te mataré, mentirosa! —Sigo gritando
y no estoy segura donde se ha ido toda mi compostura—. ¡Dime donde lo pusiste! ¿Dónde
está mi bebé?
Me dijeron que estaba embarazada.
Luego me dijeron que lo perdí. Que perdí mi bebé.
Fue en el preciso momento en que juro que perdí mi cabeza. Porque sabía que era
de él. Sabía que la criatura que crecía en mi vientre tenía que ser de Damien. Él es el único
chico que el que alguna vez había estado de esa manera. Encima, es el único chico que había
amado en verdad.
Bueno, también está el hombre de mis sueños, pero aun así.
Un sueño es solo un sueño.
No es real.
Solo puedo ver rojo. Estoy tan pero tan enfurecida. Y también muy pero muy
confundida. La parte lógica de mi mente es un interruptor ligero que ha sido apagado y todo
en lo que puedo pensar es en Damien y nuestro bebé, y en la oportunidad de una vida para
mí y de ser finalmente feliz.
79

Estoy gritando, sollozando, y temblando.


He estado histérica desde el momento que me dijeron que perdí mi bebé.
Página

Dos robustos enfermeros en batas que combinaban aparecieron a través de la puerta,


tacleándome antes que yo estrangulara completamente a la enfermera. Ella tose. Toca su
garganta. No la veo más, porque a este punto, ya me han inyectado un sedante y estoy en
camino a la tierra de los sueños.
Los dos enfermeros me levantan mientras las drogas hacen efecto y me tienden sobre
mi cama.
Digo su nombre—: Damien.
Envuelvo mis brazos alrededor de mi estómago.
Me pregunto dónde está y por qué no está aquí.
—Mi bebé —Lloro para mí misma—. Mi bebé.
Horas más tarde, una enfermera entra a mi habitación para revisar mis signos vitales y
estoy arropada en una bola sobre mi cama de hospital. La enfermera es alta, delgada, con
cabello negro con canas cortado en un estilo pixie. —Siéntate, querida. —dice en una suave y
amable voz. Sus ojos son amables también. Grandes y marrones. Como los de un
cachorrito.
Hago lo que me pide y luego ella pone dos largos dedos sobre mi muñeca,
verificando mi pulso. —¿Está fuera de aquí? —pregunto con una pizca de esperanza en mi
tono de voz.
—¿Quién está fuera de aquí, querida?
—Damien.
—¿Damien?
—Sí —digo con fuerza—. Damien Allen. Le dije a la última enfermera que lo llame.
Debería estar aquí. —Mis emociones están retorcidas, estoy cansada. Parte de mi quiere salir
de esta cama y buscarlo.
—No, querida —dice la enfermera—. No hay nadie aquí con ese nombre
—La enfermera se aleja de mí y me recuesto de nuevo—. Bueno, ¿puede intentar llamarlo de
nuevo? Sé que querría saber que estoy bien.
Ella sale por la puerta y luego se asoma por una rendija. —Lo dejaré saber, querida.
Solo descansa un poco, ¿de acuerdo?
Asiento, pero sé que descansar es la última cosa en mi cabeza.
Pensamientos y recuerdos siguen rebotando de un lado a otro dentro de mi cabeza. Sigo
tratando de recordar la última vez que vi a Damien.
No puedo recordar donde.
No puedo recordar cuando.
Sigo viéndolo retirar mis pálidas cortinas amarillas y pararse junto a la ventana de mi
habitación con una sonrisa y un brillo en sus muy azules ojos, pero nada más.
80

En mi mente oigo un estallido y otro más.


Quiero apagar mi mente para poder enfocarme, pero no puedo.
Página

Oigo otro estallido, ¡bang, bang!


Luego un grito.
Seguido de un llanto y otro grito.
Oigo voces fuera de mi cuarto.
Son una mezcla de voces masculinas y femeninas, y estoy teniendo problemas para
identificar cual voz pertenece a que persona. Sé que la enfermera con cabello canoso está
hablando. Su voz es la única que reconozco.
—Tenemos que enviarla a algún lugar —dice ella.
—Algún lugar donde obtenga la ayuda que necesita —dice.
—Este no es el lugar adecuado para ella.
—Conozco un lugar, no tan lejos.
—Recibirá toda la ayuda que necesita.
Me deslizo de mi cama y mi corazón se hunde al fondo de mi estómago. Siento
como si no perteneciera a ningún lugar.
Siento que soy una causa perdida y que nadie me puede ayudar.
Jadeo por la frustración y decido que el mejor y único camino para averiguar todo es
descansar, aclarar mi mente y rogarle a Dios que mi memoria regrese por la mañana.
81
Página
22
20 años después
Traducido por Michelle♡
Corregido por Karool Shaw

A veces puedo sentir el silencio.


Me refiero a realmente sentirlo.
A veces logro sentir que se expande dentro de mí, y envía temblores minúsculos
entre mi cuerpo antes de terminar temblando en mis huesos.
La sensación es una mezcla inmensa de calma, tranquilidad y en los últimos quince
años he aprendido a amarlo. He aprendido a adorar a la simplicidad, porque en ocasiones,
las pequeñas cosas de la vida son todo lo que una persona tiene.
Las pequeñas cosas…
Son todo lo que queda.
Estoy en la sala de grabación, en una silla sentada en frente de la ventana rectangular.
Mi reflejo me devuelve la mirada a través de los paneles dobles de vidrio y, por primera vez
en mucho tiempo tomo nota de mi apariencia. Rayas de color gris se tejen a través de mi
cabello ébano. Mis mejillas están hundidas. Hay círculos oscuros bajo mis ojos. Y los canales
poco profundos de las arrugas incrustadas en la frente. Sigo sorprendida frente a mi reflejo
durante un minuto y luego recuerdo de por qué no me importa mirarme a mí misma nunca
más.
Aparto mi mirada de mi sórdida imagen y veo lo que hay detrás del vidrio.
Enormes arboles verdes.
Flores silvestres.
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Acres de hierba recortada balanceándose.


No consigo centrarme en todas las cosas hermosas que están viviendo cuando siento
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que pertenezco con los muertos.


Intenté matarme una vez, y cuando digo "intenté" debo decir que fallé porque el
personal me encontró antes de que pudiera morir del todo.
Me salvaron.
Ellos me derribaron de las vigas y me quitaron la soga de la bata del hospital que
había hecho en mi cuello y me trajeron de vuelta a la vida.
Y los odio por eso.
En algún momento, todo lo que quería era ser salvada y ahora encuentro tan extraño
esperar que ese sueño se haga realidad. También creo que es una locura que yo pensara
poder salir de Oak Hill, cuando en realidad ese pensamiento era una fantasía. Este lugar es
una sanguijuela que se alimenta, se alimenta y se alimenta de ti hasta que estás desangrado.
Lo curioso es que he estado desangrada durante años y aún sigo aquí.
—Adelaide —oigo a una mujer llamar mi nombre, sin embargo no contesto su
llamada. Dejé de darles a los miembros del personal cualquier interacción social hace años.
Ahora, sólo respondo con gruñidos, suspiros o un movimiento de cabeza. La única vez que
me buscan es para darme mis medicamentos o acompañarme alguna parte. No imagino cual
es el punto de hablar cuando no hay nada más que decir.
Entonces, mi nombre es llamado por segunda vez—: Adelaide.
Miro por encima de mi hombro y veo dos mujeres caminando hacia mí. Una es una
enfermera con pelo corto negro de punta y un físico esbelto y la otra es una joven mujer que
no puede tener más de unos veinte años. Mantengo los ojos entrecerrados a la enfermera,
me siento en mi silla y tiro de mi manta color crema con fuerza sobre mis hombros. No
respondo hasta que están a mi lado y aun así, lo único que digo es: —Uh.
Los finos labios de la enfermera forman una sonrisa particular apretada y me doy
cuenta de que uno de sus dientes delanteros está ligeramente torcido. —Adelaide —guía a la
mujer junto a ella hacia mí con la mano—. Tienes una visita. —La voz de la enfermera está
llena de alegría, esperanza y casi deseo abofetearla.
He estado en Oakhill por más de veinte años y nunca he tenido ni una visita y el
hecho de que alguien me está diciendo que tengo una ahora casi parece una broma cruel.
Quiero abrir mi boca y decir algo audible, pero por un momento se me olvida cómo hablar.
La enfermera mira de mí a la mujer a su lado y luego nuevamente a mí. —Bueno —dice—.
Creo que las dejaré a solas. —Se inclina y le susurra algo al oído de la mujer que no puedo
hacer, pero veo el visto bueno de la mujer en la dirección de la enfermera, cuando se voltea
para alejarse.
Una sensación nerviosa burbujea en la boca de mi estómago y parte de mí quiere
levantarse y salir de la habitación. Pero hay otra parte de mí que tiene una leve curiosidad y
quiere saber quién es esta extraña mujer. ¿Podría ser un oficial de policía? ¿Un nuevo
doctor?
La estudio mientras camina por la habitación y toma una silla y sigo mirándola
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mientras desliza la silla por el suelo. Tiene extremidades largas y esbeltas. Una cintura más
pequeña. Se encuentra probablemente alrededor de uno sesenta y cinco centímetros de
altura. Su piel es pálida y su cara es en forma de corazón. Su cabello se cae en rizos de oro
Página

por su espalda y al caminar, lo hace con gracia como si estuviera caminando en el aire.
—Vamos —dice con una voz femenina suave, pone su silla a mi lado y se sienta. Bajo
mi mirada hacia sus piernas y observo la forma en que cruza una encima de la otra. Entonces
pregunta—: ¿Cómo estás hoy?
No hago contacto visual y mi mirada se ha centrado en el suelo. Borrosas motas
bronceadas en el azulejo en mi visión periférica y lo único que logro hacer es encogerme de
hombros.
—Adelaide, ¿Podrías mirarme, por favor? —Asiento, porque sé de la afectividad en la
voz de esta mujer que ella no aceptará mi tratamiento silencioso.
Hago contacto visual y repentinamente no consigo respirar.
Lágrimas brotan de mis ojos y parpadeo varias veces mientras llueven por mis
mejillas.
La sensación nerviosa en el estómago disminuye.
Mis dedos comienzan a temblar.
Tengo los nervios destrozados.
Me doy cuenta que miro en mis propios ojos.
Un par de ojos violetas.
Tan hermoso y tan raro que conozco a esta mujer sólo puede ser una persona. —
¿Willow? —Mi voz se quiebra y raspa porque no puedo recordar la última vez que he
hablado con alguien. Me aclaro la garganta y repito—: ¿Willow?
Una suave sonrisa tira de sus labios. —Sí, Adelaide, soy tu hija.
Y por primera vez en años, años y años, me acuerdo como se siente la alegría.
Recuerdo lo que se siente ser tan feliz que explotas por dentro.
Quiero agarrarla.
Ella es mi hija.
Tiro de ella a mis brazos.
Mi pequeña niña.
Quiero abrazarla, amarla, quererla y jamás dejarla ir. Pero puedo decir por su
naturaleza real y la estatura perfecta que heredó el comportamiento reservado de su padre.
Eso es algo que recuerdo de Elijah. Él era muy severo, cortante y directo.
Además, esta es la primera vez que la he visto desde que era un bebé y quizás lo
mejor es en situaciones no presionarlos desde el principio. Así que empiezo con un
comentario—: Asumí que estabas muerta. —Sé que no es la mejor manera de empezar este
tipo de cosas, pero es la verdad. Cuando me enteré de mi archivo en la oficina del Dr. Swell,
supuse que Willow había muerto en el accidente de coche que causó mi amnesia.
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—Estoy segura de que lo hiciste. —Hay un tono sombrío de su voz y una mirada
confusa en su rostro—. Ya sabes, Adelaide —continúa—, te he buscado por bastante tiempo.
Página

—¿Cuánto tiempo? —le pregunto


—Han pasado años —dice mientras deja caer su mirada hacia sus manos y juega con
sus dedos—. Siempre me dije que nunca me rendiría. No hasta que te encontrara —Su voz es
temblorosa y baja, apenas un susurro—. Tenía la esperanza de que tuvieras algunas respuestas
sobre mi infancia que he buscado desde hace años.
Siquiera contengo la emoción en mi voz y casi espeto las palabras.
—Voy a responder a cualquier pregunta que tengas en la medida de mi capacidad.
—Bien —dice ella con una sonrisa
—Pero primero —le digo—. ¿Puedo hacer algunas preguntas acerca de ti?
—Por supuesto.
—¿Quién te recogió? —Quiero saber que se encontró bien cuidada. Quiero saber si
tuvo una buena infancia. Quiero saber si fue amada.
—Mi tía —dice—. La hermana de mi padre. ¿Recuerdas algo de ella?
—No —Pena rezuma de mis cuerdas vocales—. Nunca tuve la oportunidad de
conocerla. —Enderezo mi postura—. ¿Te educaron bien? ¿Era atenta? ¿Era...?
Willow me interrumpe antes de poder ir más allá. —Tuve una muy buena educación.
Y me encantó. Me trataron como a uno de sus propios hijos.
—Me alegro —le digo en voz baja. A pesar de que no me siento contenta del todo y
cuando pronuncié esas palabras, una pequeña parte de mí se rompió en mi interior.
Hubiera dado cualquier cosa...
Mi brazo.
Mi pierna.
Me hubiera arrancado mi corazón y lo colocaría en la palma de un corredor de
órganos si eso es lo que habría tomado para mí haber sido capaz de criar a mi hija.
—Entiendo que eso no es lo que yo hubiera querido —le digo, ahogando un sollozo—,
si hubiera sabido que yo…
—Entiendo, Adelaide. Yo sé que no es tu culpa. —El tono de su voz me dice lo
contrario. Hay un atisbo de rencor en ella. Sus gestos también lo hacen. Está evitando el
contacto visual, mirando fijamente por la ventana—. Yo simplemente… —balbucea y se atrapa
a sí misma—, Simplemente quería saber de dónde vengo, ¿Sabes? —Me mira, no obstante
todavía no directamente a los ojos—. Quiero saber acerca de mis abuelos. Mi padre. De ti. Sé
un poco de lo que me dijo mi tía, pero ella no sabía mucho acerca de tu relación con mi
padre.
Yo no le puedo dar una respuesta exacta y que casi me envía en un ataque de histeria.
Me siento inútil. No he tenido nada que ver con mi hija en toda su vida y ni siquiera puedo
darle las respuestas que busca. Yo sé que mi ausencia no fue por elección, pero aun así.
Quiero ser capaz de ayudar. Quiero ser capaz de contribuir. —No estoy del todo segura —
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digo—. Pero me imagino que lo amaba mucho o no estarías aquí.


—No estás segura —Su voz se apaga y emite la sensación de si sólo le di un puñetazo
Página

en el estómago y dejó sin aliento sus pulmones.


—Yo... yo —Me cuesta pronunciar las palabras—. Yo estuve en un accidente de coche.
Estuve en coma durante meses. Perdí la memoria. Recuerdo casi nada sobre mi relación con
tu padre a excepción de lo que he leído o han dicho. Las pocas cosas que recuerdo son
insignificantes —Tomo un profundo respiro y continúo—. Con suerte me acuerdo de ti —Mi
voz se quiebra, mi pecho vibra, un dolor agudo inyecta a través de mi corazón y tengo que
entrelazar las manos para evitar que vibre—. Pero reconocí tus ojos al mirarme. —Lágrimas
ruedan por mis mejillas y sorbo—. Los recuerdo porque tienes los ojos de mi madre y míos.
Siempre me han dicho que los ojos violetas son raros.
Su rostro se ilumina lo más mínimo. —¿Mi abuela?
—Sí —dije—. Recuerdo algo sobre ella.
—¿Cómo qué? —Willow se acerca más, con una expresión intrigada en su rostro—.
¿Está viva?
—No —Una mirada solemne cruza entre mis rasgos. Yo no quiero entrar en los
detalles deprimentes que rodearon la muerte de mi madre—. Ella murió cuando era muy
joven. Pero le encantaba el perfume de lavanda, las canciones de cuna y era dulce, cariñosa y
atenta.
Willow sonríe. —¿Y mi abuelo?
Ese es un tema en que definitivamente no quiero profundizar. — También está
muerto. —Muerto, se fue, enterrado, y mi opinión, su muerte fue por el bien de la
humanidad—. Él murió en la cárcel. —Y eso es todo lo que diré acerca de él.
—¿Entonces, cómo conociste a mi padre?
—Creo que fue mi doctor en algún momento —De acuerdo con mi archivo que
confisqué, eso es lo que decía—. Aquí —Tomo la mano de Willow. Ella duda al principio,
pero luego su mano se relaja por debajo de mi firme agarre—. Ven conmigo.
Me pongo de pie lentamente, con las rodillas tambaleantes y falta de aire. Por un
segundo, me siento mareada y casi caigo otra vez en mi silla. Willow está de pie en un
instante, y con la otra mano agarra mi codo y me estabiliza. —¿Estás bien? —pregunta con
genuina preocupación.
—Estoy enferma —comento con una suave sonrisa—. Pero no estoy muerta aún.
No hace mucho me dijeron que tengo cáncer. Además me dijeron que es una especie
muy agresiva, pero eso es todo lo que distinguí de mi diagnóstico. Yo me desconecté en el
segundo en que dijeron que moriría y me negué a escuchar otra palabra. También he
rechazado tratamientos. La mayoría de los miembros del personal me indicaron que esta fue
una decisión estúpida, pero no estoy de acuerdo con ellos. Cuando has vivido una vida llena
de miseria sombría, destructiva, a veces la muerte es la única cosa que puedes esperar.
Porque al final de todo, sabes que es lo único que te traerá la paz.
Yo he esperado la paz por años, años y años.
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He rezado por ella.


Deseado por ella.
Página

Ahora que estoy un paso más cerca, no quiero pelear para conseguirlo.
Quiero escapar en la noche y ser envuelta por la comodidad de la serenidad sin tener
que mirar hacia atrás.
No estoy preparada para la acción brusca de Willow, pero cuando me tira por los
brazos y me abraza firmemente mi cuerpo se relaja contra el suyo. Este momento entre
nosotras se siente cálido, familiar, hermoso y no quiero que acabe. —Por favor, no te mueras
—susurra contra la curva de mi cuello—. Te acabo de encontrar y no quiero perderte.
Puedo sentir su corazón martilleando contra su caja torácica. Puedo oír los sollozos
suaves dejando su garganta. —No llores, pequeña pájaro —murmuro—, no importa lo que
pase, siempre estaré contigo. —Se mala gana, saco el abrazo, manteniendo las manos en sus
codos. Estoy temiendo que esto podría ser demasiado emocionalmente abrumador para las
dos, por lo tanto interrumpo nuestra breve interacción cambiando de tema—. Ven conmigo
—Mantengo un agarre firme en su mano derecha y tiro de ella a través de la puerta.
—¿Te permiten salir de esta habitación? —pregunta Willow mientras paseamos por las
puertas dobles y salimos al pasillo.
—Ya no me prestan mucha atención —digo. Lo que no comento es como solían
mirarme, seguirme y acompañarme a donde quiera que fuese. Lo que no puedo decir es
cómo me torturaron llenando mis venas con drogas, quemaron mi cerebro con su versión de
la terapia y me guiaron con sus hermosas versiones de mentiras. Tampoco como permití que
este lugar me rompiera una y otra vez. Ahora mismo, lo único que ansío es pensar en este
momento feliz y no obsesionarme en mi jodido pasado.
Estamos a mitad de camino a mi habitación cuando Willow dice—: Está bien.
Al llegar a la celda, abro la puerta y el gesto en su interior. Ella es cautelosa. Les
puedo decir porque una vez que estoy en la pequeña habitación, ella permanece en la puerta,
con los ojos barriendo sobre todo antes de descansar en mi cara.
Hago una seña para que se acerque. —Está bien.
Entra por la puerta, mirando de pared a pared blanca antes de detenerse frente a mi
catre. Rozándola al pasar, cierro la puerta de mi celda. Intento ser discreta porque voy a
darle lo que he mantenido en secreto del personal durante años. Es la única cosa que me
conecta con mi pasado y yo no quería que me lo quitaran. Estoy al lado de Willow de nuevo
a unos pocos pasos, inclinándome y sacando la carpeta manila debajo de mi catre.
—Toma esto. —Lo meto en ella, colocándolo plano contra su pecho—. Ocúltalo. No
dejes que te vean con él.
—¿Qué es? —Willow toma el sobre y se asoma en su interior.
—Mi archivo. Mi historia. Es todo lo que me queda, pero posiblemente, sólo tal vez
contendrá algunas de las respuestas que buscas.
Nuestros ojos chocan. —¿Dice algo sobre mi padre?
—Sí. Pero muy escaso. Hay un recorte de un periódico con él allí. Su obituario.
87

—Bien
Hay un momento incómodo de silencio entre nosotras y sé que es porque ninguna
Página

de las dos quiere discutir la dolorosa tragedia que rodea la muerte de Elijah. Doy un paso
atrás y me siento en el catre. Acaricio el lugar vacío junto a mí con la esperanza de hacer el
momento menos difícil y decir—: Así que ¿Por qué no me dices algo acerca de ti? Dime lo
que has estado haciendo.
Su rostro se ilumina mientras toma asiento y la visión trae lágrimas a mis ojos. Se
lanza a los detalles de lo que estudia en la universidad, con cuantos chicos ha salido, los
lugares que ha visitado en vacaciones…
Antes de darme cuenta, las horas han pasado y Willow mira el reloj que cuelga sobre
mi puerta. —Tengo que irme —dice, levantándose de mi catre.
Me pongo de pie y la jalo en un fuerte abrazo. Este momento es demasiado breve.
Siento que necesitamos más tiempo juntas. Siento que necesito compensar todo lo que he
perdido.
—Fue un placer conocerte al fin —digo, limpiando las lágrimas de mis ojos.
Los ojos de Willow lloran también y ríe. —Dices adiós como si esta fuera la última
vez que te fuera a ver —Inclina la cabeza hacia atrás por un segundo y suspira—. No te
preocupes, mamá. Volveré.
Estoy muy entusiasmada de que me llamó mamá en vez de Adelaide.
Quiero aplaudir.
Gritar.
Saltar de alegría.
—¿Lo harás? —Flores de la esperanza dentro de mi pecho como una hermosa rosa
roja en la primavera—. ¿Vendrás de visita otra vez?
—Absolutamente —dice con entusiasmo—. Tenemos toda una vida para ponernos al
día.
Tengo algo porque esperar. Y eso es un sentimiento hermoso. —Disfruta el resto de
tu día —le digo cuando le deposito un beso en su mejilla. A continuación le muestro la salida
de mi celda y cierro la puerta detrás de ella.
Me acuerdo de lo que se siente al tener un propósito nuevo.
No me siento como una concha más.
Me siento un poco sana y completa.
Y sé que si muero mañana, me puedo morir feliz.
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Página
23
Traducido por Niki
Corregido por mariaesperanza.nino

Ese camino llamado vida es largo y tortuoso.


Hay curvas
Baches a lo largo del camino.
Y algunas veces…
Algunas veces estas pasando demasiado rápido a través de él, perdiéndote las señales
y para cuando alcanzas el final tienes remordimientos, recolecciones, momentos donde te
das cuenta que no has vivido en verdad.
Y esa es la cosa sobre la vida.
Va demasiado rápido.
Al menos la mía lo hizo.
Estoy en el baño en Oak Hill rodeada por cerámico de color crema que están
cubiertas por una fina capa de moho marrón. Un par de ojos violeta me miran de regreso a
través del espejo de baño. Las ojeras debajo de ellos han desaparecido. Mi piel luce firme y
suave. Mi cara está más llena y hay una pizca de rosado en mis blancas mejillas.
Me veo con vida.
Me siento rejuvenecida
Mis ojos caen por un segundo y noto que sigo usando mi bata de hospital.
Un fuerte sonido fuera de la puerta me distrae y causa que abandone el estudio de mi
imagen.
Metiendo mi cabello tras mis orejas, voy hacia la puerta y la abro. Salgo hacia el
pasillo y veo dos enfermeros vestidos de blanco mientras traspasaban mi cuerpo por el
corredor. Luego mi atención se traslada cuando veo a Willow caminando tras ellos con sus
89

mejillas sonrosadas y ojos llenos de lágrimas.


La sigo. La alcanzo, queriendo aliviar su dolor al envolverla en mis brazos.
Página

Sosteniéndola.
Besándola para alejar sus penas.
Pero cuando trato de tocarla, mi mano atraviesa su cabello.
—Por favor, no llores, pequeña pájaro —susurro—. Nos encontraremos de nuevo algún
día.
Me quedo atrás, permaneciendo en la oscuridad mientras ella y los enfermeros giran
en una esquina.
Se siente extraño seguir aquí cuando sé que se supone que deba estar avanzando.
Pero Oak Hill…
Este lugar ha sido mi hogar por tanto tiempo que siento como que necesito dar un
último paseo antes de irme para siempre.
Comienzo por mi celda.
Me siento en el catre.
Me quedo mirando las llanas paredes blancas.
Luego camino hacia la ventana con barrotes y admiro el paisaje de los terrenos de la
institución. Muerta o no, sé que la engañosa vista de este lugar siempre se quedará conmigo.
Dejo mi celda y camino hacia el área de descanso. No me molesta travesar las puertas
dobles, pero observo algunos pacientes en la habitación a través de la plaza, con ventanas en
sus puertas. Uno de ellos, una morena se sienta el sillón color mostaza y mira la televisión.
Otras dos, ambas con largo cabello marrón juegan cartas en la mesa que está en una esquina
del fondo. Mantengo mis ojos en la morena que me da la cara. Ella ríe y pone una de sus
cartas sobre la mesa. Parece feliz.
Encuentro esto extraño ya que la mayoría del tiempo que pasé aquí me pareció un
infierno.
Pero los tiempos cambian.
También lo hacen las restricciones.
A través de los años, Oak Hill adaptó una política más indulgente hacia los pacientes.
Era una bendición para los nuevos pacientes, pero para los pacientes como yo que habían
pasado las peores situaciones que este lugar tenía para ofrecer, bueno, perecía como otro
método de cruel castigo.
Me alejo de las puertas dobles, le doy un último vistazo al sombrío corredor, mis ojos
barriendo las paredes neutrales. Doy un suspiro de alivio y siento como si un gran peso
hubiera sido levantado de mi pecho. Luego, camino hacia la entrada.

***
90

El húmedo, aire veraniego me golpea como una bofetada en la cara el segundo en el


Página

que salgo.
Siento los rayos del sol escociendo mis mejillas y alzo mi cabeza, permitiendo que el
brillo cubra por completo mi cara. No recuerdo la última vez que estuve fuera. No recuerdo
la última vez que se sintió tan bien dejar que el sol queme mi piel.
Una suave briza alborota mi cabello mientras camino hacia abajo por la vereda y
disfruto la belleza de la naturaleza, me pregunto cuál es mi propósito y a dónde me dirijo.
Me pregunto si la vereda por donde camino me llevará a algún lado o si nunca terminará.
Luego, mientras camino más y más lejos de Oak Hill algo extraño pasa. El color del
cielo se transforma. Cambia de azul a gris en cuestión de segundos. Estrellas salen a jugar y
puntean el horizonte y de repente, estoy en un camino de ladrillos.
Mis ojos caen a mi atuendo y ya no estoy usando una bata de hospital, pero en
cambio estoy usando un vestido verde lima y zapatos a juego.
Sigo caminando, admirando los ladrillos que estoy pisando al caminar.
Sus colores son una mezcla de marrones y negros y canelas y se ven brillantes.
Parecen haber sido besados por las lágrimas de la Madre Naturaleza.
Me detengo cuando veo un par de zapatos a unos metros frente a mí. Son mocasines
marrones y brillantes también, que están casi camuflados por los ladrillos. Mis ojos viajan
hacia arriba y veo pantalones de kaki. Luego una camisa blanca a la medida que ha sido
metida en sus pantalones.
Mis ojos se detienen en su rostro.
Mis pulmones se aprietan.
Mis nervios son disparados.
Mi corazón es incendio forestal infestado de llamas que no pueden ser apagadas.
Susurro su nombre en la oscuridad. —Elijah.
Me sonríe y en unos pocos pasos, está parado frente a mí. Está tan cerca que nuestros
cuerpos están casi tocándose y juro que puedo sentir su calor corporal irradiando sobre mí.
Él toca mi cara, pasa sus dedos a través de mi cabello y en el momento que me toca…
Cada sentimiento.
Cada beso.
Cada emoción.
Y cada recuero que alguna vez había tenido con respecto a él sale a la superficie al
punto donde hay tantos pensamientos e imágenes corriendo a través de mi mente que siento
como si necesitara apagarla.
Se inclina cerca, sus labios a un respiro de distancia de los míos mientras miro
fijamente los ojos color bronce los más bellos que he visto en mi vida. Pasa su pulgar sobre
mis labios y estoy tan abrumada con felicidad y emoción que olvido como respirar.
91

—Adelaide. —Mi nombre suena como música saliendo de su garganta y es un tono


que he escuchado felizmente ser repetido. Sus labios rozan gentilmente los míos en una
Página

manera provocadora y luego deja salir un suspiro. Pone su frente contra la mía. Luego dice—:
Bueno, Sra. Watson. ¿Me recuerda ahora?
Y respondo con un—: Sí, Sr. Watson. Sí lo hago.
SOBRE LA AUTORA
Lauren Hammond supo desde muy joven que había nacido
para ser escritora. Después de publicar su primera novela en
2007, se dedicó a escribir varios guiones y unos cuantos
poemas premiados. Ella aspira a ser un modelo positivo para
los jóvenes que tienen un lápiz, un trozo de papel y un
sueño. Nunca tienes que abandonar tus sueños porque un
día, podrías despertarte y arrepentirte de no haberlos
seguido. Tiene más novelas en proceso, así como algunos
proyectos de cine.
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Página
Traducido, Corregido &
Diseñado por:

http://www.librosdelcielo.net/forum
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